Alvaro fierro poemas la mirada en el agua año 2011

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LA MIRADA EN EL AGUA Una sucesión de 22 poemas dedicados a sendas obras de artistas plásticos

Autor: Álvaro Fierro Clavero Madrina: Ana López de Letona Galería: Pepe Pisa 22 de marzo de 2011 - Día Mundial del Agua


Índice Alejandro Lucadamo – Ojo de agua ...................................................................... 3 Alfonso Zubiaga - La luz del agua ......................................................................... 4 Carlos Sánchez Alonso – Jaula para guardar doce gotas de vida .................. 5 Águeda de la Pisa – Lluvia helada ......................................................................... 6 Cristina Almodóvar – Tres peces rojos ................................................................ 7 Flavia Bernar – Lavado automático....................................................................... 8 Álvaro Ibarra – China Latins................................................................................... 9 Ciucco Gutiérrez - Cienfuegos ............................................................................. 10 Ana Ance – The blue lagoon ................................................................................ 11 Carlos Arriaga – Reflejo naranja .......................................................................... 12 Martín Blázquez – Solaris ...................................................................................... 13 Silvia Paredes – Creí que estaba fuera ................................................................ 14 Anuca Aísa – Herida ................................................................................................ 15 Paz Juristo – Punto y seguido ............................................................................... 16 Bibiana Fierro – Paris Rodin Museo ................................................................... 17 Carlos Díaz de Bustamante – Una mirada al mar ........................................... 18 Jaelius Aguirre – Mare Nostrum .......................................................................... 19 Mónica Sánchez Robles – Agua, reflejos ........................................................... 20 Claudia Stilianopoulos – Uganda ......................................................................... 21 Matilde Roca de Togores – Pasa el agua ............................................................ 22 Limberth Rojas – Objeto objetivo ....................................................................... 23 Pasquale Caprile – Agua ......................................................................................... 24


Alejandro Lucadamo – Ojo de agua Nos asomamos al silencio para nacer una vez más durante la invención azul del agua, y en las mejillas quietas de la oscuridad veíamos los mundos de que está hecha imperceptiblemente la frescura, la dimensión nupcial que sus regiones últimas aloja cuando se inicia la vida en la materia, cuando la juventud no se desgasta porque consiste en humedad, en claridad, en música, y es el temblor el más dulce pretexto.


Alfonso Zubiaga - La luz del agua Cayó la bóveda celeste mientras mirábamos el mar, mientras la luz ardía en las fronteras donde la atmósfera pregunta y el horizonte acaso roza la distancia. Nadie nos dijo al ver las ruinas de la transparencia que la luz fuese en realidad una mortaja con la que el sol entierra lo que no puede ser jamás recuperado, lo que ha dejado de volar porque le falta un sitio en que posarse, lo que agoniza a tientas, ebrio tras la hermosura de saberse ígneo.


Carlos Sánchez Alonso – Jaula para guardar doce gotas de vida Cuando murió la luz encarcelamos la lluvia en un estanque y su color cansado cupo en una cesta de cordel, en una trampa transparente donde jamás se supo de los pájaros. Una mañana descubrimos unas lágrimas de acero con las que aquel recinto despojado de música rememoraba sigilosamente las infancias del agua, esa ternura primitiva, esa cadencia mineral con que la luz primera atravesaba cada gota cuando el bautismo del paisaje.


Águeda de la Pisa – Lluvia helada En las alcobas íntimas del agua se desvistió el olvido al pronunciar dentro de sí los nombres encadenados a la sed, al encontrar en sus perímetros cautivos disuelta tanta súplica. Eran millones. Oscurecían la razón. Sus murmurados labios aún imaginaban ese sabor amable de los ríos, sus piruetas, sus burbujas, su manera jovial de rodear obstáculos, ese frescor, Dios mío, de la piel sumergida en su música cuando en el mundo era primavera y a nadie le importaba que no lloviese todavía.


Cristina Almodóvar – Tres peces rojos Este mundo es un sueño en el que te has perdido. Un espejo sin norte. Líquidamente buscas una puerta, un movimiento solo, una salida para desanudar tu cuerpo del presente y regresar a ti y emocionarte y que el transcurso gris de lo que te sucede te devuelva a la vida. Este mundo es un sueño por el que pasa alguien como tú, habituado a las preguntas, deshabitado de la dicha, trascendental e intrascendente a un tiempo, alguien que se sumerge cada día en los embalses de la realidad y pese a su experiencia en las prisiones sigue peregrinando aunque no esté seguro de estar vivo.


Flavia Bernar – Lavado automático Al regresar del sueño comprendí que el tiempo es el camino que necesita el agua para viajar y emocionarse, para abrazarse al suelo de los charcos y en su envoltura fresca recoger todas las lágrimas. Para que el agua no supiera que la amo, que estoy enamorado de su carne florecida en la lluvia, para mirarla verdaderamente puse a llorar mis ojos sin un rumbo, sin un motivo cierto. Fue tan maravilloso descubrir entonces que el agua está llena de rostros, de lugares donde se nos espera como se espera a un hijo.


Álvaro Ibarra – China Latins Voy a escribirle al agua con mi cuerpo. Que mi materia misma sea mi modo de pensar, que mi esqueleto sea el que formule nacida de mis células una pregunta radical, que mi volumen de homo sapiens taciturno y estúpido se derrame en el agua para que el día en que termine este cerebro mío de mostrarse haya al menos un surco, una sucinta espuma en algún sitio que le recuerde al universo de qué sirvió mi búsqueda.


Ciucco Gutiérrez - Cienfuegos Para llenar de luz definitivamente el mundo y que sobre la piel de los océanos surgieran los rostros íntimos del agua seria necesario tergiversar la oscuridad con una lámpara infinita, emancipar las sombras de los cuerpos y que el paisaje comprendiese hasta qué punto es necesario el horizonte si nos obliga a la esperanza algún problema, por qué es la cercanía la distancia donde madura la penumbra, en qué consiste el cielo cuando la realidad escapa y la respiración nos envenena y no queda ya nada de nosotros, cuando sólo reside la alegría en los subsueños del recuerdo.


Ana Ance – The blue lagoon Fuimos todos al agua para escuchar lo que pensaba el corazón. Estábamos tranquilos como los inocentes ante el Juicio cuando nos dimos cuenta de que se había construido entre nosotros todo lo que faltaba para librarnos de la soledad. Poco a poco nos íbamos uniendo en un multiplicado ser reunido, en un sosiego ciego entre los hombres y era terriblemente hermosa aquella insurrección de la ternura y la amistad, aquel improvisado vínculo. De pronto el agua se encaramó hasta el cielo para parir un cráter del que salió un pentecostés que nos tocaba la cabeza cuando por fin nacimos juntos.


Carlos Arriaga – Reflejo naranja Ya no recuerdo por qué fallece el oro, en qué vaivén del agua se desmaya cuando la transparencia lo derriba de sus aéreos cauces y en un temblor caduca, por qué decide agonizar hasta la luz siguiente sin permitir siquiera esta plegaria de mis enamorados labios, por qué abandona sus edades, sus motivos y parte hacia el subsuelo de la mirada atenta igual que si quisiera almacenar sus glorias en los vetustos cofres que todo el que haya contemplado deja a las puertas de lo inexpresable por qué sueña en sus tumbas, por qué no cesa de sonar cuando el pintor termina el cuadro.


Martín Blázquez – Solaris El líquido se abrió y todas las puertas derramaron espuma aquella noche. Sólo quedaste tú, casi vencida, precipitada en el fulgor, urgente en carne y súplicas, contemplando sin habla los naufragados laberintos que se llevaban lejos de nosotros este poema sonámbulo y oscuro en el que nuestro pensamiento intenta no ser desposeído del lenguaje, este desastre inmenso de los himnos que sólo puede ser recuperado en los países de la desmemoria. En el fondo del agua están los pecios de tus besos que depredó mi boca. Ven y ayúdame a olvidar mientras agonizamos juntos.


Silvia Paredes – Creí que estaba fuera Para llegar hasta mí mismo, hasta lo que mi peso insiste en ser, atravieso los mapas que han dibujado en el cristal todos los rumbos de mis lágrimas. Al otro lado de la claridad, casi temblando, desprotegida de mi cuerpo, a la intemperie, sola, está la transparencia interponiéndose entre mis ojos y los mundos. Cuando pretendo no pensar, abandonarme a este silencio que ha atravesado la ventana veo que soy los siglos, las ciudades, todas las músicas y sueños, los viajes, las plegarias que han producido en mi interior este momento.


Anuca Aínsa – Herida Las heridas son istmos que nos acercan a los dioses, son la demostración de que la piel es la inocencia con que se envuelve el cuerpo para guardar dentro de sí el silencio del agua, el primigenio signo de que no es imposible la verdad y ante lo inevitable los músculos se muestran y vemos cómo, muy despacio, por dentro de nosotros fluyen desde la herida hacia la muerte como si fueran ríos o cenizas por los que nos navega el tiempo.


Paz Juristo – Punto y seguido Hay mil gramáticas dormidas, imaginarios diccionarios sintaxis y retóricas que nadie ya recuerda, sintagmas místicos cuya intención es que el lenguaje sirva para decirle al corazón las cosas como las dice el agua, como las siente aquel que ha permitido que cada una de sus células opine, quien pese a no saber hablar, rezaba, el que murió y está de nuevo entre los vivos. Perdón por la sinceridad. Quise que este poema se pareciera a un líquido para regar la página por dentro y que los ojos tuyos de lector al recordar florezcan.


Bibiana Fierro – Paris Rodin Museo Este bosque es un ruego, una pregunta suave que las cosas dirigen a quienquiera responderla, una genuflexión, un agradecimiento mudo que el ojo inventa cuando el que mira entiende que es imposible conservarse en lo que ha sido contemplado emocionadamente. El reino de los árboles retiene siempre la intención primera de la luz que no es iluminar ni mostrar cosas sino ordenar el tiempo, establecer en la mirada jerarquías para que siga la Creación desarrollándose.


Carlos Díaz de Bustamante – Una mirada al mar He aquí la narración que trajo el agua. Tras despedirse de la luna el líquido cayó sobre los cuerpos, los montes, los tejados, atravesó desagües, fundó ríos, estableció fronteras, regó plantas, soñó sobre las copas de los árboles, improvisó reflejos en estanques, se divirtió en jabón, robó la sed, lavó pacientemente la ropa de los hombres, bautizó niños, se secó, tiritó en hielo, sintió temor en las cazuelas. Y para descansar de sus trabajos y sus días se desnudó en el mar.


Jaelius Aguirre – Mare Nostrum Al fin te encuentro, océano pequeño, puerta donde la luz se abre y las preguntas. Sabía que mirarte me valdría para perderme y conocerme y emocionar mi alma, sentir piedad de mí por mis miserias y motivos, anexarme a la dicha y al frescor inacabable en que te manifiestas. Eres el más hermoso recipiente del ocaso y del amanecer, el monasterio de la transparencia, el palacio del agua, el reino donde no existe la distancia. Me propuse mirarte como se mira cuando se descubre un universo nuevo, como se mira a un dios: Durante siglos.


Mónica Sánchez Robles – Agua, reflejos Nos acercamos a las aguas para pedirle a Dios que nos dejase pertenecer a octubre. Estaba quieta la claridad en la laguna. Atravesada de fulgor, se columpiaba bajo el aire hasta sentir el frío dentro y cuando su blancura derramaba en las herrumbres rotas del otoño ese pequeño ánimo que toda decadencia necesita para seguir muriendo comprendimos que octubre exige ser un siervo de lo alto y de lo intenso, el servidor de todo cuanto vuela y peregrina.


Claudia Stilianopoulos – Uganda La sed necesita de un cuerpo para coleccionarse. Esta espalda pronto serå mi tumba

Lentamente anida debajo de la piel, desarbola los huesos, deja sus grietas en el alma, pone unos secos huevos tristes en el pensamiento y le retira a la mirada cualquier atisbo de esperanza.


Matilde Roca de Togores – Pasa el agua Si alguien tuviera la ocurrencia de hablar de su vacío ante el vacío, ante la nada en la que nada existe, allí donde no hay tiempo ni hay espacio, donde no existe el miedo ni modo alguno de nombrar lo que sucedería si algo sucediera, donde nada es audible ni visible se volvería Dios. Si se me permitieran sugerencias, antes de edificar el universo lo primero sería construir una ventana inmensa para que no existiese tanta distancia innecesaria. Quizá después, si se confirma que se permiten sugerencias, acaso fuera interesante diferenciar más claramente la verdad de lo que es sólo verosímil o simplemente falso. Tras desplegar galaxias y planetas, órbitas aptas para el desarrollo de la vida y estudiar el modo de acabar con la ceguera y la sordera permítase que Dios se ocupe de que nunca falte el agua.


Limberth Rojas – Objeto objetivo

Cualquiera que se encuentre en los bolsillos cierta misericordia y le dedique un poco de atención al mamífero humano en las ciudades deduce suavemente ciertas cosas como que nadie sabe ya de sus orígenes difíciles (hablo de hace un millón de años) cuando vagaba por la soledad en busca de algo masticable, con qué candor este mamífero magnífico cuidaba sus progenies, cómo diferenciaba aquellos frutos que le obligaban a la fiebre una semana, esa felicidad elemental que proporciona el encender un fuego para pasar la noche al cielo raso o el encontrar de pronto un riachuelo. Seamos comprensivos con el hombre contemporáneo y aceptemos esas extrañas ropas, esa manera absurda de desplazarse en coche por las calles, perdonémosle que haya cambiado los paisajes por el televisor y haya domesticado tan torpemente el alegre desorden de las aguas.


Pasquale Caprile – Agua Mi primera memoria era flotar en las oscuridades de mi madre cuando la vida era inmediatez, silencio de unas voces a lo lejos, preparativos y esperanza, listas con mis posibles nombres mientra el agua era mi música, mi abrazo, una laguna íntima en la que mi sustancia diminuta célula a célula iba formándose despacio a través del cordón umbilical que me traía al nacimiento. Era tan nuevo el cuerpo mío que apenas transcurríamos el mundo y yo sin que creciera en mí un nuevo órgano que había que aprender a manejar deprisa para que el resto de mi cuerpo pudiera continuar incorporándose a mi pequeña cantidad, al archipiélago de sangre y huesos que floreció en el útero tan poco a poco. Por eso, al pronunciar tu nombre, agua, siento en la boca oscuridad y cercanía, recuerdo previo a la memoria, eres mi juventud, la prehistoria de mi carne la edad antigua y prístina a la que a veces sueño con volver para que el sueño siga.


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