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América Malbrán Porto

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CESUA

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PRODIGIOS Y MILAGROS EN TORNO A LOS CAMINOS REALES NOVOHISPANOS

Artículo recibido 20/10/2021 Artículo aceptado 19/10/2021 América Malbrán Porto1

Resumen: No debieron ser escasos los relatos de prodigios en torno al Camino Real de Tierra Adentro, o a otros caminos ignotos de la Nueva España. Caminantes, viajeros, frailes misioneros, soldados, y arrieros alimentaron la idea de lo fantástico en torno a los caminos, hallazgos y lugares visitados, probablemente en parte por temor a lo desconocido, a lo largo del recorrido o en agradecimiento después de un percance, tan comunes entre los siglos XVI y XIX, ya sea a manos de bandoleros o indios rebeldes. Algunos de estos relatos se perdieron en el tiempo, otros quedaron plasmados en escritos y unos más fueron llevados a la realidad al construir capillas o iglesias prometidas tras la salvación. Este trabajo recorre algunos de esos derroteros desentrañando estas historias, relacionadas con caminos novohispanos a partir de la revisión de crónicas y relatos de viajeros.

Palabras clave: viajeros, Camino Real, prodigios, apariciones, evangelización.

Abstract: The stories of prodigies around the Camino Real de Tierra Adentro, or other unknown roads of New Spain should not have been rare. Walkers, travelers, missionary friars, soldiers, and muleteers fed the idea of the fantastic around the roads, finds and places visited, probably in part out of fear, of the unknown, along the way or in gratitude after a mishap. So common between the 16th and 19th centuries, whether at the hands of bandits or rebellious Indians. Some of these stories were lost in time, others were recorded in writing and some more were brought to reality by building chapels or churches promised after salvation. This work covers some of these paths unraveling these stories, related to New Spain roads from the review of chronicles and traveler’s stories.

Keywords: travelers, Camino Real, prodigies, apparitions, evangelization.

1 Profesor investigador Centro INAH Chihuauha. Actualmente desarrolla el Proyecto de Arqueología Histórica Camino Real de Tierra Adentro, Chihuahua.

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Introducción

Las historias de prodigios, maravillas y aparecidos en torno a los caminos reales de la Nueva España no debieron ser escasos en estas tierras recién conquistadas. Caminantes, viajeros, frailes misioneros, soldados y arrieros alimentaron la idea de lo fantástico y sobrenatural en torno a los caminos, hallazgos y lugares visitados; probablemente en parte por temor a lo que pudiera suceder a lo largo del recorrido; a lo que se escuchaba sobre sucesos que les habían ocurrido a otros viajantes; en agradecimiento después de algún percance, tan comunes entre los siglos XVI y XIX, ya sea a manos de bandoleros o indios rebeldes; o bien simplemente para tener algo fabuloso que contar. Algunos de estos relatos se perdieron en el tiempo, otros quedaron plasmados en escritos y crónicas de los mismos frailes y viajeros quienes se encomendaban a los santos para protegerse a lo largo de los recorridos, sobre todo al norte de la Nueva España, lugar habitado por indios bárbaros y rebeldes que no se habían sometido a la Corona española. Aquellos que tenían la posibilidad económica,

en agradecimiento de los auxilios prestados durante la travesía, terminaron por mandar a construir capillas o iglesias prometidas tras la salvación.

Los Caminos Reales en la Nueva España

Después de la conquista, a lo largo de toda América, y siguiendo los preceptos de la Corona Española, se estableció una extensa red de Caminos Reales; que eran aquellos subvencionados por la Corona. A este respecto la Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias (1681) instruía que:

Los Prefidentes ordenen lo que más convenga a la buena gobernación y policia de las Ciudades y poblaciones de fus diftritos, y los Oidores no impidan á los Cabildos y Concejos el cui-

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dado de entender con los Efpañoles, e Indios en hazer fuentes, puentes, calçadas, alcantarillas, falidas de las calles para las aguas […] empedrar, taffar mantenimiento, aderezar cami-

nos, y hazer las demás cofas que deven proveer para fu confervacion (Recopilación de leyes de los reinos de las Indias…, 1681:215v).

En el caso del Virreinato de la Nueva España los Caminos más importantes que se trazaron, muchas veces siguiendo rutas prehispánicas ya conocidas, fueron:  Camino Real de México-Veracruz  Camino Real de México-Acapulco  Camino Real a Tehuantepec, pasando por Oaxaca  Camino Real de Chiapas que unía

México con Guatemala.  Camino Real (Yucatán), ruta abierta desde el siglo XVI entre las poblaciones de Mérida, Yucatán y San

Francisco de Campeche (México).  Camino de los Reyes que corría de

San Agustín (Florida) a México;  Camino Real de California, la vía de comunicación terrestre que unía las misiones de la Baja California con la

Alta California.  Camino Real de los Tejas que unía

Tejas con Luisiana.  Camino Real de Tierra Adentro que unía la Ciudad de México con Santa

Fe, actualmente en Estados Unidos.

Milagros y aparecidos en el camino

El avance de los caminos, más allá de la capital de la Nueva España, estuvo acompañado por algunos eventos sobrenaturales. De hecho este tipo de sucesos se da desde el momento mismo de la ocupación española, cuando los conquistadores adoptan en las batallas, santos guerreros, como Santiago cuya «simbología reconquistadora comparte su lugar de honor con san Hipólito (ya que en su día, 13 de agosto, fue tomada la ciudad de México-Tenochtitlan) y con

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san Miguel, fuerza celeste que vence al Demonio, patrono de las idolatrías y esencia de los dioses antiguos» (Rubial García, 1999:15). Probablemente Santiago Caballero fue quien, a lo largo de diversas batallas, se manifestó en mayor número de ocasiones: catorce, de acuerdo a Rafael Heliodoro Valle (1946:19-20). Una de las más destacadas tal vez sea la aparición que lo relaciona con la fundación de la ciudad de Querétaro, en el cielo de Sangremal hacia 1531, donde se llevó a cabo una batalla que parecía no inclinarse para bando alguno, hasta el momento en que asomaron en el cielo la cruz y el apóstol Santiago, la visión de ambas imágenes decidió el curso de la lucha en contra de los llamados bárbaros (Fig.1). Este prodigio fue registrado por el franciscano Isidro Félix de Espinosa, en 1746, de la siguiente manera:

Afrontados cristianos y gentiles, y puestos en fila con orden numérico, se trabó de una y otra parte una lu-

Fig.1. Alegoría de la fundación de Querétaro, mural en el templo de la Santa Cruz de los milagros. Tomado de El Adobero, 2016.

cha reñida, peleando sin armas a brazo partido y sin dejar de herirse a puño cerrado cuerpo a cuerpo. Resonaban entre tanto las cajas y clarines, y dispararon los que quedaron a la vista a carga cerrada los fusiles a lo alto, pues sin armas se había pactado el conflicto; y con la polvareda

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que levantaron los pies y las voces que resonaban al aire, a que se juntaba el humo de la pólvora y las flechas disparadas al viento, se obscureció el día con tal opacidad que congojaba los ánimos de unos y otros combatientes (pudo causar esta melancólica luz algún eclipse) […] cuando en medio de la densa obscuridad que observaron, no sólo los que venían de conquistadores sino los mismos gentiles al tiempo) de la refriega que dejamos escrita, vieron todos una claridad tan activa que les robó las atenciones, y en el centro una cruz refulgente como de cuatro varas, entre blanca y roja, suspensa en el aire y a su lado una imagen que les representaba al Patrón de las Españas Señor Santiago, casi perpendicularmente sobre el centro donde se colocó después la Cruz de Piedra (De Espinosa, 1964:103105). Muchos de los eventos, aunque no necesariamente sobrenaturales, fueron tomados como tales por conquistadores y frailes, un ejemplo de ello nos lo da Palou (1990) sobre el recorrido desde Veracruz a la ciudad de México, realizado por Fray Junípero Serra quien, en 1749, decidió hacer a pie dicho camino y fue acompañado por otros misioneros recién llegados a la Nueva España. En palabras de Palou, no pasó mucho tiempo para que los caminantes experimentaran «la singular asistencia del Todopoderoso».

En una de las jornadas, que fue más larga de lo que pensaban (después de muy entrada ya la noche), llegaron a la orilla de un río, que según les habían noticiado, tenían que pasar antes de llegar al pueblo donde habían de parar: reconocieron luego lo crecido que era el peligro que amenazaba al que intentase pasarlo sin conocimiento del único vado que tenía. Estos motivos, lo tenebroso de la noche y la absoluta falta de quien

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les enseñase el vado, fueron la rémora que detuvo a nuestros caminantes para entrar en el agua y esperando del cielo el socorro de aquella necesidad, se pusieron a rezar la Benedicta a nuestra Señora; concluyéronla, y luego les pareció que miraban (al lado opuesto) un bulto que se movía; pero para cerciorarse fray Junípero de si era cierto o no, dijo en voz alta estas palabras «ave María santísima: ¿hay algún cristiano a la otra banda del río?» respondiéndole que sí y qué se ofrecía dijeron que deseaban pasar el río y no sabían el vado; y diciéndoles que subiesen por la orilla hasta que les avisase, caminaron un gran trecho, y luego la guía, que no veían, les dijo que ya podían pasar; hiciéronlo sin peligro alguno, y hallaron al que les hablaba, que era un hombre español, bien vestido, muy atento y de pocas palabras el cual los llevó para su casa, sita a gran distancia del río, les dio de cenar y camas en que dormir pero cuando por la mañana salieron de la casa para la iglesia a decir misa, y en todo el camino no pisaron más que hielo por el mucho que aquella noche había caído, desde luego conocieron el beneficio tan grande que Dios les había hecho de proporcionarles abrigo por medio de aquel bienhechor, pues sin él hubieran perecido al inclemente rigor del frío (Palou, 1990: 23).

Al día siguiente los frailes continúan su camino hacia la ciudad de México, y tras haber andado un buen trecho, nuevamente se hallaban cansados y molestos por el calor y el sol, cuando vuelve a aparecer su salvador, quien les dijo: …«Venerables religiosos, vendrán cansados y sedientos; tomen una granada y los refrescara algo». Dio a cada uno una granada y habiéndose despedido siguió él su camino y los padres el suyo. Comieron éstos

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aquella pequeña fruta, la que no solamente los refrescó y apagó la sed que padecían sino que les dio fuerzas para seguir su jornada sin demasiada fatiga hasta la hacienda donde iban a parar… (Ibíd.: 23).

La gran mayoría de estos relatos están cargados de simbolismos, en este caso no solamente se trata de la respuesta divina a partir de la oración; es enviado un salvador que es una persona común y en ningún momento se hace alusión a que sea de otra manera. Sin embargo, al día siguiente, tras haberlo dejado en la casa y avanzar ellos largo trecho vuelven a encontrarlo, cuando más agotados estaban, y les ofrece oportunamente granadas a cada uno. En la región en que se encontraban, semitropical, el extraño podía haber ofrecido muchos otros frutos, tal vez autóctonos y desconocidos para los recién llegados, sin embargo el mero hecho de entregar una granada está vinculado directamente con la cristiandad. A este respecto Chevalier nos recuerda que: …san Juan de la Cruz ve en los granos de la granada el símbolo de las perfecciones divinas en sus efectos

innumerables; a lo que añade la redondez del fruto como expresión de la eternidad divina, y la suavidad del jugo como la del gozo del alma que ama y que conoce. Así pues la granada representa finalmente “los misterios más altos de Dios, sus juicios más profundos y sus más sublimes grandezas” (Chevalier, 1986: 538).

Otro evento singular ocurrió al mismo Fray Junípero Serra en las cercanías al camino Real en la Huasteca, nuevamente Palou refiere:

Concluidas sus apostólicas tareas, se retiraba para el colegio y era una jornada a tiempo que ya se ponía el sol, ignoraban dónde irían a parar aquella noche, dando por cierto que lo harían en el campo. Esto conside-

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raban cuando vieron a poca distancia y cerca del camino real una casa, donde entrando a pedir posada, hallaron un hombre venerable con su esposa y un niño, quienes muy gustosos los hospedaron y dieron de cenar con especial aseo y cariño. Despedidos los padres por la mañana y dando las gracias a sus bienhechores, siguieron su jornada, donde a poco trecho encontraron unos arrieros que les preguntaron dónde habían parado aquella noche. Y diciéndoles que en la casa inmediata al camino: “¿qué casa? (dijeron los arrieros), en todo el camino que anduvieron ayer, ni hay casa ni rancho ni en muchas leguas”. Quedaron los padres admirados mirándose unos a otros, y los arrieros ratificándose en lo dicho de que no había tal casa en el camino. Los misioneros atribuyeron a la Divina Providencia el haberlos favorecido con el hospicio, y que sin duda serían los que lo habitaban Jesús, María y José, reflejando no solo en el aseo y limpieza de la casa (aunque pobre) y el cariño afectuosos con que los habían hospedado y regalado, sino en el consuelo interior y extraordinario que allí habían sentido sus corazones… (Palou, 1990: 43).

Este será un relato frecuente entre frailes que pretenderán emular a San Francisco a quién se le aparece la Sagrada Familia. Por otro lado se trata de una metáfora del modelo de la familia cristiana que se trataba de imponer en las nuevas tierras. La vida de las misiones y presidios establecidos en el Septentrión novohispano estuvo llena de este tipo de eventos. Uno de estos milagros ocurrió en el Río Colorado, con la nación de indios yumas, en la actual California, quienes atacaron una de las misiones, la incendiaron y asesinaron al comandante, al sargento y a todos los soldados de Monte-

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rrey, así como a los vecinos y los cuatro padres misioneros. Uno de los pocos soldados que se pudo esconder y que, a pesar de estar herido, logró escapar al primer presidio de Sonora, donde informó de lo sucedido. Al enterarse el coronel Pedro Fages, quien más tarde sería gobernador de Las Californias, reunió una tropa y se encaminó a defender la misión. Al llegar, los soldados se sorprendieron por el gran desastre, tras el incendio y al no encontrar los restos de los sacerdotes pensaron que se habían salvado, sin embargo:

Repararon los soldados de la expedición que iban recogiendo a los difuntos en un tramo de tierra que estaba verde (entre la demás quemada) toda vestida de zacate verde y matizada de flores de varios colores, las unas conocidas y las otras no: había entre ellas la manzanilla y otras. Mandó el comandante cavar allí, y hallaron a los benditos padres, cuyos venerables cuerpos estaban juntos, y ambos ceñidos con sus cilicios, los que mantenían sin haberse consumido… (Palou, 1990: 170-171).

El prodigio no solo fue este, ya que a partir de ese momento al caer la noche, en el lugar donde había estado la misión comenzó a verse: …una procesión de gente vestida toda de blanco, todos con velas en

las manos encendidas y delante su cruz con ciriales, y daban vueltas alrededor del recinto en donde había estado la misión y que cantaban no saben y qué después de haber dado muchas vueltas desaparecían, y que esto lo vieron muchas noches no solo los cristianos, sino también los gentiles y que esto les causó tal horror e infundó tal temor, que desampararon sus tierras y se mudaron como ocho leguas más abajo, también a la orilla del río; que allí llevaron los cautivos cristianos, aunque a éstos no causó dicha visión ni

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horror ni temor, sino alegría (Palou, 1990: 171).

En este caso la intervención divina termina provocando tal temor a los culpa-

bles de la masacre que los obliga a dejar sus tierras. No solamente ocurren este tipo de milagros, también son comunes, a lo largo de la América hispana, y vinculados con los caminos, los relatos de imágenes devocionales, cruces y vírgenes que deciden quedarse en un lugar donde quieren que se les haga una capilla o santuario. Uno de estos casos ocurrió:

En el año de 1715, un Jueves Santo, en que los españoles del Real de

Mapimí realizaban una procesión cargando la imagen, sufrieron el más devastador ataque de tobosos y cocoyomes. Un grupo de soldados logró escapar con la imagen hacia la población de Parras, atravesando la sierra de Jimulco, sitio donde hallaron un lugar propicio para ocultarla. Tiempo después, la imagen fue encontrada muy cerca de las márgenes del río Aguanaval “por unos soldados escolteros”, en un árbol llamado mezquite, “en donde dicen lo visitaba una india”. Se entiende que la india era cristiana pues “veneraba la efigie de Cristo, señor nuestro y titulado de Mapimí”. Los escolteros trasladaron la imagen “a la parroquia de Cuencamé”, llegando ahí el 6 de agosto de 1715 para no irse nunca, “extendiendo sus brazos de su misericordia, favoreciendo y obrando muchos milagros”, según expresan los pobladores. Cuenta la leyenda que a pesar de los intentos de los pobladores de Mapimí por recuperar su cristo no pudieron lograrlo porque cada vez que se pretendía moverlo se hacía pesado, imposibilitaba su movimiento, lo que se interpreta como que el Señor de Mapimí no desea salir de Cuencamé (Sánchez Garza, 2006:196-197).

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Otro de estos eventos milagrosos es el que ocurrió en Durango tras el alzamiento de los tepehuanes, en 1616, quienes incendiaron el convento y la iglesia de San Francisco del Mezquital y vandalizaron las imágenes que en ella se conservaban. Interesante es el hecho de que la imagen venerada no deseaba quedarse en el lugar, del cual no se podía mover por su peso, sino que estaba esperando a la persona indicada, un franciscano, para que entonces la trasladara al convento de San Antonio de Durango. Aquí el relato:

Despues que los indios tepeguanes ultrajaron las sagradas imágenes y quemaron los templos, matando á cuantos cristianos podían haber á las manos, se juntó alguna gente española, y acompañada de algunos sacerdotes seculares, y el ministro de doctrina de nuestro convento de

Durango, pasaron al Mezquital, donde el estrago fué mayor, y hallaron en su abrasado templo las imágenes de Cristo y de su Madre: está con un hachazo al parecer en el rostro, cuya cicatriz aun persevera hoy dia, sin que haya admitido composicion alguna, pues luego arroja la encarnación que sobre la cicatriz ó rotura le han puesto algunos diestros en el arte. La imágen de Jesus crucificado estaba, y aún permanece, con un flechazo en la espinilla, de que salió una gota de sangre, que aún hoy la registra la vista: viendo los españoles suceso tan horroroso, llorosos y compungidos, trataron traer á la ciudad de Durango los divinos simulacros. Echó mano del santo Cristo un devoto sacerdote, para colocar en la iglesia catedral una imagen tan prodigiosa; pero por mas que se esforzó á levantarle del suelo, no pudo ni moverle del sitio en que se hallaba: hicieron varios la misma diligencia; pero la sagrada imágen estaba fija como una roca. Viendo que el Señor á todos se hacía inmoble, suplicaron al ministro de

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nuestro convento, que pues era aquella imágen perteneciente á la religión Seráfica, probara á levantar al Señor para colocarle en su casa: ¡cosa rara y maravillosa! Lo mismo fué poner nuestro ministro la mano, que levantar al Señor en el aire, como si fuera de paja; y conociendo todos el divino beneplácito, trataron de traerle procesionalmente á la iglesia de nuestro convento de Durango, donde es de todos venerado, hallando la devoción en esta sagrada imágen el alivio en sus desconsuelos (Arlegui, 1851: 56-57).

Esta imagen ha sido rastreada con éxito, por Vallebueno Garcinava quien ha identificado que el Cristo de caña que se encontraba en la parroquia del Santo Niño de Atocha es el que corresponde al Señor del Mezquital, una de las pocas imágenes del siglo XVI que se encuentran en el norte de México (Vallebueno Garcinava, 2000: 258) y que hoy se localiza en el Museo de Arte sacro, galería episcopal de Durango (Fig.2).

Fig. 2. Señor del Mezquital. Figura de pasta de caña polícroma de finales del siglo XVI, probablemente de manufactura michoacana. Foto Museo de Arte Sacro/Galería Episcopal de Durango.

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Muchas veces el milagro consistía solo en conservar la vida, y aquellos fervientes religiosos que se habían encomendado a un santo en particular para que los librara de los asaltantes, indios o peligros del recorrido, prometían en agradecimiento, fundar capillas u otros establecimientos religiosos. Es así que Márquez Terrazas relata como:

Los carros que traían mercancías desde Puebla y México en su viaje a

Santa Fe, hacían un descanso en la

Villa de San Felipe de Chihuahua.

Algunos productos y comerciantes procedían de Guatemala, de donde venía el chocolate y otros géneros.

Uno de estos mercaderes, milagrosamente, pudo salvar la vida en una emboscada que le tendieron los apaches cerca de Samalayuca, y en gratitud le dedicó una capilla en

Chihuahua y otra en Nuevo México al Santo Señor de Esquipulas.

La devoción a esta imagen caló profundamente en los chihuahuenses, que fueron fieles al templo hasta fines del siglo XIX, en que la construcción de adobe, ubicada en la esquina de las calles Degollado y 15ª, colapsó… (Márquez Terrazas, 2010: 86).

Fue tan importante esta capilla que la calle donde se encontraba recibía el mismo nombre, hecho que se puede apreciar en algunos planos de la ciudad como el de Larrea de 1884 (Fig.3). Desconocemos qué sucedió con la venerada imagen de la capilla de Chihuahua. Sin embargo existe una capilla, en la catedral de Chihuahua, donde se halla un nicho con la imagen del Cristo Negro de Mapimí, que se dice perteneció al primer templo de la ciudad ubicada en este mismo lugar. Por otro lado el Cristo que se conserva en el santuario de Chimayó en Nuevo México está envuelto en una variedad de leyendas, pero ninguna se corresponde con la del mercader guatemalteco.

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Fig.3. Detalle del plano de la Ciudad de Chihuahua en el que se observa el lugar en el que se encontraba la capilla del Señor de Esquipulas y la calle del mismo nombre, hacia 1884. Plano de Pedro Larrea.

Palabras finales

Es indudable que muchos de los viajeros vivieron en carne propia los peligros del recorrido, al adentrarse por caminos que se desdibujaban a medida que se alejaban de las ciudades importantes y donde frailes, viajantes y comerciantes quedaban a merced de los indios bárbaros y de los bandidos que atacaban las caravanas o se aprovechaban de los viajeros solitarios, muchas veces terminando con sus vidas. El terror a lo desconocido, provocó que surgieran una cantidad de relatos donde la salvación se daba a partir de la intervención divina y estos eventos se volvían más y más portentosos al pasar de boca en boca e ir avanzando por los mismos derroteros.

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Bibliografía

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De Espinosa, Isidro Félix 1964 Crónica de los colegios de propaganda fide de la Nueva España, Publications of the Academy of American Franciscan History, Franciscan Historical Classics, Vol. 2, Washington, D.C. El Adobero 2016 «La fundación de Santiago de Querétaro. ¿Realidad o leyenda?» disponible en: http:// eladobero.blogspot.com/2016/07/lafundacion-de-santiago-dequeretaro.html, consultado el 4 de septiembre de 2018 Márquez Terrazas, Zacarías 2010 Chihuahua, apuntes para su historia. Chihuahua, México. Grupo Cementos de Chihuahua.

Museo de Arte Sacro/Galería Episcopal de Durango. 2020 Señor del Mezquital. Figura de pasta de caña polícroma de finales del siglo XVI, Durango, México. Disponible en: https:// m.facebook.com/134957641172289 3/photos/

a.1369939436353257/145376375797 0824/?type=3. Consultada en agosto de 2020

Palou, Francisco Fray 1990 Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre Fray Junípero Serra y de las misiones que fundó en la California Septentrional, y nuevos establecimientos de Monterrey. Prefacio e introducción por Miguel León-Portilla. Colección Sepan Cuantos N° 143. México. Editorial Porrúa.

Recopilación de leyes de los reinos de las Indias 1681 Recopilación de leyes de los reinos de las Indias mandadas imprimir y publicar por la Magestad católica del rey don Carlos II Nuestro Señor. Dividida en cuatro tomos. Madrid. Julian de Paredes.

Rubial García, Antonio 1999 «Taumaturgos, dioses y héroes. La función de los santos en los ámbitos religiosos novohispanos» en Investigaciones Religiosas, Monterrey, N° 1, otoño-invierno. Pp. 7-25. Sánchez Garza, Gabriela 2006 «Ritos y tradiciones el señor de Mapimí y el Cristo del Tizonazo» en Patrimonio Cultural y Turismo N°15 – cuadernos. México. Coordinación Nacional de Patrimonio Cultural y Turismo, es la instancia del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Pp. 196207.

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Valle, Rafael Heliodoro 1946 Santiago en América, México, Editorial Santiago. Vallebueno Garcinava, Miguel 2000 «El Señor del Mezquital: Un Cristo de caña del siglo XVI en Durango» en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol.22, N°76, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad nacional Autónoma de México, México. Pp. 255-258.

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