JosĂŠ Ramallo
La mujer de los 35
Ramallo, José La mujer de los 35. - 1a ed. - Ushuaia : Utopías, 2014. 134 p. ; 19x14 cm. ISBN 978-987-1887-93-4 1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título CDD A863
LA MUJER DE LOS 35 de José Ramallo © José Ramallo 1ra Edición Diseño, diagramación y Edición: EDITORIAL UTOPIAS de Jorge Navone Ushuaia - Tierra del Fuego www.editorialutopias.com.ar Imagen de tapa: La chica de rojo Formato de Aihtnave “Artista Visual Emergente (Griega-Chilena) nacida en 1967 en el antiguo barrio del Almendral, en Valparaiso, Chile. Actualmente reside en forma permanente en la provincia de Buenos Aires, Argentina.” Todos los derechos reservados I.S.B.N: 978-987-1887-93-4
Impreso en Argentina Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Queda estrictamente prohibida, sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas por las leyes pertinentes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático.
“Dedicado a mi esposa, madre de mi hija, correctora ortográfica, escritora y confidente. Sin tu fe en mí, jamás me hubiese animado a publicar este libro. Me avergüenzo de cada letra escrita por mi propia mano, al releer este libro. Pero tu sonrisa y emoción al devorar página por página me invita a creer que algo bueno debe de haber en esta novela. A Eva Binetzis Bermudez (Aihtnave) por ser parte de este proyecto, a cambio de nada. “La chica de rojo” se ha complementado perfectamente con “La mujer de los 35”, como si acaso hubiese nacido el uno para el otro. Por su generosidad y colaboración eternamente agradecido. A mi familia, por la educación brindada y por creer en mí. Porque celebraron pequeños reconocimientos en certámenes literarios, y ahora comparten mi felicidad en este nuevo logro. A mis amigos, por la influencia que arrojaron sobre mi vida en estos breves años que nos conocemos. A algunos se los he dicho verbalmente y a otros se los he demostrado. Leonardo Fernández e Ignacio Cerminara (Nacho) ustedes en especial saben bien de qué hablo. Música y Literatura son dos Íconos de sus imágenes en mi mente. Finalmente, también lo dedico a la memoria de mi padre Alberto Ramallo.”
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Prólogo
Admiro su estilo, su madurez al escribir y al hermanar palabra por palabra para realizar una oración; oración que será transformada en párrafo; párrafo que describirá capítulos; capítulos que narrarán una historia. Historia de amor, de novela… Novela que sólo unos pocos logran formar con ideas extravagantes, y con palabras seleccionadas al azar en muchos casos y otras por correspondencia. Admiro cada una de esas letras elegidas. Cada signo de puntuación. Cada idea nueva tan peculiar y original. Cada descripción como si fuese única o hecha por primera vez. Admiro cada detalle que el autor apunta y mucho más. Lo admiro a él, un ser excepcional, único y solitario; pero como decía antes, admiro cada detalle, hasta el más mínimo, por el sólo hecho de saber que fue él quien lo apuntó con su puño y letra. Tiene una forma propia y única de escribir y suele hacerlo siempre bajo un mismo hilo vertebrador. Hilo que solo él sabe enhebrar como si esas palabras fueran perlas de cristal. Es brillante ya que las mismas no cambian bruscamente su consistencia y en todo el trayecto recorrido permanecen siendo hasta el final de cristal. Es extraño lo que me sucede mientras leo y releo cada párrafo, cada oración… Pierdo la razón, porque los sucesos, los sentimien5
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tos, las imágenes van más allá de la razón misma. Son las letras, sus letras, las que me atrapan, me enredan y me arrastran lentamente para unir mi propia selección de fonemas hasta formar un algo… una idea tal vez… una frase… un avance de lo que es la novela. Es Juan Carlos quien me arrastra consigo durante todo su trayecto de vida, por cada rincón que atraviesa, por cada calle, lamento, dolor, amor… S… ¡Oh, S! Aprendí a conocerla, a entenderla, a hablar con ella, a querer ser como ella, a amarla como solo Juan Carlos podía amarla… Pero es él, el autor quien le dio vida a un ser perfecto que llamó Ninfa, Calipso, mujer de los 35, la mujer de los cabellos con una noche eterna… entonces, en medio de ese juego, de este juego que llamamos “arte”, “pasión”, “don divino” es cuando nos dejamos llevar, arrastrar por la corriente y dejamos que los sentimientos, el deseo y el amor fluyan. Nos abrimos a este mundo que es la literatura y dejamos de ser los otros para convertirnos en “nosotros”… fue este trío, S, Juan Carlos y José Ramallo, un trío inseparable que me arrastraron débilmente hasta el borde de un precipicio con bruma, que me llevan a hacer para lo que nací para escribir, para escribir como unos pocos comprenderán…porque, como dijo este brillante autor: “¿Qué sería del arte sin los locos? ¿Y qué sería de los cuerdos sin los faltos de razón?
Capalbo María Crescencia 6
“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estancado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al verse”. “Rayuela” de Julio Cortazar
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I
¿Qué sería del arte sin los locos? ¿Y qué sería de los cuerdos sin los faltos de razón? Porque la realidad de los cuerdos no es más que una falsa impresión de la verdadera realidad, que, modificada por aquellos que se creen lógicos, termina siendo una abrumadora manera de coexistir entre varios integrantes de una denominada sociedad. Los mismos, falsamente, llevan a cabo una cotidiana costumbre para lograr soportarse mutuamente. Y así, de esta manera, poder escapar de la verdadera realidad. En cambio, el loco, el falto de razón, el excluido de la sociedad posee una visión tan cercana, tan clara, tan acertada de la realidad que con sus pensamientos, palabras y actos, provocan un espanto tal en los “perfectos adeptos de una comunidad” que se aíslan (o los aíslan) en su universo de percepciones y hábitos. Porque si la verdadera e intangible realidad brotara y fuera aceptada por todos, este mundo no sería el que todos conocemos. Y, entonces, todo sería más perfecto, más cómodo, más tolerable. No más hipocresías, no más silencios, no más censuras. Porque el loco no se calla lo que piensa o lo que desea. Porque el loco es puro. Porque si todos dijésemos lo que pensamos, hiciéremos lo que deseamos, o simplemente nos abocáramos a vivir y 9
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a nada más que a eso podríamos llegar a obtener la más hermosa definición de lo que es la felicidad. ¿Y el resto? ¿Y el orden, los status, los roles, los hábitos? ¡Al diablo con todo ello! ¡Se trata de vivir! De llegar a componer una filosofía de vida que ningún filósofo pueda llegar a refutar, cuestionar o modificar: ¿Qué es la felicidad? Es, pues, querido falto de razón y querido cuerdo, el arte de vivir y nada más…
II
En alguna clínica mental, de la provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Pergamino, para ser un poco más preciso. Alrededor de las 00:50 horas, luego de que los internos han cenado y se han retirado a sus habitaciones; las luces de los pasillos se han apagado y el personal de guardia ya ha llevado a cabo el relevo. La noche es peculiar, llueve copiosamente, los truenos se suceden de una manera atemorizante, sin embargo el noventa por ciento de los internos duermen profundamente. Algunas excepciones pueden llegar a ser el interno de la habitación 108, que le tiene miedo al silencio y a la oscuridad. Prefiere dormir durante el día con la luz del sol, porque sabe que no se va a apagar y no va a dejar todo a oscuras, lo hace mientras el resto de los internos gritan y hacen bullicio. Por la noche se sienta en un rincón de la pieza, adonde lo alumbra una luz de la calle, junto a él tiene una linterna para alumbrar en todas direcciones cada cinco minutos. Así mismo posee un equipo de mate con agua que calentó antes de que apaguen las luces, y dos o tres cigarrillos sueltos que le consiguió el personal de guardia. Al silencio lo combate con el sonido del chasquido del encendedor, silbando o golpeando las manos. Se 10
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desespera cuando escucha demasiado silencio y, a veces, realiza todas estas acciones al mismo tiempo: silba, golpea las manos y enciende constantemente el encendedor. Es entonces, cuando el personal de guardia viene y lo regaña por los disturbios, él sonríe y llora de la alegría porque el silencio desapareció y las luces fueron encendidas. Pero ésta no es una de esas noches. El ruido de la lluvia, los truenos posteriores a el roce de las nubes con cargas positivas y negativas que iluminan, por instantes, el cielo lo tienen tan contento que de a ratitos se duerme contra la pared, sentado en su rincón habitual. Quien sí está despierto en esta noche (como todas las noches, sin excepción alguna) es el interno de la habitación 401, no duerme porque dice que ya está viejo y que teme dormir y no despertar más. Según dicen los que lo conocen, a veces se duerme en medio de una situación cualquiera, por ejemplo cuando están en el comedor almorzando o cenando. Se siente seguro porque si la muerte lo viene a buscar sus compañeros lo van a despertar y él, entonces, va a poder escaparse aunque sea por un día más. También suele dormirse en el retrete del baño porque piensa que la muerte no va a entrar si éste está ocupado. Por si acaso, cuando alguien le golpea la puerta se escapa por una ventanita que tiene arriba del depósito, corre en todas direcciones, se une a un grupo cualquiera y, agitado, pero sonriente, les comenta: -Otra vez lo logré, muchachos, me escapé- Sonríe paranoicamente, abre grandes sus ojos, la transpiración le cae por las meji-
llas, mira para todas partes y repite: -No me va a agarrar, todavía, no me va agarrar-. Sus compañeros lo rodean, lo palmean y lo felicitan, luego uno de ellos le sugiere: -Vení, 401 vamos todos juntos para el medio del patio, allí hay mucho sol y la muerte sólo anda en las tinieblas, acá estamos en la oscuridad y tranquilamente te puede agarrar.- Entonces todos rodean al 401 de tal manera que si alguien quisiese jalarlo para afuera no podría a causa de lo apretujado que iba. Al llegar al lugar se quedan mucho tiempo charlando y, luego de unas horas, el 401 se siente seguro y se va solo. Ahora es la hora 01:30 AM, está sentado en su cama, apoya la espalda contra la pared y con una pequeña linterna que sostiene con los dientes escribe sobre un papel lo que vendría a ser su autobiografía, o quizás, una historia que oyó contar a algún otro loco en el internado. Lo que fuese que sea que está escribiendo lo mantiene entretenido noche tras noche, hace varios meses ya, quizás, también hace años. Por lo general, sus momentos de escritura se ven interrumpidos por el 108 que de tanto concentrarse en oír el silencio y de tanto observar con obsesión las sombras que arroja la oscuridad, le advierte con desesperación: -¡401, 401, ahí viene la muerte, va para tu habitación! ¡Corré, viejo, corré!Es entonces, cuando el interno 401 arroja, la linterna, la lapicera, el papel y empieza a correr dando giros dentro de la habitación, soltando alaridos y rasguñando las paredes, tratando de
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treparse y escapar por una ventanita que se encuentra en lo más alto del cuarto. Ya quedándose sin fuerzas se arroja de espaldas contra la pared, las manos, los codos, los muslos y los tobillos estampados contra la misma. El pecho agitado, el corazón retumbando en los pasillos, los ojos saltones y su paladar, haciendo fuerza para superar el miedo y no tartamudear, articula: -108, ¿está ahí? ¿Se fue? ¿La ves?... ¡Contesta, carajo!-¡Espera, espera! ¡No, no viejo, no está!... Ya se fue-. Dijo mientras alumbraba con su linterna y el encendedor desde el fondo de su habitación. -Me parece que cuando diste la tercera vuelta la perdiste.- Se gritaban a causa de la distancia entre habitación y habitación. Se encienden las luces del pasillo, la guardia de turno estaba irritada. -¡108, deja de molestar al 401 con tus bromas pesadas!- Exclama uno de los enfermeros. -O te vamos a sacar la linterna y el encendedor.-¡No, Señor, por favor, no! Yo-yo no-no le mentí, 401 es mi amigo y lo cuido de la muerte. Yo la vi pasar con su túnica negra en la oscuridad y la oí flotar a un metro de distancia respecto del suelo. La oí porque no hacía ruido, de haberlo hecho no me hubiese dado cuenta porque a mi me gusta el ruido. Créame, Señor. Yo no miento.-Es verdad.- Agregó el interno 401 apoyándose en la ventanita de su puerta que presume una especie de rejas pequeñas. -108 me cuida de la muerte y yo cada tanto le alumbro la habitación
para que duerma un rato y, si aún así, no concilia el sueño le cuento una historia y él se queda dormido. Cuando yo culmino la historia él se despierta automáticamente. Señor, por favor, no le quite nada.-Bueno, bueno.- Mofó el enfermero. -Pero dejen dormir a sus compañeros, porque sino...-¡No, Señor, no, Señor!- Respondieron a dúo los internos 108 y 401. -no volverá a pasar.El personal de guardia se retira y, en un tono de voz bajita para que nadie se vaya a despertar, el 401 le dice al 108: -Gracias, hermano me salvaste la vida, te estoy en deuda ¿Querés que te cuente una historia para que duermes un rato?-No, viejo está bien no tenés que agradecerme nada. Además te estoy oyendo que hace más de dos horas que estás en silencio, ¿estás escribiendo, nuevamente?-Sí, estoy escribiendo una novelita de amor, se va a llamar “La mujer de los 35”-Ah, mirá vos, mirá… parece interesante.- Exclama interesado el 108. Enciende un cigarrillo, expulsa el humo y agrega: -¿Un día me la vas a contar?-Sí, por supuesto hermano, pero eso recién cuando esté terminada, no me gustaría contarte una historia por la mitad.-¿Y te falta mucho?-A decir verdad, no, me falta el final... No sé cómo terminarla.-(...)-Se durmió.- con alegría murmuró el interno 401. -Mejor así, que descanse.-
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Luego de esto, el 401, se mantendrá gran parte de la noche haciendo ruiditos para que su amigo no se despierte. Silbará, golpeará las lapiceras contra el borde de la mesa, articulando cosas sin sentido como, por ejemplo, Tarac, tac, tac o Cucu, la, te, pin y rematará en el aire como si golpeara una batería. Cuando se canse de estos movimientos se relajará y cantará una canción de Luciano Pavarotti como, por ejemplo: Penso che un sogno così non ritorni mai più... -No, no, así no era…Penso che un sogno così non ritorni mai più mi dipingevo le mani e la faccia di blu poi d’improvviso venivo dal vento rapito e incominciavo a volare nel cielo infinito... -No me acuerdo cómo sigue... A ver una más fácil.- Sentado en la cama, mira para el techo y golpea su dedo impacientemente contra su rodilla flexionada. -¡Ah sí, ya sé! Una de Frank Sinatra, ésta es más sencilla: And now, the end is near; and so I face the final curtain. my friend, I’ll say it clear, I’ll state my case, of which I’m certain... Y así continuará improvisando casi toda la noche... Pero todo esto fue ayer y antes de ayer, y será mañana y pasado mañana. Hoy, como ya he dicho, el interno 108 duerme placidamente, entonces el 401 aprovecha para sumergirse en la escritura, imagina que la muerte está sentada junto a una tumba abierta con
una placa que lleva su propio nombre. La imagina sentada, absolutamente mojada, con un reloj de arena brillante que ilumina su cadavérico rostro, y puede ver que faltan algunos granos de arena para que llegue su hora y para que ésta lo venga a buscar. -Pensar que en mi último cumpleaños cumplí tan sólo 35 años… y ahora me faltan minutos para irme de este mundo…Se queda pensando cuándo fue su último cumpleaños, pero ni siquiera recuerda hace cuánto tiempo que está internado. Un relámpago ensordecedor ha sobresaltado al 401, las luces de la calle se han apagado, es un apagón general. Se desespera por el 108. -¡No le va a entrar luz por la ventana!- Exclama y, se va a arrojar contra la puerta para ver cómo estaba, pero pronto reflexiona que semejante estallido lo habrá dormido más, aún. Se tranquiliza y se alegra por él. Ante la duda se pone de píe, alumbra por la ventanita de su puerta hacia la del 108 y le silva para comprobar. .. Nada. -¡Qué bueno, qué bueno, buenísimo, excelente!- Da saltitos y agita su puño.- Ahora va a dormir bien, al menos por esta noche.Vuelve a su lugar, retoma sus elementos y escribe: Un individuo avanzado en edad, es hallado por autoridades del Cementerio Municipal de la Ciudad de Pergamino, junto a una lápida que no cesaba de acariciar. Al parecer, había permanecido junto a ella por varias horas. Esta situación es la más normal que se puede hallar en un lugar así, las dificultades vinieron cuando llegó la hora de cerrar las puertas del cementerio. Un empleado le advirtió que tan sólo
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faltaban diez minutos para el horario de cierre, el individuo no respondió nada, ni siquiera lo miró. Minutos después un policía se hace presente en el lugar y, de manera muy amable, le pide que se retire ya que, el cementerio había cerrado, pero podría volver al día siguiente, si así lo deseaba. El sujeto no opone ninguna resistencia, lo mira con los ojos en sangre y comienza a volver en sí, poco a poco: -Disculpe, ¿usted me podría llevar a un hospital, por favor? He sido molido a golpes en la noche de ayer y me duele mucho el cuerpo. El policía, viendo que el individuo parecía sincero, aceptó. -Sí, está bien, suba al patrullero que lo llevaré.- Ya en camino al Hospital, el policía lo interroga: -¿Qué es lo que le ha sucedido? ¿Un intento de robo? ¿Una disputa que terminó con intercambio de golpes?-No lo sé, en este momento no recuerdo nada, tampoco sé cómo llegué hasta el cementerio.En el hospital lo revisaron y comprobaron que su cuerpo estaba moreteado y se hallaba mal alimentado. Esa noche tuvo que quedar internado para recuperarse de los golpes y alimentarse un poco. El oficial de policía, sintiendo pena por el individuo que se quedaba a pasar la noche sin un acompañante, se ofreció como voluntario para cuidarlo. Se acomodó en una banqueta y le pidió que le contara un poco sobre su vida, al menos lo que recordara en ese momento, “quizás de esta manera” (pensaba el oficial) “hablando con alguien se comenzará a sentir un poco mejor.” El hombre aceptó y comenzó: -De mi qué puedo decir que no sea que soy un soñador, una
persona que se proyecta más allá de lo que puede llegar a concretar… un ermitaño que se escapó de la cueva de Platón, pero que aún así continúa viviendo de las abstracciones, de su imaginación, desechando, así, todo concepto real del sonido e imagen. Un individuo que escribe porque siente que se expresa mejor de forma escrita que oralmente, porque mi mente es un ser metafísico, que se niega a darle órdenes a mis cuerdas vocales y, en cambio, prefiere enviárselas a mi puño derecho para que las escriba; y me posee y me enajena y no estoy en este mundo por el lapso que dura el dictado de palabras y cuando, finalmente, culmina siento que alguien o algo me toma por el cuello y me arroja con violencia contra una pared, una biblioteca, una mesa o lo que sea y me deja inconsciente. Pero mientras voy perdiendo la conciencia oigo sus típicas palabras que me gritan “Vete, ya no te necesito. Cuando lo haga te volveré a utilizar”, y luego una risa macabra retumba en mi cabeza hasta que quedo desmayado a causa del golpe. “Eso explica los golpes en el cuerpo, la poca alimentación y la falta de sueño.” pensó el policía sin querer interrumpirlo. -También sé, y puedo decir de mí, que soy uno y el universo, el universo y yo. El universo está en mi y lo compongo y descompongo a mi antojo, pero en su centro está Calipso, mi diosa de los cabellos hermosos y ella es... ella es. . ¡Por Dios, no sé cómo es ella! Cómo fue, cómo será, cómo es porque ella es tantas cosas a la vez que no sé por dónde empezar. Ella es mi Ninfa, la culpable de mi locura, mi prototipo de mujer imposible, pero a su vez posible, ella es la mujer que me enseñó a reírme del paso del tiempo, la que me besaba… ¿y será aún la que me besa?... cuando
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me ponía a pensar en la realidad, en mi existencia, en mi futuro, entonces, ella me tomaba por las mejillas y, con sonrisa profunda y hermosa, tan hermosa que me resulta imposible de describir, me decía: “¡No pienses tanto y viví más!” Luego me besaba y jugaba a morderme los labios, luego el cuello, los oídos y los dos nos enroscábamos y jugábamos a revolcarnos por el piso, la cama, la mesa, lo que fuere, y no contaminábamos esa escena con sexo ya que nos quedábamos agitados, riéndonos a carcajadas porque uno de los dos se había golpeado la cabeza con el pie de la mesa o el codo contra el borde de la cama, o había arrojado un objeto desde arriba de la mesa y lo había roto en mil pedazos. Parecíamos dos adolescentes que se negaban a madurar. En ocasiones, cuando estoy solo, me pongo a pensar si ella existe, existió o existirá, si es real, vive, murió, ¿dónde está en ese momento en que pienso en ella? Es entonces, cuando me arrojo al suelo, flexiono mis piernas, con fuerza presiono mis costillas y suelto un alarido hasta quedarme sin voz, luego me levanto y comienzo a arrojar cosas en todas direcciones sin importarme cuántas cosas puedo romper. Ya, cuando agotado me quedo sin fuerzas, me dejo caer de rodillas, hundo mi cabeza en el piso y me la cubro con ambas manos. Es entonces, cuando oigo aquella voz que pareciera acariciar el aire al hablar y que ahora me dice: “¿No ves, nene? Te lo dije desde un principio, vos sos un chico comparado con mi edad, no te puedo dejar un momento solo que te largas a llorar. ¿No te he dicho hasta el cansancio que no dependas de nadie para ser feliz? La felicidad no pertenece a los estúpidos enamorados, sino que
pertenece a los que les buscan el lado positivo de todas las cosas, ¿Cuándo lo vas a comprender?” Levantando mi cabeza con rapidez, la busco en la penumbra de mi hogar y no está, entonces, para acomodar mis pensamientos, me coloco frente a un papel y rememoro los últimos hechos vividos, hago un esfuerzo grande para recordar la mayor cantidad de cosas posible, tanto en situaciones como en tiempo. Por supuesto que lo voy relacionando con lo escrito anteriormente, sino sería escribir mi autobiografía cada día y sería interminable, ¿me comprende, oficial?-Sí, sí por supuesto...-¡Oh, lo lamento! soy un idiota, usted se ha ofrecido a hacerme compañía y yo lo aburro con mis absurdas historias de vida... Pero todo lo que le he dicho es verdad, créame, no le he mentido en nada. Inclusive le diré que escribo desde mis…17 años aproximadamente, siempre llevé y llevo papeles conmigo y lapiceras, para anotar las cosas que pienso, no quiero que nada quede excluido, todo me parece importante.-No, no, no, si yo he creído en cada palabra, es más estoy deslumbrado de su historia y le quería preguntar algo, si no es mucho atrevimiento... ese papel, donde usted rememora su pasado... ¿Lo tiene aquí? Digo, me gustaría seguir conociendo sobre su pasado, parece muy interesante...-No me molesta en lo más mínimo, por el contrario, me halaga. Lo tengo justo aquí. . Se estiró un poco desde donde estaba acostado y tomó del bolsillo interno de una campera un anotador un tanto grande y, en consecuencia, incomodo como para ser
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llevado en ese lugar. Algo así como un libro de bolsillo, pero un tanto más ancho. Lo toma en sus manos, lo abre en la primera hoja y comienza a leer: -Corría el año 2004, octubre aproximadamente. Sólo hacia cuestión de meses que el joven Juan Carlos Monzón había terminado sus estudios secundarios...-Disculpe.- Interrumpió el oficial de policía. -¿Quién viene a ser Juan Carlos? ¿Usted?-Sí, efectivamente soy yo, ese es mi nombre. ¿Lo ve? Si me preguntaba antes no hubiese sabido decirle con exactitud mi nombre, pero ahora, gracias a esta genial “ayuda memoria” puedo decirlo con total convicción.-Veo, veo, pero mi duda surge a raíz de que usted está escribiendo su autobiografía en tercera persona, ¿verdad? ¿Y por qué lo hace? -Bueno, la única respuesta que le puedo dar es que aquella fuerza metafísica, de la que le hablé anteriormente, me domina y le ordena a mi puño que lo haga así.-Ah, claro, bueno... en realidad, a mí no se me habría ocurrido una respuesta así. Disculpe la interrupción, continúe por favor.-No tiene por qué disculparse, continúo: “Corría el año 2004, octubre aproximadamente. Sólo hacia cuestión de meses que el joven Juan Carlos Monzón había terminado sus estudios secundarios. La realidad económica que vivía su familia no era buena, pero tampoco mala, promedio digámosle. En consecuencia, Juan Carlos debía buscar un trabajo, lo antes posible.” -Si bien en un principio...” -El oficial observó que el “pacien-
te” comenzaba a hacer fuerzas para que no se le cerraran los ojos y, de esta manera, evitar quedarse dormido. Entonces, le sugirió que descansara, que al día siguiente tendrían tiempo de seguir conversando. Su interlocutor aceptó y así como estaba, sin cambiar de posición, se quedó dormido. Por su parte, el oficial se acomodó un poco más en la banqueta, apoyó la espalda contra la pared y apagó las luces procurando estar atento al descanso de este curioso personaje que acababa de conocer. Cerca de las 02:00 A.M, el oficial, supuso que a su nuevo amigo no le molestaría que él siga leyendo la historia sin el permiso del “autor”. Y así continuó leyendo: (…) si bien, en un principio, se tomó un par de días a manera de vacaciones, en breve tiempo se puso a buscar trabajo en diferentes empresas, las cuales eran acordes a sus estudios “Bachiller Contable”. La típica frase que oía al momento de entregar un Curriculum Vitae era “Listo, pibe cualquier cosa te vamos a llamar” cosa que en realidad nunca ocurría, lo más sincero que a Juan Carlos le hubiese gustado oír era “Listo, pibe si descubrimos que tenés un familiar o pariente dentro de la empresa, te vamos a estar llamando”, eso le daría más tranquilidad y seguridad de que, en realidad, nunca lo iban a llamar. El oficial de policías volvió a salir de la historia y mirando al “supuesto” Juan Carlos, pensaba en voz alta “¿No será que este tipo me engañó y no se llama Juan Carlos, ni mucho menos, ésta es su autobiografía? ¿Cómo es posible que recuerde tan minuciosamente todos los detalles y que, encima, haga comentarios sobre sus propios escritos como si fuera una especie de cuento? La
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fuerza sobrenatural aquella de la que habló. . No, no, no, hay que estar muy loco para creer en algo así, prefiero creer que alguien le vendió su alma al Diablo y por eso le suceden cosas extrañas, pero éste...” Contemplándolo con profundidad, casi con ternura, manchado con un poco de lastima. “Éste a lo sumo está loco, pero más que eso...” Vuelve a la lectura, la curiosidad es más fuerte que su uso de la lógica: Finalmente, habiéndose encontrado en la calle con un ex compañero de la escuela, Juan Carlos le comenta que ya está un poco desalentado de buscar y de no conseguir trabajo. Entonces, su amigo le dice que trabaja para una agencia de mensajería, es decir, que le hacen mandados a la gente, que por falta de tiempo o por la razón que fuera, no pueden realizar sus trámites. A causa de esto, los llaman a ellos y, a cambio de un precio determinado, llevan a cabo el mandado necesario. Añadió también, que si a él le interesaba el trabajo, podía ir a postularse, ya que estaba faltando personal. Juan Carlos, fue con su amigo a la agencia y no sólo se inscribió, sino que además le pidieron que comience a trabajar al día siguiente. Su madre le había obsequiado una bicicleta nueva, cuando él finalizó sus estudios secundarios, con esta herramienta tan útil, para aquel tipo de trabajo, comenzaba a ganarse sus primeras monedas. Los primeros días le resultaron muy comunes y un tanto agotadores, probablemente, se debiera a la falta de costumbre. -Trabajo nuevo y bicicleta nueva.- Incurría el joven Juan Carlos, para darse ánimo en los días de lluvia o en los “viajes largos”.
Sabía que a su madre le había costado mucho esfuerzo pagar la bicicleta y sabía también, que ella necesitaba de la ayuda de sus hijos, para sostener económicamente, el hogar donde vivían. Esta situación, había comenzado a desarrollarse luego del año 2000 con la muerte de su marido. Por esta razón, trataba de hacer muchos mandados, para obtener una buena ganancia al finalizar la jornada laboral. -Es lo que hay, por ahora es lo que hay, y hay aprovechar lo que hay.-Repetía como una especie de trabalenguas, una vez más, dándose ánimo. -Sí tuviese una motito...- Jadeando con el viento en su contra. -No, mejor no, habría que ponerle nafta y eso me produciría pérdidas.- Nuevamente hablaba solo, a veces, no se daba cuenta y lo hacía en voz alta. Entonces, la gente lo miraba como si estuviera loco o como si estuviera haciendo uso del lenguaje egocéntrico. Pasó algún tiempo y nada cambiaba en la vida de Juan Carlos Monzón, subía a su bicicleta y, para completar su fama de loco, tarareaba: Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao... No ves que va la luna rodando por Callao que un corso de astronautas y niños, con un vals me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá! Resulta que ésta era otra de las características de Juan Carlos, era tanguero, pero, por sobre todo, era Piazzollista. Una mañana, del mes de noviembre, tuvo por primer mandado ir a pagar una boleta de luz a la planta que suministra energía eléctrica a la Ciudad de Pergamino. Debía ir ahí y no a una enti-
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dad Bancaria o a alguna de esas agencias que te cobran todo tipo de trámites en breves minutos. En un primer momento renegó porque sabía que en aquel lugar debía esperar mucho tiempo, a causa de la cantidad de la gente que concurría, esto daba por resultado un promedio de dos o tres horas de espera. En consecuencia, perdía la oportunidad de realizar muchos mandados y obtener una buena ganancia. Llegó al lugar y volvió a quejarse porque, efectivamente, había mucha gente esperando su turno para pagar, sacó un número y lo comparó con el letrero que indica los turnos que seguían: -C37, y recién va por el B11 ¡La puta madre!Esto lo pensó y lo dijo en voz alta, sin darse cuenta. Ahora no sólo era un loco, sino que además, también, era un mal educado. Miró a su alrededor y encontró una butaca libre, se sentó y comenzó a cavilar cosas en su mente: “Lo bueno de este lugar es que, a diferencia del Banco o de otras entidades, acá hay asientos y podes descansar las piernas... Acá parece trabajar mucha gente - observando diferentes puntos del edificio, desde su posición - de seguro habrá que tener estudios terciarios para lograr una vacante...” Mira el papel en su mano, levanta la vista y lo compara con el letrero: “B25, la puta madre, esto sigue lento, ¿no habrá alguien con quien se pueda charlar?” mira disimuladamente de reojo, casi girando su cuello, las filas traseras y delanteras para encontrar a no sabe quién “¿Y charlar de qué? ¡Bah! mejor así, cuando estoy apurado no presto atención a lo que me dicen... Ese guardia que está allí, parece un tanto viejito, es más, se lo
ve un tanto agotado. Sí, pero para empuñar un arma no se debe necesitar mucha fuerza, es sólo un reflejo y ¡pum!... Mejor dejo de mirarlo, no sea cosa que me encuentre sospechoso y me saque antes de que yo haya podido pagar...” Lo que le pasó a Juan Carlos, en los segundos que continuaron a aquella situación tan abrumadora, es algo que, de tratar de explicarse de una manera o de otra, suena hueco y estúpido, inclusive. ¿Qué o cómo decir “aquello”? estaba mirando al guardia, un tanto resignado ya, a la espera de su turno. Proponiéndose entretener sus ojos y su mente con algo, miraba todo, entonces casi por reflejo desvía su mirada a unos centímetros del guardia. Unos metros detrás de éste algo se movía; era oscuro, oscuro como una noche sin luna, como una noche eterna, era lacio y lo usaba suelto, era peculiar, demasiado para él, para su novata experiencia de vida, para sus ojos inocentes, para su ingenuidad era atípico, nuevo, “raro” sería la palabra exacta: “Que muchacha… ¿o mujer?... tan bonita”, pensó Juan Carlos, luego, con la poca fracción de segundos que le quedaba para contemplarla, antes de que aquella persona ingresara a la oficina que estaba a la izquierda del guardia, trató de examinar su rostro, no era muy especialista en el tema, pero percibió que era joven, brillante, suave, elegante, bonita y todas las descripciones, que se pueden seguir bajando del paradigma de los adjetivos calificativos, van a sonar estúpidos y huecos, como ya lo he dicho. ¿Por qué no resumir y sencillamente decir que Juan Carlos se enamoró por primera vez? o bien recurrir a Nietzsche, y decir que “Una persona no puede prometer a otra, amarla para siempre, odiarla para siempre o serle
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fiel para siempre. Porque los sentimientos son involuntarios”. Es decir, Juan Carlos se enamoró, sin querer, de una persona que vio por primera vez, y con eso toda persona que lea esto va a saber entender qué sensaciones se tiene cuando uno se siente atraído por otra persona y yo dejaré de hacer el ridículo tratando de explicarlo. Para complementar su estado de “shock” Juan Carlos dejó caer al piso las boletas que tenía que pagar, no tuvo palabras para hacer un comentario de aquella mujer tan particular, recogía las boletas con apuro y trataba de ordenar sus pensamientos, pero esa imagen le volvía a ocupar la mente y él sólo repetía para sí mismo: “¡Qué cabello tan oscuro tiene esa mujer!” -¡C-37!- Pese a que el cartel luminoso anunciaba el próximo turno con un “Ding Dong” que te aturdía los oídos, ella los “cantaba” por si acaso. Sí, la mujer que Juan Carlos caratuló como la mujer de los cabellos extraños, estaba detrás de la caja de cobros y le había tocado atenderlo justamente a él. Ahora, éste tenía varias sensaciones, se interrogaba ¿En qué momento volvió que no la vi pasar? ¿O es que se habrá vuelto cuando yo recogía las boletas? Se sentía estúpidamente nervioso sin saber por qué y, a su vez, se sentía apurado porque quería volver a la agencia para recoger más mandados. Caminando en dirección a la caja intentó elaborar un comentario sobre su timbre de vos, ya que le había parecido tan suave e intenso que le sorprendía el hecho que, pese a la muchedumbre, el ruido de los teléfonos, fax, y demás, él la pudo oír con tanta claridad ¡Y estando tan distraído como lo estaba en ese momento! Se conformó con pensar que era muy femenino y, a su vez… No dijo, ni pensó en más nada por hallarse frente a ella,
tras un vidrio divisorio. Ella lo miraba con ojos extrañamente brillosos, como quien está a punto de llorar, pero me refiero al llanto que procede a una hermosa alegría, ¿era acaso un brillo mágico que le daba un aspecto angelical y sombrío a la vez? Todo en ella era extraño… Ahora la contemplaba más hermosa que la primera vez que la vio a varios metros de distancia. Vestía un saco negro, con camisa blanca y un pañuelo rojo que envolvía su cuello, una simple, pero dulce sonrisa se le dibujo en el rostro cuando le dijo: -Buen día.- Casi como cantándolo, su voz era, ahora, más fina y suave que cuando anunció el turno siguiente. -Hola, vengo a pagar… - Y como si no supiese el final de la oración le pasó la boleta por debajo del vidrio. Se sorprendió al leer el nombre de ella en un carné que colgaba de su saco. Conocía de un nombre similar, pero a este le faltaba un fonema, en consecuencia, era diferente. Una vez más realizó un esfuerzo por elaborar un elogio, pero esta vez referente a su nombre, mas se ruborizó al encontrar la mirada fría y seca de aquella mujer con la de él, mientras le devolvía la boleta sellada y el vuelto. “¡Estúpido! Ahora pensará que le estabas mirando los pechos, pronto di algo sobre su nombre.” Pensaba, regañándose Juan Carlos. Nerviosa e idiotamente dijo: -Muchas gracias, hasta luego.-Gracias a vos. –Respondió ella.Juan Carlos se sintió frustrado y amargado, como quien reprobó un examen, como cuando presentaba un Curriculum Vitae en grandes empresas y le decían que lo iban a estar llamando, pero nunca lo hacían en realidad. Se preguntó por qué se sentía tan
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nervioso frente a aquella mujer que evidentemente era mayor que él y, por lo menos, lo sería por unos 10 o 15 años, se excusó argumentando que él siempre fue tímido con las chicas. Así mismo, encontró consuelo al reafirmar que sólo había estando mirando su nombre y no sus pechos, aunque ahora se arrepentía de no haberlo hecho. Mientras pensaba en esto, se había vuelto a sentar en la misma butaca para acomodar las boletas en la mochila, controlaba el vuelto e, inconscientemente, deseaba que hubiese algún error para poder volver a hablar con ella, pero todo estaba en orden. Pensó, entonces, en volver a la caja argumentando que le había dado plata de más ¡Estaba dispuesto a sacar dinero de su propia ganancia para estar cerca de esta perfecta extraña, por tan sólo un momento más! Este pensamiento lo golpeó tan fuerte que se reincorporó casi enojado, observó cómo el guardia se levantaba el cinto del pantalón con su mano derecha y cómo con la mano izquierda sostenía un vaso de plástico que, a juzgar por el vapor que expulsaba el mismo, era café. Se sorprendió al observar la paciencia con la que se estaba moviendo, siendo que hacía unos momentos se quejaba de la espera y de no poder hacer más mandados hasta salir de allí. Alargó el paso y trató de hacer de cuenta que no había pasado nada, al llegar a la puerta giratoria volvió a oír su voz y sin darse cuenta volvió su mirada hacia la caja donde ella estaba, por supuesto que no le había dicho nada a él, sino que sólo había anunciado el próximo número. Sosteniendo la puerta y sin dejar de mirarla hizo una infantil comparación: “Ella usa ropa de vestir y está detrás de una computadora, yo uso pantalón
vaquero, buzo, gorra y ando en bicicleta... además, es mucho más grande que yo y debe tener esposo e hijos...” Extrañamente ninguna de estas hipótesis permitió que Juan Carlos dejase de pensar en aquella mujer de los cabellos oscuros.
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Una vez fuera de la planta de luz, regresando a la agencia en busca de más trabajo, pensaba en la situación pasada y lo primero que hacía era rechazar, una y otra vez, la idea de amor a primera vista. No creía en ello, ni quería creer. Sólo le pareció sentir algo extraño frente a la mujer y nada más. Terminó su jornada laboral y al acostarse pensaba: “Quizás porque a uno se le figure que con ese nombre, ese extraño color de cabello, esas continuas sonrisas al mirarte, porque no solo conmigo lo debe hacer, sino que debe ser absolutamente común en ella, ese estado físico... no es que yo sea un pervertido sexual…” Se justificaba como si alguien pudiera oír sus pensamientos. “Sólo digo que perdura en ella una figura considerablemente atractiva para su edad. Digo “edad” sin saberla con exactitud, pero unos... 35 años debe tener. En fin, también supongo que por esos ojos que te llenan de vida al mirarte pienso que S... ¡Oh, no! No debo nombrarla, nadie debe oír su nombre, él sólo le corresponde a mis suspiros en el anonimato, ese nombre, ese bendito nombre nadie lo sabrá. Si de tan sólo nombrarla cualquiera se sentiría atraído o interesado en esta mujer. Para referirme, y aún para pensar en ella, simplemente le diré
“La mujer de los 35”. Le diré así, no por estar seguro de que ésta sea su edad exacta, no sólo los aparenta, además soy de la idea de que las mujeres alcanzan su máximo nivel de madures, y hermosura, entre los 30 y los 40 años de edad. Más aún, pienso que se ven más hermosas y atractivas a esta edad que cuando hayan tenido 17 o 19 años.” Durmió pensando en ella e inevitablemente, despertó pensando en ella. Y si despertó pensando en ella, fue porque había soñado con ella. Soñó con un lugar oscuro, quizás, una noche oscura, tan oscura que no podía ver sus manos siquiera. Luego descubría que, precisamente, aquellas podían tocar algo suave y apacible provocándole dulzura y paz, tranquilidad y pasión. Sentía ello y no sabía qué era, ni mucho menos por qué razón no podía verlas. Se negó a continuar recibiendo aquel placer y atrajo sus manos hacia su rostro, fue entonces cuando se dio cuenta que acariciaba el cabello de “La mujer de los 35”. Acto seguido, ella giraba su rostro tierno como el de una niña, sonriendo, casi como en una carcajada. Sus ojos brillantes, llenos de vida y llorosos, suponiendo una gran emoción, gozosa de aquella situación le decía: -¿Por qué dejaste de hacerlo, no ves que yo lo estaba disfrutando tanto como vos?-Y luego ella acomodaba sus cabellos por detrás de sus oídos y en ningún momento dejaba de sonreír. Era entonces cuando él despertaba. Soñó varias veces con lo mismo, en más de una ocasión, como quien pretende dominar a su inconsciente, deseó besarla, pero algo se lo impidió. Quizás la sensación inusitada de besar a alguien, o, quizás, el juego del amor, el de limitarse a abrazar y acariciar, negándose al beso que podría
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desencadenar la pasión que antecede al sexo explícito…dos cuerpos desnudos, mirándose, tocándose… Esto le provocaba terror, un miedo absoluto a ser visto por primera vez por alguien que tenía la edad de, quizás, una hermana mayor. Tenía miedo de la inexperiencia contra el total conocimiento que ella podría llegar a tener, y expuesto ante él, lo avergonzara, humillara o que él mismo se sintiera incapaz de llevar a cabo el acto sexual. Por esta razón era muy probable que no la besara, pero también podría ser una muestra de amor verdadero y no de un momento de excitación debido a su edad y soltería. Pensaba en ella, como el universo de los dos, de ellos dos, claro está. Pensaba y de forma inconsciente pensó en Sábato… ¿Sábato? ¿Qué tenía que ver Ernesto Sábato entre ellos dos? Luego de meditar por un momento, reflexionó y le pareció que alguna vez había leído algo de dicho escritor relacionado con este tema. Buscó en sus libros y, finalmente lo halló en: “La resistencia” de Ernesto Sábato. En ese mismo instante se sentó en el piso y comenzó a leer, o mejor dicho a releer, hasta (re)encontrarse con aquel fragmento que su inconsciente le había traído a la memoria. Lo leyó, subrayó y hasta memorizó aquel pensamiento típico y único del celebre escritor. “Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros son obra de la casualidad, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas en el mundo, nos cruzamos con aquellos que de alguna manera poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma orga-
nización secreta o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.” Luego de leer esto durmió, considerando que ya era tarde y que al otro día debía trabajar. Nuevamente soñó con “La mujer de los 35”, pero en esta ocasión, el sueño era diferente; diferente, quizás, por lo que había leído, por lo que le había producido. Soñó con su Ninfa, ella estaba a su lado, al parecer era en una cama o algo parecido, jamás veía con claridad en sus sueños aquello que lo rodeaba, sólo centraba su mirada en ella y en nada más. Esta vez estaba convencido de que no sólo estaban acostados, sino que además estaban desnudos, no lo veía, pero lo sentía. También le pareció que estaban tapados. Ella lo miraba con tierna tristeza y, casi en un susurro, le decía: -Para cuando amanezca volveremos a ser dos perfectos extraños J. C… Por su parte, Juan Carlos suspiraba profundamente y emitía una simple acotación: -Es la realidad… de la que no podemos escapar… de la que nunca podremos escapar.Luego se abrazaban, se besaban y se prometían amor eterno, aunque aquel amor parecía abstracto, a juzgar por sus expresiones. Luego de esto hacían el amor... ¡Ahora no sólo rompía con el miedo de besarla, sino que también lo hacía con el de verse y tocarse desnudos! Por supuesto que ni tuvo una imagen clara de ese momento, ni mucho menos
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experimentó la sensación de un beso. Todo fue imágenes y, quizás, deseos. Finalmente se quedaban dormidos y, con un último aliento se decían: -Adiós, J. C…-Adiós, S…Juan Carlos, despertó solo, en su cama, en su verdadera cama. Palpó como quien buscaba algo, luego examinó en la almohada para ver si había algún rastro de ella, un cabello, un perfume… Pero no encontró nada. También recordó que, en el sueño, ellos habían hablado algo de borrar los números de celulares de sus respectivas agendas para no volver a encontrarse, a menos que el caprichoso destino así lo quisiera. Buscó en la mesa de luz su celular, para ver si aún no había borrado su número y, frustrado, recordó que él no tenía celular. Definitivamente había sido un sueño... Este sueño lo irritó de tal manera que se mantuvo aislado de sus compañeros de trabajo todo el día y durante los mandados se mostró lento y distraído. Pensaba, mientras iba pedaleando, y se interrogaba: “¿Por qué volveremos a ser dos perfectos extraños? ¿Acaso nuestro destino es ser eternamente amantes y nada más? Y si esto fuese así, ¿Quiere decir que ella es casada y, probablemente, tenga hijos? ¿Será este nuestro destino? ¿Existe el destino? No sé… no creo estar completamente de acuerdo con la concepción de amantes perpetuos, sucede que Sábato lo plantea de una manera que no termino de estar de acuerdo con él…Quizás él no quiso decir nada de esto, pero mi interpretación, en este momento peculiar de mi vida, me lleva a interpretarlo de esta manera…
no volver a llamarnos, a buscarnos, ni siquiera a pensar el uno en el otro, aunque pasen días, meses, años, sin vernos. No buscarnos.” Juan Carlos retrocedió en sus palabras y abrió un nuevo paradigma de ideas similares. “No coordinar un nuevo encuentro, no recordar aquellos momentos, hacer de cuenta que nunca sucedió, simular que todo fue un sueño… ¿Fue un sueño lo de anoche?... Sólo esperar que, de entre las multitudes abrumadoras de personas que circulan por la ciudad, resplandezca su figura y el universo de los dos surja de las profundidades de la tierra, barriendo con los caminos rutinarios de la vida. Todo desaparece, nada queda y sólo con mirarnos sabríamos qué hacer: números de teléfonos, lugar de encuentro, excusa y volveríamos a ser nosotros. No más dos perfectos extraños, sino ella y yo… Amantes perpetuos… “¿Amantes perpetuos?... No sé, no creo estar muy seguro de tan sólo querer eso. ¿Qué hay de la convivencia, la familia, los proyectos, aún de las discusiones? ¿Será que el amor sólo le pertenece a los amantes? ¿Será que el no compromiso evita caer en la rutina y, el hecho de estar enamorado, pasó a ser un recuerdo en el álbum de fotos de los recién casados? ¿Será que la felicidad de los amantes se acaba cuando se deja de ser “el otro” y pasa a ser el marido o la esposa y todo se vuelca a un mundo estructurado y lógico dejando de lado la locura de vivir?” Definitivamente se estaba apurando a tomar decisiones y a sacar conclusiones. Y, una de las decisiones erradas que tomó, fue desafiar a los dioses del destino. No quiso esperar más por su sagrada voluntad y buscó la forma de volver a ver a “La mujer de los 35”. La idea que tuvo fue la siguiente: cuando la gente lo
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enviaba a pagar una boleta de luz al Banco Provincia o Nación, él se ofrecía a ir a la Central Eléctrica, fingiendo que tenía un “conocido” que trabajaba allí y que le podía agilizar el trámite, y así no debía esperar mucho tiempo en la fila del Banco. Esta idea no sólo le resultó mala, por el tiempo que se demoraba en volver, provocando que la gente se quejara a la agencia para la que él trabajaba, sino que además, de todas las veces que fue en una sola mañana, nunca pudo ver a la mujer de cabellos oscuros ni siquiera por un instante. Ni en la caja de cobros, ni recorriendo el edificio en alguna dirección. Un tiempo después se sintió afortunado de ser el escogido en cargar con la gran responsabilidad de hacerse cargo de un nuevo método de trabajo implementado por la agencia. Debía juntar todas las boletas de luz que los clientes querían que les pagaran, unificar todo el dinero, contar cuánto dinero tenía en total, cuánto le había dado cada cliente y cuánto debía abonar cada cliente en particular. Preferentemente, antes del mediodía iba a la Central Eléctrica y realizaba el nuevo y complejo método de trámite. Su primera impresión, al llegar, fue que no había mucha gente para pagar, lo cual daba la certeza de que no iba a demorar mucho en retirarse del lugar, al menos por ese día. Sacó su turno y, no habiendo terminado de arrancar el papelito del rollo, el cajero le realizó una seña con la mano para que pasara, miró para ambos lados, desconfiando de que hubiera alguien antes que él y avanzó. Extrañamente su humor no se vio modificado por el hecho de no ser atendido por “La mujer de los 35”, quizás su buen humor se debía a lo poco que tenía que esperar por su turno y, además,
a que él suponía que tendría que venir todos los días, o al menos varios días a la semana a este mismo lugar y existiría muchas oportunidades para mirar, hablar y alabar a su amada S… En resumidas palabras, estaba de tan buen humor que le buscaba el lado positivo a todas las cosas. Así mismo, realizó un breve trabajo de investigación para conseguir información sobre aquella mujer, y la idea que tuvo para conseguir dicho objetivo le resultó un tanto incómoda. Ya que, se propuso fingir que era otro tipo de persona y comenzó, mientras el cajero le iba sumando el valor de las boletas con una calculadora, a hacerles diferentes tipos de preguntas sobre las mujeres atractivas que trabajaban en ese lugar y, en caso de no nombrar a S… Juan Carlos le preguntaría por una “morocha” muy bonita que en la última ocasión lo había atendido a él. Pero el plan no funcionó, ya que el cajero resultó ser todo un caballero devoto de su esposa. Alabó a sus hijos y a su matrimonio y remató la charla con un “cada uno sabe lo que hace, yo sé lo que hago desde hace veinte años”. Haciendo referencia a sus años de casado. Fue allí cuando, Juan Carlos, frustrado y creyendo no hallar la forma de sacarle información al cajero, comenzó a despedirse del caballero, que tan rápido lo había atendido, agradeciéndole por la atención brindada y por la charla sostenida. De forma inconsciente y como último tema de charla le dijo: -Qué pena que usted esté solo acá, en este sector. Digo esto porque, por lo visto, le gusta conversar y en un día como hoy que hay poca gente.- Volteó su mirada en dirección a las butacas y
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viendo que no había nadie se retractó.- Mejor dicho, no hay nada de gente, se debe aburrir mucho.-No, más o menos, -respondió el cajero- dentro de un rato viene mi compañera con el termo y charlamos un rato, mientras tomamos mate, hasta que llegue gente. Sucede que ahora se fue a la oficina de cortes de suministros, porque hoy vino mucha gente por ese tipo de trámite y hay una sola muchacha que lo realiza, entonces S… le fue a dar una mano.-Ah, claro, claro esa oficina que está ahí, ¿verdad?- Y señaló con la cabeza, mientras se disponía a retirarse habiendo obtenido nueva información sobre los lugares o sectores donde solía estar S… Cuando no estaba en la caja de cobros.-Claro, claro ésa, ahí, donde está el guardia.- Y señaló con el brazo extendido por sobre encima de la ventanilla. -(…) Bueno, jefe muchas gracias, nuevamente, por la atención, nos estamos viendo.- Le obsequió una sonrisa y saludó con la mano en alto, mientras se retiraba. Era algo tan sorprendente que ni él mismo podía creer el dominio que tuvo de sí mismo, cuando supo adónde podía encontrar a aquella mujer por quien se había sentido atraído desde un primer instante, y no hizo nada al respecto para comprobar aquella información o ir a verla. Caminó unos pasos con la mirada en el suelo y sin aguantar más la tentación la levantó. Miró en dirección de aquella oficina que tenía la puerta abierta y en un primer plano pudo ver a “La mujer de los 35” atendiendo a una persona, a quien, con una admirable paciencia y enorme
dedicación, le explicaba qué tenía que hacer para solucionar su deuda y lograr que le reestablezcan el suministro eléctrico. Luego, volvió a mirar al cajero que le respondió el saludo con el brazo en alto y una sonrisa amistosa. Juan Carlos se retiró tan contento que parecía alguien que acaba de reencontrarse con un viejo amigo y esa emoción perduraría aún cuando aquél ya se ha retirado de su presencia. Nadie, ni siquiera él mismo podía explicar la alegría por la cual había sido poseído, alegría ¿Por qué? Nada había sucedido, no habían intercambiado palabras, gestos o miradas, al menos, sólo la había visto y ella ni siquiera se había percatado. Pero, aún así, esa pequeña información obtenida, ese saber que ella estaba ahí, que no había sido producto de su imaginación, que seguía resultándole tan hermosa como la primera vez que la vio, había puesto de excelente humor al joven Juan Carlos Monzón. Y ahora por sobre todas las cosas comenzaba a creer que realmente estaba enamorado. Pasaban los días y los meses, cada tanto tenía que cumplir con la responsabilidad que se le había asignado, respecto a las boletas de luz, y él se conformaba con verla en aquella oficina de cortes de suministro. A veces la veía puesta de pie, charlando con su compañera de trabajo y, entonces, aprovechaba para realizar alguna que otra observación sobre ella como, por ejemplo, cuando pensaba: “Podría ser modelo, a juzgar por su altura… no, creo que si fuera modelo no me gustaría, además la obligarían a ser más delgada y no me gustan las mujeres muy delgadas…” Estos pensamientos llegaban a su fin cuando ella, de repente, se daba vuelta, como si hubiera oído aquellas palabras y Juan Carlos
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bajaba la mirada, avergonzadamente como si alguien lo hubiera regañado o hubiese sido identificado como el autor de algún hecho desagradable. Ya no lo resistía más, tenía que hablar con ella, lo necesitaba, aunque sea obtener de ella un “Buen día” o un “Hola, ¿Cómo estás?” y luego salir corriendo de la alegría. Finalmente, llegó el día en que Juan Carlos tomó una de las boletas que tenía consigo, la observó asegurándose de que ésa tuviese deuda y se dirigió hacia esa oficina para hablar con “La mujer de los 35”, argumentando que lo mandaba una persona a fin de averiguar sobre su estado de deuda. Aguardó en la fila a que llegara su turno, contuvo los retorcijones que le producía el estomago a causa de los nervios, hasta que oyó a alguien decir: -El que sigue, por favor.- Y avanzando lentamente, Juan Carlos comprobó que no había tenido la suerte de ser atendido por quien él pretendía, sino que una atenta joven y simpática muchacha lo había llamado desde el escritorio que estaba junto al de S... En un primer instante no supo qué hacer, se interrogó con qué excusa podría esquivar a aquella atenta muchacha y, así, obtener la atención de S… resignado a no tener un plan “B” con el cual escapar de esta situación, avanzó y decidió continuar con su teatro. Sentía una pequeña satisfacción por estar, al menos, a escasos centímetros de “La mujer de los 35”. Se sentó frente a la muchacha, le contó cuál era la razón por la que iba a esa oficina y, casi en un reflejo observó que S… había quedado sola, o sea que detrás de él, en la fila, no había más nadie. En ese momento no supo si alegrarse o enojarse con su destino, pensaba que si la persona que
estuvo antes que él en esa oficina, hubiese sido una que estaba luego que Juan Carlos, él ahora estaría frente a la mujer que en realidad quería ver y no frente a la otra muchacha, que pese a que era amable, no le servía de nada para sus propósitos. En ese momento, ocurrieron dos cosas, lo primero fue que la joven le pidió a Juan Carlos el número de socio de la persona que lo envió para hacer la averiguación y, de esta manera, ingresar los datos en la computadora. Juan Carlos, un tanto distraído, miró la boleta y le respondió que no sabía cuál era el número de socio, ella sonriendo le dijo que no importaba y, sutilmente, se la quitó de la mano para observar ella misma el número. Lo segundo que sucedió, fue que, luego de estar divagando en sus pensamientos, “La mujer de los 35” habló, sin necesidad de mirar a su compañera, pero sabiendo que ella era su única receptora en esa situación. -Este viernes me voy a Rosario. Voy a ir a ver un departamento, si todo sale bien, me voy en enero.-¿Ah, sí? ¡No me digas! ¡Qué bueno!... Bueno, mira.- Esto lo dijo dejando de lado la conversación de su compañera y mirando a Juan Carlos. -Decile a la persona que te mandó, que debe tres boletas, que tiene que regularizar su situación antes de fin de mes o en caso contrario le van a cortar el suministro, ¿Sabes?-Sí, sí, sí, por supuesto, claro. Gracias -Se levantó rápido, permitiendo entrever un gran nerviosismo y confusión. No precisamente por la explicación de la muchacha, sino por las palabras que oyó decir a S… ¿Cómo que se iba?, ¿Qué tenía que salir bien? Se hizo estas y muchas preguntas más mientras se marchaba y,
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mientras lo hacía, oía retumbar en su cabeza las palabras “Me voy… Me voy en Enero… Me voy a Rosario.
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Tarde que me invita a conversar con los recuerdos, pena de esperarte y de llorar en este encierro... Tanto en mi amargura te busqué sin encontrarte... ¿Cuándo, cuándo, vida, moriré para olvidarte? Quiero verte una vez más, amada mía, y extasiarme en el mirar de tus pupilas; quiero verte una vez más aunque me digas que ya todo terminó y es inútil remover las cenizas de un amor... Sin lugar a dudas, el tango lo hacía sentir bien, aunque la letra
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de los mismos, por lo general, poseen un significado melancólico, para Juan Carlos no era así, sino todo lo contrario. Era la perfecta expresión de lo que a él estaba pasando en ese momento de su vida. Jorge Falcón cantaba con una pasión única “Quiero verte una vez más” el título era excelente, ideal para aquel momento. En otras ocasiones, imaginando un futuro junto a S… le había “dedicado” -o al menos cantaba pensando en ella- “Cuando estemos viejos”. En varias ocasiones, en momentos de ocio, el joven había confeccionado una lista de situaciones o cosas que le producían alegría o tristeza. Por aquel entonces, no había considerado esta situación, este factor, este elemento, esta cosa llamada amor. El amor desconocido, el amor anónimo… “Amor anónimo, claro.” Reflexionó Juan Carlos y cambió el disco que estaba oyendo, por uno de Astor Piazzolla. El tema seleccionado fue “Tristeza de un doble A” el cual, para su interpretación, sin mucha convicción hasta ese entonces, significaba Tristeza de amor anónimo. Vaya a saber uno, si ese doble A quería significar alcohólico anónimo, o qué, mas a él no le importaba, significaba eso y punto. Era su concepción de los sentimientos a través de la música Piazzollista. Paradójicamente, esa “tristeza” no lo hundía en una melancolía oscura y llena de dolor, sino que le iluminaba el cuarto cuando lo oía, era como decir “mis sentimientos están hablando” y de sus ojos brotaban lágrimas de alegría. Ahora, en ese suicida momento, allí tendido en su cama, con la puerta de la habitación cerrada con llave, pensaba que éste era un amor anónimo porque no era conocido por quien él amaba, porque nunca llegó a amar, sino
que quiso creer que había llegado el momento de amar, pero a no ser llevado a cabo ese plan de amor, este último le fue desconocido como sentimiento, anónimo, en consecuencia. No lloraba, ni suspiraba. Sólo sentía algo que lo oprimía por dentro y le provocaba retorcijones, como quien quiere gritar, estallar como un volcán, tirarse al suelo y revolcarse, romper objetos... Estaba poseído por sentimientos inusitados… Y no sabía cómo controlarlo. Para tratar de calmarlos, se sentó en el borde de la cama y se dispuso a escribir algo sobre su mesita de luz. Pretendió distraerse escribiendo algún cuento corto, cosa que era su pasatiempo. Pero hizo algo diferente, escribió:
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A cada momento te mato más, y de matarte muero yo porque olvidarte es matarte y matarte es destruir parte de mi ser. Ser que captó algo de ti que es parte de mí y, al ser tú y yo una sola cosa, olvidarte es olvidarme olvidarme es dejarme morir dejarme morir es vivir sin ti. Y, si tú te vas, ¿Crees que me quedan ganas de vivir? ¿A dónde partes mujer extraña, cabellos misteriosos,
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dime a dónde te marchas? Parte junto a mí y nunca estarás sola parte junto a mí y te abrigaré, alimentaré y seré tuyo día y noche. Parte junto a mí y, aunque el cruel y tirano tiempo aclare tus oscuros cabellos, será nuestro amor siempre joven y fuerte. Y, aunque en tu piel haya arrugas y en tus ojos lágrimas, te acariciaré con mis manos, también arrugadas. Y te secaré, provocándote una sonrisa, recordándote que, mientras ellos me continúen transmitiendo vida, mi amor seguirá latiendo por ti.
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Culminó la escritura y se dio cuenta que estaba llorando. Encendió un cigarrillo y se tranquilizó. Al fin y al cabo el cigarrillo era su compañía y las lágrimas eran una manera de sentirse mejor cuando se sentía mal. Pese a que eran las dos de la mañana, se reincorporó con el deseo de hacer algo, valga la redundancia “algo”. Ni él mismo sabía qué quería hacer. Observó, detenidamente, todo aquello que lo rodeaba. Su cama vacía y desordenada, una gran cantidad de libros aún sin leer y otros tanto leídos, una carpeta con “sentimientos escritos” -no le gustaba la palabra
poema o poesía, prefería llamar a sus escritos “sentimientos escritos” que, a veces, lo alternaba con “escritos” simplemente- entre ellos uno dedicado a su padre, que nunca había podido terminar por no gustarle el final. Una discografía completa de Astor Piazzolla, un poco de ropa fuera del armario, una Biblia cubierta con polvo y un cenicero lleno de filtros. Con todo esto, sólo se dedicó a releer “El cuervo” de Edgar Allan Poe. Sintiéndose mejor, colocó un disco de Piazzolla, encendió un cigarrillo más y se dejó raptar por Morfeo. Sintiendo que no podría “pisar lo pasado” -como lo dice el dicho- y, al no encontrar un buen argumento para dejar de ser el encargado de pagar las boletas de luz y, en consecuencia, seguir obsesionándose cada día más con S… decidió renunciar a esa mensajería e ingresar a otra. Se sentía cómodo y capaz de recobrar fuerzas como para centrar sus sentimientos en alguna otra persona. Enero aún no había pasado y esto, un poco, lo preocupaba, pero estaba decidido a no volver a verla, sería imposible volver a padecer el sentimiento que sufrió aquella noche. Estaba listo para intentar un noviazgo con cualquier otra persona, aunque tal vez no existiría otra mujer así. Y eso, de alguna o de otra manera, Juan Carlos lo sabía... Enero del 2005, fecha clave e inolvidable para Juan Carlos. No pensaba en “La mujer de los 35” hacía varios días, ya. Ese día, su madre le pidió que se dirija hacia la planta de luz, para averiguar sobre una orden de corte de luz, que le había llegado esa mañana. -Vos que andas canchero en estos trámites.- Le dijo su madre en tono burlesco, tratando de ponerle un poco de “humor” a la
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mala noticia recibida esa mañana. -Andá a averiguar cómo podemos solucionar este problema.- Lo que ella no suponía o sabía era que a su hijo, le resultaba más trágico, el simple hecho de volver a ese lugar, a esa oficina, en aquella fecha, que el hecho de que le cortaran la luz a su propia casa. Tomó su bicicleta, para aplacar un poco la ansiedad, se colocó unos auriculares y escogió una radio al azar: “INFLUENCIAS” de Charly García… Puedo ver y decir, puedo ver y decir y sentir: algo ha cambiado para mí no es extraño. Yo no voy a correr, yo no voy a correr ni a escapar de mi destino, yo no pienso en peligro. Si fue hecho para mí lo tengo que saber. pero es muy difícil ver si algo controla mi ser. Al llegar observó que, a diferencia de la última vez, había poca gente en la fila... yo no voy a correr, yo no voy a correr ni a escapar 50
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de mi destino... Esperó y la atenta empleada, alta y simpática no lo llamó, sino que lo hizo S… -Adelante, ¿Cómo estás?- Como si lo conociera de toda la vida. -Toma asiento, por favor.-Hola, sí gracias ¿Qué tal?-Bien, gracias. ¿En qué puedo ayudarte?-Trabajo como mensajero y, en varias ocasiones, me mandaron a realizar este mismo trámite, pero jamás imaginé que llegaría el día en que el aviso de corte de luz lo enviaran a mi casa.- Haciendo una mueca de sonrisa, que “La mujer de los 35” le devolvió. Y no sólo eso, sino que, en un determinado momento, ella rozó con su mano la de Juan Carlos, al tomar la boleta de luz para ingresar el número de socio... En el fondo de mí, en el fondo de mí veo temor y veo sospechas con mi fascinación nueva. Yo no sé bien qué es yo no sé bien qué es, vos dirás: son intuiciones... Inmensa, poderosa e imperiosamente, Juan Carlos Monzón, fue feliz. Se sintió tan cómodo como si estuviesen en una charla de café -aunque a él mucho no le gustaba el café- estaba tan rela51
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jado que no se daba cuenta de la fluidez con la que hablaba frente a ella...
Ella era tan alegre, tan sencilla que lo voseaba, lo trataba de “Che”. En todo momento, Juan Carlos se sintió capaz de todo, porque ella lo alentaba con esas miradas únicas, llenas de vida… Esas mirada que siempre le transmitía algo peculiar. Hablaron de varias cosas, pese a que había mucha gente esperando por su turno en la fila, cada comentario era una risa. -Che, y decime.- Mientras ingresaba los datos en la computadora. -¿No te cansas de pedalear todo el día? Digo, por los días que hay viento fuerte, las cargas pesadas, los viajes largos… yo no aguantaría… o será porque ya estoy vieja ¡Ja, ja, ja!- Y la sonrisa de S... fue lo único que Juan Carlos podía sentir en ese momento, no podía, ni le interesaba oír los ruidos de los telefax, altavoces, gente murmurando en la entrada. ¡Nada! Sólo esa dulce voz y esos ojos hermosos brillar y sentirse vivo, más vivo y enérgico que nunca... -No.- Volviendo en sí, recapacitando que, tal vez, ella esperaba una respuesta. Pese a que no lo estaba mirando, debía decir algo
al respecto. -No digas eso, ni siquiera has pasado los treinta años.Mintió para saber su verdadera edad, pero sólo obtuvo una leve sonrisa, que, más que para él parecía haber sido producto de un chiste que leyó en la computadora, ya que en ningún momento quitaba su vista del monitor. Rápidamente, para continuar con la charla, aunque sea un momento más, agregó. -Vos debes cansarte, atendiendo a tanta gente por día, todos los días, con los mismos reclamos. Eso sí que debe ser agotador. Yo tampoco haría tu trabajo ¡Ja, ja, ja! ¡Sí hasta me saldrían canas de tanto renegar con la gente! ¡Ja, ja, ja!-Y sí, mirá.- Bajó el tono de voz y dijo: -Tuve una semana bastante difícil.- Se aproximó hacia Juan Carlos apoyándose sobre el escritorio, abrió sus ojos marrones, mordió la parte inferior de sus labios con sus dientes superiores y sentenció: -¡Y cada día tengo más canas! ¡Ja, ja, ja!Se ocultó detrás del monitor, para evitar que la gente que estaba en la fila, esperando por su turno, no se percataran de lo “relajados” que estaban estos dos perfectos extraños y así no murmuraran nada contra ellos. Sin embargo, luego de esto finalizaron el trámite. Juan Carlos le agradeció por la atención y se marchó. En su momento, consideró la idea de reprocharle que él no veía ninguna cana en su cabeza, aunque, quizás, esto fuese algo figurativo, pero supuso que toda palabra de más, era arruinar aquel principio de no se sabe qué cosa... mas, para Juan Carlos era un “volver a intentarlo”. Durante algunos días estuvo leyendo y reflexionando sobre un poema de Neruda, que hablaba sobre arriesgar todo por aquello
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Debo confiar en mí, lo tengo que saber. Pero es muy difícil ver si algo controla mi ser. Puedo ver, y decir y sentir mi mente dormir…
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que se desea, de romper esquemas, de abandonar la sensatez y aceptar la locura de lo irracional. Por supuesto, que todo lo relacionó con ella… No teniendo tiempo para planificar un nuevo encuentro, y hacer “algo” al respecto de sus sentimientos, se encontró con el teléfono en su oído y una llamada que por tanto tiempo había estando esperando. Debía presentarse al día siguiente en calle Santa Fe 451, supermercado “El Rosarino”. Un CV que había mandado, vía correo electrónico, hacía unos cinco meses, había sido seleccionado para la toma de nuevo personal y debía presentarse a la brevedad.
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Juan Carlos está…en algún lado, pero está…sostiene con su mano derecha una lata de arbejas, que hace un momento, de forma accidental o de forma incidental, obedeciendo a la ley de gravedad, cayó. Se rompió y despidió un poco de su contenido líquido y otro tanto de su contenido sólido. -¿No será acaso lo mismo, sustancia y líquido…existencia… no es lo mismo? - se preguntaba Juan Carlos. Esta había sido la causa-consecuencia que provocó que Juan Carlos Monzón, el nuevo empleado de supermercados “El Rosarino”, fuese enviado a aquel sector, para limpiar lo que ahora sostenía con sus manos. El secador de piso, el balde con agua y, su respectivo trapo, estaban junto a él, apoyados sobre una góndola. Juan Carlos no sólo no volvía de su universo de ideas, abstracciones, reflexiones, etc.; sino que además de ello, al oír el alta voz emitiendo un Ding-Dong continuado de un: “Personal de limpieza, favor de dirigirse al sector de lácteos. ¡Ding-Dong!”, el joven empleado voló con su mente hacia otros tipos de pensamientos, ajenos a lo que realmente estaba haciendo en ese momento. Este sonido, tenía por intención llamar su atención y hacerlo volver de su intangible mundo de las ideas, para luego darle 55
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una orden, mas, por cuestiones conductistas o por lo que fuera, el sonido lo enviaba más lejos aún. Ya que esta onomatopeya era la misma que oyó aquella primera vez que conoció a su Calipso, el mismo llamado de atención, el próximo turno, las caricias que arrojaba al viento aquella mujer cuando “cantaba” el número que indicaba el cartel electrónico, sus miradas oscuras y profundas, misteriosas como una obra de arte Barroca… “¡Ding-Dong!” Nuevamente. -Personal de limpieza, favor de dirigirse al sector de lácteos.- “¡Ding-Dong!” Juan Carlos vuelve. Se queja realizando un sonido con su boca, su rostro se transforma en una mezcla de inconformismo con fastidio. Recoge sus elementos y sale caminando con pies ligeros, pero con aspecto pesado. No encuentra el sector, su fastidio va en aumento, aún es nuevo, desconoce el lugar en su totalidad. Le pregunta a un compañero que cruza en sentido contrario, éste le indica el camino. Finalmente, llega al lugar con más fastidio, del que tenía al momento de partir de un destino a otro. Un empleado de seguridad privada, que se encuentra cumpliendo horas en aquel lugar, lo contempla. Desvirtúa su rostro duro, casi militar y lo convierte en el de un humano reflexivo, comprensivo, sociable, sencillo, sensible…el uniforme no es más que una circunstancia y él lo sabe bien. Espera a que Juan Carlos empiece a limpiar, se le acerca y le dice: -¡Hum! No te dieron descanso ¿eh? Te estuve observando desde que tomé el servicio, te la pasaste laburando y tus compañeros
se hacían los giles para que vos, que sos nuevito, vayas de un lado para otro.Juan Carlos se reincorpora, había estado agachado recogiendo elementos que estaban en el suelo, lo mira de pies a cabeza, el uniforme blanco, el rostro transparente, la postura rígida. Sus palabras le habían cambiado el humor… alguien lo comprendía. -¡Ja!- Acompañado de un movimiento de cabeza que expresaba afirmación.- Y sí, soy nuevo, como bien vos decís - se quita el guante de goma, expresa una sonrisa, estira el brazo derecho y le ofrece su mano. -Juan Carlos Monzón, empleado y ciudadano nuevo, en Rosario. Soy de Pergamino.- El guardia quita su mano derecha de atrás de su cintura y se la estrecha con firmeza. -Leonardo Fernández.- Su rostro era extraño, al igual que su entonación. Con sus dientes, lengua y labios articulados lenta, pero eficazmente, casi con afirmación, con orgullo, con un tono militar, pero, insisto, pausado. Provocó que Juan Carlos se diera cuenta en ese momento de que éste, no era un Fernández cualquiera, sino que era diferente… -¿Así que sos de Pergamino?- Interrogó Leonardo. -Y discúlpame, sin ánimo de ofender, ¿Dónde queda Pergamino?-No es ofensa, queda al norte de la Provincia de Buenos Aires, a 200 kilómetros de aquí, más o menos… -se queda pensandoCreo que un poco más. Es la primera vez que vengo, no recuerdo con precisión los kilómetros recorridos.-¿Es la primera vez que venís? ¿Y dónde estás parando? ¿Querés que vayamos a conocer la ciudad, uno de estos días?-Sí, estoy alquilando una casita, linda, económica, cerca de
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acá. Me encantaría conocer la ciudad, tomar unos mates en algún parque, charlar ¡Muy buena idea!-Ja, ja.- La alegría se ha apoderado de ellos dos, y cada palabra venía acompañada de una sonrisa. Aún más, de una carcajada incontenible. -Dale, dale, pareces buen loco.- Expresó el guardia. -Seguro vamos a ser grandes amigos ¿Hoy a qué hora salís, tenés planes?-Hoy salgo a las 18:00 horas, pero tengo que hacer unas averiguaciones. ¿Mañana?- -No hay drama, viejito. Cuando vos puedas. Buscame o bien preguntale a alguno de los otros guardias, en qué horario me podes encontrar.-¿No usas celular? Digo, para ubicarte más fácilmente…- Preguntó Juan Carlos. -No, hermano, no uso. ¿No me digas que vos sí?-(…) Pues, sí… ¿Por qué?- Levantando sus hombros con cara de preocupación. -Pero, amigo ¿Vos no leíste el contrato de compra? ¿Y aún así lo firmaste?-Bueno, a decir verdad, me lo regaló mi madre. Pero no entiendo, explicame ¿Qué tiene de malo?-¡Hummm! ¡Claro, tu mamá! Pobre…y sí, las madres hacen cualquier cosa por sus hijos. Mirá, te explico. Como habrás visto; seguramente en alguna ocasión, en algún lugar; esas minitas descendientes de Medusa, te hipnotizan con palabritas y sonrisas envolventes, luego te ordenan que firmes en tal o cual lugar, convenciéndote de que no hay necesidad alguna para que leas el contrato. Una vez hecho esto, varios sujetos corpulentos saldrán
de un lugar oculto, algunos de ellos te sostendrán con fuerzas, para que otro te anestesie y, una vez dormido, te abran la piel y te inyecten un chip que te convierta en su esclavo de por vida. El resto es pura injusticia y bronca. Cada dos años tendrás que cambiar el equipo, porque los mismos fueron fabricados para autodestruirse en ese período. Si necesitas hacer algún reclamo vía telefónica, te derivarán con una persona grosera, mal educada y cobarde que te estará hablando desde algún remoto lugar del planeta Tierra, adonde jamás podrás encontrarla si es que la buscas para hablar personalmente. La misma, se limitará a contestarte: “No nos importa en lo más mínimo si usted está conforme o no con el producto adquirido, pague y callese la boca”. Finalmente, te cortarán la comunicación y por algún tiempo no volverán a atender un reclamo tuyo. Seguramente tu mamá lo sabría, y por eso se sacrificó por vos. Para que se mantengan en contacto, a la distancia, sin que vos sufras… Yo por eso uso teléfono con línea, solamente, lo tengo con tarifa fija. Cuando no me alcance la guita para seguir manteniéndolo, sé que puedo ir a la central, pedir la baja del mismo y los tipos no van a tener ninguna clase de inconvenientes en cumplir con mi petición. En cambio, estas empresas que te ofrecen líneas de celulares con abono fijo, te hacen la vida imposible cuando le pedís la baja del servicio. Porque, claro está, una vez que te inyectaron el chip, tu vida ya no es más tuya, sino que por el contrario, ahora es de ellos y no les importa en lo más mínimo si podes pagar o no. Tenés que hacerlo sí o sí y darles de comer día a día.-
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-Mira vos, estos cerdos capitalistas cómo nos tratan, y encima les pagamos para ello.“Ding-Dong” -Personal de limpieza, favor de dirigirse al sector de cajas.- “Ding-Dong.” -¡Hum! Hablando de capitalistas, anda, viejo que estos cerdos se enferman por seducir al consumidor. Y, al menor detalle, les basta para echarte en cara el mugriento sueldo que te pagan, para que vos muevas la cola cuando ellos te digan: ¡pichichu!-Ja, ja es verdad, Leo. Nos estamos viendo…Juan Carlos terminó su jornada laboral y salió a caminar por la ciudad, ya tenía pensado adonde se dirigiría esa tarde, pero antes optó por caminar un poco. Pensar en cosas que lo perturbaban hacía un tiempo, ya…Caminaba y pensaba: “En ocasiones, la vida se asemeja enormemente a un proceso kafkiano de adaptaciones y readaptaciones a situaciones absurdas y sin sentido. Situaciones que no sólo deben afrontarse, sino que además de aceptarlas como tal, se debe estar a la expectativa de que se puedan repetir y, de esta manera, recomenzar un mismo proceso u otro aún más difícil, pero adaptable al fin y al cabo. Por ejemplo, yo ahora me enfrento a un proceso un tanto común, pero a su vez difícil, viéndolo desde diferentes puntos de vistas. El proceso de acostumbrarme a estar lejos de mi familia. Más allá de poder viajar todos los fines de semana o, al menos, cada quince días. El proceso de ser un integrante activo de la sociedad, activo en el sentido de repetir costumbres sociales y no hacer algo diferente, algo que realmente me guste, pero no. Todo está esquematizado para funcionar de la misma manera para todos, sino, no
encajas. Trabajar, comer, dormir, pagar, vestirse, consumir. Todo es muy aburrido. Conocer a una persona, casarte, tener hijos, criarlos (vivir para ellos y ya no para uno mismo), envejecer, tener nietos, morir. ¡Nada de todo eso tiene sentido! Descartes tenía razón cuando hablaba de pensar y luego existir, según él, nada es realmente verdadero. Nuestros sentimientos nos engañan, en consecuencia, son estados de ánimo falsos. También Nietzsche habló de eso “Una persona no puede prometer a otra amarla para siempre, odiarla para siempre o serle fiel para siempre, ya que los sentimientos son involuntarios. Lo que sí, se puede hacer, es demostrar con actos mientras perdure un estado emocional y modificarlos por otros que sean contrarios a los primeramente manifestados, cuando haya llegado a su fin ese estado emocional. O bien haya sido transformado en otro” o algo así decía. Claro, entonces ¿En qué proceso kafkiano me encuentro realmente yo, en este momento? En el proceso de olvidarme de S… ¡Vaya, no hay nada más absurdo y sin sentido que eso! ¡Olvidarme, como si alguna vez hubiese ocurrido algo realmente! ¡Una confesión, una relación de amistad, de compañerismo, aunque sea de conocidos! Pero la realidad es que nunca ocurrió absolutamente nada ¿De qué me tengo que olvidar? Justamente, ahí está el punto de inflexión, en esa nada, en ese misterioso silencio por descubrir entre ella y yo. Ese tenebroso mundo de dudas, ese morboso lenguaje de miradas y sonrisas, ¡Ese loco sentimiento de amar sin saber qué es el amor! Entonces, si me hallo en el proceso de olvidarme de una persona, por más absurdo que sea esto de olvidarme de alguien que ni siquiera conocí, lo único que debo hacer es dejar de recordar.
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Pensar en otra cosa, dejar de pensar. Claro, claro dejar de pensar, dejar de existir según Descartes, si yo no pienso, no existo y si yo no existo, nada más existe (al menos para mi) entonces yo ya podría salir de este proceso kafkiano. Pobre Kafka, tantas cosas interesantes que publicó y uno sólo conserva la concepción suya del absurdo y del sin sentido, como sello de sus obras… Aún, para mayor eficacia y mayor rapidez de exilio, lo que puedo hacer es -se sienta en el banco de una plaza por la cual se hallaba cruzando y continua con sus pensamientos- interrogarme a mí mismo qué haría si me llegara a encontrar con ella en este preciso momento. A ver Señor Macho -golpeándose el pecho y sentándose derechito, como quien quiere sacar pecho estando sentando - ¿Qué harías? Quizás ella sea amable, entonces, si ella cruzara caminando por esta plaza, en este momento, yo me pararía y le diría: -Hola, S…soy de Pergamino, ¿Me recuerdas?-¡Ay!…no...¿De dónde me conoces y cómo sabes mi nombre?-Me llamo Juan Carlos, e iba a tu trabajo a hacer mandados. Entre ellos, iba a averiguar el estado de deuda, de los socios de la Planta suministradora de Luz. ¿Ahora sí me recordas?-No, la verdad es que no…disculpame…y…decime… ¿Te puedo ayudar en algo, estás perdido o algo así? ¿Por qué me paraste?” Allí se acabó la imaginación de Juan Carlos, y también las ganas de caminar. Se paró vio un colectivo a lo lejos y lo abordó, se subió sin saber hacía dónde iba, ni siquiera sabía cuánto salía el pasaje, quería escapar de sus cavilaciones, hablar con alguien, con quién fuese. Se acordó de Leonardo. También se acordó que él se negaba
a usar celular. Sacó el celular del bolsillo y lo apagó con rabia, lo sostuvo en su mano derecha por un tiempo. Minutos después, el colectivo cruzaba el puente Rosario-Victoria, era el momento propicio, miró a sus acompañantes, no quería que nadie lo viera, pero el colectivo avanzaba y pronto sería tarde. “¿Y si me ven qué tiene?” Se preguntó Juan Carlos. “¡Qué me importa si alguien me ve!” Y lo arrojó con un odio inusitado que, a su vez, también, era un sentimiento placentero, bellísimo. Quiso gritarle: “¡Hasta nunca, engendro del infierno!” Pero contuvo sus ganas. Juan Carlos no volvió a usar celular desde aquella tarde, en que lo vio volar por la ventanilla del ómnibus y, seguramente, hundirse en las profundidades del Río Paraná. Se negó a salir a conocer la ciudad aquella tarde con su nuevo amigo, porque ya tenía planes, compromisos, averiguaciones. Entonces se bajó del ómnibus, sin saber con exactitud en dónde estaba ubicado. Preguntó a una muchacha joven y atenta, cómo podía hacer para llegar hasta la Facultad de Humanidades y Artes, ésta le sonrió, se quitó los anteojos de sol y le dijo: -Mirá, yo voy para ese mismo lugar, ahora estoy esperando el cole (ctivo). Ya debe estar por llegar.- Y estiró su cuello, al mismo tiempo que se puso en puntas de pies para ver, por sobre los autos que venían de frente a ella, si a lo lejos llegaba el ómnibus. Juan Carlos, en tanto, contenía su respiración, su corazón latía tan fuerte que le parecía que su interlocutora podía oírlo y asustarse por la fuerza con la que golpeaba el mismo. Contiene sus pensamientos, los desvía a un perfecto precipicio, anula todas las
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hipótesis planteadas, sabe que ese es el momento de hablar, antes de que llegué el ómnibus tenía que decirle “algo”… -Gracias, S… ¿Te molesta si me siento con vos o, al menos, cerca para que me indiques dónde debo bajar?- “La mujer de los 35”, se quitó los anteojos de sol, los colocó sobre su cabeza, el sol le dio de frente, tuvo que hacerse un poco de sombra con su mano derecha. Su rostro se ha transfigurado, de la sonrisa dulce pasó al terror absoluto. Lo desconocido siempre produce miedo. -¿Quién sos? ¿Cómo es que sabes mi nombre?-Sos…bueno, vos sabes quién sos, pero tengo mis dudas…soy Juan Carlos Monzón.- Y le estiró la mano derecha como lo había hecho con Leonardo Fernández. Este gesto le produjo gracia a S…a causa de la formalidad, mas no se atrevió a besarlo en la mejilla porque aún no salía de su asombro. Hizo una mueca para contener la risa y le dio la mano, con ternura. -Soy de Pergamino, al igual que vos… ¿verdad?-Sí…al menos yo sí, vos no sé.- Y, nuevamente, volvió a contener la risa hundiendo sus labios y achicando sus hombros. -¡Ja!- Ella, con sus actos, provocaba que él se relajara y pudiera desenvolverse con mayor soltura. -Sí, sí…ja…te conozco de la planta energética, trabajabas allí y yo iba a hacer mandados, trámites. De ahí te recuerdo… ¿Vos no?-Tengo la facultad de recordar los rostros, quizás los nombres no, pero los rostros, sí. Y el tuyo… ¡Ahí viene el cole (ctivo)! Contame más cuando estemos arriba…-Allí hay dos asientos, vamos a sentarnos ahí… ¿Cómo dijiste que te llamas?-
-Juan Carlos, Juanca, para mis amigos…si querés…-Juanca, listo. Juanca, contame, hacías mandados y de ahí me recordas y…a ver, ¿Algo más para ayudarme a recordar…?-Bueno…resulta que siempre…o, al menos, desde la primera vez que te vi me pareciste muy…muy hermosa.- Juan Carlos deseó ser el celular de alguien, apagado, apretado en un puño, listo para ser arrojado por la ventanilla y romperse en pedazos cuando impacte contra el piso o lo que fuera. También se sintió idiota, por la rapidez e inocencia de sus palabras, pero el huracán de sensaciones hizo erupción en Juan Carlos, y lo primero que expulsó fue eso. Luego, volvió el torpe y centrado (torpe, insisto) Juan Carlos. -No te ofendas, por favor. Sólo te lo quería decir…ahora me siento estúpidamente bien, casi vacío…-No me ofende, me sorprende. Pero, vos sos joven comparado conmigo ¿Sabes qué edad tengo yo?-¡35!-¡No! Ja, ja. En aquel momento quizás sí, pero ahora tengo…-¡35! ¡Tenés que tener 35 años, por favor! Aunque sea para mí, te inmortalicé con esa perfecta edad y quisiera que así continúe… por favor.-Bueno, todo esto es muy raro, pero…está bien. Decime ¿De dónde venís ahora, de Perga (mino) o estás viviendo acá? ¿A qué te dedicas, actualmente?-¡Cuántas preguntas! ¿Te las respondo a todas ahora? Ja, ja.Juan Carlos se dio cuenta que había expuesto claramente su infantilismo aún no superado, que a S…no le había producido gracia su comentario fuera de lugar. Le resultaba una lucha interna, esto
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de abandonar la mente de adolescente y modificarla por la de un adulto. Apenas tenía 18 años, era demasiado brusco el cambio, torturarse día a día, momento a momento con Shakespeare: “En nuestros locos intentos renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser”. Cambiar, ser otro, no ser uno más en la sociedad, ser diferente, no seguir una rutina, ser uno y el universo, pero ¿Cómo?...fue la mañana en que Juan Carlos Monzón cumplió sus 17 años, cuando se levantó y dijo “Hoy dejo de ser un niño y me convierto en hombre, por lo tanto no tomaré más leche, de ahora en más tomaré mate”. Fue el principio de una patología que lo perseguiría día a día, una lucha interna entre el niño y el hombre…y el niño siempre ganaba… -Tenemos que bajarnos en la esquina, desde ahí caminamos tres cuadras y ya llegamos.- Ordenó S… Con un reflejo absolutamente enajenado de sí mismo, tomó de la mano a S…y la llevó hasta la puerta trasera, bajaron los escalones corriendo, prácticamente, le pidió que no lo suelte que vayan juntos adonde fuera, pero que, por favor, no lo soltara. Ella accedió a su pedido y, en el breve lapso que tardaron en bajar los escalones S... susurró: -Me haces mal…-¿Cómo que te hago mal, con qué…?- Juan Carlos se da cuenta de su error y suelta la mano de S…el ómnibus se aleja, estaba entrando en una caos general. Su cuerpo se derrumba, nunca había hecho tantas idioteces juntas, necesitaba arrojarse de un décimo piso, sentir las lágrimas correr por su cuerpo a medida que iba cayendo; el calor en la piel a medida que el cuerpo adqui-
ría mayor velocidad, expulsar el aire de los pulmones al golpear contra el asfalto, escupir sangre, romper todos sus huesos en un microsegundo, castigarse de una manera brutal por su acto estúpido. Se colocó las manos en la cintura, agachó la cabeza, apretó los dientes superiores contra el labio inferior para contener la ira, sus ojos se llenaron de lágrimas, la impotencia era incontenible, lo desbordaba, no sabía qué decir, qué hacer. -Es todo muy raro lo que ha sucedido hasta ahora, pero si nos tranquilizamos…si te calmas.- Ella le buscaba el rostro escondido, pero como él no la miraba, S… lo tomó sutilmente del mentón y lo obligó a levantar su cabeza, ella le expresaba ternura, calidez, tranquilidad, dulzura. Él, en cambio, estaba avergonzado. En su rostro lleno de pudor, aún perduraban rastros de lágrimas contenidas en sus ojos. -Si te calmas, si te calmas, si te calmas.- Sonriendo. -Podemos hablar. Me dijiste que sos de Perga (mino) y que me conoces de la planta de Luz, eso está bien y normal. Ahora, yo trabajo en un comercio de acá hace un tiempito, quería estudiar Antropología y nunca pude por cuestiones laborales, ahora se me dio una oportunidad laboral en esta ciudad y la aproveché, más que nada para poder cumplir mi sueño de estudiar esta carrera que te dije. No sé si con la edad que tengo, que no me dejas decir…- Una vez más sonriendo. -Aprendes rápido ¡ja!- Retomando el ánimo y la confianza. -Decía que no sé si me va a servir de algo el título con la edad que tengo o, lo que es peor aún, si me va a “funcionar” la cabeza
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para estudiar una carrera terciaria. Pero bue (no) vamos a intentarlo.-¿Querés venir a tomar un café?- Preguntó Juan Carlos con mayor tranquilidad. -Conozco un bar cerca de acá, lindo, tranquilito; ahora que miro el lugar, yo ya estuve paseando por acá, por eso me acuerdo.-No me gusta el café…-A mí tampoco, pero tenemos que charlar, ¡Es necesario!-¿Por qué? No me gusta que hables en imperativo, además, yo… -¿Vos qué?- Colocando ambas manos suyas en los hombros de ella. Sentía que se le quebraban las piernas, que el rubor volvía a su rostro. -¿Sos casada, juntada, tenés novio? ¿Qué? ¡Contesta!-Tengo miedo, soltame, por favor. Me quiero ir.- Juan Carlos quita sus manos de los hombros de S…y el pánico lo vuelve a invadir, estaba pasando de un extremo a otro. -Estás muy excitado, apenas te conozco y ya…-No, no, no, esperá. Siento que no te voy a volver a ver y eso me da miedo, por eso me descontrolé. Perdón, por favor discúlpame, quiero hablar con vos, al menos una vez y luego dejarte tranquila, de una vez y para siempre…-Pero dijiste que venías a inscribirte en la facu (ltad) nos vamos a ver todos los días.-Sí, pero ahora no, no sé, te veo y…no sé qué pensar, qué decir. Todo antes de este momento es nada y, lo que pueda llegar a suceder luego, puede ser todo. Por favor, por favor…-Bueno, pero por mi parte un agua mineral va estar bien.-
-Sí, claro lo que sea. Creo que pediré un café con leche. Es acá, a dos cuadras. Juan Carlos encendió un cigarrillo y S…lo miró de reojo, mas no le dijo nada. Entonces, él dijo, también sin mirarla más que de reojo. -Todo está demasiado pos-modernizado como para cambiarlo, modificarlo, arreglarlo. Pretender hacer campañas antitabaco con el lema “el fumar es perjudicial para la salud”, es similar a pretender colocarle un parche a la capa de ozono y cerrar todas las fábricas del mundo. Todo es consumo, capitalismo, egoísmo, ambición, lujuria, poder. Es una bomba nuclear volando el existencialismo en trillones de partículas, pero en cámara lenta para que duela más ¿viste?“La mujer de los 35” permaneció callada por un instante, quizás un tanto sorprendida, pero no tardó demasiado tiempo en agregar: -Claro, es como el celular, la computadora, el DVD, la televisión ¡Ja! ¡La televisión!- Ríe con ironía y desprecio. -Ese aparato que idiotiza a la gente, y les quita el tiempo que deberían invertir en la lectura de buena literatura. Así se podrían aculturar un poco, tanto el hombre como la mujer. Todo lo que se muestra está relacionado con la mujer como objeto sexual ¡Y encima las pendejas se prestan a eso, qué odio que me da! ¿No viste cómo salen vestidas a la calle?-Sí, y me da lástima, sinceramente. Ayer, casualmente, leí un
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artículo en el diario referido a este tema. Estaba relacionado con la visita de la máxima autoridad del Vaticano, a París…-¡Ja! ¡Otro más! El Vaticano cubierto de oro y cuántos países inundados de pobreza, pero claro, como todo es para Dios y nosotros tan sólo somos simples mortales…-Espera, sí, tenés razón en eso que decís, pero yo apuntaba a otra cuestión. Por eso le doy la razón. Él dijo que la sociedad ha dejado de lado el mensaje del Señor Jesucristo y se ha obsesionado con las riquezas y la lujuria. Que el pecado sobreabunda en las mentes de cada cristiano. Pareciera que todo entrara por los ojos y nada por el uso de la razón doctrinal que nos han dejado las Santas Escrituras. Aún los representantes del Santo Padre, se han hecho presas del capitalismo al adquirir autos lujosos, vestimentas caras, que sólo presumen poder, altivez, egocentrismo y pasión desmoderada. Por otra parte, toda esta rueda consumidora ha despertado una ola de inseguridad que no pareciera tener fin; los individuos que no tienen la posibilidad de lograr el status social que han logrado otros, se llenan de impotencia y se arrojan a la delincuencia a fin de obtener por el mal camino lo que otros adictos al lujo sí, han conseguido…a todo esto, un Jesucristo, estacado en una cruz, sobre el monte Calvario nos recuerda “Amaos los unos a los otros en el amor de Cristo y el resto de las cosas os serán añadidas.”-¡Que interesante! ¡Lo recordaste todo de memoria, eso también es impresionante!-El discurso fue mucho más largo y yo lo parafraseé un poco, de igual manera lo recordé porque me gustó mucho lo que dijo…-
-¿Crees en Dios?-¿En serio que no querés tomar más nada que un poco de agua? Podemos comer algo, yo invito…-No… Bueno está bien, pero pagamos a medias, sino, no.-De acuerdo, llamo al mozo y le pido dos cafés con medialunas.-Dale.- Y “La mujer de los 35” sonrío con satisfacción. Por su parte, Juan Carlos, quiso encender otro cigarrillo mientras esperaba, mas el mozo, con una indicación desde la ubicación donde se hallaba, le señaló un cartelito de “Prohibido fumar”. A Juan Carlos no le quedó otra alternativa que guardarlo mientas hacía una mueca con la boca. -¿Crees en Dios?-¿Qué?-Que si crees en Dios ¿A dónde te fuiste?-¡Ah! ¡No. Sí…esperá!- Se acomoda en la silla como si hubiera ocurrido un temblor o algo que lo corrió de su lugar, refriega sus ojos con los dedos de su mano derecha. -Sucede que me quedé molesto con esto que me planteó el mozo. Como si pudieran hacer algo para detener la contaminación ambiental o las muertes por tabaquismo. Ya es demasiado tarde. La justicia siempre es lenta.-Es la Ley, ¿Acaso no has leído “El proceso” de Franz Kafka?-¡Puf! Que si lo habré leído, es genial. Es como para analizarlo de diez maneras, al menos. Una obra sensacional. Una de mis favoritas, por cierto.-¡Y bueno! ¿Entonces de qué te sorprendes? ¿Acaso no captas-
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te el mensaje? La ley es inaccesible, en consecuencia, injusta. La burocracia, Juanca, la burocracia…-La ley….ya estás como para refutarlo a Platón.-¿Por qué? ¿Qué dice Platón? ¿Qué libro es? – -Nada, no importa. Se llama “La república”. En realidad él toma las enseñanzas de su maestro Sócrates y las plasma en un breve, pero muy interesante, librito lleno de enseñanzas para una República democráticamente correcta. A lo que yo iba es que el autor del libro define a la Ley como una herramienta útil en manos de los representantes de un pueblo. En caso de ser utilizada de manera incorrecta se la denomina injusticia. Como ahora, por ejemplo, pero no importa. Sólo era un chiste.-¿Me vas a contestar lo que te pregunté o no?-Sí, ¿Me lo preguntaste por lo que dije sobre Benedicto XVI?-Sí, por eso.-Bueno, me parece que Jesús ha sido un extraordinario ser humano, ética y moralmente correcto. Pienso que su doctrina es absolutamente posible de llevar a cabo y en eso hago mucho hincapié, ya que hoy por hoy, la considero una doctrina muerta. La sociedad, poco a poco, fue desplazando la fe a un costado, junto a ella colocó el usó de la razón para algunas cosas, y para otras conservó la fe. Pero, en sus comienzos, la doctrina que predicó este hijo de carpintero no sólo era predicada, sino que además se la ponía en práctica ¡Y eso hubiese sido genial de poder presenciar! ¿Podes imaginarte a una persona que permite que la abofeteen y no se le despierte ni el más remoto de los malestares, sólo porque tiene que amar a su prójimo como a sí mismo? ¿Podes imaginarte
a un tipo parado delante de un ciego y con sólo decirle “tu fe te ha sanado” el que era no vidente de repente comienza a ver? ¡O mejor aún! ¿Podes imaginarte a una gran cantidad de personas llorando por un difunto, que hacía dos días ya que había muerto, y, viniendo este muchachito, le dice “Lázaro, sal fuera” y el que ya despedía olor nauseabundo, sale caminando de su tumba como quien estuvo de excursión y salió porque lo llamaron solamente? S….este tipo nos enseñó a ser semidioses, aún más, si desarrolláramos ese don de la fe que nos enseñó Jesús ¿Sabes la armonía que habría en este mundo? ¡Seriamos como los 12 dioses del Olimpo! Lamentablemente, todo se fue perdiendo y ahora, para dejar de renegar con ser simples mortales, tenemos que conformarnos con Buda, Lao Tsé o cosas así, que nos eleve nuestro espíritu y mente mucho más allá de nosotros mismos.-Que impresionante. Me dejaste sin palabras. ¿O sea que, para vos, ya no existe Dios alguno que nos pueda dar una puta esperanza respecto a que si, realmente, hay una vida mejor, después de la muerte?Juan Carlos baja la cabeza, toma un sorbo de café, lo saborea, espera que ella haga lo mismo y contesta: -Está dentro de nosotros vivir lo más correctamente posible, buscando la armonía con la mente y el espíritu. No afanarse por cuestiones innecesarias, sólo vivir y dejar vivir. Como lo recordó el Papa, como estaba está escrito en la Biblia “amaos los unos a los otros en el amor de Cristo y el resto de las cosas os serán añadidas”. Jesús existió, vivió y murió por su doctrina, está en nosotros
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revivirlo, pero, con nuestras actitudes transgresoras, hemos hecho de su predicación una filosofía de vida, más que una doctrina.Luego de esta charla, ambos hicieron silencio y bebieron café. Juan Carlos se apoyó sobre el respaldo de la silla y contemplaba un escarbadientes, que encontró sobre la mesa, mientras lo hacía girar. Deseaba que el mismo fuera un cigarrillo encendido, que despidiera humo y se fuera consumiendo paulatinamente. Que ese consumo lento pero efectivo del papelillo relleno de nicotina, fueran sus nervios que iban desapareciendo con el paso del tiempo; que pasaba frente a aquella, su Ninfa, su deseada, su codiciada. Pero no lo era, sólo era un pedazo de madera inútil en sus manos y no aquel humo envolvente que le nublaba la mente, lo mareaba, y, a su vez, le daba la confianza suficiente como para decirle aquello, que ni siquiera él estaba seguro de qué era. Se puso a pensar , en aquel Bar, mientras ella estaba allí sentada frente a él, perdida en las abstracciones del mundo exterior como poseída, que podía tocarla y acomodarle el mechón oscuro que caía sobre sus mejillas detrás de su oído. Sentirla en carne, acariciarla y decirle no sé qué, con un lenguaje silencioso, gestual. O que ella lo mirara y lo entendiera sin necesidad de decirlo. Sintió que ninguna palabra era acorde para esa situación, que todo estaba de sobra ¡Aún él estaba de sobra! Porque aquella criatura celestial, inhumana, perfecta y provocadora de suspiros, era lo único en ese momento del universo y de la historia que importaba. Que tocarla con sus ásperas manos era lastimarla, que besarla era contaminarla, pensó, y más que pensar, se preguntó a sí mismo, casi con fastidio, ¿Qué sentía por “La mujer de los 35”?
Se confundió aún más, cuando concluyó que estaba disfrutando enormemente de ese momento, y que una amistad era aún mucho más poderosa que el mismísimo amor, pero que, a su vez, sentía que la quería sólo para él y para nadie más. Que la celaba como a una hija, y no terminaba de ser convincente la comparación, pero que el sentimiento era también inexplicable a la razón. Tuvo ganas de salir corriendo y no volver a verla nunca más, sentía que estaba perdiendo la razón, comenzaba a enloquecer sin saber bien por qué, se toma la frente como para medirse la temperatura, ya que todo esto le parecía irreal. Entonces, ella habló. Sin necesidad de mirarlo, habló: -A veces tengo un sueño, es siempre el mismo, lo soñé tantas veces que ya creo que es real. Lo he escrito, no pude evitarlo, soy presa de esa película que se reitera en mi mente inconscientemente, me está atormentando. Me atormenta tanto, que me vi obligada a escribirlo.-¿Al sueño?- Interrogó Juan Carlos. -No, es algo parecido. El núcleo del sueño, digámosle. Un sentimiento, un temor, es demasiado para ser una simple palabra.-¿Me lo contarías?-Sí…debo hacerlo. Es así: me encuentro en un lugar que parece pertenecerme, pero no sé dónde o qué es, estoy sentada sola, en mi intimidad, absorta en mis sentimientos. Tomo un papel y escribo. Lo hago con tinta roja e imprenta mayúscula: ESPERANZA. Luego lo guardo en un bolsillito cercano a mi corazón. Antes de ello.- Continuó S… -Lo doblo en pedazos iguales, cuidadosamente. Lo doblo y lo guardo. Luego, no pasado mucho tiempo,
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lo reviso, lo saco con mucho apuro, lo abro como si tuviese miedo de que esa expresión se hubiera borrado. Me desespero y, no. Ahí está: ESPERANZA. Lo aprieto contra mi corazón, lo deslizo sobre mi rostro con suavidad y me doy cuenta de algo: lo arrugué. Me enfurezco de una manera increíble, no sé contra qué o quién. Lo hago un bollo con todo mi odio y lo arrojo contra un rincón. Rincón en el cual se encuentra el tacho de basura o, al menos, allí hay mucha basura acumulada. Entonces entra él, -Juan Carlos se acomoda en su asiento y le presta toda su atención a S…ella ha dicho una palabra clave- lo miro, lo contemplo de lejos, miro el bollito en la basura y lo suplanto. Ahora mi esperanza es él, lo abrazo y lo beso con desesperación y, aunque en realidad él no lo sea, es algo. Es la “E” de esperanza, al menos…Cuando terminó de contarle el sueño, volvió su mirada hacia Juan Carlos, lo miró con tristeza, dulzura y duda, todo al mismo tiempo. Metió dos dedos en el bolsillo izquierdo superior de su campera de Jean y sacó un papel doblado en partes iguales. Lo abrió y, en el mismo, estaba escrito con mayúscula imprenta y color rojo la palabra ESPERANZA. -Siempre lo llevo conmigo. Junto a mi corazón, por lo general, y ahora no sé. Sentada frente a vos, sin saber bien por qué… ¿¡Por qué carajo le estoy dando pelota a un pendejo desconocido, que dice conocerme!? Estando él allá, en Pergamino, deseoso de que llegue el fin de semana para verme.- Dijo “La mujer de los 35”, irritada y con lágrimas contenidas en los ojos. -Entonces, S… ¿Tenés…?-
-Novio, sólo eso. Hace seis meses. Pero ahora venís vos y me planteas cuestiones que no sólo me interesan, sino que siento que pensamos igual, en cambio con él (…) con Ramiro, no coordinamos en nada (…) no sé ni qué le vi, qué me gustó (….) estuve mucho tiempo sola, me sentía débil. Necesitaba un poco de cariño, sentirme querida, amada, deseada.-Ya no contenía las lágrimas, las dejaba caer y se secaba en parte con las manos, en parte con una servilleta de papel. -Hoy es jueves, en sólo dos días debo verme con él, y no sé qué voy a hacer. Estoy confundida.- Miraba para afuera, se mordió los labios inferiores con los dientes superiores, tomó el último trago de café. -Quiero volver a verte, por favor.-Juan Carlos tomó las manos de “La mujer de los 35” mientras le decía esto, pero inmediatamente se las soltó arrepentido. -Sos un nene comparado conmigo Juanca ¿No te das cuenta? Eso nos va a resultar un problema, estoy segura. -Por favor, quizás, si dejamos pasar un tiempo, podríamos volver a charlar más tranquilos. ¿Qué decís, te parece bien?-Dame tiempo, yo te llamo. Dejame un número de teléfono con el cual te pueda contactar.- Juanca quiso escribir sobre el papel de S…pero ella se lo quitó. -¡No, ahí no!- Cortó una servilleta de papel y se la dio. -Yo te voy a llamar, en serio, sólo tenés que tener paciencia. Pedí la cuenta así me voy.-Yo pagó, si querés.-¡No! Ya te dije que no.Juan Carlos se dio cuenta que “La mujer de los 35” estaba un
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tanto molesta, y que lo más prudente sería no seguir contradiciéndola. Se levantaron juntos y, una vez fuera, él encendió un Le Mans. Ella lo miró con una profundidad absoluta, él permitió esa mirada, devolviéndosela. S…lo miraba como buscando algo, quizás recordar esa cara, pero más que nada era estudiar ese rostro. Recordó que la primera conversación que mantuvieron, también estuvo precedida del chasquido de un encendedor y el rostro de un niño concentrado en la punta de un cigarrillo. Y, finalmente, una vez conseguida la invasión del humo entre ella y él, como una especie de barrera que, paradójicamente, provoca el deseo de ser atravesada; ella, para romper con aquel enigmático desenlace, sonríe y le dice: -Te desesperaba más hacer éso que darme un beso ¿eh? Ja, ja, ja.Juan Carlos sonrío y sin saber qué decir, ni qué hacer bajó la mirada. Ella, viendo a un niño-hombre atemorizado por el abandono, agregó a modo de despedida: -No te preocupes, te voy a llamar, te doy mi palabra. Dame tiempo.- Lo besó en la mejilla y se perdió en la noche rosarina…
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VI
Juan Carlos está sentado en el patio de su casa en Rosario. Aunque ya ni siquiera los fines de semana viaja para Pergamino. No, desde aquel fin de semana, posterior a su primer encuentro con la mujer de los 35. En aquellos días, Juan Carlos había optado por viajar a Pergamino. No lo hizo en forma coordinada con S… que también viajaba, sino que lo tenía planeado de antemano, y no halló motivos para anular esa visita a su familia. Por lo tanto fue, visitó a su madre y hermanos, a sus amigos y, finalmente, quiso visitar a sus abuelos. Fue en el trayecto que compone la casa de sus padres con la de sus abuelos, cuando vio lo que no pudo soportar ver. Primero sintió un estúpido sentimiento de alivio al ver esa imagen. Estúpido e irracional sentimiento de alivio. Irracional por tratarse de una obsesión de su inconsciente. Estúpido por la forma en que lo razonó. Sintió que ella lo rechazaba de una manera expuesta, que le daba un mensaje sin palabras, ni señas. Tan sólo ese gesto, Ramiro y S…supuestamente, no sabían que Juan Carlos caminaba detrás de ellos o quizás S…sí, lo sabía y era Juan Carlos, quien no se había dado cuenta de que ya había sido detectada su presencia. Juan Carlos observó, que Ramiro abrazaba a “La mujer de los 79
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35” por la cintura con una mano y con la otra sostenía un paraguas abierto, para evitar que la copiosa lluvia los mojara. En cambio, ella, llevaba las dos manos metidas dentro de los bolsillos de una camperita que llevaba puesta, como quien presume tener un frío terrible: “¿Quién puede tener frío con una lluvia de verano?” Se preguntó Juan Carlos. Llevaba las manos de esa manera y la cabeza inclinada, como quien no quiere que la vea, ni siquiera esa persona que está junto a ella, abrazándola. Iba como poseída, como arrastrada, como resignada a que ésta era su última carta, su última esperanza de amor y que en la vida ya no tendría otra oportunidad. Era esto o soledad perpetua. Un amor falso, no recíproco, sólo de una parte y no era el de ella precisamente. Esa imagen le generaba, a Juan Carlos, una idea de puntos suspensivos. Parecía que ella, con aquellos puntos suspensivos, quería decir algo más y no le salían las palabras, no las encontraba. Entonces se confundía, se olvidaba, las desechaba. Unos puntos suspensivos que no se animan a decir lo que quieren, por temor a la represión moral, al qué dirán. El temor a equivocarse y confundir deseo con rutina. Una dictadura sentimental… Todas estas percepciones, de aquella única situación, fue el motivo que obligó a Juan Carlos a no volver a viajar a Pergamino, al menos por un tiempo… Está acostumbrado a la vida de ermitaño…ceba un matecito dulce y caliente, cruza la pierna derecha por sobre la izquierda, enciende un Le Mans, expulsa el humo con placer, extiende su
brazo derecho y presiona “play” en su grabadorcito. El universo de Juan Carlos ahora está completo, Piazzolla había llegado y el tercer elemento era tan importante como el primero, y viceversa; mate, cigarrillos y Piazzolla. Esta era la fórmula para su completa felicidad, un completo sentimiento de relajación se apodera de él. Por un momento, piensa que un cuarto elemento infaltable, debía ser un libro, no cualquier libro, pero un libro al fin y al cabo. La razón por la que rechazaba esta verdad absoluta era porque no podía palpar a Piazzolla y, a su vez, sumergirse en la lectura de un libro. Eran dos sentimientos tan hermosos como imposibles de fusionar. Así mismo, consideraba que quedaba fuera de un momento de relajación el hecho de realizar una “actividad”. Entiéndase por “actividad” a la acción de tener que abandonar por un instante la lectura, para controlar la cebada del mate, para que la yerba no se lave, para no echarle demasiada azúcar (…) y ni hablar si el agua se enfría, tener que levantarte a calentarla nuevamente ¡Eso sí, que era molesto! Por estas razones, descartaba la posibilidad de agregar un cuarto elemento a su universo íntimo y perfecto. Vuelve a la realidad, deseando no irritarse al imaginar situaciones que, en realidad, no estaban sucediendo actualmente y todo estaba perfectamente bien: el agua caliente, la yerba aún nueva, varios Le Mans por consumir, y, finalmente, Piazzolla interpretando “La casita de mis viejos”. En el primer suspiro de bandoneón, una tremenda nostalgia inundó a Juan Carlos. Visualizó
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en su mente una ciudad con fachada de pueblito viejo, pero rico en historia, el mismo estaba lleno de (…) bueno, en realidad aún no tenía bien claro de qué estaba llena esa imagen. Bajó varias opciones del paradigma de los adjetivos calificativos, y no encontró alguno que lo dejara conforme (…) Aspiró el cigarrillo con profundidad, cebó otro matecito, suspiró y volvió a la imagen. Las calles con adoquines, las paredes llenas de musgo, los postigos de la ventanas destruidos, sostenidos tan sólo por dos clavos y un poco de alambre; una desolación afectiva, un sentimiento inexplicable, un palpitar tan lleno de, tan lleno de (…) Sigue sin hallar la palabra. El timbre del teléfono lo sorprendió de tal manera que, a causa del susto, se volcó el mate en la pierna derecha y, en el reflejo por quitarse la yerba mojada -y el agua caliente-, con la mano izquierda, derrumba el termo, éste cayó al piso y se rompió, el atado de puchos cayó junto al mismo y se hicieron “pato”. Molesto, pero apresurado, sin saber quién se había tomado el atrevimiento de expulsarlo de su extraordinario momento de relajamiento, levanta el tubo: -Hola.- Frío, seco, deseando que quién llamara tuviese algo realmente interesante que decirle. -Soy yo…- Preocupada, ansiosa, un tanto nostálgica. Apresurada, sin darle tiempo a Juan Carlos para que reaccione, agregó: -Necesito saber cuál es tu palabra favorita, aquella que me muestre cómo sos, quién sos y qué vas a ser para mí. Una palabra, sólo tiene que ser una. Necesito saberlo, ahora.Juan Carlos titubeó, tragó saliva, sintió que su cuerpo entero le temblaba, se fusionaron dos pensamientos y contestó:
-Identidad... ¡Identidad, esa es la palabra!- Sin darse cuenta hablaba consigo mismo. Se glorificaba de haber hallado una palabra que definiera el concepto representante de aquellas imágenes, que habían pasado por su mente hacía tan sólo unos instante. Había encontrado una palabra, que le servía para responder estas dos cuestiones peculiares que se le presentaban. S…tampoco se dio cuenta de que Juan Carlos hablaba consigo mismo, y no sólo eso sino que además ella, también, comenzó a hablar consigo misma: -Identidad, claro, claro, identidad (…) es una palabra muy grande.- Ya casi en un susurro. Con tono aún más preocupante, que antes, restablece el diálogo. -Está bien. Bueno, mirá la mía es Libertad ¿Me oíste bien? Libertad…-Sí, sí.- Responde Juan Carlos, aún sin reaccionar. -Bueno, pensalo. Te voy a volver a llamar ¿Sí? Chau, un besito.-Chau, otro para vos…- Deseando que la comunicación continuara. Juan Carlos volvió hacia el patio de su casa, murmurando, en voz baja, de forma enajenada: “Identidad (…) Pergamino está lleno de Identidad. Esa es la palabra, ese es mi lugar. Yo pertenezco allí. Un día volveré, pueblo mío (…) yo no soy de acá…” Se volvió a sentar y, al salir de su estado de shock, observó el desastre que había provocado su atropellada salida: el mate volcado en el piso (eso implicaba lavarlo y ponerle yerba nueva), el atado de Le Mans, absolutamente mojado por el agua del termo (eso implicaba caminar hasta el kiosco de la esquina y comprar
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otro atado), el CD de Piazzolla que seguía girando, pero que en ese momento de malestar generalizado, era imposible que pudiera seguir robando toda su atención (…) no quiso mirar más. Torció su boca hacia la izquierda, expresando disconformidad, tomó el atado de puchos con dos dedos, delicadamente, con un solo ojo observó la posibilidad de hallar, al menos, un cigarro seco. Tuvo existo en su búsqueda, quitó el más “sequito” que halló y lo encendió a la brevedad. Un tanto más tranquilo, se dirigió hacia su habitación. Allí tenía una mesa con un pequeño velador, papel y lapiceras. Dispuesto a no considerar el paso del tiempo, comenzó a escribir: No conforme, lo escribió de otra manera. Libertad Lo contrario a rutina: por ejemplo matrimonio, hijos, trabajo, normas y pautas de una sociedad, etc. Significado incompleto, necesita de otra palabra para existir que, en este caso, viene a ser sujeto a… dependiente de… prisionero, esclavo, siervo.
Sinónimo de independiente: palabra inexistente… siempre se depende de algo
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Libertad Los fonemas L, B, T y D son altos y elegantes, muestran seguridad y se ubican al principio, medio y final del morfema.
2 da conclusión: A S… le gusta ocupar todo el espacio, no comparte su lugar con nadie y está demasiada segura de sí misma a causa de su belleza y altura. Al igual que los fonemas citados, que son altos y elegantes…
1er conclusión: S…es una mujer imposible. Nunca va a estar sujeta a alguien. Nunca se va a casar. No permite que la repriman, sólo busca obtener su propio placer.
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3 ra conclusión: el mismo morfema escrito de diferentes modos presenta una ambigüedad, Libertad es sinónimo de independencia. No tiene un real significado, a no ser por su opuesto, o sea, dependencia. S… se muestra demasiada segura de misma como para depender de alguien, pero a no ser por ese “alguien” que se muere por estar a su lado, su seguridad y su independencia no existiría ¡S… me necesita.
José Ramallo
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Está amaneciendo en la Clínica de la mente, de la Ciudad de Pergamino. El interno 401 miró su reloj despertador y, con sorpresa, observó que restaban unos pocos minutos para que fueran las 08:00 horas. “Ya van a servir el desayuno.- Pensó el 401. -Voy a sentarme cerca del 108 para dormir un rato, y que él me cuide de la muerte. Después de todo, él descansó bien a causa de la tormenta.” Se incorporó, estiró todo su cuerpo al punto tal de provocar el crujido de sus huesos. Apagó la linternita y se quedó mirándola con asombro. Pensó que las pilas debían ser de muy buena calidad, ya que la había tenido encendida toda la noche y su intensidad no había disminuido. Realizó un gesto de admiración con su rostro y la colocó sobre la mesita de luz. También se sintió orgulloso de sí mismo, por haber permanecido despierto toda la noche. Se vistió, higienizó y caminó en dirección a la puerta de la habitación. Esperó que se la vayan a abrir de un momento a otro. Pero algo sucedió, una demora inesperada, murmullos en los pasillos, pasos acelerados. El 401 pegó sus ojos y nariz contra el marco de una ventanita que poseen todas las
puertas de las habitaciones. La del interno 108 estaba abierta, entonces pudo ver con absoluta claridad cómo un enfermero tapaba con una sábana blanca el cuerpo duro y ya sin vida del interno. El mismo había sido víctima de un paro cardíaco. Al parecer, había despertado en un momento de la noche y la luz de la calle ya no alumbraba por la ventana de su habitación, a causa de un apagón general. Su linterna y su encendedor se encontraban en el rincón del cuarto, donde él solía estar sentado toda la noche. Por primera vez, desde su internación, se había animado a salir de aquel lugar y dormir en la cama, en la oscuridad, confiando en el ruido de los relámpagos y truenos. Habría despertado y, al no tener con qué alumbrar a su alrededor, sufrió un ataque de nervios. No pudo golpear las manos porque no se las vio, el mismo temblor no le permitió gritar ni mucho menos silbar. Entonces, sencillamente, dejó de respirar. Cuando los enfermeros lo encontraron tenía los ojos desorbitados, la boca abierta en su totalidad (un alarido silencioso, seguramente) y ambas manos cerradas, aferradas a las sábanas, como quien pretende arrancarlas. Durante el entierro del interno 108, al que asistieron -custodiados por autoridades de la clínica- todos sus compañeros, el 401 colocó sobre la lápida de su difunto amigo un papel, cuya letra había sido escrito a mano por el mismo interno 108. Dicho texto no era otra cosa que un simple y breve epitafio. Tembloroso y lleno de recuerdos dejó brotar incontables cantidades de lágrimas y materia mucosa, mientras pegaba con cinta el papel sobre la lápida. El texto tan sólo decía:
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Epitafio para mi muerte. No morí, no sino que, mientras no se borré mi nombre de todos los libros, de la memoria de todos los que me conocieron, ¡Viviré! No morí, no sino que, por cada ocasión que alguien lea este epitafio, volveré a vivir en el recuerdo, en el conocimiento, en la existencia de la palabra ¡Viviré eternamente! El interno 401 apretó el papel con sus manos, casi con rabia deslizó sus dedos una y otra vez. Se aseguró que no se fuera a despegar, pero a su vez veía mentalmente una película que le recordaba cómo aquel escrito había llegado a sus manos: Era una mañana fresca, 401 se encontraba sentado en su cama, tomando mates y oyendo las noticias en la radio. -Toc toc.- Pronunció alguien bajo el marco de una puerta que estaba abierta de par en par. Mirándolo parado en el umbral de la habitación, siguiendo el juego de su amigo, le contesta: 88
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-¿Quién es?-Pamela, su vecina rubia, alta, delgada, ojos celestes, soltera. ¿Tendría un poquito de azúcar para obsequiarme?-Lo siento, Pamela, soy diabético. Hasta luego.-¡Ja, ja, ja!- Rieron ambos a grandes carcajadas, de sus propias ocurrencias. Mientras el interno 108 finalmente se decidía a ingresar al cuarto del 401 con un papel en la mano. -¡Sos un tarado, 401 ja, ja.-¡Me contagié de vos, 108 ja, ja! ¿Qué decís, amigo? ¿Venís a tomar unos mates conmigo?-Algo así, che. ¿Estabas ocupado?-No, en lo absoluto compañero. ¿Amargo o dulce?- Mientras le elevaba el mate a la altura de los ojos. -¿Qué, en serio sos diabético?-¡Ja, ja! ¡No! Era broma. Te pregunto por las dudas…-¡Ah, bueno! Como vos estés tomando, amigo. No tengo problema si es amargo o dulce. ¿Sabes? En realidad vengo a pedirte un favor. Me da un poco de vergüenza decirlo, pero…-¡Ey, amigo no tengas vergüenza conmigo!- Centrando toda su atención en lo que decía el 108 y alcanzándole un mate, como quien quiere calmar los nervios de su interlocutor. -Sabes que lo que digas quedará acá adentro. Como todas nuestras conversaciones.-Sí, es verdad. Voy a ir al grano. Anoche escribí algo. Sé que vos sos escritor y….no sé….me gustaría saber si vos podes conservar este papel y publicarlo algún día en alguno de tus libros. 89
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No me importa que le pongas tu autoría. Sólo deseo hacer lo mismo que hace todo escritor….pasar a la inmortalidad…-Te noto muy triste 108 ¿Qué te está pasando? ¿En qué pensás? Por supuesto que puedo hacerte ese favor. Pero si no le pongo tu nombre, jamás vas a pasar a la inmortalidad porque nadie va a saber cuál es el nombre del Dios que hay que venerar y recordar para siempre. Así funciona la inmortalidad de los escritores. Permitime que lo lea, por favor.-Sí. Cómo no. Aquí está.- Y se ceba otro mate él mismo, mientras su amigo lee aquel texto titulado EPITAFIO PARA MI MUERTE. -Che 108…la verdad es que me has impresionado…no sabía que tenías este talento para la escritura. Creo que…-¡Vamos 401! No es necesario que me elogies tanto! Solamente escribí unas palabritas sueltas y salió eso…-No, amigo, no te estoy mintiendo. En realidad me gusta mucho tu manera de escribir. Lo que también debo confesar es que me preocupa la temática que has escogido para escribir…-Es inevitable hermano. Ambos lo sabemos. Todos lo saben. Tarde o temprano nos va a venir a buscar. Yo sólo quise adelantarme a los hechos. No sé cuánto faltará para que eso ocurra. Pero sentí el deseo de hacerlo anoche y así lo hice…El resto de la conversación que sostuvieron esa mañana, no era recordada con claridad por el interno 401 a causa de las lágrimas y el llanto desgarrador que arrojaba sobre aquella tumba. De repente, entre tantos lamentos y llantos se oyó un frío silencio. Una oscura presencia invadi aquel lugar. Casi como si viniera de
bajo de la tierra. Se comenzó a oír una macabra risa. 401 elevó su rostro lentamente, comenzó a girar su cabeza en dirección a la zona de donde provenía el sonido. Finalmente, pudo ver con absoluta claridad, a través de la muchedumbre, la sombría imagen de la muerte, sosteniendo con su mano izquierda el espíritu del interno 108, que colgaba como si aún permaneciera dormido. Lo sostuvo desde el pescuezo, rió a carcajadas y luego con ímpetu arrojo el espíritu hacia arriba y, en un movimiento extraño, pareció habérselo tragado. El 401 se agitó y comenzó a retroceder tambaleándose, preso del terror. Le sorprendió que nadie oyera aquella risa escalofriante ni, mucho menos, que hayan visto los movimientos que la muerte realizó con el espíritu del 108. Ante la actitud extraña que aquél realizó, la custodia policial lo sujetó por temor a que intentara escapar bajo aquel pretexto.
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Con la absoluta certeza que la palabra IDENTIDAD significaba varias cosas y, a su vez, una sola, “La mujer de los 35” tomó un papel blanco, excesivamente blanco, sin renglones, ni márgenes, ni colores, ni marcas, con una virginidad y un liberalismo absoluto. Su tamaño era A4 “No me gusta la exactitud” reflexionó frente al papel. “Mejor lo corto un poco…” Y lo recortó de tal manera que no respetaba ninguna medida exacta. Lo tomó, lo colocó de costado con el fin de ocupar todo el espacio y no dejar lugar a agregados. Escogió un color de lapicera…rojo, por supuesto. Y con letra mayúscula e imprenta, escribió: LIBERTAD. Luego, lo dobló de tal manera que puedo ingresarlo en un pequeño sobre para cartas, y se lo envió a Juan Carlos. Días después, halló un sobre similar al suyo, que había sido ingresado por debajo de la puerta. Lo abrió y leyó: IDENTIDAD. Tomó otro papel y escribió sobre el mismo. Se lo envía, nuevamente a Juan Carlos. Este último, recibió en su hogar el sobre, lo abrió y leyó: ESPERANZA Él optó por responder: ¡DOLOR! Ella escribió: AMOR. 92
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Él respondió: ¡LOCURA! Ella le escribió: ¡PAZ! Él respondió: CARICIAS. Ella escribió: UNIVERSO. Él respondió: EXISTIR. Ella escribió: YO SOLA. Él respondió: UNO MISMO. Ella escribió: ¿ME EXTRAÑAS? Él respondió: AGONISO. Ella escribió: ¿ME DESEAS? Él respondió: ENLOQUESCO. Ella escribió BÉSAME. Él respondió: MIENTES. Ella escribió: TÓMAME. Él respondió ¡BASTA YA! Ella escribió TE… Él respondió: (…) AMO.
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En la agónica espera de nuevas llamadas telefónicas o “cartas” provenientes de S..., Juan Carlos tomó la violenta decisión de viajar un domingo por la madrugada a Pergamino. Tenía el deseo de arribar lo más temprano posible, y dirigirse a un solo lado, al único lugar que podía ir para expulsar ese fuego que le consumía el pecho y le provocaba constantes deseos de suicidio. ¿Por qué? Bien no lo sabía, demasiada nostalgia acumulada, suponía. Llegó a Pergamino, era la hora 07:50, aproximadamente. Se sintió relajado, feliz, tanto que optó por comprarse un alfajor y una gaseosa, suprimiendo así al “acompañante-impaciente-cigarrillo”, al menos por una vez. Se sentó en un banquito y comió el alfajor. Mientras esperaba el colectivo, disfrutaba del silencio y la tranquilidad de su ciudad, tuvo la sensación de jamás haber estado allí. Por un instante, sintió el deseo de pronunciar la palabra “identidad” pero, peculiarmente, se contuvo. Ve llegar un colectivo. Lo detiene e interroga al chofer del mismo: -¿Éste va hasta el Cementerio Municipal?94
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-Sí, flaquito, pero te voy a pedir que me esperes cinco minutos, que voy hasta el baño y luego salimos ¿Dale?-Sí, sí.- Masticando y tragando rápido el alfajor para hablar con mayor precisión. -Cómo no, jefe. Yo mientras tanto me termino el alfajorcito.Exponiéndolo con su mano derecha. Una vez comenzado el viaje, no volvieron a intercambiar palabras, pese a que Juan Carlos se sentó en el primer asiento y, por varias cuadras, fue el único pasajero. Cuando llegó a destino se levantó de su asiento, caminó hacia el fondo del colectivo, presionó el timbre y, al colocar el pie en el primer escalón, con su mano izquierda en alto exclamó: -¡Hasta luego, gracias!- El chofer lo miró por el espejo retrovisor y le contestó. -Chau, flaquito. Gracias a vos.-Flaquito, flaquito -Murmuraba Juan Carlos ya ingresando al cementerio. Se sentó con las piernas cruzadas, frente a la tumba de aquella persona, que lo había obligado a realizar semejante viaje, su padre. Se disponía a encender un cigarrillo, pero lo consideró una falta de respeto, ya que Juan Carlos no comenzó a fumar sino hasta un tiempo después de la muerte de su padre. De igual manera, los colocó sobre la lápida “por si acaso”. En una mochila que traía consigo, Juan Carlos llevaba sus “cosas” escritas. Las mismas estaban dentro de una carpeta y cada hoja con un folio. 95
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Abrió la carpeta, y, mirando a la placa que llevaba grabado el nombre de su padre, comenzó un diálogo: “Usted sabrá bien por qué estoy acá, Padre”. Jamás había tratado de usted a su padre, pero, en esta peculiar circunstancia, Juan Carlos tomó a su padre como a una especie de semidiós, que estaba en condiciones de darles todas las respuestas a las preguntas que lo acomplejaban. Ya que él, había obtenido la respuesta al mayor interrogante que puede llegar a tener todo ser humano ¿Existe la vida después de la muerte? Pregunta usual para todo filósofo. Juan Carlos, consideraba que sí, la había, y por ello se dirigía con tanto respeto hacia su padre, ahora semidiós. “Escribí algo para usted”. Murmuró Juan Carlos, mirando a la placa, en casi un susurro, como una voz que se quiere quebrar, pero que se contiene. También era similar al niño que le confiesa a su padre alguna travesura, mirando al piso por vergüenza, con su voz temblorosa a causa del castigo que sabe que le van a imponer por haber hecho aquello. “A decir verdad -continuó - son varias cosas, pero sólo leeré una de ellas y luego la dejaré junto a su nombre. Deseo que le guste”: Réquiem para mi padre ¡Oh, Dioses de la muerte! ¡Oh, arrebatadores del aire y la esperanza! ¡Oh, malditos engendros del infierno que han brotado en enfermedad sobre la piel de mi padre! 96
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¡Oh, rapases y angustiadores mensajeros de la muerte que han obligado a callar para siempre a aquél me dio la vida! ¿Con qué derecho juzgáis y determináis que éste debía ser el punto final de la carretera por la cual transitaba aquel singular señor? Que por más normal que pareciera era más que un hombre, ¡Era mi padre! Lo cual no es poca cosa; digo, ser padre, y mí padre en particular. ¡Y tú, inútil y repugnante foso putrefacto! ¿Por qué demonios has llamado a Alberto Monzón a ser parte de tu desolación? Aún contesta más, umbral de las lágrimas ¿Por qué maldita razón permitiste su ingreso antes que el de sus padres, lo cual hubiese provocado menos dolor en el corazón? Digo lo que digo, y con comprobación de hechos, ya que la naturaleza de la vida dice que un padre y una madre engendran un hijo le otorgan educación, amor, salud, disciplina para luego ellos, habiendo culminado su trabajo, despedirse de la vida y no de su razón de la misma llorando por sus rincones al hijo que ya no está. ¡Oh, injustas y diabólicas circunstancias del destino! ¿Acaso engendraré, yo también, un hijo 97
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y te lo llevaras al lecho eterno antes que a mí? O si no puedes responder aquello, al menos, dime ¿Existe una recóndita ilusión de que, en algún lugar, de algún tiempo, pueda yo volver a mi padre abrazar? ¡Oh, infierno de los infiernos! ¡Dolor de los dolores! ¡Angustia de las angustias! ¡Contestadme! ¿Cuándo culminará el llanto? ¿Cuántos son los años de mi vida, y cuántos los que faltan para que éste vil y angustiado hijo ocupe un lugar similar al de su padre? ¿Hasta cuando la ausencia figurada de mi creador? ¡Oh, mensajeros de la muerte! ¡Ángeles del destino! ¡Umbrales de eternidad! ¿Cuál es el itinerario de papá, para que yo lo pueda seguir? ¡Contestadme! ¡Os lo exijo! Terminó de leer, secó las lágrimas de sus ojos con el puño de su camisa, quitó la hoja del folio de la carpeta y la colocó entre la placa de su padre y la lápida que encabezaba su tumba. “Si usted es un semidiós.” Dijo Juan Carlos, retomando el diálogo “vendrá a buscar esta hoja y se la llevará consigo. Si es que le gustó lo que escribí en su honor, claro está.
En ocasiones, me pregunto qué consejo me daría usted en diferentes tipos de situaciones. También me pregunto si, físicamente, yo me asemejo a usted. Me intriga saber si tengo actitudes, mentalidad y, aún más, posturas como las que adoptaría usted en algún pasado. Mamá dice que adopto la misma manera de parame que usted cuando me voy a sacar una foto (…) eso es algo, ¿verdad? Todas las respuestas a estas preguntas no me servirían de nada, en sí, pero crearían en mí una especie de alegría, al saber que me parezco, aunque sea en algo, a la persona que yo admiro. Sí, yo lo admiro a usted, padre. Lo admiro por lo poco o por lo mucho que compartimos durante su estadía en el mundo de los mortales. Lo admiro cuando hablo con gente que lo conoció a usted íntimamente, y, al saber que yo soy su hijo, me estrechan la mano con firmeza y me dicen: “Ojalá que a lo largo de tu vida seas tan buena persona como lo fue tu padre. Ha sido un inmenso placer conocerte”. Por lo general, esa fuerte estrechada de mano viene acompañada de un brillo en sus ojos que me miran con profundidad, como buscándolo a usted, padre, en lo hondo de mi ser, como si yo fuese una reliquia. La circunstancia que me trae hasta aquí, usted ya la sabe. Le diré más, creo que ni yo podría definir, mejor que usted, lo que me está sucediendo emocionalmente. Me siento atraído por una mujer, padre, pero no sé qué tipo de atracción es. Recién le hablé de admiración y yo creo… No, no es que creo, estoy seguro de admirar su estética, ella es bella, elegante. Pero, a su vez, es senci-
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lla, para nada voluptuosa, físicamente es lo que debe ser, tampoco me interesa en lo absoluto esa cuestión, no sé por qué lo dije. Le decía que estoy enamorado de una mujer” -era la primera vez que Juan Carlos decía con total seguridad que estaba enamorado de “La Mujer de los 35”. Antes lo había intuido, pensado, aún declarado, pero sin estar seguro de ello. Como los planteos que se realizó aquella tarde en el café, estando frente a ella, sin poder acomodar las ideas y llegar a saber qué sentía por S… “enamorado. Sí, padre, ahora aquí sentado frente a usted, su presencia me lo confirma. Estoy enamorado de una mujer elegante, bella, tierna, simple, amable, codiciable, hermosa ¡Perfecta!” Se le iluminó el rostro de alegría y deseó tener el cuerpo de su padre delante suyo, para poder abrazarlo y poder agradecerle el hecho de haberlo ayudado a poner en claro sus sentimientos. No obstante, no perdió el ánimo, sino que se puso en pie y soltó una carcajada por la alegría que sentía, sintió que su corazón corría aceleradamente. Mas, por no ser desagradecido con su padre, se tranquilizó y procuró no alejarse de aquel lugar ahora que su necesidad ya estaba satisfecha. Permaneció un rato más, continuó con el dialogo contándole diferentes cosas como, por ejemplo, el trabajo en Rosario y su amigo, Leonardo, entre otras cosas. Finalmente, cuando se disponía a marchar, recogió el atado de cigarros, tomó uno y lo encendió. Luego, sacó otro para dejarlo junto al papel que tenía escritas aquellas cosas que Juan Carlos había elaborado. Lo colocó ahí, y con una sonrisa cómplice se despidió diciendo en voz alta: -Ahora que lo recuerdo, usted también fumaba.-
Juan Carlos llegó a su casa, ha regresado a Rosario sin siquiera pasar por la casa de su madre. Tampoco ha visitado amigos. Los hechos se produjeron de la siguiente manera: Salió del cementerio desesperado por volver a encontrarse con “La mujer de los 35”, tomó un remis, llegó a la terminal, compró un boleto en la primer ventanilla que encontró sin importarle el precio a abonar, sólo exigió que no tuviera que esperar mucho tiempo por la llegada del ómnibus. La muchacha que le vendió el boleto le dijo que había uno que ya estaba en plataforma, y que salía en cuestión de minutos. Entonces él salió corriendo, mostró su boleto al chofer y subió apurado. Notó que había estado transpirando mucho, demasiado, quizás había levantado fiebre. Se derrumbó en un asiento y despertó al grito de: -¡Rosario!- Anunciado por uno de los chóferes del colectivo. Al llegar a su casa, recogió del suelo un papel que había sido ingresado por debajo de la puerta. Era de S… “Juanca, por favor llámame urgente. Ni bien llegues hacelo. Mi número es 03413582546. Yo te estuve llamando toda la mañana y nunca me contestate…estoy preocupada… ¿Acaso dejé pasar demasiado tiempo? TU MUJER DE LOS 35.”
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Juan quiso analizar letra por letra en la extraña carta de S… quiso saber qué era aquello de “TU MUJER DE LOS 35.” ¿Desde cuándo era de él? ¿Por qué estaba tan ansiosa? ¿Preocupada? Al parecer estaba sola, libre de compromisos sentimentales y ello la preocupaba, no podía, no debía estar sola, no ella, al menos. -¡Hola!- Exclamó alguien al otro lado del teléfono, Juan tartamudeó y contuvo los latidos de su corazón. Sentando en el piso, abrazó su abdomen con la mano izquierda, ya que el nerviosismo le produjo retorcijones. La había llamado mientras pensaba en su carta. -¡Soy yo! Estuve en Pergamino… Recién llego, perdón, yo no quise…-¡Tengo que verte, tenemos que vernos, tenés que venir!- Rápida, acelerada y hasta desesperada en su tono de voz. -Sí, sí, sí yo-yo-yo también quiero verte, estuve con mi papá y-y-y bueno, ¡No importa! ¿Dónde vivís, pasó algo?-¡No! Bueno, sí. Pero te cuento acá ¡Vení rápido! Ya sabes dónde vivo ¿No te acordas de cuando me mandabas las cartas?-¡Ah, sí, sí! Ya voy para allá, llego enseguida.-Si no venís me muero…-Si no te veo me muero.Bajó del remis, ni siquiera controló el vuelto, golpeó con fuerza la puerta, se asustó, mira el número en la pared “San Martín 420. Está bien es acá.” Mirando un papel que guardaba en el bolsillo del pantalón. “Sí, sí, es acá.” Tragó saliva. Oyó el crujir de la puerta, temerosamente elevó su vista y contempló a su ángel.
Estaba vestida muy sencillamente, pantalón y campera de gimnasia, color gris clarito, contrastaba con su cabello negro, oscuro, noche eterna. Y su rostro era la luna llena, grande, bella, resplandeciente, ella sonriendo y un cometa cruzando por delante de Juan Carlos. Las estrellas estaban en los ojos de S…y él no podía dejar de mirarlas. Ella acomodaba sus cabellos por detrás de su oído, y con un gesto lo invitó a pasar. Juan Carlos tomó asiento en un sillón que S… le indicó con la mano, ella sonrió cómplice, pícaramente, sonrió mientras no cesaba de moverse por la casa. Juan Carlos respondió con una tímida sonrisa y trató de relajarse hundiéndose cada vez más en el sillón. Finalmente, ella colocó un disco compacto de Joaquín Sabina, ingresó en una habitación y salió absolutamente desnuda, con sus cabellos sueltos acariciando su piel, mientras camina hacia Juan Carlos; con su rostro mudo pero transparente, sus piernas hermosamente naturales, con una silueta protegida pero no sobresaliente, el tamaño de sus pechos eran normales, ni grandes, ni pequeños, mas eso no importaba, eran los pechos de una mujer y eso alcanzaba y sobraba. Se detuvo frente a él, que no tenía reacción, le exigió que la tome, él le reprochaba que no había ido por eso, o al menos, no sólo por eso. Necesitaba hablar con ella, sobre algo que había sucedido esa mañana en el cementerio de Pergamino. Ella lo interrumpió, apoyando su cuerpo arriba de él, le dijo que no le importaban las palabras, que nunca eran suficientes y que siempre estaban de más. -Si me querés, demostralo con actos y no con palabrerías, no
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te enamores de mí, sin que yo antes me haya enamorado de vos. No me hables de mi belleza estética, no me hables de mi personalidad, ni de mis cualidades ¡Ámame, conquístame!- Apretando su pecho contra el rostro de Juan Carlos. Acto seguido lo soltó y tomó el rostro de él con ambas manos, y le dijo: -Si yo soy LIBERTAD y vos IDENTIDAD conquistame y mi libertad será tuya. Porque si tu identidad consiste en ser vos mismo y no dejar que nadie modifique tu estructura, yo quiero robar tu identidad. Y si mi libertad consiste en no amar a nadie más que a mí misma, yo quiero que robes mi libertad y me hagas tu esclava. Quiero morir cada día por ti y codiciarte a cada segundo, sin aburrirme nunca de vos. Quiero vivir enamorada toda mi vida como en este primer instante, cada día, cada semana, mes, año, siempre. Mas, si no lo logras, habrás fracasado como tantos otros que por hablarme de matrimonio, hijos y demás idioteces, se fueron de mi vida de un instante a otro, sencillamente porque me aburrieron, porque con sus estúpidos halagos diarios me desenamoraron y no lograron que yo me re-enamorase cada vez que los volvía a ver. Conquistame, Juan Carlos o andate para siempre.En ese mismo instante, en otras partes del mundo sucedían cosas extrañas, tales como aquellas en la que unos individuos que caminaban por la misma vereda, pero en sentidos contrarios, al cruzarse, uno golpeaba con el puño cerrado al otro, impactando en el rostro del mismo. Dicha acción lo tomó tan de sorpresa al victimario que inmediatamente cayó al piso, sin reacción alguna. Una vez derribado el rival, el atacante aprovechó para continuar
golpeándolo, dándole patadas en las costillas. Otros tantos que estaban cerca de la acción, sin ponerse de acuerdo entre sí, se involucran en el conflicto y comienzan a lanzar sus propios golpes. Algunos atacaban al que estaba tirado en el piso, otros al que había comenzado la pelea. Juan Carlos besaba suavemente el cuello de S… y con su mano derecha recorría la pierna izquierda de ella, variando entre la parte delantera y la trasera. Un anciano salía del Banco de los jubilados luego de haber cobrado su sueldo. Un joven se le acercó por detrás, le apoyó un arma de fuego en la espalda y le dijo: -Dame el sueldo o te quemo, viejito.El hombre no titubeó, sin girar su rostro sacó la billetera y se la entregó. El delincuente miró la cantidad de billetes, sin tomarse el trabajo de contarlos, y con una maligna sonrisa le dijo: -Es poco, viejito. No mereces quedar con vida.- Acto seguido le disparó y se dio a la fuga. “La mujer de los 35” besó los labios de Juan Carlos. Era una mezcla de amor y odio, lo besaba, lo mordía, lo quitaba, lo atraía nuevamente. Todo esto mientras ella le daba la espalda y, en consecuencia, él la sujetaba con sus brazos por delante. Apretaba sus pechos con fuerza y luego con ternura, bajaba su mano derecha y la colocaba en la entrepierna de S… El joven que había asesinado al anciano se había dado a la fuga, pero un policía que estaba cerca del lugar logró alcanzarlo. Lo detuvo, le colocó las esposas y lo primero que hizo fue preguntarle qué edad tenía. El maleante le respondió que era menor de
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edad y que eso alcanzaba y sobraba como para que lo dejaran en libertad. Con sinceridad, el policía le respondió: -La verdad, pibe, es que tenés razón. Estás libre, andate.- El ladrón lo miró con desconfianza. -No, no, en serio. Andate.- Insistió el policía. -Si yo te llevo detenido, algún juez te va a liberar porque sos menor de edad. Andate.El individuo continuaba con las muñecas esposadas pero aún así comenzó a correr, y al cruzar la calle, se detuvo para gritarle: -¡Mi papá es Juez! ¡Ja, ja, ja!- Eso lo dijo sin prever que esa calle era muy transitada y que un vehículo que en ese momento circulaba a alta velocidad, lo iba a chocar y matar en el acto. El chofer que conducía el auto, frenó su vehículo media cuadra más adelante y volvió a acelerarlo, pero esta vez lo hizo en reversa. El policía que todo lo había visto le gritó: -¡Listo, compañero! Ya está muerto, ¿Y el camión de la basura?-Ya viene, viejo no te preocupes que está todo sincronizado. Mirá, allá viene.- Ambos policías (uno uniformado y el otro no) cargaron el cadáver y lo tiraron arriba del camión. -Llévatelo y préndelo fuego, si es posible, flaco.- Le indicó el policía civil, al conductor del camión de la basura. -Señora ¿Usted no podría echar un poco de agua a la calle, para quitar esta mancha de sangre que quedo en el piso?- Indagó el policía uniformado a una vecina que estaba en la vereda con una escoba en la mano. -Sí, sí, cómo no, Señor. ¡Buen trabajo, bien hecho, bien hecho!-Gracias, Doña. Lástima que no pudimos evitar la muerte del
pobre anciano. Pero este pendejo de mierda no va a matar a más nadie.S… sostenía todo su cuerpo sobre sus dos frágiles brazos, que, a su vez, estaban apoyados sobre el pecho de Juan Carlos. Y mientras cabalgaba sobre él la sostenía por la cintura. De a momentos giraban, cambiaban de lugar, era una lucha por el dominio del uno sobre el otro. Uno no quería perder su LIBERTAD, no podía permitir que lo vencieran. Luchaba y forcejeaba. Cuando sentía que iba quedándose sin fuerzas, cedía un poco y permitía que él la atacara despiadadamente. Era entonces cuando ella tan sólo se defendía, soportaba un tiempo hasta recuperar fuerzas y luego volvía al ataque. Su LIBERTAD consistía en ver derrotado al otro y, de esta manera, no ser su esclava de por vida. Por su parte, el otro guerrero, peleaba por mantener su IDENTIDAD, la dama debía rendirse a los pies del caballero. Siempre había sido así, las buenas costumbres debían mantenerse. Su IDENTIDAD no le permitía entregarse al liberalismo. Era entonces cuando decidió comenzar a moverse con mayor velocidad y ella gritaba y sufría de placer, parecía que no iba a aguantar mucho más, pero ella volvió a derribarlo y tomó el mando de la situación. Ambos jadeaban de cansancio, transpiraban y se reían en sus propios rostros, cara a cara, pecho a pecho. “¿Ya te vas a rendir?” Se preguntaban con las miradas acompañadas de sonrisas cómplices, estrategas, malvadas. Dos niños jugaban a “las bolitas” en una vereda, el padre de
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ellos sale furioso de su casa porque sabía que, una vez más, iba a llegar tarde al trabajo. Pisó una “bolita” y cayó al piso. Castigó a los niños y los mandó adentro de la casa, prohibiéndoles salir en todo el día. Ellos descubrieron el fabuloso mundo de los videos juegos y la computación, y jamás en sus vidas volvieron a jugar a las “bolitas”. Durante su adolescencia se masturbaban compulsivamente mirando pornografía en Internet y, viendo un día a su hermanita de 15 años con uniforme escolar, la violaron ente los dos, dejándola embarazada. -¿Tenés un cenicero?- Preguntó Juan Carlos a S…mientras cruzaba su brazo derecho por debajo de la cabeza de ella para abrazarla y atraerla hacia sí. -No, pero no importa. Podes tirar las cenizas en el piso, total no hay alfombra…-Sí…de hecho te iba a decir que el piso estaba bastante frío…y duro…-Maricón…vamos a la cama…-Con el sofá va a estar bien…-¿Adónde tenés los cigarrillos?-Ahí…esperá, a ver si puedo…-¿Querés que salga de arriba tuyo?- Ya quitándose. -No, no. Ya está ¿ves?- Trayendo hacia sí el pantalón con la pierna izquierda. -¿Querés uno, o no fumas?-A partir de ahora, sí.- Y le da una pitada al pucho que había encendido Juan Carlos.
-Lo haces bien…-Siempre…vos también.- Dándole palmaditas de consuelo en el pecho. -¡Yo hablaba de fumar! De lo bien que lo hiciste por ser tu primera vez.-¡Y yo también!-(…)-Ja, ja, ja.-
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-¡Juan Carlos!- Con tono alegre, casi cantando su nombre. -¡Leonardo!- Levantándose del piso donde se había sentado para reponer unos productos que se habían agotado. -Que alegría verte, hace un par de días que no sé nada de vos. ¿Cómo andas? ¿Bien? ¿Cuándo nos vamos a juntar para tomar unos mates y charlar un rato?-Ja, ja.- Dándole palmadas en la espalda, al finalizar el abrazo fraternal con el que se habían acostumbrado a saludarse. -Hoy mismo, hermano. Te espero en mi casa a las 19:00 horas. Tengo un par de cosas para mostrarte ¿Te parece bien?-Sí, Leonardo ¡Bárbaro! Ahí voy a estar.- Y se dieron otro abrazo a modo de despedida. Una vez finalizada la jornada laboral, Juan Carlos cumplió con lo pactado y se dirigió a la casa de su amigo. El mismo vivía con su abuela, por lo tanto, al llegar la visita esperada “el anfitrión” realizó las presentaciones correspondientes. Acto seguido, tomó el “equipo de mate” y condujo a Juan Carlos hacia una de las habitaciones. Al ingresar el invitado observó una especie de “Biblioteca particular”. Su amigo tenía tantos libros en ese pequeño espacio, que
el lugar ya comenzaba a parecer un comercio típico de venta de libros, más que una habitación ordinaria. Así mismo, Leonardo poseía una máquina de escribir, con la cual realizaba comentarios de los libros que iba leyendo y luego los colocaba en una carpeta. Continuando con la observación del cuarto, Juan Carlos también pudo ver que había una gran cantidad de discos compactos y casets; un cuadro de Quinquela, y luces de colores suaves, ideales para dormir. No pudo soportar más la tentación, el invitado tomó entre sus manos un libro en particular: -¡Qué maravillosa obra! ¡El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha! ¡Un genio, Cervantes, un genio total! ¿Te ha gustado, Leonardo? ¿Le has hecho alguna crítica?-Mirá Juan, la verdad es que lo compré, lo empecé a leer pero me aburrió un poco. No le pude dar continuidad nunca. Sé que representa una obra fundamental para todo buen lector, pero qué sé yo, no puedo leerlo. ¿A vos qué te pareció?-A mi criterio, la obra cervantina ha venido a ser “La Biblia” de la literatura española. Es excelente en cuanto a su contenido crítico y moralista. Pero si hay algo que destruye por completo esta obra, es el capítulo 74, es decir el final. Una completa picardía, un error grandísimo por parte del manco de Lepanto.-¿Ah, sí? ¡No me digas, che!-Sí, sí hermano. Vos fíjate que…- Buscó en el interior del libro el capítulo 74 y prosiguió: –Oye esta parte por favor: “Yo tengo juicio ya libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los
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detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de muerte: querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala, que dejase renombre de loco; que, puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame, amiga, a mis buenos amigos, al cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento. Pero de este trabajo se excusó la sobrina con la entrada de los tres. Apenas los vio don Quijote, cuando dijo: -Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de «bueno». Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios escarmentando en cabeza propia, las abomino.” -Te juro, Leonardo que yo leo este fragmento y me lleno de impotencia. -¿Por qué Juan Carlos? ¿Qué es lo que tanto te irrita de ese texto?-Por qué en este último capítulo Don Quijote “recupera” la razón y deja de ser un loco que cree en sus ideales diferentes a los del “mundo real”. La obra de Cervantes se vuelve absolutamente
nula con ese fragmento, es conmovedora, sí, mas es desilusionante también. Permitime que te sea un poco más claro: la locura, como es la de nuestro querido Don Quijote, es un escape a la ficticia realidad, y un ingreso al mundo de la realidad social. El loco no alucina, sino que se niega a ingresar al sistema de mentes manipuladas y distorsionadas. Por ello actúa según corresponde, en vez de hacerlo según lo hacen los demás sin entender por qué.-¿Es decir que para vos lo mejor hubiera sido que Cervantes le hubiera permitido morir en su locura, sin necesidad de recuperar la razón? ¿O yo te interpreto mal?-¡Exacto! No importaba el modo o el lugar en que muriera. Lo único que importaba era que Don Quijote jamás abandonara aquel estado mental en el que se encontraba. Porque Don Quijote no enloquece de tanto leer libros, sino que tiene un quiebre emocional y súbitamente comprende cuál es el sentido de la vida y su misión en la misma. Al renunciar a esos dos elementos, vuelve a ser un simple mortal que pasará por la tierra sin pena y sin gloria. Quizás alcance a ser un Mío Cíd o un Amadís de Gaula pero jamás será recordado como un hombre que llegó a cumplir con el objetivo que tenía en su vida, y que tan bien venía cumpliendo hasta ese momento. ¿Y por qué sucede esto? Por culpa de Cervantes. Gracias a él Don Quijote sólo alcanzó a ser un héroe histórico pero convencional. Su mancha en el curriculum frente al “Caballero de la blanca luna” no lo ensucia en lo absoluto. Ni siquiera se puede decir que Don Quijote se ve derrotado porque al cumplir con su palabra, la promesa que le realizó a dicho caballero en caso de ser derrotado en el duelo, demuestra fidelidad
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a su locura. Es un caballero andante y como tal debe cumplir con la palabra otorgada. De no haberlo hecho su imagen de loco suelto se habría tiznado de falsedad o mentira. Entonces, hasta ese momento continúa formando su carácter de “Dios de los artistas”. Paradójicamente, es otro artista quien lo mata. Es Cervantes quien destruye al mitológico Don Quijote de la mancha, al escribir en este último capítulo que “El caballero de la triste figura” recobra la cordura. Aún más, el mismo Cervantes destruye su enorme imagen como escritor/autor de la Primer parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Abandona por completo su otro yo literario y, en consecuencia, deja de ser aquel gigante Cide Hamete Berengeli, para volver a ser aquel simple y mediocre escritor de “Novelas ejemplares.”-Bueno, mirá, hermano en realidad me has dejado sin palabras. Como te dije hace un momento, yo no he leído ese libro. Debería hacerlo para luego saber si puedo refutar o no tu tesis. Ahora quisiera llevarte un poco más hacía mi fuerte literario. Hace un rato dijiste algo del sentido de la vida, y yo sobre eso quería hablarte casualmente hoy.- Mientras buscaba un pequeño librito que se encontraba debajo de otros tantos. -Un libro fundamental para convertirte en un verdadero ser racional, “Del sentimiento trágico de la vida” de Miguel de Unamuno ¿Nunca lo leíste?-No, a decir verdad, ni siquiera conozco al autor. ¿De qué trata?-A través de este libro vas a aprender que el conocimiento se nos muestra ligado a la necesidad de vivir y de procurarse sustento para lograrlo. Éste es el punto de partida de la filosofía, la
religión y la ciencia. Es el sentimiento trágico de la vida, Juan Carlos, la sed de no aceptar que somos mortales y esto nos lleva a averiguar el por qué de todo. O sea, vos y yo, Juan inconscientemente renegamos de ser mortales. Somos como los creyentes de una religión, buscamos el cielo, y esta sed la dio el progreso. ¿No sé si me vas entendiendo? Ya sé que es como para enloquecerte, hermano pero…-Claro, claro.- Reacciona Juan Carlos. -La posmodernidad nos ha hecho creer que de alguna manera u otra podremos, algún día, averiguar el principio de todas las cosas, convertirnos en seres tan poderosos, que podríamos crear vida artificial por cuenta propia y, aún más, dejar de morir. Dejar de ser mortales, para ser inmortales, ese es el fin del conocimiento. Alcanzaremos nuestro cielo, cuando seamos inmortales, como los dioses del Olimpo. ¡Que increíble! ¿Pero acaso el conocimiento no es infinito, hermano, vos qué crees?-Sí, sí, Juan por supuesto que sí. Estoy de acuerdo con vos, el conocimiento es infinito, es la solución a lo eterno. De ahí, es que yo parto para decir lo que digo. Este libro me ha llevado a pensar en eso. No soportar el hecho de que somos seres mortales nos lleva a buscar la eternidad a través del conocimiento. Una vez adquirida la manera de crear vida y, aún más, de evitar la muerte, como bien decís vos, seremos dioses inmortales. ¿Te das cuenta cuál es el sentimiento trágico de la vida?-¿Y decime, Leonardo has estado comparando este material con algún otro a modo de investigación?-Sí, sí, he estado leyendo sobre mitología egipcia y lo he rela-
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cionado con la historia del cristianismo, o sea, con el antiguo y nuevo testamento. Y la verdad es que mientras más investigo, más me convenzo de la inexistencia real de un dios todo poderoso y de una verdadera y única religión.-Entonces el mesías…aquello de ser el salvador, el modelo a seguir…-Hermano, la idea del Mesías surge en un momento histórico particular, yo tengo la certeza de que al surgir los dioses, se generó la religión y el negocio. Hay una necesidad de creer en algo, el hombre teme a la nada, a lo que viene después de la muerte. Así surgieron los dioses, el politeísmo, el mono y todos estos conflictos bélicos, para demostrar quién, en verdad, es el dios en la Tierra.Juan toma en sus manos el libro de Leonardo y lo ojea. Se detiene a leer un fragmento: -Escuchá esto, Leonardo: “Verdad es lo que se cree de todo corazón y con toda el alma. ¿Y qué es creer algo de todo corazón y con toda el alma? Obrar conforme a ello”. Que increíble, hace un tiempo hablé de esto con una muchacha que conocí. La doctrina es verdadera en la medida en la que el ser humano la ponga en práctica, caso contrario, la misma será nula o muerta. ¡Fantástico! Estoy completamente de acuerdo, hermano. Me lo voy a comprar.-Ja, ja veo que sos un buen lector, Juan. No te preocupes, te lo obsequio. Sé que lo vas a saber cuidar bien. Llévatelo.-¡No! ¿Pero, cómo? ¡Si es tuyo! No sabría cómo agradecerte…-
En ese momento alguien golpeó la puerta dos o tres veces en forma violenta, finalmente, la terminó derrumbando. Eran más de una persona, algunos tenían trajes con camisas blancas y corbatas negras, así como lo eran sus anteojos. Otros tantos poseían túnicas largas, blancas con una gran cruz roja en el medio de la misma. Sujetaron a Leonardo, lo golpearon, lo arrastraron, le colocaron una camisa de fuerza y se lo llevaron. A su pobre abuelita, que no paraba de gritar y pedir explicaciones, tan sólo le dijeron que era por el bien de la sociedad. Que al Estado y a la Iglesia no le convenían que revolucionarios y reflexivos seres como Leonardo Fernández anduviesen sueltos por ahí. -Imagínese usted, Señora, qué problema enorme sería para el Estado si todos comenzaran a pensar como su nieto. Sería el fin de la ignorancia.- Argumentó uno de ellos mientras el resto llevaba a empujones a Leonardo. Juan Carlos aprovechó la ocasión y se guardó el libro que su amigo le había obsequiado en el interior de sus prendas. Solicitó saber a qué lugar se lo llevaban para, al menos, poder visitarlo. Tan sólo le respondieron que estaría en un lugar oscuro y silencioso para que pudiera olvidarse de todas aquellas ideas extrañas que tenía. Que por el momento no le darían más información que esa. -¿Oscuro y silencioso?- Indagó la pobre viejita. -Mi nieto no soporta la oscuridad y el silencio, me lo van a enfermar, pobrecito ¡Él no hizo nada malo, déjenlo, déjenlo!- Mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo arrugado y Juan Carlos, a modo de consuelo, la abrazaba tiernamente…
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XII
Feria del Libro, incontables adictos a la literatura se hacen presentes en el lugar. Una hermosa y, un tanto, misteriosa mujer tomó entre sus manos un libro, cuyo autor era aquel que en una ocasión se había hecho llamar Julio Denis, el mismo, publicó, entre tantos otros éxitos, un libro al que muchos ineptos rechazaron y criticaron porque su propio autor no sabía explicar qué significaba aquello de Cronopios y Famas. La sensual dama que se escondía tras unos lentes negros y vestía un fino vestido azul, que descuidaba sus piernas, mas admitía lucir mejor sus sandalias grises, acariciaba y le obsequiaba una sonrisa única a las palabras RAYUELA que se dejaba leer en la tapa dura del libro. A lo lejos, un joven de unos veintiséis años, aproximadamente; pelo largo hasta los hombros, barba que cubría todo su rostro, camisa blanca, pantalón de vestir negro y zapatos marrones que brillaban a causa de lo lustrado que estaban, reflexionaba sobre el título y prólogo de “Sobre héroes y tumbas”. Ojeaba las primeras páginas y manifestaba un malestar cuando murmuraba “Martín y Alejandra”, mas exaltaba a Rosas y Lavalle. 118
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“Este tipo es un genio.” Afirmando con la cabeza y golpeando la portada del libro con el dedo índice. -¿Por qué primero no y luego sí?- Indagó “La mujer de los 35” mientras se aproximaba a Juan Carlos. -¿Por qué Sábato?- Insistió ella, sin darle tiempo a su interlocutor para que pueda contestar la primer pregunta. -¿Por qué la sonrisa? ¿Por qué Cortázar?- Contestó preguntando Juan Carlos, sin dejar de mirar el libro. Ella tampoco se ha quitado los anteojos para hablar con él. Pero, sí, miraba fijamente a este extraño y casi diferente Juan Carlos Monzón. La misma inició la conversación sin previo aviso, siendo que hacía varios meses que no lo veía y por ello, le había costado reconocerlo. -Por qué sé que a vos te gusta Cortázar…- Respondió ella. -Por qué siento que te producirá alegría si me compro un libro de él.-Por qué sé que a vos te gusta Sábato.- Argumentó Juan. -Por qué siento que te producirá alegría si me compro un libro de él.-Pero a vos no te gusta Sábato ¿Acaso es que has perdido tu IDENTIDAD?-No me gusta el Sábato novelero…sus personajes, su ideología de que el amor eterno es imposible. Tampoco me gusta la idea de que la mujer es siempre la que hace sufrir al hombre y nunca al revés…pero sí, me gusta el Sábato denunciante, el que manifiesta su malestar por aquella historia de nuestro país que nunca nos quisieron enseñar en las escuelas y en la sociedad. Me encanta el Sábato que anticipó el mal que nos haría el efecto de la Revolución Industrial. Profetizó que seríamos esclavos de nuestros propios inventos, y así se cumplió su palabra. Sin duda alguna fue 119
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un vanguardista. Por eso digo que es un genio. A vos no te gusta Cortázar ¿Cómo es posible que…?-Me acerco a Cortázar para acercarme a vos, Juan Carlos.- Éste dejó de mirar el libro y posó sus ojos en “La mujer de los 35”, por su parte ella se quitó los anteojos y lo miró con profundidad. -Porque sé que en él, estás vos, Juan Carlos. Por qué sé que en RAYUELA está tu IDENTIDAD, porque Cortázar invita a soñar con un “QUIZÁS MAÑANA”, y vos sos un soñador. Con él renuevas tus esperanzas diarias. Porque una persona que, desde el exilio, pudo conservar su identidad al escribir un libro y titularlo con el nombre de un juego infantil, típico de su patria, por decirlo así de alguna manera, es alguien que me puede llevar hasta tu corazón, Juan Carlos. Si en Julio Cortázar puedo hallar y aceptar tu IDENTIDAD, tomándola como propia…entonces habré perdido mi LIBERTAD y seré tuya para siempre…-Si en Sábato puedo hallar y aceptar tu AMOR LIBERAL, tomándolo como propio…entonces habré perdido mi IDENTIDAD y seré tuyo para siempre…aunque ello implique arriesgarme a que un día me abandones y yo sufra para siempre…-¡No, Juan, no tiene que ser así! Tu LIBERTAD debe consistir en no perder tu IDENTIDAD, te lo dije y te lo repito, no te enamores de mí sin que yo lo haga antes de vos.Luego de esto, no pudiendo ya contenerse, se abrazaron y comenzaron a besarse locamente, delante y junto a toda la gente que había en aquel lugar.
Luego, sencillamente, se quedaron abrazados murmurándose cosas al oído: -Te extrañé, pendejo.-Yo también, loca.-Casi me rompes el corazón cuando estuviste tanto tiempo hablándome sin mirarme a los ojos.- Agregó S... -Casi me quebrás los ojos cuando estuviste tanto tiempo hablándome con el corazón. - Inquirió Juan. -¡Ja, ja, Tonto!- Dándole un golpecito en la espalda, al mismo tiempo que hundía más y más su nariz en el cuello de Juan Carlos, quien sentía el calor de las lágrimas de S… resbalar por su cuello y, luego, por su pecho hasta desintegrarse por completo. Finalmente, ella lo soltó, volvió a tomarlo, pero esta vez lo hizo con sus dos manos desde las mejillas de él. Cerró sus ojos, besó sus labios en un acto de ternura y le dijo: -Estás cambiando…creo que me comenzas a gustar.- Sonrió y se volvió a colocar los anteojos. Juan Carlos se quedó sin palabras y no pudo hacer otra cosa más que dejarla ir.
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XIII
Va caminando, lo hace con apuro, de a momentos recuerda los consejos de su amigo Leonardo: “Viví la vida con tranquilidad, hermano. No pises el acelerador a fondo desde que sale el sol hasta que se pone, hace como los bebés o los ancianos que lentamente llevan a cabo sus actividades y no sólo logran acabarlas, sino que además hayan placer en poder hacerlas. Trata de visualizar una pareja de ancianos que caminan por la ciudad a su ritmo y aún así llegan a su destino. Ahora, junto a ellos coloca a una pareja de jóvenes, su sexo es indistinto, lo importante de la comparación debe ser observar la velocidad con la que hacen las cosas. Hablan rápido (tanto que a veces cuesta entenderles lo que dicen), caminan rápido, al llegar a su destino buscan otra actividad para hacer, la vitalidad que tienen en sus cuerpos, a causa de su juventud, desea ser desgastada día a día sin siquiera ellos mismos saber por qué, pero así lo hacen y no disfrutan nada de todo lo que hacen. O lo que es peor, sienten que el día no le alcanzó (…) Y, por sobre todas las cosas, hermano nunca te dejes llevar por la corriente. Siempre preguntá el por qué de todo, como hacen los niños cuando comienzan a realizar sus primeras preguntas filosóficas y muchos, por qué se piensan que se trata de un simple juego, 122
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les contestan “por qué sí”. Entonces, preguntatelo todo, y que la mejor respuesta sea la que hayas obtenido a través del uso de tu raciocinio” Juan Carlos recordó estas palabras, y se quedó anclado en medio de la peatonal Córdoba. Más de uno se chocó con el estancado cuerpo de Juan. Primero por detrás, luego por el lateral derecho, luego una madre homicida casi lo atropella con el cochecito de su bebé. Él, en tanto, se corría para un lado y luego para el otro. A todos los seguía con la mirada, esperanzado en que alguien volteara y se disculpara. Mas los pocos que le devolvían la mirada, lo hacían para putearlo. Ahora comenzó a caminar a paso lento, procurando no olvidarse de ello, caminar a paso lento. Colocó su mano derecha sobre su frente, a modo de sombra para sus ojos, trató de mirar y apreciar los colores del cielo, pero los incontables pisos que componen los edificios interrumpieron su visión. Carteles luminosos, comercios que exponían sus enormes productos electrónicos, expulsadores de sonidos ensordecedores que presumían ser música. Se detuvo nuevamente en medio del camino y miró todo aquello que lo rodeaba, lo hizo sin disimular su desprecio. -Todos han perdido su IDENTIDAD.- Reflexionó Juan Carlos. Suspiró y siguió caminando sin rumbo alguno. Observó la hora en su reloj de pulsera y dedujo que S…estaba a punto de salir de su trabajo. Faltaban algunos minutos aún, sin necesidad de apresurarse llegaría bien, especuló. Efectivamente, para cuando estaba llegando a la entrada del edificio donde trabajaba ella, la pudo observar ya fuera del mismo rodeada de dos o quizás tres compañeros de trabajo. Reían 123
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a carcajadas y realizaban juegos de mano. Finalmente todos se despidieron y tomaron diferentes rumbos. S…caminó en dirección a Juan Carlos pero sin percibir hasta ese entonces su presencia. -¡Mi amor! No te había visto ¿Qué haces ahí paradito, solo, en medio de la nada? Te hubieras acercado y te presentaba a mis compañeros. Bueno, no, a decir verdad no te hubiera presentado, porque yo a lo que amo no lo comparto con nada ni nadie. Soy egoísta.Todo esto mientras lo re-enamoraba con sonrisas y brillos en sus ojos que denotaba su inmensa y constante alegría. Luego sujetó con su palma derecha la mejilla izquierda de él y lo besó en la derecha con tal fuerza que sacó a Juan Carlos de sus cavilaciones y lo llevó a otras. -¿Estás segura de que no me hubieses presentado por esa sola razón? ¿No será que…?-¡Pero no, Juanca! No seas tonto, yo pensé que habías madurado completamente ya, pero resulta que tengo que seguir educandote día a día. Mírame, Juan.- Habían comenzado a caminar, luego del beso de “La Mujer de los 35”, Juan Carlos se había tomado unos minutos y en un determinado momento realizó aquella pregunta. Entonces ella ahora lo detuvo, lo colocó de frente y le dijo: -Los celos son una enfermedad, Juanca. A su vez, es algo que se crea en tu mente y te produce un complejo de inferioridad, no sólo conmigo, sino que también lo terminará haciendo con todas las personas que te rodeen, mi vida. Hacete valer por lo que sos, nunca compitas con nadie, a no ser que sea contra vos mismo.
Con tu YO pasado y superá al presente, para que en el futuro te desconozcas. Así como yo desconozco al primer Juan Carlos Monzón chiquilín y caprichoso que conocí tiempo atrás.“El joven filósofo” se sintió como un pobre idiota. Le preguntó a su amada por qué sería que cuando alguien se enamora de una persona, con ciertas cualidades, pretende que aquélla deje de ser como es, guarde todas sus virtudes en un placard y sólo las use con aquel que la conquistó y la raptó de la “sociedad de los solteros/as”, para luego encerrarla en un mundo íntimo y privado deseando no compartirla con nadie. Como si el amor fuera una especie de esclavo de la rutina o del matrimonio. S… optó por no responderle porque interpretó que Juan Carlos había aprendido la lección, y besó a Juan Carlos en los labios. Entonces, él pudo recobrar la confianza en sí mismo. A través de aquel transparente y profundo beso que le demostraba que ella, “Su mujer de los 35”, era suya. Que pese a los períodos que pasaban sin verse, ni mucho menos buscarse, el amor que él sentía por ella no sólo era recíproco, sino que además ya se había sido consolidado.
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XIV
En el cumpleaños número 35 de Juan Carlos Monzón, “La Mujer de los 35”, había organizado una cena con familiares y amigos, también había realizado varios obsequios para su amado “nene”, como ella gustaba decirle. Pero, por sobre todo, le había dado la gran satisfacción de irse a vivir junto a él... Muchos de los invitados comentaban y no paraban de sorprenderse ante la hermosura, vitalidad y alegría que transmitía aquella extraña mujer. Más de uno, no pudiendo contener la intriga, le preguntó a Juan Carlos la edad de S…y por supuesto, que su sorpresa era mayor al oír la respuesta, ya que su forma de vivir la vida la hacía parecer más joven que Juan Carlos y, lo que es más maravilloso aún, parecía que tenía menos de 35 años… Cuando todo había terminado, Juan y S…se retiraron a descansar. Él sabía que ella estaba cansada, pero aún así consideró aquel momento como oportuno para manifestarle toda la felicidad que él poseía junto a ella, lo bien que le hacía sentir esa “locura” que le transmitía, que sólo le bastaba con verla dormir para suspirar de amor, que cada cosa juntos era volver a nacer…en ese punto se detuvo, quiso saber y le preguntó su edad, su verdadera edad. Por su parte S…ni se molestó ni se inquietó, parecía esperar 126
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esa pregunta hacía mucho tiempo, siempre estuvo lista para ella. Solamente sonrío, luego continuó con una carcajada, fue tanta la fuerza con la que rió que cayeron lágrimas de sus ojos. Finalmente, conteniéndose, como pudo, le dijo que al amanecer le contestaría, y le pidió un favor a cambio. Acomodó su cabeza sobre la almohada y le dijo: -Al dormirme quiero que beses mis ojos, ambos.- Recalcó. Con mucho placer, Juan accedió al deseo de S… Durmieron, lo hicieron y Juan Carlos despertó primero, despertó con la ansiedad de un niño en el día de los Reyes magos que busca su regalo, besó los labios de S… como era la costumbre de hacerlo cada vez que habían dormido juntos, y la sintió fría, su piel se había descolorido, en su rostro aún permanecía una sonrisa tibia, su cabello seguía suave y oscuro como una noche eterna, mas en sus ojos ya no había vida. En su afanoso y loco celo, en la lápida que encabeza su tumba, no quiso que nadie nombrara a su amada, por lo tanto sólo colocó “LA MUJER DE LOS 35.”
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XV
“…cuando el doctor Cárcamo me decía que debía empezar urgentemente una terapia psicoanalítica, porque estaba al borde de la locura. Seguramente se preocupaba de verdad, porque era un buen hombre, pero yo le respondí que sólo me salvaría el arte.” Ernesto Sábato, “Antes del fin” El interno 401 levantó la lapicera del papel, se sintió conforme, pero titubeó, se preguntó qué le estaba faltando a ese final, le pareció que era maravilloso, pero sintió que debería explicar qué había pasado con el policía y con el autor de aquella historia, o sea, con el hombre que lloraba en el cementerio…acto seguido retomó su placer y, hablando consigo mismo dijo: “Bueno, muy bueno ¡Buenísimo!” Estiró las hojas desde ambos laterales con un tirón seco, sin considerar que podría rasgarlas, las elevó a la altura de su rostro, estiró sus brazos y, sonriente, satisfecho, soñó un poco más y dijo: “Si esto fuera el guión de una película o novela, la frutilla del 128
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postre sería poner como música de fondo “Sus ojos se cerraron” interpretado por Julio Sosa, claro está. Con eso bastaría para que todos los espectadores estallaran en llanto, cuando él la estaba besando y descubre que su amada había muerto. Por supuesto que el director de cine le agregaría mayor drama a la escena, colocando a un Juan Carlos que desesperado le realiza primeros auxilios a “La mujer de los 35”, llama a una ambulancia y demás. Todo esto con la música de fondo, por supuesto. La música debería llegar a su fin, o al menos interrumpirse por un momento, regulando el sonido, cuando él la llora en la tumba y una voz relate el por qué de aquel seudónimo en la lápida. Acto seguido volvería la música y en la pantalla comenzaría a desarrollarse el listado de responsables del film. ¡Sería genial!” “Sí, ahora estoy convencido, cualquier otra palabra, párrafo, capítulo que pretendan dar mayores aclaraciones, estarían de sobra, a nadie le importaría. Estoy convencido.” Se incorporó con un salto vigoroso, estaba más que alegre, lo estaba de tal manera que cantaba: Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando, su boca que era mía ya no me besa más. Caminó hacia una mesita, donde guardaba el resto de los manuscritos… 129
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Se apagaron los ecos de su reír sonoro y es cruel este silencio que me hace tanto mal...
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Cerró el cajón de la mesita donde ha guardado las últimas hojas escritas y, casi en un reflejo, levantó su mano izquierda para mirar la hora, y fue entonces cuando oyó una voz que salía desde un rincón oscuro de la habitación. -¿Querés saber qué hora es, mi amor?- Aquella voz parecía acariciar el viento cuando fluía, poco a poco una silueta se iba dejando ver. Caminaba lentamente y, a medida que avanzaba, exponía en su mano derecha un reloj de arena, cuyos granos parecían de
oro a juzgar por su brillo. El interno 401 retrocedió y a causa del temor ni siquiera pudo articular una palabra. La muerte con su habitual vestimenta, con su reloj de arena que marcaba el tiempo cumplido, se detuvo en medio de la habitación y con su mano izquierda se quitó la túnica. El 401 se aterrorizó aún más, ahora se sintió capaz de gritar por el horror que le causaría ver ese cadavérico y, probablemente, putrefacto rostro. Cayó la túnica y una hermosa mujer de cabellos oscuros, como el cielo de una noche eterna, cutis blanco, ojos con llamas de vida eterna se mostró frente a él. El temor pasó, el sentimiento era otro. La incertidumbre tomó posesión de su ser, sintió rendirse, de hecho cayó de rodillas al suelo y la contempló con su boca entreabierta (que aún continúa temblando). La muerte se llegó hasta donde estaba su víctima, le acarició el cabello, luego su rostro, se inclinó y, tomándolo de su paladar con ambas manos, casi con una caricia, frente a frente, boca a boca en un susurro le dijo: -¿Quieres saber qué hora es, mi amor? Es hora de irnos…La muerte besó al interno 401 y él se afirmó sobre el rostro de ella para besarla con mayor profundidad. Sintió que se elevaba, que un fuego lo consumía, era como la sensación que producían las caricias de un bebé, cayeron lágrimas de sus ojos, se quedó sin fuerzas y, finalmente, cayó en los brazos de la muerte. Ésta lo acomodó en su cama, quitó los manuscritos de donde los había guardado el 401 y los colocó sobre el cuerpo de él, para que todos sepan la verdad. Que un loco escribió la historia de una mujer que no se sabe si existió, si vive o murió, o si sólo fue parte de su imaginación. Para que todos sepan que amar es una arte y el arte
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Sabe que de un momento a otro vendrán a abrirle la puerta para que vaya a desayunar… Fue mía la piadosa dulzura de sus manos, que dieron a mis penas caricias de bondad, y ahora que la evoco hundido en mi quebranto, las lágrimas trenzadas se niegan a brotar, y no tengo el consuelo de poder llorar...
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les pertenece a los locos, porque son los únicos que se comprenden entre sí, los que ven cosas que otros no pueden o no quieren ver. Porque amar es imaginar, imaginar es vivir el momento, vivir sin reglas es una locura y ¿Qué sería del arte sin los locos?
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