LIBRO DEL TAROT JOSELA MATURANA ALFONSO ARENAS
LIBRO DEL TAROT Textos: Josela Maturana Imรกgenes: Alfonso Arenas
EN EL PRINCIPIO
EN EL PRINCIPIO. La suerte no está echada porque todo es imprevisible, y ahí radica la posibilidad de la belleza que es inconstante y tiende a ocultarse tras los cortinajes y las veladuras del mundo. Qué ofrenda esperamos. Qué revelación. Qué disidencia o traición consumada. La baraja naciente lleva en sí misma su esperanza y su muerte. Pero todo está aún palpitando en la adivinación. La mano del amor plegará los símbolos, mostrará el rostro de la evidencia, esparcirá los precipicios del azar como un amante desnudo que aguarda al otro cuerpo amado para que vuele o descienda hasta la unión inexorable que nos hará estremecer de deseo. Aunque no hay relojes el tiempo late, muere y acaricia todo lo que la fortuna habrá de decidir. Así pasen las horas, una confluencia de astros, luces y sombras dibujarán el destino, y lo miraremos como se contempla una geometría de elegancia; pirámides y triángulos, la trinidad del vértigo que puede predecir la felicidad o el vacío. Hermosa y lentamente, igual que una piedra esculpida por el aire, un oleaje desbastado por los nadadores, un tejido milenario allanado por las lágrimas y el sudor, las virtudes, sus misterios, sus teologales y terrenales atributos, urden la fascinación cromática de la armonía donde todo se necesita para ser
augurio o promesa. Cada arcano es un extranjero en tierra de nadie que necesita trasvasar la frontera del otro. Resplandeciente y tenaz es esa totalidad, incluso lo que encierra de invisible y notorio. Sí, amor, predicción de escalera que sube o baja hasta nosotros, arquitectura o tapiz que enmarca el espacio antiguo, la columna presente, grieta y estuco del infinito color que envuelve y seduce. Sí, amor, la suerte es imprevisible, pero no podrá hundir los metales ni la seda liberada del frío. No cazará las pieles ni capturará las piezas del cruento y dulce bestiario. El jardín vertical donde las raíces y los pétalos trepan y vigilan nuestro inagotable asombro. No, la baraja se hizo por amor, y por amor alberga lo que habrá de venir. Tarot. Absorta maravilla de una conjugación desconocida. Entra en el territorio intacto del azar, porque la belleza desplegada dirá tu nombre.
I. EL MAGO Ay moneda y daga penetrante, espada muda que siempre nos persigue y puede lacerar y herir nuestra pregunta. Leemos el oro radiante de esa voz, pero el mago nos mira más allá del tumulto y la renunciación, mira nuestro indecible sueño y puede cegarnos su codicia. Que se cumpla, vida mía, la fe de su chistera, que la vara alce los canales, que el discurso del puente me susurre. Mono, incompleto matiz de lo presente, tras de ti suspendido el bosque de la fábula, trepa hasta las densas copas y dime lo que brilla en las constelaciones sepultadas, nueces o musgos, argollas vegetales, recoge esa cosecha y tírala en el prado del tapete. Dados de poesía difunden el sentido.
II. LA PAPISA Aunque me arrancaras el velo el mar de los secretos me ataría a las rocas de los muelles blindados. No tejería la araña su hilo de naufragio al horizonte, ni la inquietante esfinge destronaría el enigma de aquellos que preguntan con sus ojos. Que el cielo te proteja indivisible, cercando tanta sed de pergamino, la antesala del templo derruido, la seca ley del mundo nutra el pozo. Atraviesa el origen que se oculta, ya la granada tiene su designio mojándote la boca de aguacero, ahogando la pasión de lo que callas para salvarnos de lo que no puede ser si no es misterio.
III. LA EMPERATRIZ Muchacha de nieve con escudo, oro y carne tu cuerpo y el del hijo, yermas de blancura y de fertilidad atesoras la danza de abultadas de semillas, ruegas en esta hora por nosotros. Baila el cetro y gira la muchacha, así viola el satén su juventud dichosa en los maizales. Fermentarás licores en tus dones, la cetrería, moviendo voluptuosa su cintura, atraerá la voluntad del águila que sobre ti se lanza y te fecunda con el poder de un ángel malherido o de una roca hendida por el viento.
IV. EL EMPERADOR El barandal te eleva a los telones, al trono y al prodigio de la fiebre. Viril es la constancia de tu gesto a la izquierda de todos los pesares sinuosos. Qué suelos te sostienen y qué puertas se abren a tu cetro. Que el éxito te inunda con su naturaleza de pájaro salvaje. Sea tu sexo la estancia de todos los gobiernos y dominios, y sea tu pensamiento sustancia enamorada de los hombres que han sido abandonados. Permite a tu corona el laurel del fracaso, sólo así aceptarás los reinos desamados de la fragilidad. Las invasiones bárbaras se alejan. Entras en la ciudad y pisas sus tesoros escondidos. El águila es la proyección de un ángel que te guía para que no te ciegue la luz de la riqueza.
V. EL PAPA Antes que la paloma se forjaron las llaves del exilio. Lo mundano y divino erigieron el puente de las alevosías donde la fe se asoma para encontrar los panes y los peces. Tu defensa es el báculo contra la poesía fugaz de los misterios; mediará tu clemencia y tu ejemplar encaje en las contradicciones , bendecirás razones y ahuyentarás deseos, pero tu frente, polar e inconfensable, simboliza la duda y la ruptura de los mármoles gélidos. Enséñame tu carta oculta en el platino de la mitra, sujeta la flaqueza descreída de todas las pasiones. Dios baraja la noria de los símbolos, pero tu himno sí es de este mundo, la última cena imperturbable, la soledad y el huerto de la ausencia brillan en tu liana y su espejismo. Tus acólitos han amado la piedad sin pecado, por eso se arrodillan sin temor. Acuérdate de nosotros cuando llegues al paraíso.
VI. LOS ENAMORADOS La serpiente gemirá igual que gime el árbol solitario en la inmovilidad de su destino. Ninguna evidencia se hará carne, sólo una transparencia de nenúfar orientará tus pasos sobre el agua. La elección está echada sobre el fieltro, pero quién te amará en esa ruda incógnita del hambre y la caricia. Es precisa la otra mitad oscura del desvelo para que tú también puedas gemir. El acertijo exacto es el amor, selvático y reptil y enamorado, tanto amor fallido sobre el rumbo, al fin serpiente viva que se arriesga a enroscarse aunque sea talado el tronco y abatido el incendio crispado de tanta adivinanza, gemirán en la huida envueltos en helechos, los arcanos fundidos en cobre y en deseo como si fuese por siempre y para siempre.
VII. EL CARRO El auriga nos convence de su viaje, nos lleva en el viaje de la vida, el carro de las manzanas traslada la fortuna y nos conduce al centro de la esfera. Su cartera didáctica encierra las palabras, ríos y mesetas, edificios quemados, retratos de costumbre, no es un guerrero clásico el amigo que vuelve a nuestros ojos, sino el príncipe insigne del cuadrado y la hoguera, el mar que se adelanta y el océano que invierte las cartas del pasado. Se oyen sus caballos alrededor del tiempo, el balance inconcluso de cada tentativa, la nobleza del carro transporta nuestra historia. Los caballos, exhaustos, lamerán nuestras manos con la belleza insomne de la melancolía.
VIII. LA JUSTICIA En el patio escorado siente la salamandra la cal del arrecife, asciende por los platos colgados de la noche y a los pies del magnolio, tribunal de los copos y de la mansedumbre, se cierne la balanza en su justo equilibrio. Una mujer indaga en su Ăntimo augurio, despeja los torrentes y allana las estrofas, y abre por fin sus brazos al ecuĂĄnime filo de la espada y su hondura. Pesa lo que te hiere y predice el dictado de la venda que ciega. Hermosa como un astro y un cometa de bronce resplandece tu brillo parecido al amor. Tu cicatriz revela los juicios postergados y separa la paja de su espiga mĂĄs densa. El poder de tu nombre coloniza el azar y la equidad que siempre nos conmueve. La tierna salamandra acepta el veredicto.
IX. EL ERMITAÑO Te acompañe en esta oscuridad el farol de los lirios y las cuevas prohibidas, a pesar del acero la gruta permanece en su meditación, y el sigilo refleja tu paraje y tu manto de fauna desolada. Cuando sientas el roce sutil de la baraja apoya tu figura en el bastón y reza la oración que te alumbre por todos los caminos. Transita la distancia del dado solitario, ermitaño de música que crece en nuestra aldea de misterio y de suerte encapotada. Sabemos donde habitas. Tu huella está mostrada, boca arriba y dispuesta a ocultar el secreto. La lechuza nos mira como un farero absorto ante la multitud.
X. LA RUEDA DE LA FORTUNA El círculo que danza sobre la porcelana sin principio ni fin, una rueda insalvable suspendida en el cielo con figuras asidas desesperadamente a una negación que desordena, camafeos que alimentan la redondez burlada del tiempo que no vuelve. Esta carta es eterna y sin embargo muda el paso de los ríos, los hilos de las eras y de las estaciones sumergidas. Quién mueve esta longeva nostalgia de destino, se mueven las delicias y las intromisiones y sin embargo el día es una manivela obtusa e incansable . La suerte es caprichosa y nada ha de pararse mientras amas o mueres. Pero acaso el arcano de la metamorfosis te dará a la tortuga, la intemperie paciente que arrastra su pulsera, rodará lentamente, tocará lo que fuiste para que sea infinito.
XI. LA FUERZA El terciopelo hechiza, delicado hipnotiza la piel de los ramales, toda la eternidad han batallado el látigo y el péndulo, pero la fuerza, pacífica mujer de carpa azul sabe domar la arena feroz del desengaño y encauzar los instintos con su sabiduría. Domestica y amansa el lado primitivo de las flores oscuras clavadas en lo opaco. No teme que la jungla la designe y persiga por marañas y espinas que son deslumbradoras, ella conoce el ámbito sereno de nuestra voluntad. Baraja su sombrero de fresas sosegadas, el leopardo escapa de la red, templa su escalofrío y su zarpazo y se rinde a su túnica, y, como si la amara, espera el fulgor de su caricia.
FIN DEL PRIMER CICLO DEL TAROT
FIN DEL PRIMER CICLO Sólo por amor el demiurgo crea el universo de los arcanos. Los reviste y acoge en un ecléctico escenario donde el coro expectante entona la espera de la suerte. Su ojo, el derecho o el izquierdo, según neutralice la armonía y el equilibrio, está en todas las cartas, pero no puede verse a simple vista. Hay que buscarlo en la flotación de los atributos posados, reconocer su pupila agazapada y quieta tras el telón de fondo. Su mirada es la detención cristalizada de la inquietud, una curiosa transparencia rendida al público que osa y se entrega para escuchar sus predicciones. Ha erigido una constelación propia, una galaxia de materia pictórica que orbitará en la interpretación de la realidad y del sueño. Él es el tejedor y el matemático de los vértices y las frutas bordadas, del remiendo en los dígitos impuros.
Él es el astrónomo de un cielo fragmentado con frescos de Pompeya, retales de nubes arqueológicas donde los pájaros rayan la tenue suavidad de los jardines virtuales del óleo. Ha conjugado la mutación de lo perenne y se ha detenido en la mitad del ciclo. Con su propio símbolo, el de la belleza humanizada e indagadora, se ha parado en la mitad de la senda. Como el explorador que divisa una ondulación de colinas y, antes de atravesarla con su alquimia, medita y duerme bajo el cielo protector. Él es el zoólogo de la fiereza que perfuma el guión de los actores. Él no decide la fortuna. Pero sus dedos malabares difunden la vida creada para el sortilegio. Nos muestra el porvenir aún no creado, la incierta elección, la segura alianza. La maravilla de su incógnita es significado y química celeste. Arde, quema, cauteriza, el azar prodigioso de su belleza nueva.
XII. EL AHORCADO En torno a los manteles se reúnen los dueños del secreto. Antes de barajar entregan a los árboles sus sogas, equidistantes, yertas, truncadas por figuras deshojadas. Un desconcierto palpita en los arbustos que no vieron el mar de los ahogados. Tan vulnerable este muchacho ingrávido del aire que baja a los espacios invertidos. Forma parte del juego la insegura fianza de las cosas del mundo. Los ahorcados, con un lápiz de cera maniatado, difuminan las cuerdas y los nudos. El reverso siempre es un acto invisible de amor. Acepta que el lagarto bajo el sol meridiano te entregue su piel como tributo.
XIII. EL ARCANO SIN NOMBRE Innominado torso en poros de tristeza, tu número se omite por negro vaticinio y tu guadaña, de versos afilados, destella en el ocaso del amor más oscuro. Pisa el caballo los juncos de Occidente y golpea el peldaño de las transformaciones. La muerte nos prolonga y acontece otra estancia de deseo. Vano es el metal que no resucita, vana la escalera que cruje sin amor, todo lo que te pasa te desnuda, imagen innombrada, cifra que se sortea para seguir viviendo acaso de otro modo, lo que ya no seremos cabalga en su esperanza.
XIV. LA TEMPLANZA Mi corzo, amada mía, herido por la flecha del propósito, se adentra en el desierto calcinado, desciende a la templanza de tu cuerpo y forja la espesura de tu broche. Las tentaciones albergan los hoteles donde mujer y ángel cautivado componen la ruleta de lo efímero. Persistente es la meta que entrega al jarro la embriaguez. Amparada en el mimbre la conciencia gotea y se disipa, cuando escojas la carta de la lluvia estancada modera tu poderosa sed y libera al corzo de su terrible agonía. Se abre el bosque para que penetres en la templada pureza de su misterio.
XV. EL DIABLO Si me tocas tendrás que despertar de tu sueño calcáreo donde están las cadenas vacías de presagios. Atado y bien atado a la evidencia tu materia te impide avanzar en la luz. Diablo impío con fondo goyesco de murciélago, alegoría del ego que al mirarnos sonríe, casco de ciervo y fósil degradado a todas las pasiones y a todos los letargos. En lo profundo tu avidez prevalece con su botonadura portentosa. Diablo cojuelo, vendido a los espejos de la senilidad. Siempre hacia abajo, señalando el estrato, su hojaldre silencioso, un fémur de muchacha o una tibia de niño que van a renacer. Tus eslabones pesan en la delicadeza del cuello que no ardió.
XVI. LA TORRE Hendida por el rayo y su arrogancia se deshizo la torre, se derrumbó la almena que tuvo lejanía. Fue vulnerable el cimiento ahuecado de sus bulbos, incorruptible el texto de su altura en las intromisiones, babélicas las lenguas extranjeras para el nigromante y el pródigo enemigo. Pero el carnero consolará tu hombro, abrigará el regreso y la clemencia cuando cruces escombros en la noche nevada. No hay castigo en la ruina ni en el dolor agudo de su esbelta silueta. Abre los ojos y expulsa su marfil. Dentro de la alegría funde el caos su hermosa tempestad. No hay rendición para el derrumbe. Desde la ventana entreabierta alguien nos mira. Estremece poder construir otra torre en medio de la tormenta.
XVII. LA ESTRELLA En los idus de marzo y en la palidez que destrona a la ausencia has sobrevivido. Ven a nosotros, superviviente estrella, con tus siete perfumes celestiales. Retoma, después de la catástrofe, tu ceniza estampada de señales marinas, tu sari licencioso, tu brazalete errante. Ven con tus dos jarras de párpados cerrados y vierte nuestra estela posible e imposible. Recomenzar, vivir, también supervivientes de ficticios planetas que desgarran. El cuervo bebe de tus jarras, líquido al asfalto, al oído, a la ciudad sin nubes. Resurgir siete veces y ser multiplicado como el azar del átomo y el río del olvido.
XVIII. LA LUNA Oceánico es el acantilado del imán, la luna es una carta y una disidencia con lo oscuro. No puedes negarte a la atracción magnética de tantos animales sospechosos. La cautela del perro y su refugio pleno, el lobo que te incita al desvarío, el cangrejo rosado de erótica humedad, las torres antagónicas donde se escucha el mar en el que te bañaste desnudo entre las olas. No hay forma de escapar de ese satélite poético, cambiante y melodioso de dolor. Su ambivalencia, amansada y salvaje, son efigies de una misma moneda. Te has vestido, luna tan arcana, menguante y creciente y rigurosa con tus joyas altivas. Elegiremos en la vacilación qué dirección tomar para seguir viviendo. Si sigues allí alzada en los renglones del poema maldito, alúmbranos los pasos de nuestra encrucijada. La muchacha te ofrenda sus bucles melancólicos. Une sus manos tibias con el temor de tu lava y la fidelidad de una estrella errante que un día ha de volver.
XIX. EL SOL Los lunes al sol sobre los pantalanes, la infancia paralítica del dique, iluminados mendigos de Murillo que juegan a los dados. Todo convoca al niño que bucea la inocencia del parque en el otoño, esos niños desnudos en el ardiente agosto te dan la eternidad de los extremos, te entregan sus castillos deshelados. Y tú, dominas la adversidad de los glaciares, integras la grisura doliente de la pátina. Confiados a la carta radiante se hace implacable el resplandor. Su energía es dichosa en el blando imperio de la arena. Un saltamontes resplandece, símbolo alado de la mordedura en el fruto. Sea la suerte contigo y con nosotros, dulce pájaro de juventud.
XX. EL JUICIO No sabemos si asciendes o bajas hasta el juicio final de los altares donde devotamente una mujer y un hombre armonizan los polos de la magia midiendo la justicia de su abrazo. Ángel azul y rojo, dualidad de la música estridente que atempera la ira. Tu vocación descubre el estandarte y la trompeta cede su voz a las cortinas. Mutarán los volantes sobre tus pies desnudos. No envenenará la serpiente tu osadía, la cordura grabada sobre la dignidad. La recompensa de lo que tuvo que ser te ofrecerá el antídoto contra todo pronóstico.
XXI. EL MUNDO Aquí, en la alacena de los tallos, se protegen la gracia y las esencias. La joven sujeta en cada mano bastón y pergamino, almas gemelas del cuerpo penetrado. El consultante enciende la paz de los conflictos y juega a adivinar sombras en las esquinas de todos los pañuelos. El león es el fuego, el águila es el agua, y la tierra es el toro que se enfrenta a la atmósfera del ángel que suspira. Los cuatro evangelistas, salvados de las aguas, rezan por ese pecho mundano y poseído por temblorosos pájaros. Este el mundo. Te sea próspero el destino, y su estremecimiento te corone con yedra de otro amor arrancado.
SIN NÚMERO. EL LOCO Intrépido muchacho que portas tu extrañeza, es lo raro vivir. La realidad se aloja en la cretona de tu humilde mochila con borlones. Besarías el raso del camino igual que la arpillera de una boca. Tu fortuna es incierta y recorre los foros y los invernaderos del viaje iniciático. Héroe de los peligros, solitario desnudo que caza los insectos y los guarda en la jaula rítmica del amor. Te ciñes una hilera febril de escarabajos, alocado ropaje donde pacen tranquilos los cipreses romanos del poema mojado. El perro te acompañe por las alfombras nítidas y las baldosas anchas de toda la locura. Aceptamos que seas el primero o el último. Loco amor. Lo aceptamos. Aceptamos vivir. Loco amor, todavía la suerte no está echada, muéstranos las cartas que te guardas, y bendice fortuna y augurio y esperanza, baraja loco amor que tu voz nos sostiene, nos contenga tu exilio y su isla insondable.
FIN DEL SEGUNDO CICLO
FIN DEL TAROT
FIN DEL SEGUNDO CICLO. FIN DEL TAROT. Nada termina, sólo se desviste para querer de nuevo. Desde la antigua Armenia diluida en las túnicas, cráteras de Grecia, perfiles de monedas imperiales, vasos de la captura y de la danza, velo superpuesto a otro veloinfinito, gasas de las costuras, zumos de los instantes, bodegón cuarteadopara rendir al tiempo su forma irreemplazable. Oralidad tangible y escritura intangible de armas ofensivas y escudos protectores. Estrella cardinales y telas presurosas que cubren y descubren. Escaleras del cuerpo y la supremacía de todos los caminos. Pantallas virginales que como palimpsestos guardarán los presagios, el imborrable rastro de todos los actores que narran esta suerte de las combinaciones nombrables e innombrables. Escenarios mezclados de templaza y pasiones, de justicia y engaño, de amor y de locura. Acuarela de cartas que no riman y seducen la espera, la razón de vivir. El tarot no termina. Queda abierto su canto. Baraja esta belleza. Como el perroo el tigre se aproximan al lago. Se hizo por amor y desafío. La suerte te acompañe por siempre y para siempre.
ACTORES (Por orden de aparición) ALMUDENA MORA JOSELA MATURANA SERENA LEFFLER MATEO LIÉBANA JUAN PABLO MORENO HUMBERTO CREUS JUAN MANUEL CASAS DAVID TRULLO JUAN JOSÉ QUINTIANA Mª CARMEN MICÓ ANTONIO FLOR JOSE ANTONIO CAMACHO Mª ANTONIA COLÓN MANUEL ROMERO JUAN JOSÉ CUADRADO Mª JESÚS ROMERO ARSENIO GARCÍA GIL EVA HIERNAUX ROSA GUERRERO ROSANA GUERRERO LUÍS DE LA MATA JAIME LAGUNA RENÉ SCHIRRA LIVIANA LEONE EVA CÓRDOBA BELÉN BERMEJO ANTONIO JOSÉ DE RUEDA