Personal e intransferible

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NOCHE DE REINAS La noche que te dio vida, de alguna manera, alumbró, también, -­‐ con luz-­‐ mi alma. Aunque de forma distinta nacimos impares -­‐ yo por segunda vez-­‐ un mes de Enero de un año trémulo con racimos de nubes sobre las casas y amenazantes ráfagas atenuando con frío el paso de las horas. Debió ser Noche de Reyes y reinas... La noche que te dio vida te pedí por carta y veinte años después apareciste.

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6 A.M Son exactamente las seis de la mañana y en la copa ginebra y hielo derretido enfrían el calor de tu carmín impreso sobre el vidrio -­‐ huellas todavía húmedas de unos labios y un amor aun, para mi, desconocidos y que en cambio nos dieron cita en aquel vaso-­‐. Poco o nada importa ya que la música estridente no te haga justicia, o que la noche te aviste tarde, aunque en tu precisa medida, o que la copa que nos une, por un descuido o por mi voluntad propia -­‐ eso nunca lo sabrás -­‐, sea tuya o mía.

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HOMBRE INVISIBLE Por alguna razón los párpados de mis ojos no cubren todo mi rostro. Así, cuando tropiezo en ti, cuando tu mirada cala hasta mis huesos y el alma se me desgarra del cuerpo y la oscuridad no me traga y me esconde y la tierra me escupe hasta tus ojos, cierro los míos lentamente, ocultándome, disipándome, hasta donde mi invisibilidad no me permita verte.

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DIMENSIÓN DESCONOCIDA Desde aquí puedo ver mi vida a grandes rasgos, en diminutos detalles. Antes de ser quien soy ahora, antes de dejar pasar el transcurrir de los años, yo era parte, -­‐importante o no importante; qué más da-­‐, del aire en la medida en que respiraba, de la tierra en la proporción de mi carne, del fuego por la combustión de mi sangre y del mar por cuanto resta. Ahora, en cambio, soy más humano y más frágil, más de ti, en suma, en una dimensión, hasta hoy, para mí, desconocida.

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LA ESPERA Si pudieran tan solo dejarme a solas un instante. En esta habitación no hay velas que descubran lo oscuro, ni hormigueros de lumbre en chimeneas con cien ojos llorando incandescentes lágrimas rojas de los troncos. En la pared un interruptor. Apaguen la luz cuando salgan. Dejen que el hollín de la noche cale en mis ojos, que las pinturas no puedan mirarme, que el sillón donde reposo sea el barco de un río navegable, que la oscuridad lo reinvente todo. Cierren la puerta cuando salgan, y cuando entren abran las ventanas. Si es de noche dejad que la habitación se llene; que los murciélagos cuelguen de las lámparas y las arañas deambulen por los estantes, que seres nocturnos pasten entre mis papeles y ráfagas de aire inunden de ti mis manos hasta que tú llegues. Si es de día, dejad que la luz moldee mi carne y me devuelva a mí mismo. Apagado el interruptor de mi estancia poco más puedo hacer que buscarte entre mis notas y tomar aire.

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RESPUESTA DEDUCTIVA AL DESAMOR Si no existieras, si alguien se hubiera apresurado a no inventarte, sobrarían los parques y las calles y los cines y el helado de vainilla y las noches... -­‐ para qué las noches y las cosas-­‐. Muerde la ciudad y a mi me mata el hambre. Si no existieras no me imagino no crearte.

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CON LA LUZ APAGADA Se me ocurre que estas pueden no ser tus manos -­‐ migas de pan modeladas a mi antojo para dar caricias, al tacto lluvia-­‐, sino cómplices desconocidas trazando melódicas formas en mi espalda. Imagino entonces, de alguna manera, que tampoco son estos tus labios, ni estas tus piernas, ni el cuerpo que palpo tu estructura. -­‐ Desoló con noche, mi cama, la madrugada-­‐.

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PARTE METEOROLÓGICO DEL DOMINGO Se avecina una tormenta de besos amarillos, sinceros y prósperos que atenazan el extremo oriental de tu boca dejando a su paso una lluvia de sudores fríos con rachas de viento intermitentes emergiendo de tus labios y eléctricos rayos descargando hormigas invisibles en tu ombligo.

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CONTRACORRIENTE A medio camino entre la realidad y el sueño existe un desordenado vaivén de viajeros que cruzan interminablemente por mi vida sin dirección preconcebida ni un destino cierto. A medio camino entre la realidad y el sueño existes tú y es fácil encontrarte. Contracorriente, tu trayecto es mi destino.

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CANCIÓN DE BUENOS DÍAS Vamos mi niña, despierta, no te dé vergüenza, no pienses que no merece la pena. Allá afuera te espera gente que habrá de darte palmaditas en la espalda y quien en vez de regalar golosinas quiera helarte el corazón. Pero mi niña, despierta, no temas, no merece la pena. Tal vez caigas en la cuenta que tu vida no es sádico capricho del destino, sino un regalo de Dios. Ahora despierta, mi vida, frota bien tus ojos, pues lo que veas hoy no lo habrás de ver mañana. No quiero que dejes de ver cómo el mundo gira y por mucho que uno lo intente no podrás hacerlo volver. Corre, princesa, o llegarás tarde. Aprovecha ahora que la vida te persigue y que te espera, que un día no tan lejano, apenas te des cuenta, querrás ir a por ella y será tarde. Por eso, mi vida, abre bien los ojos, que yo lo único que quiero es verte feliz sabiendo que todo lo que pude darte te lo di.

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CUIDARÉ DE TI Cuidaré de ti mientras no existas, mientras te escondas detrás de una copa en algún bar y las farolas conspiren señalando en tu dirección opuesta; mientras las noches no nos protejan de cementerios de besos inservibles. Estaré allí donde me necesites; cuando el frío de la noche invite a refugiarte en los dormidos edificios y sus portales sellados te encierren en la calle esposada en grilletes de charol con tacón alto. Ya con la ciudad de nuestro lado, cuando los bares cierren y los taxis muden de piel hasta no verse, cuando las calles nos reserven horas de semáforos en verde, y las farolas, rendidas, -­‐ ahora sí-­‐, te muestren, cuidaré de ti, sin excepciones, mientras existes.

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RECONOZCO EN TI A UNA EXTRAÑA Distingo tu rostro, tus labios, tu pelo, el molde de tu cuerpo, tus pasos cortos hacia la cama, el frío de tus pies, tu aroma... pero sé que no eres tú por cuanto callas. Estás en otra parte y en otro tiempo, más allá de las ventanas; lejos, infinitamente lejos de la almohada. Has cubierto con sábanas las miradas atómicas, escondido los espejos, empapado de acertijos las toallas y llenado el cuarto de neveras vacías. Sé que eres tú, pero reconozco en ti a una extraña.

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LA NOCHE La noche llegó tarde. Una oscuridad tenue comenzó mordiendo las esquinas, corriendo a lametazos los retales del último rayo de luz que el sol dejó al descubierto. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, las sombras fueron derramándose por las calles sacudiendo las antenas de los coches, inyectando hollín en las aceras, envileciendo las fuentes... hasta dejar nuestros abrazos secos, solos y a tientas.

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CITA A CIEGAS DE CORTO RECORRIDO Muerdo labios a domicilio. Me desplazo de mi lado hacia tu lado de la cama e investigo por el camino tu aroma, redescubriendo al tacto la distancia próxima que nos separa, el recorrido sordo hacia tu cuerpo. Hago catas de carmín desnudándote los labios. Grabo, en mi lóbulo frontal derecho, el sabor a pintalabios en tu boca, el gusto a corazón en cada beso, la fortuita pausa de una mirada cómplice tras el desconcierto pálido de los excesos. Pruebo el maquillaje tentador de tus aristas, sacudo el rimel de tus ojos dejando el dormitorio a oscuras, e improviso el escenario removiendo de tu espalda, uno a uno, tus lunares, invitándote a no perder más el tiempo, citándonos en el centro de la cama.

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APAGA LA LUZ Apaga la luz y deja que la oscuridad nos descubra, que nos invite a inventarnos, que nos confine a tientas en el fondo del cuarto y nos proteja del mundo escondiendo la puerta. Apaga la luz y deja que la oscuridad te muerda la ropa, que nos deje desnudos a merced de las sombras y que encuentre el camino a través de tus labios. Apaga la luz y serán tuyos mis ojos, mía tu boca, nuestra la noche para entregarnos.

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NAUFRAGO Aunque parezca mentira, aunque sea una verdad tonta, las olas parecen irse cuando, en verdad, se quedan. Es posible que busquen, con su galopar incesante, un lugar donde acostarse, donde poder dormir, sobre la arena, sin servir de soporte a naves tras largos viajes transoceánicos. Lo cierto es que nadie sabe de qué lugar vienen. Me gusta imaginarlas procedentes de alguna isla remota -­‐ selva negra en las lomas, arena y calma, amarillas sombras y palmeras lanza mensajes sin remitente al dorso-­‐. Mis olas no traen botellas, quizás porque no sepan a pies de que playa vararlas -­‐ tantas naufragan, tantas van a la deriva-­‐. Ahora ya sé que mis cartas jamás encontraron respuesta. Las olas y las corrientes que las llevan, que debieran dejarlas en buen puerto, siempre hacen por irse, pero en verdad se quedan.

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LA TARDE HUELE A DESPEDIDA La tarde huele a despedida. Siembra de neones mudos las fachadas y las calles y trae, por aire, melancolía en sacos rotos y lluvia -­‐ probablemente guardada de otra tarde-­‐. Hoy me despido de tu nombre, -­‐ mi última reliquia-­‐, dejando un sabor amargo en mi garganta. Esta tarde huele a despedida, guarda sabor a café sólo sin azúcar, a madrugada, a mensajes en teléfonos sin saldo, a cruces de miradas sin incendios, al hablar por hablar sin decirnos nada.

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ESPERANZA Apareces en mi vida atropellando. Despiertas, a gritos, con tus tacones sobre el mármol, las camisas ocres de cien rayas con bolsillos rotos que cuelgo escondiendo en el armario a modo de protesta y que amanecen hoy, sobre mi piel, como tiernos abrazos sosteniéndome, descubriéndome, a manos llenas, que todavía queda sol bajo mis ojos. Irrumpes en mi casa revolviéndolo todo. Vacías los cajones de zapatos viejos, amontonas en los estantes colecciones de imágenes y tiras a la basura todo lo que el olvido no quiso tirar, lo que guardó en mis recuerdos, sin permiso, la memoria. Has habitado mi cuarto y cambiado las sábanas, desnudado mi voz y curado mis manos. Entra sin llamar, “Esperanza”.

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TÚ Y EL MAR Aquí, tú y el mar. Noche púrpura en tus pupilas. Rutilantes estrellas musican reflejos y recitan en morse el pulso de las olas -­‐ marinera hiedra nocturna que trepa, que encharca de paz el alma y de caricias los tobillos-­‐. Aquí sabor a mar tomando tierra, aquí tu voz -­‐ mi ancla-­‐, aquí mi vida entera.

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ENSALADA DE MAYO Ocurre discretamente en la terraza de un café. Nubes de horchata y cielo granizado descargan sobre las mesas lluvia de grosellas y cerezas, -­‐ oportunas y frescas ensaladas de Mayo, por espontáneas primaverales,-­‐ para que corramos los dos, húmedos y desacompasados, al abrigo del único parasol que queda disponible. Pronto la tarde nos dio paso. Tras la tormenta nos llevamos la sombrilla y terminamos el café, juntos, en otra parte.

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INVITACIÓN INFORMAL Te invito a ensuciarnos los pies, a que caminemos descalzos sin relojes ni rutas sobre la hierba de Hyde Park, a regarte de escarcha los hombros, a que te dejes vivir tan sólo un poco esta tarde. Quédate en custodia mis ojos. Te regalo los árboles, tal como yo los miro, y los patos del Támesis, con su graznido británico, tal como yo los oigo, y el aire venido de Escocia, a orillas de un lago, tal como yo lo respiro. Acompáñame, deja que te invite esta tarde. Paseemos.

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BUENOS DÍAS Sucede diferente cada día. Amanece y los rayos de sol definen tu cuerpo perfilándote a pinceladas cortas, con trazo lento, proyectándote, áurea, ante mis ojos, descubriéndote, oculta, entre islas de almohadas y mares de sábanas con lunares rojos. Despiertas tácita y aparte a orillas del margen derecho de la cama cubriendo tu rostro, escondiéndote del rayo acusador que te delata -­‐ luz por aspersión como metralla, acuchillando sin oposición ni resistencia la habitación que nos da refugio, salpicando de colores y calor el edredón que nos tapa-­‐. Buenos días.

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AMORICIDIO El reloj nos está matando. Está clavándonos la prisa por la espalda, desmigando nuestros besos, desgarrando tu cuerpo de mi cuerpo, abriéndonos la carne, perpetrando un amoricidio encubierto. Cuando estamos cerca las manillas se aceleran; martillean incesantes, violentas, implacables, para hacernos daño, robándonos, -­‐ segundo a segundo-­‐, minutos a manos llenas, en besos limpios. Cuando estamos lejos cambian de sentido las agujas, el reloj aminora su pulso y el tiempo avanza, también, fatigado y átono, cruel, en nuestra en contra.

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NÓMBRAME Para que mis manos rocíen tu carne, para que mis ojos sean tus ojos y mi boca te busque y mis labios susurren tu nombre. Para que tú y yo apartemos un rincón del mundo y corramos desatados, a escondernos en enjambres de besos... sólo tienes que llamarme. Estamos juntos en esto.

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HORA PUNTA Entiendo tu sonrisa como el camino más sincero y próspero hacia lo que algunos llaman cielo -­‐ yo lo llamo Mariam-­‐. De igual modo entiendo tu cuerpo. Así, cuando después del trabajo nos vemos en el puerta del metro y nos desollamos los bolsillos buscando tímidas monedas de rostros pálidos que nos saquen pasaje, en billetes simples, a tu piso; cuando en la máquina de tickets, una multitud en fila de ojos coléricos y prisa contenida nos empuje a separarnos y el ruido de los trenes nos descienda por lenguas mecánicas hacia el infierno y sus andenes... cuando todo eso ocurre, nuestras manos se hacen fuertes, y nuestros dedos lazos. Entonces tú sonríes y yo entiendo tu sonrisa como el camino más sincero y próspero hacia lo que algunos llaman cielo. Yo te llamo Mariam.

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PROTÉGETE Soy un ciudadano de tus brazos, un refugiado de escombros, un paciente herido, un habitante inocuo a tus ojos. Crees que no puedo herirte, que puedes disponer de mis manos el tiempo que sea necesario para arroparte en mis buenos propósitos de hombre enamorado, pero yo soy un residente honesto al servicio de tu cuerpo y debo ponerte en aviso. Protégete de mi, resérvate un rincón secreto donde no pueda encontrarte, donde mi amor y yo no podamos nunca, jamás, hacerte daño.

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RUMBO Estamos a sólo cinco dedos náuticos de hundirnos en remolinos de abrazos, de desnudarnos a besos. Como capitán de mi nave vuelco en ti el peso de mis órganos -­‐ ataviado corazón con cabos anudados a tu pecho-­‐ y renuncio al deber de gobierno sobre mi cuerpo, amotinándome en mi propio barco. Yo, como capitán, -­‐ cargo que todavía ostento-­‐, propongo remontar, izar las manos y las velas, ganar barlovento, y poner rumbo a tus labios.

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PRUÉBAME

Pruébame bien frío, al punto de sal, poco hecho, con palabras humeantes aún emanando de mi boca y latidos oblicuos, en sentido opuesto a mi carne, huyendo con dirección a tu cuerpo. Sírvete de mí. Aliméntate, mastícame en besos cortos, traga saliva y ahora témplame la piel a sorbos calmos. Suave muerden tus ojos.

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SI NO FUERAS VERDAD

Si no fueras verdad. Si aquel día, por algún motivo extraño la noche no hubiera aparecido; si alguien hubiese recogido las aceras y los parques despegado los cristales de las calles, guardado las farolas y los coches, dormido trenes y enviado en taxis a reinas de otros reinos... Si en mi maleta no apareciera tu nombre nada tendría sentido. Si no fueras verdad no existo. No podría escribir esto que ahora escribo, con estas manos, con estos dedos. Ciertos. Tuyos.

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QUISO MARZO

Quiso Marzo verte bajo la lluvia. Los días pasaban de largo en arrítmicas escenas reflejadas en los charcos y en los escaparates verdes de tus ojos y así sucedían las noches: entre bares y calles cerradas, sombras e incógnitas rutilantes y parquímetros rotos. Quiso la ciudad, también, ponerte a prueba. Los teatros y los cines anunciaban en sus luminosos tu paso limpio hacia sus fauces -­‐ ya en el filo de tu cuerpo-­‐, al tiempo que, a impulsos, se abrían hueco entre la noche y sus peatones de reparto rastros de Abril que hubieron de llevarme pronto hasta tus pasos, que nos dejaran solos en la ciudad temida. Perdidos en tamaño escenario. Quiso Marzo vernos, y Marzo nos llevamos.

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HUESOS USADOS

Reconozco el amor en cuanto lo veo y así me enamoro a cada rato. Por eso toma mis huesos usados y olvídate del resto. Extráeles el sabor amargo de mis derrotas. Cuanto quede. Saca del armario los pucheros quemados, enciende un fuego y prepara caldo con las sobras. Es todo lo que guardo y te lo entrego. Mi cuerpo generoso, desguazado, roto, quedó tan sólo en esto a través de los años.

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DESAYUNO

Mastico cine todas las mañanas. Ayuda verte amanecer en plano corto al otro lado de la cama y despertar atento al paisaje de tus ojos -­‐ libres de toda almohada-­‐ descubriéndose; grabando, día tras día, con mi retina por cámara, la perfecta arquitectura de tu rostro. Eres una extraordinaria colección de fotogramas, una película de Bergman sin tonos grises, una secuencia infinita, un final feliz -­‐ irrepetible-­‐ desde tu origen.

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RETRATO

Sirva este poema de boceto a tu retrato. Sirvan mis dedos de mechón a los pinceles y mis manos de pintura. Sirva mi cuaderno como lienzo y mis palabras como trazos. Pintaré tus ojos con vocales verdes. De tu boca saldrán espacios sordos consumiendo sílabas mudas, y a tus mejillas daré relieve repitiendo tu nombre. Si es dolor quien te dibuja, caerán ebrias mis notas a pies de los faroles, en lugares distantes. Pero si es amor lo que me impulsa, verás escrito tu rostro y dibujado tu nombre en las paredes de todas las esquinas, en las exposiciones de todas las ciudades.

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DESPEDIDA Y CIERRE (Hambriento, esparciendo, aire, niño y silencio)

Porque vi barrenderos esparciendo en los parques otoños enteros; porque vi niño hambriento -­‐ sin niña-­‐, existiendo en las calles amores sin dueño. Porque el silencio de hoy y el adiós de mañana es aire teñido de negro, te echaré en falta “ amor” hasta no echarte de menos.

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VIENTO DE LEVANTE

La tarde no lo vio llegar. Llenó de luz y de reflejos -­‐ libres de toda nube-­‐, el agua amotinada en los estanques, acicaló de verde el vello -­‐ sin bello-­‐ de los montes y pobló de golondrinas las copas despeinadas de los árboles. Con todo y a pesar de los esfuerzos, lo que debía ser un caluroso día de verano, repleto de bañistas, en la playa de Mojácar, con piraguas hinchables, castillos de arena y polos almendrados, acabó por convertirse en un cementerio de sombrillas enfundadas, en un ejército de niños gaviota y ojos llorosos por el viento, en un café sólo y a solas, paciente, con una silla libre: requisito indispensable para que, cuando el aire arrecie y la arena quede desierta, aparezcas tú y me acompañes.

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REFLEXIÓN DE UNA MAÑANA DE VERANO

Si no te conociera podría deambular por las ciudades suponiendo tu nombre, pintar de colores diferentes, en las paredes, el iris suculento de tu boca o apalabrar el sonido de tu voz en los puestos de todos los mercados. En resumidas cuentas, diría con los ojos cerrados y sin miedo a equivocarme que no te conozco. Cómo sería mi vida sin ti. Cómo verían mis ojos otros ojos, otra carne, y mi voz, -­‐ que es tu voz-­‐ cómo habitaría en mí sin ti. Probablemente consumiría los días rumiando sus horas, masticando los minutos sin agua que me ayude a digerirlos y pasaría sentado tardes enteras deshojando las antenas de los edificios, aguardando a que cayera la noche para nutrirme de sus estrellas, secas, descafeinadas, de sobre, y de una luna baja en calorías. Sabroso manjar en otras circunstancias

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ATONÍA

De aquello nos dimos cuenta tarde. Pasaron, felices, fugaces, los años y aparecieron grietas evidentes en los lugares más insospechados. -­‐ Pilares invisibles, aunque firmes, en un pasado reciente-­‐. Ahora, al tiempo, nos incomodan las almohadas, queman las tazas de café al desayuno, los abrazos nos congelan y tus ojos se diluyen a su paso por los míos. -­‐ Al final lo pagan siempre las cortinas del cuarto de invitados-­‐. De tus ojos de hiedra fresca, de tus manos como fuentes, de tu amor inabarcable en respuesta firme al mío, quedaron sólo unas semillas, secas, sobre la tierra, un esqueleto hueco de labios cortados, una rutina cruel que nos fue, lentamente, devorando.

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MALEFICIO

Sabes a azúcar con sabor a margarina, a huesos de oliva y migas de algodón dulce ahogados en café, a zumo de espinas sin morfina, a pan quemado, a bocados de aire que vacían los ojos que no te ven. Que los Otoños te curtan la piel y así muestre tu rostro los daños, que las mentiras que cuentes sean vientos helados y las verdades que finjas anestesien tu voz hasta dejarte dormida; que tardes plomizas destiñan tus labios, y tu corazón siniestrado no escupa latidos por mí. -­‐ Que no te extrañe si no te llamo-­‐. Que no se olvide el olvido de ti.

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QUÉDATE

Del mismo modo que me sobra voz cuando me faltan las palabras mis manos y mis ojos se llenan de vacío cuando no estás y sobran, como sobran en casa los espejos donde no te paras. No existe futuro ni hay Dios en las paredes que te extrañan; por eso te pido que no trabajes hoy: -­‐ quédate en la cama-­‐.

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DESECHOS

No derribó lo conseguido el tiempo. Al menos no pudo con todo. Sobre la mesa quedaron afilados restos de ti entre polvo y escombros; deshilachadas palabras y promesas vencidas que, ni decir tengo, minaron cuanto fuimos -­‐ somos-­‐, cuanto habríamos sido. Todo lo que descubrimos y construimos, juntos, en tiempo y hora. Tampoco acabó deshabitado tu rostro. Y el aire no dispersó lo que ojalá tu voz no hubiera dicho nunca. En el suelo del cuarto tus cartas y tus fotos harán de cimientos a próximos derribos.

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