Libro amor en las psicosis miller, jacques alain

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Bajo la dirección de

Jacques-AJain Miller

El amor en las psicosis

Cada uno de los casos presentados en este volumen nos enseña algo sobre el amor. pero también sobre ese lazo amoroso tan particular que constituye la transferencia. y Que algunos querrlan ver hoy expulsado de toda psicoterapia en nombre del cientificismo y la terapia on fine. Lacan llegó a decir que el amor era posible en la psicosis. pero se trataba de un amor muerto. ¿Ese carácter mortífero o mortificado esta ligado al hecho de que allí, más que en otra parte. el sujeto sólo se ama a sí mismo, o ama un ideal por el que sustituye la realidad del partenaire? ¿Oacaso el sujeto psicótico ama a Otro. tan Otro que no puede encarnarse en un ser viviente sino en una ficción delirante? ¿Oserá. por último. que el sujeto psicótico no ama sino su delirio, según lo expresado por Freud? El amor en las psicosis nos enseña sobre el amor en general. Los múltiples rasgos que nos sirven para especificar el amor en las psicosis en comparación con un amor ·normal". ¿no se aplican. de manera inflexible. al amor como tal? Los dieciocho casos presentados aquí por diversos psicoanalistas. que ilustran la diversidad del amor en las psicosis. reciben el análisis y el comentario de otros colegas, conformando as1una verdadera red de intercambio teónco.

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Paídós Campo Freudiano

l. Maric·Christine Hamon. ¿Por qué la.~ 11111jeres a11u111 a los hnmhrcs?

6. R. Lcfort y L. Lefon. 1aci111ie1110 d el Orro 8. Paul Roazc:n. Cú111n trC1bt1jaba Fre1ul 9. Textos 1cunidos por la F11nd:ic1ón del Campn Freudiano. t:I simo111a clinrlar1in 1O. Henry Rey-Flaud. Elosio de lo mula 11. Tcxros reunidos por la Fundat·ión del Campo Freudiano. La se.n ó11 011(1/irica 12. Jean-Claudc Maleval. Lnforclmi611 dt'I Nnmbre·del -Padrc 1J. J:icques-Alam Miller. Canfl; "la opi11i611 i/11srrad11 14. Escuela Lacaniana de Psicoanfüsis del Campo Freudiano. Coloquio Jncq11es Lt1m11 2001 15. facques-Alain Miller (comp.). La pareja y el amor. Cn111•crsacio11es Clímcas con 1.-A. Miller 17. Jacques-Alain Millcr y otros. Efectos rerapéuricos rápidos 18. Jacqucs-Al:lin M1ller (dir.), El amor c 11 la psicosis


El amor en las psicosis bajo la rurección de

Jacques-Alain Miller Textos reunidos con la colaboración de Carole Dewambrechies-La Sagna y Jean-Pierre Deffieux

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PAIDÓS Bocnot Au~ Borcck>n• México


Titulo origin~l ; l.'ammir cfo1L11 t.>.s p.~y,.f¡¡.r.;~ · Ci [;d!titm~ d u. Se-uil, P arl_ Pari~ .

2004

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El amor en las psEoosis / dtrlgloo por Ja<;ques-Atein f!. iPler_- 1" ed. t• ,r·eirnp,. B eoos Aires: Paidó5,

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296 p. : :::i1~ 14

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Traducido ooc . craclo Pons ISBN 9 7&95().12-361.&- 7 l . Psieo-aMlls.is '- JacQues-AlaJn Mllrer, comtL IL Pons. Horocio, troo_

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~dición , 2006 1• l"f'llJ'lpl1l!Btór.1, 2·008

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Queda hecho el dc¡ió~lt o que p~>vi ene 1 Le 11.723 Impreso ui1 A~nLin:o - Printed in r¡¡e.utina

lmprn;;o en C'r, lica ~lPS , Santiªgo dc3 Eswro 338. Lanús, P.n dici{lmbre de 200!1 Tirada : 1000 ejempfa:r-e '

111 ti!llro¡;rnl"..,

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Índice

Palabras prcli1ninarcs ................... ........... .. ... ................... ........ .

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l. Una versión de b vida sexual sin el falo , por ]acques Borie .... 13

Comentario de Gustavo Dessal ...................................... 21 2. La cauliva, por Carlos Dante García .................................. 25 Comentario de Jean ·Pierrc Deffieux ............................. 37 3. ¿Un amor absoluto?, por Ph1/;ppe di· Georgcs .................. 43 Comentario de Anlonio Di Ciaccia .......... ............. ......... 5 l 4. El amor posible, por Pierre Ebtingcr ................................ 55 Comemario de Ricardo Nepomiachi ............................. 70

5. El amor como valdemarización del goce, por Marco Focchi ................................................................. 75 Comentario de Carole Dew<1mbrechics· La Sagna ......... 85 6. Una decepción precoz. por Pierre·Gillcs Guéguen . ....... .. 89 Comenraaio de Frida Ncmirovsky .. ............................... 101 7. Una lógica Jel celibato, por Nicole Guey . ......................... 105 Comentario de jesús Santiago ........................................ 114


Et. AMO K t:.-.: LAS PSICO

IS

. Una falsa c rot0manía homosexual, {Jor Domin iquc [-Jolvót!t ... .... ..... ...... ... ... .. ... ... ..... .... ........... 119 Comemario de Luda <l'Angclo ..................................... 130 9. El amor loco de una madre. por Éric Lmrcnl ................... 1)5 Comenrnrio de Snndra Arrud;1 Grostein ...................... J-44 10. "Escriba Maxime". por Marc l..évy ................................ 149 Comenturio de Leonardo G orostiza ....................... ...... 161 11. "El pensamiento úmco •, por jean-Dr111it·l Motel . ........... 165 Comentario de Luis Ernehl ........................................... 173

12. Vcral , el canca turista,por Bemard l'orcheret .................... 177 Comentario de Silvia '1Cndlarl ...................................... 187 13. Un hombre con las ideas claras y una vida cstnble, por Mor/a Serra J-'rediani .......... ...... ................. .. . . .......... 191 Comentario de Jc-an-Claude Malcval ............................ 204 14. El amor a las letras, el amor a las palabras,

por Pierre Stréliski ,............................................................. 209 Comentario de Ricardo Seldes ...................................... 225 15. Una mujer pródiga , por Osear Vmtura ............................ 231 Comentario de Dominique Laurent ............................. 247 16. En el agujero del desie1io. por Marcus l1 11dré Vieira ......... 255 Comentario de Esthda Solano-Suarez ......................... . 263 17. Las sorpresas <lcl amor, por Tbierry Vigncron .................. 267 Comentario de Bernardino Horne ................................ 278 18. Un amor posible, por Néstor Yellati ................................. 283 Comenrnrio d1: Guy Ilriolc ............................................ 292



P alabras preliminares*

Un poco, mucho, apasionadamente, con locura . El amor linda con la locura. Luego de un siglo de romanticismo, el psicoanáJisis intro · dujo la perspectiva del deseo en la civilización. Sin d psicoanálisis, el deseo no habría llegado a ser uno de los acributos esenci:ilcs del sujeto <le la democracia. Cuando el doctor L'lcan comenzó su carrera de cünico, en la década de 1930, los psicoanalistas se cuestionaban más sobre el amor que sobre el deseo, y en especial sobre esa form a de amor que es la transferencia. Con frecuencia, csra c uestión se exami · nabn en su aspecto técnico: por ejemplo, cómo puede nacer y desarrollarse el amor e.le rra11sfc.:n:ncia en la psicosis y. en ese caso, cómo debe responderle el analista. En su tesis De la psico.ris para11oica en sw relaciones con la perso11alidad, Lacan no partió de esa problemática técnica sino • 1 lan col~hor.ulo en 1~ r<Jf11,.ie1ón de este volumen. R1!!0 lk 0.'11ol1, Gmc\'ic\-c Bouqmcr, DNmniqm: j uJOmet. l·r-J n~iM: Ko,•uchc. Cothcnnc Licnc·Paulc. tcph~mc Mc>rd , Guilainc l':tm"lt.1, MJ ric · F1~mcc Piirnoo, S1éphunic Péraud-Pui65ésur, 0 11111a11c ir"'t; vLrsSccxi<>nl'l> y AntcnasClinic;istk A1 ~ Mu11Cilk. 1\ n¡;cn. IY.11cclon~. Bdo l lori.wn11:, llorc.lcuux, Brusd11~. l.lu.: 110~ Aires. Dijc•n, Uion. Msdñd. Milán, Mo111pdlkr. Nantes, Niza. París, Renil(:$, RiodcJ ~ncim. Rc•mn, SJk~dl.lr de Bahfa. San f>:ihln, E.scrn,burb""


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E1. AMO R l:.N

LAS PSICO IS

del verdadero resorte de la cuestión de la 1ra11sfcrcncia: ¿qué pasa con el amor en la psicosis? Para responder esta pregunta, Lacan siguió d método clínico de Frcud: el estudio ex haustivo de un solo caso de paranoia de autocastigo. Su paciente, Aimée, p resentaba una erotomanía: estaba segura de ser amada y dispuesta a llegar al asesinato para salir de su impasse. En d caso Aimée, Lacan vuelve sobre lo pasos de Freud, para quien el amor no parte del Otro sino del narcisismo, y a continuación mues! ra que éste está en la raíz de la patología mental. El na rcisismo es el amor que el sujeto experimenta por su p ropio cuerpo, su imagen, su yo. Nada denota con mayor claridad esa f ucrza del narcisismo que la clínica de las psicosis , unas psicosis que en ocasiones Freud designaba con la expresión "neurosis narcisista". En la psicosis, el amor está inscparnblemcnlc ligado a la figura dd ideal del yo del sujeto, que cobra una fuerza tan grande que acaba por sustituir al otro real, reducido a una figura ideal. Veinte a11os después de su estudio del caso rumée, en su articulo de los Escri1os, Lacan muestra que, en el caso del presidente Schrebcr, comunicado por Frcud, el sujeto construye su delirio en torno de una erotomanía divina en la cual él es el amado de Dios ... Y señala entonces que dicha erotomanía divina bordea el agujero que ha abierto en el sujeto el rechazo del símbolo de una figura más modesta del Otro: el padre. Cada uno de los casos presentados en este volumen nos enseña algo sobre d amor, pero también sobre ese lazo amoroso 1an particular que constilllyc la transferencia, y que algunos querrían ver hoy expul ·ado de toda psicOlcrapia en nombn.: del cienti· ficismo y la terapia 011 /me. Lac:rn llegó a decir que el amor era posible en la psicosis, pe ro se trataba de un amor muerto. ¿Ese car:kcer mortífero o mortificado está ligado al hecho de que, allí más que en 01 ra


PALABRAS PREUMJNAllliS

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parte, el sujeto sólo se ama a sí mismo, o ama un ideal por el que sustiruye la realidad del partenaire? ¿O acaso el sujeto psicótico ama a Otro, tan Otro que no p uede encarnarse en un ser viviente sino en una ficción delirante? ¿O será. por último, que d sujeto psicótico no ama sino su delirio, según lo expresado por Freud? El amor en las psicosis nos enseña sobre el amor e n general. Los múltiples rasgo que nos sirven para especifica r el amor en bs psicosis en comparación con un amor "no rm al", ¿no se aplican, de manera inflexible, al amo r como tal? Amar es ante codo querer ser amado, y uno sacrifica su subjetividad para hacerse objeto del otro en el amor. ¿El amo r es amor por el otro o goce de ese discurso tan panicular que constiLUye el hecho de "hablar de amor"? En ambos casos, hay poca diferencia entre amor y erotomanía. Con la salvedad d e que el "fallo " del Otro p roducido por el narcisismo presenta conse· cuendas más o menos radicales. También la realidad del sujeto mengua en el amor, a veces hasta el punto de borlillrse. El amor, en efecto, puede ser rechazo de ser, repulsa del deseo y olvido del sexo para quien lo ex pe· rimenta. Así es posible entender mejo r las palabras de un sujeto psicótico cuando dice que, para él, el acto de amor es equivalente a una "violación de su propio cuerpo". O las de aquel otro sujeto a quien el amor por las mujeres lo conduce a la idea loca de transformarse en mujer, para renunciar finalmente a ese p royecto y aceptar la idea, ddirante, de que "antes " ha sido una muje r. Si bien Freud destacó que: la transferencia es un amor idéntico a cualquier otro, también set1aló que ese amor es un desplazamiento: desplazamiento dcl amor filial hacia la persona del médico, pero rambién posibilidad de desplazamiento terapéutico de las investidu ras libidinales y del modo de goce del sujeto. Lo p roblemático en las psicosis es justamente esa capacidad de des plazamiento. En ese punto la psicosis convoca la capacidad de invención del analista, para posibilitar y hacer eficaz ese desplazamiento y


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AMOR EN LAS PSICOSIS

pcrmirir gue, en ella, el amor sea "posible", es decir ya no amor m\.1e rto, sino vhtbk parad suiet<> y su \!mom o. Así, d amor en las psicosis no es simplemente iinagin:1rio: es bien real y capai. de mostrarno lo real induido en cl ·amor. Gse real del amor en la psicosis es sensible en su ;.1parición corno síntoma. En el psicoanálisis el sínrnma ccpcescnta la hl1<:llo. <le l\\'\ amor posado y, a menudo, el punro de partida de un nuevo amor. Pero el amor representa eJ mejor síntoma debido al hecho evidente de que nos gu ra amar a Orro que no existe, sea hom bre, mujer o D ios ... En mu chos casos, la meior solución p¡1ra el sujeco consiste en darse cuenca de que su partenaire en fa vida puedt: llegar a o<."upar cJ lugM mismo J e su síntoma. De ser así, d amor ya no es sín tom!l en SLI forma sino por inccrmedio <le su objcro, y <lcj:t un IL1g<1 r a otro. En su libro Amor y amirlad, Allan Bloom señala <.¡uc cl pcnsamienr o de O ccidente comienza con Sócrates para culminar con Ro11sscau, y agrega que esto dos filósofos son Jos más "eróticos", los que más se refieren al amor. ¿Habrá que afü1dir que ninguno de eUos, cada uno a ~u manera y en conceptos muy Jifcrenccs, ignoraba nada de la locura ? Acaso tampoco sea una casu•tlidad que Sócr:ltes haya sabido sirticular los lazos del amo r con los poderes de Ja palabrn. y Rousscau, inventar d sujeto moderno, el sujeto de la democracia y el amo r tomado en su intimidad psíquica. Las psicosis no deben considera rse como "trascornos", cal cuaJ lo 4t1crría cierta psiquiatría reducida a la esta<lísticit. sino como ung forma singular de la subjetividad humana sin Ja cual la civilización, que no es nada sin eros, no existiría. Las psicosis pueden emonces enseñamos mucho sobre esa locur:1 común que es cJ amor, y sobre la t ransfcrcncia.


Una versión de Ja vida sexual sin el falo

Jacques Borie

La conexión del amor y las psicosis es por lo menos problemática si , con Lacan, definimos eJ amor como respuesta al '' no hay relación sexual ". Como la tendencia del psicótico consiste en realizar a la mujer para dar existencia a esa famosa relación, el amor tiene poco lugar en eUo. Así, para Schreber, su relación con Dios no da testimonio de ninguna palabra amorosa, y su intercambio sólo concierne a las modalidades de reparto del goce. l\J fijar al sujeto en una certeza inquebrantable en cuanto al goce, la erotomanía plantea una objeción al amor como discurso Je respuesta a lo imposible. La muerte misma se convierte entonces en un tema del amor, cosa que Lacan ya advierte en Aimée; los escritos de ésta, en efecto, manifiestan "una aspiración amorosa, cuya expresión verbal es tanto más tensa por ser, en realidad, más discordante con la vida y estar más condenada al fracaso ". 1 En el libro ITI de su seminario, Lacan sitúa esa discordancia con la vida en una relación descentrada con el Otro que, al

1. Jacqucs l.;ic~n . De la psychose paranoi'oque áans ses rapportS 1111ec la perso11nalitt, París. Scuil. 1980, col. · Points", p. 179. [Trad. cast.: De la p11com fNJrano101 e11 rus relaciones rorr la pt'rso1111/idad. México . Si¡tlo XXJ. 19 76.J


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j ,,coui:s Bot<.m

convenirse en radicalmente extraño, impide la reciprocidad esperada entre sujeros en el amo r. Laca n defi ne así ese callejón sin salida: "Ptlra el psicótico es po ib le una relación amorosa que lo suprima como sujeto, en cuanto dla ad mite una hete rogeneidad radical del Otro . Pero ese amor es 1ambién un amor muerto" .2 Sin emba rgo, Laca n hace de esa bancarrota del amor d o rigen de su inte rés en los psicóticos. En 1975, en la Universidad de Yale, dice lo siguiente a su auditorio: fa 111dudaLle que ll e~ ué a la medicina porque 1cní11 In sospecha de que las rel:ic1oncs cn t n: hombres y muieres desempeñaban un papel dc1ertt11na1nrc en los síntomas de los seres hum 1tno~ . Eso me empujó prog.n.-sivament e hacia quienes no lo han logrado, por~uc: puede Jcc1ne, por cierto, que la psicosis es una especie Je quiebre en lo 1oc11111c al cumplimiento clC' lo que se ll:im11 ~ am o r º. 1

No obsrante, Lacan también indica que cicn a fo rma <le amo r puede preservarse; de tal modo, Schrcber es capaz de :isegurarnos " haber conservado su ant iguo amor "~ por la esposa, a la vez que J elirn acerca Je su transfo rmación en mujer. El lazo conyugal pucJc mancenerse, pero en su J imensión de ami. tad elevada, de pbi/ín en el scmido aristotélico, Je vínculo entre semejanres, posible si la cuestión del goce sexual no se plantea. La disyunció n de lo imagina rio }' lo simbólico, consecuencia <le la forclusión , hace imposible la simbolización de lo se xual en el falo y, " po r no poder ser el falo q ue fa lca en l:i madre. [al sujero psicótico] le 2. J:ic<¡ucs Lacan, Le Srm111tJiN', l..11.rrt 111, us P1)'dXJm (1 9H-1 9J6), Paris. Seu1I. 1981. p. :?. 7 (1nid. cJ, 1.: El >MtmdriO k Jacqurr um111 Libro J Úlf pHi:vJll 195.5· 1956. Buenos /\1 rcs. Pmdóii. t 984.J ) . jJC<JU<:S l .:iC""~n . "Confércntt1 et en1n:1it'ns d~n~ dc:s univcl"snés nord·améncaincs" , S<1/1m. 6·7. J'Jl'ú. Scu1I. 1976. p 16 -1. Juequcs Ltc3n. · o ·unc qu~$t ton pr<'lim1na1rc: :i io111 1r.iitcmcn1 poss1ble Je 1~ psychose • , en Ctnts. Pat Í\, Sc:u1I, 1966, p. 574 ITr~J. c:ut.: •De una cuestión preliminar ;1 1oJu trarnmicnto posible de In psicosis" , en Esm tnr 2, décima edición. México. Siglo XXI. 198-1.I


UNI\ VU<Sl ÓN De U. VIO,\ S~XU1\L SI~ Fl. FALO

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queda la solución de ser la mujer que falta a los hombres" ,' según b formulaóón de Lacan en J 958, que .anrjóp3 su empuje .a Ja inujcr. El esquema 1 mucsrra6 las consecuencias <le la forclusión <:n el rcgiscro imaginario , anotadas <pl): el sujeco no puede tep r~cnrarse por la imagtn fálica , la nega1ividad ya no rnarca el 6rgano para permitir su mu1adón en faJo, d goce: deja de ser localiiable y el nnu<lamiento cnt re vida y muerte mostrado por la pulsación de la detumescencia es imposible; lo que se pone en emrcdicho es fa posjbilid:id del uieto de sostenerse en su erec· dónde ser vivo. Si faltara cl complejo de cuma<::ión que <la acceso :\1 falo como significación, el sujeto "no podría iJentiíicarse con el tip<) ideal de su sexo y ni siquicm responder sin graves riesgos :\ las necesidades de su partenaire en la relación sexual" .7 La justa rnedida de la tensión del 'PO no es sólo negativa coll)o si indicara un desinterés por lo sexual. La extinción deJ brill<> fálica de la imagen pone de manitiesco lo qlte él i.rcla, d escaws rc.-al dd sui<:ro c:omo objeto, incluso desecho, siempre lisco a dejarse absorber en las tiniebfas de fa muerte, in defensa frente aí goce infínico del Otro. Por lo moto, lo scxt1a1 se encuentra aquí corno algo ~pedal mente traumaúco, siempre eti exc~so y sin el límite ffüc:o, :>menos que se Je consrruys un sustituto. EJ concepto de empuje a la mujer indita con claridad el aspecto sin fin del proceso. Falca de puntuación {álica, ln frase no puede cerra rse y !u tentac:ión del pasaje al acto siempre c.'ltá presente. La muerte real tiende a erigirse ~n único límite, por carencia del borde constituido por la incorporación del sisnificant(!. Ésa es la problemática compleja con la qu~ se vincula Fran~oise, joven de 27 ~ños en d momento de nucscro primer <:nc:uent ro, y a 4uien atiendo desde hace diez años. 5. fbrá.. p. ~66. 6. ll>id., p. '5 71. 7. )"cqU<:s Ut(\tfl, "LJ SIF(tli fl\.'"a((OR du ph.illus •• <.'"ft É,YT(f, op. ('(( . p. 685. ('Ir ~J casi.: ·L:a signiíicadóti del falo". en famios 1. op a 11


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jAC(.)UES BORJE

En el plano cotidiano, su vida siempre fue particularmente difícil. pues los accos más simples le exigen elaboraciones com· plejas en co ·as como camina r por la calle, mirar por la ventana o vestirse todas Lis rnáñanas. Pese a ello, ha obtenido un diploma en bellas artes y sobrevive con trabajos ocasionales. Su existencia, no ob tante, es tan precaria que ella debió pasar por varias in1e rnaciones en instilucione psiquiátricas, donde la diagnosticaron :i veces como esquizofrénica y a veces como melancólica. Las crisis que la llevan a la internación on siempre consecuencia de encucn1ros sexuales desdichados, canto con hombres como con mujeres. Acude a verme para tratar de salir de esa serie que no es desventurada por el fracaso de la relación sino por su tonalidad inevitablemente dominada por lu muerte. Así, el mo1ivo de nucsrro encuentro es la muerte - accidentalde su mejor amiga, que la hunde, dice ella, "en un agujero sin fin" . Pero no rnrda en agregar que ese agujero es el que no deja de encontrar cotidian:imente, y del que la pérdida de su alter ego no es sino una form:i radicalizada. La serie de sus prácticas cxualcs pone de relieve las siguientes vMiaciones: -

Una actividad masturbatoria compulsiva, iniciada en la infancia y vivida con una sensación de disolución en el océano. "Al principio estoy en la orilla, pero me siento a1raída por la absorción en lo infinito. Ya no sé si es Dios o el océano". - Un encucm ro con un hombre que la atrae por esta única ca rae· tcrística: ser un canceroso 1crminal. Con él tendrá su primera relación heterosexual, así calificada: "Cuando me penetró, senú la muerte en mí" . - Una pníccica <l<: automutilación que ufccta la zona sexual. Trarn de arrancarse pedazos de piel entre las piernas, hasta sangrnr. - Una búsqueda departe11aire por Minitel, en la que se presenta con este único enunciado: "Busco absolutamente a la mujer".


U NA \!ERSJOI" DE Li\ VJOA SE..'-:Ut\I. SIN ~l.. FAl.0

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- Trns la muerte de ese primer partettaire conoce a otro , Patri~k . cuya fuetite de atracción es una sola particularidad: ~u muier tiene sida . Quien le interesa es cll:l, a r:tl punto que la sigue anónimamente por h1 calle y la espía detrás de las cortinas. Pero sólo úenc rdací()nes scxualo; con P:míck, guiada por lo que se le prcs<:nia c()mo una ohligación <le sacri ficio: "Soy aquella de quien se dirá: a.qui yace la mujer muerca de su fantasma" . Cuando le <lig<:> con firmei a que e.I análisis 11 0 podt".Í concinuttr si prosigue con esa rdaóón. decide in<e· rrumpirla y pedirme sesiones en lugar <le sus encucnt ros

programados con P:nrick. Acepto. Al.i¡ún 1j~mpo despues cunoce a otro hombre, Mk hd, cJ pr; .. mero que no tiene rasgo alguno ligado a la muerte. Michd e muy complt1 cicnte con los extraños compo rrntnicntos <le su compañera y consiente ante todo en vivir con ella sin rn:mccncr rclacicmes scxwtlcs. "Tener un compañero me evita caer en el va· cío", dice r ran,oise muy apropiadamente. in embargo, el ama· ble Mich cl no se conforma <lurantc mucho tiempo con esa ausencia de vida sexual y pene a Franc;oise en lina sin1ación dclica<la. Ella no quiere perderlo, ptro la idea de la penetración la angu:;tia en exceso. Esta Jiliculcad marca, etnpero, un primer cambio, pues dla ya no se lanz.i por la pendiente que b lleva al sacrificio. Sobre In base de una creativídad que siemp re ha tenido -ya en la infancia improvisaba objetos artísticamente armados con pedazos de cosas diversas recuperadas de los basl.lralcs- , e propone :ibor<lar en varios tiempos el obstáculo con que tropieza en la rdación sex4,tl. En primer lugar se procura numerosos vasos que clistribuyc

en 1orno de $U cama como una ··corona de v;icío". Ese dispositivo le permite aceptar sin d~ma ·iada angustia una rclación con pe· nerración jnduida, pero con un.a condjdón .aclidonal: su p.an:ja debe lleva r una venda sobre los ojos r>ara no verla desmida. Esca solución es transitoria, porque Michcl, si bien bastante comeclido.


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jACQUES BoRrn

to\t'.'rll cadll vez menos \a condición de los ojos vendados . Fran~oise invenwrá entonces otra solución, con Ja ayuda del siguiente b~ico\ajc: consigue en un basur~ público pedazos de madera con los cuales cons1ruye un marco: luego tiende sobre éste foi.gment.o s d~ tejido que sirven de soporte a 1a inserción de un macerial inesperado: pedazos de carne cruda lo bastante pequeñas como para penetrar la trama TI)Ísma dd tejido. Ese extraiío objc10 así creado se conviene en un cuadro que clla cuclg:1 arriba <le la cama, para c~o«ar sobre \a pared \o que Fran\oisc u~ma un "espacio concedido". fata invención permiti rá relaciones sexuales e.le apo.riencia "normal"~ s.e toleran entonces tanto la penetración como Ja mirada dd partemJire. Sin embargo , In siiuación no se ascmcia a un goce falici?.ado, como en la neurosis. Su vivencia de l11s relaciones sexuales oscila entre una indiferencia cierta y un cuestionamicnto lc:vemeoce inquieto acerca e.le la sensación que cxperimeni :• en ocasione , la de estar "demasiado perfecramentc encajada " con Michcl, a riesgo de perderse en él, como en d océano de sus recuerdos infandles. En consecuencia, csre equilibrio es demasiado precario pero, ll la ver., suficicntcmenrc sólido para sostenerse desde hace va rios años sin grandes crisis. Tras un período de análisis muy intensivo, fran~oisc hace un uso más ligero de su aMlista. "Voy a venir a ,1erlo cuando tcngit algo que decir'': rteccsidad que puede varíar entre una ve:z por semana y 1rcs veces por :.tño. ¿Qué enseñanza podemos extraer de este caso {cuya exposición esrá muy si01püfic;1da)? La consecuencia d~ ~ es que lo se)(u~ se convocn en conexión direcra con la muene, como sacrificio aJ goce ilimitado dcl Otro. Corno tratamiento de ese goce no interpretable, la cura se apoya ;.mee todo en el deseo del analista, en cuamo pone en )uego un "¿puede perderme?" que allana el camino a una dimensión dcl amor que es d lazo con d otro fuodado sobce una falta. Ba


UNA VERSIÓN DE LA VIDA SEXUAi. SIN F.I. FALO

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dicho-mensión [dit-mension1es un modo del amor que el analista sostiene mediante una presencia activa, ahondando un vado en la lengua para contrarrestar la significación absoluta de la muerte y dando al mismo tiempo todo su valor a fragmentos, resios, desechos, todas esas pequeñas cosas con las que cl sujeto teje su existencia. Esta posición permite a la vez una metonimia de las significaciones contra la fijación en la muerte como conminación absoluta y la construcción de un borde o un límite a partir del objeto. Con esta condición, Fran~oise puede aceptar esa cesión de goce que, sin embargo, no es ni la apertura al deseo en el sentido neurótico, ligado al fa lo, ni el amor como s uplencia de la no-relación sexual. Podemos advertir así que un analista que ajustara su prácú ca a la contratransferencia o a una referencia al mero marco de la experiencia pondría un obstáculo a la invención del sujeto, pues se trata sobre todo de prejuicios. Por el contrario, la disposició n a la sorpresa abre el espacio donde pueden desplegarse, pero tambié n pone rse e n escena, clasificarse y editarse los hall:ugos del sujeto. Para Fran~oi sc, que ya ha frecuentado bastante la psiquiatría, la diferencia con la experiencia del análisis es ésta: "Usted no me dice qué debo hacer y, sin embargo, me siento orientada". El tratamiento se apoya, por lo tanto, en la capacidad creadora del psicótico, lo cual supone ante todo que el sujeto esté a la búsqueda de un menos susceptible de alojar su exceso de ser, cosa que Fran~oise dice con suma justeza "Tengo demasiada materia en el cuerpo". El vaso, objeto paradigmá1ico de la creación humana, es su primer modo de inscripción de un vacío. Forma un borde de la cama e impide sentir que cl órgano del partenaire tiene un valor de efracción portado ra de mue rte. La falta que introduce desconecta goce del órgano y muene. Esca operación no basta, pues la mirada en el campo del Otro siempre está en exceso y el velo puesto sobre los ojos del partcnaire no es una solución que pueda sostenerse. Es preciso


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J 1\C:Qua,

13o RJ F.

sacar ese (mal) objeto excedente <lcl campo de la escena sexual, habida cuenta de que su presencia tiene valor ck llamado al sacrificio. El artificio dd cuadro. obra de recuperación y que aloja la carne cruda en d tejido de su superficie, permite la pacificación de la relación sexual. El sexo, sin embargo, nu ocupa en absoluto los pensamientos J e Fran\oisc; ella lo acepta parn que su parte11aire esté dispuesto a acompañarla en la vida.


Comentario Gustavo Dessal

El caso clínico prescmado por Jacqucs Borie pone en cvi<.k:ncia fo importancia, en cl tratamiento de las psicosis, de un dispositivo técnico abierto y sensible aJ poder creativo del sujeto. La creatividad y la invención no deben entenderse aquí únicamente en sentido anístico. Antes bien , es el deseo del analista lo que lleva al sujeto a producir algo nuevo, algo que escapa a la determinación significante y puede funcionar como síntoma, suplencia de los mecanismos defectuosos de su t::StruclUra . El caso de Fran\oisc es un excelente ejemplo. Se trata de una mujer psicótica, probablemente esquizofrénica. Su imposibilidad de utilizar cJ significante fálico como medio de representación de la satisfacción permitida y de la articulación ent re el deseo dd hombre y el de la mujer genera en su vida psíquica una equivalencia ent re la sexualidad y la muerte. De distintas maneras, ese rasgo de la muerte se afi rma como la condición fundamenrn l de sus elecciones de objeto. Si ella acepta tener relaciones sexuales con partenaircs, lo hace en la medida en que éstos represenran una demanda de goce infinito frente a la cual Fran\oise se convierte en objeto de sacrificio: "la Mujer muerta del fantasma del O tro". Nuestro colega Jacques Borie nos muestra que el hacerse cargo de la cura de un psicótico supone en determinados momentos la asunción del riesgo dd acto con cl que sólo puede cargar el deseo del analista. Al advertir la pendiente monífera por la q ue se desliza la relación de Fran~oise con uno de sus partenaires, el analisca le dice con firmeza que debe renunciar a ese goce o, de lo contrario,


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C 0 .\11;.NTAJUO

interrumpi r la cur:i. La eficacia de la icrn:cvenci6o se vcr\fü:a en la respuesta del sujeco, que solicita sesiones en los momenros ames prcvist~..\S p-.lra sus ~ncucnuos con e\ hombre, y csda rece al mismo tiempo cJ movimient0de1:1 rransfcrencia, que habrí:.t podido indinarse hada la erotomanía pero produce, no obmmce, una cransformación radical en las mocfolicfades de elección Je objeto de la padcnce. Por pri mera vez se deshace el lazo que anudaba la se'ltuili<lad a ll\ muerte., al goce dcl sncrificio. Fran~oise inicia una relación con un homb re que l'lO mucstn1 un hizo manifiesto con \a muerte y que al principio acepta la abst incncia scx ual propucsra por ella. La mujer ha descubierto que el amor es un ancídoro concra la sensación de precipitarse en el vacío, pues la forclusión la fija en un sentinliento de ca(d?. s\n f\n . fue p'<tcto fracernal no dura. El hombre se rebela conrra esa res\ri~ción dt \a vi d~' se:<ual y Fran\oisc se angustia anlc la sola idea de ser penetrada, que despierta representaciones de frag· mcrHación corporal. La solución encontrada por ella muescra que la subjcrivación de su cuerpo no incluye la falta que h fu,\<:\Ón fálica , -<I), debería efectuar. La mujer rodea la c:una de vasos, una suerte. de. r\\ual par.l r~Ütuir d vacío. También pide ~ su compañero qoc se vende los ojos, lo wal pone eJ1 evidencia d valor mortífero Je ht mi r:ida del Ouo. Por me.Jio dt: esta panc:tlla, clln puede coleni r esa mirada que no ha sido cxrraída del m'1rco de la realidad. Una vez m1is, su compañero termina por no aceptar esos arreglos, y Fran~oisc debe. ~tno\l~r sus invencion es. El resuJtildo es un montaje exrra,•agante, que rccuerd:t las imágenes de k)s su rrca\istas evocadas por Lacan con referencia al circuito p ulsíonal y tiene b pa rticularidad de poner en juego las experiencias propias de la regresión tópica al estadio dcJ espejo, pero dándoles un rasgo que pernü te ~losarlas fuera del cuerpo y mancener!as separadas del acto sexual. El uso de pedazos d e carne crud;1 nos da h idea de \o que implica la ausencia de l1bidinizació11 fálica de la imagen del cuerpo.


ÜN1\ Vl· ~IÓ. DE LA Vll)A Sf'-XUJ\l SIN 1:.L l·Al.O

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Sin d uda, el sujeto como respuesta de lo real brinda a Fran \Olsc la posibilidad d e afrontar las dificultades inherentes a su propiu estructura y utilizar el análisis como un instrumento que le permite mejo ra r la · co nd iciones de su existencia. Pero también es preciso destaca r la po ición del a nalista, que se niega a hacerse cómplice del goce mo rtífero y co mprende la im portancia y el valor e.le esas modalidades psicótica e.Id objeto a. restos, cositas que ponen un dique a la signifü:ación absoluta e infi nita . La paciente co rrobo ra la dirección de la cura ul J ecir: "Usted no me dice qué debo hacer y, sin embargo, me siento o rientada ". El o rientador es el deseo del analista, sin prejuzgar lo q ue es bueno para la paciente ni procu rnr su no rma lización sex ual. A ·í, F ranc;oise logra ocupa r el lugar de objeto del goce sexual de su parte11aire, sin q ue ello s upo nga el sacrificio al goce del 01 ro, a la vez que man tiene sus pensamientos apartados d e las rcprcsc nracio nes rclarivas al sexo.



La cautiva

Carlos Dante García

1. Monwrtos

Tuve la oportunidad de escuchar a esta paciente en tres momentos, en siiuaciones djferemes en cada ocasión. La primera vez fue a mediados de 1992. Por indicación de su psiquiatra, Alicia, de 32 años, es internada en un hospital psiquiá1rico con un diagnóstico de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) acompañado de depresión. Tengo entonces una ~nt re­ vista con ella y su marido para conocerla, juzgar la sugerencia de internación y evaluar el diagnóstico. Alicia pcm1anccc en silencio, mientras su marido me cuenta que ella tiene i<leas extrañas y me habla de su propio temor de que agreda a su hija, Evangelina, de veinte me cs. Alicia no se ha hecho cargo de la niña desde el nacimiento; no la amamanta, no le da de comer ni se relaciona con ella. El doctor M. y el marido decidieron internarla, pues las cosas han llegado demasiado lejos. Alicia no come, ya no tiene ganas de nada y apenas habla. Nada le interesa. Además, ha dejado de trabajar. EJ marido aclara que no estaba seguro de lo justificado de la internación de su mujer. Se decidió a partir de los resultados de los estudios genéticos que confirmaron que él e ra el padre de Evangclina, y cuando tuvo la convicción de que su mujer estaba


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loca. Alicia lo interrumpe: " El padre de Evangclina es X ". X era d amigo <le: su hermana que más adelante se convirtió en su c uñado. ·' Tengo una idea obsesiva. Creo que X es el padre de Evangclina. No puedo dejar de pensar en eso" . Se Jirige a su marido y dice con vehemencia : "¿O será que, por casualidad, él no es el padre?". El marido dice no saber qué pensar. Aunque cree que ella es tá loca, se pregunta sobre la confiabilidad de los estudios ge· néticos. Los médicos le han dado su garantía. Alicia retoma la palabra: " Los enáendo. Aunque no me crean y no lo acepten, entiendo a mi marido y mi familia. Ya hice tratamientos ambulatorios, en un principio con un psicólogo y ahora con el doctor M. Los dos supusieron que la idea obsesiva iba a desaparecer. A mí no me molesta. Mi marido y mi familia son los que se molestan". Sonríe y prosigue: "Usted no sabe cómo reaccionaron mi hermana y mi . .. no sé cómo llamarlo . .. el amigo de mi hermana , cuando les dije: ' Es así, la nena se parece a él"'. Cuando le pregunto cómo surgió la idea, responde que apareció dos años atrás, entre el quinto y el sexto mes de embarazo. Añade que antes jamás tuvo ideas obsesivas. Interrogada sobre el uso del plural. dice: "Es una manera de decir en general. La única idea obsesiva es ésta ... Me gustaría verlo. Acepto la internación por miedo a lo que pueda pasarle a Evangclina. Ella es el fruto de ... ". Le pido que siga hablando; explica enroncc."S que acepta la internación para tranquilizar a todo d mundo. Hay algo que la inquieta: quiere saber sj se puede curar de todo eso, porque se vio en la obligación de tratarse con un psicólogo durante un año y medio sin resultados; la llevaron después a consultar a un psiquiatra que le dio medicamentos, y lo único que sacó en limpio de dio es que no debe mencionar la idea obsesiva. Pero eso no puede detenerla. Es como decía Domingo Faustino Sarmiento: " Las ideas no se matan ". Esa idea se le impone. También me


LA CAUTIVA

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infonna que el psicólogo intentó hacerle interpretaciones, y cree que eso es lo que se hace durante un tratamiento psicoanalítico. Este profesionol no le hablaba di recrn mente, le sugería que dla amaba a X o se sentía at raída por él. "Nunca pensé que hubiera algo entre éJ y yo, como i dijéramos entre un hombre y una mujer. No espero nada de él A lo rnc:jor éJ sí espera algo de mí. Si, siente algo por mí. Pero no sé si es algo sex ual" . "¿Me van a internar paro sacarme la idea obsesiva? ¿Tengo q ue curarme de la idea?", pregunta Alicia. Le respondo que, a mi juicio, no está obligada a curarse de ella; por mi parte, además, todavía no sé con claridad si se trata de una idea obsesiva. "A veces le pregunto a Ja gente -a los vecinos, obre todo- si X es d padre de la niña . Dicen que no y me preguntan cómo puedo decir una cosa semejante. Yo ya se lo expliqué ... Quiero verlo. Quiero esta r con éJ", agrega. EJ hecho de que la paciente creyera que la atracción procedía del cuñado y que éste esperaba algo de dJa constituyó desde d inicio cJ dato estructural que permitió concluir de manera provisoria que se trataba de una erotomanía, aun cuando esa extraña certeza acerca de: una paternidad que ella misma calificaba de idea obsesiva era desconcertante. Como no era mi paciente sino deJ doctor M., me limité a indicar mi hipótesis de un diagnóstico de psicosis y la posibilidad de que se tratase <le: una erotomanía. tomando en cuenta sus palabras: "A lo mejor él sí espera algo de mí. Sí, siente algo por mí". Además, cuestioné el diagnóstico de TOC y puse en duda que hubiera una idea obsesiva, pues no se adverúa lucha alguna deJ sujeto contra ella. También me intrigab<t d temor <ld marido acerca de una agresión de la paciente contra su hija. Varios de sus interrogantes habrían podido situarse del h1<lo de la neurosis: las cuestiones sobre la paternidad de X, sob re: la curación de la idea obsesiva, pero también su docilidad con respecto a la in1cmación.


28 Ya era mucho para una entrcvist<1. En cuanto a la internación, yo no planteaba o bjeciones. Alicia pennancció in,emada seis meses y siguió un rtatamiento ambulatorio en un hospital d e día durante un l:ipso similar, En medio de un control tuve la oportunidad de saber algo de ella por segunda vez, po rque d an~lista encargado de su rratamiento ambularodo me habló de en:l entres ocasiones. Este analista no inte.rprctaba ni cues tionaba la "idea obsesiva''; la dejaba habla c. Me enteré así de que, durante la internacíón, Alicia h:ibía tratado de enviar varios escritos a X por inccrmcdio de las enfermeras y otros pacientes. En los períodos en que no cstab11 en d h o pi tal. perseguia a su cuñ:ldo de distintas formas: le envíaba carras. conversab¡1 con las vecinas de su barrio. irrumpía en la jug uetería de su propiedad , se presentaba en su casa de manera inesperada, se enfrentaba con su hermana , ercércra. Durante la internación, X se casó con la hermana de Alicia. C uando ésrn se erlleró, cayó en uml depresión que evolucionó con rapidez hacia d acoso, con amenazas contra la pa reja. En ese contexto, y sin que Alicia lo supiera, X y la hermana se marcharo1"l-al inte.r)or. Agotado, cl rnari<lo proc1,1 ró volver a internarla, bnjo la amenaza de divorciarse . Alicia se escapó de la casa. La <.c rcer·a 'lle?. l>l '11\ en mi c:onsuhorio. Tenía míedo y no quería que la inte rnara n. " VcngC\ 11quí a causa Je la idea obsesiva y no por ella. A causa de ... es decir que 110 se trata de Ja idea. y 'por' significa que es la idea. ¿Me ende.nde? Quiero habhu con us\ed, p ero \ tngo un poco de reticencia, Aunque no me h:1ya tratado mal. usted no se opuso a la incc madén . Sin embargo, yo sabfa que eso no se debía a usted. An1cs nun ca ruve ideas obsesivas, ni durante la adolescencia ni Jurance la itifancht. "Como codo el mundo, siempre ruve ideas, las mismas ideas que los demás, pero no obsesivas, La pal~ra 'ob'M:s\vn' es <lcl d octor M., yo la llamo 'idea cautiva'. porque estaba cautivada por el problema. ¿P uedo llam:trla 'cllutiva' ?" .


L A CAUTI \I¡\

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Le respondo: "Desde luego". "El problema no es que X sea el pad re de Evangelina ''. prosigue. "El problema es: ¿por qué yo? ¿Por qué a mí? En fin, no sé si es o era el problema. La idea cautiva que me imponen no apareció de la noche a la mañana, fue poco a poco, hasta que llegué a estar segura de eUa. Un día, mi cuñado, que tiene una juguetería y negocio de artículos para bebés, me hjzo un regalo . Yo estaba embarazada. El regalo quedó sobre la cama Jonde dormíamos mi marido y yo. Estábamos en la habitación, mi cuñado y yo, y me cocó, me rozó la mano. En ese momento pensé que tenía algo para J eci rmc, que pasaba algo. No sabía exacta· mente qué. Le hice una pregunta , no recuerdo cuál, y él me miró de un modo ... No sé cómo explicarlo ... Pensé que tenía que ver con el bebé, pero no cscabH segura. Su presencia siempre me inquict:1ba. Es muy amable, pero no sé ... En éJ había algo que me afectaba. La semana siguiente estaba en casa como de cost umbre; al irse me saludó y me miró en forma ext raña. En todo caso, me pareció extraña en ese momento. Inmediatamente pensé: 'Es cJ padre de mi bebé' . Mi m:irido, que estaba con nosotros, me preguntó qué me pasaba, porque aparentemente me quedé callada, sin contestar, un buen rato. Ya en ese momento no había más dud11s. A veces creo que no es posible, cuando traro de rechazar nuescro amor. A veces digo q ue no e · posible para tranquilizar a los demás, sobre todo a mi m11rido. que es celoso. Lo digo pero no lo creo. Digo que no es posible, pero creo que el padre es él. Mi cuñado me rogó que lo d~minciera. Pe ro ¿cómo hacerlo i él y yo ... ? A veces me acuerdo de esa mi rada. No es un pensamiento. El pensamicnco llegó más <1delante. Mi he rmana le prohibió vemte, pero los dos sabemos 4ue es imposible. Los dos sabemos de qué se t rara . Yo sé de qué se trata" . Le pregunto entonces de qué se traca. "Él, si no, no habría podido hacerme un hijo. Estoy cautiva de su amor. Mi marido y mi he rmana son cobardes porque ocultaron la verdadera situación. Es imposible ocultarla. Poco


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cicmpo ames de la inrcrnación, seguí a X hasta la juguereda. Le pedí regalos para nuestro bebé como testimonio de su amor. Ahí hubo roda una historia con las empicadas. Como se negaba, yo rnismn compré much os regalos con la ta rjeta e.le créclico. X se fue del negocio". Quiero S-;\bct uhora si el docLOr M. conocía. roda esa hi~toria . Alicia me responde: "Lo sospechaba. Pero yo estaba preocupada por la idea y además X m e h abía pedido que no dijera nada. Gua rdé silencio. Lo ro mé como d testimonio d e nuesrro :i mor. A partir de ese moment.o y<a no ru._:e notid~s de él. Pensé que eso fo rmaba parte de la pru cb~1 . Es1aba deprimida, no tenía ganas de nada, pero conservaba algunas cspccan'l..'\s pMn cul\ndosllliera de Ja inrc rnación. Además, mi marido tenía conexiones i01porcantes en la obra soci:tl. Más valía callarse, Üplé por escribir". ¿Por qué Alicia venía a verme? Va rias hipótesis: l) El deseo Je evitar un3 imernació n. 2) Sus palabras: "Vengo :lquí a causa de la idea obsesiva y no por ella", que rectifica uurarue la enrrevisra al decir: "yo la Uamo ' idea cautiva' , porque estab:i cautivada por el problema. [ ... J el prob\enrn es: ¿por q ué yo? ¿Por qué a mí? En fin , no sé si es o e ra el p roblema ". Est3S palabras encierran un3 dimensión ccmpo1a\ folsn con un d cs\izamien co entre lo que es el problema actual y lo que e ra un problema antes y ya no lo cs. Cuondo Alicia dice " \~, \\amo ' idea c;rnriva' porque estaba caut ivada por el problcuia", no quiere decir que éste ya no la cauliva. Lo cíer10 es que el llama{.\o "problema" se dcsp\aza, pero pem1anccc l:i cc::rti<lumbre de ser la cautiva. Es p reciso recordar que en prime r lugar surge la ccrte7.a de que esa mirada \1\ concierne, pero que ella ignora su contenido: "No estaba segura de la significación ". Se traca de un primer tiempo de cen eza co~ una significación de con ocida, en suspenso . En un seg undo tiempo aparece un pcnsamíenro que apona esa significación: " Inmediatamente pensé: ' Es el padre de mi bebé"', que parc::ce ser una significación


LA CALITTVA

J1

plena. Y esa significación plena supone una significación detenida que ya no puede dialectizarse. Ocupa cJ lugar del enigma de la mirada. Ella está cautivada por el problema, que ahora es:" ¿Por qué yo? ¿Por qué :i mí?". 3) Hay una cenidumbre en la que se incluyen la mir:ida enigmática, la seguridad de que X es el padre de su hija y el pedido e.le su cuñado de no decir nada , que din considera como un testimonio de amor. Es la certeza de ser amada por X. En este trabajo, el interés radica en present ar la naturaleza del amor supuesco de X por Alicia, las transformaciones de ese amor durante la cura y el lugar que ocupó en la transferencia.

2. Conrtrucció11 de la asíntota del amor

Alicia no esrnba ni es tá enamorad a d e su marido. En cuanto a éste, le importaba más tener un hijo que ser su esposo. La mujer vivió el embarazo como una exigencia procedente de él. El amor en germen que se insinuaba en l:t frase "había algo cnt re él y yo" se transformó poco a poco, a parcir del embarazo y en su transcurso, en una cxigencia. Ese amor se manifestaba a 1ravés de d istintos actos que no despertabun la atención de los familiares, quienes los interpretaban como signos de amistad en tre hermanas, desplazados hacia X. Se trataba de lbmndas telefónicas frecuentes a la juguetería, visitas inesperadas para verlo, horas de espera y cha rla con las empicadas cuan<lo X no estaba en el negocio, proposiciones hechas a él ddante de la hermana, a fin de que cl hombre justificara sus actos. Poco a poco Alicia me explicó que la naturaleza de su amor era "carnal". La persona que había d cscncaden:ido ese amor era "un hombre superior" a causa de sus estudios. X era licenciado en adminis1ración de empresas y tenía un cargo importante en un sin<licaco. En contraste, Alicia decía de sí misma que era inculca y carecía de títulos. H abía rraba¡ado como empleada doméstica


32 e inrcrrumpido sus esluclios al final de la escuela secundaria. Sin embargo, comcnzÓ a cscdblr duranre d período de aparición de los fenómenos de depresión .. partir de una rupcura cempo raria entre X y su hermana, cuando d hombre dejó de h acerse ver en la familia . Como veremos más adelaocc, esce episodio tendrá su imporlnncia. Dunmte s1..1 internación, \a pro<lucdón de escritos y canns dirigidas n X aL1memó y Alicia comenzó a Ucvármdos luego de l-a primen\ ~ntrc\lista p'<lnl que yo \os viera y entendiera el problema. Los escritos se div\dfan en tres: ··El misterio" , " E sinsemiuo" y " Los cscricos de !lmor". C itaré algunos párrafos de este último: "Mi querido X, mi amor, ¡cuánto tiempo lu pasildo! No tengo not icius de vos. ¿Cómo podés no reconocer a nuestra hija? Quiero tlcjartc 1nmquilo, pe ro ¿tendré que recurrir a la justicia? Me callo po r arnor. Esto supera rni voluntad, estoy llena de vos. Sé que nuestro cncuenrro fue fugaz, pero ¡qué encuencro! EJ recuerdo, no, tu amor, me impide caer. Necesito volver a verte: todo mi cuerpo lo exige. 1lacé conmigo lo que quieras, pero pronto . Ya no puedo más" . Una cirn de "El misrcrio ": "No importa dónde . .. él yyo. ¿Córno hicis1c? ¿Cómo hicimos? Sólo d amor puede cxpJicarlo. Vos me cnseñasre la difere ncia entre l:t at racción vaginal y la alracción corporal . La atracción corporal es la que hace un hijo, dos en uno, mienm1s que nosotros somos uno en el amor y en el cuerpo. El :'mor vaginal es la carne. tsra es una y es un amor, el amor carnal". De su orro esaico, "El sinsentido": "L:i misrna palabra e ncicnn el semido y d sinsentido: amor. El nuesrro es un sentido pleno. No h:ty nada que decir". A!id~ me ~x?\ic6 b r-a·Lón dcl ab:indono de su hija: ''Sin él, no tiene sentido ". Prcscnrnba ¡¡lgunas ideas pcrsc:curorías: querían peciudicat a su hi¡í\, i\ \!C,<!S su herm~na se contaba entre las perseguidoras; en OlrilS oportunidades se crar~ba de una vecina. Mientnts duró el tratamiento, httbló muy poco de l'l n\ña. y ~ólo cuando ésta la visitaba los fines de semana.


LA CAlJTIVA

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Poco a poco comencé a entender por qué acudía a mi consulcorio: venía a hablar del amor; era la tarea que ella misma había propucsro. Esrnba cautiva de un fenómeno impuesto, de una búsqued a pasiva para rtcncontrarsc con el hombre que la amaba. Por eso, cuando tuve la oportunidad de inte rvenir frente a su insistencia de buscar a X en todas las provincias argentinas (AJicia ya se había divo rciado del marido y no había vuelto a ver ni a su her· mana ni a su cuñado) , le dije: "Que X la ame no quiere decir que ustec.l tenga que volver a verlo". Sorprendida, contcsró: "No sé por qué confío en usted . Después de redo lo que me hicieron .. . Usted me propone no verlo, no buscarlo , pero es algo que se me impone. Necesito verlo, estar con él. ¿Por qué no voy a hacerlo? ¿Porque usted me lo dice? Me dice que una cosa no trae forw · samcnte la otra. Es la primera vez que escucho que el amor no implica el encuentro". Gradualmente, Alicia abandonarfa la exigencia de un lozo obligado entre el amor y eJ encuentro con X, y dtcidirfa entonces declinar de otra manera su relación con el amor.

3. La dec/111ació11 del amor

Lo que llamo la declinación de su amor supone un viraje en su decir sobre d amor: ha pasado de ser Ja cautiva del problema , 1<1 víctima de un fenómeno impuesto, e n posición pasiva con respecto a él, a ser la cautiva en cuanto agente, es decir a no estar íntegramente fijada a la exigencia del encuentro y la búsqueda de X. Se consagrará a hablar del amor de la siguiente manera : " El amor puede ser un cuerpo cdcsre o una piedra. Los griegos fueron los prime ros en advertirlo, porque 1oda la teoría de los cuerpos cdestes de los griegos es una teoría del amor. Se trata de cuerpos que se atraen, se acercan, se mantienen a distancia".


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Con curiosidad por la ascronomía, la astrología y La literatura, asistirá a conferenciás y talleres literarios sobre el rema. Alicia sabe que él la ama. Tiene una idea fija : la certeza de eswr cautiva de su amor. Todo su interés se centra en d amor. Deja de hacer preguntas a las vecinas, de hablar de codo eso con su famfüi.t , de salir con hombres. En ocasiones tieoe encuentros sexuales con hombres, de quienes dice: "No enúenden ni.tda porque creen que soy una pura, y yo les digo que soy una cautiva del amor, del amor celestial por éJ ". Alicia me atribuye la responsabilidad de su actitud de no querer salir con hombres y procurar reencontrar a X. Y lo expresa a partir de lo que IJama "mi propuesta". El movimienco mismo ciuc la ha llevado a dejar de hablar de ese amor con su fomiliíi y las vecinas la impulsó a mencionado cada vez más en las cncrcvistas. "¿Se dio cuenta de que sólo hablo de; amor con usted? 1fablar de amor no es hacerlo. Para mí no es posible". Le digo: "No habla de amor sólo conmigo, también lo hace en los talleres literarios ''. ''Sí, pero no es lo mismo. En los calleres lirerarios busco los medios, 1::1 manera, como suele dc!cirse, de resolver cl problcmi.t. Con usted encuentro las modalidades de un savoir-faire sobre el amor. En mi opinión, es muy importante que usted no me cierre esa posibílidad, que me la pem1ita y 3poye mi asistencia a los taUercs. " En general los hombres saben poco y nada. Lo c.:ornprobé en la calle, con mi m;1ri<lo. Mi interés por los clásicos viene de Rorna , en la palabra Roma esrá la palabra amor". Poco tiempo después crac un recuerdo de la infancia: ena y su hermana se pelean por un libro infantil en el que Alicia ve con claridad la paJabra "Roma". Su hennana se queda con el libro y ella siente un::i excitación vaginal que nunca supo explicarse. No establece ninguna relación entre el recuerdo y lo que hi.t dicho de Roma; lo comunica como algo que jamás perdió su c:lrácter cni~mático.


LA CAUTIVA

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Cuando la interrogo sobre el amo r celestial, contesta que hay .11nores y amores. Por eso pensó en escribir un libro sobre el tema. Cae.fa capírnlo corres ponde a un amor. Alicia aclara que al parecer la palabra "amor" no es suficiente, pues no sabe po r qué -,1empre se le agrega alguna otra. La necesita. Se trata de categorías q ue se desprenden dd amor, que es único. Así, tenemos amor celestial, camal, vaginal. Por eso se habla dcl amor fraternal, filial, familiar. El amor cdcstial es un amor corporal, por los cuerpos celestes. Luego de haberme comunicado su proyecto de escribir un libro, las sesiones se o rganizaron como si se tratara de sus mismos capítulos. Por mi parre, suponía que la asíntota del amor se rnanifcs1ab:1 y se consrrufo como los capículos de un libro. Las sesiones se apoyaban en sus escritos; ella hablaba de lo que escribía. El libro que estaba preparando la ponía en el lugar de una mujer escritora del amor que los hombres no conocen. AJjciu hablaba de lo que escribía y de ese modo declinaba el amor de X. Como no dejaba de añadi r páginas. nuevos S 1 que se repetían, yo suponía que la actit ud llevaba a una prolongación indefinida del traiamienro y del libro, <le índole asintócica. Me equivocaba en parre. Un día, Alicia me comunicó que se creía capaz de escribir su libro sola, y le (;Ostaba ven ir a la sesión cuando estaba escribiendo. Le respontlí c.¡ue estaba de acuerdo .

4. Visitas y ro11c/wió11

En los últimos años recibí a Alicia en <los ocasiones. La primera v~ me telefoneó con urgencia para decirme que tenía noticias de su hermana y de X, y quería contarme lo que había hecho. La pa rcj::i había ido de visita a h.t casa de sus padres. Alicia me concó que, al verlos, le parecieron cxcrnnjcros. Pero e.le inmediato, al escuchar algunas palabras Je X , pensó: "Todavía


36 me ama". Y le respondió: "fgnor:mte del amor''. Se fue a su cuanoa CT>cribir. Las pruabras de X habían sido:" ¿Qué tal? ¿Estás siempre igllal? ". Le comesté que ~o que había hecho estaba inuy bien. L:t segunda visita de Alida fue para informarme que había conocido a un hombre que rcspe1aba st.1 activid:id y sus ideas acerca del amor. No lo ttmaba, pero lo quería como apoyo. "A lo meioc alsúo día lo quen-é con sentimien\o'' . Ya viví::i con él y. como habfa comprobado que se encendían bien, quería decírmelo. En cuanto al libro . segu\a es~ribifodolo. AJicia pasó de un fenómeno impuesto (ser la cnutivi1del amor de X) a convertirse c:n cautiv~ dcl amor. Mí inrerrogante se refiere al modo de consrrucción de ese sínrorna inédito: "Soy l:l cautiva dd amor''. Par?. r~spondcr. ~ meneste r recordar que el hecho de estar cautiv:t del amor de X es el fenómeno elcmenritl ya presente en s.u p kosis. Li <:scri\\m\ t:imbién er;1 algo ya presente. Ambas cosas. la ccrte;rn y l:t escritur;l, incluían a X. Me parece que la intervención '' que X la ::imc no quiere deci r que usted renga que volver a verlo'' permitió que dla consrruyera ese síntom:i y Ucgiira a ser un:i teórica del nmor. Creo que la rrnnsfercncia cambién inJluyó; Alicia la llamaba "las mo<lalidndcs del sovoir-/aire obre el iimor".


Comen/ario Jean-Picrrc Ocffieux

La riqueza y la estructura compleja de este caso lo hacen muy inst ruccivo. Se imponen eres observaciones iniciales:

- La erotomanía es patente: Alicia está segura de que su cuñado X la ama, e interpreta sus actos y gestos en d sentido de:: ese amor que él siente por ella. La mujer estigmaúza la posición erotómana con frases muy precisas: " Esroy cauciva de su amor" y "¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?" . Ambas frases indican con claric.lac.I que es el Otro quien quiere algo de ella; la cosa viene del Otro. -Pero, al mismo cicmpo, no poJemos decir que es una erotomanía pura en el sene ido de Gatian de C lérambault. Se mezcla con ella la certidumbre extraña e.le una parernidad delirante: a la dimensión e rotómana se :isocia un delirio que podríamos llamar de concepción. Alicia está segura de que "X es d padre de Evan· gdina" , su hija. - La tercera observación se refiere a la configuración particularmence singular y poco común de las modalidades de la transferencia. EJ autor dio con la paciente en tres oportunidades, cada una de ellas en papeles muy diferentes: la primera vez para evaluar si su internación se justificaba; la segunda, se to pó con


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C OMENTARIO

su caso mientras se desempeñaba corno analista de control, y la tcrccrn, b rccih\6 en persona para encar-J r un rrabajo analítico. Jo cual le permite abordar el caso desde tres perspectivas distinm:;,

hecho nada [recuente. Luego de esrns eres primera:; observaciones, conviene ver el exa men muy imeccsame. que se hace dd d\agnósüco de estructura. El sujeto llega la prin1cra vc:z con un diagnóstico de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y Ca dos D <lnte García se ve en el transcurso de un;.t únic;l cntrevisra en la necc ¡dad de 't\CÍ'\'A· l;1r d estatus de lo que la pacienrc misma (influida por los psiquia1rns que la arendic.ron con anccrioridnd) llama una "ide:l obscsiv1:1 ". El ~malí ·ra oricrira con mucha pcrspicaci:i la cntrevist!I para zanjar la cuesción, y la sutileza de la paciente en cuanro a l:i aprehensión de Ja CSI fllCIUl"tl rcprescnt:J para éJ una valiosa ayuda. La propia Alicia dice que onces jamás ruvo ideas obsesivas en su vida ; ahorn tiene unP sola, que d padre de su hija, Evangclina, es X, y no puede dejar de pensar en ello, E lla mi ·ma detecta muy bícn e\ error de diaj!nóstico de los p iquia1ras que la atcndierofl antes y pretendieron hact:r de ese pensamiento un TOC. Adviene indusosu errores de interprclHCÍÓn: uno utilizo manifiesrt1menie un método comportamcntaJ al conminarb a no mencionar l:i idea <:>b$e.$\va. Otro, afirma, \e hizo interpretaciones analíticas, es decir, le interpretó la dimensión proyecriva de su pcnsn niicnro: no es c;l quien la 1\m•'· s\no usted a él. SeRún \u prnpia padcntc. ningu no de los dos procedimientos alcanzó resultado alguno. Alicia taml ién dice con mucha claridad y pr~c\sión -y d anaUs1:1 es el primero en entenderla- que esa idea "se le impuso", y no rienc un inrcré especial en deshacerse de. ella. La respuesta que le da entonces García es dccisivn: d) "No e coy seguro de que se trate de un pensamiento obsesivo ", y b} " Us ted ilo esd obligada a curarse de ella". Comprob:tmos con ello que, cuando el psicoanalis1a recibe y escucha el discurso del sujeto psicótico y responde a él de manera


LA CAUTIVA

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1usca en lo concerniente al scñalamicnco Je estrucrura, decermina d .:ompromiso del propio sujeto en el bien decir y d <lcvdamicnco de los elementos de su psicosis. El autor concluye la encrcvista ron la idea atinada de que se trata de una ero tomanía. En d control ulterior, la dimensión erotómana apa recerá de manera aún más clara. Alicia vuelve a con ulrar a Carlos García .ilrc<le<lor de un año después, tras haber comprendido la primera \'CZ que él tenía una aprehensión de su caso diferente de la de los ot ros méJico . Acude para evita r una nueva internación, es cierro. pero también a causa dcl efecto que ha tenido sobre elfo lo que d ;lLHor le dijo la primera vez que se vieron. Alicia le dice de entrada: ''La palabra 'obsesiva' es del doctor M., yo la Uamo 'idea cautiva "' . Responde así a lo (JUC García le señaló durante su cnc 11cni ro inicial , "no estoy seguro de que se 1rate de una idea obsesiva '', develando que está cauriva de un pensamiento que se le impone, que le imponen. Pide entonces al analista aucorización para designar lo que podemos lhtmar su fenómeno dementa! : "¿Puedo llamar 'cautivo' ese pensamiento, y ya no obsesivo?" . El analista le contesta simplemente: JDcsde luego". Ella dará cnronccs sin demora las coordenados precisas del desencadenamiento, cosa que no habría podido hacer si García no hubiera asumido la posición que asumió. Alicia está embarazada. Un día, su cuñado - úcne una jugue· tería- le hace un regalo para el futl•W hijo. Están en el dom1itorio conyugal y él le roza la .nano. Ella le hace una prcgunra .. que ha olvidado" y que probablemente tuviera cierta importancia en la historia. Vemos aquí, en consecuencfa, el instante de coree del sujeto con la cadena significante (en el mismo registro que el Hombre de los Lobos y la alucinación del dedo cortado). lnmcdiatnmentc dcsputs aparece la mirada: "Me miró de un modo ... No sé cómo explicarlo ... Pensé que cenia que ver con el bebé. [ ... ] En él había algo que me afecraba ".


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CoMt-.'líARJO

La propia Alicia Jice darame11te que lo primero es la mirada cnigm<ilica , cargada c:on su peso de real que signad surgi1't'iem.o del fcnóaneno elemental; el pcnsamicnro aparece en un segunJo tiempo. Estamos anle Ja Jefinició n misma del :nHomac ismo me ntal según Gatian <le Clér~1mhaulr: un fenómeno anideico, y el pensamiento que aparece a cominuación para da r una signifi cación dclirancc a esa emergencia de Jo real. Recién w1a sen1:miJ después, cuando X vuelve a "mirarl;t" de manera e:<traña, Alicia tiene la idea )'la certeza: "Es d pa<lre de mi

bebé''. H~y un::i frase clich:1 por b paciente al :1utor que es preciso citar por su precisión sobrecogedora : "Vengo aquí 3 causa de la idea obsesiva y no por cl\a". la paciente señala <le ese modo el hiato de la c 1usa c.;ncre la idea obsesiva y el sujeto, que indic¡¡ con daridaJ que no ~ trata de \.m pcns~1micmo obscs1vo c11 cl cual ella cscé sirnbólicamcncc alienada, sino de UJ1 pens:imicnto que le es ajeno. Orrn dimensión notable de ~te teuo concierne a " b s rrans· forrnacioncs Je ese amor durancc b cura >'el lugar que ocupó en la transferencia ··. Alicia conoce el amor por primera vez con X. No esr:í enamorada de su marido. Para ella, cl amar se dcdina únk-ame.nt~ en 1:1 forma <le I!! ajjcnación amorosa erotómana, algo bastante habirual en la psicosis. La paciente tratará esa alienación de goce de dos maneras: hablando de amor con el anaJista y escribiendo sobre el acnor, H:1bría que detenerse en los distintos escritos: el misterio, el sinsentido y los escritos de amor. E\ lexto "El 01isterio. . se refiere sin duda aJ 111isrcrio dcl nacimicn10 de Evangdina. Tenemos aquí un inrenro de la paciente de ehbornr una tesis dclirarHc sobre su concepción: u ¿Cómo hiciste?", rucc, dirigiéndose a X, ·•sólo d amor puede explicarlo", y rustingue emonces la -atrncc\ón vagina\ y la arracción corpor'al: "L~ que hace un hijo", que diferenci;1 del amor carnal. El autor no dice rnás sobre la tes~ dclirame de la paciente wn respecto a \a concepción.


LA CAlJTIVA

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El trabajo analítico de este sujeto se: construye mediante una 1-l.1horación de saber delirante sobre el amor, de dos maneras: por la palabra en la transferencia , y por la escritura. El sujeto p.1-;a "de csrar cautiva del amor de X" , po ición erotómana. a r.;1:1 r cautiva dd amor, en el sentido de convcrt irse en una teórica tk· éste, ser captada por un saber, una ceoria dd amor. Ese paso de "ser captada por X " a "ser captada por un saber" no carece , le lazos con una intervención tleJ analista que apunta a una sepa r.Kió n, un corte, un:i desvinculación ent re el amor por X y la necesidad de cncont ro rlo. "Que X la ame no quiere decir q ue usted tenga que volver a ve rlo", le dice el ;1ucor, y estas palabras surten efecto. El sujeto se pondrá entonces a escribir un libro infinito como su amor. Declinará a través de la escritu ra el amor por X, elevándolo a la dignidad de una teoría. u escri!o es una declinación mc1onímicn del amor que le sirve para abordar el goce deJ Otro en el cu~1I está alienada: la paciente cita entonces avatares metonímicos dd amor: el amor cdcs1ial, carnal , va~inal, el nmor fratcmal, filial , fo miliar. etcétera. Pero si d lib ro parece infinito como d amor en la psicosis, la relación con el analista llega a su fin, con la excepció n de: alguno encuentros muy cspon1dicos. Alicia , por lo tanto. t:11n bi~n ha logrado c.lcsvincu larse del amo r de mm fcrcncia . Queda a la sazón cautiva de un saber dclirnntc sobre el amor, q ue tiene el deber de esc ribir. Por último, ha)• que evocar en ese texto el recue rdo de la infancia: "ella y su hermana se pelean por un libro infantil en el que Alicia ve con claridad la palabra 'Roma'''. (En una sesión anterior la paciente había dicho que "Roma" tiene las mismas Jet ras que "amo r".) En ese recuerdo, la he rmana se queda con el libro y Alicia siente una excitación vaginal que a posteriori jamás podrá explicarse.


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C OMEN TA)UO

El auror no comenta ese recuerdo infantil. La escena, que entraña una irrupción Je goce enigmático que supera a la pacien· le, asociada al significante e incluso a la lcrra, Roma-amor, y pone ...:n )u\:.gO un \ibro, conccnrra todos los elementos de su elabo· ración ddiramc venidera. ¿Tendremos allí la prefiguración dcl dcsencac.lcnamiento futuro, en el cual habremos de encontrar asociados d amo r, el libro y el goce itwasor? ¿O se \rata ya de u n primer desencad enamiento?


¿Un amor absoluto?

Philippe de G eo rges

La sensación de una urgencia vital induce a este hombre de cuarenta años a pedir una pronta entrevista. Entra al consuho rio con paso decidido, en consonancia con todo su físico: es un hombre atlético; vestido, pese al comienzo del invierno, con shorl y remera deportiva. y calzado con pesadas zapatillas de lrekking. Cuando su silueta se inscribe en el marco de la puerta, algo insólito sorprende, algo que proviene, sin duda, de cal o cual rasgo susceptible de evocar a un Jean Genec vestido de boy·scout. Crá· neo rapado, barba corca, rostro firme y mirada directa. Pero la intensidad de ésta delata una profunda angustia. La angustia, en efccto, es el motivo de su demanda apremiante: en un plazo de apenas algunos días, debe decidir si se casa o no. De hecho, el plazo es ineludible. En razón de sus convicciones religiosas, nuestro hombre no puede contemplar la posibilidad de no casarse. Semejante hipótesis supone incluso una imposibilidad. Además , se ha comprometido y ha dado su palabra a la mujer con q uien compan e la vida. Pero todo eso no impide que lo carcoma la duda más profunda, la más intolerable d e las incertidumbres: ¿quién dice que ella es verdaderamente La Mujer para él? ¿Quién puede fundar y convalida r un compromiso humano entre dos se res de carne?


Las prórrogas, las dilaci<mes, las m:iniobn1s con d tiempo no resolverán nada. 131 señor M. se pone en m11nos de Ojos. Sólo 8 puede responder de 1:;1 decisión por tomir. 'P~ro \a tfükuha<l csrril>a en la opacidad Je sus designios. ¿Qué signo procedente <le Él podrfa im~rprctarse? E.\ pensar, como él \o hace de manera incesante, en todos los daros del problema. no hace más que sumirlo en l:J oscu ridad. Siempre hay dementas a fovor y en contra. Cada 11rgurncnro tiene su contc:lll.rgLtmcnlQ. No hay" mo, meneo <le absoluto". Nínguna epifanfa, ningún 3pocalipsis, ninguna C<.:ve.lac\Ón. Ü&dn mom~ntO de <.:\ccciÓn, CJ1 e} que él SC: VC irrcmisiblemencc paralizado por I ~ duda. lo enfrcorn a la disranci~ insalvable cnire la relatividad inevilablc de roda deci ·ión humani• y la cencza ele Dios. La singularidoJd primordial de su caso reside en d hecho de que h1certidumbre de csre sujeco -initcccsiblc }' trascendente- produce. h. duda más comp\cta y más parnHiantc. Todos los elemen tos de la reflexión son objetos de su perplejidad: d amor y )a relación con el cuerpo y el sexo son, por ejemplo, fuen tes de su indecisión. ¿Qué es amar (al m<trgcn del :1mor divino) ? "¿ J 1e amado? Lo indudable es que conocí tres años de pasióo ". E.l vínculo con las muj<:rcs está t\csgartado entre las exigencias de las pulsiones y la aureola mariana que nimba a toda mujet arnada. No hay clivaje entre aqucll.is a quienes él ama y aquellas a quienes d~ca . El problem~ no es dd orden de las degradaciones de la vida amorosa que Freud describe en 1910 y 1912. 1 La misma muief queda <tlrapad•\ <:n el campo<ld Jcseo sexual y el campo Jd sentimiento amoroso. eñ:Jlcmos de paso t¡U<! !?. pnkt\c3 sc:<uai no es en sí rnismu motivo ele ningün con -

1 i¡;mund Frc:11d, La Vtt' se,.,,ell~, Parí~ . P U f. l%'l , ~pitu\o4, "Con\noo11oru a lu psychvl()ftit <le Ju ,.¡e .un11urcu~c·. >'cr• cspc:caJJ "Un typ c pa111culacr de i:hoix cfobict chc.d'hommo.: ", p. -1 7. y "Surlc plus Réncr.il dei raln,ii;scntct\ll<k la vio: ~~\U"~~· . f>. 55. l'f'r~d. c-;ist.: • olm : un cil>Q pa111cular de d cccicín de objdo en d hombreº y •Sobre IJ na.is ¡icm:a"h'-'ld:i ~r:a<lución de la vid..i ~ltlori>S<I •. c11 Ohr111 ro111pkt.1r, \'01 11 , Uucno\ r\irc:s. /11nou o11u. 1?79.1


¿U~ /\MUR /\U

owro?

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f1 1cro : las pulsiones son imµeriosas; el deseo, inrenso y no muy indeciso. El señor M. alude a una gran libertad y pocas reservas i:n ese ámbito. Lo atrajeron mucho las experiencias descripras por Michel Houellebecq en Las partícula.r elemenrale.r, y sólo retrocedió en el preciso instante en que, en un campamcnco de vacaciones, iba a producirse un intercambio con otra pareja. Cambió de opinión cuando su compañera dijo estar de acuerdo. No prerende, empero, hacerle cargar con ninguna culpa, pues ella no hacía sino aceptar un pedido de él, iniciador del proyecco. En consecuencia, la corriente tierna y la corriente sensual (para hablar como Freud) se vuelcan hacia los mismos objetos. Pero cs1a conjunción, sin embargo, es problemácica en sí misma, así como es difícil consentir en la imperfección , la dualidad, la contradicción: "Una mujer es hermosa ... pero se tira pedos en la cama; es pura ... pero tiene las reglas ". Sí, habría que poder aceptarlo, pero el deseo de absoluto nunca deja de insistir. Él experimenta en el cuerpo todas esas modalidades de división: la ausencia de una certeza comparable a la de Dios tiene el efecto de dividir el cuerpo mismo en dos. Esa experiencia tuvo incluso una forma inicial y paroxística: hace algunos años, el señor M. se vio enfrentado a una situación similar. En el momento preciso en que debía decir sí al sacerdote, sintió que su ser se desgarraba. Se puede decir sí a cualquiera y en cualquier cir· cunstancia, pero ¿cómo hacerlo ante Dios? Esperaba algo así como una transfiguración por la gracia divina. Habría debido estar "aureolado de luz" y no parali7.ado por la impotencia para actuar. Esa imposibilidad de responder "verdaderamente" suscitó un desencadenamiento. Una vez concretado ese primer matrimonio, el señor M. cayó presa de un intolerable anhelo de desaparecer. Ésa era la única salida a su posición insostenible. A posteriori le resulta imposible establecer los lugares, los momentos, las condiciones p recisas. Por lo demás, éste es para él un problema bastante general: con frecuencia pierde las referencias de tiempo y espacio. Lo que


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PHllJ l' PE

ne G r:oRGES

s:ibe <.:5 que después de ese casamienro tomó un automávU y se apresuró a encerrarse en un monasterio, donde hizo huelga de hambre. Sólo d hcrm~mo to rnero lo '>'is\t·aba <le cu";lndo en cuando. Dt1 ranrc ese cicmpo fue el único hizo humano que mantuvo, ümi\aJo a a\gunas pah1bras. a\gunas oraóoncs y un poco ele pan v vino. · Coino en otras oportuni<lad1:s, parad señor M. apa rece aquí con coda chi ridad La idea de que la muerre serín lll única y verdadera olución . La vida no se justifica y ahora, al cocon t rarsc conmigo, no c::xpt!rtmcnta olra novc<l1vl '-\U<: "d d1.:S~c d~ ~nmar, de vornicar d mundo". Nuestro hombre, que da muescr.is de uoa gr'.m f unqucza cDnsigo mismo, debe reconocer que en lo más incenso de su angustia senr ía un goce indudable, que asociaba "'\a \ocura dd inscancc y la vo1uptuosidud de la caída". Lo que permitió salir de esa completa impasse fue Ja iniciación Je un crámicc Je :inulación del matrimonio itmc las ins1anci:is Je Roma. La instrucción cld pcoceso tardó su tiempo. Peto Cué.\n<lo se pronunció la ":¡c:ntencia de nulidad", el señor M. recuperó "la S\:ns-ac\ón de ~r úno". Este misn10 episodio habia suscitado un temor: ¿córno podía un tribunal humano pronunciarse sobre a untos divinos? La c ucsción, cr'I efecto, era saber qué pasaba con la frase sacrarncnt~ por Ja cual dos seres se unen de manera indefectible ante Dios. EJ apaciguamiento decisivo provino de los 1érn1inos muy precisos de la ley vaticana:. la nulic.hd es dena. aunque se pronuncie de manera retroactiva. Lg scnrencia establece qu~ no hubo unión ame Dios. Lo 4u~ los hombres vivieron y pueden atestiguar no sucedió verdaderamemc eri esa otra escena que es aquí \a de Dios. La sentencia plantea, de codos modos, un problema que d señor M. se cons;tgraní a resolver en Jos días siguientes: como corol:trio, en efecto, pesa sobre él la prohibición de volver a casarse por "inmad urei grave ". Para Ja Iglesia es como un ni11o, inepto, c.kbido a s.u inocencii., para suscribir un compromi o semejante. Será necesario que un psiquiatra, a quien el obispo


¿UN AMOR ABSOw ro?

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11Carga la tarea por cuenta de Roma, atestigüe que desde en111nccs ha madurado y ~cá ahora en condiciones de restar. El :.l·no r M. llevará esta gcs1ión hasta el final, sin vacilaciones, ' u:mdo la prohibición cdesiástica habría podido evitarle la ckccíóo imposible. Pero es indudable que él no habría visto en dio más que una maniobra dilatoria incom patibl e con sus exigencias morales, y el diagnóstico Je inmadurez no le conviene. E~te especialista en derecho constitucional, y particularmente en el rema de la decisión política. no advierte en si mismo una meptitud para juzgar y tiene, antes bien, la sensación de tropezar w n un:i imposibilidad lógic:i: la de mantener unidos el uso humano del lenguaje, en eJ que reinan el equivoco, lo aleatorio, Ja posibilidad del error y la mentira, y el campo de la palabra divina, donde impera la absoluta verdad. Así, pese al carácter cnigmt\úco Je sus palabras, ¿no dice acaso Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida''? ¿Cómo aceptar que el cuico no produzca esa mutación esperada. capaz de dar a los novios un "corazón transparente"? ¿Cómo explicar lo que reduce a una imp1use d compromiso sagrado con la esposa? El señor M. termina por encontrar la ÍÓl'· . casa rme con 1a mu1er . de D'1os .. I" m ul a: " ¡Q ucrna Antes de volver al caso para discutirlo, señalemos que durante esos encuentros se aborda poco más que su preocupación del momento. La invasión <le su pensamiento es tal que eJ señor M. ha suspendido sus tareas J occm es y de investigación . ¿Qué vida lleva, cuáles son sus n:laciones con los otros? Las indicaciones son escasas y dejan entrever un fondo de tonalidad persecutoria. Nunca lo comprenden verdaderamente y cl malcnccndido le resulta insoportable, al cx1remo de despertar en él un odio masivo que en general no llega a la expresión. Q uerría que sus relaciones con el prójimo se enmarcaran en la philia y el ágape. Pero nadie está a la alturn de sus expectativas y cada desilusión ali menea en él un sentimiento crccicmc y exacerbado de soledad y dcscspe· ración. En cada lazo concreto, cJ ideal se rompe comra la realidad l


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PI 111.lPPf- O!'. G f.OV..G \:$

y la presencia del sujero en el otro que rebaja el cara a cara al e.ie imaginario. Así, el señor M. cree que debería asignar :1 su p¡¡dre Ja función de lestigo del matrimonio. Eso significada dacle cl \ugar que nunca o<:upó en su vida ese inmigrante humilde y silencioso, ese hombre insignificance que siempre se limitó a su uabajo. P ero la re>puesra de su padre a esa asignación frustra la expccraciva y desnaturaliza la idea. Dice: "Siempre te estorbé". ¿No debe tomárselo al pie de Ja letra? ¿No sería mejor eliminado? Obcendremos algunas informaciones a posleriori, una vez que d señor M. se ha>'ª marchado de I.1 región . Señalemos que d matrimonio se realizó. Sorprendenremcnte, se desarrolló sin en)!.OHos, a pesar de que la aporía lógica no habfa renido ni nguna solución. El seño r M. e apoyó en d texto sagn1do pt1ra hacer freme ~ p\azo. ¿Acaso no dice cl Génesis: "Hombre y mujer los c reó"? ¿E incluso: "Por esto el hombre dejará p¡¡dre y madre y se un\r·i 3 su mujer y \os dos serán una sola carnc"?1 Oc todas maneras, esos apoyos son can provisodos como insuficientes. Sin embargo. cl resto, como dice Kipling, es otra hisroria .. . Formulemos nuestra hipótesis: para ese suje10, "la mujer de Dios" es el n<>mbrc de La Mujer. Con ese nombre existe para ci. Como es evidente, d señor M. toma dd regisrro del culeo mariano los ingn~dfontes de esta figura de su mundo. Maria tiene d mérito, en efecto, de permanecer siempre virgen, ser fecundada por el hálito divino que, así, la eleva sin pecado a \a condición adorable de madre, y ser madre de Dios. Esra situación única para una persona humana , rcfonada pot cl dogma más reciente que la dice "sin pecado concebida", la preserva de la degradación por el comercio sexual y la exime de. toda marca envilecedora. Encontramos d mismo uso de la figura de María en un breve rexto escrito por AJfred Jacry en cl periodo penurbador para él

2. Géncsi.s, 1. 2.: y 1, 27, La 81b/( de /lruJ4km, P1nú. ~rf. 1998 !Trad . c~$t . : Bihlia Je }trtmlén. Bilbao, De.sel&: de Btot1wcr. 2000.l


¿U~ AMOR ABSOl.lJTO?

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q11c- ~1gue al considerable éxito de

Ubzí rey.> En él , Marfa-Miriam .1hi vez la mujer y la madre de Dios. Es este mismo quien nos l1.1hla de ella. Condenado a muerte, el señor Dios, cuyo nombre de pila es E mmanucl , espera su decapitación en una celda de la \u nté. El héroe no vacila en llam ar a ese ser, amado con locura y h11sta d asesinato, "mi Yocasta". H agrunos notar que Jarry escribe ,.,,e tcxco (cuya difusión fue dumntc mucho tiempo casi confi ,k-11cial) antes de que f rcud pubUquc nada sobre Edipo. pero 1111 sin haber leído con pasión los trabajos de Janet. El señor M., que es capaz de una pasión amorosa y al mismo m:mpo está animado por un vivo deseo sexual por las mujeres, p:1recc chocar con la dificultad de anudar esos dos movimientos n m d uso de las pafabras sagradas. Para resolver esta aporía sería menester " poner a Dios ene re paréntesis ", pues el señor M. siente el intenso deseo de insultarlo, .1unquc no se atreve a hacerlo. De hecho, lo que rechaza es que todo acto tenga una parte de contingencia, de incertidumbre. de .1puesta. Como dice Mallarmé, "todo pensamiento lanza un tiro <le JaJos". Pero el señor M. no admicc cl carácter aproximado Je la función de la palabra humana. Asistimos a sus esfuerzos por constituir un O cro que sea garante de su ·' cú eres mi mujer".~ Sin embargo, las exigencias de su estructura hacen que ese Otro quede reducido al eje imaginario, y q ue espere en vano un signo. Su posición le impide dar crédito a ese "más allá del lenguaje " que es para Lacan el uso de aquella palabra: ésta, en efecto, vale por sí misma más que su enunciado; es en sí compromiso, rienc por esencia un valor pcrformativo. El señor M. no se deja engañar lo bastante por el campo del lenguaje y la función de la palabra n

3. AJfrcd Jury. L"llmour absolu. Puís. Malle et Une Nuiis. 20CH . !Tnd. cast.: r;J .unorabJo/1110. Barcelona. fon1an3. 1976.) 4. JQcquc:s Laa m. Le Si mmnire, l.ivrc 111, Lrs PsydJoscs (1955./ 956). P3riS. Scu1l, 1981. p. 63. (Trad. c11s1: /i/ scnmumo Je )a<Y¡ues Lacnn Libro J. Las pucotiJ 1955./9.$6, Buenos 1\1rcs. P2itlós, 198-l. I


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PHJLIPPE DE G EORCES

p;ira dar crédito 9 ese Orro suficiente. El Orro a quien él nombra Dios existe como absoluta garancía, pero no se 1c manifiesta. Así vemos a es1c sujeco tanto más víct.ima de la duda cuanto que tiene la certeza de un lugar donde d significante posee su v:Jlor de absoluto. De allí la deriva que diagnostica en si mismo: "Me p:iso d tiempo desescribiemi.o todo".


Cnmenlarzo Amonio Di Ciaccía

Un Jcan Gcnec vesúdo de bay-scout se presenta en el consul· tono de nuestro colega Philippc de Gcorges para una entrevisra. Fn apa riencia , codos los motivos de queja de este hombre se asemejan a una ne urosis obsesiva. Pero sólo en apariencia . Este sujeto de rostro firme y mirada directa revela ser víctima e.le una angustia constante, estar habirado por una duda profunda y encontrarse iempre en busca de un garante de sus decisiones. La falta de certidumbre lo paraliza. La oportunidad de reunirse con el psicoanalista surge en razón de su decisión, llena d e dudas, <le casarse. Ese matrimonio sucede a ocra experiencia conyugal finalmente anulada por la Sacra Rota Romana. El tribunal eclesiástico, no obstante, había puesto condiciones a un eventual nuevo matrimonio, a causa de lo que caracterizaba como una falta de madurez. Nuestro sujeto quiere superar ese juicio mediante su segundo casamiento. El cuadro parecería clásico para un neurótico de buena ley, pero algunos puntos oscuros echan otra luz sobre él: cl o rigen de la angustia es la decisión que debe tomarse sin demora en lo tocante al matrimonio; éste no puede ser diferido a causa de las convicciones rdigiosas del sujeto; esas convicciones religiosas imposibilitan infringir la palabra dada a la dama; la dama no tiene en ninguna parte el sello de garant ía del Otro como confirmación


52 de que es La Mujer y, para terminar, el 01 ro, que es p)en::i certeza, induce en el imjc10 una duc.la lOtaJ o, peor, lo ume en l:t perpleiid~d.

Ésros son, t'.ntonccs, Jos perSonajcs de la pic.:a: Dios, la mujer, d ~uicto y la p?.bbr-a. Di(JJ. Se lrnla de un Dios que quíere cr la referencia <le los homb<cs, peco lo:. <leil\ "ivir en medio de b mayor opacidad en cuanro a sus Jesignios. Es un Dios que exige su lugar pero permanece mudo. Aunque el u¡cto quiera \XlOerse ~n StlS m~nos, escc Dios le nieg3 el "moanenco de absoluco" que lo hag:i saJir de Ja duc.la permanente y le dé la garantía de su ac~o. Es un Dios que no habla, ni por epifanía, ni por apocalipsis, ni por revdación. Y nue)tro SL•ieto se sumerge en una reJalivida<l inevitable con tcspeclo a roda decisión humana, que se opone, en concraste, a Ja cerrcza propia de Dios. Lo :-;ingulftr es que la absoluca ccnidumbre divina no produce en el sujcro ot ra cosa que una duda ,1bsolu111. Es,1 Jud:i adopta m~ís bien cl color e.le la pcrplcjidac.I, sobre todo en lo concerniente ,J amor, cJ sexo y la relación con el cuerpo. En consccucnda, ese Otro que es su Dios no tiene nada de pacificador, no es un sostén para eJ ujeto, no es un Otro que lo reconoce, no es eJ 01ro e.le la palabnt. La prcsunra opacidad del deseo de Dios no es sino una rfl•Íscara para W1 Otro que el sujeto ~diviná como Je goce, y e relación con d cual cuyo respccco trata de tener mucho "cuidado". La mujer. Dcbc:n desracarsc dos vcrtienles. En la primcr!l, db o, rncior, d las es1án a\ abrigo de \a división car;l al ncuró1ico: para nuesrro sujero, la mujer del amor se amalgama demasiac.lo bien y de un'<\ manera nutura~ con la mujer dcl deseo. EUas pueden ser :i la vez eJ objeto divinii ado y el objeto de la pulsión. T;tmpoco hay problemas en d plano scxu~l. Por el con\ rario, en su re\ ación con bs mujeres, cl sujeto choca con la necesidad de tener una g¡¡ramfa absoluta. que no ~e refiera a su propio deseo, como suc1.-dería con un neu rótico, en q uien cl Jc.:seo siempre está en trance Je defeccionar; lo que aquél busca es una garantía absolu~"' en


¿ UN AMOR ABSOLUTO?

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rdacíón con ella. O, mejor, con Elfo. Y aquí csrá la segunda ver· ltt'llte que debemos poner de relieve a propósito de la mujer: que ésta sea precisamente Ella, a saber, La Mujer. Una garantía, por lo ramo, referida al objeto del par deseo/ amor y que sólo d pr 1mcr personaje de la pieza, Dios. podría darle. Pcro-¡ay! - ese 1)1os no hace más que callarse. El mjeto, por último. El sujcro revela esra r empeñado en la hu ·queda de su solució n. La primera vez -al menos ha ra donde sabemos- que pone en acto su solución es en oportunidad de su primer matrimonio. Otee entonces una palabra que debería ser la prueba. Pero no sucede así. Muy por el contrario , él dista mucho de tene r la garancfa de que ella sea Ella. Además, su palabra, en lugar de otorgarle una garantía, le hace perder su unidad, sus puntos e.le referencia en el tiempo y el espacio, así como el sentido que es preciso dar a la vida. En su angustia, el sujeto se encuentra. por úhimo enfrentado a un goce que asocia "la locura del instante y la voluntad de la caíc.la". En este punto, Philippe de Georges habla de desencadenamiento. Solución fallida , por ende, cuya recomposición se sostiene gracias a la palabra del juez del tribunal eclesiástico que, al pro· nunciarse sobre la nulidad del matrimonio, no pone en cuestión la palabra como taJ , porque no ha sido verdaderament e pronun · ciada, aunque sólo lo sepamos en d apres-coup. El matrimonio nunca se concretó, pero no lo sabíamos. Esa palabra e.Id tribunal devolverá al sujeto su unidad. Helo aquí otra vez con la intención de probar suerte y encontrar su solución . En esta oportunidad está al borde del abismo: su Dios sigue siendo cl mismo, la mujer debe buscarse siempre en su carácter de toda, pero cl sujeto halla una solución que, en p rincipio, no hace pensar que las cosas habrán d e funcionar: desposar a la mujer de Dios, tal es su idea. El analista nos informa que. por el cont rario , ese nuevo macrimonio transcurre "sin engorros" . De hecho. el sujeto se aleja


54

( Q,\lE.Y li\ 1<10

de la región y del propio de Gco rges. Y nos queJamos -como él, sin eluda- con las VJ.lWlS. ¿ tl su}e\C ~ogró clcctívamente casa rse con fo mujer de Dios? ¿O bien Dios cambió de actitud con respecto a él? Como se advertirá, lo que s~ pone aquí en entredicho sigue siendo la palabra de Dios. Ya no es una palabra hecha de sile ncio. y ni siquiera de ruido d efüame . Se \rn\a ahora de una p:ihtbra escrita. Ésta es la solución descubierta por el sujeto: encuentra en el Génesis las pttlabras qu~ n~~esita . Y va a h;1cer la prueba de esca nu(."Va cxpericncitt conyugal ateniéndose íl lo q ue el Génesis dice ac(:rca de las relaciones dd hombre y la mujer. Ese movimie nto consiste en Ja( a la pal::ibrn de Dios una jcrn rqLJia d elirante pero que p:tra él Íllnciona, -al m~no-:; <ltname un tiempo, como punto de almohadillado.


El amor posible Pierre Ebtinger

L:i definición mínima del amo r entre dos persona cabe en decla ración, en la cual aquél se p rofi ere, se piensa o se escribe rnmo verbo que liga a un " uno" con orro ~ uno": yo lo (o la) nmo. ·u manifestación se reconoce en el ph1<:cr y la falt a. El nmo r se m::mifiesrn a través del placer que acompaña los pensamientos refe rido a una persona, como lo enuncia JacquesAlain MiUcr en su "qwnta carta a la opinión ilustrada " . 1 E l pen sanúcnto orientado por el objc10 J e amo r cslá bordeado c:n mnyor o meno r medida por la falta, que es ot ro signo dcl amo r. Esa falta pueJ e imaginar e como la causa dd amor e incluso como llamado a la realización de un amor que será cnconces re-unión . No obstante, si miramos con más detenimiento , ¿no advertiremos q ue la falta es una consecuencia del amo r, }' q ue éste la hace presente? No amo al otro porque me falta ; me falta po rque lo amo. Si al salir a su encuencro procuro apaciguar esa falta, el idilio que se perfil a con esta apariencia amenaza hacer desaparecer el amo r, pues e n esa perspectiva éste se convierte en b respuesta , 11

1. Jact¡ucs-Alllln MiUcr, •A la mc:mo1rc <k fr1:ud Gn<¡lllémc 1<1lrc" , en I a TmJf't'SJt° 11 Je octubre ck 2001 ITrnd. Cllll • Clrrar ,, In u¡iiniQ11 J1111rado. BU<11\la AiTCS, Paidó.!. 2002.J ~ t erronrtes t't autf('l lettre1 a /'op1111Q11 ~dnir«. l'Pr~ . Atclicrdc: p~)"--haru!V5C ~ppfü¡u~.


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(errónea) a la falta. Por el conc rario, si no olvído que d atnor di cxisrenci:t a ésta o, más exactamente, la revela, puedo deduci r que el encuentro es el de la encamación de esa falt11. ¿De qué falta se trata? Para encontrar w1a pisra , nos bastará considerar lo que abunda c.:n el encuentro amoro o: canto de amor y regocijo scxu~l indican, más allá de sus exuh aciones, que las palabras -aun camadas- y cl sexo -{lun gozado- superan mi ser. El arrebato poético y lo remb!orcs de la carne que signan d estado amoroso r~mbiéo muestran, en su misma profusión. su imposibiÜuad de circunscribir el amor. para re-alizarlo, faltan tanto las paJa. bras como el cuerpo. Sin embargo, de esa falta mana su vida. 8 amor se sitúa del lado de In muerte si se co:iguJa en un flechazo, Lma revelación, una complemenraricdad o un hfüito; si es cl nombre de: un apaciguamiento, una ciudadela o un refugio. El amor que se adapr:• a lo imaginario ya no puede pre1cnder mis que \a belleza de 1JJ1a naturaleza muerta. Así son los arnores de quienes han perdido la huella dd deseo, cuando sobreviven al cxtra'lio de éste. EJ amor situado del lado de la vida es el que no se trafriona al calmM la falta que \o hace vibrar. Como lo demostró Jacques Roubaud . los trovadores había n comprendido que Amorr inandaba, y mandaoo sobre todo \a tanzó, canto en el cual palabra y meiura honraban a quien los dominsba.1 La distancia que ca ntaban, y la lc}anb en que se mantenía a la Dama, d¡1ban tescimonio, empero, de un límicc en el cracamienco de la falta que reside en el amor. Rescataremos, no obstante, cl hecho de que conscnúan en ser dominados por una falca. Si yo lo (o la) amo y (econo1.co que ese amor se debe a que su objeto pone de manifiesto mí falta , el amor puede vivir, con la condición de acepca.r le que la fah-a pone en juego. Así son los amores que proceden del deseo y lo real.

2. Jacqucs Roubaud. "L'amvur. la ~e·. o~ l'<\ mo11r. P'.lm, \·1ammanon. 1999.


fa AMOR POS IBLE

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1 , ws impÜcan otro punco de vista sobre J¡;¡ faha , yue desestima h1 d1111cn:.ión imaginaria dd arnor (complementaricdad, fusión , ' '" m·1H ro ideal, etc.). La fa lra propia de un amo r vivo participa .1, l.1 p;Jlabrn y de lo real. La palabra que siempre falta en éJes la 1 •11l.1 hr~1 <lel amado ola amada. Pero, cuidado, no se trata de la falca dl una palabra de reconocimienro (tú eres ... ), sino meramente .¡,. l.1 íalla de la palabra siguiente , la pregunta, la observación, la l 1.1w mínima, cestimonio de que cada uno, por sí, cst<1en marcha \ .. omcce (y a veces dedica) su paso al o tro. Esa falta e inscribe 1 rnno doble de un pensamiento que no se satisface con ninguna 111.Khaconcría y se guía, en cambio, por el hambre de lo nuevo. 1 ' una fal ta que tiene una dinámica metonímica, siempre abierta, ' 11 0 una dinámica mcrnfórica en la cual '' lo que ocupa el lugar 1 k· .. " intenta (en vano) colmar la falta. Es la perspectiva de la ··significación de un amor sin ümite" pucsra de relieve por Lacan .11 fin al de Los malrn conceptos fundamentales del psicoanálisis.> Y además está la falta que se origina en lo real; está el sexo, yue la hace resonar al no reabsorberse ni en la representación ni en las pinceladas <le goce. El sexo percurba la relación amorosa y de ese modo la conmueve o la destruye. No la agota ni la .ilimcnca. Aun cuando da lugar a éxtasis, dcscsrabiliza toda 11nagen dcl amor que precenda remediar la falca . El sexo introduce un desacuerdo en roda relación, pues se ordena en torno de un goce que, en lo fundamental, separa del Otro. Eso es lo que Lacan desarrolla en cl sem inario 20, Aun , al comienzo del cual enuncia que "el goce, en cuanto sexual, es fál ico, es decir que no remite aJ Otro como tal " .~ En efecto, la satisfacción sexual, lejos

) . Jacqucs L:mm. Le Si11111111tr<'. /,1vrt' XI. /..,•r Quatre «m(('ptJ /011da111mtaux dr /11 psycfu1111(yu ( 1964). P2ris.. Scu1I. 1973. !Trad . C3SI.: f:/ sem111ar10 dt' Jocq1m Lncan uhm 11 ún motroct>nttptos fumlamt'111alrs Jrl pJJ"ro.mdli1i1 19(>4, Buenos A1rcs. l'a1dch. l 986. I 4 Jiacquc:s Lic:1n. u Sbmnoirr. LilTl'T' XX, fü1cor<' ( 1972-197JJ. P~ rls , (."\lll. t 9n. p. 1-1. fTrad. c.ut.: El rrrninan·o Je )11cqun Lacan. úbro 20 Aun 1971· 197) . Buenos Aires. Paidos. 1981. I


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PH!.RRE

Esn

·GF.R

de reaJizar Ja unión, supone un instílntc de desapego, de separación, con respccco 3 la cual todos cie rr:m los ojos. La falt a del encuenr ro consuma (en ambos sentidos) d acto ~~ual . La partición es la t1ntinomia d el goce. El amor en cl regisrro \mag\n:u-io está destinado a velar esa posición antinómica. Sin embargo, los enamorados ilumi!lado> corren el velo en el rincón oscuro donde germina sLI goce para eicperimen ra rlo en s us r ranspones. El amor puede inmovilizarse en las improncas de Jo irnagin:i rio; as\ es d e.mor narcisista que funci ona n \a mane ra de la cap1u ra. Pero, dice Lacan en A un, "el arnor, aunque se trace d e una pasión que puede ser l.1 igno rancia dd d ese-o, no por ello es capaz de privgrlo de su alcance".1 P or lo tan to, también puede ClO ser la ignor!lncia del deseo y encomrar un camino más atrevido, ajustado a \.tna falta pos\ti'la, ps-ooucida y tespaidada en sus consecuencias tanto en la palabr:i como en el cuerpo. Pone entonces en juego una falta que exige un conseritimicnco del sujeto. Jacques-AJain MiJle r fo rmalizó los modos de esa falca que pone a prueba al e namorado en "Les labyrinthe-s de l'amour''/• texro donde rn uestca el e.medo en el o b\eto de ?of'l)Ot de. \a significación del falo, el valor de u11a falta c11 el O tro y el valor a. Ert otnts palabras, cl amo r, sí es algo distinro de una captura imaginaria, debe pensarse con el deseo. Ahora bien, la conceptualización de la psicosis que nos enseña La can se o rganiza alrededor de una cacen<:\Q radica\ de e-sos valores de la falta : carencia de la significación fálícs, carenci<• en la simbo\izadóo. carcnci:.i en h1 \ociillzaóón del goce. Esa carencia radical, que Lacan denominó forclusión, impide d rracarnicnco de la falta, de la a usencia, por no poder suplirla con d semblante.

f Ih1d., p. 11 . 6. Jacqllcs-Ah1in Millcr. "Les IJ1byrimhcs de l"~mour ", La París. ble de la C~usc ircudrcnnc, m~)'O de 1992 .

Ú lfr!'

1t1en.1w:lle, 109.


Et. AMOR POSIUL.E

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\ \1w piense la psicosis a partir de la forclusión del No mbrc-clcll '~1t lt c, de: la alteración del lenguaje o de la exclusión del sukto d, tnJ o discurso, la ~xiscencia misma dd objeto de amor en ella "'· , , no improbable, sí pr()blemática.

Sm embargo, ese amor no falta de manera sis1emática en el psicótic(). El neurótico padece de sus amores en cuanco , 11 lamasrna los endeuda. Como cl narcisismo no es un obsrilcLJJo ' 111\:l O

1111.:no r al amor ligado al deseo, podríamos decir, modificando llll poco cJ manuamienco ncotcstamenta~do, que cl ncurfükosufre por ama r a su prójimo como a sí mismo o querer ser amado por r~tt! como él mismo. Por cl Jado de la pskosis, eJ dcJirjo ocupa n e lugar de sc.r ama.do como a sí mismo, tal cual lo señalaba ¡: rc ud en una carta a Flicss: "Aman su defüjo como a sí mismos, ,. ése es el secreto [d<: la p aranoi:\) ".7 Si nos referimos a las cate· ¡.:Mías modales, Jos :imorcs ncuróiicos responden a Jos necesi, J ades del incon cicnce, mientras que d amor se asocia de manera más o menos comingcmc a Ja pskosis. De allí, d;gamos de paso, ht pertinencia del título <le estas jo rnadas qut vinculan el amor y las pskosis. Esa jmcrsccóón , es:J conjunóón dd amor y la psicosis, no es un conjunto Ví\CÍo. La clínicil nos lo expresa en dos vcr1jenrcs esenciales: Ja deJ amot que co1ma Ja psicosis y fo cid :tmC>r que hace estragos. Ames de pasar a un¿¡ exposición dínicu, resumamos lo propuesto has ta aqui. l lt.:mos definido dos tipo~ de amor: un amo r coa~uJado, mut:rto, que se apo ya escncialm<.:ntc sobre una identifi cación imaginaria, y un amo r vivo, aju tado al deseo. Nos inrerrogamos sobre el vslor de la falta en <.-sce segundo caso para aislarlo en su dimensió n positiv~1 y reco rdar luego sus coorde-

7. Sigmu111I PN."11J , "Mllnuscñt 11 du 24 · 0 1 - l SS~ - . en Nqmanrt: dr la p1ycho1111~~ 1I'. París, llUF. 1979. p. 10 1 !Trad. cut.: "Manuscrito 11". en Y rtn¡ a Wl /helm Flws ( 1 ~7i 90J), 8ui:n0s Ain::s. Amorro11u, 199-t./


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nadas más formales. Esto nos conduce a un callejón sin salida. En cfcctó, ¿cómo habk\r <le ese amQr en \a psicosis si en ésta ia significación fálica <..¡ucda en suspenso, la dialéctica del deseo es inaccesible:: y la puesta en i1.1ego de un ge<:<: \oca\ii.adQ en d Otro csuí ausente? En esrc punco, más que en ningún otro, debemos hacer cl eSÍ uenó de suspender nuestros p rejuicios. C\\andos~ tra\a del :imor, pens:•mos sobre la base de una lógica de la clínica del neurótico o el analizado. Nada iusi:ifica, empe.ro, que neguemos \a uucenticida<l de un amor nflnnado como ral por un sujeto psicóúco. La consider;ición de la psicosis como una e trucrura pcrmiLe, en P<lrticular, discernir su especificidad con respecto al deseo, en cu;1nro aquélln se distin~ue de la estructura neurótica por la ausencia de defensas contra el deseo dd Otro. ¿Cómo es posible enron<.:cs un amM no carente de deseo en b psicosis? Para responder a esta pregun ta, postulemos como hipótesis que el amor sin cs1ragos sólo es posible cuat1do se inscribe en t1n <.Üspositivo que sup)c la auscnciu de defensas contra cl deseo del Otro. La pasión por la normalidad es, ral vez, una Je las soluciones m:ís log!'adas. Pero confrontcrnos esrn hlpót.csis con un cnso un poco más difícil. AJ exponer algunos de sus aspccros, corro el riesgo de que se mt: objete que se trn1:1 de uoa neurosis y no de una psicosis. En efecto. muchos elementos permitirían const ruirlo corno una neurosis, si no fa\tarnn \os circuitos dcl desco'tl para ordenarlos. in embargo, con diez años de perspectiva sigo considerando que s~~ cstn.\~tura no\:s n eurótica sino psicótica. No hay un grar1 caos esquizofrénico, sino singul:ircs triisrornos dd lenguaje que en oc~~i<mes S<: \mpon~n', l'I\) hay un~ ccnei.a fuo<lamentai que se apropie de la raión del sujeto. sino ideas recurrentes de ser víctima, cuya inc rda es µrcoc~1pim~; no hay fenómenos demcntaics

propiamente dichos, sino "amcna?.a ' clemenrttlcs", la principal de fas cu:iles se fcfic rc al dormir. % \\c10011> csrn c:xprc (1óo de )Pcq uc,.AJain M1Ucr, qut" p11cdc: k~ rl>C en " Enc rcucns sur le( d rcun} d u 11és1r C1 t :i pclniquc:". J.., L et/Tt TfMtliJt/Je. 188. 1CX>O.


EL AMO ll POSIBLE

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\ 1 trJl:l de una mujer joven que hoy cicne 30 años. Desde la •••l11k,rencia se siente cansada, llora con mucha frecuencia a causa , 11 1111alta de atenciones hacia su persona y sostiene su existencia t1111u.1s a una búsqueda constante de apoyo en sus semejantes; , ' "' ' º n su principales síntomas manifiestos. L1 historia de su padecimiento comienza con una situación d1· l.1que ella fue víctima. Tenía 11 años y venía a la ciudad, no ,1l 11;i lo que era la gente ni quiénes eran. No sabía que los niños e 1 . 111 malos. En la escuda primaria había crecido bajo d ala de "' padres maestros, en un pequeño mundo etéreo en d cual el 111 ~ ho de ser buena alumna y amable b:1sraba para ser feliz . Creer • 11 d buen Dios y hacer los deberes, juga r a las muñecas y a la 1 ,1\ ucla, ¿no bastaba eso para a.ümcnrar una inocencia eterna? , 1·.ra posible que no se compa nicrn ese credo, que fucra ridículo .1l 1oonarse a los juegos infantiles, inoµortuno pedir en clase más 111lormaciones al profesor, irritante plantear razonamientos mo· 1.ilcs a los compañeros? u ingreso al colegio sec undario rcpre\cntó la entrada a un infierno donde ella serí:i, Jurante mucho 11cmpo, el "pimfo con anteojos" dcslinado a soportar las burlas y el mal humor de los alumnos. Herida imposible canto J e curar fpan.rrr] rnmode pensar [/>enser] ,como no fue::ra con un <..-spíriru de venganza. Su imposibilidad e.le integrarse al medio juvenil del colegio serfa compensada, sin embargo, por d encuentro con un grupo cristiano protestante repucado por sus posiciones cx t remiscas en materia de fe. Ese grupo, aJ cual todavía pertenece, funciona a la maner<l de una comunidad con frecuentes reuniones en las que se ora y se rompanen las inquie1udes y los estados de ánimo cotidianos. Vino a vennc poco después de cumplir veinte años, porque su · ueños eróticos mortificaban la relación con Dios y la comu nidad de la que era asidua. Mi paciente es una verdadera creyente, e.le una fe absolura; Dios es para ella una presencia indudable, un partcnaire al cual se dirige en la oración y cuyas re puestas descifra en los sucesos de su vida. Se traca, empero, de un diálogo siempre imaginario; nunca apareció ninguna manifescación real.


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Ninguna h~ldla de \H'~ rdac.i6n defüame con Dios. Así pues, sL1eños eró riws ,1compañados de sensaciones voluptuosits y or· g:rsmos ponínn a prueba u fe fuerte e ingenua . Ella no podía admirir que Dios quisiera e os ueños y rernía h:icer conocer esta experiencia a los miembros de su comunidad. El probkma no era ranto la culp:J como la incoheren<::ia que introducía d goce sexual en su <.:onccpdón cristiana del mundo. Su primera de· m~nd:\ er;\ la una psicorcrapia, a fin de hallar expl icaciones que le pcrmicicran t mt:ir racionalmente u problema. Decía temer el psicoa nálisis, pu~:s "los psicoanalistas explican todo por cl se· xo". in embargo, apenas inforrn:i<la. de que eslaba fr<:.nte a un psicoanalisto , ad:Jró que, en realidad , rcmío sobre todo el div:io, donde, {lbanoon3da a sus pensamientos, podria ponerse a "hablar en leng11::is". como ya le había sucedido en momentos de oración comunitaria . Ese "'hablar en lenguas" era una jcrg~ hecha de fonemas tot¡11mente incomprensible que ella cmi1ía a su pe!\ar en momentos de comunión incensa; momentos, por lo canto, en los que su idcncific:ación vacilaba en ~nefido de \-a íJentifü:ación con la pcq ut:ña m:isa constituida por su grupo religioso. E 11 experiencia, ~lgo anguSliamc para cllit, era felizmcnre inrcrprccada por los otros como un:1 manifestación de la inrc nsid~d de su fe , sin mfü;, Ella misma temía la aparición ck ese fenómeno, rracaba sin demasiada convicción <le creer en la expli<.:{\cióo m\s· ticit y se 11cgó duranre mucho tiempo a aludir 3 él luego de su mcndóo inida.I. Rt.:cié.n trans(:uni<los vatios años consentiría un día en mos1rnrme un pequeño ejemplo. \10\vamos, empero, a nuestro punto de p;mida. El goce sexual la alcan1.a sin que Dios la haya prevenido. ¿Está Éste aJ canto? í, tal vez. pero en el fondo l!pcno.s se preocupa, siempre que la fe se mantenga intacta. Tal es la re.spu~ta ?a \a que d\a \legará algunos años más tarde. y con lo. cual salvará su rdación con Dios y S\) go~e scxuaL Habría podjdo tratarse de una problemárica neuróric.:~ reveladora de la discordia de los ideales y las r<!ivindicaciones pulsio11ales , pero cl temor de caer en la locura

oc


EL M10K l'OSIBLF.

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1111onaJo por ella desde el comienzo de nuestras entrevistas 1111111 .1me pareció fuera ch: lugar, no sólo debido a esa irrupción 1h 1111 lenguaje señalada al inicio s ino también a causa de su 1 ''" ' ·mcio y la singular relación con s u propia voz. \11 cansancio y su sueño son una preocupación permanente. ¡\, 1 ( 1>1110 teme verse invadida por "las lenguas" si se aventura a h 111 k·r-.e en el diván , toda su vida es una lucha cont ra una invasión .11 tnc b clase de desbordes. Se trarn de preserva r su persona, es 1111 1r su conviccio nes y su salud, que juzga frágil. Esa lucha no •., .1111c)m:Ílica -ella no parece poder contar con su inconsciente 1•111 ,1librarla-, sino una lucha activa y agotadora. Por eso eJ sueño l h ' m ' en mi paciente una dimensió n vital. Ella o rganiza su vida , 1111 el fin de poder acosrnrse temprano y d Ururnr de grandes "º' lic:s de sue11o. En este aspecto, cualquier incomprensión de "1 ento rno es intolerable, la desespera y. según sus propias pal.1hms, es vivida como una persecución. Ese sueiio ab solutamente 11(·ccsario cuya p rivación evoca la persecución, esa fat iga rn11diana, signan el papel que ella debe asumir de por sí en la tldensa que le falta. En efecto, su rdación con Dios, pese a rodo, 110 da vida a la funció n providencial ace rca de la cual nos alertó L 1can en el seminario Las psicosis al siluar su afinidad con cl inconsciente y apuncar s u ausencia en Schreber, no obst:intc sus rdadoncs con Dios. 9 Como no puede conta r con su buena estrella, mi paciente intenta al meno tranquilizarse. "Eso me hizo bien" . Ya no sé desd e hace cuánto tiempo ese sintagma se rei tera en cada sesión , pero una vez advenido de su repet ición compruebo que no hay una sola en la cual no esté presente para connotar un suceso cotidiano que adopta el valor de un "ex iste al menos una cosa que no me hace mal, que no me agota ''. 1111

'), J~cqucs l>oc:m, /,¡: Siminairt', u 11r t' 111, /Js Pry<bou s (1?55-1956), Pa1i~. Scu1l. 1981. p. l42 LTl'~d. C'llll.. f/ U fl11rtano dt! Jaa¡uN LaCr1n. Lbro J l..4s pr1co.m. 19551?56. Buenos Aires, Paidós, 1984.l


M<is allá del G<ins-ancio, su relación con \os onos se tepane en l11s categorías de quienes la comprenden y q uienc:s no lt1 com· prenden . Los pri meros son los miembros de b comu nidad religiosa J la que pertenece, así como algunos amigo:>. casi codos cristianos p racticantes. Escos semejantes son objeto de sus solic:iiacioncs consc~ntcs, y n.o hay una dlfin1lta.d sobre. la cual clla no pida consejo a tres o c uatro personas, en general mujeres. E.ncuen\rn afü un ~poyo idenüfü:a\orio que \:i tranqui\iza y la o rie nta. ¿Qué hacer? Ésa es la pre~unca esencial que dirige a Dios, ;,i \os orros o a mí , y que se plantea frente ;l cad.1 dificulrad, todos los días. No hay brújula interna ni carretera general, sólo caminos vecinales incie rtos. ¿Busca un maestro? Jndudablcmcnce 110; sí una palabta que oriente y con l3. c~1~l puc<la c<mformarse, una p3l::ibr:1 de lil que pueda decir: "Eso rne hizo bic.:n ". Cosno no sube qué hacer, aclú::i "como" y .i veces "como si", sobre todo en sus µrimeros acercamiemos a hombres, no diccados por los sentimientos sino por b inquietud de hacer cor1lo las Olras. Para cornprcnder la importancia de su voz, que poco o poco llegó a ocupar d cen1ro de su existencia , es necesario rcner en cuenta la cr<tycclOria <le esos diei. prin1ccos ~ños, q\\c es lambié.o el recorrido <le lo que ella llama uhora su análisis. Al sa lir d d liceo \lacib cnac estudiar l cología o fi\osofía, para dccidírse finalmente por esla úhima. Llega sin rropíezos a la maesrría, y luego comienzan años de ptcparación de concursos y de frncasos sucesi\'os. Ha adquirido conoc.imicrHos, sin duda. pero sigue siendo imperme<tble a la dialécúca, de modo que sus trablljos le son d evuclros cat1 obseNaciones mortifü:antes sobte \i b<\n-al\dad o la inttcnuidad de sus palabras. Al mísmo tiempo, y luego <le no pocas \!aci\adon~. intenta algunos primeros encuentros puramcnre formales con jóvenes muy inhibidos que no tardan en dt:ccpcio na rla. ea para prep:mu 1a oposición a un;l cá1cd ra o p:tr::i seducir a un hombre, choca con un:i inc:Jpacidad radical de! adaptación al deseo del Otro. Nada de ostenraciones o evasivas, nada de s.cducción o ;1.11ecs.tón~ sólo fracasos acomp-;\ñad~


EL 1\MOR l'OSlllLF.

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•h l 1n·:1paritión Je un scncimiento de exclusión o persecución. J 11 1·~1:1 épocs vuelve a hablar con frecucnci:i de su mala • 1<1>\·m·ncia en el colegio secundario, conviene a alAunos ex coml>111w1f\S de cbse en pcrsi:gu;dorcs y consjdcrn Ja posibjJidad de ''"'' .1rlos para vengarse. o al ll)enos para darles a conC>ccr rodo d ~11Jrjmicn10 que tocfavb Je caus:m. Se mC' prcsenrn enionces Ja 11pn1Lunidad de d<::ci rlc algo así: "Si, no deben saberlo". Esta lninvendó.n rendr:~ un efecto de apadguamienco, pu d tono • ''" 4uc la digo le pem1ite ent~ndcr que, si no saben el mal que 11 h.1n hecho, acaso tampoco hay:m rcnido la jntención de hacerlo. Durante csce período ne~ro, ln aliento vivamente a internarse 1 11 mdos los caminos que le permitan cncontrn runa salida hono1.1hle al estancamiento de sus estudios; termina por ganar el 11mcurso de ingreso a una es<:uch1 de ortofonía. Poco tiempo .11ncs comienza a tl!iisti r a un coro y tomar <:ursos de catito. Grad11:tlmcnt<.:. esto se convierte en u1rn pasión marcada por la particularidad de que ella comienza a amar su VO% como a sí mis11u 1. Su profesor de canto, zabmero. le a~e~ura que tiene una voz extrnordinaria, <lignu de interprernr las más bellas p:ígim1s del repertorio. Ella lo cree sin esfuerzo. pero la cnl<>quect la 1t.lea <le atesora r un objeto tan precioso y teme que se le exijll demasiado y se le pida actuar en público. Sobreviene entonces ttna leve ronquera e,¡ue la lleva a consultar a muchos especialistas, en busca de tina hipotétita fragilidad <le las cuerdn vocales o un nódulo microscópico. La actitud adopta un cari7. hipocondríaco que rc4uiere algunas inttrvcnciones de mi parte para orientarla hacia médicos más tranquilizadores 4uc investigadores. Luego de numerosas vicisitudes, termina por encontrnr un modo conveniente de prtíctica dcl cftnto, al fundar un pequeño coro csrucliantil en la misma época en que empieza a trabajar como onofonisra. De esa manera s~ establece una rela ción temp~rada con la voz, aislada como objeto agalmático oculto en su cuerpo. En el punto en que nos encontramos, podemos imaginar así cl mundo de esta paciente: está Dios. Otro a quit!n ella se dirige.


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PIERRE EBTINGF.R

están los semejanLcs que le sirven de modelo y le asc:guran la inscripción en un lazo social comunitario, están todos los otros yuc provoc:in miedo y está la voz q uc ella ha hecho suya. No hay parte11aire en el ho rizonte; sólo una vida sexual mas1urbatoria. ¿Y d amor( Por un !íldo está el discurso amoroso c;ris1ia110, el Jcl amor universal. Por otro, una preocupación constante por su persona que podría pasar por un narcisismo histérico, pero que está más ccrc?. <..k: un".1 hipo<ondría más evocadora de \as hagi\ida<lcs de la imagen del cuerpo que de s u brillo fálico. Espera de manera pasiv3 clamor de. un hombre. y lamenta no tener c~si ningún pretendiente. Sin embargo, una fcliz conjunción posibilitará d amor. Será c;on un hombre que frecuenta su grupo rd~gioso . Ese encuentro no tiene nada de ineluctable y sólo resultará posible a partir de un dispositivo comple jo cuyas coorde.Jladas vamQs a precisa r. E l hombre tiene quince años más que ella, est;í casado y es pitdrc de un varón de 8 ru)os cuando se inicia su relación. Su mujer tiene una enfermedad discapaciiancc muy grave que la encadena a fa cama. Él corteja a mi paciente de una manera asidt1a >' culposa en la que se mezclan seducción y confesión . Luego de much:1s dudas, dh1 termina por convenirse en su amante. Y clJa se descubre en \a cama un rempcramcnro fogoso que subyuga a su compañero y lo pone a sus pies. Cuando d amorío se rransfom1a en una relación serla, surgen pensamientos y palabras ex1re.m adamcnre violentas con respecto a b muier de su an,'<mte. Sin avergonzarse, eUa dice su anhelo de verla desaparecer lo más r:lpida.mentc posible y habla incluso del deseo de matar\ a o hacerli1morir a Lravé · de algún descuido terapéutico. Las palabr¿is :;on crudas, duras , sin huella alguna d e culp(\', ;.{ qu( b moral cris· tiana ya no rige. Ese furo r responde a un scnúmicnco de injuscich1: una vez 4ue un hombre hl ama, es ínsoponable, en primer lugac, que haya obstáculos a su unión, y segundo. que esa circunstancia haga imposible el rcconocimieruo de su vínculo. El desencadc·


Et AMOR POSIUI I·.

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ca u ado ante todo po r el secreto de la siruación . ~s 111 1.1l l1uc rodas los aconrccimienros de su vida rengan alguien 11111 H·~ron da. Como d inconsciente no se lo proporciona, clht 111 m nt ra enormes dificultades parn guan.la rse nada; de allí la 111q 11111.inci;1 de la confidencia sistemática q ue fu nciona dentro 1l1l l' rupo. , u violencia se c;il mará poco a poco a medida que li 1\ .1 'uccsivos reco11ocimic11to , que irán desde la confesión tt .1l1:1111os íntimos hasta la notificación a b espos;1 y por fin , luego .11 dos años, la cohabitación. En esa vida en comtm cada uno 111 llL su dormito rio y todo iría a las mil maravilla si "su" pareja l 1w1:1 reconocida c:omo cal po r la comunidad rcl igiosil, c:osa que 1ll.1intent :l lo~rnr. desde luego in éxito. La ituación deriva en 1111 lOnílino larvado, que mi paciente aborc.lu como todos los •lcrnas conflictos: blisquedn de un consejo del cual pueda hacer 1111 .1rgumcn10. En este rnso consegui rá repoyar ·e en el juicio de 1111 pastor qut le apo rtará un enorme alivio al proponerle su 1k firución de 1:1 pareja: " Dos ser<:s que cicncn relaciones sexuales \ un proyecto en común" . <iluda ble pragmati ·mo con el que se 1prcsurn a estar de acuerdo. Tras algunos meses de vidn Je a eres, lo muerte d..: la esposa de su hombre desestabiliza el equiübrio alca11zaJo. EUa se dice que pronto va a poder vivir en plenitud su vicfa amorosa con el lOmpañero, pero al mi ino tiempo aparece una nuevrc qucj¡¡: ya no tolera sus ronquido . Cunndo se da p<.Jr fin la posibiliJa<l de tener un dormitorio p:irn ambos. el compa rtir cotidiano y ya no ocasional de la rnma se vuelve insoporrnble. Su equmbrio y su sueño se ven amenaz:i<lo . y por eso clln c-:<ige mantener los cua rto separados. E.se bru co cambio del umbral de tolcnincia con respecto a su pareja revela que la espos.i cnfcrma era un elemento importante en la e ·1abilización de su vida amorosa. En un con1cx10 neurótico, podrfomos deci r que b d ección <le o bjeto de amor exige que se t nHe de un hombre casado; la desaparición de esta circunstancia pone en cmredicho la elección. Pero esca perspectiva no es pcrtincnrc aquí. Lo insoportable 111111111110 c.:s

t •


parece ser. anrcs uicn, l:i necesidad de responder del hecho de :;er la mulC C de un ho mbre y tener qu\: \oicrnr SU'$ C\'en\.uales sinsa bores. En este caso, lo quc: está en jut:go no se t:ncierra en una dinléctka cJd de coy responde, en cambio, a la am~aza demcntul de h1 falta de ·uc11o. El papel de l:t esposa cnícrma no consisríu en hacer ele su hombre un ma rido :lpartado de u muje{ con el ho nrado pr4'.tcxto de la enfcm1edad de ésta , sino en ocupa do lo suGcicnr1.: parn que él no la acapar~ra en demasía.. Loúisoportablc c:s la presencia dd otro, su presencia corporal. La única presenci<t soportable es la de Dios. Con lo otro" el ttiuste de la disrancia es siempre una cuestión delicada: si están J cma. iado cerca, invaden; cuando están demasiado lejos. ella se siente rechazada. El par/e11a1re oscifo entre estrago polencial y pseudosíncoma. I [::lsta la muerte de la csposn se siruaba rná bien tkl lado de] ~intoma . pero si hablo dt! "pseudosí111oma " es porque ese parle11aire sólo puede exi tir gracia> al di~posit.ivo cornp\cjo que constituye co11 la comunida<l religiosa y Dios. Mientras en d p:trt cnair11 dd sujeto ncurórico se cfcct úa una conjunción de los valores simbóHcos y reales de la folra, aquí hay una disyunción J e e. o mi mos valores, una di pcrsión tal que ~u ·Jnv,1mc no \os encarna, pero no carece de rcl:iciól'l con Jlos. La re.loción con d hombre es posible gracias a Dios y la integración ·Al ~ru?O· O\mH\lt'.. IOS monicnto:> de ten ión, por e¡c.:mplo, ambos oran juJHos o exponen ll US problemas a los otros. Oios y la comunkh<l pe rmiten \m tra\amicnto de \a fah a y ·l goce que ahorra a los am:mccs la necesidad de hacerse cargo J e ellos. i uno de cws pilares \!'<\C U~. h rd ac\ón adopta un timt: persecutorio. Los (undru11cntos de este amor son cscncialm\:OtC im"gio>Jrio:>: encut:ntro de un scmcja11cc en la búsqued;t rdigio a, identifi c¡1ción con la espos:t enferma y :tmor por quic:n abe amM a Ufü\ mujer doliente, débil y frágil. Peco este amor no está cxclusiv:imenrc dcccrminaJo por esas coordenadas imaginarias, ne es un amor coagulado: p:1lpita al realizar la mediación que permite


Et. ;\\IOK K>S IBW

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ro1 ( conc.lescendcr al Jcseo. Aquí, el deseo no esrá excluido 111 1•ll\').lC> en juego por una simomacización del pt1rtenaire, sino .lil r.t( tac.lo en un dispositivo que suple la ausencia de defensa, 11l11~ mn o riginal que permire cvirar el estrago o una normaliza• 11111 morcífcra. En Olras palabras, no se mua sólo de un amor al 011 11 tomo semejan te, sino <le un amor que interpela al Otro. 1 ( encuentro con el O tro, ta n problcm;_ítico en el su¡cto I' h 0 11co. en quien suscíca la oportunidad de un desencadena · 11 11rnLO, aparece aquí como posible con la condición de que el 1 111 o no se encarne en el partenmrt', cosa que faci litan los laws , k Jmbos con Dios y cl grupo. ro<lo esto nos invita :.1 mirar con Olros ojos lo que FrcuJ in11 11duce en U11 ra uado in/un/¡/ el" Leo11t1rdo da \!i11ci, cwrn<lo 'ust1cnc que "la p rocccción concr:1 la ¡¡fccción neurótica 4uc b •l·li¡úón otorga a sus crcycnrcs e explica facilmenre por el hecho de que ésta los libera del complejo parental r...l. mientras que el 1ncrédulo debe Uevar a cabo solo esa tarea" .10 La ausencia de .lección neurótica también puede corresponder a una psicosil> ordinaria. En ese caso, la religión puede proteger del <.lcscn\.adenamicnto dando origen a lo que Freud Uamaba un complejo y hoy denominaríamos una cstruct ura simbólica que ascgur;1una rcmcdiación con el Otro y hace posible el amor.

11l

JO Sign1und hcud . Vn w :1vf11tr d't''l/nr.u Jt" l.lnmml J,. \lmd 11?101, !':iris. G.11lrm.1rJ, 19 7, p. 157. !ongm:tl alcmdn: /:111t' Kindhrrtrerm11t"ru1:g drs l..eo1111rdn dt1 \'um , en Gerammt'!lt' \lí'c,kc, \•ol. 8. 1lambur¡to, S. l'i.chcr Verlas. 197J. p. 195) ITr11d. cast.: V11 1rcueroo 111/a111d .!t• Lron:udo Ja \lum. en Ol-r.ls ro111pll'1a1. vol. 11. Buenos 1\ircs. Amononu. 1979.) !Zsta observación sub1c: la rdi¡:ion se: a¡.:rc¡:ó al texto c:n 19 19.


Co111e111an'o Ricardo Nepomiachi

Em; trabajo de Pierre Ebtingcr permite avanzar en n uestras irlVcs1i¡;acioncs sobre c:I arno r crt las p~ icosis, g roci;1 · a la dand:td y \a precisión del c<tso prcscnrado. Conocemos bien la d iscordancia estructural que se pr<..-senta d ín1caroenrc en la ncurosis entre el amor y la sexualidad. Pero este caso clínico pl :lntea la cuestión más ardua de Ja conexión et)\rC d amor y b sittisfacción sexual en la psicosis. En una primera pa rce de su tcxco el autor prcsent:i las con<lido{)c~ ue In cst ruccu ra que dercrmman el descíno de la vida arno ros~ en el sujeto 11c urótico, a saber. q ue "d amor vi\fe de la falta". El amor \ÍL'11cs11s coordcoadas 1.:n }¡¡ inscripción del sujeto c11 el complejo de c3sw1ción y h1. ignificación f(tlica de ésra que <tllanu el cmnino de !·,\:> idemifi c:iciones sexuales y, como consecuencia, la posibilidad de vincularse con el parlenaire en la rclacic5n scx1.rnl. Pero el inconvcnicnw es que h1 p icosis se organiza en ausencia de ese v:tlor si111hólico de ! fah~. D1.: u\lí cl inter rogante: ¿cómo hablar Je amor ~n la psicosis? Pierre Ebtingcr propoctC no n<:gar !·a au\cmicidad de\ amor :iíirmado como cal por d sujeto de la psicosis. Este caso dem uest n1 q ue, a des pecho de 1:1 folt;i d<.: insCt"lpdóo del S\.\jeto e n \a castración. cxi ·1c In posibilidad, la corHingcnda 'k in cdbirse en urt 1 .\


El. AMOR POSIBI F.

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h l'"'11 1vo de su plencia que funciona como defensa , como 111111 .111.i !reme a lo intolerable del c.lcsco del O tro. 1 11 d caso presentado no tenemos historízación del sujeto en 11 1·1111e lo de unii novela familiar. Lu presentación señala úni· , 11111·11tc que la paciente fue educada en la idc.1 de una inocencia , '' 111.1. -;ostenida por la creencia en Dios. 1 ! primer punto de desestabilización, de ruptura en esa vida , 1, , li1ha absoluta, se produce en el colegio secundario, cuando 1ll.1..,t: convierte en el hazmerreír de us compañeros y tropieza , 1111 l.1 incapacidad de integrarse al grupo de alumnos. Comienza 1111n1Kcs a frecuentar una comunidad rdjgiosa con rasgos sec11111,l>, que la comprende y le da cierta pacificación. 1\ lo 20 años, cuando acude a consulrar al analista, sigue tcr.n l.1 en esa comunidad religiosa y su creencia, pero padccc 11hrn1acioncs eróricas. Un mal encuentro con el goce sexual -ella l1.1hla de "sensaciones voluptuosas y orgasmos"- perturba ·u 11111ndo <le creencias, soporte de sus identificaciones. Esta ruptura desencadena f enómc.:nos persecutorios. L1pa· , 1cmc se sicnce atacada, y esa sensación la rerrotrae a lus malos rl·ntcrdos del colegio secundario. Experimenta cn1 onccs d im · pulso de vengarse de sus ex compañeros. El an:Jlista interviene y l.1J isu<lde de tomar esa actitud. lo cual uenc un efecto pacificador. l .a alienta, en cambio, a proseguir sus estudios. cosa 4uc dh1 h.1ce con buenos resultados. El an;ílisis permitirá rnmbién el establecimienro de " una relación tempernda con la voz. aislada como objcco agalrnático ocuho e n su cuerpo" . L:J paciente comienzn a "amar su voz como a sí misma", lo cual apaciguará su relación con el cuerpo. Encauza emonccs sus cs1Udios hacia la ortofonía, coma clases de C<tn to. a isre a un coro y termina por fundar el suyo propio. Agreguemos que la paciente alude con mucha discreción a fenómenos que ella mism:.i Uaina "hablar en len~uas" y que no


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debCfl sirm1rse del lado de su relación con Dios . corno en d caso s~hn.:~r~ no, a\ me-no , de un:l manera consl.lmada. Se trata de sucesion<.:s de fonema inarticulados y r:irenrcs <le scn ti<lo, un ~:ilimiltfas que se imronc e irrumpe, sobre codo <.:n momentos de on1ción, sin q11c la pacicnlc le Jé un<l i~nificacián Jclicamc 1nís1icn. En\f~ el ;mior a Dios'! una cro1ízación m~1srurb:noó:i , ¿qué lug:u queda . entonces, para el amor a un hombre? Ell:1conoccní a un hombre Je su grupo religioso. pero c:is:ldo con 11n:i mujer :1foc1ad:1 por una cníccmedad muy grav<.: y dcsti· n:H.b ~• una muerte µri>xiin:i . Mu)' pronto naccr:ín c:n clb ideas tk ascsin :no con n:fcrC'ncia a <:Sta nilljcr. Una cohabitación <.le a tres v:t a arcmpcrar esa ideas violentas)' ella mamcndr;i con el hombre.:. h~t ta la mucrrc e.le b esposa, una rdacic'in a111oros:.1 y sex ual que dcscstabifüará el buen cqu\l\bdo ~uc habí~\ lo)!,rn<lo "armar". Cuando se ubre la posibiliJad de la vida en parej:.1, dla y:i no put:dc -sopon ar ser la mujer J un hombre cuya pre cncia corporal le re ulr~ ahora 1nrolerablc. Deh1.:mus cliícrenciar aquí J;i relación con ht Ow1 mujer en el cuso de b hi ·té rica. <le! e ' le caro de psico is en d cual d ~mor ...:n s11climc11sión inlaginaria sólo fue posible gracias a la presencia concr~t:1 de e a esposa moribunda, :isí corno de la religión que lig:1 a los Jos amantes: l:t creencia rcli~iosa. en efecto, cumple para dla el papd de pacificador de la rcl11ciú11 con el Oc ro. En csla muicr, el ;\mor poc Dios es miE. el-aro t¡\1\.'.. el a1n<>r por el hombre. 1 la :.imado a ésrc con un amor acomp;u"lado de deseo, pero con hi con<\ición de no encamar clb misma al Ülro e.Id deseo, lo cu:1l la disungue Je.: la posidó11 de la hist¿rica que, aunque la utiliza par:J sosrencrse, debe ser capaz de suscracrse a ella. Parn csr:1paciente. el amor>' el <le ·co sólo son posibl~s si este último se si1úa en otra parce, un;t estructura constituida por Dios, b coniunid;1d rdigiosa y d pttrtenaire, 1res clcrncnws que deben


[ 1. AMOR f'ili. IBIJ .

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, , 1.11 .uwdado entre sí. En este istcma complejo, el otro es .Id r .1u aJo. Fsie bricolaje ingenioso y singular prcscnrn una modalidad 1···1l·1111ca de lo que Lac:m definió de manera cstructu rnl en la 11111rosis: "El amor permite al goce condescender al dc."Sc.:o".



Ef amor como valdemarízación del goce 1 Marco Focchi

<J ucrría prcscnt:lí un caso que ilustra C'l f uncionarnicnto per"1rnte dd amor ídcalizado de una mujer por su madre como . lcquc protector cont ra los temas deliranc<:s de una psicosis cuyo fv,cncadenamiento poúríam() situar c.:n b aduitcz, a rafa de un , ¡11so<lio que se rc:monta a m1.1chos años •11 rás. Se trarn Je una mujer de fís ico agradable y orig~n it:cliano que se dcscrnpeña como empleada bancaria. Viene a vc:rmc luego ,(\'una internación de un mes y mcJio, debida a ciertos crascornos 1lc: la conducta manifestado en su luga r de trabajo. Me cuenrn que codo empezó cu:indo pasó a uirn co1npañcrn una nora que decía: "Cuidado con el diablo de ojos azules". Se refería al dircccor dd banco y, dke, no era sino una advcrccnc.:ia ett forrn;J de broma: todavía no sabía nada preciso, o acaso ólo tenía un prescncrmienco. En cambio, ellos, "los m:gros", tr<ld<ricron el mc11s-&je como la señal evidente Je su saber y, por lo tanlo, hicieron todo lo ne<::es<trio para incorporarlu a su secca. Este episodio vinculado con su trabajo se pro<lujo en un mornenco de agravamiemo de la salud de .su madre, enferma de 1 U 1(1111ino 1111/Jrm11m,iJn•i11 h:1cc rc:fcren(1a al señor \IJl<lcmar. ~r1<>0:i¡c Je: un cuento Je Edg¡it ,\ . Poc-"L:Hc:rJ.id sobre d C:l\O Jd i.c:ñor Vuldcrn:it"- . cu\'.t cl(i~icn · 1.'.:I-' <(<lt'l.},¡ JUSf X"tr,i rda Clllr<: ¡., • lt /.r y l.1 "1UCtl<' r>vr mcdi,, ' '" 1'1 hi¡m'1;Ít..


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l ANCO f QC<.JU

cáncer des<lc ba:r.tante tiempo atrás. La pacicncc b asistió duranrc quince noches seguidas en el hospital. Una <le e ·as noches de vigilia, mientc-&s observaba el cuerpo de la madre debilitado por la enfermedad, en una situación de deterioro rnn grande que csraba reducid\\ a un estado de larva, su imagen se le ap-areció como la de un:• poseída salida de una pdícula de te rror. Ella no que rría decírmelo pero debe hacerlo: en ese instante creyó que su madre era el diablo. También le surg\6 una duda: ht posibilidad de que ÍOfma ra p;me de una secrn. 1fizo entonces unos <.:iiperimentos, apren<lidos cuando concurrfa a un grllpO de dinnérica, y vio aparecer en la frente de la madre un triángulo, como d de la Saniisim:t Trinidad, pero de un roio imenso y demo níaco: un signo ambiguo . Mi pa icnte se marchó del hospital alguno\> días am~ de Ja niuenc de su madre y ésrn, en d momento de despedirse, se expresó más <:1 menos en estos términos: "¡Saliste bien dd apuro!". La mujer rornó es ras palabras como una insinuación. El tema deliranlc de \a sect:t tiene un dcs:irrollo riguro~. Hay <lo~ personas que se ponen en conrncto con clla y le dicen que esr3 provista de un ~nchufe. Esto sígnific:• que ella L'Std reducida al esta<lo de máquina y es pofiible acúv~rhl introduciendo Is ficha en el tomacorriente. La mujer es consciente de que no debe ser una simple ni:íquina , q ue aún tiene en sí la fo1:rza de re~larse: durante un tiempo, en cfc<:to. destruye sisremálicameme los enchufes. Los perseguidores capt;\O de inmcdi¡1to todo lo que mí paciente pien sa y dice en el momento mi ·mo en que empieza a habla r, y ven la mism"s imii cncs que cUa. H :1blan un léxico cifrado - um't \engua fundamenrnl dásica- en d que "arder" significa "tener ganas de una relación sexual" y "trabajar" quiere decir " 1encr tdacio ncs scx uales ". Esos perseguidores son diabk>s, ;' ella se pregunta si debe creer en la cxistenci:t del demonio . Si se niega a entrar al mundo hacia el cual intentan atraerla, es porqtie e trata de personas de baja moralidad para quienes to<lo se reduce ::i la SC}:uafühtd.


EL ,\.\10}( ({),\10 VAi l >F~\IJ\ Rl7.Ac:JÓ:'\' DEL GOCI:

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rrn hacerle creer que es una mujer de mab vida y, como 1 I"'' " 1lc ·· conccrnrla", pueden procurarle sensaciones exuales • 11 11110¡0. Por ejemplo, ella escá en la oficina y siente una exci1111 11111 111uy intensa: son los perseguidores que la manipulan. \1111que obtenidas por medios mecánicos, las sensaciones no .1111 11 de ser muy fucrres y pueden llevarla al orgasmo sin di11111lt,1d. 1k tal modo, la mujer se encuentra en un e rndo permanen te .1. 1ms1ón sex m1l, y el tr:uamienco al que la someten se intensifica .l111 .111tc la noche. Sólo logra saJva rse cuando va a la cama con 1 11,10, lo cual significa en su caso meterse bajo las fra zadas con 1111 <. ruc1fijo; lo saca de b cartera y me lo muestra: es un objeto .1, 1que ¡amás se separa. La paciente remonta su situación act ual a ciertos episodio · • 1111..· se produjeron hace más de diez años y cuya rcspon abilidad .1111buye a una per ona 4ue ahora hace todo lo posihle para borrar ' " rastro. Es un hombre -ella me dice su nombre y apellido- a q11icn conoció en Milán, en Ja época en que había dejado su .ddc;11wtal para buscar trabajo en esa ciudad. Le parece que él l.1drogó y, bajo el cfeclo de la sustancia, sin tener conciencia y en circunsmncias poco claras , eUa sufrió algo a lo que se refieren los perseguidores cuando la acusan de ser unu prostituta. Con d hombre en cuestión había em ablado una relación que su madre no aprobaba, porque él era mucho mayor que ella. En un inicio parecía ser joyero, pero, en realidad, sus activida<lcs Jcbían ser el tráfico de drogas y el proxenetismo. EUa estima. por lo tanto, que pudo haberla drogado, probablemente en un momento muy particular, ames de un período de cuatro dfos <lu ranlc los cuales la mujer se sintió mal. La historia comenzó una mañana en que, al abrir los ojos, todo empezó a girar y ya no St.: detuvo más. Desorientada, llegó a hacerse dectroencefa lograma para verificar que no hubiera lesiones cerebrales. El resultado fue negativo. Eso le hizo pensar que su compañero le había <lado ruguna susrancia. Incluso tuvo secuelas de orden fí1 ti 111..


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M AKCO fOCClll

sico, en particular fisu ras anaJcs a rafa de las cuales, para curarlas, dice, "deben haberme quemado enteca.". De manera significaciva. hay un tema recurrente en su ddirio: los miembros de la secta que la pcrsi~ucn prevén some.\er!a a\ suplicio dd empalamiento. Como sólo ciencn relaciones sex uales co111 rn mteura. quieren iniciarla así en us práclic<\s. Una cart a 4 t1e envió ul papa sintetiza de m:rnera muy clara los grandes temas de su delirio. Su Sa111rd11cl l lt1strí~1ma, L .) M1 historiJ e unció cn julio pas~do,

cu~ndo

empece a c>1:uchar

voces c11 la cab~~a. Deseo :tdarar que soy unil pecJJora, sólo me casé en el ;1.yunti.\1t\ie1\t~ 'I \'\\) en la iglesia y tcni¡o una hl¡.i <le MCtc :iñQS. i\I principio 110 comcguia comprender qué eran es.is voce~. Je dónde \•cninn y qué fil$ provocaba (... 1 ' in lugar a duda.o¡, <:n ~s" ~\-;)mos y d Anticristo ya se

cttcuen1r:1 en la Ticrrn. Bast,1 que sCJmo~ pecadorc-s par;i que de in111cdi:t10 \lOdamos ~r. <:~m~ nuestra voluncaJ, candidatos ll entrM a esa se<:ta. SC'itÚn el pnpel que nos atrtbuyaJl, tenemos pvdcrcs sobrenaturales, nos cornunic-w1os con el cspm\u y \<\S wmi11~ncs mentales iormub<las dt' mJncrll rcucti\'a, es dL'etr las irnágc11c,; inmcdiarns. ~¡: t ransn11tcn cr1 directo. Los c>jos son cam:m1s y l¡;¡s un:igencs se· rcllcj.tn cucto.mc::I)\<: <:()mi:.' si h pern.m.1que \a~ recibe esruvrcra en la <:on-;ol:i Je urm rcrmiual. El cuerpo propio es compamblc al don ele q11ic11cs csc:in pttscídos por cst:t secta. y las sCflsacione~ or~in\cas \)•m:ti:n ser registrncl:is a t'lldll instante. Lo que nos qued.1de \'crdadcramcnrc per· sonal es, por un lado, el alma, y por otro una p.me r.1cionaJ del ccreuro u la ~w<l\ tllns ~ó\o pueden llegar ckspt1l~ ele concertar con uno cierto pacto o u11 compromiso. Micntrns ese: pacro no se ho c:m1blccido. todos los inCCl?J'BnlC:S ele la scct<A \~ l!.~·.in, \~ cngmusan, te emb,1ucan, te insuh;m: en sir11csis. hocen cualqu ier cosa para alcanzar su objcti\'0, i\demlÍs, por desgracia, cnvínn 1:stiinulacionc~ c<\n'il'Al'l\~!>-a \~ ótg:mos sc~uales :J fin de que la persona elrgida, por rncdio del gocr. se degrade cada vez rnás: "1\ rdcr c:iJa vez más ". según sus propi'1s palabras. (. l Si se clccrcra la muc:rce, se dispone la reali7.ación de la ceremonia de unción con w1n rnisa negra (misa negr,1 cqu1v:tle a demimar In sangre de un inoc-:tw: \)\\ni. Je&wz.ir \.a mttn~. 5 1por el contmrlo, sc!gún ello~. la persona esuí prcstit a ol>cdeccr órdenes, b ayudan a abrirse (suplicio del empafo.


E L AMOH C0.\ 10 VAl.DF.MARIZAUO~ 01.L GOCF.

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1111rnto l, le punen un velo nc¡;iro que s61o los adeptos de lo secta pueden " '' 1 .. ). Dicen que van a empal11rmc. despues me sacarán de m1 fom1Jia y 111 ~ ~·m•1.1r.in a uno de esoi. lug;1rcs que son como casus de prosu1u<:ión .\1.n.¡ue p:11czca raro. p:m:cc que el cáncer prom:nc del d iablo y quien lo 1 .1dt·o.:c es o ha sido un .1dcpw ( ...). Dicen 4ue en P;iscu:i :ie me termmJ la \'ida Le roga r<~dcc1 r unu plcg11ria p .11.i 4ue no nt ropcn a mi hi¡ita. Con defe rencia, le p resento mis respetos.

l .:l pacie nte vinc ula 1oclns los temas dd delirio con el e pisodio 1111s1crioso en d c ual hace coincidir la pé rdida de conciencia, la ¡•rl'Sttnción d e h ab e r sido drogada y los fe nó mc nos de dcs pcr\l lll:tlizació n y extravío que du raro n cuatro días. c trarn cla ra111cnte de un e p isod io sexual, p lt<.:S e lla c reyó hab er sido inducida .1 1.1 pros1itució n bajo el efecto <le los estupefac iente · y todo gira .drcdcdo r de un estado de solicitació n sex ual in inte rrLtmpid:i e n d c ual lu secia la ma ntiene: si no tomara Tavor@, d ice , d1.:be ría hacer d a mo r b s vcinticu::u ro ho ra del día. Esto cont ra ta co n su régimen co nyugal vige nte: In frecue ncia d e l:is relacio nes co n su ma rido es d e apenas una VC't. por año. Aho ra lo conside ra más o menos como un amigo, y la idea de 1ener un amanee ni se le pasa por la cabe7..a. Más at'.m, antcs d e que ellos le hiciesen cxpcrimencar el orgasmo, icmpre se había definido como un:i mujer frígida. Scnúa " la palpitación", pero nunca llegaba aJ abandono, a "c.lcjarsc ir". De hecho , logró d ejarse ir e.Jurante los famosos cuatro días en los que se sin1ió mal , luego d e te ne r, con el hombre, rdacio nes de natu raleza perversa cuyo recuerdo aún hoy la hace estremecer; no se atreve a p ronunciar la palabra: co n él había consentido la odomía. f uero n relaciones extraordina ria me nte satisfactorias, hasta demasiado sacisfacto rias, a tal pun ro que a conti nuación se e nfe rmó: fístulas, fisuras, operaciones. F ue la ún ica vez q ue tuvo un o rgasmo con un ho mbre, pero hah ía gozad o en e xceso y, d ice, e nseguida vino el castigo . Nada sim ila r p udo re pe t.irse (s:ilvo en el Jeli rio , a través de la secta de la cual fo rma ría pa rte el hombre). pues p o r la vía norm nl


M ..\RCO

f OCCl ti

~s ;ibsl)h.namc.:mc frígida}' el recurso a la sodomía ye1 no fue po-

·1blc. Um1sol;1 vez u marido hizo un torpe intc.nlo que no pu<lo culrninar, porque "crn imposible ~cguir''. Llegamos s pre~unu\mos por qué la reactivación pu}sional que cons1ituye la hase dcJ c.ldirio no dio lugar de inmediaco a una pliicOSis lkdar:ic.ln , pues C:sia se marlluvo h11e11re clurnmc casi diez ai1os. La respuesta debe buscarse en la madre de b paci<:.m\!, que c11 cierto modo acruaha corno pa111alla a cs:i posibilidt1d. La r:1cicn1e, como sus hermanos. si~n,prc había vivido una extraña rdac1ón con aqut:lfo: todo · estaban cornplcramcntc hechizados por su ¡:>Crsona\idaJ, y In mi1dre los educaba manteniéndolos lejos dd sexo y crcarl<lo en ellos expcct:uivas (Ománticas y sueños dcspier1 0>. como si vivieran en un mundo irreal. u fobia sexual se dt·bia, al parecer, :.1 expcricn.ci:i · nega\\\l?.'5 a bs cnalcs clb síemprc habí:i hecho alu ión y que couíirmó u su hija un.-i de li.1s noches qui! ésta pasó~\ la ~abccct~\ de su cama en cl hospiral: cuando era pequeña, :> u padre lil había m:moscado. Esto no era U11¡1 revelación, ya lo había mencionado en el pasado, pero esn noche la co11fcsión dcesl'1. muscr cuy-a cxi \enria física estalni en1onccs en sus úhimos momcnros provocó en mi paót::nce una in\prc.:sión muy (ucnc; rnientni prestaba atención 31relato, k pareció escuchar '3 voz de su cur1ado. ¿Por qué él en ¡Y.mic\ll ar? En \n furnilia, el cuñado era un personaje bastante critic;1do porque, según parecía, "acariciaba <lcm,\si~do a su hi)·.l". 1\ l escuchar las co11fidcncias de su madre, la paciente se había cncont nido e n t1na c~trnfra situadón Je duJa, como si todo eso le incumbicr:i y clb f ucse l:• proragonista Je l.1historia y la víctima <le las -.ncncionc~ scxua\cs ilíciras, aLin cuanJo cs1:1ha sq;urn de que su padre jamás le había hecho nada ~cmcjante . l lablab'a Je. é) con desden. Jug<.1dor, nunca estaba en la casa. No recordaba su prcsenci9 cuando ella ern pcqucñi, pues d padre no vivía con ellos.~ Después no. reunirnos en el '61" (''e1 siamo un111 ne/ '6 J"). L..i. expresión utili;1.uda, "ci $iamo unid', tiene la resonancia <le ur1 seniido inccs1uoso de esa reunión con el padre, un sc:nddo 4uc


l::.L /\MOR COMO VJ\WEMA Rf/..ACIÓ~ DI 1 COCF.

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•111,·do en su penso dura111c tamos años y se precipitó la noche , 1, l.1 confesión materna, cuando cUa creyó c ·cuchar la voz del , 11 11.iJo. Esa voz la acompnñaría hasca el mon1e.:nro de la inter· 11.illon y se transformaría m ~ís carde en mucha otras que, en su •lt.1ln:10 de origen, aún hoy le hablan. Eunbién es imporrnnre destacar que, al mencionar el reproche qm. su madre le había hecho con respecto a h1 n.:lnción con ese l111111bre mayor, la paciente agregó que siempre se había senado 111.1ídJ por hombres de más edad que eUa, porque no había 1rn1c.J o padre. ¿Cómo podemos reconstruir entonces la dinámica que culminó en la manifestación psicótica? Mientras vivió en su aldea , le origen con la madre, mi paciente tuvo una exi tencia soñadora ' rom:íntica "como en las películas tle Hollywood " En Milán 'abrió los ojos". Es preciso afü1dir que la pulsión cscópica tiene l:l1 ella una incidencia prima ria: una de l:is variantt:S principales dd tema de In pro titución sostiene que, mientn1s cscaba bajo el i:fecto de la droga , en lugar e.le empuja rla a hacer la calle. el homlire le habría tomado fotografías en poses ín1im as que luego utilizó para la realización de pdículas pornográficas; rambién hubo un momcnro en que ella no sólo rompia los enchufes sino también los Ldevisores. porque a través de eUos la secca la espiaba. Las relaciones sodomíticas y el encuent ro con el goce así provocado son cc.¡uivalenrcs al encuentro de Un-pa<lre real y podrían ser el detonanre del dcli río, pero todo queda en suspenso. ¿Por qué? Por una especie de valdemarizació11 materna: el amor por hl madre bloquea el goce y forma una suerte de Jiquc a la irrup ción pulsional. El embrujo. la idealización sofü1Jora alimentada por aquélla, la ilusión de roman1 icismo edulcornJ o, pcrmirieron a mi paciente mantener la pulsión a distancia , pero esa djstancia ya no pudo conservarse cuan<lo la presencia material de la madre se vio amenazada por la agresión de la enfermedad. La preca· ricdad física macerna dcsc·cabilizó el ideal. En la carta dirigida al papa. por ejemplo, se considera a los cancerosos como adepcos


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M ;\RCO focc 111

de kt secra demoniaca. Cuando eJ ideal vacila y cede, la idcnrfficacion <le l:i paciente con su madre es reemplar.ada por su insr:t.lación en d lugar de goce de esta última. De afü provien~ su dud-.1 de q\\e, cal ve2, los discursos ·obre l11s agresiones sexuales Je condcmen, ·.mnqui; ella "nuncs tuvo padre". E.n esrc punto, el episodio de sodomía de Mil:ín adopta de manera retroactiva ul'l senrido de goce incestuoso con d cual se enc:tdcrntn los 1cm:lS dd delirio. f_.; como si el dccaimkmo físico de la madre dicrn '\lueh ll como un gu:1mc el ideal que el la representaba a los ojos de la hija, y de e -e~ rnodo pusiera de relieve todo el l1orror del goce. La voz dcl cuñado scduc1or de su vropia hij:l se le manifiesta cuando fo madre, procotipo ejemplar de la fobiit sexual que cUa ha he.cho suy~t . confiesa mis ~b\cnameme. ya hundida en ia debilidad de la enfermedad. los arencados sexuaJes sufridos a manos de su mismo paclr~. E como si ~st os í1ltimos cobraran scni ido por primera vez para la pacienie y le revdaran, en cierta. mnner~. la indignidad materna, su incapaóc..lad para f uncion<1 r como soporte dd i<.k "L Si \ta 111adrc Y" no se muestra digna de su am or y ella rnisma cambién ha tomado pnrtc en los comercios sexuales que siempre despreció, ya no queda ninguna credibilidad sobre l:i cuol pueda fundan;e el scnLido dcl n1undo. Todos~ deshace, y la voz deja de ser un mero resto pa ra desbordarse en la realidad \.nvadi\..b por dla, en ~t e caso a través de b figu ra del hennano polídco. P uede hacerse una lcccura edípica bt1scance inmediata deJ caso: 1hombre conocido en. Milán induci,: eo l" \Y.ld~o\~. ?<>t primera vez, un goce. Éscc asume un :;cnLiJo inccswoso cuando la debifü.\ad de ht madre cnfem1a y su confesión provocan el derrumbe del dique que has1a entonces había contcniJo el empuje eró1ico de la mujer. Al pasar de la sobrcsdmación irn1orosa de la figura rnaccma a su dcgcadadón sexual, d goce S\1fgc irrcsisiiblcrncntc: en la vida de esta mujer y da origen a1 deJirio de posesión diabólica , cuyos primeros signos se manificscan en las notas cscricas ..;n su lugar de trabajo.


E1. AM OH CO~IO '.'i \LDl :.\11\Rfl.AC IÓN DEL COCI

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\ 1110:- arenemos a una interpretación cdípica. el problema es 111 1mt·11cía de significado fálico inducido por la fordusión del N1 Hnhre-del-Padre. 1 ' ·ª circunstancia impide la decapitación <le la pulsión a través d1 l.1... ual suelen inscribirse en la neurosis d sentido de la cas" '" 1011 y la imposibilidad <le una satisfacción total. Si la pulsión, 11 11111tra rio, no se caracteriza por la marc¡1 fálica, como en la I'"'' us1s, se rocaliza y IJcna de goce la realidad. El sujeto, como • 111 1 ' a ·o <le nuestra paciente, queda sin mediación alguna frente 1 l.1 .1lrcma1iva entre todo o nada, entre la posición fóbica en • 11.11llo al sexo, atrapada en b identificación con l:i mttdrc, o la in' "11in erótica de la cual ella se defiende con el delirio, entre la 11ll1l·sión a un ideal sin racha o la degradación y la caída en el 11·1 '1:11.0 . La forclusión del Nombre-del-Padre no permite la ar11111L1c1ón dialéctica cnrrc prt:senci:i y nuscncia, veda la posil1il1dad de constitución Je una presencia contra un fondo de 111.;cncia y una ~•usencia evocadora de un:i presencia. La 1111 inomia de la función fálica de la que habla Jacqucs-Alain 1\ 1dlcr en su curso " 1, 2, 3, 4" consiste precisamente, cuando d No111brc-<lcl -Padrc funciona, en esa destotali:tación: implica que 110 h.iy presencia total o ausencia total, uno no e todo Je una l'.1 rtc ni todo de la otra, y las dos cs1.~n incxtricablememc ligadas. Pero también es posible proponer una lectura del caso ba ada 1 11 IJ segunda clínica de Lacan, hi clínica borromea. No hablamos 1 monees de dialéc1ica sino de nudo, y nudo faJlido . En nuestro r.1so, este último pone en evidencia b conr inuidad de los rcgis1ros mediante la cual L:tcan define la p:mmoia. fü1jo cstn luz, el icb1l materno aparece como el factor que permite diferenciar lo inw gina rio desexuali7.a<lo del cuerpo >' lo real de la pulsión. El l"Xlravío expe rimentado a lo largo dc los cuatro dfas durante los lUales Ja paciente se sintió mal hace re on:ir los dos rcgis1 ros sin que se produzca cl delirio, pues, aun cuando ella "abre los ojos" , ~iguc creyendo en su madre. Aunque el descubrimiento dd orgasmo a través de las rclacioncs de sodomía le revele d goce, queda.


•4

¡'vl..\ lt<. o FOC:\111

no obsrantc. un l11g<ir l1bic.ünalmcnte indemne en el personaje materno: ama rla ignifica co111 inunr admitiendo una existencia no conrnmina<l:.i por el goce. Cuando cU:.i ya no pucJc dar crédiro a su m~1<l re, cuando comienzt1 a conjeturar qu~ ésta puede ser cl diablo, rodo el sisc<.:ma se J errumba, los registro e confundcn, la voz e convierte en sonido, la mirnd:.i invade su vida, ella ad· vierte contra el diablo de ojos a.1.ulcs, cree guc puede se r utiliz:ida en películas pornoµní ficas. comienza a dc:;trui r los tdcv1sores y se cnre<l:i en un imaginario contaminado por lo real, cuya expresión 1rnis docucnlc es l:.i id<.:a de si.:r "conecta ble".


Comentario Carolc Dcw:Hnbrechícs-La agna

En d momento en que.: se reúne con Marco Í'occh1, la paciente ~O ;tño y acaba de ser imernada por pri1m:ra vez Jur:intc .1lgu11;1s semanas. Prcscnla un delirio de pcrsccudón muy constrnic.lo, . obre una base intt!rpretativa activa con automatismo mcni al: los imegrantcs de una sccca satánica intcnt:111 cng;iñarla ,. representan una amenaza 1<1mo para ella como p:tr:.i su hija. 1\Jivinan su pcnsamicmo. lns imágenes t ¡11c ve y las palabras que '.1 <1 pronunci;1r. }' b hostig;in sin descanso . . u madre, rccicn1cmcnrc fallecida, cm un probable miembro del complot, aunqlll: ,ubsiste unu ligera inc:cnidumbn: al respecto. El trabajo <le Focchi centra la cuestió n en la. circunstancias de Jcsencadcnamicnto del episodio aCLual y cl modo de vid:i an tcrior de hi paci<.:ntc p;irn hacer notar 4uc el pri mer momwto de l'd o ión de su psicosis se remonta a mucho · afür acr:Js. cuando Jcjó su aldc.1 natal para ir a trabajar a til:ín. Es preciso pbntearsc l monees la posibiJidaJ de un desencadenamiento en <los 11crnpos. El cicrnpo 1 está marc<ldo por el csrnhlccimiemo J e una posil tÓn intcrprcrativa micmras la pacicntl' sigue adelante con su vida, se casa, tral>aja, tiene una hiju y conoce a algunos parle11aires. El tiempo 2 <le la eclosión, que corresponde al episodio actual. 1. st¡Í marca<l<l por un Jerrumbc de todo cl equilibrio anterior: su ' id:i está <:n peligro, al igu<-11 qm: hi <le su hij.1, pero tnmbién la lll' llt:


86 salud moral y la dignidad Je ambas. El único recurso podría ser el papa, como única fuerza caµaz de oponerse a las fuer¿:is del mal. Estamos en lcalia. El autor se pregunta cómo pudo l:.t paciente, en an:füsis desde hace die-?. años. so tenerse en In viJa sin hundirse má prema· turamemc. Es un interrogante fundamemal, vinculado con el de la psico is no declaradas u ordinarias. Focchi formula la hipótesis de que cJ amor por la madre apuntafa todo el edificio u lo largo de esos años: un amor que coagufa, limita, dc1icne la invasión del goce amcnazame. Así como el señor V..1ldemar arrnvicsa la muerte sin tropiezo en virtud dc un es1ado hipnótico, la paciente italiana cruza por la vida sin dific11ltadcs grncias a su relación hipnótica con la madre o a su amor ide-.ilizado por esta. e trata de una suplcnci:1 por lo imnginario, por la imago materna maAnificac.Ja, pcru rnmbién por una po ·ición de sugestión activa de u parte. En este aspccro, la gran eclosión no es sólo un producto de la muerte ele la madre; antes bien, al sentirla próxima é.srn cmpie-za a hahlar: la imagen lrnbla, y lo hace sobre todo de sus relaciones, no con üios, como lo hacía h:ista entonces sin perjuicio para el sujeto, sino con su propio padre y el c.:xo. L<t apdación a lo simbólico creada por la necesidad Je pcn nr los dos imposibles que son la mul·rte y cl sexo hace.: que en la paciente se leva nien las figuras obscc· na del padre y provoca estragos en la imagen sin mella de la madre. La madre ofrecía, hasra allí, una uplencio por el ideal. AJ ha· cer resonar la relación con u propio padre, aparece ahora extra · ñamcntc.: viva, escurridiza. gozante y diabólica. e devela como perseguidora. En todo caso, interroga la relación padre-hija Je una manera 4uc la paciente no puede entender, por lo que cfo. bornrá <1 partir de allí un vasto delirio, sin duda parcialmente retroactivo, sobre lo que los hombres pueden exigi r a las mujeres y sobre la relación entre los sexos. Se descubre entonces que, en lo fundamental. sus pcrscgu ido re no on los hombres; ellos mismos son apenas un vd o tendido sobre la persecución esencial: la de la hija por su madre.:.


Et

AMOR C0.\10 \'ALOL\ 1AIUi'.AC:IÓN ()f l. GOCF.

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hta pacience icaliana no deja de evoca r a aquella a cuyo per1•111dor busca Freud . a cosw de h acer vaciJar la teoría analítica, 1 , 1 11 1,1 cual c.Ua parece estar e n contradicción . 1·.l ccxro de Marco Focch i es para<ligm:írico por presenta r un , ·"''ele paranoia absolutamente clásico correlacio nado con las . 111·,riones más actuales acerca de la clínica de las psicosis, ral • ' 1110 ·e plantearon a lo largo de los últ imos años en las secciones • l1111c1 . Pmlt.:mos resumirlas e n una serie de tem:is: ·<

Jcfini r los pumo .1 los c uales re mitimos b o posició n escructurnl entre neurosis y psicosis; rchllivizar la noción de <lcsencadcnamie nto en benefi cio del concepto de údcsconex io nes sucesi va · '' ;~ señalar las modali<ladc:i d e adaptación de la ~l ruccura psicó tica a la vida cotidiana; asig nar to<la su importancia a la clínica <le las uplencias, esco es, las solucio nes imaginarias que permiten :.i un suje to de e 1ructura psicótica experimentar una rcla riva horneo tasis; tene r presente el rccor<la1o rio freudiano: el dcli rio es una ten tativa de curación , sin <lesccha r cl record:uorio laca ni ano: no hay falta de un lado (en lo simbólico, por ejemplo) in un plus de otro (la invención psicótica). El saber obn.: lo imaginario, Msabcr compo nérsdas " especial que se desarrolla en caso de folla del Nombre-del-Padre, es de mdudabk interés para los psicoanilli ta : se trata de otro sabe r, que incluye " (no correlacionado con la casuació n).

1 S1g111 u11~1 r 1niJ, "CommumCJlion d·un as <le p~r~no'i• en C\\1111.A•ltction UH-C la 1héo11c psvch•nah1iquc•. en Nét·ruu, p>ychote tt pm·rr f 1Qtt, P~m . PUr. 1973. (Trad. • J r.: "Un caso de par;mo1J qu.: cun1 rad1~ I~ 1eo1i:! ps.icoanJli11c1 ·.en Obrot co111pleto11. H>I l-1 , llucnos Aircs.1\ morron u. 1?79.l 2. Subrc csic p11n1 0. -=~ ¡m :""' rcmmr J los comcnlam>s ck Ja(qll~· Al a 11 1 M1U~r lc•m1ul~dos tl,'$tlc 1?97 en l1u "Convcrutions del scctions cliniquc' • . a~i cu1110 :11curso >cmanal qu~ J1c1~ en d CN1\M. donde. cmrc ot r.is. se d1:~•trC1llAn C$t~s cucrno ncs.



Una decepción precoz

Pierre-GiUes Guégucn

F.I ciiso q 11c voy a recordar aquí muestra d1feremes aspectos del amor en las psicosis. Tras acender a esa nifü1 desde la más 1icrna infancia ha ·1a la pubertad, puedo verificar la presencia de diversas fo ccca cld amor que ccscimonian, como afirma Lacan <.' n d seminario Aun, l¡uc en esta materia no se trata de exo. Cuando la sexualidad irrumpa en el cuadro, se demostrará la ne· ccsidad Je una modificación muy imponante del dispositivo. Ame todo, el caso permice poner en evidencia un defecto en d amor marerno; si consideramos con Lacan que la función de ésre es llevar al sujero. en el lenguaje, a la dimensión del deseo, debemos reconocer que en este ejemplo específico hubo una folla fatal cuyo origen es oscuro, pero no por dio deja de producir sus efectos. Este aspecto no siempre es ic.lcmificnble en las psicosis infantiles; que haya sido señalado con claridad es uno de los beneficios de este caso. Veremos a continuación que el amor de la niña se c.lisrribuyc en tres vertientes: el amor de cransfcrcncia. el amo r por el padre y luego el amor por el ot ro sexo, en el momento del viraje de la pubertad. A decir verdad, en los tres caso · ese amor adopta un cariz erotomaníaco, en cuanto el sujeto procura encont rnr en d otro el signo de que e arna<lo, sin que, pe e H ello. del Otro le vuelva un goce nmcnazan1e. En 1:1 psicosis. esta búsqueda es


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P 1F.RRE·G ILLF.S

G ur.cuEN

dc;ücada y exige un tipo de anudamienco cSpeciaJ . En este ejemplo e desrac:i pnnil:ularmenrc un aspecto que Lacan scñah1 en la dc~cripd ón del caso chrcbcr, también notable aqtií: un mo· mento de subjeúvación o , mejor, d advc11imie(lto imposible de subieti\far de una desconexión de la cadena significante, que Schrebcr c xperimcnrn como e4uivalenre a h~ber sido abandonado por d Oao. y cuyo corolario es \o que Lacan denomina " muerte del sujeto" (por 1lama1iva que sea su justeza, e la e xpresió n sicmpr<:. es delkad'd d e imcrpre1a r}. Lacan seña\a tambien que ese mome11to corresponde en cJ paciente :J Li muerte de su capaci<laJ de amor o , más juscamcntc. ''\a muerte del \azo que une el amor ol 01ro y la capacidad de des1;arlo a la manera neuro1ica, es d ecir en relación con La faka . Es~e ?unto dinico t:rn1bién es difícil ele tntducir con exactiwd, pues Lacan indica que no por ello Schreb1,;r dei~• de amar a su muier. Lo cierto es que la expe riencia cünica muestra con frecuencia que el amor en cuestión responde a cierro formalismo y a ideales vados. La curn se desarrolla con dos escansiones esenciales. La primera prcsenra un mo mento en que el sujeto intenta da r un significante ~• sL.I " muerte subjeriva". Tie nde así, sobre el abismo surgido muy tempranamente. un pucme significante que permicirá ciert:i a<luptación a las c"igencias de Ja vida social (eJ sujeto no se proyecta " fuera del discurso"). La otra escansión es final y produce un viraje brusco del amor consagrado al padre, <1sÍ como del amor de transferencia a raíz rlc una " traición" ocurrida en lo simbólico y que inclina csre úJ1imo amo t hacia la persecución. Entre c>os dos episodios pod cmo > \ICT :ll 5ujcto bajo transferencia intentar, mediante el dibujo, corrrruirsc un cuerpo y darse.:. de ese modo. un lugar en d \.m\-1c\'so Jd cfürnt o. Distinguiré d rc\ato dd caso que describe la introducción dd dispositivo y el mecanismo de la '1ccián

:J.nalít\ca.


U NA [)fC:FK.IÓ:>: PRECOZ

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f', l11tu Jd tratamiento E~ta niña, en efecto, ccnfo apenas eres '1ños cuando sus padres

l11ucro n la primera consuha. Asistía aJ jarJín de infantes y la 111.1cslra había señalado que era torpe; aJemás, los otros niños " ' lían dejarla de lado. La primera entrevista con sus padres me permitjó distinguir 1los hechos salientes. Ante todo, ent re ella y su madre había hah1Jo un momcmo de extrañeza. La rnujer no sabía interpretar In. gritos de su criatura, que le parecían "sin motivo", y tenía la 'cnsación de que entre ambas existía un d :sacucrdo íntimo. El pad re, en cambio, se entendía bien con la niña. La ab rumaba l on consejos educativos y velaba por codas sus necesidades. Eran 111 eparablcs. ü t ro hecho nocable: la niña mosrraha un gusto inmoderado por la pieles. Se precipitaba sobre codos los objetos confeccíon.1dos con ellas, lo cual generab a situaciones divertidas cuando, durante los paseos. aparecían señora o niño vestidos con pieles. La mad re no tarJó e n advertir que en todo los casos "la niña prefería la piel a la w111cr ". 'u "amuleto" era un cone¡ito de piel que se ponfo direcramente entre los mu los. El aprendizaje escolar rrnnscurrió ba rnnte bien. Muy estim ulada por sus padres y pese a la rivalidad a menudo brutalmen te expresada con un hermano dos años menor que ella, la ni ña p rogresaba sin demasiados inconvenientes. Su padre, educador por naluraleza, se esforz::iba por ayudarla. Esa actitud no dejaba de suscitar choques e irritncioncs que daban lugar n nlgunos castigos. ugeri ponerle un profosor o, mejor, una profesora particular más flex ible, pero sin rcsulrnJo. Los padres advcrúan con claridad que su hija tenía dificultades en las relaciones sociales. A los siete años la cambiaron de clase, pues consideraban que la maesrra era demasiado dura , pero no lograban explicarse por 411é la niña tenía muy pocas amigas; se encaprichaba con mi o


P1f.RRF- GJLLES

Gu1.Gu1·.N

c11al )' luego ro<lo se <lcrrumbaba de improviso en un disgusto que los adultos 110 comprendían. L:i niña no t;ird:iba mucho en qucd;l r nrnrginaJa de la clase y ser objeto de burlas de la 4ue mform aba ba1iada en lágrima a sus e ntristecidos padres. Tras contemplar la cvcntualidad Je un;i enfermedad neurológica rara a cuyo respecto lo dejé hacer una consulta, aclarándoles al mismo tiem po q ue era poco probable c ucont rar una c<1usa méJica <le todo d io. cnconrré 1111 terreno posible de discusión con los µad res e n el recurso al término " carácte r": sí, Ludiv1nc llene un carácter difícil , 110 hay que pedirle que haga l:ts cosas como los o tros niC1os, es preciso tener en cuenta su panicul.lridad. Eso · consejos aliviaron la angustfo de la pareja, sobre todo Jcl padre, que t rntal>a J e expürnr en té rm inos educativos las rarezas J1.: su hija y llegado el caso no <lt-saprovcchaba la oport unidad de seiialar que rnmbil-n él había tenido un caráctc r de perros. Por ot ra parre, un centro médico psicopedagógico cercano sc cncurgaba de tanto en tanto de hace r un scguimienro d e la nii\a, y tnmb1én recibía a los pa<ln;s. Esas consult as, poco numerosas pero m uy ú1ilcs, permitía n Hmi norn r las augustias s upcryoica y hacer posibl · · mis c nt rcvi t.1s con la ni ñt1. Pronto no té que el pudre se imaginaba d cont enido de mis encuentro con Ludivine como un relato mús o me nos pormenorizado t¡ue ella, al p:ircccr, me hadn de su viJa en 1:1 casn y sus prcocupac;ioncs escolares, y no dejaba de sorµrend crsc cuanJo me veía responder con evasivas a sus intentos de vcriíica r que la niña mc hubiera info rmado bie n de tal o cu:tl hecho que él le había n:cv mcndado cont.1rmc. Ad vert í.. . no obst:llllC, que esas citas a las cuales ó lo él awmpañaba a l:i niña (divcrs;is excusas excluían la pa ra cipac1ó11 de la maJre cn esta c uest ión ) tenían sobre ella un efecto trnn4uilizador y qu1.: Ludivinc \'enía con c nw s1asmo. al 1n cnos hasta los últi mos meses Je nucsrros siecc años de reunione · cman:iles, a las doce en p unrn del mediodfa. E ntre lo tres y los nuc:ve mios se había convenido cn una muchachita bie n desarrollada aunque un poco robusca, suma-


UNA Ot:CtlJ(, JO:-i l'RH.OZ

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me nte coqueta (po r su ac umulación , los adorno · llegaban a se r .lcsconcertanccs. y su gusto por los vestidos atildados c rn un ta nto ..:xrraño), pero al margen de esos leves excesos que yo ten ia po r ~l 1 scord ancia s, había crecido con .. normalidnd " y su ingreso en l'I segundo ciclo escolar tnrn currió sin inco nvcnicm es, con la ' alvcdad de que se negnh a :1 realiza r cua lquie r ac rividad fís ica, ' cglin nu.: e nce ré en los últimos tie mpo· po r sus pad res, q ue no insistieron en ese p unto. Sin emba rgo, e n su casa d e vacaciones J o rillas del mar h1 niña s...: haih1 ba y andab a e n bicicleta o rnrrfo ..:orno lo · <le mas niños. De improviso, todo ese ordcnam 1en10 perdió pie. Lu<livme ..:omenzl) a rebelarse cont r:l . u padre, rechazaba sus consejos y pronto ya no q uiso venir :i verme. 1\ b ando nó los dibujos. q ue k1l.Jía escogid o como acr1v1dad principal duran te nu c~t ras se~ ioncs , e n las que su reía sus procl11cciones d e comentarios y esca~;JS y lncónicas res puestas n mis pregun tas (discrct:-1$) sobre sus .11nisraJ es e n la esc.:uela. 'u to no , ames famili a r (se c.liri!tía a mí como en un palio de recreo), se volvió impertinente y colérico. J'erminó por declararme (el p adre ya me hahía fldve n ido que conocía su decisió n) que no tenía intención de venir m:is a las sesiones. Le pregunté con c.¡11ién le gusta ría hablar y me contestó que deseaba conocer a una muje r jove n y linda. Debía se r rubia como ella. No insis tí y acons...:jé a sus pad res po ncrse en contacto con una colega que Lenía to<fas esas cualidades más algunas o lras necesa rias par:i la prosecución d el trntam k nco. i\iLís adelante me e nteré de q ue ella sabía aprovecharlas.

M cc111mmos del l r11/t111Jic11l o y rml ros

ele>! flmnr

¿Qué pasabn. ento nces. e n el consuh o rio del analista? ~ in dud a no lo q ue el padre d e Lud ivinc "comp lacía e n im aginar. t\nte to do, cedí la iniciativa n la niñ ~1 y p ro nro aprend í a an uar con d iscreció n y no ir más lejos e.le lo q ue ell:i m<.: pe rmitía. Si


94 una p regunta Je disguscaba, me ponía de inmedi;lto en mi Jugar en términos infanriles. es verdíld, pero incisivos. En las entrevLc;tas con su jetos psicóticos. a menudo es socprendemc advenir hasta qué punto la pregunta susceptible e.le revela r su folta puede ser 'óm~"l'A7.antt, 'i \!CT \as estrategia:> suti\cs que dios, jóvenes o viejos, ck:spliegan para evirar la aparición de un vacío que podríamostrarse abismal. Así sucedían la cosa en esrc caso.

lntrot!mr:ión de {o trom/ere>ma y efectos t!e ;111,•rprelt1C1Ón

L:i primera crap:1 de nuesr ras entrcvisrns, a medid:• que, por 01ra pa rte , progrcsab:rn las adquisiciones Lingüí tica -cxcclcmcs-, consisrió en eswbleccr una forma de di¡,1 léc1ica: ella se ocup--'OO de mí, n'lc cfaba de b.:bcr, y a mi tt1mo yo clcbfo p)egimne ¡tesos jue~os , o bien Ludivinc era la mamá y yo el hijo, que hacía roncerías >' debía ser casuga<lo. Junto ;1 ese rca1 ro en d que se inrercaml>iaban los lu ~ares de quic.:n brind:i.ba y qui\:n recibía los cuidados-con la inclusión de casi igos, si era necesario-, h:1hía iu~gos de i.:omeo m \o~ que Ludivine movía canicas o l:ípiccs de un lado a otro: era preciso que no fohan1 ninguno. pero se podía ~imular perderlos. Luego fue el turno de los dib ujos poco dabor:idos d e figt.1 ras humana . Comenzaban a aparecer la acticulació11 significante y rambién lma forma de fontasmu, la de ser }\O\pe-ad~i . L~\ n)u\a podfa ser tanto b inarn~ como b ncn:l. El amor de rrans(ercncia, ol garantizar u la niña que era ornada, permit ía así despegarse de la acción a rravés ele la palabra . . 'eiialcmos q ue d apcr-o de Ludivine a. la sesión hada qu(.'.. d flnal siempre fuera cxt rcm:idamente probJcm,ítico. un J csg:trra 11\Í<!mo. El \ ISO Je \a ;m iw\ación si~nificamc, e\ uso de lo sim\Jó. lko, se daba en lo imaginario. El -<P no inten•<·nía, pese a lo cual se mantc nfa un equilibrio gracias ~l pnrtenaire que yo cr;i pa ra ella y a la conrinuidad imatzjn:1ria e mrc las ~csiaoc ,. En cfecro. cll:i nun ca reiniciaba nada sin referencia a In ve1.. anterior. El


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U NA DECl.:J>CION PRFCOZ

tnrtc no separaba un resto . Si había se paración , era impuesta 1'1 •r nú , desd e afuera. El modo d e inte rpretación kleinia na auto ri za <.~ta construc' mn de tina cliaJéctica entre uno mismo y el otro como sínroma. 1\ mi juicio , la utilización de lo simbólico por d acceso imaginario n una forma del síntoma que, e n muc hos niños ''en análisis", 11..:rm itc que la psicosis franca no se declare. El país <le b le ngua v d Je !ale ngua se superponen con efectos de mantenimiento e n d Jiscurso. El caso del niño lobo, que Lacan comenra en el libro l 1 Id semina rio, ilustra a mi parecer la función de <.'Se ti po de acceso .11significante. Una scgumJa fose notab le se inaugu ró repentinamente hacia 1,,., cuacro mfos de Ludivi ne. f:s1a incorporó a s us juegos en la 'L"SIÓn una muñeca a la que había desnudado y que estaba c nt re los obje tos a su dis¡?osición . No sé c.¡ué suceso de su vida familiar 1nJujo ese virnjc. Me parece que fucron los primeros momentos \' ll que eUa comenzó a quejarse de su hermano. ' in duda asis rín .1 los prime ros csfucrzos de " limpieza" d e éste, pues se trntaba l ' ll g ran pa rte d e sentar a la muñeca sob re la bacinilla y castiga rla '' no hacía. Si la m uñeca no respondía corrccramente a las órdenes. LuJivine le pc.:gaba y luego la consolaba, porque entonces la , lc.:cbraba enfcrrn n y era menester pintarle el c uerpo de rojo. Muy p ron to esta muñeca qued ó rojn de la cabeza a los pies; J.udi vine se consagró entonces a arregla rla y. mediante un rollo de cinta adhesiva, pasó varios meses compadeciendo a la muñeca l'llfcrma y c ubriéndola de vendas. Un día, el último pcd<1zo de la -.upc rfic ic quedó oculro . Ludivine a rrojó entonces la muñeca al canasto . e deshizo de d l.1c.:n el acto y, pese a mis e xhon acioncs, no quiso oír nada más .11 re pecto: " ¡Esc:l muerta !" , me hi zo saber, "¡ hay que tirarla a b hasu ral ''. Todavía me Uena de perplejidad el frío desapego con el que l.1niña rea lizó ese gcsco. que yo incerprcté de la siguienre manera. rnn la esperanza de despertar algún e co e n ella: En tu viJa, a ti u


P 11·.HIH

-Gil 1.1~ Gt11 ( ;1 ·r:-.1

t:imbicn te ab:.111Jonaron. pero la cosa ya está hecha f no vale la pena rcpcti rl<J ''. Espera ba que t:sa boy:.1 lanzada al mar tuviera d efecto pltCific.aJor que n.lgu11a ver. tuvo la µalabra ele.; Lac:an, al confirm-ar a un psicótico q\1~, en efecto, cs1ah:1 lot.:1). En este cp1socUo cld que 1omé noca me pareció advertir Jo que l.acan mcncion:i acrrc.1<ld " ast!Sinaro del alma"' en Schrcber, d atentado a la ·'coyLmlura intima cJcl scn1imicnio de la vida" en J suiero. La imerprctaciort. sin ducl:t. mancenJría al sujero ap:trcado Je esas nberas nlonales dur·.ml<: ~\l¡\unos \\ños, hasta d ~pi-:;od10 que habrí;1de cxil!ir un cambio Je an:ilis1a.

/;/ pc•r/i•cc1on.11111c111r1 dd

rc•r de 11 tres dd (IP.mr

fugrcsamos entonces a una nm:va fose:. Ludivinc llcv<1ba a ~"ch s~-sión ttna muñeca \hrbic. Estaba loca por ellas. Tcní:1 una colección i111pr~ ionantt: y - me decía s11 p:1<lre- pas11b:i horas vistiéndolas y desvísuéndofo~. Esj :ictividad ocupó emonccs lo c:.;endal de nuestras sesi()ncs durante :ilrcc.k:dor de un <1ño. Emre ramo, elfo me mostraba 11l~u 11os fragmento J e u vida escola r o f~un\l\;\I", pero sin <lc)armc pene\ rar <lema buo en el universo que yo i01aginaba suyo. Comencé :1 sospci::har yuc no había nada más, ni11guna otra co ~•en la c.¡ttc se mrcresar::i vcrdadc:ramen1~ . excepto las "maldades·· de su herm:ino. que coni11nicaba en J cralle. Las mrniccas se animaron . cscaban "cnarnornJas ". Ludívine t.:mpci.6 cm<.mcl..'.s ·a dfü\\itu!i~ . Fue d inicio de un hu~c \ruoojo, . <..-sión iras . esíón, y en cuJa oportunidad ella me reclamaba la p{1gina anterio r. Cada sesión tenía su dibujo Je Barhic que debía quedar comµlcto. Si d 1iempo no se Jo ¡x;rrnitía, la sesión siguienrc dcbfrt Jarlc 1:1 ocnsión <le te nn inar !;1 obro inconclusa. Así se consJi111fo la colcccicín. Yo me pn.:sta.ba a se! tcst\go <le ese c.ksfüe de modas aplicado. en el c ual cvolucionab.an "p rincesas" cleganccmcntc Jibu¡ac.fas y Jo1ada · de todus h1s cstreHas y diademas, insignias Je su fcminic.h1d resplandccienrc. Una sesión tras o rra,


UNA DECF.l'C"JÓ:-\ PRECOZ

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I modelo de la 1oven ideal <le un imagina rio estandarizado quedaba cuidadosamente regis1nido en d papel. De t:tnto en larllo. un enamorado confi nnaba que.: en e e uni verso de semhl.mccs Barbic podía dcspcrlar la alcnción de un Kcn; entonces l>rulaba de éste una lluvia de conizoncs cliriµidos hacia d objeto • 11va vc~1imcnta era sin duda el dcmcn1 0 esencial. A parcir de 1lli, la p ropii:t niñ,1 t:Otnc.;nzó a poner c.; n su ropa un 110 1ahk l llldado. muy "barbiesco". l .udivinc se consagraba a <lar cx istcnci:l al vcsciJo e.le Annc· f\1.1ric tretter en d baile de S. Th.1la, ese vcsúdo que para Lol , nnsci1 uía su ser de mujer. Tomada tal vC1. Je la madre, o m;is probablemente de la :lbucla materna . que se complacía en darle vestidos, esa :lfición por la ropa pcrmi1fa sostener un cuerpo :Juscnlc o c¡uc, c..:n lOdo caso, ,l. negaba a la exhibición a la que habría obligado la actividad 1kportiva. l3arbic señalaba d arrc-ba10 de Luc.livinc: .. Am:batada, :;( cvoc.1el alma", decía Lac;m, "pero lo que actúa es la belleza ". Luego. de manera insensible, el período de las muñecas Ba rbie llegó a su íin. Hicieron ·u aparición entonces criaturas femenina 111;\s dívnsiíicadas, el dibujo <lc muchachas m:ís avispadas que vo llamaha "pequeñas marga ritas''. por el tírulo <le una película .le Vera Chytilov<Í (T.es Petilef 11Mrgueriles, J 966) "' en la cual. según el clima de la década de l 960. e narraban lus avcmurns , le dos jóvcn<:s con rn uchas agallas. Aunque no pude confirmarlo, l"o;l c período dchía corresponder a momentos en t¡uc Lu<lívinc l·ra rechazada por los orro ·alumnos. Las "pcqudfas marg;1ri1as ·• vocifc.; raban unas conr rn 01ras cuando no eran las Jc:srinatarias ~le una andanada de reproches e insultos emi1idos por un talismán :1nónimo. ·urgió luego una historia de amor cnrrc una mujer y un homlm:. Por razones misteriosas. vinculadas a ot ra mujer, la heroína l

F.11 l.1 1\rgcn t m~ l.1 ¡x-lirnla ~e co111Kki cun el 1itulu, lllll> ~ ug~rc111c . de l.oct1~ ·•:.1rg.irffil\

tN. drl T.).


estaba en la circd , dctr-.ís de um\5 rtjas dibui'<tdas ~" la hoj.\. En esa p risión, de la que con el pa o de las sesiones haría un ámbito conforcobJe, la heroína llegada a lcner un bebé, micmrn unas sirenas, d esde afuera , se burlabíln de eJla o la ignoraban. Yo p rcguniaba a la niña si la mujer no podía ser Li berada pconlo de su c~dabuzo ; la cuestión c.:scaba descartada, porque en ese: caso habría co rri<lo cl riesgo de ser ahorcad a (siguieron dibujos de ahorcamiento <le la susodicha mujer). Llegué a la conclusión de que las rejas representaban una prisión benéfica para la niña; acaso se rratarn simplemente de 1:t g rillíl de Ja cadena significance que la mantenía en el discurso a título <le objero perdido, sin duda, pero <le todas nianeras aloj11<lo en el significafltc. C.-:Omo Lol V. tci n en I:.ldrrebatode Lo! V Stem de Margueritc Duras, la cons1 rucción de Ludivi11e era un "ser de a ircs", según la afortun9da expresión señalada y <lcsarrollad:1 por Éric Luurcnt. Se 1rarab,1 e.le modelarse obre eJ cue rpo de otra mujer, aquí la mu¡er id<:SJI de los dibujos , autenticada y sostenida por el amor de mrnsfércnci:J, para poder tener acceso al amor sexuado. in embargo, como en la novela, la respuesta del Otro dcl sexo acercaría demasiado el c uerpo construido en lo imaginario y eJ amo r se volverfa persecutorio.

El v1ra¡t• de la lrnm/ere11cia y el episodio ddirn111e

On día, Ludivi ne nie pregunta si puede urilizar su scsi6n para escribir una corta de respuesta a o tra que ha recibido. Le pido a}gunas acla raciones. Me conrcsra que cl hijo de la cantante .. Hélenc Ségara" (!),* amigo de una de sus compañeras de clase, está ern1morado d e cUa. Me muesua incluso una can a en ese sentido,

•Sr g1ur1 signiíic11 ap• Maf~c. ¡¡umx crsc. ponct e ~ cuh icMO. IU(. • J fclcnc Sé¡.iar;& • tN. del '\'.).

\)0....11 1~ \ttnc •l)m\) º \\drnc- ~e ).'\latccio·


UNA OECCPCIÓS l'RfCOZ

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1cdactada por una mano in fantil, y me hace saber que. por su p.1 rte, debe enviar un mensaje a la artista para encontrarse con d la y su hijo. La <lejo redactar la respuesta , pero pongo en duda la veracidad de la anécdota y le señalo que cal vez se trate de una ltisroria como las que d in misma se cuenta. Esta intervención fue excesiva o inadecuada. Pero ¿qué podría hJber dicho? Todavía me lo pregunto. Sin duda, no debería haber 1111crvenido en nombre de la verdad, ni siquiera para evitarle un mentís proccdcn1c de lo real. En lo sucesivo, Ludivine se negó a hablarme, abandonó los ,lib ujos y se dedicó a leer en las sesiones algunas revisras "del c.:orazón" destinadas a los preadolescenccs. Cuando inccnt~ saber qué pasaba, me confirmó que, en cícero, u amiga se había burl.1<lo de ella, pero no qui o decirme nada mds y comenzó a pedir .1 ~us padres, cada vez con mayor firmc:t.a , dejar Je venir a verme. Al reunirme con los padres, éstos me dijeron que en la escuda 'e había armado la de san Quinrín. Su hija había inqujetado a tuda la clase al enviar a los otros niños - y sobre todo a quienes eran sus "amjgas''- notas en las cuales anunciaba su próximo sw< i<lio o bien preguntaba si lo que querían era rca.l111eme que se m.1tara. La cuestión era, sin duda, la de la falta que causaría con ' u desaparición. Los padres <le los oLros alumnos estaban alarmJ<los. La eclosión se había producido con el clcscubrimicnro lle la falsedad del presumo amor declarado por d hijo de la can1.mte y el engaño del O tro al que Ludivinc no podía hacer frenre. Las rejas de la prisión se habían levantado parn dar acceso :1 una alborada mortal. La niña había llegado a romar algunos medil·amentos del botiqufo fomilinr, por fortuna sin poner su vida en 11cligro. Cuando los padres me contaron lo sucedido, me enteré de que las paredes de su cuano (}' hasca d techo) estaban tapizadas 1 le fotos de jóvenes recortadas de las revistas que Luc.livine devoraba. Disuadí a la madre de arrancar codo y le propuse , prefcriblcrncm e. tratar de limil'ur la invasión, proceder que ella aceptó.


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Prt·RrtE·Gru.ES G11(-:cuE •

La madre m i.: pccgumó s\ d~b\1. ha<:\'. r foh~T n su hija ~\gunos días a la ciase. Le contesté que sí y le sugeri, admiás, que tamo ella como In propia Ludivinc diieran ~n la <:scud~ que \~ nu)a estaba enferma. Esa "enfermedad'' e.le nmor calmó mornenr ánea· Olcnte los cs l ragos. Tra:; las V<1Caci.oncs, bastante ccccanas, Ludivi11e volvió a clase y ;tcepró v er :i su nueva ar11ilisra.


Comenta no Frida Ncmirovsky

El caso que nos presenta J>icrrc-Gillcs Guéguen permite plantea r varias cuestiones fundamentales con respecto al lugar del a nalista en la cura con niños, incluso crnmdo se trata, como en esre ej1.:mplo , de un niño psicótico. El autor seiiala muy bien b manera como el niño puede ve rse en la necesidad d e dar su versió n o su po ición de goce en la t ransfc rcncia. La presentación de este caso subraya la imporL11ncia que d .in::1lista asigna, ya desde los primeros cncucncros, a los puntos de visea de los padres con referencia a la niña, pero también lo que se despliega en su propio trabajo, c.¡ue exige una prolongada cura. A través de difcrenccs moment os, esa curn deja ver cómo puede la niña, 4ue d esde el principio se presenta como abandonad:i por el Otro. construir ficciones que , pese a sus follas, le pc::rniitcn introducirse e n el discurso. La dirección de la cura muestra una posición del analista que uti liza lo simbólico en lo im a~in;iriu para 1.:vitar el desencadenamiento de una psicosis nbicrta. Esas m:iniobra parecen eficaces e n la medida en que postergan , aun4m: no sea de mancrn definit iva, la eclosión de la psicosis. El nombre mismo de la paciente, Ludivine, evoca en nosotros una resonancia musical, en cuanto ponador de algo virnl


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CoM l:Nl'Muo

que parece más ligado al <ksco del analista que a\ :\spe.cto mór· bido Jcl abandono. Es interesante not;Jr que, en l:is cnt revistas coi\ kl'~ padres, se nnicula d ·,tba.ndono de J., niña por su madre, mientras que el primer tiempo del tratamicnro va a repetir a b in-.ic..:rsa esa posición 'I pe.rmití rá a h.1 pequeña 1ratar ni analist.1 como un bebé ahandonado. E\ p;i.pel el ·I pad re es fu nda111e111nl en d desarrollo de la cura, <l diferencia del ret rnimi<.:nto m:ucrno padcc\dn por Ja nii"ia. Es é\ quien In acompaña a las sesiones y quien se ocupa cspecialrnenre Je las reuniones con el analist;~. Se H ', fü\ de un p::idre eJu\:ador, preocupado por la escolaridad de su hija . que considera que las dificult ades escolares son \:.1 caus·.l <le. la.s extravagancias deés~. El ~mali.sca d ebe proregcrl:i

del Íml\~inario parental, sobre codo dcc:se rasgo educativo paremo que, segú n el padre, debe constituir el conte nido de hs sesiones. E\ <malil>ta acompuña a la niña <.:orno un cesrigo. Modera la i:x1gcncia p¡:trcntaJ y, en la 1ransfercncia, se con ·tituye en un verdadero >?,o.vudián dd mundo fant asm~tieo de la niña . /\ partir de ese tfü)mcnto. la cs<:<~h\ciJad se dcs<1rrolla sin lcopíezos en d dominio e.Je los aprendizajes; h1 dificuhade <le Ludivi ne se ilú:tn pri11cipalmcm\: \!n las relaciones con los 01 ros niiios y los maesi ros: l'IO puede L'Scablcccr vínculos. El pad re educador pa re:cc haber permitido cierro acceso a lo conocimienros escolares. pero con una posición libidinal más ligadii a la exigencia que al amor. 'fodo lo que 110 se ajusta :ti ideal se casriga y corrige. Au nque u enganche en el d iscurso sea pre· ca do, podemos p rcgumarnos cómo se sitúa esca niñtt en la estructura con respecto al padre. Es import:mte dctcnc<se en la ernpa del tratami<:nto q ue concierne a las mufíecas Barbic. Tras Lievar a c:ida sesión una muñeca distinta, Ludi\line las <li::clara ''enamoradas" y comienza a dibujarlas. En un primer momento el anali ta se empeña en


UNA o &Ci:l'CJON l'IWCOZ

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f.1Cilitarle los medios para terminar cl dibujo en una sola sesión, pcnnitiéndolc de ese modo formar una colección. A continuación, es tesrigo de la manera como la niña crea un 11niverso de semejantes con las Barbies 4ue, una eras otra, lleva a b · csioncs; y al hacer ime.rvenir a su enamorado, Ken, ella logra. gracias al uso dcl scmbhmce. ser t0mada en cuenca por un varón. Sin du<l¡¡, esta operación con las muñecas. que se efectúa por 1111crmedio de la hcl lc.:za, parece indicar únicamente un cuerpo 1.. onstruido en lo imaginario; de aUí la comparación con Lo! V. '>1ein, heroína de la novda de Margucrire Duras. Ya encontramos ese LraramicnLo <ld cuerpo en la primera intervención comunicada por la madre al analista, que habla del interés de la niña por las pieles y no por lo que contienen , a .;abcr, las mujeres que las usan. El tema <le la cá rcel. que aparece en sus dibujos. lejos de desplegar el ideal amoroso del mundo de las Barbics, parece, en consideración del encierro, una localización del goce del sujeto. Debemos preguntarnos cuál es el estatus de la idC11 de que la muJl"r sería colgada si sajjera de la prisión. ¿Oc dónde proviene la .1mcnaza? Acaso se crate, como lo muesr ra G uégucn, dd retorno, hajo In apariencia de la amenaza, del signo erotomaníaco de ser .imada. El autor nos indica un aspecto benéfico de esa prisión, sí pensamos las rejas como la grilla del discurso. Una vez rn:l5, nos pa rect.: qut.: cl analista imerpreta esa puesta en escena-porejcmplo, cuando la niña arroja lll ~~ñeca- como un modo de mantc ni.:r al sujeto alejado de las orillas morrales, en li1s cuales la niña se precipita en d momento final, al pbntenrse la necesidad de un cambio de analista.



Una lógica del celibato

N icole G ucy

El caso que vamos a presentar aborda la cucsrion <lel ;lmor en la psicosis en Ja vcnicntc del cncuenLro amoroso. La proble· mácica de O., esquizofrénico de uno l rcima a1'los en el momcnro de acudir a mi consuhorio, giraba en torno de la IJúsqucd;i de una partenaire. Venía para descubrir una solución a sus fracasos amorosos; la repc1ición de éstos era un enigma para él. En esos momentos, su decisión seguía a diversas tentativas: había explorado el campo de la videncia, comprado rnlisnrnnes y amuletos, leído libros sobre la timidez y probado técnicas psicoló!licas para remediarla. Y codo sin rcsuh ado. Hace unos ocho años. al comienzo de su análisis, suponía qut.: al venir a hablar <le sus fracasos podría conocer, según sus propias palabras, a "un alma gemela". No fue eso lo que sucedió en la cura. Dcmosrremos, rras especificar los clcmcmos particulares de csLc caso <le psicosis en su búsqueda amorosa, las coordenadas de su progreso. ¿Cu:Hes fueron las soluciones que el aniílisis permitió explorar a esce paciente en su 1omn de la palabra?

¿Qué quiere decir para €1 el "alma gemela" en su "búsqueda amorosa"?


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Nrc.:01.F, GuEY Desde las primera entrevistas

D. explica que, cada vez que

s.e. "declara", su \.m...:m<3 fr&casa. El otro fom~n\no \o recha¿u·. 8 se ve enfrcnt.ido a una deses ti mación . u interés p or una mujer se U<lS:i en algunos ck:mexuos que D. tof\\1\ po~ i;ignos. Un~ 11<:7. tras 0 1ra, l:t mujer clcgída parece al menos sorprendida. Tlay un desfost: manifics10 enue lo 4ue mi paciente se imagitla y la realidad. Cu:.indo me infonna J e su dificultad, ya se ha "declarnda" once veces sin éxito, y no entiende por qué. No aparece ninguno e.le los elemento de u11 discurso amoroso, e.le una búsqueda de acuerdo con cri1crios específicos. Su acercamiento es cSpománeo. Nac.l11 se pcríila por el lado e.le lo que podría inscribirse en él como condición del amor. No hay re pucsru ~ ht pregunta "¿por qué esrn mujer?". En su anículo de 1927 sobre el fetichismo, F rcud aclara lo que ocurre con la elección de una partenaire para un hombre en el encuent ro amoroso: es preciso l.lllC ella lleve ~1lgo . por pequeño que ea, que la fecichice y la convierta a:>Í en objeto de a mor y deseo.' En nuestro suje to psicótico no existe consonancía alguna enrre inconscience y pulsión en el momento de esa elección. Lo que lo o rienta es una interpretación del 0 1ro a partir de signos y no de pal:tbrns. D. " se declara" -r;1l es su cxprc ·ión- sin que aquella con quien Íntenca unir'Sc le haya dkho nada . Su amor se sitúa en una vertiente interpretativa. En ese caso, para retomar lo dicho por C. G:uian de CJéramlY.luh con refcrcnd<\ a hl erotornanía,2 \a búsqueda atnoros:l no deriva haci:t el dclirio p:tsional sino hacia el delirio interprerarivo. En d momento \naugufal de nu(.~\t'O trabajo nos i.;nfrentamo fl dichos, cadenas de ideas que utilizan cualquier suceso y cualquier obicto', todo puede S<:f señal de un PoSibl<! encuentro . Sus f nn:l1SOS

l. S1gm und F1 c11J. " Le I0.:11chisrnc' 11 927), en La i 'ie reAutlle. Puis. PU F, 1%9. ITr~d ' ast..

"l't•uch1smo·. l'n Obn11cumple1a1, vol . 2 1, l3ucnos t\ 1 ~~. t\m(lrronu, 1979.) 2. G~~'ll\ (~~\\'m de C~Ut\\i;w.ull . l,'É101omn111e n q:?.'i)}, \l:n h. \..es ánp<."-chcl/f) e.le pcme r en rond . 2002, p. 73.


U='1\ LÓGICA l)[L CELllli\TO

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··t· producen en serie; D. los conrabiliza. Sólo uno de esos encuen1ms

estuvo a punto de resultar. Mi paciente evoca un intento de sexual con una partenaire, siete años atrás. No prosperó. 1). dice haber estado imposibilitado de hacerla gozar y concluye: " Esa chica se burló de mí, yo creía que sabia todo pero no sabía nada; sin embargo, la masturbación funciona bien". C ree que la nrra lo engañó. Esta última interpretación lo induce a suspender ' us experiencias. EJ encuentro con el Ot ro sexo constituye parn D. un enigma 4ue querría resolver. En un primer momento de su wma Je la palabra responderá a él mediante una solución delirante. 1elación

ta 1·0/uc1ó11

Cuando nos habla de esa "prueba" que consLituye d encuentro sexual, la imposibilidad de tener una relación sexua l con una mujer, D. descubre una "solución " a sus fracasos. Co nst ruye un delirio. Durante un programa de televisión se entera de que algunos hombres - los transexuaJcs- se operan para convertirse en mu jeres. Es una revelación. Una operación sobre su cuerpo, en lo real, corre el riesgo de realizarse en acto, ante Ja falta d e simbo lización de la castración. ~J está dispuesto a paga r un precio extremadamente alto por esa intervención. Ese deseo de pagar es una respuesta a la palab ra del padre que tiene auto n<lad sobre lo real. " Mi padn.: decía: ·Mi hijo ci un perdido '. y agregaba: 'Es un marimacho no asumido'" . Mi paciente lleva a cabo hazañas deportivas <le resistencia y rapidez que sólo despiercan burlas de las chicas. En s u angustia, llega a esta conclusión: "Soy un alfeñique, no del roclo hombre". Esa condición de "no del tocio hombre '' es lo que intenta reparar e n lo real. El "no del todo" rem ite a la palabra de un padre. Y en nuestro paciente supone una lógica del complemento. Rclacio-


nado con d roJo que lo harfa hombre, le falra un clerncnro que d delirio LnH:irá de aporrar. Hay una d ifcn.:nci:l radical cn1rc el "no del codo hombre " fpas 10111 a/ait bomme] de D. y el no codo lpas-to11tl. ob¡c.:ción al roJ o fálico, que Lacan, crt las fó rmulas de la scxuación, CC>nstruye en el lado mujer.) Ese no iodo (femcníno) \:ompclc a una ló!;ica del suplcmcmo; séilo cobra valor cuando se inscribe en unn cs1 fuctur:l de infinitud. ''El no rodo q uiere llcc1r que no ~c puc<lc forma r el ro<lo. E un no codo de inconstsccncia, y no de incompleti r utf''.~ D. con-s1ruye u solución. " Me compuré a unn forn1a, una for111a gue no enCUl'ntr'a orra forma p ara casarse. ólo yo puedo U~1)·,\r mi sokdad" . Pn.·.m('._ ~.,;u conílic\o -"esa dcs·.w~nenci'3 in-

rernil "- , cc>nsidcfa q uc "lo import:J nlc e la idea''. Es10 >"•significa ucu l<.'lm .~ d e <lisrn.ncí~ con respecto a lo rc<tl , un~ p rimeca simbolización. Como él aclara , su reflexión lo saca e.le la soledad: " No estoy del codo olo, estoy yo y yo mismo. El subconsciente qukrc un3 respuesta a lo que bu c3. Me engarf o a mí mismo, no eng:Jño 11 nadie ''. D. nspira a " pod e r ser en lsu] cxisrencia a la vez 11no )' o tro cxo''. Quiere cxpcrímen13r en ll vid a el goce del hombre y la m11jcr, "haber cscado Je los dos la<los". Q uerría ser como el adivino Ti rcsias, wn magnífic:Imcnrc dcscripro por Ovidio en sus Metamorfosis.' poseedor de un saber sobre el pl:lcer cid hombre y la nnrjcr. Nuestro pacicnre inrenia realizar un ,; h11ccr coniaCLo", pero v11dvc a cro pl."'.;;a r con un obstáculo . Se lrat•l de se~uir paso a paso el razonamicnro de nuestro lógico, D., que no rolcra

foJhrs.

J J;icquc; l.a cJn, 'L'étour,lir" (1972l, Scr11C'il. 4, P~ rl, , cuil, J97J, pp 22 23. !Trad. ca.'r " l:I ~11,,lon.! rnd1d111" . cua11r1011, l. lluc:no~ Aires. P~iJ6$, 198-l.I ·\ J..1.C:(\w..~· AL.m Mrlli:r, ·•t.Jn cc:pactiroirc: io:i<.ud• , lJ Caure freudu:itne, .JO. Paris, N~\Jltn · l ...-~.: wl. 1 99.~ . p 15. ) 0.•11l11t, I <J ,\ /i111morpP,oses. 1r,1ducción ele 1). Roben, Arles, i\ c:1~~ Sud. :ZOO! , \ohm p . \ s\ \1'1 ,,(\ CóThl Mt111>norfoHJ. M11dnJ .Con~\) ~Cll Je \\'Wt.\'t'-lt'\)I)~ Cic1111f1c.as l'J88.]

m.


UNA l.OCICA l>l-.1 CJ:l IHATO

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Encuentra una objeción a su delirio: "Como sea, des pués de t''ª intervención no conoceré al otro sexo en el acto sexual, porque no me gustan los hombres''. A través d e esta objeción rela11v1za su posición. La <1cti t ud, empero, no significa un obstáculo .1 su decisión . D. no cede, pues su demostración no es suficiente. FI encuentro sex ual no puede realizarse. Constata esa impo' 1buidad en lo real; no la construye en un fanrnsma . 1lay una d1ícrcncia radical entre esa objeción y la propo ic1ón de Lacan : "no hav relación sexual en d inconsciente". Como en el caso <le 'ich rclxr. cJ goc<: es explícito, cobra cuerpo en un .. e mpuje a la mujer"."

11 rneiio El 1rabajo prosigue; nuest ro p :1cien1e cuenca un sueño y lo 111terpre1a. " Unn m ujer está atada como en una red, una mujer compleramentc desn uda. Yo estoy en una mala posición , no hacía más que pasa r, rengo miedo de que me ac u en . En este sueño todo llevaba a que me acusaran, y yo gritabll que no tcní:i nttda que ve r. El miedo me había despertado. Ya va a -ahe r por qué todo me acusaba, además era verdad que no era yo, pero en ese ... 11cño ruve un o rgasmo . D e miedo, tuve un o rgasmo". Añade: ·•Esa mujer soy yo en el p<1sado, en una vida anterior. Yo huía de ese temor. Tenía miedo de que me ac u aran . No tenía n:1da q ue ve r con eso. Sólo h uía de mí m ismo. Trataba d e .1bandonar UJl pasado que só lo pertenece al pasado". Lo que se 1ealiza en ese s ueño. en el sentido más fre udiano del término, el

6. Jacqucs Lacan. "D'unc t¡uc:~t ion prdimanairc il 1ou1 u.mcmcm l>OSSiblc de lu l"~'Cho~c · Cl955 195(,), l'll f:mlf, PJrís. S.:uil. 1%6. pp. 53 1-SSl. [Trad. c.1st.: "De unu d 1cstión preliminar a todo tra1amicnlo posible de: lo p~ic(1~1~ ". en ts<mor 2. 10" cd , \lr>.1co, Siglo X>..1. 1984.J


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N1co1.F.Guuv

<le la realización de un de.<;eo, es que él fue una mujer en cl pasado. Fue el Otro sexo. Parn D ., el sueño es una especie de woráculo: la mujer soy yo en el pasado" . Ese sueño inscribe lo que él incenta re:tlizar: ser uno y Otro sexo. Lo que se escribe. más precisamente, es que hubo de ser d Otro sexo en e1 pasado. El cambio es notable y él mismo habla de un avance. AJ mismo tiempo, e1 sueño lo impulsa a rcvcbr una decisión romada en silencio un mes y medio anees, la de dejar de masturbarse. "¿Para qué sirve?", pregunta. La irru¡..>ción de goce en su órgano lo turba a cal extremo que. con respecco a su decisió n de cambiar, ha decidido ignorar u sexo. u lógica es mdcfcctible: para tener acceso al goce de l::i mujer es menester pasa r por d abandono deJ goce del ó rga no, ese goce que Lacan atribuye al "idiorn ".7

Lo sedación del delmo Luego <le su decisión y eJ ulterior surgimiento <lcl sueño, la idea delirante desaparece. Como efecto de sus elaboraciones, ya no habh1 <le aimbio de sexo. Cuando la idea vuelve, se le propone señalar el momemo de su reaparición. En su artículo "La significación del falo'', Lacan nos imrita a no retroceder anee lo que Uama "cscn1cturación dinámica de los síntomas f. ..J lo que es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis" .8 El paciente dcscubn.: una respuesta, hasta entonces ignorada, que e ncierra el programa de cclcvisión. D. advie n e que en los sucesivos testimo nios, los sujeto · interrogados dicen haber tenido

7. J~c (ptfS LacJn. l .t' Sr111m111rr, /_,vre XX. l:nrore (/?72·197 J), l'arfs, Scuil, 1975. p 75 (Tr11d c;i~I · W ummJr:O Je J11cqul'r l.aco11 LlhfO 20 Aun 1?72-197J, Buenos

Am.:s. Paidós, 1981.1 R. J•cquc:s L:iC'Jn, "l.11 signi{icaiion du ph..llus" ( t9S81. c11 Emr1. op ar. p. 68,. (Trad. CJ>1 ,· "La si11n1hcac1ón dd falo~ . en t:'im101 2. op nt. 1


U NA l .Ó(;ICA DEl, C J.:l llW\TO

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1!t-.;Jc la infancia e e deseo de cambiar de sexo. Ahora bien, en su 1 .1so esa idea no siempre ha escado presente. Eso es lo que revela d t":rníccer pulsátil: ap:irició n-desaparición. El sujeto no se aparta 1le una posición hipOlético deductiva rigurosa; por eso concluye, luego de ese descubrimiento: " No soy transexuaJ '' . En sus interrogaciones, ha captado lo que ocurre con el tran · 'cxuaJismo con una precisión mu y cercana a su d efinición . En la < IJsificación de Stoller, eJ "transcxualismo primario" designa a l11s hombres que se sostienen de manera precoz en una identi· l1cación femenina imaginaria . Estos hombres creen haber nacido rn rones por error y e sienten destinado a convertirse en mujeres 1;1rdc o remprano. D. abandona la idea gracbs a una deducción lógica, sin <luda 11u dialéct ica. Encuentra en el saber dcl Otro, encarnado en d programa televisivo, su falta de conformidad con la desc ripción propuesta. Se produce un desplazamiento y nuestro paciente Jeja de concentrarse en ese proyecto. De mane ra inesperada, lo simbólico <liscicrne un real que hacía exigible la castració n, al Jevelar la impasse lógica en cuanto a su realización inminente . . in embargo, y como lo testimonia la prosecución del trata miento, la hiancia dd enigma concerniente al deseo del O tro ~i gue :tbierta. El sujcro no se inform~• de una castración que no existe. u posición interpretativa en la rclación con los orros persiste, y de allí su necc.-sidad absoluta de prosegui r el rrabajo analítico. Se trata de apartarse de los encuentro , no sólo amorosos, que no dejan de hacer tyche. Esto pudo suceder con la responsable de una agencia de e mpleo a quien él veía con regu· !andad y que había decidido no seguirlo más, por razones que D. era incapaz de devdar. También con un animador teatral a q uien estaba apegado y que un día lo acusó de haber proferi<lo un insuJro sexual contra él. Por último, vamos a rdatar de manera sucinrn lo que sucedió durance una nueva tentativa de encuentro amoroso, porque muestra la persistencia dd cniAma para D .


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N1c OLE Gui:v

El f..Oet' que lo /euuiúi.o l lace algún Ü\:rnpo, S\.\ he.nnana h: prop~SQ pre.s1.:nlarlo a una mujer divo rciad3 que querfa volver a casarse. D. adviene con mucha rnpicle7. lo <JUC consri1uye para el " un mismo escenario"', al que dad nombre de·· duodécimo fraca o". Habla de su sufrimiento 11101 iv:ido por l:1s "reticencias'' de la mujer >' calcula el p<m:emaj<: de prob~bili<laclti <le lem:r ódto . E\IOC'.i S\> ale~rfa de lo primeros morncmos dcnominándoh1"comicnio de la ilusión'', así corno su decepción cuando, $l un:.i resput."Sta o un llamado tclcfónico rardan en producirse, cree que se "conspiw " a su es· pald<ts. En un gesto retrospectivo, put:de ento nces aludir a ese dmninio semimenH\l CI) cl n \al las pasó ··muy m:grn '' y, en \le'l. de "ser u11 desesperado quc cst:i con la soga al cudlo" . comprende que ha construido un sueño. Señala que "la cosa vuclvc" regulanncnte y agreg11: "No hay que pasa( por ruto la m usa .•. y e. ¡J caus;i es para él su deseo. que se:. manifiesta \:n d cucrpc: "Scnt\a un b do femenino, erab a\ rae· ción por las chicas. Por muchos psicólogos o p iquilltras que viera, hay un miembro de mi cuefpo que no me gusw.,., . El goce que lo invade lo fcn1iniz~ . Lt)S elementos coristii utivos del delirio siguen escando presentes. Persiscc una cuestió\"\: ¿q~1¿ apenan al sujclo la prosecudón <le la curn y las scsiorn:s a las que ;tcuc.Jc con much:i puncu¡llidad dos veces por semana? Nuestra hipótesis es c.¡uc elabora un modo e.Je ser que lo w111quiliza. En efccro, la posibílidad de 1esrimo niar su relación con los otros le pcrmíte separarse de lo que podrfo erigirse en UO't\ cencz.a. Construy~ así su progr~: "Comemplo el camino que he hecho, eJ pcJsado, y tal vez no es culpa de nadie o lo hicieron adrede. Ahorn miro este nuevo camino y me parece más adecuado". Su enunciado conserva cierta forma enigmátic11 escandida por el impersonal "lo hicieroo ". Enfrentado a los acon· te.cimientos <le la vida, cl '' esloy segm.:o de tener ri·i ón" se dcdin~ como ''tengo razón parn mí, me he puesto de acuerdo conmigo


U NA LOC: lt:A DF.L C:l::UBATO

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1111smo". u progre o está lleno de matices, y D . incluso dice, 1 on referencia a los otros: " No sé cómo hacen ". Ya no habla de ' " búsqued a amorosa , pero nada permite decir que la cuestión 11.1 J cjado de tcm:r vi~encia . Sin embargo, en su trabajo, se ha .1propiado de un no mbre -el Je ''solte ro "- que lo califica frence .1 lo otros. H a hecho un ~•migo, un colega que también responde .1 L-i.e calificativo; recorre la ciudad con él varias veces por semana. 1)urance esos paseos, dialogan. Ese colega ha conocido algunas 111u¡e res, pero sus experiencias no cuvieron continuidad. D. le dio a conocer su <lificulrnd y lo que le sucedió, la solució n que 1·nconrró y su conclusió n. rrcmc a l:i "incredulidad" del amigo, 'e empeñó en dcrnos1rarlc la validez de su razonamicnco: "Le l1.1blé de lógica y cnLc11dió". Esta elaboración lógica lo sostiene ; le sirve para enmarcar lo que él Uama "el eterno atascamiento", l'Sc escenario que siempre se repite en su relación con los o tros. Ese atnscamicn1 0 eterno tiene una dimensión <le real y exige la rcncración incesante <le la elaboración . El calificativo de soltero que se ha tttribuido 110 basra para llenar la brecha de lo simbó üco. Cada vez qm: se perfilan acontc l.'.11n ientos incontrobhlc , D . debe reinstaurar una especie de dlSlancia con lo que está sucediendo. De ese modo ha c.lcscubicno una manera de componé rsel.is con lo real que debe reclaborarse constantemente.


Comn:tarrn Jesús Santiago

Los puncos cruciitles de h1lógica interna de c:;te caso de psi.c:osis pueden formularse en 1orno de eres tem as.

Lo e).-perie11C1<J enigmáJica del 11111or

El primer aspecto de csre caso que debe ponerse de manific:iCO concierne a la t•xperiencta del amor p~ca un sujeto que carece dcl equipam ien to fo ntasmá rico constituido por d funcionamiento de b represión. Convie ne consid erar que la cuestión amo ros:J, a \o lafgO de \:l C.:\lf:l , st di!-lin~ue no \:lnto por su efecto dcvi:'IS· 1adorcs - que h¡l n aJquirido un e l:llus clásico en el e11foque clínico de las psicosis. sobre todo en lo reJacionaJ o con los fc11ómenos de ero tomanía- como por el valor enigmático quedencuentro ~tn(ICOSd cobra par~ este suicto. En OW\S palabrns, cl ;1mor no apa rece e n este caso sólo en la verric ntc inrcrpretativa, caractcrístici1 de In rd:ióón e ro tomuníaca, sino 1ambié11 en el h cho de q ue parad sujeto rcsuh a una (;xperícncin de tipo enigm.írico. A p:m ir de ese cadcrc r cnigm:írico del amor se abre todo un ho rizonte p:1ra el rraca micnro posible del pacie n te. Toda la c!>tilísricn del sujcco q11c se exprcsl'l en el t rabajo de la cura <:onstituy<:. un intento de respues\a a io que es él d

?ª"ª


U NA 1.úCICA DF.L CF.J.J BJ\TO

11 5

rnigma <lcl amo r. Podemos comprender en ese semido por qué d auto r construye de manera esclarecedora el caso, tomando en ~ ucn1a una temporalidad lógica que corresponde a la modulación de las rcsp ucscas que el sujeto dio a ese enigma. Abramos aquí 1111 paréntesis para destacar la importancia clínica de la experienria enigmática en las psicosis, una experiencia que se opone a los efectos de so rpresa propios de las neurosis. Como hace notar Jac4ues-A1ain Mille r, eJ enigma se presenta como una ruptura rnn t0do lo que se define mediance la articul ación entre el -;1g11iíicame y d significado: hace evidente la ausencia de rclauón cn1rc uno y otro. En suma, el enigma se reconoce como la imposición de uno o más significantes 4uc quieren decir algo y 'º citan el surgimienro de la significación: ésta, sin embargo, permanece velada y no puede enunciarse. El m:llcm:i S • (. .. ) procura entonces captar d vacío p roduci<lo en el momento en 4uc se esperaba una significación.• Si consideramos el predominio de este aspecto del vacío de la significación en la experiencia amorosa, podemos formular una primera pregunta de la siguience manera: ¿el valo r enigm~iúco Jel amor tiene alguna re percusión sobre lo que es una modalidad especial de la significación, a saber, la transferencia ? ¿Cuáles son los elementos conccmicncl.'.S a la Jirección de la cura que impiJieron que en el sujeto se declarara una erotomanía en la relación 1ransfercncial? ¿No podríamo:> <lccir 4ue esa ausc:.ncia J e desen cadenamiento es función dd manejo del analista, que ha privilegiado cierto trabajo dd significanrc por encima del valor de enigma del encuentro amoroso ?

1. Véase: Jacqu..:s·A!Jin M1llcr. "Ou\'c:rturc:. De: la surprisc a l'éni¡¡mc" , en Le <:ont1'1:1bule d'11ngrrs. P11ris. Agalma-~uil . 1997. [Trad . cast.: " Dd c:nigm~ a lasorprc:su •. ••n Jacqucs-i\ lain Millcr ,., al.. Lm 111dtuificablts de In clinl(;,1p11wm1all1ica. Buenos 1\ in:s. P~1dós.

2003 .J


( 16

Sexualidnd 111t1rcubi1a y pJicor1r

El segundo aspecto se rd acioni1 con la c uestión de la especificidad de la sexua lidad masculina en la clín ic~1 de las psicosis. Este caso d c:muest rn con mucha claridad ciue el cleme11ro dínico del empuje a la mujer afecra el lado masculino Je la sex ualidad de un ujeto psicólico. Es posible afim1ar que la construcción de este caso exige ir más allá de lo permitido por el aporte f rcudiano, ·a S<\Cer: m\en\ras d neurótico pone la vida amoros:i bajo d m:inc.lo de las condiciones de clecdón, cl psicótico responde por la. vía de Ll{\'.\ ime rpretadón c.f<:c\\\lamcnte <ldirnmc. En ouas palabras, así como el ncuró1ico se protege po r medio de su dispositivo famasmáLico, el psicótico sólo cuenta C()n d recucc:;o a ~ma reparación en lo real, un;:1 reparación que surge cuando el sujcro, como lo ilusrra este caso, se enfrenta a un encuentra an10roso fa ll ido. Ap:irccc entonces la queja de que el otro lo ha cnga1iado, con la apariencia de una imerprecación ma(cada con el curfo del ddirio: "Esa chic<J se burló de mí, yo creía q ue sabía todo pero no sabía nada". El progreso ceórico se hace aquí a la luz de la enseñanza de Lacan, más p rccisamcnre a través de la consideración de las f ónnulas de la scxuación. Si en f'reud la elección amorosa siempre se tematiza mcdianrc condiciones determinadas por los rérmitlos signifi<:ames c.¡ue cl objeto de amo r vehicula consigo, en Lacan la aprehensión de esa misma elección exige tomar en cuenra su dab(~radón sobre \a sex11ación, concebida como llO modo de respuesta a lo rctil designado por eJ no encuentro constitutivo entre los. seY.Qs. Precise.mO$, al respC(:\O, que \a rcspuc-s'i.a que e\ sujeto psicótico puede da r a esa ausencia de encuenrro entre los sexos, que se pcesenta cun la forma dd "g~ce sin !ími\~ e infinito", no debe confundirse en manera alguníl con el "no todo''. propio del fado femenino de In sex uación. En ese sentido, d "no dd wdo hombre" correspo nde al modo ·ingular mediante el cual la incxisrcncia de la función suplcmen-


U"''

LóC 1CA or.1. CEI 1SA1n

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c.rna del falo se transustancializa , para D ., en los cánones del -.moJicho goce transex11al. E nocable el pasaje que se produce 1·n el marco de su activiJad <lclirante, de la demanda concrc1.1meme transexual de cambio de sexo, a través de una operación qui rúrgica , a l:i manifestación asintótica del goce en el delirio de 1·masculacíón . En esa fase , la ideación que giraba en tomo de la 111 cervención en lo real del cuerpo desaparece. como afirma la propia Nicole Gucy, en virtud dc.I "cícero de sus elaboraciones". "ic trara de la faccla lógico·deducriva de las rigurosas const rucllOncs delirantes del p;1cicntc, que culminan con e ta objeción de carácter perentorio: " No soy transexual ''. Si consideramos lo que esre caso nos enseña sobre la clínica dife rencial entre t ransexualismo y función asintótica del goce 11.mscx ual en el delirio p icócico. y rcnemos en cuenta además In lllJnem como se t rnsluce en este último el elemento clínico del ' no del todo hombre" , e plantea la cuestión siguiente: ¿Je qué modo puede utilizarse aquí el concepto de "empuje a la mujer"? !-.sen ma nifestació n no equivale a la modalidad teorizada por l .acan con referencia al presidente Sch rcbcr, a ahe r: "ser la mujer que falta a lo hombres" . ¿Es posible hablar del "empuje a x"? Y. en ese caso, ¿cl factor del cmpu¡e a cs1á o rientado hacia el lugar de la excepción masculina referida al decir del padre? En ot ras palabras. ¿postulamos que se tra1<1 de "se r cJ hombre que l:1ha al universo de los ho mbres concernidos por el decir pa11.:rno''? Es indudable que, de prevalecer csla hipótesis, debemos rnnsidcrarla como una etapa previa a ese aspecto unive rsal <lcl <.' mpuje a la mujer actuante en las psicosis, visto que ese aspecto c:quivalc a l:i existencia de La mujer, en razón de la forclusión del Nombre-del-Padre. En el caso de D .. es preciso admitir que l.1 preponderancia del universal repercute sobre la función .1sintócica del goce del Otro que. de manera contingente, coma l·omo objeto en el delirio de D. la excepción masculina referida .d disc urso del padre.


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(O~IENTi\RIO

Lo solución del ce'1ba10

El tercer problema aborda lo esencial de la solución a la cual se ha Uegado en e e trabajo clínico: la demostración de que la lógica del ce\ibaco se irnponc a este sujero como un modo de vida que le permite hacer frente a Jo que éJ mismo llama un "eterno ~\~sc~miemo" . Es sorprendemc observar que, hasta el final dcl caso, el nombre de "soltero" no es ufkicnre para colmar la b recha de lo simbóHco. En es<: sentido. se valora algo que aparece con la form !l de una "tomn de Jisrancia". c:ida ve'/. que un "acontccirnic.mo \nconttolab!e'' ?.ffieJ):c\7A\ producirse.:. Cabe pregunrarsc si, en ese saber act uar con lo real, no es esta csrrarcgia de distancia cid suícto can respecta al Otro ~xo \·a qu1:. especifica \a \ógica dcl solrero en la psicosi . Contrnri::tmcnte :.i lo que secbserva en ~te caso. en la neurosis aparece una lógic~ del cdibato sin s11crificio alguno del donjuanismo dd sujeto ni renuncia a la pasibilid;1.d dcl encuentro con una par1ena:r e. El significante "soltero" tiene aquí un carácter de invención sensible en la construcción dd sujeto, habida cue.\'\ta de que, para él, eJ soltero se convierre de maner:.t parnc.lójica en un hombre de.sprovisro de mujer. En ese sentido, sería importae1te rrarar de averiguar si la solución dd celibato no repcrnnc sobre d "no del codo hombre" y d útulo de "soltero" no asume de hecho la función apaciguadora de lo que ante eran las form~ desorJcnad:is del goce, procedcnces de cierra relación con el padre. Para terminar, el significamc "soltero·· Ucga a ser para el paciente t1na invención paradójic-J, cuya significación es inexistente en el tesoro semanrico de la lengua, y que apunta a medirse con las incidencias deletéreas de lo pre~encia dcl padre mítico, del padre que, p~1ra este sujeto, no se ha erigido en Ley.


Una falsa erotomanía homosexual Dominiquc l Jolvoct

Aurélia ingresa al Courtil de Aduleas Jóvenes cuanc.lo tkne 17 años. H a sido derivada a él a raíz de dificuhadcs rcpcnt inas en su t: colaridad, coincidentes con el alejamiento de su mejor .1miga, Émilie. Ésta ha conocido a un chico y también cambió de clase. Es:i ruptuni c.lel vínculo con Émilie sumerge u Aurélia en un g rnn terror. Acomece enconccs con vehemencia concra el novio v los nuevos profesores de su amiga. Con frecuencia se va de su d a e para verificar que Émilie escé bien , o empiC'ta a romper todo lo que la ro<lca cuando un profesor presta una atención parttcular a su amiga perdida. Más adelante dirá que, desde el día en que su rubia compañera se fue de la escuela, tuvo la idea de que conocería a otra rubia. En el momento de perder a Émilie, Au réJia confiesa a su abuela materna los abusos a los que su padre la sometió cuando era más chica. El padre irá a la cárcel y la madre será condenada a unn pena en suspenso por su silencio.

El podre Encarcelado, el padre se le manifiesta en la forma de pesadillas frecuentes . Éscas la despiercan cuando Aurélia cree que é l,


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Dc>MlNIOUt-: 1(O\)J(lf1'

armado de un cuchillo y con intcn~iones de eliminarla. la persigue a u avl: del centro donde la miendcn. L 11 joven presenta as~ padre corno un hombre inútil y brutaJ, cuya violencia ella sufría más a menudo que los otros. "PrderÍ$1 la gresca a la-- p1uabri!S", dice. Al mismo tiempo, la violencia de est padre mo'Yiliza en c.Ua una pecturbadora fa cinaóón. A raíz de los arranques de (u ria que en Auréliason faros pero Lemiblcs, ella e)(plic~ que es como su p¡tdrc, cosa q ue su madre no se ha privado de decirle. Duran ce esas <:Tisis cláscicas la joven "es." l\\CTa\mencc su padre, ésrc escá en su cuerpo, le habla y ella no puede pfcsencar o po. ióón alguna a esa invasión. l crmin:.idos esos episodios críricos, la jover> se deshace c.:11 excusas y parece aterrorizada por hl violencia de la que se ha moscrado capaz, aUJ1 cuando. en el fondo, la subieúvadón de todo eso se de· mues\ ra imposible.

La nbuela

J\uré.\ia es la m;>yor de la fra1 ria y pasó su primer año de v\da a cargo de la abuela, qu\: a\ p:1rcccr exigió a la m.tdrc su custodia. Cuando la abuela reclamó nimbién a la scgunda hija. c1 padre decidió s3car!ca \a niña, por remor a que "le trastonarn la c¡.¡beza ". De todos modo , Auréli;.1 sigue muy ügada <l ella: " Mt: parezco a rn\ abuda'' , dirá. "mi hermana se parece a mi padre", e incluso: ''Soy igual a mi ab1.1eb". Ambas pasan la rtrnyor parce del ticrnpo comi;mp\ando a los 1ranscúmcs y hacienc.lo comenrarios sobre ellos y sus características. En esta actividad predilec\a de cspi;tr el barrio a 1ravés de \os criscales, que consriLuyc lo esencial de la vida de \as dos mujeres, sicuarcrn.Qse\ objeto mirada del otro lado ele la ventana. De ese lado se determina una intención ldd~ en \os ojos de los lranse.úmcs corno ·igno de la benevolencia o malevolencia del 0 1ro.


U NA l ·Al ~ A EROTOMANIA 11m1os1~XUAL

l2 1

11·rvda n1 el espejo

\111 1

l .J abuela ha rransmiúdo a Aurélia la idt"<l <le que no puede hal1l,11 con nadie a quien no conozca. Y para conocer a La gente es 1•rt·<1so, dice, que la observe, que la mire <le hito en hilo. En sus 1111111cn1.0s en el centro, muy desconfiada, la joven podía decir: 'l\o conozco al personal, debo mirarlos ". Debe mirarlos y ju,g;tr p111 su carn si le gustan o no. Pero, elemento que nos parece dele rm inante para aclarar ante qué nos encontramos, Aurélia no p11cdc decir estrictameme nada sobre lo que f un<la ese conoci1111c:nto del otro y su eng:rnche: "fue porque pasaba:; por ahí", ,lira n alguien. L:n esencia, no cnl iende por qué se engancha alternativamente 1 on mi o cual: el conocimiento es instantfoco, está en la mir:.ida 1111 s 111a : '' La miro fijamente }' ella me comprende, comprende que debe venir conmigo". "Me prometió, dio el primer paso, me ha recibido. Le miro la cara y es como si tuviera que venir <onmigo". En consecuencia, escablccerá sucesivamente con determina· J as integrantes del personal del centro una rel ación excluyente, 1iránica y dcv11stadora para ambas. CuanJo la mujer en cuesción se <lemora, no se ocupa con exclusividad de ·lla, está de licencia. cte., Aurélia se irrirn: arroja cuchillos. agre<le a otras jóvenes, rompe muebles o vajilla. Exige 1:1 exdusivic.JaJ de la desvcnt u rada elegida , que ya no puede más que crabajar con dla y con ella ola. En un primer período de su estadía se apega así a una intcgrance del ccniro en esa fo rma ciráníca y reivindicativa. Logramo que se detenga cuando hacemos recaer el perjuicio en esa persona. "Si sigue llamando por teléfono a S., ésta será despedida ". A partir de allí, y poco a poco, la otra mujer es elegida con la condición de que haya ciena distancia.


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Do.\trN!QUE tlOLVOf:T

"Tof!lé friO efla m:uiana .. . cua11do esperaba o Lame" Durante el verano, una estudhmtc., L-aurc, \licne a t rabiljar al Courcil. Aurélia desarro llará un a~go Í\'\adet:\ib\c hacia la joven, que deja el equipo al finaJ de las vacaciones: un alejamiento p rogramado q ue. sin duda, determina en \Y.\rtc: la dccción. Durante un año y hasta el dfa de hoy, AuréJfa la perseguirá con sus asiduidades. a unque Luur~ ya no t.robaia c.n la in ü tutión. l..e escrib irá carcas de amor, la Uamará por teléfono e inrcntará enconlfar su casa. Ac:u<lir:í al dice<:tor ?ata ~wer\guar cu án do volverá, y desarrol1:1r:í scntirnien1os hostiles hacia nosotros cuando él le diga que Laure no va i rer,resar. Progresi\lamcntc, el amor por la joven adquiere un c:iri:z: persecutorio y Aurélia parece p reservarse de un encuentro po'iible. A.dvc.rúmos que: n o profundiza en sus in· vestigacioncs: aunque di pone de su número de teléfono y de su dirección, no le telefonea ni \menta 'llcr\a, a ~a vez que rciviodica un reencuentro con dla. H abla de su sufrimiento por esta r separada de Lttuce y ttl m;smo tiempo 'SU conouCl R muestra q ue percibe el peligro de ace rcarse demasiado a eUa. Alude entonces al drama q ue le es propio , \vaccne \amo ma\ por alguien c uyo rost ro ya no logro recorda r. A lgunos días ·a.ntes <le. cs\a dedm:11ción, una integramc del personal describe una extrañ:J escena ocu rrida¡¡ la mañana temprano. Esto es lo sucedido. No bien despierta, Aurélia decide safü precipitadamente al patio. Ab ce W. pu<:rta y se. ~ue.da pct rificada en d umbral durante diez minutos. No se m ueve ni responde a nada. En una alienación notable , su mi rnd~ triste ?\:fl1'1"Anece inmO\li\izada en una <lírección indefinida. La dejo sola unos i11swmes y luego le propon~o dac un b re"e paseo por \"dudad. AcL-pta, aunque d:.t mu~rras d e cieno estupor. Me sigue e n silencio. Trato de habfa r, pero se mantiene caUa<la. i\l caoo de \m mm :>e acerca y me dice: " Me


U NA rALSA EROTOMANfA HU.'l.IOSEXUAI.

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¡1111 ccc que es coy enferma. Tal vez tomé frío esra mañana... cuan Jo , pcrnba a Laure". Se le pregunta si Laurc c.lcbía venir: "Sí, puede venir a cualq111L·r hora. Piensa siempre en eso, estoy segura. Lo hará a cualquier 1m·c10. Soy gitana a medias y por eso puedo prever y adivinar las 11

' 11s:1s •

L:.1 semana siguiente afi rmará: "Y11 está, me liberé de Laure. No pienso más en ella, y todo funciona mucho mejor. Ahora punlo volver a hablar normalmente".

l'11r.ino10 o csq111zo/re1110 1

Esa liberació n de la que habla no lo es tal. y signa la paradoja de su lazo con la o tra mujer. Por un lado, el enamoramiento es persecutorio por su excesiva presencia y la necesidad Je su .:onstancia; por otro, b desaparición de la imagen de su doble es .ingustiante debido al agujero que produce. Podríamos, por lo tanco, destacar la persecució n de su enamo ramiento. Se advierte de inmediato que éste no obedece a un ideal encamado po r d Otro que cntrafic su envés superyoico, en el cual ese Otro la persiga, la acose con un odio que es reverso del amor. Por otra parte, ella no al ribuye incenció n amo rosa al ot ro. La que ama es ella, y se siente perseguida por "el esfuerzo de 11naginar" (y no de pensar) exigido por d riesgo constant e de descomposición de la iconografía de sus amores. Ese csfuerzo de imaginación>'ª ha sustituido el imposible mantenimiento de una presencia permanente dcl otro a su Jado. En este aspecto, Aurélia tt: timonia una incomprensión total de la distancia que el otro ha

1 Vé~J1 cqucs- Alam Miller, "Sc:hizophrcnic:

1982.

t i p~r2nofo",

Quarto. 10,

lhu>cl~).,


l 24

DoMJN1ou~

Ho1.voF.1

podido 1orn:lr. Si bien la in1 roducción del lazo a 1ravés de la ima· ¡?,en es \lC\UÍ un progreso, se 1rara de u n p rogreso pe rsecui orio, sin d uda, como p rocuraremos especificarlo, a unque se cUscinguc <le una persecución p.ropiamemc parr1noica. En cuanro al caníc1cr elevado dd objc10 amado en la paranofa, el sujeto se inrc rcsa gntdualmentc en figuras m~s e minentes para responder a la necesidad de alejamiento:: el principio de aleja· micnro pasa aqtú por l:l idc:cuización y en consecuencia por lo sim· bó\ico. Podríamos consll.\ ·t:ar una génesis <l~ l9.s pe.~gui<lor~s. rnl como Larnn la evoca en su tesis sobre Ainiéc,' en la cual la :uniga fo tim a, la scñorir:t C. de la N. !en nuestro c:lSO, Émilie), soporte:: inicial ele una identificación imaginaria, sería usiituida luego por personajes de rango superio r. grandes Hctriccs o muie· res de k \rns, )' no . \:OCO\\\r&.H'Íamos ,mt~ [Qs pródro mos de una verdadera cro romaní:l homoseJ< ual. En Au rélfa ese rasµo de la situación superior c.lcl objcro no está present e. Pero en su lugar encone ramos otro p rincipio que permite a la joven mantener d ídolo, aquí red ucido a u11 icono, a jus1a discnncia; un principio t }\\C ya \10 es sirnból\, o slno ima~in:J rio, a abcr, desfuerzo de conservación luriosa de la huella mnémica, de la irnagcn . Luego dd episodio en que se c\isudvc b ima~cn de Laure, observamos la bli ·queda activa de un nuevo objcw, pero, seña· lémoslo. e pecio lmen1c en la persona de una integrante Jel p~rwnal c.:o n licc:nci.a prol on~;1da o de otra que vive lejos, por tjem plo una colega brasilefia q ue h:ice visíras :111uales al Courtil. l ncap;1z de intc~ ra rsc a una operación simbó\.ica, \a condidón del alejamiento debe ser real. 2. J:tC<JUCS·Alarn Mi1lcr, "C.\rnitfllC l roOÍljll( 1-l Coi.ir f•r:-.IÓltnn r. n . \99~ . } , J~C<JU~S L.mrn, Dt' /.¡ ps}cbo1e f"lrutroiaqur dom 11•J nip¡>ortJ aP« la perrorinalitl 119n~ . I'JTh , ~('lll\. \9ro.ro!. • p\)\\\\t E.~"1~· h w l . 01<' De IJ puoo(rr p.ir.i11nic.1 t'll l llJ r(facto•rn con In pen onnhtÍirJ . MC:l:iw . S1¡;lo XX I. 197(,J, ron f\"Íc ~ncfa :ucaso Aiméc, !">" l<i }.264~ "$urec odc ni:l~ ~ quí, e n fa ~ nci; i, de 1 ~1 pcn cguiJor3$, <JU C ese rps¡:o Je la ~ 11 1111oó11 superior del objcro. lcros ,le ser ambu1b lc corno se: h~ d icho ,.l 'org11llo sexual', no es ~1110 b cx1Hcsión (Id .1nhcl11 mea n cicntc J c auscocia de te~ liz.ación scx11.il ". 0


U NA f AI SA r.ROTOMANI A llOMOSl;XlJAL

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.\1 pu recer, por lo canto, Aurélia tiene clara la idea de la ne· ' 11l.1J del alejamiento, pero la impro nta del otro sigue llevando 111.1lm su rarea a través de la imagen mnémica, y en consecuencia pm medio de una o peración apoyada en lo imagi nario . t .o nsidercmos, por ende. 4ue eJ drama se J csarro lla entre el 111111 con la imagen constituyen re del otro -que supone un trabajo 11n·111al sin fin-y la pé rdida e.le ese lazo en la imagen cvane:sccntc. 11

1 1..·1:t.1 de lo 1111ap,i11orw •

l .11 la relación con su abuela matcma encon tr:unos la mat riz relación con el doble femenino. Es aventurado, sin duda, '\'11ca r cl deli rio de a dos. pues como no hemos conocido a la abuda 1111 comamos con ninguna coo rdenada precisa , pero su dis po· , 111011 paranoica parece habe rse transmitido a la nieta, por cjcm1•lo en lo concerniente al conocimicnlO que es posible tener de ,ill!uicn a través de la mirada. De hecho, se trata de reconoci1111cnto mucho m:ís que de conocimie nto. Aurélia debe rcco· 11nccr en el o l ro algo que lu constituya, que le dé una ide ntidad y 1111 cuerpo. El susodicho amor consisre en enconrear en el o tro un cuerpo cn el cual clh1 pueda alojar su ser. El o tro , como doble, l.1 constiwyc, le d a cuerpo, y alrededor de esa imagen viva la 111ven const ruye un pequeño discurso sobre d umor que sólo es, n l real idad. una mctonimización de los rasgos tomados del otro, q11c o rganiza su propio cuerpo. Una nade ría, un simple rasgo, p11ede hacerla pensar en ello y hablar. A partir Je un fragmento del cuerpo llega a creer ver su o bjeto de amor. Ve el borde deJ P•lntaló n de una imegr:.rnce del Counil y cree que es Laurc, ve a una joven con zapacos comprados en la época en que Laure estaba presen te y vuelve a creer que se trata de ésta. , 11 ' 11

-l. lbrd. pp. 262-263.


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0 01\UNIQUE HOL\IOCT

Es preciso tomar conciencia de la tiranía que supone la necesidad de someLcrse a ser esa Laurc perdida, parecerse punto por punto a sus rasgos: como Laurc, Aurélia tiene un sobrenombre; como ella, no tiene miedo; como eUa, dt:bc ir a la escuela (Laure aún es esLudiantc); como ella, debe sacar su licencia <le conducir, fumar los mismos cigarrillos (aunque le parezca que tienen mal sabor) , reñi rse el pdo de rubio. En síntesis, el objeto de identificación es discreiamente contaminado por un poder malo que, no obstante, difiere de una persecución . Preferiríamos hablar de tiranfa de lo imaginario.

Dísol11ció11 11noguumo. el agujero negro y el potÍre gouzdor Aurélia explica que anLes le resultaba Í.ícil hacer volver a Laure. Le basrnba cerrar los ojos y su imagen aparecía. Poco a poco, esas ma11iobrns demostraron su inoperancia , hasta el episodio <lcscripto por la imcgranre del personal que nos suscitó la impresión de asistir al crepúsculo Je Laure. Algo se disuelve en la imagen de ésta. Aurélia mcncion;i el trabajo abrumador que debe hacer paro rememorar d rostro Je la persona amada. Habla <le un agujero negro cuando piensa en cUa sin lograr evocar su imagen . Dice entonces esrar muy angustiada por ese agujero negro. Al parecer, en ese mismo momento la viokncia del padre comienza a habitarla. " De de adentro" , el padre le ordena golpear y matar. La reconstrucción de las secuencias que la llevaron a las crisis elásticas revda que una rupru ra, algo que la separa de la mujer amada o de su imagen, la condujo a acometer con una rara violencia contra algunos residentes, cuya idenri<lad no es indiferente. Se trata de jóvenes esquizofrénicos cuyo cuerpo está marcado por la tijera <le la esquizofrenia y cuya palabra se fuga en ritomelos incesantes; la propia Aurélia señala lo insoportable que es esro para ella. Sus golpes van a caer sobre esos cuerpos desarticulados, esas


Ü NA FALSA EROTO~tANIA l IOMOSl::XU,\I.

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11uraJas enigmáticas y esas palabras vacias. En esos momencos ,·lb es otra, está invadida por la figura gesticulante del padre 1tnzador, irreconocible. El cuerpo Jcl otro es convocado para efectuar una conexión imaginaria que dé :tl sujeto un semblante de cuerpo cnconrrado l"ll la captación de ese otro cuerpo. EUa descubre allí, en el cuerpo 'k· la otra mujer, el habiráculo de su übiJo. Si <.:Se lazo se rompe, una figura del 0 1ro malo ocupa su cuerpo \ l.1 mvade, la aterroriza y le ordena lo peor.

I>11w111ción de la poi.abra y la imagen

·e perfila. entonces, una relación entre la inaccesibilidad de la imaginaria a la cual J\urélia se con agra (una inacccsibilicfad v1\'icb como ru ptura de un lazo que.: tenía una funci ón cons11tuycnt1.:) y el surgimiento de esa figura ele un 01ro sin limite que denuncia cl uso de la palabra en beneficio de la brucalidad: " i no ,ahc habbr, das palos", era uno de los consejo del padre. Ese lug:ir de la palabra es una constante; In joven ya mencionaba que -.11 relación con la pabbra se había modificado a raíz Jcl encuentro 1011 L<lure: reclama que d otro femenino "le hable". Y su quejas mris amargas se referirán preci amente al hecho de estar privaJa di· la palabra de ese otro: ''No cntienJo por qué no me habla". En este aspecto, la operación de imaginarízación del recrato del otro permitió scpar<lr en parte palabra e imagen. Ella puede l·ntonccs multiplicar las conversaciones privadas con ot ras inte· grJnce del personal del centro que están fuera del C1lrnpo del rnamoramien10 dcbi<lo a un defecro que ponen en jucµo de ma111.:rn Jelibcracfo ; e as conversaciones relativas a la mujcr amada <obran valor de <liscurso sobre el amor, no protegido, en verdad , dd agujero de b íorclusión. Cuando esa operación choca con su límite, irrumpe como <·ausa de sus crisis la vuelta de la palabra en los ritomclos vacíos 111ra


128

DoMI JQUE

1101.vor:r

de sentido de orros rcsidenres: "H;tbla codo el tiempo. H:tbía que deci rle que se callara , lo habría macado". Todo sucede como si el don de la palabra ofrecido por la mujer :imada (o en la ac1 ualidad por otras rnuiece.<\ no atr-J.pad,\~ en d enamoramiento), agregado al manrenimienro de un lazo por la imagen que da cuerpo, cons1i1uyera una barrera a kt in\'a.si.ón pcsadillesca del amo goiador. EJ límite de ese dispositivo es, empero, el hecho de (.\UC la amada mi mase conviene en un amo. En efecto, si ella fue Gtpaz de dcd r a su madre: " l J:1 encontrado a lll clu<..:ti.o y <'.'. l va -.1 salir de la c:í rccl ", c:i bc inrcrrogarsc sobrc el dueño que podía constit uir para ella la mujer amada, ace rca de qui1.:n decfa de ve:i en cuando hab,:rla elegido porque l:t temía como a su padre. Si la imagen dd orro especular coostiluye entonces su , .. su s\~ni­ fic:inrc :1mo, cuando la dí olucíón imaginada la deja prcsu <le un enjambre Je significantes, es un 1 que no se cmwic.:.ne C\\ p<:l'S<!· guidor sino en rasgos im:igina.rios inipucscos al cuerp0, lo cual es otrn forma c.lc 1iranía,

F.p11ogo. 1111 a111or d1J~n·10, apacible y cor/és

En compleco rnntraste con fo Jabilidac.1 con la cual Auréfü se ex presa con respecto a los dobles Í<:nteninos., <l<:sde h-.\ce mis de un :11io se esboza u11a relación, <,;n aparicnci:i plaiónica y discrera, con un íoven rcsidcmc en el ccnlro. Sobrc<:Sa rdadón no comento nada con nadie t; incluso la oculta un poco. El joven, por su pa rte!, s.c horcorit.aba Jc:;<le mucho Üempo ~1 r rás ante la iclea de un encuentro próximo e ineluctable con el otro sexo. Sc preguntaba cómo dcbfa hacer. l labfa encontrado en la pdícufa T¡'1a11ic, que vio t1n número incalculable <le veccs (in:fa de doscientas.), el Jiálogo amoroso qu<.: con\!t nfa, por lo cual aprendió de memoria todos los parlamcncos clcl filme.


U NA l'i\l.SA EROTOMA 1 IA 1IOMOSEXUAI.

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Pero he aquí que Aurélia se interesó sobre tod o en la aflicción

1ll· l.1 mad re de.: ese muchacho, rccicntcmcn1c sa lida de la cárcel, li,1,1a ~tlcnwrla a reunirse con ella a fin de sostene rla, cosa que nloqucció aJ joven. Así p ues, el la"-O con el o tro pasa aquí, de 1111cvo, por una mujer, una mujer a quien hay q ue proteger y , , ,corre r, en línea con el discurso que Aurélia puede enunciar , o n respecto a codos sus e ncue ntros femeninos . 1


Comen/ario Lucía <l' Angdo

IA "falsa# erotomanía hom01exuol

La referencia principal que roma el autor es el caso clínico que l acan eleva a la categoría de paradigma: el de Aimée. Podemos encontrar sus argumentos en la parte del texto de l lolvoet que lleva el cículo de" Paranoia o esquizofrenia". i el caso Aimée se utiliza como paradigma, es para mostrar que el caso expuesto no corresponde a la verdadera erotomanía homosexual , tal como la dilucida Lacan en su tesis. Antes del descubrimiento de su estadio del espejo y en d contexco del tema del delirio <le a dos, l.acan imenra cxplic:i r l:i persecución y su estruccura a través del cexro freud iano ·• obre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad ". de 1922. Este breve artículo es cenrraJ en la teoría freudiana de la psicosis, no sólo porq ue introduce el tema de la paranoia, lo que P-reud <lesigna como "proceso paranoico", sino también por el tema de la home· sexuuli<lad. En efecto, Frcud formaliza en ese texto una i<lcn· tificación que se produce "a mes de la identificación con la ma· dre", que se funda en la relación con los hermanos y hermanas -en la identificación con el semejante- y da cuenta de la homosc· xualidad. Así, retomando ese artículo jumo con los otros textos esenciales de Frcud sobre la p aranoia, el caso chreber y los


UNA FALSA EROl'O~~ANIA l IOMOSEXUt\I,

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m.ayos sobre el narcisismo, Lacan enuncia en el caso Aimée proposiciones fundamentales que pueden servimos de ~· 111a : a) d perseguidor es amado y ocupa el lugar de ideal del yo; /.J d perseguidor es del mismo sexo que d sujeto; e) la tendencia l1nmoscxual que se manifiesta queda reducida a la fijación en d '~ 1.td io <lcl narcisismo, y d) el síntoma que libera de la alienación 1111.1ginari.i explica la paradoja constituida por el desconocimiemo de la pasión amorosa. En el caso de Aurélia, d postulado de la erotomanía, "ella me :una" , no parece cumplirse. Por otra parre, si bien d caso no H'~ponde en apariencia a una verdadera erotomanía, a la manera dd ejemplo de Aimée, tampoco existen indicios de fenómenos notomanfacos de úpo histérico y el texto, por lo demás, no alude rn ningún momento a la histeria. 'in embargo. el caso parece adapwrsc muy bien a las cuatro proposiciones, por ejemplo a la tendencia homosexual iniciada ,·11 el estadio del narcisismo, la identificación imaginaria con el 'cmejante o la paradoja del desconocimiento de la pasión amorosa. En las aventuras amorosas de AuréHa no hay sexo. La hctero· t-:t:neidad introducida por éste no cuenta para elb, como tampoco d fenómeno del amor de transferencia en el tratamiento. El amor Je transferencia es por cierto, más aU.í de las clasificaciones dí· nicas, un excelente medio de acceder :i un saber sobre la verdadera o la falsa erotomanía. Aurélia tiene una versión del amor "loco" que parc..-cc responder mejor a otro úpo de postulado, cuyo enunciado nos dice que el nmor siempre es recíproco: "Si yo te amo, es cu responsabilidad", "si yo te amo, es tu responsabilidad acudir o no a la cita". 1

1 11:11ro

El objeto en el origen de lo serie de mujeres El autor destaca el detalle dínico que organi:t.a todo el texto: se trata del lazo homosexual que la joven p aciente establece con


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COW.NT/\RIO

las mujeres durante el tratamiento y fuera de él. En esos lazos b sexualidad no cuen1a; lo que importa es la solución particular encontrada por ese sujeto femenino para ponerse en relación con los oc ros, a través de la identificación imaginaria con su pro· pío sexo, es decir con el semejante; con la imagen del otro dd mimo sexo. AuréJia c.;s una joven de 17 años que ha ingresado a una institución debido a sus problemas escolares, y padece además d alejamiento de u mejor amiga, Émiüe. A panir de este episodio, y sobre la base de la transferencia, podemos explicar el proceso de transformación del objeto y su desplazamiento hacia distintas figuras femeninas (Émilic, la rubia a quien Aurélia espera conocer, la madre, la sbuda , Laure), y en especial del objero que fue d origen de esa serie amorosa metonímica , así como de la crista· lización del delirio. Sin embargo. es menester diferenciar el objeto que está en el o rigen de la serie y el objeto ideal con el c~ Aurélia se identifica imaginariamente. ¿Quién ocupa el lugar de ohjeto originario de la serie de las mujeres? Dominique Holvoct señahi en el texto que la relación con la abuela es la "matriz" de la relación de la joven con el doble femenino , y que aquélla le transmitió In forma de obtener del otro especular el goce a partir del objero mirada. Es una respuc.:srn posible y muy argumentada. No obstante, el objeto originario siempre está en una relación de discontinuidad con la serie metonímica de las otras figuras y es un objeto con el cual es pre i o mantener cierta discancia en la trayectoria asintótica del amor. En el caso Airnée, la hermana ocupaba ese lugar. En d caso de Aurélia también hay una figura femenina que aparece excluida de b serie, su hermana. Aurélia fue separada de su abuela en los primeros años de vida para volver a casa de sus padres. Su lugar jumo a la abuela fue ocupado por la presencia de su hermana: "mi hermana se parece a mi padre". Si ella "es" su padre, ¿no es empero su hermana la que le da su "ser"?


U NA h\LSA l·.KC'lr<)lllA Nl1\ llOMOSFJ<UAI.

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Si esta hipótesis es válida, cabe deducir que la hermana es el uri¡?en de la serie de objetos ideales con los cuales Aurélia se identifica imaginariamente; ral vez pueda comprobarse en este <. :1so que, como en el de Aiméc, el objeto hermana está en relación de discontinuidad con la serie de mujeres. Aurélia, en posición de ideal, es, como su hermana, la imagen misma dd ser que ella -;l' ve impedida de rcal i~r. y la causa de su malestar es ese goce im posible <le subjetivar. La demanda de amor, para Aurélia , es el amor narcisista, una r raducción de la libido que circula en la dialéctica de la relación entre el yo y el otro de la imagen encamada a partir de la imagen. fata preponderancia del objeto mirada muestra con claridad que d partenoire imaginario del yo es el otro y que d meca nismo de la dialéctica imaginaria es la identificación . Se rrata de una 1denrificación del yo que se alcanza mediante la identificación con la imagen, y que escribimos a·a'. Esa preeminencia de la reJa. ción imaginaria entre d yo y el yo ideal es el resultado de la regresión tópica al estadio dd espejo producida por la forclusió n del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro simbólico. El caso nos enseña que en el sujeto hay una disyunción del eje imaginario y el eje simbólico, es decir entre la idcnciíicación imaginaria y el reconocimiento simbólico, cuando la palabra y el silencio pueden adquirir, aun de manera precaria. derLo valor ele conexión simbólica para Aurélia.



El amor loco de una madre

Éric Laurent

E re sujeto femenino, producto de una historia espantosa, ha p.1::.ado por muchos médico , muchos jueces, mucho educadores rn su vida. Ha lanzado muchos pedidos de ayuda y puede decirse, i!rosso modo, que sólo hizo lo que se le dio la gana. Tiene ideas , obre todo. Podcíamos plantear en primer lugar cJ problema del diagnóstico. El sujeto ya se hiÍ'.O decir que no está en la ó rbira de l.1 psiqtúat ría. e sitúa, en cfccto, en la zona donde psicosis y psicopatía se cnt recruzan. Jamás mantiene durance mucho tiempo una u:lación transfcrencial y desbarata los tratamientos posibles. Tratemos de oricncarno en su paranoia normal. El drama subjetivo l undamcntal de cscc sujeco gira en torno de un muerto. L:i repro· ducción de la muerte de la madre invade todos los aspectos de ~ u vid:i . Ella e tá anim:ida de una pasión mortifera que genera a H I alreJcdor un mundo sobrccogcdor. E l rcrrato catastrófico que h11ce del destino familiar a lo largo Je tres generaciones nos sugiere la idea de que hay casos que necesitarían tratamientos de rnnjumo de todo d grupo familiar, uno por uno. Es imposible duda r de que hay un desborde en esa especie de nube increíble, ese d iluvio de nombres propios en los c u:1 les nos sumerge. Una hora y media de una letanía de nombres propios ensordece a cualq uiera. Entre las siglas, las iniciales, los términos de la jerga b urocrát ica y la descripción minuciosa del cambio de estatus de


l)6

Él(I( L :\URE; ,.

)os funcionarios fran ceses durance las modificaciones dt la :idministracíón en los úlcimos diez años, fromera muoicipal, puo entre municipalidad y consejo general, ere., la serie de nombrtt• de codos los jueces .. . , todo eso es atúrditlor. Una horn y mcd'• que genera la impresión de que ;tlgo falla en la función de noml nación , Ella hace un gran esfuer.ro para lograr nombrar algo qut r<:nga verdaderamente un nombre. Le cucsLa un enorme rrabai4l nombrar su quej:1. Ésra pasa necesariamente por la justicia. U. f undamenial es h1 formaliz~ción iuridka. El ~cttn mcdicamema del panmoico consisrc en ser convocado anee el O tro de la justid 11 y hacer rcc<:>nocer sus derechos. La cosa cmpe-l.Ó muy pronto, desde que se casó. Las dificultades flnancieras no tardaron c11 impüca r a 1'1 pareja con el Otro de la justicia. Anee todo los bancos, luego las instancias jurídicas en corno de la deuda y má5 rnrde eJ juicio de divorcio y el jue-t de menores. EJla 5c dirigió al Orro de la ley para mmtencc su muttdo unido. Tras la muerte dd padre y la contingencia del fallecimiento súbito del marido, hubo una de:scornpensnción famiHar. Los importanres trascorn0$ de su hija descmbocar1 en problemas som~ticos gr:J\res en ella. Hity una op~ración de glaucoma. Las diftculrades de los hijos Jos dos mayores- con la jusrícitt no cesal1, lo cual le permite declinar una vez más los nombres de los jueces a quienes presentó su q ueju.. Quién no hh.o esl <:> y quién no hizo aqucllo, etc. Esto 11 ociJpa hasta 1996. ¿Por qué se suicida ese mismo año? Ya había recmrido a \a psiquiarría, pero eso no }e impidió en modo alguno recurrir a la ••yud:J parricular.

De u11 O/ro de la ley al o/fo pa1ional

Partamos de la hipótesis frcudiana "el inconsciente repire". Cuando se desconoce itlgo que pasó ames del efl cuerltro con eJ sujero, es preciso hacerse la idea de que es homólogo a. lo que ocurre ahora. Ella acude a pedir ólyud<1 debido a la relación con


fa AMOR LOCO DE UNA MADRE

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11 li11.1. con quien tiene un vínculo apasionado. Del hijo puede 111 11 ". ufre, es terrible". Hay que darle la leche materna transl1111n11da en Xanax, proporcionarle lo que necesita para no sufrir. 11111,a!Je qué hacer. Lo pasional es la pendencia con las hijas. Se lw < l·char de la casa por una de ellas y la menor le dice entonces 1¡111· va no la obedecerá. En ese momento la mujer nos solicita 11v11d.1. Cuando vino un año atrás, el contexto era similar, poco ill'~pués <le conocer el embarazo de su hija. Dice asimismo que desde hace cinco años es un infierno. Y 1r111onta la situación a la primera interrupción voluntaria de 1111barazo <le su hija. La relación entre ambas es el eje patógeno 1,,,,,c:o de su patología, lo cual es coherente con su historia. A la 11111crte de su madre, una hermana toma el relevo. Hay una acu11111lación de generaciones en las que el lugar de la madre es •'<upado por una hermana con relaciones apasionadas. Ella no 1lice: "Soy culpable de la muerte de mi madre ", pero sí que murió , omo consecuencia del parto. Quizás hubo una septicemia. AgreHª: º En esa época no sabían t ratarla" . Tiene la idea de que fue 111lpa de los médicos o del hospital , que hubo un error en la .1tcnción. El tema apenas se toca, no hay un delirio mayor al respecto, pero ella nos recuerda con mucha precisión las cirt unsrancias que hicieron inevirablc la muerte de la madre. Desde entonces lanza pedidos de ayuda. Los nombres propios y de instancias que desfilan son en su totalidad "representantes imposibles del padre", según la expresión de Freud. Su llamado de socorro a un padre, a algo que haga las veces de función paterna, como dice Lacan, no encuenrra destinatario. Ella no puede sino repetirse. Está claro que ha dedicado la vida a ocuparse de los niños: en principio niños ciegos, luego trabajó en la DDASS y más tarde en Ja ASE. 1 Las circunstancias de s u venida al mundo llevaban a 0

1 Sig.la, de: lu l)i rc~'1im1 dé¡m1c:111cniulo: dc:s affain:s $011iuaires C1 wcinlo >· I ~ /\ick '-O(i11lc: i l'cnfancc:. rcspc:ciil'lmenrc:.


1.38

t1<1C L\URENT

suponerlo. Se consagró según el modelo de la he rmana, en posición de ideal. L-0 hizo con esa pizca de delirio y megalomanía que permiten las instituciones: "¡ La institución soy yo!" . Ella misma úene a su cargo a los ni ños de Francia, ella misma vda y denuncia. Denuncia el desorden dd mundo hasta poner las cartas sobre la m<."Sa e n lo concerniente a su hija: "Voy a marn rla, voy a matarme, ya le avisaré". Es muy apasionada . Luego, por el cont rario, p uede hablar con mucha tranquilidad de sus lecturas sobre el más allá. En d fondo, tiene una buena relación con b muerte. El núcleo pasional patológico con su hija es intratable. No hay nada que pueda convoca rse como tercero, como instancia de arbitraje, de mediación , cte. Ell::i misma tiene ideas y el carácter creativo de los paranoicos, inventa instituciones, soluciones para sí misma: la entregan (a su hija) a una familia suscicut<l y a continuación cscablcccn un mediador. Le gustaría participar en la invenció n de una insrilución: SOS Padres Golpeados. Todo viene como anillo al dedo pa ra la demostración: "No me ayudaron". En la fa milia la relación con la muerte es compa rtida, hay un rechazo notorio de los cuidados. Los tres hijos lo sufren, sean L1s mujeres o el varón .

El escenario del asesinato /anlasmálico

El "asesinato" anunciado de la hija es un fant:ism :1paranoico. Tocamos aquí el corazón del enigma de la rdación mad re-hija que es d infanticidio. Derrás del crimen paranoico pasional está el crimen fundamental, el infanticidio, enigma que :ipasiona por lo que tiene de indescifrabie. Los infanticidios cuestionan a la civilización. El í1lcimo que apasionó a Francia fue la muerte del pequeño Gré· gory. * Todo d mundo d io su opinió n, en particulnr Margueritc • i\lusiún a Grégory Vilk min, niño Je cu.airo años y medio cuyo ca<lñvcr se encontró c:n las agu~s de un río de los \'osgos en octubre: <le 1984. pocas horas después de hubcrK


EL 1\MU K toco nF. u-.:" MADRE

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1)uras. Tres o cuatro jueces pasaron por la causa. Se trata de dramas que despiertan un enigma fundamental . Medea reaparece entre nosotros. Ella dice también que eso puede salva r a la hija menor. Los l rímenes siempre se comelcn por las mejores razones. No hay \'ll la historia de la humanidad un solo crimen que no se haya perpetrado para salvar a los otros. CuanJo escuchamos que, para cnrnrga rse del mundo, pani mancj:ir los problemas de Ja sol 1edad , las mujeres son má bondadosas que los hombres. más negociadoras, están menos sujetas a la ira porque tienen menos t:trcuitos hormonales agresivos , nunca hay que olvidar e l infanticidio que concentra el enigma del amor maternal. Así como el crimen pasional es el punro central de amor femenino, d 111fa nticidio lo es del amor maternal. La mujeres no áenen la perversión en sentido masculino; tienen, en cambio, el infanriu dio . No tienen perversión porque tienen hijos, decía Lacan pJra resumir el problema.

/:"/ wic1dio altruista Esta paciente evocad hecho Je "morir con la hija", u matarse Es el infanticidio altruista, que tiene la misma forma que el uicidio altruista. 1lace poco, un caso despenó la pasión de los franceses, más aún que la de los peritos psiquiátricos: el tlcJcan-Paul Romand. Este sujeto logró hacerse pasar por médico durante mucho tiempo. Es uno de los grandes casos de mitomanía ~on ella".

.lcnunc12do su Jcsaparíción En un principio se acusó dd ~scs1na1 0" un tlo y luego DI• nud rc. pero las Ín\lcstig~ooncs lkgaton a un punto mucno y d c:isosc cerró en 1993 sin hnbcrn: cnco111nKlo al cu lp~blc . Rc.ab1cno en 2000 par11 realizar amílwsdc ADN . tamb ién 1nfme1u11sl)), $C cerró definni\lamcncc e n abril de 2002. Una de las repercusiones mih .fr11m lÍIÍCa$ Jcl ca.~o fue d asomato dd do de la vle1imu (d pnmcr ucuwdo), comc1ido I'°' t'I padre de G régory en nllmo de 1985 ( N. dd 1' ).


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ÉRIC Li\UllliNT

delirante. El asunto concluyó con un suicidio altruista. Es el c rimen paranoico masculino. Para salvar a sus padres, su mujer y sus hijos, para evitarles una desilusión, los mata, a fin de que no sufran. fu la excelencia del suicidio ah ruis1a, del asesinato. En cambio, a continuación él mismo intenta suicidarse y fracasa. Luego prosigue el debate con el Otro, sigue manteniéndose en el ámbito de la palabra: libro, documen1al, etcétera. Nuestra pacien1e no se inscribe en el mismo registro. La d.ifcrencia radica en que quien pasó al acto no habló con nadie, no anunció su proyecto urbi el orbi. Tampoco vivía en medio de una violencia permanente. Dicho esto, el hecho de anunciarlo no basta para garantizar que ella no pase al acco. La acti1ud permite tomar una serie de medidas , ampararla con un requerimiento, un Otro que "se encargará dcl asunto" , evi1ando el choque pasional sin remedi.o entre ella y su hija. Es preciso constatar, sin embargo, que a parti r del nacimiento de un hijo se franquea un umbral. Hay una aceleración. El llamado aJ Nombre-del-Padre, cuando ya hay un hijo, se hace más apremiante. Se clama para que algo ponga en orden la relación madre-hija. No hay respuesta, el mutismo es total y se abre el abismo. Los crímenes pasionales , los del grupo paranoico, son muy motivados, contra riamenre a los crímenes del grupo esquizofrénico, que son "inmotivados" , según ha podido decirse. El que nos ocupa es sumamente motivado, tiene todas las razones y es anunciado. ¿Qué hace que el sujeto, al matar al otro, se mate a sí mismo y encuent re de ese modo cierta pacificación ? Ése es d interrogante que Lacan quiso resolver en su tesis. Tras d pasaje al acto, sea que se mate concretamente, que se suicide o no después del crime n, el sujeco atraviesa un momen10 de muerte. Es muy notable en el caso del crimen de Ahhusser. Luego de veinte años de relación apasionada con una mujer, la mata y desp ués entra en un t iempo de muerte subjetiva. L'Avenir dure longlemps es un libro escrito desde el punto de vista del muerto.


EL A\IOK 1.0("'.()

l)F. UNA MADRE

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Subjetivamente, él muere el día del crimen . Puede comentar indo. sus dichos, sus obras, lo que ha hecho, desde la perspectiva

ll'I muerto. En el momento subjetivo en que el objeto de la p asión wnccntra todo, todo el ser <lcl sujeto, aJ tocar aJ otro éste se mata ,, . ., ¡ mismo. Que en la psicosis d crimen esté en la vertiente p.mmoica o en la vertiente esquizofrénica, que sea absolutamente 111011vado o inmotivado, de todas maneras el sujeto se alcanza a ' ' mismo, se golpea a sí mismo. Ya no hay parapeto simbólico que pueda anicular nada; queda la tensión imaginaria pura que se res uelve en lomo de lo real en juego, de esa pasión que desborda l.1tensión erótica imaginaria. Más alhi del infanticidio, la histori::i de los grandes crímenes psicóticos siempre es fascinante para la civilización. Por ejemplo l'I de las hermanas Papin , que cada diez años hn dado origen a una pieza teatral, una pdícub, una obra de nne. etc. En sumomento había apasionado a la socied ad <le la década de 19}0. L::ican escribió ''en caliente" una contribución sobre "El crimen de las hermanas Papin ", para esclarecer a la opinión. Esas "criadas" modelo que liquidaron a la familia para la que trabajaban provocaron un estremecimiento de terror en la burguesía fran cesa. Toda la buena sociedad se decía: "Ya no se puede tener {'. mpleadas domésticas" . La situación se reedita en el pánico que embargó hace poco a Estados Unidos cuando una baby siller inglesa mató a golpes al bebé que tenía a su cargo porque gritaba. Estos fcnómenos cristalizan la angustia social. EJ crimen de las hermanas Papin se sitúa en la vertiente esquizofrénica. Luego de cometerlo, una de las hermanas entró en un estado de estupor. " Murió" ese día. Mató algo en sí misma. En cierto sentido. la estructura del fenómeno es la misma. AJ matar aJ otro, el sujeto se mata a sí mismo. E n algunos casos. la segunda muene se une a la primera, es decir que el sujeto se mat a físicamente y no se limita a la muerte subjetiva. Mencionamos todo esto en relación con el caso, pero sólo se trata de una evocación . El problema es que, desde 1995, esta 1


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ÉRfC LJ\Ulff.NT

mu)er hace \odc \o p<>sibie pnra evitar ser atendida y frustra cualquier tratamicmo psiquiátrico estructurado. Logra enloquecer ll todos con ese diluvio de nombres propios, esa retahíla dt apelaciones a b justicia. Por lo demás, dice: "No sufro y vi aJ doctor A, que me diso: 'Usted no e> un ciso de psiquiatría"'. 'l'al vez no se lo dijo en eJ sentido en que ella lo utiliza. Como es evidente, la mujer acude a todo: el Ministerio de Educad<Sn Nacional, el Ministerio de Justid~. la psiquiatría. Recorre los minísterios. Sería necesario un cotnité de étic~ interministerial para seguir la cuestión.

El al!for loco pnr 111 miJión Sin embargo, ella también dice: ''no acuso a nadie", "soy complernmcntc responsable". Lo hace sobre todo cuando se invocan los reproches de los hermanos y herman3S contra el padre. Ella asume emcramentc la defensa de éste. Hay uóa distancia muy sobrecogedora entre los reproches que plante~ a los represencan r~ simbólicos de la Ley>' la ausencia de toda censura hacia su marido y su padre. Basta que deba vérsdas con ufl padre de su realidad para que no t.cnga nada que reprocharle. En cambio. todos los jueces son incapaces, corno los inspectores. Ninguno hace su traba)o. Ella conoce secrecos de la admiJlistración que lo prueban. T~mbién tiene por misión salvar a su familia, y no puede delegarla en ninguna otra persona. Puede d ecirse que la madre, en su lecho de muenc, \mparti6 una misión a \a hermana mayor. Ella misma riene una identificación imaginaria muy fuerte con esa hcrmarta. Al klentifkarse con el \<leal mediante una suene de prórcsis imaginaria, ha decidido salvar al otro. De ese modo se casó con su marido. Dice muy iustameme·. ''Fue sin duda a causi1 de Ja carencia afectiva". La evaluación es de una extrema jusreia_El inconvenicnce radica en que eso no le.sirve para n:ida.


Et. AM OR LCX.:0 DE UNA M ;\ DRE

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1\111 está d interés de distinguir la forclusión de los otros modos

de "represión" posibles. Por mucho que se le explique que el problema es su padre, la cosa no cendrá ningún sentido. La rc:spuesra, con referencia al padre, es un agujero, una neut ralidad: ' no acuso a nadie". Su hislOria familiar, el Edipo, no vibra. Toda 1.1pasión se concentra en el recurso al O tro de la ley, los nombres que aparecen en ese lugar y la rdación apasionada con el objeto. Po r eso es útil distinguir represión , forclusión y desmentida. El cumplimiento de la misión se acelera medfante la transmisión de la alianza de su madre en Navidad. Esa alianza había pasado de la madre a la hermana mayor, cuya misión e ra proteger. Ahora ha llegado a ella. En el episodio hay algo que se perfila <'On mayor precisión. La aceleración de las lecturas esotéricas con d fin de "prepararse para la muenen se orienta en ese sentido y no es, efectivamente, de buena ley. Esto coincide también con la cuestión del niño en peligro. Su nieto, hijo de su hija, tiene ocho meses. Ahora bien, ella dice haber perdido a su madre cuando tenía nueve meses . Es una especie de perpetuo presente. EJ niño en peligro, el intento de salvarlo y la muerte de la madre repiten las circunstancias que la vieron nacer. Es una suerte de fantasma que tiene d estatus del fantasma en la psicosis por estar a cielo abicn.o . E n ese sentid o, este sujeto nos deja oír de manera muy panicular lo que quiere decir el "amor muerto" al que nos remite Lacan en la pasión psicótica.


Comentan'o Sandra Arruda Grosrcin

El ccx10 de Éric Laurcni se redactó sabre La base de una ptc· ·enración de enfermos que cJ iiutor hizo en París, y dd debate ulterior. Un :>uje10 se queja de que "nadie puede ayudada". Y da un peso tan grande a esa paJabra que intenta matarse en 1996, luego de haber movilizado a codo d mundo: Educación Nacional, Ministerio de Jusricia , insciiución psiquiátrica, cic. "Seria necc:;ario un comité de ética inrerministerial partt seguir la cuestión''. El eje patológico se sicúa en una relación pasional madrehija, lo cual es cohcrcnre con la dernanda de la paciente y su historia: "El drama subjetivo fundamental de este sujeto gira en corno de un muerto. La reproducción de la muerte de fa madre invade rodas 1os aspectos de su vida ... " Duranre la entrevista de una hora y media de duración , y en medio de un "diluvio de nornbres propios'', la paciente da pruebas del csfuen-.o que ha hecho p:mt llegar a nombrar su quej<1. Pide ayuda para tratar su relación con las hijas. Enuncia sus dificulcadcs: una de ellas la ha c.: xpulsado de fa casa y la otra ya no \a obedece. Tiene eres hijos: un va rón que sufre y dos rnujeres que fa hacen sufrir. Con referencia a ht mayor, menciona el hecho de "morir con su hija ", "macarse con ella".


EL AMO R LOCO DF. UNA M ADRE

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' u queja pasa necesariamente por la justicia. Tomando como 1dcrencia diagnóstica la paranoia, Éric Laurent comenta: "El 14rn n remedio de la paranoia consiste en apelar al Otro de la ley, .il Ot ro de la justicia, y obtener cl reconocimiento de los propios dtrcchos". La muerte de la madre, cenero del drama subjetivo, se produce ruando la paciente tiene nueve meses. Una hermana mayor ocupa de inmediato ese lugar y esa función en la vida de la mujer. Esta ~usticución tendrá consecuencias: la identificación del sujeto con ~u hermana, lo cual la pone en posición de ideal; la decisión de 1rabajar en instituciones que se ocupan de los niños; su compromiso en relaciones pasionales; la correlación que establece enl re d nacimiento y la muerte, y la invención de un desúno dd tipo "misión de salvar a la familia ". Tras la muerte de su padre y su marido se produce una <lescompensación familiar, y la enferma se dirige al Otro d e la ley con la esperanza de una reparación. El nacimiento de un nieto acelera la apelación al Non1brcdd -Padre, un llamado para que algo ponga orden en la relación madre-hija. No hay respuesta. Nadie responde en ese lugar. Se abre un abismo. En sus lecturas predilectas, el Lema de la muerte se presenta calmosamente y sin pasión, como una mues tra de que ella tiene "una buena relación con la muerte". Lo cual es preocupante, agrega Laurcnc. La "muerte anunciada" de su hija es un fantasma paranoico. Tocamos con él el núcleo del enigma de la relación entre madre e hija. No debe olvidarse que .. el infanticidio concentra el enigma del amor maternal ". El fantasma paranoico está a cielo abierto: al mencionar que al matar se mata, ella introduce una similitud entre el infanticidio altruista y el suicidio altruista. El hecho de que cuente, anuncie que va a matar a su hija y a suicidarse no garantiza que no pase al acto, pero permite que se


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C OMF.NJ'ARIO

romcn algunas medidas para evirar la confrontación p<1sional entre madre e hija. Éric Laureflt destaca que Lac:Jn, en su rcsis, procuró responder a est.i pregunta: ¿qué hace que un sujeto, cuando mata a otro, cambién muera? No necesariamente desde el punto de vista Hsico, punto que Laurent ilustra con el crimen de Althusser, que maca a su mujer y \ucgo, a\ escribir su libro, lo hace desde el lugar del mucrio. En S\l \letsión ahruista. el u~mado de \a pacicmc - "voy a matarme, voy a mara da "- apuma a la salvación. Ella no as ume de m?.nera cxi)H<:i{a la muerte de su madte como cu\pa, pero atribuye u causa~· partos muy cercanos seguidos de septicemias no 1nttadas. En mntinuidad con su identificación con \~ hermana en ~ugat de ideal, y en cierta forma contm un fondo de culpa, ella decide dedicarse a la atención infantil~ ante todo de nit\os degos, luego de niños colocados en insLitucioncs, ecc. Un pequeño rasgo delirante aparece en su identificación con L~ institución mism:J.'. "Yo soy la institución ". La mujer se ocupa de los niños, los cuida y denuncia el deso rden del mundo. También úene la misión de salvar a su familfa, responsabilidad que no puede delegar en n;1die. El autor señala q~1c, aun cuando se imcnic explicarle que eJ problemi1 es el padre, el esfucrzo scni vano. Además, eJJa no se queja de él: los incompetentes son los ~•bogados, los jueces, los educadores. En lo concerniente aJ padre aparece un agujero. En su historia familiar, el Edipo no vibra. La pasión cscá en la relación con cJ recurso al Otro de la ley, los nombres que ocupan ese lugar, jueces, abogados. instiruciones, cte., así como en la relación pasional con el objeco. El niño en µdigro, la cemativll de salvarlo y \a muerte de b madre re pi een )as circurtscancias del nacimiento. El "fanrasmo.l a ciclo abierto del psicórico" ilustra'ºº claridad d nmor mueno a\ cu.U Lanin se refiere con respecte> a la pasión psicótica. "¿A qué obedece li1 diferencia entre alguien que es psicótico y alguien que no \o 'C'S? /\esto: para cl p sicótico ts posible


Et

AMOR U:X:O

m: UNA MAORP.

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relación amorosa que lo suprima como sujeto, en cuanto ulm itc una heterogeneidad radical del Otro. Pero ese amor es 111mbién un amor muerto". 1 Un interrogante: el psicoanálisis, en un cuadro como éste, .ilcjado de la cura analítica clásica, ¿puede o no proponer medidas que pcrmiran evirar el p:1sajc al acto? No es conveniente dejarse lk'Var porcl refrán que dice "perro que ladra no muerde". El cnunl1t1do no impide d p:isajc al acto. En alusión a los suicidios altruis1.lS de los melancólicos, Gati:in de Clérambault desrnca que obeclccen a una lógica normal: nada más lógico que lo que anuncian v llevan a cabo. Entre la anticipación y el acco hay una profunda log1ca. ¿Será ésa una de las funciones posibles de la presentación de enfermos? Cuando el sujeto, como cfccto dd amor muerto, no deja que las intervenciones analíticas lo toquen, ¿qué lugar podemos reservar a la transferencia? Estas cu<..-stiones estuvieron en el cenero del debate. Éric Laurcnt las aclaró sobre la base de Jos conceptos: el acto de lenguaje>' el Otro en la paranoia. Todo depende de "lo que quiere decir hablar". Como se sabe, el hablar pudo definirse como "atrapa r la función de la palabrn en el campo e.Id lenguaje" , pero Lacan siempre mantuvo la perspectiva de los actos de lenguaje, que incluyen no sólo la distinción del mensaje y el código, sino toda la p ragmática realizada en Ja función, en d acto de habla. La pragmática que rodea el acto de habla quiere decir: todo el J iscurso en el cual se sitúa la toma de la palabra. En la relación del paranoico con su habla se constituye codo un aparato al cual él se dirige. En consecuencia , hablar es para un paranoico la oportunidad de demostrar montones de cosas, 1111, 1

l. Jucquc~ ucan, /.e Sbmlllllrt', U Vf ( 111, /;('f Psyrhour (195 $· 1956). París, S.:uil , 1981. p. 287. l Tr~d. Cllll.: Ji/ wmnnrio de Jacquer Lmm. Libro J Lu psicom . 1955· 1956, Buc:nos Ai=. Paidós, 1984.]


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COMENTARIO

enseñar a todos los ignoninres que lo escuchan cuáles son los verdaderos fenómenos que padece, \a cxperi\:m:ia que \.e es pro· pi:t. En general, no nos queda mucho más que alentar eJ desarrollo de la demoimadón y tratar scncil!am<!Í\te de encau1:ar\a hada ~u núcleo. su centro. La paranoiíl no consiste simplemente en decir: "Acuso a Fulano de haberme dañado", pero bast;J con decir: "No :icuso a naclie", en un tono determina.do, y utt<l entiende que el sujctG acusa a todo d mundo. No basta decir: "No hago rnás que cons· ratnr que nadie:: me ayudó nunca"~ lo exigido, a pactir de allí,(:! la inscripción del sujeto paranoico en un vasco conjunto. El trata· miento de la paranoia pasa por Ja inscripción en una gran ced. Es preciso que haya jueces, psiquiatras. abog:idos, ~fin de poder difundir esa queja por todos los canales posibles y de que siempcc exista otro recurso al margen de la perspectiva de precipitar d enfrentamiento du:il, pues en ese caso se precipita la cristalización del dclirío y el pasaje al acro puede producirse.


"Escriba Maxime" Marc Lévy

Maxime no se llama Maxime. Inventó y escogió ese nombre salvador en el momento en que su psicosis se encaminaba hacia un nuevo caraclismo, para comportarse como si pudiera dar lo que no tenía.

1976- 1980

Esramos en enero de 1976. Es nuestro primer encuentro. Maxime está acompañado por su padre. Es un adolescente endeble, pálido, apagado, alelado. Su padre es locuaz, inagotable: el hijo es "un pequeño granuja" que "no escucha a nadie, hace lo que se le da la gana y lanza piedras a los policías de guardia frente al teatro" . Este padre está escaso de soluciones: "Probamos de codo". Autoritario, psicológicamente rígido, sufre al ver a su hijo apartarse de las prácticas religiosas, actitud que para éJ es tan insoportable como imperdonable. La familia, de confesión judía, es muy practicante. Más aún. Maxime ya no va al colegio, se levanta a la noche para sermonear a los transeúntes desde su balcón, golpea a sus hermanos y hermanas, no se lava más, ha dejado de tomar sus medicamentos, ya no se sienta a la mesa con


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MARC L P.VY

los suyos, exhibe actitudes calificadas de "raras'' por su padre y dice cosas que " nadie entiende" . Al cabo de un buen rato, d padre acepta aguardar en Ja sala de espera. Maximc y yo quedamos cara a cara. Empieza a hablar, pero es incomprensible. Las alteraciones scmánúcas y sintácticas de su lenguaje hacen casi imposible la conversación. Tiene la voz ahogada, el aliento corto y Ja tonalidad ronca, a menudo redú. nante, a veces 4ucjumbrosa; la cadencia verbal está escandida por carrasperas laríngeas o se interrumpe de improviso debido a "ausencias'' en cuyo transcurso puede advenirse la presencia de voces que le hablan. ¿Qué le dicen? Esas voces dicen: "puerco, podrido" y "eres culpable, eres culpable". Ese "eres culpable" nos orienta hacia la coyuntura del desencadenamiento. El verano anterior Maxime y sus padres viajaron a Túnez, tierra natal del adolescente, para arreglar algunos asuntos pendientes. AJ parecer, las primeras alucinaciones aparecieron en las horas iguientes aJ regreso a Francia y desde entonces las frases "puerco, podrido" y "eres culpable" lo asaltan tanto de dfa como de noche. Sometido a la voluntad del Otro, Maxime está muy mal, abrumado de perplejidad. Sustraerse a las voces significa exponerse a codos los peligros. Maxirne está afectado por un goce ilimitado, y Ja incomprensión familiar y la tiranía del padre no pueden sino agravar las cosas. Se propone entonces una internación . El padre promete telefonear en un plazo de veinticuatro horas para decir si acepta o no. Destaca que, como en la clínica, con seguridad, no se respetan los imperativos religiosos en materia de alimentos, necesita reflexionar. Al día siguiente no hay ninguna noticia, y así durante un mes. Será Maxime quien retome el contacto por teléfono. Llama entonces desde una clínica donde está internado desde tres semanas atrás y, notoriamente apaciguado, informa de lo que cali· 6ca como una "buena noticia", a saber: "El psiquiatra me manda a un cenrro en A., voy a aprender un oficio, le enviaré una posca!".


• Esc RTBA MAXJME "

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Promesa cumplida. Durante casi dos años recibo una carta o postal cada dos o tres meses. Las respuestas establecen una 'om..: spondencia irregular pero constante. Hasta el día en que, d<· 1.:xcursión en Oradour-sur-Glane, Maxime se entera de las ma,,,cres perpetradas por los nazis en ese lugar. Estremecido por un horrible pánico, huye. La gendarmería lo encuentra y lo de\ 11clve al centro. Pero ya no quiere estar allí. "Mataron a los judíos" se convierte en un leitmotiv; Maxime quiere irse. Lo transfieren entonces a J., otro cent ro de recepción t·,pccializado. Pero es un fracaso, una nueva catástrofe. y regresa "' ' ambulancia p ara ser internado en cl hospital psiquiátrico. Vuelve a ponerse en contacto por teléfono, cuenta sus novedades con regularidad y promete escribir. AJ salir, va a vivir con ' us padres y asiste a un Centro de Ayuda por el Trabajo (CAT). YJ no tiene que escribim1e o telefonearme. Viene a verme habirualmente para renovar su tratamiento y sobre todo porque, confiesa, tiene "mucho para decir". Las actividades que se le encargan en el CAT no tardan mucho en convertirse en un csfuerzo penoso. El joven no soporta cl ambiente "de los enfermos" . Decide marc harse y se incorpora cnconces al medio de su comunidad, celebra algunos oficios, decora la sinagoga para los casamientos; en suma, realiza mil y un servicios a cambio de honrosas propinas. De ese modo, vuelve a ser cl orgullo de su padre. Por desdicha, la mejoría será e.le breve duración. Sin haber concertado una cica, furioso y con su hijo tomado por el cuello, el padre reaparece en mi consultorio y reclama a gritos que lo reciba de inmediato: "Esta vez es demasiado grave, Maximc me robó la chequera, me imitó la firma y compró un ciclomotor. Voy a presentar la denuncia en la fiscalía, irá a la cárcel y lo tendrá bien merecido. ¿Dónde se ha visto que un hijo le robe a su padre? ". Maxime no dice más que lo siguiente: "Quiero ir a la clínica". Es coy de acuerdo. 1111:1


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MARC LFV\ '

Su estadía en ella lo calm;1 nornblcmCJ1te. Esrá sonriente, disrcndido, parcicipa en co<las las actividades propuestas )' me informa de un hallazgo: "Agu!l que no has de beber déjgla correr". Este sintagma, ele cstruccur;i holofnistka, pronuncfado de un tirón, se enuncia con cualquier motivo, sín distinción, y sirve de comentario a 10das ias conversaciones. Acompaña su aniculación con una risa grosera, ruidosa, c!n la que t:X¡>t\!S'A tocla su irnnia. Desde que dispone de ese "'agua que no has de beber déjala correr'', ya no mencion:.1 las amenazas paternas. Onr~m.e su pccmam:m:ia en \a cHnica se dtdara enamorado" de una pacicme con la que úenc relaciones sexuales. Se traca de una sexagenaria que.: se ia<:t\\ de.: sust·Ar a \os ió\!e.nes amantes. Estamos en I 980. Maxime decide dejar Montpellíer y víajar a MarscUa, donde lo espera un primo que le dará empko en su empresa. En un principio trabaja corno operador de n1ercancías y luego llega a ser celefonisn1 y colabora, aún hoy, en alg1.1ne.s tt

tareas adminism1tivas.

1980-l 989. ''Aguo qut' 110 bas de beber dé;alo correr" Desde su instalación en MarseUa, Maxime viene a mi consulcorio una vez por mes y me llama por teléfono más o menos cada quince días. La mayoría de las veces la conversación tclefó nica es un monólogo: le basta con decir "buenos días" . "está bien", " hasta luego". Siempre pide una confirmación de la fecha y la hora de su próxima cita y concluye con un "agua que no has de beber déjala correr'', expresión convertida en una especie de contraseña, una pal:tbr;i de reconocimien to, de complicidad. el nombre de nuesrro vínculo. L<' frase reaparece con tanta insistencia en nuestras conversa· ciones que parece reservada a ellas. En ese sintagma Maxime ha e n<:<>t'\trado un i\'\negabk sost~n . A\ pronunciarlo se pone a discancia y como $i estuviera protegido de todo lo que lo asedia.


.. EscRJB/\ M11XlMF."

1.53

El joven siempre llega a sus citas con mucha anticipación. La 1

'pera no lo molesta. El encuent ro produce en él una alegría no

, l"1111ulada. Cuando nos instalamos uno frente a otro comienza ,, desa rrollarse un ritual casi inmutable: "Espere, vamos a hablar. l .t"ntamente. Tenemos tiempo. Porque tengo mucho para decirle. Primero, bendito se-a Dios, las cosas van bien . Vea mis ahorros. 'iq~u ndo, hago bien mi tratamiento y no hace falca cambiarlo. Y t"\la noche vuelvo a Marsella, pero <lntes voy a visitar a mis padres. 1>eme la próxima cita. Aquí tiene sus honorarios, y agua que no h.1s de beber déjala correr". El esfuerzo puesro en el rigor lo contiene. Primero, segundo . .. -.on los organizadores dcl mundo. Ese ritual experimenta algunas vJ riames: en un IJamado telefónico, tonante: "Hay que ver cada lOSa, hacerme trabajar en una oficina sin calefacción, mi primo me coma por un esclavo, no me pusieron el sclJo de 'boludo' en la frente, ¿dónde se ha visto? Es necesario hacer algo, llámelo en "eguida o presento una denuncia". Basta entonces decirle:" Agua 4ue no has de beber déjala correr" para tranquilizarlo de inmeJ iato. Otra situación , más reciente: "Un árabe vino a comprar una máquina de lavar y me dijo: 'le pago a tu primo', y le contesté: ' me pagas a mí'; me hizo eJ gesto de degollarme, ahora tengo miedo, si me sigue lo maco o llamo al prefecto". Al llegar, sin aliento y bañado en sudor: "La poli me paró en la estación para un control, yo no quería y les dije: ' No tengo marcada la palabra terrorisra en la frente, tienen que ver con quién hablan, ese Vigipiracc,* ¿para qué sirve?'". El mero hecho de contestarle "es bueno para la seguridad" trajo de nuevo la calma, la risa y eJ sempiterno "agua que no has de beber déjala ,, correr .

• Plan dC' 5<guridad llnUtC'rroris111 implcmcmaJo por el ¡¡obicmo francés luego de los atentados contra w Torra Gemelas y d Pcmá¡¡ono (N . del T.).


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La meráfora delirante no suele ocupar el primer plano, pero en ocasiones Maxime la expresa con su correlato de certidumbre Deseoso de dorar a su descendencia y al scnrir que sus fuerza$ decli nan, d pad.re insrab a sus dos hij::is méclícas, ofrece un pe· queño comercio a uno de sus hijos va rones y un apartamento a Maxime. En consecuencia, éste vive en casa propia desde 1987, El aíio 1989 esd marc:ido por dos acomecimicnros de impar· rancia. Algunos meses después de elegir a la futura esposa de Maxíme y organfaar la boda, el padre muere. L::i novia y sus padres, Je origen tunecino, estiín de paso en París. Maxime recibe emoncés la o rden paterna de reunirse con ellos y después informarle. A su regreso, el comentario e.s concluycnce: "Le dije: csrá bien, quedé/lasheado". E l casamiento se cclcbra en Marsella , clenrro de la m~is esrricta tradición. La muerte del padre esrá rodeada de mil )' una ceremonias rcligiosas, a menudo encabezadas por Maxime, c.¡uc encuemra un poderoso apoyo en la frase "he honraJo su memoria" . 1989. "Escribo Max1111e"

Una o dos veces por año Maxirne llega a nuestros encuentros acompañado por la esposa. En su presencia, se deja invadir por cierto maníerismo. Se rn uesrra apresurado y declara con énfasis: " Nos quisimos, fue un f/ash , un clic, nos gustamos". C uando su mujer no está, habla dd "Amor con A mayúscula"; hace falta, d ice, ''un re peto mutuo, no se debe hablar Jurante el acto, y c uando e hace el arnor tiene que haber oscuridad y no luz; cuando se termina, Dios es grande". '' No se debe habl:ir durante el acco", clice Maximc, fra se que recuerda lo expresado por L::ican en el libro IIl del seminario: "Allí donde: la palabra está ausente se sitúa el Eros del psicótico, y allí encuemra é.src su supremo amor ''. 1 l. Jacqu<'S L~ c2n, /L Sém111airr, L1m• 111. /..t-1 P1yc.-bo1rs (19J5. /956). l'M í~ . Scuil,


~ESCRIBA

MAx1Mr:

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ToJo parece ir bien hasrn el momento en que la esposa co11m· n~a a preocuparse por no quedar embarazada . Afligida,

"ihcita anáHsis c<>mplcrncmarios a raíz de los cuales es preciso t x.1m111ar d líqui<lo espermático <le Maxi me. Los llamados tele· ln111cos se hacen rnás nl1mcrosos; desaparece la jovialidad y con dhl el "agu:~ que no has d e beber <lejala correr'", que mi paciente 110 pron unciará más. Los análisis son concluyentes: M:n:ime no puede tener hijos, -.u semen es dcmasia<lo pobr<:. Su esposa queda desolada; él no. t\I contrario. el anuncio de su csterili<laJ lo alivia bastante. Pasan .tl~unos meses. Sin embargo, en cnda sesión Maximc vuelve al 1cm11: "Si no tenemos hijos no es g rave, hay mucha P,<!nte que no 11cne hijos". Pero la mujer insiste . Aho ra habla <le fecundació n artificial , .1fi nna estar dispuesta a viajar a París para sometetse al trata· miento. reclama un hijo a voz en cuello y amenaza a Maxime con divorciarse si se opone a su proyecto. D esea consultar a otro especialista. Luego de no poca dilaciones, Maxime termina por aceptar: "Si elb q uiere, iremos; es por ella, a mí me impotta un bledo". Los exámenes, cad a vez. más sofisticados, se multiplican . Maxime rclaia con ironía las sesiones de masturbación que se le solicitan a fin de recoger su semen. Pero la tensión está en su pun· to m:iximo y hay amenazas <le estallido. La perspectiva de una b io psia testicular lo preocupa y se nic~a a someterse a ella. En ese contexto. Maximc llega a la sesió n lívido. trémulo, desencajado, amcdrencado; la insistencia de su <:$posa ya le resulta insoport:ible. Vive las manipulaciones corporales como ver<la· dcras cfraccioncs. Su rnujcr se incluye ahora en las fil as de los perseguidores: "Está resentida conmigo, qué ·e piensa, está en

1981. pp. 288·289. IT111.I. cast ,: [;/ sc1111narw Je Jocq1m l..ac111t /.Jbro J /..a1 p1iroS11.

19.Jj./ 9.56. B uc:n~ 1\11~ . l'ai<t..i•. 1984.I


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<:<:mniv<:.nda con \fednas que le caHentan \a cabeza y )e cuentan patrañas sobre mí". De improviso," eJ mundo entero se conviene en un muodo de oosas os<:mss, ordenadic; de una manera que se ha olvidado y será necesario reconstruir para que, por fin. designen aJgo''.J Maxime repite incansablcmenre: ' Si no tenemos hijos, qué se va a hacer; si ella quiere, no tiene. má que. irse". Luego, otra va sobre la insistencia de su esposa: "Pero qué quiere decir eso, qué se piensa, yo soy un hombre y debe acepta r lo que. digo, si no iíene hijos no es por mi culpa, si esrá chiflada que se vaya, es una puta, no me voy a dejar manejar". Es imposible dejarlo marcharse en ese estado, gritando su dcsespc:ración, su cxalración y su amenaza. El cataclismo ya está aquí. Aprovecho ufl momento de respiro, una pausa en sus vociferaciones. para deci rle con calma : " Dios es grande ", esa frase con la cual él te.nninó su descripción dcl acto amoroso. Casi aJ instante Max.imc recobra cl aliento, la crispación se dcsv:inece. "Sí" , dice, "Dios es g.rande y si quiere un hijo lo tendremos, es Él quien decide, no tenemos nada que decir, }' si no quiere, hay que aceptarlo ". Una scrnana después de este encuentro, solicita volver a verme. Lo recibo. Esrá tr~nquilo, apaciguado. La cons ulra se desarco Ua como en \os mejores momcnlos. "Vamos a hablar, tengo mucho para decir, primero, l:i cosa anda bien, etcétera ". Cuando voy a hacer \a receta, Maximc apunta cl índke hacia cl form ulario y mientras hace ese gesto, de pie, me di rige esta conminación en un tono perentorio: "Escriba Max\me". Obedezco sin hacer d menor comenrario y escribo de inmediato "Maxime " seguido de su apellido. "Escriba Me.xime ' es

2 Éric Lauren1. "írois énigmcs: lc scns, la slgniflcation. 1~ ¡ouissan~·. Lo ('Au1~ /reuJi,.flnt!, 2}, París, N1v1rin, 1994. p. 44.


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conminació n, una o rden, y jamás dudé de la necesidad d e 1 umplirla. Esa intimación, con la apariencia Je la "evidencia apre· rn1.m1e" tan cara a Spinow, expresa el noto rio surgimiento de un hallazgo, una invenció n, una nominació n. N unca interrog ué ,1Maxime sobre las razones de su elección. ¿Por qué ese nombre? l·:I enigma se mantiene, pero no impo rta, pues se trat aba anee w<lo de acoger " una palabra más allá del sujeto " ,1cobijar d goce uu:luido en la nomin ación inventada. El nombre "Maximc" 11bc<lece tal vez a una lógica interna, pero q ue no puede articu· !:in.e. Desde ese día, está descartado que me oponga. Maxime se llama Maxime. l la impuesco ese nombre a codo su entorno y nadie deja de rcspe1:1rlo. Su esposa se sometió a dos fertiliza· l iones, sin éxito. Maxime ya no menciona la cuestión de los hijos. \ su mujer, aunque decepcionada, se muest ra menos insistente. Si llegan a hablar del tema, dicen que "será como Dios quiera". Como lo test imonia la tra nsferencia. la neurosis nos ofrece .1lguna idea del amor. En "Les labyrinches de l'amou r'', Jacques· Ala in Miller lo declina en "tres niveles ". Dice: " El objeto debe tener la sig nificación del faJo, en cuanto amar es desear. Debe tener también d valor de 1\ ba rrada, en cuanto amar es una de· manda de ser amado. Y debe, por último, tener el valor de a, en cuanto amar es querer gozar tic. Es preciso que el objeto esté sicuado a la ve:z. en el deseo, la d emanda }' la puJsión" .~ Pero en el caso de Maximc la significación fálica falta , deseo y demanda se confunden y en esas condiciones "el goce no puede condescender al deseo" y el abrazo excluye toda palabra. 11 11:1

J. J:acqucs W.cun. " D'une qucstion p rcliminaire il tout traiccmcnr p0ssiblc de l:a psychosc" . en t:crw. Parls. Seuil, 1966. ¡.> '74. ITrad. c.ur.: " De un11 cuestión preliminar • todo tr11111micnto pm1blc: de la p) ICOSÍ\ en E1m1u1 2. 10' cd .. México. Siglo XXI. 1984) 4. J 1cqucs-Alain Mrllcr. "Les lab)•rintho de l':amour". ÚI Le11" mi:muelle. 109, l 9'J2, p. 22. 0


!58 A falta de amor. Maximc es según los casos amor u odio. Lt cosa siempre es precisa, pero deben cumpHrse ciertas condf. c;ioncs. Por d lado del amor, etl un recorrido tan largo, Maximc propuso dos que parece deseable aurnemar a eres: la ironía, la holofrasc y J;i nominación. Esas condiciones le permiten tomar las palabras amorosas del discurso corriente aun cuando él. que "sólo se apega a una cáscara, una envoltura, una sombra, Ja forma de fa palabra"/ no puede hacerlas suyas. Aunque sean prestadas, esas paJabras lo apaciguan , porque al h:1blar como codos los demás Maxünc reordena su mundo. Es necesario además que tenga a su disposición la ironía, la holofrase o la nominación, sin las cuales su capacidad de tomar en préstamo palabras de amor del discurso común desaparece en beneficio del odio, el desprecio y Ja persecución. La ironía obedece al movimiento que se: apodera de él cada vez que pronuncia d "agua que no has de beber déjala correr". En efec~o. m\emrns estalla en carcajadas, un gesto de la mano e"presa la indiferencia, que éJ acompaña a menudo con un " ¡me in1pcrt-a un bledo!" . Esta ironía \o preserva, es su "'arma"/• pues mantiene al Otro a una distancia respetuosa. Es "la forma m:ís cómica que asume d saber que cl Otro no sabe, es decir que, como Otro del saber, no es nad11 ", dice].-A. Miller.7 Maximc engancha esa ironía~" agua que no has de beber .. .", expresión monolítica "de un lenguaje sin dfaléctica "8 acerca dd

5. J. uc:in. ú: SémtnfJ.¡(C, l.i11T~ ((( .. • o? cil .. 'P?· 2\IB-2S~.

6.J2cqucs La c~ n. "RcponSC$ aJcs étudi~nts en philosoµluc· , en Autrcr <'cr'llS, l'arl$, cuil, 2001. p. 209. (Trad. C':llt.: · ~cspucsUI$ ~ uO(J'S cs1ud1J1ntc~ de: fllosofi¡1 sob1-c d ub¡c1<)dt_! 'J1'itomáluu" , c:n J~cquc$ UC':Jll rl al , S1~111/ira111~ y 1111ura ni ('/ p11'roa11Jli1iJ. Ru"1os Aires, Siglo XXT, 197J.J 7.J~cqucs.Aliin ¡'vliJJcr, "Omiquciroruquc ·, wCttuJt" fmdieritte,2 J. Piuú..Na,"1!U\, tqq;. B ):\Cq11cs L1c~n. • Foni:tion e l ch~nip de la pA1d c C1 du langagc en psyd1unalysc '. en 6cn'ts, op. u 1. p. 280. ITrud. c;is1 .. "Función y cum po de la pnlahrn y el lengu~~ c:n psicoanálísi~·. en 8w101 l, lO' cd., Méxkc. ~\*\o XX\ , 1% .\ \


159 111111 1 11

L1can indica que "e1 monoliro en cuesrión es el sujeto mismo

d nivel que lo constituye" .9

l'or ser monolítico, Maxime no se incluye en su enunciado; " wnfunde con él, como en éJ se confunden código y mensaje. 11monoliro ha resistido no pocas pruebas: d abrazo impuesto por la sexagenaria nosráJgica, su instalación solitaria en Marsella, 1 l matrimonio, la sexualidad conyugal, la muerte del padre. Hasta 1 I d1.1 en que el riesgo de paternidad logra 6surarlo. A tal extremo q 11l' pasamos del "Amor con A mayúscula " a "que se vaya. es 1111.1 puta" que se "deja calentar la cabeza por las vecinas ". El "Dios es grande", propuesto con calma en medio del tumul· '' 1, vmo al parecer a reordenar eJ mundo, poniendo cada cosa en su lugar correspondiente y endosando por sí solo la paternidad venidera v todavía incierta. En es:1 ordalía Maxime encontró una primera ~guridad, la del descarte. El padre será Dios, .. como Dios quiera". Para que el equilibrio fuera estable, era preciso además un punto de soldadura. Tal fue el papel de "Maxime". A falta de Nombrc·dcl-Padre, Maxime se erigió en pad re del nombre. Se .1uronombró , y al hacerlo se autorizó, en cuanto Maximc, a tener otro destino; ¿por qué no el de un '' empuje a la mujer" que, !>OmeLido a la voluntad divina, pudiera recibir un hijo de Dios? Maximc tendrá qufaás un hijo. El no. En eso radica todo el genio de su invención. Maxime es el significante que lo liga u sí mismo, a Dios y al mundo. Es el hallazgo que le permüe desechar el goce del Otro, poner en reúrada el goce imrusivo e infinito de una paternidad impo· siblc de asumir. Desde que se Uama Maxime, cuando su esposa lo acompaña, vuelve a confesar: " Nos gustamos, hubo un clic... " Pero ¿qué pasa con el amor sin los dichos del amor? Desde ese punto de vista, en cuanto no puede incluirse en su d ecir,

9. Jacqucs Locan, SCffitn3rÍO • Le dé ir CI SOO intcrpré1111ion •, mcduo, dase dd } de diciembre de 1958.


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M AKC

Ltvv

Maximc.: carece d e am o r aun cuando no csré fuera del ICll.guajc Sin embargo , Jo imenca. Un nuevo nombre de pila y todo .resuh1 posible, '"aunque ese amor sea t ambién un amor muc rro''. 10 "Maximc" no corresponde a ningún sentido , ninguna signifl cación , pero cobra valor de símhorna \si11thome). Esa nominación novísima. invernada, impuesta, anuda -<:on bastante solidczsimbólico y real. En c uamo a lo imagin ario, quedó fijado de en· rraJa e n la transfcrencia. En efecco, con excepción dcl primer cnc uenc ro al c ual fue llcvaao pof cl p:tdrc, d con cacto quedo siempre a cargo d e Ma){ime y cualquicrn (uera el lugar en que estu· viese, po r reléforto , po r escrito, de pa\ab ra. Entre sombras y luces pa aron veintiséis años, veintiséis años d e amor, con seguridad, ligados uno a ot.ro po r el e nigma .

10.J. Lac:1m, ~ Sl wna,,e,

/ JVl'f

//l.. , op c1/ ., ¡.t. 287.


Comentario Leonardo Gorosúza

Desde el comienzo dd texto, Marc Lévy introduce una hipótesis central: la invención de un nombre, "Maxime", permi· urá aJ sujeto evitar un cataclismo y comportarse como si pudiera "dar lo que no tiene", es decir situarse en la perspectiva de cierto amor, definido por Lacan en estos té rminos: amar es dar lo que no se tiene. EJ autor subraya que, si bien hay en este caso una relación íntima entre la invención y el amor, uno y otro no se confunden. El amor como tentativa de tratamiento de la psicosis depende de una respuesta del sujeto a través de la creación, lo cual se sitúa en otro nivel. Gracias a su inclinación a la ironía, su manejo parricular del lenguaje y, sobre codo, la invención de una nominación, Maxime puede utilizar las palabras de amor del discurso corriente y logra reordenar y pacificar su mundo. El lazo que, todavía adolescente, el paciente consiguió esta· blecer con el analista, desde el primer encuentro que data de 1976, demuestra tener una influencia muy importante. Podemos preguntamos qué permitió el mantenimiento de ese lazo desde la primera entrevista y de qué manera la posición y las inteivenciones dd analista posibilitaron una evolución, al modificar en algunos aspectos el destino y la vida misma del sujeto.


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CO~IF.NTAIUO

Éscc, aunque asediado por voces que lo insuhan y preso en un universo simbóljco claudicante, pudo, grc1cias a un analista que lo sostuvo y acompañó y además orientó el tratamiento, constituir una relación más estable con el mundo y, de ese modo, vivir mejor. Marc Lévy propone tam bién una hipótesis para comprender dónde se apoya la eficacia del acto, cuando escribe: "En cuanto a lo imaginario, quedó fijado de entrada en la transferencia". Esto hace posible un laz,o de amor (imaginario), pero sostenido por el enigma. "Veint iséis años de amor, con seguridad, ligados uno a otro por d cnjgma". El texto nos muestrci así un punto central: el valor del enigma que, en la t rnnsfercncia, suspende de algún modo la significación persecutoria. En ese sentido. podemos destacar un detalle del vínculo establecido por Maximc con su analista: el de un sólido y firme compromiso de telefonearle o escribirle. Parece tratarse de un equivalente de la extracción del objeto que no se produjo en la estructura. Esto puede deducirse del hecho de que eJ paciente rdcfonea al otro y sobre todo le escribe cuando ese otro está ausente: fu ndamento mismo de las carras de amor. O tro elemento digno de señalarse es el uso que hace Maxime de su primera invención, ese sintagma coagulado que el analista no vacila en calificar de "hallazgo" y en el cual rc:conocc una "e ·1n1ctura holofrástica": "Agua que no has <le beber déjala corre r", expresión cuyo sentido sería "deja q ue las cosas sucedan" o "déjalo ser". Oc todos modos, lo imponanre aquí no es tanto el sentido como el uso que el sujeto le da (mea11ing is use): Maxime se vale <le esta holofrase para poner a distancia las amenazas dd padre. En su discurso. la frase tiene valor de punto de almohadillado, de ~amén ". El texto indica incluso el cariz de "contra· seña ". <le frase de reconocimiento y complicidad, convertida en el nombre del lazo que une a paciente y analista. Vemos con claridad que esta frase al margen del sentido, ese S1 ascmántico inventado por el sujeco y acogido por el analista, que no interpreta en la vertiente del sentido y, en cambio, facilita su uso, es lo que


"ESCRIBA M ,\XIMF."

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1'1e1porciona un respaldo a Maximc . Y el cfccco de pacificación q11c el psicoanalista produce al utilizar también ¿1el sintagma es 11111y noiable, como si hubieran consrruido cnirc ambos eJ ritual

, I,· un.1 sue rte de rdigió n irónica . Debemos mcncionnr asi mi mo el "flechazo'' que Maximc , 'P<:rimcma cuando conoce a su futura esposa. Podríamos exa111111ar nquí In c.lifcrcnci~~ existente, en materia de fl echazo. entre l.111c.:urosis y la psicosi , y hasrn preguntamos si es lcgí1imo utilizar , 1tcrmino en esca última. Si estimamos que la condición cstruc111r.il dcl flechazo es la extracción del objeto a, cabe pensar c.¡uc 111 que encontramos en l:i p ·icosis es diferente, aunque pueda estar 1·111parenrado. El aUlor, por o crn parte, no usa este té rmino y se 1d1cre estricrnmente a las palabras empleadas por d propio M.1xime para desi1-tnar la susod icha experiencia: el /l<ish, el dic. En la misma perspectiva, podemos indagar en cl estatus <le lo que d paciente llama " /\mor con A mayúscula'' y las condiciones que dchc cumplir para que pueda existir un acrn sexual. El analista se vale de b segunda invención del sujcto-cl ''Dios es grande"- p:ira poner un límite a la tendencia al " todo es posihlc.:" Je la 1ccnología médic;i, sobre la c ual se apoya la esposa de Maxime para quedar embarazada. La ausenci<t de fecundidad de su mujer alivia aJ pacicnie al 1:vitarle la confromación con la paternidad. por un lado, y remitir la decisió n a Dio , po r 01rn: 4uc sea Dios quien pueda decidir querer o no- que él te nga un hijo. Por úhimo, un tercer tiempo comienza cuando Maxime se asigna un nombre. En este punto, d analista funciona claramente como "secrc.:cario deJ alienado" y ejecuta lo que d paciente le 111dica, "Escriba Maximc", en el talo nario de recetas. Y no vacila en dar cabida al esfuerzo de M.1ximc por nombrarse. P oco import ad porqué de ese.: nombre. St: rrara de acogerlo y hacer posible su función, su uso, y respaldar su enigma. Comprobamos así q ue, aunque cl goce no pueda condescender <1! c.leseo por la vía del amor, pues Maxime, como sujcLO


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psicóríco, no dispo ne de la significación (álica, cJ paciente oo deja de ejercer, empero, sus capacidgdcs creativas. Esa facuJt•d de cre:1ció n, ap untalada po r el anal ista, se 3dvierrc con claridad en este caso. eñalemos que Maxime sólo encuentra un punto de soldaduna :t lravés del cual su equilibrio se establece con firmeza ~n virtuJ de s u últim:,1 invención, su aurono rninación, q ue le permite h acerse padre de su no mbre . En consecuencia, d esde htice poco es posible un anudamiento con la forma de un amor muerto. P odemos conduir que, para que todo esto ucedícra, era necesario -he aq uí el facto r fundamencal en csce caso-- que 1.m ~na\ista supiera acom pañar, d óci\rncnt e pero ta mbién con 6rmez:t. las creaciones propias dd sujero. Bnstó para d lü dar un continente a esa eficacia subjetiva - lo C'Ual no es poco- de modo que M<txime estableciese un lazo de amor que le si rvió de sostén para generar '-\t\a rda<:iót\ con el mundo, posib\e, ri\ menos, de ser vivida.


"El pensamiento único"

Jean-Daniel Malel

Los niños nos sorprenden por la originalidad de su teoría 111fnntil; así sucede con el caso Jd pequeño Hans presentado por FrcuJ . La neurosis de los adultos puede suscitar en ellos la ilusión Je comparti r concepciones sexuales comunes, lo cuaJ da consis1cnci3 a una posible educación sexual enraizada en un catálogo psicofisiológico y anatómico. J\ la manera <le Schrcbcr, los sujetos psicóticos. como nos lo d cmost ró F reud y lo dcs1acó la enseñanza de Lacan , inventan soluciones para enfrentar el desastre imagina· no y dar ex-sistcncia a un cuerpo sexuado, a folla de un discurso común.

Tener !ns dos sexos La señora B. no revelaría antes de su cu:irta internación los elementos del delirio que permiten construir su lógica. Tratada por varios profcsionalcs de la unidad clínica, la convergencia de las observaciones de éscos y la presentación de enfermos de Ja sección clínica tuvie ron un papd detem1inante en la última etapa de la elaboración. Hasrn en1onces, la señora B. se mostraba muy reticente a Jos cuidados psiquiátricos y recusaba las medidas de internación que debían imponérsdc. La existencia de trastornos


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JF.J\N . DAN! El. MATITT

discrecos dd lenguaje y de un automatismo mental había dado lugar a un diagnóstico de e quizofrenia. El esfuerzo de construcción y la puesra de relieve de una significación novedosa que explica su nueva relación con el mundo. el "pensamiento único", nos Ucvaron a orienta rcl diagnóstico hacia una parafrcnia freudiana o una paranoia lacaniana. o expondremos en der:1llc Ja coraJidad de la sintomatología de la señora 13. tal como surgió de la entrevistas y <le us escritos, t:irdfamentc descubiertos. Los escritos puntuales, cartas de reivindicación aJ presidente de la rcpúbLlC3 y al delegado del consorcio de su c<lificio, se mostrar:ín como In piedra de toque de una producción mucho más completa que clla 111vo a bien entregarnos. Atron;1dom, al Ucgo r ~11 hospital había exclamado: " ¿Hay que tene r los dos sexos para se r considerado norm:il ?". Esta indicación <le una búsqueda lógica en materia de scxuación es la clave de los clemenros que ocuparon la vida pvÍquica de esta mujer de 37 año originaria <le las Antillas. La señora 13. atravesó intensos momentos de perplejid.id a lo· cuales siempre inrentó dar una respuesta: ''Me gusiaría comprender, quiero conocer la verdad . Estoy en cl medio de un ccnrro, y a mi alrededor esas memims, la cosa se prostituye, manipula, y quiero saber de dónde vien1.:". El "pensamiento único" es la forma consumatla de una respuesta, en una modalidad estabilizada, a los fenómenos de signific;ición personal, "acen to de singularidad ", según precisó Jacqucs-Alain Miller, 1 que propon fa inscribirlo en el registro de un '' idiolccto delirante".

1 _l3cqucs-1\lain M11lc1 l'I al. (.., Pr)'cl•oit" fJTdmatre, Paris, A1t11lm~ . t 999. pp. 255· 256. [Tr.id. ca~i. : fa p1JCOJJS 0Tdtt111r1.J la ronvt'11c1ón t!t l l ntihes, Buenos Aires. Paidós, zoo; J


"EL PENSAM1EiVl'O UNICO~

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/ /, nmple¡o de intrusión

La señora B. plantea la hipótesis de un posible lazo de sus 1111crrogances y fenómenos act uales con su infancia, "en la cual 1111 testigo de adulterios". C uenta enlonces que desde los ocho o nueve años fue utiHzada por adultos jóvenes de su entorno como 1 narrada para encubrir sus retozos amo rosos clandestinos. Ve « ll c.-sc hecho la huella de una incide ncia precoz del Otro: "A los 1H ho años mi hermana me hizo un juego de palabras: apestas a l• 11nillo, así que eres una puta".* N ueslra pncicn1e es la séptima de ocho hermanos. Los dos uh irnos llevan el apellido de un padre a quien ella jamás vio y de <.. uya muerte se e nte ró cuando tenía 15 años. Perdió a su madre .1 los ocho; conserva de ella un tierno recuerdo: "Me ponía a su l,1do y le arrancaba hts canas, y ella me daba centavos para comprarme caramelos". Cuando cumple 12 años, y luego de anularse su adopción por una tía a causa J e los malos tratos recibidos, queda bajo In gua rda de una hermana. La transmi ión generacional deja a la señora B. insensible o perpleja -" de codos modos, los apellidos no quieren decir nada"-. y cuando recibe un monto de dine ro de su abuela paterna, probable herencia dcl padre, no entiende de dónde viene esa suma que le ent rega una mujer a q uien apenas ha visto algunos minuros en su vida. Un certificado de aptitud profesional corno 1aquidactilógrafa obtenido a los 21 años como alumna libre corona una escolaridad caótica. A los 17 años su hermana se marcha y ella se queda sola con su cuñado, de quien dirá que era como un padre. Se va a su vez de la casa de éste e inicia una relación de concubinato con un ex compañero de clase; cl vínculo se p rolongará durante dos años. Llueven los reproches de infidelidad, y cuando su pareja la insulta

• En c:I u riginiil , tu put') le tlr¡m, done tu es un putain . 1ucgo de palabras intr1duc:1olc que dcsu Cll ciena ho mofonía e ntre put t k thym y putam (N. del T.l.


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JhA~-ÜA.'11 P.I. MATET

y le dice " puta" , ella se rcfugia en casa de un amigo de su con· cubino a 4uicn sólo ha visro una vez. Imponclrá su presencia en esa casa, no sin antes queda r despojada de sus muebles y efectot personales, como le sucederá en cada momento de ruptura de su existencia. De esa relación de siete años, la señora B. dirá: "Éramos más amigos que amanees'', y describirá del siguiente modo a su compañero: "Tiene ojos aiules y prefiere a las rubias: por desgracia yo soy todo lo contrario, pero él no tenia elección",

Un unporible amor El insulto que provoca la primera separación inaugura sin luga r a dudas un período de fecundidad del ddirio de la señora B. ¿ e trata, empero, del momento de eclosión, siendo así que hay íntomas psicóticos presentes desdt: la adolescencia? ¿Son sólo fenómenos elementales o un momento de auténtico desenca· den amicnto? La relación con cl segundo compañero parece haberse establecido en torno de un postulado c rotomaníaco que justificaría la manera como clla se impone en su casa bajo d peso de una certeza: es alü donde debe estar. El episodio crotomaníaco indudable es d que describe en un contexto en d cual las di ferencias quedan abolidas, un mercado al que le gusta particularmente ir: "Es cl único lugar donde no hay diferencias entre los ricos y los pobres ... Tenía derecho a enamorarme después de haberme negado durante un año a tener relaciones sexuales con mi concubino ". Atraída por un joven q uesero de ojos azules, interpreta rápidamente sus actos y sus gestos como otros tantos mensajes de amor. Alquila un departamento para recibirlo, le envía cartas, cree encontrarlo cerca de su casa, tiene la certeza de ser amada. Al mismo tiempo, una rivalidad persecutoria con una compañera de rrabajo la obligará a abandonar el único empico esrable que haya conservado de manera duradera y precipitará su regreso a las Antillas.


• Et. PENSAMI F.NTO ÚNICO-

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lln año después se desarrollará una nueva pasión erotoma· cuyo objeto es un conductor de programas cdevisivos <le 11¡os azules. Ella intentará acercarse a él en los estudios de cele· v1M<>n, pero luego se limitará a verlo y escucharlo: "hay otros 111o<los de comunicarse". Cuando la agudeza erotomaniaca se 1bd1buja, la señora B. concluye: "Hay que hacer a un lado los ~111ores, no tengo derecho a ellos. Ya no sé qué hacer, vaya donde \'llV J me ponen nerviosa". Entre enamoramiento y croromanfo llm:túa la certidumbre, pero se anuncia una constante: una in· 1<·nción del Otro inscribe sus marcas en el sujeto. 111.11 J ,

I >11¡>fl((1ción de /01 cuerpos

La manipulación de la que la señora B. se dice objeto no es .t¡cna a la coacción que siente con respecto a su libertad amorosa: "Acuso al hospital y la informática médica". El medio médico y d medio informático la amenazan : "Cuando una duerme o cami· na le sacan el corazón". Esas manipulaciones transforman su imagen -"yo tenía una cara casi felina .. . " - y generan un "doble de l.t personalidad ". Asf, mientras estaba en el hotel una mujer cncró en su pellejo mediante un "copiar y pegar, como en Word". La perplejidad que rodea d hecho inaugural de esos fenómenos, una inyección, no borra la hipótesis causal que constituye la origjnaJidad de csra observación: la señora B. supone que todo procede de su infancia, "mi familia que me molesta, ¿qué quieren, que me proscituya ?". De resultas, sufre una profunda alteración de su intimidad y eso la lleva a exponer su concepción de la pareja y de las rdaciones sexuales, que explica esca realidad. "Cuando lo hacen en la habitación de al lado, tengo la im p resión de que me utilizan como un preservativo o un af rodisíaco". Con muchas precauciones oratorias, a fin de no escandalizar a su auditorio, agrega: "¿Cómo decirlo? Para una mujer es bastante delicado. Cuando voy a lavarme las partes íncimas, me doy


l70

j u.N-DANIF.t MATET

c ucm a de que no soy yo, huelen a semen todo el tiempo; no acepto ese cuerpo que no es mío; es alguien que tuvo hijos, estoy lavando a otra mujer. Soy como un lavarropas". Señala así sus intentos de liberarse de las alucinaciones olfativas, p ara lo cuaJ se duchaba sin descanso, hasta que d dcsaliemo la impulsó 1 acudir a la guardia de un hospital para solicitar la eutanasia.

Tralamicnto de le real

De ese modo, la señora B. ha o rdenado un mundo de signos sin el auxilfo de un operador lógico que le asegure una consis· tencia discriminatoria. Carente del índice que niega su existencia, este sujeto intenta construir sin cesar una dilucidación de larda· ción sex ual. El punto de partida, la visión de un preservativo en el suelo. se completa con una alucinació n olfativa: "los dientes me olían a semen ". C uando se le hace una extracción de sangre, cree que ha cambiado de Rh: "tcnfa AB+ y ahora es A+ ". La señora B. vive constantemente en la superstició n y la adivinanza de cifras que le surgen y q ue ella debe interpretar: la fecha del día, el cumpleaños de otro. En la caja de una tienda: "Lo conseguí por 69 francos y eso hacía reír a la cajera. Una pasa por la caja número 8 porque la 7 no funciona, úene calor pero, como ya puso t0do, está obligadtt a quedarse en ella, hacerles el juego, y es como si fuera una persona igual a ellos; eso lo llamé pensamiento único ". En su esfuerzo interpretativo, la señora B. procura designar, locali zar a un perseguidor: una cuñada que habría querido eliminarla, un hermano mayor que no admite que ella se haya convertido en aduJto y posee, a1 parecer, el secreto de las manipulaciones. La quisieron casar con un negro cuando tenía 15 años: ¿buscarán hoy prostituirla? Pero cuando habla con ellos, "hay más silencios que palabras".


• [t. PE/'\SAMI ENTO ÚNICO"

I ln.i leoria

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sexual del merpo /emenmo

" Mi problema", agrega, "es que no tengo hijos". Este lugar eomún, recordatorio de la norma según la cuaJ una mujer aduJta debe tener hijos, encontró su correspondencia en la lógica dclir mte de la señora B. Como la sembradora, una mujer que tiene 1dJcioncs sexuales engendra una multicud de niños, pero nuestra p.1ciente no es una genitorn a la manera de un Schrebcr, sólo lo n por duplicación: su cuerpo sex uado es un préstamo destinado ,1 lu generación; ese proceso toma el nombre de pensamiento unico: S1 una mujer se prostituye y va con montones de hombres s in tomar precauciones 1mticoncc:p1ivas, sin preservath•o, coda ve2 que la fecundan, ese gen, cl huevu que se formíl , puede trasladlll"Se al cuerpo de otra mujer. Así se hacen los niños. Los niños '~encn de varios hombres y una sola mujer En cada uno de eUos hay un bebé por todas partes. CW1ndo tuve una rdación con un Amigo, no era mi c uerpo, la imagen en el espejo era más o menos la mía, pero más envejecida, y eso me confirmó q ue los bebés se concibieron así. Cuando no tengo relaciones, me usan como pr'5crvativo. Del otro lado hoy una mujer con un hombre. hacen p orquerías , pero la mujer tiene mi cuerpo y después me lo devuelve. Cuando me lavo me d oy cuenta y rengo fonnas un poco hinchadas po r oqui y por allá. Nunca soy yo cicn10 por ciento. No sé si los niños concebidos de ese modo son sanos de cuerpo y espíritu .

Así pues, la señora B. concibe hijos sin quererlo, en una duplicación de su propio cuerpo. intenta dar ex -sistcncia a un cue rpo sexuado mediante un despliegue simbólico destinado a rratar ese ex -cuerpo [hors-corps] que son sus órganos genitaJcs. La tentaáva de abo rdar el rema del amor a través de un manuscrito titulado " l list0ria de una vida - Mi isla - Vida sin palabra" chocó con la cuestión de la imposibilidad del amo r, "porque es imposible y por lo tanto inexplicable", y no puso un dique al goce de un cuerpo rnanipuJado. En consecuencia, le queda d


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Jt1\N · D ANlEl

M ATET

recurso de contener como pueda los fenómenos que le asaltan y amenazan ese cuerpo orientado en su totalidad hacia un inexo· rabie <1lumbramiemo. Una significación se ocupa de acolchar esa marejada , el "pensamiento único". Éste es, por consiguiente, un sistema que asigna a una mujer que es su doble la difusión de los hijos. Este nuevo o perador lógico evoca un efecto de empuje J la mujer. rechazado y luego aceptado, como en el caso de Schrtber, o, mejor, un efccro de empuje a la madre, que sólo tiene una eficacia parcial por no identificar un Otro e ·wble que la complete. La señora B. está aplacacfa - "cansada ", dice-, porque "es insopo rtable viví r eso sin comprende r". De todas man e ras, ha conscnrido en hacer un 1rarnmiento neuroléptico y desea mante· ner em rcvistas re~ularcs para poder compartir su 1ormcnto, una vez que nos ha entregado su escritos. única prueba, confiesa , de la realidad de su experiencia.


Comen/ario Luis Ernela

Este caso puede suscitar d interés de cuaiqui~r psicoanalista: por olra parte. codos los docentes de la sección clínica París- lle\ fe -Frunce se ocuparon de él, y no sólo quien lo expuso por es1. nto. El texto se divide en seis parres. cad:.1 ona d~ las coalcs coca 11n aspecto esencial que el autor quiere destacar; su trayecto teje una Cí'dma y ésca. a su va. consuuye un itinerario que acompaña la lógica rigurosamente desplegada f)or la paciente en su delirio. La señora B. invents una soJución para dar e:(-sistcncia a un cuerpo sexuado, con el cual logca sustrners<! al desastre imaginario al que se enfrenta. Nos limitaremos a comentar alg1mos punros notables. En Ja prJmera parte se destacan dos demenros;

el señalamiento de una significación novedosa que ordena un nuevo modo de rdación con el mundo: el "pensamiento único" ; b) una cuestión acuciante para la pacient~ que, pese a su ironía, o acaso por eso mismo, permite captar el esfucrio de una búsqueda lógica acerca de la sexuación: "¿Hay que tener los dos sexos para ser considerado normal? ''. La fuerza enig· mática de esta pregunta que parece oracular no se agota en sí

o) una rectificación del diagnóstico, mediante


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C O.\lí:.."\TARIO

misma. c.Jcbido a que la mujer hace saber guc le gustaría comprender y quiere conocer la verdad. Admite así recurrir al saber guc se le escapa. La segundn parce se distingue por una fra ·e que la pacientt escuchó decir a una he rmana cuan<lo tenía 8 años, y que entraña un juego d e palabras inrraducible: "Apestas a tomillo, así que eres una puta". Podemos enunciar este anagrama homofónico digno de Michcl Leiris; no obstante, el peso de real que tiene 11 injuria cuando eJJa la recibe y la actualidad que pa rece conservar para la señora B. borran cualquier efecto poético y sirúan d insulto escuchado entre los fenómenos clement aJcs. Es curioso advertir que la situación está acompañada de )1 apreciación de que "los apellidos no quieren decir nada ", es decir que no tienen sentido; pero esta afirmación, con la cual la lógica podría coinci<li r, revela una ruptura en la cadena de las gene· raciones, como el autor pone de relieve. El insulto , "puta", CS· cuchado de labios de su concubino, tiene el efecto inmediato de romper d lazo que ella tiene con él, pues asume entonces d carácter in1 rusivo que la paciente conoció en su infancia. La erotomanía se manifiesta poco después, marcada en dos oportunidades por un mismo rasgo de origen un poco enigmá· tico: los ojos azules del ve ndedor d e quesos y dcl animador de televisión. El reverso de esa envoltura formal del goce, si es lícito denominar así d signo del amor en la psicosis, es la persecución a la que la somccc una compañera de trabajo, lo cual la lleva a dejar un empico que parecía tener cierto efccco estabilizador. Profundas modificaciones corpornles en corno de las manipulaciones sexuales de las que la señora B. es objeto cobran forma en una dupl icación de su cuerpo; otra mujer ha entrado en su pellejo y e lla desc ribe un robo de su cuerpo que es utilizado con fines sexuales "en la habitación de al lado". La paciente usa estos fenómenos como recurso para construir una especie de genealogía o una hipótesis causal, que se remonta


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111fancia. La actit1..1<l apa ree(: corno un intento d~ introduci r temporalidad capaz de movilizar el tiempo coagulado. El tratamiento de lo real invasor e intrusivo se o rdena a través ,lt·l cxpedienlc inte rpretativo que, s<:gún lo eñalsdo por }esn1),mu:I Matct, suple la falta del índice 4ue niega b relación oexual. Podemos ind icar aquí, a nuestro juicio, la d iferencia entre la ' 1¡.:niíicación fálica, propia del neurótico, y el sentido, que en t·,1.1 mujer ::tctúa com() recurso frente al sinsentido que la acosa. 'o p arece fuera d e lugar situar esta ope.rnción c()roo un cn:i pu1c al sentido, a la intcrprcraci6n pro pia del delirio, con el cual , /1.1 craca de recansc"-'ir un mundo en d que pucd~t cobijarse. in embargo, no consigue la paz que busca , siempre intimj. 1f.tda por un perseguido r que, aunque desígnado , amenaza con d1minarla. Fin;1lmcnte, <:sta mujer cncuentr:i un d estino singular al que J;1 el vaJor de una reorfa sc>¡ual de Ja reproducción; su cuerpo !ie prcsrn (en rigor, lo tornan) para que otra mujer pueda eng<!ndrar, lu cu;r/ cicne unu curiosg resonancia con algunas expericncfas .1cw ah.:s de fertilizació n. De acue rdo con esa teoría, los niños se o riginan en muchos hornbre y un:i sola rnujer. La seño ra B. la Jenornina "pensamicnco único ", pero en realidad se sitúan así una mu jer y tambié n una rn:idrc únitas. El auco r acierta al calificarla Lle scmbradorn, pues su mjsión, en cfcero, es pobJnr cl mundo y llena rlo <le lo que le falt:.. Como eU:t misma dice: "Mi problema es que no cengo hijos ". El origen deliran ce de la fórmula hace eco a lo que Freud escribe en Úl inlerprelación de los sueños: la castración - atrapad a en la lógica fálica- se revela en la multiplicación Jel símbolo fálico. Es:i mulrip licatión d e los hijos a escala planetaria tiene la dimensión de una suerte de cosmogonía, marcsda por d signo de Jo i nexorable, como si en ella se cnconlrB.t'a el destino de la señora B. Empuje a lo madre: así se caracte riza t.-Stc crabajo que no cesa, a la ve.% que sigue siendo i n~xpUcable p ara ella. La pa<:ient~ revela de tal mod o lo que en di:.\ se ma nifiesta como acción d e la ~11 ' "

1111.1


176 rruclUra, que la o bliga a un esfuerzo imperioso cuyo rcsulradtl es parcial y no le procura una vcrdadcrn csrabilización. Sin emb<1rgo, no es sorpren<lcnrc que se sienta cansada. Sísifo habría esrado de acue rdo con ella.


Veral,

el caricaturista

Bernard Porcherec

Wlilfried es un adoJcscemc de l 7 años. Su psicos;s aparece muy precozmente: a los siete años comienza a atenrJ1.:rse en un hospital

dc día, y luego qued" '' car¡?.o de Ja educación especia!. Desde hace algunos meses, en la casa y en d establecimiento médico profesional donde acude como ex1crno, sus u ascomos de conducta alcanzan niveles preocupantes: <:n dos oportunidad es inrcncó csmtngufar a una joven. Lo deriv11n entonces ll un csrableu micnto asistencial . En él, algunos rnsgos de conducrn se impom:n desde d principiC>: Wilfried provoca. increpa, insulta, deforma los nombres propios , procura inquicc:ir al ocw. Quiere verlo codo. saberlo iodo, meterse en to<lo. Su mirada escruta y penetra, con una tonalidad sádica. El adolescente "diabo!iza " el roscro de las inuj<!res, sean integrantes del personal u otras pacientes, caricaturizando sus rasgos en dibujos. A continuación, pone la caricalura en la canera o debajo de la almohada de la interesada. Los Uamados al orden del personal amplifican una angustia p<:r· manentc y acentúan sus tics que, como rcptacioncs, afectan a la sazón todo su cuerpo: cf rostro se le:: pone escarlata, íos oíos se sale ti de las órbitas y Wilfded parece a punto de ~rallar. O tras caractcrísúcas son íguafrnencc notorias. El íoven es muy cultQ en algunos campos bien cir<:unsctiptos, Sus conocimiemos


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13F.RNJ\RD PORClltRH

de his1oria son imponanccs, sobre todo acerca de las ilictadur1l• del siglo XX. Del mismo modo, la arquitectura religiosa no tiene secreros pa ra él. Wilfrie<l escribe novelas históricas articuladas en torno d e figuras de <licrndores: Hitler, Stalin , Saddam Hussein .. ., personajes cuyos rasgos utiliza para ca ricaturizar alterna1ivamcnte a b s autorid ades de la inscirución o a sí mismo. A conti nuación despacha esas figuras gesticulantes >' adornadas de atribu tos. Po r último, firma dibujos y escri tos con un nombre propio cuya construcción me explicará más adelante. En lo con· cc:rniencc a ese nombre, eras varias semanas pasadas en la insti· tución. comunicad a lo inicgrantes del personal su deseo de ser Uamado <le esa forma. Un acto de violencia interrumpe su primera estadía de prueba: debe volver a la casa de sus padres. Me envía enseguida cartas muy largas y caricaturas. Las cartas on polémicas y apenas informan al lector sobre las coordenadas de ese acto. Se multiplican sin ago· tarse~ no son para leer. No hago sino acusar recepción <le ellas y le propongo entonces entrevisras en el dispensario, situado, como la clínica, a cu:1t rocientos kilómet ros de su casa. Irá solo a ellas. Es preciso apartarse de un prejuicio demasiado habitual en la psiquiatría de nuestros días frente a los trastornos de conducta; un prejuicio consistente en triviaJizar cualquie r acto, contabilizá ndolo como uno más. y en designarlo con la expresión prefa· bricada de "comportamiento perverso". En nuestro caso es conveniente, al contrario, darle toda su magnitud. La práctica de las presentaciones de enfermos nos lo enseña, y en especial la primera de dlas, cuando Lacan , en el hospital Sainte-Anne, recibe de su paciente esta joya: la alucinación w¡marrana! ". Hallazgo que no puede sino ser e l precio de una complet a sumisión, aunque advenida, a las posiciones propiamenrc subjetivas dd enfermo. lnc errogado con minucia, Wilfried me hace saber lo que sucedió justo :intes del acto de violencia: otro paciente intenra sacarle una nota periodística que asoma apenas de su bolsillo. La inten-


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,,<!J<l de la respuesca directa de nuestro paciente indica la importancia que él asigna a ese artículo. dc<l;c.a<lo aJ estilo del pór11ro de una íglesia. \X/ilfried, en efecto, lleva a cabo una investi· .i.:actón muy tenaz sobre las diferencias estilísticas de los pórticos de todas las iglesias de Europa; su abuelo materno !o ha irudado ~·11 el terna. Dutante la entrevista siguiente abre una gran valija y s.1ca de clfa tres enormes álbumes, con millares de focos eJ'> cada 11no de dios. egún sus propias palabras, Wilfried quiere que Jo detcngalllOS cuando la cosa se desborda . .Esta dispuesto a pasar por cl D1ro. La cosa, en decto, se desborda por todos lados: sus palahras excesivas, no sostenidas por la CSl ructura di cursiva, su irnpulsividad y sus acws de violencia, su cuerpo que transpira nngustia, enrojecido, desarticulado y orinado, son otras tantas respucsras a un mundo perseguidor e insoportable. Se adopta la orientación de respa ldar sus investigaciones e invenciones dJndolcs una dirección. Wilfried se calma y puede integrarse al centro. Algunos meses después, todavía incemado. pide volver a verme: quiere tener cnrrevisrns con un psicoanalista, pues :>C pregunta por qué tiene gana de esmmguJar a las chicas; quiere 111odificar esa siwadón. Me informa de la <limchsión erotomaníaca <le su relación con una joven patienlc <le la clínica. Ésta "correspond~ a la imagen ", es decir que se parece a la chica que quiso <:strangular en la insLitución anrcrior. "Con su mirada. sus cámaras y sus micrófonos, tiene un poder mágico, animista ... Cuando me mira, actúa sobre mi sexo y lo arenaza". Desde el comienzo de la est-ddía, esta joven es la destihataria de frases asesinas, notas incendiarias y cari caturas. Durante una sesión, Wilfoed señala que cada vei que llega una padente "un poco linda", es necesario rehacer rodo: tiene miedo d~ hundirse en la 1ocura. como si los episodios se repitieran, yuxrapuestos, sin memoria. in crnbargo, trata de extraer


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Bfl(NARO P üRCH ERET

una enseñanz:t, porque en todas las oporcunidades se reitera una secuencia : ante todo, se dice desbordado por las palabras, que no lo alivian; al comrario, lo hacen arder:" ¡Siempre una palabra ele más! ". De allí sus comportamientos y sus palabras excesivas. A conri11uación: "Lo que digo, necesito además mos1 rarlo"¡ de allí las nocas y la caricaturas que firrna con el nombre " Veral". Adara su valor: "Cuando alguien me da mjedo, necesito diabo· lizarlo. Poco a poco el asunto se convierte en un:.1 ficción, ya no es real ". Por último, recurre a la novela. Un día habla e.le un momento de gran aogusti~ : ha propuesto a los pade ntcs de su grupo ir a visitar la ca1edral de Angcrs, ciudad donde vive la joven; al acercarse ese día, la angustia crece, El viaje es tumultuoso. Wilfricd está muy agitado al salir de la caccdraL y quiere visitar de manera compulsiva todas las demás iglesias de la ciudad. Más adelan te me explica que cayó en la loc ura; no pudo contemplar a la Virgen y p<)ncr dique a \a ·.i.gitad6n. Para él, la Virge n es una madre y una mujer pcrfecca, pues no tiene deseos sexuales. H~ hecho un \»l<.:to con e.Ha·. º Me di)o: n<> eres lo bas tante maduro para abor'dar a las mujeres; debes espccar". Este epi\;odiO lo d~stabilhó. Desde e.monees, se que)a de perder o rina y semen; con scguridod, la i.nstiwción le ha ino· cu\ado una <:.nformcdad. E.sti m\l)I inquieto. pues teme perdet su mater'Íal gené1ico }' no poder transmitir el nombre que se ha atribuido. Al hab~ar <le su internación, se pregunta si no ddx: pagar con su cuerpo a cambio de escar nquí. JnrerceJo ame d equipo psiquii u ico, que k negaba una consulta con un urólogo, para que ésta se rcajjce y su acceso a la medicina sea posible y set'\dHo. Se ie d~cubre en\onct5 un residuo vesica\ que, al Henar demasiado la vejiga, le ocasiona pérdidas de orina y, exige un \r8t'31)1iento. Es\o ca\ma a Wi\fried. En una sesíón durante la c ual vuelve a calific;ir sus palabras como demasiadns, habla dcl nombre que ha forjado: Vera\. Ei apellid o de su padre no es suficientemente sólido, le hace falca uno más confiab\c. Adara que es su nombre de autor: querría


VERAI.. 11. C,\RIC1\TURJSTA

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wrlo adjunto a sus objetos artísticos. en un musco (alude a dos 111tcms realizados poco anees de ingresar al establccimicmo pre' \·deme). Quiere que su nombre quede inscripto en la historia rt-gional o nacional. Aspira a la posteridad. Y me explica con p1ccisión su c.:onscrucción: Veral es el anagrama de Reval, antiguo 1111mbrc ele.: la capirnl de Estonia antes del comunismo, hoy Ua111:.ida Tallinn. En la vecina capical de Letonia, un antepasado 1ld lado paterno ganó un nombre en la historia de Francia a raíz de hechos de armas: aparece en el diccionario. Lo que me inte· rcsa, dice, es dcsta<.:ar la V: " La V es para la firma ". Al decir esto, v como un calígrafo inspirado, involucra todo d cuerpo en el tra1a<lo Je una V jubilosa a través de una hoja. Precisa que a veces .1µrcga o tro nombre, separado por un guión: Veral-Conde de T.; T. es el nombre de una al<lca de Normandia donde su abueJo mate rno le hizo descubrir su primera iglesia; otra variante: VeralChristianson, en el que este úlúmo es una modificación del nombre <le pila de su padre. Hay que señalar que, en su apellido, hay una duplicación de la V como primera letra de los dos no mbres: V. de V. De aquí en más escribiremos W.

Así, el encuentro con una primera chica provoca en 'Y./. una invasión de lo sexual . Rcl\pondc a ella con el pasaje al acto, que provoca su internación. En la clínica, la proximidad de las mujeres lo mamienc en un csLado de excitación permanente. Pero una nueva joven, portadora de un mismo rasgo que la primera, suscita o tro incendio. Esto obliga a W. a un ejercicio de rigor. Puede apoyarse entonces en un psicoanalista para hacer autenticar la validez de sus respuestas. Construye un aparato que calificamos de sinthomático [si111homatique]. Distinguimos en él tres elementos: la invención anagramática de su nombre propio, Vcral, y dos prácticas. P or un lado, la de la caricatura, que se despliega en la palabra, el dibujo y el escrito y responde a la versión sexual de la mujer; esta práctica sostiene la presencia concreta dd nombre propio a través de la firma. Por


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B ERNARU l'ORn 11·.RET

ot ro, la p ráctica <le las iglesias, basada en el pac10 contraído con la Virgen. personaje a quien es preciso visi1ar cotidianamente: para terminar, un contexto simbólico, en construcción penna· nentc, que permite definirle un lugar; práctica que responde a 11 versión eslctizante de la mujer. Esre apa rato logra temperar la vampi rización de su cuerpo por cl 01 ro y, asimismo, la actividad intcrprct:iriv:l, que s in ello carecería de lími tes y sería extenuante. Esto produce un apaciguamiento y le permite establecer un lazo social. Él conoce el valor y la fragilidad <le csla invención: un día, angustiado. menciona un conflicto con un miembro cid personal asistencial y dice. irónico: " ¡Si esto continúa, voy a tener que restablecer mi política de psicosis!". W. elabora dos versiones de la mujer para responder a la in· vasión sexual: una versión cstetizante, pacificadora. la Virgen, mujer perfecta pues no tiene deseos sexuales, y una versión cruel, persecutoria, mujer cuya mirada está p resente por doquier y que le arenaza el pene. Sin la significación fálica, él debe hacer un esfuerzo permanente para afirmar la disociación ene re el amor y la dimensión sexual. Constniye un aparato sintom:ítico que, convalidado e n el marco de la relación analíúca, p roduce un punto de almohadillado. El encauzamiento <le su relación con el otro, según la expresión de Lacan , hace que la relación de \YJ. con las mujeres, con todas las mujeres, sea muy problemática. Ellas distan de dejarlo indiferente: su mirada las b usca con insistencia; las escruta. Sus "declaraciones" adoptan la fo rma de provocaciones verbales o nocas que deposita en su espacio, lo cual entraña docucioncs muy tumultuosas. Ent re las mujeres, una se desrnca. "Corresponde a la imagen" y revela la posición crotomanfaca de W. en su relación con el Otro sexo: éJ es amado o, mejor, dla lo quiere para gozar. E n W. , cfcctivamencc, casi nunca se trata de amor sino de goce. No hay discurso amoroso sino insulto, señalamiento


VEiv.L, EL CARJCA.TURISTA

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del goce en d otro, denuncia de su inccr1ción. Estamos lejos del ' 111sulto tierno" del tipo mencionado por Lacan: "Te como ... 1 1Repolliro ! " o "Desfalleces ... - ¡Ratoncito! ". fa ce insulto tierno aparece en el contexto del goce sexual, pero es sostenido por un discurso aCl!oroso. Aquí, es una palabra excesivl.l sin sostén l'll una estructura de discurso. En presencia de esa mujer, W. se '>tl!rtCe invadido por wrn agicación significante que: no Jogra rc ten~r. así como por fenóm~nos corporales: rubor Jcl rostro, l·.,pasmo de rodo el cuerpo. sensaciones <.:n el pene: dJa Je agarra d sexo con tenazns, él tiene pérdidas de orina. El insulto surge 1:nconccs y W. dibuja a.iricawras dabor;idas con leyendas ~nju­ riosas; es preciso no sólo decir, sino mostrar. Respuestas que r<..>sucnc diciendo: "Necesito diaboJizarJa ". Um¡ Frase de Lacan dcsig11a con claridad el carácter insoportable de las relaciones de \YJ. con 1as mujeres: ''Todo abógo en cl que pueda jnsrüujrse una r<dación tolerable, temperada, de un sexo con otto, exige la inCCf\lención de ese medio que es la meritfora parema ". 2 Ahora bien, las intervenciones de un profesional para calmar el juego no }o alivian. De jnmcdiato, ese profesjooaJ es retratado ron Jos rasgos de un dicrador. A veces es al revés: W. se caricaturiza cnlOnces dando por tierra con u mrcrlocul or, .Est.a figura se jmpone cuando el padre está forcluido. Por Jo común, en la rcla6ón amorosa neurótica. la mirada tiene un lugar esencial: ¡:>arque está perdida, el sujeto va a buscarla en cJ otro y deposüa su Jjbido en <:-sa búsqueda: "El amor sólo

l. Jacquc;S Lac'óln, • D'unc qucsuon préliinin:ain: ii. 1ou1 '"'ucmcnl poss1blc de la psych0sc", en t:crits, Parli. Seu1l. 1966. () 5}5 CTn1d'. cut.: "De 1m1eun1íón prc!imín•r u iodo tntami~n10 posible de la P"CO\is" . ~ Esm"101 2, 10' cd., México, Sigh.i XXl,

1984,)

2. J~cqucs Lacan, l..!' Slmi1111irr!, Litlre XI, Les Qwure co1t«ptr forrdamtn tau" Je In ¡1rycho1¡11lyu (/%4). Pílrís. Seu1l, 197}, p. 247. ITr:id ca.si · f;JSm1mano ti~ Jaa¡ut'l úr0tn f,¡bro / t los cva1ro rom:.r ptvf fa,,"4merrt.r/et dt"I¡tmu..rtt.i/ffu. J5>64, B~ '"itt'.r, P1idós. 1986.)


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BLKNARD P ORCllEKET

puede plantearse en ese mós allá en el cual renuncia u su objeto~! El sujeto elige a otro que, portador de un rasgo ideal, es impul· sado de raJ forma a un lugar ideal, ordenado en lo simbólico por el Nombre-del- Padre. AJ regi rse por ese lugar l(A), que debe ser ocupado por d otro asignado a él, el sujeco, a cambio, rc.-cupera una imagen <lignu de am o r de: sí mismo: i(a) , yo ideal. De ese modo, el amor es narcisista, recíproco pero no simélrico, y 111 c reencia en él no excluye la d uda. W. encu entra, en la mujer de quien habla, un rasgo del que era porradora la muchacha a la que antes intenrara eslra ngular: "Un poco linda y rubia". Sin embargo, en la imagen de la 0 1ra así d isti nguida surge la mirada, objeto re al. n o velado, no ncgat ívad o, p ues los registros imaginarios y simbólicos están separados. Más atm, esa mirada rea.! está p resente por doq uier: "Con su mi rada, sus cámaras y sus micrófonos , eUa tiene un pod er mágico, animisra". Lejos de rccuper3r una envoltu ra, una casulla narcisista, \YJ. es vampirizado y su cuerpo se vacía. Esca revela que, como sostiene J acquesAlain Millcr, no estamos frente a i(a) sobre a, sino a i(n) sobre d vacío. Los actos d e W. son Ltn::i defensa fre nte al surgimiemo dd vacío de su imagen. Por otra parce, el joven tropieza con el carácter de certeza que se aferra a lo real. Tiene la convicción de un ''ella quiere mi órgano pa ra gozar". Así, al p rincipio, esr:in sus declaraciones con respecto a la chica, d eclaraciones por el amor con el Otro sexo; pero se trata d e d eclaraciones provocadas, obligadas, res· puestas a l:t agitación significa nte implicada por el cncuenrro. En ese amor en que el goce eslá en primer plano, la joven lo amenaza, toma el objeto a real presente en sus órganos. P ara W., el objeto no está perdido, debe extraérselo de su c ue rpo. Elaborará, por lo tanto, una solución para separa r la dimensió n dd amor de la d imensión sexual, una segunda versión de la mujer

). lbrJ.


VERAL,

El. CARICAT\.JRJST1\

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qllc se opone a la crueldad de la primera: la Virgen , mujer y ma' f1c pcrfc<:tu porque no ciene deseos sexuales. Se erara de una vtrsión esteLizantc de la mujer. El paclO susctipto con eUa lo lOmp romcre a esperar; no es lo bastante maduro pata cn<:arar a l." mujeres. La (;Qnternpla<:ión <le la Virgen lo calma; mirada y vo1, permanecen veladas. Desde ese pumo ideal así <::onstituidC>, d recupera u cambio um1 envoJ1ura digna de amor. Es una prác:uca muy tenaz, pero la Virgen debe estar indefectiblemente en 'ill puesto. El episodio doloroso de la caredral Je Angers lo testimonia: habfa que ir a cualquier precio a esa ciudad para tratar ''• relación <:on la "muchacha de Angcrs'' y aj ustarle las cuentas. Ln Ange~ está rnuy an.gusriado y disperso, y <:n la catedral no c11cuentra a la Virgen. Entonces todo vacila y él cae ~n la locura. P.mr sosrcner esa versión de la muicr hace falca un moncaie: Ja contemplación Je la Virgen no puede darse sin la consuucción permanente de un dispositivo simbólico. Su búsqueda se dirige a todas las iglesias de Europa y se ccmcrera en el desarrollo de una cultura muy sectorizada, apoyada en la colc<:ción. W. <lesigna d valor de ese tn1bajo; Ja búsqueda de la diforcnda como tal; co!>.1 que de ordinario es d trabajo del significante. En ese universo simbólico se inscribe un lugar ideal, puesto de avanzada donde debe alojarse la Virget>, mujer pc.:rfecta . Así, para marnener a distancia a la Otra mujer, es men~tcr reunir millares de iglesias. Esta búsqueda ~ vit:il , como lo atestigua el acto de violencia p roducido durante su primera visita a la dínica. Concluyamos. W. busca los contactos, pero rnuy rápidamente su relación con d otro vacila y presc11rifica d pdigro inminente de encontrarse frente al vacio de su propia imagen. La intensidad de esta situación es mucho mayor cuando ~f está frente a una rnujcr. Le es preciso entonces crat:ir lo real con urgencia. Recurre al insulto, luego al grafismo y a la letra . W. resume su método de b siguiente manera: "Cuando aJguicn no me gusta o me da miedo, necesito diaboli~arlo. Poco a poco el asu nto se convierte en una


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BF.RNARD P OROIERET

ficción , ya no es real". Explica con precisión el tratamiento: aneo codo el dibujo, rostros de mujeres centrados por la mirada, o rostros de hombres gesticulantes, a veces autorretratos, carie• · curas en las cuales. gracias a la elección de los detalles, accmÚI los rasgos inquietantes (caricatura proviene del italiano caricart, cargar); los transfigura al dotarlos de las insignias de un Otro gozador, no sometido a la castración, tomadas de los dictadores. A continuació n, la letra: en primer lugar la nota declaratoria, luego las leyendas sobre los dibujos. Por último, la novela histó· rica. E n cuan ro a la fim1a, es cl movimiento jubiloso del calígrafo que produce el trazo y arruga la página; su cuerpo se involucra por completo en ello para generar un borde a la invasión sexual. Así, W. const ruye laboriosamence un aparato, que produce una diferencia emre dos versiones de la mujer. Este aparato tiene dos caras, cae.la una de las cuales corresponde a una versión; una y otra están sostenidas por una práctica: por el lado de la madre, el recorrido <le las iglesias y la contemplación de la Virgen; fue su abuelo materno, en efecto, quien le dio esta solución. Por el lado del padre: el dibujo >' el nombre propio con el cual fi rma las caricaturas y los textos. Dos caras de un Nombre-del-Padre que él ha producido sobre la base de su propio esfuerzo. Se traca de un Nombrc-dd-Padrc no articulado con la función paterna, punco de almohadillado, aparato del síntoma en la psicosis con valor de anudamiento de lo registros real, imaginario y simbólico.


Comentario Silvia TendJarz

Bernard Po rcheret presenta

eJ caso de un joven de 17 años

L'n quien se declaró una psicosis infant il cuando tenía 7, y que

.1hora, en la adolescencia, se ve frente a la sexualidad. El analista enu ncia con claridad Ja construcción que se lleva a cabo en la Lura para dar cabida a ese goce inv::isor p rod ucido por el despcrl~1r sex ual . El encuentro con una muchacha " un poco linda y rubia" , rasgo que ya estaba presente en otra chic::i, provoca un pas<tjc al acto violento. El paciente intenta cst rn ngula rla y es internado. ' in embargo, ese pasaje al acto no tiene defecto de pacificación b uscado frente al goce invasor. Otro encuentro con una mujer en quien el joven descubre d mismo rasgo motiva una nueva respucsra agresiva, esta vez en la fo rma de frases asesinas, carras hostiles y dibujos ca ricaturescos fi nnados con un nombre inventado por él: " Ve ral ". El adolescente se di rige entonces al analista p reguntándole po r qué quiere estrangular a las chicas, y expresa d anhelo de q ue la situación cambie. Su respuesta varía entre el encuent ro con la pri mera joven y la segunda. Con esta última la cuestión pasa más por intentar p roducir un ddirio erotómano que po r t ratar de matarla. El paciente dice: "Con su mirada, sus cámaras y sus micrófonos, tiene


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Co~t l~TARIO

un poder mágico, animista ... Cuando me mira, actúa sobre mi sexo y lo atenaza". En cs1c caso, el deli rio erotómano, como lo indicad

analista, exhibe un maciz más sexual que amoroso. El paciente ti~ la ccrte7..a de que la joven quiere su ó rgano para gozar con él. Podemos escablccer una oposición entre la post ura del sujeto frente a las d os chicas. En el primer caso, el goce en exceso que experimcn la nata de ser eliminado a 1ravés de su pasaje al acto homicida . Si hubiera tenido éxito, cl destino Jd trabajo de la psi· cosis de este paciente habría sido tal vez complctamenre diferente. Po r fortuna, fracasa, y en el segundo cncuencro logra producir un delirio para localizar el goce. La cxcirnción sexual se asocin entonces a la ceriidumbre Je que cl O tro quiere goza r de él, y esto genera un m:11ii persecutorio vinculaJo al objeto mirada que aparece positivndo en la muchncha. Las ca ricaturas que el adolescente dibuja, sobre to J o rostros, expresan un esfuerzo por localizar el objeto mirada por medio <le los tr:1zos inscriptos en cl papel , con el propósito de d i minuir el efecto persecutorio e intrusivo del objeto. A partir de ahí, él dice que, cuando aJgo le da miedo, lo d iaholiza para cransformarlo en una fi cción que no lo amenace. Eslc caso es ejemplar en m:ís <le un conccpco. En primer lugar, nos muestra con claridad que una psicosis declarada en la infancia . con las dificulradcs que dio cnirnña. puede acceder a una chtboración Jelirnme construidn gracias al 1rabajo analí1ico. Y esco es en sí mismo un apone imponance pHra nuescra comunidad de 1rabajo. En segundo lugar, es un c::iso que nos instruye en particular sobre: el rrarnmienco <le la sexualidad de un adolescente psicótico cuando se enfrenta al otro sexo, cuestjón que se presenta de manera difcrcmc c.Jurancc la i1úancia, incluso ent re los niños psicóúcos. E n ccrcer lugar, el caso muesrra de mane ra innovadora d tracamiento deliran le de la degradación de la vida e rótica. Este joven efectúa un clivajc e nrrc la Virgc:n, madre perfecta y dese-


V ERA L, tl CARICJ\11JRIS1'A

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\ualizada, en el luga r de ideal que lo pacifica , y la mujer cruel qui! lo persigue para gozar de él. Podemos señalar rápidamente la diferencia con la neurosis. No se trata de la división entre el menos(- ), de un lado, que se rnnvienc en digno de amor para eJ objeto idealizado, la madre y ' u susútulo, y la phi minúscula (<p) como segundo objeto, deseado por su valo r fálico y aJ mismo úempo degradado. L:i folra Je 111scripció n de la significació n fálica, debida a la forclusión del Nombrc-clcl-Padre, introduce como cfcelo el ideal de la Virgen ~n lugar de la falta y hace surgir el objeto a positivaJo e n lugar \Id valo r fálico, unido a la cerceza delirante . Como Po rcherct lo indica con precisión , este Lratarnicnro de la vida amo rosa es posible gracias a los elementos extraídos del Otro con los cuales el joven constru ye una suplencia al NombrcJel-Padre forcluido. Por d lado materno, toma el interés en los pónicos de iglesias, transmitido por el ab uelo, y la contemplación J e la Vi rgen con quien ha establecido un pacto pacificador. Por el lado paterno surgen el dibujo y el esfuerzo por construir un nombre propio con d cual firma sus caricatur:i y sus textos, ya que el seudóni mo inventado es un anagrama del nombre del pad re. Sus histo rias inccnian localizar por medio de la escritura la acción del Otro gozador. Esta construcción se lleva a cab o bajo transferencia en el <lispositivo analítico. En ese scnciJo, lu d irección de la cura conducida por el analisca es clara: sostener sus investigaciones e invencio nes dándoles una o rientación. D e esta manera, "Veral'' . el nombre propio así construido, anudado a s11 p roducción dcli · ranrc gráfica y discursiva, se convierte en el sínthoma [sinthome] - asociado también a la Virgen- por medio Jcl cuaJ el joven procuru disminuir en lo real el efecto persccuro rio de la mirada. En lo imagin<lrio esto produce una irna~en vincul:ida a sus antepasados paremos, mientras que en lo simbólico suple la care ncia del Nombre-del-Padre.



Un hombre con las ideas claras y una vida estable

Marca Serra Frc<liani

Un brevísimo cuent o <lcl cscricor Josep Viccns Marques reJatJ lo que le sucedió en una oct1sión al gno mo Sin Nombre: Éra,rr 111111 11e: una 111ujer muy pob1i:, muy pobre v muy .r11cnf1cad.i Un J(' J1.rpo11ía a h11ccr u11a snpa ron caf/ 11adt1 para ji/ familia C'llan<Ú>, al pasar el trapo por 111 cauro/a, .iparec1ó un R,nomo. -Pídeme m1 dC'reo y tr In cont't·di:ré -J110 el Jl.llomo. AquelJd 111111er pensó 11nm mllílnlel y, /111¡¡/mt•n/c, tJ1iadió rl gnomo a la !cmri

Jopa.

La primer:i vez que leí csre cuento me causó gracia. l lay algo Jparentementc absurdo en la resolución de esta mujer: ¿cómo :1lguicn can pobre puc<lc renuncia r a cambiar ín1 egrnmeme su existencia? Pensand o en Pedro, cl hombre del que quiero hablarles, encom ré cicrt:t lógica en su acto: para ;1lgunos sujeros la posibilidad de sust raerse a ciertos encuentros en lo real permite 4ue su existencia, pese a no tener nada de envidiable, pueda considera rse estable. De alguna manera, ésta era In afirmación q ue Ped ro sostenía cua ndo, en nuest ra primera cntn.:vista, me relataba cómo antes <lcl cat aclismo que estaba viviendo en ese momento, había lenido siempre ''una vida estable", conseguida e n cierto modo gra· cía a ser -como él dice- " un hombre con las ideas claras ".


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J\l,\K'IA

l:.RR.\ Í'REL>IANI

La supuesta e tt1bilidad de Pedro se producía. como en 111 mujer dd rel:lco, sobre una sicu¡)ción d e pobreza absoluta, pero no en el aspecto económico. ya que su ca rre ra universitaria 1( permitió acceder <l un cargo importan re que le reporta un buen salario; la pobreza d e Pedro concernía al ~mbico afecrivo, pues ro que sus relacio ne sochtlcs se reducían a las inevitables en el trabajo y las ineludibles con la familia. que permanece casi íntc gramc1Hc en :;u CastiUa na tal. Por o tro lado , Pedro, al igual que la mujer pobre, escaba co talment e e ntregado, acomodado a esta situación vital; no se ob· serva en él rustro de quejas ni cucstionamiento alguno. tan sólo equili brio, po r eso ¡JUcc.lc ofirmar: " Yo cstabn muy bien cnto n· ces". Un último rasgo comparte Pedro con la mujer del relato: ambos tuvieron un encuentro inesperado, algo fuera Je lo normal, algo que no entraba den ero de los cálculos posibles: para ella fue un gnomo con poderes, para Pedro fue una mujer. Y no me refiero a una muje r disrinra de las orrns ni a una mujer espedal, ino. ·imple y Uaname ntc, a una mujer, la primera que contó como tal en su existencia, que descontroló su est:.lblc vi<la y oscureció sus claras ideas. A partir de aq uí las hi torias se separan, la resolució n de la pobre ama de casa no estuvo aJ :ilcance <le P e<lro. Para él se inició el desequilibrio psíquico, que tuvo como primera canse· cuc nch1 redoblar su aislamienro, ya que incluso abandonó el hábiro cotidiano <le pasear po r espacios abiertos o rondar entre multi1u<lcs despe rsonalizadas. Dcs<le hace algo más de dos años, una vez por semana, Pedro comparte conmigo lo que picn ·a, d esgrana anrc mí sus " avances en el control de la sicuación" cal corno él sude definir d p roceso.


lJN l IOMlll<i; n>:-: LA!) IDEAS CLARAS Y IJNt\ VID.'\ ESTABLE / ,1

f' rimera en1rev1s1a · un

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diagnóJlico /áal

. u primera entrcvisca fue defini tiva en cuanto al diagnóstico prcüminar: Pedro so úene que algo en él genera rccha7.0 a los dem:i , nadie se lo dice clarame111e, ni siquiera cuando lo pregunta .1 bocajarro, pero no tiene duda alguna al respeclo porque, en ocasionc:-s, ha escuchado alusiones a su persona en conversacio11cs entre compañeros de trabajo. No puede definir exactamenIL° qué decían, pero tiene la certeza de que se referían a él. Asegu ra no 1cner idea alguna sobre qué puede ser, pero afir1na su imcrés pnr localizar el origen dd rechazo y cont rolarlo. ! la explorado <lisúntas posibilidades sin éxito. Es la primera vez que acude a un profesional. Al interroga rlo sobre esas posibilidades explo radas, donde debería haber una serie aparece un único elemento: "un olor, o .. . " y puntos suspensivos. Pedro situaba claramente el inicio de su cnícnnedad un año y medio anees de venir a verme. ¿Antes de eso? Antes todo había sido absolutameme normal en su existencia: ningún sufri. miento, ningún malestar, una vida del iodo normal. Desarrolló u árbol genealógico sin dificultad alguna .. ., también sin afecto .1lguno. En realidad fue una concesión a mi inlcrés por el tema. Al prcguntílrle sobre sus rdncioncs afectivas me enteré de 4ue entre sus iclcas claras hay una cspccialmen1e lúcida: " No hay guc mc-zdar los temas; cl trabajo y los estudio son una cosa; los afectos, 01 ra ". En un hombre cuyas únicas relaciones con otros eres humanos se dan a través <lcl rrab:tjo, actualmente, y Je los estudios. anees, esa lucidez lo condena a algo que yo denominaría " una soledad radical" y que él considera "un orden conrrolado de la vida". Pese a codo, eJ control se le descontroló. Cuando, habidn cuenta de 4ue ya habfo reaüzado codo el recorrido forma tivo que pretendía y había alcanzado una esrabilic.lad laboral envidiable, se planteó que era e1 momento de planifica r la tercera etapa vic.11: formar una familia.


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En su emrobrecida vida social, de repente, una compañera de trabaio se descubr\.ó como mu)cr. E\\a tenía cos:is que \e a~radaban y orras 110 tanto; con eJ cicmpo la relación oo cvolu cionó como esperaba... í. él había pe1,sado que dos hi)oo ~tl\ria bien. que podrían vivir crt la casa que ae:ib:tba de comprar; es lo que todo el mundo hace .. ., es ley de vid-a .. ., etc. No e.ra tampoco un tcm:t que pareciera inrcrcsarle demasiado dcsflrrollar. Pera, anlc mi insistencia, acabó por con\'3rmc que cl d\"' e.n que ti. final mcncc, la abordó para planccark su intendones, ella, sor prendida, k com~micó que en absoluto había ~crcibi<lo nada Je su afecco }' que, además, estaba a pu11ro de casa rse, por supuC$• lO. con otro hombre. Casi no hacía íalta la prcgunca, pero era de rigor: "¿Más o me· nos cuin<lo suce.<lió eso?". "Más o me1\<>s hace ~muñe)' me.dio" . Para mí e ·a primera entrevista fue cornada como la localiza. ción dcl desc.:nca<lenamie.mo de P<:dro, <ltsen<:a<.knami~nt~ dt su locura. Inicio brusco, comienzo absoluto en oposición a la pre• hiscoria que prcscm.an las n<.:m os.is. Así, ttcepl~ su demanda de acompañarlo en d trabajo que se proponía: " Tntent;\!' loc{l.liiac el o r\gcn <lcl rechi'l.o y \ra\a.t ~ implementar mecanismos pura controlarlo". Me p:treció suficiente111cnte ético .

Lo.r /enó//lenor elrme11tales

A pa rtir de la segunda emrcvisra, Pedro nunca ha necesitado de mi intcrveClción para iniciar ni manlcnec sus µ:.tlabrns en curso. Su iliscurso, cxt.rnñameme ílorido. recargado y altisonante. no c.'S, sin embarv,o, neológico: paca decir "comer" usa la exµcesión "ingerir alimentos"; en lug:lr de '' pensar" dice "a n~liza r variables intt:rviClicmes en lo~ procesos" y" percibir wns.ori\tlmente" sirve para 1;xpresar el verbo "sentir". No h~ty equívoco ni error posible de cornprensión~ :il fin y aJ cabo su lenv.u:i es. la ciencia.


Ü!'l l 10 ).18llE CON LAS IDF.1\S CL1\RAS Y UNA VIDA ESTARl.E

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'°li bien yo hubiera preferido localizar más claramente la na· 1111.ilcza de las alusiones, Pedro estuvo poco dispuesto a hablar 111 1·llas. No parece que hayan sido muy concretas en su enun1 liH.'t ón, no son injurias ni insultos; la significación está en sus111·11, o, pero apunta a una calificación negativa de su ser, en tan111 l\ :<l ro dice 4ue le permitie ron "percibir sensorialmente y de lnr ma indudable " el rechazo de los demás, no de todos, sino r apccialmente de algunos. Ped ro csraba únicamente int e resado en hablarme de ese 'olor" que apareció en nuestro p rimer encuentro. Dedicó bastan,,., <:nr revistas al tema. modificando paulatinamente su discur' • al principio era una hipótesis a verificar, pero después se con\''' 1f<) en algo que él percibía claramente; él conocía ese olor pero "º pod ía definirlo, él se lo olía en sí mismo. Emanaba de su , 11crpo y se instalaba en su ropa, en su casa, etc. Por lo ramo, siguiendo su plan de trabajo, según fue siendo más l l.1rn la percepción, inició una serie de acciones para controlarlo: 1)( 111er toda su ropa en una habitación de la casa por la que no tran"lt.1 nunca para aislarla de sí mismo, aumentar la cantidad de <lud1~1s y empezar a usar algo que le desagrada tanto como ese olor, p1.:ro que sabe que no molesta a la gente en general, cl perfume. En la occava sesión lo interrumpí para preguntarle desde cuán , lo percibía él mismo ese olor, a lo que respondió inmediatamente: "Desde hace dos meses'', tras lo cual siguió hablando sin dis1 raerse por mi incervención. Para mí e ra importante saber en qué momento había cristalizado esa conclusión, porque en la primera entrevista él parecía hacerme una demanda de signifi<.: ación, parecía no disponer del saber necesario para domesticu lo que le sucedía y parecía pedir ayuda para localizar la causa del rechazo. Sin embargo . si hacía dos meses que él percibía ese olor - coincidiendo eso con el tiempo que Uevaba viniendo a verme- quiere decir que lo encontró en sus palabras, lo localizó en el mismo acto de fo m1 ularlo o como consecuencia de éste.


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Así, en d inicio del trararniento, P edro presentaba dos fcnó menos elementales claramente localizables: las alusiones y dolor, pero éstos no tienen idéntico estatuto, ya que el olor se distand1 Je las alusiones en tanto está ya a caballo entre d encuentro en lo real del fenó meno y la construcció n del delirio. El año y medio que transcurrió entre el mo mento en que p,. d ro se desencadenó y el momento en que acudió a consulcar (~ el periodo de incubación de su delirio: de la perplejidad inicial frence a las alusio nes a Ja certe7.a de su causa: el olor. Me pareda, al principio, que ése iba a ser el fenómeno sobre el que iba a cons truir rodo su sis1crna delirame. En los prime ros meses del cracamien10 , Pedro, apoyándose <.:n el discurso científi co que domina gracias a su profesión, identificaba, en té rminos médicos mu)' específicos, el proceso de 111 d igestió n como origen del olor, señalando la actividad del hígado, sus órganos allegados )' sus fluidos. Con todos estos datos implemencó un cambio modulado y progresivo en su dieta y en sus ciclos <le descanso, dentro de las posibilidades que su hora· rio laboral le permite. Todos e 1os actos produjeron una cierta esrabilización, en tanto redujero n la emanación de olor, corrobo rada por el he.cho de que él mismo no lo percibía en muchos momentos <ld día. Su pla n crn seguir controlando algunas variables más del proceso. 1lusta aq uí, en Pedro se puede identificar claramente la relación nefasta entre el sujeto psicótico y su objeto, objeto incluido en su ser, en su cuerpo, en su organismo. Si d neurótico logra, con la extrae· ción del objero y su rcfercncia al falo, quedar marrndo con un menos, con unn falta sobre la que se interroga, el psicótico, por el contra· rio, carga con ese objero malo en su interior, lo que explica su discord:.mcia con lo que es del orden vital.1 Uno de ésos es Pedro.

l. J. L.1ctln , " L:i 11g1c~l\·i, fad en psicoani lisis• . en fam101 /, México. Siglo }0\1, 191<6, p. 105


UN 110."\tBRE CON L\S IDf.1\S (,1.1\RAS y UNA \'ll)A F.STABLE

t "Hmluras

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de tlese11cadenam1e11I<> anteriores

Como dice Éric Laurcnt:2 " Resulta inúúl recordarle a un su1• 10 psicótico la incerprctación de su historia en tamo que ya no li.1v más hisroria en el momcnr<> en que el sujeco entra en la psi111~is " , pero, al mismo tiempo, añade: " El sujeto psicótico no es 1111 sujeto inocente. Sobre la onsc de s u fenó menos elementales d ~ ujeto puede no querer hablar de ciertas cosa y obrar con '" lucia p ara no tener 4ue decir lo q¡uc no quiere" . Pedro es un 1 l.1ro representante de las J os afirmacio nes de Lau rent; n o es l.tt:il dife::rencia r su desinterés de su retice ncia. Por e jemplo, d espués de varios meses cn tratam iento u d i · , m 'liO Jio un giro radical. Oc repent e reco rdó h aber ria ado po r una "crisis" -como él llama a lo 4uc le sucede- simila r, cu ando 1·~ 1::ibu escudia ndo la carrera. Fue p recisamcmc cuando debió l'nírcntar una asignacura: con una profesora muy exigente e im· previsible. La asignatura que impartía culminaba con h cxposi nón por parte de cada alumno de un trnb:ijo de investigación (rente a todos los compañeros. Durante ese llñ o, Ped ro so ruvo su asistencia a d as<.: con un sufrimiento n<licion al, en compara< ión con sus iguales: éJ, cuando cruzaba el umbral dd <1ula, cmpczabtl a semir intensos deseo de orinar, ran intensos que no podía siquie ra ate nder la lección . Todo su control quedaba circunsc ripto a cvica r, como é l Jicc, una "inco ntine ncia Uevada .ti :icro". El malestar desapareció cu ando se ma rchó al servicio militar, mtempestívamente, en m edio Je la carrera. evitando así la prese ntación pública de su rrnbajo. Al mismo tiempo. pero como :.ilgo absolutamente lateral, me contó c.¡ue en ese curso había inti mado mucho con una chica. aunq ue no se ha bía percatado de

2. AA.. VV.: ~Pcnurb3cionc:s i\u a . Eol i~ · P2idós, 199j, p. 52.

ACOgni m• J~" . en

/lnalim Je/,¡¡ al1iwtt:c1n111•1.

Bue n o ~


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que el interés de ella por él iba más allá de la simple amis11d hasta que ya esraba sirviendo en el ejército. Aclualmenle, cu mujer es la representación de quien lo amó y que hubiera sido perfecta como esposa. Con este recuerdo ya eran dos las crisis que había tenido en la vida; pudo esquivar la primera, la segunda lo trajo a tratamiento; la siguiente, vivida con especial "lucidez", le permitió acceder a una hipótesis nueva para investigar: d rechazo es de "cipo sexual• y son las mujeres las que lo sienten y lo manjfiestan. ¿Cómo lo averiguó? Una noche tuvo "excitación " y durmió muy mal; por la mañana algunas compañeras hacen comenta· rios entre clJas sobre su mal dormir -cl de él-, hay cierta burla, risas e, inmediaramcnte después, lo rechazan. ¿Qué es la excitación? Resumo su respuesta: "Un proceso merabólico que acLÚa alte rando determinadas partes dd cucr· po, que se presenta sin part..icipación alguna de funciones cognitivas y que genera - en la mayor parte de las ocasiones- cierto grado de desasosiego. Suele resolverse durmiendo un rato". Con este material, y comando también durante algunos meses con medicación que lo aliviara de angustia, continuamos el trabajo sobre su sufrimiento. que ahora parecía concretarse más: dcl rechazo general ~11 rechazo femeni no y de la causa del olor a la causa sexual.

LoJ mujeres

Las '' ideas claras" de P edro le han permitido durante muchos años mantenerse a distancia de las mujerc.-s, o estudiando o trabajando. Ambas cosas constituyeron, en distintos momentos, el núcleo de un autómaton de vida, desde cuyo interior -una vez en el ámbito del estudio y otra en el ámbito del trabajo- una mujer irrumpió en su vida, como elefante en un bazar.


UN l IO~IBRt: CON LA . I DF.1\S C:l.ARl\S y

UNA VIDA f.STAB.LE

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Pedro supuso el amor que u compañera de estudios sentía por el, y también supuso ese mismo afecto en su compañera de 1nib:tjO; con la primera mujer lo pensó a posterr'ort', con la segund.1-en pos del objetivo vital de formar una familia- dio un paso .11 1rente y encontró el rechazo, d desmentido de su creencia crotóm:ma. Después de este segundo encuentro, y pese a la aparición de l.1s alusiones en los otros inexplicables para Pedro, no renunció a su idea de formar una familia y, por lo tanto, buscó ayuda en el lu~ar especializado en dichos menesteres: una agencia matrimonial. Pedro aportó este dato al tratamiento hace muy poco tiempo, y sin muestra alguna de \lergüenza o culpabilidad, pese a lo cual c reo que el hecho de que nunca anees le haya parecido pertinente decirlo es más achacable a una actitud reticente que a la banalidad de la información. Tuvo múltiples encuentros, en variados escenarios, con distintas mujeres, sin que en ninguno de ellos se concretara nada . ¿Por qué? Porque Pedro quiere una mujer para formar una familia y eso implica una relación larga y muy trabajada, implica conocerse muy bien y saber que se está de acuerdo en muchas cosas. ¿Ninguna de esas mujeres quería eso? " No, rodas tenían mucha prisa, querían mayor intimidad corporal, buscaban algo que yo no acababa de entender, ni sabía bien cómo hacern. En este punto, la sinceridad de Pc<lro no sólo da cuenta de su verdad subjetiva, sino que enuncia una rnodalidn<l concreta de la \le rdad estructura1 psicótica. Evidentemente, con las cosas así, después de wgunos encucn· eros, empezaba a sentir el rechazo en ellas.


200

MAKTA SERM

f

RF.DI ANI

La 1ra11s/ere11c1a

Si bien, anacómicamente, soy una mujer, par;1 Pedro no pertene-Lco a ninguno J e los dos grupos que: con grnn permeabili· dad aglutinan la totalidad de los seres femeninos: nu nca he esra· do en d conjunto de las que lo rechazan por4ue - teniendo en cuenta que inmediatamente después del supuesto rechazo él entra en pánico y huye- su asistencia al tratamiento ha sido impe('.able, nunca ha faltado, siempre puntual Pero campoco he sido nunca situada en d otro grupo: el de las féminas que éJ interroga, las mujeres de su familia, perseguidas por teléfono y en persona con una pregunta insistente: "¿Qué de mí provoca rechazo?". Pedro nunca me ha sometido a esa pregunta. Ni siquiera cuan· do me relataba las respuestas que le daban y lo poco útiles que le

resultaban en tanto negaban o desvalorizaban el saber que a él le ha sido transmitido por los fenó menos elementales. Temí durante mucho tiempo que me la formulara y me planteé distintas estrategias para responder. También me preocupaba la aparición <le la erotomanía y la huida posterio r, pero tampoco se produjo. Pedro, él solo y sin necesitar de una dirección de la cura por mi parte, me situó, de entrada, lejos de la rdación erotómana y lejos de ser alguien que quiere gozar de él. Estableció la únka relación posible de trabajo conmigo que no estuviera abocada al fracaso , colocándome como el lugar de soporte de una búsque· da científica que pudiera explicar el desorden de su mundo. En cscc sentido, es un paciente al que le estoy agradecida. Pero , un;i pequeña he rida a mi narcisismo femenino, debo reconocerlo y no me pa rece sin impo rtancia, se produjo la única v<.:z que Pedro hizo un comemario sobre mí. Comentario hecho aJ pasar, que incluía un lapsus interesante y que dejé sin respues· l a alguna: cntr:in<lo en el despacho, aú n de pie frente a la silla, se


ÜN HOMBRP. CON LAS IDEAS CLARAS Y UNA V1 11A F~TABl.E

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refirió a mi absoluta afonía de ese día diciendo: "El primer dfa en que nos vimos usted también estaba afónica ". Y a continuanón, como para suavizar lo dicho. añadió: "Bueno, le da paJahra ... voz de hombre". Quizás ese rasgo haya colaborado a colocarme en un lugar de excepción en lo relativo al sexo para Pedro. ¿Puede eso virar en cualquier momento?

Io evol11ció11 del delirto Pedro inicia todas sus sesiones resumiendo el grado de malcsrar que ha tenido durante la semana. Algunas veces llega angusriado y entonces hablamos <le lo que siente; me cuenta nuevas hipótesis y nuevas vías de abo rdaje. H abitualmente se marcha mejor. Otras veces llega tranquilo, y entonces muestra su erudición científica y la comparte conmigo. He aprendido muchas <.: osas con éJ; es un gran orador y es muy pedagógico. Pero no hemos logrado una evolución de su relación con el goce. Pedro recorre las dos primeras etapas d e elaboración de un delirio sin que el avance se consolide, produciéndose movimientos retrógrados permanentes: de la perplejidad y la angustia iniciales, frut o de la dcslocalización del goce, a la tcntat·iva de significación del goce del Otro. que le permitiría entender lo que le sucede. Cuando parece que ha encontrado un punto de apoyo que podría converti rlo - una vez identificado ese goce del O tro- en el organizador J e la situación , todo vuelve a empezar. En estos dos años lo he acompañaJo, además de en la invesligación sobre el olor, en otras Jos centacivas muy distintas: 1. La paranoica : cuando dcspcrcó en medio de la noche sintiendo el olor y pensó c.¡uc quizás un vecino, que se ausenta a

menudo durante varios <lías del edificio, podfo haber puesto algún veneno para insectos cuyo olo r habría llegado hasta él a través de las paredes o ventanas. Sincer:1mcnre, me asusta-


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MAR l'A St:KR:\ FlfüDI A!"I

ba un poco cómo se resolvería esta tentat iva, que duró varias semanas. Se.: disolvió. 2. La feminización: cuando empezó a sentir que en los momen· tos de mayor angustia se le afinaba la voz, volviénJosc extra· ñamenic femenina. La química y la posible inílumación de las cuerdas vocales fueron h1 respuesta.

l..u ac/110/idad de 11uessro lrabajo Pedro ha sido un invesrigador concienzudo y muy trabajador, aunque no haya logrado su gran descubrimiento, pero sí ha conseguido imt><>n antes adquisiciones de saber sobre su cr que pa recen de incorporación definitiva en tanto permanc<:cn, según pasa el tiempo, sin debilitarse ni desvalorizarse.

1. Sabe que sus crisis anteriores se produjeron cuando se interesó por la relación con mujeres, y que eso no le conviene. Ahorn, en el plano afectivo, se confonna con el recuerdo de su amor universitario. 2. Sabe que lo mejor es el estudio y el trabajo. Como él dice: "Soy adepto a !ns rutinas, me gustan las cosas que puedo hacer Hutomá1icamen1e". En su tiempo libre. está desarrollando una técnica paro utiJizar fractales en la elaboración Je fondos para las transpa rencias que se usan en cursos internos de su e mp resa. ¿Qué son los fractales ? Funciones que dan lugar •l imágenes repetitivas y recursivas que se constatan en algunas formas f undamcmales de la naturaleza. 3. Sabe que su malestar es interno. No viene de afuera sino de adentro y le gentrn un estado de "alerta" volcado al cxccrior. 4. Sabe que su angu cía viene siempre acompañada de fenómenos muy concrecos en su cuerpo. las "autopcrcepciones": picor en la barbilla -como si tuviera gotitas de sudor- y ardor en las mucosas bucales y oculares, así como incontenibles


ÜN llOMl!RE CON 1AS IDEAS CLARA~ \' U:-.'A \rl[)A ESTABU:

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ganas de orinar que lo condenan a ir :il baño a cada momento. i la angustia es cxplicaJa como la disociación entre el pensamiento y los scntimknros, los fenómenos hipocon dríacos acaban siendo referidos a puros procesos químicos: que no rengo gotitas. pero puede haber alguna secreción glandular, algún líquido int erno que se vuelque a la sangre produciendo la scns:.Jción". 5 'abe que no nccesirn medicación porque su malestar -me explica- '' no implica consecuencias inminenres ni irremediables. Sólo cabe, por uhora, sopo n .1rlo". En todo caso, cuando ha csta<lo en situaciones cspeci:ilmcntc críricas. me hallamado para pcdi r una cnt revisl:l de urgencia.

··sé

¿PoJcmos - :.Jmbos- esperar más de nuestras entrevistas? No estoy segura, pero sí sé que un pequeño ;ttaque de.: furor so11a11di me llevó, en ocasión <le una mejo ría de Pedro, » mosrrar cierto grado de entusiasmo frente a su idea de colaborar con alguna ONG con vistas a aumentar sus relaciones sociales. El intento fue un desastre)' provocó una rucrtc crisis de angustia. y recordé el cuento que les he conrado al principio, y pensé que, si fue capaz de no considerarme una mujer y facilitar así nu<:stro t rabajo, yo estaba obligada a mantener mi trabajo a su altura: no podía cometer el error de pretender ser un gnomo con poderes para cambia r su vida.


Comen/ario

Jcan-Clau<le Maleval

EJ amor puede ser tanto el mejor como d peor de los en· cuen1ros para el sujeto de estructura psicótica. En lo concerniente al "hombre con las ideas claras ", se trata de la segunda de estas posibilidades. En esta cura , la analista no ha dejado de situarse en posición de testigo del trabajo del sujeto. La paranoización de la relación, que la habría incluido entre quienes lo rechazan, no se produjo. Marta Serra Fre<liani formula la hipótesis de que el hecho se vincula a una posición de la transferencia en un lugar de excep· ción con rcfcrencia al sexo. Pedro no la habría siruado en d con· junto de las mujeres, que está dividido en dos partes: las que lo rechazan y las que son interrogadas por él. La analista encuentra el in&cador de esa posición de excepción en un rasgo masculi· no mencionado por Pedro. Éste hizo un solo comentario sobre su análisis, cuando señaló que, durante la primera sesión, ella estaba <lisfónica . Lo recordó en una circunstancia en que d fenómeno se repetía, y a continuación , como para suavizar sus dichos, agregó: "Bueno, le da palabra ... voz de hombre". Es posible, en efecto, que ese rasgo masculino permita situar a la analisca en posición de excepción; pero puede formularse otra hipótesis plausible: la existencia de una tercera categoría de muje res, las que no lo rechazan cuando él les plantea una de-


ÜN llOMBRE CO'I: l.A\ IDF.A'\ C l.ARAS Y UNA VIDA ESTAW.fl

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manda. Subconjunco de mujeres en d cual habría que indwr a

l.1 an:Jista, la única de esta clase a la que él alude. Tal hipótesis, ... cgún la cual una oposición resuelta al rechazo explica la índole 1ranq uilizadora de la analista, puede verificarse en otras curas de psicóticos, en parcicuJar aquellas en que el sujeto muestra siempre un not:iblc cumplimiento de la asistenc:ia a las sesiones, tomo sucede con Pedro . Es preciso señalar que la e rotomanía de transferencia no actualiza necesariamente en la cura una lcnomcnolo!!ia crotomaníaca; no obstan te, la estructura de la 1ransícrencia psicótica sigue presente: correlaciona a un analizan re siempre inclinado n cncarmu d objeto C'Jído con un analisc:i a cuyo respecto se supone de buena gana que goza con esa caída. La qucj::i inicial de Pedro concerniente ::iJ rechazo dd que es objeto por parte del Otro parece característica de la posición subjetiva del sujeto p icótico. Lo que cstti más e nmasca rado en nt ros se revela muy evidente en él. Por d mero hecho de aceptar la demanda <le Pedro, la analisca se o pone al rechazo que él supone en el Otro. D ebemos subrayar este punto para aclarar la maniobra de la tran ferencia <le esta cura, en lu que la analista parecería a primera visra habe rse conformado con una posición de testigo del trabajo del sujeto. Se sabe que esa accicud no po<lría ser suficiente si no se completara con una dirección de la cura apuntada a oponerse aJ goce del Oc ro. Si esta dimensión q uedó silenciada en la refoción de la curn J e Pedro, ¿no Íuc porque en escc caso el mismo disposiúvo analítico planteaba desde el comienzo una oposición al rechazo que presuntamente satisfacía el deseo del 01ro? En síntesis, el hecho de situar a la analista en posición de excepción en cuanto al sexo, o en posición de mujer no refractaria, no parece carecer de consecuencias sobre la prosecución de esta cura. ¿Puede proseguir mucho más allá del punto aJ cual ha llegado?, se pregunta para te rminar la analista, que pone de relieve cinco aportes en apariencia d efinitivamente adquiridos por Pedro:


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COMENTAR10

l ) Sabe que ~us crisis estfo cdacionad~s con la manifestación de un interés por las mujeres. 2) Sabe que lo me¡or pa(a él se ccntca en los estudios y el trabajo. 3) Sabe que su malestar es interno. 4) Sabe que en él la angustia est~ acompañada de fenómenos hipocondríacos. 5) Sabe que no necesita medicación porque su malestar "no implica consecuencias inminentes o irremediables".

El resultado así obren ido conduce a la rransformación de una psicosis declarada en una psicosis ordinaria lúcída, es decir que otorga al sujeto un conocimiento de su modo de funcionamiento que le permite evitar las crisis. El !ercer punto es particularmente digno de mención: ¿este sujeto delirante logra concebir que su malesrar es interno cuando aún es delinmte, si tenernos en cuenta que una de fas características dd delirio reside en que b inkiativa proviene del Otro? ¿O bien dc.:bemos considerar que la contendón m:-15 exitosa de un delirio puede IJegar hasta allí? ¿E.spcr:ir más de esta cu ni no sería dar pruebas de un ftJror sa11and1?, se pregunta Mana Scrra Fre<liani. Sin dudil, aunque aún parece posib\e otra adquisición: que el analizan1c consiga separarse de la analist:l. 1lubo un tiempo en que las curas de psic.ó\icos soHan cruificarse de interrninabies; ia experiencia recogida en las secciones clínicas desde hace unos diez años muestra que \'\O hay nada de eso, y numerosas curas comllnicadas en este volumen no hacen sino confirmarlo. Otra comprobación radica en la notable <live.r-¡,\dad de estos flnes de cura: consuucc\6n de suplencias, apuntalamientos en el eje imaginario, elaboración de un delirio moderado, et<:. L~ obsef'Vadón de Pedro nos akrta sobre otra modalidad del fin de la cura de un psicótico, meJlos conocida y sin embargo no excepcional, que podríamos denominar culminación en una psicosis ordinaria lúcida , caracteriza-


U ' 110.\IBRE COI'\

LAS IOCAS CLARAS \' UNA VIDA ESTABLE

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11.1 aquí por una erosión del goce Otro, d ajuste Je una pucsrn a d"cancia dd deseo dd 01 ro y la adquisición de un valioso sal>er ,obre el propio modo de funcionamiento.



E l amor a las letras, el amor a las palabras

Pierre Stréliski

AJ releer, advenimos el 1icmpo que pasa y los c11mbios que se p roducen. Ya es hora - luego de dieciocho años de 1ratamicn toJe devolver a Nocl su nombre. Hablé de él por primera vez en las Jornadas de Otoño realizadas en París en 1987 , y una segunda vez en el Conciliábulo de Angcrs de 1996; la primera, tres años Jespués de conocerlo; la segunda, al cabo de doce a11os. Hoy, nuestro cncuent ro es, de algún modo, un acontecimiento 111ayor. Ya lo era en el comienzo. desde luego, pues iba a consti1wr, pa ra mí, un elcmcmo importante de enseñanza sobre las psicosis, y contribuiría en su caso a estabilizar en parte algunas de sus dificultades existenciales. "Madamc Bova ry soy yo", decía Flaubcrt. Yo también reivindiqué a menudo, durante mi análisis, una especie de extraña fra1emidad con ese paciente tan d ife rente y ta n cercano. ¿Era una manera de seguir el consejo de Jacques· Alain Millcr, "trace al psicótico como a un semejante ", según decía en su artículo "Produirc le sujet" , de l 983 . y en el cual recordaba también d punto donde se amarra Larn n en la Linde de su enseñanza sobre las psicosis: "El ser del hombre no sólo no puede compre nderse sin la locura , sino que no sería el ser dd hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad''? 1 ¿No 1.Jacqucs Lucan, t m ts. Pirú, Seuil. 1%6. pp. 176y575. (Tm l

«1 .. Jos volúrncnc:s, Mcxiro. iglo XXI, 198-1

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210

PrERRL:

Snl!uSKJ

cabe pensar que la libertad y eJ amo r son los dos límites esencial~ de Ja fcnomcoologfa de las psicosis? La prime r~l vez abordé Ja consideración del caso desde c.I punto de visra del infl ujo de la tran sferencia; conté que una suene: de preioterprctación había permitido al sujeto comenzar a des· ahogarse en el consultorio d cl analisl'i.t. Ya era, por lo tanto, un1t secuencia sobre eJ amor, pero ~obre la forma de amor especial en que consi 1c la cnmsfcrencia. Me pregu nto. a posteriori, por qué riculé esa pone11cia "Un tra bajo sin red". ¿Lo hacfa porque en la presentación de ese 1rabajo no se t raiaba en n ingún mo· mc:nto de red alguna? Habría podiJ o (;ntonccs llarnarlo con igual p ropied.1d "Sin bom bos ni plarillos ". ¿O era acaso una reminiscencia del hilo rojo dd que habla Frcud, ese pcq uefio hilo de orieniación que parecía faltar aq uí, donde codo estaba descosido? ¿Esa ponencitt no era un Uamado a la orientación ? Afonuoa· damencc, ésta llegó, en ré rm inos lím pidos, de la mano de Éric Laurcnt. quien señaló que ese paciente , con su pasión d evoradora por los libros, mostraba una orientación evidente: escribir el libro que conruviera lodo;; Jos libros; NoeJ se enfrentaba a Ja paradoja de Russel l. la segunda p resentación dd caso, hecha nueve años después, retomab:i esa observación de Laurcnt y mosrraba al hombre joven, que por entonces tenía 36 años, con los rasgos de 1m "litu· raro" rliturate1"] . Allí refería que éJ había decidido dejilr en mi consultorio sus lib ros. que Jo estorbaban y en medio de Jos cuales iba a ahogarse; me confia ba su custod ia y a la vez los tenía a la visea . Po r lo dem¿ís, cambién me tenía :l mí a la visea; en fo época, yo contab a que un olvido de mi parte hab fa estado a punto de tener un efccto catascrófico, el de dcshilccr de manera inopinada e1 conjunto que él h,1bía constituido conmigo. El incidente fue éste: un día, Noel me pidió que le devolviera el romo l de Le fene-Jais-q11oi et le presque4ien, de J ankélévitch; no logré en· cootrarlo de inmediato y esto fue. evidcnremenrc, un motivo de gran tensión entre nosotro$, que por fortuna pudo micig,1rse. En


EL AMO H A LAS 1 I· m11s . El. .r\MO R A l.AS PALABRl\S

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01ras palabras, la primera vez yo no sabía que estaba hablando de erotomanía: c reía haber hecho una interpretación, cuando en realidad había sido, desde luego, interpretado por el paciente, no a la manera de quien sabe - habría sido insoportable-, sino Je quien tiene una biblioteca donde pueden ordenarse los libros. Aquí, d saber de los libros consiste en un saber real que, en mayor o menor medida, puede contenerse en el objeto Libro: el papel , la portad11, eventualmente la encuadernación, y convenía poner esos "objetos continentes" un poco apartados, así como .1lgunos guardan su platería en una caja de caudales o el mundo moderno deposita sus desechos en La Haya. La segunda vez conté, en resumidas cuentas, cómo podía aparecer la persecución. El custodio que yo era , el cancerbero (y no el secretario), podía transforma rse en el enemigo en cualquier momcnco. Advertía con claridad que al haber extraviado d Jankélévitch (por suerre, no t;1rdé en encontrarlo), había p1.;rdido una barra de plutonio radiactivo. Por un úcmpo. el odio puede ser amor. Noto que, esa vez. había insistido en rebaut izar a este sujeto con el nombre de NoeJ. H oy me parece mucho más sobrecogedor Llamarlo de la manera como él mismo se no mbra ahora regularmente, por ejemplo cuando hablamos por teléfono. Antaño, tenía ese ric de asilo consistente en anu nciarse diciendo en primer luga r su apelli<lo e inmedia tamente después su nombre de pila. Los enunciaba como si fueran una sola palabra, una sucesión <le sílabas pegadas entre sí, y al escucharlo uno no podía dejar de advertir que Je ese modo decía: '' No soy un sujeto, soy una holofrasc". ¿Cuándo comenzó a cambia r esa circunstancia? Él dice: "Empecé a existir a los cuarenta años, antes no existía, jamás fui una criatura ". Aceptemos esta datación; más adelante intentaremos describir sus lineamientos. Señalemos que hoy ya no se anuncia nunca así, ha adoptado un giro más moderno y siempre o casi siempre dice: "Soy ]. P. S. ". Se trata, ea efecto, de un giro moderno iniciado en la década de 1960 por el joven presidente Kennedy para realzar su imagen de hombre ambicioso;


21 2

PrF.Rl!c Srltá.m.1

desde entonces pasó a ser de uso habitual , sobre todo en quienes tienen un nombre o un apellido compuestos (véase D . S. K., etc.), La modalid:.ad se eligió para titular la biografía de Margucritc Duras (M. D.) y dar un halo abstracto al personaje. Aquí es un hallazgo que -además de evita rle tener que decir su apellido, el de su padre, a quien no aprecia- conjuga sus iniciales con las de u analista. Una coniingencia permitió que PS estuviera coote· nido cn]PS. aunque nunca se lo hice notar, por supuesto; quizás él mismo lo advirtió; de todas maneras, la J queduba a su cargo. Querría hablar por tercera vez de este paciente, ahora bajo los auspicios del tema que se ha propuesto, ''El amor en las psicosis". La tesis es la siguiente: aun cuando la erotomanía sea un fenó· meno const3nte del amor en las psicosis, no zanja la cuestión de ese amor. Lo colorea con un acento Je pasió n obligad:.1, lo eleva a lo absoluto y lo lleva a veces a ideales destructivos. Pero el amor en la psicosis es en ocasiones un modo de suplencia, apenas un anudamicnt0, porque falta el semblante para actuar como cuarto anillo; se trata, más bien , de un "mantenerse unido" con lo que Lacan , en "La instancia de la lctr:i" , llama " una metáfora mo· derna " - la del "amor es una p iedra risueña en el sol"-, una metáfora que no satura ni sutura el sentido. J. P. S. rechaza el inconsciente, es el fracaso de la inequivo· cación [/'1iisucces de l'Une·bérme]: "en la psicosis [ ... ] el in· consciente está pre$ent1:, pero la cosa no funciona ";~ pero no rechaza el amor, por el contrario, se entrega a él según cuatro ejes que vamos a examinar: d amor a lo bello, el amor a las letras, el amor a las palabras y el amor por Bclle.

2. Jscques LaC'2n, /JSimm1me, U vrt 111. u s Pfy(lxms (1 9JJ./ 956). Paris, Scuil, 1981, p. 164. ITl"IJd. c~1 .: El m mnarin de )11u¡11rs Lu an, l.ibro J. Las pricom. I9JJ. 1956. Buenos i\ir~. Paidós. 1984.)


Et. AMOR /\

LAS LF.TR,~, El. AMOR/\ LAS PALABRAS

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¡;¡amor a lo bello Nacido en una Sologne ercrna e inmóvil, descripta por Julien C racq como "esa comarca que se encierra y se arrebuja sobre sí misma a la manera de un cielo de nubes y que, al visirarla, hace menos inverosímil la escapada del Grand Meaulnes hacia el 'astillo perdido".> J . P. S. ha conservado de su infancia la afición a los paisajes donde el hombre no puede sino sentfrse de paso. En otra parte conté que caminaba durante horas por el cauce de los ríos en busca de la trucha plareada, o simplemente del ocio. No sabía que marchaba al paso JeJ héroe de Foumicr. Su padre, agricuhor de corazón duro y mano firme, no comprendía la sen sibilidad inútil de ese hijo menor. Le pegaba para enseñarle d sentido de las cosas. Su madre le arrojaba piedras cuando éJ robaba algo. Pero no era únicamente un niño salvaje: ya se asombraba de la rare-za de la realidad, del "sexo rosa}' amarranado" e.le su padre y se preguntaba por qué, sentado a la cabecera de la mesa, siempre le servían primero, mientras él se sentía olvidado. Le quedaban la soledad y los paseos por el campo. Tiene pocos recuerdos de esa infancia rural: hermanos y hermanas "hechos a la disparada"; una fotografía escolar en la que se ve a un pequeño de aspecto atento y estupefacto; su perra Bellc. que era el consuelo <le sus tormentos y un día desapareció. J. P. S. está seguro de que su padre la mató. La escuda no le importaba y sólo recuerda a uno o dos de sus macsrros que se inrcresaban en él. Su universo parece haber sido un caos 1ranquilo hasta la implosión de la adolescencia. Las primeras masturbaciones con su hermano le dejaron un sentimiento de culpa inabordable: se araba las manos para no hacerlo y ya pensaba en morir para no sufrir más la presión angusriante de una pulsión extraña e imperiosa.

3. J ulicn Crncq. u11r111es, en CE:n11n complttn Parls. C allima rd, 199,. col. "Bibliothcquc Je la Pléfadc· . vol. 2, p . 237.


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PIERRE SnatsKJ

Lo obsceno es el reverso de la escena de lo bello, lo eaubscene, según señala Lacan en "Joycc, le symptóme'':• J. P. S. no parará hasta enderezar el palíndromo en cl sentido de lo bdlo. Se apa· sionará po r la fotografía , ante codo los paisajes, y su maestro será Kurosawa . Aspira a la perfección técnica al servicio de su ideal; el material nunca es lo bastante bello, sofisúcado, caro para domesticar lo real que él ve y quiere aislar en instantes de beJleza. A veces lo logra, pero se enfurece por no alcanzar la esencia misma de lo bello de la naturaleza. No hablemos siquiera de las dificultades económicas en las que su arte lo pone. En cuanto a comercializarlo-algunos, espíritus bondadosos en procura de una socialización de los enfermos mentales, se lo han sugerido-, la idea misma le parece tan improbable como la de aceptar algún día soportar su cuerpo y complacerse, por ejemplo. en lavarse los dientes o relajarse mientras se baña. Su cuerpo es un acontecimiento hostil, y las reglas del mundo son prescrip· ciones extrañas. Cansado de no poder captar todo cl universo en su cámara de fotos, durante algunos años J. P. S. tratará, no obstante, de rastrear eJ detalle de la estructura de las cosas; sus fotografías son entonces de una factura surrealista o hipcrrealista: el cromo de un paragolpe brilla con un resplandor inútil, el color descompuesto de la borda de una embarcación del Loira propone un sinsentido estético. Mi paciente conseguirá hacer de esos hallazgos - "tengo un ojo especial", dice- el equivalente de las epifanías joyccanas, pero no considerará jamás la posibilidad de conformarse con su producción y, al margen de algunos positivos que me entrega, no guarda nada de esas imágenes que, sin embargo, en ocasiones son soberbias. No desarrollará una obra pictórica, no será un Chaissac. 4. J~ cq ud la<'lln, • }O)'CI:. k symprómc, íl". en Jacques Aubcrr (comp.). f O)ct t111« úmm , P1ris, Navm n , 1987, p . 31. (Trad. casi.: ")O)"« , d ~nroma , u·. Uno por Uno, Rrowa hfundwl iÚ Ptit'OiJná/iJit, 45, 1997.1


EL AMOR A LAS LlffRAS, EL AMO R A l.AS PALABRAS

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Tras conocer a quien llegará a ser su mujer, se dedicará durante tiempo a fotografiarla. Me dio un gran retrato que hizo de ella, 1111 retrato sublime en cl cual una mujer joven carente d e arrac11vos tiene la apariencia de una reina tranquiJa . Pero tampoco l'\CO lo satisface o, mejo r, no sabe qué hacer con la sntisfocción t111c a veces entrevé. A la larga, lo bdlo tend rá su función más útil en corno d el propio cuerpo de J. P. S. Antaño vestido como d as de picas, con d paso de los años cobró afición, no tanto al arreglo - u ropa "gue siendo sobria y muestra predilección por Jos colores bos<.· o. os y Jos matices otoñales- como a la calidad de los materiales que usa. Para él, el Goretex®fue sin duda tan importante como d Loxapac®; me alabó cien veces los méritos de ese tejido impermeable y ligero , sobre el cual le gusta precisar q ue deja respi rar la piel, pero no ent rar la humedad. Esta maravilla constituye rara é1 una armadura que no le estorba, y sólo Ucvaría esto; el dcvado costo sería un obstáculo, desde luego, pero esa minucia .1penas lo detiene, para inquietud de su tutora que preferiría vestirlo con saldos. ÉJ ahorra centavo a centavo de su magra pensión para tener generosidades con quienes quiere y h:lccr traer de Londres sus zapatos y de Bavicra sus impcrn1c:-Jbles. No hay en ello ningún uso d elos semblantes y tampoco esnobismo alguno; Jntcs bien, J. P. S. trata de salvar su peUejo. 1in

t i amor a las letras También querría escribir lo beUo y su lc1 ra. Lo comprendemos al hojear sus numerosos cuadernos , e n los que la caligrafía , con colores cscogjdos y de escritura barroca, aparecen pensamientos y máximas muy pocas veces fulgura nces. La impenetrabilidad invade a menudo e1 sentido y, a mi juicio, está menos cerca que sus fotografías de constituir una obra. E l modelo es Ciaran, pero J. P. S. no está a su altura. La angustia intensa cst:i demasiado


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P IERRE TRÉLl ~KI

p resente pa ra hacer vib rar otra cosa que un grito monórono sohft'

el dolor de existir. "Se te rminó: no soy u n pinto r. soy un colú rista". escribe. Compraría todos los lil>ros. p<.: ro lec poco. Son escasos los auto res e n quienes enc ucntrn consuelo: sobre todo BauJ claire, Rimbaud y Valéry, además de los ya citados Jan· kélévicch y Cioran . Se apasionó por N ietzsche, a q uien admira No leyó a Pro usc, aunq ue compró los eres tomos d e la RecherdJf' en la edición de la P léi.1de. Ha comp rado rambién muchos libro. de cien cia -ficción; los ex trate rrest res y los testimo nios de personas que rozaro n 1:1 m ue rte lo fascinan; sobre cod o sobre lot miste rios d e la Isla d e Pascua o las hipótesis re lativas a la Adón· tidu. Su biblioteca es poco clásica, demasiado deseqLúJibrada por un esoterismo d el cual sabe que no debe fia rse mucho. En reaU· dad, sus libros son porrnlctras, esas '' letras objetos condensa<lora1 de goce" a las que se refie re Mo niquc Amira ult e n lA Stylistit¡ut des psychoses, que pued en en cualquier momenro, bajo un peso demasiado gravoso. estallar en fragmentos <ldctéreos. Durante mucho tiempo contribuí a liberarlo un poco d e la invasió n, accp· randa que mi p ropia biblio teca cedie ra sus lugares vacíos a los libros de mi paciente. En las idas y vucltas que éste hizo sufrir a esos libros. e ntre mi biblio teca y el amo ntonamient o en su casa, hubo una especie <le tamizado gracias al cual se esbozó una clasi· ficación entre lo más valioso y lo menos import ante. J. P. S. terminó po r comprar estnnte rías d ond e p udo, po r fin , d epo sitar en su casa ese saber persecutorio; e n mi consulto rio ya sólo conservo los títulos de su infancia, algunos 1i'n 1i11 y Croc·Blanc y un Libro d e recetas J e la Sologne bellame nte ilustrado , más algunos ladrillos con pretensio nes d e vuliarización filosófica, que han sedime ntado y ya no se mueve n. El sig ue eligiendo con minucia revistas, a me nudo nú meros especiales d e Scicnce et Vie o d Ma· gaú11e lilléraire, que me presea: me he convertido en su lector. "Estoy muy lejos del ideal de CSt'. J. P. S. q ue quería pasar d tiempo k:ycndo". me dice. "Tendría que salir un poco. masco el freno, los ho mbres y las muje res me dan miedo. Po r sue rte hay


fa AMOR A LJ\S LETRAS, l:l. AMOR A l.AS PALABRAS

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libros. Cornpré el último de Edgar Morin, no lo leeré, no puedo. l'cra tenerlo en las manos ya. me: hace bien." ' igue amando los libros, que a su juicio nunca son lo bastante

, uros. Es un p<><:o bibüófilo y profesa fiJelidad a las ediciones

lc.111 de Bonnot. " ¿Córno pueden atreverse a proponer la lectura ele 13alzac por menos de cien francos? Y ni hablar de Internet, tlondc ya nada es raro y todo es accesible". Eso lo mata. Señala finalmente que a su querido "Janké1cvitch, al parecer, no le gustaba escribir y preforfa el diálogo con sus discfpulos, a IJ ma nera de los griegos". También a él le gusta el diálogo y poco . 1 µoco, con su psícoanálisis, d arnor a íos libros y a sus letras 'lcvda y perfila cl amor a las palabras.

f;( amor a las pala6ras

"¿Qué es más verdadero: las palabras o yo?". El)t menester prestar un oído muy fino a esta pregunta can turbada como tur-

badora. Gran afidon1tdo a los neologismos, }. P S. me habla, como todo analizante, con su propio lenguaje.

También a éJ le faltan las palabras y, meno1> sometido que cl ncutótico a las "frases de confección" que el lenguaje: propone a

cualquier hiio de vecino, mus de inventar Jo que Je parece fo] . cante. "La transfigura<;ión de los términos en la intenció n inefa-

ble" de Ja que habJa Lac.an en l.a página J67 de los Écrits con referencia al pskótico, también es aquí una intención de ceñir lo que no se puedl~ decir, un qu~.rer decir que, a mi vez, no dt:jo jamás <le examinar, pidiendo a mi interlocutor que 1rate de aclararme lo q ue quiere decir. Las más de las veces, él se adapta a dlo sin inconvenitntcs y con frecuencia se divierte con rni curiosidad, que no juzga inoportuna. Al conrn1rio, de ese modo tiene un compañero de infortunio en el altercado que mantiene con cl sent~do común. Podría suministrar un millar de ejemplos de esa attnción prestada por mí al surgimiento de un neologismo que intenta decir


218

PI ERRE

Si IIBU Sl\I

la cosa mism-a. Pm cicmplo, un <lía ¿l me dice" "Cuando mi padres mueran - no es que los quiera con un amor loco-, habr• alv,o desca riti11t~<1do '' . Le pr<:gunm qu¿ qu\erc decir con la \n\lel\· ción de ese cérmino, que despierta d inccrrogante de si dejará de frecuentar ';\lguna c·.i.min·a. se ale¡a l·" sombN <le la palabra "etc· tino" o se crar:t de una alusión a cierro filósofo alemán. Me explica que significa '' lo comrario de dccam:ir", lo cual \?.l \Jct. non<>$ adarc mucho, pero le perrnÍlc aE?regar que en ese 1nomeruo haria que lo internarnn, cosa que parece una i<le?. prudcn\e. La lenca dccanración de las pabbrns qltC se produce en cl antilisis no se concr1;:la e.o el reSÜ1:>lt0 dd s~nti<lo, \\\.m cuando aquél las impliquen fotgmentos de significación que hacen, escri· ben una historia. Al¡t.unos c.kmentos "sip.c\\(kamcs" rc-.\partten con regularidad: dos o 1res t:Sccnas de la vitla cocidi:ma a me.nudo teOida.s de ironía, ciertos. recuerdos infam.ik:s de. ioq~\lct~nte CKt rañeza y una pequeña serie de recuerdos 1raum;í1icos, casi siempre de contenido sexual. Pero las palabras se pegan, "hacen un puré indigesto", dice ]. P. S. ¿Cómo digerir es.a cosa? "Apegándose a la ciscara del lenguaje'', scñ:Ua Lacan.' siendo, en suma, un moléria{iJl e, para rclomar la expresión del mismo La.can en l 975, como calificad6n, entonces, no del psicótico sino dcl propio psicoartáli ·is.* J. P. S. es uo moti rialúte. " En el fondo. mi decir me interesa poco", dice, .. lo zumbance es sobre codo cl 11fec10 que lo acorn· pai1a ". Y ocra vez, sob re l:J cvol1.1ción de su ser y la C\l.lC. él llama su devenir aduleo: "Ames era liviano, ttéreo, simple. No sé cómo catJ1bió eso, pero hoy he comprendido que oos iucomw11"aimor. es Ja soledad de la hoja rasca de fas palabras, y para terminar uno muere solo". "En definitiva, cl que mucre siempre es el otro,

5. J. L3( an. l.~ Siminairt'. Livn- ///

• op cir , p. 29 . • T~rn\\t\4\ form'&do\)(\I' lo. <oode1'~"<:i<m& 1nor, l>"bbt-a. 'J muci 11ol1m, "'"tuÍ\\\\)\"1 CN JdT.l.


Et. AMOR 1\

LAS LF:IBAS, F.L AMOK /\ 1 AS l'/\L /\BRAS

2 19

nunca uno, o si es uno es como si el mundo desapareciera. Es 1111posiblc acercarse al Orro". Un <lía Uega a esta conclusión: " No quiero conocer las pnlahras. Para qué me sirve que usted me las enseñe si es para dubilabi/izarlas [dubiliverl y pormenorizarlas. Si consiguiera c::nll:nder mis palabras, sería algo bueno. Qucrria descuartizar d lrnguajc. Ven a Rimbaud : hay que desordenar, hay que des/rati1.ar d lenguaje". El paciente se hace cargo de un programa ambicioso y difícil, cl de pretender abord1r la verdad de su !alengua. J. P. . no es modesto. por cierto, pero también adviene el c-.ir:kter infinito de su tarea. Con frec uencia, esto lo descorazona ; a veces, lo divierte. ¿Qué es m:ís verdadero: las pnlabrns o yo? Si uno no tiene cm:rpo, son las palabras, por supuesto. Hombre de cuerpo que huye, J. P. S. no tiene a su disposición una sensación de unidad al menos imaginaria que dé base a sus pensamientos. No sabe cómo "corporificarse " y no tiene otro recurso que la invención con ranrc, torca agotadora en la cual le ha tocado detenerse de tamo en tanto en islotes más o menos estables. El lar ~o transcurso de la cura le ha enseñado esto: la duración del amor.

/;'/amor a EJdle Esa duración lo calma. pero rambién lo irrita, como d collar

<lel perro, el lobo de La Fontaine. Al demorarse 1anro liempo en el consultorio de su analista, ]. P. S. termi nó 1ambién, en su vida privada, por demorarse en o tra cosa que en un deambular solitario. Así, desde hace unos años comparte u acatisia* con una mujer joven, N. Ella no tiene nada <lcl brillo ardiente de su

• Sindrorm ¡»icomo1or c:m1ctcrin1<fo por la unposibilidaJ ck cs1~r quio:10 (N. del T.>.


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Pl E.KRE STRf:I JSKI

p rimer amor, conocido a los 20 años, durante su príme.r a inlC'r nación. Aquella muje r era sublime e inalcanzable, ésta es común y corriente y buena con él. Mi paciente consagraba a la primer• una pasión devoradora , y con la segunda comparte su vjd1 cotidiana. Antigua enferma, esra última no tiene, como él, eSH reticencias altivas a las cosas del sexo. E n ocasiones, }. P. S. habfa sido el objeto atemorizado d e las manipulaciones de una furia obsesionada, conocida en cal o cuaJ momento de su recorrido por los hospitales, y se había dejado manejar, con el corazón al bon.le de fas lágrimas y cl ánimo desdichado, pero esta vez se trata de otra cosa. No es ni la sordidez ni lo sublime. "Q uiero a N. como a mi hija ", dice. Lejos de una idealizac.ión, la mujer es objeto de una desvalo rización irritada. Mi paciente la considera inculta y no muy refinada . "Me influye negativamente, no le gus· can Francc Culture ni France Musique ". Fuma sin descanso y hay escenas ent re ellos. Él sigue tcnicnJo un departamento "tcra· péutico" en el que jamás pone un pie y vive en la casa de ella, en un barrio popular. "Nuestra vida es Gran Hermano 2, estamos aislados". Sin embargo. tie nen algunos vecinos y a él le gusta ir a tomar café al bar de la esquina y con uno de los camare ros ha enrabiado una amistad. Acepta arudar a su amiga a lavar la vajilla. Ella le lava el pelo c uando está d e masiado sucio. Se tolera n y se inquietan c uando alguno empeora. Se ha establecido una vida sex ual . poco gloriosa o saúsfocto ria. Con pudor. él la llama " hacer rae tac". Con d tiempo, las relaciones sexuales men~uan at'111 más y de la vida conyugal sólo queda In cama compartida, cuando él no está de musiado insomne. En o casiones J. P. S. ironiza sobre su falta de apetito: " N. es muy demandante; habrase visto: un ho mbre que rechaza la relación sexual. No es algo l'an común. C uando hago d amor, tengo la impresión e.le violar mi propio cuerpo. Como dice Cioran" , agrega. "mi mano es más suave". Además, tienen en cornún una pequeña perra. Su dueña es N ., pero es él quien la ha bautizado Bébclle. La quie re por encima de: todo, se p reocupa por su salud y s u comida, atiende hasra la


Et. AMOR ,i. t.AS u :n V\S. n . M1<1R ,, 1.,,._ PAt.AllAAS

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111,1.; mínima de sus necesidades y se asegura de que esté limpia y !11l·n. "La nmo, aquí comic11za d mundo, aquí termina el niundo ", p<1drfa decir con Rcné Char. BébcUc: es una pequeña ratonera 111mplcramcnce negra a la que no sería dcsubicttdo considerar fl"' Sus ojos, dice su amo, reconcilian con la f erocida<l del mundo. l In Jfa me fo trnjo, darocstá, aprcmda comra eJ pt:cho, c:xcusán1l<i:;e de molest:i nne y transgredir el orden establecido de la regla JomfamcnrnJ. "No sjempre se pued<> rr:ibaj.a.r ", c:xplic6. Por lo .lt:más , sólo lo hizo unn vez y hnbln poco de ella, salvo cuando ,.... tá <mfcrma. El h~cho de ser el objet<:> de cam:iñ.i solicitud afc<:ta un poco a la perrita, que no puede má · que representar otro tan· 1<>. Es <le constitución frágil. cczematosa, de np~tito mediocre. demasiado " hombrest icadn" [d'ho111mcst1quéeJ. ]. P. S. redobla c.:ntoncc.'S las atenciones y logra ·a rruinarse con los jtasto. vetcrina· rio:>. Dice, y le creemos, 4ue no e repondría de su pérdida. Es el objet() ideal, su sol. Sabe que la perra desaparecida de su infancia se lh1rnaba Bdle y que hoy Bébelle bolbuc<:a ese recuerdo, pero f. P. S. no cree haber encontrado en ello utw metáfora - aunque sea dc:!irnnti.:- a fa cadena rota de su adolescencia. Bcllc: era una perra grande, un pastor <le los Pirineos de largo pelo claro. mi<:::ntras que Bébc!!e es minúscula y oscuta. Mi pucicncc califo:.•ria d gesto, antes bien, de suplencia, en la cual s<: empalma un anu<lamicnco a cnwés de una invención am;1ñada. Para éJ, BébdJc no rep rc5cnta a Selle, "enguanta" a J. P, . corno NC>ra enguantaba a Joyce: es para él , creemos, un nuevo sign;fkancc. )o}'CC no considcrab~ a su mujer como una parte de sí mismo, pero sí estimaba qoe Je iba bjen, como un guanr1: que se adapta a los contornos de nuestro ser y constituye una frontera , u n no ma11's ltwd entre adentro y afuera . Ella le <:ra útil. Cuando BeUc desapareció, lo hizo como cl dedo <:oreado del 'Hombre de IC>s Lobos, sin dejar huella s, y " Bébdlc" no <:s un reencuentro con ese clcm<:nto fo rclui<lo del padre; su nombre contiene el <le la otra perra, desde lut.:go, pero como al descuido; ésta era dd padre, aquélla es de él O , para decirlo mejo r, antes ella no existía, ahora


222

P IERRP. 11illJSKJ

cx-sisre, ha aparecido. Y propone la hipóresis de un porvenir .J ho rizonte del tedio. En 1928, Freud escribía a Ferenczi: Tenía por esencial poner de relieve lo que no debemos hacer, sacar a la luz lss tentaciones que se oponen al análisis. Casi iodo lo que debe haccm en sentido positivo lo abandoné al • 111e10 " in1roducido por usted. Todo lo que conseguí de ese modo fuc que los obedicnics no comnr:m nota de la ílc:xibilidad de esas advencncias y se sometieran 11 ellas como si fueran prescripciones.

Freud sigue adclanre previniendo a Fcrenczi con respecto a la naturaleza posible de ese cacto ("no una justificación dd capri· cho") y lo '' despoja de su carácter místico". Llamado a la lógica, por lo tanto, más que al amor en la conducción de la cura. También es ése el sentido de la famosa comparación freudiana cnuc el crabajo del psicoanalista y d deJ cirujano en los "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanaütico". E n J. P. S. existe esa apdación conscante a la lógica. Los afectos lo agotan, la lógica lo calma. Wittgenstein es su amigo. Cuando surge una vaguedad en la conducción de la cura, si no h a sido elegida por él, se irrita. Si un dia me contento con incluirlo en la calamidad general de existir, creyendo de ese modo tranquilizarlo, me llama al orden: "Decirme: 'somos así'", ironiza, "no es muy eficaz" . Que conste. ¿Hay aquí, entonces, una lógica del amor en acción? Virginio Bafo podía proponer hace algunos años la expresión "amor por lo real" para calificar el deseo del analista, pero en]. P. S. no hay, indudablemente, ningún efecto de ese tipo. Antes bien, lo real lo horroriza y no puede contemplarse ninguna reconciliación con él. Yo señalaba que, en su caso, la construcción fue la de la suplencia-'' lo que suple la relación sexual es justamente el amor", dice Lacan- 6 más que la de la metáfora. La met áfora da la di-

rrr.d..

6 Jacquc:s Lacan./ ;S/mn~11it:, l.iift' XX. &o:itr(l972-197J), Pllrú. Scuil, 1975. p.44. /A(Un Ubro 20. ilUJI 1972-1973. Buenos Aires.. Poúdás, 1981.}

Cl.SL: fJJSmrinmioáeP<r¡ua


E L AMOR A Li\S LETIV\S,

a

AMOR A LAS PALABRAS

223

mcnsión erotomaníaca del amor en la psicosis; la suplencia es 01ra cosa. La metáfora está inscripta en el sentido, aunque cree 11n nuevo sentido; es, en lo fundamental, una relación entre dos dcrnentos y, por decirlo de algún modo, crea algo nuevo a partir de lo viejo. Como roda metáfora, también Ja metáfora delirante está marcada por ese rasgo: es un sentido enconcrado donde había un enigma y con lo que constituía eJ enigma. Es una respuesta, una solución, una "tentativa ", dice Freud. Es un hallazgo, por cieno, pero que deja al sujeto en un modo pasivo (ser o no ser amado). La suplencia carece de padre, el neo que introduce es rná una invención que un hallazgo, un asumo personal del sujeto. Es activa, autoriza un modo inédjto de gozar. Lo que anima a J. P. S. no es saberse amado por Bébclle o por N., sino la responsabilidad de sujeto que esto le da. Concebido como proceso de la suplencia o marcha coja, d amor se dispone entre dos límites. Por un lado, el que, reducido al e!>quema de los malentendidos acerca del o bjeto, puede denominarse aventura sexual, (que] no es sino la activación de la estructura. Y en el otro extremo, aquel que, al no asumir más que el Dos. sin compartir el objeto, puede llamarse amor sublime o platónico, que no úene. por decirlo así, ningún orden de marcha, pero propone imaginariameme que la segregación misma, o el misterio sexual, se singularice como encuentro

escribe Alain Badiou.7 En esta cica volvemos a ver los dos aspectos que yo señalaba: la metáfora - "el esquema de los malentendidos"-. que puede crear una historia, es el inten10 -cómico, califica Lacan- de hacer Uno con el dos, y la suplencia, lo que Badiou llama "el Dos". ¿Cabe imaginar que J. P. S. ha poblado con un poco de dos su soledad inaudira?

7 Alain Badiou. · t. scene du Dcux•. en i:.cote de la Cause freudienne (dir.>, Tñ J'amour, Par!s, 1'1ammarion. 1999, col. •Champ.s•, f>· 187.


224 Tres cicmpos jmof\acan este recorrido: la primera vez hablé de éJ al hablar del encucncro, del influjo tk \a transferencia; la scgunc.b. comenté l9. tenraúva " ci:t rucruralist:t '' de J. P. S., y ea la última 1raté de señalar d intento e.le un nnud~micnto en el punto mismo e n q\1e d ~crnblame fallaba. Hace muy poco,J. P. S. volvió pore>)ésims vez a ver aJ psiqufa1ra que k indku un trntamicnto medicamentoso. Pese a tod:is las combinaciones que prueba, ese psiquüum nunca consigue solucior.~r d iosontnio rebelde de su pacicnle. Ese día Je confesó su desalicnco. J. J>. S. acudió a vem)e, rt':iueílo y afligido: ''La psiquiatrfa 'f'J. no puede m;Ís conmigo. Ingresé al muy exclusivo club de los insomnes. fa1oy en buena compañía, y muy contento".


Come111ario Ricardo Sddes

Este paciente está en tratamiento desde hace dieciocho años y Pierre Strélislci ya ha presentado su caso e n dos oportunidades.

El mérito de este trabajo no consiste únicamente en rcacrualizar

el caso, sino también en permitir señalar los cambios, las transformaciones del sujeto (y quizá del anaHsta) y, como indica cl autor, en contribuí r a "esiabiJizar en parte aJgunas de sus dificultades existenciales". Tal como se publicó en el volumen dedicado al Conciliábulo de Angers, de 1997, 1 el caso muestra que el paciente no es o no era ya tan so/t como parece. ¿Podemos <ledr que es hard? Se trata de alguien que, bajo una apa riencia de calma, presentó en varias ocasiones idc::as suicidas fundadas en una fuerte voluntad de desaparecer, y que solía deambular por los puentes dudando enrre saJtar o no. J. P. S. -d paciente se designa por sus iniciales- ya no es el que necesitaba usar tapones para los oídos con d fin de refrenar los ruidos que lo invadían. H a encontrado con Pierre Strélislci un lugar para hablar de sí mismo, de su infonciá en el campo, de

l. Jacquc:s-1\Jgin M1llcr. "l.u biblíoch~quc: de l'Autrc: ", Le úmcilicbr.I~ d'Angm. Parú, i\galm1-Sc:uil, 1997.


226

C OMENTARIO

sus padres y hermanos, de su sexualidad, de sus visiones extrañas, pero también un ámbito para hablar de sus libros y trasladar a él su biblioteca. El término "biblioteca " es un eufemismo, pues se trataba de un amonronamicnro de libros no d estinados a la lectura sino a constituirle un límite corporal :]. P. S., en efecto, los utilizaba como una verdadera frontera. Alrededor de la cama, esos libros dibujaban los límites de la forma de su cuerpo. Es necesario comprender que los lihros no producían una significación ni una literalidad hasta que Stréliski ndmitió que el paciente 1ransportara a su consultorio una parte de esa ac umulación que crecía peli. grosamente, y le hizo un lugar en su propia biblioteca, sin acep· rnrlos nunca como un regalo y pidiéndole diversas cosas a cambio de esa transferencia de objetos en exceso. El analista deciclió brindar una posibilidad de depósito, una po ibilidad de extrae· ción que permitiera al pacie nte separarse de un desecho y, fuo. damentalmenre, constituir un orden capaz de poner de manifies· to, en cierta m;rncra, cl anuncio de una suerrc de ágalma, para evitar que el sujeto mismo se situara como tapó n de lo real. A partir de la producción de este efecto el paciente puede decir lo que busca, lo que quiere ser, cuestión nada fácil para nadie. Si hay un uso dcl amor como 1crapéutica, esrc caso es su paradigma, como me lo señalaba Ca role Ocwambrechics. La cuesúón dcl tratamiento por clamor indica que la erotomanía no dice todo sobre el tema del amor en la psicosis y sitúa igualmente el amor como una suplencia. ¿Cuáles son las diferencias entre eJ amor en la neurosis y en la psicosis? En la primera, el amor debe com· pensar la imposibilidad de escribir la relación sexual. ¿En la psicosis se trata , entonces, de otra cosa ? Es preciso considerar, sobre todo en este caso, la relación del amor y la transferencia. La docilidad del analista con respecro al buen uso que eJ sujeto haga de la transferencia surge en d texto como una evidencia. El lazo no sólo es duradero: dieciocho años es toda una vida. Y si el tratamiento se mantuvo de acuerdo con


fa. A.\IOR A 1 :\:, 1 f.TRAS.

CL AMOll A l .J\S PALJ\ljfV.~

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!Js coordenadas establecidas en cl texto se Jebió a que el analista 110 se at uvo a la posición de secrecario del alienado. J. P. S. rechaza d inconsciente pero no el amor. que exige comprender la relación l·11 1rc los dos (inconscicnle y amor). Se describen cuatro amores: .1 lo bello, a las letras. a las pabbras y d amor por Bdle, que remite a la bcllc.za. El pudre Je]. P. S. lc pcg<:1ba para h nccrlc ap render d sentido Je las cosas y. según él, tambié n había matado a golpes a u perra Bdle, consuelo d e sus tonncntos. Lndivi<luo rús1ico y limitado, d padre, aJ igual que b madre, lo castigaba con much:t dureza sin que e a actitud revistiera para d pacien1e otro sentido que d de la mortificación. Para). P. S., el único sentido de vid:-i o )!OCe es cl <le la mortificación, sin excep· ción alguna. Así, la escuela no tuvo para él la mcnor importancia y sólo uno o Jos de sus maestros se interesaron en ese niño salvaje. Esto es un hecho import<tnte, pues es la señal precisa Je la aper· wra dd sujeto aJ amor, micncrns que; antes se encerraba en cl rechazo. u gusto por la belleza lo condujo a dedic11r una parte de su uempo a la fotografía, surrcaüs1a o hiperrcali ra. lo cual le hace decir que tiene " un o jo especial'' para encontrar las cosas bellas. Este rasgo remire a las epifanías jo)'ceanas, en cuamo el paciente se siente C<lpaz de descubrir algo precioso en trivialidades u objetos sin valor. Toma fotos y his úra, excepto las que enrrc.:ga al analista, q uien las acepta con el propósito de instaurar una diferencia con lo que es del o rden mismo Je lo " tirado a la basura" . Este hombre, que solía llegar al consultorio mal vestido y con una mochila, se transformó durante el tratamiento en un dandi, q ue gastaba su dinero para vestir un cuerpo hasta entonces rechazado. sobre todo en lo concerniente a los ó rganos genicales. L:r nueva ropa, en la que invierte mucho dinero, le procura un límite anees aportado por los libros d e los que se rodeaba. El relato del caso permite advenir que los afectos agotan aJ ujeto, que apela entonce· a la lógica. En el tratamiento también


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C O MENTARIO

hay una maniobra que podríamos Uamar "el pequeño desintcréa del analista que olvida d ónde está el libro de JankéJévitch" y provoca una reacción furiosa. c.lcsencadenanre dd perseguidor que hay en J. P. S. La fotografía que ha tomado a su mujer deja ver más a una reina calma que a una bella mujer. Ella se queja de la falta de rda· ciones sexuales, que no son del gusto del paciente. El amor :i las letras señalado por Stréliski pone nJ sujeto en posición de escritor y permite que se revele su rcmor tanto a los hombres como a las mujeres. Su madre le arrojaba piedras, lo cual no ha sido jamás un signo de amor. Las palabras le faltan, y antes de que aparezca el vacío enigmático, J . P. S. comienza a inventar nuevos té rminos en la lengua de neologismos que podemos llamar aquí bajo rransfcrcncia . La posición del analisra no consiste en comprender y delirar con el paciente, sino en pedirle razones de lo que dice. El sujeco considera esta posición como una muestra de su curiosidad, una ÍOntl2 de interés del O tro, lo cual le permite ;mudar, a partir de su extraña realidad, un lazo con ese ÜLro. Su sexualidad, aun dentro de la pareja que ha logrado formar, es caótica: "Creo que violo mi propio cuerpo". Esto remite a su masturbación compulsiva con cl hennano, así como a la violación de la hcmrnna. Aho ra d ice que rer ''descuartizar el lenguaje", abo rdar lo verdad de su lenj?ua. EJ amor por la perra de u novia, Bébcllc. señala la proximidad, igualmente rechazada, de la perra muerta por e l pa<lrc. Por úlrimo, el amor por el animal lo induce a confesar que los afectos lo irritan al mismo tiempo que lo apaciguan. Ama a la perra y a su novia como si fueran su hijas, sobre todo a la primera, a la que proJig11 un especial cuidado. ¿Qué succce con d amor por el anali rt1? ¿Qué d oble particular h:1 fonnado J. P. S. con P. S.? Sin duda , d consentimiento Ja<lo al rraslado de los libros a su consultorio ha sido inrerpretado por el pacienre como una prueba del inrcrés (dd amor) dd analista , mientras que el hecho de Llevar a la perra a la sesión


E L AMOR A LA~ t..F.TRAS, U. A.\ IOR A l.AS PAl.ABRJ\S

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t'. tá destina<lo a perturbarlo , a tra nsgredir en apariencia el orden establecido de la regla fundament al: "No siempre se puede r rabajar", dice irónicamente. EJ odio surgido de la dificultad vinculada a la pérdida del libro de Jankélévitch reaparece c uando P. S., movido p or el en tusiasmo , lo trata corno igual a iodo el mundo: el paciente le pide entonces que "recupere el sentido" y, de ese modo, hace explicito d luAar de excepción al cual aspira. Este lugar de excepción reivindicado es correlativo de la :imbición de escribir el libro de todos los libros. ¿Qué aña dir co n rcfe re ncia a la el ecció n de la posición sexuad a del s ujeto y su dificultad con el cuerpo? El paciente ha 1cnjdo la experiencia de una pasión amorosa. pero también deb ió ucarse las manos para luchar coni ra d imperio de la sexualidad masturbato ria. E n ese contexto , sinúó el deseo de morir para poner fin a sus sufrimientos. La d ocilidad manifestada por el analista no es muestra ni de debilid ad ni de permisividad . Es una docilidad o rientada que permite captar con precisión la forma co mo el psicótico puede valerse del analista. En este caso, el amor por él. incluyen d o su interés, su "curiosidad ", parece ser la cond ición necesaria para el desa rrollo de la experiencia que ha generado indudables efectos cerapéut icos en el sujeto, así como una limitación del goce hard.



Una mujer pródiga

Osear Ventura

Una mujer madurn , de alreded o r de cincucnca años, Uega a mi consult a después dt: un recorrido que i111ercsa reseña r por la relevancia que rctroaccivamente to mará en el devenir de la cura. Es1c rccorrido-¿podríamos <lccirlo así?- fornrn panc de la cura misrna. Da cuenta de las vicisitudc que desencadena un sujero cuando el psicoan:ilisis mismo es lomado como objeto de la existencia, cuando el Uno es indivi iblt: en el cam¡..>o de la subjetividad , o dicho de otro modo, tul vez más conveniente para este caso, cuando d amo r encarna a la locura. Española de nacimiento, cfü1 mujer, culta y refinada, es licenciada en una carrera humaní tica, se expresa con fluidez en cuatro lenguas y ha vivido en d istintos lugares del mundo por extensos períodos. Es el verdade ro d esencadenamiento de su psicosis la causa p rincipal de un divo rcio 4uc hace todavía más profundo el abismo de lo real. Está d ivorciada de un marido que dispone de una considerable fo rtuna que le pcrmüe un pa· ·ar sin contratiempos econó micos. Vale la pena señalar esto por la importancia que el uso d e los b ienes mate riales tomará en un segundo tiempo de la cura. Su última residencia ames de llegar hasta mí es en un país extranjero, en el que realiza sus estudios universitarios , se divorcia, muc re su madre, a la cual se había llevado a vivir con ella ya


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OscAR V ENTIJRt\

grnvcmenre enferma, y es rambién en este país en donde ricnc: lugar la irrupción de la enfermedad. Si bien hi distancia temporal que separa aquel momento de: nuestro primer c;ncucnrro es de aproximadamente unos doce años, podemos captar algo de la conmoción del desencadenamiento a par1ir de su propia reconstrucción, de los retazos que se han po· Jido unir en el rranscurso de los cinco años que durad 1n1tamien· to conmigo . Así sabemos que un rasgo de su subjcdvidad p repsicótica, y que clla misma nos revela, consiste en la sensación de haber vivido en una siwación constamc de irreaüJad. Ella siempre ha captado de una manera muy nírida la distancia que habfa entre ella y el mundo, ent re ella y los actos que fueron escandiendo su existencia, como si fucra otra , siempre fuera de la escena. Este l"Jsgo, no demasiado lcjimo a la subjetividad de mucho ·, vira brucalmenrc en la certeza que encontrará de pués y que diluye d equilibrio imaginario que la sostuvo durante treinta y siete años.

Dcse11cadena1111e11to y primer onálisi's Una vida social y cultural muy rica , m•ÍS las figuras del Otro encarnadas a lo largo de su historia por una educación religiosa, el marrimonio y los estudios universira rios, seguramente han retardado el desencadenamiento hasta que un evento social, hace $ur~1r lo real sin mediación. Escuchamos la crónica de un matrimonio agitado, errante, debido a la profesión del marido. El rasgo que predomina en la elección de objeto es la promesa de viajar, de no 1ener la certeza de habitar de manera permanente en algún sitio. por lo menos en un futuro inmediato al momento en que se casan. Esta matrimonio encarna una aventura sin luga r fijo. Probablemente la incenic.lumbre misma del errar mantiene en suspenso el advenimiento de la significación que falta . Las cosas se complican cuando la pareja se asienta por fin , después de unos años en d extran-


UNA MUJER PKól)tGA

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1cro, y la idea de la descendencia se insrala enrre d io . La demandJ del marido la desestabiliza y. luc~o . una enfermcdad o rgánica 4ue requiere una intervención quirúrgica la deja cscéril . Esre momento inaugura un proj?resivo distanciamiento en la pareja al tiempo que clJa comienza una carrera universitaria. Tra11scurren así algunos años y empieza a hacerse presente en Ja subjetividad un rasgo notable: l<1 prodigalidad : homenajea a sus 11m istades invitándolas a suntuosos viajes, hace regalos excesivos, financia empresas ruino~a e ideales. El lazo social comienza a comar esta oricntt~ción y por supucslo se complejiza ya que ella se siente cada vez míls nbarida , la ilusión del '' nada falca" que intenta sostener a parcir <ld uso de un clemenco simbólico como es el dinero, se le vn, literalmente, de las manos, era el aviso de la aus1:ncia de significación fálica. La tensión en la pareja se acrecienta: ella sospecha seriamente que él tiene amanees; él comienza a restringir el dinero y ella com ienza a esta r agi tada. Para relajarse, ella empieza a tomar clases de yoga. Vari:is amistades coinciden al rededor de un profesor prestigioso, enigmático; el profesor tiene también una teoría sobre la sexualidad y cita a Freud, aspecto que la imanta. Es d urante una d e estas clases, un poco más imensa, según ella, c uando empieza a percibir signos de seducción que provienen de su profesor de yoga. Los fenómenos aparecen en forma <le voces; en pleno silencio de la meditació n de esros yoguis modernos escalla el grite río de las voces. La escena es descripta de forma espectacular. El goce <lcl cuerpo es movilizado por fuera de la significación fálica y se ab re el abismo. Las voces tienen el po<ler de converti rla en un trozo de ma dera, o la obligan a devenir el objeto dcJ p rofesor de yoga, transfo rmado ahora, en su delirio, en un físico nuclear que amenaza con conve rúrla en conejillo d e Indias de unos terribles experimentos, y así una sucesión de fenómenos persecutorios disper· sos que parecen acompañar el momento del desencadenamiento con la perplejidad m:ís aguda .


23-1

Ü SCAR V r.J\TIIRA

Un rc<:orrido extenso por el circuito psiquiátrico, que dura apro-

ximadamcntc unos ocho años, Licmpo en que el goce desencadenado es regulado exclusivamente por la presencia del fármaco. Si bien no está privada del todo del uso <le la palabra, ésta, durante este período, no le permite encontrar una solución panicular ante la presencia, siempre inminente, de la invasión del goce del Otro. No obstante, la calidad de ciertas amistades que suelen frecuentarla, más sus intereses intelectuales, que, aunque habían sufrido un profundo déficit en este tiempo, no habían mermado radkalmenre su curiosidad, producen una constelación quepo· sibilita una cierra conservación del lazo social. Bajo es1as circunstancias se produce el acto de mayor relevancia para su subjetividad: emprende un análisis, que durará cuatro años. Para ser más explícito: demanda un análisis. Y es su transferencia previa - ahora recuperada- a los textos psicoanalíácos lo que opera. Esta experiencia, sin duda terapéutica, y que nuestra paciente reconoce como un hecho fundamental para su vida, mientras dura, consigue una relativa escabilización. Esa transferencia permite una rcinterpretación de su historia, aloja allí el delirio, y el vacío de significación producido por la forclusión encuentra algunas puntuaciones que le hacen posible recuperar y ordenar d campo de las identificaciones primarias bajo el prisma de una interpretación delirante. Sin embargo, este análisis tiene una conclusión. Me parece importante hacer un breve comentario sobre lo que sabemos de este punto. La coyuntura de la salida del dispositivo es la siguiente: por un lado una decisión tomada por la paciente, fruto de una ela· boración en transferencia. La decisión consiste en regresar a Es· paña, a su ciudad natal, instalarse allí y llevar una vida tranquila, alejada de la vorágine de la gran ciudad en la que vive y que se le ha tornado insoportable. Es el efecto de una parte del trabajo anaJírico que permitió una reconstrucción minuciosa de su genealogía y de su hiscoria mediante la puesca en orden de fotogra·


UN'°' MUJER PRODIGA

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lfas de su vida. Durante extensos períodos aquel análisis se osruvo gracias a la invención de una metáfora construida a parcir Je la creación de álbumes de fotos; ella puso en movimiento el congdarniento y fundó un Otro de la imagen con el cual recomponer la fragmentación. Las cuestiones más relevantes de este tiempo consisten en haber logrado un acuerdo con d marido respecto a su divorcio, una elaboración más auténtica de eres duelos fundamentales de su vida: su padre, su hermana y su madre, en ese orden. Y ramb1én, como resto de csrc trabajo, se despierta la idea de una recuperación real de la imagen que se traduce en volver a aquellos sitios para habitarlos. Toma fucila así el proyecto de retornar a sus orígenes amparado en un ideal fotográfico. Esca idea va acompañada de otra, de la que depende su vitalidad - según sus palabras- . y que consiste en continuar su análisis. Es esta idea la que parece fijar un cierro sostén imaginario que le mitiga la irrupción de goce que d análisis no podía enmarcar en aquel momento. Finalizada b reconstrucción fotográfica, se pretende pasar a la acción; su relato da a entender un cierto agotamiento de la transferencia, acompañado de la emergencia de una proliferación delirante que no encuentra más una sistematización dentro del dispositivo analítico. llay por un lado el hecho de lo que podríamos pensar como una salida posible, fruto de cierto anudamiento subjetivo: volver y vivir en paz; pero por otro lado la función de la palabra desprovista del Otro de la imagen fotográfica vuelve a cscapársele y la libra enteramente a un campo de lenguaje sin hitos, sin Límites, donde puede perderse. Es la posibilidad de volver al dispositivo analítico, creo, lo que le permite no desanudarse brutalmente en los prolegómenos, más bien traumáticos, de su partida de aquel país. Bajo la égida de esta decisión emprende entonces todos los actos que conciernen a una gran mudanza. Vende todos sus bienes, arregla, no sin la ayuda de su analista y de una única amiga


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Ü'iCAR VENTURA

que no ha encrndo en el circuito persecutorio, todos sus asunto• financieros , cmba ro1 sus objetos más preciados y encuentra el nomhrc de un analista. e va con una cer1eza: el psicoanálisis es lo único que lapo· drá salvar tic hl locura, y el trabajo analítico será lo único impor· ramc en su vida .

El fegundo <lllnlws

Con csta convicción llega a su ciudad , se instala en primera inst:mcia en una ca a de fnmj)ja que alquila habitaciones. No lleva consigo más que una maleta con unas pocas cosas funda· mt:ntales; sus orrns per1cnc.:ncias vienen en un barco que todavía no ha llegado. Con l:t maleta a cucs1as, ya que ha decidido lleva r~ la con ella a 1ode1s partes porc.¡uc no se fía de la dueña J e la casa donde vive. acude a mi consulta; así la encuentro, por segunda vez en su vida: demandando un análisis. cguidamencc irrumpe su ddirio, bizarro, confu:,o, lleno de nombres propios en los que personifica a los perseguidores; esta mujer se dice sola en el mundo. nada quiere saber de una pane de la familia que vive en la ciudad , ni siquiera les ha avisado de su presencia. Elfo es desde hace tiempo objeto de una conjuración mundial que tiene el propósito de despojarla de sus bienes rnnco materiales como espirituales, de roba rle, en definitiva, su ser. Todo está mezclado en este cuadro Je agitación. Reacia a cualc.¡uier tipo de intervención que no provenga del Jispositivo analí1ico, se niega, sin c.¡uc yo siquiera se lo haya ofrecido, a tomar medicación o a ser ayudada de cualc.¡uicr otra form<1 que no sean sus sesiones de análisis. Subordino la aceptación de la demanda a que si sobreviniera un momento agudo se pueda recu rrir temporalmente a algún tipo de ayuda extraanalítica del Otro. Duda, pero acepta; es cJ esbozo de un primer descom-


UNA MUJ í:.R l'RÓ()IGA

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plcramienco que permite que el l:izo ocia) no quede absolu[a· 111cnte desvalido. Es un sí aJ análisis. pero no de.! codo sí. Se abre entonces un período basrance extenso, que se carne· 1crizíl por un errar por la ciudad, de hotel en hotel, de pensión en pensión; las llamadas 1clcfónic:is se vuelven insistenres. Todo 1•n ella hace signo. todo empuja a una interpreración que la conccla dirccrnmentc con los persc¡widorcs. in embargo, lo más significativo de <."Stos primeros tiempos es un acto que anuda definitivamente hl trnn fercncia: en su deambular por la ciuda<l, nucs1ra pacicntc, cercada por los per:.cguidorcs, comienza a desarrollar su ra sgo prócli ~o . La forma que encuentra pa ra calmar Ja voracidad del Otro co nsiste en ir regalando dinero por la calle, en dejar propina despropo rcionadas en los restaurantes, en no :.iccptar los vuelt os por las compra que hace. Ella pretende de esrc modo de ·hacerse de lo que le sobra, inventar un sitio donde alojar el plu de goce de una manera salvaje, a la orden de la pulsión Je mucnc, y consumar así su fanrasma Je ser despojada de iodo, de convertirse elb misma en un despojo. Este rasgo, por supuesto, hace su aparición en l:i transferencia: me ofrece duplicar los honorarios, quiere pa~:ir po r addantado un año de rratamicnto. Me niego, los honorarios están fija· dos, las sesiones se pagan una por una. ólo accedo a incremcn1ar la periodicidad, temporalmente, para que podamos verificar hasta qué punto es posible ayudarla a apaciguar su sufrimiento. Así se lo transmiro, textual mente. También dejo abicna la posibilidad de que no sea yo la persona que pueda ayudarla, si es así trata remos de cncon1 ra r otra persona, ella Jccidc... En ese momento me habla de las cosas f undamentales que lleva en su malera, la cual trae a todas las sesiones. iemprc la deja al lado de la silla en la que ·e sienta y de cuando en cuando la toca con suaves movimientos de las manos, al modo <le una caricia. Esta vez la abre, saca de eUa una bolsa bastante grande. despliega el contenido sobre la alfombra: se trata de las joyas d ·


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ÜSCAR

VE.NTURA

su fami lia que ha recibido en herencia a lo largo de los años, y de las que su marido le ha regalado durante el matrimonio; tam bién hay documentos importantes, escrituras de propiedades, cheq ueras de bancos extranjeros y dinero de distintos países, Con todos estos objetos como testigos de nuestro diálogo, cal• mujer comienza a hablar por primera vez de una manera que me sorprende, y en esta sesión, que se ex tiende en el tiempo, parece haberse c:liJuido su delirio mágicamente. La presencia de las joyas y de estos documentos personales, como las fotos en su primer análisis, permite un relato en d que es posible ubicar los significante que la han determinado, la constelación de su locura. En cada sesión cUa despliega las joyas sobre la alfombra y sólo después me habla, luego las guarda y as( hasta la siguiente. El padre de esta mujer muere en ci rcunstancias extrañas cuan· do ella tenía 9 años: un resbalón en la calle, un mal golpe y la muerte - un accidente fatal, no supo poner las manos a tiempo, se cayó y las manos no respondieron para amortiguar su caída-. Tal es la interpretación que hace de la muerte de un padre que había ocupado hasta ese momento un ideal que se queda vacío; los rasgos del padre q ueJan difuminados, a excepción de uno: d trabajo que realizaba con s us manos; él era, entre otras cosas, esculcor (este <lato tomará su relevancia un poco más addan· te). El día de su mue rte el padre iba a hacerse graba r un anillo de esos que llevan un espacio plano en el que, por lo general, se inscrihcn las iniciales del nombre p ropio. Me muestra d anillo: efeclivamcn le, es un an illo sin grabar, está innominado, lo sepa ra <le los demás objetos, lo deja siempre a un costado y conrin (1a d rel ato. Después de esta muerte, la madre, enferma de una depresión de Ja que ya no saldrú nunca, se vuelve hostil para ella y para su hermana, taciturna, demandante. Así las cosas, ambas hermanas ingresan en un internado e.le.: monjas. Durante estos años todos los fines de semana visitan a la madre que está casi siempre pos·


U NA MUJcR

rROmGtt

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11.1da; Ja escena es casj siempre 1a misma, dla acompaña el dolor y

1.1 hc:rmana suele escaparse. Ya cnm1da la juventud y apoyada

por una 1fa, Ja hc.rmana decide marchuse a estlldiar a otro país. l ~sta ausencia es un impacto brutal <:n su subjetividad; la hermarn1 en carnaba Ja jovialidad, mientra~ ella queda a merced d~ esca

1n.idrc mdancolizada. Al terminar sus cstuJios empieza a ttaba1.ir Bajo esta consteladó n. 01ro accident e vuelve u golpear a la l.unilia. La hermana mucre c 1\ una <:xplo::.ión d e gns. A partir de ~iq ui todo ocurre vertiginosamente. Viaja al ex tranjero. asiste a los funerales de lu hcrn1ana; codo succ<l~ para ella como en un <m:1io. Amparada p o r esta lÍa , he rmana ud padre, St instala en ~sa ciuda<l. Esta tía, uri personaje que brillu <.: 11 los ambientes intdectuales y políticoi;, se conviene en su soporte. La madre regresa , ella la visita csponi<licamcnce. En este tiempo conoce al qm: será su marido. El rcl~Ho y las joyas se complc01cntu11. lo. ' ignificantes son hilados a parti r de los objc1os que ella manipula durante lus sesiones. /\unque llega un momento d e agotamiento de la palabra en escc registro que podríamos llamar de coherencia histórica. Cesa casi bruscamente la reconstrucción y vuclvc a aparcc:er el ·ujero desencadenado; mis intentos po r volve r a instalar el orden a panir de los objetos hacen agua. Se pasa a ocro regis1ro: clb se empecina en ofrecerme las joyas, quiere que sean para mí. Amenaza con regalarlas, con destruirlas si yo no las acepto. No las acepto, le digo que de ningu· na manera me p<.:rtenccen, p uede hacer lo que quieta. No obstante, le propongo alojar sus objetos en un caj6n que está vado; se lo muestro. convenimos en que e una medida temporaria hasta que encont remos otro destino. J\ ctpta. ~lla misma coloat en un cajón del escritorio la bolsa con ' tls joyas y ottos papdes , d dinero y algunos documemos rcwrnan a su maleta; conveni· mos en que son nccesa.rios para su subsistencia cotidiana. Pone apanc el anillo del pll.drc , discan~i ado de la serie de sus otras pcn~ncncias.


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ÜSCAR

Vl:NllJRA

Esre acto consigue instalarla, por lo menos en dos sentidos, en el dispositivo propiamente dicho y en Ja ciudad. EJ punto de anclaje es Ja consulta del analista. El aumento progresivo del amor empieza a hacerse notar; hasta aquí lo podemos llamar de transferencia. Una vez pucs1as las joyas a resguardo en el cajón vacío, la proliferación delirante comien7.a a 1ener un ordenamiento: el mundo se divide, se parte en dos para ella, siente una inmensa cbridad ante t'Slc hecho; la cencza que elJa tiene sobre lo que ha ocurrido es conrundente. Ahora la realidad con ta de dos bandos hicn definidos e identificable. : los perseguidores por un lado, llamados lar imlmzcitzs y los que ella nombra los psi, seres capaces de sostener la dignidad humana; éstos toman el estatuto de dioses por los cuales vale la pena existir. Escos dioses, de momenco, no <lcm:mdan oscuros sacrificios. Comienza así a estudiar los textos psicoanalí1icos , a traducir trabajos de autores psi, en lo que ella denomina versiones propias; el escrito toma la forma priviJcgbda de tramitació n de lo real. Yo soy eJ destinatario de las verfiones pro¡nas, que ocupan otro cajón <le mi escri1orio. Recupera en el rrabajo analítico una identific<tción f undamental para ella : se trata de la IÍa, hennana de su padre, y que es una precursora de los psi. Esra tía, ya muerta y que se conscituyc, si se puede decir de csre modo, en un Ideal dcl yo, permite una distancia s imbólica que hace posible la incorporación de rasgos que la conducen a recuperar actividades perdidas desde hacía ya mucho tiempo y que le procuran cierta laxi1ud en cl lazo social; los fenómenos persecutorios se distancian cada ve7. más en su s ubjetividad. El analista enc:irna ahora al garante de los psi, es un dios protecto r y a veces sólo le basta una simple !Jamada para mitigar el sufrimiento; otras veces necesita sesiones para contarme que alguna de las instanciay ha hecho su aparición en la ciudad; es


UNA M UJER PRÓDIGA

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imprescindible escucharle las razones por las que se ha filtra<lo caJ o cual perseguidor; verifica que yo no me alarmo por la apa· rición de alguien concrario aJ mundo d e los psi, y poco a poco recupera la calma. La cadena de los psi comienza con su antigua analista y se conecca con la sucesión de cosas que han ocurrido desde que emprendió el viaje de regreso a su tierra ; los personajes se han ido colocando <le un lado o del ot ro . La mc1áfora delirante cada vez va cobrando mayor potencia estabilizadora. Ahora bien, vemos hasta el momemo a nuescra pacieme que ordena la cascada significante y que esro produce, a su vez, un reordc.:namiento en el campo cld lenguaje al tiempo que cam· bién se verifican efectos en la economía libidinaJ, que pueden ser adjetivados como tc rnpéuticos. Pero, ¿e camos con esco en el corazón del análisis de esta mujer? Pues no, éste es más o menos el punto en que su análisis anterior se detiene, el punto de fuga en el cual la transferencia se desestabiliza. Pues si bien la metáfora construida bajo transferencia reorganiza el campo del si~ niíica nt c, en el campo del goce este sujeto sigue desarmado, el campo del goce sigue d e en cadenado; da cuenta de dio la irrupción de fenómenos como las voces y la exacerbación d e la J emanda de presencia del ~rn ali ca. La insistencia en la periodicidad de las sesiones aparece como un obs· táculo; ella aspir.i a convertirse en b única paciente, pretende un analista/id/ lime. Se comienza a perfilar así un segundo tiempo en la transferencia. Si podemos decir que la demanda inicial de esta mujer era una demanda de significación , lo que la transferencia nos muestra ahora - una Ve7. producido cierto efecto mecafórico y restablecida la dialéctica del binario significante bajo una inrerpretación delirante- es la aparición del sujeto del goce. ¿Y qué nos grita el sujeto? Este sujeto ama al analista y los dioses empiezan a exigir los sacrificios del amor, el cuerpo empieza a temblar y ya no hay país al que huir salvo que se invente un Otro.


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ÜSC1\ R V ENTURA

Es d momento en el cual la cu ra ca mbia de orientación: el sujeto propone Sll 1ZOCc al analista , y es oportuno vcriíicar has111 qué punro la maniobra en l:t t ransfcrenci:i es capaz de establecer reglas que puedan regular su irrupción. La trar1sfcrencia se vudve claramente erotumanÍ<le:t y demuestra así cJ rodeo 411c esta mujer emprende para instnl:t rsc ella misma como objet() y o frecerse como 1:11 aJ goce del analista. Comienzan a ;iparccer actos que están orientados por esta nueva posición en la 1rans fcrencia. Su aspecto físico empieza a metamorfosearse; se com pra ropa elegante y provocativa. grotcsct p:ira u edac.I y su figura. 1vlc invita a cenar; me telefonea a ho ras insólitas pa ra preguntarme cómo estoy, si no puede venir a la consuha o a mi casa; averigua dónde vivo y me informa que lo sabe, ilUnquc evita presentarse en mi d omicilio particular ante la advertcnci:t <le 4ue su p resencia allí pmvoc;lrfa la inte rrupció n de la cura . Me hace llq:nr repalos J e codo tipo y valor, que envía me<liumt: mensajl-ros y que son inmc<liar:imc11tc c.lcvucltos H su re mitente. C uando vuelve a su hora <le sesió n me re procha mi fa lta de sensibilidad. Insiste y me: amenaza con rcaliz:>r actos mayores; quiere tnlllSÍCrirmc toe.los sus bienes para q ue yo se los adminiscre bajo el preccxtO <le su incapacidad mcma.I ; le explico q ue no me ded ico a adminis1rar bienes, le recuerdo con asidui dad que t raoajo como psicoanalisca. Se enfada, <li. cut e, me amenaza. Busca codo úpo de urtilugios para que responda de ma nera afirmativ:i a algo de lo que me propone. Lo único que le digo es que sigo dispues to a escucharla, que b espero <.'n la p róxima sesión. Se enfurece, se va pegnndo porrazos, mal<l.icicndo, pero siemp re vuelve. En estos momentos el no es la maniobra privilegiada de la transfere ncia; no se trata del no del rechazo ni del no <le: una negación pura y :irbitraria, sino un no de la maniobra, un no que c umple, si me permiten llamarlo de esta manera, función de in· terpretación. Es la forma por la cual se le da a entender un no aJ goce, una limitació n de esa forma exaltada dd amor que es la


lJNA MUJl:H l>RóDIGA

transferencia erotl)maníaca. Y esta maniobra comien'l.a a proJucir otros efectos. Es esta cuestión, en realidad, Ja qu~ ha dirigido toda la cura, Jcscle su primer momento, des<lc el momento en que subordino la demanda a que no-solo yo. No a las joyas, no a los regalos, no al amor, cte., todo pl.ledc rc<l1.1cirsc al fin y al cabo a dos signific<1mcs de todo el enjambre: no y nccpt0. Todo el dcspJjeguc dd momento erornm:míaco tiene una fi_ naliJ a<l única para ella: rcir)troducir al analisrn en cl lugar del O tto Jd goce. En csc<1 curJ hay um1 sola maniobra posible ante esta coyuntura: oponerse a ella. Obviamente esta mujer no es impermeable al equívoco; como dice Lacnn en Cétuurdü: ella t'JltÍ siempre 11 mitad dl' camino en tre el jrdcio qt1e rechaza y el i11 sulto t¡Ut' ic/e1111fica. La coartad" dc la ncgadón. maniobra privili:gjnd3 en este caso. CÍ<:ctivamentc leva nta b s sospechas de un amot no correspondido, se siente <lcfrau<l3<fa y d momento e!\ foquieCWlCc. Comienza a mostrar su enfado, su agres ividad hacia tni; me acusa de haber abusado d<: su generosidad, de haberla abandonado y, después <le wuios encuentros ~n que se dedica a amenazarme, d J espt.:cho la lleva 3 exigirme la devolución de sus objetos bajo la sospecha Je haber usufruccuado de ellos. "íUstc:d es un ladrón! ", Uega a ptofcrir en el punco cumbre de su locura. Cual novia que quiere recuperar sus t artas de amor, después de cuatro años intensos me reclama sus objeros, me pide que le devuelva sus <=scritos, s1.1s joyas, sus documentos. La persuado de que dla misma los recupere del cajón en donde se ~cu~mm. Verifica minuciosamente que nadaralta, examina todo detenidamente mientras murmura insultos. Se tranquiliza al ver que sus cosas /und1JJnen1a/es csrán in1 ~1ctas y entra en un estado de gran dtsorientación. Allí escá carnbién d anillo dcl padre, el único objeto que no toca; está separado en un compartimiento del cajón , lo deja allí. d(; momento. Cuando vudve a s u siguiente sesió n 01e cuenca de


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mala manera, dando a entender que me ha privado de algo, que ha alquilado una caja fuerte en su banco y que ha guardado allí sus cosas; me pregunta qué me parece. "Me parece bien", es mi respuesta. Me dice que escá criste. "Es lógico", le digo. Vuelve a hablanne de su padre, de su trabajo de escultor, de los monos que 110 soportaron lo caída. Durante un ricmpo, esta mujer, mientras residía en cl ext ranjero, se dedicó a tomar clases Je csculrura y llegó a cre~•r objetos, a reproducir figuras; me cuenra que algunas de ellas adornan sus estantes. Demuestro un inrcrés manifiesto por esta cuestión . Me pide fotografianne en la consulta, sentado en el silló n. Acepto. Transcurre así un tiempo mueno; ella viene y habla de rrivialidades, de cosas cotidianas: que hace largas caminatas por la ori.ll:t dd mar. que se ha compmdo un carrito para no cargar con bolsas, etc., perosobreco<lo me observa, miro mis manos, a veces me pide que cruce las pie mas de una manera determinada. Acepto. El delirio csrá amortiguado. En otra sesión me consulta si yo creo conveniente que distanciemos un poco las sesiones; una vez por semana le parece una buena frecuencia, clla está muy ocupada con sus cosas. Acepto. No tengo ninguna idea de cuáles son las cosos de las que se ocupa, tampoco le pregunto. Pasado un tiempo y sin más preámbulo me dice que ha alquilado otra caja f ucrte en cJ banco, ha es cado en una lista de espera hasta que le cnt regaran una. Me pide el anillo de su padre: "¿Cree usted que estará a buen resguardo allí?" . "Por supuesto". Otra vez ella misma va hasra el cajón, lo toma , le ha comprado una bonica caja para guardarlo. Pasada una semana la cengo de nuevo frente a mí; escá vestida eJegantemente, no se trata esta vez del g rotesco estilo de la exalcación erotomaníaca; está maquillada discretamente, se ha puesto algunas de sus joyas, discretas también . Lleva consigo una caja de volumen mediano, es una caja de madera noble. Se sienra y deja la caja sobre el escritorio.


U:--,\ MUJCR PRÓDIGA

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"¡ Ustc<l Jebe aceptar este regalo!", la modulación de su voz es impcraúva. Le pregunto si antes me permitirá abrir la caja, acepta con un leve movimiento d e cabeza. La abro y me encuentro a mí mismo sentado en mi s iUón , petrificado en una escultura de arcilla, bonita. acabada con esmero. Me explicad proceso que siguió para realizarb , los materiales que ha usado; ha encontrado un taller <le alfarería donde le han permitido usar d horno. Me gusta y se lo transmito, encontramos juntos un lugar donde ubicarla, debe ser un lugar visible, acordamos en colocarla en un costado <ld escritorio a la vista del que entre. Allí estoy ahora, siempre en b misma posición , inmóvil, convertido en arcilla por sus manos, para siempre. Me dice que me llamará; su tono, aunque firme, dclata la emoción del momento; no cree necesario por aho ra segufr viniendo a verme. Estoy de acuerdo. Ella, digámoslo así, e cá clínicamente estabilizada; su estabilización se ostiene en la ex istenci;i Jd dispositivo, en la existencia del psicoanálisis como tal , no estrictamente en la presencia dcl analista, ya que a partir de este momento se las arregla para soportar mi ausencia y Jirigir su vida. Igno ro lo que hace , nada me dice ya de sus avatares. Desde aquella sesión las visitas se restringen a momentos muy puntuales y significat ivo : año nuevo, el regreso de las vacaciones. Ni siquiera me llama, viene y se sienta en la sala de espera hasta que yo pueda escucharla, las sesiones consisten en unas pocas palabras: prime ro el prorocolo del saludo y, después de algunas observaciones triviales, el rituaJ es siempre el mismo: ella pregunta "¿Cómo están las cosas?". '' Las cosas están bien'' es mi respuesta. A veces ella , gracias a la intuición de su locura, puede percibir en mí el cansancio y la pregunta es más directa: "¿Está bien usted hoy?". "Po r supuesto". Ello basca. Su última visita fue d 12 de septiembre, un día después del atentado contra las Torres Gemelas Je N ueva York; vino tem -


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ÜSCAR VENTIJRA

prano y esperó un buen rato; se quedó de pie, po r lo general suele sentarse y leer. Entró a la consulta y más bien preocupada, me: prcguncó en voz baja: "c'Las cosas están bien?". El aucoma1ismo de la respuesta se hizo espera r, la suspensión de un breve silencio instaló una sonrisa, sutil, en am bos. "¿ Las cosas? ¡Ah!, las cosas, están bien, por supuesto".


Comentario Dominique Laurent

Este noLable caso relata las modalidades de la estabilización conseguida en la cura de una psícosis femenina cuyo desencad<!namiento ~ muy anterior a las curas analíticas emprendidas por el sujeto. La primera de ellas comienza luego de: ocho años de atenc:ión psiquiátrica. Se cxri<!nde a lo largo de cuatro años y se prolonga en. una segundct cura de cinco años. Esca ú1ci.ma concluye con una estabilización que perdura desde hace mucho licmpo y ha permicido a Jo paciente reduór sus encuemros con el analista a algunas visitas puntuales y rituales en cuyo transcurso se: asegura de esur 10davía en funci onamiento y viva, En su trabajo de restitución de la. arquitectura del caso, Osear Ventura adar<J fos modalid,.des de entrada en análi is, los efectos terapéuticos obtenidos por el tratamiento significante del goc:e y las condiciones <le salida del dispositivo analítico. Desarrolla en particular las modalidades de aparición y resolución mc:diante una maniobra interpret ativa de una erotomanía de transferencia desplegada en la curu conducida por él. Se vale así de un modo de tratamiento analítico muy distinto del utilizado en la primeta cura.. Det~ngámonos en principio en las circunstancias de la eclosión, siruadas algunos años después del casamiento <le la pacieme, en una constelación espc:ci.fica de acontecimiento~. Ante todo, tenemos la instalación definitiva de la pareja luego de años de


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COMtNTARIO

numerosas csrndías en d extranjero; en este aspecto, e1 autor señala la importancia del rasgo dd '' vi:ijc" en la dección amorosa. A continuación está la demanda del marido, que quiere tener un hijo. El deseo de parernidad de un hombre al que ya no se iden· tífica a través de los términos "el extranjero" y "el viaje" es d elemento verdaderamente desencadenante. En esa coyuntura, e1 ser y el haber del partenain>se modifican y, a raíz del cambio, tienen consecuencias. Por el lado del haber, este hombre de fortuna considerable expresa una falta: la de una posteridad. La paciente no toma en la significación fálica el enunciado <le una falca por la demanda de hijo, como lo test imonian los síntomas inmediatos. Esa de· manda apunt a 3 su mismo ser. El rasgo '' fortuna" como otra condición de la elección amo· rosa permite examinar el vínculo que la mujer mantiene con el hombre en la relación conyugal anees del desencadenamiento. EUa utiliza d dinero y todo el campo semántico asociado para ponerlos en lugar del haber fálico masculino. La fonuna permite el conjugo y cieno modo de tratamiento de la relación hombremujer a partir de la insignia paterna. En efecto, los bienes, los objetos de valor, ¿no son fundamentalmente d anillo dd padre, único resto de la herencia paterna? Pero esa malhadada herencia, ese aniJlo , no llevará jamás las iniciales del pad re. Seguirá siendo la huella de éste sin la inscripción de su nombre. Este objeto tendrá un papel muy imponance en la transferencia de la segunda cura. En las consecuencias del descncaden:imicnto se señalan un alejamiento gradual de la pareja y el arraigo <le una prodigalidad ruinosa e ilusoria. ¿Cómo comprender d nuevo dispendio de esta paciente y su agitación ame la restricción de los gastos impuesta por el marido? Podríamos decir que cuando no puede da r a éste lo que le falra . el hijo, se desenfrena y comicnz.1 a hacer rega los de grnn valor a sus amigos. El objeto <le valor que garantizaba hasta aquí d comercio con d sexo masculino rea-


UN¡\ MUJF.R P~ól)lGI\

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parece en la forma del don pródigo a otros en lugar del niño. Se

mua de unt1 1espuesta de;) sujeto en Jo re:ll a Ja demanda de un hijo hecha por su tsposo. El control de éste sobre los gastos connibuyc a desalojado de la posición de haber que asegutaba el c4uilibrio conyugal. Po r el lado dcl s<:r, el campo sernántico <lcl "extranjero" y el ''vjajc", rasgo rnndidonanic Je la elecdón amorosa, ¿ no debe impmarse a un rasgo tornado <le SlJ hermana e induso de la úa,

hermana del padre? La paciente conoció a c¡uien habría de ser su marido en la ciudad extranjera , d mismo medio frecuentado por su úa. Esa ciudad es también la elegida por la hermana para huir <le la mad re y encontrar un r<:Í11JÜ<> scg1.1ro. El significante que <:arncteriza a esa hermana es el de "jovialidad": ya de niña, escapaba de 1a depresión materna durante lus midas de Fin de semana del internado y dejaba a la paciente la carga del " dolor maternal··. Constaramos que d sentimiento vital, efocto de la significación fál ica, se remeda aquí mediante el arrificio del rasgo identificatorio tomnJo de la hermana , y su anudamiento con el

haber paterno a wivés del pol'/enain·. Ser y haber se anudan de manera dife rente que en la sign.ificación fálica. I:::sto no dejará de tener su efecto en la d íniccl, y así lo ilustra cl sentimiento de irrealidad mencionado por lu paciente para caracterizar su vida antes del d~sen c:adena m icnto. Ese scntimicn10 crece - y es fácil <:ompn.:nJcrlo- en el momento de la scparac:ión físial {partida al cx trunjci:o y muerte) dcl modelo idencilkarorio que ha constituido su hermana. "1odo .se desencadena vertiginosamente'', dice la paciente. Sin embargo. en un segundo tiempo encontrará un ::ipoyo suficiente íunto a su tía, hermana del padre, esperanza de la hermana, para permitir el encuentro con el partenaire <le la vida amorosa. Cuando el marido de 14 pacicnu: }'ª no esté maceado por el ra go identificatorio sororal (y el de la tía) , no será sorprendente vec iniciarse una fase de abatimiento crecitnte. Se instala la perturbación Jd sentimiento vital. Esto cuestiona necesariamente la posición materna


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con respc<:IO al pad re y la si¡:nificación fá lica. El fallecim iento del marido hunde ;i la rriaJ re Je la pacicn rc en una deprcsiórt de la que nu nc:a s:ilJní. Las hijas apenas parecen incc resarlc, o en codo caso yH no puede ocuparse de ellas, como lo testimoni~ su cnt rnd:i en el convento. La depresión materna sín fondo, ljg11da a la pérdid;1 de un objero amado, ¿no remire a la niña que fue esta pacience a la fa lca de significación falica? V¡tyamos a las consecuencias del descncadenamienro. Ese momento de confusión cs1á punruado por un episodio delirante cc:ntr:ldo en cl encuentro con dos hombres. U no moviliza el cuerpo; otro, el saber sobre el sexo. Por un lado, el profesor de yoga cristali-1.a \a experiencia ddi ranle y alucinato ria. La paciente tiene la impresión de que la seduce. Se manifiesum voces. que la transform~n en un p~da20 J · mBdeta o un cobayo sometido a \os experimentos de este hombre convertido en físico nuclear. Ella

es d obiclo de goce del Otro. E! término ºsedutdón", gesto adjudicado aJ profesor de yoga, rem ite, al parecer, a un momento persecutorio en que el Otro quiere gm.ar <.le eUa de una maner?. malvada. Por otro lado tenemos la relación con el profesor que posee el saber sobre el sexo. Ignoramos si esle vmculo está teñí.da de amor. No nos asombraría que lo estuviera. En otras paJabías, en ese momento de eclosión, ¿su parte11air( no se desdobla en lo real en una figura del amor y una figura del goce? Por una parte, la del amor articulado con el saber sobre d sexo; c::n Oleos rérminos, lo que parél ella ocupa el lugar de la significación fálica y le da cierra vitalidad; por otl'O, la del goce mortífero que, en definitiva, 110 es sino la del goce materno no transformado en significante por el falo. ¿No podríamos decir que el psicoanálisis ya aparece en ese momento corno el espacio de una palabra do11de puede manrencrse lo creado, para retomar un término Jel esquema de Lacan, y cuyos tcrminos 1ransfercnciales estarán marcados por d sello de la erotomanía? rn momento persecutorio irucia\ inaugura un prolongado períod o delirante que e>Cige ocho años de Mención psiquiátrica,


UJ'A MUJt.I< l'f<O()J\,¡\

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interrumpida cuan<lo ella e Jirige a un analista. Ese recorrido analítico le permite hacer u1111 reconstrucción minuciosa de su genealogía y su his1oria u pa rtir del o rdenamiento de las foto · grafías Je su vida, reunidas en un :llbum. El auror considera que "a partir de un Otro de la imagen. ella puede recomponer la fragmentación" y reinterprc1ar su historia dando cabida en ésta al delirio . ¿No podní d1.:cirsc que el efecto logrado no se Jebe ran10 a su mirada posada en lns ÍOLografíns y sostene r, en cambio, que a través Je las fotos contcmph1das la paciente es fundamentalmente mir:ida por Otro? A partir de:: la mirada del O t ro, ella puede unificar los dementos disperso Je su vida. Esto constituye un efecto de anudamiento, sin <luda, pero ¿supone la invención de una metáfora? ¿No podemos deci r que la c u ra conduce a rehacer una próresis imaginaria sobre la base de las fotos fami liares, e incluso a construir una creencia delirante sobre su familia, alimcnrnda por el sentido aportado en el análisis? Como conrra· partida <le ese anudamiento, cUa q ueda sometida en lo sucesivo a lu mirada persecutoria dcl O cro. Los fenómenos delira ntes muy extensos lo verifican. E n cierto sentido, podríamos señalar que esa invenció n le da la tra nquiJidad suficiente para aceptar un divorcio q ue no te rminaba de concrerarse y decidir volver al solar fam ilia r. E n otro sentido, el estado catastrófico e n q ue Ucga mo· dera singularmente esta perspectiva. ¿La decisión de regresar y el ajuste de codas las cuentas con el marido no son una manera de huir de lo que es para ella una gran persecución? Se plantea, por lo demás, una cuestión ace rca del luga r q ue ocupa el marido en d delirio du rante los años p revios al divorcio. Ba jo el peso de la amenaza mo rtífera ck: la persecución , cabe imaginar que el reto rno de la paciente concuerde con la necesidad vital de p ro· seguir un análisis. El segundo análisis se inicia cuando ella es p resa de un vasco ddirio. La paciente es víct ima de una conspiración mundial cuyo objetivo es "despojarla de todos sus b ie nes materiales y espirituales y robarle su ser". Esto hace eco de maner:1 nsintóticu a la


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demanda iniciaJ de un hijo, formulada por su marido. A falta de la ignificación fálica, el Otro le demanc.la su ser mismo, reducido aquí a "algunos objetos fundamentales " transportados en una maleca. Éscos se encuentran dentro dd campo semántico del objeco de valor cuyo emblema es d anillo paterno. La mujer testimonia al mismo ciempo una prodigalidad de eosa de incluir al analista, que se niega. Se muestra muy bien que desde el comienzo el analista coma la precaución de descompletar al Otro n quien eUa se dirige. Y lo hace reservándose la posibilic.lad de un recurso extraanalítico, pero también señalándole de manera reiterada, a través del rechazo de su prodigalidad, que él ocupa el lugar de un Otro que no quiere gozar de ella como objeto. A partir de ese punto. la paciente despliega en el dispositivo analítico, ante la mirada dcl Otro, los objeto · fundamentales de una maleta de la que no se separa. Puede empezar entonces a hablar y dar una coherencia histórica a su historia. La guarda de los objetos en un cajón del escritorio del analista inaugura un nuevo desarrolJo. Éste se verifica ante todo por el ordenamiento de la proliferación delirante inicial. En lo sucesivo el mundo se divide en dos enridades. Po r una parte, la de las ''instanciasn persecutorias; por otra , la de los psís elevados a la jerarquía de dioses protectores y garantes de la dignidad humana. El ordenamiento del delirio atesti~ua cieno cifrado del goce. Ese nuevo desarrollo se comprueba también en la cura a través del comienzo <le un amor de transferencia que poco a poco se vuelve claramente ero· tomanfaco. El auro r sitúa la e rotomanía de transferencia en el momento en que la paciente se ofrece, más allá de sus bienes, corno objeto de goce al analista en numerosas manifestaciones. ¿No podríamos decir, ante bien, que la erotomanía de transferencia se instala cuando ella deja en depósito sus objetos fundamentales, y que las manifestaciones ulteriores muestran , en realidad, el viraje persecutorio del amor transferencia!? Ella persigue al analista por sus múltiples incervcnciones y se siente perseguida por él, hasta llegar a acusarlo del robo de sus objetos


UNA MUJER PRÓDIGA

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el sujeto neurótico cl anaHsta está en posición de objeto a, en este caso vemos con claridad que es la propia paciente la que se sitúa en esa posición, la dd objeto perdido de un O tro encam ado por el analista en la transferencia . El Otro ante el cual ella se las ve no es sólo el Otro del mensaje q ue se muestra en las m anifcscaciones alucinatorias y las interpretaciones; es también un O tro que reclama en ella su goce. En la t ransferencia, la paciente se convierte c:n la amada del Oiro que quiere gozarla. La negativa constante opuesta por cl analista hace las veces de interpretación. La pacic:.ntc verifica la validez dd enunciado de ese O tro encarnado por d analista t1I recuperar sus objetos fundamentales. A partir <le ese momento , presenciamos la declinación del apogeo delirante <le la tran ferencia. Ella úcne ahora la seguridad de que la intención <lcl anali 1a no es la de un goce malvado. La estabilización delirante vital que resulta de ello tiene como condición , empero, la verificación de que el analista actúa como tal, ya esté vivo o , también. muerto por su representación en efigie esculpida. AJ seguir velando por él, ella también lo cicne a la vista . El desenlace de esca segunda cura marcada por la ci rculación de objetos entre el analista y la paciente (fotografía, escuhura) anuda la mirada dd O tro a un significante paterno. Esta cura es muy dife rente de la primera. Lejos de reconstruir el pasado con las fotos y la inflación de sentido, el analista se calla, se hace depositario del fuera de sentido y se deja atrapar en una fotografía. Esta persp ectiva permite aplacar la persecución de la mirada del O tro. y bienes. Miencras para



En el agujero del desierto

Marcus André Vicfra

f:.l presente (en el agtljt!TO) José vino a verme hace cuatro años. Tenía 32 y sus días trans· currían entre la cama, la televisión , los partidos de (úcbol, la marihuana y la frecuentació n a prostitutas. Esa "vida en el agujero" se hab ía constituido a lo la rgo de los cinco años previos. José t rabajaba en la empresa de un amigo de su padre, pero dedicaba su horario a llenar hoja tras hoja de papel con dibujos de cuerpos femeninos, sobre tocio de traseros, sin qu<.: pudiera decir efectiva· meme si en esa actividad había algún deseo subyacente. Era incapaz de resistirse a esa compul ·ión hi<.:n circunscripta y mani· fescaba una alienación tan dominante ante los enunciados pacer· nos 4uc yo no vacilaba en considerar que hasta entonces lo había sostenido, no el Nombrc-dcl-Padre, sino la ley de su padre, dictada personal , directa y cotidianamente por é te. Un acontecimiento y una escena ilustran e ta alic::nación: sus pad res se divorciaron cuando él tenía 10 años. >' durante un¡¡ audiencia el juez le preguntó con cuál de dio quería quedarse. Tuvo entonces la vívida impresión de que no estaba verdaderamente presente en esa escena y desde afuera, "desde d luga r de los ojos" de su mad re, se vio a sí mismo mientras repetía lns palabras del pndrc con n.:spccto a la con<lucca censurable de s 11


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M/,RCUS A NORI! V1EJRA

mujer frente a los hombres y sus propios hijos. Deberían pasar varios años antes de que pudiera preguntarse si no había tenido entonces ganas de quedarse con la madre. Para dar una justificación exhaustiva a mi impresión diagnóstica de psicosis, es preciso agregar a esro las manifestaciones, en el sujeto, de un goce dividido y claramente ajeno a la clave fálica: imágenes de fragmentos del cuerpo femenino que no lo dejaban en paz y lo empujaban a masturbarse sin descanso, aunque sin alcanzar el orgasmo. Esas imágenes habían Uegado a ser rnn invasoras que José terminó por abandonar a las prosrituras y por último rambién lama turbación, pues ya no conseguía interesarse en el acco sexual o sus preliminares. En una profunda búsqueda de enunciados que dieran sentido a su estado. decía haber dejado el "camino de los hombres" (sin que ese alejamiento pudiese tener un valor identificatorio); se identificaba con el José de la Biblia, arrojado a un pozo en el desierto y abandonado por sus hermanos, su padre y toda la humanidad, y disertaba in extenso sobre el caos político y ético del mundo. Mostraba , así, la apariencia de un esquizofrénico, aunque sin huella alguna de delirio, alucinación o fenómeno elemental.

El parado (ejemplar) José no siempre había sido así. Era el brazo derecho de su padre en la pujante empresa de éste. Muy respetado, activo y prometedor, seguía sus pasos, a pesar de frecuentes discusiones. En efecto , la única falla en ese pasado ejemplar era justamente una nítida ambigüedad e incluso una tensión en la relación con su padre, que no se le presentaba sólo desde el prisma del ideal sino que, muy a menudo y sin ninguna mediación, encarnaba la Ley en su aspecto obsceno. En el momento de conocerme, José traduce esa situación con referencia al tema del amor y por urui disyunción paranoica: "O bien su amor por mí es verdadero, y en-


EN F.L AGUJERO DEL DESlt:.RTO

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tonccs ese amor infinito me aplasta, o bien no me quiere, y entonces me odia infinitamente". En este úlcimo caso, lo infinito habría <lehido ser su combate para existir frente a ese padre <le odio ilimica<lo. Puede verse con claridad que la mínima separación que pennitfa a José respirar sólo se presentaba en el breve intervalo de esas do grandes caras de la alienación apasionada: el amor y el odio. Una escena marca su relación con las muchachas y sdJa d modo de hacer sínthoma [slitthome] de dicha alienación apasionada. A los siete años, P<>r el agujero de la cerrad ura, ve a su madre en la bañera. Le parece muerca, porque la ve en el reflejo del espejo que, agriecado, genera una multipJicación y una fragmentación espantosa de la imagen; esto coincide con toda un:1serie de escenas muy angusciantes que lo atormencan en esa época, y en las cuales la unidad del cuerpo se pone en e ntredicho. Ese mismo día, más carde, su padre , ignornnte de la escena, le dice con referencia a las mujeres: "Son codas prostitutas, incluso tu madre; tomamos de eUas lo que nos interesa y eso es co<lo". José imagina entonces que una mujer es como una rienda: llena <le objetos de placer que deben tomarse uno por uno sin que sea necesario preocuparse por el conjunto. Aunque incapaz de capta r la relación , señala que la angustia masiva que lo había asaltado frente a la imagen fragmentada del cuerpo de la madre desapa reció con las palabras del padre. AJ parecer, eUas le permitieron ocuparse de los pedazos del cuerpo del Otro que lo invadían sin tener que pensar en los elementos constituyentes de la unidad de ese cuerpo. Desde entonces, la intimidad con su madre dejó de angustiarlo y José incluso se complacería en soñar con sus piernas. Esto inscribe en él eJ camino de un goce que, por su aspecto fetichista, le permitirá coincidir con el discurso corriente, el de sus futuros compañeros de fútbol y copas. La escena indica, sin embargo, que el cuerpo de las muchachas sólo ex iste en virtud de las palabras del pad re, razón por la cual José quedará apasiona-


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M ARt:US

A:-:uRJ':

V1 FJ M

damence pendiente de su palabra, a veces amorosa, :i veces Uena de odio, que garantiza la consiscc:ncia del cuerpo y ordena el mun· Jo dd goce sin recu rso a la chive fálica . El paso corrclacivo consiste c:n hacer, del infinito del goce del Ocro (fragmentado y sin cuerpo). cJ infiniro del amor Jd pad re, que enmarca y localiza ese goce. La cac:ís1roíc sobreviene cuando, hace cinco uños, el padre, aterrorizado po r una awcsión sufrida durancc un robo, d ecide jubilarse y mudarse a P ortugal. José trata de convencerlo de que no abandone la empresa, pero el padre le pide que se quede y se haga cargo de los negocios. lncapaz de hacerlo, .José decide seguirlo; sin embargo, llegado a P orcugal , escapa cada vez que se trarn Je tisumir responsabilidades y entra en un p roceso de extravío gradual. En ese estado de angustia e inhibición progresivas, las rel¡}cioncs con su padre se hacen cada vez mtís tir:mtcs hasta que, en una cena fami liar, durante una discusión soure la distribución de los bienes del testamento, José se baja el pantalón, le da la espalda}', most rándole el ira ero, le dice: "Ya que estás por estafa rme emregando todo a mis hermanos y nada a mí, adelante, cnclil:imc ., . u padre pide e ntonces n su mildrc que lo rcpac ric y él mi rno decide volver a Brasil, para intentar "abrí rse un camino" y escapar <le aquél, actitud que, e n realidad , no hace más que conducirlo al agujero en q ue dice vivi r.

De la cura Por primera vez, la faltil de goce lo impulsilba a un análisis

- había habido ot ros en el período anterio r a Porrugal, centrados en las tensas relaciones con su padre-, y la fase inicial del tratamic:nto se desarrolló en la vert iente pscudodcpresiva. El único d iscurso firme se centraba en el amor <lcl padre y su lugar de excep<.:ión. José había leido en frcud que el padre es como un


EN EL AGUJl;HO OF.I. OE.~IERTO

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dios para el niño, y que sólo en un segundo mo mento el varón J csplaza el amor po r éJ hacia una idea abs1racta Je Dios. Afirmaba entonces haber Jescubierto d origen de su problema: no había podido hacer ese desplazamicnro. Repetía esas palabras hasta el cansancio, mezcladas con un discurso político de cariz anarquista que recubría el ag ujero de la si~nificación fálica : "¿Qué es esta sociedad? ¿Qué lleva a los hombres a vivir en una mentira rnn grande en la cual ni siquiera creen?". Me pregumó entonces si estaba Jispuesto a ayudarlo en su proyecto de estudiar el Nuevo Te tamemo. D e origen judío, aún no se había interesado en él, pero consiJcraba que, como el amor infinito del padre lo dejaba en el agujero del desierto, podría encontr:ir allí, por e.l lado del hijo e.Je Dios, algo que pusie ra una ba rre ra a dicho amor. Yo temía que pasara del agujero a la cruz, por ejemplo la de un ddirio místico, pero de todos modos admilí su Jemanda y lo sostu ve en su lcct ura de la Biblia, pues me parccÍ:l que cualquier suplencia sería bienvenida, aun cuando hubiese que buscarla por el lado Je la metáfora clclir::mre (la pérdida progresiva de todo lazo estaba bastante avnnzada y era muy angustiantc). A despecho de mis esperanzas, un día me; dijo que no había encontrado nada en el mensaje de Cristo. El amor crisLiano le parecía muy interesante, pero demasiado altruista>' desencarnado; el Dios de Moisés. más violento , se adecuaba mejor a la realidad de las cosas. Le pedí entonces que escribiera sobre su origen, ligado a la identificación con el José b íblico, porque estimaba conveniente q ue pudiera rapar el agujero con un poco de novda familiar o, más ambicioso aún, fuera capaz de extraer de su fondo las letras susceptibles de constituirle un nombre. En efecto, al hacer el balance de ese período , se advierte que >'ºhabía imaginado la posibiJjdad de que Jo é encomrara uno de los tres modos de estabilización más frecuentes en estos casos: fo metáfora dcliramc. d apo}'o en el eje imaginario y la escritura como sínthoma. Sin embargo, éJ no enconl raría una salida sólida en ninguna de esas vías. Siendo así, se produjo un cambio rndjcnJ


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M 1\RCUS

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ORt V11~RA

en lo relativo a su presencia en eJ mundo. Al cabo de un año, José se convirrió en un trabajador resuelto, ganó mucho dinero, compró un departamento, se casó y soñó con tener un hijo; C$ll reestructuración se mantiene desde hace ya alrededor de un año y medio. ¿Qué pasó? ¿Cómo pudo salir del pozo? Para explicarlo, es preciso djscemir los tres hilos que tejen esa estabilización. En primer lugar, la t ransferencia: desde eJ comienzo se interesó en mi imagen y trató de capturar y reproducir mi " impulso vital". Segundo, lo vi asumir de manera progresiva d papel <le reformador empresa rio: elevó a J ackie Welch a Ja altura <le un ídolo y, con un estilo mesiánico, introdujo grandes cambios en la vasra empresa fa milia r del am igo <le s u padre. Se ve a sí mismo corno e.l trabajador de un nuevo o rden en el cual los facto res decisivos son d deseo y Ja energía , y no la tradición. Consigue, en efecto , ocupar r:ípidamenre un cargo importante y alcanzar un sólido éxito económico, por medio de un 1rabajo encarnizado y riesgos a umidos al estilo de un joven ejecutivo norteamericano. Pese a la importancia de estas dos vías de esta· bilización , me parece que la crucial es la tercera, una vía yuc tiene más relaciones con nuestro tema y sobre la cual me gustaría ahora insiscir.

El agujero (en el Otro)

José encuentra a Madeleine, una chica que lo quiere. Hasta aquí ha sostenido que el amor era imposible para él, pero ahora desc ubre que. au n sin esrar apasion.1do . puede beber de esa fucncc. Poco a poco. se maravilla ame la posibilidad de ese nuevo amor. Ya no será el amor infinito dcl padre sino d amor finito, "limitado" y "ciego" de una mujer, el amor de esa muchacha que lo necesita canco y por quien él siente un amor "sin arrebato, pero no sin deseo". Es sorprendente asistir aquí a una inversión de nuestra concepción habitual, según la cual eJ padre es eJ punco


EN ti. AC.UJl-.RO l)P.L Dl!SlERT()

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central de la finitud del goce por intermedio dcl fafo, mientras que e1 goce fo.menino está marcado por la infinitud. Dicho esto, no debe olvidarse, sobr<: codo en la psicosis, que las cosas pueden ocurrir de ocro modo: Ja mujc:r putdc convenirse en un Nombredd-Padre. En efecto, para José el amor del padre no conoce limites, y ei amor de una mujer !lega rá a ordenar d goce y dac lugar al desCQ. La situación no omicc un paso ~omplcment ario dado porJosé. una verdadera cfrugia imaginaria: lo que actúa no ~s tanto el umor de su amiga como el hecho de que ella esté marcada por la falca de objeto. Lo esencial es qu~ la joven, muy hcrmoss, no 1j e ne un trasero prominente. Durante un buen úenipoJosé se preguntará cómo se puede tener un romance con alguien que no ex hibe ese atributo fundamental del orgullo nacional, que siempre fue para él la figura de una condcnsadón posíble de goce. Un gran srnsero era a la vez lo c¡lJe lo atraía en una mujer y le permitía inscribir su deseo en el c:imino de los hombres, el mundo de los bienes. Aqué se introduce olra Jógica. Podemos examinar el equilibrio can oportuno que logró alcanzar hasrn su parúda a Portugal, atrapado ent re d infinito de un goce sin cuerpo y el límite impuesto a ese goce por la palabra del padte. P<><lría ser que, durante todo ese periodo <le su vida, J95 paJabras deósivas del padre hubieran conformado un cuerpo mediante su adición, como límite, al conjunto abierto de los fragmentos <.:OípOt'J les, con venido enconces en un conjunro cerrado. ¿Será exacto hablar aquí de compacidad en el sentid<> de Bourbaki, término utilizado por Lacan en !a primera clase dd S<!mina.rio Aun? No se nos escapa que en este caso el terreno es poco firme. Parece evidente, por cl contrario, que una nueva maner~ de ser se introduce a partir dd amor de su amiga. Ésta le permite escribir sobre un cuerpo la extracción del objeto y, por lo tanto, va<::iar dd goce, al menos hasca cicrco punto, eJ cuerpo dd Otro, o, mejor, lo~l i za rlo en los contornos <ld agujeta que s<: inscribe en él, como las zonas erógenas. Donde para el neuró-


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MARCus J\NORE Vr1 I){,\

tico hay un agujc:ro, para José existía. desde su regreso de Portugal, lo real sin fisu ras. y eso lo obligaba a vivir enterrado en cl agujero del desierto. Sólo saldrá de ese pozo fijando un agujero en e1 cuerpo del Otro, el cual. rdarivamente desierto de goce, puede entonces escabilizarse en la imagen de una superficie agujereada, cap:iz de procurar un goce al par/enoire por la vía de sus zonas erógcnas. En definiriva, José hizo lo inverso de lo que yo le proponía: en vez de producir un cuerpo con una letra, hizo, con un cuerpo. una Icera Je goce. Resta interrogarse sobre cl papel dd amor en esas circunscancias. El amor no es aquí una eswbilización. El punco de anclaje -csperémo lo- del sínthoma es el agujero en torno del cual José descubre el cucrpo de Maddcine. Pero parece acompañarlo cierta murnción en el registro del amor. ¿Viene ella a señalar justamence esa fobricación sinthom:itica? ¿O bien la hace po-ible? Aunque el amor pa nicipa del mito - aristofnncsco o no- Je la esfera, sabemo que Lacan sicmpre puso en cuestión el papel de ese aspecto imagim1rio del amor en lu estructura. En ese sentido. me parece que la eficacia e.le José no reside ramo en esa vcrticnr c del amor. pues ya en el primer tiempo, antes de la partida hacia Portugal. el odionamornmicnto con el padre ólo hacia las veces de sínt homa aJ estar ligado a la infinitud de su amor. Siendo así, ¿el amor de Madeleine da consistencia a1 agujero en su cuerpo, o bien no es más que el efecto, sccundario, de la cst~tbilización que ese agujero le procura? ¿Qué factores prepararon esa estabilización? ¿Qué papel tuvo la trnnsfcrcncia en dio? ¿De qué manera un agujero hace nudo? Otrns tantas prcguntas que <lr:ben formularse en relación con cl caso de José, a quien sigo vicndo y que ya no habla <le agujeros sino de su decisión Je rencr un hijo.


Come11 tat-io Esthcla Sol::ino-Suárc-1.

Estamos aquí f r~ncc a un caso en que el psico;1nálisis aplícado a In terapéutica se revela muy <.!ficaz. El autor da cuenta de una cura que se prolonga desde ha<:e cuatro años y ct1yos resultados testimonian una verdadera inversión de la posición del sujeto. En efecto, este hombre de 32 años cuan<lo conoce al analista siente que vive "en el agujero" , expresión que caracteriza un c~tado <le poscracíón y goce autísta ene re "!a cama, !a cdevisión, los pan idos de fútbol, la marihuana y la frecuentación a prostitutas" . Cuat ro años después sale a la luz w1 cambio radical. Se convierte en "'un trabajador resudto, gana mucho Jmcro, compra un departamento, se casa y sueña con tener un hijo" . Y se nos indica que esta nueva manera de: ser persiste desd<.! hace más de un año. El autor nos comunica su sotprcsa frente a esa transformación, y prcsc~nta las coordenadas forrnalc que parec<.:n susccpcibles de explica rla.

l..a cofáttrofa

"La canísrrofe" es d nombre co11 d cw/ se nos presentad momcr1to de vuelco, de desestabilización de la posición <lcl sujeto.


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CoMENTMtlO

Se trata de un momcnro de ruptura de la homcostasis, cuando su padre se retira de la vida activa y se va tanto de la empresa familiar como de su país. El hijo se muestra incapaz de relevarlo en los negocios y decide seguirlo. Su deriva se remoma a esa época, pues en lo sucesivo sufre un "extravío gradual" y la inhibición y la angustia lo atormentan. La pareja que formaba con su padre se deshace. Una puesta en acto del sujeto termina por sellar ese divorcio y pone al descubierto la posición femenina del hijo que se propone como objeto del goce del padre. Jo é, el paciente, vuelve entonces a su país natal y comienza a vivir en "cl agujero". Realiza así la posición ele objeto expulsado. desecho de la quiebra del padre. Saldrá de e a posición gracias al análisis.

El odio a lo femenino

El sujeto se vio frente a una versión dcvastadorn de l:i pareja parental. En todo caso, ruvo que padecer una versión paterna que hacía de la madre un objeto de desprecio y rechazo. En el momento dcl divorcio, toma partido por la versión del padre y "di -fama" [dil-/tmmc] a su mndrc. Esa adhesión a la versión paterna se remonta a sus siete años. En cfecto, sabemos que a esa edad el sujero vive una experiencia de angustia, cuando divisa el cuerpo desnudo de su madre que, debido a un espejo agrietado, le devuelve una imagen frag· me nrada. Es una experiencia de ruprura de la unidad, ante todo porque cl cuerpo materno se le aparece Otro con respccro al suyo. José la sorprende en su baño; la descubre mujer y, en consecuencia, O tra y no madre. El artificio del espejo le permite tener también una idea y hasta una intuición del recorte que efectúa el deseo masculino en eJ cuerpo de una mujer. Pero podemos suponer que a esa c<lad precoz carecía de la dcfiQición de la cosa para dar


E N EL AC';UJl-.R()

ºª

DF.SIE.IO'O

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un sent ido a la escena de la desnudez materna. Un rato dc::spués,

su padre Je propone esa definición a1 de:cirJe que Jas mujeres "son todas prostillltas, incluso tu madre; tomamos de ellas lo que nos ínt<:resa y eso es todo". E.sea palabra del ¡,adre sugiere al hijo una fórmula y basta una definición de lo femenino, que expulsa a las mujeres del amor .aJ poner .a Jodas en el conjunto cotafüador de: los objetos de goce. El dicho del padre, crudo y obsceno, no mantiene " <:n la represión [répren'ion]. en d jusco decir a medias la versión que le es propia de su perversión, única garanúa de su función de padre" . 1 En ~te aspecto, el dicho dd padre forduye fa dírncnsión del amor y pone a cielo abicno su odio a lo femenino. El hijo se pone dd lado del padre y a su lado, Llegará a ser " u brazo derecho". En cslc lu~sr. se TC:\ da prome1cdor y trabtlj9 con éx.ito. e convierte, por lo canto, en un ap61dice del cuerpo de su padre. No obstante, csiá atormentado por la incertidumbre en lo concerniente al amo r paterno. Con un trasfondo de duda e incredulidad, el oáionomo1amie1110 domina su relación . 1

Nada de /rasero

El cambio de posición subjetiva de este suj~co se impura a un elemento irnpo rtantc: un encuentro. En efecto. J osé tono~e a una muicr que no es como 1as otras. En primer JugM, porque Jo qujerc, pero sobre codo porque carece de ese " atributo fundamental

dcf orgullo nacional " b rasi!crfo que es el erasero. M~dianre

ese rasgo privativo, que es un menos inscripto en su cuerpo, esta inujct da consistencia imaginaria al menos phi, -tp, de: Ja castradón .

Lhcqun l:ican. "l.c\on du 21 pnvtcrl 975•, scmin ~no "R. S. l.", Ormar~J. } , 197,,


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CO.\lf.NTAJUO

Esa incomplc.:t ud la erige en una excepción, pues ella es la al menos una <le la serie de mujeres que carece del rasgo fetichista.

Ese rasgo, que obsesionaba antaño al sujcro y lo empujaba a una actividad compulsiva consisrence en dibujar sin descanso era eros femeninos, es también la parte del cuerpo involucrada en su relación de someúmiento al padre. En el encuentro con esa mujer algo cesa de no escribirse para csce sujeto. Lo que cesa de no escribirse es una versión del amor, que implica a su vez que la versión d e las mujerc como "todas prostirutas" cese de escribirse, al menos durante cie rto tiempo. La muje r en cuc tión es una mujer que lo ama, y por lo ra nto faltante. Y por esa razón hace entrar al sujeto al circuito del don, pues "sólo lo da en cuanto no lo tiene. Dar lo q ue no se tiene es el amo r de las mujeres" .1 Ahora bien, al hace r ex-sisrir Otra versión de la padre-versión [p i:re-version] , ese encuenrro bajo transferencia po ibilitó al sujeto hallar b s:ilida de su agujero.

2.Jacquc.. LaC!ln, • t..c~on du 11 mors 1975". rbul.. Omit'Or>. 5. diC1cmhrc de 197.Scno:ro do: 1976


Las sorpresas del amor Thicrry Vigncron

¿Cuáles pueden ser la (unció n y el lugar de la vida amorosa en un caso de psicosis? ¿Cómo puede evolucionar en el tratamiento el encuencro con una mujer, cuestió n ~ue llega a ocupar una posición central para nuestro sujcco? Podemos seguir esca cuesrión valiéndonos de las indicaciones p roporcionadas por Lacan en los libros lli 1 y VlF dd seminario sobre el dcsencadcnamienco y la función de "La mujer" en la psicosis; luego sobre los distintos modos del amor, tlel amor muerto al amor conés y desventurado; y por último sobre la estabilización en una philía que retoma los úcmpos previos pero los reordena de ocra manera. La cuestión diagnóstica está resuelta desde hace tiempo cuando Charles viene a reunirse conmigo. Su historia clinica recuerda la serie de relaciones con mujeres que jalonan los momentos de internación durante los diez años precedentes a las primeras entrevistas.

u

l . Jacques L!C"an, Semtna1~. Lvre 111. U J f'J)'C'bum (1955-l956). P.uls, Scuil , 1981. (TNd. cast.: f:l Sem111ar1odc]aa¡ut'1l.aC'1n Libro). Lnspsicos1s 19.S.S-1956, Buen<>! l\ircs, Paidós, 198-1.1 2.) ocq ucs Lac an. Le S rmi11111rt, U vr" V//. /.'t 1h1que Je l.1 p1ychm1al)•se ( 1959-196<1). París, Scu1I, 1986. 1Trid. ea.51.: l it St'm1111m o ¿,_. /•JCqun Lacon Libro 7 La ltrC11 J,.f pru:aanóúm . 1959-1960. Rucno~ Aires, Paid~ . l 98ll 1


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Ttll WlRY VtGNF.RON

El momemo de eclosión es fácil de situar, pues su coyuntura sigue de muy cerca los rasgos de la estructura elaborada por Lacan. Charles describe una infancia sin historia, marcada por un brillante éxito escolar. Aprobado el bachillerato, hace hoy vcinte años, empieza a cortejar con asiduidad a una muchacha a quien ha escogido entre dos candidatas. Para seguirla, consigue un trabajo de verano. En cl momento de declarársele, el encuentro con cJ director del ('Stablecimiento donde trabaja, padre de la chica, lo precipita en un episodio maníaco indudable, seguido de la construcción de una filiación de elevada estirpe que retoma las asociaciones permitidas por su nombre de pila: él es escogido, elegido, amado y luego, en un segundo tiempo, y rápidamente, seguido y perseguido. Se esboza una erotomanía discrcia que anticipa el tenor de las elaboraciones ulteriores. Lo internan , debe abandonar los estudios y termina por e ncontrar un empico administrativo. A partir de entonces, cada encuentro femenino suscita rá un momento fecundo que reiterará los clementos de la configuración iniciaJ, pero dispuestos de otro modo. Todo conocimiento de una mujer lo sumerge en lo que él denomina una "excitación" , que en su caso tiene una vertiente de goce sin límites: ''Siento una excitación que no p uedo detener; gozo con esa excitación". Nos cuenta dos ejemplos. El primero: cl encuentro con dos jóvenes buscadas durante mucho tiempo lo impulsa a una actividad de escritura -" una novela un poco pornográfica en inglés"- cuya extrañeza y obscenidad lo interpelan años más adelante. El segundo retoma una serie de recuerdos que él ordena de la siguiente manera: d éxiro en un concurso le pcrmirc una designación y exige alejarse del domicilio parental. Se impone entonces la idea de que una mujer y él han sido escogidos , y de inmediato la idea de que él es elegido, y luego, el Elegido. El hecho de que lo hayan escogido junto a esa colega signa una intención a su respecto: momento de perplejidad que no tarda en cerrarse con la certeza de ser cl degido o el objeto de una


LAS SORPRESAS üEl, AMOR

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inccnción obscena, aunque todavía. enigmstka. Por último, en un lc rcer tiempo, el hecho de conocer a una muieren posición de auzorjdad (profesora de lengua, clirecrora de coro) lo llevará a la certidumbre de su amor (erotomanía, en un momcmo m.anfaco evideotd. Pasado el prirner mo mento de báscula de la eclosión (llamado a un padre en un par a·a'). y tras Ja oscilación en este eje que lo deja librado al desencadenamiento significante de la c ·critura obscena, los ejes a-~ · y S-A se unen,1 para prescnrar unn íigurn <le la muj~ donde se conjugan d objeto de amo r y el objeto de uuwridad. en una eroto manía ince tpre· tativa en que e1 siJencio de las mujeres para con él es un signo del amor que le profesan. Esos años están in arcados por tensiones con las mujeres en quienes él supone un amor o intenciones agre· siva en su contra. Así sucede especialmenre en los muchos con· flictos que lo oponen a los reclalllos de las clientas exigentes. Largas y numerosas mtcmaoones escanden momentos maníacos y reconsrruccioncs <lclirantes sobrecogedoras. 'fc ncmos, en consecuencia, tres tiempos fue ra dd análisis que dan cue nta de su relación <:on las mujeres: el enamoramiento inicial, la excitación morcal y ht estructuración de cualquier en· cucnrro en que la inrerpretac:ión S1Jrge en los momentos de vi raje

crocomaníaca: ella Jo ;un.i, él tiene signos de clJo. Hay aquí una clínica del amor sin sorpresas, con consec:uen· óa clínicas de manificfü1 rcsuJarjdad. Charles se preocupa por eso y señala justamente que· a priori debe evitar aho ra los en· cuemros; sur8<' entonces una queja, un dolC>r de existir que formuJa de este. modo: ¿quC: valdrá ·u vida de ho mbre si ya no debe conocer mujeres? Este sujeto acude desde hace casi veinte años a un colega psiquiatra que regula con él el uso de los medicamentos y, de esa manera , las relaciones con el cuerpo y su goce, y le propo rciona

}.J. Lat an, u St mina1re, u vrt' lll..

• op cr't.. p. 287.


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THJERRY V1GNERON

una causalidad manejable de sus fenómenos corporales, una sucr· re de cartografía de éstos. El paciente puede mantener un empico y deja poco a poco a sus padres. En un momento en que las internaciones se vudvcn más esporádicas, retoma su queja y desea hablar de su historia. Tiene encuentros regulares desde hace ocho años y entrega aJ analista el equivalente de la pensión mensual que daba a su madre, de acuerdo con las mismas modalidades. Este sujeto se ha comprometido con seriedad en el ofrecimiento de la palabra. La queja que manifestará de manera gradual concierne a su soledad y, más directamente, a una falta de vida sexual que tiene un profundo efecto sobre su ser de existente: "¿De qué vale la vida si debo resignarme a no conocer jamás mujeres? ". La realidad de la vida amorosa de nuestro sujeto está marcada, e n efecto, por la ausencia de codo encuentro concreto, toda práctica sexual al margen de un goce solitario y un recuerdo de infancia según el cual habría intercambiado algunas caricias con su hermana o la habría sometido a ciertos manoseos. El estilo de sus daboraciones acerca de este tema es de una crudeza indisimulada, sin duda por carencia de lo imaginario; hay una omisión de cualquier pudor y del velo fálico con d cual se cierra en la neurosis el estadio del espejo. El paciente no tarda en enseñamos que su relación con el significan re es poco dialéctica y que es preciso cvicarle coda reconstrucció n de su historia. Ésta lo retrotrae, en efecto, a las circunstancias desencadenantes. y el recuerdo de esa coyuntura lo interna por caminos cuyo desenlace devastador conoce en carne propia. Así, una sesión en la que introduce justamente las circunstancias de la eclosión es seguida en s u trabajo por un altercado con "una clienta demasiado exigente", cuyos " redamos no puede soportar". Por lo tanto, él avanza conmigo por otro camino, haciendo un rdato minucioso de su cotidianidad: de su pasión por el ajedrez, actividad que sabe poco practicada por las mujeres , y de su trabajo. Pese a los brillantes estudios realizados. sólo ha podido conseguir un empleo subalterno: d triunfo en un concurso no es


LAS SORPRESAS DEL AMOR

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una solución sino un problema sin salida, lo hemos visco. En consecuencia, un relato escandido por la oposición del mundo dc los hombres, d ajedrez, y d de las mujeres, el trabajo. Estas daboracioncs van a permitirle un acceso a encuentros femeninos, que antes cvi1aba con una actitud contenida apo}'ada por el analista. Ya no repite la historia de sus sinsabores amorosos, pero re nueva el rel ato de su relació n con las señoras, que le proporciona un nuevo .. cs rilo de vida ":' Es un pum o de inflexión dd tratamiento. Tres mujeres acaparan ahora su atención : dos jóvenes y bonitas que, en el servido, disfru1an de la reputación de cener la réplica fácil y la broma Hgera. Esc:ín casadas, lo cual las marca para él con un rasgo de imposibilidad, no atenuado por su solrura. La ter· cera, Justine, se mantiene. por el contra rio, en un ilencio obs· tinado. s uele ser ''depresiva" y está bajo un crarnrniento con medicamen tos que él adivina parecido al s uyo . Dos mujeres, cnronccs, que lo 1r-atan con fomili:iridad , y otra más extrañamente fomiliar. Pronto, él encuentra en el nombre dc pila de una de las dos primeras d eco de In pasión que lo había precipitado en el delirio; después, los nombre de las otras dos le evocan los encuentros frustrados cuya salida sólo halló en la grafomanía multilinglic, con un valor de.: goce ddcté reo q ue no se le había pasado por alto. Ese descubri miento del retorno del t río significante me preocupa. y también :i él, que conoce lo que la reaparición de un rasgo significante entraña de goce: todo 1 es 1 + a, al margen de la separación. ¿Qué ha retenido, después de todos estos años? Como hemos visto, sabe que el camino de la rememoración, de los circuitos significantes, esl:Í cerrado para él. Sabe también que el motivo de su queja - la falca Je parte11aire- es aJ mismo tiempo el factor que le evita todo mal encuentro. Durante mucho tiempo, y cua ·

4.J. L..1can, /.rSé11111w rr, /,11'"' \'//

, op nt, p 150


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THlERRY V1GNERON

lesquiera que fuesen los esfuerzos del analista, el rrabajo de la cura no pudo sino girar alrededor de su relación con esas dos mujeres, cuya belleza no constituye una barrera sino, anees bien, el p unto de atracción de un goce dd que siemp re le resulta posible ser objeto. Así, una de ellas lleva un vestido violeta que Je hace perder el sueño durante dos días -síntoma gravísimo-, sensible al carácter imperativo de ese solo significante: el paciente ya no puede apartar su mirada ni sus pensamientos del color violeta. La tercera mujer, Justine, lo calma porque de ella no parte ninglln signo; más aún , no responde, acritud que es uno de los medios de evitar la inclinación crotomaníaca. Sin d uda responde a lo que Lacan denomina "amor muerro " en la psicosis:' si él se interesa es porque elb está allí -contingencia dd encuentro-, y la mujer despierta su :itcnc:ión por ese rasgo de lo mismo, el mis· mo trntamienco, que según él se prescribía a su madre. Por úhimo, Ju tine guarda silencio . "Allí donde la palabra está ausente se sitúa cl Eros del psicótico"." El paciente d:1bora poco a poco una teoría que puede evocar el amor coreé • e inicia entonces un conejo asiduo de las dos pri· meras mujeres. Enconrramos aquí los rasgos clásicos de e a <loe· tri0:1 ;11norosa: la inaccesibilidad , la idealización, las pruebas si no impuestas sí al menos sufridas, cl si tema de signos y, por íin, eJ traslado dd acto a un futuro siempre remoto. Él, que re µonde poco a las normas de la csrética, salle que no puede esperar nada de las dos hermosas mujeres: están casadas, son beHas. Y si antes tenía por segu ro el amor del Otro en la erotomanía, ahora se lan · za 1:1 la búsqueda del signo que le dirige ese Otro. ¿Puede tener, en última instancia, una relación con el otro sexo? La cuestión se plantea incansablcmcn1c e invade las sesiones. Duran1c un

5 J L ac~ n . 1..: Si 1111t1111rr, uurc- fil 6. /bid., p 289.

. op " ' • p. 287.


L~S SORPRESAS DEL AMOR

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largo riempo él asegura que esrar en su presencia y compariir sus inquietudes domésticas o en mareria de ropa, los chismes del servicio, puede bastarle e incluso constituir un privilegio. ¿Cómo sostener esa rdación en los límites de la cortesía? ¿Una carta está de más? Y, en esa cana, ¿qué palabras elegir, a qué palabras atreverse? ¿Una palabra será demasiado audaz? ¿Qué regalo hacer a una mujer casada, cómo entregárselo, cómo hablarle? Ahora conoce el límire que no debe supernr: pensarse amado. Sabe que ··el delirio comienza en el momento en que la iniciativa proviene de Otro" ,7 y Lacan completa: " El Otro quiere eso y quiere, sobre todo, que lo sepamos, quiere significarlo"; es decir que el testimonio de amo r es potencialmente signo de goce del Otro, cuyo retomo al cuerpo es inmediato: insomnio. ucs1ro sujeto aspira, entonces, a que el Otro no emita palabra, y de allí su amor por Justine, la que no responde. Para él, hay en esas tres mujeres una oposición entre dos que es tán marcadas con el signo de la beUeza, un rasgo de levedad pero también de inaccesibilidad8 -están casadas-, y una marcada con el scHo de lo mismo. Durante mucho tiempo, la cura lo man· tiene en una práctica del amor cortés, una discusión de Las reglas que es su deber respetar. Pero esrn solución cs inesrable: todo signo dc la Dama, aqui difractada en dos, es susceptible de ínter· prctación, y Justine -la terce ra- es decididamente demasiado poco atractiva . Podemos resicuar aquí la <los modalidades del amor que Lacan retoma a partir del amor cortés: el amor muerto (J ustine) o cJ amor desventurado (las dos jóvenes y bonitas).9 En ese momento de impasse él cambia de estrategia: recurre a los avisos clasificados.

7. lbtJ .. p . 2 18. 8. ) L:1C$n, /-" Slm11ume. Lwre VII . op. a t. p. 178. 9. · El comienzo dd • •m•r •·u116 l. .. 1 con1is1c en cr un ~ cscoláS1ico dd amo1 dcs\'cnturado"; 1b1J.. p. 175


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THIF.RRY V1GN1:.RO.

Sobreviene entonces un encuentro, pues obtiene rápidamente una respuesta favorable. Sorpresa: se inicia una relación, con Irene, a quien d paciente presenta del siguiencc modo: como él, es gorda y no muy linda, y está bajo cl mismo trntamicnco. Pero no constiruye cxat-t:m1cnce una serie con Justine, de la que.· toma, no obstante, algunos rasgos de idcntiJad imaginaria . En efecto, contrariamente a aquélla, freneesmuylocuazypocoa pocoseconvicrce en una compañera cuya conversación y humor él ap recia, y a t¡uien puede acompañar en sus salidas. La presenta a su familia y su amigos, de una manera que excede cl as 1/ de una pareja presunta. Se embarca con dJa en una práctica sexual activa por primera vez en su vida, ejercicio satisfactorio sólo atenuado por una impotencia que él at ribuye a los antidepresivos. Esto le permite decir que no ha conocic..lo el goce. Sin lugar a duc..las, todo esto descril>c sin disfraz un encuentro de los cuerpos que evoca una pucsra en juego de los órganos y su f uncionamiemo, en des· cripcioncs que mi desinterés activo o mi arte ele la convers:ición no bastaban para encauzar. Muy pro nto supo que ella deseaba un hijo, lo cual , como hombre conocedor de su csrruccura. estaba dcscarrndo. Pero hizo suyo cs1e interrogante, planteado por su enromo: " ¿Puede cnga· ñarmc? Pues la mujer es, en efecto, la que controla In contra· cepción ". Así. el Otro cngafiador hizo resurgir deje de la ínter· subjetividad y puso fin por un tiempo a esa relación. Es notable que, pasados los primeros tiempos de emociones, la relación lo apaci~wtra, y que él rratara el rema de la pacerni· dad y ruptura con iguientc con tacro y dctermin~tción . Luego de vari<ls ruptur.is resr:ibleció d vínculo, destacindo el rasgo que lo rctcní:t junto a esa mujer: "Tiene conversación" , y precisando que, como mínimo, podía mantenerse un lazo de amistad - la phi/fa-, hecho J e servicios recíprocos e in1ereses companidos. Ese punto central, la afición Je Irene por la palabra y la charla, hace perdurar la relación m;Ís allá de l:is tensiones provocadas po r las exigencias del Otro.


LAS SORPRESAS Dl-.1. AMOK

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A continuación, el paciente trae dos elementos relativos a ese encuentro amo toso: elfo fe dice.: su amor y tiene un ejercicio de fo sexualidad. Su compañía lo tranquiliza en Cllanto a su ser de hombre, "ser amado, como dla me lo dice, es imporrance". Que dla se lo djga impona - más allá de la satisfacción narcisista-. pues le evica deslizarse por 1s pendicnrc imerprecaciva. Su relación con las otras mujercsst calma; Irene, en una act itud que cuenta con mi avaJ, no ha tardado en señalarle que no puede continUDr con ese tipo de relación -cortés, pero invasor- con las demás, aunque deba mamcner Ja pluralida<l femenina para evitar el encuentro con La muje r. ¿Se trnta de lJna lotalización del goce? Sin duda. Y como resulrndo, su relación con las muje res y, por lo tanto, con su vida profesional, se libera d e un gran peso. La prác tica <le la sexualidad no carece de dificultades: el goce sexual siempre es disminui<lo o provoca algunos síntomas disrn.:tos, un malestar difuso; aparecen quejas somáticas que lo interpelan sobre su aptitud<.: incluso su gusto po r esas rdacíones. No obstante. su relació n con el O tro se pacifica singularmente af fiberarse de su vertiente interpretativa y el peso de goce supuesto en aquél. El paciente tolera sin perjuicios ciertas reorganfaacioncs profesionales y la ncet;sidlid J e asumir responsabilidades en su club de ajedrez, do puntos que antes lo inquie-

caban. ¿Qué pasó? Se advertirá en primer lugar la preponderancia ~morosa y Jos muchos rasgos demostrativos de que esa mujer k brinda un cu idado maternal Oc "da su baño" y vela por su limpie-ta y su apatiencia, lo cual no deja de suscitar la ira de la madre de nuestro sujeto). Podemos repetir aquí lo que Lacan dcscaca sobre la relación deJoyce con Nora: que hay relación sexual. El punto delicado sigue siendo la exigencia de goce, las demnndas explícitas de su pa1tenaire: sus malestares corporales se reducen al goce sex ual que se contabiliza en la evaluació n de los d esempeños, siempre d ecepcionantes; es decir, un tratamiento me nos devastador que d signo crnílido

de} eje a-s' en esta rdadón


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T1111ffiRY V1GNERON

por el otro de la erotomanía. Esta solución amorosa permitió al sujeto la localización del goce y una integración más calma a la comunidad humana. Ahora sabe que "es un hombre" en cuanto " habrá tenido ", al menos una vez, a una mujer. Esa parle11aire repite un rasgo del d eseo del Otro materno, del cual él toma una figura del semejante, una partfrularidad de la relación con d significante y, por último, la localización de un goce de índole sexual , cuya realización siempre está disminuida. Por lo tanto, una falta de goce, una queja que delimita un punto de insaúsfacción , un síntoma que eleva a su compañera a la dignidad de parlenaire síntoma. Señalemos para terminar lo que el rasgo central que decide su elección de objeto amoroso - la conversación atribuida por él a 1rene- debe a las modalidades y panicularidadcs del tratamiento analítico. Éste es, en efecto, un intercambio sostenido, hecho de generalidades sobre las mujeres, su inconsiancia que no es capricho , La falca que padecen y que el hijo podría colmar - la renuncia que l rene se impone-, sus exigencias que , sin ser enigmáticas , tienen una significación no inmediata. Es importante evitar cualquier sin.gularización de la relación: se trata de que no pueda suponerse un goce en el Otro, y por lo tanto debe ponerse el acento sobre clamor y su afinidad con el signo. Todo se convierte en cuestión <le estilo, único bastión contra la obscenidad y lo que él conoce como cJ retomo mortal de la excitación maniaca: cuando toda relación sex ual contiene en germen una vuelta del goce sobre el cuerpo, se trata de incluirla en la comunidad de problemas de la no-relación. Regularmente, cl paciente construye una teoría del amor que rodea el encuentro sexual con un aparato de semblantes. Podemos advertir entonces la presencia de un velo de pudor, que muestra un contraste singular con la crudeza descriptiva de sus antiguas palabras. Pudor no metafórico, pero que recurre a la alusión, o bien aún constituido de interrupciones en sus palabras, que el paciente sabe llevar a lo obsceno. Señalemos adem ás una atracción por el discurso y la existencia de


LAS S\)llP Rí:~u\S DEI. 1\MOE<

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.1noraóones pcrrjnenrcs: por ejemplo, cuando él consrara que, pese a la. demanda imperiosa de su compañera, no está quV.á demasiado seguro de que Ja satisfacción de una mujer no esté más allá d<! lo que ella pi<le. El hecho de hablar de arnor permite un trarnmiento deJ goce que termina por ser ya apenas evocado, relegado a los márgenes de la palabra. Ya no se 1rara de buscar el signo del amor del O ero -un signo siempre susceptible de virar al dcliri0- en la vertiente deJ amo r cortés, sino de prodl1cir un discurso sobre es()s signos, una teoría, parcial, en verdad, dd amor femenino. Pot lo tanto, ya no un arnor muerto, sino la búsqueda asintótica de una versión apro· ximada de lo que quiere (de él) esa mujer. En definitiva, nuest ro sujeto se hace a la idea de que esta rclación tendrá sin duda un final, que ella habrá de ser un amor desventurado, si bien posible en lo que él conoce como la ccmtingencia de un encuentro. Destaquemos que el escablecimicnco de esa solución supone que d ana1ísta sea el partenat're exigido por d mantenimiento futuro de la conversación. sin consideración por las necesidades pasadas de fa historia ni compbcencia por la obscenidad p resente del relato. Más que en otra parte. indudablemente, el no-saber y SlJs exigencias - rechazo de la l1h1'do sdend1·, aceptación de la sorpresa, instautación de una 1ra11sferc11cia rnúlciple- fotman el marco ordenador de un ·aber en una mmsfcrcocia que debe evitar la pendiente erotomanía ca o d encuentro con una solicitud rnaremal poco com"Cniencc par-.t la élica de esta conversación.


Comenlanó

Bcrnardino Home

El amor ocu.lta sorpresas. El paciente que nos presenta Thierry Vigneron es innegablemente psicótico. Está en rratamicnto desde hace varios años y sufrió unas cu ancas internaciones. El desencadenamiento se produce en el momento preciso en que decide declarar su amo r a la joven que ha elegido, luego de vacilar entre ella y otra; sabemos también que el padre de la muchacha es su superior en e1 plano profesional. Esta sitm1ción precipira a C harles en un momcnco maníaco franco. Como consecuencia de ello, elabor-<1 una construcción <ldirante de filiación, a p artir de las particularidades de su nombre de pila. En ese delirio lo eligen , lo aman y luego lo persiguen. A raíz de este episodio, Charles es internado y debe abandonar los estudios. En lo sucesivo, cada encuentro con el sexo femenino lo lleva a sentirse invadido por una "excitación" que no puede refrenar y con la cual "goza" . El encuemro amoroso es una cues!ión central para este sujeto. ¿Cómo se puede, entonces, acompañarlo en una evolución de sus relaciones a través del tratamiento? Estos problemas se abordan en el texto sobre la base <le las referencias teóricas de los libros IIl y VIT del seminario de Lacan.


1N

El examen dcl caso se hace, por un lado, a partir de un JXríodo previo al análisis, y da razón de las relaciones del pacicnrc con las mujeres; a C()ntinuación. durante el análisis mismo, cuando se demuestra que el enc uentro amoroso produce en este su¡eto un (!)(ceso de goce. La renuncia a ese goce mediante la evitación de los cncuent ros genera un sentimiento de tristeza y lll) dolor de existir: "¿De qué vale la vi<la si debo resignarme a no conoce r jamas mujeres?" ,

"me phunai".* Antes del inkio del tracamien10, d encuentro con dos rnuchachas lleva al sujeto a escribir una novel<l e n inglés teñida de pornografía. Más adelante recordará asimismo que, eras un concurso pasado con éxho, se le impuso la idea de que él y una mujer habían sido escogidos; luego se le ocurrió que él era clegido y, finalmente, el .Ek gido. El hecho de ser, junto con esa colega, los Elegidos, implica la certeza de constituirse en el objeto de una

intención obscena que es enigmática para él. Su relación con las muje res enrraña 1res tiempos: el cnamoramienro inicial, la cxcüacíón m().TlaJ y por úlúmo Ja interpretación, que surge e n el momento del viraje e rotomaníaco: ella lo ama y él 1jcne signos de ello. El autor también menciona otros encuentros en que el paciente in1erprcta el silencio o la autorfrlod como sjgnos d~ amor. Si bien el amor crea sorpresas, tenemos aquí una clínica dcl amor sin sorpresas. Ch.arles .se da cuenra de Ja n:guJaridad de fas consecuencias de sus encuentros y pasa el tiempo cracando de evir.arJas. Por medio de aJgunos mcdicamemos, un psjqufar~ consigue cierta <:stabilización del paciente; entonces, a partir de s u soledad y su absrjnencia, s.aJc a hi Ju.z b queja que Jo llevará 8

••,'l., h•bcr mrcido (~$ ¡,, tuprcma ruónl", pal~bf'IU que SófodC$ pone en boC'I <lc:I coro en r:,J1po m Coforto <N. ikl T.).


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COMENTARIO

conocer al anali ta: "¿Qué valdrá su vida de homb re si ya no dcb<.: conocer mujeres?". En las sesiones, su estilo es de una crudez<1 exrrcma, Ja relación con el ·ignifkan rc es poco dialéctica y el analista advierte la nece~ idéld de evitar la construcción histórica, que abre para el sujero caminos d evastadores. El relato de los hechos cotidianos domina las esioncs. Se Uega entonces a un momento crucial del tratamient o: tres mujeres acapa ra n su atención, dos de ellas jóvenes, alegres y bonitas, pe ro marcadas para él con d sello de la imposibilidad porque escán casadas, y una tercera, ] uscine, a q uie n ha elegido, que se distingue por su silencio, d hecho de estar en tratamiento a causa de una depresión y, por lo ta nto, presentar para Charles una ext raña familiaridad. El paciente encuentra en d nombre de una de las dos p rime ras el eco de la pasión que lo p recipitó en d delirio y la escri tu ra. Esco p reocupa al analisca y al propio Charles. Él conoce lo que d recomo de un rasgo significante puede imp licar de goce: todo 1 es 1 + a, al ma rgen de la separación. La beUcza de !ns jóvenes y los diversos signos ~uc le envían empujan al sujeto a ser el objeto de un goce que, d e sobrevenir, ya no puede dete ne rse. Por s u silencio, la 1ercera mujer no produce signos, y eso lo apacigua. E lla responde a lo que L<1can llama "amor muerto·· en el seminario sobre las psicosis, y despierrn la atención e.le C harles por d rasgo de lo mjsmo, el mismo 1ru1amicnto que su madre. EJ silencio de Justine evoca en el autor del cexto la frase de Lacan: "Allí donde la palabra está ausente se sicúa d Eros del psicótico". E l paciente elabora una teoría dcl amo r cortés que llena el espacio de sus sesiones, con reglas, d udas sobre d modo e.fe abordar a las mujeres, la manera de escrib irles una ca rt a, los regalos que deben hacé rsdes. C ha rles conoce el límire que no debe


franquear: pensarse ftmado. Sabe que "el delir>o comicn.w cu d momento en que la iniciativa proviene de Ouo". 1 El goce del Ocro vuelve a su cuerpo con el insomnio. Durnnrc un ciempo, las sesiones quedan acaparadas por estas cuescio n ·s, hasta que cl pa<:iente descubre una nueva estrategía: recurrir o los avisos dasificados. D<! ese modo conoce a Jrene, quien , aunque no muy linda mujer, recibe cJ mismo rtaramicmo que éJ. Ella tiene conversación y un gran sentido dd humor, y Charles decide presentarla a su familia y sus amigos "como si " forrm1run una parera. C-0mienza enronces una relación por prirnem vc:1. en su vi<la, e n la cual, empero. se revela su impotencia, situación que atribuye a los antidepresivos. Pese a un indudable sentimiento p ersecutorio, la relación se estabilizara en <!1 ra. go que los une: "Ella tiene conversación" . Se estab1cte entre ambo.s un lazo de amisrnd - Ja ph11Jo- hecha de intereses cornunes, ayuda recíproca y el gusto p<>r la charla. El rracamiento induce una localización dd goce, de la eroromanía a la philia. EUa le dice que lo ama , declaración que él cori ídera muy importante. Charles logra evit::ir una salida interpretativa y consigue también mantener investido el amor cortés por las dos mujeres anrerjores; c:onscrva de ese modo óena pJuraJjdad de objetos, lo cual le permite dudir d encuentro con La mujer. Esta solución amorosa posibilita al sujcro una focalizac.ión dd goce y una pacificación de sus relaciones con d mundo. Sabe que es un hombre y que ha enconuado, a1 meno una vez en su vida, a una mujer. El goce sexual sigue trunc:ado y en la queja de Charles no deja de haber un asomo de insatisfacción , aunque ese sínrorna

eJcve a su tompañer<t a Ja clignjdad de pontwoh·e simoma.

J. J ~cquc.s urllll., u Sr',.wr;mrr, Lturl'iJJ. u1 PS)-<bam (19.5S-/956), P•rú, S<'un, 1981 1Tr.1d. Cllst.: EISmmto>TO de/iJcquel Latttrt /,¡bro J l.•11 p11<o1is l?J.5· 1956. Bocflm Aires. P~ 1dós, 1984.l


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C o MEK Ji\RIO

El rasgo central que le permite degir ese objero Je amor, la conversación , se ttpoy:J en las modalidades específicas c.Jcl tratamiento ana.Htico, El hecho de hablac de amor le proporciona un uacamienro del goce que, en vez de :ictuaJizarse como tal, se evoca y queda rdegado en \os márgenes de \a palabra. Charles ya no se l:lnza en busca de los signos del amor del Otro. Admite la idea de que esa relación tendní un final y habrá de ser, en definitiva. un :imor desventurado. La solución hallada por él implica poner :ti analista en la posición dd parteuacre que exige d mantenimiento futuro de la conversación . El goce avasallaJor del Ouo se \oca1iia para llega r finalmente a una rdación de amistad, y ello por obra de la tninsferencia. La alcernancia entre las dos mujeres jóvenes y festivas y la mujer silenciosa tiene un valoc parndigmárico. Es imcresanic señala r que el sujeto logra concrolar el goce mediante mecanismos de apariencia obsesiva que. inlroduce. por la vfo. <ld amor cortés y sus reglas, y gracias a la superadó n del amo r muerto, 4uc lo conduce hacia d encuentro contingente de un llmor desvenruraJo. El cexto permite advercir el delicado trabajo realfa:1do sobre d va1or de la palabra, que el paciente adquirirá por vfa de la tnmsfcrcnctil. A pan ir del encuent ro de la solicitud materna que él halla en [rene te p lamca un inte.r~ogantc: ¿'ómoconsiguequc~ hecho no de encadene una irrupción de goce rdativo a la madre? La m:miobra dd ana\ista, consistente en atenerse al relato cotidiano y no referirse ll la historia, parece haber sido de gran importancia en la dirección de esca cura. EJ analista menciona q ue sus in remos d e recurrir a fa hjswria abrieron otra ve-l camiflos devastadores para d sujeto. Destaco, para terminM, que. la daboc-ación de saber s.obrc d amo r tiene una significativa inccrvcflción en cJ proceso de la Cllra.


Un amor posible Néstor Ycllati

El caso elegido para trabajar el lema que nos congrega tiene particularidades que, a mi juicio, lo hacen especialmente provechoso. Se trata de una mujer de 47 años cuya eclosión psicótica se remonta a sus 20 años. Las prime ras manifestaciones fueron de natu raleza claramente paranoica , a tal pumo que el propio sujeto las llama "persecuciones". Con una intensidad variable y períodos más o menos prolongados de silencio, esas mani festaciones han persistido a lo largo de toda su vida. Sin embargo, en un momento dado, y de manera paralela, la mujer desarrolló un delirio crotomaníaco de notable consistencia. Si Lacan distinguió muy pronto la forma fetichista del amor, en el hombre, de la forma crotomaníaca en la mujer, cuyo rasgo típico es la demanda de ser amada, la psicosis se ca racteriza -y así sucede con nuestro sujeto- por una respuesta siempre afirmativa a esa demanda, connotada por una certeza absoluta y sin que atenuación aJguna pueda hacer interferencia. El caso evoca, sin duda, el presentado por Gatian de O érambault en 1920 y publicado con el título de "Coexistence de deux délircs. Persécution et érotomanie" ,* pero en el sujero en • Hay 1raducción casrc:llana: "Cocxisrcncia de: dos delirios. Pc:r•c:cuc1ón y croromanÍI", Conjttural. 14 (N. dd 'f.),


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NE.STOR YELL\TI

cuestión no sólo hay una cocxjsrencia pacifica entre las dos vertientes: el amor deJ hombre pudo disminui r su anguslia persecuioria, y la certeza de ser amada y la respuesta sin fallas a su demanda lograron oponerse al retorno de un goce localizado en perseguidores dispuestos a matarla.

El dere11cadenamie1110

Atiendo a Marcela desde hace dieciséis años. Cuando la conocí era una mujer joven vestida con un guardapolvo de maestra primaria, profesión que, en efecto, ella ejercía. Sin emba rgo, durnntc años vino a las sesiones con esa misma ropa. Su identidad de docente cuvo, sin duda, un gran papd en sus estabilizaciones, gracias aJ lazo que ella siempre mantuvo con sus alumnos y los superiores jerárquicos. Más de una vez, la directora de la escuela me telefoneó para saber cómo actuar frente a sus crisis. Al comienzo del tratamiento, la madre de Marccla propuso hacer los tnímites necesarios con el fin de obtener una pensión por invalidez para su hija, lo cual habría significado para ésra pasar horas y horas acompañada por una madre persecutoria que la observaba sin descanso, siempre dispuesta a encontrar en ella signos de psicosis. Me opuse a esa sugerencia que la habría dejado a merced de ese O tro gozador encarnado por su madre. Inteligente, vivaz, Marcela siempre se mostraba interesada en la act ualidad en general, pero ese interés se centraba sobre todo en las vicisitudes políticas de su país, con una actitud que esta· ba muy por encima de lo corriente en una ciudadana compro· metida. En efecto, la información obtenida le proporcionaba la materia de su ideación: personajes ligados a la política o a hechos políticos siempre formaron parte de la trama delirante en la cual ella estaba implicada. Así, su desencadenamiento e produjo cuando tenía 20 años, durante una época de gran agitación política, Uena de pcrse· cucioncs, disturbios y muchos muertos.


UN MIOR POSIBLE De improviso, ella supo que la "Comunidad Europea" qucnu maca d a, hecho sin vi nculación alguna con las circunstancias de su vida. Cuando caminaba por la calle en un gran estado de confusión . las luces de giro de los automóviles le indicaban que debía, a su vez, dar vucl1a en cada esquina, orden que dla obedecía sin poder cviiar momentos de angustia y en om1e desconcicn o cuando otros autos que marchaban en sentido comrario le señalaban que debía volver a gira r. Si hab ía semáforos, era para indica rle cuestiones de su incumbencia; los colores tenian una significación cierra, personal e indudable. Es interesante dcsracar que los numerosos episodios posteriores que e ll a padeció durame su cura, y a los que calificaba de "persecuciones ", cuvieron características similares. Marcda llegaba siempre a la conclusión de que querían matarla; los asesinos eran homb res, por lo común amigos ele su juventud con los cuales, ob se rvaba, había 1eni<lo relaciones sexuales. Su posición paranoica terminó por manifestarse en la transferencia. Un período atormentado de la cura, lleno de desconfianza y pedidos de ayuda con llamados telefónicos reiterados a cualquier hora, difíciles de soportar para el amtlisra. sólo pudo aclararse un año d espués una vez restablecida la calma: su analista quería matarla. Esto ab re la compleja cuestión de la transferencia en la psicosis; en un sujeto paranoico la transferencia puede sostenerse en d úempo sin que los lazos de amor se encaucen hacia la erotomanía. Poco tiempo después de la eclosión de su psicosis, Marcd a inició una relación con un hombre mayor que ella, a quien cono ció por inte rmedio de su madre. Se trataba de un militar a quien ella recurrió, porque en la escuela donde trabajaba habían violado a una alumna. En consecuencia, él le pidió informaciones sob re otros estudiantes a fin <le realizar averiguaciones; Marcd a nunca se las dio. Esto no impidió que comenzara una relación con ese personaje de ideología fascista, o rgulloso de una cicatriz en lu


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N tsroR YEl.LATI

cara que, según decía , correspondía a una herida sufrida durante el bombardeo de la Plaza de Mayo de Buenos Aires, en 1955. Aunque Marcela dudaba de todo eso, viajó con él a Alemania. donde soUan pasar horas encerrados en un cuarto de hotel en cl que ella debía seguir con mucha atención las explicaciones de tácticas militares desplegadas sobre un pizarrón . La mujer evoca con dolor esa época en que, a su entender, la relación con el hombre estaba marcada por la dominación, la imposición de ideas que le parecían extrañas, tanto más cuanco que Marccla siempre fue progresista, pero al mismo tiempo el milica r eje rcía sobre ella una rara fascinación ligada a los rasgos heroicos que ponía en primer plano.

El gran amor

A los 18 años, antes del desencadenamiento, Marcela conoció a otro funcionario, alguien que ya tenía una posición en un parrido político tradicional de la Argentina, que la trataba bien y de quien ella se enamo ró. AJ principio, la muchacha no tuvo la certeza de ser amada por él. Sin embargo, comprobó que el hombre la consideraba de una manera particular: la recibía en su oficina antes que a las demás, a quienes hacía esperar. Tales fueron los primeros signos de un lazo que, más adelante, llegaría a ser claramente delirante. Duranrc mucho tiempo lo vio de tanto en ramo, pero siguió enamorada y pudo cerciorarse de que tenía una significación especial para él, lo cual no impidió que a lo largo de los años ese hombre conociera a muchas otras mujeres, según cuenta la paciente, y que ella misma tuviera también una cantidad más o menos impo rtante de amanees, incluida la relación con el oficial de ideología fascista. La vida sexual dd sujero, en ese momento, contrasta notablemente con la que rendrá en el futuro con su principal partenaire.


Ü N AMO!< POSIBLE

JHI

Las relaciones sexuales mantenidas con esos amantes pare en haber sido la causa primordial de la transformación ulterior <le éscos en perseguidores que querían macada. Durante basrnnte riempo, ella temió, asimismo, que su rostro, por obra de un sub· rerfugio, apareciese en fotografías pornográficas publicadas en países extranjeros. La angustia asociada a la actividad sexual era tan grande que, a raíz de dos encuentros ocasionales con hombres más jóvenes que ella, yo le señalé ese lazo evidente con el propósito de calmar· la. Mis palabras tuvieron un efecro imprevisco e incalculable: Marccla interrumpió de manera definitiva y hasta nuestros días toda actividad sexual, salvo los encuent ros puntuales que tendría con su amado, a los que nos referiremos a continuación. La vida sexual con su gran <1mor no sería pcrcurbadora como en los otros casos. Las visitas periódicas a su oficina se interrnm· picron para dar lugar a encuentros sexuales en una ciudad balnearia durante cinco años, en oponunida<l de las vacaciones. MMcela conocía a su amanee desde hacía catorce años y ya había iniciado el tratamiento conmigo. Esos encuentros le pennitieron comprobar que se trataba de un hombre puro, bueno, diferente. Dice que era un hombre sin ningún ''olor", sumamente limpio, 4uc nunca se quitaba coda la ropa y con quien el contacto era puro, "oral " y no "vaginal ". El hecho de frecuentarlo significaba limpiarse de toda la suciedad de las rdacioncs mantenidas con los otros , la escuela, la villa miseria, el :ibuso infantil, la pobre7.a. De aUí en más hubo para dla un punto de inflexión en el lazo que la unía a él: ya no era sólo un trato preferencial por parte del hombre, vínculo imaginario que perduraba; la cuestión era ahora el amor que se revclabn en su manera de tratarla sexualmente. Un te rapeuta que me reemplazaba durante las vacaciones le dijo que ese hombre era homosexual, afirmación que para Mnrcela cobró valor <le certeza. Esa manera de ser, su dclicadezn . quedaron ligadas, por lo tanto, a la homosexualidad, a tal punto que ella creyó encontrar en un hombre que trabajaba en la misma


288

N ~.sTOR Y ELLATI

oficina aJ por/enoire homosexual de su amante. Los significantes del O tro siempre están incluidos del mismo modo en la consl rucción del delirio. No obstante, ni la rcveJación de la condición homosexual de su amor ni la interrupción de la relación directa con él luego de las escapadas a h1 ciudad de la costa (salvo encuentros fortuitos en la caUe) rompieron el lazo que los unía, pero éste se mantuvo de un modo particular. Las ventanas de la oficina del hombre, que Marcda veía desde su casa, eran el vehículo a través del cual él le e nviaba diversos me nsajes, scgtrn estuvieran cerradas, abiertas o emreabicrias. La mujer, siempre atenta a las noticias políticas y a veces también a las novedades del ámbito artístico, dejaba mensajes pertinentes g rabados en su contestador telefónico y esperaba la respuesta de acut:rdo con el movimiento de las ventanas. Podía interpretar los mensajes en términos "fe)¡ . ces'', "muy felice· " o "poco felices" . Una ventana estaba dedicada a lo comentarios políticos; otra, n cuestiones más personales: por ejemplo, saber si ella sería madre. Aunque Marcela no fue capaz Je aclarar del todo la situación , ya que nunca se mostró dispuesta a abandonar ciert:t reticencia a comunica r su delirio, llegó a decir gue las ventanas jamás se contradijeron . Ese circuito de demandas y respuestas se interrumpió al cabo de algunos años; las ventanas ya no se movían o, cuando lo hacían, ese movimiento no quería decir nada. Pero los mensajes conti· nuaron: Marcela ib.1 :1 un c;1fé (sigue haciéndolo), se sentaba en la mi ma silla que él había ocupado una vez y se convencía de que todo el mundo, el dueño y los camareros, conocían su relación, sabían que ella estaba casada con el hombre -aunque la noticia nunca se había hecho pública- y le transmiúan sus mensajes. Cierras maneras de decir las cosas, algunas frases am· biguas y los colores de su ropa, la decoración del lugar, se interpretaban como mensajes <le r~pucsca a las preguntas o comen· carios que ella , perseverante, grababa para su amado.


UN AMOR POSIBU:

)IW

Pero no sólo había mensajes. Él también la protegía con actos. Así, cuando ciertos personajes del barrio comenzaron a burlnr~t" de ella, Marccla se lo contó y el hombre se \•alió de s u poder poütico para expulsarlos definitivamente del lugar. De ese modo, ella pudo quedarse tranquila. Marcela distingue con claridad entre lo que llama las u persecuciones" que la acosan, la angustian y hacen necesario aumentar la dosis de los medicamentos. y los mensajes que recibe de él, mensajes amorosos. Hoy tiene la certc1.a <le que él la ama. Está segura de que la protege y sabe lOdo lo que le sucede, pues ella se lo transmite. El hombre sabe que está casada con él y ali.menta en ella la posibilidad de tener un hijo. Ella jamás se sintió rccha· zada y nunca hubo odio entre ambos. Tampoco conductas conrmdictorias que exigieran un esfuerzo de interpretación en el sentido positivo. El amor entre d ios pare'e µuro y eterno.

Un padre que 110 ama

La pureza dcl amor erotómano contrasta con los rdatos d e Marcela sobre su padre. Éste trabajó siempre en una empresa de pinturas, es decir rodeado de los mismos colores que, para sorpresa de ella , cuando comenzó su relación amorosa, volvieron periódicamente en lo real para cobrar una significación absoluta y sirvieron de vehículo privilegiado a través del cual su amado le daba a conocer sus respuestas. Ese padre rnvo una manera par· ticular de responder a la demanda de amor de su hija. Una vez que eUa le escribió una carta desd e un balneario - una carta que era, como rodas, de amor- , él le res pondió devolviéndosela con los errores de ortografía marcados y la consigna de que cum · pliese con la copia ritual de <los renglones de escritura por error. Maestra de escuela, MarceJa sufrió durante años d temor de cometer faltas de ortografía delante de sus alumnos, que esos errores quedaran escritos en el pizarrón ante la mirada de otr:is


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N ÉSTOR YEU.ATI

maestras y, por consiguiente, de ser descalificada en una profesión que, a lo largo de mucho tiempo, cuvo para ella un papel esta· bilizador. Siempre estuvo segura de que su padre tenía deseos incestuO· sos. En una de sus dcscompensacioncs psicóticas, dJa le pidió que la com ara en sus brazos y la protegiera; éJ le dio una bofetada y M:irccla interpretó así d gesto: "Me ha manoseaJo". Cuando el padre Jccía : "Ahora, las tres a la cuch a", quería decir que U"..l· raba a las tres hermanas como perras. Ese padre que, según su hermana. quiso abusar sexualmente de una empleada <lomésiica, tenfo un olor que eJla no sopon{lba, en contraste con su :imado, que no tiene olor. Lo fundamental , empero, era la completa desti1ució11 de ese padre en d discurso de la madre, que lo calificaba de personaje siniestro y lo acusaba de h:ibcr dejado a la fomiJia en la calle, a quien nadie visitó cuando sufrió un infarto y con el cual ella había tenido su última relación sexual veinticinco años antes, pues le daba asco: "Vivía en casa, pero para mí era como un mueble". En efecto, cuando cl padre murió, diez años atrás, su ausencia no se diferenció, al parecer, de la de un mueble que se deja de lado porque ya carece de utilidad. Marccla anunció esa muerte sin manifcstación alguna de dolor, y ulteriormente sin ninguna referencia :i su ausencia ni al padre de su infancia, ese a quien se Uo ra en d duelo.

La pacicnlc hoy Marccla sigue trabajando e n la misma escuela, pero desde hace unos años ya no lo hace como m:iestra; se desempeña en la biblioteca, donde recomienda lecturas a los niños que la visitan con frecuencia . Ya no tiene rdacioncs con los hombres, y menos aún rclaciones sexuales. El volumen de su cuerpo se ha modi·


UN ¡\MOR POSlat.h

fíca<lo: en fos úhimos años duplicó su peso hasta llegar 3 los ciento veinte kilos. Vive sola, se •narchó de la casa materna cuya vcntanns le permitían acechar los mensajes de su amado. A vec "'S sufre " persecuciones" rJpjdamcme combar;das con pequcñus dosi de medicamentC>s, sin comparación alguna con las dosis que toniaba a! comienzo de su psicosi . Su dclirio crorómano continúa, intacto y sil<:ncioso. Sólo habla de él si se le pide que lo hap.a. Sigue siendo amada y nada permite suponet que dejan\ de serlo. Pese a la resrrkción de sus posibilidades vitales y el padecimiento sufrido a lo largo de su historia, Eros ha pr<:valec:ido: la rchció11 que manricnc con e//;J le cnmsmice su inalt<:roble gusco por la vida.


Comentario Guy Briole

Néstor Yellati presenta el caso de Marccla, paciente a la que atiende desde hace dieciséis años. Da cuenta, por lo tanto, de una experiencia duradera. Marcela tiene 47 años y su psicosis e desencadenó cuando tenía veinte, en un contexto sociopolícico penoso en el que su país era p resa d e disturbios, asesinatos y actos ele to rt ura. Esta mujer manifiesta extremo interés en la política, y más precisamente por los políticos. E una maestra de escuela q ue acude a las sesiones con su guardapolvo. Se hace representar "en funciones", por el elemento que la inscribe en cl lazo social. YcUati destaca, por otra parte, d papel determinante cumplido por esa idenúdad - maestra primaria- en s u estabilización. Así, ceñida en su guardapolvo, ella tiene un lugar definido y sabe moverse emre sus upcriorcs y sus alumnos. Esa situación impulsó aJ analista a intervenir y proteger ese espacio de las invasiones de su madre, muy intrusiva.

Marce/a y el amor Si retomamos su historia en orden cronológico. podríamos hacer una lectura casi edípica . Marcela es una chica que quiere a


UN AMOR. l'OSIBL,i;

su padre y le escribe una "carta de amor" cuando está lejos de él. Jurante una estadía en una ciudad balnearia. 8 padre. que pan: ·cno tomarse a broma la ortografía, responde corrigiendo la carto como si fuera una prueba escolar y (e irúlíge un castigo. Marccln , que es docente, habrá de conservar dos marcas de esa actitud:

- el terror de cometer faltas de ortografía en el pizarrón , y que esos errores queúcn expuestos a la. visea de todos; - la certei',a de que su padre tenía <les<:os incestuosos; además, se asocía a él un ofor caracteristico, indicio de ·u brucalldad sexu.:rl . .Estas obs~rvacioncs ya dejan ver que no nos encontramos en

el registro de la neurosis. Marcela, que no puede apoyarse en cl n.:gist ro de lo simbólico, se cnfrcnca a un padre demasiado reaJ. La inci<lcncia de esa falta de lo simbólico se: pone de manifiesto c.n sus rdacionc:s con los hombres, marcadas por la vjvcncia per· sccutoria y la idea de que su entorno - que se extiende hasta la "Comunidad europea " }~ más aJlá. el mundo entere>- cuestiona su moralidad. Sin embargo. un hombre esrnparfa a esa eriación de los varones goiadorcs que la dcshonrnn: un funcionario de cierta jerarquía d<?nrro JL' un p.ar1iclo poliiico. Este hombre la trató corno nadie lo había hecho. con miramientos. A partir <l<:: esas pequeñas fltCJ>CÍones r<.'ales o jncerpretadas se <lesarrollaria el "gran am<>r" de la vida de Marccla. Su sexualidad lograría concretarse en una ''ciudad balnearia'', pero a la sazón se le revelaría un hombre puro, bueno y, sobre todo, sin olor. Ese amor rc:sisúría a todo, el rjempo y la fnlra de: relación directa con el hombre. Marccla en· <.-ontró muchos ortos canales para alimentar su amor. Durante varios años recibió la indicaciones necesarias de: las posiciones de las persiah:ls de la oficina c.l~ su amado, que veía desde la casn materna. A continuación, un lugar específico en un café le pcnni ti ría recibir mensajes; para terminar, le queda su certeza ínumn de ser indcfoctiblcmcnte amadn.


294 Todo t 'I

w1

signo paro ella

En d momento de la declaración de la psicosis, d mundo perdió su neutralidad. Ya no había lugar para la conúngencia y codo comenzó a ser un signo para ella. Los perseguidores no han omitido manifestarse: son hombres que quieren matarla. Tienen una particularidad: son amigos de la infancia con los cuales tuvo, en un momento da<lo, relaciones sexuales. En ese momento de su exposición del caso, el analista afirma que '·su posició n paranoica terminó por manifestarse en la transferencia" . Por eso él tuvo que soportar muchas cosas de su paciente hasta que, un año después. la situación se aclaró: eUa tenía la idea de que su analista quería matarla. No podemo dejar de señalar - m:ís aún porque d para.lelo trazado por d analista nos lleva a destacar la coincidencia- ese cambio tan radical en la transferencia gracias a la intervención dd psicoanalista con respecto al lazo entre su sexualidad y la angus tia. Esa intervención provoca la interrupción de coda actividad sexual de la paciente.

f.o ero/0111011/a y el amor En d caso de Marccla la cuestión de la erotomanía se plantea con claridad, pero de una manera singular. La erotomanía delirante se define como "la ilusión dcl(rantc de ser amado" . De hecho, no se trata canto de una ilusión como de una certidumbre, y tal es incluso el postulado fundamenral. Uno de los aspectos interesantes dd caso es lo que el autor llama prevalencia de Eros. Ella "sigue siendo amada y nada permite suponer que dejará de serlo ". Esca paciente habría en· contrado una relación pacificada con un amor inalterable. A cículo de hipótesis, señalemos tres puntos:


U,

/¡,

101! POSIBLE

Esta forma. de amor - esta manera de sr::r amada- deb guirsc de una erotomanía pura .. En la erotomanía, quien ama está encarnado. Aqu , ama resulta ser d cfecc.o de un dcsp)a:zamiemo, un ·

ljl

amor reconstruido por u daboración cldframe. Est forma singular J.e amor tiene para fo, paciente una fu11 1' r:1 de punto de .almohadillado. ¿No debemos considc· M amor particular como una invención d Marcela, qu 1 p r mitc i..ma conexión ya n persecurorfa e n

d Otro?


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