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Joan Fontcuberta
tista desconocido" habla de virus mutante al referirse al sentido en la fotografía, esas acciones artísticas se nos an tojan intoxicaciones informativas controladas, es decir, vacunas cuya misión será inducir al organismo (social) a generar sus propias defensas. Empezaba este texto con una disquisición etimológica y puede que convenga pro seguir por esa vía: tal vez la propuesta más acertada sea la que contenga el juego de palabras de Jean-Luc Godard cuando sustituye photographie por jaux-tographie. Las imágenes técnicas han apuntalado ortopédica mente el universo del fraude y de lo falso. La voluntad de contestar o de "contradecir" el statu quo de un cierto or den visual basado en la evidencia fotográfica me llevó a formular la noción de contravisión. Utilicé por primera vez ese término en un ensayo publicado en la revista The Village Cry (Basel, 1977), y luego lo fui revisando en tex tos posteriores. Se trataba de una especie de justificación programática personal, sin aspiraciones teóricas, simple mente como una reflexión sobre mi propia obra. Propo nía que la contravisión debía entenderse como la acción de ruptura con las "rutinas" (según su acepción en infor mática) que controlan los "programas" del pensamiento visual: actuar como un hacker atacando las defensas vul nerables del sistema. La contravisión debía pervertir' el principio de realidad asignado a la fotografía y no re presentaba tanto una crítica de la visión como de la in tención visual. La fotografía contravisiva invocaba, en síntesis, una triple subversión: la del "inconsciente tecnológico" del sistema fotográfico; la del estatuto on tológico de la imagen fotográfica y de sus plataformas de distribución; y la del significado usual de un concepto
La escritura de las apariencias
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de libertad enmascarado por los espejismos de la socie dad tecnocrática. Con las matizaciones obvias alentadas por el tiempo y, si cabe, una cierta madurez, estas ideas me siguen pareciendo vigentes. Y no sólo para mí sino también para muchos de los protagonistas que, a mi en tender, marcan actualmente las propuestas artísticas más radicales. La fotografía, en su origen, tuvo que acercarse a la ficción para demostrar su naturaleza artística y su ob jetivo prioritario ha consistido en traducir los hechos en soplos de la imaginación. Hoy en cambio lo real se funde con la ficción y la fotografía puede cerrar un ciclo: devol ver lo ilusorio y lo prodigioso a las tramas de lo simbóli co que suelen ser a la postre las verdaderas calderas donde se cuece la interpretación de nuestra experiencia, esto es, la producción de realidad.