Viernes 13.07.12
GPS GUÍA PARA SALIR
El Cerrato castellano en cuatro pasos Recorrido por los principales lugares donde degustar las esencias de la comarca [P2-3]
Galerías subterráneas de las antiguas minas de yeso de Hornillos de Cerrato, en Palencia. :: JAVIER PRIETO
CINE
‘El dictador’ o un reflejo de la realidad El actor Sacha Baron Cohen da vida en el filme a un tirano árabe que se desata en Nueva York [P7]
MÚSICA
Béjar convoca a los amantes del blues La localidad salmantina acoge este fin de semana su festival, donde actuarán ocho bandas [P11]
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Viernes 13.07.12 EL NORTE DE CASTILLA
PLANES
El país de los cerros de tiza El Cerrato castellano, una comarca natural llena de contrastes Cuando el Nini se asomaba a su cueva veía un valle, un mundo de surcos terrosos atravesados por un arroyuelo que dividía el valle en dos mitades, una carretera rectilínea y un pueblo que era del mismo color que la tierra. Desde la entrada de la cueva donde vivía el Nini se veía también «una cadena de tesos mondos como calaveras» coronados por almendros y chopos junto al arroyo, que eran como paraguas cerrados apuntando al cielo. Sobre las laderas, el Nini veía el rebrillo de los yesos arrancados por el sol como si emitieran mensajes misteriosos y, más arriba, ya en el páramo, los bosquetes de encina, refugio de verdor en el que se retaban mutuamente los animales del valle, que allí trataban de escapar del alimañero, que iba tras ellos. Así de sencilla y magistral es la descripción que Delibes hace del Cerrato castellano, el escenario en el que tiene lugar su novela ‘Las ratas’. No es, para nada, una guía de viaje, pero debería ser de lectura obligatoria para quien se apunte a correr los rincones de este sorprendente territorio castellano en busca de sus esencias más auténticas. Porque en la novela de Delibes aparecen también sus cuevas, cuevas que en casi todos sus pueblos son bodegas hechas para el resguardo del vino y, en algunos, han sido casas rupestres habitadas hasta hace unas décadas. En otros, son hoy los misteriosos agujeros por los que prosperó en tiempos pasados la minería de unos yesos con los que, entre otras muchas cosas, se elaboraban las tizas. Y aparece la dureza de una vida que contrasta con la blandura de muchas de sus laderas, blanquecinas y fáciles de excavar, el contraste entre la desnudez del fondo plano de los valles, donde se extienden los cultivos casi
RUTAS CON ENCANTO
EL CERRATO
JAVIER PRIETO
Sus 3.200 kilómetros cuadrados se convierten en un laberinto imposible de digerir de un solo trago La minería del yeso ha sido una seña de identidad del territorio. Este mineral rebrilla en las laderas cuando se levanta el sol
siempre de secano, y la feracidad de unos encinares que dominaron los páramos hasta que la mecanización del campo hizo posible su roturación. Recorrer los rincones del Cerrato no es fácil. Sus 3.200 kilómetros cuadrados se convierten en un laberinto imposible de digerir de un solo trago: 70 kilómetros de norte a sur y 63 de este a oeste marcan los ejes de un territorio salpicado de continuos sube y baja, de vallejos repentinos que las carreteras escalan con maneras de puerto de montaña, de pueblos y más pueblos –hasta 83– que el tiempo y la historia han ido repartiendo aquí y allá: en lo alto de los páramos, en vallejos sin salida, en laderas de yeso o en la vega de sus ampulosos ríos, que también los tiene. Porque, lejos de acoplarse a la típica y fácil imagen de rectilíneos horizontes castellanos y amplias llanuras cerealistas resecas y tristes, al Cerrato le surcan corrientes de una entidad considerable: el Pisuerga, por el norte y el oeste, y el Duero, por el sur, pero también el Carrión, el Arlanzón, el Canal de Castilla o el Esgueva. Y todos ellos aportan su orla de fronda ribereña, de abultadas choperas, de fresnos,
Panorámica desde Vertavillo (Palencia).
Palacio-hospital de Santo Tomás de Villanueva, sede del Museo del Cerrato, en Baltanás.
Viernes 13.07.12 EL NORTE DE CASTILLA
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de sauces y de alisos con su alborotada orquesta de trinos incansables. Esta –su enormidad– es la razón por la que hemos escogido cuatro lugares en los que pararse a degustar las esencias del Cerrato castellano, una delimitación geográfica a la que Palencia aporta la mayor parte del territorio pero que se extiende, en realidad, por las vecinas provincias de Burgos y Valladolid, tal como en sus orígenes medievales, cuando el Cerrato, en el siglo XIV, conformaba una merindad menor del Reino de Castilla. Son, pues, cuatro primeros pasos. El comienzo de un viaje fascinante que tendrá su continuación.
rroco columnado. El paseo por sus salas es la mejor carta de presentación de este territorio, la mejor forma de organizar un viaje en el que quepa todo, la mejor forma de entender cómo las formas de vida se adaptan a las formas del paisaje y el paisaje acaba siendo modelado por las formas de vida. Se hace así un repaso a sus rasgos esenciales, el porqué de su arquitectura popular, los pueblos que lo conforman, su recorrido histórico, incluso el olor de sus repliegues en cada una de las estaciones del año.
2. Dueñas
1. El Museo del Cerrato castellano Se ubica en la localidad palentina de Baltanás, la capital histórica del territorio desde que los Reyes Católicos castigaran la actitud de Palenzuela en el transcurso de la Guerra de Sucesión, que finalizó con la victoria del bando de los partidarios de Isabel. El museo ocupa un doble espacio arquitectónico protagonizado por el antiguo palacio-hospital de Santo Tomás de Villanueva, del que se conserva gran parte de su antigua estructura y, en especial, un bello y atípico por estas tierras patio interior ba-
Pero no solo eso. Este ambicioso proyecto, que ha revitalizado el trasiego de viajeros por los pueblos y paisajes cerrateños, alberga también entre sus salas un pequeño museo de arte sacro al que han venido a parar valiosas piezas de la parroquia de Baltanás y alrededores. Y una interesante pinacoteca en la que cuelgan cuadros de pintores relacionados con el Cerrato y sus horizontes, de los siglos XIX y XX. (Más información: www.museodelcerrato.com).
Al Cerrato le surcan el Pisuerga, el Duero, el Carrión, el Arlanzón, el Canal de Castilla y el Esgueva Baltanás es la capital histórica del territorio desde que los Reyes Católicos castigaran la actitud de Palenzuela
La contundencia monumental de esta localidad, ciudad desde 1928, es apabullante. Varada junto a la desembocadura del Carrión en el Pisuerga, debe esa monumentalidad a la importancia que fue cobrando a lo largo de la Edad Media. En aquellos tiempos contó con un cerco amurallado del que aún queda la puerta del Ojo de la Virgen, un portón por el que penetrar a pie en un casco urbano que conserva rincones con personalidad arquitectónica propia, como los corridos soportales de la plaza de España. En el paseo por el interior de esta bella ciudad destacan las dimensiones del convento de San Agustín, el hospital de Santiago, la ermita del Cristo y, sobre todo, la iglesia de Santa María de la Asunción. La visita al interior del templo da para un rato largo y un montón de asombros. Especialmente si se le dedica el tiempo que merece la contemplación de su admirable retablo mayor, obra magistral del siglo XVI repleta de color y en el que se cuentan hasta nueve altorrelieves. Su indudable interés no debe eclipsar los otros tesoros del templo, como la sepultura de los Buendía y los Enríquez o el magnífico Ecce Homo del Museo Parroquial. Muy cerca de la localidad queda el monasterio cister-
ciense de San Isidro de Dueñas, muy interesante para quienes disfrutan con el canto gregoriano. (Más información: duenas.es).
3. San Juan de Baños Dice la leyenda que el rey visigodo Recesvinto decidió reposar y beber de las fuentes que hay junto a la ermita, encontrando curación milagrosa a ciertos males renales que le afectaban. En agradecimiento mandó edificar, junto a este lugar, en el siglo VII, lo que hoy se considera uno de los máximos exponentes de la arquitectura religiosa visigótica. Esta joya arquitectónica muestra en su fachada, con la sencillez de lo perfecto, un arco de herradura que se repite en el interior, separando sus tres naves; ocho capiteles corintios soportan los arcos que separan las naves sobre fustes de columnas procedentes de un anterior templo romano. (Horario: martes-domingo, 10:00 a 13:30 y 16:50 a 20:00 horas).
4. Hornillos de Cerrato Un castillo, una iglesia, una ermita, bodegas y casas rupestres… un típico pueblo del Cerrato palentino. Su caserío, con muestras de arquitectura popular, se desparrama a los pies de un páramo horadado por un conjunto de im-
presionantes yeseras. La minería del yeso ha sido una de las señas de identidad de un territorio en el que este mineral –en realidad una piedra llamada aljez– rebrilla en las laderas en cuanto se levanta el sol. Las minas abandonadas de Hornillos son un espectáculo en sí mismas. En la distancia parecen los dientes de una cremallera que sirviera para abrir y cerrar el páramo, pero asomarse a esas bocas blanquecinas deja a la propia tan abierta como las de yeso. El espectáculo que se vislumbra es sobrecogedor: corredores hacia el fondo de la tierra, abiertos entre columnas con dimensiones de catedral rupestre. ¡Qué pena de dinero y algo de imaginación para convertir estos vestigios de la historia industrial en un centro de interpretación de primera magnitud! Otro vestigio de la historia sin aprovechar son los restos del castillo que perteneció a los Almirantes de Castilla. En esta localidad recaló durante cuatro meses, en 1507, el cortejo fúnebre que atravesó las tierras del Cerrato acompañando a Juana la Loca y el cadáver de su esposo, Felipe el Hermoso. info@javierprietogallego.com
Videorreportaje en
elnortedecastilla.es
Basílica visigoda de San Juan de Baños.
:: REPORTAJE GRÁFICO JAVIER PRIETO
Interior del templo visigodo de San Juan de Baños.
Talla en la sala de Arte Sacro del Museo del Cerrato.