EVANGELIO 1. Observación previa La ascensión de Jesús no es la ida a un sitio más alto, a una zona lejana del cosmos, sino la permanente cercanía a Dios, la participación en la soberanía propia de Dios sobre el espacio. Esta cercanía y soberanía de Jesús implican un nuevo modo de presencia suya en el mundo y en los hombres, el modo en que únicamente Dios puede ser cercano. Estar sentado a la derecha de Dios significa participar en la soberanía propia de Dios sobre todo espacio.
2. Aclaraciones al texto V.15 Proclamad el evangelio. El término evangelio debe entenderse no como el conjunto de la obra escrita por Marcos, sino como la buena noticia consignada en Mc.1,15. Proclamad el evangelio, es decir, haced notoria y patente la buena noticia de la llegada del Reino de Dios. Proclamar no es sinónimo de enseñar. El heraldo proclamaba, no enseñaba. Toda la creación: las gentes todas de la tierra. V.16 El que crea. El que dé crédito a la buena noticia. Creer en el sentido de dar crédito, dar cabida, aceptar. El que se resista a creer. Traducción más consonante con el original: el que no crea. Se salvará, será condenado. Pasivos teológicos, con referencia a Dios como sujeto agente. V.17 Signos. Señales milagrosas que acreditan que el Reino de Dios es ya una realidad en este mundo. En mi nombre. En la traducción litúrgica esta expresión está circunscrita a la expulsión de demonios (echarán en mi nombre demonios). En el original la expresión abre la enumeración de cinco hechos portentosos, refiriéndose por igual a todos ellos: en mi nombre echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, etc. V.19 El Señor Jesús. Esta formulación no aparece en ningún otro lugar de los evangelios. Señor tiene aquí connotación exclusivamente divina.
Sentarse a la derecha de Dios. Expresión gráfica con el significado de tener la misma dignidad y soberanía de Dios.
3. Texto Lo que Jesús y los Once proclaman es la misma buena noticia proclamada por Jesús al comienzo de su actividad: Ha llegado el Reino de Dios (1,15). Jesús la ha proclamado a escala restringida, en Israel; los Once lo harán a escala universal, a todas las gentes. Id al mundo entero y proclamad la buena noticia a toda la creación.
Al proclamar la buena noticia, Jesús había pedido a los oyentes que creyeran en ella, que le dieran crédito (1,15). Cuando los Once proclamen esa misma buena noticia, unos oyentes le darán crédito y otros no, una decisión trascendental por cuanto que de ella van a depender la salvación o condenación eternas.
Hay, sin embargo, algo en la actividad de los Once que no se daba en la proclamación de Jesús: la vinculación con el bautismo. El que crea y se bautice. El bautismo como objetivación de la aceptación de la buena noticia.
Las últimas palabras de Jesús resucitado recogidas en el evangelio de Marcos merecen ser consideradas atentamente. A los que crean les acompañarán hechos portentosos. El destinatario de estas palabras no son ya los Once sino el creyente en la buena noticia proclamada por los Once. A este creyente Jesús le habla de hechos inexplicablemente portentosos que acontecerán en su vida y que le confirmarán en la verdad del Reino de Dios al que él ha dado su aceptación. Él mismo, el creyente, será realizador de hechos portentosos invocando el nombre de Jesús.
El texto, finalmente, cierra el tiempo de Jesús (el Señor Jesús ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios) y abre el tiempo de los Once y del creyente en la buena noticia proclamada por los Once (ellos fueron a
proclamar la buena noticia por todas partes).
En el tiempo de los Once Jesús es el Señor Jesús, que participa en la soberanía propia de Dios sobre todo espacio. De ahí que, en este tiempo, Jesús no esté desaparecido, sino que esté presente con el modo de presencia en que únicamente Dios puede sernos cercano. Un modo de presencia distinto pero real.
4. Comprensión actualizante Jesús ya no se encuentra físicamente entre nosotros. Pero esto no significa que Jesús esté ausente. La desaparición de Jesús no fue un viaje a las estrellas. La ascensión no fue un marcharse a una zona lejana del cosmos, sino un entrar en la comunión de vida y poder con el Dios viviente, en la situación de superioridad de Dios sobre todo espacio. Jesús no se ha marchado, sino que, en virtud del mismo poder de Dios, ahora está siempre presente junto a nosotros y por nosotros. Éste es el misterio que hoy conmemoramos y celebramos, y del que inevitablemente tenemos que hablar al modo humano, con conceptos humanos y expresiones gráficas.
Y anticipando celebraciones próximas, hoy celebramos también la continuidad en la proclamación de la buena noticia. Proclamada por Jesús, la buena noticia no ha quedado restringida al tiempo y al espacio de Jesús. La buena noticia lo es para todos los tiempos y para todos los espacios. Desde que Jesús fue uno de carne y hueso, el sentido de la vida humana ha quedado definitivamente iluminado en su opción de salvación y de condenación. Esto es lo que Jesús pidió que se proclamara.
ALBERTO BENITO