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afganistán. mujeres y niñas excluidas

Mujeres haciendo cola para recibir dinero en un punto de distribución del Programa Mundial de Alimentos en Kabul. 20 de noviembre de 2021. © AP PHoTo/PETRoS GIANNAKoURIS

muchos afganos vivieron con horror la toma del poder de los talibanes. las desesperadas huidas agarrados a los bajos de los aviones reflejaron en dantescas imágenes el miedo en estado puro. sin embargo, nadie duda de que quienes mayor pánico sintieron cuando los talibanes se hicieron con la victoria fueron las mujeres y las niñas.

No es para menos, con el anterior Gobierno talibán, entre 1996 y 2001, las mujeres no podían salir de casa ni pisar la calle solas, ni estudiar, ni trabajar, ni participar en las decisiones de su comunidad política, ni asistir a una consulta médica por propia decisión, ni quedarse a solas con el médico varón para contarle sus problemas de salud. Y las penas eran severas: desde lapidaciones y palizas públicas hasta ejecuciones, pasando por detenciones.

Después, durante los últimos 20 años, y a pesar de la inestabilidad política y el conflicto en Afganistán, las mujeres habían conseguido avanzar en muchos derechos: cerca de 3,3 millones de niñas tuvieron acceso a la educación, y las mujeres empezaron a participar de forma activa en la vida política, social y económica del país: podían ser dueñas de sus propios negocios y ocupar cargos políticos.

Ahora, con respecto al anterior régimen talibán algo sí ha cambiado: sus formas se han suavizado, y durante los inicios procuraron mostrar al mundo la imagen de que las mujeres seguirían teniendo derechos. Al menos las que se encuentran “dentro del marco de la ley islámica”. Pero la realidad es cada vez más aterradora. La última señal de S.O.S. que envían activistas de derechos humanos alerta de que algunas mujeres han sido detenidas por organizar protestas y han permanecido durante días en paradero desconocido. No se sabe qué ha sucedido en esos días, porque no se atreven a hablar más.

Mujeres como Alia Azizi, alta funcionaria de prisiones para mujeres, que lleva casi cinco meses en paradero desconocido tras acudir a su trabajo en Herat. Su desaparición desató las protestas de mujeres en Kabul, que fueron acalladas por los talibanes mediante el empleo de dispositivos de electrochoque y de sustancias químicas, como pulverizadores de pimienta, que les causaron graves irritaciones de piel y ojos, según Human Rights Watch.

violencia de gÉnero: prisiones abiertas, albergues cerrados

A su llegada al poder los talibanes también decidieron abrir las prisiones en todo el país, sin pensar en el riesgo que supone que quienes están condenados por delitos de violencia de género queden libres para volver a ejercer esa violencia. Mientras se abren esas puertas de las cárceles, se cierran las de los albergues y otros servicios esenciales para las mujeres y las niñas sobrevivientes. Según un profesional del derecho especializado en violencia de género entrevistado por Amnistía Internacional, podrían haber dejado en libertad a más de 3.000 maltratadores en el plazo de un mes.

“Mi hermano y mi esposo son mis enemigos. Si nos ven a mí y a mis hijos nos matarán. Estoy segura de que me están buscando porque saben que el albergue ha cerrado”, contaba Zeenat*, quien recibía por parte de esos dos maltratadores palizas regulares hasta que se refugió en un albergue. Ahora está escondida, sin tener con qué calentarse y pasando hambre.

Las mujeres ni siquiera pueden ir solas a denunciar, ya que necesitan un mahram (tutor varón) que les acompañe a todas partes.

A Fariha la golpeaban regularmente su esposo y los familiares de éste: “Mi esposo agarraba lo primero que encontraba y me golpeaba. Cuando lo hacía, su familia se juntaba para mirar. Sucedía casi a diario. La primera vez me pegó con un alambre. Me hizo hematomas en todo el cuerpo. Después me pegaba sólo por debajo de la cintura. Me decía que me iba a pegar en esos sitios (los genitales y las nalgas) que no se veían”.

Fariha estaba embarazada de nueve meses cuando habló con Amnistía Internacional y buscaba desesperadamente un lugar seguro para vivir: “Antes había un refugio e iba allí. Solicité que me admitieran, pero me dijeron que había cerrado”.

A Adilia la obligaron a casarse con un hombre de 80 años cuando ella tenía siete: “Pasé un año

*Los nombres de algunas mujeres han sido cambiados para proteger su identidad.

“[...] algunas mujeres han sido detenidas por organizar protestas y han permanecido durante días en paradero desconocido.

viviendo con él, durante el cual me pegó todos y cada uno de los días mientras me decía que por qué no me quedaba embarazada”. Adilia huyó, pero volvieron a casarla. Su segundo marido y los familiares de éste la sometían a palizas y otras formas de violencia y abusos de forma habitual. Cuando habló con Amnistía Internacional, hacía poco que la habían transferido a uno de los pocos refugios que aún continuaban abiertos en el país. Y relataba: “Estamos muy asustadas. ¿Durante cuánto tiempo vamos a poder estar aquí? Los talibanes vinieron al refugio a las doce y a la una, y luego más veces durante el día. Les dijimos que éste era un lugar seguro para nosotras, pero no nos creyeron. Ya no estamos seguras en ningún sitio”.

volver a la casilla de salida

No sólo las mujeres supervivientes de violencia de género se encuentran en grave peligro. También quienes trabajaban protegiéndolas en el sistema de servicios esenciales están ahora en riesgo. No es nuevo, antes de la toma del país por los talibanes ya hacían frente a riesgos importantes, pero ahora su vida corre un peligro mucho mayor.

Algunas de las mujeres que hablaron con Amnistía Internacional estaban devastadas ante el desmoronamiento del sistema que tanto esfuerzo les había costado construir. Una exmagistrada lo expresaba así: “Trabajé durante 20 años para construir esto desde cero, presionando, corriendo de un despacho a otro para convencer a todo el mundo de que necesitábamos un marco para proteger a las mujeres. Hace falta mucha valentía, sacrificio y energía para poner en pie algo así partiendo de cero. Y ahora regresamos de nuevo a cero”.

Violencia de género, trabas para el acceso a la educación y al mundo laboral, exclusión de la vida pública y política, represión... Las mujeres y las niñas en Afganistán se enfrentan una vez más a la crónica de una tragedia anunciada ante los ojos del mundo, y por más que miremos, aunque ya estamos dejando hasta de mirar, nadie parece hacer nada para detener esta barbaridad. ai

Mujeres afganas durante una protesta en Kabul, Afganistán. 21 de octubre de 2021. © AP PHoTo/AHMAD HALAbISAZ

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