Palabras de Jean Vanier al recibir el premio “Pacem in Terris” (Paz en la tierra) 7 de julio de 2013 Quiero darle las gracias Monseñor Amos, porque usted ha hecho algo muy hermoso. Usted ha proyectado una luz sobre la visión y la realización de la visión de El Arca. Yo sólo soy el iniciador de El Arca... Me atrevo a decir que sigo siendo un principiante, tal vez no un fundador, sino sólo un principiante. El Arca existe y existe en todo el mundo por lo que dice Pablo: Dios ha elegido a los débiles y los necios para confundir, para avergonzar a los que se consideran inteligentes y fuertes. Parker Parmer dice que el peligro de nuestra sociedad es ver a la gente y a los niños como un vacío que debe ser llenado en lugar de verlos como semillas de la sabiduría oculta en todos y cada uno, que estamos llamados a escuchar y recibir humildemente. Si, empecé El Arca como una obra de justicia y verdad en el nombre de Jesús para salvar a dos hombres de la violencia de una institución, mis casi 50 años aquí en El Arca me han hecho descubrir la sabiduría del amor y la ternura, la sabiduría de la simplicidad, la sabiduría de la bondad y la alegría en las personas que son débiles y frágiles. Ellas me han enseñado mucho más que cualquier libro. Han revelado mis propias debilidades y me han ayudado a aceptarlas. Me transformaron cuando comencé a vivir relaciones de mutua amistad con ellas. Me han llevado a descubrir que nuestras sociedades están al revés. Muchos individuos están dedicados a trepar las escaleras de la promoción, a buscar la victoria, a menudo partidarios de la violencia, en lugar de vivir relaciones de ternura con las personas que son débiles y necesitadas. Jesús nos llama a vivir la bienaventuranza –una bienaventuranza maravillosa– de comer, no con los de nuestro grupo o nuestro clan que dan seguridad y comodidad, sino con los pobres, los cojos, los discapacitados y los ciegos: los que están al margen de la sociedad. Comer en la misma mesa en lenguaje bíblico significa llegar a ser amigos. La paz viene no cuando decimos o creemos que cada una de las personas en la gran familia humana es preciosa e importante, sino cuando empezamos a dejar la seguridad y comodidad de nuestro propio clan y grupo, con el fin de conocer y hacernos amigos de los que son diferentes y pertenecen a otro clan, grupo o cultura. Fui a Chile hace algunos años, y en cierto punto de la carretera del aeropuerto a la ciudad el conductor me dijo: "En el lado izquierdo del camino están todos los barrios pobres de Santiago y en el derecho todas las casas de los ricos, custodiadas por la policía y el ejército". Y añadió: "Nadie cruza esta carretera. Todos tienen miedo". Cruzar la carretera para conocer personas que son diferentes y pertenecen a otra cultura, y para hacerse su amigo, es asumir un riesgo, el riesgo de la paz. Tomé el riesgo de dejar un camino normal y convencional cuando empecé El Arca, animado por un sacerdote santo. Yo no tenía ningún plan; mi idea era simplemente vivir juntos, comer juntos, trabajar juntos, divertirnos juntos y orar juntos. A través de los años El Arca ha sido conducida por la hermosa, dulce y tierna mano de Dios. Muchos hombres y mujeres maravillosos, de diferentes culturas, iglesias y religiones, o sin religión, buscando nuevos caminos de paz, han venido a compartir sus vidas con los que son débiles y frágiles y han sido transformados por ellos. Han descubierto la sabiduría oculta en los corazones de aquellos que son débiles, y han crecido en amor y en sabiduría. 1
Así es como hoy nuestra comunidad en Belfast permanece como un signo de unidad entre las dos culturas de Irlanda del Norte. Nuestras comunidades en los EE.UU., Canadá, el Reino Unido y otros lugares son un signo de unidad entre personas de diferentes iglesias. Nuestra pequeña comunidad en Belén es un signo de la unidad entre cristianos y musulmanes, que comparten sus vidas juntos. Todas nuestras comunidades permanecen como signo de la unidad de nuestra familia humana. Son los débiles y los pobres quienes nos reúnen para ser un signo de la paz. Es verdad que para vivir nuestra vida junto a aquellos que han sido humillados y heridos, para crecer en un amor que Pablo define como paciencia, servicio, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo y aceptarlo todo, tenemos que encontrar una espiritualidad de amor y de respeto por cada persona; una espiritualidad que fluye del corazón de Dios a través de nuestras iglesias, religiones y sabiduría humana. Es el mensaje de Jesús, de Mahatma Gandhi y de muchos otros que nos llaman a trabajar por la unidad y la paz. Monseñor Amos, muchos de aquellos a los que ustedes otorgaron este premio antes de mí fueron héroes de la paz. Algunos fueron encarcelados por su coraje y determinación por la paz, algunos fueron asesinados. ¿Cómo es que se ustedes se fijaron en nosotros? Los de El Arca somos un puñado de personajes extraños y locos. El camino de la paz que hemos aprendido en El Arca es muy simple. Ustedes ven que no somos muy austeros o esforzados, luchando por ser héroes. Comemos maravillosamente, bebemos alegremente, obviamente Coca Cola, jugo de naranja y de vez en cuando vino y cerveza con moderación, cantamos en voz alta y a menudo desafinados, bailamos como locos y jugamos tanto como sea posible. Los días festivos y los cumpleaños son todos ocasiones para celebrar y divertirnos, oramos con todo el corazón, pero no durante largas horas. Ponemos nuestra confianza en Dios, que vela por nosotros. Por supuesto, trabajamos en nuestros talleres, y las terapias pueden ser serias y representar un trabajo duro. Cada persona está llamada a crecer en paz interior y sabiduría, y, desde luego, todos envejecemos al pasar el tiempo. A veces hay días pesados, cuando el viento sopla fuerte, sentimos que nos hundimos, pero en el último momento la suave mano de Dios nos salva. El corazón de El Arca es alegrarse y celebrar la unidad. Nos gustaría ser pequeños signos del Reino de Dios, el reino del amor. Para eso todos tenemos que volvernos como niños pequeños. Tal vez ése es nuestro secreto. Nuestro secreto también es que queremos vivir lo que Jesús nos pide que vivamos, lavarnos los pies unos a otros como Él lo hizo la noche antes de morir.
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