Pequena prosa casera

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“Pequeña prosa casera” Ani Seixas Edición independiente Revisión y corrección de estilo: Omar Ocampo Diseño, diagramación e ilustración de contratapa: Laura Wiesner Grabados: Juan Pablo Seijas La mayoría de los textos fueron escritos y trabajados en el marco del taller de microrrelatos del centro cultural Sebastián Piana (Buenos Aires, Arg.) coordinado por Santiago Ambao. ©Todos los derechos reservados Contacto: analauraseijas@gmail.com 4


Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Felisberto Hernández

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LA SIESTA

La pancita de Pedro resonaba como acordeón verdulera. Pateaba piedritas al costado del río, y pensaba en un mate cocido con tortas fritas. La humedad ribereña le inundaba los ojos y el sol atardecido ya no lo abrigaba. Pasaban las horas y un menjunje de sensaciones lo invadía. La luna inmensa estaba clavada en el horizonte, y el río colmado de monedas brillantes. Sin pensarlo, fue hacia esos encantadores destellos y se vio a sí mismo sumergido hasta el alma en aquella inmensidad. El vaivén del agua arrulló su pequeño cuerpo y lo trajo hasta la orilla. Esa noche, Pedro dejó de ser invisible.

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Y sin embargo, a pesar de todos los años que cargaba, no había olvidado lo que sucedía cuando dos almas se encuentran en el mundo.

EL SABIO

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TENGO QUE IRME A la memoria de José Martí Y secó sus lágrimas con la manga de la camisa. Este amor que hiende el aire hasta tus ojos negros sabe que si me quedo voy a estar como ausente, perdido en mis pensamientos. Te habré dejado esta tierra arrasada y no un mundo que cree en ti. Pero si me marcho, te voy a pensar cada día y vas a ser quien le dé sentido a esta revolución. Parpadeó largo, besó su frente, respiró hondo y, sin saberlo, se fue para siempre. Los vientos alisios soplaron en la isla, a veces lánguidos, a veces vigorosos, borrando viejas tristezas. Muchos años más tarde, contemplando las olas del mar, Ismael pudo comprender las palabras de su padre.

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UNA LARGA NOCHE

Esa noche María tomó coraje y un paraguas viejo. Alzó al nene y se alejó del rancho en medio de la tormenta. Don Jorge nunca la creyó capaz. Ella había amenazado muchas veces, pero ¿hasta dónde iba a llegar? Decidido, descolgó la escopeta y salió dando un portazo. Amaneció el monte escampado. Don Jorge entró a su casa, se sacó las botas embarradas y se desplomó en el sillón. Había sido una larga noche. María ya no era presa de su casa. Ya no era presa de su caza.

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No fui yo quien esa noche le jurรณ amor eterno, fue otro hombre, y ese hombre ya no existe.

CONFIESO HABERLA ENGAร ADO

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CARTA A UN PESCADOR Basado en la leyenda colombiana del Mohán Yo también, como usted, estoy solo cuando la noche está ruidosa de chicharras y serpientes, y la oscuridad, hambrienta, me traga. Aquí, a orillas del Magdalena, estoy envuelto en una espesa maraña sin poder escapar de mi destino. Como usted, muchas veces soñé con huir de esta tierra. Trepar las laderas, llegar a la cima de aquellos nevados y respirar como nunca el aire de la cordillera. Pero estoy condenado a la humedad infernal. También tengo miedo, como usted, cuando la borrasca irrumpe en mi sueño y las aguas crecen y las atarrayas se enredan en las entrañas del río. Por eso me manifiesto, a veces feroz y a veces perverso. ¿No ve que sólo quiero un tabaco, y quizás un compañero en este pozo sin vida?

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LA VISITA A la memoria de los desaparecidos Elena abrió la puerta sin preguntar quién es. Era raro en ella, pero esa noche andaba distraída, hacía días que le costaba conciliar el sueño. Apenas parpadeaba, se le venían los recuerdos de esa tarde que parecía aún no haber acabado. A pesar de que, en todos estos años, había buscado hasta debajo de las baldosas, detrás de los cuadros, entre las copas de los árboles, esa noche también lo buscó en su taza. Raspaba el fondo pegoteado de azúcar y café, y recordaba su rostro, ese rostro que nunca iba a envejecer, que se había detenido en el tiempo. Pensó en un grito sin sonido, un grito ausente pero ensordecedor, y lloró otra vez, porque la incertidumbre duele más que la certeza. Elena abrió la puerta sin preguntar quién es, y allí estaba. Otra vez una sombra gris sin vida y sin muerte, una pila de memorias ennegrecidas de ausencia. Allí estaba, una vez más, ese espacio hueco de todo lo que había desaparecido.

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TRATROMOTRO

Un brusco roce de sábanas, un giro repentino en la cama, una vuelta a la almohada tibia, hasta el más mínimo ruido despertaba a Tratromotro. La clave era permanecer inmóvil, con el pulgar en la boca y las rodillas amontonadas en el pecho. Sin embargo, algunas noches, él igual se aparecía sobre la cabecera, o en la pared de la habitación. Con sus ojos puntiagudos y brillantes me acechaba hasta dejarme sin habla. La única protección era la compañía de Papá, quien llegaba siempre en el momento indicado. Plantaba un almohadón en el piso, se acomodaba como podía y me acompañaba durante toda la noche, o al menos hasta que me durmiera profundamente y en paz. A veces, en la noche, me acuerdo de Tratromotro. Hace tiempo que no me visita. ¿Habrá envejecido él también? ¿O será que ya no cree en sí mismo?

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ÉPOCA DE EXÁMENES

La rutina era raramente agradable. Cruzábamos ese pasillo descascarado de su PH en Bajo Flores, siguiendo su paso lento y oscilante. Los ejercicios eran aburridos y a lápiz, la pared verde triste. Los muebles estilo provenzal contaban historias viejas, de épocas de amores y juventud. Cuando se daba vuelta, hacíamos muecas. Ella se hacía la distraída. A mitad de la tarde, preparaba mate cocido y nos daba galletitas de manteca. Era el momento más esperado. Se fue acercando la fecha de las pruebas, y no fuimos más. Diez felicitado. No sé si necesitábamos tantas clases de matemáticas, lo que sí es seguro es que la profe necesitaba más compañía.

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ASUNTOS LABORALES

Una mañana cualquiera, Amalia vio que del techo de la oficina crecía una maraña de pelos redonda y oscura. La miró con mayor detenimiento y supo que en realidad era un agujero. Apilando unos cuantos biblioratos, logró encaramarse hasta el misterioso hueco. Al hurgar dentro de él sintió que una fuerza la atraía. Poco a poco se dejó llevar y desapareció para siempre. Sus compañeros de trabajo tardaron algunos días en advertir su ausencia. Al fin y al cabo nadie es indispensable en su trabajo.

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PARTE MÉDICO

El altavoz con tono de enfermera rompió el silencio de la sala de espera. Indicaba que el doctor iba a hablar con los familiares en el sector del quirófano. Zoe bajó por el ascensor, no era allí, subió la escalera, cruzó el pasillo y fue al otro cuerpo del edificio, Señorita, es por aquí al fondo y luego dobla a la izquierda. El último tramo lo caminó rápido. Sabía que su angustia acabaría al final de esa sucesión interminable de mosaicos blancos.

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MILONGUITA

Coca se había estado preparando desde las cinco de la tarde. Era su primer baile. Su hermana, que contaba con años de experiencia en el tema, le advirtió que ante el cabeceo insinuante de algún muchacho evaluara las siguientes cosas: porte, estatura, pinta y sobre todo en dónde llevaba las manos. Si las guardaba ambas en los bolsillos, posiblemente escondiera algo; pero, si una de ellas permanecía escondida y la otra era una palma extendida que señalaba la pista, con precaución podría aceptar una sola tanda. Esa noche Coca hizo caso omiso de los consejos de su hermana y sacó a bailar al muchacho que más le llamó la atención. Ella se acercó luego de mirarlo un largo rato y le dijo: Qué, ¿acaso usted no piensa sacarme a bailar en toda la noche? Él sonrió y sus ojos brillaron. Coca y el muchacho bailaron hasta la última tanda. Su hermana, en cambio, planchó en el baile.

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Esta ediciรณn se terminรณ de imprimir el 15 de enero de 2018, de forma artesanal y casera, en la ciudad de Bogotรก, Colombia.

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analauraseijas@gmail.com

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