Desarrollo Cubierta Cara
JESUS M.ª JOSE SANCHIDRIAN GALLEGO (Mingorría - Avila, 1959) es un estudioso del patrimonio cultural y etnográfico de los pueblos abulenses y de sus gentes, sobre el que ha escrito y publicado artículos, libros y fotografías, de las que también ha realizado diversas exposiciones. A través de la revista «Piedra Caballera», de la que es su fundador y director, ha promovido la divulgación de la cultura popular y las inquietudes artísticas y literarias surgidas en el medio rural. Profesionalmente ejerce como letrado urbanista municipal.
POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA •
Madrid
Castilla y León
Río Adaja •
•
Mingorría
Avila
Segunda Edición 2006
El viaje mágico que se propone por los pueblos del Adaja situados en las inmediaciones de la ciudad de Avila, combina aspectos etnográficos, históricos, artísticos, culturales, festivos, musicales y paisajísticos, entre otros, que se configuran en un conjunto de rutas que pretenden ilustrar a los viajeros con una nueva visión de lo popular, mezclando aspectos físicos y visuales con otros imaginativos. Con ello se procura un redescubrimiento de nuestros pueblos y sus gentes, en un intento de revitalizar su identidad histórica y cultural, y de recuperar el hábitat rural que le es propio.
«Piedra Caballera»
RUTAS MAGICAS POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA Jesús M.ª J. Sanchidrián Gallego
Las RUTAS MAGICAS por los pueblos del Adaja surgen en la búsqueda de una identidad común a todos ellos siguiendo una parte del curso del río y su cuenca, donde se mezclan antiguas formas de vida con elementos propios de la cultura popular y el medio ambiente rural. Aunque situados en la inmediaciones de la ciudad de Avila, los pueblos de la zona suelen pasar desapercibidos para los viajeros que se acercan a estas tierras, por lo que las rutas ideadas permiten adentrarse en la singularidad de las tradiciones y costumbres de sus habitantes, y en el paisaje que caracteriza su medio natural, de cuya simbiosis nace una visión mágica que trasciende a la simple realidad de las cosas.
RUTAS MAGICAS
· REVISTAS: «Piedra Caballera», Revista cultural, 1982-1989, 16 números. · MONOGRAFICOS: – El arte de trabajar la piedra, 1985. – Cuadernos de arquitectura, 1987. – Carnavales, 1987. – Cuaderno de fotografías, 1987. – Cuaderno de deportes populares, 1988. – Suertes del toreo, poemas de Teófilo Domínguez, 1989. · CARPETAS FOTOGRAFICAS: – La historia quieta, 1989. – La memoria del tiempo, 1990. – Postales, 1990. · LIBROS: – Hojas sueltas, poemas de José Pindado, 1984. – Gotas de lluvia, poemas de Segundo Bragado, 1986. – Para no olvidarte, Amelia, poemas de Fermín Navarro, 1990. – Crónicas de un pueblo abulense, de Jesús Mª Sanchidrián Gallego y otros, 1991. – La historia quieta, la historia del tiempo (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 1996. – Comediantes. Crónica teatral de un pueblo, de Jesús Mª Sanchidrián, 2002. Estampas de la Tierra de Ávila (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 2004. – La Muralla de Ávila, (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 2006. - Album del Grande (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 2006. · FOLLETOS: – Mingorría y Zorita de los Molinos, 1997. – Los molinos del Adaja, 1999. – Homenaje musical al dulzainero Aureliano Muñoz «Polilo», 2000. Estampas de la Tierra de Ávila. de Jesús Mª Sanchidrián Gallego. 2004.
RUTAS MAGICAS
«AVILA RURAL»
Publicaciones «Piedra Caballera»
POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA
«AVILA RURAL» «AVILA RURAL»
Los pueblos que se aparecen en este peculiar viaje surgieron en el siglo XI con repobladores de origen gallego y asturleonés, burgalés, vasconavarro y aragonés, quienes se asentaron en las tierras que habían quedado deshabitadas con la llegada de los árabes. Anteriormente se conocieron otras culturas primitivas y civilizaciones de la antigüedad, destacando los asentamientos del pueblo celta de los vettones. Después, a lo largo de la historia, los habitantes destacaron como labradores y ganaderos, tejedores, arrieros, molineros, viñadores, ajeros, panaderos y canteros. El río Adaja, al abandonar la capital abulense, atraviesa los pueblos configurando un bello paisaje de encinas y berrocales de piedra salpicado de molinos, igual que también se observa en la ribera abulense del Voltoya. En la llanura los campos se cultivan como en La Moraña cerealista, mientras en la sierra las rocas graníticas se abren en canteras al cielo.
Mingorría • Zorita • Cardeñosa • Santo Domingo de las Posadas • Peñalba • San Esteban de los Patos Monsalupe • Pozanco • Las Berlanas • Velayos • Tolbaños • Gotarrendura • La Vega • Blascosancho Escalonilla • Saornil • La Venta • Gallegos • Brieva
«Piedra Caballera»
Asociación Cultural
Segunda Edición 2006
Entre los monumentos más reseñables figuran las iglesias y ermitas levantadas por el fervor popular, y la singularidad de los palomares, los potros, las cruces, y el viejo caserío de pueblos y dehesas. Las tradiciones festivas y culturales, y las huellas de reyes, santos, escritores, artistas y otras personalidades también forman parte de las señas de identidad de los pueblos del Adaja.
RUTAS MAGICAS POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA Jesús M.ª J. Sanchidrián Gallego
«AVILA RURAL» Mingorría Zorita de los Molinos Cardeñosa Santo Domingo de las Posadas Peñalba de Avila San Esteban de los Patos Monsalupe Pozanco Las Berlanas Velayos Tolbaños Gotarrendura Vega de Santa María Blascosancho Escalonilla Saornil de Voltoya Venta de San Vicente Gallegos de San Vicente Brieva
«Piedra Caballera» Revista Cultural Segunda Edición
2006
Desarrollo Cubierta Cara
JESUS M.ª JOSE SANCHIDRIAN GALLEGO (Mingorría - Avila, 1959) es un estudioso del patrimonio cultural y etnográfico de los pueblos abulenses y de sus gentes, sobre el que ha escrito y publicado artículos, libros y fotografías, de las que también ha realizado diversas exposiciones. A través de la revista «Piedra Caballera», de la que es su fundador y director, ha promovido la divulgación de la cultura popular y las inquietudes artísticas y literarias surgidas en el medio rural. Profesionalmente ejerce como letrado urbanista municipal.
POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA •
Madrid
Castilla y León
Río Adaja •
•
Mingorría
Avila
Segunda Edición 2006
El viaje mágico que se propone por los pueblos del Adaja situados en las inmediaciones de la ciudad de Avila, combina aspectos etnográficos, históricos, artísticos, culturales, festivos, musicales y paisajísticos, entre otros, que se configuran en un conjunto de rutas que pretenden ilustrar a los viajeros con una nueva visión de lo popular, mezclando aspectos físicos y visuales con otros imaginativos. Con ello se procura un redescubrimiento de nuestros pueblos y sus gentes, en un intento de revitalizar su identidad histórica y cultural, y de recuperar el hábitat rural que le es propio.
«Piedra Caballera»
RUTAS MAGICAS POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA Jesús M.ª J. Sanchidrián Gallego
Las RUTAS MAGICAS por los pueblos del Adaja surgen en la búsqueda de una identidad común a todos ellos siguiendo una parte del curso del río y su cuenca, donde se mezclan antiguas formas de vida con elementos propios de la cultura popular y el medio ambiente rural. Aunque situados en la inmediaciones de la ciudad de Avila, los pueblos de la zona suelen pasar desapercibidos para los viajeros que se acercan a estas tierras, por lo que las rutas ideadas permiten adentrarse en la singularidad de las tradiciones y costumbres de sus habitantes, y en el paisaje que caracteriza su medio natural, de cuya simbiosis nace una visión mágica que trasciende a la simple realidad de las cosas.
RUTAS MAGICAS
· REVISTAS: «Piedra Caballera», Revista cultural, 1982-1989, 16 números. · MONOGRAFICOS: – El arte de trabajar la piedra, 1985. – Cuadernos de arquitectura, 1987. – Carnavales, 1987. – Cuaderno de fotografías, 1987. – Cuaderno de deportes populares, 1988. – Suertes del toreo, poemas de Teófilo Domínguez, 1989. · CARPETAS FOTOGRAFICAS: – La historia quieta, 1989. – La memoria del tiempo, 1990. – Postales, 1990. · LIBROS: – Hojas sueltas, poemas de José Pindado, 1984. – Gotas de lluvia, poemas de Segundo Bragado, 1986. – Para no olvidarte, Amelia, poemas de Fermín Navarro, 1990. – Crónicas de un pueblo abulense, de Jesús Mª Sanchidrián Gallego y otros, 1991. – La historia quieta, la historia del tiempo (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 1996. – Comediantes. Crónica teatral de un pueblo, de Jesús Mª Sanchidrián, 2002. Estampas de la Tierra de Ávila (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 2004. – La Muralla de Ávila, (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 2006. - Album del Grande (Fotografías), de Jesús Mª Sanchidrián, 2006. · FOLLETOS: – Mingorría y Zorita de los Molinos, 1997. – Los molinos del Adaja, 1999. – Homenaje musical al dulzainero Aureliano Muñoz «Polilo», 2000. Estampas de la Tierra de Ávila. de Jesús Mª Sanchidrián Gallego. 2004.
RUTAS MAGICAS
«AVILA RURAL»
Publicaciones «Piedra Caballera»
POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA
«AVILA RURAL» «AVILA RURAL»
Los pueblos que se aparecen en este peculiar viaje surgieron en el siglo XI con repobladores de origen gallego y asturleonés, burgalés, vasconavarro y aragonés, quienes se asentaron en las tierras que habían quedado deshabitadas con la llegada de los árabes. Anteriormente se conocieron otras culturas primitivas y civilizaciones de la antigüedad, destacando los asentamientos del pueblo celta de los vettones. Después, a lo largo de la historia, los habitantes destacaron como labradores y ganaderos, tejedores, arrieros, molineros, viñadores, ajeros, panaderos y canteros. El río Adaja, al abandonar la capital abulense, atraviesa los pueblos configurando un bello paisaje de encinas y berrocales de piedra salpicado de molinos, igual que también se observa en la ribera abulense del Voltoya. En la llanura los campos se cultivan como en La Moraña cerealista, mientras en la sierra las rocas graníticas se abren en canteras al cielo.
Mingorría • Zorita • Cardeñosa • Santo Domingo de las Posadas • Peñalba • San Esteban de los Patos Monsalupe • Pozanco • Las Berlanas • Velayos • Tolbaños • Gotarrendura • La Vega • Blascosancho Escalonilla • Saornil • La Venta • Gallegos • Brieva
«Piedra Caballera»
Asociación Cultural
Segunda Edición 2006
Entre los monumentos más reseñables figuran las iglesias y ermitas levantadas por el fervor popular, y la singularidad de los palomares, los potros, las cruces, y el viejo caserío de pueblos y dehesas. Las tradiciones festivas y culturales, y las huellas de reyes, santos, escritores, artistas y otras personalidades también forman parte de las señas de identidad de los pueblos del Adaja.
Desarrollo Cubierta Retira
Avila. Plano provincial. Detalle de la cuenca del r铆o Adaja
Sobre plano Diputaci贸n Provincial de Avila
INDICE RUTAS MAGICAS . . . . . . . . . . . . . . .
A Clara, a Elvira y a Clarita.
4
1. RUTA DEL RIO ADAJA . . . . . . . .
7
2. RUTA DE LOS MOLINOS . . . . . .
13
3. RUTA GEOGRAFICA . . . . . . . . . .
25
4. RUTA ARQUEOLOGICA . . . . . . .
33
5. RUTA MONUMENTAL . . . . . . . . .
39
6. RUTA DE LOS REYES . . . . . . . . .
45
7. RUTA DE LOS SANTOS . . . . . . .
49
8. RUTA DE LOS ANTIGUOS POLITICOS Y MINISTROS . . . . .
55
9. RUTA DE LOS OBISPOS . . . . . . .
61
10. RUTA DE LOS LABRADORES . . .
66
11. RUTA DE LOS CARRETEROS . . .
79
12. RUTA DE LOS PASTORES . . . . .
85
13. RUTA DE LA MATANZA . . . . . . . .
93
14. RUTA DE LOS PANADEROS . . . .
99
15. RUTA DE LOS POTROS . . . . . . . 103 16. RUTA DEL VINO . . . . . . . . . . . . . 106 EDITA: «Piedra Caballera», Revista Cultural. Plaza de la Encrucijada, 9. 05280 - Mingorría (Avila). Tels. 920 21 16 53 920 20 03 62. PRIMERA EDICIÓN: Septiembre de 2001 COLABORARON: · Asocio de Avila - PRODER. · Caja de Ahorros de Avila. · Ayuntamiento de Mingorría (Ávila) SEGUNDA EDICIÓN: Abril de 2006
17. RUTA DE LOS ARRIEROS Y TRAJINANTES . . . . . . . . . . . . . 111 18. RUTAS FESTIVAS . . . . . . . . . . . . 119 19. RUTA DE LA LANA . . . . . . . . . . . 128 20. RUTA DE LOS CHOCOLATEROS 133 21. RUTA DE LOS PALOMARES . . . . 136 22. RUTA DE LOS CRUCEROS . . . . . 139 23. RUTA DE LOS CARBONEROS . . 143 24. RUTA DE LOS CANTEROS . . . . . 147 25. RUTA DE LOS PINTORES . . . . . . 153 26. RUTA DE LOS ESCRITORES . . . . 159
© Jesús M.ª José Sanchidrián Gallego. © Ediciones Piedra Caballera. DISEÑO Y FOTOGRAFIAS: Jesús M.ª Sanchidrián y «Piedra Caballera». DEPOSITO LEGAL: S. 95-2006 I.S.B.N.: 84-609-9020-6 Impreso en España. Printed in Spain.
27. RUTA DE CINE . . . . . . . . . . . . . . 170 28. RUTA DE LOS VIAJEROS . . . . . . 177 29. RUTA MUSICAL . . . . . . . . . . . . . 187 30. RUTA DE LOS COMEDIANTES . . 193 31. RUTA DE LAS DEHESAS Y CASERIOS . . . . . . . . . . . . . . . . 197 32. RUTA DE LOS DESPOBLADOS . . 205 33. RUTA DE LAS IGLESIAS Y ERMITAS . . . . . . . . . . . . . . . . . 209 BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . . . . . . . . . . 218
RUTAS MAGICAS POR LOS PUEBLOS DEL ADAJA Presentación
E
l viaje mágico que proponemos en esta Guía combina aspectos etnográficos, históricos, artísticos, culturales, festivos, musicales y paisajísticos, entre otros, que se configuran en un conjunto de rutas que pretenden ilustrar a los viajeros con una nueva visión de lo popular, mezclando elementos físicos y visuales con otros imaginativos. Con ello se procura un redescubrimiento de nuestros pueblos y sus gentes, en un intento de revitalizar su identidad histórica y cultural, y de recuperar el hábitat rural en torno al río Adaja que le es propio.
l ámbito geográfico que se E incluye en esta Guía Mágica sigue el curso del río Adaja desde la presa de las Cogotas hasta que se adentra en la comarca morañega. En este tramo el río atraviesa los municipios de Cardeñosa, Mingorría, Zorita de los Molinos, Pozanco, Peñalba, Vega de Santa María y Blascosancho. Junto a estos pueblos la zona de influencia se extiende por el Este hasta el río
Voltoya y las estribaciones de la sierra de Ojos Albos, donde se hallan los pueblos de Brieva, Gallegos, La Venta, Tolbaños, Saornil, Escalonilla, San Esteban de los Patos, Santo Domingo de las Posadas y Velayos; y por el Oeste hasta los municipios de Gotarrendura, Las Berlanas y Monsalupe. Los encinares del Adaja y los hombres que todavía siguen
Molino «Nuevo» en el Adaja.
4 desempeñando las mismas actividades de antaño, constituyen un bello atractivo para el viajero. Aquí cabe observar el proceso de elaboración del cisco y el carbón de encina, el pastoreo con cabras y ovejas, la montanera o cebado de cerdos con bellotas, y el aprovechamiento de caza, leña y pastos. Siguiendo el curso del río puede verse junto a la presa de las Cogotas a los canteros de Cardeñosa y Mingorría, que continúan labrando piedra en canteras abiertas al cielo. Coincidiendo con la llegada del invierno todavía se mantiene la costumbre de hacer la matanza del cerdo, una de las más generalizadas y peculiares en la vida rural, tanto que en Vega de Santa María cada año se convierte en una fiesta. El viaje prosigue junto a uno de los oficios más antiguos, el de pastor, para admirar también los trabajos de uno de los últimos artesanos del «arte pastoril» y observar cómo se esquilan las ovejas. Las faenas agrícolas realizadas sin medios mecánicos ofrecen una belleza plástica increíble, por lo que el recorrido por las mismas se hace necesario. Especial atención merece la utilización todavía de animales de trabajo y carros, lo que obliga al viajero a conocer mejor a los labradores y carreteros. El recorrido mágico incluye los trabajos artesanales para la elaboración del vino, testimonio vivo de esta tradición son los abundantes lagares y bodegas existentes. En el viaje propuesto descubriremos fábricas de chocolate, de aguardiente y de tejas y ladrillos, así como ejemplos singulares de la arquitectura en los palomares, fraguas, potros y fuentes, en contraste con los
Molino Las Juntas. Mingorría.
restos de despoblados medievales, estaciones de ferrocarril y bellos cruceros de piedra. La multitud de molinos del Adaja convierten esta ruta en única, y a ella añadimos los molinos del Voltoya. La música popular de dulzaina y tamboril, los espectáculos taurinos y las fiestas patronales merecen recorridos especiales. De los viajes reales la Guía recoge anécdotas históricas de su paso por los pueblos de la zona, como también de los santos, los antiguos obispos abulense, y los ministros y políticos de antaño. Los censos de Ensenada y los estudios de Madoz dejaron, y ahora se reproducen, un testimonio escrito destacable de cómo eran nuestros pueblos. Los viajeros ingleses del siglo XIX, la llegada del ferrocarril y la proliferación de guías turísticas descubrieron para los nuevos visitantes la existencia de aldeas y lugares antes desconocidos, lo mismo que ahora se pretende con esta Guía. El profesor Gómez-Moreno viajó por toda la provincia y estudió
RUTAS MÁGICAS los monumentos más significativos de los pueblos del Adaja, por lo que bien merece repetir el recorrido un siglo después. A través de la ruta arqueológica que recoge la Guía nos acercamos a los antiguos pobladores de estas tierras. Otra ruta pasa por las iglesias y ermitas, el exponente más significativo del sentimiento religioso de la población, y la muestra artística más importante de su patrimonio. El paisaje y las gentes del campo sirvieron a escritores y artistas como motivos de inspiración, los cuales se trasladan ahora a los viajeros que se adentran a esta tierra. La grandeza del cine también se siente a través de escenarios y actores ligados a la pequeñez de las villas y aldeas de esta parte de Avila, tal y como se recoge en la ruta ideada sobre el séptimo arte. El teatro y la música popular igualmente ocupan un lugar importante entre los aspectos que se quieren divulgar de la tradición cultural de la zona, lo mismo que las inquietudes que se plasman en libros y revistas surgidos en numerosos pueblos. El recorrido propuesto a través de las rutas seleccionadas se concluye con una especial referencia a la bibliografía manejada para la obtención de valiosos datos que interesarán al viajero. Finalmente, hay que resaltar que la fotografía ocupa un lugar sobresaliente y destacable en la presentación de las distintas rutas confeccionadas. Sobre la riqueza gráfi-
5 ca e ilustrativa de las imágenes recogidas, hay que añadir que las fotos fueron tomadas en los últimos tres años y responden a una percepción real y actual de lo que representan, lo cual contribuye a enriquecer la visión mágica de los pueblos del Adaja y de sus gentes. Otros aspectos históricos, culturales, paisajísticos, arquitectónicos, etnográficos o ecológicos, también habrían servido para elaborar otras rutas de igual importancia que las reseñadas. Incluso, podríamos haber extendido el ámbito geográfico que abarca la ribera del Adaja, o haber profundizado más en alguna ruta, pero ello excede de las limitaciones que impone la naturaleza de esta Guía, no sin lamentar profundamente esas posibles ausencias. Verraco de Mingorría.
CASAS RURALES EN LOS PUEBLOS DE LA ZONA BRIEVA-VICOLOZANO LA COLMENA I La Fuente, s/n. Brieva-Vicolozano Titular: Mª del Carmen Martín Resina Teléfono: 920 206 204 LA COLMENA II La Fuente, s/n. Planta Alta Brieva-Vicolozano Titular: Mª del Carmen Martín Resina Teléfono: 920 206 204
CARDEÑOSA AMANECER c/ Barrionuevo, 14. Cardeñosa Tipo: Casa Rural de Alquiler Titular: Mª de la Soledad Orgaz López Teléfono: 917 398 581 LA CASA DEL TIO TANGO I Plaza Mariano Silvela, 5. bajo izq. Cardeñosa Titular: Carlos Ángel Hdez. del Dedo Teléfono: 920 206 204 LA CASA DEL TIO TANGO II Pza. Mariano Silvela, 5. 1º. Cardeñosa Titular: Carlos Ángel Hdez. del Dedo Teléfono: 920 206 204 LAS COGOTAS Travesía Villalba, 8.Cardeñosa Titular: Ayto. de Cardeñosa Teléfono: 920 206 204 LOS CELTAS Lagar del criado, s/n. Cardeñosa Titular: Agustín Garcinuño García Tels: 920 260 046 / 920 206 204 LOS VETTONES Lagar del criado, s/n. Cardeñosa Titular: Agustín Garcinuño García Tels: 920 260 046 / 920 206 204
EL BOYO c/ De la Iglesia, 11. Mingorría Titular: Pilar González Nieto Teléfono: 920 206 204 LAS ÉPOCAS c/ De la Fuente, 11. Mingorría Titular: José Luis Saucedo Muñoz Teléfono: 939 977 339
TOLBAÑOS MOLINO DE LOS GAMUSINOS Ribera del Río Voltoya. Molino de Los Morañejos.Tolbaños Titular: Fco. Javier Hernández García Tels.: 920 208 433 / 920 227 714.
SAN ESTEBAN DE LOS PATOS LA CASITA DE LOS PATOS Camino de Ávila, 6. San Esteban de los Patos. Titular: Antonio Gómez Reina Teléfono: 920 208 239. LA SOLANILLA Camino de Ávila, 4. San Esteban de los Patos. Titular: Antonio Gómez Reina Tels.: 920 208 239 / 651 420 376.
PEÑALBA DE ÁVILA EL CAPRICHO c/ Pico Serrota, 22. (Urb. Pinar Navares) Peñalba de Ávila. Tipo: Casa Rural de Alquiler Titular: Javier Martín Gómez Teléfono: 629 863 111. EL CELEMÍN Urb. Pinar Navares. c/ Pico Zapatero, 138. Peñalba de Ávila. Titular: Nadribasa, S.L. Tels.: 920 352 046 / 626 991 779.
MINGORRÍA
OTROS - GOTARRENDURA
CASA DE JUAN c/ Félix Nieto, 14. Portal 6. Mingorría Titular: Juan Fco. Martínez Mendoza Teléfono: 902 424 141 / 920 206 204 920 206 235.
CLUB DEPORTIVO DE EQUITACIÓN “EL VALLE” c/ La ermita, 22. Gotarrendura Titular: Juan Ramos Sáez Iglesias Teléfono: 649 440 276.
CASA DEL CAÑO Dionisio Cenalmor, 5. Mingorría Tipo: Casa Rural de Alquiler Titular: Mª Teresa Pindado Pajares Teléfono: 920 200 018
MUSEO ETNOGRÁFICO Y DE ARTE “LÓPEZ BERRÓN” Pza Santa Teresa. Gotarrendura Titular: Eugenio López Berrón Teléfono: 920 269 038.
■ A DESTACAR. El paisaje sobrecogedor que presenta el río Adaja cuando abandona la ciudad de Avila y traspasa la presa de Las Cogotas. En el recorrido pueden admirarse los extraordinarios berrocales graníticos rodeados de encinas y los pinares que se multiplican al avistar la tierra más llana, así como los numerosos molinos que se asoman desde las márgenes del río. ■ La ruta. Desde la Presa de las Cogotas hasta el comienzo de la llanura morañega, pasando por los términos municipales de Avila, Cardeñosa, Mingorría, Zorita de los Molinos, Pozanco, Peñalba de Avila, Vega de Santa María, Hernansancho y Blascosancho. Debe hacerse por tramos. ■ Cómo llegar. Primer tramo: Por la carretera N-403 que une Avila con Mingorría, tomando un desvío que sale en el p.k. 146,5 hacia la presa. Segundo tramo: Desde Mingorría, por el camino de los molinos. Tercer tramo: Desde Mingorría, por la carretera de Zorita de los Molinos hasta el puente sobre el río, pudiendo continuar aguas arriba o abajo hasta Pozanco. Cuarto tramo: Por la carretera de Vega de Santa María-Gotarrendura hasta Navares, con desvíos a izquierda y derecha. El recorrido puede hacerse en coche o bicicleta hasta llegar al río, después hay que seguir su curso andando. ■ Qué ver. Bellezas naturales, montes de encinas, pinares y arboledas de ribera e infraestructuras de multitud de molinos harineros. ■ Aliciente. Descubrir un paisaje prácticamente desconocido.
Mingorría, río Adaja.
RUTA DEL RIO ADAJA «En Avila, mis ojos dentro de Avila. En Avila del Río» (Cancionero de Palacio, s. XV). l norte de la capital abulense, donde el río Adaja encaA mina sus aguas después de abandonar el recinto amurallado y donde el paisaje de los encinares y las rocas graníticas se vuelve verdegrís, se nos antoja un viaje mágico por las entrañas de una tierra que quiere ser redescubierta. Sin alejarnos más de cuatro leguas de la ciudad de Avila dibujaremos un espacio geográfico que tendrá su referente en la ribera del Adaja, en una extensión que llega por el norte hasta donde el terreno se hace llano en la Moraña cerealista. En este viaje tomaremos como atalaya el Castro de las Cogotas, situado junto al río Adaja, a sus pies se halla la presa que ha tomado prestado el mismo nombre, desde él
8
RUTA
puede alcanzarse con la vista una parte importante del terreno a explorar. El paisaje que caracteriza la zona natural se identifica en una mitad por una masa arborea importante de encinas que bordea el río Adaja, en contraste con la otra mitad, donde predominan los cultivos ceralistas. El paisaje agreste del encinar se ve apaciguado en la llanura donde crece la cebada y el trigo, también por enclaves de pinares y por multitud de arroyos donde se yerguen altos chopos en galería. Los caseríos que se agolpan en los distintos pueblos salpicados por iglesias y ermitas ofrecen una sugestiva imagen de historias y tradiciones. El río Adaja, después de dejar Avila, inicia un singular y sinuoso trazado que propició a partir del siglo XIII la aparición de multitud de molinos harineros, característicos de una incipiente actividad industrial de transformación de los productos cerealistas. A las orillas se encarama un mar de encinas con atalayas de berrocales graníticos. El río de Avila pasa por la ciudad ennoblecido y señorial, y aguas abajo se convierte en un caballero con armadura dispuesto a guerrear con un terreno inhóspito y accidentado. El río llega hasta la presa después de unos 35 kilómetros, distancia que le separa del lugar de su nacimiento en el puerto
DEL
RÍO ADAJA
de Villatoro. Antes también ha pasado por el valle Amblés y la capital abulense. En Avila, las aguas del Adaja sirvieron para mover las ruedas de la Real Fábrica del Algodón, construida en 1788 sobre el lugar que ocupaba un molino harinero que llamaban del «Puente de Adaja». Otros molinos harineros existentes entonces en esta misma zona del río eran los llamados de la Losa, el Batán, Carril, Cubo, Verdeja y Pedrosillo, además del molino Contón, propiedad del capellán de Mingorría en 1751. En la actualidad, a excepción del molino de la Losa, que ha sido rehabilitado como restaurante, apenas quedan restos de aquellos otros, pues fueron sepultados por las aguas del embalse de Fuentes Claras y la propia presa. La visión de la llegada del río desde la ciudad trae las viejas glorias de su paso por el puente romano, junto a la iglesia de San Segundo y lamiendo el entorno de sus murallas El Adaja es el río de la capital abulense y es el río de los primeros pobladores de estas tierras. También es el río de los pueblos que atraviesa, surgidos todos ellos en tiempos de la repoblación cristiana del siglo XI. El río que vemos siguiendo el curso después de su amansamiento en los embalses que suceden a los puentes de la ciudad es un trozo con rocas y en-
«Avila sobre el río».
Canteros.
Presa de las Cogotas.
cinas en sus márgenes, es el agua con furia desatada en continuo movimiento al compás de molinos y batanes. Desde nuestro puesto de centinelas sobre la carretera que cruza la presa, o desde el mirador construido a un lado, de espaldas a la masa de agua embalsada, podemos contemplar la selva de encinas y rocas graníticas por donde se abre paso al río. Al Oeste se halla el cerro del castro de las Cogotas y se escucha el repicar de los punteros sobre la piedra, tarea en la que se afanan los canteros del pueblo de Cardeñosa. Al Este, en terreno de la dehesa de Yonte, se encuentran las canteras abiertas al cielo por los canteros de Mingorría sobre paredes rocosas rodeadas de encinas. Estas cuadrillas de artesanos crearon una peculiar sinfonía de sonidos y ruidos al golpear la piedra, aunque en la actualidad los canteros de Mingorría se trasladaron a otros tajos. En el horizonte que se divisa desde el castro de las Cogotas queda escondida Avila, mientras, en el nuevo río que nace desde la presa, aparece nuestra Avila rural y primitiva. El río ha recobrado la fiereza y bravura propia de los caballeros de Avila y continúa su curso, lo que hace serpenteando
un terreno agreste y rocoso, descendiendo bruscamente, discurriendo por hondonadas entre encinares y abriéndose mansamente entre pinares a la llanura morañega. Aguas abajo de la presa de las Cogotas, siguiendo la línea divisoria de los términos de Avila, Cardeñosa y Mingorría, el río de Avila se ve salpicado por berrocales de piedra granítica que el agua va sorteando en forma de auténticos rápidos, y su curso discurre por profundos barrancos, a cuyas orillas aparecen importantes escarpes rocosos. El río se embravece en un trazado accidentado por la mano del hombre que construyó pesqueras, canales, caceras y balsas para servir a los molinos hidráulicos que se asoman tímidamente desde la ribera. El viajero intrépido puede acompañar al río de Avila en la permanente batalla que se libra abriendo el cauce inhóspito y agreste a lo largo de cuatro leguas. En el primer tramo cruzaremos la presa hasta colocarnos a sus pies, situándonos en la margen izquierda del río. Para ello descenderemos andando por la carretera existente y, desviándonos antes de llegar al aliviadero del pantano, tomaremos la orilla de la izquierda.
10 Desde aquí veremos, imponente, el muro de la presa, al Este de la dehesa de Yonte, cuyo punto más alto alcanza los 1.121 metros de altitud, y al Oeste el risco de las Cogotas, con similar altura. Proseguiremos nuestro camino por la ribera sorteando rocas y encinas, y pronto veremos los restos de un antiguo molino del que ya sólo quedan las grandes piedras que se emplearon en su construcción. Siguiendo la senda dejada por lo que debió ser el socaz, las ruinas de otro viejo molino aparecen junto a una desgastada rueda de piedra que quedó abandonada. A nuestra derecha el río discurre con estruendo, dejando escapar todavía un poco de agua por la cacera que construyó el hombre. Pequeñas sendas sirven de guía al viajero explorador para llegar desde aquí al cercano molino Revuelta. Sobre el dintel de la puerta puede leerse: «Revuelta. Año de 1922. Propiedad de Juan Zazo. Reformó Cándido Herráez». Junto a los Callejones de Chascarra.
RUTA
DEL
RÍO ADAJA
La buena construcción de piedra hace que el molino se mantenga en perfecto estado. Aquí el río inicia un escabroso giro de más de noventa grados, y en la curva quedan restos de lo que fue el molino de Revoltillo. La perspectiva ciertamente es asombrosa y se engrandece cuando el río endereza su curso para servir al molino de Galleguete que pronto ha hecho presa de tanto caudal. Enfrente, entre lanchas de piedra que se nos antojan formaciones realizadas por el hombre para aprovechar la energía del río en lo que pudieron ser otros molinos o batanes. Aquí, el río empieza a encajonarse para poder pasar por los llamados Callejones de Chascarra, unos enormes paredones graníticos que cortan el terreno rocoso poblado de encinas. En estos paredones hay formada una cueva al mismo nivel del río que por su difícil acceso sirvió de escondite al famoso bandolero de Cardeñosa llamado «Marianillo» o «Marianete». Este singular revolucionario aplicaba la peculiar teoría de robar a los ricos para dárselo a los pobres, hasta que decidió robar también a los recaudadores de impuestos y ello provocó una decidida persecución por la Guardia Civil. Finalmente murió de un tiro que le dió un pastor que conocía bien el terreno ante la impericia de los guardias. Todavía hay gente en los pueblos de la zona que recuerdan a Marianillo como un buen hombre a su manera. Desde los Callejones de Chascarra los pobladores medievales construyeron la pesquera o azud del molino «Trevejo». En ambas márgenes predominan los montes de encinas de la dehesa de Cabreras en el lado izquierdo, y de las
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DEL
RÍO ADAJA
dehesas de La Malita y El Ciego en el lado derecho. Pasados los Callejones de Chascarra, desde el encuentro con el arroyo del Monte, donde quedan restos del molino «El Cubo de Mariscano» y siguiendo el mismo curso del río los molinos cuyos vestigios se conservan en la zona son: «Trevejo», «Las Monjas», «Pajuela», «El Nuevo» o de «Joselito», «El Cubo», «El Grillo» o de «Ruleta» o de «Cañete»; enfrente, al otro lado del río, en la dehesa de Cabreras están las ruinas del «Barbas de Oro» y «Castillo»; volviendo a la margen de Mingorría está el de «Las Juntas» y las ruinas del «Negrillo». Cerca de estos últimos están los charcos del Redondillo y el Arenal, donde había una zona de baño y las mujeres lavaban la ropa. Incluso aquí también hay que lamentar la desgracia de algún niño que murió ahogado. En esta parte se puede cruzar el río si trae poco agua, como antiguamente hacían los cabreros hasta la dehesa de «Cabreras», donde pastoreaban. En torno a la mayoría de los molinos se levantan arboledas de alisos, negrillos, chopos y fresnos, cuyo porte y colorido resaltan entre el verde uniforme de las encinas. En la zona pueden verse, prestando atención, alguna que otra garza, el ánade real e incluso cormoranes, y también águilas culebreras y otras rapaces. La arquitectura popular alcanza sus máximos exponentes en los mismos molinos, los cuales han sido construidos en lugares casi inaccesibles y en los que la piedra granítica, extraída del propio terreno por los canteros de la localidad, constituye el material básico y fundamental de la edificación. El río prosigue su curso retorciéndose en giros de noven-
El Adaja junto al M.º del Francés.
ta grados hasta llegar al molino de «Ituero» o del «Tío Deogracias», o de «Teresitas», o de «Miaja», donde le sale al encuentro el arroyo de «La Reguera» con «El Colerón». Las rocas y peñascos del paraje de «Los Colmenares» se apoderan del paisaje y encajonan el río, destacando aquí el escarpe rocoso de «Peña Águila», desde el cual antaño se lanzaban los perros que se sacrificaban. En este mismo lugar, el río también se ha tragado vidas humanas y alguna cabra que pastaba entre las rocas. Esta zona se verá transformada en el futuro con la construcción de un azud desde donde se canalizará el agua de la presa de «Las Cogotas». Al otro lado del río, donde el encinar de la dehesa de «Cabreras» cubre la ladera montañosa que se adentra en Zorita, se hallan las ruinas de dos batanes y de un tercero que conserva las paredes nombrado «El Caleño» o «El Francés». Siguen el molino «Nuevo» o de «Los Policas» y el de «Hernán Pérez», cuyo agua era aprovechada por el «Molinillo». Todos ellos están unidos por una galería de alisos, chopos y fresnos que dejan paso al ensanche del río en el charco de «Jumentrún». Llegados al puente que comunica Mingorría con Zorita, y
12 a partir de aquí, las aguas se vuelven mansas y tranquilas, después que en otros tiempos su fuerza provocara la caída y ruina de otros puentes anteriores, como ocurrió en 1912 cuando, además, el agua arrastró la pesquera del molino de «El Francés». Esta parte del río es el lugar preferido por los pescadores que esperan pacientemente a que piquen barbos, anguilas, carpas, cachos o bermejuelas, tan abundantes en
Ribera de Zorita y Pozanco.
otro tiempo como también lo fueron los cangrejos. Continuando aguas abajo el curso del río, y pasado el puente nuevo, al que suceden restos de otros, existe una zona de baño frente a una pared arcillosa conocida como «Suellanarices», lugar apropiado donde se había proyectado una playa fluvial. Al otro lado nos encontramos con una planta de extracción de áridos, lugar donde se han encontrado restos de un yacimiento de la edad del bronce medio. La extracción de arena ha propiciado la creación de una laguna, con la aparición
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DEL
RÍO ADAJA
de una rica vegetación palustre, convirtiéndose en un humedal frecuentado por diversas aves acuáticas. Desde el puente caído que se halla junto al arenero el paisaje se llena de pinos piñoneros y negrales, destacando también la abundancia de fresnos y chopos en torno a las ruinas del molino del «Cubo», donde se encuentra el soto del «Chorrito». En esta zona húmeda crecía la bardaguera, una mimbre que era utilizada para la fabricación de cestos por los numerosos cesteros de Zorita y Mingorría. El paisaje de pinos se mezcla después con la galería de chopos que crecen en la desembocadura del arroyo Regajal, frente al paraje de «Las Bragas» donde estaba el molino «Piar». El pinar se prolonga siguiendo al río a su paso por la dehesa de Olalla, en cuya margen izquierda se levanta el molino del «Vego». Enfrente se hallan los molinos de Pozanco que explotaban «Los Polilos», afamados molineros y dulzaineros. El primero de estos molinos es el «Cubo» o «Cubillo» o «de Castellanos», que fue propiedad del vecino de Mingorría Eugenio Nieto, y cuya balsa y manantial fueron adquiridos por el Ayuntamiento para abastecer a la población de agua potable, en el mismo lugar existe un merendero. Los molinos que siguen se llaman «Viejo» y «Canongía». Después de los últimos molinos citados, el río llega al límite del término de Zorita y Mingorría por su margen izquierda entre pinos, chopos y fresnos, y el paisaje llano se abre a los campos cerealistas de la Moraña, después de pasar por los pinares de la dehesa de Navares, donde quedan restos del antiguo molino del «Prior».
RUTA DE LOS MOLINOS l paisaje que configura el río Adaja a su paso por CardeE ñosa, Mingorría y su anejo Zorita de los Molinos se ve engrandecido por la presencia de multitud de molinos harineros, característicos de una incipiente actividad industrial de transformación de los productos cerealistas que se ha venido desarrollando en la zona desde el siglo XIII, de donde se obtenía la harina que hizo famosos a los panaderos de Mingorría. ■ A DESTACAR. Breve recorrido por el importante número de molinos de la ribera del Adaja y del Voltoya, situados en Cardeñosa, Mingorría y Zorita de los Molinos, Pozanco, Navares, Velayos, Las Gordillas, Aldealgordo y Tolbaños. Sobre el recorrido se recogen apuntes históricos y descripción del funcionamiento de los molinos y el noble oficio de molinero. ■ La ruta. Se traza desde Mingorría en tramos cortos que se dirigen a los molinos del Adaja y del Voltoya, pasando por los pueblos de Zorita, Velayos y Tolbaños. ■ Cómo llegar. A los molinos situados entre los encinares de Cardeñosa, Mingorría y Zorita sólo se puede acceder andando, al resto en coche o bicicleta por distintos caminos de herradura. ■ Qué ver. Molinos harineros, infraestructuras y tipos de arquitectura popular, paisajes pintorescos. ■ Aliciente. Conocer el funcionamiento de los antiguos molinos, observando cómo trabajan hoy los molineros de Zorita.
RECORRIDO HISTORICO Los molinos hidráulicos eran las instalaciones de uso colectivo donde se advierte un nivel más elevado de tecnología agraria. Su construcción estuvo bastante extendida en la geografía diocesana durante los siglos XIII y XIV, de cuya época datan los molinos de Mingorría y Zorita, según consta en el Archivo de la Catedral estudiado por Angel Barrios. Ya en el siglo XVIII, el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1751 censa en Cardeñosa los molinos de «Pedro Cojo» y «Pedro Cojillo?», situados en la margen izquierda del río Adaja actualmente invadida por la presa de las Cogotas. Aguas abajo de la presa estaban censados en la misma margen los molinos del monasterio de la Encarnación «Revuelta» y «Revoltillo», hasta llegar a los «Callejones de Chascarra» frente a la dehesa de «Yonte». En la margen derecha, ya en el término de Mingorría, el Catastro de Ensenada daba cuenta de los molinos de «Trevejo», «Arroyo Pepino», «El Molinillo», «Pajuela», «Las Juntas», «El Obscuro», «El Pontón», «El Negrillo» e «Ituero», propiedad del
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monasterio de la Encarnación, de la parroquia de San Vicente o de las Obras Pías de la iglesia de Mingorría, y excepcionalmente de particulares.
Molino El Castillo.
Frente a los molinos de Mingorría, en la margen izquierda de Cardeñosa, el Catastro censa los molinos «Barbas de Oro» y «El Castillo», y los batanes «De Córdoba», «De Alejandro» y «El Caleño». En la misma margen, pero en el término de Zorita se censan los molinos «Nuevo», «Hernán Pérez», «Molinillo», «El Puente», «El Cubo» y «El Vego». Al otro lado del río, en la margen derecha, aparecen censados en el municipio de Pozanco los molinos «La Balsa del Cubo» y el «Viejo». En Navares, término de Peñalba, se data el molino «Del Prior» perteneciente al monasterio de la Antigua. Otros molinos que se asoman sobre el río Voltoya son los que hay en Tolbaños, Tabladillo, Aldealgordo, Las Gordillas y Velayos. Sobre la importancia de la industria molinera, diremos que a mediados del siglo XVIII
DE LOS
MOLINOS
todos los molinos juntos de Zorita y Mingorría producían una renta anual de más de tres mil trescientas fanegas de cereales (trigo, cebada, centeno y algarrobas), mientras que una fanega de trigo valía unos quince reales y el alquiler de un molino de dos ruedas era de unas cincuenta fanegas de trigo al año. La construcción de los molinos tenía un alto precio, por lo que era normal que el mismo fuese financiado por varios propietarios con gran poder adquisitivo, aunque su titularidad acabó siendo, mayoritariamente, de fundaciones benéficas y órdenes religiosas a través de distintas donaciones, si bien en su mayoría eran explotados en renta por los molineros de Cardeñosa, Mingorría y Zorita. En el siglo XIX el Diccionario de Pascual Madoz (18451850) señala que Mingorría cuenta con una veintena de molinos harineros, los cuales serán des-amortizados para pasar a ma-nos de particulares. Años más tarde, en el Nomenclator de la Provincia de Avila de 1863 se censan en Mingorría y Zorita quince molinos, en Cardeñosa hay seis y en Pozanco tres, a los que seguían el de Navares (Peñalba) y el de «Los Lobos» o «Los Pobos» en Hernansancho, además de los molinos del Voltoya. Finalmente, en el año actual de 2001 tan sólo se mantiene en funcionamiento el molino «Hernán Pérez» en Zorita. LOS MOLINOS Los molinos construidos en la zona constituyen un destacable ejemplo de arquitectura popular, donde la piedra se convierte en el material básico. Todos ellos fueron emplazados aisladamente fuera de los cascos urbanos, a una distancia de los mismos que va desde los qui-
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DE LOS
MOLINOS
nientos metros a casi los tres kilómetros. Los edificios solían ser de una planta con un sobrado, ampliándose una segunda planta de adobe en alguno de ellos. La mayoría de ellos también eran utilizados como vivienda temporalmente, por lo que disponían de cocina. Y como era preciso atender a las caballerías que transportaban la harina y el grano también se disponían construcciones anejas destinadas a cuadras y pajares. Algunos molinos, como el «Hernán Pérez», cuentan además con gallinero, palomar y pocilga. Casi todos los molinos utilizaban directamente el agua del río como fuente de energía, con excepción del molino del «Cubillo» que utiliza el agua de un manantial y del molino de «Canongía» que también lo obtiene de un pequeño arroyo y un manantial. Para el aprovechamiento energético del río se construye-
15 ron pequeñas presas o azudes que cortan el cauce, creándose una importante masa de agua denominada pesquera. Desde aquí el agua se conduce hasta el propio molino a través de un canal o cacera, o «chorro» formado de gruesas paredes de piedra o excavado sobre el propio terreno, en algunos casos el agua se recoge después en una balsa, como en el molino «Trevejo» o los molinos «Cubillo» y «Canongía». Cuando el agua llega al molino pasa a través de una o varias aber-turas practicadas en la pared, bien a un depósito o cubo, de ahí la denominación de algunos molinos como «El Cubo» o «Cubillo», o bien descendiendo por un bocín o saetín hasta golpear el rodezno o rueda hidráulica horizontal, situada debajo del piso del edificio, la cual hace girar, moviendo directamente por un eje vertical, las ruedas de moler situadas en el piso superior. El agua sale después por el cárcabo y por un canal de evacuación o «socaz» se dirige de nuevo al río. Cuando se dice que un molino tiene una o varias piedras o muelas, se quiere decir que se podía moler simultánea o alternativamente con una o más piedras. Los molinos de la zona responden al esquema básico de funcionamiento descrito, aunque hay que lamentar el alto
16 número de ellos que se encuentran totalmente arruinados. A pesar de todo todavía hoy puede verse moler grano como hace cientos de años en el molino de «Hernán Pérez», en Zorita. Normalmente el pleno rendimiento del molino solía durar ocho meses al año, desde los Santos (1 de noviembre) hasta San Juan (24 de junio), dependiendo después del agua que dejaba el estiaje. Su funcionamiento solía ser de doce a catorce horas al día, si bien en la descripción de Ensenada se dice que algunos molinos molían día y noche.
LOS MOLINEROS El oficio de molinero ha sido siempre un oficio noble y de tradición familiar que pasaba de padres a hijos. Y este es el caso de la mayoría de los molineros de Cardeñosa, Mingorría y Zorita y Pozanco. El oficio de molinero solía compatibilizarse con otros oficios o trabajos, como los de panadero, labrador o arriero; algunos tenían colmenas y otros trataban con lana o hacían albardas. Y es que como los molinos sólo funcionaban ocho meses al año, ello permitía realizar otras actividades. Además, las numerosas recuas de burros, mulas y caballos de que dispo-
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DE LOS
MOLINOS
nían los molineros para transportar el grano y la harina podían utilizarse en verano para la arriería o trajinar. Asimismo, para mejorar su economía familiar el molinero solía cultivar una pequeña huerta y criar algún cerdo. Hasta principios de siglo la explotación de los molinos fue una actividad rentable para algunos molineros, y así en el censo electoral de Diputados de 1862 figuran como electores varios molineros, por pagar 400 reales de contribuciones directas. Esta capacidad contributiva y posición social hizo posible que algunos molineros también fueran alcaldes o concejales. Ello abundaba la idea de que los molinos creaban riqueza en el pueblo, y así el Ayuntamiento de Mingorría en una sesión de 1851 acordó ceder los terrenos necesarios para la ampliación de los propietarios que lo solicitaron. El oficio de molinero, quien en muchos casos vivía en el molino, suponía realizar el duro trabajo, subiendo y bajando pesados sacos de trigo y harina continuamente. El molinero también debía cuidar los elementos mecánicos del molino, tenía que controlar la regular entrada del agua, picar las muelas de piedra rehaciendo las estrías para lo que tenía que desmontar las pesadas piedras, debía revisar y reparar frecuentemente los mecanismos del molino que eran de madera, además de reforzar la pesquera ante los destrozos de la crecida y limpiar el caz y los desagües. Es posible que la figura del molinero parezca ahora algo romántica, pero hay que reconocer con Nicolás García Tapia que sus condiciones de trabajo le
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DE LOS
MOLINOS
hacían ser víctima de enfermedades provocadas por la insalubridad del agua estancada por el azud y el polvo de la harina. Además, el lugar de trabajo era pequeño, incómodo, sombrío y ruidoso, con una jornada ilimitada. No obstante, también hay que decir que existían innumerables compensaciones y que el resto de los trabajadores del medio rural tampoco vivían en mejores condiciones. En la actualidad, los hermanos Sansegundo, algunos de ellos ya jubilados, mantienen en perfecto estado de funcionamiento el molino llamado de Hernán Pérez, situado en la margen izquierda del río Adaja junto al puente de Zorita. RUTA DE LOS MOLINOS «REVUELTA» Y «GALLEGUETE» Los molinos de Revuelta y Galleguete son los únicos que se conservan en la margen izquierda del Adaja en el tramo que va desde la presa de las Cogotas hasta los «Callejones de Chascarra», dentro del término de Cardeñosa, si bien se aprecian restos interesantes de otros tres molinos más. Situándonos a los pies de la presa de Las Cogotas, y siguiendo entre encinas el curso del río, enseguida encontramos los restos de un antiguo molino del que se conservan grandes piedras. No muy lejos pronto observamos una vieja rueda de moler junto a otro montón de piedras de lo que fue otro molino. Desde aquí una vereda conduce al molino de «Revuelta», un edificio de una planta y buena mampostería que se conserva en buen estado, aunque las cuadras anejas estén hundidas. Desde el molino de «Revuelta» continuamos por un camino ascendente del que nos desvia-
17 mos al poco tiempo en el primer camino que sale por la derecha, el cual nos lleva al molino de «Galleguete» o de Peñalén. Si hubiéramos continuado por el camino ascendente que va a Cardeñosa, después de media hora y coronar el monte, un camino a la derecha nos habría llevado hasta las ruinas de los molinos Barbas de Oro y El Castillo, situados frente al molino de Mingorría denominado El Grillo o de «Cañete». El molino de «Galleguete» aparece después de un brusco giro del río, donde quedan las paredes del molino de Revoltillo. La abundancia de agua que sobrepasa el dique de la balsa del molino presenta una bella estampa y una llamativa perspectiva con los Callejones de Chascarra al fondo. El molino es un edificio de una planta de mampostería que fue sobreelevado con una planta más de adobe, que todavía se mantiene en pié, a pesar de su abandono y progresiva ruina. De regreso por el mismo camino, no hay que olvidar echar la vista atrás para admirar de nuevo el impresionante paisaje. Molino Galleguete.
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DE LOS
MOLINOS
RUTA DE LOS MOLINOS DE «TREVEJO» Y «LAS MONJAS» Partiendo desde Mingorría por la antigua carretera de Ávila, y antes de llegar al alto de San Blas, tomamos el primer camino que sale a la derecha en dirección a la ermita de la Virgen, pero continuaremos después por el camino de la izquierda, llamado de Rogallinas. Al llegar al arroyuelo del mismo nombre, habremos dejado a la izquierda un aserradero de piedra donde se ha mecanizado el oficio de cantero, un oficio característico de este pueblo. Siguiendo nuestro camino, dejando a la derecha una caseta de hortelano, llegamos al monte de encinas que en otro tiempo fue comunal y hoy es de las dehesas de La Malita y El Ciego. Continuando rectos, dejaremos a ambos lados sendos caminos que conducen a los caseríos de estas dehesas. Cuando el camino empieza a ser más estrecho y sinuoso, aparece un abrevadero de pilas de piedra servía a las cansadas caballerías de mulas y burros que transportaban el grano y la harina. El ruido del agua ya nos avisa de la cercanía del molino «Trevejo» que se divisa desde un altozano, donde una vereda casi inapreciable nos desvía a Molino de Trevejo.
Paraje del molino de las Monjas.
las ruinas del molino de «Las Monjas». Ya en el molino Trevejo vemos que se encuentra cerrado y que todavía conserva toda su techumbre a cuatro aguas, mientras que las cuadras anejas están arruinadas. Las obras de ingeniería realizadas para moler el grano son asombrosas: ahí están la pesquera, el caz, la balsa, los cárcabos y el propio molino de buena piedra de mampostería. Siguiendo el curso del río, subiendo y bajando por la ladera del monte, o regresando hasta la vereda que dejamos antes, llegamos al molino de Las Monjas, debido a que fueron sus propietarias las monjas de la Encarnación de Ávila, del cual sólo se conservan restos de las paredes y de alguna rueda, suficiente para darnos una idea del esfuerzo que debió suponer su construcción y su puesta en marcha. Ya de regreso, nos asomamos echando la vista atrás para contemplar la grandiosidad del paisaje.
RUTA
DE LOS
MOLINOS
RUTA DE LOS MOLINOS «PAJUELA», «NUEVO», «EL CUBO» Y «EL GRILLO» Saliendo de Mingorría nos dirigimos a la ermita de la Virgen. Junto a la ermita se halla una escultura zoomorfa de la época celta, conocida como «el marrano de la Virgen». Prosiguiendo el camino dejamos de lado el paraje de Los Villares, posible asentamiento medieval, y a la izquierda una caseta de la huerta de frutales que allí había. Pronto cruzamos el arroyuelo de Rogallinas, que riega una hermosa arboleda de chopos en galería. Después nos adentramos en el monte del Ciego, donde sobresale un palomar de planta cuadrada, sin tejado, construido a media altura de mampostería y el resto de adobe. Es una edificación singular junto al caserío de la dehesa. Dejado atrás el palomar, el camino se bifurca en dos: el de la izquierda conduce a las ruinas del molino de Pajuela y al molino «Nuevo» o de Joselito. El camino de la derecha nos Molino Nuevo.
19 lleva a las ruinas del molino del Cubo y al molino del «Grillo» o de Cañete. Ambos caminos son pedregosos, angostos y con mucha pendiente, por los que sólo se puede ir andando. Sobre el molino Nuevo se levanta una pared rocosa imponente, entre cuyas grietas se asoma alguna encina. Este molino sólo conserva las paredes, además de las obras de ingeniería de conducción de agua. El molino del Grillo acogía a la familia del molinero, el «Tío Cañete», y ahora se le está hundiendo la techumbre, como a las construcciones anejas destinadas a cuadra y pajar. Al otro lado del río, donde se revuelve en bruscos giros, se divisan los restos de los molinos de Barbas de Oro y el Castillo, todo en un inmenso mar de encinas. RUTA DE LOS MOLINOS DE «LAS JUNTAS», «NEGRILLO» E «ITUERO» Desde Mingorría nos dirigimos a la Fuente, que también es abrevadero, junto al arroyo de La Reguera. Allí se encuentra el potro de herrar ganado y a la izquierda se divisa la ermita de la Virgen, mientras que a la derecha, sobre las cuestas «extremeñas» se levanta un palomar de tipo circular todavía en uso. Ahora tomamos el camino de poniente, dejando el arroyo de la Reguera a la derecha, junto al cual se encuentra la arboleda de chopos de galería de La Alameda. Siguiendo nuestro camino, dejamos a la derecha otro palomar, éste de planta cuadrada del que sólo quedan las paredes de mampostería, es el palomar del Escribano, ya que su propietario, Antonio Pajares, fue notario y alcalde de Mingorría en la última mitad del siglo XIX.
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RUTA
Molino de Las Juntas.
Pronto llegamos al comienzo del monte, cruzamos el arroyuelo de las «Gallinas» o «Rogallinas», que a la derecha no tardará en unirse al arroyo de «La Reguera» y «El Colerón» para desembocar en el Adaja junto al molino de Ituero. Continuando de frente, dejando a la izquierda el encinar, pasaremos dos promontorios, desde el segundo, a la derecha, una estrecha vereda conduce al molino de Ituero. Continuando de nuevo de frente nos asomamos a un barranco poblado de vegetación, por donde pasa el río. Para llegar tomaremos el camino que sigue a la izquierda, donde enseguida encontraremos un excepcional mirador con el río a los pies del monte, y después de un trayecto en «zigzag», angosto y pedregoso llegaremos al molino de Las Juntas. Es un edificio de una planta con la cubierta semihundida a dos aguas. El río se ensancha interrumpido por el azud que forma la pesquera entre abundantes fresnos, de donde sale el canal o «caz» que conduce el agua para moler. Siguiendo el río aguas abajo, enseguida nos encontramos con el «caz» de las ruinas del molino Negrillo, de donde un camino nos llevará de regreso por la ladera del monte. También puede seguirse por la orilla del río, subiendo y bajando
DE LOS
MOLINOS
por la accidentada margen hasta llegar al molino de Ituero, si es que no dejamos esta visita para otra ocasión en la que nos desviaremos antes de bajar al molino de «Las Juntas». Junto al molino de «Ituero» el río vuelve a retorcerse en pronunciados quiebros. El molino, que sólo conserva las paredes, era de una planta con cubierta a dos aguas, y su entrada se hizo cortando la roca. El río continúa bajando como una serpiente para esquivar los paredones de Los Colmenares y «Peña Águila», impresionantes formaciones rocosas.
Molino de Ituero.
La vuelta a Mingorría puede hacerse por la vereda que sube hasta el encuentro con el camino del molino de «Las Juntas» o en dirección contraria, casi escalando, hasta llegar a la casa de «Los Colmenares», utilizada como encerradero de ganado, de donde sale un camino hacia el pueblo. RUTA DE LOS MOLINOS DE «HERNAN PEREZ» Y «NUEVO», Y BATAN «EL CALEÑO» Tomando desde Mingorría la carretera provincial que se dirige a Zorita de los Molinos y Las Berlanas, y dejando atrás el cementerio de la localidad y a un lado, a mitad de camino, el caserío de La Veguilla, des-
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DE LOS
MOLINOS
pués de cinco kilómetros llegamos al puente que cruza el río. Cruzado éste, a la izquierda sale un camino que nos conducirá a varios molinos. El primer molino que nos encontramos es el llamado de Hernán Pérez, en el cual muelen y viven los hermanos San Segundo: Valeriano, Tomás, David y Manuel, quienes lo conservan en perfecto estado y gustosamente lo enseñan a los visitantes. Es una buena muestra del ingenio de los constructo-
21 buen ejemplo de arquitectura popular. Las vistas son de gran belleza. Más adelante, aguas arriba, se halla el edificio majestuoso de lo que fue el batán El Caleño o molino El Francés, utilizado en el tratamiento de paños y pieles, antes de reconvertirse en molino harinero. Sólo se conservan las paredes de mampostería de una construcción de dos plantas, además de la infraestructura que posibilitaba su funcionamiento.
Molino de Hernán Pérez.
res de molinos y de los artífices de su funcionamiento. Una gran pesquera o presa embalsa el agua, que se canaliza hasta el molino entre abundante arbolado de fresnos. El agua, después de mover las ruedas hidráulicas, servía a otro molino conocido como El Molinillo, volviendo después al río. El camino continúa hasta el molino Nuevo o de Los Policas, el cual debe su nombre por haber sustituido a otro que se llevó el agua, cuyos restos todavía se aprecian. Este molino se conserva en perfecto estado por su propietario y es un
Cercanos a éste había otros dos batanes más, de los que sólo quedan algunas piedras de sus paredes tapadas por la vegetación. RUTA DE LOS MOLINOS «PIAR» Y «EL VEGO» Situándonos de nuevo en la carretera de Zorita y Las Berlanas, una vez cruzado el puente sobre el río Adaja, el cual fue reconstruido hacia 1923 sustituyendo a otro que se llevó una riada en 1912, que debió ser obra de Antonino Prieto, llegamos a Zorita de los Molinos,
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localidad anexionada a Mingorría en 1833. Nada más dejar el pueblo, a la derecha sale el camino que conduce al caserío El Chorrito. Si continuamos atravesando el caserío, junto a la ermita construida en 1892 por Antonino Prieto, llegamos al río, que antiguamente se podía cruzar por un puente de madera, dando acceso al molino El Cubo, del que ya sólo quedan las paredes arruinadas. Volviendo a la carretera, en el desvío del camino de Peñalba nos encontramos con una pequeña ermita construida en honor del Cristo de la Agonía o de la Santa Veracruz, a cuya entrada hay una cruz de piedra. Más adelante, otro camino que sale a la derecha nos lleva a la finca de La Aldehuela y a la ermita construida por Celedonio Sastre en 1930. Al Este del caserío pasa el río en cuyas márgenes quedan restos del antiguo molino Piar. Continuando el camino inicial que llega a la dehesa de Navares, cruzamos el arroyo de la Chavata por un puente estrecho y en mal estado, y nos adentramos en los pinares de
DE LOS
MOLINOS
la dehesa de Olalla, donde siguiendo el camino de la derecha nos llama la atención la buena construcción de un palomar de ladrillo. Desde aquí ya se divisa el caserío de la dehesa a la izquierda, y al otro lado, en dirección al río, pronto aparece el molino del Vego. Este molino es de dos plantas, conservándose el edificio en buen estado, el cual sigue recibiendo el agua por la cacera que sale del río junto a la desembocadura del arroyo de la «Chavata». Para regresar, podemos volver en dirección contraria, bordeando los pinares por el camino de Gotarrendura, y desviándonos a la izquierda encontraremos de nuevo la carretera, donde más adelante se hallan las ruinas del Torreón de Garoza, en el término de Peñalba de Avila. RUTA DE LOS MOLINOS DEL «CUBO», «CUBILLO», «VIEJO» Y «CANONGÍA» Situándonos una vez más en la carretera de Zorita, antes de llegar al puente construido sobre el río Adaja, a la derecha
Molino «El Vego», en la dehesa de «Olalla».
RUTA
DE LOS
MOLINOS
sale el camino de Pozanco desde el que se accede a una planta de extracción de áridos existente junto al río. En este mismo lugar se han encontrado vestigios de un yacimiento de la edad del bronce medio, y desde aquí se aprecian los restos de un antiguo puente de piedra que se llevó el agua. Los grandes movimientos de tierras realizados en la zona han propiciado la creación de una laguna y un humedal donde acuden patos y otras aves. Cruzando el humedal nos adentramos en el pinar y el soto del Chorrito. El camino sigue paralelo a la larga cacera del molino El Cubo, del que sólo se conservan restos de sus paredes. La abundancia de fresnos y pinos crea un bello paisaje junto al río. Más adelante, entre chopos, se produce la desembocadura del arroyo Regajal, el cual era salvado en el camino de Pozanco por un pontón que se llevó el agua y que hoy todavía no ha sido reconstruido. Por ello es preciso regresar a la carretera en dirección Mingorría, hasta el camino siguiente que nos sale a la izquierda y que pasa por el caserío de La Veguilla, propiedad en otros tiempos del Duque de Montellano. Desde aquí llegaremos de nuevo al camino de Pozanco, el cual dejaremos después para atravesar los pinares por un camino que conduce al molino del Cubillo o de Castellanos, de cuyo manantial se abastece el pueblo de Mingorría. El «cubo» y el «cárcabo» abovedados en ladrillo llaman la atención por su buena construcción. En su balsa se hallan instaladas unas mesas con asientos para merendero.
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Molino Canongía.
Para ir a los molinos Viejo y de Canongía basta seguir el curso del río o adentrarse en el pinar de donde sale el camino de acceso. Estos dos molinos, que también fueron vivienda, se hallan en buen estado de conservación, y en ellos pueden apreciarse perfectamente las características de su funcionamiento, además de admirar su entorno natural. RUTA DE LOS MOLINOS DEL VOLTOYA Los molinos harineros del Voltoya, a su paso por la provincia abulense, pueden descubrirse en el tramo comprendido entre Tolbaños y Velayos, donde están los de Tolbaños, Tabladillo, Aldealgordo, Las Molino de Tolbaños.
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RUTA
Gordillas y Velayos, desde aquí el río llega al pueblo siguiente de Sanchidrián donde sirve al molino de Almarza, para después adentrarse en la provincia de Segovia. El paisaje de la ribera del Voltoya es muy similar al que bordea el Adaja y el río discurre rodeado de encinares y berrocales graníticos que poco a poco van dejando paso a las tierras llanas. El molino de Tolbaños ha sido recientemente rehabilitado con extraordinario gusto y está abierto al turismo como casa rural. A este molino se llega desde el pueblo tomando el camino de concentración parcelaria que sale en dirección Este hasta hacer incursión en el encinar y llegar al río. Este molino sustituyó a otro situado entre grandes rocas de granito aguas arriba, en el arroyo Cortos o de Berrocalejo, poco antes de que se una al Voltoya en el lugar conocido como Juntarríos. Cerca del molino de Tolbaños, siguiendo el camino de la margen derecha, en la dehesa de Tabladillo perteneciente al término de Ojos Albos, se halla el molino Salto de la Cabra, y aguas abajo todavía se aprecian los restos de otro que se llevó el río. Las grandes formaciones graníticas de la zona magnifican el paisaje de encinas y guardan un extraordinario Molino de Tabladillo.
DE LOS
MOLINOS
parecido con el molino «Nuevo» o de «Joselito», en el Adaja. Para visitar los molinos situados aguas abajo puede seguirse el curso del río, pero es más cómodo retomar el camino de Tolbaños y, por la carretera de Mingorría, dirigirse a Velayos. Desde el pueblo hay que tomar la carretera de Maello, y después de cinco kilómetros entre encinares llegamos al caserío de Las Gordillas. Desde aquí, por la margen derecha del río, aguas arriba llegamos al molino de Aldealgordo, el cual se conserva todavía en buen estado, tal cual lo dejaron los últimos molineros de Maello. Al norte de Las Gordillas sale el camino del molino de esta dehesa, el cual sigue paralelo al río hasta unirse con la urbanización del Coto de Puenteviejo, cuyo estado permite su recorrido en coche. Después de unos tres kilómetros y pasar por un antiguo tejar llegamos al molino, una construcción destacable de dos plantas, con vivienda incluida, que actualmente está en ruinas con gran parte de su maquinaria en el interior. Las tierras que rodean el molino de Las Gordillas fueron objeto de más de una página literaria escrita por Miguel Delibes, pues hasta aquí se acercó en muchas ocasiones a cazar. Para llegar al molino de Velayos tomamos el camino que sale del pueblo por el Este, el cual llega por el montecillo de la dehesa Aldehuela de la Freila hasta el río, en cuya orilla las mujeres lavaban la ropa. El molino, construido todo de adobe, se encuentra en ruinas, permaneciendo en pie las paredes. En las márgenes del Voltoya abundan los fresnos entre el manto verde que cubre las orillas.
Vista de Mingorría.
R U TA G E O G R A F I C A
■ A DESTACAR. Breve descripción geográfica de los pueblos de la ribera del Adaja en los años 1750-1850, cuya población se dedicaba principalmente a la agricultura, lo que tampoco cambió mucho en los cien años siguientes. ■ La ruta. Ruta histórica y geográfica por los pueblos de la ribera del Adaja, originarios de la Edad Media, en el escenario de su definitiva configuración en los siglos XVIII y XIX, época determinante en la elaboración del Catastro del Marqués de la Ensenada (1751), y el diccionario del economista, geógrafo, historiador y político Pascual Madoz (18451850). ■ Obsérvese. Las transformaciones más importantes que se produjeron en este tiempo afectaron a la industria textil. Mingorría, Santo Domingo de las Posadas y Velayos figuraban durante el siglo XVIII entre los principales centros textiles abulenses, mientras que Cardeñosa tenía en el Adaja tres batanes y en Aldealgordo (Tolbaños) tenían lugar grandes esquileos. Por lo demás, la economía rural de los pueblos de la zona sigue siendo eminentemente agrícola, manteniéndose actividades textiles en Velayos, arrieros en Santo Domingo de las Posadas, molineros en Cardeñosa, Zorita y Mingorría, y panaderos en este último. En la actualidad, la población ha disminuido a la mitad con caracter general, manteniéndose sólo las actividades agrícolas y ganaderas, aunque se realizan de una forma muy distinta. Por lo de-
más, el caserío y el entramado de calles mantiene su fisonomía original ligeramente transformada. ■ Cómo llegar. Para el itinerario propuesto tomamos el camino de herradura que sale de Avila hacia Arévalo por Cardeñosa, actual carretera AV804, que pasa por Peñalba, Monsalupe, Las Berlanas y Gotarrendura. Después el camino carretero que también sale de Avila hacia Arévalo por Mingorría, actual carretera N-403, pasando por Santo Domingo de las Posadas, Pozanco, Velayos y Vega de Santa María, desde donde cruzando el Adaja por la dehesa de Navares se llega a Gotarrendura, continuando nuestra ruta inicial llegaremos a Blascosancho. Desde Mingorría hacia el Oeste un camino, actual carretera, conduce a Zorita de los Molinos, cruzando el río Adaja por el único puente que había desde Avila hasta Arévalo, y estableciendo comunicación también con Cardeñosa, Peñalba y Las Berlanas. Al Este de Mingorría otro camino, actual carretera, asciende hasta San Esteban de los Patos, Escalonilla, Tolbaños, Saornil y los pueblos que se agrupan en la Venta de San Vicente. ■ Qué ver. Edificios, iglesias, ermitas, calles, fuentes, ganados y cultivos que todavía se mantienen en los pueblos de la zona. ■ Aliciente. Acercamiento a las antiguas formas de la vida rural y su entorno, que testimonian la identidad histórica de los pueblos.
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Situado en un ramal de la sierra de Avila y entre cuestas o cerros. El caserío está formado por los edificios de la villa, los molinos, las casas-colmenares, las casetas-encerraderos de ganado y casas de las dehesas de Ajates y Pedrocojo. En total tiene 204 casas, de las cuales sólo dos, la del cura y la llamada de los frailes, son de habitación alta; las demás de cuatro varas de altura y en lo general de mala distribución interior, teniendo pozos una tercera parte de ellas, se hallan en dos calles y dos barrios. Hay casa de ayuntamiento, cárcel, una pequeña plaza en medio de la calle principal, escuela de instrucción primaria común a ambos sexos a cargo de un maestro, y una iglesia parroquial de la Santa Cruz servida por un párroco. En las afueras del pueblo se encuentran: el cementerio, dos ermitas, una del Santo Cristo entre peñascos que se dice haber sido en otro tiempo convento de los templarios, y la otra casi en frente de la anterior dedicada a la Madre de Dios; y cinco fuentes públicas con cañerías que son a menera de pozos con un arca de piedra encima de la una. El río Adaja está como a 1/4 leguas, su cauce es profundo y los pescados de que abunda son bermejuelas, cachos, barbos y alguna anguila; sus aguas dan impulso a seis molinos harineros y un ba-
RUTA GEOGRÁFICA tán; antes había dos batanes más. El terreno es sumamente quebrado, flojo, pedregoso en su mayor parte, de secano y algo de regadío, ocupa 4.565 obradas, de las que 400 son monte de encinar. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, garbanzos, algunas muelas, vino, poca fruta, hortaliza, leña y pastos; mantiene ganado lanar fino, vacuno, cabrío, mular, caballar y cerda; cría caza de perdices, conejos y liebres, y no faltan lobos, raposas y algunos reptiles. Tiene dos posadas, quince lagares y dos tiendas de géneros del país y dehesa boyal. Su población es de 816 almas. PEÑALBA DE AVILA
Situado al pie de la Sierra de Avila y al principio del valle titulado La Moraña. Tiene 48 casas de inferior construcción, casa de ayuntamiento, cárcel, escuela de primeras letras común a ambos sexos, caserío en la dehesa de Navares y una iglesia parroquial de San Vicente Mártir; en las afueras se encuentra una ermita bajo la advocación del Santísimo Cristo de Santa Teresa. Existe una Obra Pía para pobres. El término comprende 450 fanegas de tierra. El río Adaja pasa por su confín este. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, vino y pastos; mantiene ganado lanar fino y vacuno, y cría caza menor. La población es de 226 almas.
RUTA GEOGRÁFICA
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Vista de Monsalupe.
MONSALUPE Situado en una especie de cerro y rodeado de otros varios bastante elevados. Tiene 36 casas inferiores, una plaza, casa ayuntamiento, escuela de instrucción primaria común a ambos sexos, a la que concurren de 16 a 18 alumnos que se hallan a cargo del sacristán que pagan los padres de los discípulos; y una iglesia parroquial de San Pedro Apóstol. En las afueras de la población se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Buen Suceso; el cementerio; una pequeña alameda de álamos negros y chopos; y una fuente. Comprende un despoblado titulado la Rad; bastante matorral de encina, huertos que se riegan con agua de los arroyos Berlana y Torcal, prados y 2.174 obradas de tierra de cultivo. El terreno es de monte y llano flojo y en lo general de secano. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, garbanzos, poca hortaliza, frutas, pastos y leña. Mantiene ganado lanar fino, cabrío, vacuno y de cerda; y cría caza de liebres, conejos, perdices, otras aves, lobos y zorras. La población es de 133 almas. LAS BERLANAS Situado en una planicie con algunas pequeñas cuestas. Tiene 129 casas, algunas con escudos, distribuidas en tres barrios separados entre sí, llamados Aldehuela, Burgo y Rivilla. Tiene casa ayuntamiento, cuyo edificio sirve de cárcel, pósito, es-
cuela de primeras letras a la que asisten 36 niños, iglesia parroquial dedicada a la Asunción de Nuestra Señora con el título de Gandulle, y es matriz de la de Gotarrendura: esta iglesia se halla bastante lejos de los barrios, por cuya razón se celebran algunos oficios parroquiales en las dos ermitas dedicadas a la Concepción y Nuestra Señora de las Angustias, que existen en la Aldehuela y el Burgo. Comprende 3,48 fanegas de tierra. Hay un tejar en la era vieja, le baña un arroyuelo de
Te j a r d e L a s B e r l a n a s .
su mismo nombre y sus aguas hacen al pueblo un beneficio inmenso por sus riegos, en los deliciosos huertos y plantíos de frutales que abundan. El terreno es llano y de buena miga, produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, vino, patatas, mucha pera de donguindo, ciruelas, guindas y legrumbres; se mantiene algún ganado lanar merino y el vacuno necesario para las labores. Tiene 268 almas. GOTARRENDURA Situado en un pequeño cerro. Tiene 46 casas, incluida la de ayuntamiento, taberna, fra-
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RUTA GEOGRÁFICA
Gotarrendura. Pa l o m a r d e S t a . Te r e s a .
gua, una fuente de buenas aguas y una iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, aneja de la de Berlanas. En las afueras de la población se encuentra una ermita y el camposanto. Comprende 1.828 fanegas de tierra, le atraviesa el río Berlana y el río Adaja le confina por el este. El terreno es de mediana calidad y produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, garbanzos, algo de vino y frutas; mantiene ganado lanar, vacuno, mular y asnal, y cría alguna caza. La población es de 170 almas.
ripedro y otra en los pradejones, y casas de labor en la Veguilla. Hay casa del curato de dos plantas, y casa de ayuntamiento, cárcel, escuela de instrucción primaria común a ambos sexos a la que concurren unos cien alumnos que se hallan a cargo de un maestro, una fuente de buenas aguas y una iglesia parroquial de San Pedro Apóstol con cura y capellán que tiene un anejo en Los Patos. Existe una Obra Pía de patronato de legos. En las afueras de la población se encuentran dos ermitas: Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora del Rosario; una mina de cobre descubierta en el año 1844 y el cementerio. El término comprende un monte de encina y algunos prados, le atraviesa el río titulado Adaja. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, garbanzos y hortalizas; abundan los panaderos y arrieros; mantiene ganado lanar, vacuno y de cerda, cría caza de liebres, conejos, perdices, otras aves y zorras, y pesca de barbos y anguilas. Tiene veinte molinos harineros y uno de chocolate. La población es de 971 almas. ZORITA DE LOS MOLINOS Situado en las inmediaciones del río Adaja (donde funcionan
MINGORRIA Situado en la falda de un pequeño cerro. Tiene 275 casas de mediana e inferior construcción, distribuidas en varias calles y una plaza, también hay una casa fragua en la Lancha, una caseta del ferrocarril en Ma-
RUTA GEOGRÁFICA media docena de molinos que quedaron reseñados en Mingorría, del que es anejo), cerca de las sierras de Avila. Tiene 19 casas de inferior construcción, y casa de campo en la dehesa de Olaya, y una iglesia parroquial de San Miguel, y en las afueras la ermita de la Santa Vera Cruz. Hay dos lagares, dos bodegas, una fragua, una taber-na, paneras y corrales. Compren- de 1.600 fanegas de tierra. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, vino y pastos; mantiene ganado lanar; cría caza menor. La población es de 34 almas.
SANTO DOMINGO DE LAS POSADAS Situado en la falda oeste de un pequeño cerro. Tiene 60 casas de inferior construcción, la de ayuntamiento que a la par sirve de cárcel; escuela de primeras letras, común a ambos sexos, a la que concurren 18 alumnos; una iglesia parroquial en honor de San Martín Obispo; el cementerio en parage que no ofende a la salud pública; y tres fuentes en las afueras. Comprende un despoblado titulado los Yezgos. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas y garbanzos; mantiene ganado lanar, vacuno y asnal, y cría alguna caza menor. Además de la industria agrícola también destaca la arriería. La población es de 239 almas.
POZANCO Situado en un pequeño cerro. Tiene 37 casas de inferior construcción, inclusa la del ayuntamiento; escuela de primeras letras común a ambos sexos, a la que concurren de 10 a 12 alumnos; una iglesia parroquial dedicada a San Juan Bautista; una ermita de la Santa Vera Cruz; dos fuentes tituladas Nueva y Vieja. Existe una Obra Pía para pobres. Comprende un hermoso prado y 1.200 fanegas de tierra; le atraviesa el río Adaja donde hay tres molinos harineros, cuyas ruedas reciben impulso con las aguas del Adaja uno, y los otros con las de dos grandes manantiales. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas y excelentes garbanzos; mantiene ganado lanar y vacuno, y cría caza de liebres, conejos y perdices. La población es de 74 almas.
SAN ESTEBAN DE LOS PATOS Situado cerca de las cordilleras de las sierras de Avila, a po-
30 ca distancia del río Adaja. Tiene 46 casas de inferior construcción, casa ayuntamiento, cárcel, escuela de primeras letras, común a ambos sexos, casas en la mina de Santa Agueda y en la dehesa de Navarrosa, y una iglesia parroquial en honor de Santo Tomás Apóstol, aneja de la de Mingorría. Comprende 1.800 fanegas de tierra. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas, vino y pastos; mantiene ganado lanar y vacuno, y cría caza menor. La población es de 108 almas.
RUTA GEOGRÁFICA deros, sudadero, comedor para los pastores, lavadero, y dos esquileos llamados rancho de arriba y rancho de abajo. Tiene un monte de encina bastante poblado; brotan en él varias fuentes, y le atraviesa el río Voltoya donde hay un molino hainero al sitio de «entreríos». Produce trigo, cebada, centeno, garbanzos y algarrobas; mantiene ganado lanar y vacuno, y cría caza de conejos y perdices. La población es de 202 almas.
SAORNIL DE VOLTOYA
TOLBAÑOS Forma ayuntamiento en unión con Escalonilla, y los actos religiosos se celebran en la Venta de San Vicente. Situado en una extensa llanura. Tiene de 50 casas, la del ayuntamiento, cárcel, escuela de primeras letras común a ambos sexos, dos fuentes y cementerio. Comprende el caserío titulado Aldealgordo del conde de Polentinos, que incluye un molino harinero, encerra-
Situado entre diferentes cerros. Tiene 14 casas inferiores inclusa la de ayuntamiento; una fuente y una iglesia parroquial dedicada a la Visitación de Nuestra Señora aneja de la de la Venta de San Vicente. Produce trigo, cebada y centeno; mantiene ganado lanar y vacuno, y cría alguna caza menor. Habitan 24 almas. GALLEGOS, ALAMEDAS DE REQUENAS, CORTOS Y VENTA DE SAN VICENTE Todos ellos forman unidos un único ayuntamiento. Situados
L a Ve n t a .
RUTA GEOGRÁFICA en las inmediaciones del río Adaja y en terreno algún tanto elevado. Tienen todos los pueblos juntos 18 casas: la del ayuntamiento y una iglesia parroquial dedicada a San Vicente Mártir que tiene por anejo también Saornil de Voltoya. La iglesia está situada en el centro de los pueblos que componen el ayuntamiento. Comprende 2.279 fanegas de tierra. Pasa por el centro del pueblo un arroyuelo que desagua en el referido Adaja. Produce cereales, algarrobas y hortalizas; mantiene ganado lanar y vacuno, y cría alguna caza. ESCALONILLA Depende del ayuntamiento de Tolbaños y la iglesia de la Venta de San Vicente. Situado en llano. Tiene de 14 a 16 casas bajas, pequeñas y de mala distribución interior, una calle sin empedrar, y una fuen-
VEGA DE SANTA MARIA Situado en un pequeño cerro. Tiene 87 casas de inferior construcción, la de ayuntamiento, cárcel, escuela de primeras letras común a ambos sexos, un palacio arruinado, una fuente de buenas aguas y una iglesia de Nuestra Señora de la Asunción; hay una ermita en la plaza dedicada a Nuestra Señora de las Cruces. Existe una Obra Pía de estudiantes. El río Adaja confina por el oeste, y comprende un despoblado titulado Saornil de Adaja, y dos lagunas al Norte que recogen las aguas que bajan de los cerros. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas y algunos garbanzos; mantiene ganado lanar fino, y el vacuno necesario para la labor; y cría caza menor. La población es de 246 almas. VELAYOS
te. Se compone de 745 obradas. El terreno es de monte y llano, flojo, pedregoso y de secano. Su producción y población se incluye con Tolbaños.
Situado en terreno llano. Tiene 200? casas de mediana construcción, distribuidas en varias calles y una plaza; casa de ayuntamiento con cárcel; pósito, escuela de primeras letras común a ambos sexos; una fuente muy buena con dos caños construida en tiempos de Carlos IV, y una bonita iglesia
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RUTA GEOGRÁFICA
Velayos.
parroquial dedicada a San Isidro Labrador; y una ermita en honor de Nuestra Señora de las Angustias situada en las afueras del pueblo con cementerio. Produce trigo, cebada, centeno, algarrobas y garbanzos; mantiene ganado lanar merino y el vacuno necesario para la labor, y cría caza de liebres y perdices. Le baña el río Voltoya donde se encuentra el molino Nuevo. Se fabrican estameñas bastas, en cuya operación se emplean más de 60 hombres y 20 mujeres; hay ocho telares de lienzo; dos tenerías para curtidos; y arriería. El comercio está reducido a cuatro tiendas pequeñas de bayetas, pañuelos y otros géneros; se celebra mercado los sábados de cada semana, el que se ve medianamente concurrido. La población es de 895 almas. BLASCOSANCHO Situado en terreno bastante llano. Tiene 70 casas de media-
na construcción y con las comodidades necesarias al género de sus habitantes; un palacio del conde de Cerbellón y duque de Montellano en buen estado; una plaza que forma un cuadrilongo; escuela de instrucción primaria, común a ambos sexos; una ermita en honor de San Roque, destinada hoy a camposanto, y una iglesia parroquial dedicada a San Boal Mártir; a las afueras hay una hermosa fuente y una laguna llamada de la Fuente que sirve para los ganados. Abraza 3.100 fanegas de tierra cultivable y 50 incultas, y tiene un pinar de propios. Le traviesa el arroyo del Valle que tiene su origen en las Gordillas, y pasan las calzadas de Salamanca a Madrid y de Toledo a Valladolid. Produce trigo, cebada, algarrobas, centeno, garbanzos y legumbres; cría ganado lanar y vacuno; hay caza de liebres y algún lobo. Tiene 288 almas. Palacio del Duque de Montellano.
RUTA ARQUEOLOGICA ■ A DESTACAR. Los abundantes restos de asentamientos culturales de pueblos primitivos de la prehistoria y la historia antigua encontrados en la zona de la ribera del Adaja sirven para reencontrarnos con el origen de nuestra civilización. Una importante muestra de los hallazgos descubiertos se encuentran en el Museo de Avila. ■ La ruta. El recorrido por los emplazamientos naturales de los antiguos pobladores coincide con el trazado que hace el río Adaja. Buenos ejemplos de estas civilizaciones se pueden contemplar en la «calzadilla romana» que discurre paralela a la carretera AV-804, el Castro de las Cogotas, «El Castillo» de Cardeñosa, el valle de Zorita de los Molinos, los verracos que hay en Mingorría y Santo Domingo de las Posadas, y en los fondos del Museo de Avila. ■ Cómo llegar. La carretera AV-804 de Avila-Arévalo, a la
altura del término de Cardeñosa, nos acerca a la «calzadilla» y por un desvío a la derecha nos lleva al Castro de las Cogotas que se alza sobre la presa y el río. La carretera N-403 también sirve de acceso a la presa, después pasa por Mingorría, donde hay un verraco de piedra, y desde aquí nos desviamos para llegar al puente de Zorita. El Museo de Avila se encuentra en la capital. ■ Qué ver. La buena construcción de la calzadilla, el castro de las Cogotas recientemente limpiado y restaurado, los hábitats de antiguas civilizaciones, verranos y piezas pétreas, cerámicas y metálicas. ■ Aliciente. Redescubrir el castro de las Cogotas, el más significativo de la cultura vettona, y el espacio natural donde estuvieron asentados los primeros habitantes de esta tierra. También pueden admirarse las figuras zoomorfas o verracos de piedra.
Espada de las Cogotas. Dibujo de Cabré
l río Adaja y su entorno natural constituye el elemento geográfico identificaE dor de los distintos asentamientos habidos en estas tierras a lo largo de la historia del hombre. Tanto es así que los depósitos del río y los sedimentos acumulados pueden haber permitido la conservación de suelos de ocupación humana del Paleolítico, como ocurre en Zorita, en los alrededores de Arévalo y entre Blascosancho y Hernansancho. Esta circunstancia también se produce en el río Voltoya y en el Arevalillo y alguno de sus afluentes entre Papatrigo y El Oso. El valle que configura el río Adaja a su paso por Zorita de los Molinos debió ser entonces lugar adecuado para los primeros pobladores del paleolítico inferior (200.000 años a. de C.), como prueban los hallazgos de un bifaz o hacha de mano tallada, así como un canto tallado unifacialmente. Estos hallazgos proceden del lugar conocido como «Majuelo de las Bragas», según los da-
34 tos aportados por Javier González Tablas. En el Neolítico, hace unos diez mil años, la ribera del Adaja seguía siendo un lugar apropiado para la subsistencia de los primitivos pobladores dedicados a la caza, la pesca y la recolección de frutos, además de servir como ruta de comunicación. Las cercanías del río igualmente sirvieron para que en ellas se asentaran los primeros agricultores y ganaderos al final del Neolítico, allá por el año 3.000 a. de C., tal y como nos informa el arqueólogo J. Francisco Fabián. EDAD DE LOS METALES Con el descubrimiento de los metales y la metalurgia empieza la Edad de los Metales, siendo el cobre el primero en emplearse, al que seguirán la aleación de bronce y el hierro. De la Edad del Cobre (años 2.400 a 1.800 a. de C.) se halla datado en el Museo de Avila un poblado en Mingorría, y de esta época del calcolítico se exhibe en dicho museo un cuenco hemisférico y un útil de piedra tallada de considerable tamaño y forma lanceolada y dentada, procedentes de la citada localidad. En Mingorría y San Esteban de los Patos, aparecen parajes denominados con el nombre de «La Mina» como testimonio toLos Patos. Paraje de «La Mina».
RUTA ARQUEOLÓGICA ponímico de las características geológicas de la zona, y las minas descubiertas bien pudieron servir para abastener de mineral a los grupos prehistóricos locales. La plenitud de la Edad del Cobre se caracterizó por la fabricación de un tipo de cerámica con forma de campana y decoración abigarrada y perfil, conocida como vaso campaniforme (años 2000 a 1.500 a. de C.). De la cultura del «vaso campaniforme» han sido encontrados importantes hallazgos en la ribera del río Adaja, como ha ocurrido en las fosas descubiertas en el paraje de «Valhondo» de Pajares del Adaja. También junto al Adaja, en «Las Cogotas» y «El Castillo» de Cardeñosa, se han constatado hallazgos campaniformes de carácter metálico, tales como leznas de cobre, un brazal de arquero y una punta pamela que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. Como hemos visto, la ribera del río Adaja se ha caracterizado a lo largo de la historia por su idoneidad para los asentamientos humanos, los cuales también se producen en la Edad del Bronce (años 1800 a 700 a. de C.). Ejemplos de esta época los encontramos en «El Castillo» y «Las Cogotas» de Cardeñosa, y la «Gravera del Puente Viejo» de Zorita de los Molinos. EL CASTILLO DE CARDEÑOSA El Castillo de Cardeñosa es un risco granítico de poco más de 1.100 metros de altura, situado al noroeste del cerro de «Las Cogotas», sobre una vega con prados. Los hallazgos descubiertos datan el yacimiento entre los años 1800 a 1500 a. de C., siendo propios del inicio
RUTA ARQUEOLÓGICA de la Edad del Bronce. Los restos reseñados por Cabré y estudiados por C. Naranjo son piezas cerámicas lisas en vajillas y decoradas en tinajas, pequeños dientes de hoz de sílex, delgados brazaletes, algunos elementos de hueso y piezas metálicas como hachas, leznas y puntas palmela. En el Museo de Avila está expuesto un fragmento cerámico de borde con impresión digital.
35 1984 por González Tablas y Hortensia Larrén. El conjunto de materiales obtenidos en la excavación está compuesto por fragmentos de cerámica (cazuelas y cuencos con decoración impresa y lisa), ejemplares de sílex trabajado (puntas de flecha atípicas), restos faunísticos y fragmentos de barro cocido, los cuales se conservan en el Museo de Avila. LAS COGOTAS
VALLE DE ZORITA DE LOS MOLINOS En el valle de Zorita de los Molinos, la Edad del Bronce Medio dejó también su impronta en un pequeño poblado datado hacia el 1750 a. de C. según González Tablas, donde se han encontrado abundantes restos de cerámica al sitio del «Pinar del Barranco de la Cruz», en el paraje de «Las Bragas». Sobre el puente de Zorita, por donde pasa la carretera de Mingorría a Las Berlanas, se divisa una planta de extracción de gravas y áridos situada en la margen derecha del río, frente a los restos de otro puente que se llevó el agua, de ahí la denominación Gravera de Puente Viejo. En esta zona fue descubierto un importante yacimiento de la Edad del Bronce datado entre los años 1500 a 1250 a. de C., el cual fue excavado en
Sin apartarnos del río Adaja nos situamos, aguas arriba, en el Castro de Las Cogotas, excavado por Cabré, al que se debe la denominación de una cultura que se extendió por toda la Península, incluso por el sur de Francia. El grupo cultural Cogotas I tuvo su plenitud en el final de la Edad del Bronce (años 1200 a 700 a. de C.), caracterizado por dos de las técnicas con que se decoran sus cerámicas: excisión (vaciado con espátula) y boquique o punto y raya (a base de líneas en las que se rehunden puntos con un punzón de hueso). De esta época se conserva una interesante hacha plana de bronce encontrada en el Castro de Las Cogotas que puede contemplarse en el Museo Arqueológico Nacional. El Castro de las Cogotas está situado junto al río Adaja, a
Zorita de los Molinos. Gravera de Puenteviejo.
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Muralla del Castro de las Cogotas.
unos seis kilómetros al suroeste de Cardeñosa, en la carretera AV-804 de Avila a Arévalo, por donde se accede a través de un camino. Con la construcción de la presa denominada también de «Las Cogotas», el acceso al castro puede hacerse fácilmente desde el desvío que sale del punto kilométrico 146,5 de la carretera N-403 ToledoValladolid, cerca de Mingorría. El castro es conocido desde 1876, con excavaciones sistemáticas realizadas por don Juan Cabré Aguiló en las campañas de 1927, 1929 y 1930, en esta última fue descubierta la necrópolis. El castro y necrópolis de Las Cogotas es el yacimiento más significativo de Avila, el cual ha tenido gran trascendencia para el conocimiento de un amplio período de la prehistoria peninsular, dando nombre a dos períodos fundamentales: el Bronce Medio-Final, conocido como «Cogotas I», y la plena Edad del Hierro, o Hierro II, conocido como «Cogotas II». La Edad del Hierro (siglos VII a I a. de C.) en Avila alcanza su máximo exponente en el Castro de Las Cogotas de Cardeñosa, cuyo asentamiento vuelve a ser ocupado de nuevo. De
RUTA ARQUEOLÓGICA esta última época son las esculturas zoomorfas y verracos de piedra encontrados en Las Cogotas, así como los que se hallan en Mingorría y en Santo Domingo de las Posadas; también en El Oso, pueblo cercano a Las Berlanas y Gotarrendura. Las Cogotas es un castro estratégicamente situado, defendido por un doble cinturón amurallado y una zona de piedras hincadas, delimitando dos recintos, uno destinado a poblado, el más alto, y a encerradero de ganados el inferior. Los pobladores se dedicaban a la ganadería y la agricultura, y no destacaban por ser una sociedad guerrera, aunque poseían armas para protegerse. A través de los ajuares la necrópolis se ha fechado en su conjunto a lo largo de los siglos IV y III a. de C., y pudo ser destruido por los romanos o por los cartagineses. Los objetos hallados en Las Cogotas son muy numerosos. Así, los hay metálicos de bronce (fíbulas y una espada) y de hierro (puñales, herramientas para trabajar la madera, el cuero y la piedra). También abundan cerámicas lisas, impresas y decoradas, tanto del Bronce como del Hierro. En el Museo de Avila puede contemplarse una selección bastante significativa de dichos objetos. LOS VERRACOS Los verracos son esculturas talladas en piedra de granito que reproducen toros o cerdos, los cuales adoptan una postura frontal y de pie. La dispersión geográfica de los verracos coincide, en líneas generales, con el territorio ocupado por los «Vettones». Las esculturas halladas en los castros que no fueron ro-
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manizados se pueden fechar desde el siglo IV a. de C. hasta el abandono gradual de estos poblados a raíz de la conquista romana, ya en el siglo I a. de C. Una muestra representativa de la cultura de los verracos lo constituyen las esculturas procedentes del castro de «Las Cogotas» y las existentes en Mingorría y Santo Domingo de las Posadas.
mita de la Virgen, un lugar preeminente desde el que se divisan en toda su amplitud las estribaciones de la Sierra de Ojos Albos por el noreste, y la Sierra de Avila y el cerro de Las Cogotas por el suroeste. A un lado pasa el camino que conduce a los molinos que hay en el río Adaja. Esta escultura zoomorfa es conocida como «el Marrano de la Virgen», y bien pudo cum-
Verraco de las Cogotas.
Verraco de Mingorría.
Los verracos de Cardeñosa proceden de «Las Cogotas», cuatro de las cinco esculturas que se conocen se hallaron junto al camino que conduce al segundo recinto amurallado, una parte del cual pudo destinarse a cumplir las funciones de encerradero de ganado. Lo anterior ha llevado a defender para estas esculturas un significado mágico o religioso, relacionado con la protección y fertilidad de la ganadería, la principal fuente de riqueza de estas poblaciones, según apuntó Cabré. Destaca entre las esculturas de Las Cogotas una parecida a un jabalí, y que actualmente se encuentra en la capital abulense, en la plaza de Calvo Sotelo. A la ciudad fue trasladado por orden del rey Alfonso XII en contra de los vecinos de la localidad. El verraco de Mingorría se encuentra situado en el altozano donde se halla la er-
plir funciones de protección del ganado o de acotamiento del territorio donde éste podía pastar. El verraco de Santo Domingo de las Posadas es de proporciones más reducidas y está en peor estado de conservación, se encuentra situado junto al edificio de la casa consistorial. A este tipo de verracos de menor tamaño, como los hallados en Martiherrero, algunos investigadores les atribuyen características funerarias. Verraco de Santo Domingo de las Posadas.
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Mingorría. As de Lucio Vero.
RUTA ARQUEOLÓGICA zadilla de Cardeñosa, con antecedentes romanos. El tramo visitable más interesante se encuentra a la altura del kilómetro tres de la carretera AV-804, cerca del puente de la Media Legua, por el que pasa la línea ferroviaria Avila-Salamanca. Esta calzada está perfectamente señalizada como ejemplo de camino antiguo utilizado al menos desde época medieval para comunicar la ciudad de Avila con la Moraña.
LOS ROMANOS La conquista romana de la Península Ibérica se inició en el año 218 a. de C. cuando pasó a ser escenario de la II Guerra Púnica entre Roma y Cartago. La civilización romana se mantuvo en la Península hasta llegado el siglo V de nuestra era. Hay restos que prueban que Monsalupe y Cardeñosa bien pudieron ser ocupados por los romanos, y de esta época se conserva en el Museo de Avila una moneda, un «As de Lucio Vero», procedente de Mingorría. Dirigiéndonos desde Avila hacia el norte por el antiguo camino que comunicaba la capital con Arévalo, todavía se aprecia el trazado de la conocida CalCalzadilla de Cardeñosa.
LOS VISIGODOS El pueblo visigodo, de origen germánico, hizo notar su presencia efectiva en Hispania a finales del siglo V, como culminación de una serie de invasiones y establecimientos de diversos pueblos bárbaros en la Península. Los visigodos, un pueblo eminentemente agrícola, dejaron restos de su cultura en parajes de Cardeñosa y Mingorría que se asoman al río Adaja. El Castillo de Cardeñosa es el nombre que recibe el cerro elevado situado a unos dos kilómetros de Cardeñosa, hacia el Este, y es el mismo paraje donde ya se han reseñado otros asentamientos de pueblos prehistóricos. Aquí fue hallado en 1876 por A. Garcinuño un conjunto de piezas, atribuible a las épocas romana y visigoda, consistentes en pizarras con signos de escritura que testimonian la transición del mundo antiguo al medieval. En el Museo de Avila puede admirarse una interesante colección procedente del municipio de Diego Alvaro, localizándose también en la guía de dicho museo un asentamiento en Mingorría. En Madrid, el Instituto Valencia de Don Juan conserva una patena de bronce de origen visigodo utilizada en la liturgia, procedente de Cardeñosa.
■ A DESTACAR. La catalogación de los monumentos más significativos de los pueblos de la ribera del Adaja realizada por Manuel Gómez Moreno en 1900. Es el primer inventario riguroso del patrimonio cultural de dichos pueblos. La muestra artística seleccionada es lo suficientemente representativa que bien sirve para un itinerario especial como éste. ■ La ruta. El recorrido por los monumentos de la zona nos lleva a visitar los pueblos de Cardeñosa, Peñalba, Las Berlanas, Mingorría, Pozanco, Santo Domingo de las Posadas y Vega de Santa María. ■ Cómo llegar. El historiador Gómez-Moreno recorrió esta tierra en el tren que llega hasta Mingorría, y desde aquí en burro. Hoy el viajero puede desplazarse fácilmente en coche hasta los pueblos de la ruta donde se hallan los monumentos a visitar. ■ Qué ver. Los monumentos finalmente seleccionados, entre otros, son el castro de las Cogotas, las iglesias de Cardeñosa, Las Berlanas, Pozanco y Vega de Santa María, y los verracos de Mingorría y Santo Domingo de Las Posadas. ■ Aliciente. Realizar hoy, cien años después, la misma ruta que hizo el historiador Manuel Gómez Moreno para elaborar el Catálogo Monumental de la Provincia de Avila.
Artesonado de la iglesia de Las Berlanas.
RUTA MONUMENTAL anuel Gómez Moreno era un joven granadino de 20 M años, licenciado en Filosofía y Letras y profesor de Arqueología en el Sacromonte, cuando recibió el encargo de realizar el «Catálogo Monumental de la Provincia de Avila». Con este trabajo se iniciaba el catálogo monumental de España que había proyectado en el año 1900 el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Los pueblos de la ribera del Adaja fueron visitados por Gómez Moreno en un entrañable y particular viaje no lejos de vicisitudes. A partir del 15 de agosto de 1900 y a lo largo de once días recorre el Valle Amblés, hasta llegar a Villatoro, donde nace el río Adaja. A primeros del mes de septiembre Gómez Moreno inicia el viaje en burro por la Moraña. Al principio recorre los pueblos serranos como Cardeñosa y Pe-
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ñalba de Avila, donde el terreno es ondulado y lleno de peñones graníticos; pero a partir de Las Berlanas empieza La Moraña, inmensa llanura «lévemente surcada por algunos barrancos y lomas, sin más horizonte que a la parte de Avila, donde se ven bien lejos sus sierras y, al fin, la de Gredos y Montes de Toledo. El terreno es todo de sembradío de cereales y este año han tenido gran cosecha. Los pueblos están divididos en barrios y la iglesia aislada. Es curioso y cortan la monotonía grandísima del paisaje algunas alamedas de chopos y álamos blancos, sembrados en los sitios frescos y que suelen denunciar la cercanía de los pueblos; además de higos y brevas se ve alguna mancha de monte. La gente ha perdido por completo el traje y las casas tampoco ofrecen nada especial; las hacen de adobe, pues por aquí no hay piedra para un remedio y aun la arcilla escasea». De este viaje destacan los escritos dedicados al Castro de las Cogotas, la calzadilla romana y la Iglesia de Cardeñosa, y el paisaje que desde lo alto del cerro de las Cogotas se divisa. Después de Cardeñosa, el historiador se detiene en la Iglesia y la ermita de las Angustias de Las Berlanas para resaltar sus valores artísticos. Finalizado el recorrido de La Moraña, el 15 de septiembre, Gómez Moreno toma el tren en Adanero para regresar a Avila
pasando por Sanchidrián, Velayos y Mingorría. A principios de octubre nuestro viajero coge de nuevo el tren que le lleva hasta Mingorría. En el recorrido por el pueblo, que por estas fechas festeja a la Virgen del Rosario, le llama especialmente la atención la escultura zoomorfa, cerdo o verraco, del siglo IV a. de C., situada en lo alto del cerro donde está la ermita. De esta figura el autor del Catálogo Monumental hizo un sencillo y bello dibujo con el que ilustró sus apuntes. Terminada la visita a Mingorría es hora de buscar unos burros con los que continuar el viaje hasta Arévalo. Así, el joven profesor nuevamente se adentra en La Moraña, parando en todos los pueblos de su recorrido, prestando especial aten- ción en Pozanco a la iglesia parroquial y los objetos de platería de la misma, en Santo Domingo de las Posadas al berraco de piedra allí existente, y en Vega de Santa María a la iglesia parroquial y las ruinas del Palacio de San Saturnino. Como resultado de los distintos viajes por la geografía de la provincia, Manuel Gómez-Moreno dejó escrita una valiosísima obra con la que se dió comienzo la realización del Inventario y el Catálogo del Patrimonio cultural español, de donde destacamos la siguiente ruta monumental según la descripción literal estractada del citado catálogo.
Paisaje morañego en Gotarrendura.
RUTA MONUMENTAL CASTRO DE LAS COGOTAS El despoblado de Las Cogotas (declarado Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931) es un teso granítico desgajado de la sierra de Avila, que desde el gran macizo de Villatoro corre hacia NE, hasta los berrocales de Cardeñosa, y cuya más oriental ondulación constituye precisamente las Cogotas. Su cúspide forma dos cabezos de peñas, y un collado poco extenso los une; el más alto atalaya gran territorio: a N., el Campo de Pajares, a S., Avila, de manera que bien podía prevenirse desde allí cualquier lejano peligro; enormes canchales la cercan a E., en áspero declive hasta el río Adaja, que allí serpentea, ceñido por formidables tajos a la parte contraria, que imposibilitan comunicarse con el cercano pueblo de Mingorría. Al S., un escalón de rocas corta la suave ladera que se inclina hasta el arroyo de la Rominilla, y allí cerca varias fuentes la proveen de agua. De N. a O., el terreno va espaciándose más y más en declive hacia el río, conforme éste se retira, pero sin dejar del todo su fragosidad, y hacia O. aisla el cerro una depresión en forma de collado, más grande que el de arriba, para erguirse luego hacia la sierra, enseñando de nuevo sus calvas y redondeadas crestas. De los muros que protegían esta ciudad sólo se descubren algunas piedras en su asiento. Allí también hay tirados los pedazos de un toro de granito, sin cabeza y bastante grande, al que antes acompañaban otra efigie de toro menor, que dicen llevó a Madrid D. Emilio Rotondo, y una de berraco, tras-
41 ladada a Avila por iniciativa de D. Alfonso XII. Al buen médico D. Fausto Rico débese el conocimiento de las Cogotas y las primeras exploraciones. De una excavación practicada por el Sr. Rotondo salieron más objetos. Por mi parte, hallé varios fragmentos de cobre y hierro y otro de hueso, una piedra cuarzosa muy desgastada por frotamiento, y ruedas de molino de mano hechas de granito, con taladro en medio y agujero para hacerlas girar. Como a un kilómetro al N. de las Cogotas, en el profundo llano que por allí se tiende y cerca del molino del Castillo, hay otras señales de antigüedad, donde recogió el Sr. Rico una moneda de Teodosio y una tableta de pizarra con signos grabados. Más cerca de Cardeñosa fueron halladas otras monedas romanas, puntas de lanzas y flechas de hierro, una chapa de bronce repujada con figura de Hércules y tejas planas. Entre Cardeñosa y Narrillos de San Leonardo, consérvase un largo trecho de calzada, que dicen es de romanos. Su empedrado forma cintas diagonales a trechos; sus bordes alzan guardarruedas a trechos, y sobre el arroyo de la Cañada hay un puentecillo en arco escarzano, de dovelas pequeñas sentadas a hueso.
Entrada al Castro.
IGLESIA PARROQUIAL DE CARDEÑOSA Se empezó a construir por la cabeza, con un ábside poligonal y estribos de gran desarrollo y de excelente sillería; pero quedó suspendida a la altura del basamento, y cuando se reanudaron las obras a fines del siglo XV, redújose considerablemente su magnitud y se hizo de mampostería. No obstante, resultó un edificio espacioso y bien decorado, con su capilla semioctogonal, presbiterio con bóveda de ogivas de poca elevación, y tres elegantes naves de a tres grandes arcos semicirculares por banda y sus arquivoltas y pilares bordeados por series de bolas, como también los escarzanos que sostienen el coro a los pies, todo ello de muy buena construcción. Bolas también exornan las puertas y el púlpito de piedra. La armadura de la nave central es ochavada por sus extremos, con bellos cuadrantes de lazo de ocho, ataujerado y entallado: almizate lleno de lazo de diez y seis, con racimos de mocárabes en los centros de sus ruedas, y faldones de menado, con almenillas pintadas en los chaflanes. Los pares, tirantes y arrocabe están cubiertos de entalladuras y lo mismo los colgadizos laterales y el suelo del coro; es una de las buenas obras mudéjares de la provincia.
El retablo principal fue hecho, al parecer por Rodríguez y Giraldo, pues se nota la mano de dos artífices y convienen con sus obras de la Catedral, especialmente el trascoro (fechado y documentado entre 1532-35 como obra de Pedro de Salamanca y Blas Hernández, yerno y colaborador de Juan Rodríguez). Es de tres cuerpos, con columnas abalaustradas, tres calles de encasamientos, como de 0,85 m. de alto, entrepaños con hornacinas, pulseras laterales llenas de talla y frontón redondo; todo cubierto con relieves, estatuitas y dos tablas pintadas. En el siglo XVIII lo doraron de nuevo y taparon su centro con un manifestador de entonces. En la sacristía hay un pequeño San Jerónimo, correspondiente al retablo. Los dos tableros del susodicho retablo, representan la Oración del Huerto y la Transfiguración. Puesta en un retablo churrigueresco, hay una tabla apaisada, de 1,90 m. de ancho, que
RUTA MONUMENTAL representa el martirio de San Lorenzo, y su figura principal nos pareció inspirada en la estampa de Bandinello; es de estilo italiano del siglo XVI, muy oscura de entonación. A los lados hay otras dos tablas pequeñas con pasajes de la vida del santo, de la misma mano. En el retablo de la Virgen del Rosario hay otras cinco tablas de la vida de Ntra. Señora, correspondientes al estilo flamenco y algo italianizado de principios del siglo XVI. También hay un pequeño tríptico con la Virgen lactando al Niño y dos santos: siglo XVI, italianizante. En la iglesia destacan diversos bordados: Cenefa de casulla excelente, de estilo italiano; representan santos, y entre ellos Constantitno y Sta. Elena, aludiendo a la Sta. Cruz, titular de la parroquia. También destacan unas Dalmáticas de terciopelo rojo, con adornos del Renacimiento débilmente estampados que se conservan en el Museo Diocesano de Avila. LAS BERLANAS Iglesia parroquial. Distribuido este pueblo de Campo de Pajares en barrios, se despoblaron algunos, quedando la iglesia en medio del campo y apartada de los dos barrios subsistentes. Data del siglo XVI, es de obra de tapias y rafas, en forma de cruz, y toda sencillísima, sin más de notable que la armadura morisca de la sacris-
43 tía, ochavada de lazo de ocho y con sencillos adornos teñidos de negro, y, además, la del coro, puesto a los pies, con cuatro paños ataujerados de lazo, así como el alicer y viga, cuyos miembros tienen rosetas, o conchas entalladas, y de los centros penden dos racimos de mocárabes, de breve caída, pero preciosamente combinadas sus adarajas, que diseñan arquillos agudos. Entre las pinturas de la iglesia hay una tabla de San Pablo sentado, casi de tamaño natural, correspondiente a la mitad del siglo XVI; estimable, sobre todo la cabeza; manos desproporcionadas (pintura totalmente perdida). También hay bordados de interés, como una casulla de brocatel precioso, semigótico, y con cenefa bordada de oro matizado, con imágenes; segundo tercio del siglo XVI; bien conservada. La ermita de las Angustias está en el barrio del Burgo y su capilla mayor ostenta otra armadura morisca, semejante a la de la sacristía de la parroquia. MINGORRIA Y SANTO DOMINGO DE LAS POSADAS En lo alto del cerro donde está la ermita, junto a Mingorría, permanece intacto un cerdo o verraco, el mejor de cuantos he visto en la provincia, y que recuerda por su actitud, como de acometer, los de Salamanca, probablemente más antiguos. Es de granito, como todos; mide 1,70 m. de largo, por 0,92 de alto, mira hacia oriente, y la cresta de su espinazo se interrumpe hacia el promedio con una cavidad redonda y plana, cuyo diámetro es de
44 0,18 m., y 0,11 su profundidad. Lo mismo se observa en el famoso toro de Salamanca, y ambos casos me sugieren la idea de si servirían para quemar dentro aromas o hacer libaciones. Otras esculturas cita González Dávila en los llanos del Adaja, que son en Santo Domingo de las Posadas y otra en su alquería de los Yezgos. POZANCO
La iglesia parroquial es pequeña y poco elevada, formando tres naves y capilla mayor rectangular; arcos escarzanos y semicirculares, armaduras de par y nudillo, lisas; pilares y molduras, de lo semigótico del siglo XVI. Se conserva un Cristo crucificado del siglo XIV y otro grande del siglo XV. También hay los siguientes objetos de platería. Cruz de plata de 1,05 m. de alto; de las más hermosas, compuesta con elegancia y relevada con grutescos de bellísimo estilo; Crucifijo y medallas doradas con santos, no menos admirables; punzones repetidos de Alviz, como ensayador de Avila, y de Domingo Martínez, que trabajaba hacia 1555 a 1562 y de quien catalogamos otras obras, aunque inferiores a ésta; estilo de Berruguete. Copón pequeñito; su alto, con la cruz, 0,22; con espirales de follaje, del siglo XV.
RUTA MONUMENTAL
VEGA DE SANTA MARIA La iglesia parroquial es de construcción bien antigua, de albañilería, pues tiene un angosto presbiterio con bóveda de cañón y ábside con arco bien agudo; por fuera se le ve edificado con ladrillos, tendidos y de pie, como el de Orbita, y con una ventanilla en medio. La iglesia está cerrada al culto, y entre la mampostería de la fachada aparecen reutilizadas piedras con decoración de tipo visigodo: una con tres estrellas dentro de círculos y otra con círculo con estrellas y cabeza. Las naves se rehicieron hacia fines del siglo XV, quedando muy estrechala central, y las separan dos grandes arcos de cantería, escarzanos, y otro carpanel a los pies, de los que únicamente queda el arco carpanel de la nave del Evangelio, estando las dovelas de la nave de la Epístola distribuidas en el exterior de la iglesia. La armadura es morisca con lazo de doce ataujerado en los cuadrantes, y de ocho apeinazado en el almizate. Se conservan los restos del palacio del Marqués de San Saturnino, hecho de mampostería de granito, con matacanes sobre la puerta y arruinado.
RUTA DE LOS REYES ■ A DESTACAR. La visita de los reyes españoles a los pueblos de la ribera del Adaja, aunque esporádica, merece recordarse en la pequeña historia de esta tierra. Entre estos reyes cabe citar a Juan II de Castilla, Alfonso de Avila, Isabel la Católica, José Bonaparte, Isabel II y Alfonso XIII y su esposa doña Victoria.
os reyes castellanos que dieron renombre a las villas de L Arévalo y Madrigal de las Altas Torres, y a la ciudad de Avila utilizaban en sus desplazamientos la actual carretera que pasa por Gotarrendura, Las Berlanas y Monsalupe, Peñalba y Cardeñosa.
■ La ruta. El trayecto de Avila-Arévalo fue un itinerario realizado con asiduidad por los reyes castellanos, pasando por Cardeñosa, Peñalba, Las Berlanas y Gotarrendura. Un apartado especial es el dedicado a Alfonso de Avila, que falleció en Cardeñosa. El ferrocarril revolucionó las comunicaciones entre los pueblos durante el siglo XIX, significando aquí las paradas de Mingorría y Velayos que inauguró Isabel II. Finalmente, la abundancia de caza en Aldealgordo (Tolbaños) cautivó a Alfonso XIII. ■ Cómo llegar. La antigua ruta de los reyes castellanos coincide con el trazado de la carretera AV-804, mientras que la línea férrea del Norte inaugurada por Isabel II mantiene las estaciones de Mingorría y Velayos, a las que se accede por la N-403, y desde aquí a los encinares de Tolbaños. ■ Qué ver. Los lugares por donde pasaron algunos reyes españoles, e incluso donde murió el rey Alfonso. ■ Aliciente. Descubrir que estos pueblos merecieron algún día una casual visita real, con especial atención a los sucesos que rodearon la vida de Alfonso de Avila
Villa de Cardeñosa.
El rey Juan II guerreó en 1441 contra los navarros en las inmediaciones de Cardeñosa, y la trágica muerte de Alfonso de Avila, rey de Castilla, hijo de Juan II, ocurrió en la villa en el año 1468, por cuyo motivo visitó el lugar su hermana, la futura reina Isabel la Católica. También por esta misma ruta pasó la comitiva fúnebre de Isabel la Católica en 1504, cuando era trasladada desde Medina del Campo, donde murió, hasta Granada, donde recibió sepultura. Otro cortejo fúnebre llorado con profunda pena en su re-
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RUTA
DE LOS
REYES
ALFONSO DE AVILA, REY DE CASTILLA
Velayos. Fuente de Carlos IV.
corrido por las calles de estos pueblos fue el que trasladó en 1528 el cuerpo de doña Beatriz de Ahumada, madre de Santa Teresa de Jesús, desde Gotarrendura hasta Avila. En ambos casos las crónicas hacen especial referencia a las muestras de profundo pesar por los habitantes de estos pueblos. Felipe II, el 10 de septiembre de 1617, confirmó los oficios de fieles de Cardeñosa, desde don- de se enviaba a la capital menudos de cabras y otros mantenimientos para venderse en el Mercado Chico y en el Mercado Grande, donde también acudían las panaderas de Mingorría. Llama la atención en Velayos, a las afueras del pueblo, una fuente muy buena con dos caños construida en tiempos del rey Carlos IV, donde una inscripción realizada en la obra granítica identifica claramente la fecha del reinado al que accedió en 1789. La fuente servía también a los antiguos lavaderos públicos, y todo el conjunto ha sido recientemente rehabilitado como centro cultural.
El último día de junio del año 1468 la comitiva real de don Alfonso salió de Arévalo con dirección a Toledo para defender la ciudad frente a su hermano Enrique IV, con quien se disputaba el reino. La comitiva pasó por Gotarrendura, Las Berlanas y Peñalba, llegando de anochecido a la aldea de Cardeñosa. Para cenar el rey tomó una trucha empanada, pero nada más probar bocado, le invadió un profundo sopor del que nunca se despertó. Alfonso permaneció
Casa donde murió don Alfonso.
en coma hasta el día 5 de julio, día oficial de su fallecimiento. Mucho se ha especulado sobre la muerte de Alfonso, «unos dicen que murió de pestilencia y otros de yerbas que le dieron en una trucha», sin descartar que la muerte le fuera provocada. El infante don Alfonso nació en Tordesillas el 15 de noviembre de 1453, hijo del rey (Pasa a la página 47)
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DE LOS
REYES
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de Castilla Juan II y de su segunda esposa Isabel de Portugal. Dos años antes había nacido en Madrigal de las Altas Torres la infanta Isabel, quien se convirtió después en la reina Isabel la Católica. El 30 de noviembre de 1464 Alfonso fue proclamado príncipe heredero del trono de Castilla, regentado entonces por su hermano Enrique IV. Meses más tarde, el 5 de junio de 1465, los nobles descontentos, reunidos en la ciudad de Avila, llevan a cabo el destronamiento del rey, a la vez que proclaman al príncipe Alfonso con el título de Alfonso XII, rey de Castilla, acontecimiento que se conoce como «la farsa de Avila». Como recompensa, el concejo y el cabildo abulenses fueron receptores de importantes privilegios y mercedes, y defendidos de las apetencias nobiliarias. Alabado por cronistas y poetas, Alfonso era una criatura en manos de nobles rebeldes y ambiciosos cuando fue alzado rey. Durante los tres años de reinado de Alfonso existe una situación de guerra civil entre sus partidarios y los de Enrique IV. (Pasa a la página 48)
José Bonaparte, rey de España durante 1808-1813, impuesto por su hermano Napoleón el emperador de Francia, pernoc- tó en la casa-palacio del Duque de Montellano en Blascosancho al terminar la guerra de la independencia, coincidiendo con la retirada de las tropas francesas. Durante el siglo XIX España sufrió una larga contienda civil conocida como las guerras carlistas (1833-1874), provocada por los seguidores del infante don Carlos, quien tomó el título de Carlos V rey de España en representación de la tradición mo- nárquica y religiosa. Aunque el infante don Carlos no llegó a visitar estas tierras, su causa fue defendida por una parte destacable de la población de Velayos y Mingorría. El Ayuntamiento de este último pueblo se negó a jurar la Constitución de 1869, lo que provocó el destierro de los seguidores carlistas de la localidad, según publicó el Boletín Oficial de la Provincia de 1 de septiembre de 1874. El año 1864 la reina Isabel II inauguró en San Sebastián la línea férrea Madrid-Irún, la cual tenía estaciones en la capital abulense, Mingorría y Velayos. Al año siguiente Isabel II visitó
Vista de Mingorría.
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RUTA
Villa de Cardeñosa.
La guerra se mantiene con sucesivas treguas que dan pie a negociaciones sin éxito, por lo que la muerte misteriosa de Alfonso puso fin al panorama desolador que sufría Castilla. Así, firmada la paz el 19 de septiembre de 1468, la infanta Isabel fue proclamada heredera al trono como sucesora de Enrique IV en la «Venta de los Toros de Guisando». A la muerte del rey, el 11 de diciembre de 1474, Avila celebra los honores fúnebres y proclama a doña Isabel como reina. «Alfonso, titulado rey Alfonso XII, no ha sido considerado como tal en la sucesión de los monarcas españoles. Acaso, dada su vinculación con Avila, en donde se crió, fue alzado, instaló su Corte y finalmente murió. Algunos historiadores le han denominado rey de Avila, pero reinó en Castilla paralelamente con Enrique IV», concluye María Dolores Carmen Moralez Muñoz, autora del libro «Alfonso de Avila, rey de Castilla».(*)
DE LOS
REYES
la ciudad de Avila y pasó también por Mingorría y Velayos entre otros lugares, depositando en la Tesorería de la Hacienda Provincial 20.000 reales para los pobres y enfermos necesitados de los pueblos del trán- sito. Así, el libro de sesiones del Ayuntamiento de Mingorría reseña en el acta de 19 de noviem- bre de 1865 el repartimiento de 890 reales para los 41 beneficiarios de la localidad, la cual contaba entonces una población de unos 1.200 habitantes. El rey Alfonso XII pleiteó con Cardeñosa en 1877, al ordenar el traslado a Avila del verraco encontrado en el castro de las Cogotas, siendo necesario el uso de las armas para cumplir la orden de traslado. El 2 de julio de 1907, los reyes don Alfonso XIII y doña Victoria visitaron la dehesa de Aldealgordo, sita en Tolbaños, alojándose en la casa señorial del marqués de Torrecilla. Fue una gran jornada de caza de jabalíes entre los tupidos encinares que baña el Voltoya. Como testimonio de este viaje se conserva en casa del marqués una detallada inscripción grabada en azulejo cerámico. Dehesa de Aldealgordo.
RUTA DE LOS SANTOS ■ A DESTACAR. Avila es conocida como tierra de santos y de cantos por su identidad con Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y con el paisaje pétreo y granítico que caracteriza su entorno. La santidad surge entre las gentes de nuestros pueblos como un sentimiento de bondad propio de su religiosidad. Por ello, el hecho de que fruto de la piadosidad de sus costumbres aparezcan hombres y mujeres dignos de formar parte del santoral de la iglesia católica, honra y enorgullece la vida de estos pueblos más allá de la religión. Otros hombres buenos fallecidos trágicamente, sin importar su ideología o confesión religiosa, también merecen ser ejemplos de santidad. ■ La ruta. El recorrido por los pueblos de la ribera del Adaja está impregnado de los recuerdos que dejaron Santa Paula Barbada, Santa Teresa de Jesús, la venerable María Vela y el beato Juan María de la Cruz, entre otros. Su presencia está en iglesias y ermitas, en calles y edificios, y en multitud de actos festivos, sin olvidar los recuerdos familiares de otros «santos anónimos» que fueron mártires por sus ideas. ■ Cómo llegar. Para visitar los lugares donde nacieron o por donde pasaron los santos de la zona hay que acercarse por la carretera AV-804, que coincide con la ruta teresiana que va desde Avila a Gotarrendura. Por la carretera N403 que llega a Mingorría puede accederse a San Esteban de los Patos, donde nació el último beato. Puestos en mar-
cha, todos los pueblos de la zona quieren dejar notar su presencia en el santoral. ■ Qué ver. En Cardeñosa abundan los recuerdos de sus santos: Santa Paula, Ma-
ría Vela e Isabel de Santo Domingo; en Peñalba se festeja el «Santo Cristo de Santa Teresa»; en Gotarrendura se conserva el palomar de Santa Teresa, en San Esteban de los Patos está la casa donde nació el beato Juan María de la Cruz, en Mingorría nació el rentero del palomar de la Santa y está la herencia familiar del cura Salustiano Domínguez, y en Velayos estuvo de párroco Máximo Moro Briz, quien está en causa de beatificación. ■ Aliciente. Conocer los lugares por donde pasaron o nacieron algunos santos, significando así la pequeña historia de los pueblos.
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RUTA
DE LOS
SANTOS
SANTA TERESA DE JESUS
SANTA PAULA BARBADA Santa Paula Barbada es la Santa de Cardeñosa. Sobre el milagro de su santidad y la leyenda creada sobre tal acontecimiento han escrito todos los historiadores y cronistas abulenses, siendo los primeros don Gonzalo Ayora en 1519 y don Antonio Cianca en 1595. Santa Paula se venera en la ermita abulense de San Segundo y en un retablo antiguo de 1530 puede leerse la siguiente inscripción: «Que en el año de 1060, siendo perseguida de un caballero que la solicitaba con fin deshonesto, entró en la ermita de San Lorenzo y pidió a Dios, al pie de la santa Cruz, le diese alguna fealdad en su rostro para no ser conocida, y fue cubierta de barbas; y vista por el caballero no la conoció: quien preguntándola si había visto una mujer de estas señas, respondió: No he visto tal mujer». En honor de Santa Paula Barbada el pueblo de Cardeñosa celebra cada año su fiestas, y en fechas veraniegas se organiza una romería desde el pueblo hasta la ermita de San Segundo en Avila.
Santa Teresa de Jesús (15151582) es la Santa de Gotarrendura. Son numerosos los acontecimientos que hacen que este pueblo sea uno de los lugares más singulares de las distintas rutas teresianas, y también del camino de la lengua castellana gracias a la pluma de la propia Teresa de Jesús. Los padres de Santa Teresa se casaron en Gotarrendura el 14 de mayo de 1509, y en este pueblo murió su madre doña Beatriz el 29 de noviembre de 1528, cuando la Santa tenía 13 años. Gotarrendura, Berlanas, Peñalba y Cardeñosa sintieron profundamente la muerte de doña Beatriz, llorando el paso del cortejo fúnebre que se dirigía hasta Avila. Gotarrendura en el siglo XVI, según escribió el padre Gabriel de Jesús en «Vida Gráfica de Santa Teresa» (1929), era un pueblo minúsculo, pues las casas se podían contar con los dedos de la mano, pero era un pueblo hidalgo y pintoresco de la provincia de Avila, enclavado en la fértil meseta de la Moraña, compuesto todo él de labradores y pastores que se consideraban dichosos de tener junto a sus casas las tierras –más de dos mil obradas– que fueron propiedad de don Alonso de Cepeda y doña Beatriz de Ahumada, más los majuelos o prados y el famoso palomar. Gotarrendura comenzó por ser reunión de un número reducido de caseríos, según las dehesas colindantes, cada una de ellas de su señor y dueño. Así, vemos que tenían allí fincas los del Peso, los Ahumada y otros, retirándose a estas dehesas en ciertas épocas del año, sobre todo en otoño y primavera, donde para oír misa no les solía faltar a ninguna de las familias su correspondiente capilla, que tampoco faltaba en
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Gotarrendura, perteneciente a la parroquia de Las Berlanas, pueblo inmediato. La iglesia actual es posterior, pues está edificada con las mismas piedras de la casa palacio de don Alonso y doña Beatriz, al ser abandonada y destruida». El padre Efrén de la Madre de Dios escribió en 1951 que «el lugar feliz del nacimiento de La Santa hubo de ser, según parece, la riente aldea de Gotarrendura, donde sus padres solían invernar». Esta teoría no gustó nada al Ayuntamiento de Avila, por lo que solicitó el correspondiente informe a la Real Academia de la Historia, la cual lo emitió concluyendo que «según la tradición histórica documentada, Santa Teresa de Jesús nació en la ciudad de Avila», tal y como también defiende Eduardo Ruiz-Ayúcar. Teresa de Cepeda y Ahumada heredó de sus padres un palomar en Gotarrendura, por expreso deseo de su madre doña Beatriz que sabía el cariño que le tenía. Los primeros textos autógrafos que se conservan de Santa Teresa, divulgados por su propietario el marqués de San Juan de Piedras Albas, son precisamente los que dirigió a González de Venegrilla, rentero y administrador del palomar, diciéndole:
51 «Tenga la mercé de cebar y cuidar bien el palomar en estos meses de frío, ahora que está bien poblado. Fecha a 10 de enero de 1541». «Hacedme mercé de enviar doce palominos la víspera de Santiago, que yo me holgaré mucho de ello. Fecha a 10 de julio de 1546». Este palomar y sus palomas marcaron el alma de Teresa de Jesús hasta llamar «palomarcicos» a todos sus conventos y «palomas» a sus monjas, tal y como escribió: «Pues, comenzando a poblarse estos palomarcicos de la Virgen Nuestra Señora, comenzó la Divina Majestad a mostrar sus grandezas...» (Libro de las Fundaciones). El palomar de la Santa se ha convertido actualmente en un lugar de pregrinación promocionado por la Asociación «Amigos del Palomar de Gotarrendura». A través de unas puertas carreteras de accede al interior de la finca murada sita en el casco urbano, donde se conserva el histórico palomar. En el recinto hay también dependencias de lo que fue una granja avícola y un jardincito. El jardín está presidido por una estatua con pedestal de lápidas de mármol blanco y ocupa el solar de lo que fue antigua casa-palacio
Gotarrendura. Palomar de Santa Teresa.
52 de los padres de Santa Teresa. El palomar es un edificio exento de planta baja y mediana altura, construido con adobe revocado con mortero y mampostería en las esquinas, el tejado vierte a dos aguas y su estado de conservación es excelente después de las últimas obras de consolidación. Dentro del palomar ha sido instalada una bella iluminación que realza la techumbre de madera y las hornacinas de barro donde anidaban las palomas. La presencia de Santa Teresa se siente en Gotarrendura. Un centro de educación especial existente en la localidad fue construido bajo la advocación de la Santa, y en honor a ella una escultura preside la plaza del pueblo, frente al Ayuntamiento, lo mismo que una paloma esculpida en piedra sobre pedestal situada a la entrada de la localidad es todo un símbolo de santidad. También la asociación que promociona actividades culturales en el municipio lleva el nombre de Santa Teresa. Alonso Venegrilla fue la persona de confianza de la Santa, de quien ella se valió para el manejo de su hacienda. Confióle, según se deduce de los autógrafos reseñados, el cuidado del palomar y algún que otro encargo. Alonso González de Venegrilla (1509-1599) nació en Mingorría en 1509, hijo de Alonso de la Peña González y de doña Blanca Benegorría Venegrilla. Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Pedro del lugar de su nacimiento, el 6 de marzo del mismo año, actuando como padrinos don Blasco Dávila e Inés Ortiz. Se casó en Gotarrendura con Catalina Ximénez, allí vivió trabajando en el noble solar de sus abuelos formando una hacienda cuantiosa. La muerte le llegó en 1599, después de
Iglesia de Mingorría.
hacer testamento instituyendo fundaciones piadosas. Doña Urraca Briceño, familiar de doña María Briceño, maestra de Teresa de Jesús en el convento de Agustinas de Avila, fundó en Cardeñosa una capellanía sobre sus tierras de labranza. En la antigua iglesia de Las Berlanas, de cuya parroquia dependió Gotarrendura, se conserva una inscripción que recuerda la participación del pueblo en los actos conmemorativos del tercer centenario de la Santa, celebrados en Avila en 1882. La Santa también se honra en Peñalba de Avila, en la ermita del Santo Cristo de Santa Teresa. De ella se conserva una bella imagen arrodillada a los pies de Cristo, que se saca en procesión en la fiesta patronal de septiembre. Peñalba. Procesión de Sta. Teresa.
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ISABEL DE SANTO DOMINGO Y MARIA VELA Otra figura destacable de la congregación religiosa donde profesó la Santa fue la madre Isabel de Santo Domingo, una carmelita natural de Cardeñosa que compartió vida monástica con Teresa de Jesús, quien dijo de ella que «no era inferior en santidad a Santa Catalina de Siena». También en Cardeñosa nacieron: la venerable monja cisterciense María Vela (1561-1617), llamada «La Mujer Fuerte», y su hermano el venerable padre fray Lorenzo de Cueto, de la orden de San Bernardo. El título de «venerable» procede únicamente de la fama de santidad con que vi-
53 parentada con don Blasco Núñez Vela, Virrey del Perú, y la Casa de Tabladillo. Con 15 años, doña María ingresó en el Real Monasterio de Bernardas de Santa Ana, de la ciudad de Avila, donde vivió hasta su muerte. Este tiempo coincidió con el momento de mayor esplendor del convento, propiciado por importantes patronos y una rica vida espiritual. Para conmemorar el centenario de la muerte de doña María Vela, e incentivar el proceso de beatificación iniciado en 1623, el párroco de Cardeñosa, don Francisco Esteban Martín, publicó en 1917 un libro dedicado a la Venerable con el fin de que los feligreses pudieran conocer
Calle María Vela, en Cardeñosa.
vieron, fama que en aquellos tiempos se expresaba sencillamente con tal título, así que no es extraño el dicho: «Cardeñosa con sus piedras o cantos enseñaba y enseña a ser santos». La Venerable María Vela nació en la casa que tenían sus padres, don Diego Alvarez de Cueto y doña Ana de Aguirre Vela, en Cardeñosa, quienes aunque residían habitualmente en la ciudad de Avila, pasaban largas temporadas en el pueblo donde radicaba su principal mayorazgo. La familia estaba em-
a su paisana. La celebración del centenario tuvo lugar en la capital abulense, con participación de un importante número de personalidades eclesiásticas y civiles, así como de los vecinos e hijos de Cardeñosa, Mingorría, Peñalba, Zorita y otros pueblos. EL BEATO JUAN MARIA DE LA CRUZ El padre Juan María de la Cruz (1891-1936) fue beatificado el 11 de marzo de 2001 por
54 el Papa Juan Pablo II. El nuevo beato responde al nombre que tomó el sacerdote Mariano García Méndez, tras ingresar en la Orden de Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús, también conocidos como Padres Reparadores. El padre Juan María de la Cruz nació en San Esteban de los Patos, hijo de Mariano García Hernández y Emeteria Méndez Grande, siendo el primero de 15 hermanos. La familia de Mariano cuidaba la iglesia y su padre, por la tarde, al volver de las tareas del campo dirigía novenas y rosarios porque no tenían sacerdote, lo cual influyó en la vocación del niño. A los 10 años entró en el Seminario de Avila y el 18 de marzo de 1916 fue ordenado sacerdote, celebrando su primera misa en su pueblo natal. Ejerció como párroco hasta 1925 en Hernansancho, Villanueva de Gómez, San Juan de la Encinilla, Santo Tomé de Zabarcos y Sotillo de las Palomas. Después ingresó en la congregación de Padres Reparadores, siendo destinado al colegio de Novelda (Alicante), y al curso siguiente al Seminario de Puente la Reina (Navarra), donde permaneció 10 años. En 1936 murió trágicamente en Valencia cuando estalló la guerra civil.
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Otro sacerdote que está en proceso de beatificación es José Máximo Moro Briz (18821936), regente de la parroquia de Velayos en 1919 y párroco de Cebreros en los últimos 10 años de su vida. Igualmente, cabe citar a Salustiano Domínguez Sastre (1880-1936), natural de Mingorría, quien murió siendo párro-
Salustiano Domínguez.
co de Alcañizo (Toledo), perteneciente a la diócesis de Avila. Otros muchos mártires civiles anónimos, que igualmente murieron por sus ideas, sin importar su ideología o confesión religiosa, también merecen un lugar en esta ruta, para ellos valga este reconocimiento.
San Esteban de los Patos. Casa del beato Juan María de la Cruz.
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Plaza de Velayos.
■ A DESTACAR. No fueron muchos, pero sí significativos, los ministros y políticos españoles que han tenido alguna relación con los pueblos de la ribera del Adaja. Su nombre sobresale en el anonimato de las gentes del medio rural, por lo que cualquier detalle biográfico en el que aparezca la cita toponímica de dichos pueblos sirve para situarles en la historia. ■ La ruta. Recorrido por las anécdotas y lugares que relacionan a insignes personajes con estas tierras, los cuales destacaron por motivos políticos y económicos en una primitiva sociedad agraria conformista con su destino. Así, sobresalen nombres como Martín Carramolino y León Castillo en Velayos, Celedonio Sastre y Bermúdez Reina en Zorita de los Molinos, Nicasio Velayos en Cardeñosa y Silvela, Sánchez Albornoz, «La Pasio-
naria» y Pilar Primo de Rivera en Mingorría. ■ Cómo llegar. Los lugares relacionados con tan insignes personalidades pueden recorrerse desplazándose a Cardeñosa, Zorita, Mingorría y Velayos. El itinerario definido bien parece una antigua ruta electoral de antaño por las carreteras AV-804 y N-403, donde los pueblos aparecen espectantes ante la visita de los señoritos de la política. ■ Qué ver. La pervivencia de los nombres de estos personajes queda en el callejero, en ermitas, en caseríos y en obras públicas, además de en distintas anécdotas que todavía se recuerdan. ■ Aliciente. Participar de la memoria colectiva de nuestros pueblos en los que se singularizó la presencia de importantes personalidades españolas.
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CARRAMOLINO Y SILVELA Juan Martín Carramolino (1805-1881), natural del pueblo de Velayos, en 1839 fue elegido diputado a Cortes por Avila y nombrado Ministro de Gobernación en el gabinete de Pérez de Castro durante la regencia de María Cristina. Carramolino tiene una merecida calle dedicada en su pueblo natal con la que se honra el gran prestigio de su figura, pues fue catedrático, historiador, diputado, senador, académico y autor de la «Historia de Avila, su Provincia y Obispado».
Francisco A. Silvela
Los colonos y jornaleros agrícolas de Mingorría apenas conocieron al nuevo ilustre propietario de las tierras que trabajaban de generación en generación. Se trataba de Francisco Agustín Silvela Blanco (1803-1857), Ministro de Gobernación y de Gracia y Justicia en 1845, catedrático, diputado, senador, magistrado y Gobernador Civil de Avila. Este patriarca de los Silvela compró en 1842 en Mingorría una suerte desamortizada, de las cuatro en que se enajenó una finca de las Agustinas de Gracia de 77 hectáreas.
Celedonio Sastre.
CELEDONIO SASTRE Y LEON CASTILLO Los encinares y pinares de Zorita de los Molinos y una importante explotación agropecuaria, fueron patrimonio del abogado y administrador don Celedonio Sastre Serrano (1842-1930), cuñado del filósofo Jorge Santayana. También fue productor de vinos, consiguiendo importantes premios internacionales con los vinos de Zorita. Su primera incursión política se produjo en 1868 como integrante de la Junta Revolucionaria de la ciudad de Avila, constituída con el fin de regenerar la política, defender la libertad y la soberanía nacional y desterrar la dominación abominable del reinado de los Borbones. En 1877 fue elegido Alcalde de Avila, desempeñando después la presidencia de la Caja de Ahorros de Avila y del Casino Abulense. En Mingorría una calle lleva el nombre de Celedonio Sastre en agradecimiento a la donación de unos terrenos que hizo para construir escuelas. La revolución que defendía el joven Celedonio dió origen a la Constitución de 1869, la más progresista de las habidas hasta la fecha. Sin embargo, el al-
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calde y los concejales de Mingorría elegidos por sufragio universal renegaron de la misma e hicieron constar en sesión del 27 de junio de 1869: «Que acatan y respetan todas las leyes votadas en las Cortes Constituyentes, pero que su conciencia no les permite jurar la Constitución sancionada por razones puramente religiosas». El artículo 21 garantizaba a los españoles que profesasen una religión distinta de la católica y a los extranjeros residentes en España el ejercicio público y privado de cualquier culto sin más limitaciones que las reglas universales de la moral y del Derecho. Frente a ello, la postura del Ayuntamiento de Mingorría reflejaba entonces la huella que dejó la Constitución de 1869, donde la religión fue un motivo más para la división y la discordia civil. Ante la reseñada negativa a jurar la Constitución, el Gobernador Civil de la provincia ordenó el cese de todos los ediles municipales y la imposición de una multa de 40 escudos, a la vez que nombró directamente una nueva corporación. En 1871 León Castillo Soriano fue elegido Diputado provin-
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cial por Velayos. Antes había sido Alcalde de Avila en 1864, y fue decisiva su participación en la construcción del ferrocarril en el tramo Mingorría - Las Navas del Marqués, para lo que adelantó dinero al contratista por medio de un francés residente en Mingorría llamado Louis Donizean. Los hijos de León Castillo heredaron tres cuarteles de la dehesa de las Gordillas en los sectores de Velayos, Saornil y Maello, adquiridos durante la desamortización eclesiástica por su primo Ramón Soriano Pelayo. BERMUDEZ REINA Todavía siguen siendo un misterio las razones que llevaron al Ministro de la Guerra en 1890 con Sagasta, el general Eduardo Bermúdez Reina (1831-1899), a construir una finca de recreo rodeada de viñas en Zorita de los Molinos guardada por el tío «Perniles», donde edificó también una hermosa capilla-panteón, llamada «Villa Julia» dedicada a su esposa. Actualmente el caserío se conoce como «El Chorrito». La capilla parece diseñada por el arquitecto Repullés y fue construida por Antonino Prieto, académico, contratis-
El Chorrito (Zorita de los Molinos).
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Sagasta (1825-1903), con quien el general había compartido gabinete ministerial. Sagasta tenía casa en Avila, en la plaza del Mercado Grande, y en ella solía pasar los veranos, tiempo éste en que coincidía con su antiguo ministro. NICASIO VELAYOS Y SANCHEZ ALBORNOZ Bermúdez Reina.
ta y restaurador de las murallas de Avila, la basílica de San Vicente, el palacio de Polentinos y el puente de Avila sobre el Adaja. Bermúdez Reina nació en Sevilla y fue diputado, gobernador militar de Bilbao y luchador contra los carlistas, ministro del Supremo de Guerra y Marina, fiscal militar y escritor. En Mingorría el general Bermúdez Reina conoció a antiguos seguidores de don Carlos, los más pudientes del pueblo. Por tal motivo, estuvieron desterrados al terminar la guerra carlista que ganó el general, el médico, el notario y acaudalados labradores. Y, paradojas de la historia, mientras medio pueblo lloraba el destierro de los carlistas de la localidad, la otra mitad festejaba el fin de la guerra con repique de campanas, tirada de cohetes y bailes públicos, tal y como se recoge en las actas municipales de febrero y marzo de 1876. Un año antes el pueblo también había festejado la proclamación del rey Alfonso XII. En sus visitas, el general Bermúdez Reina se hacía afeitar por el barbero Angel Alvarez; aunque en un primer momento le confundió con un carbonero, dado su aspecto, después siempre solicitaba sus servicios. Y al igual que lo hacía Bermúdez Reina, también visitaba estas tierras el Presidente del Gobierno don Mateo Práxedes
Durante la Segunda República dos diputados abulenses desempeñaron el cargo de ministro, y éstos fueron don Nicasio
Nicasio Velayos.
Velayos y Velayos, y don Claudio Sánchez Albornoz. Nicasio Velayos tenía su herencia familiar en el pueblo de Cardeñosa, por lo que no es de extrañar su participación coPuente de Zorita
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mo diputado en los actos de 1917 conmemorativos del centenario de la venerable María Vela, natural de dicho pueblo. Este abogado y político fue Diputado conservador por Avila en todas las elecciones que se sucedieron desde 1916 por el Partido Agrario, llegando a ser nombrado Ministro de Agricultura en 1935. En Mingorría se le recuerda por su promesa electoral, que se cumplió con la reconstrucción del puente que cruza el río Adaja en Zorita de los Molinos.
Sánchez Albornoz.
Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984) pertenecía al partido Acción Republicana, de Manuel Azaña. Aquí recordamos que fue Azaña quien tradujo «La Biblia de España» de George Borrow, donde se cuenta como el alcalde y el cura de Velayos, acusados de carlistas, detuvieron en agosto de 1838 al criado del autor inglés. Don Claudio era un republicano de centro izquierda, como lo era el gobierno municipal de Mingorría, y tenía una especial relación amistosa con su alcalde, Miguel Camarero, cantero y contratista de piedra, cuya casa solía visitar con frecuencia. Sánchez Albornoz fue un historiador metido a política, y como diputado dejó oír su voz en el Congreso en
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defensa de los campesinos abulenses de Urraca Miguel y Mombeltrán. Además ocupó el cargo de Ministro de Estado (Asuntos Exteriores) en 1933, embajador en Lisboa y Presidente del Gobierno Republicano en el exilio durante 1962 a 1970. «LA PASIONARIA» Y PILAR PRIMO DE RIVERA Para Paul Preston («Las Tres Españas del 36»), Dolores Ibárruri y Pilar Primo de Rivera forman parte del grupo de figuras indiscutibles y relevantes que hicieron la historia de la España de 1936, tanto que las equipara con Franco, Azaña, Millán Astray, José Antonio Primo de Rivera, Madariaga, Indalecio Prieto y Besteiro. En nuestro viaje mágico hemos descubierto pequeños detalles que parecen engrandecer el significado histórico de nuestros pueblos, para lo que acudimos a las siguientes anécdotas. Dolores Ibárruri «La Pasionaria» (1895-1989) nació en el pueblo minero de Gallarta (Vizcaya), donde coincidió en la escuela con las hijas de José Bermejo, minero emigrante de Santo Domingo de las Posadas, así como con las de otros mineros emigrantes de Mingorría. «La Pasionaria», aunque su padre militó en el carlismo, fue una «La Pasionaria».
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diputada comunista admirada por los obreros de Mingorría, a los que animaba por radio para resistir, luchar y perseverar en sus ideas frente a los nacionales golpistas. Los lugareños recuerdan especialmente la celebración del primero de mayo de 1936, fiesta del trabajo, donde destacó también la fuerza reivindicadora de las mujeres, tanto que alguna de ellas fue apodada «Pasionaria». Como fiel reflejo de la división social de la época llama la atención la presencia en Mingorría de Pilar Primero de Rivera (1907-1991), la antítesis ideoló-
Pilar Primo de Rivera.
gica de «La Pasionaria», hija del dictador Miguel Primo de Rivera y hermana de José Antonio, fundador de Falange Española. Durante 50 años dirigió y mantuvo viva la «Sección Femenina», la organización de mujeres del régimen franquista basada en los valores católicos tradicionales y la defensa de la familia y el hogar. La «Sección Femenina» ocupó así en la postguerra el lugar que durante la república llenaron las «Misiones Pe d a g ó g i c a s » , época que coincidió con la crea-
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ción de la biblioteca de Mingorría en 1933. Pilar Primo de Rivera destaca en su autobiografía una anécdota de las actividades que promovía su organización: «En 1937 la Hermandad de la Ciudad y el Campo organizó un servicio que consistía en ir a trabajar en el campo para suplir a los hombres que estaban en la guerra. Ibamos a ayudar en grupo de cinco o seis camaradas. Yo fui a trabajar en un campo de Mingorría. Empezábamos a las cinco de la mañana y nos enseñaron a manejar la hoz y a coger, de una cierta manera, con la mano, un montón de espigas para cortarlas de una vez». En 1937, una fuerte nevada cortó la carretera, por lo que ese día la posada de Mingorría se llenó de arrieros y viajantes para pasar la noche. Entre los ilustres inquilinos, la posadera Rufina Cid Ibarzábal recuerda a Pilar Primo de Rivera, quien tuvo que hacer un alto para pasar la noche cuando regresaba de Valladolid a Madrid. La historia reciente de los pueblos del Adaja ha dado y traído nuevos personajes. Pero el viaje de éstos daría para una nueva ruta que conviene trazar en otra ocasión. Mingorría. Sección femenina en la era (foto Mayoral, 1937).
■ A DESTACAR. Los pueblos de la ribera del Adaja, como los de la mayoría de la provincia, han mantenido a lo largo de su historia una especial dependencia económica y espiritual de la catedral abulense y de su obispo. Por ello las periódicas visitas de los prelados a los lugares y aldeas de la diócesis tenían un carácter evangelizador y también material, al comprobarse en ellas el estado de las cuentas y rentas de sus cuantiosos bienes. ■ La ruta. Comprende los viajes que hicieron los antiguos obispos abulenses por nuestros pueblos, siguiendo para ello la rigurosa obra de Tomás Sobrino Chomón sobre el «Episcopado Abulense en los siglos XVI-XIX». Las visitas episcopales y otras peculiaridades del obispado abulense, por su destacable influencia en el medio rural, se muestran al viajero como un exponente más de la identidad histórica de los pueblos que quieren ser redescubiertos. ■ Cómo llegar. Todos los pueblos de la zona fueron visitados por los obispos de la diócesis, por lo que es fácil recorrer los pasos de los antiguos prelados como si fueran los últimos «señores feudales». Los caminos de antaño son ahora las carreteras que parten de Avila hacia Arévalo por Cardeñosa o por Mingorría. ■ Qué ver. Hasta la desamortización eclesiástica del siglo XIX, pertenecieron al Cabildo y la Iglesia Catedral de Avila numerosas viñas y tierras, molinos, casas, paneras, pajares y otros bienes que aún se conservan. Las iglesias y ermitas todavía son testigos de aquellas visitas pastorales que realzaban la monotonía diaria de los campesinos. Anécdotas como la referida al famoso pan de Mingorría o el contencioso que plantearon los mineros de San Esteban de los Patos. ■ Aliciente. Recorrer los pueblos por donde lo hacían los antiguos Obispos en visitas pastorales y administrativas.
Cardeñosa.
RUTA DE LOS OBISPOS l Obispo don Lorenzo E Otaduy Avedaño significó a Cardeñosa apoderando en 1601 a Miguel del Carpio, clérigo presbítero, beneficiado de la parroquial iglesia de San Vicente de la ciudad de Avila y natural de dicho lugar. Con este poder, el cura de Cardeñosa presentó al Papa la relación o informe de la diócesis. En 1613 el Obispo abulense Juan Alvarez de Caldas tramitó la concesión de los beneficios de una bula del Papa Paulo V a la cofradía de Mingorría que devocionaba a la Virgen del Rosario, según el pergamino que se conserva en la iglesia parroquial. La relación o informe que en 1655 remite el Obispo Bernardo de Ataide a Roma destaca Cardeñosa como una de las más insignes y nobles villas del señorío de la diócesis de Avila, jun-
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to con Arévalo, Madrigal, Fontiveros, Barco, Piedrahíta, Mombeltrán, Arenas y Las Navas. En su informe, el Obispo Francisco de Rojas Borja añade en 1664: «Cardeñosa, de donde fue natural santa Barbada, y la madre Ysabel de Santo Domingo, compañera de Santa Teresa, tiene cuatro clérigos y quatrocientos vecinos». Al poco tiempo de llegar a Avila, el 20 de agosto de 1700, el Obispo don Gregorio de Solorzano tomó el camino de Velayos y otros lugares de Arévalo para llevar a cabo las confirmaciones.
Zorita de los Molinos.
El Obispo Narciso de Queralt visitó el lugar de Zorita de los Molinos el 4 de mayo de 1740, tal y como se reseña en el Libro de Fábrica de la parroquia y recoge José Luis Sastre en la revista «Olalla». En estos años Zorita tiene medio centenar de habitantes y cura propio, mientras que el escribano es de Cardeñosa, el herrador de Peñalba y el tabernero de Mingorría, siendo de fuera también el cirujano; tiene once casas diversas, una de juntas del concejo y cárcel, una taberna, una fragua, una cilla, dos lagares, dos bodegas, una panera del curato, ocho pajares y media
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docena de molinos en el Adaja. Las tierras son labradas por los lugareños y otros de Peñalba, Cardeñosa y Mingorría. Con motivo de la visita pastoral el Obispo comprueba la observancia de los decretos episcopales, las cuentas, los apeos y otras consideraciones doctrinales, mandando: «Que todas las personas que estuvieren debiendo cantidades maravedíes, granos y otras especies a dicha iglesia, fundación de ánimas y demás obras pías en este dicho lugar, paguen las cantidades de sus descubrimientos en el término de treinta días siguientes al de la notificación, y pasado no habiéndolo hecho procederá dicho Cura contra los morosos por embargo, rentas de bienes y demás rigor...». Don Narciso de Queralt llegó a Avila en 1738 y se encontró una ciudad semidesierta, habitada en su mayor parte por clérigos y religiosos, pues toda la nobleza había emigrado a Madrid. Murió en el pueblo de El Oso, cercano a Las Berlanas, el 13 de enero de 1743, donde se detuvo a pasar la noche al encontrarse enfermo, cuando volvía de Cabezas del Pozo y otros pueblos de la Moraña. Velayos.
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OBISPOS
El 24 de julio de 1743, don Pedro González anuncia su llegada al lugar de Velayos para ponerse a disposición del cabildo abulense como su nuevo Obispo, trasladado de su antiguo destino en Puebla (México). Después de pasar la noche en Velayos, al día siguiente se dirigió hasta Avila para tomar posesión de su cargo, pasando por Santo Domingo de las Posadas y Mingorría. En 1761 el Obispo don Raimundo Velarde y Cienfuegos visitó Las Berlanas, aquí revisó las cuentas de la parroquia y de las ermitas de La Concepción, Angustias y San Juan Bautista. En 1792 quien recorrió las parroquias de la zona fue el Visitador del Obispo fray Julián de Gascueña, comprobando la ruina de la ermita de San Juan, en
Las Berlanas. Barrio Rivilla.
el barrio de Rivilla de Las Berlanas, a partir de entonces esta ermita quedó cerrada al culto. El Obispo don Ramón-María de Adurriaga y Uribe permaneció en Avila desde 1824 hasta 1841, donde llegó después de haber estado en la cárcel y desterrado por ser extremadamente beligerante a favor de sus ideas conservadoras frente al li-
Mingorría.
beralismo francés, las Cortes de Cádiz y el trienio liberal. De esta mentalidad conservadora comulgaba también el cura de Velayos, a quien se refiere el viajero inglés George Borrow en 1838, implicándole como carlista en la detención de su criado. Por otro lado, cabe destacar que en la comida diaria del Palacio Episcopal nunca faltaba el pan de Mingorría, tal y como se relaciona en el libro de gastos de 1831. En febrero de 1850 el Obispo don Manuel López Santisteban recorre los pueblos de la zona de Velayos siguiendo el itinerario de la margen derecha del Adaja. En esta visita predica al pueblo apiñado en el templo, administra la confirmación a numerosas personas y revisa las cuentas y estados de iglesia y cofradías. Llama la atención en el epistolario de este Obispo el relato del contencioso que plantearon en 1851 los trabajadores de la mina de cobre «Santa Agueda», sita en San Esteban de los Patos, ante la negativa del cura de Mingorría, de quien dependía la parroquia, a absolver a los mineros del precepto pascual de asistir a misa los domingos; como testimonia el siguiente texto:
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San Esteban de los Patos.
«Excmo. Sr. Subinspector de Minas de la Provincia de Avila. La Junta de Gobierno de la Mina Santa Agueda en término de San Esteban de los Patos, a V.E. con el respeto debido expone: Que con fecha 24 de p.p. mes recibió del Administrador en ella una comunicación manifestando haber recurrido a él los trabajadores de la Mina solicitando remedio a la alarma y desconsuelo que ha derramado en ellos el Sr. Cura del pueblo negándoles la absolución al precepto pascual con que han tratado de cumplir. La negativa del Sr. Cura, según relación de los mismos, parece la funda en que han trabajado algunos días de fiesta, alegando no estar autorizado para absolver, toda vez que no se recurra para ello al Sr. Obispo. Esta Junta no quiere calificar esta conducta ni sus asertos, pero V.E. como Jefe de la Administración del Ramo sabe muy bien lo que la Ley de Minas explícitamente establece en este particular, y por lo tanto: A V.E. suplica se sirva proveer lo conveniente haciendo respetar la citada ley, y que en lo sucesivo no se inquiete la conciencia de los trabajadores dejándoles en el libre ejercicio de su profesión. Así lo espera de la justifi-
cada rectitud de V.E. a quien Dios guarde muchos años. Madrid 13 de Mayo de 1851. Julián Martínez». «Sr. Gobernador de esta Provincia. Sepa V.S. que hay mucho, y por lo que voy a decir verá lo inoportuno e inconducente del contexto de la representación que ha dirigido el gobierno de la Mina por medio del Administrador. Si el cura de San Esteban de los Patos ha absuelto o no para el precepto pascual a los trabajadores en la mina, es un hecho que me está prohibido averiguar, porque está envuelto en el sigilo sacramental de la Penitencia que sabe V.S. es negocio muy arduo y prohibido de revelar ni directa ni indirectamente. En que los trabajadores hayan cometido un pecado grave o leve por haber trabajado en día festivo en la mina sin que haya precedido mi habilitación, no es pecado reservado, y por eso ningún párroco está inhibido de dar la absolución supuesta la buena disposición del penitente. Luego la alarma de los trabajadores envuelve sospechas vehementes de que si no fueron absueltos será por otros pecados, o si lo fue por el de trabajar en día festivo, estará acom-
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OBISPOS
pañado de circunstancias que los inhabilitarían para la absolución... Avila, julio 18 de 1851. Manuel Obispo de Avila». En febrero de 1854 falleció el Obispo Fray Gregorio, a quien le sucedió Juan Alfonso de Alburquerque, y en este mismo año fue ordenado sacerdote Juan Pajares Alvarez, natural de Mingorría y posterior canónigo de la catedral y profesor del seminario. El Obispo don Juan Alfonso de Alburquerque viajó en septiembre de 1857 hasta la parroquia de la Venta de San Vicente, cuya iglesia señorial, toda de piedra granítica labrada en las inmediaciones, agrupaba las aldeas de Gallegos, Cortos, Tolbaños, Saornil y Escalonilla. Desde aquí se trasladó por la cañada real que discurre por frondosos encinares hasta Velayos, con visitas posteriores en Vega de Santa María, Pozanco, Santo Domingo de las Posadas, Zorita y Mingorría. La hermosa iglesia de la Venta de San Vicente recibe de nuevo la visita del Obispo en 1861, esta vez se trata de Fray Fernando Blanco Lorenzo. En 1884, el Alcalde de Monsalupe solicita al Obispo don Ciriaco M.ª Sancha Hervás,
Monsalupe.
un sacerdote para que atendiera la parroquia del lugar, ante la ausencia de cura de almas que inquietaba a la población. Otras numerosas visitas pastorales se sucedieron durante el siglo XX, esta vez con menos carácter material, pues los bienes eclesiásticos habían sido todos vendidos en desamortización durante el siglo pasado, aunque la iglesia siguió manteniendo una importante influencia en la sociedad rural.
Venta de San Vicente.
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¡Esta sí que es siega de vida! ¡Esta sí que es siega de flor! Hoy, segadores de España, vení a ver a La Moraña trigo blanco y sin argaña, que de verlo es bendición. Lope de Vega.
Ensacando el grano en la era de Mingorría.
RUTA DE LOS LABRADORES ■ A DESTACAR. La historia y la cultura con la que se identifican los pueblos del Adaja está íntimamente vinculada a sus formas de vida, siendo la agricultura y la ganadería las actividades que han impregnado las señas de identidad de sus gentes. La realización de las antiguas faenas agrícolas de la misma forma que se hacían hace cientos de años constituye un testimonio vivo que todavía hoy puede contemplarse en la zona de Gallegos y Brieva. Igualmente, son numerosos los aperos de labranza que se conservan en las casas, corrales, pajares y paneras de las localidades de la zona. ■ La ruta. Recorrido descriptivo de las faenas agrícolas realizadas tradicionalmente por los labradores, según texto de Teófilo Domínguez (Mingorría 1917-1995). Además, viajamos con los últimos yunteros y agricultores a la antigua usanza. Por un lado, se recopila el proceso literario de la siembra y la recolección, y por otro se rescatan los personajes vivos que aún mantienen los viejos usos.
■ Cómo llegar. Los pueblos de la ribera del Adaja tienen fácil acceso por las carreteras que discurren paralelas al río en dirección Arévalo, y en ellos todavía abundan numerosas dependencias agrícolas. En las eras quedan viejas casetas de aperos y restos de viejos carros, y en Gallegos de San Vicente y Brieva aún perviven las faenas realizadas con vacas y burros. A estos pueblos se llega desde Tolbaños por Mingorría, o mejor desde la capital abulense por el devío de Vicolozano, en la carretera de Madrid N-110. ■ Qué ver. Viejos establos y dependencias agropecuarias, viejos aperos de labranza conservados en antiguos edificios o abandonados en las eras y, sobre todo, las faenas agrícolas que se realizan como antaño en las mismas o en Gallegos y Brieva. ■ Aliciente. Descubrir el extraordinario contraste que presentan los trabajos agrícolas actuales con los que se realizan como hace cien años.
RUTA
Segadores en Mingorría.
LOS SEGADORES «Cuando las mieses presentaban el color de su madurez y los campos se transformaban en una extensa sábana de oro, aparecían en nuestros pueblos las cuadrillas de segadores; eran hombres curtidos de soles y brisas, provistos de hoces de bien templado acero, las famosas “carboneras” toledanas, y un manojo de dediles de grueso cuero para proteger la mano izquierda, expuesta siempre a las cruentas caricias de la hoz. Venían segadores extremeños o de otras zonas de la provincia que, por ser de clima más cálido, era más temprana la madurez de sus cosechas y terminada su siega se desplazaban a nuestras tierras para lucrar algunos jornales. A veces llegaba también alguna cuadrilla de gallegos, pero éstos por lo general en grupos numerosos se dirigían a La Moraña, a tierra de Madrid y a los pueblos de La Mancha. Las cuadrillas de siega se componían de cuatro o cinco hoces y un atero; uno de ellos, por lo general el de más edad, actuaba como mayoral, entraba el primero en la mies e iba de-
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positando sobre el surco las manadas de cereal cortado sobre las que los otros segadores iban dejando las suyas, formando gavillas que el atero recogía y juntaba, poniéndolas contrapeadas para formar el haz que ataba con una lía de esparto de las que llevaba en manojo sujetas a su cintura, atadura que se deshacía tirando del nudo, con lo que era fácil desparramar la mies en la era para formar la parva. Los segadores se dirigían a las tierras muy de madrugada, después de haber desayunado frugalmente en la casa de labor (pan y cebolla, chocolate de morder, aguardiante, jamón o tocino). Permanecían los segadores en las mieses hasta la puesta del sol, y allí mismo se les suministraban tres comidas en el día: almuerzo (sopas de ajo y longaniza), comida (cocido o algún guisado de carne con arroz y patatas), y merienda (generalmente tacos de jamón o trozos de chorizo, pan y cebolla); cada cierto tiempo, y siempre cuando el mayoral lo decidía, hacían una parada para fumar un cigarro (a veces también se les suministraba el tabaco), beber agua, etc., y fuera de eso no se hacían otros descansos que los correspondientes a las comidas y, eso sí, una breve siesta al mediodía. Puesto el sol, los segadores se reintegraban a la casa de labor, cenaban y se marchaban a dormir al pajar o a alguna panera todavía vacía donde ellos mismos habían situado sendas sacas de paja que les servían de cama». LAS ESPIGADORAS «Complemento indispensable de los segadores eran las espigadoras; cada día, cuando los labradores se dirigían con sus
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carros a las tierras para recoger la mies, muy de mañana, en el arranque de los caminos esperaban grupos de mujeres y niños; una vez informados sobre la parcela a la que se dirigía el labrador, seguían al carro o montaban en él si el gañán se lo permitía y llegados a su destino las espigadoras permanecían en la linde de la tierra mientras se recogían los haces y se cargaba el carro. Terminada dicha faena se desparramaban por la parcela, recorriéndola paso a paso recogiendo las espigas caídas, con las que formaban manadas realizadas con tal mimo que a veces se antojaban ramos de flores; aquellas gentes alegraban los campos con sus conversaciones, sus risas y sus canciones». EL ACARREO, LA TRILLA Y LA LIMPIA «Después de la siega se producía el acarreo de las mieses a la era, la trilla y la limpia. El traslado de las mieses se hacía con carros, de ahí la palabra «acarreo». La trilla se hacía con trillos consistentes en tres o cuatro tablones perfecta y rígidamente ensamblados formando un tablero de forma rectan-
69 gular, uno de cuyos extremos estaba alabeado para permitir su deslizamiento, y la cara inferior cubierta de pequeñas piedras de cuarzo o pedernal cortadas de forma que presentaran finas aristas para que el arrastrarlo sobre la parva cortaran y desmenuzaran la paja a la vez que liberaban las semillas de sus receptáculos. El trillo era arrastrado por una pareja de animales bóvidos o équidos. La parva se volvía cada cierto tiempo para que quedaran por encima las pajas que no habían sido cortadas, lo que se realizaba con horcas y horquillos de madera exigiendo cierta destreza, y una vez trillada se recogía formando grandes montones que luego habían de limpiarse separando el grano de la paja. La limpia se hacía también a mano; tal labor se llama aventar, que es dar al viento la mies trillada para que por su acción y el mayor peso del grano cayera éste en un montón inmediato y volara la paja a más distancia en otro montón. Muy de mañana, apenas apuntaban las primeras claras del día, ya estaban los labradores en la era pinchando en los montones, lanzando beldadas al aire para comprobar su fuerza.
Trillando en Brieva.
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hombre que resistiera más de cinco minutos dando a la manivela, defecto que corrigió el herrero, ajustando en el eje de las aspas dos martillos que se contrapesaban, con lo que la máquina se hizo más ligera y eficaz. La consecuencia más importante de aquella adquisición fue signo indudable de que se iniciaba una incipiente mecanización». PREPARACION DE LA TIERRA «Recogidas las cosechas, empanerados todos los granos y encerrada también la paja, se comenzaba a preparar la tierra para un nuevo barbecho y una nueva siembra. La tierra recién cosechada se labraba en una primera vuelta de arado, labor que se llama lazar; después venían Aventando la mies. otras: binar, terciar e incluso cuartar, que tenían como finaliLa limpia se completaba con dad remover la tierra para que el cribado del grano, con lo que por la acción de los agentes atse dejaba en el suelo sin granmosféricos se enriqueciera adezas ni otras impurezas y apto cuadamente. Al mismo tiempo, para ser empanerado. se repartía en las parcelas barLa aventadora agilizó el trabechadas que no habían sido bajo de la limpia, si bien ha de trascoladas con el redeo de las tenerse en cuenta que no fue ovejas, el estiércol procedente sin trabajo, ya que la máquina de limpiar las cuadras de los era tan pesada que no había animales de laMáquina aventadora. bor que se tenía acumulado en basureros situados, casi siempre, en alguna tierra no muy lejana del pueblo; hecha esta labor, y ya metidos en el otoño, se preparaba el terreno para la siembra y el inicio de otro ciclo agrícola.
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Se comenzaba por poner el surco a las parcelas, surcos largos y rectos, para lo cual el labrador tomaba un punto en la distancia y hacia allí dirigía su mirada y la marcha de yunta, con lo cual le salían los surcos derechos como velas, y aquí surge la anécdota: “El bueno de Simeón araba un día en su parcela guiando su pareja de asnos y, fuera por lo que fuera, los surcos le salían torcidos como cuerno de cabra; otro labrador que pasaba por allí le llamó la atención sobre ello; Sime, con su sorna característica, le respondió: –«Es que no veía el punto»; –«Pues, ¿dónde echaste la mira?», demandó el otro. –«Ve allí a aquella cisquera que hay al pie el monte Las Gordillas»; –«¡Pero hombre!, aquello no es una cisquera, es el humo del tren», objetó su interlocutor”».
el surco cuyas dos mitades caían sobre el hondón de los surcos anterior y posterior, formando nuevos surcos en los que quedaban encerradas las semillas en germinación. A los inicios de la primavera las siembras estaban urgiendo que se las limpiara de malas hierbas, para lo cual se procedía a la operación del escarde. Por lo general, aquellas mujeres y aquellos niños que en la recolección se dedicaron al espigueo intervienen ahora al escarde por un módico jornal; surco adelante van cortando con una pequeña azada (el azuelo) cada una de las plantas que crecen junto al cereal impidiendo su normal crecimiento; una de ellas, quizá la más dañina, es el vallico o cizaña. Extirpadas las hierbas, las siembras quedan limpias y preparadas para una buena granación».
LA SIEMBRA
LOS ANIMALES DE LABOR
«Abiertos los surcos se realizaba la siembra; ésta se hacía a voleo para los cereales y leguminosas de grano menudo, y a chorrillo para los garbanzos. Arrojada la semilla se procedía a taparla, para lo cual la reja del arado abría longitudinalmente
Al viajero que recorre y reconoce las bellezas de nuestros pueblos, algunos en progresivo abandono por la falta de presencia humana, todavía le asaltan imágenes de aquellas formas de vida ya olvidadas que son parte de una identidad cul-
Arando con vacas.
Benigno Jiménez.
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nocimiento al trabajo con el que agricultores y ganaderos siempre han contribuido a la formación de la historia de los pueblos. Siguiendo los pasos de Benigno Jiménez, esquilador y segador en Zorita y los pueblos de la ribera del Adaja, lo hemos encontrado en Amavida trabajando con una yunta de vacas. Benigno tiene 75 años y todavía desempeña las pequeñas faenas agrícolas que requieren el cuidado de un huerto familiar o una tierra de garbanzos que cultiva para su propio consumo y el de sus allegados. En este trabajo resulta inestimable la ayuda de una yunta de vacas negras de raza mixta, cruce de vaca lechera y un toro negro, a las que llama «Calceta» y «Bragá»; en otras ocasiones las vacas eran cruce de raza morucha con frisona. La vaca más Yunta de vacas en Gallegos. vieja la compró en la feria de Avila hace quince años y la más joven es hija de ésta. El mismo Benigno «domó» las vacas y las enseñó a trabajar con el carro y el arado. En Gallegos de San Vicente (anejo de Tolbaños) acompañamos a Damián Arroyo cuando acarreaba paja y también mientras llenaba un carro de ramajes y leña de las encinas que pueblan los montes que se bañaba en el río Voltoya. Con este mismo carro tirado por una yunta de vacas se emDamián Arroyo. pleó durante años como transportista
tural que se resiste al cambio de los tiempos. Prueba de este arraigamiento a la tierra se ofrece en la contemplación de esas vacas negras que tiran de un carro o un arado guiadas por un hombre ajeno al devenir cotidiano de la modernidad. Esta visión casi irreal, y un tanto cinematográfica, actualmente es un hecho bastante habitual en algunas localidades abulenses, al igual que lo era en los años cincuenta en los campos de toda España. La utilización de yuntas de vacas en el desarrollo de las tareas agrícolas, que hoy siguen empleando algunos labradores de la provincia de Avila, constituye una actividad tan identificatoria de los que fue el medio rural no hace muchos años, que no hemos podido por menos que escribir esta ruta en reco-
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de piedra, la cual era extraída por los canteros de Mingorría y debía cargarse en los trenes que paraban al efecto en la estación de la localidad. Esta actividad de porte de piedra también ocupaba a la mayoría de labradores de la zona que te-nían yuntas y carro, por lo que recibían un jornal de veinte a treinta duros. Damián, que ronda los setenta años, mantiene una pequeña cabaña ganadera que pasta en los prados del pueblo, aunque también trabajó como cantero y albañil.
73 mal se forma entonces un todo, en orden a extraer de la tierra el mayor rendimiento, donde se utilizan los servicios del ganado en paridad con los de los miembros de la propia familia del labrador. El trato de los animales modela un determinado tipo de mentalidad, implica la creación de una especial clase de arquitectura y servicios, y da lugar al desarrollo de una serie de actividades artesanas. Así, en nuestro caso, el labrador llama a las vacas por su nombre («Jardine-
Carro adaptado para tirar con burros.
La visión mágica que nos proporciona la imagen del hombre del año dos mil trabajando el campo con la ayuda de vacas negras nos hace recordar, como dice Ramón Grande del Brío («Los animales en el medio rural», 1989), que la conquista de la tierra por obra del hombre no se habría producido de no haber contado éste con la inestimable colaboración de los animales domésticos. Hasta la invención de las máquinas, el transporte y el laboreo de los campos se realizaron mediante el concurso del animal domesticado. Entre el hombre y el ani-
ra», «Morita», «Gacha», «Dorá», «Morucha», etc.), les felicita cuando trabajan bien y les regaña cuando no le obedecen. Las cuadras estaban preparadas para servir de lugar de cobijo y de comedero. Los potros de herrar se disponían con grandes piedras junto a la fragua donde se templaba el hierro de las herraduras. Y los carreteros y albarderos fabricaban los carros, aperos y aparejos que después eran utilizados en las faenas agrícolas. Si bien estos oficios ya han desaparecido en la actualidad, todavía se conservan muestras significativas de
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artesanía surgidas para facilitar el trabajo del campesino con el ganado. Los pequeños agricultores y ganaderos que mantienen hoy día yuntas de vacas lo hacen por puro romanticismo, sin un especial interés material o económico, y ello porque no han llegado a integrarse en el proceso de mecanización del campo por la pequeñez del terreno que cultivan. Y esto ocurre en los pueblos serranos donde apenas hay grandes explotaciones agrícolas, contrariamente a lo que ocurre en La Moraña. Así, nuestros personajes yunteros no se plantearon la disyuntiva de elegir entre mulas o vacas, y finalmente entre éstas y el tractor. El mantenimiento entonces de las yuntas obedece también a una fidelidad primitiva por el ganado vacuno del que hoy los labradores que lo utilizan obtienen también leche y terneros, lo cual antes no ocurría dada la dedicación exclusiva al laboreo de la tierra de este ganado. Los labradores de antaño utilizaban las vacas en las faenas agrícolas porque eran más baratas que las mulas. En los años cuarenta una mula de seis meses costaba catorce mil pe-
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setas, cuando una vaca de tres años valía tres mil. Las vacas del terreno o «terrenas» solían comprarse en la feria de Avila con tres o cuatro años y se vendían al cabo de otros cua- tro, cuando había descendido notablemente su capacidad de trabajo. La yunta solían emplearse para arar, trillar y acarrear, tareas estas en las que también se empleaban esporádicamente caballos y burros. Las jornadas de trabajo de una pareja de vacas solían ser de unas siete horas diarias, durante las que se atendía una media de sesenta obradas de tierra cultivada a lo largo del año, las mulas en este tiempo atendían las noventa obradas. Las vacas eran más fáciles de domar y más fuertes, cómodas y dóciles que las mulas, pero también más torpes, rendían menos y eran más exigentes con la comida. Las vacas comían unas setenta fanegas de algarrobas con paja al año, que el labrador les echaba en varias «posturas»; las mulas consumían, por su parte, noventa fanegas de cebada y paja. También los carros y aperos de labranza eran distintos según la clase de animal empleado en el
Pareja de mulas.
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Acarreo con vacas.
trabajo agrícola, aunque el carro de mulas podía ser adaptado con una «ayuda» para que pudiera ser tirado por las vacas. Si hemos dicho que todavía pueden verse yuntas en diversos lugares de la provincia, y concretamente en Gallegos de San Vicente, no podemos decir lo mismo de las parejas de mulas, las cuales prácticamente han desaparecido de los campos, con excepción de las utilizadas para el acarreo de troncos en los pueblos de Tierra de Pinares y del Valle del Tiétar. Por ello vale la pena recobrar las imágenes que aún pueden apreciarse de aquellas formas de vida tan antiguas como nuestra civilización. LABRADOR A LA ANTIGUA USANZA ¡Arre Paloma! ¡Vamos Furia! Son exclamaciones que salen de los labios del labrador que conduce una pareja de burras que tiran del viejo arado romano. Es una mañana soleada de sábado, del mes de febrero, «febrerillo el loco», víspera de los carnavales del nuevo milenio. Frente a las tapias de la cárcel de Brieva, un hombre que pasa de los setenta años
traza surcos rectilíneos en una parcela rústica como se hacía hace cientos de años. Los asnos han ocupado el lugar que dejaron las vacas negras terrenas que fueron sacrificadas en una campaña de sanidad animal de hace años. El mes de marzo es tiempo del esquileo de los burros, y «Paloma», de veinte años, y «Furia», de siete, ya tienen necesidad de recortar su larga pelambrera. La tierra recibe una segunda vuelta con el arado en una jornada que ha comenzado a media mañana. Quizás es un poco tarde, pero es que el campesino estuvo la noche anterior en un concierto de homenaje a Verdi en el Auditorio Nacional de Madrid. Fue un buen concierto, quizás con demasiados saludos y reverencias –señala el labrador–, a quien le gusta más la zarzuela y aunque sus gustos musicales los manifiesta tocando la caja o el tamboril. Terminada la faena el campesino sembrará una parte de tirabeques, una legumbre parecida a los guisantes y las judías verdes, en otra parte cultivará garbanzos y en otra sandías y tomates. En otra finca propiedad del Obispado, y de la que es arrendatario, sembrará ave-
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de árboles cuyos productos vende en el mercado abulense de los viernes, es tam- borilero y aficionado a la música clásica del Barroco, asiduamente visita la Biblioteca de Avila porque le gusta la lectura, es soltero y vive en Brieva. El padre de Luis vino de Aldea del Rey, un pueblo de Ciudad Real, en tiempos de la Dictudura de Primo de Rivera, allá por 1924. Llegó a Brieva como cantero para trabajar en las canteras de granito que se explotaban a cierto abierto en la zona, ante la demanda que exigían las obras de construcción de la doble vía del Ferrocarril del Norte. Todavía hoy puede escucharse el sonido del puntero golpeando las rocas producido por los últimos canteros del pueblo. Durante la Guerra Civil estalló una bomba o artefacto en la vía férrea junto a la estación de Mingorría. Por este sabotaje fueron fusilados tres inocentes, entre los que estaba el padre de Luis, quien trabajaba como cantero con el contratista Miguel Camarero, Alcalde de Mingorría durante la República. Esta muerte marcó el futuro de Luis, huérfano a los siete años y con una hermana cuatro años más pequeña. A temprana edad nuestro protagonista se inició en los trabajos del campo. Como labrador pronto logró componer una pequeña hacienda que adquirió a un tío suyo, a la vez que también criaba vacas de carne y vendía árboles frutales por cuenta de los viveros y algunos que él mismo había cultivado. Fue cazador de perro y palo, y vendedor ambulante de L u i s Pa r d o . frutas y ultramarinos, sien-
na, mientras que el año pasado sembró cebada, garbanzos y algarrobas. Al viajero que se acerca por la zona todavía le asombra contemplar cerca de la ciudad de Avila cómo el hombre conquista la tierra utilizando para ello animales y antiguos aperos de labranza. Bien es verdad que nuestro caso es único y excepcional, por lo que su testimonio vivo tiene una especial relevancia en el conocimiento de nuestra historia. Todo el ciclo agrícola, tal y como transcurría antiguamente en el medio rural y con los mismos medios de entonces, se reproduce cada año, día a día, en las labores del campo que desarrolla nuestro singular y romántico personaje: Luis Pardo García, nacido en 1931, y el último labrador a la antigua usanza que queda en Avila. Luis trabaja la tierra con una pareja de burros, mantiene cuatro cabras y un gallinero, cultiva un fructífero huerto con gran variedad
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do capaz incluso de trabajar la piedra como su padre o construir una casa. Luis fue durante algún tiempo Teniente Alcalde de su pueblo y presume de ideas avanzadas y progresistas, por ello lamenta el conformismo de las gentes del campo y su sometimiento tradicional a los poderes políticos y religiosos establecidos. Con tanta actividad, Luis no ha encontrado tiempo para echarse novia y casarse, así que todavía permanece soltero. En la actualidad Luis sigue trabajando el campo y ejerciendo como labrador al modo tradicional, sin ayudarse de maquinaria alguna. Pero además de labrador, Luis es músico. Su afición a la música la desató a fuerza de escuchar a los antiguos dulzaineros y tamborileros que amenizaban procesiones y
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bailes durante las fiestas patronales. Así, a los quince años se convirtió en alumno del dulzainero Ambrosio Triviño, vecino del pueblo cercano de Mediana, quien también tocaba la caja y era miembro de la Banda de Avila. Desde entonces no ha parado de tocar el tamboril formando pareja con multitud de dulzaineros. La música sigue ocupando un lugar importante en su vida, tanto que diariamente ensaya con una caja china marcando el ritmo de las piezas que suenan en un radiocassette. Para esta tarea cuenta con un centenar de cintas que forman un gran repertorio de grabaciones de músicos populares como «Los Talaos» o «Polilo y Ojetete», y músicos clásicos como Albinoni, su preferido, Bach o Haëndel.
78 Al atardecer de cada día Luis recoge los animales. A paso lento, bajo la mirada de los guardianes custodios de la cárcel, y junto a sus paredones, pasan la pareja de burros y las cuatro cabras arropando a su amo. Primero guarda las cabras en una vieja casa comprada al Obispado, y luego los burros en la cuadra donde antes había vacas, no sin antes darles agua en el abravadero. Después da una vuelta por el gallinero para protegerlo de las zorras, las cuales ya han matado quince gallinas en los últimos días, por lo que hay que colocar un cepo y encerrar el gallo y las seis que quedan. Una vez guardado el ganado, Luis se sienta delante de la chimenea, que pronto empieza a llamear, y se dispone a comer unas sopas de leche que ya tiene preparadas. Después continúa la lectura inacabada del libro que ha sacado de la biblioteca, titulado «La agricultura en la Edad Media. Cuaderno de historia», sin olvidarse de leer la hoja diaria del calendario zaragozano que reposa sobre la chimenea. Sobre la ventana está la caja china y los pa-
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lillos con los que, si se tercia, ensayará la percusión de alguna de sus piezas favoritas del compositor de dulzaina y tamboril Teófilo Sánchez «Talao», o del músico veneciano Albinoni (1671-1750). Además de arar la tierra, Luis desarrolla las faenas agrícolas que completan el ciclo anual de las cosechas, como son la siega, el acarreo, la trilla, la limpia y el ensacado del grano. En todas ellas utiliza la imprescindible pareja de burros, con los que conduce un destartalado carro al que le ha cambiado las ruedas de radios por unas viejas ruedas de goma recicladas de algún coche desguazado. El trabajo manual del campo supone un gran esfuerzo físico del que Luis parece no resentirse, pues, como él cuenta, los dolores esporádicos pasan de la espalda a una pierna, o a un brazo, pero no se detienen. Además para recuperarse de la fatiga suele pasar algunos días en la playa de Benidorm o Canarias. Por ello vive feliz en su pueblo y no entiende como la gente se hacina y amontona en las ciudades.
RUTA DE LOS CARRETEROS ■ A DESTACAR. Los carros agrícolas y los carreteros, sus constructores y fabricantes, así como los labradores que aún utilizan vacas o burros como animales de tiro, constituyen hoy día importantes testimonios vivos de las señas de identidad del medio rural abulense. La relevancia de estas manifestaciones etnográficas debe apreciarse con especial sensiblidad, para lo cual se propone el siguiente viaje mágico.
■ Qué ver. Carros abandonados a su suerte que permanecen inmutables en un rincón de las eras, o bajo un tinao medio arruinado. También los hay en buen estado de conservación y expuestos como piezas de museo entre el caserío de alguna finca. Incluso, y esto es sorprendente,
■ La ruta. El viajero amante de la cultura tradicional que se detiene en nuestros pueblos todavía puede contemplar y admirar la silueta de aquellos viejos carros que antaño recorrían los caminos y los campos agrícolas. ■ Cómo llegar. En el recorrido que hacemos por los pueblos de la ribera del Adaja, tomamos primero el antiguo camino carretero de AvilaArévalo que sigue paralelo a la margen derecha del río, y cuyo trazado coincide con la actual carretera N-403 de Avila-Valladolid y después continuamos por los caminos que cruzan el Adaja por Zorita y Navares, para llegar a Gotarrendura, Las Berlanas y Peñalba.
aun hay carros que siguen siendo tirados por vacas o burros. ■ Aliciente. La importancia de los carros en el medio rural fue tan grande que la posibilidad de poder entretenernos todavía hoy en su contemplación supone un viaje mágico a través de la pequeña historia de nuestros pueblos.
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Carro de mulas en Blascosancho.
or los caminos, el rechinar de las ruedas de los carros P y el sonido de las campanillas de las caballerías marcaban el ritmo de bellas canciones de oficio con las que se distraían los arrieros y trajinantes en su deambular solitario. El chirrido era una de las señas de identidad con la que se caracterizaba cada carro, tanto que incluso se colocaban en los ejes de las ruedas unas arandelas de hierro con el único fin de hacerlas sonar con el mismo movimiento del carro. Hemos visto carros en Mingorría, Zorita, Gallegos de San Vicente, Brieva, Velayos, Vega de Santa María, Pozanco, Blascosancho, Gotarrendura, Las Berlanas, Monsalupe y Peñal-
DE LOS
CARRETEROS
ba. Carros actualmente en uso, tirados por vacas o por burros, todavía pueden observarse en los pueblos de Gallegos de San Vicente y Brieva, donde aún se utilizan en las faenas agrícolas, los cuales hace décadas desaparecieron de la Moraña. Estos carros son todos ellos de ruedas de radios con llanta de hierro o ferradas. Entre los carros localizados destacan los carros pintados característicos de la tierra llana, sobre los que el viajero se pregunta por los artífices de tanto arte. Sabemos entonces que la carretería era la actividad artesana que consistía en fabricar carros y aperos de labranza con los que se desarrollaban una parte importante de las faenas agrícolas. La historia y evolución de la fabricación de carros se remonta, a su vez, a la historia del transporte sobre ruedas. Desde que a finales del cuarto milenio antes de Cristo fuera inventada la rueda, la necesidad de trasladar y desplazar cualquier objeto aprovechándose de discos giratorios de madera ha condicionado la forma que han adoptado los distintos carros y carretas que se conocen.
Carro de vacas.
RUTA
DE LOS
CARRETEROS
Los carros han tenido una gran relevancia para la agricultura, tanto que se hizo indispensable en los trabajos del campo a partir de mediados del siglo XVIII. Por eso destacaban los talleres de carretería como importantes centros de producción artesana, y el carretero o constructor de carros gozaba de un cierto prestigio entre la población, como hombre orgulloso de su oficio y conocedor de técnicas y saberes superiores a los conocimientos de los labradores, como escribe Alonso Ponga en su libro sobre carros. Siguiendo a este autor diremos que si, además, el carretero domina el arte de la fragua y la sierra, acaba siendo y haciéndose imprescindible. Pues bien, estas cualidades se daban en el carretero de Peñalba Gumersindo Gil, en cuyo taller estaban empleados también sus hijos Clementino y Epigmenio, de este último todavía pueden escucharse sus enseñanzas junto a un bello carro que fabricó en 1947 y que se conserva en Zorita de los Molinos, o bien mientras construye uno nuevo en miniatura. Gumersindo había nacido en Villanueva del Aceral, después vivió en Constanzana y aprendió el oficio en un taller que había en Crespos, llegando a Peñalba de Avila en los años veinte, donde ejercía de carretero Juan Alcalde, cuando accedió a la plaza de herrero de la localidad mediante concurso convocado por el Ayuntamien-to para atender la fragua del común. En Mingorría, el taller de carretería situado en la antigua carretera de Avila estaba regentado a principios de siglo por Casimiro Serrano, descendiente de una familia de carreteros
El carretero de Peñalba.
de la vecina localidad de Velayos. A Casimiro le sucedió en el oficio Heliodoro Alfayate, quien llegó desde Riocabado donde su padre también tenía un taller de carros. Todavía hoy, a las afueras de Mingorría, en una finca situada junto a la carretera N-403, pueden verse hasta media docena de carros de distintas clases desperdigados por la parcela, como si estuvieran en la era. En Velayos, Urbano Serrano aprendió el oficio de carretero en el taller que abrió su abuelo llegado de Madrigal de las Altas Torres. Urbano, junto con su hermano Catalino, regentó después el taller de su abuelo y con él trabajaban cinco artesanos de la madera y un herrero. Un segundo taller de construcción de carros en Velayos, cercano al anterior y a cual más importante, era atendido por los hermanos «Kaiser», Julián y An-
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drés; Julián, además, era el sacristán del pueblo, cargo que después fue heredado por su sobrino Leoncio. Completaban la actividad artesanal de la madera los carpinteros tío Trifón y tío Calixto. Llama la atención en este pueblo la existencia de una interesante colección particular de
Carros en Velayos.
Baltasar Monteagudo, formada por decenas de carros y numerosísimos aperos y útiles de labranza y otras antigüedades. Su propietario presta estos carros para el rodaje de películas y su peculiar museo sirve para ambientar una gran variedad de escenas cinematográficas. Igualmente, a la entrada de la localidad, delante del bar El Chiringuito dos hermosos carros procedentes de la citada colección engrandecen la perspectiva de los campos cerealistas.
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CARRETEROS
Otros talleres carreteros que destacaron por su importancia en La Moraña y Tierra de Arévalo fueron los de Aveinte, Albornos, Flores de Avila y Adanero. En esta última localidad fue famoso el taller de Jesús Crespo. Sin salir de la provincia, en la comarca de Barco-Piedrahíta fueron relevantes los talleres de Hoyos de Miguel Muñoz y La Aldehuela entre otros. Estos talleres proliferaron hasta mediado el siglo XX, momento en el que la mecanización del campo se generalizó provocando su cierre. Los carros que se fabricaban eran de yugos, de varas y de vacas, o más simples y pequeños como carretas, dispuestos para ser tirados por caballos, mulas, vacas e incluso burros. Los carros eran utilizados para el transporte de la mies una vez segada en el campo hasta la era. El grano ensacado se llevaba después en carro hasta las paneras, y lo mismo ocurre con la paja desde la era hasta el pajar. El carro se utilizaba también en las mudanzas familiares y portes de cualquier clase; con él se formaban las plazas de toros durante las fiestas y era aprovechado por los mozos para rondar por las calles, mientras que en tiempos difíciles servían para hacer barricadas y parapetos como barrera defensiva. Los canteros, albañiles, chocolateros, fruteros y huertanos se aprovechaban de los carros agrícolas para el transporte de productos y materiales propios de su actividad, como también lo hacían los ayuntamientos en la ejecución de obras municipales.
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CARRETEROS
La madera era la materia prima empleada en la fabricación de carros, y se obtenía de los árboles de la zona, entre los que destacan el negrillo o álamo negro, el pino, el fresno y la encina. El hierro procedente de Bilbao se adquiría en Avila y con él se formaba el aro de las ruedas una vez moldeado en la fragua del taller, y también se realizaban el eje de las ruedas y demás piezas de hierro. Finalmente, si el carro era de mulas, éste se decoraba y pintaba como un verdadero cuadro con multitud de motivos florales, marinos o figurativos por verdaderos artistas. Entre los pintores de carros hay que destacar el trabajo de Felipe Velayos, vecino de Cardeñosa, y de su maestro Justo López, pintor de Peñalba. Ambos aparecen como autores de la mayoría de los carros pintados en la zona durante los años cuarenta. El hijo de Justo, Justino López Jorge, siguió la tradición paterna desempeñando tam-
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Carro sin pintar en Gallegos.
bién el oficio de pintor, y fruto de sus estudios de pintura y dibujo ha sido la reciente exposición de óleos que ha tenido lugar en el Casino Abulense durante el pasado mes de octubre. Para la reparación y mantenimiento de los carros, la mayoría de los pueblos contaban con carpinteros y herreros, artesanos todos ellos que también han contribuido al desarrollo de las actividades propias del trabajo en el campo.
Zorita de los Molinos. Carro pintado.
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¡Que viene el carro!, gritaban los niños en la plazuela. Más allá de los barbechos juegan las cigüeñas a cantar: «Que ruede el carro, que el carro ruede la rueda».
Carro de mulas en la era.
R U T A D E L O S PA S T O R E S
■ A DESTACAR. Los pastores representan el mantenimiento de una de las actividades ganaderas más antiguas de la civilización, la cual se desarrolla del mismo modo que en el principio de los tiempos. La imagen de los pastores en el campo sigue siendo una escena llena de una gran plasticidad y belleza que no debe pasar desapercibida para los viajeros.
de fabricación de objetos artísticos hay que acercarse por la carretera que va desde Mingorría a Zorita, y a no tardar seguro que aparece la figura de Federico con una talla en la mano. El escenario que imaginó Azorín es fácil descubrirlo en Monsalupe, por lo que basta con llegar hasta el pueblo.
■ La ruta. El viaje propuesto surge de improviso cuando nos aventuramos por los caminos que surcan los campos, pues es frecuente avistar un rebaño de ovejas. Especial atención merece el esquileo que tiene lugar a lo largo del mes de mayo y la inquietud artística que surge en el llamado arte pastoril, de igual manera sorprende la inspiración literaria que tuvo el escritor Azorín con un pastor de Monsalupe.
■ Qué ver. Para Admirar la simbiosis que se forma entre pastores y ovejas inmersos en un paisaje singular, siempre es bueno charlar con estos auténticos hombres del campo. La fiesta del esquileo se celebra todos los años en cada cija o aprisco. Objetos del arte pastoril pueden admirarse en las manos de su autor por las tierras de Zorita y Mingorría. Los pastores de Monsalupe y su montecillo de encinas permanecen inmutables como antaño imaginó Azorín.
■ Cómo llegar. Los rebaños de ovejas que cuidan solitarios pastores abundan en todos los campos de la zona del Adaja, por lo que es fácil su contemplación, basta con mirar atentos al horizonte. En todos los pueblos hay cijas y encerraderos de ovejas. Para admirar el trabajo en vivo
■ Aliciente. Descubrir el paisaje conquistado por los pastores y sus rebaños como si el tiempo se hubiera detenido hace miles de años, lo que llamó la atención de Azorín, y admirar las sugestivas piezas de arte pastoril fabricadas desde la intuición de sus artífices.
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EL PASTOREO El pastoreo y la cría de ovejas continúa siendo una de las ocupaciones que se mantienen dentro de la tradición agrícola y ganadera de los pueblos del entorno de la ribera del Adaja, al igual que ocurre en la mayoría de los pueblos de la provincia. La cría del ganado ovino para la obtención de lana y carne ha sido una actividad característica de las formas de vida en el medio rural. Aunque desapareció la actividad textil, la cría de ovejas y el arte del pastoreo siempre han perdurado. Los labradores descubrieron el beneficio económico que les supondría la posesión de rebaños que, aprovechando los pastos de las tierras de barbecho y las de la rastrojera, no sólo aumentaría su renta con la producción de lana y carne, sino que además les proporcionaba abono orgánico bueno y barato, lo que dio lugar al pastoreo estable, el cual llegó a alcanzar tal importancia que consagró el dicho popular de que «antes labrador sin orejas que sin ovejas». EL ELQUILEO El esquileo de las ovejas todavía es una de las tradiciones pastoriles más peculiares que, año tras año, se realizan en las cijas o apriscos de nuestros
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pueblos. Con ello se obtiene una importante cantidad de lana que, normalmente, ronda los dos kilos y medio por oveja. El día del esquileo constituía un día «festivo» dentro de la actividad agropecuaria de las gentes que viven en el medio rural, de ahí el dicho popular conocido en Mingorría: «Tres días hay en el año que relucen como el sol: la matanza, el esquileo y el día de la función». Ciertamente, la llegada de los esquiladores alegraba la vida familiar en un ritual donde, además de la tarea propia de esquilar ovejas, se degustaba la chanfaina (arroz con asadura), el cocido con carne de carnero y garbanzos de «cura», y la caldereta o guisado de carne de oveja, y al final de la jornada se cantaban coplas al son del almirez.
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87 quileo del rebaño dure unas dos jornadas. Finalizado el esquileo, los vellones de lana quedan apilados en espera del momento más favorable par la venta a intermediarios que se la llevarán envasada en grandes sacas. EL ARTE PASTORIL
La temporada de esquileo comienza a finales de abril y se extiende hasta principios de junio. En este tiempo una cuadrilla de tres esquiladores esquilan unas treinta y cinco mil ovejas. Los esquiladores suelen ser vecinos de los pueblos de la zona, aunque también llegan de Extremadura, viéndose incluso alguna cuadrilla de polacos. Siguiendo la tradición agropecuaria, los ganaderos disponen sus rebaños de ovejas para el esquileo. Los pastores ligan las ovejas atando sus cuatro patas y se las acercan a los esquiladores. La lana se corta de tal modo que el vellón se desprende en una sola pieza, como si fuera una pequeña manta, la cual es recogida sabiamente formando una especie de apretado ovillo, tal y como se hacía antiguamente. La cuadrilla de esquiladores utilizan para su oficio maquinillas eléctricas, sustituyendo a las antiguas tijeras de gran tamaño. El ritmo de trabajo impuesto hará que el es-
En nuestro afán por reencontrarnos con la cultura popular, y más concretamente con sus creadores, hombres y mujeres sencillos y anónimos que aparecen provistos de una especial sabiduría como fruto de su peculiar percepción de las cosas, nos hemos acercado en esta ocasión al llamado «arte pastoril», ese trabajo artesano que desarrollan los pastores casi de la nada, quienes sin saberlo producen obras de indudable valor. Para conocer mejor las cualidades artísticas de algunos pastores nos detenemos en los campos que se bañan en la ribera del río Adaja, en Zorita y Mingorría. Aquí, en los altozanos, llanos y vaguadas, donde comienzan las tierras cerealistas de La Moraña abulense, pastorea un hombre delgado y enjuto, tiene la piel curtida por el sol y el viento, lleva en la cabeza una boina negra calada sobre el pelo blanco o una gorra visera, que en verano sustituye por un sombrero de paja. Una gancha le cuelga del brazo derecho, calza albarcas, sandalias o botas de cuero sobre gruesos calcetines, el morral lo lleva en bandolera o sobre el hombro izquierdo. También va provisto de una zamarra de cuero para el frío y de un anorak para la lluvia.
88 De vez en cuando escucha un pequeño transistor que lleva consigo, aunque prefiere la conversación con las gentes del campo. Adopta una postura con la cabeza agachada mientras camina, e incluso cuando se detiene en su deambular con las ovejas, porque con la mirada tiene que atender sus manos que articulan repetidos movimientos. Entre ellas brilla una pequeña hoja de navaja que se clava mecánicamente sobre trozos de madera, huesos o cuernos de vaca. De vez en cuando levanta la vista sobre el rebaño que le rodea bajo la vigilancia atenta de los perros. Este hombre de pocas palabras trabaja con el ganado y crea arte en el anonimato, disfruta con su obra y sueña con poder labrar en Federico labrando una escultura.
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madera una gran pieza que represente al caballero de «Avila de los Caballeros». Su vida ha transcurrido siempre en el campo junto a las ovejas, y del silencio interrumpido por los balidos, que suenan ya como las olas del mar, le ha llegado la inspiración y la intuición para recrear figuras labradas. Este pastor no es otro que Federico Gómez Caballero. Nació hace casi 60 años en el pueblo abulense de Casasola, y es el último de una larga generación de cuidadores de ovejas. A los doce años ya era zagal en Extremadura mientras su padre y su abuelo cuidaban rebaños en la sierra abulense. Unos años después se trasladó a la dehesa de Aldealgordo y posteriormente a San Esteban de los Patos, y siempre detrás de las ovejas. Finalmente, en los años setenta se instaló en la capital abulense y con él vino su mujer, y en Avila vió nacer a sus tres hijos, los cuales hoy ya ejercen sus carreras universitarias. Aunque el hogar familiar está en la ciudad, Federico se desplaza todos los días hasta Mingorría y Zorita donde pastorea un rebaño de ovejas, al igual que antes lo hacía por las tierras de Berrocalejo. Su inquietud artística empezó a desarrollarla tardiamente, pues antes sólo tallaba piezas sin labrar, aunque en su casa había visto objetos labrados por su bisabuelo. Ahora su visión plástica de las cosas se recrea en las piezas de artesanía que modela entre sus manos, plas-
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mando así imágenes transformadas en figuras caracterizadas por su peculiar percepción de lo que le rodea. La inspiración le llega de la contemplación de la propia naturaleza, aunque también se deja contagiar por algunas fotografías que le cautivan. Federico también recuerda cómo su padre y su abuelo se entretenían en tallar morteros y cucharas que luego irían a parar a los hogares de familiares y amigos, y también a algún rincón olvidado. El cuidado del rebaño exige jornadas monótonas y aburridas de sol a sol y expuestas a las inclemencias del tiempo, pero el pastor ha sabido combinar este tiempo de soledad con el trabajo artesanal de sus manos, produciendo interesantes obras labradas en madera, huesos y cuernos. La capacidad creativa del hombre, como expresión de cualidades artísticas innatas de la persona, queda perfectamente reflejada en los objetos artesanos que realizaban los pastores con una pequeña navaja, mientras tenían la vista puesta en los rebaños. La formación académica suele estar ausente en la actividad creadora del llamado arte popular –arte sin conciencia de serlo–, y este es el caso del conocido como arte pastoril, donde se combinan aspecMortero.
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Federico labrando un cuerno.
tos mágicos, míticos y legendarios nacidos de la intuición e imaginación de los pastores. Nuestro protagonista, Federico Gómez Caballero, es pastor de ovejas y «escultor», trabajos que simultanea actualmente por los campos donde pastorea, es quizás uno de los últimos artesanos activos que quedan en el medio rural, dedicado al mismo tiempo a la ganadería y al arte, lo que hace en una unidad de acto. En su salida diaria al campo lleva siempre en el morral una tabla, un trozo de madera, un hueso o un cuerno, a los que da vida con formas animadas a base de raspaduras, cortes y hendiduras de navaja, mientras las ovejas pastan y los perros vigilan. La obra de Federico sobrepasa el centenar de piezas y es testimonio vivo del arte pastoril. Los objetos que esculpe hoy ya no tienen la utilidad de antaño, por lo que su único valor es el meramente artístico y decorativo. Efectivamente, las cucharas de hueso, las colodras o cuernas, o los morteros y jarrones de madera no se
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Bajorrelieve.
destinan al uso doméstico para el que originalmente fueron ideados, de ahí una mayor libertad para imaginar sin atender a necesidades cotidianas o de entretenimiento. Prueba de esta fuerza creativa son los numerosos bajorrelieves tallados en madera donde se dibujan escenas de la más variada temática, ajenas a la vida rural. Estas tablas no cumplen ninguna función o servicio, tan sólo son muestras de la expresión plástica de su autor. La madera utilizada suele ser nogal o espino blanco. Las obras de Federico podemos clasificarlas, según la forma y el material empleado, en bajorrelieves y figuras de madera, morteros, cuernos o colodras, y huesos. La técnica empleada en todos los casos es la misma: con la única ayuda de una navaja labra figuras en relieve sobre el material que ha seleccionado y preparado al efecto, lo que hace directamente, sin plantillas ni bocetos previos. El resultado suele ser una composición figurativa sobre un fondo que contribuye a la escenificación de los personajes labrados. La temática de los relieves y figuras suele ser común, con
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independencia del material empleado, así cabe destacar los siguientes motivos: retratos, monumentos abulenses, paisajes urbanos, imágenes religiosas, animales salvajes y domésticos, escenas taurinas, cacerías, faenas agrícolas, personajes literarios. En hueso, por su singularidad y tamaño, llaman la atención algunos llaveros y pendientes, empuñaduras de bastón y cucharas. Ante una producción artística tan extensa y variada sobresale una escultura de madera que representa la imagen de San Juan de la Cruz. La figura tiene un metro de alta y sobrepasa la categoría del arte pastoril para entrar de lleno en el arte mayor de la escultura, aunque la técnica empleada ha sido la misma. Lógicamente, por su tamaño, la madera ha debido labrarse en un lugar estable, habiendo sido éste la propia cija donde se recogen las ovejas. Esta imagen, ya terminada por encargo, se encuentra en la iglesia de la Concepción de Avila capital. Le gusta a Federico mostrar sus obras al gran público, como una forma de contagiar sus sentimientos y de enseñar la pequeña historia gráfica que escribe con su navaja, y lo hace desde su noble condición de pastor de ovejas que conoce bien el campo y la naturaleza humana, por ello, han sido varias las exposiciones donde ha enseñado su obra. ANECDOTA LITERARIA Azorín, publicó en la revista «Blanco y Negro» del 6 de mayo de 1928 un breve relato imaginario sobre un pastor de Monsalupe, bajo el título «La amada patria. Padrón de españoles». A continuación se transcribe íntegramente dicho relato.
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«Prologuillo galeato.–En mis andanzas por tierras españolas, singularmente por Castilla, he ído tomando notas, más notas, muchas notas. Forman esos apuntes, en mi modesta biblioteca, varios legajos. De uno de ellos escojo las notas que van a continuación (...), redactadas en forma de padrón de vecinos, con algunas añadiduras y con una sección de horóscopos, en que el autor se ha divertido en adivinar la suerte futura de los personajes bosquejados. Martín Cano Tejada.–Natural de Monsalupe, provincia de Avila; también pastor, es decir, zagal; catorce años. Bien proporcionado; miembros sólidos y elegantemente esculpidos. Faz simpática; tez de un moreno, curtido, bronceado; ojos claros y de viva bondad y simpatía. Gobierna un corto hato de ovejas; todas le quieren; él tiene una pedilecta: la Remirada. Cuando come le da un pedazo de pan. Ha sido siempre pastor; es hijo de pastores; ahora está al frente de una punta de ovejas; cuando sea mayor, cuando su padre sea viejo y no pueda andar por los montes, él se pondrá al frente del rebaño gran-
91 de. Esto piensan los padres de Martín; pero el porvenir es otro. Y es otro de acuerdo con los presentimientos de la madre; la madre del pastorcito siempre ha tenido la secreta tristeza de que Martinito fuera pastor. Este niño tan bello, con tan claros ojos, con una faz que irradia tan simpatía, tal bondad, ¿había de ser siempre un rudo apacentador de ovejas? Y la madre de Martinito tenía razón. Horóscopo.–Un día la marquesa de Valmina desea, por Navidad, hacer, en su palacio de la calle de Fuencarral, un nacimiento al vivo. Los montes en que pacen los ganados a que hemos hecho antes referencia son de la marquesa de Valmina. Edad de la marquesa: cuarenta y cinco años. Estado: viuda. Para satisfacer su deseo, la marquesa hace venir del monte a Martinito y a su oveja predilecta, la Remirada; otros pastores vienen también; otras ovejas –con algún mastín guardador– son traídas, asimismo. La función que se celebra en el teatro del palacio es espléndida; Rodrigo Farinós, especialista en comedias sacras, ha escrito el texto de la obra que se representa en el tea-
Pastoreando en Monsalupe.
92 tro. Martinito encanta a todos por su belleza varonil y sus palabras sencillas y cordiales. Durante la representación, se apaga la luz eléctrica: una avería lamentable. De pronto, Martinito se siente envuelto en un ambiente de penetrante perfume, y unos labios carnosos, frescos, húmedos, se apoyan, un segundo, con pasión, con ímpetu, en su cara... Al hacerse otra vez la luz, por allí dentro, entre bastidores, no se sabe dónde, se oye, repentinamente, un golpe, como una bofetada, y a seguida voces coléricas, imprecaciones, denuestos, llantos. A la mañana siguiente, antes de ser de día, despiertan violentamente a Martinito, y casi a empellones lo meten en un automóvil y lo llevan rápidamente a su majada. Un año después, una mañana, en La Gaceta, aparece el nombramiento de un señor para un cargo lejos de España. Un Campos de Monsalupe.
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mes después, Martinito es traído al palacio de la calle de Fuencarral. En el palacio, el pastorcito desempeña el oficio de ayudante del cocinero; pero pasa pronto de la cocina al comedor. Y en el comedor no es larga tampoco su estada. Ya Martín es un hombre alto, arrogante, esbelto, gallardo. Sus ojos claros, luminosos, atraen a todos. De mozo de comedor pasa a ser lacayo. Se va imponiendo ya en la casa. El administrador de la marquesa es un señor viejo, achacoso; Martín conoce ya toda la administración de la casa: no hay secreto para él; su opinión es requerida en los asuntos difíciles. Muere el administrador. Martín ocupa su cargo. De Martinito ha pasado a ser Martín; ahora es don Martín. Años más tarde será consejero de algunas importantes sociedades. Concurre al Casino de Madrid; tiene allí su tertulia; es sencillo, afable; no evita el hablar de sus orígenes humildes. Hay quien dice que está casado en secreto con la marquesa de Valmina; no se ha podido averiguar la verdad del caso; lo cierto es que cuando la marquesa muere, don Martín es su heredero universal; unos parientes de la marquesa le ponen pleito al heredero; Martín gana el pleito; como ha hecho un espléndido donativo para una fundación benéfica es recompensado con un título nobiliario: el de conde de Cano-Tejada. Está un poco enfermo; ¡lástima que el dinero no lo resuelva todo! Ahora, que es uno de los primeros accionistas del Banco de España, le falta la salud. Dentro de dos años, en agosto, morirá de un ataque de uremia, en Vichy».
RUTA DE LA MATANZA ■ A DESTACAR. La tradicional matanza del cerdo continúa siendo un ritual que todavía se mantiene en el medio rural, tal y como relata Teófilo Domínguez (Mingorría, 19171995) en el texto que sigue. En Vega de Santa María y en Gotarrendura se celebra la fiesta de la matanza para todo el pueblo en un acto reivindicativo por mantener las costumbres típicas. ■ La ruta. Descripción de una de las actividades más características de la vida de nuestros pueblos que continúan celebrándose en diciembre y enero de cada año, principalmente en fines de semana. La fiesta de la Vega suele ser a mediados de enero. ■ Cómo llegar. El escenario de las típicas matanzas suele estar en las propias calles de los pueblos, por lo que es fácil acceder a su contemplación. La
fiesta de Vega de Santa María se realiza en una parte del antiguo edificio escolar situado junto a la carretera que se dirige a Gotarrendura por Navares y comunica la N-403 y la AV-804. ■ Qué ver. El ritual de la matanza que queda descrito puede vivirse en vivo en la mayoría de los pueblos, pudiendo también disfrutar de la fiesta que se organiza con tal motivo en La Vega y en Gotarrendura. Llama la atención la actividad que se genera entorno, donde hombres y mujeres tienen su cometido según las viejas costumbres. ■ Aliciente. Conocer el proceso artesano de elaboración de productos cárnicos y alimenticios a partir del cerdo, el cual ha sido la base de la economía familiar de las gentes del campo durante siglos. Degustar cualquiera de dichos productos es una delicia. iguiendo los escritos de Teófilo Domínguez «S Sanchidrián, cuya narración se reproduce literalmente, diremos que cada mañana los vecinos del pueblo sacaban sus cerdos al ejido y, junta la piara, el marranero o porquero los llevaba al campo a pastar, mas cuando se acercaba el invierno los marranos que habían alcanzado buena talla se mantenían en la pocilga sometidos a un cebo intensivo, preparándolos para la ya cercana matanza. El cebo de los cerdos consistía principalmente en salvados procedentes de la molturación del trigo, centeno en grano, y patatas coci-
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LA MUERTE DEL CERDO
das (las patatas pequeñas despreciadas en la selección del tubérculo, vulgarmente llamada marraneras), con lo que se completaba la alimentación obtenida en el pastoreo. También, se compraban cebados en las dehesas de Navares, La Albariza o Las Gordillas, cerdos negros de montanera, los clásicos de raza ibérica muy ricos en grasa (llamados perrotes). La matanza comenzaba el día antes de la muerte del cerdo, ya que al atardecer se procedía a picar la cebolla para las morcillas, con lo que quien más, quien menos, lloraba por el cerdo antes de haberle matado. Llegaba la mañana se barría un trozo de la calle y se cubría de paja, dejando dicho espacio preparado para choscarrar el cerdo, y reunida la familia y algún vecino cogían al gordo animal agarrándole cada uno de donde podía, pero teniendo muy buen cuidado de que alguno le sujetara por las orejas para tener la cabeza inmóvil mientras otra persona le ataba fuertemente una cuerda rodeando el morro para que no pudiera morder; hecho esto le ponían sobre la mesa de matar, instrumento rústico formado por una gruesa tabla de encina o roble con cuatro patas».
«Puesto el animal sobre la mesa, y sujeto a fuerza de puños y mañas, el matarife o el hombre que había de matarle se situaba detrás de la cabeza provisto de un cuchillo grande y bien afilado con el que le infería una puñalada en el cuello de abajo hacia arriba; a fin de cortar las yugulares para que sangre bien, pues no es la primera vez que después de dar por muerto a un cerdo éste se haya levantado al ir a choscarrarle. La sangre que fluía del cuello del cerdo se recogía en un barreño, removiéndola constantemente con un cucharón de madera o una vara, para evitar la coagulación, despojándola de la fibrina que en forma de hilos quedaba adherida al citado instrumento, cuya sangre se empleaba para hacer las morcillas, si bien una parte se dejaba coagular para consumirla cocida, pues frita con cebolla constituye un agradable alimento». EL CHOSCARRADO «Muerto el cerdo, se le colocaba sobre el lecho de paja que se había preparado previamente, dejando algún espacio entre los cerdos, si eran más de un animal, y se les cubría con pajas largas recogidas en los rastrojos, o con pajas de centeno que se tenían reservadas cuando, antiguamente, se ataban los haces con vencejos; se prendía fuego al conjunto y se vigilaba moviendo las pajas adecuadamente con una ahijada o un palo largo, para que no quedaran cerdas (pelos) sin quemar, y tampoco el exceso de fuego en alguna parte quemara la corteza; choscarrada la parte del lomo se volvían los cerdos poniéndolos panza arriba y se repetía la operación».
RUTA
DE LA
MATANZA
EL CERDO EN CANAL «Una vez choscarrado el cerdo se le ponía sobre la mesa de matar, se raspaba todo él para quitarle los restos de ceniza y cerdas quemadas y se procedía a abrirle en canal haciéndole dos cortes longitudinales y paralelos desde el morro hasta la región anal, sacando así una cinta de tocino, la panceta, con lo quedaba al descubierto todo el interior del cuerpo, extrayéndose el vientre del animal formado por el estómago, intestinos, etc. y la asadura (hígado, corazón y pulmones)».
95 no precisamente por la clase de materia que se había de manipular, sino porque la hacían junto a la fuente con agua abundante y fría, lo cual quiere decir que las personas que lo realizaban, comúnmente las mujeres, teminaban la faena medio heladas; un eficaz remedio contra el frío consistía en una sopa en vino hecha con rebanadas de pan frito, caliente y bien azucarada. Extraídas las vísceras y las mantecas se cuelga el cerdo de un travesaño, anilla o gancho situado en el techo, para lo cual se ata con una coyunda que se pasa por el hueso del pubis, de ahí el dicho “colgar a uno del hueso del culo”».
LAVADO DE LAS TRIPAS «Los intestinos o tripas se lavaban cuidadosa y muy escrupulosamente, operación la más desagradable de la matanza y
LAS MORCILLAS «El primer producto que se elabora en la matanza son las morcillas; la cebolla picada se mezcla con sangre, arroz cocido, a veces piñones, y algo de manteca, se salpimienta convenientemente y se embute en las tripas del intestino grueso; seguidamente se cuecen en caldera de cobre colgada de las llares sobre el fuego; es bueno aclarar que las llares consisten en una cadena con gancho que
96 pende del interior de la chimenea. Algunas amas de casa suelen poner en la masa de las morcillas, o mondongo, algo de guindilla para hacer honor a la receta que especifica que «la morcilla de la curiosa, picante y sosa», es por otra parte manjar muy apreciado. Era costumbre mandar a las amistades y familia alguna morcilla y algo de caldo de cocerlas, el sabroso caldobaldo, pero a veces se mandaba sólo el caldo por lo que se hizo clásico el dicho: «caldobaldo sin morcilla, a la pailla» (pailla, palabra que no aparece en el diccionario y que sin embargo se empleaba para designar el horno de cocer pan que había en muchas casas, anejo a la cocina)».
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dad para separar cada una de las piezas, cortándolas adecuadamente y distribuyendo en las artesas cada parte según el destino que hubiera de dársele; por un lado, los jamones y paletas (éstas normalmente se solían deshuesar y picarlas para el embutido); por otro lado, los lomos y solomillos, las cintas de tocino de panceta, la careta o piel de la cabeza, así como el espinazo y otros huesos y las costillas, todo lo cual se ponía en un adobo compuesto por agua, sal, pimentón y orégano en el que se tenía varios días, secándolo después para comerlo como cecina o en diversos guisos; en cuando a los jamones y tocino, se sazonaban solamente con sal gorda. La carne destinada al embutido se clasificaba dejando la más magra y limpia a un lado para la longaniza y la más grasienta y sanguinolenta se destinaba a hacer chorizos en los que se echaban también el callo y el bofe (estos cocidos), quedando por otro lado las mantecas y las dos hojas de tocino, de las que también se cortaban las papadas que se echaban igualmente al adobo». CHICHARRONES, JAMONES Y EMBUTIDOS «Destazados los cerdos se llevaba a cabo la elaboración de los chicharrones, labor que consistía en freír las mantecas cortadas en trozos del tamaño
EL DESTACE «El segundo día de la matanza, una vez conocido el resultado del análisis que de la carne hubiera hecho el veterinario, se procedía a destazar el o los cerdos, lo que exigía cierta habili-
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de la palma de la mano y con ellas la cinta de la parte central del vientre, lo que se hacía en caldera colgada de las llares. Los jamones se apilaban y se les ponía peso encima para que la carne se apelmazara; se les tenía algún tiempo en la sal y luego se les colgaba bien para curarlos al aire, o bien puestos bajo la campana de la chimenea o cerca de ella para curarlos al humo. La labor final de la matanza era la confección del embutido; la carne, como hemos dicho ya, seleccionada y clasificada, se picaba finamente mediante máquinas destinadas al efecto, hecho lo cual se sazonaba con sal y pimentón, asunto en el que eran muy duchas las amas de casa, entre ellas mi madre que tenía tan buena mano que nunca hubo necesidad de rectificar el aderezo después de la probadura. Se amasaba la carne y una vez que estaba debidamente sazonada se embutía en las tripas del intestino delgado (normalmente las tripas de un cerdo daban espacio suficiente para su propia carne) y si no fueran bastante se completaban con tripas de vaca que se adquirían secas en el mercado. Para embutir se empleaba la misma máquina que para picar a la que se le despojaba de las cuchillar y otros elementos sus-
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tituyéndolos por un embudo; a medida que la tripa iba llenándose se apretaba la carne y se picaba con un alfiler para sacar el aire, atándola una vez llena por los dos extremos con un solo hilo o cuerda especial, con lo que cada longaniza quedaba apta para ser colgada en las largas varas llamadas «lares» y ésta a su vez colgada del techo, bien en la cocina si se quería curarlas al humo, o en otra habitación si se prefería curarlas al aire. Como quiera que la carne se había seleccionado dejando la de más baja calidad para
98 los chorizos, estos se embutían en tripa de vaca; y así como la longaniza (cada longaniza) se hacía toda seguida de punta a punta, los chorizos se hacían en tramos de unos veinte centímetros separados por una cuerda fuertemente atada, lo que se llama atajarlos; en algunas casas la carne de los chorizos se mezclaba con carne de cabra de reses que se habían tenido guardadas para tal fin». TODO SE APROVECHA «Del cerdo se aprovecha todo, pues no sólo son los jamones, lomos, solomillos, embutidos, las ricas morcillas, orejas, rabo, hueso de espinazo y costillas, chicharrones, manteca, patas, etc.; sino también las cosas más inverosímiles, como la vejiga que inflándola con una paja de berceo y golpeándola repetidamente alcanza un buen volumen y se emplea luego para hacer las navideñas zambombas, si bien a veces se llenan de manteca que así se conserva fresca para emplearla en determinados guisos, sobre todo en Galicia donde se ha hecho famosa con el nombre de «unto» indispensable en el no menos famoso caldo gallego. Al abrir el cerdo se hace indispensable cortar uno o dos
RUTA
DE LA
MATANZA
trozos según que el animal sea macho o hembra; en el primer caso se corta una tajada que comprende el ano y la natura, y en el segundo dos tajadas una correspondiente al ano y la otra al meato urinario; una y otras son muy grasientas y cualquiera pensaría que por su naturaleza habrían de desecharse; pues no, se dejan secar y sirven para engrasar las gruesas botas de piel de becerro, así como las botas de vino para suavizarlas y los atalajes, en sustitución de la clásica grasa de caballo». LA FIESTA Por último hay que hacer constar que la matanza fue una auténtica fiesta en nuestros pueblos; se comía y bebía en abundancia, se entretenían las horas del atardecer anteriores a la cena en juegos y bromas inocentes, o se ponía baile con guitarra y almirez en las amplias cocinas; las mozas, normalmente tan modosas y discretas, se salían un poco de sus casillas. Esta tradición festiva de la matanza ha sido recuperada últimamente por la peña «El Vendaval» en Vega de Santa María, que año tras año reproduce el mismo ritual de antaño en un acto público que se celebra mediado el mes de enero. Pe ñ a « E l Ve n d a v a l » .
RUTA DE LOS PANADEROS ■ A DESTACAR. De la tradición histórica hemos heredado la idea que avala la importancia que ha tenido el pan de Mingorría en los hábitos alimenticios de la ciudad de Avila. La transformación del trigo en harina por los numerosos molinos del Adaja propició que gran parte de la población de Mingorría se dedi-
rría y descripción del proceso de elaboración, el cual no tardó en extenderse por todos los pueblos llegado el siglo XX.
cara al oficio de panadero, convirtiéndose así en los principales proveedores de pan de la comarca durante siglos. La peculiaridad de este pan incluso hizo popular el dicho: «Tiene la cara como un pan de Mingorría», para referirse a alguien carirredondo, con sonrosadas y hermosas mejillas.
antiguos hornos de leña donde se cocía el pan, como por ejemplo en Mingorría, en Monsalupe y en Gotarrendura. También se conservan las viejas recetas de dulces y pastas que hacían las delicias de los comensales.
■ La ruta. Recorrido por la tradición artesanal de la producción panadera de Mingo-
■ Cómo llegar. Acercarse a Mingorría por la N-403 es reencontrase con la imagen de los antiguos panaderos. ■ Qué ver. Todavía se conservan en muchos pueblos los
■ Aliciente. Comprar el pan y los dulces que se elaboran en Cardeñosa, Mingorría y Velayos tiene un especial atractivo y sabor a pueblo.
RUTA
Horno de pan de Mingorría.
Avila tiene la fama de los grandes caballeros, y Mingorría la tiene de los grandes panaderos. El pan siempre ha sido un producto básico en la economía agraria de nuestros pueblos, donde el trigo fue un cultivo característico de la llanura morañega, del que escribió Lope de Vega: Hoy, segadores de España, vení a ver a la Moraña trigo blanco y sin argaña, que de verlo es bendición. La transformación del trigo en pan requería primero que el cereal fuera convertido en harina, lo que se hacía en la multitud de molinos que salpicaban la ribera del Adaja. Luego los numerosos panaderos de Mingorría elaboraban cuidadosamente los panes, que después vendían en el pueblo y en la capital abulense, lo que no fue ajeno a los acontecimientos históricos. En 1525, escribió José Mayoral: «El concejo de Avila acordó obligar a las panaderas a vender en el Mercado Chico y en el Mercado Grande el pan que, por
DE LOS
PANADEROS
andar escaso, lo expedían en sus casas, no pudiendo proveerse bien las clases menesterosas. Tal era la escasez que apenas venían las mingorrianas, principales abastecedoras, durante varios siglos, hasta los primeros del siglo XX, del mercado de Avila, al que daban una nota característica». El precio del pan se intervenía y regulaba en la Edad Media con el establecimiento de pósitos y alhóndigas destinados al aprovisionamiento de trigo para préstamos en condiciones módicas a los labradores. Así, en 1577, según Mayoral, existían pósitos en Pozanco, Gotarrendura, Monsalupe, Zorita, Mingorría y Las Berlanas. Estamos en el siglo XVII, cuando el pueblo de Velayos era señorío de don Antonio Dávila, quien también era marqués de las Navas y señor de Villafranca, de Barbedilla, Navalperal, Hoyo de Pinares, Valdecorneja y Burgohondo y sus pueblos. En este siglo Felipe II, el 10 de septiembre de 1617, confirmó los oficios de fieles de Cardeñosa; correspondiendo al marqués de
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DE LOS
PANADEROS
Cardeñosa, artífice en 1640 de la hazaña contra los franceses en el puerto de Cádiz, nombrar las personas que sirvieran los empleos de justicia y de villa. Cardeñosa era jurisdicción del municipio de Avila, y enviaba a la capital ovejas, menudos de cabras y otros mantenimientos para venderse en el Mercado Chico y en el Mercado Grande, a la vez que suministraba leña a Mingorría para que las célebres panaderas mingorrianas surtieran los mercados, como dice Mayoral al recoger una antigua canción popular con bella melodía: En Cardeñosa hacen leña y en Mingorría la queman para los panes que a Avila llevan. La importancia de la industria panadera fue puesta de manifiesto en el catastro de Ensenada del año 1751, donde se señala que en la villa de Mingorría hay 211 vecinos y 53 viudas, de los que 79 son panaderos que «tratan en vender y masar pan cocido asi en esta Villa como en la Ciudad de Avila y otras partes», y producían una utilidad de 24.200 reales, mientras que la capital abulense tenía 1.250 vecinos, contaba con 16 pana-
Antiguos panaderos de Mingorría.
101 deros y una utilidad de 14.470 reales. Un siglo después, en 1857, Mingorría seguía contando con 57 panaderos, descendiendo a 42 en 1898. En la actualidad tan sólo se mantiene una panadería, sita en la calle del Ejido Alto, y la venta ambulante de los Hermanos de la Iglesia. Como nos dice Tomás Sobrino, «interesante en extremo resulta el libro del gasto diario que se hace en el Palacio del Ilmo. Sr. Don Ramón María Adurriaga (Obispo de Avila): abarca los años 1831 y siguiente, y en él se consigna por menudo cuantas adquisiciones se hicieron en dicho periodo. Conceptos frecuentes de gasto son los de carnero, vaca, peces, huevos, azúcar, cabritos, leche y panes de Mingorría». En 1852 se construyó el primer mercado de abastos que se abrió en la capital abulense, las crónicas de esta fecha narran que en dicho mercado se había previsto un espacio cubierto para las «mingorrianas» que venían a vender pan. El proceso de elaboración del pan, según nos dejó escrito Teófilo Domínguez Sanchidrián, se iniciaba a partir de la harina de trigo candeal rica en gluten
102 que se amasaba limpiamente a mano. En una artesa se ponía el agua caliente en la que se disolvía la levadura y la cantidad justa de sal, donde se echaba la harina que se mezclaba con el agua hasta conseguir una pasta que se amasaba concienzudamente, agregando la harina precisa. Una vez trabajada la masa se separaba en trozos, a los que se daba forma aplastada de arriba abajo para hacer cada hogaza. El pan, una vez amasado, se colocaba sobre una cama de tablas cubiertas con un lienzo y se tapaba con una manta para que fermentara (leudar), y una vez fermentado se introducía en el horno para su cocción. Se caracterizaba el pan de Mingorría por su perfecta cocción. Se fabricaban dos tipos de piezas: el que llamábamos «pan blanco», de corteza ligeramente dorada y crujiente, y miga muy blanca seguramente porque se hacía con harina de flor; y la hogaza normal de pan moreno, de corteza también do- rada pero de un color más cubierto y miga oscura.
RUTA
DE LOS
PANADEROS
«El buen pan con ojos y el buen queso sin ellos», y esa era, quizás, la cualidad más acusada del pan de Mingorría: que la miga tenía ojos, es decir que era esponjosa y tersa, de manera que al aplastarla entre las manos no se hacía «masote». En cuanto al precio del pan, los panaderos cobraban en especie. Así como los molineros maquilaban un celemín por fanega de molienda, los panaderos reservaban para sí una hogaza o dos por hornada, según las piezas que tuviera ésta. Ya en tiempos más cercanos a los nuestros, el panadero llevaba la cuenta de las hogazas vendidas a cada familia en una «tarja», que consistía en un listoncillo de madera que quedaba en poder del cliente y en el que el panadero hacía una muesca a navaja por cada pieza vendida, la cual se cobraba periódicamente en trigo o en dinero, lo que se recuerda también en Monsalupe, donde todavía puede admirarse cómo elaboran pastas y otros dulces a la antigua usanza, si bien ello hoy se hace con carácter familiar.
Elaboración de pastas en Monsalupe.
Mingorría.
RUTA DE LOS POTROS ■ A DESTACAR. Todavía existen complejos pétreos en los pueblos de la ribera del Adaja que la imaginación popular levantó para ponerle herraduras a las vacas y bueyes, imprescindibles en los trabajos que realizaban los labradores en esta vieja tierra. ■ La ruta. En localidades como Gallegos de San Vicente, La Venta, Cortos, Tolbaños, Aldealgordo, Las Gordillas, Mingorría, Zorita, Pozanco y Peñalba, actualmente se pueden contemplar las piedras que configuran un singular monumento de troncos petrificados de árboles centenarios, que se llaman herraderos o potros, lo que también fue común y general a todos los pueblos. ■ Cómo llegar. El acceso a la contemplación de los potros o herraderos que todavía se conservan en los pueblos de esta ruta es fácil, pues se encuentran situados a las afueras de los núcleos urbanos, junto a los abrevaderos del ganado y la antigua fragua del común, y cerca de la carretera por la que se llega a las distintas localidades. ■ Qué ver. El potro mejor conservado es el situado en Mingorría, ya que recientemente ha sido rehabilitado y completado con todos sus elementos originales, como se aprecia en la foto. ■ Aliciente. Descubrir singulares «grupos escultóricos» que todavía se conservan en nuestros pueblos y que tan buen servicios prestaron a los labradores.
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RUTA
DE LOS
POTROS
Mingorría.
El herradero está formado por cuatro columnas cuadradas de granito sin labrar, arrancadas, del mismo campo donde se levantan, a golpe de martillo. Son postes sin escuadrar, pero al viajero este tosco conjunto de piedra se le antoja cierto parecido con los «Cuatro Postes» que, a las afueras de Avila, eternizan el intento de huída a Tierra Santa de Teresa de Jesús, claro que los cuatro postes de los pueblos no tienen connotación alguna con personaPotro en Cortos.
jes o anécdotas históricas, sólo el hombre de campo es su valedor. Estos monolitos de piedra granítica aparecen por la necesidad del labrador de herrar a sus animales de labranza y especialmente a las vacas, animales a los que resulta difícil ponerles las herraduras, llamadas «callos», aún atándolas. Una vez más, es el arte popular nacido de la necesidad, sin otra pretensión que hacer más llevaderas las faenas agrícolas a los míticos bueyes, que se hace «pueblo» en una graciosa combinación druida de piedras. En el potro la vaca quedaba encajonada entre los cuatro postes (en algún pueblo eran seis), que se cerraban con barras de hierro o palos, como si de una celda a cielo abierto se tratara. Cerca de la casa del veterinario, o dentro de su corral, era frecuente observar las cuatro toscas columnas como menhires prehistóricos, y de poste a poste una barra de hierro forjado por el herrero de la localidad a fuego lento y golpe de martillo. El potro era la mesa de operaciones y el quirófano donde tenían lugar las curas difíciles de los animales más indómitos.
RUTA
DE LOS
POTROS
Otros postros se levantan a las afueras del pueblo, y allí es el herrador quien coloca los callos, que él mismo hace en su fragua, a las vacas. Estas vacas, negras carbón, cansadas de arrastrar carros y recorrer surcos, con apariencia más salvaje que las tozudas mulas o los burros, eran difíciles de manejar fuera de las cuatro esquinas del herradero. Dada su fuerza y corpulencia era imprevisible cualquier reacción. Es en la cornamenta don-
Potro y fragua en La Venta.
Los potros de estos pueblos no tienen cubierta, como ocurre en otros donde las cuatro columnas están coronadas por una espadaña de palos y tablas o
Potro y fragua en Tolbaños.
de se nos aparece el aspecto salvaje de las vacas y donde reside su fuerza; tanto es así que si se les rompía uno de los cuernos eran desechadas para el trabajo. Potro en Gallegos de S. Vicente.
ramajes y tejas. Ya sólo quedan las cuatro piedras, símbolos de una tradición agrícola tan arraigada en estos campos, tantas veces andados y desandados por vacas y bueyes negros. El potro también era utilizado para herrar otros animales, como las mulas o los burros; aunque a éstos no fuera necesario encajonarlos, resultaba más cómodo. Para los niños el potro era el columpio que todavía no había en el patio de la escuela. Ahora sólo queda la fantasía del pasado.
RUTA DEL VINO ■ A DESTACAR. La recogida de la uva y la posterior elaboración del mosto es una de las labores tradicionales que se desarrollan en el campo más gratificantes, no en vano solía constituir una fiesta. Ciertamente, la vendimia ha sido una de las actividades agrícolas más peculiares que realizaban los labradores de estas tierras. Además, la calidad del vino de la zona, especialmente de Zorita, fue premiada internacionalmente. Actualmente se mantienen viñedos para consumo familiar. ■ La ruta. Recorrido por las labores de la vendimia y la elaboración del vino que todavía se realizan en los pueblos del Adaja, donde proliferan lagares, bodegas y guardaviñas como testimonio de la importancia de los viñedos en la economía agraria de la zona. ■ Cómo llegar. El verdor que despiden las vides en agosto llama la atención del viajero que puede seguir las carreteras que van de Zorita a Las Berlanas, o desde La Vega a Gotarrendura, o hasta Escalonilla y Pozanco. En la mayoría de los pueblos se conservan parte de los edificios donde se transformaba la uva en vino, a los cuales es fácil llegar por los itinerarios habituales. ■ Qué ver. Todavía pueden verse algunas viñas y admirarse el proceso artesanal de elala viña, viñadores, que sus frutos amores son», decía «A un verso de Lope de Vega, y así cada año la vendimia tradicional y familiar se da por concluida con el mes de octubre, pues como dice el refrán: «Por San Simón y San Andrés (28 de octubre), cogidas las uvas, tanto las verdes como las maduras».
boración del vino pisando y prensando la uva, lo que se lleva a cabo en lagares y lagaretas. Las bodegas excavadas en tierra bajo las viviendas que se conservan en Gotarrendura y La Vega son especialmente destacables, así como la antigua fábrica de aguardientes de Monsalupe o las abundantes guardaviñas de Mingorría, sin olvidar los lagares de prensa de viga y tornillo o las grandes tinajas. ■ Aliciente. Aunque los pueblos de la ribera del Adaja ya no mantienen la importancia de antaño en su producción vitivinícola, aún pueden admirarse los procesos artesanales de la elaboración del vino y el aguardiente, y piezas interesantes de la arquitectura popular en lagares y bodegas. El día de la vendimia debe lucir el sol, porque «vendimia en mojado y cogerás mosto aguado». Los viñadores deben estar dispuestos a trabajar sin problemas, ya que como dice otro refrán: «unos valen para vendimiar y otros para sacar cestos». En esta época, el viajero que se adentra por los campos que
RUTA
DEL
VINO
ya amarillean el otoño puede contemplar cómo hombres y mujeres se afanan en la recolección de la uva, una tarea donde se repite un ritual próximo al olvido por la escasez de viñas. En las tierras que se asientan en torno al espacio geográfico de la ribera del Adaja, todavía se conservan antiguos lagares y bodegas, y aún se pueden observar cómo destacan los viñedos entre los cultivos cerealistas, si bien su verdor no deja de ser una mancha singular entre los campos de secano. La vendimia todavía se mantiene desde tiempos medievales como testimonio vivo de una de las faenas del campo más características del modo de vida de los habitantes de estas tierras. Prueba de ello es que en el siglo XIV el cabildo catedralicio poseía en la zona una tercera parte de sus viñedos, ocupando unas doscientas hectáreas repartidas en pequeñas parcelas de media hectárea o poco más, según el profesor Barrios. Más aún, en aquella época el valor de la tierra de viña era muy superior a la de labrantío, superioridad que se seguirá manteniendo hasta el siglo XIX con un considerable aumento de las
Ve n d i m i a e n Z o r i t a .
107 tierras de viñedos. A modo de ejemplo diremos que a finales del siglo XIII en la zona del Adaja una hectárea de viñedo en Pajares alcanzaba una precio de 92 maravedíes, mientras que una hectárea de tierra de labor en Pozanco se vendía a 18 maravedíes. El Catastro de Ensenada recoge en 1751 que sólo en Zorita las tierras dedicadas a viñas sumaban 80 hectáreas, donde podían contarse unas ochenta mil cepas, que producían una media anual de cien mil litros de vino, el cual se elaboraba en dos lagares, se criaba en dos bodegas y se servía en una taberna, la última fue regentada por el tío Severiano. En estas fechas la viña era uno de los cultivos más rentables, pagándose 120 reales de vellón en tierras de primera clase, mientras el trigo llegaba a 75 reales. La importante producción vinícola de antaño fue descendiendo paulatinamente por el envejecimiento de las vides y su no replantación, así como su decreciente rentabilidad y las plagas de filoxera que azotaron España desde 1874. De la importancia que siempre tuvo el vino entre la produc-
108 ción agrícola aún se conservan numerosos lagares y bodegas construidas debajo de las casas de los labradores. Muestras de estas estructuras pueden contemplarse en la mayoría de los pueblos de la zona, tales como Cardeñosa, Monsalupe, Peñalba, Las Berlanas, Gotarrendura, Navares, Blascosancho, Vega de Santa María, Pozanco, Santo Domingo de las Posadas, Zorita de los Molinos, Mingorría y Escalonilla.
Gotarrendura.
Prensa de viga y tornillo.
Entre ellos llaman la atención Gotarrendura y La Vega por la abundancia de bodegas subterráneas. Los lagares de prensa de viga y tornillo son los más antiguos, y se caracterizan por su gran viga de madera incrustada en uno de sus extremos en la pared, con un gran tornillo de madera en el otro extremo sujeto a ella en sentido vertical. A su vez, este tornillo tiene en su extremo una piedra cuya función es hacer peso, por lo que al levantarse hace que la viga lo
Mingorría. Caseta guardaviñas.
transmita a la masa de restos de uva que se va a exprimir una vez pisada. Ejemplos de estos lagares se conservan en funcionamiento en Gotarrendura, Peñalba y Mingorría, manteniéndose sin uso en otros pueblos. Mingorría significó uno de sus parajes con el nombre de «Las Viñas», donde se levantaron pequeñas construcciones de piedra y planta cuadrada conocidas como guardaviñas para el guarda y servir a los labradores y vendimiadores; también proliferaron los lagares, las bodegas y las tabernas. Ejemplo del bueno vino de esta tierra fueron los vinos que en Zorita de los Molinos producía Celedonio Sastre Serrano, los cuales fueron merecedores de la medalla de bronce en la Exposición Universal e Internacional de París en el año 1900, y la medalla de plata en la Exposición Nacional de Valencia de 1910. Una calle de Mingorría lleva el nombre de Celedonio Sastre, un abogado abulense que Medalla a los vinos de Zorita.
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DEL
VINO
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Bodega en Peñalba.
fue miembro de la Junta Revolucionaria de Avila en 1868, también llegó a ser Alcalde de la capital en 1877 y 1878, y presidente del casino de la ciudad en 1900. Además fue cuñado del escritor y pensador Jorge Santayana. La variedad de uva que se cultivaba antiguamente era la uva blanca verdial, de excelente calidad, Pero dicha variedad,
como nos cuenta José Luis Sastre en la revista «Olalla», fue sustituida paulatinamente por miedo a la filoxera por una variedad de uva negra tinto del país y garnacha de maduración tardía, de donde se elabora vino de mesa, siendo esta la uva que se produce actualmente.
Pisando la uva en Zorita.
La abundancia de viñedos en la zona propició la aparición de una incipiente industria de elaboración de alcoholes y aguardiente en Monsalupe, de la que todavía se conservan las dependencias de antaño, tal cual se edificaron. La construcción de la fábrica de aguardiente fue llevada a cabo por Demetrio García allá por los años cincuenta. Tío Demetrio era uno de los labradores más pudientes del pueblo. Tenía una importante hacienda que mantenía con dos o tres parejas de mulas de labor, e incluso de bueyes o vacas, y era propietario de un lagar frente a la iglesia. En aquellos años las viñas todavía ocupaban un gran número de fincas de los pueblos
FABRICACIÓN DE AGUARDIENTE
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RUTA
DEL
VINO
Fábrica de aguardiente de Monsalupe.
la incipiente industria que proyectaba construyó un edificio de gran altura en los terrenos que poseía junto al arroyo Berlanas, situados en las afueras del pueblo, donde tenía una huerta con noria y un palomar. La fábrica fue dotada de dependencias, instalaciones y alambiques apropiados, ocupando a cuatro personas que la mantenían en funcionamiento ininterrumpido desde octubre hasta abril. El aguardiente elaborado se vendía después, para ser refinado, a una destilería de Palencia, donde se utilizaba en la fabricación de anises y coñacs. El abandono del campo propició el arranque de viñas y ante la falta de uva y orujo la fábrica tuvo que cerrar en 1972. Los mozos de entonces todavía recuerdan aquellas noches frías de invierno, cuando se reunían de juerga en la fábrica aprovechando que el horno que hacía funcionar el alambique no se apagaba ni de día ni de noche, y que la bebida nunMonsalupe. ca faltaba.
de la zona, por lo que se producían muchos desechos después de hacer el vino. «Tío Demetrio» decidió entonces aprovechar el orujo que se obtenía después de la vendimia en la multitud de lagares que había en los pueblos y transformarlo en alcohol o aguardiente. Para
RUTA DE LOS ARRIEROS Y TRAJINANTES ■ A DESTACAR. Antaño la actividad comercial que se desarrollaba en el medio rural tenía su máximo exponente en los arrieros y trajinantes, quienes se ocupaban del transporte y el intercambio de productos de todas las clases. Después fueron los vendedores ambulantes los que abastecieron de productos y servicios elementales a los habitantes de los pueblos. Estos vendedores todavía hoy siguen recorriendo calles y plazas ofreciendo una gran variedad de útiles. La visión que presentan los distintos personajes que visitan los pueblos para vender sus productos atestigua la existencia de vida en lugares que parecen abandonados. ■ La ruta. El viaje que se presenta sigue los pasos de los arrieros y trajinantes, o de los vendedores ambulantes. Ahora bien, el viajero que sigue esta ruta no vende nada, sino que acude a enriquecer su espíritu y sus conocimientos sobre las poblaciones por las que pasa. La figura de aquellos personajes que iban de pueblo en pueblo también forma parte de la historia local, por lo que este itinerario es como un reencuentro con viejas formas de vida. ■ Cómo llegar. Reproducir los recorridos que hacían arrieros, trajinantes y vendedores ambulantes es hacer la ruta que discurre por la mayoría de los pueblos de la ribera del Adaja. Los trayectos que puede realizar el viajero coinciden entonces con aquéllos, si bien las carreteras AV-804 y N-403 han provocado la falta de uso de los numerosos caminos que
unían pueblos y caseríos como una maraña.
Ajero de Las Berlanas.
■ Qué ver. Las calles y plazas de los pueblos y de la capital siguen siendo un buen puesto de venta para afiladores, meloneros, almendreros, cacharreros, colchoneros, triperos, ajeros, huertanos y pañeros, entre otros muchos, lo que debe llamar la atención de los viajeros. La figura de estos vendedores todavía sigue cautivando a los vecinos, aunque ya no son anunciados por el alguacil, y es que su presencia rompe la monotonía de la vida diaria en el campo. ■ Aliciente. Reencontrarse con típicos personajes que tradicionalmente han formado parte de la vida cotidiana de la actividad comercial de los pueblos.
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RUTA
LOS ANTIGUOS ARRIEROS Y TRAJINANTES Los arrieros y trajinantes de la zona desarrollaron una de las actividades comerciales más importantes dentro de la economía local y provincial durante los siglos XVIII y XIX. En la actualidad, sus herederos, los transportistas y vendedores ambulantes, tienen una presencia testimonial en actividades de porte de ganado, harina y materiales de construcción, y la venta de pan, ropas, ultramarinos, frutas y hortalizas, y artículos de feria. Dentro del transporte realizado con animales de carga existían dos tipos de profesionales: el arriero, que es aquel que transporta géneros por encargo; y el trajinante, que transporta géneros, dedicándose a la compraventa de los mismos por cuenta propia. A pesar de esta diferencia teórica, en la realidad el arriero en alguna ocasión trajinaba y el trajinante transportaba por cuenta ajena. En el siglo XVIII está documentada la existencia de arrieros en unas noventa localidades de la provincia, y sus beneficios se calculaban en 946.848 reales anuales. Las mayores densidades de arrieros se producían en el cuadrante norooriental de la provincia, entre las localidades de Avila y Arévalo, ambas incluidas, en las que las ganancias obtenidas por sus arrieros alcanzaban casi la mitad de las ganancias calculadas para la arriería de toda la provincia, destacando por ello Pajares de Adaja, Mingorría y Santo Domingo de las Posadas. El número de arrieros descendió considerablemente con la llegada del ferrocarril y las primeras camionetas ya entrado el siglo XX. Los productos
DE LOS
ARRIEROS
Y
TRAJINANTES
con que traficaban estaban constituidos por los excedentes agrarios de la comarca y por la importación de los deficitarios. Richard Ford escribió en 1830: «Viajar con un arriero, cuando el viaje es corto o va una persona sola, es seguro y barato. El arriero va a pie junto a sus burros, o montado en uno encima de la carga, con las piernas colgadas junto al cuello. El arriero español es un hombre agradable, inteligente, activo y sufrido; resiste hambre y sed, calor y frío, humedad y polvo; trabaja tanto como su ganado y nunca roba ni le roban». Y así debieron ser los arrieros de los pueblos de la ribera del Adaja. VENDEDORES Y AMBULANTES El alguacil del pueblo, con la boina calada –reservaba la gorra de plato para los días de fiesta– callejeaba haciendo sonar su trompetilla de esquina en esquina y recitando de corrido el Melonero.
RUTA
DE LOS
ARRIEROS
Y
TRAJINANTES
pregón que se terciaba. Según fuera su contenido el toque de la trompetilla era distinto: largo y continuado si era de orden de la autoridad, y más corto y preciso en caso contrario. Las gentes del pueblo salían a la puerta con oído atento; los más despistados corrían a la esquina siguiente detrás de unas notas monocordes, como si fueran seguidores del flautista de Hamelín. Según la época del año, raro era el día que no acudían pañeros, cacharreros, colchoneros, cebolleros, afiladores... Unos y otros se iban turnando armoniosamente con sus puestos en la plaza, o en su deambular de puerta en puerta. Todos estos hombres y mujeres que visitaban nuestros pueblos lo hacían con tanta frecuencia y regularidad que terminaron convirtiéndose en uno más. Muchos de estos curiosos visitantes solían quedarse varios días e incluso hasta meses, como las vendedoras de uvas, los segadores y los comediantes. Por otra parte, las prácticas mercantiles utilizadas hacían más fáciles las relaciones entre todos. Así, el regateo, el trueque o el intercambio de productos: judías por trigo, trapos por pucheros, carracas por pan, etc., favorecían el diálogo y poco menos que la amistad. De Saornil venía el tío Cancha vendiendo leche de cabra. Ataba su yegua blanca a la puerta del bar de Fausto Vázquez y allí se le podía ver siempre jugando a las cartas. Un día llegó a estar doce horas seguidas; la yegua fue su convidado de piedra y poco faltó para que desfalleciera. En alguna ocasión tardó tres días en volver a su casa. Por navidades solía traer algún cabrito para delicia de comensales. Los afiladores llegaban de Galicia, de Orense sobre todo, quienes todavía siguen hacién-
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A f i l a d o r.
dolo, bicicleteando de pueblo en pueblo, recorriendo un largo y pesado itinerario. Tocaban una graciosa e inconfundible armónica mientras pedían cuchillos y tijeras que no cortaban. Los niños, traviesos y alborotadores, se arremolinaban a sus espaldas y gritaban: «El afilador, cuanto más bruto, mejor». El tío Elías, hojalatero sesentón con bigote negro y muy moreno, venía de Arévalo. Se paseaba haciendo ruido con una
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RUTA
sartén y un hierro, percusión tronadora, mientras se anunciaba: «Nuestro oficio es un oficio muy chulo. Señora, ¿quiere usted que le eche un culo? (a las cazuelas y pucheros)». El tío Elías se sentaba en la plaza del pueblo, a la puerta de la posada, con una estufilla entre las piernas donde fundía el estaño que después aplicaba sobre los desollones y rajas de las cazuelas, pucheros y palanganas. Un día la muerte le sorprendió en este trastear. Fue enterrado en una fosa del cementerio de Mingorría, como un soldado batallador de una diaria lucha contra la vida. Con el buen tiempo llegaban los colchoneros de Villanueva de Gómez, que vareaban los colchones de medio pueblo mientras la lana se oreaba al sol. Utilizaban unas largas varas de fresno que silbaban en el aire antes de golpear y espolvorear los mechones extendidos en el corral. Los loteros, vendedores oficiales de lotería, traían la suerte colgada de la chaqueta, siempre azul. Paseaban orgullosos con su gorra de plato y, a veColchoneros.
DE LOS
ARRIEROS
Y
TRAJINANTES
ces, con un guardapolvos también azul. Parecían conserjes de algún ministerio o instituto. Llegaban de Madrid en el tren de las diez y regresaban al atardecer, después de repartir pobres esperanzas en las que muy pocos confiaban. Tanis y Carpio, mendigos de Maello, vivían de la buena voluntad de la gente. Eran hermanos y ciegos, aunque uno de ellos decía distinguir bultos y sombras. Tenían seis dedos en cada mano y en cada pie. Al anochecer pedían limosna mientras, agradecidos, cantaban por soleares. La gente se reía sarcásticamente de su ceguera, por eso mendigaban de noche: al fin y al cabo no distinguían entre la luz y la oscuridad. También venían pidiendo limosna Güengue de Navaluenga y Merejo de Avila, quien se ofrecía como limpiabotas. De Muñana y Villanueva eran los esquiladores Segundo y Templaíto, hermanos. Armados de grandes tijeras cortaban los mechones de lana, muy crecidos, de las ovejas y a veces esquilaban a algún burro melenudo. El tío Rascayú, de Arévalo, enamorado de Luciana la santera, hacía muebles a cambio de comida y unas monedas. Se instalaba en una casa los días que fueran necesarios para terminar aquellos grandes armarios, construidos en la misma habitación donde se ubicaban y de donde no pueden salir sin romperse. Este singular carpintero alargaba su trabajo lo más posible con el fin de tener la comida asegurada unos días más. Muchos años después, ya viejo, llamaba de puerta en puerta pidiendo a sus antiguos clientes una propina y algo de comer, y en alguna ocasión se quedaba a dormir en pajares o paneras.
RUTA
DE LOS
ARRIEROS Y...
Tío Requena y Tío Ronda, de la Vega de Santa María, arreglaban y hacían albardas y colleras de burros, mulas y caballos. En Mingorría, el tío Claudiete hacía los ataudes y carracas de Miércoles Santo que cambiaba por un trozo de pan. En Velayos eran el tío Trifón y el tío Calixto quienes hacían los ataudes. Los ataudes se pintaban con anilina y en una ocasión, en Cardeñosa, cuenta el cura párroco don Macario: «Llevando un ataúd a hombros se puso a llover, y entre las lágrimas y el agua de la lluvia, los que lo portaban, familiares afligidos, se restregaban los ojos llorosos, poniéndose las caras como carboneros del negro que desteñía el ataúd, mientras los acompañantes hacían lo indecible por mantener sus risas». De vez en cuanto llegaban los castradores de Adanero y el alguacil pregonaba, con su soniquete de siempre: «Ha llegado el castrador de Adanero. El que tenga ganados que castrar que no los eche de comer y avise en la posada». De Migueláñez venían los trilleros, que empedraban la cara inferior de los trillos que después desgranaban el trigo y la cebada. De Tiñosillos llegaban los cacharreros con una buena muestra de cántaros, botijos y otros recipientes de barro. Los pañeros vendían mantas, sábanas, colchas, batas, pantalones, paños, cortes de traje, etc. Llegaban de Bernardos (Se-
Pañeros.
govia), de Paradinas y de Arévalo, también de Santa María del Berrocal. Angel Ferradal, Emiliano Pastor y Paulino Sobrechero llamaban de puerta en puerta con la vara de medir y alguna pieza al hombro, prescindiendo de los servicios del alguacil. Ultimamente venían en grandes camiones, pero antaño lo hacían en carros de varas, como los viejos mercaderes de Oriente que ofrecían sus finas sedas. En Velayos se hacían los timones de los carros y los estebones de los arados. Conejo, chatarrero de Migueláñez (Segovia), cambiaba trapos por botijos, cántaros, pucheros, etc. También recogía la goma de las zapatillas mientras refunfuñaba: «El único que me da buenos trapos es el sastre».
Cacharreros.
116 En la fiesta, los bailes eran amenizados por los tamborileros Modesto y Codilleso, de la Vega de Santa María, Ojetete, de Maello y el dulzainero Polilo, de Pozanco, alumno del famoso Agapito Marazuela. Los días de fiesta los mozos bailaban al son de viejas coplas. De Tiñosillos y Cabizuela llegaban los patateros. Se vendían uvas de Pozanco y de Cebreros no faltaba ningún año Carmen Recio, que se quedaba varios meses distribuyendo grandes cestos de uvas que su padre le enviaba. También de Cebreros y El Tiemblo venían los vinateros cargados de pellejos quijotescos. Los mieleros de Santibáñez y El Guijo hacían las delicias de los más golosos y los niños decían a sus madres: «Mamá, cómpame eso que pinga, cuega y sabe use, que me muero por ello». Los aceituneros del Barranco de las Cinco Villas, Serranillos y Arenas de San Pedro traían aceitunas sevillanas y barranqueñas, higos de cuello de dama y castañas. El tío Gallo, de Martimuñoz de las Posadas, vendía pimientos como chotos, repollos, nabos, cebollas, tomates, patatas, etcétera.
El piñonero.
Hortelano.
De Navaluenga y Burgohondo venían cambiando judías y pipos por trigo y cebada. Tampoco faltaban las piñoneras de Hoyo de Pinares: Florencia, Eufemia y una tercera, mujeres viejas que regateaban como usureras piñón por piñón. En época de matanzas acudían los pimenteros de Cuevas del Valle viendiendo pimentón. Los húngaros, cómicos y saltimbanquis, entretenían las veladas como hacían los juglares en la Edad Media. Traían un oso llamado Mariano, una mona, un perro y una cabra. Alguna vez que otra proyectaban películas. «Baila oso, baila mona», decía el valiente domador mientras los animales hacían graciosas piruetas. En verano acudían cuadrillas de segadores en busca de trabajo coincidiendo con la recolección de las cosechas. Venían de la Sierra, El Arenal, Toledo, Cáceres, Galicia... Los gitanos también rondaban las calles con mucha frecuencia, vendiendo cestos, flaneros, churreras, faroles,
RUTA
DE LOS
ARRIEROS
Y
TRAJINANTES
Tripero de Mingorría.
regaderas, candiles y alguna que otra vez echaban la buenaventura a los más supersticiosos. De Velayos llegaba el tío Jabonero vendiendo trozos de jabón que llevaba en unas alforjas. Venía con su gorra visera, ufano y tranquilo, ofreciendo jabones sin olor para multitud de usos. Los retratistas acudían de Avila y Madrid en las fiestas, armados de decorados y viejas cámaras fotográficas sostenidas en trípodes aparatosos. Uno podía retratarse como si fuera un torero, frente a una plaza de toros de cartón, o como una sevillana en un tablao flamenco. Coincidiendo con las ferias de ganado de Avila y Las Berlanas llegaban los arrieros de la Sierra, las dehesas y La Moraña, conduciendo ovejas, cabras, caballos, vacas, burros, mulas... Ataviados con trajes negros de pana y sombreros de
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paño (atrás quedaron las albarcas de goma y las boinas), y los animales lucían lujosas albardas y colleras mientras tiraban de carros ruidosos. Los panaderos de Mingorría tradicionalmente han abastecido a la ciudad de Avila y otros muchos pueblos. Desde Mingorría salían a vender sus productos de ultramarinos y frutas los hermanos Martín Gómez y Catalino Sastre y sus hijos, los chocolateros Marugán y Cuenca, los triperos y los meloneros, y los vendedores de peces y cangrejos del Adaja. Los ajeros y hortelanos de Las Berlanas visitaban los pueblos de la zona vendiendo sus productos. Casi todos ellos solían acudir los viernes al mercado de la capital abulense, e incluso a vender pescado del Adaja. El señor Pistolo se desplazaba desde Cardeñosa con su carromato tirado por una mula. Iba cargado de productos de droguería que ofrecía a las amas de casa de Peñalba, Monsalupe, Las Berlanas y Gotarrendura. Hortelanos de Las Berlanas en el Mercado de Ávila.
RUTA
Vendedor de dulces y pastas.
Los herreros de Mingorría iban a dar fragua a los pueblos de la sierra (Tolbaños, La Venta, Gallegos, etc.), donde también acudían los zapateros remendones a prestar sus servicios. Luis Pardo, de Brieva, recorría los pueblos vendiendo productos de ultramarinos, plantones de árboles y fruta. Desde Albornos llegaba el señor Escudero, que trabajaba de herrero, carretero o mecánico, y a cuyo cargo estaba el mantenimiento de la mayoría de los molinos harineros. El carretero y herrero de Peñalba, Gumersindo Gil también trabajaba para los agricultores de los pueblos de la zona. Los pintores de Peñalba, Justo López y su hijo, y Felipe Velayos de Cardeñosa, pintaban las casas y los carros de labranza de la comarca. El tío Demetrio acudía desde Monsalupe en tiempos de vendimia para llevarse los ollejos de la uva, con los que fabricaba aguardiente. Los molinos de Cardeñosa, Mingorría, Zorita y Pozanco, Tolbaños y Velayos recibían numerosas recuas de
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ARRIEROS Y...
burros cargados de grano para moler, procedentes de la mitad de los pueblos de La Moraña. En las canteras de Cardeñosa y Mingorría se labraba piedra granítica que se enviaba a toda España, lo que fue un negocio floreciente. Desde Extremadura recorría todos los pueblos hasta Las Berlanas el tío Machaco, conduciendo piaras de cerdos. De la misma manera, en invierno el ganado trashumante bajaba a Extremadura desde Monsalupe y demás pueblos. Eran muchos más los viajantes que recorrían incansables las localidades cercanas al Adaja, de los cuales sólo hemos mencionado a unos cuantos. Se trata, entonces, de una simple referencia atractiva para los nuevos viajeros, a los que sólo cabe mostrar el entresijo de las calles de nuestros pueblos, las mismas por las que pasaron los antiguos trajinantes.
Ve g a d e S a n t a M a r í a . C a r n a v a l d e l C R A « M i g u e l D e l i b e s » .
RUTAS FESTIVAS ■ A DESTACAR. Las fiestas populares contribuyen a configurar la identidad propia y singular de cada pueblo, de ahí su importancia. Estas fiestas se caracterizan generalmente por su aspecto religioso, pues en principio se celebran para honrar a los patrones de cada localidad erigidos bajo las más variadas advocaciones de santos, vírgenes y cristos. En estos días las iglesias y ermitas se llenan de feligreses, las calles se engalanan de colorido, se recuperan las tradiciones festivas y el pueblo alcanza su máximo esplendor. ■ La ruta. El itinerario propuesto consiste en un recorrido por las fiestas más singulares de cada localidad. Todas ellas suelen programar actos similares, tales como la celebración de la misa, la procesión del patrón en andas acompañado de la música de dulzaina y tamboril, y la subasta de banzos, además de bailes y otras actividades infantiles, deportivas, musicales, etc. ■ Cómo llegar. Para recorrer los pueblos del Adaja en fiestas basta ponerse en ruta tomando para ello las carrete-
ras que surcan esta tierra desde la AV-804 por Cardeñosa y la N-403 por Mingorría. En las fechas señaladas, y especialmente en verano, el campo se llena de visitantes deseosos de participar de la alegría de los programas festivos organizados en honor del santo patrón, por lo que es una buena oportunidad para conocer la vitalidad de sus gentes. ■ Qué ver. Aparte de los actos religiosos, los programas que elaboran los ayuntamientos, peñas, asociaciones culturales o cofradías ofrecen una gran variedad de actividades, donde no faltan los bailes y verbenas, los deportes autóctonos como la calva y el tango, el teatro, las actuaciones musicales, los juegos infantiles e incluso los toros, como en Velayos, además de otras numerosas atracciones. ■ Aliciente. Descubrir costumbres ancestrales de las gentes del medio rural, donde se mezcla la tradición religiosa con el divertimento festivo. Conocer los pueblos en fiestas es conocer una parte importante de su identidad histórica y cultural.
RUTAS FESTIVAS
Monsalupe. Fiesta de la Virgen.
ENERO El calendario festivo de los pueblos del Adaja, como en la mayoría de las localidades del medio rural dedicadas a la agricultura y la ganadería, se iniciaba después de navidades, el 17 de enero, con la bendición de los animales por intercesión de San Antón. El pueblo de Vega de Santa María tenía su fiesta tradicional el 21 de enero en honor de Santa Inés, si bien actualmente ya apenas se conmemora y, en cambio, ya hace varios años que por estas fechas se celebra la fiesta de la matanza que organiza la peña «El Vendaval». Peñalba de Avila honra a su patrón San Vicente Mártir, a quien llaman «El Cuervo», el 22 de enero; festividad que también se celebraba en el pueblo de Tolbaños. El 25 de enero, Monsalupe continúa celebrando sus fiestas patronales en honor de San Pablo, quien es titular de la parroquia. FEBRERO La fiesta de las Candelas del 2 de febrero, en honor de la Virgen de la Candelaria, todavía se recuerda en Saornil como un día grande. El 3 de febrero Blascosancho festeja a San Blas, el santo de las cigüeñas, pues esta fecha coincide tradicionalmente con su llegada a las torres de las iglesias. Desde hace más de 10 años las mujeres de
Mingorría han recuperado la fiesta de Santa Agueda, así que ese día, el 5 de febrero, se ha convertido en un día festivo que va cobrando importancia. Santa Paula Barbada, la Santa de Cardeñosa, se festeja en este pueblo el 20 de febrero, donde llaman la atención en este mes las elegantes capas que lucen los cofrades cada domingo. También en el mes de febrero tiene lugar la fiesta de los Carnavales, cuarenta días antes de Semana Santa. Esta tradición festiva ya se recogía en un bando de 1868 del Alcalde de Mingorría, localidad donde siempre se ha mantenido su celebración, como también se recuerda en Cardeñosa y Peñalba, y otros muchos pueblos. En los últimos años la fiesta de los disfraces ha sido recuperada por los escolares de la zona, quienes alegran la soledad de los pueblos con vistosos pasacalles, como ocurre en Mingorría, Vega de Santa María y Velayos. Cardeñosa. Fiesta de los Cristos.
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CARNAVALES «Febrerillo el loco», llama el refranero a este mes, y es que en febrero se suelen dar toda clase de fenómenos atmosféricos y también coinciden varias fiestas, siendo la más importante la de «Carnaval». «Febrerillo loco, un día peor que otro», dicen los agricultores, para quienes los cambios climáticos son buenos para el campo. «Brígida, María y Blas, los tres días holgarás», reza un dicho popular en relación con las fiestas de Santa Brígida (día 1), la Candelaria (día 2) y San Blas (día 3), a los que hay que sumar Santa Agueda (día 5) y los Carnavales, tres días antes
configuradores del mismo: la música, el disfraz, el baile, el pasacalles, el galanteo, las comparsas, la típica repostería, la fiesta de los quintos y las caretas. Esta singular fiesta pagana, que sin embargo se celebra en el calendario cristiano con la idea puesta en la «Cuaresma», nunca ha dejado de celebrarse, y en todas las plazuelas se organizaba o improvisaba el baile al son de la dulzaina y el tambor, o del organillo que sonaba por las calles y en los salones del tío Fausto y el tío Simón. Los quintos recorrían las casas recogiendo huevos, longaniza y otras dádivas que después degustarían juntos. Mientras las amas de casa hacían bollos, ho-
Carnavales en Mingorría.
del Miércoles de Ceniza. Los rigores del invierno y la escasez de trabajo en las faenas agrícolas eran determinantes de una situación ociosa predispuesta al divertimento entre las gentes de los pueblos de la ribera del Adaja. Las «Carnestolendas» eran entonces la fiesta más grande. En los carnavales de Mingorría destacan como elementos
juelas, flores, rosquillas, huesillos y retorcidos. Y cada mañana no podían faltar los churros y el chocolate. En la actualidad sobresalen los pasacalles de carnaval que organiza el Colegio Rural Agrupado «Miguel Delibes», de los pueblos de: Mingorría, Santo Domingo de las Posadas, Velayos y Vega de Santa María. Costumbre ésta que también se ha
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RUTAS FESTIVAS
revitalizado en los colegios de los demás pueblos. Sobre el arraigo de esta tradición festiva destaca el Bando dictado en el siglo pasado, el 22 de febrero de 1868, por el Alcalde de Mingorría, que se transcribe a continuación: «Don Francisco Sáez, Alcalde Constitucional de esta Villa de Mingorría. Hago saber: Que para que las diversiones propias del próximo Carnaval, que van a tener efecto sin oponerse a los habitantes de ella, he dispuesto se observen las siguientes reglas: 1. En los tres días de Carnaval se permite andar con disfraces por la calle, y con careta puesta, hasta el toque de oraciones. 2. Ninguna persona disfrazada podrá llevar armas, ni entrar con careta puesta en el baile, tabernas, ni casas particulares. 3. Igualmente se prohíben dichos y acciones deshonestas, así como el uso de mazas, que de cualquier modo incomoden a los vecinos, bajo la pena de un Ducado de multas. Y a fin de que no se alegue ignorancia, evitándome tener que castigar a los infractores, se fija el presente al público». MARZO - ABRIL En los meses de marzo o abril, depende del calendario de cada año, la Semana Santa recobra un especial significado en todos los pueblos de la ribera del Adaja, entre cuyos actos cabe destacar la procesión del Viernes Santo en Peñalba, donde se recitan los poemas y romances de Lope de Vega, una tradición del siglo XVII que también se mantenía en Cardeñosa, Vega de Santa María y Pozanco.
Peñalba de Avila.
Finalizada la Semana Santa, el primer miércoles después del domingo de Resurrección Mingorría celebra la fiesta de las Aguas en honor del Santo Cristo del Berrocal. Este día todos los lugareños se dan cita en torno a la antigua ermita del Cristo y allí degustan, acompañados de limonada, la típica empanada y hornazo, elaborados según la tradición heredada de los famosos panaderos de la localidad. MAYO El día 1 de mayo, en el paraje conocido como «El Chorro», propiedad del Ayuntamiento de Gotarrendura, situado junto al río Adaja y dentro del término Velayos. Fiesta de San Isidro.
123 en domingo, y que son La Trinidad y El Corpus Christi, las cuales se celebran especialmente, por ser fiestas locales, en La Venta de San Vicente, donde se reunen los pueblos de: Tolbaños, Escalonilla, Cortos y Gallegos de San Vicente, así como los caseríos de La Alameda y Encinas. La Trinidad también es fiesta local en Vega de Santa María y Santo Domingo de las Posadas, donde como tal se sigue manteniendo. En el resto de los pueblos se sigue celebrando el Corpus Zorita de los Molinos.
de Peñalba, tiene lugar una singular fiesta campestre auspiciada por los propietarios de la cercana dehesa de Navares y vecinos de los pueblos de alrededor. La Invención o Exaltación de la Cruz es una fiesta que el 3 de mayo se celebra en Cardeñosa, cuya parroquia está dedicada precisamente a la «Santa Cruz». Antiguamente Zorita también festejaba este día en su ermita del Cristo. San Isidro Labrador, patrón de agricultores y ganaderos, es festejado en estos pueblos que tradicionalmente se han dedicado al trabajo de la tierra, pero destaca sobre todos Velayos porque en él San Isidro es además el patrón de la localidad. Blascosancho celebra el 20 de mayo la festividad de San Boal, patrón del pueblo. En mayo o primeros de junio, el domingo y lunes de Pentecostés, las gentes de Monsalupe festejaban a su patrona la Virgen del Buensuceso. JUNIO Durante el mes de junio destacan dos fiestas que actualmente se suceden de domingo
El Corpus. Vega de Santa María.
como una importante fiesta religiosa, incluso aunque no tenga el carácter de fiesta patronal. Todavía en junio, Pozanco festeja a San Juan Bautista el día 24, como titular que lo es de Pozanco.
Tolbaños.
Saornil.
la parroquia; fiesta que también se celebra recientemente en Tolbaños.
la afluencia de veraneantes se han trasladado a estas fechas la mayoría de las fiestas. Así, el primer fin de semana Gotarrendura celebra sus fiestas en honor de la Virgen de las Nieves, donde participa decididamente la Asociación Cultural «Santa Teresa». En las mismas fechas, Blascosancho y San Esteban de los Patos festejan a la Virgen del Rosario, mientras que al domingo siguiente Tolbaños celebra su fiesta en honor de San José, titular de su nueva iglesia. La Asociación «Santa Paula Barbada» de Cardeñosa organiza en este mes un interesante calendario de actividades culturales y festivas. El 15 de agosto se festeja la Asunción de la Virgen en Vega de Santa María y en La Venta de San Vicente se honra a la Virgen de la Caridad, patrona de la zona. El 16 de agosto es el día de San Roque, el cual se festeja en Mingorría y Saornil. El tercer fin de semana se celebran las fiestas de verano de Santo Domingo de las Posa-
JULIO El 2 de julio algunos pueblos celebraban la fiesta de La Garrobera, fecha que el santoral dedica a la Visitación de Nuestra Señora, como es el caso de Saornil, Peñalba y Monsalupe, y que coincide con la mayor frondosidad de las algarrobas. AGOSTO Agosto es un mes que antiguamente no destacaba sobremanera en el calendario festivo porque las gentes andaban ocupadas en las faenas agrícolas. En la actualidad ocurre lo contrario, pues aprovechando Blascosancho.
La Venta de San Vicente.
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Las Berlanas.
das y Monsalupe. El último sábado de mes Zorita festeja a San Ramón Nonato, el mismo día que también lo hace Pozanco en honor de la Virgen. El 29 de agosto Las Berlanas celebra con grandes bailes La Riada, un aniversario de las inundaciones sufridas el año 1959.
timos años tiene lugar la romería de la Virgen de Gandulle en la antigua iglesia parroquial. La festividad de San Miguel, del 29 de septiembre, se sigue celebrando en Gotarrendura, como antiguamente se hacía también en Zorita. OCTUBRE El primer domingo de octubre Mingorría celebra sus fiestas patronales en honor de la Virgen del Rosario, conocidas como «La Función», festividad
SEPTIEMBRE En septiembre, el día 8, Pozanco festejaba a la Virgen de la Cuesta, pero esta fiesta fue trasladada al mes de agosto. El 14 de septiembre Cardeñosa celebra su fiesta en honor de Cristo y la Virgen en la ermita, mientras que Peñalba celebra en las mismas fechas sus fiestas patronales dedicadas al Santísimo Cristo de Santa Teresa. Las Berlanas honra a su patrona la Virgen de la Asunción el tercer domingo de septiembre, en cuya víspera durante los úlGotarrendura.
San Esteban de los Patos.
que también se celebra en Monsalupe y San Esteban de los Patos, aunque en todas estas localidades los actos más multitudinarios se han trasladado a las fiestas de verano que se organizan en agosto. El segundo domingo de octubre Velayos festeja a su patrona, la Virgen de la Soledad, sin que falten en estas fechas los festejos taurinos. Las Berlanas destacó en estas fechas por su importante feria de ganado que comenzaba el día 24.
RUTAS FESTIVAS En esta fecha da comienzo también la campaña de la tradicional matanza del cerdo. DICIEMBRE Santo Domingo de las Posadas
NOVIEMBRE El día 8 de noviembre Santo Domingo de las Posadas celebraba fiestas en honor de San Martín, titular de su parroquia.
El barrio de la Aldehuela de Las Berlanas celebra en su ermita la fiesta de la Purísima Concepción el 8 de diciembre. El año termina con la fiesta del Santo Chiquito el día 21, que se celebra en San Esteban de los Patos en honor de Santo Tomás, titular de su parroquia.
Mingorría. Procesión de la Virgen.
LOS TOROS La programación de espectáculos taurinos, coincidiendo con las celebraciones festivas, constituye una tradición característica de las diversiones populares de las gentes que habitan esta parte de la provincia abulense, destacando por ello las localidades de Cardeñosa, Mingorría y Velayos. La fiesta de los toros tiene su mayor exponente histórico en la plaza construida para la lidia frente a la ermita de Nuestra Señora del Berrocal de Cardeñosa. Este singular ruedo de piedra es de forma cuadrada, y
parece tan antiguo como la propia ermita. El interior del coso, que antiguamente era rodeado de carros, dispone de unos espacios habilitados en sus ángulos para los espectadores, mientras que para correr las vaquillas se instalaron recientemente seis burladeros. Ultimamente apenas se celebran festejos en esta hermosa plaza, dados los problemas de seguridad que presentan sus bellos muros, si bien antes se soltaba una vaquilla para aficionados y dos novillos para la lidia de profesionales.
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Mingorría ha celebrado desde tiempo inmemorial espectáculos taurinos en sus fiestas, aunque ello no se haya producido en los últimos años. De este pueblo es el torero retirado Paco Domínguez Méndez, nacido en 1941. Antiguamente, los toros se adquirían en las dehesas cercanas de Aldealgordo o Tabladillo, e incluso en Campoazálvaro; este ganado de media casta se trasladaba desde los
pastos a pie, rodeado de una piara de cabestros y vigilado por gentes a caballo, hasta el lugar conocido como «el toril», situado frente al presbiterio de la iglesia donde se hacía la lidia. La plaza también s e f o r m a b a con carros de labranza, hasta que fueron sustituidos por plazas portátiles. En la actualidad, la fiesta de los toros tiene su mayor auge en Velayos, localidad que cuenta con una plaza de nueva construcción inaugurada en 1990 con el cartel de Ignacio Martín y los hermanos Campano. La peña taurina «El Moriles» anima cada temporada organizando interesantes festejos, con lo que mantiene viva una tradición ancestral.
Plaza portátil de Mingorría.
Plaza de Velayos.
Cardeñosa. Coso de la ermita.
RUTA DE LA LANA ■ A DESTACAR. La cría del ganado ovino para la obtención de lana y carne ha sido una actividad característica de las formas de vida en el medio rural, lo que favoreció entre los municipios de la ribera del Adaja el nacimiento de una primitiva industria textil a mediados del siglo XVIII que ocupó un lugar destacado en el conjunto de la provincia. Viajar entonces por los pueblos que se significaron en el desarrollo de esta actividad fabril, supone reencontrarse con viejos batanes y esquileos, y con manufacturas de la época, tales como mantas, colchas, lienzos, sayales, etc., que nos ayudan a conocer y entender formas de vida casi olvidadas. ■ La ruta. Esta ruta es un viaje mágico a través de distintas manifestaciones, que todavía pueden verse en nuestros pueblos, demostrativas del proceso fabril que se desencadenaba a partir de la lana que se obtenía de las ovejas. El oficio de pastor, el rito anual del esquileo, los encerraderos y construcciones auxiliares de los grandes esquileos, los arruinados molinos batanes que se asoman al río Adaja, los restos de casas que fueron telares, alguna rueca o huso para hilado, y las viejas mantas que aún se conservan, constituyen muestras vivas de una importante actividad artesanal que concluía con la fabricación de paños para mantas de campo, vestimenta de labradores y otros usos agrícolas. ■ Cómo llegar. Cuando el viajero recorre los pueblos del
Adaja y el Voltoya por las carreteras y caminos que discurren entre los ríos, enseguida observa que el mantenimiento de rebaños de ovejas debió ser el origen de la fabricación de paños de lana. Para llegar basta ponerse en camino, y en mayo y junio todos los encerraderos y cijas dejan oír el chasquido de los esquiladores. El mejor ejemplo de los
Molino batán «El Caleño».
viejos molinos bataneros se encuentra en el Adaja, donde se llega por el camino que sale aguas arriba del río, nada más cruzar el puente de Zorita. Los grandes encerraderos y esquileos estaban a orillas del Voltoya, en Aldealgordo (Tolbaños) y «Las Gordillas» (Maello), a los que se llega por la carretera de Velayos a Maello.
RUTA
DE LA
LANA
■ Qué ver. El esquileo de ovejas sigue siendo una actividad digna de contemplación. El batán «El Caleño», situado en el Adaja conserva todavía la grandiosidad de su construcción en un bello paraje que traza el río. Las dependencias de los esquileos de «Aldealgordo» y «Las Gordillas» testimonian la importancia de una primitiva industria textil. En algunas casas de Velayos, Santo Domingo de las Posadas y Mingorría todavía se conservan viejas mantas de lana, mientras que en Cardeñosa los hombres lucen bellas capas y en Peñalba se conserva alguna rueca de hilar. En el recuerdo quedan los numerosos telares que existieron durante los siglos XVIII y XIX en Velayos, Mingorría y Santo Domingo de las Posadas. ■ Aliciente. La fabricación de paños marcó una época importante de la historia abulense, y fue un primer intento de industrialización del campo. Comprobar entonces cómo se esquilan las ovejas y descubrir los batanes del Adaja y los esquileos del Voltoya, así como viejas manufacturas de lana motivan el inicio de este viaje.
129 a industria textil en Avila ha sido estudiada con especial L rigor por Gonzalo Martín García. El Catastro del Marqués de la Ensenada de 1751 también aporta datos muy interesantes: Mingorría, Velayos y Santo Domingo de las Posadas, mediado el siglo XVIII, ocupaban un lugar destacado en el panorama industrial de la provincia por su producción textil, sin contar los tejedores aislados de Gotarrendura, Vega de Santa María y Zorita, cuyo tejedor también era sacristán. Además Cardeñosa llegó a contar con una escuela de hilazas. Mingorría tenía entonces 14 centros cardadores y ocho telares, que daban trabajo a 19 tratantes y fabricantes de estameñas, 12 cardadores y peinadores de lana y dos aprendices, y a ocho maestros de tejer sayales y estameñas. Velayos tenía 35 peinadores, 15 cardadores, 27 telares y 31 tejedores, entre ellos había seis fabricantes-tejedores que empleaban entre todos a 30 operarios, seis fabricantes-peinadores que elaboraban lana para estameñas y sayales, y un fabricantepeinador y tratante de pieles de cabra. Santo Domingo de las Posadas tenía tres peinadores, cuatro telares y cuatro tejedores. Estas localidades, junto con Villanueva de Gómez, eran las únicas de toda la Moraña y la Colcha de lana.
130 zona centro de la provincia abulense donde se desarrollaba la actividad textil, destacando en el resto Las Navas del Marqués, Pedro Bernardo, Villafranca, Mijares, Bonilla, Casavieja, Solana de Rioalmar y Santa María del Berrocal.
Ovillo de lana recién esquilada.
Las operaciones preliminares del proceso de manufacturación daban comienzo con el esquileo de las ovejas. Esta es una actividad que actualmente se sigue realizando en el medio rural, y su importancia para la industria textil de la zona puede comprobarse en las dehesas de Las Gordillas (Maello) y Aldealgordo (Tolbaños), sobre las instalaciones de esta última escribió Madoz en 1845:
Aldealgordo. Río Voltoya.
«Tiene la dehesa dos esquileos de ganado lanar con sus lonjas correspondientes, llamadas rancho de arriba y rancho de abajo, cuatro encerraderos, un sudadero, un comedor para los pastores con su despensa, un lavadero de nueve varas de frente y 48 de fondo y con su cocina. Tiene un prado que sirve de tendedero de lana, dentro del cual hay una lonja para apartar las lanas y ensacarlas después de lavadas. El río Voltoya sirve para el lavadero de las lanas». La lana era apartada o clasificada, desmontada, lavada y arqueada o esponjada, quedando entonces blanca pero áspera y tirante, por lo que las fibras debían ser preparadas convenientemente mediante el peinado o el cardado para volverlas más sedosas antes de someterlas a la hilatura. El hilado solía hacerse por las mujeres en sus casas, utilizando tornos y ruecas de madera, entregándose después las hilazas a los telares, donde se ocupaban los tejedores. Tal y como dice Gonzalo Martín, la operación de tejido era la fase más importante del proceso de producción y la que da-
Rancho de «Las Gordillas».
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Telar y rueca.
ba al paño sus características esenciales. Del telar salían los paños crudos, aptos ya para ser utilizados en muchas ocasiones, pero algunos de ellos, de mayor calidad, eran sometidos después a una nueva serie de operaciones que tenían la finalidad de procurar un acabado más perfecto, dando al paño una apariencia de limpieza y superficie uniformes que aumentaban el valor comercial de la pieza. Las principales eran el batanado, el tundido y el tinte. Con el bataneo se trataba de limpiar las impurezas que se habían adherido al paño en los procesos anteriores y dar a la pieza las dimensiones, consistencia y brillo necesarios. Esta operación se hacía en el molino batán que se localizaba en la ribera de los ríos y arroyos caudalosos, pues la energía hidráulica era la única forma de producir energía a costes económicos. Siguiendo a María Pía Timón en «El Arte Popular en Avila», sabemos que los batanes funcionan aprovechando la corriente de agua que se conducía por medio de un canal que se abría o cerraba
con una compuerta. En el momento de la faena se dejaba pasar el agua y al caer con fuerza sobre las palas que tenía la rueda hidráulica la hacían moverse con rapidez. Esta transmitía el movimiento al eje que presentaba unas paletas que al coincidir con las mazas le hacían levantarse y caer por su peso contra la pila donde estaba el paño, golpeándole. El río Adaja contaba en 1751, según el Catastro de Ensenada, con tres molinos batanes, localizados en la margen izquierda de Cardeñosa: el batán de Córdoba, el batán de Alejandro y el batán el Caleño, en los linderos de Zorita. Larruga cita también la existencia de un batán en Velayos en el siglo XVIII. Concluido el proceso fabril los paños obtenidos se clasificaban en ordinarios, veintidosenos, estameñas, sayales, xergas, ataharres y cinchas. Con estos paños se confeccionaban principalmente mantas de campo y ropas para los campesinos (capas, pantalones, chaquetones y manteos), y para las faenas agrícolas y ganaderas (mantas de mulas, costales y alforjas). Además de la fabricación de paños, también se contaban centros productores de lienzos a partir del lino: Mingorría contaba con cuatro centros de lienzos ordinarios y Velayos con dos de lienzos y estopas, cuyos productos se destinaban para Batán en el río Adaja.
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RUTA
DE LA
LANA
la realización de prendas de ajuar y las relacionadas con las faenas agrícolas y ganaderas. La actividad textil artesanal prácticamente desapareció con las crisis agrarias de 1780, dada la escasa productividad de la agricultura y la baja capacidad adquisitiva del campesinado. Esta desaparición fue paulatina, y de ello se lamentaba el Corregidor de la ciudad de Avila citando el caso del pueblo de Velayos, lo mismo que reseña el historiador Martín Carramolino. No obstante, en esta localidad, según Madoz (1845-1850), todavía quedan ocho telares y 80 personas se ocupan en la fabricación de estameñas bastas. Durante el período 1776-1851 las fábricas textiles fueron el exponente más importante del intento de modernización e industrialización de la capital abulense. Así, primero se puso en funcionamiento la fábrica de paños del Común de la Ciudad de Avila (1776-1782), después se estableció la Real Fábrica de algodón (1788-1816), que pasado el tiempo se transformó en fábrica de lanas (1817-1830) y finalmente en fábrica de lino (1830-1851). Además, también funcionaron en Avila diversas fábricas de paños privadas, entre las que destacaron la de Francisco Solernou (1774-1798) y la de Rafael Serrano (1803-1822).
Solernou era un comerciante catalán establecido en Avila, había sido Procurador Síndico del Común, y completaba su negocio de fabricación de paños con una tienda de joyería, quincallería y ferretería, y con la compraventa de lanas. Además era prestamista y propietario de casas y tierras en Mingorría, Las Berlanas y Monsalupe. Rafael Serrano era natural del pueblo de Velayos y fue oficial de la Contaduría de Avila, administrador de Tercias Reales y tesorero de Rentas Provinciales de Avila, teniendo casas y tierras en Peñalba, Zorita de los Molinos y Cardeñosa, donde estableció una secuela de hilazas. Desaparecida la actividad textil de la zona, su vacío fue paliado con la visita frecuente de los pañeros de Santa María del Berrocal. En Mingorría durante la siguiente mitad del siglo XX la mayoría de las mujeres se ocuparon cosiendo guantes de piel, en una importante actividad económica para la localidad. En la actualidad se siguen realizando trabajos de confección de trajes de toreros, además de manteos y tapices. Finalmente, cabe decir que en Cardeñosa la tradicional capa de paño que se tejía en la zona constituye una prenda característica de la indumentaria masculina.
Mingorría. Confección de manteo.
Cardeñosa. Capa de paño.
R U TA D E L O S C H O C O L AT E R O S
Mingorría. Fábrica de chocolate.
■ A DESTACAR. Al viajero debe sorprenderle grátamente llegar a Mingorría y descubrir aquí una antigua fábrica de chocolates, tal cual dejó de funcionar en 1970, después de haberlo hecho durante más de 150 años. La fábrica conserva intactas sus instalaciones y el coche furgoneta comprado en 1934 para repartir. ■ La ruta. Desplazarse hasta Mingorría, como antiguamente hacían los escolares, para admirar la gran casona que preside la plaza del pueblo es reencontrarse con un peculiar símbolo de industrialización del campo. Actualmente la fábrica «Marugán» está cerrada, pero se conserva en relativo buen estado y guarda toda la maquinaria que sirvió para la fabricación del chocolate. ■ Cómo llegar. Para acercarse a Mingorría basta ponerse en marcha por la carretera de Avila-Valladolid N-403, y en el centro del pueblo, en la plaza de la Constitución, destaca sobremanera la antigua fábrica.
■ Qué ver. El singular edificio que fue una de las más importantes fábricas de chocolates de la mitad norte de la provincia. En su interior todavía se conservan íntegras las instalaciones primitivas que servían para la elaboración artesanal del chocolate, incluido el antiguo coche-furgoneta de reparto. ■ Aliciente. Descubrir en el medio rural una fábrica de chocolate tal cual funcionaba antiguamente.
Carta de baraja de regalo
Molde.
RUTA
un extremo de la plaza de Mingorría, a contrapunto e A la iglesia y perpendicular a la casa consistorial, se levanta un enorme caserón de dos plantas, el más grande de todo el pueblo. Es la fábrica de chocolates, construida en el año 1832 sobre una finca donde en alguna ocasión se cultivó el azafrán. A un lado de la casona, tres contrafuertes de mampostería sostienen las gruesas paredes que soportan la cubierta de la casa, son los paredones que dan a la calle del Pozo y entre los cuales se puede descifrar el rótulo, ya casi borrado por la lluvia: «Chocolates Marugán». El edificio es hogar familiar y es fábrica, también cuenta con cuadras para las caballerizas, gallinero y una lagareta donde hacer el vino. En medio del corral, inmenso, un pozo. El proceso de elaboración que caracterizaba la fabricación de este chocolate ha sido el
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CHOCOLATEROS
mismo a lo largo de cien años. Durante todo este tiempo, un molino de piedra movido por una o dos mulas ha sido la única maquinaria con que se contaba, hasta que en 1925 se instaló un motor de gasolina, y en 1940 se sustituyó por maquinaria eléctrica. El chocolate «Marugán» solía venderse en Avila, capital y provincia. Todos los viernes del año era cita obligada acudir a repartirlo a la capital, los demás días se iba de pueblo en pueblo hasta donde se podía ir y venir en una jornada. La distribución se hacía con las alforjas cargadas a lomos de un par de mulas. En la fábrica había cuatro mulas que se turnaban en dar vueltas alrededor del molino, yendo a repartir y descansando. Para llegar a los pueblos más lejanos se recorrían éstos previamente, incluso durante semanas, confeccionando una nota de pedidos que posteriormente se facturaría con destino a los comerciantes que lo solicitaban. En 1925 Mariano Cuenca, que había estado trabajando casi ocho años en la fábrica de los Marugán, decide instalar otra fá brica de chocolate también en Mingorría. Se fue con él Florencio García, otro trabajador de los Marugán que llevaba 20 años en el oficio. Posteriormente, Florentino abrió otra fábrica por su propia cuenta. En 1934 las mulas que transportaban el chocolate de pue-
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DE LOS
CHOCOLATEROS
blo a pueblo, fueron sustituidas por un coche furgoneta de color rojo, marca Opel, matrícula AV-881. La distribución y el reparto fue mucho más eficaz entonces. El precio de venta de las tabletas osciló en esta década entre los 50 céntimos y la peseta. También en esta época se piensa en cambiar y modernizar la maquinaria. Para ello se estudian detenidamente los muestrarios y catálogos que mandan desde Barcelona y en 1936 casi se cierra el trato con los vendedores catalanes, pero estalló la guerra. El coche fue requisado, el cacao y el azúcar estaban racionados y dos hijos estaban en el Ejército. Hubo que esperar al final de la guerra para la instalación de la nueva maquinaria eléctrica; el coche, devuelto a sus dueños, será pintado de azul claro y en la plaza del pueblo volvía a oírse el sonar «Marugán, tam, tam», que hacían las máquinas. El trabajo artesanal de fabricación del chocolate era motivo suficiente para que acudieran numerosos visitantes curiosos. Solían venir los cadetes de la Academia de Intendencia de Avila y, también, las alumnas del colegio abulense de Las Nieves. Como regalo un simpático lapicero de propaganda o una papelera, y siempre un trozo de chocolate. El chocolate que se hacía era un chocolate a la taza, de leche y almendras, un chocolate apreciado, cuyo sabor todavía se recuerda por quienes lo han probado. Pero llegaron los años sesenta y la industria chocolatera que había proliferado excesivamente en toda España empezaba a resentirse, y las pequeñas industrias comienzan a cerrar. Para los Marugán no hay perspectivas de continuidad. El negocio
135 familiar se moría con la tercera generación cuando los dos hijos varones de la siguiente generación no llegan a trabajar nunca en la fábrica. Así pues, en el año 1970 se cierra. Ahora sólo queda el recuerdo de aquellos aromas, de los bailes que se echaban en el portal, de las notas que tocaba Agapito Marazuela en las tardes de los inviernos de la posguerra, cuando se acercaba a este caserón animado por Antonio Marugán, al que le gustaba tocar la guitarra. Todo permanece intacto, como si fuera ayer el último día trabajado. Parece estar listo para iniciar de nuevo la fabricación de aquel añorado chocolate que fue la merienda de todos los niños durante más de un siglo. Aún se conservan dos máquinas que están sin desembalar, una mesa para moldear y una moledora de almendras, como un mundo mágico, igual que el del cuento de la casita de chocolate. La fábrica de chocolate, inmensa, callada y muda sigue presidiendo la plaza. Al otro extremo, la iglesia mira de reojo.
RUTA DE LOS PALOMARES ■ A DESTACAR. Rodean muchos de los pueblos de la ribera del Adaja y de la meseta castellana unas construcciones aisladas, de planta rectangular algunas veces, circular casi siempre, con pretensiones decorativas de las que suelen carecer totalmente las pobres viviendas inmediatas: son los palomares, donde se criaban palomas que proporcionaban carne y abono al campesinado. ■ La ruta. El recorrido ideado pretende situar al viajero frente a los antiguos palomares que se conservan en nuestros pueblos, al objeto de fijar su atención en la importancia de estas singulares construcciones en la vida de los campesinos. ■ Cómo llegar. Buenos ejemplos de palomares pueden verse en Peñalba, a la salida del pueblo por el este, camino de Zorita; en Monsalupe, en la antigua fábrica de aguardiente; en Las Berlanas, en el barrio de El Burgo; en Gotarrendura, en el antiguo solar de la casa-palacio de los padres de Santa Teresa; en Zorita, en la
Dehesa de Olalla cerca del río Adaja; en Mingorría, en un montecillo situado al oeste del pueblo, en el encinar del «Ciego», cerca del camino de los molinos y junto a la carretera N403; en Pozanco, de frente a las eras del pueblo, y en Dehesa de Domingo Peláez, en el encinar situado a la derecha de la carretera que llega a Santo Domingo de las Posadas. ■ Qué ver. La distribución interior de los palomares para servir a la cría de palomas donde mejor puede contemplarse es en el palomar de Santa Teresa en Gotarrendura. La gracia de las construcciones y su gran variedad puede admirarse en los pueblos de la ruta, destacando por su grandiosidad el palomar de la dehesa de Domingo Peláez. ■ Aliciente. Todavía quedan buenos ejemplos de palomares en nuestros pueblos. Conocer su relevancia histórica en la pobre economía rural y la singularidad de su diseño arquitectónico, en contraste con su abandono actual, resulta un buen atractivo para una visita.
Antiguo palomar en Mingorría.
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PALOMARES
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Zorita de los Molinos, dehesa de Olalla.
e barro, ladrillos o mampostería guarnecida, bien blanD cos de cal, los palomares tienen un aspecto pintoresco al introducir en su construcción elementos decorativos y superfluos: tejados a diferentes alturas, muros que se prolongan por encima de la cubierta, siempre de escasa pendiente, pináculos bordeando tejados y albardillas... Situados alrededor del pueblo, en lugares estratégicos, los palomares parecen pequeñas fortalezas encaladas. Son edificaciones que llaman la atención del viajero por su contraste con las viviendas y casas de la villa, vistos desde la lejanía. El palomar se levanta como las pirámides egipcias, en la soledad de los campos. Proliferan como las ermitas, tan enraizadas en estas tierras, pero lejos de arrancar súplicas del hombre piadoso. Sus paredes guardan a las palomas, nada más pacífico y simbólico, que siguen en libertad y teniendo el cielo como única techumbre. Los palomares, señoriales y elegantes, contrastan con los gallineros, menos altaneros y más impotentes frente al firmamento y las estrellas.
Los palomares, como molinos sin aspas, gigantes vencidos por don Quijote, construidos por el mismo labriego, son la mejor muestra de su sentido exquisito y creador de formas. Son barro sobre barro. Los adobes se preparan mezclando la tierra de estas tierras con agua, introduciendo la pasta en un molde y mezclándola con la paja. Una vez que el sol lo seca ya está el barro listo y dado forma para crecer hasta ser casa de palomas, sin cocción alguna y con la sola exposición al sol. Así nace el palomar, de la misma tierra donde se asoma el horizonte, con la intervención del sentido mágico que levanta este monumento a unas aves que, siendo libres, nacen junto al campesino. Dada la facilidad de reproducción de las palomas, el hombre de campo soluciona una Pozanco.
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RUTA
Mingorría.
importante parte de su dieta alimenticia. Los excrementos de las mismas palomas –palomina– serán un buen abono para sus tierras. A cambio, durante los meses de invierno, cuando la tierra parece estéril, las palomas comerán los últimos restos de la era que al finalizar el verano fueron barridos cuidadosamente para esta ocasión por el labrador. Los pichones nacerán a finales de primavera y durante el verano el campo será su alimento y el palomar su casa-dormitorio. La paloma es un animal libre, sin dueño, y la única relación de propiedad que hay con el hombre es su permanencia en el palomar, permanencia mediatizada por la abundancia o escasez de comida en el mismo. A modo de ejemplo sobre la productividad de un palomar, reseñamos que en el siglo XVI el palomar de Santa Teresa en Gotarrendura produ-cía al año 139 rea- les de palominos y 76 reales de palomina, mientras que una obrada de tierra costaba 191 reales.
DE LOS
PALOMARES
Los palomares de las zuritas se conocen desde hace muchos siglos y no siempre pudo tenerlos el que quiso, porque su posesión constituía un privilegio que sólo se otorgaba a los señoríos y comunidades religiosas, constituyendo lo que se llamó «derecho de palomar», altamente buscado en los tiempos del feudalismo. El derecho de palomar imperó en toda Europa durante la Edad Media y aún en los tiempos modernos. Algunos palomares medievales fueron destruidos en gran parte durante la revolución francesa, al derribar todo lo que significara símbolo de señorío o de nobleza. Con la abolición de los fueron y prerrogativas de la nobleza quedó abolido el derecho de palomar; sin embargo, en muchos sitios se mantienen aún estas torres palomares cuyos productos se explotaban por cuenta propia de los labradores o en aparcería con los colonos. No obstante, hoy en día la mayoría de los palomares están abandonados. Dehesa de Domingo Peláez.
RUTA DE LOS CRUCEROS ■ A DESTACAR. Las cruces forman parte del paisaje rural tan característico de esta Castilla nuestra, donde nacen como árboles de piedra granítica con dos brazos de una pieza, generalmente. Se levantan sobre peanas, también de piedra, que tienen una forma cuadranular o redonda, para lo que incluso se aprovechan las piedras de los lagares, donde se apoyan, a veces, sobre una escalinata a su alrededor. El arte popular se hace símbolo del Cristianismo desde el nacimiento de éste. Las cruces representan la crucifixión de Cristo y forman viacrucis completos, simplemente calvarios o cruces aisladas a la puerta de iglesias y ermitas, y siempre en los cementerios. Pero las cruces que permanecen arraigadas en esta dura tierra trascienden a su significado religioso originario para configurar un paisaje con sabor a «pueblo artesano». ■ La ruta. En todos los pueblos que circundan la ribera del Adaja cuentan cruces o cruceros repartidos entre sus calles, plazas y lugares santos. Detenerse ante estos monolitos labrados en piedra es recorrer una tierra piadosa que quiere ser descubierta por nuevos peregrinos. ■ Cómo llegar. Los cruceros se aparecen ante el viajero que se acerca a los pueblos como estandartes que no necesitan anunciarse. Para llegar, entonces, basta con
Calvario de Cardeñosa.
seguir la estela que dejan las cruces de piedra en torno a iglesias, ermitas, cementerios y cruces de caminos. Desde la carretera, por la que se llega a los pueblos, ya se divisan los cruceros que santifican las poblaciones. ■ Qué ver. Las cruces de piedra, por el lugar que ocupan y la belleza de su labra, constituyen piezas monumentales que engrandecen el paisaje, las calles y plazas, y los edificios religiosos que presiden. ■ Aliciente. Descubrir extraordinarios grupos escul- tóricos destacados por la figura de Cristo crucificado, y esculpidos en piedra por artesanos anónimos, donde los peregrinos y feligreses se detenían para orar.
RUTA
Las Berlanas
La ruta de los cruceros que salpican los pueblos del Adaja ofrece al viajero un especial motivo para hacer una parada ante estas obras de piedra esculpidas por buenos canteros. Si comenzamos nuestra ruta por Cardeñosa, aquí contaremos hasta 47 cruces repartidas por todo el término municipal, donde destacamos el calvario que se levanta frente a la ermita de «Nuestra Señora del Berrocal», por su majestuosidad, en el cual se culmina el viacrucis que se inicia en la iglesia.
DE LOS
CRUCEROS
Continuando el viaje, en el horizonte se divisa la cruz de la sierra de Peñalba, que anuncia el territorio de este pueblo, con cruces frente a la iglesia y la ermita, y a la salida por el este camino de Zorita. Llegando a Las Berlanas los barrios se significan con ermitas y bellas cruces que se cuentan hasta la antigua iglesia de Nuestra Señora de Gandulle y de la Asunción. Monsalupe define su viacrucis desde la iglesia hasta la ermita de la Virgen del Buensuceso y el cementerio, y Gotarrendura expone su crucero a la puerta del templo parroquial. Zorita de los Molinos conserva una cruz frente a la ermita del Cristo, mientras Mingorría cuenta con un completo viacrucis que comienza en la iglesia con sendas cruces con Cristos labrados, y continúa por calles y plazas para terminar en la ermita del Cristo del Berrocal. Pozanco y Santo Domingo de las Posadas lucen sus cruces en torno a la iglesia y el cementerio, mientras Vega de Santa María ofrece un viacrucis que termina en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, ofreciendo un bello con-
Blascosancho.
RUTA
DE LOS
CRUCEROS
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Mingorría.
junto. Lo mismo que ocurre en Velayos desde la iglesia hasta el cementerio, donde estaba la antigua ermita de Nuestra Señora de las Angustias. Más allá, en Blascosancho, el calvario se puede ver desde la carretera, junto al camino que rodea las eras. Dirigiéndonos a Los Patos, en el límite del término con Mingorría, una cruz con Cristo sirve de hito. En Saornil y Escalonilla una única cruz santifica estos pueblos y en la Venta de San Vicente por las paredes del cementerio se asoman tímidamente los cabeceros de algunas cruces. Ignorantes sobre la autoría de estas obras de cantería, de su contemplación no puede por menos que surgir el interrogante sobre la misma, como una duda metódica, mientras la figura arrogante del crucificado se levanta sobre la mirada sumisa de pobres pecadores arrepentidos. Si en Mingorría y en Cardeñosa parece lógica la proliferación combinada de cruces, por su tradición en el trabajo de la cantería, igual que en Galicia,
no lo es en los pueblos llanos de La Moraña o del resto de Castilla si no es por el fervor religiosos de la época. Y es que la elaboración de cualquiera de las cruces que podemos observar por estas tierras supone un esfuerzo artesanal de incalculable valor. Se inicia desde que el granito es separado de una enorme mole y, a fuerza de golpear sobre el Hito entre Mingorría y Los Patos.
RUTA
Velayos.
puntero arañando la piedra, dar forma circular a un tronco de donde salen dos brazos. Hoy vemos al lado de las carreteras numerosas cruces que parecen indicar la muerte de alguna persona en accidente de circulación, y que en la Edad Media eran testigos del peregrinar de numerosos viajeros en nombre de Dios. Parece como si la reconquista y la expulsión de los árabes, los infieles, por los cristianos quedara simbolizada hasta la eternidad en los estandartes de piedra que pueden significar las cruces. Así, en un principio representaron la victoria del catolicismo sobre los no creyentes (moriscos y ju- díos), y en todo momento recuerdan la omnipresencia de Dios. Ahora la obra artística supera cualquier teoría redentora. De nuevo la duda sobre la identidad de los artífices que erigieron estas cruces –farolas iluminarias–, confundiéndose en el anonimato popular. Y a uno se le parte el alma cuando una cruz de éstas cae trinchada en pedazos por la gamberrada de algún pobre desdichado, sucesos ocurridos con demasiada frecuencia a la que pudiera esperarse en los cientos de años que tienen de existencia. Así, tris-
DE LOS
CRUCEROS
temente, encontramos numerosas peanas vacías, sin cruz alguna que soportar. En las peanas que soportan cruces erguidas es frecuente encontrar inscripciones relativas al motivo y el año a que se debe su presencia, datadas en su mayoría en los siglos XVII y XVIII. Así, unas cruces se levantan por la generosidad de algún hacendado o del propio párroco, y en algunos casos son los labradores unidos quienes costearon las cruces, aunque lo más frecuente es el anonimato. La variedad de formas, alturas, relieves que adoptan las cruces son de una gran riqueza. Así, hay cruces de forma cilíndrica, cúbica, cúbica con aristas biseladas, romboidales, de un cuerpo, de dos cuerpos igua- les, de un cuerpo cilíndrico sobre el que se levanta una pequeña cruz... Unas tienen labrado un Cristo simplemente, otras tienen además una Virgen labrada por el otro lado, y la mayoría carecen de labra alguna. Algunas, si se levantan sobre troncos separados, tienen labrados rosetones en ellos o anillos que, como dobleces, le salen al granito. Santo Domingo de las Posadas.
RUTA DE LOS CARBONEROS ■ A DESTACAR. Carboneros y cisqueros, junto a porqueros, cabreros, ganaderos, jornaleros y colonos agrícolas, eran oficios que se desempeñaban en la explotación de los montes de encinas, tan característicos de la mitad norte de la provincia de Avila. Además, el encinar que se baña en el Adaja y el Voltoya ve surcada su masa arborea por numerosos caminos que conducen a los molinos existentes en sus orillas, pasando por los términos municipales de Avila, Cardeñosa y Mingorría, Monsalupe, Peñalba, Tolbaños, y en las cercanías de Velayos y Santo Domingo de las Posadas. ■ La ruta. Recorrido por los encinares donde se mantienen formas tradicionales de explotación, tales como la elaboración de cisco, el pastoreo de cabras o la montanera de cerdos, sin olvidar vestigios de antiguas carboneras. La ruta discurre junto a los hombres que todavía mantienen vivo el monte de encinas desempeñando oficios tan antiguos como los de carbonero o cabrero, lo que todavía ocurre en la margen derecha del río Adaja. ■ Cómo llegar. Situándonos en la carretera N-403 o aguas abajo de la presa de las Cogotas, o retomando la ruta de los molinos de «Trevejo» y «Las Juntas», nos adentramos en
los encinares de Yonte y de Mingorría, donde se sigue elaborando cisco y pastan las cabras. El humo ascendente por la masa arbórea del monte advierte al viajero de una cisquera en combustión, mientras que las cabras saltarinas es fácil divisarlas desde la carretera o los caminos molineros que llegan al Adaja. La montanera de cerdos se sigue haciendo en Navares, donde se llega por Gotarrendura o Vega de Santa María, o bien desde Zorita por el antiguo camino que cruza «La Aldehuela» y «Olalla». ■ Qué ver. Además de admirar el paisaje de encinas que se levanta sobre el río entre berrocales de piedra, salpicado de molinos y antiguos caseríos, puede contemplarse el proceso artesanal de elaboración de cisco y el único rebaño de cabras de la zona que pasta el encinar de Mingorría, así como los cerdos ibéricos que hozan en Navares. Pasear por el monte es reencontrarse con viejas formas de vida ya casi desaparecidas. ■ Aliciente. Comprobar hoy cómo se explotaban antiguamente los montes de encina en labores de fabricación de cisco, pastoreo de cabras y montaneras de cerdos, actividades éstas en las que se afanan todavía algunos habitantes de la ribera del Adaja.
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RUTA DE LOS CARBONEROS
no de los trabajos más peculiares que realizaban los U carboneros de nuestros pueblos aprovechando la leña de los encinares, es la elaboración de cisco o picón, una actividad que aún puede contemplarse en los montes cercanos a la ciudad de Avila. Coincidiendo con la época de poda, desbroce y limpieza del encinar, se obtiene el cisco después de un cuidado proceso de combustión donde se queman ramas, ramajes y hojarasca, las cuales se obtienen en las tareas propias del cuidado y la conservación del bosque. Para ello se amontonan gavillas de leña formadas por ramas de encina en el lugar elegido para hornar. Amontonada la leña se enciende y cuando se pone blanca, síntoma de que se está quemando bien, se añaden más gavillas. Cuando la cisquera está quemada se apaga con la pala y se cubre con tierra, o si se quiere ser más rápido se apaga con agua. Para recoger el cisco se hace una era donde se amontona y se ensaca directamente, mientras que los restos más menudos hay que cribarlos al haberse mezclado con tierra. El cisco así elaborado servirá para calentar la vivienda, y también alguna nave, cuadra o pocilga donde se esté criando ganado recién nacido. No obstante, hoy día, la utilidad de esCisquera.
Ensacando el cisco.
te producto energético, como combustible para braseros, es escasa, ya que existen otros sistemas de calefacción más eficaces. Atrás quedaron los tiempos en que se carboneaba el monte abulense para elaborar carbón de encina, actividad ésta que aún se realiza en los encinares de Salamanca y Extremadura. Un ejemplo ilustrativo de la magnitud de este trabajo, lo encontramos en el Catastro de Ensenada del año 1751, donde se recoge que el monte de Mingorría sólo había sido cortado una vez con Licencia y Facultad Real, y en esa ocasión se fabricaron cuarenta y cuatro mil arrobas (506 toneladas) de carbón, para lo que se necesitó una cantidad de leña cuatro veces superior, obteniendose un producto de veintidos mil reales, cuya utilidad es la que corresponde a un periodo de cincuenta años. Después de este carboneo abusivo no es de extrañar que apenas quedaran chaparros, si bien el monte no fue roturado y se ha ido regenerando, ocupan-
RUTA DE LOS CARBONEROS do unas mil obradas entre masa arborea, pastos, otros cultivos, tierra yerma y peñascales, según el catálogo de 1859. Comparativamente, y siguiendo a Ensenada, diremos que el encinar de Avila capital, localizado entonces en las dehesas de Pancaliente, Aldeaciego, Pedrosillo, Palenciana, El Burguillo y Yonte, ocupaba sólo de masa arborea una superficie de 3.576 obradas, y su producto medio por año en concepto de leña y carbón era de 470 reales. Mediado el siglo XVIII, para carbonear el monte se escrituran las condiciones, se obliga la intervención de personas entendidas y peritos, se seleccionan rigurosamente las encinas a cortar y el modo de realizar la tala sin dañar los árboles, se establecen mecanismos de control y metodos de contabilidad, y se fijan las multas correspondientes por incumplimiento. La corta de leña y la elaboración del carbón se hacía en cuadrillas dirigidas por un jefe de fábrica, que se instalaban en las cabañas que construían en el monte. El proceso de fabricación del carbón se inicia con la corta que empezaba el 30 de noviembre y finalizaba el 20 de marzo. Cuando se talaban árboles el carbonero obtenía la corteza que luego vendía para curtir pieles, la madera se empleaba como materia prima de los aperos de labranza, y la leña se destinaba para hacer carbón vegetal. El horno o carbonera se formaba con leña amontonada ordenadamente en posición vertical alrededor de una o varias estacas centrales que luego se sacaban y quedaba hecha la
145 chimenea. La carbonera se cubría con hojarasca, hierba seca o cesped, y tierra, encendiendose finalmente por la chimenea con ramillas finas. Para unos diez o quince mil kilos de leña, la combustión dura unos quince días, la cual se regulaba a través de una serie de aberturas o respiraderos practicados en las paredes del horno.
Carbonera.
La leña se solía quemar en primavera, la cual una vez convertida en carbón vegetal se retiraba a lo largo del verano, habitualmente antes de finales de octubre, para lo que se colocaba en serones. Finalmente, el transporte del carbón fabricado se efectuaba en carros tirados por yuntas. El oficio de carbonero era, como es normal, sucio y sacrificado, además había que vigi-
146 lar la carbonera día y noche, pues el viento podía provocar una rápida combustión que mermara y consumiera la leña antes de tiempo. La montanera fue otra de las actividades propias de la explotación del encinar, denominandose así el aprovechamiento que se hacía del fruto de bellota para cebar cerdos. El ganado porcino siempre fue el que mejor se adaptaba al encinar. Las piaras de cerdos «pastoreados» por el porquero se alimentaban de las bellotas que habían sido vareadas de las encinas, engordando las últimas seis semanas antes de la matanza. Para ello, la mayoría de los vecinos sacaban su cerdo a las afueras del pueblo, donde el porquero los recogía para ir al monte. Los escasos pastos de estas tierras ahora son explotados por la ganadería extensiva, con la que se ha sustituido el esquema tradicional agrícola ganadero. Así, el ganado de labor se ha visto remplazado por cabañas de ganado vacuno con alta producción de carne. Por ello, hoy llama la atención al visitante la contemplación de un rebaño de cabras pastando entre las encinas de las dehesas de «La Malita» y «El Ciego», sitas en Mingorría, así como en los montes de Cardeñosa. Estas cabras son el único ganado autóctono que todavía puede verse en la zona centro de la Montanera en Navares.
Cabrero.
provincia, lo que contrasta con la abundancia de cabezas que existían en tiempos atrás, de ahí por ejemplo el nombre de la dehesa de «Cabreras». Antiguamente, los encinares constituían el bosque más característico de la mitad norte de la provincia de Avila, cuya masa forestal debió ser muy frondosa hasta finales del siglo XII, perdurando todavía hasta el siglo XIV, pero que disminuyó considerablemente en los siglos siguientes. En el siglo XVIII, los bosques de encinas se habían reducido de una manera importante, al haber sido roturadas y sutituidos por cultivos cerealistas más rentables, con los que se esperaba alimentar la numerosa población de entonces, cuando la capital abulense contaba unos 5.500 habitantes. En esta época (año 1751), el Catastro de Ensenada señala que el encinar produce pasto corto, leña, carbón, cisco y fruto de bellota, lo que representa una utilidad media de 0,7 reales por obrada, frente a la renta de ochenta y ocho reales que produce una obrada de tierra cultivada de trigo, de ahí cierta justificación en la disminución de los bosques. Sin embargo, a partir del mismo siglo XVIII todo lo relacionado con la tierra adquiere un valor diferente y se dictan normas proteccionistas que permiten garantizar mejor la conservación de los bosques.
RUTA DE LOS CANTEROS ■ A DESTACAR. Muchos pueblos de la provincia abulense se ven rodeados de grandes piedras granillosas, algunas son de color rojizo o amarillento, y otras son gris-perla con puntos negros y espejuelas, rocas graníticas se llaman. Un buen día, el hombre se subió a ellas y, tras observarlas armado de rudimentarias herramientas, decidió extraerlas, cortarlas y darles forma. Desde entonces hizo de la cantería su oficio y su vida, convirtiendo, sin saberlo, su trabajo artesanal y anónimo en arte, contribuyendo con ello a crear el paisaje arquitectónico de los pueblos y ciudades. ■ La ruta. Recorrido por antiguas canteras y contemplación de una de las actividades artesanales más singulares de los habitantes de Cardeñosa y Mingorría, la cantería. Esta actividad se vio favorecida por la abundancia de formaciones rocosas existentes en una franja que va desde «Las Cogotas» hasta la Venta de San Vicente y la Alameda. Las canteras explotadas a cielo abierto salpican el paisaje de la zona y en ellas todavía puede oírse el repique de punteros, tal y como ocurre junto a la presa de las Cogotas, o al Este de Mingorría en el límite con San Esteban de los Patos, y también en La Alameda y en Brieva. ■ Cómo llegar. Desde la presa de las Cogotas, a ambos lados del río abundan antiguas canteras de Cardeñosa y Mingorría, siendo el acceso hasta aquí fácil y cómodo. Poco antes de llegar a Mingorría desde Avila, a la derecha se en-
cuentra la ermita del Cristo, rodeada de grandes berrocales de piedra, donde hubo una de las muchas canteras de la zona. En la Alameda, junto a la Venta de San Vicente, perteneciente al municipio de Tolbaños, se halla una impresionante cantera abandonada. Otra cantera explotada industrialmente para balasto se halla en Mingorría, junto a la vía del ferrocarril según puede verse desde la carretera, a la que se accede por el desvío sito en el p.k. 148,7 de la N-403 en el paraje del «Verdinal». ■ Qué ver. El trabajo artesanal de la piedra puede contemplarse en los tajos existentes junto a «Las Cogotas» o en las canteras de Mingorría, también junto a las fábricas de granitos y mármoles que se explotan a las afueras de Cardeñosa y Mingorría. ■ Aliciente. El trabajo artesanal que históricamente han desarrollado los canteros de Cardeñosa y Mingorría puede admirarse en la construcción de monumentos y toda clase de edificios y en las canteras que proliferan en estos pueblos.
148 os canteros de Mingorría, junto con los de Cardeñosa L y alguno de Brieva, son casi los únicos artesanos abulenses que trabajan el granito como hace cientos de años, igual que lo hicieron sus antepasados. Ello trae a la memoria del cantero errante los recuerdos de otros tiempos en que se desplazaba a pie de las obras repartidas por toda la geografía española, y se enorgullece de aquellos trabajos de piedra que hizo para construcciones que destacan en la historia de la arquitectura: la Universidad Laboral de Gijón y la Universidad de Alcalá de Henares; las catedrales de Burgos y León; las estaciones de ferrocaril de Avila, Chamartín, Bilbao, Cuenca y Medina del Campo; los paradores de Avila, Gredos, Trujillo, Arcos de la Frontera, Picos de Europa, Toledo, Tordesillas, Valle de Arán, Puebla de Sanabria y Zamora; los palacios de Bracamonte en Avila, la Moncloa, la Zarzuela y el Congreso de los Diputados; los museos de Avila, el Pueblo Español en Palma de Mallorca y de Santa Cruz de Mudela en Toledo; los muelles y los puertos de Barcelona y San Sebastián; los polígonos industriales de Avilés, Gijón, Mieres, Pamplona y Valladolid; además
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del monumento pétreo de Cuelgamuros y Cruz de los Caídos en El Escorial, iglesias, puentes, edificios públicos e innumerables calles y plazas de Avila, Madrid, Valladolid, Santander, Medina del Campo, Calatayud, Bilbao, Burgos, etc., sin olvidar los edificios de viviendas y casas de todo tipo, los trabajos de cementerio y una gran multiplicidad de piedras ornamentales. Actualmente los canteros de Mingorría y Cardeñosa continúan su actividad artesanal en las canteras abiertas al cielo en las formaciones rocosas que circundan las localidades, aunque el número de trabajadores ha disminuido considerablemente en la actualidad. Alguno de los últimos encargos fueron con destino a Méjico, y consistieron en los elementos de piedra labrada que forman los pilares sobre los que apoya una caseta de madera, cuyo conjunto forma la construcción popular conocida como «hórreo». Otros encargos de piedra labrada en forma de bancos, bordillos, jambas, dinteles, cornisas, peldaños o losas, vienen siendo atendidos en la actualidad para la pavimentación de calles o para edificios históricos o casas señoriales.
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Y cuando el trabajo escasea, dado lo costoso de la actividad artesanal y la competencia de la producción industrial de las grandes canteras, el cantero descansa con el cuerpo resentido de tanto «picar» mientras recuerda tiempos mejores. La cantería, junto con la agricultura y la ganadería, ha sido un trabajo tradicional y característico de los hombres de Mingorría y Cardeñosa. Con la llegada del ferrocarril en el año 1862 y la instalación de la doble vía en 1925, se necesitan grandes cantidades de piedra para el balasto y los numerosos puentes, por lo que aumenta considerablemente el número de canteros y comienza la explotaciónde una gigantesca cantera de grava y gravilla en Mingorría explotada últimamente por RENFE. En la actualidad la actividad artesanal ha ido abandonándose y sustituyéndose por fábricas mecanizadas, muchas de ellas creadas por antiguos canteros. Lo que unido al envejecimiento de la población y la falta de aliciente para los jóvenes, ha reducido considerablemente la práctica artesana de este oficio.
Como ejemplo de intervención en la conservación del patrimonio podríamos haber escogido cualquiera en la ciudad de Avila. Lo mismo nos habría dado, porque lo que ahora interesa es hablar del noble oficio de la cantería, destacando su importancia en la rehabilitación y recuperación de nuestro patrimonio histórico, la cual pasa entonces por el trabajo anónimo y callado de numerosos artesanos. El oficio de cantero es uno de los más viejos de la historia, sobresaliendo respecto a los demás en la siguiente copla: «Los canteros son el oro, los albañiles, la plata, los sastres y zapateros la moneda que no pasa». Reencontrarse con esta profesión en el tiempo es buscar en castillos y murallas, en catedrales e iglesias, en palacios y casas señoriales, y también en las antiguas plazas y calles adoquinadas de la ciudad, en puentes y en numerosos elementos de la arquitectura popular.
150 Hoy, los canteros, enfrentándose a las nuevas técnicas de construcción y a la industrialización que han invadido prácticamente todos los campos, sólo tienen una salida: la conservación del patrimonio histórico como colaboradores directos de los especialistas en restauración. Atrás quedó la organización gremial de la cantería, donde cada cuadrilla estaba formada por una decena de hombres dirigidos por un jefe y entre los que había cortadores, labrantes y pinches. Ya no quedan pinches ni aprendices, porque las jóvenes generaciones hace tiempo que huyeron de este duro trabajo, mientras que los labrantes también hacen de cortadores y se ocupan de sus propias herramientas, haciendo incluso trabajos de fragua. En otro tiempo, mediado el siglo XX, al gran número de canteros existentes se sumaban casi todos los labradores, quienes se ocupaban del transporte de la piedra mediante carros tirados por vacas o mulas. Por ello no es de extrañar que en los años cuarenta se labraran hasta cinco vagones de tren semanales de adoquín mosaico en Mingorría. La historia de Avila es, en parte, la historia de sus piedras, como dice José Antonio Romero. Y es que de piedra son mu-
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chos de los restos encontrados de la Edad Paleolítica, hasta la Edad del Hierro, y ejemplos de ello son los castros de Ulaca y las Cogotas, de cuya cultura son los enigmáticos verracos. Hasta los restos romanos y visigodos son muestras palpables de la importancia del trabajo de la piedra en estas épocas. Mientras que de la Edad Media y el siglo XVI son el mayor número de construcciones monumentales que llenan el casco antiguo de la capital abulense, sin olvidar los numerosos ejemplos que nos ofrece la arquitectura popular. La conservación del legado monumental sobre el que se construye la historia de Avila, obliga sin duda a contar con la pericia de los artesanos de la piedra: los canteros. La pervivencia, casi testimonial, de este oficio en los pueblos de Mingorría y de Cardeñosa destaca frente a la abundancia de yacimientos graníticos existentes sin explotar en otros lugares de la provincia, donde esporádicamente se practicó el oficio (Sotillo de la Adrada, La Colilla, Arenas de San Pedro, Navaluenga, Navatalgordo, Avila y Santa María del Berrocal), por ello se hace necesario un mayor apoyo institucional a esta actividad artesana que actualmente carece de ali-
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cientes profesionales por la dureza del trabajo. Aquí, no obstante, hay que destacar el papel de las escuelas-taller, donde suele figurar la cantería como uno de los módulos a impartir entre los alumnos, si bien éstos rara vez continúan trabajando en el oficio cuando finaliza la escuela. Las canteras son una formación rocosa de donde se extraen las piedras para ser labradas. La explotación se hace a cielo abierto aprovechando el granito que se encuentra a flor de tierra. El frente de cantera es por donde se comienza la extracción, y empieza de fuera adentro y de arriba abajo, formando planos escalonados o terrazas. En el mismo lugar se ha preparado un espacio libre y llano que permita la colocación del bloque de piedra para ser calzado, instalado de una forma estable y dispuesto para ser trabajado con comodidad, además permitirá el almacenaje de las piezas preparadas para su transporte. La extracción manual de la roca granítica se realiza como antiguamente, mediante la colocación de cuñas de acero que al ser golpeadas con el mallo rompen la piedra en bloques, los cuales serán desbastados con la maza de hierro y el pico o punterola. Posteriormente se inicia el labrado con la marte-
151 lina, el cincel o puntero, el martillo de dos brocas, el trinchante y la bujarda, dando forma a la piedra con la ayuda de plantillas, baiveles, niveles, plomadas y compases entre otros instrumentos. Para el arrastre de piedras se utilizan rodillos, gatos y otras máquinas auxiliares, mientras que para el transporte vertical se usan cribas y polipastos o aparejos. La única innovación técnica consiste en un compresor y una sierra radial, lo que facilita considerablemente la extracción y el cortado de la piedra. A fuerza de repicar la roca la salud de los cortadores y labrantes se resiente, agravada por las inclemencias del tiempo. El polvo del granito golpeado mezclado con el aire que se respira provoca silicosis, y muchos han pagado con su vida esta enfermedad. La postura agachada y encogida que suele adoptar el cantero y el gran esfuerzo físico que supone mover piedras produce la desviación de la columna vertebral (citosis). Las esquirlas que saltan suelen dañar los ojos y muchos martillazos que se escapan al aire ocasionan dolorosas llagas en las manos. Por todo ello a los canteros se les llama «los sufridores de la piedra».
« Ve n u s » , d e To m i q u e .
TALLISTAS DE LA PIEDRA Y ESCULTORES La capacidad artística innata y natural de muchos canteros ha propiciado manifestaciones escultóricas de gran valor. Sus artífices traspasaron en estas obras el carácter artesanal del oficio de la cantería elevándolo a verdadero arte. Sin abandonar la condición de artesanos, y reconociéndose como auténticos tallistas y modeladores de la piedra, hay que destacar los siguientes ejemplos: Los hermanos Tomás «Tomique» y Máximo Velayos García, naturales de Cardeñosa, comenzaron a trabajar en la cantera a muy temprana edad, siguiendo los pasos de su padre. Ambos realizaron estudios básicos que les sirvieron para profundizar en la «talla» de la piedra, y ejercer la docencia de la cantería en diversas escuelas taller, habiendo mostrado sus obras en numerosas exposiciones. Julián Rubio «El Torero», natural de Mingorría, a pesar de carecer de formación académica, ha destacado como artista en la labra de réplicas de los leones que circundan la catedral de Avila. José Lagares, también de Mingorría, ha desempeñado el oficio de cantero durante toda su vida, sobresaliendo por la labra de interesantes tallas esculturales.
José Lagares.
Daniel Hidalgo, natural de Cardeñosa, se inició como cantero con poco más de veinte años. Pronto se despertaron en él especiales cualidades artísticas que ha sabido expresar gracias a las enseñanzas recibidas en la Escuela de Artes y Oficios de Avila de los escultores Antonio Arenas y Manuel Colomé, sin olvidar la influencia artística de Matilde García, esposa del primero y Vicente Cutango. El prestigio alcanzado por Daniel Hidalgo viene avalado por las numerosas exposiciones realizadas y los premios y galardones obtenidos, hasta consagrarse actualmente como un gran escultor reconocido merecidamente más allá de nuestras fronteras.
D a n i e l H i d a l g o e n e l t a l l e r.
RUTA DE LOS PINTORES ■ A DESTACAR. El paisaje, las gentes y sus costumbres, y las formas de vida características de los pueblos de la ribera del Adaja han sido en muchas ocasiones, y por diversos motivos, fuentes de inspiración artística de importantes pintores. La visión plástica de las cosas que motiva su reflejo en un cuadro es también un aliciente para el viajero que quiere seguir los pasos de quienes le precedieron. Son numerosas las pinturas que se han hecho basadas en temas relacionados con las tierras del Adaja, como también lo son sus autores, cuyo exponente último tiene lugar cada año en el Certamen de Pintura Rápida que se celebra en la capital abulense.
■ Qué ver. Bellos y sugestivos motivos artísticos, tales como el paisaje morañego, vistas de la ribera del Adaja y sus molinos, calles y plazas, ermitas y manifestaciones festivas en su entorno, y el traba- jo en el campo son algunos de los aspectos relevantes plasmados por los pintores que se han acercado a estas tierras.
■ La ruta. La recreación colorista y la expresión plástica de impresiones captadas de la contemplación de la naturaleza y de la vida en el campo, y su reflejo mediante las más diversas técnicas pictóricas por destacados artistas se muestra a los visitantes desde el natural. ■ Cómo llegar. Acercarse hasta las fuentes de inspiración artística de destacados pintores profesionales significa llegar hasta Peñalba y Gotarrendura, y después hasta Velayos, Zorita y Mingorría, sin olvidar el trazado que hace el río Adaja entre berrocales graníticos y encinares.
■ Aliciente. Contemplación de atractivos naturales que fueron descubiertos para la pintura e inmortalizados por ella, y descubrimiento de artistas que se relacionaron con los pueblos del Adaja.
154 El sentimiento religioso de los habitantes del medio rural ha sido siempre característico de una peculiar forma de entender la vida del hombre, sobre todo en tiempos difíciles para trabajar en el campo. En este contexto, que al viajero no debe escapársele, José Sánchez Merino (1902-1968) dibujó un
hermoso mural en la ermita de La Aldehuela, en Zorita, y también la imagen de una típica escena familiar, donde aparecen reunidos abuelos, hijos y nietos sentados junto al fuego de la chimenea con un rosario en la mano. Esta ilustración fue hecha para la cabecera de la revista mensual titulada «El Santo Rosario en Familia», editada durante unos años, desde 1958, por el párroco de Mingorría, don Francisco José Romero. Este sacerdote era natural de Villafranca de la Sierra, el pueblo donde desarrolló una importante etapa artística Benjamín Palencia en 1941, pintor que supo captar de una forma extraordinaria el paisaje castellano. El bello dibujo de Sánchez Merino se convirtió en una marca que dio prestancia a la revista que se difundía por toda la provincia y media España. Otros dibujos del mismo artista también fueron publicados en
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la revista cultural «Piedra Caballera», de Mingorría. Sánchez Merino fue profesor, acuarelista y el dibujante de Avila, y su obra gráfica quedó impregnada de todo lo abulense, llena del costumbrismo que bien se asemeja con los tipos y gentes de nuestros pueblos. La riqueza colorista de los veranos, cuando los campos y las eras amarillean agitadas por los labradores y sus caballerías, es una bella estampa de Zorita de los Molinos que cautivó a Rafael Sastre Hernández, como también le ocurrió a su tío Luis cuan- do fotografió las mismas imágenes. Rafael Sastre fue profesor de dibujo en el instituto abulense y pintó con sugestión e interés escenas sobre faenas agrícolas que tomaba del natural en Zorita allá por los años cincuenta. Rafael Sastre tenía el mismo nombre que su progenitor y era nieto de Celedonio Sastre y sobrino del filósofo Jorge Santayana. Rafael heredó una especial sensibilidad para la pintura de su padre, de quien Santayana escribió: «Era sensible a la poesía, a la religión y a las artes, sin tener grandes conocimientos técnicos; pero su sentimiento era auténtico, incontaminado por ninguna moda pasajera. En 1905-1906, cuando yo daba conferencias en La Sorbona, le invité a que viniera a pasar un mes en París. Vino y recuerdo su súbito interés un día en el Louvre, cuando le señalé unos relieves de Luca della Robbia, y la sencillez con que sacó un cuaderno y un lapicero e hizo un esbozo de una de las obras, con un apunte sobre el colorín. –Cuando vuelva a Zorita (la finca de su padre), dijo, haré uno como éste».
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Adelina Labrador.
Los molineros de Zorita todavía recuerdan cuando, en las inmediaciones de la ribera del adaja, veían a una mujer sentarse sobre unas piedras, frente al bello paisaje que dibuja el río, y delante de un lienzo que no tardaba en llenarse de colorido. Luego supieron que se trataba de la pintora Adelina Labrador González (1914-1999), emparentada con la familia Sastre, de Zorita. Adelina fue profesora de dibujo, restauradora y paisajista; se relacionó con los grandes enamorados de Avila (Chicharro, Caprotti, López Mezquita, Benjamín Palencia y Martínez Vázquez), y coincidió con ellos en las mismas fuentes de inspiración: el paisaje y el costumbrismo abulenses. Obtuvo la primera medalla de oro en el «Salón de Otoño» de Madrid en 1960 y uno de los últimos paisajes que pintó fue donado para una rifa benéfica de la parroquia de Mingorría. Estamos en la campaña electoral de los primeros años ochenta y, anunciando su candidatura por el Partido Comunista, visita Mingorría un hombre de larga barba, poco pelo y gafas de montura negra y apariencia de artista. Este singular candidato era el pintor Arturo Martínez (Madrid, 1934), quien
155 ocupa la cátedra de dibujo del Instituto «Alonso de Madrigal» de Avila desde 1972. Su obra pronto contagió las aspiraciones artísticas de la revista cultural Piedra Caballera, donde se reprodujeron un número importante de xilografías, grabados y óleos, destacables por su fuerza reivindicadora. Alumna de Arturo fue Alicia Hernández Moreno (El Fresno, 1969), quien después de licenciarse en Bellas Artes impartió un taller de pintura en Mingorría en 1997, para dedicarse después a la docencia. La pintura popular, la que practican por intuición las gentes de nuestros pueblos por pura afición, tiene su mayor exponente en Justino López Jorge (Peñalba, 1938), conocido como «El pintor de Peñalba», el pueblo donde nació. Justino López estudió algunos cursos en la Escuela de Artes y Oficios y en octubre del 2000 hizo su primera gran exposición. Como su padre, siempre se ha dedicado al noble oficio de pintor de «brocha gorda», lo que compagina «Hortelanos», de Justino López.
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con la pintura artística, igual que también hacía su padre, pintor de aquellos llamativos carros de labranza y maestro del pintor que le sucedió en el oficio: Felipe Velayos, de Cardeñosa. De Cardeñosa también hay que citar a María Cruz Garcinuño Velayos, una consagrada artista interesada por la imagen plástica de estas tierras. Las semblanzas de las ermitas de la Virgen y El Cristo de Mingorría fueron plasmadas al óleo por el abulense Antonio «Bruja» (Avila, 1941), pintor autodidacta y autor de paisajes urbanos abulenses con técnicas que demuestran un buen oficio. Compañero de infancia de Bruja fue Jesús Muñoz, un acuarelista especializado en paisajes de Avila y Salamanca que ha expuesto en sucesivas ocasiones en estas ciudades, y que compagina su faceta artística con la de catedrático de matemáticas en la Universidad de Salamanca. En la obra de Muñoz encontramos atractivos reflejos de los encinares del Adaja, pues es grande el sentimiento que tiene el autor por la belleza de los pa-
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rajes que se divisan camino de los molinos de Mingorría. Gotarrendura no sólo es un importante lugar teresiano, sino que además es el pueblo donde, en 1941, nació el pintor Eugenio López Berrón, y el pri-
«Mercado Chico». López Berrón.
mer motivo pictórico de este importante artista. López Berrón, licenciado en Bellas Artes, ha realizado numerosas exposiciones en España y en el extranjero; su obra figura en importantes colecciones y museos, ha merecido multitud de premios y ha sido divulgada ilustrando tarjetas de felicitación de Unicef. La artiquitectura y el paisaje urbano de media España y parte
Vista de Gotarrendura, del joven López Berrón.
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Mingorría, romería de «Las Aguas», de Fernando Sánchez.
de Europa han sido pintados por López Berrón envueltos en bruma o calima, lluvia o nieve, al amanecer o al atardecer. También las gentes anónimas que llenan las calles ocupan un espacio en la obra impresionista de este pintor, pero lo que al viajero le interesa ahora es saber que la llanura morañega, los campos cerealistas dorados en verano, las faenas agrícolas, las palomas y el «palomarcico» de Gotarrendura también han sido motivos plásticos de López Berrón, donde se nota que lleva dentro esta tierra. Tabasco es el pintor de Hoyo de Pinares, y también el autor de diferentes vistas del pueblo de Velayos llenas de realismo. El molino Nuevo o de los Policas, que bebe del Adaja en Zorita, fue un motivo pictórico bellamente plasmado por Javier Paradinas, un artista nacido en Avila que se licenció en Bellas Artes en 1976 y que se mueve entre la abstracción y el paisaje. Han sido numerosas las exposiciones de este pintor y los premios y galardones que ha merecido su obra, en la que exterioriza su preocupación por el lenguaje plástico y el color. También ha
colaborado con el poeta Jacinto Herrero, dibujando sus poemas inspirados en Monsalupe. Los molinos del Adaja han sido un tema frecuente en la pintura de los artistas abulenses, por el que también se han sentido atraídos numerosos aficionados a este arte. El paisaje ribereño dibujado por el río entre encinares y escarpes rocosos ha prestado su magia e influjo a artistas como José Luis Pajares (Avila, 1956), doctor en Bellas Artes premiado internacionalmente en Alejandría y El Cairo, quien no ha dudado en aventurarse por el territorio de los molineros de Mingorría y Cardeñosa para descubrir la naturaleza. La muchedumbre que se agolpa en los ritos festivos que se celebran en la ermita del Cristo de Mingorría, ofrece una vista desde la lejanía, con el pueblo al fondo y berrocales graníticos de frente, que no ha pasado desapercibida para el pintor Fernando Sánchez «El Pirata». «El Piry» se graduó en Bellas Artes en 1974, comenzando su andadura profesional como profesor, si bien pronto dejó la docencia para dedicarse por entero a la pintura. Su obra ha sido expues-
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Oleo de Eugenio Vega.
ta en Avila y Madrid, además de ser merecedora de importantes premios y galardones. Santiago Muñoz (Sanchidrián, 1959) recreó una emotiva imagen de la ermita del Cristo de Mingorría, años después de terminar sus estudios de Bellas Artes. El propio entorno, en su dimensión no sólo física, sino también imaginativa y llena de recuerdos, fue el primer motivo artístico de Eugenio Vega Pindado (Madrid, 1962), al tiempo de licenciarse en Bellas Artes en 1985. La obra de Eugenio Vega está compuesta por óleos, acuarelas, dibujos, fotografías y grafismos, que reflejan los aspectos más triviales de la realidad y la propia naturaleza, redescubiertos muchos de ellos en Avila, Mingorría, donde tiene su herencia familiar, Los Patos y los pueblos de alrededor. Otro artista que también tiene su herencia familiar en Mingorría es el pintor Pablo Martín Camarero (Avila, 1962), quien antes de terminar la carrera de Bellas Artes ya había participado en señaladas exposiciones y obtenido prestigiosos galardones, como la mención de honor del Premio Durán. Pablo Martín se interesa por los paisajes urbanos y los interiores, pero ante todo pretende contar una historia.
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Miguel Ángel Espí, aunque nació en Bilbao en 1949, ya hace años que se afincó en Ávila donde ejerce como profesor y dedicado a la pintura y la escultura. Reside entre los encinares de “Pancorbo”, junto a los pueblos de Velayos y Santo Domingo de la Posadas, impregnado del paisaje de esta tierra. Su obra, mostrada en numerosas exposiciones desde 1968, ha sido merecedora de importantes premios, entre ellos el IX Premio Nacional de Pintura Adaja (1992) y el Nacional de Escultura Ciudad de Ávila (2002). Finalmente, de Rafael Rollón, (Ávila, 1966) un magnífico colorista al decir de la crítica, sabemos que pintó el paisaje huertano que circunda Mingorría. Además de pintor, este joven artista también destaca como director de cortometrajes y autor de cómic. El último galardón obtenido fue el Premio Nacional de Pintura Ciudad de Ávila de 2001. Jesús Muñoz en el monte.
Santayana en Zorita (Foto L. Sastre, 1930).
RUTA DE LOS ESCRITORES ■ A DESTACAR. Las inquietudes culturales de las gentes que habitan nuestros pueblos rara vez se manifiestan en textos impresos, por ello llaman la atención aquellas iniciativas propias que finalmente se traducen en la publicación de libros y revistas. Resulta atractivo entonces para el viajero descubrir estas formas singulares de promoción y divulgación de la identidad histórica y cultural propias de los habitantes de esta tierra. Sin olvidar a aquellos escritores que se inspiraron en ella. ■ La ruta. Buceando entre las fuentes bibliográficas que tienen su origen en autores vinculados especialmente a los pueblos de la ribera del Adaja, observamos libros dedicados a santos y publicaciones editadas por los propios párrocos, libros de tradiciones y costumbres, libros de creación literaria y libros de fotografías, así como interesantes revistas culturales. A través de estas fuentes al viajero se le presentan nuevas formas de conocimiento que pretenden contribuir a un viaje más enriquecedor.
■ Cómo llegar. Acercarse a las manifestaciones culturales y literarias surgidas en torno a los pueblos del Adaja es recorrer Cardeñosa, Peñalba, Monsalupe, Las Berlanas, Gotarrendura, Zorita de los Molinos, Mingorría, Santo Domingo de las Posadas y Velayos. ■ Qué ver. Es interesante descubrir aquellas localidades en las que sus naturales y pobladores fueron capaces de expresar sus pensamientos e inquietudes a través de libros y otras publicaciones. Los textos que se conservan son un buen ejemplo de la actividad creativa de las gentes que vivieron en estas tierras, donde también se presume de su relación con importantes autores como Santa Teresa, Azorín, Santayana y Jacinto Herrero. ■ Aliciente. Visitar los pueblos del Adaja siempre resulta aleccionador, y llegar a conocer los libros y publicaciones editados en su seno, y a los escritores que se relacionaron con aquéllos, es un atractivo que no puede escapársele al viajero.
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omenzamos esta ruta libresca y aventurera por los pueC blos de la margen izquierda del Adaja, y el primer pueblo que se nos aparece es Cardeñosa. Buceando aquí entre sus calles medievales descubrimos que el párroco de la localidad, don Francisco Esteban Martín, en 1917 publicó el libro titulado «La Mujer Fuerte. Venerable sier- va de Dios doña María Vela y Cueto. Monja Bernarda del convento de Santa Ana de Avila, del siglo XVI-XVII». El libro biográfico de esta monja nacida en Cardeñosa fue dedicado por el autor a sus feligreses y ha sido reeditado recientemente con prólogo de don Teodoro Mayo Velayos, también sacerdote y natural de dicho pueblo. El párroco don Francisco llegó a publicar además una treintena de libros religiosos y fundó la publicación mensual «Nuestra Revista», destinada a los párrocos de toda España. Sin abandonar el pueblo descubrimos el libro «Cardeñosa desde dentro», escrito por José Hidalgo Encinar en 1998. A través de los recuerdos del autor es fácil conocer la pequeña historia de la localidad y la de sus gentes, contada mitad en verso y mitad en prosa, llena de anécdotas desenfadadas e ilustradas con fotos antiguas y conta-
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das a través de personajes nombrados por sus motes o apodos. Como colofón, el viajero debe saber que la Asociación Cultural Santa Paula Barbada ha publicado un libro con los poemas y cuentos premiados en el I Concurso Literario «Villa de Cardeñosa» del año 2000, donde también se incluyen imágenes de la patrona, la iglesia parroquial, las ermitas y el crucero. Continuando nuestro viaje llegamos a Peñalba de Avila, donde la Asociación Cultural «El Cuervo» publica desde 1997 una revista trimestral titulada «Tribuna de Peñalba». Esta re-
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vista de 20 páginas, que todavía se sigue editando, cuen- ta la historia, las tradiciones y las costumbres del pueblo, junto con otros acontecimientos de actualidad. Ciertamente, estamos ante una manifestación cultural de gran valor y acierto que no puede pasar desapercibida.
Las Berlanas es la siguiente localidad de la ruta de esta aventura. Aquí, la Asociación Cultural «La Fragua» ha convertido el antiguo edificio comunal en exposición permanente de carácter etnográfico. Esta asociación ha publicado una revista o boletín con importantes datos sobre actualidad local, patrimonio, historia, costumbres y tradiciones.
161 Maximiliano Fernández (Las Berlanas, 1956), colaborador de «La Fragua», periodista y profesor universitario, ha escrito «Prensa y comunicación en Avila (s. XVI-XIX)» y «Sociedad y Opinión. Avila en el siglo XIX», entre otros libros de gran interés. En Las Berlanas el viajero encontrará también información del prolijo compositor de versos nacido en la localidad y llamado Augusto Gil Galindo, autor del libro «Un hotelero en el camino», una obra de rimas que destila un marcado sentimiento religioso. Monsalupe es otro pueblo que aparece en esta singular ruta, donde el reconocido y consagrado poeta y sacerdote Jacinto Herrero Esteban (Langa Avila, 1931) se inspiró para escribir el libro de poemas «El
Jacinto Herrero con Querejazu.
monte de la loba», cuando regentaba la parroquia de la localidad en 1959. En sus versos, Jacinto Herrero canta a las vendimiadoras del lugar, recoge el sonido del tren que surca las tierras morañegas desde Monsalupe, y lamenta las devastadoras inundaciones ocurridas entonces en Las Berlanas. También en Monsalupe descubrimos que Azorín se inspiró en un pastor imaginario para escribir un breve relato, según quedó recogido en la «Ruta de los pastores».
162 Siguiendo el antiguo camino que se dirigía a Arévalo llegamos a Gotarrendura, donde Santa Teresa lo llena todo. El pueblo ocupa un lugar importante en el libro biográfico de la Santa escrito en 1929 por el padre Gabriel de Jesús. Lo mismo ocurre en el libro publicado en 1916 por el Marqués de San Juan de Piedras Albas dedicado a Alonso de Venegrilla, natural de Mingorría y administrador en Gotarrendura del palomar de Teresa de Jesús. Sin salir de la localidad comprobamos que la Asociación Cultural «Santa Teresa» promociona importantes concursos de poesía y relatos, entre otras actividades de divulgación cultural. Desde Gotarrendura llegamos a Zorita de los Molinos, donde grátamente nos sorprendemos con las entreñables cosas que cuenta la revista «Olalla», editada a lo largo de ocho años (19861993) por José Luis Sastre. Su tirada, limitada a 50 ejemplares y ocho páginas, alcanzó los 29 números, más el suplemento extraordinario que recogía la transcripción literal del Catastro de Ensenada. «Olalla» es el título de los «Cuadernos de Zorita», donde se recoge una parte impor-
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tante de su historia y sus tradiciones y costumbres, ilustrada con hermosas fotografías antiguas realizadas por Luis Sastre, padre del editor.
Desde Zorita cruzamos el río Adaja y llegamos a Mingorría, localidad destacable por su gran número de publicaciones. Aquí, en la vieja casa del curato, el párroco don Valeriano Bermejo Lázaro, natural de Santo Domingo de las Posadas, escribió en 1918 el libro «Puntos gramaticales», publicado en la imprenta abulense de Sigirano, en él se recoge una breve recopilación de reglas gramaticales destinadas a los aspirantes a Bachillerato y Magisterio Nacional, dice el autor. Y, como no podía ser menos, abundan los ejemplos en los que se cita el pan de Mingorría, la ciudad de Avila, Arévalo y Santa Teresa. En 1958 el párroco de Mingorría y Zorita, don Francisco Romero, edita una revista titulada «El Santo Rosario en familia». Esta publicación mensual se mantiene hasta 1964, con una importante difusión más allá de la provincia de Avila. Cada número, de cuatro páginas, trata
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de la religiosidad de los pueblos abulenses, e incluye relatos populares, refranes y chistes. El libro de poemas «Desde mis manos vegetales», escrito y publicado en 1981 por María Nieves Alvarez Martín, natural de Mingorría, es un hermoso canto a la palabra, al amor y a la libertad. En 1982, Antonio Gutiérrez Sanchidrián (Mingorría, 1963) promueve y dirige la revista abulense de creación literaria «Barataria», donde se dieron cabida las inquietudes culturales de la época. Una revista cultural más dinámica y generalista, sin olvidar los aspectos locales, surgió bajo el título de «Piedra Caballera» (1982-1989), dirigida por Jesús M.ª Sanchidrián. La re-
vista tuvo periodicidad cuatrimestral y una media de 70 páginas, habiéndose publicado un total de 16 números, además de monográficos sobre arquitectura popular, cantería, fotografías, carnavales, deportes populares, etc. Han sido numerosos los colaboradores que han pasado por sus páginas, tantos como la variedad de temas dedicados a la historia, la literatura, la ciencia, la etnografía, la sociedad, la naturaleza, el arte, la fotografía... La revista «Piedra Caballera» también editó varios libros de poesía, como el del autor José Pindado García (Mingorría, 1954) titulado «Hojas sueltas» y publicado en 1984. Por su parte, Germán Alonso Gallego (Mingorría, 1925) escribió y publicó «A corazón abierto», libro amoroso que reune 114 sonetos compuestos con buena técnica y empeño. «Mingorría, crónicas de un pueblo abulense» es el título de un voluminoso libro de tradiciones y costumbres de la localidad, repleto de fotografías, prologado por el historiador José Luis Gutiérrez Robledo y escrito en 1991 por Teófilo Domínguez y Jesús María Sanchidrián, entre otros autores. «La historia quieta, la memoria del tiempo» es el libro de fo-
164 tografías de Mingorría que vió la luz en 1996, donde se refleja toda la historia gráfica de un pueblo, que es un poco cualquier pueblo. Desde Mingorría nos trasladamos a Velayos, y aquí el callejero enseguida destaca la calle dedicada a la figura de don Juan Martín Carramolino (1805- 1881). Carramolino nació en Velayos y fue catedrático, fiscal, diputado, senador, ministro y académico. Escribió en 1872 la «Historia de Avila, su provincia y obispado» en tres volúmenes, siendo esta obra referencia obligada para conocer la historia de estas tierras. Sin salir de Velayos, conviene destacar que en este pueblo de ricos comerciantes, en el año 1913 comenzó a editarse el semanario de información general «La Verdad». Desde Velayos se accede a los encinares de Las Gordillas, donde en el «cuartel del Molino» cazaba el escritor Miguel Delibes, cuya experiencia plasmó en su excelente obra literaria sobre Castilla, mientras su presencia permanece en la denominación del Colegio Rural Agrupado de los pueblos la zona que lleva su nombre. AZORIN: «LOS VASCOS DE MINGORRIA» El escritor José Martínez Ruiz «Azorín» (1873-1967) solía apoyar sus visiones literarias de los pueblos y lugares en las guías de viajeros de la época, las cuales ilustraba con la perspectiva fugaz que divisaba desde el tren. Así, sin necesidad de visitar y recorrer los lugares, escribió sobre la capital abulense
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«Azorín» por J. Echeverría.
(«Una hora de España», 1924). Tampoco llegó a conocer Riofrío, un «pueblecito» de Avila, al que viajó con la imaginación en el libro que dedicó a Antonio Machado en 1916. Monsalupe también fue el lugar de nacimiento de un personaje imaginario nacido de la pluma de Azorín. Este autor se vió sugestionado por Mingorría, un pueblo vasco en el corazón de Castilla, mientras leía las guías de los Ferrocarriles del Norte, o el «Manual para viajeros» de Richard Ford publicado en 1845, cuya lectura reseña en «Castilla» (1912). «La Mingorríana» era entonces una de las posadas menos malas de la ciudad de la capital abulense decía Ford; la «Fuente de las Mingorrianas» se hallaba en el paraje de la capital abulense de «Las Santidades» en la zona de la Encarnación; y el camino carretero de Mingorría, que iba de Avila a Arévalo, destascaba por la actividad comercial de arrieros y trajinantes. El artista Francisco de Paula Van Halen, de
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origen flamenco, dibujó en 1842 una bella vista titulada «Avila desde el camino de Mingorría», uno de cuyos tramos se significó como la «Cuesta de las Mingorrianas», dada la frecuencia con que pasaban las panaderas de este pueblo cuando iban a vender pan a la ciudad. Por otro lado, a Jorge Santayana, cada vez que venía en tren de París en las décadas de 1880 y 1890, la llegada a Avila se le advertía siempre latiendo el corazón, mientras buscaba los nombres de las últimas estaciones: Arévalo, luego Mingorría... Como vemos, todas las sensaciones por el nombre de Mingorría se agolpan en la memoria, donde queda a salvo la imagen de la realidad de este pueblo, que es un poco cualquier pueblo. En la búsqueda de una especial sensación por un nombre, Azorín imaginó el cuento «Los vascos de Mingorría», una de las narraciones que Azorín escribió con más cariño, la cual fue publicada en el periódico «Ahora» el 24 de junio de 1936, luego incluida en el libro «Cavilar y contar».La pequeña historia de este cuento queda resumida a continuación:
165 «Una mañana de junio de 1895 salía de su casa don Bernardo Echeveste, vecino de San Sebastián. Tenía setenta y cinco años y había sido durante mucho tiempo capitán del transatlántico español “Tubalia”. Don Bernardo Echeveste se dirigía a la estación. Ningún viaje de los que por el planeta había hecho le impresionaba más que éste. Había estado en Groenlandia, en el mar Pacífico, en la Patagonia, en Norteamérica. Y ahora, retirado ya, se sentía un poco emocionado. El tren corría hacia Castilla. Al día siguiente de su salida de San Sebastián, don Bernardo Echeveste estaba sentado ante una puerta de Mingorría. El cielo era alto, limpio y de un azul profundo. La mañana se deslizaba plácida. El pueblo se hallaba sumido en el silencio. De tarde en tarde discurría por la calle un labriego que se encaminaba al campo. Se oía a lo lejos el tintineo de una herrería y allí cerca resonaban los martillazos de un carpintero. De pronto salió de la carpintería vecina un niño de unos siete años. Llevaba en las manos el cazo de cola y unas astillas. Don Bernardo le hizo una seña y el niño se le acercó:
Vista de Mingorría.
166 –¿Cómo te llamas tú? –Víctor Arosteguieta. Los ojos de don Bernardo se encendieron con viva luz y las manos del anciano temblaron ligeramente. Dos días después, en San Sebastián, don Bernardo Echeveste bajaba a la playa de La Concha llevando de la mano a Víctor Arosteguieta. Se acercaron los dos al mar. Don Bernardo cogió en el hueco de la mano un poco de agua y sobre la cabeza del niño, dijo: –Víctor, yo te bautizo. Tú serás, como tus antecesores remotos, marino. Tú, como ellos, navegarás por todos los mares del globo. La vida de Víctor Arosteguieta fue varia y fecunda. Desde el fondo de su espíritu se sentía él atraído por el mar, llegando a ser capitán del transatlantico inglés “Caledonia”. Pero allá en lo más recóndito de su personalidad, en esos momentos en que se encontraba a millares y millares de kilómetros de su patria, Avila, tenía para Avila un pensamiento de amor. Habían transcurrido cuarenta años, cuando una tarde de julio, un automóvil llegó hasta doscientos metros de Mingorría. Descendió del coche un caballero y se dirigió al pueblo. El caballero era don Víctor Arosteguieta, se sentó ante una casa. Contemplaba el cielo alto y limpio como si nunca lo hubiera contemplado. El pueblo se hallaba en silencio y el corazón de Víctor palpitaba con fuerza. Lo que el peligro no había hecho antes, lo hacía ahora esta placidez de su pueblo natal. El tiempo había pasado y todo estaba lo mismo. Habían desaparecido unos hombres y habían nacido otros. Como el mar, se sucedía eterno el oleaje humano. Pasó un niño y Víctor le preguntó: –¿Cómo te llamas tú? –Pedro Muñagorri –contestó el niño.
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Dos días más tarde, Víctor Arosteguieta y Pedro Muñagorri llegaban a San Sebastián y se embarcaban en una lancha para dirigirse al “Caledonia“. Pero el niño se sentía cohibido, huraño, ensimismado, encogido medrosamente, como un animalito selvático. No quería probar bocado. Cuatro días más tarde, acompañado de un marinero del “Caledonia“, Pedro Muñagorri tornaba a Mingorría. La tierra, esta vez, había podido más que el mar». SANTAYANA Jorge Ruiz de Santayana (1863- 1952) fue un pensador, filósofo y escritor universal, coetáneo de aquella generación de finales del siglo XIX, y un abulense de criazón como escribe Jacinto Herrero. La última estancia en Avila, y en España, de este ilustre intelectual tuvo lugar en 1930, ocasión ésta que aprovechó para visitar Zorita de los Molinos. El campo y el medio rural hasta entonces le habían sido ajenos a Santayana, lo que le producía un sentimiento de vacío en su conocimiento sobre una Jorge Santayana.
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Zorita de los Molinos.
parte de la vida humana, y así escribió a su hermana Susana: «El amor a los campos y el ambiente campesino fue una de las carencias tremendas de nuestra educación, y ahora lo siento como una incapacidad y desventaja permanentes». Por ello, quizás, cuando escribe su autobiografía en su retiro de Roma en 1942, dedica un bello capítulo al campo y los campesinos abulenses: «El campo invade la ciudad todos los viernes por la mañana, y llena el mercado de campesinos y mercancías rurales... El campo había creado la ciudad...». Efectivamente, es en la autobiografía del filósofo donde no sólo el campo, sino Avila y España, cobran el verdadero valor que tuvieron en su vida, puesto que apenas hay nada sobre ello en el lado literario del escritor, tal y como reconocía él mismo. Recordando entonces el último viaje de Santayana a Avila, y a propósito de la imagen captada en Zorita por tierras de Mingorría, es bueno reivindicar su obra, así como su contribución literaria al «abulensismo». Santayana nació en Madrid, se crió en Avila desde los dos hasta los nueve años, se educó en Boston, fue profesor en Harvard (EE.UU.), divulgó su pensamiento filosófico a todo el
mundo desde las universidades de América y Europa, escribió numerosos libros y artículos, pronunció incontables conferencias, y fue un viajero infatigable, un trashumante, un hombre con «espíritu de frontera», como dijo Jiménez Lozano. Además, según Fernando Savater, tenía un estilo correcto y era un cosmopolita culto, un poeta y un erudito penetrante. Después de alcanzar la cima de su carrera en Harvard, un día de 1912, recuerda Jiménez Lozano, en plena clase de sus cursos en la universidad se acercó a la ventana y se percató de que los árboles estaban florecidos: quedó pasmado de su belleza, como si en Avila florecieran palmeras en diciembre bajo la nieve, tomó su sombrero y se despidió de sus alumnos: «Señores, ha llegado la primavera», y nunca más volvió a una clase. Entonces se trasladó a Europa, viviendo principalmente en París, Oxford y Roma, donde falleció en 1952, teniendo siempre presente la ciudad de Avila. Santayana, quiso ver y tener en Avila un punto de apoyo elevado –un «locus standi»– desde el que asomarse al mundo y hacer su interpretación de la historia y de la vida humana, contrastando su ideal cultivado en la distancia con la realidad de una ciudad que visitaba en
168 continuos y frecuentes viajes. En su autobiografía recuerda con emoción: «Latiéndome el corazón como buscaba los nombres de las últimas estaciones, Arévalo, luego Mingorría, tras la cual, el cualquier momento, podía esperar ver a la derecha las perfectas murallas de Avila». Eran los mismos años en los que Azorín situó el escenario de su cuento «Los vascos de Mingorría». En la ciudad amurallada Santayana tuvo siempre su hogar familiar. Primero en la casa de su padre, sita en la plaza de Santa Ana, hasta que éste falleció en 1893. Luego en la casa de la plaza de Novaliches, donde vivía su hermana Susana, casada en 1892 con Celedonio Sastre, viudo y con seis hijos. Celedonio había sido Alcalde de Avila entre 1877 y 1878 y de él escribió Santayana: «Era un propietario y también abogado, y poseía una finca a poca distancia de Avila (en Zorita de los Molinos-Mingorría), yendo a caballo, y una casa en la ciudad, pero su empleo principal era actuar de apoderado para dos o tres grandes propietarios (Duque de Valencia y Duque de la Roca) que tenían fincas en la provincia y vivían fuera». Cuando en el verano de 1930
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Santayana hizo su último viaje a estas tierras tuvo oportunidad de contactar con el ambiente campesino en Zorita y Mingorría, a la vez que parecía reencontrarse con los últimos deseos de su padre, mientras recordaba una carta de 1893 (incluida por Pedro García Martín en «El sustrato abulense de Jorge Santayana») donde le decía: «Tengo mucha esperanza de verte este año... Como has tenido gusto en venir otros años, desde hace diez, no dudo que le tendrás ahora con el gran motivo de ver a Susana en su nuevo estado (de recién casada)... En el verano pasará temporadas en Zorita durante las labores de la cosecha, y me parece que te divertirás mucho allí algún que otro día. Bueno fuera que pudieras también ir. La vida del campo alegra y remoza... Zorita! ¿Te gustaría ir a Zorita cuando esté allí Susana? A mí me gustaría mucho, si estuviera más útil». Ya en otra ocasión, en una carta del 12 de noviembre de 1888, su padre le había hecho referencia a los vinos de Zorita. Unos vinos de excelente calidad, por los que Celedonio Sastre obtuvo la medalla de plata en la Exposición Universal e Internacional de París en el año 1900.
Patio de la casa de la plaza de Novaliches (foto archivo J. L. Sastre).
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En esta visita del verano de 1930 a Zorita, acompañado de Rafael y la familia Sastre, otro recuerdo asaltó a Santayana: «En 1906, visitando el museo del Louvre en París en compañía de Rafael Sastre, éste sacó un cuaderno y un lapicero e hizo un esbozo de una de las obras, con un apunte sobre el colorín: “cuando vuelva a Zorita (la finca de su padre), dijo, haré uno como éste”». Anteriormente a este último viaje de Santayana por tierras abulenses, había muerto su hermana Susana el 10 de febrero de 1928. Celedonio entonces decidió construir una ermita en su honor, y en el de su primera esposa y su hija. La ermita se levantó en la finca «La Aldehuela» en Zorita, al sitio de «la encina sola», dedicada a San Antonio, San José y Santa Susana. También, como último gesto de caridad cristiana, en 1928 Celedonio Sastre donó al Ayuntamiento de Mingorría un cercado de casi treinta y cinco áreas al sitio de «Los Herrenales» y el «Azafranal» para la construcción de escuelas para el pueblo. En agradecimiento, una calle lleva su nombre. La inauguración de la nueva ermita tuvo lugar el día 13 de junio de 1930, en la festividad de San Antonio, poco después de la muerte de Celedonio que había tenido lugar un mes antes. La inauguración se hizo en una misa oficiada por el arcipreste de Mingorría, don Valeriano Bermejo, y los curas de Pozanco y Peñalba, con asistencia de los vecinos de Zorita y la familia Sastre. Este verano se reunieron en Zorita los hijos de Celedonio, acompañados de sus mujeres e hijos. También estuvo
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Ermita de La Aldehuela.
Santayana y el hijo de su hermano Roberto, Jorge Sturgis, siendo retratados delante de la ermita. Y aunque ahora Santayana estaba en lugar sagrado, Avila había hecho al filósofo, al filósofo escéptico, quien al despedirse de Avila en 1930, escribió: «Habiendo quemado así mis naves..., dije adiós a Avila y a España, sin duda para siempre. No derramé lágrimas. Retuve en mi interior todo lo que quería o podía ya disfrutar de España». No obstante, por la correspondencia con la familia Sastre, su familia, conocemos sus deseos de ser más joven para poder volver a Avila. Y también sabemos de su regalo navideño de una y dos libras a cada uno de los trece nietos de Celedonio, a los que consideraba sus sobrinos. Y siempre pensando en Avila hasta su muerte. En reconocimiento a la figura de Santayana, y por su vinculación familiar con estas tierras, el Ayuntamiento de Mingorría acordó, el 4 de diciembre de 1987, denominar el colegio público de la localidad con el nombre de Jorge Santayana.
«Teresa de Jesús».
RUTA DE CINE ■ A DESTACAR. La magia del cine siempre ha tenido gran fuerza cautivadora entre los hombres, sin importar la condición social o cultural de las personas, de ahí sus valores universales. Por ello, en el recorrido que hacemos sorprende la complicidad y juego de asociaciones entre historia, paisaje, actores, directores y productores de cine, los cuales parecen fundirse en una amorosa relación con esta tierra. No es frecuente identificar la vida de nuestros pueblos, y su marco natural y geográfico, con las aventuras y desventuras de los personajes mitificados por el cine, por lo que sorprende que entre las gentes que proceden de estos lugares haya alguien atraído y eclipsado por el séptimo arte, hasta el punto de convertirse en protagonista, a su manera, de alguna historia llevada a la gran pantalla. ■ La ruta. El camino se emprende a través de acontecimientos cinematográficos relacionados con la zona rural del Adaja. La presencia de las cámaras todo lo engrandece y magnifica, lo que hace olvidar nuestra aparente insignificancia, tanto que con una simple referencia cinematográfica a lo que nos rodea nos hace sanamente más orgullosos y vanidosos. Situándonos
en las localidades cercanas a la capital abulense, siguiendo el curso del río Adaja desde Cardeñosa y Mingorría hasta Gotarrendura y Pajares de Adaja, las anécdotas cinematográficas que se descubren nos asombran gratamente, y más aún cuando se sabe que las mismas crean cierta complicidad con la pequeña historia del cine. ■ Cómo llegar. Para visitar los pueblos donde pueden encontrarse detalles relacionados con el cine hay que acercarse a Cardeñosa, Las Berlanas, Gotarrendura, Mingorría, Velayos y Pajares. En el recorrido por la mayoría de las localidades de la zona, el viajero debe advertir que una multitud de labradores y campesinos participó en el rodaje de «Orgullo y Pasión». ■ Qué ver. Los lugares que sirvieron de escenario a algunas películas y aquéllos otros donde nacieron o tuvieron su herencia familiar actores, directores y productores de cine, sin olvidar el recuerdo a los antiguos salones de cine. ■ Aliciente. Descubrir la grandeza de pequeñas e insignificantes aportaciones a la historia del cine surgidas en torno a nuestros pueblos, hoy casi olvidados.
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l punto de partida de este itinerario, que iniciamos de la E mano de Emilio García Fernández, comienza con Santa Teresa de Jesús, uno de los personajes más atrayentes e impactantes de la historia de Avila en el cine. La figura de la Santa se halla profundamente enraizada entre la gente de los pueblos del Adaja, ya que en Gotarrendura los padres de Teresa tenían importantes propiedades y haciendas. En esta aldea de Avila habían contraído matrimonio y pasaban largas temporadas en invierno, e incluso la muerte sorprendió a la madre de la Santa. La teoría del nacimiento de Santa Teresa en Gotarrendura es defendida por el carmelita padre Efrén de la Madre de Dios, el mismo que presentó en Avila la película «Teresa de Jesús», cuyo acto tuvo lugar el 30 de mayo de 1962 en el cine «Lagasca». La película había sido dirigida por Juan de Orduña y estaba rodada parcialmente en Avila, con Aurora Bautista como protagonista y la actriz nacida en Madrigal de las Altas Torres Carmen Porcel. Habían pasado muchos años desde aquel 1 de junio de 1926 en que se estrenó en el «Teatro Principal» la primera película rodada sobre Santa Teresa, producida en este caso por el empresario teatral Juan Vila, quien solía veranear en el balneario de Martiherrero. Después se han rodado muchos documentales sobre la Santa y se realizó una interesantísima serie de televisión dirigida por Josefina Molina en 1983, con Concha Velasco de protagonista. A partir de aquí podemos decir que cualquier rodaje sobre la vida de Teresa
171 de Jesús propicia profundos sentimientos de paisanaje entre las gentes de los pueblos que la vieron durante su niñez entre los campos de Gotarrendura y cuando hacía el recorrido que va desde Gotarrendura hacia Avila y viceversa pasando por Las Berlanas, Peñalba y Cardeñosa. Siguiendo nuestro peculiar viaje descubrimos que el rodaje de la película «Don Juan» fue realizado en 1950 bajo la dirección de José Luis Sáenz de Heredia, y que Avila es el escenario de alguno de los exteriores que aparecen en la cinta. El jefe de producción de esta película fue Eduardo de la Fuente, quien lo fue también de otros muchos títulos del mismo director y cuya familia vivía en Mingorría. La película «Don Juan» se exhibió en Avila el 17 de noviembre de 1951 en el «Teatro Principal». Otros títulos producidos por Eduardo de la Fuente y apuntados por sus familiares son: «Escuadrilla», que se exhibió en el «Gran Cinema» el 22 de octubre de 1954, e «Historias de la radio». Una parte del rodaje de esta última se llevó a cabo en el Parador de Gredos, el cual tuvo Eduardo de La Fuente y esposa.
172 que suspenderse por las intensas nieves caídas en aquel año de 1958, lo que además provocó el aislamiento del equipo, que tuvo que esperar a ser evacuado por coches llegados de la capital. «Historias de la radio» fue estrenada en Avila el 14 de octubre de 1959 en el cine «Lagasca».
Rodaje de «Alba de América».
En los años cincuenta el cantero de Mingorría Antonio Blázquez «Chiqui» intervino como extra en la película «Alba de América», rodada en Madrid en 1951 donde se encontraba cumpliendo el servicio militar en el cuartel del Conde Duque. De aquel entonces conserva una fotografía que muestra con orgullo de actor consagrado, en ella se le ve montado a caballo acompañado de los extras abulenses Jesús de la Fuente Norella, de Sotillo de la Adrada, y Julio Díaz Ramos, de Arenas de San Pedro. La película fue dirigida por Juan de Orduña, director también de «Teresa de Jesús». Entre los protagonistas destacaron Amparo Rivelles y Antonio Vilar, este último también había protagonizado la película rodada en Avila «Don Juan» (1950). El argumento tra-
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ta sobre los preparativos del viaje de Colón a las Indias y la expulsión de los judíos. La película apareció en las pantallas abulenses el 28 de enero de 1955 en el «Gran Cinema». La más importante participación cinematográfica de las gentes anónimas de los pueblos cercanos a Avila tuvo lugar con motivo del rodaje de la película Orgullo y Pasión, que se llevó a cabo en la capital en 1957. Fueron muchos los labradores que se acercaron con sus carros perfectamente ataviados en respuesta a la convocatoria de la productora americana. En la película de aventuras sobre la guerra española de la Independencia intervinieron cinco mil extras en los papeles de campesinos y guerrilleros, para lo que fue necesario disponer de autocares que los recogieran entre los pueblos de los alrededores. «Orgullo y pasión» fue una de las películas más importantes que se rodaron en Avila, la ciudad entonces fue tomada por Hollywood y sus rostros más espectaculares: Sofía Loren, Gary Grant y Frank Sinatra. En Monsalupe, la señora Domitila recuerda cómo cada vez que ve la película intenta una y otra vez reconocer a su marido Sise en la masa de campesinos que se agolpa ante las murallas, entre los que también estaban otros tantos intrépidos «actores». La película fue exhibida en Avila el 14 de octubre de 1958 en el cine «Lagasca», coincidiendo con las fiestas patronales de Santa
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Rodaje de «Orgullo y pasión».
Teresa, lo que constituyó todo un acontecimiento entre el público y los miles de protagonistas que intentaban reconocerse en las imágenes. Puestos de nuevo en el camino del cinematógrafo llegamos a Cardeñosa, pueblo de canteros y molineros, donde nació el actor Teodosio (Francisco) Vázquez López. El actor ocupa un lugar importante entre los abulenses que se han dedicado al cine, destacando en papeles de reparto de más de una docena de películas filmadas entre 1958 y 1961 bajo la dirección de Juan de Orduña y Pedro Lazaga, entre otros. La primera película donde intervino Francisco Vázquez llevaba por título «La rebelión de los gladiadores», rodada en 1958 bajo la dirección de Vittorio Cottafavi y que pudo verse en el cine «Tomás Luis de Victoria» a partir del 26 de diciembre de 1960, coincidiendo con las fiestas navideñas. Otra película donde intervino en 1960 el actor de Cardeñosa, acompañado en el reparto por el abulense José Manuel Pérez Martín (Casavieja, 1924), llevaba por título «La paz empieza nunca», dirigida por León Klimovsky y basada en la novela homónima del también abulense Emilio Ro-
mero (Arévalo, 1917), ganadora del premio Planeta de 1957. El director León Klimovsky ya había rodado en Avila la película «El hombre que perdió el tren» en 1957, lo que hizo con la misma productora para la que trabajaba Eduardo de la Fuente y con los actores famosos del momento: Rosita Arenas y Tony Leblanc. Otra película en la que actuó Francisco Vázquez fue «Abuelita Charlestón» de Javier Setó, en 1963. Finalmente, el último título donde intervino Francisco Vázquez fue en «Ha llegado un ángel» de Luis Lucía, exhibida en Avila en el cine «Lagasca» el 16 de julio de 1964. Al pasar Pajares de Adaja, antiguo pueblo de arrieros y trajinantes, el viajero con asombro y capacidad de sorpresa se alegra cuando sabe que en este pequeño pueblo se rodó la película «¿Y el prójimo?» de Angel del Pozo. No en vano el director había nacido en la localidad. El estreno fue el 10 de julio de 1974 en el cine «Roxy» de Madrid. El argumento trata sobre la problemática de un transplante de corazón y contó con importantes actores como: Geraldine Chaplin, Antonio Ferrandis, Fernando Rey, Charo Soriano y Juan Diego, entre otros.
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En Mingorría, también pueblo de canteros y molineros, panaderos y labradores, llama la atención que uno de sus naturales llegue a aventurarse con
Rodaje de «La conversión».
las cámaras como director. Este es el caso de Antonio Gutiérrez Sanchidrián, quien dirige en 1986 en Avila «La conversión», según un guión propio basado en la obra del escritor abulense José Jiménez Lozano. El papel protagonista fue inter-
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pretado por el actor abulense Francisco González, director del grupo de teatro «De la Nada», interviniendo también como «extra» Carlos Sanchidrián. La película narra la historia de un cacique de pueblo que se vuelve liberal después de padecer problemas de salud por estreñimiento, pero que fallece por la misma causa provocada por su mujer ante semejante cambio. El cortometraje fue estrenado el mismo año en el cine «Palafox» de Madrid junto con la película «El último emperador» de Bertolucci, y en el cine «Tomás Luis de Victoria» de Avila, con un destacable éxito en ambas proyecciones. El pueblo de Las Berlanas, típico por sus ajos, fue el escenario ideal para realizar «La otra historia de Rosendo Juárez», filmada durante los días 16 al 29 de junio de 1990. La película era uno de los capítulos de la serie televisiva «Los cuentos de Borges» dirigida por Gerardo Vera, y en ella intervinieron los actores: Antonio Banderas, Pastora Vega y Fernando Guillén. El rodaje se llevó a cabo entre las ruinas del barrio conocido como El Burgo y contó con la participación de las gentes de
Las Berlanas. Escenario de «Los cuentos de Borges».
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la localidad que actuaron como «extras». El paisaje desolado que forman los restos de las casas de adobe que quedaron en pie después de las inundaciones de 1959 parece el decorado de un gran estudio de cine, semejante a muchos de los viejos caseríos donde todavía vive gente en Latinoamérica. El mismo Antonio Banderas acudió al bar de la localidad para solicitar la colaboración «artística» de los que allí estaban, a cambio de una dieta importante. Continuando con las rutas cinematográficas descubrimos que la actriz y modelo Inés Sastre desciende de la familia de Celedonio Sastre, importante propietario de tierras en Zorita de los Molinos y Mingorría. A los 13 años Inés Sastre intervino en la película «El Dorado» de Carlos Saura, título que pudo verse en Avila el 4 de junio de 1988 en la pantalla del cine «Tomás Luis de Victoria». El director Carlos Saura rodó en AviRodaje de «Torrente 2». (Foto «El País»).
175 la la película sobre San Juan de la Cruz «La noche oscura», la cual pudo verse en el cine «Tomás Luis de Victoria» el 6 de junio de 1989. La actriz trabajó luego a las órdenes de Antonioni en 1994 y junto a Gerard Depardieu, volviendo en el año 2000 al cine español bajo la dirección de Santiago Segura en la película «Torrente 2. Misión en Marbella». En Velayos, pueblo de ricos comerciantes, se converva una interesante colección de carros de labranza de todas las clases que poco a poco ha ido reuniendo Baltasar Monteagudo. Estos carros a menudo son alquilados para el rodaje de películas, con lo que esta singular contribución al cine es motivo suficiente para que el viajero anote el detalle, porque son numerosísimas las secuencias cinematográficas donde aparecen los bellos carros. La otra historia cinematográfica es la que cuentan los que ven y disfrutan de las películas. La atracción del cine como espectáculo pronto se convirtió en un divertimento festivo destacable en el medio rural, propiciado por las proyecciones que se improvisaban en los salones de los bares y cafés o al aire libre sobre alguna fachada recubierta de tela blanca. Corrían los años veinte y tiempos del cine mudo, y en muchos pueblos ya se proyectaban películas con alguna frecuencia siguiendo las modas de la capital abulense donde ya se veía cine desde 1899 en ba-
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Fotograma del cine mudo.
rracones, salones de café, teatros y salas de proyecciones. Teófilo Domínguez recuerda en los años veinte «la presencia en Mingorría del cinematógrafo en el salón de Fausto Vázquez o en la plaza, donde la pantalla se sujetaba en dos altos postes clavados en el suelo. Eran películas folletinescas muy a propósito para excitar el llanto y encoger el corazón de aquellas buenas amas de casa labradoras, o bien películas de vaqueros que, a falta de sonido y de tiempo para captar holgadamente los títulos, explicaba el operador de viva voz: “Y ahora salen en persecución de los bandidos y el que va delante es el primero”. Luego, cuando se creó el casino con sede en el salón de Simón Vázquez, se compró una máquina de proyección de películas que instalaron en una cabina de madera que había de accionarse a mano mediante una manivela». Ya en los años cincuentasesenta en algunos pueblos se afianzaron pequeñas salas de cine, como ocurrió en Carde-
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ñosa con el salón de Pío Garcinuño o de Acción Católica, y en Mingorría con Angelino Pindado y Pedro Vázquez, donde se proyectaban películas los sábados y domingos. Estas proyecciones eran realizadas por ambulantes que recorrían los pueblos, incluso aunque hubiera que improvisar el lugar de exhibición. Entre estos ambulantes de los pueblos de la zona todavía se recuerda la figura de José «El Gordo», quien vivía en Sanchidrián y venía acompañado de una mujer conocida como «La Chata». Mediados los años sesenta ya se habían constituido en la mayoría de los pueblos los teleclubs, lugar donde todos se reunían para ver la televisión, generalmente la única del pueblo. La televisión entonces empezó a desplazar al cinematógrafo ambulante hasta que desapareció. Mingorría. Salón y Café Vázquez.
RUTA DE LOS VIAJEROS ■ A DESTACAR. Los viajeros que antaño transitaban por estas tierras con el único fin de conocer y disfrutar de sus paisajes y de sus gentes debían hacerlo casi por intuición. Las guías turísticas de la época apenas referenciaban la existencia de la zona, hasta que fue redescubierta con la llegada del ferrocarril. La imagen que se transmitía entonces a los visitantes quedó impresa en numerosas guías y relatos de viaje, los cuales rescatamos ahora para ofrecérselos a los nuevos viajeros curiosos. ■ La ruta. Recorrido de los pueblos del Adaja a través de las impresiones escritas de los autores de guías de viaje y otros textos, donde la cita de lugares de la zona aparecen ahora engrandecidos por su relación con reyes y santos, o por su singularidad paisajística que el viajero no quiso dejar escapar.
que lo hacían en diligencias o como los arrieros, en mulas o caballos, aunque ahora puede repetirse en bicicleta. ■ Qué ver. Según destacaron los viajeros antiguos puede verse el castro de las Cogotas, el pueblo de Cardeñosa, donde nació Santa Paula
Mingorría. Callejones de Chascarra.
■ Cómo llegar. Reproducir el viaje que debieron realizar quienes nos precedieron supone tomar el tren que tiene estaciones en Mingorría y Velayos, Cardeñosa y Monsalupe o acercarse por carretera hasta ellas, pues desde aquí también se llegaba a los pueblos cercanos. Para seguir la ruta de los viajeros ingleses del siglo XIX basta imaginar
Barbada y murió el infante don Alfonso, los lugares teresianos de Gotarrendura, las bellezas del Adaja, las perspectivas desde el ferrocarril y donde acontecieron sucesos históricos como el que narra Borrow de los carlistas de Velayos. ■ Aliciente. Redescubrir los pueblos a partir de la sencilla visión de los viajeros antiguos.
178 LAS GUIAS DE VIAJE Los pueblos de la ribera del Adaja no han figurado habitualmente con la importancia que merecen en las guías de viaje publicadas desde antiguo, donde tan sólo se cita referencialmente el nombre de algunas localidades. Ahora, aquellas simples citas aparecen aquí reseñadas como una curiosidad más para los nuevos viajeros. Martín Carramolino publicó en 1872 una «Guía de Avila», al mismo tiempo que escribía la «Historia de Avila», reseñando algunos aspectos de los pueblos del Adaja. En 1886 se hizo muy popular una colección de guías del viajero ilustradas con planos y grabados de las que fue su autor Emilio Valverde y Alvarez, quien era comandante y graduado Capitán de Infantería. El mapa de la provincia de Avila señala en torno a la ribera del Adaja las localidades de Cardeñosa, Mingorría, San Esteban Cardeñosa. Víacrucis y ermita.
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de los Patos, Las Berlanas, Pozanco, Vega de Santa María y Velayos, con indicación de las líneas de comunicación. En 1890 se publica la guía que sobre Avila había escrito Valentín Picatoste bajo el singular título: «Descripción e historia política, eclesiástica y monumental de España, para uso de la juventud». En este libro, de poco más de cien páginas, se recoge una breve referencia a Cardeñosa como lugar donde se hallan cerdos o jabalíes de piedra, y en el que murió el infante don Alfonso. El académico Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, publicó en 1896 una «Guía de Avila», donde se incluye una breve referencia histórica en la que se relata la leyenda de Santa Paula Barbada, de Cardeñosa. El histórico suceso que narra la muerte del príncipe Alfonso en Cardeñosa se repite también, como cita obligada, en la guía de Avila escrita por Fabriciano Romanillos y Fernando Cid en 1900. José Mayoral Fernández, cronista oficial de Avila y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, escribió en 1916: «La Guía de Avila. Museo de Arte Antiguo. Relicario de Fe y Santidad. Estación Veraniega de Primer Orden. Fuente de Riqueza Comercial e Industrial». En este libro la ribera del Adaja destaca como uno de los lugares más atractivos para el excursionista, resaltando la belleza del paisaje ribereño que llega a «su máximum en los callejones de Chascarra, ya en la dehesa de Yonte. Es sorprendente lo que allí se observa: cortaduras profundas en rocas vivas y el silencio más absoluto del agua que parece
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moverse. ¡Las riberas del Adaja tienen verdaderos encantos!». Por los callejones de Chascarra el río abre su curso rompiendo la roca granítica y el monte de encinas en la línea divisoria de Mingorría y Cardeñosa, desembocando después en la presa del molino de «Trevejo». «Avila de los Caballeros. Descripción Artístico-Histórica de la Capital y Pueblos más interesantes de la Provincia» es el título de la guía publicada en 1930 escrita por Antonio Veredas Rodríguez. El autor, que era el Delegado Provincial de Bellas Artes y Académico correspondiente de San Fernando, reseña cómo en el mercado abulense de los viernes podía verse a las panaderas de Mingorría vendiendo pan. En el libro citado se resalta también la importancia del castro de las Cogotas y la iglesia de Cardeñosa, así como la hermosísima cruz parroquial de plata de estilo gótico de transición que se conserva en Pozanco. Luis Belmonte Díaz, a mediados de los años cuarenta, escribió junto con Rafael Gómez Montero una interesante guía de la capital con varias referencias a la provincia. Años después Luis Belmonte publicó una segunda guía ampliando el contenido de la primera, esta
179 vez en colaboración con Antonio de la Cruz. En estas guías se proponen varias excursiones por los pueblos de la ribera del Adaja, donde destacan las ruinas de «Las Cogotas», situadas «al norte de la capital, entre los pueblos de Mingorría y Cardeñosa, en el término municipal de este último». Las guías reseñan la leyenda de la «Santa Barbada» de Cardeñosa, pueblo donde murió el príncipe Alfonso y donde llama la atención su magnífico calvario, mientras que Gotarrendura es lugar de recuerdos teresianos por ser residencia durante el invierno de la familia Cepeda y Ahumada, y Las Berlanas destaca por su feria de ganados del 21 al 28 de octubre. Los peces incorruptibles del Adaja y la música de dulzaina y tamboril propios de la singularidad de estas tierras también son referenciados. En los años cincuenta Camilo José Cela recorrió una parte importante de la provincia de Avila, fruto de cuyo viaje nació en 1956 el libro «Judíos, moros y cristianos». El vagabundo viajero de esta obra no se acercó hasta los pueblos de la ribera del Adaja situados aguas abajo de la ciudad amurallada, si bien reseña la característica de incorruptibilidad de los peces de este río que «venía claro como el
Gotarrendura. Tapias del recinto del palomar de Santa Teresa.
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Vista de Peñalba de Avila.
cantar de las mozas». Un personaje memorable recordado por Cela es el gran Merejo, limpiabotas y matador de reses bravas, a quien podía verse en los cafés de la ciudad y también en las fiestas de los pueblos como Mingorría, donde era objeto de bromas y risas de los niños. Pocos años después, en 1957, Cela publicó una breve guía de Avila donde sugiere al excursionista un viaje desde Avila, pasando por Cardeñosa, Peñalba y Las Berlanas, hasta Gotarrendura donde pueden encontrarse interesantes recuerdos teresianos. El escritor Dionisio Ridruejo es el autor de la «Guía de Castilla la Vieja» (1974), donde Avila ocupa un importante capítulo. En el viaje que realiza el autor descubrimos breves pinceladas del paisaje característico de los pueblos que se asoman a la ribera del Adaja después de dejar la capital por el norte: «Son tierras abiertas, tendidas, de poca arboleda, si no es algún pinarejo oscuro de los de sangre resinera. La corteza no tarda, sin embargo, en levantarse, iniciando las encrespaduras
serranas que durante largo espacio son aún pedregales diseminados, cerros testigos, laderas y navas con cantería desnuda medio labrada por aguas, hielos y vientos en formas redondas, o bien rañas de gran aspereza que pierden tierra donde pierden árboles. Los elegantes encinares no han desamparado aún del todo esos campos por donde pasa el Voltoya y el Adaja». El viajero que se acerca a la protohistoria se detiene en el castro de las Cogotas y se asombra con los verracos de piedra de Cardeñosa, donde murió el infante don Alonso; también pueden verse buenos ejemplos de estos verracos en Mingorría y en Santo Domingo de las Posadas. En Avila, junto a las ruinas de San Francisco, el viajero se sitúa en la carretera de Mingorría, pero el autor deja esta ruta para mejor ocasión. En 1981 Baldomero Jiménez Duque escribió la «Guía Teresiana», en la cual Gotarrendura ocupa un lugar destacado, por ser el pueblo donde Santa Teresa pasó parte de su niñez y juventud, y además allí se casaron sus padres y falleció su madre.
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«Avila, a través de sus pueblos y paisajes, geografía, historia, arte, literatura, folklore, gastronomía y costumbres» es el título aparecido en 1986 de una de las obras divulgativas más notorias y completas publicadas sobre la provincia. Los pueblos del Adaja aparecen en el viaje a Arévalo que propone el escritor y poeta Jacinto Herrero. Cardeñosa, Mingorría, Peñalba, Gotarrendura, Velayos y Vega de Santa María son algunas de las localidades reseñadas en esta ruta. Encinares y tierra de cantos, el primitivo castro de las Cogotas, la calzada romana que da acceso a la Moraña, las canteras en las que se ocupan la población de Cardeñosa y Mingorría, los calvarios de piedra berroqueña, los versos de Lope de Vega recitados en procesión del Viernes Santo que perduran en Peñalba, el palomar de Santa Teresa en Gotarrendura, y el comienzo del paisaje llano de las tierras de pan llevar en Velayos y Vega de Santa María, son aspectos destacados en el viaje. En otros apartados encontramos referencia a la primera carta de Santa Teresa que se conserva, escrita a su administrador en Gotarrendura, don Alonso de Venegrilla, natural de Mingorría. Los pueblos de la ribera del Adaja son, finalmente, citados como lugares por donde pasa el río, el ferrocarril,
o las carreteras que cruzan el norte de la provincia. Además de los libros reseñados, en la actualidad existen en el mercado una gran variedad de guías turísticas con las que los viajeros modernos sacian su curiosidad por estas tierras. No obstante, la amplitud y generalidad de los temas tratados en las mismas impiden conocer la riqueza cultural y paisajística de los pueblos del Adaja. LOS VIAJEROS INGLESES DEL SIGLO XIX Después de la Guerra de la Independencia los jóvenes ingleses descubrieron que la España del siglo XIX encuadraba en la imagen romántica de la época más que ningún otro país de Europa, como escribe Gerald Brenan. En ella encontraban inmensos y desérticos páramos y sierras, evocadores de estampas de Siria y Turquía; iglesias y palacios desmoronados, dejados en ruinas por las tropas francesas y nunca más restaurados, esparcidos alrededor de las ciudades; y había altaneros mendigos y caballeros bandidos (...). Atraídos por la aventura española visitaron esta tierra Richard Ford y George Borrow, dos autores cuyos libros de viajes por España tuvieron una importante repercusión en la Inglaterra de su época.
Calle de Avila.
182 Richard Ford, erudito y viajero nacido en Londres, vino a España en 1830 y durante cuatro años recorrió a caballo todo el país, acumulando datos que luego publicó bajo los titulos: «Manual para viajeros por España» y «Cosas de España». En su «manual» Ford describe la ruta que le llevó de Madrid a Avila, y en el relato encontramos interesantes referencias a Mingorría y Cardeñosa: «Avila es la capital de su fría y montañosa provincia, pero las “parameras” o llanuras son fértiles y las laderas de sus colinas bordean gratos valles regados por arroyos trucheros. Hay también buena caza en los montes y dehesas. Los campesinos son muy pobres y hay todavía mucha tierra sin cultivar. Las posadas son muy malas; las menos malas son “La Mingorriana”, en la plaza, y la del “Empecinado”, “Puerta del Rastro”. Las galeras de Madrid paran en el “Mesón del Huevo”. Avila es sede de un obispo y tiene universidad. Su población es de menos de cinco mil almas (...). En la catedral véanse los antiguos retablos que hay en la capilla de San Antolín: el de San Segundo, uno de los patronos de Avila y agregado a la catedral, fue construido en 1595 por Francisco de Mora, uno de los discípulos de Herrera; la piedra, que es buena, procede de las canteras de Cardeñosa». Richard Ford llegó a ser un extraordinario conocedor de la vida de nuestros pueblos, y prueba de ello son las impresiones recogidas en «Cosas de España» sobre los arrieros, las posadas, la
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tortilla, el gazpacho, los garbanzos, el chocolate español, la matanza del cerdo, los barberos y sacamuelas, etcétera. Unos años después de la visita de Ford, en el mes de agosto de 1838 el viajero George Borrow, «don Jorgito el Inglés», pasa por Velayos, donde un dependiente suyo llamado Juan López estaba preseo en la cárcel de este pueblo por orden del cura. Borrow era un personaje de raro atractivo que llegó a hablar catorce idiomas y que viajó por España para difundir y vender el «Nuevo Testamento», fruto de cuyas experiencias fue el libro de viajes «La Biblia en España», traducido en 1921 por Manuel Azaña y del que recogemos el siguiente texto: «No llevábamos en Labajos una semana, trabajando con mucho fruto, cuando el cabecilla carlista Balmaseda, al frente de su caballería, hizo su atrevida incursión por la parte sur de Castilla la Vieja, arrojándose como un alud desde los pinares de Soria. Presencié los horrores que se siguieron: saqueo de Arévalo; toma de Martín Muñoz. En medio de escenas tan terribles continuábamos nuestra tarea. De pronto, López estuvo tres días perdido, y pasé angustias mortales por su causa, imagiVelayos.
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nándome que los carlistas le habían fusilado; al cabo supe que esta-ba preso en Velayos, pueblo dis- tante tres leguas de allí. Los pasos que di para librarlo se encuentran detallados en una comunicación que juzgué de mi deber transmitir a lord William Hervey, a la sazón ministro britá-nico en Madrid en reemplazo de sir Jorge Villiers, ya conde de Clarendon». Donde decía: «Señor: Con su venia me permito llamar su atención sobre los siguientes hechos: el día 21 del corriente supe que un dependiente mío, llamado Juan López, estaba preso en la cárcel de Velayos, provincia de Avila, por orden del cura del pueblo. El crimen de que se le acusaba era la venta del Nuevo Testamento. Estaba yo a la sazón en Labajos, provincia de Segovia, y la división del cabecilla faccioso Balmaseda andaba por las inmediaciones. El día 22 monté a caballo y fui a Velayos, distante tres leguas. A mi llegada encontré que López había sido trasladado desde la cárcel a una casa particular. Había llegado una orden del corregidor de Avila mandando poner en libertad a López y retener tan sólo los libros que se hallaran en su poder. Sin embargo, en abierta oposición a esa orden (de la que le envío copia), el alcalde de Velayos, por instigación del cura, no permitió al dicho López marcharse del pueblo, ni con dirección a Avila, ni a otro sitio cualquiera. A López le dieron a entender que, como se espera-
183 ba la llegada de los facciosos, se proponían denunciarle a ellos como liberal para que lo fusilaran. Teniendo en cuenta estas circunstancias creí de mi deber, como cristiano y caballero, rescatar a mi infeliz criado de tan inicuas manos, y, por tanto, desafiando toda oposición, le saqué de allí, aunque inerme, a través de una turba de cien lugareños cuando menos. Al salir del pueblo grité: ¡Viva Isabel Segunda! Como creo que el cura de Velayos es capaz de cualquier infamia, ruego humildemente a V. E. que haga llegar con prontitud al Gobierno español una copia del anterior relato». Labajos (Segovia), 23 de agosto de 1832.
VIAJEROS EN TREN La llegada a la capital abulense del ferrocarril en 1862 situó a los pueblos de la zona en la antesala de la ciudad medieval y monumental. A partir de aquí las guías ferroviarias recuperaron del anonimato multitud de lugares desconocidos, a la vez que desde el tren se descubrían nuevos paisajes y caseríos. La primera guía abulense de estas características, de la
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que es autor Valeriano Gar-cés González, fue publicada en 1863, y en ella figura Mingorría con una población de mil cien habitantes dedicados a las faenas agrícolas y la industria de la panadería. Las construcciones ferroviarias atrajeron numerosa mano de obra que se asentó en las poblaciones del entorno. Entonces sobraron un impulso importante las abundantes canteras del lugar, de donde se extraía la piedra necesaria para puentes, obras de fábrica y balasto. Además, los ayuntamientos habían acordado contribuir a la realización de las obras con parte de los ingresos obtenidos por las ventas de los bienes municipales desamortizados. El 15 de agosto de 1864 la reina Isabel II inauguró en San Sebastián la línea férrea MadridIrún. Entre los periodistas enviados para hacer la crónica de la ceremonia figuraba el escritor y poeta Gustavo Adolfo Bécquer, quien pasó por Avila y escribió una emotiva visión de la ciudad percibida desde el tren: «Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados mura-
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llones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Avila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada». Desde el tren se divisan los frondosos encinares de las dehesas de Avila, Mingorría, Tolbaños, Escalonilla, Santo Domingo de las Posadas y Velayos, mientras que a lo lejos se aparecen los caseríos de nuestros pueblos, todos lleno de romanticismo, sin duda. En el mismo año de 1864 era alcalde de Avila León Castillo Soriano, quien había adelantado dinero al contratista de las obras del ferrocarril correspondientes al tramo Mingorría-Navas, a través de un francés residente en Mingorría. León Castillo también fue Diputado provincial por Velayos en 1871 y sus hijos heredaron la dehesa desamortizada de «Las Gordillas». José María Quadrado fue un escritor, ensayista e historiador de renombre en el siglo XIX, y el autor del libro dedicado a Avila dentro de la obra titulada «Recuerdos y bellezas de España», en la colección «España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia». Quadrado llegó por ferrocarril a la ciudad de Avila en 1865 dejando un importante testimonio del viaje en su libro, el cual sirvió de guía obligatoria para todo tipo de visitante. La belleza del paisaje serrano y también lla-
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no que configura el curso del río Adaja es destacada por el escritor, sin embargo «la rapidez del tren por la vía ferrea asentada largos trechos junto a sus márgenes no consiente detenerse en las estaciones de Mingorría, de Velayos, de Sanchidrián o de Adanero, título de condado, para reconocer su inexplorado suelo». Sobre otro antiguo camino inclinado al nordeste de la capital, Quadrado se fija en Cardeñosa, distante dos leguas de la capital, donde tuvo lugar el prematuro fin del príncipe Alfonso. En 1872 viajó por España el periodista e historiador francés Luis Teste, quien narra el trayecto que hizo en tren desde Valladolid diciendo: «Eché mirada al camino y divisé el puerto de Avila, especie de corte en la sierra, a la cual nos acercábamos. ¡Adiós, solitarias llanuras, no os guardo rencor por amor a Nuestra Señora de Burgos! En Velayos entramos en las montañas. Pinos, toscas carrascas, garbanzos, cerdos devorando bellotas dulces, pedazos de roca amontonados en desorden por todas partes, pulidas, afiladas por la intemperie, redondas como bolas, en actitudes fantásticas, imitando a veces los dólmenes de Bretaña. De vez en cuando aparece una aldea con cabañas a ras de las
185 rocas: jardincillos trazados en las mismas rocas, entre las cuales se han escarbado algunas pulgadas de tierra vegetal; lobos en invierno, en verano ovejas negras, éticos asnos, vacas flacas, conejos y perdices. El ferrocarril atraviesa, hacia Mingorría, grandes zanjas abiertas a golpe de dinamita, sigue por elevados y tortuosos terraplenes y por fin llegamos a Avila». El abulense de criazón Jorge Santayana, importante escritor, filósofo y pensador, recuerda con especial emoción sus viajes a la capital abulense a finales del siglo XIX, según deja escrito en su obra autobiográfica: «Cada vez que yendo de París en los años del ochenta y del noventa me advertía la aurora, después de dos noches en tren, que ya estaba llegando a mi destino, me palpitaba el corazón al buscar con la vista los nombres de las últimas estaciones, Arévalo y Mingorría; después de lo cual podía esperar ver en cualquier momento a la derecha, descendiendo suavemente hacia el lecho del invisible río, las perfectas murallas de Avila, reluciente cada bastión a los rayos horizontales del sol, y la torre de la catedral un poco por encima de la línea de los bastiones y no menos imperturbable, sólida y grave».
Estación de Monsalupe.
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Estación de Cardeñosa.
Olegario González de Cardedal y José Manuel Sánchez Caro, importantes pensadores abulenses, escribieron el prólogo del libro «Avila en la literatura», de Benito Hernández Alegre publicado en 1984, y allí decían: «Hay que amanecer en Avila, dejarse sorprender por su ciudadela de golpe apareciendo al venir desde Salamanca, pasear por el Rastro y superpuesta la aguja de la torre de Santiago ver en el fondo el castillo “Aunque os pese”, llegar en tren por Mingorría tras larga noche desde la niebla de Francia o de Inglaterra para quedar sobrecogidos por la luz posando sobre sus torres, repicando desde sus campanas, y por aquel admirador silencio que a su paz suscita en quien la mira con amor». VIAJE EN GLOBO En el año 1915 la casualidad hizo que en el cielo de Mingorría aparecieran dos globos o aerostatos de los comienzos de la aviación militar. El 3 de julio de 1915 regresaban a la guarnición de Guadalajara los ingenieros militares que habían efectuado prácticas de vuelo en Salamanca. Los globos eran el «Alfonso XIII», un hermoso aerostato de 720 metros cúbicos de capacidad, de extraña forma ovoidal y todo él pintado de
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amarillo, con dos ocupantes; y el «Neptuno», «globo libre» con los oficiales: Balbás, Franco (Ramón), Joaquín de la Llave y Emilio G. Millas. A las pocas horas de salir de Salamanca, ya en las proximidades de Mingorría, el «Neptuno» no encontró vientos favorables y cayó a tierra en la plaza sin que sus ocupantes sufrieran percance físico alguno. El suceso fue publicado a los pocos días por don Andrés Pérez de Cardenal en la «Basílica Teresiana». El espectáculo aéreo despertó gran interés entre la población de Mingorría, que se concentró en la plaza de la localidad asombrada, como recuerda Rufina Cid Ibarzábal. Igualmente, este tipo de exhibiciones era seguido a principios de siglo con interés por los madrileños en el campo de Ciudad Lineal, en la zona de Chamartín, o en el hipódromo de la Castellana. Esta misma espectación pudo apreciarse de nuevo en la atracción del globo «cautivo», celebrada coincidiendo con las fiestas patronales de 1998 en Mingorría.
RUTA MUSICAL ■ A DESTACAR. La música popular aparece como una manifestación pública de lo que el hombre tiene de privado, de íntimo e inherente a la persona, es como una exteriorización de su espíritu, de su estado de ánimo, y en un pueblo era el canto y el baile la mejor forma de expresar sentimientos tan profundos. La música entonces de la dulzaina y el tamboril se muestra como símbolo de una cultura que expresa así su forma de ser y de vivir, y donde los instrumentistas materializan la percepción musical de las alegrías y pesares del hombre castellano, sus amores, su trabajo, su religiosidad y su ánimo festivo. De ahí las canciones y melodías de «ronda», «boda», «siega», «baile», «romería», etc., donde el valor creativo de los dulzaineros y tamborileros, quienes a base de intuición y sensibilidad han compuesto y recogido melodías y ritmos de bailes y danzas. ■ La ruta. La música de dulzaina y tamboril continúa amenizando la multitud de actos festivos que se celebran en los pueblos de la ribera del Adaja. Entre los músicos de la zona destacan Aureliano Muñoz «Polilo» y Modesto Jiménez Arribas, autores de una grabación musical tomada del repertorio de Agapito Marazuela y asiduos protagonistas
de romerías, procesiones, bailes, pasacalles y otras fiestas. En la figura de estos músicos se reconoce la contribución de los numerosos dulzaineros y tamborileros que surgieron en los pueblos como intérpretes de su folklore. Esta ruta significa entonces acercarse a las manifestaciones de música popular que se dan en la comunidad rural, donde también destaca el Certamen Anual de Dulzaina que se celebra en Cardeñosa a mediados de agosto. ■ Cómo llegar. El recorrido por los pueblos del Adaja, lle-
El folklorista Agapito Marazuela.
gando desde Monsalupe, en el extremo Oeste, hasta Tolbaños en el opuesto, coincidiendo con la celebración de sus actos festivos, lleva al viajero a presenciar, con toda seguridad, una gran variedad de
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manifestaciones de música popular, y en la mayoría es probable que suene la música de «Los Polilos». ■ Qué ver. La música de dulzaina y tamboril todavía puede escucharse en vivo y en directo en procesiones, bailes, romerías, pasacalles, etc., lo que se produce en las celebraciones de las fiestas patronales. En el itinerario propuesto, además de ver hay que prestar oído a las bellas melodías nacidas de la música tradicional y popular. El texto de la guía que se recoge en esta ruta está dedicado a «Los Polilos», el único grupo musical
na grabación musical que se produce al son de las U notas de la dulzaina y el tamboril que se escuchan en los actos festivos de nuestros pueblos, como quien capta el sonido de los pájaros en primavera, al natural y sin arreglos, significa un mérito artístico desbordante. Pues bien, este es el caso de la grabación realizada en 1977 en la localidad de Vega de Santa María, donde se incluye una selección de diez piezas musicales de dulzaina y tambor que interpretan Aureliano Muñoz «Polilo» y Modesto Jiménez Arribas, respectivamente. La selección musical que interpretan Aureliano y Modesto son melodías y ritmos populares castellanos, los cuales fueron recopilados por el famoso músico y folklorista Agapito Marazuela e incluidos en su cancionero de 1932. No en vano Aureliano ensaya diariamente las piezas de un ejemplar de este cancionero que le regaló el propio Marazuela. Los temas grabados responden a los siguientes títulos:
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activo que queda en los pueblos del Adaja, el cual debe servir como testimonio de la importancia que dulzaineros y tamborileros tuvieron en la construcción de su identidad histórica y cultural. ■ Aliciente. Presenciar y escuchar directamente las notas que salen de la dulzaina y el tamboril, cuyos intérpretes son de los pueblos donde nace la misma música que tocan. También llama la atención, todavía, poder comprobar la pervivencia de manifestaciones del folklore castellano, propio de las tradiciones festivas de las gentes de nuestros pueblos.
Cara A: «Chatos y coplas», «Las habas verdes», «Entradilla», «Baile corrido de rueda» y «Jota castellana». Cara B: «La Pinariega» (baile de procesión), «Antigua danza segoviana», «Mudanzas», «Danza segoviana» y «Jota castellana». Los Polilos en Mingorría.
RUTA MUSICAL En definitiva, estamos ante un amplio repertorio de aquellos temas que amenizaban bailes y procesiones durante las fiestas patronales de los pueblos. Aureliano y Modesto forman pareja musical con el nombre de «Los Polilos», un apodo familiar heredado por Aureliano de generación en generación unido al oficio familiar de molinero en Pozanco y Mingorría, mientras que Modesto fue maestro de obras. Ellos llevan más de medio siglo musicando todo tipo de actuaciones festivas, lú-
Los Polilos en Monsalupe.
dicas y religiosas que se celebran en los pueblos abulenses de la tierra morañega. Aureliano Muñoz heredó de su padre los oficios de molinero y dulzainero. Modesto Jiménez Arribas nació en Vega de Santa María, se quedó huérfano de padre a muy temprana edad y pronto aprendió a tocar el tamboril de su abuelo, Modesto Arribas, conocido como el tío Ronda, afamado guarnicionero y albardero. El molinero de Pozanco, Jesús Muñoz «Polilo», padre de Aureliano, aprendió la técnica de la dulzaina de Agapito Marazuela, de quien tomó también parte de su repertorio. Por su parte, Modesto Arribas, abuelo
189 de Modesto Jiménez, fue uno de los mejores redoblantes de la época y él fue quien acompañó con su tambor al dulzainero Marazuela en el concurso musical de Valladolid en 1922, donde también estuvo presente Jesús Muñoz «Polilo». El ambiente musical que respiraron Aureliano y Modesto desde su infancia pronto despertó en ellos una gran afición por la música de dulzaina y tamboril que escuchaban frecuentemente en sus casas. En este ambiente familiar se notaba especialmente la atracción y la influencia del maestro Marazuela, con quien Jesús Muñoz y Modesto Arribas mantenían lazos de amistad y estudiaban ritmos y melodías. Agapito Marazuela nació en 1891 en Valverde del Majano (Segovia), donde su padre era arriero y trajinante. Pronto sobresalió como instrumentista de guitarra y dulzaina, triunfando en las mejores salas de concierto de España y París, y destacando como intelectual, hombre de cultura, músico y artista. En 1932 ganó el primer premio del Concurso Nacional de Música Folklórica con el Cancionero de Castilla la Vieja. En 1933 Agapito recorrió la provincia de Avila recopilando cantos y tonadillas de Cardeñosa y otros pueblos. Durante la República Agapito Marazuela se significó como un hombre de izquierdas y militó en el Partido Comunista. En 1937, en plena guerra civil, asumió la dirección de los grupos folkóricos españoles en la Exposición Internacional de París, por lo
190 que terminada la contienda fue encarcelado. Al salir de la prisión, pocos años después, en régimen abierto, Agapito se retiró al molino de Pozanco de Jesús Muñoz, por la amistad que le unía con su alumno. Ha- cía sus presentaciones periódicas en el cuartel de la Guardia Civil de Mingorría, lo que aprovechaba para visitar la casa de los chocolateros y tocar la guitarra en compañía de su amigo Antonio Marugán, que tocaba el laud. Durante estos años enseñó al joven Aureliano a leer y escribir música y a perfeccionar la técnica del instrumento. Tan buen discípulo fue, que al morir le regaló su dulzaina de maestro. En estas fechas Agapito enseñó a su joven alumno el método de «El progreso musical», por lo que Aureliano se encuentra en el pequeño grupo de los dulzaineros que leen y escriben música. Agapito Marazuela también enseñó a leer y escribir a María, la hermana pequeña de Aureliano, a la vez que pasaba otros momentos pescando y tocando la guitarra, con la que había dado importantes conciertos por España y Europa. En estos años también empezaba a destacar el niño Modesto, por lo que Agapito bromeaba con su abuelo, el «tío Ronda», diciéndole: –«Déjeme al muchacho, que le hago un hombre». Pero el abuelo no sacó la cara, pues seguro que le quitaba el oficio, lo que no impidió que Modesto aprendiera a tocar el redoblante. Los jóvenes músicos Aureliano y Modesto pronto formaron pareja, si bien en un principio lo fue de una manera esporádica ahora lo es de una manera estable, tanto que llevan más de una veintena de años juntos. Entre los tamborileros con quien Aureliano ha formado pa-
RUTA MUSICAL reja destacan: Eutiquio de Avila, Cecilio y Francisco Navas «Ojetete» de Maello. Con este último obtuvo el primer premio del Certamen Nacional de dulzaina de Palencia en las ediciones de 1965 y 1966, con cuyo motivo grabó un disco de cinco piezas titulado «Jotas castellanas». El tambor de «Ojetete» había sido antes del «tío Basiliete», panadero de Mingorría, quien amenizaba las bodas con el «tío Colache» contratando para ellas la música y el pan. AURELIANO MUÑOZ nació en el pueblo de Velayos el 16 de junio de 1929, donde vivían Aureliano Muñoz.
sus abuelos. A muy temprana edad se trasladó al molino que explotaba su padre en el vecino pueblo de Pozanco. En esta parte de la ribera del Adaja, frente a la dehesa de Olalla de Zorita-Mingorría, la familia de los «Polilos» poseía los molinos «El Cubillo», «Viejo» y «Canongía». En este último molino vivió Aureliano y aquí aprendió, siendo niño, las primeras notas de
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Vega de Santa María. Actuación de Los Talaos.
dulzaina de su padre Jesús Muñoz, quien había tenido como maestros al «tío Monique» de Albornos y, sobre todo, a Agapito Marazuela. Aureliano Muñoz es quizás el alumno más aventajado de Marazuela, de quien empezó a recibir las primeras clases de solfeo cuando tenía trece años. Corrían entonces los primeros años de la posguerra. Ya con 15 años, Aureliano empezó a acompañar a su padre en distintas actuaciones por los pueblos, donde el baile amenizado por la música de dulzaina y tamboril era una de las principales atracciones festivas. Aureliano tocó a dos voces con su padre, pero tras la muerte de éste ya lo hizo sólo o acompañado de otros tamborileros, si bien en alguna ocasión también lo ha hecho puntualmente con otros dulzaineros como Crescencio «Siete Almuerzos». Aureliano también fue el ganador del certamen de El Espinar de 1973 y del concurso nacional de dulzaineros de Medina del Campo en 1974. El propio hijo de Aureliano, Jesús
Muñoz, también acompañó con el tambor a su padre hasta que, desgraciadamente, falleció a los 26 años. El repertorio que toca Aureliano está tomado del cancionero de Marazuela, al que hay que sumar la música escrita por «Los Talaos» y las partituras de los temas recopilados por el mismo Aureliano. La dulzaina que toca habitualmente la compró en 1941 por doscientas pesetas y perteneció al «tío Fermín» de Montuenga (Segovia). Es una dulzaina de ébano y la fabricó Angel Velasco, por lo que contará unos cien años. Además, Aureliano conserva con cariño la dulzaina de Agapito Marazuela, de quien la recibió como herencia. La música de Aureliano ha sonado y suena en multitud de pueblos, principalmente de La Moraña abulense y Tierra de Pinares. En la actualidad, Aureliano continúa practicando cada día la dulzaina, y lo hace en Santo Domingo de las Posadas, pueblo al que se trasladó desde el molino de Pozanco en los años sesenta.
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RUTA MUSICAL
Grupo de Paulino en Peñalba.
Teodoro y Angel en Zorita.
En los pueblos de la zona también hubo otros dulzaineros y tamborileros, y así cabe citar en Las Berlanas a Eutiquio (dulzaina) y Mauricio (tambor); en Cardeñosa a los dulzaineros Bernardino Garcinuño, Eloy Blázquez, Mariano Gutiérrez, Rufino García y Asun García, a los tamborileros Francisco Velayos y Juan Blázquez y a los que tocaban el bombo, como Eusebio Sanchidrián y Severiano García; en Los Patos a Salva (tamborilero); en Pozanco a Celestino; en Vega de Santa María al dulzainero Jesús Alvarez «tío Dios»; en Mingorría a los dulzaineros «tío Milhombres» y «Cola-
che», el tamborilero «Basiliete», y a «tío Cades» y Martín Alda que tocaban el bombo; en Brieva al tamborilero Luis Pardo; y en Tolbaños a Irineo. En Peñalba el grupo del dulzainero Paulino, de Navalmoral, es quien ameniza las fiestas, al igual que en Velayos lo hacen los jóvenes de Maello seguidores de Francisco Navas «Ojetete», mientras que en Zorita nunca faltan Teodoro Novoa y Angel Vallejo. Finalmente, cabe añadir que Cardeñosa celebra cada año, en el mes de agosto, una Muestra de Dulzaina y Tamboril con participación de numerosos músicos.
Cardeñosa. Muestra de Dulzaina y Tamboril.
Cómicos en Mingorría.
RUTA DE LOS COMEDIANTES ■ A DESTACAR. El teatro tradicionalmente ha sido una de las manifestaciones artísticas y culturales más importantes que tenían lugar en nuestros pueblos. Las compañías de cómicos recorrían incansables estas tierras armados de aparatosos decorados escenificando entretenidas comedias. Como herencia de esta tradición cultural Mingorría celebra cada año un certamen de teatro infantil, y aún hoy todavía se mantienen actuaciones al aire libre en muchas localidades. ■ La ruta. El viajero que recorre estas tierras puede descubrir los restos del antiguo teatro de «La Danza» en Vega de Santa María, una bella sala de teatro que recibió a los más famosos actores. Mingorría también cuenta con una sala en funcionamiento construida en los antiguos lavaderos. Finalmente, el teatro en
vivo que todavía se sigue escenificando también es un atractivo de esta ruta. ■ Cómo llegar. Para contemplar el teatro que se representa en nuestros pueblos hay que acercarse a los mismos en verano, preferentemente, sin faltar a la cita de Mingorría en mayo. ■ Qué ver. El Certamen de Teatro de Mingorría ofrece diez representaciones durante la primera quincena de mayo, mientras que en la mayoría de los pueblos todavía pueden verse obras de teatro escenificadas al aire libre durante las fiestas patronales veraniegas. ■ Aliciente. Aunque ya casi han desaparecido las antiguas compañías de cómicos ambulantes, todavía pueden admirarse interesantes puestas en escena como una de las escasas manifestaciones culturales del medio rural.
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Teatro de Vega de Santa María.
as representaciones teatrales de las antiguas compaL ñías de cómicos que recorrían nuestros pueblos constituían una de las manifestaciones culturales más significativas que tenían lugar en el medio rural, tanto que los mayores recuerdan una larga lista de obras escenificadas entonces. Los escenarios se habilitaban en salones de los cafébar o se improvisaban en la plaza del pueblo, donde el público acudía con su silla. De aquellas singulares salas de teatro todavía quedan muestras en el escenario del salón de Pedro Vázquez en Mingorría, y en el patio de butacas del antiguo teatro «La Danza» de Vega de Santa María que ocupa un viejo edificio casi arruinado. Hasta los años cincuenta, los cómicos de las numerosas compañías que recorrían los pueblos solían alojarse en las casas de los vecinos. La visita de estas compañías se prolongaba durante varias semanas con una actuación diaria, alcanzándose por
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DE LOS
COMEDIANTES
ello especiales relaciones de familiaridad de los actores con la población. Todavía se recuerdan las actuaciones de Carlos Lemos y Joaquín Dicenta (hijo). Más aún, son numerosas las anécdotas y recuerdos que permanecen de aquellas representaciones teatrales y de las que hacían los aficionados del pueblo, tanto que en la misma tienen origen alguno de los apodos con que se conocen a algunos vecinos. Entre los sucesos más peculiares que se recuerdan del paso de los comediantes por los pueblos destaca el ocurrido el 14 de junio de 1948 en Mingorría. Actuación del actor y director Luis Marcet con su esposa
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DE LOS
COMEDIANTES
«Aquel día, la compañía de cómicos instalada en el pueblo representaba la obra “Juan José”, de Joaquín Dicenta, en el salón del señor Simón Vázquez. Nada más terminar la representación, la primera actriz se puso de parto en casa de la tía Hilaria y nació un niño que se llamó Luis Marcet. El bautizo se celebró días después con una gran fiesta, siendo los padrinos los dueños del salón: Pedro Vázquez y Encarna García. El recién nacido continuó la tradición familiar y actualmente es director y actor de teatro. Pasados cincuenta años, el 24 de julio de 1998, el actor recién nacido de Mingorría volvió con su compañía de cómicos y dos obras en cartel, y con él vino la esencia misma del teatro. Efectivamente, Luis Marcet es hijo y nieto de actores, como lo fueron sus hermanos y sus tíos, y lo son su mujer y sus hijos, no recordando otro pasado que no pasara por un escenario, pues su bisabuelo también fue director del Teatro Real de Madrid. Incluso su propio hijo también nació cuando su esposa terminaba una representación». En este ambiente no es de extrañar que pronto surgieran grupos de aficionados integrados por jóvenes de la localidad dirigidos por algún vecino más leído. Además, los antiguos maestros de escuela realizaron una especial labor educativa a través del teatro, y de su dedicación y esfuerzo salieron entretenidas actuaciones, tarea ésta que todavía se mantiene entre las actividades escolares. Incluso algún cura «moderno» también se aventuró en los ensayos teatrales para
195 entretenimiento y deleite de sus parroquianos. Ultimamente, son los ayuntamientos y las asociaciones culturales quienes programan esporádicamente alguna representación teatral coincidiendo con las fiestas patronales, y es que ya desaparecieron aquellas compañías que iban de pueblo en pueblo repartiendo a su manera diversión y cultura. Así, el viajero que quiera disfrutar de aquellas veladas teatrales al aire libre de antaño puede hacerlo consultando los programas de fiestas que se organizan durante el verano. Entre los grupos más asiduos y veteranos que continúan recorriendo nuestros pueblos hay que destacar a «JUFRAN», un extraordinario relevo de las antiguas compañías cómicas. El grupo está formado por aficionados abulenses que más bien parecen auténticos profesionales, y entre sus miembros sobresalientes hay que citar a José Luis Alfayate y Fidel Sáez García, una parte de cuyas familias provienen de Mingorría. J. L. Alfayate y Fidel Sáez.
196 CERTAMEN DE TEATRO INFANTIL DE MINGORRIA Quizás como herencia cultural de una singular formación teatral imantada desde antiguo, en Mingorría se celebra un extraordinario certamen de teatro infantil que nació en 1993, donde participa un grupo estable creado en el pueblo. El certamen se organiza desde entonces por el Colegio Rural Agrupado «Miguel Delibes» de Velayos, Vega de Santa María, Santo Domingo de las Posadas y Mingorría, y el Ayuntamiento de este último pueblo. Los promotores de esta singular actividad cultural de la escuela rural pretenden despertar en los alumnos cualidades artísticas y fomentar su capacidad creativa en la realización de actividades útiles a la sociedad, todo ello como contribución al desarrollo de la personalidad de los escolares. Cada convocatoria anual ha contado con una media de diez representaciones por cada certamen, las cuales se escenifican durante el mes de mayo en la sala de teatro que ocupa el edificio rehabilitado de los antiguos lavaderos, siendo la entrada libre. A lo largo de la vida del certamen han sido más de cien obras de teatro las escenificadas por casi dos mil jóvenes
actores de grupos infantiles llegados desde Cádiz, Soria, León, las localidades salmantinas de Béjar y Guijuelo, Valladolid, Segovia, Fuentesáuco (Segovia), y los pueblos abulenses de Arévalo, El Barraco, Burgohondo, Muñana, Las Navas del Marqués, Navaluenga, Navalmoral de la Sierra, El Tiemblo, Vega de Santa María, Velayos y el propio Mingorría. En el mes de mayo del año 2002 se celebra el décimo aniversario del certamen, con tal motivo tendrá lugar una gran exposición fotográfica de todas las representaciones habidas a lo largo de todos estos años, y además se editará un catálogo conmemorativo. Actuación infantil en Mingorría.
RUTA DE LAS DEHESAS Y CASERIOS ■ A DESTACAR. Siguiendo el recorrido de los ríos Adaja y Voltoya llaman la atención los grandes espacios ocupados por los encinares, y también por pinos. En torno a ellos todavía se conserva el caserío surgido para la singular explotación agrícola y ganadera de la dehesa, nombre que reciben las fincas agrupadas en una única propiedad. La tradicionall utilidad de estos terrenos es el pasto para ganado, la resina, la madera, el carbón vegetal, la caza y el fruto de bellota, combinados con algunos cultivos agrícolas. El caserío reponde a modelos característicos de la arquitectura popular, mezclados con ejemplos palaciegos. En las dehesas vivían y trabajaban guardas, mayorales, colonos agrícolas y otros campesinos, plenamente integrados en las explotación de la finca, mientras que sus dueños y propietarios la utilizaban para recreo. ■ La ruta. Las tierras adehesadas son abundantes en la zona y se aparecen como prolongación del paisaje que bordea la capital abulense hacia el norte. Siguiendo entonces el curso del río Adaja nos encontramos en su margen izquierda con las dehesas «Pedro Cojo» y «Cabreras» en Cardeñosa, «El Chorrito», «La Aldehuela» y «Olalla» en Zorita de los Molinos, y «Navares» en Peñalba. El margen derecha, pasada la presa de Las Cogo-
tas se hallan las dehesas de «Yonte» en Avila, y «La Malita», «El Ciego» y «La Veguilla» en Mingorría, además de una parte de «Olalla» y otra de «Navares» en Peñalba. El río Voltoya baña las dehesas de «Aldealgordo» en Tolbaños, «Tabladillo» en Ojos Albos y «Las Gor-
dillas» en Maello, donde está un cuartel de Velayos. También hay que decir que en Monsalupe está la dehesa del «Montecillo», en Cardeñosa la dehesa de «Ajates», en Maello, cerca del municipio de Santo Domingo de las Posadas, la dehesa de «Mingo Peláez», en San Esteban de los Patos la dehesa de «Navarrosa», y en Tolbaños «La Nava».
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RUTA
■ Cómo llegar. El recorrido presentado es un viaje por los términos municipales situados en la ribera del Adaja, el acceso a los mismos es la propia carretera que los comunica y vertebra, de donde salen multitud de caminos que se bifurcan con destino a las dehesas y caseríos. El punto de partida se puede fijar entonces en los núcleos de población. ■ Qué ver. Llama la atención la singularidad de su ecosistema caracterizado por la presencia de pinos y encinas, e incluso diversas variedades de cultivos cerealistas y viñe-
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dos. También destacan los caseríos dispuestos para la explotación agropecuaria de la dehesa, con ejemplos de arquitectura religiosa en «La Aldehuela» y «El Chorrito», y palaciega en «Aldealgordo», «Tabladillo» y «Las Gordillas», sin olvidar buenos ejemplos de palomares, molinos y otras dependencias. ■ Aliciente. Las dehesas y los caseríos agrícolas dispersos por la zona demuestran modos de vida íntimamente ligados a la tierra de un indudable interés arquitectónico, etnográfico y medioambiental.
PEDRO COJO
EL CIEGO Y LA MALITA
Fuera del municipio de Avila, aunque casi como continuación geográfica del mismo, pues apenas hay accidentes que pongan límites naturales a este territorio, y siguiendo el curso del Adaja, a la altura de la presa de las Cogotas, en la margen izquierda de Cardeñosa se encuentra la dehesa de Pedro Cojo, después de las dehesas de Avila que también bordean el río: «Verdeja», «Penarros» y «Pancaliente». La dehesa de «Pedro Cojo» perteneció al Cabildo Catedral, y fue desamortizada y subastada por el Estado en 1865 en casi medio millón de reales. El monte se ve cruzado por la línea ferroviaria que va a Salamanca, en la ribera del río estaba el molino de «Pedro Cojo» que quedó bajo las aguas, y todavía se conservan las casas y dependencias agrícolas y ganaderas que ser- vían a su explotación, a ellas se accede desde la carretera que va desde Avila a Cardeñosa.
Al otro lado del río, las dehesas de la capital abulense de «Aldeaciego», «Pedrosillo» y «Yonte», pasada la Presa de Las Cogotas, dan paso por los «Callejones de Chascarra» y el molino de «Trevejo» al monte de Mingorría. Este monte comunal de trescientas hectáreas de encinar también fue desamortizado a finales del siglo XIX pasando entonces a formar las dehesas de «La Malita» y «El Ciego», las cuales mantienen todavía las viejas casas de piedra donde El Ciego.
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habitaban las familias que trabajaban el monte, los encerraderos y algún palomar. Varios caminos que se dirigen a los molinos del río desde Mingorría surcan el encinar de estas dehesas. CABRERAS
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tera de Cardeñosa poco antes de llegar al pueblo. AJATES En la zona oeste del término de Cardeñosa se situa la dehesa de «Ajates», cuyo monte de encinas de unas ciento treinta hectáreas era propiedad del pueblo hasta que fue desamortizado en 1859. «Ajates» fue un asentamiento medieval que conserva el típico caserío agropecuario. El acceso a la dehesa se hace por la carretera de Avila-Salamanca, desde donde ya se contempla el bello encinar colindante con la dehesa de «Manzaneros». EL MONTECILLO
Volviendo a la margen izquierda del Adaja, el monte que se asoma repleto de verdor oscuro pertenece a la dehesa de «Cabreras» que fue propiedad del ayuntamiento de Cardeñosa, antes de ser desamortizado y enajenado en 1862 por algo más de medio millón de reales. El monte ocupa unas trescientas hectáreas y actualmente tiene dos caseríos denominados «Cabreras de Arriba» y «Cabreras de Abajo», desde ellos se divisa toda la sierra de Ojos Albos, pues son una hermosa atalaya separada por el río. El acceso a estas dehesas coincide con el del Castro de las Cogotas, el cual parte desde la carre-
Al norte de «Ajates» y «Manzaneros», desviandonos por la carretera local que sale a la derecha de la carretera de Salamanca en el p. k. 13,5 se encuentra junto a la vía del ferrocarril de la dehesa del «Montecillo», ya en el término de Monsalupe. Su propiedad se hallaba muy dividida entre los vecinos, quienes obtenían del encinar todas sus utilidades. Actualmente se conserva el antiguo caserío, el cual ha sido reconstruido y ampliado para finca de recreo y cría de avestruces. LA VEGUILLA Retomando nuestra ruta por el río Adaja llegamos a Zorita de los Molinos. A partir de aquí las encinas se entremezclan con pinos resineros y el terreno agreste deja paso a tierras cultivables. En la zona se situaba el caserío de «La Veguilla», llegando esta dehesa hasta el río donde crecen frondosos pinos y se halla el molino del «Cubo». En la margen opuesta de la iz-
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Vista desde Olalla.
quierda está el caserío del «Chorrito», y más adelante la dehesa de «Olalla». Las tierras de «La Veguilla» se ven atravesadas por el arroyo «Regajal» que desemboca en el Adaja, después de dejar tras de sí frondosas arboledas de chopos que crecen en galería. Por lo demás son ricas tierras de secano que ocupan más de cuatrocientas hectáreas, de las que la mitad pertenecían al Duque de Montellano y otras al Cabildo Catedral que fueon desamortizadas en 1844. En medio de la explotación se conservan las ruinas del caserío que ocupaba unos mil metros cuadrados, y se aprecian los restos de cobertizos, cuadras, pajares, cijas y dependencias donde habitaban los colonos. El acceso a «La Veguilla» se hace fácilmente desde la carretera de Mingorría a Zorita, desde donde ya se contempla. EL CHORRITO El caserío del «Chorrito», cercano a Zorita desde donde se accede, fue antes una finca de recreo construida por el General y Ministro de la Guerra Eduardo Bermúdez Reina a fi-
nales del siglo XIX, llamándose, en honor a su esposa, «Villa Julia». Actualmente, el caserío que servía de estancia y a la explotación agrícola ha crecido en número de viviendas de segunda residencia, conservándose todavía la antigua ermita que mandó hacer el general, además de útiles de labranza y un carro pintado en excelente estado. Antiguamente, un puente de madera comunicaba esta finca con las tierras del otro lado del río donde abundan los pinos resineros y se encuentran las ruinas del molino del «Cubo». OLALLA A continuación del «Chorrito» se encuentra la dehesa de «La Aldehuela» y de «Olalla» o de «Melón y Olaya». Esta tierras eran propiedad de Celedonio Sastre, quien supo hacer prosperar una rica explotación agropecuaria. Esta dehesa convina las tierras de cultivo, los viñedos, encinas y sobre todo pinos resineros. Por el noroeste linda con la carretera de Zorita-Las Berlanas desde donde se accede; atraviesa la dehesa el arroyo de «La Chavata», mientras
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que limita al Este con el río Adaja que en algún tramo cruza la finca, y se extiende hasta la dehesa contigua de «Navares». Las tierras han sido divididas y actualmente tiene varios propietarios, manteniéndose la ermita y el caserío de «La Aldehuela», el molino del Vego, en el que convivían molineros y resineros, la caseta de la era, un palomar y el antiguo caserío de «Olalla» que se sigue conservando en buen estado. NAVARES El Adaja después de bañar los campos de «Olalla» por su izquierda, y el municipio de Pozanco por la derecha, llega a las tierras de la dehesa de «Navares», perteneciente al término de Peñalba. A esta dehesa se llega por el camino que une la carretera de Vega de Santa María-Gotarrendura con la carretera de Zorita-Las Berlanas. Aquí destaca la explotación agropecuaria que mantiene la cría de cerdos ibéricos y de ganado «limusine» puro. La dehesa es un antiguo despoblado medieval que fue propiedad del Monasterio de la Antigua de Avila, conserva una importante masa arbórea de en- cinas y pinos, habiendose reconstruido el viejo caserío con todas las comodidades que requieren actualmente los trabajadores del campo. A orillas del río permanece en ruinas el molino conocido co- mo «el del Prior», pues fue dejado en testamento al prior del monasterio. NAVARROSA Y LA NAVA Para acercarse a las dehesas y caseríos si-
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tuados en la zona del río Voltoya, el viajero puede tomar la carretera que sale de Mingorría a San Esteban de los Patos. En este pueblo se encuentra la dehesa de «Navarrosa», en la cual se conserva el característico caserío de piedra formado por las dependencias propias de la explotación agropecuaria, que todavía sirven hoy para la actividad ganadera que se sigue realizando. Cerca de «Navarrosa» se encuentra la dehesa de «La Nava», a la que se accede desde Gallegos de San Vicente, al estar situada en sus inmediaciones. El caserío de la dehesa es el típico para las faenas agrícolas y ganaderas, y su monte está poblado de encinas, el cual fue de titularidad pública hasta su desamortización en 1859. Al sur de «Navarrosa» y «La Nava», pero perteneciente al municipio abulense, se encuentran las dehesas de «Mari García», «Testadores», «El Burguillo», «Encinas», «Palazuelos», «El Pinar» y «Zurra», las cuales bien merecen una ruta específica en otra ocasión. ALDEALGORDO Desde Los Patos la carretera continua su trazado hasta Tolbaños. Desde aquí sale un ca-
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mino que conduce hasta la dehesa de «Aldeagordo», la cual fue propiedad del Conde de Polentinos, después del Marqués de Torrecilla y Valdeolmos, y actualemente del conde de Villagonzalo y Marqués de Scala. Esta dehesa es de una gran belleza natural donde destacan sus encinas centenarias, está atravesada por el río Voltoya, en el caserío destaca la residencia «palaciega» de buena arquitectura donde pernoctó el rey Alfonso XIII y su esposa doña Vitoria, una antigua iglesia rodeada de bellos jardines y una fuente, un molino y los esquileos de antaño con las dependencias necesarias para tratar la lana. TABLADILLO El río Voltoya que pasa por «Aldealgordo» puede cruzarse por un vado que comunica esta dehesa con la cercana de «Tabladillo», que antes fue un antiguo asentamiento medieval. En «Tabladillo» destaca uno de los mejores palacios rurales que
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pueden verse; su construcción se inició en el siglo XVI, aunque posteriormente sufrió distintas intervenciones. El palacio fue promovido por Antonio Núñez Vela, hijo de quien fue virrey del Perú, es de estilo renacentista y recuerda a las lujosas villas italianas. En su entorno se halla el caserío dedicado a la actividad agrícola y ganadera de la dehesa, la cual cuenta también con un molino en el Voltoya, cercano al molino de Tolbaños, y una gran masa arbórea. LAS GORDILLAS Retomando el curso del río Voltoya pronto llegamos al caserío de las dehesas de «Las Gordillas», situada junto a la carretera local que une los pueblos de Velayos y Maello. Esta dehesa de 1.732 hectáreas estaba dividida en tres cuarteles: «El Molino» o de Maello con los sectores del puente y el molino, «El Torreón de Armenteros» o de Saornil, y el cuartel de Velayos. En «Las Gordillas» doña María Dávila fundo en 1502 el convento de Santa María Jesús, y la dehesa fue propiedad desde entonces de las Clarisas de Avila, hasta su venta forzosa en 1842 en cuatro lotes al amparo del proceso desamortizador iniciado por Mendizabal. El complejo arquitectónico que configuran los distintos caserios repartidos por «Las Gordillas» enseguida despierta gran interés para el viajero por su entorno paisajístico y la singularidad de sus construcciones del siglo XIX. Estos caseríos han sido estudiado por José R. Nieto y M.ª Teresa Paliza en «La Arquitectura en las Dehesas de Castilla y León», cuyo texto seguimos en esta ruta.
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CUARTEL DE MAELLO O DE LOS SECTORES «EL PUENTE» Y «EL MOLINO»
lino harinero y el típico caserío agropecuario.
Situandonos de nuevo en el río Voltoya, sobre el puente por donde cruza la carretera de Velayos-Maello, podemos admirar los vestigios del antiguo convento de las Clarisas en un torreón utilizado como palomar, construido en mampuesto combinado con sillería y ladrillo en los esquimales, que todavía conserva huecos rematados con arcos de medio punto. En este mismo lugar del cuartel de Maello, Ramón Castillo García promovió una residencia recreativa y solariega de dos plantas conocida con el nombre de «El Jardín», donde se mezcla el mampuesto con el recercado de ladrillo visto en huecos. En las inmediaciones hay otras construcciones tales como un molino abandonado que recogía el agua del arroyo de Valdequesada, unos corrales, unas viviendas y otras dependencias. Desde aquí puede tomarse el camino que discurre paralelo al río, pasando por un antiguo tejar, hasta llegar al sector denominado «El Molino», donde se hallan los restos de un grandioso mo-
CUARTEL DE SAORNIL O «TORREON DE ARMENTEROS» Volviendo al caserío del Puente, desde la carretera en dirección a Velayos, a la izquierda sale el camino de «Aldealgordo», junto a la márgen izquierda del Voltoya. Por este camino también se accede al «Torreón de Armenteros» o cuartel de Saornil, ya que se comunica con este lugar. Aquí, rodeado de grandes encinas y buenos pastos, don Francisco Castillo García construyó en 1907-1908 un moderno edificio de dos plantas, cubiertas a cuatro aguas, paramentos de mampostería y ladrillo visto, jardín delantero, y corrales con dependencias subsidiarias en la parte zaguera. Las construcciones, bien ejecutadas y con igual estilo que las realizadas en el sector del puente, son las más importantes y amplias de todas las dehesas visitadas, destacando hasta las paneras, pocilgas, cuadras y pajares y un potro de herrar.
Torreón de Armenteros.
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CUARTEL DE VELAYOS
«MINGO PELAEZ»
Retomando la carretera de Velayos-Maello en dirección al primer pueblo. A unos kilómetros dejamos a la derecha unas edificaciones secundarias utilizadas para el ganado, y pronto llegamos a la estación de tren de Velayos. Antes ya habremos divisado una casa señorial, que fue la residencia de recreo co-
Desde la estación de Velayos dirigiendonos a Santo Domingo de las Posadas se encuentra la urbanización de viviendas unifamiliares «Pancorbo», al sur de la cual se halla la dehesa de «Mingo Peláez». El caserío casi arruinado de esta dehesa, a la que se accede desde Santo Domingo por el camino de Es-
Cuartel de Velayos. Residencia El Jardín.
nocida como «El Jardín» y caserío «Torreón de Velayos». Construida por don Ramón Soriano Pelayo hacia 1880, la residencia principal es un edificio cúbico de piedra labrada con pequeños remates de ladrillo, tiene dos plantas con sótano y desván abuardillado, y dos alas de una altura ocupadas por paneras. Cerca de la casa hay un palomar, cuadras, un garaje, un invernadero, un molino de viento para dotar de agua a la casa y a un amplio jardín. Frente a la casa cruza un cordel de ganados que pasa debajo de la línea del ferrocarril por donde se llega en dirección sur a Saornil.
calonilla, o desde la carretera que se dirige desde este pueblo a Mingorría, destaca por un impresionante palomar cilíndrico de ladrillo visto. El edificio principal detinado a residencia de su propietario es de dos plantas realizadas en mampostería y rematada en ladrillo en el mismo estilo que «Las Gordillas». Las construcciones secundarias de inferior calidad están destinadas a viviendas del guarda y otros campesinos, a paneras, cuadras, encerraderos, pajares, etc., lo que demuestra la gran actividad agropecuaria que se desarrollaba en la dehesa.
Cardeñosa. Despoblado de Conejeras.
RUTA DE LOS DESPOBLADOS ■ A DESTACAR. Son numerosos los paisajes existentes en nuestros municipios donde se han encontrado restos de antiguos asentamientos humanos, son los despoblados. Estos lugares, actualmente deshabitados, conoci- dos también a través de distintas fuentes escritas, o testimonios toponímicos, singularizan una parte interesante de la pequeña historia de los pue- blos actuales que se remonta a la Edad Media, coincidiendo con la ocupación de los territorios reconquistados a los musulmanes.
■ Cómo llegar. Aquí seguimos la ruta que define la carretera AV-804 de Avila-Arévalo por Cardeñosa, y la carretera N-403 Avila-Arévalo por Mingorría, cuyos tramos separados por el río Adaja se ven unidos por Zorita de los Molinos y Vega de Santa María. Finalmente, tomamos la dirección este desde Mingorría hasta la zona de Tolbaños y el río Voltoya. En todos los pueblos que nos encontramos a lo largo del viaje hay despoblados que merecen conocerse, si quiera sea a título documental e informativo.
■ La ruta. El itinerario propuesto toma como referencia la obra de Gonzalo Martínez Díez (Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana), a partir del cual descubrimos los lugares donde se emplezaron los primitivos pobladores de esta tierra. En el recorrido sobre el terreno pueden verse vestigios importantes de los despoblados, muchos de ellos ocupados actualmente por caseríos o dehesas, por lo que su contemplación nos transporta a épocas pretéritas.
■ Qué ver. Los vestigios más relevantes de los despoblados pueden admirarse en los restos de la ermita de Conejeras en Cardeñosa, el torreón de Garoza en Peñalba y el torreón de la Puebla en Velayos. ■ Aliciente. Descubrir la existencia de lugares donde antiguamente habitaban nuestros antepasados siempre es sugestivo y atractivo, sobre todo cuando se pueden admirar restos que plantean inquietudes por lo desconocido.
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DESPOBLADOS
ituándonos en el término municipal de Cardeñosa, al S sur del mismo, distante unos tres kilómetros del pueblo, la derecha de la línea férrea y a cien metros del límite con La Alamedilla del Berrocal, se encontraba el despoblado de «Muñoendra» que actualmente parece corresponderse con el nombre de «Cenalmor», donde quedan restos de habitaciones del siglo XVI. Al Oeste del pueblo se halla el despoblado de «Ajates», junto al caserío de la dehesa del mismo nombre. Igualmente, los despoblados de «Pedrocojo» y «Cabreras» están en el lugar que ocupan las casas de las dehesas que bordean el río Adaja. En esta misma zona, poco antes de llegar a «Cabreras» se hallaba el despoblado de «Conejeras», donde todavía se conservan los restos de una interesante ermita. Por el cobro de los diezmos de los despoblados de «Conejeras» y «Miguel Cobo» se originó un pleito entre las parroquias de Cardeñosa y Zorita en 1740 que ganó ésta útlima. En esta misma zona, en el cruce de los caminos de «Las Apartadas» y de Zorita, se hallaba el despoblado de «Rehoyo». Adentrandonos ya en el municipio de Peñalba debemos saber que a su parroquia pertenecían las iglesias de los lugares que quedaron despoblados mediado el siglo XVII. Como testimonio de asentamientos resultan interesantes los restos del despoblado de «Garoza», situados junto a la carretera que une Las Berlanas y Zorita, y al camino que va desde Peñalba a Navares. Las ruinas del torreón de Garoza son una buena muestra de la iglesia que se cerró al culto en 1619 ante el abandono del lugar. Las llamadas «Casas de Navares» situadas en la orilla izquierda del
Peñalba. Despoblado de Garoza.
Adaja ocupan un antiguo despoblado de igual nombre. Al norte de la dehesa de «Navares» y a orilla del río Adaja, frente al molino de «Los Pobos», se encuentra el despoblado de «Sansáez» (hoy término de Hernansancho). En el municipio de Las Berlanas, quedan vestigios de «Los Angeles», un depoblado situado al noreste del barrio de La Aldehuela, a un lado y a otro del camino de Gotarrendura a Peñalba. Otro despoblado del lugar es el denominado «Carrascal», que se halla al Este de Rivilla, a la izquierda y lindando con la carretera de Las Berlanas a Zorita de los Molinos, frente a la piedra kilométrica 1,00, donde antiguamente estaba la cruz de la plaza de Rivilla. Volviendo al cercano pueblo de Monsalupe, y lindando con la vía férrea, al norte del camino de Muñoyerro a Las Berlanas, se
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DE LOS
DESPOBLADOS
encuentra el despoblado llamado «La Rad», del que da cuenta Madoz en su diccionario. Junto a la triple mojonera de los términos de Gotarrendura, Peñalba y Hernansancho, aunque perteneciente a este último, se halla el despoblado de «Guaraldos», donde se han encontrado abundantes restos de edificaciones. El lugar está al lado derecho de la carretera que se dirige desde Gotarrendura a Vega de Santa María, por el camino que va al molino de «Los Pobos». Desde Gotarrendura nos adentramos en el municipio de Vega de Santa María, y aquí en la ribera derecha del Adaja se halla el despoblado de «Saornil de Adaja», junto a un arroyo del mismo nombre. Al NE, junto a la laguna de «Las Eras», todavía se recuerdan las rogativas a la iglesia de Santa María, cuyo nombre conserva el despoblado conocido como «Santa María de la Calzada», donde abundan restos de edificaciones. Al NO, en el alto de San Pedro, se recuerda la existencia de una ermita como resto del despoblado de Vega de Santa María.
207 «Narrillos» o «San Pedro de Narros». En la misma zona, entre Saornil y Narrillos, debió hallarse el despoblado conocido en el siglo XII como «Defesa».
La Puebla (Velayos).
El municipio de Velayos, se encuentra al Este de La Vega, del que le separa la carretera N-403. En la parte norte del término, en lo alto del montículo llamado «El Cerro» donde se han encontrado abundantes restos se halla el despoblado de «Garcí Acenar», aunque su nombre prácticamente se ha perdido. Al SE, lindando con la vía férrea y la divisoria con Maello, se recuerda el nombre y se han hallado abundantes restos del despoblado de «Malucos». Al NE, a unos tres kilómetros, y nada más pasar la vía férrea se conserva un elevado torreón del despoblado de «La Puebla», llamado también «La Aldihuela». Al norte de Vega de Santa María, en la ribera derecha del río Adaja y ya en Blascosancho lindando con el camino de la Virgen, se han encontrado
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restos del despoblado de «Porquerizos». Desde Velayos sale la carretera local que se dirige por el Este a Maello, y a mitad de su recorrido, por donde pasa el río Voltoya, se encuentran los restos del despoblado llamado «Las Gordillas» o «Villadey de las Gordillas», que cuando era villa se componía de 20 casas y un convento de las Clarisas, las cuales se trasladaron a Avila en 1520. Actualmente, el lugar está ocupado por un caserío agropecuario y una casa de recreo.
Las Gordillas.
En el térmio municipal de Santo Domingo de las Posadas, y en la zona que se extiende por el sur junto a la carretera de Mingorría, se encuentra el despoblado de «Los Diezgos», cuya dehesa fue del Cabildo Catedral hasta su desamortización en 1843. Al SE, junto a la vía férrea se hallan los despoblados de Maello «Aldanueva» y «Mingo Peláez», este último conserva el caserío propio para la explotación de la dehesa. Al Oeste de Mingorría, pasado el río Adaja, en Zorita de los Molinos, la «Crónica de la Población de Avila» escrita en 1256 cita el lugar de «El Castaño» como uno de los primeros asentamientos medievales, si
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DESPOBLADOS
bien no se conserva este nombre bien puede corresponderse con el paraje de «Los Caleños». Al norte de Zorita, en la márgen izquierda del río Adaja, frente a la confluencia del arroyo Regajal, donde todavía se ven restos del molino «Piar», debió estar el despoblado conocido como «Escarga María». Volviendo a Mingorría, cerca del lugar donde está la ermita de la Virgen, se situa el despoblado de «San Cristobal», conocido hoy como «Los Villares», donde han sido halladas sepulturas y lápidas. Al NO de Mingorría, por el camino de Escalonilla, y en el término de este lugar, antes de cruzar la línea férrea, lindando con el arroyo Zarzalejo, se encuentra el despoblado de «Zarzalejo», que fue propiedad del Cabildo Catedral hasta su desamortización en 1844, donde se conocen restos de edificaciones. Desde Mingorría una carretera local nos lleva hasta Tolbaños, después de pasar la vía férrea y San Esteba de los Patos. Llegados aquí, a la izquierda salen los caminos que conducen a los despoblados situados en las dehesas cercanas a Saornil de Voltoya llamadas con el mismo nombre «Armenteros», y «Aldealgordo». También en Saornil, en las confluencias de los cordeles de ganado que atraviesan los montes situados al norte, se encuentra el despoblado «La Dueña», conocido también como «Los Villares». Cerca de Tolbaños, entorno al lugar de la Venta de San Vicente, el cual se levanta sobre un despoblado con el mismo nombre, se encuentran los antiguos despoblados de «Albariza» y «Alameda de las Requenas», donde existe un caserío habitado.
Mingorría.
RUTA DE LAS IGLESIAS Y ERMITAS ■ A DESTACAR. El fervor religioso de las gentes de nuestros pueblos tiene su mayor exponente en sus iglesias parroquiales y en sus ermitas, como lugares de acogimiento y recogimiento de los feligreses. Al mismo tiempo son las construcciones donde se santifican las fiestas y constituyen la mejor expresión artística de cada localidad. ■ La ruta. Recorrido por todas las iglesias y ermitas existentes en los pueblos de la ribera del Adaja y su entorno. Los templos suelen estar cerrados, por lo que su interior puede contemplarse cuando son abiertos para los oficios religiosos o pidiendo la llave a la persona que suele estar encargada. Los días de fiesta son los mejores días de visita. ■ Cómo llegar. Se accede por la carretera AV-804 que va de Cardeñosa a Gotarrendu-
CARDEÑOSA Es el primer pueblo que se asoma llegando desde Avila por la carretera AV-804 en dirección Arévalo, donde nacieron Santa Paula Barbara y las venerables Isabel de Santo Domingo y María Vela. Una vez avistado el caserío desde el alto donde está «el canto de la ánimas» pronto se aparece a nuestra derecha el majestuoso calvario de cruces graníticas levantadas sobre peanas y alguna piedra de lagar. Desde aquí, al Este se divisa en la lejanía la
ra, y desde aquí a Vega de Santa María donde se toma la N-403 que llega a Mingorría y los pueblos de la sierra. ■ Qué ver. Las iglesias y ermitas suelen ser los edificios artísticos más valiosos del medio rural, por lo que todos merecen una visita. ■ Aliciente. Conocer una parte importante de la historia del medio rural a través de sus iglesias y ermitas.
sierra de Ojos Albos y el pueblo de Mingorría. En el lugar, frente a un antiguo ruedo taurino de paredes de piedra, se levanta la ermita medieval de Nuestra Señora del Cristo del Berrocal con su columna y sepulcros, testimonio de lo que debió ser un antiguo convento de Templarios. Al lado opuesto de la carretera se encuentra la ermita de la Madre de Dios, siendo estas dos las únicas ermitas que se cuentan, si bien en tiempos pasados también había otras dedicadas a San Miguel, San Andrés, San Lorenzo y San Sebastián.
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RUTA DE LAS IGLESIAS Y ERMITAS PEÑALBA DE AVILA
Cardeñosa. Ermita del Cristo.
Adentrándonos en el pueblo, por el saliente se encuentra la iglesia parroquial, situada en un amplio recinto de piedra que marca un patio delantero que debió servir de cementerio. Fue iniciada su construcción en piedra de sillería con vocación de basílica en el siglo XV, aunque finalmente se redujo esta pretensión por falta de medios en el siglo XVI, terminandose en mampostería y torrecampanario de ladrillo. Consta de tres naves y un capilla central, el artesonado es de estilo mudéjar, el coro se levanta sobre unos arcos escarzanos y cuenta con un bello órgano barroco de 1741, y el hermoso retablo es obra de Pedro de Salamanca y Blas Hernández fechado en 1535. Esta iglesia monumental fue estudiada por Gómez-Moreno en su catálogo, lo que se reseña en otra ruta de esta misma guía a la que nos remitimos.
Es el pueblo siguiente que encontramos cruzando entre altos cerros. Antes de llegar puede contemplarse una bella panorámica del caserío, los campos cerealistas y los montes y pinares que acompañan al Adaja. En primer lugar se presenta la pequeña ermita situada en las eras dedicada al Cristo de Santa Teresa, donde puede admirarse la imágen única de la Santa arrodillada junto a Cristo crucificado. La iglesia parroquial del siglo XVI, dedicada a San Vicente Mártir, sobresale entre el horizonte que trazan los tejados de las casas por su torre espadaña de buena sillería de granito, y por su capilla mayor contruida en 1618 siendo cura el bachiller Toribio González, natural del lugar de Mingo-
Iglesia de Peñalba.
rría. De la parroquia de Pe- ñalba dependían también las iglesias de los despoblados de Garoza, Navares y San Sáez, de las que sólo se conservan restos en Garoza como se ve en la ruta de los despoblados. LAS BERLANAS Agrupa en su parroquia a los barrios de la Aldehuela, Rivilla y
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211 en su capilla mayor. En el barrio de Rivilla existió otra ermita de San Juan Bautista que fue cerrada al culto a finales del siglo XVIII por el mal estado en que se encontraba. MONSALUPE
Ermita de las Angustias.
el Burgo, este último fue arruinado por las inundaciones de 1959 por lo que se construyó un nuevo barrio entre los dos primeros. La antigua iglesia parroquial está dedicada a la Virgen de la Asunción con título de Gandulle escribió Madoz, y se encuentra en el campo junto al cementerio alejada de los caseríos. Fue construida en el siglo XVI y tiene un importante valor monumental conforme Gómez-Moreno, segun queda descrito en la ruta trazada sobre su catálogo. Destaca el artesonado morisco de madera del coro y la sacristía, una torre campanario de gran porte y una amplia sacristía de piedra de Cardeñosa. La iglesia fue cerrada al culto después de las inundaciones, trasladandose sus altares barrocos, pinturas e imágenes a la iglesia moderna que se construyó en el nuevo barrio en 1964. Los barrios de Las Berlanas cuentan con bien cuidadas ermitas, y éstas son la de la Concepción en La Aldehuela, que más parece una iglesia por su gran porte, y la dedicada a Nuestra Señora de las Angustias en el Burgo, con artesonado morisco
Se halla cerca de Las Berlanas, continuando por la carretera que conduce al barrio de la Aldehuela en dirección sur y aguas arriba del arroyo Berlana. Poco antes de llegar, las cruces de piedra de un antiguo víacrucis llegan hasta la ermita de Nuestra Señora del Buen Suceso situada en un altozano, junto a la cual también se halla el cementerio. La ermita está construida en mampostería con piedras irregulares sin revoco, tiene una capilla mayor bien dispuesta y, al lado opuesto, una espadaña de ladrillo donde se aloja el campanil. La entrada está remarcada con molduras que intentan reproducir una portada señorial. En mitad del pueblo se levanta la iglesia parroquial de San Pedro Apostol construida en mampostería con espadañacampanerio y portada barroca de ladrillo con hornacina y arco de sillería granítica donde hay un reloj de sol labrado. Es de una sola nave con artesonado de madera, separandose por arcos de medio punto el presbiIglesia de Monsalupe.
212 terio y dos capillas laterales, cuyos frentes se cubren con sencillos altares. GOTARRENDURA Pueblo teresiano, se encuentra retomando de nuevo la carretera y pasado Las Berlanas. La iglesia parroquial de San Miguel del siglo XVII destaca por su presbiterio imponente en buena armonía con la espadaña-campanario rematados am-
Iglesia de Gotarrendura.
bos en ladrillo. En su construcción se emplearon materiales de la antigua casa palacio de los padres de Santa Teresa. La entrada tiene un pórtico de columnas, los muros son de canto rodado al descubierto, antiguamente revocados de blanco, rematados con sillería en las esquinas y en la parte que soporta la espadaña. En su interior la cubierta de artesonado de madera se apoya sobre columnas y arcos semicirculares que separan las naves. Rodean la iglesia grandes espacios abiertos, y el oeste enfrentada se levanta la ermita de Nuestra Señora de las Nieves con similar traza y menor escala que la parroquia, pero igual remate en la-
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drillo de la espadaña que aloja el campanil. Una vez visitados los pueblos de la margen derecha del Adaja podemos cruzar el río desde Gotarrendura en dirección Vega de Santa María, o bien en dirección Zorita de los Molinos desde Las Berlanas. En esta ocasión lo haremos por el primer itinerario citado. VEGA DE SANTA MARIA Está situado después de cruzar el río y pasar la dehesa de Navares en dirección oeste-este. Al llegar al pueblo enseguida encontramos presidiendo la plaza la ermita de Nuestra Señora de la Cruces del siglo XVIII, que hace de iglesia parroquial y de juego pelota, tiene una esbelta espadaña-campanario de ladrillo rematada con bolas graníti- cas que soporta un gran nido de cigüeña. Continuando por la carretera un rosario de cruces de piedra conduce hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción que ha sido bien descrita por Gómez-Moreno. Esta iglesia empezó a construirse hacia el siglo XIII, si bien la obra actual se terminó en el siglo XVI, destaca por su ábside semicilíndrico de ladrillos tendidos y a sardinel de estilo románico-mudéjar, su toIglesia de La Vega.
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rre de igual estilo, y su portada gótica. En el interior hay bóveda de cañón en el presbiterio y arco aputado en el ábside. La iglesia está cerrada al culto, pero el 15 de agosto recobra su esplendor con motivo de la festividad de la Virgen. VELAYOS
213 lejos. La iglesia fue construida en el siglo XVII, como atestigua la labra en una piedra de sus muros, con buena sillería en contrafuertes, cornisas, portada y esquinas, con mampostería de cantos cogidos con mortero de cal y arena. La espadaña campanario de ladrillo es impresionante, abundando en ella los nidos de cigüeña. El interior, que contó con la intervención artística de Pedro de Salamanca, es de una sola nave con una bóveda que marca el presbiterio y dos capillas laterales. El retablo principal del siglo XVIII está dedicado a San Isidro. BLASCOSANCHO
Iglesia de Velayos.
Se sitúa a corta distancia de Vega de Santa María. A la entrada de la carretera que conduce al pueblo se encontraba la ermita de las Angustias, frente a un calvario de cruces graníticas. Esta pequeña ermita con buena portada formando un arco de piedra es la antesala del cementerio y actualmente su traza se observa en el edificio que se conserva en perfecto estado. Desde la antigua ermita el viajero que se dirige al pueblo enseguida comprueba la grandiosidad de la iglesia dedicada a San Isidro Labrador, cuya espadaña ya se divisaba desde
Se encuentra cerca de Velayos por la carretera de Valladolid. El acceso al pueblo pasa junto al cementerio donde antes estaba la ermita de San Roque. En el centro de la localidad se situa la iglesia de San Boal con amplio patio cercado con pared de piedra, junto al palacio del duque de Montellano. El edificio tiene dos pórticos, una espadaña-campanario de ladrillo, y forma de cruz latina con una única nave. En el interior llama la atención el artesonado de la cubierta y el coro con bella decoración tallada del siglo XVI. El retablo principal del siglo XVIII está presidido por el santo patrón.
Blascosancho.
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SANTO DOMINGO DE LAS POSADAS El siguiente pueblo de esta ruta, se situa retomando la carretera desde Blacosancho en dirección Avila y dejando de lado a Vega de Santa María y a Velayos. El único edificio religioso que se conserva es la iglesia parroquial dedicada a San Martín Obispo. En el edificio destaca el presbiterio de ladrillo y paños lisos de mortero, y la espadaña para dos campanas rematada en ladrillo sobre muro de mampostería que está situada al lado opuesto. Un porche sutentado en dos columnas de piedra identifica la entrada a la iglesia por una portada formada por un arco de ladrillo sobre pilares de piedra. El interior es una nave separada del presbiterio por un arco de piedra, al igual que ocurre en los muros laterales donde también hay trazados dos arcos. Tiene un artesonado de madera y un retablo mayor que preside el pequeño y acogedor templo. POZANCO
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Se sitúa al Oeste de Santo Domingo de las Posadas con el que se comunica mediante una carretera que allí termina. Aquí se contaba una ermita dedicada a la Santa Vera Cruz y una iglesia parroquial de san Juan Bautista. El edificio muestra diferenciadamente las distintas intervenciones habidas desde el siglo XVI, donde se combinan muros de sillería con otros de mampostería y ladrillo, destacando huecos y ventanas con arcos graníticos de medio punto y del semigótico. En el interior de la iglesia llaman la atención los numerosos retablos y la arquería y columnas de piedra que separa tres naves y la capilla mayor, aquí el artesonado es de madera. La monumentalidad de la iglesia hizo que Gómez-Moreno la incluyera en su catálogo. ZORITA DE LOS MOLINOS Se ve separado de Pozanco por el Adaja, por lo que puede seguirse su curso aguas arriba por el camino que sigue paralelo al río, o bien regresar por Santo Domingo de las Posadas en dirección a Mingorría, a cuya entrada sale el desvío hacia Zorita y Las Berlanas. El primer edificio que sorprende al viajero es la iglesia parroquial de San Miguel construida entre los siglos XVI y XVII. Es un edificio de mampostería, sillería en las esquinas, y una espadaña-campanario de ladrillo, destacando el ábside semicircular. Al sur hay un pórtico sobre dos columnas y al norte está adosado el cementerio. El interior tiene
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Iglesia de Zorita.
dos naves separados con arcos y columnas de piedra, con retablos barrocos sin dorar, detrás de la capilla mayor hay una pintura mural del gótico tardío que representa a San Miguel Arcángel. Tres son las ermitas que se cuentan en Zorita. Una, la ermita de Vera Cruz o el Cristo de la Agonía, situada a las afueras junto al camino de Peñalba y la carretera de Las Berlanas, que es de reducidísima superficie. Otra puede contemplarse en el caserio del Chorrito donde el General Bermudez Reina mandó construir a Antonio Prieto en 1892 una capilla-panteón para la finca que denominó «Villa Julia». Esta está edificada en ladrillo sobre zócalo de piedra con un extraordinario gusto que parece deberse al arquitecto Repullés. La última ermita se halla en la dehesa de la Aldehuela, junto al camino de Navares que sale de la carretera de Las Berlanas a unos kilómetros de Zorita. Esta ermita fue mandada construir en 1930 por Celedonio Sastre en honor de San Antonio Abad, San José y Santa Susana, realizada en ladrillo tiene una fachada almenada tipo fortaleza y ábside semicircular.
cruzar de nuevo el río Adaja. La iglesia parroquial de San Pedro que preside la plaza fue construida a finales del siglo XVI sobre los restos de una iglesia primitiva. La construcción es de planta sencilla con tres naves separadas por tres grandes arcos de medio punto peraltados que descansan sobre esbeltas columnas de granito. Rebasada la nave central se halla el presbiterio con hermosa cúpula y techumbre interior de artesonado. El conjunto arquitectónico destaca por el empleo exclusivo de la piedra de mampostería en muros y de sillería en las esquinas, las cornisas, los contra-
MINGORRIA Es el pueblo al que regresamos desde Zorita después de Iglesia de Mingorría.
216 fuertes y la torre-campanario que destaca por su armonía. El amplio patio situado al norte fue antiguo cementerio, y en él se ha encontrado una estela funeraria del siglo XIII. En el interior hay importantes retablos, pinturas y esculturas de los siglos XVII y XVIII, y órgano de tubos barroco situado en la tribuna. Mingorría tenía tres ermitas, de las que se conservan dos y una sóla abierta al culto. La ermita de San Sebastián, hoy desaparecida después de haberse reconvertido en palomar, se encontraba a la entrada del pueblo junto a la zona de «La Reguera». En los berrocales graníticos situados en la margen derecha de la carretera N403 se halla la ermita del Cristo, de la que sólo se conservan los muros que cierran la planta rectangular del antiguo edificio. Al lado opuesto, en un cerro que se divisa al Oeste se levanta la ermita de la Virgen del Rosario, patrona de la localidad, junto al antiguo cementerio, lugar donde también se puede contemplar un prehistórico verraco de piedra. SAN ESTEBAN DE LOS PATOS Se sitúa al Este de Mingorría y se llega tomando la carretera que parte en dirección a la estación del ferrocarril. La perspectiva exterior desde el presbiterio ofrece una imagen grandiosa de la iglesia parroquial dedicada a Santo Tomás Apostol. Es un edificio de piedra de mampostería con sillares en las esquinas, mientras que la espadaña, las ventanas, las cornisas y el arco de la portada de entrada son de ladrillo. En su interior hay bellos retablos barrocos y artesonado de madera, conservandose la misma pila bautismal donde fue bautizado en
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San Esteban de los Patos.
1891 el beato padre Juan María de la Cruz. ESCALONILLA Es un lugar de pocas viviendas que se dan a una calle principal. Se accede desde la carretera que va desde Los Patos a Tolbaños, y tiene una ermita que también es iglesia construida en tiempos modernos a mediados del siglo XX en honor de la Virgen de Lourdes, pues antes el lugar dependía de la iglesia de la Venta. El edificio es de buena piedra extraida de las canteras cercanas, con labra en cornisas, jambas, dinteles y espadañas.
217 do se levanta una pequeña iglesia originaria del siglo XV. El edificio actual fue completamente reformado en el siglo XIX, conservando elementos escultóricos de seguidores de Berruguete. Cuenta con una capilla mayor con retablo y una pintura de la Virgen de Sonsoles.
SAORNIL DE VOLTOYA
LA VENTA DE SAN VICENTE Tiene una iglesia que es ca-
La iglesia parroquial, dedicada a la Visitación de Nuestra Señora, está construida en uno de los cerros que rodean el pequeño caserío de la aldea. La sencillez del templo, con su gran torre-espadaña de ladrillo enseguida sobresale a la vista del viajero. TOLBAÑOS Es la cabecera de los pequeños pueblos de la zona, y se situa volviendo desde Escalonilla y retomando la dirección Este. Este pueblo tampoco te- nía iglesia, pues dependía de la Venta, hasta que en 1966 fue construida una nueva en honor de San José. Es un edificio de buena mampostería de piedra de las canteras cercanas, sin excesivas pretensiones monumentales y motivo suficiente de orgullo para los vecinos. En la dehesa de Aldealgor-
Iglesia de Tolbaños.
becera de todos los pueblos y caseríos de la zona, que también forman un único ayuntamiento donde se agrupan con Tolbaños los «barrios» de Escalonilla, Saornil, La Venta, La Alameda, Cortos y Gallegos. Por tal motivo la iglesia dedicada a San Vicente Mártir llama la atención por su grandiosidad cuando avistamos su espadañacampanario de piedra en medio del campo junto a un caserío arruinado. A la iglesia se accede por un amplio patio delantero colindante con el antiguo cementerio, y un porche de columnas que protege la entrada. En el interior hay bellos retablos barrocos, la cubierta artesonada se apoya en columnas de piedra, y la espaciosa capilla mayor queda separada por un arco de medio punto.
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BIBLIOGRAFIA La bibliografía que se reseña a continuación solamente se refiere a aquellos autores y publicaciones que ciertamente han sido citados o aportan información que ha servido de documentación para esta Guía. También podríamos referenciar otros muchos libros consultados, que bien pueden servir para ampliar datos y conocimientos sobre los temas tratados, pero ello excede, sin duda, del carácter divulgativo y limitado de esta obra. ABELLAN, José Luis: «Santayana (1863-1956)». Ediciones del Orto. Madrid, 1996. ALFAYATE, José Luis: «Avila sonríe. Humor para un fin de fiesta». Imprenta Grafi 3. Avila, 1999. ALONSO GALLEGO, Germán: «A corazón abierto. 114 Sonetos». Imprenta Calatrava. Salamanca, 1987. ALONSO GAMO, José María: «Un español en el mundo: Santayana». Ediciones Cultura Hispánica. Madrid, 1966. ALONSO PONGA, José Luis: «Los carros en la agricultura de Castilla y León». Junta de Castilla y León, Consejería de Agricultura y Ganadería. León, 1994. ALVAREZ, María Nieves: «Desde mis manos vegetales. Poemas». Imprenta Juventud. Santander, 1981. ALVAREZ-SANCHIS, Jesús R.: «Los Vettones». Real Academia de la Historia. Madrid, 1999. AGUILERA ALAMO, P. Antonio: «El siervo de Dios. P. Juan García Méndez». PP. Reparadores. Madrid, 1980. ANONIMO: «Crónica de la población de Avila», c. 1.256. Edición de HERNANDEZ SEGURA, Amparo. Textos medievales. Anúbar. Valencia, 1966. ARIAS, Pilar; LOPEZ, Miguel; SANCHEZ, José: «Catálogo de la escultura zoomorfa, protohistórica y romana de tradición indígena de la provincia de Avila». Institución Gran Duque de Alba. Avila, 1986. ARIZ, Luis: «Historia de las grandezas de la ciudad de Avila». c. 1.607. Edición facsímil de SOBRINO CHOMON, Tomás. Caja General de Ahorros. Avila, 1978. «AVILA EN CLAUDIO SANCHEZ ALBORNOZ»: Separata de El Diario de Avila. Documento número 9. Julio de 1993. «AZORIN», José Martínez Ruiz: – «Los Vascos de Mingorría». Diario «Ahora». Madrid, 24 de septiembre de 1936. – «Cavilar y contar». Ediciones Destino. Barcelona, 1942. – «La amada patria. Padrón de españoles». Revista «Blanco y Negro». Madrid, 6 de mayo de 1928. – «Andando y pensando». Editorial Páez. Madrid, 1929. – «Un pueblecito. Riofrío de Avila». Editor Rafael Caro Raggio. Madrid, 1924. – «Castilla», 1912. Edaf Ediciones. Madrid, 1977. BALLESTEROS, Enrique: «Estudio Histórico de Avila». Tipografía de Manuel Sarachaga. Avila, 1896. «BARATARIA»: Revista cultural y cuadernos de creación. 6 números. Coordina GUTIERREZ SANCHIDRIAN, Antonio. Avila, 1981-1983. BARRIOS GARCIA, Angel: – «Estructuras agrarias y de poder en Castilla. El ejemplo de Avila (1085-1320)». Ediciones Universidad de Salamanca y Diputación de Avila. Avila, 1984. – «La Catedral de Avila en la Edad Media: Estructura Socio-Jurídica y Económica». Incluye inventario del «Libro Becerro primordial de toda la Hacienda del Cabildo, 1303». Caja Central de Ahorros. Avila, 1973. BARRIOS, Angel; TROITIÑO, Miguel Angel; MARTIN, José Luis; SER QUIJANO, Gregorio del; MARTINEZ, Félix; GUTIERREZ ROBLEDO, José Luis; VILA DA VILA, María Margarita: «Historia de Avila II - Edad Media (siglos VIII-XIII)». Institución Gran Duque de Alba y Caja de Ahorros de Avila. Avila, 2000. BAYO FERNANDEZ, Marcial José: «Avila en las letras». Colección Temas Abulenses. Institución Alonso de Madrigal. Avila, 1958. BECQUER, Gustavo Adolfo: «Caso ablativo». Artículo en el periódico El Contemporáneo. Madrid, 25 de agosto de 1864.
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