Nancy Burson, sin tÍtulo, 1989.
Este retrato se ha obtenido mezclando un rostro humano con la
ilustración de un alienígena.
Pertenezco a la raza de los escépticos: si yo hubiese sido santo Tomás, no sólo hubiese necesitado tocar las Hagas de Cristo para creer en su resurrección sino que también habría propuesto, por añadidura, tomarle las huellas dactilares, hacer estudios odontológicos y la prue ba de información genética del ADN, tal como prescribe hoy la metodología forense para identificar rigurosa mente a los cadáveres dudosos, sean cadáveres resucita dos o cadáveres definitivamente muertos. Por eso me encuentro entre aquellos que, a pesar de los tres retrovisores de mi automóvil, en un adelanta miento o en un cambio de carril, no evito el gesto espon táneo de torcer la nuca para asegurarme de que ningún otro vehículo se encuentra traidoramente a mis espaldas. y desde luego no es sólo por la existencia de lo que en las autoescuelas llamaban el ángulo ciego. Necesito cercio rarme con mis propios ojos. Cuando se trata de algo importante para mí, como es mi integridad física, me produce desconfianza cualquier artilugio entre el peligro y yo, aunque se trate de un espejo inocuo.-.Necesito la ga antía 8ue me proporciona la visión directa. Mi recelo ante el espejo se agudiza ante artilugios aún más complejos como la cámara fotográfica, de la que el espejo ha aCluado a menudo como metáfora. En el ca pítulo anterior ya salió a colación la figura de la fotogra fía como "un espejo con memoria". Esta expresión fue propuesta por Oliver Wendell Holmes en 1861 para cali