Una experiencia con niños autistas

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Una experiencia con niños autistas. Por Esther Murcia Gomicia El autismo es un trastorno complejo que afecta a muchos aspectos del funcionamiento del niño. El desarrollo social y la comunicación se ven seriamente perturbados, incluso en individuos con inteligencia no verbal normal. Éstas dificultades están exacerbadas por rígidos patrones de comportamiento, intereses obsesivos y rutinas. Aunque el “enigma” del autismo ha movido una cantidad enorme de investigaciones, las causas de este trastorno todavía no se comprenden. En muchos casos, los factores son genéticos y tienen una clara importancia, aunque por ahora no se ha encontrado el mecanismo genético específico. Se pueden emplear tratamientos eficaces, habitualmente de naturaleza conductual, para reducir algunos de los problemas secundarios asociados al autismo, pero las alteraciones sociales y de comunicación tienden a resaltar y son resistentes a la intervención. Estas líneas que a continuación se presentan se concentran en mi experiencia profesional en un aula abierta con 5 autistas maravillosos. Destacar que el día a día con estos chavales es duro, cansado y en ocasiones muy desmotivador, pero si verdaderamente te gusta el trabajo con ellos, y a pesar de las dificultades, te puede llegar a resultar muy gratificante y enriquecedor. La primera vez que entre en el aula estaba muy nerviosa, pero a la vez muy ilusionada, pues me adentraba en un mundo que siempre me ha llamado mucho la atención y en la actualidad sigue siendo así. Quizá lo más difícil fue adaptarme a su silencio, a su falta de comunicación. Al principio llegué a pensar que el no hablar debía de ser una pena que arrastraban, como una tristeza interior, un duelo que tienes ahí y que hay que entender. En numerosas ocasiones me ponía a pensar en sus familias y en su modo de enfrentarse día a día a las diferentes y tan variadas características de sus hijos. A los pocos días y una vez que ya me iba acercando a los chicos era curioso, pues ya no le daba importancia a que no hablaran sino más bien me fijaba en los pequeños detalles, en su sonrisa o en sus miradas. Y entonces era cuando me paraba a pensar, ¿tienen estos gestos menos valor que las palabras? Dar respuesta a esta pregunta y a todas las que te vienen a la cabeza en esos momentos es algo muy relativo. No se puede negar que el inicio con estos chavales es adentrarse en una realidad dura, dramática y de sufrimiento, que se desvanece una vez que comienzas a conocerlos y sobre todo a intentar sentir como lo hacen ellos. Esto tan sólo queda en la intención pues nunca consigues pensar como ellos. No obstante, conforme trabajaba con estos niños me daba cuenta, aunque de manera amable, de que esa realidad es así, dura y dolorosa. Poco a poco vas sintiendo a cada uno de los chicos como algo propio. Te ilusionas con sus logros y te intentas meter en su mundo.


Es eso mismo lo que hoy pretendo reflejar en estas líneas, el intento de meterme en su mundo y las numerosas experiencias vividas con ellos. Comencemos nombrando las diferentes materias a las que estos alumnos se enfrentan a lo largo de la semana. Decir antes que estos alumnos siguen una metodología sistemática y poco cambiable, pues es la monotonía y el repetir de cada día lo que les hace progresar lentamente. Este tipo de trastorno no esta asociado a cambios ni a técnicas de ensayo – error. Seguidamente y previo a las materias impartidas en el aula citaré brevemente unos principios que nos ayudan a trabajar con este colectivo:

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Se debe crear un ambiente educativo muy directivo y estructurado, de forma que al alumno le sea sencillo seguir las pautas correctas para la realización de las actividades.

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El aprendizaje cooperativo y la enseñanza tutorada son recursos muy adecuados para trabajar los aspectos sociales, principalmente en los momentos en los que se les integra en el aula.

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Los aprendizajes que propongamos deben ser motivadores y sobre todo significativos para el alumno. Es importante conocer qué sabe y qué necesita conocer, favoreciendo los contenidos que le sean más funcionales y que le permitan una mayor generalización a otros contextos.

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Es fundamental el uso de refuerzos. En ocasiones se utilizarán materiales o actividades de refuerzo (dependiendo del caso), aunque de forma más frecuente se utilizará el refuerzo social.

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Es importante que los distintos espacios donde se va a desarrollar la práctica educativa estén organizados claramente, con claves visuales (pictogramas, fotografías) que aporten al alumno mayor autonomía y dominio de su entorno.

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También se debe dotar a nuestra práctica educativa de una secuencia temporal clara y estable, de modo que el alumno sea capaz de predecir lo que va a suceder evitando las situaciones caóticas, en las que se sienta perdido. Para ello se utilizarán agendas, paneles con secuencias de actividades, canciones que anticipan una actividad o señalan que ésta ha acabado, etc.


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Se combinarán los agrupamientos de alumnos (atención individualizada, pequeños grupos, grupo-aula, y con aula ordinaria),

dependiendo de la

actividad que se quiera desarrollar y los objetivos que nos planteados.

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Otro aspecto fundamental es programar la respuesta educativa del aula a través de entornos significativos (aseo, aula, comedor, piscina, parque,..), lo que facilita que los aprendizajes se lleven a cabo en los contextos más naturales. Así, es fundamental estructurar los entornos ordinarios más significativos: aula, centro, calle.

Tras estas pautas para trabajar de forma lo más acertada posible con estos chavales citaré las materias en las que los alumnos trabajan.

Un vez por semana asisten a natación, sin duda es en el medio que mejor se desenvuelven, por unos minutos se vuelven pequeños peces, no tienen miedo a nada, les encanta saltar aunque chapotearse no tanto, de hecho si lo haces suelen responder con cierta agresividad. El medio del agua les posibilita una respuesta no verbal y no oral a través del juego, es también su elemento común con el que conviven todos los días, es más, en numerosas ocasiones en que los niños van al aseo, cuando se lavan las manos cuesta mucho hacerles que vuelvan al aula, pues les gusta tener el agua en sus manos. Personalmente considero, y tal vez me aventure en esta afirmación, que pocos son los niños autistas que rechazan el agua. Lo peor viene cuando hay que regresar al aula, se acaba su momento favorito.

Tras la actividad de natación, al llegar al aula de nuevo, les espera una clase de relajación. En esta clase se tienden unas colchonetas en el suelo y se les pone música clásica. La mayoría de los alumnos responden muy bien, pero también dependen del como se encuentren ellos, pues no es de extrañar que el chaval que más conductas agresivas suele presentar se relaje y hayamos conseguido nuestro objetivo o que por el contrario el niño más tranquilo despierte esa inquietud y movimiento, para nada cercano a la relajación. Cada niño es un mundo y sobre todo cada segundo de su mundo puede ser diferente tanto entre los chavales como en ellos mismos, la misma actividad en diferentes situaciones, puede generar respuestas completamente diferentes..

Analicemos ahora otra materia, más conocida como “trabajo en mesa”, esta asignatura por llamarla de alguna manera, lo que pretende es que cada uno de los alumnos aprenda destrezas y pequeños conocimientos; así pues, se les enseña a colorear un dibujo, a realizar operaciones sencillas como son la suma y la resta en una pizarra magnética, para que a la vez que trabajan la mente también fortalezcan la maniobra de coger y pegar cada una de las piezas en la pizarra. En


el caso de algunos niños se les enseña también a puntear con un punzón un dibujo, pero siempre con vigilancia extrema, pues con un punzón por poca punta que lleve se puede hacer daño en un momento de crisis agresiva.

En otras ocasiones salíamos a pasear al parque, a hacer algo de compra para realizar un taller en clase de cómo hacer un sándwich o un pastel, e incluso a tomar un aperitivo en el bar de al lado. ¿Qué se pretende con estas actividades?, pues es sencillo, que el alumno aprenda a pedir las cosas y a manejarse en la sociedad con las formas adecuadas. Por ello, si los alumnos querían patatas en el bar ellos debían pedirlas y luego pagarlas. Esta tarea era algo complicada, pues muchos de los chavales carecían de comunicación verbal. En este caso el medio de comunicación utilizado eran los pictogramas, que son imágenes que recogen la acción que se quiere realizar o presentar a los alumnos. Se podría decir que es como una primera toma de contacto con algo concreto. Por ejemplo, por la mañana se cogían los pictogramas del tiempo meteorológico y se les decía a los alumnos ¿hoy que día hace? ¿llueve? ¿hace sol?, así con todas las imágenes hasta que se elegía la correcta.

Otra forma de comunicación muy común con estos chavales es el método Schaefer, similar a la lengua de signos pero con ciertas diferencias, pues se combinan signos con palabras; o el PEC, que es un libro adaptado a cada alumno con pequeñas fotos a las cuales se tienen que dirigir si desean algo. Por ejemplo en el bar si el alumno quiere patatas irá a esa fotografía y te la mostrará para que tú le des lo que te pide. Este método es muy práctico pero muy lento a la hora de que el alumno lo interiorice, pues debe asociar la imagen al objeto o cosa deseada, pues se recogen fotos no sólo de objetos sino también de acciones, como por ejemplo un baño para indicar que quiere ir al aseo, un bocadillo porque tiene hambre y es la hora del recreo, etc.

Tras un breve barrido por las materias que más se trabajan con los chavales me centraré en sin duda, y después de la natación, la que más les gusta; hablo de la música. Esta materia era impartida por una maestra de música pero dadas las necesidades del grupo, le apoyábamos en su tarea la tutora, alumnas en prácticas y las profesoras de apoyo del aula. Los alumnos eran sentados en corro como de costumbre para la presentación de cualquier materia, pues ellos se hacen a una rutina y debe ser siempre así, de lo contrario se agitan mucho.

Una vez en su corro, la maestra de música y las otras profesoras les repartíamos pequeños instrumentos como el clave, el triángulo, un xilófono, campanillas, una pandereta, unos platillos, etc con la finalidad de que junto con nuestra ayuda fueran capaces al menos de marcar ritmos sencillos. Destacar que la pandereta es uno de los instrumentos que más juego les da, pues pueden ser percutidas con las palmas, las rodillas, los muslos, etc. El xilófono también


resulta muy interesante desde el punto de vista melódico por la dinámica de cambios que brinda. La voz, por el contrario, aunque los profesores cantemos e intentemos incitar a los alumnos a hacerlo, quizá sea un elemento un tanto confuso y discordante, pues en la mayoría de los casos los alumnos viven en su silencio y todo lo que sale de ellos los altera. Por ello se le presenta con mucho cuidado y generalmente con un instrumento de fondo. La flauta no es de los instrumentos de fondo que les agradaba, normalmente la profesora solía tocar la guitarra porque captaba antes su atención.

La canción de “Debajo un botón” era una de las que más les gustaba, junto con otras canciones en las que bailábamos, los profesores les cogíamos y juntos hacíamos cada uno de los movimientos.

De lo que no cabe duda, es que la música es para estos niños la primera técnica de acercamiento, pues el encuentro no verbal es lo que permite a estos alumnos establecer los canales de comunicación. Mencionar que esta clase suele durar unos 15 minutos, repartidos en los cinco primeros minutos para enseñar el ritmo de una canción y esperar respuesta de los alumnos sin acompañamiento musical, los siguientes cinco minutos se intenta repetir el ritmo con la música y finalmente profesores y alumnos cantan , tocan instrumentos o bailan, según la melodía de ese día. Es muy importante que el alumno se familiarice con los instrumentos así como que intente repetir los ritmos con ellos. Durante estos 15 minutos se observan las manifestaciones espontáneas de los niños.

Hoy en día se tiene conocimiento de que a medida que el niño va adquiriendo más y más claros canales de comunicación, las técnicas de entrenamiento van progresando y con ello el desarrollo del niño. Pero en el caso de estos niños de los que hablamos, la rutina en las clases eran suficientes para comprobar que en cada uno de los días de música los ritmos eran mejor marcados.

Desde mi punto de vista considero que la música se convierte en el trampolín que impulsa y llama a la comunicación de estos chavales. La música puede tejer lazos invisibles que ayudan a descubrir el espacio, a traspasar sus fronteras, a exteriorizar su emoción. Fue poca mi estancia en el aula abierta pero sin duda una experiencia la cual repetiría y recomiendo a todo el mundo que tenga claro que le gusta este campo. Ese sentimiento inicial de miedo e incomunicación se fue tornando en acercamiento a su mundo y tratar de atravesar esa barrera invisible y en ocasiones insalvable. Inicialmente tendemos a sentir lástima, pena por su modo de vivir o de relacionarse, sin embargo y parafraseando a Carmen Ródenas, una psicóloga


con la experiencia de ser madre de un niño autista, finalizó diciendo que hay que “Dejar de pensar en lo que podría ser y mira a sus ojos; si no perderás al precioso “alumno” que tienes”. BIBLIOGRAFÍA •

"Enseñar a los niños autistas a comprender a los demás" Guia práctica para educadores. Patricia Howlin, Simon Baron - Cohen y Julie Hadwin. Ediciones CEAC 2006

"El niño autista" Detección, Evolución y Tratamiento. Colección Infancia y desarrollo especial, L. Viloca. Ediciones CEAC.


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