MARIA ANTE SUS HIJOS CRUCIFICADOS

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MARIA ANTE SUS HIJOS CRUCIFICADOS Amigos, cuando veo orar en nuestros templos a los cristianos de Baeza, hombres y mujeres, jóvenes y niños ante la bellas imágenes de Jesucristo padeciendo y muriendo en la cruz , siempre tengo la curiosidad de saber y me pregunto: ¿qué le dirán?, ¿de qué le hablaran?... Me imagino y creo que cada uno le hablará de su vida, de sus problemas, anhelos, ilusiones... También de ciertas promesas y de alguna que otra acción de gracias por los beneficios recibidos. Pero entre todas las personas que se postran ante el Crucificado, hay una que siempre me ha cautivado la atención. Creo que es fácil de adivinar por todos. Se trata de María, Madre de Jesús y Madre nuestra. El evangelista San Juan nos dice: “Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre”. Pues bien, la Virgen María como modelo y Madre de la Iglesia es el ejemplo a imitar en todos nuestros encuentros con Cristo, también con el Crucificado. Y viene bien fijarnos en Ella, cuando vamos a celebrar la Semana Santa y cuando somos invitados por el Papa Benedicto XV a contemplar con María el rostro de su Hijo Jesucristo. Al celebrar, pues, la Semana Grande de los cristianos, creo que es muy oportuno que nos preguntemos cuál es la actitud de María ante su Hijo Crucificado y ante sus hijos de hoy también crucificados. MARIA ANTE SU HIJO CRUCIFICADO María vio cómo Jesús llevaba la Cruz a cuestas, donde sería después crucificado; pero Ella no trató de cargarla físicamente con Él... ¿No quería ayudarle en ese momento?, ¿Acaso no le amaba?... María sabia que la mejor forma de ayudar a Cristo era cumpliendo la voluntad de Dios; y Dios quería que su Madre le ayudase espiritual y no físicamente. María respetó plenamente la voluntad de Dios. Cuando crucificaron a Jesús, María no trató de proteger con sus manos las de Cristo, traspasadas por los clavos, ni trató de sacarlos. Un comportamiento así hubiera sido comprensible, porque una madre prefiere sufrir ella misma que ver el sufrimiento de su hijo. Cuando Jesús moría en la Cruz, Ella no hizo nada que pudiera consolarle en sus sufrimiento físico... María no ayudó visiblemente, como lo hizo el Cirineo. Sabia que la voluntad de Dios era que le ayudase alguien que fuera obligado a ello. Por voluntad de Dios María permaneció a cierta distancia, aunque fue precisamente Ella quién le acompañó de la manera más profunda en todo lo que Él pasó. Cuando le clavaron en la Cruz, fue espiritualmente crucificada con Él


MARIA ANTE NUESTRA CRUCIFIXIÓN Puedes suponer que María se comporta contigo y con toda persona de la misma manera. Cuando cargas con la cruz de todo aquello que Dios permite para tu santificación y salvación (soledad, enfermedad, ...), María está cerca y te ayuda, aunque tal vez no estés en condiciones de verlo, ni sentirlo; cuando cargas con la cruz, Ella “te carga en sus brazos “ de Madre. Cuando llegue tu momento de morir, también “estarás en sus brazos”. Ella misma te conducirá a través de la frontera de la vida. María te sostendrá tal como sostuvo en sus brazos el cuerpo de Cristo, después del descendimiento de la Cruz; y no tendrás miedo en el último momento de tu vida. Cuando en el momento de tu muerte veas el abismo de tu mal, no te horrorices. Al creer que María “te tiene en sus brazos” permanecerás en los brazos de la Misericordia Divina. No olvides, pues, estar siempre en las manos de María, aún en las más grandes oscuridades, contemplando y compartiendo la pasión y muerte de Cristo, a quien oras. Siempre que sufres y hablas de ello al Señor, María te acompaña, tal como estaba con su Hijo al pie de la Cruz. Ahora y siempre podrás decir con Jesucristo en la Cruz y con la Virgen Dolorosa: “A tus manos, Padre, encomiendo mi vida”. Manuel Peláez Juárez, párroco de San Pablo


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