Las mujeres románticas

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Las mujeres romテ。nticas

Sofテュa Delgado, Ana Llop, Ivテ。n Pla, テ]gela Ruiz, Ana Sanz, Alicia Soria Noviembre 2015


Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas.

Mary Wollstonecraft

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Índice 

Introducción…………………………………………………………….......pág. 4

Rosalía de Castro……………………………………………………………pág. 5

Citas de Rosalía de Castro………………………………………........pág. 7

Gertrudis Gómez de Avellanes……………………………………….pág. 8

Poema de Gertrudis Gómez de Avellanes………………………pág. 10

Cecilia Bohl de Faber……………………………………………………..pág. 11

Frases de Cecilia Bohl de Faber……………………………………..pág. 13

Charlotte Brontë……………………………………………………………pág. 15

Fragmento Jane Eyre de CharlotterBrontë……………………pág. 17

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INTRODUCCIÓN

En el caso de la literatura mundial, cuando hablamos de 'escritores del romanticismo', se trata precisamente de eso, de hombres escritores de poemas. Durante dicha época, la mujer no fue reconocida como “poeta” o “escritora”, con la excepción de poetisas y escritoras “menores”, marginalizadas por las normas y las circunstancias de su época, como por ejemplo: Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey, 1814-1873), Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837-1885) o Cecilia Böhl de Faber (Morges (Suiza), 1796-1877). Así mismo, mientras es corriente ver poemas dedicados a escritores, es rarísimo encontrar poemas dedicados a escritoras. Es imposible negar que la mujer fue activa, sobre todo hacia la segunda mitad del siglo y sobre todo las de las clases medias e inferiores. Las mujeres tuvieron que ayudar en el ingreso económico de la familia, aunque limitadas a oficios tradicionales femeninos y al artesanado. Aún para la clase media alta y la superior existieron revistas escritas por y sobre todo para la mujer. Uno de los trabajos disponibles para la mujer, desde temprano en el siglo, fue la enseñanza de los niños pequeños en las escuelas -como extensión de su enseñanza en el hogar-, y así la mujer misma contribuía, en el campo doméstico y en el público, a la transmisión y la difusión de la ideología. Más que liberar a la mujer, esas actividades institucionalizaban, hacían pública, la esfera doméstica, dominio único de la mujer. Por ello estas mujeres que tratamos, fueron tan excepcionales que se merecen un reconocimiento y un homenaje que nosotros expresamos a modo de trabajo.

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ROSALÍA DE CASTRO Rosalía de Castro nació en Santiago de Compostela en 1837 y murió en Padrón en 1885. Fue

una

figura

clave

del Rexurdimento1gallego, aunque también produjo literatura en castellano, y fue considerada,

junto

a Bécquer,

gran

representante de un Romanticismo tardío.

La autora contribuyó en sus últimas obras a la renovación métrica que anunciaba el Modernismo.

Y, como mujer consciente del papel secundario al que estaban relegadas culturalmente en su época, quiso dejar claras algunas otras cuestiones…

La figura de Rosalía ha sido reivindicada como precursora del feminismo, y así se puede considerar en tanto que algunas de sus obras en prosa reivindicaron el papel de la mujer en la cultura. En lengua castellana compuso narraciones como La hija del mar (1859) y El caballero de las botas azules (1867), revalorizada recientemente, en las que trata el tema de la dignificación de la mujer. Las literatas (Cartas a Eduarda) (1866), es un artículo sobre la condición femenina en que la autora advierte de la atribución de obras de mujeres a hombres, especialmente a sus maridos. En esta carta Nicanora2 aconseja a Eduarda que no escriba, que no publique, que rompa sus

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Etapa histórica en la cual resurge el interés por la literatura gallega en el territorio de Galicia. Similar a la Renaixença catalana. 2 Nombre femenino de origen griego de significado “la victoriosa”.

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poemas, en un ejercicio de sarcasmo contra el estatus al que eran apartadas las mujeres creadoras.

Aunque Rosalía siempre quedará en la memoria como poetisa. A los 20 años publicó su primer libro poético, La Flor, en castellano y cercano al Romanticismo de Espronceda. A esta obra siguió Cantares gallegos (1863), en la lengua de la autora, que sitúa la temática amorosa junto a otras composiciones de asunto social y costumbrista. Rosalía asume la voz del pueblo gallego, situándose con esta obra como precursora, junto a Curros Enríquez y Eduardo Pondal, del Rexurdimento cultural de Galicia. Establecida en Madrid tras su matrimonio, la añoranza de su Galicia natal y el dolor por la situación de abandono en que la veía, la lleva a escribir de ese modo.

En Follas Novas (1880) se observa un cambio de sensibilidad, un incremento del lirismo. La nostalgia, soledad y tristeza del yo poético en ocasiones se identifican con el sufrimiento del pueblo gallego. Ya se apunta el tema de la muerte como liberación del dolor. El mundo es adverso y la existencia humana dolorosa. Algunos críticos lo consideran el mejor de toda la poesía gallega.

Su obra principal en castellano, En las orillas del Sar, se publicó en 1884. En ella se acentúa el pesimismo y la obsesión por la muerte y abundan las meditaciones maduras sobre el sufrimiento de la vida, el amor, la vejez, la eternidad. Sus poemas, desprovistos de cualquier esperanza, suponen un punto de partida de la lírica moderna. Rompen con las formas métricas de su tiempo y presentan unas imágenes poco tradicionales. Algunos de sus símbolos inspirarán a Antonio Machado. Juan Ramón Jiménez la sitúa entre los predecesores de la revolución poética iniciada por Rubén Darío.

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Citas:

Rosalía de Castro hace sentir su "feminismo social" desde los comienzos de su vida literaria con "La hija el mar", apoyándose en la ficción para dibujar un retrato realista de la sociedad donde los personajes están formados por dos bandos: los opresores y los oprimidos:

“Mujeres hermosas y desdichadas que no conocéis más vida que la servidumbre, abandonad vuestras constumbres queridas, en dónde se conservan perennes los usos del feudalismo: huid de esos groseros tiranos y venid aquí, en donde la mujer es menos esclava, pero en donde se le concede siquiera el derecho del puder y de las lágrimas.”

En otra de sus obras, "Lieders", dice algo tan directo pero tan real como lo siguiente:

“Sólo cantos de independencia y libertad han balbucido mis labios, aunque alrededor hubiese sentido, desde la cuna ya, el ruido de las cadenas que debían aprionarme para siempre, porque el patrimonio de la mujer son los grillos de la esclavitud.”

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Gertrudis Gómez de Avellanes Gertrudis

Gómez

de

Avellaneda

(Camagüey; 23 de marzo de 1814 Madrid, 1 de febrero de 1873), llamada coloquialmente «Tula», fue una

escritora

y

poetisa

del

romanticismo hispanoamericano. Precursora del feminismo en España y una de las más grandes poetisas de la lengua

castellana

consideración

de

según

la

Marcelino

Menéndez y Pelayo. Está considerada, además, como una de las precursoras de la novela hispanoamericana junto a Juana Rosario

Manso, Orrego,

Mercedes Julia

Marín,

López

de

Almeida, Clorinda Matto de Turner, Manuela Gorriti y Mercedes Cabello de Carboneda, entre otras. El caso de Gertrudis de Avellaneda es doblemente interesante: aunque ella tiene voz, no se le considera voz femenina. Esta poeta sufre otra marginalización además de la genérica, pues le han quitado el patrimonio nacional y sus composiciones con frecuencia no aparecen en antologías de poesía peninsular ni en las de poesía hispanoamericana. Tuvo un papel reivindicativo, combativo y comprometido, propio de las protagonistas femeninas de sus dramas, que no sólo superó la función encomendada a las heroínas de los dramas románticos que vivían a la sombra de sus homólogos masculinos, sino que también sacó a los personajes femeninos del cliché didáctico y moralizador en el que los tenia encasillados la “alta comedia”.

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Mientras que los dramaturgos coetáneos, como Rodríguez Rubí, ofrecen en sus textos una visión de la mujer acorde con la finalidad moralizante de los mismos, es decir, la de ser esposa fiel, madre solícita, honesta, resignada y discreta. Avellaneda, por su parte, apuesta por la rebelión de la mujer frente al poder omnímodo del hombre y proclama la necesaria dignificación de la condición femenina en dramas como "La hija de las flores", "Saúl o Baltasar". Esta actitud habría de costarle muy cara a la autora cubana, pues su empeño en defender la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, entre autores y autoras, su afán por reclamar y exigir la libertad de expresión, así como su reiterada reclamación del pago de los derechos de autor, le cerraron más de una puerta.

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Poema: SONETO IMITANDO UNA ODA DE SAFO

Feliz quien junto a ti por ti suspira! ¡quien oye el eco de tu voz sonora! ¡quien el halago de tu risa adora y el blando aroma de tu aliento aspira! Ventura tanta -que envidioso admira el querubín que en el empíreo morael alma turba, al corazón devora, y el torpe acento, al expresarlo, expira. Ante mis ojos desparece el mundo, y por mis venas circular ligero el fuego siento del amor profundo. Trémula, en vano resistirte quiero... de ardiente llanto mi mejilla inundo... ¡deliro, gozo, te bendigo y muero!

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Cecilia Böhl de Faber

Cecilia Böhl de Faber (Morges, Suiza 1796- Sevilla, 1877) fue una excelente escritora que firmaba su obra con el pseudónimo de Fernán Caballero. Era hija del cónsul Juan Nicolás Böhl de Faber y de la escritora Frasquita Larrea. Tomó el seudónimo

de

la

población

ciudad

realense de Fernán Caballero para sus obras, aunque también escribía utilizando el de Corina.

A los diecinueve años se casó con un joven capitán de infantería que murió al año siguiente en Puerto Rico. En 1822 se casó en segundas nupcias con el marqués de Arco Hermoso, y con él vivió en sus casas de Sevilla y el campo, de donde sacó material para sus novelas y sus cuadros rurales y de costumbres. Después de la muerte del marqués, Cecilia casó, por tercera y última vez, con Antonio Arrom de Ayala, pero Ayala enfermo de tisis y con graves problemas económicos terminó suicidándose en 1863.

Fue a causa de su precaria situación económica que consideró la publicación de sus obras. La Gaviota se publicó por entregas en El Heraldo en 1849. De inmediato esta novela, escrita originalmente en francés, fue considerada como digna de Walter Scott. La escribió como reacción contra los folletines sensacionalistas que eran muy populares en los periódicos; además, daba una visión muy real de cómo se comportaban y hablaban los españoles de la época. Con la publicación de La Gaviota en el año 1849, comienza un ciclo narrativo que abrirá el paso a la gran novela española de la segunda mitad del siglo XIX.

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Su siguiente novela fue Clemencia, en la que una mujer desdichada en su matrimonio acepta esa carga con resignación. Le siguen Cuadros de costumbres populares andaluces (1852); La Farisea (1853); Lágrimas, (1853); y La familia de Alvareda, novela original de costumbres populares (1856), escrita en alemán treinta años antes de su publicación en España.

El papel de Cecilia Böhl de Faber en la narrativa hispánica es clave. Ha sido considerada como la impulsora de la renovación de la novela española, que durante los siglos XVIII y primera del XIX había perdido el brillo que tuvo en la Edad de Oro. La resonancia de sus novelas y su influencia fue considerable, especialmente entre escritores como Antonio Trueba o Luis Coloma. Galdós no dudó en reconocer las aportaciones de Caballero al renacimiento del arte de novelar.

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Frases:

 Se justo antes de ser generoso, sé humano antes de ser justo.

 Mis críticas son ligeras y sin hiel, porque no la hay en mi corazón, y la detesto en literatura.

 Los pájaros son clarines entre los cañaverales que le dan los buenos días al sol de Dios cuando sale.

 Pájaros con muchas plumas no se pueden mantener; los escribanos con una mantienen moza y mujer.

 Las solteras son de oro, las casadas son de plata, la viudas son de cobre y las viejas de hojalata.

 Cada uno en este mundo tiene su ventanita, los unos grandes, los otros chica.

 El vino sobrante es para el ayudante.

 Deja al mundo detrás de la puerta.

 ¡La felicidad! No existe palabra con más acepciones; cada uno la entiende a su manera.

 En gracia te reciba el alma que te desea.

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ď ś Yo en todos los libros acostumbro a leer el prefacio, porque a veces suele ser lo mejor de la obra.

ď ś Tan hermosa que paraba el sol.

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Charlotte Brontë

Charlotte Brontë nació el 21 de abril de 1816 en Thorton, Yorkshire (Inglaterra). Era la tercera hija de Mary Branwell Brontë y del sacerdote de origen irlandés Patrick Brunty (posteriormente Brontë). Su madre falleció de cáncer en el año 1821.

Desde 1820 Charlotte residió junto a su hermano y hermanas en Haworth, Yorkshire, localidad en la que su padre era vicario y en la que vivían al cuidado de su tía Elizabeth Branwell. En el año 1825 sus hermanas mayores, Mary y Elizabeth, murieron de tuberculosis.

A pesar del aislamiento de la familia Brontë y de la falta de su madre sus miembros crecieron felices, rodeados de afecto, cariño e historias fantásticas que se contaban los unos a los otros, tomando como personajes a los soldados de juguete de Branwell, y creando un reino imaginario al que llamaron Angria.

Charlotte Bronté irrumpió con su novela "Jane Eyre"; quedaba muy claro que se consideraba con capacidad y con derecho propio como mujer a hacer cosas en el mundo, cosas que entonces les estaban vedadas a las mujeres. Cierto que algunas actitudes de su personaje en la novela, molestaron en aquella sociedad, no era fácil encontrar por aquel entonces, planteamientos tan explícitos, pero en general, desde la perspectiva actual, su exigencia de derechos femeninos es limitada y se refiere sólo a su persona; es excesivamente individualista; algo así como sí exigiese cosas para ella,

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en virtud de su excepcionalidad. Ella lucha contra las injusticias y la adversidad, pero admite como buenas las normas sociales y religiosas que la obligan a ella misma, en conciencia, a desestimar la felicidad que se le propone, sí ha de ir ligada a una inmoralidad. Esto, puede fastidiar al lector actual, que preferiría una protagonista más atrevida, pero lo cierto, es que ella actúa como la moral de la época exige y por tanto es una actitud muy coherente con la integridad moral del personaje. En general, está claro que ella, Austen y sus hermanas, aspiraban a luchar contra la injusticia y la hipocresía vigentes en su época, inspirando un leve toque de progreso. Pero, sin salirse del tiesto; se trataba más de una regeneración moral, que una refundación de normas sociales.

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FRAGMENTO:

-¡Y yo le digo que me iré! -exclamé con vehemencia-. ¿Piensa que me es posible vivir a su lado sin ser nada para usted? ¿Cree que soy una autómata, una máquina sin sentimientos humanos? ¿Piensa que porque soy pobre y oscura carezco de alma y de corazón? ¡Se equivoca! ¡Tengo tanto corazón y tanta alma como usted! Y si Dios me hubiese dado belleza y riquezas, le sería a usted tan amargo separarse de mí como lo es a mí separarme de usted. Le hablo prescindiendo de convencionalismos, como si estuviésemos más allá de la tumba, ante Dios, y nos hallásemos en un plano de igualdad, ya que en espíritu lo somos.

-¡Lo somos! -repitió Rochester. Y tomándome en sus brazos me oprimió contra su pecho y unió sus labios a los míos-. ¡Sí, Jane!

-O tal vez no -repuse, tratando de soltarme-, porque usted va a casarse con una mujer con quien no simpatiza, a quien no puedo creer que ame. Yo rechazaría una unión así. Luego yo soy mejor que usted. ¡Déjeme marchar!

-¿Adónde, Jane? ¡A Irlanda!

-Sí, a Irlanda. Lo he pensado bien y ahora creo que debo irme.

-Quédese,

Jane.

No

luche

consigo

misma

como

un

ave

que,

en

su

desesperación, despedaza su propio plumaje.

-No soy un ave, sino un ser humano con voluntad personal, que ejercitaré alejándome de usted. Haciendo un esfuerzo, logré soltarme y permanecí en pie ante él.

-También su voluntad va a decidir de su destino -repuso-. Le ofrezco mi mano, mi corazón y cuanto poseo.

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-Se burla usted, pero yo me río de su oferta.

-La pido, que viva siempre a mi lado, que sea mi mujer.

-Respecto a eso, ya tiene usted hecha su elección.

-Espere un poco, Jane. Está usted muy excitada. Una ráfaga de viento recorrió el sendero bordeado de laureles, agitó las ramas del castaño y se extinguió a lo lejos. No se percibía otro ruido que el canto del ruiseñor. Al oírlo, volví a llorar. Rochester, sentado, me contemplaba en silencio, con serenidad, grave y amablemente. Cuando habló al fin, dijo:

-Siéntese a mi lado, Jane, y expliquémonos.

-No volveré más a su lado.

-Jane, ¿no oye que deseo hacerla mi mujer? Es con usted con quien quiero casarme.

Callé, suponiendo que se burlaba.

-Venga, Jane.

-No. Su novia nos separa.

Se puso en pie y me alcanzó de un salto.

-Mi novia está aquí -dijo, atrayéndome hacia sí-: es mi igual y me gusta. ¿Quiere casarse conmigo, Jane?

No le contesté; luchaba para librarme de él. No le creía.

-¿Duda de mí, Jane?

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-En absoluto.

-¿No tiene fe en mí?

-Ni una gota.

-Entonces, ¿me considera usted un bellaco? -dijo con vehemencia-. Usted se convencerá, incrédula. ¿Acaso amo a BlancheIngram? No, y usted lo sabe. ¿Acaso me ama ella a mí? No, y me he preocupado de comprobarlo. He hecho llegar hasta ella el rumor de que mi fortuna no era ni la tercera parte de lo que se suponía, y luego me he presentado a Blanche y a su madre. Las dos me han acogido con frialdad. No puedo, ni debo, casarme con BlancheIngram. A usted, tan rara, tan insignificante, tan vulgar, es a quien quiero como a mi propia carne, y a quien ruego que me acepte por esposo.

-¿A mí? -exclamé, empezando a creerle, en vista de su apasionamiento y, sobre todo, de su ruda franqueza-. ¡A mí, que no tengo en el mundo otro amigo que usted, si es que usted se considera amigo mío, y que no poseo un chelín, no siendo los que usted me paga!

-A usted, Jane. Quiero que sea mía, únicamente mía. ¿Acepta? ¡Diga inmediatamente que sí!

-Mr. Rochester, déjeme mirarle la cara. Vuélvase de modo que le ilumine la luna.

-¿Para qué?

-Porque quiero leer en su rostro.

-Bien; ya está. Creo que mi rostro no le va a parecer más legible que una hoja tachada, pero en fin, lea lo que quiera, con tal de que sea pronto.

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Su faz estaba muy agitada. Tenía las facciones contraídas y una extraña luz brillaba en sus ojos.

-¡Me tortura usted, Jane! -exclamó-. Por muy franca y bondadosa que sea su mirada, me escudriña de un modo...

-¿Cómo voy a torturarle? Si dice usted la verdad y su oferta es sincera, mis sentimientos no pueden ser otros que los de una gratitud infinita. ¿Cómo voy a torturarle con ella?

-¿Gratitud?

Jane

-ordenó,

perentoriamente-,

dígame

así: «Edward,

quiero

casarme contigo.»

-¿Es posible que me quiera usted de verdad? ¿Qué se propone hacerme su mujer?

-Sí; se lo juro, si lo desea.

-Entonces, señor, sí quiero casarme con usted.

-Señor, no. Di Edward, mujercita mía.

-¡Oh, querido Edward!

-Ven, ven conmigo -y rozando mis mejillas con las suyas y hablándome al oído, murmuró-: Hazme feliz y yo te haré feliz a ti.

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CONCLUSIÓN:

Las mujeres y los hombres a través de las diferentes épocas no han sido nunca iguales. Los hombres, más poderosos, más importantes, con más protagonismo; las mujeres, recluidas en sus casas, atadas a sus hogares por sus padres primero, y por sus maridos luego. Sin embargo, siempre han habido mujeres que han defendido sus derechos, su libertad. Por que las mujeres no necesitan alguien a su lado, alguien a quien obedecer ciegamente, como si ellas no pudiesen elegir con su propio criterio. Las mujeres son tan libres e iguales como cualquier hombre.

A través de la literatura encontramos la obra de diferentes mujeres que reivindicaron su libertad cansadas de vivir en la sombra. Algunas de ellas temerosas de ser señaladas, se escondieron bajo falsos nombres masculinos, cuando realmente se trataban de genios femeninos ocultos tras un velo. Otras de ellas, más valientes, dieron la cara y mostraron al mundo su poesía y prosa, la cual ha dejando tanta huella en nuestra literatura como cualquier poema u obra perteneciente a autores masculinos.

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