La vida de Leonora Carringtong

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6 relatos


Opulencia repugnada

Es de nuevo el aburrido baile familiar, donde yo, Leonora, tengo que soportar durante toda la noche y madrugada la llegada de condes y duquesas, sentada en la silla dorada que tanto me recuerda al cautiverio de mi cuarto. He vivido esta tradición por más de 19 años en donde poco a poco, mi paciencia se agota, no, mejor dicho, ya se agotó, desde mis 9 años. A una temprana edad, mis padres compraron más de 7 hectáreas para expandir el negocio familiar de manufactura de algodón. El dinero, por esto mismo, nunca ha escaseado, así como el exceso de responsabilidades para mi, tampoco. Es una cadena agotante, donde de igual forma la naturaleza se ha convertido en mi gran aliada. Mientras mi maestra personal me lleva a recorridos en el extenso jardín de las hectáreas para aprender de botánicas, me gusta creer que las plantas y bichitos me hablan. Desde niña me he hecho amiga de los caballos, hienas, cuervos y cigüeñas. A veces me convierto en una de ellas, volando o cabalgando lejos de la responsabilidad que conlleva ser la heredera. Nunca he visitado más allá de la naturaleza o las fábricas de mi padre, nunca he tenido un amigo u amiga con el que platicar. En algún punto mi imaginación mezclada con mi creatividad se volvieron mis mayores confidentas, al lado de los animales de la naturaleza. Aunque no salga más allá de la opulencia, sí he conocido lo que es la pobreza y lo que es la carencia, todo a través de los libros y enciclopedias que guardamos en nuestra librería familiar. Una vez, mi nana me leyó un cuento de una sirvienta de casa que de noche se transformaba en una deslumbrante doncella para escapar al baile donde el príncipe elegiría a quien sería su esposa. Y yo, como esa doncella, me transformo ahora en una sirvienta, viviendo una vida carente en capital pero amplia en honestidad. Esa es la Leonora que quiero ser, repudiando la opulencia que me encadena.


Promesa de la libertad junto a la hiena.

Tras dejar imaginariamente a mi familia atrás, me encuentro sentada sin ruidos ni murmullos, sin críticas ni imposiciones. Por fin puedo encontrar un momento para auto descubrir lo que siempre estuvo dentro de mi. Lejos de la iglesia, lejos de las críticas de mi familia, lejos del deber que ahora se convierte en el querer, me dirijo hacia mi mundo interno, donde, rodeada de un amplio espacio vacío, establezco mi imagen en el exterior. ¿Cómo puedo codificar mi sentir a través de mi gran amiga, la imaginación, si lo único que me rodea es el pesar entre tanta extravagancia fruto del capital exacerbado de mi padre cegado? Durante mis ratos muertos en cautiverio dentro de la mansión perteneciente a mis progenitores, me gusta pensar que cabalgo fuera de esta jaula que ahoga mis entrañas. Libre y sin cesar, cabalgando a paso libre por el césped, por las colinas, montañas y muelles. De pronto, una hiena de grandes pezones abre paso entre los grandes ventanales de mi recámara. -Buenos días, señorita hiena. ¿Qué la trae por aquí? -Tu dulce imaginación y tu pasión por la libertad. - ¿Puedes olerla desde allá afuera, hiena? -Sí, y la sueño desde aquella vez que un favor te realice. Fue en el baile de gala que tu familia organizó en tu honor y que tú, con despecho, me pediste que lo arruinara. -Lo recuerdo – dijo Leonora- pero ahora te quiero pedir otra cosa. - ¿De otro favor habla usted? -Así es. Esta vez se trata de ayudarme a escapar, que quiero ya cabalgar libre por el césped en libertad. La quimera, agradecida por la última vez que gracias a Leonora devoró fina comida, su pata le acercó. – Solo tócame un poco y en la colina correrás aún más allá de las copas verde esmeralda - Leonora, sin dudarlo su dedo acercó y al toparse con la pata de la hiena en un blanco caballo se transformó, cuando de pronto, la nueva criada en el cuarto de Leonora entró pero esta vez el amplio cuarto abandonando estaba, ya que el caballo blanco junto con la hiena galopaba huyendo libremente desde la prisión donde en cautiverio siempre se encontró.


Max Ernst

Mientras galopaba la hiena junto con Leonora transformada en un blanco caballo llegaron hasta Londres donde encontraron un dulce resguardo. Leonora, ahora convertida en su normal apariencia de joven veinteañera, agradecía a la hiena por su ayuda. La hiena feliz, dejó a Leonora seguir su porvenir. Y así fue como Leonora, por fin en persona, logró estar en su espacio tan anhelado. Una vez instalada se entregó en cuerpo y alma al arte de la pintura. Ella nunca esperaba que conocería a quien en un futuro la guiaría por esta travesía. Su nombre era Max Ernst, el hombre que introdujo a Leonora en el mundo del arte dentro de Londres. Ella estaba fascinada, conociendo día a día el arte surrealista que impregnaba cada esquina de su vista. No pudo haber existido combinación más poderosa que el estudiar de la mano del pintor cubista, Amédée Ozefant, en cuyo taller de cubismo, Leonora aprendió y afiló su técnica para por fin convertirse en una artista de renombre. Y así lo hizo, ella trascendió hasta alcanzar la madurez en su trabajo. Llego a conocer hasta a Picasso y a Renato Leduc, con quien sabía que se reencontraría en un futuro. Mientras tanto, sus días felices transcurrían al lado de Erns, este último la presentó en su grupo de surrealistas y vivió un amorío con Leonora. -Fue la época más feliz de mi vida de mi vida. Todo lo que aprendí del arte y de la vida lo aprendí de Max. Yo lo quise y él también me quiso, a su lado pude haberme quedado por años. Hasta que el fascismo nos separó. Trate de liberarlo, pero los judíos seguían siendo capturados para llevarlos a campos de concentración y exterminio. Hice lo que pude, protesté, grité y usaba mi arte como medio de aversión, pero nada de esto sirvió ya que tan solo mi mente deterioró.


Mares violentos de fantasía y sueño

No sé qué día es, solo se los espíritus me hablan, ellos llaman mi nombre por mis espaldas “Leonora, despierta, Leonora, la guerra, Leonora, se acerca”. Sus murmullos son tan fuertes que me hacen abrir mis pesados párpados. Observó entonces que me encuentro atada por mis espaldas a una camilla blanca. Las ataduras se extienden por mi cuerpo desnudo a piel suelta. Percibo lo que son los irritantes piquetes de mosquitos. En mis sueños, pensé que eran espíritus molestos a causa de mi falta de inteligencia por no poder detener la guerra, ni rescatar a mi amado, Ernst. Entonces lo recordé, mi familia me había enviado a el manicomio de Santander que era en donde me encontraba sucia y maltratada, esperando la medicación de cada mañana. No podía soportarlo, habían pasado días desde que seguía atada, mi cuerpo ardía y lloraba, se desangraba y gritaba. Mi realidad es tan dolorosa que solo los dioses, en los sueños, me hablan para no perder mas la cordura. -El mundo de la guerra me tiene harta, no puedo hacer nada para detenerlo, ni siquiera puedo mover mi cuerpo, débil y medicado sin cuidado, tan solo abandonado – Pensó Leonora mientras caía en el mundo del ensueño debido a la sobredosis de cardizol que le inyectaban en el cuerpo haciéndola caer en un profundo sueño. -Es necesario que vivas esto, Leonora – Dijo una grabe voz reveladora y armoniosa – Cuándo termine tu proceso en el infierno volverás de nuevo a la tierra, gestora de vida en donde encontraras a la Diosa Blanca quien te guiará hacia la recuperación de tu poder femenino, que los humanos ya han olvidado y desaparecido.

Fue así como pasaron los días, y pronto, Leonora salió del manicomio de la mano de la Diosa Blanca, quien ya había trazado su próximo destino.


Mexico, mi nueva patria. Me encuentro lejos de mi hogar natal; la Diosa Blanca me ha guiado hasta un nuevo país, lleno de vida. A este lugar no he llegado sola, pues en mi partida fui bien recibida por mi nuevo esposo, Renato Leduc a quien yo sabía que volvería a toparme en esta vida, desde que en Francia yo residía. Aquí las cosas son distintas, el mundo exterior ya no es caótico, el olor de la guerra y miseria ha quedado atrás, dejando con ello un mar de soledad. Esa soledad la disfruto, la pinto y la gozo en cada pincelada sobre el lienzo que se encuentra frente a mi rostro. De igual forma, esta soledad la he impregnado en mis escritos, donde hago recuento de todo lo que he vivido hasta la actualidad. Gracias a la Diosa Banca he explorado mi feminidad y el poder que como mujer tengo en la vida real y a través de mis sueños. “Mexico parecía un lugar muy exótico. Todo era nuevo: desde el espíritu de la gente o la variedad de las comidas, las plantas y animales hasta el paisaje y el contacto con los muertos.” Es de esta manera como exploro el mundo, al lado de mitos y leyendas, de misticismo y simbolismo, todo esto queda impregnado a través de mi visión onírica del día a día. Lo que escribo y pinto yo ya lo he habitado, al lado de duendes y enanos, buscando los enigmas de la vida y el universo a través del respeto hacia la naturaleza. En la vida real me encuentro con Renato, un hombre al cual siempre le estaré agradecida por salvar mi estancia y mi vida. De igual forma, ya no me siento tan sola porque me acompañan mis compañeros y algunos amigos, entre ellos se encuentra Remedios Varió, a quien ya he dedicado varios cuadros, el poeta Benjamin Péret y por su puesto, mi gran mecenas inglés Edward James. Acompañada y tranquila, yo nombro a Mexico mi nueva patria.


Mujeres Consciencia

No me arrepiento de nada de lo que he vivido. He hecho todo a favor de mi libertad. Después del divorcio que tuve con Leduc, ahora estoy felizmente casada con mi querido Imre “Chiki” Weisz. Mi vida ha tomado una nueva dirección, ahora en torno al feminismo que he descubierto gracias a mis constantes viajes a Nueva York, en donde, acompañada de varias mujeres, hemos organizado movimientos donde se enaltece la imagen de la Diosa y la reinvindicación del matriarcado. Todo este movimiento fue llamado Eco – Feminismo y a través de el llegue a formar parte de una agrupación feminista llamada “Mujeres consciencia”. Todo este bagaje de experiencias lo he expresado también mediante mi pintura, donde muestro imágenes de mujeres, diosas y del huevo, el cual simboliza el renacer que tanto busque en mi propia vida, lo femenino, lo germinal, el centro del universo; una de sus constantes dentro de ese mundo de duendes, brujas y seres mitológicos. Esta amplia recopilación comenzó a través de mi búsqueda por la libertad, huyendo de la opulencia de mi hogar, guiada por mi Diosa Blanca que nunca me ha de abandonar.

-Leonora Carrington.


Cuento Infantil


Reflejo personal



Diosa Blanca



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