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Retorno a un mundo sustentable

La palabra SUSTENTABILIDAD en México y en el mundo se escucha en nuestro día a día: en los medios de comunicación, en los directorios, en los reportes de las empresas, en las ONG, en los reguladores, en los certificadores, en los mercados, en los centros de estudios. Es un concepto que ocupa el centro mediático y, sin embargo, ¿cuántas iniciativas federales o locales, empresas, organizaciones mexicanas, y del resto de Latinoamérica son genuinamente sustentables? A continuación, explicamos qué es la sustentabilidad, cuándo comenzó la preocupación en el mundo de actuar con responsabilidad para recuperar la calidad medioambiental, social y económica, y cómo se refleja esto concretamente en nuestro país.

En primera instancia, debemos entender que es la sustentabilidad de forma genérica. Ésta se refiere a la administración eficiente y racional de los recursos, de manera tal que sea posible mejorar el bienestar de la población actual sin comprometer la calidad de vida de las generaciones venideras.

La arquitectura bioclimática, sostenible, natural o ecológica, por tanto, representa el empleo y uso de materiales y sustancias con criterios de sostenibilidad, es decir, sin poner en riesgo su uso por generaciones futuras, representa el concepto de gestión energética óptima de los edificios de alta tecnología, mediante la captación, acumulación y distribución de energías renovables pasiva o activamente, y la integración paisajística y empleo de materiales autóctonos y sanos, de los criterios ecológicos y de eco construcción.

Dicha arquitectura representa la vuelta a los criterios elementales, a la arquitectura de nuestros antepasados, a una arquitectura basada en la lógica, y fundamentada en criterios igualmente razonables con respecto al clima. Las medidas más eficaces que representan la mayor aportación no cuestan nada, son el resultado del empleo lógico de los elementos constructivos y del diseño.

Para entender la preocupación del presente, necesitamos remontarnos a la historia. Desde los romanos hasta el siglo XIX, la arquitectura era doméstica y vernácula, era sentido común, la cual cayó en desuso tras la revolución industrial, una época en la que el hombre explotó los recursos naturales del planeta hasta su agotamiento debido a la mayor distribución de la riqueza, y al relativo abaratamiento de la energía.

Durante el siglo XX, factores clave como el cambio climático, el crecimiento poblacional acelerado, la demanda energética, la escasez de recursos, del agua y combustibles fósiles, y la proliferación de los residuos abren los ojos al mundo, y comienza la carrera hacia el desarrollo sostenible. La opinión y los poderes públicos empiezan a tomar conciencia de la necesidad de proteger el entorno natural y se comienzan a evidenciar estos problemas en las Cumbres internacionales.

El modelo económico de los países industrializados fue cuestionado por primera vez en 1968 con el llamamiento del Club de Roma, publicando en 1972 el “Alto al Crecimiento”, en el que se afirmaba la necesidad de asociar la protección de la naturaleza al desarrollo económico. La primera cumbre de las Naciones Unidas sobre el hombre y el medio ambiente se celebró en Estocolmo en ese mismo año.

En 1987, en la 42ª sesión de las Naciones Unidas, la entonces primer ministra de Noruega, Brundtland preparó un informe titulado “Our common future”. En este informe, se utilizó por primera vez el término desarrollo sostenible (o desarrollo sustentable), mencionado y definido anteriormente como aquél que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.

En 1992, la cumbre de la tierra organizada por Naciones Unidas en Río de Janeiro alertó a la opinión pública mundial sobre las consecuencias de la sobreexplotación de las materias primas, el avance inquietante del efecto invernadero y la acelerada y dramática degradación del equilibrio de los ecosistemas.

En 1996 se lleva a cabo la Cumbre de Kioto, en la que los jefes de Estado presentes se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012, siendo en la Conferencia de la Haya del 2000 cuando 180 países se reunieron para concretar las condiciones de aplicación del protocolo de Kioto Desgraciadamente, el acuerdo se malogró por las divergencias entre Europa y EEUU sobre la fijación del carbono.

La cumbre de Río tuvo un gran impacto mediático y se concretaron una serie de compromisos reflejándolos en la Agenda 21 en numerosas medidas relacionadas con la lucha contra la pobreza, control demográfico, protección sanitaria, modificación de los modos de consumo y promoción de un modelo urbano viable en los países en vías de desarrollo. Esta agenda impulsó a numerosas administraciones regio- nales europeas a preparar una local, como pueden ser la Exposición de Hannover 2000 en Alemania, o el Comité 21 en Francia, encargado de coordinar las iniciativas mencionadas.

Aplicado al campo de la arquitectura, se desarrollaron normativas como la RT2000 en Francia, el certificado alemán PassivHaus o el suizo Minergie. Estas regulaciones impulsaron a la toma de conciencia a favor de una arquitectura ecológica.

Concretamente en México, en la década de los setenta se crearon las primeras instituciones para atender los problemas derivados de la contaminación: en 1971 se promulgó la Ley Federal para prevenir y controlar la Contaminación Ambiental; en 1972 se creó la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente, y en 1976 se estableció la Dirección General de Ecología Urbana dentro de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas.

Más tarde, en 1983, se creó la Subsecretaría de Ecología en el seno de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE), con lo cual se asignaron nuevas responsabili- dades y se reagruparon funciones vinculadas con el medio ambiente que se encontraban dispersas en distintas dependencias federales.

Sin embargo, al concepto de desarrollo sustentable como tal se le comenzó a dar importancia en nuestro país hasta finales de los años ochenta cuando el proceso mundial agitado por el “Informe Brundtland” abre el tránsito hacia la sustentabilidad y de manera particular hace eco en México gracias a la postura oficial de cumplir con acuerdos internacionales, con la promulgación de la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA). En 1992, la SEDUE se transformó en la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) para propiciar un marco institucional más articulado entre las políticas sociales y ambientales.

Actualmente México solo es responsable de 1.7% de las emisiones de gases efecto invernadero. Sin embargo, las emisiones han crecido un 40 por ciento de 1990 al 2008. A través de acciones federales concretas, como el Programa Especial de Cambio Climático (PECC), aprobada por GLOBE

México, nuestro país se ha comprometido con el desarrollo sustentable al reducir un 50 por ciento del total de sus emisiones para el 2050 de contar con financiamiento internacional.

En el campo de la arquitectura existe cierta conciencia. La Comisión Nacional para el Ahorro de Energía (CONAE), creada en 1989, actualmente la CONUEE (Comisión Nacional para el Uso Eficiente de Energía) inició el desarrollo de normas de eficiencia energética para edificios, con el fin de dictar recomendaciones para el diseño térmico de la envolvente.

Adicionalmente se llevaron a cabo otras iniciativas como la guía para el ahorro de energía en la vivienda, publicada por la CONAVI, así como las bases para el programa Hipoteca Verde, donde se consideran los elementos necesarios para ahorrar electricidad, gas, agua y aprovechar las energías renovables.

En cuanto a normatividad, el INFONAVIT emitió a finales de los 80s sus normas técnicas bioclimáticas, el Instituto Mexicano del Seguro Social, emitió en 1992 las normas bioclimáticas para las construcciones de los hospitales y clínicas, así como en 1995 su programa para el ahorro de energía en iluminación y aire acondicionado. La CONUEE entre 1993 y el 2000 emite normas para los materiales aislantes, eficiencia energética en iluminación y electrodomésticos, además de iniciar las relacionadas con la eficiencia energética en edificios.

En resumen, el mundo ya no tiene elección. La sustentabilidad es un mandato de la sociedad global y es algo que debemos incorporar todos en nuestro modo de operar. El éxito y la generalización del enfoque medioambiental en la política, en la sociedad, en el mundo empresarial y concretamente, en la arquitectura, urbanismo y la planificación dependerá de la colaboración estrecha entre todos los implicados: funcionarios públicos, empresarios, urbanistas, arquitectos, ingenieros, paisajistas, agencias de control, industriales, contratistas y obreros de la construcción. Ser sustentable no es un “tal vez”, sino un “debo”. ¿Por qué no empezar lo antes posible?

COLABORACIÓN: EKOA ARQUITECTURA BIOCLIMÁTICA

ARQ. LAURA MEDINA VICENTE

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