Cuentos para niños grandes

Page 1

CUENTOS PARA NIテ前S GRANDES Antonio y Marテュa Balibrea


Cuentos para niĂąos grandes Un sentimiento cada doscientas palabras

A nuestros padres

Creado por Antonio y MarĂ­a Balibrea Melero


Primera edición, 2014 Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos. © Antonio Balibrea Melero Obra literaria: Antonio Balibrea Melero Ilustraciones: María Balibrea Melero Revisión: Teresa García Álvarez


Este libro es la obra de presentación del escritor Antonio Balibrea. Al no ser un autor conocido se invita al lector a conocer su estilo mediante microrrelatos. Este campo de la literatura es poco frecuente debido a su dificultad a la hora de que los lectores se vean involucrados con los personajes a los que casi no da tiempo a conocer. El reto consiste en despertar un profundo sentimiento en el lector con menos de doscientas palabras. La primera historia que encontrarán en este libro no es de Antonio Balibrea, sino de un genio de la Literatura Española: Miguel de Unamuno. Esta primera aportación ha sido extraída y adaptada de la obra La Tía Tula para que el lector goce de una referencia de gloriosa calidad, y de esta manera pueda juzgar el resto del libro con consistencia.


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Tula Había una vez una niña que amaba a su muñeca, la quería más que a su propia vida, se había criado con ella, y jamás desde que nació se habían separado. Cuando estaba enfadada, cuando estaba triste… siempre le quedaba estar con su amada muñeca. Un día, jugando cerca de un pozo, la niña se despistó, y la muñeca cayó al fondo del agujero. La pequeña se puso muy nerviosa, intentó cogerla con palos, luego usó cuerdas, incluso redes, pero no conseguía cogerla. La niña no podía dejarla allí abajo. Las horas pasaban y no se le ocurría ninguna manera más de intentar alcanzarla. Pero no podía dejar de mirar a su querida muñeca que estaba flotando en el fondo del pozo, y sin dejar de mirarla comenzó a llorar, y llorar, y lloró tanto… que llenó el pozo y consiguió su muñeca.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero



Es posible que hayan encontrado este libro atado a la pata de un banco o colgado de una farola. No es un error ni un acto de locura, o quizás sí, no lo sé, juzguen ustedes mismos. Pero antes me gustaría poder explicar las razones por las que realicé tal acción, y lo haré de la manera que más me gusta, contando un relato corto.


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Cuando visité mi editorial -¿Quién eres? -Soy Balibrea, les traje un libro con microrrelatos. Me dio cita para hoy. -¿Microrrelatos? –preguntó extrañado mientras comenzaba a buscar en un cajón donde había muchos papeles. Finalmente lo encontró. -La verdad es que no he tenido tiempo de leerlo. -¡Ah! No pasa nada, quédeselo si quiere. Volveré otro día. -No, no es necesario. Últimamente sólo se publica lo de personas famosas. -Pero… lea la primera por favor, son sólo 150 palabras. El hombre leyó la primera historieta. -Sin duda es buena. Pero hoy en día no importa la calidad, sino la parte comercial. Y para vender tienes que ser famoso. -Pero… si gusta se venderá. -No gustará, porque nadie lo leerá. -Lo leerán, aunque tenga que atar un ejemplar a cada banco de esta ciudad. Se lo prometo. -Lo siento chico. Aquel día decidí dos cosas: que buscaría otra editorial y que cumpliría mi promesa...


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Libertad Solía volar junto a la ventana de los Forenberg. Había un niño que siempre que veía mis coloreadas plumas al viento me adulaba. -¡Mira papá! ¡Es precioso! Un día el padre estaba muy quieto en el jardín. Como siempre continué volando con las plumas abiertas a más no poder. De repente saltó una red desde el suelo. Me atrapó y me encerró en una jaula. Fui un regalo para el niño. Cuando Eric me vio se puso muy contento. Intenté revolotear para que viera mi plumaje, pero no pude, la jaula era demasiado estrecha. Poco a poco Eric dejó de hacerme carantoñas. Hoy cuando llega a casa del colegio ni siquiera me mira. Extraña forma de amar tienen estos humanos. Creían que amaban lo que veían y sin embargo amaban mi libertad. Hoy he decidido dejar de comer, pronto moriré… pero a nadie le importará.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Arrugas Paseando con mi abuelo, llegamos al barranco del río. Me fijé en la piel de su cara, estaba repleta de arrugas. -Esas arrugas que tienes en la cara, ¿significan que te vas morir? -Si eso fuera así, todos llevaríamos arrugas en la cara. Mira, te contaré una historia: ¿Ves este desfiladero? ¿Ves la inmensidad que se ve desde aquí? Antes, todo esto era una llanura preciosa. El río, con el tiempo, ha ido arrastrando la tierra hasta ir haciendo este cañón que nos deleita con estas maravillosas vistas. No es un prado pero cada momento tiene su belleza. -Pero… ¿no te gustaría no tener arrugas? Así te quedarían más años de vida. -¿Ves esta arruga que tengo aquí? -me dijo señalándose la mejilla-. El día que tú naciste sonreí tan fuerte que me quedé marcado para siempre. Y esa arruga… esa arruga es el mayor de mis tesoros.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Felicidad Un hombre rico había adquirido una lámpara mágica. -Quiero la felicidad. -No concedo sentimientos. -Entonces… dime cómo conseguirla. -Debes ir al gran lago, allí vive una niña con su madre. Cuando la pequeña te ofrezca su caña de pescar, entonces serás feliz. El hombre fue, pero la niña amaba su caña y no se la daba. Desesperado, habló con su madre y la compró. Cuando regresó a casa frotó la lámpara: -Tengo la caña, pero no soy feliz. -Te dije que te la tenía que ofrecer. -Pero jamás me la ofrecerá. Volvió al lago, devolvió la caña y marchó cada día a pescar con la niña. Tras mucho tiempo yendo de pesca se hicieron muy amigos. Pero el hombre no conseguía pescar nada. Un buen día la niña dijo: -Mi caña es la mejor. Úsala, me encantaría que pescaras algo. -No puedo aceptarla –respondió el hombre-, si la rompiera, jamás me lo perdonaría.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Malditos Zapatos Estoy enamorada de un chico, va a mi clase. Me dijo que saldría por las tascas y por eso vamos mis amigas y yo. Ayer me compré unos zapatos, son preciosos. Son de tela fina

de un

deslumbrante azul claro. Son lo último de lo último. “Es imposible que pasen desapercibidos” me dijo la dependienta. Ya estoy llegando pero tiene que parecer que no se que he venido para verle, y por su puesto no puedo

nota ser yo

quien le hable primero, tiene que ser él o mis amigas. Ahí está, lo he visto, estoy muy nerviosa. Nos vamos acercando, nos vamos a cruzar. Mis amigas no se han dado cuenta de que está ahí. Está levantando la cabeza, ya está, me va a ver… Mierda, no puede ser, estaba levantando la cabeza pero se ha quedado mirando mis zapatos y no me ha llegado a mirar. -¡Malditos zapatos!


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Oposiciones Llegué entristecido de ver el resultado de las oposiciones. Mis padres no paraban de hacerme preguntas: ¿En qué has fallado? ¿Qué notas ha sacado el resto?... En un descuido salí de la casa. Vivíamos a las afueras del pueblo, rodeados de gigantescos acantilados. Mi abuelo, como siempre, estaba mirándolos. Me acerqué a él. -¿No vas a preguntarme? -mi abuelo permanecía callado-. He suspendido otra vez. No dices nada… ¿No te importa? -Que unas personas desconocidas hayan opinado sobre tus conocimientos la verdad es que no… no me importa. -Ya, pero… ese examen era importante. -Ese examen no dice nada de ti. -¿Cómo? -¿Sabes por qué me gusta tanto ver las olas? Porque golpean contra el barranco sin cesar. Intentan derribar su gran obstáculo. .Pero no sirve para nada, jamás lo tirarán. -No seas insensato. Claro que lo tirarán, pero… lo que hace bonitas las olas no es que lo tirarán sino saber que jamás dejarán de intentarlo.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

La finca recreativa. Mi abuelo siempre nos llevaba de paseo, a mis tres hermanos, a mi perra y a mí. Íbamos por los campos que había cerca de mi casa. Cuando llegábamos a un sitio que nos gustaba, parábamos a comer. Mi abuelo siempre decía que esa finca era nuestra. Luego caminábamos hacia otro sitio donde nos lo pasábamos genial y también decía que aquello era nuestro. Mis hermanos, todos mayores que yo, siempre entraban en la discusión y comenzaban a decir que eso era mentira, que era de una marquesa o algo así. Como conclusión final mi abuelo siempre me decía: “No les hagas caso, Tonín, todo esto es nuestro y si no, ya lo verás cuando seas mayor, podrás venir aquí siempre que quieras”. Cualquiera que sepa que soy de familia humilde pensará que mi abuelo me engañaba con maestría, pero no es verdad. No sé si mi abuelo se refería a esto pero… he de decir que tenía razón. Ahora, cuando estoy en el trabajo, paseando, o en cualquier lugar, soy capaz de volver a esas fincas con mi abuelo, mis hermanos y mi perra Manta.

A mi abuelo


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Cumpleaños Era mi décimo cumpleaños. Me tocaba soplar las velas. Me daba un poco de vergüenza, pero era genial ver allí a mis amigos y sobre todo a ella, Shara; la chica a la que amaba con locura. Ella estaba sentada a mi lado. Hinché mis pulmones y… noté una mano encima de mi rodilla, casi me ahogo de la impresión. Tras unos instantes conseguí soplar. Era lo más grande que me había pasado en mi vida. Al acabar el cumple, le dije a mi madre que revelara las fotos enseguida, pero me dijo que no habían conseguido cámara y que no había hecho fotos. Me quedé destrozado. Para consolarme me dijo que los recuerdos eran mejor que las fotos. Pero entonces no la perdoné. Como siempre, tenía razón. Ahora cada vez que cojo el álbum de fotos, me paro en una página en blanco que hay en medio. Es la que más me gusta.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Estrellas Eran las nueve de la noche de un día de verano. Mi novia y yo habíamos salido de acampada. Estábamos en medio de una pinada, tirados sobre el césped. Entre las copas de los árboles comenzaban a verse las estrellas. -Nunca había visto las estrellas tan claras –dijo ella-. Son preciosas. -Sí, lo son. -Además el viento trae un aroma natural embriagador. -Sí, yo creo que es el mejor lugar del mundo. Si tuviera dinero, construiría una casa con unos muros enormes y un tejado a dos aguas. Sería genial. -Sí, solo que los muros no dejarían pasar el aroma y el techo no dejaría ver las estrellas.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

El máximo. Jack estaba con diez amigos comenzando a escalar la montaña más grande del mundo. Al principio no paraban de gastar bromas y reír. A mitad de camino tres amigos se encontraron cansados y decidieron volver. Los otros siete deseaban llegar a lo alto y continuaron la escalada. Al escalar un poco más, la escasez de oxígeno hizo que dejaran de hablar para dedicar todas sus fuerzas a escalar. En ese

momento sólo quedaron tres compañeros,

el resto decidió volver. Cuando visualizaron la cima, la falta

de presión en el aire hizo que dejaran de

reír por miedo a ahogarse. En ese momento

los dos amigos que quedaban intentaron

convencer a Jack de que volviera, pero se Cuando Jack llegó a lo más alto, se y de que todo aquello no tenía ningún sentido.

negó, y continuó él solo. dio cuenta de que no tenía con quien celebrarlo,


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Conciencia No reconocí al hombre que tenía frente al espejo. El traje pesaba como si fuera de plomo. La corbata me asfixiaba. Fuera, mi familia, mis amigos y gente que había votado por mí, aclamaba mi nombre. El griterío presionaba al juez para que sentenciara a mi favor. Me sumergí en los recuerdos de mi infancia. Mis hermanos y yo jugando en la vieja casa de campo de mis padres. Éramos tan pobres como las ramas del almendro en invierno. Nuestros juguetes eran las piedras. Nuestros coches, las piernas. Nuestras piscinas, el viejo pantano. Y nuestros aviones, nuestra imaginación, capaz de llevarnos a cualquier lugar del mundo y más allá. No teníamos nada, salvo la felicidad. Cuando salí, el silencio pedía mis palabras: -Lo siento, lo hice. Robé. Hoy, cuando estoy en silencio no consigo olvidar las caras de decepción de mis padres y mis hermanos, y esa… es mi mayor condena.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Mi limonero El día que compramos esta casa yo llevé a Laura en brazos a través de la puerta. Ella dijo en broma: “Te ha faltado la flor para ser el más galante”. En ese momento cayó una flor de azahar del limonero y se posó en su pelo. Desde ese momento tomé cariño a ese árbol, y durante toda mi vida, he acumulado muchos recuerdos… Como el de ver a mi hija balanceándose entre las ramas antes de convertir la gimnasia en su pasión y su profesión. También recuerdo cuando le construí un columpio a mi nieto con una rueda de camión, él decía que hoy quería comer columpiándose. Cuántos recuerdos… Pero el peor me lo he llevado hoy, cuando he visto que el sol se metía por mi ventana. Me he asomado y no estaba… lo habían talado. Al parecer… manchaba el coche nuevo de mi nieto.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Escrito por Antonio Balibrea Melero

Rana Un día una ranita se fue con sus amigas un poco más arriba del río donde vivían. Allí vio que había más agua, que la hierba era más abundante, y que había mucho más espacio. La rana se lo pasó tan bien, que cuando iban a volver a casa dijo: -Id vosotras, yo me quedo aquí. Tendré las aguas más puras, la hierba más fresca, y más espacio para vivir. Sus amigas ranitas la intentaron convencer de que volviera porque la iban a echar de menos, pero no lo consiguieron. La ranita, que se quedó a vivir allí, un día estaba aburrida y decidió subir el río un poco más. Al hacerlo quedó impresionada, ya que había todavía más agua, estaba más limpia, había más plantas y muchísimas flores. Entonces la rana decidió quedarse a vivir allí. Y pensó: “Quizás si sigo subiendo, cada vez sea mejor…”, y así lo hizo, cada día subió un poco más el río. Y en efecto, el río cada vez era más caudaloso, limpio, amplio, y lleno de flores. Un día, la ranita saltaba por sus preciosas piedras entre sus inmensas cataratas, y resbaló… se quedó agarrada a una roca esperando que pasara alguien que quisiera ayudarla. En ese momento, y solo en ese, se dio cuenta de que estaba sola. Y la tristeza hizo que se soltara de su preciosa piedra, y fuera arrastrada por su gran catarata.


Ilustrado por MarĂ­a Balibrea Melero


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.