Revista de la Archicofradía del Apóstol Santiago
Número 63 61
CREER A PESAR DEL DOLOR Segundo L. Pérez López Deán del Cabildo de la S.A.M.I. Catedral de Santiago
1. Dios nos acompaña siempre
L
a situación actual está creando un profundo desasosiego en toda la sociedad; en nuestras alcobas y alacenas del alma la cuestión es inevitable al situarnos ante los problemas más radicales de la existencia humana. ¿Qué me aporta la fe en mi situación concreta?
Creer se ha vuelto más difícil, porque el mundo en el que nos encontramos está hecho completamente por nosotros mismos y en el que, por decirlo así, Dios ya no aparece directamente. Ya no se bebe directamente de la fuente, sino del recipiente que se nos presenta ya lleno. Los hombres se han construido el propio mundo, y encontrarle a Él en este mundo se ha convertido en algo difícil. Esto no es específico de España, si no que es algo que se constata en todo el mundo, de manera particular en el occidental en la presente coyuntura. Por otra parte, Occidente viene hoy tocado fuertemente por otras culturas, en las que el elemento religioso de origen es muy poderoso, y quedan horrorizadas por la frialdad que encuentran en Occidente por lo que respecta a Dios. Y esta presencia de lo sagrado en otras culturas, aunque quede velada de muchas maneras, toca nuevamente al mundo occidental, nos toca a nosotros, que nos encontramos en el «cruce» de tantas culturas. Y también desde lo más profundo del hombre en Occidente, y en Europa especialmente, surge la búsqueda de algo «más grande». Vemos que en la juventud aparece la búsqueda de ese «más»; vemos cómo en cierto modo el fenómeno religión –como se dice– vuelve, aunque se trata de un movimiento de búsqueda a menudo indeterminado. Pero con todo esto la Iglesia está de nuevo presente, la fe se ofrece como propuesta. Es necesaria una racionalidad más amplia, que ve a Dios en armonía con la razón, y es consciente de que la fe cristiana que se ha desarrollado en Europa es también un medio para hacer confluir juntas razón y cultura y para integrarlas también con las acciones en una visión unitaria y comprensiva. En este sentido creo que tenemos un gran deber, es
decir, mostrar que esta Palabra, que nosotros poseemos, no pertenece –por decirlo de algún modo– a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy.
2. En el dolor de la pregunta y el suspiro por la respuesta El dolor no es algo bueno ni querido por Dios, ni para el Hijo, ni para sus hijos. Es el precio de la radical finitud humana, como no podía ser de otra forma, en cuánto seres creados-finitos. Por eso, la muerte en Cruz del Hijo de Dios, es la expresión máxima del amor de Dios por nosotros. Es la mayor expresión de la debilidad de Dios por sus criaturas. Bien dijo Claudel que Dios no había venido a suprimir el sufrimiento sino a llenarlo con su presencia. Así el hombre ni sufre solo ni muere solo, si no que puede hablar de cruz a Cruz con su salvador. La cruz fue «la primicia» de la Gloria de Cristo. El evangelio de S. Juan clarifica esta verdad con una profundidad teológica incomparable. Desde esta lectura seguro que se remueven en nuestro interior las preguntas que tantas veces nos hacemos a nosotros mismos: “¿Por qué a mí?”; “¿Por qué Dios permite esto?” “¿Qué sentido tiene este sufrimiento? Es la pregunta que todo el mundo se hace cuando se topa de frente ante realidades como la muerte, una enfermedad grave, un hecho negativo en la vida, la peste, etc. El dolor forma parte de nuestra vida, como nuestro propio nacimiento, el amor o la muerte. Los momentos de sufrimiento pueden hacernos caer en 5