Una reforma laboral histórica en México
El turno es de los trabajadores
José Antonio Almazán González Jubilado del SME 3 de mayo de 2019 La hora del cambio social ha tocado las puertas de esa vieja cárcel del charrismo sindical en México y camina de la mano de la 4ª Transformación encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador. El Congreso de la Unión, en sus dos cámaras, acaba de aprobar una reforma a la Ley Federal del Trabajo que contiene demandas históricas de los trabajadores mexicanos en su lucha por libertad y democracia sindical.
Durante décadas los trabajadores y el núcleo duro de la clase obrera, han intentado sacudirse el yugo del control corporativo, instaurado como una política estructural del nuevo estado surgido de la revolución mexicana. Desde los Batallones Rojos de 1915 con los cuales la fracción burguesa de la revolución mexicana buscó el apoyo político de la clase trabajadora, para enfrentar a los ejércitos campesinos de Francisco Villa y Emiliano Zapata, a cambio de facilitarles la organización sindical. Después vino la creación de la CROM en 1917 que inaugura el primer intento postrevolucionario para controlar y manipular el descontento obrero. Hasta llegar al reconocimiento histórico de derechos obreros plasmados en el artículo 123 de la Constitución política de 1917, previa represión de la legendaria huelga de 1916 encabezada por el dirigente electricista José Ernesto Velasco Torres. Desde esa época se comenzaron a sentar las bases del control corporativo de los trabajadores mexicanos y sus sindicatos por parte de los gobiernos postrevolucionarios. Los intentos de la clase trabajadora para sacudirse a los charros sindicales, notoriamente simbolizados por Fidel Velázquez, han sido muchos, pero destacan las movilizaciones obreras magisteriales dirigidas por Othón Salazar, las ferrocarrileras encabezadas por Demetrio Vallejo y los electricistas de la tendencia democrática del SUTERM con Rafael Galván al frente. Invariablemente ante el descontento de los trabajadores expresada en huelgas, movilizaciones, paros, protestas, la respuesta oficial ha sido la misma: muerte, represión y cárcel. Pero eso se acabó, como reiteradamente lo ha señalado nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador: Ni líderes sindicales preferidos, ni consentidos. Es la hora de los trabajadores: …para que en los sindicatos haya elecciones limpias y libres, que el voto sea personal, libre y secreto y se acabe con el charrismo sindical, que sean los trabajadores los que de manera libre, sin presiones, voten y decidan, y nosotros
vamos a cuidar eso, porque ya en el gobierno nuevo ese es un cambio, ya no tiene partido favorito, ya no tiene sindicato favorito, … Paradójicamente, en algunos sectores maquillados de izquierda, no se ha terminado todavía de calibrar y asimilar el posicionamiento de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador frente a un tema clave en la lucha por la libertad y democracia en México. Pero no así para millones de trabajadores y de quienes venimos de experiencias de décadas de lucha al interior de los grandes sindicatos de industria. Pareciera un sueño, pero no lo es. La lucha no ha sido en vano. Un primer paso ha sido detener el deterioro de los salarios en México. Pero el paso decisivo está contenido en la Reforma Laboral promovida por MORENA y sus aliados y recién aprobada por las Cámaras de Senadores y de Diputados. ¿Qué propone la reforma laboral en el tema fundamental de la libertad y la democracia sindical?, varias cuestiones esenciales: Garantizar el derecho a la libre asociación sindical, la rendición de cuentas y el Voto Universal, Secreto y Directo de todos los trabajadores en la toma de decisiones y para la elección de sus dirigentes. Como puede leerse con meridiana claridad en la recién aprobada Reforma Laboral, particularmente en los artículos 358, 364 Bis, 371, 373, 378, 386 Bis y subsecuentes de la Ley Federal del Trabajo: Se elimina la votación indirecta y secreta para la elección de las direcciones sindicales, incluyéndose las secciones sindicales, y se establece el voto directo, personal, libre, directo y secreto de los trabajadores. Estableciéndose rigurosos requisitos para garantizar la plena libertad sindical. El mismo procedimiento se estatuye para garantizar la negociación y la contratación colectiva en beneficio de los trabajadores. Así como para acabar con los llamados contratos de protección, instrumentos favoritos de patrones y dirigentes charros para someter y manipular a los trabajadores. La duración en los cargos sindicales se sujeta al procedimiento del voto personal, libre, directo y secreto, para evitar la manipulación y la eternización
de los dirigentes charros que de esa forma amplían indefinidamente sus periodos sindicales. Se establecen rigurosos mecanismos para impedir la corrupción de los dirigentes sindicales en el manejo discrecional de las cuotas sindicales y de los bienes del sindicato; que de comprobarse podrán ser sancionados con la suspensión o destitución de sus cargos sindicales. Quedan pendientes temas como la subcontratación laboral, mejor conocido como outsourcing y lo relativo a los trabajadores del campo como lo reconoce el propio dictamen, bajo el compromiso de abordar estos temas en los siguientes periodos ordinarios. En efecto, dicho sin desdoro, buena parte de estas reformas laborales son resultado de compromisos del Estado Mexicano asumidos en el Tratado comercial México-Estados Unidos y Canadá, contenidos en el anexo 23-A; pero indudablemente responden igualmente a demandas que por décadas han enarbolado los trabajadores mexicanos. Con esta histórica reforma laboral las horas del charrismo sindical están contadas, pero su caída será por obra y voluntad de los trabajadores y del núcleo duro de la clase obrera en México. No olvidemos que la liberación de los trabajadores solo será obra de los trabajadores o no será. Es el turno de los trabajadores para organizarse sindicalmente, para democratizar sus sindicatos, enviando al basurero a los dirigentes charros, asumiéndose como sujetos activos y primordiales del cambio social en marcha.