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STAFF Moderadora: Panchys
Traductoras: MaryJane♥ *~ Vero ~* Marie.Ang Adriana Tate Sofí Fullbuster Diana Edilmary
Gabihhbelieber Panchys Melody Hamort Cynthia Delaney Snowsmily Niki Michelle♡
Correctoras: Melii Sofi Ely Carolherondale Tessa Meliizza Key Vanessa
Daniela MaryJane Gabbita Mire Sammy Eli Paltonika Cami
Revisión Final: Luna West
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Diseño: Hanna Marl
Victoria Canylina Panchys Alaska Jasiel Gabihhbelieber Karool mariaesperanza.nino
INDICE Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
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Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Sobre la autora.
SINOPSIS La épica y final entrega de la trilogía Asylum. Cordura es una palabra divertida. Cordura. Cordura. Estar cuerdo. Tener pensamientos claros. Ser capaz de distinguir la diferencia entre fantasía y realidad. Yo solía pensar que mi cordura estaba aún intacta. Que todos mis pensamientos estaban todavía en la bolsa conocida como mi mente. Que yo nunca -jamás- dejaría que Oakhill obtuviera lo mejor de mí. Ahora no estoy tan segura. Ahora no estoy segura de si realmente estoy cuerda. O si he perdido mi mente de una vez por todas.
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Asylum #3
PROLOGO Traducido por MaryJane♥ Corregido por Melii
Nunca pensé que la palabra feliz sería una parte de mi vocabulario. Nunca pensé que sería una emoción que sería capaz de sentir. En mi adolescencia la felicidad y yo no nos llevábamos bien. Eso fue todo debido a papá y su problema y cómo nunca superó a mamá y cómo siempre yo le recordaba a ella. Pero soy feliz ahora. De verdad, de verdad, e incandescentemente feliz. Es una sensación hermosa. Estoy de pie en un prado completo con mucha hierba amarillenta moviéndose, sol brillante radiante, y una brisa suave pero fresca. La cadencia suave de la música lleva el viento y entrecierro los ojos, notándolo. Elijah. Sentado en una manta, encorvado, rasgueando las cuerdas de su guitarra. Levanta la cabeza, sus ojos se encuentran con los míos, y luego una lenta sonrisa perezosa curva sus labios. Con un ligero movimiento de cabeza hace que me acerque y cuando baja la cabeza el sol roza la corona de rizos dorados, haciéndolos brillar. Entonces oigo una risa. Es ligera, aireada y caprichosa. Es entonces cuando noto a la niña rebotando junto a Elijah. Redondas mejillas rojas de querubín. Rizos dorados al igual que su padre. Mi hija. Willow.
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Corro hacia mi familia con una gran sonrisa y no puedo esperar a plantar un millón de besos en las mejillas de Willow. Pienso en estrellarme en los brazos de Elijah y decirle que me abrace y nunca dejarlo ir. Pienso en decirle que me ha hecho la persona más feliz del mundo entero y que no cambiaría mi tiempo con él o mi amor por él por cualquier cosa. Pero algo extraño sucede cuando llego al lugar donde Elijah se encuentra sentado. Él no me reconoce. Deja de rasguear su guitarra y se levanta, mirando hacia la derecha. Sigo su mirada y veo a Willow huyendo. —¡Oh, no! —Jadeo—. ¡Willow, nena! ¡Vuelve! ¡Mantente cerca de mamá y papá! Pero Willow no escucha. También es terca como su padre. Me echo a correr y la alcanzo rápidamente. Me estiro para intentar cogerla en mis brazos, pero mis dedos resbalan. El prado llega a su fin y se convierte en un acantilado. — ¡Willow Watson! ¡No des otro paso! —Mi hija me da una risa desafiante y aumento la marcha, alcanzándola en el mismo momento que ella se tira al acantilado.
Caemos. Mi corazón late con pánico. El miedo se retuerce en mis venas. Agarro a mi hija contra mi pecho mientras sus risitas se convierten en gritos y la calmo—: Shh, cariño. Mamá está aquí. Mamá te tiene. Luego golpeamos al suelo. Golpeamos el suelo fuertemente y juro que oigo y siento que mi cuello se quiebra. Levantándome, ignoro el dolor. Toco mi cuello y mis ojos escanean el suelo a mi lado. Sólo estoy maltratada y golpeada y estoy convencida de que el ruido de chasquido fue algo que mi mente inventó. Giro en un círculo. Mis ojos exploran el suelo. ¿Dónde está Willow? ¿Dónde está mi hija? Se quedó conmigo. Sé que lo hizo. La tuve entre mis brazos. Empiezo a correr y el paisaje a mi alrededor cambia. El cielo pasa de brillante a uno oscuro omnisciente. Las nubes se ciernen sobre mí, protegiendo a la luna y un resplandor misterioso ilumina mi entorno. Hay un ciclón de miedo y pánico rasgando las paredes de mi estómago y me ahogo de nuevo, el vómito se levanta en mi garganta. —Willow —chillo histéricamente—. Willow. Me detengo abruptamente cuando veo piedras de todas formas y tamaños. Flores utilizadas para decoración. Nombres y frases cariñosas grabados en bloques de piedra. Un cementerio. Estoy en un cementerio. Una ráfaga de viento frío azota mi pelo negro mientras me quedo mirando el montón de tierra recién puesta a mis pies. Golpeo una de las enlodadas bolas mojadas con la punta de mi zapato y miro a la luz de la luna bailando sobre las lápidas en el cementerio. Paso la punta de mi zapato sobre la hierba húmeda para limpiarla mientras me pregunto cómo llegué aquí. Preguntándome cómo llegué a este punto de mi vida.
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Al punto en que estoy de pie en un cementerio, después de medianoche, pateando barro con los ojos muy abiertos y repreguntándome por qué demonios el nombre en la lápida frente a mí.... Es mío.
1 1960 Traducido por MaryJane♥ Corregido por Sofí Fullbuster
Estoy nerviosa. Desesperada. En tal punto de locura que quiero arrancarme el cabello. Caminando a través de la sala de grabación, me desconecto de los otros pacientes y me detengo, poniéndome a cuatro patas para mirar debajo de una de las sillas de plástico con un asiento de color naranja. No está ahí. No está ahí. Una parte de mí se pregunta si alguna vez ha estado allí. ¿No busqué en este lugar ya? ¿No busqué aquí la semana pasada? No… Recordaría eso, ¿no? ¿No? Me levanto en un instante y empiezo a pasear de nuevo frente a la ventana con anchos barrotes. Me sigo diciendo que nunca voy a dejar de buscar. Que no voy a renunciar. Que voy a romper las paredes del manicomio Oak Hill con puños de hierro revestido si tengo que hacerlo, para encontrar lo que estoy buscando. El único problema es… He buscado por todas partes. En los cajones de los escritorios. En rincones oscuros.
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En rincones y grietas. Bajo el catre en mi celda. No puedo encontrarlo por ninguna parte. No puedo encontrar lo que necesito tan desesperadamente en ningún lugar. Uno de los pacientes en la esquina derecha de la sala gruñe y le lanzo una mirada asesina en su dirección. Me está distrayendo. Necesito concentrarme. Necesito mantener la mente clara. Tengo que recordar.
¿Dónde me encontraba ayer? No sé por qué me molesto en hacerme esta pregunta. Porque es la misma respuesta. Siempre es la misma respuesta. Mi celda. La sala de grabación. El comedor. El cuarto de baño. Mi celda. La sala de grabación. El comedor. El cuarto de baño. Mis ojos se centran en el reloj colgando sobre la puerta doble de la sala. Son las tres de la tarde. Dios mío, ¿dónde ha ido el tiempo? No es que esté pensando en el tiempo tampoco. Ya todo se difumina y me sigo preguntando, esperando, rezando para que algún día sea capaz de decir la diferencia entre mis días y mis noches. No he tenido suerte con eso últimamente. Supongo que eso es lo que se siente ser un pequeño pájaro en Oak Hill. No puedo volar con las alas rotas. Bajo mi mirada cuando veo una enfermera en ropa quirúrgica entrar por las puertas. Se mueve hacia mí, casi de puntillas. Su castaño cabello cuelga por debajo de sus hombros y tiene un sencillo pero cálido de rostro. Está casi en puntillas mientras avanza hacia mí. Es como si fuera un animal salvaje y estuviera aterrorizada de tratar de capturarme. Empiezo a pasear de nuevo y levanto mi mano en un gesto amistoso. —Está bien —le digo—. No estoy loca. Continúa avanzando hacia mí. —Por supuesto que no, señorita Carmichael. La miro. —Es Watson —espeto. —Vale. —Se aleja un poco de mí—. Por supuesto que no, señora Watson.
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Entonces me doy cuenta de que podría ser capaz de ayudarme. Me río y me digo que soy una tonta. Nunca he pedido ayuda al personal antes. Tal vez me puede ayudar. Me detengo a medio paso y la miro. —¿Cómo te llamas? —le pregunto. Quito los mechones de ébano de mis ojos y hago una nota mental para cortar mi cabello en algún momento. Su respuesta es corta. Su voz carece de la calidez que su rostro emite. —Susan — dice. Apunta a su credencial con su nombre y sacudo la cabeza, una vez más decepcionada conmigo misma por no notar algo tan obvio como una credencial con su nombre. Especialmente cuando esa credencial con su nombre es de plata y brilla bajo las brillantes luces fluorescentes.
—Susan. —Doblo los brazos sobre mi pecho y abro la boca. Entonces la cierro. Y la abro de nuevo. No estoy segura de cómo formular mi pregunta. Después de un momento de silencio, dejo escapar—: ¿Crees que tal vez puedas ayudarme? —Por supuesto —dice—. ¿Qué necesita, señorita Carmic… quiero decir, señora Watson? —En primer lugar —comento—. Preferiría que me llamaras Adelaide. — Técnicamente, soy la señora Watson, pero debido a la situación, ella y yo podemos olvidar las formalidades. Pienso en decirle que me llame Addy, pero eso sería abrir demasiados recuerdos dolorosos que no quiero resucitar. Así que no lo hago—. Estoy buscando algo — comienzo—, sé que lo tenía hace algún tiempo, pero no puedo recordar dónde lo puse. Me mira como si estuviera loca. No lo estoy. Me gustaría darle mis pensamientos y opiniones sobre este asunto, pero decido no hacerlo. Es mi única esperanza. —Está bien, Adelaide —dice con calma, poniendo ambas manos sobre mis hombros—. ¿Qué es lo que buscas y cómo puedo ayudarte a encontrarlo? —Necesito mi destornillador —le digo—. Lo necesito. He buscado por todas partes y no está por ningún lado. —Me inclino más cerca y susurro—: Estoy pensando que alguien podría haberlo robado. Deja caer las manos de mis hombros y me da una mirada extraña. Esta grita chiflada, chiflada, sedante y una jeringa, pronto. —¿Un destornillador? —Hay un atisbo de confusión en su tono de voz, un brillo incierto en sus ojos—. Adelaide, conoces las políticas del hospital sobre los pacientes que tienen acceso a las herramientas o cualquier otra cosa que pueda ser utilizado como arma. —¡Pero no es un arma! —le grito. Susan se aleja unos pasos de mí. Sus pies se tambalean y eso me dice que estoy pisando aguas poco profundas. El pánico se prende a las paredes de mi estómago como un parásito que nunca se ha alimentado antes. Las náuseas se establecen. Me paseo de nuevo. Adelante y atrás, adelante y atrás, adelante y atrás. ¿Cómo puedo hacerle entender? ¿Cómo puedo hacerle entender? Trato de mantener la calma. Trato de impedirme gritar. Cuando por fin hablo, puedo sentir mi laringe vibrar en mi garganta. —Lo necesito. —Hay un sollozo atrapado en mi garganta y la determinación bombea mi corazón—. Lo necesito —repito—. Por favor, tienes que ayudarme a encontrarlo.
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—Adelaide, no puedo darte un destornillador. —No hay fuerza en su voz. En ese momento, lo pierdo y me abalanzo sobre ella. —Por favor —le ruego, luchando con ella mientras las lágrimas en mis ojos se hinchan—. Tengo un tornillo suelto. Tal vez dos —Ella grita y sostengo sus brazos con mis rodillas—. No puedo apretarlos sin mi destornillador. —Pienso en Elijah durante mi descanso mental y cómo sé que él me ayudaría—. ¡Llame al doctor Watson! —grito—. ¡Llame al Dr. Watson! ¡Él me lo dará! ¡Sé que lo hará! Pero en lugar de llamar a Elijah, grita—: ¡Ayuda! —Con todas sus fuerzas. Grita la palabra una y otra y otra vez.
Antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, hay miembros del personal corriendo hacia mí. Tengo el tiempo justo para levantarme, alejarme de Susan y encogerme en la esquina superior izquierda de la sala de grabación. Me hago un ovillo, cierro los ojos y murmuro en voz baja. Meciéndome, trato de equilibrar mis emociones, pero estoy tan perdida, confusa y sin esperanza. Es entonces cuando siento una presencia cernirse sobre mí. Entonces oigo a Susan decir—: ¿Quién es el doctor Watson?
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Y eso es lo último que recuerdo antes de que la aguja penetre mi piel y todo mi mundo se vuelva negro.
2 Antes Traducido por *~ Vero ~* Corregido por ElyCasdel
A veces me pregunto si todas las niñas y mujeres imaginan cómo será su boda. Me pregunto si se imaginan a sí mismas vestidas de pies a cabeza en satén blanco y encaje. O si se imaginan a su papá caminando en el pasillo en una iglesia repleta de amigos y seres queridos. Me pregunto si se imaginan una recepción muy parecida a una gala donde toda su familia y amigos vienen a agasajarlos con regalos, cena de cordero con una guarnición de salsa de menta, y luego bailar hasta la medianoche para celebrar su unión. Nunca tuve esos pensamientos. Nunca pensé que viviría para ver el día de mi boda. Papá se llevó los pensamientos privados de mi cabeza como una aspiradora absorbiendo una bola de polvo del suelo. Pero aquí estoy. Hoy me voy a casar. No tengo amigos de la familia para celebrar este día feliz. Tampoco Elijah, por lo que ambos acordamos un matrimonio sencillo por el juez de paz. Después de todo, no necesitamos familia ahora y todo el alboroto que acompaña a una boda cuando la familia está involucrada. Somos la familia del otro.
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Y yo no podría estar más feliz por eso. Lo sé porque en el minuto en que entré en la sala de audiencias, con cabellos extendidos sobre mis hombros, vistiendo mi sencillo vestido blanco ajustado con cuello bote, que se detiene justo debajo de mis rótulas, nuestros ojos se encuentran. Elijah sonríe, su aliento se tambalea al igual que el mío y le sonrío a cambio. Mi corazón palpita en mi pecho tan lleno de amor y alegría y un deseo no-menguante. Sé que este día, el día de mi boda, será por mucho el mejor día de mi vida. Una vida que no puedo esperar para compartir con Elijah. Con pasos lentos y firmes paso fila tras fila bancas de madera, tratando de desterrar el recuerdo repentino, de la última vez que estuve en un juzgado, de mi mente. ¿Qué tan
enferma y diluida estoy? ¿Por qué estoy pensando en uno de los puntos más bajos de mi vida en uno de los días más felices? Tal vez sea porque me encontraba segura de que el juicio de papi sería la última vez, pensé que nunca volvería a ver el interior de una sala de la corte ni estar en una de nuevo, a pesar de que no es lo mismo, ha traído recuerdos dolorosos. Pero en el momento en que llego a Elijah y él enlaza sus dedos con los míos, llevando mi muñeca derecha a sus labios con una sonrisa, es como si cada recuerdo o pensamiento tortuoso se filtrara de mi mente saliendo a través de mi piel, antes de caer en cascada por mis sienes. Sonrío al hombre frente a mí. El que será mi marido. El médico en conflicto que me salvó la vida. Un hombre que, de alguna manera, fue capaz de desterrar la oscuridad dentro de mí y me hace sentir entera de nuevo. Se acerca, sus labios tan cerca de mi oído que su cálido aliento se enrosca alrededor de mi lóbulo de la oreja y la cubre como un edredón de plumas. —Me dejas sin aliento —dice en un tono ronco. Aprieto las manos en las puntas de sus dedos cuando nos giramos a enfrentar al juez alto, voluminoso y calvo. Hay un destello de convicción en los ojos de Elijah. Es como si nunca hubiera estado más acertado o determinado a hacer nada en toda su vida. Como si nuestra unión fuera la única cosa que quiere que sea brillante. Incluso más que ser doctor. Sé esto y yo lo siento también. Así que cuando el juez, vestido con una túnica negra que fluye, habla, me digo que estoy lista para dar éste paso con Elijah. Estoy lista a atravesar las oscuras y turbias aguas de nuestros pasados. Y estoy dispuesta a pasar el resto de mi vida completamente unida al hombre al que amo, algo que he querido desde que tenía diecisiete años.
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Después de nuestro breve intercambio de votos y anillos, nuestra unión se sella con dos sonrisas radiantes, dos conjuntos de labios y un beso que altera la vida. Estamos unidos. Esposo y esposa. El Dr. y Sra. Elijah Watson. Elijah se niega a darme los detalles de nuestro destino de luna de miel. Esto es indignante para mí. No soy la misma chica que era cuando me encontró. Desde que he descubierto la parte terca de mí que estuvo inactiva latente durante la mayor parte de mi juventud. La parte de mí que se hallaba oculta por el miedo, el control y la incertidumbre. — No entiendo por qué no puedes simplemente decirme. —Me enfado, mirando a mi izquierda. Elijah está en el asiento a mi lado en el avión. Siempre me deja tener el asiento de la ventana. Sabe lo fascinada que estoy viendo el mundo pasar por debajo de nosotros mientras volamos sobre él. Sonríe. —Arruinaría la sorpresa. Dejo escapar un profundo suspiro, me hundo en mi asiento, y miro por la ventana. A veces pienso que las sorpresas se están poniendo viejas. Hemos estado juntos desde hace algún tiempo, y tengo que admitir que, al principio, que me mostrara el mundo era emocionante. Hubo momentos en los que me sentía como si estuviéramos navegando por
las aventuras más grandes de nuestras vidas, pero ahora, la emoción se ha desvanecido un poco. Sobre todo, solo quiero que me incluya en algunas de las decisiones que toma involucrándonos como pareja. —¿Te he hecho enojar? —Es una pregunta no una declaración. No lo miro. —No enojada —digo—. Solo decepcionada. —Decepcionada. —Su voz es sin vida, sin brillo. Lo enfrento. —No, no. —Enlazo mis dedos con los suyos—. No de nosotros o de ti. No me entiendas mal, amor. Estoy decepcionada de que no me vas a decir dónde vamos. —Bueno, entonces —dice con un ápice de emoción en su voz—. Te prometo que ésta es la última vez que te escondo mis planes. —Hay sinceridad en sus ojos ámbar—. De hoy en adelante, me comprometo a incluirte en cualquier decisión que nos involucre a los dos. Me encuentro con su mirada con una sonrisa y descanso mi cabeza en su hombro. — Gracias —susurro. Elijah besa mi frente y cierro los ojos mientras una sensación de ansiedad bombea a través de mí. Somos él y yo, para bien o para mal, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe. Nuestro viaje como una pareja casada apenas ha comenzado.
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Y no puedo esperar hasta que lleguemos a la primera parada de las muchas paradas en el camino de nuestras vidas.
3 Antes Traducido por Marie.Ang Corregido por CarolHerondale
La voz de Elijah revolotea por el aire húmedo de Hawái. Canta con tono áspero. Y firme. Sus dedos puntean las cuerdas de la guitarra en un patrón preciso, sin perder un rasgueo o un acorde. Cierro los ojos, sintiéndome abrumada y en paz al mismo tiempo. Me siento perdida. En un deslumbramiento. Siento como si me estuviera ahogando y la única vez que seré capaz de alcanzar aire es cuando se detenga. Entonces, lo hace. Sin que lo pida, por supuesto. A pesar de que, a veces es como si estuviera hipnotizada por sus habilidades musicales, me encanta escucharlo tocar. Me encanta escucharlo cantar. Me recuesto de costado, frente a él en la manta que pusimos en la arena. Cierro los ojos por un segundo, y luego los abro a la penetrante mirada de Elijah. Dejo escapar una suave risa y digo—: ¿Qué? Se retuerce y pone su guitarra en el estuche. —Nada. —Cierra la cremallera del estuche y se pone de pie, el estuche en su mano izquierda, la derecha extendida hacia mí—. Bueno, ¿qué dices, Sra. Watson? ¿Nos retiramos por esta noche?
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Tomo su mano, sonriéndole mientras me ayuda a ponerme de pie. —¿Te gustaría eso, Sr. Watson? Sus labios tocan mi oído y su voz ha adquirido un tono ronco. —Mucho, Sra. Watson. —Muerdo mis labios para evitar que el gemido salga de mi garganta—. Umm. — Ahora hay una vibración en su voz—. Pensándolo bien. —Mira la manta con una sonrisa lasciva. Calor atraviesa mis poros como la hoja afilada de un cuchillo de cocina—. Te quiero —gime Elijah, sus dientes mordiendo mi lóbulo inferior. Deja caer el estuche de su guitarra en la arena. —¿Aquí? —jadeo—. ¿Ahora? —Escaneo la playa desierta, mirando las olas con crestas blancas cuando chocan en la arena.
Elijah deja escapar una risa ronca y baja, y quita la cortina oscura de cabello de mi hombro antes de besar el trozo desnudo de piel junto al tirante de mi vestido. Jadeo por aire cuando siento la calidez de su boca en mi cuerpo y me estremezco a ese calor que surge por todos mis apéndices antes de anidarse en la boca de mi estómago. —Pero estamos en un espacio público. —Mantengo la voz baja y suave. —¿Y? —No estoy frente a él, pero escucho la sonrisa en su voz. No, probablemente no es una sonrisa. Probablemente es más una sonrisa codiciosa. Vuelve a sentarse en la manta y tira de mi brazo con suavidad—. Además, estamos recién casados. Creo que eso nos da derecho a algunos momentos apasionados y exhibicionistas. Dudo y lo miro fijamente. Hay una irritante y aterrorizada voz sonando en mi mente.
¿Y si alguien nos ve? ¿Cuán mortificante sería eso? ¿Y si tenemos problemas con el personal del hotel? Sé que esto suena juvenil, pero aun así. Esta es una nueva experiencia para mí, por lo que tengo que sopesar los pros y los contras, y establecer todos los escenarios posibles. Elijah tira de mi brazo por segunda vez y tropiezo hacia delante, golpeando la arena con las rodillas. Alcanzándome, él me estabiliza y agarra mis hombros sin fuerza. —¿Estoy siendo demasiado insistente, Adelaide? —Se acuesta de lado y acaricia el espacio vacío frente a él—. Si lo soy, espero que me lo digas. —Deja escapar un suave suspiro—. Simplemente no puedo evitarlo a tu alrededor, Sra. Watson. El deseo de tenerte todo el tiempo me abruma. Puedo sentir una hoguera empezar a arder en mi corazón, haciendo su camino hacia mis mejillas. El deseo chamusca mis terminaciones nerviosas y todo mi cuerpo comienza a hormiguear. Es una locura el cómo este hombre puede hacerme un desastre por dentro. Es una locura el cómo puede hacer mi mente vagar, mi corazón latir erráticamente y el cómo con una simple caricia de un dedo puede hacer que el cuerpo entero me traicione. —Pero — dudo, luchando por sacar las palabras. Respiro profundamente para calmarme—. ¿Y si alguien nos ve? —Me trago un nervioso temblor de miedo que se atasca en mi garganta. —Mantendré los oídos atentos —remarca, usando una pícara sonrisa tan pecaminosa y tan dulce que podría pudrir los dientes de una persona—. Lo prometo. —Con su sincera declaración fresca en mi mente, me recuesto frente a él, con la espalda contra su pecho. Su corazón late con fuerza, un sordo latir del tambor vibrando a través de mi piel. Me concentro en ese sonido. El sonido de su latido y desconecto el ruido que las impetuosas aguas del Océano Pacífico están haciendo—. Te amo, Sra. Watson —dice contra mi oído. Hay un tono áspero y hambriento en su voz de barítono—. Espero que sepas eso.
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—Por supuesto que lo sé —le digo—. También te amo. Apoya la barbilla en el hueco de mi cuello y desliza la mano izquierda bajo mi cintura, atrayéndome más hacia él. Estamos tan cerca, que nuestros cuerpos son como láminas de acero fundidas juntas. Me sostiene fuerte contra su pecho, entonces desliza la mano derecha bajo la falda de mi vestido. Las puntas de sus dedos viajan desde mi pantorrilla hacia mi muslo interno, dejando piel de gallina a su paso. Su toque me hace perder el control. Es tan suave. Tan intrincado. Tan estratégico. Sabe exactamente cómo hacerme derrumbar bajo él. Cómo hacer que me convierta en una adicta por él y solamente de él. Después de bajar mi ropa interior hasta las rodillas, sus dientes rozan mi mandíbula antes de que sus labios envuelvan mi lóbulo inferior derecho. Mi respiración sale sorda y ronca. Estoy conteniendo un gemido que quiero dejar salir. Lo amo. Lo quiero. Lo necesito.
Dentro de mi cabeza. Dentro de mi cuerpo. Pienso en la forma en que su voz silencia cada pensamiento corriendo por mi mente. —Adelaide —murmura, su aliento caliente acaricia mi oído. Un gruñido sale de sus labios a medida que más aire caliente sale de su boca a borbotones. Y luego… Y luego abre mis piernas, masajeando mi sexo con dos dedos. Deja un rastro de besos desde la curva de mi cuello hasta mi clavícula, a continuación regresa besando hasta mi oído. —¿Me quieres dentro de ti, Adelaide? —Muerde mi oreja con suavidad—. ¿Umm? Es como una burla. Ya estoy retorciéndome bajo sus manos, respirando pesadamente en su axila, y casi lloriqueando porque quiero sentirlo dentro de mí. —Por favor, no me hagas rogar —gimo, volviendo la cabeza. Elijah empieza a mover los dedos, todavía entre mis piernas, en un movimiento circular. Me vuelve loca. —¿Qué fue eso, Sra. Watson? ¿Te estás volviendo habladora? — Hay arrogancia en su voz y abro la boca para comentar, pero me doy cuenta que no tengo palabras. No puedo hablar. Soy silenciada por sus dedos contra mi carne, porque sé que si intento decir algo, todo lo que saldría sería un gemido.
Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. Al segundo que quita los dedos, siento como si estuviera recibiendo algún castigo cruel. El área entre mis piernas duele con necesidad y comienzo a retorcer las caderas, anhelando la liberación más que nada de lo que jamás he querido en mi vida entera. —Por favor, Elijah. Por favor —digo. Siento sus labios calientes y húmedos contra mi oreja. —Ruégame. —Eres horrible —le digo—. ¿Lo sabes? Deja escapar una risa ronca que hace eco en el cielo lleno de estrellas, y bufo de frustración cuando muerde mi lóbulo con sus dientes. Los sonidos de su cremallera llenan mis oídos mientras deja un rastro de besos estratégicos a lo largo de la curva de mi cuello. Lucho por contener el grito que quiero dejar escapar cuando siento a Elijah entre mis piernas. Sus caderas empujan lentamente hacia adelante y hacia atrás, y mis labios encuentran los suyos. —Te amo —murmura.
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—También te amo. Estas son las últimas cosas que nos decimos. Después de eso, nos centramos en disfrutar de la primera noche de nuestra luna de miel y hacer el amor bajo las estrellas.
4 Después Traducido por Adriana Tate Corregido por Tessa
Paredes planas y blancas. Paredes planas y blancas. Paredes planas y blancas. Soy una prisionera en una celda con cuatro paredes planas y blancas. Una ventana con barrotes. Una ventana con barrotes. Una ventana con barrotes. Una ventana con barrotes, recordándome que a pesar que el panorama de Oak Hill está desolado, desteñido y muerto, estar afuera y ser capaz de retozar entre las ásperas ramas de los árboles, el aire fresco de otoño y la hierba marrón es un lujo que nunca recibiré. ¿Por qué? Porque he sido una mala, mala chica. Desobediente. Hostil.
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—Las chicas malas son castigadas. —Como a Susan le gusta decirlo. Ella cree que soy una plaga, infectando a los otros pacientes con mi virus de rebelión, todo porque mordí sus dedos las últimas veces que intentó forzar mis medicamentos por mi garganta. Una nueva paciente llamada Honalee, quien tiene un alto y molesto hábito de ladrarles a los otros pacientes, fue testigo de mi transgresión y la repitió. Según Aurora, le rompió la piel y tan dura como parece ser, aparentemente a Susan no le gusta los dedos ensangrentados. La mirada fija que me dio hasta hacerme bajar mi mirada después del incidente de Honalee me hizo sentir como si sus ojos fueran cuchillos de sierra y yo fuera un trozo de queso cheddar. Nunca olvidaré la forma en que sus ojos me recordaron al acero. Brillante, metálico y duro. Y nunca olvidaré la forma en que cortaron al atravesarme.
Gracias a Honalee, pasé la siguiente semana en la celda de aislamiento. Y bueno, he tenido que evitarla desde entonces. Para mí eso no importa. Ellos pueden castigarme. Pueden dispararme y atarme con una correa. Pueden quitarme mi dignidad. Pueden torturarme lentamente. Sofocar a la chica que solía ser en pequeñas dosis. No importa. Lo que me hagan a mí nunca importará. No me convertiré en el robot que ellos quieren que sea. Prefiero morir. Estoy parada en la ventana con mi bata de hospital succionando mi piel, y tiemblo en silencio mientras el frío se escurre por los finos cristales de vidrio y me embarga. La voz de Damien interrumpe mis pensamientos. —Ven acostarte conmigo, amor. —Es una orden, no una petición y en este momento, no tengo ganas de escuchar. En lugar de eso, continúo mirando por la ventana y bombeando calor de nuevo en mis brazos antes de doblarlos en mi pecho. No quiero acostarme. Quiero ser libre. Y hay una gran parte de mí que quiere gritarle—: Pensé que se suponía que me salvarías. Sálvame. Sálvame. Sálvame. Él me lo prometió, así que rogué por ello. Supliqué. Me golpeé las rodillas en un ataque histérico de locura y sollocé, sollocé y sollocé hasta que mi garganta estuvo en carne viva y no tenía voz. Él no me escuchó. Damien. A él no parecía importarle. Lloré a sus pies, llena de amor y dolor y todo lo que obtuve de él fue una sonrisa y una mano por mi cabello enmarañado. Fue un gesto sin vida y frío. Además de eso, sé que él es el mejor tipo de ilusión y más que todo me pregunto por qué sigo viéndolo. Lo desterré de mis pensamientos.
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Gritándole a todo pulmón para que se vaya. Sostuve la puerta de mi celda abierta y lo hice salir con urgencia. Es como si mis ojos y mi mente están comprometidos en un combate de lucha libre. Lo que estás viendo es real. No, no lo es. Lo que estás viendo es real. No, no lo es. Hubo momentos en los últimos dos meses donde pensé que él se había ido para siempre porque no lo había visto, pero luego de la nada, siempre se las arregla para aparecerse de nuevo en mi vida. —Addy, amor. —Lo escucho decir.
Lucho contra la urgencia de continuar ignorándolo y respondo con un simple—: ¿Qué? —¿No vas a venir acostarte? —No. —Mi respuesta es corta, fría y el tono de mi voz está teñido con un dejo de frustración—. Por favor, Damián. —Echo un vistazo por encima de mi hombro y lo miro a los ojos—. Vete. Entrecierra sus penetrantes ojos azules por un parpadeo de un segundo, luego salta fuera de la cama. Una media sonrisa curva sus labios y me hace señas para que me acerque más con un ligero movimiento de su dedo índice. —A veces me gusta cuando te pones difícil —me dice—. Hace las cosas lúdicas para mí —Toma unos cuantos pasos más cerca—, y desafiantes. Me volteo para mirarlo de frente y con desprecio. —Bueno, algunas veces me gustaría que en realidad escucharas cuando te digo que te vayas. En dos zancadas, está de pie frente a mí. Baja la mirada hacia mis ojos y mete un pedazo de cabello suelto detrás de mí oreja. Se ríe y eso me pone aún más frustrada. —Para —bromea—. Sé que no quieres que lo haga. Pero ahí es donde se equivoca. Solía pensar que nunca quería que se fuera. Solía esperar, desear y rezar siempre.
para que estuviéramos juntos por siempre y para
Y la triste realidad es que no lo estamos. Él está muerto. No lo puedo traer de regreso. —Damien —susurro—. Por favor, vete. Estoy tratando de no hacer contacto visual con él. Es en ese momento en que generalmente pierdo el control de mis emociones. El momento en que empiezo a nadar en sus piscinas de azul, mis pensamientos no existen más. Me ahogo lentamente. Sumergiéndome dentro de las profundidades de azul zafiro.
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Antes de que pueda recordarme a mí misma como nadar, estoy casi en el fondo del suelo del océano. Inclino mi cabeza hacia un lado y bajo mi mentón, observando fijamente a una grieta visible en el piso de concreto. No mirándolo a él. No puedo. No lo haré. Me niego. —Adelaide —dice pensativo en una voz cantarina. Mis ojos se cierran de golpe cuando siento dos de sus dedos inclinando mi mentón hacia arriba—. Mírame, amor.
Cierro mi boca negándome a pronunciar las palabras que estoy reteniendo. No. Maldita sea. No. Ni ahora. Ni nunca. Él. No. Puede. Hacer. Qué. Lo. Mire. Él tiene está manera de hipnotizarme. Es como un mago que me sorprende y me hipnotiza con esta bolsa de trucos. Bueno, solía de todos modos. Es diferente ahora. He sido el único miembro en la audiencia en observar su espectáculo por mucho tiempo, ahora le voy a poner fin. Aquí mismo. Ahora mismo. Sacudiendo mi cabeza hacia un lado y dando un paso hacia la izquierda me alejo de él. Mantengo mis ojos cerrados y sigo caminando, caminando y caminando hasta que mi espalda está en un rincón. La pared se siente como un cubo de hielo contra mi nuca y presiono mis labios para evitar que mis dientes castañearan. —¿Qué estás haciendo, amor? —pregunta Damien, con una poco de confusión en su tono. No respondo verbalmente. En cambio, sacudo mi cabeza. Debería saber hacer algo mejor que rechazarlo. Me sigue. Siempre.
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Una vez me dijo que me seguiría a cualquier lugar. Está frente a mí en un segundo, presionando sus caderas contra las mías y sujetándome contra la pared. Planta su nariz en mi cabello. Inhalo su familiar aroma y puedo sentir a mi autocontrol colapsando. Mis parpados parpadean más rápido. Mi cuerpo se relaja. Lucho con la urgencia de plantar mi cara en la curva de su cuello y besar su piel descubierta. —¿Ves? —dice, con un toque de diversión en su voz—. Sé que no puedes resistirme. Algunas veces odio la forma como actúa, como si estuviera tan seguro de sí mismo. Cuando actúa de esa forma, me hace querer lo contrario de lo que él quiere que haga. Tengo
mi propia mente. Puedo pensar como quiera pensar. Hacer lo que quiera hacer. —Detente — digo. Mi voz sale débil y sin aliento porque puedo sentir a mi cuerpo traicionándome. Pone sus labios contra mi oído y sus dedos se deslizan por arriba de mi bata de hospital, descansando arriba en mis muslos. —No —dice en voz baja y plana. Lentamente, estoy sucumbiendo a la locura de su toque. Me estremezco de deseo mientras sus dedos suben más arriba de mis muslos y se hunden por debajo de la banda elástica de mi ropa interior. Inclino mi cabeza hacia atrás, apoyándola en la esquina de una de las cuatro paredes blancas en mi habitación y exhalo cuando Damien coloca sus labios húmedos en la curva de mi cuello. Esto no está pasando. Esto no está pasando. Tal vez antes… Pero no ahora. Estoy perdiendo el control de la situación y me está enloqueciendo. Hay una lucha entre mi cabeza y mi corazón ocurriendo dentro de mi cuerpo. Sin embargo, al final mi cabeza gana. Espero hasta que Daniel se aleje lo más mínimo antes de agacharme frente a él. Coloco mis rodillas en mi pecho y grito. Es un grito lleno de angustia y frustración. Es fuerte, penetrante y ensordecedor y causa que las barras de metal vibren contra mi única ventana. Damien me mira. —¿Qué estás haciendo? —Hay pánico atado en el tono de su voz—. Addy, ¿Qué estás haciendo? Levanto la mirada hacia él a través de un grupo de pestañas llorosas y grito de nuevo. —Estás siendo ridícula—dice bruscamente, alzando su voz para ahogar mis gritos—. ¡Soy una parte de ti! ¡Nada va a cambiar eso! Cierro mis ojos con fuerza cuando escucho la cerradura de la puerta de mi celda abrirse. Bajando mi cabeza, apoyándola entre mis rodillas para recuperar el aliento. Abro mis ojos y noto a una enfermera que no conozco caminando hacia mí.
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Y también me doy cuenta que Damien se ha ido.
5 Antes Traducido por Sofí Fullbuster Corregido por Meliizza
Oficialmente he estado casada por tres meses. Y mi matrimonio con Elijah ha sido maravilloso y perfecto hasta ahora. Mi vida ya no es oscura y depresiva. Es brillante, divertida y hermosa. Solía pensar que tendría una gris nube de miseria siguiéndome por siempre, pero me equivocaba. Estaba muy, muy equivocada. Me gusta pensar en Elijah y yo como una pareja de jóvenes de enamorados. Somos atolondrados. Siempre riéndonos. Siempre escabulléndonos a lugares desconocidos para robarnos besos o hacer el amor. Tenemos citas de noche, desayunos juntos cada mañana, y cuando no está trabajando, cenamos juntos esas noches. Para mí, es algo hermoso. Para mí, encontrar el amor de nuevo es algo hermoso en general.
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No sabía si alguna vez volvería a encontrar el amor de nuevo. Años de destrucción, pena y dolor pueden hacerle eso a una persona. Años de que te digan que nunca serás lo suficientemente bueno para nada puede provocar profundos daños en cualquier persona, en mi opinión. He sido derribada, destruida y demolida. Alguien me dijo una vez que la mente humana es como un templo. Una sólida estructura. Compilada por ladrillos, cemento y paja. Construida por sudorosos esclavos después de horas y horas de agotador trabajo. Pero difiero… Difiero porque incluso las mejores y más sólidas estructuras pueden desmoronarse.
Tuve días donde me sentía como si mi mente estuviera derrumbándose en las palmas de mis manos y me sentí frenética debido al miedo y la desesperación, con sólo temblorosos dedos para volver a unir las piezas. Me sentía así hasta que mi esposo me salvó. Quiero amar la forma en la que me siento por Elijah por siempre. Estoy mirándolo tocar el violín ahora. Estamos en la biblioteca. Estoy sentada en el borde de su escritorio, usando mi vestido de noche de satén rosa pálido. Está a menos de un metro de distancia, en medio del Réquiem de Mozart. Siempre he admirado la pasión en él cuando toca cualquier instrumento. La forma en que sus ojos están apenas cerrados. La arruga en su frente. La forma en que apresa su labio inferior entre sus labios. Y la forma en la que se mueve junto a la música que está tocando. Es como si fuera una de las fantasmales melodías, como dos vínculos fusionados. Cuando termina la canción, finge inclinarse para mí y sonrío exuberantemente, aplaudiendo. —Bien hecho, señor Watson —digo con un pequeño asentimiento. Se endereza y sonríe. —Gracias, señora Watson. Después de poner el violín a un lado, se acerca a mí, extendiendo mis piernas con un empujón de sus caderas. Con gentiles manos y suaves dedos, empuja mi cabello detrás de mí oreja mientras un rosado sonrojo se extiende por mis mejillas. —Me encanta la forma que luces sin maquillaje —me dice en voz baja—. ¿Alguna vez te lo he dicho? Lo miro coquetamente a través de mis gruesas y oscuras pestañas y sonrío. —Me lo dices todo el tiempo, cariño. —En serio. Casi cada noche antes de ir a la cama. También me dice que no debería utilizarlo en absoluto, pero esa es su opinión. Mientras crecía, papá siempre me dijo que sólo las prostitutas llevaban maquillaje así que nunca me permitió usarlo. Ahora que soy capaz, me gusta permitirme maquillarme un poco. No uso demasiado, pero aun así. Hay un rastro de deseo en sus dorados ojos mientras se inclina más cerca, sus labios moviéndose sobre los míos. Está sin camisa y mis dedos se deslizan a lo largo de sus abdominales, el calor de su cuerpo quemando la punta de estos antes de viajar a otras partes de mi cuerpo, encendiéndome.
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Mis manos se alejan de su abdomen y descansan en sus caderas. —Acércate más — susurro. Elijah sonríe golosamente y luego pone ambas manos en mis muslos internos antes de presionar su cuerpo contra el mío. —¿Así está bien, señora Watson? Envolviendo mis brazos alrededor de su espalda, me inclino hacia delante, mis labios a un suspiro de su oído. —No. Con eso, levanta mi vestido de noche, poniendo su mano derecha en la parte baja de mi espalda, sosteniéndome en una posición medio recostada antes de asaltar mi boca con aturdidores giros de su lengua. Sus dedos se mueven a través de mis oscuros cabellos y jadea en mi oído.
Con un suave movimiento, me coge por la parte trasera de mis muslos, acercándome hasta que estoy tan cerca que nuestros cuerpos están casi juntos. Lo miro fijamente a los ojos, y he tenido momentos donde me he sentido como si pudiera nadar en sus mares de miel por una eternidad. He tenido días donde todo lo que podía pensar era en las miradas robadas entre nosotros. Y he tenido noches donde me he acostado sola en la cama, anhelándolo. Trabaja un montón. Odio que tenga el turno de noche. Así que cuando tiene tiempo para momentos íntimos como estos, los aprecio. Los guardo cerca de mi corazón. Los implanto en mi mente, aplastándolos con cadenas así no pueden moverse. —Te deseo —susurra mientras su cálido aliento viaja a lo largo de la parte trasera de mi cuello. Tiemblo de placer, deseo, y deleite. —Dices eso un montón. —Las palabras dejan mi garganta en una suave y áspera respiración. —Bueno, es verdad. Estoy cautivada por el hecho de cómo sabe decir todas las cosas correctas. Tocarme de todas las formas correctas. Besarme como si estuviera deshidratado y yo fuera el vaso con agua que necesita para aplacar su sed. Elijah besa mi cuello e inclino la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por el apasionado momento entre nosotros. Cierro los ojos y muerdo mi labio inferior mientras deja un sendero de besos a lo largo de mi cuello, hasta llegar a mi clavícula. —Te amo —le digo, pero las palabras salen tensas—. Te amo —digo por segunda vez, pero las palabras salen en un revoltijo. —Basta de hablar. —Me calla con sus labios contra los míos.
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Y dentro de unos cuantos segundos, estamos perdidos en un mar de miembros enredados, jadeantes gemidos y empujones de caderas.
6 Después Traducido por Diana Corregido por Key
Si el hospital Oakhill fuera un brazo carnoso, con capas de músculos, venas y grasa, en el momento en que alguien tome un bisturí y lo corte, abriéndolo con la intención y el propósito que la sangre fluya de él, notara algo extraño en la sangre. No sería roja. El rojo es el color de la pasión, el color de la vida. Es ilustre. Y fluye. Así que si Oakhill fuera un brazo no sangraría rojo. Sangraría negro. Un abismo interminable de un color que significa una cosa en mi libro… Muerte. A veces siento como si estuviera viviendo en un cementerio. A veces siento que los pacientes que vagan por los pasillos son sólo almas que no han encontrado su camino al cielo. Hay días donde encuentro consuelo en los torturados gritos que hacen eco por los pasillos porque me recuerdan que no estoy muerta... Aún.
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Mantengo mis ojos pegados al suelo mientras dos enfermeros fornidos me escoltan a la cita con el doctor. Miro nuestras tres sombras bailando por las baldosas de color canela y pienso en que estas citas semanales no tienen sentido. Inútil. Aburrido. No educativo. No puedo recordar mi pasado. Y las partes que sí recuerdo sólo traen los recuerdos que son dolorosos, destructivos, desgarradores y miserables. Pienso en Damien en estos momentos. Pienso en el modo que le sostuve mientras tomó sus últimos alientos.
La forma en que sentí el calor verter lentamente fuera de su piel mientras mis dedos rozaron su mejilla. Cómo contemplé sus ojos zafiro con voluntad y manera silenciosa que luchara por su vida.
determinación, incitándole de
Pero era demasiado. Ya era demasiado tarde. Y tenía que darme cuenta de que las armas tienen más poder que el amor, la esperanza o la oración. La idea de esto siempre me entristece hasta el punto en que las lágrimas brotan de mis ojos y tengo que levantar la barbilla y parpadear de nuevo para evitar que se derramen en mis mejillas. Hay momentos en los que tengo que tensarme porque si no lo hago, sé que voy a colapsar en una pila emocional en el suelo y sollozar y temblar y sollozar y temblar hasta que mis extremidades estén como masilla y mis lagrimales estén secos. Presto atención de repente cuando los asistentes a cada lado de mí se detienen bruscamente. Levantando la cabeza, miro directamente hacia delante mientras me escoltan a través de las puertas dobles de la oficina de mi doctor. Las paredes son blancas y desnudas. No hay desorden en el escritorio. Sin fotos. Sólo cuatro paredes blancas que me recuerdan a las paredes de mi celda. Dos sillas con asientos acolchados negros. Un gran escritorio rectangular color cereza. Y por detrás de él una silla con ruedas. Me siento en una de las sillas negras acolchadas y miro hacia el asistente de mi izquierda cuando dice—: Espera aquí. Mis ojos lo recorren y luego miro al asistente a mi derecha. Él está mirando al frente con una mirada amarga en su cara regordeta. Estos dos son mis escoltas habituales en cualquier momento que tenga que venir aquí. Nunca hablan. Son como robots y es casi como si su creador les abrió y los cableó con el propósito de que no lo hagan. No hables con los chiflados. No puedes. No debes.
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Si lo haces es un crimen... Y estoy segura de que les han dicho que serán penalizados si lo hacen. Mis ojos caen al suelo cuando los enfermeros se giran para salir y el sonido de sus pasos lentos contra el piso de madera palpita en mis oídos. Justo antes de llegar a la puerta oigo a uno de ellos murmurar—: Que Dios ayude a ese. —Y en ese momento, pienso en saltar de mi silla, correr hacia él, derribarlo y mostrarle el verdadero significado de locura. Pero no lo hago.
Me quedo sentada y levanto mi cabeza, mis ojos perforando las paredes blancas. Pienso, que imbécil de mente sencilla. Pero no son los únicos que lo hacen... Ellos no son los únicos miembros del personal que hablan de los pacientes de una manera despreciativa. Ellos dicen que estamos todos, locos... locos... ¡locos! ¡Sólo átenlos y denles de comer pastillas! Lo curioso es que piensan que no los escuchamos. Lo hacemos. Yo lo hago. Lo que realmente me gustaría decirles es, por favor, no me juzgues si no sabes lo que
se siente estar en mi lugar. Y he tenido una vida difícil. Y me he esforzado mucho. A veces, cuando escucho una loca burla pienso en preguntarle al miembro del personal si tienen alguna consideración por los sentimientos de otras personas. Luego me respondo a mí misma porque en el fondo, muy por dentro yo ya sé la respuesta. No la tienen. Soportar a los pacientes cada día es el cheque de pago para ellos. Cuidar de ellos no es una ventaja añadida. Mis pensamientos son interrumpidos cuando oigo tacones contra la madera y miro por encima de mi hombro a mi médico. Piernas largas y torneadas. Tacones de aguja negros y a juego un vestido por debajo de las rodillas, cubierto por una bata blanca de laboratorio. Cabello negro carbón a la altura del hombro estilo bob que roza en su escote. Vivian Swell. Dra. Vivian Swell.
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El nombre Vivian Swell me recuerda a alguna actriz cinematográfica. No una mujer que cura a los locos. —Buenos días, Adelaide —me saluda con un tono monótono pero aún frío para su voz y mantengo mis ojos en ella mientras camina por el lado de su escritorio. Entonces se sienta en su silla, la misma silla que le pertenece a Elijah, y cruza sus largas piernas—. ¿Te acuerdas por donde no quedamos el viernes? Hago contacto visual, mis ojos se clavan en sus oscuros ojos color chocolate y busco algún tipo de simpatía en ellos, pero no hay ninguna. No me gusta Vivian Swell. A ella realmente no le importa si estoy progresando o no. ¿Cómo puedo saber esto? Por sus acciones. No intenta ningunas extensas sesiones de terapia. Cada vez que hablo simplemente asiente con la cabeza y siempre parece como si ni siquiera está prestando
atención. Me da respuestas como, ya veo y continúo. Me recuerda al Dr. Morrow con su actitud de no saludo a la gente, excepto que no muestra ningún comportamiento cruel. —¿Bueno, Adelaide? —explora, levantando una ceja. Parpadeo y respondo con—: ¿No se supone que deberías saber eso? Una leve sonrisa se extiende a través de sus labios y ella niega sacudiendo levemente la cabeza. —No trabajamos intentado que mis recuerdos regresen, Adelaide —afirma—. Depende de ti tratar de recordar el tipo de cosas que discutimos durante nuestras sesiones. Aprieto la mandíbula y cierro mis manos juntas en mi regazo. —Así es. —Presiono los labios y dejo escapar un suspiro de frustración—. No recuerdo donde lo dejamos. —Muy bien, entonces —dice mientras abre el cajón superior izquierdo del escritorio y saca una carpeta color manila. En ese momento que me doy cuenta de que no me desagrada esta mujer precisamente por las razones que he mencionado anteriormente. Me desagrada porque no es él. Ella no es Elijah. Durante el último par de meses desde que la he estado viendo, he pedido en repetidas ocasiones ponerme en su cuidado. He tratado de explicarle que mis sesiones con él son pertinentes con el fin para hacer una recuperación completa y ser capaz de recordar mi pasado. He tratado de decirle que lo necesito en maneras que nunca lo entenderá. Porque él me conoce. Él me entiende. Él me ama. Al menos eso es lo que me hizo creer y no puedo entender por qué una persona puede mentir sobre algo así. Durante el primer mes de mis sesiones con ella, había entrado y preguntado—: ¿Dónde está el Dr. Watson? —Al principio, ella ignoraba mi pregunta y yo, bueno, yo no respondía bien a eso. Si alguien me hace una pregunta, yo siempre contesto. Así que pregunto de nuevo—: Dra. Swell, ¿dónde está el Dr. Watson?
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Y después del primer par de meses con la misma respuesta, dejé de preguntar. Principalmente porque cada vez que ella respondió, sentí una punzada de dolor atravesar mi corazón. Ella respondería con las mismas cuatro palabras cada vez que me contestaba. Cinco palabras. Cinco palabras terriblemente dolorosas que me hicieron pasar un mes entero cuestionando mi cordura. Cinco palabras que se envuelven alrededor de mis pulmones como un torniquete de acero y se aprieta y aprieta y aprieta hasta que me olvido de como respirar. Cinco palabras. Las.
Mismas. Cinco. Brutales. Palabras. —No hay ningún Dr. Watson.
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Así que ahora... Yo no pregunto más por él.
7 Antes Traducido por Sofí Fullbuster Corregido por Vanessa VR
Una pequeña y buena noticia puede cambiar todo el día de una persona. Estoy embarazada. Elijah y yo vamos a ser padres. Estoy bastante emocionada. De hecho, mientras conduzco a casa de la cita con mi obstetra, me siento como si estuviera brillando. Por encima de eso, el sol está brillando más radiante y el césped parece un poco más verde. Nunca había pensado que sería así de feliz. Mi única esperanza es que Elijah será tan feliz como yo. Sin embargo, aun así lo dudo. He mencionado que quiero tener un hijo muchas veces y él siempre cambia de tema o me ignora totalmente cuando hablo sobre ello. Conozco a mi esposo. Solía pensar que era un hombre complicado, pero ya no pienso así. Sé que tiene miedo. Nunca lo admitirá, pero sé que su miedo se origina de los problemas con su padre y él no queriendo terminar de esa forma. Aunque creo que sus temores son ridículos.
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Me ha contado historias sobre su padre y sé con seguridad que Elijah no es para nada como él. Su padre era despiadado, tiránico, cruel y violento. Elijah no podía parecerse menos. Es bueno, amable y amoroso, aunque también cauteloso. Está durmiendo cuando llego a casa y decido esperarlo en la cocina. Me siento en nuestra mesa circular, incapaz de ocultar la sonrisa en mis labios. No tengo que esperar demasiado. Casi veinte minutos después de haberme sentado, entra en la cocina, rascando la parte trasera de su cabeza y mirándome fijamente, desconcertado. —¿Por qué luces tan emocionada? —pregunta, un rastro de diversión en su voz. Estoy sonriendo mientras deslizo el papel que me dio el doctor a través de la mesa. — Tengo maravillosas noticias —digo, tratando de no chillar.
Abre el refrigerador y saca la leche mientras coge el papel de la mesa con la mano derecha. Está mirándome de reojo cuando le da un trago a la leche y eleva el papel al nivel de sus ojos. —¿Y cuáles podrían ser esas noticias, señora Watson? —¡Estoy embarazada! —Suelto las palabras con tanta fuerza que prácticamente las grito. Pero no me importa. Estoy demasiado emocionada como para contenerme. Espero que Elijah se una a la dichosa ocasión, por lo que no estoy preparada para la reacción que me da. No estoy preparada para ver la divertida expresión desaparecer de su rostro. No estoy preparada para ver el vaso con leche deslizarse de su agarre y destrozarse en el embaldosado suelo a cuadros de la cocina. Y definitivamente no estoy preparada para la mirada que me da, como si estuviera decepcionado, como si el embarazo fuese mi culpa. Ahora la sonrisa que llevaba cae de mis labios. Me encorvo en la silla. Y nunca me he sentido tan sola en tal ocasión. —¿Qué está mal contigo? —Suelto bruscamente—. Son noticias maravillosas y estás actuando como si te hubiera dado una pena de muerte. No hace contacto visual, en su lugar mira su reloj. La plateada banda brilla bajo las luces de la cocina y muevo mis ojos hacia él también. Me distrae por un momento, pero luego parpadeo y mantengo mis ojos en el rostro de Elijah. Se cruza de brazos y baja la mirada hasta el suelo. —Son noticias maravillosas —comenta. Pero su voz suena sombría, y para mí, eso me indica que no está para nada feliz. —Estás mintiendo. —Me levanto de la silla y doy dos zancadas, deteniéndome delante de él—. Mírame a los ojos y dime que estás tan emocionado como yo. No lo hace. Continúa mirando el suelo. Lo miro. Su mirada parece perdida. Es como si sus ojos estuvieran flotando por encima de las baldosas blancas y negras. Como si no le ofreciera un chaleco salvavidas él se hundiría. —Estoy feliz —me tranquiliza, pero su voz suena todo menos tranquilizadora.
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Raramente peleamos y si lo hacemos, nos arreglamos minutos después. Pero eso es algo peor que una pelea para mí. —¡No puedo creerlo! —Alzo la voz y antes de que pueda controlarme, estoy gritando—: ¡Conseguí las mejores noticias de nuestras vidas hoy y estás actuando todo frío! —Lo pincho en el pecho con mi dedo índice—. Vamos a ser padres. Lo que es hermoso. Por favor, alégrate y entiéndelo. Por favor, acéptalo y sé feliz con ello. En este punto, hace contacto visual conmigo. —No lo entiendes. —Su voz es baja, y hay una determinación allí que me dice que está enojado. —¿Qué quieres decir con que no entiendo? —digo. —No entiendes cómo fue mi infancia, yo… En este punto, lo detengo con un—: ¡Tienes que estar jodiéndome! —Pisoteo duramente—. ¡Tienes que estar jodiéndome! —Mi infancia fue un infierno viviente. Hasta
hoy, no sé cómo sobreviví a ella. Podría haber tenido problemas con su padre, pero para mí, esa no es excusa para su inmaduro comportamiento. —Esta discusión se acabó —grita, enderezándose. —¡Está lejos de haber acabado! Me siento sensible. Y hormonal. Y al menos quiero que pretenda ser feliz. Al menos quiero que finja ser feliz por mí. —Elijah, por favor —suplico. Mi voz es apenas más alta que un susurro. —¡Dije que terminó! —grita.
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Entonces me pasa, pisoteando lejos de mí, dejándome sola en la cocina.
8 Después Traducido por Edilmary Corregido por Daniela Agrafojo
Hay días en los que extraño esa sensación de tener un cuerpo caliente acostado junto a mí. Para ser honesta, ha pasado tanto tiempo que no puedo recordar cuando fue la última vez que ocurrió. ¿Han pasado meses? ¿Años? Mis venas han sido llenadas hasta el borde diariamente con tantos medicamentos, que es un milagro que aún recuerde mi nombre. Es Adelaide Watson. ¿Cierto? ¿Cierto? Al menos eso es lo que el personal me dice.
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Bueno, retiro lo dicho, a veces me confunden con Adelaide Carmichael y tengo que corregirlos. He encontrado algunos crayones de colores. Uno azul, uno verde y uno rojo. Creo que solían pertenecerle a Aurora. Tengo momentos en los que me gustaría saber en dónde se encuentra. La extraño. Extraño su extravagante comportamiento. Extraño la forma en que siempre respondía con esa voz cantarina. Extraño su actitud despreocupada. He pensado en preguntarles a algunos de los pacientes sobre ella, pero entonces, ellos no me responderían. No soy amiga de mucha gente aquí y no me siento lo suficientemente cómoda como para hablar de cosas personales con ellos. Tengo momentos en los que… Cuando estoy sola... En mi celda, uso los lápices de colores que solían ser de ella. Me escondo debajo de la cama con el lápiz rojo y coloreo toda la pared.
Dibujo corazones. Y círculos. Y cuadrados. Figuras de palo. Y lágrimas. Mi mente huye cuando juro que oigo los resortes de la cama chillando detrás de mí. Es casi como si mi ex compañera de cuarto estuviera aquí conmigo, meciéndose hacia adelante y hacia atrás y de un lado a otro en su colchón. Cierro los ojos y puedo imaginarla. Quitándose un rizo rojizo de la cara, su nariz fruncida, abrazando sus rodillas. Sigo coloreando y tengo otro momento en el que juro que puedo oír su canto. —Las paredes rojas como sangre, las paredes rojas como sangre, las paredes rojas como sangre. Las suaves y cantarinas palabras y el chirrido de los resortes del colchón se sienten y suenan tan reales que por un minuto mi espalda se pone rígida, mis pulmones se aprietan y una sensación de intranquilidad recorre mis entrañas. Suelto el crayón rojo con el corazón que estoy dibujando a medio terminar y lanzo una cautelosa mirada sobre mi hombro. Miro hacia la cama colocada horizontalmente detrás de mí y dejo escapar un suspiro de alivio. No hay nadie allí. Saliéndome de debajo de mi cama, me levanto y luego me dejo caer sobre el colchón. Los resortes crujen y gimen por mi peso y cuando el ruido se detiene, meto mis piernas bajo mi trasero, sentándome al estilo indio. Las paredes blancas llaman mi atención, cegándome temporalmente hasta que ya no puedo mirarlas más, así que parpadeo un par de veces y luego bajo mi mirada al suelo. Me siento tan sola. Y perdida. Y sin esperanza.
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Me siento como si alguien hubiera metido la manguera de una aspiradora en mi garganta y hubiera chupado mi alma. Siento como que estoy esperando, deseando y rezando por absolución y por las respuestas que parece que nunca voy a recibir, y más que eso, me siento como un buque sin vida. Como si estuviera vagando y vagando y vagando por una carretera interminable sin ningún destino o propósito. Tengo momentos en que los que hablo conmigo misma. Es como si me dividiera por la mitad y tuviera conversaciones conmigo misma sobre el clima, las entradas y salidas de Oak Hill, los pacientes en Oak Hill... Durante los meses que han pasado, de alguna manera he aprendido a ser mi propia mejor amiga.
He aprendido a través del tiempo que al final de todo, a veces en la única persona en que puedes confiar es en ti. Me acuesto en mi cama y miro hacia el techo. Mis ojos se mueven y se centran en la ventana. Rayos de luz solar pasan a través del vidrio y bailan alrededor de los bordes de metal en el extremo de mi colchón. No hay reloj en mi celda, pero puedo decir por la forma en que el sol está brillando que es casi mediodía, casi la hora de mis medicinas de la tarde. Me las tomare como una buena chica. Me las tragaré con un vaso de papel lleno de agua. Voy a dejar que se disuelvan en la boca de mi estómago y que se abran paso a través de mi sistema nervioso, para aliviarme y entumecerme como se supone que deberían hacer. Estoy pensando que tal vez necesito cambiar mi curso de acción. Estoy pensando que tal vez si me transformo de buena a una pequeña psicópata tal como quieren que sea, quizás seré capaz de conseguir las respuestas que estoy buscando. Tengo que ser astuta, inteligente y obediente. Es la única manera. La única manera.
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Es la única manera en la que seré capaz de unir todas las piezas de mi pasado roto. Y en el fondo, sé que es la única manera de encontrar los pedazos y ponerlos juntos, si es que los recupero.
9 Antes Traducido por gabihhbelieber Corregido por MaryJane♥
El corazón humano es frágil. Tan delicado que debe ser protegido, cuidado. Cuidado y arropado entre montones de mantas como un bebé. Porque una vez que se rompe... Está roto para siempre. Después de que tu corazón se rompe una vez, nunca se cura del todo. Siempre hay grietas o pedazos astillados. Y dependiendo de qué tipo de persona eres y qué tipo de fuerza personal tienes, a veces después de que tu corazón se rompe puedes sentir como si nunca hubieras tenido un corazón en absoluto. O está endurecido. Convertido en piedra. Entonces... Cambias. Convirtiéndote en una persona diferente.
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Te vuelves amarga. Fría. Distante. Comienzas a odiar cosas. Y gente. Casi todo lo que te rodea. Odias el sol por levantarte cada día. Odias a la luna por iluminar el cielo nocturno. Odio, odio, odio. Te consume. Te come viva de adentro hacia afuera. Hasta que... El odio es la única cosa que conoces. Y muy pronto tus días se extienden sin cesar y son interminables, décadas de nada. Te olvidas de lo que es sentir. Te olvidas de lo que es el amor. Y más que cualquier cosa sientes como si nunca merecieras el tipo de amor que una vez tuviste. He estado allí. Estuve llena de odio.
Mi corazón fue arrancado de mi pecho, sintiendo como si estuviera oculto en algún lugar con una intención maliciosa y yo estuviera en la búsqueda del tesoro más grande de mi vida tratando de encontrarlo de nuevo. Sentí el vacío extendiéndose en mi como veneno. Me golpeé a mí misma por el hecho de que Damien dio su vida por la mía. Deseaba, esperaba y rezaba por haber tomado su lugar. Deseaba, esperaba y rezaba estar viviendo la peor pesadilla de mi vida. Pero no lo estaba. Lo que pasó fue real. Miré al chico que amaba morir, gracias al estallido de un arma de mi brutal y tirano papá. Me deslicé en la sangre y las entrañas de mi amor y lo sostuve en mis brazos hasta que tomó su último aliento. Hasta que el calor se filtró fuera de él y su cuerpo se puso frío. Me tomó un tiempo curar mi corazón roto después de eso. Una parte de mí está convencida de que nunca voy a ser la misma. Pero tuve la suerte de haber sido capaz de encontrar el amor dos veces en mi vida y que me condenen si dejo que mi corazón se rompa por segunda vez. Algo pasa con Elijah. Ha estado separado, distante. Desde que le dije que estoy esperando un hijo suyo, con cada día que pasa lo siento alejándose cada vez más. Y siento que no hay nada que pueda hacer para evitar que ocurra. —¿Qué está mal? —le preguntaré. —Nada —me responderá con una sonrisa suave. Luego besará mi sien y saldrá de la habitación. Y estaré sola en nuestra habitación con una gran intensidad emocional preguntándome por qué se está distanciando.
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Él trabaja mucho también. Se queda allí después de turnos. Mi cabeza sospecha lo peor, un posible romance, pero mi corazón se niega a dejarme creerlo. Después de todo, sé mejor que nadie que es mucho más fácil vivir en la negación. Vivir un mundo de fantasía donde todo es tan perfecto y hermoso cuando muy dentro sé que no lo es. Y todos estos pensamientos, estos sentimientos, estas hormonas dentro de mí, finalmente me hacen romperme. Quebrarme, perdiendo la parte lógica de mí misma que me dice que necesito confiar en este hombre, mi marido, el padre de mi hijo. El hospital está tranquilo cuando llego. Las salas están desiertas. Las luces fluorescentes parpadean encima de mi cabeza y danzan a lo largo de los pisos de cerámica de color crema. Empiezo a caminar por el espacio estrecho y me detengo en dos ocasiones, hablándome a mí misma actuando como una loca. Confío en él. Confío en él. Confío en él. Oigo las palabras dentro de mi cabeza, pero no puedo creerlo hasta que no vea por mí misma exactamente lo que está pasando. Así que camino de nuevo. Camino hasta que llego a un pasillo y me detengo frente a la estación de enfermeras. Nadie está sentado detrás del escritorio, pero de pie al final esta Elijah.
Y ella. Gretchen, con su curvilínea figura, pelo rubio escondido debajo de su gorra blanca, y sus labios rojo rubí. Gretchen siempre ha sentido algo por Elijah. No estoy segura de sí inició antes o después de mí, pero cada vez que he estado alrededor de ella, ella misma se ha lanzado a él. Delante de mí. Para que todos la vean. Y no esconde cuanto lo quiere. Cómo secretamente desea estar en mi lugar, estoy segura. Está riendo. Golpea el hombro de Elijah y lo oigo dejar salir una risa gutural. El intercambio me enferma. He estado encerrada sola llevando a su hijo y ¿esto es lo que está haciendo mientras está en el trabajo? No sé si son las hormonas o no, pero ahora quiero arañar sus ojos primero y él no está demasiado lejos de ese mismo destino. Observo sus coqueteos que continúan durante otro minuto antes de que yo aclare mi garganta. Gretchen me nota primero, sus ojos color avellana ensanchándose mientras me mira fijamente antes de volver a enfrentarse a Elijah. Entonces él echa un vistazo sobre su hombro. —¿Adelaide? Ni siquiera puedo moverme de mi lugar. Mis emociones se encuentran dispersos por todo el lugar. Quiero gritar. Quiero llorar. Quiero golpearlo un millón de veces en el pecho. Entonces se aleja de Gretchen, paseándose hacia mí antes de detenerse y colocar su mano en la parte baja de mi espalda. —¿Hay algún problema, Adelaide? —Una chispa de preocupación parpadea en sus ojos y su mirada cae hasta mi estómago—. ¿Te sientes bien? Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para mantenerme calmada. Estoy tomando respiraciones profundas y cerrando mis ojos para que la habitación deje de girar. —Necesito hablar contigo —digo en voz baja. —¿Sobre qué?
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—Sólo necesito un minuto de tu tiempo. —Me enfurece estar hablando con mi marido como lo haría un profesional o un colega, pero no quiero causar una escena delante de Gretchen. Elijah entrecierra los ojos, me estudia, luego mira sobre su hombro a Gretchen. — Solo será un minuto. Le doy a Gretchen una mirada helada y luego sigo a Elijah mientras me guía por el pasillo. Abre la puerta de un armario de suministros y se mueve para que pase dentro. Lo hago y Elijah prende la luz, se une a mí y cierra la puerta tras de sí. Me mira con intención, un destello de posible riesgo presente en sus ojos. Sus ojos caen a mi estómago y luego encuentra mi cara de nuevo. —¿Está todo bien con el bebé? —Sí —digo—. Ha estado moviéndose como una loca. —Hay un tono de alegría en mi voz.
Elijah niega con la cabeza. —No sabes si es una chica. —Sonrío ampliamente. Sé que el sexo de mi hijo no es algo delo que pueda estar segura, pero tengo la sensación de que tendré una niña. Siento una patada y rio. Extiendo mi mano para agarrar la mano de Elijah. Quiero que lo sienta. Más que nada quiero algún tipo de reacción positiva por parte de él. Pero al segundo en que me acerco él, se aleja de mí. Frunzo el ceño y pongo mis propias manos sobre mi vientre abultado. Me río de nuevo cuando siento otra patada. —No te entiendo —le digo a Elijah. Lo fulminó con la mirada y apunto a mi estómago—. Tendré a tu hijo. Eso es una cosa hermosa y has sido nada más que frío al respecto. Endereza su postura y alisa la parte delantera de la bata blanca. —No he sido frío al respecto. Ruedo mis ojos y miro hacia otro lado. Eso no es cierto. En casa, se mantiene muy alejado de mí. Puedo contar con una mano las veces que ha ido al doctor conmigo. Y aún menos que eso cuando tocó mi estómago. No lo entiendo. No entiendo por qué un hombre no estaría interesado en su hijo por nacer. Elijah mira su reloj. Está impaciente, suspirando y moviéndose hacia la puerta. —¿Es por eso que viniste aquí? ¿Para tratar de hacerme sentir tu estómago? Casi me rompo en ese momento. —No. —Mi voz es baja y ronca. Casi escalofriante. Miro hacia el techo de yeso blanco y tomo una respiración profunda—. Vine aquí para preguntarte por qué has estado pasando más tiempo en el trabajo que en casa conmigo y tu hijo no nacido porque puedo decirte esto, Elijah. Me estoy cansando —Me mira sorprendido—. Realmente apreciaría si comienzas a interesarte en tu hijo. —Con eso, me alejo él, a la salida, y lo dejo de pie solo en el armario de utilidades. *** Elijah es siempre tan reservado, centrado y enfocado. Ha habido momentos en que he querido hacerle preguntas. Preguntas como, ¿alguna vez has tenido momentos en los que sientes como si tu
mente está gritando tan fuerte que no estás seguro de cómo silenciarla? O, ¿alguna vez has tenido días donde te sientes como si estuvieras cayendo a pedazos y no estás seguro si vas a ser capaz de recomponerte de nuevo?
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Tengo esos días todo el tiempo. Tengo días en que mis emociones son un desastre, mi mente está en ruinas, y encuentro fases donde me siento segura de cómo funcionar como un ser humano normal. Podría echarle la culpa a las hormonas, pero la cosa es, que me sentía de esta manera a veces antes de que estuviera embarazada. Encuentro que una de las cosas que más me gusta de mi marido es que nunca recibo un ambiente incierto de él. Es cauteloso. Pero al mismo tiempo, es una estructura bien construida.
A veces no entiendo cómo me maneja tan bien. O supongo que debería decir, entiende mis travesuras femeninas. Quiero decir que sé que tiene una hermana, pero no habla de ella a menudo o como era su infancia con ella. Cuando estoy teniendo un momento muy emotivo, encuentro consuelo en el hecho de que tiene un efecto tan calmante sobre mí. No puedo explicar con precisión la forma en que me hace sentir, pero sé que ni siquiera necesita hablar conmigo. Todo lo que hace es tomarme en sus brazos y correr sus dedos por mi cabello. Después de eso, es como si en cuestión de segundos, al instante olvidara lo que estaba preocupándome. Es por eso que me preocupa nuestra relación ahora. Estoy preocupada porque siento que estamos separándonos demasiado. Estamos distanciados durante un tiempo en que se supone que debemos estar más unidos que nunca. Estoy en la cocina preparando el desayuno cuando oigo a Elijah venir. Solíamos desayunar juntos todo el tiempo. Él siempre había esperado para ir a dormir hasta después de que había pasado algún tiempo conmigo primero. Pero últimamente, venía a casa y se dirigía directamente a la cama. Me acostumbré a eso. El que me aleje todavía me duele, pero es algo a lo que me he acostumbrado. Pongo el lado amarillo de los huevos que he hecho en un plato y rozo la manija de la cacerola con mi vientre redondo. La grasa caliente casi estalla sobre mí, pero Elijah está a mi lado en un segundo con un firme control sobre la manija de la cacerola y la gira en la dirección opuesta. Durante un minuto, no tengo palabras. Solo lo miro. Entonces, finalmente, lo saludo con una sonrisa y digo—: ¡Buenos días, Dr. Watson! Me sorprende cuando se acerca y coloca su palma plana sobre mi vientre. —¿Esta ella moviéndose mucho esta mañana? Le sonrío. —¿Ella? —Hay un tono juguetón en mi voz. Se ríe, una risa profunda. —Me imagino que si tienes un presentimiento sobre esto, bueno, puede que tengas razón. —Río, pongo mi plato de comida en el borde de la mesa y deslizo mi mano sobre la parte superior de Elijah.
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Acercándome, Elijah pone un beso en mi sien, y pienso, ¿cómo es que está logrando avances?
10 Después Traducido por Edilmary Corregido por Gabbita
Los días pasaron. Luego las semanas. He sido todo lo que dije que sería. La maldita mejor psicópata que el personal ha visto en su vida. Me adapté; a murmurar, a babear y a la personalidad melancólica. Sigo siendo floja cuando ellos me escoltan a mis citas y se ríen en voz baja, como mi última pizca de cordura finalmente se ha roto. Entonces me quedó mirando a los miembros del personal sin la capacidad de sentir nada, ya que no hay nada detrás de mis ojos, porque mi cerebro es un queso suizo. Ellos han comenzado a creerlo. En mí. Están empezando a creer que soy un jodido robot de sus píldoras y de sus métodos de tratamiento y que eso me ha convertido en esto. Y lo que me enoja es el punto en el que yo casi me rompo delante de ellos porque parecen felices por esto.
¡Un completo cinco para Adelaide! ¡Buena chica! ¡Finalmente has alcanzado la locura!
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En este caso, ¿Te gustaría un regalo? La única cosa que mantiene a raya los pensamientos en mi cabeza, es descubrir los secretos de mi pasado. Lo que me empuja a seguir es saber que la verdad se encuentra en una de las carpetas de archivos que los miembros del personal siempre llevan consigo. Así que por mucho que me gustaría rebelarme contra ellos, sé que no puedo. Y no lo haré. No he mordido ninguno de los dedos del personal desde hace tiempo. He rechazado la sospecha. Me he convertido en una loca.
Ahora me integro. Aurora tenía razón cuando me dijo que debía mostrar mi lado lo... lo...loco. Debería haber tomado en cuenta su sugerencia antes. Es porque no peleo que me dan más libertad. Más tiempo para estar por los pasillos. Más para ir al baño. Más tiempo de recreo. Uso ese tiempo a mi favor para estudiar los horarios del personal. Cuándo llegan. Cuándo toman sus descansos. Cuál de ellos tiene cambio y quién los reemplaza cuando están listos. Me mantengo al tanto de la hora y presto atención a la hora en que los médicos dejan sus oficinas para ir a sus hogares y qué camilleros y enfermeras hacen su paseo en la tarde alrededor de los pasillos. Incluso he estudiado el bloqueo de mi celda así sabré como desbloquearla cuando llegue el momento. Durante el régimen tiránico de papá, tuve que aprender a abrir una cerradura o dos. Especialmente si quería ver a Damien. Sí, había una ventana. Y sí, solía escalarla. Pero había ciertos días en los que papá no tenía el sueño tan pesado. Y temía que el crujido y el chasquido de la ventana al abrirse pudiera ser suficiente para despertarlo, en su lugar me gustaba más abrir la cerradura de mi puerta y colarme por la puerta principal. Últimamente he estado viendo a Vivian Swell. Es mi principal preocupación. ¿Por qué? Porque me vigila. Hubo momentos en los que he estado en el modo locura, casualmente lanzando una mirada en su dirección mientras abandona su oficina y siempre me atrapa. Sus ojos se ajustan a mí. Dándome una mirada de sospecha, miedo y pánico, rápidamente dirijo mi atención hacia la pared y comienzo a trazar las sombras con mi dedo. En algunas ocasiones, me ofrece un saludo frío: —Adelaide. ¿Mi respuesta…?
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Nunca hablo, pero por lo general doy un vistazo por el rabillo de mis ojos y asiento en su dirección. Y un par de veces, incluso he murmurado. En una ocasión, le sonreí y comencé a masticar mi pelo. Esa vez, se quedó boca abierta allí conmigo por unos segundos que parecían minutos y luego se alejó hasta que tuve que admitirme que me encontraba a un paso de caer en el precipicio de la locura. Yo sé que estoy un poco loca. Que mis tornillos están perdidos definitivamente. Que he estado encerrada y enjaulada durante tanto tiempo que no estoy segura de cuándo o de si alguna vez seré libre de nuevo. Tengo miedo de que vaya a empezar a olvidar lo que se siente que el viento azote mi cabello. Que no vaya a recordar lo que se siente cuando el calor del sol quema mis mejillas. Me meto en esos pensamientos por ahora y me recuerdo que tengo que descubrir el misterio de mi pasado antes de concentrarme en otra cosa. Y espero que una vez que lo haya
hecho pueda finalmente centrarme en la única cosa que he querido hacer desde que llegué aquí por segunda vez. Y eso es…
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Liberarme.
11 Antes Traducido por Panchys Corregido por Mire★
Sé que Elijah tenía reservas sobre convertirse en padre. Sé que la mayoría de sus reservas derivaban del hecho de que tuvo una relación horrible, horrible con su propio padre. Nunca entra en demasiados detalles relacionados con su relación, pero recuerdo una historia en particular, cuando Elijah mencionó a su padre encerrándolo en su habitación durante veinticuatro horas sin darle de comer o dejarlo salir para ir al baño. Después de escuchar esa historia, nunca pregunté de nuevo acerca de la relación con su padre. Pero a pesar que Elijah tenía dudas sobre convertirse en padre, nunca las tuve yo. Siempre he creído que pese a su terrible infancia sería un buen padre. Y tenía razón. Lo miro mucho. Cuando está con Willow. No sabe que estoy mirando, pero siempre me asomo a la guardería cuando él está allí. Es tan cuidadoso y suave y nunca pensé que sería capaz de decir que “ser suave” era una parte de la naturaleza de mi marido, pero Willow pareció cambiar algo en él. A veces pienso que la vida que estoy viviendo ahora es una ilusión. Tengo todo lo que siempre quise. Soy madre. Tengo una hija.
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Estoy casada con un hombre maravilloso, maravilloso. Nunca pensé que sería capaz de decir esas cosas a mí misma. Willow ha estado quejándose durante horas. La acuno contra mi pecho. Le canto una canción que mamá solía cantarme. —Pajarito, pajarito extiende tus alas y vuela. Pajarito, pajarito vuela a través del cielo. Elijah ha estado trabajando en el turno de medianoche así que odio despertarlo y hacer que él la lleve a dar una vuelta.
Normalmente tomamos turnos. Cuando nos conocimos, me dijo que no quería hijos. Me río de eso ahora. Y creo que parte de la razón por la que dijo que no quería ser padre es porque le aterraba resultar ser como el suyo. Es un padre increíble y Willow, que tiene sólo ocho meses de edad, lo tiene envuelto alrededor de su pequeño dedo. Willow llora mucho. El pediatra dice que es cólico y la única manera que puedo conseguir que deje de quejarse es dándole una vuelta en el auto. El suave zumbido del motor es como una canción de cuna para mi hermosa bebé y me sorprende cómo puede parecer tan diferente cuando está durmiendo. He estado conduciendo durante casi un año y no creo poder llegar a superar el sentimiento de liberación que viene con ello. Me encanta conducir con las ventanas bajas. Me encanta sentir al viento agitando mi pelo. Me encanta cuando el auto me hace sentir como un pájaro que puede volar a cualquier parte. El llanto de Willow se convierte en grito y comienzo a mecerla en mi cadera. —Está bien, está bien —le digo con voz cantarina—. Mamá se está moviendo tan rápido como puede. Después de agarrar mi bolso, las llaves, y ubicar a Willow en el asiento del auto, lo enciendo y manejo por el camino de entrada. Y en cuestión de minutos, reviso a Willow a través del espejo y ella ya está dormida. Admiro a mi hermosa hija que se parece a su padre en más formas de lo que se parece a mí. Tiene su pelo. Su tez. Sus labios. La única característica mía que tiene son los ojos. Es un bebé feliz en su mayor parte. Excepto cuando está llorando a causa del cólico. Continuo viéndola dormir a través del espejo y recuerdo cuando nació. Recuerdo el comportamiento emocionado y dominante de Elijah. Y cómo se empeñó en estar en la habitación conmigo mientras yo estaba dando a luz. Recuerdo el momento en que colocaron a Willow en mi pecho desnudo y cómo en ese momento pensé que nunca podría amar a otra persona tanto como amaba a la pequeña humana que acababa de venir al mundo. Y cuando colocaron a Willow en los brazos de Elijah, vi una de sus raras sonrisas. La que toca sus ojos miel y supe que ninguno de nosotros podría estar más feliz de lo que estábamos en ese momento.
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Willow se mueve nerviosamente en su sueño y ser testigo de sus diminutos movimientos derrite mi corazón. Sé que debería estar prestando atención a la carretera. Esa fue una de las cosas favoritas de Elijah para estresarse durante mis clases de conducir. —Los ojos en la carretera en todo momento —decía. Pero no puedo evitar la abrumadora sensación que me sale cada vez que miro a mi hija. Sobre todo porque siempre me pregunto cómo pude haber traído algo tan hermoso y perfecto al mundo. No puedo dejar de sentir el amor por ella nadando dentro de mí todos los días y a veces me pregunto si en algún momento, voy a estar tan llena de amor que voy a explotar. Más adelante oigo el leve sonido de los neumáticos chirriando y miro hacia el parabrisas, justo a tiempo para evitar golpear a un hombre. El auto por delante de mí salió de la carretera y el hombre todavía está de pie delante del mío.
Lo veo. Me refiero a que realmente lo veo y mi corazón deja de latir. Mi sangre corre fría. Cada vello de mis brazo se eriza. No... No puede ser. Es imposible. El hombre está de pie delante de mí, un relicario de plata atado entre sus dedos. Miro el balanceo del medallón de ida y vuelta, ida y vuelta. Mis ojos viajan hasta la longitud de su cuerpo y me ahogo en un sollozo cuando miro sus ojos llenos de odio. Esto no puede estar pasando. Lo vi... Lo vi desaparecer. ¿No es así? El hombre deja escapar una risa maliciosa y sé que ahora más que nunca que él no es un invento de mi mente. —No. —Lloro y niego con la cabeza—. No. Willow finalmente se despierta, dándose cuenta que el auto ha parado y comienza a llorar. Pero no la tomo en cuenta. Estoy muy centrada en el hombre delante de mí, agarrando el medallón. ¡Mi medallón! El mismo hombre que infligió en mí años y años y años de dolor, angustia y terror. El hombre que se suponía iba a amarme porque yo soy parte de él.
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Mi papi.
12 Antes Traducido por Panchys Corregido por SammyD
El olor a goma quemada me ahoga, me devora y me consume hasta que toso roncamente y mi garganta es lamida por las llamas. Mis párpados aletean abiertos. Entorno los ojos mientras se acostumbran a la luz brillante del sol radiante sobre mí. Una vez que mi visión es clara, me doy cuenta de que estoy rodeada de fragmentos de partículas de metal y vidrio de diferentes formas y tamaños. Hay una sensación punzante en mis sienes cuando trato de levantar la cabeza. Una sustancia caliente, pegajosa gotea por el lado izquierdo de mi cara. Pasando mis dedos por mi mejilla, los pongo delante de mis ojos, y mientras la visión borrosa comienza a desvanecerse puedo ver el carmesí en mis dedos. Estoy sangrando. Estoy inconsciente. Confundida. ¿Qué pasó? A mi izquierda hay un sedán Lincoln de una brillante pintura negra, la parte delantera estrellada en un árbol de roble gigante. El parabrisas se ha roto y hay trozos de cristal en el capó del auto. El humo se despliega desde la parte de abajo del capó.
¿Estaba en el auto?
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Tenía que haber estado. ¿Por qué si no iba a estar recostada al lado de él? Pero si estaba en ese auto, ¿por qué no puedo recordar haber subido en él? Me siento y examino un surtido de cortes y magulladuras que cubren mis brazos y luego sacudo unos trozos sueltos de vidrio de mi vestido verde lima. Con las piernas bamboleantes me pongo de pie, apoyándome en un lado del auto. Mirando a alrededor, noto que estoy sola en la carretera y piezas del parachoques del auto brillan mientras la luz del sol se escurre sobre ellas. Me quedo mirando el auto, perpleja, desorientada y curiosa. ¿Podría haber estado conduciendo?
Masajeo mis sienes intentando y deseando cualquier recuerdo que pudiera tener acerca de este accidente, pero no consigo nada. Los segundos pasan. Luego los minutos. Entonces lo escucho, el llanto. Comienza como un gemido suave y luego se abre paso de lleno en un llanto. Frenética, hago mi camino por el lado del auto y miro a través de la puerta trasera de pasajeros. Mis ojos se vuelven como platos y tiro de la manija de la brillante puerta. Hay una bebé atada a su asiento del auto, con las mejillas rojas brillantes, los ojos llenos de lágrimas, la boca bien abierta mientras gritos largos salen de su garganta. La desenredo de los tirantes de su asiento. La miro con los ojos abiertos por un momento mientras sus gemidos se intensifican. Todavía estoy tan confundida. Todavía hay mucho que me gustaría poder recordar. ¿Cómo fue que terminé en el medio de la nada magullada y sangrante, al lado de un auto destrozado con una bebé que no sé qué hace dentro de él? Después tomo al bebé, ella acaricia su pequeña cabeza en el hueco de mi cuello. Sus gritos se vuelven gemidos y susurro dulcemente en su oído. —Tranquila. Tranquila ahora pequeña. Encontraremos a tu mamá. —Cuando los llantos del bebé cesan, está durmiendo, acurrucada contra mi pecho. Es en ese momento en que empiezo a caminar. Es ese momento en que empiezo a esperar, rezar incluso. Con la esperanza de que un automóvil pudiera pasar por el camino abandonado, y nos encontrara. Y rezando para que en el momento en que alguien nos encuentre yo pueda recordar lo que pasó. *** Me siento como si hubiera estado caminando durante décadas.
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Con cada minuto que pasaba eran como diez años. Hay una intensa, palpitante sensación en mi bajo vientre, pero lucho contra ella y me esfuerzo para seguir caminando. Me sigo diciendo a mí misma que no puedo parar hasta encontrar alguna señal de vida. Una casa. Tal vez una gasolinera. Alguien o cualquier persona que nos pudiera a ayudar a mí y a la niña que estoy cargando. Dirijo la mirada hacia la bebé, todavía acurrucada en el hueco de mi cuello. Ha estado durmiendo a pierna suelta por un tiempo. Esto es bueno. No he pasado mucho
tiempo cerca de niños y cuando lo hice en el pasado, tendía a entrar en pánico cuando eran quisquillosos. Pienso en la madre de la niña en ese momento y me pregunto dónde podría estar, o por qué habría huido de la escena del accidente. Entonces recuerdo momentos que tuve con mi propia madre. Ella me dejó una vez. Nunca volvió. Tal vez madres abandonando a sus hijos no es tan raro como yo pensaba que era. De repente, un dolor agudo y paralizante llena mi área pélvica y arrebata el aire de mis pulmones. Dejo escapar un grito sobrio y me encorvo esperando que el dolor agonizante pase. Sin embargo no lo hace. El dolor empeora. Ahora estoy cojeando por el camino, respirando profundamente, y sé con certeza que hay algo mal. Tal vez son los cólicos menstruales. Niego con la cabeza. No, nunca he tenido dolores menstruales intensos. Entonces creo que tengo una hemorragia interna. Mientras que estoy tratando de auto diagnosticarme la bebé se despierta y comienza a llorar de nuevo. —Silencio, por favor —le obligo con un gruñido. Los gemidos hacen que mis sienes latan y ahora tengo un dolor punzante de cabeza. Quiero gritar. Quiero doblarme y plantar mis rodillas en el camino. Me dan ganas de llorar y acurrucarme. Quiero que alguien que me consuele y elimine el dolor. De repente se vuelve demasiado. Siento como que estoy siendo apuñalada en el estómago una y otra y otra vez. No puedo respirar. Ahora hay fluido caliente corriendo por mis muslos internos. Todo mi cuerpo se convulsiona. Estoy empezando a perder el agarre en la bebé.
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Y antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, caigo al suelo, la niña salta de mis brazos, y me desmayo en medio de la carretera en un charco de mi propia sangre.
13 Después Traducido por gabihhbelieber Corregido por Eli Mirced
Estuve intrigada. Estuve tramando y planeando. Mi mente está llena de caos, pensamientos retorcidos y emociones en conflicto. Puedo sentir una guerra construyéndose entre mi cabeza y mi corazón, pero sé que en esta batalla mi cabeza va a ganar. Mi corazón se convertirá en una víctima, roto por la mitad y dejado por muerto en el campo de batalla. En la mayoría de las situaciones donde es una cuestión de la mente o un asunto del corazón, casi siempre sigo mi corazón. En mi opinión, no hay suficientes personas que lo hacen, pero esta situación en particular no pide ese tipo de razonamiento. En esta situación, necesito un arma, y sé que tengo que hacer algo que no quiero hacer para recuperar una. No me gusta lastimar a la gente. Incluso en el tipo más pequeño de forma. ¿Por qué? Porque sé lo que se siente al ser herido.
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Sé lo que se siente al ser un saco de boxeo para la ira de otra persona. Sé lo que se siente tener palabras crueles lanzadas a ti como una daga envenenada en el corazón y todo lo que puedes hacer es esperar a que el veneno se ramifique, trabajando su camino a través de tu cuerpo. Pellizcando tus nervios y manteniendo tus órganos como rehenes antes de que poco a poco te mate. No sólo eso, sino que las palabras de alguna manera logran despojar tu confianza hasta que uno se queda parado desnudo frente a un espejo, recogiéndote a ti mismo mentalmente... Pieza por pieza. Poco a poco. Eso es lo que mi papá me hizo.
Sus palabras retorcidas y bofetadas brutales me hicieron creer que yo no valía nada. Que era igual que mi puta madre, que en realidad no era una puta en absoluto, pero no podía vivir con su tortuoso tipo de abuso. No pienso en mamá tan a menudo como antes. Sobre todo porque después de una larga y elaborada investigación, la policía encontró su cuerpo en nuestro patio trasero. Fue enterrada tres metros detrás de mi vieja caja de arena. Y ella estaba igual que como imaginé que estaría. Nada más que un montón de huesos. No hubo funeral, ya que papá estaba en prisión y mi nueva casa se había convertido en Oak Hill. Ni siquiera estoy del todo segura de lo que la policía hizo con sus restos, porque nunca tuve la oportunidad de preguntar, pero me sigo diciendo a mí misma que un día la encontraré. Un día voy a hacer las cosas bien por ella. Un día veré que ella sea recordada como la hermosa esposa y la sorprendente madre que era. Es decir, si alguna vez salía de Oak Hill con vida. Las lágrimas crecen en mis ojos siempre que pienso en mamá. Mi corazón duele por el remordimiento y lloro de pena por ella y cómo trágicamente su vida terminó. No me puedo imaginar morir así. No me imagino mirando a los ojos de la persona que más amaba en el mundo, sabiendo que, mientras su agarre se va tensando alrededor de mi cuello, van perdiendo la vida. Empiezo a sollozar con fuerza y recuerdo por qué no me gusta pensar más en mamá. Mis sollozos salen rápido y mis lágrimas se deslizan por mis mejillas. Me pongo a gritar. Estoy tan llena de dolor y tristeza que siento que gritando es la única manera de liberarlos de mi cuerpo. Agarrando mi almohada, ahogo mi cara y mis gritos se trasforman en chillidos. Estoy tratando tan duro como pueda para amortiguarme a mí misma, porque lo último que quiero es un miembro del personal irrumpiendo por la puerta e inyectándome con más drogas. —Mi dulce, dulce Addy —Oigo la voz de Damien y cuando levanto mi cabeza y miro a mi izquierda, está sentado a mi lado. Acaricia mi pelo. Suavemente.
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Con suaves caricias y dedos calientes. Por una vez no lo aparto. Por primera vez en mucho tiempo siento que necesito a alguien y, ya que está aquí, decido que ese alguien puede ser él. Arrojo mi almohada a un lado y me lanzo hacia él y volvemos a caer en la camilla. Enterrando mi cabeza en su pecho, aspiro su olor. Huele a una combinación de aire libre después de una tormenta y su propia esencia. Esto siempre parece ser el problema entre Damien y yo. Es que él no aparece como una ilusión. Él es tan real. Se ve, se siente y huele tan real. Y eso siempre me lanza por un bucle porque no entiendo cómo es esto posible.
Lo vi morir. Él seca las lágrimas de mis ojos y besa la coronilla de mi cabeza. El calor fluye de su cuerpo y me inunda mientras envuelvo mis piernas alrededor de él. —No más lágrimas, ¿sí? —Mueve su pulgar hacia atrás y adelante a través de mi mejilla en un gesto cariñoso—. Siempre odio verte así. Dejo escapar un suspiro largo y tenso, y tiro de mí misma más cerca de él. Aclaro la garganta mientras una ola de agotamiento salpica sobre mí y de repente apenas puedo mantener mis ojos abiertos. —Lo sé —le digo. —Duerme, amor —dice. No necesito que me lo diga de nuevo, porque sólo unos pocos segundos después de que dice las palabras, eso es exactamente lo que hago. *** Cuando me despierto, Damien se ha ido. Por supuesto. Es lo que normalmente hace. Sólo viene cuando le apetece. Sentándome, peino los pedazos de mi pelo enmarañado a lo largo de mi cara y miro en dirección a la ventana. Mi estómago aúlla, llorando por los dolores de hambre mientras me doy cuenta del color del cielo. Con arremolinados toques de naranjas, amarillos y rosados. Entonces mentalmente me maldigo por dormir durante la cena. Y entonces maldigo mentalmente a los miembros del personal por no despertarme. Una imagen de mamá parpadea a través de mi mente y alejo ese pensamiento. Lo oculto. En una caja. Con cadena también.
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Entonces construyo un muro de ladrillos alrededor de esa caja, ocultándolo de todo mundo, incluida de mí misma. Esto es algo que se me da bien. Soy buena bloqueando todas las cosas que no quiero recordar. O al menos eso me han dicho algunos miembros del personal. Pero, estoy de acuerdo con ellos en su mayor parte. Lo que realmente me gustaría decirles es: si vivieras una vida de nada más que dolor, tragedia y muerte, ¿no lo bloquearían
también? Sin embargo, nunca lo hago. Nunca digo nada al respecto porque partes del pasado de las personas tienen la intención de permanecer ocultas. Y si pasan a ser encontradas, debería ser porque quieren que una parte de sus vidas sea descubierta. Pensando en ese tema, y descubriendo cosas, vuelvo a la idea de crear una distracción para que pueda robar un tenedor del comedor. Sé que mantienen tenedores de metal en la cocina, pero tengo que encontrar la manera de meterme en la cocina en primer lugar.
Mis ojos se desplazan por las paredes de mi celda. Estoy pensando, pensando, pensando, y la inspección de mi celda llega a su fin cuando me doy cuenta de una araña en la pared. Está en la esquina de la derecha y miro con una sonrisa en mi cara, mientras teje una red entre las paredes a cada lado de la esquina. Entonces me digo a mí misma... Eso es simplemente perfecto.
Brillante, digo, brillante.
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Y en ese momento me parece una locura para mí, como un arácnido me podría ayudar en la creación del tipo de desvío que tan desesperadamente necesitaba.
14 Antes Traducido por Marie.Ang Corregido por Paltonika
Siento como si estuviera viviendo en una realidad alternativa. Y en este mundo, en mi mente, estoy de pie frente a mi papá, sollozando. Mi rostro está en mis manos y las lágrimas se filtran entre mis dedos, corriendo por mis muñecas. No es hasta que me asomo a través de mis dedos que el arma se dispara. De pronto, estoy paralizada por un dolor tan brutal, tan penetrante y tan intenso, que el aire se agota en mis pulmones y caigo de rodillas. Dejo escapar el aullido más fuerte que jamás he llorado y toco mi lado izquierdo, temblando de miedo cuando veo las puntas de mis dedos cubiertas de rojo. Siento como todo el calor ha sido succionado de mi cuerpo y me estremezco. Después de dar dos dificultosos pasos hacia delante, papá se para frente a mí. Sólo estamos separados por unos centímetros. Estoy mirando con asombro el cañón de la escopeta. En ese momento, mi vida entera destella en mis ojos. Los cierro por un segundo y juro que veo el rostro de mamá. Juro que puedo oír su voz. —No llores, pajarito. —El tono de su voz es suave y el sonido me relaja—. Todavía no es tu hora. Le creo. Le creo.
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Soy demasiado joven para morir. Entonces, algo dentro de mí encaja y hago algo que nunca pensé que sería capaz de hacer. Agarro el cañón de la escopeta con dedos temblorosos y manos ensangrentadas. La empujo con tanta fuerza que la culata golpea a papá en la mandíbula y tropieza. Papá golpea su barbilla. Suelta el arma. Actúo rápidamente, deslizándome a través de mi charco de sangre y tomo el arma del suelo. Suelto el más fuerte, doloroso y desgarrador grito de toda mi vida. Apunto. Pongo mi dedo en el gatillo.
Hago una pausa. Entonces, le disparo al bastardo en la rodilla izquierda. *** A veces me pregunto cómo los sueños pueden sentirse tan reales. Siento que estoy cayendo. Siento como si estuviera cayendo a un pozo. Lo extraño es que el pozo nunca se acaba. Sólo sigo cayendo, cayendo y cayendo y esperando, preparándome para la fuerza contundente cuando me rompa el cuello en el suelo frío y duro. Pero nunca pasa. Nunca toco fondo. La peor parte es que se siente como si mis párpados estuvieran muy cerrados porque la oscuridad es tan negra y espesa que no puedo ver a través de ella. Necesito ayuda, sé esto e intento gritar para conseguirla, pero cuando lo hago, mi boca se abre y ningún sonido sale. Mi corazón martillea contra las costillas. Mi estómago se hunde. Aún no hay gravedad y un creciente pico de adrenalina pulsa a través de mí. Intento gritar de nuevo—: ¡Ayuda! ¡Ayuda! —Pero una vez más ningún sonido sale de mi garganta. Me esfuerzo por hacer cualquier ruido, pero lo único que puedo oír es el soplido del viento contra mis oídos. Extiendo la mano, agitando los brazos y agarro un puño lleno de nada y al mismo tiempo, siento como si la oscuridad que me rodea encadena mis muñecas y tobillos, convirtiendo mi cuerpo en un paracaídas. Mi cuerpo se agita. Se arquea.
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Luego se relaja. De repente, me siento como una pluma y es como si mi caída libre se convirtiera en un pacífico flotar. Imagino que estoy al aire libre. Que el sol está tocando mi piel con calidez. Imagino que soy una balsa sin nadie que yazca sobre mí y estoy flotando a la deriva sobre azules aguas cristalinas. Ahora, me siento tranquila. Mis nervios regresan a sus escondites. La incómoda sensación en la boca de mi estómago se calma. El sonido silbante llena mis oídos muertos y juro que puedo escuchar la voz de un hombre. Está diciendo mi nombre. —¡Adelaide! —Hay una pausa y la segunda vez que dice mi nombre, su voz sube una octava—. ¡Adelaide! —Suena frenético, urgente y preocupado. Trato de responderle, pero todavía no sale nada. Entonces, su voz empieza a desaparecer, muere y hace eco a mí alrededor mientras lágrimas de desesperación brotan de mis ojos.
Mi mente grita.
Ayúdame. Ayúdame, por favor. Todavía no sé dónde estoy o lo que está pasando, y esos pensamientos plagan mi mente. Aun me pregunto si seré capaz de ver claramente lo que me rodea y sigo esperando que en algún momento deje de caer. Y hay una gran parte de mí que piensa que, en algún minuto de esta caída, moriré. Entonces me pregunto… ¿Estoy soñando? ¿Esto es una pesadilla? Espero que sí, porque la idea de que este momento sea real me aterra. ¿Estoy soñando? No sé, y lo que me aterra más que nada es que no sé cuándo o si alguna vez voy a despertar. Y entonces lo hago… Cuando despierto, algo extraño ocurre. Estoy caminando por un pasillo oscuro. Linternas en las murallas de madera alumbran mi camino y sombras bailan a lo largo de las paredes. Hay un hombre llorando. Elijah. Creo que es su nombre. Creo que conozco a este hombre.
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Puedo oírlo. Su voz sangra a través de los muros y sé que tengo que ir hacia él. Tengo que llegar a él porque lo amo. Me duele cuando no estoy cerca de él. Y escuchar el dolor en su voz casi me paraliza. Elijah se sienta en su escritorio. Está sollozando, con sus puños apretados en sus cabellos de oro, su pecho cae pesadamente cuando deja salir otro angustiante grito. —¿Por qué, Adelaide? —grita—. ¿Por qué? —Levanta la cabeza lentamente, sus bellos ojos dorados llenos de lágrimas, y aprieta la mandíbula. De pronto, la emoción en sus facciones torna de la tristeza a la rabia. Se pone de pie. Su rostro al rojo vivo, como el corazón de un incendio y con un rápido movimiento, pasa su brazo a lo largo del escritorio enviando todos los documentos, carpetas, lapiceras y pisa papeles al suelo estrepitosamente. Deja escapar otro grito de angustia feroz. —Elijah, amor. ¿Qué pasa? Mi pregunta se encuentra con el silencio. —Dime, amor —presiono—. ¿Qué puedo hacer para mejorar esto?
Mis palabras no parecen aliviar su sufrimiento. Empieza a pasearse detrás de su escritorio, con las manos en puños a los costados. Se detiene a medio paso y en una abrupta reacción, agarra el antiguo globo al lado de su escritorio y lo arroja con fuerza en la pared. — ¿Por qué, Adelaide? —repite la pregunta anterior y se deja caer en la silla. He llegado al punto en donde no puedo contener las lágrimas y corro hacia él, me aferro a su brazo y lloro. —No puedo soportar esto. No puedo soportar verte así, Elijah. Por favor. Estás rompiendo mi corazón. —Daría cualquier cosa por quitar su dolor. Daría cualquier cosa por susurrar palabras de alivio en su oído y hacerle saber que todo estará bien. Que nosotros estaremos bien. —¿Simplemente dime por qué? —dice—. ¿Fue porque te amaba demasiado? ¿Porque quería mantenerte cerca? ¿Fue porque te permití desterrar la oscuridad en mí y ser mi luz sin fin? Sollozo más fuerte. —No lo entiendo. No sé de lo que estás hablando. —Enlazo mis dedos en los suyos, sufriendo porque me mire a los ojos, pero no lo hará—. Elijah, por favor dime. Se sienta y se mueve rápidamente, y no es hasta que veo el brillo del metal en la tenue iluminación de la oficina que empiezo a sentir pánico. —No —digo suavemente—. No. —Mi voz sube apenas a un susurro—. No. —Ahora es un jadeo tenso y siento como si no fuera la única palabra en todo mi vocabulario—. No. Elijah toca el arma con dedos temblorosos y mis manos están en sus hombros. Tiemblo con él. No hay efecto. Mi fuerza no tiene efecto. —¡Elijah, no! —grito—. ¡No!. Levanta la pistola a sus labios y mi corazón se deja de latir. Tomo el arma, tratando de arrancarla de su agarre. —¡No! ¡Elijah! ¡No hagas esto, por favor! ¡Si no es por mí, entonces por Willow! ¡Ella ama a su papá! ¡Por favor! —Caigo de rodillas, curvando mis brazos alrededor de sus piernas—. ¡Por favor, no hagas esto! —No puedo vivir sin ti, Adelaide —murmura mecánicamente—. ¿Por qué tuviste que morir? Entierro la cabeza en sus rodillas y grito con toda la fuerza de mis pulmones. —¡Pero no estoy muerta! ¡NO estoy muerta! —Te estaré viendo —susurra y me asomo para ver una leve y casi fantasmal sonrisa en los labios. Su dedo se desliza sobre el gatillo. En ese momento, me apresuro y tiro de sus piernas, haciéndolo con toda la fuerza que puedo reunir.
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—¡No, Elijah! —He empezado a chillar—. ¡Te amo! ¡No hagas esto! ¡BANG! La bala hace eco en la oficina oscura. La mano de Elijah con el arma cae a su costado y me deslizo por su cuerpo, aferrándome a sus pies y grito, lágrimas derramándose en sus mocasines cafés de cuero. Entonces, empieza mi segundo descenso en la oscuridad.
15 Después Traducido por Melody Hamort Corregido por Cami G.
He estado tranquila hoy. Estoy sintiéndome concentrada. Estoy en sintonía con todo. El parloteo incesante de los pacientes y miembros del personal en el comedor zumba en mis oídos y hago lo mejor que puedo para absorber fragmentos de información que me ayuden con mi misión. Hasta ahora, no he recogido nada útil. Lo único que he escuchado es un montón de chismes de paciente a paciente. A veces, este lugar es como una telenovela. Sin embargo, puedo entender por qué. Cuando estás encerrado y en cuarentena del mundo, a veces eso es todo lo que tienes. Es en momentos como estos es cuando más extraño a Aurora. No éramos como los otros pacientes. No nos dejábamos llevar por sus historias sobre los otros pacientes. Estábamos separadas, apartadas en nuestra pequeña burbuja y a nadie le interesaba hacerla estallar. Y estábamos conformes con eso.
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Estoy sentada en mi mesa de siempre en la esquina trasera izquierda, esperando el momento adecuado para hacer mi movimiento. Mis ojos se desplazan desde el reloj que cuelga en la parte posterior de la sala a la puerta de la cocina. Entonces, echo un vistazo en la dirección de los enfermeros. Están apiñados en un grupo en la esquina superior derecha de la sala. Mis ojos caen a mi bandeja de plástico anaranjado y empujo alrededor algunos macarrones con porquería con mí cubierto de plástico, preguntándome cómo demonios he sobrevivido a la mierda que nos dan de comer aquí durante tanto tiempo. Lo llamo porquería porque no tiene el habitual color anaranjado claro de los macarrones con queso normales. Es más oscuro. Casi un color rústico. Casi como si el cocinero lo hubiera infundido con sangre. Dejando caer el cubierto, pongo la mano sobre mi pecho y siento el vaso de papel plegado ocultando mi arma, y rezo a Dios no haberlo roto cuando lo empujé en mi sostén. Me aseguro de no bajar la mirada de los miembros del personal. Sé muy bien que a veces es como si tuvieran ojos detrás de la cabeza.
Son perros guardianes entrenados con cerebros lavados. Y solo se necesita el menor movimiento. Las acciones o palabras incorrectas y saben exactamente cuándo atacar. La puerta de la cocina se abre y el sonido de ella raspando contra el piso de madera me saca de mis pensamientos. Echo un vistazo a mi izquierda y la observo balancearse hacia atrás y adelante por un segundo antes de empujar mi bandeja lejos de mí y volver la mirada hacia los miembros del personal. Me doy cuenta de que esta es mi oportunidad, así que pretendo que me rasco la axila y retiro el vaso de papel de mi sujetador. Encorvándome, espío dentro del vaso. La araña tiene un cuerpo pequeño, pero largas patas, y la observo fijamente durante un minuto hasta que veo una de las patas moverse. Luego, doy un suspiro de alivio. Mi plan todavía funcionaría si la araña estuviera muerta, pero se me ocurre pensar que será más eficaz si la araña está viva. Me siento y diviso a mi objetivo. Ella se sienta directamente frente a mí al final de una mesa rectangular. Su cabello es muy corto y de un color rubio ceniza. He estado observándola durante la última semana. Tranquilamente, por supuesto. Agarrando mi bandeja, me levanto y me dirijo a los basureros adyacentes a mí. Justo antes de llegar, me deslizo a mi izquierda, pretendo caer y derramo el contenido de mi bandeja sobre el piso. Ella se da la vuelta. —Déjame ayudarte —dice ella. —Muchas gracias —digo. Pero, en realidad, estoy usando este momento para mi ventaja. Me siento mal por eso, porque ella está siendo muy amable en ayudarme, pero a veces una persona tiene que ponerse a sí mismo en primer lugar. Así que cuando ella se inclina hacia abajo, hago un barrido rápido de todo el comedor con los ojos. Nadie está prestando atención. Entonces, abro el vaso de papel en mi palma y vuelco la araña en su cabello. Le doy las gracias de nuevo por ayudarme y camino a los botes de basura, mientras que los dos trabajadores de la cocina salen con trapeadores y cubetas. Entonces espero... Cinco. Cuatro. Tres. El grito es fuerte, penetrante y juro por un segundo que las paredes vibran. Oigo a los miembros del personal gritando. Pasos golpeando. Pixie está fuera de su asiento y frenéticamente espantando a su cabeza. Sillas raspan contra la baldosa. Mis ojos caen al piso y puedo ver mi pequeño amigo arrastrándose por el suelo. Sonrío para mis adentros y luego me deslizo a través de las puertas de la cocina.
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Dos.
*** Espero.
Tres días pasan, y en la noche del tercer día, me acuesto en la cama y espero a que las luces en el manicomio se apaguen. Las luces apagadas en Oakhill solían aterrorizarme, pero ya no tanto. Recuerdo una época en que los gritos eran canciones de cuna, las luces parpadeantes eran una advertencia, y el sótano era la cámara de tortura final. Ahora… No tanto. El sonido de tacones contra el suelo de baldosa palpita en mis oídos y espero y rezo para que los enfermeros del turno de la noche desaparezcan de mi corredor y se muevan al siguiente, porque el cansancio se apodera de mí y caigo dormida. Hay cuatro alas en Oakhill. Los pacientes aquí se dividen en cuatro categorías, y dependiendo de lo locos que realmente estén, así es como se te asigna a cada ala. Cuatro es la peor. Es el lugar donde son puestos todos los pacientes de confinamiento. He estado allí unas cuantas veces, y solo digamos que estoy feliz de estar ahora en el corredor uno, el ala más suave en Villa Locura. No conozco personalmente a ninguno de los pacientes en mi ala, pero sí sé que la gravedad de sus condiciones oscila entre comer cabello hasta conversaciones con ellos mismos. También es muy conveniente que esté en el corredor uno porque todos los consultorios son el final del mismo. Cuando el sonido de las pisadas se apaga, espero otros diez minutos antes de levantarme de la cama. Con pasos rápidos y ágiles, tomo el tenedor de mi tocador y camino de puntillas hacia la puerta. Una vez que estoy allí, me paro en los dedos de mis pies y miro por la ventana cuadrada. El pasillo está desierto. Sombras de diferentes formas y tamaños trepan las paredes. Respiro profundo, tomo el pomo de la puerta e inserto el tenedor en la cerradura. Pasé unos buenos dos días usando toda la fuerza que pude reunir para doblar todos los dientes excepto uno. Fuerzo la cerradura por un minuto, tal vez dos, entonces casi lanzo un grito ahogado de alegría cuando escucho el clic del cerrojo. Entonces giro el pomo con mi oreja contra la puerta, haciendo una mueca cuando las bisagras crujen cuando la abro lo más mínimo. Una rendija de luz se filtra a través de la rendija de mi puerta, y luego de que mis ojos se acostumbran a la luz, me asomo al pasillo. Entonces me deslizo a través de la pequeña abertura y cierro la puerta detrás de mí. Empiezo a caminar.
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Despacio. Con pequeños pasos y un sentimiento cauteloso tomando su residencia en la boca de mi estómago. Sigo mirando por encima de mi hombro solo para asegurarme de que está despejado. Los miembros del personal en Oakhill tienen una manera de acercarse sigilosamente a ti cuando menos te lo esperas. Y no es hasta que estoy a pocos metros de la puerta del despacho de la Dra. Swell que puedo oír el silbido suave que lleva el pasillo. Luego escucho los pasos haciendo eco. En un momento de pánico, me deslizo en una puerta abierta a mi izquierda y meto mi cuerpo formando una pelota. Entonces rezo…
Quiero decir real, realmente rezo. Desde que el Dr. Morrow dejó la institución, los castigos han sido menos crueles, pero aún así. No quiero pasar las próximas tres semanas en aislamiento por escabullirme de mi habitación después de que se apagaran las luces. Así que espero… Dejo de respirar. Hago la menor cantidad de ruido posible y meto la cabeza entre las piernas. Los pasos están cada vez más y más cerca, hasta que finalmente están junto a mí. Hay una pausa significativa. Estoy en el punto en el que siento que no puedo aguantar la respiración por más tiempo, o que voy a desmayarme. Me asomo de entre mis piernas mientras que la enfermera del turno de noche pasa como una brisa y se aleja. Entonces dejo escapar el aliento más largo de mi vida, aliviada de que mis pulmones sigan funcionando correctamente después de aguantar la respiración durante tanto tiempo. Segundos pasan. Luego, minutos. Escucho atentamente y, cuando oigo ningún sonido en absoluto, hago mi movimiento. Estoy de pie en cuestión de segundos, apresurándome hacia la puerta. Coloco mi tenedor, listo para abrir la cerradura de la puerta. Pero entonces… envuelvo mis dedos alrededor de la perilla y giro. La puerta se abre crujiendo, y miro hacia el tenedor en mi mano. Sonrío para mis adentros y me deslizo a través de la grieta hacia la oficina. Y yo que pensaba que la Dra. Swell era inteligente. Ella no es tan inteligente como cree que es, porque si lo fuera, estoy segura de que recordaría bloquear su puerta.
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No es como si eso fuera a detenerme, de todos modos, pero aún así. En un hospital mental nunca se sabe cuándo un paciente loco podría soltarse e intentar poner sus manos en su expediente médico.
16 Después Traducido por Cynthia Delaney Corregido por Victoria
Cordura es una palabra divertida. Cordura. Cordura. Para estar cuerdo. Para tener pensamientos claros. Para ser capaz de distinguir la diferencia de fantasía y realidad. Solía pensar que mi cordura estaba intacta. Que todos mis mármoles estaban aún en la bolsa. Que nunca podría… NUNCA… Dejar a Oakhill obtener lo mejor de mí. Ahora, no estoy segura. Ahora no estoy segura si estoy cuerda o no. No entiendo como terminé de vuelta en Oakhill. Todavía estoy tratando de procesar todo. Todavía estoy tratando de averiguar a dónde pertenezco. Y todavía estoy tratando de averiguar cómo terminé de regreso en Oakhill por segunda vez cuando apenas puedo recordar haber estado aquí primero. No estoy bien.
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En la cabeza. No estoy bien. Pero he aprendido a hacer frente con la desilusión. No puedo dejar que los gritos de los pacientes perforen mis oídos, pero he aprendido a sincronizarlos fuera. No puedo parar la sádica tortura que toma lugar aquí en Oakhill, pero he aprendido a ser una mano de ayuda. No puedo traer a los muertos a la vida, pero puedo aprender a lidiar con mi dolor. En definitiva, toda esta situación se siente demasiado extraña para describir.
Me siento como que estoy aquí, pero no aquí al mismo tiempo. El Dr. Watson me tiene por el codo y me está escoltando de vuelta a mi habitación mientras todavía estoy tratando de envolver mi cabeza en torno a todo lo que acaba de suceder. Estoy casada. El Dr. Watson es mi marido. Di a luz a su hijo. Nuestro hijo. Las luces parpadean por encima danzando a lo largo de las neutrales paredes y mis ojos caen al suelo. No estoy segura de cómo me tengo que sentir acerca de todo esto. Sobre la revelación que me dio a conocer. Una parte de mí pregunta si el Dr. Watson está diciendo la verdad. Entonces, ¿por qué podría mentir sobre estar casado conmigo? Y si realmente estamos casados ¿cómo podía enviarme aquí? ¿Cómo podía él solo tirarme a un lado como desecho y permitir que el personal de aquí me tratara como me ha estado tratando? ¿Tenía otra opción? ¿Siguiéndome aquí es como él mostraba su amor por mí? Nos detenemos delante de la puerta de mi celda y el Dr. Watson libera el agarre en mi codo. No puedo mirarlo. No puedo enfrentar la verdad. Quiero ir detrás él. Dedos suaves se rozan contra mi rostro y la sangre inunda mis mejillas. Mi cara está caliente, en llamas, todo por un simple asomo de la punta de sus dedos. Eso tiene que significar algo, ¿verdad? —Sé que todo lo que acaba de suceder es mucho para procesar — murmura el Dr. Watson—. Sé que probablemente estás confundida. Confundida es una subestimación. Nunca me he sentido tan desgarrada en toda mi vida. Es casi como si estoy en la carretera y los cuervos hambrientos están recogiéndome pieza por pieza y alimentándose de mi carne. —Dr. Watson, yo… Pone dos dedos sobre mis labios. —No está noche —dice—. No más pensar en esta noche. Necesitas descansar —Levanto mi cabeza y mis ojos se cruzan con él, encontrando su ardiente mirada—. Vendré por ti en la mañana. —¿Pero qué pasa con el Dr. Morrow? —Si el hombre tenía rencor contra mí antes, aquel rencor se había retorcido y transformado en algo cercado al completo odio. —No te preocupes por el Dr. Morrow —me tranquiliza—. No tendrás que lidiar con él nunca más. —Gracias.
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Asiente y se vuelve para caminar lejos. —Buenas noches, Adelaide —Se detiene y mira por encima de su hombro—. Te amo. Abro la puerta de mi habitación y le ofrezco una triste sonrisa. Aplasta mi corazón oírle decir esas dos palabras. Tan hermosas, obsesionantes y conmovedoras palabras. No se las puedo decir de vuelta y eso me hace sentir incluso peor. Son palabras sagradas y sé que no hay manera de poder decírselas a un hombre que ni siquiera conozco.
17 Antes Traducido por *~ Vero ~* Corregido por Canylina
28 días. He oído que se necesitan 28 días para romper un hábito. 28 días para empezar de nuevo. Comenzar de nuevo. Se tarda 28 días para transformar una persona. Pero tengo que ser diferente –no– soy diferente. Porque han pasado 28 días desde que supe que el Dr. Watson, quiero decir, Elijah, es mi marido. Han pasado 28 días desde que empezó a tratarme, intentando refrescar mi memoria. Y han pasado 28 días de sesiones sin esperanza, gruñidos y frustrados y cansados suspiros. Mis recuerdos son huevos de marfil que no pueden ser quebrados. O por lo menos esto es todo lo que me han llevado a creer o lo que me han dicho. He empezado a notar algo sobre Oakhill, también. He empezado a notar que drena a la gente, pero no de sangre, de esperanza.
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La primera vez que te traen aquí, tienes esta voluntad sobre ti. La tenía cuando llegué. Me convencí de que no estaba loca. Me dije a mí misma que iba a encontrar una manera de salir. Que escaparía. Esos pensamientos han quedado atrás ahora. Sé con certeza que no voy a salir de aquí dos veces, así que he aceptado mi destino y eso es todo. Me siento en el recreo con Aurora mientras ella colorea. Está tarareando alguna melodía de un espectáculo, pero estoy acostumbrada a su zumbido. Es casi calmante ahora, reconfortante. Su canto es una historia diferente. Merilee Winters se sitúa en la gran ventana de vidrio blindado y se queda mirando hacia el patio. Es invierno. No hay señales de vida. Todo está muerto. Incluyendo la mayoría de los pacientes que viven aquí. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Merilee canta junto a las manecillas del reloj colgado en la pared. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. —Merilee está actuando particularmente loca hoy —menciono a Aurora.
Sin levantar los ojos del libro de colorear, Aurora responde—: Sí. Electroshock. Mis ojos se caen a sus menudos dedos delicados mientras garabatean diversos colores a través de las páginas. —¿Cuándo? —Jadeo. —Ayer. Los vi arrastrándola. Tal vez he estado aquí tanto tiempo que me las he arreglado para sintonizar las luces parpadeantes y las paredes vibrantes. Y todos los gritos de los pacientes se mezclan juntos. Es como la banda sonora de una película. —¿Por qué? Aurora se encoge de hombros. —Contrabandeó un tenedor de la cafetería. Lo puso en su ropa interior. Luego, durante los medicamentos de la mañana trató de apuñalar a Marjorie con él. —Pero, ¿por qué? —Merilee es sin duda una loca, pero nunca ha sido peligrosa. —Creo que le han frito el cerebro demasiadas veces. —La certeza en su vocecita me sobresalta. Me congela hasta el hueso. Me pongo a temblar y luego a bombear el calor de nuevo en mis brazos. —Sin embargo, tu nunca tendrás que preocuparte por eso —Aurora mira hacia mí a través de sus pestañas, un destello de desprecio en sus ojos color chocolate. La miro y dejo caer mis manos a mis costados. — ¿Por qué dices eso? Aurora baja un crayón negro, inclina la cabeza hacia un lado y entrecierra los ojos en rendijas. Luego sus ojos se deslizan hacia la puerta abierta. —Porque tienes tu propio caballero de brillante armadura personal. Girando lentamente, echo una mirada a la puerta para ver a Elijah apoyado contra el marco. Los músculos de sus bíceps se hinchan cuando se cruza de brazos y asiente con la cabeza hacia mí. ***
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La aguja del metrónomo se balancea hacia atrás y adelante, atrás y adelante, atrás y adelante. Un tic-tac suave corta la tranquilidad y juro que puedo sentir el lento ritmo del instrumento médico latiendo en mis sienes. Dr. Watson, me refiero a Elijah, se sienta frente a mí con una mirada penetrante y las manos cruzadas en la parte superior de su escritorio. —Abre tu mente, Adelaide. —Su voz es suave pero firme. Pero lo que él no entiende es que estoy intentando, pero no puedo. A veces me pregunto si él entiende perfectamente lo mucho que quiero recordar, pero es como si mi mente no me dejara.
Se siente como un escudo de hierro y ningún arma mental puede apuñalar a través de él. Siento que este es mi nuevo mantra: Abre tu mente, Adelaide, siendo eso lo que cada vez que tengo una sesión con él dice justo antes de permitir que la calma apacible del metrónomo me derrumbe. Tengo que admirar su tenacidad. Su determinación y voluntad de hacerme recordar, pero siempre siento que lo he decepcionado cuando mi sesión ha terminado y lo deja sin nada más que un vacío de una esposa que aún no tiene ningún recuerdo de su tiempo con él o su vida con él en absoluto para ese caso. Un grito violento sangra a través de las paredes de la oficina y atrofia mi descenso a la tierra de la cosecha hasta mis recuerdos tratando de armar el rompecabezas que es mi vida. Me estremezco ante el sonido de la agonía en ese grito. Me imagino a Marjorie restringiendo un paciente. Me imagino la sonrisa maliciosa en los labios del Dr. Morrow. Tirando de mis rodillas a mi pecho, descanso mi cabeza entre ellas. —Por favor, doctor, digo Elijah —Me tapo los oídos con las manos—. Por favor haz que se detengan. Elijah está levantado de su asiento en un instante, corriendo hacia la puerta de su oficina. Cierra la puerta. Oigo el clic de la cerradura. Entonces está a mi lado. Pone su mano sobre mi hombro, y la calidez de su toque se filtra a través del material endeble de mi bata de hospital y alivia mi temblor. Espío hacia él a través de mis pestañas mientras mete mi pelo detrás de mí oreja. —¿Mejor? Asiento con la cabeza, con respiraciones constantes y bajo mis piernas mientras toma asiento frente a mí otra vez. Chasquea la aguja del metrónomo por segunda vez y me relajo. Mis párpados se hacen pesados. Luchando contra el tirón al principio, amplío mis ojos, pero no sirve de nada. Estoy siendo arrastrada hacia abajo, a las partes oscuras de mi mente. Justo antes de que cierre los ojos, veo la mirada en el rostro de Elijah. Parece satisfecho. Lleva una insinuación de una sonrisa y puedo decir que él piensa que estos tratamientos están funcionando. Me pone triste que está tan lleno de esperanza y sigo desinflándolo. La verdad es que me gustaría poder recordar nuestro tiempo juntos. Me gustaría poder recordar la vida que compartimos. El amor que teníamos o tenemos. Más que nada me gustaría poder recordar a mi hija.
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Supongo que el amor que siente por mí debe ser un amor de proporciones gigantescas. Porque, quién iba a luchar por alguien del modo que ha luchado por mí si el tipo de amor que compartimos no pudiera mover piedras. Montañas incluso. Con eso, me deslizo en mi silla, girando la cabeza hacia atrás, el cuello mecido por el respaldo de la silla. Entonces permito que el tic-tac suave del metrónomo sondee mi mente, me hipnotice. Permito que me lleve a lugares que no quiero ir.
*** No sé cuánto tiempo más puedo manejar esto. Esto significando mis sesiones de tratamiento con Elijah. Admiro su voluntad. Admiro su determinación. Admiro el hecho de que él me ama lo suficiente como para
continuar con estos tratamientos frustrantes todos los días y cuando me acuerdo de nada, todavía me da una sonrisa y dice—: Tal vez tendremos más suerte mañana. El espíritu triste que sé que está mintiendo latente detrás de su sonrisa es lo que me impide decir, espero que mañana nunca llegue. Tan horrible como lo es para mí admitirlo, esa es la verdad. Estoy más que agotada y cada día que salgo de su oficina, siento como otro pedacito de mí desaparece. Al igual que una naranja perdiendo poco a poco las capas de la piel siendo pelada. Hay momentos en los que creo que lo estoy rompiendo, saltando lejos en su borde duro. Hay momentos en los que creo que el médico frío comienza a evaporarse. La parte de él que solía encontrar intrigante se está desvaneciendo. Muy pronto estará como yo. Una burbuja emocional, un lío de persona. A veces me pregunto si cuando llegue a ese punto el personal tomará acción y lo tendrán confinado. Estoy mirándolo ahora. Se sienta frente a mí en la mesa, sus manos apretadas en un puño gigante, con la frente apoyada en las manos. Está temblando y puedo decir que está usando toda su fuerza para mantenerse unido. A través de los dientes apretados, dice—: Muy bien, Adelaide. Eso es suficiente por hoy. Vamos a reanudar mañana —Su voz es gruesa con la peor clase de emoción-dolor y puedo decir que está empezando a darse cuenta de que soy un huevo que no puede ser roto. Me detengo frente a él, con ganas de ofrecer una rama de olivo. Tal vez decirle: voy a esforzarme más. Pero encorva sus hombros con un suspiro y decido no decir nada. En su lugar, me deslizo hacia el pasillo tranquilo y fuera de la vista de Elijah. Cierro la puerta tras de mí y oigo el chasquido para cerciorarme de que está cerrada, entonces lo escucho. —Simplemente no lo entiendes ¿verdad? Damien. Mi cabeza se mueve bruscamente hacia la izquierda. —¿El qué? Él no es real. Él no es real. Él no es real. Sé sobre esto. Sé que es una alucinación, un efecto secundario de los barbitúricos. Pero también hay una parte de mí que se pregunta por qué sigo viéndolo luego de que dejé de tomar mis medicamentos hace semanas.
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Está apoyado contra de la pared de yeso, con los brazos cruzados sobre el pecho, los pies apoyados contra la parte inferior de la pared. Sus radiantes ojos azules me miran de una manera directa. —Entender que todos estos tratamientos son inútiles y fallan por una razón. Resoplo y lo paso rozando, caminando por el pasillo. —¿Y cuál sería esa razón? Damien está a mi lado en un segundo y se encoge de hombros. —No lo amas. Niego con la cabeza. —No sabes eso —Tuve que amarlo lo suficiente en un punto para casarme con él y tener una hija juntos. Pero no voy a decirle eso a Damien. —Tú tampoco. —Bueno, tal vez voy a saberlo un día —ladro en respuesta. Resulta que tengo un poco de fe en la determinación de Elijah para que recuerde—. Elijah parece pensar que sí lo haré.
—Elijah parece pensar que sí —dice Damien en tono de burla. De la nada, Aurora corretea por el pasillo y se acerca furtivamente a mi lado. Su cabeza se mueve bruscamente a la izquierda y frunce el ceño a Damien. —Déjala en paz. Damien infla su pecho y da un paso hacia Aurora. —Estoy cansado de que me digas qué hacer. Han estado así mucho últimamente. Siempre me pregunto por qué están peleando por mí. Ninguno de los dos jamás parece querer decirme y odio no tener ni idea. Finalmente grito de frustración, lanzo mi mano en el aire y los miro a los dos. — ¿Qué pasa con ustedes dos? —Cierro mis manos en puños y los coloco en mis caderas—. ¡Siempre están discutiendo acerca de algo que tiene que ver conmigo y quiero saber qué demonios es! ¡Estoy cansada de quedarme en la oscuridad sobre ello! Ambos, Aurora y Damien intercambian miradas incómodas. Les doy una mirada incómoda. Ahora toda la situación es en general difícil y estoy atrapada en el medio —Bueno, vamos —Los apuro con las cejas levantadas—. Alguien que lo escupa. Una vez más, ninguno de los dos dice una palabra. Piso fuerte con mis pies. Es infantil, lo sé, pero sólo quiero algunas malditas respuestas. Damien ladea la cabeza hacia un lado, con los ojos azules brillantes. —De verdad no lo sabes ¿verdad? —Su voz sube un nivel. No creo que jamás haya estado tan confundida. —No —le digo—. No lo sé. —Escucha, Addy —dice Aurora con voz suave. —Oh, corta la mierda —escupe Damien, estirando el brazo y empujando Aurora a un lado. Él se señala a sí mismo y luego a Aurora—. Estamos muertos —Mi boca cae abierta, porque nada de lo que dice tiene sentido. Sé que Damien murió. ¿Pero Aurora? ¿El Dr.Watson? ¿Marjorie? —Espera... —Trato de encontrar más palabras, pero no puedo. Me aclaro la garganta— . ¿Qué significa eso?
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—Sí —dice Damien, en un tono de voz firme—. También tú.
18 Después Traducido por Cynthia Delaney Corregido por Panchys
Estoy cegada por la oscuridad. Tengo cuidado de no hacer ningún movimiento brusco con el temor de que podría alcanzar algo y hacer ruidos fuertes que harían que el guardia viniera corriendo. Así que sigo adelante, en la punta de mis pies y pongo mis brazos delante de mí para sentir cualquier objeto que pueda cruzarse en mi camino. He estado en esta oficina más veces de las que puedo contar y sé que la Dra. Swell tiene una lámpara en su escritorio. Si enciendo la luz en la habitación sé que llamará mucho la atención, pero sé que la lámpara sería lo suficientemente tenue si la saco del escritorio y la pongo en el suelo. Doy unos pocos pasos y corro hacia la esquina del escritorio de la Dra. Swell. Casi lloro de agonía cuando un agudo dolor comienza en mi cadera antes de viajar hacia mi muslo. En su lugar, trago duro y tomo una profunda respiración, ignorándolo. Esta misión es demasiado preciosa. Demasiado delicada. Y demasiado importante para renunciar. No puedo quedar atrapada. No puedo.
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Hay demasiado en juego. Mi existencia por mucho y sobre eso, todo lo que he querido estos dos últimos años es saber quién realmente soy. Todo lo que he querido son respuestas a las preguntas que constantemente explotan mi mente. Y no solo las quiero, las necesito. Soy el tipo de persona que no puede conseguir un firme control de la realidad sin cierre. Si no lo tengo, la incertidumbre de lo desconocido siempre me detendrá. Lo que comerá mi cerebro hasta que sus nódulos luzcan como fideos. Parpadeo varias veces en la oscuridad, luego entrecierro los ojos. La luz de la luna se filtra a través de las cerradas persianas y me da un poco de luz. Mi mirada se cierra en el gabinete en la esquina izquierda de la habitación. El metal color canela está envuelto por una capa de sombras. Sé que mi archivo está allí, pero la pregunta es; ¿en qué gaveta? Allí hay cinco gavetas diferentes.
Conozco a la Dra. Swell. La mujer es perfeccionista. Mi supuesto es que todo está organizado alfabéticamente y que mi archivo tiene que estar en la gaveta superior o en la de abajo. Me muevo hacia el gabinete lentamente. Metí el tenedor que suelo usar para abrir la cerradura de mi puerta dentro de mi sujetador y la frialdad está haciéndome temblar. Además de temblar de miedo. Puedo sentir mis rodillas tambalear con cada paso que doy y juro que puedo sentir mi corazón latiendo en mis oídos. Cuando estoy en el gabinete, alcanzo la manija de la primera gaveta y lo tiró abriéndolo. Hace un suave chirrido, aprieto mis dientes y tomo una pausa antes de continuar. Inclinándome, examino cada manila de cerca y como pensaba, están en orden alfabético. Estoy a medio camino a través de la A cuando escucho un agitado ruido justo fuera de la puerta. Me congelo. Contengo una profunda respiración. Espero a que el ruido desaparezca. Cuando lo hace suspiro de alivio. Después de compaginar a través del resto de la A y todas las Bs, veo mi archivo. Es grueso, tres pulgadas de ancho para ser exactos. Saco el archivo de la gaveta y luego lo cierro. Dando unos pasos hacia atrás, pongo el archivo en el suelo y muevo la lámpara del escritorio. La dejo en el suelo junto a la silla con ruedas. Después de eso, me siento al estilo indio y enciendo la lámpara. Sé que tener cualquier tipo de luz aquí es un riesgo, pero quiero zambullirme en mi archivo sin tener que esperar hasta la mañana. Estoy ansiosa. Impaciente. Y demasiado curiosa.
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Solo para estar en el lado seguro, deslizo la lámpara debajo del escritorio de la Dra. Swell, luego me pongo de pie para ver si se atenúa la luz. Lo hace un poco. Camino alrededor del frente y luego doy unos pasos hacia la puerta. Hay un suave resplandor y creo que aún es demasiado notable, tengo tiempo para leer partes de mi archivo antes de que el guardia de otro paseo por el pasillo. Entonces comienzo a pensar en la Dra. Swell. Comienzo a pensar sobre mi archivo perdido y que se dará cuenta de que falta. Atormento mi cerebro pensando en nuestras sesiones y como con frecuencia ella saca mi archivo. No con mucha frecuencia. Ella usualmente viene, camina alrededor de su escritorio y se sienta incluso sin ir al gabinete. Pero entonces tengo que considerar que ella podría leerlo y agregarlo después de que la sesión termine. Peso los pros y los contras. Si se da cuenta de que falta, la peor cosa que hará es buscarme en mi habitación, drogarme y luego ponerme en confinamiento solitario. El pensamiento de eso no me molesta en lo absoluto. Estoy prácticamente sola de todas
maneras y me han estado drogando durante años. Lo único a favor es que la Dra. Swell cree que estoy completamente loca y no solo un poco loca. Yo, en su mayor parte, creo que ambos. Tengo mis momentos. A veces me pregunto si sería diferente si viviera fuera de este lugar. En Oakhill hay paredes que me atan. Voces que me atormentan. Personas que se burlan de mí. A veces me pregunto si me gustaría saber lo que es reírse de una broma o si sería capaz de creer en la esperanza de nuevo. Por un largo tiempo, sentí como si cada pizca de esperanza que nunca había tenido se hubiera perdido. Recuerdo a alguien una vez mencionando que tengo o tenía una hija y me pregunto también si hubiera sido una buena madre. Me pregunto si fui una buena esposa para el Dr. Watson. Sé que todas esas cosas no están enlistadas en mi expediente médico, pero tal vez las notas del doctor Watson están apiladas aquí también. Ese pensamiento me empuja hacia adelante.
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Así que camino alrededor del escritorio, caigo al suelo, abro la manila de la carpeta y comienzo a leer.
19 Antes Traducido por Snowsmily Corregido por Alaska Young
Me despierto gritando. Mis ojos se abren solos y parpadeo varias veces a medida que se ajustan a la luz resplandeciente brillando en su dirección. Sentándome, miro alrededor de la habitación y observo mi entorno. Hay máquinas a mi izquierda. Cables adheridos a mi pecho. Las paredes son blancas. El piso también. Mi cama tiene brillantes barandillas metálicas. Un hospital. Estoy en un hospital.
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Trato de moverme hacia el costado pero en el segundo que lo hago, un dolor desgarrador se extiende a través de mi abdomen y me encuentro llorando y jadeando por aire. Rodeo mi estómago, convencida de que eso podría ayudar a aliviar el dolor, pero no lo hace. En cambio, lo empeora. Entonces mi puerta se abre. Hay una enfermera apresurándose hacia mí. Su cabello castaño claro está recogido debajo de un gorro blanco, su tez es pálida pero tiene una especie de amplios ojos marrones. Giro mi torso para moverme de nuevo y otro dolor apuñala mis entrañas. Apretando los dientes, inhalo y exhalo lentamente tratando de aliviarlo. La enfermera coloca su pequeña pero suave mano en mi hombro y me guía en una posición acostada. —No te muevas demasiado —me instruye—. Has estado inconsciente por un tiempo. No sabíamos con certeza si despertarías. —Me gusta el sonido de su voz. Es cálido y reconfortante y me recuerda mucho a la de mamá. —¿Inconsciente? —Mi garganta está seca y la palabra sale en un tono áspero. —Sí —dice, fijando las sábanas blancas alrededor de mis piernas—. Estabas en coma.
—¿Por cuánto tiempo? —No puedo ocultar la confusión en mi voz. Estoy asustada. Y me siento perdida. Me siento como un niño quien se alejó correteando de sus padres en medio de una tienda departamental abarrotada de gente. —Meses. —Se gira hacia las máquinas, luego examina los cables conectados a mi pecho—. Sufriste un grave traumatismo craneal. Contraigo la mandíbula, sintiendo el dolor intenso y ardiente viniendo de nuevo. Es devastador y me encuentro encogiéndome de dolor, jadeando por aire, y obligándome a decir—: ¿Por qué? Utiliza una suave expresión y mis ojos viajan sobre su vestido blanco en la búsqueda de una etiqueta con el nombre. No veo una. —Sólo relájate —dice, en una forma cordial a medida que se gira a la puerta—. Te conseguiré algo para el dolor. Pero todavía estoy muy, muy confundida. —¿Qué sucedió? —Me siento desesperada por respuestas—. Por favor —suplico. —No vamos a preocuparnos acerca de eso en este momento. —Hay una rotundidad en su suave voz—. Sólo descansa. Te traeré algún medicamento y nos preocuparemos por eso mañana. Con eso, sale de la habitación, dejándome sola para ahogarme en mis pensamientos. *** Me encuentro a mí misma llamando el nombre de un hombre en mi sueño. Es tan familiar el modo en que se desliza por mi lengua y siento como si lo hubiese dicho antes miles de veces. Hay momentos donde creo que la silenciosa soledad de la oscuridad puede ser un consuelo. Puede cubrirte como un edredón recién tejido, envolviéndote en una capa protectora de serenidad. Puede desvanecer los siniestros pensamientos en tu mente. Hacerte sentir seguro. Hacerte sentir cálido.
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Ahora no es una de esas veces. Me despierto con las suaves caricias del sueño todavía nublando mi mente. La tierra de los sueños me llama, amenazando con arrojarme de nuevo a su reino. Es como una molesta voz que persiste en la pared más oscura de mi cerebro, un agobiante eco que no puedo dejar ir. Mis ojos se abren rápidamente. Me niego a dejar que el sueño me vuelva a consumir. Mi habitación es color negro medianoche, menos por las relucientes estrellas, y miro, tratando de conseguir una imagen clara de mis alrededores. El negro opaco es abundante y abrumador, como una barrera de cemento hecha de niebla, y no importa cuánto tiempo le dé a mis ojos para acostumbrarse. Todavía no puedo ver una maldita cosa. Creo que lo conocía de antes.
Creo que estuvimos juntos. Creo que los sentimientos que tengo que giraban en torno a él eran fuertes porque lo pienso con frecuencia. Lo sueño con frecuencia. Y no puedo imaginar por qué tendría estos recuerdos si involucraran a alguien a quien no conocía. Susurro su nombre en la oscuridad. —Elijah. —Esparciendo mis dedos por las sábanas para enlazar mis dedos con los suyos—. Elijah, ¿estás despierto? Silencio. Deslizo mis dedos más lejos sobre el suave colchón de protección y tiemblo cuando el frío de las sábanas se filtra en mi piel. —¿Elijah? Algunas veces siento como si él estuviera conmigo, yaciendo a mi lado y no puedo entender por qué se siente tan familiar. Sigue sin responder. Pánico comienza a extenderse a través de mi cuerpo. El corazón me retumba en el pecho. Mi pulso se acelera. Sudor me gotea por la sien. Con obligados y rápidos reflejos, arrastro las sábanas de la cama y grito—: ¡Elijah! Elijah, ¿dónde estás? —Mis dedos una vez más rozan a través del lugar desnudo y frío a mi lado, y mi grito se intensifica a chirridos—. ¡Elijah! Elijah, ¿dónde estás? ¿A dónde fuiste? La puerta de mi habitación se abre. Deja salir un ruidoso golpe cuando se estrella contra la pared. Una ligera luz se filtra en la habitación, y todo lo que veo es blanco. Paredes blancas. Pisos blancos. Sábanas blancas. Una mujer joven vestida de pies a cabeza en un conjunto de algodón violeta se apresura en mi dirección. Todo su cabello rubio está recogido en la cima de su cabeza en un moño. —¿Dónde está? —Lloro, asfixiándome con un sollozo atorado en mi garganta—. ¿Dónde está mi Elijah?
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—Silencio, ahora. —La mujer joven tiene una suave pero reconfortante voz—. No necesitas preocuparte por esa clase cosas, Adelaide. Necesitas descansar. —Me acomoda de nuevo en una posición acostada y alisa mi cabello, alejándolo de mi rostro. —Sólo dime a dónde fue —suplico—, por favor. ¿Puedes decirme a dónde fue? — pregunto, con una pizca de esperanza en mi voz. —No —dice rotundamente, acomodando las sábanas sobre mi pecho. —¿Por qué no? —No entiendo la crueldad. Esta mujer tiene que saber dónde se encuentra. Simplemente tiene que hacerlo. ¿Y cómo puede ocultarme su paradero? ¿No puede ver que su ausencia me destroza? —Porque no lo sé.
Miente. Sé que miente. —¿No me dejó algún mensaje? —No, Adelaide. No lo hizo. Ahora sé que ella está adornando la verdad. Mi Elijah nunca se marcharía a ningún lugar sin dejarme nada dicho. —No lo entiendo —murmuro. —Adelaide —La voz de la mujer es severa—, deja de preocuparte y descansa. —Me da la espalda y camina hacia la puerta. Me hundo en mis sábanas cuando la cierra. Espero a que el sueño llegue, pero no lo hace, así que escucho una mezcla suave de voces llegando de justo fuera de mi puerta. —Ya no puedo hacer esto. —Es la mujer que se hallaba en mi habitación. Su voz ha tomado un tono emocional—. Ya no puedo ser su enfermera. Cada vez que la escucho decir su nombre mi corazón se rompe. —No puedes simplemente renunciar a ser la enfermera de los pacientes que se te han asignado. —Otra mujer con una voz profunda se mete en la conversación—. Fuiste advertida de no encariñarte con los pacientes durante tus prácticas de enfermería. —¡Bien, no puedo evitarlo, de acuerdo! —Suelta mi enfermera—. Su vida ha sido tan trágica. Tan triste y despiadada. Una persona tiene que tener hielo en las venas para no compadecerse por alguien que ha atravesado por tanto. Uno de estos días le diré la verdad. —¡No puedes! —chilla la enfermera numero dos—. ¿Has perdido la cabeza? ¡Sabes lo que pasaría si lo hicieras! ¡Hemos sido advertidas! ¡No podemos decirle nada! —No me importa. —Si valoras tu trabajo en lo absoluto, te importará. Hay un breve momento de silencio. Mi enfermera habla más fuerte. —Déjalos que me despidan, entonces. Permíteles que me despidan por no querer mantener a un paciente en la oscuridad. —No es una buena idea, Maggie. —No concuerdo, Rhea. Esta pobre mujer ha sufrido por suficiente tiempo. La escucho llorar. La consuelo cuando ha tenido pesadillas sobre su pasado. He observado sus ojos esperanzados mientras los visitantes vienen y van y la veo hundirse en una profunda depresión cuando él nunca aparece.
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—Maggie, no puedes. —Puedo y lo haré. Alguien necesita decirle, Rhea. Alguien necesita decirle que su Elijah nunca vendrá y no está aquí porque está muerto.
20 Después Traducido por Adriana Tate Corregido por Jasiel Alighieri
Semanas pasan. Semanas pasan y no creo que me haya sentido alguna vez tan vacía como me he sentido últimamente. Me siento como un caparazón de persona. Un desperdicio de espacio. Todos mis días han pasado tan rápidos que mi tiempo está empezando a sentirse como un borrón. Y en otra nota, ya no me importa. Tengo días en los que me pregunto si esto es normal. Tengo días donde puedo estar en una habitación rodeada de personas y sentirme tan sola. Entonces me pregunto si ese sentimiento alguna vez se irá. Probablemente no. Supongo que eso es lo que sucede cuando descubres que todo en lo que siempre has creído ha sido una mentira.
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La Dra. Swell ni siquiera se ha dado cuenta que mi vida está perdida. Y si lo ha hecho, no ha mencionado nada durante nuestras sesiones. No creo que le importara de todas maneras. Durante el día, parezco sentirme bien. Pero no es hasta la noche, cuando estoy acostada en mi oscura celda, sola con mis pensamientos, que mi mente realmente comienza a divagar. Y cuando pienso en Elijah y mi hija, es ahí cuando el dolor comienza a quemar a través de mí. Ahí es cuando mis extremidades comienzan a retorcerse. Y cuando mi corazón comienza a latir con más fuerza. Es cuando normalmente termino llorando tan fuerte que estoy jadeo en busca de aire, incapaz de controlarme. Me he estado diciendo durante la última semana que morir sería más fácil que vivir un infierno en la tierra. Y puedo recordar una época en mi vida donde la única cosa que siempre quise fue el beso de la muerte. Puedo recordar una época donde inclinaría felizmente mi cabeza hacia un lado sólo para sentir su fría respiración en mi cuello. Me siento de esa manera ahora. Siempre solía pensar que morir era demasiado fácil.
Demasiado rápido. Demasiado cobarde. Siempre solía pensar que vivir era el mayor triunfo en la vida de una persona porque si lo puedes lograr sin dañarte entonces has tenido éxito. Mi madre murió. Mi padre era un borracho abusivo quien se ahorcó en la cárcel. Podría haber jurado que lo vi una vez después del hecho, pero estaba equivocada. Prácticamente me crié yo misma. Creí que Damien era la única cosa buena que he tenido, pero aparentemente eso también era una mentira. Declaró en mi expediente que él era una parte de mí y sé que es cierto. Me lo dijo él mismo. Realmente fue el mejor tipo de ilusión después de todo. Y Elijah… Pensar en el Dr. Watson suicidándose me hace sentir enferma del estómago. Leer su obituario me hizo querer enrollarme en una bola y llorar más fuerte de lo que nunca antes he llorado. Y encima de eso, tuvimos una hija juntos. Me la quitaron. Y una punzante preocupación se alimenta de mi cerebro porque no sé si está viva o muerta. Me siento tan conflictiva. Y triste. No tengo nada. No tengo nada, más que pensamientos retorcidos, un jodido pasado y ningún propósito en mi futuro. Nunca saldré de Oakhill y no hay luz al final de mi túnel. Cierro mis ojos y dejo salir un suspiro que filtra la desesperación y siento como si terminar con mi vida es mi única opción. Estoy sentada en mi cama mientras arranco pedazos de mi sábana. Las anudo y no me toma mucho tiempo. Miro al largo y trenzado pedazo de sábana, extendiéndolo a lo largo de mi catre y cubriéndolo con mi fina manta. Me digo que esta noche será la noche. Esta noche seré libre.
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Esta noche dejaré la institución de Oakhill de una vez por todas.
21 Antes Traducido por Niki Corregido por gabihhbelieber
—¡Tu perra! —grito salvajemente y me lanzo sobre la enfermera—. Estas mintiendo. ¡Estas mintiendo! —Sueno como una lunática. Como mi propia marca personal de loca. Mi voz es alta y estridente y una mezcla de ira y miedo. La enfermera encoje debajo de mí, sus manos en el aire, bloqueándome mientras trato de envolver mis dedos alrededor de su cuello. —¡Te mataré, mentirosa! —Sigo gritando y no estoy segura donde se ha ido toda mi compostura—. ¡Dime donde lo pusiste! ¿Dónde está mi bebé? Me dijeron que estaba embarazada. Luego me dijeron que lo perdí. Que perdí mi bebé. Fue en el preciso momento en que juro que perdí mi cabeza. Porque sabía que era de él. Sabía que la criatura que crecía en mi vientre tenía que ser de Damien. Él es el único chico que el que alguna vez había estado de esa manera. Encima, es el único chico que había amado en verdad. Bueno, también está el hombre de mis sueños, pero aun así. Un sueño es solo un sueño.
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No es real. Solo puedo ver rojo. Estoy tan pero tan enfurecida. Y también muy pero muy confundida. La parte lógica de mi mente es un interruptor ligero que ha sido apagado y todo en lo que puedo pensar es en Damien y nuestro bebé, y en la oportunidad de una vida para mí y de ser finalmente feliz. Estoy gritando, sollozando, y temblando. He estado histérica desde el momento que me dijeron que perdí mi bebé. Dos robustos enfermeros en batas que combinaban aparecieron a través de la puerta, tacleándome antes que yo estrangulara completamente a la enfermera. Ella tose. Toca su garganta. No la veo más, porque a este punto, ya me han inyectado un sedante y estoy en camino a la tierra de los sueños.
Los dos enfermeros me levantan mientras las drogas hacen efecto y me tienden sobre mi cama. Digo su nombre—: Damien. Envuelvo mis brazos alrededor de mi estómago. Me pregunto dónde está y por qué no está aquí. —Mi bebé —Lloro para mí misma—. Mi bebé. Horas más tarde, una enfermera entra a mi habitación para revisar mis signos vitales y estoy arropada en una bola sobre mi cama de hospital. La enfermera es alta, delgada, con cabello negro con canas cortado en un estilo pixie. —Siéntate, querida. —dice en una suave y amable voz. Sus ojos son amables también. Grandes y marrones. Como los de un cachorrito. Hago lo que me pide y luego ella pone dos largos dedos sobre mi muñeca, verificando mi pulso. —¿Está fuera de aquí? —pregunto con una pizca de esperanza en mi tono de voz. —¿Quién está fuera de aquí, querida? —Damien. —¿Damien? —Sí —digo con fuerza—. Damien Allen. Le dije a la última enfermera que lo llame. Debería estar aquí. —Mis emociones están retorcidas, estoy cansada. Parte de mi quiere salir de esta cama y buscarlo. —No, querida —dice la enfermera—. No hay nadie aquí con ese nombre —La enfermera se aleja de mí y me recuesto de nuevo—. Bueno, ¿puede intentar llamarlo de nuevo? Sé que querría saber que estoy bien. Ella sale por la puerta y luego se asoma por una rendija. —Lo dejaré saber, querida. Solo descansa un poco, ¿de acuerdo? Asiento, pero sé que descansar es la última cosa en mi cabeza. Pensamientos y recuerdos siguen rebotando de un lado a otro dentro de mi cabeza. Sigo tratando de recordar la última vez que vi a Damien. No puedo recordar donde.
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No puedo recordar cuando. Sigo viéndolo retirar mis pálidas cortinas amarillas y pararse junto a la ventana de mi habitación con una sonrisa y un brillo en sus muy azules ojos, pero nada más. En mi mente oigo un estallido y otro más. Quiero apagar mi mente para poder enfocarme, pero no puedo. Oigo otro estallido, ¡bang, bang! Luego un grito. Seguido de un llanto y otro grito.
Oigo voces fuera de mi cuarto. Son una mezcla de voces masculinas y femeninas, y estoy teniendo problemas para identificar cual voz pertenece a que persona. Sé que la enfermera con cabello canoso está hablando. Su voz es la única que reconozco. —Tenemos que enviarla a algún lugar —dice ella. —Algún lugar donde obtenga la ayuda que necesita —dice. —Este no es el lugar adecuado para ella. —Conozco un lugar, no tan lejos. —Recibirá toda la ayuda que necesita. Me deslizo de mi cama y mi corazón se hunde al fondo de mi estómago. Siento como si no perteneciera a ningún lugar. Siento que soy una causa perdida y que nadie me puede ayudar.
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Jadeo por la frustración y decido que el mejor y único camino para averiguar todo es descansar, aclarar mi mente y rogarle a Dios que mi memoria regrese por la mañana.
22 20 años después Traducido por Michelle♡ Corregido por Karool Shaw
A veces puedo sentir el silencio. Me refiero a realmente sentirlo. A veces logro sentir que se expande dentro de mí, y envía temblores minúsculos entre mi cuerpo antes de terminar temblando en mis huesos. La sensación es una mezcla inmensa de calma, tranquilidad y en los últimos quince años he aprendido a amarlo. He aprendido a adorar a la simplicidad, porque en ocasiones, las pequeñas cosas de la vida son todo lo que una persona tiene. Las pequeñas cosas… Son todo lo que queda. Estoy en la sala de grabación, en una silla sentada en frente de la ventana rectangular. Mi reflejo me devuelve la mirada a través de los paneles dobles de vidrio y, por primera vez en mucho tiempo tomo nota de mi apariencia. Rayas de color gris se tejen a través de mi cabello ébano. Mis mejillas están hundidas. Hay círculos oscuros bajo mis ojos. Y los canales poco profundos de las arrugas incrustadas en la frente. Sigo sorprendida frente a mi reflejo durante un minuto y luego recuerdo de por qué no me importa mirarme a mí misma nunca más. Aparto mi mirada de mi sórdida imagen y veo lo que hay detrás del vidrio.
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Enormes arboles verdes. Flores silvestres. Acres de hierba recortada balanceándose. No consigo centrarme en todas las cosas hermosas que están viviendo cuando siento que pertenezco con los muertos. Intenté matarme una vez, y cuando digo "intenté" debo decir que fallé porque el personal me encontró antes de que pudiera morir del todo. Me salvaron.
Ellos me derribaron de las vigas y me quitaron la soga de la bata del hospital que había hecho en mi cuello y me trajeron de vuelta a la vida. Y los odio por eso. En algún momento, todo lo que quería era ser salvada y ahora encuentro tan extraño esperar que ese sueño se haga realidad. También creo que es una locura que yo pensara poder salir de Oak Hill, cuando en realidad ese pensamiento era una fantasía. Este lugar es una sanguijuela que se alimenta, se alimenta y se alimenta de ti hasta que estás desangrado. Lo curioso es que he estado desangrada durante años y aún sigo aquí. —Adelaide —oigo a una mujer llamar mi nombre, sin embargo no contesto su llamada. Dejé de darles a los miembros del personal cualquier interacción social hace años. Ahora, sólo respondo con gruñidos, suspiros o un movimiento de cabeza. La única vez que me buscan es para darme mis medicamentos o acompañarme alguna parte. No imagino cual es el punto de hablar cuando no hay nada más que decir. Entonces, mi nombre es llamado por segunda vez—: Adelaide. Miro por encima de mi hombro y veo dos mujeres caminando hacia mí. Una es una enfermera con pelo corto negro de punta y un físico esbelto y la otra es una joven mujer que no puede tener más de unos veinte años. Mantengo los ojos entrecerrados a la enfermera, me siento en mi silla y tiro de mi manta color crema con fuerza sobre mis hombros. No respondo hasta que están a mi lado y aun así, lo único que digo es: —Uh. Los finos labios de la enfermera forman una sonrisa particular apretada y me doy cuenta de que uno de sus dientes delanteros está ligeramente torcido. —Adelaide —guía a la mujer junto a ella hacia mí con la mano—. Tienes una visita. —La voz de la enfermera está llena de alegría, esperanza y casi deseo abofetearla. He estado en Oakhill por más de veinte años y nunca he tenido ni una visita y el hecho de que alguien me está diciendo que tengo una ahora casi parece una broma cruel. Quiero abrir mi boca y decir algo audible, pero por un momento se me olvida cómo hablar. La enfermera mira de mí a la mujer a su lado y luego nuevamente a mí. —Bueno —dice—. Creo que las dejaré a solas. —Se inclina y le susurra algo al oído de la mujer que no puedo hacer, pero veo el visto bueno de la mujer en la dirección de la enfermera, cuando se voltea para alejarse.
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Una sensación nerviosa burbujea en la boca de mi estómago y parte de mí quiere levantarse y salir de la habitación. Pero hay otra parte de mí que tiene una leve curiosidad y quiere saber quién es esta extraña mujer. ¿Podría ser un oficial de policía? ¿Un nuevo doctor? La estudio mientras camina por la habitación y toma una silla y sigo mirándola mientras desliza la silla por el suelo. Tiene extremidades largas y esbeltas. Una cintura más pequeña. Se encuentra probablemente alrededor de uno sesenta y cinco centímetros de altura. Su piel es pálida y su cara es en forma de corazón. Su cabello se cae en rizos de oro por su espalda y al caminar, lo hace con gracia como si estuviera caminando en el aire. —Vamos —dice con una voz femenina suave, pone su silla a mi lado y se sienta. Bajo mi mirada hacia sus piernas y observo la forma en que cruza una encima de la otra. Entonces pregunta—: ¿Cómo estás hoy?
No hago contacto visual y mi mirada se ha centrado en el suelo. Borrosas motas bronceadas en el azulejo en mi visión periférica y lo único que logro hacer es encogerme de hombros. —Adelaide, ¿Podrías mirarme, por favor? —Asiento, porque sé de la afectividad en la voz de esta mujer que ella no aceptará mi tratamiento silencioso. Hago contacto visual y repentinamente no consigo respirar. Lágrimas brotan de mis ojos y parpadeo varias veces mientras llueven por mis mejillas. La sensación nerviosa en el estómago disminuye. Mis dedos comienzan a temblar. Tengo los nervios destrozados. Me doy cuenta que miro en mis propios ojos. Un par de ojos violetas. Tan hermoso y tan raro que conozco a esta mujer sólo puede ser una persona. — ¿Willow? —Mi voz se quiebra y raspa porque no puedo recordar la última vez que he hablado con alguien. Me aclaro la garganta y repito—: ¿Willow? Una suave sonrisa tira de sus labios. —Sí, Adelaide, soy tu hija. Y por primera vez en años, años y años, me acuerdo como se siente la alegría. Recuerdo lo que se siente ser tan feliz que explotas por dentro. Quiero agarrarla. Ella es mi hija. Tiro de ella a mis brazos. Mi pequeña niña.
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Quiero abrazarla, amarla, quererla y jamás dejarla ir. Pero puedo decir por su naturaleza real y la estatura perfecta que heredó el comportamiento reservado de su padre. Eso es algo que recuerdo de Elijah. Él era muy severo, cortante y directo. Además, esta es la primera vez que la he visto desde que era un bebé y quizás lo mejor es en situaciones no presionarlos desde el principio. Así que empiezo con un comentario—: Asumí que estabas muerta. —Sé que no es la mejor manera de empezar este tipo de cosas, pero es la verdad. Cuando me enteré de mi archivo en la oficina del Dr. Swell, supuse que Willow había muerto en el accidente de coche que causó mi amnesia. —Estoy segura de que lo hiciste. —Hay un tono sombrío de su voz y una mirada confusa en su rostro—. Ya sabes, Adelaide —continúa—, te he buscado por bastante tiempo. —¿Cuánto tiempo? —le pregunto —Han pasado años —dice mientras deja caer su mirada hacia sus manos y juega con sus dedos—. Siempre me dije que nunca me rendiría. No hasta que te encontrara —Su voz es temblorosa y baja, apenas un susurro—. Tenía la esperanza de que tuvieras algunas respuestas sobre mi infancia que he buscado desde hace años.
Siquiera contengo la emoción en mi voz y casi espeto las palabras. —Voy a responder a cualquier pregunta que tengas en la medida de mi capacidad. —Bien —dice ella con una sonrisa —Pero primero —le digo—. ¿Puedo hacer algunas preguntas acerca de ti? —Por supuesto. —¿Quién te recogió? —Quiero saber que se encontró bien cuidada. Quiero saber si tuvo una buena infancia. Quiero saber si fue amada. —Mi tía —dice—. La hermana de mi padre. ¿Recuerdas algo de ella? —No —Pena rezuma de mis cuerdas vocales—. Nunca tuve la oportunidad de conocerla. —Enderezo mi postura—. ¿Te educaron bien? ¿Era atenta? ¿Era...? Willow me interrumpe antes de poder ir más allá. —Tuve una muy buena educación. Y me encantó. Me trataron como a uno de sus propios hijos. —Me alegro —le digo en voz baja. A pesar de que no me siento contenta del todo y cuando pronuncié esas palabras, una pequeña parte de mí se rompió en mi interior. Hubiera dado cualquier cosa... Mi brazo. Mi pierna. Me hubiera arrancado mi corazón y lo colocaría en la palma de un corredor de órganos si eso es lo que habría tomado para mí haber sido capaz de criar a mi hija. —Entiendo que eso no es lo que yo hubiera querido —le digo, ahogando un sollozo—, si hubiera sabido que yo…
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—Entiendo, Adelaide. Yo sé que no es tu culpa. —El tono de su voz me dice lo contrario. Hay un atisbo de rencor en ella. Sus gestos también lo hacen. Está evitando el contacto visual, mirando fijamente por la ventana—. Yo simplemente… —balbucea y se atrapa a sí misma—, Simplemente quería saber de dónde vengo, ¿Sabes? —Me mira, no obstante todavía no directamente a los ojos—. Quiero saber acerca de mis abuelos. Mi padre. De ti. Sé un poco de lo que me dijo mi tía, pero ella no sabía mucho acerca de tu relación con mi padre. Yo no le puedo dar una respuesta exacta y que casi me envía en un ataque de histeria. Me siento inútil. No he tenido nada que ver con mi hija en toda su vida y ni siquiera puedo darle las respuestas que busca. Yo sé que mi ausencia no fue por elección, pero aun así. Quiero ser capaz de ayudar. Quiero ser capaz de contribuir. —No estoy del todo segura — digo—. Pero me imagino que lo amaba mucho o no estarías aquí. —No estás segura —Su voz se apaga y emite la sensación de si sólo le di un puñetazo en el estómago y dejó sin aliento sus pulmones. —Yo... yo —Me cuesta pronunciar las palabras—. Yo estuve en un accidente de coche. Estuve en coma durante meses. Perdí la memoria. Recuerdo casi nada sobre mi relación con tu padre a excepción de lo que he leído o han dicho. Las pocas cosas que recuerdo son insignificantes —Tomo un profundo respiro y continúo—. Con suerte me acuerdo de ti —Mi
voz se quiebra, mi pecho vibra, un dolor agudo inyecta a través de mi corazón y tengo que entrelazar las manos para evitar que vibre—. Pero reconocí tus ojos al mirarme. —Lágrimas ruedan por mis mejillas y sorbo—. Los recuerdo porque tienes los ojos de mi madre y míos. Siempre me han dicho que los ojos violetas son raros. Su rostro se ilumina lo más mínimo. —¿Mi abuela? —Sí —dije—. Recuerdo algo sobre ella. —¿Cómo qué? —Willow se acerca más, con una expresión intrigada en su rostro—. ¿Está viva? —No —Una mirada solemne cruza entre mis rasgos. Yo no quiero entrar en los detalles deprimentes que rodearon la muerte de mi madre—. Ella murió cuando era muy joven. Pero le encantaba el perfume de lavanda, las canciones de cuna y era dulce, cariñosa y atenta. Willow sonríe. —¿Y mi abuelo? Ese es un tema en que definitivamente no quiero profundizar. — También está muerto. —Muerto, se fue, enterrado, y mi opinión, su muerte fue por el bien de la humanidad—. Él murió en la cárcel. —Y eso es todo lo que diré acerca de él. —¿Entonces, cómo conociste a mi padre? —Creo que fue mi doctor en algún momento —De acuerdo con mi archivo que confisqué, eso es lo que decía—. Aquí —Tomo la mano de Willow. Ella duda al principio, pero luego su mano se relaja por debajo de mi firme agarre—. Ven conmigo. Me pongo de pie lentamente, con las rodillas tambaleantes y falta de aire. Por un segundo, me siento mareada y casi caigo otra vez en mi silla. Willow está de pie en un instante, y con la otra mano agarra mi codo y me estabiliza. —¿Estás bien? —pregunta con genuina preocupación. —Estoy enferma —comento con una suave sonrisa—. Pero no estoy muerta aún. No hace mucho me dijeron que tengo cáncer. Además me dijeron que es una especie muy agresiva, pero eso es todo lo que distinguí de mi diagnóstico. Yo me desconecté en el segundo en que dijeron que moriría y me negué a escuchar otra palabra. También he rechazado tratamientos. La mayoría de los miembros del personal me indicaron que esta fue una decisión estúpida, pero no estoy de acuerdo con ellos. Cuando has vivido una vida llena de miseria sombría, destructiva, a veces la muerte es la única cosa que puedes esperar. Porque al final de todo, sabes que es lo único que te traerá la paz.
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Yo he esperado la paz por años, años y años. He rezado por ella. Deseado por ella. Ahora que estoy un paso más cerca, no quiero pelear para conseguirlo. Quiero escapar en la noche y ser envuelta por la comodidad de la serenidad sin tener que mirar hacia atrás. No estoy preparada para la acción brusca de Willow, pero cuando me tira por los brazos y me abraza firmemente mi cuerpo se relaja contra el suyo. Este momento entre
nosotras se siente cálido, familiar, hermoso y no quiero que acabe. —Por favor, no te mueras —susurra contra la curva de mi cuello—. Te acabo de encontrar y no quiero perderte. Puedo sentir su corazón martilleando contra su caja torácica. Puedo oír los sollozos suaves dejando su garganta. —No llores, pequeña pájaro —murmuro—, no importa lo que pase, siempre estaré contigo. —Se mala gana, saco el abrazo, manteniendo las manos en sus codos. Estoy temiendo que esto podría ser demasiado emocionalmente abrumador para las dos, por lo tanto interrumpo nuestra breve interacción cambiando de tema—. Ven conmigo —Mantengo un agarre firme en su mano derecha y tiro de ella a través de la puerta. —¿Te permiten salir de esta habitación? —pregunta Willow mientras paseamos por las puertas dobles y salimos al pasillo. —Ya no me prestan mucha atención —digo. Lo que no comento es como solían mirarme, seguirme y acompañarme a donde quiera que fuese. Lo que no puedo decir es cómo me torturaron llenando mis venas con drogas, quemaron mi cerebro con su versión de la terapia y me guiaron con sus hermosas versiones de mentiras. Tampoco como permití que este lugar me rompiera una y otra vez. Ahora mismo, lo único que ansío es pensar en este momento feliz y no obsesionarme en mi jodido pasado. Estamos a mitad de camino a mi habitación cuando Willow dice—: Está bien. Al llegar a la celda, abro la puerta y el gesto en su interior. Ella es cautelosa. Les puedo decir porque una vez que estoy en la pequeña habitación, ella permanece en la puerta, con los ojos barriendo sobre todo antes de descansar en mi cara. Hago una seña para que se acerque. —Está bien. Entra por la puerta, mirando de pared a pared blanca antes de detenerse frente a mi catre. Rozándola al pasar, cierro la puerta de mi celda. Intento ser discreta porque voy a darle lo que he mantenido en secreto del personal durante años. Es la única cosa que me conecta con mi pasado y yo no quería que me lo quitaran. Estoy al lado de Willow de nuevo a unos pocos pasos, inclinándome y sacando la carpeta manila debajo de mi catre. —Toma esto. —Lo meto en ella, colocándolo plano contra su pecho—. Ocúltalo. No dejes que te vean con él. —¿Qué es? —Willow toma el sobre y se asoma en su interior. —Mi archivo. Mi historia. Es todo lo que me queda, pero posiblemente, sólo tal vez contendrá algunas de las respuestas que buscas. Nuestros ojos chocan. —¿Dice algo sobre mi padre?
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—Sí. Pero muy escaso. Hay un recorte de un periódico con él allí. Su obituario. —Bien Hay un momento incómodo de silencio entre nosotras y sé que es porque ninguna de las dos quiere discutir la dolorosa tragedia que rodea la muerte de Elijah. Doy un paso atrás y me siento en el catre. Acaricio el lugar vacío junto a mí con la esperanza de hacer el momento menos difícil y decir—: Así que ¿Por qué no me dices algo acerca de ti? Dime lo que has estado haciendo.
Su rostro se ilumina mientras toma asiento y la visión trae lágrimas a mis ojos. Se lanza a los detalles de lo que estudia en la universidad, con cuantos chicos ha salido, los lugares que ha visitado en vacaciones… Antes de darme cuenta, las horas han pasado y Willow mira el reloj que cuelga sobre mi puerta. —Tengo que irme —dice, levantándose de mi catre. Me pongo de pie y la jalo en un fuerte abrazo. Este momento es demasiado breve. Siento que necesitamos más tiempo juntas. Siento que necesito compensar todo lo que he perdido. —Fue un placer conocerte al fin —digo, limpiando las lágrimas de mis ojos. Los ojos de Willow lloran también y ríe. —Dices adiós como si esta fuera la última vez que te fuera a ver —Inclina la cabeza hacia atrás por un segundo y suspira—. No te preocupes, mamá. Volveré. Estoy muy entusiasmada de que me llamó mamá en vez de Adelaide. Quiero aplaudir. Gritar. Saltar de alegría. —¿Lo harás? —Flores de la esperanza dentro de mi pecho como una hermosa rosa roja en la primavera—. ¿Vendrás de visita otra vez? —Absolutamente —dice con entusiasmo—. Tenemos toda una vida para ponernos al día. Tengo algo porque esperar. Y eso es un sentimiento hermoso. —Disfruta el resto de tu día —le digo cuando le deposito un beso en su mejilla. A continuación le muestro la salida de mi celda y cierro la puerta detrás de ella. Me acuerdo de lo que se siente al tener un propósito nuevo. No me siento como una concha más. Me siento un poco sana y completa.
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Y sé que si muero mañana, me puedo morir feliz.
23 Traducido por Niki Corregido por mariaesperanza.nino
Ese camino llamado vida es largo y tortuoso. Hay curvas Baches a lo largo del camino. Y algunas veces… Algunas veces estas pasando demasiado rápido a través de él, perdiéndote las señales y para cuando alcanzas el final tienes remordimientos, recolecciones, momentos donde te das cuenta que no has vivido en verdad. Y esa es la cosa sobre la vida. Va demasiado rápido. Al menos la mía lo hizo. Estoy en el baño en Oak Hill rodeada por cerámico de color crema que están cubiertas por una fina capa de moho marrón. Un par de ojos violeta me miran de regreso a través del espejo de baño. Las ojeras debajo de ellos han desaparecido. Mi piel luce firme y suave. Mi cara está más llena y hay una pizca de rosado en mis blancas mejillas. Me veo con vida. Me siento rejuvenecida Mis ojos caen por un segundo y noto que sigo usando mi bata de hospital.
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Un fuerte sonido fuera de la puerta me distrae y causa que abandone el estudio de mi imagen. Metiendo mi cabello tras mis orejas, voy hacia la puerta y la abro. Salgo hacia el pasillo y veo dos enfermeros vestidos de blanco mientras traspasaban mi cuerpo por el corredor. Luego mi atención se traslada cuando veo a Willow caminando tras ellos con sus mejillas sonrosadas y ojos llenos de lágrimas. La sigo. La alcanzo, queriendo aliviar su dolor al envolverla en mis brazos. Sosteniéndola. Besándola para alejar sus penas. Pero cuando trato de tocarla, mi mano atraviesa su cabello.
—Por favor, no llores, pequeña pájaro —susurro—. Nos encontraremos de nuevo algún día. Me quedo atrás, permaneciendo en la oscuridad mientras ella y los enfermeros giran en una esquina. Se siente extraño seguir aquí cuando sé que se supone que deba estar avanzando. Pero Oak Hill… Este lugar ha sido mi hogar por tanto tiempo que siento como que necesito dar un último paseo antes de irme para siempre. Comienzo por mi celda. Me siento en el catre. Me quedo mirando las llanas paredes blancas. Luego camino hacia la ventana con barrotes y admiro el paisaje de los terrenos de la institución. Muerta o no, sé que la engañosa vista de este lugar siempre se quedará conmigo. Dejo mi celda y camino hacia el área de descanso. No me molesta travesar las puertas dobles, pero observo algunos pacientes en la habitación a través de la plaza, con ventanas en sus puertas. Uno de ellos, una morena se sienta el sillón color mostaza y mira la televisión. Otras dos, ambas con largo cabello marrón juegan cartas en la mesa que está en una esquina del fondo. Mantengo mis ojos en la morena que me da la cara. Ella ríe y pone una de sus cartas sobre la mesa. Parece feliz. Encuentro esto extraño ya que la mayoría del tiempo que pasé aquí me pareció un infierno. Pero los tiempos cambian. También lo hacen las restricciones. A través de los años, Oak Hill adaptó una política más indulgente hacia los pacientes. Era una bendición para los nuevos pacientes, pero para los pacientes como yo que habían pasado las peores situaciones que este lugar tenía para ofrecer, bueno, perecía como otro método de cruel castigo.
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Me alejo de las puertas dobles, le doy un último vistazo al sombrío corredor, mis ojos barriendo las paredes neutrales. Doy un suspiro de alivio y siento como si un gran peso hubiera sido levantado de mi pecho. Luego, camino hacia la entrada. *** El húmedo, aire veraniego me golpea como una bofetada en la cara el segundo en el que salgo. Siento los rayos del sol escociendo mis mejillas y alzo mi cabeza, permitiendo que el brillo cubra por completo mi cara. No recuerdo la última vez que estuve fuera. No recuerdo la última vez que se sintió tan bien dejar que el sol queme mi piel.
Una suave briza alborota mi cabello mientras camino hacia abajo por la vereda y disfruto la belleza de la naturaleza, me pregunto cuál es mi propósito y a dónde me dirijo. Me pregunto si la vereda por donde camino me llevará a algún lado o si nunca terminará. Luego, mientras camino más y más lejos de Oak Hill algo extraño pasa. El color del cielo se transforma. Cambia de azul a gris en cuestión de segundos. Estrellas salen a jugar y puntean el horizonte y de repente, estoy en un camino de ladrillos. Mis ojos caen a mi atuendo y ya no estoy usando una bata de hospital, pero en cambio estoy usando un vestido verde lima y zapatos a juego. Sigo caminando, admirando los ladrillos que estoy pisando al caminar. Sus colores son una mezcla de marrones y negros y canelas y se ven brillantes. Parecen haber sido besados por las lágrimas de la Madre Naturaleza. Me detengo cuando veo un par de zapatos a unos metros frente a mí. Son mocasines marrones y brillantes también, que están casi camuflados por los ladrillos. Mis ojos viajan hacia arriba y veo pantalones de kaki. Luego una camisa blanca a la medida que ha sido metida en sus pantalones. Mis ojos se detienen en su rostro. Mis pulmones se aprietan. Mis nervios son disparados. Mi corazón es incendio forestal infestado de llamas que no pueden ser apagadas. Susurro su nombre en la oscuridad. —Elijah. Me sonríe y en unos pocos pasos, está parado frente a mí. Está tan cerca que nuestros cuerpos están casi tocándose y juro que puedo sentir su calor corporal irradiando sobre mí. Él toca mi cara, pasa sus dedos a través de mi cabello y en el momento que me toca… Cada sentimiento. Cada beso. Cada emoción.
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Y cada recuero que alguna vez había tenido con respecto a él sale a la superficie al punto donde hay tantos pensamientos e imágenes corriendo a través de mi mente que siento como si necesitara apagarla. Se inclina cerca, sus labios a un respiro de distancia de los míos mientras miro fijamente los ojos color bronce los más bellos que he visto en mi vida. Pasa su pulgar sobre mis labios y estoy tan abrumada con felicidad y emoción que olvido como respirar. —Adelaide. —Mi nombre suena como música saliendo de su garganta y es un tono que he escuchado felizmente ser repetido. Sus labios rozan gentilmente los míos en una manera provocadora y luego deja salir un suspiro. Pone su frente contra la mía. Luego dice—: Bueno, Sra. Watson. ¿Me recuerda ahora? Y respondo con un—: Sí, Sr. Watson. Sí lo hago.
SOBRE LA AUTORA
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Lauren Hammond supo desde muy joven que había nacido para ser escritora. Después de publicar su primera novela en 2007, se dedicó a escribir varios guiones y unos cuantos poemas premiados. Ella aspira a ser un modelo positivo para los jóvenes que tienen un lápiz, un trozo de papel y un sueño. Nunca tienes que abandonar tus sueños porque un día, podrías despertarte y arrepentirte de no haberlos seguido. Tiene más novelas en proceso, así como algunos proyectos de cine.
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