En blanco y negro: Capítulo 16

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Capítulo 16 Historia y política Tras la caída provocada por la meretriz, me dolía tanto el brazo que apenas podía moverlo sin soltar alguna clase de quejido. Por eso, mi jefe y la señorita Ariadne me llevaron hasta la casa de socorro, donde fui atendido. El doctor tuvo que escayolarme el brazo porque, con la tontería, me lo había roto. Cuando terminaron conmigo, salí a la calle donde me encontré con los demás. Deker conversaba con la señorita Ariadne. La joven mantenía la espalda contra la pared del edificio y deslizaba los dedos por el largo cabello, mientras sus ojos no se despegaban de mi jefe. Éste, por su parte, había apoyado un brazo en la fachada, para poder inclinarse sobre ella. Me quedé en la puerta, sintiéndome un poco violento. Jamás había visto a nadie mirarse como ellos dos. Estaba absolutamente convencido que, de haberlos visto algún policía, hubieran acabado pasando la noche en una húmeda y fría celda acusados de escándalo público. Deker y la señorita Ariadne se miraban como si hubieran perdido la respiración. Se miraban de una forma obscena, pasional. Se miraban de forma prohibida. Yo, que siempre he sido un enamorado del cine, no pude evitar pensar que esos dos dejaban a Alan Ladd y a Verónica Lake a la altura del betún. Tuve que fingir una tos seca para que me hicieran caso. - Me estaba contando la señorita Navarro – me informó mi jefe, sin dejar de sonreír de aquella manera torcida tan suya.- que la prostituta que te ha atacado se llama Erika Cremonte y que vive en una pensión que no está muy lejos. Aunque los dos hemos coincidido en que, seguramente, no pasará por ahí en una buena temporada. - Está claro que sabe algo - repuse. - O no. Me

contradijo

la

señorita

Ariadne,

mientras

tiraba

del

largo

pañuelo que llevaba entorno al cuello con parsimonia; en cuanto lo tuvo entre sus manos, se acercó a mí. Durante un instante me quedé sin poder respirar o articular palabra o pensar. La hermosa damisela aprovechó para colocarme el pañuelo a modo de cabestrillo, de tal forma que pude apoyar el brazo herido en él, lo que fue toda una liberación. - ¿Mejor? – quiso saber. - G-gracias...


- ¿Por qué no crees que pueda saber nada sobre tu padre? - inquirió mi jefe, mirando a nuestra extraña aliada con cierta suspicacia; enarcó una ceja, aunque su tono seguía poseyendo aquel tinte embaucador, el que empleaba con sus conquistas. La señorita Ariadne registró su bolso con rapidez hasta hacerse con una pitillera de plata. Se colocó un cigarrillo entre los carnosos labios teñidos de carmín y nos ofreció otro a nosotros, aunque sólo mi jefe se lo aceptó, yo lo denegué con un gesto. - Vosotros dos sabéis muy poco de mujeres, ¿no? - comentó ella. - Sé cómo conquistarlas. Es más que suficiente. - Deduzco, entonces, que no habéis reparado en la forma de vestir de la señorita Cremonte - la chica torció los labios, divertida.- Hombres... Por mucho que seáis detectives, no os fijáis en los detalles - hizo una pausa, en la que dio varias caladas; el humo la envolvió un poco, las volutas azuladas parecían juguetear entorno a su rostro, dándole un aire misterioso, que resultaba todavía más seductor.- Su ropa es muy cara, sus joyas auténticas. Ninguna puta, por cara que sea, tiene tanto dinero. - ¿Entonces? - pregunté, ya que no entendía nada. Mi jefe, por el contrario, debió de hacerlo. También, debió de considerar que, al no llegar a dicha conclusión, no estaba haciendo gala de una gran inteligencia, puesto que me miró de forma

bastante

significativa.

Me

removí,

incómodo,

suplicándole

en

silencio que me diera la dichosa respuesta. - Tiene un amante rico - dijo, hastiado. - Como salisteis disparados hacia Erika, no os pude contar que mi padre no frecuenta esa clase de... Compañías. Era ella quien insistió en verle, nadie sabe por qué. - Pero tú lo intuyes - añadió Deker. - Alguna vez que otra, un amigo de mi padre le acompañaba al Buenos tiempos - relató con aire pensativo, sonrió un poco, al mismo tiempo que bajaba la voz.- Yo ya le conocía, de vista, claro. Por eso me sorprendió mucho al saber que eran amigos y al verle por ahí - clavó su mirada en mi jefe, que permanecía ceñudo.- ¿Habéis oído hablar de Kenneth Murray? El muchacho vale un potosí, ¿sabéis? Embajador de Inglaterra, aristócrata...

 Tania observó como, una vez más, el blanco y negro desaparecía para dar lugar al color. Dejó de estar en una calle oscura para regresar a su habitación, donde Erika seguía durmiendo


apaciblemente. Como siempre que soñaba aquellas cosas tan raras, las palabras resonaban en su cerebro, así que cogió uno de sus cuadernos y siguió escribiendo la historia. ¿Quién sabía? Con la tontería, a lo mejor acababa siendo una autora de éxito. A la hora del desayuno, se reunió con Jero, que seguía llevando el brazo en cabestrillo. El chico, nada más verla, le rodeó la cintura con el otro, que estaba sano, para atraerla hacia él y darle un apasionado beso. Después, se dieron la mano y bajaron hacia el comedor, charlando, hasta que en la planta baja se encontraron con Ariadne y Deker. Le sorprendió ver que la chica estaba recostada sobre una pared, mientras que él mantenía el brazo flexionado en la misma, inclinándose sobre la muchacha. Le sorprendió el paralelismo con la escena que había soñado. Una vez más, una vocecita en su cabeza le señaló que no podía existir tanta casualidad, que algo estaba pasando, pero la ignoró de nuevo. - Como sigan mirándose así, los van a detener por escándalo público. - Ay, Jero, no digas tonterías - rió ella. Se reunieron con sus amigos para ir a desayunar. Siguieron juntos durante las clases, ya que, últimamente, habían adquirido la costumbre de hacía meses: Ariadne y Deker se sentaban en primera fila, mientras que ellos dos lo hacían justo detrás. Además, tanto Santi como Miguel se colocaban a su lado y, como eran amigos de Jero, habían decidido que ella fuera una más del grupo, por lo que no dejaban de hacerla partícipe de sus bromas. Habían vuelto de las vacaciones el día anterior y estaban siendo los mejores días de su vida, ni siquiera le importaba las miradas asesinas de Erika o que ésta, junto sus amigas, se burlara de Jero y de ella por estar juntos. La última hora tenían gimnasia, lo que, como era habitual, puso de mal humor a Ariadne. Le resultaba curioso que alguien como ella, tan ágil y preparada, fuese tan sumamente mala a la hora de practicar deportes, sobre todo en aquellos que había que jugar en equipo. No obstante, la profesora de gimnasia les informó de que iban a hacer un campeonato de baloncesto; por eso, dividió a la clase en equipos de seis personas y planeó los distintos partidos. Tania tuvo suerte, pues en su equipo estaban Ariadne y Santi, además de otras dos chicas con las que no tenía relación... Y Rubén. No le hacía demasiada gracia, pero decidió que no se iba a amargar por algo así. Aquel día en concreto su equipo no jugaba, por lo que pudo acomodarse en las gradas con Santi para comentar el partido y animar a Jero y Miguel, que compartían grupo. De vez en cuando, miraba por encima de su hombro para observar a su amiga. Ariadne estaba sentada en lo alto de las gradas, ocupada leyendo un libro, aunque parecía algo distraída.


En una de esas ocasiones, descubrió que Deker lanzó un avión de papel, que golpeó a la chica en la cabeza, por lo que él le hizo burla como si fuera un niño y ella puso los ojos en blanco. - Ahora vuelvo - le dijo a Santi. Se acercó a su amiga, que bajó el libro hasta colocarlo sobre sus muslos. - No voy a asesinarle, tranquila - repuso con una mueca.- Tengo bastante auto-control. - Quizás no deberías tener tanto - Tania le guiñó un ojo, recibiendo un gesto de absoluta incomprensión por parte de Ariadne, que seguramente no debía de entender nada. Por eso, le dedicó una sonrisa, mientras le daba palmaditas en la rodilla.- Ah, amiga, permíteme ser por una vez la que disipe tus dudas. - ¿Y ese vocabulario? ¿Has estado leyendo últimamente? - No cambies de tema. Lo que te ocurre está muy claro: estás loquita por Deker. Ante sus palabras, los ojos de Ariadne se abrieron desmesuradamente, antes de que se doblara sobre sí misma, riéndose tanto que incluso se le saltaron las lágrimas. - Ainss, qué graciosa eres. - Estás en fase de negación. Según Jero, todos pasamos por esa cuando nos colamos por alguien - explicó con calma, no estaba dispuesta a rendirse. Estaba segura de que Ariadne sentía algo por él y, también, de que estar con Deker la iba a ayudar a olvidarse de Colbert. ¡Era un plan sencillamente perfecto! - Yo no estoy en fase de negación. Simplemente, no estoy...- hizo una mueca.- ¿De verdad me vas a hacer decir “colada por”? Es tan de pava o de serie de adolescentes. Me gusta ver Física o química, no vivir en ella. Tania, mohína, reflexionó sobre su próximo argumento. Tanto ella como Jero creían que el problema radicaba en el fantasma de Colbert. Sí, éste había resultado ser una estafa y había provocado que Ariadne traicionara todo en lo que creía, así que era muy normal que no quisiera asumir sus sentimientos. Tenía que sentir tanto miedo... Pero, claro, no era algo que pudiera decirle a la cara, puesto que, más que hacerla entrar en razón, la haría enfurecer. - Le echabas de menos. Y disfrutaste con él en la excursión... - ¿Cuándo me he quedado atrapada en una mala versión de Summer nights? - frunció el ceño y lo frotó con la yema de los dedos.- Bueno, antes de que obligues a Jero a ayudarte con los coros: fue muy mono y me cogió de la mano, aunque él te dirá que le cogí otras cosas. Los amores de verano son fugaces, nos juramos amor eterno y él se pregunta qué estaré haciendo. Le fulminó con la mirada, antes de buscar en su mochila y sacar un enorme libro, que dejó caer sobre las piernas de Tania.


- ¿Y esto? - preguntó, examinando el tomo. - Como te veo muy aburrida y he de ponerme a cantar Hopelessly devoted to you, he pensado en que así te podrías entretener - cogió su novela y volvió a ella, no sin antes comentar.Es hora de que sepas algo de las raíces de tu madre. Le echó un vistazo a la tapa, donde no encontró nada. No obstante, al hojear el interior descubrió que se trataba de la historia de los ladrones.

 - Oye, podrías decirle a la profesora que te cambie por Deker Sterling. Seguro que él lo prefiere, es algo así como el perrito faldero de La princesa de hielo - la voz de Erika, no exenta de malicia, era un susurro perturbador, que interrumpía sus pensamientos.- ¡Es que menudo equipo me ha tocado! La pecosa de la beca, dos perdedores... Vamos, es que a excepción mía y de Mercedes, el único que merece un poco la pena es Sterling. - El burro delante para que no se espante - murmuró él. - Cielo, todos sabemos que, por muy amiga mía que sea, siempre estaré por delante de ella - apuntó con petulancia, mientras se acompañaba de varios golpes de melena.- La pobre es tan vulgar. Parece mentira que sea hija de quién es hija... ¿Sabes que está loquita por Sterling? - se echó a reír, recostándose en él.- La verdad, no sé qué le ven todas las chicas. Salvo, bueno, que se acuesta con cualquiera que lleve faldas, ¡incluso con esa foca de...! - No continúes esa frase - le interrumpió con un gruñido. - ¿No estás de humor? - No soporto oírte despotricar contra personas que no han hecho nada. No soporto que te creas mejor que nadie porque, cielo - lo pronunció con el mayor retintín posible.- todos sabemos que no lo eres ni de lejos. Durante toda aquella conversación, no había dejado ni por un momento de contemplar a Ariadne Navarro. Desde que la había visto el día anterior, sabía que tenía que hablar con ella, que la necesitaba, pero la veía tan inalcanzable... Al fin y al cabo no la llamaban La princesa de hielo porque supieran que era la heredera al trono de los ladrones.

Pero tienes que hacerlo. Aunque vuelva a decirte las verdades que más te duelen, aunque te mire mal y te eche en cara lo que le has hecho a Tania. A pesar de todo eso, tienes que hablar con ella, Rubén. Es la única que puede ayudarte. Decidió que la mejor opción era abordarla después de aquella clase.


Por mucho que en los últimos meses comiera en compañía de Jero y Tania y por mucho que Deker Sterling a veces pareciera su sombra, Ariadne solía pasar la mañana sola. Suponía que era una forma de seguir con aquella faceta suya tan controlada y tan gélida. Por eso, creía que podría arrastrarla a cualquier baño sin que nadie le viera. Estuvo vigilándola durante toda la hora y comprobó, aliviado, que, como siempre, fue la primera en marcharse en cuanto sonó el timbre. Dejando a Erika con la palabra en la boca, salió corriendo detrás de ella, siguiéndola a través del pasillo que llevaba a los vestuarios. La alcanzó justo antes de que entrara, agarrándola del brazo para que no penetrara en aquel territorio prohibido para todos los chicos. - Necesito hablar contigo, Ariadne. La chica le miró, atónita. - Oye, bastante he tenido ya como para que tú me vengas con tus problemas con las mujeres - suspiró la muchacha, agitando la cabeza.- Además, creo que no hay nada que pueda decirle a Tania... - No es sobre ella - la interrumpió. - ¿Entonces? - Necesito saber qué ocurrió en el atentado en el que murieron tus padres - los ojos de Ariadne se abrieron desorbitadamente, al mismo tiempo que le tapaba la boca.- Aiane... oeame...se separó bruscamente.- ¿Qué ocurrió? - ¡Cállate! - siseó ella.- ¿Pero qué te pasa? ¿Eres idiota o es que, simplemente, no te llega la sangre a la cabeza y tu cerebro es una masa muerta? - ¡Eh! Justo en aquel momento, el resto de sus compañeros aparecieron en el pasillo; además, Deker Sterling se interpuso entre los dos, apartando a Ariadne de él. Rubén, instintivamente, dio un paso hacia atrás, impresionado por la mirada que el joven le echó. - Déjala en paz - ordenó con frialdad. Miró por encima del hombro y se topó con la expresión alarmada de Erika. La conocía lo suficientemente bien como para saber que, si no cejaba en su empeño en aquel momento, la chica tendría un nuevo objetivo. Tampoco quería crearle más problemas a Ariadne, por lo que se dio por vencido... Hasta la próxima ocasión, pues iba a tener esa conversación con La princesa de hielo quisiera ella o no.




- ¿Qué es esto? Jero apoyó la barbilla en su hombro, mientras deslizaba los brazos por su cintura. Tania sonrió, abriendo la boca para responderle, aunque acabó riendo, pues el chico comenzó a besarle el cuello, subiendo por él hasta alcanzar el lóbulo de su oreja. - Para, para...- no podía dejar de sonreír. Su novio... ¡Dios mío, no podía creerse que estuviera pensando eso! Le había ocurrido algo parecido aquel día que duró lo suyo con Rubén, pero en ese momento era distinto: con Jero era más real, más fuerte e hizo que se sintiera un poco cortada. Jero era su novio. Jero era su novio y la estaba besando. Era como estar protagonizando su propia comedia romántica. Su novio, al final, le dio un fugaz beso en los labios y se sentó a su lado. Estaban en una de sus mesas preferidas de la biblioteca, de las que quedaban más ocultas; también estaba casi vacía, lo que era normal dado que sólo era el segundo día del trimestre. Jero frunció el ceño al mirar el enorme libro que había colocado junto a los de química e historia y alargó la mano para cogerlo. - Es el castigo de Ariadne. Tania siguió escribiendo la redacción que, al día siguiente, debía entregarle al profesor Murray, hasta que vio que Jero estaba tan tranquilo, pasando las páginas del viejo ejemplar. Se volvió hacia él, enarcando una ceja. - ¿Tú no deberías estar haciendo tu redacción? - Oh, es que ya está hecha - le dedicó una sonrisa radiante, que se tornó maliciosa cuando ella enarcó una ceja, incrédula; si él ya había escrito la dichosa redacción, ella era la reina de Egipto por lo menos.- Yo no he dicho que la haya hecho yo - se acercó.- Le dije a Ariadne que no era capaz de falsificar mi letra y hacerla por mí. - ¿Y funcionó? - No. Sabía que se trataba de una trampa y me sacó veinte euros, precio de amigo - arrugó la nariz, un gesto que Tania encontraba adorable, antes de suspirar.- Cuando salgamos por Madrid ejerceré de absorto, y listo. - Abstemio. - Lo que sea - hizo un gesto desdeñoso, antes de volver a repantigarse en la silla.- Gracias a esos veinte euros tan bien empleados, me he leído El sabueso de los Baskerville - volvió a abrir el viejo ejemplar que Ariadne le había dado.- Y tú, ¿sobre qué parte de Crepúsculo vas a hacer la redacción? - Ja, ja, eres muy gracioso. Leo más cosas además de Crepúsculo. - El Cuore tampoco cuenta.


Tania, fingiendo estar ofendida, le golpeó en las piernas, por lo que él protestó. Aquello debió de ser demasiado para el bibliotecario, que les llamó la atención. Los dos apretaron los labios para no echarse a reír durante unos instantes. Después, Tania arrastró delicadamente la silla para estar más cerca de Jero. - Pues que sepas que mi padre me regaló varios libros y me he leído un par de ellos. Al final me he decantado por A tres metros sobre el cielo. - Así me gusta, asumiendo tu condición de carpetera. - ¡Qué pesado...! - Tania, amor mío, cual psicópata me obligaste a ver la película y no dejaste de repetir que Mario Casas era taaaan guapo - aflautó un poco la voz, además de alargar las sílabas, lo que la hizo reír; después, le pasó un brazo por los hombros.- Y si traducimos eso de Tanio a español, quedaría algo propio de La Pantoja de Puerto rico, vamos. - ¿Ahora hablo Tanio? - Y me encantas por eso. El chico volvió a besarle en la mejilla, antes de regresar al viejo libro con el que había estado jugueteando. Durante un rato, permanecieron juntos, pero cada uno ocupado con lo suyo, hasta que Tania terminó sus deberes y pasó a relatarle la conversación con Ariadne. Seguía empeñada en que su plan era brillante, así que quería reclutar a Jero como aliado: sin lugar a dudas, él se llevaba mucho mejor con Deker que ella. - ¿Has leído esto? - la interrumpió de repente. - No es precisamente mi estilo... - Tienes que leerlo - insistió, tendiéndole el dichoso ejemplar.- Escúchame - dijo, muy serio, mientras bajaba la voz para que sólo ella pudiera escucharle.- Es muy interesante. Es una forma distinta de ver la historia. Como dice Deker, si en vez de memorizarla y estudiarla, te paras a entenderla, a razonarla, es de lo más divertida - en aquellos momentos, parecía que hablaba para él, pero, entonces, agitó la cabeza.- La cuestión es que, aunque no te guste la historia, tienes que leerlo porque, al fin y al cabo, son tus raíces. Tania se humedeció los labios. Ariadne le había dicho exactamente lo mismo y, por eso, se mostraba reticente. Sin embargo, Jero parecía tan emocionado, que contuvo un suspiro, antes de comenzar con la lectura: Origen


El origen del clan se remonta siglos atrás, exactamente en el año 1198 del Señor, durante la época de paz que tuvo lugar entre la Tercera Cruzada y la Cuarta. La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo no se hallaba en una situación nada halagüeña, pues cada día sus integrantes mermaban, además de sus tesoros y su posición de poder. Sin embargo, los otrora vigorosos Caballeros del Temple no derrengaron y, en su búsqueda de nuevas fuentes de las que abastecerse y recuperar lo perdido, dieron con la quimera de las quimeras, con el tesoro tiempo atrás extraviado: el Santo Grial, la copa de la que nuestro Señor Jesucristo bebió durante La última cena. Siete caballeros templarios fueron congregados y ordenados a realizar semejante menester: conseguir la copa sagrada para que el Temple retornara a su naturaleza majestuosa. Los siete caballeros, no obstante, nada más hacerse con la crátera, discernieron que aquel tesoro, de opulentas cualidades, no podía ser utilizado con pretensiones egoístas. Su magia era poderosa, por lo que podía traer tanto el bien como el mal. Por tanto, por temor a que su oscuridad fue desparramada por el mundo e hiriera a las gentes inocentes, los siete caballeros fundaron el clan de los ladrones con el designio de proteger, a aquellos que no conocían la verdadera naturaleza del mundo, del poder destructivo de los Objetos. Asimismo, los siete fundadores erigieron una serie de preceptos basados en su propia experiencia. Pues, antes de concebir tal solución, en su viaje de vuelta al emplazamiento del Gran Maestre, los siete sucumbieron ante el influjo de la sacra copa y comprobaron que, aunque poseía la capacidad de sanar enfermos, también tenía la de enfermar a los robustos; aunque podía restablecer los cultivos, también podía reducirlos a polvo; aunque volvía fértil la árida tierra, también podía transformar en erial el terreno más ubérrimo. Quiso el infortunio que, también, descubrieran un hecho espantoso. Uno de los siete, una noche en una posada, embriagado por las bebidas, empleó el Santo Grial con tal poca fortuna que apagó la vida de un hombre inocente. El Santo Grial podía arrebatar la vida, pero no podía devolverla. Ante tamaña afirmación, se decretó que ningún ladrón podría jamás, bajo ninguna circunstancia, robar una vida humana. Aquel sería el pecado prohibido, la única norma que no se podía intransigir.


Tania dejó de leer, para masajearse las sienes. Aquel cronista escribía de manera muy complicada y, además, no le apetecía seguir leyendo las aventuras de los siete caballeros, mientras buscaban aliados. - ¿No podrías resumirme lo interesante? - Bueno, buscan aliados mientras empiezan a buscar Objetos - respondió Jero, un poco decepcionado.- También decretan que los siete fundadores podían tener familias para conservar el orden establecido y seguir con su propósito, aunque la Orden del Temple se fuera al garete... Y, ah, hay una cosa muy guay. - Sorpréndeme. - ¡Robin Hood fue real! Uno de los siete fundadores era Robin de Locksley - Jero se acarició la barbilla.- El libro es bastante antiguo, así que no están las historias completas de las siete familias. Tan solo están narradas las dos primeras en extinguirse. Me pregunto de qué templario desciende Ariadne - entrecerró los ojos con malicia.- Ohh, lo que daría para que fuera descendiente de Robin Hood y poder llamarla Ariadne de los Bosques. Lo escuchó parlotear sobre el libro, aunque no llegó a prestarle atención.

 Durante el resto de la mañana, Rubén no dejó de observar a Ariadne. Sabía que la escena que, sin querer, habían montado antes había enfurecido a Erika, que, sorprendentemente, no había estallado y se mostraba pasivo-agresiva. Su siguiente oportunidad se presentó a la hora de la comida. Ariadne se sentaba junto a sus tres amigos, aunque se cuidaba de parecer desdeñosa. Muchas veces se descubría a sí mismo admirando el dominio de sí misma que demostraba la chica. A él le costaba una barbaridad el tener que contenerse, el no besar a Tania, el no separarla de Jero... Y eso que había acordado consigo mismo que aquella situación era la mejor. Abandonó el hilo de sus pensamientos al ver que Ariadne se levantaba de la mesa y salía del comedor. Era su oportunidad. Durante aquella hora todo el mundo se encontraba allí pasando el rato, por lo que los pasillos estarían vacíos. La siguió a toda velocidad. Como había previsto, no había prácticamente nadie en el corredor, tan solo un grupo de alumnas que conversaban tranquilamente, apiñadas en la escalera que había en un extremo. Sonrió triunfante, era la situación ideal: no se exponía a ojos indiscretos, aunque aquellas crías le servían


para que tuviera que hacer frente a La princesa de hielo, tan contenida ella, en vez de a la ladrona que había conocido meses atrás. Alargó el brazo para sujetarla. La retuvo a su lado, ganando una mirada desafiante por su parte, además de un pisotón. Aún así, Rubén siguió sin soltarla. De hecho, tiró de ella para poder encararla, sin achantarse ante el rostro de Ariadne, tan hermoso y aterrador al mismo tiempo. - Suéltame - fue una advertencia casi inaudible. - Vas a hablar conmigo. Necesito respuestas. - Pues usa Google. Rubén sintió como la rabia bullía en su interior. Estaba harto de que absolutamente todo el mundo jugara con él: su madre, Erika, los Cremonte... No iba a permitir que Ariadne Navarro se le escabullera entre los dedos, por mucho que fuera una ladrona experimentada. No iba a dejar que La princesa de hielo volviera a torearle como había hecho antes. Apretó los dedos entorno al brazo de la chica, antes de arrastrarla por la fuerza hasta el aula más cercana. Una vez ahí, la empotró contra la pared, acercándose mucho a ella. - ¿Quiénes son los Conscius? - siseó Rubén. - Te doy tres segundos para que me sueltes: uno... dos... No llegó a escuchar el número tres. En su lugar, sintió un dolor inaguantable en la zona de la entrepierna, cuando Ariadne le clavó la rodilla ahí. Después, la asestó un codazo en la espalda, por lo que Rubén se desplomó sobre el suelo, a punto de echarse a llorar. - Creo que me he equivocado de damisela en apuros a la que salvar. La voz de Deker Sterling únicamente empeoró el ánimo de Rubén, que se sintió mucho más avergonzado. La situación no mejoró demasiado, cuando su compañero le cogió y le sentó en una silla. Pese a que aún tenía lágrimas en los ojos, acertó a ver como el joven esbozaba una sonrisilla en dirección a Ariadne. - Podrías haber tenido cierta consideración con el chico, para una vez que saca algo de carácter - le dijo, antes de agacharse para mirarle a los ojos.- ¿Estás mejor, chaval? - Un poco - respondió Rubén. - Pues vamos a la habitación de Rapunzel. Es el mejor sitio para hablar. Se fijó en que Ariadne parecía disgustada, aunque justo después Deker le pasó un brazo por las axilas y le obligó a ponerse en pie, así que perdió la concentración en cualquier cosa que no fuera caminar. Con su ayuda, subió las escaleras y fue hasta el dormitorio de la chica, donde le depositaron sobre la cama.


Mientras él se reponía, Deker se acomodó en la silla que había junto al escritorio, que estaba cubierto de libros, cuadernos y un montón de papeles. Su dueña apartó una pila de novelas para poder sentarse en la mesa con gracilidad, dando un elegante salto. - ¿Se puede saber por qué estamos aquí? - quiso saber Ariadne. - Es evidente que, aquí, el inspector Clouseau ha estado investigando - razonó Deker, girando un poco la silla para poder mirarla.- También es evidente que no es lo que se dice un gran investigador, pero, oye, parece que tiene algo interesante entre manos - se volvió hacia él.- He oído que le has preguntado sobre los Conscius, ¿qué son? - ¿No los conocéis? - se extrañó Rubén. Los dos negaron con un gesto, por lo que suspiró. - A decir verdad, ni yo mismo sé bien quiénes son - admitió con un gesto.- Sólo sé que son un grupo nada recomendable... Por no decir "peligrosos de cuidado" - hizo una pausa.- Hasta el momento sé que experimentan con niños y matan gente. - No me digas que el Proyecto Géminis es real - resopló Ariadne. - ¿Eh? - El Proyecto Géminis. El internado. Nazis que experimentan... Déjalo. - Pero tú deberías conocerlos - dijo Rubén, obstinado.- Fueron ellos quienes asesinaron a toda tu familia, ¡debes de saber algo sobre ellos! O no... Le sorprendió ver la expresión de Ariadne. Le miraba con auténtica incredulidad, casi como si le acabara de pegar una bofetada sin venir a cuento. Le costó unos instantes reaccionar, pero cuando lo hizo, se dejó de referencias e ironías. - Los que atentaron contra mi familia fueron una facción dentro de los asesinos - se retiró el pelo detrás de las orejas, pensativa.- Según me contaron, mi tío y Gerardo se reunieron con Mikage, el actual líder de su clan, para hablar sobre el tema. Mikage se quedó atónito, siempre ha existido una ley no escrita para respetar los hogares de ladrones y asesinos. En esa facción deben de denominarse a sí mismos Conscius. - ¿No sabía nada? - se extrañó Deker. - No es tan raro como piensas - asintió la chica, encogiéndose de hombros.- Aunque, por ejemplo, todos los ladrones rinden cuentas al rey y una vez al año deben pasar el examen de la espada, no es así en los asesinos. Ellos van más por libre. Por eso, es perfectamente factible el que exista una facción secreta que actúe por su cuenta. - ¿Vosotros, los ladrones, lleváis más control? - quiso saber Rubén. - Sí, aunque es un control relativo. - ¿Qué quieres decir con eso? - frunció el ceño.


- Es el rey quien autoriza las misiones. A veces él mismo encarga los trabajos. Otras, los ladrones podemos actuar por cuenta propia si creemos que hemos localizado un Objeto, pero debemos informarle - explicó Ariadne con voz pausada.- Sin embargo, no sólo robamos Objetos. También hacemos otra serie de golpes, ya sea por nuestra cuenta y riesgo, ya sea porque nos han contratado para robar algo. En esos casos, si no hay un Objeto implicado, no es necesario ni informar ni contar con el rey, ¿entiendes? - ¿Y os podéis quedar con algún Objeto? Ariadne abrió la boca para responder, aunque después la cerró. - No os lo toméis como algo personal, pero no sois ladrones y hay ciertas cosas que no debería contaros - clavó la mirada en Deker, sonriendo con aire malicioso.- Sobre todo si estoy junto a un policía. - Qué poca confianza mostráis en mí, princesa. - A mí no me interesa vuestra política interna - dijo Rubén, que no estaba dispuesto a que se fueran por las ramas.- Sólo quiero información de los Conscius - suspiró, pasándose una mano por el pelo.- ¡Qué demonios! Está claro que yo no puedo con todo y, aunque seáis las personas más raras que he visto jamás, también sois las más capaces. Os necesito. Antes de que ninguno de los dos pudiera abrir la boca, les contó todo lo que sabía. El silencio se había alzado sobre ellos. Después de relatarles su historia, Ariadne les había guiado hasta los pasadizos para acabar en el subterráneo, donde ella había comenzado a hojear informes en busca de algo que le pudiera servir. Rubén observó como la chica se sumergía entre papeles y libros antiguos, mientras se preguntaba qué hubiera ocurrido de haberle contado la parte relacionada con Erika, que había omitido para reducir las posibilidades de que Tania se enterara de la verdad. - ¿Cómo está Jero? - le preguntó a Deker. - ¿Por qué no se lo preguntas a él? - el interpelado hizo un gesto con la cabeza.- O, simplemente, puedes mirarle dos segundos. - Dentro de poco es su cumpleaños. Dadle una sorpresa, le encantará. Deker le dedicó tal mirada que Rubén decidió que era mejor permanecer callado. Sin embargo, sonrió ante aquel gesto, pues significaba que el joven apreciaba a Jero, que éste volvía a tener a un mejor amigo, algo que se merecía sin lugar a dudas. - ¡La madre que me...!


Ante la exclamación de Ariadne, los dos se volvieron como si estuvieran sincronizados, para ver como la muchacha soltaba otra interjección. Entre sus manos tenía una carpeta de un zafio color marrón. - ¿Qué has descubierto, Rapunzel? - Efectivamente, los Conscius son una facción de los asesinos, de la que no se sabe casi nada, tan solo algunas de sus acciones - explicó con voz ida, mientras pasaba las hojas de aquel informe despacio, como si estuviera leyéndolas de nuevo.- El archivo lo abrió mi tío y apenas tiene información, aunque... Ellos dos permanecían callados, mirándola de hito en hito. - Aunque...- le ayudó él. - Aunque se les adjudica dos hechos bastante importantes - terminó la frase, volviéndose hacia ellos.- Y está contrastado, además - hizo una pausa, en la que aprovechó para coger aire.Uno es el atentado contra mi familia. El otro es muy parecido - clavó la mirada en Deker.- Según las investigaciones de mi tío, los Conscius borraron del mapa a la familia Fitzpatrick. La información cayó como un balde de agua fría sobre Deker, algo que despertó la curiosidad de Rubén. - ¿Por qué son tan importantes? Ante su pregunta, Ariadne se fijó en él para responder con suavidad: - Porque es la familia de Elena Fitzpatrick, también conocida como Elena Rivas o, lo que es lo mismo, la madre de Tania. Aquello sí que le pillo por sorpresa. De hecho, tuvo que apoyarse en la pared debido a la impresión. ¿Cómo que la madre de Tania? ¿Ella también estaba implicada? Pero... ¿Qué quería decir todo aquello? No entendía nada. Aún así, pudo calmarse lo suficiente como para lograr preguntar: - ¿Qué? Pero... Pero... ¿Eso quiere decir que mataron a la madre de Tania? - No, no tiene por qué - dijo la chica, acompañándose de un gesto de cabeza.- Según pone en el informe, atacaron la casa familiar y fue, de hecho, posterior a la muerte de Elena - hizo una pausa, en la que empezó a juguetear con un mechón de pelo.- Lo que no entiendo es por qué asesinarles. No eran especialmente importantes. - Quizás averiguaron algo - opinó Deker.- ¿Pero el qué? - Bueno...- Ariadne sonrió un poco, como si la perspectiva de algo le emocionara.- Según el informe, la casa sigue estando en pie y vacía. ¿A quién le apetece un viaje a Escocia?


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