VIAJE A ITALIA Parecía lejano, pero había llegado el día. Había pasado la Semana Santa, y era lunes 24 de marzo. A las diez habíamos quedado en un bar del pueblo, para cenar todos juntos. Yo preparaba la maleta con mi madre, nerviosa y muy ilusionada. El reloj marcó las diez y allí estábamos todos en “El Chiringuito El Rubio”, el bar del pueblo donde quedamos para cenar. Todos llevábamos puesta la sudadera azul que nos hicimos para el viaje. La cena fue muy amena y divertida. No faltaron bromas sobre que nos íbamos a estrellar en el avión, que era la última vez que comíamos allí… Bueno, al terminar la cena cada uno regresó a su casa para coger la maleta, ya que a las once y media teníamos que estar en “Casa Lorenzo” (otro bar del pueblo), para coger el autobús. Llegó la hora, mucha gente había ido a despedirnos (madres, padres, amigos/as…), todos estábamos muy ilusionados, pues no era para menos, tanto tiempo esperando este momento y por fin había llegado. Bueno, pues partimos para Madrid (Barajas). En el autocar, la mayoría descansamos un ratito. Al llegar a barajas todos nos quedamos impresionados, estábamos cansados, pues eran las cinco y media de la mañana, pero la ilusión y las ganas de coger el avión eran superiores al cansancio. Lo primero que hicimos fue facturar, después esperamos un ratito hasta la hora de montarnos en el avión. Ese pequeño rato, se nos hizo eterno, ya que los nervios nos comían por dentro. Pues, para la mayoría, era la primera vez que viajaba en avión. Llegó la hora, estábamos pasando por el pasillo que conducía hasta el avión, todos nerviosos bromeábamos. Al montar en el avión los nervios aumentaron. La fuerza del avión al despegar era espectacular y parecía que tenías un hormiguero en el estómago. Bueno, el vuelo fue muy bien, además, a mí me tocó ventanilla y podía divisar el paisaje, las nubes, las formas… Cuando nos bajamos ¡ya estábamos en Roma!, recogimos las maletas y fuimos al hotel. El hotel se llamaba “Gelsomino”, un nombre gracioso al que no le faltaron rimas y con el que bromearon bastante. Después, fuimos a visitar El Coliseo. Era muy bonito, y el simple hecho de estar allí con tus amigas lo hacía más bonito aún. Llegó la hora de comer y nos dejaron libre hasta las cuatro y media. No paramos ni un momento, anduvimos de aquí para allá, viendo a la gente, las cosas…La vida allí era parecida a la de aquí, pero tenía algo que la hacía diferente. Ese día visitamos además el monumento de Víctor Manuel, donde nos perdimos. Aunque estábamos perdidos nos lo pasamos genial. Andamos por donde quisimos y encontramos unas escaleras, vamos, realmente eran cientos de escaleras las cuales no se nos resistieron y las subimos. Finalmente logramos encontrar a los demás, pero nadie se había dado cuenta de que nos habíamos perdido. Estuvimos todos juntos un rato sentados en el césped del Coliseo, y al anochecer fuimos a cenar a un restaurante que estaba bastante lejos. Esa noche cenamos pasta, como no, y pollo con patatas, la verdad no
nos podíamos quejar. Después volvimos al hotel, había sido un día agotador, y tras ducharnos y ponernos el pijama, nos acostamos. -A la mañana siguiente nos despertamos y bajamos a desayunar. Después cogimos el autocar y fuimos a visitar algunas plazas, y sobre las doce nos llevaron a la Fontana di Trevi. Al verla todos nos quedamos sorprendidos, era preciosa, y estaba llena de gente tirando monedas y pidiendo deseos. Estuvimos un rato allí. Tiramos las típicas monedas y nos hicimos muchas fotos. Después de verla nos dejaron tiempo libre para comer. Nosotras fuimos a buscar un McDonalds, y buscándolo nos encontramos con El Panteón, era gigantesco, pero la verdad, a mí personalmente no me llamó la atención. Después de comer, cogimos el mapa y buscamos la famosa Plaza de España; finalmente la encontramos, y estaba llena de gente. Subimos la escalinata y vimos las vistas desde arriba, realmente eran preciosas. Bueno, eran las cuatro, y a las cuatro y media habíamos quedado todos en una especie de plazuela. Tras habernos reunido todos, estuvimos allí un buen rato observando a una artista del graffiti; la verdad, hacía cuadros impresionantes con un simple spray. Bueno, luego fuimos a ver la Boca de la Verdad. Es una cara con una boca, que según dice la leyenda, si metes la mano y eres un mentiroso, la boca se cierra y tu mano se queda atrapada dentro. Aunque desafortunadamente no lo pudimos comprobar porque estaba cerrada. Luego fuimos al mismo restaurante de la noche pasada a cenar y regresamos al hotel. Tras ducharnos y ponernos el pijama, nos juntamos en una habitación y jugamos a las cartas; ya que ese fue el mayor entretenimiento del viaje. Esa noche fue muy divertida, yo aguanté hasta las tres y media, pero hubo quien se quedó hasta más tarde.
-Al día siguiente fuimos a visitar El Vaticano. Cuando llegamos esperamos una cola de aproximadamente dos horas. Cuando al fin pudimos entrar, comenzamos viendo
el museo del Vaticano, aunque íbamos tan rápido que no pudimos ver nada bien. También vimos la capilla de San Pedro, y finalmente salimos a la plaza donde El Papa sale siempre a saludar y a dar misa, la cual estaba muy bonita y primaveral, pues tenía cientos de flores. Desde allí enviamos postales a España. Llegó la hora de comer y nos dieron tiempo libre. Algunas chicas (Teresa, Ángela, Teresa Mª, Araceli, Mª Ángeles y yo) fuimos a buscar un restaurante y comimos bastante bien. Después de comer compramos algunos recuerdos en las tiendas y regresamos al Vaticano donde habíamos quedado en reunirnos todos. Después, algunos regresaron al hotel con Nati, y otro fuimos con Rafael a visitar el famoso castillo de Sant’Angelo. Digo famoso porque allí fue donde José Antonio se perdió. Vimos el castillo y las impresionantes vistas que tenía, aunque no todo lo bien que hubiésemos querido ya que llovía bastante; después nos dimos cuenta de que José Antonio no estaba y estuvimos un “ratillo” buscándolo. Pero bueno, finalmente apareció y regresamos al hotel. Esa era la última noche en Roma, fuimos a cenar y luego regresamos de nuevo al hotel, donde nos duchamos… Más tarde quedamos para charlar, jugar a las cartas… hasta que el cuerpo aguantase. -El día siguiente partimos para Siena. Allí visitamos una plaza, de la cual no recuerdo el nombre, y la catedral del Duomo de Siena. Luego tuvimos tiempo libre para comer y comprar, y quedamos en reunirnos todos en la Catedral. Teresa Mª, Araceli y yo nos paramos en un puestecillo y nos perdimos. Esa vez si nos perdimos bien, pero recordábamos como se regresaba al autobús, además Antonio Rafael y Javi vinieron a buscarnos y regresamos al autobús. A mí, personalmente, Siena fue de lo que menos me gusto. Después fuimos a visitar Pisa. Allí estuvimos muy poco rato, solo unos treinta minutos. Nos hicimos la típica foto sujetando la torre, estuvimos en el césped y poco más, ya que pronto nos marchamos para el hotel. El nuevo hotel estaba en Florencia, y para allá nos fuimos. Al llegar a Florencia fuimos a la pensión donde dormíamos. Fue el peor hotel de todos, ya que tenía solo dos estrellas y una de ellas pintada con rotulador negro, pero fue en el que mejor nos lo pasamos. Era un poco cutre porque los cuartos de baño eran inseguros, pero bueno, esa noche nos lo pasamos genial. -Al día siguiente tocaba la Catedral de Florencia. Al llegar a la Catedral, yo me quede muy impresionada, era gigantesca, aunque ni siquiera entramos a visitarla, ni subimos a su famosa cúpula de Brunelleschi; cosa que a mí me desilusionó un poco. Después fuimos a una plaza donde había varias estatuas, la verdad no sé cómo se llamaban. Solo reconocí al David de Miguel Ángel, pero era el falso. Después nos fuimos para la plaza de San Antonio, una plaza en forma de media luna, donde nos tendimos y descansamos un poco. Antes de llegar a la plaza paseamos por los alrededores de un río. Desde allí las vistas eran impresionantes. Bueno después de comer nos reunimos otra vez en la plaza de San Antonio, nos fuimos a dar un largo paseo y finalmente regresamos al hotel. Cenamos y nos fuimos a ducharnos… Se me olvidaba decir que este hotel incluía las cenas. Esa noche hicimos botellón en las habitaciones, y la verdad lo pasamos bastante bien. Esa era la última noche que
pasábamos en Florencia, de la cual salí un poco desilusionada, ya que no visitamos casi nada de allí. Bueno, amaneció un nuevo día y estábamos ya a domingo. Esa mañana partimos para Padua a ver la iglesia de San Antonio, muy conocido porque todo el mundo le pide novio/a. Vimos la iglesia y nos dieron tiempo libre para comer y dar una vuelta por allí. A las cuatro y media habíamos quedado en una plaza y a las cuatro estábamos todos allí tumbados en bancos y en el césped. Por cierto, conocimos a un canadiense, que hablaba inglés, francés, chino e italiano, pero no español. Bueno, pues a las cuatro y media nos fuimos para el autocar y partimos para Lido de Jesolo. Al llegar soltamos las maletas en el hotel, el cual me pareció muy acogedor, y nos fuimos a la playa. Allí estuvimos un buen rato hasta la puesta de sol, y regresamos al hotel para cenar. Por la noche, como siempre, jugamos a las cartas y charlamos.
-La mañana siguiente nos levantamos muy ilusionados, pues tocaba montar en barco y en góndola. Fuimos a Venecia en barco, al llegar paseamos por allí y buscamos una góndola. Nos montamos en la góndola, que la verdad parecía una caja fúnebre por su decoración, pero era tan romántico como en las películas. Con el típico gondolero de la gorra y la camiseta de rallas. Dimos un paseo de uno veinte minutos, y pasamos el famoso puente de los suspiros y algunas casa destacadas que ya no puedo recordar de quién eran. Cuando terminó el paseo nos dieron como siempre tiempo libre para comer y comprar. La verdad, es que tengo muy buenos recuerdos de Venecia. Bueno, pues sobre las seis cogimos el barco y regresamos a Lido de Jesolo. Esa era la última noche y para celebrarlo salimos de marcha a un pub. Estuvimos hasta las doce y regresamos al hotel, donde continuamos la fiesta aunque un poco mas relajados.
. -Al día siguiente nos fuimos a Milán, ya que de allí salía el avión a las seis y media más o menos. En Milán, realmente no vimos nada, solo una plaza pero no dijeron su nombre, y si lo dijeron yo no lo recuerdo. Estuvimos todo el día de aquí para allá, comimos en un McDonalds, como no, y luego nos tomamos el último helado italiano, que por cierto, estaban bastante buenos. Nos fuimos para el aeropuerto, y antes de coger el avión hubo un leve problema, ya que a una compañera se le perdió un regalo bastante caro en el aeropuerto y no logró encontrarlo. Pero bueno, a lo que iba, cogimos el avión y sobre las nueve menos cuarto estábamos en Madrid. Al llegar al aeropuerto nos perdimos dieciocho, y no sé como no estamos todavía allí perdidos, porque vaya trabajito que nos costo encontrar a los demás. Finalmente cogimos las maletas y nos subimos al autobús. El viaje de vuelta fue muy tranquilo. Todos estábamos cansados y un poco melancólicos, porque aunque teníamos ganas de ver a nuestros familiares y amigos, también teníamos ganas de quedarnos un poquito más en Italia. En Espejo todas las madres y padres esperaban con muchas ganas nuestra llegada. Al llegar todo el mundo abrazó a su madre/padre. Después regresamos cada uno a su casa. Cuando me acosté en mi cama, podía recordar con tristeza y alegría a la vez, todos y cada uno de los fantásticos momentos vividos en Italia. Para mí, siempre será algo inolvidable.
Nombre: Teresa García Trenas
Curso: 4ºA
Este trabajo trata sobre el viaje de fin de curso a Italia realizado por los alumnos de 4º ( 9ª promoción) del I.E.S. Pay Arias entre el 24 de marzo y el 1 de abril. En la madrugada del día 24 partimos hacia Madrid con destino al aeropuerto de Barajas para tomar nuestro avión a Roma. La mayoría íbamos casi durmiendo, pero los nervios no nos dejaban apenas cerrar los ojos durante más de cinco horas que duró el viaje. A la llegada al aeropuerto nos quedamos impactados por las dimensiones que este tenía, y en concreto yo, “flipé” con el diseño y las infraestructuras. Ya dentro, esperamos cola para recoger los billetes vueling, y de nuevo esperamos en torno a una hora, la mayoría en el suelo; llamaba la atención la ausencia de bancos, y también el diseño de las papeleras, pues supongo, que tras el atentado en la T-4 (esta misma) el control y la vigilancia se endurecieron. Cuando llegó la hora de montarnos en el avión la mayoría estábamos nerviosos, y una vez dentro nos dedicamos a contemplar el paisaje por las ventanillas, después descansamos para prepararnos para el primer día. ¡Por fin llegamos a Roma! Al bajarnos del avión tuvimos que tomar unos pequeños autobuses que nos conducían al aeropuerto. Una vez dentro del edificio esperamos las maletas con gran impaciencia, pues, como era la primera vez que muchos viajábamos fuera temíamos “extraviar la maleta”. Ya cada uno con su maleta nos dispusimos a esperar el autobús en la puerta, este nos llevó al hotel, dejamos las maletas y nos fuimos hacia la estación de metro más cercana: Cornelia. En nuestro primer día en Roma visitamos el Coliseo, de unas dimensiones espectaculares y paseamos por el foro romano. También contemplamos la columna trajana, el mercado trajano y el monumento a Víctor Manuel. Este último llamado “la máquina de escribir” por sus abundantes grabados, fue el que más me impresionó a parte de por su enorme envergadura por su belleza, además algunos pudimos subir a lo alto por medio de un ascensor y contemplar
unas vistas espectaculares de toda Roma, para mí, ese momento fue el más bonito, ¡¡fue impresionante! Tras todo el día caminando paramos en el hotel para ducharnos y cambiarnos, y nos dispusimos a cenar. Se trataba de un ristorante italiano, algunos de los camareros hablaban español, y la comida era, en mi opinión, muy buena. Tras la cena nos dirigimos al hotel y como lo propio del primer día nos acostamos bastante tarde. Llegado el día siguiente, costó un poco levantarse, pero Nati se encargó de hacerlo uno por uno, desayunamos, y de nuevo nos dirigimos al metro. En esta ocasión, el autobús nos dejó en la Piaza dil Popolo, una calle muy larga comunicaba esta calle con el monumento a Víctor Manuel. Paseamos por esta calle, y a mediodía nos dividimos para comer y aprovechamos el resto del tiempo libre que nos dejaron los profesores para comprar algunos recuerdos. Comimos una especie de pizza doblaba por la mitad que estaba muy rica y que al parecer era muy típica, aunque no a todo el mundo le sentó bien. Gracias al mapa que los profesore nos dejaron llegamos, atravesando numerosas calles, a la Fontana di Trevi (otra de las cosas más bonita del viaje), donde tomamos los típicos helados contemplando este monumento, me sorprendió que algo tan famoso, se encontrara “al torcer una esquina”, pues yo esperaba una gran plaza, sin embargo esto no le restó para nada belleza, estaba plagada de gente, y todos arrojando monedas; también visitamos el panteón de Agripa, cuyo agujero en el techo nos intrigó a todos, no sabíamos si, como nos había contado un profesor, por él no entraba agua aunque lloviera, y aprovechamos el agua que caía para comprobarlo. Por separado, llegamos (gracias al mapa) a la plaza de España, con la curiosa fuente que tiene justo delante, y atravesando una calle llena de caras boutiques, se trataba de unas grandes y largas escalinatas, presididas en su parte superior por dos grandes torres iguales, las cuales no llegamos a ver porque se encontraban ocultas bajo un telón debido a obras. Nos encontramos con muchos españoles, la mayoría sentados en las escaleras haciéndose fotos. Para finalizar dimos un paseo por la orilla del río Tíber, cuyo paisaje se embellecía con los últimos rayos de la tarde. Contemplamos las abundantes fuentes e iglesias de la ciudad, pasamos cerca del teatro Marcelo, y nos dirigimos a visitar la iglesia de Santa María, en cuyo interior se encontraba la famosa boca de la Verdad, pero debido al horario no la pudimos ver. Ya de noche, nos dirigimos al metro para volver al hotel, después de bajarnos, y ya de regreso, comenzó a chispear .
Ya en el hotel, nos cambiamos y fuimos a cenar. Tras ello regresamos al hotel, y ¡esa noche fue menos festiva!, algunos de los chicos conocieron a unos estudiantes belgas que se alojaban en el hotel, y celebraron con ellos su último día. El tercer y último día en Roma lo dedicamos al Vaticano, donde, tras una larguísima cola, pudimos pasear por algunos jardines y salas, además de observar la fantástica Capilla Sixtina, con el grabado de la Creación presidiendo en el centro. Por la tarde pudimos visitar el castillo de San Angello totalmente gratis porque coincidimos con la semana cultural, y numerosos museos y castillos dejaban su entrada libre, el castillo fue precioso, y tuvimos la oportunidad de subir hasta la parte más alta y contemplar una panorámica de Roma a pesar de la lluvia que caía. Por desgracia uno de nuestros compañeros se extravió, pero al cabo de una hora, nos encontramos todos, nos fuimos a cenar y posteriormente al hotel a celebrar la última noche en Roma. El día siguiente nos fuimos hacia Siena, para poder ver su catedral y el duomo, este último muy extrañamente bello, sus colores y formas no eran para nada convencionales y en su interior, un púlpito extravagante (que hizo de transición entre el gótico y el renacimiento) nos intrigó a la mayoría. En uno de los cuartos o cámara encontramos unos códices (libros donde antiguamente se escribía la música con tetracordes) y he de decir, que a mí particularmente me encantó, pues siento gran curiosidad por todo lo musical. Los profesores nos dejaron tiempo para comer y dar un paseo por el pueblo. Posteriormente nos montamos en el autobús y nos dirigimos hacia Pisa, para visitar su famosa torre inclinada. El vatisterio, la iglesia y la torre se encontraban juntas y rodeadas por un césped muy bien cuidado, fue otro momento bellísimo. Posteriormente nos dirigimos hacia el nuevo hotel situado cerca de Florencia, en un pueblo llamado Montecatini. Este hotel se llamaba Alba, y a todos no causo una pésima impresión que entre la comida y las habitaciones se consolidó. La verdad sea dicha nosotros nos podiamos quejar, pero un profesor tubo peor suerte que nosotros. Algunas duchas no tenían cortinas, y otras se juntaban con el water; las camas estaban muy juntas y a penas había espacio para estar. Superada la primera impresión bajamos a cenar, y algunas nos quedamos con las ganas de comida, así que salimos a comprar algo y después nos fuimos a las habitaciones. Como es típico en todos los viajes estuvimos de habitación en habitación casi
toda la noche, jugando a las cartas, hablando, algunos llamando por teléfono en italiano... El sábado fuimos a Florencia, y dimos un paseo por la ciudad para ver la catedral (con la famosa cúpula de Brunelleschi) y numerosas plazas. Pudimos visitar un mercadillo en el que aprovechamos para comprar regalos. Luego paseamos por la ciudad, y llegamos a una plaza en la que se exponían reproducciones de esculturas famosas tales como el David de Miguel Ángel, además los profesores nos propusieron volver el día siguiente y visitar la filmoteca Ubicci, pero luego se dieron cuenta de que en el día siguiente teníamos que visitar Padua, y ésta estaba muy lejos. Nos sorprendió encontrar tiendas españolas por Florencia, como Zara y Oysho (ambas de Inditex). Durante el paseo atravesamos el Puente Vecchio, lleno de casas, y en cuya parte central podías asomarte al río Arno, un paisaje realmente bello. Tras el largo paseo nos dejaron un tiempo para comer. Quedamos en una plaza y allí estuvimos casi 2 horas, pero era una plaza un poco inclinada y aprovechamos para tendernos como la mayoría de los que estaban allí.
Cuando llegaron los profesores les dimos la bienvenida con un montón de jaleo: aplausos, gritos... ¡por fin habían llegado! Habíamos esperado un rato y estábamos agotados. Luego tuvimos que esperar al autobús en una especie de
plaza hasta casi una hora, habíamos quedado con él cerca de la estación de trenes de Florencia y durante esta espera, siendo tal el aburrimiento, llegamos, incluso, a jugar al fútbol con una botella. Cuando llegó el autobús ¡no nos lo creíamos! Nos dirigimos hacia el hotel (que estaba bastante lejos) y por el camino los profesores nos dieron a elegir entre hacer botellón o discoteca. Nosotros elegimos botellón, con la esperanza de que otro día pudiéramos ir a un discoteca. Paramos a comprar las cosas, y al llegar al hotel cenamos (esta noche mejor) y nos reunimos en las 2 habitaciones más grandes. Allí estuvimos casi hasta las 3 cuando los profesores se fueron a dormir, y luego “seguimos la fiesta nosotros”. Algunos de nuestros compañeros bebieron un poco más y se acostaron antes porque no se sentían bien, y sobre las 5 lo hicimos los demás. Desayunamos por última vez en Montecatini y nos dirigimos hacia Padua. Allí, paseamos por la plaza de San Antonio y nos dirigimos a la iglesia, al ser domingo, nos encontramos con la misa y paseamos por el edificio, al igual que los demás visitantes, sin hacer mucho ruido. Pudimos ver la tumba de San Antonio de Padua, y al salir nos encontramos con numerosas personas vestidas de manera medieval, al parecer iban a representar algo, pero no nos paramos porque habíamos quedado en la plaza ya citada, por cierto una de las más grandes de Italia, para encontrarnos con todos. Una vez allí, se acordó la hora para reunirnos de nuevo y nos dispusimos a comer y a hacer algunas compras; tras todo ello, nos montamos en el autobús y pusimos rumbo al Lido de Jesolo, cerca de Venecia, nuestra siguiente ciudad a visitar. A la llegada este hotel sí nos agradó mucho, dejamos las maletas y nos fuimos a dar un paseo todos juntos por la playa cercana al hotel. Para entonces algunos de nuestros compañeros se sentían ya enfermos y no bajaron, yo misma estaba resfriada desde el día anterior. En la playa algunos de nuestros compañeros decidieron darse un baño, aunque en mi opinión, hacía un poco de frío. Aprovechamos para hacernos fotos: en grupo, con los profesores... Y también dimos un paseo por la playa, nos sentamos y estuvimos allí hablando. A vuelta al hotel cenamos y nos fuimos a las habitaciones, como todas las noches, nos reunimos en una habitación para hablar, jugar a las cartas... Esa noche varios compañeros se fueron a dar una vuelta y ver la zona, estuvieron en un bar y nos comentaron donde podíamos ir el último día. Al día siguiente nos montamos en el autocar y pusimos rumbo a una especie de embarcadero, donde salían ferris hacia Venecia y el resto de islas.
El trayecto fue precioso, al principio nos sentamos fuera para contemplar el paisaje, pero debido al frío que hacia a esas horas de la mañana nos entramos dentro. Cuando llegamos a Venecia fue todo increíble, había numerosos puentes para cruzar las calles y también una enorme plaza. Dimos un paseo y encontramos a un gondolero, los profesores hablaron con él para dar un paseo y éste aviso a un compañero para poder realizarlo. Nos partimos en cuatro grupos y comenzamos los paseos de dos en dos. El viaje fue muy tranquilo, y las góndolas eran preciosas, el gondolero nos iba contando información de las casas y puentes que veíamos. Atravesamos muchos pequeños puentes bajo los cuales, olía un poco mal. De repente salimos al Gran Canal, y el gondolero nos contó que aproximadamente doscientas calles daban a parar a él, atravesamos el gran puente y volvimos con nuestros compañeros al cabo de poco menos de media hora. Nos tocó esperar al siguiente turno, y después de que estos llegaran dimos un paseo, entramos a la tienda oficial de Ferrari, y algunos realizaron compras. Los profesores nos llevaron a una gran plaza en la que se encontraba la catedral de Venecia, muy grande y con un diseño nada parecido a las que ya habíamos visto.
Comimos (la mayoría en un McDonald y nos fuimos a visitar las tiendas y el mercado del puente del Gran canal. Alos lados de este había muchas tiendas, pero en él solo encontrábamos caras y numerosas joyerías, nos asomamos al puente y algunos aprovecharon para comprar las famosas máscaras. Nosotros pensábamos entonces que íbamos a visitar la isla de Murano y contemplar el proceso de fabricación del “cristal”además de comprar algunos recuerdos; nos informaron de que debido al tiempo que tardaríamos en llegar, aproximadamente una hora y media, este viaje se anulaba, por lo que aprovechamos para comprar en Venecia el cristal de murano y comprar los regalos a nuestros tutores. De regreso al hotel, cenamos y los profesores nos propusieron ir a dar una vuelta, al bar que nuestros compañeros nos habían comentado. Éste era bastante pequeño, y nos tuvimos que salir a la calle, pero nos atendieron muy bien. Al final los camareros acabaron cantando y algunas compañeras bailando sevillanas. Regresamos al hotel y es noche nos acostamos más tarde de lo normal, ¡era nuestra última noche en Italia, y no nos queríamos ir! A la mañana siguiente desayunamos y nos dirigimos hacia Milán para tomar el avión. Llegamos a la ciudad y paseamos por la galería en honor a Víctor Manuel, donde encontramos carísimas boutiques. Saliendo por estas galerías llegamos a una plaza bastante grande donde se encontraba el duomo de Milán, de unas formas y envergadura impresionante, sus torres terminaban en pico y tenía numerosos ventanales en la fachada, aunque no lo pudimos apreciar del todo bien debido a que estaba en reforma y cubierto por una tela en algunas partes de la fachada principal. Descansamos un rato en esta plaza y fuimos a comer posteriormente, la mayoría a un McDonald que se encontraba en la galería. Después nos montamos en el autobús y paramos para ver el castillo de Sforza, y sentados delante de su fuente aprovechamos para hacernos la foto de grupo que cerraba el viaje. Nos montamos de nuevo en el autobús y nos dirigimos al aeropuerto. Éste estaba mucho mejor que el de Roma, compramos algo de comida para el viaje y facturamos. Esperamos en torno a media hora y volamos hacia Madrid, aunque la mayoría nos queríamos quedar. Una vez dentro del avión nos asomamos a las ventanillas y nos despedimos de Italia, muy a nuestro pesar. Llegamos a Barajas y tras recoger las maletas, lo cual nos costó mucho, pués nos perdimos un gran grupo, nos montamos en el avión y regresamos a Espejo. A las 6 de la mañana finalizó nuestro viaje, cuando llegamos a “Casa Lorenzo”.
Era nuestro viaje, el más esperado por todos nosotros hasta ahora, el famoso viaje de fin de curso de 4º de ESO. Nunca antes habíamos estado tanto tiempo fuera de casa sin nuestros padres en un viaje con todos los compañeros de clase. Hasta ahora habíamos oído todos hablar de ese viaje, pero teníamos una gran expectativa acerca de cómo se vivían esos días, que más tarde, cortos se nos hicieron. Un mes antes ya estábamos preparándolo todo, el tipo de ropa que nos íbamos a llevar, una maleta de carácter ajustado para albergar al menos la mitad de ropa de nuestros armarios de casa, la cámara de fotos, el móvil y su cargador correspondiente, los dineros… en fin todo lo necesario para pasar ocho días en un país extranjero, llamado Italia, del que la mayoría solo habíamos oído hablar de él. Pasaron los días y con ellos nuestras ganas y deseos de saber que era todo aquello, se volvían cada vez más intensos. Llegó el día 24, por la mañana todos acudimos al instituto las tres primeras horas, pero después del recreo cada uno se fue a su casa para ultimar los pequeños detalles. Por la noche quedamos todos para cenar, ya entonces estábamos muy alterados y con prisa para no llegar tarde a la cita que teníamos con los profesores, Rafa y Nati, para salir de Espejo rumbo a Madrid dónde más tarde cogeríamos nuestro avión. Una vez la cena estuvo finalizada, todos llegamos a nuestras casas, donde nos pusimos nuestras sudaderas de color azul, que todos teníamos iguales, y que unas semanas antes habíamos estado preparando, por las que más tarde nos llamaríamos a nosotros mismos “los pitufos”. Llegaron las despedidas con los abuelos y abuelas, titos y titas, primos y primas, que todos parecían estar deseando de perdernos de vista por unos días, pero que en el fondo tenían un poco de, podríamos llamarle, angustia por no saber lo que nos deparaba la suerte. Con estos besos y abrazos, también llegaron los típicos consejos que siempre, siempre nos dan antes de salir de viaje o de excursión; esos consejos que aunque ellos saben que nos los sabemos de memoria, nos los repiten una y otra vez… Cuando todos llegamos al lugar de nuestra cita, acompañados por nuestros padres, el ambiente que respirábamos, estaba muy cargado, allí cada uno tenía un sentimiento dentro de sí, unos sentían alegría, otros un poco de miedo, algunos estaban tristes pero la mayoría lo único que sentíamos eran nervios, muchos nervios. Hacía una noche estupenda, aunque poco antes había estado lloviendo, tal vez el ambiente estaba un poco frío, pero entre cargar las maletas, los últimos despidos, y nuestra calentita sudadera, esos 12º pasaron desapercibidos por nosotros. Una vez montados en el autobús, el ambiente se caldeó y cuando éste se puso en marcha, todos los padres y madres empezaron a agitar sus manos diciéndonos adiós y nosotros desde el interior del autobús les respondíamos, a la vez que pensábamos si se nos había quedado algo atrás… Pasadas 4 ó 5 horas, las cuales no conté muy bien porque me quedé durmiendo, llegamos a Madrid, la gran capital de España, donde se encuentra el aeropuerto de
Barajas, sitio donde teníamos que llegar para coger nuestro avión. A la llegada a la T-4, que es la Terminal 4ª de dicho aeropuerto, vimos que aquello era gigantesco aunque eso fue en lo que menos nos fijamos, puesto que estábamos muy inquietos, y ya solo pensábamos en el avión. Después de facturar, vino el momento tan esperado por muchos de nosotros, ya tocaba, ya era la hora, no había vuelta atrás, nos íbamos a montar por primera vez en avión. Al pasar la pasarela, no puedo explicar lo que se siente, es como un gusano que te aprieta en el estómago hasta que te bajas del avión. Una vez ya acomodados en el interior del aparato, nos pusimos los cinturones y escuchamos las indicaciones hechas por las azafatas, que nos enseñaban a utilizar, lo que nadie quiere usar, el chaleco salvavidas, y la mascarilla del oxígeno. Cuando el avión despegó, pensé que estaba subiendo por una montaña rusa y no hacía otra cosa nada más que repetir en mi cabeza, y para mí misma: “que esto pare ya de subir” Una vez encaminado el vuelo, ya estuve un poco más tranquila aunque siempre alerta; Araceli y yo nos hicimos unas amigas de un pueblo cercano a Madrid, eran cuatro y más tarde nos las encontramos en El Vaticano, donde nos volvimos a saludar. Tenían nuestra edad, y también iban a pasar unos días, aunque menos que nosotros en Italia; nos dimos nuestras direcciones de correo y actualmente nos mandamos mensajes con ellas por el Messenger. Cuando el avión aterriza, se nota por el dolor de oídos que te causa, aunque eso se compensa con la sensación de saber que ya estábamos en Roma todos sanos y salvos como se suele decir, la angustia había pasado y se había convertido en ilusión por conocer todo aquello que nos esperaba. Ya era día 25, en Roma hacía buen tiempo, cosa que aprovechamos para esperar fuera del aeropuerto al autobús que venía a recogernos para llevarnos al hotel. Cuando dicho autocar llegó, todos nos montamos aceleradamente en su interior, debido a que teníamos muchas ganas de ver nuestro hotel. Después de cruzar Roma entera, puesto que la distancia que había desde el aeropuerto hasta el hotel era bastante grande, llegamos al hotel. Nuestra primera impresión, para qué mentir, no fue muy buena, puesto que la apariencia en sí del hotel, era de un edificio muy pequeño y además un poco viejo. Una vez en el interior del hotel, comprobamos que las apariencias engañan, y que tanto el recibidor, como el comedor y las habitaciones, estaban bastante bien. A mí me tocó en la habitación con Araceli y Sandra. Al llegar allí hicimos reparto de camas y de pedazos de armario, puesto que nos íbamos a alojar allí por tres días. Cuando cada uno acomodó más o menos su equipaje correspondiente en su habitación, salimos con Rafa y Nati a dar un paseo; al principio todos creíamos que iba a ser corto, pero que fue el más largo que dimos en todos los días que estuvimos visitando Italia. Nuestra intención era coger el metro, para lo que teníamos que andar más de 2 Km. hasta la boca más cercana. Una vez montados en el metro, este me impresionó porque lo esperaba más moderno, más limpio y mejor cuidado. Al llegar a nuestra parada correspondiente, y subir hacia el exterior, me quedé gratamente sorprendida, y me pregunté a mí misma: ¿Es eso el famoso Coliseo?; en efecto, lo tenía a menos de 10 metros en frente mía, era gigantesco, abrumador, todo lo que se pueda decir es poco. Nos acercamos hacia él y estuvimos un rato observándolo y echándonos fotos. A su lado, se encontraba el arco del Triunfo de Constantino y a la derecha a unos 40 metros, pero observable desde allí, estaba el derruido Foro Romano. Después de todas estas impresiones tan seguidas, los profesores nos dieron tiempo libre para comer. Nos dividimos en grupos, el mío estaba formado por Teresa, Mª Dolores, María, Araceli, Fco. José y yo, los cuales nos dispusimos en camino a un restaurante muy próximo al Coliseo, en el que nos comimos nuestra primera pizza italiana. A la llegada de la media tarde, y ya todos con los profesores, fuimos a ver el Foro Romano más de cerca, junto con el arco de Tito. A lo lejos, algo nos llamó la atención a unas pocas, ¿Qué era eso?, ¿tal vez era la famosa columna Trajana de la que tanto habíamos oído hablar a Alicia? Preguntamos nuestra duda a Rafael y nos lo confirmó. Le
insistimos para ir a verla y él accedió, pero Nati prefirió irse con la mayoría de gente hacia el Coliseo otra vez. Al ver la columna Trajana nos impresionamos, pero lo hicimos aún más cuando nos dimos cuenta de que en frente de esta se encontraba el gran Monumento a Víctor Manuel, el último rey de Italia, llamado por todas nosotras y por la mayor parte de los italianos como “La Máquina de Escribir ”. Le pedimos a Rafael que nos hiciera una foto a todas las niñas, y aquí está:
Después de esto, tuvimos el valor de montarnos en un ascensor, el cual nos llevó hasta todo lo alto de este monumento. Al principio tuve sensación de vértigo, pero luego me alegré, gracias a las maravillosas vistas que nos ofrecía la ciudad de Roma desde ese punto tan estratégico. Lo divisamos todo, el paisaje, los monumentos famosos que todavía nos quedaban sin ver, y lo más bonito fue una vista global del Foro con el Coliseo de fondo. Al bajar de todo lo alto, nos dispusimos a dar un paseo por todos los alrededores y luego llegar hacia nuestro punto de partida, donde nos esperaban los demás compañeros: El Coliseo. Una vez allí todos reunidos, y ya anocheciendo, emprendimos el camino hacia el restaurante que teníamos concertado para todos los días que íbamos a estar en Roma. Anduvimos nada más y nada menos que nueve Km., que se dice muy pronto pero que cuando estás allí, la sensación que te produce es muy distinta. Cuando por fin vimos el restaurante nos dio un vuelco el corazón, no ya por lo hambrientos que estábamos sino porque pensábamos que nunca llegaríamos al dichoso buffet. Una vez dentro, nos pusieron de primero unos macarrones con tomate y carne, de segundo un muslo de pollo y de postre una especie de yogurt, que sabía también un poco a queso. Después de la cena, cogimos nuestro autobús, digo nuestro porque es el que teníamos concertado, y llegamos hasta el hotel, donde caímos todos rendidos en las camas y no tardamos en dormirnos más de media hora. A la mañana siguiente, del día 26, estábamos todos en planta a las 7 y media de la mañana, desayunamos, y nos pusimos en marcha en nuestro autobús para ir a visitar el centro de Roma. Ya más o menos en la zona, nos soltó el autobús y empezamos a caminar en busca de monumentos. El primero que nos encontramos fue la Plaza del Obelisco, donde todos nos hicimos una foto junto a una de las fuentes gigantes que había en un lado de la plaza:
Seguimos nuestro camino en busca de La Fontana de Trevi. Al llegar, ésta estaba llena de gente, de turistas, que al igual que nosotros, todos querían echar una moneda y pedir un deseo. Los profesores nos dieron tiempo libre para comer y para visitar una de las calles con las tiendas de ropa más cara del mundo. Después de comer, un grupo de amigas, nos volvimos en dirección otra vez a la Fontana para degustar uno de los helados más buenos que nos hemos comido nunca, no sé si por el sabor o por el lugar donde se encontraba la heladería. Una vez llegada la hora en la que habíamos quedado con los profesores, todos caminamos hacia el Panteón de Atenea Gripa. Este Panteón tiene un techo en forma de semiesfera, con un círculo sin techar justo en mitad de la cúpula. Hay mucha gente que afirma que por muy fuerte que llueva, dentro del Panteón nunca cae el agua, pero puedo asegurar que el día que visitamos este sitio había llovido, y el suelo del medio, justo debajo de la parte sin techar estaba mojado y además tenía rejillas por las que el agua se cuela fácilmente cuando llueve. Después de esta visita, nos pusimos en marcha en busca del Teatro Marcelo y de La Boca de La Verdad, monumentos que vimos pero que no pudimos visitar puesto que ya era de noche y se encontraban cerrados. La mayoría nos quedamos con la intriga de saber si nos hubiera mordido o no la Boca de la Verdad. Ya después de todo este ajetreado día, tomamos nuestro autobús y llegamos hasta el restaurante, donde un día más nos pusieron pasta de primero, de segundo un pescado sin determinar de qué especie y de postre, por fin, algo que nos gustó, helado de chocolate. A la llegada al hotel, la mayoría de la gente estuvo en vela hasta altas horas de la noche, pero yo y mis compañeras de habitación nos fuimos a dormir, puesto que al día siguiente teníamos que volver a levantarnos a las 7 y media. Y llegó el tan esperado jueves. Como todas las mañanas, desayunamos y nos dispusimos a coger el metro y como consecuencia a andar los 2 km necesarios para llegar hasta él. Allí en el metro, Nati sufrió una caída y después, ya de salir al exterior, tuvimos que parar en una farmacia, para que le vendaran el tobillo que se le había puesto del color de la túnica del Nazareno. Seguimos nuestro camino y, ya a tiro cierto, fuimos hacia la Basílica de San Pedro, en El Vaticano, donde pasamos todo tercer día en Roma. Las enormes y largas colas que había para entrar a visitar todo el conjunto del Vaticano, nos produjeron una gran desesperación, al informarnos de que teníamos que esperar más de hora y media de pie. Una vez dentro todo lo que vimos fue majestuoso y de un gran valor artístico. Lo que más me impresionó fue la Capilla Sixtina. Nuestros intentos de subir a la cúpula se desvanecieron puesto que la cola que había era de otra hora, y al final acabamos abandonándola y entrando a la Basílica, en cuyo interior poco tiempo estuvimos. Después de comer y ya a la tarde, nos hicimos dos grupos, uno que se fue al hotel junto con Nati, para descansar, y otro que nos fuimos junto con Rafael a visitar el Castillo de Santo Ángelo. Allí ocurrió un acontecimiento que, sobre todo al profesor, le puso los pelos de punta; creíamos que se había perdido un compañero. Un rato más tarde apareció, después de que cuatro compañeros fueran a buscarle, todo quedó en un susto. Cuando llegamos al hotel, empapados por la lluvia, nos tuvimos que trasladar inmediatamente hacia el restaurante para cenar, pero para nuestro alivio, ese día sí
teníamos autobús que nos llevara. La cena no era de sorprender, como todos los días, comimos pasta de primero, un filete de carne de segundo con una salsa, y de postre un yogurt, que esta vez no sabía a queso. A la llegada al hotel mis compañeras de habitación y yo nos dispusimos a dormir, pero con la llegada de Lorena y Teresa a nuestra habitación, nuestras disposiciones cayeron al vacío y se levantaron otras que nos animaban a quedarnos en vilo hasta las 3 ó las 4 de la mañana. Al día siguiente, después de desayunar, tuvimos que recoger nuestro equipaje y disponernos en el autobús en marcha de un pueblecito al lado de Florencia llamado Montecatini. Antes de llegar al sitio nombrado anteriormente, hicimos paradas en Siena y Pizza. En Siena, visitamos el Duomo y La Catedral y además nos dimos un paseo por su entramado urbano completamente medieval. En Pizza visitamos su famosa Torre Inclinada, donde nos hicimos fotos y compramos algunos regalos. A nuestra llegada a Montecatini, y posterior alojamiento en el albergue, la mayoría fuimos a llamar a nuestros familiares desde unas cabinas de teléfono cercanas. Este albergue, se podría decir, ha sido el peor en el que nos hemos alojado; estaba muy sucio, no había duchas, solo un grifo y una rejilla abajo, y además no teníamos espacio para cuatro personas en un espacio tan reducido de habitación. A la mañana del día 29 sábado, fuimos a visitar la ciudad de Florencia, estuvimos bastante tiempo comprando cosas en su famoso mercadillo, y acto seguido, fuimos a visitar el Duomo y La Catedral, la cual no pudimos visitar por dentro, puesto que la mayoría de la gente se opuso a esperar la larguísima cola. Nos paseamos por las maravillosas calles, y cuando llegamos a una plazoleta, nos sentamos allí todos y comimos. Después de estar allí más de dos horas y media, y de haber comprado lo menos cincuenta carteles, con nombres a un chino, llegaron los profesores. Luego cruzamos el puente Vechio que separa las dos partes de la Bella Florencia, y que está rodeado de joyerías por todas partes. A la hora de esto y ya por la tarde, nos recogió el autobús y nos llevó hacia Montecatini de nuevo. Esa noche después de cenar, estuvimos todos los compañeros y los profesores en vela hasta las 5 más o menos, puesto que nos reunimos todos en una habitación, y tuvimos una especie de tertulia allí montada. Al día siguiente, estábamos en planta a las 7 y media. Tras desayunar y haber hecho el equipaje, cogimos el autobús y nos trasladamos hacia Padua, donde visitamos la famosa Basílica de San Antonio de Padua y nos dimos un paseo por la plaza más grande de Europa, llamada Prato della Valle donde después del paseo nos sentamos un rato a descansar. Ya habiendo visitado la ciudad de Padua, viajamos en autobús hacia Lido de Jesolo, un pueblo costero cercano a Venecia. A nuestra llegada a Lido de Jesolo, visitamos su maravillosa playa, donde algunos de los nenes se dieron un chapuzón, mientras nosotras nos hacíamos una sesión fotográfica. Después de esto, soltamos nuestro equipaje en las habitaciones. Este hotel estuvo también muy bien en lo comparado con comidas, habitaciones e instalaciones. Después de la cena, compuesta por pasta y fruta, todos nos fuimos a dormir y descansar para el día más esperado por todos nosotros, la visita a Venecia, la ciudad del amor. Por la mañana del día 31, todos nos levantamos muy alterados y con ganas de viajar hacia Venecia. Después de tomar el desayuno, el autobús nos trasladó hacia el puerto donde tomamos un barco para llegar hacia Venecia. Una vez allí, todo fue impresionante, la ciudad estaba llena de puentes y de canales, había muchísima gente por las calles, y el paseo marítimo estaba lleno de paraetas. Lo primero que hicimos fue montarnos en góndola, lo hicimos en 2 turnos de dos grupos cada uno y más o menos 20 min. de duración. El paseo fue maravilloso, la ciudad aunque vieja y un poco maloliente, transmitía una sensación inexplicable, de paz y romanticismo. Pasamos por debajo del puente del Gran Canal y como no, le hicimos una foto:
Después de este espectacular paseo en góndola, nos dimos un paseo por las calles de Venecia, en las cuales se albergaban unas magníficas y caras tiendas de ropa. A partir de aquí, los profesores nos dieron tiempo libre para comer y comprar regalos, cosa que no desaproveché. Compré unos collares y pulseras brillantísimos, de cristal de Murano para mis familiares femeninas y unos llaveros, para los masculinos. En las plazas de esta ciudad tan preciosa, hay muchísimas palomas, que sin mala intención, mancharon las sudaderas y camisetas de algunos compañeros. Ya al atardecer, volvimos a coger el barco que nos llevaría de nuevo hacia Lido de Jesolo, donde todos ya pensábamos en Espejo. Esa era nuestra última noche en Italia, y teníamos que celebrarlo. Después de cenar, una poca de gente junto con Nati, fuimos al único bar que había abierto, estaba a unos 200 metros del hotel, pero no importaba, estábamos dispuestos a andar lo que hiciera falta, para celebrar nuestra última noche en el país italiano. Tras la llegada al bar, el ambiente se fue caldeando y todos empezamos a bailar y a hacernos fotos, también Nati, que tenía mucha marcha. Cuando dieron la 1 de la noche nos volvimos hacia el hotel, todos rendidos, dispuestos a no dormir en toda la noche. Quisimos despistar al sueño pero media hora después de la llegada a las habitaciones, todos caímos en los brazos de Morfeo. Al fin llegó el día 1 de abril. Después de lo rutinario, desayunar y preparar las maletas, cogimos el autobús hacia Milán. Una vez allí, visitamos su Duomo y nos dimos un paseo por su famosa calle llena de cristaleras. Los profesores nos dieron tiempo libre para comer y darnos un paseo por otras calles colindantes. Cuando llegó la hora en la que habíamos quedado, nos encontramos todos en una plaza, donde nos hicimos una foto de grupo:
Después de todo esto, cogimos el autobús, el cual nos trasladó hacia el aeropuerto, para coger el vuelo Milán-Madrid. El aeropuerto de Milán era bastante grande, pero el avión en
el que posteriormente nos montaríamos, era de la misma envergadura del que cogimos en Madrid. Se iba acercando de nuevo la hora de volver a coger el avión, y junto con ella, los nervios se iban incrementando. Una vez ya pasada la pasarela, y montados en el avión, todo transcurrió como la vez pasada, excepto que al ir por la mitad del camino más o menos, sufrimos turbulencias, las cuales nos hicieron sentir un poco de miedo. A nuestra llegada a Madrid, fuimos a recoger nuestras maletas para después cargarlas en el autobús que nos llevaría de vuelta a casa. En el camino de Madrid a Espejo, hicimos una parada en un bar de carretera, en el interior del cual, lo primero que hicimos la mayoría de la gente, fue pedirnos un bocadillo de jamón, que tan escasamente habíamos probado en Italia. Desde la salida de este bar, hasta la llegada a Espejo transcurrieron unas 3 horas, las cuales pasé impaciente porque tenía ya unas ganas inmensas de volver a reencontrarme con mis familiares. Ya se divisaba Espejo, el cerro que tan ansiadamente quería volver a ver, ya estaba cerca. La llegada fue muy calurosa por parte de nuestros familiares, sobre todo nuestros padres, que me imagino, que al igual que yo a ellos, también querían volver a verme. Esa noche es la que mejor he dormido en mi vida, hay que ver lo que se añora la cama de uno mismo. A la mañana siguiente, fui a dar saludos y regalos a mis tíos y abuelos, los cuales se alegraron un montón de volver a verme. También quiero comentar un aspecto sobre la lengua; esta no ha sido un impedimento, puesto que el italiano hablado despacio y con buena pronunciación se entiende perfectamente, pero que si nos surgía algún problema utilizábamos nuestro inglés universal, que más o menos ya todo el mundo sabe hablar un poco. Este ha sido el último viaje que vamos a hacer todos juntos, y creo también que aunque pase el tiempo, nunca nos olvidaremos de él. Todos los malos ratillos, los días sin comer bien, el cansancio y el sueño se han visto recompensados por una de las mejores experiencias de nuestras vidas, que por mucho que queramos, nunca se va a volver a repetir. También tenemos que reconocer la labor de los profesores que se quisieron hacer cargo de nosotros, y nos ayudaron en todo lo que pudieron, y sobre todo a Nati, no por menospreciar a nadir, sino porque tenía esguince de tobillo y así aguantó 6 días, sin una sola queja.
Trabajo realizado por: Ángela María Gutiérrez Romero, Grupo 4ºA
Voy a presentar una redacción sobre mi viaje de fin de curso de la ESO a Italia. La noche en que íbamos a partir quedamos todos los compañeros juntos para irnos de cena antes de coger el autobús. Cuando acabó la cena me fui a mi casa a por la maleta y me dirigí a la parada de autobuses. Allí estaban todas las madres despidiéndose de sus hijos/as, incluyendo a la mía, claro. Teníamos que llegar a Madrid para coger un avión que nos llevara al aeropuerto de Roma. Era la primera vez que me subía a un avión y estaba nerviosa pero con muchas ganas. Cuando llegamos al aeropuerto de Madrid facturamos las maletas y atravesamos medio aeropuerto hasta llegar a nuestra puerta de embarque. A mí me tocó en un asiento que estaba un poco aislado del resto de mis compañeros/as, pero tenía al lado a unas niñas de Madrid que también iban de viaje de fin de curso a Roma, aunque menos días que nosotros. Al final hasta nos hicimos amigas. Cuando aterrizamos, cogimos las maletas y el autobús nos llevó hasta el hotel donde nos íbamos a alojar, “Hotel Gelsomino”. Después de dejar las maletas nos dirigimos a nuestra primera visita: el Coliseo.
También vimos la columna de Trajano y el monumento a Víctor Manuel. Ese día Marta, Teresa Mª, Marcial, Sandra, Mª Isabel y yo nos despistamos del grupo y nos perdimos. Los estuvimos buscando durante casi una hora y al final nos encontraron. Nos fuimos al hotel, nos duchamos, nos arreglamos y dimos un “paseito” de más de una hora hasta que llegamos al restaurante donde teníamos que ir a cenar. Esa noche la comida fue buena a diferencia de la de las siguientes noches que más tarde describiré. Cenamos macarrones con tomate y queso, pollo con patatas y un flan que no sabía a nada con caramelo. Nos fuimos al hotel y yo me fui a dormir sobre las doce. Al día siguiente nos levantamos a las siete para estar a las ocho montados en el autobús. Ese día fuimos a ver la Fontana di Trevi que es impresionante.
Tiré unas monedas a la fuente ya que la leyenda cuenta que si tiras unas monedas a la Fontana algún día volverás a Roma. Nos pedimos unos helados en una recomendada heladería cercana a la Fontana di Trevi. Después, Teresa y yo tuvimos que atravesar solas un montón de calles para poder ver la Plaza de España, ya que, como estábamos separados por grupos, el otro grupo había ido a verla, y del nuestro sólo queríamos ir a verla nosotras. Después otros cuantos fuimos con Rafael Somoza a ver el Panteón. Más tarde, y de camino al autobús, tuvimos que atravesar el puente del río Tíber. Llegamos al hotel y nos arreglamos para ir a cenar, bueno, si se puede llamar cenar a lo que yo hice, ya que no probé ni el pan. De primero pasta hervida con hierbas, de segundo un
filete de pescado que se deshacía de lo blando que estaba y de postre unas natillas de chocolate que, ¡sorpresa! Tampoco sabían a nada. Muertos de hambre, al menos yo, volvimos al hotel. El tercer día fuimos de visita al Vaticano. Tuvimos que hacer mucha cola, pero valió la pena por poder ver la Capilla Sextina y otras muchas esculturas, como la Piedad o Laoconte y sus hijos. Ese día nos llovió mucho. Después de ver el Vaticano fuimos a comer a un restaurante Marta, Teresa Mª, Mª Ángeles, Ángela, Teresa y yo. Fue de los mejores días que comimos. Más tarde, cogimos el autobús y fuimos a ver el Castillo de San Ángelo, donde se perdió José Antonio. Lo estuvimos buscando durante un buen rato y después lo esperamos todos fuera del castillo casi una hora bajo la lluvia. Tuvieron que entrar varios compañeros a buscarlo hasta que dieron con él. Cuando lo encontraron no nos decía dónde había estado, y lo que nos decía sabíamos que no era verdad. Volvimos al hotel y después fuimos a cenar. La cena de hoy no era mucho mejor que la anterior. Así que tampoco comimos mucho. Regresamos al hotel. Al día siguiente dejamos Roma para ir a Siena a ver su catedral.
Esa mañana Teresa Mª, Marta y yo nos volvimos a perder, pero esta fue la peor vez de todas porque teníamos que coger muchas bocacalles. Pero al final Antonio y Javi vinieron a buscarnos y todos juntos encontramos el autobús, que ahora nos llevaría a Pisa, donde, claro, vimos la torre inclinada de Pisa.
Nos montamos en el autobús y fuimos directos a nuestro nuevo hotel en Florencia, que no tenía ni punto de comparación con el otro. Las habitaciones eran súper pequeñas. Una de las camas estaba montada encima de la otra en forma de litera, y las barras con las que se sostenían estaban dobladas, lo que no nos daba mucha confianza para dormir en ellas. Pero lo peor de todo, sin duda y con diferencia, era el cuarto de baño: su puerta no tenía cerrojo, y la ducha ni siquiera tenía cortinas, con lo cual, cualquiera podía entrar y encontrarse a alguien completamente en cueros duchándose. Al día siguiente, visitamos la catedral de Florencia con su gran cúpula, aunque sólo pudimos verla por fuera, ya que para entrar teníamos que guardar colas de unas dos horas, y la mayoría de la gente no quería. Y lo mismo pasó con la galería Ufficci, que tampoco pudimos ver.
En vez de eso, estuvimos tumbados esas dos horas en una plaza al sol sin hacer nada. Fuimos al hotel, y gracias a Dios esa iba a ser nuestra última noche en dicho hotel, que, por cierto, se llamaba Hotel Alba, y tenía una estrella y otra pintada con rotulador. Al día siguiente visitamos Padua, donde vimos la iglesia de San Antonio de Padua.
Después, cuando estábamos descansando en una especie de parque, Marta, Teresa Mª y yo, conocimos a un chico canadiense, e intentamos comunicarnos con él como pudimos en inglés.
Era muy simpático y nos contó muchas cosas suyas. Más tarde fuimos a nuestro nuevo hotel, que era bastante mejor y estaba al lado de la playa.
Estuvimos en la playa y después fuimos a cenar, porque allí la cena es a las siete de la tarde. Por la mañana cogimos un férry y fuimos a Venecia. Nos montamos en las góndolas y el gondolero nos enseñó las casas de algunos personajes famosos como Mozart o Marco polo.
Esa noche nos fuimos a un bar de copas, y estuvimos jugando a las cartas en las habitaciones, como todas las noches anteriores; fue a lo que más aprendí, a jugar a las cartas, ¿quién me iba a decir a mí que iba a llegar de Italia sabiendo jugar al póquer, por ejemplo? A la mañana siguiente llegamos a nuestro último destino, Milán. Comimos en un MC Donald, llamamos a nuestras casas como todos los días con las tarjetas que habíamos comprado y nos subimos en el autobús para ir al aeropuerto de Milán y coger el avión que nos llevaría de vuelta a casa. Esta vez, durante el vuelo, me tocó ventanilla, pero no la disfruté mucho porque los oídos me pitaban mucho y me empezó a doler la cabeza. Cuando llegamos a Madrid nos subimos en el autobús para llegar a Espejo. Durante el viaje vimos una película muy aburrida, pero después de tres horas al fin llegamos a Espejo.
VIAJE DE ESTUDIOS 2007-2008: ITALIA Hace ya mucho tiempo que tenía la ilusión de hacer un gran viaje al terminar la E.S.O. Decidimos ir a Italia. Para realizar este viaje hacía falta mucho dinero y mis padres me dijeron que hiciera todas las actividades que pudiera para que el dinero que me pusieran ellos fuera el menos posible. Me apunté a todas. Lo primero que hicimos fue la Cruz de Mayo que la montamos en los bajos de la Peña y en la que colaboramos compañeros y padres/madres. La segunda gran actividad que hicimos fue la barra de la romería en honor a San Isidro Labrador. También hemos vendido dulces, papeletas, fiesta del novato…de tal manera que el dinero que han puesto mis padres ha sido el mínimo. De todo esto he llegado a la conclusión que con imaginación y trabajo podemos conseguir cualquier cosa. Por fin llegó el gran día me iba a Italia con mis amigos durante ocho días y siete noches, desde el 25 de marzo al 1 de abril. La noche anterior se me hizo eterna. Estaba muy nervioso pero a la vez muy contento. Esa noche para mí fue la más larga y desesperada de todas. Al día siguiente me levanté con muy buen humor y muy feliz, contento al pensar que en pocas horas me iría. Tuve que ir al instituto, preparar la maleta…A las 10.30 o las 10.45 nos bajamos para casa Lorenzo, donde habíamos quedado con el autobús. Cuando llegué le dí un gran abrazo a mis amigos, cogí la maleta, la guardé en el maletero del autobús, me despedí de mis padre y me monté en el autocar; pasados unos diez minutos salimos dirección MadridBarajas. El viaje fue muy largo, duró unas cinco horas pero fue muy divertido y entretenido ya que fuimos hablando y algunos dormían . Pasada una hora y media aproximadamente, hicimos una pequeña parada para ir al servicio o tomar algo. Dos horas después, hicimos otra parada y última antes de llegar al aeropuerto. Mi primera impresión fue muy buena ya que el aeropuerto Madrid, Barajas, es el aeropuerto más grande de España. Llegamos con más de una hora de antelación que la aprovechamos para hacernos fotos, ir al servicio y comprar algún recuerdo. Otra cosa que me impresionó fue la T-4 ya que estaba muy iluminada cuando llegamos. Luego cogimos las maletas y las facturamos, embarcamos a los diez minutos de facturar. Cuando me monté en el avión sentí algo distinto a lo habitual algo muy parecido a la intriga, miedo…El viaje fue algo maravilloso, el poder ver como el avión pliega sus alas y asciende hasta las nubes es algo maravilloso. Fueron 2 horas de infarto ya que hubo alguna que otra turbulencia. Cuando lo peor lo pasamos fue cuando descendimos, sentí un fuerte mareo, cuando me di cuenta estábamos
en el aeropuerto de Roma. Nada más llegar nos atendió un hombre un poco antipático y nos mostró como llegar a la pista y al aeropuerto. Nos montamos en el autobús y en 5 minutos llegamos allí. Llegamos al hotel ´´Gelsomino´´, hicimos los grupos. Estuvimos poco rato en las habitaciones que eran muy pequeñas; dejamos las maletas y nos fuimos a conocer Roma: Roma es una ciudad muy bonita fue la capital del Imperio Romano y hoy es loa capital de Italia muy conocida por sus monumentos. Tiene unos 5 millones de habitantes y hoy es una de las ciudades más importantes de Europa. Los monumentos que más me impresionaron fueron: • El Coliseo: También llamado Anfiteatro Flavio. Cabían casi 50000 espectadores y allí solían luchar los gladiadores. Nos hicimos muchas fotos, se podía apreciar un bonito paisaje, había mucha gente, más tarde fuimos al que es un Pantheón
• Phanteón: Templo romano; fue emocionante también nos hicimos muchas fotos
• Castillo de San Angelo: Situado a las orillas de río Tibet; monumento romano cercano al Vaticano • Foro Romano: Es la zona donde se desarrolló Roma, era un lugar comercial.
• Fontana de Trevi: Gran fuente donde se suelen echar reliquias .
Tras una gran caminata fuimos a almorzar y como siempre para no variar la comida fue pasta. Después de comer nos dirigimos a la Basílica de San Pedro que es el principal edificio del Vaticano allí nos dieron un par de horas libres para comprar algún recuerdo o enviar una carta algo típico. Monumento de Victor Manuel II: Enorme monumento en honor al primer rey de Italia, nos hicimos muchas fotos. Allí algunos aprovecharon para ir a ver el mirador. En Roma, nos fuimos a cenar a un restaurante y cada noche nos íbamos a dar una vuelta a un pub. Allí conocimos gente muy amable, nos hicimos fotos y muy amigos de ellos. Esas noches fueron inolvidables para mí.
Al siguiente día: de Roma nos fuimos a Pizza, cuando llegamos lo primero fue ver su torre inclinada. Mas tarde, nos dejaron tiempo libre para comprar, hacernos fotos y conocer el campo de los milagros. A continuación, salimos hacia Siena donde visitamos su famosa plaza del campo y su catedral la mayor de Italia, más tarde almorzamos y no fuimos a ver la catedral, y nos dimos una vuelta por el entramado medieval donde pudimos comprar algunos recuerdos y regalos. Más tarde en Montecatini nos alojamos en el hotel Alba, era un hotel muy bonito y poco amplio allí conocimos algunos amigos y hicimos alguna que otra travesura. Al siguiente día no fuimos a Florencia donde visitamos la ciudad del Renacimiento, Duomo, V. San Pedro monumentos muy apreciados en Florencia nos hicimos fotos, almorzamos y por la tarde-noche regresamos al hotel para cenar
Día 30: Desayunamos en el hotel y salimos hacia Padua para visitar la Basílica de San Antonio, continuamos hasta el I. Lesollo donde nos alojamos en el hotel Támpico.
Día 31: Amaneció un día soleado desayunamos en el hotel y salimos para embarcar en el vaporeto que nos llevo a Venecia. Cuando llegamos vimos algún que otro monumento y nos dejaron día libre para poder comprar recuerdos o dar una vuelta por la zona(plaza de San Marcos) después nos montamos en Góndola que nos llevó a dar una vuelta por Venecia, fue muy bonito y relajante el paseo que duró una media hora. Mas tarde nos volvimos a montar en el vaporeto y nos fuimos de nuevo al hotel.
Esa noche fue la peor, era la última y había que aprovecharla al máximo no dormí nada.
Día 1: Cogimos el autobús nos fuimos a Milán y cuando llegamos aquello parecía New York, era la ciudad más grande y moderna que había visto en mi vida, dimos un gran paseo y conocimos toda clase de tiendas y todas enormes. Llegada la tarde nos fuimos al aeropuerto donde embarcamos dirección Madrid, parecía mentira, queríamos llegar para ver a nuestras familias pero a la vez no queríamos volver a la normalidad. Este viaje nunca lo olvidaré.
Alumno: José Antonio Jiménez Lucena 4ºA.
NUESTRO VIAJE DE FIN DE CURSO A ITALIA El día veinticuatro de marzo a las once y media de la noche teníamos previsto coger el autobús con dirección Madrid. Por fin, después de tantos años esperando este viaje, se acercaba el momento de irnos. A las nueve algunos nos fuimos a cenar juntos.
Terminamos sobre las once menos cuarto y cada uno se fue para su casa a coger las maletas; a las once y veinticinco ya estábamos todos allí. Cada uno se despidió de su familia; algunos/as no pudieron contener la emoción y acabaron llorando. Sobre las doce menos cuarto salíamos de Espejo con destino Madrid donde cogeríamos el avión para poder llegar a Italia. A las cuatro de la mañana llegamos al aeropuerto de Madrid, facturamos las maletas y cogimos nuestro billete. Para hacer tiempo estuvimos sentados hasta mas o menos las cinco y cuarto ya que a las seis y cinco de la madrugada salía nuestro avión. Estuvimos un rato buscando nuestra Terminal y al final la encontramos. Para algunos era la primera vez que nos subíamos a un avión y estábamos un poco nerviosos. El despegue fue bastante bueno aunque daba un poco de impresión. Llegamos al aeropuerto de Roma a las ocho y media de la mañana después de dos horas de vuelo. Cogimos un autobús para ir al hotel “Gelsomino” a soltar las maletas y poder empezar nuestras visitas turísticas. Los profesores que nos acompañaron fueron Nati y Rafael Somoza. Sobre las diez de la mañana nos fuimos a coger el metro para dirigirnos al Coliseo. Al llegar allí nos encontramos de frente con el monumento. Allí nos hicimos muchas fotos y nos dimos un paseo por la zona.
Llegó la hora de comer y los profesores nos dejaron tiempo libre para que almorzáramos donde nosotros quisiéramos. Unos cuantos nos fuimos a un restaurante en frente del Coliseo, así que pudimos comer con unas buenas vistas. Cuando se pasaron las dos horas nos reunimos todos en un pequeño parque que estaba al lado del Coliseo; algunos nos fuimos con Rafael y con Nati a ver la “máquina de escribir” y, como nunca habíamos estado allí, hubo cuatro o cinco que se perdieron y se tuvieron que esperar en la calle a que saliéramos a buscarlos. Hubo suerte y los encontramos pronto. A las siete y media nos fuimos hacia el restaurante donde cenábamos. Tuvimos una hora y media de camino y por fin llegamos allí. Nos sentamos y comenzaron a servirnos la cena; de primero, macarrones con tomate; de segundo, pollo con patatas y de postre, flan. A las once y media nos fuimos para el hotel pero ahora en autobús. Llegamos al hotel nos repartieron las llaves de las habitaciones y subimos a ducharnos. Las habitaciones eran de dos y tres personas por habitación. Cuando todos nos duchamos y nos pusimos los pijamas estuvimos un rato dando vueltas por otras habitaciones pero como ese día estábamos muy cansados nos fuimos a dormir temprano. Yo, por ejemplo, esa noche estaba durmiendo a las doce y media. El miércoles veintiséis nos levantamos muy temprano (a las ocho creo) y bajamos a desayunar. A las nueve, nos montamos en el autobús que nos llevaba hacia la Fontana di Trevi. Cuando llegamos empezamos a andar y algunos nos perdimos del grupo y
Ninguno de nosotros podía ocultar los nervios, a todos nos temblaban las piernas nada mas oír “Italia” y aún faltaban unas cuantas horas para salir de Espejo. La misma noche en la que salimos quedamos para cenar todos juntos, todos teníamos las maletas preparadas y los ojos muy brillantes, mientras nos ponían de comer hablábamos sin parar de nuestras tonterías de ultima hora y comentábamos lo que íbamos a hacer, yo estaba nerviosa y aunque faltaban aún más de seis horas no podía disimular mi miedo a montarme en el avión. Terminamos de cenar y entre risas nos fuimos a casa para volvernos a ver una hora después para ya irnos definitivamente. Cuando llegué a casa, mis padres parecían estar más inquietos que yo y no paraban de darme consejos sobre mi comportamiento durante el viaje, pero yo no oía nada, yo simplemente estaba nerviosa y muy feliz. Ultimados todos los detalles y con la maleta preparada salí de mi casa y llegué al lugar desde donde partía el autobús, donde ya estaban casi todos mis amigos tan o más nerviosos que yo. Mientras tanto yo me iba despidiendo de muchos amigos que, muy a mi pesar, se quedaban aquí, abrazos, lágrimas y risas, había de todo un poco, digamos que para mí era como un cóctel de sensaciones que nunca antes había experimentado. El autobús no tardó en llegar y menos tardé yo en montarme en él; mi madre se había quedado abajo metiendo mi maleta y yo ni siquiera me había acordado de despedirme de ella, así que volví a bajar y le di dos besos que ella recibió con muchas ganas; me sonreía pero no paraba de recordarme todo lo que allí tenia que hacer. Ya estábamos todos, el autobús arrancó y sin dejar a nadie atrás nos fuimos hacia Madrid. Como eran las 12:00 de la noche la gente tenia sueño y pronto el nerviosismo se convirtió en cansancio y todos se pusieron a dormir, todos menos yo y otros cuantos charlatanes más. Las seis horas que duró el trayecto las pasé hablando y hablando sobre todo lo que se me ocurrió en aquel momento por lo que el viaje se me pasó de un soplo y antes de parpadear estábamos todos en el aeropuerto de Madrid facturando las maletas; una vez allí, mis piernas temblaban más de lo normal y me encontraba mal, sería del puro nervio que me recorría el cuerpo y de no haber dormido nada en toda la noche. El avión salía a las 7 por lo que aun quedaba mucho rato y decidimos relajarnos tumbados en el suelo y corriendo por los pasillos, pero yo no me relajaba y mi angustia se alargaba aún más.
VIAJE A ITALIA Día 24 Los nervios estaban a flor de piel. Ese día, de preparativos, de despedidas, de ilusión y con ganas de conocer Italia. Quedamos para ir a cenar y pasárnoslo bien antes de salir hacia Madrid. A las once y media empezábamos a dejar a Espejo a nuestras espaldas, con una mezcla de tristeza y alegría. El viaje a Madrid se nos hizo largo, porque no veíamos el momento de llegar y poder montarnos en un avión. A las cuatro, llegamos al aeropuerto. El aeropuerto era gigantesco y me gustó mucho. Hacia el avión, intentábamos calmar los nervios, pero, era imposible. Al pasar por el túnel para embarcar, nos iba a dar algo. Empezamos a desplazarnos hacia la pista de despegue, sobre las seis de la madrugada. El momento del despegue, fue una auténtica atracción de feria, con sensaciones indescriptibles e incluso miedo. El vuelo, me gustó mucho, desde allí todo se veía maravilloso. Sobre las nueve, llegamos a Roma.
DÍA 25 Ya en el aeropuerto italiano, fuimos a recoger las maletas. Empezaron a salir y tenía una sensación angustiosa, de ver que todos las tenían. El autobús nos estaba esperando para llevarnos al hotel GELSOMINO. Cuando llegamos al hotel, repartieron las habitaciones, una vez asignadas, nos alojamos en ellas. Las habitaciones, eran de tres: tenían 3 camas, televisión, aseo, calefacción y una terraza. A las 12.00 quedamos para ir a ver Roma. Nos fuimos andando al metro y llegamos al Coliseo, era precioso, muy grande, aunque le falta buena parte