Editorial
La melodiosa anacronía del campo
Somos de las generaciones que desde niños disfrutamos el caminar por el campo, quedándose pegado en la memoria con sus olores de tierra fresca, de plantas, de boñiga de vacas, con el gruñir de los cerdos, el canto de muchas aves, la alharaca de las gallinas y los perros flacos que salen de los arbustos ladrando y tambaleándose por la debilidad de sus patas hasta que se cansan de correr detrás de nosotros, la vaca que mascando pasto nos persigue con su mirada y latiguea su cuerpo con la cola espantando las moscas que nunca se le despegan; de las abejas que bailan entre las flores, del abejorro solitario que aparece como una motocicleta aérea que con calculados movimientos extrae el almíbar de las flores.
El color verde limpia los ojos de la polución visual de las ciudades, el silencio de los senderos agudiza el oído y el olfato se abre al oxígeno puro; nos volvemos uno con los sentidos que perciben cada sensación...