PROGRAMA DE FORMACION COMPLEMENTARIA
FABULAS DE SIEMPRE AUTOR:
ARACELY BERTI DONADO IIB BARRANQUILLA
La zorra y las uvas La vieja y taimada zorra estaba decepcionada. Durante todo el día había merodeado tristemente por los densos bosques y subido y bajado a las colinas, pero. .. ¿De qué le había servido? No hallaba un solo bocado; ni siquiera un ratón de campo. Cuando lo pensaba -y se estaba sintiendo tan vacía por dentro que casi no podía pensar en otra cosa-, llegó a la conclusión de que nunca había tenido más hambre en su vida. Además, sentía sed…, una sed terrible. Su garganta estaba reseca. En ese estado de ánimo. dio la vuelta a un muro de piedra y se encontró con algo que le pareció casi un milagro. Allí. frente a ella, había un viñedo lleno de racimos de frescas y deliciosas uvas, que sólo esperaban que las comiesen. Eran grandes y jugosas e impregnaban el aire con su fragancia. La zorra no perdió el tiempo. Corrió, dio un salto y trató de asir la rama más baja, con sus hambrientas mandíbulas … ¡pero no llegó a alcanzarla! Volvió a saltar, esta vez a una altura algo mayor, y tampoco pudo atrapar con los dientes una sola uva. Cuando fracasó por tercera vez, se sentó por un momento y, con la reseca lengua colgándole, miró las docenas y docenas de ramas que pendían fuera de su alcance. El espectáculo era insoportable para una zorra famélica, y saltó y volvió a saltar, hasta que sintió mareos. Necesitó mucho tiempo, pero, por fin, comprendió que las uvas estaban tan fuera de su alcance… como las estrellas del cielo. Y no le quedó más recurso que batirse en retirada. -¡Bah! -murmuró para sí- ¿Quién necesita esas viejas uvas agusanadas? Están verdes…, sí, eso es lo que pasa. ¡Verdes! Por nada del mundo las comería. -¡Ja, ja! -dijo el cuervo, que había estado observando la escena desde una rama próxima- ¡Si te dieran un racimo, veríamos si en verdad las uvas te parecían verdes! Moraleja: "Sólo venciéndote vencerás".
El cuervo y el zorro Estaba un señor Cuervo posado en un árbol, y tenía en el pico un queso. Atraído por el tufillo, el señor Zorro le habló en estos o parecidos términos: “¡Buenos días, caballero Cuervo! ¡Gallardo y hermoso sois en verdad! Si el canto corresponde a la pluma, os digo que entre los huéspedes de este bosque sois vos el Ave Fénix.” Al oír esto el Cuervo, no cabía en la piel de gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico, dejando caer el queso. El Zorro la agarró, y le dijo: “Aprended, señor mío, que el adulador vive siempre a costas del que le atiende; la lección es provechosa; bien vale un queso.” El Cuervo, avergonzado y mohíno, juró, aunque algo tarde, que no caería más en el la trampa. Moraleja: Quien oye aduladores, nunca espere otro premio.
El mono y el delfín
Una vez, un Hombre fue de viaje en un barco, y para distraerse durante la travesía, llevo a su Mono. Cuando estaba por llegar a Atenas, se desencadenó una violenta tempestad que hizo naufragar al frágil barco. La tripulación se salvó del naufragio gracias a sus esfuerzos, sin embargo, el Mono no tuvo la suerte de ser rescatado, y este luchaba sólo contra las olas por salvarse. A los pocos minutos, un Delfín apareció, y pensando que el Mono era un Hombre se deslizó debajo de él y lo transportó en su lomo hacia la costa. Cuando ya estaban por llegar a la costa, el Delfín preguntó al Mono, si era Ateniense. El Mono por impresionar al Delfín, dijo que sí, y que tenía muchos ilustres parientes allí. Mas rato, el Delfín preguntó nuevamente diciendo si conocía el puerto. El Mono creyendo que el Puerto era una persona famosa, contestó que no solo era conocido suyo, sino que además era un buen amigo suyo. El Delfín, se dio cuenta de que el Mono estaba mintiendo, así que como castigo, se sumergió en el agua abandonando al Mono, y este sin más, se ahogó. Moraleja: El presumido siempre acaba, en el primer descuido.
El perrito curioso Había una vez, un Perrito que era muy curioso y que siempre velaba por las cosas que le interesaban a su Amo. Un día, el Perrito escuchó ruidos que venían de la cocina, y para saber que sucedía, se acercó sigilosamente. De inmediato, descubrió a varios ratones dándose un gran festín con la comida de su Amo. Antes de atacar se dijo: "¡Pero que bandidos!, ¡Ahora me las pagarán!" Y sin más, el Perrito se abalanzó sobre los ratones pero, no se percató que muy cerca de ahí, había una trampa para ratones con la cual tropezó y atrapó una de sus patitas haciéndolo gritar a fuertes aullidos de dolor. Un Loro que estaba por el mismo lugar gritó: "Vaya vaya, vean al Cazador cazado." El Perrito, martirizado por el dolor que le hacia la trampa suplicó: "¡Por favor ayúdenme!, ¡quítenme esto que prometo no molestar a nadie!" Los buenos ratones quienes oyeron su súplica, se acercaron al Perrito y de inmediato lo liberaron. Luego, uno de ellos le dijo: "¿Ya vez Perrito?. Eso te sucede por hacerte de gato." Moraleja: No realices las funciones, para las que no tienes condiciones.
El leñador y el bosque Cierta vez, se encontraba un Leñador talando arduamente los árboles del bosque hasta que, después de tanto talar y talar, se rompió el mango de su hacha. El Bosque muy contento dijo: "¡Que bien!, ¡por fin habrá paz y tranquilidad en mi mundo!" Al cabo de unos días, el Leñador fue al Bosque, y suplicando a los árboles dijo: "Por favor, déjame tomar una rama de este Árbol, para reponer el mango de mi hacha, y prometo irme a otro bosque." El Bosque, conmovido por su petición, accedió al pedido y le dio, un pedazo de sus ramas. Pero, tan pronto como el Leñador tuvo como nueva su hacha, empezó a talar todos los árboles. El Bosque, muy indignado le habló al Hombre: "Insensato, ¿así agradeces el bien que te hice? ¡Has hecho de mi favor un instrumento de exterminio para nosotros!" Moraleja: El hombre ingrato devuelve mal por bien.
La liebre y la tortuga
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga. -¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose de la tortuga. Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre. -Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo. -¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre. -Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera. La liebre, muy divertida, aceptó. Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos. Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura! Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo. Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar. Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha. Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida. Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera. Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás. Moraleja: No hay que burlarse jamás de los demás. También de esto debemos aprender que la pereza y el exceso de confianza pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos.
La cigarra y la hormiga Una vez, llegó el verano, y una Hormiga, recogía con gran afán granos de trigo y cebada para guardarlos en su granero para alimentarse en el invierno. La Cigarra que pasaba el día cantando, se sorprendió de ver a la Hormiga trabajar tan arduamente en época en que los animales, dejaban sus faenas y se entregaban a la buena vida y a la diversión. Cuando llegó el invierno, y con él la escasez de provisiones, la Cigarra estuvo muy hambrienta, y fue a pedirle a la Hormiga unos cuantos granos para alimentarse. La Hormiga le dijo: "Ya ves holgazana, si hubieras trabajado en el momento oportuno, hoy no tendrías escases de alimento. Ahora canta pues, mientras YO como." Moraleja: Cada uno debe aprender a responder de su propia conducta
La zorra y la cigüeña Una zorra invitó una cigüeña a cenar y no proporcionó nada especial para su invitada excepto una sopa de verduras, que fue servida en un amplio plato de piedra bien llano. Por lo amplio del plato y por su cuello largo la cigüeña no podía tomar la sopa cada vez que lo intentaba, y su sufriendo por la incapacidad de comer le proporcionaba a la zorra mucha diversión. La cigüeña, cuando tuvo su oportunidad, invitó a la zorra a cenar, y puso ante ellas un jarro con una boca estrecha larga, de modo que la cigüeña podía insertar fácilmente su cuello y disfrutar de su contenido a su voluntad. La zorra, en cambio, incapaz hasta de probarlo, encontró una compensación apropiada a la manera de su propia hospitalidad. Moraleja: De acuerdo al trato que demos, así será el trato que recibiremos.
El camello y Zeus Un día, cierto camello sentía envidia por los cuernos de un toro amigo suyo, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes. Pero Zeus, indignado de que no se contentara con su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas. Moraleja: La envidia no es buena consejera. Cuando quieras mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tu deseo de progresar, no porque tu vecino lo tenga
El león y el ratón Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar. Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre. -- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos. Moraleja: Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.
El águila y la serpiente
Un día un águila rapto una serpiente, elevándose por los aires. La serpiente, al reaccionar y al ver en la situación en la que se encontraba, mordió la pata del águila cayendo ambos desde lo alto a un precipicio, cuando el águila murió la serpiente exclamo: ¡Insensato! ¿Por qué has querido hacer mal a quien no te lo hacía? En justicia has sido castigado por haberme raptado sin razón. Moraleja: Nunca busques dañar a tu prójimo.
La hormiga y la paloma En un día caluroso una hormiga buscaba algo de agua, después de tanto buscar llegó hasta un manantial. Para llegar hasta el manantial debió trepar una larga hoja, mientras trepaba resbaló y cayó al agua. Una Paloma que se encontraba sobre un árbol desprendió una hoja y se la arrojó a la corriente. La Hormiga subió a la hoja y así flotó a salvo hasta la orilla. Mientras un cazador de la zona apuntaba a la paloma tratando de cazarla, imaginando lo que estaba por hacer, la Hormiga se apuró a picarlo en el talón. Al sentir el dolor, el cazador soltó el arma y entonces la Paloma aprovechó para alzar vuelo y salvarse. Moraleja: Siempre hay que corresponder en la mejor forma a los favores que recibimos. Debemos ser siempre agradecidos.