Miedo a ciegas

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Índice Prólogo El espíritu maligno- Juana Acosta La verdad detrás de la mentira- Ornella Miranda Angrisani El alma en pena- Tadeo Antolini Noche de soledad- Tomás Beviglia Cuidado con el fantasma- Federico Bilotti Asesinato en Varela- Luca Bruno Experiencia imborrable- Emilia Bustamante Los pensamientos de Julia- Valentina Caruso Cambio de vida- Sabrina Castro Acosta Campamento en familia- Lara Cejas Lola y sus amigos- Ariadna Fermoselle Las maldiciones de la gitana- Delfina García di Tullio La protección sobrenatural- Joaquín Gauna La perdición- Santiago Giagnoni Te lo advertí- Gonzalo Gomez Unas vacaciones paranormales- Julián Gonzalez Torquiaro El fantasma- Lourdes Jazmín Lago Sin título- Belén Luna Corazón salvaje- Leila Marano Lo que nos llevamos al morir- Tatiana Marano La casa embrujada- Valentina Margolin La casa de al lado- Francisco Massimino Más Allá de él- Martiniano Ortiz Acosta El sanatorio- Lorena Pignoux Gonzalez El Carnicero- María Sofía Polo Exorcismo- Candela Przylucki La carta- Bianca Ricci Silence- Abril Sozio De vuelta a la vida- Florencia Strugo La brecha- Tomás Tapia Ese maldito payaso- Agustín Torres La separación fatal- Sol Weidl

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Prólogo Todo empezó cuando llegó a mis manos una antología de cuentos de terror. A diferencia de los libros de filosofía y periodismo que suelo leer en braille, ya que soy ciego, este ejemplar no está disponible en ese lenguaje. A causa de esto, tuve que solicitar ayuda para conocer estas historias. Así, tocó a mi puerta alguien que me leería los cuentos. Si bien yo estaba acostumbrado a buscar la verdad absoluta y los hechos reales en los libros, este nuevo género me dio curiosidad. Mientras esa voz me narraba los cuentos, me iban atrapando esos lugares terroríficos: pantanos, hospitales abandonados, orfanatos, bosques, ciudades sombrías y alejadas de la civilización. Me dejaba llevar de la mano de payasos siniestros, diablos que intentaban quedarse con el alma de las personas, seres con anormalidades mentales y actividades paranormales. A partir de esta experiencia con los cuentos de terror, empecé a tener otras sensaciones nuevas, como escalofríos, paranoia y sugestión. Mi narrador leía de manera tan segura que las historias se volvían realidad para mí. Por eso, les aconsejo que no se pierdan estos relatos que nos hacen sentir el miedo en estado puro. Con ustedes, Miedo a ciegas...



El espíritu maligno Por ahí les parezca un poco raro lo que les voy a contar, pero les voy a relatar paso a paso lo que me ocurrió. Esto transcurre hace veinte años, cuando yo tenía catorce, perdón me olvidaba, yo soy Pablo. Estaba aburrido en mi casa, un día lluvioso, cuando de repente me acordé de la casa endemoniada, me habían contado que ahí vivía un demonio, un espíritu maligno. Obviamente yo no les creí, no creía en esas pavadas de que los espíritus existían. Esta casa quedaba cerca de mi departamento. Entonces se me ocurrió llamar a mis tres mejores amigos, Clara, Lucas y Nicolás, nos conocemos desde jardín y todas las aventuras la vivimos juntos, éramos y somos un grupo inseparable. Los llamé y nos juntamos en la plaza, que queda acá a dos cuadras, y les conté lo que se me había ocurrido, les dije lo siguiente: -Chicos, se me ocurrió algo, ¿por qué no vamos a la noche con las linternas a investigar a la casa endemoniada? Ellos, asustados, se negaron a ir. Yo les dije: -¡Pero, dale! ¿Qué va a pasar? Son pavadas esas, no se crean cualquier cosa. Después de un rato largo logré convencerlos. Ya eran las nueve en punto de la noche y estábamos por entrar, ninguno de ellos quiso pasar, así que yo fui el primero en pisar la entrada. Después de que ellos entraron al jardín, encendimos las linternas y empezamos a investigar y a cuidarnos la espalda. Entramos a la casa, caminamos unos pasos y se cerró la puerta, caminamos otros dos pasos y se escuchó un “chi chi”, parecía como una persona chistándonos. De repente, las luces que estaban prendidas se apagaron y, cuando se volvieron a prender, Clara no estaba, había desaparecido. Se la habían llevado. Los chicos, Lucas y Nico, salieron corriendo y yo los frené y les dije: -¡No, esperen! ¿Y Clara? Hay que encontrarla. Ellos dijeron: -Mañana volvemos, ya fue mucho por hoy. Yo les dije que estaba bien, era cierto: habíamos pasado mucho por ese día. Le dijimos a la mamá que ella estaba con nosotros durmiendo, para que no se preocupara. Al otro día, nos volvimos a encontrar en la casa, para rescatar a


Clara. Entramos y, de nuevo, se cerró la puerta. Se escuchó el mismo sonido, “chi chi”, y se apagaron las luces. Cuando se prendieron, Lucas y Nico habían desaparecido, empecé a tener un poco más de miedo. En ese momento volví, entré y grité: -¡No te tengo miedo! Se volvió a repetir lo mismo, “chi chi”, se apagaron las luces y me atrapó a mí, me desmayé. Después de un par de horas me desperté, rodeado de esqueletos de personas que al parecer ya habían estado ahí y me asusté mucho. Me había llevado a un mundo extraño, a su mundo, era como un laberinto. Me levanté y empecé a recorrer ese laberinto en busca de mis amigos. Después de un rato largo en el que recorrí el laberinto, encontré a mis amigos, sanos y salvos, nos dimos un abrazo y empezamos a buscar la salida para volver a nuestro mundo. Recorrimos y recorrimos hasta que encontramos una puerta, entramos, y nos llevaba dentro de un cuadrado grande, de color negro con un agujero en el medio y con una puerta al final. Estábamos por salir, cuando de repente: “pum”, apareció el espíritu cara a cara con nosotros, era como un hombre alto y con una cara rara, tenía cicatrices. Mis amigos lo quisieron tirar del cuadrado pero él se adelantó y los desmayó tirándolos contra una de las paredes del cuadrado. Habíamos quedado el espíritu y yo cara a cara, cuerpo a cuerpo. Me acordé de que tenía un cuchillo, entonces se me ocurrió tentarlo para luchar y vencerlo. Le dije que no tenía miedo, él se acercó y dijo: “ahora vamos a ver”. Fue ahí cuando empezó la lucha entre él y yo. Sabía que probablemente no iba a ganar, pero me puse a pensar en mis amigos, tomé coraje y empecé a luchar, él se iba debilitando. Después de dar mucha pelea, vi la oportunidad de clavarle el cuchillo, se lo clavé en el medio del corazón y lo tiré por el agujero del cuadrado. Sí, yo tampoco lo podía creer: había ganado. Mis amigos se despertaron y les conté lo que había pasado. Luego salimos por la puerta y aparecimos en la calle, justo enfrente de la casa, los cuatro, contentos de que habíamos escapado, nos dimos un abrazo y juramos que nunca no íbamos a separar y que siempre íbamos a estar juntos. Juana Sofia Acosta nació en 18 de septiembre de 2001. Su familia está compuesta por su padre Hernan Dario Acosta, su madre Maria Cecilia Palomba y su hermano Agustín Francisco Acosta. Su amor por la lectura nació en el año 2006, cuando le regalaron su primer


libro de Horacio Quiroga, Cuentos de la selva. Desde ese momento, comenzó a leer cada uno de sus libros. Un año después se empezó a interesar más por el género de terror. Tanto le gustaba este género que escribió su primera historia, “El espíritu maligno”, un cuento muy leído y halagado por sus lectores. Pueden encontrarlo en la presente antología, Miedo a ciegas.


La verdad detrás de la mentira Voy a contarles lo que sucedió aquella vez. Aquel 4 de julio. ¿Cómo empezar?¿Por dónde empezar? Era invierno. Hacía mucho frío y la soledad acompañaba. En un hospital fue que empezó todo. Este tenía cuatro pisos. En cada uno de ellos había varias habitaciones, conectadas entre sí, de apariencia antigua, con telarañas por los rincones. Las ventanas complementaban las paredes blancas y el viento arrasaba las cortinas. Y ahí estaba ella, Sofía. Una adolescente de 14 años con un metro setenta de altura. Su blancura, que llamaba la atención, iluminaba su bello rostro. En él se resaltaban sus ojos color verde y su sonrisa perfecta. Tenía el pelo largo hasta la cintura, de color negro y lacio. Estaba sentada junto con su mamá y su gato esperando, ansiosamente, los resultados del análisis. Dependía de esos resultados, su libertad. Para ser más claro, ella había intentado suicidarse, al sentir una extraña presencia que la acompañaba todos los días. Pero no solo eso. Ella ya había estado internada por otros motivos como depresión y bipolaridad y esta presencia era tan solo una excusa más para que estuviera allí. -¡¡Sofía!! -¿Sí? -Pase por favor -dijo el médico señalando la puerta. Tomó asiento y escuchó al médico hablar. Al terminar con la charla, Sofía ya era libre. Lo que había esperado por tanto tiempo se cumplió. Pero antes, el médico necesitaba estar seguro, así que le pidió a Sofía que le contara un poco más sobre esa presencia. Y entonces ella contó. -Día tras día me acompañaba. Cuando me levantaba, cuando iba al colegio, cuando hacía la tarea, cuando escuchaba música, ¡hasta cuando me bañaba! No sabía, y sigo sin saberlo, qué era, pero poco a poco me fue asustando cada vez más. No sabía de dónde venía, por qué la sentía ni por qué estaba conmigo siempre, solo sé que existía. Nunca le dije a nadiehizo un silencio inesperado e intentó seguir hasta que la paró el doctor. -¿Por qué no le contaste a nadie? ¿Tenías miedo? ¿Cuál es la razón? -Creí que me iban a tratar de loca, como lo hicieron, así que preferí guardarlo para mí. -Continúe- dijo él, mientras pensaba que la “historia” se tornaba más interesante. -Me fui acostumbrando a tenerla siempre conmigo. No la podía ver, ni


tocar, solo sentir. Y de eso sí que estoy segura. El ser bipolar me trajo muchos problemas relacionados con ella. Un día la odiaba, y al otro día la amaba. -¿Podés contarme alguna situación en la que te haya dado miedo? Pero no así nomás, con detalles por favor. -Por supuesto. Un día como todos, fui a la casa de una de mis mejores amigas. Charlamos un rato, jugamos, miramos la tele, nos maquillamos, y demás cosas que hacen las chicas, usted sabe- le dijo al médico con un tono obvio. -Luego de esa tarde, yo tenía una fiesta. Entonces, me fui temprano a mi casa. Como todos los días, me tocaba tomar el remedio pero en el horario de la fiesta. No me gustaba, pero si quería salir de mi enfermedad, tenía que tomarlo. Me vestí, maquillé, peiné, y demás cosas para la fiesta. El reloj daba las ocho en punto y decidí que tenía que salir para llegar temprano. El cielo estaba oscuro ya que era invierno, caminé cuatro cuadras para llegar a la parada del colectivo y esperé unos 10 minutos a que llegara. Me subí y estaba sola. Después de media hora de viaje, por fin llegué a la fiesta. Era en una casa antigua, pero al estar ambientada, no se notaba lo vieja que era. Entré y había mucha gente a la cual no conocía. Recorrí largos pasillos hasta llegar a la cumpleañera, mi amiga Cielo. La abracé y le entregué un regalo que yo misma le había preparado. Después de dos horas de bailar, cantar y conocer gente, llegaba mi pesadilla, el remedio. Perdí el control. Tomé mucho y me comencé a sentir mal, muy mal. A pesar de sentirme así, la presencia seguía acompañándome. Al estar borracha, me excedí en la dosis habitual y eso hizo que pierda la conciencia. Estaba muy asustada y empecé a escuchar voces en mi cabeza. Me repetían una y otra vez que algo malo iba a pasar dentro de unas horas. Me asusté y decidí encerrarme en una habitación para descansar un rato. Pero fue imposible. Las voces me quemaban la cabeza y no podía lograr dormir. Se me ocurrió escuchar música para calmarme pero tampoco funcionó. Se me acababan las ideas hasta que se me ocurrió hacer algo que desató el problema. -¿Qué problema? ¿De qué hablás, Sofía?- dijo el médico sorprendido. -Ya va a ver, solo espere. Hablé con la presencia. Sí, se preguntarán cómo, pero solo lo hice. Pensarán que hablé sola, pero no fue así. El problema fue que me inculcó el miedo. Comencé a creer que me estaba volviendo loca. El exceso del remedio, de los tragos, la presencia y las voces en mi cabeza, eran demasiado para mí. Transpiré un montón, me empezó a faltar el aire y no sabía qué hacer.


-Perdoná que interrumpa, ¿todo esto ocurrió en la habitación? -Sí, todo. Fui al baño sin que nadie se diera cuenta y me tiré agua en la cara. Pero no reaccionaba. Estaba mareada hasta que desmayé. Al otro día me desperté en una camilla. Acá, desperté acá, en el hospital. Mi amiga me vio desmayada y me trajo. Cuando reaccioné y me di cuenta de que estaba en este hospital, me puse peor. No quería estar encerrada entre cuatro paredes.. Quise hablar con la presencia para calmarme, pero no estaba. Ya no estaba y me sentía sola y vacía. Y ese fue el momento en el que intenté suicidarme. No pude soportar que no estuviera conmigo y, al estar loca y en un estado de inconsciencia, el suicidio fue la primera salida que encontré. -Con que ese fue el motivo, eh. -Sí, claro que sí. ¿Acaso no me cree? -Nunca dije eso, solo estoy abrumado. -Mejor. Me trajeron a mi gato para que me acompañe en los días en los cuales iba a estar internada. Me fui recuperando y aquí estoy, contándole mentiras que solo gente ingenua como usted cree. -¿Cómo puede decir eso? ¿Qué insinúa? -¿En serio se creyó todo esto? -Explíquese. -Nada de lo que conté recién es verdad. -Pero Sofía, ¿que está diciendo?- dijo el doctor, preocupado. -Escuche y présteme mucha atención. Mentí con todo lo que dije. Solo quise distraerlo un rato. Y ahora sí, llegó el momento. -¿El momento de qué?- dijo elevando el tono de voz, pero a la vez asustado. -De matarlo- dijo riendo. Sacó un arma y disparó. La sangre salpicó y manchó toda la sala. En pocos segundos, se convirtió en una escena terrorífica. Salió corriendo y no paró hasta llegar a su casa. Subió por las escaleras hasta llegar a la terraza. Gritó con todas sus fuerzas: “Mi venganza concluyó”, y saltó sin más. Ornella Miranda Angrisani nació el 17 de julio de 2001. Durante su infancia vivió experiencias relacionadas con el terror. Películas, libros, lugares extraños son algunas de las cosas por las que pasó, vio y leyó. Tiene una hermana que, desde pequeña, la incentivó a relacionarse con el mundo de los libros. A partir de ese momento, se convirtió en una amante de ellos. Leía por las tardes en su casa o también en el colegio. Le fue tomando cariño de a poco y comenzó su actividad como escritora a


los 12 años. Desde ese momento, escribió varias historias pero no salieron a la luz. “Escribo cuando sea, a la hora que sea, con el estado de ánimo que tenga. Escribir es mi manera de expresarme, de decir lo que siento y pienso” afirma Ornella. Muchos lectores recomiendan el cuento porque a lo largo de la historia se desarrolla la intriga por saber lo que va a pasar. Es interesante porque no es la típica historia de terror, sino que combina este mismo género con el policial. El final es muy inesperado y eso termina por convencer a los lectores. Le gusta escribir historias de este tipo porque le encanta la intriga que dejan estos cuentos.


Tadeo Cruz Antolini

El alma en pena Juan era un chico alto, no muy fornido y de pelo negro. Él era muy sociable, le gustaba ir a caminar con sus amigos. También era una persona que se preocupaba mucho, la más mínima cosa lo dejaba con preocupación. Se había despertado como cualquier otro día, pero no sabía que ese día no iba a ser como cualquiera. Al despertarse, notó que en el edificio había muchos canales de noticias, especialmente en su piso. Juan salió y nadie le preguntó nada de nada ni le dirigió una mirada. Se preocupó porque muchas cosas malas podrían haber sucedido. Entonces empezó a investigar en la página web del noticiero y decía algo sobre un muerto. Esto lo asustó mucho y para calmarse salió a caminar al parque. Los perros le ladraban sin cesar y de manera brutal. Él solo los saludaba como si no ocurriera nada. Volvió a su hogar y se sorprendió al descubrir que los de las noticias seguían ahí. Juan entró y se puso a comer. Se fue a bañar y notó que el agua no lo mojaba, se empezó a preocupar y empezó a pensar si todos lo ignoraban para burlarse de él, o por venganza por una vez que Juan le hizo una broma muy pesada a Manuel, su mejor amigo. Juan creía que seguramente era una burla que le estaban haciendo, entonces se fue a dormir. Al otro día, Juan salió de su casa y empezó a hablarle a la gente, no había respuesta pero, en ese mismo momento, recordó que había noticieros en su casa. Pensó que tal vez era porque había una enfermedad que se propagó, que había matado a una persona, y todos lo ignoraban para no infectarse. Entonces, cuando Juan volvió a su casa, vio algo horroroso: había sangre en el suelo y esa sangre lo guiaba a su habitación, donde él yacía muerto. No había sido una enfermedad, él había muerto por asesinato y ahora era un alma en pena.


Noche de soledad Mi nombre es Juan. Hoy, a los 24 años, voy a contar por primera vez una historia que me ocurrió a los 13 años y que nunca antes me animé a contar por miedo a que piensen que era un loco… Era lunes, estaba en mi cuarto leyendo una antología de Poe. Me acababa de levantar y me deprimía la idea de empezar el colegio. Había hecho calor todo el mes y ese lunes no era la excepción. Mi mamá, con su aguda voz, me gritó: -¡Juan, bajá que está listo el desayuno!-. Tiré el libro y bajé las escaleras a gran velocidad, una gran chocolatada y unas tostadas me esperaban. Me estaba yendo cuando mi mamá me dijo:- ¡Juan, nos vemos el miércoles!- Desconcertado le respondí:- Nos vemos-. No quería ir al colegio, había empezado la secundaria y no conocía a ninguno de mis compañeros, el solo hecho de no ser aceptado por ellos me aterraba. De todas maneras, fui a la parada del colectivo y me animé a concurrir, aunque con un poco de temor. Llegué a la escuela, me sentía observado; todos mis nuevos compañeros eran sociables, menos yo y eso despertaba una gran depresión en mí. Las horas de clases se tornaron largas y aburridas, la maestra de Matemática no dejaba de mirarse en su espejo rosa y la de Geografía no habló en toda la clase, pero al fin habían terminado. Estaba viajando hacia mi casa cuando recordé lo que mi madre me había dicho a la mañana. Sus palabras me habían estado sonando en la cabeza toda la mañana, cuando de pronto me acordé que ella y mi papá se habían tomado un día de vacaciones en la playa a unos 480 km de donde me encontraba. Eso significaba que iba a estar solo en mi casa. Mientras pensaba qué iba a hacer en esa noche de soledad, recordé que me había olvidado el libro de Geografía sobre el escritorio, en el colegio. Todavía estaba cerca de la escuela, le pedí al chofer que frenara y salí corriendo lo más rápido que pude, ya que esta podía estar cerrada. Pero me equivoqué, las puertas del instituto estaban abiertas, corrí por el pasillo hasta encontrar mi aula y cuando entré vi que mi libro se encontraba allí todavía. Estaba por agarrarlo cuando escuché un ruido ensordecedor, definitivamente era la puerta del colegio que se había cerrado. Entré en un estado de angustia irremediable y en uno de esos actos de ira, salí corriendo hacia la salida y golpeé las puertas con toda mi fuerza, pero era inútil, nadie estaba allí. Pensé en usar mi celular para pedir ayuda


y fue cuando recordé que mi madre me lo había sacado por mala conducta en casa. No sabía qué hacer, lo único que sabía era que estaba solo en la escuela y una noche larga me esperaba. Eran las 8 de la noche y el colegio abría a las 7:30 de la mañana. Tenía que comer, y me dirigí hacia el comedor, no había nada de comida.El hambre no es lo que importa-pensé.-Tengo que salir de acá-. Estaba cansado pero el silencio y la angustia empezaron a hacer aparecer otros sentimientos. Escuché pasos provenientes del pasillo. No me quería acercar a mirar por miedo a que me retaran. ¿Qué hacía un alumno a esas horas en una escuela solitaria y vacía? Tomé valor, salí del comedor y busqué con la mirada al dueño de esos pasos. No había nadie. Los pasos seguían sonando. Tenía hambre, la panza me sonaba y estaba a punto de desmayarme, buscaba un pedazo de carne, una gota de agua, pero no había nada. Los pasos cada vez se acercaban más hacia mí. Una vez más me fijé en los pasillos, pero esta vez sí había alguien allí. Podía distinguir una figura humana que vestía con una gran capa negra, una capucha que le cubría la cara y un palo que terminaba en filo, parecido a una guadaña. Volví a sentarme, asustado, y de repente el sonido de las pisadas se desvaneció, cambiando a una cruda voz que decía mi nombre:-Juan, sé dónde te encuentras, no te escondas más-. Cerré los ojos, pensé que era todo producto de mi imaginación, que estaba en mi casa durmiendo, soñando. Caí en un profundo sueño. Al despertar, seguía siendo de noche, estaba sentado, aunque no en el pasillo, en una silla, en el aula de Matemática. No recordaba cómo había llegado, quizás fue gracias a mi sonambulismo. Me iba a parar cuando me di cuenta de que estaba atado a la silla, con un alambre de púas que lastimaba mi pecho y lo hacía sangrar. Desesperado, miré hacia los costados, no había nadie. De repente sentí que una mano tocó mi hombro, una mano dura, fría, que recorría mi espalda. No podía voltear pero tenía el presentimiento de que esa mano era de la figura que había visto paseando por los pasillos. Finalmente se puso frente a mí, me aterroricé, su cara estaba tan pálida que parecía blanca, sus dientes eran enormes y el resto de su cara estaba ensombrecida por la capucha, pero lo que más miedo e impresión me daba era su filosa arma. Después de examinarlo se acercó hacia mí y me susurró:-Hola Juan, sí, sé tu nombre y también el del resto del mundo, todos, alguna vez me vieron o me verán. ¿Sabes quién soy?-. No contesté, y fue cuando me volvió a preguntar:-¿Sabes quién soy?- con un tono más elevado, pero


seguí en silencio. Por tercera vez se dirigió hacía mí, pero esta vez ya casi gritando y apuntándome con su larga y plateada guadaña -¿¡Sabes quién soy!?-. Tragué saliva, mi cara estaba ya mojada por la transpiración, mis ojos a punto de echar lágrimas y fue ahí cuando le respondí:-¡No sé quién sos! ¡Dejame salir!-. El gran cuerpo llevó sus manos hacia su capucha y me dijo:-¿Así que no sabes quién soy?-. Tiró de ella, y una gran calavera ocupaba el lugar de su cabeza. Quedé estupefacto, comencé a transpirar y casi me desmayaba de nuevo, pero esta vez fui consciente y volví en mí. No sabía cómo reaccionar, lo único que llegué a hacer fue gritar desesperadamente, ya que me había dado cuenta de quién era esa figura, era nada más y nada menos que la mismísima muerte. Me estaba mirando, y sonreía. El hambre se apoderaba de mí y ya entendía por qué se encontraba allí, me quería llevar con él. -Es imposiblepensé- por qué me pasa esto a mí-. La muerte me miró a los ojos. Pero yo no, sabía que si lo hacía moriría. Recordé algo sobre un libro mitológico, Medusa, que tenía la misma forma de matar a sus víctimas, y que la única forma de matarla era haciendo que se vea a sus propios ojos, a través de un espejo. Fue en ese momento cuando sobre el escritorio vi el espejo rosa de la profesora. La muerte, con un acto de amabilidad, me concedió un deseo antes de llevarme con él, yo, astuto, le pedí si me podía ver por última vez en un espejo, con la excusa de que mi alma recordara como estaba mi cuerpo justo antes de morir. La muerte comenzó a hacer un gesto con su mano y salía un humo gris rojizo, el espejo del escritorio, como si estuviese magnetizado, salió volando hacia su mano y me lo entregó. Sabía que no podía matar a la muerte por lógica pero tenía fe en mi plan, y lo continué. Agarré el espejo con fuerza y lo llevé hacia mi cara, haciendo gestos y riéndome. Esto llamó su atención y se acercó a ver qué era lo que sucedía. Rápidamente di vuelta el espejo y cuando lo miró, cayó de rodillas al piso, tapándose la cara y gritando; con los pies, agarré su filosa arma queriéndosela clavar en el pecho, pero era la muerte, era un fantasma, por lo que su guadaña siguió de largo y cortó gran parte del alambre que me sostenía. Tenía que salir antes de que se pusiera de pie, así que desesperado agarré el alambre con mis manos y con fuerza lo separé. El dolor que sentía era inmenso, pero tenía que salir con vida de ese lugar, el dolor no era lo importante. Salí del aula y me dirigí hacia la puerta principal, que seguía cerrada. Pero con el envión de la corrida, estiré mi pierna y le pegué una patada y la gran puerta se abrió.


Era ya de día, todos mis compañeros estaban en la puerta esperando a que se abriera para un nuevo día de clases. Yo salí, despeinado, sucio, con la ropa destrozada y con un espejo rosa en la mano, pegándole una patada a una puerta. Todos me miraron, y al instante comenzaron a reír a carcajadas. Al principio me sentía triste, como acostumbraba a estar. Pero una sonrisa salió de mi cara y comencé a reír junto con mis compañeros. Después de todo, había burlado a la muerte. Y esa es mi historia, a algunos les puede parecer ficción, a otros realidad. Cada uno interprételo como quiera, pero yo sé que esto pasó en verdad y que la muerte no pudo conmigo. Tomás Beviglia nació en Buenos Aires, Argentina, el 26 de septiembre de 2001. Hizo jardín, primaria y secundaria en el Colegio y Oratorio San Francisco de Sales. Sus padres se llaman Juan Manuel Beviglia y María Florencia Bruzzone y su hermano, Ulises Beviglia, 4 años menor, estudió en el mismo instituto que él. Le fascina leer cuentos e historias, especialmente las de terror. Leyó entre 10 y 20 novelas, a pesar de la escasez de su lectura, a Tomás le fue suficiente para lanzarse al mundo de la literatura, aunque como un hobbie y no como una herramienta de trabajo. En el 2015 escribió “Noche de soledad”, un cuento altamente recomendable dado que es estremecedor, impactante y terrorífico. Como él mismo lo presenta: “una historia que te dejará boquiabierto”.


Cuidado con el fantasma Ya estando en su casa después de volver del trabajo, Jason se pone a pensar en el trabajo que le habían ofrecido en otro colegio, en un pueblo muy lejano. Después de pensarlo mucho, aceptó ese trabajo, y el director de ese colegio le recomendó una casa muy vieja, ya que era muy cómoda, pero le advirtió que en ese lugar había sucedido un desastre, un suicidio. Eso a él no le importo, porque no creía mucho en historias de fantasmas. Estaba un poco molesto porque era muy lejos e iba a dejar a su familia, a sus amigos y compañeros de trabajo, pero se mudó porque en ese lugar le ofrecían muchas más cosas. La mudanza duró un día. Cuando llegó a su nueva casa a la noche le dio un poco de miedo, ya que era muy vieja, estaba todo el jardín muerto. Entró a la casa y había muchas telarañas por todos lados, goteaban algunas partes de los techos. A lo lejos, en la cocina vio una sombra, pero no le dio importancia ya que pensó que era otra cosa. Fue a su primer día de trabajo y los compañeros que trabajan allí, eran muy buenos con él y los alumnos también. Jason se fue a dormir muy tranquilo por este primer día de trabajo, cuando se estaba quedando dormido empezó a escuchar unos ruidos pero como él no es muy creyente en las historias de fantasmas. Pensó que era una rata. Se levantó sin problemas y sin pensarlo un segundo fue al lugar donde se escuchaban los ruidos y vio que no había nada. A las 7:30 ya arrancaba su trabajo, así que se fue a trabajar. Cuando llegó al trabajo, un profesor le preguntó si él vivía en ese lugar y él respondió que sí. El profesor le dijo que tuviera cuidado que cosas raras pasaban en esa casa, sonó el timbre y se fue al aula. Volvió a la casa un poco atemorizado, al llegar a su casa de noche se fue a dormir con todas las luces prendidas y no hubo ruidos, entonces a la mañana siguiente pensó de nuevo que la noche anterior había sido una rata. Jason tenía que ir al supermercado porque le faltaba comida y bebida. Al volver del supermercado era ya muy tarde. Así que comió y se fue a dormir, pero estaba vez los ruidos se escucharon cada vez más cerca. Él, atemorizado, salió a ver a los cuartos, a lo lejos vio un espectro, desapareció, esto a Jason le dio mucho miedo. Fue a investigar con mucho temor y vio que no había nada, se fue a dormir.


Se levantó a la mañana siguiente, desayuno y se fue al trabajo, al llegar al trabajo, le contó al profesor lo que le había pasado esa noche. Al volver de su trabajo, pensó en mudarse ya que no soportaba más estos escalofriantes ruidos, pero pensaba que quedaba como un cobarde, así que se tardó unos días pensándolo. Finalmente, decidido y cansado, decidió mudarse. Encontró una casa y se mudó. Después de varios días, todo era normal, hasta que una noche sintió una brisa de aire muy fría, esto le provocó escalofríos, pero no le dio importancia. Al pasar unos minutos sintió que algo en la espalda le estaba hablando, volteó para ver qué era y no vio nada. Atemorizado, se fue a dormir, pero por todos esos ruidos no lo logró. Se levantó a la mañana siguiente, pero no porque él lo quiso, sino que algo lo hizo despertar. Jason fue a la cocina y desayunó. Mientras pasaba un rato mirando televisión, vio dentro una figura rara, quieta y tenebrosa, cerró los ojos y los volvió abrir y vio que la figura había desaparecido. Jason almorzó y se tiró en el sillón a leer el diario, sintió que alguien abría la puerta, se fue a fijar y vio que estaba abierta, entonces agarró sus llaves y la cerró. Volvió al sillón con miedo y siguió leyendo su diario. Sintió que alguien lo tocaba, se dio vuelta y vio que se escapaba un ladrón que había entrado a la casa colgado en el techo con una soga. Dejó escrito “tú serás el siguiente”. Él, ya con mucho miedo, salió y fue al ascensor para irse de su departamento, entró pero el ascensor se quedó bloqueado. Empezó a escuchar algo que se estaba rompiendo, miró hacia arriba y vio un espectro cortando la soga, el ascensor cayó y desapareció sin rastros de que alguien hubiera hecho algo.

Federico Bilotti nació el 16 de noviembre de 2001 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Aprendió a leer y a escribir a la edad de 5 años. La lectura y la escritura no le gustaban mucho. Si él tenía que leer algo, tenía que ser algo que realmente le gustara mucho. Algo que a él le encanta son las películas, su saga preferida es “Star Wars”. En la primaria, cuando estaba en quinto grado, escribió un cuento fantástico: “El castillo y el dragón”. Su historieta favorita es Lucky Luke, son pequeñas historias de un vaquero que viaja a distintos lugares, y te va mostrando cómo resuelve todos los casos, algunos fáciles y otros muy difíciles.


Asesinato en Varela Pablo Armero, médico de 25 años, estaba en busca de una casa grande, pero también económica, ya que quería vivir con su novia Paulina y sus dos hijos. Ellos vivían en un edificio que fue clausurado tras el derrumbe de media torre, luego de esto Paulina le tenía cierto miedo a la muerte y pensaba que la estaba persiguiendo. Encontraron una casa en la calle Varela al 690, la propiedad estaba valuada en 200.000 pesos. El único inconveniente era que hace unos años atrás hubo un asesinato en ese mismo lugar, y se dice que los espíritus aún siguen allí. Paulina no estaba muy convencida pero Pablo no tenía miedo ya que, al ser cirujano, está siempre en contacto con la muerte y piensa que el único miedo que un humano debe tener es a un accidente. Pablo convenció a Paulina y se mudaron a la calle Varela. Luego de vivir un tiempo allí, empezaron a llamar a la policía por las noches, ya que escuchaban ruidos extraños en la casa, pero no le daban importancia ya que pensaban que era una broma. Un día los policías, hartos de las llamadas, decidieron ir a ver qué pasaba. Cuando llegaron se dieron cuenta de que todo era verdad, pero habían llegado tarde: los cuatro integrantes de la familia estaban atados al sillón principal, asesinados, alguien o algo fue la causa de la tragedia. Todo esto quedó en manos de una sola persona. El investigador James Newton, un hombre frío y terco, de 50 años: integrante de la A.R.N, una asociación especializada en autopsias. Intrigado por los acontecimientos de la historia, decidió mudarse a esa casa para investigar con mayor profundidad el caso. Y fue cuando empezaron a suceder cosas extrañas, hechos sobrenaturales. Durante la noche se escuchan ruidos extraños, puertas golpeándose... Luego de su terrorífica aventura en esa casa, esto es lo que él contó: Me habían citado para encargarme del caso número 20.375. Cuando recibí los informes me interesé mucho y decidí enfocar toda mi atención a esto, por eso me mudé a la casa de los hechos. Cada noche se escuchaban ruidos extraños, pero lo que más me llamó la atención fue que se escuchaban gritos con la voz de una mujer, que provenían de la cocina. No creía poder yo solo con esto, por eso pedí como refuerzo mi amigo John, que es policía, para ayudarme, él aceptó. Pasamos a dormir en la habitación que era de los hermanos, ubicada en


el segundo piso. Una noche oscura y densa, ocurrió lo más tenebroso, macabro y horrible que te puedes imaginar. Estábamos durmiendo cuando, como todas las noches, se empezaron a escuchar los gritos de Paulina. Nos despertamos y John quiso ir a ver lo que pasaba, pero yo me quedé en la habitación porque estaba medio dormido. Luego de un rato de esperar, empecé a escuchar los gritos de Paulina junto a los de John. Bajé rápido las escaleras, tenía miedo, me temblaban todas las partes del cuerpo, sentí una presencia detrás mío, cuando me di vuelta vi a John abrazado con Paulina y la escuché a ella decir “él es mío ahora”. Corrí tanto como pude y nunca más me acerqué a esa casa. Hoy sigo con la duda de qué les pasó a Pablo y a sus hijos.

Luca Bruno nació el 18 de mayo de 2002 en Buenos Aires, Argentina. Desde chico ya estaba vinculado con la literatura ya que su madre es novelista para la editorial Colihue. En el jardín se empezó a notar su pasión por la escritura ya que le encantaba hacer poemas a sus novias. Luego, en cuarto grado, se entretenía con la computadora y decidió escribir un cuento de fútbol en Word y se lo entregó a su profesor de educación física. Al profesor le gustó y eso lo animó a seguir escribiendo. Cuando empezó a crecer se inclinó hacia el lado del fútbol y dejó de lado la escritura. Sin embargo, durante este último año, se interesó por el género terror, y escribió una historia que atrapará a todos los lectores: “Asesinato en Varela”.


Experiencia imborrable Acabo de salir de la segunda prueba que tuve hoy, me fue muy mal en las dos. Como soy yo, me puse muy nervioso antes y después de la prueba. No me va mal en mis estudios, pero esa situación hizo que ocurriera, no tengo una autoestima muy alta, pero confío en que puedo concentrarme y estudiar. Pese a todo, soy una persona optimista y con carácter fuerte. Ayer tuve una gran experiencia que no me voy a olvidar más y hoy no pude pensar en otra cosa que lo que pasó y por eso, me fue así; fue en el barrio de uno de mis mejores amigos, del que no conozco el nombre porque es un barrio alejado, pero lindo, tranquilo… tan tranquilo que nadie se podría haber imaginado que pasara lo que pasó. Después de una semana de muchas pruebas, mi amigo Gastón me invitó a mí y a algunos amigos más de nuestro grupo a su casa. Se había mudado hacía poco y nos quería mostrar su nueva casa. Aunque tenía que estudiar, me hice un tiempo para todos ellos. Nos invitó a la tarde, a eso de las 7 y se estaba poniendo oscuro, tuve que llegar rápido porque vivo lejos y casi no tenía luz para ver el camino. Ya escuchaba los truenos, muy cerca y muy fuerte, cuando comenzó a llover. Eran casi las 9 y no paraba de llover, no tenía forma de volver a mi casa esa noche y dentro de unas horas tenía que dar las pruebas. Mi amigo Gastón es un poco inmaduro, travieso, le gusta mucho hacer cosas inesperadas, nos contó sobre una casa de ese mismo barrio que no se abría hacía muchos años y quería que la visitáramos junto a él. Ninguno de mis amigos, incluyéndome, estábamos seguros de eso, hubiéramos preferido quedarnos viendo alguna película o algo por el estilo; pero a Gastón no le importó mucho y decidió llevarnos, con la lluvia y con su familia fuera de casa. Estaba a media cuadra de su casa… muy sucia, la madera se veía húmeda, descuidada, con telarañas por todos lados. Pensaba que eso terminaría solo con ir a verla, pero no, dijo que entráramos. Súper seguro nos arrastró a todos hasta la puerta, una puerta con un vidrio muy grande y roto en la que veías tu propio reflejo. Al entrar, había un candelabro enorme dentro de la habitación principal y mucha decoración y muebles antiguos. Después de investigar un largo rato, cada uno por una parte de esa


gran casa, comenzamos a escuchar ruidos de una de las habitaciones. Nos quedamos quietos donde estábamos porque se escuchaba todo, ya que la casa estaba casi vacía. Todos creíamos que había sido una persona por ese tipo de ruidos que parecían suspiros y llantos. Se escuchó una manija moviéndose y una puerta que se abría oxidada, las ventanas abiertas y las cortinas que se movían por el viento de afuera. Nos asustamos y decidimos bajar las escaleras muy rápido, excepto uno de nuestros amigos, llamado Joaquín que se quedó inmóvil ahí del susto, cuando se acercó una señora grande y arrugada a la puerta. En ese instante, Joaquín salió corriendo. La señora que nadie conocía bajó las escaleras muy lentamente. Tenía puesta una gran bata rosada y sucia. Nos preguntamos qué hacía esa señora ahí, daba tanto miedo que corrimos hacia la puerta para salir y… estaba cerrada. Se acercó y nosotros no podíamos hacer nada, con una voz hecha pedazos que no le permitía hablar por la angustia y por los años, nos preguntó qué hacíamos allí. Nadie se atrevió a responder. Después de unos minutos de silencio aterrador, nos invitó a sentarnos en su living. No teníamos otra opción… Nos repitió la pregunta de qué hacíamos allí y nosotros le dijimos que fue una travesura, para averiguar qué había y que pasaba en esa casa. Para respondernos, nos contó una historia que nos dejó impactados a todos, sobre ella y su esposo. Ambos estaban muy enamorados y juntos compartían muchos momentos y recuerdos en esa casa. Salían siempre a comer, como tradición. No tenían ningún familiar y por eso, compartían todo solos. Un día, repentinamente, él murió allí. Nunca quiso decirle a nadie que fue lo que le sucedió a él. Fue hace varios años y luego de eso, ella nunca pudo volver a ver la luz jamás y nunca salió de esa casa. Esta casa estuvo sin abrir por muchos años, aparecieron noticias en la televisión, en el diario, pero ella jamás salió y nunca nadie supo que había una mujer ahí dentro. Todos estábamos impactados, sin nada qué decir. Esa noche no dormí y por eso hoy me fue así, una experiencia de la que jamás me olvidaré y que recuerdo todo el tiempo. Emilia Bustamante nació un 4 de diciembre de 2001 en Buenos Aires, Argentina. Su familia está compuesta por su mamá, papá, y su hermano mayor llamado Juan Martin. En la actualidad, va al colegio San Francisco de Sales en Almagro. De más chica le gustaba mucho leer, leía cuentos infantiles y escribía cuentos que creaba para leerlos ella misma. Se entretenía con todos los libros que le regalaban


y se compraba las colecciones de cada uno. Pero cuando creció, le comenzó a gustar un poco menos la lectura, aunque le parecía algo bueno, tenía otras cosas que le interesaban más, solo leía cosas que le daban en el colegio. A pesar de eso, el género que más le gusta es realista, porque le interesan más las historias que cuentan una hecho que pueda pasar en la realidad, ni ficción ni fantasía. Otro género que también le interesa y que lee habitualmente es el de terror. Desde chica empezó a leer cuentos de terror y le comenzaron a gustar cada vez más. Se entretenía con ellos. Escribió algunos de esos cuentos y los leía, tratando de que la gente al escucharlos se horrorice. Tuvo varias experiencias antes de comenzar a escribirlos, se asustaba mucho, no los podía leer sola. Después se fue acostumbrando y comenzó a tener más interés por este género. Si quieren conocer sobre la obra de esta autora, en esta antología se incluye el cuento “Experiencia imborrable”, en el cual aparece un gran misterio por una casa del barrio de un grupo de amigos, donde viven travesuras y una experiencia que no olvidarán jamás.


Los pensamientos de Julia Eran las 7 de la mañana y todavía el sol no aparecía. Me sentía cansada y mi madre se había ido a una reunión de trabajo. Luego de desperezarme un buen rato, desayuné algo liviano porque debía irme al colegio. Al llegar, me junté con mis dos únicas amigas, Ana y Julieta, ellas entienden por lo que yo y mi mamá estamos pasando. Al final del día, regresé a mi casa, entonces noté que la puerta, grande y antigua, estaba abierta. Me llamó más la atención porque mi mamá volvería a las 14:00 y recién eran las 12.00. Entré silenciosamente con mi tijera en la mano, pensando en que alguien había entrado. Recorrí toda la casa, hasta que escuché un llanto en el dormitorio de ella. Me quedé dura ya que no sabía quién estaba ahí. Sigilosamente, subí las escaleras y estaba sucediendo lo mismo que siempre: mi madre tirada en el piso llorando. Ella sufre de depresión hace 4 años desde que su papá y el mío murieron. Cuando se tranquilizó, decidimos ir a almorzar. Luego de unas semanas, comencé a ir a una psicóloga porque mi estado empezaba a preocuparme, ya que escuchaba la voz de mi papá todas las noches. Ella me dijo que tratara de distraerme con algún libro, película, etc, y que de a poco se solucionaría. Pero eso no sucedió, luego de una semana empezó a aumentar. En vez de todas las noches, era día y noche. Sentía que se me partía la cabeza. Ya no eran palabras sino gritos. Mi mamá empeoraba cada vez más y eso me preocupaba, ya que no sabía cómo iba a terminar. Volví al consultorio de Romina, mi psicóloga, y me enteré de que se había ido de vacaciones, sorprendida, pregunté en la secretaría si no había dejado un reemplazo y una chica me dijo: -Julia, Romina me comentó que tu caso ya estaba resuelto. Cuando la escuché, me dio una bronca que no se las podría describir. Yo le había explicado todo con lujo de detalles y a pesar de todo no se preocupó por mi estado, nada más me dijo que leyera algún libro y viera alguna pelicula y listo: "caso resuelto". Volví a mi casa y me encontré con una ambulancia, la policía y un grupo de gente con las caras desfiguradas del terror mirando hacia mi puerta. Cuando logré pasar entre todas las personas, vi a mi mamá tirada en el piso con toda su cara sangrando y la puerta del balcón abierta. En ese instante toda mi mente se bloqueó, veía todo borroso y sentí que me caía.


Me desperté en una habitación, blanca y silenciosa, con todos cables enchufados y escuchando un pip consecutivamente. No sabía dónde estaba ni qué me sucedía. En ese momento, entró una chica y me dijo: -Hola Julia ¿Cómo te sientes? Y le respondí: - ¿Quién sos? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi mamá? Y la única frase que recuerdo fue: -Tu mamá ya no está, se ha suicidado. Luego de estar una semana dentro del hospital me llevaron a un hogar, grande y sencillo, de chicos huérfanos. Ya no me importaba nada. Ya no tenía familia ni amigas. Me sentía destruida, no tenía ganas de hacer nada, ni de comer. Comencé a preguntarme si la causa de la muerte de mi padre y mi abuelo había sido un accidente o fue algo planeado. Siempre mi mamá decía que, para ella, los dos estaban metidos en algo raro… En ese momento eso era lo que menos me importaba, yo solo quería estar con ellos. Recordé que en mi pantalón llevaba un cinturón. No hace falta que les relate cómo termine con mi vida. Acá estamos los cuatro, reunidos felices, pero esperando el momento justo para la venganza. Nadie se imagina de lo que somos capaces. Valentina Caruso nació el 25 de Marzo de 2002 en Buenos Aires, Argentina. Actualmente estudia en el colegio y oratorio San Francisco de Sales y se dedica a la gimnasia rítmica. En el año 2012, le comenzó a interesar el género de terror, por su trama, los espacios en los que ocurren los hechos. Valentina escribió algunos cuentos de ese mismo género para trabajos del colegio como por ejemplo en el año 2015, para el taller de lectura, redactó la atrapante y conmocionante historia “Los pensamientos de Julia”.


Cambio de vida Mora tenía 18 años, había terminado de estudiar y ya estaba lista para irse de la gran ciudad… Era una chica de pelo largo colorado, alta con pecas, era curiosa, tímida, miedosa. Tenía una familia problemática, papás separados y dos hermanos. Ella ya estaba preparada, pero ellos no querían, decían cosas como “¿Qué vas a hacer sin nosotros?” “Vas a estar sola allá.” A Mora no le importaba mucho la idea de que sus padres estuvieran preocupados por ella, o que iba a estar sola en una casa, solo se quería ir y olvidarse de su vida actual y poder armar una nueva. Ella estaba cansada de las peleas de sus padres, y mudándose podría llegar a lograr un cambio y dejar de lado su timidez. Llegó el día de la mudanza. Los padres de Mora seguían disconformes con la idea; sus hermanos, uno lloriqueando; el otro, burlándose... Cada uno no entendía lo que pasaba, por ahí pensaban que iba a volver. Mora se subió al camión, le alegraba la idea de empezar todo de cero, en un pueblo era todo diferente, podía acostarse a leer en el pasto, ver las estrellas todas las noches, ningún ruido de auto, solo el del viento golpeando las hojas de los árboles. Lo que más le preocupaba era conseguir un trabajo, por lo pronto iban a poder mantenerla los padres, pero no toda la vida iba ser así. En el bosque solo había árboles y si mirabas para adelante muy muy lejos se podía ver el pequeño pueblo que lo rodeaba. Entró a la casa y lo primero que hizo fue recorrerla, parecía amarla. Se la veía feliz en el comienzo de su “nueva vida”. Pasaron los días y Mora se iba acomodando al nuevo lugar. Desde que llegó no paró de hacer trámites, yendo de un lado para el otro, había conocido todos los locales y plazas del pueblo, pero no había recorrido su zona, el bosque, aunque no había mucho para recorrer. Solo eran árboles, flores y todo tipo de plantas. Así que salió de su casa y empezó a caminar. No había absolutamente nadie. Y en ese momento se acordó de las palabras de su padres, “vas a estar sola”, pero no le importó y siguió caminando. En un momento vio una casa, parecía abandonada, vidrios rotos… Se


acercó y vio que había un papel en la puerta, al parecer era una carta. Miró bien hacia los costados y no era una, eran miles, estaban por todos lados, en la ventana, en el piso, todo era muy raro. Mora no hizo más que entrar a la casa, le intrigaba saber qué había adentro, o qué había pasado… Hasta que hubo un apagón. No sabía qué hacer, quería abrir la puerta para salir de ahí, pero no podía. De la nada, algo que parecía humo pasó por al lado de ella, pero no había nada quemándose… Escuchó un ruido, fue hasta la pieza y sentía que alguien estaba atrás, se dio vuelta y ahí estaba el supuesto “humo”. Asustada, agarró rápidamente el teléfono para llamar a alguien, pero pensándolo bien era medio ilógico llamar a la policía y encima en un bosque, no tenía señal, y lo que tenía enfrente era un “fantasma” por así decirlo. No podía hacer nada. Pasaron horas y le habló, le contó toda su vida, Mora estaba aterrada, no podía creer lo que escuchaba. Al parecer se llamaba Ronnie, él había tenido muchos problemas antes de haber muerto. Perdió a su familia, todos lo odiaban por cosas que supuestamente él había hecho… Ella no podía hablar, cada tanto decía “sí” o “ah”. Cuando terminó esa charla extensa y rara, Mora se fue sin problemas y ninguna duda a su casa. Se acostumbró a ir ahí, de vez en cuando leía las cartas tiradas alrededor de la casa o hablaba con Ronnie. Toda la situación era aterradora pero a ella le daba pena el hecho de que antes nadie lo había querido y ahora tenía la oportunidad de tenerla como a una “amiga”. Mora había cambiado mucho desde que lo conoció, dejó de tener miedo y ser tímida. Hasta que un día fue a la casa y no estaba, lo buscó por todas partes y no lo encontraba. Al otro día se levantó y sintió algo raro. Se le habían puesto los ojos rojos, estaba pálida, fue hasta el pueblo y la gente la miraba con susto. Volvió a la casa de Ronnie, no lo había encontrado, pero encontró otro tipo de cosas, drogas, armas… ¿Por qué habría eso en la casa de un chico que parecía bueno? En realidad era todo lo contrario, antes de morir fue delincuente, adicto y había matado a sus padres. Mora no dudo en agarrar todo lo que había encontrado, y ni bien llegó a su casa, tomó las drogas y así era cada día. Después de dos semanas alguien le habló, era él: “Estoy dentro tuyo, y pronto morirás”. Ella reaccionó por un momento, gritando y llorando no dijo más que “No sigas con esto”, hasta que volvió a meterse dentro suyo, estaba poseída.


Mora enloqueció, empezó a matar gente, corría para todos lados y se escondía para que no la detuvieran, no sabía adónde ir, no se podía controlar. Él no la dejaba tranquila, pasaron los días y lo que la mataba era él y las drogas. Los padres de Mora decidieron ir a visitarla, la llamaron y no contestaba. Se preocuparon y fueron hasta el bosque donde se situaba la casa, y ahí estaba ella, tirada en el piso y una carta a su lado, los padres no sabían qué decir, la madre cayó desmayada al piso al ver a su hija en esa situación y su padre rompió en llanto. Sabrina Castro Acosta nació un 3 de julio de 2001, en Buenos Aires, Argentina; hija de Patricia Mabel Acosta y Pablo Sebastián Castro; de parte del padre tiene 2 hermanos, Matías y Máximo, de 9 y 4 años de edad. En 2007, entró a la primaria en el colegio San Francisco de Sales y, hasta la secundaria en el año 2015, siguió en el mismo. Ella hacía baile, y escuchaba todo tipo de música. En su tiempo libre pintaba y escribía en cuadernos todo lo que pensaba sobre la sociedad a través de poesías. Cuando estaba en la primaria, a los 7 años, leía todo tipo de libros: infantiles, de ficción, con moraleja... Dejó por unos años hasta que a los 13 comenzó a leer de vuelta y a los 14 ya le interesaba cada vez más: empezó a elegir ella misma libros para comprar, leía a sus amigos, escribía poesía y todo tipo de historias cortas. Uno de sus libros favoritos, que recomienda a todos los lectores, es La línea del tiempo, por cómo se expresa el autor y cómo cuenta la historia.


Campamento en familia Voy a contar la historia de mi padre, de cómo fue la última vez que lo vi, cómo fue que desapareció y cómo es, que hasta el día de hoy, no lo veo y no escucho hablar de él. Era un viernes a la noche, una de esas noches de invierno, estábamos en mi casa, mi familia es muy fanática de salir de campamento, estábamos por ir a uno, la verdad que yo no los entendía, cómo les podía gustar ir al medio de la nada a dormir en carpas, al aire libre con mucho frío. Yo prefería mil veces quedarme en mi casa, calentita con la estufa, pero a ellos no les importaba, tenía que ir igual porque era la salida familiar. Mi madre estaba como loca, corría por toda la casa buscando ropa, abrigo, platos, off, medias, pantalones, etc. Yo estaba relajada en mi cama sin ganas de ir, me pidieron que ayudara a mi papá a guardar las cosas en el auto, fui pero no con mi mejor cara. Luego de que cargara todas las cosas salimos. Los vidrios estaban empañados porque antes había llovido, veía como caían las gotas. En la radio sonaban canciones viejas, decidí ponerme los auriculares y escuchar la música que solo a mí me gustaba. El viaje fue muy largo porque el lugar era lejos, pero cuando llegamos estaba todo muy raro, cambiado, íbamos todos los años, y nunca lo había visto así. Para empezar ya no estaba la gente que trabajaba en el lugar, con lo cual no teníamos comida, los postes de luz estaban apagados, en los árboles había ropa toda sucia y rota, y por último había una especie de cabina, no sé si era telefónica o qué. Estuvimos buscando un lugar para armar la carpa y dejar las cosas. Una vez que lo encontramos, fuimos todos a buscar cosas para prender el fuego así podíamos cocinar. Llegamos al lugar donde estaban las cosas y no las encontramos. Yo estaba asustada, no sabía dónde estaba mi mochila, mi papá estaba buscando las cosas muy tranquilo. Después de un rato empezaron a desaparecer todas nuestras cosas, la comida, bebida, ropa. Empezamos a investigar qué pasaba y encontramos algunas cosas raras, estaba nuestra ropa tirada y rasgada, no entendíamos lo que estaba pasando. Estábamos a punto de cenar cuando algo muy raro pasó, se apagaba y prendía la luz, estábamos todos muy asustados y de repente se apagó del todo, escuchamos unos gritos y cuando se volvió a prender mi padre no estaba. Lo buscamos por todos lados, entramos a la cabina, estaba muy


oscura y era muy chica, vimos una nota que decía “está atrás”. Lo primero que hicimos fue mirar y no había nada, solo una pintura de un payaso. Seguimos buscando y empezaron a aparecer huellas, eran muy grandes. Las seguimos y nos conducían al mismo lugar, la cabina, entramos otra vez y estaba la misma nota tirada en el piso, nos dimos vuelta y estaba el retrato de mi padre. No sabíamos qué hacer, con mi madre descolgamos el cuadro del lugar y lo guardamos. Nos fuimos inmediatamente de ese lugar y de ahi a mi casa. Estuvimos cuatro días con el cuadro arriba de una mesa sin hablar, estábamos todos muy preocupados. Después de unos días, nos decidimos a llevarlo a un lugar donde fueran expertos en “brujería”, para que nos explicaran qué era lo que había pasado, todos nos tomaban por locos, así que no nos quedó más remedio que esperar. Un día encontramos un lugar muy extraño donde había una vieja que decía ser bruja, y nos dijo que para poder ver a mi padre teníamos que hacer un conjuro y esperar diez años. Nosotras, ingenuas, lo hicimos, pero la anciana nunca mencionó que cada diez años cambiaría la persona que ocupaba el cuadro.

La autora Lara Cejas nació un 31 de mayo del 2002. Su familia está conformada por su madre Verónica, su padre José y su hermana Victoria. Cuando era más pequeña le gustaba mucho leer cuentos, sobre todo si eran de terror o acción. El primer libro de terror que leyó fue Socorro de la autora Elsa Bornemann. Sintió miedo y al mismo tiempo curiosidad al leer esas historias, y es por eso que, este año, la autora escribió un cuento muy atrapante y tenebroso sobre los típicos campamentos que a toda familia le gustan. Recomiendo leer esta historia ya que te sentirás muy identificado con los personajes y sentirás todo lo que ellos sienten.


Lola y sus amigos En Calahan, un pueblo de 2000 habitantes en las afueras de Florida, había una institución llamada WILF, una escuela pupila de mujercitas, con una edificación antigua, pero muy bien cuidada, cuya estructura se asemejaba a la de un castillo tenebroso. En ella se albergaban 200 pupilas de entre 12 y 18 años, que venían de distintos pueblos cercanos a Calahan. Entre ellas se encontraba Lola, una niña de 16 años, que dejaba ver en su carácter fuerte y contestaciones agresivas, su adolescencia perturbada por una infancia triste, incomprendida por sus padres y abandonada por sus amigas. Lola era una niña muy bonita de hermosos ojos marrones, una mirada muy profunda, nariz respingada, labios perfectos y un rostro ovalado, siempre cubierto en los laterales por su cabello negro que caía largo y lacio hasta por debajo de sus hombros, su piel era tan pálida que cualquier caricia fuerte podría convertirse en una lastimadura. Desde hacía un tiempo, la niña se levantaba muy asustada y muchas veces lastimada, todas sus compañeras la trataban como si estuviera loca porque pensaban que ella misma se lastimaba, pero nadie sabía nada acerca de su pasado, ni por qué sus padres la habían inscripto en esa institución. Una mañana fría de agosto, Lola se despertó sobresaltada, gritando y con sangre cayendo de su brazo. Todas las niñas se acercaron a su cama a ver qué había sucedido, pero ella no dijo ni una palabra, solo miró atemorizada a sus alrededores como buscando a la persona que la había dañado. Inmediatamente la llevaron a la enfermería y constataron que solo era un rasguño, nada grave, le pusieron una venda para que su herida no se infectara y se fue. La niña volvió a su actividad normal del día, luego de las horas de clases, en el último recreo, sus compañeras le preguntaron si quería jugar con ellas a las escondidas, y tímidamente y aún asustada respondió que sí. Pero al terminar el recreo Lola, que se había escondido, no había sido encontrada aún, las compañeras extrañadas, teniendo en cuenta que había tocado el timbre, regresaron al aula pensando que Lola volvería por su propia cuenta, pero no fue así. Ya se acercaba la hora de cenar y la niña no había aparecido, todos estaban muy preocupados por los acontecimientos


de la mañana y su posterior desaparición. Se dejaron escuchar muchos rumores, por ejemplo que Lola no estaba bien de la cabeza y que solía hablar sola cuando creía que nadie la veía, muchas veces, peleaba, lloraba y hasta se veía asustada estando sola en algun ambiente. Alguna vez le dejo saber a una compañera que ella podía hablar con espíritus, que tenía un don especial y que nadie, ni sus padres, nunca habían podido comprender, por eso la internaron allí. Su compañera se asustó ante su declaración y nunca más volvió a hablarle. Desde ese momento, Lola siempre estuvo sola, y esto hizo que su relación con los espíritus o las sombras, como ella solía decirles, fuera cada vez más fuerte. Ellos necesitaban hablar con alguien que estuviese vivo y muchas veces sin querer la lastimaban, si ella no los comprendía o no los quería escuchar. Todos estaban muy preocupados. Ya habían pasado tres días de su desaparición y nadie sabía nada sobre la niña. Al despertar a la mañana siguiente, mágicamente la niña estaba en su cama acostada, todas fueron a ver qué había pasado, por qué desapareció y dónde había ido, y Lola no pudo decir ninguna palabra. Ella estaba muda, no podía hablar, estaba muy asustada como si estuviera paralizada, la llevaron urgente al médico pero ella estaba muy bien físicamente, a la tarde la llevaron al psicólogo. El psiquiatra se dió cuenta luego de mucho tiempo de tratamiento de que Lola realmente creía lo que contaba, que veía gente muerta. La niña lo sentía cada vez con más fuerza dentro suyo, en un instante comenzó a gritar, nadie pudo contenerla y rápidamente la trasladaron al manicomio. Le aparecieron lastimaduras extrañas como estigmas y urgentemente la trasladaron a un hospital. Los doctores le hicieron las curaciones y luego de algunos días de reposo la trasladaron nuevamente al manicomio. Nadie pudo ayudarla, Lola deberá aprender a comprender a los muertos que quieren comunicarse con ella para que no la lastimen más. Ariadna Fermoselle: Un veinticuatro de abril de 2002 nació una pequeña niña en Argentina, cuyo nombre, Ariadna, fue inspirado en una historia de la mitología griega. Ariadna Fermoselle convive con su hermano y sus padres. Comenzó sus estudios en el colegio San Francisco de Sales y en la secundaria siguió la orientación de artes visuales. Su escritora favorita es Gayle Forman, y sus libros son: Si decido quedarme, Lo que fue de ella y El Principito.


De chica vivió una historia muy horripilante, ella y su prima estaban viendo una película de terror llamada “La huérfana”. Al terminar la película, se tenían que ir a dormir, apagaron la luz y se escucharon ruidos en la sala de abajo. Las niñas, muy asustadas, bajaron. De repente, una sombra se movió, pero finalmente se dieron cuenta de que era su abuela. Ariadna creó un cuento llamado “Lola y sus amigos”. Ella se inspiró en una película y lo recomienda a todas las personas a las que les gusten el terror y los fantasmas malvados.


Las maldiciones de la gitana Yo soy Camila y acá voy a contar una aventura que tuve, me provocó tanto terror que hasta ahora no la he contado. Todo comenzó cuando invité a dormir a mis amigos de siempre: Joaquín, que es muy divertido pero muy asustadizo a la vez; Manuel, que es bastante tecnológico, y Agustina, que nunca se despega de sus maquillajes ni del peine. Luego de comer y de muchos juegos nos pusimos a mirar una película que elegimos entre todos, se llamaba “La casa del misterio”. Trataba sobre unos chicos que iban a una casa abandonada para resolver un misterio. Durante la noche soñé que estaba dentro de la película, yo era la investigadora y tenía que escapar de unos fantasmas dentro de la casa abandonada. Cuando me desperté al día siguiente, me acordé del sueño y de la película, entonces se me ocurrió buscar por internet casas abandonadas y encontré una noticia de una casa en el medio de un bosque habitada por el espíritu de una gitana. Les pregunté a mis amigos si les gustaría ir a investigar y por supuesto Manuel fue el único que me dijo que sí. Agustina me dijo que no por miedo a despeinarse y Joaquín no quería porque no le gustan los lugares oscuros, le da miedo que alguien lo asuste por atrás. Al final los convencí y quedamos en encontrarnos a la tarde en la entrada del bosque, nosotros ya lo conocemos porque cerca de la entrada hay un kiosco al que vamos seguido, era el bosque con plantas venenosas. Si bien lo conocíamos nunca nos atrevimos a entrar porque cuando eramos chicos nos contaron una historia que nos provocó mucho miedo. Llegamos al bosque con una mochila y yo revisé lo que cada uno llevó para ver si había algo que nos sirviera: Agustina llevó bastantes perfumes, sus maquillajes y por supuesto su peine. Manuel llevó una lista de teléfonos, su celular, sus dos ipads y su tablet. Joaquín llevó una soga, linternas, vendas por si nos lastimábamos y no podía faltar su osito de peluche y yo llevé cables, una soga y una linterna. Caminamos bastante hasta que se hizo de noche y nos dio un poco de miedo porque ya estaba oscuro, Agustina y Joaquín se querían volver, en cambio Manuel y yo queríamos seguir adelante. De repente vimos la casa a lo lejos, nos entusiasmamos y llegamos corriendo. Cuando estuvimos en la puerta, entramos: Agustina con el peine


en la mano, Joaquín de la mano con Manuel que no miraba otra cosa que su celular y yo muy contenta. Dentro de la casa, las puertas estaban todas manchadas de sangre. Nos asustamos cuando vimos que las ventanas se abrían y se cerraban sin parar. Estaba muy oscuro y prendimos las linternas, encontramos una escalera y subimos al cuarto, donde las sábanas estaban todas rotas, escuchamos un ruido, salimos corriendo y llegamos a la cocina. Había venenos en las alacenas y, en una olla tapada con un repasador, comida que seguramente estaba toda podrida. Yendo al living encontramos un espejo y Agustina obviamente se quedó en el camino mirándose en él y peinándose. De repente vimos algo negro, al principio nos asustamos, pero vimos mejor y era un cuervo en una jaula que nos miraba fijamente. En un momento se nos cruzó un gato negro que tenía las uñas bastante afiladas, nos dio asco ver los techos que estaban llenos de telarañas y los muebles llenos de polvo, de pronto las luces se empezaron a prender y a apagar sin parar y Joaquín apretó muy fuerte su osito de peluche. Escuchamos que la puerta de entrada se cerraba y empezamos a escuchar maldiciones de la gitana. ¡Estábamos encerrados! Estábamos todos bastante asustados pero intentamos mantener la calma. Empezamos a mirar para todas partes y en la pared vimos una sombra que nos asustó mucho, Manuel sacó su celular y empezó a llamar a su mamá para que lo vaya a buscar. Por un momento pensé que no íbamos a salir vivos, pero después me di cuenta de que había forma de calmar a la gitana. Por las maldiciones que decía me enteré que su mejor amiga le había robado a su novio y estaba muy enojada. Después se me ocurrió una idea y se la conté a los chicos, había que recordarle los momentos felices que habían vivido juntos. Al lado del televisor vi un dvd que decía Roberta e Ignacio, supuse que eran ellos y lo primero que hice fue enchufar el televisor y poner el dvd que filmaron ellos dos juntos, le subí el volumen y puse play. De repente se apareció delante del televisor. Tenía el pelo negro desprolijo y húmedo, un vestido blanco todo roto y la cara toda arrugada. Mientras iba mirando se iba transformando y cuando terminó el video tenía el pelo marrón hermoso, la cara enojada se le había transformado en una cara feliz y el vestido que tenía, blanco y roto, se había transformado en un vestido celeste con florcitas y parecía nuevo. Después de su transformación nos invitó a tomar el té con unas galletitas caseras riquísimas. Extrañamente nos hicimos amigos y nos despedimos diciéndonos que nos volveríamos a ver. Nos quedamos con tanto miedo que decidimos para distraernos ir al


shopping pero ninguno pudo dejar de pensar en aquella experiencia que habíamos tenido. Nunca más volvimos a entrar a aquel bosque ¿alguna vez nos volveremos a cruzar con la gitana?, ¿podremos olvidarnos de aquella situación?

El 6 de septiembre de 2001 nació Delfina García Di Tullio, la primera hija de Ana Pusterla y Daniel García Di Tullio. En 2004 nació su hermano Agustín García Di Tullio cuando ella tenía 2 años. En el mismo momento, comenzó el jardín de infantes en “Bloomies” en donde conoció a sus amigas María, Agustina y Martina. Cuando era chica le leían cuentos con títeres como estrategia para que comiera. Para dormir el papá le inventaba historias acerca de los temas que ella le pedía. Luego de terminar sala de 4, ingresó a la ’’Escuela Del Parque’’ para hacer sala de 5 y toda la primaria. Ahí conoció a su mejor amiga Barbi, con la que jugaba mucho e iba a su casa. Durante la primaria tuvo experiencias nuevas: empezó a estudiar, a leer, a escribir y a acampar con la escuela. En 2008 cuando ella tenía 6 años, nació su otro hermano, Manuel García Di Tullio. El primer libro que leyó fue de la colección “Había una vez”. Algunos libros que se acuerda que le gustaron mucho son Dailan Kifki de María Elena Walsh, Recuerdos de Locosmos de Ricardo Mariño y El Corsario Negro de Emilio Salgari. Con respecto al terror le pareció muy bueno los cuentos del libro ¡Socorro! de Elsa Bornemann. En quinto grado empezó comedia musical en “Caleidoscopio”, una actividad que la entretuvo mucho, ahí hizo tres obras y hoy en día practica la cuarta. A principio de año, se cambió de escuela a San Francisco de Sales, en donde conoció a sus nuevos compañeros, que hoy en día la siguen acompañando. También durante este año comenzó teatro a donde va todos los miércoles, es una actividad que le gusta y la divierte mucho. A ella también le gusta pintar y escribir cuentos, especialmente para los más chicos. Tiene bastante imaginación y puede hacer cuentos de cualquier tipo (comedia, teatro, terror, amor). Les recomiendo este cuento, “Las maldiciones de la gitana”, porque te puedes imaginar las cosas que pasan y sentirte adentro de la historia.


La protección sobrenatural Hace ya seis meses de aquel triste y lluvioso domingo de otoño en el cual Marita, la esposa de José y madre de dos pequeños de 6 años, había partido junto a Dios. Una maldita enfermedad había causado su muerte. La familia ya no era lo mismo, José había perdido su felicidad, paciencia y alegría, y trataba a los pequeños con la misma rudeza con la que había sido tratado por su padre hacía 25 años. No soporta la música y las risas. Pasa la mayor parte de su tiempo en soledad. Trabaja solo, demoliendo casas antiguas o abandonadas. Trabaja solo ya que no puede relacionarse con otras personas como antes, ahora es autoritario y ermitaño. Un día martes, mientras trabaja en la pared de su casa, las herramientas sin explicación caen y lo golpean en la cabeza, hecho extraño pues están colocadas cuidadosamente en un estante bien atornillado; también siente voces que le murmuran palabras que no alcanza a comprender. Está agotado, con poco dinero y de muy mal humor; llega la noche y como de costumbre sus hijos gritan. Los castiga y los manda a dormir sin comer no sin antes insultarlos y golpearlos fuertemente en la cara. Mientras duerme, siente que alguien le dice: “tus hijos, trátalos bien”. José se pregunta: “¿será Marita? Pero si es ella, ¿por qué me atormenta? ¿qué estoy haciendo mal?”. A la mañana siguiente sus dos hijos le dicen: “Papi, te busca mamá, ella dice que sos malo”. Esa frase lo irrita y se va a trabajar sin poder dejar de pensar en ella. A la tardecita, cuando regresa, ninguno de sus hijos se encuentra en la sala. Al llegar a su habitación ve que, sin explicación, sus rostros estaban curados de los golpes que él les dio. Los chicos le dicen: “Papá, tenés que empezar a tratarnos mejor, mamá nos dijo que estás siendo muy injusto con nosotros y que te va a castigar. Ella nos dijo que nos iba a cuidar y a convertirse en nuestra protección, así nadie nos va a poder lastimar nunca más”. José estaba enojado y confundido porque pensaba que sus hijos le estaban mintiendo o haciendo una broma de mal gusto, así que golpeó a los dos niños con mucha fuerza en todo el cuerpo. Antes de irse a dormir, escuchó una voz en su cabeza: “vos decidiste lo que te va a pasar”. Dos días después, José tiene que trabajar en una zona muy lejana de


la ciudad, para eso debe tomar el tren. Como sus hijos no tienen escuela, debe llevarlos con él. Mientras está esperando en el andén, uno de sus dos hijos le dice: “Papi, no te pongas cerca del borde que te podés llegar a caer”. A lo que José responde: “Callate pelotudo, yo soy el mayor acá y no me vas a enseñar lo que tengo o no que hacer. Están muy graciosos últimamente ustedes dos, por qué no se dejan de joder”. El tren estaba llegando a la estación, cuando de repente José siente que una mano lo empuja por la espalda y termina en el medio de las vías boca abajo. José escucha una voz que le dice: “No te preocupes, de ahora en adelante todo va a estar muy bien...”.

Joaquín Gauna Oberti nació el 11 de marzo de 2002 en la ciudad de Buenos Aires, junto a Julián que es su hermano mellizo. Cursó el jardín y la primaria en el colegio San Francisco de Sales. Antes de terminar 7mo grado fueron de viaje de Egresados a la ciudad de Tandil y pasó un buen y último momento con alguno de sus compañeros. Ahora esta en 1er año del secundario y sigue la orientación de Artes Visuales; está en la división “B”. Vivió siempre en buenas condiciones gracias a sus padres. Le gusta pintar, dibujar, jugar a la computadora y cantar. A los cinco años, su mamá empezó a leerle cuentos de ciencia ficción y magia. Cuando tenía siete, comenzó a leer con su hermano Gaturro y Harry Potter. En 7mo grado empezó a inventar cuentos de amor y, cuando se fue acostumbrando a las formas de trabajo, comenzó a escribirlas cada vez mejor. Actualmente, le gusta redactar historias alocadas y sin sentido. Recomienda su cuento “Protección sobrenatural”, ya que le encantó escribirlo y quiere compartirlo con otros lectores.


La Perdición Era un crudo invierno en Inglaterra en el siglo XVIII, y Abraham Lawrence, un hombre robusto y fuerte, y de piel blancuzca, de 43 años, estaba sentado en un banco en la plaza central de Ipswich, desierta y cubierta de nieve. Estaba pensando en su pronta mudanza hacia un pueblito muy pequeño, ya que no soportaba el estrés de la ciudad. Quería mudarse a Brons, que no era más que un conjunto de chozas arruinadas, una localidad cuyo nombre es poco conocido, y es uno de los parajes más remotos de Inglaterra, cerca de Birmingham. Abe solía ser un buen hombre, consigo mismo, pero al fin y al cabo, bueno. Era un hombre de negocios y canjes, su especialidad eran las antigüedades, y estaba muy feliz, ya que recientemente había canjeado un anillo del Rey Luis XIV por una cruz que supuestamente había sido portada por el Apóstol Pedro cuando el Diablo mismo lo tentaba, ofreciéndole todas las riquezas del mundo… Y repentinamente siente nieve en la cabeza. -Malditos niños- replicó. – ¡Largo de aquí! No querrán que llame a sus madres-. Y, mientras, un joven que pasaba le gritó –Algún día te pasarán cosas malas por tratar así a estos niños…-. -¿Y tú qué sabes?, pequeño muchacho, no sabes nada, la vida se gana con dinero, y es algo que yo sí tengo, tú no-. Luego de unos meses, finalizando ya la primavera, todas las flores de preciosos colores estaban en flor emanando belleza en Ipswich. En un agradable día, sin nubes y un brillante sol, Abe se estaba mudando, pensando en lo tranquilo que sería su nuevo hogar. Había adquirido la casa heredándola de su madre, quien se había criado allí y había tenido una feliz infancia. Pero era una casa abandonada desde hacía años, entonces tuvo que acomodarse, lo que le llevó un largo tiempo. Esta casa estaba ubicada en un lugar recóndito, cerca de un “siniestro” pantano, como lo llamaban los campesinos del vecindario. Por supuesto que Abe no era creyente, ya que “rezaba” de una forma superficial, y le interesaba la religión por motivos egoístas y ambiciosos, como pedir que le fuera bien en sus canjes o cosas que deseaba. Pero Abe era astuto, ágil y valiente, ya que, cada vez que se presentaba una situación complicada, él lo resolvía rápido y eficaz,


siempre valeroso. También daba buenos consejos, pero era demasiado necio y egoísta, siempre se quedaba todo él, y si se trataba de dinero, no valía la pena discutir. La casa era un lugar húmedo y lúgubre, oscuro, y aunque logró acostumbrarse y disfrutar la tranquilidad, solo duró unos pocos días. En un típico y caluroso día de verano, en aquel pueblo fantasmal, los pocos campesinos que lo habitaban le dieron la bienvenida. Le dijeron que se fuera, ya que una supuesta maldición lo acechaba, que se retirara de inmediato, que ni pensara en acercarse al horrible pantano, lleno de maldiciones y perdición. Abe era escéptico, así que los echó, y no prestó atención. Desafortunadamente, era muy curioso, y largos días pasaron acechándolo estos pensamientos, lo atormentaban, no podía dormir ni disfrutar su nueva casa, ni siquiera podía hacer negocios. Hasta que, en un día nublado, decidió acabar con el tormento, demostrar a los campesinos que no existía tal cosa, y se adentró en el pantano… “El lugar era la peor pesadilla imaginable, húmedo y denso, se escuchaba un silencio profundo, y en el fondo unas gotas cayendo de la punta de la rama de un tenebroso árbol. Era un pantano con aguas verdes y espesas, sin saber qué podría pasar en el fondo de aquellas turbias aguas, había mucha niebla y era fácil confundirse, pero avancé lenta y cautelosamente hacia adelante. Los pies, a medida que avanzaba caminando, quedaban, además de mojados, raros, el agua era viscosa. De a momentos se sentían suspiros y escalofríos en la espalda, un frío penetrante congelaba los huesos. Caminando, sentía crujidos, como si pisara huesos; a los costados había cabezas clavadas en las puntas de filosos palos llenos de astillas, cabezas que hacían muecas de horror, caras desgarradas. Se escuchaban voces fantasmales cantando, o era lo que yo pensaba, y se veían sombras; gritos de almas perdidas pidiendo auxilio provenían del fondo del pantano. Pero esas insistentes voces cantando... Parecían voces de niños, acompañadas de carcajadas y, de a ratos, repentinos sonidos de un reloj, anunciando la muerte. Había ojos, miles de ojos a los costados, que miraban como acusándome con una mirada diabólica, eran ojos rojos y amarillos, hasta que finalmente llegué al final del pantano, y todo pareció desvanecerse, y lo que vi era 100 veces peor y mucho más insoportable que lo visto en el


recorrido del pantano, ya que en el pantano habitaba… El Diablo en persona…” “Al verlo, intenté todo cuanto pude, desde rezarle a Dios, rogando por auxilio, hasta lanzarle la Cruz de San Pedro, que había llevado por precaución, aunque era escéptico, igual sospechaba de un Mal. Pero todo fue inútil, no podía ganar aquella batalla, sabía que Dios no me ayudaría, pues mi necedad era muy grande, y ahora sabía que existía Dios, porque el Diablo estaba en este mundo. Entonces, rompí en llanto y eché a correr, estaba desesperado y angustiado. En la persecución, el Diablo tenía ventaja, yo no conocía bien aquel paraje, y menos el inmundo pantano en el que estaba corriendo. El Diablo emitía un ruido ensordecedor, que supuse que era por irrumpir donde habitaba, y ese ruido no me dejaba pensar claramente cómo buscar una salida. Tropecé, y me quedé inmóvil en un charco de agua, sintiendo un frío penetrante en los huesos, hasta que finalmente cesó aquel molesto ruido, y no se escuchó nada más, ni siquiera las voces, carcajadas y gritos que había escuchado antes. Estaba fatigado y emocionalmente destrozado, pero debía seguir, aunque comencé a sumirme en un profundo sueño y caí dormido sobre un montículo de tierra. No recuerdo nada más, solo sé que unos labradores me recogieron y llevaron hasta mi casa, y es así como hoy estoy escribiendo esta terrorífica experiencia, y pienso que debí hacerle caso a los campesinos, así nada de esto habría pasado. Ahora comienzo a sentir extraños síntomas, a veces siento que hablo solo, o con las paredes, como imaginando que hablo con alguien, y después me doy cuenta de que estoy solo. Duermo en el piso y despierto en mi cama, ahora mi horripilante casa no resulta ser tan sombría; definitivamente aquel encuentro me cambió.” Lo que no sabía Abe era que el Diablo lo había dormido, y jugó maliciosamente con su mente, hasta quiso convertir a Abe en su voz, pero Dios quiso algo diferente, entonces lo salvó de un pésimo destino, y el Mal solo lo pudo conquistar, Abe había sido poseído por el Diablo, y a los pocos días de escribir esta escalofriante historia, los médicos aseguraron que falleció de un fuerte trauma psicológico, pero en realidad fue el ser poseído. A Abe, lo mató la curiosidad, y el haber sido tan necio, sin reconocer sus límites, y creer que con el dinero podría hacerlo todo y vivir feliz, pero el Mal le dio una lección que nunca iba a olvidar, hasta el día de su muerte.


Santiago Giagnoni Copello nació 2001, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, este adolescente argentino de 14 años tiene tres hermanos mayores: Francisco, Javier y Pablo; una hermana menor, María Eugenia; y sus padres Inés Copello y Daniel Giagnoni. Fue al Colegio San Francisco de Sales desde los tres años, por lo que tuvo una preparación literaria desde edades tempranas. Ha mostrado siempre un gran interés por la literatura, desde cuentos infantiles hasta policiales, fantásticos, de aventura, o de terror. Leyó decenas de novelas y cuentos de cualquier género de literatura, sagas o antologías. No solía leer el género terror, pero al empezar a leerlo, sintió que cuentos como los de Lovecraft, lo impulsaron a dar un giro inesperado en su carrera como escritor, y así pudo escribir un impactante cuento de terror. Siempre que se le propuso escribir cuentos para la escuela, lo hizo con gran esfuerzo y dedicación. Desde los primeros grados del primario que escribe cuentos de diversos géneros, pero esta obra en particular, fue escrita con mayor esfuerzo y dedicación, y un seguimiento más estricto. Entonces resultó ser un cuento de terror realmente escalofriante, en el que hay un ligero toque de fantasía, combinado con un miedo seductor y atrapante, sobre la vida de un hombre muy necio que sufre una terrible experiencia. ¿Logrará este hombre cambiar? Si cambia, puede ser para bien… O para mal…


Te lo advertí Carolina y Marcelo eran un matrimonio que vivía en un barrio en las afueras de la ciudad de México. Era un 20 de diciembre, se venía a navidad y Carolina se ofreció para realizar los preparativos para la Navidad. Mientras lo hacía, se cayó de las escaleras y se lastimó accidentalmente el pie. Días más tarde, empezó a tener dolores muy fuertes, la pierna se le infectó y la tuvieron que amputar. Le colocaron una prótesis, quedaron ambos muy tristes por esta situación. Tiempo después, limpiando el ático, Marcelo encontró fotos y notas. En una de las cartas decía: “el que viva en esta casa, va a sufrir las consecuencias”. Él se asustó mucho sospechando que era una maldición y le contó a Carolina, pero ella no le creyó pensando que era una broma. Marcelo empezó a preguntar a los vecinos si conocían al anterior dueño, y le contaron que vivía un hombre y su esposa, quien por estar muy enferma se había suicidado. El viudo tan solo se dedicó a mantener la casa bien ordenada, y con mucha bronca y dolor escribió la carta que él había encontrado. Cuando Carolina empezó a sentirse muy mal, Marcelo no pudo evitar relacionarlo con la maldición. En el sanatorio el diagnóstico era poco alentador, le dijeron que le crecía una mancha negra en los pulmones y que podía expandirse por todo el cuerpo. Marcelo preguntó la posibilidad de un trasplante, pero le dijeron que no. La familia de Carolina iba a visitarla siempre a la clínica. Ella se sentía muy feliz al verlos y, abrazando con mucho amor a Marcelo, le dijo que siempre lo querría. Unas horas después, él se despertó, al escuchar sirenas de tres ambulancias, fue a preguntar qué sucedía y le dijeron: “hubo un choque en la ruta que viene para el hospital”. Con un mal presentimiento, tomó el auto y se fue a ver qué pasaba en la ruta. Las ambulancias y policías rodeaban una camioneta, donde se encontraban cuatro heridos: los papás y dos hermanos de Carolina. Minutos más tarde, estaba la familia de Carolina en el hospital y Marcelo fue a contarle a su esposa lo sucedido. Ella se puso como loca, quiso ir a verlos pero él la retuvo, no la dejó, ella se puso a llorar. Él se puso muy mal y la dejó ir con la familia. Carolina salió corriendo, pero en el camino se detuvo, porque se apagaron todas las luces y se escucharon gritos y ruidos como si la estuvieran arrastrando por el


piso. Marcelo siguió esos gritos, pero en un momento se detuvieron, se encendieron otra vez las luces y vio que había un rastro de sangre y no había ninguna persona, todos habían desaparecido... Aterrorizado, fue hasta la puerta, pero, cuando se acordó de la familia de Carolina, se detuvo y fue corriendo hacia la habitación donde ellos estaban. Cuando llegó, había un espectro flotando sobre los cuerpos, Marcelo preguntó: “¿quién sos?¿y por qué mataste a toda esta gente?”. Cuando ese espectro se dio vuelta, vio que era Carolina totalmente descuartizada. Marcelo gritó: “¡¡¡¡Noooo, es mentiraaaaa!!!!” Se arrastró para atrás, se dirigió a la puerta y salió desesperado... Fue a la casa y al subir al ático encontró escrito en un espejo: “Te lo advertí”. En la noche, se escuchó un fuerte grito… Gonzalo Mario Gómez nació el 17 de enero del 2002 a las 00:50 AM en el Hospital Italiano, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sus padres se llaman Norma y Walter, se separaron en el 2004. A sus tres años le encantaba el cuento “El sapo pescador”, la mamá le leía siempre esa historia que le gustaba tanto. A los cinco años le leían un cuento en jardín que era “La Bella y la Bestia”, le gustaba por la contradicción que presentaba el personaje de “la bestia”: a pesar de su apariencia, se comportaba como un caballero. Le pareció interesante también el libro de “Club atlético Independiente”, ya que le interesaba conoceer la historia del club, como evolucionó y cómo llegó al lugar que ocupa hoy. A los 11 años en primaria leyó la historia de Las mil y una noches, fue el mejor libro que recuerda haber leído ya que le pareció muy divertido. En esta antología encontraran el cuento de Gonzalo llamado “Te lo advertí”, el cual trata sobre una pareja que vive en las afueras de la ciudad de México y tendrá que enfrentar terroríficos problemas en su nueva casa.


Unas vacaciones paranormales Estoy disfrutando de mis vacaciones, ya terminé la secundaria con 17 jóvenes años, sin ninguna materia pendiente por suerte. Me quedé solo en mi casa, mis padres se fueron al Caribe a veranear todas las vacaciones, cosa que no hacen a menudo. A mí no me gusta irme de vacaciones, prefiero quedarme solo en mi casa. No tengo ni tuve amigos, siempre me costó socializar con las personas, por eso, me pasaba horas, días, semanas enteras solo. Lo que más hago es dormir, disfrutar mi tiempo libre más que nada. Pero con el paso del tiempo, fui notando que había algo extraño en la casa, como una presencia paranormal, y eso es a lo que más le temo. Se movían las cosas de lugar solas, se escuchaban gritos de mujeres, gritos de dolor, desgarradores. Eso me dificulta dormir y mantener la cordura, hay veces que no sé si es una pesadilla o la realidad. Se escuchan crujidos de los tablones de madera del piso y de las puertas, pues mi casa es muy antigua. Se abren las ventanas solas, se prenden radios y muchas más cosas que no quiero contar por miedo a que, por decirlas, me convenza de que todo esto es realidad. Estoy cansado, no duermo hace 3 días, intenté salir a despejarme un poco, pero parecía que esa presencia extraña que compartía conmigo días y noches enteras, me seguía a todos lados. Lo que más escalofríos me provocó fue que, al estar caminando por el parque, las hojas se arremolinaron y, con el viento, se depositaron delante mío formando la frase: “¿Tienes miedo?”. Ya no sabía qué hacer, así que recurrí a la Iglesia para pedir ayuda. Me encontré con un cura en el sagrario y le comenté mi problema. Él se mostró impresionado al notar la gravedad del asunto después de insistirle en que me ayudara y que todo esto me estaba pasando y me tenía demasiado preocupado. Me dijo que él me ayudaría con un exorcismo, ya que él había realizado este tipo de rituales. Me advirtió que no volviera a la casa si no era con su compañía. El día del exorcismo llegó, no tenía más ganas de vivir esta situación horrorosa. Le pedí al sacerdote que fuera rápido. Empezó el ritual con un par de oraciones en otro idioma, el cual no sabría decir cuál es. Se empezaron a mover los muebles bruscamente, yo no entendía muy bien lo que estaba pasando, estaba en estado de “shock”, se escuchaban gritos de


furia, las luces se prendían y apagaban sin cesar. A pesar de todo, el cura seguía haciendo lo suyo y al cabo de unos minutos se hizo presente una figura desagradable, despidiendo fuego y unos alaridos paralizadores. El fraile gritaba : “¡Sal de esta casa espíritu maligno, sea lo que sea que quieras hacer márchate en este momento!”. Al terminar de pronunciar estas palabras, todo se sacudió y la figura diabólica se fue apagando y desapareciendo de a poco. En la casa ya se sentía un clima más agradable, se podía vivir tranquilamente, el sacerdote se quedó a vivir una semana conmigo por si llegaba a pasar algo más. Al notar que no sucedió nada más, le agradecí mucho por ayudarme a superar este inconveniente aterrador. Me pidió que le prometa que tenga Fe en Dios y que le pida ayuda cada vez que la necesite. Un corto tiempo después, volvieron mis padres de sus vacaciones, estaban felices de verme y viceversa. Les conté todo lo sucedido y quedaron impresionados al comprobar que pasó de verdad. Hoy día sigo viviendo en esta casa, ya pasó casi un año de los hechos, y de vez en cuando antes de dormirme escucho algunos sonidos inquietantes, voces bajas como pidiendo ayuda. Aunque pensé que había superado el miedo a lo paranormal, me di cuenta de que sigo teniéndole fobia, no sé si será verdad todo lo que sigo viendo, solo sé que me persiguen por todos lados y que algo quieren de mí. Todavía no sé quién es esa desagradable entidad maligna, pero lo averiguaré como pueda. Julián Gonzalez Torquiaro nació un 22 de de diciembre del 2001 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una época complicada para el país. Aprendió a leer a los 4 años y, acto seguido, a escribir a los 5, gracias a que sus padres le enseñaron. Tiene un hermano mayor, Juan, y una hermana menor, María Paz. De chiquito le encantaba ver muchas películas, su favorita de siempre fue “El hombre araña”. Aunque siempre tuvo facilidad para leer, no es algo que le guste mucho en realidad. En la escuela primaria escribió varios textos, la mayoría eran fantásticos, aunque le gustaban los cuentos de terror y suspenso. Su forma de escribir es muy detallista y centrada en el entorno. En la presente antología se incluye su última obra, “Unas vacaciones paranormales”. En este cuento, el autor explora el género terror a partir de la historia de un joven, decidido a disfrutar sus vacaciones en soledad, a quien su propio hogar le reserva varias sorpresas.


El fantasma Era una noche como todas, corría el año 1997, en un pueblo bien apartado de la ciudad llamado “Heven”. Este pueblo tenía una trágica historia con un misterio nunca resuelto. Muchos años atrás, una joven había sido brutalmente asesinada por un ex convicto que vivía en la casa más alejada del pueblo. Los habitantes indignados fueron a buscar al asesino, pero había desaparecido sin dejar rastros. En la actualidad, nadie visitaba esa zona del pueblo a causa de esa misteriosa historia de asesinato y desaparición y de los rumores acerca de una fantasma que aterraba a todo aquel que se atreviera a acercarse al lugar. Santiago, un chico alto de 13 años con ojos oscuros y pelo rubio, ligado a este crimen a través de su abuelo, íntimo amigo de la niña asesinada durante su infancia, caminaba hacia la casa abandonada donde había ocurrido el crimen con el fin de resolver finalmente el misterio de la desaparición del asesino para que los habitantes del pueblo dejen de culpar al abuelo por el asesinato. Para ello, contaba con la ayuda de sus mejores amigos: Marcos de 12 años, Lucy de 14, Franco de 13 y Juana, la más pequeña del grupo, de 12 años recién cumplidos. Tan pronto como llegaron al destino previsto, Juana y Marcos se paralizaron del miedo, no así Franco y Lucy que, sin dudarlo, fueron lo primeros en entrar al lugar. Santiago también estaba asustado y más aún porque su mamá le había prohibido acercarse a esa casa abandonada y desconocía los motivos. Pero la realidad era que había sido su abuelo uno de los protagonistas de esa aventura de niños que había terminado en tragedia, ya que él había logrado escapar del asesino y no así su amiga Julieta, la joven asesinada. Al entrar a la casa, Franco y Lucy se dieron cuenta de que Santiago ya no estaba con ellos y, después de escuchar un ruido escalofriante, huyeron corriendo. Juana y Marcos, que nunca habían entrado, ya no estaban en la entrada de la casa y, como Santiago no aparecía, pensaron que también había escapado con ellos. Esa noche cada uno fue a dormir a su casa, excepto Santiago que nunca volvió. Nadie se dio cuenta de su desaparición hasta el día siguiente cuando su madre tratando de localizarlo llamó a la casa de Franco. Todos desesperados fueron a la comisaría, donde se encontraron con la novedad


de que Santiago había finalmente descubierto el misterio. El ruido que habían escuchado Franco y Lucy había sido Santiago cayéndose al sótano donde, al despertarse de su desmayo, encontró los restos descompuestos del asesino de la amiga de su abuelo. Muy aterrorizado por los restos que emanaban olores hediondos del cuerpo putrefacto del asesino, llamó a la policía, quienes finalmente declararon al abuelo de Santiago inocente luego de tantos años de culparlo. Luego de unos meses, Santiago fue al bosque a juntar piñas para una fogata con sus amigos y escuchó la voz de una joven desesperada pidiendo ayuda. Él, como haría cualquier otro ser humano, fue a ver qué sucedía. No había nadie pero la joven seguía desesperada gritando más y más fuerte. Santiago, siguiendo la voz, se perdió en el bosque y hasta el día de hoy nadie supo lo que le sucedió ni a él ni a la joven. Lourdes Jazmín Lago nació un día como todos, el 30 de Octubre de 2001, en Buenos Aires. Su familia está compuesta por: su padre, llamado Claudio Roberto Lago; su madre, Claudia Lombardini, y su hermano mayor, Santiago Nicolás. Su gusto y amor por la escritura nació en el año 2006, cuando ella estaba en salita de cinco en el colegio San Francisco de Sales, y escribió su primer diario íntimo, luego de leer un libro de Gustavo Roldán que la inspiró para ello. Luego, continuó leyendo cuentos de terror gracias a que su tía le regaló uno, casualmente el cuento trataba de Halloween y le gustó mucho porque se identificaba con la protagonista de la historia que había nacido el mismo día que ella. Ella no es la única escritora de su curso gracias a que el colegio San Francisco de Sales, se renovó con una orientación artística que reúne talentosos jóvenes con gran futuro en el área de la literatura.


Sin Título Se habrán preguntado: ¿Por qué el cuento se llama “Sin Título”? Porque creo que a esta historia no se le podría poner un título: es demasiado extraña para tener un título. Mi nombre era Alai, sí ya sé, un nombre algo raro según me contaron mis padres adoptivos, mi mamá me puso ese nombre. Tenía 16 años y vivía en Tucumán en un pueblito llamado Banado realmente aburrido para que una adolescente viva acá, ya que no hay absolutamente nada divertido para hacer. Mi mamá murió el día en que nací, según me dijeron era una persona buena, amable y muy bonita, pero también dicen que yo heredé su belleza, así que tan linda no debía ser, y de mi papá ni siquiera el nombre se sabe. Pero por suerte tengo a mis papás adoptivos, a mi mamá Mercedes y a mi papá Juan. Fui a tres escuelas diferentes en toda mi vida, pero me sacaron por mi poca integración con los otros chicos. Ellos siempre pensaban en cuál sería el próximo juguete trucho que saliera, como algun autito o alguna muñeca, pero yo solo pensaba en cuándo iban a comprarme el próximo libro de Julio Verne. Aunque esta historia no va de eso, esto es para contarles cómo me conocí a mi misma, mejor dejo de contar no quiero arruinar el final. Todo comenzó un 13 de junio justo el día de mi cumpleaños. Sé que a todos les emociona el día de su cumpleaños, pero sinceramente para mí es el peor día de mi vida. Me hace recordar que mis papás verdaderos no me querían, aunque mi mamá hubiera muerto, bueno más bien me hacen recordar todos mis compañeros que soy “Alai la huerfanita”. Pero ya verían, la venganza sería fatal ya que este día no iba a ser como mis otros horribles cumpleaños, este iba a ser completamente diferente. Apenas llegué a la escuela, ese día, ya me castigaron por llegar tarde, no es mi culpa vivir lejos, pero lamentablemente no podía hacer nada. Luego llegué a la clase y todo el mundo me miraba, sabían que era mi cumpleaños pero no decían nada. Ya sabían que no era tonta y que podía ver en sus miradas todas esas burlas que tenían guardadas y que iban a salir a la luz. En el recreo, el grupito de una chica, llamada Paloma, vino a molestarme con el tema de mi cumpleaños porque ella se creía la más bonita, la más popular en la escuela y la mejor de todas solo por tener a sus papás millonarios. Ya era el mediodía, por suerte, era hora de salir de la escuela pero


cuando salgo nunca hay nadie en la calle. Entonces, caminé hasta mi casa y me encontré con una amiga de Paloma, Victoria, y con el novio de Paloma, Noah. Todos en la escuela sospechan que Noah está engañando a Paloma con Victoria, pero yo no sospecho nada, ya lo tengo confirmado, ya los había visto besándose así que sabía que algo pasaba, hasta ellos saben que los vi y eso es lo peor porque sé que algo van a hacer. Ese mismo día, ellos planeaban una pelea para que yo mantuviera la boca cerrada, pero cuando Victoria empezó a amenazarme y a golpearme, una furia interior se despertó en mí. Sentí algo que nunca antes había sentido hasta que puse mis manos delante de mí y, no sé cómo, logré lanzar a Victoria y a Noah lejos. Yo no hice ningún esfuerzo físico, solamente fue como si hubiera aparecido una onda de viento y se los hubiera llevado, igual la imagen de Victoria y Noah volando lejos de mí fue exactamente lo mismo que pasó. Cuando llegué a mi casa, empecé a explicarme teorías a mi misma de qué era lo que había pasado hasta que no tuve más opción que reconocerlo, tenía poderes. Ponía mis manos delante de mí y me di cuenta de que solo podía hacer que pasaran cosas que no podría hacer como persona que soy. Yo nunca podría matar a alguien, por ejemplo, pero este poder sí podría, ya que eso hice con Victoria y Noah y sí, esa noche encendí la televisión y estaban las noticias pero a los conductores no se les ocurrió un mejor día como este para poner la noticia de la muerte que yo misma había ocasionado. Después mi venganza fue transcurriendo con un poco de ayuda de mis poderes. Poco a poco pude ir practicando y ya tengo varios hechizos que sé lo que significan aunque algunos son buenos y otros son malos. Mi venganza comenzó con mis compañeros más débiles, a ellos ni siquiera podía hacerles nada con mis poderes, porque si les hacía algo con mis poderes los mataba, así que solo los intimidé. Después fui con la nueva cómplice de Paloma, Silvia, con ella sí o sí tenía que usar mis poderes, pero fue bastante complicado. Al principio utilicé un hechizo de transformación, con el que la transformé en un sapo, pero solo durante 30 segundos. Quise lanzar otro hechizo pero me quedé tiesa, como una piedra. Mi poder se había apoderado de mí pero no podía pararlo, lanzó un montón de hechizos que matan sapos y Silvia terminó muriendo como un sapo, yo no quería matarla solo asustarla para que no me molestara más pero aún así salió mal. Luego mi siguiente víctima fue Paloma, a ella no iba a lanzarle hechizos y listo, me tenía que encargar yo misma. Nos reunimos en la


terraza que hay en el colegio y nos pusimos a discutir. - Paloma, ¿por qué siempre tenés que molestarme en mis cumpleaños con la misma broma de siempre?- dije muy angustiada. - Mirá, justo ayer iba a decirte...- justo la interrumpí. - No me importa lo que ibas a decirme, yo hoy vine a cobrar venganza por todos esas burlas y esos años de pura humillación. - No me hagas nada, por favor, déjame que te diga lo que te tenía que decir- dijo suplicando. - Ya te dije que no me importa- Estaba decidida, no iba a dejar que mis poderes interfirieran, yo quería asesinarla, yo iba a matarla Utilicé el hechizo asesino, ni siquiera lo pensé solo lo hice hasta que ella reaccionó: -¡Alai, ayer iba a pedirte perdón de rodillas, te estuve buscando por todos lados y no te encontraba!- dijo desesperada. Cuando escuché eso mi primer instinto fue detener el hechizo, costó y al final lo logré, salvé a Paloma. Aún no me sentía bien: yo había acabado con 3 vidas involuntariamente pero esta cuarta casi lo hago por mi propia cuenta y yo nunca creía que podría hacer algo así. Por eso, decidí acabar con una vida más, con la mía: no podía seguir viviendo con este poder que iba a apoderarse de mí siempre. Preferí no seguir viviendo y me tiré de la terraza del colegio. Al menos sé que descubrí mi verdadero yo, pero no podía seguir viviendo con él. Camila Belén Luna nació el 25 de Junio de 2002 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ahora tiene 13 años, está en primer año de secundaria en el Colegio y Oratorio San Francisco de Sales. Su familia está compuesta por su mamá, Verónica Luna; su papá, Sebastián Ordoñez, su hermano, Ignacio, y su hermana, Lucía. Su mayor pasión en lo que refiere a deportes, es el patinaje artístico sobre hielo, ya que lo que más le gusta es que su mamá, aprovechando su experiencia, la entrena. Escribió su primer cuento para otra antología que realizó en la primaria. La historia se llamaba "El mono de vacaciones", aunque se trata de una escritura muy poco avanzada, ya que, en ese momento, ella sólo tenía 8 años. Le gusta leer los géneros fantástico, policial y también las novelas dramáticas con un toque de comedia y relacionadas con situaciones reales del mundo. Escribió su relato “Sin Título”, teniendo en cuenta los conceptos del género de terror combinado con el dramático. Cabe aclarar que le agregó un toque personal relacionado con el mundo real, a la vez que el cuento tiene su parte fantástica. Resumido en otras palabras: su cuento es una combinación de elementos de los distintos géneros, entre los que se destaca el terror.


Corazón Salvaje Observé, de cerca, cómo la ambulancia se llevaba el cuerpo sin vida de mi madre al hospital. Todos me decían que me quedara tranquilo, que ella estaba bien y se iba a recuperar, pero yo sabía que no era cierto. Ella estaba muerta, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Aun pensando que el que debería estar ahí era yo. Todo pasó muy rápido, casi no pude notarlo, pero ella sí. Y yo la vengaría. Los que le hicieron esto pagarán por ello, con sus vidas, como lo hizo ella. Mi madre era una persona de buen corazón, inocente, amable con todo el mundo y generosa; la mejor persona que alguna vez conocí. No merecía este final, no merecía morir, y yo tampoco merecía haber vivido para contarlo. En fin, dos días después la declararon oficialmente muerta. Con toda la rabia guardada dentro de mí, y el rostro inexpresivo, logré dar el testimonio a las autoridades y librarme de toda persona que sintiera lástima por mí, “el joven huérfano y con problemas psíquicos”. Todos, excepto uno. -Jordan, ¿te sientes bien? Estás algo pálido… - me dijo un hombre alto y de piel morena, que solía ser compañero de trabajo de mi padre, en la policía, hace mucho tiempo. -Así es mi piel, John. Pero creo que no me vendría mal ir a descansar un poco a casa. -Lo siento, tengo que hablar contigo justamente de eso. - Por el modo en que lo dijo y su tono de pena en la voz, pude darme cuenta de que era una mala noticia. -¿Qué pasa? ¿Qué es lo que no me estás diciendo?- pregunté sin querer saber la respuesta. -¿Es sobre mi madre? -Sí, y sobre la casa en la que vives. Tu madre era la encargada de rentarla, pero ahora que no está, no hay nadie que pueda pagarla. Lamento decirte que deben desalojarte de allí. Por suerte, descubrimos en los archivos de tu madre que ella todavía seguía siendo dueña de la casa en la que te criaste de niño, por eso, ahora es tu propiedad, y puedes vivir ahí hasta que consigas dinero para otra casa y puedas venderla. Asentí, y me dirigí con él hacia la comisaría, para recoger todos los papeles del trámite y comenzar a guardar todas mis pertenencias para la


mudanza. A la mañana siguiente, después del entierro, me despedí de John y tomé el micro más rápido hacia mi nuevo hogar. Decidí dejar mi carrera universitaria de filósofo por unos meses, hasta que me adaptara a mi nueva situación de vida, o por lo menos lograra salir adelante. Recordaba perfectamente la casa de mi infancia; tan bien como los recuerdos que tengo en ella. Era una casa de campo, grande, pero antigua y descuidada. Actualmente se encontraba en un estado lamentable. Estaba muy deteriorada, sucia y sin electricidad, pero tuve que conformarme con eso, era lo único que tenía. Una dulce anciana vecina, que vivía en el terreno de al lado del mío y tenía una granja, me dio la bienvenida y me regaló una canasta llena de quesos frescos, leche, fiambre y dos docenas de huevos. Le agradecí por todo y entré a la casa. Como esperaba, estaba todo bajo la mugre total. Telarañas, insectos, polvo y suciedad por todas partes. No tenía las más mínimas ganas de hacer limpieza en ese momento, ya que el viaje había sido largo y quería descansar. Pero no tuve elección, no podía dormir en esa pocilga, así que me puse a limpiar uno de los cuartos que iba a usar como dormitorio. Elegí el más grande. Todo estaba igual que como había quedado el día en que nos fuimos. Pasaban las horas y yo todavía seguía limpiando el cuarto. No pude evitar recordar los momentos que viví allí de niño: los juegos interminables, las pistas de carreras que armaba con mi padre, los aviones de papel, el borroso recuerdo de una niña rubia con ojos celestes llorando, la sonrisa de mi madre, la época en que era feliz y ni siquiera era consciente de ello. A medida que el sol iba bajando, mis fuerzas se debilitaban y la intensidad del sueño aumentaba. Al llegar las nueve y media, las alucinaciones comenzaron a ser inevitables, el cansancio me venció y me quedé dormido sobre el viejo sofá rojo. Esa noche, soñé con el día de la tragedia. Era un día oscuro y lluvioso, mi madre se había quedado conmigo en casa porque estaba enfermo, pero papá tenía que ir a trabajar y llevar a Lizzie, mi hermanita, al colegio. Ella, rápidamente, se puso sus botas rosas de lluvia, saludó a mamá y se fue con papá al auto. Ese mismo día, a la tarde, recibimos la llamada de un hospital para informarnos que habían tenido un grave accidente de coche en la calle y no habían sobrevivido. A partir de ese momento, solo fuimos mi madre y yo, hasta hace algunos días. Ahora solo soy yo, en medio de la nada, alucinando y teniendo


pesadillas sobre un pasado que cambiaría todo mi futuro. Pasé el resto de la noche soñando con los sonidos de disparos, vidrios rotos, y gritos de mi familia, pensando que era todo una pesadilla, pero cuando me desperté me encontré con una realidad no muy diferente. Mi nueva vecina tocaba a la puerta desesperadamente mientras yo dormía. -Mmm, un segundo señora, ya le abro.- Me corrí el pelo platinado de la frente y fui hasta la puerta para abrirla con cara de dormido. -Disculpe que lo moleste jovencito, pero quiero que esté al tanto de la situación. Ayer por la madrugada algo o alguien asesinó a cuatro de mis gallinas y descuartizó a una de mis vacas, no sé por qué motivo habrá sido ni me interesa, pero solo quiero advertirle que tenga cuidado, esta es una zona peligrosa para vivir solo. Si alguna vez necesita o le pasa algo puede contar conmigo, lo que hizo eso es un monstruo, y pronto será atrapado.dijo acentuando la palabra “monstruo” con cara de desagrado. -Gracias señora, es muy amable por todo.-respondí sin saber qué decirle, la invité a pasar adentro y la tranquilicé con una taza de café (que era lo único que tenía).- Puede estar segura de que yo me haré cargo de él. Me sentí bien al decir eso, porque por fin podré hacer algo bueno por otra persona para sentirme orgulloso de mí mismo, y detener a esa bestia que anda matando a animales inocentes. Quiero detenerlo, y eso es lo que voy a hacer. Más tarde, cuando la sra. Williams se calmó y me contó todo detalladamente, hicimos un trato. Yo trabajaría en su granja y en investigación de los asesinatos y ella a cambio me ayudaría con la instalación en mi domicilio, la integración a la nueva sociedad y me pagaría un sueldo mínimo por el trabajo hasta que consiguiera uno estable. Luego se levantó de la mesa y salió por la puerta silenciosamente diciendo que me esperaba en su granja a las diez y media de la mañana. Fui al baño, me lavé la cara tres veces, me arreglé y traté de parecer más decente; aunque sin mucho éxito. En mi mirada resaltaban las enormes y oscuras ojeras, debajo de unos ojos rojos y chiquitos cubiertos por el pelo. Se notaba que no había tenido la mejor de las noches. Cuando entré al gallinero, había marcas de arañazos a lo largo de todas las tablas de madera que lo rodeaban, y huellas que parecían humanas a pesar de las pisadas de las gallinas. Estas llegaban hasta los arbustos entre el límite de sus tierras y las mías. No pude evitar pensar que este “monstruo” podría encontrarse ahora mismo en mi casa, y yo ni


siquiera había sentido su presencia durante la noche… Ese día fue muy agotador, entonces, al entrar en mi casa solo bastó acostarme en el viejo sillón de mi madre para quedarme totalmente dormido. Era temprano, pero como había comido en la residencia de la sra.Williams que tan amablemente me ofreció un almuerzo, no iba a desaprovecharlo. Mientras dormía, pasó por mi mente todo lo del asunto de la bestia y sus motivos para asesinar pequeños animales indefensos. ¿Por qué lo haría? ¿Será que al ser un animal no se daba cuenta de lo que causarían tales enfrentamientos? Por supuesto, no me pareció bien lo que estaba haciendo, pero supongo que tenía razones para hacerlo. Debía de ser una criatura muy desesperada y solitaria para tener que recurrir a esas acciones, pero en fin, nada justificaba lo que hacía. Al levantarme, pude notar que mi muñeca y mi rodilla estaban lastimadas y sangrando. Seguramente me dañé trabajando en la granja y no me di cuenta. Últimamente estaba muy distraído y cansado, me costaba asimilar todo lo que había sucedido en tan poco tiempo. “Era domingo, día de iglesia.” La bella, pero pequeña, iglesia del pueblo se encontraba a unos cinco kilómetros de las hectáreas del campo. La misa de aquel día fue en verdad muy hermosa, a pesar de que unos minutos después de entrar, me empecé a sentir mal. No tardé mucho en empeorar cuando el cura levantó la cruz, el cáliz y el pan para la comunión, y comencé a sentirme mareado y sin aire. Él llegó a mí poco antes de desmayarme, y luego solo alcancé a cerrar los ojos y esperar a que todo se pusiera negro. Estaba oscuro, oscuro y muy frío. Me sentía diferente, como si no estuviera tan consciente de lo que hacía. La cabeza me estaba por estallar, deliraba, temblaba y gritos desesperantes salían por mi boca sin llegar a formar palabras. Tenía hambre. Me levanté del sucio suelo de lo que parecía ser una pequeña y sombría choza tratando de recuperar el equilibrio, y recorrí la estancia. Me paré frente a un espejo viejo y ovalado, y me sorprendí al ver mi reflejo en él. Parecía que no había comido durante un mes, estaba desnutrido, más pálido de lo normal, y mis ojos que normalmente eran grises se tornaban a un color tan negro que era imposible distinguir la pupila del ojo. Más sorprendente fue cuando me di cuenta de que las uñas me habían crecido tres metros y estaban afiladisimas, y mis dientes estaban tan en punta como los de un vampiro. Ella apareció de repente, al lado mío. Pude percibir el miedo en sus ojos, quiso huir, pero para cuando reaccionó ya era en vano. La agarré velozmente del cuello y la empujé contra el espejo, haciendo que este se


rompiera en mil pedacitos que se esparcieron por todo el cuarto. La volví a sostener pero esta vez con mis dos manos sobre su cintura. La señora Williams no dejaba de retorcerse para escaparse de mis ágiles y rápidas manos, y aunque estaba decidida a hacerlo le iba a costar demasiado. Mientras yo luchaba conmigo mismo para saber qué rayos estaba haciendo, ella alcanzó con su brazo un pedazo de vidrio roto y lo clavó en mi hombro diciendo: -¡Sabía que había algo raro en ti, bestia del demonio! Gruñí lo más fuerte que pude, la señora Williams cayó de mis manos al piso y yo me arranqué el pedazo de vidrio del hombro. -¡Lo vas a pagar anciana!-grité- ¡Todo el mundo va a pagar por lo que le hicieron a mi familia!¡No va a quedar nadie vivo hasta que me devuelvan lo que me fue arrebatado! -¡Estás loco!¡Debí notar que justo en el momento que apareciste las cosas empezaron a ponerse mal!¡Pero lo siento!¡Ese fue mi error!¡Quédate aquí o habrá peores consecuencias!¡Llamaré a la policía!- exclamó mientras salía corriendo. Intenté seguirla, pero estaba empezando a marearme por la pérdida de sangre. Tropecé con una madera suelta del piso, y caí sobre él, clavándome un par más de vidrios en el pecho. Llorando y lamentando todo lo que había hecho, supliqué a Dios que acabara con mi dolor y me quitara la vida para poder reunirme con mi familia. Creo que en el fondo, dentro de mí, sabía que era la bestia. Siempre fui la bestia. Escondida tras el cuerpo de un humano que soportaba toda la ira, la tristeza y la rabia, y después de muchos años de estar en las sombras la verdadera bestia surgió. Nunca iba a poder perdonarme, lo sabía, pero tal vez un Dios piadoso y misericordioso pueda ser el que alguna vez me perdone. Sostuve el pedazo de vidrio más grande que encontré, y sin pensarlo dos veces lo clavé en mi corazón. Escuche las voces de mis seres amados llamándome a su lado, y por primera vez, sin sentir culpa alguna me dejé ir. -Nunca me había sentido tan...ligero- dijo suavemente, luego sonrió, cerró los ojos y murió. Leila Marano nació en Buenos Aires (Argentina), el 11 de agosto de 2001; creció leyendo las historias de Harry Potter de J.K. Rowling y Hush hush de Becca


Fitzpatrick. Luego, más adelante, clásicos como El Principito y Cumbres Borrascosas, otras novelas como Cazadores de sombras, Maze runner, y más. Cuando no está leyendo, lo más probable es que esté dibujando, bailando o viendo series de misterio y drama. Su escritora favorita es Cassandra Clare, y su libro preferido Los Juegos del Hambre. Actualmente estudia artes visuales en el colegio San Francisco de Sales. Con respecto al género literario de terror, no tuvo mucho contacto con él en sus años de vida hasta ahora. Trata de evitarlo, aunque haya leído algunas historias. Para escribir el cuento “Alma Salvaje”, se inspiró en los puntos claves para provocar miedo a los lectores, en cuentos de terror mezclado con lo fantástico y otras situaciones, e intentó transmitirlo a través de los hechos que narra desde su punto de vista el personaje principal. Los cuentos de terror de esta antología son una excelente oportunidad para pensar mientras leés una historia de terror. Adentrarse y poder sentir lo mismo que los personajes del libro, pasar por esas situaciones en tu mente, y poder imaginarlas como quieras son algunas de las grandiosas cosas que tienen los libros. Por esto y más, es muy recomendable este conjunto de historias creadas por los alumnos de primer año del colegio San Francisco de Sales.


Lo que nos llevamos al morir Hay historias que dan mucho miedo, tanto que las personas se vuelven locas, o al apagar la luz se esconden bajo sus sábanas y no pueden dormir. Esta es una de ellas. Todo empieza con un niño de nueve años llamado Ryan. Él vivía en un pueblo desconocido de Canadá, silencioso pero interesante, con pequeñas casas, una al lado de la otra. También había un parque de diversiones muy popular, que se llamaba “El parque del miedo”. Un día el papá de Ryan lo llevó, fueron solos, no tenía amigos, era solitario y los niños eran crueles. Él murió ese día por un accidente. Ryan se subió a la montaña rusa solo, ningún chico quería ir con él. Los tornillos se soltaron, la montaña rusa se cayó a pedazos y el cuerpo de Ryan quedó entre los escombros. Después de eso, el parque tuvo una denuncia del padre del niño y cerró, quedando totalmente abandonado y olvidado por todos. Dicen que allí está el fantasma del difunto Ryan y que planea vengarse de todas las personas que entren al parque. *

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3 Años después... Link estaba parado en la puerta del colegio, esperando a Simon y a Nicole en su último día de secundaria, tenía el pelo oscuro, casi negro, desordenado y desprolijo, una cara delgada, ojos azulados y cejas gruesas. No era un buen alumno, tuvo muchos problemas por faltar a clase, pero su familia lo entendía, él había sufrido por la muerte de su hermano gemelo, Connor, eran muy unidos, casi inseparables. Su mayor miedo era perder a las personas que más quería. Siempre estaba con Simon, un chico ingenioso y aplicado, eran como hermanos (pero no tan unidos como Link y Connor) y hacía dos años ellos habían conocido a Nicole, la chica nueva, ella era muy fina y dulce pero su estilo era diferente. Ahí estaba Link, cuando llegaron Simon y Nicole, hablaron con él sobre qué podían hacer en el verano. Simon tenía ojos verdes, pelo castaño y labios finos y sensuales, era muy flaco y tenía anteojos, era el típico nerd lindo. Él sí era un alumno estrella y muy alegre. Nicole era hermosa, con unos ojos marrón claro y una sonrisa tan radiante


y traviesa, su cabello era castaño con muchas ondas y una mechita de color rojo. Los tres estaban hablando de salir de viaje en el verano cuando sonó el timbre de la primera hora y fueron directamente a clase. Después del colegio, ellos decidieron que viajar al norte de Canadá era una gran idea y podrían ir de campamento a uno de los bosques. Una semana después, Link agarró el auto de su papá y se fue con Simon y Nicole a Canadá, era como una aventura, todos ellos juntos en el bosque. Cuando llegaron lo único que hicieron fue preparar el campamento y dormir, al otro día se levantaron, caminaron en el bosque y agarraron ramas para su fogata. Pero cuando decidieron volver no sabían dónde estaban, así que siguieron caminando y caminando, todos estaban sucios, muy sucios y cansados, querían volver. Caminaron horas y horas; ya se hacía de noche. Estaban por descansar en un árbol cuando de repente Nicole encontró un camino que seguramente antes era una ruta. Esta llevaba a una puerta con reja sucia y oxidada, decía “El Parque Del Miedo”, eso hizo que todos se quedaran perplejos parados en la puerta. Link sugirió que entraran, ya que era más “seguro”. Pero Simon no quería entrar ya que parecía abandonado, todo estaba destruido, sucio y podría haber cuervos y hormigas (Simon los odiaba, les tenía miedo por una experiencia de niño), pero al parecer Link y a Nicole no les importó y entraron. Los tres estaban parados allí en la entrada, estaba todo oscuro, había juegos abandonados y antiguos, el parque estaba silencioso, frío y con un olor desagradable, se escuchaba el sonido de cuervos peleando y sí, Simon se asustó, y corrió hasta la puerta de un juego. Ese juego se llamaba “El túnel de los gritos”, Nicole entró con los chicos y se fue a dar un paseo en un túnel largo y muy oscuro, tan oscuro que no podías ver casi nada. Simon se sentó en un vagón que seguramente antes se usaba para recorrer ese lugar, Link sacó su teléfono e intentó comunicarse con alguien, pero era imposible, ellos estaban allí cuando de repente se escuchó un grito de Nicole. Corrieron hacia ella y le preguntaron si se encontraba bien, pero se quedó parada sin hablar. Caminaron por el túnel, pero esta vez todos juntos y los chicos le preguntaron a Nicole qué le había pasado, explicó que estaba caminando cuando un palo grande de madera se quedó flotando en el aire junto a ella, una extraña y transparente forma humana estaba allí. Decidieron no hablar de eso ya que Nicole estaba muy rara y asustada. Se quedaron en una carpa vieja que al parecer era de un circo que se presentaba cuando el parque todavía no había cerrado. Nicole y Simon se


durmieron en dos mantas rotas que estaban adentro pero, Link se fue a “investigar” el parque porque tenía hambre. Encontró un kiosco, cerrado y con un candado enganchado a las puertas y lo rompió con una barra de metal gruesa que se encontraba allí, luego entró. Había muchas cosas, todas cubiertas con polvo o suciedad, el mostrador estaba lleno: paquetes de caramelos, mentas, dulces, chicles, etc. En una estantería de al lado se encontraba lo salado: papas fritas, doritos y maní, también bebidas dentro de una heladera desconectada. Se fue con una bebida, cigarrillos, cuatro paquetes de chicle y después, a dormir. En la mitad de la noche, Link salió a fumar y Simon se despertó. Le preguntó a Link qué hacía despierto, él dijo: “Dormir durante el día y despertar en la noche es la mejor sensación del mundo”, se quedaron hablando y viendo cómo volver al campamento. Unos minutos después Nicole se levantó, los tres salieron y empezaron a recorrer todo el parque, juego por juego, no había nadie, pero escucharon un sonido, venía de la montaña rusa. Fueron corriendo, estaba allí, toda destruida, escalofriante y con muchas telarañas, ahí fue cuando los chicos se dieron cuenta de que lo que había dicho Nicole era cierto...una figura de un niño los miraba, era transparente, con todo el cuerpo lastimado y sangrando, era ese chico del cual se hablaba desde hacía años, era Ryan. Él trato de asustarlos y lo hizo, Nicole empezó a gritar, Simon se echó a correr como una niñita asustada. Link se quedó parado buscando con su mirada algo con que pegarle a Ryan, al verlo, Simon lo ayudó. Luego, Nicole comenzó a hablar con él, preguntándole qué quería. Él respondió con maldad diciendo que lo único que quería era venganza, muerte y dolor. Fue así como con toda su ira tiró un palo de metal en la cabeza de Simon, quien se desplomó en el piso, Link empezó a gritar y salió corriendo hacia él. En ese momento Nicole también corrió hacia él, pero Ryan se metió en su cabeza, mostrándole un paisaje todo oscuro, donde lo único que se veía eran cuatro paredes y el suelo lleno de arañas. Link no pudo contener el llanto, Simon tenía toda la cabeza cubierta con sangre, le empezó a hablar: “Link eres mi mejor amigo, nunca me abandonaste, me ayudaste cuando era el chico nuevo y nadie me hablaba, a pesar de que somos completamente diferentes, entendí que eso que teníamos de diferente era lo que nos unía, no quiero morir y tal vez estoy exagerando, seguramente me llevaran al hospital y me ayudaran pero admito que estamos muy lejos de casa y eso es muy poco probable, así que te diré mi frase favorita que tú dijiste en historia: “Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años (Abraham Lincoln)”


Los gritos de Link eran desgarradores, él no quería perder a la persona más cercana que tenía, pero, sabiendo que no todo estaba perdido, se sacó su camisa y le vendó la cabeza a su amigo. Nicole seguía en su sueño atormentada por todo lo que pasaba en su cabeza, arañas en todos lados y ella tratando de encontrar un salida, Link escuchaba los gritos de Nicole que estaba flotando en el aire inconsciente. Él trató de gritarle que todo iba a estar bien, que solo tenía que superar su miedo y tratar de escapar, levantó a Simon lo arrastró por la tierra y lo dejó en la carpa en la que habían dormido. Ryan también se metió en la cabeza de Link, estaba en un cuarto todo oscuro, no había nada, solo dos sillas en las que él y Ryan estaban sentados uno enfrente del otro. Link le dijo que tenía una manera de resolver todo esto pero que antes Ryan le tenía que decir por qué se quería vengar. Le contó toda su historia y le dijo que él solo quería un amigo, alguien con quien pasar el rato y confiar. Link dijo: “Te prometo una cosa...dejarás vivir a mis amigos Nicole y Simon y yo seré ese amigo que siempre quisiste”. Le respondió diciendo que para que él fuera su amigo debía morir y prometerle que siempre iba estar con él. Link aceptó pero con la condición de despedirse de sus amigos. Fue así como Nicole despertó de su pesadilla y corrió hasta Simon que estaba con la camisa de Link en la cabeza, Link se acercó a ellos, contó la promesa que hizo con Ryan y les dijo: “Ya es hora de irme pero quiero agradecerles por todo, tal vez se preguntan por qué yo. Bueno, había perdido todo con la muerte de mi hermano, mi alma, mi corazón y ustedes me ayudaron. Les digo adiós para toda la vida, pero toda la vida seguiré pensando en ustedes.” Ryan le clavó un cuchillo a Link en el pecho y él murió en los brazos de Nicole y Simon que lloraban desconsoladamente. Tal vez quieran saber qué pasó con Nicole y Simon, sus padres y los de Link llamaron a la policía para que los ayudaran a encontrar a sus hijos desaparecidos, unos días luego de que Link muriera los encontraron. Les hicieron muchas preguntas, pero ellos no dijeron nada de lo que había pasado, solo se concentraron en mentir. Nadie les creería todo lo que vivieron pero ellos sabían la verdad y eso solo bastaba. Tatiana Belén Marano nació el 11 de agosto de 2001 en Buenos Aires, Argentina y estudia en el instituto San Francisco De Sales. Siempre le gustó leer al igual que su hermana, pero tienen gustos muy diferentes. Tati prefiere leer antes que escribir un libro o un cuento, su libro favorito es Correr o morir de la saga The Maze Runner. También le gustan leer libros como: Ciudades de papel, Hush Hush, Harry Potter y Las ventajas de ser invisible. Le gustan las adaptaciones de los libros a las películas,


en muchos casos te llevan adentro de ese mágico mundo que te imaginaste en los libros. Fue muchas veces a la Feria del Libro con sus hermanos y su mamá, compraba libros, historietas y aprendía más sobre la literatura. Su cuento de terror está basado en muchos libros y películas, pero en especial en Muerte en la montaña, esta le transmite muchos sentimientos: terror, pánico, inseguridad, miedo, etc. En su cuento se narra la historia de tres adolescentes que se encuentran con un problema y tratan de escapar de él, pero no todos sobreviven.


La casa embrujada Les voy a contar una historia, pero no es como las de siempre, esta es distinta, esta es de terror… Se trata de un hombre, un adolescente llamado Josh. Él es un chico bastante carismático, alegre y cada tanto tiene mal humor. Es rubio y tiene un corte de pelo que le queda justo a su rostro, una hermosa sonrisa y unos ojos celestes como cristales que hacen brillar su cara con piel lisa. Todos se preguntarán, ¿dónde estaba Josh? Bien… les voy a contar… Josh estaba en su casa y, como su padre estaba arreglando la puerta de su habitación, no se podía concentrar con todo el sonido de fondo. Intentó terminar su tarea pero no podía. Entonces, se le ocurrió ir a su jardín con su perro llamado Chester y se dio cuenta de que tampoco se podía concentrar en el lugar que había elegido. Lo único que se lo ocurrió fue ir a caminar y a ver si podía encontrar un lugar cómodo y tranquilo. En ese momento recordó que corrían rumores de que había una casa embrujada a unas cuadras de su mismo hogar, decidió dirigirse a donde todos decían. Al fin y al cabo llegó, y se quedó observando a la misteriosa casa… Quiso entrar, pero no solo, entonces llamó a sus amigos, Ross y Carla. Tardaron media hora en llegar y todo ese tiempo Josh empezó a mirar la casa más detalladamente, se dio cuenta de que algunas ventanas no tenían vidrios, el pasto estaba seco y se notaba que no lo cortaban hacía varios años, toda la madera de la parte de afuera de la casa rajada y también faltaban partes… Era justo como la casa de la película de terror que Josh había visto la semana anterior. Y por fin, llegaron sus amigos. Estando todos los amigos juntos, entraron tratando de no hacer ni un ruido. No había luz ni tampoco puertas… Estaban todos juntos y jamás se separaban, tenían miedo… De pronto, se escuchó un sonido como si se hubiese caído una estantería del piso de arriba. Luego de ese sonido, todos subieron al piso de arriba para ver qué había pasado. Carla había quedado atrás, se dieron vuelta Ross y Josh y se dieron cuenta de que su amiga ya no estaba, había desaparecido…


Lo primero que se les ocurrió a todos fue tratar de encontrarla, pero fue inútil. Buscaron horas y horas, pero jamás lograron encontrarla, ni siquiera oyeron un mínimo ruido de ella. Luego de un par de horas más, sonó un ruido que se escuchó bastante cerca de donde estaban, seguían intentando encontrar a Carla y de una vez por todas salir de esa casa que asusta a todo el vecindario. Sin que se dieran cuenta, se hicieron las 7:45, y justo cinco minutos después Carla salió de una habitación, la única que tenía puerta. No se puede describir el susto que se le veía. Lo primero que les dijo a los chicos cuando los vio fue: -¡Corran que ya viene! Todos juntos corrieron hacia la puerta, lograron salir y corrieron lo más lejos que pudieron. Decidieron ir a la casa de Josh para estar más seguros los tres, llegaron y estaba el padre terminando el arreglo que había empezado temprano. Les contaron la historia a los papás de Josh, fueron a ver la casa para poder confirmar si era cierto lo que estaban contando. Cuando los padres entraron, se encontraron con una familia de un matrimonio y dos hermosos hijos merendando como si nunca hubiese pasado nada en ese lugar... Valentina Margolin nació el 20 de junio de 2002. Ella tiene 13 años y sus padres están divorciados, así que está día por medio con cada uno. Desde pequeña le gusta mucho leer y también le apasiona mucho poder “entrar” en algún personaje y poder sentirse parte del cuento o la novela. Más que nada le gusta leer novelas de amor o de ciencia ficción. Como ya mencionamos, le gusta mucho meterse en el libro y poder sentirse parte de esa historia. Le gusta mucho leer a la noche y recostada en su cama antes de dormir, y también con su velador encendido. Cuando está en esa situación siente mucha calma, paz y es un momento en el que por fin está sola y sin interrupciones. El último libro que Valen leyó fue Maze Runner: Prueba De Fuego, le interesó mucho ya que el libro es futurista y le permitió introducirse en ese mundo y pudo sentir lo que los personajes estaban narrando. Ella recomienda su cuento de terror, “La casa embrujada”, ya que está basado en una historia que sucedió en la realidad y trata de jóvenes comunes, como cualquiera de nosotros.


La casa de al lado Eran casi las diez y media, faltaban treinta minutos, y Julián no podía evitar mirar el reloj todo el tiempo. Sus tíos iban a pasar por el orfanato a buscarlo a las once para llevárselo hacia “Ranchito”, un pequeño pueblo en Córdoba donde vivían ellos. Julián había sido expulsado de su colegio por mal comportamiento, pero a él le importaba poco, porque lo único que le preocupaba era tocar su batería. El reloj ya estaba a punto de marcar las doce, cuando su tío apareció repentinamente en su habitación. Julián, enojado, le dijo: “No deberías entrar sin tocar”. A lo que su tío le contestó: “Te espero afuera en el auto”. Julián bajó las escaleras maldiciendo, agarró sus cosas, y salió hacia la vereda. Allí estaba el auto de sus tíos, a quienes él odiaba por quedarse, y malgastar, el dinero de sus padres, que murieron cuando él era bebé. Entró, sin siquiera mirarlos, al auto, para poder partir rápido. Las horas de viaje se hicieron eternas. Cuando ya estaban llegando, sintió un escalofrío, pero lo ignoró. Todo el pueblo daba una sensación de depresión al que lo veía. Se instaló en la casa de sus tíos; pequeña, oscura y húmeda. Pero no era eso lo peor: no tenía vecinos. A sus alrededores solo había una casa abandonada, o por lo menos él pensó que lo estaba. Esta casa de al lado le generaba un miedo profundo, y ni siquiera él sabía por qué, por lo tanto la ignoró. Pasaron los días, y este miedo no le generaba ningún problema, hasta que empezaron a suceder cosas extrañas. Primero vio, desde su ventana, sombras dentro de la casa. Luego, empezó a escuchar ruidos extraños, como gritos de dolor o llantos, siempre a la misma hora: tres y cuarto de la madrugada. Pero lo que más lo aterró fue el hecho de que le desaparecieran cosas, como ropa, y que luego las viera, desde su ventana, dentro de la casa abandonada. Un día se cansó, y se armó de valor para acabar con esa situación. Cuando sus tíos ya se habían ido a dormir, agarró de la pieza de su tío, que era oficial de policía, el revólver, y esperó a que fueran las tres y cuarto de la madrugada para adentrarse en la casa. Lo primero que notó, fue que del sótano se generaba un olor nauseabundo que no lo dejaba pensar con claridad, y hasta lo mareaba un poco. Era increíble lo grande que era la casa por dentro. Mientras más se metía, peor se sentía. Pero, como de


costumbre, lo ignoró para poder descubrir qué era lo que pasaba dentro de esa sombría casa. Llegó al punto más oscuro de la casa, y no pudo respirar más. No entendía lo que le pasaba, y no le salía la voz para pedir ayuda. Intentó correr, pero algo lo agarró por detrás y lo detuvo. Cuando ya estaba agonizando, escuchó la voz de un hombre que decía: “No deberías entrar sin tocar”. Era su tío, estaba vestido de una manera muy extraña. Lo que tenía puesto parecía un disfraz de Halloween: un delantal de carnicero manchado con sangre y un pañuelo que cubría su boca y su nariz. Agarró a Julián de los tobillos y lo arrastró hacia el sótano. Entendió la gravedad de la situación cuando vio más de un cuerpo ensangrentado al lado suyo. Intentó escapar golpeando a su tío, pero lo único que logró fue hacer que se enojara. Lleno de furia, fue a buscar el martillo que se había olvidado arriba. Julián aprovechó para escapar por la ventana del sótano que daba al patio. Lo primero que hizo al salir fue ir hacia la comisaría. Inmediatamente enviaron tres patrullas hacia la casa abandonada. Pero al llegar, la casa ya no se encontraba ahí, solo había un terreno lleno de cardos y de yuyos. Julián no lo podía creer y, para colmo, todos en el barrio negaban la existencia de una casa abandonada en ese terreno. Las autoridades no lo dudaron, y mandaron a Julián al manicomio local.

Francisco Massimino nació el 19 de abril de 2002. Siempre estuvo interesado en la lectura; ya desde los 4 años leía sus propios cuentos y con el tiempo fue leyendo distintos tipos de géneros literarios. También siempre sintió placer al escribir historias. Al día de hoy, ya es un escritor avanzado y cuenta con una historia, llamada “La casa de al lado”, dentro de la importantísima antología Miedo a ciegas.


Más allá de él Bob Watson era un joven que nació con un ente al que llamaba Genes, que tenía una conexión psíquica con él, a través de quien puede realizar actos telequinéticos y telepáticos, con el fin de defenderlo. Cuando Bob tenía 6 años, tuvo un incidente con unos chicos de su pueblo, en el cual uno de los niños casi es asesinado por Genes. Después de esto Bob sería enviado por sus padres a una clínica en la que se estudiaban casos paranormales, para que el pudiera controlar a Genes. A el niño no le había gustado la decisión que habían tomado los padres, y accidentalmente el ente había captado esto, por lo que tomaría odio hacia los padres de Bob, Jaden y Scarlett. Bob aprendió a controlar a Genes y los “poderes” que ambos compartían, pero el odio que el ente sentía era incontrolable. Durante el tiempo que estaba en la clínica, Bob no hacía otra cosa que dibujar a un niño con una mancha unido por un cordón, los científicos no entendían muy bien de qué se trataba, pero él les decía que se trataba de Genes, precisamente cuando este aparecía. Genes, se metía en la mente de los padres de Bob “avisándoles” que algo malo les pasaría a ellos. Los padres, asustados, no querían avisar a Bob, ya que ellos no sabían cuándo ocurriría esto. Pero el momento llegó, Bob cumplía 15 años, y la fecha que le había puesto el ente se había cumplido. Bob había salido de la clínica solo por ese día, ya que era su cumpleaños, los padres le habían pedido que llevara a su hermano pequeño, Tony, al parque por unas horas. Claro que no era una coincidencia, Jaden y Scarlett, los padres de Bob, no querían que nada malo le pasara al pequeño Tony. Llegó el momento en el que los padres de Bob serían asesinados por Genes, ingresó en la mente de ellos y los fue matando lenta y dolorosamente. Cuando Bob llegó a la casa con su hermano, no entendían qué había sucedido, nunca se le hubiera ocurrido a Bob pensar que Genes había hecho semejante atrocidad. Antes de morir, sus padres le dejaron una carta que decía: “Bob, vete a Francia con Cleyton, que allí estarán sus primos esperándolos, más tarde les enseñarán francés, cuida mucho a tu hermano. Los queremos”. Su pequeño hermano entra en depresión, y al tratar de consolarlo se da cuenta de que que puede “conectar” a los seres vivientes con los muertos para que tengan una


conexión psíquica que les permita hablar con los fallecidos. Tras abandonar la clínica, Bob partió rumbo a Francia con su hermano, para poder seguir su vida, aunque nada sería igual que antes. Como consecuencia del encierro de la clínica, a Bob le cuesta mucho socializar con las demás personas. Pero un agente de Francia, George Carter, se entera de sus “poderes” y contacta con él para que forme parte de la organización secreta para la que trabajaba. Bob rechaza al principio, pero George lo presiona diariamente hasta que finalmente acepta. Después de 5 años de entrenamiento y preparación, Bob es un nuevo agente de la FSF (Fuerzas Secretas Francesas). Luego de varias misiones, George le informa a Bob que una instalación militar coreana estaba desarrollando un portal que conectaba el mundo de los vivos con el de las entidades del más allá. Bob parte rumbo a Corea para destruir el portal y las entidades que ya habían salido del portal. Antes de partir rumbo a Corea, sitio donde se encontraba el portal, Bob no tenía esperanzas de poder salir vivo luego de intentar cerrar el portal, es por ello que decidió hacer una parada en el cementerio donde se encontraban sus padres fallecidos, para ver si a través de Genes podía comunicarse con ellos por última vez. Al intentarlo, en vez de poder conectarse con ellos, Genes le muestra accidentalmente el momento en el que asesina a sus padres. Bob no podía creer lo que estaba viendo, nunca habría pensado que su “mejor amigo” hubiera sido el culpable del asesinato de sus padres. Bob se empieza a sentir muy mal, entra en shock depresivo y al cabo de 3 minutos se desmaya. Ya no había esperanzas, con Bob desmayado y sin despertar, nadie podía cerrar el portal más que él, el ente hace lo posible para poder despertarlo, perdiendo muchas fuerzas, pero logró despertarlo, no era lo suficientemente tarde para poder cerrar el portal. Bob jamás perdonaría a Genes por lo sucedido, pero sin él no podría cerrar el portal, así que se veía obligado a realizar esto con él. Ya había llegado al hospital donde se encontraba el portal, estaba rodeado por miles de policías y vallas el sitio, imposible de entrar con todos esos soldados. No había mucho tiempo antes de que el portal colapsara y todos los entes salieran, así que Genes se encargaría de asesinar uno por uno a los estaban rodeando el hospital, para poder entrar lo más rápido posible. Bob sabía que este iba a ser el final de todo, ni él ni Genes sobrevivirían ante todos estos entes. Una vez adentro, se escuchaban ruidos de entes al fondos de los pasillos, las paredes desgastadas, las luces del hospital con mal funcionamiento, apagándose y prendiéndose todo el


tiempo, cuerpos de policías en el suelo asesinados por los entes que habían salido, sangre por todos lados, objetos rotos en el suelo, Bob no estaba seguro de hacerlo, pero se veía obligado. Por los gritos de los entes, podía guiarse para saber donde se encontraba el portal, tenía que subir 6 pisos si quería cerrarlo. Las escaleras estaban tapadas por muebles y objetos desgastados, imposible de moverlos, incluso para Genes, tenía que subir por el ascensor, corría riesgo de que se quedara trabado por la antigüedad del hospital o incluso ser atrapado por un ente. Llegó hasta el 5° piso sin problemas, pero el ascensor dejo de funcionar, tenía que salir y subir por las escaleras que se encontraban al fondo del pasillo, los ruidos y gritos de los entes se hacían cada vez más fuertes y escalofriantes. Antes de llegar a las escaleras lo interceptó un ente, que lo atacó y presiono contra la pared. Poco a poco le iba sacando todo de él, pero Genes pudo detenerlo, Bob se encontraba en muy mal estado, casi al borde de la muerte. Pudo llegar al 6° piso, donde se encontraba el portal, y no paraban de salir entes de la entrada del mismo, estos no atacaban a Bob, ya que Genes había creado un “escudo” de fuerza que lo protegía de los entes. Viendo el estado del portal y que quedaban escasos minutos para poder cerrarlo, la única manera de obstruir el portal, era sacrificándose metiéndose dentro de él, para que todo el poder y fuerza de Genes colapsara el portal y este explotaría el hospital y todos los entes con el. Bob no aguantaba más esta vida compartida con Genes, ya no podía convivir con el asesino de sus padres, por ello, decide sacrificarse y acabar con todos los entes y explotar el portal. Martiniano Ortiz Acosta es un escritor que nació hace 14 años, en Buenos Aires, Argentina. Es hijo de Gustavo Ortiz, un inmobiliario, y de Sandra Acosta, una docente. Es hermano de Federico Ortiz Acosta. Actualmente vive en Buenos Aires, en el barrio de Parque Chacabuco. Sus géneros literarios favoritos son los de Suspenso, Terror y Misterio. Entre sus libros favoritos se encuentran Guerra Mundial Z y Psicosis. Recomienda leer su última obra “Más allá de él”, ya que le parece que es el cuento más cercano al miedo y suspenso de los últimos tiempos. Una historia muy interesante que seguro atrapará a muchos lectores de estos géneros, ya que contiene todas las características indispensables para que sea un logrado texto de miedo, además de contar con un suspenso que carga la historia de emoción, por lo que la convierte en un excelente relato que tienen que leer sí o sí para experimentar una nueva forma de ver las obras de terror y suspenso.


El sanatorio Un día cualquiera, Ryan, un chico de Boston, ex estudiante de Harvard Medical School y que necesitaba de trabajo, estaba caminando por la calle cuando vio una librería. Él se entusiasmó al verla, ya que le encanta leer libros de terror, entró allí y vio libros por todas partes. Ryan estaba viendo los libros pero no encontraba el género de terror. Buscó al encargado de la tienda pero no lo encontraba. Entonces, cuando estaba por irse, se dio la vuelta hacia la puerta y ahí estaba el encargado. Era un anciano, no tenía menos de 75 años, tenía ojeras, el pelo blanco, ni un solo pelo de otro color distinto a gris y blanco y vestía de una manera extraña. Ryan pegó un salto del susto, su corazón comenzó a latir más rápido, entonces el anciano se rió de él y dijo: —¿Ya te ibas? —No, lo estaba buscando—dijo Ryan—. Necesito hacerle una pregunta. —Bien, dime entonces.— —Yo quisiera saber si tiene libros de terror, señor.— Soltó una risa por dentro, a Ryan lo inquietó un poco. Luego dijo: —Sígueme, por aquí. Ryan se detuvo, respiró hondo y lo siguió antes de perderlo de vista. Lo llevó a la parte trasera de la tienda donde había una puerta y antes de entrar el anciano agarró un pequeño farol que prendió con una vela y lo llevó con él. Entraron por la puerta y lo primero que notó Ryan es que se veía muy poco así que agradeció el pequeño farol, que no alumbraba mucho, y ambos bajaron las escaleras. Se notaba que era un lugar muy viejo, abandonado y que no se visitaba muy a menudo, estaba repleto de telas de araña y las escaleras eran de madera, que estaba desgastada y hacía ruido al pisarla. Terminaron de bajar las escaleras, el anciano dejó el farol apoyado en una caja y comenzó a prender unas cuantas velas de las que se encontraban allí. Se veían unas estanterías con pocos libros, Ryan pensó que era una broma que le fuera a dar uno de esos ya que se veían viejos y entonces le dio uno que estaba más apartado de los otros. Y le dijo: —Ten este, es el más interesante… Desde mi punto de vista.— —¿Y cúal es su punto de vista?—preguntó Ryan. El anciano sonrió y lo llevó sobre sus pasos, todo el camino en silencio, hasta que Ryan le


preguntó al anciano sobre el libro, pero no respondió nada. Sin cobrarle, lo llevó hasta la puerta y le dijo con un tono algo tenebroso: —Vuelve si tienes algún problema y... Buena suerte.— Al salir, Ryan estaba completamente confundido y también asustado. No entendía por qué habría algún problema con el libro, por qué no se lo había cobrado y por qué le deseó buena suerte. Por la noche, llegó a su casa y lo primero que hizo fue ver el libro, comenzó a leerlo pero recordó que al día siguiente tenía una entrevista de trabajo y que no podía quedarse hasta muy tarde leyendo así que dejó el libro por ahí y se fue a dormir. Por la mañana, se fue a la entrevista, muy temprano. Al volver a su casa comenzó a leer el libro. Se trataba de un relato realista, que verdaderamente había pasado. Todo transcurría en un sanatorio, pasaban cosas horripilantes, asesinatos, suicidios de personas esquizofrénicas, personas que hacían desastres allí sin razón alguna y tratamientos dolorosos para los pacientes que estaban allí. Estaba completamente aterrorizado. De pronto, cuando llegó a la tapa trasera del libro, se dio cuenta de que faltaban algunas páginas. Por último vio una firma que decía: “Dr. J. Sick”. Así que puso el libro en una mochila y fue a la librería, le reclamó al anciano que se las devolviera y le dijo: —Yo no las tengo, pero las conseguiré si...— —¡Más vale que sí!—lo interrumpió Ryan —Tranquilo, las conseguiré te lo aseguro. Pero antes de que te vayas encontré un lugar donde necesitan a un empleado—le entregó un papel con una dirección y dijo—, seguro te va a interesar.—pero Ryan se sorprendió y se preguntó cómo es que sabía que necesitaba un trabajo. Ryan lo aceptó, le repitió que se asegurara de conseguir las páginas y se fue. Después de unos días, Ryan mostró interés en la dirección que el anciano le había entregado y se dio cuenta de que la dirección era la del sanatorio del libro. Impresionado, agarró algunas cosas y, por supuesto, el libro. Al llegar, Ryan vio una calle completamente desolada y clausurada donde nadie se atrevía a pasar. Caminó por ella hasta llegar a un lugar inmenso con cuatro pisos, un tejado en forma de triángulo y supo que era el sanatorio. Se adentró al lugar que estaba todo rodeado por rejas, las puertas de fierro ya no tenían seguridad y estaban abiertas. Había un predio grande, el cual tenía una fuente seca y con algunas plantas que la cubrían. Entonces, llegó a la puerta principal del sanatorio y lo que había


ahí era horrible. La entrada cubierta de sangre por todas partes, una recepción con cuatro mujeres muertas y estranguladas y sillas de ruedas con extremidades de personas. Ryan inmediatamente vomitó al ver eso y se detuvo a pensar si debía entrar allí o estaba haciendo mal. Pero sin poder pensarlo dos veces ya estaba atrapado. De alguna manera las puertas se habían bloqueado y él estaba ahí, sin nada que hacer y quién iba a saber si estaba solo o no. Comenzó a caminar cruzando la entrada y de pronto escuchó un ruido, se asustó mucho y preguntó: — ¿Hay alguien?—esperó no tener respuesta y así fue, solo había silencio. Siguió caminando hasta llegar a un pasillo con varias puertas, la mayoría estaban cerradas. La primera era una sala de seguridad con muchas pantallas que mostraban las grabaciones de las cámaras. Pensó que allí dentro podría haber algo que serviría para salir del sanatorio entonces, intentó abrirla pero era una de las varias salas que estaban cerradas así que buscó una llave o una tarjeta de acceso, ya que muchas cosas allí eran de tecnología algo avanzada. Al final del pasillo se abrió una puerta, se asustó, pero pensó que tal vez se había abierto por el viento o por algo normal así que fue a investigar. Parecía ser una sala de reuniones común y estaba impecable, luego encontró una puerta que daba a la misma, estaba atorada entonces la empujó hasta poder abrirla y entró, al parecer era una sala de descanso con una máquina de café y comida. Lo sorprendió que fuera todo tan normal, hasta que vio dos cadáveres de unos guardias sobre su propio charco de sangre. Ryan creyó que seguramente ellos tenían lo que necesitaba y se atrevió a mover los cuerpos e investigarlos, con mucho asco les dio la vuelta y vio que les faltaban los ojos, se echó para atrás con un grito y observó que uno de ellos tenía una tarjeta de acceso en la mano, suspiró para calmarse y la tomó. Ya con la tarjeta en la mano volvió a la puerta de la sala de seguridad y logró abrirla, cuando estaba entrando vio en una de las cámaras una persona agarrando algo y fue ahí cuando supo que no estaba solo. Se aterrorizó, su corazón comenzó a latir más rápido, se puso a sudar y se empezó a hacer muchas preguntas: ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? Se puso a pensar en el tipo de persona que podía ser, ya que no la había visto bien pensó en varias opciones. Podía ser un médico, otra persona de seguridad, un chico que cayó en la misma trampa que él, un familiar de un paciente o, lo menos deseado, un paciente. Rogó que no fuera un paciente pero las posibilidades eran muchas. Luego de revisar bien las otras cámaras, siguió investigando para ver si encontraba algo para


salir de allí pero no encontró nada. Lo único que había eran linternas así que agarró una más y se fue de ahí. Comenzó a caminar por el pasillo y volvió a la entrada. Vio tres caminos, un pasillo igual al anterior, unas escaleras que iban para arriba y otras para abajo. Decidió ir hacia abajo y observó que había una puerta, la abrió con facilidad y se dio cuenta de que a partir de ahí ya no había luz, no le dio importancia ya que tenía una linterna y entró. Prendió la linterna y aunque se veía poco, pudo avanzar. Mientras avanzaba vio que estaba el cuarto inundado, lo cual iba a ser que caminara con dificultad. Caminando y caminando entró a un cuarto de limpieza que tenía una válvula de agua rota lo cual tenía sentido. Comenzó a escuchar que el agua se movía y no era por sus pasos, se asustó mucho pero se asomó para ver qué era. Era una rata, pero por qué la rata se estaba moviendo así por el agua, se preguntó Ryan. Había una persona y no una cualquiera, un paciente. Vio que usaba un chaleco de fuerza, tenía una quemadura en la cara y murmuraba cosas repetidamente. Un escalofrío recorrió su cuerpo, sin aguantarlo soltó un grito ahogado y el paciente lo escuchó. El paciente se lo quedó mirando fijo hasta que Ryan comenzó a correr, le fue difícil ya que estaba todo inundado pero no podía detenerse porque el paciente también empezó a correr para alcanzar a Ryan. Solo que él llegó primero a la puerta y salió. Cerró la puerta de un portazo, la trabó con un fierro de los que había en el suelo y se alejó. Escuchó cómo la persona golpeaba la puerta para tratar de abrirla, pero le fue imposible y dejó de hacerlo. Subió las escaleras, se sentó por unos segundos para calmarse y respirar y aceptó que podían haber más de ellos. Por eso se levantó y siguió caminando. Esta vez fue hacia arriba, deseó que no hubiera nadie ahí. Estaba oscuro porque algunas luces estaban rotas pero había más luz que abajo. Caminó por ahí y observó que era un lugar con bastantes habitaciones. Pero había un ascensor al final del pasillo que le llamó la atención, era blanco y moderno, parecía que nada hubiera pasado ahí. Caminó por allí con cautela, mientras veía adentro de las habitaciones que estaban abiertas, la mayoría eran oficinas de trabajo, como si ahí fuera donde recibían llamados, hacían controles de gastos y cosas varias del sanatorio. Entró a una de ellas porque la computadora estaba prendida, revisó algunos archivos. Uno era de la última planilla de presupuesto que se había hecho, tenían unos problemas, algunas deudas o algunas máquinas que se excedían de precio. Otro archivo era de pacientes, leyó sobre los primeros pacientes y le pareció algo normal hasta que vio una carpeta que estaba en rojo, decía: “Pacientes en observación


completa. Observar a los siguientes pacientes las veinticuatro horas del día”. El primero era un hombre y decía que había sufrido un accidente traumático de adolescente, un hombre había asesinado a toda su familia delante de él y después de eso empezó a tener pesadillas que lo llevaron a matar a trece personas. El siguiente paciente era una mujer, que desde que nació tenía un grave problema de personalidad, sufría cambios instantáneos, pasaba de tener unas actitudes a otras muy rápido, esto la llevó a convertirse en una persona muy violenta. Un día le pegó a su hermana mayor hasta casi asesinarla y a sus papás los encerró en una habitación de su casa y prendió fuego la misma pero ellos lograron escapar, inmediatamente llamaron a dicho sanatorio, la dejaron bajo tratamiento y le colocaron un chaleco de fuerza. El último paciente era un hombre, un día lo habían secuestrado unos hombres y lo torturaron hasta cansarse pero no se cansaron así que le cortaron la boca y las orejas y le cosieron las heridas. El hombre había buscado a los torturadores durante años y cuando los encontró los torturó a ellos como lo habían torturado a él y luego los asesinó. Estuvo en la cárcel por un tiempo pero al final decidieron que debían hacerle tratamientos para observar que no sufriera de un trastorno. Ryan, al terminar de leer, estaba muy asustado pero lo estuvo más cuando abrió un archivo con imágenes de los tratamientos que le hicieron a cada paciente. Eran horribles, les habían hecho cosas muy dolorosas y no les importaba lo que sufrieran, ellos siempre los siguieron haciendo. Mientras pasaba las imágenes recordó que en el libro, que le había dado el anciano, se mostraban imágenes muy parecidas entonces lo buscó y comenzó a ver que algunas imágenes eran las mismas. Una de las imágenes se despegó de la página y cayó en manos de Ryan, detrás de la foto decía:”Este tratamiento ha fallado, el paciente desarrolló más fuerza, ha estado golpeando la puerta para lograr romperla. La puerta no es muy resistente”. Pensó que tal vez ellos habían escapado y asesinaron a todos para vengarse, pero nunca pudieron escapar de allí. Escuchó un ruido que venía del final del pasillo, dejó la habitación en la que estaba, siguió el pasillo y llegó hasta el ascensor. Subió en él hasta el próximo y último piso. Cuando las puertas se abrieron lo único que se veían eran cadáveres, sangre, algunas navajas y prendas de pacientes. Se acostumbró un poco a ver eso, así que entró sin problemas, prendió una linterna y avanzó. Mientras caminaba vio que había varios laboratorios chicos y una sala de pruebas al final del pasillo que era muy grande. No


quiso ir hacia allí porque lo único que había eran cosas rotas y médicos muertos. Volvió por el pasillo y fue hacia la derecha donde estaban las celdas de los pacientes. Todas y cada una de ellas estaban abiertas pero había solo tres que llamaban la atención y pensó que seguramente eran las de los tres pacientes que habían sido calificados como peligrosos en los archivos. La celda del primer paciente tenía todas las paredes escritas con palabras sueltas, algunas frases terroríficas y dibujos espeluznantes. La celda de la mujer tenía las paredes cubiertas de sangre con la forma de su cabeza, pensó que probablemente para hacerse daño se golpeaba la cabeza contra las paredes. La celda del último hombre tenía una máquina de ejercicio y dos pesas, una de ellas se encontraba en la puerta de la celda y estaba cubierta de sangre. Luego de terminar de ver aquellas tres celdas, escuchó el ruido del ascensor bajando. Corrió hasta él y no lo alcanzó, sin que él tocara nada, el ascensor volvió a subir pero… con los tres pacientes adentro, comenzó a correr, se tropezó con la bata de un doctor que había en el suelo, el carnet que tenía en el bolsillo decía:”Dr. J. Sick” se quedó en el suelo impactado al saber que quien había escrito el libro era un doctor del propio sanatorio. El último paciente lo atrapó y lo levantó. Ellos, creyendo que era uno de los doctores, se lo llevaron y no se sabe que sucedió. Lo único que quedó de él fue su linterna, su mochila y el libro del sanatorio tirados en el suelo. El anciano, quien ahora es el encargado de una tienda, trabajó en ese hospital durante años, escribiendo las cosas que hacía, veía y escuchaba. Fue la única persona que logró escapar y sobrevivir a las cosas que allí pasaron. La autora Lorena Pignoux Gonzalez nació un 18 de Abril de 2002. Fue al colegio primario “Primera Junta” y actualmente va al colegio “San Francisco de Sales”. Le gusta leer libros pero no escribirlos, piensa que la literatura es algo interesante y es una herramienta de aprendizaje muy importante. Tuvo una infancia solitaria, su familia materna vive en otro país y con la familia paterna no había mucha relación, eso la incitó a leer libros. Se sentía bien y estaba ocupada. En la primaria, cuando leían libros, al principio no se entusiasmaba por leerlos o no le interesaban, después de más lectura le empezó a gustar más y los libros que leía tenían historias más complejas y eran más extensos. En su experiencia literaria leyó varios libros de terror y algunos policiales que contenían experiencias terroríficas. No es de sus géneros favoritos pero es uno muy interesante y bueno para leer a ratos. Ella recomienda la antología porque tiene una variedad de historias muy terroríficas, experiencias escalofriantes y misterios. Es una interesante propuesta para


considerar, con historias que te van a atrapar. Probablemente no vas a vivir igual después de leer esta antología.

El carnicero Selena Lucía Palmer era su nombre. Tenía 16 años. Era baja, creativa e imaginativa, con mucha esperanza y era muy apasionada, pero bastante depresiva e hizo mal en no demostrarlo. Tenía ojos marrones un poco claros pero más que nada oscuros, ojos grandes, flaca, pelo marrón un poco ondeado al final, cejas finas, pestañas largas, cara redonda, piel blanca, nariz chica redondita y una boca chica pero resaltada. A ella le gusta mucho la música, tanto, que toca aproximadamente 20 instrumentos. A veces, tocaba en un bar cerca de su casa. También, le gusta el hockey, los videojuegos, el teatro, dibujar, cantar, bailar y (si contara como ejercicio) las fiestas y salidas sociales. Selena nunca tuvo muchos amigos pero tenía muchas salidas y fiestas. Una de ellas fue la peor de su vida. Era en la casa de una chica rica, que se llama Camila, de su curso cuyo lugar es bastante grande, con amplias ventanas, grandes habitaciones y muchos baños. También, tenía un jardín con una pileta. Obviamente, la fiesta ya había terminado hacía 30 minutos y ella estaba volviendo a su casa sola cuando vio un negocio, y decidió entrar en la tienda en plena noche. Sin tocar ni nada. Según ella, parecía “agradable”. Hay que aclarar que era muy curiosa y nadie la podía detener. Estaba oscuro, bastante oscuro y hacía frío, tanto, que el piso tenía hielo. Había mucha carne, la cual colgaba por todas partes. Selena pensó que era una carnicería hasta que se tropezó, cayó y vio una mano humana cortada de un brazo. Se tapó la boca con la mano para evitar gritar. Desde ese momento, desde aquel entonces, nunca fue un lugar “agradable”. Se paró y trató de buscar la salida, pero escuchó pasos y se escondió entre los cuerpos colgados. El hombre paseó por el frigorífico y, a medida que avanzaba, Selena se fue moviendo cautelosamente yendo a la puerta detrás de su espalda. Cuando llegó a la puerta, corrió hasta el final del pasillo sin parar y sin mirar hacia atrás, cuando se encontró con una puerta cerrada. Desesperada, empezó a hacer mucho ruido tratando de abrirla y llamó tanto la atención que el señor la vio, fue hacia ella, la sedó y la encerró. Por como lo hizo, se noto que no era la primera vez que lo hacía. Selena no se defendió porque ella misma sabía que no podía hacer nada con alguien


más alto y más fuerte que ella. Cuando despertó, no sabía dónde estaba y tampoco con quiénes; se encontró sentada con otra ropa que no era la de ella (se podría decir que era una especie de “uniforme” a rayas) y atada con cadenas en los pies y en las manos. Se asustó tanto, que se empezó a mover tratando de romperlas, pero uno de los chicos que había allí le dijo que era inútil, ya lo habían intentado y no se pudo. Selena se puso mal porque sabía que era su fin y por las caras de los demás chicos. Parecían ser de la calle entre las edades de 11 a 15 años. Quiso preguntar cómo habían llegado allí, pero con algunas respuestas se sorprendió. Uno dijo que estaba durmiendo y apareció encadenado a la pared. También, comentó que lo último que hizo con su madre fue discutir. Con esa respuesta se quedó boquiabierta y dejó de pensar en ello, concentrándose en cómo poder escapar y cómo liberar a los demás chicos. Pasaron horas, horas y horas, hasta que por fin se le ocurrió algo. Lo habló con los demás en voz baja y algunos estuvieron de acuerdo con el plan; algunos, prefirieron ser los que lo distraerían. Otros, eligieron ser los que “actuarían”. Minutos después, el hombre, que se hacía llamar “El Carnicero”, eligió a alguien que estaba de acuerdo con el plan. Eso no se vio venir, pero no se sabe por qué, otro chico (que no había dicho nada si estaba de acuerdo o no) interrumpió diciendo que lo eligiera a él. Todos lo miraron con los ojos muy abiertos. Hablando con mímica, dijo “Hagan lo que planearon todos. Yo me sacrifico por ustedes”. Algunos entendieron y otros no, entre los que entendieron, Selena es una. Cuando se estaba cerrando la puerta, el chico la trabó con un pedazo de metal no tan grande pero tampoco tan chico. Una chica que estaba cerca, agarró el metal y se liberó cortando las cadenas y cortando la de los otros. Cambió un poco los planes, pero facilitó el escape. Abrieron la puerta y se dividieron: Selena decidió enfrentar a “El Carnicero”, salvando al chico y los demás fueron hacia a la puerta. Varios dijeron que querían ir con ella pero no quiso jugar con más vidas. Selena se dirigió donde El Carnicero “jugaba”. Encontró al chico atado a una mesa, sin ropa, y asustado, pero no lo demostraba. El Carnicero estaba mirando para el otro lado, lo cual le dio ventaja para liberar al chico. Ella se acercó a donde estaba el chico: -Hola, soy Selena. La chica del lugar-dijo murmurando en su oído-¿Cómo te llamas?


-Me llamo…-respondió apenas, hasta que lo interrumpió El Carnicero. -¿Ya hablando solo? Estas hecho un loco, pero no tanto como yo… Disfruta tu última charla porque... -dijo él. Lo interrumpió su asistente. -Jefe, los chicos… No están… Busqué en todos lados… No los encuentro…-El Carnicero se dirigió al chico. -Espero que tengas una charla larga… ¡IDIOTA, NO SE TE PUEDE MANDAR A HACER NADA!-gritaba mientras se dirigía a la puerta. -Me llamo Agustín- le respondió, mientras Selena lo desataba. -Tomá-le pasó su ropa- vestite, tenemos muy poco tiempo. Terminó de vestirse, salieron corriendo, vieron y escucharon al señor volver rápido y gritando. Se metieron en la primera puerta que tenían a su izquierda. Sin darse cuenta de dónde estaban, se escondieron en la oficina de El Carnicero, donde había fotos, archivos, ropa, las direcciones de las casas de todos los chicos, inclusive de Selena y de Agustín. Ambos se asustaron, se miraron y se dijeron que había que matarlo. Había un cuchillo en la oficina, pero optaron por otra opción. Volvieron al lugar de “juego”. El Carnicero, quien en la oficina leyeron que se llamaba Sergio, los vio con furia y con mucha, mucha locura. Corrió hacia ellos con un cuchillo en la mano, Agustín tenía una cadena en la mano para ahorcarlo, se la tiró, pero la rompió con sus manos. Ambos abrieron los ojos y se dispersaron por el lugar. Selena se arrepintió de fiarse de la cadena. Encontró un cuchillo en el piso, lo agarró, hizo ruido para llamar su atención y que fuera hacia ella. Con suficiente distancia, y fuerza, lanzó el cuchillo apuntando a su corazón, pero de forma rara, el hombre desapareció. Agustín salió de donde se había escondido, se dirigió a Selena para abrazarla medio confundido, pero también desapareció. Después, la mesa, las cosas que usaba para cortar, la bandeja, las cadenas, y así hasta el piso. Cayó y se despertó bastante asustada. Escuchó a su mamá gritarle que se preparara para ir a lo de Camila. Se paró, se dirigió al baño para arreglarse; cuando terminó, pidió un taxista para que la lleve a la casa de su amiga. Al llegar el taxi a su puerta, Selena no vio que el chofer era Sergio. Un 6 de Noviembre del 2001, nació María Sofía Polo, en Buenos Aires, Argentina. Hermana del medio de la familia, Sofía vive con su mamá, Ximena Gabriela Der Bedrosian; su padre, Sergio Gustavo Polo; su hermana mayor, Lucero (1998), y su hermana menor, Abril (2007). Sofía empezó a ir a jardín en el año 2004, la primaria el año 2007. Ese mismo


año se mudó a Flores, en 2012 se cambió de colegio al Colegio Armenio Arzruni, e inició el secundario en el San Francisco de Sales. Empezó a hacer hockey el año 2009 y le gustó tanto que comenzó a dedicarse más a eso que a otras actividades, excepto a jugar a la play (la cual le gusta desde el momento que tuvo la play 1). También hizo canto pero dejó por un tiempo. Ahora va a retomar, al igual que teatro y dibujo. Aprendió a leer por una necesidad básica y social. A ella nunca le gustó leer novelas, poesías, pero siempre le gustó escribir esos géneros literarios. La presente antología incluye su cuento “El carnicero”.


Candela Przylucki

Exorcismo En un día como todos, una señora mayor se encontraba en su casa muy tranquila, esperando a que su nieto llegara del trabajo. Cuando de pronto comenzó a escuchar golpes dentro de una caja que ella, hacía varios años, había heredado de su familia. La caja estaba integrada por objetos muy maléficos: cuadros, muñecas etc. De a poco se acercaba y se escuchaban más golpes que la aterrorizaban y la asustaban. Cuando estaba bien cerca de la caja, por tocarla, los ruidos comenzaron a silenciarse. Como si nada se dio vuelta y los ruidos volvieron muchísimo más acelerados. Se acercó, en ese momento, entró un espíritu que la hizo convulsionar y murió. Pasaron los días y su nieto, con las cosas de su abuela, hizo una venta de garaje. Una familia integrada por dos niñas y un padre llegaron a ella. La más pequeña, Emily, y su padre compraron esa caja que les había interesado tanto a ella como a él porque se les hacía familiar y por eso mismo la compraron. Una de esas noches, Emily comenzó a escuchar voces y susurros que provenían de la caja…Resulta que la caja de Emily es en realidad una caja Dybbuk, que, según la mitología judía, sirve para atrapar espíritus y demonios malvados. Este tipo de cajas tienen el poder de retener al espíritu hasta que alguien abre la caja otra vez. Por supuesto… la caja fue abierta, el demonio que habitaba dentro fue liberado y poseyó a Emily. Bien temprano, la familia se despertó para desayunar. Todos estaban muy tranquilos cuando, de repente, a Emily le agarró como un ataque de furia contra su padre. Su demonio la hizo enfurecer tanto que le clavó un tenedor en la mano a su padre. Al hacer eso, el demonio huyó y su padre, muy enojado, la mandó a su habitación. La pobre Emily se quedó toda la noche encerrada en su habitación hasta que no pudo más y el demonio entró de nuevo en ella. Su padre se sentía muy culpable porque no la dejaba ir a comer, entonces subió para llevarle comida. Al abrir, vio que ella estaba sentada en su cama tranquila, sin que nadie la molestara, con su caja. Y el padre le dijo: -Emily...Amor. ¿Te encuentras bien?


-¡Dejame sola! -Pero te traje comi... -¡Basta! Dejame sola. -Pero Emily… Emily estaba tan poseída que no había manera de detenerla. Al día siguiente, Emily estaba tan furiosa con su padre porque la había tratado tan mal, que agarró sus cosas más valiosas, entre ellas estaba la caja, y salió corriendo a un lugar en donde nadie la pudiera encontrar. Era un lugar lejano, abandonado, desconocido, un lugar donde Emily podía estar tranquila sin preocuparse de nada. Entonces el espíritu que vivía dentro de la caja, que según ella la consideraba su amiga, se volvió a apoderar de ella metiéndose en su cuerpo. Mientras tanto, en la casa, el padre estaba tan preocupado de dónde podía estar ella en ese mismo momento que sale en busca de Emily. Gritos, llantos, sangre, cosas raras empezaron a salir de Emily hasta que de pronto llegó su padre y se puso como loco preguntándole dónde había estado todo este tiempo y qué le pasaba. Como el espíritu seguía dentro de ella, empezó a tener una actitud muy rara, empezó a ser muy agresiva contra él, estaba fastidiada, enojada como un perro enfurecido, se le tiró encima y lo empezó a atacar. Algunos días más tarde, su padre estaba tan confundido con la actitud que tenía Emily que salió a pedir ayuda. Entró en un local muy raro, frío, con muchos objetos maléficos y allí encontró un hombre que seguramente le podría servir de mucha ayuda. Se le acercó y no veía ni la hora de empezar a contarle todo. El señor muy confundido le dice: -Señor: Lo único que tienes que hacer para que Emily deje de tener esas actitudes raras es decir le el “Padre Nuestro” en hebreo y ahí el espíritu saldrá solo de ella. El padre, muy entusiasmado de lo que le había dicho, salió corriendo en busca de Emily. Ella estaba en su cuarto, sola, tranquila, y lo primero que se le ocurrió al padre fue llamar a su otra hija para que lo ayudara. Agarraron a Emily y sin que se escapara, la ataron a la cama. Con mucho miedo y entusiasmo a la vez, le dijeron el “Padre Nuestro” en hebreo y al instante se vio cómo el espíritu salía claramente de ella.


La carta Canela terminó de estudiar criminología y decidió irse a vivir a un departamento al norte de la ciudad por sus propios medios. Ella vive en el último piso de un edificio nuevo, pero sin terminar. Hubo algunas dificultades cuando lo construían, según le había dicho la señora que le vendió la vivienda, pero no especificó qué había sucedido. Era un departamento que tenía la pintura pelada, con humedad, una vivienda de dos ambientes. En la sala había un gran ventanal que dejaba ver la gris y oscura calle. La ventana estaba obstruida por un árbol y un andamio que se encontraba en una construcción, cruzando la calle. Frío. Canela despertó con mucho frío. Era una mañana de otoño en la ciudad de Buenos Aires y Canela se levantaba para comenzar una nueva vida en su nuevo hogar. No terminaba de amanecer, pero ella se levantó y puso a hacer el café. Escuchó que alguien golpeaba la puerta, entonces fue y la abrió. La figura de un señor con un maletín colgando de su mano la sorprendió y no supo qué decir. El hombre era alto y muy flaco. Tenía un traje, y llevaba gel en el pelo. Tenía ojos grandes y saltones y estaba un tanto pálido. El señor la miró fijamente y puso su dedo frente a sus labios, haciendo una seña de que debía guardar silencio, dio la vuelta y se fue. Canela no lograba entender qué acababa de ocurrir. Fue algo muy extraño, ella se sintió vacía, no podía sentir nada, pero no le dio importancia y siguió con su rutina. Se vistió y salió de su casa para ir a trabajar. Cuando llegó a la entrada, escuchó un ruido como de un muro cayéndose, pero estaba apurada, entonces salió del edificio. En su trabajo debía investigar sobre una extraña muerte sucedida el mes anterior. Un hombre había sido aplastado por una pared en una construcción y había muerto. Fue un hecho muy extraño, pues la pared estaba recién construida. Fue misterioso no saber el porqué de aquel desprendimiento. Luego del hecho se encontraron nidos de ratas en aquel sombrío lugar, estaba sucio y mal alumbrado. Se pudo observar en las filmaciones de las cámaras en la calle cómo una extraña sombra salía del edificio. Era oscura, parecía humo y se movía lentamente. También salieron algunas ratas persiguiéndola.


Canela volvió a su casa y, en el hall del edificio, pudo notar un extraño ruido proveniente de la pared a su izquierda, pero ella intentó no distraerse, había sido un dia estresante para la chica. Tuvo mucho que pensar, y muchas ideas que analizar. Solo necesitaba descansar y despejarse. Al día siguiente, despertó y comenzó su día como siempre. A las siete en punto, cuando Canela organizaba sus papeles, apareció el hombre pálido en la puerta, llamando al timbre. Abrió la puerta y el hombre señaló una grieta que había en la gris y arruinada pared del pasillo, y, otra vez, huyó. Ella salió del departamento y se quedó observando el defecto en esa pared, estaba acompañado por una mancha de humedad y un poco de suciedad. Finalmente, la chica volvió a su departamento y continuó su deber. Al regresar del trabajo, vio en la entrada, cerca de la pared a su izquierda, una rata. Canela corrió por las escaleras del susto que le causó el animal y cuando llegó a su departamento se encontró con el misterioso hombre sentado en uno de los sillones de la sala. La miraba expectante, la miraba fijamente con sus enormes ojos. Canela tuvo la idea de que ya conocía a ese hombre desde antes de mudarse a ese lugar. Ella se quedó en shock por unos minutos, y luego reaccionó, pensó que podría haber sido producto de su imaginación, entonces fue al baño a lavarse la cara. Cuando volvió, el hombre no estaba más. El señor de traje apareció la mañana siguiente, y así durante una semana completa. Canela comenzaba a sospechar de la existencia de este hombre, no sabía si era alguien real, o algo que solo ella podía ver. No sabía su nombre y tampoco la razón por la que se aparecía todas las mañanas en el mismo horario. Canela comenzó a investigar la historia del oscuro lugar en el que vivía. Encontró noticias relacionadas con la obra, que nunca se terminó de construir, que hubo un accidente y que se desmoronó un muro. La chica comenzaba a tener miedo, era muy similar a lo que ella había investigado. No sabía quién era ese hombre que se aparecía siempre, ni por qué lo hacía. No sabía qué había sucedido en aquel lugar, no sabía nada. El siguiente día de trabajo fue un tanto extraño. Ella estaba investigando un caso que había ocurrido en su mismo edificio. Pero ella no lo notó. Nadie le dijo nada. Nadie le contó qué había pasado. Cuando llegó a la entrada del edificio, encontró la pared a la izquierda caída y una valla de peligro. No podía entrar a su casa. Habían evacuado el lugar.


Fue a dormir a un hotel y, cuando llegó al trabajo, encontró en su oficina un sobre. Intrigada, Canela lo abrió. Un recorte de diario y una carta. El amarillento papel relataba una noticia sobre un hombre que había sido aplastado por una pared de su propio edificio. El hombre estaba visitando la construcción que había mandado a hacer y una desgracia ocurrió: un muro se cayó encima de él y murió en el acto. Una semana más tarde, cuando fueron a investigar la estructura y la razón de la muerte, el techo se cayó encima de una criminóloga, llamada Canela Cabra. Acompañando esta nota se encontraba una foto de la entrada del edificio de Canela y una foto del hombre que se aparecía todos los días. Canela sintió un calor desde adentro, sintió palpitaciones, y tuvo un sentimiento de ahogo. Tomó la carta y la leyó: “Así es, Canela. Estoy muerto, yo era quien te visitaba. Yo vivía en ese lugar, yo vivía en tu casa. Yo estoy muerto, tú también lo estarás. Perdón. -A. H.” Así, en una carta tan breve, Canela se sintió devastada. Estaba a punto de morir. Ese era su destino. Estaba resignada. Ese mismo día le tocaba visitar el lugar del suceso: el edificio. Su casa. La razón de su muerte. Y tal como lo dijo la carta, así fue. Canela murió de la misma manera y en el mismo lugar que el hombre. Esa carta predijo su futuro.

Bianca Ricci nació el 28 de septiembre de 2001 en Buenos Aires, Argentina. Estudia actualmente en el colegio San Francisco de Sales, y vive con sus padres y hermanos. Ella leía cuentos durante la niñez, aunque no elegía ningún género en especial. Sin embargo, en 2014 comenzó a gustarle particularmente la narrativa, también combinada con un poco de humor: la saga Caídos del mapa de María Inés Falconi, quien escribe humor para adolescentes; el misterio, como Ciudad de las bestias. De todos modos, la lectura no es de lo que más le gusta hacer. Escribió algunos cuentos, uno de ellos, “La Carta” es el más reciente y llamativo. Es un cuento del género terror que intriga a los lectores.


Silence Era un día como todos en el pueblo Silence Hills. Un pueblo apartado de la ciudad, poco habitado, tan chiquito que todos los habitantes se conocían entre sí. Juan, Clara y Franco estaban yendo a la casa de Olivia, para organizar lo que harían esa misma noche. Franco pensaba que podrían ir a la Iglesia a jugar un juego de mesa llamado “Silence”. El mismo era de Olivia, se lo habían regalado sus tíos para su cumpleaños de 12. Consistía en convocar a los espíritus de la iglesia y comprobar si existían. Olivia era una chica de cabello castaño claro, ojos verdes, de estatura media y 12 años de edad al igual que todos sus amigos. Ella vivía con su madre Julia y sus hermanas, Esperanza de 13 años y Malena de 10 años. Su padre había fallecido cuando ella era muy pequeña, aún sentía un dolor muy grande desde su pérdida y debido a eso ella quería jugar a esto, para invocar al espíritu de su padre. Los amigos, como ya sabían por qué ella quería jugar a ese juego, la iban a acompañar. Cuando llegó la noche, los amigos se juntaron en la iglesia, por un lado fueron Franco y Clara, después llegó Juan y por último, un poco más tarde, llegó Olivia con el juego de mesa en mano. Cuando pudieron mirar bien la iglesia, quedaron completamente duros del miedo, estaba oscuro, había olor a viejo como si estuviera abandonada. Pero, sin embargo siguieron con el juego. En la primera ronda comenzó jugando Clara, tiró el dado y sacó el número 4. Entonces con su ficha avanzó hasta el cuarto casillero, allí le decía que retrocediera uno y lo hizo. Después le tocó a Juan, tiró el dado, salió 1, avanzó y el casillero le decía que tomara una carta desafío. Cuando la tomó y leyó, decía: “Leé esta carta en voz alta: tenés que que pararte, bailar y cantar la macarena.” Ellos no pensaron que los desafíos serían así, tan graciosos, creyeron que iban a ser más terroríficos. Entonces, después de varias rondas de Clara, Juan, Franco y Olivia, le volvió a tocar a ella, cuando lanzó el dado, le tocó subir seis casilleros, decía: “Tomá una carta misterio”. Ella tomó una y decía: “Todos tómense las manos, cierren los ojos y el que lea esta carta diga en voz alta: llevame


contigo”. Olivia entonces les pidió a los amigos que se tomaran las manos y cerrarán los ojos, después ella dijo: “Llévame contigo” y en ese preciso momento vino el espíritu de su padre y se la llevó. Ocho horas después, los tres amigos se despertaron, cada uno en su casa, nadie recordaba lo que había pasado, ni siquiera recordaban el nombre Olivia. Abril Victoria Sozio nació el 8 de Abril de 2002, en Argentina, Buenos Aires, en la Suizo Argentina. Vive en esa ciudad con su familia, conformada por su mamá, su papá, una hermana y un hermano menores, y otro mayor. Hizo todo el nivel inicial y primario en el Colegio y oratorio San Francisco de Sales, al igual que lo había hecho su hermano mayor y lo están haciendo los menores. A los 13 años comenzó a escribir su primera historia y a partir de eso siguió escribiendo cuentos, principalmente del género terror. Su primera obra fue “Silence”, justamente de ese género, incluida en la presente antología. Les recomiendo que lean su primera obra debido a que es muy misteriosa, atrapante, intrigante, fascinante y sorprendente.


De vuelta a la vida Mi nombre es Nicolas Dex, amo la ficción y eso es algo que ni mis padres ni mis amigos comprenden. La realidad es que no entienden que mi hobby es sentarme a leer cuentos sobre objetos que ellos dicen que "no existen". Yo sí creo en lo sobrenatural y quiero estar preparado para cuando pase. Vivo solo en una casa alejada de mi familia, me mudé a Capital Federal para poder terminar mis estudios; sin embargo, me gusta visitar a mis padres cada cierta cantidad de meses. Ellos viven en Mar del Plata y por lo general decido viajar en ómnibus, pero esta vez decidí que podía viajar en mi auto nuevo. Estaba en camino hacia la casa de mis padres, cuando pasé por aquel viejo cementerio donde mis amigos y yo solíamos ir a pasar el rato, imaginando escenas de terror que nunca ocurrirían; pero de pronto noté que había mucha gente en ese lugar, claramente podía distinguir que no era ningún velorio, sino personas de mi edad riendo y saltando sobre una tumba. Decidí tomar mi celular con la cámara encendida y me acerqué lentamente con cuidado de no llamar la atención, cuando de repente leí que la tumba llevaba mi nombre y que los chicos que se estaban burlando de mi tumba eran mis amigos. Me puse frente a ellos, pero al parecer no podían verme ni escucharme; grité, pateé y golpeé, pero fue en vano. Fue en ese momento cuando me caí dentro de la tumba, no sabía cómo pero no podía salir. solo los podía ver a ellos y estaba encerrado ahí; muy asustado me puse a observar mis alrededores. Descubrí que no era el único encerrado y que se podía caminar de tumba en tumba por dentro de unos túneles que había. De pronto, vi que había un grupo de muertos vivientes hablando entre ellos y les pregunté qué me pasaba. - Estás muerto, algo pasó y te moriste. Yo estaba en estado de shock, no lo podía creer. Entonces, continué caminando con ese grupo de muertos vivientes y en el camino les pregunté si se podía salir de las tumbas o hacer algo al respecto. Ellos me


contestaron que sí pero que solo podíamos salir de noche, de lo contrario podíamos morir del todo, afortunadamente se podía entrar y salir por cualquier tumba de cualquier lugar. Esperé a que se hiciera de noche y salí por la tumba de un viejecito que me había indicado que saliera a buscar una solución, para ese entonces, mis amigos ya no estaban. Descubrí que podía caminar más rápido que un auto de carreras, así que decidí caminar hasta la casa de mis padres. Cuando llegué, ellos tampoco me veían, pero yo logré ver desde su ventana que tenían una foto mía con un lazo de luto. Como ya estaba a punto de amanecer, corrí al cementerio más cercano y salté dentro de una tumba, encontré nuevamente muertos vivientes a los que les pregunté si existía algún tipo de cura o alguna poción que revirtiera los hechos, a lo que me contestaron que sí pero era muy difícil. Agarré mi celular, que por suerte seguía en mi bolsillo, y anoté con cuidado los pasos que ellos me indicaron: -Ir de noche a la fábrica de bicarbonato Theome y llevar todo el bicarbonato posible -Tomar el bicarbonato durante el dia -Ir al laboratorio científico de la ciudad durante el día y preguntar por la doctora LeBlanc -Explicarle mi problema y pedirle un medicamento especial -Tomar el medicamento -Volver a la normalidad -Explicarle todo eso a mamá sin que se vuelva loca Esperé hasta la noche y fui a la fábrica de bicarbonato Theome, al parecer ese bicarbonato tenía un ingrediente especial que me permitía estar fuera de una tumba durante el día y poder atravesar las paredes. Ingerí el bicarbonato y cuando me dirigía a las instalaciones científicas algo raro ocurrió; parte de mis pies comenzaron a desvanecerse haciendo que yo volara. Muy asustado, continué mi camino hacia las instalaciones tratando de no desmayarme por el miedo. Cuando me encontré allí, hice sonar el portero eléctrico para que me dejaran entrar. Me atendió la mismísima LeBlanc preguntando el motivo de mi visita, ella muy amablemente me dejó pasar y comenzó a hacerme algunas pruebas para poder fabricar el medicamento. Luego de un rato de esperar, salió de su laboratorio diciéndome que


necesitaba un fruto llamado Fruta Letal y un pescado llamado Pez de la Vida, esos eran ingredientes para preparar un plato de comida llamado Ambrosina que supuestamente me devolvería la vida pasadas las 24 horas del consumo. Busqué durante 22 días los elementos hasta que finalmente los encontré y pude volver con LeBlanc. Una vez que le di los ingredientes se encerró en su laboratorio y después de cinco horas me entregó la Ambrosina, la comí y esperé las 24 horas, logré volver a la normalidad y fue increíble el tiempo que me tomó explicarles a mis padres que no era un extraño y que todo lo que pasó fue real. En fin, ahora estoy cenando con mis padres quienes rogaron que me quede un poco más de tiempo con ellos, por suerte accedí y me voy a quedar acá hasta el mes que viene…

Florencia Strugo nació el 23 de Noviembre de 2001 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A la edad precoz de cinco años comenzó a leer cuentos infantiles y a los ocho años se interesó por el género de aventuras. Su escritora favorita de dicho género es María Inés Falconi con la colección de novelas de Caídos del mapa. Si bien no tiene un autor específico dentro del género terror, le gustan los cuentos de Edgar Allan Poe, tales como "El gato negro". Ella ha escrito varios relatos debido a algunas actividades escolares. Estos cuentos tuvieron diversos géneros, pero entre ellos se destacan los de aventuras, ciencia ficción y romance. Gracias a esto pudo crear su propia historia que ahora se encuentra en la antología Miedo a ciegas. Florencia no estaba familiarizada el género de cuentos de terror pero luego de leer varias historias de este tipo, pudo encontrar la manera de escribir su propio relato. Para hacerlo, decidió basarse en algunos relatos que leyó a lo largo de su infancia; historias como “¿Quién le tiene miedo a Demetrio Latov?”, “Donde surgen las sombras”, entre otros.


La brecha Todo comenzó con la desaparición de una persona en un pueblo, alejado de la ciudad. Se oían rumores de una mansión abandonada donde los que se acercan al lugar, escuchan voces que los obligan a ir y entrar. La mayoría de los habitantes sospechaban que la persona desaparecida se metió a la casa, ya que se habían escuchado gritos en esa mañana. Un policía llamado Roberto se enteró de esto y quería saber qué sucedía ahí, qué le ocurrió a esa persona. Un anciano del lugar le dijo a Roberto que estaba poseída, que nunca hay que entrar. Como él era un policía, de todos modos quería investigar lo que pasó en esa mansión abandonada, cómo había sucedido la desaparición. Cuando Roberto ya estaba adentro, abrió una puerta que iba a un pasillo, en que que había muchas habitaciones. Entró en un cuarto lleno de hojas de papel, agarró algunas para poder leer si había algo que tuviera que ver con lo sucedido. Había notas de fechas viejísimas y del futuro, Roberto pensaba que era una broma. Abrió la puerta por donde había entrado y allí ya no estaba el pasillo, sino una habitación. Empezó a tener miedo de lo que ocurría. Él, muy asustado, fue a donde estaban las cartas y las empezó a leer: “AÑO 1879 Llevo días sin comer, la abominación me sigue… Algunos de mis amigos murieron, estoy en un placar oculto, espero que no me encuen…” *manchas de sangre* Roberto, asustado, escuchó unos ruidos raros, como él era claustrofóbico se tuvo que esconder detrás de la puerta, donde vio un monstruo horrendo manchado de sangre con una maza. Se asomó por la puerta y ya no estaba la abominación, se había ido por otra puerta, así que aprovechó la oportunidad para intentar salir por la ventana, pero estaba cerrada, la golpeó y no pasó nada. Afuera estaba soleado así que pensó que alguien lo iba a ver.


Pasaron las horas, nada ocurría, abrió las puertas y logró llegar a una habitación donde había un teléfono viejo al lado de una ventana. Agarró el teléfono y vio por la ventana que había una lluvia torrencial, no lo podía creer porque unos segundos atrás, desde el otro cuarto, había visto que estaba soleado. Llamó a unos amigos y nadie contestaba, colgó el teléfono y se dio vuelta, la criatura estaba ahí, en la puerta, mirándolo. La abominación fue corriendo hacia él, cuando estaba a punto de matarlo se volvió humo y se desvaneció. Asustado, empezó a abrir puertas sin parar, hasta que encontró el cuerpo de la persona que buscaba: parecía que había pasado años pudriéndose. Lo encontró al lado de una librería y con un libro antiguo en la mano, lo empezó a leer. Decía cosas sobre el lugar: conectaba nuestra dimensión con otra, donde vivía la criatura. Era una brecha que alteraba el tiempo justo en esa mansión, por eso había personas de otro tiempo y pasaban años afuera cuando él estaba adentro. Además, había una breve descripción sobre la criatura, que se hacía humo cada tanto porque no lograba materializarse en el mundo. Él ya sabía que nadie podía escapar de ese lugar… Nadie supo nada más sobre Roberto, pasaron los años y nunca volvió, por eso nadie entra en ese lugar maldito. Se dice que cada unos años aparece su cara en una ventana gritando ayuda y se desvanece unos segundos después. Tomás Tapia nació en 2002, un 18 de abril. A los 2 años, sus papás se separaron y él empezó el preescolar. A los 6 años de edad, comenzó la primaria en el mismo colegio donde conoció a sus mejores amigos. En sexto grado nació su hermana y en séptimo fue su viaje de egresado, después en empezó la secundaria a los 13 años en el colegio San Francisco de Sales en el curso 1 B. Él se acuerda de que cuando era chico leía, con su tío, historietas de superhéroes, como Batman, Superman, entre otros. En esta antología podrás encontrar su cuento titulado: “La brecha”. Este cuento trata sobre una mansión embrujada llena de suspenso y secretos oscuros.


Ese maldito payaso El 27 de diciembre de 1990 a las 22:00, está a punto de empezar la función del circo. -Damas y caballeros, niños y niñas, damos comienzo a esta gran funcióndijo Adolfo, el presentador del circo. Dicho esto, todos los payasos entraron saltando y sonriendo, todos menos José; él entró caminando lentamente. Al estar todos en sus puestos, él empezó a actuar de una forma muy peculiar. Comenzó a moverse siniestramente y a emitir ruidos raros, nada de palabras. Caminaba lentamente mientras escupía, cada tanto temblaba raramente y parecía tener ataques epilépticos, pero no. Todo el público comenzó a asustarse, dadas las circunstancias, la seguridad del circo detuvo a José fuera de la vista del público hasta que recuperara la cordura. -Por favor, les pido que se retiren del circo ordenadamente. Las entradas serán válidas para el día de mañana. Disculpen las molestias- dijo Adolfo. Dicho esto, todos comenzaron a irse. Todos menos Sol, una chica muy atractiva de 15 años, la cual estaba con sus amigas y su novio. Ella se acercó a un guardia y le preguntó dos cosas: -¿Qué pasó? ¿Por qué siempre hay tanta seguridad?- le dijo interesada. -Le ha agarrado un ataque de locura, pero no es nada grave. En este circo debe haber mucha seguridad ya que José está bajo vigilancia- le respondió el oficial. -Y se podría saber por qué bajo vigilancia. -Sí, cómo no. Él está bajo vigilancia ya que hace poco estuvo de la cárcel por delitos como la pedofilia y el homicidio. Todos sabían que José era un payaso con problemas; pero él antes era muy bueno haciendo reír a los chicos y por eso le dieron otra oportunidad para seguir trabajando. Luego de esto, Sol se retiró hacia su casa. Al llegar, le dijo a la mamá: -Hola má, llegué.


-Tan temprano, ¿qué pasó?- le preguntó la mamá. -Lo que pasa es que uno de los payasos se volvió loco. -Qué interesante, ¿te asustaste? -Un poco, ya que siempre me miraba. -Bueno, quedate tranquila que no pasa nada. Al día siguiente, Sol se levantó, se cambió y se dirigió al supermercado a comprar algunas cosas. En el supermercado, vio algo muy extraño. Había visto a José en la hamaca del parque frente al supermercado. Ella estaba muy asustada, empezó a desesperarse. Entonces pagó, y volvió corriendo a su casa. Mientras ella corría hacia su casa, José la siguió y observó la casa en la cual vivía. Una vez que ella entró, pensó: “Perfecto, sé dónde vive”. Al irse a dormir, Sol sueño que era degollada y destripada por José. Cuando se despertó se lavó la cara y empezó a pensar y razonar para tranquilizarse. Al otro día, Sol, que ya se había despreocupado un poco, se iba caminando a la escuela cuando de repente le chiflaron; se dio vuelta y vio que era José. Entonces empezó a correr hacia ella rápidamente, mientras gritaba, ella comenzó a correr y a llorar. Cuando logró correr tres cuadras sin que José lo atrapara, ve a un policial al cual le empezó a gritar suplicando ayuda. El policía los vio y corrió a ayudarla. Él pensaba que estaba haciendo aquel hombre mayor corriendo a una joven hermosa. Lo único que se le ocurrió fue que era un pedófilo o algo por el estilo; entonces sacó el arma y apuntó. -¡Alto, señor!-gritó. Al darse cuenta de que no se iba a detener, le disparó en las piernas. José cayó al piso e intentó arrastrarse para escapar, pero no lo logró. El oficial lo arrestó y lo llevó a juicio. Sol, al llegar a la escuela, le contó a la preceptora lo que había pasado, para que pudiera llamar a la mamá. La llamó y le explicó lo que le había pasado. A Sol la vino a buscar la mamá y la llevó a la comisaría a declarar. Al otro día, estaba mucho más tranquila, ya que José tenía cadena perpetua. Ella nunca más fue a los circos, ni se acercó a los payasos; ella continúa su vida normalmente y feliz de estar viva.


Agustín Torres nació el 27 de diciembre de 2001 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina). Este adolescente siempre ha leído novelas, sagas, libros e historietas de toda clase literaria. Desde el primario a él le brindaban libros en la escuela, además cada año se especializaba en un género y le proponían escribir un cuento Agustín lo hacía con gran diversión. Al leer o escribir cuentos de terror, él se interesa muchísimo porque siempre le gustó ver si se asusta o ver si puede generar algún escalofrío o sensación de susto en los demás. En particular este año Agustín escribió un cuento el cual está incluido en la presente antología. Les recomiendo que lo lean porque el mismo es muy entretenido, seguro que les va a encantar y que se van a enganchar.


La separación fatal Mi nombre es Maron, hace unos días busqué una casa para separarme de los demonios de mis padres, finalmente encontré una casa que me deslumbró, era tan grande y hermosa así que decidí mudarme ahí. Ahora mismo estoy viajando, mi mamá está llorando y mi papá se intenta hacer el fuerte, yo quiero reírme pero quedaría mal. Mis padres me dejaron a diez cuadras de mi nueva casa, obvio yo se los pedí. De camino a mi casa estuve viendo los negocios, porque claro, ahora que vivo sola tengo que ganar plata para poder vivir. A los pocos minutos, encontré una tienda de ropa, yo soy la mejor costurera y encima andaban buscando una, entré, solo pedí el trabajo y contestaron que sí, hice el papeleo y listo, en ese momento la atmósfera cambió a un ambiente alegre y despreocupado. Se ve que necesitaban urgentemente un empleado. Después de haber caminado las diez cuadras y haber conseguido trabajo en menos de una cuadra se veía mi casa, así que fui corriendo. Apenas entré, sentí un escalofrío, pero desapareció así como había llegado. En la casa no había ni un solo mueble, pero como era nueva y tenía ganas de imaginar cómo iba a ser todo en un futuro, empecé a ver a los alrededores, y ya me estaba imaginando un largo sillón blanco, pero algo extraño ocurrió cuando me fui de la habitación a las escaleras. Escuché un ruido raro cuando ya estaba por el último escalón, así que no le di importancia, después veo lo que pasó. Puse mis cosas en un cuarto súper lindo que había en el segundo piso, apenas lo vi supe que tenía que ser mío, y lo es. Dejé todo en el cuarto, para ir a comprar, ignoré el cuarto de antes, porque tenía miedo por el anterior ruido y me dirigí a la puerta para comprar la comida… Después de pasar el primer cuarto, me detuve aterrorizada, no sé si era mi imaginación pero tenía que ver con mis propios ojos qué fue lo que me dejó tiesa, así que camine lentamente hacia el cuarto, ERA UNA SILLA DE MADERA DE ESAS QUE HAY EN LA PLAZA, era horrible, pero lo que más me llamó la atención fue por qué había una silla si yo


había pasado y no había nada. Era extraño, pero me estaba muriendo de hambre, así que decidí pensarlo después, y me fui a comprar, cuando volví fui directamente a la cocina para calentar la comida. Mientras miraba el salon donde también quería poner algunos muebles, al pensar eso mi imaginación voló y empecé a imaginar cómo serían las sillas y la mesa. Mientras pensaba eso, la comida ya estaba lista y por ese motivo la fui a recoger. Me iba a ir al cuarto, así aprovechaba esa extraña silla, pero cuando salí de la cocina y pasé por la sala, había una mesa ratona hecha pedazos y unas sillas de madera, que parecían viejas a simple vista. Cuando vi eso, pensé que alguien lo había puesto, pero después comencé a sospechar que todo lo que imaginaba se volvía realidad... pero no exactamente lo que imaginaba sino de una forma fea, aunque empecé a pensar que si pido algo feo, ¿qué saldrá? No quería pensar que esta hermosa casa estuviera embrujada, pero para estar segura pensé en una televisión súper fea y destrozada, me di la vuelta y al rato volví a mirar, y había una televisión gigante, de esas que vos le decís “canal 24” y va. Me era imposible moverme, no encontraba palabra o movimiento para este acontecimiento. Después de todo un día, por fin llega la noche y es hora de dormir… -¿Qué pasa, pero si me acabo de dormir…? Puede ser un sueño… Escucho algo. Voy a bajar, tengo curiosidad. Si es un sueño, no me podría pasar nada, ¿verdad? Fui apresurada a la puerta principal y la vi abierta, después oí un grito que venía de la cocina, la curiosidad me mataba así que fui a la cocina y mientras caminaba veía fantasmas y cosas raras, muebles que hablaban y demás. Estaba asustada, pero ya que era un sueño intenté no gritar. Cuando entré a la cocina vi a una chica joven, podría o no tener la misma edad yo, sentada en el piso y aterrada mirando a las cosas raras que había en la casa. En ese mismo momento me desperté y como había tenido un sueño muy raro, me dirigí a la cocina, pero esas cosas raras habían desaparecido. En el momento en el que entré a la cocina, la chica seguía tendida en el suelo y además estaba aterrada, así que quise ayudarla. Yo estaba más aterrada que ella, por lo que había pasado, pero no era momento de decírselo. Le pregunté quién era y por qué estaba acá. Ella me miró y con una cara aterrada me contó lo que le había pasado, y por qué estaba en esta casa.


-Hace ya muchos años, yo vivía en esta casa. Al igual que vos, si yo imaginaba algo se volvía realidad o eso es lo que pensaba. Cuando te dormiste,viste muchos fantasmas, pero son espectros que pueden aparecer en las pesadillas, estos entran en tu cerebro y hacen de tus pensamientos objetos. Para que lo entiendas mejor te voy a contar lo que me pasó. “Yo entré a mi nueva casa, estaba contenta de vivir sola, además era tan grande que quería poner millones de muebles y decoraciones. Me pasó lo mismo que a vos, me asusté cuando se hacía realidad lo que imaginaba, pero me terminé acostumbrando. Ya unos 2 días después iba a visitar a mis padres, pero algo raro ocurrió… Unos fantasmas se aparecieron y uno me dijo: - Nosotros te dimos todo lo que quisiste, si quieres seguir con todos estos muebles te pedimos que no abandones la casa. Yo acepté, y me quedé 2 años encerrada en esta casa, un día decidí salir, pero pasó algo que no me esperaba, los fantasmas aparecieron enfrente de la puerta y antes de que pudiera salir me revelaron que eran unos fantasmas malignos, en otras palabras, espectros. Además me dijeron que había tenido una oportunidad para escapar, pero no la aproveché y antes de que me diera cuenta, ya estaba muerta...” Yo me quedé paralizada, esa historia me traumó. Pero lo que más me asustó fue que la chica que estaba delante mío era un fantasma, no podía gritar, no me salía la voz. Corrí hacia la puerta desesperada pero me pasó lo mismo que a esa chica, aparecieron esos espectros. Me dijeron exactamente lo mismo que a ella, pero al haber escuchado la historia, no acepté quedarme en esa casa. Me lastimaron con una estaca en el hombro y con una navaja en la costilla, pero a pesar de hacer eso me dejaron salir. Ya casi muerta salí de esa casa y una señora me vio y llamó a una ambulancia. Después de haberme sanado, volví con mis padres y hasta el día de hoy sigo traumada, tampoco salgo de mi casa ni me alejo de ellos.

Sol Weidl Coronel tiene 13 años y está en primer año de secundaria. Su familia se encuentra conformada por su madre, su padre, su hermano y una mascota. En el cuento “La separación Fatal” se puede notar que tiene talento para poder imaginar criaturas sobrenaturales y desarrollar una historia que haga que lectores se enganchen en el cuento. El terror se presenta de distintas formas, ya que, dependiendo que cómo lo lea el lector, puede causar intriga, generar sustos, o presentar miedo. Eso depende de


c贸mo lo interpretes, 隆que lo disfrutes!



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