Revista

Page 1


Descubren cómo la música favorita afecta al cerebro ........................1 El riesgo de que los jóvenes conduzcan bajo los efectos del alcohol aumenta si sus progenitores beben ...........................................................2 Con frecuencia el declive mental precede a un ictus ..........................4 La primera impresión sobre una persona se forma en milisegundos al mirarla a la cara .............................................................................................5 Neuropsicología de la violencia .................................................................6 o Propuesta de Intervención Integral .....................................................11 o Conclusiones ...........................................................................................13 o Conclusiones ...........................................................................................15


Descubren cómo la música favorita afecta al cerebro Los primeros acordes de nuestra canción favorita desencadenan un patrón común de actividad cerebral (se generan pensamientos y recuerdos) independientemente de la persona que disfrute de la melodía. Sin embargo, hasta ahora no se conocía cómo se produce dicha activación en el cerebro.

Para entender por qué las personas tienen experiencias comparables, un grupo de investigadores evaluó las diferencias en las redes funcionales del cerebro (utilizando imágenes de resonancia magnética funcional) en 21 personas que escucharon diferentes tipos de música, incluyendo rock, rap y melodías clásicas. Los científicos identificaron modelos consistentes de la conectividad cerebral asociada a las canciones favoritas y demostraron que un circuito importante en los pensamientos introspectivos, la red neuronal por defecto, se conecta más cuando se escucha la música preferida. El trabajo evidencia que la escucha de una canción favorita altera la conectividad entre las áreas cerebrales auditivas y el hipocampo, una región responsable de la memoria y la consolidación de las emociones, lo que quizá se deba a que, al escuchar una canción favorita, no se estén creando nuevos recuerdos, sino más bien aprovechando recuerdos y viejas emociones.

[Sci Rep 2014] Wilkins RW, Hodges DA, Laurienti PJ, Steen M, Burdette JH

1


El riesgo de que los jóvenes conduzcan bajo los efectos del alcohol aumenta si sus progenitores beben. Si los progenitores consumen alcohol, es más probable que sus hijos conduzcan bajo sus efectos. Esta es una de las conclusiones extraídas de un nuevo estudio que analiza los datos de miles de estudiantes y su relación con la bebida y la conducción.

El estudio analiza los factores socioeconómicos relacionados con la conducción bajo los efectos del alcohol en jóvenes de 14-18 años. Los datos, procedentes de 30.183 estudiantes que participaron en una encuesta estatal, reflejaron que un 6,7% de ellos había conducido tras beber alcohol (10,6% entre chicos y 2,9% entre chicas), una cifra considerable teniendo en cuenta que la edad media de los participantes era de 15,6 ± 1,17 años y, por tanto, pocos contaban con carnet de conducir. El trabajo subraya además que el nivel educativo de los padres no tiene un impacto significativo, pero si los padres consumen alcohol, es más probable que sus hijos acaben conduciendo bajo sus efectos (odds ratio = 2,22 para las madres y 2,81 para los padres). Esta conducta arriesgada es más frecuente en chicos que en chicas, y también en adolescentes de mayor edad.

2


Los autores sostienen que, para su éxito, las campañas de las autoridades de tráfico deberían hacer mayor énfasis entre los adolescentes masculinos, los de mayor edad y los que no estudian bachillerato, ya que son los grupos con mayor prevalencia de la conducta analizada.

[Adicciones 2014] Barlés-Arizón MJ, Escario JJ; Galbe Sánchez-Ventura J

3


Con frecuencia el declive mental precede a un ictus El deterioro en la memoria y las habilidades de pensamiento relacionado con la edad podría aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular (ACV) y muerte de los adultos mayores. Un nuevo estudio incluyó a 7.217 adultos de 65 años o más que se sometieron a pruebas cada tres años para evaluar su memoria a corto y a largo plazo, atención, conciencia y otras funciones mentales. Durante el seguimiento, 1.187 sujetos (16%) sufrieron un ictus. Quienes obtuvieron las puntuaciones más bajas en las pruebas tenían un 61% más probabilidades de sufrir un ictus en comparación con los que mostraron puntuaciones más altas. Tanto el ictus como el deterioro cognitivo incrementaron el riesgo de mortalidad.

Tras un ACV, la función mental declinó el doble de rápido que antes del ACV. Las investigaciones anteriores mostraban que la mala salud cardiovascular puede aumentar el riesgo de declive mental, pero los investigadores afirman que este es el primer estudio en mostrar que el deterioro mental puede aumentar el riesgo de ictus. Los hallazgos sugieren que evaluar la memoria y las habilidades de pensamiento de los adultos mayores puede ayudar a identificar a quienes están en riesgo de ACV, aunque el estudio solo halló una asociación entre la memoria y el riesgo de ACV, sin probar causalidad.

[Stroke 2014] Rajan KB, Aggarwal NT, Wilson RS, Everson-Rose SA, Evans DA

4


La primera impresión sobre una persona se forma en milisegundos al mirarla a la cara. Un modelo creado por investigadores británicos ha revelado que los rasgos faciales, como la forma de la mandíbula, la boca, los ojos o los pómulos, son evaluados por nosotros en cuestión de 100 ms cuando miramos a la cara a alguien con el fin de hacernos una primera impresión de esa persona. El estudio señala que con esa ojeada rápida de los rasgos faciales del otro se valoran cuestiones sociales como la honradez, la autoridad o el atractivo. Los investigadores han querido indagar cómo se forman estas impresiones y, para ello, han estudiado las características físicas de 1.000 imágenes faciales muy variables. Además, cada cara fue también analizada por evaluadores independientes que valoraron los rasgos sociales. Combinando la información de 65 atributos físicos, como el ancho de la ceja, el área de la boca y la posición del pómulo, los autores construyeron un modelo que explica el 58% de la variación de las primeras impresiones basada sólo en atributos físicos. Por ejemplo, la zona de la boca y su forma fueron vinculadas a la accesibilidad, mientras que las de los ojos se asociaban con el atractivo. Con el objetivo de revertir el proceso, los investigadores crearon un modelo para generar caras simuladas de dibujos animados que produjeron impresiones específicas y predecibles en los observadores. Los resultados parecen indicar que las características físicas definidas objetivamente pueden ser la base de las impresiones sociales.

[Proc Natl Acad Sci U S A 2014] Vernon RJ, Sutherland CA, Young AW, Hartley T

5


Neuropsicología de la violencia

Hablar de violencia es referirse a un estado de dominancia y sumisión, un estado que conlleva a infringir dolor de tipo físico, emocional, familiar, sexual y todas las variables que conlleven a desmejorar la calidad de vida de aquellas personas que están sometidas a estos eventos desestabilizadores de su realidad, no obstante, detrás de esas agresiones comienzan a prevalecer un número de alteraciones cerebrales que inhiben un adecuado afrontamiento ante una diversidad de estímulos amenazantes. Blair (2010) argumenta que la sobre-activación de la amígdala conlleva a que sujetos inmersos en estados de violencia presenten un riesgo mayor de inadaptabilidad social, situación que suele generar un estado de agresión proactiva, característica que se enmarca en el comportamiento antisocial que viene precedido por una alteración en la amígdala y el hipotálamo, generando, de esta manera, una reducción en la actividad reguladora frontal que conlleva a que estos sujetos no presenten un adecuado procesamiento de la información y que su toma de decisiones esté sujeta a los estímulos amenazantes. Por otro lado, Rudebeck, Bannerman y Rushworth (2008) manifiestan que un daño en la corteza frontal ventromedial (VMFC) va a generar cambios a nivel emocional, así como en el comportamiento social; daño que se encuentra relacionado con la violencia e inadaptación en diversidad de contextos. Los autores argumentan que los sujetos con este tipo de daño no procesan de manera asertiva los estímulos que están en su ambiente, asociando una posible disfunción en la corteza orbitofrontal, la cual también se encuentra relacionada con la agresión y la emoción, sin embargo, los autores manifiestan la necesidad de tomar estos datos con precaución, ya que no hay un papel claro de la corteza orbitofrontal en el procesamiento de la información emocional. En un estudio de investigación realizado por Atenea, Mattew, Fulwiler y Gansler (2011) sobre los correlatos neurales de los factores de impulsividad en pacientes psiquiátricos y en voluntarios sanos, encontraron que la materia gris posiblemente está correlacionada con la impulsividad y la falta de planificación, los autores examinaron a

6


35 pacientes psiquiátricos caracterizados por presentar problemas de autocontrol, sus resultados muestran alteraciones en la corteza prefrontal, la corteza cingulada anterior, los lóbulos temporales y ganglios basales, relacionados con la incapacidad para planificar, toma de decisiones y manifestación de una impulsividad atencional que conlleva a un comportamiento agresivo. Kramer, Kopyciok, Richter y Munte (2009), en su estudio de investigación sobre la actividad cerebral oscilatoria con los mecanismos de control de laboratorio inducido por la agresión reactiva, encontraron un deterioro de las funciones prefrontales en un grupo de 231 sujetos. Los autores manifiestan que los sujetos que presentan cambios en la actividad prefrontal son susceptibles a comportamientos agresivos o violentos, al parecer la toma de decisiones y las funciones ejecutivas se encuentran comprometidas en el momento de planificar, organizar y direccionar un comportamiento dado en determinado contexto. Asimismo, Alcázar, Verdejo y Bouso (2008) muestran en su revisión que las técnicas de neuroimágen han logrado mostrar los sustratos anatómicos subyacentes al comportamiento psicopático, datos que develan diferencias estructurales y funcionales vinculadas al lóbulo frontal y la corteza ventromedial como se ha mencionado anteriormente, las cuales se encuentran relacionadas, para estos autores, con el manejo de la cognición y la emoción del comportamiento violento. De igual manera, los autores expresan que los sujetos violentos, especialmente los psicópatas, presentan un déficit en la integración del mundo emocional con el razonamiento y la conducta, esto lleva a inferir que los sujetos con tendencia a la violencia tienden a sumergirse en una realidad que es diferente a los contextos o ambientes donde se desenvuelven. Los autores expresan que los sujetos con tendencia a comportamientos agresivos suelen presentar una reducción del 11% de la sustancia gris de la corteza prefrontal, argumentan que esta disfunción puede estar relacionada por una deficiencia estructural prefrontal, lo que llevaría a que este tipo de sujetos presenten un pobre condicionamiento al miedo, falta de conciencia y problemas de autocontrol. Tatjana et al. (2007), en una investigación con 97 personas con diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático, encontraron que las experiencias traumáticas como la tortura y la guerra llevan a cambios cerebrales funcionales y estructurales que son detectables en la dinámica cortical. Los autores manifiestan que hay un compromiso de la ínsula, implicada en la percepción del dolor, la atención, y emoción; esto lleva a inferir que los sujetos con diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático no presentan la capacidad o estrategias de afrontamiento necesarias para responder ante diversos estímulos amenazantes, posiblemente sus respuestas ante el ambiente que perciben como aversivo no sea la más asertiva posible, situación que deja entrever la necesidad de un tratamiento que permita mejorar su calidad de vida, con el objetivo de prevenir conductas violentas o que no estén adaptadas en sus contextos inmediatos.

7


A diferencia de otros autores que se han centrado en la amígdala y la corteza prefrontal como procesos claves de disfunción de la conducta violenta, Yang, Raine, Han Chen, Schug, Toga y Narr (2010), en su investigación sobre la reducción del volumen del hipocampo en asesinos con esquizofrenia, encontraron que esta estructura se encuentra comprometida, corroborando de esta manera la hipótesis de Alcázar, Verdejo y Bouso (2008), quienes manifiestan que hay una reducción del 11% de sustancia gris. Asimismo, los investigadores encontraron que la afectación del hipocampo puede conllevar a generar conductas violentas, debido a que hay un mecanismo de inhibición que no procesa la información de manera adecuada, generando de esta manera una disregulación en el control de impulsos, manejo de las emociones y el razonamiento moral. No obstante, a pesar de que estos resultados tienden a tomar una línea diferente de otros autores, estos investigadores no dejan de lado el compromiso de la corteza prefrontal por la reducción de la sustancia gris en esta área, y la relevancia de las disfunciones que las áreas fronto-límbicas tienen para generar conductas agresivas. Alcázar, Verdejo Bouso y Bezos (2010), en una revisión más actualizada sobre neuropsicología de la agresión impulsiva, manifiestan que la alteración estructural y funcional de los circuitos cerebrales implicados en la modulación emocional está asociada con conductas violentas. Según los autores, lo anterior es debido a la hipofunción del córtex prefrontal y a la hiperactividad de estructuras subcorticales como el sistema límbico. Los investigadores plantean que los sujetos con tendencia a comportamiento hostil o agresivo presentan dificultades de tipo cognitivo (mencionadas anteriormente), a diferencia de otros autores que le dan relevancia al córtex orbitofrontal, ya que este se encuentra relacionado con la impulsividad, la emoción y la adaptación al contexto. En esa misma línea, los autores dan importancia al córtex prefrontal izquierdo por su posible relación con el comportamiento violento, anudado esto a una posible hipótesis de las neuronas espejo que, según los autores, se encuentran relacionadas con el lóbulo de la ínsula, corroborando de esta manera los resultados de la investigación de Tatjana (2007) sobre la alexitimia postraumática, disfunciones que van a generar en los sujetos deficiencias en el aprendizaje, la memoria, atención y amígdala, estructuras disfuncionales que caracterizan a un sujeto violento y que se encuentra relacionado con la falta de inhibición que el córtex orbitofrontal tiene sobre la amígdala. Alcázar, Verdejo Bouso y Bezos (2010) manifiestan también una disminución de la actividad de la serotonina, la cual puede estar relacionada con comportamientos de agresión impulsiva. Para Bonilla y Fernández Guinea (2006) los bajos niveles de serotonina se encuentran asociados a problemas del control de impulsos y conductas agresivas, asimismo los

8


autores expresan que la disfunción en el sistema de la noradrenalina va a causar una predisposición para conductas antisociales, ya que el sistema de la serotonina y noradrenalina generan estados sinápticos hacia la amígdala, el hipocampo, hipotálamo, septum estriado y áreas de la neocorteza, estructuras descritas anteriormente por su compromiso en estados violentos de la conducta. Bonilla y Fernández Guinea (2006) manifiestan que los sujetos con tendencias a conducta antisocial presentarán alteraciones neuropsicológicas para planear, organizar, dirigir y controlar aspectos de su vida cotidiana, es decir, las funciones ejecutivas en estos sujetos se encuentran alteradas por el compromiso prevalente de la corteza prefrontal y estructuras límbicas, ambas relacionadas con la planificación, motivación y emoción. Para Rodríguez Biezma y Fernández Guinea (2006), en su revisión sobre disfunción neuropsicológica en maltratadores, encontraron que este tipo de accionar violento se encuentra relacionado con las investigaciones de otros autores. La disminución del sistema serotoninergico se encuentra asociada al desarrollo de conductas violentas. Asimismo, los investigadores, apoyados en estudios de neuroimágen como el SPECT, PET y MRI, demuestran que sujetos agresores presentan actividades bajas en la corteza orbitofrontal y frontomedial; de igual manera, la reducción de la materia gris en áreas frontales se hace evidente para una predisposición a la violencia. Por lo tanto, los sujetos con esta predisposición van a tener dificultades en el control de impulsos o en la expresión de sus emociones, inadecuada planificación de su entorno e incorrecta toma de decisiones. Para Bresan et al. (2009), en su investigación sobre un grupo de personas diagnosticadas con Trastorno de Estrés Postraumático en contextos de violencia urbana, encontraron que estos sujetos se encuentran afectados en aspectos neuropsicológicos en memoria y atención, sus estudios de neuroimágen develan los posibles mecanismos que subyacen a la fisiopatología del estrés postraumático, especialmente cuando se está inmerso en un contexto de violencia, los autores manifiestan un fracaso en la actividad reguladora de la corteza prefrontal, amígdala e hipocampo que llevan a inferir que sucesos violentos desestabilizan el estilo de vida de las personas a nivel familiar, social y por supuesto cerebral. Miczek y Fish (2005), en su trabajo de investigación sobre dopamina, glutamato y agresión, encontraron que la alteración del sistema dopaminérgico conlleva a que los sujetos presenten un estado de exagerada defensa como reacción a un estímulo que clasifiquen como aversivo; posiblemente debido a que, según los autores, las proyecciones ascendentes dopaminergicas del área tegmental ventral, especialmente el cuerpo estriado ventral, junto con el núcleo accumbens y la corteza prefrontal, son factores clave para el inicio de comportamientos agresivos. Igualmente, y a diferencia

9


de otras investigaciones, Miczek and Fish (2005) manifiestan la importancia del neurotransmisor glutamato relacionado con comportamientos violentos, los autores expresan que una posible disregulación en el glutamato puede generar un estado o síndrome de descontrol que conlleva a generar la excitabilidad de los sistemas neurales, responsables de las conductas agresivas. Volavka (2002) revela que las lesiones y disfunciones que ocurren en el lóbulo frontal y temporal suelen generar un comportamiento agresivo, datos que son soportados por estudios de neuroimágen como la resonancia magnética y PET. Los resultados señalan que la presencia de alteraciones en la estructura y función de la corteza prefrontal, afectación de la amígdala, el tálamo y el hipotálamo, se correlacionan con una conducta que se encuentra fuera del contexto de la “normalidad”. Asimismo, estos autores manifiestan la importancia de la aplicabilidad de baterías neuropsicológicas y neurológicas, las cuales han mostrado que sujetos con tendencia violenta suelen presentar puntuaciones bajas en inteligencia e inteligencia verbal, no obstante, es necesario que estos hallazgos se sigan replicando con el propósito de objetivar el perfil neuropsicológico de un sujeto con características violentas. Son muchas las observaciones y apreciaciones que se han hecho sobre el comportamiento violento, no obstante, no se debe pasar por alto el contexto escolar, que a pesar de su acepción de educabilidad, enseñanza y moralidad, no está exento del fenómeno de la violencia. Para Miller y Kraus (2008), la violencia en la escuela no solamente debe interpretarse a la relación insana docente-estudiante, es necesario observar los detalles que están afectando la libre educabilidad como la agresión entre grupo de pares, el uso de armas, maltrato verbal y psicológico, variables que han mostrado gran interés en el momento de investigar el fenómeno de la violencia en la escuela, debido a que el desenlace o continuidad de esta tiende a generar secuelas a nivel cerebral que, para French (2005), se van a ver reflejadas en alteraciones a nivel de la disregulación de los neurotransmisores, afectando de esta manera estructuras nerviosas como el hipocampo, disfunción que conlleva a que los sujetos no puedan regular las respuestas ante diversidad de estímulos amenazantes, debido a que los sujetos que se encuentran implícitos en el contexto escolar se encuentran en etapa plena de desarrollo, y al parecer son más vulnerables a generar respuestas condicionadas por el miedo. En estudios de regulación de afecto, French (2005) manifiesta que los sujetos que han sido maltratados presentan incapacidad para reconocer los estados emocionales, propios y de los demás. Alteraciones que sugieren que el hipocampo se ha visto comprometido por el trastorno de estrés postraumático que presentan algunos de los sujetos, afectando de manera notable su memoria autobiográfica y una incapacidad para regular los diferentes estados afectivos, asimismo, estos sujetos presentan déficits

10


cognitivos en habilidades de lenguaje receptivo/expresivo, problemas de aprendizaje, memoria y déficit en las funciones ejecutivas. Lo anterior lleva a plantear estrategias de neurorehabilitación funcional que permita a las víctimas y victimarios mejorar su calidad de vida, con el objetivo de que tengan las estrategias suficientes para responder ante la diversidad de estímulos aversivos.

Propuesta de Intervención Integral A lo largo de este artículo hemos tratado de mostrar de manera detallada y descriptiva lo que ocurre en el cerebro de una persona que bien ha sido víctima de la violencia o es protagonista agresor de la misma. No obstante, la mayor parte de la literatura apenas comienza a dilucidar este tema sobre las alteraciones o disfunciones cerebrales que deja el flagelo de la conducta agresiva, sin embargo, es necesario que las futuras líneas de investigación no solamente se centren en identificar aquellas áreas vulnerables a este fenómeno. Es vital que los proyectos de investigación estén encaminados a generar planes de tratamiento que permitan mejorar la calidad de vida de estas personas; para ello, como profesionales de la Educación y la Psicología, vemos la importancia de implementar estrategias pedagógicas y de intervención que logren redundar en la estabilidad psíquica, física, emocional y social de cada uno de estos sujetos. Con base a lo anteriormente descrito se proponen los siguientes aspectos a tener en cuenta en los procesos de intervención integral, con el fin de minimizar los daños generados a nivel familiar, social e individual: 1. Proceso de educabilidad–enseñabilidad desde la familia: La familia como ente regulador primario de la conducta humana debe comenzar a apersonarse de los procesos o patrones de crianza de cada uno sus miembros. Este paso va a generar, en lo posible, un estado de sinergia que va a permitir conocer al otro en un plano sano de convivencia, esperando que lo recibido en su nicho familiar se proyecte en los contextos inmediatos de escuela, trabajo y grupo de pares. 2. La escuela como ente de formación de convivencia sana y saludable: La escuela es sin duda alguna el ente que refuerza la educación que se da en casa, por ello es necesario que los directivos, personal administrativo, docentes, estudiantes y familia comiencen a liderar espacios saludables de convivencia, esto va a generar estados de excitabilidad emocional que va a llevar a cada uno de los integrantes a mejorar su estado de convivencia con los otros. De igual forma, no se puede dejar de lado la figura del Psicólogo, que debe estar en capacidad óptima para resolver los

11


conflictos que por momentos amenacen la convivencia de cada una de las partes involucradas en este proceso. 3. Centros de salud y asistencia social: Estos centros deben estar en capacidad de fomentar un dialogo receptivo entre las partes que se encuentren involucradas en el conflicto, de hecho, el manejo adecuado de la palabra va a llevar a que cada una de las personas genere un estado de catarsis emocional que, por ende, conllevará a la activación de su corteza prefrontal y de esta manera tomar adecuadas decisiones que comprometan el mejoramiento de la calidad de vida. 4. Grupos resilientes y/o apoyo: Para aquellas personas que han sido víctimas de la violencia se debe realizar un proceso psicoterapéutico en grupo que incluya los grupos resilientes, con el objetivo de que estas personas puedan observar a aquellas que han pasado por una situación más o menos similar, pero que presentan estrategias de afrontamiento asertivas que les han permitido mejorar su calidad de vida. 5. El neuropsicólogo como figura de neurorehabilitación funcional: Las entidades públicas y privadas deben comenzar a ver al neuropsicólogo como un especialista que está en capacidad de generar planes de tratamiento de tipo integral, este profesional está en capacidad de adelantarse para reparar los daños que puede ocasionar un suceso violento, el trastorno de estrés postraumático y variables que desmejoran el modus vivendi de los sujetos inmersos en contextos de violencia. 6. Los pasos anteriores van a generar un proceso de acondicionamiento social a la vida cotidiana, con el objetivo de que todo conflicto presente pueda ser resuelto por la vía de la convivencia, y para aquellos que ya han vivido el daño, el proceso de intervención busca que se adapten nuevamente a su contexto.

A lo largo de este artículo se ha detallado cómo se encuentra el cerebro de cada uno de estos sujetos, y cómo estas disfunciones conllevan a generar alteraciones neuropsicológicas que ni los mismos sujetos se han dado cuenta, hasta que han sido diagnosticados por un especialista, en este caso el neuropsicólogo. Para mayor retroalimentación objetiva, en la Figura 1 se presentan cada uno de los pasos anteriormente mencionados.

12


Figura 1.Propuesta de tratamiento integral para la violencia

Conclusiones La violencia es un fenómeno que no solamente deja secuelas físicas y psicológicas. Detrás de ese enmarañamiento grotesco y pusilánime del hombre por hacerse fuerte ante los más vulnerables, prevalece un número de alteraciones cerebrales que repercuten en el desmejoramiento de la calidad de vida de las personas que la padecen, incluso de quienes la ejercen. Los sujetos que han sido víctimas de actos bélicos, trastorno de estrés postraumático, maltrato, violencia intrafamiliar y otras variables que desmejoran su estado de salud mental, van a presentar alteraciones neuroanatómicas (ver Figura 2) a nivel de la corteza prefrontal, sustancia gris, corteza orbitofrontal, sistema límbico, hipocampo, amígdala, disfunciones en la serotonina, dopamina, glutamato y tálamo.

Figura 2. Alteraciones Neuroanatómicas que genera la violencia

13


Lo anterior lleva a que estas personas presenten alteraciones neuropsicológicas (ver Figura 3) para planificar, dirigir, organizar y controlar su conducta inmediata, relacionado con la disfunción que presenta en el córtex orbitofrontal, alteración que no le permiten a los sujetos adaptarse en el contexto en que se encuentren, ya que el córtex está relacionado con la conducta y los lineamientos sociales establecidos. Se puede inferir que los sujetos con comportamientos violentos no están en capacidad de asimilar la norma o reglas que les impone la sociedad. Asimismo, las personas que han sido víctimas de estos sucesos no van a presentar flexibilidad ante estos lineamientos, al parecer todo esto, como lo han manifestado los autores anteriormente mencionados, puede ser producto de la disfunción que sufre el lóbulo de la ínsula, incapacidad que lleva a los sujetos a un estado de alexitimia postraumática que no les permite responder adecuadamente a los estímulos amenazantes.

Figura 3. Alteraciones neuropsicológicas que genera la violencia

Se encontró que la disminución de serotonina y dopamina está relacionada con el comportamiento violento; al igual que el glutamato que, a pesar de que las investigaciones aún no son muy consistentes, muestran que la alteración de este neurotransmisor genera un síndrome de descontrol en los sujetos, ya que no están en capacidad de recepcionar las aferencias y eferencias que van hasta la corteza cerebral, es decir, los sujetos con estas tendencias no toman correctamente sus decisiones, sus funciones ejecutivas se encuentran totalmente desestructuradas. En esa misma línea, estos sujetos presentan déficits en el manejo de las emociones. Al parecer, las disfunciones que presenta el sistema límbico conllevan a que no procesen adecuadamente la información que viene del exterior, afectando de manera notable la capacidad de aprendizaje, deteriorando de esta manera su memoria autobiográfica, alteraciones que en lo posible los han llevado a que no manejen de manera eficaz sus

14


emociones y, así, pueda aflorarse los instintos más primitivos que albergan en la “perversidad” de su amígdala. Finalmente, es necesario que las investigaciones no solamente se centren en detallar y especificar cuáles estructuras corticales y subcorticales se encuentran afectadas. Es de vital importancia que las líneas futuras de investigación también se centren en fomentar o crear planes de neurorehabilitación funcional que mejoren la calidad de vida de estas personas y de la sociedad. Lo anterior no puede ser visto como una utopía, la violencia es una enfermedad que no diferencia estratos sociales, se infiltra en las esferas más altas y bajas de lo que llamamos “sociedad”.

Referencias Alcázar, M.A, Verdejo, A y Bouso J.C. (2008). La Neuropsicología Forense ante el Reto de la relación Entre Cognición y Emoción en la Psicopatía. Rev Neurol, 47, 607 – 612. Alcázar, M.A, Verdejo, A, Bouso J.C y Bezos, L. (2010). Neuropsicología de la Agresión Impulsiva. Rev Neurol, 50, 291 – 299. Athene, K.W, Mattew, J, Fulwiler, C and Gansler, D.A. (2011). Neural Correlates of Impulsivity Factors in Psychiatric Patients and Healthy Volunteers: a Voxel – Based Morphometry Study. Brain Imaging and Behavior, 5, 52 – 64. doi: 10.1007/s11682-0109112-1 Bonilla, J y Fernández Guinea, S (2006). Neurobiología y Neuropsicología de la Conducta Antisocial. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 6, 67 – 81. Blair, R.J. (2010). Neuroimaging of Psychopathy and Antisocial Behavior: A Targeted Review. Cur Psychiatry Rep, 12, 76 – 82. doi: 10.1007/s11920-009-0086-x Bressan, R.A., Quarantini, L.C., Andredi, S.B., Araujo, C., Breen, G., Guindalini, C., Hoexter, M., Jackowski, A.P., Jorge, M.R., Lacerda, A., Lara, D.R., Malta, S., Moriyama, T.S., Quintana, M.I., Ribeiro, W.S., Ruiz, J., Schoedl, A.F., Shih, M.C., Figueira, I., Koenen, K.C., Mello, M.F. & Mari, J.J. (2009). The Posttraumatic Stress Disorder Project in Brazil: Neuropsychological, Structural and molecular Neuroimaging Studies in Victims of Urban Violence. Bmc. Psychiatry, 9, 1 – 12. doi: 10.1186/1471-244X-9-30 French, W.P. (2008). The Neurobiology of Violence and Victimization, chapter 3. En Miller, T.W (Ed), School Violence and Primary Prevention. (pp. 25 – 58). USA: Springer.

15


Gil Verona, J.A, Pastor, J.F, De Paz, F, Barbosa, M, Macías, J.A, Maniega, M.A, González, L.R, Boget, T e Peicornell, I. (2002). Psicobiología de las Conductas Agresivas. Anales de Psicología, 18, 293 – 303. Kramer, U.M, Kopyciok, P.J, Richter, S and Munte, T.F. (2009). Oscillatory Brain Activity Related to Control Mechanisms During Laboratory – Induce Reactive Aggression. Frontiers in Behavioral Neuroscience, 3, 1 – 10. doi: 10.3389/neuro.08.046.2009 Miczek, K.A and Fish, E.W. (2005). Dopamine, Glutamate, and Aggression, Chapter V. En Schmidt, W.J and Reith, M.E (Eds), Dopamine and Glutamate in Psychiatry Disorders. (pp. 237 – 266). New Jersey: Humana Press Miller, T.W and Kraus, R.F. (2008). School – Related Violence: Definition, Scope, and Prevention Goals, chapter 2. En Miller, T.W (Ed), School Violence and Primary Prevention. (pp. 15 – 25). USA: Springer Rodríguez Biezma, M.J y Fernández Guínea, S. (2006). Disfunción Neuropsicológica en Maltratadores. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 6, 83 – 101. Rudebeck, P.H, Bannerman, D.M and Rushworth, M.F. (2008). The contribution of distinct subregions of the ventromedial frontal cortex to emotion, social behavior, and decision making.Cognitive, Affective, & Behavioral Neuroscience, 8, 485 – 497.doi:10.3758/CABN.8.4.485 Tatjana, K.I., Wienbruch, C., Neuner, F., Schauer, M., Ruf, M., Odenwald, M. & Elbert, T. (2007). Altered Oscillatory Brain Dynamics After Repeated Traumatic Stress. Bmc Psychiatry, 7, 1 – 9. doi: 10.1186/1471-244X-7-56 Volavka, J. (2002). Neurobiology of Violence. New York: American Psychiatric Publishing, Inc. Yang, Y, Raine, A, Bo Han C, Schug, R.A, Toga, A.W and Narr, K.L. (2010). Reduced Hippocampal and Parahipocampal Volumes in Murderers With Schizofrenia. Psychiatry Res, 182, 9 – 13. doi: 10.1016/j.pscychresns.2009.10.013.

16


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.