Iguales a 1

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IGUALES A 1

ILUSTRACIONES DE ALEX PERIS



iguales a 1



iguales a 1

ilustraciones de Alex Peris


No sabemos bien d贸nde ocurre esta historia. El tema es que, sin saberlo, Daniel e Ismael viven en la misma ciudad.


Y no solo eso: ambos nacieron el mismo dĂ­a y ese aĂąo al celebrar sus cumpleaĂąos, para mayor casualidad, recibieron casi los mismos regalos.


A cada uno le regalaron una pelota y algo que quizรกs solo sirve para cubrirse los hombros, pero la verdad es que representa mucho mรกs que eso.


Daniel recibió un talit, una suerte de manta con flecos que muchos judíos suelen usar. E Ismael, como árabe que es, recibió una hata, un cuadrado de género con trazados en blanco y negro, que tomando sus esquinas opuestas se dobla como un gran triángulo.


¿Qué niño no quiere una pelota de fútbol?


ÂżQuĂŠ padre no quiere que su hijo siga las tradiciones de su familia?


Al día siguiente de sus cumpleaños, cada uno salió a lucir orgulloso sus obsequios.


Con los hombros cubiertos y los ojos bien puestos en el bal贸n, entre chute y chute, la pelota se convirti贸 en una gu铆a para recorrer su ciudad.


Daniel e Ismael se encontraron frente a frente en una plaza.


Se miraron, se vieron parecidos pero distintos, aunque no tan distintos, pues cada uno llevaba una pelota y algo sobre los hombros.


No alcanz贸 a existir un silencio, cuando uno de ellos pate贸 su pelota tan alto como pudo y, entendiendo el desaf铆o, el otro hizo lo mismo.


Una pelota se confundió con el sol, la otra con una nube, por eso fue muy difícil decidir quién había llegado más alto.



Cuando las pelotas cayeron, no alcanzaron a estar en la tierra más de tres segundos y de inmediato comenzaron a dominarlas, intentando hacer malabares con ellas. Eso sí, ninguno logró hacer más de ocho toques sin que el balón tocara el suelo.


Casi sin pensarlo decidieron definir al mejor en un enfrentamiento de tiros penales.


Como no habĂ­a nada mĂĄs a mano, el arco fue demarcado por la hata de Ismael en un lado y por el talit de Daniel en el otro.


Después de diez o doce penales, perdieron la cuenta del marcador, ninguno sabía quién iba ganando. El resultado pasó a ser irrelevante y la tarde transcurrió hasta llegar a ese instante en que se ve tan poco que parece más fácil patear la luna que el balón.



Ambos tenĂ­an claro que era hora de irse para evitar recibir un reto de sus padres. Y entre lo oscuro que estaba y el apuro con que desarmaron los arcos, no se dieron cuenta de que se llevaron el manto equivocado.



Caminando por sus barrios, cada uno se sinti贸 extra帽o. Un poco observado tal vez,


pero ninguno de ellos le dio mucha importancia. Seguro que eran celos por sus regalos nuevos, pensaron.


Cuando llegaron a sus casas, recibieron casi el mismo grito de sus padres: «¡¿Qué haces con eso puesto? ¿Sabes lo que significa?


¿Sabes quiénes lo usan?!», fue más o menos lo que les dijeron antes de mandarlos a acostar. Recién en ese momento cada uno se dio cuenta de lo que había ocurrido.


Durante la noche las palabras de sus padres dieron vueltas entre sus sueĂąos. Con ellas comenzaron a recordar imĂĄgenes que


alguna vez vieron en noticias y comentarios que escucharon de otros adultos. Todo junto se convirti贸 en pesadillas.


Al día siguiente, cada uno salió temprano de su casa con la esperanza de ver nuevamente en la plaza a quien el día anterior había sido su rival futbolero.



Al encontrarse se miraron y luego de un silencio algo incómodo dijeron: —Toma. Esto es tuyo y creo que eso es mío. —Así es… Mientras intercambiaban prendas ambos respiraron aliviados por recuperar sus preciados regalos.


—Qué difícil es ser tú… —No más difícil que ser tú, supieras lo que dicen de quienes usan eso. —Mientras no sea peor que lo que dicen de los que usan uno como ese….


Quedaron nuevamente en silencio hasta que: —¿La verdad? No creo que seas malo. —Yo tampoco creo que lo seas… Tal vez un poco malo para la pelota. —¿Qué dices? ¡Soy mejor que tú! La pelota ya estaba en el aire antes de terminar la conversación




Entre risas se pusieron a jugar, y poco a poco fueron atrayendo a más niños. Así comenzó un gran partido que, después de estar iguales a 1, el resultado dejo de importar.


Y esa noche, en vez de pesadillas, cada uno so帽贸 que era una estrella, de esas que meten un gol en la final.



© Juan Pablo Iglesias, 2016 © Ediciones SM Chile S. A., 2016 Dirección de Publicaciones Generales: Sergio Tanhnuz Edición: Catalina Echeverría Diseño y diagramación: Kevin González Registro de propiedad intelectual: Registro de edición: ISBN: Impresión: Salesianos Impresores General Gana 1486. Santiago, Chile. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin la autorización de Ediciones SM Chile.

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Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, Convocatoria 2015



Daniel e Ismael no se conocen pero comparten mรกs semejanzas de las que cualquiera pueda imaginar. Apenas se encuentran en el parque la pelota comienza a rodar y de esta manera protagonizan el juego mรกs grande de todos, aquel donde el marcador deja de importar.

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