Bloodline

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Textos: Laura Montoya Henao, Daniela Delgadillo Osorio y Andrea Sánchez Osorio Edición: Laura Montoya Henao Digramación: Andrea Sánchez Osorio Imagenes: Andrea Sánchez Osorio Ediciones DISOLUTAS Manizales, Caldas. (Publicado en Colombia)

© 2015, © 2015, Ediciones Disolutas S.A. Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propóstio sin la autorización del editor. Todos los derechos reservados.




índiCe Prólogo.........................................9 Valeria Mesalina........................13 Agrippina La Menor..................21 Frédégonde...............................25 Wu Zetian...................................33 Eadburh......................................37 Ta-ki............................................39 Alice Kyteler ..............................41 Elizabeth Báthory .....................43 Nzinga .......................................51 Marie de Brinvilliers .................53 Darya Saltykova.........................55 Marie Delphine LaLaurie..........61 Bijana Plavsici............................69



p r ó L o G o

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on el fin de mostrar las más terribles aberraciones, un resumen de la locura y el extravío, se hace una indagación sobre los modos en que la violencia y la pulsión de muerte se apropian de la mente femenina. Todas las historias incluyen desenlaces sangrientos, mostrando el asesinato como la resolución de una pasión incontenible y no como resultante del maltrato, de la humillación o de una traición, motivos por los cuales,a veces, las mujeres deciden cometer este tipo de actos. Una a una, estas mujeres irán narrando su historia, explicando cómo

realizaron sus crímenes, mientras se hace un recorrido cronológico de sus vidas, permitiendo conocer sus personalidades frías y despiadadas. A diferencia de otras mujeres que han asesinado, las que se presentan a continuación gozaron, por lo menos gran parte de su vida, de una posición prestigiosa. Este es el motivo del libro, demostrar que a pesar de llegar a poseer, lo que muchos llamarían, todo en la vida la ambición y perversión humana son cualidades desbordantes que se presentan sin importar género o posición social.

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v A L E R I A M E s A L I N A



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i nombre: Valeria Mesalina, nací en el año 25 d.C en Roma (Italia) y descendí de una de las familias patricias más importantes de Roma pues estaba emparentada por varias generaciones con múltiples emperadores. A pesar de esto, no gozaba de la condición económica que se supone debía tener: mi hogar estaba en decadencia, mi padre no era un político prominente y mi madre era una mujer poco virtuosa que había derrochado la fortuna familiar. Al no poseer una dote digna de atraer a algún funcionario de renombre, tuve que conformarme al aceptar el cortejo del hazmerreír de la corte, el cojo y tartamudo Tiberio Claudio César Augusto Germánico, quien tenía 50 años y era el tío de Cayo Julio

César Augusto Germánico, mejor conocido como Calígula, quien era emperador de Roma en aquel entonces. Gracias a mis virtudes: mi juventud y belleza, Claudio fijó sus ojos en mí. Yo decía amarlo y esto bastó para que él, quien ya había tenido dos fracasos conyugales, reconsiderara su posición respecto al matrimonio. La boda se llevó a cabo en el año 40 con grandes ceremonias, y apenas un año después, en el año 41, tras una conspiración, los pretorianos asesinaron a Calígula junto a su esposa y a su única hija. Claudio, siendo entonces el único familiar directo que podía aspirar al trono, se escondió rápidamente pues creía que el senado no le iba a permitir acceder al poder y, en la Roma del siglo I, esto se resolvía con

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la muerte. Pero el ejército estaba de su lado, y en pocos minutos la ciudad ya lo aclamaba como nuevo emperador. De esta manera me convertí en la emperatriz de Roma. Los senadores creían que al ser joven e inexperta iban a poder influir en mí y, por consiguiente, en mi esposo, pero no podrían encontrarse más alejados de la realidad.

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Me di cuenta de la posición de privilegio que dentro del Imperio ocupaba, pues el hecho de ser la esposa del emperador me permitía hacer lo que quisiera e iniciada por mi madre en todo tipo de desenfrenos, no tardé en convertirme en la persona más temida de Roma. Mis intrigas, perversiones y asesinatos, no podían ser detenidos por nada ni nadie. Por las noches me disfrazaba y me dirigía hacia los peores barrios de Roma donde ejercía la prostitución. Organizaba orgías y asistía a ritos paganos que culminaban en éxtasis frenéticos entre hombres y mujeres. Según narra el poeta Juvenal, llegué a prostituirme en el barrio de Subura bajo el apodo de Licisca (Mujer-loba). Orgullosa de mi legendaria lascivia, lancé un reto al gremio de las prostitutas de Roma: las instaba a participar en una competición, que organizaría en palacio, aprovechando la ausencia de Claudio, quien estaba en Britania. Dicho desafío consistía en saber quién podía atender a más hombres en una noche. El certamen daría inicio al anochecer, y a él asistirían

muchos hombres importantes de la corte, además de otras damas a las cuales yo había convencido de participar. Las prostitutas aceptaron el reto y enviaron a una representante, la prostituta más famosa de Roma, una siciliana llamada Escila (el mismo nombre del monstruo homérico que tragaba barcos enteros con sus tripulantes, en clara alusión a su capacidad sexual). Aquella noche, después de haber estado con 25 hombres, Escila se rindió y yo salí victoriosa, pues superé la cifra al llegar al amanecer y aún seguía compitiendo. Después de haberme acostado con 70 no me sentía satisfecha, llegando hasta la increíble cifra de 200 hombres. Cuando pedí a Escila que regresara, ésta se retiró y dijo : «Esta infeliz tiene las entrañas de hierro». Tal vez Claudio supiera algo sobre mis andanzas, pero él solo veía en mí a una amante esposa que le aconsejaba y le dejaba satisfecho en la cama y que, además, le había dado dos hijos, Tiberio Claudio César Británico y Claudia Octavia. Me aprovechaba de ese amor para sacarme de encima a toda persona que hiciera peligrar mi posición o que me negara cualquier cosa. La lista de personas que sacrifiqué es larga. Por ejemplo, exigí a Claudio que desterrara a la hermana de Calígula por temor que le explicara todo lo que estaba sucediendo sobre mis aventuras, así que terminé acusándola de adulterio. Cayo Apio Junio Silano quien desde mi adolescencia fue mi amor


platónico también sufrió por mi culpa, pues pese a mis múltiples insinuaciones éste jamás me correspondió. Así que una vez convertida en emperatriz, convencí a mi devoto esposo de hacerlo regresar a Roma desde Hispania, adonde había sido relegado por sus opiniones políticas. Para tenerlo aún más cerca, persuadí a Claudio de casar a Silano con Domicia, mi propia madre, para poder tenerlo cerca. Aun así, mi flamante padrastro no cedió, por lo que viéndome despreciada, inventé una conspiración por parte de él, lo cual terminó en el año 42 con Silano siendo ejecutado por traición. La muerte de Apio Sila cayó mal al Senado, el cual no entendía el porqué un hombre valiente y leal debía morir asesinado por Claudio. Mis intrigas empezaron a estar en boca de todos. Al poco tiempo la historia se repitió con la muerte de Décimo Valerio Asiático un guerrero que volvió a Roma victorioso de las campañas contra los germanos. Éste había adquirido unos jardines, propiedad de Lúculo, y los convirtió en los más hermosos de Roma haciendo que me encaprichara con estos, pero Valerio se mostró indiferente, negándose a cederlos por lo que lo acusé de conspirador, al tiempo que le acusaba de tener un amorío con Popea La Mayor, pues esta era amante del Actor Mnéster, del cual también estaba encaprichada. Así, con el fin de satisfacer ambos caprichos y lograr mis objetivos hice estas acusaciones que terminaron

provocando el suicidio de Valerio Y de Popea. Convertí aquellos jardines en el lugar donde se celebraban las fiestas más depravadas y concurridas de la ciudad. Nadie se atrevía a llevarme la contraria por miedo a ser acusado de conspiración. Claudio era un pusilánime y veía conspiradores en todas partes, por lo que me aprovechaba de esto para eliminar a quien se interpusiera en mi camino. Mi ruina fue mi exceso de ambición: pensar que podía ser más importante y poderosa que el mismo emperador. Cometí mi mayor error al enamorarme de uno de mis amantes, Cayo Silio, el cual era considerado el más bello de todos los hombres romanos. Me casé con él con el beneplácito del emperador. Le dije a Claudio que habían augurado que mi esposo moriría pronto, y como él tenía miedo, me propuso casarme con otro hombre, de modo que al convertirse en mi esposo sería otro quien pereciera y Claudio se salvaría. Claudio firmó el consentimiento y me repudió como esposa para que me pudiera casar con Silo. Cuando Claudio estaba en Ostia le llegó la noticia de que mi matrimonio con Silio había sido presenciado por el pueblo, el Senado y el ejército, y que si no corría, pronto habría un nuevo emperador. Claudio volvió de inmediato con el fin de proteger su lugar como emperador. Yo pensé que éste no

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se atrevería a castigar a la mujer que tanto amaba, pero Claudio dictó la sentencia de muerte sin que yo estuviera presente, pues sus amigos estaban convencidos que si llegaba a verme, yo utilizaría de nuevo mi belleza para convencerle. Como consecuencia de esto Silio, después de comparecer ante el emperador, fue obligado a suicidarse, mientras que a mí me ejecutaron dándome la opción de clavarme una daga, pero al no poder consumarlo, fui decapitada a espada, en los hermosos jardines de Lúculo, por el centurión que esperaba a verme morir. Finalizan así mis siete años de terror, escándalo, desenfreno y lujuria. Tenía 24 años cuando fui ejecutada en el año 48. Claudio no supo nada hasta horas después de mi asesinato y, aunque sintió mi muerte, me olvidó pronto organizando, lo que sería su cuarta boda, con su sobrina Agrippina.


EN PRINCIPIO MESALINA ERA LA FORMA FEMENINA DEL NOMBRE MESALA, PERO GRACIAS A MÍ Y A MI FAMA, EL NOMBRE DE MESALINA ADQUIRIÓ ETIMOLÓGICAMENTE UN NUEVO SIGNIFICADO: LLEGÓ A REPRESENTAR LA IDEA DE MUJER MUY LIBIDINOSA, HASTA SER USADO COMO UN SINÓNIMO DE PROSTITUTA, SIMILAR A ADJETIVOS COMO «RAMERA» O «MERETRIZ». ESTO EN ALUSIÓN A LAS MÚLTIPLES HISTORIAS DE LA LEGENDARIA LUJURIA Y DESENFRENO QUE DE MI SE CONTABAN. SEGÚN LA REAL ACADÉMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (RAE) SIGNIFICA: «MESALINA. (POR ALUS. A MESALINA, ESPOSA DE CLAUDIO, EMPERADOR ROMANO). F. MUJER PODEROSA O ARISTÓCRATA Y DE COSTUMBRES DISOLUTAS».



A G R I P P I N A

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e llamaban Agrippina la menor o la joven para diferenciarme de mi madre. Mi lugar de nacimiento es inexacto, sin embargo, se presume que fue en Oppidum Obiorum ( actual ciudad de Colonia, Alemania) en el año 15. Fui una mujer sin escrúpulos, de carácter fuerte y sobre todo muy obstinada. Mi personalidad fue resultado de una serie de varios sucesos desafortunados pues, concretamente mi padre, el general Germánico, fue asesinado y mi madre, Agrippina la Mayor, fue desterrada; estaba completamente convencida de que el culpable de tales actos había sido Tiberio, quien en ansias de poder asesinó sus propios progenitores. Así que crecí con una

única meta: que mi familia tendría que ser restituida en su legítimo y soberano poder sin importar nada. La vida tenía un sentido completamente banal para mí, incluso la mía. Solo quería vengarme y ver a los míos triunfar. La primera vez que me casé lo hice con un cónsul romano, Enobardo. Teníamos una relación tormentosa, casi al punto de odiarnos mutuamente. Por cuestiones de fertilidad, tardamos casi diez años para en tener un hijo, pero finalmente pudimos concebir a Nerón, quien fue clasificado monstruo al nacer, pues su padre proclamó que «De la unión de Agrippina y yo solo puede salir un monstruo».

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Para mi fortuna, enviudé por primera vez a los 25 años. Una de mis mayores alegrías fue la muerte de Tiberio, quien no tenía descendencia y por lo cual fue Calígula, mi hermano, quien asumió el cargo de emperador. Desafortunadamente. éste se volvió loco acusandome de conspirar contra él y me desterró sin más, aunque poco después fue asesinado y el nuevo emperador, mi tío Claudio, dejó que volviese del destierro. Para aquel entonces solo me importaba una cosa, que mi hijo Nerón pudiera reinar, por lo cual, no dudé en casarme de nuevo con un millonario para mantenerme en la corte imperial. Paseno Crispo, mi segundo esposo, murió envenenado poco tiempo después de nuestro enlace, sospechan que fui yo quien lo hizo debido a mi historial. Posterior a esto, me quedaba un último recurso infalible: casarme con mi tío Claudio. La esposa de Claudio, Mesalina, cavó su propia tumba casándose con uno de sus amantes en público, lo que provocó su ejecución y permitió que yo pudiera lanzarme a los brazos de mi tío sin más preámbulos. Hasta este punto, todavía quedaban unos cuantos pasos para que Nerón pudiese ser emperador. Me encontraba ante la siguiente situación: si Claudio fallecía, quien asumiría el puesto de emperador sería su hijo mayor, Británico. Para mi suerte, Británico fue desprestigiado

por su prima, además sufría de epilepsia, enfermedad que le impedía ser apto para gobernar. Todo fue muy sencillo, conseguí que Claudio aceptase la unión entre su hija Octavia y Nerón, luego lo adoptó y de esta forma, él era el siguiente en la línea para gobernar. Aún faltaba algo para culminar el maravilloso plan: Claudio, a quien decidí envenenar durante una cena. Nerón sería emperador, el poder estaría de su parte, todo me había resultado bien. Sin embargo todo se salió de mis manos cuando una mujer, Popea Sabina, llegó a la corte imperial como pareja de mi hijo. Popea no tardó en darse cuenta de que yo influía sobre mi hijo para satisfacer mis necesidades. Sabiendo que no era bien recibida, Popea convenció a Nerón para que me asesinara. Yo, consciente de esto, empecé a tomar precauciones, tomando pequeñas dosis de veneno diariamente para inmunizarme. En una ocasión intentaron asesinarme hundiendo el barco en el cual viajaba, no obstante yo nadaba muy bien. Desesperado, Nerón me acusó de ser miembro de una conjuración ficticia, así que fui ejecutada en marzo del año 59, aunque los detalles de este crimen tan meditado no están claros.


MI MUERTE CUMPLIÓ LA PROFECÍA DE UNOS ASTRÓLOGOS CALDEOS PUES CUANDO CUANDO LES PREGUNTÉ SI MI HIJO SERÍA REY, ME DIJERON: «SERÁ REY, PERO MATARÁ A SU MADRE». DESPUÉS DE ESCUCHAR ESTAS PALABRAS, CONTESTÉ: «OCCIDAT, DUM IMPERET!» («¡QUÉ ME MATE CON TAL DE QUE REINE!»).

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Frédégonde

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diferencia de otras mujeres que mataron motivadas por razones enteramente fundamentados en la consecución de venganza, yo solo tenía algo en mente: la ambición de poder. Nací en una familia humilde en el año 545 en Montdidier, Picardie, Francia; y llegué a ser la reina de todo el reino franco de Neustria. Cuando era una adolescente entré como servidora al palacio de Neustria, para servir a Audoreva, la reina de ese entonces y primera esposa del rey Chiliperico I. Era una mujer muy atractiva, así que seduje al rey rápidamente, logrando que repudiase a su reina. Lastimosamente, la situación política de la época era complicada, así que tuve que continuar siendo la

amante del rey pues él tenía que casarse con Galwitha para poder establecer una relación estable con Austrasia, otro de los reinos francos. Los celos me carcomían rápidamente, no precisamente por el rey, sino por el poder de gobernar. La mañana del año 568, asesiné a la Reina Galwitha, dejando a la mujer estrangulada en su lecho; según cita Gregorio de Tours, "el rey lloró amargamente su muerte y a los pocos días se casó con Frédégonde". Esto tuvo serias consecuencias políticas, el reino de Austrasia estaba indignado, lo cual generó un conflicto entre los reinos. Los parientes de la reina asesinada se propusieron vengar su muerte, en especial Brunegilda, esposa de Sigiberto I de Austrasia, hermano de

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Chilperico. Cabe destacar que en la temprana Edad Media y de acuerdo con las costumbres francas, los parientes estaban moralmente obligados a vengar este tipo de ofensas. Pero un asesinato se podía redimir con el pago de una pena económica que se llamaba compensación y podía abonarse en especie. Sigiberto exigió a Chilperico que entregara a Brunegilda, como compensación por la muerte de su hermana, las ciudades que Galsuinda había recibido como presente de bodas: Burdeaux, Limoges, Cahors, Béarn y Bigorre. Chilperico simuló aceptar al principio -por mediación del Rey Gontrán I de Borgoña, hermano de ambos- pero luego envió tropas para recuperarlas. Sigiberto respondió invadiendo Neustria, con tanto éxito que Chilperico tuvo que encerrarse en Tournai. Brunegilda instigó a su esposo a que destronara a Chilperico, cosa que estuvo a un paso de lograr, ya que ante el arrollador éxito militar de Sigiberto, muchos terratenientes y guerreros de Neustria estaban dispuestos a aceptarlo como rey. Entonces, cuando todo parecía pérdido para mi causa y la de Chilperico, envié dos asesinos que se hicieron pasar por nobles neustrianos que venían a sumarse a la causa de Sigiberto pero que, cuando lo tuvieron a su alcance, lo atacaron con puñales envenenados, asesinándolo en la ciudad de Vitry sur la Scarpe en el año 575. De no haber sido asesinado Sigiberto, sin duda mis días y los de

Chilperico estaban contados. Pero los guerreros austrasianos, al morir su rey dejando como heredero a un niño de tan sólo 5 años de edad, se retiraron y la situación dio un vuelco completo. Chilperico salió de su encierro en Tournai, retomó la iniciativa y capturó a Brunegilda, quien a la sazón se encontraba en París con los cofres de su tesoro, así de confiados estaban ella y Sigiberto de obtener una completa victoria. Chilperico la encarceló en un convento en Ruan. Brunegilda logró escapar de su comprometida situación casándose con su sobrino Meroveo, hijo del primer matrimonio de Chilperico y a quien éste había confiado el mando de uno de sus ejércitos, que Meroveo desvió hacia Ruan, donde rescató a Brunequilda de su encierro. El obispo de Ruan, Pretextato, quien sentía especial afecto por Meroveo por haber sido bautizado por él, ofició la incestuosa ceremonia. Es probable que Meroveo haya intuido que a la larga yo intentaría eliminar a los hijos del primer matrimonio de Chilperico y por ello haya buscado una alianza con su tía. Si bien Chilperico, furioso, logró después la anulación del matrimonio por tratarse de tía y sobrino, en el interín, Brunequilda, luego de varias peripecias que incluyeron un corto tiempo en el que tuvo que buscar refugio en la corte de Gontrán I de Borgoña, logró retornar a Austriasia y que la aceptasen de mala gana, como Regente durante la minoría de su hijo Teodeberto II, los terratenientes austrasianos.


Este incidente me sirvió efectivamente para concretar lo que seguramente Meroveo temía: la eliminación de los hijos que Chilperico había tenido con Audovera, su primera esposa (quien, como se mencioné antes, había sido repudiada y se hallaba retirada en un convento), con el fin de allanar el camino al trono para mis propios hijos. Meroveo fue el primero en caer. Perseguido por su padre, por haber contraído matrimonio con Brunequilda, intentó por todos los medios pero no pudo obtener asilo en Austrasia por la cerrada negativa de los terratenientes austrasianos, fue por último traicionado y cayó en una emboscada. Presuntamente se habría hecho matar por uno de sus guardias por temor a perecer quemado en la estaca. Al menos eso dijo la versión oficial que hizo correr Chilperico I. No obstante, se dice que en realidad fue asesinado por sicarios a mi servicio. Tras la muerte de Meroveo, Chilperico I hizo torturar y ejecutar cruelmente a los tres guardias de Meroveo que lo acompañaron hasta el final, incluyendo al que fue culpado de haberlo matado a petición del propio Meroveo. En este tiempo me veía afligida por una trágica situación: los hijos que daba a luz morían al corto tiempo víctimas de las tan comunes enfermedades infecciosas de la época (durante estos años en Neustria una hubo una epidemia de disentería). Esto era muy grave, pues no lograba dar a luz un heredero del trono, lo cual me lleva, primero, a atribuir

la desgracia a un castigo divino por la supuesta avaricia que significaba el cobro de impuestos en mis ciudades; entonces, dictamino que se quemen los registros fiscales y se den mayores limosnas a las iglesias. Como estos actos de generosidad y piedad cristiana no resultaron suficientes, ya que un nuevo hijo murió al poco tiempo de nacer, volví los ojos hacia la magia negra como presunta causante de las muertes, lo que me sirvió de pretexto para hacer asesinar a Clodoveo, el último hijo vivo que quedaba del primer matrimonio de Chilperico I. El mismo rey puso a su hijo en mis manos y con la excusa de trasladarlo de una prisión a otra, hice que lo apuñalaran durante el viaje y arrojaran su cadáver al Sena. Audovera corrió con la misma suerte, pues la mandé a asesinar en el convento en el que se hallaba. Mi pesadumbre también derivó en que varias mujeres de París perecieran en el tormento o quemadas en la estaca como presuntas causantes mágicas de la muerte de mis infantes. Al fin, en el año 584, di a luz a Clotario II quien logró sobrevivir la etapa de la infancia. Con ello me di por satisfecha y pusé fin a la caza de brujas y hechiceros. En el año 584 Chilperico I muere apuñalado mientras volvía de una partida de caza en su villa de Chelles; el asesino pudo escaparse. Algunos piensan que el crimen se realizó por orden mía, aparentemente para ocultar una supuesta infidelidad matrimonial con Landry,

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un señor neustriano a quien luego convertí en mi lugarteniente y Mayordomo de Palacio; otros que por orden de Brunequilda como parte de su querella por la muerte de su hermana Galsuinda; otros que el asesino actuó por su propia cuenta. Según Gregorio de Tours, el cadáver del rey permaneció insepulto hasta que el obispo de Senslis lo hizo lavar y trasladar hasta París, donde lo hizo enterrar en la Iglesia de San Vicente. Seis años después, sometido a tortura por orden de Childeberto II y Brunequilda el presunto ejecutor material de la muerte de Chilperico I, llamado Sumesegillo, fue acusado del crimen pero sin mencionarme ni a mí ni a Brunequilda. Si Sumesegillo hubiera sido en efecto el autor del crimen y lo hubiera cometido por órdenes mías, habría actuado yo lo esperaría de mis sicarios: eficaz al cometer el asesinato y dispuesto a sufrir los peores tormentos sin delatarme. Obviamente, nada hubiera complacido más a sus torturadores que lograr que Sumesegillo me implicara y nada los hubiera enfurecido más si mencionaba a Brunequilda. Gontrán I de Borgoña quería encontrar a toda costa al asesino de su medio hermano Chilperico I, y tal vez Sumesegillo haya sido en realidad inocente del crimen y sólo haya pagado el precio de la necesidad de encontrar a un culpable. El asesinato de Chilperico I continúa siendo un misterio sin resolver. Lo cierto es que a la muerte de Chilperico I,

pasé por una situación de extremo peligro. Mi única garantía de supervivencia fue mi hijo quien tenía tan sólo unos meses de edad. Me refugie en la Catedral de París. Childeberto II, Rey de Austrasia e hijo de Brunequilda, exigía que yo le fuera entregada para ajusticiarme por la muerte, entre otros, de su padre Sigiberto I. Pero, apoyada por Landry, Ansoaldo y otros señores neustrianos, negocié hábilmente con Gontrán, Rey franco de Borgoña, y obtuve su protección, tanto para mí como para mi hijo. También tuve la fortuna de que Gontrán I llegase antes a París con su ejército que Childeberto II. Para desmentir los rumores de que mi hijo, Clotario II, no era en realidad hijo de Chilperico I, logré que 300 obispos y terratenientes neustrianos juraran junto a mí que si lo era. Tras el juramento, el niño es reconocido como heredero del trono de Neustria bajo la tutoría de Gontrán y bajo mi regencia. Se podría conjeturar que supe utilizar el temor de Gontrán de que Childeberto II de Austrasia se volviera demasiado poderoso sí lograba hacerse también con Neustria, para obtener así la protección del Rey de Borgoña, de hecho, Gontrán I y Childeberto II estuvieron enfrentados durante un cierto tiempo por la posesión de la ciudad de Marsella; y que, además, supe aprovechar la aversión de muchos de los terratenientes neustrianos a ser gobernados por un rey austrasiano. Por otra parte, una reina como yo, que había


sido tan eficiente en hacer asesinar a tantos personajes importantes, debía a estas alturas inspirar gran temor en una sociedad supersticiosa como era la franca de aquellos dias; hasta es posible que muchos de mis contemporáneos me hayan tenido por una poderosa bruja. Una vez firme en la regencia, envié en varias oportunidades asesinos para que se cobraran la vida de Brunequilda y de Childeberto II, pero estos intentos fracasaron. Una pauta de cómo lograba reclutar asesinos tan empeñosos en hacer bien su trabajo se refleja en la siguiente anécdota: en una oportunidad, envié a un clérigo a la corte de Austrasia con la misión de ganarse la confianza de Brunequilda y asesinarla. El complot fue descubierto y el fracasado asesino confesó bajo tortura la verdadera índole de su misión. Brunequilda ni siquiera se molestó en hacerlo ejecutar, en cambio, me lo envió de vuelta, quizás previendo lo que le esperaba. En pago por su fracaso y delación, le hice cortar las manos y los pies. También se sabe que, ya consolidada en la regencia, ordené en 586 el asesinato del obispo Pretextato, quien me disgustaba particularmente. Como el obispo, apuñalado en su catedral, había quedado malherido, simulé gran preocupación y consternación, lo visité en su lecho de muerte y le envíé a mis propios médicos para asegurarme que no recibiera atención. Cuando el obispo, poco antes de morir, me acusó de su muerte y me profetizo el cas-

tigo de Dios, yo simplemente no me di por aludida, como si el moribundo se hubiera dirigido a otra persona. Acorralada por Gontrán I, quien quería castigar a toda costa al asesino del obispo, yo misma lo entregué señalando que a pesar de ser un servidor mío, había actuado sin mi conocimiento, para que fuera torturado y ejecutado. Con un noble franco que osó reprocharme a en el Palacio el crimen del obispo, yoprocedí de la siguiente forma: lo invité a comer. Él se excusó alegando que tenía que irse de inmediato. Cuando él se estaba yendo, mis servidores le alcanzaron una copa de vino mezclado con vinagre y miel y le recordaron que era una ofensa muy grande irse de la casa real sin haber comido o bebido. Puesto en el brete, prevaleció la arraigada costumbre de la hospitalidad, el noble bebió de la copa y, tras ello, apenas alcanzó a subir a su caballo para caer en agonía y morir. También es conocido el episodio que protagonicé junto a mi hija Rigonta, con quien a menudo reñía. En una oportunidad en que ella me reprochó por lo que tacaña que era con ella, la invité a acompañarme a una habitación donde se guardaba un pesado cofre, lo abrí y comencé a sacar objetos preciosos de él para regalárselos. Luego le dije que me encontraba cansada y que sacara ella misma los objetos preciosos con los que quisiera quedarse. Cuando Rigonta se agachó sobre el cofre y comenzó a hacer lo que le había dicho, dejé caer la pesada

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tapa del cofre sobre su nuca, presionando luego la tapa hacia abajo con todas mis fuerzas. Unos sirvientes que oyeron sus gritos la salvaron. Luego de este incidente las peleas entre nosotras se hicieron aún más frecuentes, según Gregorio de Tours, debido a los "adulterios de Rigonta". Si bien la mayoría de los historiadores tiende a ver aquí un intento de asesinato de mi parte contra mi propia hija, es posible que sólo quisiera darle una durísima lección no exenta de cierto toque de humor, aún a costa de lastimarla severamente. En efecto, cuesta pensar que de haber querido matarla realmente, no me hubiera detenido por la mera acción de unos sirvientes o que, de haber sido así, hubiera hecho posteriores tentativas de eliminar a mi hija y, por supuesto, a estos fieles sirvientes. En otra ocasión, contrariada por las actitudes de Gontrán I, intenté eliminarlo mientras él iba a recibir la comunión durante misa, pero el asesino fracasó. Gontrán I muere de enfermedad en 593 dejando, conforme se había establecido en el tratado de Andelot (año 587), el Reino franco de Borgoña a Teodeberto II de Austrasia. Neustria, por entonces gobernada firmemente bajo mi regencia, se vio enfrentada a los otros dos reinos francos. En nombre de mi hijo Clotario II, logré el apoyo de los señores de Neustria. Los neustrianos derrotaron a los austrasianos cerca de Tournai, en Droissy (593). Estuve presente en esta batalla junto a mi-

hijo, mientras mi lugarteniente Landry mandaba las tropas. En 596 Childeberto II de Austrasia, a la edad de 26 años, muere envenenado. Muchos atribuyen este crimen a sicarios a mi servicio pues ya había hecho varios intentos fallidos de hacer asesinar al rey. Otros achacan la muerte a la nobleza descontenta de Austrasia, algunos de cuyos representantes, en concreto, los duques Rauching, Ursio y Berthefierd, ya habían fraguado un fracasado complot contra la vida del Rey de Austrasia en 587, siendo ejecutados por orden de Brunequilda. También hay quienes intencionadamente le atribuyeron la muerte de Childeberto II a su madre Brunequilda, de hecho es uno de los crímenes que luego le imputó Clotario II en el juicio de Reneve, pero parece muy poco probable que ella fuera la autora. En cuanto recibí la confirmación de la muerte de Childeberto II, reanudé sorpresivamente la guerra contra Austrasia y Borgoña y las fuerzas de Neustria obtienen una nueva victoria en ese mismo año de 596 en Latofao (Laffaux), batalla en la cual también estuve presente con mi hijo. Este triunfo dejó a Neustria en posesión transitoria de la ciudad de París. Ejercí la regencia con mucha energía y habilidad, incluso me permití imponer nuevos tributos para financiar la guerra con Austrasia. Poco después de mi triunfo en Latofao y a la vuelta de esta expedición,que incluyó el saqueo de la región y la esclavización de muchos de sus habitantes, lo cual era una


costumbre de la época; en el año 597, victoriosa y muy temida por todos, contraje disentería y morí de esta enfermedad en mi palacio de París, dejando a mi hijo Clotario II, quien a estas alturas contaba con trece años, como Rey de Neustria. Es interesante observar el hecho de que, a diferencia de otros reyes y personajes importantes contemporáneos, muero de muerte natural, en mi cama y en mi palacio; la enfermedad que acaba con mi vida es aguda, rápida y típica de la Francia de aquellos tiempos.

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MI VIDA SE HA PROPUESTO COMO UNA DE LAS MUCHAS FUENTES PARA EL CUENTO POPULAR CONOCIDO COMO CENICIENTA.



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onocida como La Emperatriz Wu, o Wu Zetian, nací en China en el año 625. Aunque otras mujeres tuvieron influencia sobre el poder desde la posición de emperatrices consortes o regentes, fui la única que reinó como soberana, llegando a proclamar mi propia dinastía, la cual llamé Zhōu (周), en un intento de que mi reinado evocara el esplendor idealizado de la antigua dinastía Zhōu. Esta nueva dinastía interrumpió brevemente la dinastía Tang, la cual sería restaurada tras mi abdicación forzada, meses antes de mi muerte. Mi nombre chino habitual es Wǔ Zétiān (chino tradicional: 武則天, chino simplificado: 武则天).

Este nombre es una combinación de mi apellido Wu y de mi nombre póstumo Zetian. Mi nombre personal fue Wǔ Zhào (武曌), nombre que tomé cuando me hice con el poder, y para el que llegue a inventar un carácter, con el fin de tener un nombre único. Anteriormente, se me había conocido con nombres diversos. Durante mi reinado, utilice el nombre de Shèngshén Huángdì (聖神 皇帝 / 圣神皇帝), utilizando el título huángdì acuñado por el primer emperador Qin Shi Huang, y que se traduce al español como "emperador". El que una mujer pretendiera ocupar el puesto de huángdì escandalizó a muchos de los intelectuales de la época, que veían en la subida

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al trono de una mujer una vulneración de las normas confucianas. Así que intenté acallar estas críticas mediante el patrocinio del budismo, promoviendo interpretaciones de la doctrina budista que daban legitimidad a mi reinado. Nací en el seno de una familia aristocrática de Shanxi, originaria de la localidad de Wénshuǐ (文水). Mi padre, Wû Shìhuo (武士彠) (577635) había sido un aliado del fundador de la dinastía Tang, Li Yuan, que le concedió el título de Duque de Taiyuan (太原郡公 Tàiyuán Jùngõng), mientras que mi madre, la señora Yang (楊氏 / 杨氏 Yáng Shì) (579-670), con la que Wu , se había casado en segundas nupcias, estaba emparentada con la familia imperial de la dinastía anterior a los Tang, la dinastía Sui. Nací en el 625, posiblemente en la localidad de Lìzhōu (利州), donde estaba destinado mi padre, o tal vez en la capital Chang'an. Siendo niña, entre el 636 y 638, ingresé en el harén del emperador Tang Taizong, en el quinto rango de concubinas (才人=cáirén). En 649, el emperador Taizong falleció y fue sucedido por su hijo el emperador Tang Gaozong. Pasé entonces a formar parte del harén del nuevo emperador. Según la historia tradicional, tras la muerte del emperador yo había ingresado en un monasterio budista y, más adelante, el nuevo emperador, prendado por mi belleza, me incorporó a su harén. Muchos historiadores actuales ponen en duda esta versión y ven más

probable que yo no pasara nunca por el monasterio, sino que, tras la muerte del emperador Taizong, permaneciera en palacio. Es probable que antes de la muerte de Taizong ya hubiera comenzado una relación clandestina con el príncipe heredero, lo que explicaría mi permanencia en el harén de Gaozong, donde ocupé el puesto de concubina de segundo rango. El hecho de que hubiera sido concubina de un padre y un hijo era un motivo más de escándalo para los moralistas confucianos de la época. Mi presencia en el harén era vista con buenos ojos por la consorte de Gaozong, la Emperatriz Wang (王皇 后 Wáng Huánghòu), que me veía como una rival de la concubina Xiāo Shúfēi (蕭淑妃 / 萧淑妃), con la que estaba enfrentada. Sin embargo, la ambición y capacidad de manipulación, en esta época era llamada Wǔ Mèiniáng (武媚娘), me llevarían a alcanzar la posición de emperatriz consorte. En el año 654, mi hija recién nacida fue asesinada, por lo que acusé a la concubina Xiao y a la Emperatriz Wang del crimen. De esta forma, conseguí ser nombrada emperatriz consorte y, según la tradición, yo misma me encargué de torturar hasta la muerte a mis rivales, la concubina Xiao y la emperatriz Wang. Algunos historiadores chinos han mantenido que el asesinato de la niña habría sido obra mia para inculpar a sus rivales, pero es probable es que esta leyenda haya sido difundida por mis enemigos.


A partir de noviembre de 660, se agravó el estado de salud del Emperador Gaozong, y yo, la Emperatriz Wu, comencé a gobernar desde la sombra. Mi poder se incrementó cuando hice ejecutar a los ministros de la corte Shàngguān Yí (上官儀 / 上官仪) y Lǐ Zhōng (李忠) en enero de 665. Según la Leyenda Negra, la cual me atribuye todo tipo de infamias, yo habría estado envenenando al Emperador en los últimos años de su vida para poder llevar las riendas del poder. También se dice que hice matar a mi hijo mayor, quien se me habría enfrentado. Tras la muerte del emperador, en el año 683, fue mi tercer hijo, el Emperador Tang Zhongzong, quien subió al trono, pero al cabo de seis semanas, usé mi poder para destituirlo y darle el trono a otro de mis hijos, el Emperador Tang Ruizong, que, como su hermano, gobernaría de manera nominal por un periodo breve, hasta que decidí ratificar de manera pública y oficial mi poder, convirtiéndome en la primera, y única, mujer en la historia de China que ocupó el trono imperial. Ya en diciembre de 689, había impuesto la invención de doce nuevos caracteres, entre los cuales estaba el carácter 曌 (zhào), el cual adopté como nuevo nombre propio. Once meses después, en octubre de 690, proclamé la nueva dinastía Zhou y asumí el nombre de "Emperador (Huangdi) Shenshen". Posteriormente, en 695, mi nombre imperial quedaría fijado como "Emperador

Tiance Jinlun Shengshen" (天冊金輪 聖神皇帝 / 天册金轮圣神皇帝 Tiancè Jīnlún Shèngshén Huángdì). Mi reinado se caracterizó por la promoción del budismo, convertido en religión oficial en 691, lo cual me valió mucho apoyo popular. Además, utilicé el budismo como elemento de legitimación de reinado hasta el punto de que un monje afín (y mi amante también, según la leyenda) llegó a propugnar la teoría de que el buda Maitreya, el buda del porvenir, era una mujer. Junto a esta política religiosa, continué mi estilo de gobierno basado en una forma de despotismo brutal, con purgas y persecuciones de aquellos que se mostraban hostiles a mi poder. En el año 700 ordené un ataque masivo contra los nómadas de la actual Mongolia, 450.000 soldados forzaron a los mongoles a retroceder. El 20 de febrero de 705, ya con ochenta años, no pude evitar el éxito de un golpe de estado, en el que fueron ejecutados mis ministros (y amantes, según la leyenda) los hermanos Zhang, Zhāng Yìzhī (張易之 / 张易之) y Zhāng Chāngzōng (張昌 宗 / 张昌宗). Fui obligada a abdicar, y mi hijo, el emperador Zhongzong, volvió a subir al trono, restaurando la dinastía Tang el 3 de marzo de 705. Morí varios meses después, en diciembre de ese mismo año.

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e a d b u r H

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ara mí las ofensas no eran un juego, yo me tomaba todo con la seriedad suficiente como para envenenar a quién se atreviera a contradecir mis palabras, actos y demás. Fui hija del del Rey Offa de Mercia y la reina Cynethryth. Me casé con el rey Beorhtric de Wessex. Fui suficientemente radical con los individuos que no apoyaban mis ideas y cuestionaban mis asuntos, decidí entonces, deshacerme de estas personas, las envenenaba y gozaba de mi tranquilidad. Era bella y seductora, pero esto no logró el abatimiento de mi castigo al ser descubierta. Maté a mi esposo, sin intención, por error. En

esa ocasión intentaba envenenar a un noble de la corte, por desgracia, mi esposo bebió de la misma copa y cayó fulminado. Rápidamente, la gente del reino repudió mis actos, expulsándome del país. Viajé a Francia, allí tuve la oportunidad de contraer matrimonio por segunda vez, pero lo arruiné todo y terminé en un convento, del cual fui expulsada por mantener relaciones sexuales con un exiliado. La bella mujer que era quedó convertida en una mendiga de Pavia, arrugada, llena de penas y llorando por un pedazo de pan en cada esquina de la ciudad.

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ui la amante del emperador de China Cheon-Sin en el año 1147, al cual terminé llevando a una espiral de múltiples excesos, lo cual me permitió obtener el control imperial. En una ocasión apareció una rival amenazando mi posición, así que cuando tuve la oportunidad la maté con mis propias manos y posteriormente envié su cuerpo desmembrado a su padre, el cual también se me acusa de haber asesinado. También disfrutaba de ordenar la ejecución de mujeres embarazadas, de manera que fueran siempre desmembradas miembro por miembro.

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A L I C E

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K Y T E L E R

ací en 1280 en la Casa Kyteler, Kilkenny, Irlanda. Fui la única hija de una establecida familia hiberno-normanda. Tuve cuatro esposos: William Outlaw, Adam le Blund, Richard de Valle y por último Sir John Le Poer. En 1302 , yo y mi segundo esposo fuimos acusados brevemente de matar a mi primer marido. También incurrí en el resentimiento local debido a mi participación en el préstamo de dinero. Cuando mi cuarto marido John Le Poer se enfermó en 1324, expresó la sospecha de que estaba siendo envenenado. Después de su muerte, los hijos de Le Poer y los de mis otros tres maridos me acusaron de usar veneno y hechicería en contra de sus padres y de favorecer a mi primogénito William Outlaw. Además, yo y mis seguidores fuimos acusados de negar la fe, de sacrificar animales para demonios y blasfemia. El caso fue presentado en 1324 ante el entonces obispo de Ossory, Richard de Ledrede, un Inglés franciscano fraile. Después de algunos meses de estancamiento, uno de mis criadas, Petronella de Meath, fue torturada, y la hicieron confesaron que

practicaba la brujería, lo que me implicaba. Después de esto, fui condenada, motivo por el cual huí del país, presumiblemente Inglaterra. Escapé con éxito, desapareciendo de cualquier registro histórico futuro. Sin embargo el obispo continuó con mis seguidores, imputandoles cargos de brujería. Petronella de Meath fue flagelada y quemada en la hoguera el 03 de noviembre 1324. La hija de Petronella, Basilia, huyó conmigo a Inglaterra. Por otro lado, mi hijo, William Outlaw, también fue acusado entre otras cosas , de herejía, usura, perjurio, adulterio y crímenes contra el clero. Después de "retractarse", William escapó relativamente fácil de sus acusaciones, le fue ordenado escuchar tres misas diarias por un año, alimentar a los pobres y reparar el techo de la catedral de Saint-Canice. Fui uno de los primeros casos registrados de brujería en Europa.

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E r z s E b e t B A t h o r y



M

i infancia fue miserable, llena de carencias e ideas distorsionadas sobre la sociedad. Nací como Gabrielle Erzsebet Bathory-Nadasdy; pero todos me conocieron como Madame Bathory, un nombre que pasaría a encarnar la infamia y el deseo absoluto de poder. No obstante estas cualidades nefastas, pase a ser una de las figuras tenebrosas más enigmáticas de aquel período. Mi cuna fue la mítica Transilvania en un año igualmente mítico: 1560. Mi familia fue una de las más poderosas y ricas de la región. Entre mis parientes había un cardenal, un duque y hasta el príncipe de Transilvania. Mi primo, el conde Thurzo, fue primer ministro de Hungría, y hasta el rey Esteban de Polonia se

contaba entre mis parientes sanguíneos. A los cuatro años de edad, sufrí violentos temblores, espasmos y convulsiones. A los once años, cuando todavía jugaba con elaboradas muñecas de porcelana, fui prometida al conde Ferencz Nadasdy, un hombre del que sospechaba tenía una rara obsesión por los insectos. Fui enviada a pasar una temporada con mi nueva familia. Allí fue donde comencé a manifestar los primeros síntomas de una personalidad sádica, tal vez como respuesta a las vejaciones a las que fui sometida por mi prometido. A los trece años quedé embarazada, y no precisamente del conde Nadasdy, al que se acusa de estéril y hasta impotente; sino de un pobre y desconocido sirviente del castillo. El muchacho fue

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MIS ESPELUZANTES ACCIONES HAN INSPIRADO CIENTOS DE OBRAS DE TEATRO, VIDEOJUEGOS, PIEZAS MUSICALES, PELÍCULAS Y LIBROS.

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AL IGUAL QUE VLAD TEPES «EL EMPALADOR» TIENE SU LIBRO DRÁCULA, YO «LA CONDESA SANGRIENTA» TENGO UN LIBRO TITULADO CARMILLA, ESCRITO POR SHERIDAN LE FANU. DE HECHO, STOKER SE INSPIRÓ EN ESTE LIBRO PARA ESCRIBIR DRÁCULA, Y CREÓ SU VAMPIRO A PARTIR DE UN NOBLE DE LA EUROPA DEL ESTE DE LA VIDA REAL, AL IGUAL QUE HABÍA HECHO LE FANÚ PARA CREAR SU VAMPIRA UNAS DÉCADAS ANTES, EN 1872.

castrado en una ceremonia reservada y luego arrojado a los perros. Yo fui enviada a un remoto castillo familiar para que pariera lejos de miradas indiscretas. Se hizo desaparecer al bebé apenas nació. A través de los años adquirí una educación considerable. Hablaba perfectamente húngaro, latín y alemán. Mi cultura era extensa y mis modales eran impecables. El 8 de mayo de 1575, con solo 15 años de edad, contraje matrimonio con el conde Nadasdy, de 26. Nos instalamos en el suntuoso castillo Csejthe, en la región de Nyira al noroeste de Hungría. Sin embargo, nuestro joven matrimonio se veía en raras y contadas ocasiones debido a la prolífica actividad militar del conde, conocido como el "Guerrero Negro" a causa de su armadura oscura. Pasaron diez años hasta que quedé embarazada y tuve mi primera hija, Ana. Luego vendrían Úrsula, Katherina, y finalmente mi único hijo varón, Pàl. El 4 de enero de 1604 murió mi marido, dejándome viuda a los 44 años. Como primera medida expulsé a mi odiada suegra del castillo y encerré a las criadas de confianza de la anciana en los sótanos. Para realizar estas tareas conté con la colaboración inestimable del fiel Thorko, un sirviente personal que me inició en la magia negra y la adoración diabólica. Con su ayuda y también la de mi vieja niñera, Ilona Joo, comencé a torturar metódicamente a algunas criadas del


castillo. Atraídos por este festival de tormentos se fueron sumando otros cómplices afines a mi sed de sangre: Johannes Ujvary, un perverso consumado, y dos brujas sádicas llamadas Dorotea Szentes y Dárvula. Por esa época comenzaron a circular extraños rumores en las aldeas cercanas acerca de hechos siniestros entre los muros del castillo. Incapaces de atribuirme esos tormentos y vejaciones, se habló de vampiros y oscuros rituales demoníacos. Pero aquellos que conocían mi personalidad susurraban que mi obsesión por la belleza era algo más que un simple acto de vanidad femenina. Cierto día una de mis criadas me tiró accidentalmente del cabello mientras me peinaba. Yo la abofeteé, tan fuerte que me salpiqué la mano con la sangre de la nariz de la muchacha. De inmediato, casi como un reflejo o un impulso largamente contenido, sentí que la piel de mi mano recuperaba la frescura de la juventud. Allí despertó el monstruo. Entusiasmada por la teoría de que podía absorber la juventud de mis doncellas a través de su sangre, convoqué inmediatamente a Johannes Ujvary y a Thorko. Bajo mi supervisión ambos desnudaron a la pobre muchacha y la degollaron mientras entonaban salmos incomprensibles y diabólicas letanías. La desangraron en una tina. Ese día me di mi primer baño en sangre humana. Por aquellos años tenía la costumbre de quemar los genitales de las sirvientas con velas, carbones y

hierros al rojo vivo por pura y demencial diversión. También generalicé la práctica de beber la sangre directamente de las mejillas, los hombros y los senos de mis víctimas mediante mordiscos feroces. Adicionalmente azotaba con vehemencia a las desafortunadas, y no en la espalda, tal como era la costumbre, sino en los pechos. De esta manera podía ver los rostros aterrorizados y atenazados por el dolor. En mi obsesión creía que la sangre me mantendría siempre bella. Lo primero que se veía al entrar a mi castillo podía ser a una joven en el cepo del patio, en un estado que lindaba con la muerte a causa de los golpes que le habían fracturado la cadera. En el interior del castillo a una muchacha desangrada en el medio del salón, y otra que agonizaba con su cuerpo perforado por cientos de agujas al rojo vivo. En las mazmorras una docena de jóvenes más, algunas de las cuales habían sido cortadas, perforadas, descoyuntadas, maltratadas, desmembradas, descuartizadas, y más atrocidades. De mi castillo se exhumaron cincuenta cuerpos en los terrenos adyacentes. Todo el castillo estaba cubierto de manchas de sangre seca; cada corredor, cada salón, despedía el fétido hedor de la muerte y la putrefacción.En mi diario personal, anotaba con meticulosa crueldad cada una de mis diversiones, el número de víctimas asciende al menos a 650 personas. Mis torturas iban

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acompañadas por violentas bacanales. Los gritos de dolor se mezclaban con mi paroxismo erótico y el de mis agentes. Sin embargo, el objetivo principal de estos rituales no era el placer sexual, sino que culminaban al beber la sangre mientras todavía manaba tibia de las heridas de las jóvenes. Comencé a adoptar niñas de buena familia con el pretexto de educarlas en las maneras de la corte. La última víctima conocida fue una niña de 12 años llamada Pola. Su asesinato fue particularmente cruel. Mi prudencia exige la omisión de los detalles escabrosos. Basta decir que la joven sufrió tormentos indecibles en el interior de una jaula construida con forma de esfera, demasiado estrecha para sentarse y demasiado baja para estar de pie. El interior estaba cubierto de púas de un pulgar de largo. Encima de esta celda macabra mis secuaces y yo realizamos una interminable orgía, sacudiendo la jaula y provocando la muerte lenta y atroz de la muchacha debido a una sucesión incontable de perforaciones. En 1612 se inició el proceso judicial en mí contra. Me amparé en mis fueros nobiliarios, que me ahorraban comparecer frente a las autoridades salvo por casos de traición. Quienes sí comparecieron ante la ley fueron mis colaboradores. El juicio se centró únicamente en las muertes de las jóvenes aristocráticas. Las muchachas pobres jamás obtuvieron el reconocimiento de la justicia.

Casi todos mis agentes fueron torturados y quemados en la hoguera. Katarina Beneczky, de tan solo catorce años, era la más joven de mis colaboradoras y también salvó su vida por pedido expreso de la madre de una de las sobrevivientes, extorsionada para obrar de ese modo. A todas las hechiceras que conformaban mi corte solo se les arrancaron las uñas por haberlas empapado de sangre cristiana. Oficialmente nunca fui declarada culpable por mis crímenes, aunque si me encerraron en una torre del castillo. El cuarto que me servía de prisión fue tapiado con ladrillos y era custodiado por oficiales sordos. Se dejó solo una rendija para que me pasaran los alimentos. El 31 de julio de 1614 escribí mi testamento y una especie de descargo que no sobrevivió. El 21 de agosto de ese año uno de los carceleros me vio tirada boca abajo en la celda, se derribó la pared y se comprobó que había muerto. Así dejaba este mundo, a los 54 años de edad, yo, la condesa sangrienta. Durante mis funerales el párroco del pueblo de Eczed afirmó que fui la mujer más hermosa que sus ojos hayan visto.


SOY LA ASESINA EN SERIE MÁS PROLÍFICA DE LA HISTORIA, SE ME ADJUDICAN 650 VÍCTIMAS

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N z i n g a

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eina de los reinos de Mbundu, en Angola Ndongo y Matmba del siglo XVII, introduje a mi pueblo al canibalismo ritual. Nací en 1583 en Angola. Fui conocida por haber participado en la matanza indiscriminada de mis súbditos y de inmolar amantes de mi harén masculino. Mis hombres lucharon hasta la muerte con el fin de pasar una noche conmigo, sabiendo que luego de una velada, eran asesinados por cuenta mía.En ocasiones hice que mis súbditos se vistieran como mujeres. En 1633, mi hermano falleció a causa de cáncer, aunque algunos me atributen su muerte. El plazo de mis crímenes es incierto, pero se puede estimar en 30 años de crímenes en serie. Morí el 17 de diciebre de 1663.

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M a r i e d e B r i n v i l l i e r s

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i nombre es Marie Marguerite D’Aubray. Nací en París en 1630. En 1651 me casé con el marqués de Brinvillier, sirviendo en el regimineto de Normandía. Fui una pequeña mujer bonita y muy cortejada, con un aire fascinante a inocencia infantil. En 1659, mi marido me presentó a su amigo Godin de Sainte-Croix, un oficial de caballería, apuesto joven de gustos extravagantes y mala reputación, de quien me hice amante en poco tiempo. Mis relaciones pronto crearon un escándalo público, y como el marqués de Brinvilliers, había salido de Francia para evitar a sus acreedores, no hicimos ningún esfuerzo para poner fin a ello. Mi marido, luego de haberse enterado de nuestro amorío, se aseguró de que arrestaran a Sainte-Croix, durante un año permaneció prisionero en La Bastilla, donde se supone adquirió conocimiento referente a venenos coadyuvado por su compañero de prisión, el envenenador de Italia Exili. Cuando salió de La Bastilla, conspiramos, Sainte-Croix y yo, su venganza contra mi padre.

Yo, alegremente me comprometí a experimentar con venenos que mi amante Sainte-Croix, posiblemente con la ayuda de un químico, preparaba y me resultaron apropiados para experimentar en los pobres que buscaban caridad y en enfermos que visitaba en hospitales. Mientras tanto Sainte-Croix, completamente arruinado financieramente, amplió su idea original, y determinó que no solo debía envenenar a mi esposo sino también a mis hijos y así, y de esta forma él y yo podríamos poseer la gran fortuna de mi familia. En febrero de 1666, envenené a mi padre. Por estoy fui condenada y atrapada por la cámara de La Chaussée. Escapé a Inglaterra, luego a Alemania y finalmente me quedé en un convento el Liége. Un informe completo de mi vida y de mis asesinatos fue encontrado entre mis papeles, en mi diario personal. Tuve un intento de suicidio frustrado y fui llevada a París, donde fui decapitada y mi cuerpo fue quemado el 16 de julio de 1676.

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d a r y a s a l t y k o v a



M

i nombre es Darya Nikolayevna Saltykova, nací un 11 de marzo de 1730 en el seno de una familia noble de origen moscovita. Comúnmente fui conocida como “Saltichikha”, he sido catalogada como la “Bathory Rusa” a causa de las más de 130 sirvientas que torturé y asesiné; bebiendo la sangre de las heridas en ocasiones. Confesé el asesinato de 138 sirvientes (tres hombres, el resto mujeres) aunque solo se encontraron evidencia de 38, por los cuales fui acusada. Cuando mi esposo murió, heredé su fortuna y me convertí en la viuda más adinerada de Moscú. También heredé una finca con más de 600 sirvientes, a la cual fui a vivir con mis dos hijos. Tuve dos hijos con el capitán Alekseevich: Teodoro

y Nicolás, quienes al igual que su padre sirvieron en la Guardia Real. Todo parecía ir bien hasta que en 1755 ocurrió el primer suceso clave en mi transformación: la muerte de Alekseevich, mi esposo. Un día apareció en mi vida el joven y guapo Nicolás Tyuchev. Sin embargo yo no sabía que Nicolás tenía un romance con una chica que, a diferencia de mí, estaba en plena juventud. Lejos de ser algo ligero, en realidad el sentimiento de Tyuchev por la chica era tal que ambos se casaron en secreto en una iglesia. Yo me enteré prontamente de lo sucedido, entré en una crisis de celos e ira y mandé a algunos sirvientes a perseguir y asesinar a la pareja, pero estos no cumplieron con la orden y alertaron a Nicolás y a su esposa, de

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modo que ambos escaparon con rápidamente hacia Moscú y luego a otra región de Rusia, quedando así fuera de mí alcance.

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El casamiento secreto y la huida de Nicolás Tyuchev fueron los sucesos que actuaron como detonante definitivo de mi lado asesino. Según la opinión de psiquiatras actuales, yo sufría de un trastorno psicótico epiléptico, hecho que fue clave para que, a partir del suceso referido, se haya activado el deseo y la determinación de proyectar toda esa ira contra seres indefensos como las sirvientas a las que torturé y asesiné. Con la complicidad de varios sirvientes que sujetaban a las chicas y luego se encargaban de los cadáveres, di inicio a mis atroces crímenes. Al comienzo me limitaba, como castigo por limpiar o hacer mal otras tareas, a golpearlas con el rodillo de la cocina en la cabeza, luego las azotaba y muchas veces, con esa enorme fuerza que se me atribuía, las tomaba del cabello, las arrastraba y les golpeaba la cabeza contra la pared, una y otra vez. Después hice cosas como tirar de las orejas de las víctimas con pinzas calientes, lanzarles agua hirviendo, chamuscarles el cabello o arrancárselos brutalmente, romperles los huesos o dejarlas atadas y desnudas al aire libre, donde morían por frío y hambre. También torturé a muchos sirvientes hombres que estaban de novios a punto de casarse, principalmente azotándolos durante largos periodos de tiempo. De esa forma

murió Chrysanth Andreev, quien en noviembre de 1759 fue azotado durante casi todo el día hasta que finalmente expiró. Las quejas de los campesinos empezaron a surgir e incluso se dieron 21 denuncias por escrito. No obstante las autoridades no hicieron prácticamente nada e incluso tuvieron la vileza de sancionar a algunos denunciantes, todo por mi alta posición social y por el poder de soborno que tenía. En el verano de 1762 los campesinos siervos Sakhvely Martínov e Ilyin Ermolay (quien perdió tres esposas por mi culpa) consiguieron escapar de mi finca y llegaron hasta San Petersburgo, donde se las arreglaron para presentar un pedido escrito a la emperatriz Catalina II “La Grande”. Catalina había quedado realmente horrorizada e indignada con las atrocidades que en la carta se me adjudicaban. Por un lado, ella no quería que la sanción que me quería imponer le causara problemas con la aristocracia, ya que esta clase social la había ayudado a alcanzar el trono; pero, por otro lado, Catalina se sentía realmente comprometida con la promesa de ser “la madre de todos los rusos” que había hecho ante sus súbditos hace pocos días atrás. Su decisión fue por ello sabia y moderada: yo debía ser arrestada hasta que el Colegio de Justicia, tras un proceso investigativo, esclareciera la verdad de los hechos para permitir así una sentencia que fuera justa y definitiva.


Permanecí arrestada por seis años en los cuales el Colegio de Justicia investigó, entrevistando a muchos testigos que usualmente no daban información por el terror que yo fuera liberada y ellos torturados hasta la muerte. También en esos seis años mi sacerdote confesor intentó hacerme hablar, pero yo creía que podía salir libre y por ello no confesé nada y traté de retrasar las investigaciones y sobornar a través de contactos. Pese a eso, los investigadores consiguieron suficiente evidencia para declararme culpable de 38 casos de tortura y asesinato y sospechosa de 138 casos más de tortura y asesinato. Gracias a las investigaciones, me dictaron cadena perpetua en 1768. Sin embargo la sanción debía ser ejemplar, por lo que no solo me dieron cadena perpetua sino que además me quitaron los títulos de nobleza, las propiedades y el dinero (repartido entre mis hijos) y me hicieron la llamada “muerte civil”. El 2 de octubre de 1768 se ejecutó mi “muerte civil”, a efecto de lo cual fui despojada completamente de mis ropas y encadenada a una plataforma en medio de la Plaza Roja. Sobre mi cuello se puso un letrero que decía: “Esta mujer ha torturado y asesinado”. En esa hora cualquiera que lo desease podía insultarme, tocarme, humillarme o lanzarme piedras, pero la gente sola me miraba con curiosidad o indignación y nadie me lanzó una sola roca o tan siquiera un insulto.

En ese mismo 2 de octubre de 1768, tras sufrir mi “muerte civil” fui encerrada en el Convento Ivanovsky. La habitación había sido especialmente hecha para mí: no tenía ventanas, las paredes eran de madera y la única luz que se presentaba ante mis ojos era la de la vela que única y exclusivamente me permitían prender a las horas de la comida. El resto del día la oscuridad era absoluta y la única visita que tenía era la del guardia que me llevaba la comida, guardia con el cual tuve un romance y de ese romance fue concebido un hijo. Uno de mis pocos consuelos era el beneficio de oír (habían puesto la celda en un lugar desde el que se podía oír misa) los canticos que entonaban en los servicios religiosos que efectuaban allá, al igual que a la condesa Bathory, me aislaron por las mismas razones: torturar y matar muchachas inocentes. El tiempo pasó en mi celda y a mis 71 años, a la fecha del 27 de noviembre de 1801, la muerte me llevó para siempre, no pudiendo sin embargo llevarse el recuerdo de mi nombre que, junto al de contadas infames, permanecerá por siempre en la cima de las más crueles mujeres de la historia. Mis huesos yacen actualmente en el cementerio del Monasterio Donskoy, reposando junto a las osamentas de mis parientes.

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M a r i e l a l a u r i e



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elphine Marie Macarty es mi nombre y nací en Nueva Orleans, Estados Unidos en 1775 en el seno de una familia de clase alta. Mis padres eran miebros muy destacados de la sociedad, descendientes de inmigrantes europeos. Cuando era una niña, mi madre fue asesinada en una revuelta de esclavos de la plantación familiar, hecho que me marcaría en un futuro. En el año 1800 me casé con un oficial español llamado Ramón López y Angulo quien me trajo grandes fortunas. Durante el regreso de un viaje de España, caímos gravemente enfermos por lo que tuvimos que parar en la Habana. Allí Ramón

murió y yo, aún enferma, di a luz a mi primera hija llamada Marie Borgie Delphine López y Angulo, apodada "Borquita". Cuando me recuperé, volví a Nueva Orleans y me establecí en la hacienda que había heredado, convirtiéndome en la administradora de la plantación de azúcar. Alos tres años volví a casarme con Jean Blanque, un hombre de ascendencia francesa, destacado en los negocios. Ambos nos trasladamos a la lujosa Villa Blanque donde tuvimos cuatro hijas. En 1816 Blanque fue asesinado. Nueve años después, en 1825, me casé con un afamado médico llamado Leonard Louis Lalaurie, del cual tomé mi apellido. Compramos una gran propiedad en

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preguntas incómodas y todo continuó como si nada hubiera ocurrido hasta que un juez, enemigo de mi esposo, se enteró del asunto y nos aplicó una sanción: multó a mi esposo con $500.00 dólares y embargó todos nuestros esclavos, poniéndolos en subasta. Ante esto mi esposo decidió marcharse de casa y nunca más se supo de él. Escandalizados, mis familiares compraron los esclavos y me los regresaron. Ya en casa, los castigué, descargando en ellos mi frustración por el abandono de mi esposo y por la exhibición pública de la cual yo había sido objeto. Encadené a la esclava que me servía como cocinera; tenía que pasar el día entero cocinando y arrastrando sus pesadas cadenas, en la noche la llevaba al cobertizo donde dormía con los demás esclavos y al día siguiente repetía el proceso. No contenta con esto, fui más allá ordenado que varios esclavos fueran subidos al ático y desnudados completamente para comenzar a maltratarlos. Primero los tuve encadenados allí por varios días, luego deje de alimentarlos. Ayudada por otros esclavos y por capataces, comencé a poner en práctica toda una serie de crueles actividades, convirtiéndome en una consumada torturadora. Bastaba con que estuviera aburrida para que subiera al ático a divertirme con mis juguetes humanos. Comencé por golpear salvajemente a los esclavos recluidos en el ático, a veces hasta matarlos. Cuando uno de ellos moría ordenaba que lo enterraran en el jardín. Luego

refiné mis métodos: los colgaba del techo para golpearlos hasta hartarme, los encerraba por días en jaulas para perros hasta que sufrían terribles calambres que los hacían gritar de dolor y les arrancaba las uñas a las mujeres. Cuando me aburrí de esto, decidí ir más allá desollando a las mujeres para hacerme trajes de piel para "disfrazarme de aruga". Las obligaba a abrir la boca y se las llenaba con insectos vivos (como arañas, hormigas, gusanos) o con excremento antes de cosérselas. Empecé a arrancarles los ojos, les cosía los párpados y los labios con aguja e hilo. Con el tiempo seguí amputando miembros: dedos, manos, pies, brazos, piernas; dejándolos por todo el piso del ático. Los demás esclavos, encadenados a la pared y amarrados de pies y manos, observaban aterrados mientras descuartizaba vivos a sus compañeros. A una mujer le abrí el estómago, le saqué los intestinos y se los amarré a las muñecas, a otros les rajaba el vientre y les dejaba las vísceras colgando hasta que morían en medio de atroces sufrimientos. Les cortaba las piernas a hachazos y los convertía en "cangrejos humanos". También intenté realizar operaciones de cambio de sexo: emasculaba a los esclavos y les taladraba agujeros donde antes habían estado los testículos. Muchos más fueron decapitados. Guardaba cabezas apiladas, ponía corazones en jarras, colocaba cerebros en grandes cubetas y llenaba botellas con sangre de mis víctimas.


el número 1140 de Royal Street y la remodelamos totalmente sin escatimar en gastos. El edificio original contaba con dos plantas, pero fue añadida una tercera especialmente para los esclavos. En esta época era totalmente normal que las familias pudientes tuviesen esclavos como mano de obra en las plantaciones. Mi familia comercializaba directamente con ellos, por lo cual estábamos totalmente involucrados en el tráfico de esclavos. Solía organizar fiestas lujosas con amplias listas de invitados, que incluían a algunas de las personas más prominentes de la ciudad. Los rumores sobre mí, sin embargo, no tenían que ver con mi privilegiada posición económica. Iban más dirigidos al hecho que gozaba maltratando a los esclavos que se encontraban bajo mi poder. En 1833, varios vecinos, dicen haber visto cómo cometía un acto de inusitada crueldad. Una niña esclava de ocho años fue a cepillarme el cabello en la recámara del piso superior de mi mansión, cuando por error me dio un tirón. Enfurecí y le di un bofetón a la niña que, aterrada, intentó escapar; la perseguí hasta la azotea de la casa, Una vez allí, tomé, la llevé al borde y la arrojé a un patio interior. La niña se destrozó el cráneo al caer, luego ordené a otros esclavos que cavaran una fosa al pie de un árbol del jardín y allí enterraron a la infortunada chiquilla. Uno de los vecinos observó todo desde una azotea vecina y presentó una denuncia, pero como se trataba de una esclava, la

policía hizo caso omiso. Nadie me molesto o a mi esposo con preguntas incómodas y todo continuó como si nada hubiera ocurrido hasta que un juez, enemigo de mi esposo, se enteró del asunto y nos aplicó una sanción: multó a mi esposo con $500.00 dólares y embargó todos nuestros esclavos, poniéndolos en subasta. Ante esto mi esposo decidió marcharse de casa y nunca más se supo de él. Escandalizados, mis familiares compraron los esclavos y me los regresaron. Ya en casa, los castigué, descargando en ellos mi frustración por el abandono de mi esposo y por la exhibición pública de la cual yo había sido objeto. Encadené a la esclava que me servía como cocinera; tenía que pasar el día entero cocinando y arrastrando sus pesadas cadenas, en la noche la llevaba al cobertizo donde dormía con los demás esclavos y al día siguiente repetía el proceso. No contenta con esto, fui más allá ordenado que varios esclavos fueran subidos al ático y desnudados completamente para comenzar a maltratarlos. Primero los tuve encadenados allí por varios días, luego deje de alimentarlos. Ayudada por otros esclavos y por capataces, comencé a poner en práctica toda una serie de crueles actividades, convirtiéndome en una consumada torturadora. Bastaba con que estuviera aburrida para que subiera al ático a divertirme con mis juguetes humanos. Comencé por golpear salvajemente a los esclavos recluidos en el ático, a veces hasta matarlos.

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Cuando uno de ellos moría ordenaba que lo enterraran en el jardín. Luego refiné mis métodos: los colgaba del techo para golpearlos hasta hartarme, los encerraba por días en jaulas para perros hasta que sufrían terribles calambres que los hacían gritar de dolor y les arrancaba las uñas a las mujeres. Cuando me aburrí de esto, decidí ir más allá desollando a las mujeres para hacerme trajes de piel para "disfrazarme de oruga". Las obligaba a abrir la boca y se las llenaba con insectos vivos (como arañas, hormigas, gusanos) o con excremento antes de cosérselas con hilo y aguja. Empecé a arrancarles los ojos, les cosía los párpados y los labios con aguja e hilo. Con el tiempo seguí amputando miembros: dedos, manos, pies, brazos, piernas; dejándolos por todo el piso del ático. Los demás esclavos, encadenados a la pared y amarrados de pies y manos, observaban aterrados mientras descuartizaba vivos a sus compañeros. A una mujer le abrí el estómago, le saqué los intestinos y se los amarré a las muñecas, a otros les rajaba el vientre y les dejaba las vísceras colgando hasta que morían en medio de atroces sufrimientos. Les cortaba las piernas a hachazos y los convertía en "cangrejos humanos". También intenté realizar operaciones de cambio de sexo: emasculaba a los esclavos y les taladraba agujeros donde antes habían estado los testículos. Muchos más fueron decapitados. Guardaba cabezas apiladas, ponía corazones en jarras,

colocaba cerebros en grandes cubetas y llenaba botellas con sangre de mis víctimas. El 10 de abril de 1834, se produjo un incendio en la cocina de mi mansión, la cual estaba ubicada en el patio. Los bomberos entraron en la casa para apagar las llamas y, para su sorpresa, además de la cocinera habían otros dos esclavos encadenados a la estufa de la cocina, los cuales iniciaron el incendio con el fin de atraer la atención. El incendio fue controlado sin problemas, pero una cuadrilla recorrió la casa buscando a la dueña llegando hasta el ático. El espectáculo hizo que muchos vomitaran, retrocediendo y desmayándose ante la escena. Junto a miembros cercenados y podridos provenientes de docenas de esclavos, se hallaban varios mutilados y agonizantes, rogando que acabasen con su sufrimiento. La policía esta vez tuvo que intervenir. En el jardín encontraron más de 75 cadáveres enterrados. Al saber que mis atrocidades saldrían a la luz, escapé en un coche de caballos a Bayou, donde presuntamente le pagué a un capitán de goleta para que me llevara a Mandeville o a Covington. Algunos afirmaron que había escapado a París, otros que permanecí en las afueras de Nueva Orleans. Lo único que se supo con certeza es que morí en Francia, el periódico The Daily Picayune de marzo de 1843, publicó que había muerto entre familiares y amigos en París el 7 de diciembre de 1842.


Años después, la casa se convirtió en un bar, luego en una tienda de muebles, en un hotel, en un edificio de departamentos y finalmente en un museo. Las leyendas decían que los gritos de los esclavos se aún se podían escuchar y se volvió una de las casas embrujadas más famosas de Estados Unidos. En 2007 fue adquirida por el actor Nicolas Cage. La mansión fue puesta nuevamente en el mercado nuevamente a finales del 2008. Pese a cambios de propietarios, la casa aún sigue siendo un lugar turístico visitado por miles de personas anualmente.

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B i l j a n a P l a v š i ć


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e adjudican horrores inimaginables: campos deconcentración, muertes, violaciones, y torturas de musulmanes y croatas, en épocas de la guerra de Bosnia, entre 1992 y 1995, la cual dejó más de 200.000 muertos y desaparecidos. La "dama de hierro" de los Balcanes, como afectuosamente me llamaban mis seguidores, me declaré culpable ante el Tribunal Penal de La Haya para la ex Yugoslavia. Nací el 7 de julio de 1930 en Tuzla, Reino de Yugoslavia, actual Bosnia y Herzegovina. "Esta responsabilidad es mía y sólo mía. El reconocimiento de que soy responsable de semejante sufrimiento humano y de manchar el carácter de mi pueblo siempre permanecerá conmigo", recité ante el tribunal, a los 72 años como ex presidenta de la República serbia de Bosnia entre 1996 y 1998. Aunque no siempre pensé igual, pues cuando me entregué al Tribunal de La Haya en enero de 2001 me declaré inocente. Pero de haber seguido en esa postura, me aguardaría, seguramente, una sentencia de cadena perpetua. Así, para octubre del 2002, me declaré culpable, y en diciembre de ese año lo dije ante el tribunal, en un gesto "nacido de un profundo remordimiento", según explicaron mis abogados. Tal acto hizo que la fiscalía redujera la pena, pidiendo una sentencia de entre 15 y 25 años. "Si no se hubiese declarado culpable habríamos pedido prisión por el resto de su vida", explicó en esa época la fiscal general

del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia Carla del Ponte. Soy entonces la figura de más alto rango en admitir atrocidades y la única mujer públicamente procesada por el tribunal internacional de la ONU. Soy una nacionalista serbia por donde se mire. Cuando apenas despuntaba la democratización del país, me uní al Partido Democrático Serbio, "nuestro partido nacional, mi partido", celebraba. Anticomunista fervorosa, fui decana de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas en Sarajevo, amante de la literatura, creía en la peculiar concepción de que los musulmanes son "elementos genéticamente deformados". "Es cierto, los musulmanes bosnios eran originalmente serbios —decía hacia 1993—. Es un material genéticamente deformado que ha abrazado al islam. Y ahora, claro, con cada generación sucesiva este gen simplemente se expresa y les dicta la manera de pensar y de actuar". Se me adjudican más frases polémicas. "Preferiría limpiar completamente de musulmanes a Bosnia oriental". Y "cuando digo limpiar, no quiero que me tomen literalmente y crean que digo limpieza étnica. Pero es que le han pegado esta etiqueta de limpieza étnica a un fenómeno perfectamente natural, y lo han caracterizado como un crimen de guerra". Cuando la guerra estalló, era el brazo derecho del presidente de los serbios de Bosnia, Radovan Karadzic, el hombre más buscado por el tribunal por crímenes contra


la humanidad. Lo sucedí en 1996, cuando fui electa presidenta de los serbios. Siempre decía que "sólo intercambiaba besos con los héroes". El temido comandante Arkan, un contrabandista y violador, asesinado en circunstancias poco claras hace varios años en Belgrado, era uno de mis héroes favoritos. "Aquí tenemos a un héroe serbio. Es un serbio de verdad, es la clase de gente que necesitamos", decía en Belgrado, hacia noviembre de 1996. "Es un humano forzado a tomar las armas por necesidad". Fui derrotada en las elecciones generales de 1998. Y dos años después el tribunal de la ONU me acusó formalmente de "limpieza étnica". Entre los destacados testigos que desfilaron por la corte de La Haya, la canciller del periodo presindencial de Bill Clinton, Madeleine Albright, declaró que las políticas de superioridad serbia de la "Dama de Hierro de los Balcanes" eran extremadamente "repugnantes". Pero la ex secretaria de Estado reconoció que cuando la guerra terminó en 1995, fui una figura central en la implementación del acuerdo de paz de Dayton de ese mismo año. Mi "pleno remordimiento" público de las atrocidades que se me imputaron me permitió eludir la prisión de por vida. Pero a los 72 años, una posible sentencia entre 15 y 25 años parece ser tan severa como la cadena perpetua.

“LA DAMA DE HIERRO DE LOS BALCANES”

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R E F E R E N T E S B I B L I o G R á F I C o S

Vallejo-Nágera, A. (2006). Locos de la historia: Rasputín, Luisa Isabel de Orleáns, Mesalina y otros personajes egregios. La Esfera de los Libros. ISBN 978-84-9734-477-7. The Unknown Misandry (2015). Women in Power: Aristocratic Female Serial Killers. Recuperado el 20 de Octubre de 2015 de: http://unknownmisandry. blogspot.com.co/search/label/Aristocrats. Vronsky, P. (2007). Female Serial Killers: How and Why Women Become Monsters. Berkley Books. ISBN 0425213900, 978042521390.


Este libro se termin贸 de imprimir el 9 de Noviembre de 2015. Manizales , Colombia.


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