Acuerdos Comunitarios de Convivencia ante la Violencia Armada

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ACUERDOS COMUNITARIOS DE CONVIVENCIA ANTE LA VIOLENCIA ARMADA Pistas para la Acción

AMNISTÍA

INTERNACIONAL


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AGRADECIMIENTOS

Quisiéramos comenzar por agradecer a cada una de las mujeres de Catuche por habernos recibido y haber compartido sus vivencias. Su valentía y compromiso comunitario ha sido una lección existencial: Alicia Rodríguez, Angelina Anzola Liendo, María Carolina Martínez, Joidy Medina, Jacqueline Tovar, Yenny Griceli Padrón, Margarita Guevara, Mercedes Pérez, Miriam Rodríguez, Nely Pichardo, Olga Padrón, Yanara Tovar, Xiomara Guevara. Muy especialmente queremos agradecer a Doris Barreto, por habernos ayudado a coordinar las reuniones, sobre todo por compartir sus reflexiones, su coraje resulta francamente inspirador. A William Burgos quien perteneció a la Comisión original de La Quinta. Igualmente queremos agradecer a Oswaldo Tovar, Kevin Anzola, Freddy Díaz, Erik Tinoco y Juan José Tovar por su generosidad con el tiempo que nos concedieron. Esperamos inspirar a muchos más difundiendo esta experiencia. Esta investigación y esta publicación no hubiesen sido posible sin la participación, colaboración y soporte de: David Smilde, Victoria Wigodzky, Sandra Dunsmore y Heloisa Griggs, María Matilde Zubillaga, Gabrielle Gueron, María Emilia López. Nuestras instituciones académicas han sido nuestra base de trabajo: Universidad Católica Andrés Bello; Universidad Central de Venezuela, Universidad Simón Bolívar y Universidad Metropolitana. En el Consejo de Prevención y Seguridad Ciudadana: Reynaldo Hidalgo. En la Unidad de Psicología del Parque Social Padre Manuel Aguirre, S.J,: Alejandro Bilbao, Ana Carbone, Bernardo Guinand, Juan Carlos Romero. En las faenas analíticas hemos podido contar con lecturas críticas, discusiones, comentarios, de colegas y amigos: Carolina Izquiel, Pedro Rodríguez, Maribel Gonçalves. Los estudiantes del Programa de Especialización en Psicología Clínica Comunitaria colaboraron con las observaciones recogidas en los informes de sus prácticas. Padre José Virtuoso S.J. En el Centro Gumilla: Fernando Giuliani y Lisbeth Mora. En Catuche, Pedro Serrano. En el Postgrado de Psicología de la Universidad Central de Venezuela: Mireya Lozada, Euclides Sánchez, Esther Wiesenfeld, Leonor Mora, Ligia Sánchez, Karen Cronick, Nadya Ramdjan, Maritza Montero. En la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad: Antonio Ganzalez-Plessman y el equipo de investigación UNES. Carlos Beristain. En la Universidad Simón Bolívar: Alicia Cardozo, Mariana Libertad Suárez, José Manuel Guilarte. Nuestros amigos y colegas de diversos lados: Yuraima Martín, María Teresa Urreiztieta, Marisela Hernández, Maria Elisa Hernández, Virginia Rodríguez, María Teresa Quispe, Jacqueline Richter, María Josefina Ferrer, Elsie Rosales, Roberto Briceño-León, Andrés Antillano, Chelina Sepúlveda, Lorena Freitez, Iván Pojomovsky, Andrea Chacón, Gilber Caro, Ricardo Bolívar, Luis Gerardo Gabaldón, Vivian Díaz, Cesar Marín. Nuestros consortes: Carla De Santis, Jean Charles L’Ami, Grey Sabrina Colón. Nuestros estudiantes de estas Casas de Estudios proveyeron valiosos y agudos comentarios. La investigación, las actividades y publicaciones derivadas se realizaron gracias al sostén de: Open Society Institute Foundation; Consejo de Desarrollo Científico Humanístico y Tecnológico de la Universidad Católica Andrés Bello; Consejo de Prevención y Seguridad Ciudadana; Amnistía Internacional.

COMISIONES DE PAZ EN CATUCHE: Doris Barreto, Alicia Rodríguez, Angelina Anzola Liendo, María Carolina Martínez, Joidy Medina, Jacqueline Tovar, Yenny Griceli Padrón, Margarita Guevara, Mercedes Pérez, Miriam Rodríguez, Nely Pichardo, Olga Padrón, Yanara Tovar, Xiomara Guevara.

EQUIPO DE INVESTIGACIÓN: Verónica Zubillaga (Universidad Simón Bolívar); Manuel Llorens (Universidad Católica Andrés Bello); Gilda Núñez (Universidad Central de Venezuela y Universidad Metropolitana); John Souto; (Universidad Católica Andrés Bello); Ignacio Lucart, Valentina Larrazabal; Diana Castellanos; Vanessa Balza.

REDACCIÓN DEL TEXTO: Verónica Zubillaga, Manuel Llorens, John Souto, Gilda Núñez, Valentina Larrazabal. Con la participación de Fernando Giuliani.

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AMNISTÍA INTERNACIONAL Amnistía Internacional es un movimiento mundial, formado por más 3 millones de miembros de más de 150 países y territorios, que hacen campaña para acabar con los abusos graves contra los derechos humanos. Amnistía Internacional ha sido destacada con importantes reconocimientos como el premio Nobel de la Paz y el Premio de Derechos Humanos de la ONU. Amnistía Internacional en Venezuela está compuesta por más de 70.000 miembros y simpatizantes. Las campañas por el "Control de Armas"; "Escuelas Seguras para las Niñas"; "Alto a la Violencia Contra las Mujeres"; "Promoción de Buenas Prácticas Policiales" e integración de Personas con Discapacidad, son las prioridades del Plan Bienal de Amnistía Internacional en Venezuela. Amnistía Internacional es independiente de todo gobierno, idelogía política, interés económico y credo religioso. @Amnistia Internacional Venezuela Torre Phelps piso 17, oficina 17 A, Av. la Salle, Plaza Venezuela, Los Caobos Caracas 1050, Venezuela. Tel.: (+58) 212 793 1318 Ext. 123 Fax: (+58) 212 793 6941 Twitter: @amnistia Facebook: http://www.facebook.com/aivenezuela www.amnistia.me CENTRO DE DISEÑO DIGITAL : La creación de personajes y escenas fueron elaborados por estudiantes del Centro de Diseño Digital a partir del material gráfico del diseño de producción de un documental animado vinculado a esta investigación, desarrollado en el taller de animación dirigido por Jean-Charles L’Ami, gracias al acuerdo de colaboración con el Centro de Diseño Digital y el apoyo de su Director, Carlos Márquez. La metáfora del tejido social, los movimientos entramados de hilos (actores sociales); el coser las heridas; las redes (de solidaridad y de contención), es la metáfora teórica que además inspiró el diseño de escenarios, personajes, y escenas. DISEÑO DE PERSONAJES Y ESCENAS: Franyerlin Danelli, Margarita Rojas, Royland Viloria, Federico Cavero. DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: Rafael Campos Barahona.

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CONTENIDO I. INTRODUCCIÓN Metodología: el itinerario de investigación La convivencia y el conflicto El contexto: ciudades sede de violencia armada

II. LA RUTA HACIA LOS ACUERDOS DE CONVIVENCIA El evento que marcó el cambio: el origen de las Comisiones de Convivencia Los acuerdos de convivencia y el funcionamiento de las comisiones

III. CLAVES PARA INSPIRAR ACUERDOS DE CONVIVENCIA ¿Qué son las comisiones de convivencia? ¿En qué consiste un pacto de convivencia? Las Comisiones como práctica y logro colectivo que fortalece la convivencia Creatividad de urgencia y estrategias en acción. La experiencia de Catuche para el sostenimiento de los acuerdos Las estrategias entre mujeres en los encuentros cotidianos Las estrategias de las mujeres frente a los varones: Los recursos sociales, materiales y culturales Las acciones entramadas en las redes de soporte y contención Algunas reflexiones sobre Catuche y la experiencia de las Comisiones Fernando Giulíani

IV. PISTAS PARA LA CONVIVENCIA COMUNITARIA 1. La necesidad de politizar la violencia: La violencia como asunto de convivencia 2. La necesidad del mejoramiento urbano y una base social-material para el encuentro 3. La importancia de un discurso transformador de diálogo y humanización capaz de interrumpir el ciclo fatal de la violencia armada 4. El fortalecimiento de la comunidad 5. Un modelo de organización y control social informal emergente de las comunidades 6. La importancia de los recursos materiales para sostener la organización comunitaria 7. La importancia de un acompañamiento constante y confiable de figuras clave para sostener el diálogo y la mediación 8. El papel fundamental del apoyo sostenido de las redes sociales internas y externas para contener la violencia armada 9. La urgencia de reivindicar la centralidad del Estado para la garantía de convivencia Los desafíos y amenazas vislumbradas

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I. INTRODUCCIÓN Esta propuesta se origina a partir de una investigación etnográfica que se centra en la inspiradora experiencia de coraje encarnada por un grupo de mujeres de un barrio caraqueño que se organizaron en Comisiones de Convivencia, para construir e implementar una serie de acuerdos con los jóvenes armados, que favoreció la instauración de una tregua y cese al fuego.

Las salidas a la violencia pasan por constituirla en un asunto de la vida pública donde la empatía, el diálogo, el reconocimiento y el conflicto alumbrador se evidencian mucho más fructíferos que el repliegue, la venganza y el uso de las armas.

El propósito de este documento es difundir la experiencia de este acuerdo de convivencia con la voluntad de evidenciar que las salidas a la violencia pasan por constituirla en un asunto de la vida pública: el modo como convivimos y las condiciones para tener una vida en común; se empeña asimismo en remarcar que la empatía, el diálogo, el reconocimiento y el conflicto alumbrador se evidencian mucho más fructíferos que el repliegue, la represión ilegítima, la venganza y el uso de armas. Las Comisiones de Convivencia en Catuche, fundadas en el 2007 articularon estrategias que permitieron a dos sectores de la comunidad (La Quinta y Portillo), enfrentados durante décadas acumulando un saldo de más de cien jóvenes asesinados junto a una vivencia crónica de zozobra, acordar una tregua que ha mantenido a los dos sectores sin una sola muerte violenta entre vecinos a lo largo de cinco años.

Estas páginas buscan testimoniar la fundación e implementación de las Comisiones de Convivencia en Catuche, pero además quieren ofrecer pistas que permitan vislumbrar maneras de establecer el encuentro humano y comunitario, reconociendo el apalabrar como esa poderosa capacidad que permite forjar acuerdos para el estar juntos.

Estas páginas buscan asentar y dar cuenta de este proceso de transformación. La emergencia y consolidación de las Comisiones de Convivencia han implicado el paso del miedo del repliegue al miedo que moviliza; la mutación de la indiferencia a la implicación personal y colectiva; el giro de la resignación individual a la resistencia colectiva frente a una zozobra que sometía la vida cotidiana. Los acuerdos de convivencia y el cese del fuego han implicado sobretodo el establecimiento de una cultura emergente de convivencia pacífica. Esta cultura se expresa en unas prácticas y vocabulario propio que se ha popularizado después de décadas de enfrentamientos, no como expectativa, sino como logro colectivo: “Estamos tranquilos”, “estamos en paz”, “vamos a hablar”, “vamos a escuchar qué tiene que decir”. Igualmente, estas páginas quieren constituirse en pistas para la acción, claves que permitan vislumbrar maneras posibles de establecer convivencia a partir del reconocimiento de aquello que nos hace humanos: la capacidad de apalabrar para forjar acuerdos y conflictos que funden modelos para el estar juntos, asumiendo nuestra interdependencia por compartir este espacio y esta condición de ciudadanía en la que nos reconocemos los venezolanos.

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Creemos en la posibilidad de con-vivir. Creemos en la necesidad de que la sociedad como un todo trascienda las soluciones individuales y se organice para reclamar y luchar por la paz y la justicia. Creemos que esa posibilidad necesita aterrizar de propuestas y deseos idealizados a las muy concretas situaciones que atravesamos como país, y también creemos que la esperanza que transmite el testimonio de la comunidad de Catuche es un ingrediente esencial. Por eso nuestras más sentidas palabras de agradecimiento a Doris, Jaqueline, Joidy, Margarita, Miriam, María Carolina, Alicia, Angelina, Nancy, Olga, Mercedes, Jenny, Xiomara y Yanara quienes han sido una fuente incalculable de esperanza en tiempos difíciles. El documento se divide en cuatro partes. La primera parte introductoria presenta la metodología que siguió la investigación, base de este texto e introduce el contexto de violencia armada. La segunda parte, centrada en los antecedentes y en la experiencia de los acuerdos de convivencia, narra la experiencia de las mujeres y la conformación de las comisiones. La tercera parte analiza más a profundidad la creatividad de urgencia expresada en las estrategias de soporte y solidaridad entre mujeres y las estrategias de contención frente a los varones para sostener los acuerdos de convivencia y de cese al fuego en el tiempo. Asimismo se intentará comprender los recursos y las redes que han posibilitado este logro. Aquí, en un texto, Fernando Giuliani, amplio conocedor y acompañante de procesos comunitarios en Catuche, pone de relieve la experiencia de las comisiones en el marco de la historia de agencia colectiva de la comunidad. Finalmente, la cuarta parte sistematiza elementos puntuales que presentamos como pistas inspiradoras para la acción y forjamiento de convivencia en comunidades.

METODOLOGÍA: EL ITINERARIO DE INVESTIGACIÓN La investigación sobre la cual se basa este texto se inició en noviembre del año 2009 y en julio del año de 2012 finalizó el proceso de validación con las mujeres de las Comisiones, en ese momento revisamos por última vez nuestros escritos y el modo como estamos forjando la representación de lo vivido por ellas. Es decir, hemos vivido una larga ruta investigativa en compañía de las protagonistas. En este lapso, realizamos 11 sesiones de discusión grupal: cinco sesiones en un sector con las seis mujeres de la Comisión y seis sesiones con las siete mujeres de la Comisión del otro sector y la coordinadora comunitaria de Fe y Alegría; 2 sesiones de este tipo con los jóvenes de un solo sector. Luego de esta primera fase, una vez realizamos los análisis preliminares, nos dedicamos a realizar entrevistas a profundidad con cada una de las 13 mujeres de las Comisiones. También realizamos 9 entrevistas a profundidad con jóvenes de sólo un sector y 1 entrevista con un joven del otro sector. En ese tiempo tuvimos repetidas conversaciones con Doris Barreto, la coordinadora comunitaria de Fe y Alegría, quien nos acompañó en la reflexión y con quien fuimos forjando y validando las intuiciones interpretativas que veníamos construyendo. Además, tuvimos distintas sesiones

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de “compartires” en los que celebramos comidas juntos. La sistematización de esta experiencia tuvo una orientación etnográfica y se inspiró en la metodología de investigación acción participación. Se desarrolló de noviembre 2009 a julio 2012. Concretamos 11 sesiones de discusión grupal con las Comisiones de Convivenecia, realizamos entrevistas a profundidad con las 13 mujeres involucradas y con algunos jóvenes de ambos sectores. Registramos conversaciones con líderes y personas claves dentro del proceso comunitario de Catuche. Favorecimos la alianza con organismos gubernamentales y organizaciones sociales para fortalecer el trabajo comunitario y realizamos presentaciones de nuestras reflexiones y textos para que fueran validados y revisados por las mujeres y otros participantes de la experiencia.

Realizamos asimismo, cuatro entrevistas con líderes y/o personas claves en el proceso comunitario en Catuche: José Virtuoso, S.J., antiguo párroco de Catuche y actual rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB); Pedro Serrano, activista histórico en Catuche y Maribel Goncalves del Postgrado de Psicología Clínica Comunitaria de la UCAB. Con la voluntad de abrir espacios de reflexión, inspirados en la metodología de la investigación acción participativa, y con el apoyo de María Emilia López y Gabrielle Gueron, de la organización Fortalecer la Paz se llevaron a cabo 8 sesiones mensuales sobre Resolución pacífica de Conflictos. Finalmente, a medida que fuimos elaborando nuestras interpretaciones fuimos convocando y realizando sesiones de validación con las mujeres, en las cuales les presentábamos nuestras reflexiones y leíamos juntos los escritos que íbamos produciendo. En nueve oportunidades les presentamos nuestras reflexiones y textos, incorporando en el texto final sus preocupaciones y sugerencias. Creemos que el espacio de las entrevistas sirvió en ocasiones de una escucha que validó los logros de estas mujeres, en otros de contención emocional para ofrecer apoyo, así como de facilitación de conversaciones reflexivas. En varias ocasiones más que entrevistas guiadas por nosotros acompañamos a las mujeres en las discusiones que hicieron sobre algún acontecimiento espontáneo que las había conmocionado. Asimismo sintiendo necesario complementar estos espacios conversacionales con otras estrategias de fortalecimiento de las comisiones, promovimos las sesiones en resolución de conflictos. También, servimos de enlace para extender los vínculos con organismos gubernamentales que ellas utilizaron para solicitar apoyo material a las iniciativas comunitarias y las invitamos a participar en varias presentaciones en eventos donde las mujeres compartieron la experiencia de las comisiones. Todas estas vivencias, forjan una experiencia de construir saber compartido que deseamos, en compañía de las mujeres seguir compartiendo. Su testimonio es una muestra poderosa de la capacidad que tienen las comunidades organizadas acompañadas de aliados para resolver problemas tan complejos como la violencia urbana. Sus acciones hablan de personas comunes en circunstancias excepcionales dándole respuestas a preguntas difíciles. Su generosidad recorre todas estas páginas pues gentilmente nos recibieron una y otra vez. Su generosidad nos ha permitido transmitir esta experiencia para que podamos aprender de ella.

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LA CONVIVENCIA Y EL CONFLICTO Como punto de partida, advirtamos solamente que cuando decimos convivir en este espacio, la convivencia no se entiende como ausencia de conflicto. Se entiende como modo de reconocimiento en el que se dirimen las tensiones propias de la vida en común, eso sí, puestas en el juego de los diálogos e interpelaciones, no de las armas y las aniquilaciones que impedirían el conflicto y la relación, por la negación del otro. Preocuparse sobre esta manera de convivir en el espacio citadino, por parte de esta multiplicidad de nosotros y otros, nos remite a la noción de ciudadanía. La definición que propone E. Jelin (1996) nos parece sugerente para hilar este texto: “desde

La convivencia es un modo de reconocimiento en el que se dirimen las tensiones propias de la vida en común, puestas en el juego de los diálogos y las interpelaciones. Entonces, el conflicto es intrínseco a la convivencia, como relación donde algo está en juego entre actores que se reconocen y se aprehenden interdependientes por compartir un espacio y una condición de ciudadanía.

una perspectiva analítica, el concepto de ciudadanía refiere a una práctica conflictiva vinculada al poder, que refleja las luchas acerca de quiénes podrán decir qué en el proceso de definir cuáles son los problemas comunes y como serán abordados (…). En suma, tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de construcción y cambio (Jelin, 1996: 104). Así, el conflicto es intrínseco a la convivencia, entendiendo el conflicto como relación donde algo está en juego entre actores que en distintas posiciones y con diferentes recursos se reconocen y se aprehenden como interdependientes por compartir un espacio y una condición de ciudadanía.

EL CONTEXTO: CIUDADES SEDE DE VIOLENCIA ARMADA La violencia que nos afecta a los venezolanos puede percibirse en los datos asentados por las entidades oficiales. Se sabe que en Venezuela la tasa de homicidios es de 50 por cien mil habitantes. Esta magnitud nos ubica junto con El Salvador o Colombia, naciones que han confrontado conflictos armados en el pasado reciente o en la actualidad, entre los países con mayor violencia en el continente. Adicionalmente, el conocimiento de que la gran mayoría de estos asesinatos se cometen con armas de fuego1, revela que en Venezuela vivimos una situación que se ha denominado en la literatura como de violencia armada en contextos no bélicos (Pinheiro, 2006). Es una violencia que puede caracterizarse además como urbana y social, puesto que se conoce que la mayor

En Venezuela la tasa de homicidios es de 50 por cien mil habitantes. Es posible afirmar que vivimos una situación de violencia armada en un contexto no bélico. Es una violencia de carácter urbano, pues se expresa en las ciudades donde se acumulan las mayores riquezas y desigualdades sociales, viéndose especialmente afectados e implicados los jóvenes varones de los sectores populares, población persistentemente excluida.

parte de los homicidios suceden en las urbes donde se concentran mayor riqueza y movimiento económico y mayor desigualdad social

1 De acuerdo con la Encuesta de Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana (INE, 2010), el 79% de los homicidios se cometen con armas de fuego.

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(Zaluar, 1997), donde sectores de la población, como los varones jóvenes de sectores populares, experimentan una persistente exclusión a pesar de esfuerzos de inclusión en programas sociales (Zubillaga, 2010). En Venezuela se experimenta un escenario de conflictividad expandida, expresada en dos dimensiones de la vida social. La dimensión económica evidente en la orientación de actores hacia el control de los recursos o actividades clandestinas como el tráfico de drogas, armas y el crimen organizado. La dimensión infrapolítica observada en el quiebre del vínculo social; patente en el deterioro de las instancias fundamentales de regulación de la vida social como la policía y la administración de justicia.

También se puede decir que es una violencia de carácter difuso pues no se trata de un conflicto central sino que se expresa en una conflictividad expandida en la que resalta por un lado, una dimensión económica e instrumental expresada en la orientación de actores hacia el control de los recursos o actividades económicas clandestinas, como el tráfico de drogas, de armas y el crimen organizado. Por otro lado, se destaca una dimensión que podría denominarse infrapolítica, manifiesta en el quiebre del vínculo social (Wieviorka, 2004), en el deterioro de instancias fundamentales de la vida social como la policía y el sistema de administración de justicia, en la incapacidad de reconocer la humanidad del otro; en el exceso de la respuesta frente a la inoperancia de las instituciones que se traduce en la eliminación del otro y que por su letalidad en Venezuela ha adquirido los saldos de un conflicto armado. Podríamos decir muy rápidamente que una intrincación de procesos se han entretejido en nuestra historia contemporánea para configurar esta violencia, que no es menester abordar en este sucinto texto. Quizás, sólo vale la pena mencionar que aún cuándo se pueden rastrear los orígenes de esta violencia en la urbanización acelerada y ciudadanías dilaceradas de la Venezuela de la mitad de Siglo XX; en el deterioro sostenido de las condiciones de vida y la ruptura de la esperanza de una mejor vida de los años ochenta; en el debilitamiento del Estado y la extensión de redes de tráficos ilegales a escala mundial en los años noventa; con el inicio del nuevo siglo nuevas problemáticas se hicieron evidentes en este país configurando esta inédita violencia. Aquí sólo apuntemos: el auge de la tensión política que ha tenido como hitos eventos de franca confrontación y que ha contribuido todavía más al deterioro de la policía, del sistema de justicia y a una marcada desinstitucionalización general; la conflictividad expandida que ha coadyuvado a su vez a la multiplicación de armas entre la población así como a la conformación de un clima de intensa animosidad; la incapacidad del Estado para controlar las armas; los excesos desde sus instancias policiales, la persistente exclusión de los varones jóvenes de sectores populares y por último, la conformación de un discurso que define como la “solución” más expedita a la violencia, la “eliminación de los

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delincuentes”, que no ha hecho sino expandir la incapacidad de reconocernos como humanos y multiplicar las muertes. Todos estos factores nos parece se vinculan de manera decisiva y marcan la particular letalidad de la violencia actual en nuestro país. La vulnerabilidad frente a esta violencia no se distribuye al azar; existe una distribución diferencial del riesgo de morir violentamente: son los jóvenes varones de sectores populares los que están muriendo de esta manera. De acuerdo a la última Encuesta Nacional de Victimización (año 2009), el 81% de las víctimas de homicidios son varones, y la gran mayoría (83%) proviene de sectores en desventaja (INE, 2010). De modo que en la Venezuela del Siglo XXI, ser hombre, joven, habitante de sector popular, en una ciudad, implica la acumulación de atributos que marca el vivir signado por una alta probabilidad de morir violentamente. Ahora bien, si los datos que hemos presentado nos ayudan a caracterizar la violencia, nos dicen poco sobre las nuevas prácticas de miedo extremo que se han instaurado en los

En el año 2009, la Encuesta Nacional de Victimización (INE, 2010) arrojó que el 81% de los fallecidos por homicidio resultaron ser varones y la gran mayoría de estos eran habitantes de los sectores populares en nuestras ciudades. Adicionalmente, esta cifra de muertes violentas no viene sola, está acompañada por las madres, abuelas, hermanas, tíos, tías, amigos, hermanos y padres impactados por el inefable dolor del duelo.

sectores populares. Igualmente, estos datos nos dicen poco del dolor experimentado por las familias y los duelos que se encadenan. Si jóvenes varones están muriendo de esta manera, junto a ellos quedan las madres, abuelas, hermanas, tías, tíos, hermanos, padres con el inefable dolor del duelo. Los relatos que hemos recogido estos años refieren la experiencia de vivir en contextos de conflictividad armada; el vocabulario utilizado, es el de las víctimas de guerra: “los primeros en caer”, nos dijo una mujer, quien al vivir en una de las casas más externas, recibía cotidianamente disparos y en efecto, niños de su familia fueron alcanzados:

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“Aquí hay personas que son inocentes que no tienen problemas con esa gente. No vamos muy lejos, a mi sobrinita la matan y era una niña. En mi casa nunca ha habido problema con esa gente, y fíjate tú, los primeros en caer fue mi familia. A mi hermana le dieron un tiro también estando ella adentro ¿entiendes? Pero era como nosotros estábamos aquí, la primera casa que estaba adelante era la de nosotros, todos los tiros venían para acá…”. Una y otra vez los relatos que recogimos revelaban que cada desplazamiento, cada mínima diligencia de la vida cotidiana se ve tomada por el miedo a morir en medio de enfrentamientos armados. Cada mínimo tránsito exige una transacción informativa para poder saber si es posible desplazarse. El andar de la vida cotidiana se ve truncado por los enfrentamientos, hay que correr, refugiarse: “El que salía tenía que llamar, a ver si se podía entrar, si se podía entrar rápido. Era una zozobra, era un toque de queda para nosotras. Así fuese a cualquier hora…”. La vivencia de enfrentamientos armados cotidianos y encadenamiento de muertes, se padece a través de intensas emociones como la rabia y la resignación anestesiada. La ausencia de justicia y los rencores históricos se mezclan con el dolor de un duelo que al no tener reparación se transforma en rencor y búsqueda de venganza. Se instaura entonces una condición de anti-ciudadanía, pues no hay instituciones a quien reclamar para que instaure la justicia, atienda o repare la pérdida, y mucho menos garantice la vida.

La vivencia en contextos de enfrentamientos armados cotidianos y las muertes que se producen se padecen a través de emociones sumamente destructivas y paralizantes como la rabia y la resignación anestesiada. Una mujer expresó: “Bueno, yo digo que uno de tanta cosa que uno ha visto, de tantas muertes que han habido, ya uno dice: ¡bueno ya hay que resignarse! por decir, cuando matan a alguien. Yo digo, de recuerdo, uno los recuerda a ellos como ellos eran, no como se murieron, sino como ellos eran en su vida, les gustaba echar broma, siempre andaban contentos, una música , una broma, así es como los recuerdo.” La ausencia de justicia y los rencores históricos se entrelazan con el dolor de los duelos. El dolor, al quedar sin reparación se transforma en rencor y el rencor en búsqueda de venganza (Caldeira, 2000). El dolor es tal que no se puede olvidar, y esa muerte apela a otra muerte: “Tan fuerte fue esto que yo me pongo a recordar a todos los muchachos y a contarlos y son ¡ciento y pico! el primero fue el hermano de ella y desde ahí pa´ tras mira…” Esta presencia de los enfrentamientos armados en la vida cotidiana que se expresa en las cadenas de muertes, nos obliga a pensar en una inédita condición de duelo permanente. Nos exige nombrar una nueva condición de anti-ciudadanía al vivir en duelo constante por la serie de lutos que se encadenan,

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que no permiten la recuperación por la nueva emergencia. Anti-ciudadanía pues no hay instituciones a quién reclamar, no hay un Estado al cual acudir para que instaure justicia, atienda o repare la pérdida y mucho menos garantice la propia preservación. Si Susana Rotker habló de ciudadanía del miedo para referir esta “nueva condición ciudadana”, la de ser víctima-en-potencia, que ha ido desarrollando una nueva forma de subjetividad. (…) caracterizada por “la sensación generalizada de inseguridad que tiñe las capitales de América Latina” (…), que alude al sentimiento urbano de indefensión generalizada y al riesgo de parálisis (…) que abarca las “prácticas de inseguridad” que redefinen la relación con el Poder, con los semejantes, con el espacio” (Rotker, 2000), la condición del duelo incesante por las muertes cercanas padecidas en serie, traspasa el umbral del miedo, de la incertidumbre y se asienta en el crujido del dolor por la pérdida, en el luto que se entrelaza por las vidas cercanas secuestradas; por la imposibilidad de contar con la garantía mínima para la propia vida y la de aquellos cercanos por lo contundente de las pérdidas sufridas. La condición de duelo permanente emerge como definitiva anticiudadanía pues, si entendemos con E. Jelin (1996) y S. Rotker (2000) quienes evocando a H. Arendt nos invitan a pensar la ciudadanía en términos del derecho a tener derechos; de la pertenencia a una comunidad de derechos y responsabilidades; y nos explican que la ética del ciudadano descansa en la premisa de la no-violencia: que nadie sufra o sea lastimado”, la serie de muertes se vive entonces como el desamparo extremo: de protección; de posibilidad de establecer justicia, es decir, la orfandad de ciudadanía, y más allá, su negación. Pero no queremos detenernos más en esto, queremos más bien relatar posibilidades de vida y de interrupción de duelos. En Caracas, específicamente en Catuche, en medio de la experiencia de este duelo permanente, luego de la muerte de un joven, el dolor y el miedo, en lugar de paralizar, provocó la movilización, originó la constitución de grupos de mujeres que se resisten a vivir en luto por sus hijos. Esta es la historia que queremos contar para aprender de ella, para que inspire otras más.

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II. LA RUTA HACIA LOS ACUERDOS DE CONVIVENCIA En Caracas existe una experiencia, a todas luces inspiradora, de prácticas y acciones entramadas que apuestan por la convivencia pacífica y desde allí sofocan la violencia: es el caso de las Comisiones de Convivencia y las redes de aliados en el barrio Catuche. En Catuche, los vecinos, y especialmente las mujeres, han dado muestras de una creatividad de urgencia que, frente al desamparo, se ha traducido en la coordinación de esfuerzos de acercamiento, diálogo para el forjamiento de acuerdos de convivencia y de alto al fuego con los propios jóvenes involucrados en estilos de vida violenta. Este esfuerzo ha permitido el cese de muertes de jóvenes del sector, la recuperación del espacio para el libre desplazamiento, y también el encuentro. Sin duda, Catuche es una comunidad muy particular. Para finales El origen de muchas iniciativas en Catuche tienen relación con las Comunidades Cristianas, que estaban formadas por pequeños grupos de vecinos quienes acompañados por religiosos, desarrollaban encuentros reflexivos donde se iba cimentando la idea de transformar a la comunidad integrándola a la ciudad y dotándola de plenos servicios.

de los ochenta, primero con el auspicio de los padres Capuchinos y luego con la llegada de los Jesuitas, se desarrolló un espacio, inicialmente de naturaleza religiosa denominado: “Comunidades Cristianas”. Las mismas estaban formadas por pequeños grupos de vecinos quienes acompañados por los religiosos, propiciaban un proceso de reflexión donde se fue cimentando la idea de transformar la comunidad. Allí nacieron muchas de las iniciativas que posteriormente se concretaron en Catuche. Un ejemplo conocido y recordado es el denominado “Proyecto de Diseño y Construcción Simultánea” desarrollado durante la década de los noventa y el primer quinquenio del siglo actual, que planteaba la urbanización integral de la comunidad, proceso que sería gerenciado por los vecinos y una serie de aliados. Desde entonces se empezó a imaginar una comunidad diferente, integrada a la ciudad, con acceso pleno a los servicios, con vías de transito, espacios recreativos y viviendas dignas para sus familias. Al repensar el lugar de vida inevitablemente también se tuvo que encarar el problema de la violencia. Fue cuando, desde las “Comunidades Cristianas” se planteó la idea de hacer “una marcha por la paz”. La misma se realizó en 1989. Habían familias y personas que no podían trasladarse por los diferentes sectores debido al temor de ser atacados o heridos, a causa de las rencillas y venganzas juradas (“culebras”) que se habían acumulado durante años. La marcha, de marcado carácter religioso, pero de indudable intención social recorrió todo Catuche; le gente, las familias progresivamente se iban incorporando para finalmente reunirse todos en la iglesia de La Pastora y celebrar con una gran misa la osadía de pensar la convivencia y retar las lógicas fragmentadoras de la violencia armada.

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Desde ese entonces, Catuche tuvo la particularidad de articular alianzas con diferentes organizaciones, abriendo la posibilidad a que la comunidad en general tuviera acceso a formación y apoyo institucional en diversos ámbitos como la planificación urbana, la salud física y mental, la familia, la educación, el liderazgo y otros a través de instancias enraizadas en la comunidad como Fe y Alegría, la Asociación Civil Catuche (ASOCICA) o el Centro Gumilla. Vale la pena recordar que algunas de las personas e instituciones que han formado parte de esta red son: el arquitecto Cesar Martín y su hija Yuraima Martín, la Fundación para el Desarrollo de la Economía Popular (FUDEP), la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, Asociación Venezolana de Servicios de Salud de Orientación Cristiana (AVESSOC), la Especialidad de Psicología Clínica-Comunitaria de la Universidad Católica Andrés Bello y la Unidad de Psicología Padre Luis Azagra, S.J. entre muchos más. Luego de “la marcha por la paz” empezaron a realizarse acercamientos con los jóvenes involucrados en las situaciones de violencia, y estos encuentros tomaron la forma de mesas de diálogo, donde los sectores enfrentados lograban acordar algunas normas de convivencia, que desafortunadamente se mantenían por breve tiempo. Se tenía la idea de que era necesario un proceso interno, donde la comunidad estuviera comprometida en favor de un acuerdo que incluyera la palabra y las propuestas de los jóvenes. Para lograr el éxito de los acuerdos, además de los jóvenes, faltaba involucrar a sus madres, y a figuras que hicieran de enlace y que otorgaran confianza a los sectores históricamente enemistados de que las pautas acordadas serían cumplidas. Entre los intentos fallidos de pactos, surgió la propuesta de uno de los muchachos de los sectores, según la cual el diálogo convendría realizarlo a través de las madres de los jóvenes y las mujeres de la comunidad. Esta propuesta llegaría a concretarse luego de la muerte de un joven, trágico evento fundacional que movilizó y marcó el principio de la conformación de las Comisiones de Convivencia.

EL EVENTO QUE MARCÓ EL CAMBIO: EL ORIGEN DE LAS COMISIONES DE CONVIVENCIA En agosto del año 2007 se produjo una de las confrontaciones armadas más fuertes que se recuerde en Catuche. Una noche de agosto, en el marco de esta historia de enfrentamientos, muertes, rencores, duelos y venganzas, un grupo de jóvenes armados de un sector ingresó a los edificios residenciales del otro, abriendo fuego

En agosto de 2007, se produjo una de las confrontaciones armadas más fuertes que se recuerda en Catuche. De ésta se derivó la muerte de un joven de 18 años, cuya madre posteriormente se movilizaría para convocar a los vecinos. Con el apoyo y mediación de Fe y Alegría, y con la disposición y apertura de los jóvenes implicados en los enfrentamientos, abonarían el terreno para fundar las Comisiones de Convivencia.

y tomando por sorpresa a todos sus habitantes.

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De este ataque armado resultó la muerte de un joven de 18 años recién cumplidos. Fue el segundo hijo que su madre perdió por la violencia armada. Luego de su muerte, la madre decidió convocar a los vecinos para actuar frente a las muertes sistemáticas de sus hijos varones y buscar el diálogo con las madres de los jóvenes del sector con el cual se mantenía la confrontación. La iniciativa de esta madre fue un hito definitivo que marcó el inicio de las Comisiones, y la propia protagonista lo narra con mucha emoción: “Fue horrible la muerte de mi hijo. Porque él murió y en ese momento yo veía a los muchachos como lloraban, gritaban y cuando lo sacamos al hospital los muchachos daban golpes en la pared. Yo me quedé así como viendo todo eso, claro el dolor de mi hijo, y viéndolos ahí como lloraban, como gritaban, y me fui. Y entonces en la funeraria llorando, yo dije: ‘¡No, esto no puede seguir!, ¡Nosotras tenemos que luchar nosotras! ¡Yo lo voy a hacer! ¡Nosotras no podemos dejar que haya otro muerto más!’ Y a él lo enterraron, no tenía ni un mes de muerto, cuando yo vine para acá, y le dije a mi hermana, la mayor: ‘¡Nosotras no podemos seguir así, nosotras tenemos que luchar! ¡Vamos a hablar con Doris, vamos a hablar en Fe y Alegría a ver qué nos dicen!’ Y fue como un apoyo, porque cuando yo tuve la primera reunión, que yo subí me decían: ‘¡Tú estás loca! ¿Cómo tú te vas a meter pa’ allá arriba, estás buscando que te maten ahí? Yo voy a subir, porque no va a ser así.’ Yo estaba con Dios pues. Y cuando me reuní con ellas que estaban toditas así, como con pena, cuando les dijeron ésta es la mamá de Andrés, ellas dijeron: ‘¡Nosotras también queremos luchar, porque nosotras también estamos cansadas!’ Y yo dije: ¡Gracias Dios! Porque ellas también dijeron: ‘¡Queremos luchar! ¡Estamos cansadas de esto!’ Y yo digo que fue un apoyo, ¡Sí vamos a luchar!” Así, la convocatoria se hizo con la ayuda y orientación de trabajadoras comunitarias de Fe y Alegría (Doris y Yaneth), quienes desde entonces y hasta ahora ejercen una importante función de enlace entre los grupos de mujeres de ambos sectores. El objetivo estaba claro: que cesaran las muertes violentas de jóvenes de la comunidad; detener las cadenas de venganzas y establecer acuerdos. La propuesta también incluía hablar con las mujeres del sector vecino con el cual se sostenía una confrontación histórica. Las vecinas de la madre en duelo comenzaron a reunirse. En su gran mayoría eran mujeres, todas eran madres, y muchas eran familiares de los jóvenes involucrados en las cadenas de venganzas. Las coordinadoras comunitarias llevaron la propuesta de diálogo y recibieron la impresión de que ese encuentro era posible, que había interés por alcanzar una tregua. Se acordó entonces sostener una reunión conjunta, teniendo como mediadora las coordinadoras, así como el apoyo de algunos representantes de organizaciones religiosas y comunitarias que hacían vida en el sector. Las mujeres se reunieron para planificar la sesión: quiénes hablarían —hablarían dos mujeres, una de cada sector, serían aquellas que no les daba

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miedo hablar; que hablaban calmadamente— y cómo lo dirían. Tenían la conciencia de que la preparación era fundamental para lograr buenos resultados en esa primera reunión, aunque no existiese garantía de ello y era grandísimo el riesgo. Cada sector, elaboró una propuesta de acuerdos para evitar nuevos enfrentamientos entre ambos, la idea era llevarlos a esa primera reunión. Este primer encuentro en La Quinta estuvo lleno de tensión por la amplia historia de enfrentamientos y pérdidas sufridas en las familias de ambos sectores. El dolor, la rabia y las ganas de que cesaran las muertes y tiroteos eran sentimientos encontrados. Doris y Yaneth de Fe y Alegría, en el rol de mediadoras comunitarias temían que la reunión se escapara de control e intentaron anticipar posibles escenarios y maneras de garantizar el diálogo: “Estábamos muy asustados, era una responsabilidad demasiado grande” cuenta Doris rememorando ese momento. “Aquel día Yaneth hizo la introducción, seguidamente se dio un momento de unión, quienes asistieron se agarraron de las manos y le dieron gracias a Dios por permitir ese encuentro. Luego hablaron las mujeres designadas. Comenzaron a darse cuenta de que, en el fondo ellas tenían las mismas necesidades, cargaban iguales duelos y sostenían miedos similares por las vidas de sus hijos y sobrinos: Entonces empezó por Portillo Jenifer a hablar: ‘Nosotros no

En cada sector, los vecinos comenzaron a reunirse para generar propuestas de acuerdos. Las coordinadoras comunitarias apoyaron ese trabajo y trasmitían a cada sector las tentativas de diálogo elaboradas hasta que se hizo propicia la oportunidad de realizar una reunión conjunta. Ésta fue cuidadosamente planificada por el equipo de Fe y Alegría, en cuanto a quiénes hablarían y cómo se dirigiría la reunión. El encuentro tuvo lugar. Al inicio hubo mucha tensión por la amplia historia de enfrentamientos y muertes sufridas en las familias de ambos sectores, pero finalmente, el dolor de las pérdidas y la voluntad de hacer algo para cambiar esta historia, permitieron el reconocimiento mutuo y la disposición a establecer acuerdos.

queremos en Portillo que vuelva a pasar’. Seguidamente, empezó Ana, diciendo que ella tenía otro hijo varón y no quería volver a pasar por lo mismo. Tampoco quería que otra madre pasara por lo que ella estaba pasando. Se decían acá, se decían allá, pero lo mismo que decía la gente de Portillo lo decía la gente de acá ¡Las mismas necesidades: ‘¡Estamos cansados de montarnos los colchones sobre la cabeza! ¡Estamos cansados de salir corriendo! ¡Estamos cansados de no poder estar afuera! ¡Estamos cansados de tener que llamar, cuando queremos llegar a nuestras casas! ¡Ya basta, no queremos más violencia!’ Al final lloraron, se abrazaron, conversaron, o sea fue una noche como para ver, tranquilamente se hubiese podido amanecer con esta gente conversando”. Esa reunión constituye el evento fundacional fundamental de las Comisiones. Representa un momento como pocos, donde la rabia generada en la prolongada experiencia de muertes y venganzas, heridas y pérdidas es dejada de lado, emergiendo un lugar común configurado por el dolor del duelo y la posibilidad

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de hacer algo para cambiar esta historia. Es un momento en el cual además de lograr esa identificación, se suspendieron los presupuestos de que el otro es el enemigo. Bárbara, una de las mujeres lo recordó de esta manera: “Nosotros pensábamos que aquellas iban a venir a guerrear para acá. Eso lo pensaron ellas y nosotras también. Pensábamos que si vienen a pegar cuatro gritos nosotras no nos vamos a dejar, pero primero vamos a escucharlas. Y en verdad fue una reunión que al final salimos abrazadas, llorando todas, porque todas teníamos el mismo problema. El mismo problema que estábamos viviendo nosotras aquí, lo estaban viviendo ellas allá, que si dormir con el colchón encima, encerrado, que le daba miedo ir a la calle a comprar. Todo, todo, lo mismo, la misma broma y entonces bueno esa reunión fue bonita a pesar de todo.” En esa reunión, la convocatoria de la Madre desgarrada por la muerte de su hijo apenas sucedida, planteó a las mujeres un desafío existencial: si esta mujer, devastada por la muerte de su hijo las convoca para establecer un pacto, ¿Cómo no iban ellas a movilizarse? María lo explicó de manera muy clara: “Yo dije que si una de las mamás, de uno de los muchachos que mataron allá abajo, a su hijo se lo mataron, y ella tuvo la fuerza y la fortaleza, de subir y proponernos a nosotras que ella ya no quería más tiros, que ella no quería más muerte, que hubiesen más inocentes. Y la fortaleza que tuvo esa señora, ¿no la vamos a tener nosotras? ¿Por qué nosotras no apoyarlas? Yo digo que esa señora es un ejemplo a seguir, porque tú sabes lo que es un hijo tuyo muerto, y tú subir a la parte donde vive la persona que te mató a tu hijo, o no donde vive la persona que te mató a tu hijo, sino, de donde viene el problema donde murió tu hijo, ¡es admirable, esa señora es admirable!” Luego de las primeras reuniones entre el grupo de mujeres de ambos sectores, cada uno de esos grupos, por separado, convocó a los jóvenes de su sector a una asamblea. En la asamblea participaron todas las mujeres de la Comisión y una vez reunidas con los jóvenes armados, se les informó sobre las reuniones sostenidas con las mujeres del otro sector, se expusieron los problemas asociados a la violencia y se propusieron soluciones entre todos. En el sector La Quinta el procedimiento de diálogo con los jóvenes fue un poco diferente, porque se hizo una reunión informal con ellos antes de realizar la asamblea donde estarían todas las mujeres de la Comisión. Se hizo así por recomendación de Doris, quien ya venía realizando un trabajo de acercamiento, diálogo y orientación con los jóvenes como parte sus actividades comunitarias. Doris sabía que los jóvenes de ese sector –según ella misma narra- eran “más difíciles de tratar”, además de ser frecuentemente “los acusados” y de ser señalados por los miembros del otro sector de ir a “echar tiros” allá.

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LOS ACUERDOS DE CONVIVENCIA Y EL FUNCIONAMIENTO DE LAS COMISIONES Las mujeres definieron entonces un acuerdo de convivencia que fue aprobado en asambleas por los dos sectores. Los jóvenes se comprometieron y su apoyo fue decisivo, por ejemplo, a no provocar con señas a sus rivales. Tampoco podían hacerlo a través de yesqueros, linternas o luces láser, pues por lo común esto acababa en tiroteos. Los vecinos recuperarían la libre circulación por los sectores, y los jóvenes debían evitar las provocaciones mutuas no traspasando las fronteras a partir de la noche. Acordaron las mujeres y los varones que las molestias debían canalizarse a través de las comisiones, que servirían como una instancia de contención. Explicitaron además que nadie debía mostrar y amenazar de nuevo con un arma y quien incumpliera lo establecido en el pacto, sería llamado y confrontado en la comisión, y en último término podría ser denunciado en bloque por ambas comisiones. Conjuntamente, las mujeres y las coordinadoras de Fe y Alegría diseñaron un modo de funcionar: convinieron que las Comisiones se reunirían cada 8 días, cada quien en su sector por separado, y luego las dos comisiones se reunirían una vez al mes. Si había una emergencia, se reunirían inmediatamente. Por casi cinco años, la mayor parte de ese tiempo la comisión de Portillo ha estado conformada por siete mujeres y en La Quinta por seis. María: “Las primeras reuniones eran una aquí y una allá, para que los muchachos vieran que estábamos juntas, que nos estábamos uniendo, que queríamos luchar por la paz, y vieran que no les teníamos miedo, que ellos

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hacían lo que nosotras decíamos o se atenían a las consecuencias. Las Comisiones de Convivencia junto a Fe y Alegría, se acercaron a los jóvenes considerando sus particularidades en cuanto al papel que desempeñaban dentro de los sectores y al conocimiento de su comportamiento en la comunidad. Así, el encuentro con ellos y su incorporación al establecimiento de los acuerdos fue diferente en cada sector, pero esta estrategia facilitó lograr el objetivo de incorporarlos en la implementación y respeto de los acuerdos.

Teníamos que reunirnos cada ocho días, y de reunión en reunión fueron saliendo otras cosas, y así sucesivamente se fueron haciendo las cosas.” En el funcionamiento de las comisiones, las mujeres contemplaron la realización de reuniones extraordinarias en cada sector cuando alguno de los miembros de la Comisión o alguno de los jóvenes lo solicitara. Concibieron además reuniones conjuntas extraordinarias de las dos Comisiones cuando la Comisión de uno de los sectores lo considerase necesario. Las reuniones extraordinarias se convocarían en razón de algún conflicto, amenaza o riesgo de ruptura del pacto y que por su gravedad, debían ser tratados con inmediatez. También puede suceder que se traten en las reuniones asuntos relacionados con alguna celebración comunitaria. De acuerdo a los relatos de las mujeres, las reuniones se desenvuelven a través de un ritual: En las reuniones ordinarias, alguna de las presentes abre la reunión (generalmente quien asume el papel de la coordinadora de la reunión), ella misma o alguna otra mujer toma la palabra y expone el asunto o los asuntos a discutir. Si se trata de alguna situación producida dentro del

Para la fundación de las Comisiones se establecieron los siguientes acuerdos: • No provocar con señas a los rivales, esto incluye no utilizar yesqueros, linternas o luces láser. • Los vecinos recuperarían la libre circulación por los sectores. • Los jóvenes deben evitar las provocaciones mutuas y traspasar la frontera de los sectores a partir de la noche. • Las molestias o reclamos debían canalizarse a través de las comisiones. • En adelante nadie debe mostrar y amenazar con un arma, de hacerlo sería llamado ante la comisión y de persistir sería denunciado frente a la Policía por ambas comisiones.

sector con alguno de los jóvenes que hacen vida allí, se expone el asunto, las mujeres dan su punto de vista y se plantean estrategias a seguir para abordar el problema. Los asuntos tratados en la Comisión por lo general son aquellos que se consideren problemáticos y en los cuales estén involucrados jóvenes de algunos de los sectores. Ahora bien, si el joven involucrado en situaciones conflictivas no es ni de Portillo ni de La Quinta, pero causó o podría causar problemas y es amigo de alguno de los jóvenes del sector, se llama al joven del sector para que se haga responsable de su amigo/visitante. Los problemas tratados por las comisiones pueden ir desde el desplazamiento por un sector de un joven que ha tenido y mantiene problemas con personas de ese sector, alumbrar con yesqueros o luces (lo cual es considerado una provocación por el otro sector y en épocas pasadas ha dado lugar a enfrentamientos), hasta el disparar al aire, portar un arma de manera notoria, o también, consumir droga en lugares de socialización donde hay adultos y niños(as). En las reuniones semanales, cada comisión lleva un cuaderno donde se anotan los puntos tratados y los acuerdos alcanzados, dándole un velo de formalidad al procedimiento y permitiendo hacer seguimiento. Al final de cada reunión, se leen en voz alta las

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anotaciones y de ser el caso, se estampan las firmas de los jóvenes con quienes se han realizado los acuerdos. Los cuadernos de notas sobre las reuniones y las actas donde se firman los acuerdos son celosamente resguardados por la responsable de llevarlas. Los acuerdos se logran a través de la negociación directa entre las mujeres y los jóvenes o a través de la mediación, donde la coordinadora de Fe y Alegría funge como facilitadora en la reunión. La instalación y funcionamiento de las Comisiones ha implicado pues un proceso de transformación. Este proceso, en términos personales, se ha experimentado como un aprendizaje; como un sustantivo proceso de modificación de la visión de la capacidad de acción de sí y del nosotros conformado por las mujeres, en relación a los otros, encarnado en los jóvenes. Una de las mujeres apuntó: “En principio sí me costó bastante, porque era como muy… cómo decirte, no tenía la experiencia. Eso fue algo así que nosotros de repente… y nos juntamos las dos Comisiones, y bueno vamos a hacer esto, pero nosotros lo hacíamos con temor, porque no vamos a decir que nosotras ¡Ah! ¡Somos las mejores! Nosotros fuimos con temor. Gracias a Dios, ellos nos dieron su apoyo, su aporte. Porque yo digo que ellos tuvieron mucho que ver en esto, porque si ellos no hubieran colaborado con nosotros, nosotros no estuviéramos ahorita, como estamos.” Así, la emergencia y consolidación de las Comisiones ha

En cuanto al funcionamiento: • En cada sector las comisiones debían reunirse una vez a la semana. • Mensualmente se realizaría un encuentro de las dos comisiones. • Fuera de esta rutina, se realizarían reuniones extraordinarias o de emergencia, en respuesta ante algún conflicto o amenaza que pusiera en riesgo la tregua acordada. • También se podrían realizar reuniones extraordinarias para organizar alguna celebración comunitaria. • Cada comisión contará con una coordinadora quien en las reuniones suele introducir el asunto a discutir, luego se abre la discusión, se plantean los diferentes puntos de vista y se establecen las estrategias a seguir para abordar el problema. • La coordinadora comunitaria de Fe y Alegría suele estar presente en las reuniones para cumplir con el rol de mediadora y hacer seguimiento a los acuerdos. • Durante las reuniones semanales cada comisión cuenta con un cuaderno donde se anotan los puntos tratados y los acuerdos señalados. • Cuando en la problemática está implicado algún joven del sector, este suele ser citado a la reunión y confrontado en relación a la situación. • Sí la problemática tratada implica a una figura externa a la comunidad, pero que tiene vínculos con algún joven del sector, éste es citado para que se haga cargo de su amigo o visitante.

implicado un proceso de transformación y establecimiento de nuevas estrategias colectivas para el sostenimiento del pacto de cese al fuego que discutiremos más adelante.

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III. CLAVES PARA INSPIRAR ACUERDOS DE CONVIVENCIA ¿Qué son las comisiones de convivencia? La Comisión de convivencia es una instancia preventiva y reguladora del conflicto entre sectores de una misma comunidad. Conformada por vecinos(as), funciona como una de red de solidaridad entre sus miembros y de contención frente a los jóvenes implicados en la problemática de violencia. Su misión fundamental es resguardar la convivencia pacífica, lo que posibilita preservar la integridad física y garantizar el derecho a circular por el vecindario, activando para ello los recursos disponibles —social, simbólico y cultural— social, simbólico y cultural, tanto de carácter colectivo como individual.

Las Comisiones de Convivencia formadas por las mujeres y por vecinos de Catuche pueden entenderse como instancias preventivas y reguladoras del conflicto entre los dos sectores. Funcionan como redes de solidaridad entre mujeres y redes de contención frente a varones armados que, activando todos los recursos disponibles — sociales, simbólicos, culturales—y en función de un pacto de convivencia establecido, movilizan estrategias de control individual y colectivo —frente a los intentos de resquebrajar el acuerdo por parte de los varones—. Su misión es resguardar la convivencia pacífica en la comunidad, de modo de preservar la vida, la integridad física de sus hijos y familiares, y garantizar la potestad de circular por el vecindario. Las Comisiones fungen de canal de comunicación y encuentro entre las partes involucradas en el pacto, de manera que ante algún intento de ruptura de los acuerdos, se busca una solución a través del diálogo, la deliberación y la adquisición de compromisos. Las comisiones de convivencia actúan como redes de contención frente a las amenazas de ruptura de los acuerdos de convivencia comunitaria alcanzados con los jóvenes. Esta contención efectiva exige el sostenimiento de una potente red formada por miembros de la comunidad, donde la comunicación y la rápida respuesta buscan interpelar de modo permanente a los jóvenes. ¿En qué consiste un pacto de convivencia? El pacto de cese al fuego constituye la serie de acuerdos comunitarios que garantizan el compromiso de todas las partes con la convivencia. Se trata de un acuerdo explícito, con detalles, delimitaciones de fronteras y acciones; consiste en comprometer a los muchachos a no desafiarse; a cesar el juego de provocaciones que disparan los enfrentamientos para así poder establecer el cese al fuego. Lo discutido y los acuerdos a los cuales se llega en las comisiones deben ser asentados en un acta de la Asamblea o reunión comunitaria convocada, donde las partes involucradas – jóvenes varones – deben firmar su compromiso de adherirse a los acuerdos. Las comisiones de convivencia implican la unión de acciones coordinadas de los vecinos; comprende la acción en redes que les permite actuar conjuntamente y presentarse en “bloque” frente a los varones o involucrados. Se trata de ejercer el poder de la acción conjunta para defender un pacto explícitamente definido, por común acuerdo y estampado con firmas. A partir de esta claridad normativa se forjan las estrategias que harán posible el sostenimiento de las comisiones y el cese al fuego en la comunidad.

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LAS COMISIONES COMO PRÁCTICA Y LOGRO COLECTIVO QUE FORTALECE LA CONVIVENCIA Las comisiones de convivencia pueden estar integradas por vecinos de la comunidad que compartan la voluntad de formar alianzas para instaurar una tregua; que consideren que la violencia no puede combatirse con más violencia; que creen en la palabra y el diálogo como herramientas fundamentales para convivir y que estén dispuestos a comprometerse en pasar a la acción, esto es,

Las comisiones de convivencia realizan acciones coordinadas y en “bloque” frente a quienes estén involucrados en actos o conatos de violencia, en función de preservar los acuerdos comunitarios.

es reunirse, confrontar, pero también, escuchar, apoyarse. Es relevante destacar a las Comisiones como expresión de las prácticas y la agencia colectiva, al verse implicados grupos de vecinas que se entrelazan en prácticas organizadas alrededor de apuestas comunes y entendimientos compartidos (Schatzki, 2001). Esta mirada, subraya entonces la agencia colectiva de las comunidades, que en alianza con redes de aliados más amplias, se despliega en la capacidad reflexiva y creativa que posibilita el diseño de un modo de funcionamiento autóctono. Esta agencia colectiva expresa también la posibilidad de cuestionar la violencia como opción inevitable y la posibilidad de crear relaciones entre mujeres de sectores históricamente enemigos junto a los jóvenes. El pacto logrado como evidente expresión de práctica colectiva, reclama no verle simplemente como una suma de prácticas individuales, sino como un logro colectivo. Se trata pues de seres humanos orientados unos a otros; interdependientes y vinculados por una profunda susceptibilidad mutua, capaces de modificar sus respuestas individuales habituales en la medida que interactúan con otros para sostener prácticas compartidas y fines comunes (Barnes, 2001). Esta voluntad colectiva que representa a las Comisiones de Convivencia conforman un modelo de organización social entramado en redes de soporte y contención que facilita la coordinación y cooperación para el beneficio mutuo expresándose esta eficacia colectiva en el cese de muertes y la recuperación de la potestad de circular en el vecindario (Sampson et al, 1997). Ahora bien, no debe olvidarse la urgencia marcada por la situación de desamparo y de profusión de muertes frente a la cual reaccionaron estas mujeres. De allí que la noción de estrategias

Las Comisiones de Convivencia son una expresión de la agencia colectiva, al verse implicados grupos de vecinas que se entrelazan en prácticas organizadas alrededor de apuestas comunes y entendimientos compartidos entre los que destacan: • La voluntad de formar alianzas para instaurar una tregua. • La violencia no puede combatirse con más violencia. • La palabra y el diálogo son herramientas fundamentales para convivir. • La necesidad de establecer un compromiso con la acción de reunirse, confrontar, escuchar y apoyarse mutuamente.

debe precisarse como estrategia de sobrevivencia2, entendidas como cursos de acción colectivos y coordinados, desplegados en 2. Si el concepto tradicionalmente ha subrayado una dimensión económica, entendidas como el conjunto de prácticas desplegadas por los sectores populares, destinadas a la obtención de ingresos para asegurar la reproducción biológica y material —ante la ausencia de mecanismos y fuentes de soporte institucionales de solidaridad (Cariola, 1992; Bethencourt, 1998); en este contexto adquiere una dimensión política original, entendiendo la política como condición para la vida social y en su preocupación más primigenia: la posibilidad de convivir entre humanos; del estar juntos siendo diversos (Arendt, 1993).

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el tiempo, en respuesta a condiciones muy adversas que atentan Ahora bien, no debe olvidarse que Las Comisiones constituyen estrategias de sobrevivencia frente al desamparo en el ámbito de la seguridad ciudadana. Pueden entenderse como cursos de acción colectivos y coordinados, desplegados en el tiempo, en respuestas a condiciones muy adversas que atentan contra la vida misma. Aprovechando las herramientas propias de la organización comunitaria; se despliegan a través de la promoción de la solidaridad entre vecinos, el acompañamiento en la crianza de los hijos, el diálogo como herramienta para instaurar la convivencia y la contención frente a los intentos de ruptura del pacto. Este modelo, acompañado de la presencia del Estado, permitiría fortalecer las relaciones de confianza, las relaciones entre vecinos adultos y jóvenes y en general, la eficacia colectiva comunitaria.

contra la vida misma. Al mismo tiempo, si bien las Comisiones se fundaron como respuesta creativa de urgencia, el modelo de organización instalado constituye un modelo de organización comunitaria propia que contando con los recursos y capacidades de la comunidad permite la prevención social. En este sentido, es un modelo de organización que posibilita la solidaridad entre vecinos, el acompañamiento en la crianza de los hijos, el diálogo como herramienta para instaurar convivencia y la contención frente a los intentos de ruptura de pacto de los varones. Es un modelo que permite fortalecer las relaciones de confianza; las relaciones entre vecinos adultos y jóvenes y en general la eficacia colectiva comunitaria en oposición a modelos que privilegian la delación que incrementa la sospecha y la desconfianza o la delegación a vecinos de labores policiales (Avila, 2009)3

CREATIVIDAD DE URGENCIA Y ESTRATEGIAS EN ACCIÓN. LA EXPERIENCIA DE CATUCHE PARA EL SOSTENIMIENTO DE LOS ACUERDOS Las mujeres a través de las Comisiones establecieron una serie de estrategias colectivas, que no son más que las capacidades puestas en acción para movilizarse en virtud del sostenimiento del pacto y el alcance de un objetivo: garantizar la convivencia pacífica. El cumplimiento de las estrategias planteadas, en la que la negociación y el diálogo están presentes, hasta los momentos ha permitido que las comisiones cumplan su objetivo. Cuando se presenta un problema entre comunidades, la comisión como actor intermediario tiende puentes de comunicación; proceden a reunirse para presentar el caso y una vez teniendo claro el problema, ambas comisiones pasan a citar al involucrado, le explican el proceso y las medidas tomadas, y de no cumplir lo establecido, como bien se acordó en la firma del documento del pacto, éste recibiría sanciones, que en el peor de los casos, es la denuncia. Las mismas mujeres explican que cada conflicto tiene su propia forma de ser abordado, trabajado y resuelto. Las estrategias puestas en acción por estas mujeres se despliegan en el fragor de los acontecimientos, es decir en un contexto permanentemente cambiante. Se trata de estrategias que se redefinen y reevalúan sin cesar frente a los múltiples y emergentes desafíos, de cara a las siempre distintas situaciones concretas que se plantean.

3 Luce pertinente diferenciar la participación comunitaria en labores de prevención social con modelos que privilegian el “vigilantismo”, el desempeño de labores policiales o “redes de inteligencia vecinales”, modelos que se alinean con una visión autoritaria de la seguridad, que alimentados por el miedo, deterioran la confianza entre vecinos (Avila, 2012).

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Estas estrategias no pueden entenderse como cursos de acción predefinidos, sino más bien como cursos de acción emergentes, fraguados en el ardor de las emociones, en la intensa comunicación y siempre abiertos a la indeterminación. Ahora bien, de las narrativas de las mujeres pueden distinguirse cursos de acción, si se quiere, típicos, frente a las más recurrentes tentativas de ruptura de pacto. Son éstas las que exponemos aquí, no perdiendo de vista su entrelazamiento en el dinamismo de las situaciones que se presentan, dicho de otra manera, su contingencia frente a los siempre cambiantes eventos del contexto y de la vida comunitaria. Las estrategias entre mujeres • Darse apoyo para continuar • Exigencia recíproca • Apoyarse en el establecimiento de límites frente a los hijos • La vigilancia permanente, la intensa comunicación y la movilización veloz Las estrategias de las mujeres frente a los varones: El plano de la acción individual • Acción personalizada: El vínculo afectivo con los jóvenes en

Las estrategias utilizadas por estas mujeres son de carácter emergente, se despliegan en el fragor de las emociones y acontecimientos de un contexto en permanente cambio. A pesar de ello y sin perder de vista este dinamismo en las Comisiones y el carácter contingente de la situación, se vislumbran unas líneas de acción que guían la contención de la violencia y preservación del pacto.

la vida cotidiana El plano de la acción colectiva • Las normas claras • El uso de la palabra: la negociación y los acuerdos construidos • La intolerancia y la respuesta rápida frente a las amenazas de enfrentamientos armados • Actuar en bloque: a todas no nos van a apachurrar • Una manera de hablar: decir las cosas claras • Las amenazas de denuncia Las estrategias entre mujeres en los encuentros cotidianos Entre las estrategias que narraron las mujeres para poder sostener el pacto destacan por un lado, las que apuntan a darse apoyo para poder mantener el proceso de pacificación en el tiempo, y por otro, las que permiten en situación movilizarse.

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Darse apoyo para continuar El mantenimiento del pacto y la energía necesaria para mostrarse movilizadas y en acción permanente frente a los varones se acumula a la serie de esfuerzos necesarios para mantener a sus familias. En este sentido, el activismo de estas mujeres para garantizar la convivencia comunitaria constituye una carga más en la ya extenuante cotidianidad, algunas de ellas jefas de hogar. El tipo de compromiso implicado en las comisiones es sumamente demandante, se trata de intervenir en amenazas de enfrentamientos armados. Frente a estos desafíos, una de las estrategias que les permite continuar es el apoyo mutuo, las mujeres se acompañan y se ofrecen soporte afectivo en momentos de dificultad o desánimo. Este apoyo se activa sobre todo internamente entre las mujeres de las comisiones de cada sector. La mayoría de ellas guarda vínculos familiares consanguíneos, adquiridos o de compadrazgo o han crecido juntas y comparten recuerdos de infancia y de juventud. Pero también, las mujeres han narrado esta tarea del darse ánimo a las mujeres contrapartes del vecino sector. Como lo narra una de ellas: … “una vez duró mucho tiempo la comisión de Portillo sin reunirse, Virginia fue la que planteó: ‘¡Mira qué está pasando con la comisión de Portillo!’ Vino la otra, ‘¡Es verdad! Nosotras no nos habíamos dado cuenta, no se están reuniendo’. Las mujeres de aquí, bueno vamos a hacer una cosa, vamos a darle ánimos a las mujeres de Portillo, hicimos una reunión, y fuimos para allá: ‘¿Qué está pasando, nos vamos a reunir o no? Nosotras fuimos las que les dimos ánimo a ellas, ellas nos pasaron una carta a nosotras pero nosotras fuimos hasta allá y les dimos ánimo, vamos a seguir o no vamos a seguir…”

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El ser un grupo de mujeres, permite alternarse en la faena del darse ánimo. El poder del “darse ánimo”, funciona, en efecto como un recurso movilizador que actúa a partir de la acumulación de energías y voluntades para arrastrar a las otras temporalmente “desanimadas”: Paula: “decía Virginia, yo voy a seguir porque yo no quiero que aquí haya más problemas. Llegaba la otra, yo voy a seguir porque esto no se puede acabar. Pero otro día Virginia no se sentía motivada y venía Nancy y le decía ¡yo sí quiero seguir! Ella a lo mejor calladita ahí y se ponía a pensar. Yo creo que esos espacios hay que respetarlos, de repente yo hoy no me siento motivada, de repente yo no me siento con ánimo, pero vamos a buscar entre las demás que están con ánimos, María, Nancy, Laura, nos unimos las tres ¡Oye vamos a darle ánimos!”. El apoyo se ofrece además cuando alguno de los varones familiares es aquel que está implicado en los “problemas”; las mujeres constituyen un tejido de solidaridad que les permite enfrentar a sus varones, como lo narra una de las mujeres, tía de varios varones armados: “Pero de verdad yo me siento muy contenta con el grupo, con el que estoy, he sentido que me han apoyado cuando he necesitado ese apoyo, ellas han esto ahí. A veces yo les digo: bueno chama, vamos a denunciarlo, a veces me preguntan: ¿tú estás segura de que tú puedas hacer eso? Y yo bueno: son 5 contra una, y ellas: no, no es cuestión de que te sientas allá, somos las seis, y somos las seis las que tomamos la decisión, y nosotras… y yo: bueno qué me proponen ustedes, y siempre me han propuesto eso ¡Vamos a darle otra oportunidad, vamos a llamarlos! Siempre ha sido hasta tres, tres veces, y gracias a Dios han llegado…” Este apoyo contempla además la flexibilidad y la apertura para comprender que en ocasiones, las mujeres necesitan un tiempo para ellas y necesitan retirarse. Exigencia recíproca

El activismo de estas mujeres implica la exigente tarea de intervenir ante las amenazas de enfrentamientos armados, que se suma a lo extenuante de una cotidianidad plena de dificultades. Por ello el apoyo mutuo emerge como un recurso indispensable para el mantenimiento de su compromiso con las Comisiones. El mismo representa un tejido de solidaridad que acumula voluntades y energía para animar a las mujeres que por momentos cuestionan su continuidad en el grupo, es un mensaje de respaldo que se alterna entre ellas y se desarrolla mayormente dentro de cada Comisión. Contempla la flexibilidad para comprender que en ocasiones, las mujeres necesitan un tiempo personal y requieren retirarse.

Al mismo tiempo que estas mujeres narran el apoyo que se otorgan, relatan la exigencia recíproca para precisar a sus varones en el cumplimiento del pacto: María: “Y siempre son ellas las que me dicen: Mira María pasó esto y esto con fulanito de tal, cómo vamos a hacer, aquí hay reglas, y aquí no es porque sea mi sobrino, o sea mi hijo nos vamos a salir de las reglas, no. Si hay que actuar, hay que actuar”. Bueno qué me proponen ustedes, bueno vamos a hacer una reunión, y

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vamos a llamarlos, y vamos a darle otra oportunidad, vamos a hacer una reunión, y a recordarle los pactos que hay, y la firma que él puso, porque él firmó, y fue uno de los que nos apoyó, y nos dio hasta ideas”. La presencia de lazos familiares entre las mujeres y los jóvenes involucrados en las situaciones de violencia, suele generar dudas en algunas de ellas al momento de hacer cumplir los acuerdos. Es entonces cuando la exigencia recíproca emerge como estrategia para reafirmarlas en su tarea de prevención y contención, manteniendo vigente el objetivo colectivo de la convivencia.

Las relaciones pueden pasar por momentos de franca tensión. Sobre todo cuando uno de los varones cercanos a alguna de ellas es el implicado en las provocaciones. La denuncia, aunque es una posibilidad distante, constituye siempre una opción que genera miedo. Sin embargo, plantear el escenario de miedo y violencia (re) activado por el eventual cese de las comisiones funciona como reclamo eficaz en los momentos de desánimo y les exhorta a continuar en la tarea: “…incluso a las mujeres de abajo (dice con respecto a las mujeres de la comisión del otro sector) les he dicho, no podemos dejar que esto caiga porque si no imagínense ¡el tiro pa’ allá, que si se metieron aquellos! No podemos dejar eso, y ellas me han dicho ¡No es verdad Virginia, yo no me voy a salir!”. Apoyarse en el establecimiento de límites frente a los hijos Las comisiones constituyen efectivamente una instancia preventiva al constituir un espacio donde mujeres-madres, la mayoría sin pareja, pueden apoyarse en la crianza y en establecimiento de límites frente a sus hijos varones adolescentes.

Las mujeres madres ejercen una autoridad colectiva y se presentan ante sus hijos y sobrinos como “miembros de la Comisión”, despersonalizando el conflicto, ampliando la participación de otras mujeres en las acciones de confrontación y contención. Acumulan así, un mayor poder de influencia para el control y la negociación con los jóvenes.

Frente a las dificultades de ejercer la autoridad como madres solas, en la Comisión, en compañía de sus pares, las mujeres madres ejercen una autoridad colectiva, apoyada y sustentada, tanto en esta identidad colectiva, la Comisión, como en la capacidad de denunciar. Virginia: “Tú sabes qué es lo que pasa allá abajo, que por lo menos yo soy la mamá de Ramón verdad, y Bárbara la tía, nosotras decidimos unirnos para que él vea también de que la cosa es en serio, pero allá abajo...”. En este sentido, presentarse como “miembro de la Comisión”, frente a sus hijos o sobrinos varones permite interpelarles, aludiendo que se trata de los compromisos comunitarios que todos están obligados a cumplir. Esta estrategia, permite, si se quiere “despersonalizar” el conflicto, posibilitando la participación de otras mujeres en la confrontación, adquiriendo mayor peso la presión de la madre en este juego de equilibrio de fuerzas que constituye el establecimiento de límites a la acción de los varones jóvenes en el barrio. Si estas estrategias permiten la sostenibilidad de la acción de

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las comisiones en el tiempo, otras, en el fragor de las relaciones comunitarias y las provocaciones de los varones se despliegan en el día a día, en la inmediatez. Estas estrategias de acción rápida se despliegan en las reuniones extraordinarias, en el caso de los intentos de ruptura de pacto por parte de los varones. La vigilancia permanente, la intensa comunicación y la movilización veloz El compromiso de las mujeres con el sostenimiento de la convivencia comunitaria se traduce en la disposición permanente de observar, y comunicarse entre ellas para activarse. Así que, en situación, se despliegan una serie de estrategias encadenadas: La vigilancia permanente, la intensa comunicación y la movilización veloz. La acción en red se traduce en esta intensa comunicación primero, las mujeres de cada comisión, y luego con las mujeres de la

La comunicación y movilización expedita fruto de la vigilancia permanente, que se efectúa a través de las “reuniones de emergencia” permiten atajar oportunamente conatos o amenazas de trasgredir la tregua, así como mostrar la firmeza colectiva de las mujeres en el sostenimiento del acuerdo.

comisión contraparte. La cercanía física en el vecindario posibilita esta vigilancia eficaz. Las mujeres se van pasando los mensajes o corren las voces necesarias para reunirse. “Entonces cualquiera dice: ‘¡Mira está pasando cualquier cosa!’ Ella se lo comunica a uno, y uno se lo comunica a todas, o a cada una: ‘¡Mira si las ves dile que hoy hay una reunión de emergencia!’ Entonces así nos reunimos, o sea yo veo a Celia y le digo: ‘¡Mira Celia hay reunión hoy a las 7!’ Si, si, si Viviana la ve y ya le había dicho a Celia, yo se lo vuelvo a decir. O sea le decimos es para el viernes, nos vemos el lunes y el viernes es la reunión. Bárbara: “No, si nosotras vivimos aquí cerca”. Altagracia: “Yo por lo menos tengo mi puesto ahí, entonces agarro y ¡mira voy!” La reunión de emergencia producto de las voces que se corren en la inmediatez de los eventos y en consecuencia de la movilización veloz, constituye la estrategia más clara de interpelación y control frente a los jóvenes implicados en las provocaciones. Como se verá, esta estrategia, que comprende la acción femenina en bloque frente a los jóvenes, constituye una de las herramientas supremas en el arduo juego dado en las relaciones de poder cotidianas en este barrio. Las estrategias de las mujeres frente a los varones: De acuerdo a los relatos de las mujeres, es necesario distinguir las estrategias como articuladas en dos planos: el individual y el colectivo.

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El plano de la acción individual La acción personalizada: El vínculo afectivo con los jóvenes en la vida cotidiana Esta estrategia comprende la relación personal que sostienen algunas de las mujeres con los jóvenes. Se trata de las madres y tías, quienes además de estar vinculadas familiarmente, mantienen cercanía afectiva y sostienen relaciones de confianza con los varones. Los jóvenes son sensibles a sus comentarios y estas mujeres a su vez se responsabilizan individualmente de sus varones parientes. Aquí se trata de un control social por cercanía afectiva, por compromiso recíproco de mujeres y varones vinculados familiarmente. Las mujeres integrantes de la comisión, aquellas con vínculos familiares confrontan entonces a sus varones cercanos: “…uno tiene que darle la vuelta al muchacho y metérsele poco a poco. A veces me ha tocado olvidarme de que son mis sobrinos y duele enfrentarlos, y decirles: ‘¡Bueno si tú no te pones, como decir, en el carril, a tí se te va… hasta yo voy a firmar! ¿Me entiendes? Que por tí, yo voy a perder a 4 o 5 más, entonces no se puede. Porque tú no vas a venir, porque tú estás… me disculpas la palabra… que tú estés jodiendo por allá, y estén los muchachos tranquilos aquí,

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entonces vengan a buscarte a ti y jodan a más de uno’.Y hay que ponérsele, un poco dura a veces”. Las mujeres que despliegan esta estrategia lo hacen desde la ascendencia; estas mujeres destacan la confianza de la que son acreedoras frente a los varones y el reconocimiento mutuo expresado en el respeto. Estas mujeres cumplen un rol fundamental en la Comisión pues constituyen el enlace con los varones, legitimado por la confianza y los vínculos familiares así como la vivencia de largos años de cercanía. En efecto, cuando conversamos con los varones, este enlace particular es subrayado. Especialmente remarcaron la relevancia

Las mujeres que ostentan vínculos familiares con los jóvenes cumplen un rol fundamental en las Comisiones, pues constituyen un puente natural con ellos, legitimado por la confianza y la vivencia de largos años de cercanía. Los jóvenes son sensibles a los comentarios y consejos que emiten como mujeres madres, logrando un control social a través de la relación afectiva y personal.

de la confianza y la particularidad de las estrategias femeninas puestas en acción: las mujeres-madres aconsejan, no atacan. Oscar comentó: Oscar: “Viviana, ¡excelente! Me apoya a mil por ciento en todo, en todo, todo, para todo lo bueno. Mi tía nunca me ha criticado nada, mi tía siempre aconsejando a uno, nunca ha atacado a uno ¡mira que tú, que consumías, que tu que esto que! No nada, siempre bien”. Son estas mismas mujeres las que son confrontadas particularmente por sus compañeras de Comisión, como exploramos anteriormente. Se trata de ejercer presión sobre estas mujeres constriñéndolas a responsabilizarse para así, a su vez ellas, desde la posición de ascendencia, ejercer presión sobre los varones para el respeto del pacto. De nuevo, esta situación genera tensiones y malestares entre las mujeres. Las estrategias colectivas en situación frente a los varones Estas estrategias aluden a la acción en redes de las mujeres que les permite actuar coordinada y conjuntamente para presentarse en “bloque” frente a los varones. Se trata de ostentar el poder

En el escenario de las estrategias colectivas el juego de poder se establece entre la acción conjunta, en bloque, de las mujeres frente a los jóvenes varones armados.

femenino de la acción conjunta y de allí la importancia del componente dramático en situación. Se desenvuelve a través de un rito o “juego de equilibrio de fuerzas”: las mujeres mayores en bloque frente a los varones más jóvenes y armados. Se trata de “defender” un pacto explícitamente definido, por común acuerdo y estampado con las firmas. A partir de esta claridad normativa se forjan, en el fragor de la cotidianidad, las estrategias de acción colectivas. Las normas claras La eficacia del pacto, a pesar de todas las dificultades y fragilidades

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se vincula con la claridad en las normas compartidas, con el compromiso y determinación de las mujeres en no “querer más tiros“, en “no querer más muertes”. En esa convicción, en ese apego a la vida, y en la tranquilidad alcanzada con tanto esfuerzo, se arraiga la firmeza del pacto y el contundente rechazo a los enfrentamientos armados. El mensaje de las mujeres es claro hacia los varones: “Porque la gente de abajo, en la primera reunión que estuvimos, y lloramos todas aquí, dijeron: “ustedes echan plomo y los denunciamos, y nosotros también decíamos: ustedes echan plomo y los denunciamos. Para preservar los acuerdos establecidos ha sido fundamental la claridad de las normas compartidas, junto a la firmeza, compromiso y determinación que han demostrado las mujeres para hacerlas respetar. Una estrategia simbólica que permitió fortalecer esa postura consistió en realizar el registro escrito de los acuerdos, el acta, en la que se estamparon las firmas y el número de cédula de los participantes. Esta sirve como prueba del consenso y permite cuestionar las desviaciones frente al acuerdo colectivo.

Por eso fue que se calmó…”. A lo largo de las conversaciones que tuvimos con las mujeres, así como en sus relatos sobre los sucesos y encuentros con los varones, aparece insistentemente la explicitación de esta voluntad, teñida de reivindicación alcanzada fruto de una lucha por la mejoría de las condiciones de vida. Adviértase en el relato de María, una de las tías de los jóvenes: “Él me escuchó: ‘¡O te montas por el carril o firmas! O vamos a firmar o vamos a denunciarte porque no es posible que tanto esfuerzo que hemos hecho nosotras, para que tú vengas con una lucecita o porque tú te metas para allá, y estés rompiendo las reglas con las cuales tú estuviste de acuerdo y que nosotros propusimos. Es tanto así, que algunas se nos escaparon, y ustedes nos propusieron alguna de esas. Ustedes lo leyeron y ustedes lo firmaron, entonces tienes que tener responsabilidad’. Entonces él por respeto, no me contestaba ni nada, pero ellos veían la presión.” Una de las estrategias simbólicas fundamentales ha sido poner por escrito los acuerdos, agregar los números de cédula de los implicados y firmar. Se trata pues del sello de la palabra escrita, la explicitación del consenso y compromiso con el pacto. Se trata de darle “peso” a los acuerdos, el peso de las leyes. Javier, uno de los varones hablaba de las leyes instauradas por las mujeres para solucionar los problemas: Javier: “Empezaron las reuniones estas aquí. Las madres empezaron, con la ayuda de Doris y broma ¿no? Pa’ planear esto y fueron sacando cosas así como... como te digo... como las leyes para parar... para que no siguieran los líos pues…” Asimismo, los acuerdos escritos y el registro del número de identificación de los varones también sustenta la eficacia potencial de una denuncia: es de conocimiento común que en una denuncia formal se provee el número de la cédula del implicado a las autoridades, y se sabe que esta denuncia se almacena en la base de datos de los

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“solicitados” siempre disponible. Así, de ser detenidos y evidenciarse que están “solicitados” se los pueden llevar y efectivamente ser encarcelados. El uso de la palabra: la negociación y los acuerdos construidos Uno de los aspectos más originales de esta experiencia es precisamente el uso de la palabra, el reconocimiento mutuo y el diálogo como medio para establecer la convivencia y cese al fuego —lo que no le exime de tensiones, conflictos y en general, toda la complejidad de la convivencia, más aún en contextos de desamparo y profusión de armas—. Esta experiencia revela que el reconocimiento, la empatía y la férrea voluntad de convivir sin violencia se muestran mucho más fructíferos que la venganza y la violencia. En efecto, son las mujeres las que han asumido la responsabilidad de la convivencia comunitaria, apalabrando entre ellas y con los varones; las que constriñen a los jóvenes a adherirse a la palabra dada por ellos. Así, la importancia de las normas claras viene acentuada además por el valor que otorgan los propios jóvenes a “su palabra”, como narraron las mujeres. Se trata de comprometer al joven a anclarse en lo más humano, el peso de la palabra y el compromiso apalabrado de limitar la violencia:

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“Independientemente yo digo, bueno yo digo no, así fue allá abajo, eso fue como una fuerza para ellos, me entiendes, de que ellos sí tenían… y la palabra de ellos era para ellos muy importante. Que digan una palabra eso es muy importante para ellos, que de repente ellos digan: ¡Nosotros no vamos a alumbrar! y para ellos va a ser muy fuerte que ellos no alumbren y nosotros los señalemos, porque ellos están dando su palabra, y en su mundo la palabra de ellos es muy importante…”. Así, uno de los aspectos fundamentales que hace original a El uso preferencial del diálogo y la negociación favoreció la plena incorporación de los jóvenes en el establecimiento de los acuerdos, quienes se sintieron reconocidos, escuchados y valorados como personas e interlocutores, lo cual fortaleció la legitimidad de la tregua.

esta experiencia, es el reconocimiento de los jóvenes como interlocutores, y de allí la voluntad de alcanzar acuerdos negociados. Las narraciones sustentan con profusión la participación de los varones en la definición de los acuerdos y de allí la importancia simbólica de estampar su firma. El acuerdo de los varones, es un componente que le otorga legitimidad al pacto y es destacado por las mujeres en sus discusiones con los varones como estrategia fundamental para exigir el respeto al pacto. Si el uso de la palabra y el diálogo son estrategias fundamentales, otras que generan tensión, incomodidad, y en situación intensas emociones como la rabia, la interpelación enérgica, las amenazas, serán desplegadas por estas mujeres en el arduo esfuerzo de sostener la convivencia. La intolerancia y la respuesta rápida frente a las amenazas de enfrentamientos armados Una de las estrategias desplegadas por las mujeres para sostener

En el día a día de la comunidad las mujeres de las Comisiones suelen estar observantes de los jóvenes y realizan intervenciones puntuales ante posibles acciones o gestos que ponga en juego el cese al fuego.

el pacto entre ellas constituye la vigilancia permanente, la intensa comunicación y la movilización veloz, frente a los varones, ésta se traduce en la respuesta rápida y la explícita intolerancia frente a las provocaciones de ruptura del pacto. “Y siempre hay alguien aquí, por decirte está Virginia, está Bárbara, que ven las cuestiones. Ven y dicen: ‘¡Mira hiciste esto y esto!’ Entonces si de repente ellos le salen con aquella grosería, ya ellos están abusando, se están saliendo del carril. Se hace una reunión, se cita a esa persona: ‘¿Por qué tú hiciste eso? Si no quieres que te reclamen, no lo hagas porque tú sabes que aquí no está permitido’…” Así, las mujeres que viven en el barrio, en espacios privilegiados para observar, narran que se la pasan pendientes y nos relataron múltiples eventos en los cuales ellas mismas increpan a los jóvenes. Este estar pendientes, así como la cercanía y la densidad de las

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relaciones en el barrio, es lo que, como apuntamos con anterioridad, permite jugar con la reputación del joven y posibilita la movilización en bloque para las reuniones de interpelación. Actuar en bloque: a todas no nos van a apachurrar El “actuar en bloque” es una estrategia expresiva fundamental en el pacto y constituye, en efecto, la dramatización en las demostraciones de poder. El estar juntas, unidas, abre, en situación la posibilidad de enfrentar la asimetría frente a varones armados. Este poder acrecentado y dado por la acción conjunta es subrayado de manera importante por las mujeres y es evidente en sus relatos la conciencia del “juego de fuerza” con los varones. Bárbara: “si estamos unidas tenemos que salir todas, porque claro a una sola persona la van a apachurrar, pero a todas no nos van a apachurrar, yo siempre lo he dicho”. I: “Apachurrar es que los chamos digan que esta puso una denuncia y…” Bárbara: “sí claro a una sola persona lo puede hacer, pero todas ¡uf! …” La vigilancia permanente, la intensa comunicación y la movilización veloz de las doce mujeres, desencadenan en esta poderosa “presión” que ejercen sobre los varones, como destacaron con mucho énfasis en sus relatos. Y este poder adquirido por las mujeres en conjunto es reconocido por los varones, como expresó Alberto, uno de los varones que entrevistamos:

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“No, entonces… la mente de nosotros no es de buscar problemas, ni de robar, ni de estar matando a nadie, porque… bueno ¡yo no crecí con esa mente! Aquí sí estaban los malandros de antes y bueno, ellos hacían lo que ellos hacían, y uno ni pendiente, me entiendes, ¡pero nosotros tampoco nos podíamos dejar joder por ellos pues! Entonces ya nosotros estábamos armados, ya la mente de nosotros nos estaba cambiando que era ¡bueno somos nosotros o son ellos! Y llegó un momento que… llegó así, que llegó de la noche a la mañana, así como que… salieron unas mujeres aquí, se reunieron con la gente de aquí, con Doris, empezaron a hacer reuniones para calmar los problemas, ¿me entiendes? Llegaron a un acuerdo, que el que se metiera pa’l barrio, a echar plomo y broma, lo iban a denunciar y veían que iban a hacer con él, ¿me entiendes?….”. La efectividad del actuar en bloque requiere un componente de teatralidad y de expresión acentuada por parte de las mujeres. Un escenario fundamental constituye los espacios de encuentro donde los jóvenes son interpelados por las mujeres mediante el despliegue de un arsenal dramático, evidenciado en la manera de hablar, contundente y amenazante, de entonación furiosa y firme, orquestada en bloque por el colectivo de las mujeres, que revela la contundencia de sus intenciones frente a los intentos de infringir el pacto.

En este rito de demostración de fuerzas, resulta fundamental el componente dramático, teatral de “ostentar” “mostrarse unidas” y las mujeres narran con vehemencia la importancia del ser vistas en acción juntas, en reunión por parte de los varones: Laura: “Eso era, las primeras reuniones eran una aquí y una allá, para que los muchachos vieran que estábamos juntas, que nos estábamos uniendo, y vieran que no le teníamos miedo, que ellos hacían lo que nosotras decíamos… o se atenían a las consecuencias porque ya…”. Las reuniones constituyen así la escena fundamental de interpelación. Y, como narran las mujeres, será necesario, en situación hacer un despliegue de un arsenal dramático (la manera de hablar; las amenazas) que revela la contundencia de sus intenciones frente a los intentos de infringir el pacto. Y tenemos que subrayar que esta puesta en escena de una furia que se vislumbra devastadora por parte de mujeres orquestando su acción en bloque, se refleja en la intensidad de las emociones experimentadas en situación. El miedo siempre está presente: “el susto”, “los nervios” como refieren ellas, se repiten profusamente y constituyen el vocabulario de emociones que colman las narraciones de los encuentros con los jóvenes. Una manera de hablar: decir las cosas claras Una de las estrategias dramáticas fundamentales constituye la manera de hablar y las mujeres subrayaron repetidamente la importancia de esta herramienta; se trata de dejar en evidencia la contundencia de sus intenciones. La relevancia de la manera de hablar, para las mujeres se les

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hace evidente cuando constatan que, en efecto, tiene los resultados esperados. Se trata de experimentar los efectos del ejercicio del poder en caliente, en el sitio, a través del constreñimiento de los jóvenes a plegarse a sus exigencias: los jóvenes “se cohíben de volverlo a hacer“. Celia: “No, ellos no nos faltan el respeto así, escúchame, pero a veces hay que decirles las cosas claras, no es que ‘¡Ay mira papito, mi amor!’ No las cosas claras para que ellos entiendan. Si no van a decir ‘¡Con ellas se puede jugar la pelota, con ellas se puede jugar la pelota porque mira como nos dicen las cosas!’ A veces uno tiene que poner carácter.” Jenifer: “Entonces si uno les habla, como dice Celia, directo, ellos van a decir: ‘Esto no es un juego, esto es una alerta que nos están diciendo que no hay que volverlo a hacer’, entonces se cohíben de volverlo a hacer.” Esta estrategia, al estar preñada por el esfuerzo dramático aleccionador, constituye una de las más visibles, y así lo destacan los varones. Carlos, uno de los jóvenes de Portillo señaló: “Ellas lo que hacían era que cada vez que se armaba un lío le hablaban claro en su cara… al loco le decían que si seguía prendiendo el lío, bueno triste por él, que ellas no se la iban a seguir calando pues… que no se podía bajar ni siquiera pasar, e igual nosotros…”. La manera de hablar “directo” “fuerte”, permite a las mujeres mostrarse en bloque, con intenciones irrebatibles. Las amenazas de denuncia La amenaza de denuncia en el marco de las reuniones comunitarias constituye una estrategia extrema utilizada por las mujeres cuando los varones han infringido sistemáticamente los acuerdos comunitarios. Este asunto de la denuncia es uno de los que genera las mayores inquietudes para varias de las mujeres al ser ellas las madres o tías de los varones implicados. Constituye además una fuente de tensión entre ellas: las mujeres se debaten entre la denuncia como estrategia de control efectiva o fuente de ruptura en la relación con sus varones. Ellas dicen: “¡Bueno! ¡Denuncia, denuncia!” I: “¿Una denuncia formal?” Jenifer: “No hemos tenido, no con los de aquí, pero sí hemos tenido con los de allá arriba, e incluso los muchachos han ido. Por ejemplo, Luis Manuel y se le dijo: ‘¡Mira ya van dos veces, ya no van a haber más oportunidades, la vuelves a hacer y ya sabes que tanto nosotras de la Comisión, como las de allá, te vamos a denunciar!’ Ellos quedan como que ‘¡Oye estas no están jugando!’ O sea el semblante que ellos hacen es como asustados y que cónchale ahora sí…” Y si pareciera que la amenaza de denuncia constituye uno de los recursos más poderosos para inhibir a los jóvenes de infringir los acuerdos, ésta les produce confusión y se revela la imposibilidad de denunciar.

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Esta incapacidad de pasar al acto y denunciar, por las tensiones que implica, por el miedo de que apresen a los propios hijos, por la desconfianza y lejanía con las instituciones, se revela como una amenaza a la credibilidad de las Comisiones, y tanto las mujeres como los varones lo expresaron. Las tensiones experimentadas con respecto a la denuncia revela la fragilidad del pacto y las enormes tensiones vividas por estas mujeres cargadas adicionalmente con el peso de velar por la convivencia en sus vecindarios; divididas entre el compromiso de establecer límites y la lealtad hacia sus varones familiares. Hasta aquí nos hemos centrado en las prácticas desplegadas por las mujeres para el sostenimiento del pacto de cese al fuego. A pesar de que cada estrategia tiene su aporte especial al objetivo principal, cada una a su vez refuerza a las otras, funcionando así como la conjunción de diferentes acciones entramadas que producen un resultado final: las Comisiones de convivencia como proceso de eficacia colectiva contra la violencia. Queremos de nuevo hacer énfasis en que las prácticas aquí detalladas, si bien, tal como las hemos develado de los relatos de las mujeres, revelan alguna regularidad, ameritan la coordinación y puesta en relación de las mujeres y de éstas con los varones, y se expresan en el logro colectivo del mantenimiento del pacto, también es fundamental no olvidar que se trata de prácticas contingentes, forjadas en el calor de los acontecimientos en cada ocasión. La amenaza de denunciar a los jóvenes que pudieran estar infringiendo los acuerdos es una de las estrategias que genera mayor inquietud y ambivalencia en las mujeres de las Comisiones, pues interpretan que a través de ella logran cierto control efectivo, pero su concreción pudiera generar una ruptura en la relación con los jóvenes. Si bien se considera como la última medida a utilizar, su inminente implementación genera confusión y dudas, por el vínculo afectivo que existe con los jóvenes y también por la desconfianza en las instituciones encargadas de ejecutar los procedimientos asociados a la denuncia. En consecuencia, la imposibilidad de llevar adelante esta acción tiende a debilitar la credibilidad de las Comisiones.

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LAS ESTRATEGIAS DE APOYO ENTRE MUJERES Y LAS ESTRATEGIAS DE CONTENCIÓN FRENTE A LOS VARONES LAS ESTRATEGIAS ENTRE MUJERES Darse apoyo para continuar

Los desafíos de participar en la Comisión son importantes, una de las estrategias que les permite continuar es el apoyo mutuo, las mujeres se acompañan y se ofrecen soporte afectivo en momentos de dificultad o desánimo. El ser un grupo de mujeres, permite alternarse en la faena del darse ánimo. El poder del “darse ánimo”, funciona, en efecto como un recurso movilizador que actúa a partir de la acumulación de energías y voluntades para arrastrar a las otras temporalmente “desanimadas”.

Exigencia recíproca

Entre las mujeres, plantear el escenario de miedo y violencia (re) activado por el eventual cese de las comisiones funciona como reclamo eficaz en los momentos de desánimo y les exhorta a continuar en la tarea.

Apoyarse en el establecimiento de límites frente a los hijos

Frente a las dificultades de ejercer la autoridad como madres solas, en la Comisión, en compañía de sus pares, las mujeres madres ejercen una autoridad colectiva, apoyada y sustentada, en esta identidad colectiva.

Presentarse como “miembro de la Comisión”, frente a sus hijos o sobrinos varones permite interpelarles, aludiendo que se trata de los compromisos comunitarios que todos están obligados a cumplir. Esta estrategia, favorece, si se quiere a “despersonalizar” el conflicto, posibilitando la participación de otras mujeres y adquiriendo mayor peso la presión de la madre en este juego de equilibrio de fuerzas que constituye el establecimiento de límites a la acción de los varones jóvenes.

La vigilancia permanente, la intensa comunicación y la movilización veloz

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El compromiso de las mujeres con el sostenimiento de la convivencia comunitaria se traduce en la disposición permanente a observar, y comunicarse entre ellas para activarse. La cercanía física en el vecindario posibilita esta vigilancia eficaz. Las mujeres se van pasando los mensajes o corren las voces necesarias para reunirse. La reunión de emergencia producto de las voces que se corren en la inmediatez de los eventos y en consecuencia de la movilización veloz, comprende la acción femenina en bloque frente a los jóvenes, constituye una de las herramientas supremas en el arduo juego dado en las relaciones de poder cotidianas en este barrio.

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LAS ESTRATEGIAS DE LAS MUJERES FRENTE A LOS VARONES El plano de la acción individual Acción personalizada: El vínculo afectivo con los jóvenes en la vida cotidiana.

Esta estrategia comprende la relación personal que sostienen algunas de las mujeres (madres, tías, madrinas) con los jóvenes. Los jóvenes son sensibles a sus comentarios y estas mujeres a su vez se responsabilizan individualmente de sus varones parientes. Aquí se trata de un control social por cercanía afectiva, por compromiso recíproco de mujeres y varones familiares. Estas mujeres cumplen un rol fundamental en la comisión pues constituyen el enlace con los varones, legitimado por la confianza y los vínculos familiares, así como la vivencia de largos años de cercanía.

El plano de la acción colectiva

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Las normas claras

La eficacia del pacto, a pesar de todas las dificultades y fragilidades, se vincula con la claridad en las normas compartidas, con el compromiso y determinación de las mujeres en "no querer más tiros", en “no querer más muertes”. Una de las estrategias simbólicas fundamentales ha sido poner por escrito los acuerdos, agregar los números de cédula de los implicados y firmar. Se trata del sello de la palabra escrita, la explicitación del consenso y compromiso con el pacto. Se trata de darle “peso” a los acuerdos.

El uso de la palabra: la negociación y los acuerdos construidos.

Uno de los aspectos más originales de esta experiencia es precisamente el uso de la palabra, el reconocimiento mutuo y el diálogo como medio para establecer la convivencia y cese al fuego —lo que no le exime de tensiones, conflictos y en general, toda la complejidad de la convivencia, más aún en contextos de desamparo y profusión de armas. Así, la importancia de las normas claras viene acentuada además por el valor que otorgan los propios jóvenes a "su palabra”, como narraron las mujeres.

La intolerancia y la respuesta rápida frente a las amenazas de enfrentamientos armados.

Las mujeres que viven en el barrio, en espacios privilegiados para observar, narran que se la pasan pendientes y ellas mismas increpan a los jóvenes. Este estar pendientes, así como la cercanía y la densidad de las relaciones en el barrio, es lo que, permite jugar con la reputación del joven y posibilita la movilización rápida y en bloque para las reuniones de interpelación.

Actuar en bloque: a todas no nos van a apachurrar

El estar juntas, unidas, abre, en situación, la posibilidad de enfrentar la asimetría frente a varones armados. Este poder acrecentado y dado por la acción conjunta es subrayado de manera importante por las mujeres y es evidente en sus relatos la conciencia del “juego de fuerza” con los varones. Las reuniones constituyen así la escena fundamental de interpelación y será necesario actuar de manera de revelar la contundencia de sus intenciones frente a los intentos de infringir el pacto.

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Una manera de hablar: decir las cosas claras

La manera de hablar “directo” “fuerte”, permite a las mujeres mostrarse en bloque, con intenciones contundentes. Esta estrategia, al estar preñada por el esfuerzo dramático aleccionador, constituye una de las más visibles, y así lo destacan las mujeres y los varones.

Las amenazas de denuncia

La amenaza de denuncia en el marco de las reuniones comunitarias constituye una estrategia extrema utilizada por las mujeres cuando los varones han infringido sistemáticamente los acuerdos comunitarios.

A pesar de que cada estrategia tiene su aporte especial al objetivo principal, cada una a su vez refuerza a las otras, funcionando así como la conjunción de diferentes acciones entramadas que producen un resultado final: las comisiones de convivencia como proceso de eficacia colectiva contra la violencia. Las prácticas aquí detalladas si bien revelan alguna regularidad, ameritan la coordinación y puesta en relación de las mujeres y de éstas con los varones, y se expresan en el logro colectivo del mantenimiento del pacto, también es fundamental no olvidar, que se trata de prácticas contingentes, forjadas en el calor de los acontecimientos en cada ocasión.

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Ahora, si en la escena de confrontación se presentan fundamentalmente las mujeres y los varones, la construcción y sostenimiento del pacto ha sido el resultado de un largo proceso en el tiempo de preparación. Comprende el encuentro de una diversidad de actores que se han implicado activamente, cada uno aportando desde sus posiciones y recursos, a mantener tensa y compacta esta red de contención.

LOS RECURSOS SOCIALES, MATERIALES Y CULTURALES Las comisiones de convivencia maniobran como redes de contención frente a las amenazas de violencia armada de los jóvenes en el barrio. Esta contención efectiva exige el sostenimiento de una potente red de vecinos comunicándose y movilizándose y dispuestos a interpelar de modo permanente a los jóvenes. La potencia de esta red y su sostenimiento en el tiempo, en El resguardo de los acuerdos de convivencia exigen el sostenimiento de una potente red de vecinos comunicándose y movilizándose y dispuestos a interpelar de modo permanente a los jóvenes. La potencia de esta red y su sostenimiento en el tiempo, en medio de las adversidades y la dureza del trabajo, depende a su vez de una red de aliados que, con su soporte, permiten que el tejido siga “resistente”.

medio de las adversidades y la dureza del trabajo, depende a su vez de una red de aliados que, con su soporte, permiten que el tejido siga “resistente”. Así, alrededor de las Comisiones se reúnen y se entrelazan distintas redes sociales que coinciden y se comprometen a partir de la diversidad de sus intereses, perspectivas sobre las relaciones sociales, y recursos, con el cese al fuego. Los recursos sociales Las redes sociales entendidas de manera general como patrones de relaciones de intercambio y de comunicación sostenidas entre grupos o colectivos de personas, se advierte con recurrencia en las narrativas de las mujeres cuando dan cuenta de sus acciones en el seno de la comisión. En palabras de una de las mujeres al evocar la constitución de las Comisiones: “…los miembros de la Comisión de convivencia íbamos a ser el canal de comunicación, entre esta problemática, por ejemplo surgía algún problema, en alguno de los sectores con alguno de los muchachos del otro sector, se le iba a plantear a la Comisión de convivencia, y esta se iba a reunir a plantear la problemática, y se iba a solucionar. Si reincidía ya se iba a tomar medidas más fuertes, por ejemplo la denuncia…”. En esta perspectiva entendemos las redes sociales como portadoras de recursos sociales en sí mismos: apoyo mutuo; soporte ante las dificultades, acompañamiento en la crianza de los hijos; compromiso en el sostenimiento del pacto; capacidad de ejercer presión y la movilización que conlleva. Los recursos sociales portados por las redes sociales vienen

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dados por aquellos aliados que han abierto el horizonte para concebir que, en medio de la violencia armada, el reconocimiento recíproco y el diálogo constituyen la vía para construir convivencia. Se trata pues de aquellas figuras que han introducido nuevos significados y las oportunidades y apoyos materiales para forjar la convivencia. La presencia de estos aliados, las ayudas reales que han sido capaces de proveer y su compromiso afectivo con las mujeres y con la convivencia constituyen los fundamentos que posibilitarán el proceso de transformación, su sostenibilidad en el tiempo y la superación de dificultades. Entre estos aliados se encuentran figuras fundamentales que otorgan acompañamiento afectivo, producen espacios de reflexividad y están allí de modo permanente para animar. Catuche contó con la figura de un sacerdote, una coordinadora comunitaria de Fe y Alegría y la presencia de psicólogos que acompañan a esta coordinadora.

Las redes sociales pueden entenderse como patrones de relaciones caracterizados por el intercambio y la comunicación sostenida entre grupos o colectivos de personas. En el caso de las Comisiones de Convivencia las redes proporcionan una serie de recursos dados en la alianza con otras figuras e instituciones que consisten en: apoyo ante las dificultades, acompañamiento en la crianza de los hijos, compromiso en el sostenimiento del pacto y capacidad de movilización.

Un activismo histórico y el promotor del diálogo El Sacerdote Jesuita José Virtuoso es una persona querida y respetada en el barrio, a la cual se le reconoce un largo trabajo de activismo constante. El Padre Virtuoso desde un principio reconoció que la integración de los jóvenes involucrados en el conflicto armado era fundamental para solucionarlo, y así lo recuerda él mismo, cuando a finales de la década de los ochenta tuvo que entrar al barrio y dialogar con los jóvenes para iniciar el trabajo pastoral. Este personaje es un actor fundamental en la movilización y es quién impulsa muy tempranamente una marcha por la paz la cual culmina en la celebración de misa que contó con la asistencia de un número importante de personas de la comunidad. En esa marcha, se convocó a todos los habitantes a comprometerse con el cese de la violencia y el desafío constituía atravesar sectores por donde ya no se podía transitar por la acción de bandas armadas enfrentadas. Este mismo sacerdote es el promotor de la idea de comenzar a “dialogar” con los jóvenes de uno y otro sector para establecer un acuerdo y comienza a actuar en correspondencia. Así, como antecedente a las Comisiones de Convivencia, y posterior a la marcha por la paz, se recuerda la organización de una mesa de diálogo con los jóvenes de los sectores, en la cual el Padre Jesuita sirvió como mediador. En ese entonces se firmaron acuerdos con

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los jóvenes pero no se sostuvieron en el tiempo. También, fue por designio del Padre Virtuoso la presencia de Doris, la coordinadora comunitaria, con la misión expresa de construir convivencia. Esta presencia ha sido, y continúa siendo fundamental en el establecimiento y sostenibilidad del proceso de cese al fuego. Actualmente este sacerdote continúa siendo un actor fundamental en el sostenimiento del pacto, por un lado a través de la palabra en las misas que todavía oficia en la comunidad, así como a través de la conversación permanente con la coordinadora comunitaria. Su presencia y compañía otorgan pleno sentido y reiteran el compromiso afectivo permanente a la actividad de la promotora comunitaria. La coordinadora comunitaria: la señora que formó las comisiones La coordinadora comunitaria constituye un aliado fundamental en el proceso y trabajo cotidiano comunitario, además mantiene una presencia y es guía permanente del maniobrar de las comisiones. Esta persona, que figura como coordinadora comunitaria vinculada a Fe y Alegría, organización que ha ganado espacios de La coordinadora comunitaria de Fe y Alegría en Catuche se ha convertido en una guía permanente para las mujeres de las Comisiones. Es considerada una facilitadora imparcial, pues no se identifica con ninguno de los grupos en conflicto, lo que le permite conservar su legitimidad como figura mediadora. Ella proporciona un control que resguarda las relaciones entre las mujeres, siempre cargadas de mucha tensión por los vínculos familiares con los jóvenes en conflicto. Esta contribuye en el sostenimiento de los acuerdos buscando y llamando a las mujeres para asegurar su presencia en las reuniones de la Comisión, recordando la necesidad y los beneficios de cumplir con el pacto, dando seguimiento a la actividad de las mujeres, pero también animándolas en los momentos de fatiga.

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confianza entre los habitantes del barrio, constituyó una presencia fundamental para promover y facilitar el encuentro inicial entre las mujeres, y entre las mujeres y los jóvenes, y aún hoy es una importante acompañante para el sostenimiento de los acuerdos en el tiempo. Es considerada como una facilitadora imparcial. La importancia de mantenerse imparcial y no ser identificada como parte de ninguno de los grupos en conflicto la ha hecho conservar su legitimidad, característica fundamental de la figura de mediadora. La coordinadora se ha constituido en una aliada fundamental para promover las reuniones —lo que implica, buscar a las mujeres, llamarlas, asegurar su presencia en las reuniones de la Comisión— hacer cumplir los acuerdos, dar seguimiento, animar y motivar frente a períodos de fatiga. Doris ha desempeñado un rol central en la gestión de los conflictos entre las mujeres dentro de cada Comisión y entre las Comisiones, así como en los conflictos con los jóvenes, promoviendo permanentemente el encuentro. En ese sentido, la coordinadora comunitaria constituye también una figura de control al resguardar las relaciones entre las mujeres, a veces llenas de tensión por los vínculos familiares con los jóvenes en conflicto. Constituye también una figura de control al mantener vivo el compromiso afectivo con las mujeres y a partir de este ejercer ascendencia.

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Las Organizaciones que hacen vida en la comunidad El barrio “Catuche” tiene una larga historia de activismo social y comunitario, y en ella, la participación de diversos actores ha sido una constante. Esto ha generado una dinámica de participación comunitaria impulsada y fortalecida por organizaciones gubernamentales, universidades que han ayudado a satisfacer necesidades básicas a través de diversos servicios sociales (educación, asistencia psicológica, salud, urbanismo, etc.), brindando a las personas

El establecimiento de alianzas con instituciones externas a la comunidad ha sido clave para fortalecer el activismo social en Catuche.

herramientas a través de las cuales se puedan promover y concretar acciones colaborativas para la transformación social y solución de los problemas comunitarios. Organizaciones como Fe y Alegría, el Centro Gumilla y universidades como la Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Central de Venezuela han trabajado de la mano con la comunidad, y abriendo paso a iniciativas comunitarias, como las Comisiones de Convivencia, tal como se discutió en la segunda parte de este documento. Los varones en las redes clandestinas de un sector La participación de los jóvenes en los acuerdos es uno de los relatos que insistentemente aflora cuando las mujeres evocan las reuniones fundacionales del pacto y de las Comisiones. Al conversar con los jóvenes, es notable la reivindicación por el protagonismo en el sostenimiento del pacto que se adjudican los varones: Enrique: “Es que sí se puede, o sea sí es entendible, la Comisión tiene su función, pero la mayoría de las veces somos nosotros”. Javier: “En realidad, si nosotros no quisiéramos todo esto, lo que hemos construido, lo poco que hemos construido, si nosotros en verdad no hubiésemos querido nada, no se da nada”. La relación de las mujeres y los varones en Portillo, se teje en esa ansiedad cotidiana. Los varones reivindican una autoría y el protagonismo en el sostenimiento del pacto y la relación se juega en la tensión de las reuniones de confrontación, pero también en la voluntad de tejer encuentros y reuniones donde cada uno participa en eventos que cementan las relaciones comunitarias, como limpiezas colectivas o proyectos de visitas externas. El pacto constituye un acuerdo de reconocimiento mutuo. Tanto en Portillo como en La Quinta, con todas las diferencias que existen en las relaciones entre jóvenes y mujeres, las mujeres en ambos sectores admiten la disposición de los jóvenes a reconocerlas

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y su cuidado en adherirse a los acuerdos. Si bien para jóvenes hombres implicados en negocios clandestinos como la venta y distribución de drogas, el pacto puede garantizar la tranquilidad necesaria para prosperar y continuar el negocio sin mayores obstáculos, también estos jóvenes son miembros del barrio. El ser hijos y sobrinos de estas mujeres, les torna, en efecto, susceptibles a sus demandas, súplicas, y sobre todo a su sobresalto y zozobra cotidiana de vivir bajo enfrentamientos armados. Adicionalmente, al ser cercanos a estas mujeres, por esta condición también han tenido el enlace con los actores externos que contribuyeron a forjar el horizonte de una convivencia posible. Así, puede desprenderse que el estado de sobresalto de las madres, la preocupación por forjar una tranquilidad en el barrio que permita el desenvolvimiento del negocio, constituyen, sin duda, buenas razones todas para implicarse en el pacto y sostenerlo en el tiempo. Se trata pues de actores fundamentales insertos en redes muy diferentes comprometidos en el sostenimiento del pacto. Así, la presencia e interacción de estos aliados, los compromisos afectivos que producen, la confianza en el apego al respeto comunitario y los recursos que invierten en la convivencia, evidencian la acción en redes; y puede constatarse como las acciones y movimientos de cada uno se afectan recíprocamente. Los recursos materiales: la base espacial y material para el encuentro Los recursos materiales constituyen las condiciones del entorno y los medios materiales concretos que hacen plausible el pacto de convivencia y su sostenimiento en el tiempo. Una de las condiciones fundamentales que torna posible el pacto, las reuniones de las mujeres y las sesiones de las Comunidades Cristianas constituye la base social material dada por el espacio físico comunitario. Este espacio, que anteriormente era un basurero, fue recuperado y convertido en el Centro Comunitario de La Quinta a partir de la iniciativa del trabajo colectivo. Esta recuperación forma parte de la larga historia de activismo para la mejoría comunitaria de Catuche. El Centro se erige como testimonio de la capacidad de transformación de la acción conjunta así como de la importancia de los aliados en esta tarea: de un vertedero de basura al Centro Comunitario Fe y Alegría (La Quinta). El lugar acondicionado y equipado (teléfonos, computadores, etc), cuenta además con un jardín verde rigurosamente cuidado y se ha constituido en efecto en la base social material de las reuniones de las mujeres y de éstas y los varones. El relato de la conformación de las comisiones y el alcance de la tregua se construye en íntima relación con la narrativa de activismo por la recuperación de este y otros espacios circundantes. La consecución del alumbrado forma parte del repertorio de narrativas de agencia que se cimienta en la historia de las comisiones.

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La activación de las mujeres, con el soporte de los aliados, en el despliegue de estrategias de contención frente a la violencia armada de los jóvenes y esta proyección en el espacio con la recuperación del entorno, se acerca a lo que S. Pinheiro denomina la creación de entornos seguros (Pinheiro, 2006). Nótese algunos puntos en común con las interpelaciones del autor: La estructura física de una comunidad, su densidad de población y su distribución, así como la disponibilidad de servicios e instalaciones que apoyan el bienestar familiar, tienen un efecto

El pacto constituye un acuerdo de reconocimiento mutuo, que si bien no está libre de tesión, implica la indiscutible valoración de los jóvenes como interlocutores para sostener la convivencia en el marco de los límites que establece la tregua.

importante en las relaciones sociales y en el hecho de que los adultos y los niños y niñas se conviertan en víctimas de la violencia (…). El diseño de los espacios públicos puede determinar si son escenarios potenciales para la violencia. El diseño ambiental, como el alumbrado público, puede ayudar a prevenir el crimen y a reducir la sensación de inseguridad. Cada vez hay más evidencias de que la mejora en el alumbrado público logra reducir el crimen, al aumentar el sentido de pertenencia a la comunidad y el control social informal, más que incrementar la vigilancia y las medidas de disuasión (Pinheiro, 2006, p.303)4. La mejoría del entorno fruto del aporte de los aliados, y la activación de las mujeres se constituye en un resultado de la acción en redes, y se vuelve a su vez en condición para la posibilidad de sostener el pacto. La construcción de un espacio seguro, accesible, equipado, constituye un recurso fundamental para permitir el encuentro y el desenvolvimiento de las prácticas de apoyo mutuo entre mujeres y de contención frente a los varones. La remuneración de la coordinadora comunitaria Otro de los recursos materiales fundamentales para el sostenimiento del pacto constituye el salario de la coordinadora comunitaria. Este pago establece la posibilidad concreta de contar con la fundamental presencia y dedicación de Doris como soporte de las mujeres en el sostenimiento del pacto. Ya hemos visto que esta

La articulación de alianzas y el histórico activismo social en Catuche ha derivado en la construcción de centros comunitarios como el de La Quinta, estructura que testimonia el empeño transformador de sus habitantes, proporcionando un espacio seguro y equipado para que las Comisiones de Convivencia desarrollen sus actividades. A partir de esta base material, junto al establecimiento de la tregua, se permiten promover otra serie de cambios ambientales como el mejoramiento del alumbrado público, que a su vez, prevendrá la ocurrencia de nuevos eventos violentos.

presencia cardinal se constituye en guía, garantía del proceso y resguardo de las relaciones entre las mujeres.

4 En el Estudio Mundial, en el capítulo sobre violencia contra niños y niñas en la comunidad y específicamente en la sección sobre las respuestas de prevención situacional comunitaria, una de las recomendaciones concretas constituye la creación de entornos seguros: “Los gobiernos deben asegurar que en las iniciativas de rehabilitación urbana se hagan esfuerzos por hacer los espacios públicos más seguros por medio, por ejemplo, de elementos de diseño como una mejor iluminación. Además, el diseño urbano debe incluir lugares públicos y rutas seguras para los niños y niñas dentro y entre las comunidades” (Pinheiro, 2006, p.336).

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Este aporte, subraya una vez más que para el desarrollo de esta potencia de la acción comunitaria coordinada para el logro de objetivos comunes, se requiere de la inversión de recursos que permitan la presencia y comunicación continuadas en el tiempo y en el espacio (Sampson, Raudenbush, & Earls, 1997). Desde el punto de vista de las mujeres, en especial una figura como la de Doris, orientada a promover convivencia y clave en el sostenimiento del pacto, se trata del acceso a recursos que permitan invertir su tiempo, que de otra manera deben dedicarlo al logro de un sustento siempre al borde de lo indispensable (Lister, 2005). La importancia de la remuneración al trabajo comunitario es subrayada por Ricardo Bolívar, líder comunitario caraqueño de larga trayectoria: “Hay que pensar que la gente que está haciendo el trabajo tiene que hacerse profesional, tiene que vivir de ello (…) tratar de alguna manera de encontrar los medios desde el trabajo que se está haciendo, con la comunidad, que ese mismo trabajo pudiera darles medios de vida para continuar en eso” (Bolívar, citado en Farías, 2008). Se trata pues de valorar, al tiempo que se reconoce, la necesidad de sufragar un sustento de vida para garantizar la permanencia y el tiempo dedicado por las mujeres a la micropolítica de sus vecindarios5. Mujeres que bajo la ética del cuidado, se comprometen con la preservación de la vida de hijos y familiares y los beneficios de esta implicación se expanden al vecindario en su conjunto (Lister, 2005).

Figuras como la coordinadora comunitaria son indispensables para el sostenimiento de las Comisiones de Convivencia. Esta tarea requiere una amplia dedicación de su tiempo diario y semanal, además de exigir un importante compromiso personal. Una labor de este tipo sólo es posible mantenerla si se establece una adecuada remuneración socio-económica, que permita esta dedicación, por tanto quien apoye iniciativas como éstas debe considerar la inversión de recursos financieros para este fin.

5 Ruth Lister (Lister, 2005) bajo la necesidad de comprender de manera mas acuciosa la vida social y política de las mujeres de sectores populares y bajo la perspectiva de establecer una teoría feminista de la ciudadanía, habla de micropolítica para denominar la acción política de pequeña escala en el nivel local de las comunidades; la política informal desarrollada a nivel local se forja fuera de los estructuras formales de los partidos políticos, aunque puede estar implicada con estas estructuras.

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Dispositivos de comunicación para la movilización: los teléfonos celulares Finalmente, otro recurso fundamental para la movilización colectiva y la inmediata capacidad de respuesta de las mujeres constituyen los teléfonos celulares. En efecto, las nuevas tecnologías contribuyen a la eficacia y a la ampliación de la capacidad de control (contención) de las mujeres al permitir la comunicación y veloz movilización. Se trata ahora de cómo los distintos dispositivos tecnológicos de comunicación penetran cada vez más aspectos de la vida cotidiana, de cada vez más amplios grupos de la población, potenciando las capacidades de coordinación y respuestas de acción conjunta. La comunicación e inmediatez en la toma de decisiones que favorecen dispositivos como los teléfonos celulares permiten entonces realizar las reuniones de urgencia, tomar decisiones colectivas y comunicarlas haciendo posible lograr los objetivos planteados. Los recursos culturales Los recursos culturales constituyen aquellos significados compartidos que permiten las definiciones comunes y el despliegue de acciones en consecuencia. En este sentido, son significados, que constituyen, si se quiere, “herramientas” para la acción colectiva

El que las mujeres involucradas en las Comisiones de Convivencia estén equipadas con teléfonos celulares potencia su capacidad de movilización y respuesta rápida para proteger los acuerdos y contener la violencia.

por su capacidad de producir apuestas comunes y movilizar (Swidler, 1995). La figura y el actuar de la madre, como se ha hecho evidente a lo largo de este texto, constituye uno de los recursos culturales por excelencia que incorporado en los ritos de interacción, permite el juego de equilibrio de fuerzas en el cual se impone estratégicamente la ascendencia moral de la figura de la madre frente a jóvenes varones con armas. La relevancia de la madre y su protagonismo cultural en Venezuela ha sido destacado en numerosos estudios (Hurtado, 1998; Moreno, 1997). Y en efecto, el ser mujer y madres les otorga autoridad cultural para interpelarlos, para llamarles la atención y para desempeñar en situación el personaje de la madre con todo su componente dramático. Jenifer, cuando daba cuenta de sus acciones en la confrontación de los jóvenes explicó: “Como si fueran hijos de uno pues. ... llamarles la atención: ‘Mira ven acá, tú sabes que hay unas reglas, unas normas. Nosotros decidimos unos acuerdos, los compartimos’ ”. En el maniobrar cotidiano se trata de mujeres que se hacen responsables de sus varones. Ellas asumen la responsabilidad;

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dan la cara por ellos y se comprometen a llamarles la atención. Finalmente, la voluntad de alcanzar, consolidar y preservar la mejoría de las condiciones de vida se vincula a la condición de madre, de querer un futuro para los hijos, también para los nietos, sobrinos: “¡Hay niños! La mayoría son sobrinos, hijos, tengo mis hijos, Las mujeres madres tienen un protagonismo cultural en las comunidades populares de Venezuela. Esto les facilita y legitima para aproximarse a los jóvenes con una autoridad afectiva que les permite hacerse responsables de contenerlos y participar en el equilibrio del poder.

vienen mis nietos, entonces nosotros lo que queremos es esto, la paz, y lo hemos logrado, gracias a Dios, lo hemos logrado, y queremos seguir en esto, no queremos echar para atrás”. El diálogo reflexivo como herramienta para producir acuerdos Los relatos de las mujeres y también los de los jóvenes entrevistados, dan cuenta de un deseo de acabar con los enfrentamientos y del valor que dan las partes involucradas al diálogo como factor clave para lograrlo. Primeramente, la importancia del diálogo reflexivo (Llorens, 2005) es que este posibilita la toma de distancia frente a la realidad de enfrentamientos armados cotidianos, de trasmisión rutinaria de rencores y deseos de venganza incorporados y aceptados de manera automática, para cuestionarlos y plantear que la vida puede llevarse de otras maneras. Es una herramienta fundamental para favorecer la agencia colectiva al permitir sacudir la actitud natural para abrir horizontes distintos y posibles de convivencia. El diálogo como herramienta cultural les permitió desarrollar una narración creativa como parte de un proceso continuo que los conecta como personas, por eso ha sido considerado un elemento central en cada modelo de transformación organizativa y para la eficacia de cada acción de grupo (Schein cit. Piccardo, 1995). A través del diálogo se identifican preocupaciones, se comparten expectativas, y a partir de allí comienza, no sólo el sentido de colaboración, sino la empatía, entendida como la capacidad de sentir y comprender las pasiones y razones del otro, sin estar necesariamente de acuerdo con él. La empatía, esta disposición y capacidad de tratar de ver el mundo desde la perspectiva del otro, es un factor clave en la construcción de paz (Pepinsky, 2006). Su importancia radica en que en momentos de empatía, la causación de daños, el miedo, la falta de respeto o el desprecio a otros, se ve reducida. A través del encuentro y la empatía generada a través del diálogo, muchas mujeres pudieron deshacerse de los deseos de venganza.

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El encuentro y el diálogo a través de las reuniones permitieron que las partes se vieran a sí mismas y se pusieran en contacto con el dolor del otro, con los problemas del otro, con las muertes de otros, y a la vez con las propias. Las reflexiones de Nancy sobre el dolor compartido por las muertes son muy oportunas: “Cada una de nosotras tenemos algo en común, indiferentemente por los problemas que hayan sido, cada una de nosotras tenemos algo en común (…) porque es un dolor de cada quien, porque por lo menos a ella le matan a su sobrina, a mí me mataron un hermano, o sea, retirado de aquí pero igual tenemos un dolor, ¿tú me entiendes? Haya sido aquí o haya sido allá, el solamente estar aquí juntas, ya por lo menos, yo las veo a ellas, es un dolor que ellas pasaron al igual que yo lo pasé en aquel momento. ¿Diferente? No podemos decir que es diferente el dolor, porque es igualito, desaparece una persona, entonces yo digo, que es una de las cosas que nos une. Estar aquí tiene un poquito de dolor.” Son el encuentro y el diálogo los elementos que impulsan la

El encuentro y el diálogo reflexivo son estrategias fundamentales para la contención de la violencia y la reconstrucción de los lazos sociales. El diálogo reflexivo permite tomar distancia de la abrumadora cotidianidad y eventualmente cuestionar su natural funcionamiento. El diálogo reflexivo permite exponer preocupaciones, expectativas e incluso, reconocer el dolor del otro, el sufrimiento compartido que abrirá las puertas de la empatía, haciendo posible el planteamiento de escenarios distintos a través de la acción transformadora de la iniciativa colectiva.

transformación de una violencia destructiva hacia la reconstrucción de los lazos sociales rotos. Ellos facilitan la vía para el reconocimiento del otro, evento fundamental en los procesos de pacificación.

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El respeto comunitario como principio regulador de la vida social en el barrio La vida en el barrio se sostiene a través de principios que regulan la vida social. El respeto comunitario, alejado de principios impersonales como las leyes e íntimamente vinculado a la persona física, constituye el recurso cultural que permite establecer límites y parámetros para juzgar las conductas, en un contexto de indeterminación y de vulnerabilidad. El respeto permite denunciar, distinguir y señalar a aquellos que a través de su comportamiento violan las normas consideradas como necesarias para preservar el vínculo social (Vidal, 1999). Por ello, aquellos jóvenes que infringen sistemáticamente el respeto comunitario son denominados azotes y pueden ser sometidos a escarmientos como la denuncia, y en casos extremos a la ejecución o linchamiento. El respeto como principio que rige las relaciones en el barrio, La vida en el barrio se sostiene a través de principios que regulan la vida social. El respeto, alejado de principios impersonales como las leyes e íntimamente vinculado a la persona física, constituye el recurso cultural que permite establecer límites y parámetros para juzgar las conductas, en un contexto de indeterminación y de vulnerabilidad. Las Comisiones de Convivencia encuentran en este recurso cultural una herramienta fundamental para la vigilancia de los acuerdos.

constituye el reconocimiento de la persona y el tratamiento que merece en retorno; este tiene que ver con la consideración hacia el otro y con el consecuente ajuste de las propias acciones porque se advierte su existencia, su humanidad; es decir, sus necesidades y su dignidad. En el mundo del barrio la vida depende de las relaciones interpersonales y de allí la importancia del respeto como forjador de límites que permiten el desenvolvimiento de la convivencia. Las comisiones, en este sentido, se constituyen en guardianas de límites. El respeto como el principio que regula la vida comunitaria, es el fundamento sobre el cual se forja el pacto y es a partir de éste que las mujeres activan las interpretaciones de los eventos, se movilizan en consecuencia e interpelan a los jóvenes por sus desviaciones con respecto a este principio regulador. Por otro lado, en términos de las relaciones interpersonales y familiares, el respeto es el reconocimiento absoluto que todo buen hijo debe tener siempre hacia su madre. Este principio integrado en esta dinámica comunitaria es puesto en acción por las mujeres en el desempeño de su personaje de madres. Así, un principio fundamental en la vida del barrio como es el respeto, un personaje central como lo es la madre, son creativamente activados en el pacto produciendo esta inédita manera de contener los enfrentamientos armados.

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LAS ACCIONES ENTRAMADAS EN LAS REDES DE SOPORTE Y CONTENCIÓN La complejidad de esta experiencia así como su potencia vienen dadas precisamente por la reunión de tan distintos actores con muy diversos recursos y su disposición a entramarse; es decir, comprometerse en cursos de acción conjunta en pos de un objetivo compartido aportando cada quien desde su posición y disponiéndose cada uno a orientar y reorientar sin cesar sus acciones en virtud del reconocimiento recíproco de los múltiples otros enlazados en el sostenimiento pacto. Esta diversidad de actores reunidos, entramados desde posiciones tan distintas, implicados cada uno en la relación con el otro y en una apuesta común, abre la posibilidad de pensar diferente, visualizar horizontes futuros distintos y sostener en el tiempo los acuerdos logrados. La creatividad cultural de esta experiencia fruto de la urgencia, esta potencia de la acción coordinada para el logro de objetivos comunes que se refleja en la evitación de los enfrentamientos armados puede entenderse como un proceso particular de eficacia colectiva (Sampson, Raudenbush, & Earls, 1997). El logro de la eficacia colectiva que previene y evita la violencia interpersonal es susceptible de ser lograda en barrios en los que existe un tejido organizativo y social arraigado, el cual es producto de la formación de vínculos sociales —lo que toma tiempo—y de la inversión de recursos en la mejoría del contexto que favorece la implicación de los vecinos en el espacio público (Sampson, Raudenbush, & Earls, 1997)6. En efecto en Catuche podemos constatar un proceso de eficacia colectiva, ampliando nuestro campo de visión para incluir una densa red de colaboradores internos y externos, unos más visibles, otros menos visibles, entramados y comprometidos en los acuerdos de convivencia y el cese al fuego. La metáfora de la red de contención en la constelación de redes visibles y menos visibles resulta muy oportuna para nuestra interpretación, a condición de pensar estas redes como proceso social en el fragor y en medio del dinamismo aquí involucrado. En este sentido, como hemos sostenido, es necesario pensar los distintos hilos (agentes) de esta red en distintos movimientos y en virtud de sus recursos disponibles.

6 Ahora bien, explicita el autor: “reconocer que la eficacia social cuenta, no implica que las desigualdades sociales pueden ser ignoradas. En ese sentido, la alta movilidad residencial que impide el desarrollo de vínculos sociales y la acumulación de desventajas alimenta la disrupción institucional y socaba la capacidad de control social sobre la vida colectiva”. (Sampson, Raudenbush, & Earls, 1997).

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Así, al afinar la mirada analítica para distinguir la diversidad de En Catuche parece haberse dado un proceso de eficacia colectiva, pues lograron una contención de la violencia interpersonal en el contexto de un tejido organizativo y social arraigado, producto de un trabajo prolongado en el tiempo, donde se ha invertido en la mejora del bienestar comunitario a través de un intenso activismo de los vecinos en alianza con otras figuras e instituciones, entre los que se establecen movimientos o lógicas de relación que permiten resistir las tentativas de romper el pacto y sostenes la labor de las Comisiones.

mociones que sostienen este tejido social en acción y en tensión, podemos distinguir los siguientes movimientos, que constituyen lógicas o sentidos de relación social tejidos entre los distintos agentes sociales internos y externos que permiten resistir las tentativas de ruptura de pacto y sostener la labor de las Comisiones. Interesa destacar, no tanto los agentes en sí mismos como los movimientos, las lógicas de relaciones sociales que permiten y sostienen el pacto de cese al fuego. Movimientos de enlace En el momento de discutir las estrategias de las mujeres comentamos la particular faena de enlace de las mujeres familiares con los varones. Así, un movimiento fundamental que mantiene la eficacia de esta red es la capacidad de las mujeres de establecer comunicación con los varones. Implica el esfuerzo de desplazamiento para adoptar la perspectiva de los varones y entrar en diálogo con sus necesidades. Son los movimientos de puente con los varones susceptibles de ser forjados a partir de las relaciones de confianza dadas entre las mujeres familiares y los varones, y la capacidad de

El soporte emocional es un movimiento fundamental para darle continuidad al trabajo de las Comisiones en los momentos de fatiga por las exigencias de esta labor que se suma a las múltiples responsabilidades de la vida cotidiana. Puede ser ejercido por el apoyo mutuo que se brindan las mujeres, o con el respaldo de la coordinadora comunitaria y aliados externos.

las mujeres de establecer empatía. Movimientos de soporte Otro tipo de movimientos esenciales para sostener este tejido es el movimiento de soporte emocional ejercido tanto por las mujeres, Doris y agentes externos como los psicólogos para poder continuar la ardua faena de sostener en pie las Comisiones de Convivencia. Se trata pues del acompañamiento que ejercen las mujeres entre sí y el apoyo mutuo durante los momentos de verdadera fatiga emocional por cargar con la responsabilidad de la convivencia acumulada a las obligaciones de la reproducción de la vida cotidiana. Comprende además, la labor de acompañamiento ejercido por los distintos agentes externos, como los psicólogos, quienes abriendo los espacios de escucha, palabra, activando y repensando las herramientas del acompañamiento terapéutico, permiten la “descarga” y “recarga” emocional para continuar la faena de las Comisiones, tal y como lo expresaron las mujeres. Movimientos tensores Finalmente, otra lógica social cardinal para mantener este tejido compacto en el tiempo constituye el movimiento tensor. Los movimientos tensores son aquellos que, como su nombre lo indica

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tensan la red; es decir, son aquellos agentes que a partir de la ascendencia que gozan dada sus posiciones y recursos, mantienen vigentes los compromisos de los agentes involucrados. En este sentido, los movimientos tensores vienen dados por aquellos agentes con los mayores recursos disponibles y que a partir de la expectativa de lealtad a los compromisos adquiridos, esperan el apego y sostenimiento del pacto. Se trata pues del movimiento entramado de aquellos agentes externos e internos, visibles y clandestinos que contando con distintos tipos de recursos mantienen compacto el tejido social expresado en el pacto. Aquí encontraríamos el movimiento tensor de una figura como la del Padre Virtuoso, agente externo que a partir de la ascendencia vinculada a su histórica implicación en las mejorías comunitarias y una fundamental implicación afectiva a través de la conexión con una figura como la de Doris, inspira la lealtad necesaria para darle continuidad al sostenimiento del pacto. En la clandestinidad, un movimiento tensor fundamental viene dado por las figuras de jóvenes armados con ascendencia entre sus compañeros, agentes internos, quienes a partir del compromiso y la responsabilidad de responder por la tranquilidad de sus madres y la voluntad de propiciar un contexto de relativa tranquilidad para el florecimiento de sus negocios, ejercen ascendencia frente a los suyos, sin duda vinculada a su capacidad de ejercer una violencia retaliadora, manteniendo a tono a los miembros de su red. Finalmente, una figura preeminente como la de Doris adquiere un protagonismo fundamental al ejercer simultáneamente distintos movimientos —enlace, soporte, tensor— tanto con los agentes internos: las mujeres, los jóvenes, la figura de jóvenes armados con ascendencia reconocida; como con los agentes externos: el Padre Virtuoso; el Centro Gumillla, Fe y Alegría. Se tiene en consecuencia esta particular constelación de redes

Los movimientos tensores vienen dados por aquellos agentes con los mayores recursos disponibles y una marcada ascendencia que utilizan para mantener vigentes los compromisos de los agentes involucrados.

sociales que coinciden en el sostenimiento del pacto en la vida cotidiana, donde distintos movimientos, de enlace, de soporte, tensores, intervienen en esta acción entramada permitiendo coincidir en esta voluntad colectiva manifiesta en el cese de los enfrentamientos armados.

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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE CATUCHE Y LA EXPERIENCIA DE LAS COMISIONES Fernado Giuliani Centro Gumilla La experiencia de las Comisiones de los sectores La Quinta y Portillo de la comunidad de Catuche ha tenido un alto y positivo impacto en el contexto de violencia que históricamente han enfrentado sus vecinas y vecinos. Los factores clave asociados con su éxito han quedado claros en el proceso de investigación y sistematización y ello nos sugiere que estamos ante una experiencia que, además de impactar en estos dos sectores, ofrece pistas para otras comunidades así como para instituciones públicas que tengan como objetivo trabajar este tipo de problemática. No obstante es bueno apuntar algunas reflexiones en torno a la historia de Catuche con el fin de considerar particularidades que, de una y otra manera, forma parte del proceso comunitario dentro del cual se ha implicado y construido la experiencia de las Comisiones. En primer lugar podemos señalar que en Catuche el tema de la violencia es de vieja data como también lo son la preocupación y los intentos por parte de la comunidad para abordarlo. En efecto, el asunto de la violencia junto con el problema de la quebrada, fue tal vez el primer factor que movilizó a sus pobladores quienes ya para la década del noventa comenzaron a implementar diversas estrategias con el fin de solucionarlo. Progresivamente, esta preocupación por el problema de la violencia fue incorporando en sus estrategias la promoción de la convivencia como factor fundamental para superarlo y lograr así la mejora de la calidad de vida de la comunidad. En ese sentido, la promoción de la convivencia fue permeando todas las iniciativas y los programas sociales que se implementaron con el correr del tiempo en lo que fue el Proyecto Catuche, desde donde se abordó la convivencia en todos sus niveles: familiar, vecinal, organizacional, etc. Más allá de los logros concretos que tuvo cada una de las iniciativas implementadas, esto nos muestra que existe en Catuche un verdadero proceso comunitario en torno al tema que fue consolidando una cierta convicción de la comunidad en cuanto a que el problema de la violencia no tiene porque ser pasivamente aceptado y que es posible abordarlo e intentar resolverlo o, al menos, mitigarlo. En segundo lugar y, siempre dentro de esta mirada retrospectiva a la comunidad de Catuche, podemos identificar en este largo proceso comunitario, una metodología propia que surgió con las Comunidades Cristianas hace ya muchos años y que se traspasó a la organización comunitaria que llevó adelante el Proyecto Catuche y se consolidó como un modo particular de hacer las cosas. Esta metodología responde a los principios y valores cristianos relacionados con la confraternidad, el amor al prójimo y la vocación de servicio y también la corresponsabilidad por construir una comunidad mejor. La forma en que estas Comunidades Cristianas

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llevaban adelante su misión consistía, dicho de forma general, en un diálogo y encuentro permanente que se daba en la eucaristía pero también en las visitas casa por casa donde se compartían las preocupaciones y los problemas y se animaba a la gente a hacerse cargo de su propia realidad y de la realidad comunitaria. Esta modalidad da cuenta de la importancia que tiene en Catuche el quehacer compartido, organizado, solidario y corresponsable lo cual aunque no puede decirse que es común a la totalidad de sus pobladores, es innegable que forma parte de una tradición conocida por todas y todos. En tercer lugar y en estrecha relación con el punto anterior, debemos señalar la generación de un enorme potencial de liderazgo que se gestó a lo largo de los años en la comunidad de Catuche y el cual surgió, en buena parte, de las Comunidades Cristianas pasando también a formar parte de las organizaciones comunitarias que asumieron el Proyecto Catuche. Este potencial de liderazgo se expresa, por un lado, en términos cuantitativos en la medida que son numerosos/as los/as líderes que hicieron y hacen vida en todos los sectores de la comunidad. Por otro lado este potencial también se expresa en términos cualitativos, ya que se trata de un estilo de liderazgo que promueve el diálogo y la participación corresponsable. Asimismo es también un liderazgo que goza de un enorme prestigio ganado en múltiples instancias donde las/os líderes no solamente mostraron un desempeño altamente exitoso sino que también dieron cuenta de su inquebrantable honestidad y su compromiso con la comunidad. Todo ello les hizo acreedores de una sólida confianza y legitimidad y es por ello que tienen un gran poder de convocatoria e influencia. Así, estos puntos que hemos señalado, junto con otros que seguramente se nos escapan, forman parte de la historia comunitaria de Catuche (la cual no es mejor ni peor que las de cada una de las comunidades) y tienen que ver con la experiencia de las Comisiones. En ese sentido, es conveniente pensar en todo ello si se trata de ubicar a la experiencia de las Comisiones en su contexto, el cual va más allá de los sectores La Quinta y Portillo y también más allá del momento actual. Tomar en cuenta estas premisas puede contribuir a implementar experiencias que tomen en cuenta como referencia a las Comisiones de Catuche, atendiendo la relatividad de cada contexto particular.

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IV. PISTAS PARA LA CONVIVENCIA COMUNITARIA 1. La necesidad de politizar la violencia: La violencia como asunto de convivencia La violencia armada ha conllevado a instalar prácticas definidas por el miedo, el repliegue, la desconfianza y el abandono del espacio público. La experiencia de Catuche remarca la necesidad de constituir la violencia en un asunto público: el desafío de encontrarnos para forjar acuerdos básicos de convivencia y la voluntad de incluir las distintas perspectivas en los acuerdos. En este sentido, las rejas instaladas, las visitas policiales para perseguir a los jóvenes “mala conducta” orientadas a conseguir “seguridad”, no lograron cesar los enfrentamientos armados, pero sí la férrea disposición de un alto al fuego para establecer un acuerdo básico y el compromiso de adherirse, unos y de vigilar su cumplimiento, otras. 2. La necesidad del mejoramiento urbano y una base social-material para el encuentro La narrativa de mejoramiento urbano constituye en la historia de la comunidad un testimonio de agencia colectiva, es decir, de la capacidad transformadora de la acción conjunta y los resultados tangibles en el espacio. Construir un espacio de encuentro, constituyó el resultado de esta capacidad colectiva y se constituye al mismo tiempo en condición para el logro de los acuerdos de convivencia y el cese al fuego. Constituir la convivencia en un asunto público, exige contar con espacios para el encuentro, contar con escenarios donde la gente se pueda reunir para deliberar los asuntos que les atañen. Se trata pues, de la base material-espacial necesaria para sostener los procesos de diálogo y deliberación. 3. La importancia de un discurso transformador de diálogo y humanización capaz de interrumpir el ciclo fatal de la violencia armada La violencia armada conlleva en sí misma una lógica fatal de escalada: una ofensa armada exige obligación de respuesta armada; una muerte exige la revancha con otra muerte, en este ciclo, las partes se des-humanizan percibiéndose como entidades depredadoras puras (una culebra desde la perspectiva de los jóvenes; el hampa incorregible, desde la perspectiva de funcionarios policiales o el ciudadano común armado). Esta experiencia demuestra que el diálogo constituye una herramienta eficaz contra el ciclo fatal de la violencia armada al interrumpir el espiral ineludible de exigencias de venganzas para producir acercamiento e interpelar la humanidad del otro. El diálogo como herramienta para cuestionar la reproducción de la cadena de muertes, así como para definir y acordar colectivamente una nueva manera de convivir ha constituido un elemento central en la experiencia de construcción de

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acuerdos de convivencia en Catuche. En este sentido, el diálogo ha constituido una herramienta fundamental para definir conjuntamente (mujeres, pero también jóvenes) las premisas de un pacto de cese al fuego y otro modo de convivencia. La recurrencia al diálogo, implica recuperar lo que nos hace humanos, es decir, la capacidad de poner en palabras, apalabrar para establecer conflictos y también para llegar acuerdos. Constituye también el diálogo, la palabra de confrontación —en oposición al acto de agresión— el mecanismo para exigir la adherencia a estos acuerdos. El proceso de diálogo, implicó abrir la posibilidad y forjar la capacidad de darse cuenta de que “todas compartían el dolor por los hijos muertos” y la necesidad de cesar las muertes de los hijos que quedan, a partir de la explicitación de compromisos y la acción colectiva colaborativa. Con respecto a los varones, el diálogo permitió entrar en relación con ellos y reconocerles como interlocutores para fraguar acuerdos. Contar con la “palabra” dada por los varones, les permite a su vez interpelarles, exigirles en uno de los principios fundamentales para ellos en lo que concierne a su identidad masculina.

4. El fortalecimiento de la comunidad La transformación de los espacios de la comunidad ha implicado no sólo el mejoramiento material que sirve de base para los encuentros sino también la consolidación del sentido de comunidad, la construcción de relaciones enlazadas para atender problemáticas locales y la consolidación de la esperanza de que las transformaciones son posibles. De manera que una vez que aparece el clamor de rechazo a la violencia continua, la valentía de una madre se puede articular a través de una serie de relaciones y prácticas que han ido cobrando forma en la comunidad a través de años de trabajo local para organizarse y enfrentar sus problemáticas.

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5. Un modelo de organización y control social informal emergente de las comunidades Fruto de esta experiencia se tiene un modelo de organización comunitaria autóctono, adaptado a las condiciones de vida de la gente que se traduce en la eficacia colectiva y en una nueva manera de convivir. • Grupos de mujeres altamente comprometidas, vinculadas a los varones jóvenes, constituidas en Comisiones de Convivencia destinadas a discutir, negociar, establecer límites para la convivencia y el cese al fuego entre sectores con históricas enemistades. La condición femenina y la maternidad se convierten en herramientas para la acción, pues las mujeres en su condición de madres, se sienten investidas con los atributos culturales para intervenir, poner orden, “regañar”. • Las pautas de convivencia fruto del acuerdo se hallan asentadas en un documento escrito, realizado en la asamblea donde todos los miembros estamparon su firma, incluyendo los jóvenes. Este constituye el pacto fundacional a partir del cual se juzgan las acciones cotidianas. • Las Comisiones de Convivencia proveen un modelo de organización y funcionamiento cotidiano: reuniones semanales internas cada comisión —los miércoles (una comisión) los martes (otra comisión) en la noche (7:30 pm) luego del trabajo; reuniones mensuales las dos comisiones. En las reuniones semanales, una coordinadora interna lleva la agenda —se lleva una agenda escrita para hacer seguimiento de los acuerdos— y los acuerdos se discuten, todas opinan. La coordinadora comunitaria hace el seguimiento de las reuniones y agendas de las dos Comisiones. • Las reuniones de emergencia, convocadas a través de los teléfonos celulares, constituye la respuesta colectiva, en bloque e inmediata frente a los intentos de ruptura de pacto. Es la respuesta que permite “contener” las amenazas de enfrentamientos armados que eventualmente se suscitan en la vida cotidiana de las comunidades. • La figura de la Coordinadora comunitaria constituye un elemento central de enlace y mediación, y garantiza el sostenimiento en el tiempo de los acuerdos. • El trabajo de contención de las mujeres de las comisiones se evidencia en dos niveles: Individual, las mujeres que tienen cercanía particular con los jóvenes (las tías, madrinas, madres), les persuaden, dialogan, ponen límites. El trabajo grupal, se desempeña sobre todo en los casos de amenaza de ruptura del pacto, donde es menester desplegar en situación la presión en bloque, “el juego de equilibrio de fuerzas” lo que, a partir de la ampliación de la capacidad de actuar de las mujeres por la reunión de fuerzas, permite interpelar y confrontar a los varones. • Las mujeres de las Comisiones y la Coordinadora comunitaria cuentan con el acompañamiento de aliados personales y organizacionales que permiten reflexionar, evaluar, analizar y discutir las emociones y acciones experimentadas y llevadas a cabo a lo largo del proceso. Estos aliados constituyen acompañantes

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y sostienen una fuerte implicación afectiva con las mujeres. Esta implicación afectiva constituye también un compromiso para la continuidad de la participación en las Comisiones. 6. La importancia de los recursos materiales para sostener la organización comunitaria Ha sido subrayado a lo largo de este texto, la importancia de recursos que permitan cubrir la necesidades y hacer sostenible en el tiempo la acción de las comisiones. En este sentido, la remuneración de figuras claves como la Coordinadora resulta fundamental para poder permitir la presencia, dedicación y continuidad de esta figura que garantiza la sostenibilidad de las Comisiones. Adicionalmente, las Comisiones presentan gastos de funcionamiento básicos como teléfonos, materiales para sostener y llevar las agendas y rutinas, todo lo que debe considerarse en el momento de diseñar y planificar las rutinas de funcionamiento de modelos de organización comunitarias. 7. La importancia de un acompañamiento constante y confiable de figuras clave para sostener el diálogo y la mediación Una persona con trayectoria en el trabajo comunitario, que ha trabajado con constancia y ha logrado construir relaciones de confianza, resultó clave para la generación del encuentro, el diálogo y los acuerdos entre dos sectores en conflicto, y hasta hoy, es un pilar para la estabilidad de los mismos. Esa persona facilita un proceso seguro, apoya el cumplimiento de las agendas, y facilita la gestión de los conflictos entre las mujeres de las Comisiones, y entre ellas y los jóvenes. Esta construcción de la confianza ha implicado una inversión importante de tiempo, así como la constatación diaria de que no habían intereses ulteriores más allá del bienestar de la comunidad. Este tiempo, la atención genuina a las necesidades de la comunidad y la comprobación de que el trabajo era por y para la comunidad permitieron la construcción del lazo de confianza que es una herramienta fundamental para negociar en un clima crispado por la violencia. Algunos de los resultados no dependen del uso de una u otra estrategia sino que estas puedan ser accionadas por personas con confianza y credibilidad. 8. El papel fundamental del apoyo sostenido de las redes sociales internas y externas para contener la violencia armada El desamparo estatal y el aislamiento social y vecinal son procesos que se hallan como común denominador en el auge de la violencia y concretamente en los enfrentamientos armados en comunidades barriales. Las respuestas individualizadas (armarse para defenderse) y de repliegue (subir muros, colocar rejas y alambres eléctricos, atrincherarse en barrios y urbanizaciones) ocasionadas por el miedo, sólo han cedido el terreno a la expansión de la desconfianza paralizadora y a la incontinencia de las lógicas de la violencia. Catuche es el testimonio de la

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eficacia de la acción entramada en varias capas y niveles para contener la violencia armada. La (auto) organización comunitaria no se vislumbra como una posibilidad plausible en comunidades fragilizadas por el miedo y la exposición prolongada a la violencia armada. En este sentido, esta experiencia demuestra la necesidad de invertir tiempo y dedicación para fomentar y diseminar el aprendizaje sobre una manera de funcionar y convivir. La construcción de vínculos sociales y confianza es una faena que lleva tiempo. Así, en la posibilidad de la conformación de las Comisiones tenemos el trabajo previo de las comunidades cristianas, el mejoramiento urbano apoyado por la universidad, alcaldía local, organizaciones religiosas y la movilización de los vecinos; la presencia de redes educativas para atender a niños y jóvenes; la posterior estancia de psicólogos buscando apoyar y acompañar procesos de duelos colectivos que comenzaron a hacerse evidentes, así como la constancia del centro de investigación que promueve una constante trabajo de reflexividad entre las mujeres. Aunado a la presencia de estos agentes, que van tejiendo una red de soporte y apoyo a la organización comunitaria, los lazos afectivos desarrollados por las mismas mujeres entre ellas y con los jóvenes así como la ascendencia afectiva que mantiene la coordinadora comunitaria sobre las mujeres y los jóvenes son todos los elementos que cementan y contribuyen a que este tejido social se mantenga en tensión en el tiempo. Son los mismos elementos que permiten continuar en medio de los conflictos y adversidades de la vida cotidiana. Así pues, la fortaleza del pacto tiene que ver con toda la red de compromisos en la que participaron diversos actores: las mujeres, los vecinos, los jóvenes, organizaciones que hacen vida en la comunidad y organizaciones vinculadas externas a la comunidad. En este sentido, los aliados sociales y las mejorías en términos de las ayudas reales para el mejoramiento de la situación de la vida cotidiana constituyen, si se quiere, condiciones antecedentes que promovieron prácticas emergentes de organización comunitaria que se constituyen a su vez en condiciones para el pacto, del cual se derivan prácticas emergentes de negociación y diálogo que han cimentado esta tradición de convivencia y la voluntad de defenderla frente a las recurrentes amenazas de ruptura. 9. La urgencia de reivindicar la centralidad del Estado para la garantía de convivencia La eficacia de las prácticas colectivas de estas mujeres no debe, bajo ninguna circunstancia eludir la centralidad de la responsabilidad del Estado en la garantía de convivencia. No debe olvidarse que se trata de estrategias de sobrevivencia que responden a las muy adversas condiciones, a la profusión de enfrentamientos armados y al desamparo frente a la cual se hallan estas mujeres. Las bondades de la iniciativa de las comunidades organizadas a involucrarse deben evaluarse

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con cuidado no vaya a ser que sirva para desembarazar al Estado de la responsabilidad de atender las necesidades más básicas de las comunidades en riesgo y uno de sus atributos fundamentales: la garantía de la convivencia pacífica y el respeto universal a la vida a través del monopolio de la violencia y la protección de los derechos de la gente. De allí la necesidad de políticas públicas destinadas a establecer la convivencia pacífica, teniendo como énfasis las personas, la búsqueda de su bienestar, y el resguardo de los Derechos Humanos, aún reconociendo la diversidad de intereses, tensiones y conflictos. En esta línea, se hace manifiesto la urgencia de políticas destinadas a promover la profesionalización de la labor y mejoramiento de las condiciones de vida de los agentes policiales; el control de armas y municiones así como la restricción de uso y circulación, el mejoramiento del sistema de justicia, entre otros.

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LOS DESAFÍOS Y AMENAZAS VISLUMBRADAS La tregua es frágil y se asentó sobre deudas que no han sido resueltas por la justicia. Adicionalmente, las necesidades de estas comunidades aún no están resueltas y los jóvenes se mantienen en una angustiante situación de marginación. Mientras esto sea así el malestar y la violencia serán una posibilidad. Tres grandes amenazas se vislumbran en este proceso comunitario. Duelos, dolores y tensiones aún presentes En la comunidad el dolor y la rabia acumulada por las múltiples pérdidas, aumenta la sensación de deshumanización a que les somete el poco reconocimiento de su sufrimiento. La reconciliación que se ha logrado se caracteriza por la promoción de momentos de encuentro y diálogo, que han activado un pacto de pacificación, una especie de tregua no definitiva, que sólo podrá superarse con la instauración de un verdadero sentido de justicia y el cese de la impunidad, que fortalezcan la posibilidad de la reconciliación y limiten la orientación a la venganza.

El dolor y la rabia acumuladas por las múltiples pérdidas, aumentado por la sensación de deshumanización a la que les somete el poco reconocimiento de su sufrimiento, producen la sensación de ira y la necesidad de venganza. Ese dolor de la deshumanización parecería justificar y exigir la retaliación violenta. La reconciliación que se ha logrado se caracteriza por la promoción de momentos de encuentro, diálogo, generación de acuerdos y un compromiso general de no agresión. Si por un lado en la experiencia de “Catuche” se privilegia la convivencia y el deseo de un futuro donde la vida no sea constantemente amenazada por la violencia armada, por el otro, el precio del resultado es la tolerancia, el olvido y la impunidad frente a las muertes pasadas. Los sentimientos que dejaron las muertes pesan como para impedir un reencuentro. Hay un pacto de pacificación, como dice una de las mujeres, pero “no es que vamos a vivir juntos”. Continúa habiendo una distinción entre el nosotros y ellos que se sigue trasmitiendo a los más jóvenes y las pugnas se continúan trasmitiendo a través de las generaciones. La instauración de un sentido de justicia, tradicionalmente a través del castigo justo, del reconocimiento del daño causado, manifestado a través del arrepentimiento y las disculpas, el perdón recíproco y arreglos que reconocen el daño causado, serán claves para prevenir que nuevos daños se produzcan y pueden contribuir a una reconciliación que prevengan las orientaciones de venganza (Staub, 2003). A largo plazo, constituye la apuesta por el cese de la impunidad, la confianza en el funcionamiento de la justicia y la garantía de los derechos más básicos: derecho la vida, a la justicia. Sobrecarga de las mujeres El tipo de compromiso implicado en las Comisiones es sumamente demandante, y se acumula a los esfuerzos por garantizar el sustento familiar en medio de las dificultades. No podemos perder de vista que el que las mujeres hayan logrado gestar una tregua es encomen-

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dable, abre esperanzas para forjar instancias preventivas adaptadas a las comunidades y para seguir conquistando espacios para la reconciliación. Sin embargo, registrar y divulgar los esfuerzos de estas madres podría hacer perder de vista la responsabilidad de otros actores involucrados. Primeramente, hay que subrayar el hecho de que la violencia entre los sectores en Catuche, como lo es en el resto del país es sobre todo una violencia ejecutada por hombres contra otros hombres. Salta a la vista entonces la pregunta de: ¿dónde queda el rol de las figuras masculinas, tanto protagonistas de la violencia como acompañantes o cuidadores de estos jóvenes en todo esto? Existen algunas expresiones de hombres comprometidos con la comunidad en varios de los relatos de organización para la construcción de la vivienda y por supuesto a través de la figura del sacerdote. No queremos menospreciar tampoco la importancia de las acciones de los mismos jóvenes en este proceso. Sin embargo, parecería que las mujeres cargan con un peso desproporcionado y habría que seguir pensando cómo se pueden involucrar los hombres en estos procesos. En segundo lugar, reiteramos, es una tarea fundamental del Estado la de monopolizar la violencia y proveer seguridad a sus ciudadanos. Las Comisiones presentan una pujante potencialidad para constituirse en instancias preventivas al componer un espacio donde mujeres-madres, la mayoría sin pareja, se apoyan en la crianza y en establecimiento de límites con respecto a sus hijos varones adolescentes, pero no puede esperarse que sustituyan atribuciones del Estado. La Precariedad del pacto mientras persista la condición de exclusión de los jóvenes y las desventajas sociales en el barrio Los jóvenes con quienes conversamos se hallaban acorralados en la dificultad recurrente de encontrar empleos dignos que les permitieran sostener un estilo de vida aceptable y cónsono con sus

La tarea desempeñada por las mujeres en las Comisiones sobrellevando múltiples adversidades, es admirable, pero también esperanzadora por la eficacia y creatividad en su funcionamiento. Sin embargo, esto no debe distraer la mirada sobre la escasa participación de los hombres en la regulación de la violencia, la sobrecarga de las mujeres y la urgencia de la presencia del Estado en uno de sus atributos básicos como es garantizar la convivencia, el resguardo de los derechos humanos de los ciudadanos.

aspiraciones de reconocimiento. Al mismo tiempo, el apego a los acuerdos de convivencia y al pacto les producía intensas tensiones en lo que concierne a su identidad masculina y la obligación de defenderse y establecerse como varones de respeto, identidades necesarias y preeminentes en el barrio Las posibilidades de instaurar el modelo de prevención comunitaria forjado en las Comisiones de Convivencia involucra adicionar aliados fundamentales que permitan procesos de vinculación y formación de jóvenes (en oficios, destrezas, sensibilidades artísticas)

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y capacitación para el trabajo productivo sostenible en el tiempo. Implica fomentar procesos reflexivos sobre las identidades masculinas tradicionalmente valorizadas por el ejercicio del poder y la dominación. Sin embargo, un contexto más amplio donde se ensalce una virilidad armada y una visión militar sobre la gestión de los conflictos se erige como un obstáculo y una contradicción fundamental a superar. Cualquier esfuerzo de construcción de diálogos y pacto de Resulta necesario articular alianzas que permitan procesos de vinculación y formación para los jóvenes (en oficios, destrezas, sensibilidades artísticas) y capacitación para el trabajo productivo. Se trata de promover las capacidades socioproductivas acorde sus necesidades a fin de construir una plataforma material para forjar identidades masculinas reconocidas. Cualquier esfuerzo de construcción de diálogos y pacto de cese al fuego, si quiere ser sostenible debe concebir como componente fundamental una línea de trabajo con jóvenes. Sin embargo, por otro lado, en un contexto más amplio donde se ensalce una virilidad armada y una visión militar sobre la gestión de los conflictos se erige como un obstáculo fundamental a superar.

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cese al fuego, si quiere ser sostenible debe concebir como componente fundamental una línea de trabajo con jóvenes en el cual se forjen capacidades socioproductivas acorde a las necesidades de los varones de levantar una plataforma material para construir identidades masculinas reconocidas. La capacitación para el trabajo y la sostenibilidad económica de los proyectos laborales juveniles sigue siendo uno de los mayores desafíos para establecer puentes con los jóvenes en general y más aún los de sectores populares. Evidentemente no se trata de trabajos que sólo otorgan imágenes del sí mismo como humillado y en subordinación, lo que los jóvenes rechazan con vehemencia. Se habla de proyectos laborales que permitan invertir la propia creatividad; se trata de actividades con sentido para la propia persona, que impliquen además oportunidades de reconocimiento. Forjar actividades con sentido para los jóvenes entendidas como aquellas que permitan alcanzar una noción de realización personal y reconocimiento social constituye una apuesta central, y de allí la importancia de la participación de jóvenes en la concepción y formulación de alternativas para ellos.

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COMENTARIOS FINALES Las acciones de las mujeres y los jóvenes de Catuche, junto a las asociaciones que los han acompañado retumban como un recordatorio pertinente y necesario: la fuerza de la acción colectiva para construir puentes como una solución mucho más contundente que la lógica de la retaliación, la represión, la imposición del poder a la fuerza, la estigmatización o la multiplicación de pequeños guetos atrincherados por toda la ciudad. Catuche tiene el potencial de servir de chispa de inspiración, estímulo para retomar lo que se sabe ya de lo importante que es construir acción colectiva y promover y cuidar el tejido social. Catuche nos brinda un testimonio concreto y factible, cultivado a partir no sólo de las dificultades sino también desde las fortalezas culturales de nuestro país. Atestiguan el poder del vínculo afectivo que humaniza, que se organiza y cobra fuerza adquiriendo así un poder institucional dentro de la comunidad. A las lógicas de “plomo al hampa” o del “destino final de todo delincuente es la prisión o bajo tierra” que tan poco resultado han dado, la comunidad

La experiencia de las mujeres y jóvenes de Catuche recuerda que la fuerza de la acción colectiva para construir puentes ante la problemática de violencia es una solución mucho más contundente que la lógica de la retaliación y la represión.

ha respondido con diálogo, negociación y reconocimiento del otro. Deseamos que estas páginas contribuyan al desarrollo de iniciativas similares.

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Pistas para la Acción

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Acuerdos Comunitarios de Convivencia ante la Violencia Armada


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"¡Nosotras no podemos dejar que haya otro muerto más!’ ‘¡Nosotras no podemos seguir así, nosotras tenemos que luchar! ...Cuando yo tuve la primera reunión, que yo subí me decían: ‘¡Tú estás loca! ¿Cómo tú te vas a meter pa’ allá arriba, estás buscando que te maten ahí? Yo voy a subir, porque no va a ser así.’ Yo estaba con Dios pues. Y cuando me reuní con ellas que estaban toditas así, como con pena, cuando les dijeron ésta es la mamá de Andrés [el joven asesinado], ellas dijeron: ‘¡Nosotras también queremos luchar, porque nosotras también estamos cansadas!’ Y yo dije: ¡Gracias! Porque ellas también dijeron: ‘¡Queremos luchar! ¡Estamos cansadas de esto!’ Y yo digo que fue un apoyo, ¡Sí vamos a luchar!” Integrante de las Comisiones de Paz de Catuche.

“Nosotros pensábamos que aquellas iban a venir a guerrear para acá. Eso lo pensaron ellas y nosotras también. Pensábamos que si vienen a pegar cuatro gritos nosotras no nos vamos a dejar, pero primero vamos a escucharlas. Y en verdad fue una reunión que al final salimos abrazadas, llorando todas, porque todas teníamos el mismo problema. El mismo problema que estábamos viviendo nosotras aquí, lo estaban viviendo ellas allá, que si dormir con el colchón encima, encerrado, que le daba miedo ir a la calle a comprar. Todo, todo, lo mismo, y entonces esa reunión fue bonita a pesar de todo.” Integrante de las Comisiones de Paz de Catuche.


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