Pagina 3: Ropa adecuada para entrenar
Pagina 1: El reto 300
300 pases de Gato a Precisión. Con eso basta! Sonaba a un reto interesante para más tarde. Había pasado un tiempo desde que me había enfocado en esta técnica así que pensé que le debía poner un poco mas de atención esta noche.
A menudo se dice que los momentos más peligrosos en el tu entrenamiento ocurren mientras estás ejecutando el movimiento más sencillo y simpleDurante el día, con fremente no prestas la atención suficiente. Raracuencia me venía a la mente la sesión de entrena- mente he escuchado de alguien que se lastime miento pero mi atención se seriamente o que haya fallado cuando está totalencontraba mas divagando mente enfocado y concentrándose, ¿entonces en lo que alguien me había que podía hacer para demostrarme a mí mismo dicho en la semana cuando que no era una víctima? ¿Qué de hecho estoy en control de la situación? La respuesta me llegó ráaterricé un salto de precipido, ¡esta noche no fallaría! sión. “Uno de estos días te vas a caer y te vas a lastiAsí que 300 se convirtió en 300 seguidos. Sí mar!” me dijo sonriendo, y fallaba en aterrizar en la pared, si me paso o no no pude evitar pregunllego con las manos o sí los dos pies no caen en tarme… “¿tendrá razón? la segunda pared y se mantienen ahí, empezaría ¿Soy una víctima de la ley de la probabilidad que dice desde el principio. Llámenle control de calidad o locura – quizá era un poco de las dos. que, algún día, en algún lugar, voy a fallar un movimiento básico y lastimarme seriamente? ¿Es esto una inevitabilidad que esta fuera de mi control?” No fue un pensamiento agradable.
Cuando llegué al lugar donde planeaba comenzar este experimento, no estuve muy contento de encontrar que las paredes estaban empapadas. Mojadas, obscuras y resbaladizas con moho saliendo de entre las hendiduras, los bordes filosos de la pared me daban la bienvenida con un resbaladizo resplandor y eran amenazantes al tacto. Genial. 30 minutos más tarde, después de estirar y calendar, una presión interna que no pude localizar comenzaba a crecer dentro de mí con cada repetición exitosa. 3 se convirtieron en 20, 20 en 50, y la idea de tener que empezar de nuevo comenzó a acosarme, haciendo cada repetición más desalentadora que la anterior. La única manera de contrarrestar esta creciente distracción era forzarme a tratar cada salto como si fuera el primero de la tarde. Enfocaría mi total atención en tocar limpiamente la primera pared, empujarme lo suficiente y aterrizar en la segunda, y mantenerme ahí. Por un momento sentí que las cosas iban bien, pero conforme crecía mi confianza, también crecían mis oportunidades de complacencia.
Si en verdad existía una ley no escrita de probabilidades, entonces cuantas veces me debía caer en 300 intentos, considerando las condiciones de humedad y obscuridad? Pasaron dos horas cuando llegué al punto medio. Eran las 9:30pm y había logrado 150 pases de gato a precisión y mis antebrazos se sentían como plomo. Ni siquiera había considerado la carga física que tomaría. Sacudiéndolos, pensé en la técnica y me di cuenta que era como estar en posición de lagartija y mecerte hacia tus dedos con la fuerza suficiente para dejar temporalmente el suelo, una y otra vez. Estaba cansado, estaba adolorido y sabía que aunque me fuera posible llegar a los 300, iba a ser un verdadero tedio tener que empezar de nuevo en cualquiera de los siguientes brincos. Diez minutos más tarde recomencé el proceso y la repetición 151 apareció. No estaba seguro de cuanto me había recuperado durante el breve descanso y el movimiento en sí parecía repentinamente desconocido en mi cabeza. Para de sobre pensar, este es otro movimiento simple.
Ya. No. Puedo. Fallar. 200 repeticiones. A este paso debería terminar para las 11pm… 3 horas y media después de que empecé. Si fallo ahora podría estar contemplando sentir el amanecer sobre mi hombro. De pronto sonreí mientras pensaba que se podrían secar un poco las paredes, mínimo. 280 repeticiones. Mi cerebro se había apagado. Ya no había presión. El proceso era automático y aunque mis antebrazos suplicaban alivio del castigo constante, había caído en un ritmo. Pasaría la primera pared, aterrizaría en la segunda, me voltearía, saltaría de regreso, bajaría al suelo y me alinearía para la siguiente, repitiendo la frase “Mantente derecho, media fuerza” en mi cabeza cada vez. Se había convertido en mi maldición, había empezado hace 20 minutos y no podía parar ahora, ¿qué tal si ese era mi amuleto de la suerte, mi clave para terminar esto? Honestamente no sé si hubiera empezado de nuevo si hubiese fallado a este punto. Físicamente, no creo que hubiese podido hacer otros 300. Sin embargo ya había aprendido mi lección…
No hay una ley que diga que un día fallaremos. Con la concentración, enfoque, cuidado y atención suficientes, podemos repetir un mismo movimiento simple cientos de veces, por horas sin cometer un error. Los accidentes si pasan y algunas cosas están fuera de nuestro control pero podemos reducir en gran escala nuestras probabilidades de fallar si tratamos todos y cada uno de nuestros movimientos como algo importante, algo con lo que tener cuidado. Al final no hice 300 pases de gato a precisión.
El 301 fue para la amable señora que inspiro mis actividades de la tarde.
Se dice que el único requerimiento para entrenar este arte es disciplina y un par de tenis, pero, ¿habrá una vestimenta que facilite el entrenamiento? Yo soy de la opinión de que mientras se use ropa cómoda se puede entrenar, pero ¿en que te beneficia usar ropa adecuada para entrenar?
Pero ¿Qué tenis me conviene mas usar? Hasta este momento, los tenis mas recomendados para el entrenamiento de este arte son los "Cross-Training", ya que cuentan con buena suela con el relieve necesario para tener buen agarre en la pared, soporte en los talones para ayudarnos con las caídas, y libertad de movimiento en los tobillos para no trabarlos al momento de movernos.
Es verdad que Parkour se practica a diario y no importa si en ese momento traigamos puesto un pants y tenis o un smoking y zapatos de charol, debemos poder movernos como siempre lo hacemos, pero durante las horas dedicadas al entrenamiento creo que es mas benéfico usar pants y tenis, ya que nos permiten mayor libertad de movimiento, que es en realidad lo que estamos entrenando. He sido artemarcialista por 14 años, y siempre me pregunté ¿por qué usamos el uniforme si al momento de defendernos en la calle traemos nuestra ropa de diario que no nos da la misma libertad de movimiento y aún así puedo patear bien? ¿Por qué entrenamos descalzos si en la calle no vamos a andar descalzos?
De ahí aprendí que la vestimenta de entrenamiento influencía bastante en el mismo, ya que nos puede aumentar el aprovechamiento de las horas que le dedicamos al entrenamiento; el uso de tenis adecuados nos protege los tobillos y los talones.
De todo esto puedo decir que podemos practicar Parkour con cualquier vestimenta, pero usar la adecuada para el entrenar nos lo hace más provechoso.
En una ocasión mi maestro nos pidió que por una semana no usáramos el uniforme en la clase, que trajéramos la ropa que usamos en el día, de preferencia el uniforme de la escuela (no pants) o jeans, y me dí cuenta que a pesar de que con esa ropa podía moverme bien, al momento de entrenar no podía hacerlo tan rápido como normalmente podía, porque me estaba exigiendo mucho mas de lo que me hubiera exigido una pelea de 3 minutos, me estaba exigiendo movimiento continuo por 90 minutos, y conforme pasaba el tiempo de entrenamiento mas sudaba y mas se me pegaba el pantalón a la pierna, me rozaba las ingles y menos podía patear , y los tenis pesaban cada vez mas y mas.
El miedo asegura estar siempre a la defensiva, siempre respondiendo en el presente a nuestras peores imaginaciones de que traerá el futuro si no lo hacemos. El miedo a las consecuencias limita las acciones que tomamos. El miedo se convierte pues en el actor de nuestras vidas, mientras que poco a poco nos unimos a la audiencia, convirtiéndonos en meros espectadores de la rutina de cada preciado día. Por ello pasamos tanto tiempo complaciendo a nuestro miedo mientras que la vida pasa.
Son los pequeños miedos los que disimuladamente nos roban nuestras vidas. Los grandes conceptos- muerte, pérdida, significado de la existencia… esas cosas tan grandes las podemos ignorar durante la mayor parte de nuestros días. Filósofos y teólogos pueden andarse con sutilezas e inquietarse sobre los detalles de estos, pero la mayoría de nosotros no tenemos el tiempo, las ganas, o simplemente somos afortunados de no tener demasiada curiosidad. Y muchos miedos son racionales, claro está, y pueden ser aliados de nuestras vidas; el miedo que incrementa nuestra alerta al pasar por una parte oscura de la ciudad, por ejemplo, o el miedo a caer que rápidamente experimentamos al ponernos de pie demasiado cerca de un acantilado en un día ventoso. Sin embargo, el miedo es una bestia lista. Detrás de la fachada racional del miedo es donde el auténtico peligro se encuentra, envenenado como la cola del escorpión y listo para picar. ¿Que parte de nuestro día es sustraída por estos pequeños miedos? Es más de lo que puedes pensar en un principio. Son del tipo de las que apenas notamos y raramente ignoramos. Están los miedos que hacen el día más cómodo: El miedo a destacarse que nos hace conformarnos casi todos los días; el miedo que se rían que nos mantiene en silencio cuando querríamos soltar una carcajada; el miedo al rechazo que nos hace evitar muchas conexiones potenciales, etc. Estos miedos a los que estamos acostumbrados, nos permite pasar el día de una forma tranquila y con los menores conflictos posibles. Son los miedos que nos hacen llegar a trabajar a la hora, que nos retiene a la hora de cuestionar las opiniones o los métodos de los superiores. Son los miedos que nos llevan hacia lo que es llamado como metas respetables y que nos han dicho que merece la pena conseguir.
¿Que tiene que ver esto con el Parkour? Todo: Pues practicar Parkour es perseguir ese miedo, para superarlo. Enfrentarse a él desnudo y solo. En el parkour, es donde sacas tu esencia. No hay ningún tipo de equipamiento sobre el que confiar, no hay arneses de seguridad o protecciones que ponerte, no hay compañero para relevarte cuando te encuentres exhausto. Eres tú y solo tú. Lo único que te previene de lesionarte o hacerte daño son tus habilidades y tu juicio, el de nadie más. Algo que en sí mismo es una gran proeza, pero que se puede convertir en una carga. Eres tú quien se enfrenta al miedo. Las teorías de otras personas sobre el miedo aquí no sirven para nada. No puedes entender tus miedos de acuerdo a Freud o Jung o cualquier otro- ellos no estarán allí cuando hagas un salto de brazo, un fondo y ruedes o cuando hagas un gato. En esos momentos eres solamente tú.
Parkour es movimiento, y todo movimiento está conectado al miedo. Es a través de un principio conocido como “miedo-reacción” por el cual nuestro cuerpo aprende, a una temprana edad que no hacer, como no moverse, por qué no caerse. Aprendemos a evitar el dolor y buscar la comodidad, y si experimentamos esa incomodidad debido a una cierta acción, nuestro cuerpo nos quita las ganas de volver a intentar esa acción otra vez. El “miedo-reacción” es nuestro modelo condicionante de conducta frente al movimiento, respiración, postura… es algo aprendido frente al stress un susto o un golpe. Esto afecta a todo el mundo, nadie escapa de ello.
Obviamente, este condicionante pertenece al pasado. Nuestro cuerpo reacciona en el presente al miedo de lo que ocurrió en el pasado. Por lo tanto, el miedo pertenece al pasado. Habita en nuestra memoria, y desde ahí es proyectado al futuro y, con normalidad, nos encontramos a nosotros mismos viviendo en ese miedo en uno de los dosel pasado o el futuro. Esto quiere decir, que en el momento presente, el miedo no existe en si mismo. Por ello, para librarnos del miedo, debemos vivir ese tiempo presente, vivir plenamente y ahora. No es fácil, pero el parkour es una disciplina que nos puede ayudar a ello. Es un hecho que nuestro potencial físico natural y nuestro talento están más allá que los límites que nos ponemos nosotros mismos. Es el condicionamiento, tanto mental como físico, el que nos aleja de esos límites, que nos permite el aprendizaje de habilidades y técnicas que nos permitan experimentar ese límite natural del cuerpo y despreciar los límites impuestos por nosotros mismos. No se trata de un mejora progresiva de nuestras habilidades, si no más bien de un una disminución progresiva de los miedos. Tan solo debemos liberarnos de nosotros mismo para poder encontrar nuestro auténtico potencial. Debemos eliminar esos miedos para descubrir nuestra habilidad y soltura natural. La práctica de nuestro arte necesita que nos encontremos totalmente concentrados en el momento y libres de viejas limitaciones; después de todo, su práctica implica la libertad de uno frente a los límites. Y es en ese preciso momento de la auténtica práctica cuando empezamos a superar ese “miedo-reacción” y romper sus barreras. Es todo un proceso. Obsérvate; toma nota de las dudas, indecisiones, los pensamientos negativos, y las tensiones mientras tu cuerpo se mueve. Date cuenta de que esas cosas son elecciones tuyas con las que podrías estar perfectamente sin ellas. La tensión es una opción. Inténtalo de nuevo. Haz un breve diagnóstico de tu cuerpo y te darás cuenta de que hay muchos músculos que están innecesariamente en tensión. Ahora elige relajar esos músculos. Fácil, después de percatarte de donde se encontraban esas tensiones. El truco está llevar esta práctica afuera tanto como sea posible, y la práctica será mucho mejor. De este modo, aprendemos a elegir nuestras acciones y respuestas en vez de ser un producto de nuestras reacciones. Desde aquí podremos destapar nuestro auténtico potencial, y de ahí es de donde surge la maestría. Ahí es donde el “Flow” reside. Cuanto más concentrado estés en lo que estés haciendo, menor energía y sentimientos transmitirás a ese miedo del pasado y del futuro. Todo esto hará que tu acción permanezca completa y sin perturbaciones. Este concepto tiene numerosos nombres dependiendo de cada cultura y filosofías- pero de nuevo, el nombre que alguien le dé no significa nada para ti. Experiméntalo, ve a por él y te darás cuenta de que no necesita ningún nombre.
El miedo es algo estático, no permanece en el movimiento. Imagínate un camino en mitad del bosque por la noche. Caminas por ese sendero normalmente. Ahora tu mente se imagina un ataque espontáneo de una serpiente o una araña cayéndote desde una rama. Es entonces cuando sientes el miedo, y este va creciendo con cada paso que des. Sin embargo, imagínate que tienes tiempo para reaccionar y esa serpiente no tiene tiempo a atacarte, quedándote fuera de su alcance. En ese momento no ha existido el miedo. Todos tus esfuerzos se han concentrado en moverte y escapar. El miedo existía antes del ataque, y seguramente volverá después de él, pero en el momento de la acción, el miedo no ha existido. Pero lo fascinante de ello es que durante el largo periodo que has estado andando por el bosque, sintiendo miedo, el hecho es que has estado a salvo y no has sido atacado. En la pequeña parte en que te encuentras realmente en peligro, el miedo ha cesado. Entusiastas de los deportes de riesgo, así como los supervivientes de situaciones extremas han sentido lo mismo.
NELLY TARAZONA MIGUEL MORA ALEJANDRO YEE ALAN OCHOA
En momentos de gran presión y necesidad, la angustia desaparece y deja paso a nuestra esencia, a nuestras auténticas habilidades, pareciendo súper humanos. No acercamos al miedo y este pierde su poder frente a nosotros. Ahora imagínate poder expandir ese momento de “no miedo” para la próxima vez que tengas que caminar por ese sendero. El resultante es un momento en el que vas precavido y alerta, pero sin problemas, sin esfuerzo, sin paranoia. Es ahí donde debemos intentar encontrarnos. En este estado de gracia, de soltura en el movimiento, libre de ese “miedo-reacción” y de las tensiones innecesarias del cuerpo. Estar en armonía con todo lo que normalmente estamos en conflicto. Esa es nuestra auténtica naturaleza, aquella que permanece oculta durante la mayor parte de nuestra vida hasta que aprendemos a movernos más allá del miedo. De este modo, sin miedo, pasear por el bosque oscuro se convierte en una experiencia muy gratificante.