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MIGRACIÓN IRREGULAR Y EL INTERÉS NACIONAL EN RD UN ENFOQUE REALISTA DE LOS ELEMENTOS DEL PODER NACIONAL

Carolina Ramírez Herrera

Especialista en Seguridad

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Con cierta frecuencia se habla de los Campos del Poder Nacional, como la expresión integrada de todos los medios y recursos de los que dispone una nación para promover y alcanzar el logro de sus objetivos nacionales, tanto en el ámbito interno como en el contexto internacional. Una importante cantidad de tratadistas han coincidido en dividir los Campos del poder Nacional en: político, económico, social y militar.

Sin embargo, este artículo se concentra en analizar el desafío de la regulación migratoria en República Dominicana, en función a otra clasificación de estas capacidades nacionales, que son fundamentales para la planificación y ejecución de políticas domésticas y externas, en función de intereses nacionales preestablecidos, de forma tal que sean alcanzados los objetivos nacionales. Esta nueva clasificación los denomina Elementos del Poder Nacional y los subdivide en: demográfico, geográfico, económico, científico-tecnológico, histórico-psicológico-sociológico, organizativo-administrativo y militar.

Desde el enfoque sociológico de Max Weber, el “poder” es entendido como aquella oportunidad o posibilidad que existe en una relación social, en donde un individuo, deliberadamente, influye en el comportamiento de otros, en una dirección prevista, para lograr cumplir su propia voluntad. Mientras que, el concepto “poder nacional” implica el conjunto integrado por todos aquellos componentes que permiten a un país determinado, la utilización de sus capacidades nacionales para planificar y ejecutar políticas públicas internas y externas, en función de intereses nacionales preestablecidos, de forma tal que sean alcanzados los objetivos nacionales.

Es importante tener en cuenta que el concepto poder nacional no está referido a los niveles de constitucionalidad y legalidad operativa en el contexto doméstico de un país, puesto que eso concierne a los poderes públicos, es decir, a aquellos órganos e instituciones del Estado a quienes corresponde, en su dimensión coactiva, el monopolio legítimo de la violencia. El poder nacional implica una combinación de todas las capacidades estatales, ya sea en términos políticos, económico-financieros, tecnológico-industriales, comerciales y militares, así como, los mecanismos mediante los cuales esta combinación es expresada, en el entorno interno y externo del país.

Una adecuada valoración del poder nacional de un determinado país implica que éste sea referenciado ante el trasfondo de otros poderes nacionales, por lo que resulta mucho más factible estudiar el poder nacional en la esfera de las relaciones internacionales. Para tales fines, es de gran utilidad el marco conceptual de las teorías planteada por Frederick Howard Hartmann, sobre los Elementos del Poder Nacional, en la 6ta. edición de su libro “Introducción a las Relaciones Internacionales”, en donde intenta analizar la esencia de los problemas transnacionales desde la óptica realista, partiendo de la idea de que habitamos en un mundo cada vez más pequeño, donde el impacto de cada parte sobre las demás es mucho más grave que nunca.

Desde este panorama, Hartmann comienza a teorizar sobre las situaciones nacionales y transnacionales, sosteniendo que en la solución a todo problema que se presente en una nación, el Estado es el principal actor, debiendo éste tener la capacidad de trabajar en función de sus mejores intereses; planteando que las naciones deben defender, además del control de su territorio, los valores que le diferencian de las demás, con relación al mundo exterior; argumentando que las opciones políticas que toma el gobierno representan una salida conforme a los factores internos de ese Estado y los derivados del medio externo.

El elemento fundamental de la política exterior de cada país, debe ser el interés nacional, conformado por aquellas cosas que los Estados tratarían de proteger a toda costa o conseguir frente a otros, el cual es producto de una interacción compleja, que Howard se atreve a dividir en intereses vitales y secundarios, definiendo como vitales aquellos por los cuales el Estado está dispuesto a luchar, y secundarios los que simplemente querría lograr, pero que al formular sus políticas trata de adaptarlas para que sean compatibles con las de otras naciones.

Hartmann se imagina a un funcionario que toma decisiones entre fuerzas internas y externas, centrando su foco de análisis en los procesos mediante los cuales los Estados deben amoldar sus decisiones al interés nacional, sin perder de vista el impacto que causa sobre sí lo que sucede en otros Estados.

Desde enfoques realistas, para preservar o satisfacer sus intereses vitales y lograr así su seguridad nacional, los Estados deben utilizar los modelos de poder que le permitan garantizar una adecuada defensa de sus intereses nacionales. Y es justo el escenario en que juega un papel estelar el Poder Nacional, como resultado de la suma de todas las fortalezas que posee una Nación, para el establecimiento de su estrategia de desarrollo y la consecución de sus objetivos nacionales.

En este contexto, para Hartmann, el término “Poder”, significa cuán débil o fuerte es un Estado, la fuerza o capacidad que éste puede utilizar para satisfacer sus intereses nacionales e influir en otros. Debido a que las relaciones entre Estados soberanos son siempre en su raíz una política de poder, que

variará de acuerdo a lo que esté en juego; cómo se perciba la cuestión y con quién se trate; construyendo una conjunción de la que surgen siete conceptos a los cuales él llama los “Elementos del Poder Nacional”.

Para Hartmann los “Elementos del Poder Nacional” son: demográfico: cuántos habitantes hay, cuál es su estructura y su tendencia; así como el componente geográfico: dónde vive la gente y bajo qué clima, cómo influye su ubicación geográfica y qué tamaño tiene su territorio. Aquí es fuerte la geopolítica, la ubicación es importante en términos estratégicos, porque existe una interacción entre la población y el medio geográfico.

Un elemento sumamente importante es el económico, puesto que determina cuáles son los recursos del pueblo, materias primas, Producto Interno Bruto (PIB), escasez o abundancia de materiales críticos. La autosuficiencia económica es una cualidad importante. De ahí la incidencia de la economía en el elemento científico-tecnológico puesto que, los descubrimientos y las nuevas tecnologías son importantísimos conocimientos que generan poder y dependencia de otras naciones. Además, pueden volcarse a actividades relacionas con la defensa nacional.

Todo aquello que le ha sucedido a lo largo de la historia a la Nación, cómo tiende a pensar, cuáles son sus actitudes típicas, cómo está estructurada la sociedad, son componentes del elemento histórico-psicológico-sociológico.

El elemento organizativo-administrativo, se refiere a la forma de gobierno, la actitud que asume el pueblo ante éste, así como el grado de fortaleza, eficacia y eficiencia de las instituciones de la administración pública; mientras que el militar, tiene que ver con qué tan efectivo y eficiente ha sido el desarrollo de sus fuerzas armadas. Como bien plantea Richard Vásquez Jiménez, en su libro sobre Seguridad Nacional y Desarrollo Económico, la expresión militar del poder nacional implica, además, la función de brindar apoyo para la estabilidad y seguridad de los demás elementos del poder antes mencionados; misión que cumple, utilizando el recurso humano que componen las Fuerzas Armadas de la Nación, así como los equipos y tecnología de la que disponen.

A modo de conclusión, se puede decir que el poder nacional de un país sólo puede ser analizado y medido observando su efectividad en la interacción internacional con otros poderes nacionales. Siendo así, todo accionar del poder, que proviene de un país con capacidad de incidir más allá de sus fronteras, para garantizar los intereses nacionales siempre deberá ser reconocido como parte de su poder nacional.

Es tiempo de que República Dominicana empiece a hacer valer su poder nacional, en áreas tan sensibles como la regulación de la inmigración irregular de extranjeros al territorio dominicano. Naturalmente, para ello se requerirá de voluntad política, a fin de que intereses particulares (domésticos y foráneos) no estén por encima del interés nacional. Pero esa voluntad política, para garantizar la seguridad y el bienestar que anhelamos los dominicanos, no debe limitarse sólo a los tomadores de decisión (cuya obligación es ineludible), cada ciudadano es responsable de cumplir y hacer cumplir las leyes de migración que como pueblo nos hemos dado; y eso incluye evitar contratar mano de obra extranjera no regularizada. Para conseguir respeto en la comunidad internacional, debemos empezar por respetarnos nosotros mismos.

Al tiempo de exigir a las autoridades que cumplan y hagan cumplir las leyes de migración; cada uno de los dominicanos, desde el rol que juega, ya sea como empresario, político, militar, policía, estudiante, líder religioso o comunitario, debe estar consciente de la responsabilidad que pesa sobre cada uno de nosotros; y que de nuestro accionar particular depende la supervivencia futura de esa República Dominicana por la que lucharon nuestros héroes y antepasados. El desafío, en materia de migración, es complejo e incómodo, pero se reduce a una expresión que nos obliga a todos, sin excepción, cumplir la ley.

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