ÑANDUTÍ UN LENGUAJE POR MUCHO TIEMPO ESPERADO
POR ANNAVI SALOM
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07
El ñandutí Historia
09
La mujer paraguaya Compenetración con el ñandutí
15
Los guaraníes La mujer indígena y el ñandutí
35
Doña Anastasia Tejedora de ñandutí
E L
Cuando Paraguay
habla
de
en
el
exterior
generalmente
lo
primero
que
Ñ A N D U T Í
se
se
menciona
esquema
solar
típico
del
es
el
encaje
conocido
como
‘‘Ñandutí’’.
Historia
Ñandutí
es
una
guaraní ‘‘tela
que de
nombre las
palabra
significa
araña’’.
hace
que
trabajo
de
Este
referencia
líneas
básico
en
del
a
patrón
recuerdan la
el
‘‘epeira’’,
huésped
infaltable
huertos
y
de
la los
espesuras
todos
los
de
climas
templados.
Es
poca
que
la
se
origen en
información
tiene de
el
sobre
esta
artesanía
Paraguay,
según
influyeron este
Padre del en
al
en
el
Uno
Paraguay
de
profanas
que fue
el
Armenta
religiosas
durante de
los
compañero
Martín
peripecias
gobierno
desarrollo
canarios
Lebrón,
Padre
los
canarios
encaje.
primeros llegó
pero
antecedentes
inmigrantes
de
el
Cabeza
y el
de
Vaca.
04
A
comienzos
del
siglo
XVII
Ruy
Díaz
de
Guzmán
habla
de
la
destreza
de
las
mujeres
paraguayas —criollas o mestizas— en labores de aguja, sin mencionar cuáles eran los trabajos realizados. Posteriormente,
aparecieron
las
Cartas
Anuas
Jesuíticas
primeras
(1610)
para
informar que se trataban de ‘‘toallas bordadas’’, una labor doméstica que se prolongó hasta pasado el medio siglo XIX.
Otras labores femeninas que se hicieron tradicionales en el Paraguay fueron: el encaje-yú de mallas
o
puntos
sueltos;
el
crochet
corriente
o
crochet
tunecino
y
el
encaje
de
bolillos
(actualmente desaparecido). Estas formas de encajes aparecen centradas en pueblos que formaron parte de las Misiones, es por eso que algunas prendas trabajadas en esos lugares reciben el nombre de ‘‘chales, ponchos o colchas de Misiones’’. Curiosamente, el ñandutí no aparece en esos pueblos, y esto se explica, en parte al menos, porque esas labores habrían sido traídas por los emigrantes franceses, suizos, alemanes e italianos instalados en esas zonas en los años inmediatos a la guerra del 70.
EL ORIGEN Dada la pobreza de la colonia, prolongada durante casi dos siglos, ciertas formas de encajes de laboriosa ejecución no tuvieron oportunidad de mucho uso, especialmente en los primeros lustros. Pero las Reducciones podían ofrecer una amplia oportunidad para el despliegue de esos lujos ornamentales porque, si bien la vida comunitaria era ascética, ningún adorno era considerado excesivo para el culto. Entonces, solamente allí podían haber adquirido vuelo esas labores cuya belleza complementaba las vestiduras y ornamentos sagrados. Aun así, no se poseen datos sumamente precisos para esa atribución, al menos de forma definitiva.
‘Tarea espinosa, sin que por ello garantice éxito, fijar la fecha en que este encaje canario prendió, como la ‘‘hoja maravillosa’’ y echó raíces en la colina’’ (Josefina Plá, 1980. Prosapia y Magia del Ñandutí. Pág. 617) ‘
Es posible que el encaje de ñandutí haya nacido en las Misiones, pero esta información es incierta ya que según los cronistas el único encaje conocido en esa zona era el de Flandes.
El Padre Sepp fue el encargado de dar las primeras noticias sobre el trabajo de encajería en las Misiones.
El Padre Sánchez Labrador, quien actuó en Belén sobre el río Ypané catequizando a los mbayá-guaicurúes dio datos importantes para hallar una fecha aproximada sobre el origen del ñandutí. Durante su tarea evangélica viajó hasta Asunción, donde pudo asistir a la escena de las señoras españolas que enseñaban a las indias de su Reducción a tejer encajes con soles y cribos (calados).
05
PALABRAS DEL PADRE SEPP:
Seis o más indiecitas (muchachas) se ocupan de hacer encajes. Son tan hábiles que pueden competir con las encajeras holandesas… Mis nuevas albas, de las cuales tengo tres y me las pongo solamente en las más altas fiestas, están guarnecidas desde la cintura hasta el último ribete con los más finos y hermosos encajes, y es difícil decir si son de origen holandés o paracuario… Llevan a cabo este trabajo sin maestro, solamente deben tener constantemente el modelo bajo los ojos. Si es complicado, lo deshacen. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS, VOL. 1, NÚM. 26 (1980). PROSAPIA Y MAGIA DEL ÑANDUTÍ. JOSEFINA PLÁ, PÁG. 619 06
Esas señoras de origen canario probablemente llegaron al Paraguay a fines del siglo XVII. Eran pocas, pero cultivaron su encaje típico en un país extraño a pesar de las dificultades de adaptación en aquel tiempo. Tal vez para ellas, extender localmente la belleza del encaje era una
manera
de
continuar
sentimental,
nostálgica
y
subconscientemente
unidas
a
lo
que
habían dejado atrás.
En las Misiones, el encaje era una artesanía indispensable donde los encajeros eran artesanos vinculados al culto; siempre se trataba que las vestiduras sagradas fueran vistosas y ricas para impresionar al neófilo, pero después de la expulsión jesuítica, al decaer la atención por el culto, el encaje desapareció de las Misiones. En ese momento, en vez de utilizarse esa artesanía
para
cubrir
las
exigencias
del
ornato,
se
comenzó
a
utilizar
en
la
colonia,
ampliándose su uso en las prendas domésticas a favor del repunte económico.
HECHOS DESTACADOS SOBRE EL ÑANDUTÍ El primer hecho destacado que manifiesta la compenetración del ñandutí con el espíritu de la mujer indígena es el nombre.
Las leyendas en torno al origen del ñandutí forman parte del segundo hecho interesante que dio lugar para que algunas personas hayan creído que este encaje fue creación de los indígenas.
El tercer hecho notable es la extraordinaria vitalidad de esta artesanía que perdió rastros del pasado cultural indo hispano con la llamada Guerra Grande.
En aquella época la proporción demográfica de los sobrevivientes era de 250.000 mujeres y niños contra 28.000 hombres. Las artesanías femeninas sufrieron menos que las del sexo masculino, sin embargo, la difusión, prestigio y amplio cultivo del ñandutí a partir de la guerra del 70 es una prueba fehaciente del arraigo de este encaje.
El ñandutí resurge en una región cuyo centro es Itauguá, allí se concentró cierto número de familias patricias dueñas de estancias o comercios. Escritores de hoy afirman que a pesar de los azares devastadores de la guerra de 1864-1870, las mujeres de Itauguá conservan rasgos que las caracterizan con ascendencia hispánica.
La familia patricia suponía la concentración hogareña de actividades femeninas como el hilado, tejido, bordado, encajería, confección de dulces, entre otros.
07
08
En 1968, la población de Itauguá se vio obligada a abandonar sus hogares para seguir los pasos
del
ejército.
Esta
fue
la
estrategia
de
tierra
asolada
que
dio
lugar
a
la
llamada
Residenta que provocó la desintegración de la artesanía.
Cuando la guerra culminó, solo una de todas las tejedoras de ñandutí itaugüeñas sobrevivió para regresar a su pueblo. La dedicación y entusiasmo de esa única encajera bastaron para encender el interés, fervor y estímulo económico que revitalizaron la artesanía hasta hacer de ella ocupación y blasón de Itauguá.
En esa época, familias de brillante apellido se vieron obligadas a subsistir mediante el trabajo manual,
cuyos
productos
vendían
ex
esclavas
fieles
a
esos
dueños
antiguos.
El
ñandutí
rápidamente halló mercado en la población inmigrante y se convirtió en fantasía para una porción de la población femenina extranjera que anhelaba tener sombrillas y abanicos de ñandutí.
LA MUJER PARAGUAYA Y LA COMPENETRACIÓN CON EL ÑANDUTÍ El ñandutí es el encaje de Tenerife que refleja el temperamento y la sensibilidad de la mujer paraguaya. La araña que teje su tela en perfecta soledad para amparar, proteger y alimentar a su prole es a su vez la imagen de aquella mujer que asumió el rol de ‘‘padre y madre de sus hijos’’.
El ñandutí, repitamos, es el encaje de Tenerife, que trasladado a estas latitudes, halla eco y resonancia sutil en el espíritu de la mujer del pueblo. Esta lo adopta como un lenguaje por mucho tiempo esperado, en el cual expresar añoranzas, sueños, soledad. ‘‘Es el encaje de Canarias, que aquí sufre o experimenta las inevitables modificaciones técnicas y ecológicas’’, dicen los antropólogos. Pero los antropólogos no explican por qué la mujer paraguaya acoge ese encaje como un mensaje inagotable y en él deposita su ansia de transfiguración, de sublimación, que es la poesía. Son muchos los signos de la españolidad en esta tierra que se enorgullece de su carácter mestizo. Pero si hubiese que elegir uno que sea logotipo de esa espiritual dualidad floreciendo integrada, yo elegiría una mantilla de ñandutí.
La mujer paraguaya estuvo sola en los trances cruciales de la vida, especialmente después de la guerra de 1864-1870, en la que el hombre dio su vida, pero ella levantó la patria con su gran esfuerzo y valentía.
09
MUNDOS QUE INSPIRAN A LA MUJER PARAGUAYA El ñandutí es la geografía-laberinto de la perfecta soledad que la mujer paraguaya trata de diversificar
entretejiendo
y
engalanando
sus
radios
para
dar
origen
a
infinitas
figuras
estilizadas.
Existen
mundos
de
imágenes
familiares
que
inspiran
a
esta
mujer
para
crear
motivos
absolutamente creativos. Esos mundos son:
MUNDO VEGETAL MUNDO ANIMAL MUNDO DOMÉSTICO MUNDO DE LEYENDAS
En el
Mundo Vegetal
la mujer paraguaya encuentra inspiración en la fea y próvida ‘‘Flor de
maíz’’, así como en la ‘‘Margarita’’, considerada como la devanadora de sueños. El ‘‘Romero’’ es el que perfuma y la ‘‘Palmera’’ es la oteadora de horizontes. Lo simétrico y modesto transmite la ‘‘Flor de guayabo’’, mientras que el ‘‘Cardo’’ es el que pincha, pero al mismo tiempo sirve para tejer gracias a su fibra.
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NOMADIC
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El
Mundo Animal es
humilde y de pequeñas compañías. El ‘‘buey’’ es la imagen de la carreta
que se va llevándose al hombre. Otras inspiraciones que la mujer paraguaya encuentra en el mundo animal son por ejemplo ‘‘la araña tejedora’’, el ‘‘rebaño de ovejas mansas’’, la cola del ‘‘zorro’’ (que es la imagen de la fuga) y el pico del ‘‘loro’’ que simboliza la nostalgia de una voz o la irónica alusión de las palabras vacías del hombre que siempre mintió.
En el
Mundo Doméstico,
las inspiraciones se encuentran por ejemplo en el farolito parco que
sirve para el alumbrado de las veladas breves. Otros ejemplos son el nicho o vitrina religiosa familiar, así como alguna pequeña imagen antigua que posee el oro original intacto en el estofado. El horno donde se cocina la chipa, es una gran inspiración porque representa el más alto triunfo del ama de casa.
Por último, el más conmovedor en su escasez es el
Mundo de Leyendas;
aquí se encuentra el
milagro de la cruz, donde la fe humilde de la mujer paraguaya se prende para seguir luchando todos los días.
Es posible que estos mundos resulten fantasías románticas, pero para la mujer paraguaya no. Quien se haya asomado a su mundo de soledad sabe que su vida gira en torno a una serie de trabajos siempre iguales, y que de lo diverso solo alcanza a captar la cola fugitiva del animal furtivo o caprichoso.
CARACTERÍSTICAS DEL ÑANDUTÍ El encaje es de lento proceso, aunque gracias a la destreza de muchas obreras se consigue abreviarlo increíblemente. Hay mantelerías, colchas y vestidos de novias que llevan meses de trabajo. Son piezas excepcionales y costosas, pero también hay multitud de prendas de uso corriente como por ejemplo los pañuelos, chales, mantillas y abanicos. El mejor marco para rostro femenino es una mantilla negra o blanca, en ocasiones se pueden combinar ambas. El ñandutí es una de las más interesantes artesanías sudamericanas.
El
ñandutí
en
su
realización
tiene
características
operativas
discontinuas.
Los
soles
por
ejemplo se ejecutan por separado, sobre un diseño elemental dechado, esbozado sobre un género fino que cubre una tela de fondo perfectamente estirada en un bastidor sobre el cual (con la ayuda de alfileres) la encajera tiende una y otra vez los radios de sus soles. Sobre los tensos
hilos
radiales
de
esos
soles,
que
forman
el
contorno
exterior
de
la
prenda
y
sus
eventuales divisiones ornamentales internas, la encajera teje los diseños elegidos. Una vez establecidos los límites del diseño mediante un número dado de ruedas o soles (que pueden ser iguales o combinados simétricamente) se tiene la forma global de la prenda o de cada una de sus piezas, que luego se unen rellenando los espacios vacíos así delimitados.
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Ese trabajo se hace directamente con puntos de nombres diversos (estrella, flor de guayaba, filigrana) que son totalmente iguales a los empleados en los calados canarios o en el punto de Venecia.
Si la pieza es pequeña, el trabajo se realiza sin otro proceso intermedio, pero si la pieza es grande, como un mantel para té por ejemplo, se deben distribuir las superficies mediante unas ruedas tejidas, organizadas en número y forma suficientes para que se formen los diseños o esquemas internos necesarios. Así, un mantel puede estar formado por un círculo central inserto en un cuadrado que aparece inscrito en un círculo, y este último a su vez en un cuadrado. El resultado es un encaje rico en su arquitectura global de transparencia delicada.
Cada pieza de ñandutí es un noli me tangere. Aún tejido con hilos gruesos, no es para usar con frecuencia debido a su delicadeza. Cuando se teje con hilo fino o seda simplemente es para ver y no tocar. Lavar el encaje y hacerlo regresar a su estado original es una labor muy complicada, se necesita mucha atención, esmero y por supuesto, tiempo.
Antiguamente se tejía el ñandutí en blanco; actualmente se teje también en todos los colores, inclusive en combinaciones de dos o más matices, pero el blanco es el que posee un encanto de rama nevada difícil de superar.
LEYENDAS DEL ÑANDUTÍ Primera leyenda
Cuenta
la
primera
leyenda
que
existía
una
mujer
morena,
muy
bella
y
amable
llamada
Samimbi. Dos hombres, bravos guerreros guaraníes, luchaban por su amor. Uno de los jóvenes se llamaba Jasyñemoñare (hijo de la Luna) y el otro Ñanduguasu (avestruz).
Una noche en que Jasyñemoñare suplicaba a Tupã (Dios) que lo ayude a conquistar el amor de Samimbi, vio en lo alto de un enorme árbol una especie de encaje de color plateado; era perfecto y la luz de la Luna lo hacía aún más bello. Esto deslumbró a Jasyñemoñare y entonces trepó al árbol para bajarlo y regalárselo a su amada.
En ese momento también pasó por allí Ñanduguasu que, al ver aquel tejido tan hermoso, se puso furioso por los celos al saber que su enemigo lo conseguiría antes que él. Sin pensarlo dos
veces,
le
disparó
una
flecha.
Jasyñemoñare
cayó
y
murió
en
el
acto.
Entonces,
rápidamente Ñanduguasu trepó al árbol, pero cuando quiso tomarlo, solo quedó en sus dedos el tejido que se desgarró al instante, comprobando que se trataba de una telaraña.
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El remordimiento persiguió por varios meses a Ñanduguasu hasta que, un día, su madre logró sacarle el terrible secreto. La mujer pidió entonces a su hijo que la llevase hasta aquel árbol. Así lo hizo Ñanduguasu y, cuando ambos llegaron hasta el lugar, vieron con sorpresa que en ese mismo sitio se encontraba un tejido idéntico al anterior.
La mujer, queriendo consolar a su hijo, que desde la muerte de Jasyñemoñare vagaba sin rumbo por la selva, decidió regalarle un tejido igual al de aquel árbol. Para esto, la anciana se puso a estudiar con mucha atención la ida y venida de las arañas mientras hilaban con tal perfección hasta lograr aquel encaje. Entonces tomó sus agujas de tejer y empezó a copiar los círculos y rectas que las arañas dibujaban, y utilizando como hilo las hebras blancas de sus cabellos, logró reproducir aquel singular tejido.
Segunda leyenda
En víspera de casarse, el hijo de un cacique salió de la toldería para conseguir pieles de tigre que según la costumbre de la tribu debía ofrecer a la familia de la novia como prueba de su hombría y capacidad para ser el sostén de su futura familia, pero lastimosamente el pobre hombre nunca regresó. Después de mucho tiempo, rastreadores de la tribu hallaron por fin sus huesos envueltos en un extraño sudario (una araña tejedora había extendido sobre ellos su tela).
La novia, que nunca había dejado de esperar a su prometido quedó impresionada cuando vio aquella imagen y para poder cubrir la sepultura de su amado, decidió imitar la tela de la araña. Es así como durante varias lunas trabajó incansablemente para conseguir su objetivo y lo logró. Gracias a ella surgió el primer ‘‘Ñandutí’’.
Esta es la leyenda más corriente. Otra leyenda cuenta la historia de una esclava prisionera de un cruel encomendero, que entretuvo sus ocios imitando la tela que una araña tejía en un rincón de su prisión.
Tercera leyenda
Según una de las tantas leyendas, una criada destruyó la mantilla que su ama española le había dado para lavar. Como castigo, se le encerró en una habitación para que pueda tejer otra mantilla exactamente igual. En su aislamiento y desesperación solamente tenía como compañera a la naturaleza misma y en ella a otra prisionera de su propio destino: ‘‘la araña’’, que generosa le brindó el modelo de su paciente labor. La urdimbre que la niña tejió a semejanza de su maestra, quedó constelada de flores, como el blanco jazmín que aún hoy sigue enredándose en su trama.
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LOS GUARANÍES
La cultura de un pueblo puede manifestarse elevada y sana por otras vías que no sean precisamente las del arte o las obras capaces de desafiar al tiempo. Muchos tal vez sientan la falta de ese prestigio que los pueda atraer, pero existe un pasado que si se investiga a fondo, tiene una cultura muy digna de estudio por sus extrañas particularidades. Ese es el caso de la seducción misteriosa de una antigüedad cuya civilización es la guaraní.
Un eminente etnógrafo llamado Erland Nordenskiöld que vivió mucho tiempo con los guaraníes comentó que tienen una notable cultura, trato fino y amable; alta moralidad, virtudes raras, espíritu artístico y conocimientos nada vulgares.
Si al pueblo guaraní le faltó el despotismo que elevara obras colosales por la mano del siervo o del esclavo, sí le bastó el pecho de sus guerreros en vez de grandes fortalezas. Si su religión no necesitó de grandes templos y no erigió monumentales altares para ofrecer sacrificios a dioses sedientos de sangre humana es porque su religión era de culto interno y su Dios quería solamente ‘‘AMOR y JUSTICIA’’.
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NOMADIC
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Para el botánico Jean-Baptiste Du Tertre el pueblo guaraní era el más dichoso, laborioso, feliz, menos vicioso y el más sociable de las naciones del mundo.
Los guaraníes conocían a fondo su hábitat, tenían un grado elevado de cultura que se revelaba a través de la religión, la moral, los conocimientos cosmológicos, el arte y la ciencia. Crearon una nomenclatura botánica y zoológica que llamó mucho la atención de especialistas en ciencias naturales. Cultivaban mandioca, batata, papa, porotos, maíz, algodón y tabaco; usaban el cacao, la yerba mate, guaraná y palmito. Consumían muchas frutas y tenían un profundo conocimiento de las propiedades medicinales de las plantas.
Los
guaraníes
estaban
bastante
adelantados
en
el
arte
del
hilado,
tejido,
ornamentos,
alfarería, cestería y cordelería. Así también, tenían conocimientos sobre la caza y pesca; navegación, guerra, música, canto, danza, oratoria y legaron una lengua muy rica de gran precisión que se conserva hasta la actualidad.
RELIGIÓN Y MORAL DE LOS GUARANÍES Los guaraníes creían en un Dios que era el padre de todos, es decir, de todas las razas. Las bases de los principios fundamentales de su religión son:
Hay un Dios Supremo que todo lo creó y todo lo gobierna. Dios es un puro espíritu siempre invisible. Dios es la causa de todo, de todo lo malo como de lo bueno. Hay varios semidioses; no son puros espíritus, son los agentes justicieros; tienen poder sobrenatural pero carecen del poder creador. El alma es inmortal. El espíritu de los difuntos permanece cierto tiempo en su anterior morada, durante el cual tiene las mismas necesidades que en esta vida y posee gran poder sobre los vivos. Cada uno de los seres vivientes está bajo el amparo de un genio protector especial.
En la religión guaraní el ‘‘Dios’’ es autor de todo lo malo, así como de lo bueno. El mal y el bien son obras divinas; el hombre debe estar capacitado para soportar los dolores más intensos y las peores desgracias sin renegar ni desesperarse. Ocultar el dolor y disimular las desgracias es el mayor empeño del guaraní.
Tanto la oración como la maldición están completamente excluidas de la práctica corriente y del pensamiento del indio guaraní, porque para él todo lo que sucede ha de suceder, como consecuencia necesaria de un conjunto de cosas que no podemos modificar ni pedir a Dios que lo modifique. 17
DE AHÍ VIENE EL CONCEPTO SUBCONSCIENTE DE LA INUTILIDAD DE LA ORACIÓN Y DE LA RIDICULEZ DE LA MALDICIÓN. La tendencia de hablar lo menos posible de Dios, es característica de una fase especial muy elevada del espíritu humano. En la fase más inferior del misticismo, la del simple temor, igualmente notamos esa tendencia, la cual quedó por demás, en todo el mundo, en el miedo supersticioso de hablar de los diablos y de las fieras. Pero en la fase sucesiva, en la que el hombre comprende que Dios no puede ser el mal, pierde aquella aterrorizante preocupación, y aun pasa al extremo opuesto: Dios se vuelve buen compañero, buen amigo y se le consulta y evoca sobre cualquier fútil motivo. Mas cuando el hombre va comprendiendo y elevando el concepto, le invade un temor de otra naturaleza, un sentimiento de respeto muy elevado, y se da cuenta que Dios es inmensamente superior a todo y que no se le puede considerar como a un compañero, consejero o guía inmediato.
DR. MOISÉS SANTIAGO BERTONI. EDITORIAL INDOAMERICANA, ASUNCIÓN-BUENOS AIRES (17 DE JULIO/1979-17 DE JUNIO/2004) LA CIVILIZACIÓN GUARANÍ, PARTE LL: RELIGIÓN Y MORAL. PÁG. 46
18
Existen otros pueblos como los Mbya por ejemplo que saben recurrir a las oraciones en ocasiones
especiales.
generalmente
es
muy
Lo
notable
difícil
es
que
percatarse
de
lo
hacen
ello.
de
Según
una
manera
Moisés
Bertoni
tan
reservada
que
las
oraciones
más
frecuentes son dirigidas al Sol, Tupã, a los genios tutelares y a los espíritus; pero no todos pueden hacer esas oraciones, solamente pueden rezar los ancianos o caciques.
Para el guaraní, así como la moral debe ser práctica y no encerrada en aforismos y [u] otras fórmulas teóricas, las ideas religiosas deben ser muy reservadas, y el culto, de orden esencialmente interno. Como consecuencia lógica, juzga del cristianismo, guiándose, no por la enseñanza o exposición teórica que le hagamos de nuestras doctrinas, sino únicamente por nuestros actos. Es la eterna objeción que los indios hacen a los cristianos: ‘‘vosotros enseñáis tales doctrinas; pero vuestros actos indican todo lo contrario; por tanto nuestra religión es mejor que la vuestra’’. Dr. Moisés Santiago Bertoni
Es indiscutible que los guaraníes tuvieron y tienen una idea bien clara del Ser Supremo. Ellos, no restringen el poder de Tupã o Ñandejára; colocan siempre la divinidad máxima por encima de las mezquindades y discordias humanas, no atribuyéndole preferencias por su nación en perjuicio de otras ni invocando su protección para causar daños a terceros. Dios es para los guaraníes la suprema e inapelable justicia. Aun cuando el fallo divino les hiera en sus intereses y resulten menos favorecidos por él, se someten resignados sin protestar, admitiendo que lo sucedido habrá sido inspirado por razones que escapan a su entendimiento.
Los guaraníes no se colocan a sí mismos en situación privilegiada, su Dios máximo rige toda la humanidad y es anterior a todo lo existente. Ese Ser Supremo ha creado el universo y no asume forma alguna, ni se presenta casualmente como una aparición. El trueno, el relámpago y el rayo son simplemente sus manifestaciones.
19
En la religión guaraní Dios no es misericordioso como en la concepción cristiana. Sus impulsos no están inspirados ni en el bien ni en el mal, él es lisa y llanamente justo de acuerdo con la ley del mundo.
Por virtud de tales modalidades, el culto está totalmente desprovisto de formalismos, sin templos, sin imágenes y con muy escasas ceremonias. La religión se reduce a un código de preceptos morales, bajo la sanción de una voluntad suprema y la amenaza de varios agentes justicieros que vigilan estrechamente a los hombres. Por todo ello, no sorprende esa cierta dosis de fatalismo que se halla en el espíritu del guaraní; fatalismo más bien inteligente y razonable que resignado, porque le hace mirar los peligros con serenidad para soportar el dolor y las desgracias con gran firmeza, a veces hasta desafiándolos.
Los primeros Misioneros Jesuitas que llegaron al Paraguay trajeron un nuevo Dios que llamaron ‘‘Tupã’’. Desde el punto de vista práctico, Tupã es Jesús, la forma divina más próxima al hombre.
Tenondeté
es
Dios
espíritu,
Tupã
es
Jesús
y
El
Espíritu
Santo
es
una
dualidad
para
los
guaraníes. ‘‘Ñandejára’’ es sinónimo de Tupã y significa literalmente ‘‘nuestro dueño’’.
Tupã es el Dios Supremo de todos los hombres y del universo, así como de los guaraníes y de sus enemigos. El Dios de la guerra está ausente en la teogonía de los guaraníes y ellos no esperan que este les ayude a batir a sus enemigos. Actualmente declaran que Tupã ha concedido más favores a los blancos, pero se muestran resignados porque comprenden que habrá alguna razón para que esto sea así. Definitivamente, para los guaraníes la concepción de Tupã es absolutamente altruista y universal.
LOS ESPÍRITUS JUSTICIEROS DE LOS GUARANÍES Entre las divinidades menores del Olimpo guaraní se encuentra el ‘‘Añangá’’ o ‘‘Añá’’, que desde la concepción cristiana sería el equivalente al ‘‘Diablo’’ o principio del mal. Los atributos del
Añangá
guaraní
no
son
muy
claros
y
precisos,
pero
en
casi
todos
los
pueblos
o
parcialidades se puede establecer sin lugar a dudas que no es un arcángel maligno ni el símbolo del mal, sino más bien un Dios ‘‘justiciero y punitivo’’, que se muestra terrible con los malos pero sabe ser indulgente con los buenos. En sus sanciones procede con extrema severidad; aquel que tiene su conciencia limpia no tiene por qué temerle, salvo que no esté seguro de sí mismo y sospeche haber incurrido en falta inconscientemente.
El Añangá es una divinidad secundaria y justiciera cuya función es castigar, pero nunca por impulso de maldad.
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Solamente los guaraníes genuinos temían al Añangá, pero en otros pueblos este no alcanza la jerarquía de una divinidad y es confundido con los espíritus, duendes o el famoso ‘‘Póra’’. Tampoco ha tomado carácter de verdadero Dios del mal, sino solamente entre ciertos pueblos sometidos.
Añangá tenía a su cargo, según Couto de Magalhães, la protección de la caza contra los indios que quisiesen abusar destruyendo los animales inútilmente.
Un indio Tupinambá perseguía una venada que huía, seguida de su cría, un venadito, al que amamantaba. Después de haberla herido, el indio pudo agarrar al cachorro, al que hizo gritar, escondiéndose detrás del tronco de un árbol. Atraída por los gritos lastimeros de su hijito, la venada se acercó a pocos pasos del indio, quien le disparó una flecha, haciéndola caer. Cuando el indio, satisfecho, se adelantó a recoger su presa, reconoció que había sido víctima de una alucinación provocada por Añangá: la venada que él perseguía, no era tal sino su propia madre, la cual yacía muerta, traspasada por la flecha y toda lacerada por las espinas. Parecería esta una acción demoníaca; sin embargo, si bien se mira, no lo es. Hay que recordar que estos indios no tenían ni podían tener un código de protección a la caza. Esta leyenda, como todas las demás, encierra una profunda lección de moral, manteniendo vivo el precepto de que hay que respetar [a] los animales cuando están criando o procreando. Dr. Moisés Santiago Bertoni
Según Jean de Léry, el Añangá de los Tupinambá sería como un espíritu del mal.
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Esos indígenas le aseguraban que Añangá se les aparecía a veces con figuras de animales silvestres, aves o apariencias terroríficas. Ellos le temían al Añangá más que a todos los otros males.
El Yuruparí era un espíritu vengador y punitivo, aunque justiciero. Tenía muchos puntos de contacto con Añangá, pero se dice que los indios del Paraguay poco se acuerdan de él y no le rinden culto.
Kurupí era el más común de los demonios. Le gustaba frecuentar los lugares habitados, particularmente durante la siesta y el crepúsculo de la tarde. Era el terror de los niños porque, según cuentan las madres, a veces secuestraba a alguno de ellos. Los adultos y las mujeres también le temían; cuentan que el Kurupí, cuando terminó la sangrienta guerra de la triple alianza que devastó al Paraguay, persiguió a la gente.
Para Couto de Magalhães, la función del Kurupí era proteger las florestas. Todo aquel que derribaba o estragaba inútilmente los árboles, era condenado por él a la pena de andar errante indefinidamente por la espesura, sin poder atinar el camino de su casa o algún medio para llegar hasta los suyos.
LOS GENIOS PROTECTORES DE LOS GUARANÍES Los aborígenes guaraníes creían en la existencia de genios protectores de las cosas, que cuidaban la naturaleza y castigaban a los que destruían los bienes o perjudicaban la vida de los animales y plantas.
Entre esos genios tutelares se encontraban las Jarýi, cuya misión esencial era la protección de ciertas
plantas,
animales
u
otros
productos
naturales
que
desempeñaban
algún
papel
importante en la vida de los hombres.
Las Jarýi tenían carácter femenino y eran como un alma colectiva de la especie protegida. Así como el alma de la raza, las Jarýi se conmovían al ver que los componentes de las especies que protegían eran ofendidos y se volvían amenazadoras contra el que pretendía inferir grave injuria al pequeño mundo confiado a su celosa tutela. Las Jarýi estaban dotadas de poder sobrenatural para castigar severamente porque su naturaleza de agente de la divina justicia así lo requería.
Existen también otros genios protectores que son: Yjára (genio tutelar de las aguas), Ka’ajára (protector del bosque) y Ñujára (protector de los campos).
22
EL ESPIRITUALISMO GUARANÍ Ciertamente el guaraní evocaba a los espíritus y los suplicaba, pero no les adoraba. Los guaraníes admitían la reencarnación como uno de los medios de revivir sobre la tierra; otro medio consistía en la creencia de que una parte o emanación del espíritu del padre se transmitía al hijo y se desarrollaba en este hasta llegar a ser otro espíritu completo.
El espiritismo constituye una de las características de la religión guaraní. El alma es inmortal, es un espíritu que en ciertas circunstancias puede aparecer a los vivos como una sombra o con el aspecto del propio difunto. Mientras el alma está en el cuerpo, es el espíritu el que gobierna; una vez fuera de él, no renuncia por completo a ese gobierno, sino por el contrario, durante un tiempo relativamente largo cultiva la comunidad con los vivos, especialmente con sus parientes y las personas con quienes tuvo relaciones en vida. A estos ayuda o castiga según dos factores poderosos: los merecimientos de los vivientes y la índole de los que dejaron de existir.
El alma del que ha acabado sus días sigue viviendo cerca del cuerpo de este y tiene casi las mismas necesidades que los mortales, de modo que al dar sepultura, los indios proveen al difunto elementos como el agua y alimentos. Cuando el marido muere, su alma sigue viviendo durante mucho tiempo junto a la viuda, ayudándola y sirviéndola a veces como si fuera su dueña.
La creencia de que los espíritus tienen las mismas necesidades materiales parece ser universal entre los guaraníes. Fue registrada en todo el Brasil y según Nordenskiöld es general entre los indios del Paraguay.
Hay almas que no se van porque están condenadas a morar en el lugar donde la persona ha perpetrado algún tipo de crimen y generalmente son llamadas Póra. La gente ve, o cree ver de noche o en lugares solitarios apariciones de espíritus que en ciertas ocasiones se presentan también
como
animales
que
tienen
actitudes
extrañas.
Se
presume
que
tales
Póra
sólo
quieren asustar o buscar comunicación con los vivos.
Según ciertas personas, los espíritus pueden transmitir durante los sueños advertencias o consejos útiles.
Todas las noches nuestra alma se desprende del cuerpo, dejando a este en reposo, y pasa al plano astral inmediato, donde sigue desarrollando su actividad, entrando en relación con el mundo espiritual. Durante ese sueño suele a veces aprender y prepararse, en este mundo, para proseguir la lucha de la existencia material.
23
LA RELIGIOSIDAD GUARANÍ Los guaraníes no consideraron como bárbaros a los semejantes no catequizados y no reconocieron haberse civilizado por la reducción.
El
hecho
de
convirtieron
que en
los
indios
modelos
de
de
las
los
Misiones
cristianos,
se no
implica que hayan despreciado por completo su anterior vida libre.
El calificativo que en las Misiones se daba a la vida libre era ‘‘tekokatu’’. Teko significa ‘‘estado y condición de vida’’ y katu significa ‘‘bueno’’. Con este
calificativo
los
indios
de
las
Misiones
designaban a sus semejantes que permanecían en libertad.
Se debe tener en cuenta que para los guaraníes abrazar el cristianismo y aceptar la vida de las Misiones representaba un enorme sacrificio; esa es una razón por la cual llamaban ‘‘tekokatu’’ a los indios que vivían bien en el bosque.
Algunos guaraníes tenían el deseo de volver a vivir como antes debido a que la concentración de poblaciones muy numerosas en pueblos de superficie reducida generaba enfermedades, pestes, masacres y esclavitud en algunos casos. Reunirse en grandes pueblos equivalía a enfrentar la probabilidad de una catástrofe muy próxima; no obstante, muchos guaraníes aceptaron esa situación por el deseo de abrazar el cristianismo, menos los Mbya que se resistieron a la catequización.
El secreto principal del triunfo de los jesuitas en la catequización estaba en su conducta moral. Las creencias religiosas de los guaraníes eran una sanción de la moral, por tanto, el guaraní juzgaba de la religión cristiana que, según la doctrina que enseñaban, el cristianismo era muy bueno; pero según lo que los cristianos hacían, el cristianismo no valía la religión guaraní. Pero en el caso de los jesuitas, ellos siempre llevaron una conducta moral superior a la del clero seglar.
24
LA MORAL Y PSICOLOGÍA GUARANÍ
Manuel Domínguez escribió que cuando conoció a un indio guaraní este se mostró manso y amable, por lo que concluyó que hasta entonces no se había encontrado gente igual.
Cuando españoles y portugueses llegaron a tierras de los Karaí-guaraní se sorprendieron por haber sido recibidos y agasajados como verdaderos amigos por gente de pensar tan puro y buena. Los guaraníes sin la menor desconfianza se mezclaban con los soldados europeos y subían a sus barcos. Ellos, a pesar de desconocer totalmente la lengua de aquellas personas, siempre posible.
se
esforzaban
¡Teniendo
para
proveerles
víveres
en
abundancia
con
el
trato
más
amable
en cuenta esos detalles es absurdo leer y escuchar que los habitantes de
esos pueblos eran salvajes!
Todos
los
guaraníes,
sin
excepción
recibieron
muy
bien
a
los
europeos.
Hoy
en
día
es
lamentable como destruyen los bosques donde se encuentran los indios que luchan por el
¡
derecho de vivir en su ser natural. Cuánto daño se les ha causado y se les sigue causando!
Un indio decía en son de amarga crítica al P. Mongiardino: ‘‘Nosotros os recibimos con todo lo que tenemos y os agasajamos lo mejor que podemos; mientras vosotros, cuando os visitamos, no sois capaces de invitarnos a comer, ni siquiera ofrecernos un asiento’’ Entre los guaraníes la costumbre no aprobaba, en principio, la venganza, pero eso no quiere decir que todo espíritu de venganza haya estado ausente en sus corazones; los guardianes de esa
costumbre
trataban
de
reprimirla.
Aun
así
eso
no
podía
eliminar
completamente
la
existencia de individuos rencorosos.
En cuanto a las armas, los guaraníes nunca usaban el arco y la flecha en la guerra porque eran símbolos de paz; el uso de armas contra sus semejantes estaba prohibido. 25
Un caso sucedido en el Monday: ‘‘Un indio se niega a ir con la chata, porque Maciel —su patrón— no le había traído los objetos que le había prometido, y creía que le engañaba como hacen todos. Vuelve a su aldea; Maciel lo sigue a caballo, lo alcanza ya entre los suyos; le increpa ante el cacique; oye las explicaciones del indio sin atenderlas; le impone con voz imperiosa que lo siga; se van. Pero en el camino, Maciel, furibundo, no resiste a la tentación de castigarlo, como solía hacer entonces; no tiene arma, pero, sí, un látigo; se apea y se encara con el indio, diciéndole: —‘‘ahora te voy a castigar para que aprendas a obedecerme’’— y levanta el látigo; en este momento se advierte que el indio lleva escondido un machete, el filoso sable de yerbatero, y un puñalito en la cintura; teme: el indio lo puede fácilmente herir o matar; pero, valiente, no quiere por nada que el adversario piense que él tuvo miedo o vacilación, y, suceda lo que suceda, levanta otra vez el látigo con resolución definitiva; pero en ese instante observa que el indio no hace el más leve movimiento para emplear sus armas; lejos de eso, con voz sumisa pero franca, serena y persuasiva le dice: —‘‘me castigarás, pero habrás sido injusto… ¿por qué haces eso? — el brazo de Maciel cae vencido: esa actitud es una revelación, y el hombre, inteligente y sereno, comprende al fin el gran error general, su propio error, comprende al indio guaraní, se promete cambiar por completo de actitud, cumple, triunfa y se hace el paladín de ‘‘sus iguales, paraguayos como él’’ MOISÉS BERTONI Cuando ocurría un duelo los Mbya del Monday por ejemplo, usaban como arma el garrote, nunca el arco. Si en ese duelo una sola persona se enfrentaba contra varios oponentes, lo hacía sucesivamente con cada uno de ellos. 26
Cuando alguien quedaba desarmado, se esperaba que recoja nuevamente su arma. Los golpes generalmente eran dirigidos para provocar que la persona se desmaye, pero nunca para matar. No se admitían ventajas y las causas que provocaban generalmente ese tipo de enfrentamientos eran insultos personales o el rapto de alguna mujer que insulte el honor de la familia; nunca se tocaban temas de propiedad porque eso engendraría un duelo colectivo entre tribus o clanes por medio de delegados escogidos. De esta manera los guaraníes demostraban que tenían bien claro el concepto de justicia.
El rapto de una muchacha causó el duelo del ofendido —hermano de ella— contra cinco raptores, sucesivamente. Al vencer al tercero de estos, aquel fue declarado vencedor. Pero, como la muchacha consintió el rapto y conforme su voluntad, quedó con el raptor. El móvil no fue recuperar la niña, sino satisfacer el honor de la familia ofendida. (Esto sucedió en el Monday en 1895) El único medio para terminar cuestiones graves que implican el honor de un hombre digno es el duelo.
Los guaraníes son extremadamente reservados. Esa extrema reserva en todo lo referente a la moral, familia y religión viene de dos causas diferentes: la primera causa es el pudor de la virtud y de sus más íntimos sentimientos, lo que hace que no hablen frecuentemente de las cosas más sagradas para ellos; la segunda causa es la duda acerca de si su interlocutor desea instruirse o sacar burla de lo que se le diga.
A una elevada sensibilidad moral acompaña siempre una notable sensibilidad física. En el caso de los guaraníes, ellos sienten intensos dolores morales, así como también dolores físicos que disimulan admirablemente. Otra particularidad de los guaraníes es el cuidado en no aparentar vanidad; el espíritu igualitario y la nobleza sin ademanes altivos es muy común entre ellos.
El
pudor
frecuentemente
de se
los
sentimientos
interpreta
mal
y
es
otro
causa
rasgo
aparente
fundamental, indiferencia.
es El
tan
grande
pueblo
que
guaraní
es
profundamente sentimental, pero siempre trata de ocultar esos sentimientos por una especie de pudor mezclado con orgullo. El trato de los guaraníes es esencialmente reflexivo, tranquilo y reservado. Un historiador francés llamado Ives d’Evreux llegó a comentar que las represiones para los indios son peores que las heridas físicas.
27
El Presidente Carlos Antonio López, engañado probablemente por calumnias —como suele suceder—, envió un destacamento armado para destruir una tribu kaygua, acusada de haber faltado a sus deberes. Todos los hombres fueron muertos, salvo algunos que pudieron ganar el interior del bosque. Las mujeres y los niños fueron cautivados y enviados a Asunción, donde, en pocos días, fueron distribuidos entre familias asuncenas, que los solicitaban. Las familias de los desdichados fueron así deshechas. Muchas de las familias de Asunción los trataban bien, y con mucho cariño; pero en vano. Ninguno de ellos pudo sobrevivir a la inmensa desgracia acontecida. Todos, unos tras otros, al cabo de un tiempo corto, murieron de una especie particular de consunción precedida de una melancolía sin remedio. Varios hasta rehusaron los alimentos. ¡Y era una de las tribus consideradas como salvajes! Preferir las heridas físicas a las morales o preferir la muerte a la mortificación, es dar prueba de la mayor sensibilidad moral y del más profundo sentimentalismo.
Entre
los
guaraníes,
hombres
y
mujeres
se
preparan
largamente
para
ciertos
bailes
importantes que suelen durar varios días. Las mujeres se pintan el cuerpo y los hombres se adornan lo mejor que pueden. Preparan para esas fiestas víveres como el maíz y la mandioca; en
el
local
del
baile
cada
familia
forma
un
grupo
pequeño
aparte,
con
el
fuego
y
las
provisiones que poseen. Cuando termina la danza, los hombres se separan respetuosamente de las mujeres y no se acercan hasta que recomience el baile.
Durante la retirada de López, varias veces los indios salvaron a las víctimas de las penurias y las consecuencias fatales de la guerra. Muchas mujeres fueron enviadas por el Mariscal Solano López al bosque con el propósito de evitar que cayeran en poder de las fuerzas invasoras.
28
Esas pobres mujeres no sabían trabajar en plantaciones y fueron protegidas por los indios que les daban alimentos. Así,
¡muchas
señoras de la buena sociedad de Asunción deben sus vidas
a la bondad y generosidad de los indios!
ORGANIZACIÓN DE LA FAMILIA Cuando se trata de la familia, los indios guaraníes dicen ‘‘los que viven en nuestra casa’’. Esto se debe a que la familia guaraní la constituyen todos los que viven en una casa, ya sean consanguíneos o simple allegados.
La fuerza del patriarcado guaraní se basa en el cariño que es voluntario y no impuesto. El lazo de ellos es el amor y no la ley, por eso persiste a través de los siglos sobre la moderna corrupción de las costumbres.
ETAPAS DE LA VIDA Y ACTIVIDADES El Varón (Kuimba’é en guaraní) Al niño varón se le denominaba mitã’i o mitã, cuando era pequeño dependía exclusivamente de los padres; a partir de los siete u ocho años aprendía a pescar, cazar aves, recolectar frutas y acompañaba a sus padres en las andanzas para conocer bien el ambiente en el que vivían.
Al
varón
adolescente
se
le
llamaba
mitãrusu,
mitãkuimba’e
o
mitãkaria’y.
Ese
joven
se
encargaba de los trabajos más pesados como preparar la tierra, hacer leña, pescar con flecha peces grandes y tripular canoas en expediciones guerreras.
El joven adulto era llamado karia’y, el señor adulto karaí y el viejo era llamado tujá. Se le consideraba mayor al hombre al pasar los cuarenta años y se convertía en un gran guerrero, cacique o chaman, sirviendo de ejemplo a los más jóvenes.
Actividades masculinas Los hombres debían estar más libres para cazar, pescar y hacer la guerra. Se encargaban de construir el tapýi o la maloka, fabricar muebles, proveer utensilios, tejer cestos de hojas de palmera, fabricar hamacas, arcos, flechas y proveer carne o pescado a la casa.
Preparaban el rozado del monte y entregaban a la mujer para que se encargue de la siembra. Ellos protegían permanentemente tanto a las mujeres como a sus hijos y ejercían actividades de médico, sacerdote o mago. 29
Ritos de iniciación A partir de los doce o catorce años se consideraba que el varón ingresaba a la pubertad. Este acontecimiento merecía un rito especial de iniciación que significaba no sólo un episodio biológico sino también la integración del joven a la comunidad tribal.
Cuando cambiaba la voz del joven, comenzaban las ceremonias en las que participaban solamente varones, no se admitían animales domésticos y mucho menos mujeres. Durante esas ceremonias el joven no podía comer carne de ciertos animales como el cerdo por ejemplo. La fiesta o ceremonia religiosa de los iniciados se llama kunumi pepy y generalmente se juntan los chicos de la aldea de ocho y doce años para la ceremonia principal de la perforación del labio.
La ceremonia kunumi pepy era dirigida por el jefe de familia denominado ñanderu que se sentaba
en
una
silla
ceremonial
(apyka
en
guaraní),
si
eran
varios
los
participantes
se
sentaban en otras sillas en hileras. El acto comenzaba con el nemongy, tras señalar el yvyra’i ja en el labio inferior con tinta negra de yvaporoity para el lugar del tembeta, el ñanderu practicaba la perforación con un yvyrakua y colocaba un tembeta mir
ĩ en el orificio. Luego de
la perforación todos participantes hacían un resguardo para que la herida se cierre (ayunos o comidas leves, abstinencia sexual, evitar realizar actividades pesadas) y finalmente, cuando la herida estaba totalmente seca, todos los jóvenes eran llevados a un patio grande donde realizaban la ceremonia final con danzas, cantos y rezos.
Aunque la formación y educación del joven ya había comenzado antes con el desarrollo físico, con la ceremonia de iniciación el chico completaba totalmente su aprendizaje y estaba listo para preparar arcos, flechas, cestas, trenzados y trampas.
La Mujer (Kuña en guaraní) A la niña mujer se le denominaba mitakuña o mitakuña’i, así como los varones también dependía de los padres cuando era pequeña y se la cuidaba mucho. La joven adolescente era denominada kuñatai y se encargaba de ayudar en los quehaceres de la vivienda; también hilaba, tejía y preparaba los alimentos. A esa edad ya podía casarse, criar hijos y participar en los trabajos agrícolas.
La joven adulta era llamada kuña y asumía todas las responsabilidades del hogar, cuidaba a su marido en los viajes, transportaba sus bártulos y cargaba a sus hijos en los brazos. Desde los veinticinco a los cuarenta años la mujer era considerada una señora y se le llamaba en guaraní kuñakarai.
30
g̃uaig̃ui y presidía la fabricación del ka’u’y y harinas, también se dedicaba a la cerámica y preparaba la carne de los sacrificios para el moka’ẽ. A la mujer anciana se le decía
Actividades femeninas Las
mujeres
participaban
ayudando
en
la
construcción
de
la
casa,
proveían
el
servicio
doméstico enseñando a las hijas después de las ceremonias de iniciación de la pubertad y cargaban a sus hijos.
Acompañaban a los guerreros encargándose de preparar los alimentos, así como también de transportar los víveres y redes.
Las casas siempre mantenían limpias y lavaban las ropas. Recogían de la chacra raíces y frutas. Fabricaban harinas, aceite de coco, bebidas fermentadas y hacían cestos de juncos, hojas o takuarilla.
Eran expertas preparando el barro para moldear vasijas que luego las horneaban; también hilaban algodón, tejían vestidos y domesticaban tanto aves como animales.
Se encargaban de depilar y tatuar a los hombres del hogar, ayudaban en el parto a otras mujeres y participaban en ceremonias de ejecución de prisioneros lavando el cuerpo con agua caliente en el moka’
ẽ.
Ritos de iniciación Cuando aparecía la primera menstruación en la niña se comenzaba un rito para ahuyentar graves peligros. Los fundamentos de esa ceremonia eran:
Quebrar la fuerza maligna que representa la primera aparición de la sangre menstrual. Asegurar la inmunidad de la niña contra los espíritus malignos que pudieran intervenir en su futura vida sexual. Habilitarla como futura madre.
Este rito que se hacía cuando aparecía la primera menstruación era vigilado por una mujer iniciadora. A la joven se le aislaba mientras duraba su menstruación y se le cortaba el cabello en forma circular para hacer hilos trenzados que colocaban en las muñecas, pantorrillas y tobillos. Se le practicaba también incisiones en la espalda, escarificaciones y se le hacía tomar ciertos remedios. Para evitar la acción de los yvyja se le colocaba a la joven en una hamaca a cierta altura para que no tenga contacto con el suelo, era común que encendieran una pequeña hoguera al lado o una vela de cera. 31
Allí permanecía hasta el último día de su menstruación, siguiendo al mismo tiempo un régimen alimenticio vegetal; no podía consumir carne hasta que le creciera nuevamente el cabello.
Cuando bajaba de la hamaca, se le recluía en un rincón de la pieza detrás de un tabique que preparaban donde solamente podía recibir a los miembros de la familia.
Durante ese resguardo se le permitía salir de la reclusión para cumplir con sus necesidades básicas, pero tenía que ir mirando al suelo, estaba prohibido mirar a los hombres e ir al bosque para evitar el ojepota.
El resguardo, las incisiones y el ayuno se volvían a repetir en el segundo y tercer mes de la menstruación. Finalmente cuando se daba por terminado ese resguardo a la joven se la lavaba con decocción de cedro; en algunas parcialidades era costumbre pintar el cuerpo con ñandypa.
La muchacha debía ceñirse los brazos y la cintura con hilo de algodón hasta el día del casamiento; además se agujereaba las orejas para colocar el namichãi. Paralelamente a este rito se realizaba en la tribu una fiesta con ka’u’y, música y danza.
Las
mujeres
trataban
de
tenían
generalmente
disminuirla
mediante
escasa
menstruación
escarificaciones.
La
y
eran
castidad
muy era
cuidadosas; muy
a
veces
importante
y
la
guardaban hasta el día del matrimonio.
El matrimonio En cuanto al matrimonio, generalmente se realizaba a una temprana edad comprendida entre los 12 y 14 años si se trataba de naciones agrícolas que son más pacíficas. En las naciones cazadoras o guerreras no era posible el matrimonio temprano porque la admisión del varón a la mayoría de edad se hacía tardíamente, cuando ya era todo un hombre.
El adolescente es más espiritual, más ingenuo en sus pensamientos, más puro en sus acciones. Tiene en la vida la plena confianza de los que todavía no han experimentado sus dificultades, y no tiene el egoísmo que la asperidad de la lucha más tarde suele despertar. Con más razón en una sociedad igualitaria y comunista, al adolescente el porvenir sonríe, y a esa sonrisa generalmente no sucede engaño suficiente, como para hacer desviar al adulto de los propósitos formados durante la adolescencia.
32
El futuro yerno debía ofrecer al suegro un regalo que podía ser bastante simple. Algunos indios por ejemplo cazaban monos con flechas para demostrar al padre de la novia los conocimientos y destrezas que poseían. En más de una tribu el futuro yerno debía servir a su futuro suegro durante el año de noviazgo, e incluso esto podía extenderse hasta el primer año del matrimonio. Las mujeres también debían pasar por una serie de pruebas acordes a su sexo y misión en la vida. Algunas pruebas que el Padre Techo observó fueron:
Tenían prohibido mirar a otros hombres. No podían comer carne hasta que los cabellos rapados les lleguen a las orejas. Debían barrer la casa. Al buscar agua, debían ir con pasos acelerados sin separarse de la senda. Debían machacar el trigo en un mortero con la mano sin descansar un momento.
Cuando llegaba el día del casamiento este se celebraba con grandes fiestas en la tribu, a veces se le exigía al novio una prueba de destreza antes de casarse. El matrimonio se realizaba en el ogaguasu o en el patio frente a la casa de la novia. Eran casados por el jefe de
familia
(ñanderu)
secundado
por
un
auxiliar
de
culto
(yvyra’i’ja).
El
novio
llevaba
sus
adornos (mbaraka y jeguaka), la novia llevaba su diadema, su jeguaka y el bastón de marcar ritmo. Los invitados también llevaban sus jeguaka y takuape (bastón).
La ceremonia era sencilla y los recién casados eran colocados en una nueva red donde recibían el ka’u’y de manos de un anciano y la gente cantaba, bailaba y bebía. Estos jóvenes, después de casarse, pasaban a vivir en la casa de los padres de él o de ella y contribuían con la economía familiar hasta tener su propia choza y parcela de chacra.
Entre
los
guaraníes
existía
la
poligamia,
pero
la
primera
esposa
(tembireko)
era
muy
considerada. A la segunda mujer se le denominaba takykue y el hombre construía también para ella una choza. Si por alguna razón los esposos se separaban, los hijos quedaban a cargo de la madre; el adulterio de la mujer era una falta gravísima y podía costarle la vida.
CARACTERÍSTICAS FÍSICAS DE LOS GUARANÍES Todos los viajeros, cronistas y estudiosos relataron que los guaraníes eran fuertes y robustos. Tenían las facciones nobles, de buen desarrollo osteomuscular; algunos llegaron a decir que poseían gran belleza física y eran bastante ágiles.
Las estaturas de los indígenas van desde los 1.50 cm. hasta los 1.72 cm., los hombres tienen el tórax
ancho
y
las
extremidades
medianas
con
fuerte
musculatura.
Las
manos
y
los
pies
generalmente son pequeños.
33
En cuanto al ángulo facial, está entre el
Cuando llegan a la pubertad se pintan de
mongólico y el blanco, con prognatismo
rojo o azul; en el caso de las mujeres,
moderado.
Los
durante
salientes
y
el
nariz
corta
es
pómulos
índice y
son
nasal
un
un
poco
mediano.
poco
ancha
La
con
ventanas semi abiertas.
Los
ojos
externo
son
oblicuos
ligeramente
cuerpo
la
menstruación
con
cuando
negro
termina
o
el
se
azul. luto
pintan La
el
viuda,
(abstinencia
sexual) se pinta el rostro con el color rojo.
con
el
ángulo
El pintado se puede realizar en todo el
levantado.
Poseen
cuerpo
o
en
la
mitad;
en
el
caso
del
una mirada viva e inteligente. En cuanto
rostro específicamente, se pueden pintar
al pelo, tienen muy poco en el cuerpo; los
la
cabellos son fuertes, negros, lisos y largos
párpado, la cuenca del ojo o la mejilla,
(en
Difícilmente
usando combinaciones de colores como
totalmente
el rojo, azul oscuro y negro. Los diseños
el
llegan
caso a
de
tener
la
mujer).
el
cabello
blanco en edad avanzada.
frente,
la
sobreceja,
la
ceja,
el
pueden ser manchas, motas (grandes o
Pintado del cuerpo
pequeñas),
líneas
horizontales),
triángulos,
(verticales cuadrados
u o
figuras simétricas/asimétricas. Los
guaraníes
diversas
se
razones
ornamentación,
pintan
el
cuerpo
(identificación carácter
religión, entre otros).
por
tribal,
Los instrumentos que utilizan para pintar
guerrero,
son palillos o placas de madera tallada con el dibujo deseado.
34
Vestimentas y adornos Antes de la época colonial los guaraníes vivían prácticamente desnudos, pero con la llegada de los franciscanos y jesuitas se estableció el uso generalizado de ciertas prendas como el ‘‘tembeo’’ por ejemplo, que era una especie de paño tejido de algodón, usado tanto por hombres como mujeres para cubrir las partes genitales. El tembeo generalmente era de forma cuadrangular y debía pasar entre las piernas hasta quedar sujeto alrededor de la cintura mediante un cinturón, dejando caer una punta del paño adelante y otra atrás. La falda utilizada por las mujeres recibía el nombre de ‘‘tapyja’’. Otra prenda típica era el ‘‘typói’’, que consistía en una túnica larga de algodón que cubría el cuerpo hasta las rodillas; debía pasar por la cabeza mediante una abertura central y se sujetaba en la cintura con un cordón. El typói podía ser suelto o tener costuras laterales, para pasar los brazos se le hacían dos orificios a la prenda. Las faldas largas que usaban las mujeres se llamaban ‘‘tyru’’. Entre los adornos se destacan el ‘‘jeguaka’’, ‘‘tembeta’’, ‘‘vona’’, ‘‘namichãi’’, ‘‘mbo’y’’, entre otros.
DOÑA ANASTASIA CANTERO ROMERO La ciudad de Itauguá es conocida por su riqueza cultural; es la cuna de hijos e hijas ilustres entre
los
que
se
destacan
‘‘Doña
Anastasia
Cantero
Romero’’,
una
de
las
más
antiguas
tejedoras de ñanduti, cuyas habilidosas manos emulaban con maestría los prodigios de la naturaleza.
Esa sacrificada y abnegada mujer itaugüeña, de admirable sencillez y humildad, era amante de su pueblo, tradición y estirpe.
Con destreza y paciencia Doña Anastasia tejió primorosos ñandutíes. Fue una mujer digna que formó
una
familia
con
tesón
y
entereza.
Con
su
trabajo
decoroso
y
artístico
trascendió
fronteras.
La señora Reina Cáceres en su libro ‘Doña Anastasia Cantero y sus dechados’’ cuenta que el hogar de esta tejedora era muy visitado por paraguayos y extranjeros. Ella vivía en un típico rancho humilde, rodeado de plantas, jazmines, naranjos y azucenas. Acostumbraba trabajar bajo la sombra de un jazminero en flor, sentada en un viejo sillón de madera con remiendos de tablillas y clavos. Físicamente se la veía pequeña, con el cuerpo encogido, los hombros encorvados hacia adelante y el rostro con mil historias tatuadas en la piel por la dureza implacable
de
la
vida
que
le
tocó
vivir.
A
pesar
de
todas
esas
arrugas,
su
rostro
era
extrañamente bello, fino y delicado. No tenía rastros indígenas, por lo que tal vez provenía de algún distinguido linaje europeo.
35
Los pasos de Doña Anastasia eran lerdos, arrastrados y cansinos, como si los apuros del tiempo ya no existieran para ella. Poseía una jovial sonrisa; además tenía los ojitos vivaces, pícaros y risueños. En un costado de sus finos labios tenía siempre una vieja pipa humeante. Cuando se le preguntaba si ella era la famosa artesana, respondía con voz pausada y clara, manteniendo su amable sonrisa: ‘‘Che ha’e Anastasia Cantero, ñanduti apohãminte ko che’’ (Yo soy Anastasia Cantero, soy apenas tejedora de ñanduti).
Doña Anastasia nació el 11 de mayo de 1891 en la compañía Mboi’y de Itauguá. Sus padres fueron Don Valeriano Cantero y María Trinidad Romero de Cantero. Anastasia nunca tuvo documento de identidad y solamente se expresaba en guaraní. Cuando apenas tuvo uso razón, se inició en el aprendizaje del encantador arte de tejer ñanduti; esa era la actividad cotidiana de las mujeres de su familia. Las personas con las que dio sus primeros pasos en el bastidor, agujas y los hilos, fueron Doña Josefa y Doña Escolástica Morales; con ellas empezó a vislumbrar la magia y los secretos del ñanduti. Posteriormente fue Doña Gertrudis Sosa de Cantero (innata creadora y diseñadora de varios dechados que conforman el ñanduti) quien le transmitió su sabiduría y entusiasmo creativo. En esa etapa de su vida Doña Anastasia fue descubriendo y desarrollando la capacidad creadora para visualizar nuevas formas e imaginar nuevos dechados inspirados en la naturaleza de su entorno.
En
el
año
1909
aproximadamente
quedó
huérfana
porque
su
madre
falleció
a
raíz
de
complicaciones que se presentaron después del parto natural de su hermana menor. Luego de ese suceso, Anastasia se mudó con su hermanita al pueblo de Itauguá, donde fueron criadas por la abuela materna. En su infancia nunca conoció la escuela, jamás aprendió a leer y escribir; tampoco tuvo una muñeca.
‘‘Ndoroguerekói va’ekue juguete, porque rojapo ára la ñanduti rovende hag̃ ua. Rojapo mantilla, mantel, sobrecama ha abanico, umia la ojejuruvéva oréve’’ (No teníamos juguetes porque debíamos tejer el ñanduti para vender. Tejíamos mantillas, manteles, sobrecamas y abanicos, que era lo que más nos pedían) Cuando Doña Anastasia era señorita tuvo muchos pretendientes. Se enamoró muchas veces y en total tuvo ocho hijos (seis mujeres y dos varones). Su marido, como la mayoría de los hombres paraguayos, se esfumó del mapa.
37
‘‘La che menágui ndaikuaái iparadéro’’ (De mi marido no conozco su destino)
Doña
Anastasia
casarse
Doña Anastasia acariciaba el bastidor que
decidió
reposaba en su regazo como si fuera un
mantenerse soltera y a todos sus hijos les
hijo. Definitivamente ella fue el más claro
puso su apellido. Ella era una mujer muy
ejemplo
fuerte que realizaba trabajos en la chacra
espíritu y eje de la familia matriarcal, tan
para mantener a su familia.
común en la cultura campesina paraguaya.
terminaba
en
decía
disparáte,
que por
eso
de
la
matrona,
que
es
el
alma,
También fue la imagen femenina que más En
cuanto
a
comenzaba
a
sus las
actividades,
4:30hs.
de
la
su
día
mañana;
primero tomaba su mate, luego regaba las plantas
y
más
tarde
cocinaba.
allá
de
su
monumento
frágil de
figura, su
desplegaba
fortaleza
en
el el
sostenimiento de su prolífica familia.
Cuando
terminaba todas las tareas del hogar, se sentaba
tranquila
dechados,
a
usando
tejer un
sus
hermosos
lente
que
prácticamente tenía solamente el vidrio.
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ESTA MUJER ARTESANA QUE ATRAPÓ LA BELLEZA DEL ÑANDUTI, DESTINÓ TAMBIÉN SUS FINAS MANOS DEDICADAS AL ARTE, A LAS TAREAS MÁS RUDAS Y ÁSPERAS DE LA SUPERVIVENCIA. DOÑA ANASTASIA DESLIZÓ SUS PASOS CON AGILIDAD MALABAR, BUSCANDO SIEMPRE LAS MELODÍAS MÁS SUAVES DENTRO DE LA POLKA DESENFRENADA DE LAS CIRCUNSTANCIAS QUE LA VIDA EXPUSO ANTE ELLA. Todos los hijos de Doña Anastasia fueron criados con infinito amor, pero en perfecta soledad. En total tuvo treinta y dos nietos, cuarenta y ocho bisnietos y dieciocho tataranietos. Todos ellos continúan dando vida a la herencia dejada por esa bella dama: ‘‘los milenarios dechados de ñanduti’’. 39