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Retrato de la Plaza Mayor de la Nueva España Los mercados del centro vistos a través de un cuadro América Malbrán Porto

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RETRATO DE LA PLAZA MAYOR DE LA NUEVA ESPAÑA LOS MERCADOS DEL CENTRO VISTOS A TRAVÉS DE UN CUADRO

América Malbrán Porto 1

Resumen

La presencia de los vendedores ambulantes en el centro de la Ciudad de México ha sido constante desde el periodo virreinal hasta nuestros días. La Plaza Mayor de la Nueva España siempre fue un espacio de reunión, llena de vendedores ambulantes, de bullicio y comercios. Entre 1600 y 1700 en ella se encontraba el mercado más grande de la Nueva España y a ella llegaban las exóticas mercancías que traían la Nao de China y los galeones procedentes de Europa. Después de que una turba incendió el palacio virreinal en 1692, la plaza se despejó por completo para dar paso a El Parián, un conjunto de tiendas ubicadas en la esquina suroeste, utilizados para el almacén y venta de productos, que fue inaugurado en 1703. Sin embargo, esto no impidió que el resto de la Plaza se llenara de nuevo con puestos improvisados como el grupo conocido como "San José". Este espacio fue descrito por propios y extraños como un lugar feo, mal oliente y antiestético, además de que era difícil de caminar por su pavimento irregular de barro en la temporada de lluvias, los perros agresivos de la calle, montones de basura por los comercios y excrementos humanos, entre otros desperdicios. Esta misma descripción la podemos observar en algunos cuadros de la época a los que haremos referencia a lo largo de este trabajo.

Palabras clave: Centro de México, iconografía, mercados, Plaza Mayor, costumbres.

Abstract

The Plaza Mayor of New Spain was always a meeting space, full of street vendors, activity and shops. Between 1600 and 1700, it was the largest market in New Spain and the exotic merchandise brought by the Nao from China and the vessels from Europe. After a mob burned down the viceregal palace in 1692, the square was clear completely to make way for El Parián, a set of stores located in the southwest corner, which was inaugurate in 1703. However, this did not stop the rest of the Plaza from being fill again with improvised stalls like the group known as "San José."

1 Maestra en Estudios Mesoamericanos, UNAM; Profesora investigadora, Escuela de Antropología e Historia del Norte de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia.

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Locals and foreigners described this space as an ugly, smelly and unsightly place, in addition to being difficult to walk on due to its uneven mud pavement in the rainy season, aggressive street dogs, piles of garbage from shops and human excrement, among other waste. This same description can be seen in some paintings of the time to which we will refer throughout this work.

Keywords: Central Mexico, iconography, markets, Plaza Mayor, customs.

El mercado es una pintura

En este trabajo nos enfocaremos en la descripción de la Plaza Mayor de la Nueva España y sus mercados, mismos que observamos en el cuadro “Visita del Virrey a la Catedral” o “La Plaza Mayor de México”, que se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Historia, que ha sido atribuido por Markus Burke a Juan Antonio Prado y fechado hacia mediados del siglo XVIII (Burke, 1992:174) (Fig.1). De acuerdo con Burke

El óleo fue adquirido en Londres en la época del porfiriato por un coleccionista mexicano, quien lo vendió después a Ramón Alcázar, cuya colección se integró a la del Museo Nacional de Historia, con un periodo intermedio en la colección Corcuera e incluso expuesto en el bar del hotel

Ritz (Burke en Suárez Molina, 2009:448). Suárez Molina señala que a la pintura le falta, en la parte inferior, la cartela “donde seguramente se hacía referencia a las diversas escenas señaladas en ella, algo común en obras de este tipo” (Ídem.), sin embargo este cuadro no tiene señalada la numeración o las letras que ubiquen cada sección, como sucede en otras obras de la época, por lo que pensamos que probablemente dicha cartela solo describiera la visita del Virrey a la catedral y sus acompañantes. El artista retrata la Plaza Mayor y sus mercados tal y como se encontraban, antes de ser remodelada por el segundo conde de Revillagigedo en 1789, quien

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Fig. 1. Visita del virrey a la Catedral o La Plaza Mayor de México, atribuida a Juan Antonio Prado. Museo Nacional de Historia-INAH. Foto, América Malbrán Porto.

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ordenó retirar la fuente ochavada, cuya taza de bronce había sido traída desde el Perú, por el notable don Luis de Velasco, así como los puestos de la Plaza Mayor, reubicándolos en la plaza del Volador. “Se había nivelado el piso, se pusieron banquetas y empedrados nuevos, se quitó el muro que rodeaba el atrio de la catedral y se construyó una gradería quedando libre ya el público de entrar en el primer templo de la Nueva España […] además se instaló la cañería que llevaría el agua a las cuatro fuentes” que mandó colocar en cada esquina de la nueva plaza (Hernández Franyuti, 2003) (Fig. 2). La vista de la pintura, atribuida a Juan Antonio Prado, está tomada desde la azotea del Palacio Virreinal, del cual sólo se ven las almenas y una hornacina.

Fig. 2. Vista de la Plaza Mayor en 1793, después de ser remodelada. Del lado izquierdo se aprecia el edificio del Parián. La fuente monumental fue sustituida por cuatro fuentes, ubicadas en cada esquina. Archivo General de Indias, 1793.

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A su derecha se aprecia la Catedral, mientras que del lado izquierdo vemos la Acequia Real, misma que está limitada por edificios de portales, de los que alcanzamos a distinguir sus azoteas planas de ladrillo, coloreadas en rojo, y los arcos de los puentecillos, debajo de los cuales pasan las canoas (Fig. 3). Dentro del bullicio de la plaza destaca una escena que se refiere al recorrido que realizaba el virrey desde el Palacio hasta la Catedral, “el dia inmediato después de haver llegado Correo de España, á oír Missa, que se celebra en Accimiento de gracias por la Real Salud” (San Vicente, 1768:28). Romero de Terreros encuentra cierto paralelismo entre la obra y la crónica de Juan Manuel de San Vicente (1768) (Cf. Romero de Terreros, 1946). No obstante, de acuerdo con Suárez Molina, investigadores como “Elena Estrada de Gerlero, no consideran que se trate del virrey marqués de Croix, quien es el protagonista de la crónica, sino que se trata más

Fig. 3. Detalle, vista de la Acequia Real, limitada por edificios de portales, con azoteas planas de ladrillo y coloreadas en rojo, y los arcos de los puentecillos, debajo de los cuales pasan las canoas. Foto, América Malbrán Porto.

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bien del virrey don Agustín Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas, que gobernó Nueva España entre 1755 y 1760, lo que haría corresponder la fecha dada a la pintura de mediados del siglo” (Suárez Molina, op. cit.:449-450). San Vicente describe el mercado de la siguiente manera: […] se hallan bajillas de todos los precios, y inferiores metales. Alhajas usuales para todos fines. Pedrería costossisima, y ordinaria de todos

Minerales. Instrumentos para el uso de todos los Artes Liberales, y mecánicos. Vestidos hechos nuevos, viejos, exquisitos, y ordinarios para toda classe de personas de ambos Sexos.

Ajuares como se apetezcan, respecto del valor, para muchas casas que sólo aquí pueden en un dia aderezarse.

Jaezes para innumerables cavallos, ya en el todo, ó ya divididos en partes. Comidas á todas horas con la mayor utilidad para personas de limitadas facultades. Diversos géneros de dulces, y refrescos. Lozas y Crys-

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65 tales para los varios fines que se fabrican. Pinturas, y Esculturas, assi de Imagenes como de las famosas historias, y Fabulas. Armas de todos generos ofensivas, y defensivas. Libros de muchos Idiomas, Artes, y Ciencias, Instrumentos de cuerda, y de viento de todas invenciones. Figuras, y juguetes infinitos para niños. Pajaros para la diversión de los más exquisitos, y canóros. Pescados secos y frescos de América, y Europa. Animalejos Domesticos vivos, assi útiles, como de recreo. Aves, y animales comestibles de quantas produce el Reyno. Yervas medicinales, y odoriferas para la salud, y gusto. Hortalizas de todas calidades. Flores de las innumerables, que se crian en los circunvecinos Jardines, y campos, que como á el principio se dixo son fertilissimos, y abundantes en todas las Estaciones del año. Y ultimamente tantas frutas, y de tantas calidades… (San Vicente, op. cit.:32-33).

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Los mercados de la Plaza Mayor

El silencio del centro de la ciudad de México se rompía, ya entre los siglos XVII y XVIII, cerca de las cinco de la mañana, cuando comenzaban a llegar los vendedores a alguno de los tres distintos mercados que se encontraban en la Plaza Mayor de la Nueva España. El bullicio iba creciendo a medida que arribaban más y más hombres y mujeres de distintas clases sociales y castas. Herederos del tianguis indígena, los mercados de la Plaza Mayor eran los más grandes en la Nueva España. El primero de ellos estaba destinado a la venta de productos ultramarinos, que eran traídos por las naos de China y el galeón de Manila, así como por otros galeones y barcos que venían de España, Filipinas y los demás virreinatos. Éste mercado recibió el nombre de “El Parián”, en remembranza de los mercados que existían en Filipinas (Cf. Retana, 1895), destinado a la venta de productos llegados de Europa, aquí se ofertaban vinos, chorizos, aceitunas y aceite de oliva, se vendían textiles y tapetes de España, sedas y géneros de Bélgica. El segundo mercado era el de El Baratillo o de manufacturas artesanales como petates, y canastas, ahí se ofrecían productos nuevos o usados, a un bajo costo. El cronista De Viera describe este espacio y lo que se puede comprar en él:

En el centro de la Plaza hai una calle con sus encrucijadas, en la que esta el Varatillo, que llaman de los muchachos: El medio de ella se compone de muchos comestibles de dulce, donde los muchachos con la quarta parte de medio real, que se compone de diez y seis cacaos pueden comprar otras diez y seis cosas con que saciar su pueril apetito, y en otras mesitas, que están ala frente de estas hai infinito numero de trastesitos assi de marfil, piedra, yerro, cobre, ahujas, Limas, navajas, tornillos, Evillas, campanitas, moldes tejas, pie-

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dras de todos colores, pajuelas, yesca, pedernales, eslabones, alesnas, tierras, formones, gurvias, y para abreviar de quanto se puede pedir (De Vieira, 1778:18r-18v). Para el visitante curioso esta parte de la ciudad era motivo de asombro, como hemos visto, por la cantidad de productos que ahí se podían encontrar, sin embargo algunos virreyes, como el obispo Juan de Ortega y Montañés, consideraban al Baratillo como un refugio de malvivientes y vagos por lo que mandó: …que “pena de la vida no se hiciera en la plaza ni otro parage alguno, baratillo, y que se tuviese por tal en pasando el concurso de tres á cuatro personas, que no hubiese mercillero alguno en la plaza sino en casas ó tiendas, so pena de perder todo lo que vendiesen, que no se pusiera bodegón en aquel sitio [la plaza mayor] y que pasasen a la plazuela llamada del Volador, donde estuviesen descubiertos” también mandó que se pusiesen cuatro picotas en la plaza,

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eligiendo la sala del crímen los parages mas convenientes…(Rivera, 1873:281). Al enterarse el Rey de la situación del Baratillo, promulgó una cédula fechada el 31 de agosto de 1689, para su extinción, misma que debió ejecutar el Virrey Conde de Galve, quien tampoco estaba muy contento con la presencia de este mercado, en carta del 2 de octubre de 1691 se informa que: …se debe aprobar lo executtado por el virrey en que quitar y extinguir el baratillo en execucion de la cedula de 31 de agosto de 689 por los inconvenientes que de mantenerle se seguían por contar por este expediente.

Pero se le debe mandar que en quanto a los indios con que el acuerdo no fue de parecer se entendiesse la prohibición del Baratillo porque en ellos no se experimentaban los hurtos y latrocinios que en los españoles, mulatos y mestizos respecto de no vender otra cossa que sus mantas y tilmas y los demás frutos de sus co-

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sechas. El virrey les señale lugar competente y proporcionado para que en el solo puedan los yndios vender dichos fruttos y no entrar otro alguno que no sea yndio a venderlos, ni menos se vendan o compren aun por los indios otros generos (De Galve, 1689:f.4r). Como apreciamos en este último documento, es probable que no existiera una diferenciación muy precisa entre el Baratillo y el tercer mercado, que era el de bastimentos, conformado por los puestos de indios, que vendía diversos alimentos y flores.

Aquí se ven los montes de frutas en que todo el año abunda esta ciudad, cuio numero passa de noventa […] del mismo modo se ven y registran los montes de hortalizas, de manera que ni en los mismos campos se registra tanta abundancia como se ve junta en este teatro de maravillas: está en forma de calles, que las figuran muchos texados o barracas,

bajo de las que hai innumerables puestos de tiendas de legumbres y semillas: de azucares, panochas, o chancacas de carnes salpresas y ascessinadas ya de cabro, ya de toro, assi mismo pescados salados de todos generos. Pescado blanco, que traen de las lagunas circunvecinas… (De Vieira, op. cit.:16r-16v). Había además vendedores (Fig. 4) que deambulaban ofreciendo a gritos sus mercancías (leña, panes calientes y biscochos, pan duro, petates, cazuelas, ropa y demás), aguadores que con sus odres y sus jarros vendían agua, tamemes que alquilaban sus espaldas y sus brazos para cargar bultos y personas y un ejército de pordioseros, ciegos, cojos y tullidos, fingidos o reales (Rubial, 2008:419). También existía ya la práctica de los “arrimos”, es decir, los vendedores que pedían permiso para establecer su puesto a las afueras, e inclusive en el interior, de una tienda establecida, y ha-

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Fig. 4. Diversos tipos de vendedores ambulantes representados en cuadros de castas. Anónimo, siglo XVIII. Museo Nacional del Virreinato.

biendo pagado una cuota, se avecinaban a la pared de un negocio para ahí poder vender (Fig. 5). Esto beneficiaba a ambos, ya que el “arrimado” conseguía, a través de una renta un espacio perma-

nente y seguro; mientras que por otro lado “los indígenas arrimados beneficiaban a los cajoneros, pues con sus frescas hortalizas fungían como escaparates de las tiendas. Los compradores, y sobre todo los «forasteros», eran seducidos por colores y olores deliciosos” (Cf. Olvera Ramos, 2007). Algunas crónicas refieren el estado de suciedad y pestilencia en el que se encontraba la Plaza Mayor:

Esta plaza, cuando estaba el mercado, era muy fea y de vista muy desagradable. Encima de los techados de tajamanil había pedazos de petate, sombreros y zapatos viejos, y otros harapos que echaban sobre ellos. Lo desigual del empedrado, el lodo en tiempo de lluvias, los caños que atravesaban, los montones de basura, escremento de gente ordinaria y muchachos, cáscaras y otros estorbos la hacían de difícil andadura. Había un beque ó secretas que despedia un intolerable hedor que

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Fig. 5. Detalle en el que se aprecian algunas vendedoras y una negra arrimada a una pulquería. Foto, América Malbrán Porto.

por lo súcio de los tablones de su asiento, hombres y mujeres hacian su necesidad trepados en cuclillas con la ropa levantada á vista de las demas gentes sin pudor ni vergüenza, y era demasiada la indecencia y deshonestidad. Cerca del beque2 se vendia en puestos carne cocida, y de ellos al beque andaban las moscas (Sedano, 1880:88). Los materiales perecederos con que estaban armados estos cajones (madera,

2 Orinal, excusado o letrina. bajareque, etc.) causaron que en no pocas ocasiones ocurrieran incendios. Un ejemplo de ellos nos lo proporciona Gregorio de Guijo en su Diario:

Sábado 16 de noviembre [de 1658], víspera de San Gregorio Taumaturgo, a las ocho de la noche prendió fuego un cajón de un chino barbero que le tenía a las espaldas de los loceros que estaban en la plaza grande de la ciudad, y hacía rostro a las casas del cabildo, y esquina y calle de la Platería, y de allí prendió a otros dos o tres; tocaron a fuego en la catedral y conventos; procuraron derribar los demás que lindaban con ellos, para reparar no prendiesen los portales de la plaza:

Ocurrió el Señor Arzobispo, y sacó de la Catedral el Santísimo Sacramento, y se puso de rostro enfrente del fuego: ocurrió la religión de Santo Domingo con su patriarca, la de

San Francisco con San Antonio de

Padua, la de San Agustín con San

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Nicolás, la de La Merced con la Virgen, la de San Diego con su patrón, la de San Juan de Dios con dicho santo, la Compañía de Jesús con una carta de San Ignacio, los devotos de la Virgen de las Angustias que está en el hospital del Amor de Dios con su imagen, y todos rodearon el fuego arrojando las reliquias de los santos y luego teniendo en hombros sus santos hincados de rodillas delante del Santísimo Sacramento, dijeron las letanías en ínterin derribaron gran parte de los cajones con maromas y barretas: en esta confusión fue mucho el daño de los cajoneros por los robos que les hicieron: quedó el fuego en los dos cajones que estaban cargados de jarcia, y fue tan vivo, que haciendo una noche tenebrosa, alumbraba toda la ciudad volvió el señor arzobispo el Santísimo Sacramento a la catedral, y acompañáronlo las religiones y santos referidos rezando las letanías: fueronse a sus conventos, y el

Antilha 9 (26) 2020: 60-85 señor arzobispo acompañó hasta San Francisco a San Antonio de Padua, y pasó con San Diego hasta dejarlo en su casa yendo descalzo: volvió a la plaza donde estuvo algún tiempo: asistían el virrey, oidores, corregidor, justicia y la infantería para reparar daños; duró el fuego en su fuerza más de dos horas, y lo lento de él hasta el domingo siguiente por todo el día (De Guijo, 1994:108-109).

En junio de 1692 la Plaza Mayor se transformó totalmente, a causa del levantamiento popular contra el conde de Galve, durante el cual fueron quemados 280 cajones del mercado del Señor San José, como eran denominados los puestos del mercado. El incendio de los cajones y de algunas casas de cuyos ingresos se beneficiaba el Ayuntamiento, obligaron a éste a solicitar ayuda económica al rey Carlos II, quien respondió con la siguiente Cédula, fechada en Madrid el 30 de enero de 1694:

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Considerando que si los cajones que servían de guarda y custodia, se volviesen a reedificar de madera, no se libertaba el riesgo de los incendios, ni la contingencia de cualquier tumulto, y teniéndose presente que en la plazuela que con ellos se componía, es donde asisten todos los vagabundos, que llaman El Baratillo, por cuya concurrencia se aumenta el riesgo, he resuelto y tenido por conveniente ordenaros y mandaros (como lo hago), que luego que recibais este despacho, dispongais se haga delineación de una plaza regular en el mismo paraje, por tenerse noticia de haber bastante ámbito para ello y para el cuerpo de unas casas moderadas, cuyos sitios se regulen con igualdad, así en lo ancho y largo, como en la elevación de forma que todas sean de una medida y de fábrica de piedra, y que estos sitios se vendan a censo enfitéutico a favor de la ciudad, con la calidad de fabricarlos de

piedra dentro de uno o dos años, sin que pueda exceder una casa de otra en las medidas para la hermosura, dándoles las calles convenientes y el mayor precio a las que hicieren esquina, por tener éstas mayor estimación por la facilidad de venderse más en ellas y que sean capaces de poderlas habitar una moderada familia, por cuyo medio se evitaría el riesgo del incendio y con el mayor número de mercaderes se refrenarán los excesos de los que en esta ciudad llaman zaramullos de baratillo y quedará la plaza más hermosa, asegurada y fija la venta, y se excusará el gasto de los guardas y la incomodidad de tener otras casas donde habitar y dormir, dejando los caudales espuestos a las contingencias expresadas… (Rivera Cambas, 1900:108110). De esta manera nació el Parián, que a pesar de ser una construcción de Cal y Canto continuó recibiendo el nombre de

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“los cajones”. Con algunas modificaciones a los deseos del Rey, fueron aprobados dos planos del regidor y obrero mayor, capitán don Pedro Ximénez de los Cobos. Su construcción comenzó el 8 de agosto de 1695, y a fines de 1696 se habían concluido dos aceras, la que daba al Portal de Mercaderes y la que miraba hacia la Catedral. El edificio quedó terminado el 19 de abril de 1703. A este respecto nos dice Manuel Rivera Cambas:

La forma del edificio fue cuadrangular; tenia cuatro aceras esteriores que miraban una a la Catedral, otra al Palacio Nacional, la tercera a la

Diputacion y la cuarta al portal de

Mercaderes; por el interior había otras cuatro aceras en la misma disposición que las esteriores, dejando en su centro un grande espacio cuadrado en que antiguamente estuvo lo que se llamó el baratillo grande, para diferenciarlo del baratillo chico que se reunia fuera, en el lugar que esta-

Antilha 9 (26) 2020: 60-85 ban la horca y la picota.

En las aceras exteriores tenia el edificio dos cuerpos sumamente bajos, de los cuales el inferior estaba ocupado por los cajones y el superior servia para las bodegas o trastiendas, revelando la arquitectura del edificio, que había sido construido en aquella época en que los artistas, destituidos completamente de buen gusto, ponían en planta las concepciones irregulares de una imaginación en que tenían cabida todas las ideas excepto la de la belleza (Ibíd.:111). Al interior estaban dispuestas cuatro filas de cajones unidas en los extremos oriente a poniente por dos corredores rematados cada uno por una gran puerta de acceso. De acuerdo con Suárez Molina, “la construcción fue hecha de mampostería y tepetate, las puertas eran de cedro y oyamel. Las cornisas y arcos exteriores eran de piedra labrada y, de acuerdo con Villalpando, sobre la puerta principal había una hornacina con una

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imagen de la Purísima” (Suárez Molina, op. cit.:444). En los cajones del Parián y el Portal de Mercaderes se encontraban los mercaderes de Filipinas que sin duda eran los más acaudalados (Ídem.). Este espacio comercial se convirtió en el centro de comercio de la Nueva España, donde se podían adquirir productos traídos tanto de Europa como de China (Ídem.) y su variedad y calidad sorprendía a propios y extraños al grado que de Vieira menciona que no es otra cosa que un “teatro de maravillas” que todos deben visitar, pues es sin lugar a dudas el mayor recreo y diversión de la ciudad, a este respecto nos dice: …allí, se ven las tiendas llenas de brocados, sedas, encajerias, puntas de oro, y plata, abanicos, lienzerias, renques de plata, y oro, sedas, paños, lustrinas, terciopelo y otras. Allí entre tienda y tienda, unos cajones formados como unas curiosas papeleras cubiertas de vidrieras, que depocitan en si un abreviado conjunto de primores, y curiosidades: que de reloxes, ternos, y pedrerías, que de miniaturas y juguetes, de marfil, de cera, de taya, y muchos de plata, que espexeria de convexos lentes y microscopios, que de laminas de ébano, y plata. Que cristales de todas calidades, que piezas de loza del

Japon, y China: que utensilios de plata, como de metal, y china, y al fin, que todo compuesto de tan diversas y curiosas partes. Si se vuelve la cara ael pie de las pilastras que forman los arcos del portal, no es menos divertido, particular y curioso, el numero de cajoncillos de toda especie de juguetería, barro, yezo, madera, estaño, cobre, y laton, marfil, y hueso, figuras de santos, de angeles, de hombres, de animales, de aves… (De Vieira, 1778:4v-5r). Entre el Parián, el Portal de Mercaderes y el Palacio Real se encontraban los puestos de alimentos, allí se vendían

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frutas, legumbres y todo tipo de antojitos, nuevamente de Vierira nos relata las delicias que se podían conseguir ahí: …y, en el que sirve de mostrador inumerables dulces, cubiertos, pastel, y conservas, que están brindando al mas guloso apetito, y amas de esto, montes de viscochos, viscotelas, mamones, y otro infinito numero de regaladas masas; y en el ámbito de pilar a pilar, frutas, las mas sencibles y regaladas, que abundando esta tierra en ellas se dexan ver allí por mas particulares vendiéndose con mayor precio, y estimación, que las que abundan en todas las esquinas de la

Ciudad; y para que no le falte particularidad ninguna que le haga deleitable están colgados un numero crecido de jaulas, de quantos paxaros tiene nuestra America, ya cenzoncles, ya figuerillos (Ibid.:5r). Los puestos de loza se localizaban cerca de la Catedral, en ellos se podían adquirir: ollas, cazuelas y botellones (Suárez Molina, op. cit.:445). Mientras

Antilha 9 (26) 2020: 60-85 que el área de la fuente, como vemos en la pintura, estaba rodeada de puestos, con su parasol o manteado, donde se vendían pescados (Fig. 6.), huevos (Ídem.), antojitos típicos, y pulque que era llevado en odres y grandes ollas o toneles. En la fuente también se detenían a abastecerse los aguadores con sus ollas a la espalda (Ídem.) (Fig. 7).

Fig. 6. Detalle de los puestos del mercado, en primer plano vendedores de pescado, mientras que en la parte posterior se aprecian ventas de granos, frutas y legumbres. Foto, América Malbrán Porto.

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Fig. 7. Detalle de los puestos del mercado ubicados alrededor de la fuente, se aprecian las vendedoras de pulque, antojitos preparados y algunas vendedoras de verduras, así como un aguador. Foto, América Malbrán Porto.

En la pintura, el Parián se muestra desbordado, con los cajones de mercancías distribuidas en la Plaza. Están reunidos allí todos los productos que abastecían a la ciudad de alimentos, bebidas y manufacturas, los cuales llegaban de las más diversas procedencias, por tierra o por agua, en este caso por las acequias. A la venta se encuentran multitud de productos: Flores, frutas, vegetales, pescado, puestos de pulque, de tortillas, de ropa y de calzado. Francisco Sedano, nos relata:

El centro del Parián estuvo ocupado con puestos de madera, techados de tejamanil en los que se vendía ropa vieja, libros, armas de fuego y corte, sillas de montar, baules, alhajas de ajuar de casa, y otras varias cosas, que se llamaba el Baratillo grande

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(Sedano, op. cit.:71). Fuera del Parián los cajones de ropa ostentan prendas de vestir, camisas, medias, pañuelos, así como piezas enteras de género, algunos de los cuales cuelgan de los techos (Fig. 8). Otros puestos son expendios de frenos, estribos y demás arreos para el caballo, así como cantidad de objetos de toda especie; y no menos de cuatro tinglados están ocupados por barberos, como lo prueban las bacías que allí cuelgan de las paredes. En las hileras inferiores de puestos predominan las vendimias de comida mexicana, tortilleros (Fig. 9) y cantidades de vendedoras de flores de todo tipo (Fig. 10). Entre los cajones exteriores se encontraban la horca y la picota (Fig. 11), y enfrente la pila ochavada, realizada en 1713, por Pedro de Arrieta. Nuevamente De Viera refiere: …mas al mediodía de la plaza está la famosa fuente, que forma un per-

Fig. 8. Detalle de los puestos de ropa en el Parián. Se aprecia todo género de ropas colgando de los techos, así como en el interior de las tiendas. También es posible observar algunos vendedores ambulantes. Foto, América Malbrán Porto.

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Fig. 9. Vendedores de tortillas calientes. Foto, América Malbrán Porto.

Fig. 10. Vendedoras de flores, adornadas con aretes y collares de perlas. Foto, América Malbrán Porto.

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Fig. 11. Detalle en el que se aprecian, entre los puestos del mercado, la horca y la picota que sirve de asiento a algunas personas. Foto, América Malbrán Porto.

fectissimo ochavo, cuia circunferencia es de quarenta varas: tiene bajo de sus escalones unos pilares de cantería, que la rodean con cadenas de fierro. Tiene esta fuente en medio sobre un pedestal mui fuerte una taza de bronce, y en medio una bassa del mismo metal, que sostiene la segunda, y un Aguila de una corpulenta magnitud con las alas medio abiertas, en ademán de que ba a volar, que tubo de costo a la Novilisima ciudad algo mas de sinco mil pesos (De

Viera, op. cit.:16r.). Por su parte Francisco Sedano la describe de la siguiente manera:

El año de 1713 se fabricó ésta pila en el lugar cercano adonde está la más cercana á la cárcel de corte.

Era ochavada de 48 varas de circun-

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ferencia de 6 varas cada ochavo, y en cada uno, un escalon para alcanzar el agua. Tenia dos tazas de bronce, una de 4 varas de diámetro, y la otra más arriba, de diámetro de dos varas y media, y sobre ella una águila del mismo metal de una vara de alto, y á su espalda una cruz de fierro. Duró hasta fin del año de 1791, que se desbarató para despejar la Plaza (Sedano, op. cit.:84-85). Evidentemente esta pila era un foco de enfermedad, ya que se encontraba sucia a causa de la actividad del mercado y el mal uso que se hacía de ella. Nuevamente Sedano relata:

Esta pila fué una muy grande inmundicia, el agua estaba hedionda y puerca, á causa de que metían dentro para sacar agua las ollas puercas de la comida de los puestos y tambien las azaduras para lavarlas.

Las indias y gente soez, metián dentro los pañales da los niños estando sucios para lavarlos fuera con la agua que sacaban, por lo que sobre el agua había dentro de la pila grandes costras nadantes sobre salea.

El enlozado de afuera estaba lamoso y resbalozo, á causa de la jabonadura que despedía la ropa que lavaban al derredor, por lo que era peligroso andar al rededor la gente calzada y algunos caían. Para sacar el agua que, estaba honda, las mujeres de ropa corta se balanceaban en el brocal de la pila, alzando por accion natural una pierna, con lo que se viene en conocimiento, que descubrían. Había un peón que cuidaba de la pila; pero este comparecia pocas veces y cuando se presentaba, nada servia su presencia (Ibíd.:85-86). El otro monumento presente en la plaza novohispana es la columna levantada en 1747 en honor de Fernando VI, cuya figura se observa en la parte superior con manto y corona imperial. Estaba realizada en hierro dorado y fue removida en

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1790; constituye otro elemento para fechar la pintura (Fig. 12). A este respecto De Viera relata:

Frente a la puerta principal del Real

Palacio esta una columna con una hermosa bassa, en la que han esculpido varios poemas latinos, y castellanos con letras de oro, y sube la columna onze varas en alto, sobre la que está la Estatua de Nuestro chatolico Rey Don Fernando sexto, con

manto Real pintado de púrpura corona, y cetro de laton dorado… (De viera, op. cit.:15v.-16r.). Sobre este monumento, también denominado “Pirámide” Sedano comenta:

En la Plaza mayor de esta ciudad frente de la puerta principal del Real palacio y cercano á la pila, se levantó una pirámide en obsequio de la

Cólica Magestad del rey D. Fernando

VI cuando se proclamó, el año de

Fig. 12. Detalle, columna levantada en 1747 en honor de Fernando VI. Foto, América Malbrán Porto.

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1747. Era una columna alta con su pedestal con el busto de su Magestad en el remate, con manto y corona imperial hecha de fierro dorado. Se quitó esta Pirámide el año de 1790 y se mudó en trozos al puente de Jamaica, en el Paseo de Revillagigedo, con el fin de colocarlo allí y estuvo en un montón de piedras por algun tiempo, hasta que se desparecieron de allí (Sedano, op. cit.:86).

Palabras finales

El cuadro de la Plaza mayor está lleno de detalles, nos muestra un día rutinario en el centro de la Nueva España. La plaza era, sin lugar a dudas, el espacio de reunión de la ciudad barroca. Alrededor de ella giraba todo, ahí se enteraba la gente de las noticias y chismes del día, se encontraban a los amigos, se descubrían las modas allende los mares. Con seguridad este era el lugar más cosmopolita de la Nueva España, donde convergían, indios, negros y castas; mestizos, portugueses y españoles. Fue, igual que lo sigue siendo hoy, el área de comercio y protesta, pero ante todo de fiesta de una ciudad que se convertiría en una de las más densas del orbe.

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