Al mundo le faltas tú

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Al mundo le faltas TÚ:

soñar, amar, servir…


[haz espacio] Este año vamos a echar un vistazo a nuestro mundo y ver qué hace falta en él. Seguramente sacaremos una gran lista: le falta amor, sinceridad, honradez, cercanía, alegría, esperanza, caridad… Pero sobre todo a nuestro mundo le faltas tú. Sí, ¡tú! Porque nada de lo anterior se lograría si tú no dieras ese primer paso y pusieras en el mundo aquello que necesita para ser un mundo más humano, más cristiano, más de Dios. El padre Dehon llamaba a esta tarea “construir el Reino de Dios”. Él estaba convencido de que Dios es el que en último lugar sostiene y da aliento a nuestro mundo. Por eso no dejaba de repetir la petición que aparece en el Padrenuestro, “Venga tu Reino”. Pero también creía firmemente que Dios no actúa sin nosotros. Al contrario: somos nosotros los que ponemos en nuestro mundo la sal y la vida que le hace falta. Al mundo le falta mucho de Dios, y esa es nuestra tarea. Ser, en el mundo, las manos, la palabra y los gestos de un Dios que nos ama con locura, muy por encima de quiénes somos, de cuál ha sido nuestra historia personal, de nuestras caídas, defectos y pecados. Él confía en nosotros, se fija en nosotros y se sienta en nuestra mesa. ¿Le dejarás entrar en tu vida?

Canto

“La misericordia del Señor, día a día cantaré.”

[espacio de la oración] del salmo 136 1.Te doy gracias, Señor, porque eres bueno, porque es constante y eterno tu amor conmigo. 2. Te doy gracias, Señor, Dios de todo, porque en todo lo mío Tú intervienes, porque es constante y eterno tu amor conmigo. 3. Tú haces grandes maravillas: la potencia del Universo, el misterio de la Vida, la fuerza del Amor, mi propio ser..... porque es constante y eterno tu amor con todoy también conmigo. 4. Me sacaste de aquello que un tiempo me hizo esclavo, con mano tensa y fuerte brazo como 'tira de uno' aquel que es buen amigo... porque es constante y eterno

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tu amor conmigo. 5. Cuando no tenía fuerzas, me abriste el camino: pasé y fui salvado por Ti desde la experiencia del antiguo Egipto sentí en mi vida una vez más que es constante y eterno tu amor conmigo. 6. Tú me das, Señor, el pan que necesito, el pan que me da vida y aunque me canso.... ¡Vivo! Si recuerdo mi historia.... has puesto en cada instante el pan que necesito. No me dejes, ahora que estoy cansado hazme experimentar que es constante y eterno tu amor conmigo.

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[espacio de la Palabra] Dios “nos sueña” y ama… y nos llama a servir: Mateo 9, 9-13 Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Los personajes: Mateo… un cobrador de impuestos. Y, por eso, doblemente traidor. Traicionaba a los suyos, que lo veían como un colaborador de los romanos, los opresores. Pero es que además traicionaba (o se traicionaba) a Dios y sus mandamientos porque una parte de lo cobrado se lo quedaba para él. Vamos, que robaba, se lo llevaba crudito y calentito. Y eso era conocido por todos. Pero aún así, Jesús se fija en él, sin juzgar, sin reprochar… ¿Cuáles son tus traiciones? ¿Qué prefieres ocultar en tu vida? ¿Qué no te gusta que los demás sepan o vean en ti? Dios, sin embargo, te quiere también así… con esas imperfecciones. Con tu pecado. Ya habrá tiempo de cambiar, pero lo primero, para Dios, es amarte… Los publicanos y los pecadores. Dice el texto que estaban sentados en la misma mesa con Mateo, con Jesús y con sus discípulos (curioso… los discípulos, tradicionales “bocazas” en otros textos, esta vez no reprochan nada… se ve que ya habían empezado a cambiar su modo de ver el mundo, habían empezado ellos a ser misericordiosos…). ¡A la mesa! ¿En la misma mesa? ¿Es posible? Claro que era posible… pero el gesto era tan revolucionario, tan descolocante y tan chocante que no pasa desapercibido a los fariseos, siempre dispuestos a poner los puntos sobre las íes. Los publicanos eran los compañeros de profesión de Mateo (se ve que lo de Mateo causó en ellos mucha impresión). Y pecadores… pecadores eran considerados muchos en Israel: desde el que tenía una enfermedad contagiosa (para los judíos un auténtico castigo de Dios) hasta las personas de dudosa reputación (prostitutas, ladrones, etc.) o los mismos samaritanos, considerados por los judíos bastante “heterodoxos” en cuanto a su doctrina. Todos tenemos un poco de publicanos y pecadores… pero si es así, Dios también te está llamando a formar parte de algo más grande (“soñar cosas grandes”, diría el papa Francisco). ¿Te sientes así, llamado, escogido, mimado por Dios en algunos momentos? Los fariseos… ¡menuda gentuza, ¿no?! Pues no. Nada de eso. Ellos vivían con austeridad, trataban de cumplir con la Ley de Moisés, con los mandamientos. Rezaban. Practicaban la caridad y el amor a Dios. Pero a veces se olvidaban de que Dios también tenía un hueco para aquellos que no podían con toda la ley, con todo lo que aparecía en la Palabra de Dios, y llevaban su cumplimiento al

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extremo. Y esto les mataba: juzgaban, se fijaban en minucias, les sacaba de quicio que Jesús actuara con una misericordia desbordante, sentían envidia de él… ¿Eso no te mata también a ti? Y tú… porque en todos los textos de la Biblia hay un personaje siempre oculto: TÚ. Tal vez te has quedado fuera, observando la escena, o te has metido de lleno en ella, tratando de vislumbrar qué está sucediendo ahí. ¿Cómo actuarías en esa situación? ¿Serías del bando de los pecadores, los publicanos y demás familia, o prefieres ser de los que juzgan, superficialmente, a los que caen? ¿Un fariseo tal vez? ¿O acaso eres Mateo?

El contexto Tal vez podríamos fijarnos en todo lo que sucede alrededor… Pero sólo un pequeño detalle: la escena transcurre en medio del ruido. Imagínate: una calle judía, el bullicio del mercado al lado, las monedas correteando por las manos de Mateo y su codicia… Y ahí, en medio del ruido, Jesús pronuncia una palabra: “Sígueme”. Y basta. Nada más. También tú vives en el ruido: clases, agobios, estudios, quedas con unos, con otros, compromisos, obligaciones, tus historias (tus mil y una historias) y runrunes, y, de repente, una palabra: “Sígueme”. ¿La has escuchado alguna vez? ¿Te dejas llevar por el ruido y dejas pasar esa palabra sin más? Recuerda ese momento… y pídele a Dios ayuda para seguir escuchándole. Escríbelo en tu oración…

El texto, y tú A medida que has ido viendo y desentrañando el texto seguramente alguna palabra o idea ha ido saliendo poco a poco: puede ser una parte del texto que te haya llamado la atención, o una palabra que se ha quedado como eco en todas tus reflexiones, o una pequeña oración. Eso es, precisamente, un “fruto del Espíritu”, o, en otras palabras, Dios actuando directamente en tu vida y hablando directamente al corazón. Levántate, en silencio, y escríbela en el papel. ¿Nos puedes decir a todos porqué la has escrito? Comparte si quieres tu oración… ¡todos lo haremos, aunque sólo sea esa palabra!

[espacio del corazón] Canto:

Ven y descánsate, ven y descánsate en Dios, en Dios. (bis) Y deja que Dios sea Dios, deja que Dios sea Dios, tú sólo adórale, tú sólo adórale. Oración:

Soñar, amar, servir…

(himno de la hora intermedia del Miércoles III de la Liturgia de las Horas)

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