EXÉGESIS DEL EVANGELIO: Mt 18,21-35 1. Aclaraciones al texto V.21
El original
se
abre
con el adverbio
entonces,
sustituido en la traducción litúrgica por el convencional en aquel tiempo. Se trata de un recurso de Mateo, a la vez ilativo y de realce. Siete veces, en sentido de muchas veces. Setenta veces siete. Más acorde con el texto griego: Setenta y siete veces, en sentido de absolutamente siempre, sin límite. V.23 y otros: Empleado. El término en el original es siervo, no entendido en el sentido de esclavo sino en el de alto funcionario administrativo. V.23 Y les propuso esta parábola. Esta introducción no se encuentra en texto original. Éste dice así: Por eso se parece el Reino de los cielos… Es decir, la parábola que va a contar Jesús busca ilustrar por qué sus discípulos tienen que perdonar ilimitadamente. V.24
Diez
mil
talentos.
Cantidad
pedagógicamente
ilustrativa de una deuda astronómica, imposible de saldar. Algo así como si hoy habláramos de diez mil millones de euros. El talento era moneda de oro, la máxima unidad de peso/moneda. V.28
y
otros:
Compañero.
Colega
en
las
funciones
administrativas. Cien denarios. Cantidad pedagógicamente ilustrativa de una deuda pequeña, fácil de saldar. Algo así como si hoy habláramos de cien euros. El denario era moneda de plata de 3,85 gr. de peso.
Trasfondo socio-político de la parábola: El Estado se aseguraba los ingresos por medio de administradores, encargados de exigir las prestaciones impuestas por la Ley. Estos quedaban en situación de deudores personales en relación con el soberano y de acreedores en relación con sus administrados. V.35 Perdón de corazón: no de palabra, no de boquilla, sino sinceramente, realmente. Al igual que el domingo pasado, Jesús habla a sus discípulos en su condición de hermanos, por cuanto que tienen un mismo Padre, a quien, también como el domingo pasado, Jesús llama mi Padre del cielo. 2. Texto Podemos diferenciar dos partes. La primera abarca los vs.21-22. En ellos Jesús responde de forma clara y contundente a una pregunta de Pedro, la Roca, por los límites del perdón en casos de ofensa personal entre hermanos. Jugando con el número siete, Jesús rechaza un planteamiento de límites: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces, es decir, cuantas veces sea necesario. Jesús anima a un perdón generoso y libre de cálculos. La
segunda
parte
abarca
los
vs.23-35:
parábola
del
administrativo deudor. Con ella Jesús busca ilustrar por qué sus discípulos tienen que perdonarse ilimitadamente las ofensas. Pese a que la parábola se encuentra sólo en Mateo y muestra un estilo muy de Mateo, hay un acuerdo mayoritario entre los especialistas en que el origen de la misma está en Jesús.
La parábola se desarrolla en tres escenas y un colofón final. Un rey perdona a un alto administrativo suyo una deuda ingente (vs.24-27). Pero este administrativo es incapaz de perdonar a un colega suyo una deuda insignificante. El perdonado no sabe perdonar (vs.28-30). El rey recrimina y condena al administrativo por no haber aprendido la lección de perdón que él mismo le había dado: ¿No debías también tú tener compasión de tu colega, como yo tuve compasión de ti? (vs.31-34). Colofón-aviso en lenguaje directo y no figurado: Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si no os perdonáis de corazón los unos a los otros (v.35). Dos son los motivos que instan al discípulo a perdonar las ofensas: saberse perdonado por Dios y saber que Dios lo tratará con Misericordia o con rigor de Justicia según que él trate con misericordia o con rigor de justicia al hermano. La parábola busca ser un incentivo para que el discípulo perdone ilimitada y sinceramente. 3. Comprensión actualizante Experiencia de gracia. Perdonados por Dios ilimitadamente y por pura gracia, estamos llamados a transmitir esta misma experiencia de perdón. El discípulo de Jesús tiene que ser indudablemente alguien diferente. Toque de atención. En el día del Juicio, Dios nos examinará del perdón. A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá. Cuando nos resulte difícil perdonar, pensemos que antes nos ha perdonado Dios. ALBERTO BENITO