En blanco y negro: Capítulo 31

Page 1

Capítulo 31 Visitas insospechadas Estaba siendo un viernes horrible. A decir verdad, estaba siendo una semana horrible. Aunque Tania había seguido con su rutina, aunque había hecho como si nada, la verdad era que su mundo había cambiado. Por más que quisiera, por más que se repitiera que debía hacerlo, no podía olvidar las palabras que le había escuchado a Rubén; de hecho, resonaban en su cerebro una y otra vez: << Si al menos pudiera olvidarme de ella, si pudiera borrarla, pero no puedo, por más que lo intente, sigo enamorado de ella.>> No quería pensar en eso, no quería considerar esas palabras porque no quería que nada cambiara: ni su situación, ni sus sentimientos... Sin embargo, sus deseos eran en vano, pues por mucho que intentara mantener todo a raya, no podía dejar de sentirse aterrada y sofocada y emocionada y culpable y confusa... Eran demasiadas cosas. Siempre había sabido que, por mucho que se hubiera enfadado con Rubén, una parte de ella seguía aferrada a él, seguía queriéndole, pero también era cierto que Jero, poco a poco, se había ganado su corazón. Por más que lo intentara, no podía imaginar una vida sin que Jero estuviera presente, le quería demasiado. Y luego estaba el tema Ariadne. ¿Desde cuándo Ariadne había sabido la verdad? ¿Por qué no se lo había contado? ¿Acaso estaba más pendiente de Jero que de ella y deseaba protegerlo a él? ¿O, por el contrario, quería protegerla a ella? Sabía que la única que podía responderle a esas preguntas era Ariadne, pero eso también significaba que tendría que asumir las palabras de Rubén y hacer algo al respecto. Y Tania, al menos por el momento, prefería vivir en aquella especie de limbo auto-impuesto. No sabía lo qué sentía, ni siquiera qué quería exactamente, así que prefería que todo continuara como hasta entonces, aunque fuera una solución cobarde. - ¿Tania? ¿No vienes al recreo? Jero le acarició levemente el brazo y ella se asombró al no notar nada. Normalmente, el mero contacto con su novio la reconfortaba, provocaba una sensación de calidez en su interior, pero no en aquella ocasión.


- Eh... Sí, sí. Perdón, estoy un poco distraída... Recogió sus cosas a toda velocidad con la ayuda de Jero, mientras Deker los esperaba con su habitual desdén. Últimamente estaba más desagradable de lo habitual y apenas tenía paciencia. - ¿Sigue sin visitarla? - susurró Tania antes de colocarse la mochila en la espalda. Un leve gesto por parte de Jero fue más que suficiente para que ella supiera que Deker seguía en sus trece de ignorar a Ariadne. Los dos compartieron una mirada de preocupación, antes de reunirse con su amigo. Los tres juntos fueron hasta sus habitaciones únicamente para coger sus abrigos. Durante el invierno, no habían salido a los terrenos durante el recreo, pero Deker llevaba toda la semana marchándose a pasear, así que ellos dos le acompañaban. Tania hubiera preferido estar con su amiga, quizás sacar fuerza de la nada para preguntarle acerca de Rubén, pero por la mañana era su tío Álvaro quien la cuidaba. Una vez en los terrenos del internado, Deker empezó a fumar como tenía por costumbre, lo que siempre acababa desembocando en: - Te vas a meter en un lío - suspiró Jero. - De algo tiene que servir ser amiguito del director. Jero iba a seguir rebatiendo, pero algo cambió en aquella ocasión: el teléfono móvil de Deker sonó, lo que provocó que el chico resoplara, visiblemente cansado. Cuando se concentró en la pantalla del teléfono, frunció el ceño. - ¿Quién es? - preguntó tras aceptar la llamada. Entonces, su rostro cambió: primero se tiñó de sorpresa, después se iluminó con una sonrisa juguetona, mientras decía.- Bonjour, ma belle. Quelle surprise... Mientras Deker se alejaba un poco para hablar en un francés perfecto que hizo que Tania se sintiera una inepta, pues ni siquiera sabía pronunciar palabras básicas como "voiture", Jero puso los ojos en blanco. Sabía que su novio estaba preocupado, pero no tenía ni idea de cómo consolarle, así que se limitó a cogerle de la mano. Y sucedió. De alguna manera, sus ojos se encontraron con aquel par de ojos grises, los más bonitos que había visto nunca, los que siempre encontraba ya fuera en una discoteca llena de gente o en una aula o en lados opuestos de un patio. No pudo soportarlo más. Era demasiado. Demasiado tiempo acallando cosas, demasiado tiempo aguantando, demasiado tiempo intentando no pensar o no sentir. Ella no era así. No podía dominarse a sí misma y mucho menos lo que sentía.


Por eso, le dijo a Jero que iba un momento al baño, antes de dirigirse hacia donde estaba Rubén en compañía de sus amigos. Comprobó, mirando por encima de su hombro, que Jero seguía concentrado en Deker, antes de cometer una locura de la que, probablemente, se iba a arrepentir más tarde: agarró a Rubén de un brazo y tiró de él hasta apartarlo de sus amigos, que se quedaron cuchicheando, visiblemente asombrados. Aunque la sorpresa que vio en sus caras, no fue nada comparada con la estupefacción que apreció en el rostro de Rubén. El chico la miró como si estuviera loca, como si no entendiera nada e incluso llegó a abrir la boca para pedir explicaciones, aunque no pudo hacerlo. Porque Tania estaba embalada y, por algún motivo que no alcanzaba a comprender, no podía parar o pensar, tan solo seguir actuando, casi como si estuviera fuera de sí. - Tienes que detener esto. ¡Detén esto! - ¿El qué? - ¡Esto! - ¿Esto? - repitió Rubén parpadeando, completamente perdido. Hizo una mueca, antes de hacer un amago de cogerla del brazo. Sin embargo, no llegó a hacerlo, por lo que dejó su mano en el aire, a pocos centímetros de ella, por lo que parecía un poco idiota.- Tania, ¿estás bien? Oye, creo que deberías calmarte y... No sé... Buscar a uno de tus amigos o... Ir a la enfermería quizás. - ¡No te hagas el tonto! - No te voy a negar que quizás lo sea, pero te juro que no me lo hago. Tania comprendió que Rubén no estaba dentro de su cabeza, que él ni siquiera sabía que ella conocía la verdad. Por eso, intentó explicar lo que ocurría, aunque estaba demasiado exaltada y ella misma se dio cuenta de que, más que hablar, estaba vomitando palabras y conceptos. - Pues... Esto. Ya sabes, las miradas, los trabajos... ¡Esto! ¡No dejas de mirarme y yo no dejo de mirarte! ¡Nos miramos a los ojos siempre y sin esfuerzo! Eso no es normal. ¡No puede ser normal! ¡Así que páralo! - Me extirparé los ojos. Entendido - bromeó Rubén. - Y lo de que siempre nos toque juntos, también. Tienes que acabar con eso y... ¡Ah, ah! ¡Es verdad! Con la tontería esa del destino. ¿Pero qué te has creído? ¿Un poeta medieval? Pues eso, que lo pares. No tienes derecho ni a mirarme, ni a hacer cosas conmigo, ni a decirme la frasecita de marras. ¿El destino y esas cosas? ¡Venga ya! De repente, se sintió liberada. Agitó la cabeza, encontrando de repente su propio pelo muy molesto, así que se lo apartó con movimientos bruscos, mientras Rubén la seguía mirando de hito en hito. Entonces se rió.


Se rió. De ella. Rubén se rió de ella. Tania no pudo soportarlo, volvía a sentirse como un animal acorralado, por lo que, de alguna manera, sufrió una especie de ataque o, al menos, así lo consideró ella. Pues, lo que hizo fue estampar sus puños contra el pecho de Rubén repetidamente. - ¡Eh, eh! ¿Pero qué haces? ¡¿Estás loca?! Rubén logró sujetar sus manos, por lo que Tania le propinó un buen pisotón, aunque el chico lo soportó estoicamente. Ella, empero, no iba a permitir que su arranque quedara ahí, así que comenzó a retorcerse para liberarse. Rubén se giró hasta rodearla con los brazos, por lo que Tania podía sentir en su espalda el cálido torso del joven. En cierta manera, la estaba abrazando y, hasta aquel preciso momento, no comprendió cuánto lo había echado de menos. - ¿Me quieres explicar qué pasa? - preguntó él con cierta desesperación.- ¿Te han drogado o algo así? Es que, Tania, no te ofendas, pero... Pareces estar sufriendo una especie de... No sé, brote psicótico. Estoy por llamar a un loquero o algo... - ¿Y cómo quieres que esté si me vuelves loca? - inquirió ella con fiereza. - ¡Pero si has sido tú la que me has secuestrado, gritado y pegado! - ¡Porque te lo mereces! - Claro, es verdad, soy el criminal número uno - resopló, irónico, Rubén.- En las agencias de seguridad de medio planeta, estamos Bin Laden y yo, uno al lado del otro. Lo que es bastante injusto ya que mi crimen es peor, yo tengo ojos y miro. Dios, me sorprende que no me hayan detenido todavía - Rubén la liberó, todavía sosteniendo sus manos.- ¿Te das cuenta de que nada de lo que has dicho tiene sentido? ¿Qué pretendes? ¿Qué me arranque los ojos? - ¿Y tú? ¿Te das cuenta de que, desde que te conozco, la vida ha dejado de tener sentido? Yo era feliz, ¿sabes? Tenía una vida súper tranquila, pero luego te conocí y ahora todo es caos. Me cuesta dormir, me cuesta saber qué siento o dejo de sentir, quién soy... ¡Nadie debería tener un efecto tan devastador en otra persona! Rubén abrió mucho los ojos, antes de fruncir el ceño. - ¿Lo sabes? Oye, yo... No podemos... - ¿No creerás que quiero volver contigo? - Tania vio como la expresión de Rubén se caía a pedazos, se desencajaba, como si lo último que jamás se hubiera imaginado fuera esa pregunta. Se limitó a seguir mirándola, mientras ella seguía sintiéndose como borracha, estaba tan eufórica y perdida que sólo actuaba por mera inercia.- ¡Ja! ¡Lo que hay que oír! ¡No lo haría jamás! ¡Jamás! - ¡Como que yo quiero volver contigo! ¡Pero si te dejé yo! - Eres... Eres... ¡Un tontolaba!


- ¡Eso ni siquiera es un insulto! ¿De dónde lo has sacado? ¿De Cuéntame? ¡Hasta en Narnia saben decir cosas peores que tú! ¡Mojigata! - ¡Creído! - ¡Infantil! - ¡Quién fue a hablar! ¡Pero si en tu casa desayunas en una taza del robot ese...! ¡El de las guerras de las galaxias! ¡Y la lectura más madura que has leído es Mortadelo y Filemón! - Al menos no son unos vampiros blandengues cubiertos de purpurina. - ¡No es purpurina! - Y te recuerdo que tu querido novio lee lo mismo que yo. - ¡Eres despreciable! ¡Te odio! - ¡Y tú a mí me das pena! Tania apretó los puños, antes de dirigirse a la puerta de entrada del internado, dándole la espalda a Rubén. Estaba hecha una auténtica furia. Jamás se había sentido así. Estaba tan llena de rabia y de ira, tan enfadada, que sólo tenía ganas de dar patadas y de pegar a algo. Además, de repente tenía mucho calor. Caminó hasta el baño de las chicas de la planta baja que, pese a que había un grupito de alumnas en la entrada, estaba desierto en el interior. Se sentía tan acalorada, que se quitó tanto la bufanda como el abrigo, tirándolos al suelo. Después, se aflojó la corbata del uniforme, al mismo tiempo que descubría que el corazón le iba a mil por hora. Abrió un grifo y dejó correr el agua un poco, intentando relajarse. Después, se humedeció los dedos para refrescarse el cuello y la cara. En cuanto lo hizo, contempló su propio reflejo y descubrió que su rostro estaba completamente rojo.

Maldito Rubén... Fue en ese preciso momento, cuando comprendió todo lo que había sucedido. Al poder calmarse, había sido consciente de cada acto llevado a cabo durante aquel arrebato. Había intentado dejar las cosas como estaban, mantener el control, hacer como si nada, pero le había pasado factura y, como resultado, había montado una escena digna de un programa de humor, pues no había podido hacer más el ridículo. Apoyó la frente sobre el frío cristal, cerrando los ojos con fuerza, mientras luchaba para no salir corriendo a los terrenos y cavar un agujero muy profundo en el que esconderse por siempre jamás.

Si es que soy estúpida.




- ¿Estarás bien sola? Kenneth se frotaba las manos con nerviosismo, sin dejar de mirarla a los ojos. Ariadne no se había percatado de ello hasta ese preciso momento, pero la verdad era que había algo en Kenneth Murray que lo hacía adorable. Por eso, sonrió, asintiendo. - Tengo un libro. Estaré perfectamente. A pesar de su sincerad, el joven parecía dudar. Normalmente, era Álvaro quien le hacía compañía por las mañanas, ya que podía trabajar en la habitación en vez de en el despacho, pero aquel día había tenido que acudir a una reunión, así que Kenneth se había quedado con ella. - Puedo pedirle a Valeria que venga, si quieres. Os lleváis bien, ¿no? - Nos llevamos bien, sí, pero no hasta el punto de contarle que me dispararon. - No creo que te haga preguntas, ella aprecia a tu tío...- Kenneth se calló de repente, hastiado, como si se hubiera rendido a lo inevitable: ella era más terca que él, no la iba a hacer cambiar de opinión.- Está bien. Volveré en una hora, que es lo que dura el examen de los de primero. De todas maneras, si necesitas ayuda, llámame o acude a Valeria... - Que está en la sala de profesores - finalizó la frase por él, sonriendo con un gesto de disculpa.- Me sé los horarios y conozco a todo el mundo. Tiene guardia, así que estará en la sala de profesores por si acaso. ¿Te quedas más tranquilo? - Contigo nunca se sabe. - Ey, si empiezas a conocerme. Kenneth suspiró, agitando la cabeza de un lado a otro, antes de irse al aula que ocupaban los alumnos de primero de la ESO. Ella abrió la novela que tenía entre las manos, Legacy de Cayla Kluver y comenzó a leer con ganas. No había comprado ese libro, simplemente había aparecido en su mesilla el miércoles, por lo que estaba segura de que Deker se lo había regalado. Acababa de terminar el prólogo, cuando, de pronto, escuchó a un hombre decir: - Dios, por fin estás sola. Llevas unos días con escolta las veinticuatro horas y, claro, no quería molestar o... Bueno, hacerte parecer una loca o algo así... Quizás hubieran pensado que tenías conmoción cerebral y no sería muy bonito, la verdad. Ariadne levantó la vista por encima del libro para ver el fantasma de un hombre adulto recostado contra la puerta de su habitación. Su intención inicial había sido protestar, pero recordó las palabras de Silver, por lo que decidió aceptar su maldito súper poder. - ¡Por fin un fantasma considerado! ¡Aleluya! - ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? - inquirió el espíritu. La chica hizo una mueca, considerando la pregunta.


Un instante después, se llevó la mano a la frente en un gesto muy dramático; entonces se dejó caer hacia atrás como si se desmayara, mientras exclamaba en un alarde de sus mejores dotes interpretativas: - ¡Oh, Dios mío! ¡Un fantasma! - se quedó un segundo tumbada y con expresión abatida, simulando haber perdido la consciencia; luego, se incorporó sonriendo.- ¿Contento? - No era lo que me esperaba, pero... Ha sido muy real. - Lo sé. Es una injusticia que Penélope Cruz se haya llevado un Oscar y yo esté aquí sin premios, fama o, lo que es más importante, chulazos. Que conste, que lo digo porque ha hecho dos películas con Johnny Deep, no por Bardem - hizo un gesto desdeñoso, antes de reparar en el fantasma, el cual le resultaba muy familiar con aquel pelo rubio que empezaba a ralear, las gafas de montura cuadrada...- Oye... ¿Te conozco? - Creo que no me reconoces por la postura - observó el espíritu, haciendo una mueca.Imagíname tirado en el suelo, pálido y... Bueno, básicamente muerto. ¿Quieres que lo haga? - ¿Ismael Prádanos? - ¡Correcto! - Nunca te había imaginado tan... Cachondo. - La muerte en mi caso ha sido liberadora - asintió el hombre, acercándose a ella; una sonrisa triste había aparecido en sus labios, mientras se encogía de hombros.- Durante mucho tiempo temí morir, así que me volví un paranoico y un solitario y, la verdad, todo eso no te hace el alma de la fiesta precisamente. - Comprensible - asintió ella. - Así que, claro, una vez que morí, ya no tenía que tener miedo - exhaló un suspiro, antes de negar con la cabeza, casi riendo.- Es curioso. Empecé a disfrutar de la vida, una vez muerto - se quedó un instante en silencio, frunciendo el ceño, pensativo; al final, asintió.- Vale, más que curioso es estúpido, pero bueno...- agitó la cabeza con ímpetu, cambiando de tema radicalmente.La verdad es que te llevo siguiendo desde que morí.

Estupendo. Tengo mis propios groupies invisibles desde hace mucho tiempo... Me pregunto cuántos estarán ahora con nosotros. - Ya, ya, ya, soy un imán de fantasmas. Captado - asintió con impaciencia.- Vamos a ver, no demos rodeos: ¿a quién debo darle un mensaje? ¿Y cuál es ese mensaje, claro? - A Mateo Esparza y... A ti. - ¿A mí? Pero si no nos conocemos... ¿No irás a reñirme por robarte las llaves? Porque, sinceramente, ¿para qué las quieres muerto?


Ariadne abrió las manos, encogiéndose de hombros, dispuesta a seguir defendiéndose. Sin embargo, vio la expresión de hastío de Ismael, por lo que comprendió que no era nada de eso, así que le sonrió un poco a modo de disculpa. - En primer lugar, quiero que le des a Mateo las llaves que me robaste. Entre ellas está la llave de una caja de seguridad de un banco en Suiza. Debe ir al banco, entregar la llave y decirle al empleado la siguiente palabra: Mogambo - Ariadne asintió con un gesto, pero Ismael no parecía muy convencido, de hecho la chica podía sentir sus recelos.- ¿Lo recuerdas? - No soy idiota. - Repite la palabra. - Buff...- resopló la muchacha, poniendo los ojos en blanco.- Mogambo. He visto la película, por cierto, así que no te preocupes, que lo recordaré. - Cuando lo haga, dile que siento mucho haberle ocultado esa información. - ¿Información? ¿Qué información? ¿Es sobre la madre de Tania? La expresión de Ismael Prádanos se congeló, por lo que Ariadne supo que tenía razón. No obstante, el hombre se limitó a agitar la cabeza. - En segundo lugar, sé que tu tío está en coma por abrir La caja de música de Perrault - al escuchar esas palabras, el corazón de Ariadne comenzó a latir a toda velocidad, pues fue capaz de intuir lo que estaba por llegar.- Sé cómo salvarle - la chica fue a preguntar, pero Ismael miró por encima de su hombro, parecía preocupado.- Se agota el tiempo...- comentó para sí, ansioso.Escúchame bien, Ariadne: coge ese libro, haz que lees y, pase lo que pase, no abras la boca. Diga lo que te diga, no pronuncies palabra. Como única respuesta, la interpelada obedeció. Ismael asintió, visiblemente aliviado durante un instante, ya que no tardó en mirar hacia la puerta de nuevo, revolviéndose inquieto. - Tania es la clave. Tú misma lo intuyes. Crees que Tania es invulnerable al poder de los Objetos y así es, la magia no tiene efecto sobre ella. Por eso, sólo tienes que darle a tu tío la sangre de Tania y despertará. Su sangre es la cura. De repente, la puerta de su habitación se abrió. Para su sorpresa, un hombre ataviado con un elegante traje italiano de raya diplomática apareció tras ella, sonriéndole. Se quedó inmóvil. Reconocía esa sonrisa, había tenido pesadillas con esa sonrisa... Y con la voz de aquel hombre con fuerte acento británico. - Good morning, kitten! Cuánto tiempo sin vernos, ¿verdad?


Se aferró al libro con ambas manos, sintiendo un escalofrío en la espalda y que ciertas heridas volvían a doler como el primer día. Aquel hombre la aterraba, inquietaba y asqueaba al mismo tiempo. Y su nombre era Calvin Sterling.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.