"Detrás de la piel" - Libro, Ensayo Fotográfico

Page 1





Arranqué este proyecto con la firme convicción de que todas las mujeres somos hermosas y que la esencia de cada una está en las historias que tenemos para contar. Cada una de estas imágenes, se construyeron desde el punto de partida más profundo que es el amor y que es lo que nos permite ver más allá de una raza, una talla, de la edad, del nivel sociocultural y finalmente nos lleva a conocer a ese ser humano real con vivencias y sentimientos únicos. Entendí a través de cada una de las mujeres que pasaron frente a mi cámara, que la sociedad nos lleva a juzgarnos de una manera muy cruel y que de alguna u otra forma los mensajes que recibimos diariamente penetran en nuestro subconsciente generando dudas e inconformidad. Que al minimizar esos sentimientos estamos maximizando su efecto y que yo, no era la única que se sentía incómoda e insegura por no cumplir con ciertos estándares de belleza. Es nuestra lucha colectiva de cada día. Por eso, creo fielmente que estas son las historias que tenemos que ver y escuchar, para sentirnos inspiradas por personas reales que día a día aprenden a vivir más felices consigo mismas. Todas las mujeres que participaron de este ensayo, manifestaron su interés en contribuir voluntariamente, donde nos tomamos todo el tiempo necesario para conocernos y conectarnos durante sesiones sin límites de hora. Para mí, representar la pluralidad, aparte de ser un trabajo complejo, fue un desafío muy inspirador. El mundo es tan rico y diverso que es casi imposible tener una representatividad completa. Hoy presento acá 30 historias seleccionadas con los retratos de niñas y mujeres paraguayas que decidieron compartir sus historias de vida, y que si bien me fue imposible mostrar todo lo captado, espero que este breve proyecto pueda rendir homenaje a cada detalle íntimo que compartieron conmigo. Las fotografías no tienen ningún tipo de alteración ni técnicas especiales que puedan “favorecer o esconder” detalles, son retratos honestos logrados a través de la confianza y el compromiso de cada una de inspirar amor a través de sus historias.


9.



MICK

25 años No puedo decir que sufrí bullying porque no recuerdo haberme sentido mal o que me hayan pasado cosas graves. Sí, mi apodo en el colegio era gordi, pero nunca lo sentí como ofensa. Creo que mi actitud, mi buena onda y mi alegría siempre fueron lo que les llamó la atención a las personas y por eso tengo muchos amigos. Yo soy bastante sana, mi papá por ejemplo tiene diabetes desde joven y por eso me cuido bastante para no llegar a eso. La gente cree que tu peso es el único indicador de salud, pero yo soy una persona sana, es más, nadie se imagina que hago trecking cuando viajo con mis amigos, incluso hice todo el Camino del Inca para llegar a Machu Picchu, que me costó, pero como a todos los demás por igual. No me siento discriminada, pero sí me cuesta mucho encontrar ropa. Toda la ropa que hay de mi talle es siempre muy para señoras mayores, con diseños anticuados. No tengo ningún problema de ponerme una pollera corta, crop tops, sé que me va quedar bien, pero el tema es que acá casi no se consigue. Entiendo también que muchas chicas no se sienten cómodas con vestirse así, pero es también porque no estamos acostumbradas a vernos de esa forma. La moda no tiene nada que ver con tu peso. Yo creo que más que cómoda, es no poder sentirte libre de vestirte como querés porque “está mal visto”.


10


POTO 26 años

La atención masculina de dos chicas juntas es como uno de los principales atractivos y fetiches. Lo más normal es que te digan cosas desagradables más que nada al salir de noche. Las miradas hacen que algo tan natural como expresar cariño agarrando las manos de alguien a quien querés, sea una de las cosas más incómodas. Sobre mi sexualidad, me di cuenta de chiquita que era diferente pero no entendía. Nunca me rechacé ni quise ser otra persona, pero sí buscaba entender un poco más y por qué no veía referencias con las que me pudiera identificar o alguien que me explicara lo que yo sentía. Fue un proceso bastante duro llegar a donde estoy hoy y tener la libertad que tengo. Me siento cómoda conmigo misma en este momento de mi vida. Anteriormente no era así, pero nunca sentí ninguna presión externa, siempre fue más bien interna. No me identificaba con lo que veía físicamente y tampoco me sentía bien emocionalmente. Creo que las personas somos seres integrales, no solo somos un cuerpo sino también mente y emociones. El hacerme cargo de mi insatisfacción (comer saludable y ejercitarme, hacer meditación y terapia) me permitió ver las cosas de una forma totalmente diferente y me di cuenta que todas esas decisiones fueron por amor, amor incondicional a mí misma, aceptar que no soy perfecta y que me equivoco, perdonarme y aceptar que yo igual que cualquiera, merezco amor y sentirme feliz, me vea como me vea, ame a quien ame.



HORTENCIA 82 años

Siempre fui flaquita y siempre me gustó eso, inclusive hasta después de tenerle a mis hijos. Siempre me gustó vestirme de manera seria, sin escotes ni faldas cortas porque me sentía y siento cómoda así. Cuando vivía en el Chaco, le conocí a mi marido. Estando ahí, hacía pan, manteca y él traía la miel. Pasamos bien y nunca nos faltó nada. La belleza es la vida, las canas, las arrugas, la forma de vestir, cocinar, comer.





JOHANA 21 años

Soy paraguaya, como mi hermana, mi mamá y mi papá. Mi abuelo materno vino de Brasil huyendo de la discriminación. Mi mamá es más morena que yo, tiene muchísimos rasgos afro. Siempre me preguntan de qué país soy, si soy brasileña o africana, todo el tiempo la gente se da vuelta para mirarme, inclusive, dos o tres veces me pidieron sacarse foto conmigo como una atracción rara. Esto pasa porque la comunidad afro acá vive muy aislada. La época más difícil fue el colegio, me molestaban mucho por mi cabello y por ser morena, todo siempre como si fuera un chiste, pero de esos chistes que son divertidos solamente para quienes los hacen. Trataba de ignorar los comentarios pero de tanto que me decían que no me peinaba, pasé a alisarme el pelo con planchita. Lo que me decían en el colegio me generó muchos complejos. Por ejemplo, mi cabello que naturalmente es enrulado y con muchísimo volumen; no es despeinado, es así y tiene que ser así. Pero requiere mantenimiento y si no entendés como darle volumen y forma, es difícil. Me llegué a rapar la cabeza por miedo a los cuidados. En Paraguay no hay muchas peluquerías donde sepan cuidar y entender este tipo de pelo. Encontrar maquillaje tampoco es fácil. Soy maquilladora y tengo varias clientas afrodescendientes, porque conozco sobre nuestra piel y acá no se venden tonalidades muy oscuras, tenés que traer de afuera y llevarla contigo. Hago sesiones de fotos con amigos desde los 15 años. Siempre me interesé en el modelaje, pero exigen una medida y un peso muy estrictos y siento que no encajo en ninguna categoría y simplemente es como que no tenés la oportunidad. Gracias a esas sesiones de fotos me estoy haciendo conocer y se empiezan a valorar mis rasgos. Van saliendo los primeros trabajos importantes que celebran mi identidad y pone muy feliz.



SACHIKO 29 años

Tuve un gran choque cuando me mudé de la colonia japonesa a Asunción en la época de adolescencia. Yo venía de un ambiente protegido, de mucha gente que era igual a mí, a un ambiente donde yo era algo raro. Hoy ser raro es “cool” pero en ese momento lo raro no tenía el valor agregado que tiene hoy, era algo que yo no entendía, ni siquiera entendía mucho sobre mí y no me gustaba ser diferente. Con el tiempo aprendí mucho y pienso que lo auténtico es bello. Las cosas que más amo de mí son esas cosas que me hacen sentir única, aquello que me hace sentir especial y eso también me gusta de la gente, lo diferente. Entre tantos cambios, lo más reciente y desafiante es ser sobreviviente de cáncer. Es como que ese rol en mi cabeza era contrario a ser una persona sexi, porque ser sobreviviente te habla de la vulnerabilidad, de la vida o cosas que a mí tontamente me hacían creer. No era lo primero que quería contar cuando le conocía a un chico, porque me iba a dejar como una mujer débil y frágil. Hoy después de ser doblemente sobreviviente creo que es un tesoro que me conecta más a las personas. Si alguien me ve desnuda y ve mi cicatriz le tengo que contar mi historia y eso se volvió una nueva forma de conectar con otras personas, porque es como desnudar una parte más de mí que a simple vista no se ve.



JULIA 25 años

¿La vida en la época adolescente? Todas las chicas éramos parecidas: pelo largo lacio, mucho maquillaje, ser flaca, usar siempre tacos y ropa lo más ajustada o sexi posible y bronceado de solárium, ser blanca era criminal. Esa era la tendencia. Trabajé como modelo profesional desde los 13 hasta los 16 años, soñaba con ser modelo de alta costura; el requisito: ser plana como una tabla, alta y sin curvas. A diferencia de mis compañeras, mi cuerpo se desarrolló mucho más y si bien era flaca y alta, poco a poco los diseñadores dejaban de elegirme porque mis pechos hacían que los vestidos no se me cierren. Terminé odiando mis pechos, con problemas serios de columna por encorvarme para esconderme y lo más duro, una cirugía de reducción. Hoy sintiendo mi cicatriz busco reconciliarme con mi cuerpo porque no pude conocer y aceptar ese momento, me dejé llevar por la necesidad de encajar. Estoy aprendiendo a descubrir mi cuerpo, mi sexualidad, mi herencia. Ya no vivo preocupada por andar maquillada o cumplir expectativas, el concepto de belleza que tengo hoy es muy distinto, creo que se trata de sentirte libre de hacer lo que quieras, pero estando contenta contigo, sin culpas. Sentirte bella con cara lavada y con cara maquillada. Ambas versiones son tuyas. Transmitir a través de la sonrisa una energía que se relacione con tu aceptación personal, eso irradia belleza.



PATRICIA 31 años

Mido 1,50 cm. y peso 64,5 kg. A lo largo de mi adolescencia y parte de mi adultez siempre me cuidé, iba al gimnasio toda la semana, nunca hice dietas estrictas, pero sí me cuidaba mucho en la alimentación con todo lo que aprendía en la facultad. Pesaba 45 kg, ya muy debajo de lo que hoy considero saludable, pero quería verme más flaca porque como era estudiante de la carrera de Nutrición, me exigía a mí misma y quería tener el cuerpo ideal, ¡porque las nutricionistas no pueden ser gordas!. Y ese un estigma muy fuerte. Por complicaciones de mi primer embarazo tuve que dejar las rutinas de ejercicio. Nació mi bebé y tuvimos bastantes batallas por su salud, él lleva una gran cicatriz en el cuerpo que para mí es un ejemplo de lo que significa la vida y de cuánto más podemos estar presentes y disfrutando de estar vivos si nos alejamos de la preocupación por alcanzar una imagen de cuerpo ideal, ser flacos, “ser fit”, todo eso nos hace olvidar de lo que somos en esencia. Aprendí a amarme más gracias a mi hermosa familia y desde mi profesión a contribuir con un enfoque en el verdadero bienestar de cada persona, acorde a sus necesidades físicas y emocionales.



CARLA 25 años

Cuando era chica me hacían bullying por mi peso, por mi pelo enrulado y casi por cualquier cosa. Nunca me olvido que una vez cruzando la calle alguien me gritó “¡gorda!” sin ningún motivo. Empecé a hacerme alisado, cambié de colegio, pero el bullying siguió. Hoy miro mis fotos y de verdad no era gorda ni tenía ningún problema. Nunca me gustó que me hagan fotos y menos de mi cara. Todas las fotos que publico en mis redes sociales son de espalda o de perfil, pero nunca publiqué una foto frontal y por más de que soy fotógrafa nunca me había puesto a pensar en eso. Aprendí a amigarme con mis rulos que de a poco van surgiendo. Me animé a practicar pole sport, que es un deporte donde hay todo tipo de personas y donde nadie te juzga y somos todos libres. El salón está lleno de espejos y cada día me veo de cuerpo entero. Creo que eso me ayudó a acostumbrarme a mi cuerpo, a verme y a conocerme más. Con este cuerpo me siento cómoda de hacer lo que todas las demás en la clase pueden.



GUADA 28 años

De niña siempre fui delgada y era normal para mí. Como estudiaba danza lo físico importaba mucho y siempre escuchaba que ser flaca era una ventaja ante los demás. Me alimentaba bien y no hacía nada en particular para bajar de peso, incluso quería ser más “rellenita”. Ya siendo grande me enfermé de gastritis y a partir de ese momento tuve una tendencia a bajar de peso fácilmente, donde llegué a bajar 10 kilos y, por más que asustaba lo flaca que era, no faltaba quien diga: “que gusto que te dé eso, yo también quiero tener eso y bajar tan fácil”. A los 27 años me embaracé y me enteré recién a los 4 meses. Era tan delgada y con el ciclo menstrual tan irregular que a nadie se le pasó por la cabeza esa posibilidad. Primero me diagnosticaron celiaquía y al cambiar drásticamente mi alimentación bajé de peso hasta que me sentí débil y finalmente cuando me hice varios análisis para descartar eso, fue ahí que saltó lo del embarazo. Desde ese momento escuché un montón de opiniones, la gente pensaba que yo tenía miedo de subir de peso y quedar “gorda”, me decían que tenía que comer por dos, que “atienda” porque después de parir mi cuerpo podía quedar diferente o que mi cuerpo ya no iba a volver a ser el mismo. La prioridad en el embarazo es estar saludable y que también lo esté tu bebé. Sin embargo, no hay mucha preparación psicológica para la mujer. El cuerpo cambia y es de lo más normal, pero en vez de ver eso como algo natural, nos inculcan miedo y preocupación con comentarios negativos, haciendo que para muchas mujeres la prioridad pase a ser, no subir de peso, sino volver pronto al gimnasio, retomar tu peso anterior y dejar en un segundo plano el bienestar del bebé. En todo este tiempo aprendí a no subestimarme, a quererme, a aceptarme y todos los días agradecer lo que mi cuerpo fue y es capaz de hacer, di vida, mi bebé nació sana y yo estoy bien. La naturaleza es sabia y todo puso en su lugar, no prioricé preocuparme por mi cuerpo sino disfrutar de mi bebé y aprender a ser madre. Mi cuerpo se convirtió en mi mejor trofeo.


27




LUCERO 26 años

Tener hijos es algo que me preocupa, tengo mucho miedo por la adaptación del niño o niña. Aunque siendo madre albina, creo que su vida puede ser mucho más fácil ya que por más que nosotras tengamos buena familia, hay cosas por las que los padres que no son albinos no van a pasar y no van a entender, así como nosotros lo vivimos. Muchas veces pierdo la paciencia con la gente que me mira o me dice cosas en la calle. Me molesta que me digan rubia, especialmente cuando paso por un lugar donde hay muchos hombres, porque yo no soy rubia y siento que es como que me hacen una descripción física, así como “gorda o flaca”. Me parece mucho más ofensivo eso a que me digan albina, porque así por lo menos tiene idea de qué es el albinismo. Hay demasiada ignorancia y eso hace nuestra vida más incómoda, porque a nosotros en sí no nos pasa nada que nos incapacite, sino el desconocimiento de la gente que hace que algo tan común como caminar por la calle, pueda ser incómodo.


MÓNICA 22 años

Creo que para sobrevivir todos necesitamos lo que yo llamo “los objetos del albinismo” que son indispensables en la mochila. Para leer necesitamos complementar nuestros anteojos con una lupa con aumento hecho de un cristal especial que no molesta a la vista, un monocular para poder ver de lejos (y subirte en la línea de colectivo correcta), lentes de sol, protector solar, una campera liviana que proteja la piel, por supuesto un gorro y los anteojos foto-cromáticos. El albinismo es una condición que exige a tu cuerpo más cuidados, esa es la principal diferencia. Hoy me conformo con que la gente entienda que el albinismo no es una enfermedad, que sepa que no le vamos a contagiar. Ser albino te convierte en algo raro que la gente cree que tiene el poder de señalar. Me considero una persona independiente y no necesito de ayuda para andar como una persona normal, aunque a veces en la calle no sé si tengo más miedo de andar sola por ser mujer o por ser albina. Si estoy con mi novio nunca recibo comentarios y me di cuenta que le respetan más a él que a mí. Eso entre otras cosas me hizo muy feminista y hoy día no hay quien me pueda callar, me voy a defender y exigir igualdad.





Si somos conscientes que la imagen de belleza que nos proponen es, al menos para la mayoría de las mujeres, idealizada e inalcanzable, ¿por qué entonces nos seguimos sintiendo en lucha con nuestros cuerpos? Naomi Wolf en su libro “El mito de la Belleza” cuenta como durante la década pasada, al tiempo que las mujeres lograron traspasar la barrera de la estructura de poder, los desórdenes alimentarios se multiplicaron y la cirugía plástica se volvió la especialidad médica de más rápido crecimiento. Además, treinta y tres mil mujeres norteamericanas confesaron en una investigación que su meta más importante en la vida es perder entre 5 y 10 kilos. Hoy en día las mujeres tienen más dinero, poder, campo de acción y reconocimiento legal del que jamás habíamos soñado, pero con respecto a cómo nos sentimos acerca de nosotras mismas físicamente, puede que estemos peor que nuestras abuelas no liberadas. ¿Qué pasaría si las mujeres dejáramos de estar tan enfocadas y distraídas con nuestra imagen corporal? Queremos más realidad porque estamos cansadas de los estereotipos unificados sin diversidad. Las marcas, los medios de comunicación no existen sin nosotras y estos vienen mostrando solo un cierto tipo de cuerpo, esta siendo una de las principales razones por las cuales nos sentimos inseguras. Un estudio reciente mostró que 7 de cada 10 mujeres no se sienten representadas en la publicidad y medios y esto, nos hace experimentar insatisfacción con el cuerpo trayendo consecuencias negativas en áreas claves de la vida, incluida la salud y el bienestar, las relaciones y aspiraciones en la educación y los entornos laborales. Creo firmemente que este tipo de materiales pueden dejar huellas profundas y ser semilla de cambio para que podamos aprender a ser más libres y felices. Para que aprendamos a reconocer lo bello en nuestra autenticidad, en nuestra esencia.

Adriana Vargas Lic. en Nutrición.


SOBRE LA AUTORA


Soy la mayor de 5 hermanos y nunca estuve cómoda con mi cuerpo. Le hablaba a mi mamá sobre mis imperfecciones pero ella pensaba que era algo típico de la adolescencia. A los 14 años descubrimos que tengo escoliosis con un grado casi operable y por casi dos años fui al colegio con un armazón de plástico, donde era la única de la clase con un ventilador personal frente al pupitre para sobrevivir el calor con semejante armadura. Al mismo tiempo que esto ocurría, hacían comentarios de que era la más linda del curso pero también se burlaban de mí y eso me generó mucha inseguridad y complejos que hasta hoy persisten. Me acuerdo que odiaba la playa porque significaba mostrar el cuerpo a pleno sol y toda mi vida pensé que era gorda y no podía vestirme como quería o llevar el cabello del color que quería ya que eso eran “cosas de flacas”. Hace 9 años fotografío mujeres desde el ámbito de la moda, bodas y ahora desde sus familias donde siempre fui testigo de las comparaciones e inseguridades. Nadie se siente perfecta, todas conocemos con lujo de detalle nuestros defectos y todas deseamos el cuerpo de otras. Aprendí que tengo una responsabilidad grande de luchar contra la corriente y sé que no va ser fácil, pero como me dijo un amigo: “en nuestro rubro vendemos ilusión y vos hablás de realidad y alguien lo suficientemente caradura tiene que sumar en la construcción del camino.” Me llamo Andrea María y mi abuela me decía que iba a ser Miss Paraguay.


detrás de la piel andrea ferreira




Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.