PROYECTOS II
31-05-2025
ALEX INFANTE
PRÓLOGO
Proyectos II es una asignatura que se desarrolla en la cátedra de Proyectos en la universidad URL ETSA LaSalle Arquitectura, en Barcelona. Gracias a los profesores Pedro García, Roger Paez, Xavier Osarte y Jordi Queralt se ejecutan dos ejercicios durante el año lectivo. La asignatura tiene el objetivo de marcar un punto y seguido en la formación del estudiante de arquitectura. Se propone al estudiante repensar ideas, productos, programas… siempre con el estudiante y su idea de proyecto como protagonista principal. No existe proyecto malo, sino incoherente. Las dinámicas son grupales y las correcciones colectivas. Este curso te obliga a conocer proyectos notables, incluso muchos no construidos con una relevancia vital en el transcurso del desarrollo proyectual. Se recuerdan arquitecturas desconocidas por los estudiantes que serán un soplo de aire fresco en sus mentes vírgenes. Te incita a leer y conocer aquello que ha despertado pasiones en tu interior, buscar en libros y en la web.
El objetivo del segundo ejercicio se trata de la complementariedad de dos programas diferentes dentro de una parcela en el pueblo costero de Arenys de Mar, 40 km al Norte de Barcelona. En él se alberga un abandonado convento de monjas en un emplazamiento un tanto especial. Se sitúa a media distancia entre la montaña –hasta ahora inconexa- y la concurrida riera de la localidad -núcleo principal de la vida diurna y nocturna-. En la fachada principal del convento de hallan unos jardines que ahora son mera distracción visual. Otro punto interesante del emplazamiento es la diferencia de cotas entre las dos calles que limitan la parcela: variable entre 5 y 7 metros. Finalmente, un hecho relevante que mueve los flujos vitales del pueblo es la ubicación de varios equipamientos -en la cota superior- y su desconexión con el pueblo.
ESTADO ACTUAL
Una fábrica de cerveza, pensada para una elaboración a pequeña escala y un hotel meublè y club nocturno. Ambos por separado. Del antiguo convento germina en su interior una planta lasciva, siempre alimentada pero contenida. Un misterio desde fuera, una casa intocable para el pueblo, del que entran coches y salen, de gente entrado a unas horas determinadas, pero nunca saliendo, desplazados a otra dimensión.
98.99
97.78
102.84
100.46
CORNISA CONVENT 104.29
CARENER CONVENT
109.71
ENUNCIADO. 4-04-2016 PLANTA Y ALZADO
Después de estudiar con profundidad las características y necesidades el pueblo se llega a la conclusión que es un municipio estacional, es decir, con picos de uso muy pronunciados en verano debido a las segundas residencias y el impacto turístico.
96.39
100.46
102.84
Es por ello que los dos programas que resultan tienen una ambición a gran escala, es decir, no solo equipamientos de uso local y cercano, sino también atractores a escala comarcal, territorial y estatal. 104.29
PLANTA BAIXA
C/ AUTERIVE
C/ SANTA CLARA
101.18
97.24
L1
E1
La fábrica se irgue a un lado, ganado altura y alcanzando las cubiertas del convento, se pone a su altura. La imagen que transmite es clara: las tubas generan la fachada y los tubos protegen a sus usuarios en su interior de los agentes atmosféricos. Entre ambas actividades y contiguo a la fábrica, para poder alimentarse de él visual y programáticamente, se genera un paso urbano cubierto que permite saltar los 7 m. de desnivel entre calles mediante dos escaleras mecánicas. Este paso urbano se compartirá simbióticamente con los espacios más ociosos de la fábrica: las salas de catas, la sala de espera, la tienda y los lavabos.
El resultado obligaba a dos acciones que permitieran regenerar la temporalidad en Arenys, dotándola de una nueva nocturnidad y de actividades hasta ahora de escasa presencia. Es por ello que el complejo no solo se entiende como un tránsito urbano sino una multi-espacio de relación entre personas de diferentes procedencias a diferentes horas del día.
PUJADES DEL PARC DE LOURDES
Tanto la fábrica como el club nacen de una necesidad recreativa en la antropología de la mente humana. El deseo de expansión del tiempo desocupado hace que los horarios de los nuevos programas no sean suplementarios o exclusivos, sino complementarios a los horarios diurnos o laborales del pueblo. Es por ello que la producción de cerveza, sus degustaciones y competiciones se planifican en los tiempos de holganza y diversión. Posteriormente el club nocturno abre sus puertas para absorber las degustaciones y la distensión a otro nivel. La propuesta -siempre entre la realidad y la ficción- está preparado para llegar a ejecutarse, con sencillez estructural y constructiva.
PROYECTO DE REM KOOLHAAS PARA LA T2. BARCELONA
El programa de la fábrica tiene un carácter realista y palpable. Se conoce porque se ha hecho y se ha visto antes, todos nos imaginamos como es y en nuestro inconsciente sobrevuela la misma idea cuando nos imaginamos una fábrica de cerveza. El convento, sin embargo, es puro imaginable. Las reformas internas, el derribo de muros, apertura de forjados y otros condicionantes limitaran el espacio físico. Pero la concepción de él depende de cada uno de nosotros. Desde las primeras películas con “alto contenido” erótico que todos hemos visto en el televisor en frente de nuestros padres; revistas que nos hemos encontrado y videos que han marcado nuestra memoria sexual. Es por ello que, a una altura muy alejada del proyecto, y con escasa relación física con él, se levanta una plataforma sin límites. Absolutamente construible. Pura concepción superestudiofílica de una realidad alternativa y sin dimensión, ni realidad, ni uso. Un todo y un nada, y exclusivo.
TIEMPO Aquello que hace referencia a la escala humana, en cuando a su percepción física o sensorial, pertenece a la dimensión humana. Se entiende que la dimensión humana es un factor egoísta, egocéntrico, trivial incluso. De una saga -la humana- centrada en sus propios logros sobre la faz de la tierra. Hay un factor de medición ajeno a la percepción humana, con un carácter inmortal y etéreo. Esta es la escala del tiempo. Nos imaginamos una carretera con un paisaje determinado como telón de fondo. Un coche circula por ella. El coche -la invención humana- tiene unos límites de velocidad. Si multiplicamos la velocidad del coche x10, veremos la estela de este, de izquierda a derecha de la imagen. Si multiplicamos la velocidad, por lo tanto, aumentamos su tiempo, apenas veremos el automóvil. La velocidad es tan alta que no es ni apreciable. El invento del hombre ha sido alterado hasta límites en los que ha desaparecido. TORRE TELEFONICA. EMBA
El paisaje se ha mantenido en todo momento fiel a sí mismo, como una imagen fija tomada por una cámara fotográfica, alterándose solo por los cambios estacionales.
TAMAÑO El ser humano es capaz de desenvolverse con soltura en universos domesticados, megalópolis, grandes ciudades, pequeñas ciudades, pueblos o villas. Pero entra en conflicto en lugares aún vírgenes, donde él no es el dueño. Es por ello que la imagen de una selva esplendorosa amazónica, con unos árboles tan exuberantes en cantidad como en tamaño nos resulta aún una dimensión desconocida y atrayente. PALACIO DE LOS SOVIETS. PROYECTO NO CONSTUIDO
REM KOOLHAAS. PROYECTO HYPERBUILDING
El tamaño importa, pero depende para qué. La sensación que se crean los elementos desescalados en el ser humano puede tener tanto un valor positivo como negativo. Cualitativamente alimenta nuestra curiosidad y devoción por ellos, pero cuantitativamente producen empacho y desconexión entre el usuario y el entorno.
FORMA La sensualidad constructiva puede aparecer también en las fases más postmodernistas de la arquitectura. Desde los complejos constructivistas soviéticos esparcidos por todos los territorios de la desaparecida URSS, pasado por Stirling y Bowen, Robert Venturi, Ricardo Bofill o incluso el Koolhaas más kisch. Estas construcciones se componen de una claridad en sus formas muy rotundas y de grandes dimensiones. Elementos primarios llevado a las 3 dimensiones. Cuadrados, pirámides y esferas, entre otros. Las estrategias proyectuales muy diversas y ricas: Superposiciones, maclas y elementos aislados. Todo llevado a una escala magnánima y desescalada.
HOTEL COSTERO SOVIETICO
DESCONOCIDO
TORRES BLANCAS. SAENZ DE OIZA
El resultado: grandes atrios llenos de aire, pilares sobredimensionados acordes con el factor aureo del conjunto, anchos pasadizos multifuncionales.
ASPECTO El tiempo desaparece también en arquitecturas como las de Frank o. Gehry, Tadao Ando o RCR arquitectes. Algunas de ellas por una fusión natural con el paisaje, otras por una materialidad muy dura y desconocida en el contexto ubicado y otras por unas formas estéticas y desdibujadas desconocidas en el ser humano e incluso en el paisaje.
LA LIRA. RCR ARQUITECTES
RESTAURANTE LES COLS. RCR ARQUITECTES
Es por ello que muchas de estas construcciones tan llamativas no solo dependen de ellas mismas, sino de la sinergia que crean con el contorno, el dialogo que establece con su entorno inmediato y la diferenciación que se da entre el interior y el exterior del mismo. La imagen que proyecta la fachada es vital en estas arquitecturas sin dimensión, y las soluciones proyectuales son casi infinitas: paramentos de vidrio completamente reflectores, superficies de piedra que se mimetizan con el entorno… Todo ello para construir una imagen fantasmagórica en su aspecto exterior.
HITO Un claro ejemplo de la ambición humana es el proyecto del rascacielos no construido, por Frank Lloyd Wright. Wright, uno de los arquitectos más laureados hasta la fecha, era un motor de ideas constante. El carácter de la persona y su trabajo fueron a la par para inmortalizar una larga trayectoria con proyectos más dignos de películas de ciencia ficción que de realidad de su época. Descontextualizado por completo, la semejanza de los bocetos de Wright con la realidad construida del Burj Kalifa es asombrosa.
IGLESIA DE SANTA MARIA. ALVARO SIZA
FRANK LLOYD WRIGHT. PROYECTO NO CONSTRUIDO
Es por ello que la tecnología permite a día de hoy construir casi lo inconstruible. A la escala humana esto puede verse en grandes portales construidos al largo de la historia. Elementos con una vocación más escultural que funcional. Grandes Budas en la colina de la montaña, las pirámides de Egipto, el CCTV de Koolhaas o el acceso a la iglesia de Santa María de Alvaro Siza, entre otros ¿Quién podía haber imaginado en los tiempos de las dinastías faraónicas que sus colosales mausoleos se acabarían convirtiendo en maravillas arquitectónicas, de dudosa procedencia y realización? El mismo ejemplo puede entenderse en el Taj Mahal, referente mundial; o los ziggurats de la antigua Mesopotamia. ¿Pretendió el arquitecto suizo Peter Zumthor crear un espacio de peregrinación para los más fieles a su fe con la capilla Brother Klaus, perdida en el medio de la nada y sin un programa aparente? ¿O con un oasis en el medio de la nada ya cumples el propósito?
Sumar y sumar hasta multiplicar. Al iniciar el curso, nos realizaron la pregunta: ¿Qué es la Hibridación? Hasta ahora no me he dado cuenta que es una constante en una vida cotidiana. Sin ir más lejos, tengo un recuerdo espontaneo que quiero compartir. Fue hace un par de años, en verano, en un festival de música. El estado etílico ayudó, por supuesto. Un par de djs salieron al escenario a tocar sus remixes de siempre, que podían estar grabados de antemano o no. Pero aquel día les acompañaron un par de intérpretes más. Un cantante trenzaba su profunda voz con los gritos del scratch de los discos, y un batería marcaba el ritmo. Mezclaron la música electrónica con el rock. Aquellos dos djs nunca más aparecieron solos. Fue un concierto inolvidable. Esto es lo que entiendo por hibridación. Hibridación musical, en este caso.
THE ZOMBIE KIDS
Ahora escuchas el termino híbrido por todas partes. Los coches son hibridos, también los animales, he leído que la Luna lo es. Hoy en día podemos transgenizar nuestros alimentos; incluso mi bicicleta es híbrida, aunque pesa. El caso que nos ocupa es otro. Los procesos hibridos en la arquitectura. El arquitecto holandés Rem Koolhaas lo defiende en sus proyectos teóricos fundamentado en torno a la idea de programa. De su análisis de los rascacielos neoyorkinos dedujo que, tras una apariencia monumental y estable, se daba cita una perpetua inestabilidad programática. Dicha inestabilidad consistía en la yuxtaposición de diferentes programas sin mayor vínculo que el de su coexistencia en un mismo cuerpo edificado. “Comer ostras con guantes de boxeo” incómodo, pero potente. Es en ese momento cuando elabora la mayor parte de sus propuestas arquitectónicas generando unos artefactos arquitectónicos cuyo interés radicaba precisamente en su particular hibridación pragmática, olvidados de la forma, pero con potencia contextual impotante. MULTIFUNCIONALIDAD. REM KOOLHAAS
Si lo llevamos a un ejemplo palpable: el cuerpo humano. Donde los mismos órganos se ocupan de funcionar por separado para un éxito común. Otro ejemplo al alcance de nuestra mano: teléfono móvil. En el albergaremos todo tipo de aplicaciones: cámara, GPS, juegos, ligoteo, relación con el resto de la humanidad, afinadores de guitarra, control del periodo menstrual, compra/venta, series. Quizás algún día nuestros hijos olviden que la función primordial del teléfono era escuchar y hablar, un mero método comunicativo por necesidad. El uso en la arquitectura actual, en la mayoría de los casos, viene asociado a una multiplicidad programática, dejando al margen el resto de connotaciones interesantes que podría albergar la idea de una arquitectura híbrida
MULTIFUNCIONALIDAD. REM KOOLHAAS
1111. HERZOG & DE MEURON
También soportan una marcada componente infraestructural el McCormick Tribune Campus Center en Chicago, de OMA y el 1111 Lincoln Road en Miami, de Herzog & de Meuron. Ejemplos de polivalencia extrema, uno por su sometimiento deliberado a una línea ferroviaria preexistente, y el otro por reconvertir lo que habría de ser un aparcamiento en altura en una cruda estructura en la que automóviles, comercios y restaurantes se acomodan entre espacios exteriores de sugerente naturaleza promiscua. La hibridación arquitectónica puede depender en muchos casos de la materialidad sugerida. En la localidad francesa de Mulhouse conviven las viviendas sociales de Lacaton & Vassal y las de Duncan Lewis. El modus operandi es similar: reducir el presupuesto y aumentar las superficies útiles a costa de utilizar sistemas constructivos baratos extraídos de otros contextos, como son la arquitectura prefabricada industrial o la arquitectura ligera de los invernaderos. El resultado son unos espacios interiores y una apariencia exterior que en nada se asemejan a los conjuntos residenciales estándar. La domesticidad es capaz de instalarse en todo tipo de ambientes. Un último ejemplo made in Spain es el gimnasio Maravillas de Alejandro de la Sota, cuya sección sintetiza las virtudes de la hibridación por categorías. Polideportivo, aulas y patio exterior de recreo se apilan en un solar complicado, originando un esquema proyectual que, de tan sencillo, es impecable.
LA LECCION DE TSCUMI. LA ARQUITECTURA COMO EVENTO No existe arquitectura sin acontecimiento, sin programa, sin violencia; paradojas y contradicciones. La arquitectura se limita en las relaciones que se dan entre el espacio y su uso, tipo y programa, objetos y acontecimientos. Otra limitación son los materiales: tan solo podemos utilizar los conocidos. Según el suizo la arquitectura es únicamente un organismo implicado en una constante interacción con los usuarios. La arquitectura – aquí es donde abres los ojos- es placer. Un placer garantizado si satisface nuestras expectativas espaciales y sensoriales, transgredidos por la repetición, la discontinuidad, los clichés y los neologismos
DESCOMPOSICIONES. BERNARD TSCHUMI
El equilibrio se establece con la locura, tras un desorden fingido; “el rigor de la arquitectura queda oculto detrás del ingenioso arreglo de estas confusas violencias” ¿Por qué Tschumi se expresa tan bien con el dibujo axonométrico y es tan críptico con los planos de dos dimensiones? La respuesta no viene de los utensilios que muestra, sino a través de ellos. Prestados a otras disciplinas, diseccionados, analizados, reinterpretados.
Por lo tanto, según él existen tres maneras de afrontar la hibridación arquitectónica: C R O S S P R O G R A M A C I Ó N Usar un edificio para un uso que en un principio no estaba previsto para ello: utilizar una iglesia como bolera. El club. D I S P R O G R A M A C I Ó N Varios programas activos muestran sus características esenciales, necesarias y sinceras. La fábrica. T R A N S P R O G R A M A C I Ó N La suma de diferentes acciones finalmente no responde formalmente a cada uno por separado: planetario + montaña rusa. El conector.
El ejercicio imaginario o mental es aquel que enriquece la mente en el vacío mientras que es el ejercicio físico es que estimula la realidad del sujeto en su contexto. Cuando alguien con alta capacidad imaginativo, interés por la lectura, con carácter y carisma en sus decisiones, INSTANT CITY. ARCHIGRAM
talento en el dibujo y con ganas de viajar y descubrir; esa persona tiene números para convertirse en arquitecto. Elementos
CIUDADES EN MOVIMIENTO. ARCHIGRAM
tan
colosales
o
no,
con
un
programa
interno
tan vacío y simple se convierten en grandes referencias debido a su simpleza. Estos
elementos
escasamente
necesitan
una
complejidad
formal o material para ser exclusivas para el ojo humano. El futurismo arquitectónico, siempre muestra de posibles tendencias inconstruibles es siempre una fuente activa de ideas y propuestas. Si a eso le sumamos un contenido antiheroico
y
pro-consumista
encontramos
arquitecturas
imposibles e hipotéticas como las de Archigram. Motivados
por
los
bocetos
de
Sant’Elia,
los
ingleses
presentaron modelos de ciudades tan serios como desenTHEY LIVE. JOHN CARPENTER
frenadamente divertidos y utópicos, concebidos para una civilización globalizada. Una vida diaria a cubierto, una realidad virtual y protegida del medio natural. Tecnologías de supervivencia, infraestructuras ligeras y hábiles almacenan la vida diaria de la cultura popular. Sus proyectos de filosofía urbana glamurosa ha sido una fuente
activa
para
afrontar
la
ciencia
ficción
de
un
proyecto como el de Arenys. Toda obra realizada por el hombre, en la actualidad constructiva
sostenible,
debe
presentar
una
adaptabilidad
extrema a varios usos asumibles durante su vida activa. Flexibilidad impredecible.
La sociedad, sus costumbres, consumos y corrientes son un capital impagable para la arquitectura contemporánea. Si conoces la necesidad, conoces la
solución. Estrate-
gias así son las que ha seguido Rem Koolhaas al largo de su vida. Sus primeros proyectos dibujados a mano, de una excelencia expresiva única han sido un refente constante y vital en el desarrollo proyectual. Pocos
saben
reírse
socio-política. vados
por
los
Sus
tan
ácidamente
espacios
flujos
de
la
autoorganizados
humanos
son
un
punto
realidad y
reacti-
de
partida
inestimable. Reírse de las necesidades y motivarlas. El deseo, tan corriente, habitual, pero siempre tabú ha sido la estructuradora de este
DESCONOCIDO
proyecto. La lívido como
organizadora de eventos. DESPRECIO AL ENTORNO. SUPERSTUDIO
Racional o no racional, esa es la cuestión. Las necesidades
de
los
individuos
sobre
cualquier
consideración
no son, en la mayor de los casos, sinónimo de diseño. Algunos arquitectos se han preguntado con tono irreverente la funcionalidad y el buen diseño interior. VIDA EN LA GRAN CIUDAD. SUPERSTUDIO
Si
existe
la
utopía,
¿qué
es
la
anti-utopía
o
utopía
negativa? Sin duda una arquitectura potente, radical; con carácter de comprender la vida consumista real y represiva. La aberración y claridad geométrica como estrategia. La arquitectura de la sociedad, integradora de gestos, productos y consumos. Un Times Square infinito e inagotable, sin crisis. Finalmente se convierte en simpleza, llevando
estos
productos
al
límite
y
resumiéndolos
todo: Google. Información. Control.
¿Cuál es la ideología de la arquitectura? Absurdum de falsedad e inmoralidad. Gracias superstudio.
a
THE SIMPSONS
Para entender el concepto de burdel de alterne con amor entre parejas liberales y lujurias es importante conocer su evolución a lo largo del tiempo y su implicación en la sociedad catalana. Nacieron durante los años treinta del siglo XX, pero vivieron su gran boom en los sesenta y setenta. En Europa, lo más habitual en las capitales europeas eran las pensiones baratas en cascos antiguos y los moteles de carretera en las afueras. El concepto, sin embargo, es mucho más extendido en Sudamérica, Japón e Indonesia. Los centenares de humildes pensiones del desconocido Barrio Chino que el poder político hizo cerrar en los 70 y 80, se difuminan en el imaginario colectivo. En aquel momento meublé significaba dos cosas: prostitución o infidelidad. Hoy en día ya no. Los hoteles por horas se asocian
THE SIMPSONS
ahora con el capricho, con la seducción, con la picardía, pero sin trasgresión. Se han sacado de encima ese halo rococó y un poco burgués, ya no hay estatuas de diosas griegas ni fuentes kitsch en los pasillos. En su lugar proliferan los cortinajes claros, las amplias camas de diseño, los juegos de luces y unos modernos cabezales que no desentonarían en el catálogo de cierta multinacional sueca de muebles. Algunos incluso tienen un carácter museístico, como un famoso local en el Raval en el que se han inmortalizado los tacones de las prostitutas en la entrada. Místicos, caóticos, laberínticos, incoherentes, así eran estos burdeles de caché. Actualmente están desprovistos de la cutrez que reinaba en el lugar. Han profesionalizado su servicio, con
DESENFRENO SIN LIMITES. THE GREAT GATSBY
decoradores de prestigio, directores experimentados, música selecta y cartas de bebida totalmente al día. Ya no se les llama meublés, que suena a ilícito y a antigualla del siglo pasado. Ahora se hacen llamar Love Hotels u Hoteles para parejas. La nueva generación de establecimientos apuesta por un concepto más romántico, urbanita y glamuroso. El perfil de usuarios ha cambiado mucho. Los meublés del siglo XX eran hoteles para amantes regulares y para esporádicos adulterios de pago. Hoy en día, hay mucho más. También son refugio regular de parejas de estudiantes sin emancipar, de mileuristas con ganas de permitirse un extra, de padres jóvenes con abuelos-canguro y de ligones de discoteca que buscan acabar la noche con estilo. Este nuevo público, claro, ha conectado mucho más con las paredes de alegres papeles pintados que con el aire retro-señorial. Las parejas no suelen abusar del tiempo de estancia; llegan, se están tres o cuatro o cinco horas y se van. Y vienen con relativa regularidad semanal, en especial al mediodía y por las noches.
UBICACION PROGRAMATICA SEGUN ALTURA Y TIEMPO
SPA sport
healty
drink
friends
mountain
law
public
park
vice
LEARN
sleep
energy
WORK
INTERACCION ENTRE ACTIVIDADES Y ESPACIOS
stress
am
sea
pm
IMPLANTACION Y RELACION CON EL MUNICIPIO
CONEXION URBANA
TEMPORALIDAD CONTINUA que permite el salto de una actividad a la otra y el bucle activo.
USO POLIVALENTE que se produce en determinados sitios, linkando el espacio pĂşblico con el privado.
ESPACIO FISICO COMPARTIDO pautada por la calidez y frialdad de los materiales antagonistas.
FLUJO DE ENERGIA tan sobrante en algunos procesos como necesarIa en otros.
TRANSPROGRAMACIÓN
Se entiende como transprogramació cuando dos o más actividades se combinan con sus características esenciales. El sitio responde a dos edificaciones claramente diferenciadas: un antiguo convento que mantiene su imagen tradicional y un nuevo cuerpo con lenguaje industrial. En Arenys de mar se mezclan tres programas diferentes: un paso urbano cubierto y mecánico, una fábrica de producción local a pequeña escala y un club nocturno misterioso. Todos ellos con condiciones muy diferentes, recreación y producción como agentes principales, y con la potencia suficiente para combinarse y aumentar su productividad.
1
ABSORBER + SALTAR
MONTAÑA EQUIPAMENTOS
SALAS CATES
TIENDA
JARDINES
ATRAER + PRODUCIR
EL CONECTOR
PROTEGER+ CONTENER
El pavimento de la ciudad se adapta el lenguaje fabril pautado por la factoría. Se cubre el paso y aparecen escaleras mecánicas que facilitan el salto de 6,40 m. entre aceras, uniendo así la concurrida riera de Arenys a través de los jardines d’Asil Torrent con la calle d’Auterive, donde se encuentra el acceso a la montaña, así como diferentes equi-pamientos importantes de la ciudad -CAP, Juzgados y zona deportiva- hasta ahora desconectados. El paso se divide en dos etapas, a dos alturas que se relacionaran directamente con la fábrica de cerveza. La linealidad del palo urbano rompe con la dirección ortogonal y productiva de la fá-brica, apareciendo dilataciones recreativas que marcan la pausa en el recorrido y una fusión directa entre programas. La visión se dirige constantemente hacia la montaña con amplios paramentos de vidrio. Para potenciar el conector urbano se amplían las aceras sin disminuir la calzada, ofreciendo un balcón con excelentes visuales a todo el complejo.
SALAS CATES
WC
ESTAR Sala pública cubierta
TIENDA
FÁBRICA
PLATAFORMA POLIVALENTE Biergarten, conciertos, cine, mercado, parking
LA FÁBRICA Ante tanta ocultación, la fábrica se reconoce como tal. Un producto industrial, directo, sin tapujos ni ornamento. Su ritmo y composición responden directamente al cumplimiento de las nece-sidades tanto en superficie como en apariencia. Las tubas tienen la responsabilidad de convertirse en la fachada y los tubos conductores -tanto de cerveza unidireccionalmente a las sales de catas, como los trasmisores de energía- generan la cubierta. ELABORACIÓN A GRAN ESCALA
LOUNGE/BAR Comercialitzación 90º
MACERADO 2h
60º
COCCIÓN 3h
±18º
FERMENTACIÓN 10 d
-
CONDICIONADO 15 d
ELABORACIÓN A PEQUEÑA ESCALA
SALES DE CATES/GRUPOS Degustación y competición
La fábrica tiene un apéndice y nexo con la ciudad y la montaña. Una platafor-ma polivalente de 20x20 m. que absorbe las actividades más populares de la localidad, creando un nexo entre el espacio público, la naturaleza y el individuo, tanto los ocasionales como los habituales.
SAUNA
PISCINA
DUCHAS
ACCESO PRIVADO
SALA COMÚN
MONTAÑA
EQUIPAMENTOS
FOYER
GLORY HOLE
WC
RECEPCIÓN
HAB
PLATAFORMA ELEVADA
BDSM
DISCO
VESTÍBULO
CUARTO OSCURO
BALCÓN
TERRAZA
JARDÍN
BAR LOUNGE
WC
EL CLUB En el antiguo convento abandonado de Arenys se realiza un ejercicio de crossprogra-mación, es decir, se reactiva un edificio con una actividad que en un primer momento no estaba prevista. Este edificio aloja un local nocturno para parejas liberales. Vocación ociosa i capacidad atractiva estatal. Dentro de su recinto también alberga actividades más locales, como una discoteca, un bar/restaurante y un jardín, que asumirán la responsabilidad de juntar la tarde con la noche. Exteriormente el edificio se contempla tranquilo, con carácter atemporal y misterioso, mientas que en su interior reina el desfase en su máximo esplendor. La finca se corona con una gran plataforma voladora de 22x22 m. sin límites sensoriales. Un magnifico entretenimiento para visitantes puntuales o una adictiva realidad alternativa para los más habituales.
102.84
102.84
101.18 100.46
100.46
98.99 97.78 97.24 96.39
104.29
102.84
101.18 100.46
97.24 96.39
98.99
97.78 96.39
100.46
101.18
97.24
102.84 102.84
100.46
104.29 104.29
SECCION POR LA FABRICA
ALZADO A CIUDAD
SECCION POR EL PASO URBANO
PLANTA +0,00 PLANTA +3.40
BLACK
BDSM
GLORY
WC
WC
WC
DISCO
BARRA
SEX
FOYER
SEX
WC
VESTIBUL
SEX
WC
SEX
SEX
BARRA
SEX
SEX
LOUNGE
SEX
SEX
SOFA
WC
WC
KITCHEN
SHOP
PRODUCTION
PRODUCTION
PLANTA +6,40 PLANTA +14,50
DRINK
DRINK
DRINK
DRINK
DRINK
DRINK
DRINK
DRINK
DRINK
PRODUCTION
ANEXO
31-05-2025
E
(…) ngañé a mi marido una vez. Solo una. Él volvió de su trabajo unas horas antes porque se encontraba mal y me encontró en nuestra cama con un chico árabe, del servicio, diez años más joven que yo. Él, en lugar montar en cólera y destruir lo indestructible, se sentó, se apaciguó, se desabrochó con gusto la corbata y se sentó a mirarnos. Nos pidió que no dejáramos de hacerlo, en sus ojos sentí un sentimiento que hasta antes nunca había visto. El pobre chico escapó espantado lo más rápido que pudo, él y yo nos quedamos haciendo el amor con una pasión desatada. Habíamos descubierto algo en nosotros que desconocíamos. Desde aquel día nuestro matrimonio por conveniencia tomó sentido. (…) Jean Baptiste y yo llevamos más de 30 años casados. Él es un conocido empresario de Marsella, la ciudad donde vivimos. Trabaja de sol a sol en el puerto, deslomándose por una compañía que no desata ningún interés en mi. Yo apenas trabajo. Los poderes de mi familia y la tozudez de mi padre me prohibieron aprender cualquier oficio y siempre fui una chica sin rumbo, una Aries con mil objetivos planteados y ninguno realizado. Esta última temporada he estado dedicando mi tiempo a escribir, a pintar y a desatar la vena bohemia que hasta ahora no sabía que había nacido conmigo. Hace unos días, JB -así es como lo llamo yo- decidió cogerse unas vacaciones, tomarse una pausa en su exhaustiva rutina. Yo dirigí la ruta: Barcelona, Ibiza, Palma y Roma. Él sugirió utilizar el pequeño yate que tenemos amarrado en la ciudad y casi nunca utilizamos. Es por ello que escribo estas líneas desde alta mar, con el horizonte como único referente horizontal, rumbo a una pequeña isla en el mediterráneo. Voy a escribir sobre lo que sucedió en nuestra primera etapa, en una localidad llamada Arenys de Mar, olvido si lo he escrito bien o mal. Un municipio completamente desconocido para nosotros hasta hace unos días. Arenys resultó ser una población costera a medio camino entre las salvajes playas del norte de Cataluña y la metrópolis barcelonesa. Una población como tantas otras de la región desde nuestro punto de vista de alta mar. En realidad, la conocí gracias a una de aquellas webs que miro a partir de las 7 de la tarde. Encuentros de parejas, conocer gente, intereses comunes, gustos parecidos…
Llegamos pronto, el sol primaveral empezaba a anunciar un verano caluroso, achicharraba a los otros tres miembros de la tripulación. Sus rostros, casi inexpresivos, estaban surcados de profundas arrugas. Parecía que el Sol abrasador y el duro trabajo físico les hubiera robado la expresión de la cara. El sudor teñía de negro las espaldas de sus camisas claras. JB decidió volverse mortal y relacionarse con la gente que pisa las calles. Comimos una paella en las cercanías del puerto, confundiéndonos con las rutinas locales, con los ojos entrecerrados debido al impacto solar.
El Sol calcinaba los muros de piedra de las casas. Había hileras de árboles nudosos cubiertos por una capa de polvo y, a su sombra, o sentados bajo los toldos, la gente contemplaba el mundo casi sin decir palabra. Disfrutamos de una relajada tarde. Algo que no vivíamos juntos desde hace tanto tiempo que apenas lo recuerdo. Me sorprendió gratamente: Arenys mostraba su tradición en las calles, en sus construcciones y en sus comercios y especialmente los ritmos cotidianos de sus habitantes, como si realizaran las mismas acciones mil y una veces, días tras día. Lo que nunca pude llegar a entender era como aquel pueblo podría estructurarse mediante una avenida larga atiborrada de coches aparcados. Cuando el Sol amenazaba con esconderse, mi marido y yo nos aventuramos a encontrar aquel misterioso lugar donde trasnocharíamos. No nos resultó difícil encontrarlo, pero si reconocerlo. Parecía ser una edificación muy antigua
y abandonada, de ladrillo marrón oscuro, con unos vidrios reflectantes de los que no dejaban ver a través, que no sabías si era un efecto echo a propósito o un degradado por el desuso. Pegado a él se erguían unos grandes silos, como grandes depósitos que almacenan cerveza. Entre las grandes estructuras fálicas brotaba una luz verdosa y un rumor emergente, como los cálidos ecos que asoman de una amparada cueva en las noches frías. Se había levantado un poco de frío y no supimos encontrar la entrada a nuestro destino. En nuestro abandono cruzamos un pasaje que nos condujo, no sin dificultad, a un jardín oculto. Para entonces sentía frío y excitación. Metí mi fría mano dentro del bolsillo trasero pantalones de mi marido y le pellizqué el culo. Sabía cómo reaccionaría, y eso es lo que buscaba. Nos reñimos cariñosamente el uno al otro y nos besamos. Era la primera vez que nos besábamos aquel día, y fue un beso lleno de afecto, suave y candente. Después de nuestros labios, se besaros nuestras manos. Empezamos palpándonos y nos acabamos magreando, del pelo al cuello, del cuello al pecho y del pecho hasta el vientre. Nosotros dos siempre nos habíamos considerado dos motores en reposo, con otras muchas obligaciones diarias y sin tiempo para un cariño constante. El fuerte ruido de un vaso caído del cielo sin oposición nos obligó a abrir los ojos. Apartamos nuestras manos y juntamos nuestros cuerpos. Vimos que por encima nuestro se alzaba un puente lleno de reflejos, de luces, sombras y movimientos. Pensé que toda aquella gente nos había estado observando, pero pronto me di cuenta que aquellos grupos de jóvenes se sumergían en otros improperios: parecía que bebían vivamente, alegres, felices. Mis pupilas se fueron acostumbrado a la caída del Sol. Jb, siempre atento como un niño espabilado, ya había encontrado el club; yo, de mientras, seguía perdida en la vegetación que nos rodeaba. No me apetecía entrar, la lujuria me había embargado. Recorrimos un sutil sendero que nos condujo a un rincón muy reducido en uno de los bordes de aquel jardín, encima teníamos una especie de balcón urbano y a nuestro alrededor solo arbustos y flores que formaban un escondite perfecto ajeno a las miradas del iluminado puente y sus habitantes.
Me encantaba tener sexo a campo abierto, al límite de ojos u oídos que pudieran descubrirnos. Hinqué mis rodillas en la húmeda tierra y empecé a jugar con el pene de mi marido. Me lo introduje tan adentro como pude, noté como crecía y crecía, hasta que sentí que me ahogaba y me obligó a generar saliva. Jb, que en sus 55 años se mantenía en excelente forma física, me levantó con un único esfuerzo y forzó mis rodillas a notar la rigidez de la madera del banco. Entonces me envistió desde detrás y volví a sentirme llena. Deseaba esa sensación con todo mi ser, y al percibirla moví mis caderas rítmicamente. Él disfrutaba sintiéndose dueño de mi cuerpo, dominar mi ritmo y tiranizar mis sentidos. Duramos 5 minutos. El cielo se había teñido de un profundo negro, tan solo manchado por las múltiples estrellas en el cielo como lunares en la piel y por los incandescentes destellos que emitía el puente. Me hizo seguirlo descendiendo las suaves pendientes del parque. Bajamos unas antiguas escaleras de piedra y empezamos a reconocer la presencia humana en jardín recogido junto al edificio. Accedimos por una fachada noble y bien cuidada, al contrario que la cara que habíamos visto anteriormente, que parecía no albergar vida alguna en su interior. Al cruzar el umbral de la puerta mis sentidos tardaron unos minutos en acostumbrase a las nuevas luces y ruidos del interior. Varias docenas de grupos se agrupaban en mesas regulares de diferentes longitudes. El mobiliario era neutro y contemporáneo, y la luz, de un blanco rojo sutil que incitaba al relax. Mi cuerpo me pedía vaciarme y volverme a llenar. Tenía sed y necesitaba ir al baño. Al volver, Jb me esperaba sentado en unas sillas altas, muy cerca de la barra. Aquellos 5 minutos que mi marido estuvo solo le permitieron Me intento hacer entender que cada sala era un pequeño escenario que satisfacía las ambiciones de los clientes que visitan el enmarañado recinto. Pedimos cerveza para los dos. El camarero nos la sugirió en un francés bastante decente, comentando que era una cerveza única, de producción artesanal, que se realizaba justo en el edificio estrambótico de al lado.
Sentada delante de los enérgicos cocteleros, contemplando con los ojos de lado a lado aquel bar-lounge, me di cuenta que las personas que se encontraban allí tenían mundos paralelos en un mismo universo. Algunos, la gran mayoría, no podían dejar de sonreír y abrazarse, embriagados sin duda por el alcohol. Había otros que charlaban en voz más baja, con actitud reservada. Recuerdo que había un hombre de porte elegante que no dejaba de mirarnos. Había también familias con sus hijos jugueteando con cachivaches de plástico y colores vivos. Uno de los pequeños no dejaba de mirarnos. Era un niño sin sonrisa, con gafas redondas y actitud inexpresiva. Parecía que podía ver dentro de mi y me seguiría con la mirada hasta descubrir que me había llevado hasta allí. - ¿Vous voulez prendre quelque chose d’autre?– Las palabras del joven me devolvieron a la realidad. Así como el tuteo me hizo sentir más joven, darme cuenta de ello me hizo sentir más vieja. Cenamos un par de emparedados y compartimos una ensalada a la par que seguimos tomando cerveza. Nunca fui fanática de la malta, hasta entonces prefería la rutina del vino blanco, pero debo reconocer que todas las que probé –unas más claras y líquidas, otras más oscuras y espesas– me parecieron deliciosas, a excepción de aquella con un regusto agrio a chocolate. A medida que los vasos se vaciaban el panorama había cambiado lo suficiente para que las luces disminuyeran su potencia. Jb me agarró de la cintura y me condujo como dos adolescentes a descubrir las entrañas del misterioso lugar. Me encaminó por una serie de pequeñas estancias conectadas entre ellas, ornamentadas con muy buen gusto y carácter. A medida que atravesábamos las salas, los individuos que descansaban en los sofás nos saludaban con los ojos. Un hilo musical muy sutil nos acompañaba, una voz ligeramente ronca, sensual, seductora. No hubiera sabido como calificar aquellos ritmos, pero su instrumentalizad y un punto funky alimentaba mi atracción por ella. No podría volver a recordar aquellas canciones ni la voz de su vocalista.
Al final de nuestro recorrido encontramos a un apuesto joven rapado detrás de un mostrador. Este corrió una monumental cortina de terciopelo, de techo a suelo, sin aparente esfuerzo. La atmosfera volvió a rotar sobre sí misma. La música incrementaba progresivamente. Aquel lugar realmente me intrigaba. Volvió la oscuridad y mis pupilas enloquecieron. Vi a gente sentada, otros de pie bailando. Ese sitio era muy peculiar, sin duda. Un espacio rectangular, muy alto. Las mesas se agrupaban a un lado y se incrustaban en las paredes. Había muchas puertas: muchas eran simplemente el marco sin. Vi que encima nuestro había varias pasarelas, que más tarde recorreriamos, atravesando la sala de un lado a otro. También había una estridente escultura de la virgen María encima de la barra. No entendí nada. Me quedé sola una mesa en el centro de la sala y Jb fue a pedir unas copas. Fue entonces cuando se acercó una pareja joven, bien vestidos y sonrientes. Ambos desprendían talento y señorío. A mí me recordaron a amigos con los que habíamos compartido muchas experiencias y fiestas 15 años atrás, pero con son mediterráneo y aspecto mozárabe. Nos dimos dos besos en la mejilla de esos que esconden las ganas de saltarse el protocolo. Estaban muy guapos, pero no parecían haber puesto gran interés en estarlo, sencillamente eran guapos, les bastaba con salir a la calle y les diera la luz del Sol. Ella era rubia, de ojos claros y nariz grande y personal, a todas unas chicas delicada. Él poseía buena forma física y alegría. Me explicaron que los dos eran actores en filmes cortos y seriales de la televisión autonómica, que se conocían desde la escuela superior y que tenían dudas, que estaban nerviosos sobre lo que iban a hacer porque nunca habían vivido una experiencia parecida. Me contaron que apenas se lo habían planteado, simplemente habían alcanzado el lugar de casualidad. Cuando llegó, todos se sorprendieron, quizás creyeron que estaba sola. Jb desveló que para él yo era como una luz que nunca se apaga, catalizadora de su vida y bruja de buenas premoniciones, me comparó a un cometa inagotable. Estaba acostumbrada a sentir buenas palabras de su parte, pero cuando contaba cosas así a los demás en mi presencia no podía más que soltar una lágrima y quererme aún más a mi misma. Me hacía muy feliz.
Las dos parejas nos conocimos un poco mejor entre sonrisas y copas. Margaritas, ron-cola y tequila. Ellos hablaban francés con ligero acento y la conversación fluía. En la oscuridad mezclamos gustos musicales, pasión por la pintura o deporte, pero siempre añadíamos divertidas anécdotas personales, incluso algún que otro hábito privado. A menudo uno de los cuatro de levantaba y la conversación seguía su flujo natural. Cambiamos emisores con receptores. Entreverado entre aquellas preguntas de cortesía asomaba de cuando en cuando algún guiño de carácter sexual, alguna broma subida de tono que usábamos ambos para asegurarnos de que estábamos jugando al mismo huego, que amigos ya teníamos muchos y, crecían al unísono, las ganas de tocarnos.
Me alegré de sentirme atraída sexualmente por aquel hombre y aquella mujer. Aquella noche no tendría que fingir nada en absoluto, no tendría que andar con pies de plomo para herir sus sensibilidades a pesar de que todos sabíamos cómo iba a acabar aquella historia, pero no como iba a desarrollarse su proceso. Me gustaban y podía ser sincera en todos los aspectos. Me apetecía posponer el baile de sábanas un poco más, quería seguir disfrutando de ellos sin poder saciar las necesidades que me generaban. Era un placer, algo masoquista quizás, soportar las limitaciones que nos imponía aquella discoteca plagada de ojos atentos.
Quería seguir desconociendo el, casi con toda seguridad, atlético cuerpo desnudo de Pere bronceado por el Sol. Poder solo imaginarlo, palparlo por encima de la ropa, desearlo secretamente a la vista de todos y, en especial, de la de mi hombre. Pero a los hombres les puede su deseo inmediato. Jb sorprendió a todos al situarse entre Emma y yo. Nos cogió a ambas de la cintura. Dijo que ya había alquilado una habitación para los cuatro en su anterior excursión a la barra y que pidiéramos lo que nos apeteciera. Ellos se miraron y sonrieron, parecían encantados con la preposición. Pere encargó cava, un dialecto del champan. Subimos unas escaleras y cruzamos de nuevo varias salas que desprendían sonidos eróticos. En aquel instante me di cuenta que estábamos cruzando una de las pasarelas que antes había visto desde debajo. Yo iba amarrado firmemente a mi futuro amante y enfrente Jb manoseaba con vicio el trasero respingón de Emma. Me dio tiempo a mirar abajo y darme cuenta que media docena de personas nos observaban con una expresión entre el vicio y la decepción, como si dejaran entrever que habían dejado escapar una excelente oportunidad. Dentro de la habitación había una gran cama baja que me recordaba a los tatamis japoneses donde se practicaba el judo. También había muchos cojines, muchos más de los que podía contar, tres sillas y una amplia ventana con el cristal tintado. Realizamos varios brindis con aquella bebida saturada de burbujas. Cuando Pere se ausento y fue al lavabo Jb empezó a comerse a Emma por detrás; le besaba el cuello, apretaba su cintura contra la suya y oprimía fuertemente sus delicados pechos. Pere volvió. Fue entonces cuando empeczamos a jugar en el otro borde de la cama. Lo desnudé a medida mientras me besaba. Era dulce y cariñoso, me tocaba con mucha tranquilidad, demasiada en mi opinión.Sentí los familiares gemidos de Jb, y vi de reojo a Emma de rodillas practicándole una felación intenando meterse todo su gigante miembro en la boca. Yo hice lo propio con mi acompañante, pero él prefirió penetrarme pronto. Noté sus embestidas al tiempo que subía mis flexibles piernas, permitiéndole que descubriera el fondo de mi sexo.
A pesar de tener un cuerpo fibroso esculpido por el deporte y un atractivo latino muy llamativo no conseguí entenderme con él en la cama. No sabía llevarme de un lado a otro ni controlar mis desbocados impulsos. A momentos me besaba en exceso y no se separaba de mí, relenteciendo el ritmo, y a momentos huía para poder disfrutar de mi visualmente sin más contacto que nuestros lubricados genitales. Él no me dejo satisfecha ni yo tampoco a él, ninguno de los dos conseguimos llegar al éxtasis. A un lado vi a mi marido sonriéndome muy afectivo y pasional, estirando debajo de los saltos de Emma, que encadenaba orgasmo tras orgasmo y no podía controlar su inercia sexual. Disfruté viendo como descargaba toda su masculinidad encima de Emma, mancillándola con su hermoso pene. La satisfacción sexual se apoderó de mi al ver a mi marido tan feliz de nuevo. Pere, al contrario que yo, miraba la escena horrorizado.
Conozco a José desde que llegué al que ahora es mi nuevo hogar, una localidad costera grande llamada Mataró. Cuando llegue a España desde Costa Rica no conocía el nombre ninguna otra ciudad que no fuera Barcelona o Madrid.
Al principio mi destino fue Sant Pol de mar, un municipio muy pintoresco abrigado, como la gran mayoría de los pueblos mediterráneas, entre la montaña y el mar. En un edificio circular con vistas inmejorables a pie de carretera aprendí a cocinar. Con el tiempo y guiado por buenos cocineros que se han ido cruzando en mi vida aprendí a tomar responsabilidades en mis platos. Mis superiores se empeñaron en hiciera más y más horas. Solo con la práctica se refina el talento, decían. Pensé, miré, olí, toqué, corté, probé, analicé y volví a ejecutar. Esa fue mi rutina durante años. Pero la gran oportunidad llegó hace unos tres meses cuando un prestigioso restaurante de Sant Pol se interesó por mí. Trabajo duro día tras día y apenas tengo días festivos consecutivos. Mi jefa siempre me dice que soy una de sus siete estrellas y que nunca debe prescindir de mí, aunque me temo que es el argumento más escuchado por todo el equipo de pinches. Hace un tiempo largo pero indeterminado -debido a mi descuidada memoria- conocí a José. Vivimos juntos y ciertamente no sé qué haría sin él. De hecho, él es quien cocina en casa y quien siempre me recibe con la más tierna de su sonrisa. Creo que lo quiero porque también lo odio. Lo odio cuando es tan José. Cuando se hace el acaparador protagonista principal de una historia de dos. Cuando tiene que sacar su vena polifacética, extrovertida, diverso y como quiera que sea cuando hay más gente con nosotros. El sufrimiento merece la pena cuando me mira a los ojos y sabe que soy yo quien realmente pone los puntos y las comas. Él se crío aquí, aunque al ser de origen canario no tuvo una infancia sencilla. De su estancia en el colegio solo conserva una amistad. Me contó que ambos se conocieron como se conoce a los amigos de verdad: enemistados por no saber el uno nada del otro, solo haciendo caso de lo que decían los demás.
Me costó entender que tuvieron un corto romance frustrado por la incompatibilidad sexual que él sentía, o al menos eso me dijo… Cada uno tomó su camino. Me detalló que Emma se mudó de un novio a otro, hasta conocer a Pere, quien parece ser su pareja definitiva. Ambos aún están conociéndose, pero parece que los dos son pequeños átomos inalterables ante la combustión. Esto lo sé porque hace alrededor de 6 meses que la relación entre las dos parejas ha madurado. Quedamos aproximadamente un par de veces al mes, normalmente los sábados. Nos dimos cuenta que compartimos muchos intereses y nuestras conversaciones son siempre agradables a la par que interesantes. Tomar el vermut delante del mar sentados en sillas de mimbre, atiborrarnos con un dulce pastel después de una comilona los domingos o simplemente un ligero paseo por alguna remota localidad con frente marítimo lo suficientemente largo para peinarlo varias veces. Hoy no es un día diferente, escuche que ellos están inmersos en un rodaje nuevo, pero he conseguido reunir las suficientes fuerzas para evadirme de una semana, como mínimo, interminable. El sol picaba y ahuyentaba el viento frío que soplaba fuerte. Evitamos la playa y nos decantamos por un restaurante castizo. Estofado de habas, guisantes con alcachofas; churrasco a la brasa con guarnición y acompañado de alioli. Veinte euros por un menú que ni valía ni ocho. Pero el postre sí que era artesano, esa es la tradición culinaria que más adoro de estas antiguas masías catalanas. En la terraza en la que nos sentamos, protegida entre pilares de piedra salvaje y grandes hojas verdes suspendidas de las aéreas raíces, disfrutamos de un buen café. Por la parte trasera echamos a andar en dirección al bosque. Pere me comenta que sus primos, que son unos apasionados del ciclismo de montaña, toman normalmente rutas en las que hacen un parón para desayunar en tal restaurante. Le habían comentado que hay un claro en el bosque, a lo alto de una montaña saturada de pinos, desde el que se puede ver la grandeza de aquel antiguo pueblo y su conexión con su hermano mayor, Arenys de Munt, relegada al interior.
Las suaves pendientes no llegan a entrecortar la digestión ni la ligera somnolencia que provoca el café después de una pesada comida. Combinamos una sucesión de escaleras vernáculas de piedra, caminos de estrechos guijarros y gravas grandes. Cuando parecía que loscaminos se agotaban surcamos pasos orgánicos creados por el paso cuotidiano, antiguas plantas erosionadas, escudadas ahora por bajos matorrales en tonos verdes claros. Alcanzamos el punto más alto en menos de quince minutos. Era una casi circunferencia perfecta seccionada a golpe de cuchillo encontramos a varios grupos de gente. Lo que a priori parecía un emplazamiento salvaje se ha convertido en un parque adulterado, con juegos y máquinas de gimnasio al aire libre. Las vistas no eran del todo malas. Una arboleda poco frondosa sobre un campo de tierra y piedras. Quizá en otro tiempo aquello fuera un exuberante bosque, pero en aquel momento el monte clareaba y la alopecia era notica. A lo lejos, una torre de comunicaciones flanqueada por un pequeño cobertizo de cemento, Durante unos instantes me quedo hipnotizado por aquella estructura metálica y su presencia imponente, pero inmaterial. Un símbolo de la identidad humana plantada en medio del fin del mundo. Desde allí, con un panorama de 360 grados, conseguimos descifrar entre todos los macizos del Montseny, el parque natural del Corredor-Montnegre, la iglesia de santa María, su ayuntamiento, el parque deportivo y los juzgados, todos empapados por una luz abrasadora. Pere comenta que donde antes había un antiguo convento dejado de la mano de dios ahora alcanzaba a ver algo parecido a una gran estructura metálica brillante en forma de cuadrado. Descendemos la montaña por la otra ladera, esta vez menos escarpada y transitable. Perdemos la amplitud visual que nos daba la altura y la esponjosidad de la tierra que pisamos. Volvemos a alcanzar el asfalto y vemos unas construcciones apareadas que bien podrían ser impacientes piezas prefabricadas de la etapa prerecesiva que vivimos 15 años atrás. Nos guiamos de manera casi natural cuesta abajo, llevados por el olor de un mar que ya no veíamos o bien por una sutil melodía de muchedumbre. Pronto alcanzamos el lugar. Desde nuestra posición alcanzamos a ver una especie de boca gigante, que tanto absorbe como la escupe gente desde la oscuridad de su garganta. El paseo se ensancha y flujos intermitentes de personas de todas
las edades caminan desde una plaza donde reina la sombra y la tranquilidad urbana hasta perderse en la escasa frondosidad del bosque.
Tonos plateados mate cubren la totalidad del lugar e impera una frialdad industrial, muy agradable estas fechas del año
Nos dejamos llevar por el gentío que se reúne alrededor del portal. Nos aventuramos en su interior y, sorprendidos, nos mezclamos con grupos de diferentes edades que esperan en la interfase de aquella especie de pasillo. A nuestra izquierda se vuelve a abrir el paisaje mediante amplios marcos sin ventana por las que vierte la luz. A la derecha diferentes puertas esconden salas secretas que intuyo son las colmenas de todas aquellas múltiples agrupaciones, como más tarde me contaron.
Ahora me hallo en una plataforma brillante a la que hemos llegado después de cruzar la imponente fábrica de cerveza abierta al público en la que varios grupos merodeaban por él y se esparcían a su antojo. El suelo se cubre de interminables baldosas de un material parecido al mármol, con tonos ocres brillo, en el que se reflejan las copas de los árboles del bosque que de nuevo nos rodea.
No les da tiempo a mis sentidos a acostumbrarme a aquel lugar cuando me sorprende un olor recuperado por mi memoria, un hedor que creía olvidado. En apenas unos segundos empieza a crecer de intensidad hace convertirse en insoportable. La pestilencia a cerveza pisada parece colarse por los polos de mi piel. Hablo con Jose sobre este remoto lugar al que hemos llegado sin saber cómo, me dice sorprendido que parece haber aparecido de la noche a la mañana. Bajamos unas largas escaleras mecánicas y cruzamos una fábrica, el escenario es de ciencia ficción.
Es una fiesta. Al fondo hay un pequeño escenario, música popular en vivo. Suenan acordeones y flautas. Sigue oliendo a cerveza pisoteada. La gente se arremolina encima de los asientos y las mesas, saltando, abrazados, felices. Reinan las gafas de sol entre la multitud – seguramente para no dejar ver los efectos críticos del alcohol en sus rostros -. He bebido unas 5 cervezas, que, aún en vaso pequeño, son de alta graduación. Ninguna de ellas es conocida. Me han dicho que, con cada grupo, hay un ranking de ventas y una bonificación a aquellos grupos productores con más éxito. Solo Emma y Pere se mantienen mansos en una mesa, cogidos de la mano, hablándose de tú a tú. He perdido a Jose de vista, hace rato que no lo veo, pero no me preocupa, ahora no. Cuando vuelve, Emma le pregunta: “Donde has estado?” “¡Por ahí chica! Ni que esto fuera un interrogatorio” le contesta. He estado hablando con los vecinos de mesa, unos agradables viejecitos que solo vinieron a tomar el Sol y verse rodeados de gentío. Les dijeron que cerca había una casa dels barrets, lo que puedo llegar a entender como una sombrería. Emma y Pedro siguen enfrascados en una relajada pero traviesa conversación, o eso me parece entender. Tengo mala memoria, pero me fijo en los detalles. Me dejo llevar por la manada. Al retorcer nuestro camino, veo que la fábrica ahora se halla vacía, y es justo por su transparente cubierta merodeada de tubos por donde se anuncian las horas del ocaso. Vuelco a pasar frente a las escaleras mecánicas, esta vez en standbye y cruzo una puerta. De repente me veo inmerso en una sala diferente, de nuevo abarrotada. Parece un lounge-bar,
de estilo contemporáneo, con unas luces rojas ardientes y pavimento oscuro mate. Nos sentamos en uno de los pocos rincones que quedan, compartiendo una mesa larga con tres parejas de cincuentones animados, absortos en conversaciones rutinarias y repetitivas, los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. No han pasado ni cinco minutos y Jose ha vuelto a desaparecer, como de costumbre cuando le embarga el alcohol y la irresponsabilidad. Lo encuentro en la terraza, fumando un cigarro y bromeando con unos chicos notablemente más jóvenes que nosotros, de unos 22 años. Analizo su actitud: derrochante humor, carisma y simpatía, como es habitual en estas situaciones. Me echa de malas maneras, diciéndome que acaba de conocer a unos amigos. “¿¡A qué has venido!? No aguanto más. Le digo que ya se puede quedar con sus nuevos amigos. Me despido de Emma y Pere -me sabe mal dejarlos colgados a media noche-. Ellos lo entienden y se apiadan de mi “Siempre estáis igual. Los polos opuestos se atraen, pero no siempre encajan” me dice Pere. No sé cómo tomármelo. Cuando faltan unos pocos metros para alcanzar mi vehículo escucho a Jose desde la distancia. Viene corriendo y gritando, su acento canario se ve entrecortado por un sprint corto pero excesivo debido a la borrachera. - Javi, no te enfades joder. Sé que me he vuelto a comportar como aquello que odias. He salido a fumar y me he liado. Le hago entender, con el poco repertorio de palabras que se me ocurren, que estoy bastante cansado ya de su actitud de despilfarro y desasosiego. Ultimamente no ha dejado de gastar dinero a la babala y no buscar trabajo - Perdoname Javi, venga. No volverá a pasar, quiero disfrutar de esta noche contigo. Hagamos como si no ha pasado nada- Esto me lo dice con su sincero afecto, cogiéndome las manos y llevándoselas a su pecho. Sé que me quiere, pero a menudo se despista con lo más tonto.
Tras media hora de habladurias que no llevan a ninguna parte decidimos volver al recinto, pero no encontramos ni a Pere ni a Emma, ni a más de la mitad de la gente que ahí había habido. Un camarero nos comenta que quizás han subido a la planta superior, a “la plataforma”. Nos indica el camino a un ascensor que solo tiene dos botones, arriba o abajo. La puerta del ascensor se abre de par en par y, ante nuestros ojos estupefactos, se abre un festival de lujuria desenfrenada, ruidosa, libertina. Hemos subido para sumergirnos en un universo alternativo al resto de la ciudad, y, seguramente, también del mundo. Allí, la condición de sábado noche explota en su máximo esplendor y la desconocida Arenys de Mar es una mera anécdota. La fiesta, o huida, es eterna. No entiende de días de la semana ni de calendarios de festividades. Un magnifico entretenimiento para visitantes puntuales como nosotros, o una adictiva alternativa a la realidad del mundo para los habituales.
Estoy prácticamente seguro que, fieles a su infidelidad, muchos de los que han acudido no han venido con sus parejas reales hartos ya de fingir relaciones monógamas falsas, dándose dosis de honestidad y placer por igual. No se dejan engañar por lo que hace tiempo asomó entre las sábanas. Muchos han pasado demasiado tiempo escondiéndose, sin ser honestos a ellos mismos. Varios pares de almas gemelas se arremolinan alrededor de la piscina, fornicando como simios en pleno celo. Parece que acababan de descubrir el sexo 5 minutos atrás.
La droga brota como por arte de magia. Como si las raíces de aquellos narcóticos estuvieran plantadas en aquel suelo no poroso, impermeable, a la vez que brillante donde se puede percibir el reflejo de los cuerpos en movimiento y las suaves luces que destellan bajo un manto oscuro, a noche cerrada. Cocaína y éxtasis mayoritariamente. Descubrimos llevados por la curiosidad pequeñas casetas cubiertas con lonas rayadas de colores llamativos. Algunas de ellas tienen función de vestuarios, otras, sin embargo, engañan por su dimensión y esconden cuartos oscuros donde se vuelven a repetir juegos sexuales. A pesar de mis asombro, pareció no importarles nuestra presencia. Hay una de las casetas que predomina por encima de las demás. En ella se alberga una inmensa sauna común, mixta. En el interior la sensación de sofoco no es tan extrema como en otras saunas en las que he estado. Desnudos, a no ser de una pequeña toalla que cubría nuestras partes más nobles, nos adentramos en ella y nos sentamos en un pequeño rincón alejado y protegido de las visuales desde el acceso. Sentados, Jose y yo estamos cada vez más cerca, más sudados y más inmersos en aquella dimensión hasta entonces desconocida. En ese preciso momento entra un joven que parece que busca a alguien con urgencia. Nos mira y sonríe, avanza hacia nosotros. Había encontrado a quién, al parecer, buscaba hace un rato. Yo no consigo reconocerlo, pero Jose sí. Vuelvo a sentir celos de nuevo. Resulta ser uno de los jóvenes con los que había entablado conversación en el jardín del Bar. Había olvidado a sus amigos y, por alguna remota razón, nos ha estado buscando hasta dar con nosotros en uno de los rincones más protegidos del mundo exterior. Aquel chico, de nombre Marc, nos describe su día completo. Nos explica que ya conocía el lugar desde antes. Nos cuenta apasionado su actividad remota en aquel megaedifico, paralelo a nuestros pasos. Es un joven agradable y directo. Nos dice que les gustamos y que si nunca habíamos pensado en abrir nuestra mentalidad a nuevas experiencias. ¡Como sube la gente joven! Nada como descubrir que nuestras mentes funcionan más como las de nuestros padres que como las de nuestros futuros hijos.
- Yo estoy abierto a todo - interrumpió Jose, de repente. Sé que lo hace para picarme, porque nunca me atrevo a nada fuera de lo ocasional. Me acogen las dudas. ¿Por qué me tomo siempre tan mal estas cosas? ¿Por qué parece que siempre sea yo el malo que nunca doy mi brazo a torcer? Es entonces cuando salto por encima de Jose y beso a una persona a la que había conocido tan solo 20 minutos antes. Un beso largo más furioso que apasionado. Hasta entonces el sexo con Jose era monótono, él siempre llevando las riendas y yo asumiendo sus decisiones. Estoy en un lugar desconocido, lejos de mi tierra, e incluso de mí mismo. Prosigo a quitarle la camiseta y a lamerle los pezones de sus grandes pectorales de niño adolescente. Soy directo y egoísta, algo que no me caracteriza. Jose está sorprendido, pero disfruta con lo que ve. Noto sus caricias y como acerca su boca a la mía encima del cuerpo de aquel muchacho. Estoy tan cachondo que agarro con todas mis fuerzas los tablones de madera de la repisa que nos sostiene. Los gritos de placer a tres bandas se superponen. Penetrado por aquel joven vuelvo a sentir aquel placer intenso previo al orgasmo. No puedo mantenerlo por mucho tiempo. Como si estuvieran sincronizamos, Marc le hace el relevo, me sodomiza con su pene pequeño, aunque grueso, rítmicamente. Me siento el centro de atención, he perdido quizás más agua de la que mi cuerpo puede admitir. El ritmo se acelera y enlazo mi segundo orgasmo. Nunca me había pasado antes. Siento como el joven Marc se deja caer sobre mí y empieza a gemir, explotando en mi interior, me estaba llenando el culo de semen. Abro mis nalgas y saco el culo más afuera. Es entonces cuando se acerca a mi oído y me susurra algo que me devuelve a mi realidad: “Ya sabes putita, este culo es mio”, sacando su polla de mi culo y dándome una excesiva palmada, dejándome boca abajo, con mi ano palpitando. Ese no soy yo. No es mi lugar. He disfrutado, sí, pero no es la manera como yo entiendo las relaciones sexuales. Me voy y no le digo nada a Jose. No sé si espero que venga a buscarme o que se pudra en las tinieblas de aquella macabra casa del vicio.
Muchos días después, no me arrepentiría de lo que pasó. Tan solo había sido un sueño muy real. Nunca más volvería a ver a Jose, ni recibir un mensaje suyo. Tampoco de Emma o Pere.
10:30. Suena el despertador. Nunca programo el despertador los
domingos, pero sí que tengo que hacerlo algún sábado debido a mi responsabilidad como entrenador de las categorías infantiles del equipo de baloncesto donde también juego. El de hoy es por un motivo muy especial, una experiencia primeriza que empezó hace ya más de un mes. Hasta el momento mi vida y las de los que me rodean han sido tranquilas y rutinarias. La vida en un barrio periférico de la metrópolis barcelonesa es tranquila. He tenido la suerte de acceder a la universidad, donde aún no veo muy claro que futuro me depara. El grupo de personas que considero mis amigos, de distintas pero semejantes edades, fue cohesionado gracias al baloncesto y múltiples noches amodorradas en el barrio. Pocas veces hacemos planes fuera de la cotidianidad. Normalmente nos quedamos en el barrio, tomamos unas cervezas, nos actualizamos y hablamos sobre temas más que sobados: chismorreos sobre conocidos, fútbol o mujeres. Poco más. Hace poco menos de 2 meses emprendimos un proyecto que Esteban, el más dinámico de nosotros, encontró: A menos de 40 km de Barcelona, varios grupos pueden fabricar su cerveza de manera artesanal. Pueden generar tantos litros como deseen. De hecho, creo recordar que cuantos más litros generas más barato es el alquiler. Las normas del lugar eran bien sencillas: comprar los ingredientes de antemano o cómpralos ya preparados allí y asistir a un taller para primerizos en el cual a medida que cocinabas te explicaban al detalle cómo se realizaba el proceso con exactitud. Tras las dos primeras sesiones yo ya me había convertido en un experto del zumo de malta, lúpulo y cebada. Aprendí en la primera sesión la maceración y ebullición de la cereza, el control de la temperatura adecuada y el tiempo exacto para que la malta se diluya a la perfección con el agua. Estos dos procesos nos llevaron casi unas 6 h de elaboración, que aprovechamos para descubrir el complejo y probar cervezas que otros realizaron anteriormente. Nos dimos cuenta que en su fermentación, añadir levadura y controlar la temperatura durante 10 días es vital para su sabor y textura. Compartimos este proceso con otras comunidades, que mostraron su experiencia en el tema y asiduidad en la pequeña fábrica. Conducimos el mos-
to ya hervido por un laberinto de tubos opacos y brillantes hasta pequeños bidones de fermentación que nos proporcionaron. Para su condicionamiento y control tuvimos que subir unas escaleras empinadas, que me recordaron a las de los barcos. En la segunda sesión fallo más de la mitad de los que vinieron el primer día. Esta vez me acompañaron solo Esteban y Marc, que es el único del grupo que comparte mi edad. Este segundo proceso fue menos engorroso y laborioso. Unicamente tuvimos que conducir el líquido resultante hasta los bidones de condicionamiento para definir el sabor y aroma final. Trabajamos en ello menos de 10 minutos, y aprovechamos para visitar la playa, aunque no nos atrevimos a bañarnos. Quince días más tarde me acabo de despertar. Hemos acabado la temporada deportiva y los fines de semana vuelven a ser libres. Mi madre me hace el riguroso reconocimiento matutino como si se tratara de un robot con escasa memoria RAM que hace ya tiempo que se empieza a repetir: “¿Qué hiciste ayer? ¿Dónde fuiste?, ¿Te quedaste en el barrio o saliste?” A veces desearía tener un hermano para desviar su atención las mañanas. Como un poco de arroz que ha preparado a consciencia durante horas, me acicalo y salgo de casa. A todo esto, mi padre aún no ha articulado palabra. Parece feliz enfrascado en sus revistas de historia y exploración científica, fiel al noticiario del mediodía. Da la impresión que vive en esa parálisis informativa desde que el hombre llego a la luna y se retransmitió a nivel mundial. Hemos quedado a las 16.00. Era una de aquellos días de finales de primavera, precuela de verano, soleados hasta el punto del agobio durante el dia y de abrigarse con la puesta del Sol, si uno no quiere constiparse, como más tarde nos daríamos cuenta. Llevo varios días expectante por saber que sabor va a tener realmente el jugo que hemos estado educando/criando desde hace casi un mes. Al grupo se nos han sumado, como casi siempre que salimos de la rutina, las novias de algunos de ellos. No me preocupa, hay litros y litros para todos. Llegan los coches. La cuadrilla la componen Marc, Esteban – obviamente no podían faltar a la cita – Dani, Fonso, Benito, Nico y las chicas: Andrea, Belén y Ale. Por cierto, mi nombre es Rubén, pero todos me llaman “Pollo”, no recuerdo cuando empezaron a llamarme así ni el porqué, pero no me desagrada que lo hagan.
Las chicas son majas, se llevan bien entre ellas, pero hacen que la relación entre nosotros no sea la de años atrás, cuando hacíamos planes interminables, repetitivos y cotidianos, pero a los que nos sentíamos adictos, como la adicción que crea ese cigarro después de una copiosa comida. Desde que ellas llegaron, varias cosas han cambiado, por eso Fonso, Dani y Nico ya no aguantan casi nunca hasta el final de los asaltos nocturnos. Ninguno de nosotros sabíamos nada de lo que nos ocurriría aquel día. De haberlo sabido más de uno se habría quedado en casa. Llegaríamos a Arenys en tres coches, aunque con dos ya habrían sido suficiente. Aparcaríamos con facilidad en la zona superior del complejo, donde se encuentran condensados los juzgados, un centro de atención primaria y una residencia de ancianos. Imagino que de lunes a viernes debe escasear las plazas libres, pero no es así el fin de semana. Dando la bienvenida, y a una cota superior se halla lo que parece una antigua capilla, ahora reconvertida en parada de autobuses protegida de los ataques atmosféricos. Seguimos una pasarela de religa, de las de malla metálica que puedes ver a través, que juega con la gravedad y permite ver el pequeño jardín en la cota inferior. Es sería la tercera en aquel moderno edificio, por lo tanto, me dirigiría de manera innata a mi destino. En la recepción, nos darían la bienvenida y enhorabuena por nuestra paciente cosecha. La gestión del lugar es excelente. Nos contaran que hemos elaborado alrededor de 60 litros y que su destino depende de nosotros. Podemos embotellarla y llevárnosla a casa o bien la podemos dejar a su disposición para que ellos la vendan y recibir una bonificación para la próxima vez que volvamos. El recepcionista, un chico de unos 35 años, con aisladas canas en el pelo y barba larga dirá que nos tiene preparada una sala a nuestra disposición. Empezaríamos a beber a las 5 en una de las visibles salas que vierten a aquel pasillo que ejerce de conector urbano a diferente nivel. Creo apreciar que hay
estancias de todos los tamaños, pero todas ellas son sencillas e idénticas: una puerta de vidrio nos da la bienvenida y limita el transito público de la estancia privada en la que se parece perderse la noción del tiempo a medida que las cervezas desembocan en nuestro estómago. La sala nos parecería sacada de una de las películas de Kubrick. Un único color, el plateado mate, una tonalidad limpia de que repite en sus paredes y muebles. “Parece una sala de castigo de un manicomio” bromearía Fonso. Si no fuera por la mampara de cristal y ventanas practicables que se abre al fondo parecería que nos hallamos en un bunker aislado. Todo estaría espectacularmente limpio, cada pliegue de la chapa metálica relucía. Tendríamos vistas a un edificio antiguo, misterioso, que parece no haber evolucionado con el tiempo, y a su agraciado jardín en pendiente. El ámbito lo cierra al fondo el poderoso edificio de los juzgados. A un rincón encontraríamos nuestro tan esperado surtidor acompañado por un lavamanos que hace el servicio de aseo al tiempo de limpieza de los vasos y jarras. Un mueble alto a modo de encimera metálica ocres y una mesa larga, única, acompañadas de sillas. La sala se completaría con unos armarios con función de guardarropa en un rincón, de los de hacerte el propietario de aquel cajón oscuro con 1 euros y poderte llevar la llave al fin del mundo.
La producción sería sido más que notable por ser la primera vez. Todo y eso, las chicas la encontrarían demasiado amarga. Las jarras pronto abarrotarían la mesa, algunas de ellas, como perro huérfano en la carretera, descansan medio vacías. Pronto jugaríamos inconscientemente al juego de las sillas, mezclándonos entre nosotros y enfrascándonos en conversaciones cada vez menos grupales y más personales, evadiendo las de otros corros más lejanos. A medida que avanza la tarde, la puerta de la estancia va quedando, como por arte de magia, entreabierta, lo que nos dará la oportunidad de mantener conversaciones con los vecinos inmediatos. Está prohibido sacar los vasos al exterior, pero pocos harían caso de la prohibición. Vería pasar a muchos curiosos, habitantes del pueblo seguramente, mirando alucinados tal impudicia en su pequeño pueblo costero. Las visitas a los servicios se repetirían. La distribución del lugar es muy clara de entender, a un lado queda el paso de gente, servido por las escaleras mecánicas que comunican las diferentes alturas y al otro todas las salas. Oscurecería y no podría recordar con exactitud cuanta cerveza había bebido, si contabilizarla en jarras o en litros. El atardecer, más oscuro que claro, se nos abalanzaría encima. No podré ni decir que tengo la lengua trabada, eso ya me resultaba un ejercicio inviable. Pero no seré el único; todos, a excepción de ninguno, compartiremos el mismo estado etílico. Nos daremos un descanso para tomar la última –si es que nuestro cuerpo puede aguantarloantes de que cerraran. Marc, Esteban y yo, que durante la tarde nos habríamos autobautizado como los “capitales en mando del escuadrón Bier” saldremos a fumar un cigarro tras otro y así evitar la congestión claustrofóbica de la sala en la que llevaríamos más de 4 horas. Aquel será un momento que recordaremos por largo tiempo, y con carácter de anécdota ante todo lo que estaba por venir. Al volver a la pasarela de religa, en la otra acera del centro de salud y atención, escucharíamos unos ruidos que atraparían nuestra atención. Estos venían de debajo la pasarela y no alcanzaríamos a verlos, debido a la oscuridad reinante y la geometría convexa del saliente. escucharán unos gemidos femeninos seguidos de unas discretas, pero claras, voces en un idioma que no entenderían ni podrían clasificar. En silencio, se mirarían entre ellos y se reirían sin saber que, como niños en el parvulario del colegio.
En ese momento aprovecharemos nuestra intimidad buscada para confesar nuestros amoríos y más encubiertos sentimientos en un banco al pie de unos árboles que daban la bienvenida a una oscuridad frondosa. Esteban confesará que sigue queriendo a su ex, y yo no entonaré que utilizo aplicaciones de amor efímero con el móvil. Marc siempre ha sido más reservado, como años más tarde comprendí. Después de esta larga pausa volveremos a nuestra estancia de platino, donde encontraríamos que la gran mayoría de la gente había desaparecido. El resto del grupo pareceran enfadados con nosotros, dirán que habíamos desaparecido por un largo rato. Volverán a casa, sobre lo establecido. Unos sacarán la excusa de los exámenes, otros del cansancio o el escaseo de dinero. Creo que ya somos mayorcitos para tener que contarnos excusas y decirnos que simplemente hay cosas en las que somos diferente y no nos apetece compartir. Por suerte, tanto Esteban como Marc estarán eufóricos y no querrán poner un punto y final. Serviremos una última jarra de nuestra recompensa y tomaremos el rumbo opuesto al de nuestros compatriotas. Bajaremos las escaleras mecánicas, cantando eufóricos lo canciones pegadizas. Escenas como estas, y de lo que estaba por llegar, harían que esa noche pasara a los anales de su juventud, aunque al día siguiente recordarían estas escenas con poco menos que un flash acompañado de una sonrisa melancólica. No llegarían a acabarse la cerveza, por unos motivos u otros las jarras quedarían abandonadas en alguna alfeizar de ventana e incluso sufrirían el impacto contra una roca. Alcanzarían un bar elegante, con aires festivos, música y ajetreo. La fiesta en grupos pequeños se había trasladado allí. Sintiéndose cómodos se desprenderían de las chaquetas y con poco que hacer en el interior se dirigieron fuera, a través de una cortina de puertas transparentes Mientras Esteban y Marc se enfrascaron en una viva conversación, con un chico entre 30 y 40 años, gracioso y risueño, me dará tiempo a intentar comprender el lugar en el que me encuentro. La frialdad reinante en la sala de catas de birras contrastaba con la calidez de aquel edén. Múltiples luces cubrían el cielo, creando un manto a base de hilos colgantes que se escondían entre los árboles. Varias mesas de picnic de madera noble estarán abarrotadas
de personas que desprendían felicidad en sus caras, en sus ojos. Las antiguas paredes parecían restauradas, piedra limpia y detalles sugerentes en todos los rincones, desde esculturas o mesas bajas hasta marcos de cuadros sin lienzo o cobertizos hábiles de bierzo. Creería haber recordado un acceso independiente y paralelo a otro volumen del complejo, que más tarde comprendería su función y el porqué de una larga cola de gente esperando. En un abrir y cerrar de ojos aquel simpático cuarentón de tez bronceada desaparecería y los tres estriamos preparados a presenciar una escena única, singular y exclusiva, que marcaría el antes y el después a aquella noche de locura. Desde el final del jardín, de entre los matorrales asomaría una pierna y posteriormente un brazo. Un cuerpo esbelto bello y esbelto descendería la escalera de piedra. A medida que avanzaba aquel cuerpo absorbía la luz de la luna y la expulsaría con cálidos tonos color café. La atención de los tres sería captada desde el momento en que puso el primer pie en el suelo. Es delgada y a la vez curvilínea en una combinación imposible. Unos pechos naturales extraordinariamente generosos amenazan con desgarrar la tela del sencillo vestido que los contiene. Los dos senos imposibles se unen a una cintura cuya circunferencia – si no me equivoco- podría abrazar con un solo brazo. Después, más abajo, se desata de nuevo una locura ovalada, pero firme, en sus caderas. Una chica mortal, vertiginosa, que juega con la vida de los hombres de la tierra que se atrevieron a girarse a su paso. Era alta y sonriente, se enorgullecía de sus ojos hábiles y atentos ante el imprevisible presente. Se hacía la ingenua a pesar de todas las batallas que había ganado. Un físico hechicero, especialmente en su torso, a la altura de un narcótico.
Irán a por ella sin miedo a un rechazo. Se acercarán dispuestos a recibir un rechazo que, por pura obviedad, no iba a suponer el más minino rasguño en sus autoestimas. Nadie se hunde en la miseria cuando no le toca el gordo de Navidad. La realidad simplemente sigue su curso y el lunes te levantas para ir a trabajar. El contacto visual sería inmediato e hipnótico, parecía que era capaz de mantener la mirada a los tres al mismo tiempo. Hablaremos lo poco que la lengua nos permita sin causar lastima. Ella no articulará una sola palabra, tan solo sonreirá
y jugará por medio de sus ojos y sus manos. Marc, cómodo, más halagador y simpático, en sus ojos se desprenderá más veneración que deseo, todo lo contrario que Esteban y yo, aún sin poder verme desde fuera. Acordaremos de inmediato y con la inercia de nuestro estado el ir a bailar. Entraríamos juntos a un espacio más estrecho, largo y alto. Oscuridad y rayos de colores teñirán el lugar. Música fuerte. No llegaría entender el lugar, ni los sujetos que lo poblaban, por mil veces que lo visitara. Bailaremos como animales, más salvajes que domesticados, juntando nuestros cuerpos, siempre con el de ella en medio; besándonos como amantes que no sean visto en un largo tiempo, ella circulará de uno a otro como un lo hace un porro en un círculo de amigos. Me enfadaré y empujaré a Esteban, le juraré que lo odio, que se fuera y me dejara solo con ella, que se acuerde de su exnovia y desapareciera de mi vista. Pero no me responderá más que con un abrazo y un beso en la mejilla.
Incluso recordaría una práctica que nunca más en mi vida volvería a hacer. Ella nos conducirá por las diferentes estancias vacías, hasta encontrar una en particular que reconoceríamos de haberla visto en alguna web de pornografía por internet. Un habitáculo largo y estrecho como un pasillo. En ese momento, y desde el otro lado del fino tabique, nos pedirá que saquemos nuestros miembros por cualquiera de los agujeros por los que entraba un ligero soplo de luz. Ella haría el resto. Sin ver nada, solo sintiendo como la vida se me va entre las piernas, concediéndole mi gozo a ella.
Con el afán de tomar una copa más, más por piloto automático que por apetito, uno de los barmans nos explicaría el funcionamiento del local. Tarde nos daríamos cuenta que habíamos perdido a Marc, pero constaría como una preocupación secundaria debido a la desproporcionada hembra que se nos enfrenta. Cuando el calentón es más que evidente y los bultos se marcarán en nuestra ropa decidiremos alquilar una estancia privada para dejar que la naturaleza humana siga su curso. Recordaría más tarde subir y bajar escaleras, cruzar pasarelas. Incluso salir a un balcón y magrearnos deseosos delante de un público vitoreando en el jardín.
La escena en primera persona no haría más que hincharme frenéticamente. En una de sus pausas para respirar la besaré con espíritu de montaraz, le introduciré toda mi lengua en su cavidad bucal, absorbiendo su aire. A continuación, y sin entender muy bien por qué, haría algo que no olvidaría durante el resto de mi vida. Me acercaría a la verga erecta y me la introduciría entera en la boca, aplicándole también mi saliva. No serían más de 30 segundos, y él nunca lo sabría. Días más tarde no recordaría que paso antes ni después, pero podría jurar ante un jurado que sucedió.
Cuando mi cuerpo esté cerca de un éxtasis precoz volveré a guardar mi pene e iré a por ella, querré penetrarla y hacerla mía. La encontraría practicándole una felación a un peneque colgaba de la pared como un fruto de una rama. Empezaré a sobarla por detrás, estrujando su cintura y sus pechos, mientras se metía y se sacaba cada vez más rápido el falo de mi amigo.
El vago recuerdo que reinaría en mi será el compartir una habitación que no podré recordar con mis dos acompañantes. Nos desnudaríamos en menos de un minuto, cada uno individualmente. Ella siempre sería la protagonista cambiando poco la postura mientras que Esteban y yo nos alternaríamos para introducirnos por sus benditos orificios. Él se rendiría pronto, la borrachera colapsaría su excitación y quedará observándonos sentado en una butaca intentando reanimar su pene flácido. Cuando me despierte no recordaré nada de la noche anterior. ¿Qué había pasado? La chica de sus sueños había desaparecido y apenas podían recordar un pequeño detalle de su piel, de sus labios o su imponente cuerpo. ¿Qué sucedió aquí esta noche? ¿Qué mierdas habremos puesto en la cerveza?
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