Relatos de la casa del árbol -Ángel Díaz Nogales

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Dedicado a mis padres, Ángel y Mª José. A mi hermana, Mª Aurora, a su marido Miguel Ángel, y a Celia, la hija de ambos. También a mis abuelos maternos, Victorín y Josefa, y a mi tío Juan Miguel. A mis abuelos paternos, Deogracias y Aurora, que en paz descansen. Especial dedicación a mis amigos de la niñez: David, Eva, Cristina, Ana y Félix. Con ellos he vivido momentos muy bonitos que llevo en mi recuerdo y que han servido de inspiración a varias historias y pasajes de este libro. Por supuesto, también va dedicado a todos los artistas y personajes de cine, televisión, videojuegos, literatura y cómics que me han influido y a los que he admirado a lo largo de mi vida, que también han sido importante fuente de inspiración.

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ÍNDICE  PRÓLOGO- 9  OBJETIVO: MATAR A RÚTIGUER SAPRISTI- 11  PUÑO DE PIEDRA- 35  ÁBRETE, SÉSAMO- 85  EL CALLEJÓN DEL SÍNFANO- 101  EL ANDÉN- 117  TRIVIALIDAD INFERNAL- 131  TODO POR LA SANGRE- 145  SONIDOS DEL SILENCIO- 159  LA HURA- 165  LA LEYENDA DE LA MONJA FANTASMA- 171  LA BESTIA DEL BOSQUE- 183  LOS DOS HEROES- 191  PASARON SIN SALUDAR- 205  EL MOLINO ENCANTADO- 211  EL CASERÓN INFERNAL- 225 7


 MÁS ALLÁ DEL RÍO- 239  LA PEÑA LEVANTE- 249  UN CASTILLO PARA MORIRSE DE RISA- 259  HOMO TECHNOLOGICUS- 267  LA ESENCIA DEL FÚTBOL- 277 

MULTI-VERSOS- 282

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PRÓLOGO

En este mi primer libro, que espero que no sea el último, va buena parte de mi vida, el trabajo de muchos años escribiendo e ideando, puesto que algunas de las historias que incluyo las tenía ya escritas desde hace largo tiempo, mientras que otras han sido escritas por primera vez para esta ocasión, habiendo reposado y madurado durante años en mi mente.

Algunos de los relatos están inspirados en hechos y vivencias que me han sucedido, junto a mis amigos o a mí solo. Otros se inspiran en la diversa cultura, y subcultura, que he ido consumiendo a lo largo de mi vida: televisión, cine, videojuegos, libros, cómics...

Los géneros que toco son muchos, variados y muy diferentes. El terror, el misterio, la aventura, la cienciaficción, el ensayo e incluso la poesía, en un apartado especial titulado "Multi-versos", con diversos poemas seleccionados como lo más potable de entre mis ripios y 9


pareados.

A pesar de tal variedad de géneros, hay un nexo en común en todo el libro, que es el humor. A veces más evidente, otras más sutil. A veces más negro, otras más blanco. Aunque eso sí, muchas veces rozando el absurdo, o incluso zambulléndose en él totalmente.

La gran mayoría de los argumentos son de una imposibilidad absoluta. No sería posible que pudieran ocurrir de ninguna de las maneras las fantasías alocadas y las idas de pelota que narro, pero me divierto muchísimo colocando en las situaciones más límite a los personajes que he creado, como cuando jugaba de pequeño con mis muñecos G.I. Joe.

Y esa es mi mayor pretensión: que los posibles lectores se diviertan y entretengan con mis historias al menos una mínima parte de lo bien que lo he pasado escribiendo. Eso sí, que nadie lo lea buscando disertaciones metafísicas y profundas, porque no las hay. 10


Esto es simplemente entretenimiento puro y duro, sin complicaciones ni zarandajas, como cuando uno se sienta a ver una buena peli de efectos especiales, que s贸lo busca entretenerse y que le sorprendan, intentando simplemente relajarse y disfrutar del momento, sin pararse a analizar las bondades o las maldades del argumento.

Por lo tanto, simplemente invito a que pasen y lean estos variados, y a la vez extra帽os, relatos que completan este libro.

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OBJETIVO: MATAR A RÚTIGUER SAPRISTI Jack Stone era un hombre que, en sus apenas 37 años de vida, lo había pasado tremendamente mal, considerándose sin vanidad alguna todo un superviviente y luchador nato. Desde muy pequeño, fue consciente de que su vida iba a ser una lucha continua.

Su madre murió cuando él contaba con escasos 4 años a causa de un cáncer fulminante, quedando a cargo de su padre, que se dedicaba a varios negocios turbios, frecuentando muy a menudo compañías peligrosas, que se veían aderezadas por abundante consumo de alcohol, drogas y demás.

El niño, como consecuencia de esto, estaba solo casi todo el día, y apenas sin saber leer todavía, empezó a conocer la ley que se imponía en la calle, cometiendo pequeños hurtos junto a sus compañeros de colegio, que con demasiada frecuencia faltaban a las clases para irse por ahí a cometer diversas fechorías. Ni que decir tiene que, tanto las cartas como las llamadas del colegio para informar de las faltas de 15


su hijo, eran de nula importancia y a menudo desconocidas para el padre de Jack.

Con el paso del tiempo, aquellos pequeños hurtos de objetos o alimentos en diversos comercios fueron subiendo en cuanto a intensidad y violencia, llegando a incurrir en la violencia física, la extorsión e incluso el asesinato. En aquel tiempo, los estudios eran un recuerdo lejano para él, ya que había abandonado el colegio y únicamente se dedicaba a pulular por las calles junto con una banda de chavales de dudosa reputación en la que se había enrolado, sin rumbo fijo y esperando el momento oportuno para cometer alguna maldad. Gracias a su carisma y a su fuerza, en poco tiempo se convirtió en el jefe de aquel grupo, dejando al anterior mandamás bastante mal parado después de una cruenta e intensa lucha en pos del liderazgo.

Ante la nula atención que le ofrecía su padre, y viendo los sucesos que estaba protagonizando el hijo, la actuación de los servicios sociales no se hizo esperar, quitando al progenitor la custodia y recluyendo al chaval en varias ocasiones en diversos centros de menores, sin ningún resultado favorable, ya que los actos de indisciplina eran 16


constantes, así como los enfrentamientos tanto con compañeros como con tutores.

Tras este periplo, le llegó la mayoría de edad y abandonó los centros de menores para comenzar una nueva etapa, con la intención de buscar a su padre e intentar ayudarle, pero se enteró de que recientemente había sido asesinado por unos individuos a los que, al parecer, debía cierta cantidad de dinero, procedente de diversos trapicheos. El chico, al enterarse de tan fatal noticia, juró venganza y no cejó en su empeño hasta que logró acabar con todos los asesinos de su padre. Por este crimen, al ser ya mayor de edad, fue condenado a ocho años de prisión, que posteriormente le fueron rebajando paulatinamente hasta quedar en apenas la mitad, gracias, sobre todo, a su buen comportamiento, aprendiendo y realizando varios trabajos en la cárcel, así como estudiando Bachillerato, empezando así a darse cuenta de que en un futuro más o menos cercano le iba a ser de ayuda en la vida cotidiana. De esta manera, empezó a sentar la cabeza y a pensar en diversas opciones de trabajo, viendo finalmente el Ejército como una buena salida para ganarse la vida una vez saliera de la cárcel. 17


Nada más salir, se alistó y comenzó un duro entrenamiento físico, formándose en diversas artes de lucha cuerpo a cuerpo y con armas, convirtiendo su cuerpo y su mente en perfectas máquinas de guerra. Pronto destacó entre los demás novatos por sus grandes conocimientos y por su habilidad y destreza sin igual.

Fue enviado a participar en diversos conflictos de guerra, incorporando así a sus innatas cualidades el sentido de la estrategia y el trabajo en equipo. Los últimos años le empezaron a pasar factura tanto física como mentalmente debido a las largas temporadas que pasaba prácticamente en primera línea de fuego, lo que le ocasionó terribles ataques de ansiedad y furia incontrolable que le hacían destruir todo a su paso. Se le ponían los ojos en blanco, saliéndole incluso espumarajos por la boca, mientras le daban terribles temblores y ataques epilépticos, tensando todos los músculos de su trabajado cuerpo de tal manera que ninguna aguja u otro objeto punzante era capaz de atravesarlo, rebotando prácticamente en él. Estos ataques podían durar apenas unos segundos o varias horas, y sin duda, le convertían en un peligro para todos, ya que no 18


reconocía a nadie ni a nada. Cuando cesaba el ataque, caía al suelo desmayado y agotado. Una vez lograba despertar algunas horas después, decía no recordar absolutamente nada de lo sucedido, y cuando le mostraban los destrozos ocasionados por él mismo, se negaba a creerlo y aceptarlo, disgustándose profundamente.

Para intentar paliar estos ataques, el médico que le trataba en el Ejército le recetó unas pastillas fortísimas que debía tomar de por vida, todos los días a la misma hora. Si se retrasara apenas una hora en tomarlas, los ataques se comenzarían a manifestar nuevamente.

Así, fue continuando con su labor militar con cierta normalidad, hasta que ocurrió el hecho que casi le cuesta la vida: En medio de un conflicto de guerra, un misil perdido prácticamente le cayó encima, logrando esquivarlo gracias a sus reflejos felinos, aunque la explosión y la consiguiente onda expansiva de fuego y metralla le ocasionaron diversas quemaduras y heridas de enorme gravedad que le mantuvieron postrado en la cama de un hospital durante muchos meses en los que tuvo que luchar duramente por su vida. 19


Como consecuencia de tal fatalidad, le quedaron tanto por la cara como por todo el cuerpo diversas cicatrices de distintos tamaños, formas y profundidades. Durante su estancia en el hospital, fueron muchas las veces que sus amigos y compañeros de profesión fueron a visitarle, y como ocurrencia espontánea, viendo las múltiples costuras que “adornaban” su anatomía, se decidieron a rebautizarle de manera cariñosa y jocosa con un apodo que le encantó desde el primer momento y que recibió con agrado y humor: “Balón de Rugby”.

Una vez que por fin logró abandonar el hospital, su mayor empeño era reincorporarse al Ejército y volver a luchar, pero tanto los médicos como sus propios compañeros y superiores desaconsejaron de lleno ese riesgo tan enorme, sobre todo tras contrastar y comprobar que su estado físico, aunque excelentemente recuperado, no era ni por asomo el mismo que antes del accidente. Además, los brotes de su enfermedad no acababan de remitir, e incluso se habían recrudecido en cuanto a intensidad debido al gran sufrimiento que había vivido.

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Le ofrecieron diversos puestos para poder trabajar en varias oficinas del Ejercito, cosa que rechazó automáticamente, esgrimiendo que él era un hombre nacido y preparado para la acción, y no para estar sentado tras una mesa tecleando un ordenador, como si de un objeto decorativo se tratara, así que se vio obligado a tomar la durísima decisión de abandonar el Ejército tras más de 15 años sirviendo y luchando por él, para comenzar así una nueva vida.

Una vez ya como civil, no tardó en encontrar un pequeño apartamento en régimen de alquiler, más que suficiente para establecerse durante el tiempo que fuera necesario. Más complicado fue, desde luego, lo de encontrar un trabajo para poder comer y pagar gastos, ya que, aunque el dinero que tenía ahorrado de su época militar era importante, no era como para estar viviendo de ello durante demasiado tiempo. Intentó buscar por varias opciones, pero automáticamente era descartado en cuanto los temas de su enfermedad y de sus antecedentes delictivos se ponían sobre el tapete.

Hastiado de buscar sin ningún fruto positivo, se le pasó 21


por la cabeza poder utilizar sus elevados conocimientos de lucha y armas para poder hacer el bien, ayudando con ello a alguien y de paso ganando un suculento dinero: ofrecerse para realizar diversos trabajos de protección para quién lo solicitara. Es decir, como guardaespaldas autónomo.

Decidió intentar abarcar las mayores posibilidades posibles anunciándose en diversas páginas de trabajos en Internet, así como en varias publicaciones de prensa escrita.

No tardó en empezar a recibir los primeros trabajos y contrataciones, casi siempre de manera esporádica, sobre todo para garantizar la protección de algún personaje famoso y/o importante que llegara de visita a la ciudad. Así, poco a poco fue haciéndose un hueco y ganándose el respeto entre la gente del gremio, gracias a su impecable trabajo.

Un día, recibió la llamada de un misterioso hombre que no se identificó y que, sorprendentemente, no era para hacerle un encargo de protección a alguna persona, sino para totalmente lo contrario: Asesinar a una persona. 22


En principio, Jack se negó rotundamente a tal cosa, pero el desconocido contratante rápidamente se apresuró a comentarle que si era por dinero no había problema, ya que estaba dispuesto a ofrecerle una ingente cantidad de dinero por adelantado.

Picado por la curiosidad, Jack le preguntó sobre la identidad de la víctima y algún lugar donde encontrarla. Anonadado se quedó cuando el hombre le comentó que se trataba de un vendedor de diversas chucherías y demás, que con su pequeño quiosco portátil, prácticamente cada día, se ponía en la misma esquina de la misma calle. Jack, ciertamente alarmado, le preguntó al hombre sobre su identidad y sobre el motivo de querer eliminar a un pobre y humilde vendedor callejero, a lo que éste le contestó nerviosamente que no permitía más preguntas y que si realmente aceptaba o no el trabajo. A regañadientes, Jack acabó aceptando, sobre todo atraído por el tema económico. El extraño caballero únicamente le dijo que pedía total discrección, rapidez, eficacia y que en las próximas horas podría encontrar en su buzón el dinero del encargo, ya que tenía su dirección. Por último, le dio el dato 23


del nombre de la víctima: Rútiguer Sapristi. Sin duda, un nombre que no era fácil de olvidar.

Jack se sintió preocupado ante esta posibilidad de tener que volver a matar y sentir esas encontradas sensaciones que ya creía enterradas y olvidadas para siempre y que tantas veces había experimentado en multitud de reyertas y batallas. Esa mezcla de descarga adrenalítica y de placer casi orgásmico en el momento, junto con unos sentimientos de tremenda responsabilidad y remordimiento a posteriori, pensando en haber sido el verdugo y segador de las vidas de tantas personas. Con el paso del tiempo, estos últimos sentimientos de culpa cada vez habían sido más poderosos en él que los de placer por el daño ajeno, y en sus últimas misiones en el Ejército ya notaba en su interior una creciente sensación de desazón y desmotivación.

Jack se dispuso a investigar primeramente a su víctima, para conocerla físicamente y sus modos de actuar. Fue con su coche hasta los alrededores del lugar donde solía estar con su quiosco y aparcó en un lugar alejado pero con buena visibilidad para poder vigilar sin molestias ni contratiempos. 24


Allí estaba Rútiguer plácidamente tras su puesto, leyendo un periódico ufanamente esperando a algún cliente interesado en sus productos. Jack se quedó nuevamente estupefacto al comprobar la, aparentemente indefensa y débil, constitución física de aquel hombre, que aparentaba unos 55 años y que resultaba lánguido e incluso enclenque debido a su gran delgadez y su baja estatura. Lucía un alborotado pelo blanco en la cabeza, excepto en la parte superior, donde la cantidad era francamente escasa. Llevaba además unas enormes y arcaicas gafas de pasta oscura, así como una arrugada camisa de cuadros color salmón que se perdía por dentro de sus avejentados pantalones largos de pana de color marrón oscuro, que únicamente estaban sujetos con unos aparatosos tirantes negros. Su calzado no era otro que unas zapatillas de deporte de color negro, que daban aspecto de descuidadas. Con todo esto, su apariencia resultaba más bien penosa que amenazante, pero bien sabía Jack que no podía fiarse nunca de las apariencias, así que se quedó esperando un rato, a ver si ocurría algo sospechoso.

En un momento dado, cuando el sopor prácticamente 25


estaba haciendo presa de él, observó que un lujoso coche negro aparcó justo enfrente del quiosco, saliendo dos hombres de rasgos orientales perfectamente trajeados. Se acercaron a donde estaba Rútiguer y le hicieron entrega de un paquete de mediano tamaño, que escondió rápidamente detrás del puesto, como si lo guardara en algún compartimento. Los dos hombres volvieron hacia el coche, subiendo a él y marchándose sin más. Esta acción le llenó a Jack de curiosidad y empezó a sospechar que allí se cocía algo turbio, quedándose un rato más para seguir investigando.

Al rato, llegó un flamante automóvil verde oscuro del que bajaron dos hombres de aspecto musulmán. Se acercaron al puesto de Rútiguer y éste les hizo entrega de una vieja bolsa de deporte, que daba la impresión de llevar mucho peso en su interior. Los hombres la recogieron y se marcharon sin mediar palabra. Casi a continuación, llegaron un grupo de chicanos en un llamativo vehículo. De igual manera, se acercaron al puesto y Rútiguer les hicieron entrega de una caja de madera de mediano tamaño.

Así, durante aquella mañana, fueron parando por el 26


quiosco varios coches de alta gama de los que descendían hombres de diferentes colectivos raciales, como un grupo de hombres de apariencia balcánica, otro de afroamericanos, otro de italoamericanos… Entretanto, Rútiguer les entregaba o recibía de ellos diferentes bolsas y paquetes ciertamente sospechosos.

Rápidamente, Jack se dio cuenta de que el pobre y débil Rútiguer no era simplemente un mero vendedor de chucherías, sino que se trataba de un intermediario común de todas las bandas criminales de la ciudad, las cuales no podían verse ni en pintura, pero que trapicheaban y negociaban entre ellas a través de Rútiguer y su puesto, por lo que el trabajo repentinamente se tornó más complicado y peligroso.

Visto lo visto, Jack volvió a su apartamento para descansar y preparar todo para intentar cumplir el encargo lo más rápida y limpiamente posible al día siguiente.

Decidió actuar cuando estuviera ya prácticamente anocheciendo y hubiera poca gente por los alrededores. Así 27


pues, llegó cuando Rútiguer ya estaba comenzando a recoger su quiosco. Aparcó el coche en el lugar del día anterior, que le pareció estratégicamente ideal, tanto para la vigilancia y la ejecución como para una posterior y rápida huida. Comenzó a preparar el arma, un pequeño y delgado subfusil de francotirador que sacó de una bolsa de viaje que estaba en el asiento del copiloto. Le acopló los diferentes complementos, como el silenciador y el punto de mira y se apostó dentro del coche, esperando el momento oportuno para el crimen.

Cuando tenía ya a Rútiguer en el punto de mira, el cual se encontraba ajeno a todo mientras recogía sus cosas, y estaba a punto de pulsar el gatillo para efectuar el disparo, recibió repentinamente un salvaje topetazo por detrás del coche, que hizo que éste se desplazara algunos metros hacia delante, provocando además una abolladura de gran importancia. Por culpa del sorpresivo choque, Jack se propinó un severo cabezazo contra el volante, que le hizo soltar el arma, la cual cayó en el suelo del coche.

Cuando consiguió incorporarse, mareado y sangrando por la frente, para ver qué había ocurrido, comprobó por el 28


espejo retrovisor como varios tipos de aspecto musulmán se bajaron de un coche negro abollado en su parte delantera y se dirigieron hacia él con caras de pocos amigos y empuñando armas de gran calibre. Instintivamente, Jack decidió no esperar a que llegaran a su altura y reaccionó arrancando su coche nerviosamente, saliendo despavorido de allí a gran velocidad, produciendo un tremendo chirrido y un espeso y cegador humo que por un segundo dejó a los hombres desconcertados, aunque enseguida se dispusieron a hacer uso de sus armas, llegando a impactar en dos ocasiones en los cristales y en la carrocería.

Jack decidió batirse en retirada, dirigiéndose a su apartamento para rehacer el plan, pero sus pensamientos fueron cortados de raíz cuando, en un cruce, un brillante coche azul marino repleto de “yakuzas” japoneses, lo embistió de lado con gran violencia. Por suerte, Jack consiguió rehacer el control del coche con una maniobra magistral cuando estaba a punto de salirse de la carretera, mientras que los japoneses le disparaban sin éxito desde su coche, que había quedado malparado en medio del cruce.

Decidió meterse por una estrecha calle para atajar 29


terreno, cuando comprobó que la salida estaba taponada por dos coches y varios chicanos que le esperaban con armas de fuego. Rápidamente, decidió dar marcha atrás para salir por donde había entrado, cuando vio como una furgoneta taponaba la entrada de la calle, saliendo de ella varios chicanos igualmente armados. Le habían tendido una emboscada en toda regla. Tenía que escapar de allí como fuera, y la única solución que vio fue acelerar a tope y tirar hacia adelante con la mayor fuerza y velocidad posibles, para intentar ladear los dos coches que cerraban el camino. Así lo hizo. Cuando los chicanos le vieron dirigirse hacia ellos como un bólido desenfrenado, no les quedó otra que disparar a diestro y siniestro para pararle de alguna manera, reventando de lleno la luna delantera, aunque finalmente no pudieron evitar el monstruoso impacto, que hizo que los vehículos que tapaban la salida se desplazaran lo suficiente como para dejar camino libre para la escapada de Jack, no sin atropellar en el proceso a varios de los chicanos que intentaban defender su posición con valentía.

Al poco rato, cuando ya se creía fuera de todo peligro, comprobó que encima de un puente por el que no le quedaba otro remedio que pasar, se encontraban varios francotiradores balcánicos, legendarios por su sangre fría y 30


su extraordinaria puntería, apostados con sus armas para abrir fuego en cuanto Jack estuviera a la distancia adecuada. Rápidamente, éste aumentó la velocidad del coche de forma bestial, y comenzó a dar acentuados volantazos, zizagueando de un lado a otro de la carretera. Todo ello con el fin de ser un blanco lo más difícil posible. Aun así, no pudo evitar recibir varios impactos en el techo, aunque él pudo salir ileso por los pelos.

Con el coche en muy malas condiciones, sólo deseaba poder llegar a su apartamento para ponerse en contacto con su seguro, aunque sus planes se iban a ir al traste cuando nuevamente recibió una enorme embestida por parte de un enorme camión tripulado por italoamericanos. El choque provocó que el coche se saliera de la carretera y cayera por una cuesta abajo, impactando finalmente contra un árbol, quedando Jack inconsciente.

Una vez que consiguió volver en sí, comprobó que se encontraba en un pequeño, sucio y húmedo cuarto, sentado en una silla de madera a la que estaba atado con finas cuerdas que se le clavaban como cuchillas. Además, le tenían amordazado con una tira de cinta aislante 31


fuertemente pegada en la boca.

De repente, notó una corriente de aire que le provocó un cierto escalofrío. Se miró el cuerpo y pudo ver que le habían despojado de su chaqueta, donde guardaba tanto sus documentos personales como sus pastillas contra los ataques. En ese momento, entraron en el cuarto varios hombres italoamericanos armados con bates, cadenas y puños americanos. Jack sólo pudo acertar a implorar que le devolvieran las pastillas por ser imprescindibles para él, antes de que los susodichos, haciendo caso omiso, se dispusieran a propinarle una brutal paliza, dejándole inconsciente, tirado en el suelo y sangrando en abundancia.

Tras dos horas allí, se despertó entre severos espasmos y temblores, que indicaban inequivocadamente los primeros síntomas de los ataques. Acto seguido, los ojos se le pusieron en blanco y la espuma empezó a aflorar de su boca, mientras sus músculos se tensaron de tal manera que rompió sus ataduras con asombrosa facilidad. Ante el ruido, los maleantes abrieron la puerta del cuarto, pero no pudieron reaccionar ante el furibundo ataque que cayó sobre ellos con tremenda violencia. Una vez acabó con 32


todos, Jack hincó sus rodillas en el suelo, completamente exhausto y agotado, pero consiguió rehacerse con el único deseo de salir de allí cuanto antes. Rápidamente, recogió su chaqueta y sus demás pertenencias y "tomó prestada" una moto que tenían allí, saliendo a toda velocidad de aquel maloliente lugar.

Cuando por fin Jack consiguió llegar a su casa, ya era casi de día. Mientras caminaba cansinamente por el estrecho pasillo de acceso al apartamento, se dio cuenta de que la puerta de éste estaba abierta y medio arrancada. Entró sigilosamente arma en mano, viendo, para su tristeza, como todos los muebles y demás pertenencias estaban revueltos y destrozados. Enseguida se dio cuenta de quienes habían sido los autores al ver en una pared un enorme “grafiti” que rezaba de la siguiente manera: “Este es un aviso, pero no habrá dos. Lárgate de aquí o no vivirás para contarlo”. Firmado por “The Niggas”, la banda afroamericana de la ciudad. Para más desasosiego, al lado del escrito, vio una foto suya de su época de marine, que guardaba con gran cariño, clavada en la pared con un enorme machete.

Pero hoy Jack no tenía fuerzas para luchar más, así que 33


cerró como pudo la puerta del piso y se acostó en lo que quedaba de su cama, que estaba igualmente destrozada. Allí tumbado, empezó a reflexionar y a pensar el porqué de todo aquello, que daba la impresión como si todas las bandas de la ciudad se hubieran aliado eventualmente para defender tan encarnizadamente a aquel tipejo, lo que indicaba que posiblemente era más importante de lo que parecía aparentemente. Entre estos pensamientos, el cansancio fue venciéndole, hasta quedar profundamente dormido.

Al día siguiente, Jack se dirigió con la moto de los italoamericanos hacia el lugar donde estaba Rútiguer con su puesto, con la intención de espiarle y seguirle una vez hubiera acabado su jornada laboral, para así conocer más a fondo el entorno por el que se movía el enjuto hombre fuera de allí. Así, esperó pacientemente a que llegara la hora de recoger su quiosco. Una vez terminado, se fue despacio, empujando su puesto a duras penas. Jack le comenzó a seguir y, para su enorme sorpresa, al girar la esquina, vio que Rútiguer estaba cargando su viejo y sucio quiosco en un flamante furgón de cristales tintados y se disponía a conducirlo. 34


Jack le siguió a una distancia prudencial en la moto. De nuevo sorprendentemente, Rútiguer tomó el desvío que llevaba a una de las urbanizaciones más lujosas y exclusivas de la ciudad. La sorpresa fue contínua cuando paró el furgón ante las puertas de una enorme mansión, las cuales se abrieron automáticamente, dejando paso al vehículo.

Jack bajó de la moto y pensó que tenía que entrar como fuera en aquel lugar y descubrir lo que allí se escondía, así que decidió hacer uso de sus vastos conocimientos de infiltración. Tras saltar la tapia, comprobó que no había ningún tipo de cámaras o sensores de movimiento, pero si gran cantidad de hombres armados vigilando. Velozmente recorrió el enorme jardín, escondiéndose tras los muchos setos y árboles que lo poblaban. Una vez que llegó a la fachada de la mansión, trepó con una inusitada agilidad por una cañería hasta un balcón de grandes dimensiones. Allí, se asomó sigilosamente al interior para comprobar que estaba el mismísimo Rútiguer quitándose su sucia y harapienta ropa y poniéndose un cómodo y sedoso batín y unas cálidas y suaves pantuflas. En ese momento, Jack pudo escuchar como un mayordomo llamaba a la puerta para 35


avisarle que la cena ya estaba servida. No hace falta decir que se quedó totalmente estupefacto. ¿Quién era realmente Rútiguer Sapristi?

En cuanto Rútiguer salió de la habitación, Jack entró y se puso a registrar los viejos ropajes que estaban sobre la enorme y mullida cama. Encontró un falso permiso del Ayuntamiento para venta ambulante, así como varios carnéts de identidad igualmente falsificados en los que Rútiguer aparecía bajo distintos nombres. También había un teléfono móvil de última generación, que por suerte estaba encendido. Jack accedió a la agenda de teléfonos y comprobó que allí estaban todos los teléfonos de todos los jefes de todas las bandas de la ciudad. Miró también los mensajes de tenía guardados y pudo leer algunos procedentes, precisamente, de varios jefes de bandas, y sorprendentemente, todos le daban trato de personaje superior. Las dudas se agolpaban cada vez más en la mente de Jack. ¿Acaso Rútiguer era más que un simple intermediario o proveedor?. ¿Acaso era el gran mandamás de todas las bandas de la ciudad y por eso todas se unían para protegerle?

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Estos pensamientos se vieron interrumpidos cuando se escuchó la voz de Rútiguer en el pasillo, que le decía a su mayordomo que se retiraba a descansar. Rápidamente, Jack recogió todas las cosas tal y como estaban originalmente y se metió debajo de la cama. Rútiguer abrió la puerta, entró y cerró con cerrojo, para acto seguido decir: “¡Venga, sal de debajo de la cama y mátame ya!”. Jack se quedó absolutamente petrificado mientras Rútiguer continuó: “Sé que me has seguido en una moto negra que robaste a los italoamericanos, que por cierto, lleva un microchip de rastreo. Te he detectado gracias a un escáner que llevo en mi furgoneta. A todo esto, ¿qué leches te ocurrió para cometer la carnicería de ayer?. ¿Te transformaste en Hulk, en Hombre-Lobo, o sacaste una motosierra?. Me he enterado de aquello y quiero darte mis más sinceras felicitaciones, chaval. Si no me fueras a matar, te contrataría como guardaespaldas personal”. Jack, resignado, salió de debajo de la cama y Rútiguer le dijo: “¡Venga, rápido, llevo mucho tiempo esperando este momento!”. Absolutamente descolocado, Jack le preguntó: “¿Usted realmente sabía que le buscaba para matarle?”. A lo que Rútiguer contestó: “¡Chaval, yo fui el que te encargó el asesinato!”. Jack ya sí que no entendía nada: “¿Pero, por qué alguien sería capaz de contratar un asesino para encargarle su propio 37


asesinato?”. Rútiguer, con total calma y tranquilidad, le dijo: “Sentémonos en la cama, si te parece, porque esto va para largo. Ahora que voy a morir, lo mejor es confesarse”. Así hicieron.

Rútiguer le contó toda su historia: Que su nombre era tan falso como todos los permisos, carnéts y documentos personales que poseía. Su verdadero nombre era Faustino Rebolledo y procedía de un pequeño pueblo de Cuenca. Había llegado a la ciudad hace muchos años como un inmigrante más, en busca de trabajo, dinero y, en definitiva, una vida mejor, y desde sus difíciles comienzos empezó a trabajar con el quiosco vendiendo chucherías. Enseguida, las autoridades le exigieron diversos papeles y permisos que él no tenía capacidad económica de conseguir, así que se vio obligado a recurrir a opciones no tan legales para tener dichos papeles.

Una noche, mientras estaba en un bar intentando ahogar sus penas, escuchó una conversación entre un grupo de personas que allí había, y que trataba precisamente sobre conseguir documentos falsificados facilmente. El hombre se acercó con la intención de exponer su problema y pedir 38


consejo. Los hombres le escucharon y rápidamente le brindaron su ayuda. Le pidieron una elevada cantidad de dinero para poder llevar a cabo todo el proceso. Rútiguer les contestó que le era imposible pagar tal cantidad. Los hombres, al verle tan desesperado, le ofrecieron la posibilidad de hacerle los documentos a cambio de que trabajara para ellos como enlace desde su propio quiosco, recibiendo y entregando diverso material según fuera necesario. Le advirtieron que, por supuesto, llevara con total discrección todo aquello, porque de lo contrario las tornas cambiarían para mal. Rútiguer aceptó, y así, comenzó a tener en el puesto otras clases de “chucherías”. Era la tapadera perfecta, ya que nadie podría sospechar de un simple quiosquero.

Poco a poco, viendo su buen trabajo, le fueron ofreciendo diversas responsabilidades cada vez más importantes, a las que se unía mayores cantidades de dinero a modo de comisiones por cada trabajo correctamente realizado. Así, llegó un momento en el que el quiosco se convirtió en un mero pasatiempo, trabajándolo únicamente durante los horarios que se hacían las entregas y recogidas de material.

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Con el paso del tiempo, fue ascendiendo en la jerarquía, hasta que, finalmente, fue elegido como el jefe común de todas las bandas de la ciudad, ese punto de referencia que todos tenían en común y al que todos respetaban y querían, ya que siempre se había comportado con todos de manera amable, educada, y sobre todo, eficiente y leal. Aunque entre las bandas se odiaban a muerte, tenían en Rútiguer esa figura casi paterna que les guiaba y aconsejaba para su buen funcionamiento y entendimiento.

Pero ahora Rútiguer tenía mucho miedo, ya que había desviado una parte muy importante de los presupuestos de las distintas organizaciones criminales para evitar el desahucio de la casa donde vivían sus dos hijas junto a su abuela materna, ya que eran huérfanas de madre, y como las bandas se enteraran de tal traición irían a por él como hienas rabiosas fuera donde fuera. Le explicó a Jack que había llegado a pensar en el suicidio, pero que si tenía que morir preferiría hacerlo de una manera no tan cobarde, más digna. Una muerte limpia y rápida, no lenta y dolorosa, como sin duda harían si le acabaran cogiendo.

Mientras que Jack aún estaba intentando digerir aquella 40


historia tan admirable e increíble, Rútiguer se levantó de la cama y se dirigió hasta el escritorio que había en la habitación, abriendo un cajón y sacando de él un sobre de grandes dimensiones. Se le mostró a Jack y le dijo: “Aquí te he preparado una nueva vida. Tienes todos los documentos necesarios para que, en cuanto acabes conmigo, dejes de ser Jack Stone para ser otra persona, junto con un billete de avión especial para que cojas el primer avión que salga hasta cualquier destino y que huyas rápidamente de este puto agujero.” Jack balbuceó: “¡Pero yo…!”. Rútiguer le interrumpió: “¡Tú ház el trabajo por el que te contraté lo más rápido y eficaz posible, matar a Rútiguer Sapristi, y huye como si hubieras visto a Satanás!”. Rútiguer se tumbó en la cama boca arriba y cerró los ojos. Jack le tapó la cara con la almohada y le dijo: “¡Eres un gran tipo!. Nos veremos donde Dios quiera”. Y le disparó en la cabeza.

El cuerpo de Rútiguer quedó inmóvil y sangrando abundantemente, mientras Jack huyó con el sobre en mano como un auténtico gato, saltando, trepando y eludiendo a los guardias, que ya se habían percatado del disparo y de la muerte de su jefe y andaban nerviosos peinando todo el lugar. 41


En cuanto Jack logró salir de la parcela, subió a la moto que le había llevado hasta allí y se dirigió raudo hacia el aeropuerto. Una vez allí, abrió el sobre para comprobar los documentos, y vio cual iba a ser su nueva identidad: A partir de ahora sería Michael Stenson. Sin más dilación, cogió el primer avión que salía en ese momento, que le llevó a una pequeña y tranquila ciudad.

Una vez allí, se alojó durante un tiempo en una pensión. A los pocos días, encontró un interesante trabajo como vigilante de seguridad, gracias a su nueva vida, limpia de polvo y paja del pasado. Tras unos meses, se enteró por unos compañeros que próximamente se iban a presentar a unas pruebas de acceso para la Policía. Esta posibilidad le interesó bastante, así que se informó y se preparó a fondo. Finalmente, llegó el día de las pruebas, se presentó y las superó sin dificultades, dejando realmente asombrados a los examinadores al ver la enorme capacidad y conocimientos de un mero novato.

Incluso acabó conociendo el amor, gracias a una mujer 42


maravillosa que conoció en una fiesta organizada por la Policía, yéndose a vivir con ella al poco tiempo e incluso llegando a formar familia, asentando así definitivamente la cabeza y olvidando su pasado para siempre, mirando al futuro con alegría y esperanza.

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PUÑO DE PIEDRA

El sueño de toda la vida del joven Alfie Deloglio era ser un gran campeón del mundo del boxeo, para sacar a su familia del suburbio donde vivían y comprarles una casa grande en un buen barrio.

Desde muy pequeño demostró tener un carácter bastante conflictivo, siendo un auténtico imán para las peleas, lo que le ocasionó varias sanciones y expulsiones escolares, llevándole a peregrinar por hasta ocho colegios y visitando varios psicólogos, que le diagnosticaron una hiperactividad impresionante, aconsejando a los padres que le buscaran alguna actividad extraescolar con la que el niño pudiera descargar toda su adrenalina, como algún tipo de deporte.

El pequeño Alfie, desde el primer momento, se empeñó en querer aprender a boxear, ante la negativa de sus padres, que le apuntaron a varios deportes, como fútbol o baloncesto, pero los problemas no hacían sino aumentar, ya que el niño notaba que ese no era su sitio y se frustraba aún más. Para más señal, en cuanto llegaba del colegio y hacía 47


sus deberes, le encantaba sentarse a merendar delante del televisor, no para ver dibujos animados, sino para ver reposiciones de combates antiguos de boxeo que solían emitir en un canal deportivo por satélite. Visto lo visto, los padres decidieron ceder y le apuntaron a un gimnasio que había en el barrio, donde se solían entrenar boxeadores, más que nada para que sacara toda su rabia golpeando los sacos.

Cabe destacar que sus padres no andaban sobrados de dinero, ni mucho menos, y todos estos periplos les costaron muchos sudores y lágrimas, tanto a nivel personal como a nivel económico.

Eran de ascendencia italiana y se habían trasladado a Nueva York unos cuatro años antes de que naciera Alfie, empezando a trabajar él como camarero en un restaurante italiano y ella limpiando unas oficinas en un edificio del centro, logrando comprar un pequeño pisito de renta baja en un edificio del barrio del Bronx, uno de los más castigados y empobrecidos de la ciudad. Fueron ahorrando todo lo pudieron durante aquellos años, hasta que la madre se quedó embarazada de Alfie, y aunque intentó ocultarlo 48


en su trabajo hasta el último momento, llegó un punto que ya fue imposible, y la acabaron despidiendo. El sueldo del padre era más bien escaso, pero pidió hacer más horas para poder ganar algo más y tener todos los pagos al día, así como para atender en condiciones al recién nacido.

Tras un par de meses sobreviviendo como podían, la madre se enteró por una vecina de que vendían a muy buen precio un pequeño local de ultramarinos en una calle próxima por jubilación de los dueños, pero que lo vendían con la condición de que se continuara el negocio, dejándolo todo montado, tanto mobiliario, mercancía, acuerdos con proveedores y demás. Por la noche, cuando el padre regresó a casa tras una dura jornada de trabajo, la madre se lo comentó, diciéndole que era una ocasión única para poder empezar a tener algo propio y ganar para ellos, no para terceros. Él estuvo de acuerdo desde el primer momento, pero no quería que ella regentase sola un negocio en un barrio tan complicado, así que se decidió por dejar su trabajo de camarero para estar ambos al frente. Echaron cuentas del dinero que tenían ahorrado para poder comprar el local, pudiendo realizar la operación sobradamente. 49


Al día siguiente contactaron con los dueños, y a partir de ahí, con el acuerdo total de ambas partes, todos los trámites fueron rodados, y apenas dos semanas después ya estaban los padres de Alfie funcionando a tope en el ultramarinos, además con gran aceptación de buena parte de los vecinos, que los conocían y los tenían en buena consideración como una pareja muy trabajadora y de trato afable.

De este modo, gracias a los sacrificios de sus padres, el pequeño Alfie, a sus doce años, pudo compatibilizar sus estudios obligatorios del colegio con la asistencia al gimnasio. Todas las tardes, en cuanto terminaba de hacer los deberes tras volver del colegio, cogía su bolsa y se iba raudo a golpear unos cuantos sacos. A raíz de esto, su comportamiento fue volviéndose más calmado y comprensivo, mejorando su relación tanto con su familia como con sus compañeros y profesores.

En el gimnasio enseguida se vio en su salsa, trabando buena relación con los demás muchachos y con el 50


preparador, al que rápido le llamó la atención ese chavalín enjuto pero con coraje, pues le veía un muy buen estilo, con juego de piernas, velocidad de movimientos y tremenda fuerza en el golpeo, aunque sólo con su mano derecha, utilizando la zurda únicamente para lanzar suaves “jabs” y para mantener la distancia.

Como curiosidad, la primera vez que el entrenador le ayudó a enfundarse los guantes de boxeo, notó que el guante derecho le entraba más justo que el izquierdo, así que se los quitó para ver si había algo dentro del guante, cuando se dio cuenta de que realmente el muchacho tenía la mano derecha ligeramente más grande, no por algún tipo de hinchazón, ya que se notaban perfectamente venas, tendones y huesos. Simplemente, su mano derecha era más grande de lo normal, y al parecer, también con una fuerza sorprendente.

El preparador se llamaba Chester Hogan. Era un hombre de raza negra de unos cincuenta y pico años, de carácter simpático y comprensivo, pero a la vez firme y exigente, con el tabaco como único vicio confesable. En sus tiempos fue boxeador, aunque no había pasado de amateur, pero 51


llevaba ese deporte en la sangre y decidió hacer de su pasión su modo de vida, montando un gimnasio donde los muchachos del barrio pudieran acudir a aprender un deporte y así quitarse de los peligros de la calle, logrando un gran éxito de convocatoria y llegando a formar a futuros profesionales del pugilismo.

Un día, tras terminar el entrenamiento, sentó al joven Alfie para hablar seriamente con él. Le dijo que le veía muy buenas condiciones naturales (velocidad, agilidad, fuerza, furia…), pero que tenía algunos detalles técnicos y físicos que sería conveniente mejorar, por lo que, si el propio Alfie lo decidía, junto con el permiso de sus padres y sin descuidar los estudios, le empezaría a preparar más seriamente, con intención de incluso organizarle algún combate en plan amateur, si veía que progresaba convenientemente.

El muchacho, exultante de alegría, contestó que sí al instante, le dio un inesperado y fuerte abrazo al hombre y salió corriendo hacia su casa, aunque supo aguantar hasta la hora de cenar para decírselo a sus padres. En principio no les gustó demasiado la propuesta, pero sobre la marcha, 52


viendo que realmente aquello le apasionaba y le hacía mucho bien, le preguntaron simplemente si estaba seguro de dar ese paso, a lo que el chico respondió con un elocuente “¡Es el sueño de mi vida!”. Con esta sentencia, poco más quedaba por decir, sólo decirle que le apoyarían en esa decisión, y sobre todo, advertirle que si se detectaba un bajón alarmante en las notas escolares, tendría que dejar el gimnasio. El joven Alfie aceptó el reto sin pestañear.

Al día siguiente, como siempre, acudió al gimnasio por la tarde tras acabar los deberes y le dijo al entrenador Hogan que estaba dispuesto a subir el nivel de los entrenamientos. De este modo, comenzó un duro e intenso entrenamiento basado en ejercicios de trabajo muscular, así como también de trabajo técnico, para intentar mejorar, entre otros muchos aspectos, el golpeo con la zurda, que se veía muy débil en comparación con el devastador golpeo con la derecha, capaz de hacer caer trozos de escayola del techo a causa de las violentas sacudidas a las que era sometido el enorme saco, llegando a provocar más de una raja en el mismo, con la consiguiente pérdida de arena.

El joven Alfie le fue cogiendo gusto a hacer ejercicio 53


incluso por su cuenta, aunque siempre bajo el consejo del entrenador, llegando a salir a correr a las cinco de la mañana, antes de ir al colegio. También su dieta había sido mejorada considerablemente, no teniendo nada que ver con la frecuente ingesta de comida basura que antes practicaba, por lo que su madre estaba encantada. Se lo estaba tomando muy en serio el chaval.

A base de mucho sacrificio y esfuerzo, en apenas tres meses mejoró notablemente en todos los aspectos. Con sus ya trece años había logrado un cuerpo musculado y bien marcado a base de pesas, flexiones y carreras, pero sobre todo su progreso a nivel técnico era digno de destacar. Gracias a hacer muchas sesiones de guantes con otros compañeros había ganado en velocidad de movimientos, en sabiduría para saber colocarse en el ring, en estrategia para saber administrar los esfuerzos y en defensa, sabiendo cubrirse de tal manera que prácticamente resultaba imposible meterle alguna mano.

En cuanto al golpeo, también la mejora era mucha, aprendiendo golpes más allá de los básicos “jabs”, como los golpes curvos, los “uppercuts” y demás, logrando afinar 54


mucho más la puntería, con el fin de conseguir golpear en puntos estratégicos donde dañar más al rival. Con el aumento de potencia muscular, su golpeo con la zurda había subido bastantes enteros con relación a hace unos meses, pero lógicamente, su fuerza con la derecha también había ido a más, por lo que si antes era espectacular, ahora resultaba prácticamente sobrenatural.

Enseguida, el entrenador Hogan le preparó su primer combate amateur contra un chaval de unos quince años, bastante más alto que él. Acudieron sus padres a verle, y desde el principio le animaron con intensidad. Él se sentía muy contento y satisfecho de que estuvieran allí apoyándole, pero a la vez estaba muy nervioso, aunque cualquier atisbo de inseguridad que pudiera tener se disipó en el instante que sonó la campana que indicaba el comienzo del combate, asestándole de primeras a su rival un tremendo derechazo en el mentón que le tumbó de espaldas, sin posibilidad de levantarse, al menos durante unos instantes hasta que recuperó el conocimiento. El joven Alfie había ganado su primer combate, además con una facilidad pasmosa, siendo felicitado con efusividad por todos, tanto familia, entrenador, compañeros y público en general. 55


Fueron pasando los años y el joven Alfie creció, convirtiéndose en un apuesto muchacho, ya mayor de edad, que ciertamente gozaba de bastante tirón entre las féminas gracias a su físico atlético y a su simpatía natural, pero desde hace algún tiempo ya había elegido, pues salía de manera formal con Jéssica Nevin, una bella chica a la que conocía del barrio de toda la vida, con la que en su infancia había compartido juegos, travesuras y una cierta amistad, sin tampoco llegar a ser muy íntima o profunda, por lo que, en principio, parecía poco probable que pudiera desembocar en aquella historia de amor, además con visos de evolucionar a algo más serio.

Alfie terminó con éxito sus estudios colegiales, pasando al instituto, donde encontró más dificultades en cuanto a seguir manteniendo el nivel académico, pero no en cuanto a la integración con sus nuevos compañeros, ya que gracias a su faceta deportiva enseguida fue respetado, admirado y querido.

Por supuesto siguió entrenando duramente en el 56


gimnasio junto a Chester Hogan, que con el paso del tiempo se fue convirtiendo casi en un segundo padre para el impetuoso Alfie. Asimismo, disputó durante aquellos años unos cuarenta combates amateurs, ganándolos todos con absoluta autoridad por k.o. antes del tercer asalto, gracias a su devastadora derecha, que era con la que propinaba más del setenta por ciento de los golpes, y es que, aunque el entrenador le dijera que utilizara más la izquierda, su instinto natural surgía en el fragor de la batalla.

Su excelente racha de victorias, así como su estilo espectacular, llamaron la atención enseguida a varios promotores para invitarle a dar el salto al profesionalismo, tentándole con suculentos cheques, pero él tenía claro que prefería seguir compatibilizando estudios y deporte hasta que aprobara todo. Y lo consiguió, aunque con más dificultades de las previstas, ya que, en un momento dado de bajón tuvo una pequeña racha de notas negativas. En cuanto tuvo en su poder el título correspondiente al exitoso fin de sus estudios, les hizo saber a sus padres que su intención a partir de ahora era centrarse en el boxeo profesionalmente, a lo que respondieron que si él se veía con el nivel necesario para competir dignamente, le apoyarían incondicionalmente como siempre. 57


Fue al gimnasio a decirle a Hogan que contara con él profesionalmente, pero para su sorpresa, se encontró cerrado el local, con un cartel que ponía “Cerrado por enfermedad” pegado en el cierre. Llamó por teléfono al domicilio del hombre, pero no contestó nadie. Decidió ir en persona, más que nada por si se encontraba bien o había algún problema. Y así hizo. En cuanto llegó, llamó a la puerta del piso varias veces, pero nadie le abrió. Ante ésto, tocó el timbre de la puerta de al lado, abriéndole una pequeña mujer de edad avanzada, con grandes gafas, cabello blanco cardado y bata rosada de guatiné. Alfie le preguntó si sabía algo de Chester Hogan, si estaba enfermo o algo. La señora le comentó que, por lo visto, la noche anterior se encontró mal, con dolores en el pecho al parecer, y llamó para que viniera una ambulancia, llevándosele para dejarle hospitalizado. Añadió que incluso había venido desde Boston su hijo Cédric, por lo que la cosa parecía grave. Alfie no tenía ni idea de que Hogan tuviera un hijo. Aunque tenían gran amistad a través de los años, era un tema sobre el que nunca le había hablado. Posiblemente su relación padre-hijo no era demasiado fluida. Le preguntó a la señora si sabía el hospital donde estaba ingresado, para ir a verle. Ella contestó que estaba en el Calvary Hospital, 58


por lo que, tras agradecerle la información, el chico salió corriendo, además literalmente, hacia el hospital.

Cuando llegó, subió a la planta de hospitalizados y preguntó por Chester Hogan. En ese momento, notó que alguien le llamaba por detrás con un lacónico “¡Eh, chico!”. Se giró y vio un hombre de raza negra, de unos treintaicinco años, alto y delgado, con pelo negro rizado cortísimo, traje gris, gabardina marrón y rostro de tristeza. Su parecido con Chester era asombroso, así que se figuró que sería su hijo Cédric, pero terminó de salir de dudas cuando el hombre se presentó. Igualmente, Alfie se presentó como alumno del gimnasio.

Cédric invitó al chico a sentarse en un banco del pasillo, para charlar más tranquilamente. Le explicó que el bueno de Chester sufría un cáncer de pulmón ya muy avanzado, que no había querido tratarse por no abandonar el gimnasio, pero ya era demasiado tarde. Le daban apenas tres días de vida. En cuanto al gimnasio, no iba a ser cerrado, puesto que no era sólo un sitio para practicar deporte, sino un bien cultural para el barrio, por lo que sería vendido para que formara parte de la franquicia que poseía 59


el famoso boxeador Devy “La Cobra” Willson, una mole de ébano de metro noventa de estatura y músculos hasta en el paladar, nueve veces campeón del mundo en otras tantas categorías y actual campeón de los pesos pesados, un as de los negocios y de la publicidad y multimillonario hasta aburrir. De hecho, ya habían sido varias las veces que Devy le había hecho a Chester suculentas ofertas por el gimnasio, que habían sido rechazadas sin miramientos.

Alfie le preguntó a Cédric si podía entrar a la habitación para ver a Chester. A regañadientes, acabó aceptando, advirtiéndole de que se encontraba sedado y que difícilmente le escucharía. Aun así, Alfie entró, acompañado por Cédric, se sentó en una silla junto a la cama de Chester, que estaba totalmente entubado, con los ojos cerrados, inerte. Le tomó su mano derecha, fría y acribillada por dos agujas con unos tubos unidos.

Sollozando por ver en tal situación a su maestro y amigo, Alfie le dio las gracias de corazón por todo lo que le había enseñado, tanto deportivamente como personalmente, y le comentó que iba a iniciar su carrera profesional, con la promesa de dedicarle cada triunfo y cada título que lograra. 60


Tras estas sentidas palabras acabó por derrumbarse, llorando sin parar mientras abrazaba a Chester. Cédric intentaba calmarle acariciándole suavemente la espalda. Enseguida se rehizo, se enjugó las lágrimas y le agradeció la deferencia a Cédric con un sincero abrazo, despidiéndose y saliendo de allí con una honda tristeza.

Los tres días siguientes el gimnasio estuvo cerrado al público mientras unos obreros hacían diversas reformas. Tras ese período de tiempo, se anunció la unauguración del nuevo gimnasio. Aquel mismo día, Alfie recibió la fatal noticia de que Chester había fallecido. Era como si él y el gimnasio estuvieran unidos entre sí más allá de lo que es un empresario y su negocio. Murió él y murió el gimnasio. Murió el gimnasio y murió él.

Aquella noche se celebró un breve velatorio en la casa de Chester, el cual se encontraba, tumbado e inerte, dentro de un ataúd abierto situado en medio del salón. Estaba perfectamente trajeado y con el pelo y la barba bien arreglados. Incluso en su cara se podía vislumbrar como una mueca de sonrisa bondadosa. Su hijo Cédric se afanaba en recibir con la mejor cara posible a la multitud de gente que 61


acudió, desde vecinos a gente del gimnasio, entre ellos Alfie y su familia.

El día siguiente, hacia las cinco de la tarde, se llevó a cabo el entierro. De igual manera acudió muchísima gente, prácticamente colapsando los accesos al cementerio. Cédric se dio cuenta, sin duda, de la enorme calidad humana de su padre, y de la gente que le quería y le estimaba. En esos momentos se sintió triste por no haber tenido una relación más fluida con él, pues en muchas ocasiones había antepuesto sus intereses y su obsesión por ser independiente a la relación con su familia, especialmente con su padre, con quien había discutido a menudo por choque de caracteres, ambos igualmente fuertes pero con opiniones distintas.

Una vez dio cristiana sepultura a su padre, Cédric se dispuso a regresar a Boston para continuar con su vida y su trabajo, no sin antes despedirse con fervor y agradecimiento de toda la gente que le había acompañado en tan duro momento.

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Sin solución de continuidad, la vida siguió imparable. El nuevo gimnasio abrió, y tanto Alfie como sus compañeros se reincorporaron a los entrenamientos, con la esperanza de ver por allí al campeonísimo Devy Willson, el nuevo propietario, impartiendo algunas lecciones, pero en su lugar había tres tipos que se hacían llamar preparadores físicos, a cada cual más bestiajo. Uno de ellos era un ucraniano llamado Miroslav, de dos metros de altura y con músculos hasta en el paladar, de piel pálida y pelo rubio rapado por los costados y de punta por arriba, como un Iván Drago de saldo. El segundo se hacía llamar Buck, una mezcla entre Mr. T y Mike Tyson. Era un hombre de raza negra, de cabeza afeitada y barba poblada. Su altura era bastante normal y no era muy musculoso, pero tenía una cara de malas pulgas que intimidaba sobremanera. El tercero se llamaba Antonio, portorriqueño de piel morena y pelo negrísimo y espeso, engominado hacia atrás. No era muy alto, y en apariencia parecía delgado, pero en cuanto se quitaba la camiseta se podía comprobar que no tenía ni pizca de grasa, con los músculos perfectamente marcados y trabajados. A pesar de las diferencias físicas entre los tres, tenían por rasgo común el lucimiento en sus cuerpos de numerosos tatuajes, de dudoso gusto la mayoría.

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El aspecto del personal chocaba un poco con la nueva decoración del local, muy moderna y muy de diseño, con mucho contrachapado tapando el ladrillo original, mucho colorido y mucho brillo, mientras una especie de música electrónica sonaba ensordecedora desde el nuevo hilo musical. Aparte de un renovado equipo de pesas, también había una buena colección de nuevas máquinas de musculación, algunas desconocidas para la mayoría de los muchachos, que alucinaban con la nueva estética, aunque a Alfie le parecía bastante supérflua, pensando que no hacía falta tanta parafernalia para entrenar en condiciones. Por lo menos, se contentó al comprobar que el ring seguía donde siempre, aunque debidamente pintado y con nuevos faldones con los nuevos colores y patrocinadores del gimnasio, que también lucían las fundas de los sacos de golpeo.

Tras unas fugaces presentaciones, comenzaron los entrenamientos. Enseguida, los preparadores repararon en Alfie, sorprendidos por su técnica depurada y bien trabajada, pero sobre todo por su bestial golpeo con la derecha, que seguía siendo la mano que utilizaba con abrumadora diferencia. Viendo en él muchas posibilidades y gran margen de mejora con su zurda, decidieron poner en él 64


una atención especial.

Una semana después, los preparadores anunciaron que en un par de días se iba a celebrar el acto de inauguración oficial del gimnasio, con la presencia de varios medios de comunicación y, por supuesto, de Devy Willson, que iba a ejercer de maestro de ceremonias, realizando además alguna demostración boxística en los sacos y en el ring, haciendo una sesión de guantes con alguno de los chavales. Todos gritaron con júbilo pensando en la presencia del gran campeón. Tras una larga deliberación entre los preparadores y los compañeros, finalmente eligieron a Alfie para ser el afortunado en hacer la demostración con Devy Willson. El muchacho se vio abrumado y un poco asustado sólo de pensar en tener delante a semejante mole, pero entre todos le animaron y acabó aceptando.

Los dos días siguientes se le hicieron eternos a Alfie, pensando en la responsabilidad que tenía de dejar en buen lugar a sus compañeros y a sí mismo delante de toda una leyenda en activo, y por supuesto, delante de los medios de comunicación que acudieran. 65


Y llegó el día. Los chavales acudieron pronto, por la mañana, para engalanar el gimnasio, a la espera de que, hacia mediodía, llegara Devy Willson con todo su séquito de asesores, los periodistas y demás. Cuando terminaron la decoración, se dispusieron a iniciar un entrenamiento suave, casi un calentamiento, para estar físicamente entonados, pero sin sudar demasiado, pues había que dar buena impresión a los visitantes.

Entretenidos entre alguna sesión de flexiones y de golpeo de sacos llegó el mediodía y se empezó a oir en la calle un murmullo cada vez más creciente. Se asomaron a las ventanas y vieron que la puerta estaba llena de gente, desde periodistas hasta vecinos curiosos que querían ver de cerca al campeonísimo Devy Willson. Los preparadores dijeron a los chicos que se apartaran de las ventanas y siguieran trabajando, ya que Devy llegaría en cualquier momento y tenían que estar en actitud de concentración, sin hacer saludos o aspavientos ante las cámaras. Así pues, no les quedó otro remedio que obedecer.

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Hacia la una y media de la tarde, una enorme limusina plateada aparcó en la puerta y el murmullo del gentío se convirtió en un griterío apasionado. Se abrió una de las puertas traseras y, como si de un mesías se tratara, emergió Devy con porte majestuoso e inmaculado, perfectamente peinado y trajeado, llegando con retraso como las grandes superestrellas y saludando a diestro y siniestro con sonrisa perfecta. El hombre imbatido en multitud de categorías, campeón un montón de veces, el que no había sido derribado por nadie en toda su carrera. Nunca había tocado la lona, ni siquiera por un resbalón.

Entró en el gimnasio como si tal cosa, empujando los anchos portones como si fueran de cartón, seguido de sus colaboradores y de gran número de periodistas, que enseguida empezaron a acribillarle a preguntas y a fotos, mientras él contestaba con gracejo lo que le venía en gana y posaba encantado de la vida por todo el gimnasio: al lado del ring, junto a los sacos, apoyado en las máquinas de musculación, señalando el logo... Todo mucho paripé. Mientras, los muchachos miraban de reojo absolutamente alucinados por ver a su ídolo y a tal multitud de gente allí.

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Después se acercó a los preparadores y, junto a sus colaboradores, estuvo hablando con ellos un buen rato, formando un círculo hermético donde no había manera de escuchar nada de lo que estaban hablando. Tras esa charla, se dirigió raudo al vestuario seguido de su séquito, con la intención de cambiarse de ropa para llevar a cabo la exhibición. Entretanto, los preparadores le pusieron un casco de entrenamiento a Alfie, le ajustaron bien los guantes y realizaron con él un calentamiento suave para soltar los músculos, pues le veían un poco nervioso y agarrotado.

Veinte minutos después, Devy apareció dando pequeños saltitos mientras avanzaba y lanzando rápidos puñetazos al aire. Lucía realmente intimidante con su enorme estatura y su anchura corporal de puro músculo cincelado a base de infinitas horas de gimnasio. Los tatuajes que poblaban sus poderosos brazos no hacían más que corroborar esa sensación. Vestía un calzón negro con franjas laterales plateadas, botas negras casi hasta las rodillas y guantes igualmente negros que no cesaba de chocar entre sí, mostrando su fuerza con ello. Se acercó al ring y de un salto subió al entarimado. Como una exhalación se deslizó por entre las dos cuerdas de enmedio y comenzó a pasear 68


tranquilamente por el ring mientras levantaba los brazos y hacía gestitos para que los periodistas le hicieran fotos y le grabaran. Lo tenía todo bien estudiado. Uno de sus ayudantes le ofreció un casco de entrenamiento, pero rehusó utilizarlo. Quería que se le viera la cara perfectamente. Además, no había peligro en una exhibición ante un chavalín amateur.

Mientras, Alfie ya le esperaba en la esquina contraria con su casco reglamentario, quieto como una estatua, nervioso como un flan. Aunque los preparadores no cesaban de hablarle dándole consejos para que se tranquilizara, él simplemente asentía con la cabeza, pero no escuchaba nada. Tenía la mente y la vista clavada en la impresionante planta de Devy, que enseguida hizo señas para que empezara la exhibición, eligiendo él mismo al ucraniano Miroslav para que ejerciera de improvisado árbitro.

Los dos contrincantes se pusieron uno frente al otro, evidenciándose en ese momento una clarísima diferencia física en todos los sentidos a favor del campeonísimo. A un grito gutural que profirió Miroslav, comenzó el duelo. Devy empezó lanzando rápidos jabs con ambas manos sin utilizar 69


mucha fuerza, pero que a Alfie le resultaron agobiantes, cubriéndose lo mejor que pudo.

Devy no quería ensañarse. Simplemente trotaba alrededor de Alfie soltando suaves directos y algún gancho flojito, como un gatito que juega con un ovillo de lana, pero para el muchacho aquello era un diluvio, limitándose a cubrirse y quedarse quieto. Más que tímido estaba acobardado. No se atrevía ni a levantar la cabeza.

Aquello no transmitía espectáculo para Devy. Era prácticamente como pelear él solo. Se estaba aburriendo mortalmente, así que en un lance se acercó a Alfie e intentó provocarle diciéndole al oído que le habían hablado muy bien de él, pero que con esa actitud miedosa y cobarde no iba a llegar a nada. Para terminar de encenderle, le dijo que seguro que su novia andaba buscando por ahí a alguno más valiente y machote que él.

A Alfie le cambió al instante la expresión de la cara, tornándose en una furia incontrolable. Sin pensarlo un segundo, soltó como un látigo su brazo derecho, que 70


impactó bestialmente en el pómulo izquierdo de Devy, girándole bruscamente la cara hacia la derecha con un sonoro crujido de su cuello. El campeonísimo cayó de espaldas como una estatua de piedra, con media cara rota, cubierta de sangre, los ojos en blanco e inconsciente. Todos quedaron boquiabiertos y ojipláticos por un instante, con una fría gota de sudor cayendo por sus frentes, pero enseguida los ayudantes reaccionaron y subieron veloces al ring para intentar recuperar a Devy, que estaba completamente k.o. Tras unos minutos de curas rápidas, y viendo que no recuperaba la consciencia, decidieron llamar a una ambulancia, que se personó allí en apenas cinco minutos, y más al decirles que se trataba del gran campeón Devy Willson. Los periodistas presentes estaban exaltados, puesto que ese simple acto de inauguración normal y corriente se había convertido en el notición del año.

Los ánimos habían caído de golpe entre la ciudadanía congregada, que ya había desaparecido de allí la gran mayoría. Los preparadores decidieron que se había acabado la jornada y que el gimnasio quedaba cerrado, echando a los periodistas y mandando a los muchachos a sus respectivas casas. 71


Desde el fatídico puñetazo, toda la preocupación era por la salud de Devy, pero nadie habló con Alfie. Nadie le dedicó unas palabras de calor y ánimo en esos momentos que se encontraba deshecho por la tristeza. Es más, las pocas miradas que le dedicaron sus preparadores e incluso sus compañeros, eran de una gelidez desoladora, como si la camaradería que había hasta ahora se hubiera esfumado, como si hubiera cometido la traición más gigantesca del Universo.

Alfie realizó el camino hacia su casa en completa soledad, por las calles en otras ocasiones llenas de gente, ahora repentinamente desiertas. Caminaba despacio, con la cabeza baja, sollozando y absolutamente destrozado. Había sido un accidente. No había ninguna razón para pensar que lo podía haber hecho adrede. Simplemente Devy le provocó, le mosqueó y se descontroló.

Dando vueltas a estos pensamientos llegó a casa con intención de no hablar con nadie y meterse directamente en su habitación, cerrar la puerta, meterse en la cama y 72


olvidarse del mundo y de todo. Para su suerte, en esos momentos no había nadie en casa. Seguramente sus padres estarían en la tienda, como de costumbre a esas horas.

En vez de dormirse, lo que hacía era dar vueltas en la cama, torturándose una y otra vez con su sentimiento de culpa, así que optó por encender el televisor que tenía en su cuarto, con intención de entretenerse un poco y a ver si las ondas catódicas hacían su habitual efecto somnífero. Practicando un poco de zapping, fue a parar a un canal donde estaban dando noticias deportivas, y casualmente estaban ya hablando sobre lo sucedido, comentando que, al parecer, Devy ya había abandonado el hospital, aunque debería llevar durante algún tiempo un collarín en el cuello. Acto seguido, con el morbo por bandera, mostraron el vídeo del puñetazo repetidas veces, haciendo comentarios supuestamente jocosos. El admirado y respetado gran campeón noqueado por un chavalín amateur.

Alfie quedó admirado por la celeridad de los periodistas a la hora de mandar y emitir las imágenes, ya que todo había ocurrido hace apenas una hora, y aunque notó un ligero alivio al saber que Devy estaba recuperado, se sintió triste y 73


avergonzado al ver las imágenes una y otra vez desde diferentes ángulos, como si hubiera sido una hazaña lo que había hecho. Él no lo sentía así. Hastiado, apagó el televisor y se tapó entero hasta cubrirse la cabeza con las sábanas, acurrucándose en posición fetal y apretando los ojos, quedando dormido en pocos minutos de puro agotamiento.

A la mañana siguiente se levantó, se vistió y acudió a la cocina, donde se oía a sus padres charlando animadamente. Olía a gofres recién hechos. Aún era temprano, y estaban desayunando antes de marchar a abrir la tienda. Cuando vieron a Alfie, le preguntaron qué tal se encontraba, que se enteraron de la noticia y cuando llegaron a casa y vieron que estaba en la cama, pensaron que era mejor no molestarle y dejarle descansar. Él contestó que estaba bastante fastidiado, puesto que lo había estropeado todo, ya que se trataba de una exhibición en la que él era un mero elegido, y el protagonista tenía que haber sido Devy. Sus padres le animaron quitándole importancia y diciéndole que, al menos, por fin se habían podido ver sus grandes cualidades por televisión. El bueno de Alfie sonrió con vergüenza.

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En ese momento, sonó su teléfono móvil anunciando un mensaje. Lo sacó del bolsillo y lo miró. Se trataba de un mensaje de Jéssica, su novia, que ponía "Es el vídeo más visto en Internet de los últimos tiempos". Dicho mensaje venía acompañado de un enlace que Alfie pulsó sin pensarlo, saliendo al instante el vídeo de lo sucedido. No quiso verlo, pero si que se fijó que había sido subido hace unas diez horas y ya llevaba más de diez millones de visitas, por lo que el éxito provocado por el morbo y la curiosidad de la gente era innegable. Apagó el teléfono, se lo guardó y les pidió a sus padres que, al menos por ese día, le dejaran quedarse en casa, puesto que tener que salir y enfrentarse a la gente y sus miradas y acusaciones iba a ser un calvario para él. Le comprendieron y accedieron a lo que su hijo les pidió.

Una vez que sus padres se fueron a trabajar, se quedó solo en casa. Para pasar la mañana lo mejor posible hasta que regresaran a la hora de comer, decidió ir a su habitación, pero no para hartarse de ver vídeos de boxeo que tenía guardados en su ordenador, como solía hacer en otras ocasiones. Esta vez quería olvidarse totalmente de todo eso, así que se dedicó a su otra pasión, menos conocida entre sus amigos, e incluso desconocida para su 75


novia: Los cómics de ciencia-ficción, de los que poseía una considerable colección reunida a lo largo de muchos años, que guardaba con mimo en diversas cajas debajo de su cama.

Un par de horas después, estando entretenido y concentrado en sus lecturas, sonó repentinamente el teléfono situado en el salón, lo cual le sobresaltó notablemente, levantándose a regañadientes y dirigiéndose a coger el enervante aparato, que no cesaba de sonar. No tenía ninguna gana de hablar y deseaba que se tratara de alguna llamada publicitaria para colgar sin miramientos.

Finalmente contestó, y le habló una voz masculina de tono juvenil y activo. Se presentó como redactor del programa televisivo El Show de Matt Cormack. Este era un late-night show que se emitía desde hace apenas un mes en un importante canal por cable. Enseguida, el programa había crecido en popularidad y en audiencia, dada la sabia mezcla entre humor y actualidad que manejaba con soltura el presentador Matt Cormack, quien daba título al programa. Este hombre era un cómico que había empezado a despuntar en diversos espectáculos de monólogos 76


celebrados en bares, siendo reclutado, dado su innegable talento, para participar en un programa televisivo de la misma temática, aunque su espaldarazo definitivo para que el gran público le conociera fue en un programa de gran éxito de sketches humorísticos, donde sobresalió entre los demás actores por su gracejo y su estilo personal, llegándole posteriormente su gran oportunidad de poder conducir su propio programa.

El redactor le comentó a Alfie que la intención de la llamada era para invitarle al programa y entrevistarle, ya que se trataba, muy a su pesar, de un personaje de actualidad que había logrado, y de qué manera, lo que nadie había conseguido: noquear al campeonísimo imbatible Devy Willson. Y eso sin contar que el vídeo del suceso ya era uno de los más exitosos de la historia de Internet. El chico, ciertamente abrumado, declinó educadamente la invitación, alegando que no tenía ganas de hablar, pues no se sentía ningún héroe, sino más bien alguien que había metido la pata, dañando físicamente y moralmente a un deportista al que profesaba gran respeto y admiración.

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No desistió facilmente el redactor, diciéndole a Alfie que no había mejor sitio para contar cómo se sentía que en el programa, ya que lo vería mucha gente y eso serviría para que se comprendiera que no estaba pasando por un momento de gloria y fama perseguida, sino por un momento duro y complicado que no había buscado, y que si era por dinero, se le pagarían mil dólares, como a la mayoría de invitados. El muchacho comenzó a dudar seriamente, ya que se trataba de una buena oportunidad para aclarar todo y dejar su imagen en su sitio, ni como heroe ni como villano, sino como un tipo que se equivocó, y, sinceramente, el dinero no le vendría nada mal a su familia. El redactor quiso aclarar que, si así lo quería, se trataría de una entrevista seria y tranquila, sin bromas ni estridencias. Alfie contestó que así lo prefería y que aceptaba ir al programa. El redactor le indicó que un coche de la productora iría a su casa a recogerle a él y a su familia, si querían ir también, sobre las ocho de la tarde. Y así quedaron de acuerdo.

Nada más terminar de hablar con el redactor, Alfie llamó a la tienda de sus padres para comentarles lo sucedido y saber qué les parecía. Ellos contestaron que no veían ningún problema en que fuera al programa, pero que irían con él, 78


por supuesto, y que aunque el dinero seguro que vendría bien, lo importante era que la imagen de su hijo quedara limpia y se sintiera bien consigo mismo. De este modo, decidieron por la tarde cerrar la tienda un rato antes de lo acostumbrado para poder vestirse y arreglarse, con la intención de estar preparados a las ocho.

Puntual como un reloj suizo, un coche blanco de gama media con el logotipo de la productora del programa se presentó a las ocho en punto en la puerta del edificio donde vivían Alfie y sus padres. Bajó del vehículo un hombre de estatura normal, ciertamente orondo, con espeso bigote y que vestía muy informalmente con zapatillas grises, pantalón vaquero, camiseta marrón de manga corta y gorra azulada de beisbol. Llamó por el telefonillo al piso indicado en una notita que llevaba consigo, simplemente para informar de que ya estaba allí. Alfie y sus padres bajaron enseguida y montaron en el vehículo, marchando hacia el estudio donde se realizaba el programa, situado a las afueras de la ciudad, en una especie de gigantesco recinto lleno de enormes naves, que realmente eran platós donde se llevaban a cabo otros muchos programas. Entre el tráfico dificultoso y los complicados accesos tardaron cerca de una hora en llegar. Un tiempo que se les hizo casi corto por la 79


ilusión que llevaban, pero no por la conversación que les dio el chófer, que fue más bien escasa y poco animada.

El coche se detuvo justo en la puerta de una gigantesca nave. Un joven guardia de seguridad les abrió las puertas para que salieran y les indicó que entraran por una pequeña puerta adyacente, donde les recibió una bella y simpática muchacha que les llevó a la sala de peluquería y maquillaje. Allí pudieron conocer a varios de los colaboradores habituales del programa, así como al propio Matt Cormack, que estaba estudiándose concienzudamente el guión de aquella noche mientras le peinaban y maquillaban. En cuanto quedó libre un momento, no dudó en acercarse a ellos y los saludó con gran simpatía, dándoles la bienvenida y deseándoles que pasaran una gran noche. Enseguida, la simpática muchacha de antes pidió a los padres de Alfie que fueran ocupando sus asientos de primera fila en el graderío del público, mientras que al chico le condujo hasta una pequeña salita al lado del plató, donde debía esperar, junto con el resto de invitados del programa, a que le llamaran para salir.

En la salita había un televisor de pantalla plana donde los 80


invitados podían seguir el programa mientras les tocaba salir. La espera fue larga y un poco tediosa, ya que, aunque estaba bien acompañado por un suculento catering y un buen surtido de refrescos sin alcohol, la compañía de los demás invitados no era muy entretenida. Cada uno estaba a lo suyo y a lo que iba: Unos a promocionar sus trabajos, otros a hablar de política, otros a hacer su frikada... En un momento dado pensó en qué grupo estaría él. Posiblemente en el de la frikada. La frikada de moda de la que nadie se acordaría dentro de un mes.

El programa avanzaba y los invitados iban desfilando, hasta que Alfie se quedó solo en la salita. En un momento dado, Matt anunció la presencia de un personaje que estaba de rabiosa actualidad por un suceso inesperado que había acontecido. Alfie se levantó como un resorte del sillón y se estiró levemente la sudadera que llevaba. Matt anunció que sería después de un corte publicitario. El chico iba a volver a sentarse apesadumbrado cuando la bella y simpática chica entró en la salita para avisarle de que saliera, pues el corte publicitario iba a ser de tres minutos y tenían que darle un último retoque de maquillaje antes de entrar al plató. Salieron pitando y la chica le acompañó hasta detrás del plató, donde debía esperar a que Matt le 81


anunciara. Una señora de estridente vestimenta, cabello de color morado y gafas apoyándose prácticamente en la punta de la nariz se acercó a él con una especie de polvera y un pequeño ponpón blanco que le pasó suavemente por las mejilas y la frente. La señora se alejó velozmente y se oyó a Matt, ya en directo, anunciando la sorpresa del día: "El muchacho amateur que ha tumbado al campeonísimo imbatible, cuya hazaña está arrasando en Internet y en todos los lugares... ¡Alfie Deloglio!". Cuando oyó su nombre le recorrió un escalofrío por la espalda, pero a la vez, una fuerza extraña hizo que sus piernas se movieran y avanzaran hasta salir al plató. Matt se acercó a él y le saludó con amabilidad y una cordial sonrisa. Le invitó a sentarse en un sillón y Matt se sentó tras su ya icónica mesa de contrachapado de color marrón brillante, seguramente barnizada.

La entrevista transcurrió sin incidencias ni cosas raras. Alfie se sentía tranquilo y confiaba en el buen hacer de Matt, que le trataba con su simpatía innata, pero sin hacer bromas de ningún tipo, mostrando una seriedad y un rigor que eran de agradecer. Matt le invitó a explicar cómo se sentía, y Alfie lo hizo con claridad y sinceridad, poniendo el corazón en cada palabra. La entrevista fue corta, de apenas 82


diez minutos, pero no era necesario más para dejar todo claro. Al despedirse, Matt le felicitó por su valentía al haber acudido al programa. Alfie le agradeció la oportunidad y salió del plató con una gran sensación de satisfacción y de haberse quitado un buen peso de encima.

Sus padres ya le estaban esperando en el pasillo y, cuando se vieron, se fundieron todos en un gran abrazo. Esperaron a que terminara el programa para agradecer nuevamente a Matt el trato recibido y despedirse. El presentador reconoció que se sintió muy orgulloso por Alfie y por el modo en que había transcurrido la entrevista, algo nuevo para él, acostumbrado a implantar su humor alocado en cada momento del programa. Les comentó que ya tenían un coche esperando en la puerta para marchar cuando quisieran, así que se despidieron con gratitud. El viaje de vuelta fue rápido y placentero, sin apenas tráfico ya de madrugada, con las conciencias totalmente limpias de negrura. En cuanto llegaron a casa, se acostaron sin más, pues al día siguiente tocaba madrugar para abrir la tienda, pero todos durmieron realmente bien, con tranquilidad y despreocupación.

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El día siguiente prácticamente amaneció con anuncio bomba de última hora: El campeonísimo Devy Willson pretendía dar una sorpresiva y sorprendente rueda de prensa hacia las doce del mediodía en el mismísimo salón de su impresionante mansión, sin anunciar el tema y el porqué. Los periodistas se movilizaron velozmente y acudieron al lugar indicado muertos de curiosidad. Hacia las once de la mañana les dejaron entrar en el salón para que fueran instalando micrófonos y cámaras y se fueran colocando convenientemente. Esperaron un buen rato, hasta que a eso de las doce y media, Devy apareció por una puerta lateral acompañado de su séquito habitual. A pesar del collarín que cubría su cuello, del tremendo moratón que lucía en el lado izquierdo de su cara, que se notaba visiblemente hinchado, y de las tiritas que tapaban diversas heridas y cortes en nariz, ceja y párpado, mostraba su estilo impoluto de siempre, impecablemente vestido y peinado, caminando y moviéndose con su gesto altivo y arrogante innato, con su sonrisa forzada por bandera, que hoy era menos deslumbrante que de costumbre. Se sentó, apoyó los brazos en la magnífica y enorme mesa barroca llena de micrófonos y entrecruzó los dedos de ambas manos con intención de concentrarse. Parecía importante lo que quería decir. 84


Devy guardó unos segundos de silencio mientras cerró los ojos. Todos los periodistas presentes cesaron cualquier ruido que pudieran producir y le miraron fijamente, espectantes. La atmósfera que se respiraba en aquellos momentos parecía más propia de un funeral. Devy abrió los ojos, levantó la cabeza y respiró profundamente. Comenzó a hablar agradeciendo la presencia de los periodistas en su casa, habiendo sido avisados con tan poco tiempo, para rápidamente cambiar a un tono bastante más airado y agresivo, explicando que había convocado la rueda de prensa por culpa de la presencia de "aquel niñato" en "un programa de mierda" para hacerse famoso y ganar dinero a su costa. Proclamó que no aceptaba disculpas de nadie que se aprovechara de tal situación para su provecho. Una situación que le resultaba de lo más humillante y dolorosa. Por lo tanto, anunció que iba a demandar a Alfie y su familia, que pretendía arruinarlos económicamente, así como expulsar al chico de "su gimnasio" e impedir, por todos los medios, que ejerciera el pugilismo profesionalmente en cualquier parte del mundo. Tras ésto, pegó un bestial manotazo a todos los micrófonos que estaban colocados en la mesa, tirándolos por doquier, y se marchó furioso por donde había entrado, impidiendo 85


cualquier tipo de pregunta de los periodistas. Sus lameculos remunerados le siguieron al instante.

Alfie no se enteró de ninguna rueda de prensa ni cosa similar, puesto que se levantó temprano para irse a la biblioteca del barrio con su novia Jéssica, ya que la chica estaba en época de exámenes en el instituto y él quería ayudarla. No llegó a casa hasta la hora de comer, justo cuando sus padres llegaron de la tienda, donde tampoco se habían enterado de nada, pues la mañana había sido bastante ajetreada de trabajo, afortunadamente.

Encendieron el televisor para ver las noticias mientras comían, como tenían por costumbre, cuando entre los titulares vieron la rueda de prensa que Devy había dado, anunciando la expulsión de Alfie del gimnasio, la demanda hacia él y su familia y la persecución implacable para impedir, a toda costa, que cumpliera su sueño de ser boxeador profesional. Todos se quedaron desolados, el hambre se les había cortado de repente. Alfie decidió que iba a ir rápidamente al gimnasio para intentar hablar con alguien y aclararlo todo, así que salió para allá, con el único pensamiento de que no arruinaran a su familia. A él que le 86


mandaran al Sáhara, si fuera necesario, pero que no tocaran a su familia.

En apenas diez minutos llegó al gimnasio. Se paró unos momentos en la puerta para recuperar un poco el resuello y, finalmente, se dispuso a entrar. Apenas abrió la puerta cuando el gigantón ucraniano Miroslav se le puso de frente obstaculizándole el paso, casi tapándole la luz. Alfie intentó pedir explicaciones y quiso poder hablar con alguien para aclarar el malentendido, pero el enorme rubio le pidió tajante y secamente que se fuera de allí, que estaba expulsado de por vida y que no era bien recibido. Alfie insistió en saber el porqué, pero sólo recibió por respuesta que eran órdenes que habían recibido. En un segundo plano, tras Miroslav, los otros dos preparadores, Buck y Antonio, miraban fijamente, como alertas por si el pobre Alfie lograba esquivar al muro humano de Europa del Este. Al fondo, los demás muchachos cesaron sus ejercicios y miraban como quien mira a un apestado. Sus compañeros, con quienes había pasado tantos momentos de trabajo y de camaradería, ahora era para ellos poco menos que un traidor, un extraño. Alfie no tuvo elección y se fue por donde había ido, llorando inconsolable con un hondo sentimiento de rabia y tristeza. 87


Cuando llegó a casa, al entrar al portal, se fijó que de su buzón asomaba una carta. La cogió y enseguida vio un logotipo que le asustó soberanamente: "Smith & Jackson Abogados". Subió velozmente saltando los escalones de tres en tres y entró en el piso como una exhalación. Aún estaban sus padres, prácticamente preparándose para volver a abrir la tienda. Aún llorando, les enseñó la carta. Las sospechas que tenían todos al ver el logotipo se terminaron por cumplir cuando leyeron detenidamente el contenido. Sin duda era una demanda por parte de Devy Willson por daños y perjuicios por el valor de cien mil dólares, nada más y nada menos. Tal vez para una persona adinerada no supusiera un gran golpe económico, pero para una familia humilde que dependía de lo que dieran de sí sus puestos de trabajo, aquello podría suponer la ruina total. Todos se echaron a llorar sin remisión y se abrazaron, prometiéndose que era el momento de permanecer unidos y luchar todos juntos para salir del atolladero. Alfie, sabiendo que lo del boxeo ya era imposible, prometió que buscaría un trabajo de lo que fuera para reunir el dinero lo más rápido posible. Sus padres le agradecieron el sacrificio.

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Tras recuperarse un poco del disgusto, los padres decidieron irse a la tienda, pues ya se les hacía tarde. Mientras, Alfie decidió llamar a Jéssica para contarle todo el drama y desahogarse un poco. Ella intentó animarle como pudo y le dijo que iría a su casa para ayudarle a buscar trabajo por Internet. Y así hizo. En apenas cinco minutos la chica estaba allí, ya que vivía dos edificios más allá.

Ahí andaban, agotados después de toda la tarde buceando entre páginas y ofertas de empleo. Que si en unas pedían experiencia, que si en otras pedían titulaciones, que si otras eran para un trabajo de corto plazo... El caso es que nada medianamente posible o probable. Entre desánimos se debatían cuando sonó el teléfono en el salón. Alfie se dirigió con andar pesado y lento hacia el aparato. Realmente no le gustaban los teléfonos. Le ponía nervioso ese timbre estridente y repentino que suelen tener.

Finalmente contestó. Una voz masculina de tono muy grave le saludó y se presentó como Edward Sheppard, director de espectáculos itinerantes. Le comentó que había estado siguiendo sus evoluciones desde que saltó a la fama por el puñetazo a Devy y era consciente de la delicada 89


situación que estaba pasando a todos los niveles, con la imposibilidad de no poder boxear profesionalmente y además tener que pagar una cuantiosa demanda, por lo que le ofreció ayuda en forma de contrato de trabajo.

Alfie quiso saber, bastante intrigado y desconfiado, en qué consistía dicho trabajo. El hombre le explicó que, entre los muchos espectáculos y números artísticos que supervisaba, tenía unos que le motivaban especialmente, y eran los de fuerza, como los de levantamiento, tiro o empuje de una carga pesada, pero que había pensado en él más bien para desafíos de pegada, como golpear un aparato medidor y que algún atrevido participante intentara superarle para lograr una importante cantidad económica. Asimismo, tenía pensado organizar algunos combates boxísticos amateurs entre púgiles que ya andaba buscando y contratando, los cuales, por diversas circuntancias, no habían tenido suerte en su carrera y aquí tenían la oportunidad de volver a sentirse boxeadores ante el público, aunque sin jugarse cheques millonarios ni títulos de campeones. De igual manera, había pensado en dar la posibilidad a algún lugareño valiente que se enfrentara al boxeador que eligiera, pudiendo ganar un buen dinero si lograba vencerle. 90


A Alfie le parecía interesante el cometido, pero quiso saber más sobre las condiciones en cuanto a tener que viajar y el sueldo, por supuesto. Edward le quiso aclarar que, efectivamente, al tratarse de espectáculos itinerantes tendría que tener una disponibilidad de viajar bastante importante, ya que se celebraban ferias de toda índole por todo el país con una frecuencia inusitada, prácticamente una al mes o incluso cada dos semanas, aumentando ese ritmo en la temporada estival. En cuanto a viajar, no tendría que preocuparse de buscar transporte, puesto que lo haría con los demás miembros de los espectáculos en alguna de las muchas caravanas que componían la flota automovilística. Pensando en que tendría que seguir entrenando para mantener su forma atlética, igualmente dispondría para cuando quisiera, como el resto de los empleados, de un camión-gimnasio perfectamente equipado. En cuanto al sueldo, serían mil dólares fijos por cada evento en el que participara, con un suplemento extra de quinientos dólares si no le vencían, ya fuera en las pruebas de pegada o en los combates contra compañeros o contra voluntarios, por lo que facilmente, si se le daba bien la cosa, podía salir por unos tres mil pavos mensuales, una cifra a tener bastante en cuenta. 91


Los ojos de Alfie se abrieron como nunca al escuchar tales cantidades, pero quiso mantener la calma y le respondió que antes prefería hablarlo con su familia, puesto que se trataba de una decisión muy importante. Edward entendió esta preferencia, por lo que quiso darle a Alfie el número de teléfono para que le llamara en caso afirmativo para llevarle a conocer su entorno de trabajo y firmar el contrato. Alfie puso como condición que pudieran acompañarle sus padres en dicha visita. Edward no pudo impedimento. Y así quedaron.

Cuando regresó Alfie a la habitación, su novia Jéssica le esperaba con curiosidad e impaciencia para que le contara qué había pasado. El chico se lo contó todo tranquilamente. A ella le pareció bien que su chico pudiera seguir ejerciendo la labor que le apasionaba, así como las condiciones económicas, por qué no decirlo, pero no le pareció demasiado bien lo de que tuviera que viajar tan a menudo y conociera gente nueva allí donde fuera, sobre todo chicas. Se sintió ciertamente celosa. Aun así, le mostró su apoyo en lo que eligiera.

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Al poco rato llegaron los padres de Alfie tras una dura jornada de trabajo. Jéssica aún estaba en casa, así que la invitaron a quedarse a cenar. Alfie aprovechó la reunión de la cena para contarles todo minuciosamente. En un primer momento se mostraron negativamente sorprendidos. Estaba claro que las condiciones económicas y laborales eran interesantes, pero no parecía tanto lo de tener que estar fuera de casa tan a menudo, junto con eso que se dice de que la gente feriante se suele mover en ambientes no muy aconsejables, sobre todo para un chico aún tan jóven. Alfie les respondió que lo suyo sería concertar una cita con el empresario para visitar todos la feria y conocer de primera mano a la gente que allí trabajaba, para así poder decidir y opinar. A regañadientes accedieron al acuerdo y, tras la cena, el propio Alfie llamó a Edward para quedar en ir a ver el sitio al día siguiente. Quedaron hacia las nueve de la tarde del día siguiente, cuando los padres de Alfie hubieran terminado su jornada laboral. El hombre insistió en que iría él mismo con su coche a recogerlos a su casa para que no tuvieran problema de conducir con cansancio acumulado y demás.

Al día siguiente y a la hora indicada Edward Sheppard llegó con su enorme coche todoterreno color verde oscuro 93


metalizado frente al edificio donde vivían los Deloglio. Desde su teléfono móvil les llamó para avisar de que ya estaba allí. Enseguida bajaron todos, incluida Jéssica, que no se quería perder la visita, sobre todo para otear la fauna femenina que pudiera haber entre los compañeros de trabajo.

Enseguida pudieron conocer a Edward, un hombre de aspecto más juvenil de lo que aparentaba su potente y rasgada voz. Era de una buena estatura, con una cuidada complexión atlética, abundante cabello negro peinado hacia atrás y barba de tres días. Su vestimenta era de lo más sencilla: Una camisa blanca de manga larga, unos pantalones vaqueros y unos zapatos marrones oscuros de cordones la conformaban. Enseguida salió del coche para recibirlos, saludarlos afectuosamente e invitarlos a entrar en el coche.

Media hora después, tras un viaje muy ameno trufado de animadas conversaciones sobre ferias y anécdotas ocurridas en ellas, llegaron al asentamiento donde estaba situado todo el enorme conglomerado de camiones, caravanas, 94


furgonetas, casetas, carpas, maquinarias y artilugios varios que formaban todo aquello.

Lo primero que les llamó la atención fue la ausencia de animales. Tal vez algún perro que algún empleado tenía como guardián de las caravanas y los camiones, pero ninguno formaba parte de las atracciones. Además, tanto en vehículos como en maquinarias se observaba una gran limpieza y todo bien cuidado, rasgos que también compartían los trabajadores, lejos del arquetipo de feriante lleno de piercings, tatuajes, suciedad y malos modos. Estos se mostraban bien vestidos con camisas, camisetas y pantalones largos de diversos estilos. También se les veía con los cabellos y vellos faciales bien arreglados y mostrando una amabilidad y una simpatía que eran bien recibidas por los visitantes. Sin problema alguno pudieron saludar y conversar con los responsables de cada puesto y atracción, siendo bien tratados y dando la bienvenida por anticipado a Alfie, al que todo el mundo ya conocía y admiraba a raíz del incidente con Devy.

La impresión general de Alfie, sus padres y su novia fue bastante buena, así que dieron el visto bueno para que el 95


chico se embarcara en ese trabajo que tanto le ilusionaba. Edward les invitó a pasar a su caravana, grande y confortable, para leer y firmar el contrato. Lo leyeron con detenimiento y, viendo que todo figuraba tal y como se habló, Alfie se dispuso a firmarlo. Y hecho. Ya tenía un trabajo con el que poder seguir llevando a cabo su pasión y de paso ayudar económicamente a sus padres a pagar la dichosa demanda.

Los primeros tiempos fueron duros. La relación entre Alfie y Jéssica se puso a prueba por los frecuentes viajes del muchacho a todas las ferias posibles, pero fue sobreviviendo gracias a confianza mútua y llamadas y mensajes frecuentes. Familiarmente tambien se le echaba en falta. Tanto su padre como su madre le llamaban con frecuencia y le iban poniendo al día de cualquier cosa que hubiera.

Laboralmente le iba bastante bien. Aún no le había ganado nadie, tanto en los desafíos de pegada como en los combates. Aunque sus compañeros lucían buenos fundamentos pugilísticos, no suponían demasiada oposición a su devastador golpeo de derecha. La enorme mayoría 96


eran ex-boxeadores profesionales que, por lesiones o sanciones varias, no habían podido continuar y habían perdido todos los apoyos, teniendo que agarrarse a esta oportunidad para volver a sentirse alguien en todos los sentidos. Teniendo esto en cuenta, Alfie intentaba no dejarles k.o., sobre todo por la salud de ellos, con el fin de que se recuperaran rápido y pudieran continuar trabajando, pero también para que los combates duraran lo más posible y el público se entretuviera.

Enseguida se convirtió en el favorito del elenco. Incluso empezó a firmar sus primeros autógrafos entre una pequeña pandilla de aficionados que se habían juntado espontaneamente y que iban a varias ferias sólo para verle. Todo esto le supuso un plus económico. Así pues, gracias a su esfuerzo y al de sus padres, en apenas dos años lograron pagar completamente la demanda.

A partir de ahí continuó trabajando, por supuesto, pero esta vez mirando al futuro con las vistas puestas en poder adquirir un piso con el que compartir con Jéssica y empezar a hacer vida juntos, cosa que consiguió unos tres años después, aprovechando que la muchacha ya había 97


terminado sus estudios y había comenzado a trabajar en una tienda de ropa, por lo que ya podía aportar económicamente en la convivencia.

Fueron pasando los años, prácticamente un lustro. La relación entre Alfie y Jéssica se había asentado del todo. Ella había ascendido a encargada de la tienda de ropa y él continuaba invicto de feria en feria. Seguían viviendo en el mismo piso, pero sentían la necesidad de aumentar la familia, aunque los padres de ella, bastante tradicionales, preferían que primero contrajeran matrimonio, por lo que así hicieron, organizando en poco tiempo y celebrando una boda sencilla, sin grandes parafernalias, pero muy bonita y llena de momentos emotivos y divertidos, dejando un gran sabor de boca entre los asistentes, entre ellos Cédric, el hijo del añorado Chester, primer preparador de Alfie. El hombre acudió junto a su esposa y sus dos hijos y se sintió muy agradecido de que Alfie se hubiera acordado de él.

La luna de miel fue un poco fuera de lo acostumbrado en otras parejas. En este caso decidieron ir a Disneyworld, en Orlando, ya que nunca habían podido ir y tenían ganas de conocerlo. Allí concibieron a su primer vástago, que nació 98


totalmente sano nueve meses después y al que pusieron Herbert como nombre.

Entretanto, Alfie continuaba con su carrera triunfal, aumentando cada vez más su número de victorias, así como sus ingresos, dada su imparable popularidad entre los seguidores que se congregaban para verle, al que habían comenzado a apodarle "Puño de piedra" por su temible y ya famoso derechazo, cuyo golpeo era como si una maza cayera sobre el rival.

Pasaron los años.

Los padres de Alfie ya se habían jubilado y se habían trasladado a vivir a una casa de campo que habían comprado a unos cien kilómetros de su antiguo hogar, viviendo felices y sin problemas, cuidando de su huerta y paseando por las tardes.

Jéssica había conseguido comprar la tienda de ropa en la que era encargada, dado que la dueña anterior se había 99


jubilado, convirtiéndose, por fin, en dueña de su propio negocio, que funcionaba bastante bien.

El pequeño Herbert había crecido, ya había pasado la época del colegio con éxito e iba al instituto. Era buen estudiante, le gustaba estudiar y era verdaderamente inteligente, pero empezaba a estar en esa edad en las que se mira a las chicas como algo más que compañeras de juegos, y había un temor latente a que se desmadrara.

Alfie continuaba con sus combates por las ferias de todo el país. Ya rozaba los cincuenta años, pero nadie era capaz de vencerle. Aun así, cada vez se veía más cansado y desencantado. No veía la manera de progresar aún más allí. Ya había ganado mucho, tanto en respeto y cariño de la gente como económicamente, por lo que decidió colgar los guantes y montar su propio gimnasio para intentar trasladar sus conocimientos a las nuevas generaciones, tal y como hizo Chester, amigo y maestro, en su momento.

Muchas fueron las lágrimas entre aficionados y compañeros el día que Alfie, ya más conocido como "Puño 100


de piedra", se despidió para continuar una nueva etapa profesional. Varios le calificaron incluso como "leyenda".

Su popularidad entre la gente de a pié era notoria, así que, en cuanto abrió su gimnasio, muchos fueron los chavales que quisieron apuntarse para recibir lecciones del mítico "Puño de piedra". No en vano, el nombre que puso al negocio fue "Stone Fist Gym" (Gimnasio Puño de Piedra).

Unos meses después, con el gimnasio funcionando a tope, teniendo que contratar a dos preparadores, ya que él solo no daba abasto, apareció por el local un anciano de unos setenta años. En un primer momento, a Alfie le extrañó la presencia del hombre, pensando si se trataría de algún familiar de algún alumno, o tal vez es que quería entrenarse, pensando más jocosamente.

El hombre, dentro de su edad, lucía un porte altivo y buen aspecto con su cabello blanco rizado recién cortadito, su fino bigotito blanco bien arreglado, sus gafas graduadas de diseño, su traje de buena calidad y sus zapatos impolutos. 101


No tardó Alfie en reconocer quién era.

-"¡Devy!. Tú por aquí. Que mal te ha tratado el tiempo", dijo Alfie con tono socarrón.

-"¡Ah, así que me has reconocido después de tanto tiempo, Alfie!", contestó Devy.

-"¡Cómo podría olvidarme del gran campeonísimo, miembro del Hall of Fame, y que echó al traste mi carrera profesional por un accidente para mantener su orgullo!", continuó Alfie, intercalando la burla inicial con un tono de sincera rabia.

Devy intentó suavizar el tono de la conversación: -"¡No te pongas así!. Yo creo que no te ha ido tan mal. ¿Crees que no he seguido tus movimientos durante todos estos años?. Sé que te compraste un piso, te casaste, tuviste un hijo y has gozado de una carrera profesional más que meritoria. Bastante asombrosa, diría yo. Es lo bueno de tener ojeadores donde uno necesita. 102


En vez de calmarse, Alfie se sentía cada vez más nervioso, intentando discernir cual era la intención de Devy: -"¿Qué quieres? ¿A qué has venido? ¿A ensalzarme o a hundirme?".

Devy cambió su sonrisa chulesca por una expresión más seria: -"Vengo a informarte que tengo la intención de que se haga contigo la justicia que yo te negué. Si te hubiera dejado ser profesional, seguramente hubiera llegado el momento en que nos habríamos enfrentado y, muy posiblemente, me habrías ganado y quitado todos mis títulos y mi crédito profesional. Aquel puñetazo que me diste fue para mí mucho más que un golpe físico, fue un golpe a mis miedos y a mis inseguridades. A mi terror a fracasar y a perder. No podía permitir que nadie me hiciera sombra y me relegase a un segundo puesto, y ví en tí a una amenaza muy seria".

Ante estas palabras, Alfie se exasperó aún más: -"¿Pero tú estás chiflado, Devy?. Aunque alguien te hubiera ganado, seguirías siendo uno de los mejores de la historia, y lo más seguro es que hubieras pedido la revancha y hubieras 103


recuperado tus títulos, así que no me vengas con tonterías. Aunque aquel incidente cortara momentaneamente tu crédito, enseguida lo recuperaste en cuanto ganaste a tus mayores rivales en aquel momento, y en sus propias casas, a Oleg Rashkin en San Petersburgo y a Yiam Mapsí en Adis Abeba, así que no me pongas a la altura que no tenía en ese momento. Una altura a la que no me dejaste llegar".

Devy respondió: -"¿Pero no te das cuenta de lo que te quiero decir?. Llegaste a mi altura... y me superaste. No lo hiciste por el medio profesional y habitual. Lo hiciste por el lado más difícil, donde no hay prensa, ni asociaciones, ni patrocinadores, pero llegaste a la cima de la montaña. Yo logré muchos títulos, es cierto, pero nunca supe llevar mi cuerpo, mi mente y mi estilo a la excelencia, como sí que hiciste tú. Me perdí entre lujos y riquezas. Pero tú lograste llegar a lo más alto de tu boxeo, disfrutando y haciendo disfrutar a los que te veían. Varios de mis ojeadores pueden dar buena opinión sobre ello, ya que les mandé a varias ferias en las que peleabas para que te evaluaran, y les dejaste literalmente extasiados. He podido ver varios vídeos de combates tuyos, y aun siendo impresionante, me aseguraron que en vivo era subyugante. Aunque muchas veces quise acudir de incógnito, me recomendaron que no 104


lo hiciera por si me reconocían, así me quedé con las ganas".

Alfie estaba desconcertado: -"De acuerdo. Acepto y agradezco tus elogios, pero aún no sé qué es lo que pretendes".

Devy se esforzó por dejar claro su mensaje: -"¡Quiero que se reconozca oficialmente tu carrera y tus logros!. Quiero que se te incluya en el Hall of Fame como el mejor "amateur" de la historia, y voy a hacer todo lo posible para que se cumpla. Dada mi fama y mi historial tengo muy buenos contactos entre miembros del comité. Además, gracias al gran trabajo de recopilación que están haciendo mis ayudantes, pronto tendré disponible los datos pertinentes sobre tus combates para que sean aceptados como estadísticas válidas. También tengo en mente un proyecto que me hace gran ilusión, que sería escribir un libro sobre tí, siempre que me lo permitas, reuniendo las estadísticas recopiladas junto con vivencias y anécdotas que tuvieras a bien comentarme. Me gustaría mucho que el gran público supiera de tí y de tus hazañas". 105


En aquel momento, Alfie se quedó sin palabras. Se sintió halagado, pero a la vez extrañado. El hombre que había truncado su carrera, y al que había odiado tanto tiempo, se presentaba de repente, después de tantos años, para decirle que quería que se reconocieran sus méritos y su carrera. ¿Qué pretendía ganar él con todo esto?. De hecho, así se lo preguntó. A lo que respondió Devy: -"Mi intención no es ganar nada con ésto, ni a nivel económico ni personal. Quiero ser yo quien escriba el libro bajo tu supervisión y consejo, pero no voy a figurar en nada. Te voy a poner a ti como autor completo, yo mismo voy a pagar todos los gastos de impresión y distribución y todo lo que se gane en las ventas sera para ti. No quiero nada. Simplemente que se te reconozca, de igual manera que con el Hall of Fame".

Alfie guardó silencio unos momentos, mirando muy fijamente a Devy, escrutándole. Tras una durísima lucha interna consigo mismo acabó accediendo. -"De acuerdo, Devy. Trato hecho. Lucharemos lo que sea necesario por sacar adelante ambos proyectos".

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Y así pasaron varios meses de llamadas, reuniones, conversaciones, decisiones, lecturas, relecturas y cafés entre ambos, hasta que llegó el día deseado. Llegó al gimnasio un paquete a nombre de Alfie Deloglio. Imaginándose, por las dimensiones, que podría ser algo importante, no quiso abrirlo hasta llegar a casa junto a Jéssica, su mujer. Nada más entrar en casa, la llamó para que acudiera al salón, pues se encontraba en la cocina afanada con la cena.

Se sentaron en el sofá y abrieron nerviosamente el paquete. En primer lugar, se encontraron una copia completa del libro, con la portada acabada y todo. Era precioso y gordo. Lleno de historias y de información. Les encantó. También había en el paquete una nota escrita a mano. Parecía la letra de Devy. Así ponía en la nota: "Amigo, lo hemos conseguido. Mira dentro del libro y verás más. Felicidades". Miraron dentro del libro detenidamente hasta que, entre unas páginas hacia la mitad vieron un papel doblado. Lo sacaron, lo desdoblaron y, cuando vieron de que se trataba, la sorpresa fue mayúscula. Era una copia de la respuesta oficial a la solicitud de ingreso en el Hall of Fame, aceptando a Alfie "Puño de Piedra" Deloglio como nuevo miembro. Jéssica y Alfie reían, lloraban, gritaban, 107


bailaban, se abrazaban y se besaban. La alegría era indescriptible.

Enseguida, se dispuso a llamar a Devy para agradecerle todo lo que había hecho. Inesperadamente, él no cogió el teléfono, sino una de sus criadas. Alfie preguntó si se encontraba el señor Devy Willson. Al otro lado del teléfono, la mujer empezó a sollozar. Alfie, extrañado, preguntó si ocurría algo malo. La criada, no sin esfuerzo, pudo explicar que el señor Devy Williams había fallecido la noche anterior a causa de un paro cardíaco propiciado por un cáncer de próstata que venía padeciendo desde hace varios años, pero en la última revisión lo dieron por irreversible, con un plazo de vida aproximado de nueve meses.

Alfie quedó conmocionado, respondiendo que no sabía nada de que Devy sufriera dicha enfermedad. La criada comentó que, por petición del propio Devy, no quería que nadie lo supiera. Sólo lo sabían sus médicos habituales y sus cuidadores cotidianos. Por último, dijo que el entierro sería aquella misma tarde en la más estricta intimidad, al que estaban invitados tanto Alfie como su esposa por deseo propio del fallecido. En varias ocasiones insistió que el día 108


de su entierro le gustaría que el gran Alfie Deloglio, el mejor boxeador que había visto, según sus propias palabras, estuviera presente para despedirle.

Alfie y Jéssica acudieron al entierro. Se sorprendieron al ver el escasísimo número de personas presentes, teniendo en cuenta la fama y la importancia del fallecido. Apenas diez entre familiares cercanos y amigos íntimos. Incluso la lápida no era nada faraónico y opulento, sino una sencilla pieza de piedra con la simple inscripción del nombre, la fecha del nacimiento, la del fallecimiento y una pequeña cruz en la parte inferior. Además, el lugar donde iba a ser enterrado era como muy recóndito y escondido, debajo de una frondosa y centenaria encina. No había noticias por ninguna parte de que Devy hubiera tenido problemas económicos durante los últimos tiempos de su vida, por lo tanto, aquel recogimiento y afán de pasar desapercibido, sobre todo para un hombre que en vida era la presunción y la altanería en persona, no eran facilmente entendibles.

El hombre que había vivido el éxito más arrollador, el que más títulos había ganado, el que había llevado una vida repleta de lujos, vicios y dispendios, el más retorcido y 109


depredador, en los últimos días de su vida se empeñó en ayudar y en ensalzar al hombre al que había destruido sin miramientos en el pasado, reconociendo que le había admirado profundamente, y que, sin haber ganado ningún título, había sido mejor profesional que él, para posteriormente morir y ser enterrado en un ambiente de triste sencillez y anodino anonimato, como si, de esta manera, intentara redimirse de los muchos pecados y barbaridades que había cometido durante su carrera y durante su vida.

El hombre que había sido la gloria en persona había elegido morir prácticamente como un miserable, mientras que el hombre que había vivido un calvario y había sido privado de un reconocimiento que merecía, finalmente lo había conseguido, muchos años después, y ya figuraba en el Olimpo de los más grandes del boxeo con letras no de oro, sino de piedra, como corresponde al nombre que todos recordarán por toda la eternidad: Puño de piedra.

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¡ÁBRETE, SÉSAMO!

La vida de Will Grimmor transcurría plácida y sin sobresaltos en su trabajo como Jefe del Departamento de Policía Científica. Investigaba y resolvía junto a su equipo los diferentes casos que le iban llegando. Para él casi se trataba de una rutina. A sus 55 años, tras una carrera tan enorme y vasta tras de sí, ya había visto de todo en el oficio y se las sabía todas. Nada le sorprendía. Esto no quiere decir que su trabajo no le motivara o le aburriera, más bien al contrario, le apasionaba como el primer día. Seguramente ocultaba demasiado sus sentimientos tras su carácter tan frío, sesudo, reflexivo y estudioso. Era un hombre de una tremenda inteligencia, que además le gustaba cultivar continuamente.

Era gran amante de la cultura en general, erudito ratón de biblioteca e incansable lector de cualquier cosa que le cayera entre manos, así como gran cinéfilo y melómano.

La parte del tiempo que no estaba investigando por la ciudad los diferentes sucesos que ocurrían, lo pasaba en su 113


despacho, leyendo o estudiando, acompañado únicamente de la música que ponía en la mini-cadena que tenía. Ciertamente, su vida social era más bien escasa.

Su equipo lo formaban tres personas más, elegidas y contratadas personalmente por él, viendo en ellas potencial, conocimientos y valores suficientes como para estar a la altura de la enorme exigencia que él mismo se imponía.

Su mano derecha era un jóven prodigio de apenas 20 años llamado Hank Berzoski, un auténtico bicho raro de una capacidad intelectual apabullante al que Grimmor tenía especial cariño y que quería moldearlo y pulirlo como el diamante en bruto que era, ya que veía en él un futuro absolutamente prometedor, incluso como sucesor suyo.

Vanessa Sweetheart era una bella jóven de unos 27 años que, siendo aún estudiante de Criminología, tuvo la fortuna de asistir a una de las pocas conferencias o cursillos que había dado Grimmor a lo largo de su extensa carrera, quedando absolutamente fascinada por su figura y sus 114


impresionantes conocimientos, llegando a sentirse atraída hacia él como algo más que admiración simplemente profesional, aunque nunca haya sido capaz ni siquiera de insinuárselo. Tras aquel primer impacto tan bestial, decidió que no iba a parar hasta que consiguiera trabajar con él, llegando a insistirle en múltiples ocasiones, hasta que finalmente consiguió resquebrajar ligeramente la dura coraza de Grímmor, que acabó contratándola, viendo en ella a una mujer de grandes capacidades profesionales, así como cierta complicidad que había surgido entre ambos al cabo de tantas conversaciones y negociaciones de trabajo frustradas, cosa que a Grímmor le agradaba y que le suponía un puntito de sal en su, aparentemente, insulsa vida.

El último componente de este equipo de investigación de ensueño era Emerson de Souza, policía de 30 años de origen brasileño, que había llegado de su Sao Paulo natal hace varios meses gracias a un programa de intercambio, y que gracias a su excelente forma física y su sagacidad, que demostró en numerosos ocasiones de tensión, se ganó un puesto fijo en la plantilla de la Policía, aunque las razones de que decidiera unirse al equipo de investigación no tuvieron tanto que ver con su deseo de progreso laboral, 115


sino por una cuestión mucho más mundana, ya que en un momento dado se sintió irremediablemente atraído por la belleza de Vanessa, con la que había coincidido en las escenas de numerosos delitos y crímenes. Intentando estrechar relación con ella, hizo todo lo posible para derribar la férrea barrera de Grimmor, que en principio se negó a admitirle debido a que le veía demasiado impetuoso y amante de la acción y los tiros, aunque acabó cediendo cuando Emerson demostró su inteligencia y sentido lógico en el transcurso de unas pruebas psicológicas que le hizo.

Habiendo conseguido su objetivo de entrar en el selecto grupo, intentó estrechar el cerco alrededor de Vanessa durante los primeros días de trabajo juntos, pero la muchacha rápidamente le paró los pies y se negó en redondo a iniciar relación alguna más allá de compañeros de trabajo. Así pues, el muchacho tuvo que resignarse y dirigir sus tiros sentimentales hacia otros objetivos, lo cual no le costó demasiado, ya que gracias a su porte atlético y su belleza exótica gozaba de bastante éxito entre las féminas, aunque cada vez que le tocaba trabajar junto a Vanessa algo le seguía pellizcando en su interior.

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El prestigio del grupo de Grimmor era notorio entre el gremio y más que merecido, ya que el excelente trabajo de investigación que habían llevado a cabo en los incontables casos de los que se habían hecho cargo había sido vital para su posterior resolución. Sobra decir que durante tanto tiempo y tantos casos habían visto de todo y habían tenido que lidiar contras las dificultades y situaciones más retorcidas e innombrables, pero el caso que acababa de llegar a la mesa de Grimmor se salía por completo de cualquier baremo de lógica.

Se trataba de un asesinato múltiple en un conocido establecimiento de comida rápida del centro de la ciudad, donde cerca de cien personas, entre empleados y clientes, habían sido encontrados muertos con signos de gran violencia. Además, todos los sistemas de seguridad del local, tanto cámaras como sensores, habían sido arrancados y destrozados. De igual manera, el local había sido encontrado con los accesos, tanto el principal como el de emergencia, cerrados a cal y canto desde dentro, lo que suscitaba numerosas preguntas sobre cómo podría haber escapado el asesino, o los asesinos.

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Pero lo explicado en el informe se quedó realmente corto cuando Grimmor y su equipo llegaron al lugar y pudieron comprobar en vivo y en directo el espectáculo dantesco que allí reinaba. Todo estaba sembrado de cadáveres, incluso de niños, que presentaban tremendos golpes y fracturas, así como salvajes heridas que parecían producidas por mordiscos y arañazos.

La sangre regaba por completo el suelo, e incluso había salpicado abundantemente por las paredes, donde también se encontraban signos evidentes de desgarrones en el tapizado de las mismas.

Una vez repuestos de aquella visión, Grimmor y sus chicos comenzaron a investigar, recogiendo diversas muestras y tomando gran número de fotografías de todo lo que consideraron interesante, como las extrañas y pequeñas huellas que se podían ver por todos lados, incluso por el techo, que más que de manos y pies, parecían de patas y garras.

Una vez finalizada la investigación se dio la señal de que 118


el local fuera precintado hasta nueva orden. Grimmor y sus chicos abandonaron el lugar para dejar trabajar al grupo sanitario, que se encargarían de recoger los cuerpos para someterlos a exhaustivas autopsias, con el fin de encontrar más respuestas a aquel misterio. Entretanto, Grimmor decidió que su equipo y él llevarían las muestras al laboratorio, para dejarlas a buen recaudo, y después se marcharían a descansar, pues la noche ya había sido lo suficientemente movida.

Ya bien entrada la madrugada, algo extraño ocurría en uno de los zapatos de Emerson, que yacían desordenados en el suelo de la habitación mientras él dormía plácidamente en la cama. Una diminuta semilla de sésamo había quedado pegada en la suela durante el proceso de investigación del local, sin que, por supuesto, Emerson se hubiera percatado siquiera. De repente, comenzó inexplicablemente como a latir y a moverse, para posteriormente ir creciendo poco a poco de tamaño hasta convertirse en un terrible monstruo de alrededor de metro y medio de altura, de aspecto viscoso, similar a un sapo, pero con una gran fila de dientes amarillentos y afilados como cuchillos, de igual manera que las garras que lucía tanto en sus manos como en sus pies. 119


Al sentir un fuerte gruñido, Emerson se despertó súbitamente y pudo observar al ser mutante a los pies de su cama, mirándole fijamente con ojos psicóticos mientras una baba pegajosa y verde resbalaba de su boca. El brasileño sólo pudo acertar a soltar un gran grito de pánico mientras cogía su teléfono móvil, que se encontraba en la mesilla, y se dirigió raudo hacia el cuarto de baño, a la vez que esquivaba los mandobles furiosos del bicho. Una vez llegó al baño, cerró la puerta tras de sí, aunque no sin esfuerzo, ya que el monstruo exhibió su increíble fuerza empujando violentamente para conseguir entrar. Emerson logró echar el cerrojo y apoyó su espalda en la puerta para intentar aguantar los furibundos golpes y arañazos de aquel engendro diabólico. Nerviosamente, se apresuró a llamar a la policía a través de su teléfono móvil, y tras conseguir explicar lo que estaba ocurriendo, éstos avisaron instantáneamente a Grimmor, Hank y Vanessa. Tanto ellos como la policía se personaron rápidamente en el piso de Emerson.

Al llegar, se encontraron varios vecinos en pijama nerviosos y arremolinados ante la puerta de la vivienda, 120


quejándose de multitud de golpes, gruñidos y alaridos provenientes del interior de la misma. Enseguida los policías les ordenaron que volvieran a sus casas, se encerraran y no salieran bajo ningún concepto, con la intención de protegerles ante cualquier situación inesperada.

Tras lograr derribar la puerta mediante un ariete, dos agentes entraron sigilosamente pistola en mano, alertas ante cualquier peligro que pudiera acechar, pero no había nada más que oscuridad y silencio sepulcral. Enfocaron con sus linternas y comprobaron que todos los muebles del piso estaban destrozados, con señales evidentes de mordiscos y arañazos, como si hubiera pasado por allí una jauría de lobos enloquecidos. Al fondo del piso divisaron levemente una tenue luz que salía por debajo de la puerta del cuarto de baño. Llamaron preguntando si había alguien dentro, pero ante la falta de respuesta decidieron abrir a la fuerza, mediante una fuerte patada. Una vez que lo consiguieron y entraron, se encontraron la imagen del musculado e impetuoso Emerson acurrucado en un rincón, abrazado al móvil y temblando y llorando como un niño, mientras los miraba como si hubiera visto a Superman que llegara para salvarle. 121


Grimmor entró para intentar hablar con él y tranquilizarle, mientras Hank y Vanessa investigaban por todo el piso buscando huellas y diversas muestras que pudieran encontrar. Tras un rato, Emerson se tranquilizó lo suficiente para acertar a explicar que aquella horrenda criatura que había visto era como haberse topado con el mismo demonio y que todo lo que había visto y lo que había tenido que lidiar durante su etapa por las peligrosas calles de Sao Paulo se quedaba corto al lado de aquella terrorífica experiencia. Una vez desahogado, salieron al salón. Allí, sus compañeros enseguida fueron hacia él para darle ánimos y apoyo, y de paso mostrar algunas pruebas que habían encontrado, como que ni puertas ni ventanas habían sido forzadas ni abiertas para entrar o salir y que las marcas de huellas, arañazos y mordiscos que estaban diseminadas por todo el piso presentaban similar factura a las encontradas en el local de comida rápida.

En un momento dado, Grimmor, que pese a su paulatina aunque progresiva sordera poseía una vista privilegiada, divisó a lo lejos, en la moqueta del dormitorio, un corpúsculo extraño. Se acercó lentamente, sin despegar la 122


vista de su objetivo y con unas pinzas lo recogió, con la sorpresa de que se trataba de una pequeña e insignificante semilla de sésamo. Haciendo caso a su lema de que todo lo haya en una escena de un crimen es una potencial prueba, la metió en una pequeña bolsita precintada.

Al no encontrar más cosas que pudieran resultar interesantes o sospechosas, decidieron recoger e ir al laboratorio para llevar todo y ponerse a trabajar sin más dilación. Le dijeron a Emerson que, si quería, podría cogerse algunos días libres para desintoxicarse mentalmente de todo aquello. Él agradeció el gesto, pero prefirió centrarse en la investigación de aquel caso, con el fin de estar lo más entretenido posible y no pensar demasiado en aquella horrible visión.

Ya en el laboratorio, estando Grimmor trabajando tranquilamente en su despacho, Hank interrumpió súbitamente muy nervioso, explicando que había descubierto algo realmente extraño al analizar la pequeña e insignificante semilla de sésamo. Fueron raudos al laboratorio y allí Hank le mostró dos cosas muy raras: La semilla poseía un nivel extremadamente alto y concentrado 123


de radiactividad, y al ser observada mediante el microscopio, prácticamente al máximo de potencia, se podían notar pequeños bombeos, como latidos, como si tuviera vida. Por precaución y para observar mejor sus evoluciones, decidieron meterla en un cubículo de metacrilato acorazado, con una cámara detectora de ondas enfocándole en todo momento.

Un par de horas después, esta vez fue Vanessa, que se encontraba vigilando la semilla, quien irrumpió en el oscuro y silencioso despacho de Grimmor muy asustada y alterada, explicando que la semilla había mutado en un horrendo ser. Todo el equipo fueron corriendo, y cuando llegaron vieron como aquella cosa, confinada dentro de la caja, intentaba usar sus codos y sus piernas para romperla, por fortuna sin éxito. Emerson retrocedió aterrorizado, reconociendo al monstruo que le había atacado.

A través de la cámara especial, en un monitor pudieron observar la gran radiactividad que desprendía su cuerpo, pero también unas extrañas ondas que provenían de fuera, atravesaban la caja de metacrilato y llegaban hasta el bicho. Intentaron rastrear o interceptar las ondas, pero 124


automáticamente cesaron y el mutante volvió a su estado de semilla.

Rápidamente se dispusieron a trabajar en lo que tenían grabado con la cámara especial, y gracias a Hank y su impresionante pericia con los ordenadores, lograron separar la frecuencia de las ondas misteriosas que provenían de fuera, para ver de donde procedían.

Finalmente, lograron dar con el lugar origen de aquellas ondas y velozmente salieron hacia el lugar en cuestión, acompañados de varias patrullas de policía, mientras esquivaban y sorteaban por el camino varias pequeñas hordas de aquellos monstruos viscosos, que poco a poco iban invadiendo la ciudad.

Cuando llegaron al lugar indicado, ya a las afueras de la ciudad, únicamente vieron una pequeña parcela de césped muy alto, amarillento y descuidado, y como única edificación un pequeño y destartalado cobertizo de madera. Intentaron abrir la puerta, pero estaba cerrada, así que un par de toques de ariete fueron suficientes para echarla 125


abajo. Con sorpresa, comprobaron como unas endebles escaleras de madera bajaban hasta el subsuelo. Bajaron sigilosamente varios tramos hasta una profundidad considerable. Allí encontraron una estancia de proporciones gigantescas, construida a conciencia con enormes vigas y pilares de acero, repleta por todos lados de extrañas máquinas y artefactos que parecían de ciencia-ficción.

Al fondo de aquel enorme lugar se entreveía la tenue luz de una lámpara y la pequeña silueta de un hombre, que parecía estar muy absorto en aquello que estuviese haciendo. Al escuchar el grito de la policía, el hombre se sobresaltó, volviéndose furioso hacia ellos y lanzándoles diversas herramientas y pequeñas piezas de metal mientras intentaba huir escondiéndose detrás de alguna de las muchas máquinas que poblaban aquel lugar, pero fue detenido y esposado sin mucha dificultad.

Automáticamente, Emerson, Hank y Vanessa se pusieron a investigar el lugar, mientras Grimmor ordenó que sentaran al hombre en una banqueta que allí había y se acercó a hablar con él, acompañado de dos de los policías. Cogió una mugrienta silla de oficina a la que le faltaba un 126


reposabrazos y se sentó enfrente, mirando sin pestañear a los ojos enrojecidos de furia de aquel hombrecillo patético.

Aunque al principio se resistió a responder a las preguntas de Grimmor, finalmente el hombre se derrumbó y se identificó como Víctor Praims, prestigioso y respetado científico hace muchos años, pero que acabó defenestrado por sus compañeros y por el mundo a causa de algunas teorías que presentó, que resultaron ser más dignas de ciencia-ficción que de algo mínimamente lógico, y fue tachado de loco y de enfermo mental. Así pues, acabó por aislarse del mundo para encerrarse en su enorme laboratorio secreto y trabajar en sus teorías con el fin de hacerlas realidad y demostrarlas aunque le costara la vida, y así poder llegar algún día a vengarse de todos.

Al hombre se le veían destellos de una inteligencia realmente deslumbrante, incluso superior a la de Grimmor, pero era obvio que estaba un poco pasado de vueltas, enfermo por su obsesión de vengarse y ser reconocido de nuevo, utilizando su intelecto para hacer el mal en vez de para hacer el bien. 127


Grimmor le preguntó con gran interés y curiosidad cómo y con qué objetivo había creado esas monstruosidades. Víctor respondió que los había creado a partir de una sola semilla de sésamo absolutamente normal, que había sido manipulada de tal manera que había logrado hacerla hermafrodita y autosuficiente. Así, cuando tuvo un número aproximado a la veintena, mediante un aparato de telepatía de su invención, las mandó que se infiltraran en diversos locales de comida rápida de la ciudad y se fueran reproduciendo poco a poco y en secreto, mientras esperaban la orden para activarse y comenzar a actuar.

También comentó que el objetivo de crear estos mutantes no era otro que vengarse de todos los que se reían de su capacidad. Igualmente confesó que al principio los controlaba fácilmente a distancia gracias a un sensor de radiactividad y al aparato de telepatía, pero llegó un momento que se le fue de las manos cuando se dio cuenta de que se habían reproducido demasiado, en rapidez y en cantidad, resultando imposibles de controlar.

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Grimmor le preguntó cuál era el modo que llevaba a cabo para activarlos y desactivarlos. Víctor respondió que lo hacía mediante dos sencillas órdenes: “Ábrete Sésamo” para activarlos y “Don Pimpón” para desactivarlos, pero que sólo respondían ante su voz y sus órdenes, ya que así se lo había inculcado desde el principio.

Grimmor le explicó que debía parar aquello definitivamente, ya que estaba muriendo mucha gente inocente. Le enseñó a Víctor a través de su smartphone una noticia de un periódico digital sobre la masacre del local de comida rápida. El pobre hombre se quedó aterrorizado al ver que todo aquello se le había ido de las manos por completo, y sólo pudo acertar a echarse las manos a la cabeza y ponerse a sollozar como un bebé.

Grimmor le sentenció con voz firme: “Sólo usted puede pararlo. De usted depende”. Víctor le miró con expresión triste, pidió, ya que le resultaba imposible al estar esposado, que le pusieran unos cascos con micrófono incorporado que había encima de su enorme mesa de trabajo, y entre sollozos pronunció la orden de desactivación: Don Pimpón. Con la cabeza baja y la voz debil 129


pidió que la máquina transmisora fuera apagada y desenchufada. Así ocurrió, y seguidamente uno de los agentes ayudó a Víctor a levantarse y se lo llevó al exterior para meterlo en uno de los coches patrulla y ponerlo a buen recaudo.

Grimmor ordenó que aquel lugar fuera totalmente precintado para una posterior y exhaustiva investigación, y que las máquinas serían destruidas y sus piezas destinadas a servir de reciclaje, con el fin de evitar que aquellos aparatos pensados para hacer el mal pudieran caer en manos indeseables.

Hank se le acercó y le preguntó qué sería de las semillas que habían quedado desperdigadas por toda la ciudad. Grimmor le respondió que una vez desactivadas y sin posibilidad de volver a la vida eran unas semillas más, totalmente inofensivas, por lo que los servicios de limpieza se encargarían sin problema de recogerlas junto con el resto de basura diaria, y las que no pudieran ya se encargarían de eliminarlas los animales y el propio clima.

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Así pues, todos pudieron respirar tranquilos, pues habían conseguido resolver uno de los casos más terroríficos y espeluznantes que nunca se han visto, ni se verán.

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EL CALLEJÓN DEL SÍNFANO

Ike Gimner era un prestigioso y renombrado periodista e investigador especializado en sucesos misteriosos y de caracter paranormal. Trabajaba desde hace muchos años junto a su esposa, Charmaine Potter, también periodista y conocida escritora de multitud de libros sobre temas de misterio y demás. Se conocieron tras ir coincidiendo en diversas investigaciones y eventos, hasta que entre ellos surgió el amor y decidieron formar un dúo inquebrantable, tanto en lo personal como en lo laboral. Mientras que Gimner dominaba más los temas de ufología, conspiraciones, sociedades secretas y similares, Potter se movía como pez en el agua entre los casos de tipo fantasmagórico, como apariciones, poltergeist y de ese estilo.

Se consideraban realmente afortunados, puesto que, tanto sus colegas de profesión como el gran público les tenían bien considerados y eran respetados por su rigor periodístico y por su estilo sencillo y entendible de explicar las cosas. Gozaban de gran éxito por sus múltiples libros y artículos en revistas especializadas y a menudo eran 135


requeridos para participar en programas televisivos y de radio que trataban temas de misterio y divulgación científica. Además, siempre que podían, estaban al pie del cañón a la hora de ir a cualquier lugar para investigar y estar al tanto de todo. Por lo tanto, trabajo no les faltaba nunca.

En una ocasión, recibieron la información de que en una pequeña y desconocida ciudad del interior de Estados Unidos llamada Muhawk existía un callejón sin salida situado en el decadente centro de aquella población en el que, desde hace algún tiempo, habían estado desapareciendo sin dejar ningún rastro diversos vagabundos y gente de mala vida que se adentraban allí para llevar a cabo negocios turbios. Simplemente entraban y ya no salían. La policía del lugar se había hartado de investigar sin resultado alguno, por lo que decidieron tapiar el callejón, más por evitarse molestias que por la preocupación de que desapareciera alguien más.

Sin pensárselo demasiado, Ike y Charmaine decidieron acudir a aquel lugar, por lo que realizaron rápidamente por Internet los trámites necesarios de investigación de rutas, compra de billetes, alojamientos y demás. Lo de hacer los 136


equipajes fue tarea fácil, puesto que, por los numerosos viajes que realizaban siempre los tenían a punto.

El día siguiente, aún de madrugada, se encaminaron al aeropuerto para coger el avión, que no les llevó directamente a Muhawk, sino que tuvieron que hacer escala en Nueva York para tomar otro vuelo hasta el Aeropuerto Abraham Lincoln de Springfield. Ya allí, el último paso fue aguantar un largo y pesado trayecto de más de trescientos kilómetros por carreteras secundarias y caminos de tierra en un mini-bus obsoleto que traqueteaba sin parar, hasta que, por fin, llegaron al destino.

Nada más salir de la vetusta y diminuta estación de autobuses, que más bien se podía catalogar como un almacén donde se dejaban aparcados los vehículos, se dieron cuenta de la clase de lugar en el que estaban. La decadencia económica y la despreocupación de las autoridades eran patentes en los edificios de paredes desconchadas y ventanas rotas, en los individuos sin ningún empleo ni ocupación que deambulaban por las calles sin rumbo fijo, en los que dormitaban y bebían en plena calle, en los que practicaban actividades delictivas y de escasa 137


moral. Todo aquello se veía bastante dejado de la mano de Dios.

El hostal en el que habían reservado habitación se encontraba a escasa distancia de la estación de autobuses, así que, maletas en mano, se dirigieron a pie. Por lo que vieron en las fotos de Internet no se esperaban que fuera un hotelazo de lujo, desde luego, pero cuando llegaron la impresión fue aún peor al encontrar un edificio prácticamente en ruinas, apuntalado con enormes hierros de arriba a abajo.

Subieron a la primera planta, que era donde estaba situado el hostal, y tras llamar varias veces a la puerta, acabó por abrirles con cierta brusquedad un hombre bajito, gordo, taciturno, de pelo canoso revuelto, barba de una semana y enorme puro humeante colgando de su boca, con la única vestimenta de una camiseta blanca de tirantes, unos calzoncillos blancos con topos granates de pernera hasta la rodilla y unas pantuflas marrones de cuadros. Sus modos eran notablemente toscos y poco amables, de pocas palabras y menos sonrisas, por lo que, tras presentarse Ike y Charmaine y decirle que habían reservado habitación allí, el 138


hombre miró brevemente un ordenador más propio del Jurásico que tenía en una esquina del pequeño mostrador, se giró hacia una especie de casillero que había detrás de él donde colgaban varias llaves con los números de las habitaciones, descolgó una de las llaves y prácticamente la estampó en el mostrador. Ike la cogió y, sin más, se encaminaron a la habitación para instalarse. Tras ducharse y cambiarse llamaron al compañero que les había facilitado la información del caso y que además sería su contacto para aquel caso, un hombre con ascendencia de indios aborígenes llamado Mike Ababua, que les comentó que ya tenía los permisos necesarios por parte de la policía para que se pudiera investigar en el callejón, y que, por seguridad, iría una patrulla de agentes. Quedaron para verse en el lugar.

En cuanto tuvieron todos los maletines y herramientas preparadas, Ike y Charmaine se encaminaron hacia allí. Tomaron, casi al vuelo, un taxi para que les llevara lo más rápidamente posible. Por un momento, viendo el pobre estado del vehículo, sucio y maloliente, acorde con el personaje que lo conducía, dudaron en cogerlo, pero no podían perder tiempo, así que hicieron de tripas corazón. 139


En menos de cinco minutos ya estaban en el sitio indicado. Enseguida pudieron ver un coche de policía mal aparcado, medio subido en la acera, dos agentes de aspecto poco autoritario cruzados de brazos, apoyando sus espaldas en el coche y hablando entre ellos con cierta desidia. En vez de abrir el muro de alguna manera para poder pasar, lo que hicieron fue poner una escalera extensible de tijera abierta por encima del muro, con un lado apoyando en la calle y el otro apoyando dentro del callejón, el cual estaba situado entre un cine y lo que parecía una fábrica de persianas, ambos edificios abandonados y medio en ruinas desde hace largo tiempo. Al lado de la escalera se encontraba mirando su teléfono móvil un nervioso hombre que sería, sin duda, el compañero Mike Ababua. De media estatura, delgado, piel morena, larga coleta de espeso pelo negro cayendo por su espalda, pantalones vaqueros, botas marrones de cuero terminadas en punta y chaquetón negro de pana con unos curiosos flecos blancos colgando de los antebrazos.

Ike y Charmaine pagaron al taxista, bajaron del vehículo y enseguida Ababua levantó la mirada y se dirigió hacia ellos con los brazos abiertos y mostrando una enorme y franca 140


sonrisa. Los saludó y los abrazó con efusividad, preguntándoles que tal había sido el viaje y qué les había parecido la ciudad. Ambos contestaron que todo muy bien, el viaje muy cómodo y la ciudad muy acogedora, pero el hombre, conocedor al dedillo tanto del viaje que habían hecho como de lo que era la ciudad, no les creyó ni una palabra y notó que simplemente estaban siendo amables y agradecidos con él.

Tras consultar brevemente en el móvil de Ababua algunos datos sobre el caso, les comunicaron a los policías que se disponían a entrar en el callejón. Uno de ellos cruzó primero, y una vez dentro les dijo que ya podían pasar. El que quedó por fuera les sujetaba la escalera mientras iban todos cruzando con más o menos dificultades, cargados con los maletines y el material de investigación, que les iba cogiendo el agente que estaba dentro, con el fin de facilitarles la bajada. Ya por último, subió el agente que quedaba por fuera, se sentó en lo alto del muro y recogió la parte de la escalera que estaba apoyada en la calle, metiéndola dentro del callejón mientras el de dentro la sujetaba. Un simple salto fue suficiente para que el policía pasara de lo alto del muro al interior del callejón, junto a los demás. 141


Los policías les dijeron que cuando quisieran podían empezar, que ellos habían sido mandados simplemente para velar por su seguridad, no para ayudarles en su trabajo. Así pues, se dispusieron a abrir los maletines para preparar las diversas herramientas de investigación. Mientras tanto, se dieron cuenta del nauseabundo aspecto del callejón, que presentaba unas dimensiones más que considerables, con todo repleto de contenedores y cubos de basura, aunque la mayor parte de los desechos se encontraban esparcidos por todo el suelo, conformando un hedor casi insoportable, por lo que no dudaron en enfundarse unas mascarillas que llevaban entre el completo material.

Iniciaron la investigación buscando algún atisbo de resto humano, aunque si en algún momento hubo algo seguramente fue devorado por las enormes ratas que lo poblaban todo, y que en alguna ocasión se llegaban incluso a encarar con el equipo de investigadores. El trabajo no estaba resultando nada fácil.

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Se les ocurrió también si por el suelo, debajo de los contenedores y de los cubos, debajo de toda la basura, o incluso por las paredes, pudiera haber algún tipo de tapa de desagües, de trampilla o de abertura disimulada por la que pudiera haber caído aquella gente desaparecida, pero el esfuerzo resultó también infructuoso.

De repente, se escuchó un ensordecedor alarido que retumbó en la oquedad de todo el callejón, llegando incluso a espantar a varias ratas que andaban vagando por allí. Se trataba de Ababua, que se había enfrascado rebuscando entre unos contenedores y se había alejado un poco de Ike y Charmaine. Enseguida acudieron junto a los policías al lugar exacto de dónde provino el grito, pero allí no había ni rastro del indio, ni tampoco hueco alguno por el que pudiera haber caído, tan solo basura revuelta y nada más.

Ahí sí que decidieron los policías unirse a Ike y Charmaine en la búsqueda, por lo que se enfundaron unos guantes de látex y unas mascarillas que les dieron, y se enfangaron entre la basura como leones.

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Tras un buen rato de búsqueda inútil, inconscientemente el grupo se había dividido en dos, los policías por un lado y Ike y Charmaine por otro. Súbitamente, se escuchó un grito sordo y ahogado al fondo del callejón. Cuando el matrimonio de investigadores se incorporó, simplemente pudieron ver las piernas de los dos agentes pataleando desesperadamente y desapareciendo rápidamente entre un montón de bolsas repletas de basura. Se acercaron corriendo con intención de socorrerlos, pero ya era tarde. Retiraron todas las bolsas de aquel punto, pero lo único que vieron debajo fue adoquines grisáceos y pringosos.

Estando inmersos en aquella tarea, notaron en aquel callejón cerrado y putrefacto una extraña brisa que iba aumentando en intensidad. Por un momento se sintieron reconfortados con aquella ventilación, pero enseguida buscaron el origen, ya que no resultaba normal en un lugar tan encajonado, cuando vieron una especie de vórtice azulado con forma de espiral que surgía de la pared que estaba frente a ellos. Instantáneamente, cambió su dirección de giro, y lo que antes era soplar aire, ahora era succionarlo con una fuerza tan tremenda que empezó a arrastrar a Ike y Charmaine hacia él. Se intentaron agarrar a las bolsas y cubos que había cerca de ellos, pero era 144


imposible luchar contra aquella fuerza, y cuando estaban ya a una distancia media del torbellino, aparecieron de su interior unos larguísimos y delgadísimos brazos grisáceos con unas enormes manos de cuatro dedos huesudos terminados en garra que los cogió con fuerza por la cabeza y los introdujo sin remisión hacia el interior del remolino sobrenatural, que se cerró de golpe en cuanto estuvieron completamente dentro.

Cayeron y cayeron durante un tiempo indeterminado, que les pareció una eternidad, por un abismo de tenue luz morada, abarrotado de imágenes sinuosas y abstractas que se cimbreaban y se retorcían descontroladas como una sábana colgada para secarse movida por el viento.

Finalmente acabaron por aterrizar suavemente, como amortiguados, sobre un suelo que parecía viscoso, pegándoseles los zapatos y dificultándoles enormemente dar siquiera un paso.

Tras ellos notaron una extraña luminosidad verdosa, por lo que se giraron como buenamente pudieron y observaron 145


una enorme pared repleta de lo que parecían gigantescos capullos de insecto. Desde la lejanía, les pareció ver como unas caras que asomaban desde dentro de los mismos. Movidos por su curiosidad investigadora se acercaron despacio, levantando las piernas casi hasta el pecho para avanzar a duras penas entre aquella mucosidad. La sorpresa fue mayúscula cuando comprobaron que dentro de esos capullos se encontraban inconscientes su compañero Ababua y los dos policías, así como unas cincuenta personas más. Según se les veía allí colgados, prácticamente parecía que estuvieran como en conserva.

Sin apenas un respiro, escucharon un lejano aleteo que provenía de algún punto de aquel lugar, que no lograban concretar entre la penumbra reinante. El batir de alas fue creciendo rápidamente en intensidad hasta resultar casi ensordecedor, cuando vieron bajar de entre las sombras un enorme y monstruoso ser de unos dos metros y medio de altura con la apariencia de una avispa mutante y sobrenatural, aunque totalmente negra. Sus enormes ojos rojos se clavaron en Ike y Charmaine a la vez que mostraba sus incontables dientes en una aterradora mueca de sonrisa más propia de El Jóker. Charmaine sintió ganas de gritar, pero notó una presión en su pecho que le impidió hacerlo. 146


El monstruo empezó a hablarles sin abrir la boca, a través de telepatía, dándoles la bienvenida a su dimensión-hogar, presentándose como un sínfano, un ser desconocido que viajaba a través de todos los planos dimensionales existentes robando y cazando todo lo que pudiera, con el único fin de ir acumulando más poder y energía para seguir viajando. Por lo tanto, el límite de su vida dependía de lo que fuera capaz de ir recolectando.

Ike, con la curiosidad desbordándole por los poros, le preguntó sobre si realmente existía un número concreto de planos dimensionales o era infinito. El sínfano le contestó que llevaba viajando sin parar durante los más de mil años de vida que tenía, y que apenas conocía un dos por ciento de lo que se tiene estimado que existe, aunque al parecer es una cantidad que está en contínuo crecimiento, puesto que depende de la creatividad que muestren artistas de diversas disciplinas, como el cine, la literatura o el cómic, para crear nuevos universos de ficción. Así pues, según lo que se dio a entender, por cada universo de ficción inventado, se crea una dimensión real basada en dicho universo. Por lo tanto, la cantidad puede ser casi infinita. 147


A Charmaine, sin embargo, le preocupaba más su seguridad, y así se lo hizo saber al monstruo, preguntándole qué tenía pensado hacer con ellos, si matarlos y almacenarlos junto con los demás o comérselos directamente.

El sínfano soltó una sonora carcajada, sin telepatía ni nada, que retumbó en toda la enorme sala, volviendo al instante a centrar su mirada en Charmaine, transmitiéndole su voz cerebralmente. Le dijo que, efectivamente cazaba, pero no siempre para alimentarse.

A la gente que cazaba, primero la encerraba en las cápsulas, como en las que se encontraban Ababua y los policías, para analizar sus sueños e ilusiones y si eran felices con sus vidas o no. A quienes mostraban un mínimo de felicidad, de ilusiones y de ganas de vivir, les intentaba ayudar ubicándoles en un universo que se adecuara a sus sueños y preferencias, borrándoles los recuerdos de su vida anterior y suministrándoles los conocimientos pertinentes y la información necesaria para que su adaptación al nuevo 148


hogar fuera lo más rápida posible. Por el contrario, a quien detectaba con un nivel irreversible de infelicidad, de desilusión y de alienación, lo devoraba sin contemplaciones.

Tanto Ike como Charmaine, con cierto miedo, comentaron que ellos se sentían muy afortunados y felices con sus trabajos y que tenían muchos planes e ilusiones, tanto laboralmente como de crear familia, así que no era necesario que les analizara a ellos también. El sínfano les miró inquisitivamente y les comunicó que allí él era quien mandaba y el que imponía la ley, y tenían que pasar por el análisis como todos. Sin más, alargó increíblemente sus delgados brazos de exoesqueleto, agarrándoles por la cintura e introduciéndoles a cada uno en una cápsula, las cuales se cerraron como si se trataran de telas de araña tejiéndose a toda velocidad, quedando ambos inconscientes, anestesiados tal vez.

Despertaron con una agradable sensación de comodidad y calidez. En cuanto se desperezaron un poco, se dieron cuenta de que estaban en su cama, en su habitación, en su piso, o al menos así parecía. 149


De repente, escucharon por el pasillo un suave y rápido trotecillo y una risilla traviesa, cuando vieron aparecer por la puerta del dormitorio una guapísima niñita de unos tres añitos, de largo cabello rubio y ondulado que, de un brinco, se subió en la cama y les dio un beso en la mejilla a cada uno mientras decía con desbordante alegría: ¡Mamá, papá. Ya estáis despiertos!. Ike y Charmaine se miraron desconcertados, ya que, por lo que ellos recordaban aún no habían tenido ningún hijo, más por intentar aprovechar el tirón profesional que por otra cosa, porque desde hace tiempo sí que sentían ganas de añadir un miembro más a la familia.

Enseguida recordaron su experiencia con el sínfano y cayeron en la posibilidad de que, tras el análisis a sus sueños e ilusiones, les hubiera cambiado de universo o de trabajo.

Charmaine cogió en brazos a la niña y todos salieron de la cama para mirar por las ventanas, buscando algo distinto en el paisaje urbano de altos edificios que conocían, pero no 150


había ningún cambio. Igualmente se dirigieron a la habitación que compartían como despacho, para comprobar que todo estaba en orden y como siempre: Sus títulos de Periodismo colgados en una de las paredes, multitud de libros sobre temas misteriosos reposando en una inmensa librería que ocupaba toda una pared de suelo a techo, sus mesas de trabajo repletas de papeles, notas y libros, además de sus ordenadores portátiles. Todo estaba normal.

Se acordaron en ese momento de su buen amigo Ababua, al que vieron por última vez inconsciente en una de aquellas cápsulas en la guarida del sínfano, por lo que marcaron su teléfono móvil con el corazón encogido. Al instante, contestó con el mismo tono cordial de siempre. Le preguntaron que tal estaba. Él contestó como si hiciera años que no se veían, diciendo que a ver si podían quedar un día para cenar junto a su esposa. No tenían noticias de que se hubiera casado, y así se lo preguntaron.

Ababua les comentó que hace unos cuatro años le tocó un premio muy importante en un sorteo de lotería, que le permitió dejar el Periodismo y decidió invertir comprando 151


un gigantesco terreno en las afueras de Las Vegas, donde acabó montando un casino de estilo indio, resultando un gran éxito que le proporcionó más dinero y la posibilidad de codearse con gente de alto nivel, llegando a conocer a una exuberante modelo con la que fue afianzando una relación, hasta que acabaron casándose y adquiriendo una espléndida mansión en Los Ángeles, donde estaban viviendo con absoluta felicidad. Tanto Ike como Charmaine se alegraron sinceramente de que le fuera tan bien a su buen amigo, y le prometieron verse lo más pronto posible.

Se dieron cuenta de que el sínfano, después de todo, era un ser que intentaba ayudar a la gente a mejorar, como había hecho con Ababua, y que con ellos había sido comprensivo, viendo que era sincera la felicidad que sentían por su actual vida laboral y conyugal, respetando sus recuerdos y sus amistades, añadiéndoles únicamente la gran ilusión que tenían, que era la de tener un hijo. Por todo esto, decidieron devolverle el favor no escribiendo ni una sola línea sobre el caso para que nadie lo conociera y no se pudiera investigar o ahondar en él.

Y es que al sínfano es mejor respetarle y tenerle de 152


buenas que molestarle y ser objetivo de su inmensa furia y sus tremebundos y destructivos poderes.

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EL ANDÉN

Como cada día, el despertador de Norman sonó a las siete de mañana. Como cada día, Norman se levantó, se dio una ducha rápida y se afeitó. Como cada día, se puso su traje de siempre, conformado por una camisa blanca, unos pantalones negros, una corbata azul marino y una chaqueta americana gris oscura, todo perfectamente planchado. Sin olvidarse, por supuesto, de unos calcetines negros y unos zapatos también negros muy limpios y brillantes. Como cada día, Norman desayunó un café solo acompañado por una magdalena. Como cada día, Norman se lavó los dientes antes de salir, y como cada día, Norman bajó por las escaleras desde la octava planta donde vivía, ya que, como cada día, el ascensor estaba estropeado. Como cada día, Norman se dirigió hasta la boca de Metro más cercana para ir a su puesto de trabajo en una empresa de seguros, como cada día.

Por el camino le pillaba de paso el quiosco donde, como cada día, compraba el mismo periódico que siempre hablaba sobre lo mismo. Entonces se dio cuenta de que el quiosco se encontraba cerrado a cal y canto. Se quedó 157


extrañado y pensó que posiblemente el dueño se habría puesto enfermo o tendría que hacer cosas y no había podido abrir aquel día, pero también se indignó un poco al comprobar que no había cartel alguno informando sobre la causa de no haber abierto.

En mitad de esos pensamientos le invadió una sensación aún más extraña, y es que todo parecía más silencioso que de costumbre. Se giró mirando a su alrededor y se percató de que no había nadie por la calle, ni personas ni coches, cuando cotidianamente aquello era siempre un hervidero de gente caminando deprisa en todas direcciones de camino a sus quehaceres, así como la carretera estaba siempre repleta de coches ruidosos y humeantes que intentaban avanzar a duras penas en medio del infernal atasco que se formaba cada mañana. Ni siquiera se percibía el siempre bonito y bien recibido trino de algunos pajarillos que pulularan por los alrededores. Todo era un enorme desierto de piedra, hormigón y metal, donde reinaba un tenso e incómodo silencio.

Resignado y pensativo, Norman se dirigió hacia la boca del Metro, bajando los escalones y atravesando el "hall" de 158


entrada que llevaba a los tornos. Dirigió su vista hasta donde se encontraba la taquilla, donde cada mañana solía haber una simpática y bella muchacha atendiendo e informando. Esa mañana no había nadie. Ni siquiera había rastro del guardia de seguridad que cada mañana le miraba con gesto serio cuando pasaba. Más de una vez, en medio de sus constantes tribulaciones, Norman pensó si es que el guardia sentía algo por la taquillera más allá del simple contacto profesional, y se ponía furioso de celos cada vez que alguien la miraba o hablaba con ella.

Al no ver a nadie por allí, le vino por un momento a la cabeza la posibilidad de colarse saltando por encima del torno, sin tener que pasar el billete, pero enseguida notó la presencia de varias cámaras diseminadas por el enorme "hall", así que desistió de su plan alocado y picó su billete, como cada día.

Cuando llegó a la zona de las escaleras mecánicas, vio que estaban todas paradas, tanto la de bajar como la de subir, así que no le quedó otra que bajar caminando torpemente por una de ellas, sujetándose al pasamanos de goma y mirando hacia el suelo para controlar cada paso que daba. 159


Por fin llegó al andén un poco agotado y sudoroso, para comprobar una vez más que aquello estaba vacío como nunca, sin nadie esperando, ni a uno ni a otro lado. Para colmo, los carteles electrónicos que normalmente anuncian el tiempo que queda para la llegada del siguiente tren estaban apagados. Únicamente permanecían encendidas las pantallas de televisión donde daban diferentes noticias sobre la actualidad.

Norman decidió sentarse en uno de los bancos de piedra y esperar mientras se entretenía un poco viendo las noticias. Pronto se dio cuenta de que lo que estaban programando no era más que un absurdo y tedioso bucle de apenas diez noticias que se repetían una y otra vez. El sopor fue haciendo presa de él, y cuanto más se reclinaba y acomodaba en el asiento, más difícil le era mantener abiertos sus ojos, hasta que se quedó profundamente dormido, como si hubiera sido hipnotizado por unas ondas invisibles.

Despertó de golpe, asustado y mirando a su alrededor 160


nerviosamente con la sensación de que había estado dormido durante mucho tiempo allí, en aquel duro y frío banco. Por allí seguía sin haber rastro de nadie, ni siquiera alguna de las señoras de la limpieza que solían estar normalmente, al menos para preguntarle qué demonios estaba pasando. Pero nada. Lo único que rompía el silencio era la interminable matraca de las pantallas de televisión.

Miró su reloj digital de muñeca y se dio cuenta de que estaba parado, quedándose clavado en las siete y media de la mañana, justo cuando salió de casa. Intentó usar su teléfono móvil para avisar al trabajo de que iba a llegar tarde, pero tampoco funcionaba. Parecía estar con la batería descargada, aunque lo había tenido cargando la noche anterior. Por lo tanto, no sabía exactamente qué hora era, cuanto tiempo había estado allí dormido, y tampoco podía contactar con nadie.

Enervado y furioso, decidió que no iba a quedarse esperando eternamente y que, aunque fuera arrastrándose, llegaría a su puesto de trabajo. Así pues, se dirigió corriendo hasta las escaleras de subida, subiendo los escalones de dos en dos de manera firme y decisiva, olvidando en ese 161


momento su torpeza congénita que le hacía tropezarse allá por donde iba.

Tan ufano y envalentonado iba que, al girar la esquina para dirigirse al último tramo de escaleras, se encontró con algo que le heló la sangre y le puso de punta hasta el último pelo de su escasa cabellera. Dos gigantescas cucarachas de más de dos metros de altura se encontraban allí, de pie sobre sus patas traseras y en actitud vigilante pero a la vez relajada, dando la impresión de que hablaban entre ellas mediante leves zumbidos y variados movimientos de las antenas que tenían en sus cabezas. De repente, cesaron los zumbidos y los movimientos, quedándose totalmente quietas e inertes durante unos segundos, para seguidamente girar sus cabezas hacia la esquina donde se encontraba Norman semiescondido. Con una actitud aparentemente poco amistosa se dirigieron hacia él, caminando aún sobre sus patas traseras, resultando bastante amenazadoras e imponentes.

Por supuesto, Norman prefirió no esperar a ver las intenciones de aquellos monstruosos seres y salió como un disparo corriendo totalmente despavorido escaleras abajo, 162


tropezando a mitad del tramo y cayendo de manera aparatosa hasta llegar al último escalón de bajada.

Le dolía terriblemente el hombro derecho y el tobillo izquierdo, pero se rehizo como pudo para intentar huir de los bicharracos. Corrió por el andén, cojeando visiblemente y sujetándose el hombro con la mano contraria, hasta que, absolutamente destrozado y exhausto, optó por esconderse detrás de una máquina expendedora de refrescos que allí había, esperando la llegada de los dos insectos y que fuera lo que Dios quisiera. Tal era el miedo y el dolor físico que acabó por desmayarse allí mismo, acurrucado tras la máquina.

Se despertó, nuevamente con la noción del tiempo completamente perdida, aunque, para su tremenda sorpresa, no estaba tras la máquina de refrescos, sino tumbado en uno de los bancos de piedra, arropado con su propia chaqueta y con su maletín haciendo de improvisada almohada. Hasta ahí la cosa parecía extraña pero comprensible en cierto modo, pensando que tal vez medio sonámbulo o entre sueños había salido de su escondite y se había tumbado de aquella manera para poder descansar, 163


pero se quedó literalmente de una pieza cuando, al incorporarse y quitarse la chaqueta de encima, comprobó que tenía varias vendas fuertemente colocadas y anudadas sobre su ropa, concretamente a la altura de los puntos que tenía dañados, tanto su tobillo izquierdo como su hombro derecho, ésta colocada alrededor del pecho y el brazo, quedando todo realmente muy bien sujeto.

¿Quién o qué habría podido recogerle, tumbarle y colocarle las vendas?. ¿Tal vez habían sido las monstruosas cucarachas?. En tal caso, ¿por qué le habían curado en vez de haberle devorado allí mismo?. Su cabeza, habitualmente llena de vicisitudes, complejos, pensamientos y reflexiones, en aquel justo momento era un auténtico torbellino para intentar explicarse a sí mismo qué carajo estaba pasando.

Como activado por un resorte, se levantó de repente del banco de piedra, pero el intenso dolor de sus heridas hizo que se mareara un poco y tuvo que sentarse de nuevo mientras se tapaba los ojos con la mano libre y sana. Así estuvo un buen rato, con los ojos tapados y la cabeza prácticamente entre sus piernas, hasta que poco a poco se fue rehaciendo y decidió ponerse en pie lentamente. 164


Aunque se encontraba debilitado, necesitaba levantarse y caminar un rato para poner en orden sus pensamientos.

A paso lento pero seguro, sin prisa pero sin pausa, recorrió el andén varias veces de punta a punta, intentando entender y explicarse lo que estaba ocurriendo, y cómo podría escapar de allí. De repente, frenó en seco su paseo y fijó la mirada en la boca del túnel del lado derecho del andén, por donde normalmente solían entrar los trenes a la estación, y realmente así parecía, pues se escuchaba una especie de traqueteo sordo que procedía del interior y que parecía acercarse a gran velocidad.

Una sensación de alegría esperanzada e impaciente se apoderó de su ánimo, a la vez que se asomaba desde el borde del andén para comprobar que, efectivamente, algo se acercaba, pero su gesto cambió radicalmente hacia el terror más absoluto, pues un enorme y viscoso gusano blanco irrumpió salvajemente gruñendo de manera ensordecedora. Su impresionante grosor era ajustado con el diámetro del túnel. No tenía ojos, al menos visibles, pero si una gigantesca boca repleta de afilados dientes que parecían colocados en forma de espiral. Norman, al ver a la 165


velocidad a la que se acercaba aquel titánico monstruo, sólo pudo acertar a dar un gran salto hacia atrás, tan grande que se propinó un fuerte golpe en la espalda contra la pared, cayendo al suelo pero intentando rehacerse por si tuviera que esquivar más ataques, aunque no fue necesario puesto que aquella abominación pasó de largo y desapareció por la boca de túnel opuesta de la misma manera que había aparecido, retorciéndose y gruñendo. Ahí, Norman pudo comprobar también la magnífica longitud del bicho, unos cuarenta metros calculando muy a ojo.

El atribulado hombre quedó unos momentos sentado en el suelo, apoyando la espalda en la pared mientras intentaba recuperar el resuello tras el golpe y el tremendo susto, por supuesto, a la vez que intentaba secar con su mano libre el copioso sudor que perlaba toda su cabeza.

Ya recuperado, siguiendo sentado en el suelo, se puso a discurrir con ensimismamiento, hasta que llegó a la conclusión de que aquel monstruo, cuando pasó por allí, vendría de algún sitio e iría a algún sitio, por lo que, con total lógica, se podría pensar que habría un modo de salir de aquel opresivo andén, y de paso conseguir encontrar una 166


salida al exterior.

Sin pensarlo más veces, con una inusitada determinación, saltó del andén a la vía y echó a correr como alma que lleva el diablo en la dirección por donde había desaparecido el gusano. Corrió y corrió por el oscuro túnel durante mucho rato, tropezando varias veces con los raíles, aunque sin llegar a caerse en ninguna ocasión. La desesperación sacaba de él las pocas fuerzas de supervivencia y de lucha que le quedaban.

Cuando ya notaba que el agotamiento se apoderaba de él, trotando patéticamente, respirando de manera entrecortada y con notables nauseas, divisó a lo lejos una luz brillante, por lo que hizo un último esfuerzo con el fin de llegar mínimamente entero.

De igual manera que la luz le inundaba según iba saliendo del túnel, tapándose ligeramente los ojos con el brazo sano, la alegría hacía idéntico efecto en su estado de ánimo, ansioso por escapar de aquel infierno, aunque para su desgracia, nuevamente aquel sentimiento se transformaba 167


en la decepción y la desolación más profundas, ya que, inexplicablemente, se encontraba en el mismo andén del que salió, pero en el extremo contrario. Sin duda, era el mismo: Los carteles del nombre de la estación, la máquina de refrescos, su maletín y su chaqueta en el banco donde había estado tumbado… No había duda.

Con todas las cosas extrañísimas que le estaban ocurriendo aún tenía la obsesión de intentar encontrar una explicación lógica a todo aquello, pensando que, tal vez, en vez de seguir el camino recto, había tomado un desvío sin darse cuenta que le había llevado al punto de salida, por lo que decidió volver a repetir el trayecto por el túnel, pero esta vez caminando y fijándose bien.

Se le ocurrió que, para intentar guiarse un poco mejor en la negrura del túnel, podría utilizar el dispositivo de luz de su reloj digital de muñeca, que servía para poder mirar la hora en la oscuridad en un momento dado. Ciertamente, la luminosidad que desprendía era bastante tenue, y era un poco incómodo, ya que si no se pulsaba correctamente el botón para tal efecto, la luz se entrecortaba. Así, a duras penas, fue avanzando muy despacio, intentando fijarse en si 168


había algún tipo de bifurcación o desvío, pero no había nada. El túnel era prácticamente de una pieza, todo recto.

Mucho rato después, en un tiempo del todo incalculable, acabó por llegar al final del túnel, para comprobar con incredulidad que, nuevamente, estaba en el mismo andén. Intentó controlar los nervios respirando muy hondo varias veces con los ojos cerrados. Algo más calmado, pensó en volver tras sus pasos, haciendo el recorrido por el túnel en dirección contraria, por si se le había pasado por alto cualquier detalle. Pero no había manera de resolver aquel entuerto, puesto que volvió a aparecer, tras un tiempo indeterminado, en el maldito andén de siempre.

La desesperación y la rabia acabaron por vencerle y estalló en un llanto desconsolado mientras caía de rodillas en la vía, totalmente abatido. Tras unos breves momentos, pareció recuperar alguna fuerza física, ya que se levantó y subió lentamente por una pequeña escalerilla de metal hasta el andén, mientras las lágrimas seguían aflorando de sus ojos.

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Caminó muy despacio, con la cabeza baja y el ceño fruncido, hasta que se paró en seco hacia la mitad del recorrido, subió la mirada inundada de lágrimas, centrándola en un punto indeterminado, apretó fuertemente los dientes y el puño de la mano libre y, como si un rayo eléctrico le hubiera atravesado, se abalanzó súbitamente hacia la máquina de refrescos, chocando de cabeza contra ella con tal fuerza que la movió ligeramente del sitio.

Norman cayó al suelo como un peso muerto, quedando inmóvil durante unos segundos, pero poco a poco fue recuperándose. Cuando se levantó, se dio cuenta de que había en el suelo un importante charco de sangre, formado, sin duda, por una gran herida que se había hecho en la frente al chocar contra la máquina. Al mirarse en una parte de metal reflectante de la misma, pudo comprobar el estado de la herida, que no paraba de manar sangre, la cual le cubría la cara por completo y goteaba incesantemente por toda la ropa.

Esa visión acabó por destrozar el poco juicio que ya le quedaba al, hasta entonces, siempre recto, controlado, 170


analítico y meticuloso Norman. Comenzó a correr y saltar enloquecido por todo el andén mientras hacía bruscos aspavientos con los brazos, incluso con el vendado, y profería estridentes gritos, mostrando una expresión en su cara de absoluto descontrol nervioso. Le dio por propinarse salvajes topetazos contra las paredes, la ya maltrecha máquina de refrescos, las papeleras, y todo lo que allí hubiera que pudiera ser golpeado, hasta que en uno de aquellos desmesurados envites se golpeó de mala manera en el cuello y notó, a ciencia cierta, que algo se había roto. Cayó al suelo como un saco entre alaridos de dolor. El gran problema fue cuando intentó mover los brazos y las piernas para poder levantarse y le resultó del todo imposible. Había quedado paralítico.

En un primer momento se desesperó y se retorció intentando poder mandar un impulso eléctrico a las extremidades con el fin de lograr un mínimo atisbo de movimiento, pero no hubo respuesta alguna. Tras esa primera reacción, se paró a pensar que, tal vez, aquella situación era la que estaba buscando, que la única manera de salir de aquel lugar era muriendo, por lo que desistió su lucha y se limitó a esperar allí tumbado, totalmente solo e inmóvil, a que el sueño eterno le invadiera en el momento 171


más inesperado.

Ahora, aquella pantalla que repetía una y otra vez la misma retahíla de noticias y que tanto aborrecía, era su único modo de entretenimiento a la espera de lo inevitable.

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TRIVIALIDAD INFERNAL

Aquel año, la presencia del Sol y de las temperaturas agradables se había alargado inusitadamente hasta bien entrado Diciembre, pero en apenas una semana una fuerte borrasca de frío y agua llegó y cubrió las montañas con una espesa capa de nieve, muy del gusto de esquiadores y aficionados a diversos deportes invernales, que ya se aventuraban por cumbres y laderas. Por supuesto, las estaciones de esquí ya se encontraban abiertas y disponibles, esperando vivir una provechosa temporada.

Entre las muchas personas que se disponían a pasar un agradable y divertido fin de semana en un entorno nevado se encontraban Derek y Trent, dos auténticos locos del snowboard, los cuales iban acompañados de sus sufridas novias, Samantha y Kimberly, no demasiado partidarias de estar todo el rato pasando frío a la intemperie, sino con más ganas de ir de compras a algún centro comercial o de sentarse a tomar un café mientras conversan sobre cotilleos varios.

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Se dirigían a una estación de esquí, de la que habían leido muy buenas críticas, en el todoterreno de Trent, repleto de bolsas y maletas, la mayoría de las chicas, y con dos enormes tablas de snowboard decoradas con vivos colores que descansaban bien sujetas en la baca del vehículo. Tenían planeado alojarse en una lujosa cabaña que habían alquilado cerca de la estación, con el fin de gozar de una mayor intimidad.

Durante el trayecto, les sorprendió una gigantesca nube negra que tapó el Sol, sumiendo todo en una oscuridad fría y húmeda, desatándose además, una brutal tormenta de viento y nieve. A pesar de que intentaron continuar, llegó un momento en que la visibilidad era prácticamente nula y el coche empezaba a patinar y a dar bandazos. Finalmente, Trent perdió el control de la conducción, se salieron de la carretera, rodaron por un terraplén de considerables dimensiones y fueron a chocar contra un robusto árbol, que incluso se partió por el gran impacto.

Conmocionados, pero sin lesiones ni heridas, salieron como pudieron del coche. Se abrigaron con lo que llevaban, pero en medio de aquella ventisca no podían quedarse allí o 176


morirían irremediablemente de frío, o incluso devorados por alguna bestia que les pillara debilitados.

Dentro de la mala visibilidad general, otearon a su alrededor por si veían algún lugar para resguardarse: una cueva, una caseta, un cobertizo... Lo que fuera. A lo lejos, vieron una especie de caserón por cuyas ventanas se veía una luz tenue que provenía de su interior. Igualmente, de su chimenea salía un humo grisáceo que indicaba una lumbre cálida y apetecible, y más en aquella circunstancia.

Se acercaron a la casa, no sin esfuerzo, luchando contra el increíble vendaval y lo rocoso e irregular del terreno. Finalmente llegaron, se cobijaron en el espacioso porche que lucía el caserón y llamaron a la puerta. Nadie abrió. Llamaron nuevamente. De igual manera, nadie les abrió. Se asomaron tímidamente a una de las ventanas para confirmar que, efectivamente, había luz en el interior, por lo tanto alguien tendría que haber. Llamaron una tercera vez. En esta ocasión se oyeron unos pasos pesados que iban ganando en sonoridad según se iban acercando a la puerta, la cual se abrió lentamente, acompañada de un chirrido ensordecedor. 177


Les abrió un hombre, o al menos eso parecía, pero su sola visión, en aquel primer momento, les heló la sangre. Su altura era impresionante, calculada en más de dos metros. Tal era que tenía que agacharse ligeramente para no darse en la cabeza con la parte superior de la entrada. Se le veía muscularmente poderoso, a pesar de la gigantesca gabardina negra de cuero que llevaba, cuyas dimensiones parecían suficientes para poder arropar a la vez a Samantha y Kimberly sin ningún problema. Curiosamente, toda su vestimenta era negra, desde sus durísimas botas de cuero, sus pantalones de gruesa tela, su jersey de cuello alto de áspera lana y su sombrero de cowboy de ala ancha. Tan ancha que apenas se le veían los ojos. Unos ojos que desprendían una mirada fría y penetrante. Su cara, de rasgos duros y angulosos, estaba cubierta de una barba negra y poblada. Desde debajo del sombrero, caía por su espalda una melena negra y grasienta. Ciertamente, por el aspecto del hombre, no se sabía si acababa de llegar de algún sitio o es que iba a irse en aquel momento.

Temblorosos por el frío y, por qué no decirlo, por la primera impresión al ver al hombre, le explicaron el 178


accidente que acababan de tener y que estaban perdidos, por lo que si era posible poder entrar para resguardarse. El hombre guardó silencio mientras los miraba fijamente. Estaban empezando a incomodarse seriamente durante ese largo silencio cuando el hombre dijo, con voz rasgada y cavernosa: "¡Pasad!".

Entraron todos y se quitaron sus abrigos empapados. Preguntaron dónde podrían colgarlos. El hombre simplemente señaló a un perchero que había en una esquina, donde los colgaron. A continuación pasaron al salón, gobernado por una cálida y abundante lumbre a la que se arrimaron sin dudar, con el fin de secar sus ropas y calentar sus cuerpos. Mientras, observaron que la decoración del interior de la casa no estaba muy actualizada, sino más bien todo lo contrario. Los objetos de más lujo que había en el salón eran una inmensa mesa de madera con seis hermosas sillas a juego, un gran sofá de piel de aspecto confortable y dos sillones, igualmente de piel. Todo era de un estilo puramente rural.

En ese rato, intentaron hacer varias llamadas a familiares y amigos desde sus teléfonos móviles para avisarlos del 179


accidente y, si fuera posible, que fueran a recogerlos, pero no había ningún tipo de cobertura, ni telefónica ni de Internet. Le preguntaron al hombre si disponía de algún teléfono para hacer algunas llamadas. Él, que se encontraba sentado en uno de los sillones, mirándoles fijamente, sin hablar, sin quitarse ni la gabardina si el sombrero, respondió con un seco: "¡No!".

Tras haberse secado y recuperado, las chicas comentaron tímidamente a sus chicos que empezaban a tener hambre. Éstos iban a preguntarle al hombre si había algo para que pudieran comer, cuando se levantó sin decir palabra y salió del salón. Todos se miraron entre sí con cara de no saber de qué iba. A lo lejos, escucharon sonidos de platos y cubiertos, por lo que entendieron que estaba en la cocina preparando algo. Apenas cinco minutos después, volvió al salón cargado de platos, cubiertos, pan y servilletas, sujetando todo con sus tremendas manos, musculadas y poderosas, de dedos largos y gruesos. Colocó todo en la mesa con especial mimo y dijo: "¡Sentáos a la mesa!". Le obedecieron. Realmente estaban hambrientos y cualquier cosa, aunque fuera un sandwich, les vendría de perlas.

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La sorpresa fue mayúscula cuando vieron que en cada plato había un gigantesco chuletón, pero apenas cocinado, prácticamente chorreando sangre y sin ninguna guarnición de ensalada, patatas fritas o algún extra. Las chicas, más exigentes para las comidas, preguntaron qué era aquello. El hombre respondió simplemente: "¡Carne!". Ellas apenas comieron dos bocados, con más asco que otra cosa, mientras que los chicos aguantaron hasta la mitad del filete, masticando hasta el infinito cada trozo que se hacía una bola en la boca y luchando contra huesecillos y tendones que se resistían incluso al cuchillo. Finalmente, desistieron y dijeron sentirse ya llenos. El hombre recogió todo y se lo llevó. Le dijeron si podían ayudarle a recoger, fregar y demás, a lo que profirió un atronador "¡No!", mientras avanzaba, sin girar la cabeza, por el largo pasillo en dirección a la cocina. Al momento, regresó al salón. Los chicos se extrañaron al verle regresar tan pronto, puesto que no habían escuchado el sonido del agua al fregar o algo así, pero no le dieron mayor importancia.

Estuvieron un rato sentados en el salón al calorcito de la lumbre, que parecía no desfallecer, aun sin haberla alimentado con tronco alguno. Intentaron iniciar una pequeña conversación con el hombre, que se sentó en el 181


mismo sillón de antes con la gabardina y el sombrero aún puestos. Al verle con tal vestimenta, le preguntaron si es que tenía pensado salir y le habían importunado. Él respondió que no tenía pensado salir. Le preguntaron por su nombre. Respondió secamente que su nombre era Hank. Le preguntaron sobre cual era su trabajo u ocupación. Con la habitual parquedad, respondió que era leñador y cazador. Les pareció raro que, siendo cazador, no tuviera alguna cabeza de venado colgando en el salón o algo así, pero tampoco quisieron ahondar más.

Viendo que la tormenta no cesaba, y notando que el cansancio comenzaba a vencerles, le pidieron a Hank si podían quedarse allí a pasar la noche y si tenía alguna habitación para los cuatro. Guardó silencio durante unos instantes mientras los miraba fijamente desde el sillón donde estaba. Finalmente contestó que en la planta de arriba había dos habitaciones con una cama de matrimonio cada una, pero que en una dormirían los chicos y en la otra las chicas, puesto que no quería tonterías. Accedieron a esa condición y se dispusieron a subir a las habitaciones, seguidos por Hank, que les indicó en cual tenían que dormir los chicos y en cual las chicas. Tras esto, volvió a bajar, apagó las pocas luces que había encendidas y se dirigió a su 182


dormitorio, que estaba en la planta de abajo.

Ya avanzada la madrugada, los chicos se despertaron a causa de unos golpes que se oían abajo. Se levantaron y fueron caminando alumbrados por la tenue luz de sus teléfonos móviles. Primero miraron en la habitación de las chicas para comprobar que se encontraban durmiendo plácidamente. Se encaminaron escaleras abajo con sigilo. Cuando llegaron a la planta baja notaron que la luz de la cocina estaba encendida, y que, efectivamente, los golpes parecían venir de allí. Recorrieron el largo pasillo entre penumbras hasta llegar a la puerta de la cocina, desde donde vieron a Hank, que estaba de espaldas a ellos, blandiendo un enorme hacha con la que troceaba grandes pedazos de carne encima de una gruesa tabla de madera maciza.

Se quedaron extrañados de que el tipo se pusiera a hacer eso de madrugada, pero el horror les sobrevino cuando, en un momento dado, vieron un antebrazo humano, en cuya muñeca lucía la pulsera de brillantes que siempre llevaba Samantha, y que Derek le regaló cuando empezaron a salir. ¡Hank había asesinado a Samantha!. ¿Pero cómo podía ser 183


posible, si se les veía a Kimberly y a ella tranquilamente en la cama?.

Aterrorizados y con el cuerpo revuelto, volvieron tras sus pasos y subieron al piso de arriba. Fueron a la habitación de las chicas y, al destapar levemente la sábana, comprobaron que únicamente estaban las cabezas cortadas de ambas descansando sobre la almohada, con el resto de la cama empapada en sangre. Aquella espantosa imágen hizo que dieran un salto hacia atrás y profirieran un grito desatado, hecho que sirvió de alerta a Hank, que dio media vuelta y, hacha ensangrentada en mano, echó a correr escalera arriba con tremendas pisadas que retumbaban en toda la casa. Al escuchar los pisotones, los chicos intentaron buscar rápidamente un lugar para esconderse, pero ante la premura, pensaron que lo mejor era escapar de allí como fuera o no saldrían con vida, así que abrieron la ventana de la habitación y se dispusieron a salir para intentar bajar por el tejado del porche. Fuera continuaba impasible la tormenta de viento y nieve, por lo que la tarea de andar por el tejado sin caerse de él se tornaba aún más complicada.

Primero salió Trent, que entre costosos equilibrios logró 184


mantener la compostura en el endeble tejado en medio de aquel vendaval. A continuación era Derek el que iba a salir cuando apareció Hank por la puerta resoplando como un toro, con los ojos abiertos como platos y llameantes como antorchas. Veía que se escapaban y no le iba a dar tiempo a pillarlos, así que lanzó con furia el hacha, que se clavó certeramente en el gemelo izquierdo del pobre Derek, que ya prácticamente se veía a salvo. El muchacho, sentado en el alfeizar de la ventana, con la pierna derecha por fuera y la izquierda, atravesada por el hachazo, por dentro, gritaba de rabia y de dolor mientras sangraba abundantemente. Hank se acercó despacio, saboreando el momento. Derek suplicaba que no le hiciera nada más, que le dejara ir, pero el monstruo asesino le hizo caso omiso. Con su inmensa mano izquierda le sujetó fuertemente por el cuello, mientras que con la derecha desclavó el hacha de la pierna del chico, que se dejó caer desmayado en la habitación en cuanto Hank le soltó. Ahí ya lo tuvo sencillo el psicópata, que de un mandoble, con una sola mano, le cercenó la cabeza con un corte limpio y rápido.

Tan ensimismado estaba en su dominio, que no se percató de que Trent ya había bajado del tejado del porche y corría desesperado campo a través entre rocas y nieve en 185


mitad de la ventisca. Sin pensarlo dos veces, cegado por un furor demoníaco, saltó por la ventana al suelo en un brinco sobrenatural, sin siquiera tocar el tejado del porche, y echó a correr con una velocidad increíble, tanto para un hombre de su tamaño como para cualquier ser medianamente humano. En su enloquecida carrera, Trent notó enseguida las bestiales pisadas de Hank, que cada vez se acercaban más, como una locomotora, como una apisonadora, aplastando rocas y todo lo que pillaba a su paso.

Apenas quedaban cincuenta metros para que Trent llegara a la carretera. Allí podría pedir auxilio a algún valiente que pasase con su automóvil en aquella noche oscura, fría y tempestuosa. Hank era consciente de que podía perder a su presa, así que, en un último esfuerzo, pegó un salto espectacular lanzándose en plancha, alargando su brazo derecho todo lo que pudo para zancadillear a Trent con la cabeza del hacha, como si de un gancho se tratara, haciéndole caer de bruces en la nieve dura y congelada. Sin vacilar, el asesino se dejó caer de rodillas, con todo su peso, sobre las vértebras lumbares del joven aturdido, provocándole un agudo dolor que prácticamente le dejó paralizado. Sin atisbo de piedad, Hank le agarró fuertemente con su mano izquierda por la cabeza, 186


mientras tiraba hacia atrás de ella para dejar al descubierto el cuello del muchacho, que se disponía a rebanar con el hacha que portaba en la mano derecha.

En aquellos momentos más que complicados, Trent intentó apelar a la conciencia del psicópata, pidiéndole clemencia y preguntándole por qué estaba haciendo todo aquello, que si era por dinero lo podían hablar y le daría lo que hiciera falta. Estas palabras, en vez de hacerle entrar en razón, le encendieron aún más, soltando un gruñido que parecía de ultratumba para, acto seguido, con un movimiento fugaz, seccionarle la garganta de lado a lado al infortunado, que sangró a chorros sobre la blanca nieve, falleciendo al instante. Hank le cogió por el tobillo derecho y empezó a arrastrarle por el suelo rocoso para llevarle a la casa, como si fuera un venado que acababa de cazar. Tras de sí iba dejando un nítido rastro de sangre que no cesaba de manar del cuello de Trent, pero no le preocupó demasiado, puesto que, a los pocos segundos, era cubierta por una nueva capa de nieve que se posaba, tapando cualquier rastro posible de pisadas, manchas o de cualquier cosa.

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Y así prosiguió la vida del huraño y solitario Hank en su caserón recóndito y perdido, añadiendo, cada vez que tuviera ocasión, nuevas víctimas a su lista. Nuevos desaprensivos que se dejaban caer por los alrededores de su morada, por sus dominios, y que servían para saciarle durante algún tiempo, tanto gastronómicamente durante los largos inviernos, como en su fuero interno, aplacando su ansia asesina. Impune, sin sospecha alguna, ante los pocos que puedan saber de su existencia, puesto que los supera a todos en astucia y sangre fría a la hora de borrar y esconder cualquier prueba que le pudiera incriminar.

Esta historia no tiene un final feliz, posiblemente no para nosotros, pero si para el asesino, que finalmente salió airoso con lo que tenía planeado. Es posible que tampoco sea una de esas historias con moraleja, salvo para dejar el mensaje de que uno no puede fiarse de nadie, y mucho menos de un tipo gigantesco, malencarado, que viste enteramente de negro y que lleva un enorme hacha al hombro. Como que no da confianza, ciertamente.

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TODO POR LA SANGRE

Elric es un vampiro con la apariencia de un apuesto muchacho de unos 25 años, aunque en realidad tiene 253. Sus gustos y aficiones no difieren demasiado de los de un joven normal y corriente: Apasionado de las películas de acción, de la música electrónica más cañera y de la tecnología más puntera.

Eso sí, su obsesión por la sangre supone para él algo más que simplemente conseguir alimento. Para él cada nuevo asalto es como un reto autoimpuesto, cada nueva víctima es como una aventura divertida. Con esta filosofía de vida, la boca se le hace agua cuando lee en un periódico digital que España es líder mundial de donaciones sanguíneas, y sin pensarlo demasiado, decide coger un vuelo de su Bucarest natal a Madrid.

Elric es un raza impura, hijo de un vampiro y una humana, la cual murió en el horripilante parto, por lo tanto, el bebé híbrido se crió entre la familia del padre, una de las más históricas y adineradas de toda Rumanía, por lo que no le ha 191


faltado de nada en toda su vida, ni una estricta educación ni tampoco dinero en su bolsillo para malgastar en todos sus vicios y locuras. Además, al no ser vampiro puro, no ha tenido nunca que preocuparse de taparse de la luz solar o de evitar los ajos y los crucifijos, disfrutando, sin embargo, de una fuerza y una agilidad sobrehumanas, así como de un apetito por la sangre prácticamente insaciable.

De este modo, estando ya en el avión de camino a la capital de España, en un momento dado, decide que en vez de tomar la insípida y reseca comida precocinada típica de todos los vuelos, prefiere tomarse a una joven pasajera que se dirige a los servicios.

Se levanta de su asiento, la sigue sigilosamente por el pasillo, y cuando la pobre muchacha está abriendo la puerta del cuarto de baño para entrar, recibe un soberbio empujón por la espalda por parte del traicionero vampiro que hace que la infortunada joven se dé de bruces contra el retrete, partiéndose el labio superior, y por consiguiente, sangrando en abundancia. Esa simple visión de la chica sangrando hace que Elric se excite salvajemente, entrando raudo en el baño y cerrando con cerrojo desde dentro. La carnicería que 192


acontece allí dentro resulta del todo indescriptible.

Una vez que hubo terminado su orgía de sangre, recoge cuidadosamente los restos de la malograda chica, tirando los que puede por el retrete, y los que no, metiéndolos apretujados en la papelera del baño. De igual manera limpia la sangre del suelo y de las paredes con abundante papel higiénico para, por último, lavarse bien manos y cara y salir del urinario como si tal cosa, sin que nadie se hubiera percatado siquiera de nada de lo ocurrido. Así se las gasta el muchacho.

Antes de aterrizar el avión el ambiente entre el pasaje ya se empieza a alterar cuando los familiares de la chica avisan de su posible desaparición a las azafatas, y por supuesto, Elric se muestra totalmente indiferente ante todo aquello. Ya aterrizado el aparato, no tiene ningún problema para salir de los primeros, escurriéndose casi como una anguila por entre el nervioso gentío, pero con calma, casi con parsimonia, sin que nadie pudiera apenas reparar en él.

Ya fuera del recinto del aeropuerto, coge un taxi y pide 193


que le lleven al centro de la ciudad. Llegado al destino, decide a regañadientes pagar la abultada carrera y no montar un numerito de los suyos con el taxista, dado que el trasiego de gente por la calle es abundante y no es cuestión de meterse en líos tontamente.

Lejos de encaminarse hacia los hoteles más lujosos de la zona, prefiere pasear tranquilamente por las estrechas y oscuras callejuelas en busca del hostal más viejo, lúgubre y solitario que pudiera encontrar para alojarse. Y así da con uno que parece ajustarse a sus gustos, situado en un edificio bastante antiguo y en franca decadencia.

Llama al telefonillo de la puerta de la calle diciendo que es un turista que busca alojo barato y enseguida le abren. Sube por unas estrechas y maltrechas escaleras hasta el primer piso, donde está situado el hostal, llama a la puerta y le abre una señora de avanzada edad y aspecto algo descuidado, vestida con una deshilachada bata color rosa pálido y apenas peinada con un moño vagamente recogido. El chico la pide alojo y la mujer esboza una franca sonrisa, comentándole que hace varios días que tiene el hostal vacío y que se estaba empezando a preocupar ante la falta de 194


negocio. Este inocente comentario supone una información más que valiosa para el vampiro, al saber que la mujer se encuentra totalmente sola en el piso, y que si la cosa se tuerce de alguna manera se la podría quitar de enmedio sin muchos problemas.

La mujer simplemente le presenta la tarifa de precios por noche, y el chico la comenta que viene de turismo y que su idea es quedarse una semana. La señora no opone problemas y le pide que le pague por cada día que disfrute allí, en vez de todo a la vez al final, para evitar desajustes y desacuerdos. El taimado vampiro accede con una amabilidad casi exagerada, y la mujer, encantada ante las educadas maneras del joven, le dirige hacia la habitación que ocupará, la cual presenta un horrible y recargado empapelado en las paredes, así como un mobiliario y una decoración ciertamente anticuados, como de al menos tres décadas atrás, pero sin duda se ve todo muy limpio y bien cuidado.

El chico le pide a la señora un momento para poder instalarse y cambiarse de ropa, pues le gustaría salir un rato a dar una vuelta y conocer los alrededores. La mujer asiente 195


y sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí, dejando solo al vampiro con sus planes, que no son tan inocentes como le había revelado a la mujer, pues sus verdaderas intenciones son salir por ahí a alguna discoteca a armarla al estilo Elric. Así pues, una vez bien peinado y perfumado, así como debidamente vestido con una camisa blanca entallada, unos pantalones negros de tela bien ceñidos, unos zapatos negros brillantes terminados en punta, una elegante chaqueta negra de tela con hombreras y unas gafas oscuras de marca super-fashion, se dispuso a salir para reventar la noche.

Tras un breve paseo, decide entrar en una conocida discoteca del centro de la ciudad, donde accede sin ningún problema. Ya dentro, decide ir oteando el ambiente para ir poco a poco recabando víctimas sin que nadie sospeche ni se dé cuenta.

Da una media vuelta por el local y se dirige a la barra, donde pide una copa de whisky, la cual se bebe de un trago. Sin más, se dirige a la zona de los servicios, seguro de que allí podrá encontrar algún desaprensivo al que liquidar sin prisa pero sin pausa. En el baño de caballeros escucha 196


gemidos dentro de uno de los cubículos de retretes. Revienta la puerta cerrada con pestillo de una soberana patada y allí se encuentra a un tío cachitas pelo pincho fornicando con ahínco con una joven rubita de bonitas curvas. Ante el estruendo, enseguida el cachas se encara mientras profiere sonidos guturales parecidos a insultos. El vampiro responde cogiéndole de la cabeza y sometiendo a su musculado cuello de toro a un brusco y seco giro, lo que le produce un disloque en las vértebras, muriendo al instante.

Ante la visión de la bella chica desnuda y paralizada por el terror, el chico no puede resistirse y se lanza hacia ella para forzarla, pero la muchacha intenta oponerse y escapar. En un momento dado, el vampiro intenta darle un beso en la boca, pero accidentalmente le clava un colmillo en el labio inferior, por lo que la joven empieza a sangrar profusamente y asustada comienza a gritar, pero el chupasangres decide cortar por lo sano y con la mano derecha le tapa la boca mientras le gira el cuello para asestarle un mordisco mortal. Tras dejarla tirada en el suelo junto al cachitas muerto, sale cuidadosamente y cierra con suavidad la puerta del cubículo. Se limpia con agua la sangre que tiene por la cara, con tal cuidado que pareciera que su 197


rostro es de porcelana, y sale del baño henchido de satisfacción, tambaleándose como si estuviera incluso algo mareado.

Al intentar abrirse camino entre la gente para llegar a la salida del local choca sin querer contra un tiparraco de cuerpo troglodítico y cara de sapo con cresta, visiblemente borracho y que enseguida se revuelve hacia el joven vampiro con intención de agredirle, pero éste le hace una pinza con su mano derecha en las cervicales, en un punto concreto que le deja paralizado, levantándole así del suelo con una facilidad pasmosa y llevándolo a una zona oscura tras una columna, donde da buena cuenta de él entre el ensordecedor estruendo de la música y el vaivén contínuo de la gente.

El vampiro decide que este último altercado ya ha sido demasiado arriesgado y se une improvisadamente a un grupo de gente que se dispone a abandonar el local para salir entre ellos.

Ya en la calle, decide dar un paseo para despejarse, y en 198


un momento dado, a lo lejos, divisa en una plazoleta un autocar de las donaciones de sangre aparcado y totalmente solo. Pensando que dentro puede haber alguna bolsa de sangre, no duda en reventar la cerradura, entrando en el autocar y registrando todo nerviosamente en busca de plasma, pero no encuentra nada. De repente, se le cruzan los cables y decide hacer un Gran Theft Auto con el autocar, encendiéndolo sin dificultad gracias a un puente que hace, con gran maña, con dos cables del vehículo y saliendo a toda velocidad por las calles, atropellando todo lo que se interpone en su paso.

Enseguida la policía es puesta en alerta del loco kamikaze gracias a algún ciudadano testigo del suceso, por lo que varios coches policiales se lanzan en una espectacular persecución por las calles de la ciudad para intentar interceptar el autocar, hasta que logran que choque contra un muro, bajando del vehículo al joven alocado, aparentemente afectado por el golpe, al que colocan las esposas con los brazos hacia atrás y se disponen a meterle en uno de los coches de policía. Ya dentro del coche en dirección a la comisaría y acompañado de tres agentes, reacciona inesperadamente rompiendo las esposas con una facilidad pasmosa y asesinando a los acompañantes sin que 199


apenas pudieran reaccionar. Como si de un gato se tratara salta al asiento del conductor para hacerse con los mandos del vehículo y mediante el GPS ve donde está situado el hospital más cercano, con la idea fija de que allí tendrán sangre almacenada en abundancia.

Se da cuenta de que los demás coches de policía que antes le interceptaron ahora van tras él de nuevo, tras no poder contactar mediante radio y sospechando que algo no va bien dentro del coche que ahora conduce alocadamente el vampiro, dando bandazos por la carretera.

Para intentar despistarlos, el joven chupasangres aparca bruscamente tras una esquina y se escabulle del vehículo gateando entre la oscuridad con una agilidad felina, encaminándose hacia el hospital elegido como objetivo, que se encuentra dos calles más allá.

Entra al hospital con total tranquilidad y sin llamar la atención entre un grupo de bulliciosos gitanos. Dada su ropa un poco hortera, su peinado estudiadamente descuidado y su piel aceitunada pasa perfectamente como 200


uno de ellos. Se dirige a los servicios y allí encuentra un joven muchacho con uniforme de enfermero orinando. Mientras el chico está absorto con la cabeza baja mirándose su cosita, el retorcido vampiro le coge por la espalda, le agarra del cuello mientras le corta la respiración y le arrastra hacia el interior de uno de los cubículos de retretes, donde le asesina y le quita el uniforme, poniéndoselo encima de su ropa, para posteriormente lavarse las manos con recochineo, imitando como suelen hacer los cirujanos antes de operar. Sale al pasillo ufanamente, como si no hubiera pasado nada, dispuesto a localizar donde está el banco de sangre en un gran cartel que indica los departamentos situados en cada planta.

Una vez localizado el objetivo, se dirige hacia allí como alma que lleva el diablo subiendo escalones de tres en tres por las anchas y largas escaleras, sin tiempo ni ganas de esperar ascensores ni tonterías. Ya en la planta indicada, recorre el largo pasillo hasta que da con una doble puerta con un pequeño cuadrado acristalado en cada hoja, rezando la frase “Banco de sangre” con grandes letras rojas en un gran cartel metálico rectangular sujeto por clavos encima del marco de la entrada. 201


Esta vez no le interesa reventar la puerta a lo bestia y formar un escándalo innecesario, así que utiliza una chincheta de grandes dimensiones que sujeta parte de un cartel en un tablón de anuncios situado cerca de allí para forzar la cerradura con gran pericia. En cuanto consigue abrir la puerta, se desliza como una anguila al interior y cierra con suavidad tras de sí.

Dentro de la sala, tantea para tocar el interruptor de la luz, lo enciende, y allí encuentra poco menos que el paraíso para él: Miles de bolsas de sangre almacenadas y ordenadas por su RH. Con tal visión se vuelve totalmente loco y se harta de todo, formando un destrozo descomunal.

Una vez ha quedado satisfecho, sale despacio de la sala mirando a ambos lados, manchado de arriba a abajo de sangre, cierra la puerta con cuidado y sale corriendo raudo de puntillas hacia el baño más cercano, unos pocos metros más allá. Allí se quita la ropa de enfermero, se lava la cara y se peina con abundante agua con los dedos. Se ajusta su ropa y sale tan campante hacia los ascensores, como un 202


visitante más. Baja hasta la planta de la calle junto con algunas personas más que van entrando en las diversas plantas, según va bajando el aparato.

Nada más salir del ascensor, se dirige hacia la salida con total naturalidad, cuando de repente, un extraño hombre alto y delgado, con facciones marcadas, barba de una semana, boina raída, gabardina marrón ciertamente descuidada, gafas de pasta de varios aumentos y gran cantidad de crucifijos de varias maneras y tamaños colgando del cuello, el cual está en la calle repartiendo estampitas de santos, le mira fijamente, le señala y se santigua nerviosamente una y otra vez mientras sostiene delante de sus narices el crucifijo más grande que lleva colgado y grita como un poseso: ¡Vampiro, vampiro!. El chico le mira sorprendido por un momento, pero al instante esboza una sonrisa socarrona mientras niega con la cabeza y continúa caminando tan tranquilamente mientras algunas personas le dicen que no se preocupe y que no haga caso a ese hombre que está loco.

Comienza a amanecer y el extraño hombre decide seguir al chico vampiro para ver hacia donde se dirige para 203


resguardarse, pero se sorprende enormemente al comprobar que la luz solar no le afecta lo más mínimo.

Entonces se le ocurre un plan para cazar al chupasangres: Saca de un bolsillo interior de la gabardina una botellita con un líquido rojo oscuro y un sobre con unos polvos blancos, los cuales vierte en el líquido, los mezcla en la botella con unas rápidas sacudidas y se riega el cuello con el contenido, que con la mezcla de los polvos ha tomado un color morado oscuro.

Velozmente, el extraño hombre comienza a correr hacia el vampiro con intención de atacarle, pero éste, gracias a sus sentidos superdesarrollados, se da cuenta y se gira como impulsado por un resorte, empujando al hombre a una oscura y estrecha callejuela, donde le asesta un tremendo mordisco en el cuello, dejándole en el suelo en medio de un charco de sangre. Sin embargo, el vampiro nota un sabor desagradable en la boca, como si le quemara, por lo que mira al hombre con una expresión claramente nerviosa, incluso asustada, buscando una respuesta mientras se tapa la boca intentando aliviar ese fuego que cada vez le quema más por dentro . 204


El hombre, desangrándose en el suelo, en un último esfuerzo, esboza una sonrisa triunfadora y le dice al vampiro que le acaba de morder su cuello aliñado con vino bendito mezclado con plutonio en polvo, que mezclado supone poco menos que un cóctel molotov para un vampiro impuro, más resistente que los puros a las amenazas habituales del sol, ajos, crucifijos y demás, pero que no aguantan, como casi ningún ser vivo, un buen chute de bacterias quema-carne.

El vampiro comienza a sentirse realmente mal, cae de rodillas al suelo y comienza a vomitar una sustancia verdosa y viscosa, mientras sus bellas facciones se comienzan a desfigurar, pasando a ser una masa amorfa que supura una asquerosa sustancia negra y maloliente por los poros de su piel, para finalmente convertirse en un montón de arena grisácea, que con el viento reinante acaba por esparcirse por doquier. Mientras tanto, el hombre desangrado en el suelo siente que ha cumplido su misión en esta vida y que por fin puede dejar de luchar y de sufrir para morir en paz consigo mismo y con Dios, al que profesa devoción eterna y al que ha servido con honor, por lo que decide cerrar los 205


ojos y dejarse llevar al seno del Todopoderoso.

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SONIDOS DEL SILENCIO

Esta historia está basada en un hecho real.

En un pueblecito perdido de la sierra castellana vivía un hombre llamado Zoilo.

Los niños se burlaban de él, ya que era tuerto y tenía una notable cojera. La gente adulta contaba de él que no era una persona de fiar, y nunca, o casi nunca hablaba con nadie. Vivía en una pequeña cabaña, al lado del río, donde no solía ir nadie, solamente él. Era la típica persona que allá donde fueras, te la encontrabas, aunque nunca te dijera nada.

Una tarde de Marzo, alguien que en un momento dado fue a su casa, se le encontró muerto, sentado plácidamente en un sillón viejo y ajado que había recogido de un contenedor de chatarra, y además con un libro abierto entre las manos. La noticia corrió por el pueblo como la pólvora. No tanto porque el hombre hubiera fallecido, sino 209


por el mero hecho que tuviera un libro entre las manos, ya que nadie tenía conocimiento ni noticia de que supiera escribir o leer.

A los tres o cuatro meses, ya en verano, los veraneantes empezaban a llegar al pueblo. David era uno de ellos. En cuanto llegó junto a su familia, su abuelo les contó lo del fallecimiento de Zoilo. El chaval quedó realmente sorprendido.

Aquella noche, los chavales que habían llegado al pueblo para pasar sus vacaciones veraniegas se reunieron para charlar donde tenían por costumbre, en la parte trasera de la iglesia del pueblo, en la escalera que daba al campanario.

David les comentó a todos lo de Zoilo, y como quién no quiere la cosa, empezaron a recordar cuando se burlaban duramente de él, las bromas pesadas que le hacían, cuando se marchaba dolido, cojeando, sin decir nada, ni una palabra, pero maldiciendo en sus interiores. En ese momento, se empezaron a escuchar claramente ruidos extraños que provenían del campanario. Eran como gritos y 210


gemidos. Los chicos salieron corriendo como alma que lleva el diablo.

Al día siguiente, los chicos le dijeron al cura del pueblo lo de los ruidos. En un primer momento, el hombre no les creyó y se rió de esa ocurrencia, pero cuando vio el miedo en sus ojos, pensó que posiblemente estuvieran diciendo la verdad, así que decidió esperar a la noche para averiguar el motivo de aquello.

Ya de noche, el sacerdote se dispuso a desentrañar el misterio. Entró candil en mano en la iglesia, con las manos ciertamente temblorosas, e inició la búsqueda, caminando muy despacio para que no se notaran sus pasos y así poder oír cualquier ruido que se pudiera producir.

Tras horas y horas caminando por toda la iglesia, sin darse cuenta, se vio inmerso en la madrugada. Las fuerzas iban desfalleciendo y los nervios iban tensándose, cada vez más. Agotado el cura tras la vana búsqueda, pensó: "¡El campanario!. Ahí no he mirado aún". Así que se dirigió rápidamente hacia allí, como si de repente hubiera 211


recuperado todas sus fuerzas. Subió las angostas y frías escaleras de caracol perturbando el infernal silencio que reinaba con la débil luz del candil y sus pasos firmes y decididos. Al llegar al final de la larga y estrecha escalera, se asomó cuidadosamente, alumbró con el candil y exclamó: "¡Dios santo!".

Al día siguiente, el abuelo de David le dijo a éste: "¿Quieres venir conmigo a la iglesia?". A lo que el chico respondió: "¡De ninguna manera!. ¡Yo no volveré a pisar nunca ese lugar fantasmal!". El anciano sonrió y le dijo: "¡No te preocupes, chico!. El cura nos ha convocado a todo el pueblo en la Santa Casa, ya que nos va a desvelar el porqué de los ruidos".

Eran las siete de la tarde. La iglesia rebosaba de gente y el presbítero se preparaba para revelar el misterio de los ruidos misteriosos: "¡Queridos feligreses!. Estamos aquí reunidos en esta tarde para desvelaros la causa de los ruidos que tanto nos estaban atemorizando los últimos días. Se trataban de un búho y una lechuza que estaban anidando en el campanario. Yo mismo me encargué de espantarles y de deshacer sus nidos y de limpiarlo todo bien 212


para que no regresen. Y como podéis ver, he puesto un candado en la puerta de la escalera para que no se cuele nadie".

De repente, la iglesia entera enmudeció, pero no precisamente por las palabras tranquilizadoras del sacerdote, sino por unos tremendos gritos atemorizados que provenían del propio campanario. Eran unos gritos que parecían pedir ayuda, pero no podían ser de un animal, y realmente tampoco parecían humanos, sobre todo teniendo en cuenta que la puerta del campanario estaba cerrada a cal y canto. Parecía más bien una voz espectral venida de ultratumba...

En los siguientes días y meses, por más que el sacerdote subía a inspeccionar el campanario, las voces se seguían produciendo, atormentando a ese pequeño pueblo, pero no de una manera fija, sino totalmente aleatoria, sin una fecha, hora o estación del año concreta, sólo de vez en cuando. Es más, a pesar de haber acudido a los mejores especialistas en el tema, tanto nacionales como del extranjero, nadie supo decir o hacer algo concreto con respecto al fenómeno. 213


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LA HURA

Despierto con pesadumbre. Abro los ojos, pero es como si no lo hubiera hecho, ya que la oscuridad lo invade todo. No sé dónde estoy. Es un lugar estrecho y angosto, donde apenas puedo estirar los brazos y las piernas. Un hedor casi insoportable, como a humedad o a podredumbre, impregna el opresivo ambiente. De hecho, no sé en qué estoy tumbado, si es madera podrida, barro o excrementos. El caso es que allí estoy, luchando por respirar en aquel agujero, sin poder recordar qué o quién me ha llevado hasta allí.

Con dificultad, intento echar mano al bolsillo derecho del pantalón en busca del teléfono móvil, para intentar pedir auxilio de alguna manera y de paso para poder visualizar un poco mi alrededor gracias a la luz de la pantalla, resultando imposible, dado que la batería está agotada desde a saber cuánto tiempo.

Me giro, me revuelvo, intento dar puñetazos y patadas a mi alrededor, por si de repente se abriera alguna salida o 217


algún resquicio de luz, pero sólo consigo pringarme con una sustancia viscosa que huele a huevo podrido.

Me canso, me agoto, un sudor helado chorrea literalmente por todo mi cuerpo, me falta el aire, el oxígeno. Debo intentar calmarme para aminorar el ritmo de mi respiración y no gastar el poco oxígeno que pueda haber, pero me cuesta mucho. Cada vez que intento cualquier movimiento me cuesta más recuperar la compustura.

Me duele todo. Cada hueso, cada músculo, cada articulación. Me dan terribles calambres en la espalda y en las piernas que hacen que me retuerza en aquel inmundo lugar.

Pero esto no es lo peor. El castigo físico no es lo que más me carcome. Mentalmente estoy cada vez más débil. Estoy totalmente desesperado e impotente ante la inutilidad de cualquier idea que se me ocurre para salir de aquí. Prácticamente me doy ya por rendido y desahuciado.

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Pienso en mi familia, en mis amigos, en los buenos momentos que pasé con todos, también en los no tan buenos, pero sobre todo pienso en los que no pasé, ya por atender más a mi trabajo y a mis cosas, o simplemente por pura desidia, propiciado todo por mi personalidad solitaria e independiente, siempre buscando mi parcela, pocas veces conseguida y siempre fugaz, de tranquilidad, de sosiego, de quietud, de introspección, de estar a mi rollo, hablando coloquialmente.

Mis cavilaciones cada vez son más vagas y difusas. Mi respiración cada vez es más entrecortada y tenue. Mis ojos se cierran, aunque lucho por evitarlo. No puedo mover ni un músculo de mi cuerpo. Me siento muy cansado. Tengo mucho sueño. No quiero dormirme, porque soy consciente de que no despertaré, pero me resulta cada vez más duro luchar por evitarlo.

Me estoy muriendo, lo sé. No hay nada más difícil en la vida que esto: darte cuenta de que te estás muriendo, luchar por evitarlo, pero igualmente darte cuenta de que no hay solución. No hay escapatoria. La única salida es esa, morir. Dejar el cuerpo atrás y dejar volar el alma y el 219


espíritu hacia un destino mejor, quién sabe.

Me rindo, cierro los ojos y me dejo llevar. Lo que tenga que ser, será. Lo que Dios quiera. En esos momentos, hasta el más ateo se agarra a lo que sea, al instinto, a las creencias más ancestrales, aunque nunca las haya practicado.

Poco a poco, el ritmo de mi respiración va aminorando, igual que mi ritmo cardíaco y mi actividad cerebral, hasta que llegan a un momento que paran completamente. Me quedo a cero. Las máquinas se han parado. Estoy muerto.

De repente, me siento muy ligero. Siento que me elevo. Miro hacia atrás y veo que estoy saliendo de mi cuerpo. Mi cuerpo que yace pálido y frío, con algunos insectos trepando ya por brazos y piernas, dispuestos a disfrutar de su macabro festín. Yo, mientras, me sigo elevando, atravesando el suelo sin ninguna dificultad y saliendo a la superficie. Veo el desolador paisaje donde me encontraba. Un páramo lleno de rocas, barrancos y malas hierbas.

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Me sigo elevando imparable. Me siento libre. Estiro los brazos cual Superman, pero en vez de mis brazos sólo veo una masa de nube luminosa. Tal vez es que ahora soy eso, una nube luminosa. O tal vez una luz nebulosa. No me importa lo que soy, ahora menos que nunca. No existen los complejos ni los agobios.

¿Quién dice que no he escapado de aquel agujero, de aquella madriguera?. He dejado atrás mi cuerpo, mi carcasa, pero el que está fuera soy yo de verdad, más libre que nunca.

Pero no puedo irme todavía. Me quedan muchas cosas que hacer en esta dimensión, antes de decidirme a pasar al más allá. Tengo la necesidad de visitar a mi familia, ver cómo están y hacerles saber, de alguna manera, que estoy bien. Siempre sin asustarles, por supuesto.

También me gustaría ayudarles en la investigación para esclarecer qué pasó conmigo. Quién drogó y secuestró, y con qué razón, a un hombre sencillo y pacífico, sin riquezas ni enemigos, tal y como me considero. Quién me llevó a 221


aquel lugar rec贸ndito e inh贸spito, perdido de cualquier contacto con la civilizaci贸n, y me enterr贸 en aquel agujero, en aquella madriguera, en aquella hura. En la hura.

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LA LEYENDA DE LA MONJA FANTASMA

Desde hace incontables generaciones había corrido de boca en boca la leyenda de que en un cuarto, que siempre estaba cerrado a cal y canto, situado en uno de los sótanos del colegio, residía el fantasma de una monja que falleció allí en la época de la Guerra Civil, cuando el colegio fue usado como hospital, siendo regentado por un grupo de monjas.

Entre ellas se encontraba Sor Cármen, que ejercía como una de las mandamases, mostrando un carácter exageradamente antipático y agrio, tanto con los pacientes como con las compañeras, a quienes trataba de manera déspota y tiránica. Todo maldad, sin un atisbo de arrepentimiento. Se dice que era tan malévola que, cuando falleció, quedó condenada a estar encerrada toda la eternidad en aquel cuarto, puesto que ni Dios la quería en el Cielo. Algunos valientes que se han atrevido a acercarse a la puerta han asegurado que, en el interior, se escucha un sonido similar a una antigua máquina de coser o una rueca.

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Entre ese grupo de temerarios se encontraba Antonio, un chico de diez años admirado por sus compañeros y temido por sus profesores. Su afán de curiosidad y aventura le hacían embarcarse en acciones de lo más alocadas y peligrosas, aunque no llegara a ser consciente del riesgo que corría en muchas ocasiones.

Su último plan era llegar más lejos que nadie en el tema de la monja fantasma. No podía conformarse con haberse acercado furtivamente a la puerta en alguna ocasión. Tenía que ingeniárselas para entrar y ver qué había en su interior. Para ello, primero tendría que conseguir la llave del cuarto, que guardaba el conserje, junto con el resto de llaves del colegio, en su caseta.

Durante el recreo, en un momento que el conserje tuvo que salir para atender a unos proveedores que iban a descargar variedad de alimentos para el comedor, Antonio se coló como un gato por la puerta entrabierta de la caseta. Enseguida divisó un cajetín repleto de llaves. Había algunos pequeños manojos, pertenecientes a lugares concretos del colegio. Entre ellos, había uno que ponía "Sótano 2", que era donde estaba el cuarto misterioso. Muy posiblemente la 226


llave que abriría aquel lugar se encontraba en ese manojo, así que lo cogió sin dudar y salió de la caseta como una exhalación, como si no hubiera hecho nada.

Aprovechando la distracción de los profesores, que estaban charlando tranquilamente mientras hacían que vigilaban a los pequeños, entró en el departamento de los parvulitos, que es donde se encontraba el "Sótano 2". Así que bajó por el estrecho y larguísimo tramo de escaleras y llegó a un angosto y oscuro pasillo. A los lados había un par de almacenes de diversos artefactos audiovisuales y de laboratorio que se usaban en contadas ocasiones, y al fondo estaba la puerta del cuarto misterioso. Era de una madera que ya se veía medio podrida y renegrida. Mientras que el resto de puertas presentaban un bonito color verde, pintado recientemente, aquella puerta daba la impresión de que no mereciera siquiera un simple barniz que hidratara su porosa y astillada madera.

Antonio se acercó a la puerta y pudo escuchar claramente el ya mítico sonido como de máquina de coser antigua, proveniente de su interior. Una a una, fue probando con todas las llaves del manojo, hasta que acabó dando con la 227


correcta. La metió en la cerradura y se dispuso a girarla cuando, de repente, se escucharon tres fuertes golpes en la puerta, como manotazos, desde su interior. Antonio se sobresaltó y se echó hacia atrás, para ver como la llave, con todo el manojo, salía disparada de la cerradura para caer sonoramente en el suelo a una distancia aproximada de un metro. El muchacho se quedó quieto, apoyado tensamente en la pared, realmente asutado, con un sudor frío surcándole la frente, mirando la puerta y el manojo de llaves inerte en el suelo.

Tras un buen rato luchando interiormente entre salir pitando de allí o llegar al final hasta las últimas consecuencias, se repuso y se decidió por la segunda opción. Recogió las llaves, buscó la correcta y la introdujo en la cerradura sin pensar. Esta vez no sonó más ruido que el chirriar de la reseca y endurecida cerradura al girar, tarea que le costó bastante al muchacho, con el temor de que la llave se partiera en el intento. Este hecho no ocurrió, y finalmente la dichosa puerta se abrió acompañada de un enervante chirrido, tras un fuerte empujón con su hombro derecho, puesto que se había quedado ligeramente atorada tras mucho tiempo sin abrirla ni cuidarla. 228


El interior era oscuro, sin ventana alguna, y con un fuerte olor a humedad. Encendió la pantalla de su teléfono móvil para poder alumbrar el interior y comprobar que se trataba de una estancia bastante amplia, con suelo de terrazo de aspecto antiguo y sucio, así como las paredes, otrora blancas probablemente, ahora presentaban un color amarillento, así como diversos chorretones de tono marrón de aspecto francamente asqueroso. Para su sorpresa, el interior se encontraba prácticamente vacío de mobiliario. Simplemente un apolillado somiér de madera, una mesa y una silla, también ambas de madera, conformaban todo lo que había dentro, sin rastro de máquina de coser ni nada similar. Visto lo visto, y medio asfixiado por el olor a humedad podrida que reinaba, se dispuso a salir, cerrar y marcharse como si nada hubiera pasado. En ese momento, la puerta se cerró de golpe y se escuchó como giraba la cerradura, como si alguien cerrara con una llave invisible.

Antonio quedó allí, de pie en mitad de la oscuridad, más intrigado que asustado. Alumbró a su alrededor con su teléfono móvil sin notar nada extraño. En una de esas pasadas, vio una grotesca y arrugada sombra que se alzó 229


ante él, mostrándose alargada y gigantesca. De repente se escuchó una voz cavernosa de género femenino y de edad respetable, que sonó atronadora en la oquedad de aquella habitación. Proclamó con tono lacónico pero amenazador, que la dejaran descansar tranquila, que no la molestaran y que se fueran todos. Antonio hizo un esfuerzo por mantener la calma e intentó entablar algún tipo de conversación con esa presencia, preguntándole por qué estaba ahí encerrada y quienes eran todos los que la molestaban, si era por el hecho de que el colegio funcionara. En vez de contestarle, la voz repitió la misma retahíla anterior, esta vez con un tono más oscuro y grave, como si se estuviera empezando a enfadar. El chico se dio cuenta de este cambio, que le puso los pelos de punta, e intentó apelar a la compasión de aquel ser, pidiendo que le dejara marchar, con la promesa de que diría a los demás que allí no había nada, que todo era una leyenda, con el fin de que la dejaran tranquila.

La voz acabó adoptando un tono innegablemente terrorífico y diabólico, gritando que le dejaría marchar, pero completamente enloquecido por las pesadillas que le iba a hacer sufrir. De lo que parecía la cabeza de aquella sombra siniestra surgió la cara de una mujer anciana, de semblante 230


triste y sombrío, ojos en blanco, pústulas y llagas en su piel arrugada y amarilla, por las que asomaban hediondos gusanos, y unos dientes negros y purulentos, conformando una visión abominable. El monstruoso ser comenzó a dar vueltas alrededor de Antonio cada vez más velozmente, rodeándole en un torbellino demoníaco que le hizo gritar y llorar de dolor mientras se llevaba las manos a la cabeza, hasta que acabó por desmayarse.

Despertó Antonio en medio de un mareo y un dolor de cabeza considerables. No sabía dónde estaba. Entre nebulosas vio que se le acercaba una mujer jóven vestida con una bata blanca, que le preguntaba que tal estaba. Él contestó que estaba bien, aunque estaba claro que era mentira. Ya recuperando un poco la visión y la consciencia, se dio cuenta de que estaba tumbado en una camilla de hospital. Le preguntó a la mujer qué había pasado y dónde estaba, la cual contestó que estaba en la enfermería del colegio, puesto que un profesor, al bajar al "Sótano 2" a coger material audiovisual en uno de los almacenes, se le encontró sin conocimiento y malherido al final del tramo de escaleras, como si se hubiera caído por ellas.

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Como por acto reflejo se tocó la cabeza, para comprobar que tenía el cráneo totalmente vendado, como si fuera un turbante. Le dolió mucho al tocarse. De hecho, la enfermera le aconsejó que no lo hiciera, puesto que había llamado a una ambulancia para que le llevaran al hospital más cercano, con el fin de hacerle algunas pruebas y corroborar si todo estaba bien o había algún problema. De igual manera, sus padres también estaban avisados, por si alguno de ellos pudiera ir a acompañarle.

Entretanto, la mujer le preguntó qué hacía a la hora del recreo en aquella escalera, puesto que estaba prohibido para los alumnos, salvo causa justificada, estar en el interior de los edificios durante ese intervalo de tiempo. El muchacho contestó con sinceridad que no recordaba nada. La enfermera prosiguió, diciéndole que se le había encontrado en uno de los bolsillos de su pantalón el manojo de llaves de ese sótano, perteneciente al conserje. Antonio, realmente extrañado, contestó que no recordaba nada de nada desde que salió al patio para el recreo. A partir de ahí no se acordaba de nada hasta ese mismo momento de despertar en la enfermería.

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En esos momentos llegó el conserje acompañado de dos enfermeros vestidos de verde. Viendo que estaba consciente, le invitaron a sentarse en una silla de ruedas. Le sacaron de la enfermería y le cargaron en una ambulancia que había fuera esperando para llevarle al hospital. En esas llegó su madre corriendo, visiblemente preocupada y nerviosa. Se presentó ante los enfermeros como la madre del afectado y, sin dudarlo, la permitieron subir a la parte trasera de la ambulancia, donde estaba su hijo, al que besó y abrazó emocionada en cuanto le vio, preguntándole qué había pasado, si es que le habían empujado. Él contestó que, por lo poco que sabía, al parecer se había caído, pero que no se acordaba de nada.

Ya en el hospital, diversas radiografías y escáners dieron como resultado una fuerte contusión en la cabeza, sin rotura alguna, afortunadamente, aunque con pérdida de memoria de los momentos anteriores al suceso. A pesar de que no parecía excesivamente grave, los siguientes días hubo de pasarlos en cama, sin poder asistir al colegio, afectado por fuertes dolores de cabeza y ciertas pesadillas que no era capaz de explicar con claridad, puesto que eran como muy abstractas y enrevesadas. 233


Tras una semana, y gracias a una numerosa ingesta de medicamentos contra las migrañas, se sintió dispuesto a regresar al colegio, pero su vuelta fue más agria de lo que pensaba, ya que los dirigentes del colegio habían investigado el hecho de que fuera encontrado con el manojo de llaves del conserje, agravando aún más la situación el hecho de que hubiera desaparecido la llave del cuarto del final del pasillo, de la que sólo existía esa copia. De este modo, tanto el director, la secretaria y el conserje le citaron en el mismo despacho de Dirección, donde le acribillaron a preguntas, como si fuera un interrogatorio policial. El muchacho contestó a lo que pudo, pero le fue imposible recordar nada de lo sucedido, aunque le insistieron una y otra vez tergivesando las preguntas para ver si le pillaban en algún renuncio, pero viendo que no daba resultado, decidieron desistir. Teniendo en cuenta como antenuante el hecho de que dicha amnesia estaba diagnosticada médicamente, simplemente le expedientaron, sin castigo mayor de expulsión o similar.

Cuando por fin le dejaron regresar a su clase, fue recibido por sus compañeros con gran alegría y alborozo, que no 234


tuvieron en cuenta ninguna de las acusaciones que se habían vertido sobre él. Simplemente le preguntaron por su salud, haciendo cierta mofa sin maldad sobre si la falta de memoria que había tenido le iba a afectar en los estudios.

Paradójicamente, al igual que Antonio había sufrido esa amnesia, algo cambió también en los demás, no hacia él, sino hacia la leyenda de la monja fantasma, que fue olvidada por todos. Como si al perderse la llave de ese cuarto se hubiera perdido también ese recuerdo.

De este modo, la monja fantasma pudo morar con tranquilidad en su habitación por toda la eternidad... o al menos eso pretendía al hacer desaparecer la llave y demás, pero su destino iba a ser muy diferente, ya que en el "más allá" advirtieron que ese espíritu ya no tenía ninguna misión que cumplir en la dimensión terrestre, por lo que, tras valorar sus acciones en vida, y en muerte, fue enviada sin compasión al mismísimo Infierno a través de una llamarada sobrenatural que surgió instantaneamente del suelo y la engulló vorazmente entre alaridos de sufrimiento.

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Ahora ya sí, la malvada monja estaba donde le correspondía para pagar eternamente por todos sus pecados, mientras que su cuarto, cerrado y olvidado, se fue deteriorando año tras año por las humedades, hasta que una noche cualquiera se vino abajo, quedando cubierto todo por los escombros. Este hecho no fue advertido por nadie del colegio. Es más, el Centro siguió funcionando normalmente, sin alteraciones derivadas de ese suceso, dando la impresión de que aquel cuarto maldito era una especie de microverso ajeno al Mundo y al Universo... o al menos a este mundo y a este universo.

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LA BESTIA DEL BOSQUE

Tres buenos amigos, hartos de la monotonía de sus vidas y ávidos de nuevas sensaciones y aventuras, decidieron dejarlo todo, reunieron todos sus ahorros y se marcharon a recorrer mundo juntos, cual intrépidos exploradores. De siempre habían tenido una inquietud mutua por las aventuras y el riesgo, y en numerosas ocasiones habían hablado sobre la posibilidad de poder hacer realidad ese deseo común.

Así pues, tras varias semanas de preparación, se pudieron en marcha para comenzar una vida nueva, sin ataduras ni vivienda fija, tan sólo viviendo de sus aventuras y alimentándose de lo pudieran ir cogiendo por el camino.

Una noche, decidieron acampar en un espeso y oscuro bosque. Buscaron un lugar lo más limpio y despejado posible para plantar sus tiendas de campaña y hacer una fogata. Tras cenar unos jugosos entrecots de ternera que habían comprado aquella tarde a un tendero de un pueblo por el que habían pasado, decidieron preparar sus sacos de 239


dormir y acostarse, con el plan de despertarse con el amanecer del día para reanudar el camino antes de que el calor del Sol comenzara a apretar.

Ya de madrugada, uno de los exploradores llamado Jan, se despertó tras percibir entre sueños como si alguien o algo estuviera merodeando y gruñendo cerca de las tiendas. Miró por una abertura de la tienda, pero no vio nada fuera, tan sólo los últimos rescoldos de la hoguera y las tiendas de sus amigos totalmente cerradas y con signos de estar todo tranquilo y en calma. Aun así, decidió salir de la tienda para dar una vuelta, ya que en el interior de ésta el calor era bastante notable. De hecho, la noche también era calurosa y húmeda a la vez en aquel bosque tan tupido que casi no se veía ni la luz de la Luna por entre los ramajes de los árboles, lo que provocaba un incómodo y pegajoso sudor por todo el cuerpo y una exasperante sensación de agobio.

Tras un rato caminando por los alrededores del campamento, Jan pudo distinguir en el suelo varias huellas grandes y profundas que indicaban ser de un animal de gran tamaño. Por curiosidad, empezó a seguirlas, hasta que en la corteza de un viejo y enorme roble, pudo ver la señal 240


evidente de un zarpazo bestial, que se había hundido de manera extraordinariamente profunda en las entrañas del árbol, dejando las garras bien marcadas. Gracias a sus conocimientos sobre la vida animal y demás, Jan pudo distinguir que ese rastro era el de un oso, pero por las dimensiones, tanto de las huellas como de los destrozos, parecía que el plantígrado sería de un tamaño mayor aún que lo que suele ser normal en esos animales, tratándose posiblemente de un oso de mucha edad o incluso de un "grizzlie".

Jan continuó caminando lentamente, intentando no hacer ruido al pisar algunas hojas y ramas que yacían por todo el suelo, escuchando el extraño y tenso silencio que se cernía sobre él. De repente, la calma se rompió cuando se empezaron a agitar violentamente algunos arbustos y árboles que se encontraban frente a él y salieron corriendo de entre ellos gran cantidad de pequeños animales, como conejos, ardillas, y tejones, escapando visiblemente atemorizados en todas direcciones, como una pequeña jauría.

Jan estaba desconcertado ante aquel espectáculo, pero 241


pronto descubrió el porqué de aquella estampida cuando, en un movimiento absolutamente salvaje y destructivo, dos árboles se troncharon por la mitad literalmente, para dejar paso a un gigantesco plantígrado que surgió de entre la vegetación como un coloso, rugiendo con una furia inaudita y levantándose sobre sus dos patas traseras para superar claramente los tres metros de altura. Sin lugar a dudas, era un animal hiperdesarrolado para lo que son los cánones normales en esa especie.

Tras aquella imponente muestra de fuerza y poderío, el oso, preso de un incontrolable instinto que surgía desde sus más primigenios adentros, se abalanzó sobre Jan como un veloz y mortal huracán. Jan intentó esquivar el ataque, pero un manotazo del animal le alcanzó de refilón en un brazo, provocándole una fea herida que enseguida comenzó a sangrar abundantemente. Aquello pareció motivar aún más al plantígrado, que se dispuso a realizar un nuevo ataque. Jan se encontraba sentado en el suelo, dolorido por el golpe y por la herida, cuando se dio cuenta de la que se le venía encima nuevamente. Estaba mermado físicamente para poder esquivar de nuevo la avalancha peluda y poder escapar, así que vio el momento de utilizar la astucia y la inteligencia humana para intentar contrarrestar la 242


monstruosa fuerza de aquel animal enloquecido cuando notó que estaba tocando un tronco de considerable anchura y dureza que estaba en el suelo. Miró de reojo y comprobó que también tenía una buena longitud y que terminaba en una punta bastante acentuada y astillada. Pensó que aquel tronco que seguramente se partió de alguno de los árboles cercanos le podría servir como una improvisada y magnífica arma.

En aquel mismo instante, el animal decidió romper los pensamientos de Jan atacando despiadadamente a aquella presa que veía tan fácil y desvalida. En aquellas décimas de segundos, el atemorizado hombre sólo acertó a levantar rápidamente el tronco y empujarlo hacia adelante con todas sus fuerzas, con el lado de la punta hacia afuera. No pudo evitar cerrar los ojos fuertemente y pensar que fuera lo que el destino quisiera. En ese momento, sólo pudo escuchar un crujido sordo y hueco, así como una especie de aullido gutural y desgarrado. También notó como si una sustancia líquida y calenturienta se derramara por su mano.

Abrió despacio los ojos, pero sólo pudo ver como una especie de sombra le cubría. Levantó la cabeza ligeramente 243


hacia arriba para comprobar que se trataba del úrsido, que se encontraba herido de muerte, con el tronco clavado en su garganta, de la que chorreaba gran caudal de sangre que se derramaba por la madera, que aún estaba siendo sujetada por las temblorosas y también ensangrentadas manos de Jan. Éste salió como pudo de debajo de aquella enorme montaña de pelo y músculo, dejándole al animal prácticamente en los últimos momentos de su vida.

Exhausto, asustado y manchado de sangre y sudor, Jan intentó recomponerse y reorientarse para encaminarse hasta el campamento. Tras un rato mareado y perdido, logró encontrar las tiendas de campaña y, ni corto ni perezoso, despertó a sus amigos, que descansaban ajenos a todo lo sucedido. Lógicamente, sus compañeros se asustaron al verle herido, ensangrentado y con la ropa sucia y hecha jirones, así que sacaron rápido el botiquín que llevaban y le limpiaron, curaron y vendaron las heridas, mientras él les relataba todo lo que había sufrido con gran excitación y nerviosismo.

Al terminar, decidieron ir al lugar de los hechos para ver "in situ" al animal. Jan les guió no sin dificultades, ya que en 244


medio de la oscuridad reinante le costó un poco ubicar la dirección correcta. Al llegar, los amigos quedaron alucinados al ver las dimensiones del plantígrado que yacía en suelo todo lo largo que era, ya muerto. En un principio pensaron en quitarle la piel al oso para poder fabricarse alguna prenda de abrigo, pero al final desistieron, derrotados por el cansancio y por la dureza cutánea del úrsido, que resultaba casi imposible sacarle un trozo de piel medio entero.

Según volvían de regreso al campamento, los amigos no acababan de salir de su asombro e iban ensalzando sin cesar a su compañero por la enorme valentía, arrojo y astucia demostrados en un momento tan crítico. Intentaron volver a descansar en sus tiendas, pero les resultó imposible, así que pasaron el resto de la noche charlando animadamente y cantando para celebrar que su gran amigo Jan había vuelto a nacer aquella noche.

Al amanecer, tal y como habían planeado, recogieron todos sus enseres y prosiguieron su camino sin rumbo fijo, en busca de más aventuras y vivencias para disfrutar y recordar. 245


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LOS DOS HÉROES

Esta es la historia de dos niños llamados Manuel y Luis que eran hermanos y llevaban una vida infeliz a causa de su exigente y tiránica madre, que no hacía más que mandarles recados y trabajos de lo más duro y complicado, mientras ella se iba de compras a derrochar la fortuna que les dejó su fallecido padre en artículos de lujo y tratamientos de belleza. Además, les tenía controlados en todos los aspectos y sólo les dejaba salir a la calle cuando tenían que ir obligatoriamente a hacer algún tipo de recado.

Ni siquiera iban al colegio. Cada día iba a su casa una amargada y vetusta institutriz que les enseñaba según los designios de la madre. No quería que supieran demasiado sobre nada, sólo lo básico, simplemente para que no acabaran siendo más listos que ella y pudieran aprender a protestar o a rebelarse. Debido a todo esto, lógicamente no tenían amigos, ya que su madre no toleraba el contacto con otros niños y no les permitía tener influencia de nadie que no fuera ella. No hace falta decir que les tenía totalmente restringido el acceso a todo tipo de aparatos electrónicos de entretenimiento, como el televisor, ordenador y demás. 249


Pero, por supuesto, los niños no eran tontos en ningún modo, y tenían inquietudes culturales más allá lo que les enseñaban en casa. Poseían cada uno un carnet de la biblioteca del barrio que se habían hecho en secreto, y en cuanto su madre les mandaba a hacer algún recado fuera de casa aprovechaban para hacer lo mandado lo más rápido posible y se iban allí a leer algo de algún libro, aunque fueran apenas diez minutillos.

Un día cualquiera que iban a hacer sus recados cotidianos, vieron como una banda de hombres enmascarados y armados salían violentamente y velozmente de un banco, sin duda tras haberlo robado. La alarma sonaba atronadora mientras los ladrones subían apresuradamente a un furgón gris que les estaba esperando en marcha. Los niños se acercaron rápidamente a la escena y pudieron comprobar que no había ninguna persona herida, ni por parte de los empleados de la entidad ni por parte de los clientes que casualmente se encontraban allí en ese fatídico momento. Eso sí, estaban todos con un susto considerable.

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Manuel y Luis no sabían qué hacer, cuando en ese momento llegaron dos coches de policía al lugar del crimen. Los niños se presentaron y les contaron a los agentes que ellos habían sido testigos de lo sucedido. Les comentaron todos los datos de lo que habían visto, desde que eran tres los ladrones más uno que les esperaba en el furgón gris, hasta la marca, el modelo y la matrícula del vehículo. Incluso los chicos se ofrecieron para acompañar a los agentes en la investigación. En un primer momento éstos se negaron, pero tras insistir un par de veces, acabaron aceptando, sobre todo viendo que la inteligencia y perspicacia de aquellos críos podía ser de utilidad. Subieron todos a los coches y se lanzaron a investigar el paradero de los maleantes.

Rápidamente, los policías pidieron refuerzos para intentar controlar todas las salidas de la ciudad e interceptar a un furgón gris con una matrícula concreta.

La búsqueda por toda la ciudad era árdua y se estaba alargando más de lo planeado, y tanto los muchachos como los policías ya daban señales de cansancio. Fue en ese momento cuando los chicos pudieron ver medio de refilón 251


algo parecido a un furgón gris que estaba aparcado en un oscuro, estrecho y sucio callejón lleno de basuras. Les pidieron a los agentes que pararan, ya que les había parecido ver algo. Así hicieron. Bajaron todos de los coches y se dirigieron hacia aquel callejón húmedo y angosto.

Efectivamente había un furgón grisáceo que estaba rodeado de cubos de basura y cajas sucias, así como cubierto casi todo por bolsas de basura y demás desperdicios, lo que indicaba que lo habían puesto así adrede para camuflarlo. Se dispusieron a retirar un cubo de basura para comprobar la matrícula, y efectivamente pudieron ver que coincidía totalmente con la que buscaban.

Ahí ya pensaron que los criminales no podían andar muy lejos, por lo que buscaron algún tipo de acceso o puerta que hubiera en el mismo callejón, y pudieron ver que muy al fondo del callejón, entre multitud de basura amontonada, había una pequeña puerta que daba aspecto de mohosa y carcomida. Y así era. Pero cuando se acercaron nadando literalmente entre todos los desperdicios, vieron que la cerradura estaba limpia e indicaba que había sido instalada recientemente. Ni cortos ni perezosos los policías lograron 252


derribar y arrancar literalmente la puerta a base de patadas.

Accedieron sigilosamente al lugar arma en mano, mientras pedían a los niños que se quedaran fuera, aunque éstos hicieron caso omiso y se decidieron a seguirles, aunque a una distancia prudencial. Fueron subiendo despacio las desvencijadas escaleras, que chirriaban a cada paso que daban.

Llegaron al primer piso y fueron caminando despacio por los pasillos, entrando sin demasiada dificultad en los pocos pisos que había, ya que casi todos tenían las puertas rotas o directamente arrancadas. En esa planta no había nada ni nadie, así que decidieron subir a la segunda y última planta del inmueble, utilizando el mismo método. Nada, ni rastro.

Se disponían a proseguir la búsqueda por otros lares cuando Manuel entrevió en una pared una especie de raja rectangular de alrededor de un metro de altura y cincuenta centímetros de ancho. La abertura era realmente fina y el rectángulo era del mismo color y textura que el resto de la pared, por lo que era bastante complicado poder 253


distinguirla. El muchacho llamó a su hermano Luis, y ambos pensaron que esa podría ser una pista definitiva para encontrar a los ladrones.

Se lo comentaron a los policías, que ya estaban prácticamente preparados para irse, y se acercaron con curiosidad. Estuvieron mirando la abertura un buen rato, y llegaron a la conclusión de que se trataba de una especie de puerta secreta, ya que al golpear suavemente con sus porras, comprobaron que el sonido era más hueco que el del resto de la pared del piso. Intentaron empujar de varias maneras para ver si podían mover aquello, pero no se movió ni un ápice. Pararon un momento a descansar y a intentar pensar en como podrían abrirlo.

A los chicos se les ocurrió que tal vez pudiera haber un mecanismo secreto que se accionara al mover algún objeto de la habitación, como en tantos libros de misterio y suspense que habían leído en secreto, sin que su madre se enterara. Enseguida, todos se pusieron a mover los pocos objetos que había en la habitación, tanto los muebles como los libros, jarrones y demás objetos decorativos. Pisaron también por todo el suelo entarimado y miraron bajo la 254


alfombra, por si hubiera algún detector que, al pisar o al tocar se accionara. Nada de nada. Todo el esfuerzo fue en vano.

Estaban todos cansados, frustrados y enfadados por no poder lograr el objetivo. Uno de los agentes no pudo resistir los nervios y se abalanzó con tremenda fuerza y furia hacia el rectángulo de la pared, propinándole una patada bestial mientras profería un insulto del todo irreproducible.

Nada se movió... en un primer momento, porque pasados un par de segundos tras el fenomenal golpe, se pareció escuchar un pequeño "click" que venía del interior de aquella especie de puertezuela, que comenzó a entreabrirse suavemente. Todos se quedaron estupefactos y, sin pensarlo, accedieron despacio al interior, agachándose para poder entrar. Estaba todo absolutamente oscuro y hedía a humedad salvajemente. Los agentes encendieron sus linternas para poder ubicarse en el lugar, y pudieron vislumbrar una considerable escalera de mano, de hierro muy oxidado y que subía hasta una especie de trampilla de madera. 255


Silenciosamente comenzaron todos a subir, pensando que los delincuentes estaban más cerca que nunca. El primero de los agentes que llegó arriba intentó empujar suavemente, y aunque en un principio la madera se quedó un poco encajada debido a la humedad, al empujar un poquito más fuerte pudo abrir una rendija ínfima pero suficiente para ver lo que allí había o acontecía. Y finalmente dieron en el clavo. Allí estaban los cuatro malvados, en esa pequeña habitación abuhardillada forrada de listones de madera, desencapuchados y sentados todos ante una sencilla mesa de madera llena de fajos de billetes. Se les veía muy enfrascados en lo suyo, hablando entre ellos y fumando como cosacos, llenando aquel habitáculo de una espesa nube tóxica. También se podían ver varias sacas de dinero por el suelo, así como las armas que habían utilizado para el robo apoyadas en una pared y tumbadas en el suelo.

El agente que había visto todo el paisaje les hizo una señal a los demás de que se prepararan para atacar, que los ratones estaban en la madriguera. Así, como impulsados por una invisible fuerza guerrera, entraron todos armas en mano, propinando un gran golpe a la trampilla y apuntando 256


a los ladrones, dejándolos estupefactos y sin respuesta alguna. Se rindieron "ipso facto" y los policías procedieron a colocarles las esposas.

Tras esto, fueron bajando todos despacio: Los chicos bajaron primero, mientras que posteriormente descendieron los criminales, escoltados por dos policías delante y otros dos detrás. Cuando ya salieron todos a la calle y estaban a punto de meterse en los coches, los malvados se revolvieron, propinando sendos empujones y patadas a los agentes, tirándolos al suelo, mientras escaparon a toda prisa corriendo, con las esposas aún puestas.

Los dos niños se percataron de todo aquello y no dudaron en perseguir a los cuatro indeseables para apresarlos, pero éstos se metieron dentro de una frutería que estaba abierta para despistar a los chicos, dándole un soberano susto a la encargada de la tienda, a la que amenazaron mientras se metieron en el almacén del comercio. La pobre señora sólo acertó a asomarse tímidamente por el escaparate por si veía a alguien al que pedir ayuda, mientras rebuscaba nerviosa en sus bolsillos para intentar llamar a la policía con 257


su teléfono móvil.

En ese momento pasaron los chicos corriendo, mirando a todos lados por si veían a los delincuentes, y vieron que la mujer les hacía señas desde dentro de la tienda, dando a entender que estaba en peligro y necesitaba ayuda. Los muchachos sospecharon rápido que el nerviosismo de la tendera tenía que ver bastante con lo que estaban buscando, así que hicieron un gesto de aviso a los policías, que llegaban corriendo detrás, aún un poco doloridos por los golpes recibidos. Entraron despacio en la tienda, arma en mano, mientras la pobre señora, casi llorando, les hacía gestos de que estaban en la trastienda.

Los agentes se aproximaron lentamente hasta la puerta del almacén, dos por cada lado, contaron mentalmente hasta tres e irrumpieron furiosamente en el interior, localizando enseguida a los malhechores tras unas cajas, aún con las esposas puestas. Los agarraron violentamente y los sacaron de la tienda prácticamente arrastras, mientras en la calle les esperaba un furgón de policía que anteriormente habían pedido como refuerzo, donde los metieron y encerraron, al tiempo que los malvados 258


proferían toda clase de insultos.

Tanto los policías como los muchachos no pudieron por menos que pedir disculpas a la sufrida tendera por el gran susto y las molestias ocasionadas. La mujer, claramente emocionada, les obligó a que aceptaran unas buenas bolsas llenas de frutas como agradecimiento. En principio, se mostraron reticentes a aceptar el obsequio, pero la insistencia de la frutera fue tal que no les quedó otra opción.

Una vez que salieron a la calle, comprobaron que los agentes de refuerzo ya se habían ido en el furgón, prestos a llevar a los ladrones a la comisaría. Así pues, bolsas repletas de fruta en mano, se encaminaron hasta sus coches de patrulla, que habían quedado donde el refugio de los "cacos", aproximadamente a unos quinientos metros.

Al llegar a los vehículos, los agentes les pidieron a los chicos que les acompañaran a comisaría, no por nada malo, sino para recompensarles de alguna forma por la ayuda y los servicios prestados. Éstos aceptaron de buena gana y 259


fueron con ellos.

Ya en la comisaría, pudieron ver por un momento como varios policías llevaban a los ladrones por un estrecho pasillo blanco hasta que entraron todos dentro de una habitación con la puerta negra. Enseguida les requirieron por otro lado para acompañarles hasta el despacho del comisario, que quería hablar con ellos y felicitarles por todo. Así fue. El comisario se mostró firme pero amable y conversó distendidamente con ellos sobre lo audaces, inteligentes y, sobre todo, valientes que estuvieron en todo el proceso de investigación y captura. Los chicos estaban realmente orgullosos y encantados por esas palabras, pero mejor estuvieron cuando el comisario les ofreció la esperada recompensa en forma de una destacable suma de dinero para los dos, que los chicos recibieron en forma de cheque con una alegría inmensa.

Tras agradecer al comisario el obsequio se despidieron y se dirigieron directamente al banco más próximo donde pudieran cobrar el cheque. Ya con el dinero en la mano, se lo repartieron por igual y acordaron no decirle nada de esto a su madre cuando llegaran a casa, que ya les estaba 260


esperando visiblemente enfadada por la excesiva tardanza. Nada más entrar, el chaparrón de insultos, gritos, amenazas y reproches fue instantáneo, mientras los chavales aguantaban estoicamente sin decir nada sobre lo ocurrido.

Por suerte, aquel martirio lo interrumpió el sonido del teléfono. Lo cogió, como siempre, la madre, que estaba claramente encolerizada, pero ya se quedó totalmente estupefacta cuando le dijeron que preguntaban por sus dos hijos, Manuel y Luis, con el fin de hacerles una pequeña entrevista para un medio de comunicación. Los chicos se pusieron y contestaron a las preguntas que les hicieron sin problema alguno. Pero esa no fue la única entrevista que dieron, ya que aquella tarde llamaron hasta en cinco ocasiones de diferentes medios de comunicación locales con el mismo fin: Preguntar a los chicos sobre cómo habían vivido aquellos tensos y complicados momentos con tanta sangre fría y tanto saber hacer.

Por supuesto, la madre se quedó absolutamente alucinada y, con una mezcla de curiosidad y enfado, les preguntó a sus hijos el porqué de aquellas llamadas y aquellas entrevistas, que simplemente dijeron no saber 261


nada, que seguramente se habrían confundido con otros. Lógicamente, la madre no se lo creyó, pero lo dejó estar, hasta que al día siguiente, pudo comprobar por los periódicos la gran y fenomenal acción que habían llevado a cabo sus siempre denostados y despreciados hijos, que demostraron en esos momentos todos los buenos valores que nunca había visto en ellos su propia madre.

En días sucesivos, la cosa fue a más, cuando fueron a su propia casa tanto gente de televisión, radio y prensa, para hacerles diversos reportajes y entrevistas contando lo vivido y reconociendo los magníficos valores que habían demostrado. El punto culminante fue cuando, en un momento dado, les preguntaron si su saber estar y su gran corazón había sido fruto de la educación que les había dado su madre, y sin dudar un sólo instante, contestaron que sin las enseñanzas y el cariño de su madre ellos no habrían sabido ni podido hacer nada. La madre, que estaba presente, rompió a llorar de emoción viendo la enorme calidad humana de sus hijos, que habían aprovechado ese momento crucial y concreto para ensalzar a su progenitora y no para contar la verdad sobre el menosprecio y el trato deficiente que les daba cotidianamente, ya que realmente los chicos no sentían ni habían sentido nunca rencor hacia 262


ella, porque creían que eso les había venido fenomenal para empezar a valerse por ellos mismos desde muy pequeños y madurar rápidamente en la vida.

Ese momento tan especial y esclarecedor le abrió los ojos a la madre, que empezó a valorar a sus hijos como realmente se merecían, dándoles más confianza y ayudándoles a formarse como debía ser, inscribiéndoles en el mejor colegio que encontraron, donde pudieron potenciar sus virtudes en todos los sentidos, tanto académicamente como a nivel personal, ya que pronto hicieron buenas amistades.

Su gusto por el misterio y la investigación siguió acompañándoles durante el resto de sus vidas, ya que, tras pasar con éxito por el colegio y el instituto, pudieron estudiar en la Universidad su carrera predilecta, Criminología, la cual les llevó pronto a poder trabajar para la Policía, gracias a su talento innato y a los grandes conocimientos que poseían, llegando a ser unos de los detectives más requeridos, formando un equipo perfecto, mientras su madre se sentía orgullosa y feliz por tener unos hijos tan brillantes y buenas personas, que la seguían 263


queriendo y estaban a su lado como siempre, tanto ahora que les trataba fenomenal como en los tiempos mรกs duros y oscuros.

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PASARON SIN SALUDAR

La noche del 6 de Agosto de 1995, ocurrió algo espectacular y enigmático que sólo tuvieron la oportunidad de vivir un grupo de chavales que se encontraban pasando sus vacaciones veraniegas en un pueblecito muy pequeño de la sierra castellano-leonesa.

Por supuesto, este grupo de jóvenes tenían un nombre. A saber: Cristina, María, Ana, Eva, David, Félix y Ángel. Pero cuando estaban juntos les gustaba hacerse llamar "La Panda Perfecta" ("Perfect Troop").

La noche de marras se encontraban todos jugando y charlando, como cada noche tenían por costumbre, en unos bancos situados en la plaza del pueblo, y tomando unos refrescos que se habían comprado en el único bar que allí había.

De repente, fue María quién divisó una especie de estrella muy brillante a lo lejos, y dudosa preguntó a Ángel, su 267


hermano, si aquello era la Estrella Polar. Éste no supo contestar exactamente si realmente se trataba de la Estrella Polar, ya que la noche estaba muy despejada y el cielo entero parecía un manto repleto de estrellas muy brillantes, aunque ciertamente, aquella estrella, o lo que fuera, destacaba por su fulgor fuera de lo normal.

Así quedó la cosa, hasta que un rato después Cristina y María decidieron y a dar un paseo hasta un campo comunal cercano llamado El Lejío. Según iban dejando la luz de las farolas del pueblo y se adentraban en la oscuridad del camino que llevaba a El Lejío, vieron las dos que la estrella antes citada parecía cobrar movimiento y daba la sensación de irse haciendo poco a poco más, como si se estuviera acercando. Las dos chicas se quedaron como paralizadas observando aquella extraña cosa. Cristina intentó gritar el nombre de alguno de sus amigos, que se encontraban en los bancos de la plaza, ajenos a lo que estaba aconteciendo, pero tal vez por culpa del miedo no fue capaz de proferir sonido alguno. Como impulsadas por un resorte, optaron por salir corriendo lo más rápido posible en dirección al pueblo.

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En cuanto llegaron a donde estaban sus amigos, les contaron aquella cosa tan extraña y misteriosa que habían podido presenciar. Todos levantaron la vista hacia el cielo mientras hacían algún comentario jocoso sobre las dos chicas, dando escaso crédito a lo que les estaban contando, pero pronto pudieron comprobar que los necios eran ellos cuando pudieron ver un enorme cuerpo con forma tetraédrica que se deslizaba por el cielo iluminando la noche con sus ocho luces de distintos colores, y destruyendo el silencio con un sonido parecido al de un avión, pero aún más potente.

Por supuesto, todos se quedaron alucinados. Unos decían si se podría tratar de algún tipo de avión, aunque desde luego su forma rectangular no indicaba eso, ni tampoco su ausencia de alas de algún tipo.

Repentinamente, el extraño aparato frenó su lenta y suave marcha y se frenó en seco en medio del cielo. Quedó unos segundos como suspendido en el aire, y entonces ocurrió lo que terminó de asustar los muchachos cuando aquello empezó a girar hacia la dirección donde estaban ellos, y de la misma manera suave y lenta, comenzó a 269


desplazarse hasta quedar parado justo encima del lugar donde se encontraban, todo ello sin dejar de emitir ese sonido penetrante y sordo y sin dejar de destellear aquellas ocho luces infernales.

Como impulsados por un instinto primario de supervivencia, sin decir nada ni dar orden alguna, todos optaron por salir corriendo en distintas direcciones lo más rápido que podían sus piernas, escondiéndose como pudieron en distintos lugares.

Desde sus escondites pudieron observar como aquella cosa misteriosa y con aparentemente no muy buenas intenciones quedó quieta, parada, inerte en el cielo durante algunos segundos. Seguramente aquellos momentos fueron los más tensos y largos que hasta entonces habían sufrido los muchachos en sus cortas e incipientes vidas.

Finalmente, el extraño aparato comenzó lentamente a subir hacia arriba en dirección diagonal, mientras iba cogiendo cada vez más velocidad y se iba alejando, hasta acabar desapareciendo en el cielo como un rayo y dejando 270


un pequeño destello de luz.

Todos salieron tímida y lentamente de sus escondrijos y se reunieron nuevamente en el banco donde habían estado, aún con el susto en el cuerpo y sin dejar de mirar hacia todos las direcciones posibles del cielo, para asegurarse de que aquello se había ido realmente.

Se sentaron y se mantuvieron unos instantes en silencio, mirándose seriamente entre todos, como "flasheados" por lo que acababan de vivir, digiriendo en lo posible aquella experiencia, intentando recuperar el resuello tal aquel susto, o tal vez intentando buscar, cada uno en sus adentros, un razonamiento lógico y racional a todo aquello.

Está claro que ninguno podrá decir nunca que fue mentira lo de aquella noche, ya que lo que vieron era muy real y tangible para todos los sentidos, pero la pregunta que a todos les quedó pendiente es si fue cierto que recibieron la visita de seres reales del espacio exterior o fue tan sólo una jugada de sus imaginaciones la que les hizo pensar eso sobre algún tipo de aparato desconocido para ellos pero 271


con una explicaci贸n m谩s terrenal y concreta. S贸lo Dios lo sabe.

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EL MOLINO ENCANTADO

Se dice sobre este misterioso molino de agua que, hace muchos años, era un lugar muy transitado por las gentes del pueblo, e incluso de otros pueblos vecinos, que llevaban a moler el trigo para poder alimentar a sus familias y a sus ganados.

La familia que allí vivía y que regentaba el molino era de las más importantes y queridas de la comarca. El molino funcionaba día y noche, y siempre perfectamente. Era un lugar muy agradable para todos.

Pero todo cambió cuando la familia falleció en el mismo molino en circunstancias muy extrañas. No quedó ni uno.

Se rumorea que el padre fue encontrado entre las ruedas del molino, absolutamente destrozado. La esposa apareció en el río colindante al molino que hacía que se movieran los engranajes del mismo.

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Fue encontrada aproximadamente unos cien metros más hacia abajo, seguramente arrastrada por el gran caudal que llevaba el río en la época que ocurrieron los hechos, allá por finales del invierno. Costó mucho encontrarla, pues se encontraba en un rincón en forma de ciénaga, boca abajo y totalmente hinchada en el fondo de aquel lodazal, cubierta enteramente de barro y hierbas sucias. Cuando se la limpió el barro que la cubría, se pudo comprobar que tenía la cara totalmente desfigurada y el cuerpo acribillado a golpes, seguramente producidos por los choques contra las puntiagudas piedras que conformaban el cauce del río, y por la propia erosión del agua.

El matrimonio tenía dos hijos, que también fueron encontrados sin vida en el interior de la casa. Al parecer, la hija, que tenía unos 16 años, estaba cocinando algo en la cocina de butano que tenían, cuando su hermano pequeño, de unos 14 años, salió del baño tras acabar de ducharse, evidentemente con el cuerpo aún húmedo, y al dar el contacto de la luz se produjo un cortocircuito, con lo cual el niño sufrió una electrocucción que le mató al instante. El propio cortocircuito formó un incendio que se propagó velozmente hasta la cocina, que estaba cercana al baño. A causa del gas que estaba encendido se provocó una gran 276


explosión, que produjo la rotura de una tubería por la que pasaba el agua de la presa a las ruedas del molino y posteriormente al río, por lo que se inundó toda la casa, llenando todo el lugar de agua electrificada, sin duda altamente peligroso.

Desde luego aquello se convirtió en unos segundos en un paisaje dantesco. De la madre y de los hijos se pudieron recuperar más o menos los cuerpos enteros, pero del padre, la muerte más misteriosa e ilógica, si cabe, tan sólo se pudieron recuperar algunos huesos y vísceras, puesto que las ruedas del molino no habían dejado prácticamente nada servible para que la policía pudiera investigar sobre ello.

La explosión que se produjo se pudo oír desde el pueblo, aunque se encontraba a una distancia considerable del molino. La alarma saltó entre los vecinos y enseguida se personaron en el lugar tanto la policía como bomberos, ambulancias y gentes del pueblo, que llegaron dispuestos a ayudar en lo posible. El acceso al molino no fue nada fácil para coches y camiones, dado lo irregular del terreno y lo angosto y estrecho de la callejilla que llevaba al lugar. Desde luego tampoco faltaron varios periodistas de diversos 277


medios comarcales, dispuestos a informar sobre lo allí acontecido.

El lugar de la catástrofe fue arreglado y acondicionado, por lo menos para que el molino siguiera funcionando y no se quedaran sin su servicio aquellos que pudieran necesitarlo.

Se siguió hablando de todo lo sucedido durante un tiempo, pero como casi todo, el tiempo fue mitigando el dolor y dejándolo en el recuerdo colectivo como un hecho que, desgraciadamente, ocurrió. Así fue, hasta que, diez años después, el molino estaba empezando a deteriorarse muy seriamente, puesto que la gente ya no lo usaba, ya que resultaba más sencillo comprar sacos de trigo ya molido que tener que moler el cereal.

Al poco tiempo, llegó al pueblo un importante hombre de negocios proveniente de Nueva York, que buscaba un lugar tranquilo y solitario para descansar y para disfrutar de un merecido retiro, tras muchos años de prolíferos y fructíferos negocios, que lo habían dejado realmente satisfecho para 278


poder vivir sin problemas el resto de su vida, pero también hastiado y necesitado de otras ilusiones diferentes a lo que pudiera aportar el propio dinero.

Sin duda vio en el molino un lugar ideal para asentarse y decidió comprar el lugar. Lo reconstruyó totalmente, dándole un toque moderno y actualizado por dentro, pero respetando el estilo rústico antiguo de la estructura original. Como un acto de romanticismo, renovó igualmente el mecanismo del molino, aunque no lo puso en funcionamiento, ya que la presa por donde caía el agua fue taponada y el río volvió a su cauce natural, por lo que prefirió dejarlo tal cual estaba.

Por supuesto, el hombre no sabía nada del trágico pasado que tuvo el lugar, y tampoco ningún vecino quiso decirle nada para no incomodarle, ya que enseguida cayó bien entre la gente del pueblo, mostrándose como un hombre que aunque le gustara la tranquilidad, no dudaba en interesarse por todo lo concerniente al pueblo y era realmente accesible, amable y simpático con todo el mundo, por lo que la gente no vacilaba a la hora de poder ayudarle en todo lo que necesitara, tanto en la construcción 279


del lugar como con diversas ideas, para que el sitio fuera lo más fiel posible a como era originalmente, que era lo que pretendía él, ya que tenía deseos de una vivienda rural, tras tantos años entre modernos rascacielos y edificios "inteligentes". Al final quedó un lugar precioso, como no podía ser de otra manera.

El hombre se trajo consigo dos guardaespaldas que en apariencia parecían muy serios, ya que simplemente hacían su trabajo lo mejor posible, pero una vez que se dieron a conocer se descubrieron como dos personas también muy agradables y accesibles.

Por lo que comentaba el hombre, por lo visto estaba separado y tenía dos hijos, ambos varones y además gemelos, de unos 12 años, que finalmente habían decidido quedarse en Nueva York con la madre. El hombre realmente era español, pero se había trasladado muy joven a Estados Unidos para estudiar, llegando a quedarse allí para realizar su carrera profesional, formando familia y logrando además un importante acento de aquellos lares, por lo que sorprendió gratamente a la gente cuando reveló sus verdaderos orígenes españoles. 280


Al parecer, contó también el hombre, su matrimonio se rompió tras muchos años felices a causa de cuestiones de trabajo, al destinarle a España para un tiempo, teniendo que dejar allí a la esposa y a los hijos. Todo fue más o menos bien durante unos meses, hasta que por cuestiones del azar, se enteró de que su mujer había iniciado una relación con otro hombre y quería separarse de él y quedarse con la custodia de los niños. Tras mucho sufrimiento y papeleos, lograron la separación. Fue entonces cuando se prometió a sí mismo que durante un buen tiempo prefería vivir sólo antes de volver a pensar en el amor.

Pero sus planes se torcieron apenas pasado un mes de vivir en la nueva casa, abandonándola tras recoger sus pertenencias a toda prisa y jurando que ese lugar estaba maldito. Contaba horrorizado historias que tanto él como sus guardaespaldas habían vivido, como que por las noches se oían ruidos extraños, como si el molino hubiera vuelto a funcionar, como si las pesadas ruedas de piedra volvieran a girar como antaño. También decían oír gritos y gemidos tan claramente que parecía que lo que fuera o quien fuera que producía esos sonidos estaba muy cerca de ellos. Para nada 281


podían achacarlo al viento o cosas así, porque se notaba que ciertamente eran voces, pero no humanas, sino más bien espectrales.

También ocurrían hechos de este tipo durante el día, como estar todos en el jardín y mirar en un momento dado hacia las ventanas de la casa y ver que las cortinas cimbreaban de manera violenta, como si alguien estuviera observando desde dentro, sin haber nadie en el interior, por supuesto; o cosas que se cambiaban de sitio o que simplemente desaparecían de donde estaban para posteriormente volver a aparecer en los lugares más insospechados sin que nadie se percatase de nada; o que al dar el contacto de la luz saltaran chispas o que se fuera la corriente eléctrica repentinamente, para volver al cabo de unos minutos; o que al abrir la llave del agua del lavabo o de la ducha saliera el agua abrasadoramente caliente o heladoramente fría. Estos últimos hechos relatados con la electricidad o el agua podrían catalogarse más bien como fallos técnicos, y así fueron puestos en oídos y en manos de diversos electricistas y fontaneros en más de una ocasión, pero ninguno de ellos encontró ningún tipo de avería por ningún sitio. 282


Así, iban sucediendo hechos de este tipo, pero sin tampoco darle nadie mayor importancia, hasta que dos días antes de anunciar su marcha de manera fulminante e irrevocable, el buen hombre tuvo la desgracia de vivir, junto con sus guardaespaldas, la experiencia más horrorosa y terrorífica que jamás pudo imaginar.

Eran sobre las cuatro de la mañana cuando volvía en su coche de disfrutar de las fiestas del pueblo, que eran esa misma noche. Conducía uno de los guardaespaldas el flamante y potente coche mientras el otro iba en el asiento de atrás, junto al hombre. Cuando llegaron al molino oyeron un ruido sordo y constante, como un traqueteo. Al parar el motor del vehículo pudieron constatar claramente que se trataba del mecanismo del molino, que se oía funcionar. Dejaron el coche a la entrada de la parcela y fueron raudos hacia la parte trasera de la casa, donde estaba situado todo el conglomerado de ruedas del molino.

Lo que allí encontraron era lo peor que cualquiera hubiera podido soñar en una pesadilla: La familia al 283


completo, tal y como habían muerto. La madre apareció totalmente empapada, con la cara deformada, llena de golpes, igual que el cuerpo, lleno de llagas gangrenadas y las ropas raídas y llenas de barro. Los niños pululaban por allí con las ropas y el cuerpo todo carbonizados y empapados a la vez, con los pelos erizados como púas y con los ojos inyectados en sangre y abiertos como si estuvieran a punto de salirse de sus cuencas, expresando mucho sufrimiento. Y si esto parece poco, habría que ver al padre, con la cabeza totalmente aplastada, medio cerebro fuera y los ojos literalmente colgando, con un brazo roto hasta la altura del hombro y el otro hasta el codo, igual que las piernas, con los huesos saliendo por fuera, y el tórax totalmente quebrado y las vísceras saliendo y colgando por entre la ropa hecha trizas.

Allí estaban todos. La madre ayudando al padre en el molino y los niños jugando por el jardín, como en vida, pero con un tono realmente macabro.

Lo primero que pensó el hombre es que se trataba de unos gamberros del pueblo con unos disfraces muy buenos, así que cogió un palo que había en el suelo y se lo tiró al 284


padre, pero cuando vio que la estaca le atravesaba como si se tratara de humo y toda la familia se giró de manera claramente amenazadora hacia él y sus guardaespaldas, la cosa se tornó realmente difícil.

El padre cogió un hacha que estaba clavada en un tronco, arrancándola con una facilidad pasmosa, simplemente con una sola mano. La madre cogió una barra de hierro que terminaba en un pincho afiladísimo, al tiempo que proferían gritos y aullidos mientras decían con voz cavernosa "¡Fuera de nuestra casa!. ¡Fuera de nuestro hogar!". Sonidos fantasmales que helaban la sangre del hombre y sus guardaespaldas mientras huían despavoridos hacia el coche. Durante la frenética huida uno de los guardaespaldas fue herido en un brazo por el hacha del padre, sangrando en abundancia y evidenciando que todo aquello era muy real.

Subieron al coche invadidos por el terror, y justo al arrancar, el pincho que portaba la madre impactó tremendamente contra el cristal del conductor, rompiéndolo en pedazos, aun siendo un cristal blindado. El conductor sufrió pequeñas heridas por cortes de cristal en la cara y las manos, mientras el hombre se encontraba en el 285


asiento de atrás intentando cortar con un pañuelo la hemorragia del guardaespaldas que había recibido el hachazo.

Mientras escapaban raudos, podían ver por los retrovisores y por el cristal trasero como los diabólicos niños les hacían burla, mientras los padres levantaban amenazadores sus armas.

Al llegar al pueblo, toda la gente se quedó estupefacta al ver el estado tanto del coche como de sus ocupantes. El hombre estaba en un estado de "shock" y de nervios que le impedía articular una sílaba. Estuvieron allí un rato curándoles e intentando que se tranquilizaran y contaran que es lo que les había pasado para estar así, mientras llamaron a una ambulancia para que les atendieran mejor.

A la mañana siguiente, ya curados y más calmados, y tras estar sin pegar ojo en toda la noche, el hombre llamó a través de su teléfono móvil para que acudiera un camión de mudanzas, puesto que ya había decidido que no podía aguantar más allí y que se iba. Comentó que le pesaba 286


mucho haberse gastado tanto dinero para acondicionar el lugar para finalmente no poder disfrutarlo apenas nada, pero que aún le dolía más tener que despedirse de toda la gente que tan bien les habían tratado desde el primer día. Eso sí, por más que le preguntaban el porqué de su marcha, sólo acertaba a decir: "¡Cosas de la vida!. Un día vas y otro vienes...!". Pero no soltaba prenda sobre nada más, aunque lógicamente todos pensaban que lo del coche, las heridas y los ataques de nervios era por algo más. Mucho más, se podría decir.

Hacia el mediodía llegó el camión de mudanzas, y antes del anochecer ya estaban cargados todos los muebles y demás enseres.

Antes de irse, el hombre y sus guardaespaldas se despidieron de todos con tristeza, agradeciendo la hospitalidad y el buen trato para con ellos. Se subieron al coche y se fueron, mientras el camión de mudanzas iba detrás de ellos.

Así, pasó el tiempo, y el pueblo fue progresando y yendo 287


poco a poco a mejor. Sin embargo, nadie quería saber nada del molino, ni acercarse siquiera a él. Por lo tanto, se fue deteriorando cada vez más y más, hasta que acabó por derrumbarse y las ramas de los árboles y la maleza taparon por completo el camino. Además, tanto las paredes del edificio como los escombros se llenaron de malas hierbas y empezaron a servir de refugio a diversas alimañas. Con todo esto, el lugar se convirtió en algo prácticamente impenetrable, pero eso si, por fin pudieron estar en paz, por toda la eternidad, en su hogar, la familia del molino.

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EL CASERÓN INFERNAL

Mary, Chrissy, Dave y Mike eran una panda de amigos que amaban la naturaleza y, cada vez que podían, salían a dar largos paseos por el campo.

En una de aquellas pequeñas excursiones, notaron como, en cuestión de segundos, el espléndido cielo azul y el agradable Sol que reinaba fueron engullidos por una espesa masa nubosa y gris que lo cubrió todo, desembocando en una abundante y fría lluvia que caía con gran fuerza, como si de pequeñas y afiladas agujas se tratara. Para colmo, los ensordecedores truenos y los peligrosos relámpagos no se hicieron esperar, y uno de ellos cayó en una colina cercana de donde se encontraba la pandilla, dando lugar a un fulgor espectacular que los alertó y asustó.

Pensando que podría tratarse de una chispa que pudiera originar un grave incendio corrieron hacia el lugar donde había caído, pero lo que allí encontraron resultó aún más sorprendente: Un enorme y antiguo caserón de al menos tres plantas rodeado de una espesa neblina negra, el cual 291


parecía haber surgido de la nada, puesto que los muchachos conocían de sobra el lugar y sabían que allí no había, ni había habido nunca, edificación alguna, por lo que se extrañaron enormemente.

Una vez que la neblina se fue disipando, comprobaron que los portones de la entrada se iban abriendo lentamente por sí solos. Asustados ante la posibilidad de lo que pudiera salir, decidieron dar marcha atrás y alejarse de allí lo más rápido posible, pero de repente, un viento huracanado surgió del interior de la casa, arrastrando hacia ella a los muchachos, que intentaron resistirse con todas sus fuerzas, agarrándose unos a otros, aferrándose incluso al suelo, pero la fuerza de aquel extraño vendaval fue superior a ellos y acabó llevándolos en volandas al interior, cerrándose las puertas de golpe en cuanto estuvieron todos dentro.

Tras unos minutos tumbados en el suelo de madera, mareados y conmocionados por los violentos golpes y bandazos que habían sufrido por aquel ventarrón demencial, se empezaron a desperezar y recuperar, mientras miraban a su alrededor, estudiando la enorme estancia en la que se encontraban, decorada con un gusto 292


un tanto recargado con diversos muebles de aspecto antiguo, como alacenas, cómodas, mesas, sillas y sillones de madera de buena calidad labrada con mano artesana. Las paredes de empapelado floreado estaban adornadas con grandes cuadros cuyos marcos se veían igualmente labrados con gran calidad. En estos espectaculares cuadros aparecían representados caballeros con barbas y ropajes de la época renacentista mirando indolentes desde la montura de imponentes caballos mientras blandían una lanza de enormes dimensiones o un espadón mastodóntico. Además, aquel salón estaba gobernado por una preciosa y gran chimenea de piedra en la que crepitaba un vivo fuego que devoraba incansable varios leños de gran grosor.

En un momento dado, sin saber ni cómo había aparecido allí, los muchachos avistaron en pleno centro de la estancia una descomunal rata de pelaje gris oscuro y ojos rojos como hierros incandescentes que les miraba fijamente. Los chicos se arrimaron unos a otros para protegerse y se echaron hacia atrás, hasta que toparon contra una de las paredes, de la que surgieron varias manos monstruosas que les agarraron con gran fuerza de los brazos y del cuello, aprisionándolos sin remisión y casi asfixiándolos. 293


Repentinamente, la rata comenzó a retorcerse y a crecer de tamaño, mutando a una forma de aspecto humano que resultó aún más terrorífica que el roedor: Un ser de más de dos metros, musculoso, de piel blanca como el yeso, vestido como un guerrero con botas altas de cuero negro, pantalones igualmente de cuero negro sujetos por un cinturón también de cuero negro con una enorme hevilla metálica de forma rectangular, guanteletes, como no, de cuero negro hasta el codo, cota de malla cubriendo el torso, rematado por una impresionante coraza de hierro blanqueado que brillaba como un espejo. Su cabeza, descubierta de casco o sombrero alguno, dejaba patente que su condición humana era prácticamente nula. Su cabello rapado y negrísimo contrastaba con su palidísima tez, sus orejas terminadas en punta parecían palpitar como si tuvieran vida propia, sus ojos blancos y brillantes como canicas escrutaban en la distancia a los muchachos, que sufrían por poder respirar ante aquel aprisionamiento. Mientras, su ancha boca esbozaba una sonrisa burlona que parecía indicar su disfrute en aquel momento, mientras mostraba una hilera de dientes amarillentos y puntiagudos.

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Sin más, el monstruo levantó su brazo derecho hacia la pandilla, lanzándoles una especie de fuego azul translúcido que brotó de su mano. Aquel fuego envolvió irremediablemente a los muchachos, pero para su sorpresa no les quemó a ellos, sino a las manos que les sujetaban, que se derritieron como velas, fundiéndose en la pared.

El monstruo comenzó a caminar despacio hacia ellos con gesto serio. Ante el terror, Mary, una de las chicas, se desmayó, cayendo de rodillas con los ojos estrábicos. Los demás la recogieron al instante y la tumbaron en el suelo con suavidad, mientras intentaban abanicarla con sus manos.

Entretanto, el demoníaco ser se acercó más a ellos, hasta casi taparles la luz con su impresionante presencia, hablándoles con una voz grave y hueca que les heló la sangre mientras se volvieron lentamente hacia él. Se les presentó como el Príncipe Luck Cypher y les ofreció una pequeña botella que contenía un líquido verdoso, diciéndoles que era un reconstituyente para la amiga desmayada. 295


Aceptaron la botella de no muy buena gana, mirándose entre ellos con desconfianza ante aquel ofrecimiento, pero decidieron arriesgarse y darle un sorbito del líquido a la pobre Mary mientras la levantaban un poco la cabeza para que no se la fuera por mal sitio y fuera peor el remedio que otra cosa.

Tras algunos segundos esperando a ver como reaccionaba Mary, notaron con alegría que empezaba a abrir los ojos lentamente, pero el susto fue bestial cuando vieron que tenía los ojos blancos y unos terroríficos colmillos blancos asomaban de su boca. Soltó un ensordecedor rugido mientras intentaba atraparlos con sus manos, que ahora eran unas garras huesudas y peludas, mientras les perseguía por el salón corriendo velozmente a cuatro patas, como si de un gorila se tratara.

Decidieron subir al piso de arriba por las estrechas y empinadas escaleras que había al fondo del salón, pero Chrissy, la otra chica, tropezó en un escalón y cayó, quedando a merced de Mary, que le agarró por la espalda y 296


le asestó un tremendo mordisco en el hombro, convirtiéndola a los pocos segundos en un monstruo igual, mientras el malvado Luck Cypher reía sonoramente, proclamando que por fin su ejército de monstruos iba creciendo cada vez más.

Los dos chicos, Dave y Mike, ya en el piso de arriba, decidieron esconderse en una de las múltiples habitaciones mientras oían subir, como si de una estampida se tratara, a los dos monstruos que antes eran sus buenas amigas. Se metieron en un armario, el cual estaba repleto de viejos abrigos de piel. Al apoyarse en la pared del fondo, ésta se abrió en dos y ambos cayeron por una especie de tobogán, hasta que fueron a dar con sus huesos en el frío y duro suelo de piedra de lo que parecía el sótano del caserón, conformado por múltiples arcos de piedra sujetos por anchas columnas, todo apenas alumbrado por varias antorchas colocadas en varios soportes de hierro entre arco y arco.

En la oquedad de aquella especie de mazmorra escucharon un ensordecedor rugido que casi les paró el corazón, pero el susto quedó completo cuando vieron 297


aparecer tras una columna un gigantesco dragón de piel rugosa y rojiza, con tres cuernos coronando su terrorífica cabeza, que se agitaba amenazadora de un lado a otro mientras comenzaba a galopar hacia los dos asustados chicos, rompiendo el suelo con sus descomunales garras.

Por supuesto, los chicos comenzaron a correr intentando esconderse tras las columnas, pero todo esfuerzo era inútil estando metidos en aquel lugar sin escapatoria alguna. Tras un buen rato de persecución, el cansancio se iba haciendo notorio y las ideas para despistar al bicho ya eran casi nulas, por lo que se dejaron caer al suelo desfallecidos, que pasara lo que Dios quisiera mientras veían como se acercaba velozmente hacia ellos aquel horrendo dragón. Cuando levantó su pata derecha delantera para aplastarlos, lo único que pudieron hacer fue acurrucarse y taparse la cabeza aterrorizados. Esperando el fatídico final, escucharon una malévola risotada, por lo que se descubrieron levemente y pudieron comprobar como el dragón se diluía en una nebulosa rosácea hasta desaparecer en la nada.

Ambos se quedaron ojipláticos, pensando que posiblemente había sido una prueba de Luck Cypher, por lo 298


que, tras descansar un buen rato para recuperar el resuello, decidieron explorar más cuidadosamente la inmensa mazmorra, por si entre la penumbra encontraban alguna manera de escapar.

Tras un buen rato palpando piedra tras piedra, escucharon una tenue y fina voz que parecía decirles que fueran hacia donde estaba. No resultaba una voz amenazadora, sino bondadosa e incluso simpática, por lo que fueron tanteando entre luces y sombras hasta que dieron con una pequeña puerta de madera algo carcomida, que no recordaban haber visto hasta ese momento. Intentaron abrirla tirando y empujando, pero fue imposible, hasta que a Dave se le ocurrió la loca idea de darle una patada voladora, ya en plan desesperado. Así pues, retrocedió unos pasos para posteriormente iniciar la endiablada carrera, saltando mientras levantaba la pierna izquierda en el aire e impactando con sonora violencia contra la puerta, que no se movió ni un milímetro, pero que dejó al bueno de Dave retorciéndose de dolor en el suelo sujetándose la rodilla, por lo que Mike se acercó rápidamente para intentar calmarle. Si bien, para sorpresa de ambos, la puerta emitió un leve chirrido y se abrió hacia dentro unos centímetros. 299


Dave, ya en pie aunque todavía cojeando, empujó suavemente la puerta y ésta se abrió limpiamente, sin traba ninguna. Ambos de asomaron al interior de aquella habitación, que resultó ser un pequeño cuarto todo cuadrado sin luz ni nada, simplemente adornado con dos espadas de estilo árabe colgadas en la pared del fondo mediante unas pequeñas escarpias y cruzadas entre sí.

Al instante, las espadas se iluminaron con un halo azulado y delante de ellas, frente a los dos muchachos, se apareció un extraño personaje con forma humana pero con una nube translúcida en vez de piernas, todo entero de color azul, con una larga trenza negra naciendo de lo alto de su cabeza apepinada, la cual adornaban dos grandes orejas terminadas en punta, unos ojos negros enormes, una larga nariz aguileña, una enorme y sonriente boca reluciente por sus blanquísimos dientes y una barbilla inmensa disimulada con una fina perilla.

Enseguida se presentó con gran amabilidad y simpatía como El Guardián de la Espada Blanca, y les contó que el 300


caserón realmente era una nave interdimensional que viajaba a través del espacio-tiempo reclutando almas de cualquier especie alienígena para el Ejército Oscuro. La nave había sido cubierta por un hechizo de percepción visual para que pareciera una vieja mansión, y él había sido encerrado en ese cuarto por Luck Cypher mediante un conjuro durante una terrible batalla entre las Fuerzas de la Luz y las Fuerzas de la Oscuridad varios miles de años atrás, y sólo podría salir de allí si se deshacía el maleficio tras derrotar al Príncipe demoníaco.

Tras esta explicación, dejando claro que estaba del lado del Bien, el Genio descolgó las dos espadas gemelas de la pared y le entregó una a cada uno, diciéndoles que ellos serían los encargados de luchar contra Luck Cypher, pues en ese momento estaba celebrando un ritual de iniciación para convertir definitivamente a Mary y Chrissy en miembros de su ejército. Así pues, su misión sería salvar a sus amigas y al Universo. Mientras tanto, él estaría en todo momento comunicando con ellos mediante telepatía para aconsejarles lo que debían hacer, así que no tenían nada que temer.

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Los chicos asintieron ciertamente asustados y el Genio, con un simple chasquido de dedos, los teletransportó a una enorme sala circular con el suelo y las paredes de piedra y el techo abierto al aire, donde se encontraban Mary y Chrissy inconscientes y con su forma humana de siempre, cada una atada de pies y manos a una enorme rueda de carro tumbada en el suelo, mientras eran rodeadas por varios siniestros seres sin rostro, cubiertos totalmente por túnicas negras con capucha, que no cesaban de dar vueltas alrededor de las chicas mientras murmuraban una retahíla de ininteligibles rezos sin fin. Entretanto, Luck Cypher, ataviado con una larga capa negra y brillante, disfrutaba del ritual riendo atronadoramente desde una especie de platea situada sobre la sala, mientras gritaba que apenas quedaba un minuto para que llegara el rayo aniquilador que destruiría sus cuerpos y liberaría sus almas, que por fin se unirían a su Ejército Oscuro.

Ante esta emergencia, el Genio les comunicó a los chicos que ambos tenían que invocar el ataque de La Rueda de Fuego para deshacerse de los monjes encapuchados. Debían situarse uno al lado del otro, sujetando la espada con las dos manos e inclinar la hoja hacia adelante veinticinco grados con respecto al suelo, ni uno más ni uno 302


menos, de lo contrario, no funcionaría. Por último, tenían que gritar al unísono: ¡Rueda de Fuego!. Y así hicieron. En cuanto el Genio les ayudó a situar la hoja de la espada a los veinticinco grados de rigor y profirieron a la vez el grito indicado, una pequeña rueda de fuego se fue generando en la punta de cada espada, que rápidamente fueron creciendo de tamaño según giraban, hasta que se fusionaron en una sola y enorme rueda de fuego, que salió rodando como un relámpago hacia donde estaban situados los monjes, destruyéndolos uno tras otro como si se tratara de un dominó cayendo pieza a pieza.

Al ver desde la altura este contratiempo, Luck Cypher montó en cólera y les lanzó una enorme bola de fuego rojo, que se precipitaba hacia ellos a velocidad de vértigo, apenas sin tiempo para esquivar el ataque, pero el Genio estaba atento, y les dijo a los chicos que cruzaran sus espadas entre sí, justo por la mitad de la hoja, con el fin de formar el Escudo X, que podría repeler aquella inmensa bola de fuego. Y de igual manera hicieron los chicos justo antes de que se produjera el bestial choque.

La fuerza de la bola era tal que los empujaba hacia atrás, 303


mientras ellos intentaban resistir con todas sus fuerzas, haciendo incluso chirriar y echar humo a las suelas de sus zapatillas. Viendo que la fuerza de los chicos no era suficiente, el Genio decidió enviar un impulso eléctrico a las hojas de las espadas para intentar repeler la bola. Y así hizo. El voltaje eléctrico fue de tal magnitud que saltó un chispazo descomunal, repeliendo por fin la bola de fuego, que salió disparada al triple de su velocidad original en la dirección opuesta, justo hacia donde estaba situado Luck Cypher, que no pudo hacer nada por librarse del fatal impacto, resultando una explosión de proporciones gigantescas, que hizo que se empezara a desmoronar toda la sala.

Los chicos se apresuraron para cortar con las espadas las cuerdas que sujetaban a las chicas, que ya estaban despertando del conjuro en el que estaban sumidas por Luck Cypher. De esta manera, todos salieron corriendo por un pasillo con escaleras mientras todo se iba derrumbando, hasta que llegaron a un punto donde el lugar por el que tenían que pasar se encontraba taponado por un montón de enormes piedras que acababan de caer. Intentaron volver atrás, pero unos metros más allá, a un tremendo estruendo le siguió un gran número de rocas cayendo y 304


obstruyendo el paso. Por lo tanto, estaban atrapados sin solución alguna, así que se resignaron a morir allí y se sentaron en el suelo mientras lloraban desconsoladamente y se abrazaban entre ellos.

Pero no contaban con el Genio, que tras la destrucción de Luck Cypher había quedado libre de su aprisionamiento y se teletransportó al lugar donde estaban los muchachos desesperanzados ya de todo. La alegría al verle fue inenarrable, pero él, sin mediar palabra, los cubrió con sus largos brazos y los teletransportó fuera del caserón, justo para ver el impresionante espectáculo del derrumbe completo del caserón, que finalmente fue engullido por un descomunal cráter que se abrió en el suelo y que volvió a cerrarse como si tal cosa una vez que se tragó el último trozo.

Ya a salvo y recuperados del susto, le agradecieron al Genio mil veces el haberles salvado la vida y le dijeron si podían hacer algo por él, a lo que contestó que ya habían hecho muchísimo al haberle liberado y que les estaría agradecidos por toda la eternidad. Le preguntaron qué iba a ser ahora de él, y contestó que seguiría viajando por el 305


espacio-tiempo y por todas las dimensiones como Guardián de la Espada Blanca, con el fin de ayudar a la gente buena de todos los universos. En medio de una gran emoción, todos abrazaron al Genio y se despidieron de él, que tras hacer un simpático gesto de despedida desapareció sin dejar rastro alguno.

La panda, aún con los ojos llenos de lágrimas, comprobaron por sus relojes que, después de la enorme aventura que habían vivido, en este mundo apenas habían pasado unos segundos, por lo que se miraron, se abrazaron unos a otros y caminaron unidos hacia sus casas, aún con el susto en el cuerpo pero felices por poderlo contar, aunque sea a través de historias como ésta.

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MÁS ALLÁ DEL RÍO

Andrés y Daniel eran dos muy buenos amigos de toda la vida, a los que les unía una gran afición por la aventura y el riesgo, llegando a realizar juntos varias expediciones alpinísticas a multitud de montañas de toda España, así como descenso de barrancos e incluso de cascadas. Su sed de adrenalina no tenía fin.

La última locura que se les ocurrió durante unas vacaciones veraniegas fue realizar por la noche un ascenso a pie por dentro del cauce del río que pasaba al lado del pueblo de la sierra segoviana en el que se encontraban.

Lógicamente, no era un río demasiado grande ni con un caudal excesivo, aunque si con la suficiente fuerza como para suponer un desafío, sin contar la oscuridad de la noche y lo pedregoso y peligroso del suelo del propio río. Además, había que sumar la extraordinaria cantidad de vegetación que crecía salvaje en las orillas, que llegaba a meterse en el espacio del río, conformando una auténtica maraña de ramas de árboles, arbustos, zarzas y demás, quedando 309


huecos por donde nada más podía pasar el agua. Así pues, todas las características del terreno sumadas entre sí, daban un resultado total más que interesante para esta aventura.

Prepararon todos los utensilios necesarios, como unas cantimploras repletas de bebida isotónica, un buen calzado de gran agarre, unas pequeñas linternas con cinta elástica para sujetar en la cabeza, unos bastones de alpinismo para apoyarse en el resbaladizo suelo, que además les servirían para abrirse paso entre la maleza, y sus teléfonos móviles totalmente cargados y preparados, por si tuvieran que pedir auxilio.

Sin más, aquella misma noche salieron en dirección al río, que realmente se encontraba a poca distancia del pueblo, pero para llegar a él había que bajar una larga, empinada y sinuosa cuesta llena de piedras y surcos realizados durante muchas lluvias por la propia erosión del agua bajando desatado por aquella pendiente.

Nada más llegar se metieron en el agua, que aunque apenas les llegaba por los muslos, les heló el cuerpo entero 310


por lo fría que estaba, y es que, aunque el día había sido bastante caluroso, por la noche solía bajar notablemente la temperatura, al menos en aquella zona montañosa.

Fueron avanzando despacio, haciéndose tanto al irregular terreno como a la corriente y a la temperatura del agua, para irse adentrando poco a poco en una zona de espesa vegetación donde el uso de los bastones fue fundamental para ir abriendo hueco. La agilidad y la elasticidad que mostraban los muchachos para colarse entre troncos, ramas y piedras era asombrosa, evidenciando su gran preparación física.

Así marcharon durante un rato largo, hasta que lograron salir a un espacioso claro, que aunque rodeado de plantas, se veía más despejado y limpio que el angosto pasillo vegetal por el que acababan de pasar, por lo que aprovecharon para sentarse en una enorme roca a tomar un respiro y un buen trago de bebida reconstituyente mientras miraban la impresionante Luna llena que reinaba en el cielo, intentando asomarse entre algunas pequeñas nubes de escaso espesor. 311


No llegó ni a diez minutos el tiempo que estuvieron descansando cuando decidieron continuar su camino río arriba. Lo que les esperaba era aún peor que lo que habían pasado, puesto que el curso se estrechaba todavía más que en el primer tramo, con la vegetación entrelazándose bestialmente hasta casi formar una jaula por la que apenas podía pasar la luz.

A duras penas iban abriéndose paso por la angustiosa galería, teniendo que avanzar incluso gateando, empapados totalmente por el agua que corría imparable en la dirección contraria a la que ellos iban, enganchándose en multitud de ramas, que parecía como si literalmente les agarraran para impedirles su progreso.

Tras un tiempo indeterminado de claustrofobia agotadora fueron a aparecer en una especie de amplio prado, que lucía muy distinto a la casi absoluta oscuridad y a la vegetación grisácea y retorcida que habían sufrido, ya que todo se veía verde, limpio, abierto a la ventilación del viento y extrañamente luminoso, a pesar de que era obvio que era 312


de noche.

Una mariposa de vivos colores se les acercó revoloteando como quien no quiere la cosa, hasta que se situó justo frente a ellos. Ahí comprobaron que no se trataba de un insecto, sino de una especie de mujer alada diminuta con orejas puntiagudas y un escueto vestido. Vamos, lo más parecido a un hada que habían visto nunca.

La mujercita les miró inquisitivamente y les preguntó con voz chillona quienes eran y cómo habían llegado hasta allí. Ellos contestaron con total sinceridad, aún sorprendidos por aquella visión.

Movido por una curiosidad inaguantable, Daniel alargó lentamente el brazo para intentar tocar una de sus alas, pero el hada se percató enseguida, soltando un potentísimo y ensordecedor grito con su fina voz, que más bien parecía un pitido. Los dos chicos cerraron los ojos y se taparon con fuerza los oídos para poder soportar aquel alarido. Cuando por fin cesó, se quitaron las manos de las orejas a la vez que abrían los ojos, para comprobar que de detrás de los 313


árboles, de los arbustos y de las rocas surgían un sinfín de personajes que ellos creían de fantasía, pero allí estaban multitud de gnomos, duendes y hadas avanzando hacia ellos con intenciones poco amistosas.

Antes de que pudieran reaccionar para escapar, los personajillos se abalanzaron hacia ellos como fieras, tirándoles al suelo y atándoles con cuerdas las manos y los pies. Acto seguido, entre varios los levantaron en volandas y les transportaron a través de aquella bonita y exuberante pradera hasta un árbol gigantesco que tenía lo que parecía una entrada en la base del mismo, dejándoles caer de morros contra el suelo.

Uno de los duendecillos entró corriendo al interior del árbol, saliendo igualmente deprisa al instante, mientras detrás se veía salir a un paso notablemente más lento una especie de gnomo con aspecto de avanzada edad, de barba larguísima y blanquísima y apoyando sus pasos en un largo cayado con una brillante piedra preciosa de color rojo incrustada en su extremo superior. Se plantó con descaro frente a los dos hombres tumbados boca abajo en el suelo, presentándose como el rey de aquella tierra de paz y 314


bienestar, así como preguntándoles cuales eran sus motivos para llevar a cabo tal invasión.

Andrés y Daniel le contestaron prácticamente lo mismo que anteriormente al hada, añadiendo que no pensaban invadir ningún sitio, sino que habían llegado allí por alguna causa no podían explicarse.

El rey les miró circunspecto, diciéndoles que ni él ni su pueblo podían confiar en los humanos, ya que desde hace milenios tanto gnomos, duendes y hadas habían sido tratados con desprecio por ser más pequeños y débiles físicamente, viéndose obligados a tener que unirse entre ellos para buscar un lugar donde vivir todos en armonía y lejos de la nociva influencia humana, utilizando sus poderes mágicos para adecuar tal lugar, reforzando de paso la seguridad con el fin de que nadie pudiera entrar, aunque parecía que en los últimos tiempos se habían confiado y relajado en ese sentido, bajando un poco la guardia y dando lugar a este desgraciado incidente que nunca tenía que haber ocurrido.

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El rey añadió que los humanos no podían quedarse allí ni un minuto más, puesto que su sola presencia podría contaminar todo su reino, así que se decidió por borrarles el recuerdo de haber estado allí y, por supuesto, expulsarles por siempre.

Los muchachos intentaron replicar, pero instantáneamente quedaron sumidos en una especie de estado de trance en cuanto el rey empezó a realizar unos extraños pases mágicos con sus manos mientras recitaba inentendibles conjuros, dejándoles totalmente inconscientes.

A la mañana siguiente, sorprendentemente despertaron cada uno en su respectiva casa y cada uno en su respectiva cama con las ropas que habían vestido la noche anterior, ya secas pero aún embarradas. En principio se notaron mareados, aunque rápidamente se les aclararon las ideas.

Al momento, ambos se encontraron en la calle e intentaron descifrar qué había pasado la noche anterior y cómo habían regresado a casa, ya que no recordaban nada. 316


En esos momentos, se acercó un simpático anciano que les preguntó qué habían estado haciendo la noche anterior en el río, ya que les había visto subir caminando totalmente mojados y como medio zombis, y que incluso les saludó, pero ellos ni siquiera le miraron. Intentando buscar una respuesta, incluso para ellos mismos, le contestaron que habían estado de excursión, se les había hecho de noche y se habían caído en el río, subiendo la cuesta totalmente agotados y sin darse cuenta de que alguien les saludaba.

El buen hombre les dijo que a poder ser no anduvieran por ahí de noche, pues se solían ver cosas raras, y se fue tan campante andando cual Charlot con los pies abiertos y apoyado en su garrota, dejando a los chicos sumidos en sus cavilaciones, intentando creerse la mentira que acababan de contarle para hacerla oficial por si alguien más les preguntaba, aunque tenían la sensación de que algo les bloqueaba el inconsciente, puesto que tenían los recuerdos perdidos desde que se adentraron en el segundo tramo del río repleto de ramas y piedras hasta que despertaron ya en sus camas, por lo que algo gordo tenía que haberles ocurrido entre medias, pero no eran capaces de sacarlo de 317


dónde demonios estuviera enterrado en el fondo de sus mentes.

En los primeros meses, aquellos pensamientos casi se convirtieron en una obsesión para ellos, llegando a necesitar incluso ayuda médica, aunque con el tiempo aprendieron a vivir con ello, convirtiendo lo que en principio les suponía un problema en una anécdota más que contar entre amigos, aunque en su más profundo interior siguieran teniendo ese pequeño resquemor de no saber qué les pasó.

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LA PEÑA LEVANTE

Jose era un muchacho de carácter bastante independiente y solitario al que le encantaba escaparse a dar largos paseos por el campo, metiéndose por los lugares más recónditos.

Desde hace varios días no se podía quitar de la cabeza una cuevecita medio tapada con arbustos que había en una gran e imponente roca que estaba situada en una empinada ladera, con un riachuelo que pasaba por el fondo del barranco. A esa gran roca, los lugareños le llamaban La Peña Levante, y algunos le atribuían una cualidad de misterio, ya que algunas noches daba la sensación de que se escuchaban ruidos en su interior.

Al saber esto, la curiosidad de Jose no hizo más que crecer, así que preparó su mochila con una botella de agua, un gran bocadillo de tortilla, su brújula, su linterna, unos prismáticos de estilo militar con visión nocturna y su teléfono móvil, por si tuviera que llamar ante cualquier imprevisto, y aquella misma noche se encaminó, vara en 321


mano para apoyarse bien en el inclinado terreno, hacia la enigmática e impactante Peña Levante, que a primera vista ya llamaba la atención por sus grandes dimensiones y por sus relieves rocosos, que dependiendo de la dirección de la luz solar o lunar parecían distinguirse en la piedra formas monstruosas propiciadas por los juegos visuales de luces y sombras.

Con cierta dificultad, caminando como pudo por la escarpada ladera y apoyándose en su recia vara de madera de roble, logró llegar junto a la peña y se asomó con cierto cuidado a la entrada de la cueva, más que nada por si en su interior se encontraba dormitando algún tipo de animal más o menos peligroso. La entrada estaba libre, así que, sin dudarlo, se metió dentro a cuatro patas, dado el pequeño tamaño de la abertura.

Gateó linterna en mano durante un largo y estrecho pasillo que cada vez se iba tornando más angosto y agobiante, llegando a tener que avanzar completamente tumbado boca abajo, impulsándose a duras penas con sus brazos. Pensó que, de seguir estrechándose, lógicamente no podría continuar y tendría que abortar la misión, por así 322


decir, teniendo que retroceder como pudiera, pero para su fortuna vio a media distancia que el pasillo parecía ensancharse considerablemente. Y así fue, hasta el punto que incluso pudo ponerse de pie.

Unos metros más allá terminó el pasillo. Miró y remiró buscando si había alguna manera para continuar, pero no encontró camino alguno, así que, abatido, se sentó en el suelo y sacó de la mochila la botella de agua para echar un merecido trago. En ese instante, reparó en una gran piedra de una de las paredes, que parecía tener su silueta tenuemente iluminada. Ante la extrañeza, se acercó y empezó a palparla, intentando meter los dedos por las ranuras de donde salía la luz y empujándola repetidamente, notando que podría intentar moverla. En uno de esos empujones, la piedra se desplazó bruscamente y el muchacho cayó por una larga pendiente pedregosa, hasta que fue a parar a unos arbustos.

Como pudo se recompuso, saliendo de aquellos arbustos de ramas puntiagudas, para darse cuenta de que ya no estaba en la cueva, sino en una especie de inmenso jardín interior con forma de cúpula, todo repleto de abundante 323


vegetación, así como de una intensa y cegadora luz que provenía de lo más alto, aunque resultaba imposible discernir cuál era el origen de esa luz, si era proveniente del Sol o de a saber qué.

Comenzó a caminar por aquel lugar, literalmente alucinando ante la exuberancia vegetal, con especies que resultaban totalmente desconocidas para él, y eso que era gran estudioso de la fauna y de la flora mundial. Embriagado por aquel espectáculo visual, sacó su móvil y fue sacando fotos a todas las plantas que veía.

Tras un rato andando, le extrañó no haber visto ni un solo animal, ni siquiera insectos, pero de repente escuchó como un eco lejano parecido a una voz, así que se encaminó hacia la dirección de la que provenía.

Abriéndose paso entre árboles y arbustos por aquel tupido bosque, fue a salir a una especie de pradera de larga y verde hierba. A lo lejos, le pareció ver un grupito de cinco personas vestidas todas de blanco y con unos palos largos en las manos. Silbó al estilo pastor, metiéndose los dedos 324


índice y corazón en la boca, y rápidamente las personas se volvieron para mirarle y comenzaron a correr hacia él, pareciéndole curioso su estilo de prácticamente galopar, como si de simios se tratara, mientras proferían además salvajes gruñidos y aullidos.

Enseguida se dio cuenta de que la había cagado ampliamente, y de que esos personajes no le iban a prestar ayuda precisamente, sino que sus intenciones eran más bien aviesas y dañinas.

Según se iban acercando, fue comprobando que de humanos tenían más bien poco, sino que más bien parecían gorilas monstruizados. Se les veía de una altura superior a la humana media, así como de una anchura muscular considerable. Estaban cubiertos de abundante y largo pelo blanco de arriba abajo, excepto pies, manos y cara, donde lucían un color verde oscuro con una textura como escamosa. Tenían unos amenazadores ojos amarillentos, un extraño hocico similar a un cerdo y una boca grande y ancha de la que sobresalían un sinfín de afilados colmillos de un leve tono marrón. También comprobó que las varas que parecían portar realmente eran unas larguísimas lanzas con 325


afiladas puntas de piedra en sus extremos superiores.

Decidió que no pensaba quedarse ni un segundo más allí parado como un tonto, como si tuviera que estar esperando a que los monstruos se acercaran para ver qué querían, así que salió corriendo lo más rápido que eran capaces sus largas y musculadas piernas, mientras le perseguían cada vez a una distancia más corta. Aquella especie de seres mutantes mostraban una agilidad asombrosa, saltando rocas y arbustos con pasmosa agilidad y columpiándose de rama en rama cual Tarzán con las lianas. Por si fuera poco, tenía que esquivar como podía los potentes lanzamientos que efectuaban con sus armas.

Ya agotado, le pareció escuchar el inconfundible sonido de abundante cantidad de agua en movimiento, por lo que dedujo que allí cerca había un río, así que siguió al ruido y a su intuición. Rápidamente se dio de bruces con el borde de un profundo precipicio, en cuyo fondo corría el río que él creía salvador. La altura le hizo dudar por unos instantes, sobre todo a la hora de aterrizar, por si el río era muy pedregoso o poco profundo, pero en cuanto escuchó los gritos de los salvajes y los vio acercarse como un batallón se 326


le quitó cualquier atisbo de duda que pudiera tener y saltó al estilo de las famosas clavadas que se practican en Sudamérica: de pie, con los brazos pegados al cuerpo y las piernas bien juntas y estiradas, y además con los ojos cerrados, aunque eso ya era aportación suya.

Cayó a gran velocidad, haciendo la zambullida con limpieza, sin hacer saltar demasiada cantidad de agua, llegando a tocar con sus pies el fondo del caudaloso río, que resultó ser más profundo de lo que pensaba en un principio. Cuando emergió pudo ver a los monstruos mirándole con cierta decepción, o al menos eso parecía, desde el borde del precipicio.

Según era arrastrado por la corriente intentó llegar a la otra orilla, o al menos agarrarse a alguna de las piedras del cauce, pero la fuerza del agua era demasiado para él, llevándole como si fuera un pelele. En uno de aquellos envites se golpeó fuertemente en la cabeza con una roca y se desvaneció.

Despertó de la conmoción en medio de un fuerte dolor de 327


cabeza y sin saber dónde se encontraba ni cuánto tiempo había pasado. En cuanto se le aclaró un poco la vista y observó a su alrededor, se dio cuenta de que estaba tumbado en la orilla del riachuelo que pasaba justo debajo de la Peña Levante, con las piernas tocando el agua. Estaba empapado hasta los huesos y muerto de frío en mitad de la noche.

Se incorporó y sacó su teléfono móvil con intención de comprobar que no se hubiera mojado y de que siguiera funcionando correctamente, como así era, pero cuando fue a mirar las muchísimas fotos que había sacado de las diversas y rarísimas plantas que se encontraban en aquel jardín secreto, se dio cuenta con estupefacción que no había ninguna, sin saber si se podrían haber borrado por algo de agua que se hubiera introducido en el aparato o algo así, a pesar de que todo funcionaba de manera absolutamente normal.

Se levantó, se limpió un poco el barro que tenía por todo el cuerpo, se ajustó la mochila y comenzó a caminar lentamente de regreso a casa, con la pregunta en la cabeza de por donde habría salido de aquel misterioso y espléndido 328


vergel para haber ido a parar al riachuelo, sobre todo teniendo en cuenta que conocía de cabo a rabo el cauce del mismo, gracias a los innumerables paseos que había dado por allí.

Aun así, se sentía satisfecho por haber llevado a cabo aquella aventura, por haber sobrevivido a ella y por haber descubierto que el misterio que guardaba la Peña Levante en su interior era mucho más grande de lo que nadie podría nunca imaginar, con el “pero” de que, si quisiera contarle a alguien todo aquello, le tomarían por un loco de remate, y más aún sin tener pruebas de ello ni nada. De tal manera, decidió que ese sería su gran secreto de por vida, aunque cada vez que paseara por los alrededores de aquella gran roca sintiera una punzada en el corazón.

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UN CASTILLO PARA MORIRSE DE RISA

Érase una vez un castillo fantasma en un lugar muy lejano y desconocido llamado Móstoles. En él vivían todo tipo de monstruos en régimen de alquiler con opción a compra: El Conde Rótula, Franciskín, La Momia Folklórica, el Pibe Lobo...

Un día, El Conde Rótula se fue al dentista para que le pusieran una dentadura nueva, porque la que tenía estaba mellada de intentar morder las muchas armaduras que poblaban todo el castillo, ya que el Doctor Cagaleri le dijo que necesitaba mucho hierro en su dieta. Al terminar, se fue a celebrarlo con unos chupitos de sangre y se puso un poco beodo. Se le hizo tarde y ya estaba temeroso de la tremenda bronca de su señora, así que para regresar al castillo rápidamente, se convirtió en murciélago y salió volando, pero al ir un poco perjudicado y ver doble, no pudo controlar bien y se estampó contra el muro del castillo.

En ese momento, salía Franciskín a hacerse su engrase de tuercas semanal y se encontró al pobre Rótula tumbado en 333


el suelo medio inconsciente. Ni corto ni perezoso, cogió al vampiro y lo lanzó con su super-fuerza por encima del muro. Lo único es que se pasó un poco con la potencia y el Conde fue a parar al baño de las chicas, que en ese momento estaba ocupado, y allí le terminaron de poner fino. Al menos Franciskín demostró tener un gran corazón al intentar ayudar a su amigo. Sin duda tiene un gran corazón, pero también un gran hígado, unos grandes pulmones, un gran páncreas... Y cada uno de un cadáver distinto.

Pasados tres días de todo lo sucedido fue el cumpleaños de La Momia Folklórica. Recibió multitud de regalos, pero le hizo especial ilusión un rollo de 500 metros de venda de recambio, que además era perfumada con aroma a limones salvajes antropófagos del Caribe. También le encantó un nuevo sarcófago, que estaba decorado con lunares y demás motivos flamencos. Tras ésto se celebró una gran fiesta donde participaron todos los monstruos.

El presentador de la fiesta fue El Monstruo del Charco, que estrenaba una corbata de algas para la ocasión, y la mejor atracción, por ser muy especial y vistosa, fue "El combate de la Serpiente Volcánica y el León Acorazado". 334


También estuvo muy bien la triple voltereta mortal del Hombre Indivisible en el pantano de las pirañas. Aunque los demás monstruos no le vieron tirarse, obviamente, las pirañas rápidamente se dieron cuenta y se abalanzaron hacia él, dándole una calurosa bienvenida. Al final no salió muy bien la cosa, ya que las pirañas le cogieron cariño y no querían que se marchara, pero no importó, porque se pasó bien el rato y todos se rieron a gusto del sufrimiento ajeno.

Al día siguiente, Pepi Kruger invitó a todos los monstruos a ver su última película, titulada "Pesadilla en el desván VIII". El Conde Rótula se emocionó tanto con una chica que salía en la película que perdió el control y se abalanzó contra la pantalla, con la intención de darle un cariñoso "besito" a la muchacha. El muy bestia casi rompe la pantalla de plasma de 400 pulgadas que prepararon para la ocasión. Unos días después, le pillaron al propio Rótula intentando meter la pantalla en la licuadora industrial que tenían en las mazmorras. El pobre pensó que al ser precisamente de plasma podría sacar un buen zumillo para alimentarse. Ciertamente recibían pocos visitantes y el Conde pasaba algo de hambrecilla, que intentaba saciar como podía 335


cometiendo pequeños hurtos en bancos de sangre o en autobuses de donaciones, pero la verdad es que le sabía a poco y estaba ya hastiado de la comida en conserva, ya que le daba gases.

Una noche de luna llena, el Pibe Lobo se puso enfermo después de tomarse su mate de costumbre. Llamaron rápidamente al Doctor Cagaleri y, tras mucho investigar, descubrieron que la causa era que la pajita por la que había bebido tenía el borde de plata, lo que le provocó al Pibe Lobo una gran alergia que le mantuvo durante varios días en su caseta, acurrucado en su colchón de felpa. Cuando se recuperó decidió comprarse un buen cargamento de pajitas de plástico, ya que, por supuesto, no quiso renunciar de ninguna manera a su mate de costumbre.

En aquellos días, Yak el Despistador llegó al pueblo en su moto pedorrera que funcionaba a base de fabada. Nada más llegar, se cargó a un pobre vendedor de murciélagos que le confundió con un político. Lógicamente, a Yak eso le irritó considerablemente. Cuando le pillaron, le condenaron a cien años viendo series ñoñas, como "La Casa de la Pradera" o "Médico de Familia". Aquel palo tan tremendo le 336


costó a Yak muchos días de llanto y disgusto.

Ya eran la 6 horas y 6 minutos y 6 segundos de la madrugada cuando estaban todos los monstruos reunidos esperando que empezara su serie favorita, la telenovela titulada "La Muerte de la Rosa", la cual a veces te ponía los pelos de punta, literalmente. El argumento trata de una bruja malvada que poseía una rosa hermosísima, la cual desprendía un perfume que hipnotizaba a quién la olía. Los infortunados que caían en esta trampa eran capturados por la bruja, la cual les convertía en esclavos, obligándoles a cometer multitud de crímenes perversos y atroces. Mejor no sigo contando nada más de esto, pues quiero hacerlo cuando lleguen al capítulo un billón, que será el último y entonces se verá como acaba.

Un caluroso día de Diciembre llegó un cazamonstruos al castillo. Nada más llegar, se topó con el Pibe Lobo, que estaba haciendo sus necesidades en la entrada. Rápidamente se enzarzaron ambos en una lucha feroz, pero el cazamonstruos le asestó una certera patada en la entrepierna al Pibe Lobo, quitándole la maldición de sopetón y convirtiéndole en lo que era antes, una especie 337


de hombre muy trajeado y repeinado que hablaba mucho y de manera muy redicha. Al verse de tal guisa, el pobre Pibe Lobo se asustó tanto que le dió un "patatús" allí mismo y se quedó frito de la impresión.

Más tarde, ya dentro del castillo, el cazamonstruos se encontró con la Momia Folklórica, que estaba ensayando con sus castañuelas frente a un espejo. Al ver que el cazamonstruos se acercaba por detrás para apresarla, la Momia salió corriendo a toda prisa, y para intentar despistarle no se le ocurrió otra cosa que esconderse en el cuarto de baño. Justo en ese momento, con el ajetreo, al cazamonstruos le dio un apretón y decidió entrar precisamente en el baño donde estaba la Momia Folklórica escondida. Por suerte, con la prisa ni se dio cuenta de que la Momia se hallaba debajo del lavabo. Cuando el cazamonstruos terminó y se fue a limpiar no encontró papel higiénico por ningún lado, pero por suerte para él si que encontró una tira de la venda de la propia Momia Folklórica, que accidentalmente le había quedado suelta con tanta carrera. El cazamonstruos pensó que se trataba de papel para limpiarse y empezó a tirar y a tirar, llegando a deshacer a la Momia, que allí mismo encontró su fin sin comerlo ni beberlo y de una manera ciertamente absurda. 338


El cazamonstruos prosiguió la búsqueda de la Momia, sin haberse siquiera percatado de nada de lo sucedido, y repentinamente se encontró con El Conde Rótula, que estaba leyendo las desgracias del periódico con gran regocijo y no se dio cuenta de la presencia del cazador, el cual decidió que, en vez de enfrentarse directamente al monstruo, le iba a tender una trampa, atrayéndole con algo de sangre. Ni corto ni perezoso, sacó su cuchillo de caza y se hizo un pequeño corte en un dedo, dejando caer en el suelo un chorrito de su sangre, a la vez que se escondía tras unos cortinajes de raso muy tupidos. Enseguida, Rótula notó el aroma embriagador de la sangre y se dispuso a buscar el rastro cual perro perdiguero. No se le ocurrió otra cosa que darle una chupadita a la sangre que estaba en el suelo, que resultó estar tan mala que el vampiro se licuó por dentro y se deshizo en un montón de arena blanquecina. De esta manera se pudo corroborar que el cazamonstruos tenía, en verdad, muy mala sangre.

Y este es el final del cuento. Si os ha gustado, pues gracias, y si no, me callo lo que os diría.

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HOMO TECHNOLOGICUS

En apenas cien años la tecnología y la ciencia han avanzado de manera bestial, llegando incluso a hacer realidad algunas invenciones que sólo se podían encontrar en las historias de ciencia-ficción, pero aún queda un larguísimo camino hasta que se puedan ver de manera habitual artilugios que sólo se podían vislumbrar a través del cine y de la literatura de mediados del siglo XX, profetizando su existencia para este “futurista” siglo XXI en el que actualmente estamos inmersos, como los coches voladores, ciudades burbuja en la Luna o robots creados y programados para ayudarnos y acompañarnos en la vida cotidiana, entre otros deslumbrantes inventos.

Bien es cierto que el surgimiento de Internet a nivel popular ha sido clave para que la tecnología haya experimentado un empujón espectacular en apenas dos décadas. Además, la invención y proliferación de las pantallas táctiles ha dotado a la informática, y a la tecnología en general, de una inmediatez y una sencillez al alcance de todos los públicos, aumentando la interactividad y la precisión en ciertas maniobras que no logran conseguir 343


los teclados, y ni siquiera los ratones, elementos necesarios, desde luego, pero ya no imprescindibles tras la rápida escalada de los dispositivos táctiles entre el gran público.

Incluso dentro del atractivo y llamativo universo táctil se están realizando avances asombrosos que hace apenas una década eran impensables, como teclados y pantallas que se pueden doblar y enrollar, como si de mopas se trataran, realizados con materiales más ligeros, resistentes y elásticos que el, hasta ahora, sempiterno y omnipresente plástico, como el grafeno, considerado ya como el material del futuro, y del que apenas se entrevén algunas de las muchísimas aplicaciones para las que se puede dar uso.

Varios tipos de tecnologías han podido hacerse realidad con más facilidad gracias al imparable avance táctil, como la realidad aumentada y la técnica 3D, que si bien se hizo hace unas décadas un loable intento de introducirla al público a través del cine, con una tibia acogida general debida a la baja calidad de algunas producciones y de que la gente no se consideraba preparada para aquello, durante el final de la primera década de este siglo XXI ha resurgido con más fuerza que nunca y con intención de quedarse y ser tenida 344


en cuenta para seguir experimentando en ella, siendo introducida con mejores resultados visuales en general, tanto en el cine como en los videojuegos, ya considerados como un arte cada vez más en auge, donde también se han llevado a cabo experimentos y proyectos de éxito con la anteriormente nombrada realidad aumentada.

Rizando el rizo de lo táctil, ya están prácticamente con nosotros las asombrosas y polémicas Google Glass, que liberan las manos del ser humano de cualquier dispositivo para meternos todo literalmente por los ojos, utilizando la novedosa y más que interesante realidad aumentada para moverse entre los menús, controlar las aplicaciones y navegar por Internet mediante órdenes de voz. La polémica ha surgido por parte de algunas asociaciones antitecnología, que consideran que estas gafas “robotizan” al ser humano, rodeándole de chips y cables, como si de un ciborg se tratara.

Aunque se puede discutir largamente la cuestión de si este tipo de aparatos electrónicos deshumanizan, no cabe duda de que la tecnología y la ciencia deben ir unidas para progresar y dar la posibilidad de ayudar a personas con 345


algún tipo de impedimento corporal o sensitivo, intentando aumentar su calidad de vida reforzando sus puntos débiles mediante artilugios mecánicos o electrónicos de diversa índole, como brazos o piernas biónicos, oídos y ojos electrónicos, y demás.

Por supuesto, la carrera en pos del progreso tecnológico es imparable y encarnizada, con informaciones que ya anuncian dispositivos, aún un poco aparatosos, para navegar por Internet mediante movimientos oculares o mediante impulsos mentales, de gran ayuda para personas parapléjicas y de movilidad reducida.

Para llevar a cabo todos estos asombrosos artilugios tiene mucho que ver la nanotecnología (ya utilizada ampliamente desde hace tiempo en la fabricación de dispositivos electrónicos portátiles mediante microchips y demás), y más concretamente el campo de la nanorrobótica, que consiste en la fabricación de nanorrobots, dispositivos de tamaño microscópico utilizados sobre todo en el campo de la medicina, dotándolos de diversas habilidades y siendo introducidos en el cuerpo humano mediante la sangre u otros sistemas, con el fin de extirpar tumores cancerígenos 346


o detectar sustancias tóxicas en el organismo. Estas son apenas un par de utilidades de las muchísimas que se planifican para esta tecnología, puesto que aún es una especialidad que se encuentra en plena investigación y experimentación.

En ese sentido de preservar la salud del ser humano, en una alianza más entre tecnología y ciencia, se viene hablando desde hace largo tiempo y entre encendidas controversias, de la manipulación genética en seres humanos, con el fin de evitar que nazcan con ciertas enfermedades o problemas físicos, pero ese es un tema que, legislativamente y éticamente, hoy por hoy, es complicado llevarlo a cabo, por lo que seguramente seguirá en progreso, siendo investigado y experimentado en proyectos secretos.

Pero el súmum de la unión entre ciencia y tecnología aún está muy lejos, y posiblemente no lleguemos a verlo ninguno de nosotros, pero acabará llegando, y no es porque yo me empeñe en decirlo, sino porque viendo el progreso de la tecnología, de aquí a unos cientos de años puede resultar perfectamente plausible. No será la creación de 347


diversos dispositivos superportátiles o con los que podamos sumergirnos dentro de un videojuego y jugar con nuestro propio cuerpo; ni la de hombres biónicos con cualidades aumentadas mediante elementos hidraúlicos, mecánicos o electrónicos; ni la de humanos casi perfectos retocados genéticamente y superiores físicamente sin enfermedades ni dolencias; ni siquiera la de ciborgs (criaturas con elementos cibernéticos y orgánicos) o de robots completos dotados de plena autonomía, conocimiento y sentimientos.

El tope de la tecnología humana con respecto al ser humano vendría precisamente desde la nanotecnología, mediante mini-cápsulas que se suministrarían a los niños apenas hayan nacido, repletas de nanorobots superinteligentes con sus respectivas tareas y funciones programadas, que se irían expandiendo por todo el organismo a través de los conductos sanguíneos como un ejército perfectamente organizado, instalándose en diversos órganos estratégicos, con el fin de aportar una ayuda extra a dichos órganos, detectando y eliminando con más rapidez diversas sustancias nocivas o elementos extraños y/o perjudiciales, además adecuándose y adaptándose según vaya creciendo la persona. 348


Una buena cantidad de estos nanorobots se encargaría igualmente del cerebro, unos vigilando la formación de tumores y trombos, y otros aumentando y mejorando las cualidades naturales humanas. Por ejemplo, a nivel visual se añadirían artificialmente diversos filtros de visión, como infrarrojos, visión térmica y demás, que se podrían utilizar en cualquier momento a voluntad de la persona, así como funciones de fotografía, grabación y reproducción de vídeos. Los archivos resultantes se guardarían en el cerebro, dispuesto como si de un disco duro se tratara, reordenado por carpetas a las que se accedería mediante menús que se visualizarían en los globos oculares, gracias a unas lentillas especiales que fabricarían en el propio ojo algunos nanorobots programados para ello, además con la posibilidad de poder guardar incluso sueños y recuerdos en sus respectivas carpetas, para así poder acceder a ellos en cualquier momento con facilidad por si se quisieran revisar o incluso borrar.

De igual manera se podría acceder a Internet, con la posibilidad de ver los diversos contenidos en pantalla completa o en pantalla partida, es decir, por los dos ojos o 349


por uno sólo, teniendo en cuenta si vamos caminando por la calle en el momento de acceder a la Red, con el fin de evitar peligros, como ser atropellados por vehículos o chocar con otros transeúntes.

Los oídos serían una parte fundamental en todo este fenomenal entramado, puesto que los pabellones auditivos actuarían como receptores de señales para conectarse a Internet. Además, el interior del oído se configuraría automáticamente para aumentar la calidad de la audición en un altísimo porcentaje. Por supuesto, a través de Internet se podría descargar música, guardarla en las carpetas de archivo del cerebro y reproducirla en cualquier momento para escucharla en el interior de nuestros oídos, controlando igualmente los menús a través de los ojos, y con la posibilidad de escuchar en sonido estéreo por los dos oídos, o en sonido mono por un solo oído, por el mismo tema que antes me refería sobre la opción de reproducción total o parcial de contenido a través del sistema visual, por pura y simple seguridad cuando el indivíduo en cuestión circule por la calle.

Así pues, teniendo todo un centro multimedia dentro de 350


la cabeza, la utilización de los teléfonos móviles quedaría totalmente obsoleta, puesto que se podrían realizar y recibir tanto llamadas como mensajes a través de Internet, gracias a programas de estilo similar a los actuales Skype, Whatsapp y demás, aunque lógicamente mucho más modernizados. El modo de llevar a cabo una llamada con estos sistemas sería similar a como se hace con un dispositivo de manos libres, aunque sin accesorio alguno: Hablando con tono normal, el sistema auditivo del hablante recogería las ondas de su voz y las trasladaría a su programa de realización y recepción de llamadas, para después enviarlo a través de Internet al respectivo programa del interlocutor, todo por supuesto a una velocidad superior a la del sonido, sin provocar retardos o ecos de ningún tipo.

No cabe duda de que, habiendo un control férreo por parte de los nanorobots a nivel del organismo para detectar y destruir tumores y demás cuerpos nocivos, también tendría que haber una vigilancia e intercepción igualmente exhaustivas contra diversos vírus informáticos que puedan colarse en cualquier archivo que se descargue de Internet y se guarde en el disco duro cerebral, con el fin de evitar posibles daños o lesiones, ya no sólo en el cerebro, sino en otros órganos, como los ojos, que hayan tenido contacto 351


con algún elemento contaminado.

Esta sería a grandes rasgos, ya que seguro que ha habido puntos y detalles que se me han escapado, mi visión futurista utópica de cómo el ser humano podría evolucionar de una manera más o menos posible de la mano de la ciencia y la tecnología a través del paso, ya no de muchos años, sino de varios siglos, hasta lograr una perfecta fusión entre células y microchips, que daría lugar a una nueva especie humana: el Homo Technológicus.

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LA ESENCIA DEL FÚTBOL

La esencia del fútbol no está en los lujos de los contratos multimillonarios, en el "merchandising" o en las opiniones de los periodistas deportivos. La esencia del fútbol está en los patios de cemento y hormigón de colegios e institutos, pero sobre todo en los campos de barrio, unos de tierra, otros de hierba, a veces natural o a veces artificial, pero todos con ese sabor del fútbol más puro y apasionado.

Gente que saca un poco de su tiempo para ir durante la semana a entrenar por las noches, después de sus respectivos trabajos o estudios, para posteriormente, cada fin de semana, llueva, nieve o haga sol, juntarse para jugar un partido de fútbol. Un momento cumbre y muy esperado para ellos, en el que hacen algo que sienten con verdadera pasión. Lo dan todo en el campo, realmente a cambio de nada. La victoria es importante y todos luchan por conseguirla, pero la auténtica recompensa es poder pasar un rato entre amigos realizando una actividad sana y bonita por la que todos comparten la misma pasión. Y así lo demuestran en el campo, siempre entrando y jugando con fuerza, pero nunca con violencia. Cada vez que se produce 355


algún choque fuerte, siempre hay un momento para ayudar a levantar al caído, pedirse perdón y darse la mano, siempre con deportividad. Igualmente, cada vez que termina un partido, da igual lo apabullante o lo ajustado del marcador, da igual el mejor o el peor juego de cada equipo, todos se dan la mano y se abrazan en buena lid y con compañerismo. Es más, después de ducharse y cambiarse, salen todos juntos charlando amigablemente e incluso se van a tomar algún refrigerio juntos. Eso lo he visto yo con mis propios ojos.

En cuanto al juego en sí, no hay estrategias sesudas ni tácticas complicadas. Simplemente cada uno se coloca en la demarcación en la que más cómodo se encuentra y sacan sus mejores armas. Unos optan por la velocidad, otros por el toque, otros por la fuerza y la potencia, otros por el regate, otros por el juego aéreo... Es decir, cada uno juega como siente e intentan emular en lo que pueden a sus ídolos. En general, el juego suele ser embarullado, pero siempre hay algún destello de calidad en forma de algún pase imposible, un taconazo, un control preciso, un "slalom", un regate ingenioso, un control de espuela, una "ruleta marsellesa", una chilena, una vaselina, un cañonazo imparable, una estirada estratosférica del portero... 356


Podemos asegurar que la "cantera de barrio" en nuestro país goza de muy buena salud, y hay muy buenas maneras y mucha calidad, pero la verdad es que es un universo que apenas aparece en la prensa deportiva o en algún tipo de publicación, seguramente por ser demasiado grande y difícil de seguir, debido a la enorme cantidad de equipos y de gente federada que hay en este deporte.

Entre los altos precios de las entradas y la violencia y la falta de seguridad que hay en los estadios del fútbol profesional, casi sale más a cuenta darse un paseo hasta algún polideportivo o campo de fútbol cercano y pasar allí la tarde mientras se disfruta de un espectáculo futbolístico de lo más interesante y entretenido, y si uno va acompañado de su transistor para ir disfrutando de las narraciones de los partidos del fin de semana, la experiencia ya es de lo más completa.

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EL HOMBRE QUE NO SABÍA QUÉ ERA UN BUEY

Un buen hombre había que no sabía de qué animal era la maravillosa carne que su bella esposa le ponía. Por tales filetes tan sabrosos y jugosos él la felicitaba, y de qué era esa carne con curiosidad preguntaba. "¡Cariño, son de buey!", contestaba ella con paciencia una y otra vez. Él se quedaba como la vaca que mira al tren, o mejor dicho el buey, aunque no supiera lo qué es. Persona leída y viajada, de espíritu curioso e inconformista, además de gran amante de Internet y la tecnología, mas qué repámpanos era un buey no lo sabía. En su imaginación, la palabra "buey" iba atada a la imágen de una enorme criatura de recias carnes, posiblemente alada. Un buen día, jugando en la tablet con su hija pequeña a un juego de nombrar animales, 361


apareció un dibujo de un robusto animal vacuno con cara de pocos modales. "Palabra de cuatro letras...¡Es un toro!", pensó él. Y así lo escribió, pero incorrecta la respuesta resultó. Ni corta ni perezosa, su hija la tablet le arrebató, y con buen tino, la respuesta correcta anotó. "¡B-U-E-Y!. Es un buey", dijo la pequeña mientras miraba a su padre con sonrisa triunfal, el cual, a su vez la miraba con rostro de incredulidad. Esa sensación no era por descubrir finalmente qué era un buey, estaba claro. En realidad fue porque, por primera vez, su hija le había ganado.

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ÁNGEL CAÍDO

Ángel caído, del cielo desterrado al infierno maldito. La oveja negra. La excepción que confirma la regla. Ángel caído, de apariencia cándida y tranquila, pero sentimientos y corazón oscuros. Ser de pensamientos malvados e impuros.

Ángel caído, desterrado por un error cometido, que él nunca ha reconocido, siempre ha desmentido, pero está demostrado que fue cierto lo ocurrido. Su error fatal fue enamorarse. Una mujer humana fue la culpable. Entonces, el ángel sintió y descubrió todos los pecados capitales. 363


Perdió todos sus poderes sobrenaturales. Fue relegado a menos que escoria. Le fue desinfactada el alma y le fue borrada la memoria, pero en su interior seguía latiendo un sentimiento muy fuerte y de manera implacable fue abandonado a su suerte. Antes era un ángel modelo. Ejemplo a seguir por todos sus compañeros. Entre los mejores, él era el primero. Pero todo se truncó en un momento. Pues descubrió que latía su cuerpo cada vez que veía a esa mujer. Para él todo fue un desconcierto, pues nunca un ángel había tenido sentimientos de amor, lujuria y deseo. Descubrió que no era tan perfecto. Y fue desterrado a un lugar infecto, para que sufriera consigo mismo y no viera la luz en ningún momento. 364


Encerrado por toda la eternidad, muriendo de pena por no poder amar. Ser celestial con sentimientos humanos, peligro inminente y desatado.

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CAPITAL CITY

Capital City, ciudad del caos. Ciudad de crimen, de contaminaci贸n y de inseguridad. Capital City, ciudad del infierno. Capital City. Capital City, ciudad sin amor. Ciudad de incomunicaci贸n, de prisas, de injusticias, de envidias y traici贸n. Capital City, ciudad sin ley. Capital City.

Capital City, enorme ciudad. Enorme laberinto en el que aprender a vivir y a luchar. Cientos de calles, callejillas, callejones, Llena de innumerables rincones donde acecha lo inesperado, donde deber谩s llevar mucho cuidado. Majestuosa torre de Babel donde conviven gentes de cualquier color de piel, con quienes hay que batallar por un puesto de trabajo. 366


Todo sea por el dinero. Vil metal del carajo, que construye muros invisibles entre la gente, que destruye sentimientos y genera malos rollos, evidentemente. Los rascacielos y los chaléts están todos ocupados de gente con dinero y muchos están forrados, aunque antes habría que ver la manera con la que han logrado su actual y privilegiado estado. Y en el resto de la ciudad contrastan edificios antiguos y monumentos con otras construcciones de un estilo más moderno en los que la gente de a pie vive el día a día. De formas más o menos ortodoxas, cada uno vive su vida.

Megalópolis, auténtico enjambre de seres humanos, donde si estás caído nadie te tiende una mano. Contaminados los cuerpos y las almas 367


de humos, de ruidos, envidias, venganzas. Aquí no existe el perdón, sobrevive el rencor. No hay segunda oportunidad, no señor. Clones prefabricados caminndo como zombis hacia un trabajo al que tan sólo acuden por los fajos. Normal, hay que comer, vestir, vivir, pero sacrifican media vida en un trabajo que odian a morir. Y para luego tener una mierda de jubilación. Así va la nación. Y la gente que va diferente, piensa diferente, vive diferente se la mira como a un bicho raro, prácticamente un extraterrestre. Cuanta corrupción oculta, promovida por tanta gentuza. Que muera la telebasura, los políticos caraduras, la casposidad ingente 368


que sobrevive en el ambiente. Tanto dinero que gana cierta gente, que realmente no se lo merecen. Está el dinero muy mal repartido: Un tipo que cobra una millonada por dar patadas a un balón y una tía que por enseñar las tetas cobra un pastón, mientras gente que investiga para combatir enfermedades y crear medicinas apenas cobran una calderilla. Capital City, majestuosa ciudad que te puede enamorar o la puedes odiar. Cuidado donde te vas a adentrar. En Capital City nada es normal ni real.

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DIOSES REALES

Dioses reales. Ídolos de barro caídos. Malos ejemplos para ser seguidos. Dioses reales. Ejemplos a seguir e imitar, escuchar y estudiar de manera vital. Tus ídolos hay que saber elegir, porque para bien o para mal te pueden influir. Si son unos indeseables y unos divos, unos chulos y unos creídos, te pueden idiotizar y rebajarte a su nivel. Si no tienen cultura ni vergüenza de su ser. Hay que coger ídolos de los que se pueda aprender. Que te enseñen a ser mejor en la vida y en lo que quieras ser, y sobre todo como persona, principalmente. Que te hagan sentir orgulloso y te abran la mente. Que sean buenas personas y no sean escandalosos. 370


Que sean respetados como profesionales y como personas. Sólo se aprende de los mejores. En todo. Música, espectáculos, ciencias, deportes... Existen los dioses reales. Son muchos y todos válidos, lo que pasa es que los otros son cuatro pelagatos que hacen más ruido momentaneamente, pero pronto quedan olvidados. Los buenos, los que han demostrado siempre lo mucho que valen en lo suyo y como personas quedarán siempre en la Historia, recordados por sus hazañas y glorias, y nadie les discutirá su gran valía.

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MUNDOS OLVIDADOS

Mundos olvidados. Mundos perdidos. Mundos hostiles. Mundos podridos. Mundos donde el hambre y la enfermedad reinan de manera mortal. Donde la necesidad hace a la gente incluso luchar y matar. Mientras paises enteros se mueren, cuatro ricos se lo gastan en armas y de la manera más cruel se enriquecen. Y muchas O.N.G.s tampoco ayudan. Para una que sea seria, las demás son basura. Se llevan el dinero teóricamente destinado a los pobres. Que desalmados. No se sienten culpables. Y la miseria en estos paises aún más se acrecienta. cuando se desata una guerra. La muerte campa a sus anchas, 372


dejando huellas y manchas. Pero no hay que irse muy lejos para descubrir mundos olvidados. Si nos fijamos bien los tenemos al lado. La pobreza y la indigencia en las grandes ciudades, que desemboca en delincuencia, crímenes y otras variedades. Y la gente pasamos sin apenas mirar, tan sólo para lo más lejos posible pasar. Vivimos nuestra vida como en una burbuja. Nuestras cosas, nuestra gente, nuestro mundo. Todo son excusas. Si quisiéramos, podríamos ayudar, pero ni de nuestra sombra nos podemos fiar, porque algunos indigentes sólo buscan alcohol y drogas, pero luego tienen millones en el banco. Mira que trola. Pero la vida es así. Unos a vivir y otros a morir. 373


EN EL AIRE

En el aire. Estamos en el aire. Luces, cámaras y acción. Abróchense el cinturón. El espectáculo comenzó. El mundo está en el aire. Pendientes de lo que en él se cuece. Guerras, conflictos, contaminación... La cosa no hace más que ir a peor. El ser humano es el ser más perfecto, el gran depredador, y a la vez el asesino de toda la creación. Apenas somos unos recién llegados. Pero en poco tiempo, nos hemos de todo adueñado. Se han destrozado cosas y lugares que estaban mucho tiempo antes que nosotros, se han extinguido especies animales enteras. Somos unos auténticos monstruos. Sólo nos mueve el dinero, sin pensar que estamos destruyendo el mundo entero. 374


El lugar donde nacimos, vivimos y, si Dios quiere, moriremos. Pero si nos cargamos ésto, ¿dónde iremos?. La Tierra es nuestro gran desconocido, y eso que es donde vivimos. Nos quedan tantas cosas por explorar, descubrir y estudiar. Deberíamos quererla más y cuidarla mejor, ya que así sería como quererse uno mismo y a su interior. Cada uno de nosotros somos un auténtico mundo que se puede ir al carajo en un segundo. Deberíamos pensarlo, aunque lo mejor sería actuar para evitarlo. El mundo está en el aire, no sólo físicamente por la fuerza de la gravedad, sino que puede estar grave de verdad, por enfermedad.

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ENGAÑADO

Has jugado conmigo, con mis sentimientos. Y es que en realidad no te importo un pimiento. Sólo te preocupas de lo que te interesa. Eres bella pero pinchas, como una rosa fresca.

El día que llegaste, noté que eras especial, con esa elegancia y esa forma de caminar. Con esa mirada pícara y a la vez serena. Era como el veneno que se mete por las venas. Y ya es imposible encontrar la medicina que me cure de los efectos de tu belleza femenina. Sabes mover con soltura y desparpajo tu cuerpazo, sabiendo lo que haces en cada momento y a cada paso. Dominas a la perfección el arte de la seducción, jugando con tu pelo sedoso, tu boca carnosa y tus ojazos color marrón. 376


Y sabes rematar tu belleza total con tu ropa perfecta que sabes combinar. Para mí eras lo más de lo más. Te tenía casi en un altar.

Te empezaste a fijar en mí, y yo, tonto de mí, me lo creí. Empezaron las miradas y algún que otro guiño, y yo, la verdad, me sonrojaba como un niño. Poco a poco empezaste a acercarte, y así comenzaste a hablarme. Comentarios sin importancia para romper el hielo. Y de vez en cuando me acariciabas el pelo. Cada vez nuestras conversaciones eran más largas e íntimas. Las distancias entre los dos prácticamente eran mínimas. Me abrazabas, me acariciabas, me sobabas, me tocabas, y a mí, como a un tonto, se me caía la baba. 377


Yo me sentía el más feliz del mundo, aunque la felicidad duró poco más de un segundo. Al poco tiempo, tú te fuiste. No me dijiste ni el porqué, ni te despediste. Entonces me enteré, y no precisamente por ti, que todo era una broma para reirte de mi, que entre varias chicas habíais preparado, pues me veíais tímido y algo cortado. A mi me dolió eso, y mucho. Me sentía como si fuera un chucho. Por una vez que a una chica me había abierto. Pero ahora veo la verdad, ahora que estoy despierto. Al poco tiempo, volviste de regreso. Te ví, te saludé y te dí un beso, pero ya nada iba a ser igual, porque yo no me iba a dejar engañar. Tú ya te olías que yo todo lo sabía. 378


Lo querías arreglar pero no te iba a servir para "ná". Hay muchos más peces en el mar. A mí, las pirañas es que no me van.

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NO SE FIJA EN MI

Ella no se fija en mí. No sé qué hacer o que no hacer. Ella no se fija en mí. No sé qué tendré o qué no tendré.

Desde que la ví por primera vez, he de reconocer que me enamoré. En mi vida he visto nada igual. Sencillamente sensacional. Todo lo que he buscado en una chica, lo tenía ella. Con eso lo digo todo. Realmente me había hecho mella. Esa chica es mi sueño, es mi obsesión, y aunque por ella me desvivo, no me presta la menor atención. Yo intento conquistarla, intento enamorarla, y ella, en cambio, no me dedica ni una mirada. Hago lo posible para que se fije en mí, pero ella pasa de mí y no lo puedo concebir. 380


Su sóla sonrisa me recarga las pilas. Sus ojos preciosos me devuelven la vida. Intento ir bien vestido, bien limpito y arreglado. Intento ser gracioso y divertido, pero sin ser un payaso. Intento ser auténtico, espontáneo y ocurrente, pero no me hace caso de ninguna manera y me siento muy malamente.

La verdad es que ya no sé ni que pensar. Si es tímida, se hace la dura, no se da cuenta, no la intereso, o Dios sabrá. Si mi amor no es correspondido, realmente me sentiría muy entristecido, con la sensación del tiempo perdido por haberme desvivido y no poder conseguir siquiera su amistad. Es que ya no sé ni que intentar. La quiero demasiado como para abandonar, 381


pero estoy sufriendo de manera bestial. No encuentro la razón de porqué este rechazo. Mi autoestima está muy baja y me siento un fracasado. Pero voy a seguir luchando, porque el que la sigue la consigue, dijo no sé quién, no sé cuándo. Nunca pienso perder el optimismo, aunque al final me dé lo mismo. Yo sigo aquí solo, y ella, como si nada. Por más que intento llamar su atención no me dedica una mirada, y menos una palabra. No sé si es que tiene algún problema conmigo. No lo creo, porque de momento apenas nos hemos conocido. Si me diera una oportunidad no la iba a defraudar, y vería de lo que soy capaz. Nada malo, no hay que pensar mal. 382


Sencillamente sabría lo que es el amor verdadero y que por ella me desvelo. Ninguna conquista es fácil, pero hay que correr el riesgo, y aunque sea por madura, acabará cayendo por el tiempo. Es una chica fantástica y no la puedo olvidar. La quiero con toda mi alma y por eso no dejaré de luchar para conseguir su amor. Que me quiera como la quiero yo.

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ENCUENTRO FUGAZ

Caminaba, como siempre apresurado, por un largo pasillo del Metro, ya cercano a la salida. Sonaba Gregory Porter subyugante en mi MP3. Inesperadamente, por unas escaleras bajó ella, desconocida y hermosa, anónima y deslumbrante. Primero pude observar sus piernas torneadas acariciando cada escalón con cada pisada, para posteriormente ver, por fin, su cuerpo entero rebosante de hermosura y su cara dulce y sensual. Ella avanzaba y yo también, con mis piernas movidas por pura inercia, puesto que todos mis sentidos estaban pendientes de ella. Cuando nuestros pasos coincidieron en el mismo punto físico del espacio-tiempo, nuestras miradas se cruzaron por una milésima de segundo y, por un instante, por ese instante, todo pareció cobrar sentido.

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TOP MODEL

No sé si eres modelo, pero por hechuras, belleza y descaro, perfectamente podrías serlo. Me cruzo contigo y me miras desde tus tacones, desde tu atalaya, tan excelsa e inalcanzable, pero no puedes aguantar mi mirada y bajas la tuya con sonrojo. En ese instante puedo ver dentro de ti. Apenas eres una niña con cuerpo de diosa. Tras tu fachada de autosuficiencia puedo verte repleta de miedos, inseguridades, y por supuesto, de sueños e ilusiones. Después de todo, eres humana, una mujer como cualquier otra, con todo lo que supone, y eso es lo que más me gusta de ti.

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TODA TÚ

Tu nombre es como una caricia que me hace soñar despierto cada vez que te miro, y me recuerda lo que es amar. Cara de ángel, cuerpo de diosa, me hipnotizas con tu mirada. Tus ojos llenos de magia, serenos y pícaros a la vez. Por una mirada daría el mundo, por una caricia el universo, por un beso no sé qué daría.

Todas las noches sueño contigo, que me besas con pasión y siento el calor de tu cuerpo. Sueño que nos amamos, que juntos siempre estamos, y que cuanto más tiempo pasamos juntos más nos queremos y amamos.

Mi vida a tu lado rebosa alegría y pienso que vivo en un cuento de hadas. Cuando me besas suavemente ya tengo suficiente energía para todo el día. A tu lado, las dificultades y los problemas se olvidan. La lucha diaria y la monotonía no existen cuando estoy contigo.

Cada vez que te veo, fascinado me quedo mirando tu divina 386


belleza. Todo lo que siempre he buscado en una mujer tú lo tienes. No te veo ningún defecto. Para mi eres la mujer perfecta. Eres auténtica y natural. Pura bondad, como un ángel que ha bajado a la Tierra. Más allá de tu belleza física, tu verdadera hermosura está en tu simpatía, tu ternura, tu sinceridad y tu sencillez.

Cuando te acercas a mí me quemas como el fuego, me rozas con tu cuerpo y me acaricias con ternura y pasión. Me abrazas, me besas y nos dejamos llevar por el deseo. En nuestro mundo interior respiramos y nos alimentamos de amor. Te siento dentro de mi, como si nos fundiéramos en un sólo ser y juntos subimos al cielo. Cuando estoy contigo, me revitalizas el alma y mi corazón hierve como el magma.

Quiero estar eternamente contigo. Estoy enamorado.

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