Corrientes del tiempo: Capítulo 7

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Observó su reflejo fijamente. Ahí estaba ella, la misma de siempre, con su pelo largo y dorado, el flequillo cayéndole sobre los ojos marrones, las pestañas largas, la nariz chata... Sí, era la misma de siempre, pero por primera vez en su vida, Tania no se sintió cómoda con aquella idea. De repente, no se sintió cómoda en su piel. ¿Esa chica de ahí sigo siendo yo? ¿Sigo siendo la muñeca de porcelana que creen los demás? Sus dedos acariciaron el trasquilón que caía a un lado de su rostro y que apenas alcanzaba a tocar su oreja. Comprendió, sorprendida, que no le importaba aquel desastre. Antes no hubiera sido así, antes se hubiera echado a llorar y se hubiera sentido angustiada ante la idea de tener que igualar el resto de su cabello. Llamaron a la puerta. Se mordió el labio inferior un momento, pues sabía de quién se trataba y no estaba muy segura de lo que iba a suceder. No obstante, acudió a abrir enseguida, reencontrándose con su tío Álvaro. Se había cambiado de ropa, sustituyendo el chándal por unos vaqueros y un ajustado jersey negro que le sentaba de maravilla; además, el tono de éste último hacía que su pelo rubio, que le caía graciosamente, brillara como si estuviera bajo el sol estival. - ¿Puedo pasar? - Claro. Tras que Álvaro entrara, Tania cerró la puerta, quedándose junto a ella al no saber muy bien qué debía hacer a continuación. El hombre depositó una cazadora y una bufanda a un lado de la cama, antes de sentarse en la misma.


- ¿Has cenado ya? - preguntó; el tono era tenso. - Felipe se ha encargado de que me subieran algo. - Ah, claro. No es que estés en condiciones de bajar - sus azules ojos se posaron en el trasquilón que él mismo le había hecho, parecía dolido. Entonces se quedó en silencio, lo que, también por primera vez en vida de Tania, fue incómodo.- Voy a salir de viaje, Tania. - ¿Cuándo? ¿Y por qué? ¿Ha pasado algo? Se acercó a él, tan curiosa como preocupada. Por mucho que hubieran discutido, Álvaro seguía siendo su tío y la mera idea de que él también desapareciera, la aterraba. - En un rato - le explicó el hombre.- Me voy con Kenneth a Londres. - ¿Londres? ¿Por qué Londres? - Los Benavente tienen una muestra de sangre de Tim. Es con lo que le están atacando, así que vamos a robarla... - Pero... ¡Tú ya no eres un ladrón! ¡Estarás oxidado! - Vaya, gracias por la parte que me toca - Álvaro se hizo el ofendido, antes de dedicarle una sonrisa comprensiva.- Estaré bien. No te preocupes. Además, ya te he dicho que voy con Kenneth. Es bastante sensato, así que impedirá que me ocurra algo. Tania asintió con un gesto. Todavía no estaba muy convencida, pero sabía que la misión era necesaria para salvar la vida de Tim, por lo que no iba a pedirle que se quedara o algo por el estilo. En su lugar, volvió a morderse el labio inferior, pues había una cuestión que llevaba casi todo el día rondando en su mente. - Tío Álvaro, tenemos que hablar de algo... Es importante. El interpelado la miró fijamente. - ¿Qué ocurre, Tania? - Erika me ha dicho algo - relató, sentándose a su lado, en la cama.- Algo que, creo, va a cambiar todo - notó que su tío la miraba con curiosidad, lo que la envalentonó.- Cuando Erika ha


descubierto que Rubén mató a Santi, se ha puesto como una loca porque... Bueno, ella me ha dicho que Rubén no es quien creemos que es. - ¿Y quién se supone que es? - Pues...- alargó la palabra, ya que no se atrevía a pronunciar en voz alta la información que había descubierto.- Erika ha dicho que Rubén es... que, en realidad, Rubén es...- Álvaro la animó con un gesto, sin perder la paciencia.- El príncipe heredero de los ladrones... El hermano de Ariadne... Se le quebró la voz. Por primera vez desde que escuchara la verdad de labios de Erika, Tania era consciente de que había otra connotación en aquella revelación: si todo era cierto, Rubén era el hermano mayor de Ariadne. - Imposible. No puede ser - observó Álvaro. - Erika me ha dicho que Beatriz de la Hera no existe, que es la reina... - Pero están muertos, Tania - la interrumpió su tío con brusquedad.- Tanto Felipe como Gerardo vieron los cadáveres. Hasta Ariadne los recuerda... ¡No puede ser! - el hombre se quedó muy quieto, contemplando el infinito con la boca abierta; tras unos segundos, durante los cuales permaneció como paralizado, se pasó los dedos por el pelo.- El zoótropo... Tendría sentido al menos, pero... - Tío Álvaro, hay algo que no sabes de Rubén - le interrumpió ella, colocando una mano sobre la del hombre.- Su madre, Beatriz, trabaja con los Cremonte. Se supone que lo hace para poder vengarse de un grupo llamado los Conscius que, se supone, mataron a su hija, la hermana pequeña de Rubén - le resumió, entre ansiosa y emocionada, pues empezaba a entender que, efectivamente, Rubén era el príncipe de los ladrones.- Quizás ellos se separaron y dieron por muerta a Ariadne, como ella les dio por muertos a ellos. - Podría ser - asintió su tío. - Entonces tengo que ir a buscar a Rubén.


Hasta ese momento, Álvaro había permanecido como distraído, mirando al infinito, como si estuviera demasiado ocupado con sus propios pensamientos. Sin embargo, ante su propuesta la miró fijamente. - ¿Qué? - ¿No lo entiendes? Rubén se va a convertir en un asesino pasado mañana. ¡Aún tenemos tiempo! - exclamó, emocionada.- Si voy a buscarle y le traigo de vuelta, él será el rey y todo estará bien. No será un asesino y Ariadne no tendrá que casarse con Kenneth. - Oh, Tania...- su tío cerró los ojos un instante; después, le apretó la mano.- Aunque le traigas mañana mismo, no solucionarás nada. - Pero... - No lo entiendes, Tania. No puedes entenderlo porque no eres una ladrona, pero, el que Rubén vuelva, no solucionará nada. Ha matado a una persona, Tania, eso le quita inmediatamente de la línea sucesoria. - Ariadne mató a Colbert y será reina. - El caso de Ariadne es distinto - aclaró Álvaro, agitando la cabeza.- Verás, Ariadne mató a un asesino que planeaba destruir el mundo. Además, y a diferencia de Rubén, es una ladrona. Todo el clan la reconoce como su princesa, saben que se ha criado como uno de ellos y también que es excepcional. Rubén, sin embargo, se ha criado como una persona normal, muchas personas ni siquiera creerán que es el príncipe - hizo otra pausa, durante la cual hizo un gesto, antes de añadir.- ¿Y he de recordarte el precio que ha pagado Ariadne por seguir siendo la princesa? - Pero... Pero...- Tania no se rendía, tenía que haber una solución.- ¡Kenneth! Somos amigos de Kenneth y no creo que él quiera casarse, así que, a lo mejor, pues... Puede librar a Rubén de su crimen y así... - Sigues sin entenderlo. - ¡Solucionaría las cosas!


- No, no lo haría - insistió Álvaro con dureza.- El honor y la honestidad entre ladrones es imprescindible. Al final alguien se enteraría y sería peor. Además, pondrías a Kenneth en una tesitura demasiado incómoda: su honor o su lealtad a ti. No puedes pedirle eso, es como si le estuvieras pidiendo un pulmón para trasplantártelo. Tania, rabiosa ante la situación, apretó los puños y pegó un puntapié al suelo. - ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! ¡No es justo! Rubén es el heredero, deberíamos ir a buscarle y... Se calló al ver que su tío estaba frente a ella, apoyando las manos en sus hombros para mirarla a los ojos con fijeza. De repente, sintió que Álvaro podía leerla como un libro abierto, que no podía ocultarle nada, algo que no terminó de gustarle. - Estás confundiendo las cosas de nuevo, pequeña. - No es cierto. - Que quieras que Rubén vuelva está bien, pero no puedes jugar con una política que no entiendes sólo para traerlo de vuelta. - No quiero que Rubén vuelva. Simplemente creo que debería saber quién es antes de dar un paso tan definitivo - aclaró Tania con decisión, ignorando el pinchazo de culpabilidad que experimentó.- Tendríamos que contárselo a Felipe, seguro que él... - No. Felipe no va a saber nada hasta que regrese. - Pero...- protestó ella. - Sé cómo funcionan ambos clanes, Tania. Sé que tu descubrimiento no cambiará nada, que Rubén no tiene ninguna posibilidad a reclamar el trono - le acarició el pelo con cariño.- Y sé que, de saberlo, Felipe acudirá al mismo Mikage a rescatar a su sobrino. - ¿Y? Sólo impedirá que Rubén sea un asesino, no es algo malo. - Mikage es una persona peligrosa. No conviene ni enfadarle ni hacer un trato con él y Felipe lo hará sin dudarlo, cosa que no puedo permitir - le sonrió levemente.- Además, Rubén ha


tomado una decisión, no puedes obligarle a hacer lo que tú quieras como si fuera un chiquillo. Sé que es duro, pero, a veces, hay que dejar que las cosas sigan su curso. Álvaro la besó en la mejilla, antes de dejarla sola con sus pensamientos.

Cambiando el peso de su cuerpo de la punta de los pies hasta los talones, Tania aguardó frente a la puerta, nerviosa. Pese a que estaba segura de la decisión que había tomado, del plan que había elaborado, no podía evitar sentirse inquieta. Eran muchos cambios en ciernes y los cambios siempre le habían puesto nerviosa. Al final, la puerta se abrió y Clementine apareció al otro lado, sorprendida. - ¿Le ha pasado algo a Tim? - preguntó, asustada. - ¿Qué? No, no, no es eso - se apresuró en negar con un gesto.- ¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo y pedirte un favor. La chica se hizo a un lado, permitiéndole la entrada. En cuanto volvió a cerrar la puerta, se apartó la larga melena pelirroja con un gesto que denotaba seguridad en sí misma. Hizo un gesto desdeñoso con la mano, impidiendo que Tania dijera nada. - Por mucho estilo que tenga, no puedo hacer milagros con ese pelo tuyo. - Sí que puedes hacer algo - asintió ella, sintiendo un hormigueo en la base del estómago. ¿De verdad estaba segura de lo que iba a hacer? Bueno, mejor no pensarlo, mejor seguir adelante con su decisión.- Deker me contó que a los Benavente os enseñan cosas desde pequeños: idiomas, a disfrazaros... Cortar el pelo. Me preguntaba si te enseñaron ese tipo de cosas. - Oui - asintió Clementine, mirándola con suspicacia.- Pourquoi? ¿Por qué? Tania señaló su propia cabeza con un dedo, aparentando más decisión de la que en realidad sentía. - Porque quiero que lo cortes. Todo. Aquello debió de coger desprevenida a Clementine, que abrió mucho los ojos antes de preguntar en francés:


- Es-tu sûre? Eh... ¿Estás segura? Sabía que no tenía por qué darle ninguna explicación a Clementine, que podría limitarse a decir que le apetecía un cambio, algo que en parte era cierto. Sin embargo, estaba deseando que alguien conociera la declaración de intenciones que se había hecho a sí misma tras la marcha de Álvaro, la noche anterior. Por eso, se quedó muy quieta, mirándola seriamente, mientras expresaba en voz alta todo lo que llevaba un tiempo reconcomiéndole: - Todos me consideran una muñeca de porcelana. Una preciosa muñequita que se puede romper a la mínima y, por eso, no me cuentan las cosas, no piden mi ayuda y no cuentan conmigo. Y la culpa es mía por permitirlo, por esconderme en ese papel... Pues bien, se acabó la muñeca de porcelana. Ahora bien, ¿me vas a ayudar o no? - Luego no quiero quejas ni llantos. - De acuerdo. Clementine agarró la silla del escritorio y la llevó hasta el baño, donde Tania se sentó frente al espejo. El estómago se le había encogido. Así permaneció, mientras la chica le colocaba una sábana entorno al cuello. La larga melena rubia le caía sobre los hombros, ondulándose como siempre. Siempre había tenido ese aspecto. Siempre. Ay, Dios... Tania, ¿dónde te has metido? La joven francesa, tijeras en mano, se colocó detrás de ella. Sostuvo la mitad de la melena entre sus dedos y la cortó sin dudar, haciendo lo mismo con la otra parte. Tania, sintiendo que el nudo de su estómago era todavía más fuerte, comprobó que lo que le quedaba ni siquiera le rozaba los hombros. Clementine no se detuvo ahí. Comenzó a cortar y a cortar, por lo que Tania vio mechones caer y caer. Cuando Clementine terminó, Tania se miró al espejo y no se reconoció. Su melena estaba desperdigada entre la sábana que le cubría el cuerpo y el suelo, mientras que su pelo estaba cortísimo. El espeso flequillo le caía revuelto, siendo más corto en la parte derecha y más largo en la izquierda, como si fuera diagonal; el cabello de los lados y la nuca estaba cortísimo, como el de


un hombre, aunque le sentaba bien y le daba un aire femenino y sofisticado que jamás había tenido antes. Asombrada, se pasó los dedos por la nuca, tocando perfectamente cada mechón de su pelo, la piel de su cráneo, incluso podía peinarlo a través, sintiéndolo todo. - Oh, sí, tengo un talento innato para mejorar el estilo de cualquiera - comentó la chica, guiñándole un ojo con descaro. Le hizo un gesto con la mano, como quitándole importancia a todo aquello.- De nada. Soy fantástica, lo sé. - Parezco otra - fue lo único que acertó a decir Tania. - Era lo que querías, ¿no? Ella asintió, antes de darle las gracias con cierta efusividad y salir corriendo de ahí para llevar a cabo la segunda etapa de su plan.

Se detuvo frente a la puerta del dormitorio de Tim, donde se inclinó un poco para recobrar el aliento. Había corrido más que en toda su vida, pues tenía que hacer todo aquello sin que nadie la viera. Sabía que si le contaba la verdad a Felipe, él la ayudaría sin dudarlo, pero que, más allá de las consecuencias de las que le había hablado su tío, también podría provocar una discusión entre ambos: Álvaro nunca le perdonaría que la dejara marchar. Por eso, a pesar de que no deseaba darle un nuevo disgusto a nadie, había tomado la resolución de escaparse por su cuenta y riesgo. En cuanto se hubo recuperado un poco, llamó a la puerta de la habitación y aguardó con cierta impaciencia, aunque no tardó en abrirse. Una mujer apareció tras ella. Era despampanante, de despeinada coleta rubia, atractiva... Su mera presencia imponía, era como si la magia y el poder emanaran de ella. - ¿Puedo ayudarte en algo? - preguntó la mujer. - ¿Podría pasar? La bruja no parecía muy convencida, pero asintió, echándose a un lado.


Lo primero que Tania hizo fue acudir junto a Tim. El joven estaba dormido, pero no debía de tener buenos sueños, ya que se agitaba y, de vez en cuando, mascullaba algo. Su frente estaba perlada de sudor, también seguía pálido, pero al menos no parecía presa de un virulento ataque, lo que era toda una mejoría. - Estás mejor - suspiró, aliviada. Le apartó el flequillo de los ojos, acariciándole después el pelo con suavidad.- No te preocupes, Tim, mi tío y Kenneth te ayudarán enseguida. Ya lo verás - sostuvo entre sus dedos la temblorosa mano del joven.- Y te pondrás bien y volveremos a ir a un karaoke y... Me enseñarás inglés. Me lo prometiste en Navidad, ¿recuerdas? Cerró los ojos un momento. Las anteriores Navidades habían sido las mejores de su vida, se lo había pasado muy bien junto a Ariadne, Deker y Tim, conviviendo y saliendo por Madrid. Además, había sido entonces cuando había comenzado a salir con Jero. Ninguno de ellos estaba ya, sólo quedaba ella. Y, de momento, no puedes hacer nada por ninguno de ellos, pero sí puedes ayudar a Rubén. Puedes contarle la verdad, evitar que se convierta en un asesino... Si le encuentras. Apretó la mano de Tim una vez más, antes de volverse hacia la bruja. La mujer había permanecido en un rincón, mirándola con expresión afable, incluso cariñosa. Sonrojándose un poco, Tania pensó que habría malinterpretado las cosas: creería que eran pareja o algo así. Agitó la cabeza, no importaba lo que hubiera supuesto la hechicera, sino que podría ayudarla. - Me gustaría hacerle una consulta... - Se pondrá bien, si roban la sangre. - Lo sé - asintió Tania, acompañándose de un gesto.- Por eso quería preguntarle otra cosa. Eh, ¿usted sería capaz de encontrar a una persona? - Depende. - ¿De qué?


- Oh, de muchas cosas, querida - asintió la bruja. Hizo un gesto con la cabeza, sonriendo un poco.- ¿Para qué? ¿Quién es? Porque, me supongo, que no será precisamente a un cachorrito en la calle de la piruleta. En ese caso, habrías recurrido al señor Navarro. Tania había supuesto que no le iba a resultar fácil convencerla. - Felipe no se puede enterar de esta conversación. Le pagaré más por su silencio. - Soy una mujer de negocios, pero no una desalmada. No pienso dejar que una niña acuda a depende qué sitios sola - le aclaró, muy seria.- Ni por todo el oro del mundo, dejaré que una cría se ponga en peligro. Sobre todo cuando su tío es Álvaro Torres - ante la evidente sorpresa de Tania, la bruja arqueó una ceja.- He oído cosas de él, ¿sabes? Aunque, al parecer, tú no. Le llaman El arcángel. - ¿El arcángel? - Sí, porque debajo de esa cara bonita, se esconde un ser terrible que, además de hacerte sufrir como nadie, hace que te reencuentres con el creador - la mujer se acomodó en la silla que había junto a la cama de Tim.- La gente tiene una idea muy equivoca de los ángeles, ¿sabes? Se piensan que son buenos, querubines que acuden en tu rescate. Pero, en realidad, los ángeles son soldados, los soldados más terribles que hay - hizo una pausa antes de añadir.- Las caras bonitas suelen esconder a los peores monstruos, querida. Se quedaron en silencio. Tania nunca había querido pensar demasiado en el hecho de que su tío era un asesino; era algo que, en un principio, la había traumatizado, pero había terminado por perdonarle e ignorar voluntariamente aquel hecho. No obstante, ante aquella mujer Tania fue plenamente consciente de lo que significaba el ser un asesino, matar a personas a sangre fría, sólo porque su rey se lo ordenaba. Soldados terribles, monstruos... Todo adquiría una profundidad aterradora, pero la chica decidió aferrarse a su plan: salvar a Rubén de aquel futuro. - Quiero que encuentre a Rubén Ugarte. Mire, yo ahora mismo no sé qué es para mí, pero sí que sé que es importante. Es el único amigo que tengo en estos momentos, la única


persona a la que puedo salvar. Se va a convertir en un asesino y, aunque no quiero que lo haga, respetaría su decisión... Si no me hubiera enterado de algo muy importante, algo que sé que podría cambiarla. Hizo una pausa, en la que se humedeció los labios. - No quiero perder a Rubén. No dejaré que eso pase y, si me ayuda, perfecto. Si no, bueno, le buscaré de otra manera. Me da igual. Porque le voy a encontrar pase lo que pase, aunque para eso tenga que recorrer Europa entera a pie - miró a la bruja con decisión.- Así que puede hacer un hechizo, ahorrarme tiempo y ganar dinero, o puede ignorarme. Tras su discurso, se quedó callada, observando a la bruja, que parecía pensativa. Ésta, se acarició la barbilla con uno de sus largos dedos, antes de apoyar los dos pies en el suelo, echando el cuerpo hacia adelante. - Necesitaré algo de tu amigo. - Ahora mismo voy a su habitación. - Cuanto más personal sea, mejor resultará el hechizo. Tania asintió, antes de echar a correr de nuevo. Como era de noche, los pasillos del internado estaban vacíos, así que nadie la vio llegar al dormitorio que Rubén había compartido con Santi. Entró sin hacer ruido, cerrando la puerta tras ella. El cuarto había quedado en desuso, pues no había nuevos alumnos que lo ocuparan, así que parecía más un museo, una ventana al pasado, que una habitación. Sintió un escalofrío al volver a estar ahí, con la luz de la luna filtrándose por la ventana y dándole un aire argento que le recordaba vagamente a los episodios en blanco y negro que había provocado la máquina de escribir de Ellery Queen. Ignoró los malos recuerdos, para rebuscar entre las cosas de Rubén. Se sintió extraña. En realidad, ya había examinado las pertenencias de su padre, cuando éste había estado desaparecido, pero, el repetir la experiencia con las de Rubén, se le antojaba violento.


Al abrir uno de los cajones del escritorio, encontró un montón de apuntes, algún que otro trabajo a medio hacer, garabatos horribles (no tenía demasiado talento) y una caja de latón. Era una caja de lápices de colores, una de esas que tenían más colores de los que un niño podía imaginar. Sonrió, ella había tenido exactamente una igual, pese a que, como Rubén, el dibujo se le daba espantosamente mal. En su interior, no obstante, no había ni rastro de las pinturas. En su lugar encontró varias fotografías de Rubén junto a Jero: una que debía corresponder a primero de primaria, otra en la que eran algo más mayores, varias en las que ya eran adolescentes... Decidió cogerlas, ya que eran bastante personales, y debajo halló algo más: hojas de papel. Movida por la curiosidad, cogió la primera de ella y la desplegó.

Querida Tania, Aquí estamos otra vez. Tú y yo. Bueno, al menos tu versión virtual porque no puedo hablar contigo como me gustaría, ya que sería peor para ti. No soy un hombre fuerte, Tania, pero si pienso en que, al menos así, serás feliz, aún encuentro fuerzas para no buscarte, para no hablarte. Por suerte, últimamente Ariadne me está ayudando, habla conmigo, me aconseja, incluso tiene la cortesía de decirme que no soy débil. Pero tú y yo sabemos que lo soy, que no logro llevar una decisión a cabo. Y tú no me pones las cosas nada fáciles. Aunque hoy me he reído mucho contigo. No sé por qué, pero de repente has sufrido una especie de brote psicótico y me has empezado a gritar. Estabas tan preciosa en el patio, con el sol haciendo brillar tu pelo, mientras tú parecías fuera de sí. Nunca te había visto así, tan apasionada y, mientras me chillabas, yo sólo podía mirar tus labios y desear besarlos. Por suerte, me he contenido. Sinceramente, creo que me habría llevado una buena bofetada si hubiera osado besarte. Aunque la habría recibido encantado. Una bofetada, aunque sea tuya, es un precio ridículo para poder disfrutar de uno de tus besos. Los echo tanto de menos...


Te echo tanto de menos. Por desgracia, empiezo a sospechar que conoces mi secreto. Estoy intentando no pensar en eso, olvidarme de mis sospechas, pues si existe la posibilidad de que ya no te esté protegiendo, no sé si seré capaz de controlarme. Y ya no es solo una cuestión de no querer relegarte a un segundo plano, sino que te veo feliz junto a Jero. Él te hace feliz, te hace feliz como yo nunca te he hecho. Incluso estuvo a punto de dar su vida por ti... Y es Jero. No podría hacerle daño. Nunca. Por eso, espero que no sepas nada, que me sigas considerando un gilipollas integral que prefiere a Erika que a ti. Así las cosas serán más fáciles para vosotros, así no sufriréis y yo con eso ya me conformo.

La carta terminaba ahí, como si no estuviera completa. Tania supuso que, justo cuando andaba escribiendo todas aquellas palabras tan bonitas, ella había irrumpido en su habitación y había tenido que detenerse. Todavía con el corazón latiéndole a mil por hora, revisó el resto de folios. Todos eran cartas que le había estado escribiendo desde que rompieran. No leyó ninguna otra. No sabía si quería hacerlo o si era una buena idea... sobre todo porque no dejaba de recordar que, tal y como el propio Rubén le había escrito, era feliz junto a Jero. Guardó todo en la caja de lata y regresó sobre sus pasos. No importaba lo que sentía o lo que dejaba de sentir, pues estaba sola en el internado. Jero estaba perdido en el tiempo y Rubén a punto de cometer un error irreversible. Desde luego que su corazón no importaba, sólo recuperarlos a ambos. Entonces, y sólo entonces, podría detenerse, examinar sus sentimientos y, seguramente, se aclararía al tener a Jero junto a ella.

La bruja aceptó la caja de buena gana, comentando con media sonrisa que era muy buen material para trabajar. Tania, por su parte, se quedó junto al inconsciente Tim, mientras esperaba, acompañada de un nudo que le retorcía el estómago. Estaba impaciente por marchar. No sabía


cuánto tiempo le quedaba a Rubén, pero sí que los segundos transcurrían y ella ahí seguía, aguardando. Si no llegaba a tiempo... - Lo tengo - dijo entonces la mujer. - ¿De verdad? Como única respuesta, la bruja se inclinó sobre el escritorio que había a un lado y volvió a incorporarse con un post-it entre los dedos. Se lo tendió con aire ceremonioso. Tania casi se lo arrancó, ansiosa, para descubrir en él una dirección muy específica. Le sorprendió leer que Rubén se encontraba en Boston, Massachusetts o, lo que era lo mismo, en los Estados Unidos. - No es lo que te esperabas, ¿eh? - Había supuesto que estarían en Japón. - Alégrate, seguro que te desenvuelves mejor en Boston. ¿O es que te enseñan japonés en tus clases? - la mujer hizo un gesto desdeñoso con la mano.- ¿Y cómo piensas ir hasta ahí? - Pediré un taxi que me lleve hasta Madrid y desde ahí cogeré el primer vuelo que haya. Por suerte, mi amiga Ariadne se encargó de que pudiera usar su cuenta bancaria en caso de que lo necesitara - le explicó, reparando entonces en una cosa.- Hablando de lo cual, ¿cuánto le debo? - Nada. - ¿Nada? Pero...- Tania frunció el ceño, confusa. - Deberías estar agradecida. - Y lo estoy, pero... ¿Por qué? Es como si fuera a su tienda, me llevara un bolso Louis Vuitton y decidiera regalármelo - miró fijamente a la mujer.- Simplemente no entiendo a qué viene tanta generosidad. La bruja curvó sus labios en un mohín divertido, al mismo tiempo que agitaba la cabeza, de nuevo restándole importancia a todo aquello. - Dejémoslo en que soy una sentimental. - ¿Qué quieres decir?


- Yo también he tenido dieciséis años y he estado enamorada, querida. Sé lo que siente. A veces hasta lo echo de menos - de pronto pareció triste y melancólica.- Ah, el amor. Es la peor de las drogas, ¿sabes? Te eleva por encima de las nubes, te hace creer que eres invencible, que nada podrá pararte... Y luego, cuando todo acaba, te deja un vacío en el interior. No se pasa un mono peor que el debido a la ausencia de la persona amada - la miró a los ojos sin dudar.- Ve a buscar a tu amigo, corre, haz lo que tengas que hacer. Porque, si lo pierdes, no volverás a ser la misma. Ante el discurso de la mujer, lo primero en que Tania pensó fue que ella estaba más cercana a los diecisiete que a los dieciséis. Su cumpleaños era en dos semanas, el once de marzo. Después, fue consciente de lo que significaban aquellas palabras y quiso decirle que ya no estaba enamorada de Rubén, que su novio era Jero, pero a la bruja aquello no le importaba. Por eso, asintió, antes de salir corriendo en busca de su amigo. No iba a permitir que se convirtiera en un asesino.


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