Superficiales, Nicholas Carr

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Superficiales

Nicholas Carr

¿Controlamos la tecnología o la tecnología nos controla a nosotros?


Varios estudios a cargo de psicólogos, neurobiólogos, educadores y diseñadores web obtienen la siguiente conclusión: Cuando usamos tecnologías de la información, entramos en un entorno que fomenta una lectura ligera, un pensamiento apresurado y distraído, un pensamiento superficial .


La Red estimula constantemente nuestros sentidos con una corriente constante de entradas, por ejemplo: ● ● ● ●

Señales acústicas que nos anuncian llegadas de correos electrónicos o mensajes instantáneos. Mensajes auditivos que demandan nuestra atención. Sensaciones que entran por nuestros dedos mientras pulsamos, tecleamos o desplazamos el cursor. Estímulos visuales. Estos estímulos visuales no son sólo las formaciones de textos, fotografías o vídeos, sino también; Hipervínculos dinámicos, que se distinguen del resto del texto porque suelen estar subrayados, tener otro color o porque los cursores cambian de forma según su función. Botones, iconos y otros elementos visuales que piden ser pulsados, arrastrado o soltados. Casillas y campos de formularios que piden ser rellenados. Anuncios y ventanas emergentes que piden atender o desdeñar.


¿Qué puede decirnos la ciencia sobre los efectos reales que el uso de Internet está surtiendo en cómo funciona nuestro cerebro?

Las nuevas tecnologías son sistemas de interrupción que dividen la atención. Ello no resulta sólo de su capacidad para mostrar simultáneamente muchos medios diferentes.

Esto provoca ser más proclive a aceptar las ideas y soluciones más convencionales en lugar de cuestionarlas recurriendo a líneas de pensamiento originales.


Se han hecho distintos estudios sobre cómo se comportan nuestros cerebros con el uso de Internet y cómo afecta este uso a nuestro entendimiento e inteligencia:

En una primera prueba se comprobó que la actividad de los usuarios experimentados en Google superaba con mucho a la de los usuarios noveles. Cuando se repitieron las pruebas a los novatos después de 5 días usando la Red 1 hora al día, los resultados revelaron que la actividad de los usuarios noveles ya era la misma que la de los usuarios experimentados.

Estudios realizados por un psicopedagogo australiano, revelan que hay 2 tipos de memoria en el cerebro: La memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. La memoria a corto plazo dura unos pocos segundos y en ella residen nuestras impresiones, sensaciones y pensamientos inmediatos. En nuestra memoria a largo plazo reside lo aprendido ya sea consciente o inconscientemente.


Donde el uso de la tecnología se hace más peligroso es en la sistematización del trabajo intelectual. Así llegamos a un impresionante descubrimiento que no hace más que confirmar algunas intuiciones de la práctica social: hoy le llamamos la “plasticidad neurológica”.

Experimentos han demostrado que los usuarios habituales de tecnologías de la información se dejan distraer mucho más fácilmente por estímulos irrelevantes del entorno, tenían un control menor sobre el contenido de su memoria de trabajo y, en general, eran mucho menos capaces de mantener su concentración en una tarea concreta.


Dada la plasticidad de nuestro cerebro, sabemos que nuestros hábitos online continúan reverberando cuando no estamos online. En general se ha reducido el tamaño de las familias, ha aumentado la urbanización, ha mejorado la nutrición, la educación se ha hecho obligatoria y por motivos económicos, tecnológicos y educativos se ha pasado de un mundo donde la inteligencia se aplicaba a la resolución de problemas concretos (de la naturaleza, de la granja o de la fábrica) a aplicarla a la clasificación, la correlación y en general a el razonamiento abstracto.


La Red, a cambio de proporcionarnos migajas de reconocimiento social o intelectual, acapara nuestra atención convirtiéndonos en individuos febrilmente ocupados en interpretar y reaccionar frente a a sus estímulos. Cuando la gente usa la Red muestra un patrón de actividad cerebral muy distinta del que aparece cuando lee un libro.

Cuando se lee un libro se usan regiones relacionadas con el lenguaje, la memoria y el procesamiento visual. Cuando se usa Internet se usan regiones cerebrales asociados a la toma de decisiones y la resolución de problemas. Esto es debido a que constantemente hay que evaluar y realizar elecciones, lo cual distrae el cerebro.


Sin embargo, la Red tiene su lado positivo en cuanto a funcionamiento neuronal refiere ya que activa muchas partes del cerebro que ayudan a la coordinación mental y a la capacidad de toma de decisiones; pero al pasar tan rápido por tantas “opciones” impide el razonamiento de la información y por lo tanto su comprensión. Está comprobado que nuestra visión en Internet no es lineal como cuando leemos un libro, en internet vamos haciendo saltitos de objeto a objeto sin detenernos por mucho tiempo en la misma cosa.


Los temores de Nicholas Carr a que la dispersión de atención que conlleva el uso de Internet pudiera causar efectos irreversibles en el desarrollo intelectual pueden parecer exagerados si se comparan con el beneficio de la enormidad de recursos que quedan ahora a disposición inmediata de casi todo el mundo, y tampoco hemos de olvidar que los perjuicios podrían repararse tomando buenos hábitos compensatorios, como en el caso del ejercicio físico que se hace para contrarrestar la vida sedentaria propia de la actividad económica urbana. En cualquier caso, toda precaución es poca, y si queremos desarrollar hábitos compensatorios de los efectos secundarios perniciosos, primero tenemos que admitir la existencia del problema y estudiarlo a fondo.


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