El Rey de la Selva

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© Almudena Cabo, 2020 29091999131501199 Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. Título original: El Rey de la Selva © Almudena Cabo, México, 2020 Texto e ilustraciones por Almudena Cabo Edición de Imagen 6 de marzo de 2020



El rey de la selva era admirado por todos, desde el gigante elefante hasta el lioso perezoso. ParecĂ­a que el grandioso rey de la selva no era mĂĄs que bondadoso. Pero el rey de la selva un secreto guardaba, pues a sus espaldas sus bolsillos saqueaba.

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Un buen día, Chico el perico cayó en cuenta que le faltaban cincuenta calabazas. Chico pensó, “¿Qué le habrá pasado a mis buenazas calabazas?”

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Al mismo tiempo Omar el jaguar notó que sus naranjas no estaban en su granja. Omar le dijo a su hermano Armandijo, “¡Desaparecieron las naranjas de su zanja!”

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Las muy necesitadas granadas de Domingo el flamingo también se habían perdido. Domingo pido a su amigo Zeebalí el jabalí que lo ayudará a encontrar sus adoradas granadas.

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Chico, Omar, Domingo y el resto de la selva se reunieron porque sabían que juntos podrían encontrar al rufián. Durante días y días planearon y observaron para atrapar al malvado atracador.

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Lo que descubrieron fue más sorprendente que encontrar un diamante en oriente. Resulta ser que a veces los animales no son quienes aparentan ser, es solo un acto que tarde o temprano va a desaparecer. Pues aquel ladrón que tanto les quitó fue el mero león que pensaron como justo líder.

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Enojados y decepcionadas, los arbitrales animales, entraron a la oscura cueva del mentiroso monarca. A punta de colmillo Omar el jaguar confrontó a su supuesto rey, y este como un pequeño cachorrillo se encogío. Todos como un coro, le dijeron “¡Vete de aquí viejo traidor!”

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“¿Cómo es posible que contra tu propio pueblo actuarás?” le preguntó Chico, pero el león avergonzado no supo ni qué contestar.

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De ese dĂ­a en adelante los animales se sintieron libres y felices porque al malicioso rey de la selva lo mandaron lejos al curioso desierto del corrupto.

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