Misioneros jesuitas en baja california antonio ponce aguilar

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Misioneros jesuitas en Baja California. 1683-1768

Antonio Ponce Aguilar


Autor: Antonio Ponce Aguilar Editor: Bubok Publishing S. L. ISBN papel: 978-84-15489-20-7 ISBN ebook: 978-84-15489-23-8


Índice general Introducción…3 Territorio de una misión, esquema estructural…12 Mapa étnico lingüístico de Baja California…13 Mapa de las misiones jesuitas en Baja California…14

1. Eusebio Francisco Kino…15 2. Juan Bautista Copart…39 3. Matías Goñi…42 4. José de Guijosa…44 5. Juan María Salvatierra…44 6. Francisco María Píccolo…64 7. Juan de Ugarte…77 8. Jerónimo Minutuli…100 9. Juan Manuel Basaldúa…101 10. Pedro de Ugarte…104 11. Jaime Bravo…107 12. Ádamo Gilg…115 13. Julián de Mayorga…116 14. Francisco Peralta…120 15. Benito Guisi…121 16. Clemente Guillén de Castro…122 17. Nicolás Tamaral…143 18. Juan Bautista Mugazábal…150 19. Sebastián de Sistiaga…151 20. Everardo Helen…156 21. Ignacio María Nápoli…159 22. Lorenzo Carranco…167 23. Francisco Osorio…173 24. Juan Bautista Luyando…174 25. José de Echeverría…182 26. William Gordon…188 27. Segismundo Taraval…189 28. Fernando Consag…202 29. Jacobo Druet....230 30. Pedro María Nascimben…231 31. Antonio Tempis…232 1


32. Lamberto Hostell…234 33. Francisco Javier Wagner…240 34. Bernardo Zumziel…242 35. Miguel del Barco…243 36. Francisco Escalante…249 37. José Gasteiger…252 38. Carlos Neumayer…253 39. Juan Xavier Bischoff…256 40. Andrés Xavier García…259 41. Gaspar Trujillo…259 42. Juan Armesto…260 43. Franz Benno Ducrue…262 44. Juan Jacobo Baegert…266 45. Francisco Inama…275 46. Jorge Retz…277 47. José Utrera…283 48. Julián Salazar…283 49. Lucas Ventura…284 50. José Mariano Rothea…285 51. Wenceslao Linck…289 52. Ignacio Tirsch…329 53. Francisco Xavier Franco…333 54. Juan José Díez…333 55. Victoriano Arnés…336

A manera de epílogo…341 Índice de mapas…343 Apéndice I. Relación de misioneros…344 Apéndice II. Vocabulario…347 Bibliografía…351 Iconografía…356 Índice onomástico…357

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Misioneros jesuitas en Baja California Introducción A partir de 1523 se llevó a cabo una oleada de exploraciones desde la costa occidental de la Nueva España hacia el Mar del Sur u Océano Pacífico, algunas promovidas por orden de Hernán Cortés con objeto de descubrir nuevas tierras para el rey, aunque su motivo principal al igual que el de otros capitanes, era encontrar oro, riquezas y gloria para su propio beneficio. En todas las colonias del continente recién descubierto, las motivaciones de los europeos para explorar nuevos territorios, incluyendo sus islas, fueron las mismas que animaron a Cortés, aunque en las relaciones e informes también se hablaba de la conversión al cristianismo de los paganos o gentiles como otro objetivo primordial. No sólo Cortés, sino todos los exploradores y conquistadores de los siglos XV al XVII tenían la esperanza de encontrar fabulosas riquezas en lejanos y exóticos territorios, en parte debido a que habían leído poemas y novelas como la “Canción de Rolando” y las “Sergas de Esplandián”, que narraban aventuras fantásticas en lejanas tierras, una de las cuales era la isla de Califerne o California1, abundante en oro. Por lo que Cristóbal Colón dice en el diario de su primer viaje, es seguro que leyó alguna de las obras mencionadas, y probablemente Cortés también las conocía. A diferencia de lo sucedido en otros territorios de la Colonia, en donde la conquista temporal y espiritual redituó a quienes la lograban fértiles tierras y frecuentemente minas de plata y oro, en California no se obtuvieron esos beneficios, y al contrario, el real erario tuvo muchas veces que aportar no sólo el capital para costear esos viajes de exploración sino también sostener las colonias que se establecían, aunque al principio se abrigaron grandes esperanzas en la explotación de los placeres de perlas en el Golfo de California. En muchos de los viajes que se hicieron en los siglos XVI y XVII con los propósitos mencionados, los capitanes de las expediciones iban acompañados de algunos religiosos que no sólo daban auxilio espiritual a los marineros y soldados que formaban, sino que contemplaban las potencialidades de los territorios 1

Califerne es el nombre de una isla que menciona Carlomagno en el poema de “La Canción de Rolando”, y California es el nombre también de una isla en la novela de caballerías Las Sergas de Esplandián, el primero anónimo editado desde el siglo XII, y la segunda atribuida a Garci Rodríguez de Montalvo publicada en 1510.

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descubiertos para lograr su principal objetivo: salvar las almas de los naturales convirtiéndolos al cristianismo. En la Nueva España, esta meta se convirtió en una actividad cuidadosamente planeada que llevaron a cabo diversas órdenes religiosas de conformidad con el gobierno virreinal, y una de ellas fue la de los jesuitas. Fundada por Ignacio de Loyola en París en 1534, la Compañía de Jesús apenas había sido aprobada como orden religiosa en 1540 por el papa Paulo III, cuando ya a la Nueva España habían llegado los franciscanos en 1524, los dominicos en 1526, y los agustinos en 1533. Debe señalarse que desde su inicio la Compañía tuvo enemigos poderosos, en parte debido a que su fundador pugnaba por una renovación de la Iglesia, ya que como lo dice Pastor, la corrupción del Renacimiento invadía hasta la misma silla de San Pedro2, además de que por sus características llegó a constituirse en el instrumento más importante de la contrarreforma.

Emblema de la Compañía de Jesús. IHS es el nombre abreviado de Iesus, Jesús, sobre la H está la cruz y abajo los tres clavos que recuerdan la Pasión de Jesucristo

El lema acuñado por San Ignacio de Loyola que llevarían los jesuitas por todo el mundo, sería Ad maiorem Dei gloriam, o “A la mayor gloria de Dios”, y sobre él sustentarían todas sus acciones. Así como en el siglo XV un frenesí por descubrir nuevas tierras y conquistar fantásticos reinos se apoderó de soldados y navegantes, poco después una fiebre religiosa por restaurar la grandeza de la iglesia contagió a muchos jóvenes de diversas órdenes en toda Europa, que pidieron ir a los más remotos y peligrosos lugares para servir sin recompensa alguna a su fe, convirtiendo a los gentiles al cristianismo y civilizándolos para formar algún día comunidades de gente buena y socialmente útil, conforme a los paradigmas europeos de la época. Un de esas lejanas fronteras fue California. Describir aquí el escenario geográfico en el que los padres jesuitas desarrollaron su obra en la península es innecesario, ya que en cada capítulo de esta obra se hace mención particular del mismo, pero sí debe señalarse que desde los ardientes desiertos de las bocas del Colorado y San Felipe, hasta la pequeña región subtropical del extremo meridional de la península, ésta presenta singularidades que le dan un carácter único, formando un marco especial y digno de la obra misionera. Y sobre los naturales que habitaban la región, sólo basta señalar que, aun siendo de los pocos seres humanos que en ese tiempo vivían dentro de una cultura paleolítica, habían sido capaces de adaptarse y subsistir en uno de los medios más hostiles para el desarrollo de la vida humana, capacidad que no hubieran tenido los españoles de no ser por la ayuda que siempre recibieron de los nativos. 2

Ludwig von Pastor escribió la monumental “Historia de los Papas”, en la que queda claro que la religión católica profesada por el autor no es impedimento para criticar libremente las acciones de algunos de los Papas, además de corregir con base en fuentes documentales válidas los prejuicios frecuentes que se han tenido en contra de varios Pontífices, especialmente por parte de los protestantes.

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En este libro se relata la obra de algunos de aquellos hombres que, llenos de fe, abandonaron la comodidad de los conventos citadinos de Europa y la Nueva España, para irse a los recónditos desiertos y serranías de Baja California, a convivir con pueblos que, para los europeos, estaban culturalmente atrás de la más primitiva frontera, y que habitaban una región casi desconocida al grado de que por mucho tiempo se creyó que era una isla. El objetivo esencial de la misión jesuítica en California como en las demás partes de la Nueva España, fue la llamada conquista espiritual o conversión al cristianismo de los naturales, la salvación de sus almas, y en un sentido más amplio, el integrar al imperio español las lejanas regiones de las que muy poco se conocía, de suerte que los gentiles que las habitaban se convirtieran no sólo al cristianismo, sino en leales súbditos del emperador y que formaran poblados basados en el modelo español. Éste propósito ideal no pudo lograrse totalmente por muchas razones, de las cuales destacan las que a continuación se mencionan. La formación de pueblos que pudieran madurar socialmente como comunidades autosuficientes y libres, estuvo destinada casi siempre al fracaso debido al tutelaje paternal de los misioneros que en lo general, consideraban a los indios como niños incapaces de autorregularse en la vida social y política, aunque debe reconocerse que con frecuencia otorgaban una relativa autoridad a capitanes o gobernadores indígenas en los nuevos poblados, y concedían empleos de cierta responsabilidad a los naturales que mostraban inteligencia y fidelidad. La evangelización de los gentiles y la colonización de lejanos territorios por los jesuitas, como California, siempre estuvieron limitadas por la falta de dinero, pues las guerras que sostenía España y el burocratismo oficial impedían que llegaran a los procuradores de las misiones el capital y bienes indispensables para sostener, cuando menos en su inicio las misiones y poblados que se iban fundando. Aunque los donativos de particulares y la acertada administración de haciendas que habían adquirido los jesuitas, permitieron el sostenimiento de las misiones y pueblos con una mínima ayuda de la corona, nunca se pudieron satisfacer plenamente sus necesidades materiales. Salvo algunas excepciones, los misioneros jesuitas de California no pudieron internalizar de alguna forma la cultura de los indios, fueron incapaces de identificarse aunque fuera en lo mínimo con lo que éstos consideraban valioso, y sin hacer un esfuerzo por explicarse racionalmente sus conductas y acciones cotidianas, casi siempre divergentes de la cultura europea, las achacaban al demonio que conspiraba en su contra para impedir la evangelización. El mismo Salvatierra llamó a los nativos estos bárbaros y enemigos de nuestra fe3, aunque es un hecho que en numerosas ocasiones, esos bárbaros condujeron a los expedicionarios españoles a un aguaje salvador para aplacar la sed, u ofrecieron mezcales tatemados, pescado y pitahayas a los exploradores blancos que intempestivamente se metían en sus territorios. Sin embargo, es indiscutible que la obra misionera de los jesuitas en Baja California se tradujo en tres hechos: primero, España pudo por fin poner firmemente su pie en la península no librando batallas en contra de los nativos, sino por medio del convencimiento religioso, era la 3

“Loreto: Capital de las Californias. Las cartas fundacionales de Juan María de Salvatierra”. Transliteración y notas de Miguel León-Portilla. México, 1997, p. 87.

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conquista de la cruz y no de la espada; segundo, conforme a su concepción religiosa se salvaron las almas de miles de gentiles al bautizarlos e instruirlos en el cristianismo, y éste era su objetivo primordial, al grado de que para lograrlo frecuentemente viajaban muchas leguas desafiando la hostilidad del medio geográfico por veredas casi intransitables; y tercero, introdujeron como pudieron la cultura de los españoles en California, uno de cuyos elementos era el lenguaje castellano, formaron poblados y caminos, muchos de los cuales aún subsisten, introdujeron animales domésticos y diversas plantas comestibles, y enseñaron a los nativos no sólo las prácticas de diversos oficios, sino el canto coral y la lectoescritura. La idea sostenida por algunos historiadores en el sentido de que fue la presencia misionera en California lo que determinó la extinción de los primitivos californios, al portar enfermedades antes desconocidas y cambiar sus formas de vida a una existencia de confinamiento y sujeción, es sólo parcialmente verosímil, pues aun aceptando que miles de ellos murieron víctimas de la viruela y la sífilis, estas enfermedades no fueron “traídas” necesariamente por los misioneros, sino por los soldados, marineros, mineros, armadores y pescadores de perlas, así como exploradores que llegaron a las costas de California, y en esas epidemias también llegaron a enfermarse algunos misioneros. Debe admitirse, sin embargo, que el cambio de la vida libre que los nativos llevaban, a un sistema de horarios rígidos encerrados en el ámbito misional y una dieta basada en el maíz, sí pudieron influir en la decadencia de su población4. Debe además recalcarse el hecho de que los indígenas sí desaparecieron como entidades étnicas culturales, pero como seres humanos, muchos de ellos se transformaron en indios españolizados, quienes al adquirir después del bautismo un nombre propio castizo, no siempre formaron parte de la estadística que incluía a los indios, y el número oficial de éstos se fue reduciendo cada vez más. En el norte de la península sí han quedado algunos grupos indígenas que irreversiblemente tienden a desaparecer, no tanto porque se vayan muriendo o porque los niños no lleguen a la edad adulta, sino porque van emigrando a lugares más propicios para vivir, olvidando allí las tradiciones de sus ancestros y prácticamente dejando de ser indios. Si a lo dicho se agrega el hecho de que siempre se dio un mestizaje resultante de la unión entre españoles y mujeres indígenas, queda claro que no hubo una desaparición absoluta de los antiguos californios, y es seguro que algo de su material genético aun se podría encontrar en muchos habitantes de los poblados peninsulares. No viene al caso mencionar en detalle las particularidades que diferenciaron a los jesuitas o “sotanas negras”5 de los religiosos de las demás órdenes, pero puede decirse en general que la obediencia y la disciplina monástica fueron prácticas fundamentales, así como la meditación. Por otra parte, la Compañía centralizó el poder en un superior general de carácter vitalicio, quien nombraba a todos los superiores subordinados, aunque la aspiración de una centralización total fue inefectiva por los problemas de comunicación que afectaban la existencia de las misiones, en una época en que la navegación fue un medio riesgoso y tardío para comunicarse. Además de lo anterior, la preparación del noviciado en los discípulos de Loyola era más prolongada, y las llamadas probaciones eran tres, lo cual confirmaba la vocación del misionero y su pertenencia a 4

La alimentación de los primitivos californios era de mariscos en lugares costeros, incluyendo la caguama; también comían carne de venado, borrego cimarrón, berrendo, conejos y liebres, coyotes, víboras, langostas o chapulines, ratas, ardillas, diversas frutas de los cactus especialmente las pitahayas, diversas raíces y semillas o granos. 5 Los jesuitas visten sotanas negras, a diferencia del atuendo blanco de los pontífices.

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la Compañía; quizá por esas razones y por su preparación académica y teológica los jesuitas fueron destacados religiosos en Europa, y muchos monarcas y nobles los escogieron como maestros y confesores. El 28 de septiembre de 1572 los primeros quince jesuitas llegaron a la Ciudad de México, enviados por el General de la Orden Francisco de Borja, apenas a 32 años del reconocimiento papal, bajo la conducción del padre Provincial Pedro Sánchez no sólo por el deseo de las autoridades del virreinato, sino porque así lo había pensado el propio San Francisco al expresar: “Al México envíen, si le parece, haciendo que sean pedidos, o sin serlo…” y se dedicaron no sólo a confesar, servir en hospitales, visitar las cárceles y evangelizar a los nativos, sino también a la docencia practicada en sus colegios, lo que sería uno de sus signos distintivos importantes. Debe señalarse que en aquel tiempo el concepto de colegio era más amplio que el que se tiene actualmente, pues no se refería únicamente a un edificio en donde se impartía la enseñanza durante unas horas al día. En los siglos XVI y XVII, los colegios de la Compañía eran centros de enseñanza y de evangelización general y en casi todos, el servicio educativo era de gran calidad, además de que con frecuencia se extendía en su forma más elemental a los niños del poblado en que estaban. Desde 1599, el Ratio Studiorum o Plan de Estudios incluía el latín y el griego, la literatura, la religión y la filosofía aristotélica para estudiantes avanzados, sin contar la enseñanza de otras materias como la música y las matemáticas. Además de las materias señaladas, los misioneros podían estudiar algunas lenguas indígenas que les eran indispensables para su trato con los gentiles ignorantes del castellano. Guardadas las debidas proporciones, algunos de estos colegios podrían compararse con las escuelas preparatorias de hoy, aunque por el nivel de las enseñanzas impartidas, casi todos se parecerían más a las universidades, y si se toman en cuenta las características mencionadas, resulta impresionante que en aquellos años los jesuitas hayan podido establecer más de 25 colegios en la Nueva España.

INAH, CONACULTA

La expansión de las reducciones jesuíticas en la Nueva España se extendió sobre todo por el norte noroeste, incluyendo lo que hoy es Nayarit, Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Durango, pero California, considerada entonces como una isla, permaneció por varias décadas fuera de la influencia religiosa y europea, aunque el Golfo de California y la fama de sus perlas fueron conocidas gracias a los viajes hechos por exploradores como Sebastián Vizcaíno, Francisco de Ulloa y en 1683 el padre Eusebio Francisco Kino. Este misionero formó parte de una expedición encabezada por el almirante Isidro Atondo y Antillón, que fracasó en su intento por establecer una colonia permanente en la península a pesar de que del erario real se

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Colegio-Noviciado de San Francisco Javier, en Tepotzotlán, actual estado de México, en donde hoy se ubica el Museo Nacional del Virreinato 7


gastaron más de doscientos mil pesos. El 6 de febrero de 1697, un jesuita de sangre española e italiana llamado Juan María de Salvatierra, después de vencer una fuerte oposición, obtuvo la autorización para la conquista espiritual de California concedida a condición de que los gastos corrieran por cuenta de la Compañía. Por aquel tiempo los jesuitas compraron y crearon con sus fondos y donativos 122 haciendas, algunas de gran tamaño6, cuyas rentas ayudaron a la formación del llamado Fondo Piadoso de las Californias, lo cual sirvió para el mantenimiento de sus colegios y las misiones. De todas maneras, y aunque el erario real llegó a aportar algunas sumas para exploraciones, pago de soldados, de marineros, y para los propios misioneros, los gastos en el sostenimiento de las misiones siempre fueron un pesado lastre que frenó su expansión. El padre Salvatierra fundó en la costa del Golfo la primera misión de California, Nuestra Señora de Loreto, desde la cual se realizó una proyección en todas direcciones estableciéndose misiones en costas, desiertos y sierras de Baja California. La misión consistía en un territorio en ocasiones de cientos de kilómetros cuadrados, sobre el cual ejercía su gobierno espiritual y administrativo el misionero. El lugar en el que se plantaba la iglesia de la misión se llamaba cabecera, pero casi siempre había “visitas” con sus capillitas, poblados a los que acudía el misionero periódicamente a proporcionar los servicios religiosos a los nativos que quedaban muy distantes de la cabecera, y ranchos de la misión en los que se criaba y explotaba el ganado, o se sembraban granos. En la segunda mitad del siglo XVI, como ya se ha mencionado, casi todos los confesores de los monarcas europeos eran jesuitas, por lo que su influencia sobre la sociedad era importante. Es un hecho, pues, que los discípulos de Loyola formaban una comunidad fuerte en los ámbitos religioso, político y económico, lo que preocupó a los monarcas europeos, que veían como un peligro el emergente poderío e influencia de la Compañía. Aunque los jesuitas rechazaban enfáticamente el principio de que el fin justifica los medios, en China tuvieron éxito al hacer adaptaciones del evangelio para ajustarlo mejor a las tradiciones y forma de pensar de los chinos, lo que provocó severas críticas de sus enemigos. Con los amerindios no se sabe que hayan ido tan lejos en su afán por convertirlos al cristianismo, y sólo llegaron a hacer algunas comparaciones intrascendentes tal vez porque el retraso cultural de los gentiles hacía difícil cualquier relación entre las tradiciones indígenas y el cristianismo.7 Un ejemplo de lo anterior es lo acaecido a un misionero jesuita que, con el fin de enseñar a los indios qué les esperaría si se iban al infierno por no ser buenos cristianos, les mostró una llamativa pintura en la que se veían ardientes llamas atormentando el alma de un pecador, y varias espantosas serpientes que parecían querer devorarla, con todo lo cual se pretendía causar el horror de los nativos. Sin embargo, éstos vieron la pintura primero con detenimiento, y luego mostraron alegría. Al preguntárseles por qué les gustaba aquella imagen del infierno, contestaron 6

La hacienda de Santa Lucía del Colegio de México, tenía una extensión de 150 000 hectáreas, y La Gavia era aun más grande. Cada una de las 122 haciendas dependía de un colegio, cuyo rector supervisaba su administración, especialmente la comercialización de los bienes y el pago de la mano de obra asalariada, en la que se incluían trabajadores permanentes y temporales. 7 Los propios misioneros compararon algunas creencias de los cochimíes con tradiciones cristianas, como la de “El hombre venido del Cielo” y otras.

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que sería una gran ventaja estar en un sitio con lumbre para calentarse en las noches frías, y víboras para comer8. Aquí, ya no se diga el retraso cultural de los indios respecto a los europeos, sino la percepción diferente del universo era un impedimento para establecer las relaciones de que se habla. Para los misioneros jesuitas, hijos de su tiempo, Dios, la virgen, los ángeles, los santos y el demonio eran seres muy reales que influían en su existencia, los milagros eran hechos frecuentes, y los fenómenos de la naturaleza que afectaban sus vidas y las de los indios, fueran una tormenta en el mar, un eclipse, un temblor o una epidemia devastadora, eran manifestaciones divinas o del diablo que tenían un propósito y un efecto. Quizá en parte, gracias a esta percepción del mundo y a una fe inquebrantable, aquellos hombres fueron capaces de llevar a cabo empresas que para otros hubieran sido tareas imposibles. A pesar de las dificultades naturales en la labor misionera, llegó un tiempo en que la Compañía, aun en las regiones más difíciles como California o la Tarahumara, parecía desenvolverse en una tranquila cotidianeidad. Sin embargo, el tiempo se estaba acabando para los jesuitas de España en América, así como se había terminado para sus hermanos portugueses y franceses. Los sotanas negras fueron expulsados de Brasil en 1759 y de las posesiones francesas en América en 1762, en tanto que en las colonias españolas sufrieron fuertes ataques y fueron objeto de múltiples intrigas.9 En 1760, la Corona de España en poder de los reyes borbones desde el inicio del siglo XVIII, se empezó a preocupar seriamente por la amenaza que implicaba el poderío de otras monarquías que se adueñaban de mares y territorios muy cercanos o en contacto con las colonias españolas, por lo que trató no sólo de asegurar sus fronteras, sino también de dar solidez al poder real procurando que no hubiera otra entidad que se atreviera a desafiarlo, lo que hubiera causado su consiguiente debilitamiento y la vulnerabilidad del imperio ante las amenazas emergentes. El Despotismo Ilustrado se sostenía por un absolutismo total de las monarquías europeas, y Carlos III encabezaba la de España. Se formuló entonces una estrategia general con múltiples reformas en los ámbitos político, militar, comercial y religioso, que culminó, entre otras acciones, con la expulsión de los jesuitas de todas las posesiones españolas a partir de 1767. Todo hace parecer que injustamente, los discípulos de Loyola fueron acusados de enriquecimiento desmedido, a lo que se agregaron críticas de laxismo ético10, además de que años atrás, el padre Mariana11 había puesto de su parte al justificar el tiranicidio, lo que

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Ignaz Pfefferkorn, S.J. Sonora, a Description of the Province, traducida al inglés por Theodor E. Treutlien. “The University of Arizona Press”, 1989, p. 249, cit. por José Luis Mirafuentes Galván en su “Tradición y cambio sociocultural. Los indios del noroeste de México ante el dominio español. Siglo XVIII”. 9 “Black Robes in Lower California”, Peter Masten Dunne, p. 321. 10 Las acusaciones de laxismo ético o falta de rigor en la predicación de la moral, fueron ejercidas principalmente por los jansenistas franceses e italianos. 11 El Padre Mariana es uno de los más destacados pensadores del Siglo de Oro, y lo que más lo distingue es su carácter revolucionario. En 1599 publicó en Toledo su libro De Rege et regis institutione , o “Sobre el rey y la institución real”, en el que rechaza el supuesto derecho divino de los reyes a gobernar, y establece que cuando el rey es un tirano, será lícito el regicidio.

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implicaba el derecho del pueblo a ejecutar al rey si fuera necesario, por lo que fue acusado de participar en atentados y conspiraciones contra algunos de los monarcas de Europa12. Todo lo dicho pudo ser parte de los motivos ostensibles que condujeron a la expulsión de los jesuitas de las posesiones de España, Portugal y Francia, pero deben considerarse también las grandes diferencias del proceso modernizador hacia el que se movían las cortes europeas en lo administrativo y en lo político, y la organización general de la Compañía, la que sin desdoro de su constelación de intelectuales, mártires y grandes exploradores, era una institución cuyo rostro, en algunos aspectos, quizá todavía se empeñaba en ver al pasado más que al futuro, al considerar que el laicismo emergente con el Despotismo Ilustrado era una amenaza para que siguiera el control y solución de los asuntos civiles por la vía eclesiástica. Por otra parte, los jesuitas mantuvieron una consistente postura de desconfianza y repudio a las colonias civiles que se iban estableciendo en el noroeste de la Nueva España, actitud muchas veces justificada por diversas razones, pero que políticamente colocaba a los “sotanas negras” en una ruta de franca colisión con la corona, que veía con simpatía y alentaba los intentos colonizadores, pues no se podía justificar o entender la existencia de un imperio formado por aldeas improductivas gobernadas por un misionero. Puede resumirse lo anterior diciendo que el régimen de excepción del que disfrutaban los jesuitas en California era políticamente incompatible con los proyectos de la Corona Española. En este contexto, como había sucedido en otras cortes borbónicas, también en la de España los favoritos del monarca, esgrimiendo en este caso las intrigas del primer ministro Conde de Aranda, determinaron que el rey Carlos III expulsara a los jesuitas de todos los territorios españoles en 1767. El 24 de junio de ese año el virrey de la Nueva España Carlos Francisco de Croix, ante funcionarios civiles y eclesiásticos, abrió en la ciudad de México un sobre sellado que contenía instrucciones terminantes en las que destacaba la siguiente expresión: “Si después de que se embarquen [los jesuitas] se encontrare en ese distrito un solo jesuita, aun enfermo o moribundo, sufriréis la pena de muerte. Yo el Rey”. Después, en un bando que apareció fijado en lugares visibles, el 26 de junio de 1767 el marqués de Croix hizo público el mandato real, advirtiendo entre otras cosas que los súbditos de Su Majestad nacieron “para callar y obedecer y no para discurrir y opinar en los altos asuntos del gobierno”13. La orden se hizo efectiva del 23 al 25 de junio de 1767 en las provincias de la colonia, excepto California, a donde el virrey mandó para implementarla al capitán Gaspar de Portolá con el cargo F3 de gobernador. A fines de noviembre de 1767, después de una difícil navegación llegaron Portolá y 50 soldados a San Bernabé, en el Carlos Francisco de extremo sur de la península. Después el gobernador, acompañado Croix, Virrey de la del capitán del presidio y 25 soldados se dirigió a Loreto en donde Nueva España en el comunicó la penosa noticia al padre Benno Ducrue, que en ese tiempo de la tiempo se desempeñaba como superior de las misiones y además expulsión. tenía a su cargo la de Guadalupe. Ducrue comunicó a todos los 12

Sin comprobarse legalmente las acusaciones, los jesuitas fueron implicados en los asesinatos de los reyes Enrique III en 1589, y Enrique IV en 1610, así como en el atentado fallido contra Luis XV en 1757. 13 Se ponía de manifiesto el principio del Despotismo Ilustrado: …Todo por el pueblo pero sin el pueblo…

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misioneros la orden real, para que tan pronto como hicieran los inventarios de sus misiones se concentraran en Loreto llevando sólo las más indispensables pertenencias. A todo lo dispuesto dieron los misioneros cabal cumplimiento, y el 3 de febrero de 1768 zarpó el “Concepción” hacia San Blas, llevando a 16 jesuitas, incluyendo al hermano encargado del almacén; poco después partieron hacia Veracruz, en donde finalmente se embarcaron para Europa. Curiosa coincidencia es que 15 sacerdotes y un hermano lego salieron entonces de California, y 15 sacerdotes y un hermano murieron en ella. Después de poco más de 70 años de labor misionera, el legado de la orden en California consistió en 14 misiones, numerosos poblados, caminos y miles de indios convertidos al cristianismo, aunque esta población nativa mostraba ya los signos de su inminente desaparición como entidad cultural, sobre todo al sur de la península, lo que resultaba no sólo como consecuencia de las mortales epidemias que asolaron a la población nativa, sino al mestizaje y a la españolización de muchos indígenas de lo cual ya se ha hablado. Los expulsados vivieron exiliados sobre todo en Bolonia, y fue hasta 1814 cuando el papa Pío VII permitió el regreso de la orden, que tiempo después sufriría nuevos embates. Unos quince jesuitas regresaron a México y la provincia se restableció en 1816, aunque los vaivenes políticos que se registraron en México de 1821 a 1874 siguieron limitando el desarrollo pleno de la Compañía, cuyos miembros llegaron a sufrir nuevas proscripciones en diversas épocas. En tiempos de la Revolución Mexicana también hubo acciones en contra de la Iglesia, hasta que a partir de 1919, en forma paulatina pero segura, la orden pudo reanudar un crecimiento sostenido hasta el presente. Durante su permanencia en el exilio, algunos misioneros escribieron libros sobre la historia de Baja California, las cuales hoy son fuentes importantes que hacen posible conocer la obra de los ignacianos en las misiones peninsulares a través de sus testimonios como observadores privilegiados de los hechos, por haber estado en los escenarios en que se dieron o por haber participado en ellos. Existe, además, gran cantidad de cartas, diarios e informes escritos por los misioneros, visitadores y gobernantes de la época, lo que permite tener una visión bastante clara de lo sucedido durante la estancia jesuítica en la península. Con base en el acervo mencionado, se presentan a continuación los relatos de los principales hechos en las vidas de los misioneros jesuitas que estuvieron en la península de Baja California desde 1683 hasta 1768, incluyendo algunos visitadores que, aunque no desarrollaron acciones misioneras propiamente dichas, sí participaron en actividades administrativas y de supervisión que gravitaron de alguna forma en la actividad evangelizadora de los discípulos de Loyola. El orden de los capítulos pretende ser cronológico, lo que a veces resulta imposible, y se incurre en repeticiones de algunos temas, al intentar agotar en cada caso los hechos de cada misionero que fueron comunes con otro jesuita. La extensión de los diversos capítulos es proporcional a las fuentes históricas disponibles y a las acciones desarrolladas por el misionero de que se trate, y habrá casos en que en unos cuantos renglones se registra lo que se conoce de él, así como otros en que se ocupan muchas páginas para describir su obra. Algunos son gigantes civilizadores de los indios, otros mártires que dieron su vida por su fe, varios pueden considerarse exploradores extraordinarios, y algunos más participantes efímeros en la acción misional de los sotanas negras en California; pero todos cuando menos se atrevieron en un momento de sus vidas a aceptar el desafío que su fe les imponía renunciando a sus más preciados bienes para entregarse a una existencia de trabajo y sacrificio en una de las fronteras más distantes de su mundo. 11


TERRITORIO DE UNA MISIÓN. ESQUEMA ESTRUCTURAL

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Antonio Ponce Aguilar

Cabecera de la misión, residencia del misionero. Iglesia de la misión

Camino s

Casas del misionero y de los soldados, almacén, etc.. Represo Pueblos de visita

Rancherías indígenas

Ranchos ganaderos

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Arroyo


Mapa étnico lingüístico de Baja California14

1. Kumiai. 2. Cucapá. 3. Pai-Pai. 4. Kiliwa. 5. Borjeño. 6. Igncieño. 7. Cadegomeño. 8. Didiu. 9. Laimón. 10. Monqui. 11. Guaycura. 12. Periue. 13. Aripe. 14. Callejúe. 15. Cora. 16. Huchití. 17. Pericú. 18. Isleño. A. Tronco lingüístico yumano del norte. B. Tronco lingüístico yumano peninsular. C. Tronco lingüístico guaycuriano. D. Etnias cochimíes. E. Etnias guaycuras. F. Etnias pericúes. F5

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El criterio general base para la elaboración de este mapa es lingüístico. Las “naciones” que mencionaron los primeros misioneros eran grupos humanos muy semejantes físicamente que se diferenciaban esencialmente por sus lenguajes. Las familias lingüísticas están señaladas con las letras A, B y C, y las etnias con mayor semejanza en el idioma y cultura con D, E y F. Las diferencias idiomáticas eran mayores entre los grupos étnicos que habitaban desde El Rosario hacia el norte, respecto a los del centro y sur de la península; aun así, en todos los californios primitivos, en el aspecto físico fueron más las semejanzas que las diferencias, quizá con la excepción de los pericúes, quienes debieron haber entrado a la península antes que ningún otro grupo.

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F 5a

Misiones jesuitas en Baja California. 1 San José del Cabo Añuiti.. 2 Santiago. 3 Todos Santos. 4 La Paz. 5 Dolores en La Pasión. 5ª Dolores en Apaté antes de mudarse a La Pasión. 6 San Luis Gonzaga Chiriyaqui. 7 San Juan Bautista Malibat o Ligüi. 8 Loreto Conchó. 9 San Francisco Javier. 10 San José de Comondú. 11 La Purísima. 12 Santa Rosalía de Mulegé. 13 Guadalupe Guasinapí. 14 San Ignacio Cadacaamán. 15 Santa Gertrudis. 16 San Francisco de Borja. 17 Calamajué. 18 Santa María de los Ángeles. 14


1.Kino, Eusebio Francisco El padre Eusebio Francisco Kino nació en Segno, en los Alpes italianos, el 10 de agosto de 1645 según los registros de los jesuitas; su documento bautismal escrito en latín se encuentra en el cercano poblado de Torra, y en él se establece lo siguiente: “En el 10 de agosto de 1645, Eusebius, el hijo de Franciscus Chinus y su esposa Donna Margherita, fue bautizado en la presencia de los padrinos, el rector, el muy reverendo Padre don Arnoldus Thay, y Donna Rosa, esposa de Don Eusebius Chinus de Segno”15.

Tumacacori N. H. Park.

F6

Eusebio Francisco Kino, concepción artística

De lo anterior se infiere que Kino era italiano por nacimiento, y que el apellido Kühn que algunos le atribuyen no es el de su registro bautismal, además de que su lengua nativa era el italiano. Sin embargo, Trento fue incluido en la Provincia Jesuita de Alemania Alta, y si a esto se agrega que el futuro misionero pasó muchos años en Bavaria, se entiende por qué llegó a decir que él se sentía alemán, y varias veces con algunos de sus compañeros jesuitas se refirió a ellos y a él mismo diciendo nosotros los alemanes...16 Se ha descrito al padre Kino como un hombre de 1.67 m. de estatura, de constitución física fuerte, nariz ancha, de piel morena y pelo negro ondulado17, aunque las pinturas y estatuas del misionero generalmente lo presentan de manera un tanto idealizada, de constitución delgada y rubio.

Desde muy joven, Kino se fue a Trento, en Austria, para ingresar a un colegio jesuita con el apoyo del cura de su pueblo, y desde esa temprana edad destacó por su facilidad en el estudio de las matemáticas y la astronomía. Poco después, estando en el colegio jesuita de Hall, cerca de Insbruck, se enfermó de gravedad, al grado de que prometió a su santo patrono Francisco Javier, que si se aliviaba se iría de misionero a algún lugar remoto de China. Recuperada su salud, se fue a Landsberg, Alemania, en donde ingresó a la Compañía de Jesús el 20 de noviembre de 1665, de allí en adelante estudió en la universidad de Fribourg, en Suiza, así como en Ingolstadt, Insbruck, Munich y Oettingen. Fue en la Universidad de Ingolstadt, Bavaria, donde estudió Teología, filosofía, geografía y matemáticas. Desde que terminó sus estudios en 1667, Kino pidió ir a China, pero a pesar de su insistencia, en 1678 fue enviado a La Nueva España, lo cual se decidió, según se dice, en un sorteo en el que perdió con el padre Antonio Kerschpamer. El puerto europeo del que los misioneros jesuitas acostumbraban zarpar hacia Veracruz era Cádiz, lugar al que llegó Kino con retraso por 15

“Rim of Christendom. A Biography of Eusebio Francisco Kino, Pacific Coast Pioneer”, New York. The Macmillan Company, 1936, p. 28. 16 Ibid., p. 30. 17 Datos tomados de Trumacácori National Park; Mission 2000 Database, Searchable Spanish Mission Records, ID. número 3673.

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contratiempos que se presentaron en el viaje. Fue por eso que él y otros tres jesuitas que lo acompañaban no alcanzaron el barco que los transportaría a su destino, y tuvieron que pasar muchos meses en España, esperando que algún navío pudiera llevarlos. En julio de 1680 se presentó la oportunidad cuando el barco “El Nazareno” debía transportar a la Nueva España al nuevo virrey Conde de Paredes. Los noveles misioneros abordaron el navío, que al poco tiempo de hacerse a la vela encalló, y aunque sus tripulantes se salvaron no sucedió lo mismo con sus pertenencias, que se perdieron en el mar. Tuvieron los religiosos que esperar seis meses para que se presentara otra oportunidad, hasta que el 27 de enero de 1681, pudieron embarcarse en un viaje que duraría 96 días para llegar a Veracruz, a donde arribaron a principios de mayo, y después a México en los primeros días de junio. Al igual que los demás misioneros no españoles que llegaron a la Nueva España, Kino decidió castellanizar su nombre con el que se le conocería universalmente: Eusebio Francisco Kino. Por aquel tiempo, el gobernador de Sinaloa Isidro Atondo y Antillón planeaba una expedición a California sufragada por el gobierno, cuyos objetivos eran establecer una colonia en La Paz, iniciar la evangelización de los nativos y extraer perlas del Golfo de California. Para llevar a cabo la empresa, Atondo ordenó la construcción de tres navíos en Nío, a orillas del río Sinaloa, y los padres Kino, Matías Goñi y fray José de Guijosa, éste perteneciente a la orden de San Juan de Dios y con el cargo de cirujano de la expedición18, recibieron el encargo de ir en el viaje en cual Kino sería Cosmógrafo Real19. El padre Antonio Suárez de San Luis Potosí, fue nombrado capellán de las embarcaciones, pero no pudo llegar a tiempo a Sinaloa por enfermedad. A mediados de octubre de 1681 Kino salió de la ciudad de México a Guadalajara, en donde obtuvo su licencia como Juez Eclesiástico Vicario de California en representación del obispo, en el mismo documento también se otorgaba autorización al padre Matías Goñi para ir en la expedición como asistente de Kino. Después el misionero viajó a Nío en el otoño de 1682, cuando ya las tres embarcaciones se encontraban listas para el viaje; los nombres que les puso Atondo fueron “La Almiranta” o “San José y San Francisco Javier”, al mando del capitán Francisco de Pereda y Arce; “La Capitana” o “La Limpia Concepción”, cuyo capitán era don Blas de Guzmán; y “La Balandra”, comandada por el capitán Parra. De Nío el padre Eusebio tuvo que viajar nuevamente a Guadalajara para resolver algunos problemas pendientes, algunos de tipo de jurisdicción y hasta políticos entre los obispos de Guadalajara y Durango, y luego nuevamente a Nío vía El Rosario, en donde se detuvo un tiempo. El 28 de octubre de 1682 zarparon las naves hacia el puerto de Chacala a donde arribaron el 3 de noviembre, para recoger provisiones, equipo y el resto de la tripulación. En “La Almiranta” se encontraba Kino y en “La Capitana” Atondo y su amigo personal el padre Matías Goñi. Es probable que Guijosa también estuviera a bordo de “La Capitana”. Cabe señalar que Chacala y Nío se convirtieron en aquella época en puertos en auge, por el gran movimiento que provocaron los preparativos de la expedición, ya que hasta ellos llegaban constantemente largas recuas de mulas procedentes algunas desde el lejano puerto de Veracruz, de México o de Guadalajara cargadas con todo lo que se necesitaría en el viaje y la colonia que se establecería en California. Las dos fragatas eran de 60 y 70 toneladas, y llevaban más de 100 hombres a bordo 18 19

Bolton, Herbert Eugene. “Rim of Christendom”, The MacMillan Comnpany, New York, 1936, p. 100. Clavijero, Francisco Xavier. Historia de la Antigua o Baja California. Edit. Porrúa, S.A., México, 1990, p. 133.

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entre los que se incluían unos 30 soldados, indios de Sinaloa, mujeres indígenas para hacer tortillas y otras labores de cocina así como el lavado de ropa, monturas, herraduras, cañones, arcabuces, pólvora, 80 barriles con agua, palas, picos, animales domésticos como borregos y gallinas, etc.. De este puerto de Chacala una vez más regresó Kino a Guadalajara y por fin, después de atender los asuntos pendientes cabalgó de regreso a Chacala. El 17 de enero de 1683 a la media noche, “La Almiranta” y “La Capitana” se hicieron a la vela desde el puerto de Chacala20, en donde el veedor21 del rey apellidado Moraza se tuvo que quedar por enfermedad. Las embarcaciones navegaron casi siempre contra el viento perdiéndose con frecuencia una de otra por varios días, se reencontraron el 4 de febrero en Mazatlán y por fin llegaron a las bocas del río Sinaloa, muy cerca de Nío en donde se habían construido las embarcaciones. Aquí se detuvieron 10 días durante los cuales Atondo y Kino todavía recibieron la ayuda que algunas misiones vecinas que les mandaron sobre todo alimentos. Por fin, al ponerse el sol el 18 de marzo de 1683 zarparon de Nío ahora sí rumbo a California, y después de casi dos semanas de navegación obstaculizada por fuertes vientos entraron a la bahía interior de La Paz. “La Balandra” se retrasó por lo que se explica más adelante. Antes de que nadie desembarcara, el almirante hizo público un bando real para lo cual convocó a toda la gente a son de cajas y a voz de pregonero22, primero en “La Capitana” y después en “La Almiranta”, por medio del cual el escriba real Diego de Salas leyó en voz alta y clara las disposiciones de Su Majestad, cuya desobediencia podría causar pena de muerte. De las numerosas prohibiciones destacan las relativas a no vejar o maltratar a los indios, no comerciar con ellos, no quitarles sus perlas, etc. Sin embargo, si los indios querían de su voluntad obsequiar oro, perlas o ámbar, los regalos se guardarían en el cofre real cerrado con tres llaves. Además, aunque no se trataba de una expedición en busca de perlas o metales preciosos, cualquiera podía dedicarse a su búsqueda con sus propios medios, en el entendido de que se destinaría el quinto acostumbrado al rey. Es indudable que el rey trataba de lograr la colonización de California convenciendo a los naturales, tratándolos bien y sin quitarles sus pertenencias con engaños. Sin embargo, se verá que nada de esto se cumplió de parte de los españoles, especialmente por Atondo. Los principales hechos ocurridos entonces los narra el padre Kino en una carta dirigida a un amigo, que en parte dice: ...Al siguiente día, 1º de abril, entramos, navegando hacia el sur hasta la boca del puerto de La Paz. Algunos de los hombres fueron a tierra y encontraron un hermoso aguaje, mucha leña, un pantano, un bosquecillo de palmas y muchas huellas de indios.....El lunes comenzamos a construir una pequeña iglesia y un pequeño fuerte o Real de Nuestra Señora de Guadalupe, y desde este día comenzamos a vivir y a dormir en tierra…El miércoles en la mañana, cuando casi todos los hombres estaban limpiando de monte una pequeña elevación y cortando palos para nuestras edificaciones oyeron algunos gritos. Inmediatamente todos los soldados tomaron sus armas. Los indios llegaron dando alaridos, armados con arcos y flechas, pintados en señal de guerra, cuando menos defensiva, y haciendo 20

Puerto que se ubicaba entre lo que hoy son los estados de Nayarit y Jalisco. El veedor real era un oficial de la corona que se encargaba de vigilar personalmente que se cumplieran las disposiciones reales. 22 A son de cajas significa a toque de tambor, que en este caso estaba a cargo del mulato Juan de Zavala. 22 Bolton, op.cit., pp. 106,107. 21

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señas de que debíamos dejar sus tierras...„Auric, auric, Váyanse, váyanse‟, gritaban...El padre Goñi y yo fuimos entonces hacia ellos, les dimos maíz, panecillos, y cuentas de vidrio, que ellos rehusaron tomar de nuestras manos, pidiéndonos que las dejáramos en el suelo; pero después comenzaron a tomarlas directo de nuestras manos.... Ahora comenzamos a ser muy amistosos y familiares y ellos nos dieron cabezas de mezcal tatemado que estaban muy buenas, pequeñas redes muy bien hechas, y plumas de pájaros que usaban en sus cabezas...23. Con base en lo expresado al principio del párrafo anterior, se ha dicho que Kino cambió el nombre de La Paz por el de Nuestra Señora de Guadalupe, lo cual es inexacto, pues el misionero se refería sólo al fuerte que se estaba levantando. Poco después intentó rebautizar a California nombrándola Carolinas en honor al rey, aunque ambos nombres no fueron perdurables. En las primeras tres semanas se exploró la bahía, se empezó la construcción de una iglesia y un fuerte, “La Capitana” fue carenada antes de que saliera rumbo al Yaqui para conseguir caballos y provisiones, se hicieron algunas siembras, y algunos hombres se dedicaron a cazar venados y otros animales del monte para alimentarse. Mientras se atraía a los nativos con alimentos, dádivas y buen trato, y se les enseñaba a hacer la señal de la cruz, algunos soldados hicieron exploraciones por los alrededores pero al parecer no encontraron ningún lugar que superara las condiciones que se tenían en La Paz. Venegas afirma que en una salida hacia el suroeste, Atondo se hizo acompañar del padre Fray José de Guijosa, y a principios de junio realizó otra exploración ahora hacia el oeste, al país de los coras 24, que eran enemigos de sus parientes los guaycuras, llevando esta vez al padre Matías Goñi que estudiaba la lengua de aquellos indios, así como algunos soldados. Aunque a raíz de esta exploración los coras empezaron a frecuentar el Real español, los guaycuras siguieron llevando mezcal, pitahayas y hasta pequeñas perlas, a cambio de lo cual recibían las dádivas acostumbradas. Tal parece que el padre Kino no fue excepción al magnetismo que las perlas californianas ejercían sobre todo aquel que llegaba a La Paz, pues en una carta a un amigo, le mencionó que se habían juntado muchas y que más de doscientas habían sido entregadas como limosna a la Virgen, de las cuales él era el custodio25. Los hombres que paseaban por la playa encontraron unas cuevas con huesos de seres humanos, lo que seguramente constituiría el descubrimiento de sepulcros de los primitivos californios, pero no se hizo ningún estudio de los hallazgos. Mientras que Goñi se especializaba en la lengua de los coras, Kino estudiaba otra variante de los guaycuras26, a los que describió remarcando sus cualidades, en lo físico por su buena estatura y vigor, y en el carácter por lo amigables, joviales y risueños. En otra interesante aportación etnográfica, el misionero refiere que en la guerra, los jefes guaycuras llevaban flautas colgando del cuello que usaban sólo cuando entraban en combate. Quizá esto tenía que ver con el hecho de que no gustaban de las arpas y guitarras españolas.

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Bolton, op.cit., pp. 106,107. Nativos del sur de la Península de filiación guaycura. 25 Ibíd., p. 115. 26 Kino refirió que el idioma guaycura no era muy difícil de aprender, y que tenía todos los sonidos del alfabeto, excepto s y f. 24

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F F7 7 Rutas aproximadas seguidas por el padre Eusebio Francisco Kino en sus viajes por mar al hacer su expedición a California en 1683. La línea negra con guiones indica el viaje del Golfo al Pacífico. 1 Mazatlán. 2 Nío. 3 La Paz. 4 San Lucas, hoy Agiabampo. 5 San Bruno. 6 San Isidro. 7 Conunchó o Conchó. 8 Yaqui. 9 San Juan Bautista en la actual Bahía Kino. 10 Isla del Carmen. 11 Puerto de Año Nuevo o Boca de San Gregorio. 12 Isla de Tiburón. Las flechas de llegada y regreso en la esquina inferior derecha indican procedencia de Chacala y rumbo al sur a ese puerto. Adaptación en mapa de Google Earth.

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A pesar del ambiente aparentemente de tranquilidad, los españoles consideraron que algunos indios se estaban conduciendo insolentemente, por lo que Atondo organizó una demostración del poderío de las armas de fuego que traían para disuadirlos de cualquier posible agresión. Kino narró con detalle las acciones, que resumidamente consistieron en comparar el efecto causado por flechas disparadas por algunos guerreros guaycuras contra un escudo de cuero, y el que produjo el disparo de un arcabuz español. Los nativos se asombraron al ver que las flechas sólo habían rasgado ligeramente el escudo, que estaba recargado contra unos huesos de ballena, y que la “bola” del arcabuz había hecho pedazos el escudo y parte del hueso. Atondo creyó que con esto se reducirían las libertades que se estaba permitiendo los nativos, pero se equivocaba. A fines de junio de 1683, la situación de los colonos se empezó a tornar difícil, sobre todo por la escasez de alimentos, pues aunque los barcos habían salido a la contracosta para traer víveres, pasaban los meses y no regresaban. Además, la falta de experiencia de los soldados los volvía desconfiados, y mostraban abiertamente su temor de que los nativos los agredieran masivamente y los asesinaran. En una ocasión, un indio disparó un dardo contra un soldado, y aunque ni siguiera le sacó sangre, el almirante ordenó que se le encadenara en el calabozo del barco. Fue por estas razones que Atondo convocó a un “Consejo de Guerra” para que se tomara una decisión: regresarse a lo que llamaban la tierra firme, o quedarse y afrontar la difícil situación lo mejor que se pudiera. Los únicos que votaron por permanecer en California fueron Kino y Goñi. Por aquel tiempo, el “tambor” mulato de la expedición se desertó, y no se supo de él hasta que los coras fueron con Atondo a informarle que los guaycuras lo habían asesinado en una ranchería en la que le habían recibido. Aunque esto era una mentira, Atondo no se preocupó por comprobar la veracidad de lo dicho por los coras, y el nervioso almirante planeó un cobarde golpe contra los guaycuras. Aproximadamente el 3 de julio de 1683, según informe del propio Atondo27, dieciséis guerreros guaycuras llegaron al campamento español, mostrando señales de paz. El almirante, temeroso de que todo fuera un engaño para rescatar a un compañero que se encontraba en el real, tramó y ejecutó el asesinato de aquellos nativos de la siguiente forma: para no despertar la desconfianza de los visitantes, ordenó que se les invitara a comer y se les diera atole de maíz; los nativos, sin desconfianza alguna, se sentaron en el suelo a tomar sus alimentos en determinado lugar. Atondo ordenó entonces que se disparara al grupo de guaycuras con un pequeño cañón que ya estaba preparado, y como resultado de ello quedaron tres nativos muertos y los demás escaparon, algunos de ellos heridos28. Atondo quizá no pensó entonces que acababa de sembrar la semilla de un rencor feroz entre los naturales del sur de la península contra los europeos, algunos de los cuales serían asesinados con lujo de crueldad 5 décadas después. El almirante quería mandar la lancha de “La Almiranta” a las costas de Sinaloa, para que trajera provisiones y la embarcación que no regresaba aún, pero la mayoría de los hombres le pidieron que aguantara una semana con la esperanza de que llegaran los ansiados víveres. Pero ya el temor de que los guaycuras armaran un ataque en su contra por el asesinato de sus compañeros y la falta de comida convencieron a todos de que lo mejor era irse de aquellas tierras. El 13 de julio 27 28

El informe lo escribió Atondo en San Lucas el 25 de septiembre de 1683. Bolton, op.cit., pp. 117-118.

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se cumplió la semana, el 14 los 83 colonos se embarcaron en “La Almiranta”, y el 15 zarparon, cruzaron sin dificultad el Golfo de California y fondearon al norte del río Fuerte, en la actual bahía de Agiabampo, llamada en aquel tiempo Nueva Bahía de San Lucas. Cuando los expedicionarios encabezados por Atondo y Kino regresaban a Sinaloa a mediados de julio de 1683, “La Balandra” bajo el mando del capitán Parra, que se había retrasado en el viaje a California por múltiples y graves problemas29 apenas se dirigía a California, y cuando después de tocar varios puntos de la costa el 19 de julio llegó a La Paz, al saltar a tierra sus tripulantes se sorprendieron al ver que la colonia estaba abandonada y saqueada por los indios. Parra y sus hombres volvieron a navegar cerca de la costa, desembarcando en varios lugares en los que llegó a tener contacto con los nativos, siempre indagando por el paradero de los expedicionarios, pero todo en vano, y después de seis meses de infructuosa búsqueda, presionado por el descontento de los marineros Parra ordenó el regreso, a los pocos días desembarcaron cerca de la boca del río Sinaloa, y sin saber que Atondo estaba en ese momento a unos kilómetros al norte zarpó hacia Mazatlán. Poco después el fiscal que leyó el informe de Parra en la ciudad de México, le otorgó el crédito de considerar los resultados de su expedición más prometedores que los del almirante Atondo. En aquel juego de esconderse y buscarse con Atondo, Parra había invertido más de 6 meses, y “La Balandra” había quedado casi inservible. Kino y Atondo no habían renunciado a la colonización de California, y cada quién por su lado hacía las gestiones necesarias para lograr aquel fin, actividades en las que también participaba el padre Matías Goñi. Kino escribió cartas no sólo a autoridades y amigos de la Nueva España, sino a España, en donde una aliada fuerte era la duquesa de Aveiro y Arcos 30, a quien mandó mapas de California, pidiéndole su ayuda e intervención para poder continuar las exploraciones, cuyo fracaso inicial se lo achacaba a la mala influencia del cometa que después se llamaría Halley. Un mes después de que había llegado “La Almiranta” a San Lucas en la costa sinaloense, arribó “La Capitana” bajo el mando del capitán Blas de Guzmán, quien poco después se reunió con Atondo y narró cómo tres meses antes, el 25 de abril de 1683, había zarpado rumbo a El Yaqui para conseguir bestias, 140 cabezas de ganado y provisiones, que llevaría rumbo a la colonia establecida por Kino y Atondo en La Paz, o Nuestra Señora de Guadalupe, como le llamaban algunos. Sin embargo, las tormentas y otros infortunios retrasaron la llegada del navío a su destino hasta el 8 de mayo, después de varios fallidos intentos por desembarcar y después de haber tenido que tirar al agua buena parte del ganado cerca de Isla Coronados31, para no naufragar. Este episodio debe recordarse como ejemplo de tantos otros semejantes ocurridos en tiempos de la California jesuítica, y en él se puede imaginar a los marineros en medio de las embravecidas aguas del Golfo luchando con las aterrorizadas reses para aventarlas al mar por la borda a una muerte segura, con objeto de salvar sus propias vidas.

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La Balandra quedó destrozada en Chametla, y Parra tuvo que regresar a Chacala por otra embarcación, la que compró con dinero que consiguió en el curato de Compostela, luego tardó 30 días en llegar a Mazatlán ya con el padre Suárez a bordo, aunque después se quedaría en tierra por temor. 30 Doña María Guadalupe Láncaster, (o Aláncaster, o Aláncastre), Duquesa de Aveiro, de Arcos y de Maqueda, (1630-1715), fue una dama rica y poderosa que además de ser famosa mecenas, aportó importantes cantidades de dinero para ayudar a la causa de las misiones. 31 En el mapa F7 la isla Coronados aparece como una manchita clara en el mar entre los números 2 y 3, en la punta de la flecha que llega a San Bruno.

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Aunque no había sido su plan, Guzmán había reconocido varios puntos de la costa en su búsqueda tratando de localizar al almirante. En una ocasión unos pescadores le informaron que Atondo se había ido a San Lucas en la costa sinaloense, por lo que regresó, se reunió con el almirante y le narró todo lo sucedido haciendo mención especial del Río Grande, un lugar apenas al norte de la isla Coronados, en donde habitaban muchos gentiles amistosos. Atondo, Kino y Goñi se dedicaron frenéticamente a buscar ayuda, Kino lo hizo en Sinaloa y Goñi se fue a caballo hacia el norte hasta la misión de Conicari en busca de víveres y trabajadores mayos, el virrey apoyó la magna empresa, Atondo vendió hasta parte de su ropa para obtener dinero, y Kino lo autorizó para que hiciera lo mismo con la que se llevaba destinada a los indios. Después de todos los preparativos para el nuevo intento colonizador, reunidos hombres, provisiones, caballada, reclutas, navíos carenados debidamente, arcabuces, tortilleras, muchachos sirvientes y esclavas32, el 29 de septiembre de 1683 zarparon de San Lucas hacia “la isla más grande del mundo”, como le decían a California. Kino, como cosmógrafo mayor de la expedición, viajó a bordo de “La Almiranta” al mando del capitán Pereda, mientras que Goñi iba en “La Capitana” con Atondo, en donde también deben haber ido fray José de Guijosa y el médico Castro. Esta vez el rumbo no fue hacia La Paz, sino al noroeste, a la boca del río Grande hoy arroyo de San Bruno, un poco al norte de isla Coronados, a donde llegaron el 5 de octubre de 1683 (ver F 7). Ese día, según el acta levantada en esa fecha, los expedicionarios tomaron posesión del lugar situado en la costa a los 26º 13´ 38.10¨ N, y 111º 23´41.19¨ W, al que se bautizó como San Bruno por ser los festejos del santo en ese día. Las expectativas eran muchas y el optimismo se notaba en todos, en parte tal vez porque en esa época del año el gran valle estaba verde, había árboles, aparte de que empezaron a llegar nativos amistosos y amables. Las etnias vecinas de San Bruno eran los didius al norte y los edúes al sur. Éstos fueron visitados por el capitán Guzmán el 9 de octubre, y por celebrarse ese día la fiesta de San Dionisio, llamó con ese nombre al cacique de la ranchería, que en su lengua se llamaba “Ibo”, o El Sol33. El cacique fue descrito por el padre Kino de la siguiente forma: ...El capitanejo de aquellos que hablan la lengua noe, que son los edúes, es llamado Dionisio. Es un hombre de muy elevada estatura y es muy pacífico...34 La amistad con Ibo sirvió mucho a los españoles, pues el cacique llevó a casi toda su gente a San Bruno, y muy cerca del real estableció una ranchería; y con sus hombres ayudó a la construcción de un fuerte y de la iglesia. La colonia se estableció en una mesa un poco más de 4 kilómetros arroyo arriba, y para el 30 de octubre el padre Kino dijo la primera misa en la iglesia, en cuyo altar puso una estatua de la Virgen de Guadalupe. La relación con los nativos siguió siendo amistosa, muchos de ellos aprendieron a montar a caballo, como lo hacían los indios mayos cristianos que el padre Goñi había reclutado en Gonicari, lo que les permitió ayudar más a los españoles en los trabajos de la colonia.

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Bolton, “Rim of...”, op.cit., p. 126. De toda esta ayuda recabada por Atondo en su mayor parte en el presidio de San Felipe, es notoria la presencia de algunas esclavas que, aunque los relatos del viaje no se especifica su función, seguramente servirían en los quehaceres más humildes como el lavado de ropa, entre otras. 33 Guzmán no sólo bautizó a Ibo como Dionisio, sino que también dio ese nombre al estuario cercano, en donde años después se fundaría Loreto. 34 Bolton, op.cit., p. 131.

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El consumo de alimentos y otros bienes que hacía el numeroso grupo de colonos, hizo que pronto se tuvieran que enviar “La Almiranta” a Matanchel y “La Capitana” al Yaqui en busca de víveres, ésta última regresó el 20 de noviembre. El día 30, fiesta del apóstol San Andrés, el padre Kino bautizó la nueva provincia con ese nombre. Kino y Atondo hicieron una primera “entrada” o exploración inicial hasta unos 25 kilómetros al noroeste del real, al paraje nombrado en los mapas de la época “Llanos de San Pablo”35, junto con 6 hombres a caballo y 6 a pie, encontraron aguajes y también nativos, algunos de los cuales acompañaron al misionero y al almirante a la colonia; en ningún lugar vieron a los indios noys o edúes, enemigos de los nativos locales según lo dicho por el cacique Ibo. El padre Kino era generoso y amable con los naturales de la región, sobre todo con los niños. A veces subía a éstos a su caballo y cuando sus padres los llamaban no querían irse; el misionero sabía que esa relación atraería más a los indios. A pesar de la buena relación con los naturales, extrañamente Kino no logró que aceptaran plenamente el cristianismo, pues en un año y medio sólo pudo bautizar a 11 niños, y el padre Goñi debe haber tenido resultados parecidos. Hay que señalar que los misioneros estudiaron la lengua de los nativos, y con mucho esfuerzo fueron poco a poco rompiendo la barrera del lenguaje, tal como se explica en el capítulo destinado al padre Juan Bautista Copart. La segunda entrada que se hizo hacia el interior fue el 1º de diciembre de 1683, iban 25 soldados, bastantes indios incluyendo algunos mayos, 14 caballos y 6 mulas con provisiones para 12 días. El padre Goñi y el capitán Guzmán se quedaron en la colonia, así como 14 marineros de La Capitana que se resguardaba en isla Coronados. La expedición se dirigió al oeste noroeste, tocaron San Isidro, en donde después se fundaría la misión de San Juan Bautista Londó 36, a unos 10 kilómetros de San Bruno, y luego directo al oeste hacia la sierra de La Giganta. La subida de la sierra fue muy difícil, los exploradores que se adelantaban para buscar el mejor paso mandaron decir a Atondo que sería imposible ascender con los caballos, por lo que al siguiente día se tuvieron que quedar 6 hombres cuidando las bestias, los demás todos tuvieron que continuar a pie cargando su propia mochila por la escabrosa y empinada pendiente, y en ocasiones el corpulento y pesado almirante tuvo que ser prácticamente izado con riatas para poder ascender por rutas casi verticales. Al llegar a lo alto, Kino bautizó la sierra con el nombre de La Giganta, ...por ser tan alta, que al atardecer puede ser vista desde Yaqui, y así mismo porque hace unos días algunas personas dijeron y creyeron que en estas tierras de los noys había gigantes. Nombramos a la cordillera La Giganta...37. En otros capítulos se verá que la idea de que habían existido gigantes en California motivó a algunos misioneros a realizar una investigación sobre el tema.

35

El paraje donde después se estableció San Juan Bautista Londó queda entre San Bruno y Llanos de San Pablo. Los edúes llamaban al lugar Londó, y los didius Cathemeneol. 37 Bolton, op.cit., p. 146. 36

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Desde aquel tiempo, Kino dio muestra de su afán por ver “qué hay más allá del horizonte”, y su gran capacidad física para llevar a cabo jornadas a caballo o a pie que para otros eran extenuantes. En esta ocasión, Atondo se quedó a reponer fuerzas a orillas de un lago que llamaron Santa Bárbara, mientras que el misionero y otros 18 hombres continuaron la exploración. Al poco tiempo Algunos puntos relacionados con las exploraciones terrestres del padre Kino y misiones fundadas después. 1 Loreto. 2 San Bruno. 3 Arroyo San Juanico. 4 Arroyo Bombedor, continuación del San Juanico. 5 Comondú Viejo. 6. Río Santo Tomás o Cadegomó, hoy R. La Purísima. 7 San Miguel de Comondú. 8 San José de Comondú. 9 La Purísima Vieja. 10 La Purísima. 11. Puerto de Año Nuevo. 12 Río San Gregorio. Adaptación en mapa de Google Earth.

F8

F8 encontraron tierras fértiles y algunos indios, que casi siempre huían al ver a los hombres blancos y las bestias; desde lo alto de una cima pudieron ver otro lago y un hermoso valle, cuyos detalles apreciaron mejor con la ayuda de un catalejo. Habían viajado hasta un lugar cercano tal vez a lo que hoy es Comondú Viejo, y se hallaban a unos kilómetros al noroeste de donde se había quedado el almirante. Kino se hacía acompañar de un pequeño indio de nombre Salvador, y por eso pusieron al lago ese nombre. Poco más allá del lago, los españoles se sorprendieron al ver que diecisiete indios venían de lo alto de un cerro armados con arcos y flechas, comandados por un jefe de gran estatura; los soldados prepararon sus armas, pero Kino se les adelantó, ofreciendo como obsequio a los visitantes pañuelos rojos y cuentas de vidrio. Los nativos se aproximaron, pusieron sus armas en el suelo en señal de paz, y el misionero les puso los pañuelos en la cabeza y les colgó collares en 24


el cuello, lo que acabó con cualquier recelo entre aquellos hombres. Los indios informaron a Kino que cerca estaba un río, el cual debe haber sido el que hoy lleva por nombre La Purísima. Para el día 6 de diciembre, los exploradores regresaron a donde los esperaba Atondo, y de allí volvieron a San Bruno a donde llegaron a eso de las 4 de la tarde. Aquellas “entradas” que los misioneros y soldados hacían hacia lo desconocido en las que tanto esfuerzo y dinero se gastaba, tenían, como se sabe, el propósito de buscar sitios adecuados para establecer poblados, misiones o puertos, pero además, abrir las rutas por las que sería más fácil viajar hacia esos sitios, entre serranías y cauces secos de arroyos, con frecuencia muy parecidos unos a otros. Todavía hoy, quien atraviesa la sierra de La Giganta, encuentra frecuentemente bifurcaciones del camino en donde no se sabe cuál es el principal, o cerros cubiertos de multitud de piedras volcánicas muy semejantes unos a otros que fácilmente confunden al viajero. Debe pensarse entonces lo importante que debe haber sido para aquellos exploradores registrar con el mayor cuidado datos topográficos, hidrográficos, así como las mediciones de la latitud y longitud de los puntos por los que pasaban. Fue por eso que Kino, basado en sus observaciones y registros, elaboró un mapa de la región explorada el cual tiene fecha 21 de diciembre de 1683. Por otra parte, hay que recordar que las coordenadas geográficas eran medidas con instrumentos poco exactos, lo que causaba dificultades a quienes interpretaban los mapas de la época. Respecto a los nombres de santos de los lugares por los que pasaban, debe entenderse que no eran necesariamente poblados, y si acaso había ocasionalmente alguna ranchería38. El 21 de diciembre de 1683 fue un día de mucha actividad en el real de San Bruno, pues “La Almiranta” zarpó por esa fecha hacia la costa de Sinaloa para traer provisiones, y el padre Kino salió en otra expedición, una tercera entrada cuyo objetivo era buscar una ruta mejor que permitiera el paso de las bestias hasta lo alto de La Giganta. El rumbo inicial fue al noroeste, acompañado de Nicolás Contreras, el hombre que primero había escalado la sierra de La Giganta, ocho soldados a caballo y cuatro indígenas: Vicente, Simón, Francisco, y un muchacho de 10 ó 12 años llamado Eusebio. Llevaban provisiones para 4 días, y esta vez Atondo prefirió quedarse. Después de pasar por San Isidro, en donde se les unieron 15 indios más, llegaron a una aldea abandonada llamada San Pablo a unos 20 kilómetros de San Bruno, en donde descansaron unas horas. Por la tarde al reanudar la marcha, sólo dos indios siguieron acompañándolos, Vicente y Eusebio, además de un cuervo manso que los seguía. Viajaron entonces hacia el norte, con la sierra a la izquierda, hasta que llegaron a un arroyo que los naturales llamaban “Bunmedejol”, y aunque en esa época no llevaba corriente sí tenía en varias partes grandes pozas de agua buena, el nombre actual de esa corriente es Bombedor. En su narración, Kino llama al referido arroyo Santo Tomás por haber llegado allí ese día, y después da el mismo nombre al actual río La Purísima, lo que puede causar confusión al lector. En este lugar acamparon los viajeros y el misionero señala que los caballos no se encontraban cansados, aunque no dice cómo se sentirían los dos muchachos indígenas que quedaban en el grupo, el pequeño Eusebio y Vicente, quienes ese día habían caminado o trotado más de 40 kilómetros39. 38

Barco, Miguel del., “Historia natural y crónica de la Antigua California”. Edición, estudio introductorio y notas de Miguel León-Portilla, IIH, México, 1973. 39 Bolton, op.cit., p. 154.

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Al siguiente día los exploradores subieron hacia el oeste por el cauce del mismo arroyo, con álamos y un manantial abundante, después de refrescarse siguieron el ascenso al poniente hasta que encumbraron la sierra; por fin habían encontrado la ruta deseada. Kino y su gente estaban en el cauce seco donde empieza a formarse la parte alta del arroyo Comondú, que es afluente del río La Purísima, aproximadamente a los 26° 22’ N, y los 115° 50’ W. Continuaron su camino, ahora descendiendo, y pronto encontraron huellas numerosas, veredas, y tierra fértil. Cuando oscurecía llegaron a un punto desde el que vieron fogatas cercanas, pero no quisieron asustar a los nativos y se regresaron para poner su campamento en un lugar sin agua. Al día siguiente, Kino y su gente vieron una gran ranchería muy poblada de indios, reiterando el misionero en su relato la característica de aquellos naturales de que eran muy altos y de buena figura. Cuando el capitán de los indios vio los 10 jinetes que se acercaban a su ranchería, sintió temor y mandó que las mujeres y los niños se retiraran. El misionero pronto acabó con cualquier recelo que tuvieran aquellos indígenas de la etnia de los didius, hablándoles en su idioma y regalando al jefe pañuelos brillantes, piloncillo y pinole. Al ver eso, unos 50 nativos se acercaron y también recibieron los regalos acostumbrados: navajas, espejos, cuentas de vidrio, tijeras, faldas, etc., pero todo se lo daban a su jefe. De cualquier forma, Kino logró la amistad de los nativos no sólo con sus dádivas, sino con su trato amable, satisfaciendo con calma la curiosidad y las múltiples preguntas que hacían. En vista de que estaban sobre el tercer día de su salida, el misionero ordenó el regreso a San Bruno, satisfecho de haber encontrado por fin una ruta que permitía el paso con bestias al oeste de La Giganta. El viaje de regreso fue rápido, pues guiados por unos diez nativos locales encontraron un portezuelo en la sierra que les permitió acortar el camino, y a las diez estaban en San Bruno. Después de la noche de navidad de 1683, que se celebró con tres misas, cantos y bailes, los expedicionarios hicieron varios reconocimientos por los alrededores, se ocuparon en hacer adobes para levantar más viviendas, el padre Goñi había reclutado en Sonora a un grupo de indios mayos para la expedición, y ahora sus mujeres eran las cocineras, sembraron maíz y trigo, y la vida parecía llevar un curso normal. Sin embargo, se empezaron a presentar algunos indicios que presagiaban dificultades serias. Los indios dejaban a sus hijos en la colonia para recibir la doctrina por parte del misionero, pero cuando por alguna razón se disgustaban se los llevaban; además, constantemente se robaban lo que podían, desde una balsa, como lo hicieron unos indios mayos para cruzar el Golfo de California, hasta una borrega para comérsela; el escorbuto hizo su aparición en varios soldados, y el almirante castigaba los delitos aplicando severas varizas a los infractores, incluido un soldado español que en una ocasión apedreó a un nativo. En el terreno espiritual, había un mínimo de bautizos, lo que parece inexplicable dado el carácter amistoso de los indios. El temperamento a veces cruel de Atondo afloró nuevamente en la colonia cuando, ufanándose de su supuesta valentía, afirmó que él solo podía matar a doce o quince indios, y para demostrarlo puso manos a la obra y asesinó a un nativo inocente. No hay registros que indiquen

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que los misioneros hayan reprobado su bárbara acción, y sólo se tiene el comentario de Kino que expresó: ...El almirante consideró lo que había hecho como un logro valiente y de hombre...40. Kino y los otros misioneros quizá tomaron aquel crimen como un incidente que no convenía magnificar, pues seguramente pensaron que una discrepancia seria entre el militar y ellos perjudicaría la disciplina y tranquilidad en la expedición, pero quedaron en duda su piedad hacia los indios, y las mismas órdenes reales que disponían claramente que no se ejercería acción armada alguna contra los naturales salvo en el caso de peligro de la vida. En todo caso, debe haberse hecho difícil una congruencia total entre la disciplina dentro de la expedición, las relaciones personales y jerárquicas entre los jefes del grupo, y los principios religiosos de los misioneros. La existencia en la colonia se empezó a tornar cada vez más complicada, aunque los indios colaboraban casi siempre de buen grado en el trabajo que se le asignaba, sobre todo acarreando piedras y batiendo lodo para las paredes de las barracas y demás construcciones 41, y llegaron a hacer una expedición pesquera que proveyó de buen pescado a todos los colonos para su alimentación. Por algunos de los acontecimientos narrados, los indios decidieron mudar su aldea más allá del fuerte, aunque siguieron trabajando y ayudando a los españoles a cambio de comida, que era su pago. Los barcos de la expedición se habían ido meses atrás a las costas de Sinaloa a traer provisiones y no regresaban; el agua que sacaban del cauce del río Grande empezó a acabarse, y la cosecha de las siembras consistió apenas en unos cuantos nabos y calabazas, y un poco de maíz y frijol. Al llegar el verano había grave escasez de comida, y cuando la situación parecía insostenible, el 10 de agosto de 1684 “La Almiranta” ancló cerca de la costa, trayendo no sólo las ansiadas provisiones sino a 20 hombres más y al padre Juan Bautista Copart, en lugar del padre Suárez, que había tenido dificultaos don el capitán Diego de la Parra. El día 15, el padre Kino hizo sus votos finales en presencia del recién llegado religioso. Los 25 soldados que llegaron se agregaron a los 61 habitantes de la colonia, y más que ayuda fueron una carga para la misma, pues venían harapientos, eran inexpertos en la milicia, y ahora se sumaban a las bocas que debían alimentarse. Hay que agregar que Atondo recibió un extrañamiento severo del virrey por su cruel actitud, ya que la noticia del asesinato del nativo en San Bruno se supo en la ciudad de México, así como su intervención indebida en conflictos internos de los indios. El 29 de agosto de 1684, el padre Kino zarpó en “La Almiranta” rumbo a El Yaqui en procuración de más provisiones y bestias, pues se proponía hacer una entrada hacia el Océano Pacífico. Después de esta fecha se hicieron otros cuatro viajes con el mismo propósito y sostener la colonia en buen estado, lo que ya hacía evidente su incapacidad para mantenerse autónomamente. En el último viaje Kino mandó al padre Juan Bautista Copart para que fuera hasta la ciudad de México a solicitar más ayuda, y de parte del almirante que se mandaran buzos para sacar perlas que mucho servirían para sufragar tantos gastos. 40

Bolton, op.cit., p. 160. Es increíble qué tan duro trabajaron estos indios nativos, mujeres y hombres, trayendo y acarreando piedras y zoquete para las paredes de la fortificación y para los bastiones... (palabras de Kino), Bolton, op.cit., p. 161. 41

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El almirante y Kino mantenían su proyecto para explorar la costa del Pacífico, pero antes decidieron cambiarse a San Isidro, un poco al oeste y norte de San Bruno, no sólo como respuesta a las peticiones de los indígenas sino porque allí sí había agua suficiente y la tierra era más productiva; de inmediato, todos empezaron a levantar las construcciones indispensables, y pronto San Isidro fue el poblado alterno de San Bruno, y con ventaja. Una interesante aportación etnológica la hizo Atondo en un informe al virrey, al describir una ceremonia que llevaron a cabo unos dos mil quinientos indígenas, según reporte de dos testigos aunque Bolton se muestra escéptico respecto a la cifra mencionada. El acto que se inició el 6 de noviembre como al medio día, fue presenciado por dos soldados que cuidaban los caballos en San Isidro, quienes narraron en síntesis lo siguiente: la ceremonia consistió esencialmente en rendir veneración a un ídolo, dirigido todo por el jefe de los didius, que vestía una red cubierta de cabellos que iba desde los hombros hasta los pies, un adorno de plumas en la cabeza caídas hacia los hombros, en su mano derecha un palo blanco de un metro de largo y en la izquierda arco y flecha. La reunión ceremonial abarcó dos días e incluyó danzas, cánticos con gritos, procesiones llevando la estatua, subidas corriendo a una colina por parte de algunos de los participantes, y comida de “medesé”, el grano que hay en las vainas del mezquite. Tiempo después de realizada la fiesta ceremonial, el jefe Leopoldo, que había sido de los personajes centrales en la fiesta, fue a San Isidro y pidió comida al cabo Bojórquez, quien aprovechó la ocasión para preguntar al jefe indígena qué representaba la estatua, a lo que contestó que era el dios que les daba su comida, bajando del cielo cuando llovía para darles pitahayas y “medesé”. Como buen cristiano de la época, el cabo dijo al indio que ese ídolo no les daba nada y que la cruz era mejor, pues esa sí les daba comida y traía a los barcos con ayuda. Leopoldo replicó entonces, apuntando con su dedo, “dile a esa cruz que nos dé algo de comida”. El cabo se desconcertó pero logró salir del atolladero asegurando al jefe que cuando se terminaran las provisiones le pedirían que mandar más...Es difícil creer que el jefe didiu haya sido convencido. El almirante aseguró al virrey en su informe que el ídolo mencionado era el demonio42. Estimulados nuevamente por informes de que más allá de las montañas había grandes ríos y comunidades en las que se sembraba maíz y frijol43, Kino y Atondo revivieron sus planes para cruzar La Giganta y llegar al litoral del Océano Pacífico en lo que sería su última entrada importante al interior de la península. El entusiasmo del misionero era grande al pensar en el gran número de gentiles que podría convertir, y en la posibilidad de elaborar un mapa de Carolina, como llamaba él a California. El visitador e inspector Moraza se encontraba en San Bruno y con algo de razón se oponía a que se hiciera la expedición, faltaban herraduras para las bestias, algunos de los soldados no tenían ni camisa y otros ni siquiera sabían disparar un arcabuz, los indios soportaban los efectos de una sequía y era probable que robaran los caballos a los viajeros para comérselos, pero a pesar de tan

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“Rim of Christendom...”, Bolton, op.cit., pp. 175-178. Ibíd., p. 178.

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ominosas advertencias, finalmente, después de recibida la ayuda enviada de Sinaloa, Atondo y Kino cabalgaron a San Isidro, de donde se partiría. Formaban parte de la expedición el almirante Atondo, el padre Kino, el cirujano Dr. Castro, 29 soldados, dos arrieros, nueve indios de la tierra firme, y un grupo de californios que servirían de guías. Kino llevaba sus instrumentos como cosmógrafo de la expedición, los soldados llevaban sus cueras o casacas de cuero de toro, escudos, arcabuces, una libra de pólvora cada uno, cien balas de arcabuz y una calabaza para tomar agua. Iban también cinco caballos armados, 32 con cueras, 30 mulas cargadas, dos en que montaban los arrieros y 22 bestias de relevo. El 14 de diciembre, “La Almiranta” zarpó hacia “tierra firme”, ese día Atondo y Kino cabalgaron a San Isidro, y el 15 de diciembre de 1684 salió la expedición hacia la sierra de La Giganta. Aunque los viajeros tuvieron algunos problemas en varias rancherías, la marcha se hizo sin incidentes mayores mientras se ascendió a las montañas por la ruta establecida en el viaje anterior. A los 4 días llegaron al arroyo Bombedor que Kino había nombrado Santo Tomás, aproximadamente a los 26º 24´ de latitud norte, aunque esta vez el paso se dificultó por el gran número de bestias que llevaban, por lo que el ayudante Chillerón, 10 soldados y 4 indios de Sinaloa arreglaron el camino con picos y hachas. Por entonces Leopoldo, el jefe que había presidido la ceremonia indígena de que se habla en párrafos anteriores, se presentó en el campamento y se aprovechó su estancia para mandarlo como emisario de paz a las rancherías por las que se pasaría. El día 19, cabresteando las bestias a ratos lo que no impidió que algunas rodaron al vacío, subieron lo que Kino llamó “la cuesta trabajosa”, y después de unos 25 kilómetros de caminata llegaron al arroyo que los nativos llamaban “Comondé”, el actual Comondú, afluente del arroyo La Purísima que Kino llamaba Santo Tomás44, tal como aparece en el mapa de 1701 hecho por el misionero; cerca de allí tocaron una ranchería en la que los reconocieron por haber llegado a ella en el viaje del año anterior.

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Conviene aclarar que el río Comondé, el arroyo de Cadegomó, el Comondú y el Santo Tomás, son la misma corriente que hoy recibe el nombre de La Purísima, aunque los tres primeros se aplican a la parte alta cercana al nacimiento del río.

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F9

Mapa de California elaborado por el padre Eusebio Francisco Kino en 1701

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Por tres días los expedicionarios descendieron hasta alcanzar el cauce principal del río La Purísima, y durante ese tiempo llegaron al campamento indígenas didius en plan amistoso, incluyendo, según palabras de Atondo ...cinco preciosas muchachas... traídas por Leopoldo. Es ésta una de las pocas ocasiones en que se registra una opinión de un español sobre una indígena que puede considerarse de encomio, aunque Bolton implícitamente parece considerarla lasciva 45.

F 9a Ruta seguida por el padre Eusebio Francisco Kino y el almirante Isidro Atondo y Antillón en su expedición del litoral del Golfo al Pacífico. 1 San Bruno. 2 Arroyo de San Bruno. 3 Misión de San Juan Bautista Londó establecida posteriormente. 4 San Isidro. 5 Ruta al arroyo Bombedor. 6 Actual arroyo San Juanico. 7 Arroyo Bombedor, parte alta del San Juanico. 8 Paso de la sierra por donde cruzaron de la parte alta de un afluente del Bombedor a la parte alta de un afluente del arroyo La Purísima. 9 Comondú Viejo. 10 Tasajera. 11 Ojo de Agua. Antes y un poco al este de aquí acamparon en un lugar que llamaron La Tebaida. 12 Noche Buena. 13 Cerro El Pilón. 14 La punta de la flecha negra indica la Misión La Purísima establecida después. 15 La Purísima Vieja. 16 Río Santiago o actualmente San Gregorio. 17 Los Inocentes. 18 Arroyo La Purísima, llamado Santo Tomás por el padre Kino. 19 Santo Tomás. 20 Santiago. 21 Ruta hacia el sur, a la desembocadura del río. 22. Boca del río La Purísima, llamada Puerto de Año Nuevo por Atondo y Kino. 23 Ruta de exploración hacia el norte. 24 San José de Comondú establecida después. 25 San Miguel de Comondú. NOTA: las líneas verdes no indican corrientes constantes de agua, sino casi siempre intermitentes. Adaptación en mapa de Google Earth.

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Bolton, op.cit., p. 184. El autor señala que la presencia de las muchachas creó un problema de disciplina para Atondo, y que el padre Kino se mantuvo discretamente en silencio.

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El mismo 19 estuvieron en el sitio que después sería Comondú Viejo46, y siguieron encontrando indígenas amistosos con quienes intercambiaban regalos; continuaron bajando por el arroyo y días después llegaron al punto de unión de varios afluentes del río La Purísima, en donde hallaron abundante agua en manantiales y aguajes, a pesar de que no había llovido en 14 meses; aquí hombres y bestias pudieron calmar la sed que ya se había tornado insoportable. El lugar, todavía llamado El Ojo de Agua, está casi a los 26° 20’ N y 111° 58’ W. De Comondú Viejo al Ojo de Agua se viaja en dirección noroeste y luego suroeste, pero de aquí buscando los mejores pasos tomaron un poco rumbo al sur, por terreno muy quebrado, pues el río corría en partes por el fondo de barrancos de más de 300 metros de hondo; cinco caballos rodaron al abismo, y el cirujano Castro fue uno de los que por poco se ahogan. El 24 de diciembre de 1684 llegaron a un lugar que llamaron Noche Buena, hoy El Zacatón, y allí acamparon; según Atondo los indios locales consideraban dioses a aquellos extranjeros, les pedían que produjeran lluvia, y no aceptaron la comida que les ofrecieron por temor a que estuviera envenenada. El día 26 bajaron hasta el fondo del arroyo con grandes trabajos, en donde enormes piedras les dificultaban el paso47, algunos jinetes cayeron al agua así como la carga de algunas bestias, pero siguieron su avance ahora hacia el suroeste hasta que llegaron muy cerca de lo que después sería La Purísima, en donde acamparon. Al siguiente tuvieron a la vista el cerro El Pilón, que llamaron “Sombrerete de San Juan”, estaban en lo que después sería la misión La Purísima. Ese día bajaron hasta un lugar que llamaron Los Inocentes, unos 18 ó 20 kilómetros río abajo, y allí dejaron a los animales más lastimados de las pezuñas o los que no tenían herraduras, a cargo de un soldado, para que se repusieran aprovechando el buen pasto que había. El 29 de diciembre de 1684, el padre Kino y Atondo, con 18 soldados, 3 indios y cargando dos mochilas con provisiones siguieron bajando, acamparon en un paraje que llamaron Santo Tomás Cantuaria, y el sábado 30 estuvieron en donde se une a la corriente de La Purísima el actual arroyo San Gregorio, lugar que los viajeros llamaron Santiago y el mismo nombre asignaron al río; aquí había agua y una aldea recién abandonada, de lo que se percataron porque aún había fogatas encendidas. Cruzaron luego unos médanos hacia la playa y doblaron al sur, hasta que llegaron a la desembocadura de los dos ríos, llamada hoy Boca de San Gregorio que se encuentra a los 26º 02´N. Aunque la fecha era 30 de diciembre de 1684, el lugar fue bautizado entonces con el nombre de Puerto de Año Nuevo. Explorando la playa encontraron unas conchas de abulón que las describieron como muy hermosas, así como huesos de ballenas, Atondo ordenó a algunos hombres que trataran de cruzar el estuario hacia el sur en los mejores caballos pero no pudieron hacerlo por lo profundo del agua. De aquí viajaron al noreste, siguiendo el cauce del río y encontraron que los nativos bloqueaban en partes la corriente para atrapar pescado, los exploradores regresaron a Santiago y allí acamparon. Los indios que encontraron eran muy desconfiados, y aunque aceptaron algunos regalos del padre Kino, hicieron saber a los forasteros que debían dejar su aguaje, luego partieron y no regresaron al campamento48.

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Comondú Viejo está apenas arriba de los 26º 21´de latitud norte, y 111º 50´de longitud. Casi todos los lechos de arroyo en el sur de la Península tienen grandes piedras 48 First from the Gulf to the Pacific, Isidro Atondo y Antillón, Trad. y Edit. Por W. Michael Mathes, 1969. 47

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Al siguiente día, domingo 31 de diciembre de 1684, el almirante, Kino y algunos hombres volvieron a la costa y viajaron por unos 20 kilómetros hacia el norte, encontraron algunos indígenas que huían al verlos, una salina con sal de buena calidad, y sin más novedades se regresaron al campamento en Santiago. El lunes 1º de enero de 1685 se inició el regreso de la expedición aproximadamente por la misma ruta de venida, y para el día 13 de enero de 1685 estaban de vuelta en San Bruno. En su informe al virrey Atondo señaló que ninguna de las tierras reconocidas en el viaje servía para el cultivo, pero la importancia de la expedición estuvo en haber vencido las grandes dificultades que presentaba la sierra de La Giganta y de que sus integrantes fueron los primeros hombres blancos que cruzaron las desafiantes montañas. Hay que considerar, además, que los mapas que el padre Kino elaboró con base en las exploraciones realizadas, fueron tal vez la referencia geográfica más útil para los jesuitas de aquel tiempo, que años más tarde plantarían misiones en la zona reconocida como San Javier, Comondú y La Purísima. También debe señalarse que, sorprendentemente, las rutas abiertas en aquel tiempo, frecuentemente basadas en las veredas de los indios, coinciden en muchos trechos con los actuales caminos que unen las comunidades de esta parte de la sierra, por todo lo cual debe considerarse el viaje como un gran esfuerzo, cierto que muy costoso, pero que produjo beneficios importantes a los pueblos de la región. El 16 de febrero de 1685, Atondo y el padre Matías Goñi encabezaron una expedición con la intención de llegar a Bahía Magdalena, mientras que Kino permanecía en San Bruno. El contingente lo formaban 21 soldados, un arriero y herrero, un esclavo, cuatro indios cristianos de tierra firme, varios nativos de San Bruno y mulas cargadas con provisiones para 25 días, pero después de 5 difíciles jornadas, al no poder franquear acantilados y profundos barrancos que les cerraban el paso, tuvieron que regresar a Ligüí (ver F43), en donde tenían su base de operaciones. Uno de los pocos ataques de los indios a las expediciones llevadas a cabo en aquellos años se dio en esta entrada de Atondo y Goñi, cuando en la playa unos nativos dispararon sus flechas contra los caballos de la retaguardia e hirieron a dos. Los soldados dispararon a los indios, que eran unos 40, mataron a uno y los demás escaparon. Para el día 28 de febrero Atondo y sus hombres estaban en San Dionisio, y de aquí se dirigieron a San Bruno por una ruta cercana a la costa que años después usaría Salvatierra frecuentemente; el 6 de marzo la expedición llegó de regreso a San Bruno. Aunque en el informe de Atondo se dice que no hay lugares con agua y tierras fértiles suficientes, el almirante mencionó que en los cerca de 160 kilómetros recorridos, encontraron 25 rancherías, todas muy pobladas, que vivían en pequeños jacales de ramas. Como en otros relatos, describió a los naturales como corpulentos, robustos y de buena presencia49. Aunque Kino no participó en la expedición, relató el viaje tal como se lo contaron los expedicionarios cuando regresaron, en su “Relación de la segunda entrada de las Californias o Carolinas, de este año de 1685 hacia el Sur”. Como ya era la costumbre, las embarcaciones de la colonia se pasaban casi todo el tiempo en la contracosta procurando provisiones o reparándose, y esta vez, “La Balandra” no había aparecido, “La Capitana” o “Concepción” tenía más de un año reparándose en Matanchel, mientras que “La Almiranta” o “San José” había zarpado hacia Matanchel desde el 14 de diciembre de 1684. Las provisiones ya empezaban a escasear, cuando 49

Bolton, op.cit., p. 193.

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el 6 de marzo fondeó “La Balandra” en la bahía de San Dionisio procedente de Matanchel, lugar por el que Atondo acababa de pasar en su regreso a San Bruno. Estando San Dionisio a unos kilómetros al sur de San Bruno, el capitán de “La Balandra” desembarcó a un hombre para que llevara un mensaje escrito a la colonia, avisando de su llegada. Kino relató que, a pesar de que los indios habían sufrido el asesinato de uno de sus hermanos a manos de los soldados apenas unos días antes, esta vez, en lugar de cobrar venganza con el mensajero que se dirigía solo a San Bruno, le ayudaron en todo, lo acompañaron en el camino, y cuando no pudo seguir por el cansancio y la sed, ellos, los naturales, siguieron hasta el Real en donde informaron lo sucedido y pidieron agua para llevarle. Éste es uno de muchos casos en que los nativos, llamados frecuentemente “bárbaros” por los españoles, mostraron no sólo sentimientos de piedad hacia ellos, sino la capacidad para perdonar y no guardar rencor a quienes los ofendían gravemente50. Pocos días después, “La Balandra” ancló frente a las costas de San Bruno, y el 25 arribó “La Capitana”, llevando no sólo provisiones, sino 4 buzos pescadores de perlas, que el almirante había pedido. Atondo no perdía de vista la posibilidad de enriquecerse, además de pensar que si se encontraban perlas, la corona favorecería la colonización de California. El mismo Kino no escapó a la tendencia general de exagerar las potencialidades del Golfo de California en sus yacimientos perlíferos, y en una carta que dirigió al padre Martínez tiempo atrás le expresó: …Estoy dejando con el padre Rentero, vicerrectror de Sinaloa, doce grandes conchas de madreperla. Puesto que su Reverencia dijo que no le mandara ninguna a menos que fuera gigantesca. Las estoy mandando de inmediato a su Reverencia en México, pues en las Californias hay montañas de ellas y muchas con perlas…51. Sin embargo, el gobierno de la Nueva España no estaba muy satisfecho con los resultados obtenidos hasta entonces con las expediciones encabezadas por Atondo y Kino, y así se los había hecho saber; el padre Copart gestionaba frenéticamente ayuda en la ciudad de México52, la sequía se había extendido ya por 18 meses, el escorbuto afectaba a muchos colonos, la tierra no producía nada, y ya se habían registrado varios fallecimientos, en el terreno espiritual, Kino casi no había llevado a cabo bautizos y se había gastado un enorme capital. En aquel contexto en el que sobresalían la falta de recursos y la incapacidad para convertir al cristianismo a muchos de los gentiles, a pesar de su carácter amistoso, Atondo convocó a una reunión para tomar una decisión, entregó preguntas por escrito y pidió respuestas en la misma forma, y a excepción de Kino, todos los demás estuvieron de acuerdo en abandonar momentáneamente la colonia y regresar cuando los enfermos se hubieran curado, pero no a San Bruno, sino a otro lugar mejor53, en el nuevo plan Atondo y Goñi en “La Blandra” buscarían perlas mientras Kino y Guzmán en “La Capitana” tratarían de encontrar un lugar mejor que San Bruno. Kino insistió en quedarse diciendo que él cuidaría de los enfermos mientras llegaba ayuda, pero su opinión fue rechazada. 50

Kino dice: ...los indios demostraron su gentileza y libertad del espíritu de la venganza... Bolton, “Rim of…”, op.cit., p. 123. 52 El padre Copart se había llevado a tres muchachitos indios a la Nueva España, quizá para exhibirlos como muestra de los logros evangelizadores en California, y aunque los muchachos eran muy inteligentes según la opinión de Ceballos en un reporte al virrey, no se permitió que Copart los llevara a la ciudad de México y tuvieron que quedarse en Guadalajara. 53 Los asistentes fueron Kino, Goñi, Guzmán, Lascano, Moraza y Contreras. 51

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El 6 de mayo, los barcos estaban cargados, varios indígenas habían ayudado a traer agua desde San Isidro y sólo faltaban 20 caballos y mulas, los mejores fueron subidos a los navíos al siguiente día, algunas bestias se dejaron a los nativos quienes probablemente se las comieron. Kino esta vez abordó “La Capitana” del capitán Guzmán acompañado de siete muchachos californios, lo cual aceptó Atondo a regañadientes, y al siguiente día, cinco de ellos fueron bajados en la playa. Hubo lágrimas de parte de muchos nativos y deseos de acompañar a los españoles, lo que conmovió a los misioneros. Atondo abordó “La Balandra” el día 8, y esa tarde zarpó hacia Sinaloa, llegó el 17 a San Ignacio, Mientras que “La Capitana” lo hizo en la noche con rumbo al norte, y el 10 de mayo ancló en la desembocadura del Yaqui, varios enfermos fueron llevados por Kino y Guzmán a Tórim, en donde fallecieron tres. Después de 35 días de preparación para reiniciar el nuevo viaje, y habiendo recibido la ayuda generosa de las misiones cercanas, el 13 de junio de 1685 Kino y Guzmán zarparon en “La Capitana” desde la boca del Yaqui hacia California, pero después de varios días de navegación, y por temor de encallar en los bajos de Salsipuedes, se devolvieron hacia la costa de Sonora, y el 19 de junio anclaron en lo que hoy lleva el nombre de Bahía Kino, y que entonces el misionero y Guzmán llamaron San Juan Bautista. Allí permanecieron 50 días, tiempo que ocuparon en intentar nuevas salidas y exploraciones pero los prospectos de viajar al norte no fueron alentadores. En ese tiempo Kino visitó a los seris de aquella costa y se ganó su amistad. El 9 de agosto los exploradores pudieron iniciar el retorno a Yaqui, a donde llegaron el 12 de agosto de 1685, de donde Kino y el capitán Guzmán zarparon hacia Matanchel vía California, acompañados de varios soldados, tocaron San Bruno y allí desembarcaron a dos muchachos indios que los habían acompañado. Mientras tanto Atondo había diferido su salida por mal tiempo, pero el 14 de julio lo hizo y llegó a La Paz el 16. El almirante llevaba cuatro buzos para extraer perlas, que de inmediato se pusieron a hacer su trabajo, con el barco anclado en la isla Santo Tomás. Kino y Guzmán se reunieron después con el almirante y lo acompañaron en algunas de sus salidas por el Golfo de California y obtuvieron algunas perlas de calidad. Tal vez los misioneros pensaban que si se reportaban a la corona hallazgos perlíferos importantes, el erario real apoyaría definitivamente la colonización de California. A pesar de que navegaron en “La balandra” y “La Capitana” por muchos sitios considerados por otros exploradores y por los nativos como yacimientos perlíferos, nunca obtuvieron ni en cantidad ni en calidad lo que esperaban. Las boxoo, como llamaban los indios a las perlas, se estaban agotando. Las mejores perlas eran llamadas taladros, las de menor calidad aljófares, y las que estaban todavía por debajo de éstas berruecos. Los buzos indígenas sacaban entre 100 y 300 conchas, pero sólo una pequeña parte de ellas tenían perlas, casi todas aljófares o berruecos. Las mejores perlas que obtuvo Atondo fue por trueques realizados con indígenas de lo que hoy sería Puerto Ballena; allí los nativos se aglomeraban en sus pequeñas balsas alrededor de La Balandra, cada uno trayendo un paquete del tamaño de una nuez envuelto en piel de conejo. Aquí, el almirante consiguió a cambio de cuchillos 15 granos de taladros. Finalmente, Kino y el capitán Guzmán regresaron a Matanchel el 17 de septiembre después de no pocos incidentes en el mar, todavía con la esperanza de rehacerse para una enésima 35


expedición a California. Atondo llegó a Matanchel el 8 de octubre, obligado por el mal tiempo y las protestas de los marineros; Goñi prefirió quedarse en Sinaloa, por su parte Copart se fue a Guadalajara con sus niños indios, y de Matanchel, Kino también se fue a Guadalajara, y aunque tal vez presentía que jamás podría reiniciar la evangelización en California, argumentó ante las autoridades más con entusiasmo que con fundamentos razonados, los beneficios que se tendrían con otra expedición. Atondo, con el deseo de seguir en su incansable búsqueda de perlas, aunque siempre con pobres resultados, se dirigió a México a insistir en sus gestiones. Ante los argumentos del padre Kino para que se autorizara el establecimiento de misiones en California, el virrey Paredes accedió el 3 de julio de 1685, pero el misionero no supo esta determinación hasta principios de noviembre, cuando a su regreso de Guadalajara se encontró con el almirante cerca de Compostela, cuando se dirigía a México. El 12 de noviembre llegó Kino a Matanchel, y efectivamente encontró allí la disposición favorable a sus anhelos colonizadores. Sin embargo, aunque el panorama parecía mejorar para las aspiraciones del misionero, por esos días el virrey tuvo noticia de que un barco pirata esperaba al “Galeón de Manila” para asaltarlo cerca del puerto de Navidad, por lo que ordenó a Atondo que de inmediato navegara con su pequeña flota hacia el encuentro del Galeón, para advertirle del peligro y escoltarlo con sus navíos hasta Acapulco. Parte del mensaje del virrey decía: ...ayer llegó un reporte de que los tres barcos de la Armada de Californias estaban en el puerto de Matanchel, con nada que hacer en la empresa de la conquista para la cual la armada fue constituida, habiendo dejado esas islas porque eran inhabitables, es ahora posible ordenar que esta pequeña flota pueda ir proteger la Nao de China...54 La expresión que usó el virrey de “inhabitables” al referirse a California hizo comprender a Kino que aquella empresa ya no prosperaría. El almirante y el misionero zarparon el 29 de noviembre de 1685 y al siguiente día encontraron al galeón, al que escoltaron hasta Acapulco pero por una ruta alejada de Navidad, lo que evitó el encuentro con los piratas. De Acapulco, Kino y Atondo se fueron a la Ciudad de México, y después de que el almirante entregó las pocas perlas que llevaba al virrey, ambos rogaron al gobernante que les permitiera su regreso a California. La petición fue autorizada en principio, pero se confirmaría por el rey cuando se tuvieran $30 000.00 pesos que se necesitaban para los gastos. Por ese tiempo llegó a la capital una recua de mulas procedente de Zacatecas con una carga de $ 80 000.00 pesos de plata, lo que llenó de optimismo al misionero y a Atondo. Sin embargo, en esa época se tenía que dominar una posible rebelión en Nueva Vizcaya, seguir con la campaña en la Tarahumara, y gastar en las frecuentes guerras que sostenía el imperio español, por lo que la corona decidió suspender por tiempo indefinido la colonización en California, lo cual se estableció formalmente en una cédula real el 22 de diciembre de 1685. En lo espiritual y en lo material podría decirse que los viajes de Kino y Atondo a California fueron un fracaso por las siguientes razones: a pesar de las relaciones amistosas entre Kino y los indígenas, estos se mostraron hasta cierto punto indiferentes a la conversión religiosa, lo cual era el objetivo principal de la penetración a los territorios de gentiles, prueba de lo cual es el mínimo número de bautizados que hubo durante su estancia en la península; las colonias establecidas en La Paz, San Bruno y San Isidro tuvieron que abandonarse al no poderse sostener 54

Bolton, “Rim of...”, op.cit., pp. 220, 221.

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autónomamente, perdiéndose todo lo invertido en ellas; en la exploración que se hizo a la costa occidental de la península no se encontró un lugar adecuado para establecer un buen puerto, sobre todo por la falta de agua y leña; la cosecha de perlas en el Golfo de California fue muy reducida, y nunca se acercó en valor a los gastos realizados; y finalmente, las relaciones con los indios guaycuras de La Paz fueron desastrosas por la crueldad del almirante Atondo, lo cual se repitió aunque en menor grado en San Bruno. Sin embargo, es indiscutible que gracias a estas primeras exploraciones se conoció mejor la lengua de los naturales de aquel territorio; se establecieron rutas que servirían a otros misioneros en la fundación de varias misiones; y se hicieron mapas que serían de incalculable valor para otros exploradores. Además, el sólo hecho de que Kino y Atondo hayan sido los primeros europeos en cruzar la sierra de La Giganta los convierte en figuras destacadas en la historia de Baja California. El padre Kino abandonó California definitivamente, pidió ser destinado a Sonora, y llegó a Cucurpe el 13 de marzo de 1687, en donde realizó su aspiración de catequizar a miles de indígenas, sobre todo en la Pimería Alta, y fundar numerosas misiones en una labor que se le reconoce internacionalmente. Ha sido sin duda el misionero que cabalgó una mayor distancia que cualquiera otro de su tiempo, bautizando, civilizando a los naturales, y plantando misiones en las sierras y desiertos de Sonora. En la Pimería Alta cabalgó unos 30 000 kilómetros, desempeñándose no sólo como evangelizador, sino como civilizador y científico, acompañado siempre de su astrolabio y su brújula para registrar los datos astronómicos que le permitieron elaborar los primeros mapas en los que la Baja California aparece como península.

F10

Territorio de la Pimería Alta, destino del padre Kino.

Quizá el éxito de su extraordinaria labor en Sonora se debió en parte a las experiencias obtenidas en California, de las cuales dedujo y aplicó siempre tres principios básicos: mantener su labor misionera apartada, hasta donde fuera posible, de los mandos del ejército español; no insistir en hacer de los indios hombres “diferentes”, y trabajar con ellos y por ellos sin descanso. Aun así, el padre Kino tuvo enemigos que intentaron desacreditar su trabajo en Sonora, como sucedió en el caso del asesinato del padre Francisco Javier Saeta, a quien mataron unos pimas rebeldes en la Semana Santa de 1695.

En esa ocasión, cuando los culpables fueron capturados y se hizo una sangrienta represión por los soldados en contra de muchos pimas inocentes, Kino tuvo dos actitudes que fueron severamente criticadas por algunos de sus compañeros: primero ordenó la captura y traslado de dos de los cabecillas culpables a su casa en donde los encerró con guardia que los vigilara; y segundo, intervino para que se les perdonara y concediera su libertad, lo que logró. Su primera acción provocó la furia de algunos misioneros, sobre todo del padre Campos, pues en aquel 37


tiempo era considerada una falta gravísima que un misionero interviniera en asuntos no religiosos, y menos como “alguacil”, según se dijo. Por otra parte, la gestión con éxito a favor de los pimas culpables a quienes se dejó en libertad también causó la ira de otros misioneros, aunque debe entenderse que con el perdón a los culpables, Kino estaba tratando de asegurar una relación pacífica con aquellos indios en el futuro. En 1711 Kino se dirigió a Magdalena, Sonora, con el fin de hacer la dedicación de una capilla a su santo patrono. El poblado se había preparado para festejar aquel acontecimiento, el acto religioso se había iniciado, y cuando el misionero cantaba la misa de dedicación repentinamente se sintió mal. Poco después de la media noche del 15 de marzo de 1711, murió a pesar del auxilio que trató de darle el padre Campos, su amigo y colaborador por 18 años. Kino falleció casi a los 66 años de edad, su lecho mortuorio fueron dos pieles de becerro como colchón, dos cobijas de las que usaban los indios y se dice que una silla de montar como almohada. Fue sepultado abajo de los escalones que llevan al altar. El registro de su deceso hecho por el padre Agustín de Campos dice: Padre Eusebio Francisco Kino En 15 de marzo [de 1711] poco antes de media noche, recibidos los Santos Sacramentos, murió con grande sosiego y edificación en esta casa y pueblo de Santa Magdalena, el padre Eusebio Francisco Quino, de edad de setenta años, Misionero casi veinte y cuatro de Nuestra Señora de los Dolores fundada por el mismo Padre, el que trabajó incansablemente en continuas peregrinaciones y reducciones de toda esta Pimería. Descubrió la Casa Grande, Ríos Gila y Colorado, islas, naciones Cocomaricopa y Sumas y los Guizamaopa de la Isla, y descansando en el Señor está enterrado en esta capilla de San Francisco Xavier al lado del Evangelio donde caen la segunda y tercera silla en ataúd. Fue de nación alemán de la provincia que pertenece la Baviera, habiendo sido antes de entrar en la Pimería misionero y cosmógrafo en la California en el tiempo del Almirante Don Isidro de Otondo. Agustín de Campos, IHS.

Tumacacori Nat. Hist. Park

En 1965, el embajador de México en los Estados Unidos asistió a una ceremonia en la que el ilustre misionero fue incorporado, como fundador del estado de Arizona, al “National Statuary Hall Collection” en el Capitolio de Washington. Al saber del acto, el presidente de México Gustavo Díaz Ordaz ordenó al Secretario de Educación Diorama del Pública Agustín Yáñez que se localizaran los restos del padre Kino. Yáñez encargó padre Kino al antropólogo Wigberto Jiménez Moreno en “Tumacácori la importante tarea la cual culminó exitosamente el 19 de mayo de 1966. Poco National después los restos del primer misionero Historical colonizador de Baja California fueron Park” sepultados en la plaza de Magdalena, que desde entonces lleva el nombre de F11 Magdalena de Kino, Sonora.

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2, Copart, Juan Bautista Juan Bautista Copart, de origen belga, nació en 1643 en Tourcoing, Francia, y entró a la Compañía de Jesús en 1662. En 1678 fue enviado a la Nueva España, en donde años después fue destinado como compañero del padre Eusebio Francisco Kino en la expedición que este misionero hizo a California. Kino había arribado a la Nueva España al iniciarse el año de 1681, y dos años después acompañó al almirante Isidro Atondo y Antillón en su expedición de 1683 para colonizar California. La expedición estuvo integrada por unos cien hombres, entre los que iban inicialmente dos misioneros jesuitas, Kino y el padre Pedro Matías Goñi; tiempo después se les reuniría el padre Juan Bautista Copart. La expedición fondeó en la bahía de La Paz, al sur de la península, y aquí establecieron un real que llamaron de Nuestra Señora de Guadalupe, en el cual sólo pudieron permanecer tres meses. De este lugar tuvieron salir debido a la falta de provisiones y el temor de un ataque indígena; tiempo después regresaron y desembarcaron en una ensenada que bautizaron como San Bruno, 24 kilómetros al norte muy cerca de lo que más tarde sería el presidio de Loreto55, y fue en este lugar en donde el padre Copart se unió a los expedicionarios. En San Bruno permanecieron poco tiempo, y establecieron su centro o base de operaciones un poco al noroeste en un sitio que bautizaron como San Isidro (mapa 7). Los misioneros se dedicaron entre otras cosas, a estudiar el idioma de los nativos, especialmente Goñi y Copart. Éste escribió un catecismo en lengua cochimí, que fue instrumento fundamental para que Salvatierra y otros misioneros se comunicaran con los nativos en sus primeros contactos. En este lugar duraron un año y medio, habiendo tenido que abandonar la misión que se iniciaba por falta de víveres y la incapacidad de los colonos para hacer productiva la tierra. Para comprender las dificultades que se tuvieron en la comunicación durante estos primeros encuentros de españoles e indígenas, se narra enseguida el recurso de que se valieron Copart, Goñi y Kino para explicar el significado de la palabra resurrección en las dos lenguas que allí se hablaban, en las que no había un término con esa significación. Cogieron algunas moscas y las hundieron en agua fría, luego las metieron en ceniza hasta que parecieron estar muertas, y después las pusieron al sol cuyo calor les permitió volver a moverse. Los misioneros estuvieron muy atentos para registrar las primeras palabras que los indios profirieran pensando que significarían “resucitar” o “resurrección”. Las palabras que dijeron los nativos fueron: Ibimu-huet-ete, lo cual quiere decir “hace poco que murió”, o “hace poco que estaba muerta”, lo cual no significa “resurrección”. Tendría que pasar algún tiempo para que Copart y sus compañeros se dieran cuenta de que se habían equivocado, pero ese tropiezo no impidió que el misionero belga escribiera su “Doctrina Christiana en Lingua Cochimí”, la cual fue esencial para quienes comenzaron la enseñanza religiosa de aquel pueblo. Para tener idea de la paciencia y dedicación que debió tener el padre Copart para escribir su obra, se transcribe a continuación el Padre Nuestro en una de las cuatro variantes del lenguaje cochimí, 55

La boca del arroyo San Bruno se encuentra a los 26º 12´N.

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correspondiente a la zona de San Francisco Javier y San José de Comondú, que era la misma usada por los indios de la región de San Bruno y demás rancherías al oeste. Antes hay que señalar que de acuerdo con Clavijero, la lengua cochimí es muy difícil, está llena de aspiraciones y tiene algunos modos de pronunciar que no pueden explicarse56. 1ª. Pennayú nakanambá, yaa ambayujup miyá mo, buhú mombojuá tammala gkomendá, hi nogodoñó demuejueg gkajim. 2ª. Pennayula bagodoñó gkajim, guihi Ambayujup mabá, yaa kaammet e decuinyi mo puegiñ. 3ª. Yaa m buhula mújuá Ambayujup mo dedahijuá, amet e nno guilugui hi pagkajim. 4ª. Tamadá, yaa ibó tejueg guiluguigui pamijich e mmo, ibo yannó puegiñ 5ª. Guihi tamma yaa gambuegjula kapuji ambinyijua pennayula dedaudugújuá, guilugui pagkajim. 6ª. Guihi yaa tagamueg la hui ambinyijua hi doomó puhuegjuá, hi doomó pogounyim. 7ª. Tagamuegjuá, guihi ussi mahel ka ammet e decuinyi mo, guihi yaa hui ambinyi yaa gambuegjuá pagkaudugum. Amén57. Se dan enseguida los significados en español de algunos de los términos empleados Nakanambá = padre. Ambayujup = cielo. Mombojuá = nombre. Gkomendá = reconocer. Hi = y. Nogodoñó o Nogodognó =amar. Demejueg = todos. Guihí = y, también. Kremete = tierra. Decuinyi = contestar.

56 57

Clavijero, op.cit., p. 50. Barco, op.cit., p. 221.

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Yaá = este. Ibó = día. Ambinyijuá = mal. Doomó = aunque. Dicuinyí mo, = contestar. Amét = tierra. El estudio que hizo Copart sobre la lengua cochimí fue de gran ayuda para el padre Juan María de Salvatierra, quien años después, cuando recibió autorización para llevar a cabo la conquista espiritual de California, visitó al padre Juan Bautista de quien no sólo recabó el manuscrito mencionado, sino valiosas informaciones sobre los naturales que pronto conocería. En uno de los últimos viajes que se hicieron de California a la Nueva España durante la expedición de Atondo y Kino, el padre Copart se llevó a tres muchachos indios para mostrarles lo que para ellos era un mundo diferente, en un viaje que tocó Guadalajara y terminó en la ciudad de México, y aunque es justo mencionar que también Kino y Goñi llevaron a jóvenes indígenas a la costa sonorense para que conocieran aquellas tierras, sólo Copart condujo al pequeño grupo de indios hasta la capital de la Colonia.

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Planta del Real Palacio y plaza a principal de la M. Noble y Leal Ciudad de México, en día de ejecución criminal (A.G.N.)

Copart duró poco tiempo en California y se fue a la región Tarahumara, habiendo radicado en la misión de Sisoguichi, en substitución del padre Antonio de Oreña, quien pasó a las misiones de Sinaloa. En 1687 estuvo por poco tiempo en Yécora, y el 2 de junio de 1711 murió en Tepotzotlán58.

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Tepotzotlán era el nombre de uno de los colegios jesuitas más importantes en la Nueva España, ubicado en lo que hoy es el estado de México y cuyos edificios albergan actualmente el Museo Nacional del Virreinato.

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3 Goñi, Matías Matías Goñi nació en Navarra, España en 1648, entró a la Compañía de Jesús en 1670, y años después fue destinado a servir en la Nueva España. Estuvo en las misiones de Yécora en 1677, en cuya fundación participó, y en 1679, año en que se ordenó en la ciudad de México, estuvo en Nío; tiempo después fue mandado a California y finalmente se fue a Guadalajara, en donde falleció. Por los años de 1683 a 1685 formó parte de las expediciones que el almirante Isidro Atondo y Antillón hizo a Baja California, las cuales se narran en el capítulo destinado al padre Eusebio Francisco Kino, con quien estuvo primero en La Paz, y después en la colonia y misión de San Bruno, al norte de Loreto. El propósito de los viajes realizados era fundar misiones para la evangelización de los naturales, y buscar un sitio adecuado en la costa del Océano Pacífico para establecer un puerto que sirviera de escala al galeón procedente de las Islas Filipinas.

California State Department of Education

Dos navíos con un numeroso contingente zarparon de Chacala hacia California vía Mazatlán, en la media noche del 17 de enero de 1683, y el 1º de abril de ese año llegaron a su destino inicial, en lo que hoy es La Paz. Al principio de su estancia en ese lugar, los viajeros no tuvieron mucho problema para atraer a los nativos con las acostumbradas dádivas, y llevaron a cabo algunos reconocimientos de las regiones cercanas.

El padre Matías Goñi acompañó al almirante Atondo junto con algunos soldados hacia el país habitado por los coras, de filiación guaycura, y el misionero empezó a estudiar seriamente el idioma de estos indios, mientras que Kino hacía lo propio con otra variante de esa lengua59. Sin embargo, la falta de alimentos y una creciente hostilidad de los nativos provocada por los mismos españoles, creó, según la opinión de muchos expedicionarios, una situación insostenible como se menciona en otra parte de este libro.

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Los pescadores de perlas eran buzos indígenas contratados por un “armador” o empresario perlero que a principios de junio buscaban el producto en los placeres del Golfo de California. Generalmente llevaban una red como bolsa para echar las conchas, y una estaca atada a la cintura para defenderse de la mantarraya que podía atacarlos

En la p. 111 de “Rim of …”, obra citada, se dice que Goñi se dedicó a estudiar la lengua de los coras, mientras que Kino hacía lo mismo con la de los guaycuras, lo que resulta confuso porque los coras eran de filiación guaycura.

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A fines de junio de 1683, para resolver la situación de acuerdo con la opinión de la mayoría, Atondo citó a un Consejo de Guerra para decidir si se quedaban o se iban y los únicos que no manifestaron temor ni deseos de abandonar la colonia fueron los padres Goñi y Kino. En estas críticas circunstancias, los expedicionarios tuvieron que regresar a las costas de Sinaloa, reabastecerse y dirigir sus exploraciones ahora al norte de Loreto en la región que llamaron San Bruno, en donde empezaron a formar una colonia el 5 de octubre. Desde San Bruno se hicieron importantes exploraciones, en algunas de las cuales estuvo el padre Goñi, aunque no participó en la más importante, cuando salieron de San Bruno el 14 de diciembre de 1684 al litoral del Océano Pacífico, atravesando la sierra de La Giganta. Una de las salidas en las que el padre Goñi sí acompañó al almirante Atondo fue la que se hizo tratando de llegar a Bahía Magdalena; en este viaje que comenzó el 16 de febrero de 1685, iban 21 soldados, un arriero y herrero, un esclavo, cuatro indios cristianos de tierra firme, varios indios amigos de San Bruno, y una recua de mulas con provisiones para veinticinco días60. La expedición la encabezaban Atondo y Goñi, ya que Kino se había quedado en San Bruno, y se dirigió primero a San Dionisio que sería su base de operaciones. Los exploradores regresaron a San Bruno vía San Dionisio el 6 de marzo de 1685, sin haber llegado a su destino por la fatiga de los animales y lo difícil del terreno. En el viaje se recorrieron unos 160 kilómetros, se tocaron unas 25 rancherías, algunas con una población de 200 a 400 personas, a quienes Atondo describe así: ...los nativos eran corpulentos, robustos, de buena presencia, y más numerosos que ningunos antes vistos en California. Era notable que tenían casas, pequeños jacales de ramas y matorrales. Esta era una novedad...61. Para este tiempo, una sequía de 18 meses impedía una mínima producción agrícola, el escorbuto hacía presa de muchos soldados, se necesitaban provisiones, los pozos de agua de San Bruno se habían salado, y los misioneros reportaban la realización de muy pocos bautizos. La situación que se menciona distaba mucho de las expectativas puestas en las expediciones, sobre todo después de un gasto muy elevado del erario real. Esto decidió a Atondo a abandonar California y esperar tiempos mejores, por lo que el 6 de mayo de 1685 salieron los maltrechos colonos en dos navíos, uno hacia la costa de Sonora y el otro a Sinaloa, a donde llegaron el día diez. Todavía Atondo realizó otra expedición el 14 de julio primero hacia La Paz y después a otros lugares con la intención de sacar perlas, lo cual podría inclinar otra vez el interés del rey por la colonización de California. Aunque en ocasiones se obtuvieron perlas de buena calidad, algunas de las cuales fueron obtenidas de mujeres indígenas que las intercambiaban con los españoles por cuchillos y otras baratijas, el beneficio neto nunca justificó el gasto y esfuerzo realizados. Siempre en busca de víveres y equipo, Atondo y Goñi viajaron varias veces a Sinaloa, en donde finalmente el misionero prefirió quedarse. Para octubre Atondo se había regresado a Matanchel, la empresa había sido otro fracaso, y Goñi la resumió diciendo que no se habían sacado más perlas porque sencillamente no había más. El otro misionero de aquellas expediciones, el padre Copart, se fue a Guadalajara al igual que Kino, y así se cerró uno de los primeros capítulos en que se intentó colonizar la península. Pedro Matías Goñi murió en Guadalajara el 21 de febrero de 1712. 60 61

Bolton, op.cit., p. 191. Ibid., p. 193.

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4.Guijosa, José de Este misionero no era jesuita, perteneció a la orden de San Juan de Dios y acompañó a Kino y Goñi con el cargo de cirujano en la expedición a California del almirante Isidro Atondo y Antillón en 1683, de la que se habla en el capítulo destinado al padre Eusebio Francisco Kino.

5.Salvatierra, Juan María de El padre Juan María de Salvatierra, hermano de 4 varones y una mujer, nació en Milán, Italia, el 15 de noviembre de 1648; sus padres fueron Juan de Salvatierra, español de familia noble, y Bárbara Bisconti, italiana; descendiente de los duques de Milán. Entró a la Compañía de Jesús en 1668, arribó a la Nueva España en 1675, terminó sus estudios en Puebla y la ciudad de México, fue docente en algunos colegios jesuitas, aprendió el náhuatl, y en 1680 se fue como misionero a la Baja Tarahumara en donde fundó varias misiones, allá permaneció hasta 1690, fecha en que fue nombrado visitador de Sonora.

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Padre Juan María de Salvatierra

Estando de visita en la Pimería Alta, los padres Salvatierra y Kino se encontraron por primera vez y en ese encuentro hablaron sobre la posibilidad de plantar misiones en California, considerando las experiencias del jesuita ítalo alemán. Dos años después fue rector del Colegio de Guadalajara, y el 15 de octubre de 1697 se fue a California a fundar misiones. Murió en Guadalajara después de interrumpir el viaje que hacía a la ciudad de México, probablemente el 17 ó 18 de julio de 1717, cuando acudía a informar al virrey sobre las misiones de California62.

Después de las expediciones a California que encabezaron el padre Kino y el almirante Atondo y Antillón en 1683, en las cuales se gastaron $225 400.00 pesos del real erario y duraron 3 años, se 62

Clavijero afirma en su “Historia de la Antigua...”que la muerte del padre Salvatierra fue el 17 de julio de 1717, op.cit., p. 139; en la edición de 1972 de la “Historia Natural y Crónica...” de Miguel del Barco una nota da el 18 de julio de 1717 como fecha del fallecimiento, p. 254, op.cit.; y en la “Edición Crítica de la vida del V.P. Juan María de Salvatierra escrita por el V.P. César Felipe Doria” de Alfonso René Gutiérrez, p. 232, cita 25 de “El Apóstol”, de Miguel Venegas, se expresa que...Fue su dichosa muerte por el mes de Julio del año de 1717. Quanto al día fixo no convienen todos los que han informado de su muerte. Uno dice, que esta fué por el mez de junio; otro que fue el día 8 de julio; el Padre Jaime Bravo en su apuntamiento la puso á diez y ocho de Julio; en la Historia de Californias se puso a diez y siete, notando, que fué en día Sábado á las dos de la mañana...

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había llegado a la conclusión de que California era inconquistable por los medios hasta entonces empleados, ya que las colonias establecidas no se habían podido sostener por mucho tiempo. El padre Kino, trabajando en las misiones de Sonora, no perdía la esperanza de regresar a California sobre todo después de su plática con Salvatierra, y éste no olvidaba los interesantes relatos de Kino sobre la lejana frontera californiana, que lo impulsaban para ir a la conquista espiritual de los nativos de aquellas tierras. Decidido a poner en práctica su proyecto, Salvatierra se dirigió entonces a su padre provincial, al virrey y al monarca español, pidiendo permiso para ir a California a evangelizar a los naturales, pero todos en principio le negaron la autorización alegando que la empresa era una aventura inútil, peligrosa y sobre todo costosa. Salvatierra había sido designado rector del colegio de los jesuitas en Guadalajara y maestro en el de Tepotzotlán, y aquí volvió a entrevistarse con Kino en 1696, los dos reforzaron su plan y lograron convencer al padre provincial Juan de Palacios para que los apoyara.

Archivo General de la Nación

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José Sarmiento de Valladares, Virrey de la Nueva España

Uno de los religiosos que se unieron a la causa de Salvatierra y Kino fue el padre Juan de Ugarte, peruano de origen que entonces era catedrático de filosofía en la ciudad de México. Después de entablar contacto con los misioneros y mientras se conseguía la licencia, se dio a la tarea de obtener la ayuda que se pudiera para la complicada empresa. Pronto se obtuvieron donativos de personajes nobles y ricos de la Nueva España, tanto en efectivo como en especie, habiendo sido algunos de ellos los siguientes: el conde de Miravalle y el marqués de Buenavista aportaron $ 2 000.00 pesos, la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores dio lo necesario para una misión, el presbítero Don Juan Caballero y Ocio prometió dotar dos misiones, y el tesorero de Acapulco Don Pedro Gil de la Sierpe prometió dos embarcaciones.

La respuesta de la sociedad a las peticiones de Salvatierra, Kino y Ugarte, marcaba el momento adecuado para solicitar formalmente al virrey su autorización para llevar a cabo la expedición a California y la conversión de sus gentiles, y así lo hizo en 1696 el padre provincial de la Compañía. El virrey José Sarmiento Valladares, conde de Moctezuma, no accedió de inmediato a lo requerido, pero al ver que los misioneros no pedían dinero otorgó por fin la licencia que por 10 años se había estado gestionando.

Transcripción parcial de la licencia otorgada por el virrey a los padres Salvatierra y Kino para la entrada en California, de fecha 6 de febrero de 1697 Don José Sarmiento Valladares, caballero de la orden de Santiago. Conde de Moctezuma y de Tula....Habiendo visto el memorial presentado por el reverendo padre provincial....de la Compañía de Jesús, y la carta del reverendísimo padre general Tirso González en que aprueba ....la persona de los padres Juan María de Salvatierra y Eusebio Francisco Kino para la reducción de los gentiles de las Californias, que según los informes del Tribunal de la Contaduría....de esta corte para el apresto y fábrica de tres bajeles, sueldos y pagas de la gente 45


de mar y guerra y otros socorros que se ejecutaron en la antecedente para la empresa y conversión de los gentiles del reino de la California, se gastaron de la Real Hacienda doscientos veinticinco mil cuatrocientos pesos, sin haberse podido lograr el efecto de conseguirla, y que por haberse mandado por entonces suspender esta conquista....parece se deduce que la mente y real disposición no prohibió absolutamente que se hubiese de continuar la reducción y conquista de California, sino que por aquella causa que se habías ofrecido se suspendiese por entonces, teniendo presente lo expreso en dicha real cédula y reconociendo así mismo por diferentes cartas, instrumentos e informes que el fervoroso celo e industria de los referidos padres, por sí solos y sin otra ayuda han logrado la reducción y bautismo de más de cinco mil infieles que están perseverantes en nuestra santa fe....y con ansia y anhelo de que vuelvan estos mismos religiosos....y atendiendo también a que la referida entrada y reducción ha de ser a costa de las limosnas que el celo y cristiandad de algunas personas han ofrecido contribuir para tan santo y alto fin....por todo lo referido....ha parecido preciso a mi obligación....conceder como concedo por ahora....por el presente concedo la licencia que piden a los dichos padres Juan María de Salvatierra y Eusebio Francisco Kino....para la entrada a las provincias de Californias....con calidad de que sin orden de Su Majestad no sea de poder librar ni gastar cosa alguna de su R. Hacienda en esta conquista....les considera así mismo a dichos padres puedan llevar la gente de armas y soldados que pudieren pagar y municionar a su costa....Y concedo así mismo a dichos padres licencia y facultad para que se puedan enarbolar banderas y hacer levas, siempre que para ello fuere necesario con las mismas calidades, y de que todo lo que se conquistare ha de ser en nombre de Su Majestad; y para que así la gente que fuere....se conserve y mantenga en paz y quietud....les concedo puedan nombrar en nombre de Su Majestad, personas que administren justicia, y a quienes obedezcan sus órdenes debajo de las penas que impusieren....México, seis de febrero de mil seiscientos noventa y siete años. Don José Sarmiento. Por mandato de Su Excelencia. Francisco de Morales. Asentado63.

Entusiasmado con la autorización del virrey, Salvatierra dejó a Ugarte el encargo de seguir pidiendo ayuda en la ciudad de México, dispuso que las embarcaciones donadas por Don Pedro Gil de la Sierpe pasaran de Acapulco al Yaqui, en Sonora, y el 7 de febrero de 1697 salió de la ciudad de México vía Guadalajara, rumbo a la Baja Tarahumara a despedirse de los indígenas con los que había estado tanto tiempo, no sin antes, a su paso por Sinaloa avisar al padre Kino sobre lo que hacía. Sucedió entonces un incidente que pudo haber cambiado los planes del misionero, pues de regreso a Sinaloa recibió la noticia de que los indios de la Alta Tarahumara se habían rebelado, por lo que de inmediato y sin dudarlo un momento devolvió sus pasos rumbo a la áspera sierra en donde se daba el alzamiento. Allí estuvo 6 meses trabajando en las peligrosas acciones de pacificación, en las cuales los indios flecheros cristianos derrotaron a los rebeldes, quienes tuvieron que deponer su actitud, y se restableció la tranquilidad. Salvatierra pudo entonces viajar al Yaqui, en donde encontró las dos embarcaciones facilitadas por Gil de la Sierpe, aunque supo que la lancha había llegado con retardo de algunos días a causa de una tormenta. Mientras esperaba la llegada del padre Kino, se dio a la tarea de reunir todas las provisiones y equipo que pudo para el viaje, pero un nuevo acontecimiento amenazó con impedir su salida a California. 63

Clavijero, op.cit., pp. 89-90.

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Kino había sido solicitado por el gobernador de Sonora y varios misioneros para que les ayudara a impedir una posible rebelión como la acaecida en la Tarahumara, de lo cual había claros indicios. El padre Kino no tuvo más remedio que acceder, y así se frustró definitivamente su deseo de acompañar a Salvatierra a California. En lugar de Kino, fue nombrado el padre de origen siciliano Francisco María Píccolo como compañero de Salvatierra, pero no pudo estar en el Yaqui a la hora de la partida. Muchas de las provisiones que había conseguido Salvatierra en Nueva Galicia se echaron a perder por la humedad y el calor, por lo que tuvo que conseguir más, algunas de limosna como 30 reses que le regalaron, y otras compradas como harina y maíz. Además, relata Salvatierra que...También pude embarcar un caballo, diez carneros y cuatro cabras con sus machos, y cuatro lechoncillos, que traje más de cien leguas lejos...64 F16

Desesperado por tanto contratiempo, el misionero decidió no esperar a Píccolo, ordenó que se embarcara la gente que lo acompañaría, poca por cierto debido a que muchos hombres apalabrados con Salvatierra tuvieron que ir a las fronteras donde se daba la rebelión, y el jueves 10 de octubre de 1697, después de haber estado embarcados algunos días pero detenidos por situaciones imprevistas, zarparon del Dibujo de una galeota del siglo Yaqui hacia California la galeota65 “Santa Elvira” y la XVII. Llevaba dos palos y unos 16 lancha “El Rosario” con los pocos marineros y remeros con un remo cada uno. soldados de que se disponía, aunque poco después tuvieron que echar anclas para evitar encallar en unos bajos. Resuelto el problema, se hicieron a la vela el viernes 11 de octubre. La suerte estaba echada. La historia ha rescatado algunos de los nombres de aquellos audaces que acompañaron al padre Salvatierra en su histórico viaje, y son los siguientes: Juan Antonio Romero de la Sierpe, capitán de la galeota y primo de Don Pedro Gil, benefactor de los jesuitas; el genovés Antonio Giusto o Justo, quien ya había ido a California, contramaestre; Luis Torres Tortolero, cabo que muy pronto llegó a capitán; el portugués Esteban Rodríguez Lorenzo66, soldado que con los años también ascendería a capitán; el mexicano Bartolomé Figueroa y el maltés Juan Caravana o Caravaña, soldados, este último encargado del cañón; el soldado siciliano Nicolás Márquez, el mulato peruano de nombre Andrés; y los indígenas Marcos, de la misión de Guasave; Alonso de la misión de Tepahui y Sebastián, de Jalisco.

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Loreto, capital de las Californias. Las cartas fundacionales de Juan María de Salvatierra. Miguel León-Portilla, México, 1997, p. 97. 65 Galeota es el nombre de una embarcación de dos palos y de remos, más pequeña que una galera. 66 Salvatierra era rector del Colegio de Tepotzotlán cuando don Esteban Rodríguez Lorenzo, siendo mayordomo de una de las haciendas de los jesuitas y sabiendo que el padre planeaba salir a California, le pidió que lo llevara consigo, a lo que el misionero accedió después de advertirle los grandes peligros y sinsabores que podrían esperarles. Salvatierra no se arrepintió nunca de esa decisión, pues don Esteban llegó a ser el capitán más valeroso y prudente que tuvieron los misioneros en California.

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El mismo viernes 11 de octubre como se ha dicho, la galeota, muy larga y sobrecargada encalló en unos bancos de arena, el viento y las corrientes levantaban la embarcación y la dejaban caer con peligro de que se partiera en dos, pero gracias a los esfuerzos de todos, incluyendo los marineros de la lancha que habían acudido en ayuda de la “Santa Elvira”, pudieron ponerla a flote y seguir su travesía por el golfo de California. El sábado 12 tuvieron a la vista la costa de California y pudieron haber desembarcado en San Bruno, pero la noche había caído y prefirieron retirarse a alta mar, al amanecer del domingo 13 los vientos habían hecho que se perdiera de vista la lancha, y se dejó que la galeota fuera llevada hacia el norte, de manera que el lunes 14 de octubre de 1697 los viajeros podían divisar el volcán Las Tres Vírgenes. Buscando detener la deriva hacia el norte, el capitán Romero llevó la galeota a bahía Concepción, en donde Salvatierra y varios hombres desembarcaron. No hallaron gente, pero sí huellas recientes, comieron pitahayas, y aunque consideraron la conveniencia de hacer una exploración por los alrededores, decidieron aprovechar un viento favorable y siguieron costeando esa noche hacia el sur. El martes 15 amanecieron frente a San F 17 Bruno, el miércoles 16 saltaron a F1 tierra Esteban Rodríguez y varios marineros, llegaron al lugar unos Ruta de la llegada del padre Salvatierra a Baja cinco indígenas y Salvatierra les California. 1.Loreto. 2.Is. del Carmen. 3.Is. saludó agitando su sombrero, en Coronados. 4.San Bruno. 5.Londó (Después S. Juan tanto que ellos le hacían señas Bautista Londó). 6. Bahía Concepción. 7.Puerto de invitándole a que desembarcara, a Año Nuevo. Adaptación en mapa de Google Earth hecha por Antonio Ponce Aguilar. lo que el misionero accedió; acompañado de Luis Torres Tortolero y algunos marineros. Los indígenas debieron haber recibido tiempo atrás la enseñanza del cristianismo por parte de Kino o alguno de los otros misioneros que participaron en las expediciones del almirante Atondo, porque según Salvatierra, todos se hincaron y besaron el Cristo que les mostraba. Los amistosos nativos invitaron a Salvatierra y su gente para que fueran al poblado cercano de San Bruno, el misionero aceptó y al caer el sol llegaron al antiguo real, después de una caminata muy fatigosa. El lugar, con todo derruido y cubierto en partes por el monte espinoso, fue el campamento en el que pasaron los expedicionarios su primera noche en tierras de California, y 48


su cena consistió en algunos granos de maíz tostado en las brasas, pues sólo habían llevado un poco para regalarles a los indios, y agua salobre para beber que les trajeron en dos ocasiones. Algunos nativos durmieron en el campamento, a donde después llegaron otros a ver a los extraños visitantes, y al amanecer volvieron por la misma vereda hasta la playa. El capitán de la galeota Juan Antonio Romero conocía de tiempo atrás el puerto de San Dionisio67, en donde había hecho aguada dos años antes y sabía que se podía contar con suficiente agua dulce no muy distante del mar, y hacia allá zarparon las dos embarcaciones el jueves17 de octubre, no sin antes despedirse de la gente de San Bruno, a quienes el padre Juan María invitó para que fueran a verlo a San Dionisio. Esa noche la pasaron embarcados y al abrigo de la isla de Coronados, muy cerca y al noreste de lo que hoy es Loreto. Temprano en la mañana del viernes 18 de octubre, desembarcaron Salvatierra, el capitán y algunos marineros en la ensenada cercana, y se encaminaron a una ranchería distante unos 100 metros del mar. Fueron bien recibidos por los indios, muchos de los cuales repitieron la acostumbrada escena de hincarse y besar el crucifijo, había extensos mezquitales y carrizales, y el agua era buena. Sin embargo, los marineros que habían viajado por estas latitudes un par de años antes, dudaron si éste sería el puerto en que habían hecho aguada68, y se decidió entonces seguir un poco hacia el sur de la ensenada, costearon unos 4 kilómetros y desembarcaron. En este lugar llamado Conchó o Conunchó por los guaycuras, fueron recibidos como de costumbre, amistosamente, y los nativos daban muestra de que tenían antecedentes del cristianismo que otros misioneros les habían inculcado; entre ellos había muchos que habían ido siguiendo a la embarcación por la playa. Salvatierra regaló a las mujeres algunos zarcillos y a los indios maíz, se sentó entre ellos a conversar y logró conquistar su confianza, después de lo cual todos regresaron al barco. El sábado 19 de octubre de 1697 desembarcaron de nuevo en el lugar escogido en la bahía de San Dionisio, ahora ya en definitiva, bajaron todos los animales de la galeota y muchos gentiles acudieron a verlos. Sobre este tema, narra el misionero que algunos cerditos, atraídos por el sonido que hacían las faldas de cordeles de carrizo que usaban las mujeres de la cintura hasta abajo de las rodillas, se les acercaron creyendo que era comida, y las mujeres tuvieron que correr perseguidas por los marranos hasta que se les dio maíz para que se calmaran, lo que provocó la risa de todos. Tardaron 4 días en desembarcar toda la carga, ayudados por los indios a quienes se recompensaba con maíz. Los colonos se sorprendieron de la fuerza de aquellos nativos, algunos de los cuales fueron capaces de cargar un tercio de harina, más de 70 Kg., y llevarlo hasta donde se establecería el campamento o real, distante de la playa dos tiros de escopeta69. Toda aquella carga y ramas espinosas de mezquites se acomodaron en forma de muralla alrededor del campamento, con fines de defensa en el caso de un ataque que pudieran hacer los gentiles,

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San Dionisio fue descubierto y nombrado así por el padre Matías Goñi y el almirante Isidro Atondo y Antillón en 1685, y se encontraba prácticamente en lo que hoy es Loreto. 68 Aguada: Acciones encaminadas por los marineros de una embarcación a obtener, almacenar y transportar al barco agua potable. 69 Salvatierra, “Las cartas fundacionales...”, op.cit., p. 184.

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quienes a pesar de su actitud aparentemente amistosa, cada día se mostraban más exigentes al cometer hurtos y pedir constantemente maíz o pozole. Además de esta precaución, Salvatierra pidió al capitán Romero que se trajera uno de los dos pedreros que estaban en la galeota, lo cual se hizo, y el pequeño cañón fue colocado en posición estratégica para repeler cualquier ataque. Finalmente, acordaron con los marineros que se quedaban en el barco que en caso de un asalto sobre el campamento, dos disparos de arcabuz serían la señal para que acudieran en su ayuda. Por otra parte, el estado de nerviosismo debe haber aumentado porque la lancha, en la que venían 6 hombres, la carne y algo de maíz y que habían perdido de vista desde el día 13, no llegaba.

Antonio Ponce Aguilar

La obra que iniciaba Salvatierra en California, difícil y meritoria, hubiera sido mucho más complicada si previamente los indios no hubiesen recibido la introducción al cristianismo de los padres Eusebio Francisco Kino, Juan Bautista Copart y Matías Goñi, que llevaron a cabo cuando participaron en la expedición del almirante Isidro Atondo y Antillón. Salvatierra llevaba consigo los escritos del padre Copart sobre la predicación del cristianismo en lengua indígena, lo cual le fue de gran utilidad, y poco a poco aquellos primitivos californios fueron adentrándose en los misterios de la nueva fe. El 24 de octubre de 1697 fue desembarcada con gran solemnidad la imagen de la Virgen de Loreto, que fue llevada en procesión, cantándose letanías, rezando los indios el Ave María en su lengua, y con disparo de salvas, hasta la tienda de lona de don Domingo de la Canal,

F18

según parece marinero de la expedición, todo esto con gran alegría de los nativos, de acuerdo con lo dicho por el padre70. El sábado 25 de octubre de 1697 se celebró la misa con la que se formalizó la inauguración de la misión de Nuestra Señora de Loreto. Virgen de Loreto

El sábado 26 de octubre mandaron a la galeota a “tierra firme” por provisiones, y tal vez por el reducido número de colonos que quedó en el real se acrecentó el atrevimiento de los indios, que exigían maíz aun sin trabajar, intentaron robar unas cabras y cerdos, y por la noche no obedecían la orden de irse a sus rancherías y se quedaban a dormir en el campamento español; aun así, el misionero reconoció que muchos californios eran leales y de confianza. El alférez y los soldados habían hecho una exhibición del poder de los arcabuces disparando contra una tabla, y después los indios con sus arcos y flechas, lo que causó el asombro de los naturales al comparar los rasguños que sus flechas habían hecho en el madero y los agujeros causados por las armas de fuego. A pesar de esta demostración de fuerza, una noche los indios se robaron un caballo que luego desollaron con sus cuchillos de pedernal, tatemaron su carne y se la

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Ibid., p. 106.

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comieron en parte, pues españoles e indios fieles siguieron el rastro de la bestia e interrumpieron el festín. Narra Salvatierra que el martes 29 de octubre llegó al campamento un indio alto con señas de cacique, de la nación edú71, acompañado por otros, y preguntó por los misioneros ya mencionados así como por el almirante. Salvatierra le dio algunos obsequios, y por estar enfermo se le permitió quedarse en el real y recibir sus alimentos, mostraba indicios de saber alguna cosa de Dios, y afición a ellas72. Al siguiente día de su llegada al campamento, el cacique Dionisio73, que ese era el nombre cristiano que le había puesto el capitán Guzmán desde que se hizo la expedición del almirante Atondo y el padre Kino, se acercó a Salvatierra en la noche y le dijo al oído que los monquis74 vendrían a matarlos esa noche o al siguiente día, lo que obligó a que se pusieran centinelas y se durmiera con todas las prevenciones posibles. Un día vieron los colonos a lo lejos, cerca de la isla del Carmen, una embarcación que se dirigía hacia la isla Coronados, lo cual causó gran extrañeza a todos. Poco después, sabrían que se trataba de la galeota, gracias a que un indio fue en su balsa a curiosear el barco, los marineros le hicieron señas de que se acercara, y le dieron una carta para que se la llevara a Salvatierra. En la misiva, el capitán Romero informaba al padre que serios problemas en la navegación lo habían obligado a regresar, pero que se aprestaba a continuar el viaje. Esto significaba que los alimentos y los hombres que esperaban tardarían más tiempo en llegar, si se tenía suerte. Al día siguiente se reunieron muchos indígenas cerca del real, no traían sus armas, pero sí piedras bajo el brazo y una especie de arpón que usan en la pesca y la pelea. Uno de los indios le pidió maíz a Salvatierra, advirtiéndole que si no lo hacía matarían a todos75, el misionero se hizo el desentendido y se refugió dentro de la trinchera del real. La audacia de los indios llegó al extremo de abofetear al padre y lanzar algunas piedras al campamento, los españoles reaccionaron amenazándolos con sus armas, y los nativos sólo se retiraron un poco. Entonces, dos ancianos indígenas se pusieron entre los dos bandos, se dirigieron a su gente y les hicieron señales de que se sosegaran y se sentaran, después se volvieron hacia los colonos y repitieron el mensaje, lo que de momento aplazó un choque que se veía inminente. Los indios se retiraron a unos cien metros, y divididos en 4 escuadras se sentaron hacia abajo del real, en la caja que hace el río, obedeciendo aparentemente a un plan o estrategia. Al día siguiente parecía que no había pasado nada, como era costumbre se impartió la doctrina a algunos indios y se les dio pozole, y así pasaron más días en una aparente calma, aunque los españoles acentuaban sus precauciones, sobre todo cuando el día 12 de noviembre el indígena Dionisio, que ya había sido bautizado por la gravedad de su enfermedad, advirtió a Salvatierra que los enemigos planeaban venir a llevarse el maíz, sospecha que se robusteció en todos los colonos porque se vio a mucha gente con arcos y flechas, según se sabía, porque iban a una fiesta 71

Los edúes y los monquis eran de filiación guaycura y vivían al sur de Loreto. Salvatierra, Cartas...., op.cit., pp. 107-108. 73 El capitán indígena se llamaba Ibo o “El Sol” en su lengua, y se había hecho amigo de los padres Kino, Goñi y Copart, desde la época de la expedición del almirante Atondo, como se narra en la p. 22 de este libro. 74 Indios californios de la familia guaycura. 75 Lui Lui significaba “matar” en la lengua de los indios, y el padre Salvatierra fingió no entender bien, y que se referían a Luis, un muchacho indio de ellos, que se había ido con el padre Juan Bautista Copart durante la expedición de Atondo, diciéndoles que Luis estaba vivo y que vendría a visitarlos. 72

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de casamiento en una ranchería cercana de los didius76. El día 13 se iniciaron las actividades cotidianas en el real y acudieron muchos indios a la doctrina, pero la mayoría se rehusó a comer. Un soldado joven que hacía guardia con su luneta77, al ver que se juntaban muchos nativos cerca de la puerta, trató de buena forma que se dispersaran, pero uno de los indios intentó desarmarlo, acudió entonces en su auxilio el alférez Luis Torres, quien con el arma del soldado amagó a los más atrevidos, por lo que tuvieron que retirarse. Poco después se oyeron gritos en el carrizal, el mozo indio que cuidaba las cabras logró arrimarlas a un corralito dentro de la trinchera del real, mientras que el alférez, un soldado y el indio de Sonora recogieron los marranos y los condujeron hasta dentro de la trinchera. Ya para entonces los indios empezaron un ataque formal, disparando sus flechas y lanzando piedras al campamento en una acción planeada en la que intervinieron guerreros laimones, de filiación cochimí; además de didius, monquis y edúes pertenecientes a la nación guaycura. Ante esta situación todos los sitiados se distribuyeron por la trinchera aprestándose a la defensa, ocupando posiciones alrededor del real. Cuando la situación se tornó crítica por la cantidad de proyectiles que caían dentro de la trinchera, don Luis Torres, que tenía el mando de los soldados, dio la orden de que el encargado del pedrero Juan Caravana lo disparara contra una escuadra de indios que avanzaban hacia el real, así se hizo, pero con tan mala fortuna que el pequeño cañón explotó y se despedazó, Caravana cayó al suelo sin sentido y el propio Salvatierra estuvo a punto de ser golpeado con pedazos del cañón que volaron por todas partes. Envalentonados, los indios siguieron su avance, por lo que Salvatierra hizo un último intento de detenerlos con palabras, y les gritó que se retirasen, pero le contestaron con dos flechazos que fallaron.

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Lancha usada en tiempo de las misiones. Museo de Loreto, B.C. Sur.

Museo de Loreto. Fotog. Antonio Ponce Aguilar

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Viendo que no lograrían detener pacíficamente a sus atacantes, los sitiados decidieron hacer uso de sus armas de fuego, dos arcabuces pequeños, dispararon a los nativos casi a bocajarro, y les causaron muchos heridos y tres muertes. Los indígenas huyeron y se hizo el silencio. De parte de los españoles, recibieron flechazos, aunque no muy graves, el alférez y el soldado Bartolomé de Figueroa, y algunos de los animales en el corralito también fueron flechados. Poco después, un gran número de mujeres y sus hijos llegaron al campamento con muestras de arrepentimiento, e informaron con señas de las muertes causadas por los disparos de los arcabuces. Aunque en plan conciliatorio, el padre Salvatierra les advirtió que sólo los que vinieran a hacer la guerra morirían, por la noche se fueron, aunque muchas querían dejar a sus hijos en el real, tal vez en señal de sumisión. Como era la costumbre, las mujeres y

Los didius eran rama de los guaycuras. La luneta o desjarretadora estaba formada por un palo que en su extremo tenía una especie de guadaña, pero pequeña, como media luna de acero afilado. 77

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sus hijos eran algo así como las primeras embajadoras de paz entre los primitivos californios y los españoles. A la izquierda, dibujo antiguo de la misión de Loreto. Abajo, aspecto actual de la iglesia de la misión. En la fotografía F 21, la edificación de una planta en que se prolonga la iglesia está ocupada por un museo regional. F20

Antonio Ponce Aguilar

F21 Poco a poco se restableció la confianza entre nativos y españoles, y se reanudaron los bautizos. Para completar la alegría de los colonos, el día 15 regresó una de las embarcaciones que había ido por ayuda, trayendo provisiones y más gente, y el sábado 23 de noviembre de 1697, llegó la galeota llevando además de las provisiones y refuerzos, al jesuita Francisco María Píccolo, que apoyaría grandemente la causa misionera iniciada por Salvatierra.

F22

En poco tiempo, los españoles substituyeron la capilla de enramada con una de piedra, construyeron dos casitas, una para habitación del misionero y otra para el capitán, varias barracas para los soldados y un local para almacén. Los guamas o doctores veían con gran recelo la estancia definitiva de los blancos en sus tierras, por lo que se atrajeron a un grupo de indígenas inconformes para causar daño a los forasteros. Con ese fin, en abril de 1698 se robaron una lancha que estaba en la playa, pero un soldado que se dio cuenta avisó al capitán; para castigar a los culpables, salió el oficial con 10 soldados en su persecución, y después de un enfrentamiento 53


lograron someter a los indígenas sólo gracias a sus armas de fuego, aunque el bote fue destrozado. El deseo del capitán era castigar severamente a los culpables, pero intercedieron los misioneros para que se les perdonara, lo que causó el agradecimiento y respeto de los naturales hacia los religiosos. Para ampliar la visión de los nativos californios sobre la existencia de otras regiones y pueblos, Salvatierra los mandaba en los viajes que las embarcaciones de la misión tenían que hacer a los puertos de Yaqui, a Petatlán y Villa de Sinaloa, para que fueran viendo ...a los indios cristianos de muchos pueblos, todos contentos, arrimados a las iglesias, y bien tratados, y gobernados de los padres misioneros...todos agasajaron a los californios, vieron juegos de toros, y otras cosas al tono, que todas sirvieron para que vueltos a la otra banda explicaron todo esto a estas gentes....78 Los principales hechos narrados hasta aquí se conocen, en gran parte, gracias a 4 cartas escritas por Salvatierra sobre sus primeras semanas de estancia en California, dirigidas al virrey don José Sarmiento y Valladares, Conde de Moctezuma y Tula; a la virreina, doña María Andrea Guzmán y Manrique, Duquesa de Sessar y segunda esposa del virrey; al padre Juan de Ugarte, que es la más extensa y con mayor contenido histórico; y a don Juan Caballero y Ocio, sacerdote benefactor de los jesuitas. El tesorero de Acapulco Pedro Gil de la Sierpe siguió ayudando a la causa misionera en California al regalar al padre Salvatierra dos embarcaciones que mucha falta hacían79: el “San Fermín” y el “San Javier”, en las cuales el padre Juan María logró que se llevaran a la península además de provisiones, caballos y mulas que eran indispensables para las exploraciones que habrían de hacerse. Al comienzo de 1699, Salvatierra y varios soldados salieron hacia un lugar con mucha población de gentiles al que los nativos llamaban Londó (ver F17), a unos 28 kilómetros al norte noroeste de Loreto. Como sucedería en muchos casos semejantes, los indios huyeron al ver a los españoles, por lo que el misionero se regresó con algún desconsuelo; sin embargo, al poco tiempo logró acabar con la desconfianza de los nativos con regalos y buen trato, regresó a Londó y permaneció allí algunos días, bautizando el lugar con el nombre de San Juan Bautista Londó, en donde poco después se fundaría la misión de ese nombre. El establecimiento de esta misión se retardó porque, al viajar Salvatierra a Londó por tercera ocasión, los indios de la región pelearon entre ellos, y tuvieron la audacia de flechar la mula del padre. Como en este caso, casi siempre los misioneros tendrían una percepción optimista acerca de la aceptación del cristianismo por los indígenas californios, la cual en la realidad nunca sería completa y constante en todos los naturales, pues en ocasiones esa aceptación era sólo una forma de conseguir comida y regalos de los españoles. Hay que admitir, sin embargo, que en algunas etnias numerosos gentiles o indios paganos sí se convirtieron al cristianismo sinceramente, especialmente entre los cochimíes. El 1º de noviembre del mismo año de 1699, Salvatierra hizo la dedicación de la capilla de San Francisco Javier, en la misión de ese nombre que había fundado el padre Francisco María 78

“Carta del padre Juan María de Salvatierra al padre Juan de Ugarte sobre los avances de la cristianización en California”. Colecciones Mexicanas. Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano, 3/40.5, hoja 2. 79 El padre Salvatierra había comprado en $ 12 000.00 pesos un barco que llegó a Loreto, pero en el segundo viaje se hundió, a pesar de que se le habían hecho composturas y mejoras gastando $ 6 000.00 pesos.

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Antonio Ponce Aguilar F23

Paisaje de La Giganta, vista desde el camino que sube hacia San Javier, al este de Loreto. Píccolo al oeste de Loreto, y logró así que la zona de influencia misionera se extendiera hacia el oeste, por la sierra de La Giganta, en lo cual debe reconocerse la labor de exploración y convencimiento de los nativos en aquel territorio por parte del padre Juan María. Al comienzo del año de 1700, el estado de la colonia en California se complicaba en lo económico y administrativo, pues las 60 personas que la formaban eran sostenidas por las limosnas que recibía el padre Salvatierra, además del gasto que ocasionaba la manutención de los indios mientras asistían a recibir la doctrina religiosa, a quienes además se trataba de vestirlos con algo. De los tres barcos que inicialmente servían a las misiones, sólo se contaba con el “San Javier”, pues el “San José” y el “San Fermín” se habían inutilizado. La situación hizo que en marzo, Salvatierra escribiera al virrey José Sarmiento Valladares un prolongado informe sobre lo que se había hecho hasta entonces, pidiendo ayuda para seguir con su labor. En lo que más urgía al virrey era que del real erario se cubrieran los sueldos de los soldados, pues de lo contrario abandonarían California, y los dos misioneros, Píccolo y Salvatierra, quedarían abandonados a su suerte entre muchas naciones de gentiles. Igualmente necesario era que se destinase algún barco a las misiones, pues de nada serviría conseguir donativos en Sinaloa o Sonora si no se contaba con embarcaciones seguras para su transporte. Los argumentos de Salvatierra de nada valieron, ya que el gobierno de la Nueva España se atuvo a que la licencia otorgada a los jesuitas para que colonizaran California, era a condición de que no causara erogación alguna al real erario, y aunque esto tenía su grado de verdad, Salvatierra alegaba que aquel compromiso no podía ser válido indefinidamente, en lo cual tenía razón. 55


Para la cerrazón que mostró el virrey a las peticiones de los misioneros, influyeron seguramente las intrigas y calumnias que desde entonces se fraguaron en contra de los sotanas negras80 por sus enemigos, quienes aprovechaban cualquier circunstancia para acusarlos de enriquecimiento y poder ilimitado. Un ejemplo de esto es la acusación que hizo en contra de los misioneros el nuevo capitán del presidio, Antonio García de Mendoza, quien sustituyó a don Luis de Torres Tortolero81 por enfermedad, y se disgustó con los jesuitas porque no le permitieron explotar a los indios para su beneficio y extraer perlas del Golfo de California. García de Mendoza había sido al principio un buen amigo de los padres Salvatierra y Píccolo, quienes reconocían su diligencia y colaboración, prueba de lo cual es que el padre Juan María le puso a una parte del camino de Londó a Loreto el nombre de “Cuesta de Mendoza”, en recuerdo del trabajo del capitán y sus hombres en la apertura de esa ruta82; pero esta vez, inconforme porque no se le concedía lo que exigía, el militar renunció a su cargo y se fue de California. Se iniciaba desde entonces una pugna entre los misioneros y el poder temporal de militares y civiles. Salvatierra tenía la autoridad para elegir al capitán del presidio de Loreto, y otorgó el cargo al teniente Isidro Figueroa, pero éste también duró muy poco tiempo, ya que no pudo reprimir a los indios de Viggé, que habían destruido la casa y la iglesia del padre Francisco María Píccolo, lo que causó el disgusto de los colonos. Esta vez el padre Salvatierra dejó que participaran los soldados con voto secreto en la elección de un nuevo capitán, que así tendría la aceptación de sus hombres, y resultó electo don Esteban Rodríguez Lorenzo, quien sirvió fielmente a los jesuitas y su causa en California, en donde permaneció hasta su muerte. Años después, el escritor prusiano Cornelius Paw atacó a Salvatierra y demás jesuitas, acusándolos de ir a la conquista de California sólo para enriquecerse con los bienes que allí explotaban. Fue autor de la obra “Averiguaciones Philosophicas sobre la América”, y Miguel del Barco así como Francisco Xavier Clavijero rebatieron en todo al autor alemán. En octubre de 1700 el padre Salvatierra cruzó el golfo de California hacia el puerto de Ahome, en busca de socorro en las misiones de Sinaloa y Sonora, y consiguió provisiones que sirvieron para aligerar momentáneamente la crisis en la península83. Las ideas sobre la evangelización de los indios californios que compartían Kino y Salvatierra seguían vigentes, por lo cual ya que el padre Juan María terminó de conseguir las provisiones a principios de 1701, después de haber bautizado algunos niños y obtenido una escolta de 12 hombres con don Domingo Gironza, alcalde mayor de Hermosillo, se dirigió a Caborca, en donde se encontraba su compañero de proyectos y sueños el padre Eusebio Francisco Kino. El plan que tenían los dos misioneros era comprobar si se podía establecer comunicación terrestre entre Sonora y California, con objeto de mandar ayuda por esa ruta a las misiones que se 80

Nombre dado a los misioneros jesuitas por el color característico de su hábito. Torres Tortolero, primer capitán del presidio de Loreto se enfermó de los ojos y tuvo que dejar el cargo para atenderse. 82 “Carta del padre Juan María de Salvatierra al padre Juan de Ugarte sobre los avances de la cristianización en California, 9 de julio de 1699”, h. 18. Colección Archivo Mexicano, Biblioteca Nacional de México (3/40, f. 2234v.), ficha 266. México, D.F.. 83 Aparte de las misiones de Sonora, Salvatierra obtuvo ayuda de Don Andrés Rezaval, gobernador de Sinaloa, y de su teniente don Pedro Lacarra. Respecto a la fecha en que Salvatierra fue a Ahome, Alegre señala en su obra que fue a principios de 1701. “Historia de la provincia de la Compañía de Jesús de Nueva-España”, Francisco Javier Alegre, Tomo III, pp. 124, 125. Edit. Ernest J. Burrus y Félix Zubillaga. 4 vols, Roma, 1956-1960. 81

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fundaran, por lo que después de reunir lo necesario y esperar que se rechazara un ataque de los apaches en Saracatri y Cucurpe, salieron el 27 de febrero de 1701 hacia el noroeste, junto con el capitán Juan Mateo Mange, el ayudante Juan Bohórquez, 10 soldados y algunos indios pimas. En su viaje por el desierto tocaron Quitobac, luego al Cerro del Pinacate, y ya cerca del río Colorado pudieron contemplar el remate del Golfo de California y la cordillera peninsular, estaban comprobando que California no era isla, lo que años después fue reafirmado por Kino cuando llevó a cabo otras exploraciones y se estableció la peninsularidad de aquella tierra. Todavía de este punto siguieron hacia el norte por unos 60 kilómetros, y el 31 de marzo los dos padres confirmaron su idea de que el golfo de California se cerraba y terminaba un poco al norte de donde estaban, aunque Mange no compartió del todo esta opinión. De cualquier forma, las observaciones hechas demostraron que de momento, era prácticamente imposible hacer un camino que uniera las misiones de Sonora y la lejana provincia.

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F 24 Ruta aproximada de los padres Kino y Salvatierra en su viaje tratando de comprobar si la Baja California era península o isla. 1. Caborca. 2. Quitovac. 3. Cerro del Pinacate. 4. Desembocadura del Río Colorado. Probablemente fue en alguna parte alta al sur de la Sierra del Pinacate desde donde contemplaron el remate del Golfo de California. Adaptación en mapa de Google Earth hecha por A. Ponce Aguilar. 57


En abril de 1701, en un esfuerzo por mantener el flujo de víveres y provisiones de Sonora a las misiones de California, el padre Salvatierra fundó la misión de San José de la Laguna84, a unos 2 kilómetros de la actual ciudad de Guaymas, en Sonora, la cual según Alegre, por orden del padre provincial pertenecería a la misión de Loreto. San José de la Laguna fue quizá la única misión con corrales muy cerca del mar, adecuados para el embarque de ganado, los cuales fueron construidos por el padre Francisco María Píccolo Por ahora, el padre Kino siguió su camino al este, Salvatierra regresó a Loreto hasta fines de abril, y tuvo entonces la gran alegría de encontrar allí al padre Juan de Ugarte, que había desembarcado el 19 de marzo85, y al poco tiempo ancló en el puerto el “San Javier” con las provisiones que el mismo misionero había conseguido desde diciembre. Años después, en abril de 1704, Kino conduciría a más de 250 kilómetros de distancia, desde su misión de Los Dolores, un hato de ganado hasta los corrales de la misión86 San José de la Laguna destinados a las misiones de California, lo que aún en la actualidad para vaqueros modernos sería toda una proeza. Éste no fue un hecho aislado, y aquí cabe mencionar que los misioneros jesuitas y gente piadosa de Sinaloa y Sonora, incluyendo a sus gobernantes, participaron activamente en el establecimiento de las misiones en California al proporcionar la ayuda sin la cual, la reducción de los gentiles californios se habría acercado a lo imposible. En marzo de 1703 salió Salvatierra a caballo acompañado del capitán del presidio, algunos soldados y varios neófitos a explorar la costa del Mar del Sur u Océano Pacífico, y en mayo viajó también hacia la costa pero más al norte, en busca de lugares que sirvieran de puerto, o en los que fuera factible establecer una misión, pero en ninguno de los dos viajes encontró lo deseado. Ese año, el misionero reunió a sus compañeros en Loreto para que se celebrase con toda solemnidad la fiesta de la Eucaristía, con lo cual esperaba inculcar con mayor firmeza la fe en los indios. Como se esperaba, el acto impresionó vivamente a los nativos, pero el beneplácito de Salvatierra pronto se empañó al llegarle noticia de que un grupo de rebeldes de la misión de San Francisco Javier, encabezados por algunos gentiles que ya habían participado en una conjuración pasada, por la noche habían asesinado a casi todos los neófitos de la misión. El capitán con varios soldados salió en búsqueda de los criminales, lograron alcanzar a algunos y matar a otros, pero el principal logró escapar. Poco después, los mismos indios que habían escapado del ataque aprehendieron al cabecilla, que fue ejecutado a pesar de la intervención de Salvatierra para que sólo fuera exiliado de California. Los primeros años que pasaron los jesuitas en California fueron de gran penuria y hambre, por lo que Salvatierra, sabiendo la gravedad en que se encontraba la colonia por la falta de provisiones, convocó en 1704 a una junta en la que planteó a los misioneros Píccolo y Juan de Ugarte, así como a los marineros y soldados el peligro en que todos se encontraban, por lo que los dejaba en libertad de decidir si dejaban la colonia. A pesar del riesgo que corrían, todos los asistentes

84

El nombre se debe a que la misión se construyó cerca de una laguna que se formaba con agua de las lluvias. Alegre dice que fue el 23 de marzo cuando desembarcó Ugarte. “Historia de la...”, Alegre, op.cit., p. 127. 86 El padre Francisco María Píccolo fue misionero de San José de la Laguna, en donde se construyeron corrales desde los cuales se podían hacer los embarques de ganado para la península. 85

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unánimemente acordaron quedarse, y no hubo uno que quisiese usar de la libertad que se les concedió87. Las graves y crónicas necesidades de las misiones, siempre insatisfechas, se acentuaron en 1704 porque España se había enfrascado en costosas guerras con otros países europeos; la corona exigía la remesa constante de dinero para el sostenimiento de sus ejércitos, y en las colonias españolas no quedaba nada para apoyar ya no se diga la expansión de las misiones sino su manutención. En octubre de ese año Salvatierra fue nombrado provincial de los jesuitas, y comprendió que debería hacer algo para no depender sólo de las limosnas, que aunque generosas, no bastaban para su proyecto misional. El padre Juan María con la ayuda de Kino, logró embarcar de Guaymas a Loreto las provisiones indispensables para resolver momentáneamente el problema de la falta de bastimentos, y encontró tiempo para ir a Loreto llevando a un hermano lego, y tal parece que fue entonces cuando surgió en su mente la idea sobre la forma de asegurar el sostenimiento de las misiones: era ésta invertir buena parte de los donativos que se estaban recibiendo en la compra de haciendas ganaderas y agrícolas, cuyas ganancias se incrementarían cada vez más y harían autosuficiente la misión de la península; el nombre del organismo sería Fondo Piadoso de la California. Cabe mencionar que la institución creada fue un éxito, aunque años después, cuando el visitador José de Gálvez llegó a la Nueva España y se produjo la expulsión de los jesuitas en 1768 incautó el fondo; y posteriormente, al finalizar la guerra de México y Estados Unidos los religiosos de la Alta California reclamaron, con el apoyo del gobierno norteamericano, la entrega del fondo para el sostenimiento de sus misiones, lo cual lograron por una injusta decisión de un tribunal internacional88. En agosto de 1704 finalmente se recibieron en Loreto las provisiones que se habían mandado de Sonora, y además, un llamado al padre Salvatierra para que se presentara en la Ciudad de México para informar sobre los asuntos de las misiones en California. El 8 de septiembre de 1704 el padre Juan María presidió los actos en la dedicación de la nueva iglesia de la misión de Nuestra Señora de Loreto, y el 1º de octubre se embarcó con destino a la capital de la Nueva España, vía Guadalajara, en donde se detuvo para hablar con algunos funcionarios sobre los temas de California. Precisamente por ese tiempo había muerto el padre provincial de los jesuitas, y al abrirse el pliego en el cual el padre general designaba al sucesor en caso de fallecimiento, se encontró que éste era el padre Salvatierra. De nada valió al misionero su solicitud para que se le eximiera de aquella responsabilidad, la cual hubo de aceptar muy a su pesar, tomando en cuenta que por temporadas se le obligaría a ausentarse de California.

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Clavijero, op.cit., p. 119. Sería prolijo relatar la historia del Fondo Piadoso de la California, pero se puede resumir diciendo que fue un abuso del poderoso sobre el débil, los Estados Unidos sobre México, con la complicidad del Tribunal Permanente de Arbitraje Internacional de La Haya que dictó solución favorable a los obispos de la Alta California Thadeus Amat y Joseph Sadoc Allemany, quienes reclamaban el capital e intereses generados por el fondo para los franciscanos de la entidad norteamericana, hizo que México tuviera que pagar una cantidad millonaria al gobierno de Washington, que apoyó en todo a los obispos franciscanos. El adeudo lo acabó de liquidar el gobierno mexicano siendo Presidente de la República el Lic. Gustavo Díaz Ordaz en el año de 1967. Véase el libro en línea “Historia de Baja California, de Cueva Pintada a la modernidad”, de Antonio Ponce Aguilar, pp. 124-126. 88

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Ya en México, aunque fue recibido bien por el virrey no se le concedió nada para su amada misión de California, por lo que se dedicó a su trabajo de visitar los colegios jesuitas, labor en la que se ocupó hasta 1705. El 25 de mayo presentó al virrey un memorial solicitando las cosas que con más urgencia se necesitaban en las misiones de la península, sobre todo embarcaciones; pidió además que no se independizara el presidio de la autoridad de los jesuitas; dio razones por las cuales tampoco convenía aplicar la orden de la corona para que se mandaran familias pobres de México a California, en tanto no se hallaran suficientes tierras de labor en las que pudieran trabajar y sostenerse; solicitó que se les pagase a los misioneros los $ 13 000.00 pesos anuales que había autorizado el rey, con lo cual se podría ahorrar dinero la corona al establecerse, en lugar de un presidio, una misión en la costa del Mar del Sur, para ayudar a los galeones que venían de Filipinas; y finalmente mencionó el estado en que se encontraban las misiones, refiriendo de paso que en aquella gran extensión territorial, cristianizada y ganada para España, se habían gastado $ 225 000.00 pesos, dinero obtenido casi todo por los jesuitas, ya que sólo $9000.00 provenían del real erario.

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Don Fernando de Alencastre Noroña y Silva, Duque de Linares.

De nada sirvieron los planteamientos de Salvatierra al virrey, y aunque éste recibió de España la reiteración del monarca para que se entregaran los $ 13 000.00 pesos anuales a cada misionero, nunca ayudó a las misiones de California, e igual ocurrió con su sucesor el duque de Linares, aunque éste al morir, dejó a los jesuitas de la península un legado de $5000.00 pesos. Salvatierra había salido de la Ciudad de México en junio de 1705 en visita a California, a donde llegó en agosto llevando una buena cantidad de provisiones y acompañado del hermano Jaime Bravo. Encontró todo en orden gracias al trabajo del padre Juan de Ugarte y dos meses después regresó a la capital, no sin antes ordenar que se plantaran dos misiones, una en Ligüig y otra en Mulegé, y que exploraran la costa del poniente en busca de un sitio adecuado para puerto, que sirviera de escala a la nave de Filipinas en sus viajes anuales a Acapulco.

A pesar de la crítica situación en California por la falta de alimentos, el padre Salvatierra seguía trabajando en la expansión de las misiones. En julio de 1705, acompañado del padre Pedro de Ugarte, hermano de Juan, así como de un soldado y dos indios como intérpretes, fue a un lugar de la costa por el Golfo de California, a unos 30 Km. al sur de Loreto, llamado Ligüig o Malibat por los nativos, que ofrecía condiciones para plantar allí una misión. Al principio hubo desconfianza de los indígenas hacia los españoles, y hasta llegaron a dispararles algunas flechas, pero al escuchar el disparo de arcabuz al aire que efectuó el soldado, aceptaron escuchar al padre, quien les hizo algunos regalos y los trató con cariño. Los guaycuras, que esa debe haber sido la nación indígena de Ligüig, aceptaron de buen grado que los misioneros les bautizaran a 48 niños, y aunque no se pudo iniciar la construcción de la iglesia y demás locales por la falta de recursos, se sentaron las bases para que poco después se levantara la misión de San Juan Bautista Malibat o Ligüig. Debe señalarse también que el misionero, a pesar de tantas necesidades, siguió dando alimentos a los indios que asistían a la 60


instrucción religiosa que se daba en la misión y a los que trabajaban en diversas actividades; además, había observado casos en los que las mujeres que no tenían suficiente comida para alimentar a sus hijos los mataban en algunas ocasiones, por lo que ordenó que a las que acabaran de dar a luz, se les diera ración doble de alimentos cuando estuvieran en la misión89. En septiembre de 1706 recibió Salvatierra del padre general Miguel Ángel Tamburini la aceptación de su renuncia como provincial, su lugar fue ocupado por el padre Bernardo Rolandegui, y así pudo ir a acordar en San Gregorio con el padre procurador Alejandro Romano, el envío de géneros y provisiones para California. El padre Julián de Mayorga, con unos meses apenas de haber llegado de Europa, fue encargado de llevar todo hasta Matanchel, para de allí embarcarse a Loreto. Por su parte, el padre Juan María viajó por tierra más de 400 leguas a Sinaloa y Sonora, para agradecer personalmente a sus amigos y bienhechores de la misión de California la ayuda que siempre prestaban. En diciembre de 1706 o enero de 1707, zarpó hacia California del puerto de Ahome, y después de una navegación llena de peligro por una tormenta que desvió la embarcación a la isla San José, arribó sano y salvo a Loreto 90, y pudo dedicarse de lleno a su trabajo, especialmente a la fundación de nuevas misiones. Poco después llegó el padre Julián de Mayorga con las provisiones. En septiembre de 1709, el padre Salvatierra mandó el “San Javier” al puerto del Yaqui91 para comprar $ 3 000.00 pesos de provisiones y equipo para las misiones, pero una borrasca llevó la embarcación a encallar en una playa a unos 250 kilómetros de su destino, muchos marineros murieron y sólo algunos que se salvaron pudieron desembarcar en la lancha del barco, y sabiendo de otro peligro que les esperaba con la presencia de los aguerridos indios seris que habitaban en aquella costa, escondieron el dinero y otras cosas de valor que habían rescatado del “San Javier”, y se reembarcaron en la lancha rumbo al Yaqui. Llegados al puerto, mandaron aviso de lo sucedido a Loreto, Salvatierra se embarcó entonces en “El Rosario” hacia Guaymas, de allí se fue por tierra acompañado por 14 guerreros yaquis hacia el lugar del naufragio por una ruta desértica y sin agua, a donde también iría “El Rosario” para tratar de poner a flote al “San Javier”. Salvatierra permaneció dos meses en aquellas costas, se hizo amigo de los seris a algunos de los cuales bautizó, logro que le devolvieran las provisiones y bienes de que se habían apoderado, y se pudo poner a flote la embarcación. Así era el temple de aquel misionero. En 1707 Salvatierra supo por los indios californios que subiendo al oeste por la sierra de La Giganta, se encontraba un arroyo con suficiente agua en donde se podía fundar una misión, por lo que organizó una expedición a fin de reconocer el lugar92. Éste en una de las zonas más abruptas de la sierra, por lo que se pasaron muchos trabajos para llegar al sitio. El paraje causó magnífica impresión al misionero, quien se dispuso a fundar allí una misión e inició los correspondientes trabajos.

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Barco, op.cit., p. 191. Francisco Javier Alegre dice que Salvatierra zarpó para California el 30 de enero de 1707, y que llegó a Loreto el 3 de febrero de 1708. Alegre, op.cit., p. 148. 91 Alegre, op.cit., p. 153. 92 En la p. 254 de su obra, Miguel del Barco da la adecuada ubicación para el arroyo explorado al oeste del paraje de Londó, y que fue asiento de Comondú Viejo, pero en el texto que continúa hay confusión con el arroyo de Comondú en donde se encuentra el actual poblado de San José de Comondú (Ver Julián de Mayorga). 90

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Al mismo tiempo que Salvatierra hacía su labor, unos 4 ó cinco kilómetros más abajo trabajaba sobre el mismo arroyo el padre Juan de Ugarte, de la misión de San Javier 93, con el propósito de reunir allí varias rancherías en un poblado con casa e iglesia. Ugarte supo de las acciones del padre Salvatierra, se reunieron los dos y acordaron cada quién seguir con su trabajo. El pueblo que fundó allí el padre Ugarte se llamó San Miguel, y Salvatierra nombró al suyo San Ignacio. Años después, a éste poblado se cambió la primera misión de San José de Comondú, fundada en 1708 por el padre Julián de Mayorga con la ayuda de los padres Juan de Ugarte y Salvatierra, conservó el mismo nombre y el arroyo igualmente se llamó San José de Comondú. Los guaycuras del sur de la península nunca se habían mostrado enteramente receptivos a la religión traída por los españoles, lo que tal vez se debía a que los pescadores de perlas habían cometido con ellos crueles abusos, además de que aún recordaban el cañonazo con el que el

A la derecha , detalle de la ubicación de San Miguel de Comondú (1), San José de Comondú (2), y arroyo Comondú (3). Abajo, los mismos lugares en relación con Loreto y la desembocadura del arroyo de La Purísima, antes Santo Tomás, en el punto que el padre Kino llamó Puerto de Año Nuevo (4). (Adaptación sobre mapas de Google Earth)

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Ugarte salió para estas acciones del poblado Santa Rosalía, visita de San Javier.

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almirante Atondo había asesinado a varios indígenas algunas décadas atrás. Queriendo Salvatierra convencer a aquellos agraviados californios de las bondades del cristianismo, en 1716 decidió ir a su territorio acompañado de algunos soldados del presidio de Loreto, 3 guaycuras que había comprado a unos pescadores de perlas y otros indios neófitos del presidio. La intención de Salvatierra era entregar a los indios rescatados de los pescadores a sus padres, lo que serviría para que aquellos nativos vieran la buena voluntad del misionero94. Cuando llegaron a La Paz, algunos indígenas que se encontraban allí huyeron, los neófitos que venían en la expedición los persiguieron y sólo alcanzaron a unas mujeres, a las que maltrataron gravemente, tal vez creyendo que así quedarían bien con los españoles. Afortunadamente el capitán llegó a tiempo para rescatarlas y llamó la atención a los neófitos por su abusiva conducta, pero este incidente acabó por esa vez con la posibilidad de establecer un contacto amistoso con los guaycuras. El misionero mandó con su gente a los 3 muchachos que había comprado a los perleros, con un mensaje de paz y afecto, disculpándose por lo sucedido, y se regresó a Loreto. En 1717 Salvatierra se encontraba enfermo de lo que se llamaba “piedra en la orina”, o litiasis urinaria95, lo que le obligaba a guardar reposo total, pero en marzo de ese año, el padre Nicolás Tamaral llegó a Loreto con una carta del provincial de la orden en la que le pedía viajar a la ciudad de México para rendir personalmente un informe al Marqués de Valero, el recién llegado virrey de la Nueva España, ya que el monarca Felipe V deseaba conocer el estado en que se encontraban las misiones de California. Ya muy delicado de su enfermedad que le causaba intenso dolor, Salvatierra dejó el encargo de las misiones al padre Ugarte 96, y se embarcó junto con el hermano Bravo el 31 de marzo a Matanchel, a donde llegó después de 9 días en el mar. De aquí siguió a Tepic en mula, pero su malestar le impedía seguir viajando así, por lo que el hermano Bravo consiguió un propio para que fuera a Guadalajara y pidiera al rector del colegio, padre Tomás de la Jara, que se sirviera enviar alguna ayuda para hacer menos doloroso el viaje para el misionero. El rector mandó a Tepic al padre Roque de Iragorri para ayudar a Salvatierra, así como dos criados y un carruaje que se consiguieron prestados; pero los movimientos del volante de dos ruedas tirado por un caballo aumentaron los dolores del enfermo, por lo que el hermano Bravo optó mejor por ir contratando en los pueblos a varios indios, para que lo cargaran en una especie de litera llamada “tlapeztli” por los naturales, y así siguió el viaje a Guadalajara; a donde llegó probablemente el 19 de junio97, después de más de dos meses de viaje. Aunque su destino era la ciudad de México, aquí se tuvo que detener dada la gravedad de su mal, se alojó en el colegio de los jesuitas en donde había sido maestro y rector, y allí murió, según la opinión de autores como Clavijero, el 17 de julio de 1717, y otros como el padre Jaime Bravo el 18 de julio98, siendo esta última la fecha más reconocida para el deceso del gran misionero. Sus restos fueron sepultados con los más grandes honores en la Capilla de Nuestra Señora de Loreto de Guadalajara que él había mandado construir. 94

Este episodio histórico muestra una realidad poco mencionada en los usos y costumbres de la época: la existencia real de algunas formas de esclavitud, ejercida en agravio de los indígenas y gente de raza negra.. 95 La enfermedad consiste en la formación de piedras en la vejiga o los uréteres, lo que provoca fuertes dolores. 96 Clavijero y otros autores señalan a Ugarte como el misionero en quien Salvatierra confió los asuntos de las misiones en su ausencia, mientras que el padre César Felipe Doria S.J., da a entender que el encargo se lo hizo al padre Francisco María Píccolo. “Edición crítica de la vida del V.P. Juan María de Salvatierra, escrita por el V.P. César Felipe Doria”, Alfonso René Gutiérrez, p. 227. 97 M. Venegas, “El apóstol Mariano representado en la vida del V.P. Juan María de Salvatierra”, pág. 446 y 448. 98 Venegas, “El apóstol...”, ibíd., pág. 465.

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6.Píccolo, Francisco María El padre Francisco María Píccolo fue el segundo misionero en Baja California antecedido únicamente por el venerable Juan María de Salvatierra, por lo que su labor evangelizadora corresponde a la etapa inicial de los jesuitas en estas tierras. De sangre italiana, nació en Palermo, Italia, el 25 de marzo de 1654; ingresó a la Compañía de Jesús en 1673, llegó a Nueva España en 1684 y fue destinado a las misiones del noroeste; estuvo en la Tarahumara por más de 12 años, donde profesó en 1689; pasó a California en lugar del padre Eusebio Francisco Kino para ayudar al padre Juan María de Salvatierra; llegó a la península el 23 de noviembre de 1697, en 1699 intervino en la fundación de la misión de San Francisco Javier, fue visitador de las misiones de California y Sonora en 1705; en 1709 volvió a California, estuvo en Santa Rosalía de Mulegé hasta 1718 en donde el padre Mugazábal fue su compañero por mucho tiempo, de allí se fue a Loreto y en este poblado falleció tiempo después. Fue el primer jesuita que murió en California. Siendo Píccolo el segundo misionero en California las necesidades y posibilidades de exploración eran muchas, por lo que después de su llegada a Loreto, ya que dominaba algunas de las lenguas de los nativos y conocía algo de sus costumbres, se dedicó a explorar diversos lugares y a participar directa o indirectamente en la fundación de varias misiones. Unos días después de la navidad de 1698, el padre Píccolo y el capitán del presidio de Loreto F28 don Luis de Torres y Tortolero hicieron una exploración hacia el sur, estuvieron en Ruinas de la misión de San Juan Bautista Chuenque y después en Puerto Londó Danzantes99, a unos 24 kilómetros al sur de Loreto, pero la imponente sierra de La Giganta era una barrera infranqueable en cualquier intento de cruzar hacia el oeste, por lo que esta “entrada”, como llamaban los españoles a sus viajes exploratorios, resultó hasta cierto punto infructuosa, sobre todo por los pocos indígenas que llegaron a encontrar. Quizá la primera fundación en la que intervino el padre Píccolo, fue la de una visita de Loreto que estableció en 1699 junto con el padre Juan María de Salvatierra con el nombre de San Juan Bautista Londó, a unos 10 kilómetros del Golfo de California y al oeste de San Bruno, en el paraje que los cochimíes llamaban Londó, actualmente a 30 kilómetros al norte de Loreto. En realidad, la misión fue empezada originalmente por el padre Eusebio Francisco Kino en 1683, pero no la terminó, y aunque se iniciaron en 1705 construcciones de piedra, el poblado nunca pasó de ser visita de Loreto; tiempo después su población se reubicó en San José de Comondú.

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Puerto Danzantes fue después Puerto Escondido.

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El 10 de marzo de 1699, Píccolo decidió ir al paraje de Viggé Biaundó (ver San Javier en F 30) debido a que había recibido en Loreto la visita de indios de aquel lugar de la sierra, en el cual ya se había bautizado a un jovencito con el nombre de Francisco Javier. El padre se fue sólo con algunos indios y sin escolta de soldados, el viaje de unos 32 kilómetros fue muy difícil porque no había camino abierto hacia la sierra, pero su esfuerzo fue compensado al ser bien recibido por los nativos del paraje en el cual permaneció cuatro días adoctrinándolos. El lugar reunía las condiciones necesarias para plantar una misión pero el problema inicial a resolver era el camino, por lo que poco después indios y soldados trabajando juntos pudieron abrirlo, se terminó en junio de 1699 y permitía el paso de cabalgaduras. Por lo que se dice más adelante, es seguro que gracias a esto se pudo improvisar una especie de capillita en la que deben haber colocado una campana, aunque todavía sin formalidad alguna. El 11 de mayo de 1699 el padre Píccolo fundó la misión a la que se dio el nombre de San Francisco Javier, en el paraje llamado Viggé por los cochimíes, y comenzó los bautismos de niños y la instrucción religiosa de los adultos100. De vuelta en Loreto, Píccolo consideró que convendría intentar una mayor penetración hacia el oeste por la única ruta aparentemente viable que ascendía la sierra, el cauce del arroyo hoy conocido como Las Parras que bajaba de Viggé y por el que había viajado al fundar San Javier. Antonio Ponce Aguilar

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Paisaje actual de Veiggé, muy cerca de la misión de San Francisco Javier.

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Barco, op.cit., p. 424.

Píccolo tenía ya algunos informes proporcionados por los nativos de San Javier, sobre las rancherías que había en la sierra hasta llegar al Mar del Sur u Océano Pacífico, por lo que decidió ir hacia el litoral occidental, incluyendo en sus planes, como se acostumbró en lo sucesivo, la búsqueda de un puerto que sirviera de escala y apoyo al “Galeón de Manila” en su viaje a Acapulco. En una carta dirigida al padre Salvatierra fechada el 30 de octubre de 1699, Píccolo hizo un relato de lo sucedido en ese viaje, del cual se resume enseguida lo más importante.


El 7 de octubre de 1699, el misionero salió de Loreto hacia el oeste suroeste acompañado por el capitán del presidio, varios soldados y algunos indios amigos entre los que se incluían varios yaquis de Sonora101. El punto intermedio al que llegó fue San Francisco Javier, en donde fue recibido con repiques de campana102 que el día anterior habían llevado, y gran alegría de un buen número de indios didius,

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1 San Francisco Javier. 2 Santa Rosalía. 3 Arroyo San Javier. 4 El mismo arroyo ahora con el nombre de Santo Domingo. 5 Isla Santo Domingo. Adaptación en mapa de Google Earth. monquis y laimones103. Los viajeros se detuvieron en aquel sitio algunos días, en los cuales el capitán Mendoza, ayudado por indios y soldados, hizo 3 000 adobes, y entre todos levantaron lo que sería la capilla, de 7 varas de largo por 4.5 varas de ancho, la cual fue provisionalmente techada con ramas; además, alcanzaron a levantar un aposento para el padre. Este fue el modesto principio de lo que sería años después una de las misiones más hermosas de la península, aunque el edificio que hoy se conoce fue levantado por el padre Miguel del Barco de 1744 a 1758 a corta distancia del sitio original. 101

No era extraño que de las misiones de Sonora se mandaran indios yaquis a California para ayudar, sobre todo en las exploraciones. 102 Dice Píccolo que lo recibieron con muchos arcos y repiques de la campana que el día antecedente se habían llevado... “Carta del padre Francisco María Píccolo al padre Juan María de Salvatierra sobre el descubrimiento por tierra de la contracosta de California, San Francisco Javier Biaundó, 30 de octubre de 1699”, hoja 1, Colección Archivo Franciscano, ficha 268. Biblioteca Nacional de México, Centro Cultural Universitario, México. 103 Según Miguel del Barco, los monquis y didius pertenecían a la etnia de los guaycuras, los laimones a los cochimíes, y todos residían cerca de Loreto.

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El 24 de octubre104 de 1699, salieron de San Javier a eso de las 7 de la mañana rumbo al sur, por el arroyo que hoy se llama San Javier, ruta en la cual no faltaron los aguajes y pozas, y por las numerosas rancherías que pasaron fueron muy bien recibidos por los nativos, quienes obsequiaron a los exploradores cabezas de mezcal y conchas traídas de la contracosta, en tanto que Píccolo les regalaba maíz. A poco más de 15 kilómetros llegaron a la aldea de Ohobbé 105, la cual fue nombrada Santa Rosalía106 por el misionero, en recuerdo de una niña que en otra exploración había bautizado con el nombre de esa santa. En ese lugar un indio cochimí le gritó jubilosamente al padre Píccolo: Padre, este indio es tu compadre, tú bautizaste a su hija Rosalía, y te quiere acompañar hasta la mar...107. El jovial misionero no desaprovechó la oportunidad y aceptó la compañía de su compadre como guía. Fuera del natural temor que siempre mostraron los indios por los caballos y los perros de los españoles, y la admiración por las cabras y los indios yaquis de la expedición, nunca se registraron actos violentos o de repudio hacia los viajeros. La aceptación de los indígenas de las prédicas del padre Píccolo, se hizo en todo momento evidente al ofrecer las madres a sus hijos para que fueran bautizados, a lo cual accedió el misionero con gran satisfacción. Sólo hubo un lugar, adelante de una ranchería llamada Dinonotú, en donde las mujeres le dijeron al padre que ellas sí querían bautizar a sus hijos, pero que sus maridos estaban ausentes y necesitaban su autorización108. En lugar de disgustarse por la respuesta de las mujeres, Píccolo elogió su actitud y les regaló maíz y carne, lo que permite atisbar en el carácter del misionero e ir descubriendo en él la comprensión y respeto en su trato con los naturales, aspectos que resultan avanzados para su tiempo, y que deben haber facilitado más aquella incipiente relación entre europeos e indígenas. En este lugar Píccolo habló a los nativos en lengua monqui, lo que les causó sorpresa y alegría, un indio regaló al capitán una hermosa concha de la contracosta y cabezas de mezcal al padre, quien correspondió obsequiando al indígena una navaja; el misionero pidió un guía para lo que faltaba de camino a la playa y se le concedieron cuatro. Todo esto parecía ser un buen presagio para las relaciones futuras entre europeos e indios californios. Después pasaron por las rancherías de Picalopri al sur de Biaundó, y Arudovichi, por el mismo arroyo, en donde el capitán dio una muestra del poder de las armas de fuego al matar una cabra con un tiro de pistola, lo que causó el natural espanto en los indios. En este paraje los nativos obsequiaron cabezas de mezcal a los viajeros, el padre bautizó varios niños y permanecieron allí 4 días. Puede decirse que hasta aquí, la expedición había sido casi como un placentero paseo, pero al llegar a un gran carrizal, los guías advirtieron a los expedicionarios que en lo adelante no 104

Algunos autores señalan el 22 de octubre como fecha de la salida de San Javier, pero en la carta a Salvatierra ya citada Píccolo dice: En 24 de este mes de octubre sábado día del glorioso Arcángel San Rafael salimos por la mañana como a las siete... “Carta...”, 30 octubre 1699, f. 268, op.cit., Píccolo, h. 2. Cabe mencionar que actualmente, la fiesta del Arcángel San Rafael se celebra el 29 de septiembre, junto con los otros dos San Miguel y San Gabriel. 105 En un manuscrito en limpio copiado por un escriba de la época se lee Ohoble en lugar de Ohobbe. 106 En su carta al padre Salvatierra fechada el 30 de octubre de 1699, Píccolo dice que caminaron 4 leguas para llegar a Ohobbe o Santa Rosalía; actualmente hay un lugar con ese nombre pero se encuentra a unos 8 Km. de San Javier, la mitad aproximadamente de las 4 leguas señaladas por el misionero. 107 Píccolo, “Carta al padre....”, ficha 268, op.cit., h. 2. 108 Carta del padre Francisco María Píccolo al padre Juan María de Salvatierra sobre el descubrimiento por tierra de la contracosta de California...”, op.cit., hojas 4, 5.

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encontrarían agua hasta llegar cerca de la playa, más adelante el paisaje cambió a llano y seco, aunque con abundantes pitahayas, conejos y venados, el sitio debe haber estado a unos 25º 35´N. por el arroyo de San Javier, todavía a unos 40 kilómetros de la costa. Acamparon en aquel sitio semidesértico, aunque sabían que podían llegar esa noche a una ranchería donde podrían calmar su sed. Sin embargo, decidieron partir hasta el siguiente día para no atemorizar a los indígenas de aquel paraje que, según los guías, estaba a unos 4 ó 5 kilómetros del mar. Esa noche, el padre dio al capitán un vaso de leche para que calmara la sed, que ya afectaba a todos; tal vez por eso el capitán se enfermó del estómago, pero según él, gracias a la intervención de Santa Rosalía amaneció bien. El martes temprano reiniciaron su marcha y a poco encontraron el aguaje tan deseado, aunque los indios se habían ido. Después de almorzar, se dirigieron a la cercana playa que Píccolo describió en forma de media luna, y que de punta a punta tendría unas 20 leguas, equivalentes a más de 80 Km.. Aunque no encontraron indios por ningún lado, hallaron huesos de ballena, hermosas conchas, y abundantes moluscos que el padre reconoció como un alimento refinado que se acostumbraba en Palermo. Aunque todos deseaban quedarse en aquella playa por algunos días, lo limitado de los bastimentos obligó al misionero y al capitán a disponer el regreso. Píccolo no cita en su informe la latitud de la bahía, pero es probable que hayan llegado a algún lugar de la costa occidental aproximadamente por los 25° 28´ 00.27” N., en la Boca de Santo Domingo, unos 32 kilómetros al norte de donde hoy se localiza el puerto Adolfo López Mateos. Salieron de regreso el día de los santos apóstoles Simón y Judas, y menciona el misionero que encontraron muchas huellas y “casillas”, hasta que llegaron en la tarde al primer aguaje en Arudovichi, dejando atrás el peor camino, como dice Píccolo, de suerte que para el 30 de octubre de 1699 como a las 3 de la tarde estaban de vuelta en la misión de San Javier, habiéndola encontrado muy arreglada y con todo lo que habían dejado bien guardado. En este viaje de regreso, se repitieron las hospitalarias recepciones de los nativos y los obsequios de maíz que les hacía el misionero. Como en otros casos, lo importante del viaje que hizo el jesuita italiano al litoral occidental, el segundo hecho por un europeo después de Kino, fue no sólo conocer la ruta al interior de California en una región densamente poblada, sino entablar relaciones amistosas con los nativos, lo cual era la base para iniciar cualquier misión. En su informe del viaje al padre Salvatierra, Píccolo se refirió a la distancia diciendo que había como 2 días de camino de San Francisco Javier a la contracosta, y de mar a mar 3 días. Le envió la carta a Loreto con unos correos indígenas, y le expresaba entre otras cosas lo siguiente: ...Por acá [en San Javier] no tenemos más bastimento que para hoy, ni tengo grano de maíz para dar a tantos hijos109 que hay hoy en este pueblo. Van esos hijos para que V.R. me remita lo que pudiesen llevar, estos grandes descubridores, y sobre todo el capitán Antonio García de Mendoza110, merecen el regalo y consuelo de su muy deseada presencia de V.R. por acá...Venga pues mi amigo Padre Rector, y venga a dedicar la primera capilla a nuestro grande apóstol San Francisco Javier en este dilatado reino de California...111 Salvatierra no sólo mandó granos a Píccolo, sino que fue personalmente a Biaundó, e hizo la dedicación formal de la misión el 1º de 109

Píccolo , Salvatierra y muchos misioneros llamaban “hijos” a los indígenas. La opinión de Píccolo sobre el capitán Mendoza debe haber cambiado radicalmente años después, cuando el oficial se dedicó a intrigar en contra de él y del padre Salvatierra. 111 Píccolo, “Carta al padre...”, op.cit., ficha 268, h. 10. 110

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noviembre de ese año con el nombre de San Francisco Javier, aunque ordinariamente se le llamó simplemente San Javier. En una ocasión en que Píccolo estaba ausente de la misión, varios indios instigados por sus doctores o guamas decidieron asesinar al misionero, y al no encontrarlo destruyeron lo que hallaron en la casa y en la capilla, y dispararon sus flechas contra una pintura de la Virgen de Los Dolores. Cuando Píccolo supo del atentado por un indio amigo, se fue a Loreto e informó al capitán lo sucedido. Unos soldados salieron a buscar a los culpables pero no los encontraron, entonces los padres dijeron a los indios que los esperarían si se arrepentían del acto cometido. Al poco tiempo llegaron los culpables, arrepentidos, y al ser perdonados por los misioneros, la calma retornó a la misión. Las disposiciones reales de aquella época favorecían la empresa apostólica de los jesuitas en California, y aunque Carlos II había muerto el 1º de noviembre de 1700, al asumir el poder Felipe V ordenó al virrey, a la Audiencia y al obispo de Guadalajara que brindaran toda la ayuda posible a la misión de California. Con el fin de hacer efectivas estas disposiciones, el 26 de diciembre de 1701 se embarcó Píccolo para viajar a la ciudad de México a solicitar la ayuda que era indispensable en California, ya que la falta de recursos y la persistente sequía, que en ese año había afectado a casi toda la Nueva España, amenazaban seriamente el esfuerzo colonizador de los jesuitas; mientras, el padre Juan de Ugarte con poco tiempo de llegado a Loreto, se fue a San Francisco Javier para continuar los trabajos de Píccolo durante su ausencia. Como resultado de la gestión de Píccolo, el 29 de enero de 1702 el “San Javier” trajo las ansiadas provisiones, sobre todo trigo y maíz, pero los víveres recibidos pronto se agotaron, era tanta la necesidad que los misioneros tuvieron que salir a buscar alimentos a la manera como lo hacían los nativos, y a esta penuria se agregó una rebelión de los indios112, la cual perduró hasta que llegaron más alimentos de Sinaloa y momentáneamente volvió la calma. Fue en su estancia en Guadalajara, en 1702, cuando Píccolo escribió su Informe del estado de la nueva christiandad de California, que pidió por auto la Real Audiencia de Guadalajara 113, en el cual expuso las razones por las cuales era importante dar todo el apoyo que fuera necesario para el desarrollo de las misiones en California, además de incluir datos sobre la geografía, flora y fauna de la región. En el informe de Píccolo, se registra la primera descripción del borrego cimarrón de Baja California, que debe haber abundado en las serranías de toda la península. El padre escribió: Es tan grande como un becerro de dos años; su cabeza como la de un ciervo y sus cuernos, que son muy grandes, como los del borrego. Su cola y pelo son manchados y más cortos que los del ciervo. Pero sus pezuñas son grandes, redondas y partidas como las de un buey.

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La revuelta la provocó un soldado español que, furioso porque su esposa, una india cristiana, se había ido a la ranchería de sus parientes a la fiesta de la cosecha de pitahayas, mató en el camino a un indio anciano que sólo había tratado de convencerlo de que no prosiguiera su camino. Esto provocó la ira de otros indígenas, quienes a su vez mataron al soldado español. Después de que en algunas escaramuzas los españoles mataron a 3 ó 4 indios, y luego que llegó la embarcación se hizo la paz 113 Informe del Estado de la Nueva Cristiandad de California, 1702, y Otros Documentos. Francisco María Píccolo S.J., Edición, estudio y notas Ernest J. Burrus. 1962

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Del informe rendido a los padres del Real Concilio de Guadalajara, quedan claros algunos hechos acaecidos en los primeros años de labor misionera llevada a cabo por los padres Píccolo y Salvatierra en California, algunos de los cuales se mencionan enseguida. Recién llegado a Loreto, Píccolo ayudó mucho a los niños en tanto que Salvatierra atendía principalmente a los adultos, lo que pudo deberse al carácter festivo y jovial del jesuita italiano. Las actividades religiosas de los dos misioneros se alternaron con el estudio de las lenguas nativas, pues aunque ambos dominaban la monqui, les faltaba conocer la de los laimones, que estaba más extendida. Pronto aprendieron ese idioma lo que les permitió ampliar su labor civilizadora y difusión del cristianismo. Sigue informando Píccolo que Salvatierra cubrió las rancherías del área de las misiones de Loreto Conchó y San Juan Bautista Londó (ver F 28), mientras que él se aplicaba a las del rumbo de San Francisco Javier de Biaundó hasta la costa occidental. A la fecha del informe, los dos misioneros habían bautizado más de 1 000 niños, y más de 3 000 adultos pedían el sacramento, pero los religiosos prefirieron esperar un tiempo hasta comprobar la constancia de su fe. Respecto a las misiones que se habían fundado hasta esa fecha, es interesante señalar que Píccolo incluyó a Nuestra Señora de los Dolores, dando una fecha para su fundación muy anterior a 1721, la que se consigna por los historiadores clásicos. El misionero expresó en el informe que hasta esa fecha de 1702 había cuatro misiones: Nuestra Señora de Loreto o Conchó, San Francisco Javier o Biaundó, y la de Yodivineggé, o de Nuestra Señora de los Dolores, la que incluía los poblados de Unebbé al norte, Niumqui o San José y Yodivineggé, o Nuestra Señora de los Dolores, que le daba nombre a toda la misión; además mencionó a San Juan de Londó que aún no estaba bien establecida. Se refirió el misionero a que Los Dolores había sido dotada por la “Hermandad de la Congregación de San Pedro y San Pablo”, formada en la ciudad de México bajo el título de “Los Dolores de la Santa Virgen”, e integrada con personas de la principal nobleza de la ciudad. Lo dicho podría explicarse considerando que Píccolo sí pudo haber realizado actividades evangelizadoras y concentrado rancherías en pequeños poblados en aquella zona, aunque fue hasta el mencionado año de 1721 cuando el padre Clemente Guillén plantó formalmente la misión. Finalmente, Píccolo mencionó las 6 000 pesos al año que Felipe V había dispuesto que se otorgaran a la misión de California, y pidió además que la Tesorería Real de Guadalajara proveyera a los soldados con todo lo necesario. Nada de esto se concedió al misionero, aunque sí logró que se enviaran provisiones y equipo para que siguiera la labor de los sotanas negras en la península. Fuera de los reducidos embarques de grano que consiguió, Píccolo sólo pudo obtener los $6000 pesos que había dispuesto el rey para California, aunque de regreso llevó con él a dos jesuitas para robustecer la planta misionera: el padre Juan Manuel Basaldúa y Jerónimo Minutuli, habiendo desembarcado en Loreto el 28 de octubre de 1702, después de haber sobrevivido a una tormenta que obligó al capitán del navío114 a arrojar por la borda muchos de las provisiones que llevaba. En 1703 Ugarte quedó en San Javier como misionero residente y Píccolo dejó definitivamente la misión. En agosto de 1704 los padres Píccolo y Basaldúa se embarcaron de Loreto hacia Sonora 114

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La embarcación era “La Virgen del Rosario”.


Antonio Ponce Aguilar

en busca de provisiones, de regreso pasaron por Bahía Concepción y tocaron Mulegé, que les causó grata impresión por el arroyo y la fertilidad de la tierra en aquel oasis. Poco después, mientras Píccolo se iniciaba en su cargo como visitador de las misiones en Sonora que duró de 1705 a 1709; el padre Basaldúa fundó la misión de Santa Rosalía de Mulegé en noviembre de aquel año, situada a los 26º 53´N. en la costa del golfo de California, en la cual duró sólo 4 años porque se enfermó de viruela y fue substituido por Píccolo, quien permaneció allí desde ese año de 1709 hasta 1718, cuando por sus años tuvo que ser relevado por el padre Sebastián de Sistiaga. El padre Píccolo debe haber tenido gran capacidad como diplomático y gestor de los jesuitas, pues en repetidas ocasiones viajó a la Ciudad de México, Sonora y Sinaloa a conseguir auxilio para aliviar las necesidades de las misiones californianas, y en 1705, por encargo del padre provincial, se fue a Sonora con el objeto de visitar las misiones y F31 obtener de ellas la ayuda que fuera posible, lo cual Arroyo de Mulegé, oasis típico en la región desértica de logró con éxito. A su Baja California. regreso, como ya se ha dicho, Píccolo sucedió al padre Juan Manuel Basaldúa en la misión de Santa Rosalía de Mulegé, en donde realizó un gran trabajo. El 22 de octubre de 1706, el nuevo capitán del presidio Antonio García de Mendoza, que años atrás había substituido en el puesto a don Luis de Torres Tortolero por haberse enfermado de los ojos, en carta dirigida al virrey trató de intrigar contra los padres Píccolo y Salvatierra, pidiendo su retiro de California, y quejándose del mucho trabajo que se le imponía a él y a sus soldados, aunque la realidad era que se había disgustado con los misioneros porque le habían prohibido emplear a los indios para sacar perlas. Aunque hubo enemigos de los jesuitas que trataron de sacar provecho de las acusaciones del capitán García, lo burdo de la calumnia fue suficiente para que no se le tomara en cuenta por el virrey, y finalmente el problema tuvo su fin cuando el oficial disgustado pidió que se le licenciara, lo que se hizo con la satisfacción de todos, incluidos los soldados del presidio, quienes autorizados por Salvatierra115 eligieron por voto secreto a su nuevo comandante que fue el portugués Don Esteban Rodríguez Lorenzo, que con el tiempo se hizo famoso por su eficiencia y fidelidad. 115

El padre Salvatierra pagaba al capitán y los soldados, por lo que tenía la autoridad para nombrar al capitán del presidio.

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La mansedumbre del padre Píccolo contrastaba con actitudes enérgicas que asumía cuando se trataba de defender y apoyar a los indígenas cuya cultura respetaba, prueba de lo cual fue el hecho de que en 1707, se negó a obedecer las órdenes del virrey en el sentido de que debería enseñarse a los indígenas solamente en español sin usar la lengua nativa. En los trabajos misioneros realizados por Píccolo primero en Loreto y después en Mulegé, tuvo como excelente compañero, fiel y laborioso, al alférez don Juan Bautista Mugazábal, quien se identificó a tal grado con el padre Píccolo, y poco después también con el padre Juan de Ugarte, que años después logró hacerse misionero jesuita, de lo que se habla en el capítulo destinado a su persona. A fines de mayo de1709 Píccolo hizo otro viaje al oeste, en atención a que los indios del paraje llamado San Marcos Kaelka116 lo habían ido a visitar a Mulegé para pedirle un padre que estuviera en sus tierras. El misionero mandó a dos soldados para que hicieran una inspección preliminar, los que a su regreso informaron que había agua suficiente, por lo que Píccolo decidió visitar el lugar. Cuando llegó al sitio, encontró que se trataba de un paraje apto para misión por tener agua suficiente. Los indios lo trataron muy bien, los serranos regalándole mezcal y los de la playa pescado. El padre estuvo con los nativos 8 días y les dejó sembradas calabazas, maíz y sandías, para luego regresarse al faltar los bastimentos117.

Antonio Ponce Aguilar

Después de este viaje, a invitación del gobernador indígena del paraje llamado Santa Rosalía, salieron de Mulegé Píccolo, el alférez Juan Bautista Mugazábal118 y Bartolomé Robles el 11 de junio de 1709 al frente de una expedición rumbo a una ranchería llamada Kaelmet119, la cual se ubicaba cerca de lo que hoy es La Purísima. Llegado el padre al lugar cerca de un arroyo con sauces y tulares, fue muy bien recibido por los naturales; les predicó, conoció a los capitanes indígenas de muchas F32 rancherías vecinas, y al saber que la costa estaba a un día de camino cómodo, el misionero decidió llegar hasta allá. Por Paisaje actual de La Purísima. Al fondo el Cerro del el camino bautizó a 10 niños, Pilón. 116

Kaelka significa “pozo profundo” en cochimí. “Carta del padre Francisco María Píccolo al padre Juan María de Salvatierra sobre su viaje a la contracosta de California. Santa Rosalía de Mulegé, 24 de junio de 1709”. Hoja 1. Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano, ficha 275. Centro Cultural Universitario, México, D.F.. 118 Poco después, Mugazábal se hizo misionero en Mulegé. 119 Kaelmet significa “agua y tierra” en cochimí. 117

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y recibió la acostumbrada hospitalidad de los indios que mostraron sus aguajes y por donde pasaban ofrecían comida a los viajeros. Un dato interesante es que en estas rancherías observó el padre que los indígenas tenían metates para la molienda de sus semillas. El domingo llegaron a una ranchería que daba a la playa por donde desembocaba el río, y allí los nativos festivamente acompañaron a los viajeros al mar, llevando sus redes para la pesca. Aquí vale la pena transcribir parte de la carta-informe que hace Píccolo, y que dice: ...fueron unos de ellos a pescar y nos dejaron en un teatro digno de admiración, donde se ve claramente cómo se va desanchando la California hacia el norte. Nos detuvimos toda aquella tarde, gozando desde unos altos de unas mesas que hacen cantil al mar, y parecen grandes murallas donde rompen sus olas, hasta donde alcanzaba la vista, así estaba por la parte del desemboque del río que mira al norte por la parte que mira al sur, era playa muy amena y verde como la de Loreto, y en ella vimos unas salinas. Antes de ponerse el sol nos volvimos al otro paraje del Ángel de la Guarda...120. Por lo que describe el misionero, se trataba de la desembocadura del arroyo La Purísima llamada Boca de San Gregorio, aproximadamente a los 26º 2´ 50¨ N. En el viaje de regreso, el padre bautizó a muchos niños a los que frecuentemente les puso nombres de misioneros, nunca tuvo incidentes penosos o difíciles de resolver, y el jueves antes de las 9 de la mañana llegaron a Santa Rosalía de Mulegé. Las conclusión más importante que escribió Píccolo en carta dirigida a Salvatierra fechada en Mulegé el 24 de junio de 1709, fue que las tierras en varios trayectos eran excelentes para la siembra, refiriendo textualmente...De Kaelmet hasta la contracosta por lo que vimos de paso, mejores [tierras] no se pueden dar en la Nueva España..., lo que de cualquier forma no deja de ser una exageración 121. En la ruta seguida, dio 11 “varas de justicia” a los indios jefes o capitanes de rancherías, lo cual establecía un lazo importante de autoridad y control entre la misión y las rancherías indígenas dependientes de ella. Agregó Píccolo que de acuerdo con lo observado, se necesitaban cuando menos otros dos misioneros para atender al gran número de indígenas de aquella zona. Uno de los autores que fue incisivo al mencionar las exageraciones del jesuita italiano al ponderar clima y tierras de California fue Miguel del Barco, que expresó: ...En los primeros descubrimientos de tierras antes incógnitas es fácil cometer semejantes yerros, cuando se registran poco tiempo después de algunas extraordinarias lluvias, con las cuales la tierra se viste de verde, y los arroyos corren por unos días; y algunos (aunque pocos en la California), por dos o tres meses, volviendo después a su natural aridez y sequedad. A este principio se deben atribuir las grandes alabanzas que de la fertilidad de la California hace el padre Francisco María Píccolo, en su informe del año de 1702, lleno de tantos yerros, que en él no obstante la gran veracidad y buena fe de este padre, representa la California muy otra de la que es...122

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Píccolo, “Carta del...”, op.cit., ficha 275, pp. 4 y 5. Varios historiadores se han referido a la evidente exageración que siempre hizo Píccolo sobre las bondades de las tierras de California, y bastante habrá de razón. Sin embargo, debe recordarse que algunas de las rutas seguidas por el misionero en sus varias entradas al interior, fueron por cauces de arroyos muy poblados, en las áreas cercanas a San Javier y Comondú, que hasta la fecha son áreas relativamente fértiles, a pesar de que el proceso de desertización en Baja California ya se había iniciado en aquella época. 122 Barco, op.cit., p. 345. Se refiere del Barco al “Informe del estado de la nueva Cristiandad de California, 1702, y otros documentos” y a varias cartas sobre sus exploraciones a la contracosta de la península. 121

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Píccolo pudo haber exagerado un tanto las bondades del clima y la fertilidad de las tierras de California, pero lo que no puede negarse al jesuita siciliano es su capacidad para generar confianza y simpatía en los naturales, ya que a pesar de haber sido uno de los misioneros que más kilómetros viajó por distintos rumbos de la península teniendo los primeros contactos con aquellos primitivos californios, nunca sufrió en sus viajes agresiones o molestias de parte de los indígenas. Esto lo resumió el misionero en la siguiente expresión: ...Aseguro a Vuestra Reverencia con toda verdad, que yo y los compañeros Juan Bautista Mugazábal y Bartolomé de Robles íbamos caminando por aquellos países jamás vistos entre tanta gentilidad sin el menor recelo, pues me parecía caminar en la provincia de Sonora, con esta diferencia, que por allá iba triste con algunos cuidados, y por acá alegre con mucho consuelo...123 En 1712 muchos indígenas de Cadegomó en la vertiente occidental de la sierra, habían visitado a Píccolo en Mulegé solicitando su presencia, por lo que el padre hizo una expedición con el Paisaje actual de La Purísima de Cadegomó. El lugar capitán y varios indios y encontrado por el padre Píccolo estaba a unos kilómetros al soldados para conocer la norte de éste, en un arroyo paralelo llamado San Gregorio. viabilidad de establecer en el lugar una nueva misión. A poco más de 30 Km. de la costa, el misionero encontró un lugar muy a propósito para la misión, F33 en donde bautizó a muchos niños y entabló En este mapa se encuentran señaladas las misiones de La amistad con los nativos Purísima de Cadegomó con el 1, en donde se asentó de numerosas definitivamente la cabecera en 1734; y La Purísima “vieja” con rancherías, que se el 2, fundada por el padre Píccolo. Adapt. en mapa de Google Earth. mostraban receptivos a las prédicas del padre. El misionero siguió visitando aquel sitio ubicado a los 26°18´44.85” N, y 112° 09´ 45.29” W, al que nombró La Purísima Concepción de la Santísima Virgen, pero la misión se pudo fundar hasta 1717. Por el año de 1734 se cambió a su lugar definitivo a orillas del arroyo La Purísima, llamado en aquel tiempo Santo Tomás, ahora a los 26º 11´30.22” N y 112º 04´ 12.78” W. Los nativos de Kadakaamán, paraje situado a más de 100 Km. al noroeste de Mulegé, también habían ido a solicitar un padre para sus rancherías. El 13 de noviembre de 1716 el padre Píccolo emprendió la jornada desde su misión de Mulegé para ir a reconocer el arroyo de Kadakamán en el valle de San Vicente; los indios cochimíes de aquellos parajes se mostraron muy amistosos y el padre bautizó a 50 niños. Allí se quedó en una choza hasta diciembre, predicando y afirmando su amistad con los indígenas, aunque fue hasta 1728, cuando el padre Juan Bautista Luyando fundó en ese sitio la misión de San Ignacio Kadakaamán. 123

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“Carta del padre Francisco María Píccolo al padre Juan María de...”, Archivo Franciscano, ficha 275, op.cit., h. 6


En relación con este viaje, el 18 de diciembre de 1716 el padre Píccolo escribió una carta al hermano Jaime Bravo, que después sería misionero jesuita, en la que hace un relato interesante sobre una de las fiestas que los cochimíes acostumbraban hacer cada año, y que se menciona enseguida. Supo el misionero que los cochimíes de las rancherías cercanas se reunían en un lugar determinado y construían una choza circular con ramas del monte; desde esa casita despejaban un camino con suficiente anchura para hacer carreras, a lo cual eran muy aficionados; luego traían todas las pieles de los venados que habían cazado en ese año y alfombraban el camino abierto con ellas. Luego entraban a la choza los hombres importantes como los capitanes y hechiceros o doctores, quienes disfrutaban de un banquete de los alimentos que acostumbraban, como carne de venado, pescado, frutas y semillas diversas. Después fumaban en sus pipas un tabaco silvestre con lo que se mareaban un poco. Uno de los hechiceros con su atuendo especial gritaba alabanzas a los cazadores, en tanto que los demás indios corrían por el camino abierto de un extremo a otro, sobre las pieles, mientras que las mujeres cantaban y bailaban dando vuelta al lugar. Poco después, cuando quizá se cansaba el predicador, salían los hombres de la choza y repartían a las mujeres las pieles con las que se vestirían por una temporada, y durante el reparto volvía la fiesta y los festejos124. La anterior es sólo una de las muchas informaciones de tipo etnológico que el padre Píccolo relató y que tienen importancia porque describen elementos culturales de los primitivos californios cuando apenas se daban los primeros contactos entre nativos y europeos, además de que se trata de una hermosa tradición con matices que poseen un evidente valor ético social, pues muestra un aspecto no sólo festivo y de convivencia, sino de un apoyo mutuo en la comunidad. El 17 de julio de 1721, ya casi ciego, por mano del hermano coadjutor Juan Bautista Mugazábal el misionero italiano escribió una carta al padre provincial Alejandro Romano, en la que todavía insistió sobre la necesidad de que se plantaran más misiones en California 125. En su manuscrito, Píccolo agradeció al padre Romano que se hubieran mandado tres misioneros que ya se encontraban en sus nuevas misiones: Jaime Bravo en La Paz, Everardo Helen en Guadalupe e Ignacio María Nápoli quien fundaría la misión de Santiago. Sintiéndose débil para cumplir adecuadamente con sus obligaciones en Loreto, porque estaba ...aguantando el último llamamiento para la otra vida...126, el anciano jesuita informó al provincial que nombraba al padre Clemente Guillén, que tenía a su cargo la misión de Ligüig como su compañero en Loreto, a donde podría agregarse sin problema la escasa población de aquel lugar en donde escaseaba el agua hasta para beber. El deseo postrero de Píccolo nunca se cumpliría, pues Guillén tuvo que irse a fundar la misión de Nuestra Señora de Los Dolores. En su misiva, el padre Píccolo hizo referencia al grave problema de la falta de agua en California, hecho que trasciende hasta el presente, al mencionar que había localizado un aguaje a cuatro leguas de Loreto al cual se refirió diciendo que ...aunque no sea de mucha importancia 124

Barco, op.cit., p. 187. Píccolo, Francisco María. “Carta del padre Francisco María Píccolo al padre provincial Alejandro Romano sobre la necesidad de fundar nuevas misiones [en California], Loreto, 17 de junio de 1721. Archivo Franciscano, ficha 282. 126 Ibíd., hoja 1. 125

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vale mucho en California..., y lo hizo pueblo de visita con el nombre de Santa María de Begoña, en el cual se pudo sembrar grano y obtener cosecha aun en tiempos de crisis por la plaga de la langosta que afectó a otras misiones como San Javier. Píccolo reiteró su insistencia para que se fundaran más misiones entre Loreto y La Paz, y finalmente hizo la petición al provincial para que interviniera ante el padre rector de San Ildefonso a fin de que se ayudara a dos de los pequeños hijos del capitán don Esteban Rodríguez Lorenzo, para que los tuviera de limosna hasta en tanto no se les conseguían becas reales y que mientras, el padre procurador Echeverría diera lo necesario al mencionado rector para la manutención de los dos niños, Píccolo concluyó diciendo que esperaba la respuesta para que, de ser afirmativa, mandar a los niños127. En 1728 el padre Jaime Bravo, de La Paz, fue a Loreto a ayudar al padre Píccolo por encontrarse viejo y enfermo, los males del anciano misionero se fueron acentuando, y el 22 de febrero de 1729 murió a los 79 años, después de una extraordinaria labor en el noroeste de la Nueva España. Tal vez fue el misionero que directa o indirectamente intervino más que ninguno en la fundación de numerosas misiones, cabalgó cientos de kilómetros en diversas entradas al interior de la península y hasta su costa occidental, redujo decenas de rancherías a poblados de varias misiones, proyectó siempre a las autoridades de la época la perspectiva de un futuro mejor para la misión jesuita de California y vio a los indios californios como personas dignas de respeto. Poco conocida, sin embargo, es la trascendencia de la obra del padre Francisco María Píccolo como pionero de los sotanas negras en la península de Baja California, lo que debe ser rectificado.

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El padre Píccolo quiso robustecer su petición alabando a la madre de los niños de quien expresó: ...la señora su madre, esposa del señor capitán, que desde que puso los pies en esta tierra hasta ahora, está ejercitándose en el oficio de enfermera, curando indios e indias en sus rancherías: su casa es un hospital donde concurren los enfermos de muchas misiones con mucha caridad y edificación; enseñando no sólo a coser y bordar a las indias, mas aun a leer...Ibíd., hoja 7.

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7.Ugarte, Juan de, o Juan José El padre Juan de Ugarte nació en 1660 en Tegucigalpa, Honduras, inició su noviciado en el seminario jesuita de Tepotzotlán, estado de México en 1679, y estudió filosofía en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de México en el que fue catedrático de la materia. Aquí conoció a los padres Juan María de Salvatierra y Eusebio Francisco Kino, a quienes se unió en la planeación de las acciones a seguir para la conquista espiritual de California. Ugarte también fue maestro en el colegio de Zacatecas, y llegó a ocupar el cargo de rector en el Colegio de San Gregorio.

F34

Antonio Ponce Aguilar

Pintura del padre Juan de Ugarte.

Poco después de saber que Salvatierra se había embarcado para California en 1697, y con miras a reunir fondos que les ayudaran en su proyecto de irse a plantar misiones en la península, Ugarte fue tesorero del Fondo Piadoso de las Californias habiendo trabajado con entusiasmo en la búsqueda de dinero para levantar después la misión de Loreto. Durante su estancia en México fue nombrado procurador de California, a donde fue posteriormente destinado llegando a Loreto el 19 de marzo de 1700, estuvo como misionero en San Juan Londó y después en San Francisco Javier, en donde F 35 falleció. Francisco Javier Alegre lo llamó “Apóstol, Padre y Atlante de la California”, y Miguel del Barco “hombre en todas líneas grande”.

Ugarte llegó acompañado de una pequeña escolta de soldados el 10 de abril de 1701 a San Javier, lugar que los cochimíes llamaban “Vigge Biaundó”, que significa “Tierras Altas Sobre el Valle o Cañadas”, para sustituir al padre Pícolo que marcharía a México a tratar asuntos de las misiones. La misión había sido fundada en 1699 por este misionero al oeste de Loreto, en plena sierra de La Giganta, apenas arriba de los 25º 50´ N. y 111º 32´ W. (ver F269). Ugarte despidió a sus soldados y quedó solo en un territorio desconocido para él, a pesar de que sabía que en el pasado reciente se habían Paisaje actual de Viggé. manifestado con hostilidad algunos nativos, sobre todo los guamas o doctores de las rancherías indígenas. La obra civilizadora de Ugarte en esta misión fue notoria y representativa de lo que un buen misionero jesuita debía hacer en tierra de gentiles. Tomado de “La obra de los jesuitas”, de Decorme.

Tenía Ugarte poco tiempo de haber llegado a San Javier y aun no dominaba por completo el idioma de los cochimíes, de manera que a la hora de la doctrina, los indios que asistían solían 77


reírse de los errores del misionero. En cierta ocasión llegaron las burlas de los indios al extremo, provocando la desatención de todos los que asistían, por lo que el religioso pensó como algo necesario poner fin a la conducta insolente de los nativos; sabía que una de las pocas cosas que respetaban en los demás era la fuerza física y el valor personal, lo cual se manifestaba en el deporte de la lucha que practicaban entre ellos. Fue así que en un acto de audacia, retó al campeón del grupo que todos temían y respetaban, y que era uno de los más atrevidos del grupo. ¿Quién es el más valiente de todos?, preguntó a los asistentes. Luego que se lo señalaron se acercó a él y, tomándolo del brazo a la altura del bíceps, lo apretó tan fuertemente con los dedos que el indígena tuvo que lanzar un grito de dolor. Vaya, añadió entonces, no es capaz de luchar conmigo quien no puede sufrir un dolor tan ligero.128 El padre Ugarte se daba cuenta que los fracasos que en varias ocasiones se habían tenido en la colonización de California se debían principalmente a la falta de autosuficiencia, sobre todo en alimentos y ropa, por lo que en algunas épocas de sequía, al no tener comida, ayudó a los nativos personalmente y con sus manos a recolectar los alimentos que ellos acostumbraban, práctica que nunca realizaron los demás misioneros y que si se hubiera llevado a cabo planeada y sistemáticamente por los europeos, es muy probable que los habría ayudado subsistir en California en las situaciones difíciles que tantas veces llegaron a presentarse debido a la falta de comida129. El nuevo misionero puso todo su entusiasmo y esfuerzo en enseñar a los indios albañilería, carpintería, el cuidado de animales domésticos, el cultivo del maíz, frijol, trigo, garbanzo, calabaza, melón, sandía, limoneros, naranjos y vid, cuyos primeros sarmientos los mandó traer de la región del Yaqui, en Sonora. Con la ayuda de los naturales construyó la iglesia, y auxiliado de un maestro llamado Antonio Morán traído de Tepic, fabricó ruecas y telares para enseñar a las indias la elaboración de telas. Ugarte conocía la importancia del mezcal tatemado como alimento de los indios, que también era apetecido por los españoles por su agradable sabor, y también que los mezcales de California eran más pequeños que los de Matanchel y otras partes de la Nueva España. Fue por eso que mandó traer de esos lugares el agave para trasplantarlo en su misión de San Javier, de donde muy pronto se fueron llevando plantas a otras misiones. Fue así como con el tiempo, los indios pudieron disfrutar de mezcales de mayor tamaño en su alimentación130. La magnitud de su obra en lo temporal se destaca si se piensa en el trabajo que costaría hoy, con las comodidades y ventajas modernas, conseguir, embarcar y traer pies de cría de ganado mayor y menor, así como semillas y estacas de diversos frutales desde Sonora y Sinaloa, atravesando un mar frecuentemente tempestuoso en el que ocurrían muchos naufragios, hasta la sierra de La Giganta en Baja California donde se encontraba San Javier; eso fue lo que hizo el padre Ugarte 128

Clavijero, Xavier. Historia de la antigua California, p. 110. No hubo misión en California en la que no se haya pasado por épocas de una grave carencia de alimentos, y son varios los casos en que se tuvieron que abandonar misiones y poblados por esa causa, pero por increíble que parezca, los nativos de las rancherías que aún no entraban al progreso civilizador de los europeos nunca fueron descritos por los jesuitas como seres famélicos o al borde de la inanición. 130 En California, el mezcal no se usaba para extraer bebidas alcohólicas, sino que la cabeza que quedaba después de cortarle sus pencas, era tatemada en hoyos con piedras al rojo por el fuego, en los que se ponían las cabezas del mezcal y se cubrían con tierra, cociéndose durante unos dos días cuando menos. 129

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en diciembre de 1702 cuando viajó a Sonora en busca de todo lo indicado. Por otra parte, siempre trató de que los indios tuvieran sus propios terrenos de cultivo para que se beneficiaran con sus productos, así como con la cría de sus animales domésticos como gallinas, cabras y ovejas, costumbre que tal vez pudo haberse generalizado en California, pero la mayoría de los misioneros siempre consideraron a los indios californios perezosos e incapaces de hacerse responsables del cuidado y explotación de tierras y animales domésticos. El nuevo misionero levantó en la cabecera de la misión dos pequeñas escuelas para niños y niñas, además de un hospital, lo que da una idea de su obra civilizadora. La prioridad en todos los misioneros jesuitas de California era localizar lugares con suficiente agua para establecer pueblos como visita de la misión más cercana, de la cual dependieran. Por aquel tiempo, el padre Juan María Salvatierra descubrió en la sierra de La Giganta un arroyo con abundante agua al que llamó San Ignacio131, y más o menos por el mismo tiempo, supo de la existencia del mismo arroyo el padre Ugarte, quien salió en su búsqueda desde un pueblo de visita de su misión llamado Santa Rosalía. Llegó al arroyo no sin vencer algunas dificultades, pues tuvo que arreglar una bajada muy escabrosa, y de inmediato empezó a reunir a los gentiles de varias rancherías vecinas, y a formar un pueblo, para lo cual se ayudó con los indios cristianizados que iban con él.

Antonio Ponce Aguilar

Estando ocupado en formar el nuevo pueblo, Ugarte supo que el padre Salvatierra se encontraba haciendo algo semejante apenas a unos tres kilómetros río arriba. Poco después se encontraron los dos misioneros, se abrazaron efusivamente, y después de platicar de sus proyectos estuvieron de acuerdo en seguir cada quien con su trabajo. El poblado que formó Ugarte se llamó San Miguel y el de Salvatierra San Ignacio. El arroyo fue nombrado después San José, cuando en 1737 se cambió la misión de San José de Comondú Antiguo o Viejo al poblado de San Ignacio, F36 Paisaje en San José de Comondú, llamado San Ignacio por el padre Salvatierra. Se encuentra apenas al norte de San Miguel de Comondú.

que desde entonces se empezó a conocer como San José de Comondú (ver F 26, 27), e igual el arroyo.

Tenía Ugarte poco tiempo de llegado a San Javier, y en una ocasión en que regresaba de Loreto a su misión en plena sierra de La Giganta, montado en su mula, vio cerca de la vereda un león de montaña o puma que dormitaba. El misionero se apeó y se acercó con cuidado, tomó una pesada piedra que estaba a la mano y la lanzó con toda su fuerza al animal, que cayó aturdido al suelo, 131

En la p. 254 de su obra, Miguel del Barco dice que el arroyo al que llegó Salvatierra estaba al poniente de San Juan Bautista Londó, lo cual no coincide con el sitio en que quedarían San José y San Miguel de Comondú, pues ambos poblados están unos 30 kilómetros al suroeste del referido paraje de Londó.

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cuando intentaba pararse le tiró otra a la cabeza y lo mató. El siguiente problema fue cómo cargar el felino muerto en la mula, para lo cual arrastró como pudo su pesado cuerpo hasta una peña, acercó su bestia, y así pudo subirlo en ancas y amarrarlo, aunque con grandes dificultades por la resistencia que ofrecía la mula para aceptar aquella desagradable carga132. Finalmente, cabalgando la mula que corcoveaba y se resistía a la voluntad del jinete, llegó a San Javier en donde los indios vieron con admiración que el padre había matado el león. En aquella época, y puede decirse que hasta el tiempo presente en los ranchos de la sierra, los leones causaban estragos en el ganado de las misiones de la serranía, y las crías y animales viejos de bestias caballares y de vacunos sufrían estragos por los frecuentes ataques del temible predador. La situación era crítica para los misioneros porque los indios no mataban al chimbiká, como llamaban al puma, y los rebaños frecuentemente disminuían en lugar de aumentar, debido a que estos animales nunca eran cazados por los nativos, quienes creían que quien matara un león no tardaría en morir al vengarse su espíritu del cazador. Los misioneros habían fracasado en su intento por convencer a los naturales de que cazaran al temido puma, pero ahora, al ver a Ugarte con el chimbiká muerto y que no le ocurría ningún daño, poco a poco se fueron animando a cazarlo. Aprovechando esa situación, el misionero ofreció de recompensa un toro de los rebaños de la misión, al que le trajera la piel y grasa de un león que hubieran cazado, costumbre que después se hizo extensiva a las demás misiones, y así muy pronto los indios mataron sin temor los leones que asolaban el ganado, y se acostumbraron a comer su carne y a usar su grasa que, según decían, era útil para curar las mataduras 133 de las bestias de carga y silla. Ugarte siempre mostró interés por conocer la historia de los naturales, le gustaba escuchar sus relatos y como ejemplo de ello cabe aquí mencionar lo siguiente. Estando en un poblado llamado Santa Rosalía, perteneciente a su misión de San Javier, tuvo conocimiento por unos gentiles que venían del oeste, que en una ranchería cercana a la playa tenían unas vasijas semejante a las que habían visto allí en Santa Rosalía, que se usaban para cocer el pozole. Las tinajas a que se referían los nativos eran de cobre, por lo cual se despertó el interés de Ugarte por saber algo sobre el origen de aquellos recipientes. Para investigar de qué se trataba, mandó al hermano Juan Bautista Mugazábal, que aun era seglar y acompañaba al misionero, con algunos indios cristianos y los gentiles hasta la tierra de éstos a más de 80 kilómetros de distancia, en búsqueda de los misteriosos recipientes. Mugazábal tuvo que hacerles algunos regalos a los nativos para que le enseñaran dónde estaban enterradas las tinajas, las cuales causaban temor a los indios por creer que les producían extrañas enfermedades. Los cristianos de Mugazábal las desenterraron y fueron llevadas al padre Ugarte, quien al verlas, dedujo que por alguna razón, alguna nave como el Galeón de Filipinas las había dejado en tierra. Algunos de los recipientes fueron usados en la misión para hacer vino. En marzo de 1703 viajó Ugarte a la costa occidental de la península acompañado de algunos soldados e indios, tratando de localizar tierras con agua y leña, y en mayo volvió esta vez rumbo al noroeste, pero sin buenos resultados. 132 133

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Barco, op.cit., pp. 217, 218. Las mataduras son lesiones que se forman en las bestias de carga y silla por el roce de los aparejos.


El 1º de octubre de 1704 el padre Juan María Salvatierra, encargado de las misiones de California, se embarcó para Matanchel, de allí se fue a Guadalajara y finalmente a México a tratar los asuntos más urgentes, pero habiendo muerto por ese tiempo el padre provincial de los jesuitas, se encontró en el sobre sucesorio que el puesto le correspondía a Salvatierra. Fue por eso que durante algún tiempo, el padre Ugarte estuvo al frente de las misiones de California mientras regresaba de México el padre Juan María, lo cual ocurrió el 3 de diciembre de 1706. El 26 de noviembre de 1706, acatando una orden de su padre provincial, inició Ugarte una nueva expedición hacia la costa occidental de la Península, acompañado por 40 guerreros yaquis de la costa sonorense, algunos indios californios, doce soldados y el capitán de Loreto en busca de un puerto al que pudiera llegar al galeón de Manila en sus prolongados viajes desde las Islas Filipinas hasta Acapulco. En un recorrido de unos 50 kilómetros por la costa no encontró ningún lugar con agua y leña suficientes que ofreciera abrigo a las embarcaciones, la falta de pasto dificultaba el mantenimiento de la caballada y tuvo que regresar a Loreto a los 15 días de haber salido. Sin embargo, a su regreso encontró a unos nueve kilómetros al sur de la antigua misión de San Francisco Javier, un lugar con más y mejor agua, por lo que se hizo el cambio al nuevo paraje. San Javier, pues, se trasladó al lugar llamado San Pablo, y fue allí donde en 1744, el padre Miguel del Barco construyó el edificio que hoy se reconoce como una joya arquitectónica. Allí se quedó Ugarte con los yaquis, quienes bajo su dirección y después de que se trajera herramienta como azadones, hachas y barretas hicieron una presa y canales, lo que permitió la siembra de granos y frutales. A principios de 1708, Ugarte junto con los padres Salvatierra y Julián de Mayorga, viajó al lugar llamado Comondú, a unos 75 kilómetros al noroeste de Loreto en la sierra de La Giganta. Allí permaneció con los otros dos misioneros por algún tiempo, ayudando al padre Mayorga en todo lo necesario para la fundación de una nueva misión, la cual llevó el nombre de San José de Comondú. Poco después a éste paraje se le empezó a llamar Comondú Antiguo o Comondú Viejo, por haberse cambiado la misión en 1737 al poblado fundado por Salvatierra con el nombre de San Ignacio, un poco al sur, de lo que se habló en párrafos anteriores (ver F26-F27). Muerto el Padre de Salvatierra en 1717, Juan de Ugarte fue nombrado superior de la California. Compartía el misionero con sus superiores la esperanza de encontrar un puerto que ofreciera abrigo y sirviera de escala al Galeón de Manila, por lo que en 1719 ordenó al padre Clemente Guillén que, acompañado de algunos soldados e indios saliera hacia la costa occidental del Océano Pacífico, llamado entonces Mar del Sur, para localizar el lugar más adecuado. Aunque en ese viaje se reconoció lo que después se llamó Bahía Magdalena, la falta de agua y leña en los alrededores les hizo dictaminar la inutilidad del lugar como puerto. Ugarte llevó a cabo una de las exploraciones más importantes por el Golfo de California hasta las bocas del río Colorado en un viaje que hizo en 1721, con el mismo propósito general que se tenía en ese tipo de salidas: conocer las posibilidades de establecer misiones y puertos en algún lugar hacia el norte de California, hacer una demarcación cuidadosa de los litorales e islas del golfo, y aumentar las pocas informaciones que se tenían de los nativos que vivían más allá de San Ignacio. Además de lo anterior, la insularidad de California era considerada por importantes geógrafos de la época como un hecho, y el Estrecho de Anián una probable comunicación marítima entre el Mar del Sur y el Atlántico, conforme el parecer de algunos, o con el Golfo de 81


California según otros. Cabe aclarar que el padre Jaime Bravo, quien fuera procurador de las misiones de California, fue uno de los que creían en la existencia de esa comunicación marítima entre el Golfo de California y el Pacífico.

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Mapa hecho en 1656 por un cartógrafo francés. Al Golfo de California le llama Mar Bermejo, y al norte se observa su comunicación con el Océano Pacífico o Mar del Sur, por lo que se consideraba el Estrecho de Anián.

En 1717 se llevó a cabo una reunión en la ciudad de México en la que estuvieron las principales autoridades de la Compañía de Jesús134, quienes determinaron que se hiciera un viaje por el Golfo de California, por lo que en carta del 27 de septiembre de ese año, el padre provincial Gaspar Rodero comunicó a Ugarte que sería él quien debería hacer el viaje de exploración. Mientras esto sucedía en la ciudad de México, en el sur de la península azotaba un huracán que inundó los campos y poblados, y el padre Ugarte se salvó en esa ocasión gracias a haber permanecido en lo alto de una peña por más de 24 horas, hasta que bajó el nivel del agua.

Para llevar a cabo la magna empresa, el problema inicial por resolver era contar con un barco fuerte y confiable, pues la lancha “San Xavier” llevaba veintidós años en el servicio, y según el contramaestre que estaba a su mando, era un verdadero peligro navegarla por lo que él ya no se atrevía a hacerse a la mar en el vetusto navío. El marqués de Valero, virrey de la Nueva España, ordenó que se comprara una balandra de un particular que se encontraba en aguas del Golfo de California, pagando cuatro mil pesos, pero resultó que el navío estaba en pésimas condiciones; por otra parte, pensar en ordenar la construcción de un barco en Matanchel o algún otro puerto no era conveniente, pues se tardaría unos dos años en su construcción y a un costo elevadísimo. Las razones anteriores determinaron que Ugarte decidiera construir una balandra en California, según lo expresó después en la carta dirigida al padre procurador José de Echeverría, que decía en parte: ...por otro lado, me determiné a fabricarlo en la tierra, pues la obligación de mi oficio debía procurar el socorro de los padres y el alivio del presidio, me animó el tener un maestro de la Europa que aunque no había ejercitado ese oficio en Las Indias, lo había profesado en su tierra.

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Asistieron a la junta el padre provincial Gaspar Rodero; el procurador de los jesuitas en México Alejandro Romano y el padre Jaime Bravo, procurador en California. “Relación que hace el padre Juan de Ugarte al padre Procurador José de Echeverría, sobre el descubrimiento del Golfo de California o Mar Lauretano a bordo de la balandra `El Triunfo de la Cruz´ construida en California: San Pablo, 12 enero 1722”. Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano. No. De Ficha 287.

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Tenía noticias que hacia el norte sesenta leguas de esta misión había maderas, y pasando en persona con el maestro a reconocer si eran a propósito, diciendo al verlas que no podían mejorarse pasé luego al corte, y aunque al principio fue el ánimo fabricar una lancha por la brevedad y menor costo, pero al ver la bondad de las maderas y que no había esperanza próxima de otro barco grande para las conducciones de ganado y bestias, y transporte del situado y memorias que en una lancha, no hay buque para todo esto si no es en diversos viajes, resolví con el maestro hacer de una vez la embarcación del tamaño y forma que se necesitaba…135 F38

Eduardo Silvestre Ponce Trujillo

Queda claro que Ugarte se vio tentado a construir una embarcación pequeña, lo que de momento hubiera facilitado más las cosas, pero pensando que era indispensable una embarcación grande y fuerte para transportar de Sonora y Sinaloa no sólo provisiones, sino ganado y bestias, se decidió por un barco que pudiera dar ese servicio a las misiones de California. La distancia que había desde donde estaban los árboles maderables llamados guáribos136 hasta el río y playa de Mulegé, donde se habría de construir la embarcación, era de unos 47 kilómetros, y para llegar al lugar se tenían que sacar los pesados maderos de profundas barrancas, y ya encaminados, vencer el obstáculo de dos sierras escarpadas antes de llegar a Mulegé.

El audaz misionero salió de Loreto en septiembre de 1720 hacia la región de Guadalupe Guasinapí, en donde estaban los árboles que le habían reportado los nativos. A pesar de las dificultades, Ugarte, ayudado por algunos Tronco de guáribo en indios incluyendo sierra de Guadalupe. gentiles de la región y tres “de la otra banda”137, el maestro en construcción naval traído de tierra firme, algunos indios cristianos, y bueyes y bestias de su misión de San Javier, logró F 39 allanar improvisadamente un camino desde Guadalupe F 39 hasta Mulegé, se acampó cuatro meses en una cabaña de carrizos mientras duraba el corte de los guáribos o Paisaje de la Sierra de Guadalupe. guaribos, y finalmente logró que se transportara la Eduardo S. Ponce Trujillo. madera hasta donde se fabricaría la balandra.

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Ugarte, op.cit.. Es el árbol más grande que existe en toda la península (Populos monticola, familia de las salicáceas), parecido en lo externo al álamo blanco, pero de mucha más dureza y peso. Existía en Guadalupe Guasinapí y cerca de Puerto Escondido, en los barrancos que hay entre la sierra, actualmente todavía quedan algunos. 137 De la costa de la Pimería o Sinaloa. 136

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Aquí vale la pena resaltar la calidad humana del padre Ugarte, sobre todo si se toman en cuenta las descalificaciones que con frecuencia hicieron algunos misioneros al referirse a los nativos, a quienes consideraban demasiado perezosos. Para comprender esto, basta leer parte de la misiva que envió al procurador Echeverría en la que dice: ...Y procurando tener bien comidos a los que trabajaban, pues entre naturales y oficiales de la otra banda gasté de mi misión doscientas reses. Acabado con el corte arriba, me bajé a la playa a vivir debajo de una ramada de mangles, mientras duraba la fábrica. Ese año no vino memoria [provisiones y ayuda que llegaban por barco de la Nueva España] para el almacén. Como Vuestra Reverencia sabe, no hubo una vara de género, ni una libra de chocolate, ni de azúcar, ni de panocha o piloncillo; y era preciso a los que trabajaban en la fábrica asistirles con algún socorro. Para eso llevé de mi misión lo que me habían traído de México para el desayuno ordinario, y de un poco de cacao que el padre Francisco de Peralta, misionero entonces de Raun me envió de limosna. Hice labrar un poco de chocolate que con otras dos arrobas que me dio un padre misionero ...y el piloncillo o panocha que se había hecho en San Miguel y en San Pablo, se llevó todo para racionarlos y no por cuenta de su trabajo sino por pura gratitud del buen ánimo y empeño con que trabajaron, porque se acabase breve la obra, y por ese título de gratitud, se les daba también a todos, el vino y el aguardiente cosecha de esta misión de San Pablo, en que al precio regular, hacían la cuenta de cerca de dos mil pesos, porque a quien trabaja recio, no se le puede escasear el alivio de este agasajo....138 Conforme a lo dicho, podemos imaginar al buen padre, al final de una pesada jornada de trabajo en la que se habían arrastrado y cortado los pesados troncos, dándoles a los indios y oficiales no sólo carne y algún postre como piloncillo o chocolate, sino su trago de vino o aguardiente, con gratitud por el esfuerzo realizado. Terminada la construcción del navío, lo bendijo el padre Francisco María Pícolo el día del Triunfo de la Santa Cruz, 17 de julio de 1720, y se echó al agua el día de la Exaltación de la Santa Cruz, 14 de septiembre del mismo año139. Un año había transcurrido desde que Ugarte había salido de Loreto hacia el norte para iniciar el corte de los guáribos, entre las burlas de muchos que decían: “Que nos quemen con las astillas del barco que se construya en California”, pero ahora, llenos de asombro, aquellos escépticos vieron entrar a la bahía la garbosa balandra. Tal vez nadie pensó entonces que “El Triunfo de la Cruz”, nombre que se le dio a la embarcación, serviría a las misiones en 120 travesías durante 50 años.

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Ugarte, Juan. Relación que hace el padre Juan de Ugarte al padre procurador José de Echeverría sobre el descubrimiento del Golfo de California o Mar Lauretano a bordo de la balandra “El Triunfo de la Cruz” construida en California: San Pablo, 12 enero 1722. hoja 4. Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano (4/53.1, f. 116v), ficha 287. 139 Hay una confusión en la fecha en la que fue botada al agua la balandra de Ugarte, ya que Clavijero, posiblemente basándose en Venegas, señala que el hecho sucedió el 14 de septiembre de 1719, (p. 143 de Historia de la Antigua California, Francisco Xavier Clavijero), pero Miguel del Barco corrige y señala que fue el 14 de septiembre de 1720. (p. 405, Historia natural y crónica de California, Miguel del Barco). Sin embargo, en la nota 142 de la p. 335 del libro antes mencionado, se dice que la balandra fue botada al agua el 14 de septiembre de 1719.

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El 1º de noviembre de 1720, por órdenes del padre Salvatierra, Ugarte estrenó su balandra haciendo un viaje de Loreto a La Paz acompañado del padre Jaime Bravo, con el propósito de fundar una misión en ese lugar. Antes de hacer este viaje, dispuso Ugarte que el padre Everardo Helen saliera para Guasinapí a fin de plantar una misión, lo que se hizo a fines de 1720. Los indios guaycuras de la región de La Paz tenían malos recuerdos de los españoles después de que en 1683, el almirante Isidro Atondo y Antillón, quien había llegado para fundar una colonia, disparó un cañonazo contra un grupo de nativos de los cuales murieron 12 ó 13, y principalmente a eso se debía que los intentos del padre Salvatierra por evangelizar a los nativos de la etnia guaycura hubieran fracasado. Esta vez, el buen trato de los dos misioneros a los naturales facilitó el establecimiento de la nueva misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz el 3 de noviembre de 1720, en donde quedó a cargo el padre Bravo. A fines de enero de 1721, Ugarte regresó a Loreto después de haber permanecido en La Paz tres meses. Por aquel tiempo, el virrey de la Nueva España marqués de Valero ordenó al padre Ugarte que le confirmara la calidad de unas vetas metálicas que se encontraban al norte de Loreto, por lo que el misionero mandó hacer la investigación al soldado Fermín Téllez a fin de dar cumplimiento a la orden del gobernante. En la carta en que Ugarte se dirigió al marqués de Valero acusando recibo de su disposición, fechada en Loreto el 15 de marzo de 1721, se ocupó detalladamente de su viaje con el padre Bravo a La Paz, relato en el que se reflejan aspectos de la personalidad del misioneros que confirman tanto su valor personal como su percepción humanista de la cultura indígena. En una parte de la misiva Ugarte expresó: ...pasé primero por las islas intermedias de los pericúes, enemigos capitales de los de tierra firme y de nuestras armas, castigados pocos años ha por algunos excesos todos excusables, por ser motivados así de los de tierra firme, como de los del buceo, y estando exasperados, aunque se hiciese pie en La Paz, no se pudiera socorrer con facilidad y sin peligro teniéndolos por enemigos, pues quienes mataron a todos los de una lancha con buzos y cabos de buceo, más fácilmente acabarán con cuatro o seis indios que podían enviarse en una canoa. Determiné por eso pasar por sus islas para amistarlos, y para eso fui sin soldados, porque ni en las islas ni en tierra firme pudiera ser bien visto, si me viera con gente de armas, como lo mostró el efecto, porque a la primera visita de soldados de quienes en tiempo del Almirante Otondo recibieron el golpe, y en nuestro tiempo el castigo de sus excesos, no sería bien visto ni darían lugar a que se les tratare de paces. No por eso dejé de llevar armas, las correspondientes a los marineros que iban, para que en caso de alguna defensa se valiesen de ellas…140 De lo expresado por el padre Ugarte se advierte en él un temple valeroso y decidido al atreverse a penetrar en el territorio de los guaycuras y pericúes, que ya habían dado muestra de lo que eran 140

Ugarte, Juan. Carta del padre Juan de Ugarte al virrey marqués de Valero sobre la fundación de una misión en el puerto de La Paz: Loreto, 15 marzo 1721. Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano (3/48.4 f. 5-6 v.), hoja 1, ficha 281.

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capaces, sin el acompañamiento de soldados y un mayor número de hombres; y al referirse a los “excesos” de los nativos, advierte que eran excusables debido a las agresiones que les habían hecho los buzos y soldados que llegaban a su territorio procedentes de tierra firme. La labor de Ugarte y Bravo en los primeros días en La Paz fue de gran importancia, pues desmontaron el espacio en que establecerían la misión en una superficie de 200 varas en cuadro, y en el área desmontada hicieron una trinchera de 20 varas por lado en una esquina, ayudándose con mezquites que cortaron cerca del lugar, hicieron cabañas para los marineros e indios amigos, un almacén de troncos de palma techada con hojas de la misma, y dos campanas a su puerta. Tan importante como lo mencionado, fue el convencimiento que el misionero logró con los pericúes para que entendieran que pronto los visitarían los guaycuras, sus enemigos de toda la vida, pero que ahora deberían ser amigos y olvidar sus odios ancestrales. Cuando inevitablemente los guaycuras llegaron al campamento o real de los españoles, también fueron convencidos por el misionero de que les convenía llevarse pacíficamente con sus antiguos enemigos, el padre Jaime Bravo apadrinó a los guaycuras y Ugarte a los pericúes isleños; fue tan completo el éxito de la acción pacifista de los dos misioneros que al poco tiempo los pericúes regalaron a los guaycuras pescados que trajeron de sus islas, mientras que estos correspondieron obsequiando a los isleños cueros de venado. Después de tres meses de haber llegado a La Paz, convencido de que la conducta pacífica entre guaycuras y pericúes era auténtica, el padre Juan de Ugarte regresó a Loreto dejando de compañía al padre Jaime Bravo sólo dos chinos y un mulato como sirviente, así como 5 indios amigos de Loreto. Estando en esta misión, Ugarte recibió la visita de nueve indios pericúes isleños y una mujer que llegaron en una canoa a visitarlo, el misionero los agasajó lo mejor que pudo y platicó con ellos largamente, sobre todo pensando en su futura conversión religiosa, y se despidió cariñosamente. Algún tiempo después, los indios volvieron a la misión de Malibet, según escribe Ugarte, que debe haber sido San Juan Bautista Malibat o Liguig, a unos 32 kilómetros al sur de Loreto (ver mapa p. 96). Los pericúes preguntaron por el padre, por lo que se envió un correo a Loreto para avisarle, el misionero contestó que luego iría a buscarlos, y véase como relata lo sucedido: …Se tardó el papel siete días por contingencia, y ellos se habían vuelto, porque el recelo de que en dicha misión les habían muerto siete compañeros, no se fiaban de quedarse en tierra a esperar. ….Al tercer día por la mañana llegué por mar en una canoa con cuatro indios, porque fue mi ánimo si no los encontrase allí, pasar a sus islas, porque a los gentiles es necesario serles muy fieles y puntuales en lo que se les promete y dice. Porque de la puntualidad y verdad en estas cosas visibles vengan en conocimiento de la verdad de las invisibles…141 Lo que el misionero expresaba implícitamente era que si a los indios se les mentía o incumplía en los asuntos concretos y objetivos, no habría credibilidad para lo que se refiriera a asuntos abstractos, como los de la fe.

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Ibíd., hoja 3.


Antes de salir al río Colorado, Ugarte dio instrucciones al padre Ignacio María Nápoli, recién llegado a California, para que tan pronto como llegaran provisiones suficientes se fuera a La Paz, y de allí al puerto de Las Palmas para plantar una nueva misión, lo cual se hizo no sin sortear graves peligros con los nativos. El viaje de “El Triunfo de la Cruz” al río Colorado se dispuso para principios de mayo de 1721; la balandra142 se acompañaría de una pequeña embarcación llamada “Santa Bárbara”, de dos varas143 de boca y once de quilla, sin cubierta y ligera, en la que se tendría menos peligro al reconocer los bajos por los cuales sería difícil la navegación de la balandra grande, además de facilitar la aproximación a la costa en mares poco profundos; con el mismo objeto y para usarse en emergencias, se llevaba a bordo una lancha grande. En la embarcación pequeña iban dos chinos144, un indio de la otra banda145 y cinco californios, el mayor de los cuales tendría veinte años. En “El Triunfo de la Cruz” iban veintiuna personas, incluyendo al padre Juan de Ugarte, el piloto inglés Guillermo Stratford y 13 californios. Llevaban diez costales de harina de maíz con los que había cooperado el padre Felipe López, un tercio 146 de harina que Ugarte había reservado para el viaje y que le había mandado el padre visitador Fernando Vaierca, y otros dos tercios de harina enviados por el padre Francisco María Pícolo. Con los tres tercios de la harina recibida se hicieron biscochos para el viaje. Finalmente, se contaba con seis tercios de carne y dos de frijoles, lo que hacía toda la carga de alimentos que llevaban para consumirse en el viaje. Los padres Pedro Reinaldos147 de Tórim y Pedro Cordero148 de Bácum149 le habían escrito a Ugarte que les avisara qué necesitaba para el viaje con el fin de aviarlo adecuadamente, además de la generosa oferta de otro misionero de la Pimería150, Luis María Gallardi151, que le proporcionaría trigo, harina y carne, por lo que al zarpar a su destino “El Triunfo de la Cruz”, no se llevaba una gran cantidad de provisiones, por tener la seguridad de que podrían recoger lo ofrecido por los jesuitas de la Pimería en la costa sonorense. Por dificultades logísticas y de otro tipo, el padre Juan se daría cuenta más tarde que la ayuda de los misioneros sonorenses de Pimería no sería tan fácil ni tan generosa como él se había imaginado, lo cual costó a los expedicionarios una buena cantidad de tiempo y esfuerzo no calculados para la realización del viaje, y provocaría graves riesgos que pudieron transformar la expedición en un verdadero desastre. 142

Embarcación pequeña con un solo palo y cubierta. Medida antigua de longitud que en México equivalía aproximadamente de 0.838 m.. 144 Es posible que hayan sido filipinos, a quienes en la Nueva España se les llamaba chinos. 145 La otra banda era la expresión usada para designar la costa occidental de la Nueva España. 146 El tercio era la mitad de la carga de una mula. En México, 73.6 Kg.. 147 Misionero jesuita nacido en San Luis Potosí en 1679, y fallecido en la antigua misión de Tórim, en el actual estado de Sonora, el 17 de septiembre de 1737. 148 Nació en Guadalajara, México, en 1678. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1693. Muere en Bácum el 10 de abril de 1723] 149 Bácum y Tórim eran dos misiones jesuitas situadas al sureste y cerca de lo que hoy es Guaymas,. 150 La Pimería Alta era un extenso territorio que se ubicaba al noroeste del actual estado de Sonora, limitando al norte con el río Gila en lo que hoy es Arizona, y al sur con el Magdalena. 151 Misionero jesuita de origen italiano que por el año de 1720 estaba a cargo de la misión de Caborca. 143

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Ruta aproximada de la exploración marítima del padre Juan de Ugarte en su viaje a la desembocadura del Río Colorado. De color verde la ida, de rojo el regreso. 1 Loreto. 2 Mulegé. 3 Puerto de los Seris, posiblemente la llamada Bahía de San Juan Bautista en el mapa de Kino de 1701. 4 Isla Tiburón. 5 Desemboque. 6 Caborca. 7 Río Magdalena. 8 Dunas en la costa noroeste de Pimería. 9 Bocas del Río Colorado. 10 San Felipe. 11 Canal marítimo de Salsipuedes. 12. Isla San Esteban. Adaptación de A.P.A. sobre mapa de Google Earth.

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Por ser el viaje de Ugarte hasta la desembocadura del Colorado una de las expediciones marítimas más importantes durante la etapa jesuítica en Baja California, se relata enseguida lo sucedido, tomando como referencia básica lo informado por el misionero explorador al padre procurador José de Echeverría, en su Relación del descubrimiento del Golfo de California o Mar Lauretano, así como lo expresado por Miguel del Barco en su Historia Natural y crónica de la antigua California, y la Historia natural de la Antigua o Baja California, de Francisco Xavier Clavijero, además, han sido fuente importante los datos del piloto Guillermo Stratford, que años después y en relación con otro viaje, escribió su propia versión sobre parte de lo acontecido en la famosa exploración. El 15 de mayo de 1721 salieron de Loreto las dos embarcaciones con rumbo norte, integradas las tripulaciones como ya se indicó en párrafo anterior, y al pasar frente a las costas de Mulegé se detuvieron brevemente para que el padre Sebastián de Sistiaga a cargo de la misión, subiera a bordo para despedirse de los expedicionarios. De allí navegaron hacia la costa de la Pimería, casi directamente al norte, y después de cinco días de navegación desembarcaron en el puerto que Ugarte llamó de los Seris152, opuesto a la Isla de Tiburón, antes llamada San Agustín. Se transcribe lo expresado por Ugarte para aclarar la confusión que existe entre algunos historiadores sobre el lugar al que primero llegó la expedición: …Salinos pues de Loreto a quince de mayo y pasando por Mulegé a donde dimos fondo sin saltar en tierra vino el padre reverendo Sebastián de Sistiaga a bordo, despidiéndome de Su Reverencia nos levamos tirando a atravesar a la otra banda al Puerto de los Seris, a donde llegamos después de cinco días de navegación…153 La intención de Ugarte era recoger los víveres prometidos por el F41 misionero de Pimería, para lo cual tendría que enviarle una carta diciéndole que ya estaba en la playa, en espera de las provisiones; además deberían hacer aguada154, y aunque esto pareciera un trabajo sencillo, el misionero y sus marineros tropezaron desde aquí con serios problemas que enseguida se irán relatando. Los expedicionarios desde la embarcación vieron cómo un indio solitario apareció en la playa con una cruz que clavó en la arena. Ante tan buena señal los marineros desembarcaron, recogieron la cruz y llamaron al nativo con señales amistosas, lo que hizo que luego se aproximaran muchos naturales 152

Indio seri en la actualidad. Cortesía

de “The

University of Arizona Press”.

El padre Javier Clavijero llama Santa Sabina al Puerto de los Seris mencionado por Ugarte, pero Santa Sabina es el nombre que se daba al actual Puerto Libertad, más al norte. Frente a éste no hay ni la isla ni el canal que menciona el padre Ugarte, por lo que el referido Puerto de los Seris debe haber sido un lugar muy próximo a lo que después se llamó Bahía Kino, y la Isla de los Seris la que después se llamó Isla de Tiburón. 153 Ugarte, “Relación que hace…”, op.cit., h. 6. 154 La expresión “hacer aguada” significaba las maniobras y acciones necesarias que llevaban a cabo los tripulantes de una embarcación para proveerse de agua y subirla al barco.

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que habían permanecido escondidos. Dos de ellos se embarcaron en la canoa, y se presentaron ante Ugarte, quien les entregó la carta para que fuera llevada al misionero de Pimería (ver F10). Para asegurar la entrega, antes de despachar a los improvisados correos el jesuita les pagó adelantadamente con un poco de sayal, y al día siguiente desembarcó para dirigir las actividades del aprovisionamiento del agua, que tendría que ser traída por los indios a la playa desde más de una legua de distancia. En una mañana todas las vasijas fueron llenadas por los indios, quienes acarrearon el líquido desde los distantes pozos en sus propios cántaros pendientes de un palo atravesado al hombro. Ugarte gratificó a los indios con navajas, tabaco y sal, por el trabajo realizado. Dos de los seris acompañaron a Ugarte de regreso a la balandra, y lo invitaron para que fuera a la isla que habitaban a visitar a sus parientes. Aceptó de buena gana el misionero, aunque tuvo que desembarcar a los dos nativos debido a que se marearon con los vaivenes de la embarcación, y prefirieron ir en sus propias balsas. Al siguiente día los expedicionarios se encontraron en un bajial, entre la isla y tierra firme; unos cincuenta indios estaban en la playa y dos de ellos abordaron su balsilla y navegaron hacia la balandra, subieron a bordo y por señas, se comunicaron con el padre Ugarte. Los nativos le hicieron saber que el canal por el que tendrían que seguir era muy zigzagueante, el que parecía jefe le dio instrucciones al indio que se quedaría a bordo sobre cómo habría de guiar la navegación, y él se fue en su balsilla a reunirse con sus compañeros para dirigirse al norte de la isla en donde se localizaba un aguaje 155. Todavía en la actualidad, una de las pocas y pequeñas áreas verdes de la isla está en su extremo norte. Algunos marineros y el piloto Stratford se fueron entonces en la canoa, para guiar a la balandra por los bajiales del canal temerosos de que pudiera encallar. Al siguiente día, el piloto decidió irse en busca del desemboque del canal, para lo cual se proveyó de los bastimentos necesarios considerando la posibilidad de que la búsqueda le llevara varios días. A pesar de las precauciones tomadas por los marineros de la balandra, ésta se varó por la proa y sólo después de muchos esfuerzos los marineros lograron sacarla a flote. Poco después llegó la balandrilla “Santa Bárbara”, que también se fue por delante tratando de encontrar el rumbo con mayor profundidad por el que pudiera seguir la embarcación grande. Finalmente, después de tres días de penosa y lenta navegación, a las ocho de la mañana pudieron salir del difícil canal. Los seris de la isla se opusieron inicialmente al desembarco de los marineros, pero pronto fueron convencidos por los dos nativos que habían hecho la invitación a Ugarte, diciéndoles que en la embarcación grande venía “el padre”, por lo que no sólo permitieron a los de la “Santa Bárbara” desembarcar, sino que condujeron a los marineros al aguaje. Ugarte no se decidía a saltar a tierra por las graves dolencias que padecía, las cuales contrajo al hacer la primera aguada y haberse mojado pies y ropa156, pero ayudado por los marineros, el misionero pudo desembarcar y ya en la playa, alojado en una cabaña, recibió la visita de los nativos que en dos filas, una de hombres y otra de mujeres, se aproximaron para recibir el saludo, lo cual consistía en que el misionero les ponía la mano sobre la cabeza en forma cariñosa. Poco después, a petición de los indios bautizó a unos cuarenta niños, no así a los adultos, a quienes 155

La mención que se hace varias veces de un canal zigzagueante entre la isla y tierra firme confirma que se trataba de la Isla de Tiburón y el canal que queda entre aquélla y tierra firme. 156 ...Aquella humedad y frialdad me causó tan grave dolor en la cintura, que ni parado, ni sentado, ni aun acostado podía estar sin grave tormento...Ugarte, “Relación…”, op.cit., hoja 9.

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recomendó que primero pidieran en el pueblo más cercano llamado El Pópulo157, la ayuda de un catequista que les enseñara la doctrina, lo cual era indispensable para que pudieran ser bautizados. Ugarte había recibido una carta de la Pimería, en la cual el padre Luis María Gallardi le daba las señas para llegar a Caborca. Para ello, deberían navegar hasta la desembocadura del río Caborca o Magdalena, después de pasar frente a una zona de médanos y dos ensenadas (ver F 40). Según el escrito, en esa región en cualquier parte que se excavase un pozo se encontraría agua sin gran trabajo. Ugarte despachó por delante la balandrilla “Santa Bárbara”, y al día siguiente salió en “El Triunfo de la Cruz”. Después de tres días de navegar con viento favorable, llegaron a los médanos y en una playa cercana anclaron, con el fin de no rebasar a los de la balandrilla y buscar agua. Para esto, mandó el misionero a dos marineros en búsqueda de un aguaje y explorar los alrededores. Al siguiente día regresaron con un bule lleno de agua turbia, la habían sacado de un pozo de unos dos metros y medio de hondo158. No habían divisado a la “Santa Bárbara”, pero habían visto que del pozo salía una vereda con huellas de bestia mular hacia tierra adentro. El misionero decidió permanecer en el lugar, que debe haber sido en o muy cerca la desembocadura del río Asunción o Magdalena, en espera de la balandrilla, y mandó a dos marineros con un recado para el padre Gallardi de La Purísima Concepción de Caborca, diciéndole que esperaba allí los bastimentos prometidos, y que le mandase un indio conocedor de la región. Además, mandó al soldado perulero159 Miguel Montaño en búsqueda de nativos que quisieran venderles algo de comida. Los dos marineros llegaron a la misión al tercer día, en donde Gallardi reexpidió la misiva de Ugarte a San Ignacio160, a más de 100 kilómetros al este de Caborca. Conforme a lo prometido, el padre Gallardi mandó un indio al lugar donde Ugarte esperaba llevando panes, carne fresca y un recado, pero el taimado nativo regresó diciéndole a Gallardi que no había encontrado al misionero de California, y en el lugar del desemboque sólo había restos de cáscaras de cangrejos que alguien se había comido, por lo que había dejado todo en un árbol. De todo esto se enteró Ugarte por lo que relataron los marineros a su regreso de Caborca, y se dio cuenta que ya no convenía seguir esperando por víveres; la balandrilla “Santa Bárbara” no había aparecido aún, sus bastimentos eran para una semana y ya hacía más de 8 días que no sabían de ella. En medio de estas tribulaciones, el misionero mandó otra carta al padre Gallardi, explicándole sus preocupaciones y pidiéndole que si le era posible, mandara indios exploradores al norte y sur de donde se encontraba, a quienes pagaría cualquier informe sobre la “Santa Bárbara” y sus ocupantes. No sería necesario que el padre Gallardi hiciera lo solicitado por Ugarte, pues de pronto, viendo que se aproximaba la canoa los marineros lanzaron gritos pidiendo noticias sobre la pequeña embarcación. Un muchacho californio que venía en ella subió a bordo, e informó al padre que la balandrilla se había varado, estaba quebrada y su tripulación sin alimentos, aunque todos se encontraban vivos. El muchacho se había escapado con otros tres 157

El Pópulo era un poblado hacia el este de la playa, a unos ciento cincuenta kilómetros de distancia equivalentes a más de dos días de camino. La misión del poblado se llamaba Santa María del Pópulo de Bisanig. 158 Ugarte dice que el pozo era de estado y medio de profundidad. El “estado” equivalía a la altura de un hombre, por lo que debe haber medido aproximadamente 2.50 m. de profundidad. 159 Perulero: de origen peruano. 160 San Ignacio Cabórica o Cabúrica fue fundada por el padre Eusebio Kino en 1687 en el valle del río Magdalena. En 1721 su misionero debe haber sido el padre Agustín Campos.

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compañeros, y después de caminar cinco días, sin más agua que la del mar para refrescar la boca, y atravesar dos esteros a nado, habían sido avistados en la playa por los de la canoa y ahora estaban aquí, a salvo. Para entonces, según lo dice Ugarte, había bajado hasta la playa el misionero de San Ignacio, que debe haber sido el padre Agustín de Campos161, y el jesuita californio le pidió que si algunos de sus indios quisieran llevar un recado a los de la balandrilla, les pagaría bien. Campos le contestó que no habría indio que quisiese ir, sobre todo por tener que pasar a nado dos esteros. Entonces Ugarte se dirigió a dos de los muchachos indios californios que se habían escapado de la balandrilla en desgracia, y con ellos mandó el recado, proveyéndolos con algo de agua y comida para los náufragos. El jesuita sabía que era crucial llevar el agua y los alimentos a tiempo, para salvar la vida de aquellos hombres. Al siguiente día, para sorpresa de todos, los muchachos indios regresaron diciendo que habían avistado a la balandrilla, que venía al remo y que en poco tiempo llegaría hasta allí. La alegría de Ugarte fue grande, y despachó de inmediato la canoa al encuentro de la “Santa Bárbara”, llevándoles carne, biscocho, agua, y aguardiente162. Cuando finalmente los sedientos marineros estuvieron a bordo de “El Triunfo de la Cruz”, narraron que la pequeña embarcación se había varado en un bajial de una ensenada, y por esa causa se perdió parte de la quilla; cuando la situación se tornó crítica por la falta de agua los cinco indios californios, el mayor de unos 20 años, pidieron permiso para ir a buscar agua y comida a la playa, les fue concedido y fue entonces cuando cuatro de ellos decidieron no regresar y uno prefirió volverse, según él, a morir con sus compañeros. Para su fortuna, después de vencer grandes dificultades pudieron finalmente hacer flotar la pequeña embarcación y fue así cómo reanudaron la navegación hacia el norte. Comentaron los marineros que si no se hubieran escapado los cuatro nativos, la comida no les hubiera alcanzado y hubieran muerto casi todos. Ugarte aún esperaba las provisiones prometidas por los misioneros de Pimería, y entretanto había mandado a tres hombres en busca de agua hasta un pozo que estaba a unos cuatro kilómetros de la playa. El pozo tuvo que ser ademado y excavado casi dos metros más, ya que se secaba para el medio día, y se construyó una enramada para hacer más cómoda la estancia en el lugar. Un mensajero había llegado con recado que mandaba el padre Agustín Campos de San Ignacio, anunciando su visita, y a pesar de sus dolencias163 y las dificultades para llegar a tierra por el mar tan picado, Ugarte desembarcó para esperar al misionero de Pimería; finalmente, ayudado de un bordón y del piloto Stratford caminó hasta el pozo y se acomodó lo mejor que pudo bajo la enramada, tratando de librarse de los piquetes de los mosquitos que abundaban en el lugar. Llegó el misionero de San Ignacio, Ugarte mandó al soldado Miguel Montaño por el trigo que le mandarían los jesuitas de Pimería164, y mientras, él se encargó de dirigir las acciones para hacer 161

El padre Agustín Campos nació en Villanueva de Sijena, en Huesca, España, y fue misionero en lo que hoy es el estado de Sonora. Fue un gran explorador y se le compara con el padre Eusebio Francisco Kino. 162 Ugarte tenía la creencia, como muchos marineros de aquella época, que los náufragos que padeciesen sed y hambre de varios días, podían resentir grave daño si tomaban de repente mucha agua y comida, lo cual se podía prevenir si tomaban antes un trago de aguardiente. 163 Ugarte debe haberse encontrado con fuertes dolores, que no se le calmaron a pesar de que le pusieron unas cataplasmas de brea con la que se calafateaba el barco. 164 Ugarte no dice en su relato que le hayan obsequiado el trigo los jesuitas de Pimería, sino que expresa: ...rescató [el soldado Montaño] 31 fanegas de trigo que se echó por delante...El misionero tampoco dice de qué medios se valieron para traer tanta carga, aunque es de suponerse que a lomo de bestias proporcionadas por los misioneros de

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la aguada, que no era tarea fácil, pues había de acarrearse el agua desde el pozo que estaba a más de cuatro kilómetros de distancia, y llenar noventa vasijas, entre barriles y tinajas de China. El padre Ugarte, buen gestor y de amable carácter, consiguió de los padres de Pimería una mula toda trasijada165, aunque le habían prometido tres, y otras dos de un arriero apellidado de la Riva que pasó por el lugar, con sus correspondientes aparejos, para que los marineros se ayudaran en el acarreo del líquido. A pesar de lo complicado y difícil de la tarea, a los dos días y medio de trabajo estaban todas las vasijas llenas de agua en la playa, y a los cinco días que se había ido Montaño por el trigo regresó con 31 fanegas. El bauprés166 de la nave se había quebrado poco antes, una parte se cayó al mar y ese daño en la embarcación constituía un serio problema, pero afortunadamente el maestro que había dirigido la construcción de “La Santa Cruz” iba en el viaje, y él mismo hizo la reparación, entonces Ugarte consideró que todo estaba listo para continuar el viaje. No debe sorprender que para los misioneros jesuitas y hombres de fe de la época, los milagros eran una realidad indiscutible que atestiguaban frecuentemente. Se ha hablado de la compostura que tuvo que hacerse del bauprés, que se había quebrado, pero hay que agregar que junto con el pedazo del madero que se había ido al fondo del mar, también se había perdido una cruz que llevaba en su remate, la cual era venerada por los marineros desde que se había empezado a fabricar la embarcación. Cuando se había terminado la construcción de la balandra, aquella cruz se había colocado en la punta del bauprés, de modo que al quebrarse cayó al mar con todo y cruz. Los marineros habían peinado la playa por varias leguas hacia el norte y sur en su búsqueda, pensando que la resaca pudiera haberla arrojado a tierra, pero nunca la hallaron. Por entonces, a diferencia del clima tempestuoso y mares encrespados a que estaban acostumbrados, los expedicionarios se sorprendieron por un día de completa serenidad, lo que como ya se ha dicho, permitió al maestro que había hecho el barco y que formaba parte de la tripulación arreglar el bauprés. Ugarte informó entonces a los marineros que un desconocido indio gentil proveniente del norte, había llegado hasta él para entregarle la cruz, que había encontrado en un lugar algo distante. Enterados del hallazgo, todos atribuyeron la calma de aquel día primero de julio, víspera de La Visitación de Nuestra Señora, a un milagro por haberse encontrado la cruz, que de inmediato se fijó en el remate del bauprés. Antes de reiniciar la expedición, fueron enviados por mar y tierra algunos exploradores con el fin de reconocer lo que esperaba a los navegantes si se continuaba la navegación por el lado de la Pimería, y a su regreso informaron al padre Ugarte que no había ningún lugar que pudiera utilizarse como puerto abrigado, que toda la costa formaba parte de arenales estériles, y que las mareas azotaban el litoral con mucha violencia. Con esa información, el misionero y su piloto decidieron dirigirse hacia la costa de California, y el dos de julio de 1721 levaron anclas, aunque tuvieron que resolver serios problemas porque una de las tres anclas estaba enterrada, además de que con los cabeceos del barco se rompió la gavieta. En tres días atravesaron el golfo, navegando tal vez unos ciento veinte kilómetros, y no sin ciertas dificultades El “Triunfo de la Cruz” dio Pimería. Aunque la fanega es una medida de capacidad muy variable, que va desde los 53 a los 97 kilogramos, es de suponer que la carga que trajo Montaño debe haber sido de unas dos toneladas de grano. 165 Bestia que tiene los ijares recogidos por no haber comido o bebido agua en mucho tiempo. 166 El bauprés es un palo que se pone en la proa de las embarcaciones horizontal o algo inclinado hacia arriba.

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fondo en un lugar con cierto abrigo del sureste, probablemente apenas al sur del actual puerto de San Felipe. Si Ugarte y el piloto pensaban que de alguna forma los riesgos de la navegación serían menores pegándose a la costa de California, estaban equivocados, pues además de no encontrar puerto seguro para abrigarse las corrientes y marejadas eran iguales o peores que en las costas de Sonora. Recién desembarcados fueron recibidos con alguna hostilidad por los gentiles, que prácticamente no conocían misionero alguno, sin embargo con dádivas y gestos amables obtuvieron su aceptación y amistad. Con la recomendación de los indios californios con quienes primero tuvieron contacto, los expedicionarios pudieron recorrer sin problema unos cuarenta kilómetros por tierra, pero siempre sin encontrar puerto o agua suficiente, y regresaron a la balandra. En este lugar los viajeros vieron algunos indios, sobre los cuales, 25 años después, el piloto Stratford refirió en una relación lo que se transcribe enseguida: Este puerto está poblado de indios gentiles no tan prietos como los de las costas dichas hasta aquí...bien afables, se sirven de ollas, cazuelas, que no tienen los demás de la costa referidos sino que se mantienen con asar sus viandas, con lo que se conoce que estos indios las cuecen; tienen pipas de barro en que chupan su tabaco, muy domésticos y agradables... Las armas de estos indios de San Felipe no son flechas como los demás, sino unos palos como especie de guadaña como de una vara de largo, puntiagudo de una punta...Las indias de esta nación son de más honestidad que las demás de las costas de California porque se abrigan con cueros de venado de la cintura abajo y de pieles de unos pájaros que llaman [palabra ilegible] y gaviotas...Los indios todos andan en cueros sin abrigo ni honestidad alguna... ...Los indios de dicho San Felipe hacen también coritas de zacate que son del [palabra ilegible] de una jícara ...para beber agua al modo de las que hacen los pimas altos....167 El “Triunfo de la Santa Cruz” prosiguió su navegación al norte con la balandrilla “Santa Bárbara” al frente, buscando un buen puerto para abrigarse en caso necesario y algún aguaje cerca de la costa, para lo cual varios marineros tenían que desembarcar en la canoa y explorar los alrededores. En una ocasión, el piloto Guillermo Stratford se fue en la canoa en busca de un lugar para desembarcar y buscar algún aguaje; se acercaron a la playa en donde se veían unos jacalillos y algunos indios, dejaron la canoa en la arena y se aproximaron a los nativos, que deben haber sido de la etnia de los cochimíes. Les repartieron algunos regalillos y fácilmente se ganaron su confianza, pero no se percataron que la marea subía violentamente lo que provocó que la canoa flotara y chocara contra unos paredones, lo que la partió a lo largo. Los gentiles, comedidamente, ayudaron a los marineros a sacar los maderos de la canoa del agua y ponerlos en tierra, y acercándose algunas astillas a la nariz, hicieron señas luego hacia una sierra cercana, con lo cual significaban que en aquellas montañas había árboles cuyas maderas eran como las de la canoa quebrada.

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“Descripción de las Californias desde el Cabo de San Lucas, que está al sur: sus misiones, puertos, bahías, placeres, naciones reducidas y gentiles de que se tiene noticia la habitan y demás necesario para venir en su cabal comprensión…”. Guillermo Stratford: Pitiqui, 18 enero 1746. Colección Archivo Franciscano (4/65.1, f. 1-9), ficha 300, h. 12, Biblioteca Nacional de México.

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El piloto sabía que no habría tiempo de construir otra canoa, por lo que decidió arreglar improvisadamente la averiada. Fue así como con estopa hecha de unos cabos, y barro en lugar de brea para tapar las grietas por dentro, los marineros lograron poner precariamente a flote la canoa, y navegando playa a playa pudieron apenas llegar a la balandra, hasta donde fue izada con grandes trabajos antes de que se hundiera. Vale la pena aquí relatar con cierto detalle lo que sucedió en ese mismo lugar con la balandrilla, su tripulación y los cochimíes de la playa. Los marineros de la “Santa Bárbara” hicieron señas de que necesitaban agua a los gentiles de la playa, quienes para demostrar que habían entendido se valieron de las siguientes acciones: un muchacho se lanzó al mar y empezó a nadar, asegurándose de que los marineros de la balandra lo veían con claridad. Luego cogía agua en la mano y se hacía como que la tomaba, y después apuntaba a unas mujeres que en tierra ya se dirigían a un aguaje por agua. Después de algún trabajo, los marineros de la balandrilla desembarcaron y recibieron de los gentiles toda la ayuda necesaria para hacer la aguada, además, les regalaron algunos de sus modestas posesiones como lo que Ugarte llama arnecillos, y que deben haber sido sus redes que tejían de fibras de mezcal. Comparando el carácter de los indios californios con el de los seris de Sonora, el padre Ugarte dice lo siguiente: ...no puedo dejar de hacer la reflexión sobre éste y otros casos que nos sucedieron con los gentiles de Californias, de comedimiento, de humanidad y de mucho alcance a vista de lo que me sucedió en la costa de la Pimería. Allí andaba yo en persona con la paga en la mano, que como he dicho, era un poco de sayal, y no conseguí cosa de ellos. Se estaban sentados o recostados sin acomedirse a cosa, después de veinte años que conocían padre. Y acá, sin haber conocido padre ninguno, ni visto jamás barco, acudían todos, daban sus arnecillos, y no habiendo conseguido entre los pimas unas ollas de barro por la paga, allí, sin paga, nos dieron ollas, y tan perfectas que dudo que a torno se hicieran más delgadas. Traje de ellas para que las viesen los padres, y conservo en mi poder una. Un indio guayma que venía en la balandrilla, cansado de navegar se huyó a tierra; como él dijo, se había dormido en la aguada, y porque no aparecía, se levó la balandrilla y se había ido con ese hombre menos, y después de 30 leguas de distancia168 se le dieron las señas a un indio californio para que fuera a buscarlo y traerlo. Así lo hizo, lo buscó y lo trajo, y entre los pimas no hubo uno que quisiese ir a buscar la balandrilla. Es nación la de los cochimíes de California noble por su genio. Es dilatada porque hasta donde llegamos coge y [¿atraviesa?] un mar a otro. Tiene religión, aunque falsa, observante de sus ritos gentiles. Tienen escuela en que enseñan sus fábulas a sus tiempos retirada la juventud de sus mayores. Esto he dicho porque se vea la oposición de los genios de los californios a los indios de la otra banda, sin religión, sin ritos, ni enseñanza...169 Lo expresado por el misionero explorador es en sí una importante aportación etnológica que si no desmiente, cuando menos pone en duda las tradicionales afirmaciones hechas por otros misioneros y viajeros de la época, quienes negaron la existencia de cualquier forma de religión entre todos los grupos indígenas californios, el conocimiento de la cerámica, la perpetuación oral 168 169

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Más de 120 kilómetros. Ugarte, Relación del descubrimiento del golfo...Op. cit., hoja 25.


de tradiciones y alguna forma de enseñanza. Pero además, muestra en el jesuita un carácter humanista y moderno, que indudablemente exaltan la nobleza de su personalidad al reconocer valores y cualidades en la cultura de los indios californios, tan vituperada por otros. Al seguir navegando las dos embarcaciones hacia el norte, los marineros empezaron a ver un color como de caliza en el agua del mar, lo que les hizo temer vararse en algunos bajos, por lo que se dirigieron hacia la costa de la Pimería en busca de aguas más profundas. Siguieron encontrando aguas de diversas coloraciones, sobre todo rojizas y negruzcas, la balandrilla se acercó varias veces a la playa, y en esas aguas encontró siete, ocho y hasta diez brazas de profundidad. Para entonces, los navegantes resintieron dos avenidas del río Colorado, mirando como pasaban palos, troncos, horcones de casas, leños quemados, balsas de zacate y basuras diversas. Después de estas avenidas, estando frente a las bocas del río, todos quisieron entrar navegando por sus aguas, pero Ugarte, que había visto en las dos noches anteriores señales de turbonadas por el noreste, las que a su juicio habían provocado las avenidas del río, decidió no arriesgar la vida de los esforzados marineros adentrándose por la corriente, pues si los cogía una avenida dentro de la caja del río, las dos embarcaciones serían destrozadas. El piloto y Ugarte prefirieron seguir adelante, la balandra pudo anclar en un lugar próximo a la playa con cuatro brazas de profundidad, aunque durante la creciente subían a siete 170, mientras que la balandrilla ancló en una playa con médanos del lado de Pimería, quizá en algún punto muy cercano a lo que hoy es el Golfo de Santa Clara, pues el misionero aseguró que entre los litorales de California y el lugar en que ancló la balandrilla debió haber unos 30 kilómetros, lo que es igual a la distancia de Punta Sargento en Baja California al referido punto de El Golfo de Santa Clara en la costa sonorense. Era 16 de julio, víspera del Triunfo de la Santa Cruz; el piloto Stratford, valeroso y temerario, al igual que casi todos los marineros insistieron en penetrar por las aguas del río corriente arriba, pero Ugarte se negó en definitiva, por lo que ese día las dos embarcaciones viraron hacia el sur por la costa de California. En un relato que años después el piloto Stratford hizo de este hecho, parece mostrar cierto resentimiento cuando dice: …Desde el puerto de San Felipe, navegando por toda la costa rumbo al norte, a distancia de 11 leguas se halla un estrecho que lo hacen las dos costas, la de California y de la Pimería o Yumas que se ve las dos playas que tendrá de ancho 7 leguas donde dimos fondo pasada la boca del Río Colorado, como legua y media de ella hacia la costa de los yumas o pimas. En este estrecho hay poco fondo sólo de tres brazadas, de costa a costa las aguas turbias y muchas corrientes a causa de las del río y la angostura que hace es tierra llana en donde estuvimos dos días y en ellos se tomó la altura de 32 grados y medio, sin poder reconocer otra cosa que ir estrechándose las dos costas a modo de estero, y que allí remataba el mar, y por haber enfermado en este paraje el dicho padre Juan de Ugarte, no se reconoció la boca del río Colorado con una embarcación pequeña, y no se hizo porque dicho reverendo padre no dio permiso a ello, volviendo otra vez a San Felipe de Jesús donde se hizo agua y leña… 171 Lo dicho al final del párrafo permitiría inferir que el nombre de San Felipe de Jesús fue dado a ese puerto por Ugarte, aunque el misionero no señala nada al respecto en su diario. Aun así, es probable que por haber 170

Según Ugarte, el flujo y reflujo se repetían cada seis horas, por lo que había 4 flujos y reflujos en las 24 horas del día. 171 Stratford, op.cit., p. 13.

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llegado a la bahía en agosto, mes en que se celebra la fiesta del santo, el padre Ugarte le haya puesto su nombre. Llegados al punto donde habían hecho aguada, Ugarte pidió al contramaestre de la balandrilla que para seguridad de sus marineros, dejaran F42 allí la embarcación pequeña y se fueran todos en “El Triunfo de la Cruz”, pero no aceptó, por lo que el misionero le hizo entrega de bastimentos suficientes, y allí se despidieron para seguir la navegación de regreso hacia el sur cada quien en su embarcación. El padre Ugarte quedó convencido que California era península y no isla, ya que en el cerramiento del golfo vieron que desembocaba el río Colorado, pero su percepción general estuvo Los marineros en el “Triunfo de la Cruz” equivocada según lo relatado por el misionero deben haber contemplado paisajes como al padre procurador José de Echeverría, en la este, cerca de San Felipe. carta que en parte dice: ...Habíanos dicho un indio gentil de Californias que después de aquella estrechura volvía ensanchar el mar y se comunicaba con el otro, pero esto sólo prueba que, rematada la sierra de Californias, siguiéndose como se sigue toda tierra baja, y subiendo el mar como he dicho tres brazas de creciente de pleamar, por aquella tierra baja entren algunas marismas y esteros que vayan a dar a alguna grande bahía o ensenada del Mar del Poniente, y formen península que de baja mar quede en seco, por donde hayan pasado a esta tierra no sólo la gente del norte, pero los animales que hay en ella...172 En pocas palabras, Ugarte pensaba que las tierras bajas y marismas que se veían a la altura en que la sierra de Baja California terminaba, se comunicarían con una bahía grande en al “Mar del Poniente” en la pleamar, pero al bajar la marea quedaban las tierras bajas uniendo a California con el continente, formando un pasaje seco por el que animales y gente habrían pasado hacia el sur. Es probable que esta idea equivocada se haya robustecido si el misionero llegó a presenciar la penetración de las aguas del Golfo de Cortés hacia el norte por lo que hoy es el lecho de la Laguna Salada o Macuata. Aún así, el misionero es uno de los pocos hombres que en el siglo XVII vio el remate del Golfo de California y la desembocadura del gran río. En este viaje también se tuvieron que sortear peligros, sobre todo a la altura de las islas Salsipuedes, en donde para pasar el último canal tuvieron que batallar contra vientos y corrientes por 20 días. En algún lugar a la altura de las islas mencionadas, los marineros vieron en tierra rancherías de indígenas que vivían en caseríos de palmas, lo que es una novedad más que cambia la percepción generalizada que se tuvo por mucho tiempo de que todos los californios vivían a la intemperie, en resguardos rocosos naturales, o en especies de chozas sin techo, pero nunca en casitas como la descritas por Ugarte, quien textualmente dice:...y en una parte tenían población en forma, con casería de palmas173.

172 173

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Ugarte, op. cit., hoja 27, marcada 14 en el manuscrito. Ugarte, Op.cit.


Casi todos los viajeros padecían de escorbuto, y aunque Ugarte no tenía la enfermedad lo afectaban otros males, pues relató que padecía fiebre y al quitarse la camisa se le pegaba la piel y le salía sangre. El cansancio y las enfermedades que padecían casi todos los marineros174 así como la necesidad de hacer algunas reparaciones al barco, fueron motivo para desembarcar en la isla de Tiburón o tal vez otra cercana a ella para tratar de reponerse, lo que en parte lograron después de cuatro días de permanecer en el lugar, en donde fueron bien recibidos por los nativos, pues no sólo hicieron ellos la aguada, sino que les llevaron alimentos frescos, sobre todo pitahayas, que mucho les serviría para curarse del escorbuto que padecían casi todos por no haber comido fruta o verduras frescas en mucho tiempo. Gracias a que las indias hicieron la aguada, los marineros pudieron dedicarse a limpiar los costados del barco de escaramujos, que falta le hacía. Aquí, nuevamente el padre Ugarte hace en su relato un elogio de los indios, por una acción que directamente le afectó y que enseguida se narra. La salud del misionero estaba tan deteriorada que los indios se percataron de que no comía más que un poco de arroz en agua, por lo que un buen número de mujeres y niñas le llevaron gran cantidad de almejas, los hombres le llevaron un pescado delicado, y no sólo el padre, sino todos los hombres comieron y disfrutaron con apetito de aquellos alimentos. Fue por eso que Ugarte puso por nombre al lugar Puerto del Buen Socorro175, porque lo hallamos en los naturales de la isla, dice el misionero176. Reanudaron el viaje de regreso, pero al tener que hacer frente al problema de las corrientes contrarias y dos fuertes turbonadas en las aguas de Salsipuedes177, optaron por buscar refugio nuevamente en la isla del Buen Socorro, en donde permanecieron otros cuatro días. Los expedicionarios no sabían que se encontraban navegando en o cerca de uno de los canales marítimos de mayor complejidad para la navegación por las corrientes marinas de gran velocidad características de la zona (ver F40). El sábado 16 de agosto zarparon otra vez, favorecidos por un vientecillo que los llevó a salir por la tercera boca de Salsipuedes, muy cerca de la costa de California, navegando en unas cuantas horas lo que en 24 días no habían logrado. El 30 de agosto de 1721, poco antes de llegar a su destino, los expedicionarios tuvieron todavía que aguantar otra tormenta de grandes proporciones, al grado de que Ugarte calificó ese tiempo como el día más espantoso en todo el viaje, pero finalmente llegó la calma, a las cuatro y media de la tarde entraron a la bahía y dieron fondo en el puerto La Concepción. Para anunciar su feliz regreso, se disparó salva con los cuatro pedreros que traía “El Triunfo de la Cruz”, y se mandó un mensajero a la misión de Mulegé, avisando al padre Sebastián Sistiaga de la llegada y solicitando unas bestias para llevar a los enfermos. Al siguiente día, el padre Sistiaga personalmente fue a darles la bienvenida, algunos de los hombres se fueron en las bestias y otros en la canoa al puerto de Mulegé, en donde permanecieron algunos días descansando y reponiendo la salud. Ugarte mandó aviso de su llegada a Loreto, a donde ya había llegado a salvo la balandrilla “Santa Bárbara”, y de inmediato le fueron enviados limones, frutas y verduras. 174

Ugarte señala que sólo quedaban cinco hombres relativamente sanos. La isla quizá fue la que hoy se llama San Esteban, al suroeste de isla de Tiburón, o esta isla. 176 Ugarte, Op.cit., h. 29. 177 Desde los años sesentas se han hecho estudios en el Canal de Ballenas y se ha comprobado que las corrientes superficiales y profundas, influidas por las intensas mareas del alto golfo y la angosta configuración del canal, hacen que se mezclen las aguas verticalmente y se generen oleajes radiales alejándose de las zonas en calma. “Lagrangian observations of near-surface currents in Canal de Ballenas”, Luis G. Álvarez et al, CICESE, 1984. 175

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Así concluyó la primera expedición marítima hecha por un misionero jesuita a las bocas del río Colorado, lo cual informó el padre Juan de Ugarte al procurador José de Echeverría el 12 de enero de 1722, en relación enviada desde San Pablo, lugar al que se había cambiado la cabecera de San Javier. La embarcación quedó en Loreto para servicio de las misiones y el real presidio, y Ugarte regresó a su misión de San Javier para continuar su obra evangelizadora en muchas rancherías cercanas. No hay muchos datos sobre los últimos años de la vida de Ugarte, y resulta difícil imaginar a un hombre con sus inquietudes y gusto por el trabajo, retirado por casi 8 años de la vida activa como misionero, y si fue así, pudo haberse debido a una enfermedad que le impedía en alguna forma la actividad física o mental, lo cual es sólo una hipótesis. El padre Juan de Ugarte murió en su misión de San Francisco Javier, en el sur de Baja California, el 28 de diciembre de 1730, aunque autores hay que dan por fecha de su fallecimiento el día 29178.

F42a

Fotografía de indios cucapá descendientes de los primitivos californios que habitaban al norte de San Felipe en la delta del río Colorado, tomada en 1870. Aunque Ugarte quizá tuvo contacto con los indígenas kiliwa, no debe haber existido mucha diferencia física entre las dos etnias (ver F 5). Cort. Bancroft Library, San Francisco.

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Peter Masten Dunne. S.J., Black Robes in Lower California, op.cit., p. 256.


8.Minutuli, Jerónimo El padre Jerónimo Minutuli179 nació en Cerdeña en 1669, ingresó a la Compañía de Jesús en 1686, llegó a la Nueva España a bordo del “Santo Cristo de Maracaibo” bajo el mando del capitán Vicente Álvarez; en la relación de los pasajeros elaborada en 1692 se le describió de edad de 22 años, de buen cuerpo, trigueño y de pelo negro 180. Estuvo primero en Sonora, luego por poco tiempo en Baja California en 1702, y finalmente en Sonora, habiendo servido en Tubutama cuando menos de 1703 a 1710181, durante su estancia en Sonora llegó a acompañar al padre Kino en sus exploraciones. El padre Francisco María Píccolo había ido a las ciudades de México y Guadalajara en busca de apoyo para que pudieran subsistir y progresar las misiones de California. A su regreso, además de alguna ayuda obtenida que urgía en California, llevó consigo a dos jesuitas, Juan Manuel Basaldúa y Jerónimo Minutuli, quienes se deberían incorporar a los misioneros de la península. El 28 de octubre de 1702, después de un viaje lleno de peligros por una tormenta que puso en grave peligro la embarcación, los misioneros desembarcaron en Loreto sanos y salvos. Durante la época de los jesuitas en California, el virrey llegó a prohibir la extracción de perlas en las aguas del Golfo debido a los abusos que los armadores y otros aventureros cometían con los nativos, lo cual provocaba problemas con los misioneros. En 1703, llegaron en una canoa a la playa de Loreto unos 80 hombres que se habían salvado de un naufragio de tres barcos que se dedicaban a la pesca clandestina de perlas, una de las naves se había hundido y las otras dos encallado. Los náufragos fueron alojados, cuidados y alimentados en Loreto durante cuatro meses, hasta que se repararon los dos barcos y pudieron retornar a la Nueva España. Se encontraba allí el padre Minutuli, a quien según Clavijero, no le sentaba el temperamento de la California182, por lo que se embarcó con los náufragos y abandonó la península. A fines de 1703, Minutuli llegó a la misión de San Pedro Tubutama, en Sonora, en donde permaneció unos 7 años183. En 1706, en una exploración que realizó junto con el padre Kino, los dos misioneros descubrieron la isla de Tiburón a la que pusieron Santa Inés. En este viaje, desde algún lugar alto en el desierto alcanzaron a divisar hacia el oeste algo que pensaron pertenecía a California, aunque en realidad era la isla Ángel de la Guarda; Minutuli comunicó por carta el descubrimiento al padre Juan de Ugarte, quien se entusiasmó para realizar un viaje por el Golfo. No se tienen datos fidedignos sobre la fecha del fallecimiento del padre Minutuli.

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El apellido del misionero se escribe por algunos Minutili y Minutueli. Tumacacori Nat. Park, Mission 2000 Searchable Spanish Mission Records. 181 Dobyns, Henry F.; Spanish Colonial Tucson. A Demographic History, p. 184. 182 Clavijero, op.cit., p. 117. 183 Bolton, “Rim of …”, op.cit., pp. 525-526. 180

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9. Basaldúa, Juan Manuel Juan Manuel Basaldúa nació en Pátzcuaro, Michoacán, en 1675, y su vocación religiosa debe haber surgido en parte de una motivación familiar, pues todo hace suponer que los padres José y Marcelino Basaldúa, nativos también de Pátzcuaro, fueron sus hermanos y se desempeñaron como evangelizadores en la Tarahumara y en Nayarit, respectivamente. En 1690, a los 15 años de edad entró al noviciado, y se ordenó el 7 de diciembre de 1700. Dos años después hizo su tercera probación en Puebla, y en 1702 fue destinado a California, inicialmente para servir en la misión de San Javier. El padre Francisco María Píccolo, uno de los primeros misioneros jesuitas en California, salió de Loreto rumbo a la ciudad de México en diciembre de 1701 con el propósito de conseguir la ayuda que tanto se necesitaba en la península para seguir con la evangelización de los naturales de aquellas tierras. Poco fue lo que consiguió en dinero y especie, pero a su regreso navegando en la barca “El Rosario” recién comprada en Acapulco pudo llevar con él a dos nuevos misioneros que tanta falta hacían, los padres Jerónimo Minutuli, italiano de Cerdeña, y Juan Manuel Basaldúa, quien ahora podría cumplir con su vocación de servir a los naturales en la lejana provincia. Después de una peligrosa navegación del puerto de Matanchel a Loreto, los misioneros desembarcaron el 28 de octubre de 1702, y se prepararon para aprender el lenguaje de los naturales locales para iniciar su trabajo. Una de las primeras experiencias que como misionero tuvo el padre Basaldúa, fue dar los auxilios espirituales a un indio de la misión de San Francisco Javier, sentenciado a muerte por sedición y asesinato184, inesperado inicio del joven jesuita en California. Poco después se acordó que el padre Basaldúa se fuera con el padre Pícolo a la misión de San Francisco Javier, en tanto que Ugarte, su anterior misionero, cruzaría el Golfo en la nueva embarcación para traer provisiones y sobre todo, bestias y ganado mayor y menor. Al igual que casi todos sus compañeros, el padre Basaldúa llevó a cabo exploraciones en la constante búsqueda de lugares adecuados para plantar misiones. En 1703, aprovechando que el padre Ugarte había traído caballada en febrero de ese año, Basaldúa acompañó a Salvatierra, Pícolo, el capitán Rodríguez y algunos soldados en una expedición hacia el Pacífico. No se tiene fuente documental que detalle la ruta seguida, pero se sabe que al no encontrar en aquella costa un paraje propio para establecer una misión, los viajeros se dirigieron al sur y llegaron hasta la desembocadura del arroyo San Javier, que en su parte baja recibe hoy el nombre de Santo Domingo. Aquí encontraron muchos estuarios e isletas con abundancia de pescados y otros mariscos para alimentarse, estaban a unos kilómetros de Bahía Magdalena, pero tuvieron que regresar y llegaron a Loreto en mayo de 1703 sin haber encontrado puerto alguno o fuente de agua importante. Sin embargo, sí hallaron en la zona costera indígenas amistosos que fueron invitados a San Javier. La procuración de los bienes necesarios para subsistir que tenían que llevar a cabo los jesuitas de la península, era una lucha constante y casi siempre llena de frustraciones por la burocracia y 184

Por aquel tiempo, naturales de algunas rancherías cercanas a San Javier se habían rebelado y asesinado a varios neófitos de la misión. El capitán del presidio, ayudado por indios fieles, logró la aprehensión del cabecilla que fue sentenciado a la última pena a pesar de la intervención a su favor de los padres Pícolo y Salvatierra. Fue entonces que Basaldúa ayudó al sentenciado en sus últimos momentos.

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política imperantes en todas las colonias de España. En febrero de 1704, Basaldúa viajó a la Ciudad de México vía Guadalajara llevando informes sobre el estado general de las misiones, así como las grandes ventajas que tendría para la corona el consolidar su existencia y progreso. El rey Felipe V había mandado varias cédulas disponiendo, entre otras cosas, que del real erario se sacara lo necesario con el fin de satisfacer algunas de las necesidades más apremiantes que se planteaban, incluyendo mejoras en las “limosnas” de los misioneros, el F 43 establecimiento de un nuevo presidio con 30 soldados y un Relación geográfica de Liguig con otras misiones. capitán en la costa occidental, 1 Liguig. 2 Loreto. 3 San Bruno. 4 Bahía Concepción. y hasta la compra de un barco. 5 Mulegé. 6 Bahía San Juanico. 7 La Purísima. 8 La A pesar de que todo indica que Purísima en su segunda ubicación. 9 Comondú Viejo. 10 las órdenes reales eran San Miguel y San José de Comondú. 11 San Javier. terminantes, sobre todo la de Adaptación en mapa de Google Earth. que se entregase a los jesuitas 6 000 pesos retroactivamente desde 1701, el virrey Don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez nada concedió al misionero, seguramente porque España se debatía en constantes guerras185, y puso como pretexto para posponer indefinidamente la entrega de lo que ordenaba el rey que no estaban presentes ni Pícolo ni Salvatierra. Después de mandar carenar la pequeña embarcación “El Rosario”, Basaldúa regresó a Loreto pero acompañado del padre Pedro de Ugarte, hermano del legendario Juan del mismo apellido. En 1705, el padre Juan María Salvatierra en su carácter de provincial, llevó los víveres que tanto se necesitaban a California y antes de regresar a la Nueva España, dejó el encargo de que se plantaran dos misiones, una en el lugar conocido como Liguig186, al sur de Loreto, y otra en Mulegé, al norte, en un sitio que los nativos llamaban “Caaman Cagaleja”, lo cual significa “Río entre rocas”, y los encargados de dar cumplimiento a lo dispuesto por Salvatierra fueron los padres Pedro de Ugarte y Juan Manuel Basaldúa, respectivamente.

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Uno de los pretextos que puso el virrey al misionero jesuita para no entregarle la ayuda. fue que deberían estar presentes los padres Salvatierra y Píccolo, lo cual obviamente no podía ser por encontrarse en la lejana California. 186 Se emplean indistintamente los nombres de Liguig, Ligüi, Lihui o Malibat para designar el lugar en que se estableció la misión de San Juan Bautista.

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Basaldúa, acompañado por varios soldados y algunos indios cristianos se embarcó en Loreto y llegó al oasis de Mulegé en noviembre de 1705, situado en la costa a los 26º 53´ N. y 111º 59´ W, a orillas del río del mismo nombre. Como de costumbre, una de las mayores dificultades que tuvo al comenzar su obra misionera fue la presencia de los guamas o doctores indígenas, que supuestamente curaban a los enfermos con sus ritos tradicionales, uno de los cuales consistía en aspirar la enfermedad con una caña que aplicaban al lugar del cuerpo en que se manifestaba el padecimiento. Después de vencer la natural oposición de los guamas que como podían trataban de desacreditar al misionero, este fundó la misión y le puso por nombre Santa Rosalía de Mulegé, en lo alto de una loma cerca de un extenso palmar, muy cerca de la costa. El nombre de Santa Rosalía fue en atención a los deseos de su patrocinador Don Nicolás de Arteaga y su esposa.

Antonio Ponce Aguilar

El padre Basaldúa levantó la iglesia y demás pequeños edificios de adobe, y la construcción de piedra que hoy se conoce la comenzó años después el padre Francisco Escalante, obra que fue terminada en 1766. Además de su obra evangelizadora con los gentiles y a pesar de su precaria salud, Basaldúa trabajó intensamente con sus indios para abrir un camino a Loreto, a más de 140 Km. de distancia, con los consecuentes F44 beneficios al facilitarse el viaje de F 44 la recua de mulas y los bienes que se Paisaje actual del palmar de Mulegé. transportaban. Los malestares de Basaldúa aumentaron, enfermo de viruela en la gran epidemia de 1709, y al temerse que corriera peligro su vida, se dispuso que el misionero se fuera a Guaymas primero, y después a la misión de Ráhum, en Sonora, en donde se restableció y pudo seguir sirviendo a las misiones peninsulares al enviarles ayuda en más de una ocasión y actuando como su gestor cuando pudo hacerlo, como sucedió en la ocasión en que su amigo, el padre Pícolo, le escribió una carta sobre los logros en Mulegé, Basaldúa le mandó una copia al obispo de Durango que tenía jurisdicción sobre California, el obispo pidió el documento original y lo mandó a Madrid, consecuencia de lo cual fue una cédula más a favor de California expedida por Su Majestad el 29 de enero de 1719. Las dotes intelectuales del misionero fueron reconocidas cuando fue nombrado en 1717 rector del Colegio de Guadiana187. El padre Basaldúa Murió en 1746.

187

El Colegio de Guadiana, 1596-1767, fue una importante institución educativa de nivel superior en Durango. Entre otras cosas se enseñaba latín, retórica, teología y filosofía, preparando a los estudiantes para ejercer la abogacía y el sacerdocio.

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10.Ugarte, Pedro de Pedro de Ugarte nació en Tegucigalpa, Honduras, el 28 de junio de 1671 e ingresó a la Compañía de Jesús en 1693. En 1704, el padre Juan Manuel Basaldúa regresó a Loreto de un viaje que había hecho a la ciudad de México para obtener los fondos que por decreto real correspondían a las misiones de California, y aunque no consiguió que se le entregara el dinero, sí logró que lo acompañara un nuevo religioso, el padre Pedro de Ugarte, hermano de Juan, famoso éste por sus obras como misionero en la península. Su llegada a California fue en momentos muy difíciles para los colonos, pues el hambre, la falta de equipo y el abandono del gobierno virreinal amenazaban con provocar el abandono de las misiones. La precaria situación por la que se pasaba no impidió que en julio de 1704, los padres Pedro de Ugarte y Juan María de Salvatierra, acompañados de un soldado y dos intérpretes indígenas, salieran por mar al paraje que los nativos llamaban Ligüig o Malibat 188 (ver F43), en la costa, a unos 31 kilómetros al sur de Loreto, con objeto de hacer los preparativos necesarios para plantar allí una misión. Legaron al lugar el 12 de julio, y aunque los nativos recibieron hostilmente a los misioneros, al grado de dispararles algunas flechas, se apaciguaron cuando el soldado de la expedición disparó al aire su arcabuz, asustados los naturales se tiraron a tierra, y pronto cambiaron de actitud al decirles el padre Salvatierra por medio de los intérpretes que venían como amigos y deseaban regalarles algunas cosas. Pedro de Ugarte pudo bautizar a 48 niños que trajeron voluntariamente sus madres para ese acto, reconoció con Salvatierra los alrededores guiado por los nativos, y aunque se comprobó que el lugar era propicio para establecer la misión, esto no pudo hacerse en ese tiempo por las carencias que se padecían, tuvieron que despedirse pero prometieron volver. Siendo provincial de los jesuitas, en el otoño de 1705 Salvatierra tuvo que viajar a la ciudad de México para atender los asuntos de su cargo, pero antes de salir dejó varias instrucciones, una de las cuales era que el padre Pedro de Ugarte fundara ya la misión de Ligüig, por lo que en noviembre de 1705 salió el misionero a cumplir la orden de su superior. Aunque fue recibido amistosamente por los indios, a los que hizo los acostumbrados regalos para granjear su afecto, el padre Ugarte padeció las incomodidades a las que siempre se enfrentaban los misioneros al plantar una nueva misión, al principio vivió en una enramada, tenía dificultades para comunicarse porque aún no dominaba la lengua de aquellos californios, y se topó con la resistencia de los gentiles que se mostraban reacios a trabajar. Para aprender el lenguaje de los naturales fue elaborando poco a poco su propio diccionario escribiendo el significado de todas las palabras que no entendía; y para hacer adobes, con el ejemplo, bailando descalzo en el lodo jugaba y trabajaba al mismo tiempo con los niños; con buen trato y mucha paciencia poco a poco fue atrayendo también a los adultos, de manera que con la ayuda de todos pudo construir una capilla de adobe y piedra en un paraje a orillas del

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Liguig, o Lihuig o Ligüig está a los 25º 44´ de latitud norte, en la costa del Golfo de California. El paraje era llamado Liguig por los monqui y Malibat por los cochimíes.

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arroyo de Ligüig, así como los locales necesarios en la misión. El padre Miguel Venegas relata el pasaje de la fabricación de adobes de la siguiente manera:

F45

… Encontró el Padre Pedro a sus indios quietos y sin recelo; aunque por mucho tiempo no tuvo en su hospedaje más albergue que la sombra de los mezquites al principio, y después unas cabañas de enramada, mientras se dispuso la Capilla y corta

vivienda de adobes. El concepto artístico de este dibujo muestra la construcción de una Aun a éstos era misión de adobe por indígenas, bajo la dirección del misionero. menester engañar Cort. del California State Dpt. of Education, Sacramento. para Calif. Department of Education. acostumbrarlos a algún trabajo: ya apostaba con ellos a quién más presto arrancaba mezquites y arbolillos: ya ofrecía premios a quien sacase más tierras: baste decir, que para formar los adobes, haciéndose niño con los niños, los convidaba a jugar con tierra y bailar sobre del lodo. Descalzábase el Padre y entraba a pisarlo: entraban también con él los muchachos: empezaba la danza, saltaban y bailaban sobre el lodo, y el Padre con ellos: cantaba el Padre, estando contentísimo, saltando a competencia y batiendo el Padre y pisando el lodo por varias partes, hasta el tiempo de la merienda....189. Todavía en la actualidad, es costumbre en algunas zonas rurales hacer los adobes excavando un hoyo de diámetro variable y de un medio metro de hondo, en el que se echa agua y varios hombres baten el barro ayudándose con los pies para después vaciarlo en moldes de madera. En una ocasión, el padre Pedro de Ugarte fue a una ranchería para confesar a una enferma y se encontró que un guama o hechicero se encontraba atendiendo a la mujer, aspirando con una caña para supuestamente extraer el mal que la afectaba. El misionero sacó al guama de la choza y llamó la atención a los catecúmenos que habían permitido su actuación. Poco después, y de regreso en su misión, los indios cristianos que habían sido reprendidos por Ugarte se presentaron orgullosos e informaron al misionero que habían dado muerte al guama. El padre los reprendió con gran severidad, por lo que aquellos nativos, ofendidos, se conjuraron para asesinarlo pero el plan fue delatado por un niño, lo que

189

Miguel Venegas, Venegas, Miguel. “Noticia de la California y de su Conquista Temporal y Espiritual hasta el Tiempo Presente”, tomo II, pp. 121-123.

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permitió al misionero conocer a los cabecillas de la conspiración, a quienes llamó y los amenazó con matarlos con una escopeta vieja que tenía a su servicio. Los naturales huyeron espantados, por lo que Ugarte salió a buscarlos, los perdonó y convenció de que regresaran a la misión. Este acto permitió que el misionero se ganara definitivamente la buena voluntad de los indígenas. El excesivo trabajo y la debilidad física del misionero, así como el contagio que padeció en la epidemia de 1708 que azotó los pueblos del sur de la península, lo obligaron en 1709 a abandonar su trabajo para que se repusiera en la ciudad de México; volvió a California pero perdió la salud nuevamente, por lo que sus superiores lo mandaron a la región del Yaqui, y ya no regresó a California aunque al igual que otros misioneros sonorenses, siguió ayudando a las misiones peninsulares. F 46

De 1710 a 1713, Pedro de Ugarte fue misionero en las misiones del Yaqui, en Sonora; en 1719 ocupó el puesto de prefecto en Dibujo de un guama aspirando los males de el Colegio del Espíritu Santo de Puebla; en un enfermo, en la portada de “Noticia de la 1724 tuvo el cargo de rector del Colegio de California” de Miguel Venegas, S.J.. Celaya; y en 1737 fue operario en el Colegio de Tepotzotlán; el 9 de febrero de 1745 murió en el Colegio de San Andrés, de la ciudad de México. El padre Ugarte fue substituido por Francisco Peralta en 1709, y éste a su vez fue relevado por Clemente Guillén en 1714, quien estuvo en la misión hasta 1721, cuando tuvo que ser abandonada debido a su poca población y falta de agua.

Ruinas de la misión de San Juan Bautista Malibat o Ligüig. F 46-a

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11.Bravo, Jaime Jaime Bravo, de origen aragonés, no era sacerdote sino “hermano”, y se desempeñó no sólo como eficiente procurador al servicio de las misiones de California, sino también trabajando más allá de su responsabilidad para ayudar a la obra misionera de los jesuitas, como es el caso de la construcción de la embarcación “Lauretana”190. Cuando en 1705 el padre Juan María de Salvatierra llegó a Loreto para visitar las misiones, no sólo traía provisiones sino que venía acompañado por el hermano Jaime Bravo, quien se quedó en California para ayudar en lo que fuera necesario a los misioneros, sobre todo al padre Juan de Ugarte en el trabajo que se requería en las misiones de Loreto, San Francisco Javier Viggé y Londó. Siendo provincial de las misiones, Salvatierra había ordenado al padre Juan de Ugarte y al hermano Bravo que se buscara un puerto en la costa del Pacífico para que sirviera de escala al Galeón de Manila, por lo que el 26 de noviembre de 1706, acompañados de 40 indios yaquis conseguidos por Ugarte, salieron los dos mencionados junto con el capitán Rodríguez, doce soldados y algunos indios californios hacia el oeste, llegaron a la contracosta de California y exploraron hacia el norte y sur sin resultados positivos, por lo que al escasear el agua, a las dos semanas se vieron obligados a regresar. En otra expedición en búsqueda de un lugar adecuado para establecer una misión, el hermano Bravo viajó con el capitán del presidio y varios indios hasta Malibat, para de allí continuar hacia el sur, aunque no se encontró el anhelado paraje. Una desgracia ocurrió al segundo día de haber salido, pues cuatro soldados exploradores encontraron en la playa los restos de una comida que indios pescadores de la región habían dejado. Esos restos eran los hígados de un pez llamado botete, considerado por los nativos como un veneno mortal. Los soldados no escucharon las advertencias de los indios y devoraron lo que creyeron que era un manjar, en menos de una hora murieron dos de los hombres y los otros dos fueron trasladados en coma a Loreto en donde lograron sobrevivir. Se ha dicho en otro capítulo que el padre Salvatierra murió en Guadalajara cuando se dirigía a México por orden del virrey Marqués de Valero para que las autoridades escucharan un informe detallado de las misiones en California, y se aclararan dudas sobre su sostenimiento y posible expansión. El hermano Bravo acompañaba al misionero, y al ocurrir su deceso él tuvo que llevar su representación ante el virrey, presentar los informes y hacer los alegatos necesarios para lograr el apoyo que tanto se necesitaba en las misiones peninsulares. La reunión se llevó a cabo en agosto de 1717 en la que estuvieron presentes el virrey, el hermano Bravo, los padres Alejandro Romano y Gaspar Rodero, con los cargos de procurador y provincial de los jesuitas, respectivamente, varios oidores o jueces y otros oficiales importantes del gobierno. Después de amplias deliberaciones en la que Bravo tuvo que vencer la resistencia de personas como la presentada por el tesorero del virreinato don José Antonio de Mendoza, el hábil gestor de los sotanas negras obtuvo casi todo lo que solicitaba, lo cual se plasmó en un decreto fechado el 25 de septiembre de 1717191. Como prueba de sus logros, Bravo regresó a California en una nueva embarcación cargado con provisiones y equipo que aportó la tesorería del virreinato. 190

La costumbre establecida en aquel tiempo era que las misiones de California contaran con dos embarcaciones a su servicio, una costeada por el rey y la otra por los misioneros jesuitas Para cumplir éstos con su obligación, la balandra “Nuestra Señora de Loreto” o “Lauretana”, fue construida en Loreto por el padre procurador Jaime Bravo en 1740 y sirvió por muchos años a las misiones. 191 Masten Dunne, “Black Robes…”, opo.cit., p. 157.

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En 1719 el hermano Bravo viajó a la Nueva España continental para ayudar en la remesa de los equipos y materiales que necesitaba el padre Juan de Ugarte para la construcción de su barco “El Triunfo de la Cruz”. De paso en Sinaloa recibió una orden inesperada del padre provincial, quien a su vez obedecía disposiciones del general de los jesuitas en Roma padre Miguel Tamburini. La máxima autoridad de la Compañía había tomado en cuenta, además de las virtudes de Bravo, su experiencia y preparación que incluía el conocimiento del latín, y le ordenaba que se dirigiera a Guadalajara192 para ordenarse como sacerdote; el hermano acató y cumplió con lo que se le solicitaba, lo que le permitió en adelante servir como misionero en California, en donde hacían falta religiosos para cristianizar a la numerosa gentilidad. La Paz se había resistido desde tiempos de Hernán Cortés a la conquista y colonización de los españoles. Pero esta vez el padre Juan de Ugarte, como superior de las misiones de California y gracias a un donativo del marqués de Villapuente decidió fundar una misión en el sur que llevaría el nombre de Nuestra Señora del Pilar de La Paz en Airapi. Conforme al cuidadoso plan de Ugarte, el padre Clemente Guillén, misionero de San Juan Bautista Malibat al sur de Loreto, debería de trasladarse por tierra y establecer la mejor ruta a La Paz, mientras que él iría por mar con el padre Jaime Bravo.

El dos de noviembre tocaron el extremo sur de la isla San José en donde el padre Bravo había estado tres meses antes, e hicieron contacto con algunos indios que fueron llevados al barco, en donde recibieron los acostumbrados regalos como muestra de amistad. El día tres ya tarde llegaron a La Paz y desembarcaron en el extremo sureste, en donde acamparon y pasaron la noche. Al siguiente día iniciaron los 192

F 47

Paisaje actual cercano a Todos Santos.

El obispo de Guadalajara que elevó al sacerdocio al hermano Bravo fue don Manuel de Mimbela. Algunos autores, siguiendo a Venegas, dicen que el viaje se inició en 1721, pero es un error que prolijamente corrige Barco en su obra, en la p. 405. Además, cualquier duda se disipa al leer la carta del padre Ugarte al virrey Marqués de Valero, en la que le informa del viaje. 194 Ugarte, “Carta del padre…”, ficha 281, op.cit., h. 1. 193

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Antonio Ponce Aguilar

El 1º de noviembre de 1720193 a las nueve de la mañana Ugarte y Bravo se embarcaron en la balandra “El Triunfo de la Cruz”, según aquél lo refiere en carta al virrey marqués de Valero cuando expresa: …desde primero de noviembre salí para La Paz en embarcación llevando conmigo al padre Jaime Bravo, caso de encontrar los indios de esa gran bahía…194. Iban una 20 personas contando a los dos misioneros, los marineros y algunos indígenas incluyendo intérpretes y varias mujeres; además se llevaban provisiones y regalos para los indios, así como caballos, cabras y ovejas.


trabajos preliminares de levantar cabañas, un corral, y arreglar el terreno en que se establecería la misión en un lugar alto que dominaba la playa. La convivencia amistosa con los indios fue una empresa difícil tomando en cuenta los agravios de que habían sido objeto los guaycuras y pericúes por parte de los españoles desde tiempos del almirante Atondo, y después por los armadores y buzos que venían de las costas de Sinaloa y Sonora en busca de perlas. A la desconfianza de los naturales hacia los europeos, debe agregarse que guaycuras y pericúes eran enemigos irreconciliables, por lo que el padre Ugarte, desde que hizo contacto con ellos tuvo que desplegar toda su capacidad de convencimiento y gran paciencia, como se expresa en el capítulo siete, no sólo para ganarse la confianza de los nativos sino para lograr que las dos etnias dejaran de hacerse la guerra. Los isleños de San José habían prometido a Bravo y Ugarte visitarlos, pero fue hasta el 21 de noviembre cuando lo hicieron, después de que los dos misioneros habían intentado establecer contacto con los indios locales en dos salidas que resultaron inútiles. En este primer encuentro los californios isleños se mostraron amistosos aunque al principio se asustaron con el tañer de la campana a la hora del Ángelus, pero con el trato de los misioneros y los usuales regalos se convencieron de que los extraños forasteros no eran enemigos, y a la semana otro grupo ahora de la islita Las Gaviotas llegó hasta el campamento español y se repitió el conocido protocolo. La dedicación de la misión se hizo el 3 de diciembre de 1720, se había levantado una palizada de mezquite alrededor del poblado, una cruz hecha de troncos de palmeras de más de once varas de altura se contemplaba de todas partes, se había construido la cocina y las habitaciones eran cómodas. En la tarde del 6 de diciembre, Bravo y su gente escucharon varias descargas y pronto se dieron cuenta que se trataba de los hombres del padre Clemente Guillén, que hasta ahora llegaba en su viaje por tierra procedente de San Juan Bautista Malibat. La extraordinaria odisea vivida por estos expedicionarios se narra en el capítulo XVI destinado al célebre misionero. Por orden del padre Juan de Ugarte, el padre Ignacio María Nápoli llegó a La Paz el 2 de agosto de 1721 para de allí salir a plantar en la costa del Golfo la misión de Santiago de las Palmas, el padre Bravo auxilió a Nápoli en todo lo que pudo y lo acompañó por un tiempo. Cuando Bravo estuvo en Santiago de las Palmas ayudando a Nápoli, había algunos indios guaycuras de su misión de La Paz colaborando en los trabajos iniciales, lo que estuvo a punto de causar un serio conflicto por la enemistad entre éstos y los pericúes nativos de Santiago, quienes temían que Bravo y su gente prepararan un ataque en su contra, pero finalmente el padre Nápoli, siguiendo el ejemplo de Ugarte, logró desvanecer la desconfianza y se restableció la tranquilidad. En 1723 el padre Jaime encontró buenas tierras a unas 20 leguas de La Paz, en un lugar situado a los 23º 27´ N., muy cerca de la costa del Pacífico, con agua suficiente para la siembra de todas las semillas acostumbradas, especialmente el arroz y la caña, y allí formó el pueblo de Todos Santos que fue el tercero de la misión; los otros dos eran la cabecera Nuestra Señora del Pilar de la Paz y Ángel de la Guarda, siendo desconocida la ubicación de éste. Cabe aclarar que la misión de Todos Santos se fundó hasta 1733 en el pueblo del mismo nombre ya mencionado, y su primer misionero fue el padre Segismundo Taraval. El descubrimiento por el padre Bravo de estas tierras propias para la siembra en la costa del Pacífico que lindaban al norte con extensos y desérticos arenales, con un generoso aguaje capaz de mandar el agua casi hasta el mar, quizá no se valoró de momento como debió hacerse, pues años después los productos obtenidos gracias a 109


la fertilidad de su tierra aliviaron notablemente las necesidades alimentarias de la cabecera Nuestra Señora del Pilar de la Paz. En una misiva que el padre Jaime envió al marqués de Villapuente, en la que se ocupó extensamente en agradecer la ayuda que el noble benefactor de la Compañía daba a los misioneros jesuitas de California, se autodescribe jocosamente como desdichado flaco californio195. Refiriéndose a su salud, en la misma carta dice: ...No pude escribir a V. Sa. Cuando el barco fue a Acapulco porque se hallaba tal el flaco, que el día que salió para la visita del Sur el padre Visitador Echeverría, lo dejó dispuesto y aplicada la indulgencia, por si fuere el verdadero artículo de muerte. En este estado me hallaba. Los huesos se van cada día descubriendo más, pero no nos impide, gracias a Dios, el poder hacer algo, ojalá que sea del agrado de su Majestad196. El padre Bravo dejó otras relaciones o informes de su trabajo, como son su “Relación de la entrada al puerto de La Paz...”; en la cual se muestra el carácter compasivo del misionero y hace una aportación etnológica, al destacar la resistencia que presentaron los indios para vivir bajo techo, al invitarlos a que se protegieran de la lluvia entrando en las barracas que se habían construido cuando se plantó la misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz en 1720. Bravo escribió: ...al llegar a nuestra barraca uno de ellos [de los indios]...rehusaba mucho el entrar...A poco de haber empezado la lluvia vinieron dos hombres a nuestra barraca y, significándoles la lástima que nos causaba el ver se estaban mojando sus mujeres e hijos, les dijimos que, si gustaban podían venir a la barraca donde, aunque había sus goteras, no estaba tan inclemente como en la ranchería. Parecía convite excusado que gente nueva quisiese encerrarse de noche dentro de nuestra barraca y trincheras...197. La actitud humana de Bravo, que consideraba un convite la estancia de todos dentro de la barraca, le redituó favorablemente en su relación con aquellos guaycuras de La Paz por la amistad y cariño que siempre le profesaron; por otra parte, poco a poco los naturales se fueron acostumbrando a tener un techo sobre sus cabezas. La disposición de caridad y servicio del padre Bravo se muestra de nuevo en una carta al marqués de Villapuente fechada el 10 de octubre de 1730, en la que entre otros temas, hace recomendación a favor del hijo del capitán del presidio, en unos renglones que dicen a la letra:...y la petición se encamina a que por mano de Vuestra Señoría pueda solicitársele alguna capellanía de las que suele haber de obras pías...Vuestra Señoría me perdone la molestia, que no ha sido posible zafarme de ella...198. Marcado por su época y las circunstancias, Bravo fue hábil en el trato hacia los nobles ricos de la Ciudad de México al llenarlos de halagos y adulaciones, como en la misiva mencionada en la que dice más adelante: ...Ahora se sigue la distribución de los cotones a los muchachos y niñas de doctrina, que no dudo ruegan a Dios por su benefactor, y que el Señor oye sus peticiones. Yo suplico a Su Majestad todos los días por la salud de Vuestra Señoría, de mi Señora la Marquesa de las Torres, mi Señora Doña María Rosa y toda su casa, y parentela de Vuestra Señoría como 195

Bravo, Jaime, “Cinco cartas del padre Jaime Bravo al marqués de Villapuente sobre las misiones de California: Loreto, 12 julio y 10 octubre 1730; 1 de abril y 31 diciembre 1731; 27 junio 1734.” Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano (4/56.1, f. 1-3v.) (86), ficha 291. 196

Ibid.. Miguel del Barco, Op.cit., pp. 141 y 189. 198 “Cinco cartas…”, op.cit., h. 1. 197

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que es la primera obligación que tengo en esta vida...199. Sin embargo, esa actitud nunca fue motivada para el logro de algún beneficio personal, sino para conseguir el envío de algunos bienes como telas para vestir a sus indios, o ayudar a otras personas como fue el caso del hijo del capitán del presidio. Bravo también escribió una carta fechada el 16 de noviembre de 1719 dirigida al obispo de Guadalajara, en la que se refiere a la dependencia y relación histórica que desde tiempo atrás hubo de las misiones de California al obispado de aquella ciudad. Además de lo anterior, el misionero da algunas informaciones poco conocidas sobre el personal que tenían los jesuitas en la Nueva España para apoyar el trabajo misionero en California; parte de la carta dice: ...Hay empleados a favor de dichas misiones catorce religiosos. Los once en la asistencia inmediata de aquellas nuevas cristiandades; tres que residen en México y en las haciendas en que están fincados los principales de las fundaciones. Estos religiosos cuidan de las haciendas, despachan los avíos y limosnas anuales a los misioneros, y corren con todos los negocios de

F48

Relación geográfica entre las misiones de Nuestra Señora del Pilar de La Paz (1), el poblado de Todos Santos (2), y la misión de Santiago (3). Adaptación en mapa de Google Earth.

199

Ibid., h. 2.

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Californias, para que los que allá residen puedan atender el fin principalísimo de la Reducción de tanto gentil a nuestra santa fe...200. Según lo expresado, el trabajo administrativo para satisfacer las necesidades de las misiones en California debe haber sido intenso y complicado, tomando en cuenta las numerosas haciendas, los donativos de benefactores y gente piadosa de la Nueva España, y lo que aportaba el propio gobierno de la Colonia, lo cual requería de todo un sistema que regulara no sólo la obtención de bienes y dinero, sino su oportuna y justa distribución a las misiones. Se conoce otro informe de Bravo al padre provincial de la Compañía de Jesús don José de Arjo, en el que el misionero narra algunas de sus exploraciones y trabajos en los alrededores de la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz y aun en lugares más distantes. En esta relación, Bravo se muestra no sólo como explorador, sino también como constructor de caminos, ya que logró comunicar los poblados de visita, de acuerdo con lo que se transcribe enseguida: ...43 días tardaron en abrirlo [el camino] 6 hombres, y trabajaron con gran empeño por lo furioso de los montes que se atraviesan y porque en partes tenían muy distante el agua. Quedó bien abierto cual no hay otro en Californias y dista 9 leguas un pueblo de otro....Por febrero fui allá y se pusieron algunas familias, se plantó la Santa Cruz y se dijo la Santa Misa...se limpió un pedazo de tierra húmeda...201. El misionero plantó maíz y esperaba una cosecha de 100 fanegas, según lo establece en su relación. F49

Segunda hoja de una carta del padre Jaime Bravo al padre provincial José Arjo. Copia tomada de Archivo Franciscano, Biblioteca Nacional de México.

200

El padre Bravo también se anticipó en el proyecto de abrir camino entre Todos Santos y la misión de Santiago, lo cual planeó con el misionero de ésta el padre Ignacio María Nápoli, habiéndose valido de

Archivo Franciscano, “Informe del padre Jaime Bravo al obispo de Guadalajara sobre las misiones de California”. Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano. (3/47.1, f.1-3v., f, 4-7), f. 4. y 5. 201 Archivo Franciscano, “Informe del padre Jaime Bravo al provincial José de Arjo, sobre sus visitas, trabajos y observaciones en los alrededores de la misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz, 21 junio de 1724”. Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano, ficha 286, h. 2.

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una breve exploración que hicieron un soldado de Santiago y un mozo que él llevaba. Los dos hombres informaron a los padres que el camino se podía abrir fácilmente con sólo hachas y machetes, pues no había peñas que exigieran el uso de la barra. Nápoli quedó en que más adelante se iría abriendo ese camino. Aquí hay que señalar que Bravo y Nápoli se visitaban uno a otro no sólo para planear el mejor desarrollo de sus misiones, sino como grandes amigos que fueron. Después de fundar y gobernar por ocho años la misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz, el padre Bravo fue cambiado a la de Loreto no sólo como misionero para ayudar al anciano padre Píccolo, sino como procurador. Cuando el padre José de Echeverría llegó a Loreto estaba el padre Jaime Bravo encargado de la misión, y le causó muy buena impresión el recibimiento de que fue objeto. En una carta fechada el 28 de octubre de 1729 que Echeverría mandó al marqués de Villapuente siendo visitador de las misiones, describió al padre Bravo de la siguiente forma: ...y se concluyó la función con muchos abrazos de gozo a mi padre Jaime, que está hecho un conjunto de huesos, espíritu puro en continuo movimiento, dando alma y vida a todo este nuevo alegre [..........] mundo...202. Al comienzo del levantamiento de los pericúes y al no recibirse apoyo del virrey para combatirlos, Bravo pidió ayuda a las misiones de Sonora y logró que se mandara un numeroso grupo de guerreros yaquis que participaron eficazmente en el combate formal contra los alzados. Siendo procurador en Loreto, en 1740 el padre Bravo dirigió la construcción de una balandra para el servicio de las misiones llamada “Nuestra Señora de Loreto” o “Lauretana” 203, la cual dio buen servicio durante veinticinco años. Además, en 1742 el misionero construyó una iglesia más grande que básicamente es la que subsiste hasta hoy (ver F 22), aunque el edificio ha sufrido modificaciones y reconstrucciones, sobre todo para reparar los daños causados por fenómenos naturales como la tormenta de 1829. Las cartas e informes que escribió el padre Bravo constituyen inapreciable fuente de información histórica. En la F49 se aprecia la segunda hoja de la “Relación del padre Jaime Bravo al provincial José Arjo sobre sus visitas, trabajos y observaciones en los alrededores de la misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz, 21 junio 1724”. Otras misivas son las siguientes: “Cinco cartas del padre Jaime Bravo al marqués de Villapuente sobre las misiones de California. Loreto, 12 julio y 10 octubre 1730, 1 abril y 31 diciembre 1731, 27 junio 1734”; “Informe del padre Jaime Bravo al Obispo de Guadalajara sobre las misiones de California, puntualiza la dependencia de dichas misiones del obispado de Guadalajara, Guadalajara, 10 de noviembre 1719”; “Razón de la entrada al puerto de La Paz, conquista de la nación guaycura y fundación de la misión de Nuestra Señora del Pilar [de La Paz] en California por el padre Jaime Bravo: 1720”.

202

Echeverría, José de. Carta del padre José de Echeverría al marqués de Villapuente sobre su visita a las misiones de San José y Santiago. En California: Loreto de California, 12 julio 1730. Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano (4/55.1, f. 1.-1v.) ( 82). 203

Barco, op.cit., p. 333.

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F 50

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F50 F51

A la izquierda, interior de la iglesia de la misión de Loreto con la Virgen en el altar principal. A la derecha, entrada principal. La construcción de piedra se debe al padre Jaime Bravo, que la terminó en 1742, después de las edificaciones originales hechas por el padre Salvatierra.

Si se quisiera sintetizar en pocas palabras la vida del padre Jaime Bravo, podría decirse que fue siempre de servicio a los demás, no sólo al catequizar a los indios californios del sur, sino quizá como el mejor y más entusiasta gestor ante las autoridades de la Nueva España para que se diera el justo valor a la obra misionera de los discípulos de Loyola en la lejana península. Murió el 13 de mayo de 1744 en la misión de San Francisco Javier204, lugar al que poco antes había ido tratando de mejorar su quebrantada salud. Su cuerpo fue llevado a Loreto, en donde se le dio sepultura en la iglesia que él había construido.

204

Venegas afirma en el folio 424 de su obra que los padres Helen, Bravo y Nápoli salieron de California por sus enfermedades, lo que niega rotundamente Miguel del Barco, quien asegura que El padre Bravo nunca salió de la California ni por enfermedad ni por otro motivo…. Barco, op.cit., p. 408.

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12.Gilg,Ádamo o Adam Ádamo Gilg nació en Rÿmarov, Moravia, en 1653; entró a la Compañía de Jesús en 1670, viajó a la Nueva España en 1687 y fue destinado a las misiones de Sonora, en donde acompañó a Kino en 1699 hasta el río Colorado, además de haber participado en la fundación de lo que sería la ciudad de Hermosillo. Aunque su obra evangelizadora se desarrolló principalmente en Sonora, sobre todo entre los seris, tal parece que estuvo por breve tiempo en la misión de Loreto por el año de 1705205. En la documentación de su ingreso a la embarcación en que viajó a América, se le describe como sacerdote de 34 años de edad, estatura mediana, barba y pelo negros, cara redonda y cuerpo abultado. Antes de salir a la Nueva España, el padre Gilg prometió al padre rector del Colegio de la Sociedad de Jesús en Brün, Mahren, escribirle una carta sobre sus experiencias como misionero en las lejanas tierras. Aunque la misiva se refiere a lo sucedido en las misiones de Sonora, que es a donde fue destinado, en algunas partes hace mención de temas relacionados con California, además de que muestra algo de su carácter en el trato con los nativos. Se transcribe a continuación parte de la carta: ...Los seris que viven en la costa del mar son altos y tienen un cuerpo bastante bueno, pero ellos mismos dicen que en comparación con gentes que viven al otro lado del mar y que para cruzar necesitan una embarcación son todavía más altos... Nuestro visitador el reverendo padre Juan Salvatierra está presionando al padre Eusebio Kino y a mí para construir una embarcación, con la cual explorar California y ver si podemos convertir a sus habitantes al cristianismo. Nosotros tenemos buena voluntad y estamos listos para construir tal embarcación, pero nos falta la madera adecuada, únicamente con mucho esfuerzo y bastantes gastos podremos llevar la madera desde lejos, pero por el momento está fuera de nuestro alcance...206. De la narración que hace Gilg, se pueden inferir dos conclusiones: primero, que la descripción que todos los misioneros hacen sobre la apariencia física de los antiguos californios, en el sentido de que eran de altura superior al promedio, cobra validez por lo que los indios seris expresaron al misionero, algunos de los cuales seguramente llegaron a tener contacto accidental o intencionado con los nativos peninsulares; y segundo, que el padre Gilg vivió con Salvatierra y Kino algunas de las experiencias en la planeación de la exploración y cristianización de El indio seri Ramón Blanco, en California. su balsa de tule, con un arpón de concha de tortuga. El padre Ádamo Seguramente sus ancestros Gilg murió en cruzaron el Golfo en balsas 1722. parecidas. Edward H. Davis, 1922. Cort. F 52

205

Smithsonian Institution, Nat. Musseum of American Indian.

Montané Martí, Julio, “Diccionario de Jesuitas”. “Una carta del padre Adam Gilg S.J. sobre los seris, 1692”. Revista “El Colegio de Sonora”, Vol. VII/No 12. 1996. Julio César Montané Martí, p. 154. 206

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13.Mayorga, Julián de. Antes de regresar a la península el padre Juan María de Salvatierra, después de renunciar en 1706 al cargo de provincial de la orden en la ciudad de México, preparó un envío de equipo y provisiones de Matanchel a Loreto que fue llevado por el padre Julián de Mayorga207, quien tenía poco tiempo de haber llegado de Europa. Antonio Ponce Aguilar

Mayorga, nativo de Villarejo, España, arribó en 1707 a Loreto enfermo y se agravó al grado de que se le administraron los últimos sacramentos, y aunque el padre Salvatierra que ya estaba allí desde el 3 de febrero de

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Arriba, paisaje cercano a Comondú. Abajo a la izquierda, panorama que deben haber contemplado Salvatierra y Ugarte al subir La Giganta en su viaje a Comondú. ese año

le ordenó que regresara para su propio bien, el misionero suplicó a su superior que lo dejara en California a lo que accedió el padre Juan María, pronto el nuevo misionero se restableció e inició así una estancia de 30 años en la distante península.

En 1707 los padres Salvatierra y Juan de Ugarte exploraron, simultánea pero independientemente, el arroyo de Comondú o “Caamanc Cadeú”, “Carrizal en cañada” en lengua cochimí208, a unos 50 kilómetros al oeste de Loreto. Cuando casualmente se enteraron de que ambos trabajaban muy cerca uno del otro, decidieron continuar sus acciones, Salvatierra fundó un poblado que llamó San Ignacio al norte y Ugarte el de San Miguel al sur. Los misioneros no pensaron entonces que, años después, como se verá más adelante, los dos poblados formarían parte de una de las misiones más importantes de la península, San José de Comondú.

207

Mayorga viajó de Matanchel a Loreto en compañía del capitán Rodríguez, quien estaba recién casado con una noble dama de la Nueva España. 208 Dunne afirma que Comondú significa Valle de las Piedras. Black Robes…, op.cit., p. 125.m

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Un año después, en el verano de 1708, Salvatierra, Ugarte y Julián de Mayorga visitaron el paraje llamado Comondú por los nativos, que es el actual Comondú Viejo, paraje por el que pasa un arroyo afluente en la parte alta del que hoy se llama La Purísima, pero que antes se llamó Santo Tomás y Cadegomó, situado a unos 35 Km. casi directamente al norte del actual poblado de San José de Comondú209 y a unos 33 kilómetros de La Purísima, arroyo arriba210; los misioneros pensaban que el lugar era propio para fundar una misión, por lo que con la dotación de Don José de la Peña Castrejón y Salzines, Marqués de Villapuente, se inició en aquel sitio la misión que se llamó San José de Comondú211 (ver F8), siendo designado su misionero el padre Mayorga, quien permaneció en ella hasta su fallecimiento en 1736. Salvatierra y Ugarte acompañaron a Mayorga durante algunos días, hasta que pudieron iniciarse las actividades rutinarias de la misión, y regresaron a Loreto. Al principio se construyeron una pequeña habitación y una iglesita de palos y ramas, poco después Mayorga pudo levantar con la ayuda de los indios una buena edificación de adobes para iglesia, un hospital y dos escuelitas para los niños y niñas, cultivó la tierra para la siembra de granos y plantación de viñedos, y reunió las diversas rancherías en dos poblados que eran San Ignacio, originalmente establecido por Salvatierra, y San Juan Londó; años después el pueblo de San Miguel que había fundado Ugarte, que perteneció en un principio a San Javier, también se agregó a la misión de San José de Comondú. El que tenía más agua y tierra labrantía de riego era San Ignacio. En 1714, ayudado por los soldados, y más aún por los indios de la misión, Mayorga inició la construcción de una iglesia un poco más grande que la que tenían desde 1708, aunque también se construyó de adobe debido a la falta de cal para el mortero con que se pegaba la piedra. Al nuevo edificio se le dio una anchura de 6.4 m., por ser esa la longitud de los maderos disponibles para vigas del techo, aunque la anchura de los muros de casi un metro reducía bastante el espacio interior. Sin embargo, la construcción daba la impresión de solidez, y su longitud de 19 metros era suficiente para acomodar a buena parte de los neófitos F55 de la misión. Las ruinas de los cimientos de la iglesia aún Cimientos de la misión de existen, y fueron hechos de piedras que se colocaban en la Comondú Viejo. De “Images zanja y llegaban a unos 30 centímetros sobre la superficie of Baja California”, Harry del suelo. Poco a poco, aprovechando las épocas en que había en la misión alimentos para sostener el equipo de Crosby, 1967-1992. indios que trabajaban en la construcción, se fueron levantando los muros que llegaron a una altura de 3 m.. Ocho años después de su fundación, la iglesita fue techada. Lo narrado da una idea del gran esfuerzo y paciencia que se requerían para levantar una edificación en un paraje alejado de Loreto. 209

San Miguel de Comondú está a 26° 2’ de latitud norte, y San José de Comondú se encuentra apenas a unos 2 kilómetros al norte del anterior. 210 Comondú Viejo está a 26° 16´26.94” N y 111°43´12.49” W. 211 San José en honor del benefactor de la misión y Comondú por castellanizar el nombre del lugar en cochimí.

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Mayorga escribió un informe al provincial de la Compañía de Jesús Alejandro Romano sobre el estado de la misión de San José de Comondú, fechada en San Juan el 20 de octubre de 1720, del cual cabe destacar lo que sigue. La iglesia era de pared doble de adobe, con su sacristía y otras dos piezas para habitación del padre; había...ganado mayor y menor lo bastante para surtir así este pueblo como los otros dos de este partido. Y cada día irá creciendo, si no viene otra mortandad, como la he tenido este año, en que se me ha muerto una buena porción de ganado menor212...Sigue relatando el padre Mayorga que en Comondú, no había posibilidad de sembrar ni una mata de calabaza, ya que a pesar de haber trabajado por el parecer de quien más lo entendía213 en una obra para sacar agua e irrigar la tierra, no se había obtenido la suficiente para conducirla al terreno de siembra. Aquí, al igual que en otras partes de su informe, el misionero deja trascender muestras de cansancio y pesimismo sobre todo en su quehacer temporal. En este aspecto, refiriéndose al pueblo de San Juan, Mayorga mencionó que lo construido se reducía a una pequeña pieza para el padre, una iglesita empezada y un pequeño pozo con muy poca agua para sembrar; en San Ignacio, el otro pueblo de la misión, sólo había una casita que se estaba cayendo y era inhabitable, por lo que más valía derribarla. Se contaba con algunas cabras, aunque muy pocas, y aquí sí admitía el padre que había suficiente agua para regar un espacio de tierra en donde cabrían 10 a 12 almudes de maíz. Sin embargo, las tierras que de por sí no eran muy buenas, se las llevaba el arroyo cuando llovía fuerte. En lo espiritual, Mayorga fue un poco más optimista y señaló que tenía a casi todos los indígenas bautizados y había muchas parejas casadas, aunque explicó que en lo general los avances eran muy lentos. Cerca del final de su manuscrito, el padre Mayorga precisó que en relación con lo que se había hecho o no se había hecho en la California, en nada había intervenido él con sus opiniones, por la razón sencilla de que jamás se le había pedido su parecer, y si en nada he intervenido hasta aquí, lo mismo sepa V. R. será en adelante...214. Se transcribe enseguida parte del documento: ...Acerca de otras cosas, aunque en sí, a mi parecer muy sustanciales, y aunque de algunas de ellas dependiere, y no poco, mi opinión, así en lo temporal como mucho más en lo espiritual, no hablo palabra. Porque ninguna de ellas depende de mí, y por otra parte, si hablara algo, aunque no me apartara en un punto de la verdad, fuera yo un hombre sin juicio, imprudente, temerario, y sin amor alguno a la California. El tiempo vendrá (aunque tarda mucho), que [se] descubra con cuánta verdad se ha informado, por escrito y de palabra, a los Padres Provinciales acerca de las cosas de por acá. Sólo quiero ahora para mi consuelo, que tenga entendido V. R., que en cuanto se ha determinado, se ha hecho y no se ha hecho, de años a esta parte en la California, en nada ha intervenido jamás el parecer del Padre Mayorga con un sí, ni un no, porque jamás en todo este tiempo, se me ha pedido mi parecer ni yo lo he dado. No digo esto porque lo sienta, y puede V. R. creerme, que antes tengo muchas razones para alegrarme de ello. Dígolo sólamente para que se entienda que alguna o algunas cosas, y de suyo de monta, en que yo ni he 212

Informe del padre Julián de Mayorga al provincial de la Compañía de Jesús, Alejandro Romano, sobre los bienes temporales y adelantos espirituales de la misión de San José de Comondú. Colecciones Mexicanas, ficha 285. Biblioteca Nacional de México, México, 2003, hoja 1. 213 Ibid., hoja 1. 214 Mayorga, op.cit., hojas 5 y 6.

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dado mi parecer, ni aun he sabido lo que intentaban, se han pedido a los Padres Provinciales en nombre de todos los Padres de Californias. Esto sí he sentido vivísimamente. No quiero que se me atribuya por algún lado, sea bueno sea malo, lo que por ninguno me toca. Y si en nada he intervenido hasta aquí, lo mismo sepa V. Ra. será en adelante...215 Mayorga terminó su informe con las cortesías acostumbradas, pero es innegable que el documento es la muestra de un misionero disgustado con la situación prevaleciente respecto a sus superiores y la forma como se administraban las misiones, y aunque su redacción es propia, carece de los eufemismos e hipérboles acostumbrados por casi todos los demás jesuitas de su tiempo, todo esto a pesar de que llegó a ser representante de la Inquisición en California216. El padre Mayorga tuvo problemas de salud, al grado de que en una ocasión tuvo que irse a Sinaloa buscando una mejoría con el cambio de clima, y tan pronto como mejoró volvió a su misión. En la opinión de autores como Clavijero, en aquel tiempo fue reconocida su labor en favor de los indios de San José de Comondú, en donde trabajó arduamente durante 28 años. El mismo misionero admitió en una carta dirigida al padre provincial que padecía fuertes dolores en el pecho y el estómago, y que le afectaba una grave depresión al grado de que había días en que no sentía deseos de moverse217. Sin embargo, Mayorga debe haber dominado todos los problemas físicos y mentales que por un tiempo lo agobiaron, pues poco a poco su misión de San José de Comondú prosperó no sólo por el número de indígenas bautizados, sino en la producción de alimentos.

La obra del padre Mayorga cobró importancia años después como iniciador de una serie de misiones que se irían plantando hacia el norte, lo cual 215

Antonio Ponce Aguilar

Julián de Mayorga murió el 10 de noviembre de 1736 a la edad de 67 años, después de 28 años de servir como misionero en California, y le sucedió el padre Francisco Javier Wagner. Deben reconocerse las virtudes de aquel hombre educado en los refinamientos de la corte española, que vivió casi tres décadas ejerciendo sus tareas de evangelizador y civilizador de los primitivos californios, en una de las misiones que llegó a tener la distinción de constituir la base de dos de los poblados más reconocidos de la península, como lo son San Miguel y San José de Comondú.

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Muro del colegio levantado por el padre Inamma en la última ubicación de Comodú.

Ibid. h. 6. “Harry W. Crosby, “Antigua California: Mission and Colony on the Peninsula Frontier, 1697-1768”, p. 486, n. 16. 217 Dunne, op.cit., p. 126,127. 216

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culminaría algunas décadas más tarde con el establecimiento de los franciscanos en Alta California, conducidos por el padre fray Junípero Serra. Después de la muerte del padre Mayorga, para julio de 1737 ya estaba el padre Wagner trabajando en la misión218, la cual pronto fue cambiada al poblado San Ignacio hacia el sur, el lugar que había visitado Salvatierra, por tener agua abundante y ofrecer mayores posibilidades agrícolas, de manera que el Comondú Viejo quedó como visita, y a San Ignacio se le conoció desde 1738 como San José de Comondú, en memoria del paraje en el que primero se fundara la misión. En 1737, el poblado de San Miguel, fundado por el padre Juan de Ugarte y que antes era visita de la misión de San Francisco San Javier, quedó ahora muy cerca de la nueva cabecera de San José de Comondú, a la cual se agregó, de manera que por algunos años los pueblos de la misión fueron 4: San José de Comondú, San Miguel de Comondú, Comondú y San Juan, aunque con el tiempo, por la disminución de la población indígena, lo que quedaba de ella se reunió toda en San José y los demás pueblos prácticamente desaparecieron. La edificación de piedra que se levantó después fue iniciada en 1750 por el misionero austriaco Francisco Inama, y era considerada una joya arquitectónica219, se terminó alrededor de 1760 pero décadas después fue destruida por el gobernador Juan Domínguez, según la tradición, para aprovechar sus materiales en la construcción de una escuela rural. De esta nueva construcción queda aún lo que fue la sacristía, y hasta hace poco en su interior se podía admirar una fotografía de las ruinas de la iglesia como estaban poco antes de 1930. Aquí debe señalarse que hay cierta confusión sobre la iglesia de San José de Comondú, de lo que se hablará con más detalle en otro capítulo, ya que autores como Dunne la consideran obra del padre Mayorga220 , mientras que Barco y otros la atribuyen a Inama.

14.Peralta, Francisco Francisco Peralta nació en Sevilla en 1682, ingresó a la Compañía de Jesús en 1697 y llegó a la Nueva España en 1706. Fue destinado a California en 1709, y de Loreto fue enviado a la misión de San Juan Bautista Ligüig o Malibat221 (ver F 57) para ocupar el lugar de su fundador el padre Pedro de Ugarte, quien se había enfermado durante la epidemia que en aquel tiempo se extendió por casi todas las misiones de la península. En noviembre de 1711, el padre Salvatierra mandó al nuevo misionero a Matanchel para que se encargara de carenar el barco de las misiones “El Rosario”, y que ordenase la construcción de otra embarcación que mucho se necesitaba, aunque no tenía experiencia en este tipo de asuntos222. El encargado de hacer el trabajo y sus ayudantes engañaron al misionero, le cobraron 218

El cambio de Comondú Viejo a San Ignacio, que se empezó a llamar San José de Comondú, pudo haberse iniciado desde 1736, antes de que muriera el padre Mayorga. 219 La iglesia era la única en California que tenía 3 naves. Su techo era abovedado y sus dimensiones: 25.1m. por 10.8 m. 220 Dunne, op.cit., p. 127. 221 El paraje era nombrado ligüi por los nativos monquis, y malibat por los cochimíes. 222 Clavijero, op.cit., p. 132.

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mil pesos y le entregaron la vieja embarcación igual o peor que como había llegado a Matanchel, lo que fue causa de que el viento lo hiciera encallar y quedara completamente destrozado cerca de la playa. Siguiendo las órdenes de Salvatierra, Peralta consiguió que se construyera otra nave en $22 000 pesos, pero cometió el error de ordenar el importante trabajo a la misma persona que se había encargado de “El Rosario”; después de 18 meses le fue entregada, y en ella se embarcaron los padres Clemente Guillén y Benito Guisi para California, y el padre Santiago Doye para Sinaloa, además de otros 25 hombres. El barco debía tocar Ahome o Yaqui antes de cruzar hacia California y en uno de los dos puertos desembarcar al padre Doye. Sin embargo, el viento arrastró la nave hacia Cabo San Lucas y de aquí la regresaron casi al punto de partida, se intentó la vuelta a California pero el viento empujó la embarcación a la costa cerca de Mazatlán, en donde naufragó, habiéndose ahogado el padre Guisi y otras cinco personas. Los otros 22 se salvaron de milagro después de muchas peripecias. En 1714 Peralta dejó San Juan Bautista y su lugar fue ocupado por el padre Clemente Guillén, luego fue destinado a las misiones de Sonora, en donde sirvió en Pótam y Ráhum, desde donde envió cada vez que pudo alguna provisión a California. De Sonora el padre Peralta se fue a Zacatecas, en donde falleció en 1728.

15.Guisi, Benito En 1713, padre Benito Guisi fue destinado a California, para donde se embarcó en compañía del padre Clemente Guillén, pero nunca llegó a su destino porque como se dijo antes, se ahogó con otras cinco personas al naufragar la embarcación frente a las costas de Sinaloa (Ver Peralta, Francisco y Guillén, Clemente).

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16.Guillén de Castro, Clemente Clemente Guillén de Castro nació en Zacatecas en 1677 y entró al colegio jesuita de Tepotzotlán en 1696; enseñó gramática y filosofía en Oaxaca, y después de radicar por algún tiempo en Sinaloa, el provincial de la orden lo envió a las misiones de California en 1713, aunque según del Barco, el futuro misionero no había sentido un particular deseo de ir a lugar tan remoto223. El viaje a California fue una verdadera odisea llena de peligros, en la que el misionero estuvo a punto de perder la vida. Como ya se ha mencionado, a fines de 1713 los padres jesuitas Clemente Guillén, Benito Guisi y Santiago Doye se habían embarcado en Matanchel en un navío recién construido, destinados los dos primeros a California y Doye a Sinaloa. La embarcación fue llevada por los fuertes vientos hacia San Lucas y luego de regreso a un lugar muy cercano al punto de partida. De aquí se hicieron a la vela nuevamente, y cuando tenían la playa de Loreto a la vista, una tormenta los devolvió a la costa sinaloense, naufragó la embarcación y se ahogaron seis personas, incluyendo el padre Guisi. Los veintidós náufragos restantes sobrevivieron sólo porque parte de la embarcación sobresalía del mar, y allí pudieron permanecer por algún tiempo. Después, con muchas dificultades pusieron a flote una lancha que llevaban, y en ella pudieron llegar a la costa, después de navegar a vela y remo un día y medio. En la desértica playa a la que llegaron sobrevivieron por unos días comiendo moluscos crudos, pero finalmente, después de vencer éstas y otras dificultades, llegaron a la población de Sinaloa, y de aquí Guillén viajó unos cuatrocientos kilómetros hasta el Yaqui, en donde se embarcó para su destino llegando a Loreto en enero de 1714, allí fue asignado a la misión de Liguig o San Juan Bautista Malibat, en donde permaneció por temporadas de 1714 a 1721. La misión de San Juan Bautista Malibat fue plantada en Ligüí o Liguig por el padre Pedro de Ugarte en 1705 entre los indios monquis224, cerca de Loreto, y aunque el misionero logró contagiar su alegría y entusiasmo a los niños indígenas al enseñarles a cantar y bailar en el lodo para hacer adobes, se fue imponiendo la crudeza de un medio poco propicio para el desarrollo de la comunidad, sobre todo por la falta de agua. El padre Pedro de Ugarte se vio obligado a dejar la misión por razones de salud, y en 1709 fue adscrito a ella el padre Francisco Peralta, quien a su vez dejó California en 1714, y fue entonces que el padre Guillén tuvo que ir a San Juan Bautista a ocupar la vacante. Hacía más de 30 años que el imperio español, gracias a los misioneros jesuitas, había penetrado en las diversas etnias de California intentando llevar el evangelio y la civilización europea a sus pobladores nativos, pero había aún fronteras interiores que se resistían al avance cultural hispano. Una de esas regiones desconocidas y que representaban un verdadero reto al avance misionero era el territorio dominado por el pueblo guaycura, cuyas numerosas rancherías se extendían por un terreno desértico y difícil de transitar desde Bahía Magdalena por el Pacífico, en una ancha franja diagonal hasta las inmediaciones de La Paz en la costa sur oriental de la

223

Barco, op.cit., p. 266: ...No había tenido el padre Guillén inclinación particular a las remotas misiones de indios, mas viendo que, sin intervención suya, le destinaba el superior para ellas, obedeció pronto... 224 Indígenas que habitaban muy cerca de Loreto, del tronco lingüístico guaycuriano.

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península. El territorio era hostil en lo geográfico, pero 20 años después lo sería mucho más por parte de sus naturales, por ahora era necesario conocerlo para lograr su conquista y colonización. El 5 de marzo de 1719, acatando las disposiciones del virrey y por orden directa del padre Juan de Ugarte, Guillén inició una expedición hacia la costa del Pacífico en busca de un puerto que sirviera de escala al galeón que viajaba de Filipinas a Acapulco. Salió de San Juan Bautista Malibat o Ligüig acompañado por el capitán de Loreto, don Esteban Rodríguez Lorenzo, doce soldados, quince indios armados a su modo y dos intérpretes225; el capitán había salido de Loreto el 3 de marzo y sólo se detuvo en la ranchería de Nautrig por las bestias necesarias para el viaje, por lo que suele decirse que la expedición comenzó ese día. Desde tiempos de Sebastián Vizcaíno se sabía de un buen puerto que se encontraba en Bahía Magdalena, por lo que hacia ese destino final se dirigieron.

F 57

Ruta aproximada del padre Clemente Guillén en su expedición a Bahía Magdalena en 1719. 1.San Juan Bautista Malibat o Liguig o Ligüi. 2. Santa Cruz de Udaré. 3. Anyaichirí, hoy rancho Andachire. 4. Quepoh. 5. Chiriyaqui (Después Misión de San Luis Gonzaga). 6. Estero Grande. 7. Bahía Magdalena. 8. Bahía Las Almejas. 9. Los Dolores. Adaptación en mapa de Google Earth.

225

El día 4, antes de llegar a la misión de Malibat que se hallaba en la costa del golfo de California a los 25° 44´ N, se cayeron tres mulas con todo y carga en el paraje llamado Cuesta de Chuenquí, lo que da idea del terreno por el que se transitaba. El 5 de marzo de 1719, al salir todos de Malibat ya con el padre Guillén incorporado, hicieron rumbo al sur sureste por una ruta que casi coincide con la actual Carretera Transpeninsular, y como a los 9 kilómetros doblaron hacia la sierra un poco al suroeste, por donde encontraron varias rancherías en las que bautizaron a algunos niños. El 6 de marzo estuvieron

Guillén, Clemente. [Diario de la] Expedición a la nación guaycura en Californias y descubrimiento por tierra de la gran Bahía de Santa María Magdalena en el Mar Pacífico, hecha por el Capitán Esteban Rodríguez Lorenzo, su primer conquistador: 3 marzo-14 abril 1719.Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, (1/2.1, f. 1-16 v., f. 17-26 v), ficha 118, p. 1. Aunque el diario no tiene firma, todo indica que fue escrito por el padre Clemente Guillén, quien se agregó en Malibat a la expedición que encabezaba don Esteban Rodríguez Lorenzo.

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en Santa Cruz Udaré, hogar de los dos intérpretes, cuyo arroyo bautizado por Guillén tenía buenas tierras, carrizales y saucedas226. El día 7 de marzo subieron por el arroyo de Santa Cruz, que corre casi paralelo y al sur del Huatamote, y al siguiente día se detuvieron en un paraje que llamaron San Juan de Dios, para celebrar al santo patrón con una solemne misa y muchos bautizos de niños de rancherías cercanas, pues el padre había invitado a los nativos de Udaré para que acudieran a San Juan de Dios Cuatiquié con sus hijos. Después de componer un malpaso que dificultaba el cruce del arroyo, prosiguieron su camino y el día 9 estuvieron en la ranchería de Anyaichirí, que con el tiempo sería el rancho de Andachire. En este paraje, relata el padre que …recogida ya la gente y velando los centinelas en sus puestos, comenzó un indio en la ranchería que estaba cerca a hacer un razonamiento con grande energía, y movimientos de arco y flechas, que gobernaba al compás de su voz. El argumento de su oración fue que tenía mucho miedo de la gente del sur, para donde nosotros íbamos. Al acabar el orador su asunto, soltó toda la ranchería un gran [ilegible], y nos dejaron descansar…227. Episodios como éste se han encontrado en varios relatos de misioneros, en donde un miembro de la ranchería comunica públicamente un mensaje importante, moviéndose rítmicamente con su arco y flechas, y aunque en casi todos los casos quien escribe el relato toma el asunto como algo risible y sin trascendencia, el padre Guillén lo refirió con toda seriedad, como una advertencia de lo que podría esperarles más adelante. El 10 de marzo hicieron un poco más de 20 kilómetros hasta las cercanías de lo que hoy es Jesús María, casi a los 25° 20´ N y 111° 25´ W, tocando una ranchería llamada Quiairá en la que encontraron pocos indios. En este punto fue necesario que el capitán mandara varios soldados a buscar el mejor sendero para continuar la marcha hacia la costa, guiados por los naturales del lugar. Estos exploradores encontraron que la mejor ruta era hacia la ranchería llamada Quepoh rumbo al sureste, a donde llegaron los expedicionarios el día 11, aunque tuvieron que derribar algunos cardones que estorbaban el paso de las bestias. Esa noche, después de rezado el Rosario y dichas las Letanías Lauretanas se cantó El Alabado, lo que de acuerdo con Guillén impresionó agradablemente a los indios del lugar, que se acercaron al real para oír los cantos. Después de explorar en busca del mejor sendero a seguir, el día 12 los viajeros se dirigieron a Querequaná dirigidos por guías de Quiairá y Quepoh, a quienes correspondieron en sus servicios regalándoles tabaco, cuchillos, frazadas y sayal; el lugar estaba solo. El día 13 pasaron por San Andrés Tiguaná, en donde se encontraron a la gente de Querequaná y les hicieron los regalos acostumbrados; por su parte los indios obsequiaron a los viajeros plumas, aceptaron guiarlos en lo que seguía del camino y enviaron mensajeros a las próximas rancherías avisando de su ida. Al día siguiente, en un paraje montoso al ver los nativos que los viajeros trabajaban en despejar el camino, se acomidieron en buen número y ayudaron a los españoles. El día 15 estuvieron en Codaraquí, en donde regalaron a los indios frazadas, cacles, cuchillos, sayal y comida, lo que valió a los españoles que al siguiente día los nativos los guiaran a Chirigaquí, además de que recibieron del cacique como obsequio y muestra de amistad una especie de corona o visera. El día 16 estuvieron en Chirigaquí o Chiriyaqui, en donde años después se plantaría la misión de San Luis Gonzaga228, y aquí los españoles sintieron temor de un ataque al encontrar un nutrido 226

Guillén, “Expedición a la nación guaicura…”, op. cit..p. 2. Ibid., p. 3. 228 San Luis Gonzaga Chiriyaqui se encuentra a los 24º 55´N., y a los 111º 17´ W.. 227

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grupo de indios, con sus armas escondidas en los matorrales, aunque finalmente no se registró ninguna agresión. A falta de pasto los soldados tuvieron que cortar ramas de mezquite para dar de comer a la caballada. De Chiriyaqui los viajeros siguieron hacia el sureste, y continuando por alguno de los cauces que van a dar a la parte más alta del arroyo Santa Rita, y fueron ahora descendiendo hacia el suroeste. En ningún momento la expedición fue hostilizada por los guaycuras, aunque en ocasiones los españoles tuvieron temor de que serían atacados. El día 18 de marzo, por ejemplo, los guías desviaron la ruta con dolo229, según Guillén, hacia un arroyo en el que se encontraba un gran número de indios guaycuras armados, con sus mujeres situadas aparte en un lugar elevado y protegido por cantiles. Dominando su temor, los viajeros desfilaron militarmente frente a los naturales con tal compostura, yendo al frente de la columna jinetes españoles bien montados y armados, que los nativos quedaron muy impresionados con la marcial demostración, de manera que si habían pensado agredir a los intrusos desistieron de ello. Al hacer relación de cómo se componía la columna, el misionero mencionó las escuadras de indios amigos, y que además llevaban un carruaje, que debe haber sido una especie de carreta con provisiones tirada por mulas. En este paraje, el capitán, seguramente por la sugestión o con el acuerdo del padre Guillén, mandó invitar con los intérpretes a los indios para que acudieran al real con objeto de darles algunos regalos, llegaron unos 100 hombres armados, aunque dejaron sus arcos y flechas entre unos arbolillos antes de entrar al campamento, y unas 20 mujeres, que se asombraban de lo que veían, especialmente las mulas y caballos. Además de los regalos acostumbrados se les dio comida, aunque algunos no la aceptaron; aquel lugar tan poblado era la ranchería de Cuédeme. El día 20 de marzo, cerca de un lugar que Guillén llama San Joaquín, vieron cómo los indios tenían áreas cercadas con ramón y palos espinosos, hacia donde espantaban conejos, liebres y otros animales para cazarlos con más facilidad, hecho que otros misioneros también presenciaron en otras etnias muchos kilómetros al norte. El día 21 encontraron cerca de una ranchería abandonada unos arcos ensangrentados y quebrados, así como señales de un cuerpo que había sido arrastrado, lo que confirmaba el carácter belicoso de los nativos de aquellos parajes. El 22 de marzo los viajeros estuvieron en Tipateiguá, y después, siguiendo por el cauce de un arroyo, en el paraje llamado Arúi las avanzadas de la expedición encontraron un grupo de indios muy ocupados en cazar ratas, al grado de que se dieron cuenta de la llegada de los españoles hasta que estaban a unos diez pasos de distancia; sorprendidos y asustados los indios sonaron sus silbatos230 y alertaron a sus compañeros, disponiéndose a pelear, pero como era costumbre, los viajeros disiparon sus temores con algunos regalos como cuchillos y comida, y a cambio fueron retribuidos por los nativos con pieles de venado. Más adelante se hace referencia al uso de esos pitos o silbatos. El día 23 todo el grupo expedicionario llegó a San Benito Arúi, aunque no fueron a la ranchería cercana porque en donde estaban había pasto suficiente para la caballada. El capitán mandó exploradores y guías indígenas de Arúi rumbo a la bahía que se suponía cerca, caminaron arroyo abajo por un tiempo, luego dejaron la caja del arroyo y llegaron a un estero rodeado de 229 230

Guillén, “Expedición a …”, Ficha 18, op.cit., p. 9. Harry W. Crosby habla de estos “pitos” en su obra “Antigua California”, p. 435.

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abundantes manglares. Ante la insistencia de los exploradores españoles de que los guías los condujeran a la bahía, éstos se negaron y solo apuntaban hacia el noroeste, luego se regresaron a su ranchería y los españoles, viendo que su paso se impediría por la abundancia de manglares siguieron el rumbo indicado por los indios, sólo para llegar a otro estero parecido al anterior, por lo que siendo ya tarde, decidieron regresar al campamento. El día 24 el propio capitán decidió salir a explorar en busca de la mejor ruta a la bahía, y aunque los de Arúi no quisieron acompañarlo sí le indicaron el mejor camino a seguir y la ubicación de un aguaje. El capitán y algunos de sus hombres se dirigieron a la bahía por el camino indicado, pero nuevamente el espeso bosque de manglares les cerró el paso, aunque rodearon varios kilómetros tratando de encontrar una apertura que les permitiera llegar al mar no lo lograron, y obligados por la falta de agua tuvieron que regresar al real. Ese día el capitán debió haber viajado en total unos 60 kilómetros231. Al siguiente día 25 de marzo, los guías de Arúi no aparecieron, había muy poco pasto para las bestias y no podían llegar al mar por los abundantes manglares, por lo que el capitán decidió volver sus pasos a Tipateiguá para acamparse.

F 58

El 26 de marzo, por orden del capitán, el cabo Francisco Cortés de Monroy, acompañado por un intérprete y varios soldados viajó más de 60 kilómetros con la intención de llegar a lo alto de las serranías cercanas a la bahía y seleccionar la mejor ruta, procurando salir a la costa a la altura de la punta noroeste y buscar un aguaje. Guillén expresó en su registro del día 26 de marzo que los exploradores …siguieron su viaje en demanda de la punta de la montaña, que dirigía derechamente a la bahía, pero por montes y malezas no hallaron agua en el camino…232 Las serranías a las que se dirigió pudieron haber sido las que están muy cerca y al sureste del cauce del arroyo Santa Rita, a unos 20 kilómetros de la costa, en donde hay alturas que en partes llegan a los 100 metros sobre el nivel del mar, lo cual sin ser una altura importante debe haber sido suficiente para contemplar todo el paisaje costero, tomando en

cuenta que entre estas elevaciones y la bahía el terreno es bajo y llano. En su camino encontraron unas cabañas abandonadas construidas con cardones, pero nada de agua, aunque acamparon en un lugar con algo de pasto para pasar la noche. Manglares en Bahía Magdalena.

Finalmente el 27 de marzo de 1719, después de cabalgar quizá otros 12 kilómetros Cortés llegó a la costa probablemente en el lado opuesto de Isla Margarita, pues señala el misionero …llegó a el mar enfrente de la misma punta de las montañas que forman de opuesto con esta otra tierra la gran bahía de Santa María Magdalena en el Mar Pacífico…233, refiriéndose aparentemente a la 231

El señor capitán determinó tomar la vuelta de San Benito Aruí, a donde llegó sobre tarde, habiendo caminado en la expedición como 15 leguas…Guillén, “Expedición a la nación guaycura…”, op.cit., p. 21. 232 Ibid., p. 22. 233 Ibíd., p. 23.

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montaña que se encuentra en el extremo sur de Isla Margarita234. Aquí contemplaron ballenas que se desplazaban por la boca que se forma entre esta isla y la llamada Creciente, lo que les hizo suponer no sin razón que la profundidad del mar era considerable, y vieron la boca de un estero que debe haber sido el que hoy se llama Estero Grande en la desembocadura del arroyo Santa Rita en la Bahía de las Almejas (ver F 57). Explorando las playas cercanas encontraron un indio tratando de quemar unos mangles, y al ser interrogado por los intérpretes les dijo: …no entiendo esa lengua…no hay aquí gente…yo solo vivo aquí…ni hay agua ni la bebo yo aquí…235, pero después de ganar su confianza lograron que los llevara al aguaje de su ranchería. En ese lugar los españoles hicieron los acostumbrados obsequios a los nativos, y a cambio recibieron pescados asados y crudos, plumas y otras cosas, como una hermosa concha de madre perla procedente del Golfo que le dieron al soldado Francisco de Rojas. Al preguntarles a los indios si había agua en la isla dijeron que sí, cerca de la playa, y que ellos se acampaban allá por temporadas, costumbre que también confirmaron después nativos de otras rancherías. Usando unos recipientes hechos de raíces y juncos que les proporcionaron los indios, los españoles sacaron de un pozo excavado en un médano cercano al estero agua para beber y dar a la caballada, aunque esto fue con gran dificultad porque se derrumbaba la arena en el pozo y sólo con un ademe podría obtenerse el líquido suficiente. El cabo Cortés no se decidió a hacer el ademe porque, con razón, pensó mejor volverse ese mismo día a Arúi por un camino más corto y allá descansar la caballada. Así lo hicieron en parte, cabalgaron favorecidos por la luna hasta ya avanzada la noche, y a unos 8 kilómetros de Arúi tuvieron que acampar debido a que en caso de seguir, un espeso pitahayal hubiera lastimado a las bestias, pero al siguiente día estuvieron temprano en la ranchería y pudieron todos calmar su sed. Después de unas horas de descanso, Cortés y su gente reiniciaron el regreso llegando por la tarde del día 28 de marzo al real en Tipateiguá, en donde los que allí habían esperado les hicieron un buen recibimiento. El cabo informó con detalle al capitán todo lo sucedido en los 3 días de viaje. En el registro correspondiente al día 27 de marzo, refiriéndose al cabo Cortés que encabezaba la partida de exploradores que habían llegado a la bahía, y que decidió no posponer más el regreso a Arúi, el padre Guillén escribió en parte lo que sigue: …juzgó el señor cabo poder llegar hoy a San Benito Arúi, habiendo conocido menor distancia de la bahía a este aguaje de Arúi, que al de Tipateiguá, por donde ayer y hoy se ha caminado, y no quiso alargarnos el cuidado en que estaríamos en nuestro real todos…236, lo que parece indicar que ni el padre Guillén ni el capitán llegaron a Bahía Magdalena, y ambos formaron parte del grupo que esperó a Cortés de Monroy y su gente en Tipateiguá. El día 29 el capitán mandó varios soldados a explorar el arroyo de Arúi corriente abajo, buscar agua, llegar a la costa y tratar de acercarse a la otra boca de la bahía. Los exploradores encontraron un aguaje bueno y luego tres pozas de agua salada, llegaron al estero, cabalgaron un 234

Esta referencia de la montaña, el río que prácticamente llegaba a la costa y el estero son base para pensar que el lugar al que llegaron fue muy cerca del Estero Grande, en lo que hoy se llama bahía de Las Almejas. En otro caso aunque menos probable, podría tratarse del estero Salinas, en el extremo norte de Bahía de las Almejas. 235 Guillén, “Expedición a…”, p. 23. 236 Ibid., p. 24. El subrayado lo hace el autor.

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poco al sur, pero les impidió seguir una zona pantanosa impenetrable y mucho monte, por lo que no pudieron ver la bahía e iniciaron la vuelta al real en Tipateiguá, a donde llegaron a eso de las once de la noche. Al día siguiente se inició el regreso a Loreto, pensando evitar mayor desgaste en las bestias, y también para tener tiempo de reconocer algunas tierras y arroyos por los que se había pasado antes. Esto se hizo con el mayor esmero dadas las circunstancias, explorando los alrededores de los parajes importantes y registrando todo lo que pudiera ser de utilidad en el futuro, además, refrendaron la amistad con las diversas rancherías, algunas de las cuales fueron después de Tipateiguá, Tacanoparé, Cuédene237, Tiguaná, Querequana, Quepoh, Aénata, Quiíra, Aquiri, Cajalchimín y Cajalloguoc. La ruta de regreso un tanto diferente a la de ida facilitó la marcha, y el día 12 de abril los expedicionarios entraron al poblado de San Pablo238, en donde el padre Juan de Ugarte los hospedó y regaló con caritativa largueza239. Para el día 13 pasaron por San Francisco Javier y el día 14 de abril de 1719 estaban de regreso en Loreto, en donde fueron recibidos con salvas y singulares demostraciones de júbilo. Si es verdad que en esta exploración no se encontró el ansiado puerto en el Pacífico en las condiciones que se requería, sí se logró entablar contacto amistoso con los guaycuras, lo que facilitaría más adelante establecer no una, sino dos misiones entre aquellos naturales. Por otra parte, se supo en forma definitiva que Bahía Magdalena, a pesar de ser un gran puerto natural, no podría aprovecharse por la falta de agua y leña, obstáculo que siguió vigente hasta tiempos recientes. El padre Salvatierra había intentado sin resultado plantar una misión en La Paz, pero en 1720 se fueron los padres Jaime Bravo y Juan de Ugarte en la nueva balandra “El Triunfo de la Cruz” para establecerla. Fundada la misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz a fines de enero de 1721, el padre Bravo se quedó en ella y los demás regresaron a sus lugares de origen. Para que se tuviera una ruta abierta entre la nueva misión y Loreto, Salvatierra dispuso que previamente el padre Clemente Guillén se fuera por tierra de San Juan Bautista Liguig a La Paz para comenzar la construcción del camino, o dicho más bien, para establecer la mejor ruta por la que se abriría el camino. Liguig o Malibat, como también se nombraba el lugar, se encontraba a menos de trescientos kilómetros, pero como se verá, Guillén tardó veintiséis días en llegar, debido a que el terreno entre los dos lugares era muy accidentado. El lunes 11 de noviembre de 1720 salió la expedición encabezada por el padre Clemente Guillén de San Juan Bautista Malibat hacia La Paz para dar cumplimiento a lo ordenado por el padre Salvatierra. Además de tres soldados y cuatro criados, iban 13 indios de Malibat y Loreto. Se había planeado que parte de la carga que llevaban se iría por mar a bordo de canoas hasta el paraje costero de Apaté, situado a los 25º 2´ N y a los 110º 50´ W, pero el mar encrespado lo impidió, por lo que se tuvo que transportar todo a lomo de mulas, lo que causó mayores trabajos y lentitud en el viaje. El rumbo era directo hacia el sur pegado a la playa mientras las montañas no impidieran el paso. 237

Algunos autores norteamericanos escriben Quedené, pero Guillén repetidamente registra Cuédene. San Pablo era visita de la antigua misión de San Javier, pero se convirtió en su cabecera al reunir mejores condiciones por el agua y tierra disponibles. Fue en este lugar en donde el padre Miguel del Barco construyó la misión de San Javier que hoy se conoce. 239 Guillén, “Expedición a la nación…”, op.cit., p. 31. 238

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San Evaristo

F 59

Rutas aproximadas en las expediciones del padre Clemente Guillén de Malibat a Nuestra Señora del Pilar de La Paz, 1720. La línea anaranjada señala la ida a La Paz, la roja el regreso a Ligüig. 1, Ligüig o Malibat. 2, Acuré. 3, Asembavichi. 4, Apaté. 5, Kakiwi. 6, Santa Catalina de los Miradores. 7, Los Desposorios de Nuestra Señora. 8, Santa Bibiana de las Averías. 9, San José de las Batecuas. 10, La Paz. 11, San Higinio del Guaycuro. 12, San Hilario. 13, Pacudaraquihué. 14, Aripité. 15, Tiguaná. 16, Quepoh. 17, Udare. Adaptación sobre mapa de Google Earth, con datos de las cartas de DETENAL, “Baja California Almanac”, los diarios del padre Guillén, del padre Miguel del Barco, del diario de Esteban Rodríguez Lorenzo, probablemente escrito por Guillén; y del historiador James Arraj.

Al siguiente día llegaron a la ranchería de Puca Habra, en donde acababa la lengua de Malibat; por lo que muy pronto transitarían por territorio de la nación guaycura, el cual se iniciaba en Santa Daria Acuré240, paraje al que arribaron el jueves 14. Algunas de las rancherías que tocaron después fueron: viernes 15, San Carlos Aripaqui, en donde fueron muy bien recibidos y consiguieron dos guías para que los acompañaran el resto del camino; sábado 16, San Gregorio Asembavichi, cerca de donde hallaron un estero rodeado de tequesquite, una de las substancias que se empleaban para hacer jabón; en este lugar tuvieron que hacer algunos pozos o batequis con objeto de sacar agua para que bebiese la caballada; domingo 17, llegaron a Santa Isabel Cuhue y ese mismo día a un pequeño aguaje llamado Acui; el lunes 18 arribaron a Apaté, donde

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“[Diario de la] Expedición por tierra desde la misión de San Juan Bautista Malibat hasta la Bahía de La Paz, en el Seno Califórnico [por el padre Clemente Guillén]: 1720”. Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano, 3/49.1; f. 16, ficha 283, registro del jueves 14 de noviembre de 1720.

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sólo había agua salada, pero los exploradores encontraron agua dulce corriente más arriba del arroyo y algunas porciones de tierra cultivable. En este lugar llamado Nuestra Señora de Los Dolores se establecería más adelante la misión de ese nombre, aunque por lo que el padre Francisco María Píccolo expresó en su “Informe del estado de la nueva christiandad de California…”, fechado en 1702 y dirigido a la Real Audiencia de Guadalajara, al lugar ya se le daba ese nombre y reunía características de misión desde ese tiempo, habiendo mencionado que había sido dotada por la “Hermandad de la Congregación de San Pedro y San Pablo”, la cual en México recibía el nombre de “Los Dolores de la Santa Virgen”. En su relación, Píccolo mencionó los pueblos de visita que tenía la misión, por lo que no hay duda de que el establecimiento ya se había plantado casi 20 años antes de que Guillén pasara por allí. Lo que posiblemente sucedió es que, con el paso del tiempo, la misión dejó de ser atendida por un misionero, y finalmente fue abandonada. En esta etapa cabe mencionar una aportación etnológica que hace Guillén en su diario, al registrar el día 19 de noviembre que en la ranchería de La Presentación de Devá, al ver a unos exploradores españoles que se habían adelantado para reconocer el terreno, los gentiles...comenzaron a gritarse unos a otros, y a llamar con sus pitos a los que andaban lejos. Tomaron sus armas y trataron de retirarse, mas por medio de los de Aripaqui que acompañaban a los exploradores, se apaciguaron y llegaron a hablar, recibieron algunos regalillos y seis de ellos vinieron con nuestra gente a Nuestra Señora de Los Dolores.241. Ésta es una de las pocas veces que se menciona en las relaciones e informes de los misioneros el uso de lo que Guillén llama “pitos”, y que debieron ser algo parecido a flautas o silbatos, tal vez de carrizo o barro, con los cuales algunas etnias de los primitivos californios se comunicaban unos a otros a regulares distancias. Al principio, como ya se ha mencionado el viaje se hizo casi prácticamente por la costa, habiéndose encontrado con las dificultades que siempre había en las expediciones en el sur de la península: escasez o carencia de agua, lo que varias veces obligó a los españoles a excavar pozos para dar agua a la caballada; parajes de muy difícil tránsito por las empinadas cuestas, playas pedregosas, así como barrancos y montañas que impedían el paso y frecuentemente hacían rodar a las mulas con todo y carga; sin embargo, no encontraron hostilidad en los nativos de las numerosas rancherías por las que pasaron. El problema que se presentaba en este lugar para continuar la marcha era que la sierra casi llegaba a la costa e impedía el paso con las mulas cargadas, por lo que desde aquí, aproximadamente a los 25º 5´N, los expedicionarios tuvieron que buscar camino por unos cuantos kilómetros hacia el suroeste que les permitiera subir las montañas, y continuar su avance rumbo al sureste todavía paralelamente a la costa pero ahora viajando por la serranía hacia La Paz. Después de un día de exploraciones hallaron finalmente el sitio adecuado para iniciar el ascenso de la Sierra del Tesoro, lo cual lograron después de algunos trabajos el miércoles 20 de noviembre. Ese día todos subieron la serranía y acamparon en Devá, aprovechando que había pasto para las bestias y algunas ciénegas.

241

Guillén, op.cit. ficha 283, p. 17.

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La expedición siguió su marcha casi siempre con la ayuda de guías indios que se unían al grupo, y convenciendo a los nativos de las rancherías próximas que iban en plan amistoso, lo cual lograban sin dificultad con los regalos acostumbrados. Sin embargo, el viajar por la sierra se empezó a tornar para los viajeros en un problema serio, porque aun con la ayuda de los guías y la salida de exploradores para reconocer el mejor camino, se sentían casi perdidos entre aquellas montañas, y más cuando el día 23 los propios guías condujeron equivocadamente a los exploradores españoles hacia noreste, hasta una serranía desde la que alcanzaron a contemplar la ensenada de San Evaristo, a la altura del extremo sur de la isla San José y todavía distante de la bahía de La Paz; regresaron esa noche al campamento desfallecidos después de cabalgar en la ida y vuelta unos 50 kilómetros. Los exploradores, sin embargo, seguían buscando desde lo alto de las montañas la apertura que les permitiera descender hacia su destino, en jornadas en las que frecuentemente cabalgaban de 30 a 50 kilómetros, luego regresaban al real con la novedad de que no habían hallado el elusivo paso, y seguía repitiéndose la frustrante experiencia de ascender con grandes trabajos a la cima de una sierra con la esperanza de ver el mar, y al llegar a lo alto contemplar mas sierras iguales o más altas que las que habían encumbrado. Sin embargo, sobreponiéndose a la fatiga la expedición siguió su lenta marcha hacia el sur, el día 24 estuvieron en Arecu a donde llegaron por un buen camino, el lunes 25 llegaron arroyo abajo a Santa Catalina de los Miradores, aunque todavía entre montañas y barrancas; y el martes 26 hicieron alto en el paraje que llamaron Los Desposorios de Nuestra Señora. El miércoles 27 de noviembre de 1720, los exploradores que buscaban el mejor camino para que siguieran sus compañeros, desde lo alto de la sierra tuvieron por fin a la vista la bahía de La Paz, pero a una distancia de unos cincuenta kilómetros. Algunos de los hombres no pudieron continuar la salida por el cansancio, y se quedaron con las bestias a esperar el regreso de unos cuantos que decidieron seguir a pie, a pesar de la sed y fatiga que los agobiaba. Entrada la noche y viendo los que se habían quedado a descansar que sus compañeros no volvían, regresaron al real y narraron lo sucedido. Los que habían seguido el camino, después de muchas horas de penosa marcha comprobaron visualmente que entre La Paz y ellos se interponían barrancos y sierras infranqueables, por lo que se devolvieron hasta llegar a unos trece kilómetros del campamento. Allí se detuvieron, pues estaban desfallecidos; un indio se animó a seguir hasta el real o campamento principal y avisó lo sucedido a Guillén, quien en la madrugada envió agua y comida a los exploradores que se habían rezagado. Repuestos en parte de sus fatigas, los hombres se reincorporaron a la expedición, aunque fue necesario descansar todo el jueves 28 para poder continuar la marcha. La salida que realizaron les permitió saber que las montañas y sus precipicios seguían siendo los principales obstáculos, pues aquellas sierras se extendían casi hasta la contracosta242. Tomando en cuenta la escasez de los alimentos, el padre Guillén reunió a los viajeros y pidió que acordaran si se continuaba el viaje a La Paz, o se regresaban a Loreto. La respuesta unánime fue continuar, decidiendo que en caso necesario se alimentarían de los caballos, mezcal y yuca, si es que la balandra “El Triunfo de la Santa Cruz” no estuviera en la bahía de La Paz. El día 29, varios soldados e indios fueron mandados por el cabo en busca de un portezuelo por el que se pudieran franquear las serranías, y se encontró finalmente un paso aceptable, los exploradores llevaron la buena noticia al 242

Deben haberse encontrado a una latitud un poco arriba de los 24 grados.

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campamento después de su salida en la que caminaron unos 45 kilómetros de ida y vuelta, y la expedición pudo finalmente seguir su camino descendiendo hacia La Paz por ese lugar. El sábado 30 de noviembre de 1720 pasaron por la ranchería de San Andrés del Paredón, siguieron por un arroyo y buen camino hasta llegar el domingo a San Saturnino del Pedernal, el lunes 2 de diciembre estuvieron en Santa Bibiana de las Averías 243, y aunque se tenía que seguir con la acostumbrada práctica de explorar los alrededores para escoger la mejor ruta en que hubiera agua y pasto, los viajeros pudieron seguir su camino aunque en ocasiones llegaron a la costa y tuvieron que subir nuevamente la sierra al toparse con paredones rocosos que les cerraban el paso. En Santa Bibiana perdieron mucho tiempo porque las bestias se espantaron en la noche y se desparramaron en diversas direcciones, y fue hasta el martes al medio día cuando pudieron reunirlas nuevamente. La expedición ahora seguía un rumbo que parecería errático debido a que tenían que marchar esquivando desfiladeros y montañas; el martes 3 de diciembre caminaron al noreste, y acamparon en un paraje sin agua y con muy escaso pasto; el miércoles caminaron al norte y luego al este, y desde una loma vieron el mar, del que los separaba una profunda barranca, con muchas dificultades iniciaron el descenso y llegaron al fondo a eso de la una de la tarde, en donde había agua y pasto en buena cantidad, lo que fue de gran alivio para todos. El jueves 5 caminaron por la caja del arroyo hasta llegar a la playa, siguieron hacia el sur, ocasionalmente remontando hacia el oeste los cerros rocosos que les impedían el paso; el día 5 tuvieron que hacer un pozo alejados del mar para poder beber agua tanto los hombres como la caballada, y allí pasaron la noche. Finalmente, el viernes 6 de diciembre de 1720, entre las 3 y 4 de la tarde llegaron al bordo del estero de La Paz; grande fue la alegría de los expedicionarios cuando vieron la balandra “El Triunfo de la Cruz” anclada en la bahía, esperaron entonces en el bordo del estero que vinieran las canoas de la otra orilla, y cuando esto sucedió se pasó en ellas parte de la carga y de la caballada, y el resto al día siguiente. El padre Jaime Bravo, fundador y encargado de la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, recibió cariñosamente a los viajeros, quienes pronto recobraron las fuerzas perdidas y pudieron sumarse durante algunos días a los trabajos que se hacían en la nueva fundación, como cercados, preparación de la tierra, excavaciones, etc.. La expedición tenía que regresar a Malibat por una ruta mejor, por lo que se hicieron varias salidas exploratorias abarcando en ocasiones hasta 40 kilómetros244. Estuvieron en esto hasta que se encontró el rumbo adecuado para salir de La Paz, y el viernes 10 de enero de 1721 iniciaron el regreso, bien provistos de provisiones por el padre Jaime Bravo. Una carreta que llevaban fue transportada en canoa por parte de la bahía para aliviar un poco a las mulas. El sábado 11 caminaron por el arroyo de Los Reyes, hacia el norte noroeste, el domingo siguieron y luego acamparon en la caja del arroyo, habiendo reconocido ese día parte del camino que ya habían transitado, aunque ahora llegaron a ese paraje con menos vueltas que de ida a La Paz.

243

Todos estos nombres en castellano fueron asignados por los españoles a los sitios por los que pasaban, y no eran necesariamente rancherías habitadas por indígenas. 244 Guillén, op.cit. ficha 283, p. 7.

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El lunes 13 subieron por la serranía hasta la ranchería de San Félix de los Coras, en donde estaban cuatro indios que prontamente huyeron, dejando sólo dos muchachos y un niño. En este lugar ocurrió un incidente inesperado, cuando una mujer de edad bajó a su ranchería, mientras que los demás nativos se escondían. Guillén y los españoles hicieron pequeños obsequios a la mujer y a los muchachos, mientras que desde lo alto, los indios gritaban en su idioma cora. La mujer sabía la lengua guaycura que hablaban los indios de la expedición, por lo que pudo entenderse con ellos. Por la noche se fue llevándose a los muchachos. El martes 14 de enero de 1721 llegaron a una ranchería de guaycuras que Guillén bautizó como San Higinio del Guaycuro, y por no haber pasto tuvieron que seguir hasta un paraje que llamaron San Hilario, por el mismo arroyo de Santa Bibiana de las Averías. Al continuar su lento avance hacia el norte, los viajeros encontraban frecuentemente huellas de los naturales, pero éstos huían y no se dejaban ver. Sin embargo, el jueves 16 de enero encontraron a unos nativos en la ranchería de San Marcelo Pacudaraquihue, a quienes regalaron tabaco, zapatos de los llamados cacles245, comida, cuchillos, y al capitán de los indios un plumero. Los indios correspondieron a los españoles obsequiándoles plumas, soguillas, cordoncillos con que adornaban la cabeza y pedernales. En este lugar, Guillén narra un episodio chusco que se reproduce enseguida: ...Aun después de estas correspondencias se recataban muchos en venir a nosotros, quedándose retirados a las orillas del monte. Uno más cercano fue llamado para darle comida e instándole para que llegase a nosotros, donde había muchos de su gente; respondió que no podía porque tenía suegro en aquella ranchería; reímonos de su causal, y erramos por ventura en reírnos, si error puede llamarse el ímpetu de una natural pasión, porque después experimentamos muy adversos a estos amigos...246. El comentario de Guillén revela parte de su personalidad como hombre alegre y capaz de festejar un hecho hilarante como el que se narra, además de que no se escandalizó ante una situación que prácticamente aceptó como natural, como en este caso en que un muchacho indio tenía miedo de entrar a la ranchería en la que vivía el padre de su mujer, quizá porque la unión de aquella pareja no reunía los requisitos que exigían las costumbres de aquellos californios, y mucho menos las cristianas. El misionero también parece dar a entender que aquellos amigos fueron después adversos, quizá por haberse ofendido con la risa de los españoles, y conforme a lo sucedido que enseguida se narra. Los indios de esta ranchería de Pacudaraquihué a los que Guillén llama amigos en su diario, convinieron con los viajeros en regresar al día siguiente para guiarlos por un mejor camino a Chiyá, paraje de Los Dolores, pues deseaban acortar la ruta de regreso a Malibat. Más de treinta gandules, como llama Guillén a los indios jóvenes, se presentaron el viernes 17 para cumplir lo prometido, y aunque la idea era avanzar hacia Chiyá, los guías condujeron la expedición hacia una ranchería llamada Jesús Pemeraquí, en donde se encontraba un numeroso grupo de gente. Hubo temor en los guías y los mismos expedicionarios de que pudieran ser víctimas de un ataque, pues antes de llegar al poblado los indios templaron sus arcos, avisaron a los españoles que había una junta en la ranchería y echaron a correr adelantándose y dejando solos a los viajeros. Éstos siguieron su marcha con orden y precaución, llegaron a Pemeraquí y para 245

La palabra “cacle” es un nahuatlismo que los españoles usaban para designar las especies de guaraches o sandalias de piel que daban a los indios. 246 Guillén, Expedición por tierra... 1720.,ficha 283, op. Cit., p. 9, registro en el día jueves 16 de enero de 1721.

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impresionar a los numerosos indígenas, un soldado español picó espuelas a su caballo y lo hizo saltar un matorral, logrando el efecto deseado para fortuna de los viajeros. Poco después, reconocida mutuamente la actitud amistosa de las dos partes, se hizo el acostumbrado intercambio de regalos, con la novedad de que en esta ocasión los indios de Pemeraqui regalaron a los viajeros, además de las consabidas toquillas, plumas y cordoncillos, lanzas con punta de pedernal. Al romper el alba del sábado 18, llegaron al campamento o real de los españoles un grupo de indios, para invitar a los que viajaban con la expedición para que corrieran. Guillén aclarara en su diario que entre aquellos naturales era costumbre que, al visitarse de una ranchería a otra, los que iban a recibir a sus vecinos salían corriendo hasta encontrar a los visitantes, y entonces todos juntos, regresaban corriendo hasta la ranchería local. Sin embargo, Guillén explicó a los nativos que hacían la invitación que los indios de la expedición no podrían atender ese convite, porque estaban muy cansados de tantas leguas caminadas y otras tantas que les faltaban. La verdad es que el misionero y los soldados sintieron temor de que todo pudiera ser una trampa para atacar al grupo de viajeros, lo cual pudo haber tenido algún fundamento, pues el grupo de indios rechazó la invitación que les hicieron los españoles para almorzar con ellos en el campamento, y muchos se mostraron recelosos. Respecto a la desviación de la ruta el mismo misionero admitió que les había convenido, pues el camino de regreso sería todavía más corto. Después, como a la hora de haber iniciado la marcha, aquellos indios trataron de amontonarse sobre el contingente y obligar a las mulas y viajeros que siguieran otra vereda, lo cual no permitieron los soldados. Sin conseguir su propósito de hacer que la expedición modificara su rumbo, continuaron los actos hostiles contra los españoles, como picar con su arco los caballos de los jinetes, y decir a los guaycuras amigos del contingente expresiones que pretendían ofender a los españoles como: ... ¿Por qué no tienen arcos esos advenedizos? Quizá son mujeres, le añadió. Otros iban diciendo: éstos tienen miedo, si tienen miedo ¿para qué vienen a nuestras tierras?...247 Con tan desagradable compañía, que Guillén llama pesada carga, los viajeros llegaron a la ranchería de Aripite, en donde también se habían reunido muchos guaycuras. Con serenidad, los españoles dieron a la gente algunos regalos, aunque no recibieron nada a cambio como en las demás ocasiones; aún así los españoles fueron invitados a quedarse en la ranchería, a lo que les respondieron que ya no querían entretenerse en el camino, pero que en otra ocasión lo harían con más tiempo. Pidieron a los guaycuras locales que los guiaran a San Gabriel Cuedeme, y aunque al principio se rehusaron, después aceptaron tres que se unieron a la expedición. Los otros que habían venido hasta aquí hostilizando a los españoles, se quedaron en ese lugar, lo cual calmó los ánimos de los viajeros, aunque casi saliendo de la aldea hallaron en el camino una planta de pitahaya destrozada, cuyos pedazos estaban clavados en el suelo con estacas; la señal era clara, no eran bienvenidos, se les consideraba enemigos. En un paraje en el que se detuvieron a descansar, algunos indios del lugar intercambiaron regalos con ellos, aunque preguntaron a los guaycuras amigos de la expedición si los españoles no querían pelear, a lo que se les contestó que ellos no peleaban con ninguno, a menos que se les 247

Guillén, Ibíd.., p. 11

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quisiera hacer grave daño. Continuaron su viaje siempre en guardia y vigilantes para evitar cualquier ataque. Ese día 18 durmieron en San Cosme Chiriyaquí, el domingo 19 y el lunes 20 de enero de 1721 pasaron por la ranchería de San Andrés Tiguaná, Quepoh y algunas otras que encontraron vacías, por ser época en que todos se iban a la sierra en busca de alimentos, sobre todo mezcal. Para el martes 21 habían alcanzado una latitud aproximada de 25 grados 23 minutos, en la ranchería de Onducháh, ya en territorio amigo. El miércoles 22 llegaron a Santa Cruz Udare, de donde eran varios de los indios amigos que formaban parte del contingente, por lo cual hubo gran regocijo, sobre todo entre los parientes de aquellos. El cacique vecino de Anyaichire que se encontraba en la ranchería en visita de amistad248, al saber la conducta agresiva de los guaycuras de Pemeraqui y Aripite hacia los españoles, por la noche pronunció un severo discurso de crítica en su contra. Finalmente, el jueves 23 de enero de 1721 entraron todos en San Juan Bautista Malibat en Liguí. La expedición de Guillén fue un éxito, en el sentido de que no sólo se encontró la ruta mejor para transitar entre las misiones de Nuestra Señora del Pilar de la Paz y San Juan Bautista Malibat, sino que se conoció mejor a los guaycuras del sur, lo que ayudaría en el establecimiento de otras misiones. A pesar de la penetración misionera en el sur de la península, especialmente entre Loreto y La Paz, la enemistad entre las diversas etnias y la rebeldía hacia los misioneros no había concluido, y eran frecuentes los ataques a indios cristianos que viajaban de un lugar a otro. En el viaje de Guillén a La Paz se comprobó en varias ocasiones que la aceptación de los indios hacia los españoles no era compartida por todos, los guaycuras seguían enfrentándose a los pericúes, los nativos gentiles de las islas de Cerralbo, San José y Espíritu Santo llegaron a saquear la misión de Liguig cuando Guillén estaba ausente, y aunque estos actos se castigaron con severidad por el capitán del presidio, una sorda inconformidad continuaba. Estos hechos de los cuales había sido testigo el propio Guillén hicieron que se considerara un imperativo el plantar una o dos misiones en la zona del sur, pues se pensaba con razón que sólo con la influencia civilizadora de las misiones sobre los gentiles podría mejorarse la situación. En aquel tiempo la población indígena de San Juan Bautista era muy poca, por lo que en caso necesario podría incorporarse sin mayor problema a la misión de Loreto. Fue por estas razones que el 17 de julio de 1721, el padre Francisco María Píccolo pidió a sus superiores que se estableciera una misión entre Ligüig y La Paz, en el paraje de Apaté que describió casi como un paraíso, sobre todo por el agua abundante que proporcionaban 9 manantiales, según lo afirmaba el misionero italiano. Tomando en cuenta que el padre Guillén conocía el lugar por los viajes que había realizado al sur, el padre Píccolo le pidió que sembrara algo de maíz en el lugar como parte de los preparativos para que se estableciera allí la misión de Nuestra Señora de los Dolores. En realidad, Píccolo deseaba que Guillén se fuera a Loreto para que se hiciera cargo de la misión cuando él muriera, y el jesuita Cristóbal Laris fuera enviado a California para hacerse cargo de la proyectada misión249 en la playa de Apaté, a más de 160 Km. al sur de Loreto, pero no fue así, Laris no fue destinado a California, y finalmente toco al misionero zacatecano ser él quien fundara Los Dolores en agosto de 1721, gracias a un donativo de $10 000.00 pesos que hizo el 248 249

Guillén, Ibíd., p. 15. Burrus, Ernest J.. “Jesuit Relations”, p. 90, 91.

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marqués de Villapuente. Este lugar permaneció como cabecera de la misión Nuestra Señora de los Dolores durante dos años250, según Del Barco y otros historiadores, aunque por lo que se verá enseguida, lo más seguro es que no hayan sido 2 sino 20 años los que duró la misión en Apaté antes de mudarse a las montañas a un lugar con más agua y población indígena. Al plantar la misión de Los Dolores en Apaté por orden del padre Juan de Ugarte, según Dunne251, es casi seguro que Guillén se haya llevado algunos nativos de San Juan Bautista Malibat, o más bien casi todos, pues en Malibat se hacía cada vez más difícil la vida por la falta de agua y los ataques de indios gentiles isleños y del sur. Guillén conocía la región después de sus viajes recientes a Bahía Magdalena y a La Paz, y sabía que la mayor densidad de población estaba en las numerosas rancherías que se encontraban hacia la sierra, por lo que parecería incomprensible su acuerdo con el padre Píccolo para situar la nueva misión en aquel lugar, sin embargo, debe haber sido la obediencia y respeto al anciano misionero italiano y a sus demás

F 60

Relación geográfica de algunas misiones con Nuestra Señora de los Dolores. 1 Loreto. 2 San Juan Bautista Malibat o Ligüi. 3 Los Dolores Apaté. 4 Los Dolores en La Pasión en Chiyá o Chillá. 5 San Luis Gonzaga Chiriyaqui. Adaptación en mapa de Google Earth.

250 251

Barco, op.cit., p. 254. Dunne, op.cit., p.

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superiores lo que lo obligó a ubicar la misión en la desértica playa, alejada de las rancherías nutridamente pobladas que abundaban en las serranías cercanas. Por otra parte, hay que aceptar que Píccolo tenía cierta razón al querer una misión cerca de la playa intermedia entre Malibat y La Paz, que sirviera como punto de apoyo y escala en los viajes a la misión del sur, en lo que el mismo Guillén había hecho 26 días de ida y 14 de regreso. La prueba de lo estratégico que resultaba la misión en Apaté se daría 13 años después, cuando desempeñó un papel vital como santuario salvador para los fugitivos provenientes del sur que trataban de escapar de la rebelión de los pericúes, tal como se narra en otros capítulos. Durante el tiempo que la misión de Los Dolores permaneció en aquel lugar, se padecieron muchas necesidades por lo improductivo de la tierra, y sólo pudo subsistir gracias a los envíos de provisiones que se hacían desde Loreto y otras misiones. Se pensó entonces en la posibilidad de cambiarse a un sitio menos estéril, lo que se lograría posteriormente. Debe aclararse que Guillén se ausentó de Los Dolores en 1723, año en el que estuvo como misionero en San José de la Laguna, muy cerca de lo que hoy es Guaymas, Sonora252. El 25 de septiembre de 1725, siendo visitador de las misiones, el padre Guillén le escribió al virrey Marqués de Casafuerte una carta en la que solicitaba otros 25 soldados para aumentar la fuerza militar sobre todo al sur de la península, ya que sabía que sólo con el respaldo de los soldados se podía lograr algo en la tarea de civilizar a los naturales253. El misionero era sincero, y sus experiencias con los guaycuras, que formaban una de las etnias más numerosas y con mayor densidad de población al sur de la península, le habían enseñado que la conversión al cristianismo de muchos de aquellos gentiles era con frecuencia un acto fingido, pues a algunos indígenas solamente les interesaba obtener de los misioneros lo que se pudiera, como alimentos, cuchillos, zapatos o “cacles”, y los acostumbrados cotones. Por otra parte, sí había muchos conversos sinceros que aceptaban el cristianismo, pero en ocasiones sus vidas corrían peligro en ataques que llegaban a realizar gentiles azuzados por sus guamas o “doctores”, quienes de esa forma defendían el importante papel que desempeñaban en sus comunidades. En esta misiva, Guillén informó al virrey sobre varios encuentros armados que se dieron entre los soldados españoles y un grupo de guaycuras que habían cometido numerosos crímenes en las cercanías de La Paz; en uno de esos encuentros en el que los soldados trataban de aprehender y castigar a los culpables, el capitán Rodríguez Lorenzo resultó seriamente herido por una flecha que atravesó su casaca con seis capas de baqueta, lo que da una idea de la fiereza de aquellos indios, que no sólo peleaban contra rancherías de otras etnias, sino aun entre ellos mismos, además de los constantes latrocinios de ganado de la misión que hacían con toda facilidad, aprovechando el hecho de que los animales ordinariamente buscaban pasto en el campo y lejos de cualquier vigilancia. No sólo los problemas constantes que tenía el padre Guillén con los indios guaycuras de la región, sino el trabajo intenso que tenía que realizar en un territorio tan extenso y difícil de gobernar, así como su edad que ya se acercaba a los 60 años, hicieron que se pensara en la necesidad de dividir la zona en dos, y fundar otra misión que anticipadamente se le dio el nombre 252 253

Píccolo, “Informe del estado...”, p. 305. Burrus, Ernest J..Jesuit relations: Baja California, 1716-1762, p. 96.

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de San Luis, en honor a su benefactor don Luis de Velasco; el lugar indicado era Chiriyaqui, pero su establecimiento tendría que esperar tiempos mejores. Cuando en 1734 estalló la rebelión de los pericúes que afectó todo el sur de la península, era superior de las misiones de California el padre Guillén, quien residía en su misión de Los Dolores aún situada en la costa de Apaté. Sabiendo el grave peligro en que se encontraban los misioneros de San José, Santiago y Santa Rosa, les envió cartas para que se vinieran a Los Dolores para resguardarse, pero debido a que los conjurados tenían controlados los caminos las misivas nunca llegaron a su destino. Los hechos acaecidos en esta revuelta, la más importante llevada a cabo por los californios en contra de los misioneros, se narra en los capítulos destinados a los padres Lorenzo Carranco, Nicolás Tamaral y Segismundo Taraval, y aquí sólo cabe señalar que Guillén hizo lo que pudo para auxiliar a sus compañeros, y que Los Dolores fue un refugio que salvó la vida a los misioneros amenazados por los rebeldes pericúes. En ese tiempo la misión de Los Dolores se convirtió en el cuartel general de las fuerzas que combatirían a los pericúes alzados, el movimiento de soldados españoles, indios californios leales procedentes de Loreto, así como mayos y yaquis de Sonora que habían venido a apoyar a las fuerzas leales, aumentaron el trabajo del padre Guillén, quien además se preocupaba por los rumores de que la rebelión se había extendido al territorio de su misión. Una investigación del alférez Francisco Cortés de Monroy confirmó lo que se decía, sobre todo en la ranchería de Chiyá cerca del arroyo de La Pasión. El capitán indígena de este lugar llamado Julián, que había dado pruebas de su valentía y lealtad peleando al lado de los españoles en La Paz 254, esta vez no había podido contener a su gente, incluyendo a su hijo, que se había lanzado a la rapiña matando ganado de la misión para comérselo. Con muchos trabajos, ocho de los rebeldes fueron capturados y ejecutados el 1º de julio en la sierra, cerca de la misión, según lo expresó el padre Segismundo Taraval en su obra “La rebelión de los Californios”, de lo que puede inferirse que en ese tiempo, si aún la cabecera de la misión seguía en Apaté, ya probablemente existía cuando menos una capilla en La Pasión.

F 61

Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, virrey de la Nueva España.

254

Después de que fueron asesinados los padres Lorenzo Carranco, de la misión de Santiago, y Nicolás Tamaral en la de San José del Cabo, así como varios soldados y muchos neófitos que no estaban en la conjura, Guillén creyó que tenía los suficientes argumentos para que el virrey atendiera su solicitud de ayuda, y le pidió que se estableciera un presidio bien dotado en el extremo sur de la península, lo que serviría no sólo para preservar las misiones que con tanto sacrificio se habían levantado, sino para ayudar en cualquier emergencia al Galeón de Filipinas que, proveniente de las lejanas islas, viajaba cada año a Acapulco cargado de valiosas mercancías, parte de las cuales se enviaban a Europa vía Veracruz para su comercialización, y otras se distribuían en las ciudades grandes de la Nueva España. La petición de Guillén dirigida al arzobispo y virrey Antonio de Vizarrón y Eguiarreta fue

Peleando contra los rebeldes en La Paz, el indio Julián recibió un flechazo que le atravesó la boca y le salió cerca de la oreja, y aun así siguió ayudando a los españoles como pudo en el combate.

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contestada en términos corteses pero negando todo lo solicitado, en todo caso, decía el virrey, los misioneros de California deberían dirigir su petición al Rey. En 1737, el padre Lamberto Hostell llegó a California y fue designado para fundar la misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui, pero con el fin de que aprendiera el lenguaje guaycura y al mismo tiempo ayudara al padre Guillén, se trasladó a Los Dolores en donde ya su misionero apenas podía con la pesada carga de la misión. Como se relata en el capítulo correspondiente al padre Hostell, éste fue uno de los grandes misioneros de California cuya obra tuvo, entre otros muchos méritos, el haber puesto su atención y trabajo evangelizador en los indios de la contracosta, entre la sierra y Bahía Magdalena, pero esto lo hizo apoyado en las experiencias que el padre Guillén había tenido en esa región cuando realizó su expedición en 1719, lo que muestra cómo sólo con la labor conjunta y sucesiva de varios misioneros llevada a cabo durante años, se podían lograr aunque fuera en parte los objetivos deseados. Finalmente, después de reducidos casi todos los gentiles de la zona costera, con objeto de que pudieran llegar con más facilidad a la misión los naturales del interior, y con la esperanza de que en el nuevo lugar se pudiera aprovechar mejor la tierra, la misión de Los Dolores se fue cambiando a un sitio de la sierra llamado por los nativos Tañuetía, Tagnuetía o Tagnuetiá255, hacia la sierra y al oeste de su ubicación en Apaté. Según un informe de 1730, en este año Guillén todavía se encontraba en Apaté, lo que dataría el cambio de la misión a una fecha posterior al año mencionado. Otra prueba de que Guillén aún se encontraba en Apaté en los años treinta, es el relato que hizo el padre Segismundo Taraval sobre la rebelión de los pericúes en 1734, en el cual menciona el movimiento de fugitivos y soldados que por mar, en canoas, se hizo desde la isla Espíritu Santo a la misión de Los Dolores256, que obviamente no se ubicaba en la sierra, sino en la costa. Por este tiempo, de acuerdo con lo expresado en una carta del padre Jaime Bravo, la salud del padre Guillén debe haber decaído, porque en marzo o abril de 1731 salió de Los Dolores a Loreto en una canoa con la esperanza de llegar con vida respecto de un grave accidente que le sobrevino…257, de lo cual se repuso y pudo volver pronto a Los Dolores. Es claro entonces que si llegó en canoa a Loreto no procedía del interior sino de la costa, en donde aun se encontraba su misión en ese año de 1731. Por todo lo dicho, se puede suponer que después de realizar las labores previas acostumbradas, el 7 de septiembre de 1741 la misión de Nuestra Señora de los Dolores se cambió a Tañuetía, unos cuantos kilómetros al oeste. Debe señalarse que el cambio quizá se efectuó paulatinamente en un proceso que duró años, lo cual en parte explicaría la confusión sobre la fecha en que se hizo el movimiento. La región de Tagnuetía era conocida por los españoles desde los primeros tiempos como “La Pasión”258, situada en el arroyo del mismo nombre llamado Chiyá o Chillá por los guaycuras, por 255

Tañuetía significa “casa [u hogar] de patos”. “La rebelión de los californios”, Segismundo Taraval, edición de Eligio Moisés Coronado, Ediciones Doce Calles S.L., Madrid, 1996; pp. 71-74. 257 Bravo, “Cinco cartas…”, op.cit., tercera carta del 1º de abril de 1731. 258 Barco, op.cit., p. 254. 256

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lo que Los Dolores se conoció también como ese nombre de La Pasión; Guillén no pensó entonces que radicaría allí 25 años de su vida. El misionero tuvo que reunir a los gentiles de la región en nueve poblados, tres de los cuales se sumaron años después a la misión de San Luis Gonzaga259, que se fundó en 1740. Clavijero afirma que todos los nativos del extenso territorio que de costa a costa abarcaba la misión fueron cristianizados260, aunque la tarea civilizadora fue limitada por las carencias de alimento y vestuario en aquella zona desértica, en la cual la región de Apaté era uno de los pocos lugares en que se podía sembrar aunque en muy reducida escala. Para 1741, ya en Tagnuetía, los pueblos en que Guillén logró reunir a los guaycuras del territorio de La Pasión fueron: Los Dolores o La Pasión como cabecera, Inmaculada Concepción, Encarnación, Trinidad, Redención y Resurrección, cuya ubicación se desconoce. El exceso de trabajo en aquel enorme territorio, yendo en busca de los indígenas a sus remotas rancherías, enseñándoles el español para que ellos a su vez lo hicieran con otros, atendiendo enfermos, confesando y auxiliando a moribundos, formando poblados, y haciendo exploraciones importantes por las montañas y los desiertos, se sumó a la indiferencia del gobierno virreinal, al que parecía no preocuparle la estabilidad en la lejana California, y todo esto repercutió en la salud del anciano misionero, que casi ciego, cumplía con su deber lo mejor que podía. A pesar de tantas contrariedades, en un informe fechado en 1744 el padre Guillén muestra su satisfacción porque finalmente, los guaycuras de su misión, sin el uso de la fuerza o inducidos por otros medios han escuchado el evangelio, ya no hay guamas o doctores, se han acabado las guerras constantes que antes practicaban, oyen misa, han renunciado a la poligamia y ya no hay hechiceros que usen las capas de cabellos y tabletas que empleaban en sus ritos. Es seguro que se habían operado cambios favorables entre los guaycuras de Los Dolores, pero la percepción del padre Guillén sobre los progresos logrados con los indígenas era un tanto exagerada. Aunque esta obra se refiere a los misioneros de California, antes de terminar este capítulo cabe hacer una descripción física de los indios guaycuras, espléndidos en muchos aspectos, con los que convivió tantos años el padre Clemente Guillén según la percepción del padre Juan Jacobo Baegert, siempre parco y no muy dispuesto a aceptar alguna cualidad en los indios californios: El pelo es negro intenso y lacio…todos carecen de barba y tienen cejas poco pobladas…Sus dientes son tan blancos como el marfil aunque nunca se los laven…Los ángulos de sus ojos hacia la nariz no están en punta, sino como arco…Los indios son gente bien proporcionada y de buen cuerpo, muy flexibles y ágiles…Con muy pocas excepciones todos caminan perfectamente erguidos, aun cuando estén en avanzada edad…ninguno de ellos es conspicuamente gordo, la causa de lo cual puede ser que corran y caminen mucho…261. Respecto a su carácter decía Baegert entre otras cosas: …Son audaces y al mismo tiempo tímidos. Treparán a lo alto de un tembloroso cardón sin dudarlo, o montarán un caballo mal amansado, y sin rienda y montura, cabalgarán en él en la noche, por caminos que a mí me causarían temor 259 260

Clavijero, op. cit., p. 156. Ibíd., p. 156.

261

Baegert, Johann Jakob. Nachrichten von der amerikanishen Halbinsel Californien…, traducido con el nombre de Observations in Lower California, por M. M. Brandenburg y Carl L. Baumann; Berkeley: University of California Press, 1952, pp. 53-54, capítulo I. 140


en el día. Caminan por los más miserables andamios de un edificio alto con la facilidad de los gatos, o se aventuran una o dos horas en el mar abierto sobre un atado de tules o en el delgado tallo de una palmera sin considerar el peligro. Sin embargo, un disparo los hace olvidar sus arcos y flechas, y media docena de soldados son capaces de mantener en orden a varios cientos de indios…262. En relación con sus armas, basta considerar el caso en el que la flecha disparada por un indígena le entró por la boca a uno de sus enemigos y le salió cerca de la oreja para reconocer la capacidad de penetración de sus proyectiles. Sobre este particular, el padre Baegert escribió: …Los arcos y las flechas son las únicas cosas que han sobrevivido y retenido por todos los indios californios porque necesitan estas armas para su protección y para obtener su comida. Los arcos de los nativos miden más de seis pies de alto [unos dos metros, generalmente más altos que un hombre], ligeramente curvos, y son comúnmente fabricados de la raíz del sauce. Son redondos, de unos cinco dedos de grueso en el centro, y se hacen gradualmente delgados y en punta hacia los extremos. La cuerda está hecha de tiras de intestinos de animales. Las flechas son de varas comunes enderezadas con el calor del fuego y de más de seis palmos263 de largo. En el extremo inferior tienen una muesca para detener la cuerda, y tres o cuatro plumas tan largas como un dedo, que no se proyectan mucho y se F 62 encajan en ranuras hechas con ese propósito. En el otro extremo Ruinas de Nuestra Señora de los Dolores en Chiyá. se inserta un trozo picudo de palo Fotografía de Eduardo S. Ponce Trujillo. duro, de palmo y medio de largo, llevando en su punta un pedazo de pedernal, de forma triangular, casi parecido a la lengua de una víbora, aserrado en los bordes como un serrucho. Practican con el arco y la flecha desde la niñez. Consecuentemente, se encuentran muchos expertos flecheros entre ellos…264 En 1746 el padre Clemente Guillén dejó la misión de Los Dolores debido a su avanzada edad, más de 70 años, y pasó a descansar a Loreto; entonces tomó su lugar el padre Lamberto Hostell, quien desde años atrás ayudaba en todo al anciano misionero. En su retiro, Guillén se conservó activo hasta el final, ya que ayudaba sobre todo confesando a los indígenas, hasta que murió en Loreto en 1748, en donde fue sepultado. Por el tiempo en que falleció, estudiaba una lengua indígena de una ranchería lejana de la cual había venido una india anciana que buscaba la doctrina cristiana y deseaba confesarse, por lo que el venerable padre decidió estudiar su lenguaje para poder instruirla. 262

Ibid., p. 82. Más de 1.20 m. de largo, pues el palmo equivalía a unos 21 centímetros de longitud. 264 Baegert, op.cit., p. 64. 263

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La historia del padre Clemente Guillén reviste interés por ser una representación general de la epopeya y tragedia de los misioneros jesuitas en la península de Baja California, especialmente de quienes ejercieron su ministerio en el sur. Su extraordinaria labor con los naturales de la región en el orden religioso y civilizador, se exalta al tomar en cuenta que la llevó a cabo en una de las zonas más estériles de la Baja California, y sobre uno de los grupos indígenas que se caracterizó por su franca rebeldía y oposición a la intervención europea en su territorio. Humanista, con sentido del humor, quien consideró a los peligrosos guaycuras como sus amigos, al igual que los demás jesuitas de su tiempo, nunca pudo penetrar totalmente en la psicología indígena, pero es uno de los que más se aproximó a ello.

A la izquierda, silbato de hueso de pelícano encontrado en la isla Espíritu Santo, tal vez como los que Guillén vio que usaban los indígenas en la ranchería de Devá, de lo que se habla en páginas anteriores. Tomado de “Settlement Patterns on Espíritu Santo Island, Baja California Sur”, Harumi Fujita y Gema Poyatos de Paz. Pacific Coast Archaeological Society Quarterly, Vol. 34, 4, Fall 1998, f. 12 p. 81. Abajo, F 63

panorama de Los Dolores en Chiyá.

Eduardo S. Ponce Trujillo

F 64

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17.Tamaral, Nicolás El padre Nicolás Tamaral nació en Sevilla el 28 de febrero de 1687, ingresó a la Compañía de Jesús el 23 de octubre de 1704, llegó a México en 1712 y después de haber hecho en Puebla su tercera probación llegó a Loreto en marzo de 1717, llevando una carta del provincial de la orden dirigida al padre Juan María Salvatierra, en la cual le pedía que se presentara en la ciudad de México para informar del estado de las misiones al nuevo virrey Marqués de Valero. Recién llegado a Loreto, ayudó al padre Pícolo en la misión de Mulegé por varios meses. Poco después de llegar a California, por orden del padre Juan de Ugarte, superior de las misiones, Tamaral se fue por un tiempo al poblado de San Miguel perteneciente a la misión de San Francisco Javier, con el fin de ambientarse en el nuevo medio y aprender la lengua de los nativos. Durante su estancia en el poblado no sólo aprendió el lenguaje de los naturales, sino que tuvo su primera confrontación con los shamanes o hechiceros a quienes obligó a que le entregaran sus tablitas pintadas y estatuillas de barro que usaban en sus con juros e invocaciones. Tamaral relató después que en venganza, el hechicero aliado con el demonio embrujó a todo el pueblo, y éste, en el cuerpo de diversas bestias se paseaba por el pueblo en la noche emitiendo bufidos aterrorizantes. Finalmente, según relató el misionero sevillano, el embrujo desapareció con un acto de exorcismo, cuando se hizo una procesión con la imagen de la Virgen María265. En este lugar impartió la instrucción religiosa a los miembros de dos comunidades indígenas, y con su ayuda construyó los caminos que unieron San Miguel con Cadegomó, el paraje donde quedaría La Purísima Concepción, y de este lugar a Mulegé (ver F 43). Desde 1712, el padre Francisco María Píccolo había visitado un paraje al noroeste de Loreto por la vertiente occidental de las montañas, cerca de un lugar llamado Cadegomó o “Arroyo de Carrizales”. Píccolo había sido muy bien recibido por los indios y en varias de sus visitas llegó a bautizar un buen número de niños. En 1717, acatando los deseos del padre Ugarte, Tamaral se fue a ese lugar encontrado por Píccolo, con el fin de establecer la misión de La Purísima Concepción de Cadegomó. El padre Tamaral no sólo poseía virtudes espirituales, sino que también reunía en su persona talentos en diversas artes u oficios, pues actuaba como médico con sus indios y los soldados, músico, albañil experto en pegar ladrillos, relojero, organista, carpintero, sastre, veterinario, cirujano, peón del campo y otros más266, cualidades que deben haberle facilitado la realización de los trabajos iniciales en la misión de La Purísima. Finalmente y con el apoyo económico del marqués de Villapuente, en 1718 ésta quedó establecida en las márgenes de un arroyo que hoy lleva el nombre de Purísima Vieja en su parte alta y San Gregorio en la baja, a unos 46 kilómetros al noroeste de San José de Comondú, aproximadamente a los 26° 18’ 42.50¨ N y 112º 09´48.62¨ W. (ver F 33). Sobre la fecha exacta de la fundación de la misión, entendiendo ésta como el inicio de acciones evangelizadoras de un misionero con los indígenas, puede considerarse que fue desde 1717, aunque autores antiguos como el franciscano Francisco Palou señalan el año de 1718. Si se considera que la misión comenzó a funcionar cuando Tamaral se quedó a residir en Cadegomó sería el 1º de enero de 1720, ya que fue en esa fecha cuando el misionero construyó con la ayuda 265 266

Masten Dunn, “Black Robes…”, op.cit., p. 171. “The Indian Uprising in Lower California: 1734-1737”. Los Ángeles; 1931. Edit. Por Margarite Eyer W.; p. 105.

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de los naturales una cabaña de ramas, empezó a decir misa todas las mañanas e inició el bautizo de los niños. Por otra parte, si se piensa que la dedicación formal de la iglesia de la misión en un acto solemne señala su fecha inaugural, esta se hizo a principios de septiembre de 1722. Esto sucedió así porque durante sus dos primeros años en Cadegomó, Tamaral regresaba por temporadas a San Miguel con el fin de supervisar las actividades agrícolas y ganaderas que había iniciado en el poblado, sin embargo, cuando fue oportuno y llevando una buena cantidad de animales domésticos, el misionero volvió a su arroyo del norte y se estableció definitivamente en la fecha ya indicada de septiembre de 1722 e hizo la inauguración formal. Tratando de contrarrestar la acción de los temporales que recientemente habían erosionado la tierra, el misionero hizo un represo para poder regar siembras de maíz y trigo en los lugares menos afectados, pero de nuevo las avenidas del arroyo en tiempo de lluvias acabaron con su obra. Por el año de 1734 Jacobo Druet, sucesor de Tamaral, trasladó la cabecera de la misión al paraje de Cadegomó, en las márgenes del arroyo Santo Tomás, hoy La Purísima, construyó una presa y canales, con lo cual sí se pudo levantar buena producción de trigo, maíz y fruta de la huerta, en la cual había higueras, granados, guayaba, caña de azúcar, limoneros, vid, zapotes, etc.. La misión progresó poco a poco en el aspecto productivo, pero más aun en lo espiritual, cuando menos aparentemente, pues para 1730 el misionero había reunido en matrimonio a 30 parejas, se habían bautizado 1996 indígenas, y de las 40 rancherías cochimíes que había en el territorio de la misión, se redujeron a la civilidad y al cristianismo 33. Como en otras partes un horario rígido controlaba las acciones de los indios en la misión, las cuales consistían en cumplir con deberes religiosos como la asistencia a misa, practicar los rezos y cantos acostumbrados, la atención a la enseñanza religiosa que se impartía no sólo por el misionero sino también por ayudantes debidamente capacitados, y el trabajo en el campo, la preparación de la comida, la elaboración de telas de lana y algodón, el cuidado de los animales y las siembras, y las reparaciones de los canales; todo bajo la supervisión del padre, quien además debía visitar las rancherías y poblados de la misión. Cuando el marqués de Villapuente otorgó el capital necesario para fundar una misión cerca del Cabo San Lucas, el entonces procurador José de Echeverría aceptó la solicitud del padre Tamaral que deseaba esa responsabilidad, La Purísima fue atendida provisionalmente por el padre Juan Bautista Luyando por lo que éste y Echeverría salieron de Loreto el 10 de marzo de 1730, acompañados por algunos soldados e indios F 65 cristianos para plantar el nuevo establecimiento que llevaría el nombre de San José del Cabo. Navegaron sorteando algunas dificultades rumbo a la bahía de La Paz, a donde llegaron después de 9 días de viaje.

Misión de San José del Cabo a principios del siglo XX. 144

La misión de La Paz estaba bajo el cuidado de un soldado porque su misionero William Gordon acababa de salir a Todos Santos, pero los dos misioneros recibieron todas las atenciones acostumbradas. Después de


tomarse 5 días para descansar en La Paz, reanudaron su viaje y a los dos días llegaron a un paraje en donde se reunían dos ríos en uno al que llamaron San José, más adelante había una laguna litoral rodeada de palmeras secas, y una pequeña bahía que seguramente serviría para que la nao de Filipinas hiciera aguada. Muy cerca de la playa y la desembocadura del río San José (ver F 73) se levantó la Misión del Estero de las Palmas de San José del Cabo, San José en recuerdo de su benefactor, sin que Tamaral o Echeverría pensaran entonces que apenas unos años después sería destruida e incendiada, y su misionero asesinado por los pericúes. El 8 de abril de 1730 hicieron las construcciones iniciales de palmas secas y carrizos, Echeverría se fue y Tamaral se quedó sin el acostumbrado acompañamiento de uno o más soldados. Tiempo después, dada la insalubridad y la abundancia de mosquitos en ese lugar, la misión se cambió al lugar que hoy se conoce como San José Viejo a casi diez kilómetros de la playa. Tamaral llevaba escritos los temas primordiales de la doctrina en la lengua de los nativos pericúes, así como varios intérpretes, lo que le facilitó la tarea inicial y muy pronto cientos de nativos acudieron a la misión a recibir la instrucción religiosa, de manera que antes de 6 meses iban ya más de 400 bautismos, y se empezó a sembrar maíz con éxito, lo que permitió atraer más gente267. Hay que agregar además que, gracias a la producción ganadera que se tenía en La Purísima, a fines del mes de octubre de 1730 se condujo de aquella misión a San José del Cabo una importante partida de reses y bestias, lo que fue base para el desarrollo de la ganadería en el sur de la península. Por otra parte, se cosechaba maíz en los poblados de San José, La Soledad y Santa Rosa, todo lo que parecía augurar un futuro feliz. En 1734, después del prolongado viaje desde las Islas Filipinas hasta las costas de Norteamérica el galeón de Manila ancló en San José del Cabo por primera vez en busca de socorro para su tripulación. Por tener la misión de San José poco tiempo de fundada por el padre Tamaral, se carecía de suficientes alimentos y provisiones, pero aún así, el misionero hizo todo lo que pudo para socorrer a los marineros que padecían escorbuto, y atendió con gran caridad y eficacia a tres enfermos que se tuvieron que quedar en la misión para reponerse. La acción caritativa de Taraval de dar frutas y alimentos frescos a los cansados marineros del galeón se convirtió en una bella tradición que subsistió por muchos años268. A pesar del aparente éxito obtenido por el padre Tamaral en la conquista espiritual de los nativos de su misión, en un informe se llegó a referir a ellos como inestables, falsos, vengativos y traidores. Además, algo que el misionero no había podido conseguir con muchos de sus indios era que abandonaran la práctica del la poligamia, lo que le preocupaba grandemente. Uno de estos pecadores, según Tamaral, era Chicori o Chicorí, un mulato del cercano poblado de Yeneca a donde se había llevado a una muchacha de la misión, y cuando el padre lo visitó para tratar de convencerlo de que dejara libre a la joven, el indio le contestó que era su esposa, lo que causó serio disgusto al misionero. Aquel hecho aparentemente sin trascendencia, sería la mecha que al encenderse provocaría el estallido de la rebelión más importante que se dio en la península. Otro pericú de iguales costumbres que Chicori era Botón, hijo de mulato e india, quien pertenecía a la

267

Bravo, “Jaime. Cinco cartas del padre Jaime Bravo al marqués de Villapuente sobre las misiones de California…”, 2ª. carta, Loreto 10 de octubre de 1730. Archivo Franciscano. Ficha 291, Biblioteca Nacional de México, (4/56.1, f. 1-3v). 268 Barco, op.cit., p. 246.

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misión de Santiago a cargo del padre Lorenzo Carranco, y que también se convirtió en enemigo de los misioneros. El padre Tamaral había recibido información de que algo tramaban los nativos por conducto de un soldado proveniente de Loreto que lo visitaba para hacerle unas sangrías, pero desestimó la advertencia; después, varios indios de Santiago fueron enviados por el padre Lorenzo Carranco para in formarle del peligro que corría por el posible alzamiento de los indios pericúes, e invitarlo a que lo acompañara en su misión de Santiago para estar más seguros, pero tampoco tomó esta vez en serio la preocupación de su misionero vecino. El 3 de octubre de 1734, el padre Tamaral se encontraba en su casa después de decir misa, cuando a ella entraron en tropel algunos de los rebeldes exigiendo que el misionero les entregara diversas cosas, no quisieron aceptar el ofrecimiento del padre, que quiso calmarlos dándoles lo poco que había en la casa, se avalanzaron en su contra, lo derribaron y lo arrastraron hacia afuero jalándolo de los pies (ver F 76), y luego lo decapitaron con uno de los cuchillos que él les había regalado. Los indígenas alzados sacaron de la iglesia todo lo que pudieron e hicieron con ello una gran pira, a donde también arrojaron el cadáver del misionero sacrificado. Un relato de la rebelión de los pericúes en general, con detalles del asesinato del padre Tamaral, se encuentra en el capítulo “Carranco, Lorenzo” de esta obra. El padre Nicolás Tamaral es uno de los dos misioneros asesinados en la península de Baja California en la etapa jesuítica, aunque en la época de los dominicos también se cometieron dos crímenes en la misión de Santo Tomás269. En párrafos anteriores se menciona la tradición que instauró el padre Tamaral de auxiliar al galeón proveniente de Manila, y aquí cabe mencionar que al siguiente año después del asesinato del misionero, el capitán del patache “San Cristóbal” que venía por el real situado destinado a Filipinas, tuvo que llegar al puerto en San José del Cabo, ignorando que el buen padre había sido asesinado por los pericúes. Aunque el capitán del barco don Mateo Zumalde no percibió ninguna señal que supuestamente le indicaría que podía desembarcar sin ningún problema, mandó en una lancha algunos hombres con 8 marineros enfermos para que se quedaran en tierra y fueran atendidos en la misión, pensando que pronto recibirían la ayuda que necesitaban Debido al mal tiempo, el patache tuvo que buscar abrigo en Cabo San Lucas y de allí mandó a tres hombres y otro que se dio de voluntario para que fueran por tierra a reunirse con los enfermos. Sin embargo, éstos y quienes iban a auxiliarlos fueron asesinados por los pericúes. El relato completo de estos hechos, basado en el informe presentado por don Mateo Zumalde se encuentra en el capítulo XXVII de esta obra, bajo el subtítulo “La rebelión de los pericúes”, y en él se precisan los datos que algunos historiadores, basados en otras fuentes, han presentado de manera diferente.

EL GALEÓN DE MANILA La navegación del Galeón de Manila de Callao a las Islas Filipinas y su regreso a Acapulco, es una de las empresas comerciales más importantes que registra la historia colonial de Europa y que se mantuvo en operación desde 1565 a 1815. Desde principios del S XVI los portugueses ya tenían bases 269

El 13 de enero de 1803 fue asesinado el padre dominico Miguel López por indios de la misión de Santo Tomás, Baja California, y el 17 de mayo del mismo año sucedió lo mismo al padre Eudaldo Surroca.

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F 66

RUTA DEL GALEÓN DE MANILA O NAO DE CHINA. Corrientes marinas. Rutas del Galeón. 1. Islas de las Especias o Molucas. 2. Ruta de los juncos chinos. 3. Corriente Kuro Shivo o Kuro Shio. 4. Corriente de California. 5. San José del Cabo. 6. Puerto de Veracruz. 7. Puerto de Acapulco. 8. Ruta marítima a Europa. 9. Puerto de Callao. 10. Corriente Ecuatorial del Norte. 11. Cabo Mendocino.

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comerciales en las Islas Molucas desde donde trataban de satisfacer la creciente demanda de los europeos por productos y bienes producidos en Asia como pimienta, canela y clavo, por lo que España decidió competir con los portugueses, después de la fácil colonización de las Islas Filipinas en 1565, prácticamente sin derramamiento de sangre. Desde 1542 Ruy López de Villalobos, proveniente de la Nueva España había llegado a las lejanas islas a las que bautizó como Filipinas en honor del rey Felipe II, pero el problema era que no se encontraba la ruta para el llamado tornaviaje o viaje de regreso a México. Sin embargo, en noviembre de 1564 Miguel López de Legazpi salió del puerto de Navidad en La Nueva España, y llegó a la isla de Cebú, en las Filipinas, a fines de abril de 1565, fundó la ciudad de Manila, y poco después, pacientemente por el método de ensayo y error, el “San Lucas” de la flotilla de Pintura del Galeón de Manila, en la que se aprecia un gran número de pasajeros y tripulantes, éstos dedicados a acomodar la voluminosa carga que llevan juncos chinos y embarcaciones procedentes de otros lugares de Asia, y aquéllos preparándose para el prolongado y peligroso viaje que los llevaría hasta la Nueva España. Los pasajeros eran generalmente comerciantes, empleados de las empresas que enviaban mercancías, religiosos, soldados y funcionarios españoles. Tomado de “National Geographic”, septiembre 1990, p. 42-43, pintura de Roger Morris.

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Legazpi pudo encontrar la mejor ruta para regresar a la Nueva España al descubrir la corriente marina “Kuro Siwo” o “Kuro Shivo” cerca de Japón, y los vientos del oeste empujaron la embarcación hacia las costas occidentales de América, más o menos hasta la latitud de lo que hoy es Cabo Mendocino en el norte de la actual California de los Estados Unidos. Ya cerca de la costa el “San Lucas” se dejó llevar por la corriente de California que desciende de Alaska, y costeó hacia el sur con facilidad hasta llegar a Acapulco. Cabe aclarar que el célebre navegante Andrés de Urdaneta, piloto del “San Pablo” que siguió el viaje del “San Lucas”, recibió en la corte de Madrid todo el crédito por el descubrimiento de la nueva ruta, el cual correspondía en rigor al piloto de esta embarcación. En 1571 unos náufragos chinos fueron rescatados por los españoles en aguas de las Filipinas, y pronto el asunto pareció olvidarse. Sin embargo, cuando nadie lo esperaba, en 1572 una embarcación china llegó al puerto de Manila cargada con regalos para los españoles en agradecimiento por el salvamento de sus nacionales. Las autoridades españolas cargaron todo en un barco que zarpó hacia Acapulco, de donde casi toda la mercancía se reexpediría a Europa por Veracruz para su venta, y así se inició un movimiento comercial en el que los mercaderes de Asia, principalmente chinos, mandaban a la Nueva España seda, especias, copra, cuerdas, oro en filigrana, cerámica, maderas, etc., y a cambio recibían plata (ver F 57). Desde entonces los reyes españoles soñaban con que se encontrara un puerto en las costas de California en donde el Galeón de Filipinas pudiera hacer escala, se proveyera de agua, y pasajeros y tripulantes comieran frutas frescas que los aliviaran del escorbuto, enfermedad constante en los pasajeros de los viajes marítimos prolongados. Esta idea predominó en los planes de expansión en el noroeste de la Nueva España, lo que explica la casi obsesión que hubo en la Colonia desde el siglo XVIII por contar con un puerto de escala para la gran nave en la costa del pacífico, aunque cuando llegó a encontrarse algún lugar con las potencialidades de un buen puerto el gobierno de la Colonia no quiso o no pudo hacer la inversión necesaria para su establecimiento. San José del Cabo fue por muchos años el único lugar al que podría llegar la Nao de China antes de fondear en Acapulco, pero al colonizarse la Alta California por los franciscanos a partir de 1769 y establecer misiones todas cercanas a la costa, sobre todo al norte, la embarcación pudo recibir el apoyo que se le brindaba por nativos y misioneros que se aproximaban a la nave en pequeñas lanchas cargadas con los productos que más se necesitaban a bordo.

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18.Mugazábal, Juan Bautista. (Hermano Coadjutor) Juan Bautista Mugazábal nació en 1682 en la provincia de Álava, España, llegó a California como soldado en 1704, y a los pocos años alcanzó el grado de alférez del presidio de Loreto. Por sus virtudes era querido y respetado por todos los misioneros, habiendo sido compañero mucho tiempo del padre Píccolo en Mulegé. Mugazábal se identificó con las bondades de Píccolo, quiso hacerse jesuita y así lo solicitó a sus superiores. Estando el Colegio de Tepotzotlán muy distante de California, y siendo aquí tan necesaria la ayuda de más personal, no se le obligó a que fuera hasta allá a hacer su noviciado, y se le autorizó a que lo llevara a cabo bajo la responsabilidad del padre Ugarte, estuvo como novicio en la misión de San Javier un año bajo la dirección de este misionero, y se hizo jesuita en 1718. Después de su primer año de noviciado, fue enviado a Loreto, en donde trabajó 43 años como hermano coadjutor, hasta su muerte. Aparte de su constancia y disciplina en los ejercicios espirituales que acostumbraban los jesuitas270, los cuales comenzaba mucho antes de que amaneciera, Mugazábal tuvo la virtud de poner gran celo y dedicación a sus obligaciones de llevar el pago a los soldados, marineros, carpinteros y otros obreros especializados como calafateros y herreros; administraba la entrega de alimentos a todo ese personal y a los indígenas de la misión, actuaba como sacristán y era su responsabilidad almacenar y cuidar los víveres recibidos, despachar la recua con lo que solicitaban los misioneros, así como llevar las cuentas y obedecer lo que ordenara el padre procurador. Ya muy anciano siguió trabajando, cada vez con más dificultad por su natural cansancio y enfermedades, y aunque se envió otro hermano coadjutor para que se aligerase su carga, murió el 9 de diciembre de 1761, después de 4 meses de una grave enfermedad que deformó su apariencia, aunque según Barco, después de su fallecimiento el cadáver recobró su aspecto normal271. El haber estado 43 años en la Compañía de Jesús en California lo convierte en el jesuita que más años laboró en esa provincia, sin contar 14 que se desempeñó como soldado. Pintura de un soldado de cuera de fines del siglo XVIII. Cortesía “Army Art Collection, U.S. Army Center of Military F 67

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History”.

Se decía que los ladrillos en que Mugazábal se hincaba para rezar sus oraciones, se desgastaron al paso de los años por la constancia del misionero en la oración. 271 Barco, p. 294, op.cit..

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19.Sistiaga, Sebastián de Sebastián de Sistiaga nació en 1684 en Teposcolula, Oaxaca, entró a la Compañía de Jesús en 1702, y terminada su educación se fue a California en donde sirvió de 1718 a 1747272 en las misiones de Mulegé y San Ignacio Kadakaamán. Siendo catedrático de bellas letras en la ciudad de México, sintió el deseo de irse a las misiones de California y así lo solicitó a sus superiores, quienes accedieron. En 1717 el hermano Jaime Bravo, en su carácter de procurador de las misiones de California, había ido a la ciudad de México a solicitar dinero para el pago de soldados y marineros, lo que logró no sin antes vencer la resistencia inicial del virrey. A su regreso a Loreto, llevaba no sólo los apoyos recibidos, sino que lo acompañaba el padre Sebastián de Sistiaga, que sería uno de los más distinguidos misioneros en la península. Después de llegado a California el padre Sistiaga fue enviado a la misión de Santa Rosalía de Mulegé, en donde inició el Libro de difuntos y casamientos y trabajó en ella de octubre de 1718 a octubre de 1726, habiéndole sucedido el padre Juan Bautista Luyando cuando se fue a Loreto como Superior de las Misiones. Desde Mulegé visitó por primera vez Kadakaamán o “Arroyo de los Carrizos”, la región en donde después se plantaría la misión de San Ignacio, y en ese paraje estuvo viviendo 8 meses en una enramada realizando todas las acciones de cualquier misionero, lo cual sirvió mucho al padre Juan Bautista Luyando que llegó meses después a hacer la fundación definitiva273. Sobre lo anterior dice el padre Juan Bautista en un informe al padre Miguel Venegas: ...en tiempo de las viruelas antes que yo fuera [a San Ignacio] [los indios] habían mamado de Su Reverencia [Sistiaga] la primera leche y los más del paraje de San Ignacio que como de casa eran en esto los que más se señalaban, los había bautizado el dicho padre…y así los miraba como hijos de Su Reverencia…274 . Fue el 20 de enero de 1728 cuando el padre Sistiaga y nueve soldados acompañaron al nuevo misionero Juan Bautista Luyando a San Ignacio, antes nombrado San Vicente, en donde fueron muy bien recibidos. A esto se debe que con justicia se diga que la misión de San Ignacio fue fundada por los padres Juan Bautista Luyando275 y Sebastián de Sistiaga, además de que fue dotada por aquel misionero con diez mil pesos de la herencia que sus padres le dejaron. Cuando el padre Juan Bautista tuvo que retirarse por su delicada salud, Sistiaga quedó en su lugar, y su sitio en Mulegé fue ocupado por el padre Everardo Helen. Dicho lo anterior se comprende que Sistiaga conocía muy bien la región y a sus indios, con quienes había hecho algunas siembras de maíz y trigo, todo lo que en parte facilitó su gran labor evangelizadora al lograr la conversión de multitud de gentiles. Años después en esta misión de San Ignacio, tuvo como compañero por mucho tiempo al padre Fernando Consag, el gran misionero explorador de California.

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Barco dice en su obra que Sistiaga sirvió en California por 22 años. Op.cit., p. 264. Consultar en esta obra “Luyando, Juan Bautista”. 274 Venegas, Luyando, “Interrogatorio sobre la misión de San Ignacio que envía el padre Miguel Venegas al padre Juan Bautista Luyando …”, Archivo Franciscano, ficha 295, p. 2, Biblioteca Nacional de México, (4/60.1, f. 1-4v.). 275 El padre Luyando llegó el 20 de enero de1728 al paraje de Kadakaamán llamado San Vicente por los españoles, lugar que el propio Luyando bautizó luego como San Ignacio. 273

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El padre Sistiaga introdujo la costumbre entre los indígenas de San Ignacio de que en Semana Santa se flagelaran como penitencia, lo cual se convirtió en tradición, pues dos años después de que el padre Luyando se hizo cargo de la misión, vio azotarse a los indios disciplinantes por lo cual felicitó a Sistiaga276.

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Palmar y oasis en San Ignacio

En una ocasión estaba el padre Sistiaga en San Ignacio supliendo al padre Juan Bautista Luyando, y éste se encontraba en la misión de Guadalupe ocupando el lugar del padre Everardo Helen, cuando unos gentiles del norte asesinaron a una muchacha y a un viejo de una ranchería cristiana, y cometieron robos y ataques a otros poblados cercanos. Esas tropelías causaron el temor en los indígenas locales de que también se hicieran agresiones contra ellos, por lo que Luyando fue a San Ignacio a acordar con el padre Sistiaga cuáles serían las acciones a seguir para castigar a los gentiles asesinos. Después de conversar los dos misioneros, por consejo de Sistiaga se reunió un ejército de 350 indios fieles de diversas rancherías, y sin mucho problema capturaron a los rebeldes, 34 de cuyos cabecillas fueron después castigados públicamente con azotes, lo cual acabó con aquella inquietud.

Resuelto el problema Luyando se quedó en San Ignacio y Sistiaga se fue a Guadalupe, desde donde atendió los asuntos 277 de Santa Rosalía de Mulegé . El padre Francisco Xavier Clavijero narra lo dicho antes de forma un tanto distinta, al ubicar a Luyando en San Ignacio cuando ocurrieron los hechos y a Sistiaga en la misión de Guadalupe por ausencia del padre Everardo Helen, y señala además que fue Sistiaga quien desde Guadalupe se fue a San Ignacio a tener acuerdo con Luyando278. En esta obra se han citado los acontecimientos como los narra el padre Luyando al jesuita historiador Miguel Venegas al contestarle el cuestionario que se cita en la nota 251. A diferencia de otros misioneros que acostumbraban atender a sus catecúmenos en la misión mientras tenían alimentos que darles, y después perdían contacto con ellos, en la de Mulegé al faltar el pozole y el trigo en la misión, Sistiaga los despachaba a sus rancherías y al campo en busca de comida, y él iba hasta donde los nativos se encontraran provisto sólo con algún pedazo de carne seca y algo de maíz para su propio sustento, y así no perdía su relación con ellos y continuaba su instrucción279. A partir de estas salidas el padre Sebastián se acostumbró a dormir vestido y frecuentemente en el suelo, y se levantaba dos horas antes de que amaneciera a cumplir celosamente con sus deberes religiosos. Según el inventario elaborado por Sistiaga, el ganado de la misión poco antes de su salida incluía 210 cabezas de ganado mayor, 81 caballos incluyendo yeguas y potrillos, 36 mulas y burros, unas 100 cabras y ovejas y un buey para tirar del arado, lo que permitió que aún en los años difíciles los indígenas tuvieran su alimentación segura. Las 276

Ibid., hoja 3. pregunta número 12. Venegas-Luyando, op.cit., p. 2 (hoja 4), punto o pregunta número 15 . 278 Clavijero, op.cit., p. 166. 279 Barco, opp.cit., p. 265. 277

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virtudes de Sistiaga lo hicieron merecedor de que se le nombrara visitador de las misiones por tres ocasiones, lo que lo obligó algunas veces a dejar por un tiempo su cargo tanto en San Ignacio como en Mulegé. Como fruto de su labor evangelizadora está el caso del indígena Andrés Comanají, que 6 también se reconocía por el apellido de Sistiaga en honra del misionero que F 69 fue su maestro y padrino. Andrés Comanají Ubicación de algunas misiones con relación a San Ignacio. Sistiaga se 1 Santa Gertrudis. 2 San Ignacio Kadakaamán. 3 Guadalupe distinguió como Guasinapí. 4 Santa Rosalía de Mulegé. 5 Isla de San Marcos. 6 Bahía catequista en Asunción Adaptación sobre mapa de “Google Earth”. Mulegé, San Ignacio y Santa Gertrudis, sobre todo por su capacidad para enseñar y convencer a sus hermanos de raza de las bondades del cristianismo. A sus prendas espirituales hay que agregar su clara inteligencia, pues a pesar de haber quedado ciego, fue por mucho tiempo el hombre de confianza del padre Fernando Consag, quien lo mandó a dirigir la construcción de las primeras habitaciones en Santa Gertrudis, a pesar de su impedimento visual. A principios de septiembre de 1721, el padre Sistiaga se encargó de recibir la expedición que regresaba de las bocas del río Colorado, personalmente fue de Mulegé al puerto de La Concepción, unos 20 kilómetros al sur de la misión, proveyó las bestias para el transporte de algunos de los viajeros, y les proporcionó la mejor atención que pudo durante su estancia y descanso en su misión, período que fue de 15 días antes de que siguieran a Loreto. El padre Sistiaga no fue excepción en la práctica generalizada de explorar el interior y costas de California, esto último en busca de un puerto que sirviera de escala al galeón de Manila en su viaje a Acapulco. El 19 de noviembre de 1721, Sistiaga, acompañado del padre Everardo Helen, el capitán del presidio y algunos soldados salió de la misión de Guadalupe rumbo a la costa occidental; en esta expedición descubrieron tres lugares que podrían servir como puertos, estando el más grande en el litoral que pertenecía a San José de Comondú, tenía abundante agua 153


y se encontraba a unos 48 kilómetros de esa misión. Cabe aclarar que este puerto fue descubierto por el padre Eusebio Francisco Kino el 1º de enero de 1685 y se le puso el nombre de “Año Nuevo”, pero sus potencialidades fueron ignoradas siempre de parte de las autoridades virreinales. En 1759, los padres Francisco Inama de la misión de San José, y Juan Xavier Bischoff de La Purísima Concepción, harían un nuevo reconocimiento de esas costas con base en los puertos descubiertos por Sistiaga y Helen, aunque los resultados prácticos que se obtuvieron fueron pocos. Los movimientos de los padres en las misiones septentrionales eran frecuentes, ya que cuando por alguna razón ya fuera enfermedad o cumplimiento de sus deberes tenían que salir de su misión eran substituidos por alguien, y así ocurrió con el padre Sistiaga. En 1730, siendo el padre Juan Bautista Luyando misionero de San Ignacio y Sistiaga de Mulegé, intercambiaron de puesto debido a la mala salud de Luyando y tomando en cuenta que en Mulegé podría descansar más; y en 1732 el padre Segismundo Taraval se hizo cargo de San Ignacio cuando el padre Sistiaga tuvo que salir a visitar las misiones con su cargo de superior de las mismas. En 1730 a pocos días de haber ido a San Ignacio el padre Sistiaga aparentemente fue víctima de un falso testimonio de parte de los indios, resultado de lo cual tuvo que dejar la misión, según lo expresado en la respuesta número 14 del padre Juan Bautista Luyando al padre Miguel Venegas en el cuestionario que le envió, lo cual se menciona en otra parte de este libro280. En 1735, el padre Sistiaga fue de los misioneros del norte que, obedeciendo órdenes del padre Clemente Guillén, al darse rumores de que se conspiraba en contra de los jesuitas en las misiones septentrionales tal como sucedía en las del sur, tuvo que irse de San Ignacio a Loreto. Poco después, ocupó el cargo de superior de las misiones de California en lugar de Guillén, y en 1736 viajó a La Paz a donde arribó el 25 de agoto, luego se dirigió a Santiago y de allí regresó a Loreto. Los resultados de aquella visita fueron desalentadores, pues en La Paz comprobó que el ánimo del destacamento de soldados que resguardaba el lugar contra los pericúes rebeldes era bajo, en Santiago el padre Nápoli estaba enfermo, y no había nativos porque todos se habían sumado a los rebeldes. Las consecuencias del alzamiento de los pericúes perduraría años. Después de la rebelión que afectó las misiones del sur de la península, tocó al padre Sistiaga intervenir en un serio problema. Desde que el padre Clemente Guillén se enteró del movimiento rebelde, después de que el virrey se negó a ayudar F 70 en forma inmediata y directa a las misiones en peligro, se dirigió a Madrid y logró que Felipe V ordenara al virrey que se Don Pedro Cebrián y mandaran tropas y se dispusiera el establecimiento de un Agustín, conde de presidio en San José del Cabo con 30 soldados en la guarnición. Fuenteclara El problema se suscitó cuando el gobernador de Sinaloa Bernal de Huidobro, que se había caracterizado por su oposición a la administración de los jesuitas primero en su provincia, y después en California cuando intervino 280

Venegas-Luyando, op.cit., p2, hoja 4. Ver nota 315.

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con su fuerza militar para sofocar el alzamiento, dejó inicialmente como comandante del nuevo presidio a don Bernardo Rodríguez de Larrea, hijo del legendario capitán don Esteban Rodríguez Lorenzo, pero al ver que al igual que su padre se trataba de un hombre leal a los discípulos de Loyola, Bernal, que deseaba tener un hombre afín a sus ideas en el mando del nuevo destacamento, pronto lo substituyó por el cabo Pedro Álvarez de Acevedo. Sin embargo, los jesuitas encontraron en los antecedentes del nuevo comandante datos suficientes para denunciarlo ante las autoridades como un hombre que no reunía las condiciones requeridas para el buen desempeño de tan delicado puesto, pues en Sonora se había distinguido como un soldado y minero cruel y abusivo con los indios, así como un persistente detractor de los ignacianos. En 1739 el padre Sistiaga, entonces superior de las misiones de California, excomulgó al capitán Álvarez por los abusos que cometía con los indios y su conducta insolente con los misioneros, lo cual debe haber sido sobre la base de testimonios o pruebas de tal carácter que el propio virrey, que si antes no había ocultado su apoyo a Bernal de Huidobro, esta vez tuvo que ordenar la destitución del capitán y nombrar al sargento Pedro de la Riva quien, ahora en beneficio de los jesuitas, dependería del mando del capitán de Loreto siempre leal a los misioneros. Todo este ambiente era sólo parte del preludio general al cambio que 28 años después, cimbraría al mundo religioso de la época al decretarse la expulsión de los jesuitas de los territorios españoles, y aunque todavía no se vislumbraba con claridad tal acontecimiento, los miembros de la Compañía sí se percataban del creciente número de acusaciones e intrigas que se fraguaban constantemente en su contra. En estas circunstancias, el padre Sistiaga adoptó una actitud más conciliadora con el virrey en 1743, cuando el capitán de Loreto Esteban Rodríguez Lorenzo tuvo que dejar el puesto por su edad. En lugar de nombrar para su aprobación a la persona elegida, Sistiaga evadió la confrontación con el nuevo virrey Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenteclara, quien veía con simpatía a los jesuitas, y sólo propuso como su sucesor a Bernardo Rodríguez Larrea, el hijo de don Esteban que antes había sido quitado por Bernal, seguramente sabiendo que la propuesta sería aprobada. El virrey aceptó de buen grado al candidato de Sistiaga para el cargo de capitán y así pudo continuar el gobierno de los jesuitas en California. Por razones de su cargo como visitador de las misiones, el padre Sistiaga tuvo que salir en 1747 a la ciudad de México, y nombró como su sucesor en San Ignacio al padre Fernando Consag, quien lo acompañaba en la misión y lo auxiliaba en la instrucción que se daba a las rancherías del norte. Consag tuvo de esta forma la responsabilidad directa de San Ignacio, sobre todo en la conservación de importantes siembras de maíz y trigo y la catequización de los indios del norte, en donde según Barco se pretendía fundar Nuestra Señora de los Dolores del Norte, pero que finalmente acabó siendo Santa Gertrudis la Magna. En 1747, por motivos de salud y su avanzada edad, Sistiaga logró que el padre provincial le concediera autorización para retirarse a algún colegio de la compañía en la Nueva España, el 13 de mayo se embarcó en Loreto, con la idea de pasar sus últimos años en el colegio de Tepotzotlán, pero su deseo no se cumplió debido a que se le asignó el cargo de prefecto de la Congregación de la Buena Muerte en la casa profesa en México, a donde tuvo que ir a pesar de sus achaques. Después de su reconocido trabajo en el cargo mencionado que desempeñó por tres años, fue enviado a Puebla como instructor de los padres de la tercera probación, y en este puesto se encontraba cuando murió en 1756.

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20.Helen, Everardo Everardo Helen nació en Xanten, en Colonia, Alemania, fue educado en Praga, partió a la Nueva España en 1718, y llegó a California en abril de 1719, en donde permanecería hasta el año de 1744. En 1720, el padre Juan de Ugarte había estado en las montañas de Guasinapí, a unos 250 kilómetros al noroeste de Loreto, organizando a los nativos para que le ayudaran a cortar guaribos con objeto de fabricar en Mulegé “El Triunfo de la Cruz”, embarcación que por muchos años navegaría por las aguas del Golfo de California al servicio de los misioneros. Durante el tiempo en que permaneció acampado en aquellas serranías entre los indígenas de la etnia cochimí, tuvo una relación muy amistosa con los nativos, quienes además de trabajar duro para extraer los guaribos de profundas barrancas, recibían del misionero la doctrina cristiana con agrado.

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Paraje en que se encontraba la misión de Nuestra Señora de Guadalupe Guasinapí.

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Sierra de Guadalupe. Eduardo S. Ponce Trujillo.

Cortesía de Gobierno del Estado de Baja California Sur.

Ugarte dispuso entonces que el padre Everardo Helen, que ya tenía algún conocimiento de la lengua cochimí y quien después escribió una gramática de ella, se trasladara a aquellas montañas y fundara la misión de Nuestra Señora de Guadalupe Guasinapí (ver F 69) a los 27º 12´ 30.23¨ N y 112º 26´ 21.20 W, lo cual se hizo el 12 de diciembre de 1720. La docilidad de los nativos y su colaboración espontánea en la construcción de la iglesia y demás edificaciones, permitió que el capitán y varios soldados que habían acompañado al misionero volvieran a Loreto, dejando en Guasinapí a 4 que se ocuparían de la seguridad del padre Everardo. El Sábado de Gloria de 1721 Helen bautizó con la mayor solemnidad a 20 adultos, y otros más poco después. La buena labor del padre acabó por convencer a los nativos para que muchos de ellos le llevaran las capas de cabellos, “tablitas” y pezuñas de venado que eran elementos importantes en el atuendo y ceremonial de los guamas o “doctores”, todo lo cual fue quemado en presencia de los indígenas. Además, el padre Helen tuvo la opinión de que en los indios de su misión de Guadalupe no se veía el desenfreno o liviandad presente en otras regiones de la península, aludiendo a las libres relaciones sexuales y la poligamia que otros misioneros del sur referían de sus naturales281. 281

Barco, op.cit., p. 191.

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Al igual que casi todos los jesuitas de la época, Helen participó en una exploración que en su caso, tenía por objeto encontrar un puerto que sirviera de escala al galeón proveniente de las Islas Filipinas. Con ese objeto, esta vez por orden del padre Juan de Ugarte, el 19 de noviembre de 1721 salió de Guadalupe Guasinapí una expedición hacia el oeste noroeste, en la cual iban el padre Sebastián de Sistiaga de la misión de Santa Rosalía de Mulegé, el capitán del presidio de Loreto Esteban Rodríguez Lorenzo y varios soldados. Llegaron a la costa después de cruzar por escabrosas montañas que llegan a más de mil metros de altura, continuaron hacia el norte y encontraron tres lugares que cumplían con los requisitos de contar con agua y leña, aunque el terreno era desértico. Si fuera veraz lo dicho por los expedicionarios, que llegaron hasta los 28 grados, los puertos mencionados quedarían en las inmediaciones de lo que hoy es Guerrero Negro, cerca de las salinas de ese nombre, en donde está la frontera entre los estados de Baja California y Baja California Sur. Sin embargo, si el cálculo de la latitud, como sucedió tantas veces en las exploraciones de la época, estuvo equivocado por exceso de un grado, los puertos que descubrieron deben haber quedado muy cerca de la actual Bahía Asunción (ver F 69). Aunque todos los informes necesarios fueron enviados al virrey para que se presentaran en Madrid al rey y al Supremo Consejo de Indias,

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Ruinas de cimentaciones en Guadalupe Guasinapí. Fotografía de la izquierda de Eduardo Ponce Trujillo, la de la derecha del Gobierno de Baja California Sur.

nunca se tomaron medidas para establecer el puerto deseado en alguno de aquellos lugares, aunque por lo desértico de la zona hubiera sido muy difícil. A pesar de que la misión de Guadalupe no tuvo una agricultura desarrollada debido al terreno montañoso de la región y su clima frío, los indios podían alimentarse porque practicaban con éxito la cacería, así como la recolección de frutos y raíces silvestres. Aún así, además de practicar con sus indios la ganadería, Helen cultivó pequeños huertos, y hasta obsequió al padre Luyando de San Ignacio, semillas de calabaza y otros vegetales. El ganado mayor y las cabras y ovejas compensaban cualquier problema de alimentos en los años malos, cada temporada se ordeñaba un buen número de vacas paridas sobre todo en el 157


rancho ganadero de El Valle a unos 8 kilómetros de Guadalupe y se fabricaba queso, aunque el león de montaña o puma devoraba frecuentemente las crías del ganado y los potrillos que se alejaban de la madre. Esta especie de bonanza productiva en la producción de alimentos se interrumpió por lo que enseguida se menciona. Por los años de 1722 y 1723 se produjo en California una plaga de langosta que causó graves daños a la población indígena, ya que por algún tiempo los nativos sufrieron hambre al desaparecer muchas de las hierbas del monte cuyas semillas les servían de alimento, pero además se enfermaron porque, al no ser suficiente la comida que podían conseguir en la misión, se comían a las langostas tostadas que les producían infecciones diversas, y el padre Helen no se daba abasto para atender a los enfermos, alimentarlos cuando podía, y cumplir con su tarea evangelizadora. Además, todo el pasto fue devorado por el voraz insecto y muchos animales del hato ganadero de la misión deben haber muerto de hambre. Sin embargo, la producción de carne y leche volvió a su nivel anterior, y décadas después cuando se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas californios en 1768, el almacén de Guadalupe estaba repleto282. La salud del misionero vino a menos, sobre todo de sus ojos y por una hernia que le causaba graves molestias, por lo que se tuvo que retirar a Loreto para restablecerse después de lo cual regresó con sus indios. Estos acontecimientos aumentaron el afecto de los naturales hacia el padre Helen, lo que trajo como consecuencia que para 1726 se hubieran convertido al cristianismo 32 rancherías, varias de las cuales se incorporaron con el tiempo a Mulegé y a la misión de San Ignacio que después se fundó, en tanto que los indígenas que quedaron en Guasinapí fueron concentrados en cinco poblados, cada uno con sus casas y una pequeña iglesia283. El padre Helen también estuvo un tiempo en San Ignacio Kadakaamán, sobre todo antes de su fundación preparando el terreno para que su nuevo misionero pudiera iniciar su labor con bases firmes, enseñó a los indios a barbechar la tierra, muchos de ellos sembraron melones y calabazas, y el padre Everardo reconoció los mejores lugares para la siembra de maíz y trigo. Helen también radicó en Mulegé a fines de 1732 en substitución del padre Luyando, se fue en 1733 y al siguiente año nuevamente residió en esta misión aunque por poco tiempo. La estancia de Helen en Mulegé es conocida por encontrarse sus registros en el inventario de la misión. Por cierto que un dato revelador del temperamento del misionero y su trabajo cercano con las bestias, es la relación que hace de las mismas, a las que como cualquier vaquero de hoy, les asigna nombres a las favoritas, algunos de estos eran: Macho Prieto, de la Noria, el Anteojo, el Chacuaco, la Gateada, el Escaparate, el Malatovo, el Cotense, la Mona, la Perinola, la Pita, la Baya, Amapola, el Polverino, Pimpenella, Maracao, la Boca, Lotense, Golondrina, el Colorado, la Loca, el Vivillo Para Silla, y el Regalo Para Silla284. Finalmente, al decaer seriamente su salud, en 1736 el padre Helen tuvo que retirarse a Tepotzotlán para reponerse. Recobrada su salud pudo todavía mantenerse activo 22 años, hasta ocurrir su fallecimiento en aquel colegio en 1757.

282

Dunne, op.cit., p. Clavijero, op,cit., p. 148. Respecto al número de poblados de visita, Peter Masten Dunne señala que fueron tres: Concepción, San Miguel y San Pedro y San Pablo. Dunne, op.cit., p. 176. 284 Dunne, op.cit., p. 501. 283

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21.Nápoli, Ignacio María Antes de zarpar en “El Triunfo de la Cruz” hacia la desembocadura del río Colorado en 1721 el Padre Juan de Ugarte, como visitador de las misiones, en presencia del misionero de La Paz Jaime Bravo ordenó al padre italiano Ignacio María Nápoli que había llegado a Loreto en marzo de ese año, que tan pronto como anclara el navío que traía las provisiones a California tomara de allí lo necesario y se fuera en la misma embarcación a La Paz, de donde debería salir hacia el puerto de Las Palmas en el litoral del Golfo para fundar allí una nueva misión. De su viaje el padre Nápoli dejó un informe enviado al padre provincial Alejandro Romano, que tituló “Breve relación de la nueva entrada al sur, en la copiosa gentilidad de la nación coras para la nueva fundación de la misión de Santiago de las Palmas, que fundó el Señor Marqués Don José de la Puente, y de lo que sucedió en los pocos primeros días...” Lo más destacado del documento se relata a continuación. Al inicio de su relación, Nápoli reiteró lo que otros misioneros habían narrado sobre el sur de la península, en el sentido de que era una región abundantemente poblada, y mencionó la ayuda tan importante que recibió del padre Bravo en La Paz para poder cumplir con su encargo. Antes de zarpar a las bocas del Colorado, el padre Ugarte facultó a ambos misioneros para que abrieran los bultos destinados a él y aprovecharan algo de sus contenidos para la expedición que deberían hacer, además de otras provisiones y equipo que sacarían del almacén de Loreto. Los principales artículos que tomaron los misioneros fueron sayales, frazadas, cuchillos, géneros, “cacles” o guaraches, y algunas cosas que apreciaban los indios cuando se les regalaba. El 20 de julio de 1721 se embarcó Nápoli en Loreto acompañado del capitán del presidio y cuatro soldados, ya que el padre Bravo debió irse antes con el fin de prepararse en su misión y ayudar en la empresa que se iniciaría. Navegaron por 14 días debido a vientos contrarios y una tormenta que los puso en grave peligro, pero llegaron por fin a La Paz con felicidad el 2 de agosto de ese año. Cuenta el misionero que le conmovió grandemente ver a los indios guaycuras arrodillados en la playa, quienes lo acompañaron a la iglesia en la puerta de la cual lo esperaba el padre Bravo. El padre Ugarte le había mandado por tierra algunas bestias para facilitar sus movimientos en la nueva misión, y al contemplar los indios a los jinetes en los parajes por donde pasaban se asombraron mucho por aquellos animales nunca antes vistos. Un mula que estaba muy cansada fue dejada por los viajeros en una ranchería, encargándoles mucho su cuidado a los indios. Tiempo después se supo que la mula había muerto, por lo que los nativos que la cuidaban, sintiéndose culpables, la sepultaron en la playa y se dieron golpes en la cabeza como castigo. Al tiempo de su llegada a La Paz se encontraba anclado en la bahía un enorme barco dedicado a la extracción de perlas, el “General Andrés de Rezebal”, y con el fin de transportar las más pesadas provisiones y equipo por mar, los misioneros pudieron conseguir prestadas varias lanchas del capitán de la embarcación, ya que el barco en el que supuestamente iban a hacer el viaje se encontraba ocupado en navegar a las costas de Sinaloa para traer maíz a Loreto. Aunque la conducta de los indios de La Paz siempre fue amistosa, Nápoli menciona el hecho de que en aquel tiempo se inició una epidemia en la región, lo que hizo pensar a los indígenas que el padre había llevado la enfermedad a su territorio. 159


F 73

Viaje del padre Nápoli de Loreto a Santiago de las Palmas. La flecha anaranjada indica la llegada de Loreto; la negra la Ruta aproximada a Bahía de Las Palmas por tierra, y la blanca la ruta de las canoas. 1 La Paz. 2 Santiago de las Palmas. 3 Santiago Apóstol Aiñini en su tercera y última ubicación. 4. San José del Cabo. 5 Todos Santos. 6 Santiago después del primer cambio, cuando fue destruida por el temporal (segunda ubicación).Adaptación hecha en mapa de Google Earth por A.P.A.

285

Dos adultos que estaban a punto de morir fueron bautizados, y muy pronto falleció uno de ellos; los parientes lloraron por el difunto, y luego quemaron su casita de ramas, su arco, su flecha y sus trastos, comentando el misionero, ...así hacen cuando muere uno, para que no se mezcle en los otros el mal...285, lo que al igual que otras partes de su informe constituyen importantes aportaciones para conocer mejor la cultura de aquellas etnias. Agrega el jesuita italiano que se les ordenó que no quemaran a sus muertos y que se les sepultase, a lo que se negaron al principio diciendo que el enterrar a un difunto era privilegio sólo de quienes morían flechados en batalla. El 17 de agosto de 1721 salió la expedición de La Paz hacia Bahía de Las Palmas, parte por

Nápoli, Ignacio María. “Breve relación de la nueva entrada al sur, en la copiosa gentilidad de la nación coras para la nueva fundación de la misión de Santiago de las Palmas, que fundó el Señor Marqués Don Joseph de la puente...”, Colecciones Mexicanas, Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano, (3/52.1, f. 1-9v.), ficha 286, México, D.F., hoja 3.

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mar en las canoas prestadas, y parte por tierra. Nápoli junto con Bravo, los soldados y varios indios locales viajaron por tierra hacia el sur, por terrenos difíciles de transitar en aquella época de grandes calores y lluvias, pasando por parajes espectaculares. Dadas las discrepancias que existen sobre la fecha en que la expedición salió de La Paz, se transcribe textual parte de lo escrito por el misionero en su “Breve relación de la nueva entrada al sur...”:...y así, dividiéndonos parte por tierra que venían con nosotros, y parte por mar con el bastimento, salimos de esta misión de La Paz a 17 agosto, y en tiempo de grandes calores y aguas que aquí son muchas, y como fuimos andando por estos caminos nuevos y nunca más andados y muy montosos, nos costó mucho trabajo obligándonos a dar varias vueltas ...286. El decir que viajaron hacia el sur podría significar que la ruta inicial quizá fue más o menos paralela y al este de la actual Carretera Transpeninsular que sale de La Paz hasta antes de llegar a San Pedro, por las estribaciones de la sierra El Novillo o Las Calabazas. Nápoli hizo un elogio bastante prolongado sobre la fertilidad y hermosura de aquellos parajes por los que pasó, así como por la abundancia de aguajes y llanuras propias para la siembra, y las abundantes lluvias que los obligaron a usar un pedazo de vela para protegerse y cubrir los granos y la carne que llevaban. Lo difícil del camino provocó algunos accidentes, como el ocurrido al capitán Esteban Rodríguez, cuya cabalgadura cayó con todo y jinete rodando por un precipicio, aunque milagrosamente salió bien librado del percance. Estas dificultades obligaron a los viajeros a cabrestear las bestias en buena parte de ese trayecto287. Finalmente, dice el misionero que llegaron a la Ensenada de Las Palmas 288 quizá a los 8 días de camino289, lo cual pudo haber sido el 24 de agosto de 1721; el lugar está ubicado a los 23° 40´ N. en el litoral oriental de la península, cerca de su extremo sur, y les causó muy grata impresión por sus palmares y lagunas. Nápoli menciona en su carta que se tenían antecedentes del hermoso paraje, llamado Aiñiní por los nativos, gracias a la relación hecha por el padre carmelita Antonio de la Ascensión, quien en 1602, por orden del virrey Conde de Monterrey debía explorar San Bernabé y todo el extremo sur de California con una flotilla de tres embarcaciones, y encontró muchos nativos amistosos. Pero la más completa información la tuvo del propio padre Jaime Bravo, quien unos 13 años atrás, en su viaje de Matanchel a California, había llegado obligadamente a esa playa porque el barco en que viajaba fue arrastrado por una tormenta a la bahía, en donde fue muy bien tratado por los numerosos indígenas de aquel paraje, quienes le obsequiaron pescado y sus frutas. Cuando llegaron a la playa, señala Nápoli que sólo encontraron muchas ramadas y rastros frescos de los nativos, que seguramente habían huido, quizá por la presencia de los caballos y mulas que nunca habían visto y les causaban pánico. Decidieron entonces poner su campamento en la playa al norte de la bahía, con la idea de ver tan pronto como aparecieran las canoas que habían salido de La Paz con las provisiones y aún no llegaban. Habían transcurrido más de 4 días y todos estaba ya preocupados, pensando en el posible regreso tomando en cuenta que en las canoas 286

Ibíd., p. 3. Es casi seguro que la ruta por la que viajaron cruzó parte de La Laguna o sus estribaciones orientales. 288 Hay autores que señalan el 10 de agosto de 1721 como fecha de la fundación de la misión, pero en su manuscrito, el padre Nápoli afirma que salieron de La Paz a la bahía de Las Palmas el 17 de agosto y que tardaron 8 días en llegar, por lo no parece aceptable la fecha del 10 de agosto para la fundación. 289 Nápoli dice textualmente refiriéndose a la llegada, …no menos de ocho días gastamos por tierra…Nápoli, “Breve…”, op.cit., p. 2. 287

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venían no sólo las provisiones, sino algunas armas para defenderse en caso de un alzamiento de los indígenas. Cavilando en esos problemas, cuenta Nápoli que caminaba un día solo, por la playa, cuando se dio el encuentro que enseguida se transcribe textualmente: ...me encontré con indios desnudos, que venían corriendo para mí, uno de ellos era muy alto y gordo, que es el hechicero principal entre ellos, pintado todo de negro que me pareció un demonio; tenía en la cabeza algunas [¿collas?] de pellejo de venado y varios plumajes, daba gritos tan horrorosos hacia el cielo, echando coplas y haciendo gestos insólitos, éste tenía unos bigotes muy grandes; yo no sabiendo qué hacer me encomendé al Señor. Les mostré mucho cariño diciéndoles algunas pocas razones en su lengua que tenía cogidas de los de San José, que son los mismos; les regalé dos cuchillos que tenía, y llevándolos conmigo vinieron a la tienda, donde les di de comer maíz cocido, los tapé con sayal, les di sombreros y frazadas, y entonces se acabaron los gritos de antes. Durmieron allí con nosotros, y oyendo que los demás decían que éramos buenos, y que querían enviar [a] llamar a su gente, que estaba abajo, pero que escondiéramos antes las bestias de las cuales mucho se espantaban, y especialmente de un perro del cual temblaban...290. Por la mañana acudieron al llamado de aquellos indios muchos más, en grupos de 30 en 30, y lo más sorprendente para Nápoli, según lo dice, era que venían sin arcos ni flechas, pero sí con regalos para él en sus manos. A esto correspondió el jesuita con los usuales obsequios de cuchillos, sombreros, listones que les colgaba del cuello, frazadas, etc.. Pronto se juntaron unos 500 hombres, puros adultos varones, por lo que Nápoli calculó conservadoramente que si se contaran sus familiares, deberían ser unas 1 000 personas. Como se ve hasta aquí, los registros que hizo el misionero sobre aspectos culturales de aquellos indios son importantes, aunque confiesa que tenía problemas para entenderles, requiriendo siempre que podía la presencia de un intérprete; por su parte, empezó a tomar notas y a elaborar un vocabulario del lenguaje, señalando que hasta ese momento llevaba unas mil palabras traducidas. Nápoli escribió en su reporte que los indígenas varones andaban desnudos, no se cortaban el pelo como otras etnias, ni mutilaban sus orejas; las mujeres se cubrían con una especie de falda de hojas de palmas; comían sus semillas del monte, bastante pescado, pitahayas y una fruta parecida a los chabacanos. Menciona el jesuita que lo que le causó repugnancia fue ver como los nativos también se alimentaban de piojos, ratones, víboras, langostas y huesos de pescados. La hospitalidad de los indígenas siguió mostrándose, y no sólo le trajeron al misionero cueros de venado, plumajes, cordelillos bien tejidos y bateas hechas de palmas bien labradas con otros colores, sino que también, a la usanza de aquellos pueblos le trajeron a ofrecer sus mujeres, y cuando Nápoli les aclaró en su propia lengua que los padres no tienen ni quieren mujeres, se quedaron muy admirados y espantados291. A esta costumbre atribuyó la posible causa de que muchos indígenas de aquellas latitudes eran muy claros de la piel y rubios rojizos o “bermejos”, como relató en su informe, tomando en cuenta que los barcos piratas ingleses solían esperar en

290 291

Nápoli,. “Breve relación de...”, op.cit., hoja 7. Ibíd., op.cit., hoja 9.

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aquellos parajes la llegada de la Nao de China para asaltarla, de lo cual infirió que pudieron nacer niños de mujeres indígenas y de los piratas ingleses. Al quinto día de su llegada a la bahía, los expedicionarios se encontraban desesperados por la tardanza de las canoas en que venían las provisiones, cuando supieron por las señas de unos indios que las embarcaciones estaban más al sur en una laguna desde hacía cuatro días, lo que causó la alegría de todos. De inmediato mandó Nápoli a un indio con un mensaje escrito para los de las canoas, pero no fue necesario, pues cuando se aprestaba a salir, llegaron hasta muy cerca de donde estaba el campamento en la playa. Nápoli menciona que por ese tiempo llegó al lugar una india vestida con cueros de venado pintados de colores, al frente de una comitiva de otras mujeres que la trataban como reina, a la que se supeditaba hasta el hechicero de los bigotes grandes que ya se ha mencionado. Supo después el misionero que la dama era la gobernadora de aquellos pueblos. La mujer lanzaba gritos y recitaba discursos. La reina, como le llama Nápoli en su relación, les llevó tantos regalos que no tenían en donde ponerlos, especialmente comida, bateas y cueros de venado. Dice el misionero que se dedicaron después a explorar sitios cercanos a la bahía, habiendo encontrado lugares con tierras muy fértiles, lagunas y arroyos, todo lo que era necesario para a fundar misiones. Cuando se disponían a desmontar el lugar donde se levantarían las primeras construcciones de la misión de Santiago de las Palmas, se dio la deserción de muchos indios que temían ser atacados por sus enemigos los guaycuras y aripes, pero el padre logró que regresaran algunos y procedió al bautizo de unos 29 niños que traían sus madres. Nápoli tendría que ir a La Paz por provisiones, pero antes regaló a las madres sayales y rosarios, y les pidió que convencieran a los demás para que vinieran al campamento. Poco después vinieron muchos indios que mostraban su afecto abrazando al padre, así como mujeres con sus hijos para que se les bautizara, y aquí menciona Nápoli que algunos hombres tenían largas barbas, y que algunos eran muy ancianos, tal vez con más de 100 años de edad. El padre tuvo que darles lo que tenía, incluyendo su propia frazada y una especie de tapete del altar, tratando de comprobarles una vez más su buena voluntad, y atraerlos a la misión. Entre los que llegaron estaba la dama que parecía reina, quien repitió sus gritos a manera de invocaciones; los indios pasaron varias noches entonando sus cánticos como letanías, a las cuales respondían en coro los demás, de manera que según Nápoli, los españoles no podían dormir. Antes de regresarse a La Paz, el capitán y Nápoli, ayudados por los indios, empezaron a construir la iglesita de la misión de Santiago de las Palmas, aunque sólo alcanzaron a desmontar el terreno y poner un techo de ramas, allí se dejaron algunos trastos y equipo que no tenía caso llevárselos a La Paz, todo en custodia de los indios que se comprometieron a cuidarlos. Aquí debe aclararse que el jesuita italiano llama a su misión Santiago de Las Palmas, pero actualmente, muchos historiadores, siguiendo tal vez a Venegas, nombran a la misión Santiago de los Coras, lo que es un error, pues en el sitio de aquel establecimiento no habitaban los coras sino los pericúes292. Nápoli y el capitán salieron en busca del hombre de los bigotes grandes para despedirse, y lo encontraron en su ranchería recostado en el suelo, y encima de él a un hechicero o doctor que le daba golpes y supuestamente le succionaba los males de su cuerpo. Nápoli hizo retirar al 292

Barco, op.cit., pp. 406-407.

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hechicero y comprobó que el enfermo sólo tenía catarro y un poco de calentura, ya era tarde, lo reconfortó con unas tortillas, y lo cubrió con lo que pudo para que pasara la noche abrigado, Al siguiente día el indio de los bigotes grandes apareció en el campamento muy mejorado de su enfermedad, apenas antes de que la expedición se devolviera a La Paz. Para entonces, varios de los nativos empezaron a padecer catarro, lo que achacaron a la presencia de Nápoli, quien seguramente, según algunos, había traído la enfermedad por ser hechicero, lo cual se comprobaba porque tenía barba293 como los hechiceros. En una ocasión, el padre Nápoli se sorprendió al ver que todos los indígenas pericúes se habían ido de la misión, y al salir en su búsqueda e investigar las causas, supo que todos creían que sus tradicionales enemigos, los guaycuras que acompañaban al padre, estaban confabulados con los soldados para asesinarlos. Costó mucho trabajo al misionero convencer a los nativos de que estaban en un error, y que sus vidas no corrían ningún peligro aun con la presencia de los guaycuras en el lugar. F 74

Después de encargar a los indios el cuidado de lo que dejaba, tras 16 días de estancia en aquel paraje, el 8 de octubre de 1721 los expedicionarios iniciaron el regreso a La Paz, no sin antes que el padre prometiera a los nativos que pronto regresaría para estar con ellos. En el camino la comitiva encontró un indígena que les informó de un Pintura de la misión de Santiago Apóstol hecha por el padre ataque que indios Ignacio Tirsch. gentiles habían hecho sobre nativos cristianos y gentiles en La Paz, matando a 5 muchachos guaycuras recién bautizados, 2 ó 3 mujeres gentiles, un indio gentil y un niño recién nacido y sin bautizar, aprovechando que el padre Bravo y los soldados estaban en Las Palmas, además de llevarse a un muchacho cautivo. Los atacantes tal parece que eran de la isla de Cerralvo, quienes durante la estancia de Nápoli en la bahía, iban y venían con frecuencia al lugar. El 13 de septiembre llegaron a La Paz, y el capitán se aprestó a salir con algunos soldados armados, y varios indios, en busca de los asesinos. Al despedirse Nápoli del padre Alejandro Romano en el escrito que le envía, fechado el 20 de septiembre de 1721, da a entender que le

293

Narra el misionero que aquellos indios tenían como principio infalible que las enfermedades y la muerte siempre eran causadas por un hechicero, los hechiceros tenían barba, y el padre también poseía esa señal.

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preocupa que el castigo que habrá de dar el capitán a los culpables, pueda provocar su alejamiento y rencor, lo que iría en contra de la empresa que apenas se iniciaba. Nápoli siguió trabajando con ahínco en el establecimiento de la nueva misión, en tanto que el padre Bravo continuaba con su labor en la misión de Nuestra Señora de La Paz. En 1723, decidió el misionero cambiar de ubicación la misión de Santiago de las Palmas a un sitio algo distante del mar, hasta un lugar cercano al que después sería Real de Santa Ana 294, al norte de la Sierra de la Laguna, pensando que se tendría más comodidad para los indios que acudían a ella, aunque hay quienes opinan que fue por temor de los gentiles isleños. Ya se estaba construyendo el techo del nuevo edificio, y estando Nápoli ausente al haber salido a visitar a un enfermo, una fuerte tormenta azotó la región, los indios se refugiaron en la iglesia en construcción creyendo que allí estarían seguros, pero el viento y lluvia derribaron los muros y vigas del techo, lo que causó la muerte de varios nativos. Aunque a su regreso Nápoli acudió luego a auxiliar a los heridos, no faltaron quienes culparon al jesuita de aquella desgracia, y le costó mucho esfuerzo y paciencia convencerlos de que él no tenía nada qué ver con la tormenta causante del derrumbe. Tiempo después, Nápoli volvió a cambiar la misión a otro lugar mejor al sureste de la sierra, en donde construyó otros edificios y una nueva iglesia que ahora se llamó de Santiago Apóstol, se hizo el desmonte para cultivar la tierra, y el tenaz misionero prosiguió con su obra entre aquellos indígenas, entre los cuales duró 5 años, tiempo en el cual bautizó a unos 400 niños y 90 adultos, lo que no es un número significativo tomando en cuenta la gran población indígena que había en esas latitudes. El amor a los indios y la paciencia fueron dos prendas que exaltan la personalidad del misionero italiano, lo cual explica que haya podido establecer finalmente la misión de Santiago Apóstol entre los pericúes, uno de los más beligerantes grupos étnicos de California. Nápoli nunca sufrió atentados contra su vida entre aquellos naturales, y por los informes y relaciones de la época pareciera que era estimado y respetado por todos, pero su relativo fracaso con los indios adultos pudo deberse a que éstos no daban indicios de perseverar en la fe y en las buenas costumbres295, o más aún, a la F 75 influencia de los guamas y “doctores” que nunca pudo ser neutralizada por el Fotografía de 1919 de la misión de Santiago misionero. Apóstol, reconstruida por el padre Ignacio Tirsch.

294

Se infiere que la nueva ubicación de la misión quedaba cerca de lo que fue el Real de Santa Ana por lo que expresa Barco, op.cit., p. 153: ...estableciéndose [el minero don Manuel de Ocio, yerno del capitán Esteban Rodríguez Lorenzo] en el paraje llamado Santa Ana, que está a la falda de la sierra, donde ella remata por la parte que mira al norte; donde muchos años antes tuvo la desgracia el padre Nápoli de caerse de la iglesia que acababa de fabricar, y se mudó de allí a fundar la misión en Santiago... 295 Clavijero, op.cit., p. 158.

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Al dejar la misión, Nápoli fue substituido por el padre Lorenzo Carranco, que tiempo después sería asesinado por aquellos irreductibles indios californios, quienes mantuvieron por años en jaque a los soldados españoles en una guerra de guerrillas que tuvo graves consecuencia para la obra misionera en la península. En 1726, tal parece que por tener dificultades con sus hermanos misioneros296, especialmente el padre Carranco entonces residente de Todos Santos, el padre Nápoli fue mandado a Sonora en donde duró más de 10 años, aunque fue expulsado de la Compañía de Jesús en 1727 y se le readmitió en 1730. En 1734 se le envió temporalmente de Sonora a California para que ayudara a someter a los rebeldes pericúes, y acompañó en su viaje al comandante Bernal de Huidobro a bahía de Las Palmas sin tener éxito a pesar de que muchos de los rebeldes mostraron alegría al reconocer al padre. La estrategia del comandante y el misionero fue muy criticada, sobre todo por el padre Segismundo Taraval, pues se pretendía acabar la rebelión haciendo regalos a los indios alzados, lo cual tal vez fue interpretado por los pericúes como debilidad de sus enemigos. En agosto de 1736, el padre Nápoli se encontraba en Santiago en compañía del comandante Bernal de Huidobro, y decidió buscar los restos del padre Lorenzo Carranco pero lo único que obtuvo fue un zapato del mártir jesuita asesinado por los pericúes en la misión casi dos años antes. Muy pronto se atribuyeron al zapato influencias milagrosas que según Nápoli, hicieron su benéfico efecto sobre un padecimiento que a él le afectaba en los hombros. Después de reconstruir la iglesia en Santiago, Nápoli se fue a San José del Cabo en búsqueda ahora de los restos del padre Nicolás Tamaral, también sacrificado por los rebeldes pericúes, y de acuerdo a su percepción sí encontró algunos huesos del mártir jesuita y cenizas con lo que parecía sangre quemada. Recogió todo con sumo cuidado y reverencia, lo trasladó a la misión de Santiago y se dijo una misa en la cual el misionero italiano habló sobre las virtudes y trabajos de los dos jesuitas asesinados. El padre Sebastián de Sistiaga había reemplazado al padre Clemente Guillén como superior de las misiones, por lo que a principios de agosto de 1736, días después de que el padre Nápoli había hecho su búsqueda de los restos de Carranco, zarpó de Loreto hacia el sur para comprobar personalmente cómo iban las cosas en la campaña contra los pericúes. A su arribo a La Paz el día 25 se percató de la baja moral que afectaba a la tropa y la conducta audaz de los rebeldes quienes no parecían temer a los soldados, después de unos días salió para Santiago en donde no encontró indios, pues todos se habían ido con los alzados, mientras que el padre Nápoli se encontraba mal de salud, por lo que a su regreso a Loreto envió a la solitaria misión al padre Antonio Tempis en sustitución del misionero enfermo. Se ha dicho que tras su expulsión de la Compañía de Jesús en 1727, se le readmitió en 1730, posteriormente estuvo en la misión de Batuc hasta 1735, luego volvió a California como se mencionó tratando de colaborar en el apaciguamiento de los pericúes, regresó otra vez a las misiones sonorenses, para 1739 se encontraba en Ráhum y en 1743 en Movas. El padre Ignacio María Nápoli murió en Tecoripa en 1745. 296

Decorme, La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial, II, 512 n.

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22.Carranco, Lorenzo El padre Lorenzo Carranco nació en Cholula, Puebla, estudió en los colegios de San Jerónimo y San Ignacio de Puebla, y realizó su noviciado en Tepotzotlán. Fue asesinado en la misión de Santiago el 1º de octubre de 1734 por los indios pericúes rebeldes, quienes poco después hicieron lo mismo con el padre Nicolás Tamaral el 3 de octubre del mismo año.

F 76

Carranco fue destinado inicialmente a Todos Santos como su primer misionero residente, y cuando en 1726 el padre Ignacio María Nápoli se fue de Santiago a las misiones de Sonora, ocupó su lugar el jesuita poblano, por lo que Todos Santos se convirtió en una visita.

Composición artística con azulejos en la iglesia de San José del Cabo que representa la muerte del padre Nicolás Tamaral.

A poco de asumir el cargo, el nuevo misionero nombró a un neófito hijo de mulato e india llamado Boton o Botón como “gobernador” de Santiago, tal vez porque vio en el nativo las prendas personales necesarias para representar a su pueblo, o porque deseaba atraerlo al cristianismo otorgándole un puesto importante. Sin embargo, el indígena no dejó sus costumbres antiguas, sobre todo las que el misionero calificaba de “licenciosas” al tener varias mujeres. Fue por eso que el padre Carranco le quitó el nombramiento de gobernador y fue azotado frente a los neófitos de la misión por las faltas cometidas. Boton no ocultó su resentimiento, y el padre Carranco tuvo que tomar todas las precauciones necesarias para prevenir un atentado en su contra de parte de Boton o alguno de sus simpatizantes. Inconforme con la vida que tenía que llevar en la misión, Boton se fue a una ranchería de gentiles acaudillada por un mulato llamado Chicori, quien, además de tener varias mujeres, se había llevado a una muchacha de la misión de San José. El padre Tamaral fue al poblado de nombre Yeneca, muy cerca de San José del Cabo, y trató de convencer a Chicori de que dejara a la muchacha pero no lo logró, pues el indio aseguraba que aquella cristiana era su mujer. Se ha dicho que molestos porque los cristianos querían que dejaran una de sus tradiciones más arraigadas, Boton y Chicori convencieron a muchos pericúes de que se revelaran en su contra, y fueron las rancherías de la costa sur entre las misiones de Santiago y San José las que primero se unieron a esa causa, malvada para los misioneros, justa según los indios. Pronto la conjura se extendió al grado de incluir a muchos de los neófitos de las cuatro misiones del sur de la península297, con tal secreto que ni los misioneros ni sus neófitos fieles sabían algo. Los indios sabían que los soldados españoles que resguardaban a los misioneros eran pocos, pero temibles por tener armas de fuego, por lo que decidieron deshacerse de ellos uno por uno, atacándolos cuando estuvieran solos en el monte. Resulta casi increíble que dadas las 297

Las misiones en cuyos territorios se dio la rebelión San José del Cabo, Santiago, Todos Santos y Nuestra Señora del Pilar de la Paz.

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condiciones de inseguridad en que se encontraban las misiones, sólo hubiera destacados 3 soldados en Santa Rosa298, 2 en Santiago y uno en La Paz. A principios de septiembre se encontraba uno de los de Santa Rosa en el campo, lo que fue aprovechado por los rebeldes que lo asesinaron fácilmente. Los sediciosos mandaron entonces un mensaje a su misionero el padre Segismundo Taraval diciéndole que el soldado había sufrido un accidente, por lo que urgía su presencia para que lo confesara, o que en su defecto, mandara a otro soldado para que lo llevara a la misión. Sospechando que todo era una maquinación, Taraval no cayó en la celada y se salvó por entonces de una muerte segura al no acudir al llamado. El único soldado que cuidaba la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz también fue asesinado, aprovechando los pericúes rebeldes que el padre William Gordon, residente de la misión, había ido por provisiones a Loreto. Por esa época, un soldado había venido de Loreto a San José del Cabo para hacer compañía al padre Nicolás Tamaral y aplicarle unas sangrías con las que se creía se restablecería de algunos males que le aquejaban. Al pasar por algunas rancherías, el soldado había percibido el ambiente de hostilidad de todos los pericúes contra los españoles, por lo que advirtió al misionero que debería escapar a lugar seguro. Tamaral no tomó muy en serio la advertencia y decidió seguir en su misión, por lo que el soldado, temeroso de lo que pudiera sucederle, dejó solo al padre y decidió regresarse por otro camino a La Paz. Era costumbre entre los soldados que viajaban casi siempre solos o en muy pequeño número por territorios en los que no se tenía plena seguridad, hacer un disparo antes de entrar al lugar en donde se encontraba destacado algún compañero, y cuando este contestaba la señal en la misma forma, se podía tener la casi certeza de que todo estaba tranquilo. En esta ocasión el militar antes de entrar a La Paz procedió en la forma acostumbrada pero no recibió la contestación, por lo que entró al poblado con precaución. Al llegar a la casa del misionero y no encontrar a nadie afuera, ni quién contestara sus llamados, entró al silencioso lugar y vio manchas de sangre, así como la mochila del soldado destacado allí con sus pertenencias regadas en el suelo. El abandono de la misión y los indicios encontrados lo convencieron de que los pericúes habían asesinado a su compañero, por lo que espoleó su caballo y huyó violentamente a Los Dolores, en donde informó todo lo que había presenciado al padre Clemente Guillén, visitador de las misiones. Nuestra Señora de los Dolores sería poco después el baluarte más meridional de las misiones jesuitas, por constituir la frontera que separaba los establecimientos del norte con la zona rebelde Guillén ya tenía algunos datos sobre la rebelión, y de inmediato escribió cartas a los misioneros de Santiago, San José y Santa Rosa para que se vinieran a Los Dolores. Poco después, recibió del padre Lorenzo Carranco una carta informándole sobre la conjura, y solicitando instrucciones sobre qué hacer. Posteriormente el padre Guillén, desesperado al no recibir contestación de los misioneros, volvió a enviarles sendas misivas, pero nunca llegaron a su destino ya que los rebeldes controlaban todos los caminos. Mientras tanto, el padre Carranco desde Santiago, mandó un mensaje al padre Nicolás Tamaral, que estaba solo y sin soldados en San José, para que junto con los mensajeros de que se valía, se viniera escoltado por ellos a su misión para estar juntos y tomar la decisión más conveniente. Tamaral no aceptó la invitación por considerar que él se encontraba rodeado de neófitos fieles 298

Santa Rosa, misión “pegada” territorialmente al poblado de Todos Santos.

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que jamás lo traicionarían, y envió un escrito a su compañero explicándole sus razones. Con la respuesta del misionero, los neófitos iniciaron el regreso a Santiago, pero en el viaje fueron interceptados por algunos de los sediciosos y convencidos para unirse a su causa, por lo que todos se dirigieron a Santiago para matar al padre Carranco, tomando en cuenta que ya sospechaba de la conjura. Entre las obligaciones de los soldados estaba no sólo la de proteger y acompañar a los misioneros, sino también la de administrar castigos, repartir provisiones y actuar como vaqueros cuando era necesario. Al romper el alba del día 1º de octubre de 1734, el padre Carranco, después de decir misa, estaba en su cuarto de rodillas rezando el oficio, mientras que los dos soldados que ordinariamente le acompañaban se habían ido a campear con objeto de traer dos reses que sirvieran de alimento a la gente de la misión. En ese momento llegaron los amotinados, y astutamente hicieron entrar al aposento del padre primero a los emisarios que habían ido a San José, para que entregaran el escrito que mandaba el padre Tamaral. Mientras Carranco leía la carta entraron los otros pericúes, arrastraron al misionero al exterior y lo asesinaron a flechazos y golpes. Otra versión del crimen coincidente en lo esencial con la anterior se encuentra en un escrito anónimo en el Archivo Franciscano, en la cual se dice: ...llegaron a las seis de la mañana a las cuales horas había acabado el padre Carranco de celebrar el santo sacrificio de la misa. Estando sentado empezando a desayunarse llegaron sus indios soldados que volvían del Cabo con la respuesta del padre Tamaral, que así lo dispusieron los malhechores por no ser sentidos, y poder llegar entre los otros sin ser conocidos, y estando el padre [...] con la carta, se avalanzaron dos indiezuelos, y cogiendo al padre lo sacaron en peso para afuera, adonde lo [...] y le dieron varios golpes arrastrándolo medio vivo sobre un montón de leña para quemarlo; y volteando la cara [el pericú rebelde] vio al pajecito que, por lo que hacían con su padre, estaba llorando, le dijo, “¿Por qué lloras?, anda, cuéntale ahora al padre lo que hacemos en las rancherías [...] Mejor será que lo vaya a acompañar [al padre], supuesto que tanto lo quiere, pues llora por él”, y agarrándolo al indiezuelo de los pies, lo mataron, no sé cómo [testigos dijeron que el muchacho fue azotado contra la pared], y lo arrojaron encima de la leña a donde estaba el padre, a la cual le prendieron fuego para quemar los dos cadáveres que estaban todavía semivivos...299 Sobre el mismo episodio de la muerte del muchacho que servía de criado al padre, Clavijero narra que los pericúes dijeron burlonamente: ...puesto que tanto siente este muchacho la muerte de su amo, que vaya a acompañarle...300. Después de quemar los cadáveres del padre y su criado, casi todos los pericúes del poblado se entregaron al saqueo y lanzaron a la hoguera todos los objetos sagrados de la iglesia, como imágenes de santos, la cruz, el misal y los vasos sagrados. Cuando regresaron los soldados mestizos que habían ido a traer las reses del campo los hicieron que las sacrificaran, y después también fueron muertos a flechazos y golpes para luego arrojar sus cadáveres a la hoguera. Consumados los crímenes en la misión de Santiago, los pericúes se fueron por el padre Nicolás Tamaral en la misión de San José del Cabo, a donde llegaron la mañana del 3 de octubre de

299

“Relación del alzamiento de los indios pericúes de las misiones de California”, Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano (4/58.1, f. 1-1v.) ficha 293, h. 2. Anónimo. 300 Clavijero, op.cit., p. 180

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F 77

Asesinato del padre Lorenzo Carranco. Dibujo en la “Noticia de la California” de Venegas.

1734. El padre había dicho misa y se encontraba en su casa cuando llegaron los alzados, y empezaron por pedirle diversas cosas, como alimentos y ropa. El misionero comprendió que los rebeldes sólo querían un pretexto para matarle, y aunque les ofreció todo lo que tenía para complacer sus exigencias, los indios lo derribaron, lo jalaron de los pies hacia fuera y lo decapitaron con un cuchillo que encontraron a mano. Su cadáver fue arrojado a la hoguera en que quemaron objetos de la iglesia.

El padre Segismundo Taraval tenía a su cargo la misión de Santa Rosa de las Palmas en el poblado de Todos Santos, y sobre él pensaron los amotinados dirigirse para quitarle la vida junto con los soldados que lo acompañaban. El misionero se había enterado de los asesinatos cometidos por los pericúes por el testimonio de testigos presenciales que le narraron lo sucedido, por lo que decidió ponerse a salvo, recogió todos los objetos sagrados y junto con los dos soldados y muchos indios fieles se dirigió a la misión de La Paz, de allí también se llevó los objetos del culto que podían ser profanados, y se escapó en una canoa a la isla del Espíritu Santo. Enterados en Loreto de su estancia en la isla, le mandaron ayuda en hombres y provisiones para él y sus acompañantes. Gracias a esto pudo salir de la isla y dirigirse a la Misión de Los Dolores, en donde informó al padre Guillén de todo lo sucedido301. Mientras tanto, los pericúes asesinaron a 27 neófitos de Santa Rosa. Cuando el arzobispo virrey de la Nueva España don Antonio Vizarrón y Eguiarreta recibió del padre Guillén un informe detallado de lo acontecido, en lugar de ofrecer asistencia extraordinaria de inmediato para prevenir males mayores, le contestó que se dirigiera a Madrid. Las ideas de rebelión habían llegado hasta San Ignacio, y muchos cochimíes en el norte también pensaron en un alzamiento contra los españoles, por lo que el padre Guillén ordenó a todos los misioneros que se concentraran en Loreto para evitar más muertes. Poco tiempo después, sin embargo, engañados por una calma aparente, los misioneros que se habían reunido en Loreto regresaron a sus respectivas misiones, creyendo que pronto se terminaría el alzamiento. Sin embargo, los numerosos asesinatos de indios cristianos cometidos por los alzados, los caminos cortados, y la inseguridad que prevalecía en todo el sur de la península por los pocos soldados de que disponía el capitán del presidio de Loreto, eran signos ominosos que no podían ignorarse A principios de 1735, cuando los misioneros del norte se reunieron en Loreto, Guillén volvió a escribir al arzobispo virrey pidiéndole apoyo, la petición de ayuda llegó a la ciudad de México el 13 de abril, y aunque el gobernante de inmediato supo de su contenido y la emergencia en California, persistió en su negativa de auxilio. El padre Bravo de Loreto, mientras tanto, solicitó ayuda directamente al gobernador y capitán general de Sonora y Sinaloa don Manuel Bernal de Huidrobo o Huidobro. Éste mandó a California 60 guerreros yaquis armados con arcos y flechas, quienes luego se fueron a Los Dolores, en donde se encontraba el capitán del presidio con bastantes indios fieles, todos se embarcaron hacia La Paz, y desde esa base de operaciones 301

En el capítulo destinado a Segismundo Taraval se mencionan los detalles de la escapatoria.

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hicieron una campaña en la que, a pesar de haberse dado varios encuentros con algunas bajas de los pericúes, nunca pudieron obtener un triunfo definitivo. Por el tiempo en que una embarcación importante llegó por segunda vez al puerto de San Bernabé entre Cabo San Lucas y San José del Cabo, más cerca de éste, se dio un incidente que fue factor casual pero tal vez definitivo para el curso que tomaron los acontecimientos en relación con la rebelión de los pericúes. En 1734 el padre Nicolás Tamaral recibió por primera vez al galeón que había fondeado en San Bernabé, y aunque había escasez de víveres por estar la misión de San José del Cabo apenas fundada, obsequió con los mejores alimentos a sus visitantes, además de atender a tres enfermos que tuvieron que permanecer un tiempo en la misión para ser cuidados solícitamente por el padre302. Ahora, un año después, un patache español se acercó al puerto, y aunque el capitán vio que la playa estaba sola y no aparecían las señales convenidas para indicar que todo estaba en paz, mandó a la costa una lancha con algunos marineros, varios de ellos enfermos, para investigar las condiciones de la bahía y que los indispuestos se repusieran. Cuando los hombres desembarcaron, fueron atacados y asesinados por los pericúes, después de lo cual destrozaron la pequeña embarcación tratando de aprovechar de ella lo que se pudiera. Al no regresar los marineros, el capitán, que había conducido su barco a Cabo San Lucas envió ahora hombres armados, quienes también fueron atacados al desembarcar. Viéndose en peligro los de la lancha dispararon contra los nativos dejando un indio muerto y varios heridos, y regresaron violentamente al navío. Algunos pericúes que habían abordado el barco tratando de engañar a su capitán fueron tomados prisioneros (Este episodio se narra detalladamente en el capítulo 27). El barco zarpó para Acapulco, de donde el capitán partió hacia la ciudad de México llevando a los prisioneros para informar al virrey de todo lo sucedido. Tal vez el gobernante hubiera continuado con su actitud indiferente hacia la rebelión de los pericúes en California, pero ahora el problema podría afectar los intereses económicos que para la corona representaba la navegación del galeón de Filipinas, siempre cargado con mercancías de gran valor que, desde Asia, eran llevadas a Europa pasando primero por la Nueva España, desde donde salían por el puerto de Veracruz hacia el Viejo Continente. A raíz de la comparecencia del capitán ante el virrey, y quizá temiendo éste incurrir en un seria responsabilidad por los acontecimientos sucedidos, reconoció por fin la gravedad de la situación que imperaba en California, y para acabar de una vez por todas con la rebelión de los pericúes, ordenó al gobernador de Sinaloa Manuel Bernal de Huidobro que pasara a California con sus tropas para aplacar definitivamente el alzamiento, pero sin reconocer ninguna autoridad de los jesuitas en los asuntos militares, por lo que el militar llegó a Loreto con sus propias fuerzas en ese año de 1735. El gobernador fue recibido en Loreto con el honor correspondiente a su investidura, aunque debe señalarse que los jesuitas de California sabían que sus compañeros de Sinaloa habían tenido serias dificultades con el mandatario, sobre todo por las reformas en la administración interna de los pueblos de indios, las cuales fueron rechazadas por los misioneros sinaloenses. Los sotanas negras tenían sus razones para ver con desconfianza cualquier tentativa de colonización civil en Sonora y de hecho en todas las provincias de la Nueva España, y la obra misionera chocaba con 302

Los enfermos eran el capitán de infantería don Juan Francisco Baitos, don Antonio de Herrera, empleado del navío, y fray Domingo Horbigoso, padre agustino.

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los deseos de la Corona de que en las colonias españolas los nativos no sólo se convirtieran en buenos cristianos, sino también en ciudadanos fieles y útiles al reino por su trabajo productivo. Estas ideas eran ordinariamente respaldadas por los militares y gobernantes, quienes llegaron a hacer diversas acusaciones en contra de los ignacianos los cuales, a su vez, se quejaban de que aquellos explotaban a los indios, y de que los colonos inculcaban en los nativos ideas que sembraban la semilla de la rebeldía. Aunque la lejanía y relativo aislamiento de California mantenía a los jesuitas peninsulares hasta cierto punto libres de los problemas señalados, lo dicho explica parte del antagonismo que surgió entre Bernal de Huidobro y los ignacianos californios, pero además, hay que agregar que al principio, sintiéndose sobrado de poder, el gobernador no aceptó los consejos de los misioneros quienes sabían que persiguiendo a los grupos de alzados por toda la región no se lograría un triunfo definitivo, ya que la guerra de guerrillas que empleaban hacía difícil su localización y destrucción. Finalmente, después de dos años de infructuosos esfuerzos, Bernal aceptó seguir la táctica sugerida por los jesuitas, que era forzar a los rebeldes a dar una batalla formal. Así se hizo, y los pericúes fueron totalmente derrotados en dos encuentros. Los indios capturados fueron obligados a entregar a sus cabecillas y a los asesinos de los misioneros, los cuales fueron desterrados a la costa de la Nueva España. Para febrero de 1737, la rebelión de los pericúes había sido reprimida, y a fines de junio de 1738 Bernal de Huidobro regresó a Sinaloa303. Poco después, para asegurar la paz en la región, el rey dispuso que se estableciera un presidio en San José del Cabo con diez soldados, del cual fue nombrado capitán don Bernardo Rodríguez de Larrea, hijo del célebre capitán del presidio de Loreto don Esteban Rodríguez Lorenzo, otros diez en La Paz e igual número en Santiago. El arzobispo virrey, siguiendo su política de confrontación con los misioneros, removió de su puesto a don Bernardo por ser, igual que su padre, respetuoso y fiel a los jesuitas. El virrey había dispuesto, además, que el nuevo presidio no reconociera órdenes ni de los jesuitas ni del capitán de Loreto, sino directamente de él, lo cual condujo a un desorden que después lo obligó a revocar sus disposiciones, volviendo todo a la antigua forma de gobierno establecida desde tiempos de Salvatierra. En la lejana California se empezaba a sentir lo que parecería una confrontación inevitable entre dos poderes, el de los misioneros jesuitas y el de las colonias civiles, pero ésta se dio en forma reducida por la pobreza del medio que impedía el establecimiento de pueblos autosuficientes; además, en última instancia Madrid reconocía la obra de los discípulos de Loyola y evitaba un desafío abierto con ellos por la sencilla razón de que cualquier proceso colonizador tendría que apoyarse en la pacificación y acción civilizadora de los misioneros, y la suspensión de aquél se pondría en riesgo si se ausentaban los ignacianos. De cualquier forma la conducta del virrey era presagio del ataque que sufriría la Compañía tres décadas después.

303

Barco, op.cit., p. 236.

172


23.Osorio, Francisco Aunque autores como Clavijero y del Barco ignoran la presencia del padre Francisco Osorio en California, Juan Jacobo Baegert lo incluye en la relación de misioneros jesuitas que estuvieron en la península. Como referencia a su breve estancia en esta provincia, se menciona a continuación una parte de la carta en la que el padre Juan Bautista Luyando contestó preguntas hechas por el padre Miguel Venegas. …El padre Francisco Osorio sólo estuvo un día, llamado desde Guadalupe, donde estaba ayudando al padre Helen para una confesión de uno que había bautizado el padre Sistiaga, en los meses que por la epidemia de viruela, estuvo en dicho paraje de San Vicente 304, entonces bautizó unos 5 párvulos dicho padre Osorio . Cuando yo fui hacía ya unos 6 meses que el padre Osorio se había pasado a Mochicahui305, misión del Yaqui, pues por sus enfermedades no pudo fundar la misión de San Ignacio, ni administrar otra alguna de California...306

Primera hoja del “Informe del padre Juan Bautista Luyando arreglado al interrogatorio que va enfrente”. El cuestionario fue enviado por el padre Miguel Venegas desde la Hacienda de San José el 8 de enero de 1737, y las respuestas del padre Luyando de México, el 11 del mismo mes y año.

F 78

304

San Vicente era el antiguo nombre de San Ignacio. Mochicahui pertenece al actual estado de Sinaloa. 306 Luyando, Colecciones Mexicanas, ficha 295, op.cit., primera hoja. 305

173


24.Luyando, Juan Bautista Juan Bautista Luyando, perteneciente a una familia rica y noble originaria de Guanajuato, nació en la ciudad de México posiblemente a fines del siglo XVII o principio del XVIII307. En 1725 ó 26, ya como jesuita, aportó de su propia fortuna la dote de 10 000 pesos para establecer la misión de San Ignacio Kadakaamán308, en California, llegó a la lejana provincia en 1727, y fue él mismo quien en 1728 fundó el nuevo establecimiento. Cabe aclarar que otro jesuita, Agustín de Luyando, debe haber estado en California por breve tiempo, tomando en cuenta lo expresado por el padre Jaime Bravo en una carta fechada el 10 de octubre de 1730 dirigida al marqués de Villapuente, en la cual expresa: ...De gran consuelo ha sido para todos los padres la venida de los dos compañeros P. Segismundo Taraval y P. Agustín Luyando, y espero en El Señor nos vendrán más…309, aunque no se tienen datos de su persona. Juan Bautista Luyando, acompañado por el padre Sebastián de Sistiaga, 9 soldados y algunos indios, salió de Loreto en enero de 1728 hacia la región en que se plantaría la nueva misión y que los indios llamaban Kadakaamán, a donde llegó el 20 del mes señalado; el padre Sebastián de Sistiaga había dejado la misión Santa Rosalía de Mulegé en octubre de 1726 y ahora tenía el cargo de superior de las misiones con residencia en Loreto, por lo que el nuevo misionero tuvo que atender de vez en cuando a los indígenas de Mulegé hasta 1732 310. Afortunadamente el padre Juan Bautista contó desde el principio con la presencia de cientos de indígenas amistosos que pronto recibirían las enseñanzas cristianas, lo cual se explica por la labor previa que llevó a cabo Sistiaga, quien viajaba desde Mulegé a Kadakaamán para iniciar la conversión de los nativos. Era tan numerosa en San Ignacio la asistencia de los naturales al catecismo que impartía Luyando, que se tuvo el problema de la falta de comida para darles a todos; de allí que para aliviar en algo la situación y reducir la cantidad de alimentos que se consumían, el padre Juan Bautista despachó a 7 de los soldados a Loreto, considerando que la actitud amistosa de aquellos cochimíes no ameritaba una guardia numerosa. Sobre sus primeros días en San Ignacio, Luyando escribió al padre Miguel Venegas las respuestas a un interrogatorio que el historiador le hizo sobre su misión (ver F 78), datos que necesitaba para escribir su “Noticia de la California”. El documento de Venegas cuidadosamente escrito, tiene las preguntas numeradas a la izquierda, y deja un lugar en blanco a la derecha para las respuestas de Luyando, quien en algunas de ellas se ve obligado a amontonar la escritura al no ajustarle el espacio. Algunas de sus respuestas fueron las que aparecen enseguida; se abrevia la pregunta hecha por Venegas y abajo se escribe completa la respuesta de Luyando311. 1.... ¿cuántos años estuvo en San Ignacio...?

307

En la nota 55 de la “Crónica de la Antigua California”, se da 1716 como año de nacimiento de Juan Bautista Luyando, lo que resulta imposible por la fecha en que el propio Luyando afirma que fundó la misión de San Ignacio en 1728, lo que daría en ese tiempo una edad de 12 años para el jesuita. Del Barco, op.cit., p. 264. 308 Cadacaaman, Kadakaamang o Cada-Kaamang, significa “Arroyo de los Carrizos” en cochimí. 309 Bravo, Jaime. “Cinco cartas…”, op.cit., segunda carta fechada el 10 de octubre de 1730 en Loreto. 310 Hay registros en el inventario ganadero de Mulegé hechos por el padre Luyando en 1729 y 1730. Dunne, op.cit., p. 437. 311 Venegas y Luyando, op.cit., ficha 295.

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Estuve 6 años, el día 20 de enero de 1728 entré en el paraje llamado Sn. Vicente, y después Sn. Ignacio, me recibieron unos 500 gentiles y con ellos comencé a trabajar en lo temporal, interín me habilitaba para la lengua en lo espiritual. A los 6 años me llamaron por falta de salud, y recelo de que del todo me inhabilitara. 2....Vuestra Reverencia dice en sus papeles que vivía allí el padre Sebastián de Sistiaga, en una enramadita junto de la cual mataron entre ocho a un indio gentil. Deseo que V. Rva. Me aclare esta duda. ....El padre Sistiaga sólo estuvo unos 8 meses en la enramadita, junto a la que mataron al gentil en tiempo de las viruelas, pero ya cuando yo fui había meses que dicho Padre Sistiaga se había vuelto a su misión de Santa Rosalía Mulexé, así llamada vulgarmente, aunque su nombre es Kamalanja, esto desemboque ancho quiere decir. 3. ...¿Cuándo se hizo la iglesia y la casa de San Ignacio...?¿...cuándo fue su dedicación...? Desde que llegué dispuse para suplirme 2 jacalitos, uno servía de casa el otro de iglesia, pajizos. Después hice una iglesita de adobe y dos salas para habitación así mesmo de adobe. Casi al año de llegado, el día 1º. de Pascua de Navidad312 dediqué la iglesia. Una y otra fue de techos pajizos, por no haber maderas para otra cosa. Después hice para troje, una galera de unas 30 varas de largo con paredes de adobe y piedra con 2 varas de ancho cada pared para troje, y la pieza 9 varas de ancho para asegurar el maíz... 6.... ¿Cuántas serán poco más o menos las rancherías que dejó V.Ra.313? ya reducidas a la obediencia de la misión....? Dejé reducidas 30 rancherías, mas el último año las reduje a unas 12, y aunque con algún trabajo sé que se mantienen de esta suerte. Algunas, aunque pocas, se han agregado después por las ingentes o excesivas distancias, pues la última que yo bauticé estaba distante de San Ignacio 6 días de camino.... 12....Dice V. Rva. en su relación, que tuvo gran consuelo este año de ver azotarse a los nuevos cristianos la semana santa. Pregunto: ¿qué año fue esto...? Los disciplinantes fue el 2º año estando yo en San Ignacio; dí los plácemes al padre Sistiaga por haber atribuido a su Rva., como le atribuía cualquiera cosa de éstas, pues en tiempo de las viruelas, antes que yo fuera, habían mamado de su Rva. la primera leche, y los más del paraje de Sn. Ignacio que como de casa eran en esto los que más se señalaban; los había bautizado el dicho padre cuando la referida epidemia , y así los miraba como a hijos de su Rva.. 13. [En] Cuanto a los caminos que se abrían, me holgaría saber, a lo menos en [¿confuso?] y en general, si para todas las rancherías...mandaba V. Rva. abrir camino...

312 313

Año de 1728. Abreviación de Vuestra Reverencia.

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Para todas las rancherías abrían caminos, cada una el suyo, ayudándose unos a otros para a cada viento abrir uno real, esto es, los del norte concurrían a abrir uno para el norte, y a éste venían a reconocer desde su ranchería con el suyo particular los de cada ranchería; así los del sur, sirviendo uno como de tronco que después se dividía en ramas, abriendo cada ranchería a la que necesitaba para su paraje, y todas el real o tronco de donde cortaban, o río de donde sangraban. Para abrir estos caminos gastaban meses enteros, pues era necesario para ellos barretas y picos, por ser los cerros de puras peñas, y las más muy encumbradas. En las mesas, para dejar sin piedra el camino, ahondaban más de una vara, dejando como zanjas los caminos, por ser las más mesas de malpaís314; tal pedregal que para llegar a hallar la tierra era necesario profundizar lo dicho. A veces se valían del fuego para hacer pedazos los peñascos......en muchas partes de los cerros es menester poner estacas , y sobre ellas cargar ramas y echarles tierra como puentes, por no ser posible ni con picos abrir alguna vereda en las laderas para voltear los cerros. 14. En el segundo informe que me envió V. Rva. desde México refiere que el año de 30 levantaron un falso testimonio a un padre, y que el principal autor de él murió sin confesión. Pregunto ¿en qué misión sucedió esto? Sucedió en la de San Ignacio, a pocos días de haber ido a suplirla el padre Sistiaga, y yo por enfermedad a la de Santa Rosalía, que era del padre y tenía menos que trabajar, y los indios, como acostumbran para echar de ella al padre y que no volviera, pues al que los bautizan cobran el amor, se valieron de este común medio de ellos, y lo consiguieron después de meses.315 19. En aquel bosquejo de mapa que V. Rva. me dio en un pliego, pone adelante de San Ignacio hacia el norte el paraje de S. Juan Bautista, y encima dice: No se ha principiado. Pregunto, ¿Éste es pueblo que se intentaba fundar anexo a S. Ignacio, o estaba destinado para nueva misión? Y ¿cuánto distaría de S. Ignacio? Dista de 4 a 5 leguas, está ya efectuado para que en él esté el padre que hubiera de fundar adelante, en el interín que hay más soldados para pasar a fundar; y mientras no se consigue, ayude al padre que está en la de Sn. Ignacio por no poder solo abarcar tanto trabajo, asignándole como ya se ha ejecutado, las rancherías del norte que con el tiempo han de pertenecer a la misión, que como se ha dicho se desea adelante fundar, que ser caso que no se descubra mejor paraje en Walimeg o Santísima Trinidad. 20....En el mesmo mapa pone V. Rva. en la costa del oriente arriba de Mulejé y en derechura de S. Ignacio a Santa Anna. Pregunto: ¿éste es pueblo o ranchería perteneciente a S. Ignacio, o a Mulejé? Pertenece a Sn. Ignacio, y es el puerto donde llega el barco a descargar las memorias o limosnas de los padres de Sn. Ignacio, Guadalupe, y San Juan Bautista, y aunque pudiera 314

En algunos países de América, malpaís significa terreno muy duro, de origen volcánico, sin vegetación. Todo parece indicar que se trata del padre Sistiaga cuando se refiere al misionero a quien se levantó un falso testimonio para que fuera sacado de la misión y no volviera, aunque la expresión es confusa al grado de que no queda clara. 315

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pertenecer a Mulexé, es más fácil al padre de Sn. Ignacio, pues el otro había de ir costeando por las playas, y el de Sn Ignacio atraviesa por la sierra a fuerza de ser necesario que el de Sn Ignacio tenga allí casa, y estén a su obediencia para recibir las memorias anuales. La carta en que el padre Luyando contesta al también jesuita Miguel Venegas tiene importantes datos sobre la vida y trabajos que se llevaban a cabo en las misiones, como es el caso de la construcción de caminos, que se explica con bastante detalle. Pero también se dejan ver problemas en la relación con los cochimíes de la región, aun los convertidos, quienes aparentemente intrigaron al padre de San Ignacio para que fuera retirado de ella. La forma como el misionero contestó la pregunta 14 de Venegas no deja claro si fue Sistiaga o el mismo Luyando en contra de quien se levantó el falso testimonio para que se fuera. Esta es quizá la única referencia que un jesuita de California hace por escrito sobre una acusación de los indios en su contra, pues todos los misioneros fueron muy discretos en sus relatos sobre temas como éste, ya que suficiente tenían con las acusaciones que sus enemigos les hacían con frecuencia. Otra novedad en lo dicho por Luyando es la introducción en el uso de auto flagelaciones por los indios, costumbre que no se menciona en otros relatos y que posiblemente nunca se generalizó. Según lo expresado en su respuesta a la pregunta 12, Luyando felicitó a Sistiaga porque había sido él quien al visitar y permanecer varios meses en el paraje que después fue San Ignacio, había introducido a los indios a ese tipo de penitencia, tradición que evidentemente se siguió cultivando por un tiempo en esa misión. Los nativos ayudaron de buen grado al misionero a construir la iglesia y una casa de dos cuartos de adobe, y demás locales indispensables como un almacén de 9 por 30 varas, y para la pascua de navidad de 1728 fue celebrada la inauguración del templo, dedicado a San Ignacio de Loyola. Debe aclararse que el edificio de la iglesia que hoy se conoce se empezó a construir en 1733 por el padre Consag, y fue terminado en 1786 por el misionero dominico Juan Crisóstomo Gómez. A pesar de que al principio de su estancia en San Ignacio el padre Luyando sufrió dos atentados de doctores o guamas que no aceptaban sus enseñanzas religiosas, la docilidad e inteligencia de los cochimíes de Kadakaamán acabó por manifestarse de muchas formas, sobre todo con la asistencia de grupos de nativos del norte que después de caminar muchas leguas, llegaban a la misión para pedir que se les instruyera en la nueva religión, y traían sus tablas y demás objetos usados por sus guamas en sus curaciones y ceremonias, para que el misionero procediera a su destrucción. Aprovechando la fertilidad de la tierra y el agua suficiente del arroyo, el padre Luyando sembró con éxito trigo y maíz, al grado de que si en la primer cosecha levantó cien fanegas, a la siguiente fueron mil, además, con semillas de calabazas y otras plantas que le había regalado el padre Helen, plantó con sus indios un extenso huerto que incluía vid, olivos, higueras y caña de azúcar, lo que fue de mucho beneficio para todos, especialmente para los nativos 316, y para complementar la producción de alimentos, Luyando inició la cría de ovejas y vacunos con muy buenos resultados.

316

Clavijero, op.cit., p. 161.

177


Ayudado por los indígenas, el misionero levantó 8 capillas en los poblados que se formaron en la misión, y en su construcción la hizo de arquitecto y peón, acostumbró a los nativos a que asistieran diariamente a su iglesita a rezar sus devociones, y él los visitaba cuando el tiempo lo permitía; como se ha mencionado, logró que los cochimíes construyeran y arreglaran los caminos para mejor comunicación entre sus rancherías, y en la cabecera de la misión construyó un alojamiento para los niños estudiantes que venían de lugares lejanos. Seguramente algunos de los poblados de visita estaban al norte, en la región de la Sierra de San Francisco, cerca de donde se localiza una de las zonas de pinturas rupestres más importantes del país, entre mesetas y cañadas profundas excavadas por los arroyos en el transcurso de los milenios. A orillas de uno de estos arroyos llamado San Pablo, se estableció un poblado y capilla de visita con el nombre de Dolores del Norte, que llegó a formar parte de la misión de Santa Gertrudis la Magna establecida tiempo después al norte de San Ignacio. Sin embargo, la relación geográfica de Dolores del Norte con San Ignacio y los restos del camino que se abrió desde aquel tiempo entre los dos poblados, hace pensar que la población indígena de la zona pudo haber sido controlada desde años antes primero por los misioneros de San Ignacio.

F 79

1 Santa Gertrudis. 2 Límite entre Baja California y B.California Sur. 3Arroyo San Pablo. 4 Capilla Los Dolores del Norte ( 27º 42’ N y 113º 08´W ). 5 Pinturas rupestres. 6 San Francisco de la Sierra. 7 San Ignacio. Adaptación en mapa de Google Earth A.P.A..

178

Realmente la penetración por el arroyo de San Pablo se inició por los misioneros de San Ignacio, como el padre José Mariano Rothea cuando menos desde 1759, descendiendo desde el sitio ocupado por el actual poblado de San Francisco de la Sierra, y los lugareños conservan una tradición oral de pertenencia respecto a la visita de Dolores del Norte, lo que hace pensar que esta capilla pudo haber


Kevin C laugh Antonio Ponce Aguilar

F 80

Kevin Claugh

F 82

F 81

sido parte de la misión de San Ignacio antes que de Santa Gertrudis.

Antonio Ponce Aguilar

F 80, Camino abierto por indios y jesuitas entre San Ignacio y Santa Gertrudis, Fotog. de Kevin Clough. F 81, Ruinas de Los Dolores del Norte. F 82, Cañada y arroyo de San Pablo en su parte alta, cerca de San Francisco de la Sierra. F 83, Pozas del arroyo San Pablo. Hacia el noreste, cerca de su fin, la corriente del San Pablo cuando la hay desaparece en las arenas del desierto de Vizcaíno.

F 83

Aunque es innegable que los cochimíes, especialmente los de San Ignacio, fueron quizá de los más trabajadores y aparentemente receptivos al cristianismo, al igual que en todas las reducciones jesuitas de California, la obra del misionero nunca estuvo totalmente exenta de 179


Antonio Ponce Aguilar

resistencias y aun de ataques de los naturales instigados por sus guamas o hechiceros. Uno de éstos, sintiéndose agredido en sus intereses por las prédicas de Luyando, trató de conspirar contra el misionero aunque con poco éxito. El padre trató de que el rebelde “doctor” entrara al redil por las F malas y por las buenas de la 80 siguiente forma: para castigar su F 84 conducta licenciosa fue azotado en público, y después de que recibió las enseñanzas cristianas y fue bautizado, Pintura rupestre de Cueva Pintada, en la parte lo nombró gobernador de los indios de la alta del arroyo San Pablo. misión para mostrarle su confianza. Con todo y eso, el guama nunca se enmendó, y no sólo trató de sublevar a los indígenas de la misión, sino que también trató matar al misionero, aunque fracasó en sus dos intentos. Por aquel tiempo sobrevino una epidemia que afectó a muchos indígenas, y el hechicero murió a consecuencia de ella, aunque éste no sería el último rebelde en Cadakaamán. Otro brujo que cometió el delito de engañar a una cristiana e irse con ella al monte317, fue aprehendido y azotado ligeramente, pero escapó de sus captores y se fue directo a donde un pastorcillo cuidaba unas cabras de la misión, y mató una prieta, diciéndole que era en venganza contra el padre que usaba el hábito de ese color, a quien le pasaría lo mismo que a la cabra 318. El rebelde fue apresado y a la mañana siguiente se le juzgó en la forma acostumbrada en las misiones, donde dos soldados actuaban siempre como jueces. Después de que el guama confesó su delito fue condenado a un cierto número de azotes, pero cuando apenas se iniciaba el duro castigo, como en otras ocasiones intervino el padre Luyando para que se suspendiera el acto, con lo que se granjeó el agradecimiento del indígena, quien aceptó poco después el bautismo. Aunque localmente la rebeldía de los guamas en San Ignacio fue controlada, ocurrió por aquel tiempo un doble crimen, cuando los gentiles de una tribu del norte atacaron una ranchería de la misión, asesinaron a una muchacha y a un anciano e hicieron huir a los demás fuera de su ranchería. Un buen número de indígenas cristianos se prepararon para vengar el ultraje, pero con su paciencia acostumbrada, Luyando los convenció de perdonar aquel crimen. Para dar ejemplo de una conducta cristiana, mandó a aquellos bárbaros algunos regalos, lo que surtió efecto contrario al esperado, pues se insolentaron más y repitieron el ataque en otra ranchería.

317

Clavijero, op.cit., p. 163. Los jesuitas siempre contemplaron con horror la forma libre como se relacionaban sexualmente los naturales de California, sobre todo los solteros, y nunca trataron de buscar una explicación razonada sobre aquella conducta, que simplemente la atribuían al demonio. 318 Quienes creen en el poder de la hechicería, suponen que lesionando un objeto, muñeco o animal que represente a alguien a quien se desea perjudicar, se le causará daño y dolor. En este caso, el color negro de la cabra era la asociación que el guama hacía con el misionero jesuita, cuyos hábitos eran negros.

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La misión contaba sólo con dos soldados, y el Real Presidio de Loreto se encontraba muy distante de San Ignacio para solicitarle un pronto auxilio de su tropa, por lo que Luyando, escuchando los consejos del padre Sebastián de Sistiaga319, decidió resolver el problema mandando un ejército de indios de San Ignacio armados según su uso con arco y flechas, pero además con escudos de baqueta y lanzas, algunas con puntas de fierro. Se convocó a todos los hombres que quisieran participar en la expedición que iría por los bárbaros, y hasta las mujeres participaron fabricando los escudos, tejiendo redes para cargar los alimentos, ajustando las suelas que usarían para protegerse los pies320, y tostando el maíz que comerían en la campaña. Se juntaron 350 guerreros armados como se ha dicho, bajo las órdenes de dos capitanes, llevando al frente una insignia de la Santa Cruz, y salieron en busca de los enemigos con la orden de aprehenderlos y no matarlos, lo cual se justificaría sólo en el caso de defender su propia vida. Se dirigieron hacia el norte, y el capitán gobernador envió exploradores para que localizaran el campamento rebelde, así se hizo, y por la noche rodearon el lugar. Al amanecer, se lanzaron contra los desprevenidos bárbaros, quienes al ver su inferioridad numérica se rindieron. sin disparar una flecha321. Los prisioneros fueron conducidos amarrados a San Ignacio, en donde el tribunal de los dos soldados y el capitán gobernador de los indios los condenaron a muerte, todo ante la presencia de los naturales del pueblo. En ese tiempo estaba de visita en San Ignacio Cadakaamán el padre Sebastián de Sistiaga, procedente de la misión de Guadalupe, en donde cubría la ausencia del padre Everardo Helen, y le toco intervenir junto con Luyando, para que a los prisioneros se les conmutara la pena de muerte por un castigo de algunos azotes, así se hizo y además recibieron algunos regalos de los padres. Esto sirvió para que aquellos indios californios se convencieran que el perdón a los enemigos era un principio real de aquella tan extraña religión que les traían los españoles, y todos pidieron el bautismo aunque fuera para sus hijos.

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F 85

Cuando Luyando tuvo que dejar San Ignacio para cambiarse a Santa Rosalía de Mulegé, el padre Sistiaga llenó la vacante en tanto que llegaba otro misionero para su residencia permanente en aquella misión322; la salud de Luyando continuó deteriorándose hasta que tuvo que retirarse a Tepotzotlán en 1734. El venerable padre Juan Bautista Luyando murió en 1757.

Palmar y arroyo en Santa Rosalía de Mulegé 319

Sistiaga se encontraba en la misión de Guadalupe por ausencia del padre Everardo Helen. Los californios usaban a veces unas especies de guaraches, que los misioneros llamaban cacles, que generalmente eran un pedazo de cuero sostenido desde el tobillo con cintas también de piel. La palabra es de origen náhuatl y los españoles la introdujeron en California. 321 Clavijero, op.cit., p. p. 167-68. 322 Ese hombre fue el padre Segismundo Taraval. 320

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25.Echeverría, José de En 1729 el padre José de Echeverría procurador de las misiones de California, tuvo noticia de que una embarcación que navegaba hacia Loreto cargada de víveres se había hundido, por lo que viajó a Sinaloa en octubre de ese año para comprar otro barco y reponer las provisiones perdidas. Estaba Echeverría ocupado en estos menesteres, cuando el provincial de la orden le comunicó en una carta que el Padre General de la Compañía, Miguel Ángel Tamburini, lo había nombrado Visitador General de todas las misiones de la provincia mexicana. Para iniciar su trabajo en el importante cargo, Echeverría decidió visitar Loreto y demás misiones de California, lo cual hizo primero con las siete que entonces había establecidas al norte. Como resultado de esta visita y el acuerdo que tuvo con los padres Ugarte, Guillén y Mayorga, se precisó la relación entre el nuevo cargo de procurador del presidio de Loreto y el padre superior de todas las misiones, reiterándose, por ejemplo, que en decisiones sobre asuntos de importancia como la compra de un barco, debería ser consultado antes; igualmente, se ratificó la autoridad del padre superior para decidir en casos de justicia que estuvieran fuera de la competencia del capitán del presidio, así como su capacidad legal para nombrar al capitán y demás oficiales del presidio, aunque esto último sería discutido con los misioneros de California y las designaciones estarían sujetas a confirmación por parte del virrey.

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Pintura del padre Ignacio Tirsh: a la derecha soldado español de las misiones de California. En el centro un oficial que pudiera ser el capitán Fernando Javier de Rivera y Moncada y una dama. Los soldados que tan favorablemente impresionaron al padre Echeverría en Loreto, deben haber vestido en forma semejante al que se muestra en esta pintura.

323

En una carta que el 28 de octubre de 1729 el nuevo visitador mandó al marqués de Villapuente, expresa con entusiasmo el recibimiento que le hicieron el misionero e indios de Loreto, así como los soldados del presidio. Se mencionan a continuación los aspectos de mayor interés etnográfico e histórico de la misiva enviada por el visitador, pero antes hay que mencionar que procedente de Ahome en la costa sinaloense, Echeverría tardó 9 días en arribar a Loreto, en una travesía que en condiciones ideales hubiera llevado si acaso dos o tres días323, pero la desagradable y peligrosa navegación

Loreto se encuentra al poniente de Ahome, Sinaloa, atravesando el Golfo de California directamente hacia el este.

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causada por el mal tiempo no predispuso el ánimo del visitador en contra de lo que sucedería a su llegada, y al respecto su único comentario en la misiva a Villapuente fue: ...lo que mucho vale es preciso que cueste algo..324. En la recepción de que fue objeto, participó la compañía del Presidio con el alférez al frente,...El alférez con su bandera de español antiguo, sin dejar después de la función la insignia del venablo, el sargento su alabarda, los soldados vestidos de casacones, sombreros a la española, zapatos llanos, espada ancha, y sus adargas pendientes airosamente de los hombros, algunos con bigotes y todos como hombres de corazón, hicieron su salva, y fueron por delante con mucho orden hasta la puerta del cementerio (que es pretil de cal y canto)...325. Es de notarse que en Loreto, las ceremonias y protocolos eran obligados en cualquier acto importante, sobre todo la llegada de personajes como lo era en este caso el visitador de las misiones. De la narración con que sigue Echeverría, se desprende que junto con la ceremonia de bienvenida que el padre Jaime Bravo le había preparado, se llevó a cabo el entierro de un niño indígena, con tal solemnidad que el Visitador General se impresionó vivamente, y narró lo siguiente: ...llegó el padre Jaime…que coronaba la procesión (y aun no lo había visto) con un angelito difunto a quien enterró con toda solemnidad, y volvimos en la misma forma a la puerta de la iglesia, desde donde cantando la doctrina cristiana, me condujeron al altar mayor. Di gracias a la Santísima Madona Lauretana, vestida de la gala, que había antes enviado mi Señora Doña Rosa, prima de Vuestra Señoría…326 Refiriéndose al padre Jaime Bravo, lo describió como un “conjunto de huesos, espíritu puro en continuo movimiento, dando alma y vida a este nuevo [y] alegre....mundo”, lo que coincide con la jocosa mención que el propio padre Bravo hizo de sí mismo en varias ocasiones, aludiendo a su delgadez. En la descripción del poblado dice:...Señor, desde Guadalajara acá no hay villa ni pueblo que pueda compararse con esta misión. El Rosario, Culiacán y Sinaloa serán arrabales, y nuestras alabadas misiones de la otra banda conchas de esta perla. La iglesia, aunque pequeña, y no capaz para tanta gente como acude, muy primorosa y bien adornada, la casa de nuestra vivienda decente, el Real con casas en cuadro, y su plaza en medio; la entrada y el cuerpo de guardia con su centinela que de noche, a toque de campana, avisa su desvelo, como en otras plazas regulares; los indios viven en sus casitas de adobe cubiertas de palma. Si Vuestra Señoría los viera oficiar una misa cantada se volvería loco...Todo está hecho un cielo habitado de estos feísimos ángeles, pero no tan feos ni indecentes como los de la otra banda. Los indios vienen a la iglesia con sus calzones y cotoncillos de sayal. Las indias traen sus naguas de bayeta y camisas de manta ...327. Aunque los exagerados elogios que hizo Echeverría del poblado y los indios de Loreto son evidentes, sí es verdad que quedó con una impresión muy favorable de esta misión, lo que confirmó después en otras relaciones. Es explicable el tono encomiástico del visitador porque se 324

Echeverría , op.cit., ficha 289, 1ª hoja (82). Ibíd.. 326 Ibíd.. 327 Ibíd.. 325

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dirigía a uno de los benefactores más importantes de las misiones jesuitas en California, el Marqués de Villapuente, quien lógicamente estaría dispuesto a seguir ayudando con su dinero para la evangelización de los californios si por los informes recibidos sabía que los frutos obtenidos eran los deseados. En el sur de la península, entre los nativos gentiles y aun entre los cristianos se habían dado brotes de rebeldía y descontento en contra de los misioneros, quienes creían que la única forma de contrarrestar esas manifestaciones era evangelizar a guaycuras y pericúes que poblaban densamente aquel territorio. Ésta fue una de las razones por las que se planeó la fundación de dos misiones muy cerca del extremo sur, para lo cual faltaba la correspondiente dotación. El dinero necesario para levantar las dos misiones fue aportado por dos de los más importantes benefactores de la Orden, el marqués de Villapuente ya mencionado y su prima y cuñada doña Rosa de la Peña; la donación del marqués se destinó a la de San José del Cabo y la de doña Rosa a la que se haría en Las Palmas, aunque a la postre ésta quedó en Todos Santos. En este ambiente, terminada su inspección y muy satisfecho con lo observado en las 7 misiones del norte, el 10 de marzo de 1730328, el visitador se embarcó en Loreto en la balandra de los jesuitas rumbo al sur, con objeto de visitar las misiones de Nuestra Señora de la Paz y la de Santiago, pero además, llevando lo indispensable para la fundación de la misión de San José del Cabo Añuiti; iba acompañado por el padre Nicolás Tamaral, misionero fundador de La Purísima, quien quedaría a cargo del nuevo establecimiento. La de Santa Rosa en la bahía de Las Palmas, cuya fundación también se contemplaba, tendría que posponerse hasta que llegara el padre Segismundo Taraval, que sería su misionero. A los nueve días de viaje llegaron a la misión de La Paz, cuyo misionero el padre Guillermo Gordon estaba en Todos Santos, sin embargo, el soldado que cuidaba el lugar y algunos indios dieron la bienvenida a Echeverría y a Tamaral, quienes después de acudir a la iglesia se alojaron en uno de los cuartos de la vivienda para tomar un descanso. El carácter ocurrente y alegre de Echeverría se muestra de nuevo en una misiva a Villapuente, a quien le escribió lo que sigue:...Visitada la iglesia decente, y dadas las gracias a Dios del buen viaje, entramos en un cuartito, el principal de la vivienda, y nos hallamos con Vuestra Señoría, Marqués y marquesa, muy guapos y galanes, vestidos de fiesta pero muy calladitos y suspensos, como que estaban colgados de la pared. No es decible el consuelo que tuve, y los indios, reparando en la atención y alegría con que miraba los retratos, me preguntaban si eran mis parientes, y si había venido a verlos. Díjeles que eran mis hermanos...Su peligrillo hay de que ellos los adoren, pensando que son algunos santos...329 Echeverría y Tamaral permanecieron cinco días en La Paz, hasta que llegó de regreso el padre Gordon, quien les proporcionó las bestias necesarias para que siguieran el viaje a Santiago, a donde arribaron después de cuatro jornadas. Echeverría describió la misión diciendo que estaba situada en una lomita que dominaba el paraje llano, y poblado de palmas tan altas que tendrán 328

“Carta del padre José de Echeverría al marqués de Villapuente sobre su visita a las misiones de San José y Santiago, en California, 12 de julio de 1730”, Biblioteca Nacional de México, colección Archivo Franciscano, ficha 290, (4/55.2, f. 1v.-2v.), hoja 2. 329 Ibíd..

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algunas más de 40 varas. Casi pegado a la casa del padre corre por una zanja bien hecha el agua (y serán 9 surcos) que entra a regar una laborcita harto buena capaz de tres fanegas de maíz de sembradura…330 En Santiago estuvieron seis días, acompañados de su misionero el padre Lorenzo Carranco, y durante ese tiempo llegaron indios de las rancherías vecinas a quienes Echeverría describió así: ...gente de bella disposición, todos los indios de más que mediana estatura, robustos y de apacible semblante, risueños y alegres. Las indias vestidas a la manera que las pintan en los mapas: el pelo largo, caído a la espalda, y unas naguas de pita floja, que cubren decentemente desde la cintura hasta más debajo de la rodilla. Ya estas usan sus casitas de enramada, como los pastores en sus ranchos, y es gente más aseada ...331 Después de este descanso, siguieron su camino hasta que después de dos días de viaje, siguiendo con frecuencia por cauces de arroyos secos, llegaron sin contratiempo al río San José, que levaba bastante agua y en cuya margen levantaron una enramada para alojarse provisionalmente; el paraje se encontraba a unos cuatro kilómetros del mar. Muy pronto empezaron a llegar hasta el lugar en que estaban algunos indios, los que recibieron pequeños obsequios de los visitantes, quienes lo hacían con el fin de ganar su confianza, como era la costumbre. Para tranquilidad de los misioneros, al siguiente día de su llegada arribó la canoa grande que el padre Echeverría había mandado por mar desde la ensenada de Las Palmas, cargada de provisiones y algún equipo. El día que llegó la canoa, Echeverría y Tamaral fueron hasta la playa la cual distaba unos tres o cuatro kilómetros, en donde se formaba el estero con palmeras secas en sus cercanías. Las palmeras se habían secado porque tiempo atrás, los nativos habían aprendido de unos soldados españoles que los “palmitos” son comestibles, pero al cortarlos la palmera muere. El Visitador hizo algunos comentarios modernos para su época que muestran su interés por la conservación del ambiente natural, que en parte se transcriben a continuación: ...Estas lagunas están rodeadas de palmas, todas ya secas, por haber los indios cortado los palmitos para comérselos, lección que aprendieron de unos soldados de la primera entrada, y es compasión ver el destrozo que han hecho, con harto daño de los pobres [indios] que han perdido su frutilla que anualmente les daba su vestido en las hojas, y la amenidad deliciosa del más bello país de que harto nos lamentamos...332 Cerca de las lagunas de agua dulce del estero y próximas al río, Echeverría y sus acompañantes encontraron un espacio plano de tierra buena para la siembra, y allí levantaron rápidamente, con ayuda de los indios que colaboraban en forma diligente, una casa con su capilla dentro, utilizando las palmas secas para las paredes y carrizos para techar. La misión con el nombre de San José del Cabo Añuiti se fundó el 8 de abril de 1730, a unos cinco kilómetros al norte de la ciudad que hoy lleva ese nombre. Fue nombrada así en honor de don José de la Fuente Peña y Castrejón, que como se ha dicho fue su benefactor, y Añuiti por el nombre que los nativos daban al lugar. 330

Ibíd.. Ibíd.. 332 Ibíd., ficha 290, hoja 3. 331

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Los indígenas siguieron llegando a la nueva misión en tal número que al cuarto día del arribo de Echeverría había trescientos entre hombres y mujeres. El lugar se conocía también, sobre todo entre los marineros, como San Bernabé, nombre que le dio Sebastián Vizcaíno desde el siglo XVI, y Aguada Segura, por ser el único sitio al que solían llegar el Galeón de Filipinas y otras embarcaciones en sus viajes por el Mar del Sur u Océano Pacífico, aunque debe aclararse que el puerto de ese nombre estaba un poco al este de la misión. Tiempo después, la plaga de mosquitos y la insalubridad del lugar, hicieron que el establecimiento se cambiara a la boca del estuario, entre los cerros de El Vigía y La Cruz en el lugar que actualmente se conoce como San José Viejo. Desde Santiago, el padre Nicolás Tamaral ya traía escrita la doctrina en la lengua de los pericúes, y se hizo acompañar de un joven indio que le servía de intérprete, el cual le ayudó con el catecismo. El trabajo misionero se inició como se acostumbraba entonces, como lo relata Echeverría en la carta del 12 de julio de 1730: ...dos veces al día, antes de repartirles su pozole o maíz cocido, sentados todos los niños delante, los hombres a un lado y las mujeres al otro, y Su Reverencia en medio, repetían la doctrina, que iba leyendo y diciendo el padre en voz alta, con tal compostura, devoción, atención y silencio, que parecían cristianos bien educados y de muchos años... F 87

Misión de San José del Cabo Añuiti, pintura del padre Ignacio Tirsch. En 1730 se ubicó cerca de la playa y estero, poco después se cambió a lo que hoy se llama San José Viejo, 8 kilómetros al interior, después de su destrucción tras la rebelión de 1734 se volvió a levantar cerca de la playa, y en 1753 en su sitio final otra vez tierra adentro.

El propio visitador tomó parte en las primeras acciones evangelizadoras bautizando a 15 niños de pecho que voluntariamente llevaron sus padres, para seguir más adelante con los niños de mayor edad.

Tan satisfecho y feliz se encontraba Echeverría en San José del Cabo, que al recibir noticia que debería apurar su salida de California para alcanzar la balandra que zarparía para Ahome, escribiría en la carta citada:...Salga en hora buena, que a mí nadie me corre, y me quedo un par de meses más entre estos ángeles de Californias...333. 333

Ibíd., hoja 3.

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En muchos de los pueblos que el padre Echeverría tocó en su visita de supervisión a California, entregó sus varas de justicia en actos formales a los indios que los misioneros habían nombrado gobernadores de las comunidades, las cuales eran símbolos que representaban la facultad y poder que el misionero les otorgaba como autoridades locales. Más adelante, el visitador se encargó de regular las fiestas que se hacían en las cabeceras de las misiones, disponiéndose entre otras medidas, que ese día no se trabajara y que no hubiera castigos a latigazos, lo que significa que ese tipo de sanción se empleaba ordinariamente y con frecuencia con los indígenas. Otra cosa que causó la admiración del padre Echeverría en su visita a California fue el esfuerzo realizado para hacer caminos entre las misiones, y expresó en su informe que se había hecho más trabajo en California en 34 años que en toda la Nueva España desde terminada su conquista. La valentía y decisión de los ignacianos que tuvieron que hacer su labor soportando la rudeza del clima y del inhóspito territorio californiano impresionaron grandemente al visitador, quien expresó al marqués de Villapuente que era increíble cómo hacían su labor los padres en las misiones, refiriéndose a las veredas, el terreno quebrado, las distancias que viajaban de día o de noche soportando los rigores del clima, sin otra cama que su capa y otro techo que el cielo abierto. La percepción de Echeverría era válida, la admiración y respeto que la obra de los jesuitas californios despertó en el visitador era plenamente justificada, pero los resultados en la conversión de indios gentiles a fieles cristianos a pesar de tanto esfuerzo eran engañosos, y nadie pensaba entonces que a poco más de cuatro años, aquel prometedor panorama fruto del sacrificio y de la fe de los sotanas negras se volvería un infierno cuando menos en el sur de la península, cuando aquellos indios californios a los que en una ocasión llamó “ángeles” se rebelarían en contra de los misioneros y asesinarían, entre otros, al padre Nicolás Tamaral y a muchos de sus neófitos. Echeverría siempre se preocupó por mejorar las condiciones económicas de las misiones peninsulares, y en 1751, siendo provincial de la orden escribió una carta fechada el 19 de febrero al padre general Ignacio Visconti quejándose de que la herencia que la duquesa de Béjar y Gandía había dejado a los jesuitas no se recibía, lo que por cierto mereció una seca contestación de Visconti señalando que nada podía hacerse para acelerar los trámites, y remató su respuesta sugiriendo que la mala administración de los jesuitas en lo económico era causa de la pobreza de las misiones, en lo cual autores como Masten Dunne están de acuerdo334. Visconti tal vez pensaba en el gran capital que se había invertido en la compra de embarcaciones defectuosas que al poco tiempo se habían hundido, en la incapacidad de casi todas las comunidades misionales para lograr la autosuficiencia en alimentos y vestuario para los indígenas, y en los gastos tan elevados que se habían hecho en exploraciones de las cuales poco o nada se había obtenido como provechoso. Cinco años después, la herencia dejada por la duquesa consistente en veinte mil pesos fue entregada a los jesuitas y gracias a ella pudo establecerse la misión de San Francisco de Borja. La gigantesca rueda de la administración colonial giraba muy lentamente, y esto sí era un impedimento para el progreso de la obra misionera que hacían los sotanas negras en California. 334

Dunne, o.cit., p. 373.

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26.Gordon, William No hay muchos datos sobre el padre Gordon, sólo que era escocés nativo de Gapredon, hizo el viaje de Europa a América todavía como seminarista cuando tenía 25 años junto con muchos misioneros entre los que se encontraba el padre Segismundo Taraval, que también sería destinado a California; llegó a México en 1722 y fue enviado a la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz en 1729 ó 1730, en donde permaneció hasta 1734 sin contar lapsos en que estuvo brevemente en Mulegé y San Miguel de Comondú. El padre Gordon, al igual que casi todos sus compañeros siempre cargó con un exceso de trabajo por lo numeroso de la población en el sur, pues nada más en la visita de Todos Santos tenía que atender a 806 neófitos, aunque este número podría ser una exageración 335. También estuvo un tiempo en San Miguel, visita de la misión de San José de Comondú, y en 1733 aparece su nombre en el libro de matrimonios de Santa Rosalía de Mulegé. Durante la rebelión de los pericúes escapó de ser asesinado en La Paz, porque cuando los rebeldes llegaron a la misión, él se había ido a Loreto en busca de víveres. Curiosamente, en un reporte de Gordon al visitador Echeverría tuvo palabras que mostraban sus sentimientos de afecto hacia los pericúes, diciendo que era un placer trabajar con ellos por su carácter dócil y afable, aunque casi nadie compartió con él esa percepción, excepto el propio Echeverría.

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Paisaje actual cercano a San Miguel y San José de Comondú

335

Dunne, op.cit., p. 247.

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27.Taraval, Segismundo. La rebelión de los pericúes. El padre Segismundo Taraval nació en 1700 en Lodi, Italia, cuando tenía 18 años entró a la orden de los jesuitas en Toledo, España, y cuando estudiaba filosofía en Alcalá, siendo aún un seminarista de 22 años, en atención a sus propios deseos fue mandado a la Nueva España en donde terminó sus estudios. Su padre fue don Miguel Taraval, teniente general del ejército real de España. Fue un verdadero erudito estudioso de teología y materia canónica, y durante sus 12 años de estancia en Guadalajara, recibió las visitas de muchas personas que lo iban a consultar en diversas materias y temas, por su reconocida sabiduría. En la descripción que se hizo de Taraval al embarcarse se mencionó que era de piel morena y ojos negros. Antes de salir de la ciudad de México a California, el provincial le pidió que escribiera una historia de las misiones de la lejana frontera, y el trabajo que elaboró le sirvió al padre Miguel Venegas cuando escribió su obra monumental, de lo que hace un reconocimiento el propio Venegas. Por su parte, Clavijero señala que él también abrevó en la obra del misionero italiano que se encontraba en 12 volúmenes en la biblioteca de los jesuitas de Guadalajara. El padre Taraval llegó a Loreto en mayo de 1730, y aunque fue encargado para que plantara la misión de Santa Rosa, en el puerto de Las Palmas, en el Golfo de California, no lo pudo hacer de inmediato por haber todavía algunos problemas sin resolver para que se estableciera. En ese tiempo el padre Nicolás Tamaral dejaba la misión de La Purísima, por lo que Taraval fue designado en su lugar. Después, en 1732 se desempeñó como misionero de San Ignacio supliendo al padre Sebastián de Sistiaga, quien tenía que visitar las misiones en su cargo de superior de las mismas. Antes de su salida de La Purísima, el padre Segismundo escribió una monografía de la misión incluyendo cada uno de sus pueblos de visita y la envió al padre visitador José de Echeverría. Poco después de llegado a San Ignacio, el padre Taraval recibió la visita de algunos nativos de las islas que están como prolongación de Punta Eugenia hacia el Océano Pacífico, y que hoy se nombran Natividad y Cedros; los indígenas invitaron al misionero para que fuera a sus islas a instruirlos en el cristianismo. Taraval aceptó, y mientras hacía los preparativos para el viaje mandó a varios indios de confianza para que investigaran lo que se pudiera de los habitantes de las islas. Con una idea clara de la ruta a seguir y el terreno por el que pasaría, Taraval salió de San Ignacio Kadakaamán, viajó 6 días por o cerca de la costa del Pacífico por terreno desértico, y llegó hasta lo que hoy es Punta Eugenia, a los 27° 51 N.. Desde aquel lugar pudieron ver los viajeros las islas, de las cuales la más cercana está a 5 kilómetros de la costa. El problema para llegar a ellas era atravesar el canal que las separa de tierra firme, para lo cual fabricaron una balsa con maderos que encontraron en la playa, posiblemente cerca de la laguna Ojo de Liebre 336. Sin muchas dificultades navegaron los expedicionarios hacia la primera isla, desértica, sin agua y 336

Dunne, op.cit.,

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despoblada, cuyo nombre Afeguá significa Isla de los Pájaros, por la abundancia de aves diversas. Prosiguió la expedición hacia la segunda isla, la más grande, llamada Huamalguá, que significa Isla Nebulosa o de Las Neblinas. En Huamalguá, hoy llamada Isla de Cedros, los exploradores encontraron una serranía en la cual había muchos manantiales de agua potable, abundancia de lobos marinos en su litoral, y en el mar lo que los viajeros llamaron “pequeñas ballenas” que más probablemente eran delfines, éstos eran sacados del mar por los nativos con unas horquillas de madera con el único propósito de quitarles los tendones y nervios con los que hacían las cuerdas de sus arcos337, también había lo que Taraval llamó castores y que probablemente eran nutrias de mar. La fauna presentaba algunas novedades respecto a la de tierra firme, pues menciona el misionero en sus relaciones que vieron unos conejos de pelo todo negro y muy suave, varios de los cuales fueron llevados a San Ignacio, y unos venados más chicos y de pelaje más espeso que los conocidos 338, que pudieron haber sido berrendos. Todos los habitantes de Huamalguá, hoy Isla de Cedros, aceptaron irse con el misionero a San Ignacio Kadakaamán para recibir la enseñanza religiosa, excepto un guama que se resistía a abandonar su isla. Sin embargo, viendo que hasta su mujer se iría a San Ignacio y él quedaría solo, de mala gana se unió a los demás, abordaron todos sus balsas y remaron hacia tierra firme. Un tiempo borrascoso obligó a los balseros a refugiarse por unos días en Afeguá, en donde se mantuvieron con mezcal, pero pronto pudieron reiniciar la navegación tierra a tierra hacia el sureste. En una ocasión que vieron muchos lobos marinos en un banco de arena, el guama se tiró a nado para matar uno de aquellos animales, éstos huyeron y cuando el indígena nadaba de regreso fue atacado y muerto por un tiburón, lo que causó grande pesar al padre Taraval.

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Probable ruta seguida por el padre Segismundo Taraval en su viaje a Isla de Cedros. 1 San Ignacio. 2 Bahía Tortugas. 3 Isla Natividad, antes Afeguá. 4 Isla de Cedros, antes Huamalguá. 5. Laguna Ojo de Liebre. 6 Desierto de Vizcaíno. Adaptación en mapa de Google Earth.

337 338

Al poco tiempo los balseros desembarcaron e iniciaron por tierra el viaje a San Ignacio, a donde llegaron sin mayores problemas, y fue así como aquellos isleños se incorporaron a la misión y desde luego empezaron a recibir la instrucción religiosa y los niños a ser bautizados. Aparte de este grupo de indígenas, poco después llegaron a San Ignacio

Clavijero, op.cit., p. 173. El padre Miguel Venegas duda que Taraval haya llegado personalmente a Islas de Cedros.

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otros de varias rancherías del norte y la costa, con lo que aumentó considerablemente la población de la misión. La misión en Todos Santos había sido dotada con diez mil pesos por doña Rosa de la Peña, cuñada del marqués de Villapuente, y cuando el padre Sistiaga volvió a San Ignacio, Taraval en 1733 por orden del padre Guillén se fue en a plantar la misión que llevaría nombre de su benefactora, Santa Rosa, pero no en el Golfo de California como se había pensado inicialmente sino en el poblado de Todos Santos, en la costa del Pacífico, a los 23° 27’ N.. El lugar había sido habitado originalmente por guaycuras, pero por la mortandad debida a las epidemias se fue quedando solo, y después poco a poco fue siendo ocupado por indios pericúes. A pesar de los deseos de doña Rosa, la misión se conoció con el nombre de Todos Santos desde que los pocos pericúes que ahora la habitaban, junto con los de San José, fueron cambiados a Santiago en tanto que los guaycuras de La Paz se fueron a Todos Santos al faltar el agua en aquella misión. Aunque al principio de su labor, el padre Taraval tuvo que vencer la oposición que siempre se encontraba en algunos de los naturales para recibir las enseñanzas del cristianismo, en menos de un año convenció a la mayoría, aunque retuvo a su lado a los tres soldados para mayor seguridad, que siempre lo acompañaban en sus salidas a las rancherías. Para el año de 1734, casi todos los gentiles de la misión habían sido bautizados. La experiencia del padre Taraval con los distintos grupos étnicos del sur de la península y su gran disposición al estudio lo convirtieron en un experto en las lenguas indígenas, lo que señala el padre Miguel del Barco en su obra al referirse a la gran variedad de idiomas que hablaban los californios y que vale la pena transcribir enseguida: …Sobre las naciones que pueblan la California ha habido variedad de dictámenes, porque la ha habido sobre sus lenguas. Algunos misioneros han escrito que las lenguas de esta península son seis; otros dicen que son cinco, y finalmente el padre Taraval, con otros, las reduce solo a tres…En la variedad que por esta razón se encuentra en las relaciones, creo se debe preferir el dictamen del padre Taraval, como uno de los más prácticos en todos los países y que dice haberlo averiguado por sí mismo. Tres son, dice este hábil misionero, las lenguas: la cochimí, la pericú, y la de Loreto. De esta última salen dos ramas, y son la guaycura y la uchití…339

La rebelión de los pericúes. Cuando en 1734 se propagó en todo el sur de la península la rebelión de los pericúes, el padre Taraval escapó de morir asesinado, como sucedió con sus compañeros y vecinos Lorenzo Carranco, de la misión de Santiago, y Nicolás Tamaral de San José del Cabo. La misión de Todos Santos con sus más de ochocientos indígenas había sido penetrada por los espías de los rebeldes y a pesar de su sigilo, Taraval se había dado cuenta del peligro que ya se cernía sobre él y su rebaño de neófitos fieles. En cierta ocasión mandó a uno de éstos a una ranchería de los alzados para que los convenciera de renunciar a su movimiento, pero ocurrió lo contrario y el mensajero se unió a ellos. En aquel tiempo, había destacados 3 soldados en Santa Rosa, 2 en Santiago y uno en La Paz. Temiendo los pericúes conjurados el poder letal de las armas de fuego, planearon asesinar a los soldados cuando estuvieran solos, y así lo empezaron a hacer. A 339

Barco, op.cit., p. 171.

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principios de septiembre mataron a uno de Santa Rosa (Todos Santos), al haberlo encontrado solo en el campo, de allí mandaron decir al padre Taraval que el soldado había sufrido un accidente, por lo que era necesario que fuera él o el otro militar para trasladarlo a la misión. Taraval no creyó lo del accidente, y ni mandó al soldado que le quedaba ni fue él. Más tarde el misionero comprobaría que su desconfianza era justificada y le había salvado la existencia. Poco después, los pericúes sublevados mataron al soldado de La Paz, en ausencia del padre Guillermo Gordon que había viajado a Loreto, y asesinaron también a uno que estaba destacado en Santa Rosa. El padre Clemente Guillén era superior de las misiones de California y tenía a su cargo la de Los Dolores; poseía indicios de la conjura pero ignoraba hasta qué grado habían llegado los hechos. Un soldado que pasó por La Paz proveniente de San José del Cabo rumbo a Loreto, al no encontrar a su compañero destacado en aquella misión y sólo su mochila y con restos de sangre, comunicó todo al padre Guillén, quien de esta forma estuvo seguro que la revuelta de los pericúes había estallado y los misioneros del sur estaban en grave peligro, fue por eso que les escribió pidiéndoles que se reunieran con él en Los Dolores, pero las misivas nunca llegaron a su destino porque los caminos estaban cortados por los sediciosos. Desde tiempo atrás, los indicios y rumores acerca del levantamiento llegaban con frecuencia a los misioneros, quienes los desdeñaban como infundados. En cierta ocasión, llegaron a Todos Santos un mozo y un soldado, el mozo servía al padre Tamaral y se dirigía a La Paz para recoger algunos objetos que había dejado en el barco, y el soldado se regresaba a Loreto por sentirse enfermo. El 4 de septiembre de 1734 Taraval los despachó con un hombre más para que los asistiera en el viaje, pero después de unos 90 kilómetros de caminar se devolvieron, y asustados dijeron a Taraval lo siguiente: Padre, ya los indios mataron al soldado que estaba de escolta y guardia en La Paz340: está la casa sola, las puertas abiertas, los trastes del soldado tirados y las manchas y señales de la sangre en el patio. No pudimos hallar el cuerpo, ni nos detuvimos mucho en eso, pues, temiendo lo que nos podía suceder también a nosotros, montamos a caballo y andando a toda prisa y de noche y por fuera de los caminos, nos hemos vuelto con el susto que se puede pensar...341 Ante las ominosas novedades traídas por aquellos hombres, Taraval había escrito sendas cartas a los padres Nicolás Tamaral y Lorenzo Carranco para que se vinieran a Todos Santos en donde estarían más seguros, pero el mensajero trajo respuesta de que se encontraban bien y se cuidarían. Sabiendo el misionero que era de vital importancia informar al capitán del presidio en Loreto cuál era la situación, y tomando en cuenta que los caminos debían estar cortados por los rebeldes, empleando al mismo mensajero le escribió al padre Carranco, de Santiago, pidiéndole que mandara en balsas a algunos de sus indios a una de las islas cercanas, y aprovechando que era época de buceo de perlas, se enviara de allí una lancha a Loreto para informar en el presidio todo lo que sucedía. Recibido el mensaje, Carranco hizo lo indicado pero los indios mensajeros pronto se regresaron, rehusándose a cumplir con la orden.

340

El solitario soldado que cuidaba La Paz se llamaba Manuel Romero. Dunne, op.cit., p. 263. “La rebelión de los californios”, Segismundo Taraval, Edición de Eligio Moisés Coronado; Ediciones Doce Calles, Madrid, 1996, p. 59. 341

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Los conspiradores habían pospuesto momentáneamente su plan de asesinar al padre Tamaral, y convencieron sin mucha dificultad a los indios de Santiago de que mataran al padre Lorenzo Carranco. En realidad, todos los grupos étnicos del sur se habían volteado en contra de los españoles, habiendo sido los iniciadores del movimiento los huchitíes, quienes sin problemas convencieron a casi todos demás para que se rebelaran. Un ejemplo fue el caso de un capitán indio que se encontraba en Todos Santos y que pidió autorización al padre Segismundo para ir por un hechicero rebelde de la ranchería de los aripes, lo que fue concedido por el misionero, pero como dice Taraval, los viejos aripes lo convencieron a él…y con él a los coras, y con ellos a los huchitíes y a todos los demás que no estaban en la misión…Los únicos que quedaron fieles a los misioneros fueron los callejúes, a pesar de que tenían fama de ser de los más perversos, según Taraval. El 3 de octubre, día en que fue asesinado el padre Tamaral en San José del Cabo, en Todos Santos un capitán de los indios callejúes fieles se ofreció para ir a La Paz y de allí mandar una canoa a Loreto con la carta para el capitán; Taraval aceptó y al día siguiente escribió la misiva, preparando la salida del enviado para el siguiente día 5 de octubre de 1734. Sin embargo, el día 4 bajaron por la cuesta varios pericúes que, a las preguntas que se les hacían, exclamaban ¡Mataron a los padres, mataron a los padres...!342. Interrogado por Taraval uno de los indios, contó que los pericúes rebeldes habían asesinado al padre Carranco el viernes 1º de octubre, y al padre Nicolás el domingo 3, y habiendo escuchado a los alzados que pronto vendrían por el misionero de Todos Santos, se había escurrido sin ser notado para correr hasta la misión y prevenir al padre, la tragedia la resumió uno de los indígenas con las siguientes palabras que escribió Taraval:...Padre, me dijo por último, los que más los padres querían fueron peores...343, significando con esto que los indios que más crueldad mostraron en los asesinatos y posterior profanación de los cadáveres, fueron algunos de quienes menos se hubiera sospechado por una aparente docilidad y buena relación que habían tenido con los misioneros. Parte del relato que hace Taraval de los crímenes es el siguiente: Juntáronse casi todas las rancherías de la nación pericú y de tropel vinieron la mañana del día 1 de octubre de 1734 a la misión de Santiago. Tenía el padre algunos que le servían de resguardo en tiempos o recelos semejantes, más a todos los había ya pervertido; con eso, lo mismo fue llegar, empezar a dar gritos y vocear libertad, que el venerable padre Lorenzo tomó su santo Cristo… Al saberse de la tragedia, los indios de Todos Santos se apostaron armados frente a la casa del padre Taraval para defenderlo. Uno de los más resueltos defensores del misionero fue el capitán Juan, de Egui, a quien Taraval le había quitado el puesto por hechicero, supersticioso y embustero344, ayuda que en su relato de los hechos, el misionero reconoció y agradeció345. Aunque el padre Segismundo pensó descansar esa noche y tomar una determinación sobre las acciones a seguir hasta el siguiente día, los soldados, que ya tenían bestias preparadas, lo 342

Ibíd., p. 63. Taraval, op.cit., p. 64. 344 Ibíd., p. 64. 345 Taraval expresó en la p. 64 de su obra ya citada, refiriéndose al indio que había sido hechicero y mentiroso, ...acción que, con las que he dicho, y otras que pudiera decir, bien merece que la divina providencia se haya compadecido y tenido misericordia de su alma, aunque por otras varias la hubiese antes muy desmerecido. Agradecí a los pericúes el aviso, agasajélos y regalélos con lo que había y díjeles lo que en tales circunstancias pude alcanzar...Taraval, op.cit., p 64. 343

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convencieron de escapar esa misma noche antes de que pudiera ser muy tarde. A eso de las siete u ocho Taraval y los 3 soldados salieron a lomo de bestia, seguidos por bastantes indios a pie, sobre todo mujeres, niños y ancianos que temían por sus vidas con rumbo a La Paz; a donde llegaron sin haber encontrado gente en su camino. Allí el padre quiso esperar a los que se habían rezagado, pero fue convencido por los soldados para que de inmediato prosiguiera su escapatoria hacia la isla de Espíritu Santo, y así se hizo, habiendo dicho antes un soldado a los que venían atrasados que deberían acercarse lo más posible por tierra a la isla.

F 90

Ruta seguida por el padre Segismundo Taraval en su escape de los pericúes rebeldes. 1 Todos Santos (antes Santa Rosa) 2 La Paz. 3 Pichilingue. 4 Isla Espíritu Santo. 5 San José del Cabo. 6 Santiago. Adaptación en mapa de Google Earth, A.P.A..

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Después de buscar canoa para seguir la huída, un indio encontró una en buen estado, se embarcaron el misionero y 5 personas más, con algunos alimentos y agua, lo que puso en peligro a la pequeña embarcación por la sobrecarga que llevaba. Después de desembarcar momentáneamente en una playa, comieron algo de maíz tostado, pero el agua se les acabó. Siguieron navegando hacia el norte y llegaron a Pichilingue, en donde desembarcaron y hallaron agua potable. Después de un breve descanso, el día 6 de octubre pudieron navegar hacia la isla de Espíritu Santo, y allí permanecieron varios días durmiendo en el suelo, y alimentándose de pescado y maíz. Después de reparar la lancha, un soldado y 3 indios pericúes se embarcaron y salieron hacia la misión de Los Dolores con el fin de avisar de todo al padre Clemente Guillén.

Para mejor navegar, improvisaron una vela con una frazada y así pudieron llegar a territorio de la misión; vieron en la playa una canoa


grande con varios soldados, y al hablar con ellos supieron que venían de Los Dolores mandados por Guillén, y casualmente se habían encontrado con ellos. Enterados los soldados de los asesinatos de los padres, mandaron un mensajero para informar de todo al padre Guillén. Pero, ¿Cómo había sabido el padre Guillén sobre el estallido de la rebelión? Se recordará que el padre Lorenzo Carranco inicialmente no había podido mandar las cartas a Los Dolores. Buscó el misionero a otros mensajeros, quizá más confiables y determinados, y éstos se fueron a principios de septiembre a buscar al armador de un campo de buceo cercano, pero al no encontrarlo navegaron ellos mismos en sus balsitas hasta Los Dolores, y así conoció Guillén la tragedia ocurrida. Un comentario que hace el padre Taraval al narrar estos hechos, se refiere a la capacidad de los indígenas como marineros, pues navegar tan grandes distancias en sus balsas por aquel mar no era cosa pequeña. Al respecto dice: ...Verdad es que como los unos son pescadores, otros buzos, y todos grandes nadadores, con la misma facilidad con que la mar les voltea la balsa, la vuelven ellos a poner en su lugar...346. El padre Guillén recibió la carta un mes después de haberla mandado el padre Carranco, a principios de octubre, cuando ya tal vez la tragedia se había consumado. Al saber lo que sucedía, despachó a dos soldados y algunos indios en la canoa de la misión, pero afortunadamente se encontraron con la de los 3 indios y el soldado. Éste se embarcó con sus compañeros de la canoa grande, y continuaron la navegación hacia el sur a la isla Espíritu Santo, en donde esperaban ansiosos el padre Segismundo y la demás gente. El 12 de octubre, los aterrorizados fugitivos vieron desde una parte alta de la isla una canoa que se aproximaba, era la canoa de Los Dolores, con los 3 soldados incluyendo el que había ido, y varios indios. Para entonces ya habían llegado a la isla en sus balsas unos 50 indígenas que se habían rezagado en el viaje de escape procedentes de Todos Santos, y poco después llegó otra canoa con más indígenas que se habían retrasado en el camino, trayendo además algunas reliquias del templo. Aunque estos indios fieles pudieron escapar de los rebeldes, no sucedió lo mismo con 27 neófitos de Todos Santos que fueron asesinados, aunque la cifra legó a 49, según autores como Dunne347. Al siguiente día, llegó otra pequeña embarcación, ésta con provisiones y equipo, enviada por el capitán del presidio de Loreto don Esteban Rodríguez Lorenzo, quien ya se encontraba en Los Dolores con una escuadra de indios flecheros y soldados escopeteros, preparándose para salir por mar y tierra hacia el sur. El 15 de octubre, finalmente, pudo el padre Taraval acompañado por los tres soldados, salir de la isla para Los Dolores en donde se repusieron y descansaron. El día 24 salieron de esta misión rumbo a la isla Espíritu Santo, por mar 20 hombres entre soldados y mozos, y 25 flecheros yaquis bajo el mando del capitán del presidio, mientras que por tierra también salieron soldados a caballo y algunos indios, todos hacia el sur. Después de 4 días de navegación debido al mal tiempo, llegó el capitán y sus hombres a la isla, habiendo encontrado a los refugiados en buen estado. El 29 salieron hacia Pichilingue, a donde llegaron al siguiente día, y para el 31 estaban en La Paz, en donde encontraron todo quemado.

346 347

Taraval, op.cit., p. 71. Dunne, op.cit., p. 267.

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Aunque los soldados salieron en busca de los rebeldes de momento no los encontraron, y sólo un indio yaqui se topó con varios pericúes de los alzados; intercambiaron flechazos y pudo huir herido. Poco después llegaron 80 refuerzos más provenientes de Los Dolores, y siguieron la búsqueda de los pericúes rebeldes en tierra firme y en las islas, pero estaba claro que los alzados, conociendo el poder de las armas de fuego de los españoles, tenían el plan de hacer una especie de guerra de guerrillas, lo cual les dio resultado. En las salidas en busca del enemigo, los soldados sólo tuvieron algunos encuentros menores, y el día 14 de octubre fueron asaltados al amanecer en su propio real, habiendo resultado de ese ataque 7 hombres heridos, incluyendo al capitán. La desesperación debe haber ido surgiendo en los soldados y sus indios leales, además de que tenían temor de que en sus propias filas hubiera espías de los pericúes. Poco después volvieron éstos a atacar el real en que estaban los españoles en dos ocasiones, en una de ellas combatieron por 4 horas, y aunque tuvieron que huir por los disparos de los soldados, causaron 16 heridos, uno de ellos con una flecha que le entró por la boca y le salió por la oreja. Todavía arribaron con ayuda más soldados, 55 flecheros yaquis y caballos, pero la situación estaba muy lejos de ser controlada por las fuerzas leales.

Lo ocurrido con la tripulación del patache “San Cristóbal”, procedente de Manila con destino a Acapulco, que seguramente iba por plata del real situado destinado a las Islas Filipinas348. El tornaviaje se haría después de efectuada la feria en aquel puerto349. A principios de 1735 sucedió un hecho importante relacionado con la rebelión de los pericúes, cuyo relato permite ampliar el contexto histórico de aquella turbulenta época en el sur de la península. Se narran enseguida dichos acontecimientos que en parte se conocen gracias a una carta escrita por el protagonista principal de ellos, el General Matheo de Zumalde.350 En enero de 1735 llegó a las costas del sur de California procedente de las Islas Filipinas el patache351 “San Cristóbal” falto de agua, leña y lastre, pero además de las necesidades expresadas iban a bordo varios hombres delicados de salud que ameritaban pronta atención, por lo que el General Matheo de Zumalde a cargo del patache, acordó con sus oficiales mandar hombres a tierra en las proximidades del río San José, para que reconociese y sondease la ensenada y dejara a ocho enfermos, con objeto de que a su tiempo, fueran atendidos por el misionero de San José del Cabo, como había sucedido el año anterior con marineros del galeón.

348

El real situado era la plata que destinaba la corona para aliviar la crítica economía de colonias como Chile o las Filipinas. A Chile se destinaba el aportado por Perú y a las Islas Filipinas el de México. 349 En Acapulco, cada vez que anclaba un barco procedente de las Islas Filipinas, se llevaba a cabo una reunión de vendedores y compradores a la que asistían los más diversos personajes, desde comerciantes procedentes de Asia o españoles de la Nueva España, hasta pequeños productores locales que ofrecían sus modestas mercancías al lado de opulentos mercaderes, sin faltar religiosos, soldados, arrieros, filipinos e indios. 350 Zumalde, Matheo de. “Relación de lo acaecido…”, Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, ficha 294. (4/59.1, f. 1-2v., f. 3-4). 351 Nombre dado a una embarcación de guerra bien artillada que se destinaba a llevar mensajes y a reconocer las ensenadas y bahías.

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Cuando el piloto tercero al mando de la lancha regresó al “San Cristóbal”, informó a Zumalde lo siguiente: Estaba en la playa un gran número de indios cuyo líder, de nombre Jerónimo y el más “ladino”, informó a los españoles que el misionero se encontraba ausente visitando a un compañero enfermo, y que él tenía la comisión de estar vigilante en la playa para cuando avistase al galeón avisara de inmediato al padre, a fin de tomar las medidas necesarias para ayudar en lo que fuera necesario. Viendo que por el mal tiempo y la fuerte marea podían lesionarse los enfermos si intentaba llevarlos al barco en la lancha, optó por dejarlos en la playa para recogerlos después, o tal vez pensando que al pronto regreso del padre misionero de San José serían atendidos. Al no poder fondear en aquella ensenada, Zumalde dirigió el “San Cristóbal” a Cabo San Lucas en donde ancló sin mayor dificultad, y de aquí mandó en la lancha a tres hombres y otro más que se ofreció de voluntario, para que fueran a San José y pidieran al misionero que enviara los enfermos hasta aquel lugar. En este paraje, los marineros se encargaron de buscar y cargar agua en el barco, y al poco tiempo se aproximaron tres indios, entre los cuales venía el llamado Jerónimo, quienes informaron a don Matheo Zumalde que el padre pronto estaría allí con la gente enferma, y que su retardo se debía a que había llegado algo indispuesto, además de que necesitaba la confirmación de Jerónimo de que el patache se encontraba en Cabo San Lucas, por todo lo cual no le mandaba ningún papel escrito. Al transcurrir el tiempo y no aparecer el misionero con los enfermos, don Matheo empezó a recelar de los indios, y mandó fusileros suficientes para que vigilaran el trabajo de quienes hacían aguada352. La previsión tomada por el general Zumalde no fue en vano, pues al día siguiente vio desde el navío cómo se aproximaban unos seiscientos indios armados, aunque desde la playa se aproximaron al “San Cristóbal” Jerónimo y otros 7 compañeros, quienes ya a bordo dijeron al general que esa tarde llegaría el padre Tamaral con los enfermos, y que ellos se habían adelantado para ayudar en lo que fuera necesario. Zumalde no creyó del todo a los indios, y ordenó que se les detuviera en el barco para mayor seguridad, además de reforzar a los de tierra con otros doce fusileros al mando de un capitán, con la orden de que al llegar el padre misionero con los doce españoles de inmediato se ayudara a los enfermos para que abordaran el barco. Mientras tanto, de los ocho indios que se habían detenido en el “San Cristóbal”, cinco se aventaron al mar, uno fue recapturado y los otros cuatro escaparon a nado hasta la playa. En esta situación, Zumalde ordenó que todos los españoles en tierra se embarcasen de inmediato, lo que pudieron hacer aunque los indios atacaron al grito de ¡Jerónimo! y les lanzaron gran cantidad de flechas e hirieron a dos marineros, pero finalmente fueron rechazados por descargas disparadas por los fusileros desde la lancha, habiendo quedado un indígena muerto y varios heridos. Al interrogar a los indios prisioneros en el barco, don Matheo Zumalde obtuvo la confesión completa de los crímenes cometidos con los padres Nicolás Tamaral y Lorenzo Carranco, ministros de los pueblos de La Soledad y de Santiago353, a quienes mataron a flechazos y luego 352

Aguada es el conjunto de actividades que llevaban a cabo los marineros para conseguir agua en tierra y transportarla al barco. 353 Zumalde, op.cit., p. 3.

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los quemaron, y aunque quisieron hacer lo mismo con el padre Segismundo Taraval, éste logró escapar en una balsita acompañado por un cabo de escuadra del Real. Los prisioneros admitieron que sólo reservaron a una mujer llamada María, a su hermana y a sus dos hijas. Según lo informado por los prisioneros, María era mujer del soldado Santiago Villalobos, quien había ido acompañando a un religioso de la orden de San Agustín, pasajero del Galeón, que el año anterior había sido dejado en el pueblo de La Soledad por estar enfermo. Respecto a los marineros españoles que se quedaron en San José, todos fueron asesinados por los pericúes, después se encontraron en el camino a los que iban a ese poblado y corrieron la misma suerte que sus compañeros. Agregaron los prisioneros que la gran cantidad de indios que se habían visto en la playa iban con la intención de acabar con todos los españoles que allí se encontraban porque los habían visto desarmados. Gerónimo pidió repetidamente a don Matheo Zumalde que lo dejaran en tierra junto con sus otros tres compañeros, lo cual no consiguió y fueron conducidos a Acapulco en grilletes. Al término de la misiva dirigida al virrey, Zumalde concluye diciendo en relación con los pericúes prisioneros...los traigo con ánimo de entregar al Castellano de este puerto, interín Vuestra Reverencia [ilegible] providencia lo que deba ejecutar con ellos. A bordo del Patache Capitana San Christoval y enero 4 de 1735354. Don Matheo Zumalde. Los hechos narrados por el general Don Matheo de Zumalde pueden conducir a diversas conclusiones, una de las cuales es que los rebeldes contaban con una organización y se conducían con gran astucia y atrevimiento, al grado de que algunos de ellos abordaron el barco de los españoles fingiéndose amigos, con el fin de dar cumplimiento a sus planes, y la otra, que de momento ni hechos como éste harían al virrey tomar medidas serias para ayudar a los misioneros de California y apaciguar definitivamente la península, ya que la expedición punitiva de Manuel Bernal de Huidobro se efectuaría hasta meses después. Queda claro también que no fue un galeón de Manila, como lo mencionan varios historiadores, sino el patache San Cristóbal el que llegó a San José en enero de 1735. La noticia de la rebelión había llegado a Sonora, de donde también se recibieron refuerzos, como el caso de Francisco Cortés Monroy, quien de estar trabajando una mina en El Yaqui, se fue a Loreto y de allí en canoa a La Paz. Para mediados de enero de 1735, todavía llegaron más soldados a La Paz, pero la campaña contra los rebeldes no daba resultado, aunque en los encuentros que se tenían con ellos de vez en cuando les mataran algunos hombres. Varias escuadras de soldados recorrieron la zona devastada por los pericúes, y sólo encontraron ruinas y destrucción, pues ni siquiera los cadáveres de los padres asesinados pudieron localizar. Pero ¿por qué el rencor de los pericúes contra los misioneros? El padre Taraval cuenta que en una ocasión, el capitán pudo hablar con unos pericúes, les preguntó por qué razón habían matado a los misioneros, y contestaron que por la prohibición de tener varias mujeres. Sin embargo, debieron existir motivaciones de más fondo, de lo cual se hablará al final de este capítulo. El padre Guillén había mandado una carta al capitán pidiéndole que mandara de regreso a algunos soldados, porque ya se escuchaban voces de rebeldía en Los Dolores, por lo que se 354

Ibíd., p. 7.

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devolvieron 25 flecheros yaquis y varios militares. Para el mes de marzo, la comida ya escaseaba, pero para fortuna de todos, llegó una embarcación procedente de Los Dolores, que además de alimentos trajo la buena nueva que todo estaba bajo control en las misiones del norte. Cansados de buscar y perseguir a los pericúes rebeldes, los soldados e indios leales regresaron a Los Dolores en abril, así como 5 canoas cargadas con lo poco que se pudo rescatar de las misiones destruidas, y luego llegaron sin novedad a Loreto. El padre Jaime Bravo, con su carácter de procurador, el padre Clemente Guillén, visitador y superior de las misiones, y el capitán del presidio de Loreto, pidieron ayuda al virrey Juan Antonio de Vizarrón, quien lo más que hizo fue autorizarlos para que reclutaran soldados en la contracosta, que incautaran canoas u otras embarcaciones, y compraran provisiones para cortar el mal que amenazaba extenderse en las misiones de California. Las hostilidades no se detuvieron por completo, pues se dieron encuentros esporádicos entre los soldados o indios fieles y los pericúes alzados, en Los Dolores fueron capturados 8 de los cabecillas y ejecutados sumariamente. A principios de agosto de 1735, se supo en Los Dolores que los pericúes habían matado a 29 callejúes y se habían llevado a sus mujeres, lo que el padre Taraval consideró como castigo de Dios porque aunque estaban bautizados, no eran buenos cristianos. Sobre esto comentó Taraval: ...uno había que estaba continuamente amancebado; el decir que se apartase era hablar para que se riese y lo hiciese con más descoco. Lo que no pudo conseguir el padre, hicieron los apóstatas quitándole la manceba y matársela a su vista, y después quitarle a él también la vida...355. Hay que admitir y subrayar que el comentario de ninguna manera enaltece al misionero, pero también debe entenderse que posiblemente en aquel ambiente de violencia, los rencores y odios con matices étnicos y religiosos no prevalecían sólo en los nativos rebeldes, o bárbaros como los llamaban los españoles, sino también en los europeos o “gente de razón”, cuya percepción del mundo arrastraba lastres propios de la época medieval. Otro comentario de Taraval relacionado con la política de convencimiento y regalos a los rebeldes seguida al inicio de la campaña, que pone de manifiesto un aspecto de su carácter fue el siguiente: ...Yo siempre había vituperado y vituperaba esos perdones en que se perdía el decoro a la justicia, el miedo a las armas y el amor a los padres y a Cristo, pues veían que la justicia convidaba con el perdón al mayor delincuente...356 Como en todas las guerras hubo acciones de crueldad y desplantes de valor en ambos bandos. En una ocasión en que los soldados capturaron a dos rebeldes, hechicero uno de ellos y muy anciano, como estaba muy viejo y acostumbrado a mandar no quiso caminar, entonces los españoles lo arrastraron, lo mataron y colgaron su cadáver de un árbol. En otra vez, varios pericúes fueron capturados por los soldados, y su cabecilla les dijo: ...¿Cuándo nos sacan a matar?, ¿Qué esperan?, ¡Acaben ya de matarnos! En otra ocasión en que llevaban los españoles a dos indios rebeldes amarrados, uno delante del otro, y ambos jalados con una cuerda por un indio fiel, el prisionero que iba adelante pidió permiso para apoyarse en un palo usándolo como bastón, y cuando lo tuvo en su mano lo empleó como lanza y atravesó la oreja del indio fiel que

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Taraval, op.cit., p. 110. Taraval, op.cit., p. 157.

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los conducía, después de lo cual un soldado lo mató con su pistola. El que quedó atrás les dijo a sus captores: ¿Para qué me llevan? No me lleven, mátenme a mí también y váyanse357. En marzo de 1735 el padre Guillén ordenó la evacuación de La Paz, pensando tal vez que era más prudente retirarse hacia el norte, rehacer sus fuerzas y posiciones, y librarse de un posible asalto masivo de los rebeldes. Esta acción ha sido criticada por algunos historiadores 358 que la consideran una franca y cobarde retirada, lo cual levantaría el ánimo de los pericúes, pero el padre Clemente tenía sus razones para ser prudente, además de que resulta fácil hacer señalamientos y críticas sin haber estado en el escenario de los hechos y sin haber tenido la grave responsabilidad de la seguridad misma de todas las misiones de California y su gente. Ese año el capitán Rodríguez logró algunas victorias sobre grupos rebeldes y los cabecillas fueron ejecutados, pero aun así los alzados siguieron cometiendo actos desafiantes como el robo y sacrificio de ganado y el ataque a indios fieles. Al pasar los meses sin que los pericúes dieran muestras de rendición, el virrey y arzobispo Antonio Vizarrón, a pesar de su franca indiferencia hacia los jesuitas y sus problemas, tuvo que ceder y ordenar al gobernador y capitán general de Sonora y Sinaloa don Manuel Bernal de Huidobro, que fuera a California con su propio ejército para aplacar definitivamente la rebelión. El gobernador obedeció de inmediato, y con cien indios yaquis y 50 soldados españoles, acompañado además por el padre Ignacio María Nápoli cruzó el Golfo para cumplir la orden del virrey, pero se enemistó con los jesuitas al no atender sus sugerencias sobre la táctica a seguir en contra de los pericúes, pues en lugar de buscar una batalla formal definitiva, el gobernador usó métodos conciliatorios como regalos y ofertas de perdón, lo que fue tomado por los rebeldes como debilidad o temor, y para colmo, no aceptó la opinión del capitán Rodríguez a quien siempre relegó a un segundo lugar de mando después de uno de sus lugartenientes. Taraval siempre culpó a Bernal de Huidobro de que se tardara tanto en la represión de los rebeldes, y en su relato de los hechos, tratando de no dar crédito al militar, jamás escribió su nombre, y sólo se refiere a él como “el señor comandante”. En una salida a Las Palmas, Bernal de Huidobro fue acompañado por el padre Nápoli y al llegar a la bahía, los indios saludaron cordialmente al misionero pero luego se fueron y no regresaron, y el gobernador junto con el misionero siguieron repitiendo el fallido estilo tratando de someter con obsequios y perdones a los feroces pericúes. Finalmente, el 12 de octubre de 1736, en la fiesta en honor de Nuestra Señora del Pilar, tanto en La Paz como en Santiago se combinaron el fervor religioso y la decisión de acabar con la situación imperante, al siguiente día se recibieron refuerzos y provisiones de Loreto y de Yaqui, y el mismo comandante pareció contagiado con el entusiasmo para lanzarse en busca de los rebeldes y enfrentarlos en batallas decisivas. El 17 de octubre dos escuadras que habían salido separadamente, una por la costa y la otra por el interior, se unieron en un punto cerca de donde se había detectado la presencia de los rebeldes, en el fondo de una barranca. Los españoles posiblemente bajo el mando ahora sí del capitán Rodríguez atacaron, y sin sufrir una sola baja mataron a todos los enemigos que alcanzaron. Esta acción inclinó la balanza de los acontecimientos a favor de los españoles, pues poco después el propio Huidobro alcanzó otra victoria resonante sobre los alzados de quienes se tomaron muchos prisioneros.

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Taraval, op.cit., p. 116. Dunne, op.cit., p. 272.

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En 1737, Bernal de Huidobro mandó a 25 de los rebeldes capturados presos a la ciudad de México, pero nunca llegaron a su destino, explicando después los soldados que al haber intentado amotinarse los prisioneros, habían tenido que pasarlos a cuchillo, aunque pudo haber sido una ejecución sumaria o asesinato colectivo de los indígenas alzados para evitar el problema de tener que vigilarlos día y noche. Todavía se dieron brotes de rebelión, sobre todo en rancherías de Santiago y San José, pero finalmente fueron reprimidos. Para febrero del año citado, la paz por fin reinaba en California. Bernal permaneció en California de diciembre de 1735 hasta fines de 1737. La rebelión de los pericúes no fue motivada simplemente porque los misioneros prohibieron a los indios la práctica de la poligamia, aunque ésta haya sido una de las causas que provocaron el alzamiento. Recuérdese que la mayor parte de la población indígena no vivía en la cabecera o casco de la misión, y era muy difícil que la supervisión y prohibiciones del misionero tuvieran efecto en las lejanas rancherías en las que frecuentemente vivían. Por otra parte, no hay que olvidar que durante los primeros contactos que los europeos tuvieron con pericúes y guaycuras en el sur de la península, tal como lo relatan los padres Ignacio María Nápoli, Clemente Guillén y el visitador José de Echeverría entre otros, rara vez fueron hostilizados por los naturales, y contrario a esto, con frecuencia recibieron obsequios de alimentos como mezcal y pescado, y consiguieron sin dificultad guías nativos para seguir su camino al aguaje más próximo. El rechazo a los europeos se debió en buena parte a factores que fueron surgiendo poco a poco en la interrelación de blancos e indios, consecuencia de la coexistencia obligada entre una raza conquistadora y otra vencida, en la que no se reconoció algún rasgo cultural digno de conservarse, todo esto a pesar de la piedad de los jesuitas y su honesto afán evangelizador. Quizá hubo otras razones, como la influencia que ejercieron los buzos y otros trabajadores que venían de Sinaloa sobre los californios sureños359, a quienes les empezaron a “calentar la cabeza” con ideas emancipadoras, pero lo que sí es seguro es que el movimiento rebelde de los pericúes no fue sólo porque un indio se incomodó al prohibírsele que tuviera varias mujeres, hecho que en todo caso fue el pretexto para un alzamiento gestado desde tiempo atrás. Segismundo Taraval, el jesuita explorador y erudito, también puede recordarse como el religioso de carácter frío y valeroso, que burló a los pericúes rebeldes viajando de noche por escondidas veredas, soportando la sed y alimentándose de pescado semicrudo y maíz tostado hasta lograr ponerse a salvo. En1751 el padre Taraval dejó California y se fue a Guadalajara en donde pasó los últimos 12 años de su vida, habiendo sido educador en el colegio de los jesuitas, así como vicerrector y prefecto de la congregación. En esa ciudad murió en 1763. El padre Segismundo Taraval escribió La rebelión de los californios, el más valioso testimonio sobre la revuelta, que relata los hechos según la forma como los percibió por haberlos vivido directamente. 359

Fue hasta 1748 cuando se empezaron a establecer poblados mineros o reales cerca de la misión de Santiago, y aunque sus pobladores recibían la ayuda espiritual de los misioneros jesuitas, siempre fueron vistos por éstos como una carga, pues además tenían que venderles alimentos y ropa que apenas alcanzaba para los indios. Además, los jesuitas criticaban con razón el trato que los empresarios mineros y los armadores que explotaban yacimientos perlíferos daban a los nativos. Por su parte, los mineros y buzos consideraban que el recelo de los padres se debía a su temor de ir perdiendo el poder en las misiones de California al ir conociendo los nativos nuevos y mejores horizontes.

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28.Consag, Fernando Fernando Consag es el nombre castellanizado del misionero croata cuya historia se narra en este capítulo. Una aclaración necesaria acerca de los nombres de los misioneros no españoles que llegaron a la Nueva España, es que ellos mismos firmaban sus documentos de esa forma, aunque en ocasiones llegaban a emplear su apellido original. No viene al caso mencionar las cuatro o cinco formas como diversos autores han deletreado el apellido de este misionero, y sólo se aclara que en el lenguaje croata se escribe Ferdinand Konscak según Krmpotic, los alemanes le llaman Ferdinand Konschak y castellanizado el nombre es Fernando Consag, que el misionero empleaba al firmar sus documentos e informes. Consag, nació en 1703 en Verazdin o Varazdin360, al norte de Croacia, en donde realizó sus primeros estudios. Su padre, oficial del ejército, quería que su hijo fuera militar pero el joven Fernando no tenía esa vocación y en octubre de 1719 ingresó a la Compañía de Jesús en Trencin o Treutchin, Eslovaquia, en donde permaneció por dos años, para luego ser enviado a Leoben, en Styria, en donde estudió a los clásicos y retórica, de lo cual fue maestro (“rhetor”). Posteriormente estudió filosofía en Gratz, Austria, en donde se ordenó sacerdote en 1723, y de 1725 a 1726 dio clases de gramática en la Academia Jesuita de Zagreb, Croacia. Su actividad docente la continuó de 1726 a 1727 en Buda, Hungría, enseñando materias clásicas en un plantel de nivel medio. Estudió Teología en la Universidad de Gratz de 1727 a 1729, como estudiante se distinguió por su afición a las matemáticas, y en 1728 publicó un libro de poemas titulado Nagadia versibus latinus, que se conserva en Budapest, Hungría. Tan amplio repertorio cultural no se reñiría con el verdadero objetivo de su vida: la evangelización como misionero de los gentiles. Inicialmente, deseaba ir a la India y estuvo solicitando su traslado a ese país durante seis años, pero finalmente fue destinado a las misiones de la Nueva España. Después de ordenarse en Gratz, el joven misionero fue enviado en 1729 a Cádiz, y de aquí viajó a la Nueva España en 1730. Residió en Veracruz de 1730 a 1732, y en 1733 llegó a San Ignacio Kadakaamán361 en California para acompañar al padre Sebastián Sistiaga, aunque algunos autores dan como fecha de su arribo el año de 1732. Desde aquí, durante cinco años estuvo siendo comisionado para suplir a varios misioneros que por enfermedad o alguna otra razón no podían cumplir con su cargo, hasta que en 1737 el visitador general Andrés García lo mandó a que se hiciera responsable de la misión que se pretendía fundar al norte con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores del Norte, pero que después sería, según lo afirma Barco, Santa Gertrudis362, permaneciendo entre tanto en San Ignacio Kadakaamán, cuyo encargado según lo dicho era el padre Sistiaga. Desde San Ignacio como base de operaciones en donde pasó 22 años de su vida, el misionero trabajó afanosamente con los nativos cochimíes que vivían próximamente al norte, los cuales fueron con el tiempo el grupo pionero de neófitos con los que se fundó la misión de Santa 360

Ceballos asigna a Consag la nacionalidad húngara porque según él, Verazdin pertenecía a Hungría. “The Apostolic Life of Fernando Consag, Explorer of Lower California”. Francisco Zevallos. Translated and annotated, with an Introduction by Manuel P. Servín; 1968. Dawson´s Book Shop, Los Angeles; p. 20. 362 Barco, op.cit., p. 276. 361

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Gertrudis la Magna, en un paraje situado a los 28º 02´ N. y casi a los 113º 5´ W.. Realmente, a Consag le tocó la mayor carga de trabajo debido a que el padre Sistiaga, nombrado por aquel tiempo en dos ocasiones visitador de la California, tuvo que ausentarse con frecuencia para atender los asuntos propios de su cargo. Como ejemplo del trabajo intenso que Consag llevaba a cabo en su misión de San Ignacio y lugares vecinos, está el hecho que se narra enseguida. En 1744, el padre visitador general de las misiones Juan Antonio Baltasar llegó a la misión en la que eran compañeros Sistiaga, como responsable del establecimiento, y Consag. Con todo tiempo había anunciado su visita para que estuvieran al pendiente de su llegada, pero al arribar al lugar no encontró ni a uno ni a otro. Sistiaga estaba ausente por haber tenido que viajar a otras misiones como visitador local, y Consag había sido llamado para que atendiera en distantes rancherías a enfermos y moribundos. A los dos o tres días regresó a San Ignacio, y sólo pudo conversar brevemente con el visitador general, pues llegaron indígenas de otros lugares a llamarlo para que acudiera por necesitarlo los nativos. En ese año de 1744 según Zevallos363, Consag fue con el padre Pedro Nascimben a la misión de Guadalupe para ayudar en algo al padre José Gasteiger, que se encontraba muy enfermo. En esa ocasión, mientras Nascimben oficiaba misa y Consag se encontraba en el presbiterio, se derrumbó parte de la iglesia debido a la defectuosa cimentación de un muro, a punto estuvieron los dos padres de perder la vida y hubo muchas víctimas entre los indios. Cuando el padre Sistiaga salió de California como visitador de las misiones, dejó como misionero en propiedad en San Ignacio a Consag, quien poco después ocupó el mismo cargo por el trienio acostumbrado, e inició un segundo período en 1757, aunque murió en 1759 poco antes de concluir su mandato. Un pesado trabajo realizado por el padre Consag y sus indios en San Ignacio fue traer tierra de distantes lugares para formar una capa de suelo arable para siembra, pues el terreno era impropio para la agricultura. Años después, para prevenir que durante las lluvias el agua se llevara la tierra, Consag y sus neófitos iniciaron la construcción de un dique, casi de una legua de largo, de ocho varas de ancho y de cinco a seis varas de altura364. La obra fue concluida por el padre José Mariano Rothea, sucesor del misionero húngaro croata. Conforme a la antigua tendencia de ir extendiendo la influencia jesuítica hasta la región más septentrional de la península, con el objeto de que algún día se conectara la cadena misional de Sonora con la de California, deseando comprobar definitivamente que California era una península, y obedeciendo a su natural inclinación, el padre Consag realizó importantes exploraciones por mar y tierra. Las grandes expediciones que realizó hacia el norte de la península fueron tres: en 1746, en barco por el Golfo de California, costeando hacia la desembocadura del río Colorado; y en 1751 y 1753 por tierra, en la primera por la vertiente occidental de la sierra y en la segunda por el oriente de la misma. A continuación se relatan los hechos principales acontecidos durante esos viajes. Fue el padre provincial Christóbal de Escobar, quien ordenó a Consag por conducto del padre Juan Antonio Baltazar , visitador general de las misiones, que viajara al norte en una expedición marítima para determinar si California era o no parte del continente con la Pimería, en lo que hoy es el noroeste de Sonora. 363 364

Zevallos, op.cit., p. 80, 81. Zevallos, Francisco, “The apostolic…”, op.cit., p. 58.

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Por otra parte, el rey Felipe V había dispuesto desde 1744 que se establecieran misiones jesuitas hacia el norte de California con el fin de hacer contacto terrestre con las de la Pimería. Esta conexión era importantísima para la causa de los sotanas negras porque las misiones de California dependían frecuentemente de las provisiones que se enviaban desde la Nueva España continental vía marítima, en viajes costosos y peligrosos en los que las embarcaciones frecuentemente no llegaban a su destino. Consag preparó todo lo necesario con la ayuda de varias misiones que aportaron, como era lo acostumbrado en estos casos, víveres y las bestias necesarias; el capitán del presidio de Loreto Exploraciones del padre Fernando Consag. Mapas base de Google Earth.

1746 1751 1753 F 91

1 San Ignacio. 2 San Carlos. 3 Canal de Salsipuedes. 4 San Rafael. 5 Las Ánimas. 6 Bahía de Los Ángeles. 7 San Luis Gonzaga. (Los puntos 8, 9 y 10 están en los mapas de la siguiente página) 8 San Estanislao (probable). 9 La Visitación (probab.). 10 Isla San Luis. 11 Puertecitos. 12 San Felipe. 13 San Buenaventura. 14 Marismas y pantanos. 15 Boca del río Colorado. 16. Is. Montague. 17 Golfo de Santa Clara. 18 Santa Gertrudis. 19 Calmallí Viejo. 20 Río Paraíso. 21 El Marmolito. 22 San Borja. 23 Bahía Blanca. 24 Laguna Chapala. 25 Kadazyiac. 26 Kalvalaga. 27 Santa Inés. La flecha blanca punteada indica el posible término de la expedición en lo que después fue Santa María de los Ángeles, cerca del arroyo Cabujakaamang. El óvalo blanco punteado indica el área en que se encuentra el lugar desde el cual, según lo registrado por el padre Wenceslao Linck en su diario, se devolvió el padre Consag en 1751. En las islas del mapa F 91 a, faltan La Encantada y Lobos entre San Luis y Miramar. 204


Bernardo Rodríguez de Larrea, ordenó que una pequeña escolta de soldados se integrara a la expedición y acompañó a Consag por mar de Loreto al puerto de San Carlos, en donde se encontraría con unos 30 indios cristianos, incluyendo varios yaquis y unos 6 soldados españoles. Preparados con todo lo necesario, el 9 de F 91 b junio de 1746 zarparon los viajeros, excepto el capitán, en cuatro canoas abiertas pero con una vela, y costeando por el litoral peninsular del Golfo de California la expedición o parte de F 91 a ella llegó hasta las bocas del río Colorado, habiéndose Las acotaciones de estos mapas hecho una se incluyen en las del mapa F demarcación de la 91 de la página costa desde su salida. anterior.Adaptación en mapa de Google Earth.

Antonio Ponce Aguilar

Se menciona a continuación lo más importante del relato que hizo Consag tanto en lo que se refiere al señalamiento de los accidentes geográficos de islas y litorales de la costa oriental de la Baja California, como en el aspecto etnológico en relación con los naturales con los que tuvo contacto. Estos datos los menciona el misionero en su “Derrotero del viaje que en descubrimiento de la costa oriental de Californias hasta el río Colorado, en donde se acaba su estrecho, hizo el padre Fernando Consag de la Compañía de Jesús y misionero de Californias por orden del Padre Christóbal de Escobar y Llamas, Provincial de Nueva España de la Compañía de Jesús”365.

Como se ha mencionado, la expedición salió en cuatro canoas abiertas del puerto de San Carlos366 al sureste de Santa Gertrudis el 9 de junio de 1746, y navegaron hacia el norte tocando frecuentemente diversos puntos de la F 92 costa, de los cuales se hicieron los registros de profundidad, calidad del abrigo que ofrecían, aguajes si Paisaje de Santa Gertrudis los había, etc. En varios de estos lugares se encontraron con nativos cristianos amistosos, quienes sólo escapaban en algunas ocasiones en que temían que los navegantes fueran buzos, porque éstos usualmente cometían graves atropellos en su contra; pero al saber que venía un misionero, hasta le traían al padre a sus hijos para que los bautizara367. Pero con otros gentiles, frecuentemente tuvieron que vencer su hostilidad y 365

“Derrotero del viaje...”, Fernando Consag, Biblioteca Nacional de México, Edit. Colecciones Mexicanas, Colección Archivo Franciscano, ficha 301, México, 2003. 366 El puerto de San Carlos se encontraba casi a los 27° 43´ N., al noroeste de la bahía de Santa Ana. 367 Lo narrado sucedió cerca de Punta Gorda, a los 27°58´ N..

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provocaciones con mucha paciencia, y obsequiándoles algo de comida y pequeños objetos que llevaban para ese efecto, lo cual no siempre dio buen resultado, y como se verá más adelante, hubo casos en que los soldados tuvieron que disparar sus armas al aire para hacer desistir a los naturales de sus agresiones. El día 14 de junio, estando en la playa antes zarpar para doblar las puntas que están al entrar en el Canal de Salsipuedes368, llegaron dos indios jóvenes trayendo a los exploradores la noticia de que los gentiles que habitaban más al norte, se preparaban para matar a los expedicionarios si desembarcaban en sus playas, por lo que les traían una buena cantidad de arcos y flechas para que se defendieran. Consag les agradeció la advertencia y prosiguió su viaje. Los días 15 y 16 los viajeros exploraron la bahía de San Rafael frente el canal de Salsipuedes, en donde encontraron varias fuentes de agua caliente y algunos gentiles muy hospitalarios, que les obsequiaron pescado, lo cual fue retribuido por el padre Consag. Al saber los indígenas que los expedicionarios buscaban un aguaje, los acompañaron hasta donde estaba uno cerca de un arroyo y un mezquital. Ya pardeando, llegaron al lugar otros gentiles que se mostraron igualmente afables y obsequiosos, aunque el misionero supo que el año anterior habían asesinado a un buzo. Los indígenas que acompañaban a Consag no sólo eran californios cristianos, sino que también venían algunos yaquis a los cuales los naturales del lugar mostraron una franca aversión, por las agresiones que sufrían de ellos en épocas de buceo. Mientras el día 17 se hacía la aguada, Consag les dio una plática tratando de borrar de sus mentes el deseo de la venganza contra los yaquis, quienes le acompañaban en la expedición por ser muy diestros en la navegación. Los expedicionarios zarparon de nuevo hacia el norte y pronto salieron de la bahía de San Rafael, pero las canoas no pudieron acercarse mucho a la costa por el peligro que representaban los acantilados y rocas que apenas sobresalían del mar. Ese día dos corredores gentiles que venían de San Rafael alcanzaron a las canoas y desde unos peñascos de la playa, con señas, comunicaron a los navegantes que más adelante había una ensenada y que ellos iban a avisar a los nativos de su próxima llegada. Este registro de Consag permite inferir que los indios eran excelentes corredores, pues tal vez habían corrido casi a la velocidad promedio a la que navegaban las canoas; y que su hospitalidad era de notarse, pues se preocupaban por asegurar el bienestar de los viajeros aunque ya hubieran salido de su territorio. El día 18 de junio de 1746 Consag y sus acompañantes pudieron desembarcar en la bahía de Las Ánimas, nombre que el misionero dio al lugar en memoria de haber salido en la oscuridad de la noche con felicidad de los muchos escollos369, y es que habían arribado la noche anterior, pero la oscuridad y el temor de encallar entre las numerosas rocas ocultas por el mar los había obligado a permanecer embarcados. En este lugar el misionero también tuvo la visita de algunos indios a quienes habló de la salvación de sus almas. Después de hacer aguada, reanudaron su viaje al siguiente día con algunas dificultades por los vientos y corrientes contrarios, y hasta el día 20 doblaron la punta norte de la bahía. Llegaron entonces a Bahía de los Ángeles en donde encontraron agua de buena calidad en una loma de las estribaciones de la sierra, que debe haber sido el extremo norte de la que hoy se llama La Libertad. 368

Dichas puntas deben ser las que actualmente tienen los nombres de Santa Teresa, San Francisquito y Ballena, a los 28° 27´ N.. 369 Consag, op.cit., h. 8.

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Durante su estancia en Las Ánimas, los expedicionarios habían sido advertidos de que los gentiles del norte preparaban un ataque en su contra, y estando ahora en bahía de Los Ángeles, vieron un numeroso grupo de indios armados con arcos y flechas en carcajes 370 que con sus ademanes, carreras y alaridos retaban a los viajeros, quienes se dieron cuenta que podría darse un encuentro violento con aquellos belicosos naturales. Para evitar cualquier ataque en la noche, a las tres de la tarde salieron cinco soldados y treinta indios armados dirigiéndose en contra de uno de los grupos de gentiles, que se acampaba hacia el norte. Al ver que los soldados y sus acompañantes se acercaban, los gentiles huyeron a la serranía, a donde no pudieron ser alcanzados. Para causarles mayor temor, los soldados hicieron algunos disparos con sus escopetas, lo que acabó de ahuyentarlos. Ya oculto el sol, los soldados e indios cristianos trajeron algunas mujeres y niños que no habían podido escapar en el lado sur, y las mujeres confesaron que muchas rancherías se habían puesto de acuerdo para matar a los que venían en las canoas, siendo uno de los cabecillas el padre de una de ellas. Todavía algunas de las mujeres intentaron huir, dejando a sus hijos y objetos de uso común, pero fueron nuevamente llevadas a presencia de Consag, quien les repitió su mensaje de paz, pidiéndoles que fueran y se lo transmitieran a sus maridos, quienes podían acercarse a sus playas y aguajes sin ningún temor cuando así lo desearan. Reanudaron el viaje y hasta el día 23 de junio pudieron doblar la punta septentrional de bahía de Los Ángeles. Pasaron varios días y avanzaron hacia el noroeste sin incidentes importantes, aunque llegaron a ver a varios gentiles que les hacían los acostumbrados retos gesticulando y saltando, tratando de provocarlos. El día 29 de junio de 1746 llegaron a la bahía de San Luis Gonzaga, que llamó la atención de Consag como puerto y por la abundancia de pescados diversos, lo que atraía allí a los nativos de las rancherías cercanas; sin embargo, destacó el misionero que la falta de suficiente agua impediría su uso. Por tres días los navegantes buscaron en los alrededores algún aguaje sin resultados, por lo que tuvieron que dejar la bahía con la esperanza de hallarlo más al norte. Estando en el desemboque de un arroyo de escasa agua salobre, unos gentiles informaron a Consag que arroyo arriba, en la serranía, había agua y palmares. Algunos hombres fueron hasta el lugar, pero el agua que encontrón no era suficiente, por lo que siguieron al remo hacia el norte. El día 30 de junio en la madrugada, vieron desde las canoas una lumbre que se movía como bajando de la sierra, lo cual hizo concebir esperanzas a los sedientos viajeros de que hubiera agua en las cercanías. Apenas amaneciendo salieron algunos hombres a explorar, encontraron un aguaje y regresaron acompañados con un anciano que traía agua en un cántaro de barro371, material que sabían trabajar los indios según el misionero. Cabe mencionar aquí que la observación hecha por Consag desmiente la idea generalizada que se ha tenido de que en California los nativos no hacían utensilios de barro. Había en aquella costa gentiles de varias rancherías, cuyo lenguaje era muy difícil de entender, tal vez porque ya en estas latitudes se encontraban naturales con influencia de las etnias kiliwa y pai pai, pertenecientes al tronco lingüístico yumano del norte. 370 371

Consag refiere que en California casi no esra usado el carcaj. Consag expresó refiriéndose a la olla de barro: el cual saben beneficiar bien para su uso. Consag, Op.cit. h. 16.

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Ese mismo día a las once, salieron en sus canoas hacia el norte buscando un mejor lugar para acercarse al aguaje, que finalmente encontraron. Los indios del lugar se mostraron muy agresivos, al grado que tuvieron que ser disuadidos en su intención de pelear no sólo con los regalos acostumbrados, sino con la presencia de seis soldados y veintiséis indios flecheros que les hicieron frente, lo que motivó su huída. Aunque la actitud hostil de los naturales no se depuso de inmediato, y llegaron al extremo de tomar dos prisioneros de los indios cristianos californios, poco a poco se fueron domando, al ser convencidos que no se abrigaba ninguna intención malévola en su contra. Sobre las escaramuzas que ese día se tuvieron con los violentos nativos, el padre Consag dice: ...Daban indicios de ser muy huraños y broncos, lo que confirmó la acción de uno de ellos, que flechaba su arco para dispararme a traición una saeta, lo que se le embarazó con cautela y disimulo. Se trataron con mucha suavidad y blandura, regalándoles fuera de la comida que se les ministró, con algunas bujerías de que ellos gustan mucho, y fue también retorno de unas plumas que se ponen en la cabeza por adorno, y dieron por agasajo aunque falso, porque siempre mostraron ánimo de querer pelear, lamiendo las flechas, señal entre ellos de venir a las manos y a las armas...372. Mucho ayudó a tranquilizar los ánimos que los soldados dieran libertad a los prisioneros gentiles que tenían en su poder, excepto dos que se reservaron para que los guiaran al aguaje. El día 1º de julio de 1746, los dos nativos condujeron a los españoles hacia el aguaje, habiéndose hecho la aguada parcialmente por la lejanía de las canoas. Al explorar la costa en busca de un lugar más seguro, encontraron palmeras tiradas que habían sido arrastradas por la corriente de un arroyo en tiempo de avenidas, se encontraban en el paraje llamado San Estanislao, aproximadamente a los 29º 55´ de latitud, unos 16 kilómetros al noroeste de la bahía de San Luis Gonzaga; aquí encontraron a unos nativos que desde lo alto, mostraron su rechazo a los expedicionarios, pero de todos modos, con señas les indicaron el sitio del aguaje. Sobre esto narró el misionero: ...Para buscar abrigo más seguro, salieron algunos a registrar la costa; dieron los alaridos algunos gentiles desde los cerros, y temiendo los nuestros ser cogidos de ellos en medio, se volvían con ademán de irlos a encontrar a la serranía, no dieron lugar al encuentro, porque luego huyeron dando voces y mostrando el agua...373 Siguiendo hacia el norte, en las playas de la ensenada de La Visitación desembarcaron nuevamente en busca de agua. No la encontraron cerca, por lo que una canoa se devolvió a San Estanislao, en donde se cargó la suficiente para seguir el viaje. Un detalle curioso que relató Consag, fue relativo a la inusitada desnudez de las mujeres en este paraje de La Visitación, diciendo que andaban sin vestimenta alguna, a diferencia de las demás de la península. Barco asegura que fue una percepción equivocada del misionero croata, y explica el error de la siguiente manera:...Es verdad que en este mismo país, desde los 30 grados hasta los 32, las mujeres están mucho menos cubiertas y más indecentes que todas las demás de la península, porque sólo se cubren del modo siguiente. Pónense en la cintura un pequeño manojito de hilos o cordelillos delgados que sirve de faja. Contra éste afianzan y atan por delante mucha mayor porción de semejantes hilos, mas de suerte que queden espesos y aun casi amontonados, formando una madeja que apenas tendrá cuatro dedos de ancho, y retorciéndola un poco, la hacen pasar entre los muslos y toda junta la prenden por detrás contra la faja misma de la cintura, dejando dicha madeja algo tirante y bien arrimada al cuerpo. Así queda esta 372 373

Consag, op.cit., h. 17. Ibíd., h. 19.

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especie de braguero cubriendo precisamente los desagües de la naturaleza. En todo el tiempo de calor no tienen sobre su cuerpo más que lo dicho. Y quien no sabe que éste es el traje allí usado de las mujeres, fácilmente puede equivocarse y tenerlas por hombres. Yo estoy persuadido a que así se equivocó el padre Consag, creyendo que las que vio en dicho paraje iban aun sin esta tan corta defensa del pudor... ...Cualquier misionero, y cualquier otro sujeto amante de la honestidad, cuando llegaban a saludarle los californios gentiles, procuraba por una parte recibirlos con buena gracia, para aficionarlos y atraerlos a nuestra santa fe y, por otra, estar muy sobre sí, para mirarlos hacia el rostro solamente y no bajar por descuido la vista por no ver su desnudez. El modo de saludar en toda la California, especialmente los más montaraces, es ir llegando de uno en uno y sin decir palabra bajar un poco la cabeza sobre la cual pone el padre su mano y con esto se van retirando. Cuando acaban de saludar los hombres, entran las mujeres, siguiendo el mismo ceremonial. Si algún hombre hace el ademán de besar la mano, no la besa sino la huele, haciendo con las narices el ruido correspondiente: porque ellos en ninguna ocasión usan el ósculo. Cuando van saludando las mujeres, por más que el padre las mire solamente hacia el rostro, conoce luego que son mujeres, ya por el ruido que hacen sus carrizos si los tienen, o ya porque teniendo algún delantalillo de puros hilos, no puede dejar de conocerse, aunque en confuso, cuando van llegando, que algo tienen pendiente de la cintura. El padre Fernando Consag, acostumbrado a esto, cuando en el paraje de Visitación le saludaron tres o cuatro familias, iba diciendo a los hombres alguna palabra de agasajo. Llegaron después las mujeres y el padre les habló como a los hombres, creyendo que lo eran, hasta que los cristianos sus feligreses, que los llevaba consigo y los tenía al lado, le dijeron que éstas eran mujeres: con lo cual se persuadió que las de aquel país andaban del todo descubiertas. Así lo oí yo contar al mismo padre...Digo que esto no debe extrañarse porque este misionero era de un natural vergonzoso y en estas materias por extremo recatado...374. Aunque la explicación del padre Miguel del Barco es poco convincente, se menciona por contener agregados interesantes datos etnológicos en relación con los nativos de la costa noreste de la península con los que tuvo contacto el padre Consag en este viaje. Con buen trato y dándoles de comer, Consag logró que las mujeres y niños de la región se tranquilizaran, al convencerse que ningún mal se les causaría. El día 4 doblaron la punta alta de La Visitación, cuya ubicación puede inferirse de dos expresiones del misionero en el registro del día 2 de julio en su “Derrotero...” y que dice: ...En este seno [de La Visitación] da fin la ensenada que comienza desde la punta de San Luis Gonzaga...En este recodo termina la cordillera de islas que comprende esta ensenada..., lo que confirma la latitud dada anteriormente para San Estanislao y enseguida al norte La Visitación, ambas bahías casi frente a la isla de San Luis. La cordillera de islas que menciona Consag deben ser, de sur a norte, San Luis, Encantada, Lobos o Salvatierra, Miramar o El Muerto y posiblemente El Huerfanito (ver F 91, F 91 a, F 91 b y F 96). La expedición prosiguió a veces a remo, a veces a vela cuando el viento era favorable, tocando tierra ocasionalmente. A la altura de la sierra Santa Isabel, aproximadamente a los 30° 15´ N., ya muy cerca de lo que hoy es Puertecitos, varios soldados saltaron a tierra tratando de cazar algunos berrendos y borregos cimarrones que habían visto desde las canoas. Ya en tierra 374

Miguel del Barco, op.cit., pp. 199-200

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encontraron varios gentiles entre unos médanos, quienes les indicaron en dónde podían encontrar agua, y resultó que era en la playa, entre piedras cubiertas por la marea, y al retirarse el agua del mar sale el agua hirviente y con olor a azufre. El agua encontrada resultó inútil por su contenido azufroso, y en un sitio más adelante en la playa hallaron un pozo hondo con agua salobre. Ya para oscurecer encontraron a dos familias de gentiles con quienes difícilmente pudieron comunicarse, por la diferencia de la lengua que hablaban con el cochimí de más al sur, de lo cual ya se ha hablado anteriormente. En este lugar observó Consag que las mujeres cargaban a sus hijos de la siguiente forma: doblaban un varejón flexible hasta que uno de los extremos podía unirse un poco antes de la mitad con el mismo palo, quedando un óvalo amplio. Aquí unían una red formando una bolsa honda y allí ponían a sus niños, apoyando el tramo recto del varejón sobre su hombro. Para dar comodidad a su tierna carga, las mujeres colocaban hojas o zacate en la red, y así no se lastimaban sus pequeños hijos con los hilos torcidos de la red. La escasez de agua hacía cada día más crítica la situación de los navegantes, por lo que el día 6 de julio de 1746 se mandaron 15 hombres a explorar la costa en busca de un aguaje. Por su parte, Consag y algunos marineros encontraron por el cauce seco de un arroyo, a cierta distancia de la playa, un aguaje en el que pudieron cargar sus recipientes. Al anochecer regresaron

Eduardo Silvestre Ponce Trujillo

Eduardo Silvestre Ponce Trujillo

F 93 F 94

Berrendo macho a la izquierda, una hembra a la derecha. Animales como éstos abundaban en toda la península, y hoy sólo se encuentran en una zona protegida del Desierto de Vizcaíno. los exploradores, informando que habían encontrado agua potable a varios kilómetros, pero de mala calidad. El día 8 llegaron a un lugar abrigado llamado San Fermín, que debe coincidir con el actual Puertecitos o con la punta de aquel nombre que está un poco más al norte, a los 30° 24´ N.. Aquí una canoa se varó, y aunque al subir la marea pudo salir, buena parte de las provisiones se mojó, y para evitar que las demás se echaran a perder se tuvieron que acomodar en otra canoa. Afortunadamente para los viajeros, cerca encontraron agua de buena calidad.

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En su Derrotero del viaje, Consag dice: ...Día 9 [de julio de 1746]: Cuando ya estaba crecida la marea salimos como a las dos de la tarde, y no obstante para pasar el banco fue necesario que toda la gente se pasase a la proa. Después se sigue la ensenada de S. Felipe de Jesús, cuyas puntas corren sur norte. La del sur es de médanos altos de arena. La del norte acaba en unos cerros prietos. Por lograr el viento favorable que soplaba nos pasamos, dejando su registro para la vuelta...375. Esta descripción no corresponde a un lugar al que el misionero hubiera puesto nombre, pues como lo hizo en otros casos, lo hubiera mencionado diciendo que él había bautizado el lugar. Dicho lo anterior, no puede asegurarse como suelen hacerlo algunos autores, que haya sido Consag quien bautizó el paraje llamado San Felipe de Jesús, pues en este viaje de 1746 por el Golfo de California pareciera que ya el lugar era conocido con ese nombre. Por su parte, Barco tampoco dice en su obra que haya sido el misionero croata quien bautizó el referido puerto de San Felipe, lo que deja abierta la posibilidad de que haya sido Ugarte quien lo hizo en su viaje de 1721 en la balandra “El Triunfo de la Cruz”, de lo cual se habla en el capítulo que se dedica a este misionero. Consag hizo una descripción prolija del puerto, en donde había un aguaje al pie de un llano alto, pero con olor desagradable, seguramente por su contenido sulfuroso; aquí cabe aclarar que los aguajes de origen geotectónico como el señalado por Consag son frecuentes al noreste de la península. Hacia el interior también vieron borregos cimarrones, los cuales habían encontrado desde el paraje de La Visitación. La expedición siguió rumbo al norte, y después de franquear la punta septentrional de San Felipe, al salir el sol, pudieron todos ver la costa de Sonora376. Las principales observaciones que hicieron los expedicionarios en este trecho antes de llegar a las bocas del Colorado, fue la existencia en tierra de marismas costeras que se anegaban con el agua del mar, que no había aguaje alguno y que la sierra se levantaba a tres o cuatro leguas de la costa, lo que equivaldría aproximadamente de trece a dieciocho kilómetros; deben haberse encontrado a unos 31 grados 20 minutos de latitud, apenas al norte de Boca la Bolsa, y la sierra que vieron era la de San Felipe. El día diez, después de una navegación lenta por los vientos contrarios, y venciendo la oposición de una resaca violenta, los navegantes saltaron a tierra, pero no pudieron avanzar mucho debido a los pantanos rojizos que les cerraban el paso, por lo que reanudaron su viaje. Poco después volvieron a anclar, habiendo notado que al mojarse se les escaldaba la piel, molestia que persistió en casi todos hasta el final del viaje, aparte de que a estas alturas ya los síntomas del escorbuto se dejaban sentir en la mayoría de los marineros. El día 12 de julio de 1746, un temporal hizo que las cuatro canoas se separasen y que estuvieron a punto de hundirse, una fue arrastrada por el oleaje hacia los pantanos costeros, y para no atascarse en ellos o hundirse en mar abierto, los marineros decidieron fondear la canoa en donde creyeron más seguro. Esa tarde, al calmarse el oleaje salieron mar afuera en la canoa, ésta fue arrastrada hacia la costa de Sonora, allá tocaron tierra y pudieron secar su ropa y las provisiones. En otra de las canoas los marineros tuvieron que tirar buena parte de su carga para no zozobrar y 375

Consag, op.cit., hoja 22 La redacción de su “Derrotero...” que hace Consag es frecuentemente confusa, ejemplo de lo cual es lo registrado el día 9, (Consag, op.cit., 22-23) pues por una parte afirma que a la altura de San Felipe de Jesús ...por lograr el viento favorable que soplaba nos pasamos , dejando su registro para la vuelta como se hizo.., y más adelante expresa: ....tiene agua al pie de un llano alto muy abundante, pero con tufo desapacible...algunos días hicimos en este aguaje mansión cuando volvíamos..., lo que hace pensar que los datos de su registro para ese día 9 incluyen hechos del viaje de ida y del de regreso. 376

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poder sacar el agua que se metía por todas partes. Las otras dos embarcaciones tuvieron más suerte y encontraron una playa en la que se abrigaron, fuera del peligro de los pantanos. El día 13 por la mañana, después de navegar casi toda la noche, los de la canoa grande en la que iba el padre arribaron a la ensenada de San Buenaventura apenas al norte de San Felipe, aproximadamente a los 31° 7´ de latitud, poco antes de iniciarse la zona de marismas y pantanos377. En este lugar vararon la canoa, mientras que las otras permanecían aún sin verse, y se tendió la carga en tierra para que se secara. Tal parece que el misionero explorador permaneció allí en San Buenaventura hasta el regreso de los demás marineros, aunque no lo manifiesta explícitamente. Después de restablecida la normalidad hasta donde era posible, el día 14 salieron algunos hombres a explorar los contornos, y al respecto dice Consag que se halló mucha huella de gente y caballada378, siendo esto último algo que se presta a la formulación de alguna hipótesis explicativa o a la duda sobre la veracidad de lo dicho, ya que resulta bastante extraña la presencia de bestias caballares en la zona. A pesar de que anduvieron día y medio buscando agua potable en los alrededores de San Buenaventura, no la encontraron. Ese día llegó una de las canoas chicas y se supo que todos los demás marineros estaban a salvo, se encontraban prácticamente frente a las bocas del río Colorado, en cuyo desemboque obtuvieron agua potable aprovechando las derramas del río. Después la pequeña embarcación regresó al desemboque del río, cerca de la primera isla379, que debe haber sido la conocida hoy como Montague380.

1 San Buenaventura. 2 Primera Boca del Río Colorado. 3 Isla Montague. 4 Golfo de Santa Clara.

F 95 Bocas del Río Colorado. 1 San Buenaventura. 2 Boca del Colorado La Baja. 3 Isla Montague. 4 Isla Pelícano.

El día 18 de julio de 1746, los marineros contemplaron la isla de Montague, y navegaron por la entrada del río381, contra su corriente, y al desembarcar en la isla estuvieron a punto de morir ahogados, pues se vieron acometidos prácticamente por dos corrientes, la del río muy impetuosa que bañaba la isla principalmente por su lado oriental, y la del mar, también muy fuerte. Los marineros pudieron con trabajo abordar nuevamente las canoas y tuvieron que buscar abrigo en la costa de California, habiendo tenido que lamentar sólo que la ropa se hubiera mojado. El 19 intentaron nuevamente a fuerza de remo navegar río arriba, pero la fuerte corriente limitó mucho su avance, una de las canoas fue desviada por las aguas, y acabó varándose en la isla Pelícano, 377

En el mapa de Consag y en su Derrotero el lugar se sitúa equivocadamente a los 32 grados, error por exceso de casi un grado, lo que fue frecuente en casi todas las exploraciones de la época. 378 Consag, op.cit., h. 25. 379 Consag, op.cit., h. 25. 380 Montague y Gore forman actualmente una sola isla, debido a que la escasa corriente del río en su desembocadura no la divide en dos, como antes sucedía sobre todo en años lluviosos. 381 El río Colorado actualmente sólo alcanza a desembocar en el Golfo de California en los años muy lluviosos.

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que da al lado sonorense. Cabe aclarar que obviamente, Consag no le llama isla Pelícano, sino ...una isla de las tres que nuestra gente descubrió en esta ocasión...382 Debe señalarse que hasta principios del siglo veinte, cuando todavía no se usaban sus aguas para abastecer poblaciones y siembras del sur de California y norte del estado de Baja California, el río Colorado tenía múltiples desemboques que describe el renombrado ecologista Aldo Leopold de la siguiente forma: Sobre el mapa, la Delta estaba dividida en dos por el río, pero de hecho el río no estaba en ninguna parte y estaba en todas partes, porque no podía decidir cuál de cien verdes lagunas ofrecía la más placentera y rápida ruta al Golfo383. Habría que agregar que las islas que conocieron los marineros de la expedición eran planas y extensas superficies de arena, lodo y conchas marinas que apenas se levantaban unos metros sobre el nivel del mar, y que al igual que lo sucedido en muchos kilómetros cuadrados a la redonda eran frecuentemente invadidas por las aguas del mar y del propio río. Precisamente una importante observación que se hizo en esta región, fue que del lado de California, por ser tierra muy baja, con las avenidas del río se inundaba la tierra hasta el pie de las montañas, quedando basuras y materiales diversos que arrastraban las aguas; y notó que había unas pequeñas áreas que los naturales dedicaban al cultivo de un grano semejante al trigo pero tan menudo como el anís.384 Esta afirmación de Consag es importante porque se trata de la única referencia hecha por un misionero, en el sentido de que los antiguos californios al sur de la delta del Colorado utilizaban su tierra húmeda para obtener un grano comestible, aunque entre los yumas que vivían en la confluencia del Gila y el Colorado el cultivo de maíz, melones y calabazas era una práctica común. La descripción hecha por el religioso hace pensar que una partida de exploradores bien pudo adentrarse hacia el oeste y conocer la semilla que menciona. Cuando el día 20 la marea subió las canoas varadas volvieron a flotar, pero la violencia de las aguas hicieron que la que regresaba de la costa sonorense naufragara, y a punto estuvieron sus tripulantes de perder la vida, de no haber sido porque las otras embarcaciones acudieron en su auxilio, aunque las provisiones que se llevaban en aquella se perdieron totalmente, excepto dos barriles con agua que quedaron en una playa385 y se rescataron al siguiente día. Los pedazos de madera que quedaron de la canoa perdida fueron quemados para obtener y conservar los clavos, que mucho podrían necesitarse. Obligados a permanecer en tierra por un mal tiempo que se avecinaba, el día 22 los hombres se dedicaron a explorar los alrededores, habiendo encontrado a distancia de unos 20 kilómetros sauces y carrizos, lo que debe haber sido muy cerca de las orillas del río, el cual, según la correcta observación que hicieron, traía su curso cercano a la sierra que está al lado de California. Los días 23 y 24 intentaron otra vez remontar la corriente en sus canoas, pero siempre la fuerza del río los obligó a volver al punto del que habían partido. Fue en estas condiciones que el 25 de julio de 1746, los expedicionarios optaron por el regreso, aunque en su narración, el 382

Consag, op.cit., h. 25. Leopold, Aldo. “A Sand County Almanac”, 1922. 384 Consag, Op. cit., hoja 25. 385 Consag afirma en su Derrotero que los barriles de agua los encontraron en el continente, lo que obliga a pensar que debe haber sido muy cerca del actual Golfo de Santa Clara. 383

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misionero menciona que se detendrían en diversos lugares en los que era necesario hacer alguna exploración. En su relato, Consag no fue preciso en algunos de los hechos sucedidos en el viaje, sobre todo al final de la exploración, y el mismo Barco dice en la página 368 de su obra:...Es preciso confesar que el padre Consag se explicó con poca claridad en la conclusión de su derrotero y relación de este viaje. Y por haberme yo hallado en aquel tiempo de misionero en la California, y haber tenido comodidad de informarme de todo lo que pasó por los mismos que hicieron el viaje luego que volvieron de él...; y efectivamente, aunque en el derrotero no se diga explícitamente, hay datos que parecen indicar que el misionero no acompañó a sus hombres en los intentos que hicieron en las maltrechas canoas por remontar la corriente del Colorado, como cuando en su registro del día 18 de julio, Consag dice: ...se halló la gente en la isla, y a un mismo tiempo se vio cogida de dos corrientes impetuosas de agua..., en lugar de decir ...nos vimos cogidos de dos corrientes..., y en las anotaciones correspondientes al día 25 de julio de 1746 señala ... Concluida la expedición del registro del Seno o Mar de Californias hasta su último término, se dirigieron las proas..., en lugar de usar la primera personas y decir ...dirigimos las proas... Por otra parte, en ningún lugar de la narración señala que haya salido él hacia el norte desde San Buenaventura, lo que posiblemente hizo suponer a Barco, tal vez con razón, que en ese lugar, a unos 60 kilómetros o algo más de las bocas del Colorado, esperó el regreso de las canoas que se encontraban en el norte, intentando una y otra vez navegar río arriba. En su registro del día 25 de julio de 1746, Consag anotó que en el regreso, 15 hombres lo hicieron por tierra, lo que debe interpretarse que llegaron hasta San Buenaventura, en donde se había quedado el misionero (leer recuadro más adelante). Sobre esto, Barco dice en su obra: ...Trece indios californios386, de los que habían ido en las canoas, (acaso cansados de tanta detención en el río, o por no volver tanta gente en las dos canoas que quedaban después de la pérdida de la tercera ), sabiendo que el padre Fernando estaba en San Buenaventura, determinaron caminar allá por tierra, dejando las canoas en el río con la demás gente de ellas, no dudando que, caminando desde allí por la orilla del mar, de la parte de la California, llegarían a San Buenaventura sin haber mar ni otra cosa que les embarazase el paso, como los que navegando por los pantanos, hasta el remate del golfo, habían visto que su tierra se continuaba sin interrupción alguna hasta el mismo río. Así lo ejecutaron poniéndose en camino sin más prevención que dos o tres botas de agua387. Desde ahora debe señalarse que Barco tenía a su cargo la misión de San Javier, por lo que según se verá más adelante, fue un testigo privilegiado de los acontecimientos que se narran por haberse encontrado muy cerca de ellos y haber tenido la oportunidad de hablar con algunos de los hombres que hicieron el viaje.

386 387

En el derrotero de Consag dice que fueron 15 hombres. Consag, op.cit., hoja 26. Barco, “Historia natural …”, op.cit. p. 369.

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F 96 Mapa elaborado por el padre Fernando Consag, publicado en la edición que se hizo en Madrid de la “Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente”, Madrid, 1757. Como ejemplo del error por exceso en la latitud, nótese el caso de San Luis Gonzaga que aparece aquí a los 31º N, y que debería ser 29º 47´N.; y el de San Felipe, situado aquí por Consag a los 32º N y debe ser a los 31. La narración del padre Miguel del Barco deja claro, si no se tiene duda en la veracidad de sus palabras, que Fernando Consag no llegó personalmente hasta las bocas del Colorado, y que esperó en San Buenaventura el regreso de los expedicionarios procedentes de su desembocadura, 215


unos cuantos por tierra y los demás en las canoas388. Posiblemente los indios fueron mandados por tierra hasta San Buenaventura para no sobrecargar las dos canoas que quedaban, y los españoles navegaron en ellas. Pero más importante que lo anterior, la caminata por tierra de tantos marineros desde la desembocadura del río hasta San Buenaventura sin haber encontrado ningún estrecho marino, además de que se había visto la continuidad de la costa desde las bocas de la corriente hasta la Pimería, y navegado a ella, eran la conclusión inequívoca de que no existía comunicación del Golfo de California con el Océano Pacífico o Mar del Sur, y menos aún con el Océano Atlántico. California era una península y el Estrecho de Anián no existía; esta vez las numerosas pruebas eran concluyentes A pesar de todo lo dicho, y aunque el informe detallado y los mapas correspondientes hechos por el misionero croata llegaron a Madrid, personas importantes de la corte todavía intentaron por un tiempo desacreditar su valor científico, como lo hizo el distinguido marino Juan de Ulloa, pero finalmente se aceptó universalmente lo que tantos exploradores habían afirmado. El diario de la expedición lleva por título "Derrotero del viage (sic), que en descubrimiento de la Costa Oriental de Californias, hasta el Río Colorado, en donde se acabó su Estrecho, hizo el Padre Fernando Consag, de la Compañía de Jesús, Misionero de Californias, por orden del Padre Christóbal de Escobar y Llamas, Provincial de Nueva España de la Compañía de Jesús. Año de 1746". Para ilustrar lo dicho anteriormente, se transcribe parte de una carta que el padre Jacobo Sedelmair, misionero en La Pimería, envió en 1747 a su rector José de Echeverría: El Padre Fernando. (Konschak) nos suministró la información deseada que California es una península. Si bien el Padre Eusebio Francisco Kino vio y constantemente afirmaba lo mismo, porque el Padre Agustín de Campos le contradecía, la cosa quedó en duda, lo que ahora está solucionado389. PARTE DE LA NARRACIÓN QUE HACE MIGUEL DEL BARCO DEL VIAJE DE CONSAG A LAS BOCAS DEL COLORADO: En la expedición por mar del padre Consag al río Colorado en 1746, tuvo que devolverse a San Buenaventura desde muy cerca de la desembocadura a causa de una tormenta, pero algunos hombres que iban en otras canoas no pudieron acompañarlo y prefirieron esperar algún tiempo. Después algunos indios de la expedición se devolvieron a pie, y tras ellos dos soldados, habiendo éstos estado a punto de perecer de sed. Del Barco narra esta parte del derrotero registrado por Consag, que se transcribe en parte con objeto de que el lector tenga una idea más clara de lo ocurrido en aquella extraordinaria aventura llena de penalidades y riesgos. …Y por haberme yo hallado en aquel tiempo de misionero en la California, y por haber tenido comodidad de informarme de todo lo que pasó por los mismos que hicieron el viaje, luego que volvieron de él, porque no se pierda esta memoria, diré lo siguiente…390 …Es preciso confesar que el padre Consag se explicó con poca claridad en la conclusión de su derrotero y relación de este viaje. Y por haberme yo hallado en aquel tiempo de misionero en la 388

Barco y otros historiadores piensan que los hombres que se vinieron por tierra a San Buenaventura lo hicieron debido a que era peligroso sobrecargar las dos canoas que quedaban en operación con toda la gente del bote que había naufragado. 389 Documentos para la Historia de México, series III, tomo 1, pp. 481. 390 Barco, op.cit., p. 368.

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California, y haber tenido comodidad de informarme de todo lo que pasó por los mismos que hicieron el viaje, luego que volvieron de él; porque no se pierda esta memoria, diré lo siguiente en confirmación y explicación de lo que requiere el citado derrotero. Con el recio temporal, que el día 12 de julio padecieron hacia el fin de los pantanos [se refiere a la zona pantanosa de llanuras de lodo y de salinas que hay pegada a la costa al norte de San Felipe, quizá desde los 31º 15´ hasta las bocas del gran río], se separaron las canoas. La mayor, en que iba el padre Fernando Consag, después del trabajo y peligro grande de naufragar en que estuvo, como se refiere en el derrotero, aplacado el mar, salió del pantano mar afuera, y así se halló más cerca de la costa de la otra banda que de la California y, no obstante, determinaron volver a ésta; porque siendo necesario sacar a tierra a orear la ropa y bastimentos mojados en la tormenta (por no tener cubiertas las canoas), se juzgó por más segura la de la California, por ser tierra más conocida, así para el caso de alguna incursión de los bárbaros, como para cualquier otro acontecimiento. Así lo hicieron y, declinando los pantanos, llegaron la mañana del día trece a San Buenaventura en treinta y dos grados de latitud, paraje al norte de San Felipe de Jesús y a no mucha distancia de él. Allí sacaron a tierra la carga, la tendieron para que se secara, y vararon la canoa. Alguna gente de ella salió a registrar la tierra y buscar aguajes que no pudieron hallar sin embargo de haber gastado casi día y medio en su busca. Mas, en fin, el día catorce se halló agua bebediza, derrame del río Colorado. Este día llegó la canoa menor a este paraje, la cual, viendo que no parecía la mayor en que iba el padre, determinó el salir a buscarla y la halló con mucho consuelo de una y otra gente. La que iba en ésta dio noticia al padre y a los demás que las otras dos canoas, aunque mojada la gente y la carga el día del temporal, tuvieron la buena suerte, después de montada la punta del pantano, de hallar una orilla en qué abrigarse en el mismo desemboque del río Colorado. Y habiendo ayudado el quince y el dieciséis a los de la canoa mayor en la faena de hacer aguada, se restituyó en diecisiete el paraje donde estaban las otras cerca de la primera isla del citado río. Por este medio supieron los que allí estaban que la canoa mayor con el padre, y toda su gente, quedaban salvos en San Buenaventura, con lo cual salieron del cuidado en que estaban por esta causa. Estas canoas, luego que llegaron al desemboque y el tiempo les dio lugar, sacaron a tierra su carga y ropa para secarla. Entretanto salieron algunos el día catorce a registrar aquellos contornos, y hallaron mucha huella de gente y de caballadas. En los días siguientes, hasta el veinticuatro, permanecieron en el río haciendo los esfuerzos que pudieron para subir con las canoas río arriba, mas su rápida corriente con que descarga en el golfo, no les permitió subir mucho. En fin, en estos días descubrieron las tres islas, que están en la caja del río y sucedió lo demás que refiere el derrotero. Trece indios californios, de los que habían ido en las canoas (acaso cansados de tanta detención en el río, o por no volver tanta gente en las dos canoas que quedaban después de la pérdida de la tercera), sabiendo que el padre Fernando estaba en San Buenaventura, determinaron caminar allá por tierra, dejando la canoa en el río con la demás gente de ellas, no dudando que, caminando desde allí por la orilla del mar, de la parte de la California, llegarían a San Buenaventura sin haber mar, ni otra cosa que les embarazase el paso, como los que navegando por los pantanos, hasta el remate del golfo, habían visto que su tierra se continuaba sin interrupción alguna hasta el mismo río. Así lo ejecutaron poniéndose en camino sin más prevención que dos o tres botas de agua. Poco después, siguió este ejemplo un soldado llamado 217


Felipe Romero, tan confiado de que el viaje sería breve que ni aun llevó consigo un poco de agua para apagar la sed, de que tuvo bien que arrepentirse, porque el camino era realmente mucho más largo de lo que él se había imaginado, y caminando por aquellos dilatados arenales en seguimiento de los indios que habían salido primero, y que no pudo alcanzar, comenzó a ser fatigado de la sed, la que por instantes se iba aumentando con el calor y la fatiga del camino. Llegó a tanto que le pareció ya desfallecer, que le era imposible el proseguir y necesario morir allí. Con este pensamiento escarbó un poco la arena y se acostó en aquel pequeño hoyo para que le sirviera de cama y de sepultura. Mejor lo ordenó la Divina Providencia, disponiendo, para su remedio, que a otro soldado, de los que quedaban en el río, llamado N. Melgarejo (extremeño de Badajoz o sus cercanías), se le antojase también él volverse a pie hasta San Buenaventura por el mismo rumbo que tomaron los que habían salido primero. Y sin prevención alguna comenzó a caminar siguiendo las pisadas de aquéllos. Después de mucho caminar con no pequeña fatiga, llegó al sitio donde estaba Romero y viéndole tendido con visos de enfermo o de moribundo, le preguntó. ¿qué hacía allí?, ¿qué le había sucedido? Respondió Romero que, por la intolerable sed que padecía, y por el cansancio, no pudiendo pasar adelante, se quedó a morir allí. Oyendo esto Melgarejo, comenzó a exhortarle con cuantas razones pudo que se animase a proseguir en su compañía lo restante del camino. No tuvo agua ni otra cosa con que socorrer al descaecido, pero sus ruegos y razones fueron bastantes para que se alentase a caminar, y en fin llegaron los dos al término deseado en donde pudieron resucitarse y recobrar las fuerzas perdidas. Antes que éstos, habían llegado los indios que salieron primero del Colorado, y unos y otros dieron razón al padre Consag y a sus compañeros, de sus trabajos, del curso que trae el río en las cercanías de su desemboque, de la situación del estero arqueado que está casi al fin del seno, ya allí estrecho, y en las inmediaciones del mismo desemboque, y que este estero, en figura de arco, deja con su curvatura formada una isla, que está enfrente de la curva de los pantanos. El día veinticinco del mismo julio llegaron después, según se refiere en el diario o derrotero, a San Buenaventura las canoas con la gente que había quedado en el río, y confirmaron lo que habían dicho los que venían por tierra, añadiendo lo que les sucedió después, según se refiere en el diario o derrotero391.

En carta fechada en San Ignacio el 31 de octubre de 1746, Consag informó al visitador general Antonio Balthasar (o Baltazar) los resultados de la expedición, que debió ser considerada un éxito, poco después el visitador dispondría que Consag llevara a cabo una segunda salida al norte de la península, cuyo objetivo general sería completar la civilización y conversión de toda la California, así como extender los dominios de la corona española al septentrión de la península. El padre Sebastián Sistiaga acompañaba en su labor evangelizadora a Consag, pero al tener que irse en 1747 a la ciudad de México en sus funciones de Visitador de la California, dejó al religioso croata-húngaro como responsable de San Ignacio, y además convirtiendo a los gentiles en lo que sería después la misión de Santa Gertrudis la Magna. Por esta razón, puede decirse que el padre Consag fue misionero por varios años en un lugar en el que no había una verdadera misión, al norte de San Ignacio, apenas entrando en lo que hoy es el estado de Baja California, pero en el cual llevó a cabo una importante obra evangelizadora con los gentiles de las rancherías 391

Barco, op.cit., p. 370.

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cercanas. Y es que desde años antes, ya tenía bautizados en este lugar a varios centenares de indígenas que formarían el primer núcleo de gentiles conversos, en lo que sería con el tiempo Santa Gertrudis la Magna, apenas al norte de los 28 grados. Consag fue nombrado en 1748 visitador de las misiones de California, lo que aumentó su trabajo de por sí intenso. Afortunadamente para él, en 1751 llegó a California el padre Jorge Retz, designado por sus superiores para que acompañara por un tiempo a Consag en tanto aprendía la lengua cochimí, después de lo cual pasaría a fundar la misión que se plantaría al norte, y que según Barco llevaría originalmente el nombre de Los Dolores del Norte, y no el de Santa Gertrudis, como después se conoció.

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F 97

Gracias a la presencia del padre Retz en San Ignacio, en mayo de 1751 Consag pudo salir con un nutrido contingente en otra expedición a la región del norte de la península, esta vez por el oeste de la sierra. En realidad, el padre provincial Baltasar había transmitido la orden

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Paisajes de Santa Gertrudis. Arriba, camino poco antes de llegar a la misión, y abajo a la izquierda, lugar muy cercano a donde se encuentra actualmente la misión. Nótese lo desértico del lugar.

desde la conclusión de su viaje por mar en 1746, pero tanto las enfermedades entre los indios como la falta de suficiente equipo y provisiones lo demoraron. Finalmente, el grupo expedicionario se integró con el nuevo capitán don Fernando Javier de Rivera y Moncada y 5 soldados del presidio, así como 100 indios a pie, casi todos de la región de San Ignacio. El gran número de personas en la expedición obedecía a que, al igual que otros misioneros exploradores de su tiempo, y por las experiencias tenidas con grupos de gentiles en su viaje de 1746, Consag sabía que cualquier intento de ataque o rechazo a los expedicionarios en las rancherías que encontraran a su paso se desanimaría al ver un número considerable de hombres; además de que sería necesario arreglar el terreno en muchos lugares para el paso de las bestias, lo que requería del trabajo de mucha gente.

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Terminados todos los preparativos, sobre todo el acopio de provisiones, ganado y bestias de carga, la tarde del 22 de mayo de 1751 la expedición salió de La Piedad, en territorio que después sería de la misión de Santa Gertrudis, en busca de un lugar propicio para misión encomendándose todos a la virgen de Loreto392. Aquí vale la pena repetir lo que dice textualmente Zevallos, para relacionarlo con la idea de Barco y otros historiadores que señalan como nombre de la misión planeada para ese lugar como Dolores del Norte, y que después fue Santa Gertrudis :...Era llamada entonces La Piedad, pero actualmente es una misión separada teniendo el nombre de Santa Gertrudis...393. La Piedad estaba en un paraje desértico del centro de la península (ver F 97 y F 99 98), y al llegar comprobaron que el pequeño arroyo del lugar había desaparecido dado que, según relato de los nativos, una fuerte avenida causada por las lluvias había cegado sus fuentes, aunque quedaba un aguaje con agua todo el año. La expedición continuó ahora su viaje por la vertiente occidental de la sierra, seca y estéril en su mayor parte, por el oeste de lo que hoy es Calmallí Viejo394, poco después se acercó a la costa del Pacífico, padeciendo frío por las noches, y aunque siempre encontró gente hospitalaria y amigable gracias al conocimiento directo o indirecto que los gentiles tenían de Consag, la marcha era lenta por las dificultades del terreno y la poca visibilidad debida a la constante neblina. Es difícil Cirio precisar si el misionero explorador realmente llegó a la costa del Pacífico en esta parte de su viaje, y cuál fue el punto que Cirio tocó, pero al mencionar Consag que de allí siguieron al río Paraíso, lo que se detalla más adelante, lo más probable es que si realmente lo hizo, se trate de un paraje al suroeste de San Borja y al noreste de lo que hoy es Guerrero Negro, pues el lecho del río mencionado termina a unos 38 kilómetros al norte de esta ciudad. Sin embargo, tomando en cuenta que en toda esa área la zona es completamente desértica, resulta poco creíble que haya llegado al mar, cuando menos en esta latitud (ver mapa en F 91). Por este tiempo, los viajeros se dieron cuenta que en lo adelante posiblemente los nativos no serían tan apacibles como hasta ahora, pues encontraron por el sendero una rama de pitahayo atravesada con flechas, lo que era una advertencia clara para los expedicionarios que no serían bien recibidos. Sin embargo, cuando los guerreros gentiles que fueron apareciendo por la ruta vieron el gran número de hombres y bestias de la comitiva, huyeron por el monte sin causar mayores problemas. De este lugar cercano a la costa la expedición se dirigió al noreste, tierra adentro, hasta llegar al arroyo llamado Paraíso, que desciende de la sierra La Libertad hacia el suroeste. Los expedicionarios habían sabido de esta corriente por los nativos que encontraron, quienes les informaron que llevaba buena cantidad de agua, por lo que Consag se dirigió al lugar que, según

392

Zevallos, Francisco. “The Apostolic Life …”. Op.cit., p. 62. Ibíd., p. 62. 394 La Mesa de Calmallí Viejo se encuentra a los 28° 14´ N y a los 113° 20´ W. 393

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Barco se encontraba a un poco menos de 30 grados de latitud395, aunque tomando en cuenta el error por exceso acostumbrado en la medición geográfica de la época, y de acuerdo al mapa elaborado por el misionero, el sitio quedaría aproximadamente a unos 28° 30´ de latitud norte, que corresponde a la parte alta del arroyo, a unos 20 kilómetros al sur de lo que después fue la misión de San Borja. El nombre de la corriente se la pusieron los españoles de la expedición quizá en forma irónica, debido a los grandes halagos que hacían de ella los indígenas. Sin embargo, cuando los viajeros llegaron al famoso arroyo encontraron sólo una modesta corriente, con algo de tule y cerca de allí una especie de palmeras que producían un fruto parecido a los dátiles, aunque de menor calidad. En este lugar, los nativos que encontraron eran pacíficos, y pidieron al padre que mandara la caballada a pastear más cerca de su ranchería para que sus familias conocieran las hermosas bestias. Del arroyo Paraíso siguieron hacia el noreste hasta el lugar que hoy se conoce como El Marmolito, a los 28° 32´ de L.N. y 113° 55´de L.O., distante unos 20 kilómetros, en donde el misionero mencionó el hallazgo de lo que llamó “mármol blanco transparente”. En esta expedición Consag vio en la región arriba de los 28° 30´, hasta el área de lo que después fue San Borja, unas plantas que bautizó con el nombre de cirios, dada la forma cilíndrica y elevada que tienen (F 99). Actualmente, los soberbios vegetales que los cochimíes llamaban milapa se encuentran en una zona protegida llamada Valle de los Cirios que se extiende hasta los 30 grados de latitud norte, en varias partes de la región central de la península396. En una ocasión, la poca visibilidad y lo difícil del terreno hicieron que la expedición se entrampara en un lugar de la sierra del cual parecía no haber salida y al que habían llegado abriendo camino para las bestias, algunas de las cuales rodaron al abismo. Se encontraban en el fondo de una barranca rodeada de pendientes graníticas por las que no se podía ascender, y aunque había agua y pasto, no podían permanecer allí por mucho tiempo. El capitán Fernando Javier de Rivera y Moncada fue enviado a explorar los alrededores en busca de una salida pero no la encontró; finalmente, gracias a la orientación que les dieron algunos nativos, dirigiéndose primero al suroeste y luego al norte, aunque venciendo muy difíciles obstáculos pudieron por fin salir del profundo paraje y el 8 de junio de 1751 llegaron a la costa del Pacífico después de 18 días de viaje. En la costa, algunos hombres de la expedición encontraron el cadáver de un niño casi devorado por los animales del monte y descubrieron a dos niñas de tres o cuatro años escondidas en un hoyo, las cuales una vez rescatadas y reconfortadas fueron entregadas en el campamento a la esposa del guía indígena que habían conseguido los españoles para que las cuidara. Otro hecho registrado por el misionero un día después de arribar a la playa, fue un fuerte sismo que causó el temor de todos397. Ya en esta parte del viaje, los expedicionarios enfrentaron serios problemas para poder seguir su marcha. Por una parte, los nativos huían al ver la comitiva, y era difícil conseguir algún guía para que los orientara a fin de dirigirse con seguridad al aguaje más próximo; sin tener la seguridad de localizar agua era muy arriesgado continuar. Pero algo que también preocupaba al misionero era la salud de los hombres, varios de los cuales se quejaban 395

Barco, op.cit., p. 275. Estas plantas sólo existen en Baja California y en pequeñas áreas de Sonora. 397 Peter Masten Dunne. “Black Robes in Lower California”, p. 327. 396

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de diversas dolencias y enfermedades, sin contar que las bestias mostraban gran cansancio y desnutrición, así como mataduras que les hacía difícil la marcha. Finalmente, adelantándose algunas leguas las avanzadas de la expedición se aproximaron a una ranchería llamada Kadazyiac, aparentemente situada muy cerca de la costa occidental de la península a los 29° 47´ según la observación que hicieron; habían encontrado en el camino una pitahaya atravesada por una flecha rota, lo que entre aquellos gentiles significaba rechazo a los intrusos. El capitán Rivera se adelantó y llegó con toda precaución hasta la aldea, pero sus hombres habían huido y sólo se encontraban algunas mujeres, niños y viejos que intentaron escapar. El oficial los trató bien y pudo llevarlos a su campamento, a donde arribaron dos días después el padre Consag con el grueso de la expedición. En este paraje encontraron los españoles algunos objetos que deben haber sido usados por los doctores o hechiceros de los gentiles, que consistían en algo así como muñecos hechos con zacate seco amarrado alrededor de un palo, pequeños palitos como las orejas y una tabla plana de unos 15 centímetros de largo como los hombros. La cabeza era una especie de gorra bien tejida con plumas negras que parecía una peluca, de la cual en algunas colgaban cabellos torcidos y con nudos, también encontraron lo que parecía un cuervo en miniatura o muñequitos toscos como los que usan los niños. Relató el padre que en esta región, los caciques de las rancherías y casi todos los hombres tienen cada uno su ídolo personal398. Los guerreros jóvenes usaban a manera de corona un adorno hecho de plumas, y otros adornos eran hilos que pasaban por una serie de conchas pequeñas. El día 15 de junio se presentó un indio que llevaba un arco pintado de blanco y negro, llevaba en una mano varias flechas y en la otra una rama espinosa, su rostro pintado de rojo, y en su cabeza un adorno de plumas, en su pecho llevaba gotas de sangre, y cuando un soldado se le aproximó rindió sus armas. Expresó a los españoles que estaba disgustado porque no se le había informado sobre su llegada, e invitó al padre a su ranchería. El misionero tuvo que rehusar debido a las enfermedades que padecían algunos de sus hombres, pero intercambió algunos regalos con aquel jefe, e invitó a su gente a que los visitaran en el real. Según parece, desde este lugar haciendo un gran esfuerzo, todavía viajaron por dos días más hasta la ranchería de Kalvalaga que los gentiles habían abandonado, la cual debe haberse encontrado supuestamente ya muy cerca del poblado que hoy es El Rosario, más o menos a la mitad de la bahía de ese nombre, en donde se acamparon a unos 9 kilómetros de la costa. Sin embargo, ya era muy complicado seguir viajando, por lo que en la tarde del 17 de junio de 1751, después de recoger de las rocas costeras bañadas por el oleaje conchas de moluscos que pudieron ser choros o mejillones y abulones como provisión para el viaje, iniciaron el regreso siguiendo una ruta paralela a la costa. Veinte hombres que estaban enfermos fueron enviados delante por una ruta más corta, mientras que el padre y el resto de la gente siguieron por un tiempo una ruta cercana a la costa, registraron los datos que consideraron importantes, luego doblaron hacia el sureste y cruzaron los pasos de la sierra que les permitiría seguir hacia la misión de San Ignacio. En este viaje de regreso, antes de subir hacia la sierra, los viajeros contemplaron lo que es Isla de Cedros y 398

“Black Robes…”, opo.cit., p. 328.

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encontraron restos de naufragios en la playa quizá cerca de la Bahía de Sebastián Vizcaíno. Ya en la sierra, Consag y sus acompañantes conocieron a unos indios que usaban una especie de bumerang que, lanzado cerca del suelo, era capaz de quebrar las patas de liebres y conejos con que se alimentaban. Debe mencionarse que el bumerang de no retorno que se menciona era un arma usada aparentemente por todos los cochimíes, incluyendo los que vivían en el extremo norte de la península y aun los kumiay de la Alta California. Finalmente, después de mes y medio de haber salido, el 8 de julio llegaron a la ranchería La Piedad, y por último a San Ignacio. A la izquierda, dibujo de el bumerang de no retorno usado hasta hace unas décadas por los indígenas de “La Huerta”. A la derecha, el Capitán Adolfo

F 101

F 100

Ruiz se prepara para lanzar su bumerang. Tomado de Nonreturn Boomerangs in Baja California. Henry C. Koerper, Bruce Pinkston, y Michael Wilken, publicado en PCAS Quarterly, 34(3), Summer 1998. A la izquierda, en el poblado La Huerta, F 102 municipio de Ensenada, Adolfo Ruiz muestra cómo lanzaban sus antepasados el bumerang de no retorno. A la derecha, Eugenio Aldama con su bumerang, el cual se encuentra en el museo de la misión San Juan Capistrano, California.

F 103

P.C.A.S. Quarterly, 34(3), Summer 1998.

Es muy difícil establecer con certeza hasta dónde llegó la expedición, por las siguientes razones: -La inexactitud de que se ha hablado en la medición de las latitudes, muy frecuente en los mapas españoles hechos antes de 1769, dificulta la ubicación real de los parajes que se citan en el diario del viaje399, agravado todo por las nieblas constantes que durante la exploración impedían precisar la altura del sol o las estrellas.

399

Ver “The High Latitudes of Early Spanish Maps”, R. L. Ives, Kiva, Vol. 41, No. 2, Winter 1975, pp. 161-184.

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-Sí puede asegurarse que la expedición de Consag llegó cuando menos a los 29° de latitud, hasta lo que hoy es Bahía Blanca. En el mapa de 1746, cuando el misionero exploró el golfo, los 30° que se marcan corresponden a Bahía de los Ángeles por la costa oriental, que en la realidad está a los 29 grados, y por el Pacífico a Bahía Blanca, cerca de Punta Cono. -Cuando Wenceslao Link llevó a cabo su famosa expedición en 1766 intentando llegar por tierra a las bocas del río Colorado, escribió un diario en el cual los registros correspondientes a los días 24 y 26 dicen: ...El 24 seguimos por una hora y media para poder llegar a Keda, un arroyo bien conocido por sus abundantes praderas y pozas de agua...Aquí permanecimos 24 horas para que nuestras mulas se reforzaran ...Este punto marca el último límite de la exploración del padre Fernando Consag, de p.m. [piae memoriae]. Fue de este punto de donde se regresó y viajó hacia el sur por la costa del Pacífico400....La tarde del 26 llegamos a un “lago” que se extiende por varias leguas...Por ahora no queda una gota [de agua]. Algunos de nuestros soldados de Nueva Galicia decidieron llamar a esta Zona Chapala...401. Si Link llegó a un punto que los gentiles llamaban Keda el día 24 de febrero de 1766, y avanzando hacia el norte el día 26 al paraje conocido todavía hoy como Chapala, cuya descripción hace el misionero sin dejar lugar a duda de que se trata del lugar conocido actualmente con ese nombre, a los 29° 22´, se infiere que Keda, el lugar del que según Link se devolvió Consag, estaba con seguridad por debajo de los 29 grados, tomando en cuenta que la expedición de Linck habían caminado dos días antes de llegar a Chapala. Entonces Keda debió haber sido, según lo dicho, un lugar intermedio entre Chapala y Punta Prieta. -Cerca de las últimas rancherías a las que llegó la expedición, fueron advertidos por el capitán de un grupo de indios que más adelante no encontrarían agua en tres días de camino 402. Es difícil que esta advertencia haya sido válida si hubieran estado entonces cerca de El Rosario, pues el importante arroyo que corría en este lugar debió haber sido conocido por los indígenas que hablaron con el padre. Aun con todas estas dudas, es innegable es que el padre Consag y el capitán Rivera y Moncada fueron los primeros hombres blancos que penetraron más al norte en un viaje exploratorio por la vertiente occidental de la península de Baja California. Del referido capitán, el jesuita se expresó con estimación y agradecimiento por no haber escatimado esfuerzo alguno para el éxito de la empresa. Verdad es que no encontraron sitio alguno propicio para plantar una nueva misión, y ni siquiera tropezaron con la pequeña corriente que se encuentra en lo que después sería San Borja, aunque pasaron cerca de ella. Sin embargo, las informaciones recabadas permitieron a los misioneros tomar decisiones que les ayudaron a subsistir en la lejana península, como robustecer sus lazos con las misiones de la Nueva España continental, y planear nuevas expediciones hacia lugares más lejanos, como efectivamente se hizo, lo cual eventualmente, facilitó el establecimiento de

400

Es probable que algunos de los hombres que viajaron con Linck en 1766 hayan acompañado a Consag en 1751. “Wenceslaus Linck´s Diary of his 1766 Expedition to Northern Baja California”. Traducido al inglés, editado y con anotaciones de Ernest J. Burrus, S.J., Dawson´s Book Shop, Los Angeles, 1966. 402 “Black Robes…”, op.cit., p. 329. 401

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San Francisco de Borja, Calamajué y Santa María de los Ángeles. Además, las aportaciones que el misionero hizo a la antropología y la historia son invaluables. Se ha mencionado antes que hay la opinión entre algunos historiadores de que antes de que se llevaran a cabo las expediciones de Consag, los jesuitas de California habían planeado el establecimiento de una misión que se llamaría Nuestra Señora de los Dolores del Norte, aunque se tenía el problema de no encontrar el sitio más adecuado, sobre todo por la falta de agua. Así estaban las cosas cuando llegó la noticia a Loreto de que ya no se dispondría de la dotación para su necesario sostenimiento, lo que produjo un gran desconsuelo. Sin embargo, por ese tiempo se trasladó la reducida población indígena de la misión de San José del Cabo a la de Santiago, la dotación que servía para mantenerla quedó libre, y esto permitió que los fondos vacantes se pudieran destinar a la esperada misión de Los Dolores del Norte, pero con el nombre de Santa Gertrudis la Magna, en obediencia a las instrucciones que dejó en la escritura de su fundación el piadoso benefactor de la orden, don José de la Puente Peña y Castrejón, marqués de Villapuente. El Instituto Nacional de Antropología e Historia aparentemente no comparte del todo esta idea, y considera que Dolores del Norte es el nombre de una visita importante que pertenecía a la misión de San Ignacio o tal vez a la misma Santa Gertrudis, y se ubicaba en el cañón de San Pablo, en la Sierra de San Francisco; las ruinas de esta misión se localizan a unos 16 kilómetros al noroeste de San Francisco de la Sierra, por el cañón mencionado (ver figuras 81, 82 y 83). F 104

Antonio Ponce Aguilar

Santa Gertrudis la Magna, tal como se encuentra actualmente en el interior de la misión.

403

28º, 3' N, y 113º, 5' W.. Zevallos, op.cit., p. 64. 405 Barco, op.cit., p. 285. 404

225

En 1752 padre Jorge Retz y un buen número de indios se mudó a Santa Gertrudis, unos 80 Km. al norte de San Ignacio403, cuyas primeras edificaciones habían sido construidas provisionalmente por Consag. Siguiendo la tradición con las misiones que empezaban, se tuvo que auxiliar al nuevo establecimiento con alimentos, especialmente maíz y trigo que el padre Consag mandó desde San Ignacio, en tanto que otros misioneros vecinos colaboraron con ganado mayor y menor. Debe reiterarse que desde tiempo atrás, el misionero explorador había iniciado la evangelización de los gentiles en esa zona, prueba de lo cual es el primer registro de bautismo que tiene fecha 16 de julio de 1751. En los meses de junio y julio de 1753, según Zevallos404 o en la primavera de 1753 según Barco405, a solicitud del visitador Agustín Carta el padre Consag, a los cincuenta años de edad, acompañado del capitán del presidio de Loreto Fernando Javier de Rivera y Moncada y un buen número de indios y soldados, hizo una tercera exploración hacia el norte de la península, comenzando ahora por el lado oriental de la sierra de Calmallí y tomando el rumbo norte noreste.


Después de varias penosas jornadas arribaron a Bahía de los Ángeles, en donde ya Consag había tocado tierra en su exploración de 1746 y fueron recibidos bien por los nativos, tanto así que en una ranchería los indios abrieron un camino por el terreno quebrado de un lomerío, con el fin de que el padre no tuviera tantas dificultades a su paso; prosiguieron hacia el noroeste, y en un lugar situado más o menos a los 29° 25´ de latitud norte406 cerca del monte Yubai y a unos 25 Km. de la costa, encontró un manantial que brotaba abundante del paredón de piedra y bajaba hasta el arroyo, que los indios llamaban “Calañujuet” o “Calagnujuet”407, con gran cantidad de carrizos y tule. Cuando los hombres se acercaron a beber algo de agua, la encontraron de muy desagradable sabor por lo que se abstuvieron de ingerirla. Sin embargo, cuando menos al principio, se creyó que acarreando el agua de unas pozas cercanas cuyo líquido sí era potable, podría plantarse allí una misión. Esta sería fundada tres años después, aunque su duración sería breve por la falta de agua buena. A diferencia de Miguel del Barco, quien asegura que del arroyo de Calañujuet se devolvió la expedición408, Zevallos afirma que todavía llegaron más al norte, lo que refiere así: ...En este viaje el padre arribó a un lugar que está en el interior de la sierra y que yace opuesto a Bahía de San Luis Gonzaga, que está localizado casi a los 31 grados de latitud409. Aquí debe recordarse que las latitudes que refiere el misionero están aproximadamente un grado y varios minutos más al norte de lo real, por lo que el lugar que señala Consag y menciona Zevallos en el interior de la sierra y opuesto a la Bahía de San Luis Gonzaga debe corresponder a algún sitio al este del actual rancho de Santa Inés o lo que poco tiempo después sería la misión de Santa María de los Ángeles, casi a los 29° 45´ N. y 114° 35´ W.. En este lugar Consag bautizó a muchos niños, reconoció los alrededores y encontró agua suficiente para calmar la sed de hombres y animales. Sin embargo, la fatiga y las mataduras que afectaban a las bestias obligaron a los expedicionarios a regresarse de este punto, acompañados de algunos indios gentiles adultos que se incorporaron a la misión de Santa Gertrudis con el padre Retz a cargo. Los viajeros llegaron de visita a esta misión, continuaron a San Ignacio en donde se quedó Consag, y el capitán siguió con sus soldados y varios indios hasta su presidio en Loreto. La docilidad de los naturales y la hospitalidad que brindaron a los expedicionarios fueron para Consag dos de los hechos más importantes en este viaje, sobre lo cual expresó: ...La jornada fue feliz porque no encontramos resistencia entre los gentiles que nos podían hostigar en el viaje, como lo habían hecho en los pasados viajes por mar y tierra. Al contrario, los encontramos muy amistosos, y nos acompañaron y sirvieron como guías entre las rancherías...410. Apenas un par de años antes, la conducta de los gentiles cochimíes no siempre había sido amistosa hacia el Consag y su comitiva, pero ahora mostraron genuina estimación por el padre, lo cual era consecuencia del buen trato y afecto con que el misionero los había tratado.

406

Barco, con el error acostumbrado en las latitudes, lo señala a los treinta y medio grados, en la p 346 de su obra, y en la 285 da el dato de 30° 54´para el mismo sitio, 407 Castellanizado, el nombre fue Calamajué. 408 Barco, op.cit., p. 285. 409 En la p. 66 de la obra de Zeballos debe decir 29° 48´. 410 Ibid., p. 64.

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En 1758 el padre Consag tenía el cargo de visitador, y en ese año supo el padre Retz por informes de sus indios que a un poco más de 100 Km. al norte de Santa Gertrudis había un manantial de agua caliente en el paraje llamado Adac411. Consag había pasado cerca del lugar en una de sus expediciones al norte, pero no había visto el aguaje ni la pequeña corriente que se formaba. Ese mismo año de 1758 estaba recién llegado a Loreto el padre Julián Salazar, por lo que Consag le ordenó que pasase a Santa Gertrudis para aprender el idioma cochimí y acompañara al padre Retz, en preparación para plantar una misión en Adac que llevaría el nombre de San Francisco de Borja. Sin embargo, no tocaría a Salazar la fundación de San Borja, pues en ese tiempo faltó misionero en una de las misiones del sur y Consag le asignó ese destino.

Antonio Ponce Aguilar

Aunque el padre Consag deseaba que su vida fuera sacrificada en la evangelización de los gentiles, más de una vez expresó que gustosamente perdería la gloria y corona del martirio con tal de poder ganar un alma más para Dios412; su máxima aspiración era, pues, la salvación de los indios lo que demostró durante toda su vida de misionero.

F 105 El padre Benno Ducrue estuvo con Consag al final de su vida en San Ignacio, y cumpliendo sus deseos dijo la misa en su presencia, aunque el enfermo misionero la tuvo que escuchar parte hincado y parte recostado. Atendiendo su petición le fue administrada la extremaunción y poco después, entre las ocho y nueve de la noche del 10 de septiembre de 1759 murió, según Barco, ...con grande y general sentimiento de los indios de su misión de San Ignacio, y de todos los padres de aquella península, porque, con su gran virtud, prudencia, madurez y útiles trabajos, se había conciliado el amor y respeto y aun veneración de todos...413, y es que la preocupación de Consag por el bienestar de sus indios era constante, no sólo en lo espiritual sino también en la atención de los enfermos, así fuera una enfermedad seria o el simple rasguño de una espina. Falleció el misionero explorador a los cincuenta y seis años de edad y a los veintisiete de ser misionero en California. El aguaje en Adac fue aprovechado por jesuitas y dominicos para abastecer de agua a la misión de San Borja. Este pozo ademado con piedra y mortero hecho por los dominicos aún se usa para regar un pequeño huerto.

Según Ducrue, lo que dejó el padre Fernando como únicas posesiones fueron un viejo breviario y tres libros devocionales desgastados por el uso, uno contenía obras de Thomás de Kempis, otro era el Año Santo, y Flores Indici, obras que empleaba como lecturas espirituales414.

411

Las coordenadas del lugar son 28° 45´ N., y 113° 45´ W.. Zevallos, Francisco. “The Apostolic Life …” op.cit., p. 78. 413 Barco, op.cit., p. 289. 414 Ibíd., p. 90. 412

227


F 106

Una obra anónima atribuida al padre Fernando Consag es la “Descripción compendiosa de lo descubierto y conocido de la California”. El padre Miguel del Barco, en el apéndice III de su obra “Historia natural y crónica de la Antigua California”, editada por Miguel León-Portilla, incluye los dibujos que aparecen arriba, los cuales pudieron haber sido obra del padre Consag. El texto dice: “Los cardones tienen hasta tres y cuatro brazos o ramos: las pitayas dulces hasta veinte y más ramas. Las pitayas agridulces, si no están esparcidas, forman unos montes impenetrables con sus ramos enmarañados y espinas largas como alesnas. Todas éstas y la biznaga y garambullo, son de una especie (aunque se distinguen en su especie ínfima cada cual) y todas son acanaladas, todas de masa de fácil corrupción y con unas como venas correspondientes a su grosor, estas venas, corrompida la masa, quedan como los huesos , y sirven de leña de muy poca fortaleza. Con su carácter previsor y generoso, antes de morir, Consag había dispuesto que se adjudicara una recua de mulas a la misión que se fundaría en San Borja, tal como lo había hecho con Santa Gertrudis. Para tener una idea del esfuerzo y trabajo que debían realizarse para abastecer a las 228


misiones que frecuentemente necesitaban ayuda en provisiones, sobre todo de carne, cabe mencionar el caso de San Francisco de Borja, que al principio tuvo serias dificultades por la falta de pasto para mantener su ganado. Apenas a los tres meses de su fundación, se tuvieron que cambiar las pocas cabras y ovejas que quedaban a otro lugar antes de que todas se muriesen de hambre por la escasez de pasto. El misionero de Guadalupe mandaba carne seca a San Borja, práctica que se mantuvo por año y medio, en parte como limosna y en parte vendida, aunque el transporte era gratuito con la recua de la misión de Guadalupe, por 80 leguas de terreno difícil, de manera que sólo en el viaje sencillo tardaba doce días, y antes del regreso tenía que descansarse un mes o más para reponerse lo suficiente y seguir trabajando. Sin embargo, con la recua que Consag había dejado destinada para San Borja, se ayudaba en el transporte mencionado, además que la de Santa Gertrudis también cooperaba. La recua de San Borja también sirvió para el transporte de provisiones y equipo desde Bahía de los Ángeles a la misión, que desde Loreto se hacía llegar por mar a ese sitio. Así de importantes fueron las mulas y el ganado en general en aquellos tiempos. Aquí cabe agregar que la generosidad de Consag se manifestaba no sólo ayudando a las misiones cercanas a San Ignacio, sino que llegó varias veces a enviar provisiones a las de Sinaloa y la Pimería415. El mapa del Golfo de California hecho por Consag y publicado a raíz de su viaje de 1746, lleva por nombre “Seno de Californias y su costa oriental nuevamente descubierta y registrada desde el cabo de las Vírgenes hasta su término, que es el Río Colorado, por el padre. Fernando Consag de la Comp. de IHS Misionero de Californias. 1747”. Los mapas del misionero croata fueron usados por viajeros y exploradores en y después de su tiempo, de los cuales Alejandro Humboldt es uno de los más conocidos. Recientemente, sus mapas han sido publicados por Ernest J. Burrus en 1967. Aparte de sus derroteros y diarios, la obra anónima “Descripción compendiosa de lo descubierto y conocido de la California” es atribuida por historiadores como Miguel LeónPortilla a Consag. A la muerte del padre Consag quedó como misionero de San Ignacio el padre Joseph Rothea, recién llegado a Loreto, y aunque se había destinado inicialmente a la nueva misión al norte de San Ignacio, tuvo que quedarse en lugar del fallecido misionero. Tal vez, como lo afirmó Bancroft, Consag protagonizó el evento más trascendental de la época con su exploración marítima hacia la desembocadura del Colorado, o como lo señala Manuel P. Servín, ocupa un lugar destacadísimo entre los jesuitas de California por sus valores espirituales y religiosos, aunque esto último tienda hoy a soslayarse por los escritores modernos, lo cierto es que a pesar de lo señalado, el misionero croata es uno de los menos citados en las historias de California de un solo volumen, cierto que hay unas isletas rocosas al norte del Golfo de California, a unos 35 Km. al este de San Felipe, llamadas Rocas Consag en honor del insigne misionero explorador, pero su extraordinaria labor sigue siendo poco o nada conocida.

415

Zeballos, op.cit, p. 80.

229


29. Druet, Jacobo Jacobo Druet nació en 1698 en Turin, Italia, fue enviado a California en 1732, y sirvió en la misión de La Purísima hasta su muerte en 1753 El padre Druet fue sucesor del padre Tamaral en La Purísima, y por el año de 1734 trasladó la cabecera de la misión unos 16 Km. al sur sureste al paraje de Cadegomó, nombre que en cochimí significa “Arroyo de Carrizales” y que está situado a los 26º 11´ N, y a los 112º 3´ W. Aquí, para aprovechar las aguas del arroyo que en aquel tiempo se llamaba Santo Tomás, hoy La Purísima, y dado que el represo que había construido el padre Tamaral se había destruido por una tormenta, tuvo que construir otro en mejor lugar, lo que le permitió contar con agua suficiente y obtener muy buenas cosechas de maíz y trigo. Además, se pudieron plantar higueras, vid y granados que dieron muy buenos frutos. El padre Druet tuvo que hacer la reconstrucción de la presa varias veces ya que la destruía el agua cuando el año era lluvioso, debido a que para su construcción se usaron principalmente piedra y barro. Durante la rebelión de los pericúes en el sur de la península, el padre Druet se fue a Loreto acompañado de 150 indios de su misión, lo que representó un bello gesto de fidelidad a su misionero de parte de esos nativos. Para la primavera de 1735 el padre Clemente Guillén mandó que se reunieran los misioneros del norte en Loreto, dados los rumores de que el alzamiento que ocurría en el sur se extendería hacia el norte, aunque esto nunca sucedió. Poco después, los indios de Guadalupe, Mulegé y San Ignacio, contagiados por la fidelidad que hacia Druet mostraban sus neófitos, se fueron a Loreto a pedir el regreso de los misioneros lo cual se concedió al poco tiempo416.

F 107

Paisaje de La Purísima, lugar en el que se encontraba la misión de ese nombre y en la cual radicó el padre Jacobo Druet. Cort. Gobierno del Estado de Baja California Sur. 416

Los misioneros regresaron de Loreto a sus respectivas misiones el 15 de agosto. Dunne, op.cit., p. 273.

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30.Nascimben, Pedro María El padre Pedro María Nascimben nació en Venecia por el año de 1703, en 1735 llegó a California y fue misionero en Guadalupe y Mulegé. Se le recuerda por haber enseñado canto coral a los indígenas, tanto a los hombres como a las mujeres, que cantaban bellamente las letanías lauretanas417. El arribo del padre Nascimben a California ocurrió durante la rebelión de los pericúes, y acatando la orden del padre Clemente Guillén de que todos los misioneros del norte se concentraran en Loreto para su mayor seguridad, hizo el viaje desde su residencia en Mulegé. Afortunadamente se disiparon los temores que se tenían y al igual que sus compañeros, Nascimben regresó a su misión en agosto de 1735. Par fines de 1735, en el libro de casamientos y defunciones de Santa Rosalía de Mulegé aparecen por primera vez los registros hechos por el padre Nascimben, y continúan hasta 1754 aunque con algunas interrupciones, ya que fue sustituido poco tiempo por Andrés Javier García en 1737 y en 1746 por José Gasteiger. Los registros hechos por Gasteiger y demás misioneros no eran simples cifras, sino que siempre se anotaba como dato muy importante si el fallecido se había confesado antes de morir. En 1738, por ejemplo, escribió Nascimben que Laocadia Amaiawén, de San Baltasar, vieja y ciega murió de cáncer de pecho repentinamente el 9 de junio y allí fue enterrada. Días antes se había confesado418. Guadalupe Guasinapí fue fundada por el padre Everardo Helen el 12 de diciembre de 1720, se encuentra en la sierra, a los 26°55´ N y 112° 24´ W., y de esa región obtuvo el padre Juan de Ugarte los guaribos para construir su embarcación “El Triunfo de la Cruz”. El padre José Gasteiger tenía entonces a su cargo la misión, y en 1744, estando muy enfermo, el padre Nascimben acudió de su misión de Santa Rosalía de Mulegé a proporcionarle los auxilios necesarios, aunque Gasteiger se repuso y todavía vivió algunos años. En una ocasión, cuando Nascimben decía la misa, la iglesia se derrumbó a causa de que se había construido un muro sin cimiento porque la roca estaba a flor de suelo. Una corriente de agua bajaba directo del cerro hasta esa pared de la iglesia, la que fue socavando la base y se produjo el derrumbe. Afortunadamente para el misionero, aunque recibió un golpe con un madero en la espalda419logró salir con vida del trágico percance, en el que murieron muchos indígenas El padre Pedro María Nascimben elaboró algunos mapas de California que el padre Andrés Marcos Burriel deseaba incluir en la edición del libro de Venegas. El mapa de Consag fue copiado por Nascimben pero sin cambios o correcciones de importancia. El único agregado importante al original de Consag (ver F. 96) es que se da la escala no sólo en leguas españolas, sino también en leguas francesas. La copia hecha por el jesuita veneciano se encuentra en The Huntington Library en San Marino. Falleció en Mulegé el 10 de agosto de 1754.

417

Johann Jakob Baegert, Observations in Lower California, traducido por M. M. Brandenburg y Carl L. Baumann; Berkeley: University of California Press, 1952, p. 126. 418 Dunne, op.cit., p. 437. 419 Barco, op.cit., p. 262.

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31.Tempis, Antonio El padre Antonio Tempis nació en 1703 en Olmutz, al este de la actual República Checa, e ingresó a la Compañía de Jesús en 1720. Se fue a la Nueva España a donde llegó en marzo1736420, y fue mandado por el padre provincial Antonio Peralta a California. En ese año era superior de las misiones peninsulares el padre Clemente Guillén, quien inició en agosto un viaje al sur para percatarse personalmente de la situación de la tropa que aún no podía aplacar en definitiva la rebelión de los pericúes. Llegó a La Paz el 25 y comprobó que el decaimiento y pesimismo embargaba a los soldados porque los escurridizos rebeldes no podían ser definitivamente derrotados, encontró que el padre Ignacio María Nápoli a cargo de la misión de Santiago, se encontraba enfermo y en la cabecera casi no había familias indígenas, pues todos se habían ido probablemente para unirse con los alzados. De regreso en Loreto, Guillén decidió mandar al padre Tempis a que se hiciera cargo de lo que quedaba de la misión de Santiago, y así el padre Ignacio María Nápoli pudiera restablecerse en Loreto. En julio o agosto de 1736 Tempis empezó sus tareas de misionero en Santiago, en uno de los medios más difíciles por aquel tiempo en California, tomando en cuenta que los pericúes habían asesinado al padre Lorenzo Carranco durante la rebelión que había arrasado el sur de la península y allí permaneció hasta su muerte acaecida el 6 de julio de1746. Tempis tuvo que trabajar mucho para reconstruir algo de lo que se había perdido durante la rebelión, comenzando con la iglesia de la misión, que fue parcialmente restaurada por el misionero. Aunque la mayor parte de los indios permanecieron en paz gracias a la mansedumbre y dedicación evangelizadora del padre Tempis, en 1740 se rebelaron dos rancherías de la misión y otras de San José del Cabo, pero los alzados fueron sometidos por el capitán del presidio, y después de su rendición recibidos amorosamente por el misionero. La buena voluntad del padre Antonio acabó conquistando a los nativos, sobre todo a los jóvenes, a un buen número de los cuales enseñó a leer y a trabajar en algo proporcional a sus fuerzas. En este sentido, es quizá el único misionero que le dio importancia a este aspecto de la educación indígena, pues no enseñó a uno o dos, sino a todos los jóvenes que permanecían físicamente cerca de la cabecera de la misión. Como resultado de su labor educativa, está el indio pericú llamado Xavier, educado por Tempis, quien llegó a ser gobernador de la misión, estimado por su buen porte y sus prendas, por los padres y soldados, y respetado de sus indios421. En el tiempo de las epidemias que afectaron a la población indígena de 1742 a 1748, el padre Tempis auxilió como pudo a los enfermos, sobre todo en lo espiritual, y llegó al grado de que dos indios tenían que ayudarle a caminar, cuando la enfermedad le llegó a él mismo. Todos lo querían y respetaban y ante cualquier adversidad, los indígenas, soldados y gente del presidio decían: Todo trabajo por amor de Dios, como dice el padre Antonio 422. 420

Ibíd.. p. 313. Apoyado en Decorme, Dunne da como fecha del arribo del padre Tempis a California el mes de febrero del año de 1736. Dunne, op.cit., p. 312. 421 Barco, opo.cit., p. 328. 422 Ibíd., p. 315.

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El padre Antonio Tempis murió en 1746 a la edad de 43 años, después de servir 10 como misionero. Fernando Consag escribió una “carta edificante” sobre el padre Tempis, apología en la que puso como ejemplo de virtudes cristianas al misionero germano, tratando que se despertara la vocación religiosa en quien la leyera. En 1747, apenas un año después de la muerte del padre Tempis, se evidenció nuevamente el rechazo de los pericúes a la religión y cultura en general que los españoles trataban de inculcarles, sin importar la piedad y mansedumbre que Tempis u otros misioneros mostraron hacia ellos. Iglesia tal como se encuentra actualmente en el poblado de Sucedió que un criado Santiago, Baja California Sur. filipino apellidado Carrera que le había servido fielmente al padre Antonio, fue asesinado por varios remeros pericúes a cuchilladas durante un viaje en canoa a Loreto, de lo cual se habla en otro capítulo; y éste no fue un hecho aislado, pues en 1750 hubo otro asesinato muy parecido ejecutado esta vez por indios remeros guaycuras sobre el arráez de una canoa de la misión de Los Dolores. F 108

Antonio once Aguilar

Aunque los dos asesinatos podrían considerarse hechos estadísticamente normales en la historia criminal de los californios sureños, debe admitirse que, por haber sido las dos víctimas hombres allegados a los misioneros, sí muestran de alguna forma el abismo de rencores entre pericúes y españoles, que sólo los misioneros más pacientes y piadosos, como el padre Tempis pudieron franquear aunque fuese parcialmente.

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32.Hostell, Lamberto Lamberto Hostell nació el 18 de octubre de 1706 en Bad Münster-Eifel, Alemania. Cuando cumplió 19 años ingresó a la Compañía de Jesús en Trier, se fue a la Nueva España y terminó sus estudios en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México a principios del verano de 1737. Ese mismo año fue enviado a California423 y llevó a cabo los primeros trabajos como evangelizador en lo que sería la misión de San Luis Gonzaga, que años después fundó él mismo . En la documentación tramitada por su salida de España se le describe como de tez blanca, ojos azules, pelo rubio y barbado424. La obra de este misionero ha sido narrada por muchos historiadores, entre los que se encuentran informadores privilegiados que vivieron en aquella época, lo que parecería otorgarles una credibilidad inobjetable, como los padres Miguel del barco y Juan Jacobo Baegert. Sin embargo, hasta la fecha persisten confusiones sobre todo en relación con la fecha de la fundación de San Luis Gonzaga Chiriyaqui y la cronología de algunas acciones del misionero. Esto se debe en parte a que el padre Clemente Guillén, desde antes de que existiera esta misión, había trabajado con los indios del paraje llamado Chiriyaqui por los nativos, convirtió al cristianismo a muchos de aquellos gentiles, e indudablemente debe haber levantado algunas construcciones, provisionales primero y después más estables, para facilitar su trabajo al visitar la ranchería. Los achaques del padre Clemente, la rebelión de los pericúes y la falta del hombre adecuado habían hecho que se pospusiera desde 1734 la fundación del nuevo establecimiento, pero cuando Hostell llegó y durante años estuvo acompañando a Guillén en Los Dolores y en el trabajo de Chiriyaqui, el problema quedó resuelto, aunque debe reiterarse que es difícil establecer con claridad y certeza la fecha en que San Luis dejó de ser dependencia de Los Dolores para convertirse en misión independiente, y si a esto se agregan las ausencias esporádicas del misionero que se dieron en diversas fechas para asistir a otras misiones, las discrepancias sobre la cronología de lo acontecido inicialmente en la misión aumentan. Sin embargo, autores clásicos e investigadores modernos están de acuerdo en los hechos principales que aquí se narran, cuyas fuentes aparecen en las notas correspondientes. Tan pronto como arribó a Loreto, el padre Hostell fue mandado a la misión Los Dolores en donde, como se ha mencionado, auxilió al anciano padre Clemente Guillén durante un año y aprendió el lenguaje de los guaycuras, diferente de los demás existentes en la California. Más adelante, al visitar y trabajar en San Luis Gonzaga (ver F 60), el padre Lamberto pudo hacer su labor con relativa facilidad gracias a las conversiones de gentiles que había efectuado el padre Guillén, además de que él mismo, desde Los Dolores, viajaba siempre que podía al paraje donde se establecería la nueva misión, y bautizaba a los niños e introducía a los adultos poco a poco a la fe cristiana y a la forma civilizada de vivir, esto en tanto se establecía en territorio propio e independientemente de Los Dolores. Como se diría en términos burocráticos, “por razones del servicio” Hostell tuvo que servir en la misión de San José de agosto de 1738 a noviembre de 1740, lo que le impidió dedicarse en ese 423 424

Barco, op.cit., p. 263 Harry W. Crosby, “Antigua California”, p. 407.

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tiempo al establecimiento de San Luis Gonzaga Chiriyaqui, aunque según el propio misionero de regreso en San Luis, fue a fines de ese año cuando se puso a trabajar de lleno en la evangelización de los gentiles en esa misión425. Puede decirse entonces que en 1740, gracias al donativo que desde tiempo atrás había hecho el Conde de Santiago, Don Luis de Velasco, Hostell pudo plantar la misión de San Luis Gonzaga nombrada así en honra de su benefactor, y adquirir los adornos de la iglesia, así como ropa para él y los indios. La cabecera fue establecida en Chiriyaqui, cerca del arroyo, a los 24º 54´N y 111º 17´ W, casi equidistante de los dos litorales de la península pero en la vertiente occidental de la sierra. Hostell no mostró mucho entusiasmo al comienzo de su labor con los guaycuras, a quienes llamó como muchos de sus compañeros “bárbaros” y “salvajes”. Sin embargo, con el tiempo pudo más su vocación misionera y puso todo su esfuerzo en civilizar a aquellas rebeldes tribus. En 1740, en una carta dirigida a su padre le narró con orgullo que ya había reunido a más de 700 indígenas en tres poblados: San Luis Gonzaga, San Juan Nepomuceno y Santa María Magdalena, y que se aprestaba a fundar otro pueblo que tendría por nombre Santa Trinidad, en el que trataría de juntar a los gentiles que él llamó huichipoies y los ikas o ekas, para proceder a su evangelización. En 1741, de regreso en Los Dolores, Hostell viajó hacia un lugar de la sierra llamado Acheme, a unos 45 kilómetros de Apaté426, y en tres meses de arduo trabajo convirtió al cristianismo a unos 80 gentiles provenientes de la costa occidental; en mayo llegó hasta Bahía Magdalena, y allí bautizó a indios que por su edad o por enfermedades no habían podido ir a Acheme. Se iniciaba en el misionero germano un serio interés por los nativos de la costa occidental, y el deseo de plantar allá una misión. El 21 de julio de ese año Hostell profesó en presencia del padre Clemente Guillén. En cartas dirigidas a su familia de fecha 27 de septiembre de 1743, el novel misionero le informaba que iba a fundar una misión entre los guaycuras. Hostell describió aquella tierra como salvaje, abrupta y estéril, habitada por un pueblo bárbaro, de color café castaño, con las orejas y nariz perforadas. Parte del texto de una de sus cartas decía: ...La tierra es salvaje, abrupta, seca e improductiva. Los habitantes son tribus salvajes y bárbaras, similares a otros humanos en su apariencia externa (excepto por su complexión café castaña y narices y orejas perforadas), Debido a sus hábitos primitivos, sin embargo, merecen ser situados debajo de los animales más que ser considerados iguales a otros seres humanos427. Hostell agrega en la carta mencionada que bautizó a algunos indios que tiempo después serían los fundadores de la misión de San Luis Gonzaga, y que él mismo ya la habría fundado de no haber sido que se ocupó en acompañar al padre vice-provincial en sus viajes, así como de encargarse de San José durante dos años. Las fechas de esta y otra misiva de Hostell enviada a su padre son contradictorias respecto a la fundación de San Luis, aunque esto no cambia los hechos esenciales de su obra.

425

La misión de San Luis Gonzaga se estableció en 1737, según Dunne, op.cit., p. 165. Ver F 60 para localizar Apaté. 427 The Journal of San Diego History., Fall 1979, Vol. 25, N. 4, Alfred. Lemmon “Music in the Jesuit Missions of Baja California (1698-1797)”. 426

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Se verá enseguida que Hostell fue el jesuita que más interés mostró en la penetración misionera hacia la zona desértica de la vertiente occidental de la sierra, pero es justo señalar que esos deseos de trabajar en la conversión de las rancherías del poniente quizá se despertó porque el padre Clemente Guillén, desde 1739, cuando Hostell estaba ausente de Los Dolores, trajo de Bahía Magdalena hasta su misión a muchos gentiles que fueron convertidos al cristianismo. En 1743, el padre Lamberto centró sus esfuerzos en las rancherías cercanas a la desértica zona occidental, y viajó más de 300 kilómetros desde el arroyo de Santa Rosalía, lugar situado más allá de F 110 F 109 la misión de San Javier, hasta el A la izquierda, mujer guaycura con su hijo. A la derecha, indio arroyo de La Pasión, guaycura. Tal vez las pinturas estén algo estilizadas por el sello que desemboca en la europeo en los rostros, pero el peinado del varón, el tamaño de sus bahía Santa Marina, armas, el atuendo de la mujer, la vegetación y la forma de cargar a al sur de Bahía su hijo se apegan a lo que han descrito otros misioneros. Tomadas de Magdalena (24º An Expedition to the Guaycura Nation in the Californias, de James Arraj. 23´N, 111º 33´ W) y que actualmente parece coincidir con el arroyo de Santa Rita. Después de llevar el evangelio a los gentiles que vivían en aquellos páramos, subió de regreso a Los Dolores por el mismo cauce, a principios de noviembre de 1743, y en mayo del siguiente año repitió el viaje, habiendo bautizado a muchos niños. En una de sus cartas, Hostell mencionó que por años buscó un lugar adecuado en la costa occidental de California para fundar la misión que llevaría por nombre Santísima Trinidad, pero aunque hizo contacto con numerosas rancherías nunca encontró el sitio con el agua suficiente. Su opinión era que precisamente la falta de agua era un factor decisivo que influía en la pobreza de las misiones de la península, verdad que de alguna forma trascendería siglos después sobre los pobladores de la Baja California. El trabajo y los proyectos de Hostell en la costa occidental de California fueron reconocidos, aunque nunca hubo acciones definitivas del gobierno para apoyarlos. En un informe del visitador general Antonio Baltazar fechado el 9 de diciembre de 1743, se menciona entre otras cosas, que la misión de San Luis Gonzaga se inició formalmente en ese año de 1743, y sigue diciendo: ...Posesiones, algunas vacas, unas pocas cabras, una yunta, un pequeño terreno de riego, una diminuta viña y una canoa...En el territorio hay ocho poblados que hacen un total de unas 200 familias...428. Añade que el padre Hostell había ayudado al padre Guillén en Los Dolores, y 428

Burrus, “Jesuit… ”, Op. cit., pp. 206, 207.

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después de exaltar las virtudes de ambos misioneros, señala que el jesuita alemán estaba comenzando una tercera misión en Bahía Magdalena. El intento de Hostell de llevar a cabo la expansión misionera de los ignacianos hacia Bahía Magdalena, y que fue impedido por las razones ya citadas de falta de agua y recursos, es históricamente notable porque coloca al jesuita alemán como el único misionero que de manera seria y planeada llevó a cabo un trabajo exploratorio y evangelizador en la desértica zona durante años para establecer allí una misión. En su informe de 1744, Hostell se refirió al clima de la misión diciendo que era bastante cálido en verano pero templado el resto del año, y que una fuente permanente de agua permitía el cultivo de algunas tierras; relató además que en una expedición hacia el norte bautizó a un buen número de gentiles. En carta fechada el 19 de septiembre de 1743, el padre Sebastián Sistiaga se dirigió al padre provincial Cristóbal de Escobar y Llamas expresando que, dada la avanzada edad del padre Clemente Guillén y el exceso de trabajo en su misión de Los Dolores, era conveniente que el padre Hostell lo substituyera para que el anciano misionero pudiera retirarse, lo que finalmente se hizo en 1746. El padre Guillén se retiró a Loreto y ese año se quedó Hostell a cargo de Los Dolores, en tanto que para suplirlo en San Luis Gonzaga, fue enviado a esa misión el padre Juan Javier Bischoff, recién llegado a California, y él a su vez fue después relevado por el padre Juan Jacobo Baegert429. En Los Dolores Hostell permaneció hasta 1764, cuando se le nombró visitador de las misiones de California. Por su parte, Bischoff replantó la cabecera de su misión de San Luis Gonzaga unas siete leguas al oeste de Los Dolores, anteriormente establecida en La Pasión430. El lugar tenía poca agua que pudiera usarse para riego, por lo que las perspectivas de siembra no fueron buenas. Siendo el padre Hostell misionero de Los Dolores en el año de 1750, se tenían que traer en canoa los víveres de Loreto y de las demás misiones que mandaban ayuda, ya que la mínima producción de la tierra así lo ameritaba para su subsistencia. El capitán de la canoa era un indio de Sinaloa fiel y capaz llamado Vicente, respetado por todos, incluyendo a los 10 ó 12 remeros guaycuras que servían bajo sus órdenes. En una ocasión en que regresaban a Los Dolores, quizá por el mal tiempo o para descansar tocaron tierra, y dos de los remeros se empezaron a pelear. El capitán Vicente intervino para separarlos, pero uno de los contendientes lo asesinó al golpearlo con una piedra en la cabeza. Todos los remeros guaycuras estuvieron de acuerdo en ocultar el crimen, arreglaron todo para que pareciera que la canoa había naufragado, y con esta historia llegaron a Los Dolores, en donde narraron al padre lo del supuesto naufragio. Sin embargo, el capitán del presidio de Loreto investigó los hechos, por no serle creíbles, y logró esclarecerlos hasta con la confesión de los remeros. El asesino material de Vicente fue ejecutado, y desde entonces el padre Hostell, apesadumbrado, nunca volvió a usar canoa para el transporte de víveres, para lo cual se sirvió en adelante de una recua de mulas. Según el padre Baegert, este crimen se cometió en 1760. En una de sus cartas fechada en 1758, el jesuita alemán reportó que entre los guaycuras, una de las celebraciones más solemnes era aquella en que perforaban las orejas y nariz de sus niños, lo 429 430

Barco, op.cit., p. 263. Ibíd., p. 263.

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cual hacían después de tres días de ayuno de los infantes. Se reunían todos y los personajes principales eran los shamanes con sus capas de cabellos tejidos, además de llevar en sus manos sus bastones y unas tablitas con toscos grabados hechos con cinceles de piedra. Sin embargo, al igual que Guillén, Hostell señaló que al aceptar el cristianismo, los naturales se deshacían de buen grado de todos aquellos objetos, entregándolos al misionero para quemarlos431. La fiereza de algunas tribus y la firme influencia de los shamanes o “doctores” sobre aquellos gentiles, fueron obstáculos que poco a poco tuvo que ir venciendo Hostell para poder llevar a cabo su obra civilizadora en San Luis Gonzaga y en La Pasión. El 17 de enero de 1758, el padre Lamberto escribió una carta al jesuita Josef Burscheid432 en el que menciona, entre otros temas, la idea equivocada de los misioneros que en un principio, pensaban que los indígenas adoraban ídolos e imágenes de dioses, y otros asuntos sobre sus creencias que constituyen importantes aportaciones etnológicas, por lo cual se transcriben enseguida dos párrafos: ...Al principio, nosotros los misioneros pensábamos que ellos [los nativos] rendían homenaje, considerándolos como ídolos, a ciertos pequeños bastones, la punta de los cuales tiene una imagen de un hombre salvaje o barbado; pero los nativos corrigieron nuestra errónea interpretación, y nos informaron que usaban estos palos sólo para exaltar o elevar su alegría en los días de fiesta y regocijo. Ellos llaman a estos bastones “Tiyeicha” en su lenguaje, que significa “El puede hablar”. Yo pensé que pudiera ser que el espíritu infernal participaba en sus celebraciones y hasta les hablé sobre tales objetos, pero ellos me aseguraron que no tenían tratos con el enemigo de sus almas, y que ni lo habían visto en alguna vez ni lo habían oído hablar.

F 111 Tumba solitaria en el desértico paisaje de San Luis Gonzaga.

431

Eduardo Silvestre Ponce Trujillo

Entre los días más solemnes de fiesta está aquel en el que perforan los extremos de los oídos y narices de sus hijos. Después de preparar a sus hijos e hijas para este evento por medio de tres días de ayuno, en el cuarto día todos se juntan, especialmente sus hechiceros que se juntan en gran número, todos vestidos con capas tejidas con cabellos humanos. Traen en sus manos los mencionados bastones o palos, también las pequeñas tabletas en las cuales han grabado toscamente algunas figuras con piedras afiladas, usadas en lugar de cincel o navaja. Tales figuras no tienen significado idólatra o supersticioso. Se adornan en la forma mencionada, pero las cuales, como cristianos, hacen completamente a un lado, y también tiran sin remordimiento sus bastones y tabletas...433 Sobre los ritos funerarios de los guaycuras, el padre Juan Jacobo Baegert dejó en su “Nachrichten...” interesantes informes que el padre Hostell le pasó, ya que al mismo Baegert los indígenas jamás le confiaron sus ideas sobre la muerte o su origen. Hostell fue de los pocos

Puede decirse que esta práctica de quemar los objetos de las actividades paganas que realizaban los indígenas se llevó a cabo en muchas misiones. 432 Burrus, “Jesuit...”, op. cit.,p. 252. 433 Hostell, “Carta a....”, op.cit., p. 246, 247.

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misioneros que dejó importantes datos sobre sus ritos funerarios, los cuales han sido confirmados por recientes investigaciones arqueológicas en el sur de la península. Según lo dicho por este jesuita, todavía conservaban la costumbre de romper la espina dorsal de sus muertos, doblaban sus cuerpos de manera especial, lo cual debe haber sido antes de que adquirieran el rigor mortis, y luego los enterraban, quizá para que así no pudieran levantarse nuevamente. Según lo narrado al misionero, todavía tenían la costumbre de envolver a sus difuntos en pieles de venado, y les ponían zapatos, lo que sugiere que pensaban que el fallecido realizaría una larga jornada. En 1758, el padre Hostell había bautizado a 2000 indígenas, número que seguramente incluía a nativos de San Luis Gonzaga y Los Dolores. Cuando el padre Juan Jacobo Baegert se hizo cargo de la misión de San Luis Gonzaga, Hostell lo visitaba desde Los Dolores cuando le era posible, o le enviaba algunos alimentos y demás ayuda como en los casos semejantes de nuevos misioneros se acostumbraba. Seguramente no sólo la vecindad de sus misiones, sino la identidad de lengua materna y cultura permitieron que Baegert, el misionero solitario, cultivara una relación amistosa con Hostell y periódicamente se visitaban. Baegert, refiriéndose a Hostell, narra en su Nachrichten… que el padre Lamberto era un hombre lleno de amor por sus pobres indios y muy amable con él, pues le enviaba frecuentemente higos, granadas y uvas, el intercambio era posible porque las dos misiones estaban a unas seis horas de camino, lo cual no significaba una gran distancia en aquel tiempo. El padre Hostell es considerado un importante informador de los hechos históricos de aquel tiempo, explorador de muchas regiones hacia la vertiente occidental de la sierra, incluyendo bahía Magdalena y costas cercanas, y además de haber trabajado en las misiones que ya se han mencionado, desempeñó el cargo de padre visitador de 1755 a 1757 y de 1764 a 1766. El padre Lamberto Hostell se encontraba en la misión de Los Dolores en 1767, cuando tenía 31 años como misionero en California, llegó entonces la orden de Carlos III para que todos los jesuitas salieran de los dominios españoles, y ésta se aplicó en 1768 para los residentes de California, entre los que estaba el misionero alemán. El padre Lamberto Hostell murió probablemente en 1773.

Paisaje satelital de San Luis Gonzaga Chiriyaqui. Tomado de Google Earth.

F 112

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33.Wagner, Francisco Javier El padre Francisco Javier Wagner nació en Eichstadt, Alemania. En el otoño de 1735 se embarcó en Cádiz junto con otros 48 jesuitas en el “Santa Rosa”, la travesía del Atlántico se llevó a cabo sin novedades importantes, padeciendo sólo las incomodidades naturales a consecuencia del sobrecupo en la embarcación. El “Santa Rosa” llegó a Veracruz el 18 de febrero de 1736, y el viento estuvo a punto de hacer zozobrar la embarcación que quedó peligrosamente inclinada varada cerca de la playa en la isleta de San Juan de Ulúa. Casi todos los pasajeros pudieron desembarcar sin muchos problemas caminando por un tablón como puente improvisado hasta los botes que de tierra se habían mandado en su auxilio, pero Wagner y el procurador Juan Guenduláin cayeron al mar y tuvieron que ser rescatados por algunos indios que se lanzaron en su ayuda. Los misioneros tuvieron que permanecer en la isla por tres días, y luego fueron transportados a la ciudad de Veracruz en donde se alojaron en la casa de los jesuitas, de la cual a su vez fueron trasladados a la ciudad de México vía Jalapa, Puebla y Cholula. De aquella desagradable odisea el misionero alemán sólo lamentó más que nada la pérdida de sus libros y algunos objetos que traía en su baúl para regalar a los indios californios, pues en una carta fechada el 1º de mayo de 1736 y citada por Treutlein, se refirió a la belleza de los edificios de la ciudad de Puebla así como a la hospitalidad y afecto con que fueron tratados los viajeros por el propio obispo434, sobre todo los alemanes, de quienes el alto prelado se expresó con gran admiración por la labor que ya algunos de ellos realizaban en la Nueva España. Ya en la ciudad de México, Wagner completó sus estudios de Teología en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, y en 1737 fue destinado a la misión de San José de Comondú (ver F 36) en substitución del padre Julián de Mayorga, que había fallecido el 10 de noviembre de 1736, y allí permaneció hasta su fallecimiento en 1744. A pesar de su dedicación y paciencia con los indios, el nuevo misionero provocó el descontento de los guamas o “doctores” al prohibir sus prácticas ceremoniales, situación que se tornó peligrosa debido a que no había soldado alguno en la misión; la fragilidad del aprendizaje de los preceptos religiosos en la mente de aquellos indígenas se manifestaba constantemente, pues el misionero acudía a auxiliar a algún enfermo o moribundo, y al poco tiempo el guama o hechicero era llamado por los parientes, para que con su tubo de piedra o chacuaco extrajera los malos humores del paciente435. Molestos por la prohibición del ejercicio de su actividad, los ofendidos planearon asesinar al misionero, por lo que una noche, estando el padre sentado descansando frente a su casa, uno de los conjurados de nombre Juan Bautista le disparó una flecha que pasó muy cerca de su cabeza y se encajó en la pared. En ese momento, los indígenas leales acudieron a defender al padre aunque el culpable huyó, y uno de los jefes californios mandó un mensajero a Loreto para que avisara lo 434 435

El obispo de Puebla era el doctor Don Benito Crespo. Barco, op.cit., p. 237.

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sucedido al capitán del presidio. Después de caminar toda la noche, el enviado llegó a su destino en la mañana e hizo saber lo ocurrido al capitán Esteban Rodríguez Lorenzo. Siendo un hombre de avanzada edad, don Esteban mandó al teniente del presidio, su hijo don Bernardo, junto con varios soldados y algunos indios cristianos de Loreto. Ya en San José de Comondú, después de las primeras investigaciones, con la ayuda de los indígenas fieles se pudo averiguar quién era el dueño de la flecha disparada. Miguel del Barco cuenta en su obra que en las rancherías de los californios, los nativos eran capaces de identificar quién había hecho una flecha, así como los españoles podían reconocer la letra de una persona conocida entre muchas436. Denunciado el dueño de la flecha, éste aceptó ante el teniente que efectivamente era suya, pero que él no la había disparado, pues el indio Juan Bautista se la había pedido y se la había prestado. El culpable fue localizado por los propios indígenas y llevado ante el teniente, confesó su delito y para escarmiento de quienes quisieran seguir en esas acciones fue ejecutado y su cadáver colgado en lugar público. Entretanto, el padre Wagner se había ido a la misión de San Javier para mayor seguridad, pero pronto pudo volver a San José a continuar con sus tareas cotidianas, en donde se dejó una escolta para su cuidado. Tres semanas después todavía hubo intentos de rebelión de parte de algunos indios que habían sido castigados con azotes después de la conjura anterior, volvió el teniente a San José, capturó a los culpables, y en castigo los 3 cabecillas fueron desterrados de California a la ciudad de México, todo lo cual ocurrió en julio de 1738. Cabe aclarar que el gobernador de Sinaloa, después de haber aplacado en California la sublevación de 1734 de los indios pericúes, uchitíes y coras en las misiones del sur, había dispuesto que ya no se dejara la escolta acostumbrada de cuando menos un soldado para protección de cada misionero, sino que ahora sólo habría destacados de 8 a 10 soldados en las misiones frontera del norte y del sur, que eran respectivamente San Ignacio y Nuestra Señora de los Dolores, las cuales se encontraban en contacto con la gentilidad de Cochimíes y guaycuras. En junio de 1738 regresó el gobernador a Sinaloa, y poco después, el capitán de Loreto, estimando que era peligroso dejar sin soldados a los misioneros, como lo había dispuesto el gobernador, ordenó que se restableciera la antigua costumbre para la mayor seguridad en las misiones. El misionero germano escribió una “Noticia de la misión de San José de Comondú y de sus quatro pueblos”, la cual nunca fue publicada. Francisco Xavier Wagner murió en la misión de San José de Comondú el 12 de octubre de 1744.

436

Barco, op.cit., p. 238.

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34.Zumziel, Johann Bernhard (o Bernardo Zumziel) El padre Bernardo Zumziel fue bautizado el 13 de febrero de 1707 en Münsterland, Alemania, y murió el 25 de febrero de 1772 en Oelde. Sus padres fueron, según la fe de bautismo, Melchior Tomzile y su esposa Anna; en declaraciones a las autoridades españolas declaró que era de origen noble e hijo de Melchor Zumziel y Anna Suars. Ingresó a la Compañía de Jesús el 18 de octubre de 1725, y terminado su noviciado estudió filosofía por 3 años. Es posible que en esa época su vocación misionera fuera despertada por los relatos del padre Bernhard Zurmühlen, buscó el camino para irse a servir a la Nueva España, el 22 de noviembre de 1735 quedó en un grupo de 39 jesuitas que cruzarían el Atlántico y para el 18 de febrero de 1736 ya estaba en Veracruz. De este puerto se fue a la ciudad de México en donde terminó sus estudios teológicos; después de una breve estancia en el Colegio de San Andrés partió a California, en donde fue destinado a la misión de Nuestra Señora de los Dolores, y en 1737 a la de Nuestra Señora del Pilar de la Paz. Desde aquí tuvo que atender por un tiempo a los indígenas de la misión de Santa Rosa de las Palmas, incluyendo unas 300 familias ubicadas en 6 poblados en la costa y 3 en la sierra. El cúmulo de actividades que el padre Zumziel tenía que realizar afectó su salud, y a la muerte del misionero de Santiago sus responsabilidades aumentaron todavía más. Afortunadamente, en 1745 le llegó el refuerzo tan deseado en la persona del padre Carlos Neumayer, que fue de gran ayuda. En 1748 azotó a las misiones del sur una terrible epidemia, lo que aumentó más aun su trabajo al tener que atender al gran número de enfermos y moribundos. Por todo lo dicho y al deteriorarse más su salud Zumziel fue enviado al colegio de los jesuitas en León para su restablecimiento; tiempo después, el 26 de enero de 1754 pasó al colegio de San Luis Potosí en donde se ocupó de predicar y confesar a los indios de los poblados cercanos. El teólogo alemán Uwe Glusenkamp publicó hace poco en Biographisch Kirchenlexikon que Zumziel, junto con los padres Carlos Neumayer y SegismundoTaraval, a fines de 1746 ó 47 fueron acusados de llevar a cabo actividades de contrabando aprovechando la presencia de un barco holandés en aguas de la Nueva España, aunque el Provincialato de los jesuitas en México invalidó las acusaciones. Cuando el 25 de junio de 1767 se iba a implementar en el colegio de San Luis Potosí el decreto real que ordenaba la expulsión de los jesuitas, hubo protestas tan violentas que el acto tuvo que posponerse hasta un tercer intento el 24 de julio de 1767, en que se logró evacuar a los misioneros. El 19 de noviembre de 1767 Zumziel y sus compañeros abordaron en Veracruz el barco “Nuestra Señora de Guadalupe”, que los condujo hasta España. En el viaje ocurrió un episodio digno de mencionarse cuando en una tormenta, un rayo cayó tan cerca de Zumziel que le destrozó un zapato, y a consecuencia del estruendo de la descarga el misionero quedó sordo por el resto de su vida. De España, Zumziel pasó por varios países hasta terminar en Ausburg, el 27 de agosto de 1768. De aquí se fue a su terruño, Oelde, en donde falleció como ya se ha dicho el 25 de febrero de 1772.

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35. Barco, Miguel del Miguel del Barco González nació el 13 de noviembre de 1706 en Casas de Millán, de Extremadura, España, habiendo sido sus padres Juan Fernández del Barco e Isabel González. Realizó estudios de filosofía y jurisprudencia en la Universidad de Salamanca, fue maestro de gramática, y el 18 de mayo de 1728, poco antes de cumplir los 22 años, ingresó como novicio a la Compañía de Jesús en Villagracia de Campos, provincia de Valladolid. Después de terminar su formación religiosa en 1735, fue enviado a la Nueva España a donde llegó el mismo año, en 1738 se fue a California en donde permaneció 30 años como misionero, hasta la expulsión de la orden que se hizo efectiva en la península en febrero de 1768. Es seguro que Barco ya estaba en la misión de San Francisco Javier en 1739, pues en su obra señala al hacer una descripción pormenorizada de la pitahaya, que …en el invierno de 1739 a 1740, llovió varias veces en aquella tierra, y en una ocasión llovió tanto que, aun siendo lluvia suave, llegaron a crecer mucho los arroyos, cosa que, en 30 años sólo en ese invierno lo conocí437 Al igual que muchos de sus compañeros, pasó sus últimos años en el exilio en el estado papal de Bolonia, en donde murió el 24 de octubre de 1790, siendo célebre su obra “Historia natural y crónica de la Antigua California” editada en 1973 por Miguel León-Portilla. A Barco se debe la construcción de la misión de San Francisco Javier, una de las más hermosas de la península. Antes de radicarse en San Javier, Barco estuvo por breve tiempo en San José del Cabo trabajando con los indios pericúes, pero pronto se le destinó al lugar en donde pasaría tres décadas de su vida entre los indios cochimíes. Cabe mencionar que poco antes de su llegada a la misión, los nativos del lugar se encontraban muy inquietos porque los guaycuras que vivían al sur, habían amenazado con atacar la misión y matar a todos los que allí se encontraran, incluyendo al padre, aprovechando que no había soldado alguno radicado en el lugar. El capitán del presidio de Loreto mandó a tres soldados a San Javier para que investigaran esas amenazas, y al comprobarse que eran reales, se dejó un soldado para acompañar y cuidar al padre y a sus neófitos, por lo que cuando Barco llegó el ambiente se había pacificado. De su sitio original de Biaundó, la misión se había cambiado a un lugar con más agua llamado San Pablo, unos diez kilómetros hacia el sur, que fue en donde quedó definitivamente, a orillas del arroyo que sólo corre en tiempo de lluvias pero que tiene una poza con la que se podía surtir la misión todo el año, y con la cual se pudo regar la poca tierra disponible para siembra. El paraje se ubica a los 25º 51´ N. y a los 11º 32´W., a unos 22 kilómetros de la costa. Siguiendo la labor de los padres Píccolo y Ugarte que lo habían precedido, Barco mantuvo reducidos a los cochimíes de la región en cinco pueblos: la cabecera en lo que antes era San Pablo y desde entonces llevó el nombre de San Francisco Javier, Santa Rosalía al suroeste, San Agustín al poniente, Los Dolores al oriente, y San Javier el Viejo al sur, con un total de 352 personas. El misionero franciscano Francisco Palou, quien tuvo el encargo de recibir las misiones jesuitas varios meses después de la salida de los ignacianos en 1768, mencionó sólo 3 pueblos de visita sin contar la cabecera, que eran Nuestra Señora de Los Dolores, Santa Rosalía y San Javier el 437

Barco, op.cit., p. 80.

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Viejo. Deben aclararse que las comunidades mencionadas por el padre Palou no tenían ni iglesia ni residencia para el misionero, y sólo en algunas se encontraban algunas casitas, lo que hace pensar que al irse Barco con sus compañeros, las misiones y poblados pasaron rápidamente a una etapa de decadencia, descuido y abandono, aunque supuestamente quedaron provisionalmente al cuidado de los soldados, quienes no impidieron su deterioro y en algunos casos el saqueo. No era raro que los habitantes de un poblado se incorporaran a otro, y cambiara así su número en la misión. En 1762 el padre Miguel envió un informe al visitador de las misiones sobre el estado de San Francisco Javier, y al dar la estadística de su población mencionó los cuatro pueblos mencionados incluyendo la cabecera438.

PUEBLOS

FAMILIAS

ALMAS

San Javier (Cabecera)

45

170

Santa Rosalía

26

108

23

101

12

69

Nuestra Dolores

Señora

San Javier antiguo

de

los

Como dato que debe resaltarse, menciona Barco en su informe que San Javier era la única misión en California cuya población se había incrementado de 1738 a 1762 en 150 personas, cosa extraña en aquellos territorios en donde la constante era una disminución paulatina de la población, aunque investigadores como Dunne establecen que el aumento pudo deberse a la llegada a los pueblos de San Javier de indígenas de otras misiones439. El carácter firme y la claridad en el decir fueron dos de las virtudes en la personalidad de Miguel del Barco, lo cual se muestra en una carta que envió al padre procurador Ignacio Lizassoain el 23 de Octubre de 1794 en la cual, al referirse al padre procurador Juan de Armesto, se inconforma por la manera indebida que emplea al tratar a los misioneros negándoles algunas cosas que piden, además de que prácticamente lo acusa de intratable y con un afán de tener a los misioneros californios amarrados y sujetos a su voluntad y disposición440. Barco consideraba injusto que Armesto no permitiera a los misioneros que hicieran encargos a algún compañero o conocido en Guadalajara, obligándolos a que toda petición para las misiones de California, por pequeña o personal que fuera se hiciera por su conducto a la ciudad de México. Lo peor era que no existía disposición superior alguna para esa prohibición, por lo que con el objeto de que no hubiera dudas sobre jerarquías y autoridad, expresó a Lizassoain …fuera yo de parecer que de una vez se

438

Ibíd., p. 429. Dunne, op.cit., p.398. 440 Barco, op.cit., p.433. Más sobre el tema se trata en el capítulo destinado al padre Armesto en este libro. 439

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declare si es nuestro superior, que se nos intime; pues de esta suerte será menos duro el rendirnos a su voluntad…441 Según un informe que hizo el padre Francisco Palou al recibir la misión poco después de que Barco saliera de California, había ganado mayor pero todo alzado, y sólo se contaba para su explotación con 6 vacas paridas con sus crías, 16 vientres, 8 toros y 6 yuntas de bueyes para el arado; 26 yeguas de vientre con 7 crías incluyendo 4 potrillos y 3 mulas, había 13 burras con 2 crías, 2 burros manaderos442, 24 mulas, de las cuales las mejores se destinaban al acarreo de maíz desde Loreto. Había 22 caballos para los vaqueros, 733 ovejas y 270 cabras. Palou recibió además 20 tinajas de vino de 50 cuartillos cada una, lo que equivaldría a unos 500 litros por tinaja. Aunque el franciscano reiteró en su informe que la langosta, la sequía y la falta pastos reducían notablemente la producción agropecuaria, se infiere que Barco llevó a cabo muy buena labor en el aspecto de conservar y ampliar los ganados de que se disponía en la misión, que originalmente fueron traídos por el padre Juan de Ugarte, a pesar de los años malos y a la plaga de la langosta. Respecto al ganado alzado, resulta normal que la mayor parte del hato se haya ido al monte para mantenerse de lo que pudiera, pues sin vaquero que lo cuidara, sin que se ordeñaran las vacas paridas y con poco pasto en los campos cercanos tenían que desparramarse hacia el monte. Desde su llegada a Viggé Biaundó, Barco debe haber pensado en la construcción de otro edificio al ver la iglesia con que se contaba en muy mal estado. Al comienzo de 1744, el misionero trajo un equipo de canteros para cortar San Francisco Javier, vista lateral. las piedras del tezontle que servirían en la construcción de una nueva edificación, tal parece que diseñada por él mismo, con techo abovedado de arcos cruzados la cual se encuentra muy bien conservada. La iglesia fue terminada hasta abril de 1758 por la dificultad que tenía el misionero para conseguir canteros capaces y que aceptaran ir a F 113 trabajar a la remota provincia. Aparte de 441 442

Ibíd., p.433. Burro manadero es el que se deja entero para cargar a las hembras.

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ser una hermosa iglesia, estaba muy bien adornada con tres retablos en sus tres altares, alhajas de plata y ornamentos decentes para el culto religioso443. Todo hace suponer que Barco participó activamente en el diseño del templo, pero es posible que además de los canteros haya traído un arquitecto que dirigiera personalmente cuando menos parte de los trabajos en la edificación. Pero más importante que la aptitud como arquitecto de Miguel del Barco, está su obra histórica y científica en la que demuestra importantes cualidades como son su gran capacidad de observación, su extraordinaria cultura que incluía vastos conocimientos sobre las ciencias naturales, y las experiencias adquiridas al haber vivido por 30 años en el teatro de los hechos históricos que narra, en diario contacto con la naturaleza y con los indígenas, varias de cuyas lenguas dominó.

F 114

Vista posterior y lateral de San Francisco Javier. Fotog. A. Ponce Aguilar.

Las aportaciones de carácter etnográfico que hizo el misionero historiador, así como sobre la botánica y zoología de Baja California, permitieron que otros autores abrevaran en su obra, y que aún en la actualidad sus descripciones sean citadas en diversos estudios científicos. Por otra parte, su obra no sólo es objetiva en las descripciones científicas, sino veraz y honesta al referirse a otros misioneros o a él mismo, como cuando al hablar del derrotero del padre Consag en su viaje a las bocas del Colorado señala: …Es preciso confesar que el padre Consag se expresó con poca claridad en la conclusión de su derrotero y la relación de este viaje…444; o al destinar un amplio espacio a las correcciones que ameritó la obra del padre Miguel Venegas, o al referirse al él mismo cuando confiesa su incompetencia en los temas relacionados con el mar. A propósito de lo anterior, es pertinente mencionar que Barco no consideraba que las expediciones de Ugarte y Consag hubieran demostrado concluyentemente que California era una península, faltaba una prueba definitiva según él, por lo que en una carta al provincial Francisco Zevallos le hizo saber sobre la decisión de efectuar una expedición por tierra hacia el río Colorado, como en efecto hizo y la cual llevó a cabo el padre Wenceslao Linck en 1766. Dos de los historiadores clásicos de Baja California que se apoyaron en la obra del padre Miguel del Barco para escribir sus libros, fueron los jesuitas Miguel Venegas y Francisco Xavier Clavijero, aunque ellos nunca estuvieron en la península. El primero escribió “Noticia de la California”, libro que fue corregido por Barco en los años setentas estando en el exilio en Bolonia, en un texto agregado a su propia obra como apéndice I que se titula Adiciones y 443 444

Barco, op.cit., p.430. Ibíd., p. 368.

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correcciones menores a distintos capítulos y lugares de la Noticia de la California445; y el segundo es autor de “Historia de la Antigua o Baja California”, obra de consulta indispensable para el investigador sobre la historia de la península. Cabe aclarar que los trabajos de Venegas y Clavijero no son simples colecciones de datos que se encuentren en el libro de Barco, sino que al relacionarse personalmente y por escrito con otros misioneros que sí habían sido actores del drama misional de la época, pudieron obtener valiosísimos datos que les permitieron escribir sus trabajos446. En su “Historia natural…”, Barco no sólo hace gala de sus conocimientos en las ciencias naturales, sino de un carácter inclinado a las ciencias, metódico y organizado, que no en pocas ocasiones rebasa el ámbito de la descripción y se mete de lleno al terreno experimental, como en el caso de las siembras que realizó en su misión de San Javier para obtener trigo de un mejor rendimiento, lo cual le proporcionó muy buenos resultados, tal como lo describe en el capítulo VII de su obra447. El extremeño se valió con frecuencia de las experiencias o descripciones de otros misioneros, como es el caso de un Estracto de una carta del padre Francisco Inama, misionero de la California, escrito a otro misionero de la misma sobre las víboras448, que agregó en la primera parte de su obra, y que refiere los detallados experimentos llevados a cabo por el referido padre Inama con esos animales. No faltan en la obra del misionero referencias sobre el posible origen de la península como tierras que emergieron del fondo del mar, al mencionar la existencia de verdaderos cerros de conchas marinas en lugares distantes de las playas, como es el caso de una elevación importante cerca de la misión de San Luis Gonzaga, y otros lugares con terrenos formados por materiales marinos petrificados. Barco también refirió con detalle la naturaleza y localización de los depósitos minerales que se encontraban en la península, y no son pocos los yacimientos descritos por el misionero que se explotan en la actualidad, como es el caso del yeso de la isla de San Marcos, cerca de Mulegé, en donde se encuentra la mayor exportadora de yeso del mundo. Si bien Barco no pudo escapar del estilo generalizado en los misioneros de todas las ordenes en aquélla época, de percibir la cultura de los primitivos californios como la negación de todo lo deseable en una sociedad, y fue incapaz de situarse en el lado opuesto a sus tradiciones e ideas de lo valioso para explicarse los rasgos y actos de los naturales, debe admitirse que fue relativamente moderado en las criticas y descripciones que de ellos hacía. Un ejemplo de lo anterior es la corrección que hace en lo expresado por Venegas en La Noticia de la California sobre el carácter de los californios y los cortísimos alcances de su entendimiento. Al respecto dice Barco lo siguiente: …debe entenderse que habla [Venegas] de los californios según estaban en tiempo de su gentilidad, y como los hallaron los primeros misioneros, no de los californios conforme se hallan al presente, aquéllos que, desde niños se bautizaron, y han tenido más cultivo y trato con los misioneros, con soldados y con otros; porque éstos muestran un entendimiento mucho más despejado, no sólo para el trato humano sino también para entender 445

Ibíd., p.379. Venegas-Luyando, op.cit., Ejemplo de lo dicho es el cuestionario que Venegas remitió al padre Juan Bautista Luyando el 8 de enero de 1737, interrogándolo sobre asuntos relacionados con la misión de San Ignacio. La carta dice en parte: Hállome al presente continuando la historia, y escrito ya un capítulo de la misión de S. Ignacio, donde estuvo Vuestra Reverencia…pero necesito de algunas otras noticias cronológicas… 447 Barco, op.cit., p.116. 448 Barco, op.cit., p25. 446

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los misterios de nuestra santa fe. Hay muchos que saben leer y aún escribir, y algunos leen con tanta expedición como aquéllos españoles que están muy ejercitados en los libros…449. Una investigación de gran valor que promovió Barco para el conocimiento de la prehistoria entre los naturales del centro de la península es la que se narra enseguida. Desde su llegada a las tierras descubiertas en 1492, los españoles venían influenciados por una fuerte carga de fantasía propia de la edad media, y era común la descripción de islas maravillosas por sus riquezas que nunca existieron, de ciudades con oro en sus edificaciones y murallas, de monstruos fenomenales, y algunos hombres cuya estatura era propia de gigantes. El pensamiento moderno de Miguel del Barco no aceptaba como hechos reales tales suposiciones, pero en una ocasión supo por las platicas de indios y misioneros, la supuesta existencia de gigantes en épocas antiguas, y pidió al misionero de San Ignacio, José Mariano Rothea, uno de los que afirmaba haber visto restos de aquéllos seres, que le informara por escrito lo que había averiguado sobre el tema. La respuesta de Rothea se encuentra en el capítulo destinado a él, que aquí se podría sintetizar en tres hechos: los hallazgos hechos por ese misionero de huesos de gran tamaño, las pinturas hechas en los altos techos de cuevas y resguardos rocosos que aparentemente solo podían haber sido pintadas por hombres de enorme estatura, y la tradición que conservaban los indios más ancianos sobre su origen. Cabe señalar que el misionero de San Ignacio mencionó algunos detalles que hasta ahora no se han corroborado, no solamente de los huesos humanos del tamaño que menciona, como fragmentos de costillas que tendrían más de 60 cm y vértebras de un grosor triple a lo normal; sino también lo mencionado sobre hombres y mujeres pintados en resguardos rocosos vestidos con cierto tipo de ropa. Lo que más se aproxima a esto último se encuentra en las pinturas rupestres en la cuesta del arroyo del Palmarito, cerca de San Ignacio, pero no aparecen con claridad los cotones con los que, según Rothea, se cubrían aquellos hombres y mujeres. El jesuita historiador también pidió ayuda a los misioneros de Guadalupe y Santa Rosalía, los padres Benno Ducrue y Francisco Escalante, respectivamente, para que investigaran entre los indios más ancianos la tradición sobre la procedencia de su pueblo. La respuesta fue que se conservaba la tradición transmitida de padres a hijos de que sus más antiguos ancestros habían venido del norte, todos ellos hombres y mujeres de extraordinaria estatura huyendo unos de otros. Parte de esta gente según la tradición se fue por la costa, y los demás hacia la sierra, siendo estos últimos autores de las pinturas que se encuentran en muchas partes de las montañas 450, sobre todo en la sierra de San Francisco. Hasta aquí la investigación hecha por Rothea y consignada por Barco, en la que se percibe siempre un enfoque científico avanzado para su tiempo. Barco fue visitador general y superior de las misiones en los periodos de 1750-1754 y 1761-1763. En ese tiempo envió informes y cartas en las que siempre mostró no sólo su celo evangelizador sino también su gran capacidad administrativa, y aunque tal vez no se le sitúe como un misionero a la altura de Salvatierra, Ugarte o Consag, basta tomar en cuenta su obra como un extraordinario historiador para recordarlo y afirmar que quien no ha leído su libro, está desconociendo una de las fuentes más importantes para el conocimiento de la historia de Baja California en la época de los Jesuitas. El padre Miguel del Barco murió en 1790 en Bolonia.

449 450

Barco, op.cit., p.208-209. Lo dicho hace pensar que los niños indios aprendían tan bien como los blancos. Ibíd, op.cit., p210-213.

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36.Escalante, Francisco Francisco Escalante nació en Jaén, España, en 1724, ingresó a la Compañía de Jesús en 1744 y fue destinado a California en 1758; se le recuerda más como misionero de Mulegé, aunque antes estuvo un tiempo en Santiago, lo que se menciona más adelante. En Santa Rosalía de Mulegé inició la construcción de piedra de la iglesia, la cual fue terminada hasta 1756. En el libro de registros de la misión, la última anotación es del padre Escalante y tiene fecha 25 de enero de 1767. Siendo misionero en Santa Rosalía de Mulegé, participó al igual que José Mariano Rothea, misionero de San Ignacio, en una investigación sobre el origen de los más primitivos californios. Escalante hizo un reporte a Barco, que el misionero historiador relata de la siguiente manera: ...El misionero de Santa Rosalía, arriba citado, dice que, entre sus indios, se conserva la misma noticia de gigantes que vinieron de la parte del norte, los cuales pintaron en el territorio de su misión una cueva que él mismo fue a ver; la cual es casi tan grande, como la otra de la misión de San Ignacio: esto es, como de diez varas de largo, cinco o más de ancho y seis de alto con poca diferencia; mas no está en forma de bóveda, sino de cielo raso, formado de una sola peña tan gruesa y firme que mantiene sobre sí un alto cerro. Este cielo raso está pintado y lleno de figuras ya de animales y ya de hombres armados de arcos y flechas, representando las casas de los indios. Estas pinturas se conservan bien claras y perceptibles, no obstante el estar sobre la desnuda piedra sin otro aparejo, y que en tiempos húmedos y de nieblas no puede dejar de humedecerse el aire de la misma cueva. Por lo demás, dice que es pintura tosca; que está muy lejos de los primores de este arte. No obstante, da a entender que sus autores tenían más aplicación, más habilidad y más conocimientos que los naturales de aquel país451. Esta descripción que hizo Francisco de Escalante, corresponde muy probablemente a San Borjitas, una cueva cercana a Mulegé, misión en la cual estuvo el misionero cuando se llevó a cabo la expulsión de la Orden. Escalante, así como Rothea, se interesaron en las pinturas rupestres lo suficiente como para hacer reportes sobre ellas. Dos cosas destacan en el relato de Pintura rupestre de San Borjitas, en la Sierra de Guadalupe, algo diferente al estilo más refinado que se encuentra en los murales de la Sierra de San Francisco. F 115

451

Barco, op.cit., p. 212.

249

Tomado de The Cave Paintings of Baja California, de Harry W. Crosby.


Escalante: que las pinturas están bien preservadas (dada su aparente antigüedad), y que tal vez fueron hechas por personas de muy elevada estatura.

F 116

El padre Escalante inició la construcción de piedra de la iglesia de la misión, en lo alto de una loma y cerca de un extenso palmar. El edificio, que tiene algunos rasgos originales en su arquitectura como

F 116 a

Misión de Santa Rosalía de Mulegé. F 116, Panorámica posterior. F 116 a, Patio lateral. F 116 b, Vista del frente, nótese el campanario atrás, y al fondo a la derecha el palmar. F 116 c, Muro con arcos en la parte posterior, derruido. F 116 d, Escalera lateral. Fotografías Antonio Ponce Aguilar.

F 116 b

F 116 c

250

116 d


lo son su forma de L y su torre levantada varios metros atrás del frente, fue concluido en 1766. Antonio Ponce Aguilar

Antes de radicarse en Mulegé, el padre Escalante también se desempeño como misionero en Santiago, en donde mostró su habitual caridad en ocasión del naufragio de un bergantín que se había fabricado en Realejo452. La embarcación había costado 19 000 pesos y estaba destinada al servicio de las misiones de California, pero en el viaje final procedente de Matanchel en F 117 octubre de 1759, antes de llegar a Loreto se estrelló contra las rocas de la costa a causa de una tormenta en la región de Purum, al sur de la península, Pinturas rupestres de la Sierra de San habiéndose salvado todos los tripulantes. Francisco, en Cueva Pintada, las cuales Cuando el padre Escalante supo de la muestran algunas diferencias en los colores respecto a las conocidas por el padre Francisco desgracia, de inmediato mandó alimentos y las bestias suficientes para que los Escalante al sur de éstas, en la Sierra de náufragos pudiesen trasladarse a la misión, Guadalupe al oeste de Mulegé. (ver F 115). a más de 30 kilómetros de distancia. Toda esa gente estuvo en la misión de Santiago durante dos meses, hasta que pudieron reembarcarse para Acapulco en el Galeón de Manila, cuando hizo escala en San José del Cabo, procedente de las Islas Filipinas. Cuando por orden del rey Carlos III los jesuitas abandonaron California, el gobernador Gaspar de Portolá, responsable del proceso de la expulsión, a pesar de la rigidez de las órdenes que debería aplicar con los misioneros, permitió al padre Escalante que se devolviera a la misión de Guadalupe que había estado a cargo del padre Benito Ducrue, con el fin de que se despidiera de los indios. Escalante se fue al exilio en Italia junto con sus demás compañeros. Murió en 1806.

452

Poblado a la orilla del río de ese nombre en lo que hoy es Nicaragua.

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37.Gasteiger, José El padre José Gasteiger nació en 1702 en Austria y estuvo como misionero en California de 1745 a 1755. Cuando el padre Everardo Helen dejó la misión de Nuestra Señora de Guadalupe Guasinapí que había fundado, fue relevado por el padre Gasteiger, quien años después escribió una relación sobre esa misión. En el verano de 1746 estuvo en Mulegé substituyendo al padre Pedro María Nascimben, quien después, pagaría la visita a su vecino como se verá enseguida. Siendo Gasteiger misionero de Guadalupe453, ocurrió una desgracia cuando por su deficiente construcción, el techo de terrado de la iglesia se vino abajo un domingo, cuando se decía misa y todos los habitantes del poblado se encontraban allí. Por ese tiempo, Gasteiger estaba muy enfermo y había venido para asistirlo en sus últimos momentos el padre Pedro Nascimben, de Santa Rosalía de Mulegé, y según Zevallos también el padre Fernando Consag había acudido en auxilio del padre José, pues se temía que muriera de un momento a otro. Fue cuando Nascimben decía la misa que escuchó ruidos extraños y se percató que el techo y un muro de la iglesia se derrumbaban, saltó hacia la puerta de la sacristía y tuvo la fortuna de escapar de una muerte segura, aunque con algunos golpes en la espalda. El padre Consag estaba en el presbiterio, y se salvó porque en el momento de la tragedia se encontraba bajo el marco de la puerta. A pesar del estruendo producido, Gasteiger, recluido en su habitación, de momento no se dio cuenta de lo sucedido, pues se le ocultó la tragedia en la que murieron más de 80 personas454 y otras 15 resultaron heridas. Sólo unas 4 ó 5 mujeres fueron encontradas vivas entre los escombros. Después de su convalecencia, el padre Gasteiger inició con grandes trabajos la construcción de una nueva iglesia, casi en el mismo lugar porque no había más espacio, entre el arroyo y el cerro, pero ahora al percatarse que una de las causas del derrumbe había sido la corriente de agua que bajaba de lo alto y erosionaba la pared y cimientos de la edificación, empleó tiempo y trabajo en aplanar la ladera cercana para dejar suficiente espacio por el cual pudiera correr la corriente que se formaba en tiempo de lluvias. Los muros fueron levantados ahora de cal y canto hasta cierta altura, debido a que se les acabó la cal, desde donde continuaron sólo con adobes. La labor del misionero austriaco en Guadalupe fue notable en lo espiritual, pero también debe haberlo sido en la producción de carne y queso, pues cuando en 1768 los jesuitas salieron de California había en los ranchos de la misión muy buena cantidad de ganado mayor y menor, como en El Valle, cerca del arroyo del mismo nombre y a unos trece kilómetros al sur de la cabecera; en 1771, tres años después de la expulsión de los jesuitas, había doscientas doce reses gordas, 957 ovejas y unas cuatrocientas cabras, gracias a que cada año llovía lo suficiente para que nunca faltaran buenos pastos455 y ramajo. Cierto que habían transcurrido más de 10 años desde el retiro del jesuita alemán, pero se entiende que desde su tiempo deben haberse ido integrando los hatos de que se habla. Gasteiger escribió una historia de los pueblos Concepción, San Miguel, San Pedro y San Pablo, pertenecientes a Guadalupe.

453

Barco dice que el derrumbe de la misión de Guadalupe, de la que era misionero el padre José Gasteiger, ocurrió en el mes de noviembre de 1744, lo que adelantaría en un año la fecha que se reconoce para la llegada del misionero a California. 454 Ibíd.., p. 261 455 Dunne, op.cit., p. 224.

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38.Neumayer, Carlos El padre Carlos Neumayer, alemán, estuvo como misionero por algún tiempo en Topia, Durango, y en 1745 fue enviado a California, en donde acudió en ayuda del padre Bernhard Zumziel de Santiago. Fue misionero de Todos Santos de 1752 hasta su muerte acaecida el 30 de agosto de 1764, y fue el último jesuita sepultado en California. En 1748 estuvo por un tiempo en la misión de San José de la Laguna, muy cerca de la actual Guaymas, en Sonora. Todos Santos456, a unos 80 kilómetros al sur de La Paz, había sido fundada en 1724 como visita de esta misión por el padre Jaime Bravo, y siempre constituyó su fuente abastecedora de alimentos. Para tener idea de la productividad agrícola de Todos Santos, basta mencionar que en 1731 producía anualmente 200 cargas de piloncillo, así como gran cantidad de frutas y vegetales; por lo dicho, no es extraño que por el año de 1750 superara a La Paz en importancia. Dos años después, el padre Neumayer se haría cargo de la misión. Cuando en 1752 el padre Neumayer asumió el cargo de la misión de Santa Rosa de Todos Santos, acababan de hacerse importantes ajustes de la organización misional en el sur de la península de lo que se habla enseguida. Los cambios de las misiones debieron efectuarse cuando la población indígena disminuyó drásticamente, sobre todo a consecuencia de las graves epidemias que la afectaron en los años de 1742, 1744 y 1748, y resultaba muy costoso en dinero y esfuerzos sostener aquellos establecimientos en donde casi no había indígenas, mientras que en otros, sobre todo en el norte, hacían falta religiosos y recursos. Por otra parte, la misión de La Paz estaba prácticamente sin agua para riego, y el líquido sólo ajustaba para que bebiera su reducida población, lo que hacía un imperativo su cambio a otro lugar. Fue por esto que los pericúes de la misión de Santa Rosa de Todos Santos y los de San José del Cabo pasaron a la de Santiago; y los guaycuras de La Paz junto con su misionero se fueron a Santa Rosa de Todos Santos, que desde entonces se empezó a llamar solamente Misión de Todos Santos457. En resumen, el reacomodo permitió disponer de dos misioneros vacantes gracias a la supresión de las misiones de La Paz y San José del Cabo, y los gastos se redujeron considerablemente. Esta mudanza de las misiones del sur se hizo en 1749, por lo que el padre Neumayer asumió en 1752 el cargo de Todos Santos con los guaycuras de La Paz y no con los pericúes que antes habitaron ese poblado (ver F 73). Durante su estancia en Todos Santos, tocó al padre Neumayer vivir la difícil experiencia que también se tuvo en otras misiones del sur, causada por la presencia de poblados mineros que se empezaron a establecer en aquella región desde 1748, como lo fueron Santa Ana y San Antonio, sobre todo el primero en el que se extraía plata. Fue Santa Ana el primer poblado secular en California, y su fundador Don Manuel de Ocio, yerno del prestigiado capitán del presidio de Loreto don Esteban Rodríguez Lorenzo, por quien los jesuitas sentían especial afecto, y los misioneros como Neumayer tenían que acudir con cierta frecuencia a los poblados mencionados 456

Todos Santos está a los 23º 27´de latitud norte en el litoral occidental de la península. La misión de Todos Santos se llamó primero Santa Rosa de Todos Santos en honor de doña Rosa de la Peña, prima del marqués de Villapuente. El edificio de la misión ya estaba levantado y servía como visita de La Paz. Lo que hicieron los jesuitas fue darle al establecimiento la categoría de misión, con el nombre mencionado de Santa Rosa de Todos Santos, habiendo sido su primer misionero el padre Segismundo Taraval en 1733 (Barco, op.cit., p. 411). Debe aclararse que inicialmente se le quiso llamar Santa Rosa de la Ensenada de las Palmas, nombre que no prosperó ni estaba correcto. 457

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a proporcionar servicios religiosos, lo que representaba una carga mayor de trabajo sin relación con sus funciones como misioneros de los indios. Sucedió también que debido a las dificultades logísticas para proveer de alimentos y víveres a los mineros, cuyo número aumentaba, obligó a éstos a acudir a los únicos lugares donde podían comprar comida y ropa que eran las misiones cercanas, especialmente Todos Santos. Los misioneros en principio se negaron a vender bienes de la misión a aquellos hombres, quienes insistieron una y otra vez, quejándose del hambre que padecían y la falta de ropa, hasta que se despertó la compasión de los religiosos que accedieron a venderles sobre todo maíz y ropa, por lo cual recibían el pago en plata. Esto fue aprovechado por los enemigos de los jesuitas, que encontraron en los relatos que hacían los mineros cuando regresaban a Sinaloa o Sonora, bases para desprestigiar a los misioneros acusándolos de que se enriquecían con la abundante plata que obtenían. Según Miguel del Barco, con la plata obtenida los misioneros compraban ropa para sus indios y ornamentos para la iglesia; los jesuitas nunca se consideraron dueños de las misiones sino sus administradores, y por eso nunca mandaron cosa alguna a sus parientes o amigos, y si acaso hacían algún regalo a persona secular, lo hacían en correspondencia a su trabajo o con quienes la misión se sentía obligada, y siempre con moderación458. Otro problema serio que afrontó el padre Neumayer con don Manuel de Ocio, dueño de la mina de Santa Ana, se relata enseguida. Solía el ganado de las misiones desparramarse por las serranías y lugares en los que encontraban pasto y ramajo con qué alimentarse, lo que fue generando un importante número de cabezas de ganado alzado y orejano, sin el fierro de la misión459. Supo el misionero en una ocasión que los vaqueros de don Manuel capturaban frecuentemente ganado orejano pero perteneciente a la misión de Todos Santos, por lo que pidió su intervención al padre visitador Lamberto Hostell. Éste se dirigió al capitán del presidio de Loreto don Fernando Javier de Rivera y Moncada, para que prohibiera a Ocio campear en terrenos de la misión y apoderarse del ganado orejano pero que pertenecía a Todos Santos. El capitán Rivera era un hombre de gran prestigio y capacidad, y antes de actuar hizo algunas investigaciones, de las cuales se supo que el ganado que campeaban los vaqueros de Ocio había pertenecido a don Esteban Rodríguez Lorenzo, el ya fallecido capitán del presidio y suegro del minero, y que su hija y él, Ocio, eran coherederos del ganado. El capitán Rivera supo también que el padre Bernardo Zumziel había comprado ese ganado a un hijo de don Esteban Rodríguez llamado también Bernardo. Ante la resistencia de Ocio para llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, el padre Neumayer propuso que el minero devolviera el dinero pagado por Zumziel, y a cambio se le permitiría sacrificar reses alzadas, pero si eran de la misión pagarían 10 pesos por cabeza. Ocio no aceptó lo que consideraba una proposición desventajosa para él, por lo que el litigio se prolongó con otras propuestas y contrapropuestas, sin que alguna de las partes cediera. Ocio estaba realmente enfadado y

458

Barco, op.cit., pp. 319, 320. El ganado orejano es el que no tiene ninguna señal en la oreja ni en ninguna otra parte de su cuerpo. La marca de herrar o fierro es una señal que el dueño del animal le marca con un fierro candente para identificarlo como de su propiedad. El ganado alzado es el que se cría en el monte, por lo que frecuentemente se desconoce quién es su propietario. 459

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manifestó su inconformidad al capitán Rivera en un escrito que en parte decía: ...Así quisiera que vuestra merced me dijera en un todo, cúyas son estas tierras de esta península; si son de señoría eclesiástico, me avise para mudarme, mas que sea largando todo, y en caso de que su majestad haya hecho donación temporal de lo que por todos motivos pertenece a la Corona, así a eclesiásticos como a seculares, me lo avise para en todo retirarme...que de ser así, no tengo derecho a nada460. Finalmente, después de algunos testimonios que obtuvo Rivera de unos peones de El Triunfo, falló a favor de Ocio y ordenó a la misión de Todos Santos, que pagara o

F 118

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A la izquierda, rancho ganadero “Colorado”, cerca del lugar que hoy se conoce como “Las Pocitas”, a unos 65 Km. de La Paz. A la derecha, poblado de Todos Santos. Los dibujos corresponden al siglo XIX, unos 100 años después de la estancia de Neumayer en la región, aunque el escenario debe haber sido muy semejante. Dibujos de “Harpers New Monthly Magazine” Explorations in Lower California, de J. Ross Browne, Dic. 1868, en Cornell University.

devolviera las reses que exigía Ocio, a cuyos territorios no podrían penetrar los vaqueros de Neumayer. El minero mandó a Madrid una relación en que acusó a los jesuitas esencialmente de monopolizar la tierra y el trabajo de los indígenas, lo que bajaba el rendimiento de las minas. Todo este pleito en el que el padre Carlos Neumayer fue protagonista presagiaba lo que sucedería apenas unos años después: la expulsión de los misioneros jesuitas de California en 1768. Francisco Xavier Clavijero hace un sentido elogio de la vida del padre Neumayer, diciendo que siempre observó una vida verdaderamente apostólica, afrontando intrépidamente los peligros por no faltar a su deber, y no perdonando ningún trabajo que pudiera contribuir a la gloria de Dios y el bien espiritual y temporal de sus neófitos...461. Pero no sólo se le reconocieron sus virtudes espirituales, sino su aptitud para realizar toda clase de trabajos en beneficio de los indios, lo que debe haberle granjeado su cariño y respeto, ya que a veces era su médico, al curarlos de sus enfermedades; de peón, al ayudarles a construir sus casas, de arquitecto y albañil al edificar la iglesia; o de sastre al cortar y coser sus ropas. El padre Neumayer murió el 30 de agosto de 1764 en Todos Santos, el padre Francisco Xavier Franco lo asistió poco antes de su muerte, y le sucedió como residente de aquella misión. 460

“Mineros, misioneros y rancheros de la Antigua California”, por Jorge Luis Amao Manríquez, INAH, Plaza y Valdés, p. 35. 461 Clavijero, opo.cit., p. 214.

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39.Bischoff, Juan Xavier Juan Xavier (o Javier) Bischoff nació en Glatz, Bohemia el año de 1710, ingresó a la Compañía de Jesús en 1727, fue docente en varios colegios jesuitas, y atendiendo sus deseos se le destinó a la Nueva España a donde viajó en 1744, en 1746 se fue a California y allí realizó su obra como misionero. En los documentos de su salida de España se le describe como un hombre de baja estatura, rubio, de ojos azules y barba rala462. Además de haber sido misionero en San Luis Gonzaga, también estuvo en Santiago, Loreto, La Purísima y Todos Santos. En 1746 el padre Lamberto Hostell quedó como misionero titular de la misión de Los Dolores, cuando el padre Clemente Guillén dejó el cargo por su avanzada edad y se retiró a Loreto para un merecido descanso; entonces el padre Bischoff, recién llegado a California, fue enviado a la misión de San Luis Gonzaga para cubrir la falta del padre Hostell. El nuevo misionero replantó la cabecera de su misión unas siete leguas al noroeste de Los Dolores, establecida en La Pasión (ver F 60), se dio a la tarea de construir una iglesita y una casa de adobes, y permaneció en San Luis hasta 1750, año en el que fue destinado a otras misiones. El lugar tenía poca agua que pudiera usarse para riego, por lo que las perspectivas de siembra no eran buenas. Cuando el padre Bischoff salió de San Luis Gonzaga, los principales pueblos de visita eran San Juan Nepomuceno y Santa María Magdalena, éste en la bahía de ese nombre. Siguió a Bischoff como residente de San Luis el padre Juan Jacobo Baegert, también alemán, aunque todo hace suponer que pasaron algunos meses entre la salida de uno y la llegada del otro si se toma en cuenta el gran deterioro de las pocas construcciones que había. Bischoff bautizó a 1748 indígenas pero muchos murieron en las epidemias, de modo que para 1752 había sólamente 360. El padre Bischoff junto con el veneciano Nascimben introdujeron el canto coral entre los indios de California; en la página 126 de su “Nachrichten…” Baegert dice al respecto: ...El padre Xavier Bischoff, de Glatz en Bohemia, y el padre Pedro Nascimben, de Venecia, Italia, fueron particularmente responsables de introducir el canto coral a California. Habían entrenado a los californios, tanto hombres como mujeres, con incomparable esfuerzo y paciencia... 463. Cuando los franciscanos relevaron a los jesuitas en California, se sorprendieron agradablemente con el coro de Loreto que había preparado el padre Bischoff durante su residencia en la misión. Debe aclararse que fueron varios los misioneros jesuitas que dedicaron esfuerzo para la enseñanza del canto coral entre los indios californios, habiéndose distinguido en esto los padres Ugarte y el mismo Salvatierra, aunque esa enseñanza fue posible gracias a la sensibilidad que los indios tenían por la música y el canto coral464. El misionero germano reorganizó las escuelas de niños y 462 463

Crosby, Antigua California, p. 404. Baegert, “Nachrichten…” op.cit., p. 126.

464

28. Venegas, Noticias; Tomo II; p. 160-161: Todos los domingos salen alrededor del pueblo, cantando la doctrina en procesión, hasta volver a la iglesia, donde se les predica. En Loreto, se hace también lo mismo, los sábados en castellano para la gente del Presidio, concluyendo con plática y ejemplo y Salve. Celébranse con cuanta solemnidad es posible, las fiestas del Santo titular, la de Navidad, la del Corpus y las dos Pascuas, que según el Ritual Romano, se solemnizan con los bautismos…y se les permiten alegrías, danzas y juegos decentes. En la Semana Santa se convocan a la cabecera todas las rancherías, y el Padre, con los cantores enseñados en Loreto, hace todos los Oficios devotísimo de aquellos santos días.

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niñas, a las que asistían los párvulos de las 42 familias españolas y los pequeños indígenas que mostraban más inteligencia465. Los matrimonios de indios neófitos eran 28. Siendo misionero de La Purísima Concepción de Cadegomó en 1759, Bischoff recibió el encargo de sus superiores de explorar la costa en el área de su misión, a efecto de tratar de localizar un lugar que sirviera de puerto escala para el Galeón de Filipinas en su largo viaje desde el país asiático hasta Acapulco466, en tanto que el padre Francisco Inama hacía lo propio en el litoral de

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Viaje del padre Bischoff a la costa del Pacífico. 1 Misión de La Purísima sobre el arroyo del mismo nombre. 2 Boca San Gregorio del arroyo La Purísima. 3 Bahía de San Juanico. 4 Poblado actual San Juanico. 5 Estero El Dátil. 6 Bahía Concepción. La flecha continua indica la ruta aproximada seguida por el padre Bischoff en su expedición en búsqueda de un puerto en la costa del Pacífico, y la punteada la ruta que habría seguido conforme a la latitud que menciona Barco. Adaptación en mapa de Google Earth. 465

Dunne, p. 397 op.cit.. Para mediados del siglo XVI, Manila, posesión española, era importante centro comercial a donde llegaban productos de China, Japón y hasta de la India, y uno de los principales destinos de esos productos era Acapulco en la Nueva España, de donde se reembarcaban muchos de ellos por Veracruz a Europa quedando en esa operación buenas ganancias para el gobierno español. La enorme embarcación en que se mandaban aquellos productos se llamaba Nao de China o Galeón de Manila, y llevaba en sus bodegas clavo, canela, pimienta, sedas, terciopelo, raso, tafetanes, cuerdas, copra, cerámica china, oro en filigrana, maderas labradas, etc.. A cambio los chinos recibían principalmente plata. El viaje duraba unos 4 ó 5 meses de ida y otro tanto de regreso, y siempre los viajeros y tripulación se enfermaban de escorbuto. Los galeones aprovechaban la corriente del Kuro-Shivo que llevaba a la nave hasta Cabo Mendocino, y de allí costeaba California, tocaba San Bernabé y terminaba en Acapulco. El gobierno de la Nueva España siempre quiso establecer un puerto de escala antes de San Bernabé, para auxiliar a la tripulación del galeón (ver F 66 y F 66a). 466

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su misión, San José de Comondú. Bischoff salió de Cadegomó y viajó 25 kilómetros arroyo abajo hasta llegar al puerto de Año Nuevo que había sido descubierto por Kino, pero pronto se dio cuenta que el lugar solo serviría para embarcaciones pequeñas, además de que carecía de agua potable y leña. El padre Bischoff exploró el litoral hacia el norte, y aproximadamente a unos 30 kilómetros halló un lugar mejor, con agua suficiente en una colina cercana, aunque la leña tenía que traerse de otra parte. Entusiasmado por el hallazgo, bautizó el sitio como puerto de San Juan Nepomuceno, situado según el padre Miguel del Barco aproximadamente a los 26° 30’ de latitud norte 467 que correspondería aproximadamente al Estero del Dátil. Esta latitud difiere unos 15 minutos con el punto que queda a las ocho leguas que viajó Bischoff y sus acompañantes hacia el noroeste a partir del puerto de Año Nuevo, equivalentes a unos 30 ó 35 Km., y que estaría muy cerca de lo que hoy es la Bahía de San Juanico468, lugar que parece tener las características descritas por el misionero. Por todo lo dicho, es probable que el sitio encontrado por Bischoff sea el actual San Juanico, en la bahía de ese nombre, también llamada Escorpión. Bischoff estaba seguro de que aquel sitio era el lugar indicado para establecer el ansiado puerto que sirviera de escala al Galeón de Filipinas, pero para mayor seguridad pidió al padre procurador residente en Loreto que le mandara un marinero versado en los menesteres de sondear y valorar la calidad del puerto. Así se hizo, habiéndose confirmado la suficiente profundidad de las aguas para que entrara el galeón o cualquier otro barco sin ningún peligro. El padre Bischoff envió el informe correspondiente a la ciudad de México, pidiendo que se le advirtiera con un año de anticipación sobre la fecha de la llegada de la Nao para acercar con toda oportunidad leña, ganado y demás cosas necesarias para auxiliar a los pasajeros del barco después de su larga travesía. Sin embargo, por el poco tiempo que continuaron los jesuitas en California, y después de su salida, nunca se hizo nada para hacer efectivo el servicio del mencionado lugar como puerto de escala. Unos años antes de la expulsión de los ignacianos en 1768, el padre Bischoff en La Purísima escribió un reporte en el que se quejaba de que con grandísimos trabajos se había logrado que los neófitos más civilizados construyeran casas, criaran ovejas y tuvieran alguna forma de trueque entre ellos, porque la mayoría todavía prefería la vida a la intemperie o en cuevas, y constantemente robaban lo que podían, sobre todo ganado y provisiones de la misión, y se mantenían dispersos y errantes469, y tal parece que sólo en una ranchería en la que habitaban doce familias, llevaban ya tiempo conduciéndose de forma civilizada. Este comentario de Bischoff confirma lo que se ha venido expresando en otros capítulos, en el sentido de que en algunas misiones, los indios no sólo bautizados sino civilizados según el ideal español fueron pocos en relación con los que preferían sus antiguas formas de vida. Sin embargo, aunque los naturales californios se fueron acabando, la obra de los sotanas negras ha trascendido hasta nuestros días en la religión, idioma, pueblos establecidos, caminos y tradiciones en las actividades agropecuarias. Cuando se dio la expulsión de los jesuitas, el padre Juan Javier Bischoff era misionero en Todos Santos y salió para siempre de California con sus compañeros en 1768. 467

Barco, op.cit., p. 386. San Juanico se encuentra a los 26° 15’ de latitud norte en la costa occidental de la península. 469 Dunne, op.cit., p. 390, 468

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40.García, Andrés Xavier El padre Andrés Xavier García nació en Extremadura, España, en 1686, en 1705 ingresó a la Compañía de Jesús y años después fue enviado a la Nueva España. Fue rector del colegio que los jesuitas tenían en Puebla, y de 1747 a 1750 tuvo el cargo de Provincial de la Compañía de Jesús en México. Además fungió como procurador ante Roma en gestiones a favor de las misiones jesuitas del noroeste novohispano. En realidad no ejerció funciones de misionero en California, ya que sólo estuvo en la península como visitador con el fin de revisar la labor de los jesuitas. Una de las gestiones importantes del padre García en España consistió en solicitar y obtener la designación de más misioneros jesuitas para la Nueva España, y después, con el cargo de provincial de la Orden, pedir al virrey más ayuda para California, sobre todo un barco y provisiones, lo cual no se destinaría a la pesca de perlas, aclaró con cierta ironía el extremeño, sino a la satisfacción de necesidades que afectaban gravemente a todas las misiones, sobre todo tomando en cuenta las plagas recientes de langosta, y la carencia de barcos que llevaran la ayuda requerida. El padre Andrés García fue quien en 1737, siendo visitador de las misiones, dispuso que el padre Fernando Consag se hiciera cargo de la misión que se pensaba establecer al norte de San Ignacio, la que llevó el nombre de Santa Gertrudis, aunque por falta de recursos debería permanecer en San Ignacio en compañía del padre Sebastián de Sistiaga y desde allí iniciar los trabajos de la proyectada misión. Y así se hizo durante diez años. Desde su elevado cargo, intervino alguna vez ante la Audiencia declarando que los indios eran honestos, humildes e inmunes a la avaricia y a la ambición, lo que lo diferencia de otros jesuitas de su tiempo470. El padre García murió en 1764.

41.Trujillo, Gaspar El padre Gaspar Trujillo fue superior de las misiones por el año de 1740, y durante su estancia en Loreto consiguió autorización para retener los Benditos Sacramentos en ocasiones festivas, se preocupó por la ornamentación en el interior de la iglesia, y consiguió algunos instrumentos musicales, incluyendo un órgano, con lo que se mejoró el canto de los niños del coro, el cual llegó a causar muy buena impresión entre quienes lo llegaron a escuchar. A su salida de Loreto fue substituido por el padre Juan de Armesto. También se sabe que Trujillo estuvo en la misión Los Dolores por breve tiempo durante el año de 1748471, después del padre Lamberto Hostell, quien a su vez había substituido al padre Guillén472. En esta misión, tocó a Trujillo ayudar a muchos indios que se enfermaron por ese tiempo de una grave epidemia. Al dejar el padre Trujillo la misión de Los Dolores cuando salieron los jesuitas expulsados de California, le siguió el franciscano Fray Francisco Gómez.

470

Greer, Allan y Bilinkoff, Jodi: “Colonial Saints: Discovering the Holy in the Americas, 1500-1800”, p. 238. Burrus S.J., op.cit., en “Ducrue´s Account...”, p. 11 y en “Jesuit Relations”, p. 236. 472 Dunne afirma que el padre Trujillo substituyó al padre Guillén. Dunne, op.cit,p. 397. 471

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42.Armesto, Juan El padre Juan de Armesto nació en 1713 en Villa de Monforte de Lemos, Galicia, llegó a México en 1735 y en 1748 a California, en donde fungió como encargado de asuntos económicos en Loreto. Regresó a la Ciudad de México en 1752 como Procurador de las misiones de California, en lo que se ocupó hasta la expulsión. Las obligaciones inherentes a su cargo eran gestionar y conseguir el dinero y los bienes necesarios para la subsistencia y funcionamiento exitoso de las misiones, especialmente fondos económicos y víveres. Armesto debe haber sido un misionero más hábil en el logro y la administración de bienes y valores que en la evangelización de gentiles, pues siempre se le asignaron cargos de gran responsabilidad en aquel terreno y no como misionero. El padre Armesto se fue a Loreto para tomar el lugar del padre Gaspar Trujillo, que a su vez se había ido a Los Dolores, y ya en aquella misión terminó la construcción de cantera de la iglesia, cuya dedicación se hizo con la debida solemnidad antes de que el misionero se fuera para atender su cargo de procurador de las misiones en 1752473 (ver F 21 y 22). Cuando Armesto dejó Loreto fue substituido por el padre Bischoff.

Antonio Ponce Aguilar

F 121

Entrada principal de la iglesia en la misión de Loreto. El edificio fue terminado por el padre Armesto. 473 474

Dunne, op.cit., p. 397. Barco, op.cit., p. 432.

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Por gestiones de Armesto, el virrey accedió a que se construyera una embarcación para las misiones de California en el puerto de Realejo, en Nicaragua. El navío costó al real erario diecinueve mil pesos, sin contar lo que se gastó en su conducción hasta Acapulco. De aquí zarpó a California en 1759 para empezar a servir a las misiones, pero naufragó cerca de Cabo San Lucas, la tripulación se salvó y fue conducida a la misión de Santiago que estaba a cargo del padre Francisco de Escalante, en donde fue asistida en todo por dos meses, lo que fue una carga inesperada para la misión. Según lo dicho por el jesuita Miguel del Barco en su obra474, Armesto fue áspero y seco en su trato con los misioneros, y así lo expresó en una carta al Padre Procurador Ignacio Lizassoain fechada el 25 de octubre de 1764 que en parte decía: ...teniendo un procurador [en este caso el padre Juan Armesto] que a muchos de los padres los trata con más aspereza y sequedad de lo que quizás fuera razón, que lo que se le pide lo envía o no, según quiere, aunque envíen con qué comprarlo, ni sea cosa que desdiga y que, cuando quiere, responde con


tono de reprensión que aquello no debe ir (verbi gratia), pidió el padre Bischoff, estando en Loreto de procurador, para su misión bayeta mexicana, aunque un poco más ancha que la ordinaria, y que por lo demás poco se diferencian, y aunque es algo más cara la vara, tiene más cuenta. No quiso el padre Armesto enviarla, diciendo en su carta (que fue lo más sensible), que tal bayeta no era para las Indias, como si el padre Bischoff hubiera pedido bayeta de Castilla. Este es nomás un ejemplar de las quejas de éste y otros padres.... 475. Siguiendo con su misiva, Barco agrega más adelante: ...La segunda, que estando más cerca de Guadalajara y no muy lejos de Matanchel, puede tener mucha más cuenta el pedir allí, por medio de alguno de los nuestros algunas cosas, que a México. Si todas las puertas se nos cierran es cosa bien sensible, y para que no lo sea tanto, fuera yo de parecer que de una vez se declare si es nuestro superior, que se nos intime, pues de esta suerte será menos duro el rendirnos a su voluntad... El historiador da a entender que Armesto no estaba de acuerdo en que los misioneros de California hicieran encargos a algunos de sus compañeros de Guadalajara, tal vez para tenerlos más amarrados a su voluntad y disposición. Sin embargo, esta predisposición de Barco a Armesto quizá no era compartida por otros, como el padre Wenceslao Link, quien en un reporte fechado en San Borja el 16 de agosto de 1767 dirigido al tesorero jesuita expresa: Mi amado Padre Procurador Juan de Armesto: Recibí la memoria remitida por Vuestra Reverencia que agradezco muy de corazón, Dios se lo pague a V. Reverencia y me alegro mucho de la buena salud en tiempos tan fatales y calamitosos... En la carta que se menciona, Link pidió a Armesto que le enviara ornamentos para su misión de San Ignacio, pues los que tenía los había enviado casi todos a la nueva misión de Santa María. Las opiniones de Barco y Link deben haber sido compartidas por otros misioneros, pero lo cierto es que el procurador Armesto fue efectivo en su cargo y eficiente en sus gestiones, lo que en ocasiones le granjeó rudas contestaciones a sus peticiones de ayuda. Un ejemplo de esto es la solicitud de apoyo que por los años de 1750 hizo al Padre General Ignacio Visconti para que socorriera las misiones de California con fondos destinados a otros establecimientos de la Orden. El 4 de agosto de 1754 Visconti contestó desde Roma negando la ayuda, ya que no podía perjudicar a otras misiones para resolver los problemas de las de California, y cuando Armesto pidió una parte de la suma que a su muerte el marqués de Villapuente había dejado para las misiones de los jesuitas, recibió otra negativa. Según el Padre General, el deterioro de la situación financiera de las misiones se debía a una descuidada administración de los misioneros, lo que según autores como Dunne, era parcialmente verídico476. El retraso en la entrega de fondos a las misiones se ejemplifica con el caso de doña Mariana de Borja, duquesa de Béjar y Gandía, quien desde 1747 determinó en su testamento que una importante cantidad de dinero fuera destinada a las misiones de California, y fue hasta 1756 que dicho capital llegó a su destino477. El padre Juan de Armesto, celoso procurador de los sotanas negras, murió en 1795 exiliado en Bolonia, Italia. 475

Ibíd.., p. 432. Dunne, op.cit., p. 373. 477 Doña Mariana puso como condición para que los jesuitas californios pudieran disponer del dinero que se construyera una misión dedicada a su ancestro, San Francisco de Borja, lo cual se hizo. 476

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43.Ducrue, Franz Benno, o Benito Ducrue Franz Benno Ducrue, hijo de padres franceses, nació en Munster (Munich), Baviera el 10 de junio de 1721, entró a la orden de los jesuitas el 28 de septiembre de 1738 en el Rhin Superior, después de su ordenación como sacerdote se fue a la Nueva España el 16 de junio de 1750, y ese año fue destinado a California en donde permaneció hasta la expulsión de la Orden, habiendo servido en las misiones de La Purísima Concepción y Nuestra Señora de Guadalupe. Ducrue completó sus estudios en Puebla. En junio de 1752, el padre Ducrue escribió una carta a su familia preguntando si su padre aún vivía, y solicitando que le enviaran algunos libros y otras cosas como anillos, tijeras, espejos y agujas, agregando al final de la misiva que envolvieran bien las cosas porque los jesuitas en la Nueva España eran muy curiosos. En diciembre de 1761 llegó a Loreto el padre visitador Ignacio Lizasoain, y de inmediato se dedicó a visitar las misiones de San Javier, Comondú, La Purísima, Guadalupe y San Ignacio, luego cabalgó de regreso a San Javier en donde descansó unos días, para enseguida dirigirse a las misiones del sur. Aparte de constatar personalmente el estado de las misiones, ordenó al padre Ducrue que solicitara a sus misioneros un reporte escrito sobre su misión, lo que se hizo con prontitud. El 15 de julio de 1767, el misionero francés escribió una carta al padre provincial Salvador Gándara que permite conocer algo de su personalidad, en la que muestra un carácter solidario con sus compañeros, incluyendo los soldados del presidio, y un tono franco y capaz de oponerse a una resolución superior pero injusta. En la misiva, el misionero se refirió a que no suspendería la escolta de soldados y oficiales del presidio de Loreto, a pesar de la orden recibida, y que serían pagados de un superávit existente, ya que además de ser injusta, ya se les había prometido mantenerlos en el servicio, y expresó Ducrue, ...esta es la primera circunstancia que nos obligó a suspender la orden de Vuestra Señoría, porque nos parecía a todos sería con grande desdoro nuestro el revocar nuestra palabra...478, y en otra parte advierte a su superior: ...para descargo de mi conciencia, aviso a Vuestra Reverencia que la minoración de la escolta es peligrosa, aviso esto porque Dios en ningún tiempo me pida cuenta...479 La carta de Ducrue al provincial Gándara reviste interés por otras informaciones que redondean el panorama histórico de la época en las misiones de California, por ejemplo, la pobreza que casi siempre afectó todos aquellos establecimientos y a sus misioneros hasta la fecha de su expulsión, y la relación administrativa y de mando entre los misioneros, el capitán del presidio y los soldados, lo que se infiere del siguiente párrafo de la misiva: …La segunda circunstancia es haber yo poco después de tomada la resolución presentado al Sr. Capitán un escrito, en que le declaraba la imposibilidad de poder sostener por más tiempo los excesivos gastos, así por lo ya gastado en esos dos años, como por los atrasos de las haciendas, y [….] de las misiones por la continua plaga de la langosta, rogando a su merced que tomara la más acertada providencia para exonerarnos de tales gastos, o sea minorando la escolta, o sea informando a su Excelencia el Señor Virrey, pidiéndole su parecer, o facultad de minorar las plazas, pues el señor capitán se 478

“Carta del padre Benno Ducrue al padre provincial Salvador Gándara, 15 julio de 1767”. Edit. Colecciones Mexicanas, Colección Archivo Franciscano , ficha 308, (4/70.2, f.3-5v), Biblioteca Nacional de México. 479 Ibíd..

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excusaba con decirme que ni podía ni se atrevía a quitar parte de la escolta sin superior facultad, pues temía malas consecuencias a lo tocante a su persona como tocante a nosotros….Lo que me dio motivo para hacer ese escrito [dirigido al capitán], …fue primero por insinuarle el último plazo de sus sueldos, que es el último día del año corriente. Segundo, para librarnos a nosotros de nuevas querellas y que no se confirmen nuestros contrarios en su opinión que tienen que nos hacemos absolutos dueños de la tierra, y que el señor Capitán no tiene autoridad en sus súbditos, ni mando o facultad de dar y quitar plazas, sino cuando los padres quieren y a quienes ellos quieren…480Aquí el misionero deja claro que uno de los ataques frecuentes que se hacían desde hacía años a los jesuitas californios por parte de sus enemigos era un supuesto poderío absoluto del cual no escapaban el capitán del presidio y sus soldados. En otra parte de la carta, Ducrue dice:…y no dudamos que en otras provincias de las misiones sucederá lo mismo, quiero decir que aunque los superiores envíen las más acertadas providencias que les parecen, se frustrará a veces por nuevas contingencias sin que por eso los padres sean culpables…., y más adelante remata de la siguiente forma: …Vuestra Reverencia me perdona mi llaneza, pues por ver que el reverendo padre Armesto se apura tanto por que se quite parte de la escolta, me pareció en conciencia necesario darle a Vuestra Reverencia como a nuestro superior estas breves noticias, al fin nuestro buen padre Armesto como de lejos mira las cosas, como mejor cuenta le tienen a su oficio, más nosotros las vemos de cerca, y cómo tienen más cuenta a la seguridad y conservación de esta conquista… En otras palabras, se mandaban órdenes a las misiones de California desde la ciudad de México o de Guadalajara sin conocer la realidad local, lo que muchas veces imposibilitaba su cumplimiento, problema político y administrativo que siguió trascendiendo por 250 años. En 1767 Ducrue desempeñó el cargo de visitador de las misiones de California, y se le recuerda por haber tenido la responsabilidad de tratar lo relativo a la expulsión de los jesuitas en 1768, grave asunto que manejó con gran dignidad, sobre lo cual escribió en latín una relación que fue publicada después de su muerte. El 24 de junio de 1767, el virrey de la Nueva España, abrió el sobre sellado procedente de Madrid en el cual se daba la orden para que todos los jesuitas abandonaran el país, resaltando la ominosa advertencia “Si después de que se embarquen se encontrare en ese distrito un solo jesuita, aun enfermo o moribundo, sufriréis la pena de muerte. Yo el Rey”. El nuevo gobernador de California Gaspar de Portolá, en quien había recaído la difícil comisión de aplicar el decreto de expulsión para los jesuitas que radicaban en la península, llegó a Loreto el 18 de diciembre de 1767 pero desde el 17 y debido al cargo de Ducrue, lo mandó llamar de su misión de Guadalupe a Loreto, en donde estaba con el cargo de rector el padre Lucas Ventura. Éste recibió al nuevo gobernador con todos los honores y atenciones que merecía su cargo y lo alojó en la casa de los padres. Ducrue recibió el citatorio para presentarse en Loreto el 21 de diciembre de 1767, llegó a Loreto el jueves 24 y al día siguiente recibió de manos de Portolá una carta del virrey en la que le recomendaba tratara bien al nuevo gobernador, quien por su parte mostró amabilidad y cortesía hacia los misioneros. El sábado 26 debieron reunirse Ducrue, como padre visitador, Lucas 480

Ibíd..p. 5.

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Ventura como padre rector, su compañero el padre Javier Franco, el laico Juan Villavieja, un oficial, un secretario y un sargento481. El real decreto fue leído a los presentes, quienes lo firmaron, Ducrue escuchó las razones del gobernador y aceptó sin réplica alguna las disposiciones reales, y de inmediato envió cartas a los misioneros que no estaban en Loreto, en donde había 4, diciéndoles que un militar llegaría para hacer inventario de los bienes que tenía la misión, la cual quedaría bajo su responsabilidad en tanto llegaban los franciscanos que se harían cargo del establecimiento. Elaborado el inventario, de inmediato deberían salir rumbo a la misión más cercana llevando en una petaca la ropa indispensable, sólo tres libros: uno espiritual, otro de moral y otro de historia; prohibido estaba que llevaran cualquier objeto de plata y menos de oro, todo lo cual sería corroborado por el gobernador al hacer la revisión de las petacas al llegar a Loreto. Ducrue les pidió que se reunieran con el misionero que estuviera en la misión más cercana, y así se irían juntando todos hasta llegar a Loreto en grupo. En ese tiempo, Ducrue tenía 14 misioneros y un hermano coadjutor bajo sus órdenes desempeñando sus labores en 14 misiones. Cuando los jesuitas californios se dirigieron a la playa para embarcarse, muchos indios que estaban presentes los abrazaron llorando o se echaban a sus pies, según la descripción conmovedora que el padre Ducrue hizo después, y hasta el gobernador Portolá lloró emocionado. Las órdenes recibidas se cumplieron sin contratiempos serios; cuando estuvieron todos en Loreto se hizo efectiva la orden de expulsión, y el 3 de febrero de 1768 se embarcaron vía La Habana a su exilio final en Europa. Iban quince padres sacerdotes y un hermano coadjutor482. Los nombres de los 15 sacerdotes y el hermano coadjutor que salieron el 3 de febrero de 1768 son los siguientes483, en orden de antigüedad de estancia en California, excepto Benno Ducrue que era el padre superior y se anota primero484: Benno Ducrue, 14 años………………….....Guadalupe Guasinapí. Lamberto Hostell, 31 años……………….. Los Dolores. Miguel del Barco, 30 años……………….. San Francisco Javier Juan Javier Bischoff, 23 años……………. Todos Santos485 Jorge Retz, 17 años………………………. Santa Gertrudis Jacobo Baegert, 17 años………………….. San Luis Gonzaga Francisco Inama, 17 años…………………. San José de Comondú Francisco Escalante, 11 años……………… Santa Rosalía de Mulegé Lucas Ventura, 11 años…………………….Loreto José Mariano Rothea, 9 años……………….San Ignacio Ignacio Tirsch, 6 años………………………Santiago Wenceslao Link, 6 años…………………….San Francisco de Borja Victoriano Arnés, 4 años……………………Santa María de los Ángeles 481

“Ducrue´s Account of the Expulsion of the Jesuits from Lower California (1767-1769)”, de Benno Franciscus Ducrue. Edit. Ernest J. Burrus, S.J., Jesuit Historical Institute, 1967, p. 58. 482 Barco, op.cit., p. 365. 483 Ibíd., p. 366. 484 Una relación de los misioneros jesuitas de California, tomada del Nachrichten... de Baegert, se encuentra en el libro en línea “De Cueva Pintada a la modernidad. Historia de Baja California”, de Antonio Ponce Aguilar, en la p. 184. En esa lista se especifican los lugares de origen de los misioneros. 485 Barco, op.cit., nota 53, p. 263.

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Francisco Xavier Franco, 4 años…………………...Todos Santos486 Juan José Díez, 3 años……………………………...La Purísima Concepción Hermano Juan Antonio Villa-Vieja, 3 años. Los jesuitas que murieron y fueron sepultados en California, desde la llegada del padre Salvatierra en 1697, en los 70 años con tres meses y medio que se cumplieron hasta la salida de la orden de la península, fueron los siguientes: Francisco María Pícolo. Juan de Ugarte. Lorenzo Carranco, asesinado por los indios. Nicolás Tamaral, asesinado por los indios. Julián de Mayorga. Jaime Bravo. Francisco Javier Wagner. N. Jugo.487 Antonio Tempis. Clemente Guillén. Jacobo Druet. Pedro María Nscimben. José Gasteiger. Fernando Consag. Carlos Neumayer. Hermano Juan Bautista Mugazábal. Además de su Relatio expulsionis..., en donde narró los hechos ocurridos durante la salida de los jesuitas, el padre Ducrue fue autor de Specimina linguae californicae488 que es un breve estudio sobre la lengua cochimí que se incluye en “Ducrue´s Account of the Expulsion of the Jesuits from Lower California” (1767-1769)489, del padre Ernest J. Burrus, S. J. La Relatio... de Ducrue fue traducida al alemán con el título de "Nachrichten von verschiedenen Ländern des spanischen Amerika" de Christoph von Murr490. El tema de la lengua de los californios se la comunicó el propio Ducrue a von Murr. En la introducción de su obra sobre las lenguas de la península, Ducrue se refirió a la gran variedad que había, señalando como ejemplo que la lengua laymona se extendía de San Javier hacia el norte, pero que a la tercera o cuarta misión ya casi no se entendía el idioma de San Javier, y señaló que en el sur de la península se hablaba un lenguaje diferente a todos los demás de California, lo cual le había imposibilitado escribir un estudio sobre el mismo. Sin duda Ducrue se refería a las lenguas de los Guaycuras y los Pericúes. El padre Ducrue murió el 30 de marzo de 1779 en su ciudad natal de Munich. 486

Barco, p. 434.

487

No fue misionero en California, pero allí murió. Venía en el galeón de Manila en viaje procedente de Filipinas como procurador de las Cortes de Madrid y Roma. El barco se detuvo en San José del Cabo, en donde se quedó enfermo al cuidado del misionero y poco después murió. 488

La expresión latina significa “Epecímenes de la lengua de California” o “Muestras de la lengua califórnica”. Traducción y edición de Ernest J. Burrus, S.J., Roma, 1967. 490 Christoph Gottlieb von Murr (1733-1811) fue un erudito alemán, historiador y magistrado que vivió en Nuremberg. 489

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44.Baegert, Juan Jacobo El padre Juan Jacobo Baegert nació en Schlettstadt, Alsacia, el 22 de diciembre de 1717. Fue hijo de Michaelis Joannes Baegert, fabricante de guantes y otros artículos de piel, y María Magdalena Scheideck Baegert. Fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la parroquia de San Jorge, Schlettstadt. Sus padrinos fueron Josephus Wirth, comerciante, y Anna María Scheideck Stahl. El matrimonio procreó 7 hijos, cuatro hombres y tres mujeres, siendo el más joven de todos Juan Jacobo. Uno de los hermanos entró a la orden de los Capuchinos como padre secular, dos entraron a la Compañía de Jesús, dos de sus hermanas se incorporaron también a órdenes religiosas y una de ellas se casó. Baegert recibió su educción elemental en Schlesttatdt, e inició su noviciado con los jesuitas el 17 de septiembre de 1736 en Mainz, Alemania. Enseñó gramática, sintaxis y poesía en el Colegio de Mannheim de 1740 a 1743, y después pasó cuatro años en Molsheim cursando teología. De 1747 a 48 fue profesor en el Colegio de Hagenau, Alsacia, y a finales de 1748 se le asignó como misionero de Indias, y fue enviado a Bockenheim, Lorraine, a esperar sus órdenes finales. El 10 de febrero de 1749 salió a América, primero vía terrestre rumbo al sur a Ettlingen, Ausburgo, Innsbruck, Milán y Génova, a donde llegó el 20 de marzo de 1749. En junio salió de Génova rumbo al puerto de Santa María (Cádiz) en España, al cual llegó a los 42 días de navegación en un barco mercante británico, en lugar de los 10 días que normalmente se hubieran ocupado, debido al mal tiempo. En el Hospicio de las Indias de Cádiz, el padre Baegert fue informado que iría a México, lo que resultó de su agrado, en parte porque de ese lugar la comunicación con Europa era supuestamente más rápida. En aquel tiempo era costumbre entre los capitanes de los barcos mercantes que viajarían hacia América integrarse como una flota de varias embarcaciones, preferiblemente armadas, con objeto de protegerse de los ataques de piratas casi siempre moriscos. Finalmente, la flota zarpó de Santa María el 16 de junio de 1750, Baegert a bordo del “Condé”, barco mercante francés con bandera española mientras comerciaba con México. Fuera de un incidente en el que el “Condé” fue embestido accidentalmente por el “Loreto”, de la misma flota, la travesía se realizó en 72 días sin problemas mayores, y el 23 de agosto de 1750 Baegert desembarcó en Veracruz. En septiembre pudo terminar su tercer año de noviciado en el Colegio de San Gregorio de la Ciudad de México, y en noviembre del mismo año, el provincial de la orden Juan Antonio Baltasar comunicó a Baegert que debería trasladarse a California. Tiempo atrás el padre Lamberto Hostel, también alemán, había fundado la misión de San Luis Gonzaga en territorio de la tribu Guaycura, y hacia allá salió Baegert de la Ciudad de México el 16 de noviembre de 1750, viaje que narró en una carta fechada el 11 de septiembre de 1752 que escribió a su hermano Stanislaus Ignaz Baegert, monje capuchino radicado en Schlettstadt. Juan Jacobo le expresó que había viajado con un grupo de otros 9 misioneros, de los cuales 7 eran alemanes, uno mexicano y el otro español; entre arrieros y otros acompañantes iban doce hombres incluyendo indios y españoles, y se arriaban algunas mulas en que se transportaba el equipaje. El 19 de diciembre el grupo llegó a Guadalajara, ciudad que mereció los elogios del misionero al decir que era, después de México, la mejor ciudad que encontraron en todo el viaje. 266


Continuaron su camino vía Tepic, Rosario, Culiacán, Álamos, y el 9 de marzo de 1751 arribaron a Yaqui, en la boca del río de ese nombre. Baegert escribió sobre el viaje a lomo de mula lo siguiente: ...Excepto Guadalajara y uno o dos pueblos más, el resto de la arquitectura consistía en construcciones de adobe de una planta. Los caminos, en lo general, están todavía como en el año Uno después de la creación del mundo. De Guadalajara a Yaqui uno ve menos aldeas, casas o gente que en el campo abierto en Alsacia, en medio día de viaje en el coche del correo491. Baegert señaló que en el camino, la comida de los misioneros consistió en carne secada al sol, frijoles y pequeños panecillos de harina de maíz492, pero finalmente admitió que se les trataba bien y hospitalariamente por los clérigos durante su estancia en algunos lugares donde debían descansar, además de que no se les cobraba nada. Los “panecillos de maíz” de que habla el misionero deben haber sido algo parecido a tortillas gruesas de maíz. Llegado a Yaqui, mientras esperaba el transporte a California, Baegert tuvo tiempo para visitar algunas misiones de Sonora. La embarcación en que viajaron a la península era un árbol ahuecado de unos 10.26 m. de largo por 1.71 m. de ancho, y otro tanto de altura. El 7 de mayo de 1751 zarpó la tosca embarcación, y después de dos días y medio de navegación, a veces remando y en ocasiones usando una vela, el jesuita alemán llegó a California y saltó a tierra en Loreto, en donde se le recibió con una salva por el destacamento del presidio. El 26 de mayo acompañado por un soldado y varios indios, partió a su destino en la misión de San Luis Gonzaga, a donde llegaron el 28 de mayo de 1751 después de una prolongada cabalgata. El religioso alemán era el tercer misionero en aquella misión, que se encuentra a los 24º 54´ N. y 111º 17´ W., a uno 60 kilómetros de la costa del Golfo de California (ver F 60) y a orillas del arroyo que aún lleva ese nombre. Cuenta Baegert que lo que encontró aquí fue una pequeña iglesia casi en ruinas por haberse derruido la construcción a causa de las fuertes tormentas que habían golpeado la región, y dos pequeñas cabañas que le servirían de casa. Sobre el número de indígenas que atendería habría, según lo que escribió, no más de 360 almas, entre niños y adultos de ambos sexos, lo que el misionero consideró con razón una pequeña cantidad. Aunque la misión estaba casi sobre el lecho de un arroyo seco, no había pozas o ciénegas de las que pudiera sacarse el agua, y el nuevo misionero sólo encontró un aguaje que formaba un depósito de unos diez metros de diámetro, pero del cual no salía ninguna corriente. Aún así, se las ingenió para sacar agua por un canal que abrió hasta los terrenos más bajos que el nivel del aguaje, y en esta forma el jesuita alsaciano pudo regar un pequeño jardín y huerto en el que cultivó melones, sandías, algo de maíz y hasta caña de azúcar. La comida frecuente del padre era la carne de cabra, y lo que disfrutaba como postre era la pitahaya puesta en un plato y bañada con vino. Al principio de su estancia en San Luis Gonzaga, el padre Baegert debe haber considerado como uno de los bienes de la misión digno de conservarse y acrecentarse por la importancia que tendría para alimentar a los naturales, su hato de ganado mayor y menor, que estaba formado por setecientas cabezas de ganado vacuno y cuatrocientas cabras y ovejas, y aunque pasó grandes 491

Desde aquí ya se nota la permanente tendencia del misionero de estar comparando el mundo al que llegaba con Europa. 492 Baegert “Nachrichten…”, op.cit., p. XV.

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trabajos, como lo era rotar el ganado por diversos agostaderos varias veces al año porque se agotaba el pasto, y a pesar de que hubo épocas en las que docenas de animales perecieron de hambre, se conservó por algún tiempo el número suficiente para poder alimentar con carne sobre todo a quienes más lo necesitaban, como los enfermos. Sin embargo, después de ocho años de una lucha constante para el sostenimiento del hato, Baegert tuvo que abandonar su proyecto ganadero no sólo por la falta de pastos, sino por los constantes robos de ganado que hacían los indios aprovechando que las reses o cabras pasteaban alejadas de la misión. Aunque el misionero no habla de la caballada, es seguro que tenía algunas bestias de silla, lo que era indispensable para campear los animales. Dadas las condiciones de la iglesia y habitaciones que Baegert encontró, en marzo de 1753 se dio a la tarea de iniciar nuevas construcciones, incluyendo una casa de piedra para el misionero con cimientos cortados en la roca viva, con piso de piedras como losetas que encontró al construir un camino a tres horas de la misión, además de supervisar la edificación de la nueva iglesia también de piedra. Para julio de 1754 se terminó la casa, y el templo se demoró porque no encontraba un albañil y cantero que hiciera el trabajo, que finalmente concluyó en 1758. Parte del problema se debió al carácter de Baegert, pues el hombre que había pegado la piedra de la casa fue despedido terminando su trabajo, ya que el misionero no aceptaba que alguien durmiera en sus aposentos. Al igual que en las demás misiones, aquí Baegert aceptaba por turnos a los grupos de indios que duraban en San Luis Gonzaga de una a cuatro semanas, según la distancia a que estaba su ranchería, pues los que vivían muy lejos se quedaban más tiempo. Baegert decía la misa al salir el sol, los indios rezaban el rosario, luego les daba doctrina cristiana en su propia lengua, enseguida se les dejaba ir al campo a buscar alimentos; al ponerse el sol regresaban para rezar el rosario y una letanía y repasar la doctrina. Cuando trabajaban se les daba atole, y cada movimiento era anunciado por toques de campana.

Eduardo Silvestre Ponce Trujillo

Al ir a la iglesia, los nativos debían ir vestidos con lo que el misionero les daba: a los hombres: 6 por 2 palmos de tela azul con lo que hacían un taparrabo, y a veces una especie de falda corta de lana también azul; en ocasiones se les proporcionaban pantalones largos y hasta un saco; a las mujeres se les daba una tela blanca de lana tosca con la que se podían cubrir desde la cabeza hasta los pies, así como faldas y camisas. En el verano, apenas se iban de la iglesia y se quitaban toda la ropa, la que era un estorbo para sus constantes caminatas entre ramas espinosas y demás monte.

F 122

Misión de San Luis Gonzaga en la actualidad. 268

El padre visitador de las misiones José de Utrera llegó el 17 de febrero de 1755 a San Luis Gonzaga, y después de revisar lo que había hizo relación de las siguientes posesiones: 352 cabezas de ganado, 200 borregos y cabras, 60 bestias de silla, plantados 14


almudes de trigo y 6 de maíz, así como una poca de caña de azúcar. La misión tenía 4 rancherías: San Luis como cabecera, San Juan Nepomuceno, La Magdalena y La Santísima Trinidad, en las que habitaban 80 familias que sumaban 352 indígenas guaycuras. Es seguro que el número de habitantes haya sido mayor, tal vez el doble de lo dicho por Utrera, tomando en cuenta algunos datos expresados por Baegert, y el territorio de la misión que se extendía a más de 20 horas de camino, llegando hasta Bahía Magdalena, en donde había rancherías cuyos habitantes se ocupaban en la pesca. En su informe Utrera mencionó: ...Hay una casa de piedra y cal hecha por el padre Baegert, y está construyendo una iglesia del mismo material....tiene buenas vestiduras de todos colores. Hay 3 pares de vinajeras de plata. Parece haber sido fundada en julio de 1738...El padre Baegert está escribiendo una gramática y vocabulario de este lenguaje que es hablado aquí y en La Pasión, y en Todos Santos...493 A lo dicho por Utrera, hay que agregar que la misión de San Luis Gonzaga tenía 10 pinturas en marcos dorados y una bella estatua de la Santísima Virgen en el Tabernáculo Baegert padeció una soledad que él mismo se impuso por su carácter, criticaba a los jesuitas españoles nativos de la Nueva España porque, decía, su latín estaba lleno de barbarismos; dada su personalidad no compartía con los nativos ningún interés común y sólo se comunicaba con ellos obligado por la práctica de su ministerio, y entre los pocos misioneros vecinos con quienes llegó a relacionarse estuvo Lamberto Hostell, a quien estimaba sinceramente. Con los soldados tenía sólo la relación indispensable, tal vez por considerarlos como gente inculta y del vulgo, y sobre ellos escribió: ...Estos hombres no son soldados regulares. No saben nada de ejercicios militares; piden y reciben su baja cuando lo desean Son en todos los aspectos muchachos inexpertos, ignorantes y torpes, nacidos en América de padres españoles. Sirven a caballo o mula y deben mantener 5 bestias que deben de comprar, así como sus armas: espada, mosquete, escudo y armadura hecha de 4 capas de cuero blanco curtido de venado, que cubre todo el cuerpo. De otra forma usan lo que quieren, no tienen uniformes. Sirven a caballo o en mula, y por las veredas tan escabrosas, cada uno está obligado a mantener 5 bestias. Los soldados tienen que comprar estos animales así como sus armas, sus ropas, sus municiones y su comida...Sus obligaciones son servir al misionero como guardia personal, acompañarlo en todos sus viajes, hacer guardia en la noche, vigilar a los indios, y si se comete un delito aplicar un castigo. Finalmente, los soldados tienen que obedecer al misionero en todo lo que concierna a la buena disciplina y a los asuntos de la misión... 494 Como en otros misioneros, un escolasticismo cada vez más fuera de uso se observa en Baegert cuando hace observaciones sobre el color de la piel de los indios al expresar: ...Se cubren con un pedazo de trapo que les dio el misionero, o que recibieron de un soldado español a cambio de pieles curtidas de venado. Nunca se lavan excepto cuando se les obliga, y yacen prácticamente enterrados en el polvo y las cenizas la mayor parte del tiempo. Y puesto 493

Utrera, José de. “Nuevo Estado”, p. 108, cit. por James Arraj en “An Expedition to the Guaycura Nation in the Californias”. 494 Baegert, op.cit., pp. 146-147.

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que perspiran libremente, uno puede imaginarse fácilmente como se verán después... A menudo no sé quiénes son ni siquiera a aquellos que conozco bien...Sólo menciono el color de su piel, el cual prometo investigar, porque se me hace desconcertante y no he podido descubrir qué lo produce. Por supuesto, si uno quisiera decir “Así es como Dios los creó”, la respuesta habría sido encontrada inmediatamente. Pero me parece que son pobres filósofos que se van derecho al Señor con su sabiduría sin primero tratar de examinar el Divino motivo. Ciertamente no podría ser castigo de Dios, como algunos lo han asegurado porque es lo mismo si mi piel es clara u oscura. También, si fuera un castigo para el paganismo, ¿por qué no se vuelve clara tan pronto como se vuelven cristianos? Ni puede ser sólo un fenómeno natural común, ya que entonces, ¿porqué los españoles y otros permanecen blancos como antes, aun después de haber vivido aquí doscientos años?495 En su carta, el padre Juan Jacobo se mostró agradecido con el padre Lamberto Hostell, fundador de la misión, quien ahora tenía a su cargo la de Nuestra Señora de Los Dolores y que visitaba cada vez que podía a su vecino en San Luis Gonzaga, otras veces le mandaba fruta fresca y le brindaba importantes consejos. Fue precisamente en Los Dolores, con el padre Hostell presente, que Baegert profesó el 15 de agosto de 1754 (ver F 60). Al igual que todos sus compañeros, en 1756 Baegert trató de encontrar mejores fuentes de agua y con este propósito viajó hacia la costa occidental, y aunque se esforzó en la excavación de pozos, no encontró suficiente líquido para establecer algún poblado. Si el misionero viajó por los numerosos cauces secos que se descienden hacia el oeste, lo más probable es que haya pasado por los inhóspitos llanos de Hiray antes de llegar a bahía Magdalena o a bahía de Las Almejas. En la misión de San Luis Gonzaga había varios libros, pero además el padre Juan Jacobo trajo algunos consigo, habiendo reunido según lo escribió a su hermano, 78 volúmenes y panfletos, 46 en francés y casi todos sobre temas no religiosos, lo que contrasta con el Baegert de rostro medieval descrito anteriormente. Entre los temas que más le interesaban, de los cuales pidió a su hermano que le enviara lo que fuera posible, estaban las obras de Huet, algunos nuevos historiadores franceses, Bossuet, y sobre todo algo de poesía, dramas y cosas por el estilo...496, y es que las inclinaciones intelectuales del misionero no eran sólo sobre la historia, sino también hacia la poesía. Además, pedía literatura sobre las novedades en religión y la iglesia, y solicitaba una historia del jansenismo. Pero el padre Juan Jacobo era un observador cuidadoso de la naturaleza, a pesar de que por sus propias afirmaciones pudiera parecer que fuera un erudito de biblioteca, y un ejemplo de lo dicho es que, adelantándose a los conocimientos científicos de su tiempo, y basándose en los hallazgos de vistosas conchas que encontró tierra adentro así como en sus observaciones de barrancas y serranías, propuso la teoría de que donde ahora había tierra había estado el mar, y que California había emergido por la fuerza de un fuego subterráneo. En el campo antropológico o prehistórico, para explicar el origen de los primeros californios el padre expresó su idea de que seguramente habían venido del norte, pero no por su voluntad, sino en búsqueda de refugio empujados hacia el sur por otras tribus, lo que coincide con algunas hipótesis modernas.

495 496

Ibíd., pp. XVI, XVII. Ibíd., p. XIX.

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Las informaciones que se tenían en Europa sobre las misiones en América eran muy diferentes a la realidad que encontró el misionero germano, de lo cual no culpó a nadie cuando expresó: ...realmente no era culpa de nadie [el tener una idea equivocada de lo que serían las misiones en América, sobre todo en California], porque ¿quién en Europa imaginaría una tierra como California en la faz de toda la tierra?497 Aunque Baegert tuvo la fama de ser un misántropo amargado y triste, sus propias palabras desmienten en parte tal suposición cuando escribe: ...Aquí la salud es necesaria, y la melancolía no sirve para nada... Y respecto a sus indios: ...Esto no deberá desanimar a nadie en Europa de buscar servir en las misiones americanas. Sólo porque los indios son menos numerosos, no deben dejarse sin ayuda. Mientras más olvidado sea un pueblo, mientras más miserable sea la tierra en que vive, es más merecedor de compasión: así es que no vendría de la lluvia al arroyuelo, de un infierno temporal a uno eterno. Confieso que hasta ahora no he sentido arrepentimientos, ni veo cómo podría tener alguno. Soy feliz, especialmente porque me doy cuenta diariamente más y más, cuántos que están trabajando en Europa pueden aparecer muy importantes, pero no logran nada, ni para ellos ni para otros. El amor a uno mismo no tiene absolutamente ningún valor aquí.498. Con estas afirmaciones, Baegert deja claro que valoraba su trabajo como misionero, y que lo animaba un desprendimiento total de sentimientos egoístas o de bienestar personal, con tal de servir a los indios. En un escrito fechado en septiembre de 1761, el padre Baegert se refirió al asesinato cometido por varios indios sobre el capitán de la canoa en 1750 ó 60 en la misión de Los Dolores, el también indígena llamado Vicente. La forma como se cometió este crimen se narra en el capítulo XXXII destinado al padre Lamberto Hostell, pero aquí es necesario agregar algunos datos mencionados por Baegert en el documento citado. En él afirma que todo sucedió “el año pasado”, lo que da una diferencia de 10 años en la fecha reconocida por los historiadores. Otro dato que agrega en su escrito es que aunque el asesino fue ejecutado, el líder de los indios se escapó, se refugió en la misión y pasaba las noches en casa del misionero, el padre Hostell y allí estuvo por tres meses, robando fruta y seduciendo a las muchachas indias que podía499. Resulta difícil creer lo expresado por Baegert por dos razones: primera, si se sabía que el delincuente estaba en Los Dolores debió haber sido aprehendido por los soldados y esto nunca sucedió; y segunda, el padre Hostell quedó vivamente impresionado por este crimen, y debido a eso nunca volvió a emplear la canoa para transportar los víveres, lo cual hizo en recua de mulas. Entonces, no se puede entender que haya tolerado a uno de los criminales en su propia casa. Después de la expulsión de los jesuitas y ya en el exilio, Baegert ocupó los últimos cuatro años de su vida en escribir una historia sobre California, tal como él la conoció, titulada Nachrichten von der Amerikanischen Halbinsel Californien, o “Noticias de la península americana de California”, publicada anónimamente por primera vez en Mannheim, Alemania en 1771; y un año después una segunda edición ya con algunas correcciones y un mapa de la península hecho por el padre Fernando Consag. El libro es testimonio de un informante culto, con vocación científica, que vivió muchas experiencias como misionero al sur de la península, y a pesar del 497

Ibid., p. XIX. Ibid., P. XX. 499 Baegert, “Cartas”, p. 225, 226. 498

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estilo con la exageración de sarcasmos e ironías que a veces emplea, constituye una de las más importantes fuentes de información con que cuentan los historiadores de hoy, sobre todo en el aspecto etnológico, para conocer algo más sobre los primitivos californios, incluyendo el lenguaje de los guaycuras, del cual hace un estudio importante en el que se encuentran las traducciones de los rezos y los doce artículos del Credo. En cierto modo, el “Nachrichten...” puede considerarse como una corrección a la obra del padre Venegas, quien favorece en sus descripciones exageradamente a la península y sus habitantes, y al expresar con toda crudeza las realidades de la geografía peninsular, el atraso cultural de los indios y la vida en las misiones, permite al lector estudioso neutralizar y hacer más objetivos los relatos de algunos misioneros que casi siempre exageraron las bondades del clima y los logros espirituales. La percepción de la Baja California que tuvo Baegert fue negativa en lo general, de lo cual es muestra lo que escribió en su “Nachrichten...” al inicio de la introducción: Todo lo concerniente a California es de tan poca importancia, que difícilmente vale la pena el trabajo de tomar una pluma y escribir acerca de ella. De pobres matorrales, inútiles ramajos espinosos y rocas desnudas, de montones de piedras y arena sin agua o leña, de un puñado de gente que, aparte de su cuerpo físico y habilidad para pensar, no tienen nada que los distinga de los animales. ¿Qué podría reportar?500 Y más adelante dice, burlándose de quienes acusaron a los jesuitas de comerciar con Inglaterra: ...Hace algunos años que se acusó a las misiones de California, de cierto comercio con Inglaterra. Pero California no posee más que piedras rodadas y rocas inútiles, ni produce otra cosa que espinas. Si los ingleses quisieran aceptarlas y exportar, por vía de trueque, otras mercancías a California, sobre todo maderas y sombra, lluvia y ríos, no cabe duda que podría establecerse un comercio extraordinariamente provechoso con la Gran Bretaña...501 El frecuente tono irónico y casi festivo de Baegert sigue notándose cuando describe los coyotes de la siguiente manera: ...Los coyotes son como perros de tamaño mediano y tienen un poco de todo, es decir, de perros, de zorros y de lobos. Por doquiera pueden oírse aullando en la noche. Cuando muchos de ellos se juntan, uno de la manada siempre canta el tenor, y cuando los otros terminan, el mismo animal repetirá sus trémulos cánticos por cien veces...502 El Nachrichten de Baegert está dividido en tres partes principales que son: primera, “Características y clima de California”; segunda, “De los habitantes de California”; y tercera, “De la llegada de los españoles, introducción de la fe cristiana y las misiones”. Además tiene dos apéndices, el primero titulado “Reportes falsos a cerca de California y los californios” y el segundo “Falsos reportes acerca de los misioneros en California”. En el capítulo diez de la segunda parte, el autor hace un estudio sobre el lenguaje de los guaycuras en el que se pone de manifiesto su dedicación y la dificultad de transmitirles a los naturales ideas abstractas para los que no tenían palabras.

500

Baegert, op.cit., p. 5. Ibid., p. 21. 502 Ibid., p. 39. 501

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Además de la obra citada, Baegert escribió 9 cartas a su hermano, y una a su madre, tal parece que 7 en latín y 2 en alemán en su mayor parte, aunque su traducción ha ofrecido serias dificultades no sólo por el estilo confuso, sino por encontrase con párrafos en francés y español. Los documentos hablan detalladamente de lo visto y sucedido desde su viaje a Cádiz hasta la vida en las misiones, prevaleciendo siempre su incomprensión de la cultura indígena y la percepción negativa de la misma. En su trabajo como misionero Baegert debió pasar por lo que hoy se llamaría una crisis existencial, a la cual no pudo dar adecuada respuesta o solución, si se toma en cuenta que tenía serios problemas ya no se diga para conversar con los indios, lo cual no intentaba nunca, sino para cumplir su obligación de confesarlos, o curar a los niños que padecían alguna enfermedad. Esto sucedía porque el misionero se desesperaba al ver que frecuentemente sus indios valoraban lo material más que lo espiritual. Ejemplo de esto es lo que se narra enseguida: en una ocasión después de la confesión el padre impuso de penitencia a una mujer que rezara algunos rosarios, y al preguntarle después porqué no los había rezado la mujer contestó: “Porque me la pasaba comiendo”. Si una mínima apertura de su intelecto le hubiera permitido comprender que por impulso vital, los indios dedicaban siempre su tiempo útil a buscar comida y consumirla, lo cual quizá les había permitido subsistir por siglos en los desiertos peninsulares casi carentes de cualquier forma de alimento, habría comprendido la respuesta de la mujer. Muchas veces pasaba largo tiempo exponiendo a los catecúmenos los valores morales del cristianismo, y apenas salían del templo, los nativos se entregaban a sus costumbres tradicionales muy opuestas a lo que el misionero les acababa de predicar; y finalmente, el padre llegó a mostrar gusto porque los niños bautizados murieran antes de llegar a la edad adulta, porque razonaba que así, su alma estaría seguramente a salvo de irse al infierno. Aunque el padre Baegert cumplía con sus deberes de misionero en forma completa y sin queja alguna, estaba convencido de que toda la labor de los jesuitas en California a costa de enormes sacrificios y gasto, tenía un valor relativo, pues decía: …Estoy firmemente convencido que si los trece misioneros desparramados en las doce misiones en California, dejaran el país, en ese momento el cristianismo desaparecería y ni un solo niño sería bautizado en el futuro, tal es mi abismal juicio…503. Lo dicho por Baegert era una generalización indebida aun en el caso de los guaycuras y pericúes, pues llegaron a darse no pocos ejemplos de conductas que mostraban la fe y fidelidad a sus misioneros de parte de los indios. Sin embargo, debe aceptarse que un buen número de indígenas no sólo en el sur de la península, sino en toda la California, aceptaban los preceptos cristianos que les enseñaban los misioneros sólo por conveniencia, para recibir los beneficios de comida y ropa que se les daba; una conducta que en mayor o menor grado se ha observado en los pueblos de todos los tiempos, incluyendo el presente, asombraba al jesuita germano. Por otra parte, el mal disimulado desdén de los indios adultos por la religión que se les imponía no podía terminarse en unos cuantos años de prédicas dentro del templo, lo cual resultaba incomprensible para el misionero. Sin embargo, no se piense que Baegert sintiera un desprecio total por los indios, o que fuera lo que hoy se denomina un racista, lo que se manifiesta cuando describe su carácter y que en parte 503

Baegert, “Cartas”, p. 170.

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se relata enseguida: ...uno podría considerar a los nativos californios como los más pobres y más dignos de piedad entre los hijos de Adán; sin embargo, deseo establecer con absoluta seguridad y sin temor de contradicción que, en lo que concierne a esta vida terrenal, son incomparablemente más felices que aquéllos que viven en Europa y sobre la bendita tierra de Alemania. Aún aquellos que parecen estar viviendo en el mismo pináculo de una temporal felicidad. Es un hecho que el hábito hace todo más llevadero y fácil, y así, el californio nativo duerme tan suavemente y tan bien sobre el duro suelo y bajo el cielo abierto que un rico europeo en su suave cama de plumas tras una rica cortina en su dorada recámara. En toda su vida, el nativo californio nunca tiene, o aprende, algo que lo preocupe o lo perturbe o destruya su gozo por la vida y haga deseable la muerte. Más aún, no hay nadie, ni dentro de California ni fuera, que afecte su ánimo o lo acose, o que arroje una demanda legal alrededor de su cuello; ni tormenta de granizo o ejército que devaste su tierra, ni incendio ni rayo que incendie su granero o su granja. No hay envidia, ni celos, ni difamación ni deshonra que lo lesione. Él no teme perder su propiedad, ni [tiene] ambición para incrementarla. No hay prestamista que le cobre deudas, ni oficial que le demande tributo y otros cientos de clases de impuestos. No hay esposa a la que haya que adornar el cuerpo con más de lo que el ingreso permite, ni esposo que gaste en el juego o en el vino el dinero con el que debería alimentar y vestir a su familia. No hay preocupación por la educación de los niños, ni hija a la que haya que casar, ni hijo depravado que traiga el deshonor y la ruina sobre su casa. En una palabra, en California no hay “mío y vuestro”, dos palabras que, como dice San Gregorio, llenan los pocos días de nuestras vidas con amargura y maldad....Por lo tanto, no es milagro que difícilmente uno entre ellos tenga canas, y ya muy entrado en años; que ellos siempre estén de buen humor y que bromeen y rían continuamente...Aquellos que viven en Europa pueden envidiar la felicidad de los californios, pero nunca la lograrán excepto con una completa indiferencia hacia las posesiones mundanas, grandes o pequeñas, y a través de una completa aceptación de la voluntad de Dios en todos los azares de la vida...504 El párrafo anterior sirve no sólo para comprender parte de la filosofía que animaba al misionero, su juicio severo sobre algunas sociedades europeas, y su elegancia en el discurso, sino también para admitir que a pesar de su aparente misantropía, el jesuita debe haber sido apreciado por sus indios, en quienes encontraba algo vagamente parecido a los valores ideales del cristianismo, y nunca escatimó esfuerzo para servirles e incorporarlos a la nueva fe. Prueba de lo anterior es lo que escribió en su Nachrichten… refiriéndose a lo acaecido después de la misa a la que asistieron varios misioneros antes de partir al destierro: …se produjo tal universal brote de sollozos entre los californios presentes, que entonces no sólo fui llevado a las lágrimas sin poder evitar el sollozar, sino que aún hoy, al escribir las lágrimas llenan mis ojos… El padre Baegert estuvo como misionero en Baja California de 1751 a 1768, año en que ocurrió la expulsión de los jesuitas de todas las colonias de España al acatarse el real decreto de junio de 1767. A su regreso a Europa en abril de 1769, después de pasar algún tiempo en su nativa Sehlettstadt, pasó al Colegio de Neustadt, en el Palatinato Renano, en donde sirvió como consejero espiritual y padre confesor. Baegert murió en el colegio jesuita de Neustadt, Alemania, el 29 de septiembre de 1772. 504

Baegert, op.cit., pp. 49-50.

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45.Inama, Francisco (Franz) Francisco Inama nació en Viena, Austria, en 1719 e ingresó a la Compañía de Jesús en 1735, arribó a la Nueva España en 1750, y fue enviado a California en 1751, en donde sirvió en varias misiones, principalmente en la de San José de Comondú en donde permaneció hasta la expulsión. Construyó la iglesia de la misión de San José de Comondú que había sido fundada por el padre Guillermo de Mayorga, al noroeste de Loreto, a los 27° 03´ N., y casi equidistante de los dos litorales de la península (F27). La iglesia de la misión, de tres naves y de las más grandes de la península en la era jesuítica, siguió usándose hasta 1827, y por los años treinta fue demolida por el general Juan Domínguez para construir una escuela con sus piedras, aunque los cerros circundantes abundan en ese material. Actualmente sólo queda de ella la sacristía. En 1793, los dominicos relataron que la iglesia contaba con tres altares, 25 pinturas y seis estatuas. F 123 a

F 123

F 123 b

F 123 c

F 123 y F 123 a, son fotografías antiguas de la misión de San José de Comondú que se encuentran en el interior de la antigua sacristía, hoy capilla del poblado. El exterior de ésta se observa en F 123b, y el interior en F 123 c. El techo abovedado es de ladrillo. Fotografías Antonio Ponce Aguilar.

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Inama tuvo la fortuna de trabajar en una de las regiones más fértiles de la península, lo que permitió el cultivo de diversos granos y numerosos frutales, así como la cría de ganado mayor, borregos y cabras. Todo esto fue posible no sólo por la dedicación del misionero, sino por la docilidad de los cochimíes de la región. En 1765, estando el padre Inama a cargo de esta misión, llevó a cabo experimentos con víboras de cascabel, abundantes en la península, entre otras razones para demostrar que estas serpientes sí introducen veneno a la sangre de sus víctimas al morderlas, refutando así la opinión de otro misionero, quien afirmaba que el efecto mortal de la mordedura de las víboras de cascabel se debía a la estructura y textura de los colmillos del reptil. En una carta dirigida por Inama a otro misionero le dice lo siguiente: ...Los oídos están junto a las ventanas de la nariz, esto es, inmediatamente arriba del dicho hueso con providencia singular quizá para que el oído esté cerca de las armas, que son los colmillos. Dicho hueso se halla fuera de la encía superior, y está entre dicha encía superior y la mejilla; y en él está, encajado uno o dos colmillos.... Los colmillos son corvos pero no sobresalen fuera de la boca como los de los puercos, ni están levantados o derechos como los de cualquier animal; sino que están como acostados a lo largo de las encías, mirando la punta de cada colmillo hacia el tragadero. La víbora los mueve porque, al querer morder, los levanta. Y yo mismo, por medio de una navajita muy sutil, moví los colmillos para saber en dónde está el movimiento. Para este movimiento tiene el ya dicho hueso su coyontura, de suerte que se mueve él juntamente con el colmillo o colmillos. Y para explicarme, digo que los colmillos acostados se parecen a navajas cerradas; y levantados, a navajas medio F 123 d abiertas505....El estudio del misionero en el que se observa una metodología que valora la observación y la experimentación, se extiende por varias cuartillas, y denota un pensamiento científico no muy frecuente en aquel tiempo. Antonio Ponce Aguilar

Interior de la antigua sacristía de la misión de Comondú, obsérvese el grueso del muro.

505

Barco, op.cit., p. 25

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En 1759 los padres Francisco Inama, de San José de Comondú, y Juan Xavier Bischoff, de La Purísima Concepción, recibieron el encargo de explorar la costa occidental a la altura de sus respectivas misiones, en busca de un lugar que reuniera las condiciones para el establecimiento de un puerto. Bischoff descendió desde su misión por el arroyo de La Purísima y llegó al puerto de Año Nuevo, descubierto por el padre Kino (ver y F8 y F 9a); luego viajó al norte y realizó algunos hallazgos, de lo cual se habla en el capítulo destinado a este misionero. Por su parte, Inama tuvo que regresar a su misión sin encontrar ningún lugar adecuado para puerto en las estériles costas. A principios de 1768, el padre Inama salió de California con sus compañeros jesuitas, acatando la orden de expulsión de Carlos III, y murió en Austria en 1782.


46.Retz, Jorge Jorge Retz nació en Düseldorf, Alemania506 en 1717, ingresó a la Compañía a los 16 años, y ya siendo jesuita se desempeñó como maestro de humanidades en Austria y Alemania. En 1750 llegó a la Nueva España, y un año después ya estaba laborando en California, en donde fundó la misión de Santa Gertrudis la Magna, apenas al norte del paralelo 28 (ver F 92, F 97 y F 98).

Dolores del Norte, ¿Visita de San Ignacio o antecedente de Santa Gertrudis? Antes de proseguir, cabe aclarar que historiadores clásicos de Baja California como Miguel del Barco, y modernos como Michael W. Mathes, opinan que Santa Gertrudis es el nombre que se le dio a una misión planeada originalmente por los jesuitas como Nuestra Señora de los Dolores del Norte, tomando en cuenta que la dotación sería provista por la Congregación de Nuestra Señora de Los Dolores de la Ciudad de México. Según esta opinión, estando el padre Fernando Consag como misionero en San Ignacio, los jesuitas pensaron fundar el nuevo establecimiento en un paraje que se hallaba a unos 100 kilómetros al norte, el cual llevaría el nombre ya mencionado de Nuestra Señora de los Dolores del Norte. Consag había descubierto y estado tiempo atrás en el paraje llamado La Piedad que ocuparía la nueva misión, y le había gustado porque, aunque enclavado en una zona desértica, tenía una numerosa población indígena y corría un pequeño arroyo del que podría surtirse el nuevo establecimiento. Esta corriente no era permanente, lo cual sabía Consag, aunque subsistía un buen aguaje durante todo el año, y durante sus estancias en el lugar, para 1744 ya había bautizado a cientos de nativos. Cuando en 1747 el padre Sebastián de Sistiaga, compañero de Consag, tuvo que ir a la ciudad de México en atención a sus quehaceres como visitador de la California, dejó como misionero titular de San Ignacio a Consag, y le encargó que siguiera atendiendo interinamente a los indios del paraje donde se planeaba la nueva fundación, lo cual tuvo que hacer hasta 1751, cuando llegó el padre Jorge Retz a San Ignacio con la encomienda de acompañar a Consag, aprender la lengua cochimí y plantar el establecimiento tan largamente planeado. Es natural que Consag hubiera querido ser él quien se encargara de aquella tarea, pero obedeció la orden y apoyó en todo lo que pudo a Retz para que diera cumplimiento a las indicaciones de sus superiores. Algo imprevisto sucedió poco después, al llegar noticia a Loreto de que la dotación que serviría para plantar la misión de Nuestra Señora de los Dolores del Norte se había perdido o cancelado, y se tendría que esperar por mejores tiempos. Afortunadamente para los jesuitas, poco después de esto, la misión de San José del Cabo tuvo que suprimirse, los pocos indígenas que quedaban en ella quedaron dependiendo de la de Santiago, y el fondo o dotación para su mantenimiento quedó libre, por lo que pudo aplicarse para el establecimiento que tanto se había pospuesto. El cambio en la aplicación de la dotación quedaba claro y explícito en la escritura dejada por el benefactor de los jesuitas Don José de la Puente Peña y Castrejón, Marqués de Villapuente, que si en algún tiempo dejaba de ser necesaria la dotación destinada a San José del Cabo, se destinara

506

Dunne afirma que nació en Conflanz. Dunne, op.cit., p. 377.

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el fondo a una misión que se fundaría en el norte, con el nombre de Santa Gertrudis la Magna, en honor de su esposa Doña Gertrudis de la Peña y Castrejón507. Todo lo dicho hasta aquí tiene una validez histórica aceptada casi universalmente, excepto la identificación de Dolores del Norte y Santa Gertrudis como la misma misión, o Dolores del Norte como la misión planeada que finalmente se llamó Santa Gertrudis, ya que el INAH, según un estudio arquitectónico publicado en 1991, apoyándose en la tradición oral de los residentes del cañón y arroyo de San Pablo en la sierra de San Francisco, ha considerado que las ruinas de muros de adobe508 que se encuentran en el referido cañón corresponden a la misión de Nuestra Señora de los Dolores del Norte, ubicada a los 27° 42.13´ N y 113° 08.70´ W., la que aparentemente no fue una misión independiente sino una visita de San Ignacio (ver F 79-F 83). Los restos de adobe de esta capilla están a 10 ó 12 kilómetros del rancho Santa Teresa, al lado oeste del arroyo, al que se tiene que descender desde el poblado de San Francisco de la Sierra cuando se visitan las pinturas rupestres de ese paraje, como Cueva Pintada y Cueva de las Flechas509. Las ruinas consisten en lo siguiente: muros de adobe sobre cimientos de piedra que miden unos 39.6 m. de largo por 6.4 m. de ancho, en los que se incluyen 3 aposentos de parecidas dimensiones510; un gran corral de piedra al sur de la iglesia, restos de un camino abierto de esta capilla hasta la actual Santa Gertrudis; restos de una huerta protegida con una especie de dique de piedra contra la avenidas del arroyo, y se adivina lo que fueron canales de riego para llevar el agua. Hay además otro lugar en la sierra de San Francisco al que se asigna el nombre de Dolores del Norte, pero se trata de ruinas que más bien corresponden a lo que fue un rancho ganadero de San Ignacio. Existe también un reporte fechado en 1774 del padre Sebastián de Sistiaga, de San Ignacio, en donde afirma que Dolores del Norte es una visita de San Ignacio, formada con indios de las rancherías del norte; y el visitador de las misiones Juan Antonio Balthazar expresa en un informe que “esa porción de propiedad incorporada a San Ignacio se separará tan pronto como la nueva misión se establezca completamente”. El apoyo más vigoroso a la idea de que Los Dolores del Norte es el nombre que iba a tener Santa Gertrudis lo aporta Miguel del Barco, por ser un testigo privilegiado de los hechos, ya que fue misionero de San Javier de1738 ó 39 hasta la expulsión de los jesuitas en 1768, y su acuciosidad es indiscutible, lo que no implica infalibilidad, sobre todo si se toma en cuenta que el cañón de San Pablo pertenece a un laberinto de barrancas entre multitud de elevadas mesetas a las que en la etapa misionera se tuvo más fácil acceso desde San Ignacio, y para llegar a él, aún hoy, se requiere un esfuerzo considerable. De todo lo expresado sobre la confusión que se da por un lado, entre los reportes del INAH de 1991 basado en la tradición oral que persiste en los pobladores actuales del cañón de San Pablo en la sierra de San Francisco, y por el otro la opinión del padre Miguel del Barco y quienes están de acuerdo con ella, se infiere que faltarían estudios más precisos para determinar la veracidad 507

Gertrudis de la Peña nació en Valle de Muriedas, Santander, España, en 1660; murió en México en 1739. Las ruinas corresponden a un edificio rectangular con tres cuartos, y otra edificación también de adobe. 509 Ponce Aguilar, Antonio, “De Cueva Pintada a la modernidad”, libro en línea, p. 10. 510 Crosby, Harry W., “The Cave Paintings of Baja California”, Sunbelt Publications, San Diego, 1997, p. 81. 508

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absoluta de una u otra versión, pero lo más probable es que simplemente, el padre Consag haya sugerido y deseado que la misión que se plantaría al norte de San Ignacio se llamara Dolores del Norte, lo cual no sucedió por lo ya explicado. Sin embargo, cuando se estableció Santa Gertrudis, la capilla localizada en el arroyo de San Pablo y que pertenecía a San Ignacio se convirtió en visita de aquella misión y conservó su nombre de Dolores del Norte. Estando ya el padre Retz en San Ignacio aprendiendo la lengua cochimí, Consag mandó a un grupo de indígenas bajo la dirección de un famoso indio ciego pero de gran inteligencia, Andrés Comanají, para que hicieran las primeras construcciones de lo que sería la misión de Santa Gertrudis, como iglesia, casa, almacén y algunos aposentos que provisionalmente podían servir para el establecimiento inicial511. La iglesia se hizo poco después de adobe, el misionero franciscano Francisco Palou escribió en 1771 una descripción de lo construido en Santa Gertrudis, diciendo que había una iglesia y habitación de adobe techadas con tule512, y todavía en 1793 se le describió en forma parecida. La construcción de piedra la inició el padre dominico José Espín en 1773 y se terminó en 1796. El 15 de julio de 1752 pudo el padre Retz ir al lugar y establecer definitivamente su misión, que como se ha dicho, llevó el nombre de Santa Gertrudis la Magna, a los dos meses se encontró un sitio cercano con tierra labrantía y algo de agua para su riego, y desde el inicio de su labor contó el misionero con unos 600 indígenas cochimíes adentrados en el cristianismo, sobre todo gracias al trabajo previo del padre Consag. Mientras se obtenían las primeras cosechas, el padre Consag proveyó de maíz y trigo a la nueva misión, facilitó la recua de San Ignacio para el traslado de los bastimentos, en tanto que de otras misiones vecinas se recibieron algunas cabezas de ganado mayor y menor, y caballada suficiente para iniciar la cría de hatos propios. Como en otras partes de la Baja California, aquí el padre Retz y sus cochimíes tuvieron prácticamente que traer el suelo de otros lugares, pues siendo el terreno tan duro y rocoso, acarreaban la tierra de donde la encontraban, generalmente de abajo de los matorrales grandes y arbustos, e iban cubriendo los espacios de roca o los cauces secos del arroyo en donde las avenidas del agua habían arrastrado el suelo arable. Por otro lado, el agua con que regaban era llevada al pequeño terreno labrantío, para lo cual se abrió a fuerza de barras la zanja en piedra viva513. Este espacio que se abrió con tantas dificultades para la siembra, se fue ampliando y mejorando al grado de que casi siempre, el padre Retz tenía suficiente maíz y trigo para alimentar a los indios de la misión. Retz debe haber sido un hombre innovador, perseverante, y muy trabajador, pues llegó a sembrar alternadamente en un año: el trigo en octubre, para cosecharse en mayo; luego se quemaba el rastrojo, se abonaba la tierra con estiércol, se araba la tierra, se regaba, y luego se sembraba el maíz que se cosechaba a fines de septiembre. Además de granos, se plantaron viñedos con cuyos frutos se fabricaba bastante vino, el cual se almacenaba en unas especies de tinajas rectangulares hechos de roca, los que se cubrían con tablones que se sellaban con cuero de res y látex de pitahaya. Quien haya contemplado el paisaje seco de Santa Gertrudis no se imagina cómo el padre Retz pudo levantar dos cosechas al año de maíz y trigo. En su huerto no faltaron las higueras, 511

Las construcciones iniciales eran de horcones, palos y ramas, pero se substituían luego por estructuras de ladrillos o piedra pegados con mortero. 512 Engelhardt, “Missions and Missionaries”, p. 484. 513 Barco, op.cit., p. 203.

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granados, olivos, duraznos, y el viñedo que ya se ha mencionado. Se puede tener idea de los hatos ganaderos que formó el padre Retz considerando que en 1771, tres años después de la expulsión, había en la misión sesenta y ocho cabezas de ganado, veintisiete crías, cincuenta y un caballos incluyendo potrillos, ochenta y una yeguas y potrillos, varios garañones, mulas, ciento cuarenta ovejas, 470 cabras, y todo esto sin contar el numeroso ganado alzado que se mantenía en el monte hacia la vertiente occidental de la sierra514. Todo esto era resultado del trabajo de Retz en 16 años de trabajo en el centro de los desiertos de Baja California. La autosuficiencia alimenticia de Santa Gertrudis redujo notablemente las adquisiciones de víveres que de tierra firme hubieran tenido que realizarse, en viajes peligrosos y costosos que las canoas hacían desde la contracosta hasta un lugar llamado San Miguel, a treinta kilómetros de la misión. En 1758 el padre Retz fue informado por indios de la misión que a 3 días de camino F 124 hacia el norte, había un aguaje del que se Esta tinaja de piedra para guardar el vino desprendía un pequeño arroyo, por lo que es de San Borja, pero iguales se hacían en mandó gente de su confianza a inspeccionar el Santa Gertrudis. Fotog. Antonio Ponce Aguilar. lugar y conocer sus potencialidades. A su regreso, le informaron que efectivamente existía el aguaje del que brotaba agua caliente en un paraje llamado Adac por los cochimíes, el agua salía caliente en un sitio de cierta altura por lo que sería fácil su aprovechamiento para riego, y al correr un trecho se enfriaba y era potable. Años atrás, el padre Fernando Consag había pasado muy cerca del lugar, pero no llegó a ver ni el aguaje ni el arroyo, y su descubrimiento revestía ahora gran importancia, por ser la única fuente importante de agua en la desértica zona de 130 kilómetros al norte de Santa Gertrudis. Los sotanas negras pensaban que las rancherías indígenas en aquella región justificaban el esfuerzo para llevarles el Evangelio, además de que su ilusión era lograr la comunicación por tierra con las misiones de Sonora, pero siempre estaban presentes los dos grandes obstáculos para lograr esa meta: la falta de un lugar con agua suficiente y el dinero necesario para fundar y mantener la misión. Por aquel tiempo, Doña Mariana de Borja, duquesa de Béjar y Gandía dejó en 1747 un enorme legado para las misiones de California, con instrucciones de que se dedicase una a su ilustre ascendiente San Francisco de Borja. Fue en estas condiciones que los jesuitas de California tuvieron, primero el dinero necesario y después el lugar adecuado para plantar la nueva misión. Siendo el padre Consag por aquel tiempo visitador de las misiones, ordenó al padre Julián Salazar, recién llegado a Loreto, que se fuera a Santa Gertrudis para aprender el idioma cochimí, y recibir las orientaciones necesarias del padre Retz para fundar luego la misión dedicada a San Francisco de Borja en Adac. Sin embargo, en 1759 Salazar tuvo que ser reasignado a una misión en la que faltaba padre, por lo que en su lugar se trasladó a Santa Gertrudis el padre Wenceslao 514

Dunne, op.cit., p. 379.

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Linck, que llegó California a principios de 1762 junto con el padre Ignacio Tirsch, y luego viajó a Santa Gertrudis con el fin de prepararse y hacerse cargo de la nueva misión de San Francisco de Borja. F 125

Antonio Ponce Aguilar

El padre Retz ya había comenzado un camino de Santa Gertrrudis a Adac, y ahora se trasladó personalmente al nuevo sitio para supervisar la construcción de la iglesia, casa del misionero y canales para riego. En esos viajes a Adac, Retz bautizó y catequizó a unos 300 indígenas, lo que después facilitó mucho la labor inicial del padre Wenceslao Linck en la misión de San Borja. Así como Consag le había ayudado a Retz enormemente con los trabajos iniciales antes de que él llegara a Santa Gertrudis, ahora él hacía lo mismo en beneficio del padre Wenceslao Link que se haría cargo de San Francisco de Borja. La instrucción religiosa que impartió el misionero a los indígenas de las rancherías cercanas a su misión, motivó a otros que vivían a más de 100 kilómetros

Arriba, espadaña de la misión de Santa Gertrudis, abajo, la misión restaurada. El edificio de cantera fue iniciado por el dominico José Espín en 1773. Se terminó en 1796.

Antonio Ponce Aguilar

F 126

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F127

F 127

de distancia para acudir a Santa Gertrudis en busca del bautismo para sus hijos, viajando hasta 6 u 8 días por territorios muy difíciles de transitar. Cuando el padre Linck inició su trabajo en la Misión de San Francisco de Borja, como se hacía siempre en los nuevos establecimientos, Retz lo proveyó de lo que pudo en bastimentos y ropa para que pudiera alimentar y vestir a los nativos, aunque gracias a las previsiones tomadas, esa misma temporada se recogieron 60 fanegas de maíz. La numerosa población indígena en el área de Santa Gertrudis se mantuvo de 1750 a 1760, cuando el número de bautismos superaba el de las defunciones; a partir de 1760, cuando ya se habían cristianizado los nativos, empezó a declinar la población y

Ventana en Santa Gertrudis. Fotog. Antonio Ponce Aguilar

las muertes superaron los nacimientos. Esta misión era muestra de lo que ya sucedía en las demás, una inexorable declinación poblacional que llevaría a la extinción de los indios californios.

A unos 150 kilómetros hacia el norte de San Borja, vivían unos gentiles belicosos que se oponían al avance del cristianismo hacia sus territorios, razón por la que atacaron algunas rancherías de gentiles simpatizantes de la nueva religión, así como otras ya cristianizadas, y cometieron muchos asesinatos. El padre Linck envió a Retz informes de lo sucedido, solicitando su consejo, y éste consideró que era necesario mandar un numeroso grupo de guerreros armados con arco y flechas, acompañados de algunos soldados para acabar con los enemigos de la fe. Salió el contingente hacia el norte, y pronto fueron informados por algunos indios que el enemigo se encontraba en la ranchería de Amet-Acangdang515. Hasta allá se dirigió el improvisado ejército, sorprendieron antes del amanecer a los gentiles rebeldes, y sin derramamiento de sangre se los llevaron cautivos a San Borja, en donde públicamente fueron castigados con azotes. Siendo misionero de Santa Gertrudis, el padre Retz envió a Miguel del Barco, de San Javier, parte de una quijada para colaborar con la investigación que este padre hizo sobre la leyenda de la existencia de gigantes en Baja California, lo que denota su curiosidad por la antropología y su afición al estudio. Lo anterior se corrobora con la existencia de 100 volúmenes que llegó a tener la biblioteca de la misión, número que hoy podría parecer pequeño, pero dadas las circunstancias de tiempo y lugar debe percibirse como un esfuerzo importante que hicieron los sotanas negras por mantener sus hábitos culturales y combatir con la lectura un tedio que a veces podía ser enajenante. El padre Jorge Retz salió de la península expulsado con los demás jesuitas al darse cumplimiento al decreto de Carlos III, el día 3 de febrero de 1768 por la mañana el padre Jorge Retz tuvo a su cargo una de las dos misas que al final se dijeron516, y sus compañeros recibieron la Sagrada Eucaristía. Poco después Santa Gertrudis quedó a cargo del franciscano Dionisio Basterra, quien a su vez fue relevado sucesivamente por los misioneros dominicos Gregorio Amurrio y José Espín, siendo éste quien inició la construcción de cantera que ha subsistido y que hoy se conoce. El edificio fue terminado en 1796 por los dominicos. El padre Jorge Retz murió en Trier, Alemania, el 8 de abril de 1773. 515 516

Barco, op.cit., p. 308 La otra misa fue dicha por el padre Lamberto Hostell de Los Dolores.

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47.Utrera, José de El padre José de Utrera fue visitador de las misiones de Nueva España, y a principios de 1755, expresó en un informe confidencial a sus superiores que las de San Francisco Javier, San José de Comondú, La Purísima y San Ignacio producían entre todas lo que hoy serían más de 15140 litros de vino, además, exceptuando Comondú, las otras tres misiones habían producido unos 5300 litros de aguardiente, siendo la de San Ignacio la que destacaba sobre las demás tanto en vino como en aguardiente. Dado que en 1754 habían ocurrido graves inundaciones que afectaron severamente la actividad agrícola, el padre Utrera no hizo su visita en un año de excepcional producción, la que supuestamente correspondía a un tercio de la que hubiera sido en un año normal517. Lo dicho por el visitador no concuerda con los informes de los jesuitas, quienes siempre señalaron que las cantidades de vino producidas en algunas de sus misiones sólo eran suficientes para usarlos en los servicios sacramentales, aunque ocasionalmente, en los años muy buenos, pudieran obtener también un pequeño excedente para comercializarlo, siempre en beneficio de las muchas necesidades de las misiones. En la “Huntington Library” de San Marino, California, hay documentos en forma de testimonios y relaciones diversas sobre algunos hechos históricos que se dieron en las misiones de Sonora y en los cuales intervino el padre José de Utrera de manera importante.

48.Salazar, Julián Julián Salazar nació en Tabasco o Chiapas el 31 de enero de 1728, y arribó a California en 1758. El padre visitador Fernando Consag lo mandó como misionero a que fundara la misión de San Francisco de Borja, pero antes debería pasar algún tiempo en Santa Gertrudis, aprendiendo el cochimí y ayudando al padre Jorge Retz en sus labores. Estando Salazar en Santa Gertrudis, el mismo padre Consag lo tuvo que enviar a otra misión en donde hacía falta el misionero, por lo que no intervino en la fundación de San Borja como inicialmente se había planeado. Después de breve estancia en California en la que se desempeñó con dedicación, según Barco518, se fue a las misiones de Sonora, habiendo servido en Bácum. Al llevarse a cabo la expulsión de los jesuitas, salió de Guaymas en “El Príncipe” con muchos de sus compañeros, y después de Veracruz en el “Princesa Ulrica”, rumbo a Europa. Murió en Zeca, España, el 13 de agosto de 1790519.

517

Crosby, Harry W., “Images of Baja California”, op.cit. Barco, op.cit., p. 436. 519 “Mission 2000 Database. Searchable Spanish Mission Records. Tumacácori National Historical Park”. 518

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49.Ventura, Lucas El padre Lucas Ventura nació en Zaragoza, España en 1727, entró a la Compañía de Jesús en 1749, y fue mandado a la Nueva España en 1750. Se fue a California en 1758, en donde se desempeñó como procurador de las misiones. Estuvo en Loreto 11 años. Siendo procurador participó en la gestión con la cual se logró que el virrey aprobara el gasto para construir en California una embarcación, en substitución de otra que en la misma forma se había hecho para las misiones en Realejo, Nicaragua, pero que se había hundido en 1759 a causa de una borrasca en su viaje a la península. Tal vez en consideración a esto, el padre Ventura sólo ejerció $ 10 000.00 pesos con cargo al gobierno, de los más de $ 18 000.00 que costó la construcción del navío. Ventura mostró su capacidad administrativa al hacer todo lo necesario para que los mejores materiales, sobre todo maderos de cedro de Matanchel que siempre se tenían en Loreto, y mezquite de Londó, fueran usados en la complicada empresa. El encargado de la obra fue el filipino Gaspar de Molina, quien demostró su capacidad y conocimiento en la construcción naval al hacer un barco de gran calidad, al grado de que satisfecho con el resultado, el padre Ventura ordenó que se hiciera otro bastimento, aunque más chico que el primero. Los dos barcos fueron considerados de los mejores que habían tenido las misiones de California.520 Como procurador de las misiones de California radicado en Loreto, el padre Ventura era administrador de fondos y bienes, encargado de su obtención, buen uso, transporte y conservación, así como de la información correspondiente a las autoridades. En el caso del naufragio que se menciona en el párrafo anterior, el padre Francisco Escalante, misionero de Santiago, mandó caballos y alimentos para que los náufragos, que se habían salvado todos por la cercanía de la playa, se fueran a la misión en donde se ampararían hasta que el Galeón de Manila los recogiera a su paso por San José del Cabo y los llevara a Acapulco. En ocasión de este incidente, el padre Ventura mandó operarios al lugar del naufragio con el fin de rescatar de los materiales que habían quedado en la playa todo lo que pudiera servir, para usarse en la construcción del nuevo bergantín; sin embargo fue bien poco lo que se pudo llevar a Loreto. En el prefacio de su “Historia de la Antigua California”, Clavijero expresa en parte: …El abate Ventura fue también once años misionero de Loreto y procurador de todas aquellas misiones, y por esta razón estaba bien impuesto en todos los negocios de la península. Ellos [refiriéndose a Barco y Ventura] corrigieron los errores de la edición española, le añadieron el ensayo de historia natural y las noticias que le faltaban…, de lo que se infiere que las correcciones hechas a la historia escrita por Miguel Venegas fueron elaboradas principalmente por el padre Miguel del Barco, pero aparentemente con la colaboración del padre Lucas Ventura, lo cual poco se ha mencionado521. El padre Lucas Ventura salió de California al hacerse efectivo el decreto de expulsión de los jesuitas, y residió en Italia hasta su fallecimiento en Bolonia el 9 de diciembre de 1793. 520 521

Clavijero, op.cit., p. 208. Ibíd., p. 2.

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50.Rothea, José Mariano José Mariano Rothea (o Rotea), nació en la ciudad de México en 1732, en 1749 entró a la Compañía de Jesús en Tepotzotlán, y fue maestro en el colegio jesuita de San Luis Potosí, en donde enseñó humanidades, llegó a California en 1759522 y salió de la península con sus compañeros jesuitas en 1768. Al morir el padre Consag en San Ignacio en el año de 1759, estaba recién llegado a California el padre José Mariano Rothea, que había sido en principio destinado para plantar la misión de San Borja en Adac. Dado el vacío dejado en San Ignacio Cadakaamán por el padre fallecido, Rothea tuvo que hacerse cargo de la misión, y allí permaneció hasta su salida. Consag había iniciado con sus neófitos la construcción de un dique de piedra para impedir en tiempo de lluvias fuertes, que el arroyo San Ignacio inundara las tierras de labor y se llevara el suelo arable, y más de un vez el dique, que llegó a levantarse con piedra pegada con mortero, fue destruido por la furiosa corriente del arroyo. El padre Rothea siguió con la difícil empresa de domar las aguas broncas del F12 impetuoso arroyo, y levantó nuevamente el dique aprovechando la buena voluntad de los indios locales, 8 obra que es digna de mención por sus dimensiones pues medía cerca de 3 metros de altura por unos 3 metros de ancho en la base y 513 varas de largo. Su relación con El dique de San Igncio. Tomado de los capitanes o jefes de las rancherías de la misión debe Images of Baja California, de Harry Crosby. Fotografía de Harry Crosby, 1971. haber sido excelente, pues sólo así se explica el trabajo realizado por los nativos bajo su dirección, no sólo en la construcción de este masivo dique, sino en las capillas de visita que erigieron en los poblados cercanos. Debe agregarse que el proyecto general se complementó con la construcción de represos de tierra y canales que permitían un mejor manejo del agua y su aprovechamiento en el riego de las siembras. F128

En los años de 1760 y 1761, el padre Rothea organizó dos escuelas para la atención de niños y niñas, en donde se les enseñaba religión, español, historia y canto; las niñas también recibían clases de costura. En esos primeros años, el misionero reunió a 838 indígenas que formaban la mayor parte de la población en 6 pueblos de visita, en cada uno de los cuales levantó un templo y una casa para el misionero, lo cual da idea de su capacidad para construir y su afán civilizador con los indios. Por aquel tiempo, Rothea se dio a la tarea de iniciar la construcción de un templo de cantera, lo cual no se había intentado antes porque faltaba leña suficiente para quemar la caliza y obtener la cal viva que era necesaria para hacer el mortero. Es probable que con los nativos de sus seis poblados, el misionero haya logrado que se acarreara la suficiente leña para 522

Dunne afirma que el pare Rothea llegó a California en 1750. Dunne, op.cit., p. 391.

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obtener la cal, y así pudo iniciar la construcción de uno de los templos más bellos de la península, apenas superado por el de la misión de San Javier que levantó el padre Miguel del Barco. El soberbio edificio de San Ignacio fue terminado por el padre dominico Juan Crisóstomo Gómez por el año de 1786. Cuando los jesuitas expulsados de California se encontraban exiliados en Bolonia, pasaban bastante tiempo recordando y discutiendo sus experiencias en la península, y uno de los temas fue el de la existencia de gigantes en California en remotos tiempos. El padre Miguel del Barco deseaba incluir el asunto en su libro sobre la historia de California, y pidió al padre Rothea un relato escrito sobre lo que él había sabido cuando era misionero de San Ignacio. Del Barco incluyó el relato escrito textualmente por Rothea, del cual se transcriben enseguida algunos párrafos:

Antonio Ponce Aguilar

...Los fundamentos que probablemente persuaden hubo gigantes en la California, se reducen a tres. Primero, los huesos que en varias partes se encuentran. Segundo, las cuevas pintadas, lo tercero, la voz común de los ancianos. Cuanto al primero, en la misión de San Ignacio hay un lugar de ranchería llamado San Joachín. En este lugar me dijo un indio, de edad como treinta años, que siendo él niño, se entró al monte con otros de su edad, y dieron con un esqueletón humano F129 de extraordinaria Iglesia de la misión de San Ignacio grandeza de cuerpo.....523 Sigue Rothea relatando que fue personalmente al lugar llamado San Joaquín, y logró desenterrar algunos huesos como vértebras y un pedazo de cráneo, que cuando los comparó con los de los muertos de la misión, vio que eran tres veces más grandes. Pero el relato más interesante hecho por el misionero se refiere a las pinturas rupestres que conoció, y a él se debe su primera descripción. Continúa diciendo el misionero: .....Pasé después a registrar varias cuevas pintadas, pero sólo hablaré de una, por ser la más especial. Ésta tendría de largo como diez o doce varas, y de hondo unas seis varas; abierta de suerte que todo era puerta por un lado. Su altura, según me acuerdo, pasaba de seis varas.....De arriba hasta abajo toda estaba pintada con varias figuras de hombres, mujeres y animales. Los 523

Barco, op.cit., pp. 210-211.

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hombres tenían un cotón con mangas; sobre éste un gabán, y sus calzones; pero descalzos. Tenían las manos abiertas y algo levantadas en cruz. Entre las mujeres estaba una con el cabello suelto, su plumaje en la cabeza, y el vestido de las mexicanas, llamado “güipil”. Las de los animales representaban ya a los conocidos en el país, como venados, liebres, etcétera, y a otros allí incógnitos, como un lobo y un puerco. Los colores eran los mismos que se hallan en los volcanes de las Vírgenes, verde, negro, amarillo y encarnado. Se me hizo notable en ellos su consistencia; pues estando sobre la desnuda peña a las inclemencias del sol y agua, que sin duda los golpea al llover, con viento recio, o la que destilan por las mismas peñas de lo alto del cerro, con todo eso, después de tanto tiempo, se conservan bien perceptibles. Ya con estos principios, junté los indios más ancianos de la misión, para averiguar qué noticia había entre ellos acerca de esto. Lo mismo encargué que hicieran en las misiones de Guadalupe y Santa Rosalía sus misioneros, (que entonces eran de la primera el padre Benno Ducrue, y de la segunda el padre Francisco Escalante), y según me acuerdo, sucedió la contingencia de hacer la dicha averiguación al menos uno de ellos, el mismo día que yo la ejecutaba con los míos. Todos convinieron en la sustancia, es a saber, que de padres a hijos había llegado a su noticia, que, en tiempos muy antiguos, habían venido del norte porción de hombres y mujeres de extraordinaria estatura, venían huyendo unos de otros. Parte de ellos tiró por lo largo de la costa del Mar del Sur, y de éstos, me dijeron, se ven F130 aún los abrigos que formaban y son como los que usan los Pinturas rupestres en Cuesta de Palmarito. Compárense mismos californios, pero muy las dimensiones de las figuras humanas con las de las grandes en su comparación. No personas. Composición de dos fotografías tomadas de CSIC de Patrimonio pude registrar con mis ojos Histórico y Cultural. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, CSIC, p. estas memorias, que son las 16. Artículo por María de la Luz Gutiérrez Martínez. únicas que de éstos primeros quedaron. La otra parte de ellos tiró por lo áspero de la sierra, y ellos son los autores (decían) de dichas pinturas. A la verdad, las que yo vi, lo convencen; porque tantas, en tanta altura, sin andamios y otros instrumentos aptos para el efecto, sólo hombres gigantes las pueden haber 287


pintado. Decían, por último, que parte de ellos murieron a manos los unos de otros, y parte también mataron los mismos californios, que no sufrían en sus tierras habitantes tan extraños524. Harry W. Crosby525 es de opinión que la cueva que visitó Rothea es la que hoy se conoce como Cueva de la Cuesta del Palmarito, un resguardo rocoso en la Sierra de San Francisco, al norte de San Ignacio, de unos 45 metros de largo por unos 12 de alto y más de 15 de profundidad en algunas partes, aunque las dimensiones no coinciden, lo cual según el investigador, pudiera deberse a los cambios naturales que se han dado con el paso de los siglos, en la disposición o desaparición de algunos de los materiales que forman la cueva. Cabe mencionar que, aunque aparentemente en las pinturas rupestres de Baja California las figuras antropomórficas parecen estar desnudas, en este caso hay varias que muestran color rojo de la cintura para arriba y negro hacia abajo, lo que podría dar la apariencia del cotón de que habla Rothea y “sus calzones”, como dice el misionero. Lo dicho hasta aquí sobre el padre Rothea muestra no sólo al misionero dedicado a su trabajo espiritual, sino al hombre que observa la naturaleza, la gente, y formula hipótesis en busca de una explicación a hechos que aún hoy, no se conocen mucho más de lo que el misionero relata. La misión de San Ignacio que dejó José Mariano Rothea al salir de California era una de las más prósperas de la península; el misionero murió en Bolonia el 13 de octubre de 1799.

F 131

Misión de San Ignacio y su relación con los siguientes puntos: 1 San Ignacio. 2 Rancho Santa Martha. 3 Zona arqueológica de Palmarito. 4 San Francisco de la Sierra. 5 Laguna Ojo de Liebre. Adaptación en mapa de Google Earth. 524 525

Barco, op.cit., pp. 211-212. Crosby, Harry W., “The Cave ...” op.cit., p. 100.

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51.Linck, Wenceslao Wewnceslao Linck526, hijo de Wenceslao Linck y Catherine Schusteri, nació muy probablemente en Neudek, de la actual República Checa527, el 29 de marzo de 1736. El 18 de mayo de 1754 ingresó a la Compañía de Jesús, hizo su noviciado en Brno, de la actual República Checa, y por breve tiempo estudió Filosofía en Praga. Destinado por sus superiores a las misiones de la Nueva España, fue uno más de los muchos misioneros alemanes que se fue a esas tierras, en donde continuó sus estudios teológicos en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de México, y también en el del Espíritu Santo de Puebla en 1760-1761.

Antonio Ponce Aguilar

En 1762 llegó a las misiones de California, permaneció algún tiempo en la de Santa Gertrudis aprendiendo el cochimí y ese mismo año se le destinó a la misión de San Borja, que prácticamente le tocó fundar, situada a unos dos días y medio de camino hacia el norte. El aguaje de Adac (ver F 105), nombre dado por los cochimíes al paraje donde se plantó San Borja, fue encontrado por indígenas de Santa Gertrudis cuando tuvo a su cargo la misión el padre Jorge Retz, quien había hecho una gran labor al evangelizar a F 132 numerosos gentiles y Paisaje a la llegada a San Francisco de Borja. sembrar algo de maíz, pero además, dispuso que se hiciera un camino de más de 100 kilómetros que comunicó las dos misiones; se levantaron las edificaciones indispensables como la iglesia, alojamientos para el misionero y los soldados, y un modesto hospital. La misión planeada para levantarse en Adac pudo construirse gracias al legado de doña María de Borja, duquesa de Béjar y Gandía. La noble dama descendiente de San Francisco de Borja vivía en Valencia, España, y entre su servidumbre se encontraba un antiguo soldado que había estado en California, por cuyas pláticas se enteró de la obra jesuítica en la lejana frontera. La generosa señora dispuso que al morir parte de su fortuna se repartiera a la servidumbre de su casa, y otra importante cantidad se entregara a los jesuitas de California, para que levantaran una misión con 526

En los documentos originales de Linck el apellido está escrito Linck, excepto al final del diario de su viaje al Colorado, en el cual firmó dos veces, en una está Linck, y en la otra Linc. Clavijero siempre escribió Link; en escritos en latín, el misionero firmaba Wenceslaus, y en español Venceslao o Wenceslao. Los autores alemanes escriben Wenzel. 527 Jacobo Baegert, misionero jesuita alemán contemporáneo de Linck en Baja California, dice que éste nació en Joachimsthal, Alemania. “Nachrichten…” op.cit., p. 201.

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el nombre de su ancestro San Francisco de Borja. Hubo muchos retrasos para la entrega del capital, y fue hasta después de que el padre Retz de Santa Gertrudis había hecho el trabajo mencionado en el párrafo anterior cuando el padre Linck cabalgó hasta Adac a donde arribó el 1º de septiembre de 1762, fecha que asigna la mayoría de los autores para la fundación de San Francisco de Borja, aunque Francisco Palou, apoyado en la tradición de los lugareños expresa en uno de sus informes que fue el 27 de agosto de ese año. Hay que señalar que algunos autores clásicos no dan una fecha precisa y sólo establecen que fue en el otoño de 1762528. En Adac529, como llamaban los nativos a estas tierras, había muchas liebres y conejos, se daban en todo el territorio la pitahaya, el mezcal y una especie de dátiles, lo cual era parte importante en la alimentación de los naturales, y el paisaje se adornaba con una planta llamada cirio, cilíndrica y de gran altura en cuyo extremo floreaba como penacho, (ver F 99), aunque de ella no se F 133 obtenía ninguna utilidad. Linck tuvo que aceptar al principio la ayuda de las misiones vecinas de Santa Gertrudis, sobre todo Guadalupe, situada a más de 380 kilómetros al sur que le mandaba carne seca, y Loreto, que envió los adornos necesarios para la iglesia. Siempre que era posible, las F 134 provisiones se Arriba, ruinas de adobe de la misión de San Francisco de Borja, transportaban por mar abajo la misión de cantera iniciada por los franciscanos y al puerto de Los terminada por los dominicos. Fotografías Antonio Ponce Aguilar. Ángeles, en la bahía de ese nombre en la costa del golfo, a unos 40 528

Barco dice que fue a fines de 1762, op.cit., p., 298, Dunne el 1º de septiembre de 1762, op.cit., p. 380, Clavijero el estío de 1762, op.cit., p. 210. 529 Adac se encuentra casi a los 28º 45´ N., y a los 113º 45´ W.

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kilómetros de San Borja, y de allí se transportaban a lomo de mula a su destino final. En 1764 el capitán del presidio de Loreto don Fernando Javier de Rivera y Moncada, encontró a unos 30 kilómetros de San Borja terrenos con pasto suficiente para mantener unas 800 cabezas de ganado, de las misiones cercanas le llegaron a San Borja 600 reses y 80 yeguas, muchas de las cuales seguramente iban cargadas, y un buen número de ovejas y cabras, lo que vino a resolver casi totalmente el problema de la alimentación entre los indios y soldados de la misión. La historia de los primeros años de la misión de San Francisco de Borja es bien conocida por los informes y reportes que hizo Linck a sus superiores. En ellos destacó como factor que limitó por un tiempo el progreso de la misión no tanto la calidad de la tierra sino la falta de agua suficiente. Cierto que había un aguaje que producía agua caliente, pero apenas alcanzaba para irrigar si acaso un poco más de una hectárea, y la falta de leña era otro problema, pues plantas como el cardón y el cirio no eran un buen combustible. Sin embargo, los indios no padecían hambre porque tenían en su territorio no sólo los recursos ya mencionados, sino también abundancia de pescado en sus mares contiguos. Por otra parte, Linck pronto empezó a practicar la doble cosecha por temporada en sus pequeños espacios de siembra, lo que le permitió un mejor rendimiento de la pequeña cantidad de agua de riego con que contaba la misión; en otras palabras, el padre se adaptó pronto al difícil medio y consiguió una producción alimenticia cuando menos suficiente para el sostenimiento de quienes asistían a la misión. Pero lo esencial para el misionero era salvar almas, y en aquel lugar se le presentaba una ocasión magnífica para lograr tal objetivo, pues nada más al inicio de su labor, en septiembre de 1762, recién fundada la misión, en los primero veinte días llegaron 142 indios que querían ser bautizados, sin incluir los más de 300 que habían pertenecido a Santa Gertrudis, y que ahora se sumaban a los de San Borja. Cualquier dificultad por seguir en la misión sería poco, tomando en cuenta que la cosecha de almas prometía ser de lo mejor. Para 1764, había confesado a más de 1100 indígenas, y estimaba que para fines del año el número ascendería a 1 600530. Linck, al igual que casi todos sus compañeros misioneros, tuvo en los shamanes, hechiceros o “doctores”, como les llamaron algunos autores a estos personajes, el obstáculo a vencer para poder iniciar la evangelización de los nativos. Sin embargo, nunca hubo una oposición violenta en contra del misionero y los propios shamanes traían, dos días antes de ser bautizados, todos los objetos que usaban en sus ceremonias o al curar a los enfermos. Al respecto, Linck hace aquí una aportación etnográfica interesante al describir, además de las acostumbradas capas de cabellos de los shamanes, unas pinturas bastante “decentes531”, ídolos y estatuas cuidadosamente esculpidas, una de las cuales tenía un tridente en la mano derecha, y en la otra una serpiente enroscada. La descripción que hace el misionero, aunque somera532, contradice la opinión de casi todos los historiadores antiguos quienes negaban la existencia de una religión entre los primitivos californios, y su incapacidad para hacer estatuas o pinturas. Otra novedad cultural que encontró 530

Ernest J. Burrus, S.J.. “Wenceslaus Linck´s Reports and Letters, 1762-1778”, p. 30. Dawson´s Book Shop, Los Angeles, 1967, p. 52. 531 La palabra “decente”, además de su significado común, quería decir en aquel tiempo “aceptable” o “no tan mal”. 532 Linck dice más adelante que hasta ese momento, no se había conocido qué ritos practicaban en sus ceremonias, pero afirma que según los indígenas locales, las prácticas religiosas de los indios del norte eran diferentes a las de todos los demás californios.

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Linck en los nativos de San Borja, es que algunas rancherías tenían un lugar común de reunión en una casa grande, en la cual efectuaban sus fiestas, lo que implica una sociedad con cierta organización cívico-religiosa. Algunos de los problemas que tuvo Linck con los nativos del norte de la misión, los narra en un reporte que hizo al padre Jorge Retz en 1765533. En ese informe, Linck dejó ver que tras su imagen generosa y benévola había un carácter decidido y firme, evidenciado cuando unas tribus de gentiles que habitaban hacia el norte en lo alto de la sierra, habían secuestrado a dos muchachas con la intención de llevárselas a sus rancherías, y aunque los cristianos del área de San Luis534 quisieron rescatarlas, los alzados eran 400 guerreros que no pudieron ser detenidos. Al conocer la situación por los nativos agraviados, Linck mandó a algunos de ellos acompañados por tres soldados al presidio de Loreto, para que informaran lo sucedido al capitán Fernando Javier de Rivera y Moncada, mientras que él organizó un contingente de indígenas armados con arcos y flechas para salir en persecución de los rebeldes, a quienes mandó mensajes para que desistieran de sus propósitos, o les aplicaría duro castigo además de destruir sus rancherías. Al frente de sus hombres, Linck se dirigió a las montañas, pero se detuvo por falta de agua y para investigar en dónde se encontraba el capitán Rivera. A los pocos días tuvo noticia de que don Fernando ya iba de regreso al presidio, después de que los indios alzados se habían rendido, y algunos hasta habían prometido ir a San Luis para ser cristianizados. El misionero quedó satisfecho con aquellos informes, se había alejado hacia el norte cerca de 250 kilómetros y el frío se tornaba insoportable535, por lo que en lugar de seguir hacia el Golfo decidió regresar a su misión. En este informe que se hizo a fines de marzo de 1765, Linck pidió a Retz que informara al Padre Visitador Lamberto Hostell que, en relación con la expedición que preparaba para las bocas del río Colorado tal como se lo había ordenado, no podría intentarse hasta febrero o marzo, pues aunque la temporada de lluvias en el sur era en julio y agosto, en el norte difería. El misionero sabía que sin lluvia prevista en la región a la que pretendía llegar, tendría serios problemas por la falta de agua536. En 1764, con la llegada del padre Victoriano Arnés como compañero en San Borja, Linck tuvo el tiempo necesario para dedicarse a explorar, primero las regiones cercanas a la misión, pero años después hasta la región cercana a la desembocadura del río Colorado. En la primavera de 1765, el joven misionero dio muestra de su entereza en la exploración que llevó a cabo a la isla Ángel de la Guarda, acompañado por el teniente del presidio Blas Fernández de Somera, así como varios soldados e indígenas de la misión. Esta expedición fue motivada porque el misionero tuvo reportes de los nativos de que se habían visto por la noche grandes lumbradas desde la playa cercana a la isla. Para comprobar si ésta se encontraba habitada, y en ese caso visitar a sus pobladores para proceder a su evangelización, el misionero y sus acompañantes zarparon en la lancha de la misión del puerto de Los Ángeles. 533

Linck, “Wenceslaus Linck´s Reports ...” op.cit., p. 30. El área de San Luis era un extenso territorio que iba de costa a costa a los 29º 47´de latitud norte. 535 Relata Linck que dos alemanes que habían escapado de un galeón capturado por los ingleses formaban parte de la expedición, y eran los únicos que no se quejaban de las bajas temperaturas. 536 La época de lluvias en el norte de Baja California es en diciembre, enero y febrero. 534

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Los exploradores llegaron sin problemas a la isla, y después de buscar gente o rancherías hasta donde les era posible por la limitación del agua, no hallaron huella alguna de personas o animales, y ningún arroyo o aguaje537. Link y sus acompañantes abordaron la lancha y zarparon de regreso hacia tierra firme, pero al aproximarse a la playa, intensos vientos contrarios los obligaron a devolverse a la isla. Intentaron nuevamente el retorno, pero la violencia del viento les arrancó la vela inferior por lo que la lancha estuvo a punto de zozobrar, lo cual se evitó gracias a la pericia del piloto Buenaventura. En otros intentos la lancha fue F 135 repetidamente impedida de llegar a la bahía de Los 1 San Borja. 2Puerto de Los Ángeles en la bahía de ese Ángeles, por lo que tratando nombre. 3 Isla Ángel de la Guarda. 4 Canal marítimo de salir de la grave situación Ballenas. 5 Bahía las Ánimas. Adaptación en mapa de Google Earth. en que se encontraban, decidieron no navegar directo a la tierra firme, sino unos 25 kilómetros hacia el sur del puerto de Los Ángeles 538, y esto les dio el resultado apetecido, pues pudieron desembarcar sin dificultad pero en una zona despoblada y sin agua. El padre Linck mandó entonces algunos indios a buscar ayuda, y al poco tiempo volvieron acompañados de varios nativos cristianos, con suficiente agua para calmar momentáneamente la sed de todos. Después del arduo trabajo para llenar algunos de los contenedores de la lancha, los expedicionarios zarparon nuevamente hacia Los Ángeles, a donde ahora sí pudieron llegar sin problemas, y de allí a San Borja. En su reporte al padre tesorero Juan de Armesto fechado el 20 de noviembre de 1765, después de agradecerle las provisiones que mandó para beneficio de la misión de San Luis 539, Linck hizo un 537

La isla carece de aguajes o arroyos, las lluvias son muy raras y reducidas, pero aun así en algunos lugares hay cactus y zacates propios del desierto sonorense, ratones, murciélagos, y reptiles como lagartijas y víboras. 538 El lugar en donde sí pudieron desembarcar debe haber sido bahía de Las Ánimas.

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relato sobre la exploración que llevó a cabo hacia el noroeste de la península, de la cual se destaca lo siguiente. El 1º de agosto de 1765 inició el viaje teniendo como base la misión de San Luis 540, cuya ubicación nunca se ha determinado y de la cual jamás se ha encontrado mención escrita por los padres jesuitas de aquella época, iba acompañado del capitán, dos soldados, 16 indios amigos y dos alemanes que venían en el galeón de Manila y habían escapado de sus captores ingleses. El 20 de agosto encontraron agua, lo que les permitió continuar su avance hacia las montañas, a cuya cima llegaron tras vencer algunas dificultades por lo abrupto del terreno que hacía muy difícil la marcha de las bestias. En lo alto de la sierra encontraron indígenas gentiles que trataron de impedir su paso, pero Linck les mandó regalos consistentes en collares de cuentas de vidrio y espejos, lo que no sólo acabó con su resistencia, sino que los convenció para que ayudaran a los viajeros mostrándoles un camino mejor. El 30 de agosto ascendieron a lo alto de una montaña desde donde pudieron contemplar el Golfo de California, el 15 de septiembre llegaron a un paraje con varios aguajes, pero no pudieron beber el agua por estar muy salada. Estando en ese paraje vieron a numerosos indígenas que se aproximaban; Linck mandó a un intérprete y a los dos alemanes para hacerles algunos obsequios, pero no pudieron entender su lenguaje, lo que hace pensar que aquellos hombres pudieron haber pertenecido a las etnias kiliwa o pai pai, y de ser así, se encontraban seguramente en la región meridional de la sierra de San Pedro Mártir. Al siguiente día, llegaron al campamento de la expedición un anciano indígena y dos mujeres cuyo idioma sí pudieron entender los intérpretes, pues habían sido secuestradas de sus rancherías al sur de la sierra, y deben haber hablado alguna variante conocida del cochimí. Las mujeres dijeron que los naturales de la región sacaban sal de los manantiales de que se habló antes, lo que desmiente la opinión generalizada de que la sal no era usada por los antiguos californios. Las mujeres y el anciano condujeron a los viajeros a un lugar en donde había agua en abundancia, lo que les permitió llenar sus recipientes. Linck no quiso llevarse a las mujeres para no provocar el disgusto de los indios locales, y se despidió de ellas pidiéndoles que permanecieran fieles a su fe cristiana. El 1º de octubre estuvieron al pie de una montaña en un arroyo con bastante caudal, lo que les permitió reponer sus recipientes con agua. Siguieron subiendo la sierra durante más de ocho días, y encontraron indios amistosos algunos de los cuales dijeron que años atrás, otro misionero había pasado por sus rancherías, refiriéndose quizá al padre Fernando Consag. El 16 de octubre, menciona Linck que llegaron a una llanura grande, con agua, pero con “alcaparosa” o sulfato ferroso, lo cual debe haber causado el color amarillento en la piel de los nativos. Sin embargo, el agua potable nunca fue problema serio mientras viajaron por las montañas, pero lo que sí se empezó a tornar en motivo de preocupación fue el intenso frío que se sentía, nevaba en las cercanías, y no bastaba dormir cobijados por sus tiendas, sino que debían mantener fogatas encendidas para resistir tan bajas temperaturas, por otra parte, el cielo nublado impedía medir la 539

Esta es una de las referencias documentales que demuestran la existencia de una misión con el nombre de San Luis, en el norte de la península y nunca incluida en los relatos de los jesuitas, salvo en éste y el diario del padre Linck al río Colorado. 540 Ernest J. Burrus, Wenceslaus Linck’s Reports and Letters 1762-1778, p. 32.

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altura del sol y establecer la posición geográfica en que se encontraban. Dos viejos nativos que se habían sumado a la expedición días atrás decidieron regresar a su ranchería debido al frío, pero antes de irse orientaron a Linck sobre la ruta a seguir. El 28 de octubre llegaron a unas montañas muy altas, al pie de las cuales había buenos aguajes, pero el problema del clima frío continuaba y los indios californios de la expedición también pedían el regreso, pero el padre y los dos alemanes los convencieron de que continuaran el viaje. El 1º de noviembre nevó en los alrededores, y por la noche los viajeros nuevamente tuvieron que mantener fogatas encendidas cerca de sus tiendas para soportar el frío. Afortunadamente para los viajeros se disiparon las nubes, lo que les permitió ver desde lo más alto de la serranía en todas direcciones, incluyendo las dos costas, y medir la altura del sol. Allí permanecieron por tres días, y Linck menciona que pudo ver hacia el norte que en la marea alta, la costa era inundada por las aguas, lo que parece indicar que contemplaba la zona de marismas que hay al norte de San Felipe (ver F 136). La expedición tal vez había llegado a los 31° de latitud norte, en plena sierra de San Pedro Mártir, lo que se corrobora con el dicho de los naturales del lugar, quienes con señas dieron a entender al misionero que el río Colorado estaba a 3 ó 4 días de distancia. Aquí Linck señala que dos indios ancianos que los acompañaban expresaron que a unos veinte o más días hacia el norte había un estrecho que se extendía de costa a costa. El misionero germano da a entender que pudiera tratarse del legendario estrecho de Anián, pero tiene cuidado de agregar que de eso yo no puedo dar prueba alguna. Finalmente, el frío, la fatiga y las mataduras en las bestias obligaron a los expedicionarios a iniciar el regreso el 4 de noviembre de 1765, pero ahora por el occidente de la sierra, cerca del litoral del Pacífico, pensando con razón que por esa ruta el terreno es más transitable y con más pasto para las bestias. Para el día 12 de noviembre, los viajeros tuvieron a la vista y frente a ellos la isla de Cedros541, cuyos habitantes navegaban a tierra firme en sus balsas para hacer trueques con los indios costeños; por la noche se podían ver numerosas lumbradas, lo que indicaba una población considerable en el sitio. Linck mandó regalos a los isleños que llegaban a la costa, y ordenó a los soldados que le trajeran a uno de ellos para aprender su lengua, y así lo hicieron con un muchacho de unos 15 años. Desafortunadamente para el misionero, el muchacho escapó del campamento a los 3 días. Linck dio como posición de la isla una latitud de 28 ó 29 grados, lo que es muy aproximado a la realidad, pues Cedros está apenas arriba de los 28 grados. Cabe mencionar que esta precisión no caracterizó las mediciones de otros exploradores jesuitas, aunque hay que aclarar que en otro reporte a Armesto fechado el 16 de agosto de 1767, dice que la isla comienza a los 30 grados, lo que constituye un error de dos grados por exceso.

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La descripción que hace Linck de la isla no deja lugar a dudas de que se trata de Cedros. En una nota del Dr. Ives en la obra de Burrus “Wenceslaus Linck´s Reports & Letters”, p. 37, señala que la montaña desde la cual vieron la isla debe haber sido un lugar muy cerca de la actual Punta Prieta, lo cual resulta muy dudoso, pues de ese punto a la costa cercana a Cedros es probablemente más de 150 Km., y el misionero señala que tenían la isla frente a ellos, y que vieron y tuvieron contacto con los balseros que cruzaban de la isla a la playa, todo lo cual hace muy improbable la posición que menciona Ives como punto de observación de Linck.

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Viajando hasta donde era posible por una ruta cercana a la costa, a veces de día y de noche gracias al terreno plano, la expedición apretó el paso, el 20 de noviembre llegaron a un lugar montañoso en donde repusieron el agua que ya se había terminado, y compraron maíz a los indios del lugar542. Dado que los naturales se mostraron amistosos y hospitalarios, Linck decidió permanecer con algunos soldados en su ranchería por varios días para relacionarse más con ellos y dar a sus hombres el necesario descanso, y mandó adelante a los indios amigos que lo acompañaban para que volvieran a sus rancherías. De este paraje mandó el informe a Armesto para que se recibiera en Loreto a tiempo, antes de que el barco que salía a la Nueva España zarpara y el documento llegara a la Ciudad de México sin retraso. De la ranchería en que estaba, Linck calculó llegar a su misión de San Borja para la navidad, según lo estableció en su reporte. Queda la duda sobre el lugar exacto en el que se detuvo Linck y contempló la isla de Cedros, pero puede pensarse que descendió por la costa hasta un lugar muy cercano al paralelo 28 y de allí regresó al norte a San Borja, tomando en cuenta que calculó llegar a su misión en navidad, lo que significa que viajaría con sus soldados unos 30 días cuando menos desde el paraje montañoso en que se detuvieron y compraron maíz a los nativos543. Debe reiterarse que en éste y otros documentos, Linck hace mención clara de “la misión de San Luis”, ubicada en o muy cerca de la bahía de San Luis Gonzaga, lo que la diferencia de la misión de San Luis Gonzaga fundada en 1747 al sur de la península. Sin embargo, en ningún otro registro o relación de aquel tiempo se habla de ella, ni aparece en las obras clásicas sobre historia de Baja California, de autores como Barco o Clavijero, pero su existencia cuando menos por algún tiempo es irrefutable544. En 1767, Linck escribió otro reporte al padre tesorero Juan de Armesto en el que agradece las provisiones y equipo destinados a su misión, y acusa recibo de la orden por la cual Armesto le pide que explore la costa del Pacífico. Al respecto, Linck hizo mención que cuando menos, cuatro veces salió a explorar la costa occidental perteneciente a su misión, con la esperanza de encontrar un puerto adecuado para que sirviera de escala al Galeón de Manila, y aunque encontró una bahía protegida y grande, faltaba un estudio más cuidadoso para establecer su viabilidad como puerto. Esta ensenada, como la llama el misionero, estaba cerca de los 30 grados de latitud545, pero dada la frecuente inexactitud por exceso de un grado o más que en aquel tiempo se daba en los cálculos de latitud, y lo que se dice en el siguiente párrafo sobre la latitud que le asignado a isla de Cedros, es probable que el lugar haya sido bahía Tortugas. Más adelante en la carta Linck volvió a mencionar la isla de Cedros, y relató el testimonio de un indio viejo del norte que le contó cómo él había ido en su balsa varias veces a la isla, muy 542

Burrus, “Wenceslaus Linck´s ...”, op.cit., p. 38. Si hubieran estado en las cercanías de Punta Prieta, el viaje a San Borja de las montañas cercanas sería de 4 a 8 días aproximadamente. 544 Alberto Tapia Landeros, Calafia, Revista de la U.A.B.C., 2 de junio de 1999, p. 54. Gorgonio Fernández Romero es el nombre de un pescador que a fines de la década de los cuarenta se estableció en la bahía de San Luis Gonzaga y encontró unas ruinas de lo que pudo haber sido la misión, así como un pozo ademado en el que se usó un mortero del tipo que empleaban los jesuitas. 545 Archivo franciscano, ficha 307, “Carta del padre Wenceslao Linck al padre procurador Juan de Armesto sobre la exploración de la contracosta y mudanza de la misión de Santa María más al norte...”, 16 de agosto de 1767, Biblioteca Nacional de México. h. 1. 543

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poblada según su dicho, en busca de pieles de nutrias de mar546 que allí abundaban. Expresó que la isla comenzaba a los 30 grados, lo que da 2 grados de exceso. Esta latitud de la isla coincide con la que asigna Linck al puerto descubierto, y como se ha dicho, la única bahía importante y bien protegida a esa altura es la de Tortugas (ver F89), en cuyas playas se asienta actualmente el poblado del mismo nombre cuyos pobladores se dedican principalmente a la pesca, al igual que deben haberlo hecho los antiguos californios que vivían en las rancherías próximas al paraje. Actualmente el pequeño puerto también se llama San Bartolomé. En el reporte fechado el 16 de agosto de 1767, Linck expresó que la población de San Borja era de 1813 personas547, lo que aprovechó para pedir más ayuda al padre procurador, sobre todo para vestir a sus indígenas, pues el algodón producido en las tierras de la misión y la lana obtenida del hato de ovejas eran insuficientes. Además, señaló el misionero, San Borja había obsequiado a la nueva misión de Santa María de los Ángeles prácticamente todo lo que necesitaba para su establecimiento, por lo que se requería de ayuda en vestuarios para el sacerdote y objetos de la iglesia. Al tocar el tema informó: ...El padre Victoriano [Arnés] tendrá como quinientas almas, pero como su reverencia tiene licencia para mudarse más al norte, no quise pedirle nada de su memoria548, y también para que no hubiese algún disgusto...549 Linck informó con frecuencia a sus superiores sobre el estado de la misión, y en esos relatos, aparte de mencionar la pobreza de la tierra, señaló algunos datos sobre la cultura indígena que enseguida se mencionan. Al referirse al clima, el misionero hizo mención del frío extremo que se padecía en invierno, y que nunca usaban los cirios que abundan en la región como combustible porque eran dañinos, opinión que él mismo compartía. A pesar de esto, la comida no era problema para los nativos, ya que vivían de productos marinos y del mezcal, pitahayas y una especie de dátil, de lo cual ya se ha hablado. Un dato sobre las creencias de los indios que el misionero repitió en otras relaciones, es que algunos que venían del norte y fueron bautizados en la misión, trajeron antes sus ídolos, los cuales describió como estatuas cuidadosamente esculpidas, una de las cuales tenía un tridente en su mano derecha, y otra una víbora enroscada como suele representarse a Mercurio, según el religioso, aunque el caduceo de Mercurio no es tridente, y no es una víbora sino que son dos. Los indígenas trajeron también sus atuendos550 y pinturas, las que el misionero calificó como bastante buenas. Los datos que se mencionan corresponden al informe de 1762, pero en 1765, en su viaje al Colorado, en la misma región de San Luis, el misionero volvió a encontrar entre los gentiles capas de cabellos y probablemente estatuillas, lo que se vuelve a mencionar más adelante. Sobre 546

La explotación irracional de la nutria de mar en aguas de Baja California llegó al máximo en tiempo de los dominicos, cuando se comercializaban sus pieles sobre todo en las playas de San Quintín. Algunos de los cazadores profesionales de nutrias fueron traídos a Baja California por los rusos, hasta que se acabaron. 547 Linck, ficha 307 op.cit., hoja 2. Citando textualmente a Linck, el dato que Burrus da es de 1038 habitantes, lo que debe haber sido un error en la transcripción del documento manuscrito, que claramente establece al comienzo de la hoja 2: ...Al presente tiene esta [misión] de San Borja mil ochocientas y trece almas... 548 Las “memorias” eran los víveres que les llegaban a las misiones de Loreto o de Tierra firme para su subsistencia. 549 Linck, ficha 307, op.cit., hoja 2. 550 Los vestuarios a los que se refiere Linck, deben haber sido las capas de cabellos tejidos que usaban algunos de los guamas o “doctores” en casi toda la península, llamados guanakae, y que el misionero llegó a encontrar en el área de San Luis en su viaje al Colorado. Además, los hechiceros empleaban unas tablitas con grabados diversos que los sotanas negras nunca describieron con precisión.

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los ritos o culto hacia esos ídolos, Linck admitió que no había podido conocer cuáles eran, quizá porque no tuvo el tiempo necesario para investigarlos, o porque los naturales preferían no confiar su significado a los europeos. Expresa Linck que cuando los gentiles conocieron su casa, la inspeccionaron cuidadosamente y comentaron que al norte había otras más grandes y altas que esa. Según el misionero, probablemente se referían a una casa situada a dos días de San Borja en la que aparentemente se reunían los indígenas para celebrar sus fiestas, aunque ese año no había habido los festejos acostumbrados porque los gentiles del norte habían cortado el acceso de los cristianos de San Borja y hasta habían asesinado a algunos. Llamó la atención del jesuita que, a diferencia de casi todos los nativos del sur, éstos no mostraban asombro por las edificaciones de casas e iglesia de los españoles, asegurando lo dicho antes, que hacia el interior, había construcciones más grandes y de mejores materiales.551 Sin embargo, la aceptación generalizada de los indios hacia Linck se manifestaba hasta en estos gentiles del norte, pues como la mitad de ellos fueron al puerto de Los Ángeles para recibir en ese poblado la instrucción religiosa, y hasta los hechiceros o “doctores” que antes iban de noche a la misión a curar a los enfermos por medio de sus ceremonias, abandonaron su práctica y se fueron con sus familias a residir con los demás indios cristianos, asegurando a Linck que nunca pensaron que dedicarse a sus artes curativas era malo. Esta receptividad al cristianismo permitió que un gran número de personas fueran bautizadas en la misión en poco tiempo. Linck quizá fue el único misionero jesuita que no se quejó amargamente de los guamas o “doctores”, tal vez porque pertenecían a la etnia de los cochimíes, que en lo general siempre se mostraron más tolerantes con los europeos que llegaban tratando de imponerles nuevas costumbres y religión. Abundando algo sobre lo dicho en el párrafo anterior, se transcribe a continuación parte de una carta del padre Miguel del Barco al padre provincial Francisco Zeballos 552: ...yo tiempo ha que no tengo noticia directa [del padre Linck]; esto desde junio, en que recibí carta del citado padre Linck, en que dice lo siguiente: que, por si acaso no tuviere vuestra reverencia por otra más noticia, lo traslado aquí: Los gentiles bravos ceden a la instrucción, de los cuales muchos ya se lograron. Desde principios de enero de este año para acá, bauticé cerca de cuatrocientos gentiles; de suerte que, dejando la mortandad de los años pasados, que fue bien grande, he confesado este año más de mil y cien almas, y aún no acabé, porque las diferencias de las lenguas me dan bien qué hacer. Hágame cargo que este año llegará el número a mil y seiscientas almas...[término de lo dicho por Linck]. También en lo temporal se va poniendo muy bien la misión de San Borja. Ahora hace un año que, después de haberse hallado allí sitio a propósito, enviamos de varias misiones seiscientas reses o más para poner rancho y poder desde luego matar y ayudarse. Item, más de ochenta yeguas...553 En un reporte del padre provincial Francisco Zeballos dirigido al virrey, alude al padre Linck diciendo que por sus informes se confirmaba el carácter peninsular de California, y que los gentiles del norte que habían sido ganados para la iglesia usaban capas de lana, así como cobijas y otras prendas de algodón. Lo anterior puede ser indicación de que los nativos del norte de 551

Burrus, op.cit., p. 50. Francisco Zeballos, oaxaqueño, fue provincial de 1763 a 1766. 553 Barco, op. cit., pp. 435, 436. 552

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California cruzaban el Golfo y tenían tratos de intercambio con los de la tierra firme, que sabían tejer las prendas mencionadas. Aunque Linck llevó a cabo exploraciones al norte y oeste de San Borja, el viaje que consagró su nombre como uno de los más grandes exploradores de Baja California es el que realizó al Río Colorado, y aunque no llegó a su desembocadura, los conocimientos geográficos que obtuvo como resultado de la exploración y las aportaciones etnológicas sobre los naturales de la región, facilitaron la fundación de las misiones de Calamajué, Santa María de los Ángeles, San Fernando Vellicatá y su visita San Juan de Dios. Este viaje lo ordenó el padre Lamberto Hostell en su carácter de Visitador de las Misiones de California, según lo expresado por Linck en el informe a Jorge Retz que se menciona en párrafos anteriores, pero en otro reporte del 20 de noviembre de 1765 dirigido al padre Juan de Armesto como Padre Tesorero de las misiones, dice que fue éste quien dio la orden para hacer la magna exploración554. Se ha dicho que el 1º de agosto de 1765, Linck había iniciado una exploración saliendo de San Luis hacia el norte, la cual debe haber durado unos cuatro meses555; tiempo no superado por ningún misionero jesuita de la época en viajes por mar o por tierra, incluyendo a Consag y a Ugarte. En esa salida hacia el norte, el misionero no sólo abrió una ruta por regiones nunca transitadas antes por los europeos556, sino que entabló una buena relación con los gentiles de lejanas regiones, seguramente algunos de ellos de rancherías ubicadas en la sierra de San Pedro Mártir, y es natural que estos contactos hayan servido al misionero en la planeación de su viaje al río Colorado. Dos de los varios distintivos impactantes que hacen de Baja California la entidad diferente y única por sus especiales características geográficas, son la sierra de San Pedro Mártir y el desierto de San Felipe, ambos al norte noroeste de la península y correspondió a Wenceslao Linck haberse lanzado a la titánica empresa de viajar por tierra hasta esas regiones septentrionales, muy al norte de la última “misión frontera” como llamaba él a San Borja por ser esta misión el límite en donde terminaba la influencia de los jesuitas, aunque éste prácticamente se extendía hasta la región de la bahía de San Luis Gonzaga, de costa a costa. El padre Linck no pudo culminar su objetivo de llegar hasta la desembocadura del río Colorado, pero en su viaje conoció nuevos grupos humanos y paisajes nunca vistos antes por europeo alguno. Varios de los hombres y nativos que lo acompañaron, sí lograron descender desde la sierra hasta la costa del Golfo de California, a la altura de San Felipe, y puede decirse que abrió la ruta por parte de la cual, años después, los franciscanos, los dominicos, y colonizadores del septentrión peninsular pudieron trasladarse a tan distantes territorios y más tarde a la Alta California. Puede tenerse idea de la importancia de aquella exploración diciendo que hoy, el objetivo superior de muchos alpinistas, exploradores, constructores de carreteras, académicos de la geografía, y hasta gobernantes contemporáneos, es penetrar por la ruta que abrió Wenceslao Linck, lo cual no es tarea fácil. 554

Burrus, “Wencewslaus Linck´s Reports...”, op.cit., p. 32. No podría precisarse el tiempo exacto, porque en su viaje de regreso, el misionero se detuvo en una ranchería para descansar un poco y conocer más las costumbres de los nativos, y en el mensaje que envió a Loreto, señaló que esperaba estar para navidad en su misión. Las fechas indicadas dan un tiempo de más de 4 meses de viaje. 556 En algún lugar de su viaje, los nativos relataron a Linck que mucho tiempo atrás, otro hombre como él había pasado por allí, refiriéndose quizá al padre Fernando Consag, pero es casi seguro que Consag no alcanzó la latitud a la que llegó Linck en esta exploración. 555

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El misionero escribió en la primera página autógrafa de su diario lo siguiente: ...Estando aprestadas ya las cosas necesarias para un viaje por país destituido de todo, las que franqueó con liberalidad el celo de los misioneros al servicio de ambas majestades hasta privarse no poco de las bestias necesarias a las faenas de su misión, y ser preciso no admitir las ofertas de algunos que habrían de cumplir con notable incomodidad, salí de la misión frontera de San Francisco de Borja la tarde del 20 de febrero de este año de 66 escoltado de 13 soldados cuyo jefe de la expedición fue el teniente del R. Presidio Don Blas Fernández y Somera y de competente número de indios armados de los arcos y flechas. El Capitán Don Fernando Javier de Rivera y Moncada, cuyo ardiente celo por los intereses de Dios y del Rey años ha es notorio, aprontó la escolta y dio cuantas providencias eran necesarias para una expedición que creía ser muy importante, y hubiera emprendido el penoso viaje si no se juzgara más necesaria su presencia en el Real Presidio de Loreto557. Las jornadas diarias durante el viaje de ida fueron de poca duración, menos de cuatro horas diarias en promedio558, lo que se explica por el tiempo que se destinaba a las exploraciones parciales necesarias para seleccionar el mejor camino en territorio desconocido, o terrenos con pasto para alimento de la caballada, la lentitud en la marcha de las bestias de carga, la frecuente escasez de guías, y lo escarpado de algunas serranías. Casi en todas las expediciones de aquella época se acostumbraba llevar tiendas de campaña para plantarlas en lugares protegidos hasta donde era posible, lo que constituía provisionalmente el campamento o real de la expedición. En el mapa F 136 de este capítulo, los puntos que aparecen en la ruta corresponden aproximadamente a los lugares en que se establecieron campamentos, aunque la precisión en la ubicación de algunos de esos reales es difícil o imposible. En la tarde del jueves 20 de febrero de 1766, salió de San Francisco de Borja hacia el este noreste el grupo de exploradores integrado por los trece soldados e indios que se mencionan en párrafos anteriores. Después de caminar unas cuatro horas, ya oscureciendo, se detuvieron en un lugar en el que había algo de pasto antes de continuar la marcha a San José de Vimbet, en donde encontrarían agua, pero aun faltaban casi ocho kilómetros y era necesario que los animales se repusieran tomando en cuenta la pesada carga que llevaban. Ya descansados, al siguiente día reanudaron la marcha con el mismo rumbo, llegando a Vimbet559 con el ansia de calmar la sed que ya los empezaba a agobiar, y aunque el sabor del agua que hallaron era bastante desagradable, tuvieron que tomar de ella sabiendo que no había otra fuente en la región. La esterilidad del suelo no permite que haya pasto, por lo que inicialmente pensaron seguir el viaje en busca de un mejor lugar, pero una pertinaz lluvia les impidió salir y tuvieron que pasar la noche allí lo mejor que pudieron. Como cualquier viajero de la época, el misionero sabía que sin pasto las bestias pronto se agotaban y se imposibilitaba su marcha. 557

Linck, Wenceslaus Linck´s Diary... , op.cit., p. 42. Cálculo según el número de horas que consigna el misionero en diario de viaje. 559 Vimbet estaba a un poco más de 10 kilómetros al sur de Punta Prieta, apenas al norte del lugar que hoy se conoce como La Bachata. 558

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Un jefe gentil y toda la ranchería de Nuestra Señora de Guadalupe, perteneciente a San Borja560, obsequiaron aquí a los viajeros una gran cantidad de mezcales tatemados, de agradable sabor, lo cual debe haberlos hecho olvidar momentáneamente la fatiga e incomodidades. Ruta seguida por el padre Wenceslao Linck en su expedición de 1766 al río Colorado. Los datos se tomaron del mapa que se encuentra en “Wenceslaus Linck´s Diary of his 1766 Expedition to Northern California”, elaborado por el Dr. Ives. Se han rectificado las ubicaciones de algunos puntos. Adaptación en mapa de Google Earth por el autor.

F 136

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Dado que se continuará mencionando el mezcal tatemado como alimento que utilizaron frecuentemente los viajeros, cabe aclarar aquí lo que es ese alimento. 1 San Francisco de Borja. 2 Vimbet. 3 y 4 Punta Prieta actual y Yubai antiguo, muy cerca uno del otro. 5 Kanin. 6 Keda. 7 Laguna Chapala. 8 Calamajué. 9, 10 y 11 Santa Inés, San Luis y Cataviña, muy cerca unos de otros. 12 Santa María de los Ángeles. 13 Keita. 14 Vellicatá. 15 San Juan de Dios. 16 La Cieneguilla o La Rinconada actual. 17 Agua Caliente. 18 San Quintín. 19 Misión de San Pedro Mártir. 20 Pico de La Encantada. 21 Sierra de San Felipe (son dos macizos montañosos dentro del óvalo punteado). 22 San Felipe de Jesús. 23 Bahía de San Buenaventura. 24 Bahía de Ometepec. 25 Sierra Pinta o Las Pintas, antes llamada de Los Reyes. 26 Sierra Las Tinajas. 27 Arroyo Grande o del Tule (línea azul entre las sierras mencionadas antes). 28 La Bomba (a la derecha del número). En algún lugar dentro del óvalo punteado a la mitad del mapa debe haberse encontrado la misión de San Luis que menciona el padre Linck. 29 Arriba de este número se encuentran las bocas del río Colorado. Las flechas amarillas señalan la ruta seguida por la expedición, las flechas punteadas y línea de guiones indican que son probables.

San Francisco de Borja tenía 5 poblados en su territorio: San Juan, San Francisco Regis, Los Ángeles, Nuestra Señora de Guadalupe y San Ignacio. Nuestra Señora de Guadalupe era de las más pobladas cuando los franciscanos recibieron las misiones al salir los jesuitas, superada sólo por San Ignacio.

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Mezcal es una palabra no de origen cochimí o kiliwa561, sino náhuatl, que designa un agave de cuyas cabezas o piñas que quedan al cortar las hojas, se extrae una bebida alcohólica. En los semidesiertos de la península abunda una variedad del agave que no es igual al que se emplea en estados como Oaxaca para obtener la bebida mencionada. En tierras californianas y en casi todo el país, distintas variedades de agaves han sido empleadas desde tiempos remotos como alimento pero sin fermentarse. Para su elaboración, los primitivos californios cocían la cabeza o piña durante muchas horas, generalmente en hoyos en los que se echaban piedras y leña para la cocción. Después de uno o más días se sacaba, quedando de color café oscuro, de consistencia fibrosa, sabor dulce y agradable, y sin alcohol. Actualmente, con diversas variantes se sigue el mismo procedimiento en casi todo el país; además de los quiotes tatemados en las brasas que también servían de alimento a los indios. El sábado 22 de febrero amaneció aun con amenaza de lluvia y Linck dispuso reiniciar el viaje, ya que era urgente buscar un lugar con pasto para las bestias, aunque el agua también era otra necesidad imperiosa. Se viajó por seis horas hasta llagar a Yubai562, casi a los veintinueve grados de latitud, apenas al norte de la actual Punta Prieta. Para fortuna de los expedicionarios, las recientes lluvias habían dejado bastante agua, además de que se encontró suficiente pasto que mucho sirvió a los animales. Actualmente toda esa zona es un semidesierto cubierto de plantas espinosas. Los expedicionarios acamparon en este lugar y el 23, después de viajar otra vez por seis horas, arribaron a Kanin, y aquí se repitió el banquete de mezcales gracias a otro capitán gentil que obsequió a los viajeros con el sabroso alimento. La poca agua de mala calidad que surgía del aguaje en ese lugar era tan escasa que no podía ser bebida por las bestias, lo que obligó a que algunos hombres hicieran una zanja como improvisado bebedero. Al día siguiente, 24 de febrero, tras sólo una hora de camino llegaron al arroyo de Keda, que está al norte de Kanin. Aquí los expedicionarios permanecieron veinticuatro horas para que la caballada se repusiera aprovechando el buen pasto y las numerosas pozas de agua. El lugar está aproximadamente a los 29° 15’ de latitud, casi equidistante de las dos costas, y prácticamente coincide con el sitio que hoy se conoce como Las Codornices y el arroyo de ese nombre. A partir de aquí se iniciaba para Linck el verdadero desafío, pues a unos pocos kilómetros al norte estaba la región más septentrional que había alcanzado el padre Fernando Consag en sus dos viajes por tierra563 hacia el norte. El martes 25 por la tarde siguieron avanzando casi derecho hacia el norte, y después de caminar durante seis horas, acamparon ya tarde en un portezuelo de la serranía para pasar la noche, aprovechando que había algo de pasto para las bestias; además, dos indios del grupo encontraron un poco de agua en un hueco excavado en la roca y lograron llenar dos cubetas que mucho sirvieron a los viajeros.

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Chipa‟ja significa en kiliwa “aguaje del quiote de mezcal”, y chipa‟wey “cerro del tallo (quiote) del mezcal”, de lo que puede pensarse que entre los kiliwas, chipa significa “mezcal” o “quiote del mezcal”. 562 Parece que este Yubai no es el lugar actual del mismo nombre, al sureste de Laguna Chapala. También se escribe Yubay, Jubac, Jubai, y Juzai, que significa montaña en cochimí. El nombre también designa el monte cercano a Calamajué. En este caso, debe tratarse de una ranchería cercana a San Borja, hoy casi coincidiendo con Punta Prieta. 563 Consag viajó por mar hacia la desembocadura del Colorado en 1746. No se sabe cuál fue la mayor latitud alcanzada en sus viajes por tierra, aunque es probable que no haya pasado más allá de los 29° 40’ ó 30° de latitud.

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Fotografías Antonio Ponce Aguilar

F 137

F 138

A la izquierda, paisaje de Cataviña, muy cerca del actual San Luis. A la derecha, llano con cirios en esa región. El 26 de febrero en la tarde, la expedición llegó a una llanura muy plana y estéril, aunque Linck y sus acompañantes pudieron ver en las distantes montañas cómo algunas corrientes de agua descendían por las laderas. Al ver aquel lugar que a todos pareció el fondo seco de un lago, algunos de los soldados de Nueva Galicia que iban en el grupo lo bautizaron como Chapala, nombre que el lugar aún conserva. Sin embargo, el permanente problema de la falta de agua los hizo avanzar en su búsqueda por aquel terreno tan duro, al grado que las pezuñas de los animales no dejaban huella. Por fin hallaron un aguaje, pero con tan poco líquido, que tuvieron que emplear cubetas para sacarlo y vaciarlo en una zanja de la cual pudieran beber las bestias. A pesar de los problemas mencionados, ese día los exploradores viajaron cinco horas. Linck había hecho una exploración por ese rumbo en 1765, aunque tal vez un poco hacia el oeste de la ruta que hoy llevaba, pues en ese viaje mencionó la existencia de dos lagos secos, refiriéndose quizá a las estériles depresiones que se encuentran un poco al oeste de Chapala, una de las cuales tiene actualmente el nombre de Guija. De este lugar, los expedicionarios se dirigieron a San Luis, región que se encuentra aproximadamente a los 29° 43’ de latitud, al norte del asentamiento llamado después Jaraguay, por la Carretera Transpeninsular. En realidad, toda la región de costa a costa recibía ese nombre por la bahía de San Luis Gonzaga, que está a esa altura por el lado del golfo; además, es un hecho que por esa latitud debe haber existido una misión de visita del mismo nombre, de lo cual se habla más adelante. Aquí debe aclararse que actualmente San Luis, Santa Inés y Cataviña son lugares situados prácticamente a la misma latitud ya mencionada de 29º 43´N, separados por unos cuantos cientos de metros, y en el mapa de la obra de Burrus San Luis se encuentra a los 29º 36´ N., desviado un tanto al sur de la ubicación actual. El jueves 27 de febrero, a eso del medio día y después de dar agua a las bestias, salió la expedición por terrenos en los que al principio había suficiente pasto, aunque después de tres horas y media de marcha, al haber avanzado casi la mitad de la ruta se detuvieron en un sitio con muy poco zacate; finalmente, el día 28, después de 4 horas de camino arribaron a San Luis, que 303


Linck ubicó a los 31 grados de latitud norte, aunque pudiera tratarse de un lugar diferente al que hoy lleva ese nombre. Este paraje era la última frontera, el lugar más lejano al que llegaba aun la influencia de la misión de San Francisco de Borja, y en otro informe Linck le asignó una latitud de 30°, lo cual es muy aproximado a la realidad; 17 minutos de exceso no tienen gran significación, tomando en cuenta la época y condiciones en que se llevó a cabo el cálculo. Los errores en las latitudes en que incurrió Linck se explican por los datos también equivocados que tomó de los informes de Fernando Consag sobre sus viajes de 1751 y 1753; además, recuérdese que los aparatos de la época para determinar las coordenadas de un lugar eran un tanto rudimentarios564, lo que en otras exploraciones condujo a costosos errores, como fue el caso de la expedición que encabezaron Gaspar de Portolá y Fernando Javier de Rivera y Moncada al puerto de Monterrey en 1769565. Vivía entonces en la región un indio cristiano llamado Juan Nepomuceno que llegó a ser gobernador de Calamajué, muy famoso por su valor personal, respetado y obedecido en todas las rancherías del rumbo. En esta ocasión, cuando llegó la expedición a San Luis, la buena disposición de los nativos cristianos y gentiles hacia Linck, que en buena parte se debía a Juan Nepomuceno, se puso de manifiesto al acudir en gran número para obsequiar a los viajeros con una gran cantidad de mezcales tatemados, liebres y conejos. No contentos con esto, trabajando unidamente abrieron una vereda por el fondo del arroyo, improvisaron bebederos para las bestias excavando las zanjas acostumbradas, y sin que nadie se los ordenara hicieron un corral que, aunque resultó pequeño para manejar el número de animales que se llevaban, evidenció la hospitalidad de aquellos nativos siempre encabezados en el trabajo por Juan Nepomuceno y otros capitanes indígenas. A esto hay que agregar que ciento setenta y cinco gentiles acudieron a recibir al misionero y sus acompañantes, le ofrecieron a sus hijos pequeños para que los bautizara, y como prueba de su aceptación le entregaron tres bultos con capas de cabellos llamadas “guanakae” 566, que usaban los guamas o “doctores” de los cochimíes en sus conjuros y ritos, junto con otros objetos empleados en sus fiestas y ceremonias; esto significaba la renuncia voluntaria a sus anteriores creencias y el deseo de cristianizarse. Poco después, el misionero arrojó al fuego todos los objetos mencionados. Fue aquí en San Luis donde Linck, emocionado por la hospitalaria actitud de los gentiles que de buen grado aceptaban la nueva religión, anotó en su diario que para él, el más grande honor que 564

El procedimiento para encontrar la longitud geográfica se generalizó entre marinos y exploradores hasta finales del siglo XIX, pero realmente esto no fue factor determinante en los errores que se cometieron en los viajes hechos a las Californias desde el siglo XVIII. Lo que sí causó graves problemas en esos viajes, desde Vizcaíno hasta Portolá, fue la inexactitud con que se determinaba la latitud, aunque encontrarla sólo requería conocer la altura de la Estrella Polar sobre el horizonte, ángulo equivalente a la latitud del punto desde el cual se hacía la medición, o por medio de la observación del sol al medio día. 565 En esa ocasión, la primera expedición que salió de San Diego en julio de 1769, en busca del puerto de Monterrey no lo encontró, no sólo por la incapacidad para encontrar la latitud exacta en que estaba el lugar, sino también por una interpretación equivocada de sus condiciones descritas por Vizcaíno, quien lo señalaba como un excelente puerto, lo cual no coincidía con lo que los expedicionarios encontraron, por lo que se regresaron a San Diego en enero de 1770. 566 Los guamas o doctores cochimíes juntaban, entre otras cosas, las cabelleras de su gente como retribución a sus servicios, y con sus cabellos elaboraban unas capas que portaban como única prenda de vestir, de manera que la dimensión de la capa o guanakae era proporcional a su prestigio y eficacia.

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se le hubiera concedido era el bautizar a aquellos niños, a lo que procedió sin dilación, aunque no tuvo tiempo para hacerlo con todos567. El 20 de noviembre de 1765 Linck escribió un reporte al padre Juan Armesto sobre otra exploración hacia el norte, en el que decía en parte: ....El 1º. de agosto salí de esta misión de San Luis en compañía del Capitán, dos soldados...Ese mismo año escribió una carta al padre Jorge Retz y entre otras cosas expresaba: ....Muchos indios se habían asentado en la misión de San Luis, que está en la frontera con la región de las tribus de gentiles del norte... Esta y otras referencias de Linck a la “misión de San Luis”, que obviamente no se trata del centro religioso San Luis Gonzaga que se encontraba en el sur, obligan a pensar que debe haber existido una visita misional llamada San Luis en o al suroeste de la Bahía de San Luis Gonzaga, y tal vez otras más, como lo asegura el investigador norteamericano Michael W. Mathes568, entre el trayecto de 24 Km. que hay desde la playa sur de la bahía hasta el sitio que ocuparía Santa María de los Ángeles569. Es importante hacer notar lo anterior porque en la historia de las misiones jesuitas de Baja California nunca se menciona la existencia de esta misión de San Luis situada al norte, y sólo Linck habla de ella (ver F 136). Hace algunos años, don Gorgonio Fernández, un pescador residente pionero en la Bahía de San Luis Gonzaga, descubrió cerca de la playa las ruinas de piedra de una edificación, y cerca de allí, un pozo cuidadosamente ademado con algo de agua salobre, cuyas piedras, según estudios hechos en California, fueron pegadas con una argamasa hecha con arena, huesos y conchas molidas con cal, semejante al mortero que acostumbraban los misioneros570. Es casi seguro que estas ruinas correspondan, si no a la citada misión, sí a alguna construcción relacionada con la misma. Linck reportó a sus superiores la gran cantidad de indios que poblaban la región, y señaló que un misionero residente en San Luis o sus alrededores podría congregar un gran número de gentiles para su evangelización571. Lo cierto es que el establecimiento religioso ya había desaparecido a fines del siglo XVIII, aunque debe haberse conservado alguna edificación que por muchos años se empleó por los exploradores y viajeros como refugio y estación de descanso en la ruta hacia el norte, además de que en la bahía estaba el “puerto” de San Luis. A pesar de que no se encontró tierra buena para fines agrícolas en esta zona, Linck reportó la existencia de pastizales que podrían servir para alimentar un número regular de animales, y su insistencia para que se estableciera una misión

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“Wenceslaus Linck´s Diary ...” op.cit.; registro del 1º de marzo de 1766. Aun aceptando la veracidad de lo dicho por Mathes, el San Luis de esta parte del diario de Linck debe haber estado casi equidistante de los dos litorales, o al menos su zona de influencia, pues el misionero menciona el arroyo San José como una potencial fuente de agua para pastorear ganado, y este arroyo nace casi por donde pasa la Carretera Transpeninsular y desemboca en el Océano Pacífico. Además, el Dr. Ives, investigador frecuentemente citado por Burrus, consideró que el San Luis de Linck estaba en o muy cerca de Jaraguay, aproximadamente a los 29° 37’ de latitud norte; el arroyo de ese nombre se dirige al Océano Pacífico. Es muy probable, entonces, que el citado lugar coincida con el San Luis actual que está en la Carretera Transpeninsular. 569 Tapia Landeros; Revista Calafia, op.cit., pp. 54-57. 570 Ibid., pp. 54-55. 571 Linck bautizó a muchos gentiles al pasar por San Luis de ida al Colorado, y también lo hizo al regreso, sobre lo que expresó que los indios “lo siguieron” a la misión para ese efecto. Puede pensarse entonces que los nativos y el misionero salieron de San Luis algún lugar cercano en donde se ubicaba la misión. 568

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formal y permanente en el lugar la rubricó con la siguiente expresión: ....y con esto creo tiene más de lo que desea en parage de fundación el zelo de un misionero...572 En la tarde del sábado 1º de marzo de 1766, después de tan gratas experiencias tenidas con los indios de San Luis, Wenceslao Linck al frente de la expedición reinició su viaje hacia el río Colorado y a las pocas horas llegó a un arroyo, en el que había suficiente agua, así como pasto en los alrededores, acamparon en el lugar, aunque reconoció la imposibilidad de emplear en el futuro el agua para riego tomando en cuenta que la corriente fluía entre unas rocas que hubieran hecho difícil su uso. El misionero sabía que de allí en adelante tendría que ir reclutando intérpretes y guías en las rancherías de indios gentiles no sólo para que los condujeran por la ruta mejor, sino también para que convencieran a los del siguiente asentamiento de sus buenas intenciones hacia ellos, los nuevos guías también eran embajadores de buena voluntad. El domingo dos en la tarde partió la expedición, calculando poder llegar al siguiente día al sitio más próximo con agua. Pronto arribaron a un arroyo con muchas palmas, las más altas vistas hasta entonces en donde todos 1 calmaron su sed, pero después de cuatro horas de marcha, soportando un fuerte viento, se vieron obligados a pasar la noche en el cauce de un arroyo seco y sin pasto. Al día siguiente lunes 3 de marzo, cuando apenas habían caminado una hora y media llegaron a un arroyo con agua de muy buena calidad y numerosas palmas, se llamaba Keita y formaba una pequeña laguna para seguir la corriente y desaparecer entre el arenal, en realidad el sitio no estaba tan lejos como lo indicaron los indios el día anterior. Continuaron su marcha por cuatro horas, hasta que oscureció y tuvieron que acampar en el lecho de un arroyo que ya no llevaba agua, y sin zacate en los alrededores. Estando los viajeros acampados en Keita, Linck supo por los indios gentiles del lugar que un grupo de nativos vecinos, enemigos de los de San Luis, los habían visitado el día anterior y habían proferido amenazas contra los españoles y sus indios amigos. Debe señalarse que en todo el viaje, el misionero explorador y su comitiva siempre fueron bien recibidos por los indios de las distintas rancherías, quizá por el trato humano y hasta respetuoso que Linck empleaba hacia ellos, conducta que también había observado Fernando Consag años antes. La amenaza que supuestamente se hizo esta vez nunca se cumplió, aparte de que el jesuita no se intimidaba fácilmente, pues sabía que la sola presencia de un caballo bastaba para llenar de pavor a los nativos que por primera vez los veían. Desde este lugar, el padre Linck envió una avanzada de exploradores armados a investigar sobre la existencia de un arroyo cercano en el cual, según los indios lugareños, había agua suficiente para que las bestias calmaran la sed. Cuando los exploradores llegaron al sitio indicado encontraron allí un grupo de gentiles que huyó al ver a los forasteros, éstos fueron tras ellos, los alcanzaron y los convencieron de que sus intenciones eran pacíficas y no se les causaría ningún daño, gracias a lo cual regresaron al lugar en que se asentaban. Dieciséis nativos de esta comunidad, entre los que se encontraban algunos con las caras pintadas de negro, se animaron a visitar a Linck en su campamento. Supo el misionero que así manifestaban el luto los parientes de dos mujeres que habían sido asesinadas en la costa del Golfo de California por los miembros 572

Wenceslaus Linck´s …op. cit., registro del 1º de marzo de 1766.

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de una ranchería enemiga, y que el grado de parentesco con las mujeres muertas correspondía a la extensión de la cara que se pintaban. Realmente, la avanzada de exploradores no encontró agua en la cantidad esperada, pues se trataba de un pozo hondo del cual los nativos sacaban el escaso líquido para beber. Fue por esta razón que Linck ordenó la salida hacia el lugar hasta las diez de la mañana del día 4. Estando el punto a medio camino entre Keita y Vellicatá llegaron al sitio un par de horas más tarde. Ya los esperaban los gentiles de la ranchería formada por unas doscientas almas según lo relata el misionero, quienes con amabilidad y después de las salutaciones acostumbradas, les obsequiaron mezcales tatemados. Debe aclararse que casi todos los miembros de la expedición iban a pie, pues las bestias cargadas con las provisiones y equipo se adelantaban formando la vanguardia de la columna. Debido a esto el padre Linck no pudo de momento compensar con los regalos usuales la amabilidad de aquellos indios, pero les aseguró que en el viaje de regreso lo haría. De cualquier forma, los gentiles se mostraron satisfechos, prueba de lo cual es que permitieron a tres muchachos de la comunidad, fuertes y ágiles, que acompañaran por algún tiempo a la expedición.

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Ruinas de San Fernando Vellicatá, fundada por Fray Junípero Serra 3 años después del viaje de Linck.. Cort. SEP.

Ya oscureciendo el mismo día martes 4 de marzo, después de seis horas de marcha llegaron a una llanura sin agua pero con suficiente pasto, en donde los viajeros que iban a pie, atraparon ciento sesenta liebres y conejos, muchos de los cuales corrían hacia sus manos. Al día siguiente, tras cinco horas de camino llegaron al arroyo de Vellicatá573 o Guiricatá, como le llamaban los nativos. Linck dice en su diario que el lugar está al pie de dos picos que desde ahora se llamarán San Pedro y San Pablo, aunque los cerros de 800 m. de altura que actualmente llevan esos nombres, están a varios kilómetros al sureste de ese sitio.

Después de reconocer el arroyo y sus alrededores, el misionero y los soldados que lo acompañaban consideraron que Vellicatá era el sitio más adecuado para plantar una misión en todo el territorio que llevaban explorado574. El agua que se podría canalizar con facilidad era suficiente para irrigar un campo de buen tamaño, en la parte baja del arroyo la topografía del terreno impediría las inundaciones, y además, quedaban espacios de tierra permanentemente húmedos en los que también se podrían levantar cosechas de maíz. Varios de los soldados que tenían experiencia en la siembra de granos estuvieron de acuerdo en que el lugar era realmente prometedor en ese sentido, pero aparte de esta circunstancia favorable para que allí se plantara una misión, estaba el hecho de que era un sitio densamente poblado por gentiles que se mostraban amigables hacia los españoles. 573

San Fernando Vellicatá está a los 29º 58´ N. y 115º 14´ W.. La misión de San Fernando Vellicatá fue fundada por el franciscano Junípero Serra en 1769, cuando se dirigía a San Diego. 574

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Linck expresó en su diario en el registro de ese día 5 de marzo que al principio los nativos tenían miedo, pero pronto fueron convencidos de que sus intenciones eran pacíficas con el trato humano y algunos pequeños regalos que les dio, a lo que los naturales correspondieron obsequiando a los viajeros algo de las semillas que les servían de alimento. Más de cien nativos dieron la bienvenida al misionero y su gente, y al día siguiente le llevaron a una niña moribunda para que la bautizara, e igual sucedió con un anciano ciego con quien previamente se hicieron todos los esfuerzos para que comprendiera y aceptara las verdades de la fe, como lo señala el religioso. Linck se conmovió profundamente cuando le obsequió al viejo una cruz que colgó de su cuello, y el ciego prometió no quitársela nunca575. Fue hasta el sábado 8 de marzo cuando la expedición reanudó su marcha, casi directo hacia el norte en busca del próximo aguaje; a las dos horas de caminar por un sendero desprovisto de agua pero con suficiente pasto, se dieron cuenta que la ruta que llevaban era demasiado alta, pues contemplaron un arroyo con sauces y carrizos que corría muy abajo, sin embargo, pudieron descender aunque con mucho esfuerzo cabresteando las bestias por una vereda que los llevó hasta la corriente. Ya que bajaron, los viajeros se dieron cuenta que el caudal era suficiente para la siembra irrigada de una franja de tierra cercana, y además, lo abierto de la llanura, el pasto y la sombra que proporcionaban los sauces facilitaría el pastoreo de una regular cantidad de ganado. Por ser el 8 de marzo la fiesta de San Juan de Dios, este nombre le fue asignado a este paraje. A pesar de las dificultades para hacer observaciones astronómicas y geográficas, Linck se dio cuenta que aquí, como le habían dicho los indios, la distancia de mar a mar aumenta. Estando en San Juan de Dios, el religioso explorador se enfrentó al problema de la falta de guías y lo escabroso de la sierra que se contemplaba más adelante, esto último al grado de pensar que las bestias no podrían ser cabresteadas por tan difícil terreno. Descartó la posibilidad de descender al Océano Pacífico, y luego, buscar una ruta más al norte hacia el Colorado por el tiempo que les llevaría, dada la desviación en rumbo opuesto que hubieran tomado. Linck ordenó entonces que cincuenta hombres de la comitiva salieran en grupos, con objeto de encontrar entre los desfiladeros de la sierra algún paso que permitiera el cruce de la caballada, y traer a cualquier gentil que se encontraran para obtener información. El 9 de marzo en la tarde, una partida de los exploradores encontró a algunos indios que de buena voluntad los acompañaron hasta el campamento, a donde arribaron cuando ya se había ocultado el sol. Los recién llegados se dispusieron a pasar la noche junto con los neófitos cristianos de la comitiva, pero los miembros de una ranchería vecina espiaban estos movimientos, y temiendo que se les fuera a hacer daño a sus vecinos y compañeros atacaron en la oscuridad, hiriendo por error a uno o dos gentiles. Los neófitos de Linck se defendieron del ataque, de manera que sin disparar una sola flecha, pusieron en desordenada huída a los indios paganos. Uno de los jefes de los atacantes no huyó, y al medio día, regocijadamente fue entregado a los españoles por los indios amigos. El misionero le dio un regalo al capitán gentil, y otro más para un jefe vecino de él, el jefe indio mostró gran satisfacción por el trato recibido y

575

El buen trato de Linck hacia los nativos favoreció la aceptación que años después, éstos mostraron hacia los franciscanos, quienes, como se dijo antes, fundaron allí la misión de San Fernando Rey de España, o San Fernando Vellicatá.

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aseguró que en el próximo lugar con agua esperaría a la comitiva, acompañado de su familia y los miembros de la ranchería. El lunes 10 de marzo, conforme a los informes de los exploradores que habían reconocido el terreno, la expedición dejó la sierra propiamente dicha y siguió una ruta por sus estribaciones, ahora un poco al oeste, tomando en cuenta que era el camino más propicio sobre todo por la existencia de arroyos y aguajes. La desviación de la ruta considerada el día anterior, impidió que Linck llegara al lugar convenido en el que se encontraría con el capitán indígena que había conocido el día 9, lo que mortificó al misionero según lo anotado en su diario, pues sentía curiosidad por saber qué efecto había producido el obsequio enviado al otro jefe. Según los informes recibidos, había en la zona que estaban dejando cuatro rancherías muy pobladas. Después de cinco horas de marcha por un arroyo con sauces y suficiente zacate, la expedición se acampó en el lugar. El día 11 los viajeros iniciaron el ascenso a una serranía que debían cruzar, y después de no pocos trabajos, al extremo de que en algunos lugares tuvieron que nivelar la vereda para poder seguir, llegaron a la vertiente opuesta, y al levantarse la neblina pudieron contemplar a lo lejos una ranchería. Después de cinco horas y media de marcha la expedición acampó en un arroyo con agua y palmeras, así como suficiente pasto. Linck había mandado hacia la ranchería a dos soldados y varios indios para no asustar a los gentiles y provocar su huída, como había sucedido otras veces. Esto último resulta explicable, pues se trataba de gente que nunca había visto a los españoles y sus caballos. Los neófitos del misionero siguieron las huellas que dejaban los nativos al alejarse, y para el medio día estaban de regreso con veintiséis indios, que pronto se mostraron confiados y tranquilos. Aquí Linck hizo una descripción halagüeña del vestuario usado por las mujeres de la región al decir: ...Su falda y faldillas estaban hechas de un hilo tejido muy apretado...finamente y de piel de venado...hasta ahora no habíamos visto a ninguna de las mujeres gentiles vestida de ese modo, pues su atuendo usual es una indecente desnudez...576 Después supimos que sus ropas eran la forma modesta acostumbrada de vestirse de estas indias...Quizá a una de estas mujeres se refirió Francisco Xavier Clavijero en su Historia de la Antigua California cuando, citando a Linck expresó: ....habiéndose puesto en fuga una de aquellas tribus bárbaras al ver la comitiva, la viuda de un indio principal de la misma tribu, sin atemorizarse ni moverse del lugar donde estaba, los llamó diciéndoles que viniesen a ver si aquellos hombres eran verdaderamente amigos....Hallándose segura de esto, trató a sus huéspedes con maneras tan corteses, que no parecía educada en los bosques ....el capotillo de pieles que traía puesto, más nuevo y hermoso que los de las otras mujeres, el aire señoril que manifestaba....y respeto con que la trataban todos los de su tribu, persuadieron a nuestros viajantes que sería verdaderamente señora de aquellos indios...577

576

La referencia que hace el misionero sobre la indecente desnudez de las mujeres refuerza lo dicho por Consag al tocar el tema del nulo atuendo de las mujeres cochimíes del norte, lo cual puso en duda el padre Miguel del Barco. Registro del 11 de marzo del diario de Linck. 577 Clavijero, op. cit., p. 224.

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El 12 de marzo en la mañana se fueron casi todos los gentiles, y sólo se quedaron en el campamento algunos para que sirvieran como guías. Por la plática de uno de ellos, Linck se enteró que el indio herido en la escaramuza del 9 de marzo ya estaba repuesto de su lesión. Guiados por los lugareños, los expedicionarios llegaron al sitio del que habían sido llevados los veintiséis indígenas al real de los españoles el día 11; ochenta nativos de la ranchería fueron a recibir al misionero y su comitiva, quienes allí se acamparon esa noche. Aquí Linck tuvo la agradable sorpresa de recibir la visita del capitán que había conocido el 9 de marzo, quien al saber de su estancia en la ranchería fue a su encuentro, acompañado por su familia. El jueves 13 de marzo, parece que ya situados al extremo sur de las estribaciones de la Sierra de San Pedro Mártir, la expedición inició la subida a una de sus cumbres. La altura de las montañas permitió que los viajeros pudieran contemplar los litorales del golfo y del Pacífico, y esto los hizo pensar equivocadamente que la península se estrechaba nuevamente, lo cual, según Linck, fue “confirmado” por los nativos; se encontraban quizá a los 30° 25’ de latitud norte, en o cerca del cerro Matomi, cuya cima llega a los 1 800 metros de altura sobre el nivel del mar. En el ascenso a la serranía pasaron por varios arroyos con agua, algunos con palmas y álamos, así como bastante pasto. Aquí llegaron muchos gentiles a visitar amigablemente a los viajeros, acompañando a uno que fue curado por Linck de una lesión no muy seria. El capitán indígena que se había hecho amigo del misionero578 regaló a éste y su comitiva diez cargas de mezcales tatemados. Desde el lugar en que se encontraban, los viajeros pudieron contemplar la majestuosa sierra de San Pedro Mártir, cubierta desde las cumbres hasta lo bajo de sus laderas con pinos y cipreses, éstos llamados “tascatí” por los aborígenes. El día 14 registró Linck en su diario, ...dejamos a esta buena gente y continuamos nuestro camino..., uno más de los varios comentarios que el misionero hizo expresándose siempre con la debida consideración hacia los indios. Dos horas más tarde la expedición llegó a un arroyo con poco agua, y cuatro horas después descendieron a una tierra baja en la que encontraron abundante pasto. Estaban aproximadamente a los treinta grados y medio de latitud, más cerca del golfo que del Pacífico, casi en el mismo paralelo de San Quintín. Estando aquí fueron abandonados por los gentiles que los habían acompañado, y aunque luego llegaron ocho, también se marcharon por la noche, de suerte que para el día siguiente no tenían guías que los orientaran por la mejor ruta, estaban solos ante la majestuosa sierra desconocida y llena de peligros. Es natural que los nativos que habían acompañado por breve tiempo a los viajeros , después de satisfecha su curiosidad por conocer a los españoles, y de haberles servido de guías y consejeros sobre la mejor ruta a seguir, se devolvieran a sus rancherías en donde estaban sus familias y amigos; por otra parte, no es ilusorio pensar que los miembros de aquellas etnias, al aceptar siempre de buen grado servir de guías a los expedicionarios, por extraños que éstos les parecieran, obedecían a una regla tácita de sus costumbres por la cual eran hospitalarios y serviciales con los forasteros que no les significaran peligro. Muchas veces se refirió Linck en su diario a las atenciones y ayuda que recibió él y sus hombres de parte de los indígenas que conocieron a lo largo de la ruta. También cabe destacar el hecho de que nunca se cometió una perfidia o traición de los nativos hacia los españoles, y en la relación que tuvieron los miembros de aquellas dos culturas tan diferentes, se evidenciaron en los indios 578

Nuestro amigo gentil, escribió Linck en su diario.

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valores tan preciados como la hospitalidad, lealtad y dignidad, lo que hace de las etnias del norte peninsular, cochimíes y kiliwas, los grupos humanos que más se aproximaban a la civilidad concebida por los europeos, cuando menos durante la época de las exploraciones de Linck, ya que a fines del siglo XVIII y principios del XIX, todas las etnias del norte de la península mostraron una fuerte rebeldía contra los misioneros dominicos. Al no apreciar de momento algún paso accesible por la sierra, que se mostraba impenetrable, Link se vio obligado a enviar dos grupos de exploradores en búsqueda del ansiado camino. El primer grupo escaló una de las cimas desde la cual pudieron ver el mar, pero les fue imposible cruzar hacia el este; afortunadamente para los viajeros, el segundo grupo en el que iban dos soldados sí encontró una ruta que los llevaría al otro lado de las montañas, y así se lo hicieron saber a Linck y a don Blas Fernández. El domingo 16 siguieron el camino indicado, ascendiendo poco a poco hacia el noreste, hasta que encontraron un arroyo con agua y pasto en donde acamparon para pasar la noche. El lunes 17 de marzo continuó el ascenso a la sierra, dirigiendo el rumbo aun más al noreste; la marcha se hacía a pie y cabresteando a las bestias, pues montados los viajeros corrían el peligro de rodar por los profundos desfiladeros. Al llegar a una de las cimas pudieron ver nuevamente el Océano Pacífico y describieron su costa como orientada directamente de sur a norte; se trataba indudablemente del trayecto de litoral entre San Quintín y Camalú. Los pinos, las palmeras y los álamos blancos se mostraban abundantemente, pero la esplendidez del paisaje parecía ser proporcional a la dificultad de la marcha, y ese día viajaron apenas un poco más de quince kilómetros en siete horas, lo que da idea de los problemas que el terreno presentaba para poder avanzar. Se detuvieron en un arroyo con álamos, sauces y mucha agua, y en este lugar dos soldados que hacían un reconocimiento del terreno encontraron gran número de huellas de nativos. Entre los días 15 y 17 de marzo es casi seguro que la expedición acampó en o muy cerca de La Cieneguilla, hoy La Rinconada, situada a los 30° 34’ N. y 115° 23’ W.. El lugar es de fácil acceso por el sur, pero por el norte las montañas alcanzan más de 1 400 metros de altura y por el este cerca de 1 300. Sin embargo, los cauces de los arroyos de San Simón y Santa Eulalia son algunos de los sitios por los que se puede iniciar el ascenso de la sierra hacia el noreste, como se indica en el mapa F 140, y siguiendo por sus cauces hacia el este noreste hasta donde tienen su nacimiento, en lo alto de la sierra de San Pedro Mártir, es posible llegar a donde se forma el arroyo de Agua Caliente, cuyo cauce termina en el paraje de ese nombre pero ahora por el lado oriental de la sierra y descendiendo hacia el este. El martes 18 de marzo, viajando por cuatro horas, la expedición desvió aun más la ruta hacia el este, estaban empezando a cruzar la cumbre de la sierra, los arroyos con muchas palmas y álamos se sucedían uno tras otro, hasta que acamparon en un valle atravesado por varias cañadas con bastante agua. De aquí salieron varios soldados y nativos para hacer la acostumbrada exploración, pero al poco tiempo se vieron obligados a regresar, pues aunque se contemplaban el Golfo de California, y el valle de San Felipe entre el litoral y las montañas, tuvieron que detenerse al ser bloqueados por un paso muy difícil, según Linck Estando aquí, algunos de los indios salieron a buscar mezcales para tatemarlos, y al oscurecer regresaron acompañados de una anciana nativa cuyos años y los ostensibles padecimientos que la aquejaban encorvaban su cuerpo. Linck sintió piedad por la mujer y dispuso que los intérpretes 311


intentaran instruirla con las ideas básicas del Evangelio. Poco se logró en este sentido con la anciana, pero aun así el misionero procedió a cristianizarla el 19 de marzo, poco antes de partir. Linck da a entender en los registros de su diario que tal vez la mujer no estaba preparada para el bautismo, ya que en momentos pareció rechazar la idea, aunque en otros se mostraba bien dispuesta a ello. Ante la duda, de cualquier manera el misionero decidió bautizarla, lo que en circunstancias semejantes no acostumbraban hacerlo los demás misioneros.

F 140

Parte de lo que registró el padre Linck los días 18 y 19 de marzo en su diario dice: ...El 18 de marzo seguimos por la misma ruta. En nuestra marcha de cuatro horas pasamos por varios arroyos pequeños, con muchas palmas y álamos. Casi todos estos arroyos tienen agua. Acampamos en un valle atravesado por muchas cañadas con agua; en el que descansamos era el que la tenía en mayor cantidad.

Mapa de La Cieneguilla, hoy La Rinconada, en donde se aprecian los arroyos San Simón y Santa Eulalia, por uno de cuyos cauces la expedición probablemente hizo el cruce de la sierra de San Pedro Mártir. DETENAL.

Los soldados otra vez acompañados por los nativos salieron a reconocer. Pronto tuvieron que regresar al ser bloqueados por un paso difícil. Desde aquí pudimos distinguir el Golfo de California y entre él y la sierra un valle muy extenso... Lo más probable es que Linck se refiere a los Llanos de San Fermín, al sur de la sierra de San Felipe, y prácticamente en el mismo paralelo de La Cieneguilla. El 19 avanzamos por dos horas a través de los más escarpados cantiles hasta que llegamos al lugar al que no pudieron cruzar nuestros soldados ayer. Aquí nos quedamos a nivelar una vereda para que pudiéramos proseguir más fácilmente. Me pasé la tarde subiendo a pie a una cumbre para lograr una vista del Golfo de California. Tuve éxito al contemplarlo como el valle 312


que también vieron ayer los soldados. Al consultar el informe de la expedición hecha por el padre Fernando Consag de p.m. [de pía memoria] en 1746 y el mapa hecho de su reporte, estoy convencido que estamos enfrente de la ensenada de San Buenaventura...579

F 141

Ruta al este de San Pedro Mártir. 1 Agua Caliente. 2 Arroyo A. Caliente. 3 Arrayo Parral. 4 Arroyo Huatamote. 5 Ruta de exploradores del área de Agua Caliente a San Felipe. 6 Otras rutas posibles. 7 San Felipe. 8 Aguaje en el mapa de Consag. 9 Ruta bordeando la sierra de San Pedro Mártir. 10 Sierra de San Pedro Mártir. 11 Sierra de San Felipe. Adaptación en mapa de Google Earth.

Lo relatado hace suponer que al oscurecer del 18 habían cruzado el espinazo de la Sierra de San Pedro Mártir y se encontraban casi en la vertiente oriental; el “valle muy extenso” pudo ser, como ya se mencionó, los Llanos de San Fermín o la unión del de San Felipe y Valle Chico. Lo escrito por el misionero hace pensar que estaban en una latitud próxima a la de San Felipe, al lado oriental de San Pedro Mártir, pero es casi seguro que no estaban enfrente de la ensenada de San Buenaventura. Aunque no hay forma de determinar con exactitud el sitio por el que cruzaron la sierra de San Pedro Mártir; Burrus da a entender que fue aproximadamente a los 30° 37’ de latitud, que coincide con lo alto de los arroyos San Simón y Santa Eulalia, para quizá después aproximarse al 579

Registros de los días 18 y 19 de marzo en el diario de Linck, , op.cit..

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cauce del arroyo Agua Caliente. En otras palabras, todo indica que procediendo desde el sitio que Linck llamó La Cieneguilla580, hoy La Rinconada, viajando hacia el noreste por alguno de los dos arroyos mencionados primero, seguramente cruzaron lo alto de la sierra. Como se ha señalado, esa tarde del 19 de marzo el misionero subió a pie hasta una cumbre desde donde pudo ver el Golfo de California, y tomando como referencia el mapa de Fernando Consag, escribió en su diario que se encontraban enfrente de la Ensenada de San Buenaventura, nombre que dio este misionero a la bahía que está enseguida de San Felipe hacia el norte, lo cual es difícil de aceptar por la descripción que hace el misionero del terreno y el tiempo viajado. Por otra parte, al registrar el 19 de marzo en su diario que estaba seguro de encontrarse frente a la bahía de San Buenaventura contemplando el mar desde una posición geográfica favorecida por la altura, es probable que la expedición se encontrara muy cerca o a la altura de San Felipe, aunque esto discrepe con el mapa que se anexa en la edición de Ernest J. Burrus del diario de Linck, en el cual, el 19 de marzo acamparon al sur del paralelo correspondiente a la bahía mencionada581. También podría considerarse la posición de Linck ligeramente al sur de San Buenaventura conjeturando que usó indebidamente la palabra “enfrente”, en lugar de haber escrito “noreste”. El jueves 20 de marzo por la mañana, un indio gentil que los viajeros encontraron les enseñó la ubicación de un aguaje, este hombre les hubiera podido ser de mucha utilidad pero se escapó al poco tiempo. Muchos nativos que los viajeros encontraron acompañaron frecuentemente a la expedición por breve tiempo, sirviendo de guías y embajadores de buena voluntad con los indígenas que se encontraban más adelante. Sin embargo, a pesar de la vigilancia de los soldados y la insistencia de Linck para que permanecieran con ellos, los indios se escapaban con facilidad y regresaban a sus rancherías. Es claro que no se deslumbraban con los regalos que recibían, y preferían volver a su vida acostumbrada; por otra parte, su astucia y conocimiento de la serranía les facilitaba la escapatoria. Aunque la huída de los guías frecuentemente fue un contratiempo que retrasaba la marcha y causaba preocupación a los viajeros, también es cierto que al poco tiempo se remediaba el problema al encontrar en su camino a otros indios dispuestos a ayudarles aunque fuera sólo por pocos días. Los expedicionarios continuaron su marcha por la vereda en la que habían trabajado el día anterior, aunque de todos modos no pudieron montar en sus caballos y mulas por lo abrupto del terreno, y el descenso tuvo que hacerse a pie, cabresteando penosamente a sus animales. Al final del día, Linck anotó en su diario: ...Hicimos tan poco progreso que nada más alcanzamos hoy el dejar la molestísima sierra..., lo que significa que habían cruzado la sierra de San Pedro Mártir y se encontraban en su falda oriental. Allí acamparon en un arroyo.

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Palou, Francisco. “...Continuó la expedición su camino...que era el mismo que tres años antes había andado el padre Wenceslao Linc, según dijeron los soldados que lo acompañaron en la expedición al Río Colorado, hasta un lugar que el citado padre nombró La Cieneguilla, distante de la nueva misión de San Fernando en Vellicatá veinticinco leguas al rumbo del norte...”. “Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra”, p. 59. 581 Por la observación del mapa de Consag, se puede pensar que se hacía prácticamente inequívoca la identificación de la bahía de San Buenaventura si se observa desde lo alto, tomando en cuenta que la bahía de San Felipe es claramente visible, así como el brazo que la cierra por el norte.

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El viernes 21, después de cuatro F 142 horas de marcha siempre por una ruta hacia el norte pegada a la sierra, se detuvieron en un arroyo para acampar, y salieron dos soldados con algunos indígenas de la expedición con el acostumbrado objetivo de buscar más adelante un aguaje y algunos gentiles que les sirvieran de guías. Linck también mandó una partida de exploradores hacia la playa cercana, como lo dice en su diario. El misionero deseaba saber si los nativos que habitaban en la costa sacaban pescado del mar, Sierra de San Pedro Mártir. pensando que si así era y el viaje no presentaba problemas, podrían contar con mariscos para variar su ración alimenticia582. Al día siguiente, sábado 22 de marzo, al hacer un reconocimiento del arroyo en el que estaban, vieron que cerca de su nacimiento había muchos sauces y carrizos, y el agua, que brotaba en varios lugares y con distintas temperaturas formaba un buen caudal. Probablemente era el arroyo de Agua Caliente, que se forma en la sierra de San Pedro Mártir aproximadamente a los 30° 43’ de latitud norte para luego dirigirse al sureste rumbo a Valle Chico, en donde todavía hay un lugar llamado Agua Caliente, lo que ubicaría la posición de Linck un poco más al sur de lo dicho antes. Lo cierto es que desde ese lugar, ya fuera cerca del nacimiento del arroyo de Agua Caliente o en el valle en el paraje de ese nombre, los viajeros contemplaron las faldas de la serranía con abundantes palmeras y pinos en lo alto, encontraron porciones pequeñas de tierra cultivable a los lados del arroyo, y el religioso consideró que el sitio se podía escoger para asiento de una misión. Aquí debe aclararse que en el mapa de la obra de Burrus el punto de Agua Caliente se encuentra ubicado más al norte de su posición real, y también desviado un poco al este. Ya oscureciendo regresaron los indios exploradores que habían salido el día anterior hacia la costa, aunque muchos de ellos no tuvieron el vigor necesario para atravesar todo el arenal, y sólo los más fuertes pudieron llegar hasta la playa. Ya sea que hubieran partido desde lo alto del arroyo de Agua Caliente o de un lugar en el valle al pie de la sierra, la distancia al mar es de unos 45 kilómetros en línea recta, pero para atravesar la sierra de San Felipe, tuvieron que desviarse un poco al norte y avanzar por alguno de los portezuelos y cañadas que permiten cruzarla, lo que daría una distancia de unos 100 kilómetros de ida y vuelta, cuando menos, o más aún si llegaron hasta San Felipe, lo cual es casi seguro. Todos los españoles que conocieron a los primitivos californios exaltaron siempre su capacidad para realizar marchas prolongadas, pero en este caso la distancia era grande y la ruta difícil y desconocida, lo que explicaría que varios nativos no 582

Linck ignoraba que los yumas y quizá los cucapás tenían una incipiente agricultura que les permitía cosechar melones, calabazas, maíz y sandías, además de las carpas y salmones que sacaban del río; pero los cochimíes del área de San Felipe comían semillas de la vaina del mezquite y otras que recolectaban, pescado, carne de venado y borrego cimarrón, así como liebres y conejos.

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hubieran podido terminar la caminata (ver F 141). Un cálculo burdo del tiempo que viajaron los indios hasta la playa y el que destinaron al reconocimiento del lugar hace pensar que pudieron hacer el viaje de ida y vuelta en unas veinte horas más o menos, suponiendo que el día 21 salieron poco después del amanecer y regresaron el 22 ya muy noche. Lo anterior permite suponer que la jornada sencilla de ida fue de unas trece horas, tiempo en el que debieron viajar los cincuenta o más kilómetros ya señalados, tratándose de hombres tan avezados como ellos a las marchas prolongadas y difíciles. Tal vez siguieron la ruta del cauce del arroyo Huatamote que atraviesa la sierra de San Felipe a los 30º 45´N, el cual los habría conducido a algún punto de la costa a unos 20 kilómetros al sur de San Felipe, aunque es más probable que hayan llegado hasta el puerto de San Felipe por una ruta más directa. En este paraje, posiblemente al siguiente día, deben haber destinado algunas horas a reconocer el lugar y después, la jornada sencilla de regreso el 22 debe haberles llevado unas 14 horas tomando en cuenta que arribaron al real a la media noche. el día 22, reportaron a Linck y a Fernández de Somera que encontraron una ranchería cercana a un aguaje, el cual coincide con el que describió el padre Consag localizado en San Felipe, y que aparece en su mapa “Seno de Californias y su Costa Oriental”. Los indios de la ranchería huyeron, excepto dos que fueron llevados hasta el campamento por los neófitos de Linck. Varios soldados que también llegaron hasta la playa encontraron otra ranchería cuyos habitantes prefirieron pelear contra aquellos extraños forasteros, tendieron sus arcos y estuvieron a punto de iniciar un combate, afortunadamente fueron convencidos por los exploradores que sus intenciones eran pacíficas, y acabaron mostrándoles el aguaje. A su regreso

Los indios que habían traído los exploradores estaban vigilados por un soldado, pero uno de ellos logró escapar por la serranía mientras que el otro fue detenido en su intento. Éste, cuyo lenguaje apenas entendían los españoles y los indios intérpretes, les dio alguna información sobre la ruta a seguir, y el día 23 les sirvió de guía. Conducidos por él llegaron a un arroyo muy grande, pero no lo exploraron para no perder tiempo y así poder llegar a otro arroyo más lejano, viajando ahora un poco hacia el noroeste. Linck sabía que el tiempo se agotaba para concluir su empresa. Las versiones de los diarios del viaje que hicieron Linck y Fernández de Somera, tienen a partir del 23 de marzo bastantes diferencias en sus registros, y en este caso se ha seguido el documento de la Biblioteca Bancroft583.

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F 143

Indios cucapá en fotografía tomada en 1874 en el barco del almirante Dewey. Habitaban en la delta del Colorado, y su aspecto debe haber sido semejante al de los kiliwas o pai- pai que Linck conoció en la sierra.

No se conoce la causa por la cual, a partir del 23 de marzo, hay las diferencias señaladas entre los dos diarios. Podrían formularse hipótesis para explicar esas diferencias con base en dos hechos: Fernández y Somera y cuatro

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Ese domingo 23 de marzo los expedicionarios viajaron durante cuatro horas faldeando el oriente de las montañas, aunque pasaron por dos aguajes las bestias no pudieron beber el agua, y al llegar a un llano que les pareció propicio para acampar se detuvieron. Conducidos todavía por el indio gentil que permanecía con la expedición, el 24 de marzo continuaron viajando por las faldas de la sierra hacia el noroeste, y a las dos horas de camino llegaron a un arroyo con mucha agua, flanqueado por tierras planas y gran cantidad de álamos, desde donde se contemplaban los pinares de la sierra. Linck consideró que el lugar reunía las condiciones para que se plantara una misión. Se encontraban quizá a un poco más de veinticinco kilómetros al noreste del cerro La Encantada584. Cerca del lugar encontraron a una india, vestida modestamente, expresión que significaba “decentemente”, quien les aseguró que si seguían pegados a la sierra encontrarían agua todos los días. Muy cerca de allí, varios exploradores de la expedición encontraron en las montañas una ranchería de la que llevaron varios hombres al campamento sin problema alguno, en donde durmieron. Esa noche, asustados por algún león585 que rondaba el campamento, los caballos se espantaron y varios se fueron, lo que detuvo la marcha de la expedición. Linck sabía que se encontraban cerca del Golfo de Cortés o Mar del Golfo, como dice el documento de la Biblioteca Nacional, pero al haber fracasado algunas partidas de exploradores tanto españoles como nativos, en hallar aguajes cerca de la playa, se vio obligado a permanecer pegado a la sierra en donde sabía que encontraría agua todos los días, como les dijo la india. El 24 de marzo el misionero hizo la observación de que la costa se dirigía “derecho al norte”, lo que confirma que la expedición se encontraba arriba de los 31°, tomando en cuenta que esa rectitud en el litoral de que habla el misionero, sólo puede encontrarse en la línea costera que va del norte de San Felipe a la bahía de Ometepec. Recuérdese, además, que el aguaje al que viajaron los exploradores indios el día 21 debió ser uno de los tres únicos aguajes que había en la desértica costa, según el mapa de Consag, y es seguro que se trataba del más septentrional, en la Bahía de

soldados se adelantaron en búsqueda del río el 26 o 27 de marzo, y sus aportaciones para uno de los diarios pudo diferir de la versión autógrafa de Linck, quien se quedó en el campamento con el grueso de la expedición. 584 El Cerro de La Encantada o Picacho del Diablo, tiene una altura de 3 070 m. sobre el nivel del mar y constituye la elevación más importante de la península. Las regiones cercanas a este lugar, y otros por los que la expedición acababa de pasar, fueron considerados por Linck como propios para establecer misiones. Sobre el particular, Peveril Meigs señala, refiriéndose a la sierra de San Pedro Mártir, ...En cuanto al abastecimiento de agua, a las tierras llanas y a la abundancia de madera, esta región es insuperada en toda la península. Los inviernos severos fueron, sin embargo, un obstáculo contra el que los misioneros españoles, con su trasfondo agrícola mediterráneo y sus limitados recursos, no estaban muy inclinados a luchar...Quizá Meigs tuvo algo de razón al sugerir que los jesuitas no tuvieron el carácter y decisión suficientes para plantar misiones en la sierra de San Pedro Mártir y sus alrededores, pero el geógrafo e historiador olvidó que, aparte de las bondades geográficas de un medio determinado para establecer una misión, se necesitaba resolver otros problemas, como el transporte de equipo y víveres, ya que sin la capacidad de transportar y trasladar los bienes necesarios a los sitios seleccionados con la oportunidad necesaria, la empresa con seguridad fracasaría. Además, debe recordarse que el proyecto de poblar la región septentrional de la península en tiempo de los jesuitas, se vio truncado por su expulsión apenas dos años después de la expedición de Linck hacia el Colorado (Aunque el decreto de Carlos III para la salida de los discípulos de Loyola se expidió en 1767, en California se hizo efectivo hasta principios de 1768). 585 La existencia del león de montaña o puma todavía es frecuente en casi todas las serranías de la península, y es una amenaza constante para el ganado de los ranchos que hay en esas regiones. Linck mencionó: ...las montañas están llenas de ellos...

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San Felipe, pues los otros dos estaban a la altura de Punta San Fermín y de Santa Isabel, un poco al sur del lugar por el que los viajeros cruzaron la sierra. Auxiliados por los indios los soldados habían recapturado a casi todos los caballos, y aunque no se encontraban en buenas condiciones, aprovechando la ayuda del único indio gentil que se había quedado en el campamento, avanzaron hacia el norte durante cinco o seis horas 586; pasaron por varios aguajes y se detuvieron en el último de ellos para acampar. Poco antes de llegar a ese lugar, los indios de la expedición habían encontrado una ranchería cuyos pobladores se escaparon a la sierra, y aquí lo notable es que los neófitos y uno de razón, como se autonombraban los europeos, describieron entre los gentiles que huían a un hombre blanco, como los españoles587. A esta altura y por toda la ruta, se encontraron muchas huellas de los nativos que habitaban la región, así como cabañas de madera vacías, lo que era una novedad entre los primitivos californios; el misionero expresó que los indios eran dueños de muchos bosques de pinos y álamos que bajaban de la sierra. Cuando la expedición llegó al aguaje se encontraron a tres gentiles varones, dos con sus esposas e hijos. Uno de ellos era el guama de la ranchería y al ver a aquellos extraños forasteros procedió a hacer la representación que solían realizar para impresionar a su gente: hizo muecas, gritó y tembló de pies a cabeza, aparentando un estado de gran furia, sin embargo, al ver que no impresionaba a nadie, se calmó y se quedó tranquilo entre los expedicionarios. Aquí observó nuevamente el misionero que el lenguaje hablado por los indios cambiaba radicalmente, lo cual se notó sobre todo por la extraordinaria rapidez con que pronunciaban las palabras; además, hasta los guías gentiles que prácticamente eran sus vecinos cercanos no entendieron lo que decían, lo cual convenció al misionero de que éste era el límite en donde terminaba la lengua cochimí. El extraño lenguaje de rápida pronunciación que ahora hablaban aquellos aborígenes debió ser el empleado por los ancestros de los indios kiliwas de hoy. La caballada se encontraba con mataduras y en malas condiciones, comenzaban a espiarse, y las yeguas especialmente se dolían al tener que cruzar algunas partes bajas de un terreno duro, blanquecino, que se formaba por un material rocoso que arrastraban las lluvias desde lo alto. Por otra parte, los guías estaban llevando a la expedición rumbo al noroeste, cada vez más lejos del golfo, argumentando que sólo por ese camino había agua, lo cual era absolutamente cierto, y Linck lo sabía. A pesar de la breve relación que el misionero había tenido con los naturales de la región, confiaba en sus guías y sabía que no lo alejaban del golfo con algún fin perverso, sino que sencillamente era cuestión de supervivencia: si descendían directo al golfo podrían perecer de sed, además de que la región entre la Bahía de Ometepec y la desembocadura del Colorado, con sus pantanos y zonas inundadas les hubiera dificultado en gran manera alcanzar en forma directa las bocas del río. 586

Las “cinco o seis horas” que viajaron hacia el norte, a partir de una latitud rebasados los 31 grados, dan una distancia de unos 25 a 30 kilómetros, lo que ubicaría a los viajeros el 24 de marzo muy cerca o en la base del extremo sur de la sierra de Los Reyes, hoy Sierra Pinta o Las Pintas, a unos 50 Km. de la costa. 587 Aunque en el sur de la península hubo algunos soldados desertores o mineros que llegaron a irse a vivir con alguna mujer india a su ranchería, éste es el único caso documentado de un hombre blanco que, en un lugar tan remoto, se haya visto formando parte de un grupo de gentiles.

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Los guías relataron a Linck que para poder viajar a la playa sin agua desde la posición en que estaban, se ocupaba más de un día de jornada, y que cuando rara vez lo hacían en verano, caminaban de noche y durante el día se enterraban en la arena para soportar las altas temperaturas. Actualmente se ha comprobado que en los tórridos y soleados veranos del desierto, a unos cincuenta centímetros bajo la superficie de la candente arena la temperatura desciende a un nivel soportable, lo que da veracidad a lo dicho por los indios al misionero. En este punto deben haberse encontrado a más de 50 kilómetros del mar. Los diálogos con los gentiles nativos de la sierra eran penosamente lentos por la discrepancia de su lengua con el cochimí, pero los intérpretes creyeron entender lo siguiente: casi todos los indios de la región tenían F144 amplios conocimientos sobre el Río Colorado, Las dos piezas de arriba y la izquierda de abajo son ejemplos de pero ninguno sabía cerámica elaborada por tribus del bajo Colorado. El recipiente de algo sobre su abajo a la derecha era de varas de sauce. Aunque las imágenes se desembocadura; el publicaron en 1889 en “The Overland Monthly”, dan idea de la fina Océano Pacífico estaba cerca del río artesanía que mencionó Linck al referirse a las ollas de barro que los indios de la sierra de San Pedro Mártir adquirían por trueque de las formándose un etnias que habitaban la región deltaica del Colorado. istmo; y el agua “de mar” se podía tomar, refiriéndose quizá a que cerca de las bocas de la corriente, el agua dulce fluye sobre el líquido salino, especialmente en la época de inundaciones, lo que efectivamente hace posible sacar agua potable de lugares situados geográficamente “en el mar”. El casi desconocimiento que los indios de la sierra tenían sobre las bocas del río, resulta lógico por el terreno prácticamente inaccesible que debe haber existido por la ruta terrestre hacia aquel lugar; lo que sí es difícil de explicar es la supuesta existencia del istmo o faja de tierra entre el océano y el río, dada la cercanía de éstos según lo expresado por los nativos, lo cual era obviamente falso. Sobre esto último, es casi seguro que la dificultad para interpretar las señas y expresiones de los gentiles hicieron que el misionero entendiera mal lo que querían decir; o quizá los indios sólo dijeron que consideraban al Océano Pacífico relativamente cerca, lo cual era 319


cierto, dados los frecuentes viajes que llegaron a hacer hacia rancherías cercanas a la costa occidental de la península588. También pudo ser que los indios hablaran del Golfo de California, el río y las islas del delta, de lo cual se derivó la confusión. Las ollas de barro artísticamente decoradas que algunos aborígenes de la sierra poseían, así como las cobijas y telas de algodón, algunas de fina apariencia, las obtenían de la gente que habitaba en las riberas del río, quienes, aunque eran indios como ellos, “usaban alguna ropa”. También supo Linck por los nativos que quienes habitaban la región del Colorado eran feroces guerreros, los arcos que usaban eran más altos que ellos, llevaban las flechas en aljabas pendientes de la cintura, y además usaban lanzas de palo y una especie de espada de madera con la que cortaban la cabeza a sus enemigos589. A pesar de los problemas que tendrían de seguir avanzando, don Blas Fernández decidió adelantarse tratando de llegar al río acompañado por cuatro soldados montando mulas recién herradas, tomando en cuenta que casi toda la caballada se encontraba inutilizada de sus pezuñas590. Con alguna dificultad el militar convenció al misionero para que se quedara, no sólo por la escasez de bestias en buenas condiciones, sino porque debería permanecer en el real para cuidar a los enfermos, y para ahorrarse los riesgos y molestias de un viaje tan aventurado. Linck tenía treinta años, y al igual que sus hermanos jesuitas, la fe lo sostenía e impulsaba para realizar las más arduas empresas que condujeran a la evangelización de los gentiles; además, los bríos propios de su juventud le permitían aceptar con gusto los riesgos y peligros de las exploraciones que emprendía. Sin embargo, esta vez comprendió la razón que asistía al teniente y no tuvo más remedio que permanecer en el campamento. Para el día 26 de marzo la expedición se encontraba por el lado occidental y casi al pie de la Sierra de los Reyes591, la cual hoy se conoce como Sierra Pinta, que se ubica al este del extremo sur de la Sierra de Juárez, a una latitud de 31° 30´ en su extremo sur, aunque por razones explicadas antes, el misionero pensara que se hallaban a los 32° 30´, con error de un grado por exceso. Para ahora según sus observaciones, y en esto sí tenía razón, la distancia que los separaba de la playa era mayor de la que había seis días antes, aunque los gentiles del rumbo dijeran que el gran río estaba cerca. Según lo expresado en el diario del viaje, los expedicionarios se encontraban al sur de la ladera occidental de la Sierra de los Reyes, con la Sierra de las

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Debe recordarse que los indios del Colorado llegaron a hacer incursiones sobre las misiones dominicas de San Pedro Mártir y Santa Catarina, ésta última destruida en 1840 por tribus locales y otras del Colorado, y que en 1836 hubo una gran rebelión de indios kumiay y etnias que venían del Colorado, que puso en peligro al puerto de San Diego, por lo que es un hecho que aquellos indígenas tenían veredas bien establecidas hacia la costa occidental. 589 Los indios de la región del Colorado, como los yumas, usaban arcos de palos de sauce o álamo, forrados con nervios o tendones de venado, material que retorcido servía también para la cuerda del arco. Para la guerra, las puntas de sus flechas las envenenaban hundiéndolas en substancias orgánicas putrefactas. Empleaban también unos mazos de palo parecido a un moledor de papas, hechos de palo verde o de mezquite. Estos datos se tomaron de The Yuma Indians, publicado en la revista “The Overland Monthly”, Vol. XIII, junio de 1889, No. 78, escrito por Eugene J. Triple. 590 En la traducción del diario de Linck que hizo Burrus, no se menciona el resultado de la exploración de Don Blas Fernández hacia el Colorado, ni si acaso llegó a la desembocadura del río. 591 Esta sierra, llamada también Las Pintas o Pinta, está enclavada en la zona desértica del noreste de la península, tiene elevaciones promedio de 400 a 700 m. sobre el nivel del mar, y termina en el norte en La Ventana. Carece de vegetación.

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Fin de la ruta de Linck. 1 Ruta seguida por Linck. 2 Óvalo con el área en que se encuentra el punto desde el cual tuvo que devolverse la expedición. 3 Arroyo Grande o del Tule. 4 Sierra de Las Pintas o Los Reyes. 5 Sierra Las Tinajas. 6 y 7 Rutas que se presentaban como opciones posibles para continuar el viaje a las bocas del Colorado, pero que no se siguieron. 8 La Bomba. 9 Boca del Colorado. 10 Zona de marismas e inundaciones. 11 Sierra de Juárez. 12 Sierra de San Felipe. Adaptación en mapa de Google Earth. Tinajas al oeste592, y en una apreciación correcta, los nativos aseguraban que siguiendo por las faldas de la serranía hacia el norte llegarían al río. Esto era cierto. Linck se enfrentó a las alternativas siguientes: seguir la ruta corta directa al este, a las bocas del río, por terrenos sin agua, o seguir un camino más largo pegado a la sierra, todavía hacia el norte, para luego bajar al punto conocido después como “La Bomba”593 del que se podía ir a la desembocadura del río, tal vez a más de 80 kilómetros de donde estaban, por un sendero que el misionero suponía menos peligroso. Si hacían esto último, al llegar al río tendrían que seguir todavía algunos kilómetros al sureste hasta la desembocadura. Linck calculó, conforme a los informes recabados de los gentiles, que en este caso emplearía de diez a quince días, o aun hasta veinte, en el viaje sencillo. La ruta larga presentaba precisamente el grave inconveniente del mayor tiempo que requería. 592

La sierra de Las Tinajas está al oeste de la sierra Pinta o de Los Reyes, Entre estos dos bloques montañosos está el cauce del Arroyo Grande o del Tule, orientado hacia el norte noreste, que en la época en que Linck hizo su viaje pudo haber tenido agua en algunos trayectos. 593 La Bomba es un embarcadero que hasta hace algunas décadas se encontraba muy cerca de la desembocadura del Colorado, casi donde se empieza a abrir el caudal para terminar en el golfo.

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La caballada estaba casi imposibilitada por tener los cascos espiados, San Francisco de Borja, la misión frontera añorada por los viajeros, estaba a más de 450 Km. de distancia, y había algunos enfermos que hacían la marcha con gran dificultad. Linck, seguramente debió pensar que empecinarse en seguir con la expedición hacia el Colorado podría tener consecuencias graves, por lo que decidió que se iniciara el regreso el jueves 27 de marzo, como en efecto se hizo. Los fatigados exploradores volvieron hacia el sur siguiendo la ruta por la que habían viajado, siempre pegados a las faldas de la sierra. Al regresar, la expedición siempre conservó el Valle de San Felipe y la sierra del mismo nombre a su izquierda, y a su derecha la sierra de Juárez primero y luego la de San Pedro Mártir, en tanto no cruzaron las montañas hacia el oeste. Nada especial menciona el misionero en su diario que haya ocurrido los días 28, 29 y 30 de marzo, aunque el 29 cumplió 30 años. Por ese tiempo llegaron a donde habían dejado descansando a los hombres que se habían enfermado en el viaje de ida, junto con algunos indios que los cuidarían, sin embargo, el lugar estaba solo, lo que con razón hizo suponer al misionero que todos se habían regresado a San Luis. El martes 1º de abril necesitaban buscar un lugar adecuado para subir y cruzar la sierra hacia el oeste, por lo cual Linck y el teniente Fernández mandaron a dos soldados a hacer las exploraciones necesarias en búsqueda del ansiado paso. Al amanecer, un helado viento del oeste había traído nubes y hasta una nevada que causó el malestar de todos, pero lograron avanzar hasta el lugar por el cual iniciarían el ascenso a las montañas, y allí acamparon. El día 2 comenzaron la penosa subida, casi siempre cabresteando las bestias; alcanzaron el paso y pudieron llegar sin grandes dificultades al valle rocoso en el que habían acampado el día 19 de marzo, y de este lugar salió un grupo de tres exploradores para buscar la mejor ruta con el fin de bajar hacia la falda occidental. Los exploradores regresaron al siguiente día con la buena noticia de que había un camino que no les ofrecería dificultades serias594. Los registros del diario indican que al regreso, el día 5 la expedición ya había cruzado la sierra de San Pedro Mártir un poco al sur del punto por donde la pasaron en el viaje de ida. Ese viernes 4 de abril viajó el contingente descendiendo por dos arroyos con agua y mucho pasto, y en el segundo se detuvieron para acampar protegidos por los abundantes alisos que había en las márgenes. Para el siguiente día, ya alejándose más y más del espinazo de la sierra, los viajeros fueron recibidos por los indios de una ranchería que sabían de su regreso 595, con buena 594

Es lógico que de regreso, la expedición haya viajado con mayor velocidad que de ida, ya que el terreno era conocido; del punto en que primero cruzaron la sierra hacia el este el 19 de marzo hasta el final de su camino hacia el norte tardaron 8 días, y para regresar al mismo punto hicieron 4 días. Sin embargo, tal parece que no subieron por el mismo lugar por el que habían bajado la sierra; quizá porque no es lo mismo abrirse camino por el monte de la sierra en la ruta hacia abajo que en el camino hacia arriba, así es que tuvieron que localizar otro lugar más propicio para el ascenso. 595 Los primitivos californios acostumbraban comunicarse las novedades desde grandes distancias, sin que estas fueran recorridas por un solo comunicador o correo. Es seguro que de una ranchería salía un corredor a la próxima y comunicaba la noticia, y de aquí partía otro a la siguiente, y así sucesivamente, de manera que sin que transcurriera mucho tiempo, se informaban lo que sucedía en lugares distantes. Al respecto, recuérdese que más de doscientos años antes del viaje de Linck, cuando Juan Rodríguez Cabrillo pasó por San Diego el 28 de septiembre de 1542, los nativos del lugar le comunicaron por medio de señas y una casi dramatización, que andaban por la tierra adentro hombres como ellos, barbudos y armados, y señalaban las ballestas y espadas, y hacían ademanes con el brazo derecho como que lanceaban, y corrían como que iban a caballo, y “mataban” a muchos naturales. Los indios de San

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cantidad de mezcales tatemados. Después de un breve descanso, los nativos acompañaron a la expedición hasta el lugar en el que habían acampado el día 9 de marzo en el viaje de ida, sitio que debió estar muy cerca de San Juan de Dios, en donde descansaron. Según lo expresado por el misionero, tal parece que de la región de San Juan de Dios el grupo cortó camino sin pasar por Vellicatá y se dirigió directamente a Keita, a donde llegó tras dos días de viaje en el que tuvieron que soportar las molestias del viento del oeste y una constante lluvia. La fatiga de las bestias así como la falta de alimentos fueron motivo para que Linck dispusiera el regreso más directo a su base de operaciones más cercana, San Luis. En Keita acamparon, escampó por la noche, y al despejarse el cielo pudieron todos ver un cometa que, según datos del Observatorio Lick, se trató del que lleva por nombre “1766 II”, también llamado Helfenzrieder, que con seguridad pudo contemplarse a la simple vista los días 7 y 8 de abril, al noroeste, sobre la constelación de Aries, poco antes de las veintiuna horas. Ya entrada la noche se volvió a nublar y regresó la lluvia con algunas rachas de nieve. Al mejorar el clima, el martes 8 salieron hacia Cataviña en donde acamparon, continuaron luego su marcha casi directo al este, y fue hasta el jueves 10 de abril cuando llegaron a San Luis, en donde tuvieron la alegría de ver sanos y salvos a los hombres que a medio camino se habían enfermado. Aquí dice Linck:...los indios gentiles me siguieron a la misión y ya todos han sido bautizados, refiriéndose a la misión de visita cuya ubicación no se ha definido y de la cual ya se ha hablado. Después de un buen descanso, el viernes salieron a Calagnujuet o Calamajué, a los 29° 25´ de latitud norte, a unos 25 Km. de la costa, en donde a pesar de la esterilidad general del terreno había agua, y allí acamparon. Al siguiente día reiniciaron la marcha, que se hizo sin incidentes de importancia, y el viernes 18 de abril de 1766 llegaron a casa, la misión de San Francisco de Borja, en donde los viajeros solemnemente dieron gracias a Dios por haberlos protegido de todos los peligros a los que se enfrentaron en el viaje. Así terminó la extraordinaria exploración que Wenceslao Linck inició al salir la tarde del 20 de febrero de 1766 de San Francisco de Borja hacia el Río Colorado, tardó treinta y cinco días en el viaje de ida y veintitrés de regreso para un total de cincuenta y ocho días de marcha, al cubrir una distancia de unos cuatrocientos kilómetros de ida y otros tantos de regreso. Los datos anteriores permiten calcular un promedio de distancia diaria recorrida de algo más de once kilómetros, un avance lento que se explica por las dificultades del camino. En la última parte de su diario, Linck, después de aclarar que algunas anotaciones de determinadas fechas no se hicieron precisamente en el lugar, ya que, como lo expresa, ...nuestra atención era a menudo requerida por asuntos más urgentes... hizo una descripción de animales y plantas de la región de la que destacan las siguientes observaciones: al sur de San Luis había dos clases de palmas, unas útiles de color cenizo que también las había en el norte, sin ninguna aplicación, y que aun se les llama palmas cenizas o azules; y otras verdes y altas, más propias del sur y que eran de bastante utilidad; también describió la existencia en las cañadas que daban al Golfo de California unos árboles muy altos que se parecían a los álamos blancos, además de encinos, mezcales y los árboles “medeza” cerca del golfo. Hizo notar que las pitahayas Diego se referían a los hombres de Francisco Vásquez de Coronado, a los cuales quizá nunca habían visto, y que habían cometido atrocidades con los indios a cientos de kilómetros hacia el este; sin embargo, la noticia se había transmitido de la manera ya indicada. Historia de la Alta California, Pablo L. Martínez; p. 148.

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desaparecían desde antes de llegar a San Luis, a excepción de algunas que se encontraban en algunos lugares, pero amargas. Respecto a los cardones, Linck señaló que se seguían dando hasta llegar a la sierra, la cual se encontraba cubierta de pinos. Recalcó el misionero que de San Luis en adelante había abundancia de liebres y conejos, más que en ninguna otra parte conocida de la península, por lo que los naturales tenían el alimento seguro con estos animales. Respecto a las aves, mencionó la abundancia de alondras, correcaminos o churchas, como decía él, codornices y una especie de perdiz. Un detalle interesante en esta última parte de la narración es que los indios estaban criando en una jaula un pollito de perdiz, y elaboraron con sus delicadas plumas unas especies de ramilletes, cuyos colores estaban dispuestos con maravillosa simetría596. Este episodio, sencillo en la forma como se describe, mejora de alguna manera la percepción del nivel cultural de los californios, porque demuestra que eran capaces de criar algunas aves que posiblemente les servirían de alimento; y también su capacidad artesanal, por los ramilletes de plumas que obsequiaron al misionero. Pero en la personalidad de Linck, una vez más, destaca una especial sensibilidad al ponderar la calidad estética del obsequio y haberlo considerado como algo digno de registrarse. El jesuita explorador también mencionó que de Vellicatá en adelante, las mujeres se cubrían con modestia, pero que se adornaban feamente al pintar sus caras con colores encendidos y horadarse las orejas para pasarse una varita de lado a lado. Si el misionero hubiera podido conocer las costumbres que doscientos cuarenta años después se emplearían como moda elegante, tal vez no se hubiera sorprendido tanto. Aun así, puede decirse que a diferencia de otros religiosos de la época, en lo general no se escandalizó por las costumbres de los nativos, tan diferentes al ideal civilizador que se trataba de imponerles. Al final de su diario, Linck escribió el acostumbrado: O. A. M. D. G., Omnia ad majorem Dei gloriam, o “Todo por la mayor gloria de Dios”, y firmó Wenceslaus Linc de la Compañía de Jesús. En su firma, arriba de Linc está escrito Linck. Los kiliwas, las liebres y los bumerang597 de no retorno en tiempos de Linck . (ver de F 100 a F 103). Francisco Xavier Clavijero, en la página 58 de su Historia de la Antigua o Baja California, dice lo siguiente: ...Para cazar liebres, a más de los lazos y redes de que usan ordinariamente, se valen los cochimíes de un modo más sencillo y más fácil, sin otro instrumento que un palillo curvo de casi pie y medio de longitud. Cuando caminando ven una liebre, le arrojan con tal destreza aquel palillo arrastrado sobre el suelo, que va derechamente a romperle las piernas; y de este modo suelen coger muchas sin interrumpir un momento su camino...

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Linck no precisó el nombre del lugar en el que recibió el obsequio de ramilletes de plumas, y sólo dice ...de San Luis en adelante... 597 El bumerang era una arma arrojadiza de madera dura, curvada o angular, usada por pueblos primitivos de Australia, África y la India. Es una lámina de madera convexa de un lado, con un perfil parecido al del ala de un avión, adelgazada en sus márgenes. Si no hiere a su víctima, vuelve a quien la arrojó. Debe aclararse que en el caso de los kiliwas, no se trataba de un verdadero bumerang, pues no regresaba a quien lo arrojaba.

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Es seguro que uno de los misioneros que más contacto tuvo con los cochimíes y etnias del norte fue Wenceslao Linck, aunque en su diario al Colorado no hace referencia a los palitos de que habla Clavijero; sin embargo, éste bien pudo enterarse del instrumento de cacería mencionado por los reportes que el misionero explorador hizo a sus superiores, o por las relaciones del padre Consag. Lo cierto es que la abundancia de liebres y conejos en muchos de los lugares por los que pasó Linck, es un importante dato del que se infiere que los californios de esas regiones tenían en la carne de esos animales una fuente alimenticia rica en proteínas a su disposición. Los kiliwas, y al este de ellos los pai pai, son de las pocas etnias que aún subsisten en el sur de la Sierra de San Pedro Mártir, y en la época actual algunos de ellos llegaron a usar los palitos aplanados para la cacería. Estos palitos, como los llamó Clavijero, tenían un perfil aerodinámico semejante al ala de un avión, y constituyen una especie de bumerang de no retorno, que al arrojarse adquieren gran velocidad y su alcance puede llegar a los sesenta metros. Hoy, los indios kiliwa y pai pai venden estos artefactos a los visitantes que llegan ocasionalmente a Santa Catarina o a alguna otra de sus comunidades, aunque lo que ahora emplean para cazar es el rifle 22 o la escopeta, cuando tienen los medios para poseer tales armas.

Poco antes de que todos los jesuitas tuvieran que abandonar la península en 1768, sobrevino en San Borja una epidemia de viruela de las que solían presentarse y diezmar sobre todo a la población indígena, muchos nativos murieron y prácticamente todos se enfermaron, por lo que Linck hizo el consiguiente reporte a las autoridades. El recién nombrado gobernador Gaspar de Portolá, que debía cumplir la orden real de sacar a los jesuitas de la península, dispuso secretamente que se quedaran Linck y Victoriano Arnés, probablemente hasta que la epidemia terminara. Gracias a esto, tanto los indios enfermos como los sanos que así lo quisieran se confesaron y pudieron recibir la comunión de los misioneros mencionados. Terminado este último deber, los religiosos partieron, pues además de que tenía que cumplirse de inmediato el decreto de expulsión, había el temor de que si se quedaban más tiempo los nativos los retuvieran por la fuerza y se rebelaran. Algunas de las conclusiones que pueden derivarse del relato que hizo Linck sobre su expedición a la región del Colorado, y que no concuerdan con las afirmaciones de casi todos los historiadores que se han ocupado del aspecto cultural de los indios y de la obra jesuítica en Baja California son las siguientes: 1°. Una misión llamada San Luis, o cuando menos una visita de ese nombre, existió en el área cercana a la Bahía de San Luis Gonzaga, quizá muy cerca del actual San Luis que está sobre la Carretera Transpeninsular, aunque ningún historiador, clásico antiguo o moderno, a excepción de Mathes, hablan de su existencia. Sin embargo, como se ha relatado en páginas anteriores, Linck mencionó en diversos informes y cartas a sus superiores, así como en su diario del viaje al Colorado, la existencia del centro religioso como último bastión de la cristiandad en tierras californianas en su frontera con los gentiles. Su ubicación, sin embargo, no está definida, pues el misionero dice en el registro que hace en su diario efectuado el día 10 de abril de 1776, al regresar del viaje al norte:...El 10 llegamos a San Luis, en donde hallamos a nuestros enfermos sanos y salvos. Los indios gentiles me siguieron a la misión, y ya todos han sido bautizados...Al decir me siguieron, tal parece que el centro religioso no estaba

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propiamente en el asentamiento de San Luis ya referido, sino posiblemente en la afueras, aunque es difícil establecer qué tan retirado. 2º. El calificativo de “feroces” que muchos historiadores como Clavijero 598 dieron a las tribus cochimíes que poblaban la región al norte de San Borja no debe generalizarse, considerando que la expedición comandada por Linck y Fernández de Somera, después de viajar por 58 días un total de casi ochocientos kilómetros, por aquel territorio en el que predominaban los gentiles que nunca habían visto a los españoles, jamás tuvieron problemas serios de enfrentamientos armados ni se dieron bajas fatales entre aquellos grupos humanos de tan diferentes culturas. 3º. En lugar de ferocidad, los aborígenes demostraron hospitalidad, ya que los extraños forasteros que llegaban a sus rancherías fueron bien recibidos, tan pronto como se dieron cuenta que sus intenciones eran pacíficas, y en incontables situaciones ayudaron a los desorientados expedicionarios a tomar el rumbo correcto para no perderse o morir de sed. Además, siempre que pudieron les proporcionaron alimentos, principalmente mezcales tatemados suficientes para todos los miembros de la comitiva, que aparte de los dos jefes y los trece soldados se integraba con buen número de indios. Aquí cabe pensar en el trabajo que debieron invertir los nativos para preparar los mezcales y ponerlos a disposición de los viajeros, tomando en cuenta la explicación que se da en otra página respecto a la preparación de ese alimento. 4º. Aun en zonas realmente inhóspitas de la península como los alrededores de Calamajué, en donde el agua es aun en nuestros días de muy mala calidad para el consumo humano y el riego agrícola, los viajeros encabezados por Linck encontraron una población relativamente densa, lo que resulta opuesto a las hipótesis y estadísticas de población que existen para aquella época en el norte de la Baja California599. Esto obliga a pensar que la capacidad de adaptación de los primitivos californios al difícil medio geográfico, específicamente de los cochimíes, era extraordinaria, ya que el misionero siempre encontró rancherías algunas formadas hasta por doscientas personas, aun en los más remotos lugares por los que pasó la expedición. 5º. De lo que Linck relató en su diario sobre la alimentación de los cochimíes al norte de San Borja, puede inferirse que era variada, según la región, aprovechando el pescado en las zonas costeras; y en el interior el mezcal, quiotes, dátiles, pitahayas, diversas semilla, piñones, conejos, liebres, venado, perdiz, etc.. En ninguna parte de su relación, el misionero hizo mención de que hubiera encontrado rancherías cuyos habitantes fueran víctimas del hambre, como muchos historiadores de la época repiten una y otra vez sobre todo al referirse a la población indígena del sur; o de alguna epidemia. Cabe mencionar que las únicas etnias descendientes de los primitivos californios que hoy sobreviven, se encuentran en el extremo norte de la península: los kumiay, pai-pai, cucapá y kiliwas. 6º. En su diario, el jesuita mencionó que algunos habitantes del norte poseían telas de algodón, cobijas de buena calidad, y ollas decoradas con muy buen gusto, los cuales habían adquirido de los indios que poblaban la región del Colorado. Esto demuestra que cuando menos en 598

Clavijero, op.cit., pp. 212-213. Los informes de los misioneros, gobernantes y viajeros de aquella época discrepan sobre el número de habitantes indios que tenía la península, lo que se entiende por la lejanía de muchas rancherías, el desconocimiento que de su existencia se tenía, y el que en muchas regiones septentrionales aun no penetraban los exploradores y misioneros. 599

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ocasiones, los nativos, muy pocos quizá, usaban algunas telas o mantas para cubrirse, además de que algunos de ellos seguramente realizaban un comercio primitivo en forma de trueque con sus vecinos del Colorado, de quienes obtenían los productos mencionados600. 7º. En algunos lugares de la sierra encontró el misionero habitaciones de palos, y refiere que los indios poseían muchos bosques de pino, cuya madera bajaban hasta sus rancherías obviamente para usarla. Ya en Europa, el mismo Linck, en otro informe, mencionó que los nativos de la California vivían prácticamente a la intemperie y sin cubrir su cuerpo con alguna ropa. Éste y otros aspectos negativos de las culturas y medio geográfico de la península los enfatizó porque en muchos lugares, diríase que en la mayor parte del territorio peninsular efectivamente así vivían los californios, pero omitió los hallazgos de cabañas de madera, ropas de algodón y la cerámica de fina ornamentación en la zona serrana del norte de la que se habló en el párrafo anterior, porque al resaltar lo negativo de la península y de sus habitantes, trataba el jesuita de desmentir a quienes acusaban a la Compañía de Jesús de haberse enriquecido durante su estancia en la Baja California, a la que los detractores de los sotanas negras describían como una tierra pródiga. 8°. Después de los treinta grados de latitud, Linck encontró en su viaje muchos arroyos con agua aun antes de subir a la sierra de San Pedro Mártir, y ya en ésta, las corrientes con buen caudal, las ciénegas y las verdes praderas abundaban entre los tupidos bosques de coníferas. En su viaje de regreso el 8 de abril, ya muy cerca de Cataviña, la expedición soportó lluvia y hasta nevó un poco, según el registro de su diario. De lo anterior tiene que pensarse que, aun suponiendo que el invierno y primavera de 1766 hayan sido excepcionalmente lluviosos, el clima ha cambiado con tendencia a la desertización de la península, pues aunque aun están allí los bosques de la sierra, su número de arroyos parece haber disminuido de acuerdo con el relato que hizo el misionero. Cierto que ranchos y ejidos ganaderos de esas regiones, al tener que emplear las aguas superficiales y acuíferos subterráneos han contribuido al cambio mencionado, pero la realidad es que los aguajes y arroyos de hoy son muy pocos en relación con los existentes en aquella época, según lo dicho por los expedicionarios. 9º. Cuando Linck salió al frente de la expedición el 20 de febrero de 1766 siguió una ruta casi al oeste-noroeste, y al siguiente día llegó a Vimbet, punto que hoy se encontraría sobre la Carretera Transpeninsular, unos diez kilómetros al sur de la actual Punta Prieta. Es sorprendente que de aquí en adelante, por unos ciento setenta kilómetros, los exploradores hicieron el viaje por un camino que estaría muy cercano, y con frecuencia coincidiendo con la moderna carretera hasta Vellicatá; de aquí se dirigieron hacia el norte hasta llegar a La Cieneguilla, antes de subir y atravesar la sierra de San Pedro Mártir. Lo narrado confirma que los asentamientos provisionales de las rancherías y las veredas de los californios primitivos formaron una franja lineal que más de doscientos años después serviría de referencia para trazar una buena parte de la moderna carretera. Diez años después de la salida de los jesuitas, Linck escribió algunos reportes y cartas en donde, al igual que otros misioneros de California lo habían hecho, defendió a la Compañía de Jesús de 600

La carne seca de venado, su piel, los piñones, la jojoba y otras semillas pudieron ser objeto de trueque de los indios de la sierra con los aborígenes de las márgenes del Colorado, quienes a cambio les daban objetos de cerámica y textiles.

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los múltiples ataques de que había sido objeto, por un supuesto desmesurado enriquecimiento que había logrado durante su estancia en la península. En una carta de Linck al padre Benito Ducrue, aquél repitió lo que muchos habían señalado en defensa de la orden, en el sentido de que California era un territorio desértico, estéril y carente de las riquezas que en la mente de algunos exploradores y viajeros existían en aquel territorio. En otro escrito, el misionero explorador se explica en parte la concepción equivocada de California como tierra de abundancia y riquezas, porque la península fue frecuentemente confundida con la Alta California, en donde si abundaban los bosques, ríos y lagos. Linck admitió, sin embargo, que la península de Baja California sí tenía una importancia estratégica por su situación geográfica, así como por la abundancia de lo que él llamó “castores”, refiriéndose a las nutrias de mar, al tomar en cuenta lo valioso de su piel y lo sabroso de su carne, todo lo cual en el futuro podría aprovecharse. Pero las perlas, el oro y la plata de que se hablaba como riquezas abundantes, sólo existían en la mente fantasiosa de algunos viajeros. Resentido por las injustas aseveraciones que se hacían en contra de la Compañía, Linck escribió casi al final:...Solemnemente afirmo ante todo el mundo que, así como desembarqué en California sin un centavo y viví allí en la misma indigencia, así también me fui, sin llevarme un centavo conmigo. Pero también quiero proclamar públicamente mi gratitud por la generosidad con la que se proveyó a los alemanes, durante tan largo viaje por mar y tierra, hasta llegar a nuestra tierra natal, a la cual no trajimos nada, excepto “el reconfortante recuerdo del trabajo cumplido (Dulce est meminisse laborum)601. Es de notarse que un misionero y explorador de la talla de Wenceslao Linck, que alumbró el oscuro concepto geográfico que se tenía de la península y de sus habitantes en la región septentrional; que abrió rutas y dejó informaciones para que después se plantaran cuando menos otras cuatro misiones, y otros misioneros llegaran hasta la Alta California; que comprobó nuevamente la falacia del mito insular de California y de la existencia del Estrecho de Anián, que se adelantó a sus compañeros en la perspectiva humanista y de respeto a las culturas indígenas que después vendría, y que consideraba el más grande honor bautizar a los gentiles, sea tan poco conocido en su patria nativa, en el México actual y sobre todo en Baja California. En 1768, el padre Wenceslao Linck salió para siempre de la península acatando el decreto de expulsión de Carlos III; llegó a Puerto Santa María, España, el 9 de julio de 1768, en donde fue detenido hasta el 17 de marzo de 1769. No se sabe cuando murió, aunque es seguro que en 1790 aún vivía en Olmütz.

601

Burrus, “Wenceslaus...”, op.cit., p. 72.

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52.Tirsch, Ignacio El padre Ignacio Tirsch nació en 1733 en Komotau602, poblado situado al norte y oeste de la actual República Checa, e ingresó a la Compañía de Jesús en 1754603, aunque hay quienes piensan que fue en 1750. Poco después, siguiendo las órdenes de sus superiores se fue al puerto español de Cádiz, en donde se embarcó hacia la Nueva España para servir en las misiones jesuitas. Llegado a Veracruz, viajó a la ciudad de México, continuó sus estudios en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo y después en el del Espíritu Santo de Puebla, en donde terminó su preparación. Tirsh conocía al padre Wenceslao Linck, de quien no sólo fue coterráneo sino que viajaron juntos y estudiaron en los mismos colegios mexicanos mencionados antes. En el verano de 1761 los dos misioneros estuvieron en las misiones de Sinaloa y Sonora, y en 1762 se fueron a California. El padre Tirsch llegó a Loreto ese año, y por orden del padre Ignacio Lizassoain debió de permanecer allí por un tiempo, ya que el padre Lucas Ventura, encargado de la misión, no se daba a basto con el trabajo que tenía. Poco después Tirsch fue misionero en Santiago en donde permaneció hasta la expulsión de los jesuitas, aunque también pasó algún tiempo en la F 146

146 a

A la izquierda, soldado e india; a la derecha Borrego cimarrón y león de montaña. Pinturas del padre Tirsch misión de San José del Cabo. Durante la rebelión de los pericúes de 1734 la iglesia de la misión de Santiago había sido destruida, por lo que Tirsch tuvo que construir otra (ver F 75 y F 73). Cuando Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas de todos los territorios y colonias del imperio español, se nombró nuevo gobernador de California al Capitán Gaspar de Portolá, quien desembarcó en San José del Cabo el 30 de noviembre de 1767, hizo contacto con el capitán Francisco Javier de Rivera y Moncada, y luego recibió al padre Tirsch, que fue a presentarse desde su misión de Santiago. Después de las pláticas que tuvo con ellos, contrario a lo que esperaba Portolá quedó convencido que los padres jesuitas eran sumisos y no le causarían ningún problema para hacer efectivo el decreto 602

El nombre en alemán es Komotau, y en checo Chomutov. The Drawings of Ignacio Tirsch: A Jesuit Missionary in Baja California. Doyce B. Bunis, Jr. Traducción de Elisbeth Schulz-Bischof, Dawson's Book Shop, Los Angeles, 1972. 603

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146 b

F 146 b, arriero y su esposa llevando lienzos a la misión. F 146c, indios en camino a la misión. F146 d soldado y su hija. Obras de Tirsch. F 146 d

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del rey. Enterado de la grave situación, Tirsch regresó a su misión para preparar las bestias de carga y de silla que necesitarían Portolá y su comitiva de 30 hombres, para viajar con todo y bagaje a Santiago. Caballada y equipo fueron mandados a San José del Cabo, y así el gobernador y sus acompañantes pudieron viajar a la misión donde los esperaba Tirsch, aunque algunos deben haber montado a pelo o sobre sudaderos improvisados604. De aquí salieron luego a Loreto, mientras que el padre Tirsch permaneció en su misión haciendo sus labores cotidianas, a la espera de que le llegase la orden de acudir a Loreto para embarcarse. Pero Ignacio Tirsch no sería recordado como el primer jesuita que habló con el capitán Gaspar de Portolá, ni por haber construido una nueva iglesia en la misión de Santiago. Su ingreso a las páginas de la historia de Baja California se debe sobre todo a un testimonio pictórico, quizá uno de los más interesantes que se conoce, que permite al investigador contemporáneo tener una visión en imágenes de las misiones, la gente, y el ambiente natural de la segunda mitad del siglo XVIII en el sur de la península. Además, Tirsch escribió, según el jesuita Francisco Javier Alegre, la Relación sobre California que F147 hasta la fecha no se ha localizado. El jesuita checo pintó 47 dibujos entre las que hay animales, plantas, paisajes, y sobre todo gente, tanto indios como españoles, lo que constituye una valiosa aportación que permite conocer mejor la cultura de la época en California. Fiesta de criollos, pintura del padre Tirsch. 604

Barco, op.cit., p. 363.

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F 148

A la izquierda, combate entre indios californios, pintura del padre Ignacio Tirsch.

Ocho de las 47 pinturas 605 mencionadas se refieren a personas y edificios de la ciudad de México y las otras 39 a personas y sus ocupaciones, tanto indios como españoles; paisajes, poblados y misiones de California. Hay la opinión en algunos historiadores que las pinturas fueron elaboradas de memoria cuando su autor ya estaba exiliado, pero los detalles y apego a la realidad que muestran, obligan a pensar que su autor las pintó de lo que veía en California. Por otra parte, debe recordarse que la disposición real sobre las cosas que podían llevar los misioneros al salir de la península, incluía tres libros: uno de moral, otro espiritual y otro más histórico606, lo que permite pensar Tirsch llevaba con él sus pinturas al irse de la península. El historiador jesuita Miguel del Barco, en una carta al padre procurador Ignacio Lizassoain fechada el 24 de octubre de 1764, le expresa entre otras cosas lo siguiente: ...pues envío cuanto puedo y sé en la materia, por mano del citado padre visitador, a quien avisé que el padre Tirsch podrá dar razón de lo animal y vegetable, porque es aficionadísimo a pasearse en estos dos reinos, y observador curioso de lo que hay en ellos...607, de lo cual queda claro que los dos misioneros compartieron el mismo gusto por el estudio de la naturaleza, y Barco aprovechó informaciones de su compañero para agregarlas a su trabajo, como cuando menciona la existencia de un pez que parecía tener torso y cara de mujer, al que llamaron “pez mulier” o “peje mullier”, como si fuera una sirena. Hay datos de los que se infiere que Tirsch fue un hombre de ideas muy particulares, lo que se comprueba con un poema que hizo a las langostas, que constituían una de las peores plagas de California, pues acababan no sólo con la escasa vegetación natural sino con las siembras de los misioneros. La ocurrencia de Tirsch fue comentada por Juan Jacobo Baegert en su “Nachrichten...”, cuando refiriéndose a la langosta, dice en un párrafo al final del capítulo VIII: ... Cuántos bushels de trigo y de maíz pudieron haber sido cosechados en California si esta plaga de langostas no existiera. El padre Ignatz Tirs, de Komotau en Bohemia, quien escribió unos bien elaborados versos acerca de ellas, podría escribir un libro completo acerca de la devastación y daño causado a su misión, Santiago, y también San José del Cabo, y sobre el terror y preocupaciones que las langostas le causaron cada año608. 605

Algunas de las pinturas se publicaron en 1970 en un calendario impreso en Checoslovaquia, el norteamericano Glen Dawson, de Los Ángeles, supo esto, y en 1972 se publicó el libro mencionado en nota anterior. Las pinturas originales están en la Biblioteca Nacional de la República Checa en la Galería Klementinum. 606 Barco, op.cit., p. 364. 607 Ibid.. p. 431-432. 608 Baegert, op. cit.,; p. 44.

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Los resultados de las cuidadosas observaciones que el misionero de Santiago hizo sobre las langostas, se contienen en parte en una carta que le mandó a su colega Barco, fechada el 16 de junio de 1762, en la que elaboró un amplio estudio sobre la plaga mencionada, refiriéndose no sólo a la anatomía del insecto, sino a sus preferencias sobre ciertos vegetales.

F 149

F 149,Chinampa en el Valle de México. F 149a Edificio en la C. de México, obras de Tirsch. 149 a

En la carta que se menciona, Tirsch también se refirió a la abundancia en partes del sur de la península de vegetales y árboles, algunos de los cuales poseían mucha humedad, lo que le resultaba sorprendente por existir en parajes muy secos, pero que se explicaba por la profundidad de la raíz, que llegaba hasta donde siempre existían mantos de agua, la que podía ser absorbida por la planta.

Como justificando la temática de su misiva, Tirsch le señaló a Barco: ...Vuestra reverencia perdone tanta moledera, porque no tengo otro motivo sino el deseo de aprender, discurriendo con vuestra reverencia que me puede corregir, pues tanto lo entiende y es de este gusto,... porque nuestros padres en la California no todos gustan de estas materias, porque no les tira por ahí el genio609. Hay que señalar también que Tirsch, a diferencia de muchos jesuitas de su tiempo, no creía que los astros pudieran tener influencia alguna sobre la decadencia o extinción de plantas o animales en el planeta, de lo que también hizo mención en la citada carta.

149 b

Después de la expulsión, el padre Ignacio Tirsch se fue en 1769 a Ostende, Bélgica, y finalmente pasó sus últimos años en Bohemia, posiblemente sirviendo en alguna parroquia.

Don Gaspar de Portolá.

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Éste y muchos de los datos para este capítulo fueron tomados de “Las pinturas del bohemio Ignaz Tirsch sobre México y California en el siglo XVIII”, de Miguel León-Portilla.

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53.Franco, Francisco Xavier Fernández El padre Francisco Javier Franco o Francisco Xavier Fernández Franco nació en Agreda, Castilla, ingresó a la Compañía de Jesús en 1753, se fue a la Nueva España en 1760 y en 1764 fue enviado a California. En la lejana provincia acompañó y auxilió durante breve tiempo al padre Carlos Newmayer, quien se encontraba enfermo en su misión de Todos Santos. Al morir Newmayer el 30 de agosto de 1764 la misión quedó a cargo de Franco. Fue misionero en Baja California durante 4 años, hasta que salió al exilio junto con todos los de su orden el 3 de febrero de 1768, para dar cumplimiento a las disposiciones reales sobre su expulsión. Murió en Bolonia, Italia, en 1807.

54.Díez, Juan José El padre Juan José Díez nació en la ciudad de México en 1735 e ingresó a la orden jesuita en 1752. En 1765 llegó a Loreto610, pues aunque en principio su destino sería la cátedra en los colegios jesuitas de la provincia, antepuso a los aplausos humanos el voluntario destierro a las más remotas regiones de indios bárbaros611, por lo que el padre provincial Francisco Zeballos lo destinó a California. Días después de su arribo a Loreto fue mandado a San Borja, en donde a la par que auxiliaría a los padres Victoriano Arnés y Wenceslao Link, este último titular de la misión, aprendería la lengua de los cochimíes y se prepararía en lo posible para plantar un nuevo establecimiento tan pronto como se pudiera. A pesar de las exploraciones que se hicieron hacia el norte a más de 100 Km. de San Borja, no se encontraba un lugar con agua y pasto suficientes para mantener el mínimo de bestias y demás ganado que se necesitaba para sobrevivir en tan lejana frontera. Sin embargo, se sabía de un arroyo conocido por el padre Fernando Consag en su exploración de 1753, al cual los nativos llamaban Calañujuet o Calagnujuet; pero cuya agua era impropia para beberse por el exceso de sales minerales que llevaba disueltas (ver F 90). Aun en condiciones tan adversas, habitaban el paraje muchos gentiles que seguramente aprovechaban aguajes con agua de mejor calidad, o su organismo se había adaptado a la del arroyo. El deseo de los sotanas negras de llevar su labor evangelizadora hacia el norte fue determinante para que Wenceslao Link fuera enviado en febrero de 1766 en una nueva exploración hacia el río Colorado, viaje que tendría el doble objeto de intentar nuevamente encontrar un sitio adecuado para plantar la nueva misión, así como demostrar de una vez por todas que California era una península y no una isla. En la exploración realizada por el padre Linck, el único lugar propio para fundar una misión lo encontraron a unos 240 Km. al norte de San Borja, en un lugar con un arroyo, palmeras, pasto abundante y varios aguajes. El arroyo era llamado Güiricatá o Guiricatá por los nativos, que castellanizado se

610

Barco afirma que Díez llegó a Loreto en 1765, mientras que Dunne afirma que fue en 1766. Barco, opo.cit., p. 337, y Dunne op.cit. p. 401. 611 Barco, op.cit., p. 337.

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F 150

Relaciones geográficas de Calamajué. 1 Calamajué. 2 Arroyo de Calamajué o Calagnujuet. 3 Bahía de San Luis Gonzaga. 4 Arroyo de Cabujakaamang. 5 Santa María de los Ángeles. 6 San Luis actual. 7 San Fernando Vellicatá. 8 Arroyo San Fernando, antes Guiricatá. 9 Bahía del Rosario. 10 San Juan de Dios. Adaptación en mapa de Google Earth. convirtió en Vellicatá (ver F 150). Tres días después, el 8 de marzo llegaron a un arroyo con sauces y carrizos que bautizaron como San Juan de Dios por ser el día de fiesta de ese santo. No se pensó fundar de inmediato una misión en aquel paraje, dada la gran distancia que lo separaba de San Borja, y lo peligroso que resultaría tener tantos gentiles ubicados entre las dos misiones, quienes en caso de rebelarse habrían podido cortar toda comunicación hacia el sur. El padre Lamberto Hostell, visitador de la California en esa época, decidió sin embargo que se plantara como una escala indispensable en los viajes que tendrían que hacerse a Vellicatá, una nueva misión en un punto intermedio, aunque desolado y con muy pocos recursos para sostenerse. El lugar seleccionado fue en el ya mencionado arroyo Calagnujuet, a los 29° 25´ N. y 114° 11´ W.. Aunque se sabía que el agua de la corriente no era potable, se pensó que sí serviría para regar alguna siembra, y que se podría traer de unas pozas cercanas la necesaria para el consumo humano. Los misioneros nombrados por Hostell para el nuevo establecimiento de Calagnujuet, o castellanizado el nombre Calamajué, fueron Victoriano Arnés y Juan José Díez. El 14 de octubre de 1766, tan pronto como estuvieron habitables tres modestas estructuras de adobe con techo de tule, los padres se mudaron al lugar acompañados por 10 soldados y 50 indios cristianos de San Borja, uno de los cuales era Juan Nepomuceno, respetado por todos debido a su valor e inteligencia y que fue nombrado gobernador o capitán de los indígenas en la 334


nueva misión. Uno de los espacios se destinó a almacén de víveres, otro a capilla y el tercero a la habitación de los padres612. A pesar de la pobreza y escasez de medios para llevar a cabo su labor, los dos misioneros bautizaron y enseñaron la doctrina a unos doscientos indígenas, entre adultos y niños, en menos de un año que pudo sostenerse la misión en aquel lugar. La posdata en una carta de Miguel del Barco dirigida al padre provincial Francisco Zeballos fechada el 20 de octubre de 1765, indica que el padre Díez era un hombre totalmente entregado a su ministerio, lo cual le granjeó el cariño de quienes lo trataron. La posdata dice: Aunque el padre visitador no dudo que dará a vuestra reverencia gracias por habernos enviado los dos sujetos que vinieron este año, no obstante, con la ocasión de escribir ésta, yo de mi parte se las doy a vuestra reverencia muy de corazón, porque me han agradado notablemente y, según parece, son sujetos muy a propósito para acá, cada uno en su línea. Y no sólo a mí sino a todos los que los han tratado han agradado mucho. Especialmente el padre Díez, que ya está en el norte, con sus excelentes prendas y religiosidad se hace amar de todos los padres. Dios lo conserve con salud y fuerzas que espero ha de ser un grande operario en esta viña del Señor y a vuestra reverencia le pague con mucha gloria el haberle enviado acá.613 . El exceso del trabajo, aunado a la mala calidad del agua y las privaciones sufridas en tan miserable medio fueron motivo para que el padre Díez se enfermara, por lo que el visitador de las misiones Benno Ducrue dispuso que pasara a San Borja, en donde al poco tiempo recobró la salud. De allí se fue a la misión de Guadalupe acompañado por Ducrue, y poco después, ya totalmente restablecido, a la misión de La Purísima Concepción de Cadegomó, en donde era misionero todavía cuando se dio cumplimiento al decreto de la expulsión, después de tres años de permanecer en California.

F 151

El sitio en que se ubicaba Calamajué, en una foto de David Kier.

El padre Díez tuvo la distinción de decir el sermón del adiós en una de las misas celebradas antes de salir de California la mañana del 3 de febrero de 1768 en Loreto.

Tras el obligado exilio en Roma, el padre Díez, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, regresó a México en donde falleció el 24 de junio de 1806, a la edad de 71 años.

612 613

Barco, op. cit., p. 346. Ibíd., p. 439.

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55. Arnés, Victoriano Nació en Villa de Graus, Aragón, en 1736, entró a la Compañía de Jesús en 1754, llegó a México en 1760 y fue destinado a California, a donde hizo su arribo en 1764. Allí sirvió como auxiliar del padre Wenceslao Link en San Francisco de Borja, hasta que en 1766 le tocó fundar la misión jesuita más septentrional de la península, Santa María de los Ángeles, aunque el nombre del lugar en el que estuvo primero fue Calamajué. Después de pasar un año en San Borja ayudando al padre Wenceslao Linck, Arnés aprendió el lenguaje de los cochimíes y estuvo preparado para fundar una nueva misión. Coincidieron en ese tiempo en San Borja el misionero titular Wenceslao Linck, Juan José Díez y Victoriano Arnés. En la infatigable búsqueda por lugares con agua, habían sabido por boca de los indios sobre la existencia de un arroyo que llamaban Calañujuet o Calagnujuet, nombre que después fue castellanizado como Calamajué, el cual corre hacia el Golfo por el valle que se forma al norte de la sierra de La Asamblea, y su cauce llega apenas al sur de la bahía de San Luis Gonzaaga (ver F 150). En realidad, el arroyo había sido descubierto por el padre Fernando Consag en 1753, y visitado en febrero de 1766 por Linck, y aunque el agua era de mala calidad, no se tenía de momento otra opción mejor para una misión. Fue por eso que Arnés y Díez, ya con el conocimiento de la lengua cochimí, recibieron la orden del padre Lamberto Hostell, visitador de las Californias, para que fundaran la nueva misión en aquel lugar614 a los 29° 25’ de latitud norte y a poco más de 25 kilómetros de la costa del golfo, a unos 120 kilómetros al norte noroeste de San Borja, al pie de la sierra Jubai, para que sirviera de enlace con otra misión que se planeaba plantar más al norte. Los dos misioneros se mudaron a su nuevo puesto el 14 de octubre de 1766615, acompañados esta vez por 10 soldados y unos 50 neófitos del lugar pero bautizados en San Borja. Lo que motivó al capitán del presidio para mandar tantos soldados con los misioneros fue que, a pesar de la docilidad de los cochimíes, se temía que en aquella lejana frontera pudieran encontrarse tribus bárbaras desconocidas, que pudieran intentar detener el avance de los jesuitas. El mismo día de su llegada a Calamajué, los misioneros bautizaron a dos niños que trajeron sus padres con ese propósito, y viendo su buena disposición los iniciaron como catecúmenos. Muy pronto levantó a orillas del arroyo una casa que se reducía a tres piezas, una destinada a almacén, en donde se puso la única puerta que se pudo conseguir, y las otras dos a capilla y habitación de los padres, todo de adobes techado con tule. La nueva misión abarcó algún territorio que anteriormente pertenecía a San Borja, y entre los indios ya bautizados que asistían a Calamajué estaba el de nombre Juan Nepomuceno. Este indígena cochimí, desde sus tiempos de gentil se había granjeado el respeto y temor de los naturales de la región que después se llamó San Luis Gonzaga, por el valor demostrado en diversas guerras tribales. Era uavai616 o “señor” de su numerosa ranchería, y de acuerdo con la costumbre, como hombre principal tenía dos mujeres y varios hijos. Cuando tiempo después fue bautizado en San Borja, actuando congruentemente con sus nuevas creencias llamó a sus mujeres e hijos y se casó con una de ellas. 614

Realmente, esta misión se plantó con el propósito de tener un lugar que sirviera de escala para la próxima, que se ubicaría en Guiricatá o Vellicatá 615 Barco, op.cit., p. 347. 616 Ibíd.., p. 347.

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El problema de Calamajué era que el agua de que se disponía contenía gran cantidad de sulfato ferroso, aunque los indios la consumían sin aparente daño a su salud. En un principio se pensó que cuando menos serviría para el riego de un terreno cercano, y que la necesaria para beber los soldados y misioneros se traería de unas pozas que estaban a más de 2 kilómetros de distancia. Sin embargo, el riego que se hizo a un espacio sembrado con trigo fue cubriendo la tierra con una capa blanca por las sales de azufre, y lo poco que había nacido del grano se secó. La falta de pastos en la región la resintió la caballada, lo que limitó su uso para asistir a los indios que vivían en lugares distantes, o para el transporte de provisiones, y el ganado menor que el padre Linck había regalado a la misión se enflacó mucho, estos serios impedimentos para la subsistencia de hombres y ganado en Calamajué hicieron que Arnés explorara la sierra cercana, y aunque en su cumbre se encontraron dos aguajes buenos, eran inaccesibles al ganado, además de que en las laderas tampoco había zacate. Al poco tiempo de estar en Calamajué, el padre Díez se enfermó quizá por el exceso de trabajo y en parte por el consumo del agua mala, que sólo servía para cocer frijoles y otras semillas, pues aun para lavar la ropa blanca era inservible, ya que según Barco las prendas se gastaban. Al deteriorarse cada vez más la salud del padre Díez, el padre Benno Ducrue que entonces tenía el cargo de visitador, le ordenó que dejara la misión y se fuera a San Borja con objeto de reponerse. El acarreo del líquido siempre era una dificultad más, por lo que Arnés, sin darse por vencido, exploró la región hacia el oeste noroeste en búsqueda de agua de mejor calidad. El esfuerzo del misionero no fue en vano, y a unos 40 kilómetros hacia el oeste encontró un arroyo llamado por los nativos Cabuja-kaamang, o “Arroyo de los Peñascos” a donde decidió cambiar la misión, lo que haría en mayo de1767. El paraje se encuentra a los 29º 44´ N. y 114º 32´ W. (ver F 150). Uno de los indios que más ayudaron al padre Arnés fue Juan Nepomuceno, a quien el misionero tenía en gran estima. Esto es evidente por una carta que le envió al padre Miguel del Barco que en parte decía: ...Este capitán fue muy célebre por su valor y destrozo que hizo de varias rancherías, siendo gentil. Y, después de bautizado, se hizo obedecer de muchos cristianos que componen su ranchería y respetar de los gentiles. Se porta bien, tanto que en la misión de Santa María, él, con su ranchería, han sido el desempeño en todo aprieto y los que ayudaron más que todos a los trabajos necesarios de la nueva fundación, y los que iban trayendo al bautismo a otras rancherías...617. Cuando aun no se cambiaba a Cabuja Kaamang, en la primavera de 1767 Arnés supo que en la ranchería de gentiles que daba nombre a toda la región, Calañujuet, a un poco más de 80 kilómetros al norte, unos indios gentiles planeaban destruir la pequeña misión y matar a sus ocupantes, lo que consideraron que sería muy fácil porque todos dormían en el mismo cuarto

617

Barco, op.cit., p. 348.

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A la izquierda, fotografía de las ruinas de Santa María de los Ángeles tomada por Jack Swords. Abajo, fotografía tomada aproximadamente en 1905 por Arthur North. Estas ruinas corresponden a la edificación levantada por el padre franciscano Juan de Medinabeitia. Incluía la iglesia con techo de tule, dos cuartos y una troje, todo de adobes. F 152

F 153

y el misionero sólo era acompañado por dos muchachos y ni puerta tenía su humilde aposento.

Arnés estaba en el arroyo de Cataviña, viendo las posibilidades para establecer allí la otra misión, cuando supo que los rebeldes habían intentado asesinar a un neófito recién bautizado, el cual había escapado gracias a que fue defendido por un pariente. Ya consideraba Arnés qué hacer para castigar a los alzados, y adelantarse a cualquier ataque en su contra, cuando Juan Nepomuceno le dijo que él ya había mandado a 6 de sus hombres a someterlos, lo que efectivamente sucedió al sorprender por la noche a dos de sus familias y lograr que los demás huyeran, sin saber que eran tan pocos quienes los atacaban. Esta acción provocó gran admiración de todos, incluyendo a los misioneros, por el valor y la audacia de Nepomuceno y su gente. El 26 de mayo de 1767 llegó Arnés al sitio destinado para la nueva misión en el arroyo de Cabuja-Kaamang, y al siguiente día fueron traídos los prisioneros; Arnés preparó un escenario que impresionara a los alzados de suerte que pensaran que los de la misión estaban bien preparados para reprimir cualquier rebelión618, por la noche durmieron amarrados cerca de una 618

El misionero y los soldados acomodaron montones de arcos y flechas en lugares visibles, mientras que daban la impresión de estar en pie de guerra.

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fogata bajo vigilancia constante de indios leales y soldados, luego se les trasladó a Calañujuet y allí se hizo la acostumbrada farsa de la intervención del padre para librar al cabecilla de la muerte o un castigo fuerte, y sólo se le dieron 8 azotes, lo que facilitó el convencimiento de los indios antes rebeldes para que se hicieran cristianos619. Aparte de las virtudes que hicieron del padre Arnés uno de los grandes misioneros de California, se distinguió como un estudioso de la naturaleza, inclinación que se muestra en el siguiente episodio. Solía Arnés ir a las playas cercanas y en uno de esos viajes, dijo haber encontrado un pez muerto y ya seco llamado “mulier” o “nereides”. Al respecto escribió: ...El pez mulier tenía la figura de una mujer de medio cuerpo arriba, y de pescado común de medio cuerpo abajo. Como lo hallamos seco y aplastado como un bacalao, no se pudo hacer mucha anatomía. No obstante, aparecía la cara, cuello, hombros y pecho blanco, como si llevara una cotilla y tuviera descubiertos los pechos, aunque no me acuerdo si se distinguían los pezones. Lo demás estaba cubierto de escamas y remataba en cola como otros peces. Su grandor sería de dos palmos, y a proporción de ancho, a semejanza del bacalao. No se descubrían brazos ni cabello. Lo hallamos en diámetro opuesto a mi misión de Santa María, en el mar del sur, en una ensenada que se forma al fin del arroyo llamado Catabiñá.620 Los datos del padre Arnés fueron considerados importantes por Miguel del Barco, quien los incorporó a su obra y los consideró verídicos. Las casas y la iglesita que se hicieron en Cabuja Kaamang, fundada a partir de mayo de 1767, fueron en un principio cabañas de troncos de palmas, techadas con las hojas de las mismas621. El nombre que se dio a la misión fue Santa María de los Ángeles, dedicada a la madre de Jesús y en recuerdo de la duquesa de Béjar y Gandía, doña María Ana de Borja, con cuyos donativos pudo fundarse. Las ruinas de adobe de Santa María de los Ángeles que aun hoy existen corresponden a la construcción que hicieron los franciscanos que entraron en lugar de los jesuitas, aunque por breve tiempo. Se reporoduce a continuación parte de un escrito del padre franciacano Francisco Palou, en el cual refiere la recepción que se hizo por su Orden de la misión de Santa María después de la salida de los padres jesuitas: …Corrió esta misión a cargo de los padres jesuitas hasta últimnos de diciembre de 1767, y a mediados de mayo la recibió a cuenta de este colegio el padre Fr. Juan de Medinabeitia, quien halló la misión tan a los principios que estaba sin iglesia, a la que dio mano luego y la hizo de adobes con techo de tule, y al lado de ella una vivienda con dos cuartos también de adobes y tule, y una trojecita para guardar los utensilios de la misión. Está a la altura de 30 grados 20 minutos… de la playa del Golfo de California como a diez leguas, que es la bahía de San Luis, a donde van a dar las lanchas que llevan el bastimento para la frontera, Está en una angostura, entre cerros altos de piedra blanca muy pelados, que no tienen más que algunas palmas en un 619

Era práctica común entre los jesuitas de California granjearse el afecto y confianza de los nativos reduciéndoles el número de azotes a los que eran condenados por el soldado de la misión, cuando cometían algún delito. En realidad, todo era fingido, pues previamente se establecía el acuerdo entre quien impartiría el castigo y el misionero que en el momento oportuno intervenía para ayudar al indígena. 620 Extrañamente, el fantástico pez fue tomado muy en serio por Miguel del Barco en su obra, en la cual incluye hasta un dibujo del mismo. Historia natural de la Antigua California, del Barco, op.cit., p.128. 621 Según lo señala Miguel del Barco en su obra citada, p. 353, en realidad, las primeras edificaciones eran cabañas sin paredes verticales, y la armazón de éstas se iniciaba en declive desde el suelo hasta llegar al caballete.

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arroyito. Es el sitio tristísimo y muy funesto. Tiene un planecito de tierra, pero toda salitrosa… pero la agua en tiempo de seca se escasea para regar dicha tierra. Está falta de pastos, se han sembrado algunos árboles y se han secado, se han registrado todos los contornos y no se ha hallado sitio alguno, ni para siembra ni para ganados, y el poco que tiene está pasteando en el rancho de San Borja, que son doce reses, tres caballos mansos y cuatro yeguas. Ganado menor no tiene, mulas mansas tiene veinte y seis, que sirven para el acarreo de los bastimentos de la playa a ésta y a Vellicatá. Por lo dicho, me informa el padre misionero que no es dicho sitio a propósito para misión, y esto mismo informan los que fueron con el primer trozo de la expedición de Monterrey, el señor capitán don Fernando de Rivera y los que le acompañaban. Y en vista de esto, determinó el ilustrísimo señor visitador general que dicha misión de Santa María mudase al paraje nombrado Vellicatá...622 En la nueva misión, la falta de suficientes víveres obligó al padre Arnés a seguir la práctica de otras misiones al aceptar sólo por unos días a los indios para recibir la instrucción, despacharlos luego de algún tiempo y recibir entonces a otros. De esta forma se les daba de comer pozole por una semana, y luego se les mandaba de regreso a sus rancherías para que buscaran los alimentos como lo hacían desde su gentilismo, y se recibían otros. Aun con las carencias que se padecían por ser la misión más alejada de Loreto, y batallando con los soldados que constantemente mostraban su inconformidad por residir en el remoto lugar con tantas incomodidades y trabajo623, Arnés sembró trigo y algodón, que se encontraba en buenas condiciones cuando llegó la orden de abandonar la península en febrero de 1768. Los franciscanos duraron poco tiempo en las misiones jesuitas, Santa María de los Ángeles pronto fue abandonada y sólo quedó como lugar de escala para quienes viajaban al norte, y también como depósito de equipo y provisiones que se llevaban por mar a San Luis Gonzaga, para luego ser transportados a lomo de mula a San Fernando Vellicatá, misión fundada por el franciscano Fray Junípero Serra al detenerse en ese paraje en su viaje al puerto de San Diego. La historia de Santa María de los Ángeles, en ciertos aspectos, podría considerarse un símbolo de la etapa jesuítica en California que refleja lo acaecido en gran parte de las misiones de los ignacianos: un enorme esfuerzo y sacrificio que llegó a conducir a algunos misioneros hasta la muerte, el logro del objetivo fundamental de su estancia en aquella frontera que era salvar almas, quizá no todas, pero una que fuera valía la pena; la incomprensión de los gobiernos de la Colonia que sólo en raras ocasiones se mostraron generosos con la Compañía, y salvo algunas excepciones, el grave problema de la falta de agua y tierra cultivable, que ha trascendido hasta la fecha. El hermoso nombre de la misión produce evocaciones que no concuerdan con lo que su entorno físico fue en la realidad, uno de los territorios más inaccesibles y difíciles para vivir. Victoriano Arnés, el fundador de la última y más septentrional misión de los jesuitas en California duró 4 años como misionero, y después de la expulsión del 3 de febrero de 1768, residió en Italia hasta su fallecimiento ocurrido en Roma el 8 de julio de 1788. 622

Informe de todas las misiones escrito por Fr. Francisco Palou dirigido a Fr. Rafael Verger, dando cuenta del estado en que se encontraban todos los establecimientos abandonados por los padres jesuitas después de la expulsión, y que pasaron por breve tiempo a los padres franciscanos. 623 En la actualidad, para tener acceso al lugar en que se encontraba la misión de Santa María de los Ángeles, se debe ir en vehículos especiales de tracción doble, ya que se trata de las ruinas misionales a las que es más difícil llegar en toda la península.

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A manera de epílogo A pesar de las numerosas fuentes originales que aprovechan los historiadores para escribir sobre los temas de la historia de Baja California en la época jesuítica, una limitante para lograr objetividad en el relato consiste en que esas fuentes han sido escritas y legadas a la posteridad por hombres de la misma identidad filosófica y política, los misioneros jesuitas en este caso, o los europeos, y en ningún caso por “el otro”, el indio, que no sabía escribir y si acaso aprendió a hacerlo ya no lo hizo como gentil sino como gente de razón. Por lo expresado, conviene que quien lea este libro escudriñe y trate de penetrar en los pensamientos y las motivaciones que se encuentran tras el hecho histórico, el pensamiento subyacente a los actos del protagonista y las causas que dieron lugar a sus acciones, y de esa forma, cuando menos se libra en parte de las amenazas de la subjetividad que pudo haber afectado al historiador. Por otra parte, se encuentran en esta obra juicios valorativos sobre las acciones de los jesuitas de California, en lo general enalteciendo su labor, lo cual merecerá la aprobación o censura de algunos lectores. Todas las críticas son bienvenidas, sólo debo puntualizar que si quienes escriben sobre la historia no hicieran juicios de valor, no podrían seleccionar de un número infinito los hechos que forman parte de la obra que realizan. En relación con lo anterior, y tomando una idea de Carr624, la historia de Baja California es como un océano en el que nadan millones de peces; los peces son como los hechos históricos, y el pescador como el historiador, de manera que los pescados que aparecen en el mostrador para su venta no son los que todos esperarían, aunque el pescador haya seleccionado los que consideró mejores. Una de las antiguas definiciones del término aprendizaje refiere que éste sólo se da plenamente cuando, a consecuencia de un proceso de enseñanza, se opera un cambio de actitud o de percepción del mundo en el sujeto que aprende. Recordando la validez de este concepto, puede considerarse que la historia no deja de ser un proceso de enseñanza para quien la hace o vive, y para quien la estudia, y en el caso de la etapa jesuítica en California queda claro que ese proceso, efectivamente, produjo cambios profundos en las ideas que la población nativa tenía del universo, con indígenas y jesuitas se levantaron poblados que hasta la fecha existen, se abrieron caminos y se crearon tradiciones y costumbres sobre todo en la actividad productiva y en el aspecto religioso, las que hoy forman parte del contexto cultural de los modernos californios, propiciando elementos de identidad que los pueden caracterizar. Como ejemplos de lo anterior vemos que el mar sigue siendo factor primordial en su existencia, y una ganadería sui generis de ganado mayor y menor prolifera aunque con dificultades a lo largo de toda la península, habiendo sido ambos aspectos factores omnipresentes en el diario vivir de los jesuitas. La problemática para subsistir que aquellos misioneros enfrentaron como colonizadores pioneros en el inhóspito territorio está vigente. La falta de agua y la implacable desertización en extensas zonas, los graníticos macizos montañosos que todavía hoy son barreras casi infranqueables, la importancia estratégica de su ubicación en el ámbito geopolítico del presente, y una especie de separación o lejanía cultural del centro del país, siguen siendo componentes importantes en el desarrollo de un sistema social que hoy, al igual que en el pasado, obstaculizan el progreso de la región. Cierto que las analogías entre el ayer y el hoy no necesariamente proporcionan fórmulas 624

Edward H. Carr. ¿Qué es la historia?. Ariel, S.A., México, 1999.

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para la solución de los problemas actuales, pero es indiscutible que los jesuitas de California dejaron a las generaciones posteriores un ejemplo de tenacidad y dedicación al trabajo que, en última instancia, es lo que podrá llevar a los modernos californios al bienestar común. Años después de su expulsión, los jesuitas regresaron en todo el mundo, volvieron a México y reiniciaron su obra, lentamente debido a las interrupciones que causaban los vaivenes políticos, reforzándola ahora en el ámbito educativo con el celo que tuvieron siempre, lo que ha hecho que hoy sus escuelas y universidades sean centros de educación prestigiados y reconocidos. La historia no sólo es una narración factual de los hechos ocurridos en la sociedad, sino también una interpretación filosófica que consciente o inconscientemente le da el lector, quien de alguna forma siente vocación de biólogo, antropólogo, político o de historiador, y debe admitirse que todos tendrán cierto grado de razón en la manera como perciben aquellos hechos. Algunos dirán que los indios californios no habrían desaparecido si no hubieran llegado los jesuitas a sus tierras, otros percibirán a los misioneros como héroes impolutos que entregaron su vida a la más noble causa, otros pensarán como los mismos ignacianos que salvar el alma de un indígena era compensación suficiente a cualquier sacrificio, y muchos razonarán que ningún beneficio civilizador justifica la extinción como etnias de aquellos pueblos; pero cualquier valoración que se haga de los “sotanas negras”, seguramente nadie puede regatearles el mérito de sus acciones civilizadoras sobre los naturales, a pesar de errores en métodos y estrategias que ellos mismos llegaron a admitir. Pugnaron y lograron en buena parte que los indios californios asignaran un carácter negativo a los asesinatos y guerras que antes acostumbraban; les enseñaron artes y oficios diversos algunos de los cuales aún se conservan en la población rural de la península, incluyendo la agricultura y la ganadería; abrieron caminos y rutas por territorios desconocidos, y propagaron las bondades del cristianismo. Si hoy los viñedos de la Baja California empiezan a cobrar fama mundial, se debe recordar a los jesuitas que introdujeron las primeras plantaciones de sarmientos traídos de “tierra firme”; si la carretera Transpeninsular es como arteria vital de la península, que se piense en los ignacianos que apoyados en las veredas de los primitivos californios abrieron rutas que en muchas partes coinciden con la mencionada vía; si hay poblaciones que son paradisíacas metas que busca el turismo internacional como Loreto, San Ignacio, Mulegé, San José del Cabo, Todos Santos, y tantos otros, no se olvide que fueron fundaciones establecidas por los sotanas negras; y cuando el viajero tenga la fortuna de conocer a la gente del medio rural en las sierras peninsulares, que con su fineza, sencillez y dignidad parecen estar conscientes del valor de su herencia cultural, recuérdense a los misioneros jesuitas quienes forjaron inicialmente la personalidad del ranchero californio de hoy. Se concluye, pues, que la obra jesuítica en California merece ser conocida, y este trabajo es un modesto esfuerzo para lograrlo. Por supuesto que pensarán algunos que los indios californios vivían mejor antes que después de la llegada de los discípulos de Loyola, que eran más felices antes de ser cristianos…pero a ellos se podría replicar con Dunne, … [entonces] que los francos no sean cristianizados, [y] que florezca el paganismo de la antigua Roma…625.

Antonio Ponce Aguilar 625

Dunne, op.cit., p. IX.

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Índice de mapas Mapa étnico lingüístico de Baja California…13 Misiones jesuitas en Baja California…14 Rutas del padre Eusebio Francisco Kino en el Golfo de California…19 Exploraciones del padre E. F. Kino y misiones fundadas posteriormente…24 Mapa del padre Eusebio Francisco Kino , 1701…30 Viaje del padre E. F. Kino y el almirante Isidro Atondo y Antillón del Golfo al Pacífico…31 Pimería Alta…37 Llegada del padre Juan Ma. Salvatierra a Loreto…48 Expedición de los padres Salvatierra y Kino al Colorado por Sonora…57 Loreto, Comondú y puerto de Año Nuevo…62 Arroyo de San Javier y misión de ese nombre…66 Misión de La Purísima…74 Mapa de 1656 de California…82 Expedición marítima del padre Juan de Ugarte a las bocas del Colorado…88 Ligüí y otras misiones…102 La Paz, Todos Santos y Santiago…111 Viaje del padre Clemente Guillén a Bahía Magdalena…123 Expedición del padre C. Guillén a La Paz…129 Misión de Los Dolores y otras…136 Ruta del Galeón de Manila…147 San Ignacio y misiones cercanas…153 Viaje del padre I. M. Nápoli de Loreto a Santiago…160 San Ignacio, Santa Gertrudis y Dolores del Norte…178 Viaje del padre Segismundo Taraval a Isla de Cedros…190 Ruta de escape del padre Taraval…194 Exploraciones del padre Fernando Consag…204 Bocas del Colorado…212 Mapa de Consag, 1737…215 Exploración del padre Xavier Bischoff al litoral Pacífico…257 Misión de San Ignacio y otros puntos…288 Viaje del padre W. Linck a la Isla Ángel de la Guarda…293 Exploración del padre W. Linck a las bocas del río Colorado…301 La Cieneguilla, hoy La Rinconada…312 Ruta del padre Linck bordeando la sierra de San Pedro Mártir…313 El fin de la ruta del padre Linck…321 Calamajué, Santa María de los Ángeles y Vellicatá…334

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Apéndice 1 Relación de los misioneros jesuitas que radicaron en la península de Baja California de 1683 a 1769. NOMBRE Armesto, Juan Arnés, Victoriano Baegert, Juan Jacobo Barco, Miguel Basaldúa, Juan Manuel Bischoff, Juan Bravo, Jaime Carranco, Lorenzo Consag, Fernando Copart, Juan Bautista Díez, Juan José Druet, Jacobo Ducrue, Franz Benno Echeverría, José Escalante, Francisco Franco, Francisco Javier García Andrés Gasteiger, José

NACIONALIDAD LLEGADA Español 1748 Español 1764

MUERTE 1795 1788

PARTIDA 1752 1768

Alsaciano (alemán) Español Mexicano

1751

1772

1768

1738 1702

1790 1746

1768 1709

Bohemio Español Mexicano

1746 1705 1726

…. 1744 1734

1768

Croata

1733

1759

Belga

1683

1711

1685

Mexicano Italiano Franco alemán

1765 1732 1750

1806 1753 1779

1768

Español Español

1729 1758

1756 1806

1768

Español

1764

1807

1768

Español Alemán

1737 1745

1764 ….

1755

Gilg, Ádamo

Checo

¿1705?

1722

….

Goñi, Matías

Español

1683

1712

1685

Gordon, William Guillén, Clemente Guisi, Benito Helen, Everardo Hostell,

Escocés

1730

….

1734

Mexicano

1714

1748

Italiano Alemán Alemán

(Nunca llegó) 1719 1737

1711 1757 ¿1773?

344

1768

1736 1768


Lamberto Inama, Austriaco Francisco Kino, Eusebio Italiano Francisco Linck, Wenceslao

1751

1782

1768

1683

1711

1685

¿1772?

1768

Bohemio (actual 1762 Rep. Checa)

Luyando, Juan Mexicano Bautista Mazariegos, Mexicano Francisco Matías Mayorga, Julián Español

1727

1757

1734

1740

¿

¿

1707

1736

Minutuli, Gerónimo Mugazábal, Juan Bautista Nápoli, Ignacio María Nascimben, Pedro María Neumayer, Carlos Osorio, Francisco Peralta, Francisco Píccolo, Francisco María Retz, Jorge Rondero, José Rothea, José Mariano Salvatierra, Juan María Sistiaga, Sebastián Tamaral, Nicolás Taraval, Segismundo Tempis,

Italiano

1702

¿

Español

1704

1761

Italiano

1721

1745

Veneciano

1735

1754

Alemán

1745

1764

Mexicano

1725

1691

Español

1709

1728

Siciliano

1697

1729

Alemán Mexicano Mexicano

1751 1745 1759

1773 ¿ 1799

Italiano español

1697

1717

Mexicano

1718

1756

Español

1717

1734

Italiano

1730

1763

Alemán

1736

1746

345

1704

1736

1727

1768 1751 1768

1747

1751


Antonio Tirsch, Ignacio Trujillo, Gaspar Ugarte, Juan Ugarte, Pedro Ventura, Lucas Villavieja, Juan Wagner, Francisco Zumziel, Bernardo

Checo Mexicano Hondureño Hondureño Español Español Alemán

1762 ¿ 1700 1704 1758 1766 1737

¿ 1744 1730 1745 1793 1816 1744

1768 1748

Alemán

1739

1772

1748

1710 1768 1768

NOTAS RELATIVAS A LA RELACIÓN ANTERIOR

Las principales fuentes consultadas para la elaboración de esta relación fueron las obras de Miguel del Barco, Francisco Xavier Clavijero, Juan Jacobo Baegert, Francisco Javier Alegre, Peter Masten Dunne, y las cartas y relaciones de los jesuitas que aparecen en la bibliografía. La nacionalidad atribuida a algunos misioneros discrepa entre varios autores sobre todo cuando son nativos de Europa central, debido principalmente a los cambios geográficos y políticos que esa región ha tenido. En las relaciones más conocidas no se incluyen misioneros anteriores al padre Juan María Salvatierra, quien llegó a California en 1697. En el caso presente, sin embargo, se han tomado en cuenta a los misioneros jesuitas Eusebio Francisco Kino, Juan Bautista Copart y Matías Goñi, porque ejercieron su tarea de evangelizadores de 1683 a 1685, participaron en exploraciones muy importantes y fundaron cerca de lo que hoy es Loreto la misión de San Bruno, primer establecimiento jesuita en la península, aunque sólo haya durado dos años. Se han incorporado también los nombres de algunos visitadores que permanecieron algún tiempo en California y sus acciones trascendieron de manera importante en la misión jesuita de California.

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Apéndice 2. Vocabulario AGUADA, hacer. Entre los marineros, acción para proveerse de agua. ANIÁN. Estrecho legendario que supuestamente conectaba el Mar del Sur u Océano Pacífico con el “Mar Polar” o con el Océano Atlántico. El nombre viene de Aniu, de los viajes de Marco Polo. La primera vez que el nombre se encuentra escrito es en un documento de Giacomo Gastaldi, del año 1559, habiendo usado el término Ania. Su primera ubicación aparece en 1566 en un mapa de Zaltieri como Streto de Anian. APAREJO. Arreo necesario para montar o cargar las caballerías. ARMADOR. Persona o grupo que arma o equipa una embarcación para realizar alguna actividad en el mar con fines comerciales, como la pesca o la extracción de perlas. ARROBA. Peso de 25 libras, equivalente a 11 kilogramos y 502 gramos. En España, como medida de capacidad equivale aproximadamente a 16.133 litros. ASIGANDÚ. Arbusto espinoso con cuyas semillas tostadas hacían una harina los antiguos californios. BAJOS. En los mares, ríos y lagos, elevación del fondo que impide navegar a las embarcaciones. BALANDRA. Embarcación pequeña, con cubierta y un palo en el que lleva una vela. BARLOVENTO. Parte de donde viene el viento respecto a un punto determinado. BARRILAJE. Conjunto de barriles. BUEY de agua. Medida hidráulica aproximada del volumen de agua que pasa por una acequia o brota de un manantial cuando es en gran cantidad. CABRESTO. Americanismo por cabestro, éste es un cordel o tira de cuero que se ata a la cabeza de las bestias para jalarlas. Entonces, los caballos son “cabresteados” cuando siguen sin oponer resistencia a un hombre que los lleva del cabresto. CALAFATEAR. Rellenar con estopa las junturas de las tablas del casco y cubierta de un barco y recubrirlas con brea para hacerlas impermeables. CARENAR. Reparar el casco de un barco. CARGA. La carga era una medida de peso antigua, variable según el país. La carga catalana, de menor peso que la aragonesa , equivalía a 3 quintales, el quintal de 4 arrobas, la arroba de 26

347


libras, la libra dice 12 onzas, y la onza de 28.7 g.. Esto daría más de 100 Kg. para una carga catalana. Se ignora cuál sería el peso de la carga mencionada por Linck. CARMELITA. Miembro de una orden religiosa que tomó su nombre del Monte Carmelo. Fue fundada hacia el año de 1156 por el cruzado Bertoldo, Conde de Limoges, que se había retirado al referido monte. CATECÚMENO. Persona que se está instruyendo en la doctrina católica con objeto de recibir el bautismo. CEPO. Armazón de maderos gruesos, con agujeros en los que se introducían e inmovilizaban los pies de los reos, o se cerraban sobre su garganta. CONTRACOSTA. Costa de una península o isla, opuesta a la que encuentran primero los que navegan a ellas. DEMARCACIÓN. El acto de señalar o delinear los límites de un país o terreno. EJEMPLOS. Exposiciones didácticas en las que se exponían datos sobre las vidas de los santos o religiosos notables. ESCARAMUJOS. Animales marinos que se incrustan en el fondo de las embarcaciones. ESPADAÑA. Campanario de un solo muro en el que están abiertos los huecos para colocar las campanas. ESPIADAS. Se dice de las pezuñas de mulas y caballos que están desgastadas y lastimadas, al grado de dificultar y hasta impedir la marcha del animal. ESQUIFE. Barco pequeño que se lleva en el navío para saltar a tierra y para otros usos. FANEGA. Medida de capacidad variable, para granos, equivalente en ocasiones a unos 55 litros en España y 90 en México. También es una medida variable de peso; fanega de puño, espacio de tierra en que se puede sembrar una fanega de trigo. GALEOTA. Embarcación de remo con dos palos. GAVIA. Vela que se coloca en el mastelero mayor de las naves, y por extensión, cada una de las velas correspondientes en los otros dos masteleros. GENTIL. Idólatra o pagano. GREÑA, En. Sin beneficiar, sin purificar.

348


HOCANAS U HOKANAS. Término que une un grupo de ramas lingüísticas de indios de Norteamérica genéticamente relacionadas; en 1913, Dixon y Kroeber acuñaron el término usando la palabra que significa dos, empleada en muchos dialectos de California, por los seris de Sonora, en el tequistlatecano al sur de México, y otros muchos. JANSENISTAS. Seguidores de una doctrina teológica, el jansenismo, de Cornelio Jansenio, desarrollada en Francia, que defendía una moral extremadamente rigurosa. Esta doctrina era contraria al laxismo ético. JORNADA. Un día de viaje. LAXISMO ÉTICO. Sistema en el que domina la moral laxa o relajada; en él es lícito no observar una determinada ley moral cuando existe una razón para considerar dicha ley inaplicable en el caso de que se trate. LEGUA. Medida variable de longitud equivalente en España a 5 572.7 metros; en México equivalía a 4 190 metros. MALABARES. Nativos de Malabar, distrito de la provincia de Madrás, India. MANGLE. Árbol de raíz aérea que puede crecer en las costas, aprovechando el agua salada del mar. MAR DEL SUR. Nombre que se daba al Océano Pacífico. MATADURA. Llaga o herida que se hacen las bestias caballares con la montura. NARANJA DE AGUA. Volumen de agua que brota de un manantial con diámetro aproximado al de una naranja. NEÓFITO. Persona recién convertida a la nueva religión. 48. OCRE. Mineral terroso formado principalmente por óxido de hierro hidratado, su color va del amarillo y rojo hasta el pardo y negro. OPUNTIAS. Cactáceas entre las que están los nopales. PALMO. Medida de longitud antigua equivalente a unos 21 cm.. Se supone que es el largo de la mano de un hombre, abierta, desde el extremo del pulgar hasta el meñique. PATACHE. Embarcación de guerra que se destinaba antiguamente para llevar avisos, reconocer las costas y guardar las entradas de los puertos. PEDRERO. Cañón antiguo, pequeño, que arrojaba balas o piedras. Se podía usar en los barcos o en tierra.

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PREDICADORES. Nombre con el que también se conocen los padres dominicos y su orden. PRESIDIO. Guarnición de soldados que se ponía en plazas, ciudades o fortalezas, para protegerlas. PREST. Pago diario que se da a los soldados. QUINTAL. Peso De 100 libras, o sea de cuatro arrobas. En Castilla era un peso aproximado a 46 Kg., y en Cataluña 41.6 Kg.. Difiere del quintal métrico en que éste equivale a 100 Kg.. REAL. Nombre que se daba al lugar en el que se establecía el campamento de los soldados, y por extensión, al poblado que se formaba en su derredor. Poblado en el que se explotaba un mineral. REDUCCIÓN. Rancherías de indios que eran reunidas en un poblado en el cual, con las enseñanzas del misionero, eran incorporados poco a poco a la civilización según el modelo español. SOTANAS NEGRAS. Nombre dado a los jesuitas por el color de la sotana. SUDADERO. Especie de cobija o cuero de borrego que se pone entre la silla de montar y el lomo del caballo, para proteger a éste de la montura. SUERTE. Medida agraria que equivalía, en México, a 1 070 áreas. En el siglo XVIII, la suerte era una superficie de 200 varas de largo por 100 de ancho. TEDEGUÁ. Planta con pequeñas espinas y pelos irritantes; da un fruto comestible de buen sabor, como la almendra. TOPONIMIA. Estudio del origen y significación de los nombres del lugar. Relativo a los nombres de los lugares en una región. TORNAVIAJE. Viaje de regreso. VARA. Medida antigua de longitud, variable según el país; en México, aproximadamente 0.838 m.

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Ugarte, Juan de. Relación que hace el padre Juan de Ugarte al padre Procurador José de Echeverría, sobre el descubrimiento del Golfo de California o Mar Lauretano a bordo de la balandra “El Triunfo de la Cruz” construida en California: San Pablo, 12 enero 1722. Biblioteca Nacional de México, Colección Archivo Franciscano. Ficha 287, (4/53.1, f. 1-16v.). Ugarte, Juan de. Carta del padre Juan de Ugarte al virrey marqués de Valero sobre la fundación de una misión en el puerto de La Paz. Loreto, 15 marzo 1721. Colección Archivo Franciscano, Biblioteca Nacional de México. Ficha 281, (3/48.4, f. 5-6v.). Venegas Miguel y Juan Bautista Luyando. Interrogatorio sobre la misión de San Ignacio [en California] que envía el padre Miguel Venegas al padre Juan Bautista Luyando: Hacienda de San José, 8 enero 1737; y respuestas del padre Luyando: México, 11 enero 1737. Colección Archivo Franciscano, Biblioteca Nacional de México, ficha 295, (4/60.1, f. 1-4v.). Venegas, Miguel. Noticia de la California y de su Conquista Temporal y Espiritual hasta el Tiempo Presente, Editorial Layac, México, 1943-1944. Zevallos, Francisco. The Apostolic Life of Fernando Consag. Explorer of Lower California. Translated and annotated, with an Introduction of Manuel P. Servín. 1968. Dawson´s Book Shop, Los Angeles. Zumalde, Mateo de. Relación de lo acaecido al patache capitana “San Cristóbal”, al cargo del general Mateo de Zumalde, en el Río de San José y Cabo de San Lucas en la California, con los naturales de ella. A bordo del patache capitana “San Cristóbal”, 4 enero 1735. Colección Archivo Franciscano, Biblioteca Nacional de México, (4/59.1, f. 1-2v, f. 3-4), ficha 294.

Iconografía Las imágenes que no tienen la fuente de la que proceden, son del dominio público.

356


Índice onomástico

Acapulco. 36 Adac. 227, 280, 281, 289, 290 Adán. 274 Adolfo López Mateos, puerto. 68 Afeguá, isla. 190 Agua Caliente, arroyo de. 311, 313, 315 Aguada Segura. 186 Aiñiní. 161, ver Santiago Apóstol Alegre, Francisco Javier. 56, 58, 61, 77, 330 Alencastre Noroña y Silva, Fernando de. 60 Alonso, indio de Tepahui. 47 Álvarez de Acevedo, Pedro. 155 Amaiawén, Laocadia. 231 América. 9 Amurrio, Gregorio. 282 Andrés, mulato peruano. 47 Ángel de la Guarda, isla. 100, 292 Anián, estrecho de. 81, 216, 295, 328 Año Nuevo, puerto de. 31, 32, 62, 154, 258, 276 Añuiti, ver San José del Cabo. Apaté. 128, 129, 135-137, 139 Aranda, conde de. 10 Arizona. 38 Arjo, José de. 112 Armesto, Juan de. 244, 259-261, 263, 293, 295, 296, 299, 305 Arnés, Victoriano. 265, 292, 297, 325, 333, 334, 336- 340 Arraj, James. 129, 269 Arroyo de los Carrizos. 174, 230 Arroyo de los Peñascos. 337 Arteaga, Nicolás. 103 Ascensión, Antonio de la. 161 Asunción, río. 91 Atondo y Antillón, Isidro. 7, 16-29, 31-37, 39, 41-44, 48, 50, 51, 63, 85, 109 Aveiro y Arcos, duquesa de. 21 Averiguaciones Philosophicas sobre América. 56 357

Bácum, misión de. 87 Baegert, Juan Jacobo. 140, 141, 173, 234, 237-239, 256, 264, 266-273, 289, 331 Baegert, Michaelis Joannes. 266 Baegert, Stanislaus Ignaz. 266 Bahía Blanca. 224 Bahía Concepción. 257 Bahía de las Almejas. 127 Bahía Escorpión, ver San Juanico. Bahía Kino. 35, 89 Bahía Magdalena. 43, 81, 123, 126-128, 235, 236, 269 Bahía Santa Marina. 236 Bahía Tortugas. 297 Baitos, Juan Francisco. 171 Ballenas, canal de. 98 Baltasar, Juan Antonio. 203, 218, 219, 236, 266, 278 Barco, Miguel del. 56, 61, 66, 73, 77, 89, 114, 120, 122, 128, 129, 136, 150, 155, 191, 202, 208, 211, 214-216, 219, 221, 225, 226228, 234, 241, 243-249, 252, 254, 257, 258, 260, 264, 277, 278, 282, 286, 296, 298, 331333, 335, 339 Basaldúa, José. 101 Basaldúa, Juan Manuel. 70, 71, 100, 101104 Basaldúa, Marcelino. 101 Basterra, Dionisio. 282 Béjar y Gandía, duquesa de. 187, 280, 339 Bernal de Huidobro, Manuel. 154, 155, 166, 170-172, 198, 200, 201 Biaundó. 243 Bimbela, Manuel de. 108 Biographisch Kirchenlexikon. 242 Bischoff, Juan Javier. 154, 237, 256-258, 260, 261, 264, 276 Bisconti, Bárbara. 44 Blanco, Ramón. 115 Bojórquez, cabo. 28, 57 Bolonia. 11


Bolton, Herbert Eugene. 16, 28, 31 Bombedor, arroyo. 25, 29, 31 Boomerangs, Non Return.. 223 Borja, Francisco de. 7 Borja, María de, ver Béjar y Gandía. Botón. 145, 167 Brasil. 9 Bravo, Jaime. 63, 75, 76, 82, 85, 86, 107114, 128, 132, 139, 151, 159, 161, 164, 165, 170, 174, 183, 253, 265 Buen Socorro, puerto e isla. 98 Buenaventura, piloto indio. 293 Buenavista, Marqués de. 45 Bunmedejol, arroyo. 25 Burriel, Andrés Marcos. 231 Burrus, Ernest J.. 69, 229, 265, 295, 303, 305, 313-315, 320 Caaman Cagaleja. 102 Caamanc Cadeú. 116 Caballero y Ocio, Juan. 45, 54 Cabo Mendocino. 149, 257 Cabo San Lucas. 197 Caborca, misión de. 87, 91 Cabujakaamang, arroyo de. 334, 337-339 Cadakaamán, ver Kadakaamán. Cadegomó, arroyo. 117; paraje, 143, 230 Calagnujuet, ver Calamajué. Calamajué. 226, 301, 333-337 Calañujuet, ver Calamajué. Califerne. 3 California. 3, 5-7, 9, 18, 45, 46, 48, 75, 81, 216, 298, 327, 328; corriente de, 149; Alta, 149 Callao, puerto. 147 Calmallí Viejo. 220 Camalú. 311 Campos, Agustín. 37, 38, 91, 92, 216 Canal, Domingo de la. 50 Canción de Rolando. 3 Caravana, Juan. 47, 52 Carlomagno. 3 Carlos III. 9, 10, 239, 251, 276, 282, 317, 328, 329; II 69 Carolinas, nombre de California. 18, 28 Carr, Edward H. 341

358

Carranco, Lorenzo. 138, 146, 166-170, 185, 191-193, 195, 197, 232, 265 Carrera, criado filipino. 233 Carretera Transpeninsular. 161, 305, 327 Carrizal en Cañada. 116 Carrizales, arroyo de. 143, 151 Carta, Agustín. 225 Casafuerte, marqués de. 137 Castro, cirujano. 22, 29, 32 Cataviña. 301-303 Cathemeneol, paraje. 23 Cebrián y Agustín, Pedro. 154, 155 Cedros, isla. 189, 190, 295 Cerro del Pinacate. 57 Chapala, laguna. 204, 224, 301-303 Chicorí, 145, 167 Chihuahua. 7 Chillá. 136, 139 Chillerón, ayudante. 29 China. 8 Chinus, Franciscus, 15 Chipa. 302 Chipa´ja. 302 Chipa´wei. 302 Chiriyaqui. 123, 138, 234, 235 Chiyá, ver Chillá. CICESE. 98 Cieneguilla. 301, 311, 312, 314 Cirios, Valle de los, ver Valle de. Clavijero, Francisco Xavier. 40, 56, 63, 89, 100, 140, 152, 169, 189, 246, 255, 289, 296, 299, 309, 324-326 Codornices, las. 302 Colegio de Celaya. 106 Colegio del Espíritu Santo de Puebla. 106 Colorado, río, 4, 96, 213, 299; desembocadura, 57, 99, 301, 321; boca La Baja, 212; rancho ganadero, 255 Comanají, Andrés. 151, 279 Comondé, arroyo. 29 Comondú, arroyo, 26, 29, 116; Viejo, 24, 31, 32, 79, 81, 117, 120; misión de San José de, 31, 61, 62, 73, 79, 81, 116-119, 120, 240, 275, 283; poblado, 117, 120; San Miguel de, 31, 116, 120 Compañía de Jesús, emblema. 4, 9


Compañía de Jesús. 6-8, 10, 110, 155, 327 Concepción, embarcación. 10 Conchó. 49 Condé, embarcación. 266 Congregación de la Buena Muerte. 155 Consag, Fernando. 151, 153, 155, 177, 202229, 231, 233, 246, 252, 259, 265, 271, 277, 279-281, 283, 285, 294, 299, 302, 304, 306, 309, 313, 314, 316, 317, 333, 336 Contreras, Nicolás. 25 Copart, Juan Bautista. 23, 27, 34, 39, 41, 43, 50, 51 Cordero, Pedro. 87 Coronados, Isla. 21, 49 Cortés de Monroy, Francisco. 126, 127, 138, 198 Cortés, Hernán. 3, 108 Creciente, isla. 127 Crespo, Benito. 240 Croix, Carlos Francisco de. 10 Crosby, Harry W.. 288 Cucurpe. 37 Cuédene. 128 Cuesta de Mendoza. 56 Cueva Pintada. 251, 278 Danzantes, Puerto. 64 Dawson, Glen. 331 Derrotero del viaje que en descubrimiento oriental de Californias…216 Descripción compendiosa de lo descubierto… 228, 229 Despotismo Ilustrado. 9, 10 DETENAL. 129 Dewey, almirante. 316 Díaz Ordaz, Gustavo. 38, 59 Díez, Juan José. 265, 333-337 Dionisio o El Sol, indígena. 22, 51 Doctrina Christiana en Lingua Cochimí. 39 Dolores, Virgen de los, 69; Dolores del Norte ver Nuestra Señora de los. Domínguez, Juan. 120, 275 Doria, César Felipe. 44, 63 Doye, Santiago. 121, 122 Druet, Jacobo. 144, 230, 265 Ducrue, Benno. 10, 227, 248, 251, 262-265, 287, 328, 335 359

Ducrue´s Account of the Expulsion of the Jesuits from Lower California…265 Dunne, Peter Masten. 120, 136, 187, 195, 244, 261, 277, 333, 342 Durango. 7 Echeverría, José. 76, 82, 84, 89, 97, 99, 110, 113, 144, 145, 182-187, 189, 201, 216 Edición crítica de la vida del V.P. Juan María de Salvatierra…44 Egui. 193 El Apóstol. 44 El hombre venido del Cielo, tradición. 8 El Nazareno, embarcación. 16 El Pilón, cerro. 32, 72 El Príncipe, embarcación. 283 El Rosario, embarcación. 47, 61, 101, 102, 120, 121; poblado y bahía del, 222; arroyo, 224 El Triunfo de la Cruz, embarcación. 84, 87, 91-94, 97, 98, 108, 128, 131, 155, 159, 211, 231 El Triunfo, real minero. 255 El Valle. 252 El Zacatón, ver Noche Buena. Encantada, pico de la. 301, 317 Enrique III. 9 Enrique IV. 9 Ensenada. 223 Escalante, Francisco. 103, 248-251, 260, 264, 284, 287 Escobar y Llamas, Cristóbal de. 203, 205, 237 España, 5, 148 Espín, José. 281, 282 Espíritu Santo, isla. 194 Eusebio, indio. 25 Felipe II, 148 Felipe V. 63, 69, 70, 102, 154, 204 Fernández de la Cueva, Francisco. 102 Fernández del Barco, Juan. 243 Fernández Romero, Gorgonio. 296, 305 Fernández y Somera, Blas. 300, 311, 316, 320, 322, 326 Figueroa, Bartolomé. 47, 52 Figueroa, Isidro. 56 Fondo Piadoso de las Californias. 8, 59, 77


Francisco Javier, indio. 65 Francisco, indio. 25 Franco, Francisco Xavier. 255, 264, 265, 333 Fuente Peña y Castrejón, José de la; ver Villapuente. Fuenteclara, conde de; ver Cebrián. Fujita, Harumi. 142 Galeón de Manila. 36, 42, 65, 80, 81, 107, 138, 145-148, 153, 171, 186, 198, 251, 257, 258, 265, 284, 294, 296 Gallardi, Luis María. 87, 91 Gálvez, José de. 59 Gándara, Salvador. 262 García de Mendoza, Antonio. 56, 66, 68, 71 García, Andrés Javier. 231, 259 García, Andrés. 202 Gasteiger, José. 203, 231, 252, 265 Gavia, La. 8 General Andrés de Rezebal, embarcación. 159 Gila, río. 213 Gilg, Ádamo. 115 Gironza, Domingo. 56 Giusto, Antonio. 47 Glusenkamp, Uwe. 242 Golfo de California, placeres. 42 Gómez, Francisco. 259 Gómez, Juan Crisóstomo. 177, 286 González, Isabel. 243 Goñi, Matías. 16, 18-23, 26, 33, 34, 36, 39, 41, 42, 43, 50 Gordon, William. 144, 184, 188, 192 Gore, isla. 212 Grande, río. 27; estero, 126, 127; arroyo, 301, 321 Guadalupe Guasinapí. Misión, 85, 156, 157, 231, 252, 301; recua de, 229; sierra, 83, 156 Guadalupe, Virgen de. 22 Guadiana, colegio de. 103 Guanakae. 304 Guaribos. 83 Guaycuras. 122 Guaymas. 58 Guendulain, procurdor. 240 Guijosa, José de. 16, 18, 22, 44 360

Guillén de Castro, Clemente. 75, 81, 106, 108, 109, 121-131, 133-142, 154, 166, 168, 170, 182, 192, 194, 195, 198-201, 230-232, 234-238, 256, 259, 265 Guiricatá. 307, 333 Guisi, Benito. 121, 122 Gutiérrez, Alfonso René. 44, 63 Guzmán y Manrique, María Andrea, virreina. 54 Guzmán, Blas de. 16, 21-23, 34, 35 Hacienda Real. 46 Halley, cometa. 21 Harumi Fujita, ver Fujita. Helen, Everardo. 75, 85, 114, 151-158, 173, 177, 181, 231, 252 Helfenzrieder, cometa. 323 Hermandad de la congregación de San Pedro y San Pablo. 130 Hermosillo. 114 Herrera, Antonio de. 171 Hiray, llanos de. 270 Historia de los Papas. 4, 6 Historia Natural y Crónica de…228, 243, 247 Horbigoso, Fray Domingo. 171 Hostell, Lamberto. 139, 141, 234-239, 254, 256, 259, 264, 266, 269-271, 282, 292, 299, 334, 336 Huamalguá, isla. 190 Huatamote, arroyo. 316 Huidobro Manuel, ver Bernal. Humboldt, Alejandro. 229 Ibo, indígena. 22, 23 INAH. 225, 278 Inama, Francisco. 120, 154, 247, 257, 264, 275, 276 Informe del estado de la nueva christiandad…130 Iragorri, Roque. 63 Ives, Doctor. 295, 301, 305 Jara, Tomás de la. 63 Jaraguay. 303 Jerónimo, indio. 197, 198 Jiménez Moreno, Wigberto. 38 Juan Bautista, indio. 240, 241 Juan, capitán indio. 193


Jugo, N.. 265 Julián, capitán indígena. 138 Justo, Antonio, ver Giusto. Juzai. 302 Kadakaamán. 74, 151, 174 Kadasyiak. 222 Kaelka. 72 Kaelmet. 72 Kalvalaga. 222 Kamalanja. 175 Kanin. 302 Keda. 224 Keita. 306 Kerschpamer, Antonio. 15 Kiliwas. 318 Kino, Eusebio Francisco. 7, 15-39, 41-48, 50, 56-59, 64, 77, 91, 92, 100, 115, 154, 216, 276 Kuro-Shivo, corriente marina. 149, 257. La Almiranta, embarcación. 16-18, 20-23, 25, 27, 29 La Balandra, embarcación. 16, 21, 33-35 La Bomba. 321 La Capitana, embarcación. 16-18, 21-23, 3335 La Giganta, sierra. 23, 25, 26, 33, 37, 55 La Huerta. 223 La Limpia Concepción, embarcación. 16, 33 La Pasión. 136, 139, 140; arroyo, 236 La Paz, 18, 36, 42, 129; misión Nuestra Señora del Pilar de, 85, 86, 108, 111, 113, 128, 129, 154, 253 La Piedad. 220, 277 La Purísima, misión. 31, 32, 74, 117, 143, 144, 154, 189, 230, 257, 283, 335; río, 25, 26, 29, 31, 32, 62, 117, 144, 230; paraje, 72, 230; vieja, 31, 74, 129, 143 La Soledad. 198 La Visitación. 208 Lacarra, Pedro. 56 Laguna Chapala, ver Chapala. Láncaster, María Guadalupe. 21 Laris, Cristóbal. 135 Las Ánimas, bahía de. 206 Las Flechas, cueva de. 278

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Las Palmas, ensenada de, 161; misión Santiago de, 163, 164, 165; misión Santa Rosa de, 170, 184, 189, 253 Las Parras, arroyo. 65 Lauretana, embarcación, ver Nuestra Señora de Loreto. León-Portilla, Miguel. 5, 229, 243, 332 Leopold, Aldo. 213 Leopoldo, jefe indígena. 28, 29, 31 Libertad, puerto. 89 Ligüig o Lihui. 60, 120, 128, 129; misión de, ver San Juan Bautista Malibat o Ligüí. Linck, Wenceslao. 204, 224, 246, 261, 264, 280-282, 289-329, 333, 336 Lizassoain, Igncio. 244, 245, 260, 262, 329, 331 Llanos de San Pablo. 23 Londó. 54; San Juan Bautista, 64 López de Legaspi, Miguel. 148, 149 López de Villalobos, Ruy. 148 López, Felipe. 87 López, Miguel. 146 Loreto, capital de las Californias, libro. 5, 8, 47 Loreto, presidio de. 39; capilla de Guadalajara, 63; Virgen de, 50; Misión de, 10, 22, 50, 53, 59, 113-115, 154, 155, 260; poblado, 10, 22, 183; embarcación, 266 Los Ángeles, puerto de. 290, 293; bahía de, 290, 293 Los Dolores de la Santa Virgen, hermandad. 70, 130 Los Dolores, misión, ver Nuestra Señora de los Dolores. Los Inocentes, paraje. 32 Loyola, Ignacio. 4, 8, 177 Luis XV. 10 Luis, indígena. 51 Luyando, Agustín de. 174 Luyando, Juan Bautista. 74, 144, 151, 152, 154, 157, 158, 173, 174, 176, 177, 180, 181, 247 Magdalena, ciudad. 38; río, 91 Malibat. 60, 104, 120, 128, 129 Mange, Juan Mateo. 57 Manila, Galeón de, ver Galeón.


Manila. 148 Mar Lauretano. 82 Marcos, indio de Guasave. 47 Margarita, isla. 126, 127 María, en la rebelión de los pericúes. 198 Mariana, padre. 9 Marmolito, el. 221 Marquesa de las Torres. 110 Márquez, Nicolás. 47 Masten Dunne, Peter. 9 Mathes, Michael W.. 277, 305 Matomi, cerro. 310 Mayorga, Julián de. 61, 62, 81, 116-120, 182, 240, 265, 275 Medinabeytia, Juan. 338, 339 Meigs, Peveril. 317 Melgarejo, N.. 218 Mendoza, José Antonio de. 107 Mercurio. 297 Mezcal. 302 Minutuli, Gerónimo. 70, 100, 101 Miravalle, Conde de. 45 Mochicagüi. 173 Moctezuma y de Tula, Conde de. 45 Molina, Gaspar de. 284 Montague, isla. 212 Montané Martí, Julio. 115 Montaño, Miguel. 91-93 Monterrey, conde de; 161, puerto de, 304 Morales, Francisco de. 46 Moran, Antonio 78 Moraza, veedor del rey. 17, 28 Morris, Roger. 148 Mugazábal, Juan Bautista. 64, 72, 74, 75, 80, 150, 265 Mulegé, paraje. 71, 72; misión, ver Santa Rosalía de. Murr, Christoph Gottlieb von. 265 Museo Nacional del Virreinato. 7 Nachrichten von der Amrikanischen…238, 271, 272, 332 Nao de China, ver galeón. Nápoli, Ignacio María. 75, 87, 109-114, 154, 159-167, 200, 201, 232 Nascimben, Pedro María. 203, 231, 252, 256, 265 362

National Geographic. 148 National Statuary Hall Collection. 38 Natividad, isla. 190 Nayarit. 7 Nepomuceno, Juan. 304, 334, 336-338 Neumayer, Carlos. 242, 253-255, 265, 333 Noche Buena, paraje. 32 Noticia de la California. 174, 215, 246 Noticia de la misión de San José de Comondú…241 Noticia de la península americana de California, ver Nachrichten… Nuestra Señora de Guadalupe, real de, 17, 18, 39, 42; embarcación, 242; misión, ver Guadalupe Guasinapí. Nuestra Señora de Loreto, embarcación. 107, 113; misión, ver Loreto, presidio de Nuestra Señora de los Dolores, cofradía, 45, 277; misión de, 70, 75, 123, 130, 135, 136, 139, 142, 259, 260; del Norte, 155, 178, 179, 202, 219, 220, 225, 277-279 Nuestra Señora del Pilar de La Paz, ver La Paz. Nueva España. 7 Ocio, Manuel de. 253-255 Ohhobe. 66 Ojo de Agua, El. 32. Ojo de Liebre, laguna. 189, 190 Ometepec, bahía. 301 Oreña, Antonio de. 41 Osorio, Francisco. 173 Padre Nuestro, en cochimí. 40 Pájaros, isla de los. 190 Palacios, Juan de. 45 Palmarito, pinturas rupestres de. 248, 288 Palou, Francisco. 143, 243-245, 279, 290, 339, 340 Paraíso, río. 220 Paredes, conde de. 16, 36 Parra, Diego de la, capitán. 16, 21, 27 Pastor, Ludwig von. 4 Paulo III, 4 Paw, Cornelius. 56 Pelícano, isla. 212, 213 Peña Castrejón y Salzines, José de la, ver Villapuente, marqués de.


Peña y Castrejón, Gertrudis de la. 278 Peña, Rosa de la. 184, 191, 253 Peralta, Francisco de. 84, 106, 120, 121, 122 Pereda y Arce, Francisco de. 16, 22 Pfefferkorn, Ignaz. 9 Picacho del Diablo, ver Encantada. Píccolo, Francisco María. 47, 53-56, 58, 6377, 84, 87, 100-103, 113, 130, 135-137, 143, 150, 243, 265 Pichilingue. 194 Pimería Alta. 37, 87 Pinta, sierra. 301, 320, 321 Pío VII, Papa. 11 Pópulo, pueblo y misión. 91 Portolá, Gaspar de. 10, 251, 263, 264, 304, 325, 329, 330, 332 Poyatos de Paz, Gema. 142 Princesa Ulrica. 283 Puertecitos. 209, 210 Punta Eugenia. 189 Punta Gorda. 205 Punta Prieta. 224, 300-302. Purísima, ver La Purísima Purum, costa de. 251 Rancho ganadero Colorado, ver Colorado. Real Concilio de Guadalajara. 70 Real situado. 196 Realejo. 251, 260 Reinaldos, Pedro. 87 Relación sobre California de I. Tirsch. 330 Relatio expulsionis…265 Retz, Jorge. 219, 225-227, 264, 277, 279283, 289, 290, 292, 299, 305 Revolución Mexicana. 11 Reyes, sierra los. 318 Rezaval, Andrés. 56 Rim of Christendom. 15 Rinconada, la, ver Cieneguilla. Río Grande. 22 Riva de la, arriero. 93 Riva, Pedro de la. 155 Rivera y Moncada, Fernando Javier. 182, 219, 221, 222, 224, 225, 254, 255, 291, 292, 300, 304, 329, 340 Robles, Bartolomé. 72, 74 Rodero, Gaspar. 82, 107 363

Rodríguez Cabrillo, Juan. 322 Rodríguez de Larrea , Bernardo. 155, 172. 205, 241, 254 Rodríguez de Montalvo, Garci. 3 Rodríguez Lorenzo, Esteban. 47, 48, 56, 71, 76, 101, 107, 116, 123, 129, 137, 155, 157, 161, 172, 195, 200, 241, 253, 254 Rojas, Francisco de. 127 Rolandegui, Bernardo. 61 Romano, Alejandro. 61, 75, 82, 107, 118, 159, 164 Romero de la Sierpe, Juan Antonio. 47-51 Romero, Felipe. 218 Romero, Manuel. 192 Rothea, José Mariano. 178, 203, 229, 248, 249, 264, 285-288 Ruiz, Adolfo, capitán indígena. 223 Sadoc Allemany, Joseph. 59 Saeta, Francisco Javier. 37 Salas, Diego de. 17 Salazar, Julián. 227, 280, 283 Salinas, estero. 127 Salsipuedes, canal marítimo. 35, 88, 204 Salvador, nombre de indígena. 24 Salvatierra, Juan de. 44 Salvatierra, Juan María. 5, 8, 33, 39, 41, 4452, 54-64, 66, 68, 70-74, 77, 79, 81, 85, 101, 102, 104, 107, 113, 115-117, 120, 121, 128, 143 San Agustín, isla, ver Tiburón. San Andrés, nombre de provincia. 23 San Antonio. 253 San Bernabé. 10, 186, 257 San Borja, ver San Francisco de. San Borjitas, pinturas rupestres. 249 San Bruno. 22, 23, 26, 28, 31, 36, 39, 43 San Buenaventura, bahía. 212, 214, 301, 313, 314 San Carlos, puerto. 205 San Cristóbal, embarcación. 146, 196-198 San Diego, puerto de. 304, 307, 320, 322, 340 San Dionisio, bahía de. 22, 34, 43, 49 San Estanislao. 204, 208 San Esteban, isla. 98


San Felipe. 4, 94; de Jesús, 96, 97, 211, 295, 301, 313; desierto de, 299; valle, 311; sierra de, 313, 321 San Fermín, embarcación. 54, 55; punta, 210 San Fernando Rey de España, ver Vellicatá. San Francisco de Borja, misión. 187, 227, 229, 280, 281, 283, 289, 290, 297, 299, 301, 322; recua de, 229; santo, 280, 289, 290 San Francisco de la Sierra. 178, 225, 278, 288 San Francisco Javier. Colegio 7; zona de 40; misión de 54, 62, 64-66, 68, 69, 73, 76, 77, 81, 99, 128, 243-245, 283 San Francisco, sierra de. 248, 251, 288 San Gregorio, 274; arroyo. 31, 32, 143; boca de 32, 73, 257 San Ignacio Kadakaamán. 74; misión, 151, 154, 155, 173-175, 190, 225, 277, 278, 283, 286, 288 San Ignacio. 62, 79, 81, 116, 117, 120, 173, 175, 177; dique de, 285; recua de, 279; arroyo, 79; en Sonora, 91, 92 San Isidro. 23, 28, 31, 36, 39 San Javier; antiguo, 244; arroyo, 67, 68, 79, 101; embarcación 54, 55, 61, 69, 82; misión de, ver San Francisco Javier. San José de Comondú, ver Comondú. San José de la Laguna. 58, 137 San José del Cabo Añuiti, misión de. 144, 145, 154, 184-186, 196, 225, 235, 253, 277 San José y San Francisco Javier, embarcación. 16, 55, 58 San José, arroyo, 62, 79, 145, 305; isla, 108; Viejo, 145, 186 San Juan Bautista Londó, visita de Loreto. 23, 31, 54, 64, 70, 77, 117 San Juan Bautista Malibat o Ligüí. 60, misión, 75, 86, 102, 104, 106, 121-123, 129, 135, 136 San Juan de Dios, orden de, 16; visita 301, 308, 334 San Juan Nepomuceno, puerto. 258 San Juanico, bahía. 258 San Lucas, embarcación. 148, 149

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San Luis Gonzaga Chiriyaqui, misión. 123, 136, 138-140, 234, 235, 237-239, 256, 266268, 334 San Luis Gonzaga, bahía de. 207, 334, 340 San Luis, área de. 292, 303, 334, 336; misión de, 293, 294, 296, 305, 325; puerto de, 305 San Marcos, isla. 247 San Miguel. 62, 79, 116, 117; de Comondú, 61, 62 San Pablo. 81, 99, 128, 243; embarcación, 149; arroyo 178, 179, 225, 278 San Pedro Mártir, sierra de. 294, 295, 299, 310, 313, 321; misión, 301 San Pedro y San Pablo, cerros de. 307 San Quintín. 297, 301, 311 San Simón, arroyo. 311-313 San Vicente, paraje. 74, 151, 173, 175 Sánchez, Pedro. 7 Santa Ana, real de. 165, 253 Santa Bárbara, embarcación. 87, 90-92, 94, 95, 98 Santa Catarina, poblado. 325 Santa Clara, golfo de. 96, 213 Santa Cruz, ver El Triunfo de la. Santa Elvira, embarcación. 47, 48 Santa Eulalia, arroyo. 311-313 Santa Gertrudis la Magna, misión. 153, 155, 178, 202, 205, 218-220, 225, 277, 278, 279, 281; recua de, 229, 259 Santa Inés, isla. 100; rancho, 303 Santa Lucía, hacienda de. 8 Santa María de Begoña, pueblo de visita, 76 Santa María de los Ángeles, misión. 226, 261, 296, 297, 301, 305, 334, 336, 337, 339, 340 Santa María Magdalena. 256 Santa Rita, arroyo. 126, 127, 236 Santa Rosa, embarcación. 240; de las Palmas, ver Las Palmas; de Todos Santos, ver Todos Santos. Santa Rosalía de Mulegé, misión de. 71, 102, 103, 175, 152, 154, 249, 250; arroyo, 181 Santa Rosalía u Ohobbe. 67, 72 Santa Rosalía, poblado de San Javier. 244


Santa Sabina, puerto. 89 Santa Teresa, rancho de. 278 Santiago Apóstol Aiñini, misión. 160, 165, 166, 232, 233 Santiago de los Coras. 163 Santiago, arroyo, 31, 32; misión de,75, 109, 111, 112, 277, 329; (ver Las Palmas) Santiago, conde de. Ver Velasco Luis. Santísima Trinidad, ver Walimeg; misión, 236 Santo Domingo, arroyo. 68; boca de, 101 Santo Tomás, arroyo. 25, 29, 31, 62, 74, 117, 144, 230 Sargento, punta. 96 Sarmiento Valladares, José. 45, 46, 54, 55 Scheideck Baegert, María Magdalena. 266 Scheideck Stahl, Anna María, 266 Schusteri, Catherine. 289 Sebastián, indio de Jalisco. 47 Sedelmair, Jcobo. 216 Seno de las Californias…mapa. 316 Sergas de Esplandián. 3 Seris, puerto de los. 88, 89; isla de los, 89; indígenas, 115 Serra, Fray Junípero. 120, 307, 314 Sierpe, Pedro Gil de la. 45, 46, 47, 54 Sierra La Giganta, ver La Giganta. Sierra Pinta, ver Pinta. Simón, indio. 25 Sinaloa. 7 Sistiaga, Sebastián de. 89, 98, 151-155, 157, 166, 173, 174-177, 181, 189, 191, 202, 203, 218, 237, 259, 277, 278 Sonora, a Description of the Province. 9 Sonora. 7 Specimina linguae californicae. 265 Stratford, Guillemo. 87, 89, 90, 92, 94 Suárez, Antonio. 16, 21, 27 Suars, Anna. 242 Surroca, Eudaldo. 146 Swords, Jack. 338 Tagnuetía. 139 Tamaral, Nicolás. 63, 138, 143, 144-146, 166-169, 171, 184-187, 189, 192, 193, 197, 230, 265 Tamburini, Miguel Ángel. 61, 108, 182 365

Tapia Landeros, Alberto. 296, 305 Tarahumara, sierra. 9; rebelión, 46, 47 Taraval, Miguel. 189 Taraval, Segismundo. 109, 138, 139, 154, 166, 168, 170, 174, 181, 184, 188-195, 198, 199, 201, 242, 253 Tascati. 310 Téllez, Fermín, soldado. 85 Tempis, Antonio. 166, 227, 232, 233, 265 Tepotzotlán. 7 Tesorería Real de Guadalajara. 70 Tiburón, isla de. 89, 98, 100 Tiguaná. 129, 135 Tinajas, sierra Las. 301, 321 Tirsch, Ignacio. 182, 186, 264, 280, 329332; The Drawings of, 329 Tiyeicha. 238 Todos Santos. 108, 170; misión, 109, 111, 112, 167, 191, 253-255, 333 Tomzile, Melchor. 242 Tórim, misión. 87 Torres Tortolero, Luis. 47, 48, 52, 56, 64, 71 Treutlein, Theodore E.. 240 Tribunal Permanente de Arbitraje Internacional de la Haya. 59 Triple, Eugene J.. 320 Triunfo de la Cruz, ver El Triunfo de la Cruz. Trujillo, Gaspar. 259, 260 Uavai. 336 Ugarte, Juan de. 45, 46, 54, 58, 60, 62, 63, 70, 72, 77-102, 104, 107-109, 116, 117, 123, 128, 136, 143, 156, 157, 159, 182, 211, 231, 243, 246, 265 Ugarte, Pedro. 60, 102, 104-106, 120, 122 Ulloa, Francisco. 7 Ulloa, Juan. 216 Urdaneta, Andrés de. 149 Utrera, José de. 268, 269, 283 Vaierca, Fernando. 87 Valero, Marqués de. 63, 82, 85, 107, 108, 143 Valle de las Piedras. 116 Valle de los Cirios. 221 Varas de justicia. 187 Vásquez de Coronado, Francisco. 322


Velasco, Luis de. 138, 235 Vellicatá. 301, 307, 340; misión, 314, 334, 340 Venegas, Miguel. 18, 44, 105, 106, 114, 151, 152, 154, 173, 174, 177, 189, 246, 247, 272 Ventura, Lucas. 263, 264, 284, 329 Verger, Fray Rafael. 340 Vicente, indio. 25, 237, 271 Viggé Biaundoo. 56, 65, 77, 245 Villalobos, Santiago. 198 Villapuente, marqués de. 108, 110, 113, 117, 136, 143, 144, 159, 174, 182-185, 187, 191, 225, 253, 261, 277 Villavieja, Juan Antonio. 264, 265 Vimbet. 300, 301 Visconti, Ignacio. 187, 261 Visitación, La. 204 Vizarrón y Eguiarreta, Juan Antonio. 138, 170, 199, 200 Vizcaíno, Sebastián. 7, 123, 186; desierto de, 179, 190, 210, 304 Wirth, Josephus. 266 Wagner, Francisco Javier. 119, 120, 240, 241, 265 Walimeg. 176 Xavier, indio. 232 Yáñez, Agustín. 38 Yaqui, El. 78 Yeneca. 167 Yodivineggé. 70 Yubai. 301, 302 Zavala, Juan de. 17 Zevallos, Francisco. 203, 220, 225, 226, 246, 252, 298, 333, 335 Zumalde, Matheo. 146, 196-198 Zumziel, Juan Bernardo. 242, 253, 254 Zurmühlen, Bernhard. 242

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