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CONTIGO… el vértigo a la vida desaparece

[haz espacio] Han pasado los meses de verano y el inicio de curso... y ya nos habremos dado cuenta de cómo nuestro tiempo, en ocasiones, es para todos menos para el que de verdad es el Señor del tiempo y de la historia. Y es que vivimos en un mundo de vértigo, de prisas, de acelerones por llegar a no se sabe muy bien donde. Un vértigo que se extiende y hace que, incluso, nos dé miedo la vida, vértigo, pavor, enfrentarnos a ella con calma, con paciencia... Y es en ese tiempo, el nuestro, el de nuestras prisas y agobios, donde Dios pronuncia su Palabra: CONTIGO. Él nos llama a no temer, a confiar, a superar los acelerones de la vida (superar… que no eliminar) y caminar con Él. ¿Estás dispuesto a dejar que Dios pare tu vida, que Dios dé sentido a tu día a día? Canto

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[espacio de la oración] Salmos (Cantamos todos entre estrofa y estrofa. Cada espontáneamente, como portavoz de todos ante Dios)

estrofa

la

recita

despacio

quien

quiera

Bonum est confidere in Domino, bonum sperare in Domino Tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, Tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha… Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene (Salmo 3) Yo confío en tu misericordia, mi corazón se alegra con tu salvación, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho (salmo 12).

Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas (salmo 17) A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado (salmo 24) El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (salmo 26)

[espacio de la Palabra]

La Palabra: MARCOS 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: -Hijo de David, ten compasión de mí. Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: -Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: -Llamadlo. Llamaron al ciego diciéndole: -Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: -¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: -Maestro que pueda ver. Jesús le dijo: -Anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

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Bartimeo, como tantos de nosotros, ten ía vértigo a la vida. Tal vez era su mayor ceguera … el preferir quedarse sentado al borde del camino, esperando que otros lo caminaran por él, que arriesgar, confiar, y dar el salto. Os proponemos una pequeña din ámica: cierra por un momento los ojos e im áginate t ú al borde del camino. El ruido de la gente, los pasos acelerados, las voces, las exclamaciones. Jesús está cerca, haciendo camino, pasando entre nosotros y te quiere a ti, A T I, caminando con Él. Sin embargo, las cegueras pueden m ás que el impulso de saltar. ¿Cuáles son las cegueras que tienes cada día? ¿Qué te impide dar pasos en tu fe? ¿En qui én confías? ¿Confías en Dios, en Aquel que te pide dejar atr ás tus miedos y temores y entregarte totalmente, caminar con decisión? ¿Qué te ata al borde del camino? Pero algo sucede… algo surge en tu interior. A pesar de los miedos, a pesar de las indecisiones, a pesar de tus “¿y ser é capaz?”, decides pegar un salto y arriesgar, venciendo el v értigo que produce en ti la entrega total, superando los acelerones de tu vida, tus prisas y agobios, y ponerte a su lado. ¿Qué esperas encontrar en Él? ¿Qué quiere Él de ti? ¿Lo escuchas? Le pides algo… “Señor, que vea” o lo que es lo mismo: que sea capaz d e verte en mi vida, en mi rutina, en todo lo que hago. ¿Y si no lo ves con seguridad? ¿Y si no lo sientes … vas a dejar de caminar? Pero algo te dice que, incluso cuando todo pa rezca oscuridad, Él estará ahí. Cuando tú no puedas confiar, Él seguir á confiando en ti. Cuando no puedas caminar, Él caminará por ti y contigo. CONTIGO. Dale gracias a Dios por todo lo que hace en tu vida, tambi én p or tus indecisiones. Y preséntaselas. Pídele, una vez más: “Señor, que vea”, que sea capaz de lanzarme , de dejar mis comodidades, de entregarme totalmente.

[espacio del corazón] Pon palabras a lo que has sentido y lo que Dios te ha dicho… Es el momento de dejar que Dios ilumine tu vida, tantas veces cegada por el vértigo y las prisas. Y, si quieres, compartirlo con todos. Que nada te pare. Estás en casa…

Canto:

Oración

Señor, desde el borde del camino te grito: ¡Hazme saltar hacia ti! Que mis angustias y prisas, mis vértigos, no me impidan verte. Que sea capaz de iluminar mi vida con tu Palabra y dejar que seas Tú el que acompañe mis pasos, indecisos, y me enseñe a entregarme totalmente. Señor, ¡que vea!, ¡que te vea!, ¡que camine contigo! www.espaciodeespacio.blogspot.com

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