Antología cuentos de suspenso en el bosque

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Andrés García Sánchez 2513 Antología de Cuentos en el Bosque

“Antología Cuentos de Suspenso en el Bosque”


Andrés García Sánchez 2513 Antología de Cuentos en el Bosque

Prologo: Esta antología reúne diferentes historias de suspenso de cuentos en el boque, con las que el lector o lectora experimentara emociones escalofriantes. Es algo muy breve, no obstante, lo que contiene esta antología es muy conciso y claro en su redacción. ¿Pero por qué presentarles algo tan breve? Bien, esa es una pregunta muy sencilla de responder, se las presentamos en tres cuentos, debido a que las antologías largas, suelen ser algo densas en su recorrido por leerse, de esta manera una antología de tres cuentos interesantes y breves, es algo que es mucho más llamativo y sencillo de leerse en consecuencia de su brevedad. Deseamos que esta antología sirva a los lectores para entretenerse con un sustito y recordar cuentos de su niñez, y que los jóvenes se interesen en leerlo y les empiece a gustar la lectura tan ambiciosa que aquí les presentamos de una manera clara, organizada y sobre todo breve. A lo largo de esta antología les presentamos los cuentos: Hansel y Gretel, La niña de los fosforos y En boca cerrada, dichos los cuales, cabe mencionar como detonante de estos cuentos la gran trama manejada a lo largo de los mismos. Bien hasta aquí los dejamos y no los entretengo, porqué recordemos que esto es algo breve, espero y les guste.


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“Hansel y Gretel” (Un cuento de los hermanos Grimm)

Presentación: Jacob Grimm (1785-1863) y su hermano Wilhelm (1786-1859) nacieron en el pueblo alemán de Hanau (en Hesse). Estos dos hermanos fueron criados y educados por la burguesía, los hermanos Grimm no tardaron en hacerse notar por sus talentos: tenacidad, rigor y curiosidad en Jacob, dotes artísticas y urbanidad en Wilhelm. A los 20 años de edad, Jacob trabajaba como bibliotecario y Wilhelm como secretario de la biblioteca. Antes de llegar a los 30 años, habían logrado sobresalir gracias a sus éxitos y publicaciones de libros. También ambos fueron profesores universitarios en Kassel.

Hansel y Gretel: Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer, y en una época de carestía que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer: - ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda? - Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos. - ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras. - ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió-. Pero me dan mucha lástima -decía. Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre desvelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel: - ¡Ahora sí que estamos perdidos! - No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir del paso. Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: -


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Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de nuevo.

A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños: - ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-. Y dando a cada uno un pedacito de pan, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre: - Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas! - Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adiós -respondió el niño. Y replicó la mujer: - Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea. Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino. Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre: - Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío. Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer: - Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros. Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos. Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo: - ¿Cómo saldremos del bosque? Pero Hänsel la consoló: Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino. Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó: - ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver! El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado. Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido: - Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque


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para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros. Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: "Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado." Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla: - No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará. A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo. - Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas! - Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós. - ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que brilla en la chimenea. Pero Hänsel fue sembrando de migas todo el camino. La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo: Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos. A mediodía, Gretel partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hänsel consoló a Gretel diciéndole: - Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta. Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a Gretel: - Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron. Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque; sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie de un árbol y se quedaron dormidos.

Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre. Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un árbol;


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y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas eran de puro azúcar. - ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás cuán dulce es. Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior: "¿Será acaso la ratita la que roe mi casita?" Pero los niños respondieron: "Es el viento, es el viento que sopla violento." Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos. Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo: - Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño. Y, cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y Gretel se acostaron en ellas, creyéndose en el cielo. La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hänsel y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: "¡Míos son; éstos no se me escapan!." Levantóse muy de mañana, antes de que los niños se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: "¡Serán un buen bocado!." Y, agarrando a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama de Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole: Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo


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tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo comeré. Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja. Desde entonces a Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba la vieja al establo y decía: - Hänsel, saca el dedo, que quiero saber si estás gordo. Pero Hänsel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo: - Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré. ¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! "¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo menos habríamos muerto juntos!." - ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-; de nada han de servirte. Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el caldero y encender fuego. - Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -. Y de un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas. Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja. Su intención era cerrar la puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo: - No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar? ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno. Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera hubo de morir quemada miserablemente. Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hänsel y le abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de abrazos y besos! Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas. - ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose de ellas los bolsillos. Y dijo Gretel: También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el delantal de pedrería. Vámonos ahora -dijo el niño-; debemos salir de este bosque embrujado -. A unas dos horas de andar llegaron a un gran río. - No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela. - Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -.


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Y gritó: "Patito, buen patito mío Hänsel y Gretel han llegado al río. No hay ningún puente por donde pasar; ¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?." Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer lo mismo. - No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro. Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Comentario:  Tema: El tema de mi antología se realiza en este cuento, de una manera un tanto obvia, ya que casi el 90% del cuento se desarrolla en un bosque, además del gran suspenso manejado a lo largo de toda la trama. 

Análisis: El narrador utiliza voz narrativa en tercera persona, un ejemplo es: ” - No -replicó Gretel-“, usa perspectivas limitadas porque no habla sobre los sentimientos de los personajes. La perspectiva es limitada, debido a que el narrador no divaga en las mentes de los personajes, ni en sus pensamientos. El narrador es extradiegético, porque no está dentro de la historia. Los personajes son presentados de manera indirecta, porque no menciona como son física y emocionalmente, así que tenemos que imaginarlos. Los personajes son simples porque no habla sobre sus cualidades. Este cuento tiene orden cronológico pues las acciones siguen un orden en la secuencia.

Comentario: Mi comentario acerca de este cuento es únicamente que desde mi perspectiva, no importa en cuantas maneras se narre o se escriba, seguirá perteneciendo al género infantil, no obstante, eso no influye a considerarlo


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como menos importante, debido a que su narración demuestra todo lo contrario, es muy interesante y llamativo.

“La niña de los fósforos” (Un cuento de Hans Christian Andersen)

Presentación: Nació el 2 de abril de 1805 en Odense. Hijo de un humilde zapatero y de una lavandera. Hans recibió de pequeño muy poca educación, aunque su padre cultivó su imaginación contándole historias fantásticas y enseñándole a crear su propio teatro de títeres. A los catorce años, escapa a Copenhague para tratar de convertirse en actor o cantante. Trabajó para Jonas Collin, director del Teatro Real, que le financió sus estudios. Desde 1822 publicó poesía y obras de teatro, consiguió su primer éxito con Un paseo desde el canal de Holmen a la punta Este de la isla de Amager en los años 1828 y 1829, un cuento fantástico que imita el estilo del escritor alemán E. T. A. Hoffman. Hans Christian Andersen falleció el 4 de agosto de 1875.

La niña de los fósforos ¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos.

Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.


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En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Parecióle a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.

Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.

Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.

«Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho: -Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.


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Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

- ¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Apresuróse a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya fría, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.

Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.

Comentario:  Tema: El tema de mi antología se realiza en este cuento de una manera sutil, debido a que en este caso se desarrolla la verdadera historia en una colonia en medio del bosque, este relato solo es una versión más corta y sintetizada del mismo cuento, debido que el cuento consta de una gran cantidad de páginas como para agregarlo a esta antología, esto hablando por la parte del bosque. Pero si hablamos del suspenso manejado durante la historia, es totalmente de acuerdo al género de la antología. 

Análisis: El narrador utiliza voz narrativa en tercera persona, un ejemplo es: ” Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... “, usa perspectivas omniscientes porque el autor habla sobre los sentimientos y pensamientos de los personajes, además de que el narrador divaga en las mentes de los personajes, y en sus pensamientos. El narrador es intradiegético, porque está dentro de la historia. Los personajes son presentados de manera indirecta, porque no menciona como son física y emocionalmente, así que tenemos que imaginarlos. Los personajes son simples porque no habla sobre sus cualidades.


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Este cuento tiene orden cronológico pues las acciones siguen un orden en la secuencia. 

Comentario: Este cuento me encantó en lo personal, maneja una trama muy de acuerdo al tema de la antología, el suspenso manejado durante el relato realmente te hace sentir como si estuvieras ahí mismo, sobre todo al final de la historia.

“En boca cerrada,,,,” (Arthur Machen)

Presentación: Arthur Llewellyn Jones nació en Caerleon-on-Usk, en Monmouthshire, el 3 de marzo de 1863 en Gales, Reino Unido. Él fue hijo del pastor anglicano John Edward Jones, Arthur fue criado en la rectoría. La educación cristiana fue algo muy importante para sus escritos y publicaciones. A los once años Machen entró en la Hereford Cathedral School donde recibió una educación clásica, después terminar sus estudios básicos no pudo asistir a la universidad debido a la pobreza familiar que estaba siendo presente en su vida. Empezó a mostrar su calidad como joven promesa literaria y publicó en 1881 el poema Eleusinia tratando el tema de los Misterios eleusinos. A la vuelta a Londres vivió en la pobreza, intentando encontrar trabajo como periodista, en una imprenta, o como profesor particular; mientras, escribía por las noches y acostumbraba a pasear en la noche paseos por todo Londres.

En boca cerrada,,,, A Pierrot le gustaba sentarse en la puerta de su casa en el bosque y parlotear durante horas con los vecinos......En realidad siempre había sido bastante chismoso, pero como comprenderán ahora que estaba viejo y solo, lo era aún más...Así fue, como esa mañana, puso su silla en el sardinel y se dispuso a conversar con cuanta persona pasara por allí. Y la verdad es que era una hora bastante propicia para tales menesteres, ya que a esa hora, muchas mujeres pasaban aburridas rumbo al mercado y una buena charla les caía a pelo...Así fue que conversando se le pasaron las horas a nuestro buen amigo, pero también la lengua, porque empezó a hablar de su hija Rosita, que vivía en el pueblo vecino y que había heredado todo el dinero de su difunto hermano....Sí pues, su hermano, un


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hombre muy trabajador y dedicado, le había dejado todo su dinero ...Que por cierto no era poco -Y a mí ni un centavo me dejó el muy maldito concluyó Pierrot acalorado...Lo que no contó Pierrot era que su hija lo había cuidado durante años con devoción y cariño mientras él apenas si lo visitaba en algunas festividades y solo por compromiso... No lejos de allí dos ladrones, bien instalados entre los arbustos, lo escuchaban atentamente. Y esa misma noche, mientras Pierrot dormía plácidamente en su cama; los ladrones se aparecieron en su cuarto y lo obligaron a vestirse y acompañarles...-Ahora vienes con nosotros viejo chismoso - le dijeron y lo llevaron a rastras con ellos a través del bosque hasta el pueblo vecino. . Ya amanecía cuando llegaron a su destino y tomaron una habitación en una fonda de mala muerte, refugio de parias y delincuentes…. Ya instalados en su habitación, los ladrones se enfrascaron en una acalorada discusión sobre cómo llevar a cabo sus planes, hasta que finalmente decidieron cortarle un dedo al anciano y llevárselo a su hija, para que les pagara un rescate por el viejo…Luego de cortarle el dedo al pobre Pierrot lo envolvieron en una tela basta y se dirigieron a la residencia de la susodicha hija...En la puerta un empleado les recibió el paquete y los invitó a esperar la respuesta... Luego de un rato interminable de espera el empleado regresó con la noticia de que la señorita no les creía nada; que eran unos farsantes y mentirosos y que mejor se largaran antes que viniera la policía... Furiosos los ladrones regresaron a la fonda y se pusieron a discutir sobre la nueva táctica a seguir; para sacarle plata a la hija, mientras Pierrot yacía en un rincón todo adolorido y maltrecho… Por fin los ladrones decidieron ser más drásticos y cortarle una mano…Y así fue que con la mano ensangrentada y metida en una bolsa de yute, se pusieron de nuevo en camino hacia la casa de la hija…Pero esta vez recibieron la misma respuesta – Puede ser la mano de cualquiera- Así que vayan con su cuento a otro lado- y diciendo esto el empleado les soltó a los perros que les dieron un buen susto… Pasaron varios días y una tarde le llegó a la hija un nuevo paquete, pero esta vez contenía la cabeza de su padre…Ante tal espectáculo la mujer enmudeció y nunca, hasta el día de hoy volvió a recuperar el habla… Y bien amigos, para concluir les digo que si Pierrot no hubiera hablado tanto, nada de esto hubiera pasado....Ya bien dice el dicho: en boca cerrada no entran moscas…

Comentario:  Tema: El tema de mi antología se realiza en este cuento de una manera ligera, en cuanto al bosque, debido a que, si está él en el bosque, pero el relato se enfoca más a aspectos secundarios, no tanto la acción en el bosque, si no


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factores personales. En cuanto al suspenso, si se realiza de una manera total, ya que la trama si está enfocada a aspectos que te dejan reflexionando, y con las ansias de que pasará después. No obstante, este cuento americano, pertenece al género de mi antología, por investigaciones ya hechas. 

Análisis: El narrador utiliza voz narrativa en tercera persona, un ejemplo es:” Ya amanecía cuando llegaron a su destino y tomaron una habitación en una fonda de mala muerte, refugio de parias y delincuentes…. “. Usa perspectivas limitadas porque no habla sobre los sentimientos de los personajes. La perspectiva es limitada, debido a que el narrador no divaga en las mentes de los personajes, ni en sus pensamientos. El narrador es extradiegético, porque no está dentro de la historia. Los personajes son presentados de manera indirecta, porque no menciona como son física y emocionalmente, así que tenemos que imaginarlos. Los personajes son simples porque no habla sobre sus cualidades. Este cuento tiene orden cronológico pues las acciones siguen un orden en la secuencia.

Comentario: A la larga de este relato, cabe mencionar que su detonante es algo muy interesante, debido a que es suspenso, pero está clase de suspenso te provoca reacciones de carácter reflectivo. Desde mi punto de vista determino como tema principal del relato el “pensar dos veces antes de hablar”.


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