19 minute read
Fábricas de innovación
INGENIO INNOVADOR
Advertisement
Donde hay innovación, hay ingeniería. En este especial conozca 15 perfiles de facultades de ingeniería latinoamericanas que están marcando la diferencia en materia de la creación de valor a través de lo nuevo.
POR SOL PARK Y ANDRÉS ALMEIDA, AMÉRICAECONOMÍA INTELLIGENCE
Al ser consultados por las definiciones de innovación, muchos decanos entrevistados para este especial contestaron que ingeniería es innovación, y viceversa. Más allá de la discusión conceptual que esta postura pueda traer, lo interesante es la constatación de que la ingeniería está en el corazón de la innovación. Sin ella, no hay la otra. Este especial de AméricaEconomía consta del perfil de 15 facultades de ingeniería latinoamericanas seleccionadas por nuestro equipo de investigación, tanto por sus competencias propiamente ingenieriles a través de ránkings especializados, como por los aportes que hacen a los ecosistemas de innovación en los que se encuentran inmersas, a través de pesquisas de casos. Es por esto que es importante la definición de innovación que subyace a este especial: la creación de valor a través de lo nuevo, conforme avanza el desarrollo científico y tecnológico, y capaz de movilizar un ecosistema a través de ese aporte.
De tal modo este conjunto de 15 facultades estatales y privadas y de ocho países se distingue porque desarrollan esos ecosistemas a través de la formación de ingenieros, la configuración de redes, y por la creación de proyectos encaminados a crear I+D, soluciones, startups, bienes públicos, procesos, productos y servicios. Más must have que want to have, como dijeron varios decanos e ingenieros para este especial.
Y si bien estas facultades tienen su trabajo e identidad más bien arraigados en las necesidades de sus países y ciudades, su pensamiento por fuerza ha de ser global, pues, para ser facultades competentes, han de buscar fuera de la región y desarrollar en sus laboratorios los nuevos conocimientos, tecnologías y metodologías vanguardistas, como inteligencia artificial, internet de las cosas, nanotecnología, computación cuánti
ca y todas las combinaciones posibles entre biotecnología y TICs. Todos aspectos para ser volcados a los grandes temas latinoamericanos que se identifican al observar los casos de energía, sustentabilidad, minería, agro, salud, bienes públicos–como la infraestructura física y digital–, y el desarrollo social.
Esta participación en una discusión científica y tecnológica mundial las faculta para configurar propiamente un espacio latinoamericano, en el que es posible pensar el desarrollo de una oferta regional en el que, por ejemplo, una facultad peruana pueda ofrecer servicios de minería al Estado de Colombia, o que una Argentina pueda desarrollar una agtech en México, creando así un ecosistema regional de innovación. Claro, esto no está escrito en piedra, y hay obstáculos que vencer, partiendo por el desdén de los estados latinoamericanos, y también sus mundos corporativos, por invertir en I+D, aunque hay iniciativas en sentido contrario esperanzadoras, como el movimiento Ingeniería 2030 de Chile, en el que se apuesta a que las facultades de ingeniería chilenas lleven el liderazgo de la economía del conocimiento del país. Este especial considera 15 grandes facultades donde se produce la innovación, pero no es un club cerrado. Hay más casos interesantes, que no pudieron ser cubiertos. Por ejemplo, la Universidad Nacional de Ingeniería del Perú o el Instituto Politécnico de México, dos entidades estatales líderes en sus países, pero que declinaron participar en este especial. Asimismo, hay facultades más jóvenes, que si bien todavía no son árboles centrales del bosque innovador de sus países, lo serán con el tiempo, como las facultades de ingeniería de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile) o UTEC (Perú). Con la colaboración de Carlos Tromben y Barinia Montoya.
Universidade Estadual de Campinas - Brasil Metrópolis universitaria
Cuando un experimento científico e industrial resulta, su producto es un éxito como la Universidade Estadual de Campinas, uno de los mayores generadores de ciencia y tecnología de Brasil y la niña bonita del sistema de innovación y emprendimiento del país.
Conocidos en Brasil como caipiras, los habitantes del interior del estado de São Paulo tienen un acento particular que algunos atribuyen a la llegada de migrantes del sur de Estados Unidos después de la guerra civil. Ellos serían los responsables de la singular “r” nasal de la que se burlan los capitalinos diciendo “porrrtas aberrrtas”. Pero la frase tiene otra acepción: la de una ciudad industrial, científica, internacional y emprendedora, potenciada por la universidad estrella de Brasil, la Universidade Estadual de Campinas.
Los números hablan por sí solos. Unicamp es la universidad líder en registro de patentes en Brasil con más de mil y superada apenas por Petrobras y Whirlpool. Sus más de 430 empresas incubadas son responsables de 22.000 empleos y facturan más de US$ 900 millones por año. Su gravitación en el total de papers académicos publicados en Brasil es impactante, al punto que la prorrectoría de investigación de la propia universidad las estima en un 15% del total.
A diferencia de otras universidades brasileñas, Unicamp fue fundada desde un inicio como un centro de investigación integrado, lo que refleja en que más de la mitad de sus alumnos son de posgrado y que su rector, Marcelo Knobel, sea un físico experimental. El campus, semejante al diseño de la Universidad de California Irving, es un símbolo de esta vocación. La ciudad universitaria circular tiene en sus bordes los edificios académicos abiertos hacia afuera, acogiendo a startups y compañías tecnológicas de la región para que desarrollen en conjunto con la universidad. Es por esto que no hay una facultad de ingeniería que congregue todos los esfuerzos en la materia, sino que es una tarea elevada a la propia rectoría.
Esta vinculación se da a través de una incubadora de base tecnológica, Incamp, y una red de colaboración de emprendedores ligados a la universidad, Unicamp Ventures. Por otro lado, Inova Unicamp, agencia de innovación, gestiona la relación con más de 800 empresas e instituciones de Brasil y del extranjero como Petrobras, Monsanto, Microsoft y Bayer Pharma.
Sin embargo, nada sería posible sin recursos, y Unicamp ha sabido crear un círculo virtuoso de resultados y financiamiento. Hoy recibe aportes fiscales equivalentes al 2% de la recaudación de IVA del estado de São Paulo, el más rico de Brasil. A ello se suman los recursos de FAPESP, fundación de apoyo a la investigación que canaliza el 1% del IVA del estado a promover las actividades de I+D+i.
“Existe una política pública del país que determina dónde dedicar más dinero, y hay metas del Ministerio de Ciencia y Tecnología que explicitan cuáles son los principales lugares que el país tiene que contribuir”, afirma Knobel, recalcando la importancia de las energías renovables, la aeronáutica y las ingenierías de computación, química y de petróleo y energía. Sin embargo, no todo son laureles y Knobel admite que trabajar la innovación con los estudiantes es un asunto mejorable, especialmente en lo que toca a los programas de estudios. “A veces el currículum es muy rígido, un poco anticuado y no necesariamente impulsa a los estudiantes para que tengan horas de trabajo libre para desarrollar sus propios proyectos y actividades”, advierte.
Petrolera garage
Carlos Barreto, doctor en ciencias e ingeniería de petróleo de Unicamp, quiere democratizar la industria del petróleo y en particular el acceso al conocimiento especializado. “No son muchas las empresas en el mundo que tienen ingenieros en esta área; en Brasil están concentrados en Petrobras, que no ofrece estos servicios a clientes externos”, afirma.
Con apoyo de FAPESP e inversionistas privados, Barreto creó Solpe, empresa con la que ha desarrollado cinco proyectos de innovación con pequeñas petroleras brasileras. Vital fue el proceso de incubación en Incamp, la incubadora de Unicamp, la alianza con académicos e investigadores de la universidad y la posibilidad de utilizar los laboratorios ubicados en el parque tecnológico de Campinas.
Solpe se dedica a generar soluciones en los procesos de evaluación y toma de decisiones en el campo del petróleo a través de un equipo de expertos. Ha desarrollado una tecnología de punta para la simulación de estructuras de yacimientos de petróleo a bajo precio y está a punto de lanzar un software para realizar el análisis económico de los pozos donde el oro negro espera ser extraído.
HIGHLIGHTS
Empresas hijas de Unicamp generan más de 22 mil empleos y facturan más de US$ 900 millones
Presupuesto total I+D+i: US$ 96,7 millones (2016)
Vínculo con 370 empresas o instituciones nacionales y 500 empresas o instituciones internacionales
Pontificia Universidad Católica - Perú Social, ante todo
A diferencia de otras universidades católicas latinoamericanas, la PUCP ya no tiene ninguna relación formal con la Iglesia, pero mantiene como sello un involucramiento activo con los problemas sociales. Su Facultad de Ingeniería lo entiende así en sus actividades de investigación y emprendimiento y en su vínculo con otras universidades del Perú.
Una universidad católica que, formalmente, ya no depende de la Iglesia, pero que promueve sus valores fundamentales en terreno. Eso es la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) desde el conflicto administrativo que la separó de la Santa Sede en 2012. A la hora de las definiciones, esta centenaria universidad privada peruana sorprende.
“La innovación es el principal elemento que permite que haya productividad social, que genera el crecimiento económico, que permite que la gente y el Estado tengan mejores recursos y, gracias a eso, tengamos un desarrollo humano mejor”, dice Eduardo Ísmodes, director de relaciones académicas de la Facultad de Ingeniería.
Ísmodes recalca el aspecto católico de la PUCP, que se traduce en un fuerte sentimiento a favor del interés público. “Un gran número de nuestros estudiantes y de nuestros profesores se inclinan a tratar de hacer cosas que sirvan, que sean útiles para las personas”, recalca. “Es parte de la cultura de la universidad. No es algo dictado u ordenado desde arriba”.
Los equipos de investigación de la Facultad de Ingeniería se han desplegado en una serie de territorios con esa mirada. En bioingeniería desarrollan nuevas formas de hacer piel humana para la artritis, prótesis y equipos de apoyo a los discapacitados. También se destaca un proyecto para fabricar ecógrafos portátiles a bajo costo para zonas pobres, capaces de transmitir los resultados por vía satélite. Los equipos de electrónica están desarrollando pequeños robots para medir la calidad del aire y apoyar proyectos de arqueología, área fértil en la tierra de los incas.
Perú es un país sísmico, y los ingenieros civiles de la PUCP trabajan activamente desarrollando sistemas de alerta, mientras que los químicos están abocados a potenciar productos a partir del riquísimo patrimonio agroalimentario del país.
Los laboratorios están abiertos para la sociedad e investigadores de otras universidades y los grupos de investigación salen hacia los lugares más remotos del país para conocer sus necesidades. Este rasgo de colaboración activa con otros planteles también es consecuencia de la visión social de la universidad. “No se trata solo
Compadre
La biodiversidad es una de las grandes riquezas del Perú, pero los hombres y mujeres que la trabajan en Los Andes o en la Sierra están lejos de las cadenas de valor de la capital y viven en la pobreza. Esta fue la realidad que animó a los fundadores de Compadre, investigadores del Grupo de Apoyo al Sector Rural del PUCP para fortalecer la oferta de los productores de café de Junín.
“Desarrollamos un pequeño prototipo que podía tostar 250 gramos de café en 20 minutos en el grupo”, cuenta Juan Pérez, ingeniero mecánico de la PUCP. El enfoque de responsabilidad social universitaria los llevó a involucrarse con la problemática rural, donde los precios que obtienen los productores por su café son muy bajos. El tostado con energía solar permitía agregar valor, y a partir de ello el grupo fundador comenzó a ganar concursos y obtener más financiamiento. “En 2014 levantamos capital e intentamos mejorar un poco más la tecnología”, dice. Este fondo vino de la UTEC, la joven universidad peruana enfocada en innovación y emprendimiento tecnológico. Allí los miembros de Compadre generaron un modelo de negocios que no se limita al proceso de tostado, sino que se extiende al de comercialización. Un emprendimiento win-win escalable a muchos procesos agrícolas que son la base de la economía familiar peruana en zonas rurales.
“Fue entonces que salió el nombre de Compadre”, afirma Pérez. “Una persona que no es tu familia, pero que tiene contigo una relación de amistad y confianza”. de que nuestra universidad destaque, sino que todas las del país generen mejoras. Por eso quisimos compartir frutos con las demás universidades”, dice Ísmodes.
La Facultad de Ingeniería creó CIDE, su incubadora de negocios, hace 23 años, periodo en el que se han incubado cerca de 60 empresas. Desde entonces, el ecosistema peruano, que partió con rezago respecto de países como Chile o Brasil, está dando pasos agigantados para ponerse al día. La PUCP y su Facultad de Ingeniería son los actores fundamentales de este proceso. “La primera forma en que promovemos el emprendimiento es con un semillero de emprendedores que es el e-quipu”, cuenta Ísmodes. “Luego los proyectos se presentan a los fondos del Estado o piden ayuda a la incubadora”.
HIGHLIGHTS
3.833 estudiantes de ingeniería en 14 programas de pregrado, 368 en 14 maestrías y 34 en un programa de doctorado
7 asociaciones de ex alumnos de ingenierías
Universidad Autónoma Metropolitana - México Inteligencia distribuida mexicana
La División de Ciencias Básicas e Ingeniería de una de las universidades estatales más jóvenes de México, creada en 1974, no funciona con la estructura clásica de departamentos. Es un conjunto de cuatro nodos que hacen fluir el conocimiento de manera colectiva y transversal.
En la saga Fundación de Isaac Asimov, los habitantes del planeta Gaia generan tecnologías de punta, evitan desastres naturales y comparten información a través de una conciencia telepática colectiva. Sin el elemento fantasioso, ni el ánimo pesimista de la ciencia ficción, se puede aplicar una descripción similar para el colectivo de ingenieros que rodea a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de México.
La División de Ciencias Básicas e Ingeniería (CBI) tiene cuatro nodos distribuidos a largo y ancho de la Ciudad de México. Estos nodos funcionan de manera autónoma, pero íntimamente coaligados, a través de proyectos de innovación e investigación.
“El perfil de estudiantes busca que estos desarrollen todas las habilidades posibles a partir de lo que ofrece la universidad en su conjunto”, dice Lourdes Delgado, directora de la División de CBI de la unidad de Azcapotzalco, de la UAM. Esa cultura, a su vez, promueve que la CBI también desarrolle puentes hacia las otras divisiones de la UAM: Ciencias Sociales y Humanidades, Ciencias y Artes para el Diseño, Ciencias Biológicas y de la Salud, y Ciencias de la Comunicación y Diseño. “Una vez en la vida laboral, nuestros ingenieros replican esta lógica transversal y producen innovación en las instituciones que se desempeñan”, dice Delgado. De este modo, según la académica, la UAM ha desarrollado proyectos de innovación con empresas del calado de Pemex, Comex, Intel, Bayer de México, Microsoft y Volkswagen. A su vez, la UAM tiene una relación privilegiada con el Sistema Nacional de Investigadores, una entidad pública que promueve la articulación de ingenieros y científicos mexicanos.
Una de las instancias para estimular esa “inteligencia distribuida” que la CBI y la UAM asumen como identidad son los concursos de innovación como el que organiza el campus Azcapotzalco. Estudiantes de otras facultades, e incluso de otros planteles, se reúnen allí para resolver problemas.
“En un lapso de 24 horas deben llegar a una solución que considere todos los aspectos técnicos y económicos”, dice Delgado. “Al final deben hacer un video o un pequeño prototipo de lo que están proponiendo. Es una manera de foguear a los estudiantes en temas de comunicación, integración de equipos y liderazgo.
Delgado sostiene que la innovación consiste en “crear cosas que no existen, o adaptar las que ya existen”. Entre los ejemplos de lo segundo, cita varios proyectos como un vehículo de reparto eléctrico y una tecnología para reciclar residuos de pañales desechables, llevados a cabo por estudiantes de la UAM con el apoyo de sus profesores-investigadores.
HIGHLIGHTS
10 programas de pregrado, 13 de maestrías y 11 de doctorado, con 250 investigadores de planta
De las 5 sedes de la UAM, 4 tienen programas de ingenierías
Presupuesto anual en I+D+i: US$ 123 millones y 10 patentes solicitadas y 7 patentes otorgadas (2016)
Puentes de plata
“Un dispositivo puente”. A así describe el corazón artificial Vitacor-UVAD su creador, Emilio Sacristán Rock. Este ingeniero biomédico fundó el Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (CI3M), un consorcio conformado por la UAM y Conacyt, la entidad de promoción científica estatal mexicana.
“Este aparato es un puente, pues funciona como un asistente ventricular que ayuda al órgano natural a bombear sangre, hasta que pueda ser reemplazado en un trasplante”, explica Sacristán Rock. Con este aparato los pacientes alargan su periodo de espera hasta en dos años, con una tecnología más barata que otras alternativas del mercado. Además, pueden ser implantados en hospitales que reúnen menores condiciones tecnológicas, como es el caso de muchos en América Latina. El proyecto nació hace diez años como Vitacor, una start up creada por un consorcio integrado por la UAM, la multilatina biotecnológica Vitalmex, el BID, Texas Health Institute y la Universidad de Minnesota. En 2016 pasó con éxito las primeras pruebas médicas y hoy, con 62 investigadores, se encuentra en una fase de comercialización global.
En cuanto a la participación de la UAM, intervinieron las divisiones de Ciencias Básicas e Ingeniería y Ciencias Biológicas y de la Salud, del Campus de Iztapalapa. “Esta alianza fue clave, pues permitió la confluencia de muchos proyectos de investigación de ambas unidades, que coordinados dieron sustento científico, técnico y administrativo como para este logro”, dice Sacristán Rock.
Universidad Técnica Federico Santa María - Chile Arraigo territorial
Fundada por el millonario filántropo Federico Santa María, esta universidad chilena nació y se desarrollo con un espíritu de rigor en la enseñanza que distinguió durante años a sus egresados. Pionera en la promoción del emprendimiento, la USM es una verdadera cantera de talento que rebasa las fronteras de Valparaíso.
Un imponente edificio neogótico observa el océano Pacífico desde uno de los cerros de Valparaíso, ciudad universitaria de vistas espectaculares y animada vida nocturna. Es obra del arquitecto Josué Smith Solar y en él tiene su sede central la Universidad Técnica Federico Santa María (USM), eje del ecosistema de investigación y emprendimiento tecnológico de Valparaíso.
Su fundación es obra del millonario Federico Santa María, un magnate global del azúcar de principios del siglo XX, quien legó su fortuna para crear una institución
educativa con el propósito de aunar espíritu científico y vocación social. Hoy, entre laboratorios, aulas y espacios deportivos, los “sansanos” (como se denominan sus estudiantes) se preparan para el desafío de desarrollar soluciones innovadoras para una economía que transita desde la explotación de materias primas al conocimiento.
“Nuestros ingenieros tienen una característica que los distingue: son profesionales que se forman en el hacer”, dice Manuel Young, director de Innovación de la USM. “Son ingenieros muy cercanos al territorio, al problema operacional”.
Young destaca tres sectores estratégicos a los que la USM dedica su atención, todos de impacto nacional. El primero está centrado en el Departamento de Obras Civiles: tecnologías para reducir el impacto de los constantes terremotos y tsunamis que afectan a Chile. La idea es anticipar las zonas de mayor riesgo y las vías de evacuación temprana en caso de tsunami.
La USM no tiene carrera de medicina, pero desarrolla proyectos para mejorar la calidad de vida de una población que envejece. “Vamos al área de la salud desde la mirada de un ingeniero”, dice Young. “Complementamos la mirada de un biólogo, de un bioquímico con la mirada de un ingeniero y así generamos propuestas integrales”. En el ámbito minero, el tercero de la prioridad de los sansanos, y el sector dominante del PIB y de las exportaciones chilenas, la USM lleva años trabajando con las grandes empresas estatales como Codelco y Enami. Destacan en este ámbito los proyectos destinados a aumentar el rendimiento de moliendas de minerales.
Hace una década fue creado el Instituto de Innovación para la Empresa, 3IE, una cantera de proyectos con acento en la resolución de problemas sociales y productivos del entorno inmediato, muchos
de los cuales se originan en sus propios académicos y estudiantes. 3IE ofrece apoyo en la validación de ideas, desarrollo de prototipos y financiamiento para proyectos en etapa avanzada.
Aparte del campus de Valparaíso, la USM tiene otros dos en Santiago, en Viña del Mar, Rancagua, Concepción y un quinto en Guayaquil, Ecuador.
Vacuch: la fórmula de la cazuela chilena
En 2013 Nicolás Morelli y Juan Ignacio Ojeda cursaban el tercer año de ingeniería industrial en la USM en Valparaíso cuando empezaron a elucubrar una solución para un problema a 247 kilómetros de distancia, y cuyo fundamento es el metal que distingue a Chile en su conjunto: el cobre.
Ojeda, oriundo Valdivia, una región agropecuaria del sur de Chile, perdió toda su inversión en vacas de engorda debido a que los animales bebieron agua estancada y enfermaron. Así que ambos sansanos concibieron la idea de construir un estanque antibacteriano para que el agua no tuviese los patógenos que generaran la diarrea.
La idea original murió, pero mutó en un concepto más poderoso: una pezonera antibacteriana en base a cobre, capaz de evitar el riesgo de mastitis en las vacas lecheras. “Fue en un asado, con unas cuantas piscolas de más”, recuerda Morelli. “Juan Ignacio me contó que había un concurso de emprendimiento en la Universidad Católica, con una metodología potente llamada Jump Chile. Y nos embarcamos”.
Con el concepto de la pezonera, Nicolás Morelli y Juan Ignacio Ojeda se acercaron a las áreas de biotecnología y de metalurgia de la USM para validar un prototipo. Con eso y el impulso de Jump Chile lograron sus primeros pedidos, incluso antes de fabricar la pezonera.
Después vino la etapa de estructurar un equipo multidisciplinario y formalizar una estructura empresarial que hoy se llama Vacuch: Valor Agregado al Cobre Chileno. El proceso que partió en Valparaíso se ramificó hacia Santiago, a través de la Universidad Católica y la estatal Corporación de Fomento de Producción (CORFO) y luego en la incubadora de la Universidad Austral de Valdivia: prueba de que el ecosistema chileno de innovación está logrando capilaridad en sus diferentes nodos.
HIGHLIGHTS
17 especialidades de ingeniería, 18 programas de magíster y 8 doctorados, con 13.350 alumnos totales
3 centros de Innovación Tecnológica
Instituto Tecnológico y Estudios Superiores de Monterrey Construyendo la nueva civilización mexicana
La Escuela de Ingeniería y Ciencias del TEC de Monterrey es la unidad académica que más patentes registra en México. Para alcanzar este sitial ha tejido una densa y envidiable red de alianzas con empresas grandes, medianas e incluso pequeñas.
Un sol naciente ilumina la victoria de Quetzalcóatl sobre Tezcatlipoca en el mural El triunfo de la cultura del escultor mexicano Jorge González Camarena, ubicado en la rectoría del TEC de Monterrey. Claramente el instituto de alta formación de la élite mexicana se identifica con el dios del viento, en desmedro de la diosa de la noche y de la brujería.
“México ha pasado de ser exportador de commodities a un país muy activo manufacturero”, sostiene Manuel Zertuche, decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencias (EIC) del TEC. “Pero la avenida para generar empleos bien remunerados y transformar a una sociedad como la nuestra, la palanca para convertir en un país de conocimiento es la innovación”. Zertuche tiene muchos ejemplos para demostrar el aporte del TEC a esta transformación. La Escuela de Ingeniería y Ciencias ha liderado la labor de doce parques tecnológicos creados a partir de 2015 y mantiene una cartera de proyectos en ámbitos como el desarrollo de nuevas proteínas, dispositivos móviles para detectar diabetes o recubrimientos para robustecer materiales de vidrio. En un contexto en que el financiamiento público está a la baja, la alternativa de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del TEC ha sido aliarse con empresas de diverso tamaño.
Un ejemplo es el Centro de Biotecnologías de FEMSA (Embotelladora de Coca Cola en México), o el Centro de Innovación y Diseño Estratégico de Productos, en el que participa Motorola. En estos parques colaboran también otras escuelas, tales como Diseño, Arquitectura o Agricultura.
“El ecosistema no es solo la generación de productos y procesos diferenciados, sino organizar un esquema de valor que genere un gran impacto en la sociedad”, afirma Zertuche, recalcando que la orientación emprendedora de muchos de estos proyectos y de la Escuela de Ingeniería y Ciencias en general. “El 23% de graduados del TEC se lanzan con su propia empresa a poco de graduarse”, resalta. “El emprendimiento es algo muy fuerte”.
En esto es clave la alianza con EGADE, la escuela de negocios del TEC, donde los emprendimientos de los egresados se vinculan con potenciales inversores y mentores. La destacada iniciativa cuenta, además, con el importante apoyo de grandes consultoras como Deloitte, Baker & McKenzie o KPMG.
No obstante, pese a este robusto quehacer, Zertuche es todavía cauteloso y hace un reality-check pertinente. “Mexico ha generado tecnologías patentadas y que son productos de talento mexicano. Pero si uno piensa en una innovación como una gran detonadora de cambios, yo siento que ahí sí tenemos un gap, una oportunidad”. Y es que, tal parece que Quetzalcóatl aún no ha derrotado del todo a Tezcatlipoca.
HIGHLIGHTS
26 campus en México y 18 sedes y oficinas internacionales en el mundo
Más de 18.500 alumnos de grado y 2.500 de posgrado en ingeniería
24 programas de grado, 15 maestrías, 4 doctorados
Un rayo de luz para vivir
Entre 2004 y 2014 el ingeniero Jesús Seáñez, junto a un equipo multidisciplinario de 20 investigadores, creó un dispositivo médico portátil que promete reemplazar el tradicional Papanicolau como método para la detección del cáncer cervicouterino. A través espectroscopía óptica, InstaPap es una tecnología no intrusiva, que entrega resultados inmediatos con un 90% de confiabilidad. En comparación, por el Papanicolau hay que esperar semanas y su confiabilidad es de un 60%.
Aunque InstaPap no es más barato que el Papanicolau, 30 centros de salud en México lo han adoptado desde 2014 y alrededor de 12 mil mujeres fueron examinadas a través de este dispositivo. Buenas noticias para un país en desarrollo: según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 80% de las muertes por este cáncer ocurren en países como México, donde el impreciso Papanicolau es prácticamente la única alternativa.
InstaPap fue concebido en el Observatorio de Necesidades de la Escuela de Ingenierías y Ciencias, y fundado en Austin, Texas, en un joint venture de entidades privadas mexicanas, tales como Angel Ventures Mexico o Ámbar Capital, el que contó además con el aporte de fondos de innovación del Estado de Nuevo León, Conacyt, y el Instituto Nacional del Emprendedor.
“Somos uno de los primeros spin offs con patentes licenciadas salidos del TEC. Su apoyo ha sido fundamental, desde lo académico hasta la infraestructura, pero muy especialmente porque nos ha acercado a inversionistas clave”, dice Seáñez.
Universidad Nacional de Córdoba - Argentina Por qué Córdoba, la docta
La Universidad Nacional de Córdoba ha sido el epicentro del desarrollo económico y cultural de esta provincia argentina, donde se le conoce como “La Docta”. Desde esta historia de influencia y retroalimentación, su Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, vincula el tradicional tejido industrial y de servicios con nuevos emprendimientos y desarrollos tecnológicos.
En el centro de Córdoba se ubica el conjunto de edificios del siglo XVI conocido como la Manzana Jesuítica, sede central de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFyN) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Desde este emplazamiento, La Docta, ha estado vinculada al desarrollo industrial de la provincia.
“La ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada”, es una de las frases del recordado movimiento estudiantil de 1918, que se inició en la UNC para expandirse por toda Argentina y más allá de sus fronteras. Un siglo después, la FCEFyN trabaja desde esta identidad institucional.
“El contrato social que tenemos, como una institución pública, es desarrollar el perfil de un ingeniero emprendedor e innovador”, dice Pablo Recabarren, decano de la FCEFyN. “Por supuesto, teniendo en cuenta las necesidades regionales”.
Con 10 mil alumnos, mil docentes, 13 carreras de ingeniería y 21 laboratorios, la
facultad cuenta con una potente base para trabajar con grandes empresas estatales y con los polos industriales de la ciudad. Entre sus aliados y socios históricos están la Asociación Electrónica Argentina, la Fábrica Argentina de Aviones, Aguas Cordobesas y Repsol YPF. La cooperación con ellas se financia mediante la plataforma de transferencia tecnológica gubernamental, Conicet.
Histórica es la vinculación con la industria automotriz, por su cercanía con el polo cordobés conformado por Renault,