Testimonio de María Jesús #razonesparaconfiar ¿Cómo viviste -dificultades, por ejemplo- el momento de la espera, el nacimiento? - ¿Qué papel jugó Dios en ese tiempo? ¿Encontraste en Él razones para confiar, también en tu familia, en tus amigos, en aquellos que te rodeaban?
Cuando recibimos la noticia de un embarazo gemelar, nos quedamos sobrecogidos por la noticia.. Mi padre recuerdo me sentó a su lado, para decirme que ellos nos ayudarían, pero que quien realmente nos iba a ayudar era Dios. Me decía que sin la ayuda de Dios, mi padre y mi madre nunca hubieran podido sacar adelante a una familia con 11 hijos. “Con Dios todo se puede, hija.” Desde el primer momento, ofrecí el embarazo por las necesidades del Papa, que en ese momento era Juan Pablo II. Siempre he pensado que debían ser muchas sus necesidades por todo lo que tuve que ofrecer. Desde el tercer mes de gestación tuve amenaza de aborto, lo que me obligó a estar en reposo absoluto para que la gestación siguiera adelante. A partir del quinto mes se observó que uno de los niños tenía un crecimiento intrauterino retardado muy severo, mientras el otro gemelo crecía más rápido de lo normal, es lo que se denomina transfusión feto fetal. Las continuas ecografías indicaban que la gestación de los niños era problemática. El gemelo pequeño tenía un latido cardíaco muy tenue, perdió líquido amniótico y no crecía. Se estaba quedando arrinconado en el seno materno. Nos decían que seguramente vendría con malformaciones. Ante estas noticias uno se siente muy preocupado, muy abatido, muy débil. El dolor como madre es inmenso. Uno se pregunta ¿nuestro hijo estará sufriendo? La maternidad me parecía algo muy hermoso y parecía se estaba truncando. ¿Cómo nos podía estar pasando algo así?. ¿Por qué uno de nuestros hijos venía con tantos problemas?
La preocupación se apodera de uno, deseaba que aquello no nos estuviera pasando. La gestación tenía que seguir, eran nuestros hijos, y había que hacer todo lo posible para sacarlos adelante a pesar de todo. Una mañana al encender la radio hablaban de los milagros de la Virgen. Desde ese instante, me agarré de la mano de María, La pedí con todo mi corazón , con mucha fe , llorando mucho, que mi hijo naciera sano, que viviera a pesar de que parecía tener todo en contra. Quería dejar atrás el desasosiego que tenía. Al cumplir el séptimo mes de embarazo, el ginecólogo nos indicó que había una mínima posibilidad de salvar a los niños, pero que tenían que nacer en ese momento. No se podía esperar más, dado el agotamiento del gemelo pequeño. La decisión estaba en nuestras manos. Si no nacían, el gemelo pequeño moriría, pero si nacía las posibilidades de venir mal eran evidentes. En esos momentos, sólo la confianza en Dios, en María, es lo que te sostiene. Como dice el Evangelio: “Haced lo que El os diga”. Mi marido y yo hemos tenido la suerte de crecer en el seno de familias cristianas. Hemos recibido la mejor herencia: La fe. Nuestra oración, la de nuestros padres, hermanos, sobrinos y amigos nos mantuvo firmes. A los pocos días nacieron nuestros hijos, fue un día en el que sentí una Paz Interior inmensa que evidenciaba que Cristo estaba a nuestro lado. Nos sentimos muy acompañados por la familia y por los amigos que tanto habían rezado. El alumbramiento fue por cesárea para evitar el sufrimiento fetal. El primer gemelo lloró al nacer , qué alegría!!. Al segundo gemelo tuvieron que reanimarle al nacer. Hice un bautismo de intención en el paritorio, nadie sabía lo que era el agua de socorro. Nuestro amigo sacerdote, le bautizó en la UVI ese mismo día. Ya me quedé tranquila. Ahora comenzaba una nueva andadura. El segundo gemelo, pesó muy poco al nacer. Gracias a Dios, no tuvo infartos cerebrales ni las apneas típicas de un gran prematuro. Los ángeles de la guarda, así llamaba yo a las enfermeras, le mantuvieron con todo tipo de cuidados en la incubadora durante 3 meses. Las noticias sobre su estado de salud, eran buenas unos días y otros, no tan buenas. Nuestro hijo, nos manifestaron, es un milagro ¡ el que le pedí a la Virgen meses atrás!. Durante ese tiempo, Dios se hizo presente en las manos de los médicos y enfermeras que cuidaron a nuestro hijo y en la cercanía de familiares y buenos amigos que nos han cuidado mucho. A nuestro hijo le tuvieron que operar en varias ocasiones. Las horas dedicadas a su alimentación y a la estimulación han sido muchas por nuestra parte, por terapeutas y
familiares muy cercanos durante los primeros años de vida. Cuántas gracias tengo que dar a Dios por ellos!!!! Sin su ayuda tanto física como espiritual nada hubiera sido igual Ahora nos toca ayudarle en sus estudios. Qué suerte poder ser partícipes de la obra de Dios, pienso en muchas ocasiones. Curiosamente, nuestro hijo nos enseña y da mucho más de lo que podemos darle nosotros. Su capacidad de trabajo, su tesón, su sonrisa, su felicidad, su bondad son inmensas. Ha conquistado nuestro corazón y el de muchas personas que sin saber de su pasado se quedan prendados por él. Dios nos ha dejado un regalo que va tallando nuestro corazón, ese es nuestro hijo. Con el paso del tiempo, uno descubre que no hay Resurrección sin Cruz. No hay más que mirar a una cruz en la que Cristo, con los brazos abiertos, nos acoge en ella. Abrazarse a la cruz de Cristo, es lo que nos hace sentir acompañados en los momentos de inmenso dolor. Uno se siente muy frágil ante el sufrimiento humano. La fe en Cristo es lo único que sostiene, lo que da sentido a la Vida. Sin duda, la Fe es la mejor herencia recibida que podemos dar a nuestros hijos.